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Progreso Indefinido
Progreso Indefinido
Durante el siglo XIX, Europa logró su máximo esplendor al convertirse en el principal centro industrial,
financiero y comercial del mundo, esto gracias a la consolidación económica de naciones como Gran Bretaña,
Francia, Italia Alemania, Bélgica, entre otros. Además tenía los ejércitos y las armadas más poderosas, y ejercía
una notable influencia ideológica y cultural sobre gran parte de los países del globo. La percepción de que la
población europea avanzaba hacia el desarrollo se manifestó, principalmente, en dos aspectos:
Fe en el progreso. Los avances y logros de la sociedad europea provocaron un optimismo que dio
origen a una férrea fe en el progreso. Se pensaba que la historia de las sociedades era lineal y
ascendente, es decir, que debían pasar de estadios inferiores de desarrollo hacia otros
superiores siendo Europa un reflejo de aquello. En la mentalidad de la época, el progreso no estaba
únicamente limitado al ámbito material, pues también hacía referencia al orden de las ideas y a los
valores que debían guiar a la sociedad.
Fascinación por la ciencia y la tecnología. Se produjo una fascinación por la ciencia y la tecnología,
impulsada por los adelantos tecnológicos y descubrimientos científicos que modificaron y mejoraron
la vida cotidiana. Así, se expandió la sensación de que la razón, principal motor del progreso humano,
permitiría a los seres humanos acercarse a la verdad y dominar la naturaleza, y propiciaría el
establecimiento de sociedades más justas, tolerantes y libres, en las que el conocimiento se impondría
por sobre la ignorancia.
Ciencia en la cumbre del conocimiento. Para los científicos e intelectuales de esa época, la única
forma válida para construir conocimiento era la ciencia, ya que utilizaba la razón y métodos que podían
ser comprobados, al contrario de la religión.
El materialismo histórico. Teoría que irrumpe como una respuesta al liberalismo que se consolidaba
como la ideología imperante en la época. Así como el liberalismo apelaba a la iniciativa privada y a la
limitada intervención del Estado en temas económicos, el materialismo histórico veía con desconfianza
este principio, pues consideraba que los problemas sociales y el devenir de la historia estaban
estrechamente ligado al sistema económico imperante en cada sociedad. El materialismo histórico se
distancia de las teorías que postulaban que la sociedad avanzaba siempre hacia el progreso, sino que
se movía impulsada por la explotación y el conflicto. Sus principales exponentes, Karl Marx y Friedrich
Engels, establecían que el sistema de producción determinaba el orden social y que el devenir de la
historia se debía comprender a partir de una constante lucha de clases sociales, es decir, entre los
propietarios de los medios de producción y la población que trabajaba para ellos
La belle époque
El período entre 1890 y 1914 se conoce en el ámbito histórico con el nombre francés de Belle Époque (bella
época), porque quedó en la memoria como una etapa alegre y despreocupada de la historia, sobre todo al
compararla con los acontecimientos posteriores de la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Se caracterizó por ser un período de prosperidad económica, estabilidad política, relativa paz social y
enorme creatividad artística e intelectual. El auge económico e industrial favoreció el desarrollo de los
avances científicos y la innovación tecnológica. La fe en la ciencia y en el progreso creó un ambiente
triunfalista. La vida social se transformó por el avance de la urbanización y la modernización de las ciudades
La prosperidad
Estilo de vida. Para buena parte de los habitantes de las naciones industriales, la vida cotidiana cambió
notablemente en el curso de las últimas décadas del siglo XIX: adelantos tecnológicos como el teléfono y el
telégrafo facilitaban las comunicaciones, la iluminación eléctrica brillaba en las grandes avenidas de las
ciudades importantes, el fonógrafo permitía disfrutar de la música en casa. Los parques se colmaban de
bicicletas los domingos y la aristocracia disfrutaba de vacaciones en verano. Se afianzaba así la noción
de tiempo libre como contracara del trabajo cotidiano sujeto a horario. Para algunos sectores sociales se abría
un horizonte de bienestar y diversión: era la Belle Époque. Así lo demuestran el arte, la literatura y el
pensamiento optimista y de progreso indefinido que caracterizó a este período. De manera específica, muchos
pintores se concentraron en capturar los nuevos patrones sociales y cómo estos se reflejaban en la vida
cotidiana de los sectores más privilegiados
Las ciudades modernas. Las ciudades albergaron tanto a los sectores de la élite y sus lujos como a la pobreza
evidente de los barrios obreros y las fábricas en el cinturón de las ciudades.
El optimismo. Todo el esplendor de la época se pudo simbolizar en la construcción del barco más lujoso,
rápido y grande de la historia conocida hasta ese momento: el Titanic. Este famoso trasatlántico considerado
una obra de ingeniería monumental fue símbolo de progreso y evolución en su época pues prometía unir
Estados Unidos con Europa ofreciendo un viaje lujoso y seguro. El final inesperado de este gran proyecto (su
hundimiento en 1912) fue un duro golpe para toda una sociedad convencida del ideal de progreso ilimitado