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- Solo digo que tengas más cuidado – dijo de nuevo – este tipo de cosas
todos los meses afectan a mucha gente.
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- ¿A quien quieres invitar? – dijo sabiendo por donde iba su hija – Ya está
todo cerrado.
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- ¿Juntos?
C: Sí, ¿qué pasa? – dijo mirándola para que se diera cuenta de que
estaba sacando las cosas de quicio – no es nada del otro mundo,
además tampoco pasó nada… simplemente dimos una vuelta, nos dimos
un par de besos y para casa… cada uno a la suya. – apuntó mientras
bebía de su taza.
- Pero que morro que tienes, tío – recriminó – ponte uno tú.
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T: Pues de momento poca cosa, está todo muy tranquilo – informó – pero
también es muy temprano así que…
T: Aún no – miró su reloj – le queda media hora para entrar, el que sí que
ha llegado es Rai – le dijo.
- Sí, es verdad, Claudia entraba más tarde – dijo ella mirando el suyo –
pues nada, buscaré a Rai que me haga compañía…
En ese instante vieron como los chicos del SAMUR entraban empujando
una camilla, en sus rostros la preocupación y el desconcierto, andaban
con prisas, Raúl le decía algo a Mónica, tanto ella como Teresa se
extrañaron de que no dijeran el estado del paciente gritando nada más
entrar, tal y como hacían habitualmente.
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T: Sí, claro – decía algo contrariada - ¿Pero quien es? – preguntó viendo
como ya se alejaba – ¿algún famoso?
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- Bueno… voy a ver qué tal va todo – terminó de decir saliendo del box.
C: ¿Es verdad lo que me han contado? – dijo Claudia llegando hasta ella.
- Y que lo digas…
T: Mirar, mirar – les llamó su atención para que vieran quién entraba.
En ese momento vieron como un coche con los cristales tintados paraba
junto a la puerta y una chica de unos treinta y seis años salía de él,
ataviada con uno traje de chaqueta oscuro, unas gafas de sol que
ocultaban sus ojos, el pelo suelto y una seguridad que hacía que todos la
admiraran, seguida de dos hombres vestidos con pantalón y chaquetas
negros, que hablaban entre ellos y miraban todo a su alrededor,
Santiago se acercó nada más verla y tras saludarla como debía y
compartir con ella un par de palabras la acompañó hacia el mismo lugar
que el resto de la familia.
- Bueno, pues voy a avisar a Rai – les dijo – supongo que habrá que
informar… - dijo volviendo a entrar a urgencias.
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Teresa por su parte, ponía firme a todo aquel que intentara entrar
haciéndose pasar por enfermo siendo un nuevo periodista que intentaba
sacar alguna nueva información, al tiempo que iba avisando cuando
alguna personalidad importante del estado llegaba o llamaba para saber
como se encontraba el Rey…
Parecía que ya estaba todo controlado, por lo que Esther fue en busca de
Claudia para tomarse un café que llevaba necesitando desde que todo
comenzó, entraron en cafetería y se sentaron en una de las mesas
escuchando como no podía ser de otra manera que todo el mundo
hablaba del mismo tema.
E: Pues como van a ser, Claudia – dijo ya un poco harta de que todo el
mundo le hiciera la misma pregunta – pues como toda familia que tiene
a un allegado ingresado en el hospital… yo qué sé.
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C: Pues qué quieres que te diga – dijo una vez se sentó – viéndola ahí, en
la cafetería, parece una persona normal.
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Esther quedó allí, metida en sus pensamientos mientras todo aquel que
salía o entraba en la cafetería comentaban por lo bajo el hecho de ver a
la princesa Macarena sentada tomándose una buena taza de café, sola y
con la mente ausente.
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E: Mira, me voy – dejó las carpetas que llevaba sobre el mostrador – que
estáis todos con una tontería encima…
E: Alex, ¿qué haces aquí? – preguntó casi sin saludar. - ¿Cómo has
entrado?
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E: Para eso tenéis los informes que os pasamos cada hora – volvió a
decir.
E: ¿No te vas? – preguntó – muy bien, pues tú lo has querido – dijo sin
dejarla contestar saliendo del baño - ¡Seguridad! – alzó un poco la voz.
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manera, fuera quien fuera, pero le había halagado que la propia Princesa
fuera quien le pidiera aquello.
Veinte minutos después, tanto Esther como Rai llegaban junto a Teresa
comentando algo sobre la operación, nada más verlos y con claros
síntomas de nerviosismo, la recepcionista cogió aquel sobre y se lo
entregó.
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As: Creo que estaban dándole los últimos retoques – contestó – creo que
la semana que viene ya la tendrá lista.
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C: ¿Aún estás con eso? – preguntó – Esther por favor, que no es tan
grave… si lo piensas hasta puede ser divertido.
C: Venga ya, es una tontería – cortó – vale que puede ser un tanto
surrealista pero…
E: ¿Un tanto? – preguntó sin dejarla seguir - ¡Un mucho! Claudia, es muy
surrealista que me pasen a mí estas cosas…
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S: ¿No me dirás que no vais a ir? – no la dejó seguir – Sería una gran
publicidad para el hospital, así que nada de no asistir – sonrió para
dulcificar la orden – venga, a trabajar – dijo sin darle opción a réplica – y
confirma la asistencia cuanto antes – terminó de decir mientras se
alejaba.
E: ¡Joder! – protestó.
C: Me parece a mí… que vas a tener que buscarte un buen vestido – dijo
sonriendo mientras le pasaba el brazo por los hombros y Esther volvía a
resoplar
Con gesto disgustado terminaba su turno para irse a casa, tenía
escasamente dos y media para arreglarse antes de que Rai fuera a
buscarla… aún no entendía como se había metido en todo aquello pero
en cuestión de días se había dejado casi el suelo de tres meses en un
vestido, había tenido que aguantar los comentarios de sus compañeros y
se había tenido que rendir al hecho de que quisiera o no, tendría que
asistir a esa dichosa cena…
E: Que sí, Rai, que sí – contestó con desgana – de verdad… no sé por qué
te hace tanta ilusión ir a esa cena… creí que no eras nada monárquico.
R: Esther, cariño – dijo acercándose con gesto pícaro – por volver a ver
de cerca a esa maravilla que tenemos por Princesa yo soy monárquico,
católico, apostólico y hasta románico si hace falta.
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E: Pero qué bruto eres – no pudo evitar soltar una carcajada mirando al
presidente del gobierno junto a su esposa y varias personalidades más,
echó un vistazo rápido y pudo ver a varios famosos y premiados
periodistas, algún actor, cantante, escritores de prestigio… allí había
tanta gente y tan famosa que una vez más, como tantas hasta el
momento, se preguntó, qué hacía ella allí.
E: Idiota – contestó.
Uno a uno los invitados fueron pasando saludando a toda la familia Real,
Esther pensó para sus adentros que aquello debía ser un auténtico
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coñazo para ellos y que era extraño que no acabaran con un esguince de
muñeca o alguna lesión en la mandíbula de tanto sonreír… en esas
estaba, metida en sus pensamientos cuando se vio frente a la Reina.
Rey: Sí, muchas gracias – contestó con amabilidad – estoy muy bien,
gracias.
E: Alteza – de nuevo una reverencia, “menos mal que solo quedan dos”
pensó para sí misma.
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- ¿De qué gremio eres? – le preguntó con aire chistoso – ¿del de las
super duquesas… las modelos superfashions o los políticos incansables
en hacer campaña?
E: Del de las enfermeras – dijo algo menos tensa tras aquella broma –
soy enfermera y él – señaló a Rai – es médico.
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RO: Ah ya, claro - dijo – Normal entonces que os hayan invitado, tengo
entendido que hicisteis un gran trabajo.
RO: Tranquila – le quitó importancia – sí, soy yo, pero no es cierto nada
de lo que decían…
RO: Sí, muchas gracias, alteza – dijo con una sonrisa que Macarena
correspondió.
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Llegó al hospital y lo que vio le dio a entender por qué esa urgencia en
que fuera, ambulancias que llegaban una tras otra dejando heridos y
saliendo nuevamente sin casi reponer el material, médicos y enfermeras
en el muelle preparados para atender a todo el que venía, un ir y venir
de personas asustadas preguntando por sus familiares…
Se hizo un hueco entre la gente que allí se congregaba y por fin pudo
ver a Teresa con un clarísimo gesto de desbordamiento.
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S: Ya, ya sé que lo puede hacer otra enfermera, pero quiero que lo hagas
tú – dijo dejándole claro que no había discusión posible.
S: No, en mi despacho.
Una vez encontró a una enfermera libre que asistiera a Claudia, cogió
todo lo necesario para lo que le había pedido Santiago y subió hasta su
despacho, decidió hacerlo por las escaleras puesto que ese día, habían
decidido dejar los ascensores libres por si los necesitaban en el traslado
de algún paciente, algo malhumorada por tener que atender un simple
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M: Hola – saludó.
M: Sí, gracias – dijo dejándole espacio para trabajar - ¿No tendríais nada
para el dolor?
E: Sí, esa suele ser la causa habitual de los esguinces… una mala caída
o el apoyar mal… - decía comenzando a vendar.
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M: Bueno… lo digo porque como ayer en la cena casi no habló y hoy está
tan callada… - expuso sus razones – no sé si es que es usted así o… ¿es
por mi?- terminó de preguntar con una leve sonrisa.
E: Eh… no, no – contestó sin saber muy bien qué decir – es solo que…
estamos hasta arriba de trabajo y… disculpe – esbozó ahora ella una
sonrisa.
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El Infante Don Fernando junto con la Reina doña Rosario viajaron ayer a
Gran Bretaña invitados a la celebración del cumpleaños del Príncipe de
Gales…
Sin poder más que refunfuñar, la enfermera veía como Teresa no dejaba
de prestar atención a todos aquellos periodistas que en “corrillo”
analizaban, criticaban o alababan todos y cada uno de los movimientos
de la Familia Real…
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T: Voy, voy – decía andando y girando el cuello para poder ver las
ultimas imágenes – ays, que no se puede tener ni un minuto de
descanso…
C: Muy bien Teresa – contestó dejando las cosas que llevaba en la mano
– por cierto – se acercó a ellas – Esther, que han traído esto para ti –
señaló un precioso ramo de flores que había sobre el mostrador.
E: Yo que sé, Teresa – contestó un poco harta de aquel casi tercer grado.
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P: Puede ser buena idea – dijo tras pensarlo durante un segundo – sí, me
gusta – sonrió orgulloso de su hija – serás una buena Reina… - afirmó.
P: No… no, bueno – la miró – solo que… con todo esto del infarto he
estado pensando mucho en vosotros… en ti…
M: Papá…
M: ¿Casarme?
P: Sí, casarte – repitió – vas a ser la Reina de este país y eso conlleva
muchas responsabilidades, entre ellas, casarte y tener descendencia
para así garantizar la continuación de la monarquía.
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M: Ya – quedó callada.
M: Pues no, papá, no hay nadie – dijo mirándolo con total seguridad – y
sinceramente, no tengo ninguna intención de casarme por el momento.
P: Hablas con los dos – contestó – te hablo como padre y como Rey.
M: Bien, pues dile a mi padre que cuando encuentre la persona que haga
que me enamore a lo mejor me caso, de momento no, y al Rey dígale,
Majestad, que la Princesa no se casará por imposición – dijo saliendo del
despacho y dando un sonoro portazo, ¿Casarse? ¿Ahora? Ni loca…
Quedaban cinco minutos para terminar el turno, así que queriendo evitar
que la llamaran para entrar en alguna operación o atender a algún
paciente que le hiciera salir más tarde de su hora, decidió ir a vestuarios
y cambiarse con tranquilidad. Una vez allí se sentó un segundo en la
banqueta, sintiendo como sus músculos le pedían un descanso, en las
ultimas dos horas casi no había parado y realmente su cuerpo le pedía
un segundo de tranquilidad.
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Esquivando las preguntas de Teresa que cada vez que la había visto
durante el turno le había preguntado por aquel envío, salió por fin a la
calle, al llegar al coche dejó el ramo sobre el techo del vehículo y buscó
las llaves en el bolso, abrió la puerta del copiloto, dejó la chaqueta, el
famoso ramo el bolso y cerró para ir hacia la puerta del conductor.
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C: La misma – dijo con una media sonrisa Carlos – quiere saber si acepta
su invitación.
C: No está obligada a ir, puede decir que no o decidir otro día, otra hora,
o nunca… no está obligada a nada.
E: Eso ya lo ha dicho – ahora quien sonrió fue ella, al ver que aunque con
palabras distintas le repetía lo mismo.
E: Bien pues en ese caso… - pensó unos segundos qué decir, una parte
de ella le pedía que rechazara la invitación, sin embargo su parte curiosa
ganaba la batalla haciendo querer ir – ¿le sigo o…?
C: Por aquí, por favor – señalo hacia donde tenía aparcado el coche, una
vez la enfermera cogió su bolso y cerró el vehículo para seguirlo a poca
distancia.
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Princesa Heredera, pues por muchos títulos que pudiera tener, no dejaba
de ser una persona como otra cualquiera, así que la trataría como tal,
mostrando el respeto que le mostraba a todo el mundo por igual.
C: Vaya – dijo al ver que la miraba – nosotros nos vamos – dijo ahora
haciéndole un gesto a Javier y ambos salieron del piso.
Al verse sola, se quedó algo parada, sin saber muy bien qué hacer,
escuchó movimientos tras la puerta que le había dicho Javier y decidió
acercarse, llamó lentamente con los nudillos y esperó.
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M: Bien, deme un minuto – pidió saliendo del salón con el plato que
había dejado sobre la mesa, Esther quedó mirándola, ¿iba ella a servir el
café? Como respuesta, Macarena volvía de la cocina portando una
bandeja con dos tazas, café, algo de leche y un tarro de azúcar – no sé
como le gusta el café, así que… si no le importa será mejor que se lo
ponga usted.
M: Maca – la cortó.
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M: ¿Pero? – preguntó sabiendo que había algo más, siempre había algo
más.
E: Pues que… ¿Por qué yo? – quiso saber ya sin darle más vueltas – no
sé, solo soy una enfermera, no me conoces de nada…
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M: Sí… solo que la gente se olvida de eso y solo ve que soy la Princesa y
que dentro de algunos años seré la Reina y entonces todo cambia – le
dijo y a Esther le pareció ver un destello de decepción bastante bien
ocultado en sus ojos – tú sin embargo las veces que te he visto siempre
me has tratado igual, por eso te he invitado a venir aquí, porque… no sé
– se encogió de hombros – me gusta sentirme normal.
E: Sí, claro – imitó su sonrisa, viendo ilusión en sus ojos, satisfacción por
saber que estaba allí, comodidad en sus actos y sintió que realmente
poca gente la había visto en esa situación, sintiéndose halagada al ser
ella quien la viera de ese modo.
Durante algunos momentos se mantuvieron en silencio, como si no
supieran como comenzar algún tipo de conversación. Disfrutaron de la
primera taza de café metidas ambas en sus pensamientos, con la
segunda, sin saber como comenzaron a charlar de temas bastante
triviales, comenzando por lo bueno que estaba el café, la marca que era,
el modo de hacerlo, algo totalmente insustancial que al menos sirvió
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E: Vamos que puedes montar aquí una fiesta y nadie sabrá que eres tú –
dijo en un intento de bromear.
M: Bueno, no soy muy dada a las fiestas – contestó – pero sí puedo pasar
un rato agradable con alguien sin sentir que me están observando en
todo momento. ¿Y tú? – preguntó – ¿eres fiestera?
E: Tuve una época de fiestas día sí, día también – sonrió – pero con el
tiempo se me fue pasando y ahora no es que no salga a divertirme, pero
lo hago menos que ante, me gusta ir a bailar o tomarme una copa de
vez en cuando pero también me encantan las cenas entre amigos en un
sitio tranquilo – contestó.
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E: Ya, si hasta ahí todo normal… solo que su forma de despedirse fuer
acostándose con ellas una tras otra en la habitación del hospital.
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E: Pues… así que yo recuerde ahora… tres – dijo mientras recordaba – sí,
tres – continuó – un viejecito que siempre se inventaba enfermedades
para venir y pedirme que me casara con él…
E: Sí, solo que luego se lo iba pidiendo a toda enfermera que se cruzaba
en su camino – rió – era bastante descarado, pero muy simpático. Casi
estuve a punto de decirle que sí una vez – volvió a reír – era demasiado
insistente y claro, a Alex como que no le hacía mucha gracia cuando
llegaba a casa y se lo contaba – Maca la miró al escuchar aquel nombre,
Esther al verla bajó un poco la mirada – Alex es mi… mi…
E: Sí, claro – miró ahora ella su reloj – sí, yo también debería marcharme
– dijo cogiendo sus cosas.
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Desde ese día a Esther comenzó a pasarle algo que no le había pasado
antes, una cosa curiosa que no sabía si era por lo sugestionada que
estaba o es que todo se estaba comenzando a confabular contra ella sin
razón ni lógica ninguna, y es que, cada vez que encendía el televisor,
pusiera el canal que pusiera o cuando escuchaba la radio fuera la
emisora que fuera siempre, casi sin excepción, aparecía una noticia
sobre la familia Real y más concretamente sobre Macarena.
Así durante toda aquella semana, uno tras otro, rumores, noticias,
impresiones y opiniones de periodistas que hacían que la enfermera se
llegara a plantear si dejar de ver la televisión o escuchar la radio pues
aquello realmente estaba empezando a “asustarla”…
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acercó a rotonda, donde Teresa no hacía otra cosa que leer una de las
revistas del corazón donde ¡Como no! Macarena salía en ellas.
T: Hay que ver – decía sin dejar de mirar las fotografías – lo guapa que
es nuestra princesa y lo bien que le sientan esos trajes ¿eh? – se la
enseñaba – mira, mira qué estilo, qué elegancia…
E: Si, sí, otro día si eso ya te lo cuento – dijo sin intención alguna de
contarle nada, saliendo de allí con aquella revista que sin darse cuenta o
tal vez sin querer darse cuenta llevaba en las manos.
T: Pero oye – casi gritó al ver que se iba con ella – no si… esta mucho
protestar de mí, pero ella se queda la revista y me deja sin nada…
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E: Maaa… ¿Marta? – dijo al ver que Teresa aún seguía con la oreja
pegada a su espalda.
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E: Tranquila, no tengo nada que hacer hoy, así que sí, quedamos –
aceptó contradiciéndose a sí misma puesto que había pasado toda la
semana intentando evitar el tema “princesa Macarena” y ahora quedaba
con ella, pero había una pequeña cuestión que le había dejado intrigada
aquel día y quería resolver.
M: Bien, pues nos vemos en dos horas – afirmó – te tengo que dejar, lo
siento. Hasta luego.
E: Pues Marta es… Marta, Teresa, Marta, que todo lo quieres saber – dijo
saliendo de allí lo más rápido que pudo y con la mente a cien por hora…
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A unos pasos de ella quedaba mirándola sin poder creerse lo que veía,
miró de nuevo hacia atrás viendo como Teresa no le quitaba ojo, volvió
la vista hacia ella que le tendía un casco.
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M: Sí, de hecho, son de las pocas personas en las que realmente confío –
dijo con rotundidad.
M: Bueno… Javier lleva cuatro años casado y por ahora les va bien – le
comentó – Carlos tenía algo, pero creo que nada serio… tampoco es que
pasen todo el día tras de mí, tienen su espacio para ellos también,
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intento dejarles tiempo suficiente para estar con sus familias y a veces
vienen con nosotros en algún viaje – continuó – no me gusta que nadie
deje de hacer su vida por mí.
M: Sí, supongo que irán a hacer una ronda para controlar que todo esté
en orden.
E: Sí, bueno supongo que tendrán que saber a qué tipo de gente vas a
ver o con quien vas a estar – la miró – entendería que me hubieran
investigado… no me gustaría pero lo entendería – dijo bajando volviendo
el rostro hacia las camelias.
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M: Pues… yo… - ahora fue ella quien bajó la cabeza – escuché algo
que…
E: No hice nada – contestó con curiosidad por aquel corte – solo hice lo
que debía.
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Los días pasaban y casi sin darse cuenta esa simpatía que sentían la una
por la otra iba dejando paso a una amistad que se afianzaba con
cimientos bastante fuertes entre las dos. Se veían cuando sus
responsabilidades les dejaba algo de tiempo, casi siempre en el piso de
la princesa, alguna vez en el de la enfermera o en algún lugar público
donde no hubiera demasiada gente y donde poder estar tranquilas sin
tener que estar pendiente de si habría o no algún periodista.
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C: Vaya, vaya… así que con mensajitos y todo – dijo dejando notar su
presencia, Esther escondió el teléfono nada más verla.
C: Vale, vale – dijo elevando los brazos para que se calmara – mejor ni
pregunto ¿no?
E: Una amiga – Claudia la miró con una ceja alzada - SOLO – recalcó –
una amiga.
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Lo primero que hizo al llegar fue darse una buena ducha y colocarse un
chándal y una coleta para estar más cómoda, como tanto le gustaba,
dejando de ser Princesa para ser ella misma, suerte que la obra ya había
terminado y podía disfrutar de nuevo de su casa sin la presencia de su
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E: Tengo dos enfermeras con gripe – explicó – así que me toca pringar a
mi.
M: Imagino.
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M: Bueno pues… supongo que ya nos veremos – dijo con una sensación
extraña.
E: Hasta luego.
Con una sensación amarga llegó al hospital, con la cabeza gacha, como
si la hubiera fallado, como si no quedar con ella le hiciera sentirse
realmente mal.
C: Esther – dijo llamando su atención puesto que iba por el pasillo como
si no estuviera allí - ¡Esther!
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verla pudieron más que su raciocinio, así que dándole a la tecla de envío
volvió a dejar el móvil en su taquilla y se fue a quirófano.
Minutos más tarde, Esther salía con una chaqueta colgada de su brazo, y
al igual que Maca vestida de manera desenfadada, el pelo suelto y liso,
zapatos de tacón algo más algo que los de la princesa y un maquillaje
que realzaba sus facciones sin ser para nada recargado.
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M: Sí, bueno, desde que tengo el carné suelo hacerlo cada vez que
puedo – dijo con una sonrisa.
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M: Sí, desde hace algún tiempo – contestó – encontré este lugar por
casualidad, vine y pude constatar la discreción del dueño y sus
empleados, así que suelo venir de vez en cuando, pero no solo por eso –
apuntó – se come muy bien y a buen precio, es todo comida casera, te
vas a chupar los dedos ya verás – ambas sonrieron.
La cena fue bastante amena, hablaban de todo lo que se les pasaba por
la mente sin pensar en lo que debían hacer o decir y haciendo o diciendo
solo que lo querían, bromeaban y reían sintiéndose realmente bien la
una junto a la otra, sin darse a penas cuenta llevaban allí cerca de dos
horas y casi eran las únicas que quedaban en el restaurante.
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E: ¿No decías que no sabías bailar? – preguntó al ver que sabía hacerlo
perfectamente.
A partir de ahí, no dijeron una sola palabra más, dejándose llevar por la
música y sus propios movimientos, Macarena llevaba a Esther en una
sucesión de pasos que sin a penas ser conscientes de ello dejaban de
ser un simple baile para convertirse en algo más sensual y menos casto
de lo que inicialmente tenían pensado.
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M: ¡Joder! – exclamó con fastidio una vez escuchó lo que tenía que
decirle su guardaespaldas.
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M: Ya… - dijo bajando la cabeza sabiendo que tenía razón, ella estaba
acostumbrada a tener cámaras y fotógrafos tras ella, pero para la
enfermera todo era nuevo y como había declarado no era de su agrado –
vale… haremos una cosa – dijo mientras iba a su bolso – toma, son las
llaves de mi coche, sales ahora, coges mi coche y te vas, yo saldré
después.
E: ¿Y tú?
Algo reticente, Esther tomó las llaves del coche, recogió su chaqueta y
su bolso y se despidió de ella, a diferencia de otras veces esta vez
ambas se despidieron de lejos, con un simple gesto de la mano. La
enfermera salió de aquel reservado y comenzó a perderse entre la gente
mientras la princesa algo decaída se sentaba en el pequeño sofá y
apuraba su copa “¿qué había pasado allí?”
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alrededor, quizás buscando una cara conocida que pudiera delatarla, pro
suerte para ella Alex no se encontraba allí, así que comenzando a
caminar se alejó de la discoteca, por suerte para ella, el coche de la
princesa estaba aparcado a dos calles de allí, donde no había ningún
periodista. Montó en el vehículo y dejó el bolso en el asiento del copiloto.
Exhaló un profundo suspiro, todo se iba complicando poco a poco.
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La primera vez que lo sintió lo supo, supo que nunca sería posible. La
primera vez que lo sintió fue consciente del lastre que tenía sobre su
espalda. La primera vez que lo sintió, se juró a sí misma no sentirlo
nunca más.
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Era lo que era, y por ello aquello no podía ser. Era lo que era y así debía
ser. Era lo que era y quería seguir siéndolo. Para eso se había preparado
toda su vida, para ser lo que debía ser, para hacer lo que tenía que
hacer y por eso, aquello no podía ser.
Aquel año, alejada de su rutina, en otro lado del mundo, donde era una
más entre todos, aquel año donde se descubrió a sí misma, donde creció
como persona, donde fue ella sin dobleces… aquel año… el más feliz…
el más doloroso.
La conoció, tan natural, tan simple, tan mágico… y duró lo que duran las
lluvias en invierno, terminó tan rápido como caen las hojas de los
árboles… duró lo que tardó en darse cuenta de que aquello no iría a
ninguna parte… en contra del esfuerzo, en contra del sentimiento, pese
a todo había algo que lo impedía… ella no era libre. Una corona se lo
prohibía.
Y quería ser Reina, aún con todo quería ser Reina. Era para lo que había
nacido, era lo único que había conocido y debía actuar en
consecuencia… y terminó, todo terminó entre ellas. Y dolió, dolió por
saber que no podría volver a sentirse de ese modo, dolió al darse cuenta
que esa parte de ella debería permanecer oculta para siempre… no
había sitio para una Reina lesbiana, no había sitio para ella.
Y todo volvía de nuevo… todo el esfuerzo que durante años había puesto
en su cometido se esfumó en un instante, en un baile…
Entraba con la cabeza gacha, con una mirada casi pérdida y un estado
de ausencia que todos podían ver a distancia. Firmó el parte sin hacerle
caso a las palabras de una Teresa que como siempre, con su revista en
las manos intentaba ponerla al día de todos los cotilleos, pero ella no
quería escucharlos, ese día no estaba para enterarse de nada de eso.
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Claudia la notaba rara, desde hacía días sabía que algo le pasaba y aun
queriendo saber qué era, evitó preguntar, la conocía, sabía como era y
con ella no servía ni el sacacorchos, Esther tenía que sacarlo por su
propia iniciativa, sino era así, no diría nada y podría incluso llegar a
enfadarse. Así que aún estando pendiente de ella decidió esperar a otro
momento para intentar hablarle.
Bajó del coche y cerró con desgana, subió a su piso y dejó el bolso en la
entrada y el móvil tirado en el sofá, decidió darse una ducha, quizás el
agua refrescara sus ideas. Se puso ropa cómoda y se preparó algo de
comer, se sentó en el salón y encendió el televisor.
“¿Con quien salió el sábado la Princesa? ¿Es cierto que salió sola o por el
contrario podría estar acompañada?”
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Dejó aquel documental, aun sin hacerle demasiado caso era al menos,
algo que no le recordaba nada más. En esas estaba cuando el sonido del
timbre le hizo saber que tenía visita. Dejó el sándwich en el plato y
levantándose fue hasta la puerta para saber de quién se trataba.
M: Pues algo liada – contestó – salgo mañana para Bruselas, así que
ultimando los detalles.
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E: Normal, claro – dijo sin saber qué otra cosa decir - ¿Quieres algo de
beber?
E: Vale – dijo un tanto defraudada por esa respuesta que poco tenía que
ver con lo que ella quería escuchar.
M: Claro – abrió las puertas del coche con el mando – bueno pues ya nos
veremos – le dijo y a Esther le sonó a despedida.
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M: Es lo que tengo que hacer – afirmó – solo que a veces… muy pocas
veces, me gustaría ser republicana – dijo a modo de secreto, casi en un
susurro con demasiadas connotaciones – pero no se lo digas a nadie
¿eh? Es un secreto de estado – quiso darle un tono cómico para que
Esther no se diera cuenta.
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les diera algo de cordura y lo único que obtenían era una dosis de locura
mayor de la que ya tenían.
Llevó sus dedos hasta sus labios, dibujándolos con lentitud, sin dejar de
mirarla a los ojos y viendo como los cerraba al sentir esa caricia, sus
respiraciones se aceleraban, todo se magnificaba…
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Desde el primer día que la vio, Esther supo que algo pasaría, no podía
explicar por qué, pero algo dentro de ella le dijo que se convertiría en
algo más para ella que “la Princesa”. Algo extraño, algo que siempre
había pensado era una tontería de locos enamorados…
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Macarena se presentaba frente a ella con las manos casi sudorosas por
los nervios, con el rostro tenso y sin a penas atreverse a mirarla.
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No quería parar, no quería escuchar lo que iba a decirle por miedo a que
se arrepintiera, por eso no dejaba de besarla, porque le daba igual todo
lo que no fuera ese momento, poco le importaba quien ella era, lo único
que quería era estar así y que nada interrumpiera ese momento.
E: Es que no creo que quiera oír lo que vas a decirme – bajó la vista al
suelo – no quiero escucharlo.
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Sonrió levemente por aquella respuesta que decía más de lo que sus
palabras expresaban, llevó sus manos a sus labios dejando un tierno
beso en ellas, cerrando los ojos mientras acariciaban sus mejillas.
E: ¿Y lo mejor para ti? – Preguntó - ¿Qué será lo mejor para ti? – repitió la
pregunta para hacerle ver que ella también estaba preocupada.
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M: Se está haciendo algo tarde – dijo tras mirar su reloj – voy a tener que
marcharme.
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E: ¿En serio? – miró hacia atrás – pues a mí me parece que hace un día
perfecto.
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E: Pues nada, con una amiga, Claudia – dijo ya algo inquieta por tanta
pregunta – Que luego te veo ¿vale? Que tengo que ir a hacer unas curas
y se me hace tarde – terminó de decir sin darle opción a contestar y
levantándose para salir de allí.
C: ¡Será posible! – protestó – yo preocupada por ella y ella más feliz que
una perdiz.
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P: Vale… - terminó de leer y los metió en una carpeta – bueno, pues aquí
hemos terminado por ahora – dijo levantándose – recuerda que a las
cinco viene Jojoy.
M: Ya, papá, pero tengo cosas que hacer – dijo sin querer darle más
explicaciones.
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íntimo ya que no podían darse ese beso que ambas querían. Subió a la
moto y salieron de allí con una velocidad prudente y constante.
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M: Vale, vamos a ver qué hay por aquí y preparo algo – abrió el
frigorífico.
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E: No sabía que tus chicos fueran tan divertidos – comenta tras unos
minutos – parecen tan serios…
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E: Pero dijiste que eran las personas en las que más confiabas – dice
algo extrañada.
La enfermera dejó sus labios para pasar al cuello donde se perdió entre
su aroma y su sabor, Maca le dejó espacio para que hiciera con ella lo
que quisiera, al tiempo que llevaba su mano a la parte delantera
acariciando sus pechos por encima del sujetador.
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Se besaron una vez más, esta vez con más calma, sin pretensiones,
Esther se levantó y poniéndose de nuevo la camiseta la miró y sonrió al
ver el gesto de desagrado que tenía.
M: Sí, lo sé, lo sé – le dio la razón, tal vez era demasiado pronto, tal vez
se habían dejado llevar demasiado, tal vez, simplemente es que era
mejor parar en ese momento que no diez minutos más tarde cuando les
hubiera costado más – te llamo luego ¿vale?
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E: No hace falta.
M: Sí, sí hace falta, no quiero que te vayas sola – dijo casi como una
orden.
P: Tenemos que cuadrar las agendas y decidir a qué donde vamos cada
uno, tengo dos viajes en las mismas fechas y creo que deberías ir tú a
uno en mi nombre – informó con tranquilidad.
M: ¿Para cuando?
M: Vale, deja que haga una llamada y estoy contigo – terminó de decir
sin darle opción a respuesta y saliendo del despacho mientras sacaba su
móvil.
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M: Sí, pero creo que no voy a poder ir a verte – dijo frunciendo el ceño –
tengo cosas que hacer con mi padre y preparar un viaje para mañana.
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M: Va… vale pues… - necesitó tomar algo de aire pues realmente ese
tono de voz la había trastornado – que… que cuando vuelva ya nos
vemos y… no sé, preparamos algo.
M: Sí… - susurró sin poder evitar imaginarse ese momento – bueno, será
mejor que deje que te sigas bañando… además me está esperando mi
padre.
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C: Vale, estás con ella – afirmó y Esther no pudo hacer más que aceptar
la realidad, aun sin decir nada. El que calla otorga – Pues me alegro
mucho por ti – dijo ya con una sonrisa.
C: Claro, tonta – rió y vio que Esther parecía ausente – bueno, ¿Cuándo
me la vas a presentar? ¿Por qué tengo muchas ganas de conocerla que
lo sepas?
E: Sí, claro, sí – decía lejos de allí – Ehh no, no, no… no, es que… - volvió
a la tierra – que no, no. – negaba.
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Llevaba ya dos días de viaje, dos días en los que había podido hablar
con Esther menos tiempo del que le hubiera deseado, bien por sus
obligaciones o bien porque coincidía que la enfermera estaba trabajando
y tenía que colgar para atender alguna urgencia, lo que hacía que
tuviera que disimular sus ganas de coger un avión y volver para verla y
darle un beso.
R: Pues estaba de paso, me enteré que venías y dije… hace tiempo que
no nos vemos así que vamos a propiciar un encuentro – contestó – me
alegro de verte.
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M: No es eso… es solo que tengo cosas que hacer y poco tiempo para mi
– contestó sin querer darle mayor explicaciones.
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R: ¿Nos tomamos algo? – Quiso saber – hace tiempo que no nos vemos,
ni hablamos.
M: Claro – sonrió – déjame que termine aquí y nos vamos a algún sitio
tranquilo.
Unos quince minutos más tarde, Roberto y Maca salían del teatro
mientras conversaban de alguna cosa y se dirigían a algún lugar de
aquella ciudad donde poder hablar con algo más de calma.
Al día siguiente, las revistas salían a la calle con una portada bastante
interesante y que hacía que todos los periodistas del corazón se hicieran
eco de ella. Bajo el titular “¿La Princesa enamorada?” una fotografía de
Macarena y Roberto hablando relajadamente y sonrientes.
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E: Vale – sonrió.
E: Sí, luego nos vemos – contestó antes de colgar. Dejó el móvil sobre la
mesa y volvió a cambiar de canal, la misma noticia con diferentes
comentarios y opiniones en todas las cadenas - ¡Qué pesados sois! Si
vosotros supierais… - dijo levantándose para ver qué tenia en la nevera
y hacer la compra para una cena especial esa noche.
Hay quien piensa, que encontrarlo es costoso y casi imposible, hay quien
vive toda una vida sin hallarlo, quien se pasa toda su existencia
intentando dar con él y jamás lo encuentra. Hay quienes desesperados
niegan gritando a los cuatro vientos que todo es una farsa, que no
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Y tal vez llegaron demasiado pronto ¿pero qué importa llegar antes o
después si cuando lo haces te sientes de esa forma? Volando…
flotando… como en una nube… como quieran llamarlo… lo importante,
lo realmente importante era que ahí estaban, una frente a otra y el
mundo en una mirada… en una sonrisa… en ese lugar mágico que había
sido creado para ellas.
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E: Mi amiga Claudia piensa que estoy con una mujer casada – comentó a
lo largo de la cena bajando un poco la cabeza.
E: Por qué va a ser Maca – medio protestó – porque no puedo decirle con
quien estoy realmente y el otro día me preguntó y ella misma sacó esa
conclusión cuando le dije que no podía presentaros…
M: Ya… - ahora fue ella quien bajó la cabeza - ¿Es muy amiga tuya?
E: Pues sí, Maca – dijo algo molesta por tanta pregunta – es una de las
personas en las que más confío.
M: Bueno… no digo ahora… tal vez un poco más adelante, cuando esto
esté más afianzado… no sé – dijo sin dejar de mirarla.
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E: Ya…
M: Entiéndelo… tal vez le alivie saber que no estás con una mujer
casada… pero estás conmigo, con lo que todo ello conlleva y… - vio que
Esther sonreía ampliamente - ¿qué?
Sin saber porqué y con una sensación extraña quedaron ambas calladas,
cada una metida en sus pensamientos. La conversación referente a
Claudia y a la posibilidad de que se conocieran fue olvidada
drásticamente y solo había en su mente la ultima parte de esa
conversación.
Novias… ¿lo eran? ¿Lo llegarían a ser? ¿Aun sabiendo que no podrían
mostrarse al mundo como una pareja normal? ¿Serían capaces de
superar eso?
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E: Pues ten cuidado no vaya a ser que no quiera que te marches en toda
la noche – contestó tras el beso con sensualidad.
Desnudas, bajo las sábanas, sus cuerpos se buscaban con ansias, los
besos se cortaban para que sus pulmones pudieran llenarse del oxigeno
que se les negaba mientras sus caricias les arrebataban toda la cordura
que tenían.
Sus cuerpos eran invadidos placenteramente por sus manos, por sus
labios, los gemidos se hacían más y más altos, el placer aumentaba con
cada fricción de sus sexos unidos y sin dejar de mirarse sentían que
llegaban al primer orgasmo de aquella noche donde sin saberlo, sin
pensarlo y sin tan siquiera haberlo imaginado habían dado un gran paso
en su naciente relación, olvidando los obstáculos, los problemas y
centrándose tan solo en ellas…
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M: Hasta luego, cariño – sonrió al ver el rostro de Esther por esa forma
de llamarla.
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Cuando estaban juntas todo era idílico, no había nada más que ellas dos
en el mundo, en su mundo y disfrutaban como dos adolescentes que
comienzan a descubrir lo que es el amor… olvidando quienes eran,
olvidando todo cuando las pudiera atormentar, cuando estaban juntas
simplemente eran dos personas disfrutando de lo que sentían.
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M: Eres mala…
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E: Larga… - dijo con voz cansada – hemos tenido unos días sin parar…
E: Sí… un poco.
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M: Creí que estabas cansada – decía entre besos, una vez dentro del
piso, mientras Esther se deshacía de su camisa apoyándola contra la
pared.
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M: Esther… - rogó.
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A partir de ahí, perdió el sentido del tiempo y del espacio, sintiendo solo
a Esther, que se afanaba en hacerla llegar al clímax. Poco tardó Maca en
sentir que llegaba al orgasmo, Esther lo supo al escucharla gemir con
fuerza y sentir como movía involuntariamente sus caderas buscando
más contacto…
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Esther desvió la mirada, no podía verla de ese modo, era cierto que
sabía lo que había, que cuando comenzaron su relación había aceptado
todo lo que conllevaba, pero había veces en los que sentía que
necesitaba más… en los que quería gritarle al mundo lo que sentía por
ella… había veces en los que todo se hacía muy cuesta arriba…
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M: Sí… bueno, con mi padre… - miró el reloj – menos mal que no es muy
tarde… - papá – dijo al escuchar como contestaba.
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P: Está bien – dijo sabiendo que su hija tenía razón, llevaba un tiempo
que no paraba, que realmente debía estar cansada y eso no era bueno,
no podía permitir que se viera el cansancio en su rostro – ven a casa
mañana por la mañana a primera hora y lo organizamos todo… supongo
que tu hermano necesitará saber el itinerario y demás.
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P: Bien – miró a Macarena que asintió con la cabeza – pues eso es todo –
sonrió a sus hijos – venga chicos…
F: Hasta luego, papá – dijo levantándose para marcharse, cosa que hizo
Maca un segundo después-
M: No te entiendo.
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P: Está bien… está bien – dijo decidiendo dejar el tema, por el momento.
T: Muy bien, hija, hasta mañana – contestó casi sin mirarla enfrascada en
la búsqueda de unos historiales que le había pedido Claudia, quien
llegaba en ese momento a su lado.
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C: Claro, está todo perfectamente… tú liada con una mujer casada que
no te hará más que sufrir – dijo bajando el tono para que nadie se
enterara.
C: ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? – por muy enfadada que pudiera estar por
la situación, no podía dejar de preocuparse por su amiga.
E: ¿Sabes qué, Claudia? – se acercó a ella – que te vas a tener que tragar
todas tus palabras… Adiós – dijo dándose la vuelta para marcharse por
fin.
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E: Gracias – contestó sin más saliendo del coche y subiendo hasta el piso
de la Princesa.
Fue verla y volver de nuevo su buen humor, nada más abrir la puerta y
encontrarse con su sonrisa se olvidó de lo que había hablado con
Claudia minutos antes y al sentir aquel primer beso todo volvió a
llenarse de colores.
M: Me alegro – sonrió ella también – ven, pasa, que tengo una sorpresa –
la invitó.
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muy pequeñito en la sierra donde podamos estar las dos solas, libres de
periodistas… de reuniones y de todo lo que tenga que ver con la
Princesa? – terminó de decir.
M: Bueno va… ahora en serio – dijo ya dejando las bromas - ¿Quieres ir?
– la miró.
M: Pues hecho – afirmó con rotundidad – nos vamos… así que ya estás
llamando al hospital para decir que te voy a secuestrar… bueno… no
digas que te secuestro yo.
M: ¿Sí?
E: Sí… como decías que tenías unos días libres pues… he pensado en
pedírmelos yo también y pasarlos contigo.
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Maca paró la moto frente a una de las pocas casas que aún estaban en
perfecto estado. Esperó a que Esther bajara para hacerlo ella quitándose
el casco sonriente. La enfermera miraba a su alrededor, callejuelas de
adoquines, casitas que lejos de parecer destartaladas le daba un
encanto natural a aquel lugar, un poco más al fondo, una placita con una
fuente que le pareció antigua, de la que no salía agua pero que regia
parecía mostrarse orgullosa como el símbolo del pueblo.
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Caminaron por aquellas pocas calles que tenía el pueblo, pasaron por la
única placita mirando aquellas viejas casas que deshabitadas podrían
dar un aspecto desolador de aquel lugar, para ellas se había convertido
nada más llegar en el mejor sitio del mundo.
Como en todo, con el paso de los años, los niños se hicieron mayores y
queriendo ver más mundo las familias habían ido buscando otros lugares
donde vivir, donde labrarse un futuro lejos de aquel lugar que, aunque
mágico, no había avanzado en paralelo al avance tecnológico de las
grandes ciudades. Convirtiéndolo en casi un pueblo fantasma, como
tantos otros en el país, olvidado en los mapas, dejándolo silencioso y
vacío…
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DJ: Macarena, hija – dijo contenta de verla allí – qué alegría volver a
verte – afirmó – hacía mucho que no venías.
DJ: Muy bien, hija – continuó – aquí seguimos… hasta que Dios lo quiera.
M: ¿Y su marido? – se interesó.
DJ: Está mejor – afirmó – el médico estuvo aquí ayer y le ha traído unas
medicinas para el catarro, dice que está bien, que en unos días estará
recuperado.
M: Me alegro.
DJ: Que guapa eres – dijo acariciando el rostro de una Esther que no
dejaba de sonreír.
E: Encantada de conocerla.
DJ: Muy bien – afirmó feliz de que hubiera alguien más allí – bueno, yo os
dejo que tengo que ir al huerto.
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DJ: No hija – dijo con amabilidad aunque con algo de recriminación – que
estoy vieja pero aún puedo hacer estas cosas… llevo toda la vida
haciéndolo.
M: No, ella es así – contestó con seguridad – pero sé que le has caído
bien – Esther sonrió por la rotundidad con la que lo dijo – venga, vamos a
ver la casita.
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M: Bueno… los tengo… pero me gusta hacer las cosas por mí misma –
afirmó.
E: ¿Cómo es que conoces tan bien este pueblo? – preguntó con gran
curiosidad.
E: Y… - se separó de ella unos milímetros tras besarla una vez más con
gesto pícaro - ¿Has traído a muchas chicas aquí? – preguntó jugando
mientras besaba su cuello.
E: O sea que ha habido más chicas antes que yo… pero no las has traído
aquí – afirmó besando sus labios levemente, aún jugando - ¿no?
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Habían pasado tres días donde el mundo se había convertido tan solo en
ese pueblecito perdido en la sierra. Tres días en los que habían
disfrutado de ellas como no habían podido hacerlo hasta ese momento.
Días y noches llenas de besos, de pasión desbordada, de charlas a
media voz. Conociéndose más, sintiéndose más seguras, queriendo no
separarse nunca.
Maca andaba preparando algunas cosas… hablando con los chicos para
concretar la hora de salida, el sol hacía ya una hora que se había
escondido, no queriendo ser partícipe de aquella despedida. La luna
resplandecía y las estrellas brillaban en una noche agridulce.
Por la ventana, Esther la observaba, algo triste por tener que volver a la
ciudad, rememorando cada momento de esos días que tan cortos se
habían hecho. Se mordió el labio al ver su silueta y se alejó de la
ventana al ver que Maca volvía con ella.
M: Bueno – dijo una vez entró en casa – los chicos vendrán mañana a las
siete, así que tendremos que estar listas a esa hora.
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E: Sube – le dijo una vez Maca dejó su boca para perderse en su cuello.
Así lo hizo, se subió a la moto de cara a ella, tomándola por las rodillas la
acercó a su cuerpo, quedando a escasos centímetros de su boca. Con
sonrisas traviesas volvieron a besarse y poco después las manos
comenzaron a vagar por encima de la ropa.
Los besos fueron haciéndose cada vez más fieros, las ganas de sentirse
libres de prendas hicieron que en un momento dado tuvieran que
bajarse para desnudarse y entre risas y bromas volvieron a subir a la
moto, acoplándose como pudieron para lograr que sus centros
coincidieran.
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Habían pasado cinco días en los que les había sido imposible verse.
Maca de vuelta a sus obligaciones parecía tener una agenda más
apretada de lo normal y los turnos de Esther les hacía imposible verse
aunque fuera de noche.
Esther por su parte, había recibido una llamada del hospital y había
salido corriendo hacia allí, ni siquiera le había dado tiempo a llamar a su
chica para avisarla, para ella, en ese momento, lo primordial era llegar al
hospital y ayudar en lo que pudiera.
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E: Y yo que estuvieras…
No pudieron hablar mucho tiempo más, Esther tuvo que volver a atender
a varios pacientes… Maca preocupada quedó mirando el móvil algunos
segundos… escuchó como su padre la llamaba y fue a su encuentro.
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Carlos las avisó que debían salir si no querían que alguien sospechara,
ellas se miraron, volvieron a besarse, a abrazarse, dándole esos ánimos
que sabía su chica necesitaba. Maca prometió escaparse esa noche para
ir con ella, Esther lo agradeció, realmente ese día, necesitaba de su
compañía…
No supo cuanto tiempo había dormido pero no debía ser mucho puesto
que aún había bastante claridad. El sonido del timbre la había sacado de
su duermevela, se levantó mirando el reloj, como pensaba era aún
temprano para que Maca llegara, el insistente sonido hizo que se
levantara cansada para abrir.
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Con el gesto serio y los brazos cruzados, Claudia la miró sin moverse,
Esther respondió a la mirada extrañada, se sentó en el sofá y la invitó a
hacerlo, cosa que rechazó la neuróloga.
E: ¿Estás enfadada conmigo por algo o…? – preguntó al ver que no decía
nada.
C: Dime que no estás liada con ella – repitió – que no erais tú y ellas las
que hablabais y os besabais en el baño – continuó, haciéndole ver a
Esther que no habían estado a solas – dime que yo me estoy volviendo
loca y que lo he imaginado.
E: …
E: ¿Crees que no lo sé? Joder… - dijo ella del mismo modo – pero no lo he
podido evitar… no lo hemos podido evitar.
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Quedaron mirándose a los ojos olvidando que alguien más estaba allí,
sonriendo al escucharse la una a la otra y susurrándose de nuevo un te
quiero dicho desde el corazón. Maca acariciaba la mejilla de la
enfermera arrastrando los últimos rastros de lágrimas al tiempo que le
regalaba un nuevo beso y Esther no pudo más que sonreír al sentirla tan
y tan suya…
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M: Mi niña…
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E: ¿Lo que has dicho, lo has dicho de verdad o porque me has escuchado
a mi? – soltó de pronto, logrando que Maca la mirara con el ceño
fruncido.
M: ¿Crees que diría una cosa como esa sin sentirla? – devolvió la pelota.
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El sonido del timbre del ascensor les hizo saber que ya habían llegado al
vestíbulo y aunque Maca debía bajar una planta más, quiso salir con ella
para arañarle algunos segundos más al reloj.
No había nadie por allí, por lo que pudieron aprovechar unos minutos
más llenándose de besos y palabras tiernas, cuando vieron que o se iban
o no llegarían se despidieron de verdad.
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Aún sin entenderlo, aún sin que le pareciera bien, Claudia no pudo más
que rendirse a la evidencia de que Esther no había sonreído así nunca
desde que la conocía… así que simplemente… le dio un abrazo, le
susurró que estaría allí cuando lo necesitara y le dio todo su apoyo.
Dos semanas había pasado desde aquel día en el que Claudia se enteró
de todo y la veía tan feliz… que no supo decirle nada para que entrara
en razón, y es que poco se podía hacer cuando se está enamorado de
esa manera… cuando todo lo demás deja de existir al verla aunque sea
de lejos… la razón deja paso al corazón y es él el que manda, lo demás…
lo demás va sobrando en el cuadro.
Ese día, por fin, tras quince de ausencia, al fin habían encontrado un
tiempo para ellas. La princesa había recogido a Esther en el hospital,
enfundada en su chupa de cuero, su casco oscuro y el pelo recogido
dentro de él para no ser reconocida.
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C: Vale – contestó con una sonrisa algo forzada al tiempo que la miraba
con preocupación – diviértete.
T: ¿Tú sabes quien es? – preguntó Teresa a Claudia que no había dejado
de mirarlas.
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Diez minutos más tarde, lograba que al fin se despertara… por falta de
tiempo… más bien porque lo estaban deseando se ducharon juntas
comenzando un nuevo juego de caricias que las entretuvo más de lo que
debían, así que con la hora encima se vistieron y tomaron un café
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C: Para ti por lo que veo si que son buenos – no pudo evitar sonreír al
verla tan radiante de felicidad.
C: Ya…
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E. Pues vas a llegar un poco tarde – miró su reloj sabiendo que tenía una
reunión con su padre que debía haber empezado hacía ya diez minutos.
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M: Solo era eso, cariño – continuó – decirte que te quiero y que te llamo
luego para saber si podemos vernos ¿si?
T: Ay Dios mío – decía nerviosa sin encontrar el mando – ¡Ay Dios mío! –
repetía - ¡El mando! ¿Dónde está el mando? – rebuscaba entre algunas
carpetas que había sobre la mesa.
T: La princesa – les dijo sin dejar de buscar, Esther se tensó, Claudia miró
a su amiga – Ay Dios mío la Princesa – seguía diciendo.
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- La Noticia del día, o del año podríamos decir – decía una de las
presentadoras de algún programa de televisión – que nos ha
sorprendido a todos los periodistas esta mañana, es el comunicado
que ha emitido la Casa Real hace una media hora y que
recordemos dice así:
“La Casa Real se complace en anunciarles el próximo enlace de la
Princesa Heredera Macarena con Roberto Salvatierra…”
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C: Ven aquí – dijo haciendo lo único que sabía que podía hacer en ese
momento. Abrazarla para acunarla entre sus brazos brindándole todo su
apoyo.
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M: ¿¡Qué!? – dijo alucinada haciendo que todos los que estaban allí se
volvieran a mirarla.
P: Por que es verdad – dijo con autoridad – vas a casarte con Roberto…
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M: ¡Es que no quiero hablar con nadie! – contestó – solo quiero despertar
de esta pesadilla.
M: ¿Lo mejor para quien? Porque te aseguro que esto es lo peor que me
ha pasado en la vida – afirmó con convicción.
R: Maca… puede que ahora lo veas todo negro… pero a la larga te darás
cuenta que esa vida que pretendes llevar es imposible… - Maca la miró
con seriedad – comprendo como te sientes…
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M: Tú no tienes ni idea.
R: Será mejor que te calmes – continuó intentando razonar con ella – que
pienses bien las cosas, en el futuro del país, no en ti Maca – le dijo – a
veces… por el bienestar de muchos hay que sacrificar el nuestro, hay
demasiadas personas implicadas, mucha gente que depende de
nuestras decisiones – continuó – no podemos ser egoístas…
M: Pero…
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era lo que pasaría por su cabeza en ese momento. Intentaba buscar las
palabras para ayudarla pero ninguna se le ocurría.
E: Tengo que hablar con ella – murmuró – tengo que hablar con ella –
repitió mirando al infinito.
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E: Las fotos las hizo Alex – dijo sin mirarla – yo la llamé para que las
hiciera – afirmó haciendo que Maca la mirara atónita
Había solventado con éxito la sorpresa inicial que le causó saber que
existían unas fotos de ellas, había aprovechado la oportunidad para
culparse ella misma… quizás si Maca no hubiese nombrado esas
fotografías nunca se le hubiera ocurrido decir algo así… pero era lo
mejor… cerrar las puertas a todo para que así la princesa pudiera hacer
lo que debía.
Cuando empezaron su relación, sabía que para Maca llegar a ser reina
era lo más importante en su vida, era para lo que había nacido y para lo
que se había estado preparando desde siempre. Y aunque fuera la peor
manera, aunque quizás se arrepentiría durante el resto de sus días, no
podía permitir que Maca renunciara a su sueño, a lo que era, no podía
permitirlo…
Así que mintió, mintió poniendo una seguridad que no supo de donde
había salido, mintió sin saber de qué eran aquellas fotos aunque
sospechando que serían de alguna escena romántica entre ellas. Se
benefició de la información que Maca acababa de darle… y tal vez
pareciera cruel, tal vez estaba siendo demasiado dura, pero en esos
momentos, pensaba, era lo mejor que podía hacer…
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La quería, más que a nada, pero no podía luchar contra aquello, no podía
luchar contra Maca, contra lo que era, lo que tenía que ser… por eso le
dijo aquello, sabiendo que su chica conocía el trabajo de Alex, sabiendo
que Alex ya una vez intentó aprovecharse de la situación y Maca lo
escuchó…
Había pensado otra manera, otra forma de hacer las cosas, durante ese
tiempo, sin querer ponerlo en palabras y dejarlo solo en pensamientos
para no hacerlo tan real, había pensado en mil maneras diferentes de
hacerlo, pero todas la llevaba al mismo punto… tenía que cerrar a cal y
canto aquella puerta, no dejarle ver que para ella aquello estaba siendo
más doloroso de lo que pudiera imaginar… no podía permitir que Maca
renunciara a su vida por ella… al final, pensaba, sería peor… quizás
después, con el paso del tiempo Maca podría arrepentirse de la decisión
y eso sería más doloroso, podrían llegar los reproches… podría no salir
bien su relación… podrían pasar muchas cosas que le hacía pensar que
aquello era lo mejor. Ella quería creer que era lo mejor…
Tal vez si los nervios la hubieran dejado se daría cuenta que aquello tan
solo era un cuento chino, quizás si no estuviera tan ofuscada habría
podido leer en sus ojos la realidad, sin embargo, la presión del Rey, las
palabras de la Reina, la certeza con la que hablaba Esther… nublaban su
buen juicio haciéndole creer lo que no era cierto.
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E: Yo… yo…
M: ¡Creí que me querías! – gritó de nuevo sin dejarla hablar - ¡Creí que
teníamos algo especial!
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La enfermera salió de aquel piso donde sintió que había dejado el alma.
No había salido del edificio y ya se arrepentía de lo que había hecho…
rompió a llorar en plena calle y comenzó a correr sin dirección fija…
intentando ahuyentar sus reproches, sus remordimientos y sabiendo que
después de aquello, ella misma se había encargado de perder su
corazón al completo.
M: Ehh… sí, sí – afirmó algo cortada por aquel corte que le había dado –
hace un año, más o menos.
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M: Será el día 24 del mes que viene, aunque aún no está todo atado –
continuaba diciendo con amabilidad y una bastante aparente
tranquilidad – no se preocupen que serán informados con tiempo.
Pese a que algún periodista quiso hacer alguna pregunta más, ella no
aguantó y decidió salir de allí, aún tomada de la mano de Roberto, quien
encantado con su nueva posición no la soltaba ni un segundo…
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Estaba sentada en el sofá, eran las tres de la mañana, enfadada con ella
misma no había podido dejar de dar vueltas en la cama y cansada de
hacerlo se había levantado y había acabado en el salón. Hacía calor, las
temperaturas ya avisaban de que se acercaba el verano y sin embargo,
ella estaba muerta de frío. No lograba concentrarse en las líneas de ese
libro en el que quería sumergirse, su mente, lejos de allí la traicionaba
cuando más vulnerable se sentía.
Quiso entretenerse con algo, una película, una de esas que aunque son
una chorrada tal vez puedan servir para aburrir tanto a tu mente que no
te deja otra opción que sucumbir a Morfeo… se levantó, pesada, tomó el
primer DVD que vio entre las manos y encendió el reproductor al tiempo
que con el mando, por primera vez en aquellos días, encendía el
televisor.
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Era la cuarta vez que repasaba el discurso, era extraño, pero por
primera vez tenía que darle tantas vueltas. Normalmente los escribía,
los repasaba se lo leía una o dos veces y todo listo. Desde hacía días no
era capaz de retenerlo en la mente y necesitaba leerlo y releerlo varias
veces y aún así, no era capaz de mentalizarlo. Suspiró cuando escuchó
que llamaban a la puerta y algo fastidiada por la interrupción dio paso a
quien fuera que la requería.
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C: Pero…
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C: Anda, ayúdame que pesa lo suyo – dijo haciendo un gesto para que
cogiera una de las dos cajas.
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E: ¿Me has traído todo lo que te pedí? – preguntó mirando por encima lo
que allí había.
C: ya… si tu lo dices…
E: Anda, siéntate – sonrió de medio lado sabiendo que ahora llegaría una
retahíla de “protestas” sobre algunas cosas que debería cambiar.
C: Bueno, ya sabes, con sus revistas y sus cosas… y cada día más cotilla
– afirmó medio sonriendo.
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haces? – preguntó yendo rápida hacia ella para coger todos aquellos
papeles y haciéndolos un montoncito impedía que los siguiera viendo.
E: Vale… espera, que te quiero dar una cosa para que te lleves – dijo
saliendo de la sala, lo cual aprovechó Claudia para buscar aquellos folios
y sacándolos casi de la basura los guardó en su bolso volviendo de
nuevo al saloncito – toma – le tendió una bolsa – es la fruta que me
pediste la ultima vez que estuviste aquí.
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R: No te consiento que…
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R: Pero…
M: Ya has oído Roberto – dijo con tranquilidad – nos vemos en una hora…
Sin poder hacer nada viendo como Javier cubría las espaldas de su
protegida, se fue mascullando malhumorado algo entre dientes,
pudieron escuchar como decía algo así de hablar con el Rey… Macarena
suspiró y Javier tomando distancia la miró.
J: Ya… - contestó sin saber qué decir, puesto que no podía decir lo que
quería – estaré fuera.
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Leyó la primera línea y tan pronto como lo hizo soltó aquellos papeles
como si le hubieran dado un calambrazo, se dio la vuelta y se llevó las
manos a la cabeza, en una clara señal de nerviosismo, anduvo por la
habitación de un lado a otro, mientras sentía que sus ojos iban directos a
aquellos papeles… decidida a romperlos y deshacerse de ellos llegó en
dos pasos, los cogió de nuevo entre las manos y cuando ya estaba a
punto de romperlos en mil pedazos sintió la absurda necesidad de saber
todo su contenido…
“Te quiero…
Te quiero…
Parece tan fácil escribírtelo, sabiendo que no lo vas a leer, sabiendo que
no te lo diré… y no porque no anhele hacerlo, no porque no desee
plantarme frente a ti y decirte mirándote a los ojos cuanto te amo, sino
porque sé, que tras ese día, tras aquella mentira, no tengo derecho
alguno a decírtelo.
Te quiero…
Y sé que lo hice todo mal, que me equivoqué en las formas, pero hice lo
que creí que era correcto en aquel momento… nosotras no podemos
estar juntas… no podemos vivir de un sueño, ambas sabemos que en
algún momento debíamos despertar. No quise hacerte elegir, sé lo
importante que es para ti llegar a se lo que vas a ser… no pude hacerlo
mejor, no supe hacerlo mejor… y cada día me arrepiento de haberlo
hecho.
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Te quiero…
Te quiero…
Pero tú si tienes derecho a saber la verdad, a saber por qué hice lo que
hice, tienes derecho a saber que mentí… que no tenía ni idea de la
existencia de esas fotos y que simplemente encontré la excusa cuando
tú misma las nombraste. No sé quien hizo esas fotografías, no sé qué
contenían, ni siquiera sé cuando las hicieron. Me lo inventé, para no
hacerte elegir entre lo que siempre me dijiste, una y otra vez, que era lo
que querías ser y yo… no podía hacerlo… no podía negarte el que creía
y creo es tu sueño por mi.
Te quiero…
Te quiero…
Te quiero…
Te quiero…
Déjame escribirlo una vez más, solo una… porque es la única verdad
que tengo, las más grande, la más fuerte, que todo lo que hice, mal y
con un pésimo sentido de la corrección, lo hice por ti, por no hacerte
sufrir, no por hacernos más daño pasado el tiempo.
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Te quiero…
Te quiero…”
Terminó de leer… entre lágrimas y rabia dobló aquel folio entre sus
manos, queriendo borrar cada palabra allí escrita, queriendo no recordar
ni una sola parte de su contenido… y sin embargo tenía un “te quiero”
clavado en el alma…
Subía en el ascensor, sentía todo su cuerpo sin fuerzas, el llanto por fin
parecía haberle dado una tregua. Abrió la puerta de su casa
encontrándose con un montón de cajas en mitad del salón, algo de polvo
en las estanterías y un olor a cerrado que por mucho que Claudia
hubiera pasado por allí no había logrado quitar.
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La puerta sonó antes incluso de que pudiera dar el primer sorbo, dejó lo
que tenía en las manos y con pasos lentos y cansados llegó a la puerta
para encontrarse con una sorpresa que jamás hubiera imaginado.
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M: No quiero saber nada de ti, nunca. Así que no vuelvas a enviarme una
carta como esta – la rompió en dos y luego la tiró al suelo – hace mucho
que saliste de mi vida, entérate, Esther, hace mucho que no quiero
saber absolutamente nada de ti, es más… para mi ya no eres nada
Esther y no fue nada lo que tuvimos…
E:… - no le salían las palaras, no sabía defenderse ante tanto rencor, sus
peores presagios se cumplían de la peor manera… el peor día…
Quedó callada frente a ella, esperando tal vez una respuesta. Esther no
decía nada, continuaba sin poder creerse aquellas palabras, aquella
actitud. Macarena miró a su alrededor, frunció el ceño al ver todas
aquellas cajas... parecía que volvía de algún sitio, tal vez pensaba
marcharse... ¿qué más daba? si se iba tal vez fuera mejor... volvió a
mirarla, y fue su rabia la que continuó hablando.
Ca: Hola, cariño – saludó acercándose a ella para dejarle un beso en los
labios, viendo como aún esperaba una respuesta a su pregunta – la
princesa está arriba, quería hablar con Esther.
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C: ¿Pero como viene? Porque lo que menos necesita ahora Esther es una
bronca o algún reproche – decía bastante preocupada.
C: Imagínate – suspiró.
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C: Con todo el respeto solo hizo lo que creí correcto – dijo sin dudar.
C: Con todos mis respetos, Alteza – dijo sin cambiar su postura – debido
al tiempo que llevo trabajando para usted, puedo decir que mi trabajo
aquí ha pasado a ser algo más que simplemente profesional.
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C: No, tiene razón, no me lo da – dijo ahora sí, casi perdiendo los nervios
– pero no puedo mirar hacia otro lado cuando usted se equivoca, cuando
además hiere a una buena persona que en estos momentos lo está
pasando realmente mal, por mucho que ella se equivocara en el pasado,
porque ese fue su error, equivocarse en las formas… - decía mirándola –
pero claro, era más fácil creerla, era más fácil culparla a ella porque
realmente usted tampoco hizo nada por averiguar si era cierto o no lo
que dijo hacer. Era más fácil que ella pareciera la culpable de su
compromiso… así usted no tenía que elegir, no tenía que enfrentarse a
un país entero por defender sus sentimientos. Era más fácil así ¿verdad?
Sin decir una sola palabra escuchó como salía de aquella habitación,
todo era demasiado para ella, ahora entendía aquella mirada
tremendamente apagada que aun queriendo evitarlo había visto en los
ojos de Esther, aún las palabras de aquella carta retumbaban en su
cabeza martirizándola y junto con las que acababa de escuchar de su
guardaespaldas hacían que todo fuera más y más fuerte…
atormentándola… su madre había muerto… y aunque no lo sabía, ella
había sido todo lo cruel que había querido… posiblemente,
derrumbándola un poco más…
E: Las fotos las hizo Alex, yo la llamé para que las hiciera.
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C: pero claro, era más fácil creerla, era más fácil culparla a ella porque
realmente usted tampoco hizo nada por averiguar si era cierto o no lo
que dijo hacer. Era más fácil que ella pareciera la culpable de su
compromiso… así usted no tenía que elegir, no tenía que enfrentarse a
un país entero por defender sus sentimientos. Era más fácil así ¿verdad?
Te quiero…”
C: pero claro, era más fácil creerla, era más fácil culparla a ella porque
realmente usted tampoco hizo nada por averiguar si era cierto o no lo
que dijo hacer. Era más fácil que ella pareciera la culpable de su
compromiso… así usted no tenía que elegir, no tenía que enfrentarse a
un país entero por defender sus sentimientos. Era más fácil así ¿verdad?
Carlos había puesto la verdad sobre la mesa, las dos eran culpables, una
por mentirle, la otra por querer creerle la mentira.
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C: pero claro, era más fácil creerla, era más fácil culparla a ella porque
realmente usted tampoco hizo nada por averiguar si era cierto o no lo
que dijo hacer. Era más fácil que ella pareciera la culpable de su
compromiso… así usted no tenía que elegir, no tenía que enfrentarse a
un país entero por defender sus sentimientos. Era más fácil así ¿verdad?
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M: Sí, sí, perfectamente – dijo con rotundidad – solo un poco liada con la
boda.
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M: ¿Sí? ¿Cual? – quiso saber, para ella, aunque lo disimulara, era muy
importante su opinión.
J: Por supuesto, Alteza – contestó – que tenga un buen día – dijo antes de
marcharse, mirándola por ultima vez y viendo como su mirada se había
perdido, como su mente parecía volar hacia otro lugar, creyendo que
realmente había entendido lo que había querido decirle.
Se vio a sí misma, unos años más tarde, haciendo casi palpable aquel
cuadro que Javier había querido mostrarle segundos antes. Pudo verse
en algún acto que ella presidía ahora ya convertida en Reina, con su
marido al lado adornado con un orgulloso gesto, un niño nervioso no
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Carlos había sido más duro que Javier en su momento, pero había dicho
grandes verdades, ella también era culpable de aquella situación. Ella
había querido creer a Esther en su día para no tener que ser ella la que
eligiera… ser la Reina siempre había sido su meta, su destino… y
ahora… ahora sentía que no valía la pena, que todo lo que había
trabajado y luchado no valía para nada…
Recordó cuando de pequeña soñaba con ser mayor, cuando jugaba con
sus muñecas queriendo curarlas como la mejor médico que quería llegar
a ser. Recordó cuando fue creciendo y se dio cuenta que por mucho que
ella quisiera, nunca sería médico pues para ella ya estaba marcado un
futuro que no podía rechazar.
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Esther había creado en ella una revolución logrando que cambiara sus
pensamientos, que cambiara su forma de ver las cosas, le había
enseñado lo que durante tantos años no había logrado ver…
Ella quería ser libre, ya había perdido demasiado por ser quien era…
¿valía la pena?
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M: Tienes razón, mamá – dijo mirándola a los ojos – tengo que hacer lo
que debo…
R: Muy bien, hija – contestó sonriendo por lo que vio en sus ojos… la
conocía. Haría lo que debía hacer y ella se sentiría tremendamente
orgullosa de su hija.
Se levantó, dejando allí a sus padres y salió del despacho sabiendo que
debía seguir adelante, sabiendo lo que tenía que hacer.
Hora y media más tarde, terminaba de arreglarse con los nervios a flor
de piel, creyendo no ser capaz de hacerlo y sintiendo todas las fuerzas
del mundo para hacerlo. La puerta se abrió dejando paso a la Reina que
la miraba con una media sonrisa, se acercó a ella y le colocó el pelo tras
la oreja.
M: Gracias – contestó.
M: mamá yo… - dijo antes de salir – yo… lo siento… yo, siento todo esto
pero…
R: Va, va – rió al verse tan moña, casi con lágrimas saltadas – que se
hace tarde.
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Los periodistas la miraban y hacían alguna fotografía sin saber muy bien
a qué venía todo aquello, desde la puerta la Reina miraba todo con
orgullo, así debían ser las cosas, su hija tenía que vivir su vida y aunque
lo había comprendido tarde, sabía que era lo mejor para ella.
M: Yo creí haber nacido para algún día ser Reina – continuó – he estado
preparándome para ello desde que tengo uso de razón… ustedes han
sido testigos de ello – seguía diciendo – y me siento orgullosa de mi vida
– hizo una pausa – sin embargo… hoy vengo a decirles que renuncio – se
hizo un murmullo entre la gente – renuncio al trono. Renuncio al trono
porque este país, por mucho que yo esté orgullosa de él, no está
preparado para mi – decía segura de sí misma – renuncio al trono porque
estoy enamorada de alguien que sé que por desgracia, no sería
aceptada a mi lado – la gente se miró extrañada – sí, han oído bien, he
dicho aceptada – recalcó el género – estoy enamorada de una mujer y lo
que más quiero ahora mismo es estar a su lado. por desgracia, la
corona y ella son incompatibles, así que señoras y señores, utilizando mi
derecho constitucional, renuncio al trono de este país. Mi hermano, el
infante Francisco, será el siguiente en la línea de sucesión y en cuanto
las cortes y el gobierno lo acepten, se convertirá en el Príncipe Heredero.
Muchas gracias.
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Sus ojos se abrieron como platos, quien la viera pensaría que se saldrían
de sus órbitas. La mandíbula se abrió dejándola boquiabierta, si fuera un
dibujo animado seguro que habría caído al suelo… las manos
comenzaron a temblar, buscó las gafas queriendo verlo mejor, y cuando
volvió a hacerlo parecía que incluso dejaba de respirar.
T: ¡Ay Dios mío! – seguía con el corazón en un puño Teresa – que nos
quedamos sin boda… ¿pero quien es? – le preguntaba a la televisión -
¿Quién es esa chica?
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T: ¡Ay Dios mío! – repetía una y otra vez – ¡Ay Dios mío!
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C: Ya… Teresa que no digas tonterías – volvió a decir tajante – nos vemos
en el hospital que tengo que colgar.
Ca: Son demasiado rápidos cuando quieren – dijo con algo de hastío –
será mejor que yo me vaya a ver a Maca… debe estar de los nervios.
Ca: ¿Por qué sabes donde está verdad? – preguntó al ver su gesto,
contrariado y preocupado.
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T: Tú… tú…. Tú, tú, tú – decía sin poder creerse a quien tenía delante – ay
Dios mío – volvía a repetir aquella frase que no había dejado de
pronunciar desde que se enterara de aquella noticia.
Comprobó al llegar que allí también habían llegado los periodistas, los
esquivó como pudo y al fin entró, su escolta entraba tras ella, Carlos
acababa de llegar habiendo dejado su día libre para otro momento,
Macarena corrió hasta él.
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M: ya… encima esos periodistas que ya saben quien es… - dijo cogiendo
el mando de la televisión y encendiéndola buscando algún canal donde
dijeran algo de ella, suerte que por aquellas horas, todas las cadenas
tenían el mismo tipo de programas.
- Así es, Ama Fucsia – dijo un chico – parece ser que aquí vive
Esther García, la enfermera que mantuvo una relación clandestina
con la Princesa y por la que Doña Macarena ha renunciado al trono
– la cámara hacía un plano general de la calle y del edificio – como
están viendo la expectación es máxima y todos estamos a la
espera de poder mostrarles alguna imagen de esta chica pero por
el momento, parece ser que aquí no hay nadie.
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Casi una hora y media después, aparcaba la moto frente a aquella casita
que una vez fue testigo de todo el amor que se habían prodigado.
Mirando a su alrededor, descubrió la tranquilidad y el silencio de aquel
pueblecito perdido que la había enamorado el primer día que lo vio.
Carlos aparcaba tras ella, saliendo del coche esperanzado también por
encontrar a la enfermera.
C: Esther – dijo con seriedad - ¿sabes lo que ha hecho por ti? ¿Te das
cuenta?
E: Sí… claro que me doy cuenta – seguía diciendo con el mismo enfado –
me doy cuenta de que seguramente ahora tendré detrás de mi a mil
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Dj: Muy bien hija – contestó – aquí arreglando un poquito esta casa, que
no he tenido tiempo antes.
M: No tiene porqué hacerlo, dola Josefa – dijo con cariño – ya sabe que
puedo mandar a alguien que se encargue de hacerlo de vez en cuando.
Dj: sí, esa chica tan linda que es enfermera – explicó – ays, qué bien nos
ha hecho tu amiga, estando ella aquí.
Dj: No, no – negó con la cabeza – se fue hace un rato ya, vino una chica
a por ella y… parecía enfadada cuando se fue.
Dj: ¿Ya hija? – preguntó algo triste por aquella visita tan efímera.
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Ca: Será mejor que os dejemos solas – dijo cortando el silencio que se
había creado en aquella habitación.
M: quería que lo supieras por mí – dijo parada por sus respuestas – que
supieras por qué lo he hecho.
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M: ¡Joder Esther! – ahora empezaba ella a perder los nervios - ¿Es que no
te das cuenta de lo que he hecho por ti? He renunciado a mi vida por ti…
¿qué más quieres?
M: ¡A que te quiero! – elevó más el tono que ella – a que no quiero vivir
con nadie que no seas tu, joder, a eso viene…
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M: ¡Joder! – Ahora sí pareció perder los nervios – ¡te recuerdo que no fui
yo la que decidió por las dos en su momento! – Continuó - ¡Que tú
también me hiciste mucho daño con lo que me dijiste! Fuiste tú la que
empezó con todo esto… la que mintió y decidió mi futuro sin
preguntarme siquiera… - soltó con rabia – no vengas ahora a culparme a
mí de todo porque las dos somos igual de culpables… - terminó de decir
quedando parada a la espera de que Esther dijera algo, viendo como no
pronunciaba palabra alguna, bajó los hombros derrotada, parecía que allí
no tenía más que decir – Será mejor que me marche – habló – si
seguimos así, lo único que vamos a hacer, es hacernos mas daño – dijo
dándose la vuelta para marcharse - está claro que ya es demasiado
tarde para nosotras…
E: ¡Lo hice porque pensé que era lo mejor para ti! – gritó, y Maca paró en
su camino y esbozó una sonrisa porque con ese grito, lejos de ser un
reproche, le estaba pidiendo que se quedara, que no se fuera… era su
manera de retenerla y por ello sonrió, dándose la vuelta lentamente
para mirarla y pudiendo ver claramente, como la enfermera respiraba
aliviada al ver que no se marchaba – creí que era lo que querías – dijo en
un tono más calmado y tremendamente culpable.
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La miró, como hacía tiempo que no miraba, como tanto había querido
volver a mirarla. Llevó la mano a su mejilla y la acarició viendo como
Esther, ladeaba la cabeza para hacer más profunda esa caricia… se llevó
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Se inclinó, lenta, casi agónicamente para rozar con miedo sus labios, un
roce lento y cargado de sentimiento, Esther cerró los ojos al contacto,
sintiendo como su corazón se paraba solo para volver a latir gracias a
aquellos labios que coqueteaban con los suyos como si les diera miedo
hacer de ese roce un beso.
E: ¿Y tu padre? – preguntó.
E: lo siento Maca – dijo abrazándose más a ella – siento que tengas que
pasar por todo esto… - Macarena la miró totalmente en desacuerdo por
sus palabras – no sé… si yo no hubiera aparecido… todo sería más fácil
para ti…
M: Sïi – contesto con ironía – sería mucho más fácil si, viviendo una vida
de mentiras, casada con alguien a quien no quiero, y siendo infeliz
ocultando mis sentimientos al mundo…
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Cl: Que estáis en mi casa así que las manitas quietas – terminó ella de
decir con aire chistoso.
Cl: Que tonta eres – decía sin dejar de sonreír – ven aquí – la abrazó – me
alegro mucho… de verdad… - dijo emocionada, se separó de ella y dio
dos pasos quedando frente a Maca – Alteza…
Cl: Ya, ya – rió ella también – era solo una broma… a partir de hoy, Maca
– sonrió y sin dejarle decir nada más se abrazó a ella también – que
seáis muy felices – le susurró sin poder dejar de mostrar la alegría que
sentía al ver a su amiga de nuevo sonreír como lo hacía – bueno… pues
tendremos que preparar algo de cenar para celebrar esto ¿no? – sugirió
separada ya de Maca…
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M: Mírame – hizo que la mirara – solo tienes que ser tú… ya está – le
robó un beso – no te preocupes que todo irá bien… ya verás… anda…
ven conmigo…
E: Maca…
M: ¿sí? – dijo con una sonrisa mientras volvía a besarla ante la mirada de
Carlos y Claudia que no podían dejar de sonreír - ¿Sí? – la besó de nuevo
– vienes ¿a que sí? – repetidamente volvía a besarla sabiendo que ya a
poco podía negarse Esther.
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Camino a palacio, Esther se mordía las uñas sin poder dejar de mirar
desde la ventana del coche, habían decidido dejar la moto en casa de
Claudia debido a que ambas estaban bastante nerviosas y habían cogido
el coche siendo la propia Maca quien conducía y Carlos quien se
encargaba de llevar la moto…
E: ¿Cómo que por qué? ¿¡Cómo que por qué!? – dijo mirándola como si
hubiera preguntado la mayor tontería del mundo, Maca agrandó su
sonrisa al verla así - ¿Te parece poco que vaya en un coche nada más y
nada menos que a palacio a conocer a la Reina? – terminó de decir
dejando ver la evidencia.
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Entraron por una puerta que no reconoció Esther de la única vez que
estuvo allí, Maca le explicó que esa era la entrada privada y que por eso
no encontraron ningún periodista intentando sacar alguna fotografía,
varios metros después, Maca aparcaba a la entrada y un hombre
elegantemente vestido abría la puerta del copiloto para dejar salir a
Esther y después hizo lo mismo con Maca.
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E: Que no, Maca, que no – volvía a negar – que como venga la Reina…
o… o el Rey o…
E: Maca, por favor que bastante nerviosa estoy ya… - pidió poniendo
ojitos, pero sucumbiendo a su pedido y acercándose a ella.
Una música suave llegaba a sus oídos, la luz tenue las dejaba mirarse
sin problemas, unas copas de vino reposaban en el suelo, el vapor del
agua les hacía saber que tenía la temperatura perfecta para ellas. Tras
ella, rodeándola con piernas y manos, Maca se entretenía besando su
cuello y su hombro, mientras totalmente relajada, Esther se dejaba
hacer con una sonrisa en los labios y los ojos cerrados.
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M: ¿Uhm?
M: Nada… relajarte…
E: Ya… pues no ayudas, cariño – dijo cerrando los ojos al sentir sus besos
– no ayudas nada…
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M: Que…
Ese fue el primero de los varios encuentros que tuvieron aquella noche…
pasaron de la bañera directamente a la cama, disfrutando de besos,
caricias y juegos que hicieron de esa noche, una en la que se
redescubrieron, se volvieron a amar… una noche en la que volvieron a
poner el corazón en manos de la otra… sintiendo como de nuevo,
volvían a ser las que fueron, sintiendo como sus cuerpos destilaban
amor en cada caricia, en cada beso… en cada suspiro…
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M: Pues llama y di que no vas – dijo cabezota como ella sola – que te
tomas… no sé… un año sabático.
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M: No, vete – volvió a decir – que te esperan tus pacientes – dijo con
rintintín.
Llegó a la puerta que daba a la calle, tomó el pomo y antes de abrir miró
hacia atrás, Maca no salía de la habitación… suspiró, dejó el bolso a un
lado y deshizo sus pasos para volver dentro.
E: Pero mi amor… que en unas horas estoy de vuelta - rió por la niñería
que decía y por lo tierna que le parecía en ese momento.
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E: Maca, venga, no te pongas así – fue hasta ella para abrazarla por
detrás – ya sabes que sacan las cosas de quicio.
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M: Vivir juntas…
M: Cásate conmigo, Esther – dijo tomando sus mejillas para mirarla a los
ojos – cásate conmigo… - susurró…
Poco a poco, con su relación ya siendo de dominio público y aún sin ser
del todo aceptada por parte de la Familia de Maca, Esther comenzó a
asistir a algún que otro acto acompañando a su chica, sintiéndose en
ocasiones bastante fuera de lugar sabía que era importante para Maca…
por lo que la acompañaba cada vez que podía.
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no dio su brazo a torcer, decidida más que nunca a casarse con Esther y
aunque aquello derivó en alguna que otra pelea de la pareja, decidieron
no hacer caso a nadie y seguir con lo que les dictaba el corazón.
M: Umm… creo que me pasé con el vino – dijo recordado lo mismo que
Esther momentos antes.
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M: Pues como ahora, pero más viejas y con hijos – contestó, ahora fue
Esther quien la miró - ¿Qué? ¿No quieres tener hijos conmigo?
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Y sí, eran todos unos imbéciles que no hacían más que meterse donde
nadie les había llamado, hablando y juzgando sobre su matrimonio, pero
si lo pensaba, realmente sí tenían algo de razón…
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M: Esther, por favor – contestó de nuevo cerrando los ojos antes sus
caricias – estoy muerta, ha sido un día duro, será mejor que nos
durmamos…
E: Maca…
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M: Pues porque…
E:¿ O es que tan mal te sienta que yo esté embarazada que ni siquiera
puedes mirarme? – la cortó – todos dicen que no te sientes madre y… y
parece que es verdad… - bajó de nuevo la mirada.
M: ¿De donde has sacado eso? – preguntó con miedo por aquellas ideas
que tenía en la cabeza – claro que me siento madre… soy la madre de
estos niños – acarició su barriga ya algo abultada – los quiero tanto como
te quiero a ti… claro que soy la madre… y estoy feliz de serlo… ¿a qué
viene esto?
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E: Es que…
E: Maca…
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culpable por aquella tontería, bajó la cabeza y comenzó a jugar con sus
manos…
E: Lo siento – la miró.
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M: Ufff… Esther…
M: Umm ven aquí – dijo tomando su rostro para besarla casi con furia,
casi arrancándole la ropa, mientras acariciaba, besaba, mordía y
saboreaba cada parte de su cuerpo que iba dejando al descubierto,
sintiendo la adrenalina subirle de pies a cabeza, aumentando las ganas
de tenerla… quedó mirándola a los ojos un momento ralentizando sus
movimientos, sus caricias, haciéndolo con calma, acariciándola con
lentitud, disfrutando de cada respiración y cada gemido de su mujer…
“se acabaron las duchas frías” pensó, perdiéndose en ese cuerpo que la
hacía volverse loca…
M: Está algo cansada, pero esta muy bien – contestaba sin borrar su
sonrisa – está feliz y encantada.
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T: Yo… yo… muy bien, Alteza, aquí… vi… visitando a Esther – tanto Maca
como la enfermera sonreían al ver que aún con el paso del tiempo
Teresa no podía dejar de “alucinar” cada vez que se encontraba con ella
– Pero ya me voy ¿eh? Las dejo solas, Alteza.
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E: Vale – tomó su mano y la miró con todo el amor del mundo - ¿Tú como
estás? – sonrió – ¿Menos nerviosa? Que antes casi te da un infarto…
M: Sí… casi – rió – estoy bien… estoy feliz, tú me has hecho muy feliz. Y
te quiero con toda mi alma – terminó de decir besándola levemente.
M: Y tú, gamberro, vente con mami que vas a tener que esperar un
poquito – el niño lloraba cada vez más fuerte – ya cariño… yo sé que
quieres pero ahora está Lucía comiendo… luego tú… - el pequeño seguía
llorando mientras su madre lo paseaba por la habitación – no te quejes
peque, que yo voy a tener que esperar mucho más…
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E: jajaja – reía – cariño para, que los niños están fuera – decía sin
conseguir que parase.
Mi: No está en mi cuarto así que tiene que estar aquí porque la he
buscado por todos sitios – volvía a defenderse.
E: Te dije que pararas… - dijo con una sonrisa – anda, vamos a ver qué
les pasa a las fieras… - hizo que se apartara para poder levantarse –
cariño, tápate – le pidió pues ya se había quitado la camisa y tenía el
sujetador bajado.
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E: Pues te pones otra, no pasa nada – salió con él mirando a su hija que
permanecía sentada en la cama – cariño… no te enfades anda… que
ahora venimos y lo recogemos.
L: Sí…
M: ¿Qué te pasa? – preguntó otra vez – porque por esa cara seguro que
no es solo eso…
M: ya… - entendió lo que le pasaba, era normal, a ella cuando era niña
también le ocurría, con el paso del tiempo fue tomando consciencia de
que fuera donde fuera siempre tendría un montón de periodistas a su
alrededor y lo último que quería era que sus hijos lo pasaran mal por
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E: Sí… parece que lleva la vena artística en las venas – dijo medio
bromeando – pero no deja de preocuparme Lucía…
E: Vale… me parece bien – sonrió viendo como Maca miraba bajo su ropa
– Macaa….
M: Vooy – dijo resistiéndose a irse – pero que sepas – la besó – que luego
no te vas a escapar…
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es más grande que he tenido, me ha dado dos hijos a los que adoro y
me ha hecho completamente feliz – el chico la miró, tal vez envidiando
esa forma de hablar… esa forma de amar – soy lo que soy hoy en día
gracias a ella… lo mejor de mi vida me lo ha dado ella… si no hubiera
aparecido sé que habría seguido viviendo una mentira, viendo pasar la
vida sin vivirla… pero llegó… - sonrió con melancolía, con ternura, con
amor – fue… Mi Revolución… sí, creo que es una buena forma de
definirlo… - decía mientras pensaba en ella – me revolucionó, rompió
mis esquemas por completo, me enseñó todo lo que la vida podía
ofrecerme, y a su lado fui completamente feliz. Jamás me había
enamorado como me enamoré de ella y para mi suerte, fui totalmente
correspondida… no sé, sin ella creo que nunca habría podido ser yo
misma…
M: No lo sé… realmente creo que nada… porque cada paso que dimos
nos hizo más fuertes, cada equivocación, cada error que cometimos nos
hizo madurar… darnos cuenta de lo que de verdad sentíamos la una por
la otra… pienso que los errores son necesarios, es preciso equivocarse,
caerse para volver a levantarse… nosotras nos caímos, y nos
levantamos de la mano para decirle al mundo que no podría con
nosotras… y no pudieron – continuó – por mucho que algunos lo
intentaran vertiendo un montón de ideas absurdas, no pudieron con
nosotras… el amor que sentimos era más fuerte que ellos, las caídas nos
hicieron más fuertes que ellos… - de pronto quedó callada,
recapacitando en sus palabras, miró al chico con la mirada puesta en el
pasado – quizás sí hay algo que cambiaría… - el joven la miró
expectante – quizás haría algo más para tenerla aún conmigo…
El silencio se hizo entre los dos, lo único que se escuchaba eran los
pájaros cantando en aquel lugar tan silencioso como tranquilo, en aquel
pueblecito perdido en la sierra donde Maca se refugiaba del caos de la
ciudad, donde todo era mágico, por lo que significaba, por lo que se
respiraba, por todos y cada uno de los momentos allí vividos con Esther.
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M: Bueno… quiero a mis tres nietos por igual… pero… - lo miró algo
cómplice – no publique esto que no quiero que las otras dos se me
pongan celosas… pero sí… tengo debilidad por ella.
L: Hola mamá – saludó toda una mujer hecha y derecha llamada Lucía.
L: Nosotros bien – le dijo mirando al chico con soslayo - ¿Tú como estás?
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L: le llamé antes de salir y me dijo que tenía que esperar a que las niñas
salieran de clase y luego venía hacia aquí – contestó, supongo que no
tardarán en llegar.
J: ¿La echa de menos? – volvió a la entrevista, con una pregunta que aun
sabiendo la respuesta no podía dejar de hacer.
J: ¿Por qué esta entrevista ahora? – dijo tras un nuevo silencio – ya sabe
que muchos hemos querido hacerle alguna entrevista durante mucho
tiempo y siempre se ha negado… ¿Por qué ahora?
M: Porque es ahora cuando siento que puedo hablar con calma, sin
dejarme llevar por el llanto, porque como le he dicho, ha dejado de doler
para convertirse en un sentimiento cálido que me acompaña cada día –
le dijo – porque aunque no esté aquí, sé que no me ha dejado, que de
alguna forma está conmigo, ayudándome, apoyándome… la hago ahora
porque pienso que era el momento de hacerla… ya no duele tanto… -
repitió – y la mejor forma de recordarla, de hacerle ver al mundo lo que
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fue y lo que es Esther para mí, es esta… contando lo que vivimos, lo que
sentimos y lo que aún siento por ella.
La entrevista duró poco más, con alguna pregunta sobre sus hijos,
haciendo referencia al desparpajo que siempre había tenido Miguel
delante de una cámara, a la timidez de Lucía, a sus nietos… recordando
siempre con un intenso amor a Esther, un amor que seguía intacto pese
a que ya no estaba con ellos…
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FIN
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