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Weishein
diciembre 12, 2016 Iglesia Evangélica del Río de la Plata 0 Comments
Uno jamás se puede llegar a imaginar
lo que Dios puede llegar en la vida de una persona.
La historia de José y María que hemos escuchado hoy nos lleva a sorprendernos. Iba
todo tan bien. La relación con José estaba en orden. Ya se estaban por casar. Y de
pronto… María no sólo está embarazada sino también en una situación embarazosa. Ella
podía incluso llegara perder no sólo su esposo sino incluso su vida. Estaba prometida
en matrimonio y consumó una relación con alguien desconocido antes de contraer
matrimonio con su prometido. ¿Cuándo se imagino María alguna vez tener que pasar
por una situación así?
Sin embargo, Estas situaciones pueden encontrarse muchas veces en la Biblia. En Isaías
(7,10-14) vemos que la situación es crítica. Israel está a punto de ser invadido por
Egipto y Asiria pero Dios va a darles una señal de que el pueblo tiene otra oportunidad:
Un niño va a nacer, es el primogénito de una joven y se va a llamar Emanuel. De este
pueblo que parece haber perdido todo antes de empezar la batalla ya tiene entre si la
semilla de un tiempo nuevo, un nuevo futuro, una nueva oportunidad. ¿Cuándo se
hubiera imaginado el pueblo de Israel en ese escenario tan crítico que Dios les iba a dar
otra oportunidad?
Veamos la historia de Pablo (Romanos 1,1-7), un judío piadoso que se había enlistado
como soldado al servicio del imperio romano sufre un vuelco fundamental en su vida.
Abandona el ejército y se pone al servicio de aquél a quien persiguió por décadas. Pablo
que casaba cristianos para las fosas de leones y la venta de esclavos ahora anuncia el
evangelio de Jesucristo por todos los pueblos y habla de Jesús de Nazareth de quien
predica que es el hijo de Dios, muerto y resucitado gracias al espíritu de Dios. Pablo que
tuvo la experiencia de haber pasado de la muerte a la vida en esa profunda conversión
en su vida del odio al amor, de llevar la muerte a traer la vida, de perseguir y hostigar
a encontrar y cuidar la vida de los cristianos ahora reconoce al evangelio de Jesucristo
como algo muy superior por encima de la ley judía. ¿Cuándo se imaginó Pablo alguna
vez en su vida que habría de ser uno de los mayores apóstoles de Jesucristo en el
imperio romano?
Dios sorprende a todos todo el tiempo. Jamás podemos imaginarnos lo que Dios tiene
reservado para nosotros. Especialmente cuando las cosas parecen estar muy mal y que
nosotros no podemos imaginar una salida, en esos momentos, es cuando Dios obra con
mayor fuerza. Dios hace del barro arcilla, hace del dolor una oportunidad, hace de la
muerte una nueva vida, hace de la tristeza una nueva alegría.
¿Cuántas veces hemos pasado por momentos tremendamente difíciles sin poder ver una
salida? ¿Cuántas veces la solución apareció de donde menos nos hubiéramos
imaginado? Esta capacidad de estar abiertos a la obra de Dios es una actitud
fundamental de la vida cristiana. Sabemos que Dios va caminando con nosotros dos
pasos adelante nuestro. Esta fe nos lleva a estar a disposición de Dios todo el tiempo,
sobre todas las cosas, en esos momentos en que no entendemos que está pasando
porque la situación nos excede totalmente. Esta capacidad de dejarse sorprender por
Dios es fundamental.
Este es el mensaje de Dios para nosotros esta noche: No te desesperes. Dejá que Dios
te asombre. Dejá que Dios se muestre en tu vida y te abra los ojos. Dios siempre tiene
una nueva oportunidad para todos y para todo. Tengamos la confianza suficiente para
poder aceptar esta realidad contra toda razón aún cuando vemos todo negro y,
especialmente, cuando no vemos ninguna salida. La luz de Dios atraviesa la muerte y
trae vida aún cuando ya no somos capaces de poder imaginar que las cosas puedan
volver a cambiar. Dios vino al mundo. Dios nació entre nosotros y cambió la historia de
la humanidad. La historia nunca más va a volver a ser contada como hasta ese
momento. Las certezas cambiaron para siempre.
Bien dice la carta a los hebreos: Tener fe es estar seguro de lo que se espera y estar
convencido de lo que no se ve (Hebreos 11,1) Así que no aflojen. No se dejen caer. No
se dejen estar. Luchen con confianza que Dios no los abandona nunca. Animen sus
corazones, levanten la frente, enderecen sus piernas cansadas, déjense guiar al camino
de la vida y la esperanza. Dios tiene futuro. La fe cristiana vive de la certeza de que un
nuevo mundo ya está ocurriendo -oculto a nuestros ojos (según la carne)- pero es
absolutamente real a los ojos de la fe (según el espíritu). Esto lo vamos a ver el día que
Dios nos abra los ojos a todos a la vez y podamos verlo plenamente presente entre
nosotros.
Vivimos de esta certeza que nos anima. Nos sostenemos en esta confianza que nos
fortalece. Estamos abiertos a sorprendernos porque no tenemos miedo. Dios ya está
obrando en silencio -oculto a nuestros ojos- y no tardará en hacerse notar para volver
a profundizar nuestra esperanza y a hacerse realidad entre nosotros, como lo hizo a
través de su hijo Jesucristo. Los más humildes ya se dieron cuenta. Los reyes ya están
en camino. Dejate sorprender. Dios te puede hacer nacer de nuevo. ¿Cuándo en su vida
se hubiera imaginado Nicodemo (Juan 3,1-21) que podría llegar a nacer de nuevo? Cada
uno y cada una puede llegar a vivir una nueva navidad gracias a Dios. Esta fue la
experiencia del pueblo de Israel. Este fue el testimonio de Pablo. Esta fue la certeza de
José y María. Esta es nuestra confianza, todavía hoy. Dios se sigue haciendo carne, Dios
se sigue haciendo presente, Dios sigue cambiando la vida en el mundo.
Que en esta noche buena Dios te alcance con su palabra, te habite con su espíritu santo
y te cambie la vida para alcanzar a vivir en su paz. ¡Feliz Navidad!