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EL FUTURO DE LA IGLESIA Y EL DISCIPULADO DE LAS NUEVAS GENERACIONES:

UNA PERSPECTIVA TEOLÓGICO-PASTORAL

Por Rev. Freddy Guerrero, D.Min.

Los jóvenes, si bien nunca han estado ausentes, en la actualidad se han


convertido en actores estratégicos del desarrollo del país; generándose en torno a
ellos una visibilidad pública de variados enfoques. Muchas veces invisibles y
excluidos de las políticas públicas y la gestión institucional, en otras
autoexcluidos de una sociedad a la cual critican efusivamente, reflejan en
grandes trazos a una sociedad que, por su parte, no le gusta verse retratada
(Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ecuador – SIISE).

Introducción:

Ecuador tiene una población de 16 millones de habitantes (Aprox.). De ellos, el 21% son jóvenes de
entre los 18 a 29 años. De su lado, el 14% de este segmento poblacional tiene educación universitaria
(INEC). Mientras que los niños/as (0 a 6 años) y adolescentes (12 a 17 años) representan el 36% de la
población total (UNICEF-INEC). De modo que el 57% de la población ecuatoriana son niños/as,
adolescentes y jóvenes. Esto es más de mitad de la población ecuatoriana.

El futuro de la misión cristiana depende de su mejor capital, el humano. La vigencia de la iglesia y su


misión está en manos de las nuevas generaciones. Estas en su gran mayoría están fuera del radio y
cobertura de las iglesias cristianas.

Ante ello, debemos preguntarnos ¿Cuáles son algunas acciones pastorales-teológicas claves que
podríamos adoptar para revertir esta tendencia?

Primero, necesitamos reconceptualizar a las nuevas generaciones como sujetos de derechos.


Teológicamente se trata de un ser humano hecho a Imago Dei y socialmente un ser humano que es
parte importante de un grupo "vulnerable". Por su dignidad espiritual y social se requiere que sea
respetada en su dignidad humana; y por ende, protegidos por las instituciones de la sociedad, en el que
se incluyen las iglesias.

Además que en el caso latinoamericano, representa a una significativa parte de la población. El solo
hecho de ser mayoría debería plantearnos el desafío de considerar su realidad y necesidades en
nuestras políticas socio-eclesiales, programáticas y presupuestarias. No podemos desestimarlas como si
se tratara de un grupo humano de segunda importancia. Este grupo humano representa nuestro
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presente y futuro. Para que esta afirmación se torne en una realidad con todo su potencial es necesario
que hagamos un proceso formativo que haga justicia al Evangelio de Jesús y a su práctica discipuladora.
De ahí el siguiente planteamiento:

Segundo, El discipulado como formación de nuevas generaciones tiene serias implicaciones en


la perspectiva discipuladora de Jesús.

Las implicaciones de este proyecto transformacional pueden verse en el contraste establecido por
biblista Juan Stam entre la perspectiva cristiana y la judía:

a) Seguir a Jesús sólo se podía hacer e) El discipulado de Jesús exigía un


por una invitación suya. El maestro compromiso absoluto. Los rabinos
escogía sus discípulos. En tanto que no hacían tal exigencia, ni podrían
con los rabinos uno los solicitaba. hacerla.
Los discípulos rabínicos escogían a f) Con Jesús, la vida de discipulado
sus maestros. era una realidad comunitaria; él y
b) Hacerse discípulo de Jesús sus discípulos constituían un grupo
implicaba una formación práctica íntimamente unido. Con los rabinos
que abarcaba la forma de vida de apenas había ocasión para el
cada uno, mientras que con los compañerismo.
rabinos, era simplemente una g) El discipulado de Jesús era
formación intelectual. permanente. La invitación era de por
c) La invitación que Jesús hacía se vida. Por lo tanto, nadie podía
fundamentaba en una relación esperar graduarse. Los discípulos
personal. La de los rabinos era de Jesús debían seguir aprendiendo
básicamente doctrinal. de su maestro, dependiendo de él y
d) Seguir a Jesús era un don de gracia. sirviéndolo. Pero en el caso de los
Al discípulo no se le exigía pagarle rabinos, era un programa temporal
el salario a Jesús. Con los rabinos, de aprendizaje. La meta de los
en cambio, se trataba de una discípulos rabínicos era hacerse
empresa comercial pues sus rabinos cuando terminaran el
discípulos estaban obligados a período de entrenamiento (Stam en
pagar por la instrucción que Costas, 1979:47- 48).
recibían.

En este contraste se observa como requerimientos: (a) una formación práctica que abarca la forma de
vida; (b) que se sustenta en un sentido relacional-íntimo; (c) demanda un compromiso absoluto; y (d) se
construye en el marco de una realidad comunitaria. Por tanto, discipular con visión transformacional
implica una formación sólida del "ser" regulado por estos parámetros en balance con un "pensamiento" y
"acción" transformacional (ser, pensar y actuar en clave transformacional). Esto supone que la acción
transformacional se construye sobre el criterio de que la "vida es un sacramento", que debe ser canal de
un nuevo orden de vida, una vida transformada y transformadora donde caben todos/as sin exclusiones
de ningún tipo.

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Este tipo de discipulado es el que se constituye en verdadero y eficiente vehículo para la transformación
de la creación en su forma actual al estado de "nueva creación" y en una adecuada metodología para la
articulación de la Missio Dei. Por tanto, debe estar claro que "discipulado transformacional es la
metodología para la ejecución de la misión de Dios". Finalmente, el discipulado transformacional es
importante porque: (a) Provee profundidad y madurez a la iglesia para enfrentar los desafíos
contemporáneos y responder a la altura de Cristo como colaboradores de su misión; (b) Ofrece la
posibilidad de influir en todas las áreas y para toda la vida de una nueva generación de discípulos que
asuman con decisión la transformación de la sociedad; y (c) Es la metodología dotada por Dios para
pastorear a su pueblo y potenciarlo en Cristo para el desarrollo sin igual de su misión transformacional
(Mt. 28:16-20).

Tercero, el factor de relevo y empoderamiento de las nuevas generaciones como un proceso


intencional es un tema pastoral pendiente para asegurar la vigencia de la misión cristiana. En
esencia esta necesidad revela el vacío de una transición pensada que brinde espacios para el relevo de
las nuevas generaciones. En el fondo es un problema de concentración de "poder" en unas pocas
manos. Este debería ser un "poder" que se comparte, "democratiza" para el servicio conforme a la lógica
de Jesús en Mr. 10:45.

Las experiencias vividas con el protestantismo anglosajón nos han mostrado las consecuencias de una
iglesia androcéntrica e institucionalizada que perdió de vista el involucramiento de las nuevas
generaciones. Hoy por hoy, estas iglesias perdieron su membresía, vigor, presencia y nexos con el
futuro. Son iglesias que están en agonía existencial. Pues empeñaron su futuro al desconectarse de las
nuevas generaciones.

Debemos devolverles la condición de ser "sujetos de derecho". Pero también, una actoría visible y con
espacios propios desconectados de los vicios de "poder" de los adultos. No olvidemos que este es un
caudal de la desestimación a la autoridad por parte de las nextgen.

Cuarto, la necesidad de una reconexión intergeneracional como tarea obligatoria en el que se


imprima la impronta (pasión espiritual-misional) y se acompaña la generación creativa de nuevas
metodologías y propuestas pastorales juveniles. Es obligatoria la sinergia entre generaciones;
experiencia y creatividad; y compromiso sacrificial y creatividad misional. Es imperiosa la necesidad de
la mutua escucha para facilitar dicha sinergia. No podemos seguir haciendo las cosas al estilo vertical
característico de los modelos piramidales de antaño. Tenemos el desafío de agachar la cerviz y
reconocer mutuamente que Dios está actuando a través de las nuevas generaciones, aunque a veces
nos cueste mucho aceptar sus visiones, metodología y cosmovisión en general. Es obvio que de por
medio hay un factor político, de “poder” en el que se requiere actuar con sensatez y humildad mutua.

La reconexión supone una tarea teológica reconciliadora importante. Es un hecho, estamos divorciados
en nuestras visiones, relaciones de poder y misión. Las reacciones equidistantes no son la mejor opción
o conducta relacional. Tampoco lo es subestimar a uno u otro grupo o peor aún imponer visiones y
autoridad. Recordemos que lo generador de afectos pasa por la integración respetuosa y la participación
activa de los sujetos en condiciones de iguales o al menos de mutua consideración.
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Es obvio, que este tipo de conducta ministerial reclama el desarrollo de un nuevo liderazgo con una
mentalidad inter-generacional. Líderes con mentalidad y habilidad para conectar a las nuevas
generaciones sin perder su esencia. Pues de lo que se trata es transmitir el contenido-visión-pasión y
generar procesos de apropiación entre los sucesores de las nuevas generaciones.

En definitiva, desde mi modesta lectura pastoral-teológica es imprescindible la re-conceptualización de


este grupo etario como sujeto de derecho, que tiene características propias de un grupo vulnerable, que
requiere protección y oportunidad de desarrollo. Es necesario orientar una labor discipuladora radical
similar a las que distinguió al movimiento discipulador de Jesús. Vale decir que este es un atractivo
relevante y singular para las nuevas generaciones. A ello, se requiere una línea de gestión pastoral que
brinde el espacio para el relevo y empoderamiento intencional de las nuevas generaciones. En este
proceso es vital la reconexión intergeneracional para propiciar una sinergia potencializadora entre las
generaciones en juego.

Rev. Freddy Guerrero Fariño, D.Min.


Director Ejecutivo-FLET, Ecuador
Email: fguerrero@fletecuador.org
Cel. 0987-017-584

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