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La semana tiene dos extremos que, pese a ser sucesivos para un portugués, son
diametralmente opuestos. Por buscar entre ellos una similitud, los dos tienen una
destacable capacidad para hastiar a la gente, aunque quizá sea un hastío que afecta, en
verdad, a dos tipos muy distintos de persona.
He podido constatar que el odio por los lunes es ya un tópico, pero, ¿A caso no es el
domingo más despreciable? Un día cuya premisa es el descanso y que sin embargo, pone
todo su empeño en imposibilitar este. El domingo te obliga a hacer balance de la semana,
te hace darte de cuenta de lo que no tienes y de todo lo que no estás haciendo. Te deja
vivir un sábado de distracción antes de pisarte la boca del estómago y mostrarte que estas
a punto de comenzar otra semana, en la que no has cambiado como querrías.
Hay domingos que están predeterminados, de los que no se puede hacer mucho debido a
las obligaciones. Sin embargo, algunos domingos tan solo son pesados, en la dimensión
teórica, se puede hacer algo de ellos y el objetivo de estas instrucciones es que, busques
uno de estos y lo salves.