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Μελῶν α’ απ. α' Oda a Afrodita (Libro I, V.

1)
Ποικιλόθρον᾽ ἀθάνατ᾽ ᾽Aφρόδιτα, Inmortal Afrodita, de trono colorido,
παῖ Δίος, δολόπλοκε, λίσσοµαί σε· hija de Zeus, tejedora de engaños, te suplico:
µή µ᾽ ἄσαισι µήδ᾽ ὀνίαισι δάµνα, no sometas mi alma a tormentos y angustias,
πότνια, θῦµον, oh, soberana;
ἀλλὰ τυίδ᾽ ἔλθ᾽, αἴ ποτα κἀτέρωτα sino que vengas desde el cielo, si oyes mi voz
τᾶς ἔµας αὔδας ἀίοισα πήλοι en la distancia y puedes escuchar mi súplica
ἔκλυες, πάτρος δὲ δόµον λίποισα y abandonando el hogar de tu padre,
χρύσιον ἦλθες llegaste luego de uncir
ἄρµ᾽ ὐπασδεύξαισα· κάλοι δέ σ᾽ ἆγον al carro de oro: hermosos te llevaban, (por encima
ὤκεες στροῦθοι περὶ γᾶς µελαίνας de la tierra negra), los veloces gorriones,
πύκνα δίνενντες πτέῤ ἀπ᾽ ὠράνωἴθε arremolinando sus fuertes alas desde el cielo,
ρος διὰ µέσσω· por en medio del éter;

αῖψα δ᾽ ἐξίκοντο, σὺ δ᾽ ὦ µάκαιρα y enseguida llegaron, y, oh, bienaventurada,


µειδιάσαισ᾽ ἀθανάτωι προσώπωι sonriendo con tu rostro inmortal
ἤρε ὄττι δηὖτε πέπονθα κὤττι preguntabas por qué sufría de nuevo,
δηὖτε κάληµµι por qué te llamaba otra vez,

κὤττι µοι µάλιστα θέλω γένεσθαι y qué más quería que sucediera, enloquecido
µαινόλαι θύµωι· τίνα δηὖτε πείθω corazón: ¿a quién debo de nuevo persuadir
[ἀψ σ᾿ ἄγην ἐς σὰν] φιλότατα; τίς σ ὦ y dirigir hacia tu amor?, ¿quién,
Ψάπφ᾽ ἀδικήει; oh Safo, te desprecia?

καὶ γάρ αἰ φεύγει, ταχέως διώξει, Porque incluso si hoy huye, pronto te perseguirá;
αἰ δὲ δῶρα µὴ δέκετ᾿, ἀλλὰ δώσει, si no acepta tus ofrendas, en cambio te las dará;
αἰ δὲ µὴ φίλει, ταχέως φιλήσει y si no ama, ya pronto habrá de amar
κωὐκ ἐθέλοισα. aun cuando ella no lo quiera.

ἔλθε µοι καὶ νῦν, χαλέπαν δὲ λῦσον Así pues, ven ahora a mí, y líbrame
ἐκ µερίµναν, ὄσσα δέ µοι τέλεσσαι de mis penosas preocupaciones; realiza todo
θῦµος ἰµµέρρει, τέλεσον, σὐ δ᾽ αὔτα cuanto mi corazón desea; y tú misma
σύµµαχος ἔσσο. combate a mi lado, siempre junto a mí.
Inmortal Afrodita de trono colorido, hija de
Zeus, que tramas ardides, te suplico: ni a
tormentos ni a angustias me sometas, 4
señora, el corazón; sino ven, si una vez y en
otro tiempo percibiendo mi voz a la distancia
me oías, y dejando la casa de tu padre, 8
dorada, te viniste no bien uncido el carro; y
hermosos te llevaban en torno de la tierra
negra, ágiles gorriones girando sus tupidas
alas, desde el cielo, 12 por el medio del éter; y
enseguida llegaron, y, oh bienaventurada, en
tu rostro inmortal una sonrisa, preguntabas
por qué de nuevo estoy sufriendo, 16 por qué
otra vez te llamo, qué quiero más que todo
para mí, enloquecido corazón; ¿a quién debo
de nuevo persuadir y conducir hacia tu amor?,
¿quién pues, 20 oh, Safo, te hace daño?; ya
que incluso si hoy huye, pronto perseguirá; si
no acepta regalos, en cambio los dará; y si no
ama, ya pronto habrá de amar 24 aun cuando
ella no quiera. También ahora ven a mí, y
líbrame de penosos desvelos; cuantas cosas
mi corazón desea, realízalo; tú misma 28
combate junto a mí.

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