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¡Ey! Leigh. Lee Lee. (¿Sí? ¿No? Tal vez debería seguir con el clásico:
Legión).
Ha pasado una semana desde que recibiste la carta #1 y, a cambio, he
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recibido cero, nada, nada . Solo puedo asumir que todavía estás tambaleándote
por la belleza de mis palabras, como poesía. Y ese no es el demonio Falsas
Esperanzas hablando. Claro, el demonio se mete dentro de mi cabeza con su
buen amigo, Celos, y a los dos bastardos les encanta levantarme y derribarme,
¡pero vamos! No puedes negar que tengo las alas de un ángel, y la cara y el
cuerpo de un dios griego. Y no uno viejo, decrépito, tampoco, sino un verdadero
espectáculo caliente.
Admítelo. Si fuésemos personajes en una novela romántica (súper caliente),
serías la nena vulnerable que necesita un protector, y yo sería el villano alfa más
duro que todas secretamente anhelan domesticar. Estoy dispuesto a dejar que le
des a la cosa domadora tu mejor intento. Porque soy dadivoso.
TONO: 100% muerto-como-un-serio-animal atropellado.
Sé que no quieres verme porque soy “peligroso”, “desquiciado” y
“posiblemente el peor ser creado por Zeus, o quien quiera que fuese”. Pero
debajo de este exterior cincelado y bronceado late un corazón de oro,
probablemente. Nunca sabrás la verdad a menos que salgas de tu escondite y
mires de nuevo bajo mi capucha.
Vamos... Echa otro vistazo... Esta vez, trata de no aboyar mi exterior que no
tiene precio. Es broma, solo es broma. Quiero que aboyes mi exterior,
principalmente mi parte posterior, simplemente no quiero que me arranques el
motor con tus garras desnudas.
Te prometo que nunca te haré daño. Solo lastimaré a otras personas... a
muchas otras personas... como a innumerables otras personas, pero NUNCA a ti.
Entonces, ¿qué dices? ¿Irás conmigo a la mejor cita de tu vida?
Tuyo,
Galen el Impaciente
PD: Sé que estoy actuando como un vendedor agresivo aquí, pero estoy
seguro de que me lo agradecerás más tarde.
Mi querida Honey,
¿Qué puedo hacer para probarme ante ti? ¿O al menos obtener una
respuesta? Estaría feliz con una sola palabra en la ventana polvorienta. Espera.
¡Mierda! No te enseñaron a leer ni a escribir cuando vivías en el infierno,
¿verdad?
Bien. Eso apesta a bolas de burro. ¿Cómo se supone que debo hacerte saber
que no hay una línea que no cruce por ti, no hay ningún acto demasiado oscuro?
Al menos no tienes que escuchar el tono de hoy: humillantemente serio.
Lo que sea. Todavía voy a terminar esta carta por si estoy equivocado.
La guerra que se libra entre Hades y Lucifer se está extendiendo a través de
diferentes reinos en el inframundo, e incluso se está extendiendo hacia el mundo
mortal. Cada día las batallas se hacen más violentas. Sé que consideras a Hades
como un amigo, y piensas que te está protegiendo y todo eso, y lo está, por el
momento, pero tarde o temprano, la violencia llegará a tu puerta y te quedarás
sola.
No te quiero sola.
Si te vas conmigo, recibirás atención 24/7 y un enorme paquete de
beneficios. No puedo exagerar ese paquete de beneficios. Tu seguridad, bienestar
y satisfacción en un trabajo bien hecho serán mis principales prioridades, lo juro.
Quiero protegerte. NECESITO protegerte. Por favor, déjame hacerlo.
Si me tienes miedo... por favor, no me tengas miedo. Soy un hombre
cambiado. Bueno, tal vez no cambiado, per se. “Cambiado” sugiere que había
algo malo con lo viejo, cuando era perfecto. Pero. Estoy considerando la
posibilidad de tal vez pensar en convertirme en un hombre reajustado. Ya sabes,
siendo aún más perfecto.
No estoy pidiendo una oportunidad esta vez. Estoy rogando por una.
Tuyo,
Galen el Desesperado
PD: Si crees que soy sexy, encantador y un tesoro por el que vale la pena
luchar, NO respondas a este mensaje.
Capítulo 1
Conmocionada hasta los huesos, Legión hizo un giro a cámara lenta de 360
grados. La cocina de Galen se había transformado en un paraíso de las Noches
de Arabia. Velas parpadeantes llenaban toda la habitación. Pañuelos multicolores
caían en cascada desde el techo, entremezclándose con cordones de cuentas. Una
mesa de café había reemplazado a la mesa de la cocina, con cojines en tonos de
gemas actuando como sillas. Platos cubiertos dominaban la superficie de la
mesa, una lámpara de genio con incrustaciones de gemas como centro de mesa.
Sus deseos son órdenes para mí...
El aroma de las salchichas rebozadas, las papas fritas con queso y el
algodón de azúcar saturaban el aire, se le hizo la boca agua.
Mientras Galen cruzaba una cortina de color púrpura, los pulsos eléctricos
despertaron cada nervio de su cuerpo.
La repasó con la mirada. —Estás impresionante, Leila.
El timbre de su voz ronca hizo que los escalofríos corrieran por su espina
dorsal. Y cuando la miró por segunda vez, captando el vestido con volantes, de
cintura estrecha, y una falda de tul que le llegaba hasta la mitad del muslo,
emparejada con zapatos planos de ballet, sus iris se calentaron, al igual que la
sangre de ella.
Galen vestía un traje oscuro, perfectamente hecho a medida, la vestimenta
impecable sólo realzaba el salvajismo de su alma. Tomó conciencia de él y esto
eclipsó sus temores, y fue agradable. Mejor que agradable. ¡Maravilloso! Por un
momento, se sintió otra vez como la vieja Legión.
—Supongo que yo también estoy impresionante, —dijo él.
¿Detectó ella un torbellino de incertidumbre? Qué adorable. El descarado y
ultra confiado Galen se preocupaba por la opinión de ella. Lo que significa que
tenía poder sobre él. Qué delicioso.
—Lo estás, —admitió—. Creo que has abducido mis pensamientos. —Y se
alegraba por ello. Una vez ella hizo un trato con el diablo porque había soñado
con enamorarse, ser amada en respuesta, y descubrir por qué los humanos
estaban tan obsesionados con desnudarse y revolcarse en la cama. Aquí, ahora,
se daba cuenta de que una parte de ella todavía anhelaba esas cosas, a pesar de
todo lo que había pasado.
El miedo había puesto su vida en pausa el tiempo suficiente. Se merecía el
placer.
Si quería algo mejor, tenía que luchar por ello. No obstante, ¿había elegido
al hombre adecuado para el trabajo? ¿Alguien que tendría paciencia con ella, que
la ayudara a regresar a la vida, y que diera tanto como él recibiera?
El tiempo revelaría la verdad, de una forma u otra, pero sus esperanzas eran
optimistas. Galen era fuerte. Cruzaría cualquier línea para conseguir lo que
quisiera, y por alguna razón, lo que más quería era una oportunidad para
mantenerla a salvo.
A menos que él decidiera acostarse con ella, aunque ella dijera que no.
Las náuseas agitaron su estómago. Ella nunca sería capaz de luchar contra
él. Su cuerpo puede que atraiga a los machos, pero era demasiado frágil,
demasiado débil.
—Lo que sea que estés pensando, —dijo Galen con los dientes apretados—,
detente. Por favor. Falsa Esperanza se está regocijando. —Le agarró la mano,
impidiéndole que siguiera acariciando la gargantilla de diamantes alrededor de
su cuello.
—No lo entiendo. Mis pensamientos no son esperanzadores. Son oscuros.
Besó su muñeca, sus labios rozando el punto donde su pulso martilleaba. La
acción la sorprendió y le cortocircuitó la cabeza. —¿Oscuros, como temerosos?
—Cuando ella asintió, añadió—: El miedo es una especie de esperanza. Una
expectativa del peor resultado posible.
Sí, por supuesto. Debí haberme dado cuenta. Habiendo crecido en el
infierno, ella tenía experiencia de primera mano con el engaño de los demonios.
¿La mejor manera de combatir la Falsa Esperanza? La verdad.
Si Galen hubiera querido hacerle daño, habría tenido múltiples
oportunidades. A cambio de salvarle la vida, podría haber pedido cualquier cosa,
incluso sexo. Cuando se despertó y se dio cuenta de que ella le había clavado
una hoja afilada en el corazón, no había sacado conclusiones precipitadas y la
había castigado. Había pensado bien las cosas.
¿Miedo? De repente, no tenía ninguno, y la verdad la liberó de sus cadenas.
Galen debió sentir el cambio en ella. Sonrió, la encarnación de la seducción,
y señaló hacia la mesa. —Siéntate. Por favor.
Incapaz de resistirse, se colocó sobre un cojín a un lado de la mesa de café.
Él eligió uno justo enfrente de ella, su calor corporal y su olor la envolvieron
rápidamente, más intensamente de lo habitual.
Galen llenó un plato con comida, se lo ofreció a ella, y luego llenó otro, sólo
estremeciéndose dos veces.
—No te gustan los perritos de maíz, supongo, —dijo ella—. ¿Eres
demasiado sofisticado?
—¿Quieres decir si soy alguien que prefiere que un pincho de brocheta no
entre en su comida por un extremo y asome por el otro? Cien por ciento sí.
—Acabas de hacer una referencia....lo hiciste, realmente lo hiciste. —Se rio
con abandono.
La fascinación iluminó los ojos de Galen, y ella se calmó. Sus mejillas se
calentaron.
—Bueno, —dijo ella, y se aclaró la garganta—. No tenemos nada en común
en cuanto a nuestros gustos.
Él inclinó la cabeza hacia un lado. —¿Y las cosas en común son
importantes para ti?
—De acuerdo con los libros de autoayuda que he leído, gustos y desagrados
similares son pregonados como “importantes”, sí, pero sólo si quieres que tu
relación funcione.
¿Estoy pensando en términos de una relación? ¿Ya?
Bueno, ¿por qué no? Galen era la única persona que la excitaba, además de
aterrorizarla.
¿La probabilidad de que la traicionara en algún momento, de alguna
manera? Alta. Una vez él había sido amigo de los Señores. Luego se aseguró de
que los atraparan con las manos en el tarro de las galletas. O mejor dicho, en la
caja de Pandora. Durante siglos, había luchado contra sus antiguos amigos,
incluso había asesinado a uno. Baden, antiguo Guardián de Desconfianza.
Claro, Galen y los Señores ya se habían reconciliado. Pero ella sabía que él
no dudaría en matar a uno si eso significaba salvar su propia vida. Nadie tenía un
instinto de auto-conservación como el de Galen. ¿Se cargaría con ganas a Legión
para servir a su causa? Cualquiera que fuera su causa.
Ugh. ¿Había atacado sus pensamientos de nuevo Falsas Esperanzas?
Galen se acercó para rozar su mandíbula con sus nudillos, abstrayéndola de
sus pensamientos. —Dime qué te preocupa. Déjame ayudarte a aliviarte.
—Me pregunto si alguna vez podré confiar en ti, —admitió en voz baja.
Ella le había exigido la verdad, así que le ofreció lo mismo a cambio.
Sus labios se apretaron en una delgada línea. —He cambiado. He aprendido
el valor de la amistad genuina y moriré para proteger a la gente que considero
mía.
¿Qué me consideras a mí? No, no. No lo preguntaría.
Retomando la conversación donde la habían dejado, dijo—: Estamos en una
relación…tus palabras, no las mías, no hay vuelta atrás, y tenemos cosas en
común. Ambos tenemos un pasado oscuro y sórdido. Tenemos sueños para un
futuro mejor. Y no olvidemos nuestros deseos sexuales. Ambos disfrutamos
alcanzando el clímax.
Tal vez tenía razón. Tal vez había cambiado. Tal vez tenían cosas en común
y podían hacer que algo funcionara. Pero el deseo sexual...
La sangre abandonó a toda prisa su cabeza, sus oídos le pitaban. Saber que
ella se merecía el placer y permanecer tranquila mientras lo experimentaba
resultaba ser dos cosas bien diferentes.
Volvió a tocarla, y esta vez ella se estremeció. Ella había empezado algo, y
ahora no estaba segura de poder terminarlo.
Él se detuvo, y luego dejó caer la mano a su lado. La fascinación que ella
amaba ver en sus ojos se transformó en decepción.
—Lo siento, —susurró ella—. No pretendía...
—No, no hiciste nada malo, —la interrumpió—. Te deseo. Te deseo mucho.
Y creo que tú también me deseas. Si no, no estarías aquí. Pero nunca tienes que
preocuparte de que te empuje para tener sexo. Tu placer me importa, y si no
estás lista, no experimentarás placer. Además, no puedo acostarme contigo hasta
que esté seguro de que no vas a intentar matarme.
Ouch. Otro estremecimiento.
Y añadió—: ¿Demasiado pronto para bromear sobre eso?
—La eternidad podría ser demasiado pronto. —Ella suspiró—. Galen, no sé
si alguna vez seré capaz de entregarme... para hacer...
—¿Recuerdas nuestra primera vez? —preguntó.
Como si pudiera olvidarla. Ella se había acercado a él y le dijo—: No quiero
casarme contigo, y no quiero tener tus bebés. Vamos a tener sexo, y te va a
gustar.
Él le contestó—: A ver si lo entiendo. ¿Vamos a ir al baño, te voy a follar y
ni siquiera quieres saber mi nombre?
—En realidad, preferiría que mantuvieras tu estúpida boca cerrada, —le dijo
ella.
—Bueno, bueno. Podrías ser mi alma gemela, —había respondido Galen.
—Sí, —dijo ella ahora—. Sí, lo recuerdo.
—Bien. Sólo me aseguraba. En cuanto a nuestros diferentes paladares…—
Levantó una papa frita—…la comida es de poca importancia. La compañía es
más importante.
No estaba equivocado. A ella le gustaba lo que le gustaba y a él le gustaba
lo que le gustaba. Mientras se divirtieran juntos, la cocina no era importante.
Legión comió con gusto, y, oh…los sabores explotaron en su lengua. Galen
la observó, aparentemente fascinado de nuevo, quizás incluso hipnotizado... y
hambriento. Cuando ella se lamió el algodón de azúcar de los labios, las pupilas
de Galen se derramaron sobre su iris, como tinta esparciéndose sobre la
superficie de un océano.
Puede que no le gustase la comida, pero definitivamente le gustaba ver
cómo ella se la comía.
Nuevos escalofríos danzaron sobre la columna vertebral de ella,
sorprendiéndola. Le siguieron hormigueos en los senos. Entre sus piernas, le
dolía.
Bueno. No era de extrañar que le hubiera recordado su primera vez. Ese
recuerdo había sensibilizado ciertas partes de su cuerpo.
Galen se aclaró la garganta y murmuró—: Tengo un regalo para ti.
—¿Un regalo? ¿Para mí? —Dio saltitos sobre su asiento—. ¡Dámelo!
Metió la mano en su bolsillo y sacó un teléfono celular. —Esto está lleno de
aplicaciones de moda, y tiene mi número programado en la lista de contactos.
Funcionará en cualquier lugar, en cualquier momento.
Abrazando el teléfono contra su pecho, dijo—: Gracias, Galen. Me encanta.
Con la expresión aturdida, asintió con la cabeza. —Es hora de una
distracción. Quiero decir, para empezar una conversación. —Alzó una de sus
grandes y hermosas manos y levantó una tarjeta de la pila junto a la lámpara.
Leyendo en voz alta, dijo—: Si fueras una figura, ¿cuál serías? —Entrecerró los
ojos y frunció el ceño—. Tienes que estar bromeando.
—¿Probablemente un cuadrado? —comenzó ella.
Con movimientos vacilantes, cogió otra tarjeta. —¿Qué nombre de
celebridad está en tu lista de caprichos? —Ceño fruncido. Otra carta. —Si fueras
una película tipo Hallmark para adultos, ¿cómo te llamarías?
—Dame la oportunidad de responder, —dijo ella, exasperada—. Hmm.
Veamos. Mi título sería...
—No tienes que responder, —refunfuñó.
—¡Oh! ¡Ya sé! Mi título sería “Seré malvada por Navidad”. ¿Qué hay de ti?
Las comisuras de su boca formaron una mueca. “Una cagada de la Navidad
de la Realeza”. Con un suspiro, dejó caer las tarjetas. —Olvida la distracción,
me refiero a los inicios de la conversación.
¿Había estado tan nervioso por tener una cita con ella, que necesitaba ayuda
para encontrar cosas de las que hablar? Más que adorable y conmovedor. Ella
sonrió. Una sonrisa en toda regla. Luego volvió a reír, todo su cuerpo temblando.
Luego él también se estaba riendo, y fue un momento perfecto de alegría y
comunión. Un momento que ella pensaba que nunca volvería a experimentar con
nadie. Justo como el deseo.
Puedes tener un futuro con este hombre...
Un pensamiento tan hermoso. Tan esperanzador. Pero la comida que había
comido se convirtió en plomo dentro de su estómago, su diversión muriendo
rápidamente. ¿Era ese pensamiento demasiado esperanzador, tal vez? ¿Cómo la
esperanza de Falsa Esperanza, preparándola para un terrible enamoramiento?
Los humanos siempre han comparado el “amor” con enamorarse. Me estoy
enamorando de ti. Bla, bla, bla. Pero enamorarse no era divertido, ni bienvenido.
Cuando te estrellas, te estrellas fuerte. A veces diferentes partes de ti se rompen.
Como la capacidad de confiar, o los recursos para luchar por la felicidad.
Legión no estaba segura de poder levantarse de otro enamoramiento, mucho
menos de poder sobrevivir.
—Así que, —graznó, tirando del cuello de su vestido—. Dijiste que
empezaríamos nuestra nueva relación con una cita para cenar.
Él parpadeó, como si sintiera curiosidad por saber hacia dónde se dirigía. —
Lo dije.
—¿Qué sigue, entonces?
Su mirada sostuvo la de ella y se calentó otros mil grados. Sólo cuando ella
se retorció en su asiento, él le dijo—: Durante un mes, nos vamos a cortejar
duramente el uno al otro. Escribiremos notas de amor y las entregaremos.
Cenaremos juntos todas las noches, sonreiremos y coquetearemos. Nos daremos
más regalos.
Cortejada. Ella. Como si fuera alguien especial. La idea la mareó un poco.
—Pero las parejas tienen sexo. No estaba exagerando antes. No sé si puedo.
—Lo malinterpretaste. Sólo fingimos ser una pareja, así que podemos poner
a prueba nuestra relación. Después de que hayamos probado el compromiso,
decidiremos si queremos intentarlo de verdad.
No era una idea terrible. De hecho, la emoción entró en ebullición. —
Pregunta rápida. Como no tengo dinero y no quiero salir de casa para ir de
compras, ¿te vienen bien los regalos hechos en casa? Podría pintar un mural
impresionante en una de tus paredes o algo así.
—Me gustan los murales con mujeres desnudas dentro de conchas de mar
enormes. Dale a los robo-pájaros una lista de todas las pinturas y suministros que
necesitarás, y ellos te traerán todo.
—Oh, eso será fácil. Necesitaré un rodillo y una lata de pintura rosa.
Sus oscuras cejas se juntaron en un ceño. —¿Tu mural consistirá en un solo
color?
—Lo llamaré... un cielo rosa sin nubes, —dijo ella, agitando su mano para
darle más estilo.
Con los ojos entrecerrados, él dijo—: ¿Qué tal si yo te pinto a ti un mural?
Cuando vivía en el cielo, pintaba como hobby. Soy bastante bueno. Crearé una
masacre de nuestros enemigos a un lado de la pared, y un baile de celebración al
otro lado. Llamaremos a uno la Oscuridad de Leila y al otro la Luz de Leila.
Nuestros enemigos, había dicho, no sólo los de ella. Como si ya fueran una
pareja. Un equipo. —Quiero ambos murales más que nada en el mundo.
¡Dámelos! —Oh-oh. Su lado demoníaco estaba asomando.
—Los murales serán mi primer regalo para ti, entonces. —Cogió la mano de
Leila y le besó los nudillos—. También traeré a Aeron aquí para una reunión.
Ella negó con la cabeza. —No estoy lista para ver a Aeron.
—¿Por qué?
—Supongo que una parte de mí está resentida con él.
Se puso en pie de un salto, toda amenaza y agresión. —¿Esa parte de ti está
resentida porque él eligió a Olivia? ¿Esa parte de ti quiere estar con él?
—No, en absoluto, —contestó ella, preguntándose por qué no sentía miedo
—. Yo tenía lo que los humanos llaman amor canino.
Algo de su tensión se desvaneció. —¿Quieres decir amor de cachorro? —
Volvió al cojín.
—Un cachorro es un perro, ¿sí? Además, cada vez que veo su cara,
recuerdo su horror cuando me rescató, lo que me hace recordar lo que me
hicieron, lo que me hace odiarme a mí misma.
—Entonces nada de Aeron. —Su tacto ligero como una pluma, Galen
acarició su línea de la mandíbula. Lo hizo tan rápido que ella no tuvo tiempo de
procesar su intención, sólo experimentó el hermoso resultado—. Si alguna vez te
odias a ti misma, dímelo. Yo te apreciaré lo suficiente por los dos.
Las cosas que este amoroso hombre decía... las cosas que hacía... los regalos
que daba
Espera. ¿Amoroso? ¿Galen? ¿Qué me está pasando? Hablando de los
regalos que daba. —Nunca te di las gracias apropiadamente por las cabezas de
demonios. Me encantaron, y te prometo que nunca me desharé de ellas.
Galen le ofreció el más mínimo indicio de una sonrisa. —Ahora, todo el
mundo inmortal lo sabe. Lastima a Leila, y muere extra mal.
Las. Más. Dulces. Palabras. Jamás. Dichas. —La última vez que te vi,
estabas viviendo con los Señores. Estaban casi en buenos términos.
—No somos los mejores amigos, pero tampoco somos los peores enemigos.
Valoro sus vidas. —Pausa—. Valoro más la tuya.
Realmente lo hacía. Él la valoraba. ¡A ella! Tenía todas las razones para
odiarla, pero seguía cortejándola. El esfuerzo que ya había hecho por ella, sin
promesa de recompensa... Lo estaba intentando, haciendo todo lo que estaba en
su poder para convertirse en lo que ella necesitaba. Con cada acción, demostraba
la veracidad de sus palabras y de su intención un poco más.
En ese momento, algo infinitamente tierno se apoderó de Legión. Ella se
lanzó contra él, abrazando sus hombros. —Estoy feliz de haberte conocido,
Galen, y estoy aún más feliz de que hayas sobrevivido tras conocerme.
Capítulo 7
Galen parpadeó y abrió los ojos. Una película lechosa nublaba su visión
mientras un dolor ardiente circulaba por todo su cuerpo. Gimiendo, se limpió la
cara…
Faltaba una de sus manos.
Los recuerdos retumbaron dentro de su cabeza, y se irguió de inmediato. La
maravilla de Leila mientras tenía un orgasmo. Su furia mientras lo había
golpeado. Su dolor mientras compartía su pasado. La invasión de Cronus. El
ejército.
Conmocionado por el terror, el frío gélido extendiéndose por sus células.
Los hombres lo habían sobrepasado, y aunque había luchado con cada gramo de
fuerza que poseía, Galen había fallado en su empeño de salvar a Leila.
Lo tienes controlado, le había dicho Falsa Esperanza. Y le había creído al
demonio, porque sabía que haría cualquier cosa, cruzaría cualquier línea, para
garantizar la seguridad de su mujer. Ahora...
El pasado de Leila podría estar repitiéndose, y no puedo hacer nada para
detenerlo. Echó la cabeza hacia atrás y rugió hacia el techo.
Su temor había sido palpable, pero eso no le había impedido negociar con
Cronus. Sólo para salvar la vida de Galen. Él la decepcionó, pero aun así luchó
por él.
¿Qué secretos esperaba descubrir el antiguo rey?
¿Y desguazarla por partes? ¡Galen moriría primero!
Una tira de material descansaba en el suelo. Un trozo de la camiseta de
Leila. Debió haber intentado vendarle la herida. Se envolvió la muñeca, usando
los dientes para atar los extremos, y luego se esforzó para ponerse de pie. Los
torrentes de mareos casi lo derriban. Los huesos rotos en ambas piernas no
ayudaban.
Había perdido una mano antes. En realidad, había perdido extremidades
enteras antes. En unas pocas semanas, ese apéndice volvería a crecerle. Pero no
había forma de que esperara para ir tras Leila. Si Fox le ayudaba a prepararse, y
luego abría un portal, podía reclutar a los Señores en cuestión de minutos. Ellos
lo ayudarían, sin hacer preguntas. No por él, sino por Leila.
No puedes salvarla. Eres demasiado débil. Recupera tus fuerzas antes de
desafiar a un Titán.
¡Odio a Falsas Esperanzas! El demonio anhelaba atemorizarlo. Galen no
descansaría hasta que Leila estuviera a salvo. Para empezar, necesitaba su
teléfono celular.
Se tambaleó por el pasillo, dirigiéndose a su dormitorio, dejando un rastro
de sangre tras de sí. En las escaleras, sus rodillas se debilitaron, y casi se
derrumbó. Sólo un poco más lejos...
Finalmente. Éxito. Le envió un mensaje de texto a Fox escrito con una sola
mano, recogió su kit de emergencia y se dejó caer a los pies de la cama, donde
una vez más usó sus dientes para ponerse un torniquete alrededor de su
antebrazo.
Se abrió un portal, una cortina de aire se corrió. Fox entró en la habitación,
le echó un vistazo y maldijo. —¿Qué pasó?—Tras ella, el portal se cerró, una
fuerte ráfaga de viento recorriendo la habitación.
—Cronus 2.0 nos encontró. Debe tener un Guardián de portales en su
personal, o usa más magia de la que creíamos. Se llevó a Leila—Legión. Ahora
necesito llegar hasta Aeron.
Moviéndose a la velocidad de la luz, Fox inició un fuego en la chimenea,
calentó una daga y luego cauterizó su herida abierta. Mientras él gritaba
maldiciones y goteaba sudor, ella confiscaba los suministros y terminaba de
vendarlo.
—No recomiendo usar una prótesis, —dijo—. No hasta que te hayas
curado...
—Consígueme una prótesis, —insistió entre jadeo y jadeo—. Estará bien
tenerla... a mano.
Ella entrecerró los ojos. —No aprecio tu humor retorcido ahora mismo.
Tal vez no, pero su humor retorcido era necesario. Para los dos. Mientras
tuviera la fuerza para burlarse de ella, no estaba en peligro de muerte, como el
resto de su familia.
Algo de su tensión se disipó, demostrando lo acertado de sus pensamientos.
Murmurando en voz baja, encajó una manga sobre su muñeca destrozada, y
aseguró una de sus muchas manos robóticas en su lugar. Una que ella había
hecho a medida para él. De hecho, tenía múltiples prótesis para cada apéndice;
las maravillas tecnológicas le habían salvado la vida en más de una ocasión.
—Por favor, reconsidera esto. No estás en condiciones de... —comenzó.
Pero él la interrumpió, exigiéndole—: Ahora. —Su tono acerado permitía
cero discusiones—. Llévame directamente hasta los Señores. Nada de aterrizar a
una milla de distancia para que no te vean ejercitar tu poder. —Hace mucho
tiempo, Galen y Fox habían decidido ocultar su habilidad, sin importar las
circunstancias. Ya no le importaban las ramificaciones. El tiempo de los secretos
había terminado. Cada segundo contaba—. Confío en ellos. Es hora de
mostrarles lo que puedes hacer.
—Tú puedes confiar en ellos, pero yo no. No son tus mayores fans. ¿Yo? Ni
siquiera los tolero. Además, no me gusta la compañía que tienen. Dioses y
diosas, Enviados, Arpías.
—Hazlo por mí. Por favor, —dijo. Se apresuró a recorrer la habitación,
armándose—. Puede que no confíes en ellos para que me ayuden, pero confía en
que ayudarán a Leila.
Antes de que llegara el ejército, ella había mirado a Galen con algo parecido
a reverencia, como si lo encontrara digno de su tiempo, de su vida... de su
corazón. Quería, necesitaba, ver esa mirada de nuevo. Y lo haría. Pronto. Cronus
pagaría muy caro por llevarse a la mujer de Galen; pagaría con sangre.
Los oscuros ojos de Fox brillaban con todo tipo de preocupación, pero
asintió con fuerza, se giró y realizó una complicada serie de gestos con las
manos, haciendo que el aire frente a ella brillara. —Los Señores se mudaron a...
—Las explicaciones no son necesarias. Sólo llévame allí. —Apretó y aflojó
sus dedos de metal. El dolor le subía por el brazo, cada movimiento era una
agonía. Oh, bien—. Arriesgaré lo que sea para recuperar a Leila lo antes posible.
—Cualquier cosa para salvarla de más abusos.
Los destellos se intensificaron, casi cegándolo. Finalmente, otra cortina
invisible se corrió, creando un portal parecido al Stargate.
—Yo iré prim… —Fox se quedó callada cuando Galen se adelantó—. De
acuerdo, entonces. Te seguiré.
Se mentalizó, preparado para cualquier cosa mientras caminaba a través de
lo que parecía ser una cascada de cristal líquido... Fox se quedó cerca de sus
talones, con dos espadas cortas en la mano.
Entraron en una cúpula de agresión.
La espaciosa habitación con paredes de metal tenía cero piezas de
mobiliario. ¿Qué tenía? Siete de los depredadores más violentos de la historia.
Aunque Galen había llegado a confiar en estas personas, como él mismo había
dicho, el instinto de supervivencia le exigía tener un plan de acción, en caso de
que alguien lo atacara.
¿Las dos amenazas más notables? Hades, uno de los nueve reyes del
inframundo, y su hijo mayor, William el Eterno Cachondo, quien fue maldecido
para morir cuando se enamorase. Los dos inmortales tenían menos escrúpulos
que Galen, y más poder del que cualquier ser debería tener. Cómo envidiaba
Galen su poder...
Gruñó. ¡Odio a Celos!
Hades podía convertir su cuerpo en humo y poseer a un oponente. William
podía desarrollar alas de humo cuando se lo ordenaban, y dañar a otros peor que
las protecciones de la cabaña de Leila.
Para ganar una batalla contra la pareja, Galen tendría que pelear sucio.
Totalmente asqueroso, incluso.
—Bienvenido de nuevo, Galen, —dijo William con un guiño—. Tal vez
ahora los temibles y poderosos Señores del Inframundo finalmente obtengan las
histerectomías que tanto necesitan, y dejen de quejarse por tu ausencia.
Recibió una mirada airada de Aeron, antiguo guardián de Ira y el primer
amor de Leila.
Sienna, actual guardiana de Ira y reina de los griegos, ocupaba el espacio
junto a Paris, el guardián de Promiscuidad. Los dos nunca estaban lejos el uno
del otro. Paris necesitaba tener sexo al menos una vez al día, o se debilitaría
terriblemente.
Finalmente, la pareja poderosa. Keeley, la Reina Roja, y Torin, guardián de
Enfermedad. Con un solo toque de piel con piel, el bruto de pelo blanco podría
propagar una plaga mundial. Los humanos morían, pero los inmortales se
convertían en portadores del virus. Pero con la ayuda de Keeley, encontró una
forma de eludir el proceso.
—Fox es una Guardiana de portales. Interesante. —Hades dio un paso al
frente, una figura alta e imponente, portando un aire de aburrimiento tan
perfectamente como portaba su traje.
—Sips, pequeño bastardo inconstante, —murmuró Fox.
Galen siguió su línea de visión y vio al mapache mirando por encima del
hombro de Hades.
Sips se encogió de hombros, ¿qué puedo decir?
El rey del Inframundo rascó a Sips en la oreja y le dijo a Fox—: Siempre he
querido tener un Guardián de portales entre el personal de Chez Hellfire. Tú y yo
tenemos mucho de qué hablar. —Su tono era suave, parejo, pero de alguna
manera más amenazador que una espada—. Sin embargo, ahora que nuestros
invitados finalmente se han unido a nosotros, tenemos otros asuntos que tratar.
¿Invitados? ¿Finalmente? ¿Cómo sabía el grupo que Galen y Fox
aparecerían? (Además de su mano.) —No puedes tenerla. Ni ahora ni más tarde,
—dijo Galen, la impaciencia zumbando en el fondo de su mente—. Legión ha...
—Desaparecido. Sí, lo sabemos. —Aeron escupió las palabras. Era un
hombre grande, de piel muy tatuada, cabello oscuro y ojos violetas, y Galen no
estaba seguro de lo que Leila había visto en él—. Dejaste que alguien la
secuestrara.
Vergüenza y culpa laceraron su pecho. Nunca tan bueno como los Señores.
Ellos tienen éxito, yo fracaso. Ellos merecen fracasar. Ellos…
¡Ya basta, Celos!
Falsa Esperanza entró en acción. Salva a Leila tú solo. Sé su héroe.
Bastardo. Al demonio le gustaba instarle a poner su fe en la persona
equivocada, o en la acción equivocada, así que se convirtió en el arquitecto de su
propio fracaso. Como una profecía auto-cumplida, y un mal verdaderamente
insidioso. El demonio no comprendía que el orgullo no significaba nada para
Galen. Sólo importaba la seguridad de Leila.
—Nadie odia esta situación más que yo, —le dijo a Aeron—. Desafíame a
un duelo o lo que quieras, y resolveremos nuestras diferencias de una vez por
todas. Sólo espera hasta que hayamos salvado a Leila. Legión.
—Honey, —dijo Aeron.
No había tiempo para discusiones. Volvió a apretar su mano metálica e hizo
un gesto a Fox—. Vámonos. Abre un portal.
—Hay un pequeño problema, —contestó ella, sacando otro gruñido de él.
¡No más retrasos! —Pude abrir un portal hasta aquí porque puse un localizador
en Sienna la última vez que estuvimos juntas. —Todos menos Galen maldijeron
—. No tengo un localizador en Cronus o Legión. Así que. ¿Alguien quiere
adivinar a dónde podría haberla llevado?
—Esta mañana temprano, la Diosa de Muchos Futuros me mostró dos
posibles resultados para Legión, —explicó Hades—. En uno, era secuestrada por
Cronus. Lo que me sorprendió, considerando que Sienna lo había decapitado.
La explicación vino con una tonelada de equipaje para desempacar. —¿Qué
pasó después del secuestro? ¿Qué pasó en el segundo futuro?
Hades juntó sus negras cejas, sus oscuros ojos como interminables fosas de
furia. —Primero, dime cómo sobrevivió Cronus a su decapitación.
Haz lo que sea necesario. Ve con Leila. Asintió a Fox.
Ella dijo—: Después de que Cronus escapó del Tártaro, se clonó
místicamente. —El Tártaro, una prisión para inmortales—. El clon fue
programado para despertar a su muerte, con una sola misión. Encontrar su alma
en la otra vida.
Tenía sentido. Las almas podían abandonar el reino de los espíritus, pero
sólo si tenían una forma física para habitar. Aeron era la prueba viviente de que
funcionaba. El Altísimo—creador de los Enviados, ángeles y humanos—le
regaló un nuevo cuerpo después de su decapitación.
—Deberías habérnoslo dicho antes. —Torin enfrentó a Galen, con las
manos cerradas en puños, listo para golpear.
Galen alzó su barbilla. —Puedes intentarlo conmigo después de Aeron.
Hazme un favor y haz una pausa en tu rabieta hasta que Leila sea encontrada.
Hubo un tiempo en que Torin había sido su mejor amigo. Y vale, sí, Galen
tenía una especie de enamoramiento con el tipo. Cabello blanco, cejas negras,
piel pálida y ojos verdes... fuerza y astucia...un sentido del humor aún más
retorcido que el suyo...
Sí, si alguna vez Galen hubiera intentado algo con un hombre, habría sido
con éste. A lo largo de los siglos, Torin siempre había sido el amigo que más
echaba de menos Galen.
Si pudiera volver al pasado...
No. No cambiaría nada. Si su pasado hubiera sido diferente, no se habría
convertido en el hombre que Leila necesitaba. Él soportaría cualquier cosa por
ella.
William se limpió las uñas, toda una sofisticación casual. Un engaño. Un
infierno se desataba en sus ojos melancólicos. —Si no se te ocurren formas de
salvar a Legión, no hables. Sí, te estoy hablando a ti, Torin. Y a Aeron. Y a todos
los demás. Si lo haces, perderás la lengua. Tengo poco tiempo. Tengo a un grupo
de cerebritos que juré matar si no cumplían algunas tareas miserables.
Lo que sea que eso signifique.
Keeley dio botes, arriba y abajo, aplaudiendo. —¿Vas a ir en plan Hannibal
Lecter, como te sugerí?
Exasperado, William levantó los brazos. —¿Ya nadie escucha cuando hago
una amenaza?
—No había terminado. ¿Soné como si hubiera terminado? —Hades levantó
su mano, la palma hacia fuera, y todos los demás ocupantes se quedaron quietos
y callados—. La diosa me mostró a quién reclutar para la búsqueda y rescate de
Legión, así como vuestra llegada, y dónde encontraremos a la chica.
Galen corrió alrededor de Torin, acercándose a la bomba H. Hay que
proceder con cautela. Considerando la cantidad de poder que blandía el rey del
inframundo, y tan débil como estaba Galen actualmente, no podía permitirse el
lujo de hacer un nuevo enemigo.
—¿Leila ha sido herida? —Exigió—. ¿Sabes lo que le están haciendo?
¡Dímelo!
—Dímelo, —repitió Aeron, su voz disonante.
Hades acarició la oscura barba en su terca mandíbula. —En uno de los
futuros, tenía moretones en la cara, y un labio partido. Lo que sea que le hayan
hecho, sobrevivió. En el otro... perdió la cabeza.
Capítulo 10
El miedo dejaba a Legión helada por dentro, mientras que los vientos fríos
la helaban por fuera. Los temblores por todo su cuerpo la destrozaban. Sus
dientes castañeaban, su estómago se revolvía con una mezcla de vidrio roto y
ácido, su mente giraba barajando todas las cosas terribles que estos hombres
podían hacerle. Pero más que eso, se preocupaba por Galen.
¿Había conseguido ayuda a tiempo? O había...
¡No! Ella no consideraría esa alternativa.
Después de que Cronus y su ejército la sacaran de la casa, la llevaron a
través de una serie de puertas mágicas. No portales, no como los creados por
Fox, sino más pequeños, con una experiencia de paso más turbulenta; por un
segundo, mientras caminabas de un reino a otro, las rocas parecían golpearte.
Finalmente, acamparon en una tierra traicionera con kilómetros de nieve
desgarrada por las ocasionales montañas de hielo. La escarcha engrosaba el aire.
No había sol, solo un oscuro y furioso cielo tronando con desagrado.
La única fuente de luz provenía de las fogatas, donde se asaban los
diferentes animales. Rayos dorados parpadeaban aquí y allá, ahuyentando
sombras, pero Legión no estaba segura de cuál era mejor. La oscuridad o la luz.
Alguien le había atado las manos a la espalda y sujetado uno de sus tobillos
a una estaca de madera. La cuerda ofrecía poca libertad de movimiento. Nadie la
había lastimado… todavía. Nadie la había ayudado tampoco, ni siquiera le
habían dado un abrigo. Todavía llevaba su camiseta sin mangas y pantalones
cortos, sus pies “protegidos” sólo por un par de calcetines finos y unas zapatillas
de tenis ligeras.
Una y otra vez se preguntaba cómo había ocurrido esto. ¿Cómo se había
convertido en cautiva por segunda vez? Aterrorizada de llamar la atención sobre
sí misma. Atada por los caprichos de un rey sin escrúpulos. Indefensa.
No, no indefensa. ¡Nunca más indefensa! Especialmente ahora, cuando
Galen la necesitaba. Galen, que había pasado horas con ella, recordándole las
habilidades de combate que ya poseía.
El miedo es un ancla. Corta el ancla y alza el vuelo.
O corre.
Sí, ella seguiría el Plan B. Escaneó el campamento. Nadie parecía prestarle
atención. Los hombres se movían ajetreados alrededor, levantando tiendas de
campaña y haciendo más fogatas. No había señales de Cronus. Legión volvió su
atención hacia el suelo, buscando una posible arma. Carámbanos brillantes...más
carámbanos brillantes... ¡allí! Uno afilado. Estiró la pierna, atrapó el trozo de
hielo entre sus pies y lo arrastró más cerca.
Después de retorcerse hacia un lado y hacia el otro, pudo agarrar la pieza
para aserrar la cuerda. Había accedido a irse con Cronus, pero no había accedido
a quedarse.
Una sombra cayó sobre ella, y se puso tensa, su mirada alzándose. ¡Cronus!
Su musculoso cuerpo eclipsó la luz del fuego. —Es hora de que nos pongamos a
trabajar, —dijo, agachándose para que estuvieran a la misma altura—. Debo
advertirte. Mi predecesor tenía conciencia. Yo no la tengo. El verdadero rey
necesitaba garantizar que yo haría lo que fuera necesario para completar mi
misión.
¿Misión? Siguió aserrando, lo más sigilosamente posible. —¿Qué secretos
crees que poseo?
Alargó la mano para examinar un mechón de su pelo entre sus dedos. —
Una vez, viviste en el infierno. Ahora eres una híbrido demonio-humana, quien
pasó un tiempo en el Palacio de los Horrores Infinitos de Lucifer. Eres la única
persona que conozco que pudo escapar y sobrevivir.
Un bulto de púas creció en su garganta mientras retrocedía. El Palacio de
los Horrores Infinitos, el lugar de su tortura.
—Lo que sea que sepas sobre el diseño del palacio, lo averiguaré, —
continuó Cronus, indiferente a su agitación emocional—. Incluso los detalles que
no te das cuenta de que posees.
—No sé nada. Yo estaba…—se estremeció—, con los ojos vendados un
montón.
—No importa. La mente es un laberinto de conocimiento recogido por tus
sentidos. O un rompecabezas, con diferentes piezas dispersas. Sólo tengo que
encajarlas. Pero. Para extraer la información que busco, debo establecer un
vínculo místico entre nosotros.
Vínculo... En otras palabras, debe invadir su mente. Violar su mente. —
¡No! —Ella agitó la cabeza—. No, no, no. —Mil veces no—. No te dejaré hacer
eso.
—No necesito tu permiso. —Su tono era lo suficientemente agudo como
para cortar vidrio—. Cuanto más te resistas, más daño te haré. No te preocupes.
Te dolerá, pero sobrevivirás. Aunque desearás no hacerlo. Y si te borras la
memoria, volveré junto a Galen y terminaré el trabajo que empecé.
¡Un farol! —¿Crees que me importaría? Si me borro la memoria, no lo
recordaré.
La estudió con más atención. —Hazlo, entonces. Borra tu memoria.
¡Argh! Aserrar, aserrar.
La satisfacción emanaba del bastardo. —Comencemos.
Aserrando más rápido. La cuerda se aflojó un poco, pero no lo suficiente.
Vamos, vamos. ¡Pelea!
Le agarró la barbilla y le dijo—: Mírame a los ojos.
Cerró los párpados con fuerza, aun aserrando.
Él apretó más la mano, y ella gritó. O lo intentó. Alguien se arrodilló detrás
de ella, le puso un fornido brazo alrededor del cuello y le estrechó las vías
respiratorias. Aunque le ardía el pecho, se resistió.
—Abre los ojos, —dijo Cronus, engatusándola—, y te dejaré respirar. ¿No
sería agradable? Llenar tus pulmones. Piensa en lo bueno que sería.
Un dedo le rozó la rodilla, y sus párpados se abrieron automáticamente, sin
permiso de su cerebro. Espera. No fue un dedo. ¿Sips? ¡Sí! El mapache estaba
aquí, en este páramo congelado.
¿Galen y Fox vinieron a rescatarla?
La esperanza floreció. A menos que la falta de oxígeno la haya hecho
alucinar. Necesito respirar.
—Vamos, —dijo Cronus—. Mira a mis ojos, Legión.
No. Nunca. Pero había algo en su voz...
En contra de su voluntad, ella deslizó su mirada hacia la de él... Mira hacia
otro lado, mira hacia otro lado. Demasiado tarde. Su iris se arremolinó
hipnóticamente, atrapándola tan certeramente como una red. La sujeción sobre
su garganta se aflojó, e inhaló profundamente. La relajación total se derramó
sobre ella, tan caliente como el agua del baño, los fríos vientos desapareciendo
de su conciencia. ¿Pies fríos y palpitantes? Ya no más. ¿Sangre helada? No, oh
no. La lava fluía por sus venas.
¿Por qué había luchado contra esto? Tan agradable. No, tan maravilloso,
como Cronus, el hombre que ella esperaba complacer por encima de todos los
demás siempre, siempre, siempre, y…
Un agudo dolor explotó a través de sus sienes, la sensación de relajación
disminuyendo, revelando una oscura debilidad de amenaza. Los insectos
parecían arrastrarse por su lóbulo frontal. No podía...necesitaba...
Pisadas, maldiciones. El metal chocaba contra metal. Los insectos salieron
corriendo de su cabeza, nuevos dolores atravesando sus sienes. La sangre
goteaba de su nariz. Parpadeó rápidamente. ¡Vamos, concéntrate!
La tundra helada apareció a la vista, resaltada por esas hogueras. En medio
de una banda sonora de guerra, reinaba el caos. Hombres y mujeres luchaban
con salvaje determinación. Sin piedad.
Estaba William el Eterno Cachondo, riéndose mientras rajaba a un hombre
desde la nariz hasta el ombligo.
Hades arrancó la tráquea de un hombre y la tiró al suelo, como basura.
Torin y Keeley formaron un equipo de seis, arrancando miembros de dos
oponentes para golpear a los demás.
Paris y Sienna cortaron a través de las masas tan fácilmente como si fueran
mantequilla.
¡Aeron! El corazón de Legión se aceleró, y las lágrimas oscurecieron su
visón. Oh, cómo extrañaba al guerrero tatuado que una vez le ofreció un hogar,
amistad y una vida llena de amor y risas. ¿Por qué lo había evitado? Viéndolo
ahora, luchando tan ferozmente por ella, los viejos resentimientos se
desvanecieron.
Luego estaba Fox, una mujer enloquecida en más de un sentido. Ella era la
encarnación de la furia mientras giraba, golpeaba, giraba de nuevo, golpeaba de
nuevo… Legión vio a Galen y gimoteó.
No se había tomado un tiempo para fortalecerse y sanar. Había venido a por
ella.
Su corazón se aceleró. Si Fox estaba furiosa, Galen era pura rabia no
controlada. Usaba sus alas tanto para el ataque como para la defensa. Giró sus
espadas, golpeó y pateó, todo mientras flotaba en el aire.
Múltiples hombres se cerraron a su alrededor a la vez. En su siguiente giro,
los ganchos de metal se extendieron desde los bordes de sus alas. Oh. Oh, uau.
Esos ganchos destriparon a una víctima tras otra. Supongo que Galen había
reemplazado las hojas de afeitar por el metal más grueso para obtener el máximo
daño.
El metal también brillaba en una de sus manos. La mano que los soldados
habían amputado. ¿Una prótesis?
Su velocidad seguía siendo inigualable, los cuerpos se derrumbaban a su
alrededor. Luchaba sucio como un demonio, pero tenía el corazón de un ángel.
Él es mío. Mi hombre.
Él no sólo había venido a por ella; había arriesgado todo para venir a por
ella.
En una ráfaga de movimiento, Cronus se movió para pararse detrás de ella,
tiró de ella para ponerla de pie y le puso una daga en la garganta. La punta
perforó su pulso martilleante. —Ni un paso más, —le dijo a Galen.
Legión luchó contra su terror y continuó aserrando, a pesar de estar muy
cerca de su captor.
Jadeando, una neblina gélida flotando frente a su cara, Galen se detuvo
abruptamente a unos metros de distancia. No fue el único. Aeron se acercó a él.
William, Hades, y los otros también. Todos menos Torin, que se cargó a los
rezagados que quedaban.
¡Por fin! La cuerda se le cayó de las muñecas. Legión logró agarrar el
antebrazo de Cronus, para apartarlo y aliviar el aguijón. Éste sólo hundió el
cuchillo más profundamente.
—Hazle más daño, y haré de tu tortura la misión de mi vida. —Galen
sonrió, lento y con todo tipo de maldad—. Disfrutaré atándote a mi mesa. Una
vez que me canse de tus gritos, tu muerte se convertirá en un cuento de
advertencia.
—Puedes quedarte con las partes que yo opte por no hacer picadillo, —le
dijo William a Galen—. Eso significa que no obtienes nada. Acabo de pedir mi
Cuchilla Milagrosa, y estoy emocionado de ver si puedo cortar un cráneo tan
fácilmente como un tomate.
Cronus resopló y hundió el cuchillo más profundamente.
Al unísono, Galen y Aeron dieron un paso adelante.
—No te acerques, —gritó Cronus. Considerando la forma en que su cuerpo
temblaba contra el de ella, Leila sospechaba que su mirada de pánico se movía
entre los dos machos. A diferencia de su creador, no tenía experiencia en la vida
real ni en la batalla.
—Concéntrate en mí, Titán, —dijo Hades mientras Sips saltaba a sus brazos
abiertos. Atrapó al mapache ronroneando y le acarició la espalda, pareciendo el
Dr. Evil, un villano ficticio del que ella se enamoró durante su estancia en la
cabaña—. Yo soy a quien debes temer.
Cronus se convulsionó contra ella, una vez más hundiendo el cuchillo un
poco más profundamente.
Se tragó un grito de dolor, no sea que Galen y Aeron se abalanzaran.
—Has tenido muchas oportunidades de matar a Lucifer, —escupió Cronus
—, y sin embargo has fracasado. Si permites que la guerra continúe, incontables
personas mueren por tu causa. ¿Por qué es eso, hmm? Deberías decirles la
verdad a tus supuestos amigos. En cuanto a mí, haré lo que sea necesario para
reclamar mi trono. Algo que deberías entender. Ahora, tienes una opción.
Persígueme o salva a tu chica demonio.
Con eso, rajó con la hoja la garganta de Legión. ¡Oh, el dolor! Quemando,
picando. Sangre caliente derramándose. La visión volviéndose borrosa. Las
rodillas golpeando, colapsando. Un silbido de aire mientras caía. La oscuridad
invadió su mente, pero no antes de que unos fuertes brazos la rodeasen,
suavizando su caída.
Una ronca negación resonó, su aliento cálido rozando la coronilla de su
cabeza. —Te curarás de esto, Leila. ¿Lo has entendido? Te tengo, y nunca te
dejaré ir.
Capítulo 11
Traducción de Ira
Corrección de Laine Barbanegra
El latido del corazón de Galen aún no se había desacelerado. Acunaba a
Leila contra su cuerpo desnudo, pecho contra pecho, la suavidad de sus curvas
ajustándose a la dureza de su fuerza. Un ala se estiraba debajo de ella, mientras
que la otra la cubría. Él la rodeaba. Cada vez que respiraba, absorbía más de su
delicioso aroma.
Nunca, en todos sus años interminables, el sexo lo había consumido
tanto. El mundo podría haberse derrumbado y no le habría importado. Nada le
importaba más que el placer de Leila. Ella había cobrado vida, su pasión era una
antorcha que casi lo había convertido en cenizas.
La manera perfecta de irse.
Su primera vez, había experimentado un poco de satisfacción. Un shock, sí,
considerando que habían tenido relaciones sexuales en un baño. Pero la
satisfacción no se había comparado con esto. Esto…
Esto era diferente a todo lo que él había conocido. En parte alegre, eufórico
por otra parte, satisfecho y con esperanza genuina por un futuro mejor. Esta era
la vida que él siempre había soñado tener, pero temía no poder lograrlo. Esto era
lo que había necesitado. Una compañera que lo valore.
Se dio cuenta de que preferiría estar con Leila antes que gobernar mil
mundos. Tan tonto como eso sonaba, ella lo completaba. Pasar todos los días
juntos no sería suficiente. Él codiciaba más tiempo con ella, y no podía culpar a
Celos.
Eso no impidió que Falsas Esperanzas lo golpeara. Los Señores la odiarán,
por tu culpa. Nunca te perdonarán por lo que hiciste en el pasado. Podrían
pretender lo contrario, pero el odio siempre contagiará sus corazones. Cuanto
más tiempo permanezca contigo Leila, mayor será la probabilidad de que
arruines su vida. Ella te guardará resentimiento. Finalmente, la perderás.
Galen preferiría morir antes que perderla. Lucha contra el creciente pánico.
Ella acarició su pecho, diciendo, —¿Los demonios están
actuando? ¿Diciéndote que nosotros estamos destinados a separarnos, tal vez?
—¿Cómo lo supiste?
—Ellos están tratando de convencerme de que me separe de ti. Pero sé que
son mentirosos, y tú también. Solo tenemos que hacer lo contrario de lo que ellos
sugieran y prepararnos para obtener resultados sorprendentes.
Lo opuesto a aceptar el odio de los Señores…luchar por su amor. Galen no
podía controlar lo que ellos sentían por él, pero él podía controlar cómo los
trataba, y si dejaba de lado los agravios anteriores.
Él besó la comisura de la boca de Leila. —Gracias.
—En cualquier momento. —Su uña de punta roma se deslizó sobre su
pezón mientras trazaba una X en su pecho—. Esta vez fue mejor que la primera,
¿verdad?
El indicio de vulnerabilidad resultó ser absolutamente adorable. —Lo que
acabamos de hacer fue mejor que cualquier momento, jamás. Nunca me quedé
después del sexo, nunca quise animar a otra persona o quise imprimir mi esencia
en otra persona. Ahora, creo que voy a tener una pataleta muy masculina si tú
tratas de escapar.
Ella se rio, deleitándolo. Él había temido que este último secuestro la
rompiera, manchando su recuperación, pero ella tenía un nuevo entusiasmo por
la vida.
—Puedo hacer cualquier cosa, —él agregó, 100% serio—, excepto dejarte
ir.
—Tú puedes hacer cualquier cosa. A lo largo de los años, podrías haber
matado a más Señores. No lo hiciste. Podrías haber ganado más batallas y haber
eliminado a todos los Señores a la vez. No lo hiciste. Podrías haber matado a
Ashlyn cuando la secuestraste. No lo hiciste porque nunca pones todo tu corazón
en la guerra. —Ella meditó por un momento, luego se quedó sin aliento
—. Te gustaba pelear con los tipos, ¿no es así?, así tenías una excusa para
permanecer en sus vidas.
Una observación astuta. Una que nunca se había permitido considerar,
incluso cuando se había alejado de las batallas, él había sabido que podía ganar.
Solo se había dicho a sí mismo que cada villano necesitaba un héroe, alguien
digno de su habilidad, o la eternidad se volvería muy aburrida, muy rápido.
—Hubo un tiempo, —dijo él—, en que pude haber sido un buen chico. Ya
no. —Las cosas que había hecho... las que haría si alguien lastimara a su mujer...
—¿Esperas que me transforme en alguien como Aeron, que se ciñe a un estricto
código moral?
—Me gustas tal como eres. —Con una voz suave, dijo ella—, ¿Esperas que
me vuelva a convertir en la chica tempestuosa que conociste antes?
—Por supuesto que no. Me gustas tú, tal como eres. —Él la tomaría como
fuera que pudiera conseguirla. ¿Pero la mujer que ella era ahora? ¿La que se
derretía cuando la tocaba? A él gustaba más que nada—. Espero que alcances a
gustarte como me gustas a mí.
—Espera. ¿Por qué no habrías de convertirme de nuevo en alguien feroz y
valiente?
—No me malinterpretes. También me gustaba esa chica, y admiraba su
descaro. Y creo que ella todavía existe dentro de ti. —De vez en cuando, él
vislumbraba su fuego—. Pero ella deseaba a Aeron, que es un factor decisivo
para mí. La mujer en mis brazos es más inteligente. Obviamente. Ella eligió estar
conmigo. Y ella es más fuerte de lo que piensas. Ella luchó para sobrevivir a una
situación sombría. ¡Dos veces! ¿Pero la guinda del pastel? Ella conoce mi
pasado, pero aun así me mira como si yo hubiera colgado la luna. —Él alucinaba
con esa mirada.
Ella se encontró con su mirada, y él contuvo el aliento. Allí estaba. La
mirada de adoración. Yyyy, sí. Duro al instante.
Duro como una roca, él le ahuecó la nuca y la instó a que se acercara para
recibir un beso suave y prolongado, lleno de calor lánguido y deseo sin
sentido. Cuando él pensó en deslizarse dentro de ella por segunda vez, la
comprensión se iluminó, y él maldijo. —No me puse un condón.
Sus ojos se ensancharon y se incorporó, cruzando las piernas, sus pechos
balanceándose. —Así que podría terminar embarazada. Una madre... nunca he
considerado tener un hijo. ¿Lo haces tú? Espera. Tienes a Gwen. —Frunciendo
el ceño, ella dijo—, ¿Por qué tienes un álbum de recortes sobre su vida, pero la
ignoras en la realidad?
Un apretón en su pecho. —Su vida es más fácil sin mí en ella. Si buscara
una relación con ella, solo abriría una brecha entre ella y Sabin.
—Creo que ella es capaz de manejar una relación con ambos, de la misma
manera que yo voy a manejar una relación contigo y con Aeron. Entonces, ¿qué
tal si le das una opción en el asunto?
Celos entró en ebullición, listos para saltar. ¿Leila y Aeron? ¡Moriré
primero!
Galen ignoró al demonio, y su furia. Él se pasó una mano por la cara. —Una
vez, trabajé con Rhea, la esposa de Cronus. Ella supo de la existencia de Gwen
antes que yo y, aunque éramos aliados, buscó la destrucción de la chica. ¿Cuánto
peor atacarían mis enemigos si supieran que la quiero?
—Gwen puede cuidarse sola. Además, ella tiene a los Señores. —Leila
tamborileó sus uñas contra su rodilla—. ¿Te ayudó Rhea a crear a los
Cazadores?
Cazadores: un ejército de humanos que creían que Galen era un ángel. A sus
órdenes, los hombres y mujeres habían luchado para erradicar a los inmortales y
su “maldad” del mundo. Mientras tanto, él se había reído de que ellos no
tuvieran idea de que adoraban al inmortal más malvado. —Ella estuvo
encarcelada en el Tártaro durante siglos, pero sí. Hasta su huida, ella usó
defensores mortales.
Las cosas que ellos habían hecho juntos...
Ignora la culpa. La culpa solo pesaba.
Leila pasó un dedo sobre la sábana. ¿Con la esperanza de parecer
indiferente? —¿Estarías molesto si yo estuviera embarazada?
—Yo... no lo estaría, —dijo él. ¡Sorpresa! Pero él había dicho la
verdad. Una oportunidad de ser padre y ser parte de una familia legítima... de
tener un vínculo eterno con la mujer que amaba... la idea le atraía mucho
—. Hasta que hayamos arreglado las cosas con Aeron y los demás, y con Cronus
y Lucifer, deberíamos tener más cuidado.
La decepción se encendió en sus ojos, pero ella asintió. —Tienes razón. Sé
que tienes razón. Quiero decir, ni siquiera hemos hablado sobre si nuestra
relación es exclusiva o no.
—Acabamos de hablar de tener un bebé. Somos exclusivos. Sin embargo,
desde que surgió Aeron, debes saber que él y yo tenemos algunos asuntos
pendientes.
—¿Acerca de mí?
Él asintió con la cabeza. —Estamos en medio de una discusión
multifacética.
Cuando no le ofreció más, ella suspiró y le preguntó, —¿Acerca de?
¿Por qué no admitir la verdad y evaluar su reacción? —Quiero estar
contigo, y él quiere destriparme. Quiero mantenerte siempre, y él quiere
separarnos. Quiero seguir respirando, y él quiere que yo deje de hacerlo.
Sus hombros se hundieron, la reacción que había esperado, pero que había
mantenido la esperanza de no recibir. —Prométeme que hablarás con él, como
un caballero, y no le harás daño.
Una vez más, el miedo se levantó. Aquí estaba, una prueba de que perdería
a Leila si no podía hacer que las cosas funcionaran con Aeron.
Parecía que él iba a dejar de lado los agravios del pasado y centrarse en el
futuro, después de todo. También conocido como entregarle al Señor sus bolas,
con un lo agradezco, Señor, ¿puedo darle otra? —Lo prometeré, si prometes no
estar a solas con él. Y me reservo el derecho de protegerme de un golpe mortal.
Ella se puso rígida y respondió entre dientes, —¿No confías en mí para no
salir con un hombre casado?
—No confío en Celos. El demonio desgastará mi control.
—Suena como una excusa. —Ella resopló, pero también acarició su tatuaje
de mariposa, como para calmarlo antes de que los celos golpearan—. Pero estoy
de acuerdo con tus términos. Asíque, sigue. Practica tu discurso
caballeroso. Finge que soy Aeron.
—Está bien, lo haré. Aunque a la mayoría de los humanos les gusta
imaginarse a su público desnudo para evitar ponerse nervioso, prefiero sacarme
los ojos antes que imaginar a ese público en particular sin ropa. Así
que, cambiaremos las cosas. Puedo imaginarme a mi desnudo.
Ella se rio mientras él desenredaba su cuerpo del de ella. Luego se colocó a
un lado de la cama, dándole acceso frontal completo a su erección
ascendente. La aprobación femenina coloreó sus mejillas, y ella abanicó su
rostro.
Inscríbeme para más de esto.
—Bueno, demoooooonios, guapo, —dijo ella, y movió las cejas—. Pero,
uh, ¿cómo se supone que debo usar mi imaginación cuando en realidad estás
desnudo?
Él acarició su longitud hacia arriba y hacia abajo. —Oops. Mi
error. ¿Debería ponerme algo?
—¡No te atrevas! Ahora escuchemos ese discurso, para que pueda tener mi
perversión contigo.
Quiero eso. La quiero a ella. Él se aclaró la garganta con una fuerza
exagerada. —Aeron, —él dijo con la voz más amable que pudo—. Estoy aquí
hoy para solicitarte humildemente que te vayas a la mierda. Fin.
Leila se tapó la boca en un intento fallido de enmascarar su sonrisa.
Él arqueó una ceja. —¿Qué piensas? Lo sé, lo sé. La parte central es
demasiado larga y necesita ajustes. Y no estaba seguro de mi uso de humildad. O
solicitar.
Haciendo pucheros, ella dijo, —No mencionaste ninguna de las razones por
las que te sientes atraído por mí. O cuan perfecta soy. O cómo veneras cada
centímetro de mí.
Él le dio a su longitud otro golpe. —¿Qué tal si te doy cada centímetro
de mí?
La tentación se hizo carne, ella se echó hacia atrás, reclinándose sobre las
almohadas. —Sí. Recuérdame cómo encajamos perfectamente.
El reconocimiento cargo el aire. Con una sonrisa lenta y lánguida, Galen
colocó sus manos y rodillas sobre el colchón, una detrás de la otra, y se arrastró
ascendiendo por su pequeño cuerpo exuberante, emocionándose cuando la piel
de gallina se extendía por sus muslos.
—¿Te gustaría primero una presentación oral o una instrucción manual? No
importa. —Él lamió el corazón de su necesidad, ganándose un gemido ronco
—. Mencioné que me gusta realizar múltiples tareas, ¿verdad?
Aunque resplandeciente de satisfacción sexual, Legión era un nudo de
nervios. Ella jugaba con su gargantilla de diamantes, pero las joyas no la
consolaban. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no había querido joyas
cuando Cronus se la había llevado; ella había querido a Galen.
Él y Fox estaban plantados como centinelas en frente a una gran ventana,
observando mientras ella se paseaba de un lado de la sala de entretenimiento al
otro. Una enorme pantalla de plasma ocupaba toda una pared. Un sofá de cuero
salpicado de cojines con cuentas y palomitas de maíz olvidadas formaba una
media luna alrededor de la mesa de café, un millón de controladores de juegos
dispersos allí. Un cubo de basura rebosaba de latas de cerveza vacías y botellas
de vino rotas.
En las paredes había diferentes pinturas de los Señores, cada una más
hilarante que la anterior. Claramente, habían tratado de superarse mutuamente
con la ridiculez de sus atuendos y poses. Mil imanes cubrían la puerta del mini
refrigerador, desde Caritas de Osos hasta un anuncio de disfunción eréctil. En la
pequeña cocina redonda, una muñeca hinchable estaba sentada en una de las
sillas.
Hogar dulce hogar. Cómo había extrañado a estas personas y sus
distorsionados sentidos del humor.
La puerta se abrió de golpe, sobresaltándola. Aeron entró, sus ojos se
estrecharon. Sus manos estaban cerradas en puños, pero no llevaba un arma, por
lo que Legión lo consideró una victoria.
Aeron era un hombre increíblemente hermoso. No era hermoso como
Galen, pero claro, nadie era hermoso como Galen. Aún mejor, el guerrero
tatuado tenía un corazón de oro debajo del exterior del chico malo.
—Aeron. —Con el corazón al galope, ella corrió y se arrojó a sus brazos.
Él la hizo girar, la puso sobre sus pies y la empujó detrás de él. Confundida,
ella miró en torno a él... ah. Bueno. Galen había cruzado la habitación y ahora
estaba a unos metros de distancia. Sus ojos estaban ahora entornados, sus manos
cerradas en puños.
Él me advirtió. Ella se movió entre ellos, sus brazos extendidos. —No
quiero que ustedes se peleen. Por favor, no luchen. —¿Qué se suponía que haría
ella con los dos hombres más importantes de su vida para que se llevaran
bien? Especialmente cuando su novio llevaba la esencia de los celos, y su
“competitividad”era su primer amor, el hombre por el que había renunciado a
todo por estar con él.
Aeron se pasó la lengua por sus dientes. —¿Te gusta él?
—Sí,—mucho. Pero ella también lo amaba. No es que ella estuviera lista
para admitir sus sentimientos ante todos. Primero, ella tenía que poner en orden
su nueva vida.
En el infierno, sus abusadores habían matado su espíritu. Ahora, gracias a
Galen, ella había sido revivida.
—Dime por qué, —insistió Aeron—. ¿Por qué él, y ningún otro?
—Sí, Leila. Dile por qué, —le sugirió Galen, su tono carente de emoción.
Bueno. Vamos a hacer esto. —No importa lo mucho que Galen me
despreciara por mis acciones hacia él, no importa lo furioso que haya estado
conmigo, siempre me ha deseado. A mí, y a ninguna otra. Él siempre está
emocionado por verme, incluso si solo salgo de una habitación durante cinco
minutos. Piensa que soy perfecta tal como soy.
La expresión de Galen comenzó a suavizarse.
—Él es un ladrón y un mentiroso. Un traidor. —Aeron la alcanzó, pero ella
lo esquivó, con el estómago revuelto—. No se puede confiar en él. Él destruye
todo lo que toca.
Ahora Galen se rio. Ella escuchó dolor, pero ningún indicio de diversión, y
le desgarró el interior en pedazos. Él había cometido errores. Muchos
errores. Pero ella también. Igual que Aeron. Él había pagado con sangre. Era
hora de perdonar.
—Tienes razón, Aer-oso. No se puede confiar en mí, y destruyo todo lo que
toco. —Los ojos azules de Galen se deslizaron hacia Legión. Él ya no se parecía
al divertido y sensual guerrero que había sacudido su mundo. Aquí, ahora, él era
el villano despiadado capaz de cualquier acción oscura—. Él tiene razón. Me
mentí a mí mismo. No dejaré ir el pasado. Te mentí a ti. No me limitaré a
defenderme de un ataque. Si él intenta alejarte de mí, lo mataré. Nadie te
mantiene alejada de mí.
¿Permitiendo que Celos lo gobierne? Ella levantó la barbilla y cuadró los
hombros. Las últimas semanas, Galen había sido fuerte por ella. Hoy, ella sería
fuerte por él.
—Él no me puede alejar de ti, —dijo—. Y si lo intenta, no tendrás que
golpearlo, porque yo ya lo habré derribado.
El orgullo brillaba en los ojos de Galen, y quizás también de Aeron.
—Los quiero a los dos en mi vida, —continuó—. Ya he sido privada de
suficiente, ¿no les parece? Así que encuentren la manera de llevarse bien. Es una
orden.
Fox dio un paso adelante. ¿Planeando amenazar a Aeron?
—No. —Legión la señaló con un dedo—. Tú no tienes nada que decir en
esto.
La otra mujer volvió a su lugar al lado de Galen.
Bien, bien. Legión no había poseído este aire de autoridad desde…nunca, y
le gustaba. —Galen, dile a Aeron que no vas a mentirle nunca más.
—No mentiré a menos que...
—Galen, —espetó ella.
—No voy a mentir, —dijo, y suspiró.
—Aeron, —dijo ella a continuación—. Dile a Galen que es bienvenido en tu
casa.
Aeron se mantuvo terco. —Él mató a uno de mis amigos.
—Sí, y tu amigo volvió a la vida, —le recordó él.
—Después de miles de años, —replicó él.
Ella lo fulminó con la mirada. —Dí-se-lo.
Como su novio—a ella realmente le gustaba ese título—Aeron suspiró. —
Bien. Él es bienvenido aquí.
—Buenos chicos. —Con una sonrisa de satisfacción, ella acarició la mejilla
de Aeron, luego besó los labios de Galen—. Mi trabajo aquí está hecho. —Con
la cabeza en alto, ella salió de la habitación.
Capítulo 13
Traducción de Ira
Corrección de Laine Barbanegra
—¡Legión!
—¡Bollos de miel!
—¡Tejón de miel!
El coro sonó cuando diferentes Señores y Señoras notaron su llegada a la
cocina. En la mesa, Keeley estaba sentada en el regazo de Torin y alimentándolo
con unas uvas. Paris estaba detrás de la silla de Sienna, masajeándole las alas y
los hombros. Sabin ocupaba el hueco de la ventana, mirando como Gwen
paseaba frente a él.
Todos se apresuraron a abrazar a Legión. Ella era toda sonrisa mientras les
devolvía sus abrazos.
—Te ves tan bien, —ijo Keeley—. ¡Estás brillando! Sabía que Galen sería
un amante increíble. Simplemente lo sabía.
Torin se encogió diciendo, —Mis pobres y dulces orejas.
Las mejillas de Legión se calentaron. —En algún momento en el futuro, me
gustaría hablar contigo a solas, Keeley. —Había demasiadas cosas sucediendo en
este momento, demasiadas orejas indiscretas. Ella tenía preguntas sobre el
vínculo mental de Cronus, sobre las formas de detenerlo si alguna vez él o
alguien más lo intentara de nuevo. Tan antigua como era Keeley, tanto
conocimiento como poseía, ella lo sabría.
—¿Me vas a pedir consejo sexual? —preguntó la otra mujer—. Porque he
estado pensando en esto durante los últimos dos minutos y tengo algunas ideas.
No hubo tiempo para responder. Gwen se puso delante de ella. —Está bien,
necesito que parpadees dos veces si Galen te obligó a parecer tan feliz para que
no lo destripemos.
La hija de Galen era una mujer increíblemente hermosa. Arpía. Lo que
sea. Tenía el pelo largo, rubio rojizo, grandes ojos azules muy parecidos a los de
su padre, y una piel dorada impecable. Adorables alas iridiscentes revoloteaban
sobre su espalda.
Las arpías descendían de demonios y vampiros, y eran extraordinariamente
fuertes y rápidas como un rayo. Por naturaleza, eran sanguinarias, viciosas y
vengativas.
—Estoy realmente feliz, —dijo Legión, ampliando su sonrisa—. Tu padre
es un buen hombre. Él te quiere, lo sabes. Creo que deberías darle una
oportunidad.
—Ew. Asqueroso. —Gwen hizo una mueca—. Has dichoo la palabra con
9
P.
—Has domesticado al indomable Galen. —Sienna se abrió paso hacia
adelante, usando sus alas para empujar a la gente fuera del camino—. De ahora
en adelante, te llamaré La Legionaria.
Keeley fue la siguiente en adelantarse. —Estoy tan celosa. Tienes a Galen
en el punto ideal…desesperado por tu aprobación. Nunca dejes que lo abandone.
Legión se esponjó el pelo.
Sonaron pasos. Todas las conversaciones cesaron. La emoción crujía en el
aire.
El calor le hormigueó en la nuca. Galen la había seguido, ¿verdad?
Lentamente ella giró sobre sus talones. Efectivamente, él asomaba en la
entrada de la cocina. Sus ojos azules como el agua del océano escanearon a los
ocupantes, y para un observador inexperto, podría parecer frío y remoto. No para
Legión. Por una fracción de segundo, su mirada se demoró en Gwen, brillando
con un anhelo mudo.
El mismo anhelo mudo consumía a Legión, fundiéndose con todo el amor
en su corazón. Tanto anhelo y amor la aterrorizaba. ¿Ella siempre sentiría esto
fuertemente con Galen? ¿Y qué pasaría si alguna vez ella lo perdiera?
—Hola, traidor, —dijo Sabin, con tono uniforme. Él reveló una sonrisa
llena de dientes y, sin embargo, no había malicia real, como si quisiera guardar
un rencor que ya había perdonado.
Sin embargo, la ira se encendió. Azotarlo podía no ser algo tan malo.
—Hola, hijo. —La sonrisa de Galen también era todo dientes, pero al igual
que con Sabin, no había malicia. Extendió los brazos y agitó los dedos—. Ven a
darle un beso a papá.
—¿Qué tal si te doy una sesión completa de maquillaje con mis puños? —
Sabin se abalanzó hacia él.
En un destello de movimiento, Gwen tenía a su novio, a su marido, a su
consorte, o lo que sea en el piso, con la bota colocada en la parte posterior de su
cuello. —Nope. Nada de peleas. No me gusta la sangre en mis
electrodomésticos.
Un día, seré rápida y fuerte. Ella entrenaría hasta que nada ni nadie tuviera
la habilidad de dominarla. Ella protegería a Galen como él la había protegido a
ella.
—¿Dónde estaba esta animosidad las últimas cien veces que te visité? —
preguntó Galen casualmente.
Con Gwen aplastando su tráquea y todo, debía ser difícil para Sabin hablar,
pero de alguna manera logró decir roncamente, —No estabas durmiendo con
nuestra chica en ese entonces.
—Mi chica. Y cualquiera que diga lo contrario, consigue… —Galen miró a
Legión y apretó su mandíbula—. …obtiene un beso con lengua de diez
segundos. Nouna daga a través del corazón.
—Un beso con lengua es peor, —dijo Paris, y fingió que tenía arcadas.
—¡Yo, yo! —Keeley levantó la mano—. Inscríbeme para algo de eso.
Un gruñido resonó en el pecho de Legión, sorprendiéndola. Ella amaba a
Keeley, y sabía que la mujer nunca engañaría a Torin, entonces por qué…
Ahhhh. Bueno. Sí. El demonio de los Celos. Legión finalmente tenía algo
que perder, por lo que finalmente había obtenido una verdadera probada de la
maldad del bastardo, a pesar de sus defensas naturales. No es de extrañar que
Galen no hubiera querido que pasara un tiempo a solas con Aeron.
Su guerrero alado le ofreció un guiño sensual. —Mírame, siendo un niño
grande otra vez. No ataqué, incluso cuando recibí todo tipo de
provocaciones. ¿Recibo una recompensa?
—Los niños grandes obtienen grandes recompensas, —dijo, y le lanzó un
beso.
—Si nos disculpan. —Galen tomó la mano de Legión con la suya de metal
y la condujo fuera de la cocina.
Nadie protestó. Algunas personas menearon las cejas. Keeley intentó chocar
los cinco con Gwen, quien se negó rotundamente, por lo que la Reina Roja los
chocó consigo misma.
—¿Alguien más encontró a Galen caliente ahora? —ella escuchó a Sabin
decir—. Oh, uh. Sí. Yo tampoco.
Ella resopló. Galen puso los ojos en blanco, pero no pudo disimular su
alegría.
Cuando llegaron a un pasillo privado, él se giró para mirarla. No, no solo
para enfrentarla, sino para apoyarla contra una pared. Con sus manos en sus
sienes y sus alas envueltas alrededor de sus costados, él la enjauló.
Con el corazón acelerado, con su sangre calentándose, ella lo miró. —¿Un
rapidito en el pasillo?
Él rozó la punta de su nariz contra la de ella. —Quiero prepararte, —dijo él.
—Y quiero que tú también me prepares. —Arqueando sus caderas,
meciéndose contra su erección, ella besó el pulso atronador en su cuello—.
¿Podemos ir a nuestra habitación primero?
Después de aspirar entre dientes en voz baja, él dijo, —No estoy hablando
de sexo. Aunque vamos a llegar a eso. Quiero prepararte para la verdad. Voy a
arruinarlo a veces. Ser amable con las personas que me amenazan es nuevo, y te
estoy pidiendo, no, te suplico un ciclo de aprendizaje. Ahora me doy cuenta de
que podría haber sido demasiado optimista, —él dijo la palabra a modo de burla
—, cuando prometí no atacar a tus seres queridos.
—Nuestros seres queridos, —corrigió ella. Él quería una familia, y ella lo
quería feliz. Así que ella haría todo lo posible para ayudarlo a arreglar sus
relaciones fracturadas—. Y tal vez yo fui demasiado ambiciosa, pidiéndote que
siempre te contengas. Además, no es como que estos Señores y Señoras no
puedan protegerse a sí mismos.
Él parpadeó sorprendido antes de regalarle su sonrisa más perversa hasta la
fecha, su mirada prometía deleites sensuales jamás contados. —Si no pensara
que nuestra multitud de cotillas asomaría por la esquina y observaría, me
arrodillaría aquí mismo, ahora mismo.
El brillo erótico en sus ojos... Los escalofríos y el calor se extendieron a
través de ella. Ella colocó su mano sobre su corazón, su corazón acelerado. Por
mucho que ella lo quisiera, él la quería igualmente.
Aeron dobló la esquina, los vio y suspiró. —Tenemos una ubicación de
Cronus. Vamos. Me pido dar el golpe mortal, por supuesto, pero después puedes
pulverizar sus huesos o darte un festín con sus órganos.
Espera, espera, espera. Toda la fuerza que ella había adquirido pareció
desaparecer en un instante. De repente, mareada, clavó las uñas en los hombros
de Galen. ¿Ya se iba a dirigir a la guerra?
La anticipación brilló sobre la expresión de Galen, y la preocupación la
bombardeó. Si algo le pasara a él...
Galen le dio un rápido beso en los labios, —Tenemos asuntos pendientes,
Tetas Dulces. Regresaré y continuaremos justo donde lo dejamos. Cuenta con
ello.
Ella resopló y se rio, y sus ojos se ensancharon. Aun así, este hombre tenía
el poder de divertirla durante los momentos más estresantes de su vida.
Él es fuerte. Él volverá a mí.
Pero, ¿y si no lo hacía?
Un nudo creció en su garganta. —Ten cuidado, —dijo ella, obligándose a
quitar sus uñas de su cuerpo.
Él le dio otro rápido beso antes de alejarse con Aeron, uno al lado del otro,
los dos discutiendo sobre quién tenía que dar ese último golpe mortal.
Una pluma blanca solitaria flotó hacia el suelo. Se agachó para recogerla y
se pasó la punta sobre la costura de sus labios. Tan suave, tan
caliente. Perfumada con la fragancia única de su hombre. Un verdadero
consuelo.
Después de guardar la pluma debajo de su sujetador, ella regresó a la
cocina. Al darse cuenta de que no estaba sola, se detuvo en seco. Fox se había
quedado atrás, y ahora estaba sentada a la mesa comiendo un sándwich.
—¿Por qué no estás con Galen? —preguntó Legión—. ¿No deberías abrir
una puerta mística o algo así, y proteger su espalda?
—William maneja la magia. Él abre portales. Yo no... no puedo... —Fox
frunció el ceño y se agarró mechones de pelo.
¿El demonio Desconfianza actuando? —No tienes que preocuparte. William
no va a golpear a Galen, porque herir a Galen me haría daño a mí.
Hace eones, William había vivido en el infierno. Como hijo adoptivo de
Hades, había tenido un reino propio. Hasta que fue maldecido por una bruja, y le
fue profetizado morir a manos de la mujer que amaba. Ahora él pasaba sus días
tratando de descifrar un libro de códigos, símbolos extraños y textos que podrían
o no explicar cómo salvarlo.
Él no vivía de acuerdo con un código moral que no fuera el suyo, pero era
tan distorsionado como el sentido de humor de Galen. Aun así, a cualquiera que
a él le gustara—y solo había un puñado de nombres en esa lista—él los protegía
de manera rigurosa y violenta. Como parte de la familia de los Señores, Legión
contaba.
Fox inhaló profundamente, exhaló bruscamente y se acomodó las manos en
el regazo, como si concentrarse en la conversación requiriera un gran
esfuerzo. —Tienes razón. Debería estar con Galen, cuidando su espalda. Pero me
envió un mensaje y me dijo que me quedara aquí para protegerte. —Ella hizo
una pausa—. Vas a ser la muerte de él. ¿Lo sabes, verdad?
—No. —Legión negó con la cabeza y se agarró el estómago—. Yo nunca…
—No querrás hacerlo, pero lo harás. Mira a las esposas de los otros
señores. Todas fuertes. Todas capaces de protegerse a sí mismas y a sus seres
queridos. Pero tú... eres una carga. Galen se ve obligado a protegerte, dejándolo
abierto a un ataque.
La sangre se precipitó de la cabeza de Legión, sus oídos zumbaban con
fuerza. Fox no estaba equivocada. Sus temores la habían convertido en un
eslabón débil. Un ancla con el potencial de arrastrarlo hacia abajo, ahogarlo.
Entonces, ¿qué iba a hacer ella al respecto?
Galen corrió por un estrecho corredor subterráneo, con Aeron a su lado. El
agua goteaba de la piedra caliza. Los gusanos luminosos emitían una luz
fosforescente brillante hasta que detectaban el sonido de su respiración pesada y
el zumbido de pasos.
La oscuridad funcionaba mejor para la emboscada de hoy, de todos modos.
Un olor rancio teñía el aire fresco y húmedo. Cómo extrañaba la dulzura de
las flores silvestres de Leila.
Concéntrate. Correcto. Él necesitaba averiguar lo que Cronus deseaba
adquirir del Palacio de los Horrores Infinitos de Lucifer, y rápido.
—Traiciónala, —dijo Aeron mientras doblaban una esquina—, y te quitaré
las bolas con un machete.
Galen resopló, ignorando una nueva oleada de celos. Sabía que Leila
moriría por Aeron. ¿Vivirá ella para mí? —Usarías cualquier excusa para tocar
mis bolas.
—Niños, por favor. —William corrió unos pasos por detrás de ellos,
prácticamente crepitando de entusiasmo—. No es agradable discutir frente a
amigos... sin dejar primeramente que esos amigos apuesten sobre quién ganará.
Su grupo dobló otra esquina, y todas las bromas cesaron. El corredor se
estrechaba, restringiendo las alas de Galen. A pesar de la agradable temperatura,
el sudor brillaba en su piel.
Cronus no sabe que estás aquí. Lo sorprenderás, derríbalo, y todo estará
bien.
Falsas Esperanzas, intentando entusiasmarlo. Los presagios bombardearon a
Galen. Si el demonio afirmaba que el rey Titán no tenía idea de que los Señores
habían llegado, lo contrario era cierto. —Cronus sabe que estamos aquí, —dijo
Galen—. Nos está esperando.
—¿Cómo lo sabes? —Exigió Aeron—. ¿Ambos asistieron al mismo curso
de Villanos 101? Hasta ahora, hemos encontrado... déjame contar... cero trampas,
y matamos a todos los guardias que hemos encontrado.
La duda constante era oh, muy divertida. —Nunca ha permitido que lo
vieran antes. ¿Por qué ahora, a menos que tenga planes?
—Entonces, ¿qué sugieres? —preguntó Aeron—. Lo mataremos tanto si
sabe que estamos aquí como si no.
Ellos doblaron otra esquina y finalmente se detuvieron abruptamente. Fila
tras fila de soldados armados bloqueaban el camino, apuntándolos con
semiautomáticas.
¡Boom, boom, boom! El ejército abrió fuego, las balas ardían a través de la
cueva. Galen saltó delante de Aeron. Un dolor agudo le atravesó el hombro, las
tripas, las alas y los muslos. Agonizante agonía. Visión borrosa. Zumbidos en las
orejas. La sangre brotó de cada herida.
¿Afrontar una herida dirigida a otra persona? Eso es nuevo.
La fuerza se drenó de él a toda prisa, y él cayó. Bonus: evitó la siguiente
línea de fuego. Aprovechando su impulso en su favor, rodó hacia adelante, pateó
a dos soldados entre las piernas y se levantó. Sus cortas espadas cortaron sus
torsos. Los intestinos se derramaron, el splash-splash mezclándose con los
bramidos de la conmoción y el dolor. Con un simple giro de sus muñecas, golpeó
de nuevo, cortando sus cabezas.
Por el rabillo del ojo, vio a William derribar a seis hombres a la vez, todos
con un golpe de sus alas de humo. Los hombres arañaban sus caras cuando la
carne se fundía de sus huesos.
Nota para sí mismo: Mantenerse en el lado bueno de William.
Cuando Galen se abrió camino a través de las filas enemigas, eliminó a los
soldados que estaban causando el mayor daño a sus... aliados. Quizás fueran
amigos otra vez algún día, tal vez no. La animosidad era fácil. Nunca tienes que
preocuparte por ser vulnerable o traicionado. Pero como Leila le había enseñado,
cuidar de los demás venía con recompensas ilimitadas.
Los cuerpos cayeron a su alrededor. Sintiendo una presencia detrás de él, se
giró. Justo a tiempo. Consiguió ver a Aeron derribar a dos soldados que se
habían escondido detrás de Galen, planeando decapitarlo.
—Ahora estamos en paz, —dijo Aeron.
—¿Recibiste una bala por mí? —preguntó él, luchando contra su propio
soldado. Estocada. Desvío—. Entonces no. No, ni siquiera cerca.
—¿Alguien ha visto a Cronus? —gritó Sabin.
—No.
—No.
—Tengo demasiada sangre de otra persona en mis ojos.
Muy pocos de los soldados del Titán permanecían de pie. Galen agarró a
uno de los últimos por la garganta y apretó lo suficiente para comprometer la
tráquea del tipo. ¿Dónde está tu líder? ¡Dime!
—No... —La víctima golpeó sus brazos sin éxito—. …lo sé.
—Entonces no nos sirves. —Él no perdió el tiempo con un interrogatorio
adecuado o una tortura. Apretó más fuerte, hasta que el hombre fue estrangulado
hasta morir, con la cabeza colgando hacia adelante.
Disgustado, Galen lo soltó, dejándolo caer al suelo rocoso. Jadeando, con
las rodillas un poco débiles, escaneó la cueva. El resto de su equipo remató a los
soldados restantes.
—¿Todos bien? —preguntó Aeron entre jadeos.
—Apenas, —murmuró Galen.
Los otros no contestaron. Había un montón de lesiones con las que lidiar,
pero nadie había muerto, por lo que todo estaba bien. Leila estaría feliz. Y tal vez
Galen también estaría feliz. Era agradable tener a hombres que una vez había
considerado hermanos protegiéndolo en lugar de atacarlo.
Antes de que sus piernas se rindieran, hizo un gran espectáculo para
sentarse en el suelo. —Tomemos un momento para que los débiles puedan
descansar.
William le tiró un puñado de vendajes. —Cubre tus heridas antes de que te
desangres. Ninguno de nosotros quiere escuchar un sermón de Legión.
—Ella no da sermones, —dijoél, incluso cuando aceptó la ofrenda—. Ella
llora y te arranca emocionalmente las entrañas.
—Oh. En ese caso. —William trató de recuperar los vendajes.
Galen apartó su mano, gruñendo, —Mío.
Riéndose, el guerrero le revolvió el pelo. —Mírate. Tan posesivo con tus
curitas. Me recuerdas al joven William, cuando yo solo era un muchacho de unos
cientos de años. Sigue así, y serás uno de nosotros en poco tiempo.
Capítulo 14
Traducción de Ira
Corrección de Laine Barbanegra
Un grupo de voces flotó desde algún lugar al final del pasillo. ¿Habían
regresado todos?
La anticipación vibró en los huesos de Legión. Dejó de acariciar sus
pulseras y salió corriendo de su habitación. Corrió por el pasillo. Bajando por
una escalera de caracol. Sólo habían pasado unas pocas horas, pero su
preocupación se había hecho más fuerte. Y maldición, ella extrañaba a Galen
más de lo que habría extrañado una extremidad.
Las voces aumentaban de volumen, así que sabía que seguía la dirección
correcta. A mitad de camino, se encontró con Olivia, la esposa de Aeron.
Olivia tenía una cascada de cabello oscuro y rizado, el contraste perfecto
para su piel muy pálida. Hasta el día de hoy, a pesar de todo lo que había
presenciado con los Señores y todo lo que había soportado en su búsqueda para
salvar a Aeron de los asesinos de demonios, sus ojos celestes observaban el
mundo con inocencia y optimismo, dos cosas que Legión nunca había poseído.
Como Enviada, Olivia había sido primero una Mensajera, que más tarde fue
ascendida a Guerrera, una (supuestamente) loca, mala y salvaje máquina asesina
cuya única misión era la matanza de demonios. Pero como Olivia había
desarrollado sentimientos por Aeron, había decidido caer en desgracia en lugar
de matarlo, dejando su hogar y su familia para estar con él.
En un momento dado, Legión la había despreciado por ello. Pensé que
quería a Aeron para mí sola. Chico, sí que había estado equivocada. Ella nunca
lo había deseado, ¿verdad? No sexualmente, al menos. Ella lo adoraba como a
un héroe, el primer hombre en mostrarle bondad. Anhelaba su afecto, no su
tacto. Había anhelado su atención, no su cuerpo. Con Galen, ella quería todo, sin
contención.
Nunca había estado más agradecida por la dulce y generosa Olivia, que era
todo lo que el atormentado Aeron había necesitado. Igual que el sarcástico y
nervioso Galen era todo lo que necesitaba Legión. Era despiadado, implacable
e impulsivo, cualidades que a ella le habían impedido perderse en el pasado.
—¡Legión! —Olivia sonrió y se abrazaron—. Lo siento, lo siento. Quiero
decir Honey. Estoy tan feliz de verte.
—Yo también me alegro mucho de verte. Y estoy a gusto con cualquiera de
los nombre. ¡De verdad! —En su interior, ella sabía quién era, si más
condicionales, ni peros. Ella era Leila, simple y llanamente. Pero ese apodo en
particular estaba reservado para el hombre que se lo había regalado. Él y sólo él.
—¿Las cosas van bien con Galen, entonces? —preguntó Olivia, sin
prejuicios ni censuras en su tono.
—Oh, sí. —Legión deslumbraba. —No se cansa de mí.
—¿Quién puede hacerlo? Eres un tesoro. —Olivia besó su frente—. Y me
alegro de que hayas encontrado a tu persona apropiada. Tu felicidad es nuestra
felicidad.
Superada por una ola de afecto, le dio otro abrazo a la Enviada. —Gracias.
Por todo. Eres una mujer maravillosa. Ahora, vamos. Vamos a saludar a nuestros
hombres.
Juntas, volvieron a ponerse en movimiento, acelerando el paso para cruzar
una puerta abierta, entrando en la sala de guerra.
Aeron, William, Gwen y Keeley estaban apiñados, susurrando. Era un
intercambio acalorado. Torin, Sabin, Paris y Sienna estaban limpiando sus armas
para almacenarlas en un gran mueble armero metálico, discutiendo sobre
Cronus. Aparentemente no había asistido a la batalla de Royale.
Cada uno de sus amigos estaba salpicado de sangre. ¿Dónde estaba...?
¡Allí! Su corazón perdió su ritmo constante. Galen estaba sin camisa—su
aspecto favorito de él, bien, aparte de su aspecto de desnudez total—con varias
vendas envueltas alrededor de su torso. Sus pantalones de cuero estaban
rasgados, revelando también vendas en uno de sus muslos. Llevaba más sangre
que los demás.
Viéndole herido y ensangrentado... una rabia ardiente se estrelló sobre ella,
aplastando cualquier indicio de miedo. Cronus había herido a su hombre. El
error final del bastardo.
Voy a matarlo. Va a morir gritando.
Sus uñas alargadas y afiladas, se convirtieron en garras. La rabia continuó
calentándose, pronto hirvió, quemando los temores que había soportado durante
demasiado tiempo. Los viejos instintos volvieron a surgir, reavivando la maldad
que la había servido cuando atormentaba almas.
¿Alguien podría hacerle daño? Ella los alentaba a intentarlo.
¿Ella podría morir gravemente? Es mejor que bajes a columpiarte.
Galen se había lastimado en una pelea que debería haber sido de ella. Nunca
más.
Pero ella sabía que las guerras no siempre se ganaban en un campo de
batalla. A veces se ganaban en la mente. Antes de hacer un movimiento, tenía
que preparar el mejor plan de acción. ¿Es decir, ir sola o reclutar un equipo? Si
ella invitaba a un Señor, todos insistirían en venir. Como un grupo de hombres
de las cavernas alimentados con testosterona, tenían problemas con el sigilo,
prefiriendo un asalto táctico total.
Cronus lamentará el día en que vino en mi busca.
Cuando la mirada de Galen se fijó en la de ella, el reconocimiento crepitó
entre ellos. La rabia se transformó en un potente deseo. Ella se encargaría de
Cronus, pronto. En este momento, ella quería encargarse de Galen, de todo lo de
Galen, y celebrar su supervivencia.
—Oh. —Olivia se abanicó el rostro—. Esa mirada es lo suficientemente
caliente como para chamuscarme las cejas.
—Leila, —dijo él con voz áspera.
Sin dudar, ella corrió y saltó a sus brazos abiertos. La abrazó estrechamente
y giró, incluso envolviéndola en la seguridad y la suavidad de sus alas mientras
sus labios se estrellaron en un beso febril. El deseo electrificó sus terminaciones
nerviosas.
Ella notó distante que otras conversaciones habían cesado. O tal vez
simplemente se habían desvanecido de su conocimiento. ¿A quién le
importaba? El sabor a ambrosia de Galen la embriagó, haciendo que su cabeza
nadara y le doliera el cuerpo.
—¡Sí, bebé!, —aclamó Keeley, y no hubo nada que decir al respecto. Su
voz resonó como si hubiera usado un megáfono—. ¡Llévatelo de aquí y
prosigue!
—No te atrevas a montártelo con mi hija delante de mí, —Aeron grazno.
Hija. Sí. El título encajaba, como una pieza de rompecabezas perfecta
encajando en su lugar. Y en nombre de tal parentesco, Legión levantó la cabeza,
le sonrió a su padre adoptivo y con orgullo le sacó el dedo corazón.
Cada mujer en la habitación se echó a reír. Algunos de los hombres también
se rieron. Lo mejor de todo, la tensión de Aeron se evaporó.
—Galen es mío, y me voy a quedar con él, —ella anunció—. No te tiene
que gustar, pero respetarás mi elección. En realidad no. Te tiene que gustar.
El pecho de Galen se hinchó, aunque trató de ocultarlo. —Te quiero,
Leila. Quiero reclamarte ahora y siempre, —le dijo en voz alta—. Di que sí.
—¡Sí! —El placer hormigueaba en sus terminaciones nerviosas—. Sí, sí,
mil veces sí.
—Haz que regrese a las diez, —se quejó Aeron—, o los castigaré a los dos.
—¿Quieres decir que molerás la cara de Galen hasta convertirla en polvo?
—preguntó Keeley—. ¿O que le cortarás las alas y lo harás aterrizar como un
avión?
Aeron asintió. —Sí. A ambos.
—Todos apestan. —Galen sacó a Legión de la habitación, la besó una vez,
dos veces, su lengua enseñándole a ella un duelo perverso—. Tú eres la
excepción, como de costumbre. Entraste en la habitación, ansioso por saludar a
tu hombre después de la batalla. Caminar no fue lo suficientemente rápido.
—Bueno, te extrañé, —admitió ella.
—Estabas preocupada por mi bienestar, necesitabas mis brazos a tu
alrededor tanto como yo necesitaba ponerlos allí.
—Nunca me dejes ir. —Una súplica directamente desde su corazón.
—Nunca, —repitió él—. Déjame disculparme por adelantado por sangrar
sobre ti.
¡Sus heridas! Ella se quedó sin aliento, horrorizada, y trató de menearse
para liberarse, pero él solo la abrazó con más fuerza. —Suéltame para que pueda
hacerte las curas.—Ella debería haber atendido sus heridas primero antes
de saltar a sus huesos.
—Preferiría morir antes que soltarte.
¡Hombre frustrante, maravilloso! —Si continúas negándote, yo podría ser la
que acabe contigo.
—Vale la pena, —dijo, e inclinó la cabeza para mordisquearle el labio
inferior.
—Eso es romántico y temerario, Galen.
—Entonces hemos llegado al punto dulce en mi cabina de mando, Leila.
A pesar de que ella luchó contra su diversión, las comisuras de su boca se
curvaron hacia arriba. —Escucha, chico amante. —Ella dejó que el apodo
perdurara en el aire, luego asintió. Sí, funcionaba—. Necesito tu energía y
resistencia para estar a punto hoy. ¿Tú y yo? Vamos a tener relaciones sexuales,
y te va a gustar.—Palabras que ella le había dicho una vez antes. Esta vez,
significaban mucho más. Él quería decir más.
—Me encantará. —Todo enredado por la necesidad y chisporroteando por la
desesperación, él entonó—, Te tendré, tendré todo de ti, y tú tendrás cada
centímetro de mí. Entre nosotros, la energía y la resistencia nunca serán un
problema.
Después de entrar en la habitación de ella, en la de ellos, él pateó la puerta
para cerrarla sin perder un segundo y luego se dirigió a su baño privado, donde
la dejó sobre el aparador.
—Necesito verte, —graznó él. Cuando ella levantó los brazos, él tiró de su
camisa.
El collar de rubí que ella llevaba se reubicó en su escote. La mirada de
Galen recorrió su cuerpo, luego regresó a sus pechos, resguardados por un trozo
de encaje. Encaje del mismo color rojo que sus joyas.
—Exquisita, —dijo con voz áspera.
Sus pupilas se dilataron mientras las ahuecaba, luego amasaba la
carne. Bajo el encaje, sus pezones se fruncieron hacia él, buscando su
atención. No prestó atención a sus heridas vendadas mientras pellizcaba
ligeramente esas crestas distendidas.
El aire se quedó atrapado en la garganta de ella mientras separaba las
piernas para darle la bienvenida. Como ya no tenía camisa, los músculos de
Galen y sus tatuajes se exhibían de manera magnífica, eran piel contra piel
caliente. No lo suficientemente cerca. Nunca lo suficientemente cerca.
Él era un asesino, peligroso para todos menos para ella.
—Tú eres la única para mí, —dijo él con voz ronca—. Te tendré a ti y
ninguna otra. —Entonces él la estaba besando, dispersando los pensamientos en
su cabeza. Sólo el placer importaba.
Galen le quitó el sujetador a Leila... sus pantalones... sus bragas, dejándole
el collar y solo con el collar. Detener su beso fue una tortura, pero él lo hizo,
luego dio un paso atrás para ver su captura. Esos gloriosos y abundantes pechos
con sus puntas rosadas. Curvas largas como días y piernas largas como
millas. Entre esas piernas residía el centro de todo su mundo.
Con la mano y la prótesis apoyadas sobre las rodillas de ella, él le separó las
piernas aún más. Tan rosa y bonita. Tan mojada para mí, solo para mí. Él
reclamó su boca en otro beso abrasador, y hundió dos dedos profundamente en
su núcleo caliente y empapado.
El placer lo poseía. La poseía a ella, también. Cada vez que él hacia
movimientos de tijera con sus dedos, ella se retorcía y marcaba su espalda. La he
hecho perder el control.
Con el placer llegó una nueva oleada de deseo—¡más!—el asalto a sus
sentidos sin parangón. Necesario. Tenía su dulzura en la boca y su aroma exótico
se fusionaba con sus células. Su esencia empapaba sus dedos, sus paredes
internas se apretaban con fuerza. Su liberación lo llamaba, pero él luchó, igual
que luchó para proteger a esta preciosa mujer de Cronus.
¿Qué mayor causa podría tener un hombre que la protección de un tesoro?
En el momento en que Leila entró por primera vez en la sala de guerra, él
había olvidado sus heridas y la audiencia, perdiendo toda constancia del
mundo. Incluso había perdido la constancia de los demonios. No había estado
celoso de nadie. No había—habido—necesidad. Con Leila, tenía todo lo que
podía desear o necesitar. Y, por una de las primeras veces en su vida, no había
tenido que preguntarse por la legitimidad de su esperanza. Se había dado cuenta
de que la verdadera esperanza no estaba acompañada por miedo o presagios,
sino por paz. Una paz tan hermosa, como si la luz hubiera ahuyentado la
oscuridad de su alma.
En esto, los demonios ya no tenían poder sobre él. Él y Leila tenían un
futuro brillante, porque ambos estaban dispuestos a trabajar.
—¿Recuerdas cuando quería ponermede rodillas para tomarte en el pasillo?
—preguntó Galen, besando un ardiente camino por su cuello.
—Dudo que alguna vez lo olvide. —La pasión había endurecido su voz,
cada palabra tan potente como una caricia.
—Es hora de hacer esa fantasía realidad. —Él se agachó. Ahuecándola por
debajo de sus rodillas, la empujó hacia adelante hasta que su trasero descansó en
el borde del mostrador. Sus piernas permanecieron abiertas, su delicioso núcleo a
escasos centímetros de su boca a la espera.
Mirándolo, adorándolo con sus ojos, se echó hacia atrás ofreciéndose a él
suplicante. —Hazlo. —No era una petición, sino una demanda. Una que él
disfrutó.
Con la primera lamida, la lujuria empañó su cabeza y sus músculos se
tensaron. Tenía que evitar un clímax repentino y feroz: aguantaría por su mujer,
aguantaría todo el tiempo que ella necesitara.
—¡Sí! ¡Más, más! —Ella se estremeció y gimió—. Pooor favor, Galen.
Esas súplicas casi lo empujaron por la borda, directamente sumiéndolo en
una agonía. —Entiendo el apodo ahora. Miel. —Él se hocicó contra la cara
interna de su muslo, levantándole la piel de gallina para
saludarlo. Beso. Lamer. Chupar—. Quiero tu miel por todo mi cuerpo. Mi mayor
deseo es darte todo lo que necesitas.
La lamió de nuevo. Entonces otra vez. Él pasó su lengua por su pequeño haz
de nervios antes de chupar más fuerte. Entonces, oh, entonces, él metió la lengua
en su vaina apretada, imitando el sexo. Ella hundió las uñas en su cuero
cabelludo.
—Nunca me cansaré. —Él se dio un festín con ella, extrayendo uno... dos...
tres orgasmos de su cuerpo, hasta que sus pechos se agitaban con cada
respiración, y sus gritos eran incoherentes.
Hasta que él no podía soportar más la agonía y el vacío.
Galen se puso de pie. Ella tiró de la bragueta de sus pantalones de cueros,
liberando su palpitante verga de su prisión. ¡Finalmente! Unas manos delicadas
se envolvieron alrededor de la base, lo apretaron y lo acariciaron, arrancándole
un gemido desde lo más profundo de su pecho.
Esperaba que lo peor de las pulsaciones en su verga disminuyeran, o se
aliviaran. Nop. Cada sensación se intensificó.
—Si no me meto dentro de ti, voy a perder mi siempre adorada mente, —
dijo él entre respiraciones agitadas—. ¿Estás lista para mí, azúcar?
—Más allá de lista. Te necesito.
—¿Te duele, entonces?
—Siempre.
Un rayo de orgullo lo atravesó. Había millones de hombres en el mundo, sin
embargo, Leila lo deseaba a él, y solo a él. Ella confiaba en él con su cuerpo... ¿y
su corazón? Tal vez. Lo miró, ofreciéndole esa mirada, toda adoración y
esperanza, y él hinchó su pecho. Un hecho común en su presencia. Pero claro, él
tenía una mujer que otros hombres envidiaban. Una vida que otros hombres
envidiaban.
Extendió la mano, abrió el cajón superior y sacó un condón de su caja.
—Tú eres el que ha estado guardando condones en mi habitación. Pero...
tienen sabor. ¡Y son pequeños!
—Fueron un regalo de Torin. —Él usó sus dientes para rasgar el papel de
aluminio, luego deslizó el látex por su longitud dura como una roca—. Pensó
que sería divertido si me detenía para explicar que los condones dentro de la caja
son en realidad extra grandes. Pero lo son. Extra grande. Probablemente XXXL.
Ella se rio, luego él hizo lo mismo.
Usó la prótesis para empujarla hacia adelante. Al mismo tiempo, colocó la
punta de su erección en su abertura. Así, la necesidad desesperada reemplazó a
la diversión y gimieron al unísono.
—Estás caliente como el fuego, dulce Leila, y yo anhelo ser quemado.
Sus miradas se encontraron. El deseo cubría los ojos de ella, sus iris
salvajes. La fiebre de la pasión irradiaba de su carne. Sus labios rojos y con
forma de pucheros estaban hinchados por sus besos.
Él se inclinó hacia ella para mordisquear ese dulce labio inferior, y se
empujó a casa. Los músculos de su espalda se tensaron, el placer casi demasiado
para soportarlo.
Ella lanzó gemidos entrecortados, cautivándolo con su desinhibido
abandono. —¡Galen!
Ninguna mujer había respondido a él tan fervientemente.
Sus piernas comenzaron a temblar, sus alas se desplegaron, utilizando los
apéndices de plumas para mantenerse erguido. Entonces…
Galen se desató.
Golpeó dentro y fuera de ella, la carnalidad de las reacciones de ella
debilitando su control. Su piel se enrojeció. Sus extremidades temblaban. Su
pulso se aceleró. Sus pechos rebotaban, y sus pezones rozaban su tórax. Una
abrasión sensual, como pedernal sobre acero, encendiendo un fuego. Sus gritos
roncos sonaron, una canción de sirena.
No era el placer lo que se apropiaba de todo lo bueno, todo lo malo y todo
lo feo en él, se dio cuenta; era esta mujer. Tanto si ella era la zorra ardiente que
había conocido por primera vez, o la belleza vulnerable que había rescatado en la
cabaña, ella era suya, como si estuviera diseñada para satisfacer todos sus deseos
secretos. Él era su primero, y sería su último.
La alegría se encendió en su interior, extasiado. Maravillándose. Él no la
merecía, pero nunca se separaría de ella. Nada ni nadie los separaría.
Él pasó el lóbulo de su oreja entre los dientes y luego lamió su martilleante
pulso. Pequeños gemidos se le escaparon a ella. Voraz, Galen mordió el cordón
de su cuello. Ella se sacudió contra él y gritó su nombre, las paredes internas se
contrajeron alrededor de su longitud, exigiendo su tributo.
El placer... la presión que se acumulaba en su interior... la rectitud del
momento, su compañera... Finalmente, estaba en casa, donde pertenecía, con la
que poseía su corazón.
Él le hizo el amor a su boca antes de levantar la cabeza lo suficiente como
para mirarla. La luz se derramaba sobre su piel dorada, iluminando su impecable
belleza. Una de sus plumas había flotado cayendo sobre su cabello, la vista era
impresionante.
Cada parte de mí le pertenece.
El sudor lo humedeció mientras aumentaba sus embestidas. Slam, slam. El
calor se acumuló en sus testículos, pronto disparándose a través de su verga...
—¡Leila! —Galen llegó a su clímax con un rugido, con la cabeza echada
hacia atrás. Descarga calientes tras descarga caliente de placer eyaculó en el
condón. Él se estremeció de éxtasis.
Finalmente, cuando los estremecimientos se calmaron, él se hundió contra
ella. Ésta apoyó la cabeza contra su hombro, tratando de recuperar el aliento. Sus
propias respiraciones estaban desgarradas, su garganta en carne viva por el grito.
—Eso... eso fue increíble, —dijo ella.
—Uno de mis recuerdos favoritos de todos los tiempos. —Él se quitó el
condón, ató el extremo y tiró el látex a la papelera. A pesar de su profunda
satisfacción y alegría, él ya estaba duro otra vez.
Sosteniendo su mirada, hurgó en el cajón y sacó otro condón.
—¿Otra vez? —ella preguntó, y se estremeció de emoción.
—Otra vez. —Después de que él había hecho rodar la goma a lo largo de su
longitud, enmarcó un lado de su cara con su mano sin guantes, trazó su pulgar a
lo largo de la mejilla, y besó suavemente sus labios—. El aperitivo estaba
delicioso, azúcar. Ahora estoy listo para la comida.
Capítulo 15
Traducción de Sandokán
Corrección de Laine Barbanegra
Ocho días de felicidad. Galen y Leila se quedaron en la cama, haciendo el
amor, hablando y riendo. Pero algo importante estaba molestando a su mujer, y
él no sabía qué o cómo solucionarlo. Solo sabía que su mal presagio había vuelto
y se había redoblado.
Muchas veces, había atrapado a Leila de pie junto a la ventana de su
habitación, mirando hacia afuera, perdida en sus pensamientos. Perdida en la
furia, su cuerpo tenso, tan tenso como un arco, sus manos cerradas. Le había
preguntado qué estaba mal, había pedido respuestas, pero ella solo lo había
besado y acariciado hasta que había olvidado su nombre.
Su Leila amaba el placer, y él amaba dárselo y más aún cuando le devolvía
el favor.
Los demonios hicieron todo lo posible para irritar a Galen, pero él se negó a
morder el anzuelo. Confiaba en su mujer, no en los demonios. Leila le diría lo
que estaba mal cuando estuviese lista y encontrarían la manera de resolverlo.
Ningún otro resultado era aceptable. Porque, por primera vez en su vida, un
verdadero feliz para siempre era posible, todo gracias a Leila.
En esos ocho días, otros cambios habían sucedido. ¿El miedo de Leila? Se
había ido sin dejar rastro. Ella sonreía a menudo, y siempre le daba la
bienvenida entre sus brazos, en su cama. A veces él era el agresor, a veces ella
tenía los honores; se turnaban. Ella dormía profundamente, las pesadillas ya no
la acosaban. Y ahora que conocía la alegría de abrazarla mientras dormía, no
podía quedarse dormido sin ella cerca. Ella era su paz. Su familia. Su todo. Él le
pertenecía, y ella a él.
Algunos días, ella incluso bromeaba con él. Deberíamos clonarte. Un Galen
para pelear guerras, uno para limpiar nuestra habitación y otros siete para mi
satisfacción sexual. No estoy segura de que puedas seguirle el ritmo a tu pareja,
como amante.
Sonrió, recordándolo, pero la diversión no duró mucho. Él no había
confesado su amor todavía. Aunque sabía que ella también lo amaba. Tenía que
hacerlo. Ella había empezado a recoger las plumas que él arrojaba. Pero no lo
había mencionado, y él tenía la sensación de que la razón giraba en torno a su
furia, y todo lo que la había provocado.
Esa furia... la había puesto a prueba mientras entrenaban. El responsable de
esto iba a morir en agonía, no había duda de ello.
La habilidad de Leila lo sorprendió. Cuanto más recordaba su
entrenamiento de combate, más lo había llevado al suelo. En su defensa, había
sido distraído por sus pechos. Y sus piernas. Y su boca. Y cada pequeño ruido
que ella hacía. Y el pulso que martilleaba en la base de su cuello. Sobre todo, la
sonrisa que soltaba cada vez que tenía éxito.
Ayer, Keeley se había unido a su sesión y había espantado a Galen. Había
dejado la habitación, pero se había quedado cerca, escuchando su conversación,
diciéndose que escuchaba a escondidas en caso de que su mujer lo necesitara.
—Mencionaste que tenías preguntas para mí, —había dicho Keeley—, y
estoy lista para responder.
—Cronus, —Leila había comenzado, con un temblor en su voz—. Él
invadió mi mente. ¿Cómo protejo mis pensamientos, mis recuerdos?
El estómago de Galen dio un vuelco.
Keeley había pronunciado un pequeño hmmm, eso es un ruido interesante.
—Para invadir la mente de alguien, debes establecer un enlace psíquico. A
menos que alguien tenga escudos mentales. Para establecer escudos mentales,
necesitas práctica. Pero seré honesta. Me sorprende que Cronus haya hecho eso.
Un enlace psíquico es la peor manera de extraer información de otra persona. No
solo ves sus recuerdos, sientes las emociones que experimentaron. ¿Por qué
torturarte a ti mismo de esa manera?
¿Leila todavía albergaba miedos, y solo había conseguido ocultarlos mejor?
¿Esperaba que Cronus la encontrara y le hiciera daño otra vez?
Debo encontrarlo primero. Debo detenerlo.
Si Leila temía otro secuestro, no lo demostraba. Más temprano hoy, había
ido de compras con las otras damas, algunos de los Señoress actuaron como
guardias, por los mortales con los que se encontraran. Gwen, su hermanastra
Kaia y la novia de Lucien, Anya, la diosa menor de la Anarquía, a menudo
actuaban como el equivalente emocional de los niños que tomaban cafeína
combinada con los villanos de Disney.
Galen se había quedado atrás, una hazaña difícil, aunque sabía que Leila
estaría bien protegida. Era solo que... él quería que ella tuviera experiencias
normales, como el día de salida de chicas. Sutilmente ella le había dicho que
mantuviera su trasero en casa para poder relajarse con las chicas.
Ahora estaba tumbado en una silla de jardín junto a Aeron, bebiendo
cerveza helada en el porche, esperando que regresaran sus mujeres. Viviendo.
Un rayo de sol atravesó una pared de nubes grises, una suave brisa perfumada
con pensamientos.
—La haces feliz, —dijo Aeron, sonando resignado.
—Lo sé. Pero ella hace lo mismo por mí. —Solo deseaba que hubieran
avanzado con lo de Cronus. Hasta ahora, no había habido más avistamientos ni
susurros de espías. Galen tenía a su mejor gente buscando—. La cuidaré por toda
la eternidad, esto te lo juro.
Una pausa. Un suspiro. Entonces, —Te creo.
Su pecho se apretó.
—No merezco tu confianza, pero te lo agradezco. Y aunque no puedo
arrepentirme del pasado que nos unió a Leila y a mí—sí, tosco tirano, así es
como tú lo llamas—lamento el dolor que te he causado a lo largo de los eones.
Otro suspiro. —Estás perdonado. Todos hemos hecho cosas para lastimar a
los demás.
Apretón. —No es por quejarme, pero... este perdón hubiera sido agradable
hace días.
—Hace días mi hembra no me había dado un ultimátum. Perdónalo por las
buenas y de verdad, o duerme en el sofá.
Galen se estremeció, como si estuviera avergonzado por él. —Estás muy
sometido.
Un SUV con ventanas tintadas aceleró por el camino y se detuvo frente a
una enorme cascada de mármol. ¡Las chicas habían regresado! Se levantó de un
salto y corrió por el sinuoso camino de piedra.
—Sí, yo soy el sometido, —exclamó Aeron.
Sin girarse, Galen levantó una mano para hacerle una peineta. La puerta
trasera del vehículo se abrió. Leila se bajó, con las bolsas colgando de sus
manos. Oh, sí. Estoy sometido. Llevaba un top de cuero negro y una minifalda
muy corta; tuvo que limpiarse la baba.
Tan pronto como ella lo vio, su expresión se iluminó con adoración. La
mirada que amaba y anhelaba. Le hizo recordar los primeros días de su vida,
cuando creía que todas las vidas eran importantes y que la redención era posible.
Pero aun así, su sensación de mal presagio aumentó una muesca más. Ella podría
estar adorándolo, pero la tensión irradiaba de ella, más fuerte que nunca.
Con las bolsas mezclándose, ella corrió y saltó a sus brazos abiertos.
—¿Adivina qué?—Dijo ella, haciéndole olvidar sus dudas—. Keeley me
dijo que no estoy embarazada, que no tendré un hijo hasta dentro de un par de
años más. Justo cuando estemos bien y preparados.
Decepción y alivio mezclados, una extraña sensación. —No significa que
debamos dejar de practicar.
—Trato hecho.
Se volvió y pasó junto a una gran cantidad de rosas que crecían a lo largo
del enrejado de hierro forjado, acercándose a la fortaleza, una estructura tanto
alta como extensa, con dos torres laterales y pináculos de cobre. La hiedra cubría
varios muros de piedra. En torno a las lindes, estatuas de piedra asombrosamente
detalladas de hombres y monstruos estaban de pie como centinelas.
Cuando Galen llevó a su mujer en brazos por la puerta principal, Aeron
gritó—: Hola a ti también, Legión.
Ella se estremeció. —Lo siento, Aeron. No te vi ahí.
Galen envió un JÓDETE mental a Celos, y el demonio gimió.
Leila le dio un rápido beso en los labios.
—Espera hasta que te muestre lo que compré.
—¿Algo sexy?—Preguntó, casi deshecho por el pensamiento.
—Algo súúúper sexy. Alerta de spoiler. El tanga te va a volver loco...
cuando lo uses mientras bailas para mí.
FIN
Agradecimientos
Traducción hecha solo con fines de entretenimiento sin fines de lucro, apoya a
las autoras comprando sus libros cuando se puedas y estén en nuestro idioma.
Notes
[←1]
Este término se refiere a crear un ambiente retro-futurista que radica en el siglo XIX y en la que
predominan todo tipo de artilugios mecánicos.
[←2]
En español en el texto original.
[←3]
Pedazo de Mierda.
[←4]
En español en el original, por lo tanto se pondrá un asterisco.
[←5]
Se refiere a los sonidos que hace el mapache.
[←6]
El haggis es un plato escocés muy condimentado y de sabor intenso, normalmente se elabora a base
de asaduras de cordero u oveja mezcladas con cebollas picadas, harina de avena, hierbas y especias,
todo ello embutido dentro de una bolsa hecha del estómago del animal y cocido durante varias horas.
[←7]
Cricket flour, es el término inapropiado utilizado para referirse al polvo hecho de grillos que usan
varios procesos. La harina de cricket se diferencia de las verdaderas harinas hechas de granos, ya que
se compone principalmente de proteínas en lugar de almidones y fibra dietética.
[←8]
Lutefisk es una comida tradicional de los países nórdicos hecha a base de pescado blanco seco y sosa
cáustica.
[←9]
Hace referencia a cuando dice Padre.