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Mito

Juan Gustavo Cobo Borda


K

• Jorge Gaitán Durán • Curriculum • Intelec­


tual cómplice • Los 42 números de Mito, 1955-
1962 • Lectura de Mito • Gaitán Durán, poeta
• *S¿ mañana despierto, 1961 • Eduardo Cote
Lamus • Alvaro Mutis y su Summa de Maqroll 'el
Gaviero • La tradición inmediata • Fernando
Charry Lara.
A com ienzos de 1984 G abriel G arcía M árquez contaba lo
siguiente:

E n esto de rom per papeles tengo un recuerdo que


p o d ría parecer alentador pero que a m í me resulta depri­
m ente. Es un recuerdo que se rem onta a u n a noche de
ju lio de 1955 — la víspera de un viaje a E u ro p a enviado
p o r El Espectador— cuando el poeta Jorge G aitán D urán
llegó a m i cuarto de B ogotá a pedirm e que le dejara algo
p a ra publicar, en la revista M ito . Yo acab ab a de revisar
mis papeles, había puesto a buen seguro los que creía
dignos de ser conservados y h a b ía ro to los desahuciados.
G aitán D urán, con esa voracidad insaciable que
sentía ante la literatu ra, y sobre todo ante la posibilidad
de d escubrir valores ocultos, em pezó a revisar en el ca­
n asto los papeles rotos y de p ro n to encontró algo que le
llam ó la» atención. «Pero esto es m uy publicable», pie
dijo. Yo le expliqué po r qué lo h ab ía tirado: era un
capítulo entero que h ab ía sacado de mi p rim era novela
L a hojarasca —ya publicadá en aquel m om ento— y no
p o d ía tener otro destino honesto que el canasto de la
basura. G aitán D u rá n no estuvo de acuerdo. Le parecía
que en realidad el texto hu b iera sobrado dentro de la
novela pero que tenía un valor diferente p o r sí mismo.
M ás p o r tra ta r de com placerlo que por estar convencido,
lo autoricé p a ra que rem endara las hojas con cinta pe­
gante y p u b licara el capítulo com o si fuera un cuento.
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«¿Qué títu lo le p o n e m o s?» me preguntó, usando un plural Im posible enum erar aquí las revelaciones, inquietu­
que m uy pocas veces había sido ta n ju sto com o en aquel des y fracasos que nos perm itieron qu eb rar el conform is­
caso. «No sé», le dije. «Porque eso no es m ás que un m o color de rosa, o lacrim oso, en el cual nos habíam os
m onólogo de Isabel viendo llover en M acondo». levantado. Voy a recordar apenas una película francesa,
G a itá n D u rá n escribió en el m argen su p erio r de la que vi en 1948 ó 1949, y que pasó casi inadvertida en
prim era h o ja casi al mism o tiem po que yo lo decía: Bogotá: Le diable au corps. B asada en la obra de Ray-
«M onólogo de Isabel viendo llover en M acondo». Así se m ond Radiguet y dirigida por Claude A utant-L ara, nos
recuperó de la b a su ra uno de mis cuentos que h a recibido ofrecía una visión del m undo radicalm ente inconform is-
los m ejores elogios de la crítica y, sobre to d o de los ta, o p o n ía la p ro te sta y el am or a la m itología huera de la
lectores. S in em bargo, esa experiencia no me sirvió p ara guerra [...] N u estra adolescencia no se parecía en n ad a a
no seguir rom piendo los originales que no m e parecen la que describía la película, pero en 1949 queríam os que
publicables, sino que me enseñó que es necesario ro m p er­ así hu b iera sido nuestra vida a los 15 años. El intérprete
los de tal m odo que no se puedan rem endar n u n c a 1. de la película se llam aba G érard Philipe. [E ra] un héroe a
la vez lúcido y apasionado. C on su m uerte term ina nues­
tra juventud.
L a anécd o ta de G arcía M árquez, com o todas las suyas, es
perfecta, y p in ta de cuerpo entero a Jo rg e G aitán D urán.
¿Quién e ra él; qué significa, dentro de la cultura colom biana, la Este esbozo autobiográfico fue escrito p o r G aitán D urán
revista M ito, que entre 1955 y 1962 financió y dirigió, y cuáles en 1959 cuando se desem peñaba com o crítico cinem atográfico
eran los otros escritores en to rn o a esa em presa de renova­ en E l E spectador de Bogotá, reem plazando precisam ente a
G arcía M árquez, quien había inaugurado la colum na, y sinte­
ción?
tiza los tem as centrales de su trayectoria. P o r u n a parte, la
rebeldía; po r otra, la búsqueda de un lenguaje que expresara
dicha rebeldía.
Jo rg e G aitán D u rá n
L a lucidez lo llevó a ser un sensible ensayista; la pasión, a
Yo ten ía quince años en 1940. D u ra n te los cinco convertirse, en un lum inoso poeta. Las dos ju n ta s anim aron
años que siguieron fuim os lo que la guerra quiso. No u n a de las m ás interesantes revistas colom bianas, M ito, dé la
alcanzam os a ponernos el uniform e, pero la pro p ag an d a cual salieron 42 núm eros, m odificando de m odo radical el
m odeló n u e stra im agen del m undo [...] Q uizás esto expli­ contexto de nuestras letras. Allí-aparecieron, entre otros, tex­
que que n u e stra prim era reacción literaria fu era una tos com o El coronel no tiene quien le escriba, de G arcía M ár­
poesía desengañada y m elancólica y nuestra prim era re­ quez; la M em oria de los hospitales de ultramar, de Alvaro
acción po lítica y social u n a desconfianza un poco lúgu­ M utis; fragm entos de la novela de Alvaro C epeda Sam udio, La
bre ante cualquier orden establecido [...] casa grande, editada luego en las ediciones de M ito, y cola­
b o raro n en ella gentes com o H ernando V alencia Goelkel, su
codirector, F e rn an d o C harry L ara, P ed ro G óm ez V alderra-
1. Clarín, Buenos Aires, febrero 9 de 1984, p. 5. m a, E d u ard o C ote Lam us, M a rta T rab a, R afael G utiérrez
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G ira rd o t, D an ilo C ru z Vélez y Jo rg e Eliécer R uiz, cuyos llegada de Jorge Zalam ea, a quien de m anera tan ignom i­
aportes a la concreción de una actitud m ucho m ás m oderna, en niosa se ha calum niado po r su com portam iento de ese
el cam po de la cu ltu ra, es apenas com parable a lo que en otro día. Fue el único que tuvo la lucidez y la autoridad
ám bito, distinto del colom biano, realizaron los colaboradores suficiente p ara proponer un program a insurreccional
latinoam ericanos y españoles de M ito: Octavio Paz, Luis Cer- concreto y un poco de orden [...] Intentam os infatigable­
nuda, Vicente A leixandre, Carlos Fuentes, Julio C ortázar, m ente dirigir al pueblo hacia los lugares de lucha, donde
A lejandra Pizarnik, Alejo C arpentier, Ju a n Lizcano, Jaim e se ju g ab a la suerte del país, y ap artarlo de todo atentado
G arcía Terrés. A unque se ha hablado de un grupo M ito e co n tra individuos o contra establecim ientos. Pudieron
incluso de u n a generación M ito, refiriéndose a los poetas co­ m ás que nuestras voces, perdidas en esa confusión terri­
etáneos de G aitán D u rá n y p o r él convocados a la revista, las ble, la m iseria y la ignorancia de n uestro pueblo, siem pre
páginas de ésta eran m uy flexibles, y allí convivían desde desesperado y ese día adem ás justam ente colérico.
Baldom ero Sanín C ano hasta los nadaístas, desde León de
Greiff y Jorge Z alam ea hasta E duardo C arranza y Francisco T al testim onio co rro b o ra lo que en 1963 d iría Alvaro
Posada. No so b ra reco rd ar que C olom bia, bajo sucesivos M utis refiriéndose a Jorge Zalam ea:
gobiernos conservadores, hab ía logrado com paginar su ya un
tanto m ancillada fam a de Atenas Suram ericana —ediciones de Jorge Zalam ea, en el grupo de Los N uevos, y Jorge
y sobre H oracio, preparadas por benem éritos eclesiásticos, G aitán D urán, dentro de los llam ados Cuadernícolas,
eran editadas po r la Im prenta N acional— con los 200.000 han sido las únicas voces ariscas, indom adas e infatiga­
m uertos de la violencia partidista (liberales versus conservado­ bles que han lanzado a todos los vientos, no solam ente la
res) entre 1949 y 1962. E sta guerra civil, larvada e im placable, pro testa co n tra las condiciones que abrum an a su patria,
es la que hab ría de p a u ta r to d a la evolución de Jorge G aitán sino el testim onio lúcido, infatigable y sin com prom isos
D urán. de cóm o esas condiciones asfixian to d a posible voz in-
conform e y lim an, en la con d u cta de las gentes, toda
Curriculum posible aspereza que no se ajuste al m anso m olde que
conviene a quienes han determ inado cóm o se debe vivir
N acido en P am p lo n a, N orte de S an tan d er, el 12 de febre­ en C olom bia2.
ro de 1925, de 1941 a 1946 realizó los previsibles estudios de
derecho en la U niversidad Javeriana, regentada po r los jesu í­ • A los 23 años ya G aitán intentaba, com o lo expresaría
tas, y participó, al lado de Jorge Zalam ea, en la tom a de la años después, «convertir una tierra am orfa y pestilente en una
R adiodifusora N acional de C olom bia du ran te los cruentos patria». P a ra ello era necesario, en prim er lugar, form arse.
sucesos del 9 de abril de 1948. Diez años después los recordaría Vivió en París de 1950 a 1954, asistiendo allí a los cursos de
así: filosofía de M erleau-Ponty, en el Colegio de Francia, y tom an­

C om unicados absurdos y discursos imbéciles se su­


2. R ecogido en Jorge Zalamea, Literatura, política, arte (Bogotá:
cedieron vertiginosam ente. E sta situación duró h asta la 1978), p. 845.
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do clases sobre cine. A su regreso a C olom bia funda la revista Intelectual cómplice
M ito y se vincula a varias universidades, com o profesor de
hum anidades. M iem bro del comité de redacción del periódico L o m ás im portante p o r ahora no es ir hasta la raíz
La Calle, órgano del M ovim iento R evolucionario Liberal m ism a de las cosas sino, siendo com o es el_ m undo, saberse
acaudillado p o r el hoy expresidente A lfonso López M ichelsen, com portar. ~
publica allí La revolución invisible, apuntes sobre la crisis co­ A lbert Camus
lom biana, en 1958, y a través de M ito, ya sea la revista o las
ediciones del m ism o nom bre, divulga traducciones suyas:
R im baud, Las sirvientas de Genet, y sobre todo Sade. El libro Intelectual cómplice en el sentido en que é l'lo definió:
sobre Sade, dedicado a Octavio P az y aparecido en 1960, «Jam ás el intelectual es víctim a de cierto estado de cosas.
recoge textos de Sade traducidos y presentados por G aitán El intelectual es siempre cómplice. No puede excusarse con la
D u rán m ediante u n agudo ensayo: “El libertino y la revolu­ fe. Tiene la culpabilidad original de la conciencia», la p o stu ra
ción”. ética de G aitán D urán se veía enfrentada a varias disyuntivas.
M ás que sus episódicas intervenciones en política al lado El m ism o las vio con claridad cuando al referirse a Lawrence y
del MRL conviene recordar sus contribuciones tan to a la crítica M alraux, «poetas de la acción», dem uestra cóm o ellos fraca­
del arte com o a la de cine —en esta últim a un indudable san en la acción, irrevocablem ente: «El agente en A rab ia del
pionero— aún no recopiladas, y algunas de literatura. En servicio de inteligencia británica term ina su vida com o soldado
todos estos cam pos m antuvo u n a actitud beligerante e infor­ raso de la RAF. Exilio o asco, su histo ria revela la pasividad
m ad^, que vale la p e n a destacar. E n co n tra del infinito provin­ vergonzante de cierto tipo de m asoquista. M alraux renuncia a
cianism o de la vida intelectual colom biana, y su sem piterna su libertad ante el m ito im perial de De Gaulle. N o es falta de
flacidez; en co n tra de esa m ediocridad, «más letal que todas las convicción lo que hiela al intelectual en la batalla: es su desdo­
tiranías», G aitán se esforzó por suscitar un espacio propicio blam iento: reflexiona sobre el acto en el m ism o instante que
p a ra la reflexión. El 21 de ju n io de 1962, en un accidente de actúa. No logra confundirse con su lucha».
aviación ocurrido en Point-á-P itre m uere, seis meses después L a lucha de G aitán, en este sentido, está encam inada
de haber publicado su m ejor libro de poem as: S i m añana sim plem ente a ser un hom bre libre: un hom bre libre en m edio
despierto. M uerte prem onitoriam ente evocada p o r su poesía y de la derecha que lo llam aba com unista y en m edio de los
que parece reafirm ar el dictam en de S artre —u n a de las refe­ com unistas que lo calificaban de reaccionario. U n hom bre
rencias habituales de G aitán D u rá n — al final de su trab ajo libre, en m edio de las jerarquías eclesiásticas o políticas, que
sobre Baudelaire: «la elección libre que el hom bre hace de sí p ro h ib ían la versión cinem atográfica de R o jo y negro, de
m ism o se identifica absolutam ente con lo que llam am os su Stendhal, o La dolce vita, de Fellini, y arrojaban, en los Llanos,
destino». guerrilleros liberales desde los aviones en vuelo. U n hom bre
libre cuyas sim patías por el m arxism o y cuyos viajes por
R usia y C hina concluyen, abruptam ente, con una revelación
trágica. En 1958, ante la ejecución del m ilitante com unista
Im re Nagy, dirá: «La dictadura del proletariado ha desem bo­
M ito 139
138 M a n u a l d e lite r a tu ra

cado en una b u ro cracia terro rista y fetichista, el ideal de la de la política. Pero p o r ah o ra un paréntesis en torno a so
sociedad sin clases ha sido reem plazado por la razón de E sta­ poesía, p a ra retom arla luego, d entro del conjunto de su gene­
ración. C oncentrém onos en M ito, la revista cuyos p l a n t e a ­
do».
G aitán D u rán era en realidad víctim a de la peste de m ientos, inquietudes y m anías se hallan estrecham ente vincu ­
nuestro tiem po: la política. Algo que ya Julien Benda, en 1927, lados a la personalidad de G aitán D u rán , y al diálogo que él
había analizado con singular perspicacia en su libro La traición supo establecer, en sus páginas, no sólo con gente de diversa
de les intelectuales: «Sin du d a —y aunque hayan fu n d ad o el ideología sino de pasiones literarias m uy disímiles. Corno
Estado m oderno en la m edida en que éste dom ina los egoísmos siem pre sucede, la revista es o b ra de G aitán y sus amigos, ñero
individuales— la acción de los intelectuales sería siem pre teóri­ las consecuencias de la m ism a se difunden m ás allá de ellos, y
ca: no han podido que los profanos (laicos) llenen to d a la en otros sentidos.
h istoria con el ruido de sus odios y m atanzas; pero les han
im pedido convertir en religión tales m ovim ientos y creerse
grandes cuando tra b a ja n por llevarlos a cabo. G racias a ellos Los 42 núm eros de M ito , 1955-1962
puede decirse que, du ran te dos mil años, la hum anidad hacía el
mal, pero h o n rab a el bien. Esta contradicción era el h o n o r de Una revista así, libre, inconform e, en la cual la litera­
la especie h u m an a y constituía la brecha por donde podía tura, el arte, la ciencia, o la filosofía, no aparecen com o
deslizarse la civilización. Pero a fines del siglo XIX se produjo p o b re s dam as vergonzantes a quienes se i-es da refugio
un cam bio capital: los intelectuales se dedican a hacerle el p ro visio n a l p o r benévola condescendencia, sino corno la
juego a las pasiones políticas». ¿Conclusión? «Orfeo no podía razón de que ella exista, merece larga vida. Y merecería el
pretender que h a sta el fin de los tiem pos los leones se dejasen respeto de la com unidad, si a la com unidad le interesaran
atra p ar por su m úsica. No obstante, podía acaso esperarse que estas cosas. Pero es obvio — y natural— que no le inte­
Orfeo en persona no se convirtiera en león». resan.
P ara co n tra rre sta r tan siniestra perspectiva G aitán D urán H ernando Téllez, “N ota sobre M ito ”, 1958,
concluía sus palabras de hom enaje a B aldom ero Sanín Cano
con una exigencia fundam ental: «Hay que acabar con la idea
E n el últim o núm ero de The Criterion, una reyista que T,
m onstruosam ente banal de que la calidad intelectual es inde­
S. E liot dirigió durante 16 años, éste se despedía de sus lectores
pendiente de la calidad hum ana. Todo edificio estético descan­
h ab lando de esas «revistas m inoritarias que aseguran la conti­
sa sobre un proyecto ético. Las fallas en la con d u cta vital
nuidad de la cultura». Borges, por su parte, en las conversacio­
corrom pen las posibilidades de la conducta creativa». Con
nes que sostuvo con Jean de M illeret3, revivió la época de la
razón entonces G aitán D urán en su poesía no predice sino
fundación de S u r —la revista argentina que dirigió y financió
dice. «Grité: Todos los hom bres son nuestros herm anos, ¡M en­
V ictoria O cam po durante 35 años— y cóm o «durante 10 años
tí!». Así, en un prim er m om ento, su acción se ejerce por
Sur no p agaba a sus colaboradores, puesto que su propósito
m edio del poem a, com o instancia decisiva. El poem a no siente:
por el contrario, juzga a quien lo escribe, y en este caso
3. Entrevistas con Jorge Luis Borges (Caracas: M onte A v ila ,! 97!). p.49.
concreto lo absuelve. La lim pidez de la poesía b o rra la mugre
140 M a n u a l d e lite r a tu ra
M ito 141

era difundir la cultura». Así, con ese tono irónico, Borges


nos, aspiraban a la totalidad, pero se lim itaron a trab ajar en un
agrega luego: «Por o tra parte, V iétoria O cam po tenía u n a
terreno m uy concreto: el de la crítica, el de la creación. Y a
concepción bastante curiosa de la revista literaria: no quería
pesar de que estas dos instancias parecen fo rm ar la dicotom ía
publicar más que textos de colaboradores ilustres y no le
m ás nefanda de las letras nacionales, fue, en las sucesivas
interesaban las n o tas sobre teatro , cine, conciertos, libros... y
entregas de M ito, donde por fin se logró la fusión.
todo eso constituye la vida de u n a revista, ¿no? Es decir, lo que
T extos de autores colom bianos, com o los ya m enciona­
quiere en co n trar el lector; m ientras que si encuentra un a rtícu­
dos, están presentes, o diluidos, de m odo m ás o m enos percep­
lo de cuarenta páginas firm ado H om ero y otro de cincuenta
tible, d en tro de nuestro actual sistem a de referencias. M e
firm ado V íctor H ugo, no hace m ás que fatigarse». Borges
explico: no se puede hoy hablar de n a rra tiv a colom biana
concluye con esta aseveración irrefutable: «La única m anera
contem poránea sin m encionar a G arcía M árquez, ni aludir a la
de hacer u n a revista es co n tar con un grupo de personas que
poesía que en estos tiem pos se ha escrito en C olom bia, sin citar
com partan las m ism as convicciones, lis mismos odios».
a A lvaro M utis. Igual sucede, a nivel del teatro, o la crítica
L a im p o rtan cia de M ito radica en eso: quienes la hicieron
artística y literaria, en relación con E nrique B uenaventura,
com partían los m ism os odios. O diaban el conform ism o de la
M a rta T ra b a o H ernando Valencia Goelkel. Sólo que sus
sociedad colom biana. Su provincianism o y su bobería. Si en
trab ajo s iniciales, en tal sentido, aparécieron por prim era vez
u n a revista ed itada hoy en B ogotá se encuentran textos inédi­
en M ito , en pie de igualdad con otros textos nacionales o
tos de G arcía M árquez, A lvaro M utis, Octavio Paz, Ju lio
extranjeros, sin los cuales no se explican del todo. A quí es
C ortázar, C arlos Fuentes o Alejo C arpentier, lo m enos que
necesario, com o ejemplo, traer a cuento el rigor con que
puede decirse es que se tra ta de un núm ero que ostenta un alto
D anilo C ruz Vélez o R afael G utiérrez G irard o t divulgaban
nivel. Bien, esto lo hizo M ito hace ya casi tre in ta años. P ero lo
a n te rio r es apenas u n a concesión espuria a eso que llam an entre nosotros aspectos de la reflexión filosófica en Nietzsche,
H usserl o Heidegger, equivalentes, en las propuestas de lectura
actualidad. Lo decisivo no es ésto, aun cuando ésto tam bién lo
que la revista ofrecía, a los com entarios hechos en to rn o al cine
sea. Ni sum arios alternos: Brecht, Luckács, P aul B aran y un
italiano o la nouvelle vague francesa, por cineastas com o F ra n ­
inform e sobre la reu n ió n de P u n ta del Este en la cual participó
cisco N orden o Guillerm o Angulo. Com o lo decía H ernando
el Che G uevara h ab lan d o del subdesarrollo y la dependencia
económ ica latinoam ericana. O páginas, vertidas po r prim era Téllez en su* n o ta sobre M ito, u n a zona m uy restringida de
vez al español, de Sade, D u rrel y N abokov. Ni C ernuda, lectores h allab a perfectam ente o rto d o x a la orientación de esta
revista, es decir, «sincronizada con la actualidad literaria o
Aleixandre o Jorge Guillén.
L a vida norm al de u n a revista, p o r aquellos tiem pos, sería filosófica del m undo contem poráneo». P a ra el resto del públi­
esta, si existiera vida n orm al p a ra las revistas, dentro de nues­ co, M ito no era más que «un pedante crucigram a h ech o 'p o r
tra precaria inm adurez cultural. Lo grave — o lo regocijante, gentes ociosas e insolentes, am igas de escandalizar a los bue­
en beneficio de M ito — es que no h ab ía vida norm al en ningún nos burgueses». La explicación era la m ism a de siempre: «el
sentido. E sta, que parece ser la constante m ás d iáfan a de desajuste entre esos tem as absolutam ente norm ales en otro
nuestro tran scu rrir nacional, es precisam ente aquella que la m edio y el m edio intelectual colom biano». N uestro retraso
gente agrupada en to rn o suyo afrontó de m odo eficaz. S artrea- p a ra llegar al banquete (o al horror) occidental. Sólo que
aquello que antes era disidente hoy constituye la legalidad, o la
M ito 143
] 42 M a n u a l d e lite ra tu ra

Sólo que la indagación de G aitán D u rá n resultó válida,


vetustez. El tópico de cóm o las vanguardias son asim iladas es
m áxim e en un país feudal donde no cuenta tan to la m oralidad
cierto, y es trivial: podría afirm arse, en últim as, que esta
com o los m odales, y en el cual la presencia del clero, respalda ­
constituye su razón de ser. Pero las exigencias que se hicieron
do p o r un C oncordato con la S an ta Sede, todavía ejercitaba su
t odaví a paracen tener carácter de excepción: el nivel, la cali­
férula a nivel educativo y social. R estituirle al lenguaje su
dad. U n a m edida cualitativa y, claro está, elitista. Los 1.000 ó
poder, su capacidad de transm itir lo censurado e incluso cas­
1.500 ejem plares que aparecieron cada dos meses y durante
trado; hacer que la p alab ra vuelva a ser creadora, fecundante y
siete años, de m odo irregular, no hicieron y tam poco preten­
sem inal, en cuanto ella o to rg a inteligencia, sabiduría y clarivi­
dían, en verdad, la revolución. Sí recalcaron en cam bio el papel
dencia: he aquí algo todavía necesario. En tal sentido no sólo
que la inteligencia y la im aginación deben cum plir: un lugar
los poem as — “D os cuerpos que se ju n ta n desnudos / sotos en la
•para pensar, un sitio p a ra crear. El recordarnos, po r ejemplo,
ciudad donde habitan los astros / inventan sin reposo el deseo ”■ —3,
qu e existen «otras voces, otros ámbitos».
y las notas críticas de G aitán, sino tam bién los apuntes de
Uno de los más tozudos argum entos en contra de M ito fue
H ernando Téllez sobre la conciencia burguesa (agrupados
precisam ente el de su cosm opolitism o. «La farsa» que fue
luego en el libro que M ito editó con el títu lo de Literatura y
M ito, según las palabras de un corresponsal. La caria que
sociedad, 1956) siguen siendo corrosivos y certeros: sabían
D arío Ruiz envió desde M adrid en 1960, y que publicó la
m uy bien lo que a ta c a b an porque lo padecían a fo n d o : escrito­
revista, resulta ingenua y ejemplar. Al Genet, Sade y Durrell de
res burgueses cuestionando la burguesía,para utilizar el cliché
M ito opone los suyos: R obbe Grillet, C laude Sim ón, Sarraute.
habitual. A ños m ás tard e R oiand Barthes, hablando de Sade,
A la «estética trasnochada de ía señora T raba», «la vigencia
L o y o la y Fourier, diría: «No existe hoy ningún lugar del lengua­
política que una p in tu ra com o la de R am írez V illam izar tiene
je que sea exterior a ía ideología burguesa: nuestro lenguaje
noy en el m undo» y a las adm iraciones de M ito sus propias
viene de ella, vuelve a ella, perm anece encerrado en ella».
adm iraciones: «la literatu ra antioqueña, la caldense», Luis
Algo tam bién de esto lo intuían ellos, com probando su
C arlos López, «los nuevos y desconocidos valores sin tribuna»;
lim itado radio de acción: en una reseña del libro de G aitán
es decir: él mismo. Pero lo gracioso no era esto sino la furib u n ­
sobre Sade, H ernando Valencia aclaraba la paradoja: «Los
da arrem etida co n tra G aitán D u rá n y su preocupación por el
libros de Sade son, en rigor, ilegibles. Es el de Sade un frenesí
erotism o.
decepcionante. Su obra es, si se quiere, un alto m om ento del
M ito ha querido com enzar la revolución po r el sexo,
espíritu; esiá más allá — o más acá— de la literatura»6. ¿E nton­
decía. '«Porque está bien que exista nuestro problem a sexual,
ces...? Lo que-estaba más allá, o más acá de una literatu ra-
que nuestros jóvenes tengan un cem enterio de esperm atozoi­
m aldita era la realidad, y esta afortunadam ente todavía p are­
des en sus braguetas. Esto existe. Lo candoroso consiste en
cía conservar su capacidad traum ática. Un docum ento como
com enzar la transform ación del país por ahí. A sustando a
la Historia de un m atrim onio campesino asi lo confirma: en ella,
curas y sacristanes». Y añade, com o conclusión: «El sexo es
oigo natural. Lo tienen y lo sienten católicos y com unistas»4.
5. A m an tes, 1958. A parecido en M ito, núms. 22 y 23, noviembre-
diciembre de 1958, enero-febrero de 1959.
4. Con el título de “¿Es neutral el sexo?”, esta carta apareció en el núme-
6. C rom os, noviembre 21 de 1960.
34 de M ito, enero-febrero de 1961.
144 M a n u a l d e lite r a tu r a M ito 145

con fotos, se m o strab a cóm o un cam pesino colom biano cerra­ despiertos y originales de la nueva litera tu ra latinoam eri­
b a el sexo de su m ujer con candados y alam bre de púas. cana, es p artidario del riesgo intelectual7.
N uestro erotism o subdesarroílado podía ser pavoroso. «La
realidad nacional», «el enigm a de nuestro pueblo», lo que El riesgo intelectual no reside entonces ta n to en la publi­
D arío Ruiz pedía desde E spaña, sí aparecía develado eiy las cación de docum entos «ejemplares y explosivos», que asusta­
páginas de esta revista “ aséptica” y era acogido por A ndré ban m ás a quienes los editaban que aquellos a quienes supues­
Bretón p a ra ser presentado en un a de las últim as exposiciones tam ente estab an destinados a estrem ecer (la clase dirigente
del surrealism o, dedicada al erotism o. Sólo que D arío R uiz no colom biana siem pre ha convertido to d a agresión verbal en
sabía leer. Y p o r este cam ino (cosm opolitism o, intelectualis- c o n tra suya en un renglón más de su tolerancia paternal; de su
m o, erotism o) llegam os a uno de los puntos en verdad signifi­ preocupación p o r la cultura), sino en algo átin m ás subversivo:
cativos. conocerse a sí mism o; reconocer el ám bito donde transcurre y
U n país donde todos los abogados son poetas vergon­ se inserta su acción.
zantes y la m ayoría de los políticos periodistas ocasionales «Pertenezco a u n a generación m arcada con m ás h o n d u ra
lu ch an .p o r la especificidad del trabajo creativo, o investigati- por M arx, F re u d y S artre que p o r Proust, Joyce y Faulkner;
vo, es algo positivo: he aquí un prim er m érito de M ito. C on un nos interesa y nos entusiasm a la experiencia literaria de Borges
agravante: O ctavio P az, en u n a n o ta fechada en 1959, lojdijo: y R o bbe G rillet o la experiencia ontológica de Heidegger, pero
prestam os más atención a M achado, Luckács o H enri Lefevre;
L a m ayoría de las nuevas revistas está contagiada, nos conm ueve la aventura h u m an a de H enry M iller o Jean
a destiem po, p o r la idea de la ‘responsabilidad social del G enet, p ero es u n a película com o Paths o f glory de Stanley
escrito r’, creencia que nos ha hecho olvidar o desdeñar la K ubrick donde nos reconocemos»; la tarjeta de presentación
responsabilidad m ayor: decir cosas nunca dichas o que que puso G aitán D u rán al comienzo de La revolución invisible,
así lo parezcan. El serm ón, la hom ilía, la exposición de 1959, es pedante, sintom ática y, obviam ente, no se puede
la buena doctrina, se han convertido en los géneros litera­ aplicar a todo el grupo. Pero una entonación sim ilar se encuen­
rios preferidos de los ‘espíritus avanzados’. A diferencia tra en la introducción de F ernando Arbeláez a su Panorama de
de lo que o c u rría hace veinticinco años, en nuestros días la nueva poesía colombiana, 19648. Poesía confesión, citando de
el radicalism o en política está teñido de superstición paso a Baudelaire, el afrancesam iento y el deslum bram iento an­
b u ro crática y se alia al ‘academ ism o’ en literatu ra y al te él, era evidente. La pasión por Sade es casi com parable al in­
conform ism o en filosofía y m oral. Estilo, o rto d o x ia polí­ terés que. suscitaba Fram joise Sagan. Arbeláez, tam bién, había
tica y buenas costum bres: ingredientes del escritor ‘posi­
tivo’. U n a de las revistas po r las que aún circula u n poco
7. R ecogida en Puertas al cam po (M éxico: 1967), pp. 131-132.
de aire fresco — y otros saludables venenos— es M ito , la
8. Ediciones del M inisterio de Educación Nacional, Bogotá, 1964. Bien
valerosa y valiosa publicación fu n d ad a p o r el p o eta Jorge vale la pena recordar aquí cóm o este amplio panorama realizado por Fer­
G aitán D u rá n . V aliosa, aunque desigual, porque en cada nando Arbeláez, otro de los poetas ensayistas que formaron parte de M ito, y
núm ero se puede leer, por lo m enos, un texto m em orable. los cinco libros de p oesíaq ue se publicaron apartirde 1963, siendo ministro
Valerosa, p o rq u e G aitán D u rán , uno de los espíritus más de Educación Pedro Gómez Valderrama, constituyen, por así decirlo, pro-
146 M a n u a l d e lite r a tu r a M ito 147

publicado en 1956 u n pequeño libro de ensayos, Testigos de da d de los A n d es unas páginas sobre V allejo; A ndrés Holguín,
nuestro tiem po, que incluía aproxim aciones a S aint-John Per- en M ito, presentando unas sobre el unicornio.
se, Rilke, N eruda, G arcía L orca y Eliot, concluyendo en un Lo que para los analfabetos colom bianos con título uni­
elogio a la Virgen de G uadalupe com o sím bolo de la integra­ versitario era esnobism o no era, en realidad, más que voluntad
ción m estiza en el continente, y figura capaz de suscitar u n a de estar bien inform ados. Y ello .no los exim ía, de ningún
nueva irradiación poética. Tal era el clima. U n clim a, por m odo, del d ram a que todos estaban viviendo, ya fuera a nivel
cierto, n a d a diferente del que im peraba en otros países de de la sensibilidad — «durante años hemos percibido en la vida
A m érica L a tin a tal com o lo describe Ju lio C o rtázar en su cotidiana un sabor difuso de lodo y m uerte»—, ya a nivel de las
prim er libro postum o Salvo el crepúsculo, 1984. «En un antiguo instituciones y sus cam bios ‘m odernizadores’: «La elección de
Buenos Aires donde habíam os vivido y escrito en la incerti- A lberto Lleras a la presidencia de la R epública —decía G aitán
dum bre, abiertos a to d o p o r falta —o desconocim iento— de D urán en La revolución invisible— im plica en verdad un fenó­
asideros reales, las m itologías ab arcaban no sólo a los dioses y m eno que algunos ya habíam os sospechado: el traslad o del
po d er real de partidos políticos, sin ideas originales o proyectos
a los bestiarios fabulosos sino a poetas que invadían com o
específicos de gobierno en desacuerdo con la evolución de las
dioses o unicornios nuestras vidas porosas, p a ra bien y p a ra
estructuras del país, a fuerzas económ icas en ascenso, es decir,
m al, las ráfagas lum inosas en el pam pero de los años tre in ta / a nuestra burguesía industrial y bancaria». Algo que venía de
cuarenta/cincuenta: G arcía L orca, Eliot, N eruda, Rilke, H61- atrás y que entonces com enzaba a perfilarse: «La ‘revolución
derlin, y esta enum eración sorprendería a un europeo incapaz en m archa’ no era una carrera hacia el socialism o, como
de aprehender u n a disponibilidad que m aleaba lenguas y tiem ­ creyeron algunos reaccionarios exasperados y algunos izquier­
pos en u n a m ism a operación de m aravilla: Lubicz-M ilosz, distas ingenuos, sino apenas una ten tativ a p a ra convertir a
Vallejo, C octeau, H u id o b ro , Valéry, C ernuda, M ichaux, Un- C olom bia en un país capitalista m oderno»9.
garetti, A lberti, W allace Stevens, todo el azar de originales, ¿El precio? Los 20.000 m uertos que m onseñor G uzm án y
traducciones, am igos viajeros, periódicos, teléfonos árabes, O rlando Fals B orda señalan, de 1949 a 1962, com o resultado
estéticas efím eras. L as huellas de todo eso son tan reconocibles de la violencia10. ¿Los logros? «Un proceso contrahecho que ha
en cualquier an to lo g ía de esos años» y, p o r supuesto, añadi­ pasado de un brinco de la m anufactura artesanal y semifeudal
a la etapa m onopolista», con la consiguiente concentración de
m os nosotros, en M ito : Perse traducid o p o r Jo rg e Z alam ea y
capitales, «un ritm o de industrialización que fue el mism o
F ernando Arbeláez; Blake po r H ernando Valencia; Benn y
desde 1940 a 1960» y la dependencia externa, com o lo anotó en
P ound; G aitán D u rá n escribiendo en la R evista de la Universi- 1969 otro de los colaboradores de M ito, Francisco P o sa d a 15.

longación natural, en la esfera oficial, de lo aparecido en la revista y en la idea 9. Jorge Gaitán Durán, La revolución invisible, pp. 12, 45 y 46.
que la animaba: me refiero a M orada al Sur, de Aurelio Arturo (1963); 10. M onseñor G. Guzm án y Orlando Fals Borda, “S ociología de la
E storaques, de Eduardo C ote Lamus (1963); L os adioses, de Fernando violencia”, en: La violencia en C olom bia, Parte I (Bogotá: Edit. Tercer Mun­
Charry Lara (1963); C anto llano, de Fernando Arbeláez (1964) y E l tran­ do, 1962), p. 292.
seúnte, de R ogelio Echavarría. Otro libro, tam bién valioso, de otro poeta 11. C olom bia: violencia y subdesarrollo (Bogotá: 1969), pp. 164-165.
que colaboró en M ito , es el de Héctor Rojas Herazo, publicado en 1961: Posada, quien publicó trabajos sobre la civilización chibcha, la cultura
A gresión d e las fo r m a s contra el ángel. colom biana, Mariátegui, y quien dirigió la revista Tierra Firme, fue autor
M ito 149
148 M a n u a l d e lite r a tu ra

mos del orden público con el consiguiente fortalecim ien­


O sea que los hitos generales dentro de las cuales se to del ejército y en el frente externo una adhesión más
enm arcaba la acción de la revista, y la form ación de su sco la- firm e a las políticas norteam ericanas que muy rápida­
boradores, a nivel histórico, podrían ser los siguientes: el 9 m ente se trad u ciría en que C olom bia resultó ser el único
de abril de 1948, pasando po r todo el período de la gran país de A m érica L atina que envió tropas a la guerra de
violencia (1947-1957), indudablem ente la m arca de esta gene­ Corea, bajo el m ando de las Naciones Unidas.
ración, al 10 de m ayo de 1957, con la caída del general R ojas (Tres crónicas de G arcía M árquez, aparecidas en diciembre
Pinilla, acerca de lo cual ya an o ta b a G aitán D u rán en c o n tra de 1954, en El Espectador, y tituladas “De C orea a la realidad ”,
de la hab itu al e in teresad a am nesia nacional: «Hemos olvida­ cuentan el retorno de esos héroes “inútiles” y carentes de tra ­
do que el dictad o r derrib ad o el 10 de m ayo de 1957 fue el 13 de bajo).
ju n io de 1953 el ho m b re m ás p o p u la r de Colom bia», p a ra
arribar finalm ente a la revolución cubana a la cual M ito, a finés
Concluye Palacios:
de 1961, dedicó uno de sus últim os núm eros.
U n historiador colom biano contem poráneo, M arco P a la ­
cios, ha sintetizado, a nivel internacional, lo que fue dicho C uando parecían debilitarse los efectos del traum a
del 9 de abril y la crisis económ ica posibilitaba que los
período. Dice:
dirigentes colom bianos desarrollaran en el cam po p o líti­
co ciertos principios del nacionalism o económ ico, triunfa
Entre la g u erra fría y 1960, aproxim adam ente, la
en C uba la revolución que rápidam ente se radicaliza y
hegem onía n orteam ericana en el hem isferio se m antenía
reproduce y m agnifica en Am érica L atina las tensiones de
en buena m edida conciliando los intereses económ icos de
la guerra fría. E n C olom bia, donde aún no se elim inaban
las m ultinacionales (la ganancia y el control de m ercados)
del todo los reductos de la violencia desencadenada con
y los intereses estratégicos de W ashington (el dom inio de
m ayor fuerza después del bogotazo, hay una especie de
Estados-clientes en su pugna global con la URSS). Esto se
sobreposición entre los ideales guerrilleros de la Sierra
expresa en la pretensión n orteam ericana de dom inar «un
M aestra y la persistencia de focos guerrilleros y de bando­
hem isferio cerrado en un m undo abierto».
leros. Esto a p u n talab a nuevam ente la noción de orden
En C olom bia — añade P alacios— la concepción de
público interno y la adhesión a esquem as norteam erica­
la guerra fría se convirtió en un principio incuestionado
nos de'contra-insurgencia y a un m ayor acercam iento a
de la política ex terio r com o quizás en ningún otro país
los Estados Unidos. Com o respuesta a la revolución
latinoam ericano, debido a u n conjunto de circunstancias
cubana, los norteam ericanos desarrollan dos program as
m uy específicas. El m ensaje ideológico de la guerra fría,
de singular im portancia para C olom bia: La A lianza para
con sus dos com ponentes, la contención al bloque soviéti­
el Progreso y el Pacto Internacional del C afén .
co y el antieom unism o, penetró a to d a u n a generación de
dirigentes colom bianos, conm ocionados por la experien­
cia tra u m átic a del 9 de abril de 1948. Efectos de ésta Ante estas circunstancias generales —que trab ajo s com o
fueron, en lo in tern o , un reforzam iento de los m ecanis- el de D arío Mesa: Treinta años de historia colom biana (1925-

12. “El interés nacional y el ingreso a los no alienados”, en C olom bia no


también de un volum en de ensayos sobre Luckács, Brecht y los problemas alineada (Bogotá: 1983), pp. 67-69.
del realismo.
150 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 151

1955) aparecido originalm ente en M ito li com plem enta— , la retrasado, en ese y en casi todos los otros cam pos. De ahí que
revista aspiraba a cum plir un papel que, guardadas p roporcio­ los reticentes elogios que Nicolás Suescún le dedica en su
nes, era prácticam ente el mismo que S artre expresó en el prólogo a u n a antología del cuento colom biano publicada en
núm ero inicial de Le tem ps m odernes, una revista que inspiró y M o n tev id eo 15: buen ojo, buen gusto, cosm opolita, com o de
sirvió de ejem plo a M ito: devolverle a la literatura su función am bigüedad política y que parecen concretarse, al final, en
social y buscar la liberación total del hom bre «actuando lo la idea de que «en u n m om ento dado pareció integrar un grupo
mismo sobre su constitución biológica que sobre su condicio­ que incluía no sólo poetas sino cuentistas y novelistas» (el
nam iento económ ico, lo mism o sobre sus complejos sexuales aporte costeño representado por escritores com o G arcía M ár­
que sobre los d ato s políticos de su situación»14. Pero este quez y Cepeda Sam udio), resultan a la postre muy endebles, ya
program a tan am bicioso se vio lim itado en el caso colom biano que ap u n ta n hacia el trillado tem a de los géneros y sus casi
a un círculo más estrecho, aparentem ente: el de la literatura. siem pre dudosas com partim entaciones. Y si bien la hipertrofia
De ahí que la lectu ra de M ito, más de veinte años después de la lírica denota caracteres m orbosos, estos parcos elogios no
de su desaparición, m uestre con claridad la preponderancia de aclaran — com o sí lo hace H ernando Valencia Goelkel en el
lo literario, sin d etrim en to —y esto es lo im p o rta n te — de lo prólogo a Estoraques, de Eduardo Cote L am us16— los motivos
artístico (los tra b a jo s de M arta T raba sobre arte colom biano), m uy pertinentes que aún existen en tal sentido p a ra la repulsa y
lo histórico (varios textos de Indalecio Liévano A guirre, por el fastidio, «una legítim a reacción al papel que la literatu ra
ejem plo) o lo filosófico (diversas traducciones, adem ás de los ju g a b a en la m itología reaccionaria colom biana. El bonito
ya m encionados aportes de C ruz Vélez y G utiérrez G irardot), argum ento rezaba: un país es grande p o r el espíritu, y es el
conjunto de textos, p o r o tra parte, que convierte en anécdota espíritu [o sea, p a ra ellos, la retórica] lo que h a hecho grande a
incidental, fruto de nuestro sem piterno anacronism o, to d a esa este país. Y com o al fin de cuentas carecem os de novela, y de
m itología trem endista que en un m om ento dado pareció cuento, y de crítica y de teatro, era la poesía el alegato último.
acom pañarla. Es la escritura que acogió en sus páginas la que T odo está bien: díganlo, si no, C aro, Silva, Valencia, Barba-
se encarga de refu tarla y de hacer ella m ism a su propio b alan ­ Ja co b , etc. O sea que a nuestra poesía, ya intrínsecam ente bien
ce. m enguada, se le asignó el papel imposible de justificar una
realidad cada vez m ás ruin, cada vez más odiosa. S obra decir
Lectura de M ito que la actitud consecuente sería, com o en todo, una de análisis
y enjuiciam iento, y no confundir a la poesía con la función que
D igam os, en prim er lugar, que los textos originales, las le im puso la p ro p ag an d a conform ista; pero tám bién es muy
traducciones, los colaboradores extranjeros, el diálogo y la com prensible que estas farsas susciten un rechazo indiscrim i­
polém ica, a alto nivel, que instauró, fueron uno de los pocos nado, u n a negación total». En tal sentido se orienta, por
intentos coherentes p o r situar el trab ajo intelectual colom bia­ cierto, el tra b a jo de Valencia Goelkel sobre B arba-Jacob apa­
no dentro de una ó rb ita de validez internacional; novedosa, recido en el núm ero 8 de M ito, pero las frases suyas que
tan sólo, en el sentido de que el país estaba y sigue estando acabam os de citar no son aplicables, por cierto, al grupo de

13. En el número 13 de M ito , marzo-mayo de 1957; ha sido reeditado 15. Trece cuentos colom bianos { Montevideo: 1970), p. 13.
en varias ocasiones. 16. Ediciones del Ministerio de Educación Nacional, Bogotá, 1963, pp.
14. ¿Qué es literatura? (4a. edición, Buenos Aires), p. 17. 14-15.
152 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 153

M ito , que si po r algo se caracteriza, volviendo lícita la utiliza­ no se describe el m undo sino que se lo afeita; cuando se
ción del vocablo “g ru p o ”, es por haber estado integrado, en su ensalzan los poderes constituidos y se los a d o rn a con las
m ayoría, por poetas. Poetas-ensayistas, com o los ha denom i­ virtudes que fabrica nuestro tem or, se están creando las condi­
nado muy bien S arah de M ojica, en un trab ajo al respecto17. ciones propicias p a ra la anarquía, el tedio, la violencia, ya que
Allí m uestra cóm o el ensayo, form a m ediadora entre la ésta, en últim a instancia, no es o tra cosa que la resolución
poesía y la vida, entre la creación y la reflexión, le perm ite al irracional de las tensiones creadas entre la realidad y el espíri­
po eta que la visión de su o b ra sea com plem entada por un tu». ;
discurso que él propone com o tentativo y a m enudo inmerso
en las contradicciones que lo rodean, añadiendo: «En el ensayo El viento corre tras devastaciones y vacíos,
no sólo se representan sino que se crean tam bién articulaciones resbala oculto tal navaja que unos dedos acarician,
intelectuales del proceso social que de alguna m anera adquie­ retrocede ante el sueño erguido de las torres,
ren en su representación u n id a a la im agen, un carácter ejem­ inunda desordenadam ente calles com o un m ar
plar. Entonces el ensayista, com o intelectual, está p ro fu n d a­ en derrota.
m ente ligado a los procesos sociales. T am bién es qn crítico, y
desde esta perspectiva, es el que dibuja los límites de la crea­ (Fernando C harry Lara, “C iudad”)
ción, crea su espacio, encauza su sentido, y define lo que es
posible decir». La m ujer que nos llamaba perro
Esto, en el caso de los dos poetas de M ito que analiza mientras suplicábamos p o r un p o c o degom ina para
— G aitán D u rán y A lvaro M utis— , está hecho desde la situa­ sosegar el martirio de nuestras guedejas de diez y
ción de «soledad desam parada» en que se encuentran ubica­ siete años.
dos. Es desde allí desde donde el p o eta contem pla la desespe­ (H éctor Rojas H erazo, “Salm o de la d e rro ta ”)
ranza y la m uerte, m isión suya, al parecer, en «tiempos de
penuria».
Yo elaboro
Jorge Eliécer R uiz, en su trabajo titulado “Situación del
escritor en C olom bia” {M ito, núm . 35, 1961), com plem enta y Yo abro m is palabras para que tengan un sentido.
profundiza la anterior descripción, m ostrando las circunstan­ (F ernando Arbeláez “N octurnos del S u r”).
cias específicas ante las cuales se en contraban los m iem bros de
la revista. D ice allí: «C ada vez resulta m ás notorio que los Todas las calles que conozco
escritores nuevos aprecian el valor de las palabras y com pren­ son un largo m onólogo mío.
den que éstas sirven p a ra a rro jar luz sobre la realidad, para
revelar el m undo y no p a ra idealizarlo o p a ra refutarlo. Es muy (Rogelio Echavarría, “El transeúnte”)..
posible que u n a literatu ra conform ista e h ipócrita haya contri­
buido notablem ente a reforzar los m ecanism os de la violencia.
C uando la realidad es m ás deprim ente que la ficción; cuando Estas breves citas de diversos poem as aparecidos en M ito
m uestran cóm o la m odulación es distinta: ni delicuescente ni
sensiblera: concreta. Y la validez de esto —con las palabras de
17. Sarah de Mojica, “El poeta com o ensayista. Colombia: revista M ito George Steiner en su prólogo a Poem into p o e m — resulta
(1955-1962)”, en: Eco, número 260, junio de 1983, pp. 160-174. evidente: «El poem a no acepta la ru tin a y taquigrafía de la
154 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 155

experiencia puesta en prosa, atenuada en las figuras casi siem ­ estado poético exclusivo, nada dice al espíritu de un pueblo
pre inertes dei habla diaria; p o r constante definición, el poem a que en su experiencia vital h a acum ulado tantos infortunios
ciertos»19.
trab aja contra la índole de lo ordinario. E sta insurgencia
creativa es el principio mism o del poem a: el poeta quiere E sta reacción iba más allá, com o se ve, del dardo envene­
escandalizar nuestras creencias, hacerlas nuevas y rebeldes». nado co n tra el corazón del piedracielism o, y su «frágil nostal­
T o rn ar expresivo un lenguaje adulterado y reflexionar sobre él gia suspirante». Se concentraba, po r el contrario, en un len­
para hacerlo aún m ás eficaz: el cam bio fue rad ical18. M ás guaje escueto, m editativo, com o el de las citas hechas
apreciadle aún si tom am os en cuenta el contexto dentro del anteriorm ente, en el cual es factible distinguir u n a intensidad
cual se daba. F e rn an d o C harry L ara, otro poeta-ensayista que se aq u ilata, u n silencio que se vuelve diciente, un pensa­
vinculado a M ito , lo m uestra así en su trab ajo “ L a crisis del m iento escrupuloso acerca de los datos que configuran el
verso en C olom bia” (1959): «Ha llegado, entonces, el m om en­ canto. La vida cotidiana, un libro de poem as de E duardo Cote
to de preguntar si h a existido en todos estos años recientes la Lam us publicado po r las ediciones de M ito en 1959 resulta
posibilidad de que el poeta pueda, en C olom bia, satisfacer su ejem plar en tal sentido: realista, ab o rd a la ciudad, la gente, sus
misión esencial de escribir poesía. Tem o que tal posibilidad le am ores y los otros poetas (Silva) po r m edio de u n a escritura de
ha sido negada, aun a veces po r censuras y bayonetas y las más gran sequedad expresiva, libro en el cual la m etáfo ra llega a
por el silencio p ropio de la época que nos ha correspondido no hacerse conceptual. F ernando C harry L ara, po r su p arte, en
vivir sino padecer. C uando, hacia 1948, se habían advertido ya L os adioses, edifica a través de la nostalgia, del rum oroso
nuevos signos valiosos que reflejaban un cam bio de actitud en oleaje incierto de la pasión, esa voz apenum brada, sonám bula
los poetas más jóvenes con respecto a la estim ación de la e infalible, que ya nos hem os acostum brado a distinguir por el
poesía, el país se hunde en la crisis m ayor de su historia. La carácter certero que le confiere al ensueño. Y Jo rg e G aitán
cu ltu ra del país sufrió en la m ayoría de sus aspectos una D u rán , quien en Si m añana despierto, Ediciones M ito, 1961,
paralización que apenas puede tom arse com o reflejo del desas­ nos cuenta cóm o el deseo, deslum brante y efím ero, encarna,
tre nacional. N adie puede ser ajeno a u n a sensación de descon­ fugazm ente, en sentencias verbales, que no por develar su
fianza de todos los valores, a un estado de escepticismo de todas carácter fantasm agórico dejan de ser m uy rotundas. A partir
las circunstancias y a u n a desilusión de to d o s los m itos. Los de los cuerpos él intenta una filosofía del erotism o. El delirio
pocos poemas que p o r esa época se escriben reflejan la aridez im aginativo de M utis; la aspereza carnal de Rojas H erazo,
del lenguaje colectivo». Y concluye: «Ante un país que fue de cuya poesía, en el núm ero 7 de M ito, Jo rg e Eliécer Ruiz m ues­
cárceles y to rtu ra d o s, hum illado por la m uerte y obsesionado tra com o referida a un «mundo oscuro, viscoso y turbulento,
por la venganza, resu ltaría de un hum or trágico la solicitud a absurdo», un m undo «m aterial y tangible», nos van dando la
sus poetas, de olvidar la ruina colectiva y continuar u n a tem á­ p a u ta de hacia dónde se encam inaban sus búsquedas. E ra una
tica artificial con la que alguno pudo em briagarse en u n m un­ poesía que por fin to cab a la realidad. Que era, en ocasiones, y
do m enos ensom brecido. L a frágil nostalgia suspirante, como p o r fin, la realidad. L a indestructible y sin em bargo siem pre
cam biante realidad de la poesía.
18. Véase Juan G ustavo C obo Borda, L a alegría d e leer (Bogotá: Edic.
Sólo que al lado de ella los relatos de G abriel G arcía
de Colcultura, D añe, 1974); La tradición de la p o b re za (Bogotá: Carlos
Valencia Editores, 1980) y La otra literatura colom biana (Bogotá: 1982)
19. Incluido en su libro de ensayos. L ector de p oesía (Bogotá: Colcul­
donde se incluyen diversas aproxim aciones a los poetas — Gaitán Durán,
tura, Colección de Autores Nacionales, 1975).
M utis— y al grupo d e M ito .
156 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 157

M árquez (adem ás del ya citado “M onólogo de Isabel” y El E n u n país que la ignoraba, M ito , en los años finales de la
coronel no tiene quien le escriba, en M ito apareció p o r prim era década del 50 fue la vanguardia, o sea la ruptura. U na vanguar­
vez su cuento “E n este púeblo no hay ladrones”), los borgianos d ia existencialista. F ue tam bién, y en cierto m odo, el p u n to de
inform es apócrifos de P edro Gómez V alderram a, dem asiado p artid a hacia o tra cultura: no servil ni elocuente. P odrían venir
exactos p a ra no ser ciertos; los artículos de M a rta T ra b a sobre luego aventuras m ucho m ás radicales, pero esto no sucedió así,
pintores colom bianos: O bregón, R am írez V illam izar; las rese­ al m enos entre nosotros. Su últim o núm ero dedicado al na-
ñas críticas de H ern an d o Valencia; todos ellos estaban fo rm u ­ daísm o, m u estra h asta qué p u n to la a p e rtu ra que iniciaron era
lando una proposición lúcida, donde la invención y la tran sm u ­ consecuente: el nadaísm o fue, p o r cierto, la negación de todo
tación, la arb itraried ad creativa y el conocim iento científico, lo que M ito h a b ía hecho; o m ejor aún: su prolongación y
adquirían u n a resonancia m ucho m ás precisa. C um plían u n a contradicción a p artir de su vertiente m ás deletérea: el escán­
función desm itificadora. Quizás esto no parezca dem asiado dalo y la provocación.
—com o es bien sabido, se tra ta, apenas, de uno de los requisi­ «El otro día, en una conferencia, G onzalo A rango acu­
tos previos p a ra la subsistencia del trabajo intelectual— pero m u lab a todas las herram ientas de su talento p a ra denunciar a
en C olom bia sí resu lta rem arcable. El carácter m enesteroso las academ ias, a las iglesias, a las supersticiones, pero su
bajo el cual siem pre h a sobrevivido tenía a h o ra la posibilidad invectiva ten ía to n o curiosam ente institucional y académ i­
de m anifestarse y, de algún m odo, especializarse: ya no se co: era la resonancia de polém icas extinguidas, un ensañarse
tra ta b a tan to de ser colum nista y presidente, diplom ático y postum o c o n tra fantasm as, c o n tra rivales abolidos. A l m enos
o rador. Se in te n ta b a sim plem ente ser escritor. Y p a ra ello, desde este aspecto —lo que provisional y vagam ente denom ino
com o lo m anifestó W oodsw orth, es necesario que «cada poeta trad ició n institucional— el escritor actual no tiene ya razones
cree el gusto m ediante el cual puede ser com prendido». A ello p a ra cultivar, com o em pedernida y deleitosam ente lo hacían
dedicaron sus esfuerzos: Perse o Blake, V illaurrutia o D ylan sus antecesores, el m asoquism o. El no sentirse acorralados nos
Thom as, P o u n d o Benn, R im baud o U pdike, M alrau x o B or­ coge a todos de sorpresa; en la p a rro q u ia éram os víctim as; en
ges: esa zona de lectura, de afinidad o de rechazo, bajo la cual la ecum ene con q u istad a podem os ser responsables; debem os
pueden ser hoy, y de hecho lo son, asim ilados. Estas cuestio­ ser más libres. ¿Incóm oda perspectiva? Quizás; aunque p ro b a­
nes, bien se sabe, son m inoritarias y sin em bargo irreversibles. blem ente es preferible u n fu tu ro trivial a u n pasado atroz»21. El
Ya no es posible el estudio de nuestro pasado literario sin pasado atroz, p o r lo m enos, ha sido cancelado. Accedim os a la
to m ar en cuenta esta escisión. C o n tra la facilidad y el desgreño, m odernidad; pero, al parecer, no nos hem os instalado tra n q u i­
un cierto decoro. U n estilo, un instrum ento de análisis. C o n tra la y definitivam ente en ella. ¿Y en dónde más podríam os ha­
la habitual im provisación, datos, elem entos, cifras y opciones. cerlo?
U n aprendizaje que era a la vez trab ajo y acción. Sanín Cano, R afael G utiérrez G irardot, en u n a página suya de 198022
H ernando Téllez, V alencia Goelkel: u n a m ism a línea de con­ efectuó u n a síntesis del papel cum plido po r M ito. Dice así:
ducta, idéntica actitud, que se puede resum ir con las palabras
de este últim o: «la rebeldía no es ya un heroísm o; es, pro b ab le­
m ente, un deber. P o r consiguiente, h a p erdido su énfasis y su
sonoridad»20. 21. Hernando Valencia Goelkel, “¡Al fin solos!”, en el Suplem ento
Literario de E l Tiem po, febrero 13 de 1966.
20. Paul N izan, “ A den Arabia”, en: M ito , número 34, enero-febrero 22. “La literatura colom biana en el siglo X X ”, en el M anual d e historia
196 í . de Colom bia, Tom o III (Bogotá: 1980), pp. 535-536.
158 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 159

La fundación de la revista M ito en 1955 significó un posibilitó prim ero y fom entó después el espontaneísm o
salto en la histo ria cultural de C olom bia. Desde el nivel y de los ‘n ad aístas’. La curiosa alianza subterránea entre
la perspectiva de sus artículos, los poetas y escritores los seniles artífices del ‘Frente N acional’ y el seudo-
oficiales, los académ icos de u na novela, las “glorias loca­ hippism o de los nadaístas tenía que reprim ir en la sub­
les” aparecían com o lo que en realidad siem pre habían consciencia los propósitos y el ejemplo de M ito. Antes
sido: restos rezagados m enores de un siglo XIX de cam pa­ que se hiciera ese singular paréntesis en la historia polí­
nario. M ito desenm ascaró indirectam ente a los figurones tica y cultural de Colom bia, M ito significó realm ente un
intelectuales de la política, al historiador de legajos canó­ eslabón entre la incontenible dinám ica del pueblo colom ­
nicos y ju ríd ico s, al ensayista flo r id o , a los poetas para biano —que en esto no es diferente de los pueblos de
veladas escolares, a los sociólogos predicadores de encí­ Am érica L atin a— y la tradición crítica de suinteligencia.
clicas, a los críticos lacrim osos, en sum a, a la poderosa
infraestructura cultural que satisfacía las necesidades o r­ Este trán sito , por decirlo así, de la superstición y la im pro­
nam entales del retroprogresism o y que a su vez, com ple­ visación, a la razón y la observación, a la previsión que im pli­
m entariam ente, tenía al país atado a concepciones de la caba rescatar lo válido del pasado y proyectarlo, quizá no
vida y de la c u ltu ra en na d a diferentes de las que do m in a­ inm ediatam ente, hacia el futuro, es el que bien puede definir la
ban entonces en cualquier villorrio carpetovetónico. La trayectoria de M ito. En 1982, otro de sus colaboradores, D ani-
revista M ito desm itificó la vida cultural colom biana y lo Cruz Vélez23, m ostraba el cam bio ocurrido: «Hay signos
reveló, con publicaciones docum entales, las deform acio­ clarísim os de que por fin hemos entrado en el m undo del saber
nes de la vida co tidiana debidas al im perio señorial. No y de las técnicas superiores y que ya hemos alcanzado nuestra
fue una revista de capillas, porque en ella colaboraron m ayoría de edad cultural. De este m odo, hemos logrado una
autores de tendencias y m iíitancias políticas opuestas nueva em ancipación. Se habla frecuentem ente de la necesidad
(G erardo M o lina y E d u ard o Cote Lam us, po r ejem plo). de superar nuestra dependencia económ ica y política olvidan­
Su principio y su m edida fueron el rigor en el tra b a jo do la dependencia cultural, cuya superación es más urgente
intelectual, u n a sinceridad robespierrana, u n a voluntad que las otras dos. M ientras no tom em os posesión de nuestro
insobornable de claridad, en sum a, crítica y conciencia de pasado arqueológico y artístico, m ientras no podam os tra b a ­
la función del intelectual. D em ostró que en C olom bia era ja r creativam ente en las ciencias, m ientras no form em os exper­
posible rom per el cerco de la m ediocridad y que, consi­ tos fam iliarizados con las técnicas basadas en ellas, m ientras
guientem ente, ésta no es fatalm ente constitutiva del país. no podam os explotar autónom am ente nuestros recursos n atu ­
rales, m ientras sigam os a merced de la sensibilidad y la em o­
G utiérrez G irardot concluye así su juicio: ción, y no poseam os ideas claras sobre nuestro ser, esas ideas
C on to d o , sería ilusorio suponer que el ejem plo de “claras y d istin ta s” con que D escartes puso en m archa la Edad
M ito podía tener perduración. El 'F ren te N acional’, esa M oderna, seguirem os dependiendo del exterior, seguiremos
o tra c u a d ra tu ra del círculo que bajo el pretexto de salvar
la ‘libertad rep u b lican a’ sólo fue un acuerdo de clases 23. “Nuestra mayoría de edad”, texto leído al recibirel premio Fundación
Centenario del Banco de Colombia, diciembre 14 de 1982.
señoriales para reconstituir el statu quo del retroprogreso,
160 M a n u a l d e lite r a tu r a M ito 161

siendo u n a fuente de m ateria prim a, un m ercado y un objeto de donde consigna estas opiniones25, sino tam bién A driano G on­
explotación, y, a lo sum o, un espectáculo pintoresco, o m ági­ zález León y G uillerm o Sucre, p a ra citar apenas dos valiosos
co, como se dice ahora». A esa m ayoría de edad cultural la ejem plos. D e M ito no sólo G arcía M árquez, quien h a dicho:
revista M ito contribuyó, en form a notable. «con ella com enzó todo», sino algunos otros de los cuales ya
E dm und W ilson, refiriéndose a T . S. E lio ty A uden, decía hem os h ablado, o que aparecerán en las páginas que siguen,
que ellos «perm anecían ostentosam ente aparte de los otros destacando su im portancia. N o tu m b aro n el gobierno, com o
poetas contem poráneos. Es u n a cuestión de estatura, supongo. parece ser la exigencia que se les hace siem pre a los intelectua­
No están jugando ni divirtiéndose ni tra tan d o de im presionar les y sus publicaciones. P ero sí cam b iaro n p a ra siem pre la
ni expresando de vez en cuando u n a em oción m ás o m enos literatu ra de un país. Y este es, p o r cierto, un com etido que
punzante. Sus am biciones son más altas y más serias»24; esto, ellos deben cum plir.
p odría decirse, to d a p roporción guardada, de los poetas cola­ ¿Será entonces im pertinente recordar que no sólo Borges
boradores en M ito , y de sus críticos m ás sobresalientes, H er­ y Bianco en Sur, en Buenos Aires; X avier V illa u rru tia y E l hijo
nando Valencia G oelkel y R afael G utiérrez G irardot, a los pró g id o y O ctavio Paz, en Taller (1938-1941) com o luego en
cuales nos referirem os luego en detalle. T am bién p o d ría for­ Plural y Vuelta, en M éxico; José L ezam a L im a y Orígenes, en
m ularse el reproche ya h ab itual en co n tra de esta clase de Cuba; César M oro y W estphalen en Las M oradas y luego en
em presas. Angel R am a, hablando en Sardio, u n a revista inspi­ A m a ru , en el Perú, hicieron, en su m om ento, algo parecido? El
rad a en M ito , que renovó la litera tu ra contem poránea en verdadero problem a no es éste sino el que describió R enato
Venezuela (entre 1958 y 1961 publicó 8 núm eros, en 6 entre­ Poggioli: «La revista de vanguardia se opone díam etralm ente a
gas), lo expresa así: «Proclam arse afiliado a ‘u n hum anism o la prensa periódica p opular y com ercial de nuestro tiem po que,
político de izquierda’ no disim ula la concepción elitesca que les en vez de guiar a la opinión pública, satisface las pasiones de la
será Reprochada —com o a sus congéneres colom bianos de m ultitud y es recom pensada p o r ella con u n a inm ensa circula­
M ito ya desde antes— y que se evidencia en esa proclividad de ción y un notable éxito económico». «Es precisam ente el triu n ­
los intelectuales a esperarlo todo de la p u ra y exclusiva enun­ fo del periodism o de m asas lo que m otiva y justifica la existen­
ciación de las ideas en un reiterado y obsesivo afán de conduc­ cia de la revista de vanguardia, instrum ento de u n a reacción
ción ilustrada. T a n ta s veces en tierras latinoam ericanas, desde tan n a tu ra l com o necesaria contra la vulgaridad o vulgariza­
su prim era ap arició n en el ‘Salón L ite rario ’rom ántico de 1837 ción de la cultura»26.
en Buenos Aires, hem os visto repetir esta esperanza, que no E sta excepción, esta m arginalidaddentro del circuito aca­
nos sorprende su previsible fracaso». ba, com o es apenas natural, po r ser incorporada, u olvidada;
Sólo que este fracaso resulta un tan to curioso: de Sardio pero cuandó* esto sucede, su objetivo, casi siem pre, se h a
surgió no sólo S alvador G arm endia, el m ás valioso novelista logrado: señalar, revelar. Ser contestataria, en la m edida m is­
venezolano, al cual R a m a dedica to d o u n libro: el m ism o
25. Angel Ram a, S alvador G arm endia y la narrativa inform alista
(Caracas: 1975), p. 11.
24. “U na entrevista con Edmund W ilson”, en: Eco, Bogotá, número 35, 26. R enato Poggioli, Teoría del arte de vanguardia (Madrid: 1964), pp.
marzo de 1963. 38-39.
162 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 163

m a en que su c o rta vida acentúa su intensidad. R epetirle, a la libertino, 1954. Siendo injustos, podríam os aplicarles a todos
gente, com o lo expresó Lionel Trilling en un artículo titulado ellos, sobre todo a los prim eros, las propias palabras de G aitán
“ La función de las revistas literarias”, que «nuestro destino, D u rá n consignadas en su Diario en 1952: «C uanto a mi país se
p ara bien o p a ra m al, es político. P o r lo tan to , no es un destino refiere, siem pre me ha sorprendido el extraordinario poder de
afortunado, aun si tiene un m atiz heroico; pero no hay escape, sim ulación y confabulación del colom biano. Se com prende
y la única posibilidad de soportarlo es introducir en nuestra entonces por qué en general nuestros poetas son ta n m alos. En
definición de la política to d a actividad hu m an a y cada uno de u n a co tidianidad ro íd a po r lo im aginario se diluyen la concen­
sus aspectos. Esto im p o rta riesgos m ayores, pero el no hacerlo tra c ió n y la tensión necesarias p ara el sobresalto único de la
los im porta aun m ayores. A menos en que insistam os en que la poesía». Es en realidad en los diez poem as que integran la
política es im aginación e inteligencia, aprenderem os que la secuencia titulada A m antes, 1959, donde su lenguaje em pieza a
im aginación y la inteligencia son política, y de u n a índole que cargarse con el peso de una honda reflexión en la cual la
no nos resultará g rata en m odo alguno»27. palab ra, grávida de deseo, ex alta lo subversivo del placer y se
A teniéndom e al sabio precepto de Borges — M ito le dedi­ en fren ta a la m enesterosa condición a la cual el hom bre se ve
có en 1962 un núm ero especial— de que «el frenesí de llegar a determ inado.
una conclusión es la más funesta y estéril de las manías», es
pertinente term inar esta relectura de la revista M ito con unas Los hom bres y a no viven: com o enterradas serpientes
palabras de su dios tutelar: Jean Paul Sartre. «No hacen falta E n el otoño, com o lunas perezosas en el invierno,
m uchos años p a ra que un libro [y sobre todo una revista, En el estío son águilas o tigres, soles sanguinarios
agrego] se convierta en un hecho social al que se exam ina como Que arden con el opaco m undo de las cosas.
u n a institución o al que se incluye com o u n a cosa en las
estadísticas; hace fa lta poco tiem po p ara que un libro se con­ Si el erotism o introduce en la existencia un elem ento de
fu n d a con el m obiliario de una época, con sus trajes, sus fiesta, pero tam b ién de desorden y destrucción, com o a n o ta b a
som breros, sus m edios de transporte y su alimentación». M ito, en su ensayo sobre Sade, aquí, en estos poem as, la lujuria
u n a revista de la cual aparecieron 42 núm eros entre 1955 y m antiene, en esa unión de guerreros que se afrentan, la d istan ­
1962, h a entrado y a a fo rm ar parte de lo m ejor que ha tenido la cia infranqueable: "Sus bocas están juntas, más separadas si­
cultura colom biana, com o propósito de renovación. guen las almas
En S i m añana despierto, 1961, la m uerte y la im aginación
entablan un com bate feroz. E n prim er lugar, entre el dem asia­
G aitán D urán, poeta do, p o r decir que c o n tra sta con el p o c o que las convenciones
La prehistoria poética de G aitán D u rá n resulta com pleta­ del poem a soportan. D e ahí su integración del verso y la prosa;
m ente anodina. L a constituyen cuatro libros: Insistencia en la de ahí el hecho de que los poem as estén acom pañados al final
tristeza, 1946, Presencia d el hom bre, 1947, A som bro, 1951 y El de un Diario que enriquece su lectura: «El am or y la literatura
coinciden en la búsqueda apasionada — casi siem pre desespe­
21. Lionel Trilling, La imaginación liberal (Buenos Aires: 1956), pp. rada— de com unicación. Rechazam os la soledad esencial de
119-120. nuestro ser y nos precipitam os caudalosam ente hacia los otros
164 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 165

seres hum anos p o r m edio de la creación o el deseo. L o s cuer­ S i mañana despierto, 1961
p o s ayuntados son him no, poem a, palabra. El p o e m a es acto
erótico». D e ahí su c o n tra p u n to de inteligencia y lirism o; de Es esta, sin lugar a dudas, la obra m ás personal de G aitán
m editación y de goce. E n m edio de los cuerpos desvelados por D urán. Releerla, veinte años después de aparecida, significa,
su p ropia ebriedad, él encuentra la p a la b ra que, trascendién­ ante todo, com probar el inalterable vigor de su palabra. U na
dolos, les d a razón de ser. Se tra ta de u n a poesía encarnada, en pasión reflexivafe confiere el don de la valentía: nunca antes la
la cual la difícil aleación de belleza y eficacia se cum ple a poesía co lom biana se h ab ía expresado así. C onserva intacto el
cabalidad. C on razón G aitán D u rán citaba a A lfonso Reyes: reiterado m ilagro de un lenguaje herm oso y justo. Poesía
«la poesía es un com bate con el lenguaje». levantada, desafiante en su búsqueda, com o si un adem án de
Al develar la parte reprim ida del ser; al infundirle a una necesaria arrogancia —la arrogancia de los tím idos, según
tradición an q u ilo sad a jú b ilo y esplendor, él vivificaba el idio­ cuentan quienes conocieron a G a itá n — la llevase a conquis­
m a, y m anteniendo su rigor form al —excelentes sonetos, po r tarse a sí m ism a en u n doble m ovim iento a la vez exaltado y
ejem plo— ,'le com unicaba una certidum bre inextinguible: la agónico. Si bien en ocasiones m edita tam bién, y p rim ordial­
del deseo que sigue siendo deseo. P o r o tra p arte, este lenguaje m ente, canta. C om ienza por recobrar la desnudez esencial de
tenso y erguido, se ve anim ado por una fluyente m elodía, la lo que se nom bra po r prim era vez.
cual le com unica la precisión del m isterio. Lo convierte en "La verdad es el valle. El azul es azul’’. Y gracias a esa
indudable poesía. A ella volverem os luego. El «m undo m on­ claridad un aura de m isterio la circunda: "la pura luz que pasa /
do», la «sonaja de sem illas semánticas» de que h ab la Octavio por la calle desierta". Hay algo severo en dicha depuración,
P az en el p o em a de su libro Salam andra, 1962, dedicado a gracias a la cual transfigura la m agia natal de su ciudad,
G aitán D u rá n (“Solo a dos voces”), se ha po b lad o de palabras C úcuta, en una atm ósfera quieta, de blancura deslum brante:
plenas de sentido. Es aquí donde el com prom iso del p o eta se allí donde "ninguna cosa tiene simulacro ni duda”. M ediante
cum ple sin subterfugios: h a sido fiel al V erbo, a la m em oria de esta accesis «el extranjero», el desconocido de sí m ism o, vuelve
éste, y p o r tal razó n este puñado de poem as es ya «raíz en ia -a lo más suyo, percibe "las nobles voces de la tarde que fueron mi
tiniebla» de nuestra época28. fa m ilia " y redescubre la verdadera m úsica, de una insólita
frescura, en m edio de la desierta arena rojiza: "E l rumor de la
28. La Obra literaria de Jorge Gaitán Durán fue editada por el Instituto
fu en te bajo el cielo / habla como la infancia". Al hallarse, por
Colom biano de Cultura en su serie Biblioteca Básica Colombiana, número 6, fin, asum iendo su punto de partida, no sólo restablece el
450 páginas, recopilada y prologada por Pedro Góm ez Valderrama, 1975. vínculo sino que lo prolonga en una m etam orfosis últim a: él, el
Son de interés sobre su obra los textos de Fernando Charry Lara en poeta, al concluir su viaje, desaparece convertido en personaje
L ecto r de p o esía , B ogotá, 1975; los de Guillermo Sucre, en L a máscara, la ancestral. "Todo para que m i imagen pasada / sea la última
transparencia (Caracas: 1975); los de Jaim e M ejía D uque, en M om en tos y
opciones de la p o esía en C olom bia (Bogotá: 1980) y el de Juan Lizcano en
D escripciones (Buenos Aires: 1983). Véase también el recuerdo poético de N acionales, número 4, y el A lbum de poesía colombiana, selección y prólogo
Luis Cardoza y Aragón, incluido en su libro C írculos concéntricos (M éxico: de J. G. C obo Borda, Bogotá, 1980, recogen datos, textos y bibliografía más
1967). U na antología de la revista M ito , preparada y editada por J. G. Cobo am plia sobre M ito y su fundador, y el contexto en que se desarrolló la
Borda, Bogotá, 1975, Instituto C olom biano de Cultura, C olección Autores revista.
166 M a n u a l d e lite r a tu r a M ito 167

fábula de la casa". Fin que es un nuevo comienzo: "E l regreso ajenos a su actividad y no ofrece ninguna apariencia de reali­
para morir es grande. / (L o dijo con su aventura el rey de Itaca)". dad en qué apoyarse. Quien se apega a ella, po r culto o por
En esta, la prim era parte del libro, se conjugan pues un m anía, desem boca infaliblem ente en la “privación del senti­
lím pido asom bro ante lo que es siempre decisivo —su tierra de m iento” y en la pesadum bre de haberse consagrado a un ídolo
origen— “am o el so l de m i patria, / el venado rojo que corre p o r que no dispensa más que vacío [...] P or desgracia, una vez
los cerros", y la certeza que acom paña esta apropiación últim a, lúcidos, lo som os cada día más: no existe m edio alguno de
sim ultáneam ente fam iliar y nuevam ente desconocida: “Nubes escabullirse o de retroceder. Y ese progreso se realiza en detri­
que no veía desde entonces / como la muerte pasan por el agua". m ento de la vitalidad, del instinto. ¿No se d esarrolla el hastío
Ella, la m uerte, será la o tra presencia central del libro. M uerte y en el abism o que se abre entre la m ente y los sentidos? Ningún
erotism o; corrupción y m isterio: Quevedo y Novalis. Los epí­ m ovim iento espontáneo, ninguna inconsciencia es entonces
grafes de estos dos autores m uestran cóm o G aitán se liga así a posible»30. T odo se vuelve cerebral, hasta el orgasm o.
la tradición occidental: al barroco español y al rom anticism o Algo de esto, com o peligro ulterior, se avizora en la poe­
alem án. sía de G aitán D urán. Com o an o ta Octavio Paz, en el texto ya
L a visión es inseparable de la conciencia y ésta no es más citado: «La pasión, más que un desorden, es exceso vital
que conciencia de un ser dividido y su aspiración a la unidad. convertido en idea fija. La pasión es idolatría; por eso adora la
Pero esta escisión no suscita en su caso la iro n ía sino la fo rm a y en ella se consume». La escritura congela aquello que
analogía; sólo que se tra ta de una am arga analogía: la analogía es esplendor y m ovim iento. El m odo com o im aginam os el
del sarcasm o. Del cuerpo que se pudre. “Vengan cum plidas am or term ina por petrificar, intelectualizando todo flujo. El
moscas ”. poem a com o estela que hiela un latido. De ahí, en consecuen­
Verse vivir: contem plarse m orir. Las tensiones contradic­ cia, el fracaso de todo poem a al intentar apresar aquello que
torias exasperan su verso, que llega a ser “com adreja en las está vivo. Este sentim iento se acentúa aún más en su Diario,
visceras", convirtiéndolo, finalm ente, en una m editación de­ diario que es tam bién poética: reflexión, a la segunda potencia,
solada sobre el tiem po y las ruinas que lo representan. La de lo que hace; teoría sobre el poem a que intenta escribir; y en
historia, com o basurero; y las obras del hom bre, com o m uño­ algunos textos* en prosa, concretam ente los agrupados bajo el
nes truncos. O ctavio Paz, en un texto reciente29, habla allí del título de “Sospecho un signo”.
reverso de la m edalla quevedesca: «su genio tétrico y verba­
A puntes quizá p ara un poem a futuro, la inteligencia, ese
lista, su crueldad, en carácter pendenciero y envidioso, su odio «lancinante foco de luz», seca la descarga verbal: la agota en sí
a las m ujeres, su fa lta de naturalidad», y concluye: hay algo m ism a. No es una m irada que descubre objetos im previstos,
dem oníaco en él: es «el orgullo (¿el rencor?) de la inteligencia». cargándolos de energía, sino una contem plación que al anali­
C ioran, por su parte, en un agudo texto sobre el siglo zarse a sí m ism a, con tal lucidez, se anula. De ahí, por cierto, el
XV1I1, titulado “El aficionado a las m em orias”, de su libro influjo determ inante de Octavio Paz en algunos poem as com o
Desgarradura, aparecido en francés en 1979, dice: «Una vez
“S iesta”, en lo cual se evidencia su propósito de rom per con tal
soberana, la inteligencia se yergue contra todos los valores tautología. De to d o s m odos, su poesía restituyó a la p alab ra en

29. Octavio Paz, S om bras dé obras (Barcelona: 1983), p. 117. 30. E. M. Cioran, Desgarradura (Barcelona: 1983), pp. 32-33.
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su función expresiva: precisión pero tam bién brillo. C apaci­ desconciertan p o r su capacidad de quedar resonando en la
dad creadora: “P ongo con las m anos un halcón en el cielo”. Y m em oria, sin perder p o r ello su carácter enigm ático. N o dicen
esto era absolutam ente necesario en un m om ento en el cual la más que lo que dicen, de m odo perfecto, pero siem pre dicen,
tam bién, o tra cosa. Plenitud y autonom ía.
retórica colom biana se volvía aún más delicuescente y
De todos m odos, no quisiera relegar a segundo plano
sensiblera.
V iolar el lenguaje m anifestando así lo que se halla esca­ aquello que era su signo. Esas palabras densas y justas, de una
m oteado —las fiestas del placer, la euforia del cuerpo, el juego refrenada vehem encia inextinguible, en las cuales un ansia
infinito de los sentidos— quizá sólo sea factible destruyéndolo: p erp etu a parece prolongarlas. En el soneto final, po r ejemplo,
gritos, susurros, gem idos, el estertor y el éxtasis, risas, b alb u ­ algo queda vibrando, luego de su conclusión m em orable:
ceos de tern u ra, jad e o s de bestia herida. No esta arquitectura “Tantas razones tuve para am arte / que en el rigor oscuro de
perfecta, no estos sonetos estrictos. Pero es aquí donde la perderte / quise que le sirviera todo el arte / a tu solo esplendor
presencia de N ovalis, com o referencia, inaugura o tra vía. El y así envolverte / en fá b u la s y hallarte y recobrarte / en la larga
flujo sonám bulo de u n a confidencia involuntaria. paciencia de la m uerte ”. E sta “atada pasión j este sigilo / del
Esto explica que la p arte m ás bella del libro sea aquella alma hacia térm inos oscuros ”, com o lo expresó en el que muy
constituida, m ás que p o r poem as, p o r fragm entos, casi, de seguram ente fue su últim o poem a, son su dilema. A fán de
poem a, en los cuales la unión se logra m ediante la sencillez expresarse y conciencia de esa voluntad, lucha y agonía: esto es
(aparente) de la m elodía: “De galaxia en galaxia, iba el alma / palpable a tod o lo largo del conjunto. Poesía viril escrita no
tras la vista, hacia firm a m e n to s j en donde nada m edra ni sólo con corazón sino tam bién con el sexo, se aferra a la vida,
pero tam bién se halla indisolublem ente unida a “toda la ruin
concluye
E sta arm onía con un universo pleno no le h a rá perder de m ateria que te ceba". Fuerza y rebeldía, nace con el esplendor
vista lo más nim io, ni to rn a rá su canto en una exaltación de conocer el m undo, m uere con la intensidad con que vivió
cósmica. P o r el c o n tra rio , a él sólo le interesa: “el verde / la cada m inuto. Este debate entre ex trem o s, garantiza actual­
dulce densidad d el silencio". Y esa sensación sugerente y eva­ m ente su im portancia, como poeta docto, poeta ensayista,
siva, y ta n concreta sin em bargo, que parece provenir del m ejor ligado al debate central de aquellos años (poesía-historia) en
Lorca: “Cuando siente un aire / de luna, aléjase silbando p o r la to d a América, Latina. Sólo que soterrado, casi inevitable,
resurge cada tan to ese sueño que era el suyo: “Quise un m undo
orilla
H ay, en ellos, u n a secreta intuición de la poesía, de su que fu e r a / com o fu g a de pájaros ". Allí es donde reside su per­
durabilidad hoy en día.
elasticidad ante la resistencia del m undo y de su capacidad
p a ra ese infiltram iento recóndito que la distingue. Com o lo
dice G arcía M árquez, la poesía se caracteriza por sus virtudes
E duardo Cote Lam us
de adivinación y su perm anente victoria co n tra los sordos
poderes de la m uerte. Estos textos de G aitán lo prueban: “Pasó
Se han hecho reiteradas com paraciones entre la vida, la
un ciervo blanco / p o r el sigilo húm ed o del b o sq u e ”. La
o b ra y la m uerte (am bas trágicas) de Jorge G aitán D u rán y
aparición se inm oviliza en u n a im agen perdurable. “Pájaros y
Eduardo Cote Lamus. Lo que en ninguna de ellas se ha dicho es
verde cruzan p o r el frío " . Versos así, aislados y repentinos, que
170 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 171

que sus dos prim eros libros, y algunos de los siguientes, son los Valencia Goelkel ha escrito: «Quien lea con algo de des­
dos más malos prim eros libros de poesía que se han escrito en prevención a E liot y a Pound, a A pollinaire o a A ragón, a
Colom bia. Cote em pieza a ser un poeta digno de ser leído con M achado o a C ernuda, a N eruda o a Brecht, tro p ezará con la
la aparición de Los sueños, 1956. Preparación para la m uerte, ob stin ad a presencia protuberante de la anécdota en lo m ejor
1950, y Salvación del recuerdo, 1953, son objetos descartables. de sus obras respectivas. (La explicación no es nada esotérica;
en el cam po gaseoso de las filiaciones literarias, una reacción
Entusiastas naderías.
En G aitán D u rán , com o ya hemos dicho, por vez prim era co n tra la poesía «del sentimiento»; en el terreno de la llam ada
en la poesía colom biana el cuerpo habla y se desnuda. Es, historia de las ideas, el predom inio de filosofías disímiles pero
claro, un cuerpo intelectual, que se apoya en Sade y Bataille, con una no ta com ún de arraigo en lo concreto: m arxism o,
para proclam ar su libertad e intensificar su repudio al fenom enología, existencialismo». En esta nota, referida a La
«infierno social-patria o clase», para citar sus propias palabras vida cotidiana, el tercer libro de C ote, aparecido en 1959, se
en el Diario. «El poem a es acto erótico», dice G aitán, y a precisa m uy bien el contexto literario e ideológico en que surgía
renglón seguido se pregunta: ¿Cóm o transform ar en dato la su poesía. "D e palabra en palabra encadenado ”: el verso con
vibración irrepetible del orgasmo? Ya no en dato estadístico, que concluye la elegía que E duardo Cote Lam us dedicó a José
com o en el Inform e Kinsey, publicado en M ito, sino en dato Eusebio C aro es buen síntom a de la tensión que caracteriza
poético. Pero si bien su lenguaje llega a ser suntuoso, y de gran Los sueños. U na tensión conceptual que se libera apenas de la
entereza, hay un afán racionalista que enfría esos resplando­ aspereza con que tra ta de am oldar el dictam en o la sentencia
res. Es más bien el paisaje calcinado de C úcuta el que le dicta la u n a m ateria verbal exigente. Es un libro de difícil lectura,
escueta frescura de sus mejores versos. Ellos llegan a ser patios prem ioso y nada com placiente, en donde asom an de golpe
y jardines en los cuales la limpidez de una p alab ra vivifica sus felices hallazgos autobiográficos, sepultados pronto tras la
contornos y vuelve tal ám bito inmodificable, incluso ante la dureza form al. Hay, adem ás, una com o luz ciega, pugnando
po r salir, pero que se enreda a veces entre los silogismos
muerte.
G aitán y C ote, C ástor y Pólux: los D ioscuros de nuestro verbales, o resulta dem asiado visible en el prosaísm o de ciertos
Parnaso. Cote, a u to r de «una poesía cuyo tono es siempre apartes. “Uno tiene que m orir porque no sabe lo que h a c e ”.
grave»11, com o ha dicho H ernando Valencia Goelkel, y que Pero en poenaas com o “El vértigo” el m ovim iento circular y
incluso, en varias ocasiones, cultivó un neo-culteranism o que adusto se inm oviliza, en un magnífico crecim iento por des­
pojo:
desem boca en la im penetrabilidad y el herm etism o, y com ple­
m entó la indagación de G aitán, desde otro ángulo: utilizando,
sí, un m arco filosófico, pero p a ra ex altar d en tro de él el papel Todo se va cayendo, todo es piedra,
m olino que cambia aire p o r harina
de la anécdota.
com o el hom bre es igual a lo que anhela.

A lguien se fu e quitando días, poco


31. Hernando Valencia G oelkel, “ Una exaltación de la anécdota”, en:
a p oco, hasta quedar sin años, para
Crónicas de libros (Bogotá: Instituto C olom biano de Cultura, Colección
Popular, nueva serie, número 9, 1976).
meterse en tierra y em bozarse en ella.
172 M a n u a l d e lite r a tu r a
M ito 173

L a vida cotidiana, en cam bio, resulta m ucho m ás libre.


confiere la lírica u n a final realidad esplendorosa, pero es su
Los versos anchos respiran con facilidad y se prolongan,
realidad últim a. Los hom bres, los pueblos, los am ores no
envolventes. E n u m eran el m undo, y lo recrean. En ellos Cote com ienzan con ella sino que en ella concluyen: es su últim a
n a rra con certeza (anécdotas, detalles, circunstancias exactas:
transform ación, su más exaltada m etam orfosis». Estas pala­
A lem ania después de la guerra, barrios de Barcelona, España; bras, referidas a los Estoraques de C ote, son tam bién aplica­
las gentes de P am plona, N orte de Santander, su tierra), pero bles a A lvaro M utis y a su personaje clave: M aqroll el Gaviero.
tam bién logra que algo seco y cortante le p erm ita realizar
bruscas transiciones que enriquecen sus textos. Hay tam bién
A lvaro M utis y su S u m m a de M aqroll el Gaviero
un afán filosófico que a rru in ará luego varios pasajes de E sto­
raques, 1963, pero que cuando surge necesariam ente del curso
Perse, diplom ático en Asia,
de la evocación da a C ote su peculiaridad distintiva: progresiva
descubre la violenta energía con la cual
conquista de u n a realidad e interrogación p rofunda acerca de
lo que ella significa. N o ya la realidad de los hechos sino la la civilización se crea a sí m ism a y marcha...
pujante realidad de algunos de sus poem as, que, com o en el Sin embargo, con esas imágenes él no p u ed e ver
caso de Estoraques, no es más que la m editación sobre la la apatía m oral luego del p a cto de M unich,
erosión que el viento, y el tiem po, realiza sobre u n a naturaleza, el fo rza d o silencio de la línea M aginot,
y una historia, que si bien es a de unos terrenos próxim os a y adem ás no pu ed e prever la caída de Francia...
O caña tam bién lo es acerca de imperios extinguidos y civiliza­
ciones desaparecidas: Nínive, Babilonia, C hichén Itzá. Por toda Europa estos desterrados descubren en
el arte
«La lírica es u n género crepuscular» —dice Valencia
Goelkel. Y añade: «C uando la lírica tra n sm u ta poéticam ente lo que es el exilio: tam bién el arte se convierte
en exilio,
las ideas, las costum bres, las creencias, los afanes de una
sociedad, de un perío d o (y to d a gran lírica lo hace siem pre), es un secreto y un código estudiado en secreto,
porque ese repertorio está expirando. L a poesía hace entonces proclam ando la agonía de la vida moderna.
un enorm e esfuerzo de intelección, un tra b a jo de síntesis des­ m (D em ore Schwarts, “Considérenlos dónde están los
grandes hom bres”).
m esurado, p a ra decir: to d o esto fue. El gran p o e ta nos habla
siem pre de algo que concluye; algo se estaba m uriendo en
M anrique, en G arcilaso, en Q uevedo, en E spronceda, en «.Mito lim pió el aire provincial de la cultura colom biana»,
M achado. E n la o b ra de P ablo N eruda no encontram os la dijo A lvaro M utis (1923), en una entrevista de 1974 con Jpsé
revolución: hallam os el m undo anterior, previo a u n a revolu­ M iguel Oviedo y A lfredo B arrenechea32, y en ella m ism a agre­
ción. Igual cosa p o d ría decirse de Brecht, y cito estos dos altos
ejem plos porque suele ocu rrir que sus lectores creen que les 32. Santiago M utis Durán preparó, en 198 i, en 738 páginas, la edición
están hablando del fu tu ro . L a lírica es elegiaca; en ella las cosas de la Poesía y p ro sa de Alvaro M utis, Instituto C olom biano de Cultura,
Biblioteca Básica C olom biana, número 46, que incluye al final una amplia
y los seres y los instantes aparecen con u n a intensidad perfecta.
serie de entrevistas y textos críticos sobre Mutis. La entrevista de José
Pero se tra ta de la perfección de lo concluso; a lo caduco le M iguel Oviedo y Alfredo Barrenechea está fechada en 1974.
174 M a n u a l d e lite r a tu ra
M üo 175

gó: «Mi m aestro fueron las traducciones que Jorge Zalam ea peya colonial. La fatigada E uropa y la inconclusa Am érica y el
hizo de S aint-John Perse, so b reto d o los Elogios, que son m ag­ destino de estos pueblos form ados p o r un im perio en decaden­
níficos, y el poem a capital, que norm ó diez años de mi vida cia —la E spaña de los A ustrias y de los B orbones— engen­
poética: Las “Im ágenes para C rusoe”. Es casi obvio explicarlo, d ran d o lerdas burocracias en m edio de una naturaleza ago­
¿no?; pero al convertirlo en poesía pude ver yo mi propio biante, lo cual sólo produciría, com o resultado final, la fea y
m undo de infancia, de calor y de trópico, y de esas fincas de m ezquina realidad del subdesarrollo y esa conciencia del fra­
café que habían sido de mis abuelos y luego fueron de mi caso — lo que se debió hacer y no se hizo— que sigue “tra b a ­
madre». ja n d o ” allí dentro, en el subconsciente de este mestizaje,
Fincas cafeteras del Tolim a: de allí b ro ta la poesía de haciéndonos «inconform es, astutos, frustrados, ruidosos,
M utis, pero su onda de expansión es m ucho más amplia. inconstantes».
Enum erem os entonces, para com enzar, algunos de los elemen­ En consecuencia, un rechazo radical de la m odernidad.
tos peculiares que la constituyen. De los males tan terribles que ella, según M utis, produce: «...la
El verde "dom bo de los cafetales”, la lluvia sobre los igualdad, la libertad, la fraternidad, el liberalism o m ancheste-
techos de zinc, los cuartos de los hoteles de paso, trapiches y riano, la libertad de cultos, la igualdad de las personas ante la
cascadas, la tierra caliente, hem bras opulentas y guerreros ley, la clase obrera, la abolición de la esclavitud, la libertad de
deteriorados, trenes y aeropuertos abandonados en m itad de la las colonias y tantas otras ñoñeces de nuestra época».
selva, clausurados socavones de las minas y parques a punto de R eaccionario y m onárquico, la lúcida desesperanza que
cerrarse, y los olores de frutos en descom posición. A tales signa su o b ra halla en la m uerte —últim o rito, postrer
ám bitos habría que agregar hospitales, colegios y cuarteles, cerem onia— su m om ento más alto, y es sin em bargo esa
colores que se destiñen e im pulsos que se desgastan, el orín que m ism a lucidez la que acrecienta, com o im pulso desencade­
oxida la quilla de los barcos y los hechos que tienen l a “dorada nante, la perdurabilidad del deseo, el cual, en un pacto de sucia
lejanía” de la historia: Babilonia, Felipe II, César Borgia com plicidad con la vida, la nutre de esos alim entos em inente­
(m uerto en V iana), la gesta napoleónica degradándose en el mente terrestres.
triste sopor del trópico, la m uerte de Bolívar en S an ta M arta.
En tales escenarios, que parecen traer consigo un Citem os sus propias palabras, en el poem a “ En el rio ”:
recuerdo de viajeros extranjeros por Am érica, en el siglo «*
pasado, o de tours alrededor del m undo, com o en su am ado
Valery L arbaud, se d a la «nostalgia de un catolicism o aventu­ La carne borra las heridas; lava toda huella del
rero y místico a la vez, de cruzada y sacrificio», al cual se pasado, pero nada pu ed e contra la rem em branza del
contrapone un escepticism o, cada vez m ayor, ante el espec­ placer y la m em oria de los cuerpos a los que se uniera
antaño.
táculo de esos hom bres que creen tener el poder, engañándose y
dejándose engañar en su conquista, destruyéndose en lo con­ H ay una nostalgia intacta de todo cuerpo gozado, de
quistado. U na visión, si se quiere, muy teatral de la historia, en todas las horas de gran desorden de la carne en donde
la cual Melville y C o n rad conviven con el im pacto sorpresivo nace una verdad de substancia especial y sobre la que el
de las imágenes surrealistas, m ostrándonos el envés de la epo­ tiem po no tiene ascendiente alguno.
176 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 177

Se co n funden los rostros y los nombres, se borran las miseria», com o dice Guillerm o Sucre, asum ida a plena con­
acciones y los dulces sacrificios p o r quien se am ó una vez, ciencia. M iseria corporal, claro está, pero tam bién la p rofunda
pero el ronco grito del goce se levanta repitiendo sus convicción acerca de «lo vano de to d a em presa hum ana». Se
sílabas com o las sirenas de las boyas a la entrada del tra ta de un hom bre a la intemperie: sin D ios y sin m orada.
puerto. A n o ta Sucre: «La verdadera ‘ley de la m a n a d a ’, que él
observa, no es o tra que la ley de la m uerte: la m uerte que lo
Ese “ronco grito del g o c e ”en medio de un escenario tan deg rad a to d o , pero que le otorga a todo su exacta realidad.
afligente y un hastío ta n inapelable es lo que le da a la poesía de O tros viven, o creen vivir, suponiendo la existencia de Dios, de
M utis su intensidad singular. En el prim er poem a, po r ejem­ la historia, del poder, de la gloria. P a ra M aqroll, la m uerte
plo, de su libro L os elem entos del desastre, u n a pieza de hotel, vuelve irrisorias tales entidades; pone tam bién al descubierto el
la habitación “204”, espacio típicam ente nerudiano sim ilar al doble engaño que encierran: figuran una trascendencia o un
de “ Las furias y las p en as”, da pie a u n a plegaria fervorosa y sentido superior que no existe; hacen vivir, no la vida m ism a
desesperada: la de la p ro stitu ta que clam a a D ios, en su ab an ­ sino ía confianza —la seguridad— de creer que se está
dono; la de un cuerpo hábil y dichoso, un cuerpo anim al, que viviendo. D oble engaño que es u n a doble im postura: nadie
ante el ciclo inexorable de todas las cosas, precipitándose en vive en ni m ucho menos p ara la trascendencia; nadie, po r
u n a nada indiferenciada “— de la ortiga al granizo / del gra­ tanto, cree de verdad en ella. La furia de vivir es su única
nizo al terciopelo / del terciopelo a los orinales— “advierte ya la pasión: pasión m aldita: la vida es un don y sim ultáneam ente
"tibia y espesa som bra ”que term inará por cubrirlo. Así la poesía un m al»33.
de M utis, opulenta en su form a, religiosa en su entonación, E n tre la certidum bre de que el m ito se ha perdido volvién­
celebra realidades ta n carnales com o trágicas. C onciencia de dose «irrescatable, estéril y la com probación cotidiana de que
vigía, señalando las nuevas tierras pero a la vez anunciando los to d a ex altación torna a su sitio usado y pobre», la poesía de
síntom as de la inexorable decadencia y el futuro desastre. M utis edifica u n a top o g rafía m uy singular, que resulta el
Se tra ta, po r cierto, de u n a poesía m uy colom biana, en su reverso irrisorio de cualquier hazaña. Pequeños pueblos a la
sabor y en su arom a, pero el personaje que term ina por dar orilla de la carretera; paradores y ventas; lanchones que se
coherencia a to d o s estos fragm entos, en verso y en prosa, que a rra stra n p o r ríos cenagosos; cascadas escondidas en lo más
constituyen su p arca o b ra, el legendario M aqroll el Gaviero, a b ru p to de la cordillera; desvencijadas chozas a la orilla del
no es más que un p a ria de to d a tierra, un m arginal de cualquier m ar; covachas y m ercados indígenas, en lo profundo de la
em presa. Estuvo en E stam bul y acom pañó al capitán Cook,.en selva. Allí es donde M aqroll recuerda, afiebrado en su delirio,
sus viajes, pero tam b ié n peleó com o coracero en Valmy y fue recom poniendo, casi siem pre, las heridas que su propio deseo
m ago de feria en H o n d a, condujo un tren entre los vericuetos le infligieron. C on adm irable capacidad de síntesis m ediúm -
de la cordillera de los A ndes y cuidó trasatlánticos en un nica resum e en u n a fórm ula escueta lo deleznable de to d o s sus
perdido puerto del C aribe. Fue, com o los personajes borgia-
nos, com o todos los hom bres, todos y nadie. Sólo que su gesta
es irrisoria y los fastos de cualquier rem ota grandeza se hallan 33. Guillermo Sucre, “El poema: una fértil miseria”, en: La máscara, la
convertidos en jiro n es. Sólo le queda la m iseria. U na «fértil transparencia (Caracas: ¡975).
178 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 179

oficios englobados en ese oficio aun más inútil com o es el de la según M olina? En "En cáliz de m adera y ocio ofrecido a los
poesía. Com ienza p o r decir: m o n o s p o r un pequeño vapor en un rio del trópico La misma
inútil o frenda que ya nos hemos acostum brado a visualizar
S i éstas y tantas otras cosas suceden gracias a películas com o las de W erner Herzog: Aguirre, la ira
p o r encim a ele las palabras, de D ios (1972) y Fitzcarraldo (1981). ¿Qué im plica crear un
p o r encim a de la p o b re p iel que cubre el poem a, im perio en el Am azonas, com o Lope de Aguirre? ¿Qué signi­
si toda una vida puede sostenerse con tan vagos fica escuchar ópera, no en M anaos sino en el corazón de las
elem entos, tinieblas? Pero la vocación con que am bos poetas, M olina y
¿qué ajan nos em puja a decirlo, a gritarlo M utis, asum en su m undo am ericano, es m uy distinta de la
vanamente?, visión eu ro p ea que Herzog propone. En definitiva, com o
¿en dónde está el secreto de esa lucha estéril M utis lo aseguraba en una entrevista, sólo podría vivir aquí y
que nos agota y lleva m ansam ente a ¡a tumba?, escribir a p a rtir de aquí3-4. Su arraigo en la realidad colom ­
biana, no po r problem ático dejaba de ser menos esencial. En
p a ra concluir, en otro texto, con lo siguiente: 1981, en la U niversidad de Puerto Rico, M utis, en una charla
sobre su pasado literario más inm ediato, aclaró el punto.
Esperar el tiem po del poem a es m atar el deseo, aniquilar
las ansias, entregarse a la estéril angustia [...] y, adem ás,
las palabras nos cubren de tal m odo que no podem os ver La tradición inm ediata
lo m ejor de la b atalla cuando la bandera florece en los
sangrientos m uñones del príncipe. ¡Eternizad ese ins­ D ecia M utis: C olom bia descansa sobre u n a sucesión de
tante! m entiras. Entre ellas se destacan: a) Una de las dem ocracias
m ás antiguas de Am érica. D em ocracia form al que recubre
Príncipes, reyes: eso sólo puede referirse a E uropa. A quí, apenas una salvaje violencia ininterrum pida, b) País de poetas,
en cam bio, en A m érica L atina, apenas si qued ab a el lujo «si me lees te leo». Eso pudo ser cierto: ya no lo es. c) El país
fúnebre de una d e rro ta plenam ente asum ida, en m edio de la donde se habla el m ejor español. El más form al y el más rígido,
feracidad nociva de un-continente que consum ía to d a energía, quizás,*pero, en realidad, el menos vital. El más hipócrita en su
en su perpetuo recom ienzo. U n libro de E nrique M olina, capacidad cam aleónica de ocultam iento y disfraz.
C ostum bres errantes o la redondez de la tierra, aparecido en Se tra ta, en verdad, añadía M utis, de un país de g ram áti­
1951, m anejaba los m ism os tópicos de M utis tam bién a p artir cos pedantes. De escribanos y leguleyos. U n país en el cual su
de u n a raíz afincada en el N eru d a de R esidencia en la tierra, co n q u istad o r español, Gonzalo Jim énez de Q uesada, atrave­
Perse y el surrealism o, y llegaba a idéntica conclusión, en
am bos casos tan personal com o propia. Si el fragm ento últim o
34. Entrevista con J. G. C obo Borda, recogida en La otra literatura
de M utis, que acabam os de citar, form ab a p a rte de un poem a
co lom bian a, Bogotá, 1982. Una continuación de dicho prólogo, “Poesía y
denom inado “Los tra b a jo s perdidos”, el de M olina, a su vez, se monarquismo", apareció en Lecturas D om inicales de El T iem po, Bogotá,
titu la b a “Los trabajos de la poesía”. ¿En qué concluyen estos, 1983.
180 M a n u a l d e lite r a tu r a

incluso los poetas citados por M utis, que en algunos casos


saba, durante dos años, las selvas del C arare y el O pón p a ra
h a b ría n de incorporarse a la hagiografía nacional, form ando
recordar a Virgilio y H oracio, en las pausas, pero no com o
parte de sus cerem onias públicas, serían puestos en d u d a a
solaz sino com o p retex to p a ra refu tar a Jovio, o tro erudito
p a rtir del 9 de abril de 1948, cuando M utis y sus otros com pa­
desdeñable. T o d o ello h a b ría de rarificarse du ran te la Col ''nía
ñeros de M ito am anecerían teniendo delante suyo un país
cuando los escribanos de los A ustrias, u n a m o n arq u ía b u ro ­ cbm pletam ente distinto.
crática, poblaba con sus quisquillosos funcionarios al se n icio ,
«Nos descubrim os —reco rd ab a M utis en su conferencia
de la C o ro n a las am o d o rrad as ciudades convirtiendo a S a n tal
en P uerto R ico— a nosotros m ism os, con 6.000 m uertos en las
Fe de Bogotá, la capital, en u n a inm ensa n otaría. Los mismos
calles de Bogotá, y supim os que éram os otros. La ola proleta­
que en sus horas libres se entregaban ya al estudio del ge rundió
ria, llena de llanto y de tristeza, po r la m uerte de su líder: un
y el que galicado. caudillo de plaza pública. Las mujeres envueltas en pañolones'
El relám pago b olivariano d u ra ría m uy poco. Su eco se
y los hom bres de clase m edia y baja, los em pleados públicos de
am ortiguaría en los espadones em borrachados de glori j. por el
tin to y lotería, iracundos y atontados bajo la lluvia. Ya nada
propio Bolívar, com o M o sq u era y O bando, y lain d e p eru e n c iá sería igual a lo que había sido».
quedaría congelada gracias a gestiones com o la de S a n . m der,”
Con dichos incendios se quem aría la prim erapla q u ette de
quien inicia u n a trad ició n ilustre: tener abogados en e L
M utis, La balanza, escrita en colaboración con Carlos P atino,
gobierno y m ilitares en la plaza pública p a ra así m antener ei*
pero de allí, del 9 de abril, tam bién, en alguna form a, surgiría
orden. A bogados cositeros y legalistas, bien eníendidi Todo
M ito. El testim onio iconoclasta de M utis, un testim onio cada
ese m undo — el m undo de C aro, de Suárez y de M a rro q u ín — ,
d ía m ás am pliam ente com partido, tiene la validez de ser for­
tan quisquilloso con el idiom a com o nefasto en su gestión
m ulado p o r un testigo activo. Alguien que con su o b ra ha
política, es el que h a b ría de crear ese m ito de una república
m otivado u n a reform ulación de la tradición anterior a ella.
hum anista, regida po r filólogos y versificadores de las r.- rías de
C ada a u to r crea sus precursores, dice Borges. En el caso de
ortografía, p a ra uso de los niños. L a reacción brutal. .; nivel
M utis, y d entro de los estrechos límites colom bianos, era muy
literario, sería el suicidio de Jo sé A sunción Silva. L. única
poco lo que había. T endría que nutrirse en otras fuentes p a ra
m anera de escaparse de B ogotá, de salir de su a b u rr m entó;
no m b rar el paisaje que llevaba allí dentro. T enía que oír otras
sem piterno, sería pegarse u n tiro. El intim ista desgar.-..do no
voces p a ra que M aqroll en co n trara la suya.
podía convivir con la m ezquindad egoísta ni con el envidioso-
Si bien M utis estuvo cerca de M ito , la cual publicó, en
m al gusto del rencor callejero. Sobre ellos F la u b er’ había
1959, com o suplem ento de uno de sus núm eros, su Reseña de
escrito: «Llamo burgués a to d o lo que es ruin».
los hospitales de Ultramar, su posterior exilio, en M éxico,
Así, con la excepción de B arb a-Jaco b , ese hom bre que a
h a b ría de otorgarle a su escritura una entonación intransferi­
través de la bisutería b a ra ta de un m odernism o de segunda, se >
ble: "un olor húm ed o y cierto “que la sum ergía en "lasgrandes
asom ó a visiones fragm entarias y co n tu rb ad o ras del E m ibre y
noches del Tolim a / en donde un vasto desorden de aguas /
su caída, y q u iz á sja s figuras de D e G reiff, A urelio A rturo y;
grita hasta el alba su vocerío vegetal". Lo cual equivaldría a
E duardo C arranza, M utis no reconocía en su pasado hterario
m arcar u n a distancia, muy creativa, sobre su tierra, y sobre su
ningunos otros valores válidos. U n a opinión, por cieno, que
m aterial poético, que lo depuraría al m áxim o, volviéndolo aún
m uy seguram ente co m p artirían otros m iem bros de.M ito. Pero
i 82 M a n u a l d e lite r a tu ra M ito 183

m ás p e rtu rb ad o r y denso. Outsider dentro del convenciona­ usado rito", hay allí, tam bién, en esa decepción consciente y
lism o poético colom biano, del cual no estuvieron exentos asum ida, una intensidad fervorosa que co n tin ú a nutriendo la
otros colaboradores de M ito , la poesía de M utis, de una fijeza buscada indeterm inación de sus prosas. E stam pas, siempre a
inquietante, elabora un m undo muy suyo. Un mismo m undo punto de desdibujarse, y siempre muy precisas.
que de La balanza, de 1948, a Caravansary, de 1981, m antiene U na verdad, no m anchada po r el trajín cotidiano, que
un tono y una continuidad únicas. resurge al contacto con el agridulce arom a de la tierra caliente,
Son siempre los m ism os asuntos, y personajes sim ilares, un arom a, com o lo dice el propio M utis, entre fr u ta l y felin o .
reiterados una y o tra vez, en el intento, cada día m ás angus­ Es él, som nolencia y frescura, el que satu ra sus textos, con sus
tioso, de extraer de ellos u n a lección, u n a enseñanza, alguna grandes olas de calor, de piel, de dicha, de río y m ar nutricios, y
figura. Sólo que esos signos, y esos incidentes, se b o rran , a es él, agua que cura y lim pia, fiebre que expande el deseo, el
cada m om ento, y c ad a vez más, to rn a n d o im posible su desci­ que rige, finalm ente, el vaivén de su escritura. Es en verdad, lo
fram iento. Carecen de u n a clave que los explique. afirm a M utis, “el olor de un m undo que se deslíe”.
A centúan la inutilidad de esa hipotética fe perdida. C om o M aqroll el Gaviero, con esa voz tan suya, hecha de
lo dice en uno de sus últim os poemas, aún no recogido en libro, sobriedad y fatiga, recuenta su m on ó to n a letanía: los precarios
y titulado “ La v isitadel G aviero”: «Lo que creem os recordares m om entos en que el esplendor fue posible. Y es este cansancio,
por com pleto ajeno y diferente a lo que en verdad sucedió. esa distancia conm iserativa en to rn o a la ru in a de to d o p ro p ó ­
C uántos m om entos de irritante y penoso hastío nos los sito definido, lo que le perm ite dialogar con sus sueños más
devuelve la m em oria, años después, com o episodios de u n a íntim os: un m undo donde Puchkin convive con hom bres de
espléndida felicidad. La nostalgia es la m entira gracias a la cual B engala y Bohem ia, lanceros polacos, un elector del Sacro
nos acercam os m ás p ro n to a la muerte. Vivir sin recordar sería, Im perio, cam ioneros, soldados y prostitutas, form ando, todos
tal vez, el secreto de los dioses»35. ellos, u n a enrarecida y febril m itología; que resurge, una vez
Y sin em bargo... todo el calor del trópico, to d a una insa- m ás (¿hasta cuándo?), convocada p o r u n a escritura ancha, de
ciada búsqueda de placer, felicidad y aventura, de dichas tan ritm o litúrgico, en cuyo despliegue la vida, u n a vez más, se
breves com o intensas, todo un gozoso apetito de los sentidos, pierde, al ser puesta a su servicio:
suscita ahora, com o en Caravansary, algunos textos ceñidos *
en la feliz resolución de las dos faces que conform an su poesía. ¿Quién convocó aquí a estos personajes?
P o r una parte, m ediante sus lecturas de C onrad, Balzac, ¿ Con qué voz y palabra fu e ro n citados?
P roust o los libros de historia — Bizancio, la Edad M edia, la ¿Por qué se han p erm itido usar
F rancia del siglo XVIII, N apoleón, los disidentes rusos— una el tiem po y la sustancia de m i vida?
seca indiferencia ante "la necedad de gestiones, diligenciase ¿De dónde son y hacia dónde los orienta
viajes, días en blanco, itinerarios errantes", que constituyen el anónim o destino que los trae a desfilar ante
nuestra vida. Y si bien todo resulta hoy, com o el deseo, "un nosotros?

35. En G olpe de dados, revista de poesía, Bogotá, núm. LX1I, marzo- L a h isto ria sólo alcanzará su sentido en la coherencia
abril, 1983. últim a que la poesía le im prim e. P ero este sentido se escapará
184 M a n u a l d e lite r a tu ra
M ito 185
exangüe como se escapa la vida del m acerado cuerpo de su
protagonista. C uerpo que ha ido cum pliendo su destino de Dice N ietzsche en A s í hablaba Zaratustra: «Los poetas
cuerpo, am ando e hiriendo, siendo am ado y herido po r otro'» m ienten dem asiado. Los poetas siem pre creen que la n a tu ra ­
cuerpos, y a la vez teniendo conciencia de ello. Pero sus m i-c­ leza m ism a se ha enam orado de ellos... ¡Ah, cuán cansado
rias, que excluyen de antem ano to d a identificación patética, estoy de todas las deficiencias que debieran ser acontecim ien­
tienen un acento único d en tro de nuestra m enguada tradición tos! ¡Ah, cuán cansado estoy de los poetas! M e cansé de los
lírica. Pasión y estoicism o, M utis h a logrado lo imposible: que «poetas, de los antiguos y de ios nuevos: to d o s me resultan
la miseria que es to d a vida se vuelva m ítica. H a obtenido la superficiales y m ares de poca p rofundidad. No pensaron lo
objetividad de la más alta poesía. Al m argen de la histor.a, suficiente h acia la profundidad: p o r eso su sentim iento no
lejos de todo poder, distante de sectas y facciones, reacia a la llegó h asta los fondos. Algo de lujuria y algo de aburrim iento:
actualidad de las ideologías, este flagrante anacronism o que es eso h a sido a u n su m ejor reflexión. T am poco son p a ra m í
la poesía de M utis se convierte, paradoja últim a, en u n a de las suficientem ente puros; enturbian todas sus aguas p a ra que
más vivas presencias d en tro del espectro abierto por M ito , no p arezcan profundas... ¡Ah, yo eché mis redes en sus m ares y
sólo en C olom bia sino tam bién a nivel latinoam ericano. Aun q uería pescar buenos peces; pero siem pre saqué la cabeza de un
viejo dios!».
cuando todos los d ato s que la configuran son ya visibles, mi
form a continúa abierta. Tiem po puro, latente, susceptible de P o e tas c o n tra su v oluntad, com o decía Broch, hechos de
ser recreado infinitas veces, cada lector, al leerlo, es M aqroll el vanidad, sim ulación, egotism o, esoterism o, y pretensión de
Gaviero. Su viaje, en consecuencia, continúa. Es el viaje de ¡.i llegar a lo A bsoluto, todo ese trasfondo que caracteriza a los
poesía m oderna. poetas de la m odernidad, es detectable en varios textos de
Rafael G utiérrez G irard o t (1928), quien ju n to con H er­ M utis, com o “Los trab ajo s p erdidos” o “G randeza de la poe-
nando Valencia G oelkel (1928) son los dos ensayistas r.i.L
notables surgidos en to rn o a M ito , publicó en 1983 un valioso d e estu dio (Bogotá: 1976). Por su parte, Valencia Goelkel, más vinculado a la
libro, M odernism o, donde sitúa, con precisión, el papel del literatura anglosajona, publicó, en 1974, sus Crónicas de cine, un género, por
arte en la sociedad burguesa m oderna, los procesos de secula­ cierto, que só lo M ito cultivó en form a regular, y sus C rónicas de libros, en
rización, y «trascendencia vacía» que caracterizan a la poesía, 1976. Pero sus trabajos más interesantes sobre narrativa — M alcom Lowry,
Pavese, Babel, Evelyn Waugh, y ensayistas com o C onolly y Steiner— sólo
en nuestro siglo, y esa necesidad form ulada desde los rom án­ han sido recogidos en libro, en Caracas, en 1982, con el título de E l arte viejo
ticos alemanes, de crear un a nueva m itología, un a m itología dé­ de hacer novelas. A ellos habría que añadir los artículos, dispersos en revistas
la razón, ante la qu ieb ra de las otras. U na cita que él trae a y periódicos, de Jorge Eliécer Ruiz, para tener una idea global de las
colación al respecto, de Federico N ietzsche, nos sirve paia propuestas form uladas por los diversos colaboradores de M ito. En el cam po
cerrar (por ahora) esta nueva lectura de la poesía de M utis36. de la narrativa, Gabriel García M árquez y Alvaro Cepeda Sam udio también
colaboraron en M ito. Véase, sobre el primero de ellos: J. G. C obo Borda,
García M árquez; vuelta en redondo, ensayo que publicó el Banco de la
36. Gutiérrez Girardot, quien vive en A lem aniadesde 1953, publicó, en R epública, B ogotá. Pedro Góm ez Valderrama, cuentista y novelista, autor
1959, uno de los primeros análisis válidos de la obra de Borges. Posterior? de L a o tra raya d e l tigre (1977), es otro de los destacados m iem bros del
mente ha publicado libros sobre N ietzsche y M achado, 1966 y 1969, respec­ grupo. C om o se ve, se trata, en conjunto, de un notable equipo intelectual,
tivamente, y ha reunido sus trabajos de crítica literaria y filosofia en Ht-rat que m odificó el trabajo creativo en el país, en todos los órdenes, desde las
páginas de la revista.
186 M a n u a l d e lite r a tu r a

sía”, pero ese p o e ta , ese bufón, que pretende ía verdad, com n N acional. A dm irador ferviente, y confeso, de poetas españoles
decía Nietzsche, la h alla, precisam ente, cum pliendo un destín-' com o A leixandre y C ernuda, no po r ello ha om itido la tradi­
m arginal e irrisorio. Irrisorio en cu an to se ríe de todos lo^ ción poética colom biana que considera más afín con sus gustos
destinos previam ente trazados y m arginal en cuanto muestr:i e¡ —el caso de Silva, Eduardo Castillo, Aurelio A rturo y Eduardo
reverso de c u a lq u ier U topía positiva. Solo, en m e e d e L C arranza— ni tam poco la latinoam ericana con la cual se siente
selva, M aqroll el G aviero continúa oteando el horizonte que identificado: V illaurrutia, N eruda, Borges, Octavio Paz, y
siem pre está más allá; en ese “no hay tal lugar ”que es su p ro p .j poetas de estirpe surrealista com o C ésar M oro y M olina.
cuerpo, carcom ido p o r el deseo, y que se niega siem pre a m orir. E n relación con la poesía colom biana, vale destacar las
ediciones que ha hecho de poetas com o C astillo y C arranza,
sobre to d o la antología de este últim o, seleccionada y p ro lo ­
gada po r C harry que, editada en M éxico, en 1983, con el título
F ernando C harry L a ra de H ablar soñando, ha perm itido revalorar al poeta erótico
que hay en C arranza, al m argen del poeta patriótico y un tanto
D os años an tes que Jo rg e G aitán D u rán p u h m jjra su declam atorio al cual, lam entablem ente, nos habíam os m ala­
prim er libro, es decir, en 1944, F ernando C harry La :■ 11920) costum brado. Poeta, entonces, que tam bién crea su propia
editó, en el núm ero 5 de los cuadernos de C ántico, sus prim e­ tradición, C harry L ara la hace posible gracias, precisam ente,
ros poem as. C án tico , u n a fugaz em presa editorial .-mada al rigor m elodioso que su p ro p ia p alab ra h a ido ganando.
p o r Jaim e Ibáñez, y afín al piedracielism o; y elgrup< \ nica- C harry am a la poesía sonám bula, y si bien ha reconocido
m ente denom inado p o r H ernando Téllez com o el de Cun el visible influjo de A leixande en sus N octurnos y otros sueños,
dernícolas, por su afán de publicar pequeños cuadernos de- fue en realidad al contacto con el nítido dibujo de C ernuda
versos, dom inan el p an o ram a al finalizar la década del 40.! cu ando su voz se esclareció, haciéndose m ás suya. Así, un
Pero en realidad F e rn a n d o C harry L ara, com o G aitán. Cote y. poem a com o el titu lad o “A la p o esía”, m uestra muy bien su
M utis, se define en relación con M ito, En ella colaboro, a ella estilo; y su concepción del hecho poético:
se siente ligado, y ta n to sus poem as com o sus ensayos se sitúan
dentro de las co m p artid as preocupaciones del grupo. L os pri­ 4 1 soñar tu imagen
m eros se hallan recogidos en el ya citado cuadernillo. \ en tres » bajada luna sombría, el adolescente
volúmenes posteriores: N octurnos y otros sueños (19-9). Los de entonces hallaba
adioses (1963) y P ensam ientos del am ante (1981). Y los segun­ el desierto y la sed de su pecho.
dos en el volum en L e c to r d e p oesía (1975), que exige una R em o to fu e g o de resplandor helado,
reedición in co rp o ran d o sus nuevos trabajos sobre León de llama donde palidece la agonía,
Greiff, G ilberto O w en, N eruda y ía generación española de entre glaciales nubes enemigas
1927. C harry L ara, d e n tro del grupo de A /úo, es el que con más te im aginaba y era
constancia y regularidad h a inform ado sobre poesía, ya sea com o se sueña a la m uerte m ientras se vive.
po r m edio de ensayos y no tas en revistas especializadas — Eco, Todo siendo, sin embargo, tan íntimo.
E l café literario— com o m ediante program as en la Radio
Mito 189
188 M a n u a l d e lite r a tu r a
no e n fren tad a sino entrando con plena deliberación en la
Luego del eclipse intrascendente del piedracielismo, e&ic I - m uerte: “ Ya adviertes la torm enta, los relám pagos / Entresa­
fu e g o so te rra d o e ra sim u ltá n e a m e n te u n a lu z y unavía. N 'oera ■J cas otro huracán de tus recuerdos / R onco de som bras y
ta n explícito, com o G aitán D urán, en su form ulación erótica; vientos y agonías".
y su escenario, al c o n tra rio de M utis, era ei de la ciudad, por la La dolo rid a evidencia que form ulan los versos de C harry
cual tra n sc u rre el apenum brado poeta, siem pre en busca dei — “oh triste vagabundo entre nubes de piedra / el sonám bulo
encuentro que esclarezca sus pasos. Q uizá po r ello h a escrito- arrastra su delirio p o r las aceras"— no sólo ap u n tab an hacia
m edia docena de poem as en los cuales h a b ita la claridad del un fracaso: “¡N o soy aquel ni el otro, / y ayer ni ahora soy
m isterio. E nsim ism ada en su peregrinación inútil, esta visión j§ com o soñ a b a !" o hacia un silencio: "P uñal siem pre en el pecho
de los fantasm as de la ciudad y del deseo logra, a \ t \¿z, es la m em oria. / Callar consuelo ha sido. ¡ M ejor será / m orir
estructurar el poem a de u n m odo libre y exacto. U n a m e rJ j d e secretam ente a salas ", sino que concluían en una certidum bre:
helado desvelo y calidez com partida. Así Charry reflexiona | la poesía com o redención última:
con h o n d u ra y lo gra que una vasta resonancia acom pañe esa I
m editación d eso lad a sobre su propio oficio, sobre el acto de- Tú sola, lunar y solar astro fu g itiv o ,
escribir, señal inequívoca de toda verdadera poesía. g contem plas perder al hom bre su batalla,
Poem as com o “ C iu d a d ”, por ejem plo, trazan con '.¡ n'.t,- f mas tú sola, secreta amante,
dez de un cu ad ro de C hirico sus perfiles: "La noche, la p i t e a .: I puedes compensarle su derrota con tu delirio.
desolación / de la colum na esbelta contra el tiem po", pero el
verso con que concluye abre o tra dim ensión a su recorrido. En C harry, se h a dicho, lirismo y erotism o conform an una
unidad indistinguible. Pero si el segundo logra configurar una
Un cuerpo muere, mas otro dulce y tibio cucrp.¡ exaltación dinám ica del m undo, com o ya advertíam os en su
apenas duerm e libro Los adioses, en los ocho poem as que integran sus Pensa­
y la respiración ardiente de su p ie l m ientos del am ante las m ism as dos palabras del título consti­
estrem ece en el lecho al solitario, tuyen una instancia dual, que quizás ejem plarizan m ejor estas
llegándole en aromas desde lejos, desde un <■; palabras de A ntonio M achado en su prólogo, fechado en 1917,
bosque ’j a C am pos descostilla (1912): «Si m iram os afuera y p ro cu ra­
de jó v e n e s y'nocturnas vegetaciones'.' m os p en etrar en las cosas, nuestro m undo externo pierde en
solidez, y acaba po r disipársenos cuando llegamos a creer que
no existe p o r sí, sino p o r nosotros. P ero si, convencidos d é la
Es en ellas d o n d e C harry busca hundirse, extrayendo de
ín tim a realidad, m iram os adentro, entonces todo nos parece
su sueño esos a ro m a s, de su som bra, estas luces. El poem a ,
venir de fuera, y es nuestro m undo interior, nosotros mismos,
final, dedicado a G aitán D urán, a raíz de su m uerte, con su¡
lo que se desvanece... Un hom bre atento a sí mismo y procu­
ausencia de p u n tu ac ió n , la originalidad de sus m etáforas, y h\!
ran d o auscultarse ahoga la única voz que p odría escucharse: la
sintaxis, cada vez m ás personal, m uestra cóm o los once poe­
suya; pero le atu rd en los ruidos extraños. ¿Serem os, pues,
mas que constituyen L o s adioses, con su varonil contención,
m eros espectadores del m undo? Pero nuestros ojos están car­
resignada tristeza, concluían en esa ráfaga de vitalidad
r n n Rll
190 M a n u a l d e lite r a tu ra
Mito J9j
gados de razón y la razón analiza y disuelve. P ro n to v eremos el propias palabras u n a poesía com o la de C harry hecha de
teatro en ruina, y al cabo, nuestra sola som bra proyect id a en la precisión e ím petu, contenida pero a la vez desatada. “E l otro
escena». que aún eres "continúa entonces deam bulando por las calles de
M ucho de todo esto hay en la últim a poesía de (i h . r r \ . ei
estos poem as en u n a lograda mezcla de cárcel y fuga, ávido de
am ante que m ira y al cual una voz ajena saca de su ensim is­ otro fantasm a que haga aún más real su nostalgia.
m am iento, haciéndole perder su paraíso. Lum inosidad
externa y penum bra interna, “tenaz de claridad desviadora l
Sobrevive la luz entre estas ruinas”. Pero en m edio de tales-
ruinas, la repentina “ráfaga de huracanadas olas de luz \ ciento
y tem pestades”, lo vu elv e'a sum ergir en una oscuridad más
profunda: el “fe m e n in o cráter insospechado ardiendo ".
Si el prim ero —el lirism o introspectivo— parece confi­
narlo en una m editación desolada; “a no ser sw.o io que
recuerda ”; el segundo — un erotism o vertido hacia el m ■■n do-
es el que le concede esos textos estrictos y ardiente-! !a \ez.
com o el así mism o llam ad o “ Pensam iento del am a t í ■" o " f I
lago”, donde la m ujer, com o la poesía, soñada en form a am o­
rosa, “surge h o stil/ siem pre vestida de im palpable ■atardecer
com o la lejanía Pero el carácter de desvarío m elancólico que
adquieren sus textos no le im pide ser un po eta m uy concreto.
P o r el contrario, refiriéndose a José Eustasio Rivera, dice en el
últim o poem a de este libro: “Los días tram posos van gastán­
dole sueños y años / si bien en recom pensa / Le dejaran p o r fin
libre de intrigas
Y esta aceptación de la “m orosa m iseria”diaria e,-. laq u e
otorga a su creación, a h o ra, u n a vastedad muy amplia- ladeda-
poda, la de la concentración a lo que es exclusivam ente su
propio asunto. E scritos en B ogotá, la “ciudad que aun, bajo
la dulce m ontaña indescifrable", estos poem as,com o lo dijo
George M. Hyde refiriéndose a Baudelaire, en su ensayo “La
poesía de la ciu d ad ”, confirm an cóm o “la l¡ 'erta d ; » la es
ahora interior
“Convulso p erfil del deseo volando / fía t ía nubes donde
son verdes los ojos / D onde implacables son ' crd- •: aún y
so m b río s ”: u n a im agen ascendente p a ra caracterizar ion sus

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