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*La presente edición es una traducción del original de este artículo, en lengua inglesa,
“Epistemological and theoretical foundations of constructivist cognitive therapies: Post-rationalist
developments”, publicado por Crossing Dialogues en: Dialogues in Philosophy, Mental and Neuro
Sciences 2008; 1 (1): 15-27 . Editado en castellano por Cetepo y Fundación FAPS. Traducción del
autor.
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Juan Balbi. Funcamentos epistemológicos y teóricos de las terapia cognitivas constructivistas: Los últimos desarrollos del posracionalismo.
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Juan Balbi. Funcamentos epistemológicos y teóricos de las terapia cognitivas constructivistas: Los últimos desarrollos del posracionalismo.
En efecto, a pesar de originarse como una respuesta critica al conductismo, los modelos
de terapia cognitiva surgidos en los años setenta no lograron desprenderse de la
impronta asociacionista que fue el fundamento del movimiento iniciado por Watson. La
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Juan Balbi. Funcamentos epistemológicos y teóricos de las terapia cognitivas constructivistas: Los últimos desarrollos del posracionalismo.
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Juan Balbi. Funcamentos epistemológicos y teóricos de las terapia cognitivas constructivistas: Los últimos desarrollos del posracionalismo.
El movimiento cognitivo en psicología, que luego dio origen a los modelos cognitivos
de psicoterapia, surgió a partir de la crítica del antimentalismo conductista. Se suele
describir una evolución de las ciencias cognitivas que cuenta con un primer periodo
caracterizado por la metáfora computacional de la mente, un segundo periodo en el cual
los conexionistas realizan la crítica de la característica distintiva de este modelo, su
procesamiento en series, y proponen como alternativa uno según el cual la información
es un proceso que se lleva a cabo en paralelo. Un tercer periodo sería signado por el
constructivismo y un cuarto periodo que tendría como rasgo principal una orientación
hermenéutica o narrativa (Mahoney, 1995 a y b; Balbi, 2004)
Sin embargo, esta evolución no se desarrolló en una forma tan lineal como aparece a
primera vista. La llamada “Revolución Cognitiva” no se orientó desde un principio
hacia la perspectiva computacional de la mente. Por el contrario, puede afirmarse que en
su origen fue constructivista. En primer lugar este movimiento intento abrir la caja
negra y promovió un resurgimiento del estudio de la subjetividad. Tanto fue así, que en
la década de 1950 el predominio ambientalista de la era conductista parecía ceder frente
a la concepción de la mente como un proceso activo, dando lugar a que la construcción
de significados reemplace a la conducta como objeto de estudio. Para esa época el
psicólogo Karl Lashley criticó las premisa asociacionista del conductismo y delineó
algunas de los elementos básicos de un enfoque cognitivo para la psicología. Según él
cualquier teoría acerca de la actividad humana debía explicar un tipo de operaciones de
las cuales las cadenas asociativas simples no pueden dar cuenta. Las conductas
organizadas complejas, como operar en el lenguaje, o aún otras más simples, jugar al
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estudiarlos por separado. En otras palabras, desde el punto de vista funcional es dable
estudiar la mente cognitiva como un nivel autónomo, con independencia de sus bases
físicas de generación. Y por otro lado, dado que se concibe a la mente como un
dispositivo de procesamiento computacional de información, puede atribuirse actividad
mental a todo sistema que cumpla este requisito, también a una máquina. De este modo,
con el nacimiento del funcionalismo computacional, la revolución cognitiva quedo
atrapada en una nueva forma de asociacionismo en la cual la cadena de estímulos y
respuestas fue reemplazada por las entradas (input) y salidas (ouput) de información. En
tanto que el refuerzo, desprovisto de tinte afectivo alguno, pasó a ser concebido como
un elemento de control por retroalimentación del sistema acerca del resultado de sus
comportamientos (Bruner 1990, Balbi, 2004).
Las premisas del paradigma del procesamiento dieron el fundamento para el desarrollo
de los modelos iniciales de terapia cognitiva, creados por Aaron Beck y Albert Ellis.
Como resultado de su filiación con la versión computacional de la mente, los
fundadores de la corriente, dieron primacía a la racionalidad en los procesos de cambio
humano. Según sus premisas: a) el pensamiento y el razonamiento pueden y deben guiar
la vida de cada persona, sus conductas y sus emociones; b) El pensamiento irracional es
disfuncional y constituye la principal causa de psicopatología; c) la psicoterapia consiste
en un proceso de detección de patrones de pensamiento irracional y su sustitución por
otros más racionales. Es decir, el cognitivismo clásico considera la racionalidad como
un conjunto de axiomas normativos universales que constituyen un orden externo,
objetivo y unívoco, merced al cual le es posible al terapeuta evaluar el grado de
inadecuación de cada comportamiento analizado, así como el ajuste a realizar en la
terapia. En estos modelos la actitud del terapeuta es la de un tutor, que conoce aquel
orden unívoco de la realidad objetiva con la cual el sistema de creencias del paciente no
correspondería adecuadamente. Este rol de conocedor privilegiado le permite criticar
con autoridad el supuesto origen irracional de la conducta disfuncional y persuadir al
paciente sobre lo conveniente de la adopción de creencias más racionales. Como a sido
afirmado con justicia por Vittorio Guidano, los modelos clásicos de terapia cognitiva
pueden considerarse un desarrollo del paradigma asociacionista tradicional. La principal
crítica que realiza este autor a la perspectiva clásica, es que la versión de la mente como
un sistema pasivo y procesador de información exige una relación de correspondencia
entre conocimiento y realidad. La mente sería, entonces, un sistema que tendría la
función de ordenar en conjuntos lógicos la información ya disponible en aquella. En
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otros términos, por más complejo y abstracto que sea el orden mental, sería únicamente
el resultado de combinar datos que tienen un contenido informativo y un significado
previo en el ambiente. La visión posracionalista, propuesta por Guidano, por el
contrario parte de la base de que en la realidad sólo hay perturbaciones sin contenido
informativo ni significado, y por lo tanto, el orden del conocimiento, y el significado de
los contenidos del mismo, son dependiente únicamente de la propia actividad y
estructura del sujeto cognoscente (Balbi,1994; Guidano,1990,1991; Maturana y
Varela,1984). Para la misma época, desde mediados de la década de 1980, y partiendo
de críticas similares, aunque no siempre coincidentes, otros terapeutas constructivistas
también optan por avanzar en el desarrollo de alternativas terapéuticas basadas en
nuevas premisas epistemológicas no asociacionistas (Feixas y Miró, 1993; Fernandez
Alvarez, 1992; Goncalves, 1989; Greenberg y Safran, 1987; Guidano y Lioti, 1983;
Guidano, 1987, 1990,1991; Mahoney, 1985, 1988, 1991; Neimeyer, G y Neimeyer, R.,
1987; Pascual-Leone, 1990; Reda, 1986; Reda y Mahoney, 1984; Safran y Greenberg,
1990).
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ha sido sostenido por siglos desde el asociacionismo, son el resultado de las capacidades
abstractas de la mente y no su material básico constitutivo. De acuerdo con la tesis de
este pensador la mente constituye un sistema complejo de reglas abstractas responsable
de las cualidades concretas y particulares de nuestra experiencia consciente. En otras
palabras, el punto de inicio del que se deriva la riqueza del mundo sensorial que experi-
mentamos radica, contrariamente a lo supuesto por el empirismo, en un conjunto de
reglas abstractas que reflejan la complejidad y la capacidad automática de organización
que la mente humana ha adquirido a lo largo de su evolución (Guidano, 1995).
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Autoorganización y ortogénesis
Desde este enfoque, el origen y el desarrollo del conocimiento, en sentido amplio, son analiza-
dos teniendo especialmente en cuenta la evolución de la vida en el planeta. Una perspectiva
evolucionista, que concibe el conocimiento como una función de los seres vivos, y que por lo
tanto, ha evolucionado con éstos, facilita una aproximación analítica a la estructura de la expe-
riencia humana ya que la estudia integrando en ese análisis nuestro modo peculiar de ser ani-
males. Según Guidano, la epistemología evolucionista debería ser la base de cualquier metodo-
logía congruente de la psicología cognitiva. Afirma que es posible plantear el problema de la
mismidad en términos biológicos si se entiende el surgimiento de la conciencia como un
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La teoría del apego formulada por John Bowlby (1973; 1979; 1980; 1988) tiene una
impronta decisiva en el modelo cognitivo procesal sistémico del self que propuso
Guidano. Bowlby, médico psiquiatra y psicoanalista británico, llevó a cabo una
profunda revisión de la teoría freudiana de la libido. A partir de 1958 se propone hacer
congruentes sus conclusiones sobre el efecto que tiene en los niños pequeños permane-
cer separados de sus madres con la psicología y la biología modernas; ya que no en-
cuentra satisfactoria para estos fines en la estructura metapsicológica del psicoanálisis.
Consideró inadecuadas esas teorías para explicar tanto el intenso apego de los bebés y
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los niños con sus cuidadores, como sus respuestas emocionales y comportamentales an-
te la separación o la pérdida. Desarrolló, por tanto, un nuevo paradigma que satisface
los requisitos corrientes de una disciplina científica y que resulta compatible con los de
la neurofisiología y la psicología evolutiva. Este modelo implica una reformulación de
las llamadas “relaciones objetales” prescindiendo de muchos conceptos clásicos, inclui-
dos los de energía psíquica y pulsión.
Como resultado de años de observación de situaciones de duelo y de las distintas formas
de padecimiento emocional y trastornos psíquicos originados en separaciones y pérdidas
afectivas en niños, adolescentes y adultos, Bowlby propone la teoría del apego (attach-
ment). Su tesis es que, la tendencia a establecer lazos emocionales íntimos con indivi-
duos determinados, las figuras de apego, es un componente básico de la naturaleza hu-
mana que está presente en el momento mismo del nacimiento y permanece durante toda
la vida. Bowlby remarca la importancia de los descubrimientos de la moderna psicolo-
gía evolutiva que ponen en evidencia la falacia de la supuesta fase autista al comienzo
de la vida que había concebido Freud. El nuevo punto de vista es que la relación de
apego es en sí misma una función clave para la supervivencia y que esta función está
presente desde el momento mismo del nacimiento, ya que el neonato muestra una capa-
cidad embrionaria para establecer una interacción social y siente placer en hacerlo. Es
decir, la motivación básica del bebe humano al nacer no consiste en la descarga de
pulsión sino en la búsqueda de vinculación como forma de protección. Destaca Bowlby
además que, el sistema del apego es primario, no derivado ni secundario de ninguna otra
función y que en tanto tiene su propia dinámica, esta conducta es distinta de la alimenta-
ción y la sexual y por lo menos de igual importancia en la vida humana. En el contexto
de esa teoría, Bowlby se propuso explorar los procesos mediante los cuales se estable-
cen y se rompen los vínculos afectivos. S e g ú n é l , e l a p e g o d e l i n f a n t e n o i m -
plica una única conducta, sino que constituye un sistema organiza-
do de diversos comportamientos (el aferramiento, el llanto, el se-
guimiento visual, la sonrisa), que tienden a un mismo fin, mantener
la proximidad física y emocional del cuidador. Este sistema con-
ductual opera en un equilibrio que fluctúa entre las conductas de
exploración del entorno y las conductas de acercamiento al cuida-
dor. La oscilación entre exploración y acercamiento se da en fun -
ción de la accesibilidad percibida del cuidador y los peligros perci-
bidos en el medio, así como de las necesidades sentidas (hambre,
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Guidano asume que el apego puede considerarse algo más que una
disposición o una respuesta espontánea que deriva en un comporta-
miento para mantener la proximidad física y emotiva con los cuida-
dores. Dado que la percepción de las otras personas es un regulador
de tanta importancia para la autopercepción, el apego puede consi-
derarse un proceso autorreferencial necesario para la construcción
gradual de un sentido de uno mismo unitario y continuo en el tiem-
po. Parece evidente que la in terdependencia y reciprocidad de los
ritmos psicofisiológicos entre el niño y su cuidador son intrínse-
camente codependientes, y guían la actividad del niño, tanto como
su ordenamiento de la percepción de sí mismo y del mundo desde el
primer momento de la vida. Cada percepción y reconocimiento de
los otros influye siempre directamente en la propia autopercepción.
E s t a f ó r m u l a e s t á e x p r e s a d a e n e l l l a m a d o «e f e c t o d e l e s p e j o », s e -
gún el cual, así como nosotros reconocemos nuestra imagen en el
espejo, el niño se hace paulatina y progresivamente consciente de
s í m i s m o a l v e r s u r e f l e j o e n e l «e s p e j o » d e l a c o n c i e n c i a q u e o t r o s
t i e n e n d e é l m i s m o ( C o o l e y, 1 9 0 2 ; P o p p e r y E c c l e s , 1 9 7 7 ) . E n e s e
sentido, el procesamiento autorreferencial de las emociones que se
d i s p a r a n , d e a c u e r d o c o n l o d e s c r i t o p o r B o w l b y, c o m o p r o c e s o s
vinculares tempranos en términos de acercamiento-alejamiento
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al orden experiencial preexistente con que se mantiene el sentido de unidad del propio
significado personal, sin generar una excesiva perturbación, y mientras contribuye a la
generación de un nuevo orden sentido como continuo del anterior. En otros términos, a
través de esta autoorganización continua el sí-mismo se autoconstruye desarrollando
permanentemente niveles más complejos e integrados de autoidentidad y
autoconciencia. Este proceso, ortogenético, de alimentación hacia delante, es regulado
paso a paso por el equilibrio dinámico entre las experiencias de discrepancia y de
consistencia. Por un lado, la búsqueda de consistencia constituye el procedimiento
básico para estructurar y estabilizar los niveles de auto-identidad y autoconsciencia
disponibles; por otro, las alteraciones emocionales, que surgen por la percepción de las
discrepancias, constituyen los principales reguladores de los procesos de
reestructuración de niveles de auto-identidad y auto-conciencia más integrados. (Balbi,
1997; 2004; Guidano, 1995b).
La Terapia Cognitiva Posracionalista, antes que privilegiar el análisis de las estructuras
racionales del pensamiento paradigmático, incorporan en la consideración de la
naturaleza de los proceso psicopatológicos y en la estrategia de cambio terapéutico, la
función organizadora que tienen los procesos afectivos y el pensamiento narrativo en la
experiencia de la identidad personal (Bruner, 1986).
Este enfoque propone un método psicoterapéutico basado en la exploración emocional
por parte del paciente, con la guía del terapeuta. En un enfoque de terapia vivencial y
facilitador del proceso de construcción de significados emocionales alternativos, como
el que propone este modelo, la tarea del terapeuta consiste básicamente en compartir la
experiencia subjetiva del paciente, mientras éste la explora, y en otorgar su ayuda para
el procesamiento diferencial de esta experiencia, a medida que ocurre, en todo el
conjunto y variedad de los elementos que la componen. El terapeuta opera como un
perturbador emocional estratégico que guía con sus preguntas la atención del paciente
hacia áreas críticas de la experiencia emocional del mismo y colabora activamente en su
reconstrucción y reorganización. Con el fin de que éste alcance niveles más plásticos e
integrados de autoconciencia.
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Juan Balbi. Funcamentos epistemológicos y teóricos de las terapia cognitivas constructivistas: Los últimos desarrollos del posracionalismo.
Bibliografía:
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identidad personal. Reflexiones sobre la experiencia humana, Amorrortu.Buenos
Aires 2005.)
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cast.: Historia y sistemas de la psicología, México, Prentice Hall.)
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Cooley, C. H. (1902): Human nature and the social order. New York. Scribner
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Ellis, A.(1962): Reason and emotion in psychotherapy. New York. Lyle Stuart.
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Guidano, V.F.(1991): The self in processes. New York, Guilford Press. (Ed.
castellano: El sí mismo en proceso. Hacia una terapia cognitiva post-racionalista.
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Popper, K y Eccles, D.(1977): The Self and its Brain, New York, Springer-Verlag.
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Editore
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