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PARCIAL DOMICILIARIO

CURSO DE PATOLOGÍAS GRAVES EN A.T


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1. ¿Cuáles son las condiciones generales para ser A.T.?


 Poseer vocación asistencial y un alto grado de compromiso en la labor profesional.
 Interés por el trabajo en equipo interdisciplinario.
 Posibilidad de planificar y compartir la tarea en equipo. Generar un feed - back
positivo con el equipo interdisciplinario en el cual se intercambie información
importante para el tratamiento.
 Autonomía, rapidez y capacidad de resolución de situaciones críticas y sentido de
la oportunidad en la toma de decisiones en situaciones inesperadas sin la
posibilidad de participación del equipo terapéutico.
 Empatía, generando el interés en el paciente y fomentando la convergencia.
 Capacidad de contener al paciente de forma adecuada.
 Flexibilidad para adecuarse a condiciones de trabajo cambiantes sin modificar el
encuadre laboral y terapéutico, con un sentido de operatividad en la tarea. La
misma es necesaria para instrumentar diversas estrategias de acuerdo a las
necesidades propias de cada paciente y el momento del proceso terapéutico.
 Creatividad para proponer actividades que generen interés en el paciente,
fortaleciendo de esa forma el vínculo terapéutico, lejos de los abordajes
estereotipados.
 Escucha activa y tolerancia a la frustración, estimulando las capacidades latentes
en el paciente y la posibilidad de elegir, generando un espacio de autonomía que
lo tenga como protagonista de su propio proceso de aprendizaje.
 Mecanismo de demora, para que algo de lo subjetivo del paciente pueda advenir.
 Capacidad de establecer límites claros y firmes, pero no rígidos.
 Articular teoría y práctica desde la singularidad de cada caso, dependiendo de las
condiciones en las cuales está inmerso cada paciente, trabajando sobre sus
posibilidades.
 Acercarse al paciente como otro discriminado, sin prejuicios, ni estereotipos. Esto
le permitirá incluirse en la cotidianeidad del paciente, sosteniendo la escucha
activa sin emitir juicios ni interpretaciones.
 Ejercer la distancia óptima operativa para operar con autonomía, manteniendo al
mismo tiempo una disociación instrumental, evitando que el A.T se identifique con
el paciente.
 Respetar las pautas establecidas en el encuadre en cuanto a duración de la
jornada, horarios de inicio y finalización.
 Constancia en los vínculos: de esta manera se posibilita el desarrollo de
sentimientos tiernos y se evitan reacciones intensas de odio en el paciente, ya que
tienen baja capacidad de tolerancia a la frustración y proyectan continuamente los
objetos internos persecutorios, generando desconfianza hacia el A.T.
 Posibilitar, a través del encuadre terapéutico, el establecimiento de un vínculo de
confianza y continuidad.
 Función continente: sostener al paciente en sus angustias y ansiedades
respetando sus tiempos propios, ayudando a que organice las situaciones que esté
atravesando, a enfrentarlas y elaborarlas.
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2. Explique el concepto LA ENFERMEDAD COMO DELITO.


Michel Foucault plantea que hacia el siglo XVIII se fue desarrollando una nueva tecnología
de poder: la disciplina. Mediante el control y el disciplinamiento de los cuerpos se lograba
formar cuerpos y subjetividades dóciles, afines a la norma que estaba establecida. La
norma “normaliza”, aún en nuestros días, a aquello que está destinado a ser lo deseable,
lo esperable, por medio de las instituciones del Estado como, por ejemplo, la escuela y el
hospital.

En la institución educativa el guardapolvo blanco uniformiza, quita todo vestigio de


singularidad. Lo homogéneo es lo deseable, lo diferente amenaza esa uniformidad
necesaria ya que no entra en los cánones de estandarización: es aquello que no puede o
se resiste a ser normalizado. Los estudiantes son “alumnos”, receptáculos sin luz de
información seleccionada por los docentes en el ejercicio de su poder, quienes los
consideran vacíos de todo conocimiento, y listos para ser llenados. En el hospital el
guardapolvo blanco pone distancia, define los roles médico (quien detenta el saber-poder
de curar) y paciente (padeciente, quien no sabe nada de lo que le acontece y se somete al
poder del médico, sujeto supuesto saber).

Esta formación de cuerpos dóciles y obedientes requiere la inspección constante de los


sujetos: los mecanismos de control disciplinarios creados a tales efectos como las
sanciones, los exámenes y la vigilancia mediante el panóptico de Bentham reproducido en
el sistema carcelario son llevados a toda la sociedad y reeditados por medio de cámaras de
seguridad, dispositivos de rastreo y aún pantallas de celulares. Las palabras clave de este
sistema son disciplinamiento y control. Aquello que no se pueda controlar quedará
expulsado, o en su defecto, recluido en la institución carcelaria o manicomial.

Por un lado, el poder disciplinario de la vigilancia de los cuerpos individuales apunta a


normalizar lo singular; por el otro el biopoder implementado desde la biopolítica apunta a
crear fronteras sociales entre lo normal y lo anormal, entre aquellos grupos que se
encuentran dentro de la norma y esos que no han podido ser normalizados, generando un
amplio sistema de exclusión legitimado desde el Estado. Mediante esas fronteras, físicas y
simbólicas, quedan excluidos aquellos que amenazan al cuerpo social en su conjunto, los
“locos”, los delincuentes, los inmigrantes. Estos mecanismos de control del Estado
ejercidos mediante el legítimo uso de la violencia aseguran la regulación de los cuerpos
individuales y del cuerpo social, excluyendo todo aquello que resulta indeseable.

El diagnóstico psiquiátrico, lejos de contener al paciente y trabajar en el sentido de la cura,


estigmatiza. La enfermedad mental es el sujeto, relegado al estado de pasividad absoluta,
de imposibilidad y de moral diluida. Los mecanismos de control se ponen de manifiesto
mediante el chaleco químico, el electroshock, la reclusión y el aislamiento.

La contradicción reside en que, si el sujeto es biopsicosocial y está constituido en una


compleja trama vincular que es la familia, la enfermedad mental debe ser comprendida
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dentro del entorno familiar, en un período socio- histórico determinado y no como un


caso aislado.

Desde la Teoría de las Tres D de Enrique Pichón Riviére el enfermo es el depositario (el
alcahuete) y portavoz de una estructura familiar disfuncional, aquel que enferma porque
puede, y no porque quiere. Lo que se deposita son las ansiedades y angustias que no
pueden ser tramitados sino por medio del portavoz, quien enferma a causa de esta
depositación masiva. Es así como la familia lo tilda de oveja negra, de loco, de enfermo.
Carga con un estigma y por eso es marginado, recluido en una institución psiquiátrica.
Dicen Susana Kuras y Silvia Resnizky:

“(…) al psiquiatra se le encomienda la tarea de curar y custodiar al enfermo, como si ello


fuera posible. Cura, en la concepción latina de la palabra, significa afán, disponibilidad,
ser-para. Cura y custodia son, pues, los términos de una contradicción. Quien debe
custodiar y asegurar la marginación del enfermo difícilmente pueda curarlo."1

La institucionalización del paciente psiquiátrico asegura la norma como estrategia


coercitiva de conservación de ese mismo sistema hegemónico que lo excluye. La
rutinización de la vida del paciente dentro de la institución, la estandarización de los
tratamientos y la falta de compromiso desde el ámbito familiar no brindan la satisfacción
de las necesidades de los casos singulares, dejando de manifiesto la ideología del castigo.

La segregación del enfermo mental agrava su patología y aumenta su nivel de sufrimiento.


El mismo no puede ser comprendido porque rompe con la norma social establecida,
siendo reprimido por su intolerable conducta. Los síntomas se agravan, las relaciones
médico- paciente se deshumanizan. El paciente es cosificado, sin dar lugar al deseo
subjetivo. La internación manicomial es una forma más de control social y de reasegurar
que se mantenga el pacto social. El enfermo mental, desubjetivizado por el sistema, es
objeto de la agresión institucional, reduciéndolo al diagnóstico clínico como juicio de
valor.

Continuando con Kuras y Resnizky:


“(…) un hombre enfermo pasa a ser una carga. De hecho, la familia consulta cuando la
molestia que le ocasiona el enfermo le resulta intolerable (…) El carácter cada vez más
competitivo de la sociedad impone a los individuos esfuerzos cada vez más elevados y un
aislamiento social creciente que deforma el criterio del juicio de normalidad (…)”.2

La enfermedad mental transforma al sujeto en objeto, su existencia es vivida como una


presencia hostil, amenazante. Mediante su marginación (dejar al margen de la sociedad)
se ponen de manifiesto los mecanismos de control social antes descriptos para evitar los
posibles conflictos frente a los cuales la sociedad se siente desinstrumentada.

1
Kuras, Susana; Resnisky, Silvia (1985) Acompañantes Terapéuticos y Pacientes Psicóticos. Manual
Introductorio a Una Estrategia Clínica. Editorial Trieb, Buenos Aires.
2
Ibídem.
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3. Explique los distintos momentos en el vínculo A.T – Paciente.

PRIMERA ETAPA: INICIO DE LA RELACIÓN.

En el comienzo del vínculo terapéutico el paciente puede manifestar actitudes de rechazo


hacia el A.T, producidos por la sospecha y desconfianza que le inspira. Predominan las
ansiedades persecutorias que generan conductas resistenciales en el proceso terapéutico:
de alejamiento, negación hacia las actividades propuestas, etc.

Si la transferencia fuera masiva se produce una relación simbiótica, con predominio de la


idealización de la figura del A.T.

SEGUNDA ETAPA: ACEPTACIÓN DEL VÍNCULO.

Luego de un período de adaptación mutua la relación asistencial se hace más firme.


Predominan sentimientos relacionados con la empatía necesarios para desplegar la labor
terapéutica. Se implementa la estrategia de abordaje pactada para el caso particular.

Si el paciente es colaborativo con el tratamiento podrá participar en la planificación de las


actividades. El vínculo se afianza, hay confianza, el nivel resistencial baja. Los roles son
diferenciados y el paciente comprende cuál es el rol del A.T. Las pautas de trabajo claras
sostenidas en un encuadre previamente pactado sostienen el vínculo terapéutico y actúan
como continente del paciente, posibilitando un compromiso mayor en su propio proceso
de aprendizaje.

TERCERA ETAPA: CONSOLIDACIÓN DEL VÍNCULO.

Es el paso de la etapa anterior a un momento en el vínculo terapéutico donde el paciente


y su A.T comparten algo más que un contrato de trabajo con objetivos a cumplir. La
frecuencia de los encuentros afianzan el vínculo y se generan relaciones de compromiso
recíproco. El A.T deberá sostener su compromiso profesional y asumir sus
responsabilidades con criterio. Es necesario que ni el A.T ni el paciente se confundan.

Deberá tener en cuenta que en este proceso habrá momentos de avance y retroceso, es
necesario que el A.T supervise para evitar caer en situaciones de omnipotencia o de
frustración. La escisión operativa instrumental es nodal para evaluar las instancias de crisis
y frente a los actings o momentos regresivos del paciente. Los aspectos
contratransferenciales deberán ser revisados.

CUARTA ETAPA: FINALIZACIÓN DEL ACOMPAÑAMIENTO.


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Hay dos modalidades en el cierre del tratamiento: una separación planificada y gradual, en
la cual se elabora el duelo por la despedida; y otra más frecuente que es abrupta, situación
en la que el paciente es arrancado del tratamiento, sin ningún tipo de explicación ni
explicitación del porqué de la interrupción del tratamiento. No hay proceso de despedida,
sino que es un hecho consumado.

4. ¿Qué significa tratamiento de abordaje múltiple?


Ante el fracaso de muchos tratamientos terapéuticos los pacientes comenzaron a mostrar
resistencia a cualquier tipo de psicoterapia. Por lo tanto, este abordaje está dirigido,
especialmente, a pacientes con historial de abandono en los tratamientos previos.

El abordaje de los pacientes abarcando todos los aspectos de su vida diaria y su


cotidianeidad está orientado a la creación de las condiciones ambientales y psicosociales
necesarias para la participación activa en todos sus grupos de pertenencia, saliendo de la
institución hospitalaria. Para lograrlo es necesario que el profesional y la familia puedan
estar de acuerdo en los múltiples recursos que se han de implementar como parte del
dispositivo terapéutico.

Con este abordaje nos proponemos el trabajo no sólo con el paciente en crisis sino con su
familia, cuando sus propios recursos resultan insuficientes. A esto se lo denomina
“múltiple sujeto de la enfermedad”, ya que el enfermo es emergente de su trama vincular
y, por lo tanto, es necesario trabajar también con la familia.

El equipo que lleve adelante el abordaje múltiple (paciente y familia) desempeña


diferentes roles y funciones. Las relaciones entre los miembros son asimétricas, pero
interdependientes necesariamente.

La clara diferenciación de roles y funciones, la cooperación y la heterogeneidad entre los


miembros del equipo tratante es indispensable. Todos y cada uno son responsables de
mantener el secreto profesional, que será compartido por los miembros del equipo.

La circulación de la información es indispensable para que el dispositivo, así planteado,


opere. Regula las interacciones, regula los intentos de manipulación psicótica y mantiene
la transparencia dentro del equipo.

Los integrantes del equipo son:


 Terapeuta: realiza el abordaje familiar.
 Administrador psiquiátrico: coordina la tarea médica.
 Terapeuta individual.
 Terapeuta familiar.
 Los A.T que requiera el caso.
 Profesores especializados.

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