Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Necesito que presten atención, por favor. A eso vinimos. No existe mejor
frase que la que inicia con un gracias. Gracias Venezuela.
Gracias por aguantar. Gracias por soportar el peso del dolor. Gracias por
soportar la indiferencia de tantos, gracias por no darte por vencido y
curtirte en el terror. Gracias por no darte por vencida. Gracias porque hay
que ser muy valientes para sonreír cuando estamos quebrados por dentro.
Gracias por darnos un motivo más profundo que nuestras conveniencias a
todos los que hemos subido en este escenario, gracias por esperarnos. Este
mexicano les ama y les soñaba hace mucho, y hoy estamos cara a cara, y
es la primera vez que la realidad le gana a un sueño: ustedes son más
bellos en persona. Qué glorioso se mira el pueblo bravo, bravo. Y aquí
estamos.
Y vamos bien, qué dice bien. Vamos muy bien. Vamos con cicatrices y
llantos. Pero feroces luchadores. Gochos. Llaneros. Maracuchos. Orientales.
Caraqueños imparables. Insisto y repito: nada es pequeño cuando se habla
de esta patria porque estamos hablando de gigantes. Estamos hablando de
Venezuela, carajo. ¿Cuántos soñadores hay aquí? Allá atrás. ¿Cuántos
soñadores hay aquí?
Cómo rellenar todos los estómagos vacíos, cómo sanar los corazones rotos,
los espíritus abatidos, cómo dar techo y vestido a todos, cómo romper con
los muros y construir los puentes, cómo reconciliar a toda la raza humana:
el trabajo de un soñador es enfrentar la desquiciada ironía del pragmatismo.
Un soñador sueña con bombas que se convierten en dulces caricias, balas
que se convierten en manos que se estrechan y jaulas que no tienen
candados. ¿Cuántos creen que vale la pena soñar con esto?
Claro que vale la pena, porque la paz es un sueño que vale la pena soñar
toda la vida. Venezuela no dejes de soñar nunca. Tú no perdiste tus sueños,
solo te nublaron la vista, pero hoy ha recuperado la visión y nada ni nadie
te detendrá. Hoy me han enviado a decirte que la generación que se gestó
en el dolor y la esclavitud mental se romperá. La lluvia tardía ha llegado, la
cosecha será tan abundante que serás tú quien envíe la ayuda humanitaria
a otras naciones. Venezuela, hoy no será tu muerte sino tu nacimiento, muy
pronto dormirás como Dios te trajo al mundo. Sin miedos, sin cadenas, sin
hambre, sin dolor. Te lo aseguro que muy pronto Dios sentará en primera
fila a quienes te menospreciaron. Para que sean testigos en el momento en
el que él te ponga a volar. Todos los venezolanos que tuvieron que huir
regresarán a su hogar, recuperarán su resplandor y tu luz no será pasajera
y de las entrañas del dolor nacerá una nación cumbre que cambiará el
mundo con amor, recibirás coronas que no se rompen con el orín y la
polilla.
Muchos te dirán mañana que no vale la pena volver a luchar, pero falta
poco para que esas lágrimas tengan su recompensa y esas heridas sean
transformadas en risas. Es tiempo de limpiarse y sacudirse el polvo. Y
aprender que de las malas rachas nacen las buenas etapas. ¿Saben
queridos? Ayer le pregunté a Dios de rodillas que qué quería que yo dijera
hoy aquí. Y él les manda decir que les ama. Y que con eso les basta. Y como
diría el Alma Llanera. “Yo nací en esta ribera, del Arauca vibrador, soy
hermana de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol, y del sol”.
Venezuela, tú eres un sol que arde y da calor, tú eres una antorcha que
cura la oscuridad. Venezuela, nunca más te anticipes a tu derrota, deja de
renunciar sin que nadie te lo haya pedido. A partir de hoy, solo habla
victorias. Y aunque la vida nos tumbe los dientes, seguiremos firmes porque
nada ni nadie puede detener a una nación que jamás se da por vencida, y
hoy todos los que estamos aquí, doblaremos nuestras rodillas y las
usaremos como granadas para que las fronteras sean abiertas y lo que Dios
toque jamás sea cerrado. Venezuela, ruge, ruge, ruge.