Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Aproximación Preliminar Al Concepto de Pulsión
Aproximación Preliminar Al Concepto de Pulsión
de muerte en Freud
A Preliminary Approach To Freud's Concept of Death Instinct
Paulina Corsi
The death instinct's has been and remains as one of the most controversial postulates of
psychoanalysis. This paper attempts to review the basics of death instinct hoping to
account for the meaning as well as the implications of it according to Freud. In the
framework of the last theory of intincts the death instinct or Tanatos, as oppossed to the
life instinct or Eros, represents a basic drive that impels all living organisms to go back
to the inorganic state from where they emerged. Freud asserts Tanatos as a fundamental
principle of fight and destruction which manifests itself fastening connections at every
and all levels. Freud sees the life instinct as a force which enhances cohesion and
integration that in turn provides living beings with a drive to counter attack
destructiveness. The observation of the clinical phenomena of compulsive repetitions as
well as negative therapeutical reaction led Freud to a reformulation of his conception
of instinct dynamics. Freud´s evolution of instinct dynamics is reviewed to foster a
better understanding of the meaning of the concept of death instinct and the need that
justifies its introduction in a broader reform. The concept of death instinct pointed out
to a turning point in psychoanalysis as it revolutionized the understanding of aggresive
phenomena in mental functioning.
Introducción
El concepto de pulsión de muerte ha sido y continúa siendo uno de los postulados más
controvertidos del psicoanálisis. A partir de 1920 en su libro "Más allá del principio del
placer" (1), Freud propone la noción de pulsión de muerte introduciendo con esto un
cambio fundamental en la teoría pulsional, que sostendrá permanentemente hasta el
final de su obra. Este aporte teórico ha encontrado gran resistencia en el mundo
psicoanalítico, suscitando oposiciones más o menos categóricas provenientes de
distintas líneas de pensamiento dentro del psicoanálisis. Para algunos autores el
concepto de pulsión de muerte ha permitido una comprensión más profunda de los
fenómenos agresivos en la vida mental, incluida la autodestrucción y el sufrimiento del
individuo, mientras que para otros resulta una visión meramente especulativa, cargada
de contradicciones internas e innecesaria desde el punto de vista clínico.
Entre los autores franceses existe aceptación de la palabra pulsión como la mejor
traducción para Trieb, aunque al referirse a los conceptos establecidos por Freud en su
última teoría pulsional estos autores han preferido utilizar los términos instinto de
muerte e instinto de vida con el fin de denotar que esta teoría se encuentra en un nivel
distinto de abstracción respecto de las dos teorías pulsionales precedentes.
Desarrollo
Laplanche y Pontalis (3) señalan que lo que Freud intenta designar con el término
pulsión de muerte es lo más esencial del concepto de pulsión, el retorno a un estado
anterior, en último término el retorno al reposo absoluto de lo inorgánico, destacando la
concordancia del concepto de pulsión de muerte con el carácter regresivo básico de toda
pulsión.
Por otra parte, Freud indica el accionar silencioso de la pulsión de muerte: "...estamos
impulsados a concluir que los impulsos de muerte son, debido a su naturaleza, mudos y
que la algarabía de la vida procede en gran parte de Eros" (5), destacando de este modo
la dificultad de reconocer clínicamente los derivados de la pulsión de muerte (6). En la
misma línea, señala: "No hay dificultad en encontrar un representante de Eros, pero
debemos estar agradecidos de que podamos encontrar un representante del evasivo
instinto de muerte en el instinto de destrucción, en el cual el odio nos señala el camino"
(5).
En su primera formulación, que se mantiene desde 1905 hasta 1914, Freud reconoce y
contrapone las pulsiones sexuales a las pulsiones de autoconservación. En esta
aproximación las primeras representan los intereses de la especie, mientras las segundas
representan al conjunto de necesidades ligadas a las funciones corporales indispensables
para la conservación de la vida, cuya función es resguardar los intereses del individuo.
La energía propia de las pulsiones sexuales se denomina libido, mientras la energía de
las pulsiones de autoconservación se designa como interés. La relación original entre
estos dos grupos de pulsiones se establece a través del concepto de apuntalamiento. Tal
como afirma Freud (2), las pulsiones sexuales, que sólo secundariamente se vuelven
independientes, se apuntalan inicialmente en las funciones somáticas vitales que le
indican la fuente, el objeto y el fin.
A partir de 1910 (8) Freud introduce la noción de pulsiones del Yo, igualándolas a las
hasta entonces denominadas pulsiones de autoconservación. Las pulsiones yoicas
adquieren la doble función de autoconservación del individuo y agente de la represión,
cuya energía se sitúa al servicio del Yo en el conflicto defensivo. El Yo es entendido en
este momento por Freud de dos modos diferentes. En la primera acepción es sinónimo
de sujeto o persona total, mientras en la segunda representa a un conjunto poderoso de
representaciones que, guiado por las pulsiones de autoconservación, adhiere al principio
de realidad, oponiéndose al deseo. En contraposición a estas tendencias yoicas, las
pulsiones sexuales representan en la primera teoría de las pulsiones a una fuerza
disruptora sometida al principio del placer, difícilmente "educable", cuyo
funcionamiento obedece las leyes del proceso primario, amenazando desde dentro el
equilibrio del aparato psíquico al no considerar las exigencias de la realidad. La
oposición entre estos dos grupos de pulsiones deriva de la oposición entre los fines de la
pulsión sexual, cual es la obtención de placer sexual, y los fines de las pulsiones del Yo,
consistentes en la autoconservación individual. En relación con esto Freud señala:
"Todas las pulsiones orgánicas que funcionan en nuestro psiquismo pueden clasificarse,
según el poeta, en hambre o en amor" (8).
Es posible sostener que en esta primera etapa de la teoría pulsional la agresividad, al ser
concebida como un elemento básico y fundamental de toda pulsión, ocupa un lugar
secundario en el conflicto psíquico, siendo un coadyuvante común presente tanto en las
pulsiones sexuales como en las pulsiones del Yo.
Sin embargo, Freud reconoce que sólo es posible distinguir las pulsiones yoicas de las
libidinales cuando éstas invisten al objeto. Si la libido inviste al Yo, sus efectos resultan
indiferenciables de las pulsiones del Yo o interés.
Freud postula, en este momento, que la tarea de autoconservación puede ser referida al
amor a sí mismo, es decir, a la libido del Yo.
Aun cuando, como propone este escrito, la elaboración del concepto de pulsión de
muerte obedece a una necesidad teórica que Freud estimó ineludible, es preciso
considerar los elementos biográficos, sociales y personales, que rodearon la vida del
autor en este período. Como señala Emilio Rodrigué: "Es cierto que la vida no explica
la obra, pero entre ambas existen vasos comunicantes" (15).
Freud se esforzó por desvincular sus pensamientos acerca de la pulsión de muerte del
duelo por su hija Sophie, argumentando que "Más allá del principio del placer" (1)se
encontraba prácticamente terminado ya en 1919, salvo por los aspectos referentes a la
vida de los protozoarios. Entonces Sophie gozaba aún de buena salud. Freud intentó
evitar la asociación entre la muerte de su hija y sus nuevos planteamientos, temiendo
que esta relación quitara peso teórico a sus postulados. A pesar de sus esfuerzos,
diversos autores han entendido sus elaboraciones en torno a este tema como una
especulación azarosa, fruto de un pensamiento desasosegado por el dolor, sin considerar
la evolución de sus concepciones ni los diecinueve años posteriores de trabajo
intelectual en los que sostuvo permanentemente esta posición (18).
Freud inicia Más allá del principio del placer (1) confirmando la definición hasta
entonces aceptada del principio del placer como principio rector del funcionamiento
mental:
Ese más allá es territorio de la pulsión de muerte, donde impera el principio de nirvana,
que tiende al cero absoluto, a la reducción completa de las tensiones, donde se anula la
diferencia, la individualidad y donde lo vivo muere. La vida podrá subsistir entonces
mientras Eros consiga someter al principio de nirvana y modificarlo en principio del
placer (igual principio de constancia), el que será transformado en principio de realidad
por obra de las exigencias de ésta:
"El principio de nirvana, que corresponde a la pulsión de muerte, sufrió en el ser vivo
una modificación que lo transformó en principio del placer, no siendo difícil adivinar de
qué poder proviene esta modificación. No puede tratarse más que de la pulsión de vida,
la libido, la que de tal modo se ha conquistado un lugar al lado de la pulsión de muerte
en la regulación de los procesos vitales" (19).
Freud fundamenta este más allá a partir de hechos clínicos regidos por la compulsión a
la repetición, concebida como un proceso incoercible, de origen inconsciente en que el
individuo tiende a reproducir experiencias antiguas de displacer y dolor, sin conciencia
de estar repitiendo y más aún con la idea que se trata de una experiencia completamente
motivada en lo actual.
Este autor había considerado anteriormente la repetición como parte de la definición del
inconsciente y del retorno de lo reprimido. La acción de repetir obedecía a la presión de
impulsos en busca de satisfacción. Desde esta perspectiva se entienden los síntomas, los
sueños y la repetición en la transferencia, como una necesidad del conflicto reprimido
de actualizarse. Tal como señala Freud en 1919: "...lo que ha permanecido
incomprendido retorna; como alma en pena, no descansa hasta encontrar solución y
liberación" (20). Hasta entonces, Freud consideraba la repetición como la forma básica
del trabajo psíquico, como un modo de ligar las excitaciones a representaciones
mentales para poder así mitigarlas y elaborarlas.
En 1914 (21) Freud considera que repetir es una forma de recordar y que las
repeticiones que se muestran en la transferencia llevan luego al despertar de los
recuerdos, en la medida en que el analista logre traducir la acción en palabras. La
repetición estaría en ese caso subordinada al principio del placer al posibilitar la
simbolización.
Sin embargo, la compulsión a la repetición que Freud busca mostrar en Más allá del
principio del placer (1) se refiere a un residuo donde la repetición se sitúa en un primer
plano. Freud entiende la compulsión a la repetición como una manifestación de la
pulsión de muerte, caracterizada por una tendencia más elemental e independiente de
la obtención de placer, que obedece a la necesidad de repetir compulsivamente lo
displacentero, y donde no es posible encontrar el deseo de satisfacción, ni siquiera en
forma de transacción o compromiso (22, 23). Esta compulsión ejerce su actividad en
muy diversos registros, contradiciendo al principio del placer (24, 25). De acuerdo a
Freud: "... la repetición trae consigo la producción de un placer de otro tipo, una
producción más directa" (1). Aún más: "...la compulsión a la repetición nos aparece
como más originaria, más elemental, más pulsional que el principio del placer que ella
destrona" (1).
Laplanche y Pontalis (3) sugieren que uno de los motivos que condujo a Freud a la
hipótesis del masoquismo primario fue justamente la observación del fenómeno clínico
de la reacción terapéutica negativa.
En lo que respecta a la comprensión del origen del sadismo y del masoquismo, las ideas
de Freud evolucionaron paralelamente a los aportes en la teoría de las pulsiones. Tal
como fue comentado anteriormente, en la primera teoría de las pulsiones, Freud señala
que el sadismo es anterior al masoquismo y que este último puede entenderse como un
sadismo vuelto contra el sujeto. En este momento, sadismo se toma en el sentido de
agresión contra otro, sin que el sufrimiento de éste sea considerado y sin que esta
agresión se acompañe de placer sexual alguno. Lo que Freud llama aquí sadismo
corresponde al ejercicio de la pulsión de dominio. El masoquismo responde a una vuelta
del sadismo en contra del sujeto y al mismo tiempo a una transformación de la actividad
a la pasividad (29, 30).
Propone que la oposición entre las dos tendencias básicas se hallaría en relación con los
procesos vitales de anabolismo y catabolismo e incluso "... en el par antitético que
impera en el reino inorgánico: atracción y repulsión" (4). Lo anterior sitúa a la tercera
teoría de las pulsiones en un nivel distinto de abstracción respecto a las dos teorías
previas.
Freud subrayó en más de una oportunidad la dificultad de apreciar las dos tendencias
fundamentales en estado puro: "Lo que encontramos siempre no es, por así decirlo,
mociones pulsionales puras, sino asociaciones de dos pulsiones en proporciones
variables" (26). En este sentido mencionó cómo la pulsión de muerte actúa de modo
silencioso, mientras Eros resulta más ruidosa y evidente (5). De acuerdo a Freud,
Tánatos "... se substrae a la percepción cuando no va teñido de erotismo" (27).
Por otra parte, Laplanche y Pontalis (3) destacan las escasas modificaciones que se
observan a partir de la introducción del postulado de la pulsión de muerte en la
evolución de las fases pulsionales.
Referencias
1. Freud S. Más allá del principio del placer OC XVIII 1920; 1-62. Buenos Aires,
Amorrortu, 1976 [ Links ]
2. Freud S. Tres ensayos sobre una teoría sexual OC VII 1905; 109-224. Buenos Aires,
Amorrortu, 1976 [ Links ]
10. Freud S. Análisis de la fobia de un niño de cinco años OC X 1909; 1-118. Buenos
Aires, Amorrortu, 1976 [ Links ]
12. Freud S. Introducción al narcisismo OC XIV 1914; 65-98. Buenos Aires, Amorrortu,
1976 [ Links ]
13. Freud S. Pulsión y sus vicisitudes OC XIV 1915; 105-34. Buenos Aires, Amorrortu,
1976 [ Links ]
14. Freud S. Psicoanálisis y una teoría de la libido OC XVIII 1923; 231-54. Buenos
Aires, Amorrortu, 1976 [ Links ]
15. Rodrigué E. Sigmund Freud: El siglo del Psicoanálisis. Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 1996 [ Links ]
16. Gay P. Freud, una vida para nuestro tiempo. San Pablo: Campanhia das letras, 1989
[ Links ]
17. Jones E. Vida y obra de Sigmund Freud. Buenos Aires, Editorial Nova, 1962
[ Links ]
19. Freud S. El problema económico del masoquismo OC XVIII 1924; 287-97. Buenos
Aires, Amorrortu, 1976 [ Links ]
20. Freud S. Lo siniestro OC XVII 1919; 215-52. Buenos Aires, Amorrortu, 1976
[ Links ]
21. Freud S. Recordar, repetir y reelaborar OC XII 1914; 145-58. Buenos Aires,
Amorrortu, 1976 [ Links ]
25. Strachey J. Comentario editorial a Las pulsiones y sus vicisitudes 1957 OC XIV
1915; 105-34. Buenos Aires, Amorrortu, 1976 [ Links ]
27. Freud S. Malestar en la cultura OC XXI 1930; 57-140. Buenos Aires, Amorrortu,
1976 [ Links ]
28. Freud S. Análisis terminable e interminable OC XXIII 1937; 211-54. Buenos Aires,
Amorrortu, 1976 [ Links ]
29. Garma A. En los dominios del impulso de muerte. Rev Psicoanálisis Asoc Psic
Argentina 1971; 28:249-78 [ Links ]
30. Bibring E. The development and problems of the theory of instincts. Int J Psycho-
Anal 1969; 1: 293-305 [ Links ]
32. Segal H. De la utilidad clínica del concepto de instinto de muerte. En: Segal H. La
pulsión de muerte. Buenos Aires, Amorrortu, 1991 [ Links ]