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Marisol Peña

Ex Presidenta del Tribunal Constitucional

Opinión

¿Reformar el Tribunal
Constitucional?
MIE 13 MAR 2019 | 09:22 AM



Comienza el año y el reinicio de temas pendientes es inevitable. Entre ellos, la


decisión adoptada por la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados, a
comienzos de febrero, en orden a apurar el despacho de iniciativas para modificar
la estructura y competencias del Tribunal Constitucional.
Todas estas apreciaciones, usualmente difundidas después de algún fallo
“contramayoritario”, a juicio de quienes lo critican, suelen olvidar la razón
misma por la que surgen los tribunales constitucionales a partir del año 1920, y
que está estrechamente ligada al fortalecimiento del estado de derecho y de la
democracia. Así, si se trata de reformar al TC, toda iniciativa debe apuntar a
fortalecer ese rol insustituible, jamás a debilitarlo. Basta mirar los ejemplos
comparados para sostener, por ejemplo, que Colombia no sería la misma
nación, construyendo una paz difícil pero heroica, si no hubiera contado con
la Corte Constitucional.

Así, y en base a nuestra experiencia de doce años en el Tribunal Constitucional,


nos parece indispensable, a lo menos:

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1. Modificar su composición para generar un órgano compuesto de un número


impar de ministros (idealmente nueve), que erradique definitivamente el voto
dirimente del presidente, que no se justifica y lleva a la primacía inexplicable de
uno de ellos, frente a la necesidad de promover acuerdos dotados de un auténtico
sentido republicano.

MÁS SOBRE VOCES

 El desafío
opositor14 MAR 2019
 Frases de
antología14 MAR 2019

2. Asegurar que entre los requisitos para acceder al cargo de ministro del
Tribunal se encuentre la docencia o el ejercicio previo especializado en materias
constitucionales o de derechos humanos. Ello, en función de la creciente
especialización de las ramas del derecho.

3. Transparentar el proceso de designación de los nuevos ministros, a través de


sistemas de audiencias públicas y televisadas, donde lo que se mida sea la
preparación de los candidatos y se profundice su trayectoria.

4. Reducir el período de duración del cargo de ministro a cinco años, con


posibilidad de reelección por una sola vez. Así se premia a los que han aportado a
través de su ejercicio ministerial y se renueva a quienes no han cumplido con las
expectativas de su nominación.

5. Ampliar el control preventivo obligatorio a todos los tratados internacionales,


a objeto de asegurar que, más tarde, no se comprometa la responsabilidad
internacional del Estado.

6. Lograr que los parlamentarios puedan recurrir contra los proyectos de ley, solo
al término del debate en las cámaras, para evitar que el Tribunal sustituya o
reemplace la riqueza del debate parlamentario, manteniendo este sano derecho de
las minorías.
7. Debatir, en forma madura y transparente, si debe confiarse al Tribunal la
revisión de las decisiones judiciales (amparo), como ocurre en el derecho
comparado, tendencia que ya revelan algunas acciones deducidas en los últimos
años.

Chile merece, sin duda, algunas de estas reformas.

Soledad Alvear
Abogada

Opinión

No da lo mismo
MIE 13 MAR 2019 | 09:23 AM
FOTO: AFP



Uno de los problemas que tiene la defensa de los derechos humanos es que
muchos actores los utilizan en función de sus ganancias políticas inmediatas.
Cuando las condiciones cambian, esos mismos son los que justifican las peores
atrocidades. Por eso no es aceptable el doble estándar que vemos con Venezuela.
Los que ayer justificaban a Pinochet, hoy son los defensores de los derechos
humanos. Creen que se pueden lucir como grandes humanistas y, a la vez,
justificar el régimen, del cual no muestran ningún arrepentimiento. Y los que
ayer condenaron las peores crueldades de la dictadura, hoy amparan sin tapujos
un régimen inmoral como es el de Nicolás Maduro.

Hay algo que une a las ollas comunes de los años ochenta en las poblaciones
y la gente que busca algo para comer en la basura de las calles de Caracas
este mismo día que usted lee la columna. Son personas sufriendo por una
catástrofe antrópica.

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La oscuridad literal en la que viven hoy los venezolanos, solamente ahonda la


crisis. Ese es el drama de quienes fueron advertidos de sus acciones y no hicieron
nada. La crisis de Venezuela no partió ahora, cuando muchos se dieron cuenta de
su gravedad. Esto comenzó hace varios años, cuando unos permanecían en
silencio y otros viajaban a sacarse fotos con los autócratas en el palacio
Miraflores. Las instalaciones eléctricas no fallaron porque hubiese un complot
mundial. Dejaron de servir porque nadie se preocupó de mantenerlas, en medio
del delirio de grandeza de quienes vivían pendientes de concentraciones de
adeptos, armar a pandillas de delincuentes y cooptar a un sector no despreciable
de las Fuerzas Armadas. Esta es la hora decisiva, donde hay que poner las cartas
sobre la mesa.

MÁS SOBRE VOCES


 El desafío
opositor14 MAR 2019

 Frases de
antología14 MAR 2019

Todo el continente está pendiente de lo que ocurre en Venezuela, pero no todos


están en la misma idea de lo que hay que hacer, y no toda salida es
aceptable. Una invasión militar extranjera uniría a las Fuerzas Armadas
Bolivarianas en defensa de la soberanía del territorio nacional. Es esa la
única que no es alternativa, y que, aunque ha sido invocada por varios, debe
ser descartada de plano. No hay nada más contraproducente. Es entregarle
el escenario perfecto para que el dictador y sus partidarios puedan decir que
son los defensores de la patria contra un supuesto imperialismo.

La fuerza del cambio está en la sociedad civil y su capacidad de movilización.


Entender que es una nación de hermanos y no de enemigos. Usted se preguntará
por qué la obsesión de muchos con Venezuela, siendo que en Chile existen miles
de problemas urgentes que resolver. Cierto. Pero, si me permite: me importa,
porque no da lo mismo. Los humanistas cristianos vemos seres humanos; no
fronteras ni ideologías de turno. No vemos razas ni credos. Lo que vemos en
Venezuela son hombres, mujeres y niños sufriendo. Repugna la consciencia
el silencio. Nuestra voz seguirá como testigo.

Magdalena Sepúlveda
Miembro de la Comisión Independiente para la Reforma de la Tributación Corporativa Internacional (ICRICT).
Anteriormente fue Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos.

Opinión

Son cuestiones feministas


JUE 14 MAR 2019 | 07:29 AM
FOTO//REUTERS



Dos legisladoras estadounidenses, la senadora Elizabeth Warren y la


congresista Alexandria Ocasio-Cortez, están decididas a hacer de la
tributación uno de los temas centrales de la campaña electoral de Estados
Unidos en el 2020. Ambas han expresado su voluntad de acabar con el tabú y
gravar a los ricos. No es de extrañarse que sus propuestas hayan encontrado eco
dentro y fuera de su país. En los Estados Unidos, así como en el resto del mundo,
estamos viviendo una crisis de desigualdad. La creciente brecha entre la élite
económica y todos los demás está aumentando. En América Latina y el Caribe,
el 10% más rico de la población concentra el 68% de la riqueza total,
mientras el 50% más pobre solo accede al 3.5% de la riqueza total, según
mostró recintemente OXFAM.

El hecho de que sean dos mujeres quienes iniciaron el debate en los Estados
Unidos no es una coincidencia. En los últimos años, a nivel global, las
organizaciones y movimientos de mujeres han hecho evidente los vínculos
entre las políticas fiscales y la igualdad de género. Las mujeres estamos
alzando nuestras voces para exigir sistemas tributarios progresivos y que las
corporaciones paguen lo que justamente les corresponde.

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Se ha demostrado que la evasión y elusión fiscal contribuyen en gran medida a la


desigualdad de género, puesto que limitan los recursos que disponen los
gobiernos para invertir en políticas redistributivas. Como reveló un estudio del
FMI de 2015, los países con mayores niveles de desigualdad de ingresos también
generan mayores desigualdades de género en materia de salud, educación,
participación y representación en el mercado laboral.

MÁS SOBRE VOCES


 El desafío
opositor14 MAR 2019

 Frases de
antología14 MAR 2019

Los movimientos feministas han hecho ver que la planificación fiscal agresiva de
las corporaciones fuerza a los países a cubrir sus déficits fiscales aumentando los
impuestos regresivos al consumo, como el impuesto al valor agregado (IVA).
Este tipo de impuestos indirectos resultan más gravosos para los grupos de
ingresos bajos y medianos -donde las mujeres están sobrerrepresentadas.

Cuando las corporaciones no pagan los impuestos que justamente les


corresponde, los países tienen menos dinero para invertir en servicios
públicos, infraestructura sostenible y protección social, que son los
impulsores de la igualdad de género.
La inversión en servicios de salud y cuidados tiene un impacto positivo directo
en las mujeres. Debido a las normas sociales, la carga del cuidado no remunerado
recae desproporcionadamente sobre las mujeres, quienes en promedio destinan
3,3 veces más tiempo que los hombres en estos trabajos. Sin servicios de
guardería, por ejemplo, las mujeres tienen dificultades para permanecer en el
mercado laboral y obtener beneficios de protección social a través del
empleo.

Menos ingresos fiscales también significan menos inversión en infraestructura. Si


no se invierte, por ejemplo, en carreteras rurales o en sistemas de transporte
urbano seguro, la movilidad de las mujeres y las niñas se ve limitada, lo que
dificulta su acceso a los mercados, la educación y otros servicios públicos. Sin
conexión eléctrica, la productividad del trabajo doméstico de las mujeres, así
como el de las agricultoras se ve limitada. Sin inversión para aumentar acceso
a Internet, la brecha digital de género seguirá aumentando, lo que impedirá
a las mujeres el acceso igualitario a la información y a las oportunidades
educativas.

La baja carga impositiva de las empresas multinacionales tampoco permite una


mayor inversión en programas de protección social no contributivos como
transferencias en efectivo y pensiones sociales. Dado que las mujeres tienen una
mayor presencia en empleos informales y de menor remuneración, así como una
historia laboral interrumpida por su rol reproductivo o por las tareas de cuidado
estos programas son fundamentales en la igualdad de género. En Bolivia, Chile,
el Ecuador y México, por ejemplo, la expansión masiva de pensiones sociales
contribuyó a aumentar el porcentaje de mujeres mayores de 60 años con
ingresos propios. La evidencia muestra que las transferencias en efectivo han
contribuido al empoderamiento de las mujeres en relación con el matrimonio, las
relaciones sexuales sin riesgo y la fecundidad, así como con la reducción del
abuso físico por parte de los hombres. En Brasil, por ejemplo, el programa
“Bolsa Familia” aumentó significativamente el poder de decisión de las mujeres
con respecto a la anticoncepción.
El sistema tributario internacional actual es obsoleto e injusto, ya que permite la
evasión fiscal sistémica por parte de las grandes empresas multinacionales.
Amazon, por ejemplo, no ha pagado ningún impuesto en los Estados Unidos en
2018. En los países en desarrollo, la situación es aún más preocupante. La
CEPAL estima que la evasión y la elusión de los impuestos sobre la renta
personal y de las empresas costaron a América Latina más de 190.000 millones
de dólares en 2014, es decir, un 4% del PIB regional.

En años recientes, las organizaciones y movimientos de mujeres han venido


exigiendo que se ponga fin a este absurdo. El descontento social también ha ido
creciendo, sobre todo después de escándalos como el de los Panama y Paradise
Papers revelados por sendas investigaciones periodísticas. Como resultado,
después de años de negación, la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) reconoció recientemente la necesidad de
reformar el sistema tributario internacional global para poner fin a todos los
mecanismos de evasión fiscal. En la Comisión Independiente para la Reforma de
la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT), de la que soy integrante,
acogemos con satisfacción este cambio de rumbo. Esperamos se aproveche la
oportunidad para rediseñar un sistema tributario internacional progresista
con el potencial de reducir las desigualdades, incluida la de género.

Mientras el mundo celebró el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo),


debemos sumarnos al llamado de las organizaciones feministas a realizar
reformas fiscales que promuevan la igualdad de género. Sin justicia fiscal, no hay
igualdad de género.

Magdalena Sepúlveda es miembro de la Comisión Independiente para la


Reforma de la Tributación Corporativa Internacional (ICRICT).
Anteriormente fue Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre Pobreza
Extrema y Derechos Humanos.

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