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La Realidad de la Vida Cotidiana

Muchas veces al hablar de vida cotidiana lo primero que viene a la mente es qué
has realizado últimamente en tu vida, de manera constante, ¡tanto! que por un
momento dejaste de preguntarte por ello. Alimentarse, asearse, pasear a cierta
hora, la delgada línea con el hábito ni siquiera puede distinguirse.

De la vida cotidiana también son el trabajar, el divertirse, figuras tan antagónicas y


a la vez en común porque son cotidianos. El cotidiano es el presente, la realidad
propia de cada quien y desde la cual se interpreta el mundo y al sujeto mismo.

Pero, el “de cada quien” se diluye en el mundo actual. El mundo global trae
consigo su ficción pues ahora se busca la homogeneización: todo es cotidiano,
todo impacta, todo está unido. La vivencia ahora es la producción, la creación, o
mejor dicho la reproducción de realidades estándar y la saturación de los
fenómenos pues se pierde significado lo social y lo cultural. El modelo neoliberal
es moda, hay un cambio de hábitos, conversiones en la cultura y producción en
serie de objetos, mercancías, cuerpos, sobreproducción de ideas vacías.

Para Berger y Luckmann (1968) el mundo consiste en realidades múltiples y la


vida cotidiana es la realidad por excelencia presentándose como una realidad
interpretada por los hombres, un mundo coherente que se origina en los
pensamientos y acciones de los sujetos en la sociedad; se encuentra ordenada y
objetivada a través del lenguaje colectivo, o sea, es construida socialmente. Desde
la postura de estos autores, el lenguaje es capaz de transformarse en depósito
objetivo de vastas acumulaciones de significado y experiencia, que puede
preservar y transmitir a las generaciones futuras.

Por el lenguaje se hacen compartidos los múltiples significados subjetivos, la


realidad de la vida cotidiana se vuelve un mundo intersubjetivo capaz de
trascender el aquí y el ahora, tendiendo puentes entre diferentes zonas de esta
realidad y creando un todo significativo (Javiedes Romero: 2001).
El mundo de la vida cotidiana se estructura en espacio y tiempo, la vida cotidiana
es todo espacio y todo tiempo. El cotidiano no se puede trazar desde los grandes
acontecimientos únicamente, la historización del cotidiano sería caer en lo
diacrónico, dejando de lado los espacios de “el ahora” y el contexto de “el
momento”; apunta a una linealidad que deja de lado la estructura.

Lévy-Strauss, habla desde el estructuralismo. Para él, la estructura tiene que ver
con el lenguaje; los procesos de socialización que constituyen el cotidiano pasan
por el sujeto a partir del lenguaje: el cotidiano es nombrado pero también es
modificado.

La estructura se modifica con los cambios de significación. Al nombrar distinto se


trasgrede el cotidiano, o sea, es modificado a nivel simbólico por el sujeto.
Transgredir, aquí, es transformar y hablar de estructura es hablar de sincronía y
del tiempo en el cotidiano. Da paso a considerar que no existe un mismo cotidiano
para todos, tal como pudiera suponer el positivismo en su lógica de la linealidad
temporal y la universalidad.

La sincronía es la manera en que se introduce el tiempo al sujeto. Es un espacio


de intersubjetividad. Apunta a una relación no lineal, en donde el sujeto tiene su
propia temporalidad con el mundo. Así pues, la intersubjetividad reconoce que el
otro tiene su propia temporalidad y su propio cotidiano.

Lévy-Strauss subraya: “la preocupación por la historia no es necesariamente la


preocupación por el tiempo”; desde aquí, hablar de historia sería más bien hablar
de la dinámica de una cultura particular antes que de una descripción de la vida
pasada de la misma (Giddens et. al. 2006:275).

Se configura el contexto del sujeto, un contexto que debe ser analizado en primera
instancia desde el lugar que ocupa, en definitiva desde su cotidiano. Para Lefebvre
“la vida cotidiana no consiste en la vida en el trabajo, ni la vida familiar, ni las
distracciones y el ocio, es decir la vida cotidiana no es ninguno de los retazos que
las ciencias sociales acostumbran fragmentar” (Lindón, 2003). Y sin embargo, la
cotidianidad es todo esto. Es la vida del ser humano que va del trabajo a la familia,
al ocio y a otros espacios, es la vida del sujeto que se hace y se rehace en todos y
en cada uno de estos espacios.

Para Lefebvre no hay hechos sociales o humanos que no tengan un lazo de unión,
la vida cotidiana, que permite conocer la sociedad y el énfasis debe colocarse este
lazo y no tanto en los hechos; por el contrario, para la fenomenología los hechos
representan un desafío. Para la fenomenología, no es posible comprender la vida
cotidiana sin penetrar en el campo de la subjetividad social.

La Vida Cotidiana es un referente teórico y experiencial que permite abordar,


según Heller (1991), todo tipo de actividad desde las cuales cada sujeto particular
constituye procesos significativos de reproducción social, apropiación cultural y las
prácticas sociales, y por los cuales los sujetos se apropian de los diversos
contenidos de aprendizaje intercambiados en las relaciones sociales para construir
los conocimientos, sentimientos y acciones para vivir. De allí que cuando se desea
conocer una sociedad, se debe comprender e interpretar cómo sus grupos viven,
trabajan, piensan, sienten, actúan y esto se hace a través del estudio de la Vida
Cotidiana.

Entonces, estudiar la vida cotidiana es "meterse" en los modus vivendi de los


sujetos, es desenredar lo que aparentemente es normal y darse cuenta de lo
simbólico de cada estilo de vida. Los procesos simbólicos insertan al sujeto en el
cotidiano a partir de los objetos; tienen su propio tiempo que es el tiempo del
sujeto. En el estudio de la vida cotidiana y la fenomenología hay que apuntarle
precisamente a esas microhistorias. La vida cotidiana tiene su propia dinámica que
si bien no está ajena a los macromomentos, tampoco puede explicarse o
comprenderse exclusivamente a través ellos.

La macrohistoria da una parte del contexto social en la que la vida cotidiana se


desenvuelve, crea y trasforma y, sin embargo, no determinan al sujeto. Heller
(1991), considera que la vida cotidiana es heterogénea y jerárquica. Lo primero
alude a los diversos ámbitos en que el sujeto se mueve y que son distintos en
contenido y en significación. Lo segundo da orden a la vida cotidiana y varía en
cada época en función de las estructuras económicas y sociales; se evidencia
entonces que cualquier abordaje de la realidad social debe reconocer la
importancia de la vida cotidiana como un espacio que conecta a los sujetos con la
realidad histórica, social y económica a través de relaciones de intercambio que
las personas establecen en el hogar, el trabajo, la escuela y las instituciones.

Las prácticas y saberes que proveen de significados y sentidos a los sujetos


dentro de la cotidianeidad son y se construyen desde la cultura. La subjetividad de
la cultura que habita en la vida cotidiana crea el espacio en donde los sujetos –
actores sociales – construyen y comparten pensamientos, afectos y acciones
enmarcados por el contexto del diario quehacer. Esta cultura subjetiva le provee a
los sujetos los referentes por los cuales han de otorgar significado y dar sentido al
mundo.

De allí que el acto de vivenciar, conocer y aprehender la realidad de la cultura, no


sólo se elabora por la presencia de los haceres y saberes en sus espacios, sino
también, por su presencia en el tiempo a través del cual transcurre el pensar, el
sentir y el actuar para convertirse en realidades intersubjetivas.

Por lo antes mencionado, se puede decir que la vida cotidiana se constituye en un


lugar importante para pensar la sociedad en su compleja pluralidad de símbolos y
de interacciones, ya que se trata del espacio donde se encuentran las prácticas y
los saberes de las estructuras de la reproducción económica y de la construcción
social (Heller, 1991). De tal manera, la cotidianeidad es sobre todo un tejido de
acciones y conocimientos, de tiempos y espacios que se organizan para y por los
sujetos en sus diversas interrelaciones.

Es en este proceso de interrelaciones constantes que la vida social de las


personas (mujeres y hombres) se construye día a día, bien sea, a través de la vida
cotidiana colectiva, o bien en las vidas cotidianas particulares de cada sujeto. Es
en la vida cotidiana donde y bajo la cual se forman los sujetos de cada época, en
cada espacio sociocultural, para cada modelo económico y con historias
concretas. Todos estos relatos diarios que se han construido en y desde la
cotidianidad de la vida, están narrados por las voces de los sistemas y estructuras
sociales, económicas, políticas, ideológicas y simbólicas que les dan a los sujetos
razones, motivos y sentidos.

En este sentido, según Heller (1991), la vida cotidiana es “el espejo de la historia”,
porque nos devuelve en el reflejo de su imagen, la sociedad histórica respectiva,
mostrando así horizontes de exploración y descubrimiento de que la Subjetividad
de las culturas, en tanto racionalidad, afectividad y actividad está en diálogo
imperecedero con la realidad natural, personal y cultural desde la cual emerge la
vida cotidiana.

Bibliografía

Berger, P. L., & Luckmann, T. (1968). La vida cotidiana. En P. L. Berger, & T.


Luckmann, La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu
editores.

Heller, Á. (1991). Sociología de la vida cotidiana. Barcelona: Ediciones Península.

Javiedes Romero, M. (2001). La realidad formalizada. En M. González Pérez, & J.


Mendoza García, Significados colectivos: procesos y reflexiones teóricas (págs.
59-61). México: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
CIIASSO.

Lindón, A. (Diciembre de 2003). La miseria y la riqueza de la vida cotidiana en la


ciudad: el pensamiento de Lefebvre. Recuperado el 12 de Junio de 2011, de
Revista Litorales: http://litorales.filo.uba.ar/web-litorales4/articulo-4.htm

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