El Leviatán se publicó en 1651, en inglés; luego, en 1668 aparece la edición
latina del texto. Antes de la primera edición del Leviatán Hobbes publicó en 1648 De cive, y en 1640 Elementos de derecho natural y político. El texto De cive es muy cercano al Leviatán, aunque mantiene algunas diferencias específicas puede decirse que el espíritu no deja de ser el mismo. La diferencia mayor se encuentra con su primer libro aunque no deja de ser más bien metodológica. Entre Elementos y Leviatán Hobbes se ve muy influenciado por el desarrollo del mecanicismo en la Europa continental. Hobbes tuvo una formación humanista-renacentista en Oxford vinculada sobretodo a Aristóteles y a los clásicos latinos, entre ellos, los estoicos que han influido en su obra. La gran influencia del mecanicismo se da sobretodo a partir del viaje que realiza Hobbes a París luego de publicar Elementos. La obra suscitó una revuelta intelectual y también en el gobierno que llevó a que Hobbes tuviera que exiliarse por peligrar su vida. En París conoce a Marsanne, amigo de Descartes y difusor de su obra. También conoce a Gassendi y la obra de Galileo Galilei. La comprensión mecanicista de la filosofía, en un nivel metodológico y también ontológico, puede verse sobretodo en el Leviatán. Así la tradición humanista ligada más bien a cuestiones de lo que diríamos hoy filosofía práctica se une con la perspectiva mecanicista que considera los entes de modo analítico y bajo la idea de la cuantificación expresada en la famosa frase cartesiana “mathesis universalis”. Los entes considerados bajo la perspectiva mecanicista se caracterizan por lo siguiente. Uno, todo ente sólo manifiesta su forma de ser bajo la estructura de un método que posibilita representar su causa próxima. Dos, el método es una construcción de control que permite responder el qué y el cómo del ente. Tres, dicho método es de carácter analítico, es decir, descompositivo. Se trata de analizar en el sentido de descomponer el ente hasta sus mínimos elementos para observar su constitución estructural. Esto se sigue, después, por una enumeración de los elementos y los modos relacionales que tienen en su constitución, por último, en base a la enumeración se sintetiza el qué y el cómo del ente bajo su definición. Cuarto, este método opera sobre una consideración general, ideal, que es la operatividad de las matemáticas. Descartes lo expresa como “mathesis universalis”. Se trata de operar con los entes del mismo modo que opera la matemática, es decir, mediante el razonamiento deductivo. Esto, al mismo tiempo, implica que la operatividad respecto al ente se caracterice por la propiedad de la cantidad. Esto quiere decir que todo ente manifiesta su qué y cómo a través de la medida. Todo ente es tal sobre la perspectiva de que dicho ente puede ser susceptible de medida. En este sentido, el método conlleva en su misma efectuación el carácter técnico de la medida, es decir, el uso de herramientas o instrumentos capaces de medir el ente. Así, un ente es considerado conceptualmente sobre propiedades como las siguientes: ubicación espacial, temporal, volumen, peso, velocidad, desplazamiento espacial o traslación, tipo de materia, temperatura, etc. Cinco, el método en tanto “mathesis universalis” se manifiesta como la construcción científico-técnica de la naturaleza. Todo ente tiene su qué y cómo en el caso que pueda determinarse metodológicamente: con base a su manipulación técnica y su definición conceptual relativa a su causa. Ésta última es la expresión de su qué, como se dijo, pero toma su carácter científico expreso en la explicación causal mediante la afirmación de leyes naturales (por ejemplo de la ley de gravedad en Newton). Comprender un ente cualquiera implica, por tanto, conocer su estructura y su causa, y esto en relación a la operatividad metodológica que implica que todo ente es disponible de operar de esa manera y efectivamente manipulable. Sexto, el carácter analítico del método, su operatividad de descomposición, se manifiesta en una comprensión del ente corporal como una construcción natural de relación entre partes, lo que se llama parte extra partes. Todo cuerpo es un vínculo entre partes que se pueden analizar separadamente y encontrar su funcionamiento y estructura particular. De esta manera, desde la modernidad existe un vínculo íntimo entre el concepto de análisis y el de anatomía, que no es más que el estudio del cuerpo vivo en sus partes constitutivas. Con esto tenemos una caracterización de la filosofía que rompe con la tradición a través de los siguientes puntos. Uno, la filosofía no entiende ya como contemplación sino como una actividad u operatividad efectiva, es decir, con incidencia en la realidad. La filosofía pasa a determinarse prácticamente como filosofía natural, es decir, el saber es una construcción operativa sobre los entes naturales. Dos, este modo de hacer filosofía conlleva que ella se entienda en un saber especializado ligado a la averiguación de las leyes naturales que estructuran los entes. En este sentido, y como filosofía natural, el saber es una construcción ligada a diferentes ámbitos circunscriptos por el tipo de ente trabajado y las leyes naturales que lo definen. A partir de aquí, se entiende entonces la especialización del saber como una figura típica de la modernidad que deriva en el nacimiento de las diferentes regiones entitativas y saber científico-técnico. La primera y más sobresaliente en el siglo XVII es sin duda la física, ámbito donde se conciben los entes materiales que se conciben según la medida sobre la base del uso técnico de instrumentos. Luego, se puede mencionar la química con Boyle y también más adelante la biología que opera sobre los entes que poseen vida. Desde allí, y ya en los siglos XVIII y XIX, tenemos el nacimiento de la medicina como un ámbito de saber técnico- científico sistematizado y la psicología. Tercero, esta comprensión del ente, obviamente, implica una desacralización del concepto de “naturaleza”. Básicamente hay una ruptura entre filosofía y teología. Toda explicación causal del ente se restringe a las leyes naturales en tanto éstas pueden entenderse racionalmente. No necesariamente desaparece Dios pero éste es considerado desde la noción de “causa” o “ley natural” y por eso es entendido como “causa última” o “causa primera” según el modo aristotélico pero en tanto puede concebirse metodológicamente a través de la cuantificación. Cuarto, la Filosofía natural o mecanicista, es un saber operativo, técnico, y en este sentido no emerge de la Universidad sino de los llamados “talleres” de trabajo. El taller es el lugar donde se elabora la filosofía, donde surgen tanto la definición estructural del ente según su materialidad y el modo de manipularla. Ninguno de los filósofos que mencionamos son profesores: Descartes, Hobbes, Bacon, Spinoza, Hume, etc. Tenemos que esperar hasta Kant para encontrar un filósofo-profesor de importancia. La filosofía mecanicista no es una filosofía universitaria y esto implica que el saber construido es un saber contra-oficial. Esto es un problema evidente de legitimación. La filosofía tal cual la entendemos ahora respecto al pasado es un saber que se legitimo “a la fuerza” por su influencia e importancia y un acontecimiento fundamental desde fines del siglo XVII: la creación de instituciones de producción de conocimiento independientes de las universidades. Esto puede verse en las diferentes creaciones de Academias a nivel nacional como la Port Royal o las diferentes Academias de Ciencias. Este marco filosófico es el de Hobbes. Y, al mismo tiempo, se enmarca en otro de igual importancia: el contexto histórico socio-político de Inglaterra. Hobbes escribe el Leviatán en el contexto de la Guerra civil inglesa. Ésta se desarrolla a lo largo de la década del cuarenta. Termina en 1648 con el ascenso del rey Carlos II y el restablecimiento de la monarquía. La guerra civil se inicia con la rebelión del Parlamento ante Carlos I y las diferentes contiendas religiosas que se inclinaban por uno u otro bando.