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INTERVENCIÓN

PSICOSOCIAL

www. conacedrogas.cl INTERVENCIÓNPSICOSOCIAL Prevención selectiva DEL CONSUMO de drogas


fonodrogas conace para niños/AS y adolescentes
188 800 100 800 en vulnerabilidad social
INTERVENCIÓN
PSICOSOCIAL

Prevención selectiva DEL CONSUMO de drogas


para niños/AS y adolescentes
en vulnerabilidad social
ÁREA TÉCNICA EN PREVENCIÓN

PROGRAMA DE MARGINALIDAD

CONACE NACIONAL

Ministerio del interior, Consejo Nacional Para el Control


de Estupefacientes, CONACE. Santiago, diciembre de 2005

ISBN: 956-7808-55-4

En la elaboración de este documento, se agradece la


colaboración de:

- El Servicio Nacional de Menores (SENAME) a través


del Departamento de Protección de Derechos
(DEPRODE) y el Departamento de Responsabilidad
Juvenil (DEDEREJ).

- A los equipos de profesionales de ONG’s, COSAM’s e


instituciones que trabajan en esta temática a lo largo
del país.
Intervención Psicosocial

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 7

ANTECEDENTES 9

Vulnerabilidad social y consumo de drogas 9


Consumo de drogas, deserción escolar y delincuencia 12

MARCO CONCEPTUAL 15

Infancia y adolescencia en vulnerabilidad social 15


Selectividad vs universalidad 15
Exclusión y vulnerabilidad social 17
Criterios que definen vulnerabilidad social 19

Enfoques teóricos que fundamentan el modelo de intervención 21


Enfoque de derechos en las políticas sociales 21
Enfoque de desarrollo y modelo de competencias 22
Teoría del apego 22
Enfoque de la resiliencia 24
Enfoque de factores protectores y de riesgo de consumo de drogas 26
Vulnerabilidad y factores protectores 27
a) Vulnerabilidad clínica 27
b) Relación entre vulnerabilidad y factores protectores 28
Población objetivo 28

PERFIL DE LOS NIÑOS/AS Y ADOLESCENTES EN VULNERABILIDAD SOCIAL 29

Niños/as y adolescentes DE la calle 29


Niños/as y adolescentes EN la calle 30
índice
Perfiles de heterogeneidad en población en vulnerabilidad social 31

DIFERENCIACIÓN DEL PERFIL SEGÚN NIVEL DE COMPLEJIDAD 33

Indicadores de riesgo 33
Indicadores de daño psicosocial 33


CRITERIOS ORIENTADORES DEL PROGRAMA 35

Globalidad 35
Integralidad 35
Proactividad 36
Continuidad 37
Abordaje específico del consumo de drogas 37
Intersectorialidad y redes 38
Territorialidad 39

MODELO DE INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL 41

Propósito y objetivos 41
Propósito general 41
Objetivo general 41
Objetivos específicos 41
Instalación territorial y diagnóstico comunal 42
Proceso de intervención psicosocial 42
Diagnóstico integral: diagnóstico psicosocial 44
a) Diagnóstico del grupo intervenido 45
b) Diagnóstico del niño/a y adolescente 46
c) Diagnóstico familiar 48
d) Diagnóstico del entorno 49
e) Conclusión diagnóstica y pronóstico 50
Plan de Intervención psicosocial individual 50
Elaboración del PII 51
Ejes transversales de la intervención psicosocial con el sujeto 53
a) Vínculo 55
b) Desarrollo socioemocional y tareas evolutivas 59
c) Inserción social 62
d) Intervención con la familia y/o adulto significativo 66
e) Reparación 69
f) Intervención con el entorno comunitario y las redes 69
g) Abordaje del consumo de drogas 72
Ejes de la intervención integral del tratamiento de drogas 75
a) Desarrollo socio-emocional y tareas evolutivas 76
b) Inserción social 77
c) Reparación del daño psicosocial 78
d) Abordaje de drogas 81
Tratamiento clínico en drogas: Articulación modalidad psicosocial y
modalidad de tratamiento ambulatorio-comunitaria 86
e) Familia 88
Evaluación del egreso de la intervención psicosocial 91


Intervención Psicosocial

AUTOCUIDADO DEL EQUIPO 93

Funcionamiento del equipo 93


Dinámicas relacionales al interior del equipo 94
Dinámicas relacionales con redes externas 94
Árbol de decisiones frente a situaciones emergentes o de crisis 95
Revisión desde la vivencia personal 95
Espacios estructurados de cuidado del equipo y personales de autocuidado 96
Espacios de asesoría y/o capacitaciones 96
Aspectos administrativos y financieros 96

ANEXOS 99

Anexo 1: Síntesis ejes de intervención integral según modalidad:


actividades y prestaciones 99
Anexo 2: Instrumentos: sospecha diagnóstica y confirmación diagnóstica 102
Sospecha diagnóstica 102
Confirmación diagnóstica 104
Anexo 3: Instrumentos para la intervención 105
Ficha de diagnóstico integral 105
Plan de intervención individual 123

NOTAS 125

BIBLIOGRAFÍA 129


Intervención Psicosocial

INTRODUCCIÓN

D esde el año 2002, el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE) viene desarro-
llando un trabajo específico para la prevención y tratamiento del consumo de drogas en niños, niñas y
adolescentes en situación de vulnerabilidad social, los que, por sus condiciones de vida, están más expues-
tos.

La desescolarización y también la denominada “pre-deserción”, es decir, aquella caracterizada por repiten-


cias, alto ausentismo, problemas de rendimiento y conductuales y, finalmente, el fracaso escolar, determi-
nan que los programas de prevención de drogas que impulsa CONACE al interior del sistema escolar no
lleguen hasta ellos.

De esta forma, la modalidad de intervención psicosocial para esta población surge a partir de uno de los
objetivos de la Estrategia Nacional de Drogas (2003-2008), el que apunta a disminuir el consumo de dro-
gas en la población infantoadolescente en vulnerabilidad social (de mediana y alta complejidad), entendida
como aquella población que se encuentra débilmente vinculada o desvinculada de los sistemas formales de
educación o trabajo, y cuyos lazos familiares son débiles o inexistentes.

Se hace necesario, por tanto, el desarrollo de un modelo de intervención que permita llegar precozmente
a ella; que considere sus características evolutivas, de historia de calle y vulnerabilidad social, y que apunte
a re-insertar a los niños, niñas y adolescentes a la comunidad, a restituir sus derechos de ciudadanos y
a ofrecerles oportunidades para un desarrollo integral y pro-social, proceso dentro del cual se realiza la
intervención del consumo de drogas.

La situación de marginalidad y exclusión que viven estos niños y adolescentes hace que la gran mayoría
de ellos permanezca invisibilizado, sin acceder a las ofertas públicas hacia las cuales experimenta descon-
fianza, o no posee de ellas un conocimiento útil. Por ello, se requiere especial preocupación por focalizar

IN T R O D U CCI Ó N
las estrategias de intervención para esta población, superando las dificultades de acceso y motivación que
puedan presentar.

Este tipo de intervención se denomina prevención selectiva, ya que se dirige a un segmento de población
concreto, que por características personales, del entorno social, familiar, sociocultural y de relación, está
expuesto a diversos factores de riesgo capaces de generar problemas con las drogas, entendiendo por
esto, que es un sector de adolescentes con posibilidades de que el consumo de drogas se haga crónico. Se
habla de prevención selectiva, ya que se “selecciona” un colectivo de niños/as y adolescentes, especialmen-
te vulnerables y, por tanto, susceptibles de mayor riesgo.

Esta estrategia se orienta en la perspectiva de la detección e intervención temprana, es decir, busca actuar
antes de que el problema llegue a ser más complejo, cuestión indispensable para impedir que el proceso de
exclusión adquiera mayor gravedad, y en la tarea de revertir la situación de desinstitucionalización en la que
viven estos niños, niñas y adolescentes (escolar, social, etc). Esto, ya que el tiempo en que se prolonga la
exclusión y vida de calle constituye un factor que agrava el riesgo y la vulnerabilidad, facilita la aparición de
daños psicosociales: drogas, violencia y transgresión, comportamiento sexual irreflexivo y sin protección,
explotación sexual comercial, etc.


En este contexto, el año 2002 se inician cinco experiencias pilotos de intervención con esta población (2
en RM, 1 en la Quinta, 1 en al primera y 1 en la novena región), permitiendo con estas experiencias avanzar
en la formulación de un modelo de intervención psicosocial cada vez más efectivo. Los años 2004 y 2005 se
extiende este programa a todas las regiones, financiándose 18 proyectos de intervención a lo largo del país,
con mesas técnicas articuladas de diferentes ofertas especializadas (SENAME, Salud, Municipio, etc.), permi-
tiendo avanzar en la construcción de redes locales que permitan ir ofreciendo respuestas más integrales y
adecuadas a los requerimientos específicos de esta población. Es así como durante el año 2005, 1300 niños,
niñas y adolescentes en vulnerabilidad social fueron atendidos por diversos equipos psicosociales que tra-
bajan en diferentes ONGs del país, financiados mediante un fondo de proyectos impulsado por CONACE,
cuyo objetivo es prevenir el consumo y abuso de drogas y favorecer procesos de inserción social.

El presente documento reúne los principales aprendizajes de la práctica logrados por estos equipos de
profesionales que trabajan actualmente con estos niños, niñas y adolescentes en vulnerabilidad social,
aunando criterios teóricos y definiendo los principales lineamientos técnicos por tomar en cuenta en la
implementación de la intervención.


Intervención Psicosocial

ANTECEDENTES
Vulnerabilidad social y consumo de drogas

L os niños, niñas y adolescentes que viven en familias con un elevado índice de conflictividad entre los
padres, que tienen malas relaciones familiares y escasa disciplina o cuyos padres tienen problemas con
el consumo de drogas o de alcohol, son los que corren mayor riesgo de consumir drogas. Los niños, niñas
y adolescentes sin hogar, los que han sido expulsados del colegio o los que han dejado de acudir a él, los
adolescentes en conflicto con la ley o los que han pasado reiteradamente por programas SENAME, corren
un mayor riesgo de experimentar con drogas a una edad temprana y de tener problemas relacionados con
el consumo. Estos factores están muy enlazados entre sí y forman, en realidad, una red de causas.

Las cifras son indicativas de este mayor consumo en sectores de alta vulnerabilidad social, el que se ve
agravado por el predominio del uso de pasta base y de los inhalantes, es decir, de drogas de más alto poder
adictivo y causantes de daños de mayor gravedad en las esferas psíquica y somática. La información entre-
gada por las instituciones colaboradoras de la Red SENAME confirma estas apreciaciones. Si se considera
a los niños y niñas que ingresan a la red de Protección, la cifra que se refiere a quienes mantienen algún
tipo de consumo, en la mayoría de los casos desde un consumo abusivo a franca adicción, es elevada y
preocupante (Guendel 2002)1.

Es en estos niños/as y adolescentes abandonados, aquellos desprovistos de lazos familiares, y cuya vida
transcurre en la calle, en quienes estas drogas (PBC, solventes) tienen mayor presencia y son de más difícil

A N T ECEDEN T E S
erradicación, no solo por ser más accesibles por el precio, sino también por ser mejores “satisfactores” de
las necesidades insatisfechas de esta población, cuestión que, sin duda, debe ser considerada al momento
de diseñar estos programas de intervención.

Antecedentes obtenidos en los distintos centros administrados directamente por el SENAME señalan que
un alto porcentaje de niños, niñas y adolescentes presentan consumo de drogas2. Se trata, específicamente,
de un problema de policonsumo, y entre las drogas más recurrentes se encuentran la marihuana, la pasta
base, el neoprén y la cocaína, además del alcohol y del tabaco.

Respecto a la deserción como factor de vulnerabilidad social, el V Estudio Nacional del CONACE sobre
consumo de Drogas en la Población General manifiesta que los menores de entre 12 y 18 años que se
retiran del sistema escolar tienen prevalencias de consumo de drogas inusualmente altas. El grupo de de-
sertores escolares (menores que trabajan o buscan trabajo) registra la mayor tasa nacional de consumo
de marihuana, cifra que bordea el 25%, y también están ampliamente expuestos al uso de pasta base y
cocaína. La diferencia entre permanecer en el colegio o retirarse tempranamente eleva las prevalencias en


cinco veces, tanto en el caso de la marihuana como en el de la cocaína. Es decir, niños, niñas y adolescentes
que se encuentran escolarizados, consumen cinco veces menos que aquellos que no asisten a la escuela
regularmente (CONACE 2003)3.

En el caso de adolescentes imputados como infractores de ley, el consumo de drogas alcanza cifras e
impacto extraordinariamente mayores. Una investigación realizada en población SENAME confirma esta
gravedad al mostrar que en los jóvenes cuya causal de ingreso es la infracción de la ley penal, “los antece-
dentes de consumo de drogas lícitas e ilícitas están presentes en casi todos los casos” (Guendel 2002).

La investigación muestra que si bien la marihuana está presente en todos los grupos entrevistados, ella
constituye una especie de droga “transversal”, sin un perfil claro del consumidor y que además es conside-
rada por todos como de baja toxicidad y de efecto más bien lúdico. El problema se encuentra radicado en
el consumo de pasta base (PBC) y solventes (SKOPUS, 2002).

Hallazgos semejantes se encuentran en el Informe sobre una evaluación del Programa de Libertad Asistida
(Milán, 2001)4 de la Fundación DEM, donde se atiende a adolescentes de entre 12 y 18 años derivados
por los Tribunales de Menores. En dicho informe se indica que de los 91 casos que egresaron el año 2000,
el 73,62% (67 casos) lo hizo por consumo de sustancias. Es decir, “al ingreso al plan de atención, casi las
tres cuartas partes del grupo presentaba consumo de tóxicos”, y la mayoría correspondía a policonsumo
(46,26%).

Respecto a la magnitud del problema de los niños en situación de calle, actualmente es difícil establecer
la magnitud del fenómeno de los niños de y en la calle debido a que, en general, no se cuenta con datos

10
Intervención Psicosocial

ni cifras que ayuden a ello. SENAME es una de las pocas instituciones públicas que posee un sistema de
registro de las atenciones brindadas a los niños/as en esta situación. Así, el registro actual del sistema de
atención del SENAME, que incluye sus propios centros y los de las instituciones privadas a las que subven-
ciona, indica un total de 6.592 niños, niñas y adolescentes vinculados a situaciones de vida en la calle, lo
que representa el 11,6 % de la población vigente de la red del Servicio. La división por sexo es de 39,7%
femenino y 60,3 % masculino (SENAME 2002).

Al realizar una revisión exhaustiva de la información disponible acerca de cuántos son los niños, niñas y
adolescentes en vulnerabilidad social, se encuentran datos fragmentados en diversos estudios, y según
el perfil del problema principal que presentan, se encuentran magnitudes distintas. Existen alrededor de
107.409 niños que no estudian; sin embargo, se requiere hacer un análisis más fino del fenómeno de la
deserción, separando edades, motivos, territorios, etc. Luego, también existen estudios que identifican a la
población trabajadora (gran heterogeneidad), población atendida en Red de Infractores de ley, población
atendida en Red de protección, víctimas de explotación comercial sexual infantil, niños en situación de calle
que representan distintos fenómenos sociales, aun cuando relacionados son diferentes en su especificidad.
Los datos que se presentan a continuación nos permiten dar una mirada cuantitativa a los niños, niñas
y adolescentes que se mueven en un contexto de vulnerabilidad social. Aunque esta información es aún
insuficiente para la planificación de una política pública dirigida a esta población, al menos permite tener
una dimensión de la gran magnitud de este problema en la actualidad.

Desertores:
CASEN 2003 = 107.409 no estudian (6-17 años).

Población SENAME (vigentes al 31 de diciembre del 2004 ) 5

- Total niños/as, adolescentes y jóvenes vigentes año 2004 = 69.256


- Niños/as y adolescentes atendidos en ámbito de protección de derechos = 63.633
- Jóvenes inculpados de infringir ley penal = 5.632
- Niños/as, adolescentes y jóvenes registrados por el sistema de estar en situación de calle = 6.5926

A N T ECEDEN T E S
Estudios específicos:
Datos Universidad Arcis (2003), “Estudio sobre la explotación 3.719 niños/as
sexual comercial infantil y adolescente en Chile”, estimación nacional.
Datos Prodeni (2003), “Estudio sobre magnitud de Niños y Niñas de 1.039 niños/as
la Calle” (“caletas”), estimación nacional.
Datos OIT-MINTRAB/INE/Sename (2003) “Trabajo infantil y adolescente 107.676 niños/as
en cifras. Síntesis de la primera encuesta nacional y registro de sus peores
formas”, niños trabajadores de 5 a 17 años.
Datos Mideplan (2005), “Catastro personas en situación de calle”, estimación 632 niños/as
nacional de niños/as en situación de calle al momento de catastro.

11
Consumo de drogas, deserción escolar y delincuencia

Expertos en el tema de las conductas delincuenciales, ubican al consumo de drogas como uno de los
factores de riesgo social que se encuentran en la base de estos comportamientos, pudiendo afirmarse
que la dependencia del consumo, cuando ello ocurre en el mundo de la marginalidad y exclusión social,
puede constituirse en una combinación de elementos que sitúen con facilidad a los sujetos en el camino
de los conflictos con la justicia. Se describen condiciones propias del consumo dependiente (especialmente
tratándose de pasta base o solventes), tales como la desinhibición de la conducta, la agresividad y las reac-
ciones desesperadas por la necesidad de adquirir la droga. A ello se agrega el contacto con los traficantes,
lo que lleva a la convivencia cotidiana con el mundo ilícito, los códigos éticos alternativos y la resolución
violenta de los conflictos.

Los niños y niñas de y en la calle suelen ser relacionados con los temas de seguridad a partir de la posibi-
lidad de que se involucren, en la actualidad o en el futuro, en conductas constitutivas de delito. Una visión
menos tradicional es ver en estos adolescentes justamente lo opuesto: víctimas de delitos cometidos por
adultos y por adolescentes en similares condiciones a las de ellos.

En efecto, según los datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Ciudadana, los jóvenes (en general) son
una de las principales víctimas de la delincuencia, con 31% de victimización (M. del Interior, 2003)7.

Asimismo, los niños y niñas son victimizados en el ámbito de la violencia intrafamiliar. Estudios cualitativos,
como el Mapa de la Violencia de la Población Santa Adriana (Universidad Alberto Hurtado 2004), señalan
que la violencia intrafamiliar contra los niños es validada y usada con suma frecuencia. Esta situación es rati-
ficada por las cifras de UNICEF, que indican que para el año 2002 el 70% de los adolescentes que cursaban
8o básico en Chile habían sufrido algún tipo de violencia de sus familiares directos en el último año.

Una investigación de victimización de la Fundación Paz Ciudadana de 2004 muestra que 10% de niños/as
de entre 7 y 10 años y 12,4% de entre 12 y 18 acusa maltrato físico en el hogar. En tanto, de la población
total SENAME vigente a Dic. 2004, el 7,2% acusa algún tipo de maltrato físico, sea leve, menos grave o grave,
mientras el 6,1% acusa algún tipo de abuso sexual, el 16,7% es víctima de negligencia física y el 12% observa
maltrato psicológico y violencia intrafamiliar.

Si esto es así para la población general, no parece aventurado suponer que es aún más válido para el
segmento de niños y niñas en situación de calle, puesto que ellos tienen menos acceso a los sistemas de
protección (familia, escuela, policía, etc.). Sin embargo, estos datos tienden a invisibilizarse frente a la parti-
cipación de jóvenes y adolescentes en hechos delictuales. Esto a pesar de que, en términos porcentuales,
la participación de los jóvenes y adolescentes es minoritaria en los delitos de mayor connotación social
(DMCS). Las cifras oficiales arrojan que el aumento de participación de jóvenes y adolescentes en estos
delitos es de 45% para el período de 1999 a 2004 (M. del Interior, 2003). Es decir, un aumento de menos
de 10% al año en promedio.

La existencia de niños y niñas de la calle tiene dos tipos de consecuencias que repercuten en la seguridad
ciudadana. En primer lugar, los grupos que transitan y se concentran en ciertos puntos de la ciudad y que
aportan a la sensación de inseguridad que perciben muchos de los vecinos de esos sectores. El segundo se

12
Intervención Psicosocial

relaciona con pequeños delitos, estrategias de sobrevivencia que pueden ser señales del comienzo de una
carrera delictual. Se los acusa de delincuentes, lanzas, drogadictos y de prostitución. Más impactante resulta
saber que muchas veces estas sospechas pueden ser ciertas.

Por ello, al mejorar las alternativas de desarrollo de los niños y niñas de la calle, se actúa indirectamente
en la prevención social, ya que se disminuyen los factores de riesgo vinculados a la emergencia de carreras
delictuales. La reescolarización puede detener procesos en marcha o evitar que comiencen procesos de
socialización delictual que están altamente presentes en la calle. A la vez, mejora las condiciones para que
esos niños y niñas puedan aprovechar las oportunidades sociales de mejor manera en el futuro.

Todos estos datos no hacen sino confirmar que los niños/as en situación de calle son tanto víctimas como
victimarios, sin olvidar que se trata de sujetos de derecho. Por ello, son sujetos de focalización de la polí-
tica pública, no porque sean los responsables de los problemas de seguridad, sino porque son ciudadanos
a los que el Estado debe proteger en forma especial. Se trata de un grupo más vulnerable que el resto de
la sociedad debido a los problemas propios de una situación que no eligieron y de la que no son respon-
sables.

13
Intervención Psicosocial

MARCO CONCEPTUAL

Infancia y adolescencia en vulnerabilidad social

L os derechos humanos de los niños/as y adolescentes, reconocidos por la inmensa mayoría de los estados
a partir de la Convención Internacional por los Derechos de la Infancia, son universales y su puesta en
práctica, por lo tanto, debiera ser también producto de políticas universales. Sin embargo, no ocurre así. Las
marcadas diferencias socioeconómicas y la gran desigualdad en la distribución del ingreso que persisten en
los llamados países del Tercer Mundo, incluidos aquellos llamados “en transición a la modernidad”, como es
el caso de Chile, determinan que, al interior de los sectores que viven en la pobreza y extrema pobreza, se
den grupos en los que se acumulan condiciones de vulnerabilidad y menor resistencia a los riesgos, hacia
los que corresponde orientar intervenciones especificas y focalizadas.

La Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20
de Noviembre de 1989, consagra, entre otros, el derecho de los niños a la Educación y el deber de los Estados
a asegurar por lo menos la educación primaria. Los artículos 28 y 29 de dicha convención entregan los ele-
mentos que facilitarían el cumplimiento progresivo, y en condiciones de igualdad de oportunidades, de dicho
derecho. El Estado de Chile firmó y suscribió la Convención en enero de 1990, al igual que ambas cámaras del
Congreso Nacional. La Convención de Derechos del Niño (CDN) abarca todos los aspectos de la vida del

M A R C O C O NCE P T U A L
niño y enfatiza el hecho que los niños y niñas son sujetos de derecho. Este instrumento es de cumplimiento
obligatorio y ha sido ratificado por 191 países, lo que los convierte en garantes de estos derechos.

En el documento de la “Política Nacional y Plan de Acción Integrado a Favor de la Infancia y Adolescencia


2001-2010” (Mideplan, 2000)8 se describen los desafíos que debe resolver el modelo de gestión de la
política nacional a favor de la infancia y la adolescencia. Al referirse a la equidad dice: “las acciones que se
emprendan en el marco de esta política deben buscar compensar y corregir las exclusiones y desigualdades
en las diversas dimensiones en las que estas se expresan: económica, de género, territorial, sociocultural,
entregando un trato preferente a los niños, niñas y adolescentes que vivan estas situaciones”.

Dichas ideas son reforzadas cuando se refiere al desafío de la pertinencia afirmando que: “se requieren
estrategias de intervención pertinentes a las necesidades de los niños en cada una de sus etapas de desa-
rrollo y a las particularidades de la realidad económica, social, cultural y geográfica en que ellos se desen-
vuelven y desarrollan” (MIDEPLAN; 2000).

Selectividad vs. universalidad

Uno de los criterios a considerar al momento de desarrollar políticas referidas a estos grupos es la foca-
lización. Al demandar enfoques selectivos para una población gravemente vulnerada, no se trata de retro-
ceder al modelo tutelar, ya superado. De lo que se trata es de afirmar legal y culturalmente el principio del
reconocimiento de todos los derechos expresados en la Convención Internacional Por los Derechos de la
Infancia, considerando, al mismo tiempo, los medios necesarios para darles real y justa efectividad.

15
Es con este objetivo que se plantea la necesidad de combinar las intervenciones universales con las selec-
tivas, estas últimas siempre transitando entre lo propiamente preventivo y lo reparatorio o terapéutico.

Ahora bien, en relación con lo expuesto, afirmamos que las condiciones de riesgo o vulnerabilidad descri-
tas determinan que, para esta población, las políticas universales no resultan suficientes y no responden a
las características y necesidades que muestra, por lo cual se requiere poner en marcha programas inno-
vadores, que se orienten a través de estrategias específicas y pertinentes y que sean capaces de ofrecer
aquellas oportunidades que las condiciones de vida en la exclusión social le negaron.

En relación con un enfoque selectivo para esta población, la política de


drogas de España reconoce que “existe un número relevante de meno-
res en los que el consumo de drogas aparece asociado a determinadas
condiciones o circunstancias sociales y familiares que los sitúan en una
situación de especial vulnerabilidad o riesgo de desarrollar conductas de
abuso y/o dependencia a drogas. Algunas motivaciones se relacionan con
problemas personales y familiares, y también, ausentismo y bajo rendi-
miento escolar” (Arbex, C., 2001)9.

En este sentido, la autora define la prevención selectiva como “los pro-


gramas que van dirigidos a un segmento de población concreto que por
características personales, de entorno social, familiar, socio-cultural y de
relación, se halla expuesto a diversos factores de riesgo capaces de ge-
nerar problemas relacionados con las drogas, entendiendo por esto que
es un sector de adolescentes con posibilidades de que el consumo de
drogas se cronifique como tal. Se habla de prevención selectiva, ya que
en ellos se “selecciona” un colectivo de niños/as y adolescentes especialmente vulnerables y por tanto
susceptibles de mayor riesgo”10.

Ella menciona programas muy específicos, tales como los dirigidos a hijos de alcohólicos, de toxicómanos
o a adolescentes con problemas con la justicia, y también a grupos más amplios, como los que viven en
entornos de alto riesgo: extrema pobreza, desarraigo social, alto índice de delincuencia, o pertenecen a
familias multiproblemáticas.

Por otra parte, en una reciente comunicación del Observatorio Europeo de Drogas, este enfoque aparece
ampliamente desarrollado. Se apunta a la necesidad de reconocer la existencia de una población joven más
vulnerable, razón por la que corre un riesgo mayor de convertirse en consumidores problemáticos, y a las
insuficiencias observadas en las actuales políticas preventivas de tipo universal en sectores juveniles que
están afectados por un conjunto de factores de riesgo, por lo que postula la necesidad de reconocer que
los programas generales existentes, habitualmente en el ámbito escolar, no desempeñan un papel relevante
en la prevención del consumo de drogas en este grupo de jóvenes, ya sea porque se encuentran fuera del
sistema escolar o porque no prestan atención a esos programas generales al no responder a sus necesi-
dades concretas.

Así, comienza a fortalecerse la necesidad de la complementariedad de las estrategias generales, con inter-
venciones selectivas que estén dirigidas a responder a las necesidades de los grupos más vulnerables.

16
Intervención Psicosocial

Exclusión y vulnerabilidad social

De acuerdo con Fergusson et al. (1994), existe una creciente evidencia en torno a la asociación que se
presenta entre problemas conductuales y de salud mental en la adolescencia y las características de la in-
fancia, la familia y el estilo parental. A su vez, señalan, se ha podido observar que los niños y niñas que están
en mayor situación de riesgo son aquellos que se ven enfrentados a una acumulación de circunstancias
adversas, tales como dificultades económicas, situación de pobreza, enfermedad mental de alguno de los
padres, prácticas de crianza inconducentes a su desarrollo, o bien, abuso y conflictos familiares. Según estos
autores, aquellos niños y niñas que se encontraban dentro del 5% más pobre de la población tenían una
probabilidad cien veces mayor de llegar a ser adolescentes con problemas múltiples. Sameroff et al. (1987
en Bradley et al., 1994) han mostrado evidencias empíricas en la dirección de que el nivel socioeconómico
bajo va acompañado frecuentemente con una proliferación de riesgos en los planos psicológico y social.
Agregan que es la acumulación de estos factores la que produce morbilidad en una variedad de dominios.

La problemática de la exclusión y las nuevas vulnerabilidades, fenómenos ambos que están presentes en
América Latina, no sólo se asocian a la pobreza en un continente que ha centrado casi todos los esfuerzos
de sus políticas sociales primordialmente en la superación de la pobreza. El color también segrega y exclu-
ye, el género discrimina y margina, como también la edad o el lugar de residencia. Los accesos al trabajo ya
no están garantizados por el nivel educacional en un complejo mundo laboral que absorbe y expulsa a su
fuerza de trabajo por efectos cíclicos de la economía mundial.

M A R C O C O NCE P T U A L
Los barrios marginales, situándonos en el contexto de las ciudades son, en general, periféricos y de difícil
acceso. Son sectores invisibles para los centros modernos de las ciudades. El estigma del que son víctimas
encasilla y transforma estos lugares en espacios simbólicamente amurallados (Vicherat, 2000)11 que cons-
tituyen un límite claro entre quienes forman parte y son beneficiarios de la modernidad (los incluidos) y
aquellos que están excluidos de ésta.

La exclusión social, que en su concepción original sólo hacía referencia a los desempleados y carentes de
seguro social, se ha ampliado a nuevas formas de pobreza y desventaja social. Hoy está más asociada con
el quiebre o inexistencia de los vínculos que unen al individuo con la sociedad y que le dan pertenencia e
identidad en relación a ella.

En este sentido, resulta de interés el documento de la investigadora de la UNAM Alicia Ziccardi12 (1997),
que alude al contexto de los cambios propios de la modernidad tardía y a una globalización que segmenta
y polariza la sociedad al incorporar ciertos sectores de la población en la economía, la cultura y la tec-
nología internacionalizada, mientras excluye a otros para acceder a estas dimensiones (Ziccardi, 1997). Es
por ello que se afirma que la exclusión no hace referencia sólo a privaciones materiales, sino también a
una débil o fragmentada cohesión social, postulándose que “a partir de esta concepción, se establece una
nueva forma de diferenciación social, ahora entre los que están “dentro” (incluidos) y los que están “fuera”
(excluidos)”13.

Estrechamente ligado a esta nueva conceptualización de la exclusión social está la de vulnerabilidad o ries-
go social, conceptos utilizados indistintamente, y que muestran un verdadero traslape con el de exclusión
social.

17
La autora, al aludir a los diferentes campos en que se manifiesta y se autorreproduce la exclusión (analfa-
betismo, pobreza, aislamiento, discriminación), afirma que todos ellos son considerados “factores de riesgo
social”, y que cualquier política sectorial de protección ante el riesgo social deberá integrarse a acciones
sociales que no sólo enfrenten la pobreza sino también la exclusión.

Ahora bien, este concepto de vulnerabilidad social, que toma cuerpo a fines de los años 90, y es tributario
tanto del concepto de marginalidad como del de exclusión social, tiene como efecto ampliar la mirada en
el tema de la pobreza, incorporándole las dimensiones psicosociales, educacionales y familiares, enrique-
ciendo, de este modo, los análisis de los sistemas de desigualdad y desventaja social.

Ahora bien, reconociendo que la vulnerabilidad de sujetos y colectivos es una noción multidimensional
que se manifiesta de variadas formas, en el caso de la población infantoadolescente a la que nos referimos
podemos afirmar que en ella, al hablar de vulnerabilidad, estamos aludiendo a condiciones sociales que
dejan a los sujetos en situación de fragilidad, desamparo e indefensión.

Otra diferenciación interesante es la que se hace en un reciente documento editado por el Fondo de
Solidaridad e Inversión Social (FOSIS) (Gacitúa E., et al 2000). En él se diferencia a ciertos grupos en la
sociedad que son más vulnerables a impactos inesperados que amenazan su subsistencia de aquellos otros
grupos que viven un estado de empobrecimiento crónico, se mantienen desprotegidos y sufren en primera
línea los efectos de las crisis financieras globales. Y es a los hijos de familias pertenecientes a los últimos
grupos mencionados a quienes nos referimos en este documento, puesto que en ellos no sólo se trata
de pobreza en el sentido de bienes materiales, que se ven reducidos en periodos de crisis, sino también, y
fundamentalmente, de sujetos excluidos de instituciones y procesos sociales, y que se encuentran perma-
nentemente desprovistos de recursos y oportunidades para un pleno desarrollo.

De las principales teorías y modelos que se han descrito (Elisardo Becoña, 2004)14, aquellas denominadas
“integrativas y comprensivas” son las que podemos considerar más cercanas y pertinentes a la realidad
de los niños/as y adolescentes que viven en condiciones de marginalidad y exclusión social, es decir, en
quienes los factores de riesgo y vulnerabilidad están constituidos fundamental y primariamente por los
agentes sociales y del entorno (familia, escuela, barrio), y las carencias y dificultades para el desarrollo que
de ellos se derivan.

Por último, agregamos dos teorías que se orientan muy específicamente al adolescente, y que de algún
modo representan la importante confluencia que se ha producido entre la psicología del desarrollo y la
psicología social. Nos referimos a la “Teoría de la conducta de riesgo”, de Jessor (1993), y a la “Teoría de la
influencia triádica”, de Flay y Petraitis (1995).

18
Intervención Psicosocial

En la Teoría del riesgo de Jessor (1985), el nuevo paradigma, contrario a los modelos explicativos simplistas,
es el de la complejidad. Este autor otorga importancia central a la pobreza, la desigualdad y la discrimi-
nación, elementos que mantienen a una parte de la población adolescente en lo que se ha denominado
“riesgo”, conducta que es definida por Jessor como “cualquier conducta que puede comprometer aquellos
aspectos prosociales del desarrollo exitoso del adolescente”. En el caso de la droga, se trata de conocer las
funciones sociales y personales que cumple el consumo, las alternativas que existen para el no consumo y,
si es posible, el cambio y cómo impulsarlo. Jessor propugna una visión comprensiva de todas las conductas
de riesgo, entendiéndolas como un modo de estar en el mundo, un estilo de vida que debe cambiar como
un todo. Subraya el análisis de factores de riesgo y factores de protección, y los entiende en su globalidad
y a partir de las circunstancias que los sostienen.

Criterios que definen vulnerabilidad social

Denominamos población infantoadolescente en condiciones de vulnerabilidad social a aquellos niños, niñas


o adolescentes pertenecientes a familias ubicadas en los quintiles más bajos de ingresos y que se enfrentan
a una acumulación de factores de riesgo o condiciones de vulnerabilidad, las que les impiden oportunida-
des para un sano desarrollo y exponen al consumo problemático de drogas y otros daños psicosociales,
manteniendo y agravando la exclusión social.

La vida en barrios o sectores poblacionales de alto riesgo (entorno marcado por la pobreza, droga y mo-

M A R C O C O NCE P T U A L
delos trasgresores) es una situación siempre presente en esta población, pero no suficiente para hablar de
vulnerabilidad. La resiliencia y capacidades afectivas de la familia, un buen rendimiento escolar, el apoyo de
algún adulto significativo o las propias capacidades resilientes del niño/a pueden ser suficientes para com-
pensar las carencias materiales y afectivas y las vulneraciones de derechos sufridas, y permitir un desarrollo
con integración social.

La vulnerabilidad se produce cuando tanto la familia como la escuela fallan en su rol de agentes centrales
del desarrollo infantoadolescente. En la familia, son las condiciones de pobreza y su propia historia de aban-
dono y marginalidad las que le impidieron cumplir sus roles parentales. La escuela, por su parte, porque no
tuvo condiciones para entregar una respuesta adecuada y personalizada que fuera capaz de compensar y
reparar el conjunto de las otras carencias y riesgos. El resultado es que, tanto las necesidades psicoafec-
tivas, de protección, seguridad y autoestima, como las de aprendizaje y experiencias de logro en estos
niños/as y adolescentes, no pudieron ser satisfechas, primando las carencias, abandono, fracasos y diferen-
tes grados de maltrato. Para ellos, tanto el hogar como la escuela no constituyeron espacios amigables,
estimulantes o protectores, por lo cual salieron a vivir, parcial o totalmente, una vida de calle, la que pasó
a ser, junto a los pares, fuente de afecto y pertenencia así como agentes fundamentales de socialización y
construcción de identidad.

Este papel de las familias de constituirse en un factor más de riesgo que de protección es lo más desta-
cado en las publicaciones de expertos o en las experiencias recogidas desde los equipos psicosociales
que trabajan con esta población. Igual cosa ocurre en publicaciones extranjeras, que marcan como factor
central a la familia, destacando el papel “expulsor del hogar” que ellas tendrían. Son las familias llamadas
multiproblemáticas o en alto riesgo.

19
Unido a los problemas y carencias del ámbito familiar, en esta población infantoadolescente, la escuela apa-
rece también como un agente incapaz de constituirse en factor de protección, considerando que después
de la familia debiera ser el agente más importante en el proceso de socialización. Dificultades de aprendi-
zaje, un comportamiento inquieto e hiperactivo pueden ser, entre otras, condiciones que dificultan la tarea
pedagógica y el papel resiliente y compensador que podría desempeñar el maestro, haciendo del niño/a
o adolescente un objeto de problemas para aquellos docentes ya agobiados de trabajo y desprovistos de
habilidades para manejar este tipo de estudiantes. De este modo, la escuela se convierte, más que en factor
de protección, en una fuente de rechazo y desvalorización, y por ello, en nuevas experiencias de fracaso y
daño a la autoestima.

Abundante literatura nacional existe acerca de este papel que juega la escuela y de cómo puede constituir-
se en el principal factor de abandono y deserción.

Se puede afirmar que tanto la deserción como la “pre-deserción”, si bien constituyen claros indicadores de
riesgo, sólo recientemente han comenzado a ser tomados debidamente en cuenta en nuestro país. Como
mencionáramos anteriormente, según la CASEN 2003 en Chile existen 107.406 niños, niñas y adolescen-
tes de entre 6 y 17 años desescolarizados (0,7% de desertores en los niños/as de entre 7 y 13 años, y 7,2%
en los de entre 14 y 17 años).

Los estudios acerca del impacto que la deserción escolar produce en la agudización de problemas y daños,
como el consumo de drogas, la violencia transgresora, el embarazo adolescente, etc., son aún muy escasos,
aunque muy claros respecto a la relación que entre ellos existe.

Todo lo anterior reafirma la certeza de encontrarnos ante una población que requiere ser visibilizada, y
ante un problema, la desescolarización, que requiere ser evaluado y reconocido en su magnitud y en rela-
ción con otras conductas que agravan la vulnerabilidad y exclusión social, y considerado posteriormente
en el abordaje integral.

Debilitados los agentes principales de socialización de estos niños, niñas y adolescentes, la calle pasa a ser
su espacio principal, pudiendo mostrarse más o menos riesgoso según si en él son la droga, la violencia
y las conductas transgresoras e ilegales las que se ofrecen como las únicas oportunidades de construir
identidad y mejorar su estima y valoración.

Sobre la calle y el valor que ella comienza a adquirir, existen sólo descripciones referidas a los grupos con
mayor daño psicosocial, es decir, la población que vive en la calle, fuera de su familia y de la escuela.

La experiencia indica, sin embargo, que se trata de una población muy heterogénea en características y gra-
do de complejidad, que requiere ser conocida y ordenada en adecuadas categorías, diferenciando el tiempo
y las razones que han empujado hacia un proceso de deserción y salida a la vida en la calle. Existen nuevas

20
Intervención Psicosocial

e interesantes referencias en la literatura, pero, lamentablemente, aparecen desligadas de las orientaciones


que guían las políticas públicas para este sector.

En un estudio con población infantoadolescente que vive en la calle, y que fuera realizado en tres países
latinoamericanos, el autor (Lucchini R., 1996)15 intenta demostrar la diversidad de causas, condiciones y
formas de vida de los niños de la calle. En una óptica del niño como actor y sujeto, “creador de sentido y
autor de representaciones”, pone en el centro “lo que el niño/a realiza en cuanto estrategias de sobrevi-
vencia, de imágenes y referencias”. En dicha investigación, la calle es descrita como “parte de la vida cotidia-
na, integrada al espacio común”, sin la separación tajante entre el espacio público y el privado que existe en
las clases acomodadas. Se describe también cómo el abandono del hogar no es absoluto ni una respuesta
inmediata a un episodio de violencia intrafamiliar. El abandono del hogar, al igual que el de la escuela, se
produce de manera progresiva y va unido al aprendizaje de la vida de la calle.

Por último, destacamos la interesante descripción de la sociabilidad de los niños/as estudiados por el autor
y su diferencia con quienes conforman las pandillas. En ella describe una gran movilidad espacial, corta
duración de las relaciones sociales y ausencia de un territorio exclusivo y colectivo que hay que defender,
como es el caso de las pandillas. Afirma que aunque conocen todos los rincones de las calles que frecuen-
tan, no disponen de medios para privatizarlos más que refugios nocturnos de pequeñas dimensiones, de
ocupación temporal y efímera. En lugar de pertenecer a un “banda”, el autor usa el concepto de frecuentar
una red, “near-groups”.

M A R C O C O NCE P T U A L
Enfoques teóricos que fundamentan el modelo de intervención

Enfoque de derechos en las políticas sociales

Como ya se mencionara, la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) consagra los derechos de los
niños en sus múltiples aspectos y el deber de los estados de asegurar su cumplimiento, abarcando todos
los aspectos de la vida del niño y enfatizando sobre el hecho de que los niños son sujetos de derecho.

La consideración de este principio implica avanzar en un nuevo tipo de relación social a nivel de la familia,
comunidad y Estado, entendiendo este proceso como un importante camino hacia un pleno Estado de
Derecho, en el cual se materialice efectivamente una cultura de respeto de las garantías y derechos funda-
mentales de cada miembro de la sociedad.

Al concebir al niño y a la niña como sujetos de derecho, la Convención lo reviste con el status de ciudada-
no, obligando al Estado -al igual que a las instituciones relacionadas con la crianza, como la familia, el grupo
de pares, la vecindad, la escuela, la empresa, la iglesia, los servicios públicos y privados, etc.- a reconocer16,
respetar17, proteger18 y garantizar19 los derechos estipulados, lo que implica gestionar los recursos necesa-
rios, ponerlos a su disposición y asegurar su accesibilidad.

Los derechos, de los que se es titular, abarcan todos los recursos culturales y aspectos de la vida en so-
ciedad. Se requiere de la generación de las condiciones necesarias para el ejercicio de los derechos, des-

21
tacando la necesidad de un trato especial, acorde a su edad, madurez y/o etapa evolutiva20. En definitiva, la
aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño y de la Niña desafía la comprensión de la niñez,
la crianza, la educación y las relaciones sociales.

Enfoque de desarrollo y modelo de competencias

Un enfoque sugerente que ha surgido en los últimos tiempos acerca de cómo intervenir desde las políticas
sociales en la población infantoadolescente, sobre todo en poblaciones vulnerables y vulneradas, es el en-
foque de desarrollo. El centro es el desarrollo integral de los niños, niñas y adolescentes, entendiendo por
desarrollo integral un “proceso continuo y gradual, donde se lleva a cabo su formación o aprendizaje social,
en interacción permanente con el medio, a través de la estimulación de sus capacidades y potencialidades,
el entrenamiento de habilidades y destrezas, y la satisfacción de las necesidades físicas, psíquicas y sociales”
(Palestro, 2001). En esta línea, el Programa Regional de Adolescencia (OPS) propone un marco conceptual
de desarrollo humano integral y de promoción de la salud, que ya fue señalado en relación con la población
infantoadolescente en general.

En este mismo sentido, diversos autores mencionan la evolución de nuevos enfoques, entre ellos el modelo
de Bienestar Psicosocial o Modelo de Competencias (Arón, 1992), cuya orientación se centra en las forta-
lezas psicológicas o competencias. “En ellos, las intervenciones se refieren a crear y promover condiciones
que faciliten el desarrollo de los propios recursos y de las potencialidades en la solución de problemas re-
lacionados con el bienestar psicosocial” (Arón, 1992). El supuesto básico es la confianza en los recursos del
individuo y de la comunidad para resolver sus propios problemas; el papel del agente externo (especialista,
operador social, etc.) sería el de ayudarle a descubrir sus propios recursos, a activarlos y recobrar su con-
fianza en ellos (Arón, 1992). Implica, por tanto, una intervención que fortalezca la confianza en los propios
recursos para enfrentar situaciones de crisis, que ayude a activar las fuentes de apoyo, que normalice las
reacciones emocionales como parte de una reacción adaptativa, lo que permitirá a los sujetos restablecer
su equilibrio, sin generar dependencia a las instituciones externas (Arón, ibid).

Teoría del apego

En estrecha relación con el desarrollo evolutivo, surge una conducta que es central en el ser humano: la
conducta de apego. Se han podido identificar tendencias innatas que regulan la forma como respondemos
a las amenazas, al peligro, a las pérdidas, y que están estrechamente relacionadas con la forma como nos
vinculamos con personas significativas para asegurar la adaptación y como una manera de perpetuar la
especie. Y es la familia el mejor contexto dentro del cual es posible prever las necesidades específicas de
cada uno de sus miembros.

El primero en desarrollar una teoría del apego a partir de los conceptos que aportara la psicología del
desarrollo, con el objeto de describir y explicar por qué los niños/as se convierten en personas emo-
cionalmente apegadas a sus primeros cuidadores, así como los efectos emocionales que resultan de la
separación, fue John Bowlby (Bowlby, 1990)21. El autor parte del supuesto de que la conducta de apego se
organiza utilizando sistemas de control propios del sistema nervioso central, al que se le ha atribuido la
función de protección y supervivencia.

22
Intervención Psicosocial

Los estilos de apego se desarrollan tempranamente y se mantienen generalmente durante toda la vida
(Bartholomew, 1997), permitiendo la formación de un modelo interno que integra, por un lado, creencias
acerca de sí mismo y de los demás y, por otro, una serie de juicios que influyen en la formación y el man-
tenimiento de las dinámicas relacionales durante toda la vida del individuo (Bradley, & Cafferty, 2001). Por
esto, resulta importante la figura del primer cuidador, generalmente la madre, ya que el tipo de relación que
se establece entre ésta y el niño será determinante en el estilo de apego que se desarrollará. No obstante,
otras figuras significativas como el padre y los hermanos pasan a ocupar un lugar secundario y complemen-
tario, lo que permite establecer una jerarquía en las figuras de apego (Bowlby, 1998).

Se sabe que los niños que tienen una interacción positiva con su cuidador logran internalizar la sensación
de seguridad, lo que les permite ampliar sus emociones. Ainsworth (Ainsworth 1974) define los siguientes
estilos de apego en base a cómo responden los individuos en relación con la figura de apego cuando están
angustiados:

• El apego seguro se da cuando la persona que cuida demuestra cariño, protección, disponibilidad y
atención a las señales del bebé, lo que le permite desarrollar un concepto de sí mismo positivo y un
sentimiento de confianza. En el dominio interpersonal, las personas seguras tienden a ser más cálidas,
estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intrapersonal, tienden a ser más positi-
vas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismas (Mikulincer, 1998).

• El apego inseguro-ambivalente se da cuando el cuidador está física y emocionalmente disponible

M A R C O C O NCE P T U A L
sólo en ciertas ocasiones, lo que hace al individuo más propenso a la ansiedad de separación y al te-
mor de explorar el mundo. No tienen expectativas de confianza respecto al acceso y respuesta de sus
cuidadores debido a la inconsistencia en las habilidades emocionales. Es evidente un fuerte deseo de
intimidad, pero a la vez una sensación de inseguridad respecto a los demás (Mikulincer, 1998).

• El apego inseguro-evitativo se da cuando el cuidador deja de atender constantemente las señales


que dan cuenta de las necesidades de protección, lo que no le permite al niño el desarrollo del sen-
timiento de confianza que necesita. Se sienten inseguros hacia los demás y esperan ser desplazados
sobre la base de las experiencias pasadas de abandono (Mikulincer, 1998).

• Por último, el apego inseguro-desorganizado, que corresponde a un tipo de vínculo ansioso, en


donde la figura vincular reencuentra y desencuentra como una regla y no una excepción. Así, los niños
se sienten inseguros, permanentemente abandonados y maltratados.

Existen otros factores que parecen estar influyendo en las manifestaciones específicas del estilo de apego,
tales como la experiencia individual, la constitución genética y las influencias culturales (Weaver, & de Waal,
2002).

El estilo de apego, según el autor, refleja la interacción entre la personalidad del niño, la familia y el entorno
social más amplio, por lo que no debe resultarnos extraño que exista una influencia conjunta entre las
variables propias del cuidador y el temperamento infantil.

Los estilos de apego continúan a lo largo del ciclo vital y a través de las generaciones. Las nuevas relaciones
parecen afectarse por las expectativas desarrolladas en las relaciones pasadas (Waters, Hamilton, & Wein-

23
field, 2000). Hay autores que han investigado cómo la transición de la infancia a la adolescencia temprana
influye sobre la organización de los estilos de apego, sugiriendo la posibilidad de que sean activados ciertos
mecanismos de evitación, sin los cuales no sería posible mantener una cierta distancia de las figuras paren-
tales para desarrollar una identidad personal más definida (Ammaniti, van Ijzendoorn, Speranza, & Tambelli,
2000). Es decir, las relaciones de apego se hacen más estables a lo largo del desarrollo, y funcionan como
un recurso de adaptación que asegura la formación de la identidad. En esta misma línea, Cooper, Shaver y
Collins (1998) observaron que los adolescentes con un estilo de apego ansioso ambivalente presentaban
un pobre concepto de sí mismos, conductas de riesgo y niveles altos de sintomatología, al igual que los
adolescentes con estilo de apego evitativo.

Si embargo, si bien los patrones de apego tienden a ser estables en el tiempo, hay autores que plantean
la adolescencia como una etapa en la cual pudieran darse nuevas experiencias de reorganización de los
estilos vinculares. En este sentido, la adolescencia es considerada un período de cambios y de continua
reorganización de las representaciones de apego, que se caracteriza por la reevaluación de las experiencias
de vida que llevan al desarrollo de la identidad (Zimmermann, & Becker-Stoll, 2002).

Enfoque de la resiliencia

El término resiliencia tiene su origen en el idioma latín, viene de resilio, que significa volver atrás, volver
de un salto, resaltar, rebotar. Fue adaptado a las ciencias sociales para caracterizar a aquellas personas que,
“a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanas y exitosas”
(Rutter, 1993). Así, la resiliencia es entendida como la “capacidad de resistir la destrucción, de proteger la
propia integridad y de construir la propia vida a pesar de las circunstancias adversas que se presentan a
cada persona” (Morales, 2000).

El enfoque de la resiliencia, por lo tanto, parte de la premisa de que nacer en la pobreza, así como vivir en
un ambiente psicológicamente insano, son condiciones de alto riesgo para la salud física y mental de las
personas. La resiliencia, más que centrarse en los circuitos que mantienen esta situación, se preocupa de
observar aquellas condiciones que posibilitan el abrirse a un desarrollo más sano y positivo.

Desde la década del ochenta en adelante ha existido un interés creciente por conocer aquellas personas
que desarrollan competencia a pesar de haber sido criadas en condiciones adversas, o bien en circunstan-
cias que aumentan el riesgo de presentar psicopatologías (Osborn, 1990). Este grupo de personas ha sido
denominado como resiliente.

24
Intervención Psicosocial

El foco de atención han sido niños, niñas y adolescentes que se encuentran en con-
diciones vulnerables, ya que ellos son los más expuestos a enfrentar situaciones de
alto riesgo.

Entendamos, entonces, cómo se ha definido a un niño resiliente: es un niño que


trabaja bien, tiene buenas expectativas, tiene facilidad de relacionarse con los demás,
desarrolla factores sociales adecuados, tiene una capacidad en la resolución de pro-
blemas, autonomía, sentido de propósito y de futuro. Por supuesto, hay niños que
tienen más facilidad para desarrollar estas competencias que otros, sin embargo, esto
no excluye que se trabajen aspectos básicos con la población en general para brindar
un soporte mínimo que les permita enfrentar situaciones de riesgo y sean asumidas
desde otras visiones.

Se pueden identificar elementos de resiliencia como la autoestima, la confianza en sí


mismo, la capacidad de hacer cosas y otras más. Por supuesto que contar con un esce-
nario que le facilite fortalecer dichas competencias no sólo depende del niño, sino de
todo un sistema social, por lo que las personas involucradas en su desarrollo tendrían que tomar en cuenta.

Así, la resiliencia es una capacidad que sería inherente a toda persona. Sus bases se asientan durante la
primera infancia, de ahí la necesidad de promover desde temprano el desarrollo de aquellas áreas que con-
tribuyen a fortalecerla para que se presente y active cuando tengan que enfrentar situaciones de conflicto

M A R C O C O NCE P T U A L
(Morales, 2000).

Otros autores entienden que la resiliencia no puede ser considerada como un atributo con el que los
niños y niñas nacen, ni que adquieren durante su desarrollo, sino que se trataría de un proceso interactivo
entre estos y su medio. La resiliencia, según Kotliarenco, es “reaccionar ante el estímulo y a la vez sobre-
ponerse constructivamente” (Molina y González, 2003).

Por su parte, Werner (1989) plantea que el tema de la resiliencia resulta importante y que a partir de su
conocimiento es posible diseñar políticas de intervención. La intervención desde un punto de vista clínico
puede ser concebida como un intento de alterar el balance presente en las personas, que oscila desde la
vulnerabilidad a la resiliencia.

Esto puede ocurrir ya sea disminuyendo la exposición a situaciones de vida provocadoras de estrés y que
atentan contra la salud mental (p.e. alcoholismo paterno/materno, psicopatología de los padres, separación
o divorcio de éstos) o bien, aumentando o reforzando el número de factores protectores que pueden
estar presentes en una situación dada; por ejemplo, reforzar fuentes de apoyo y afecto, favorecer la comu-
nicación y las habilidades de resolución de problemas.

Este enfoque resulta interesante, especialmente si se compara con aquel que prevaleció desde la década
del sesenta del siglo pasado en el cual se subrayaban las carencias o déficit que presentaban los niños de
la pobreza. Los programas basados en este último enfoque tenían un carácter compensatorio, ya que su
objetivo era suplir las carencias de los niños de los sectores populares. El enfoque de la resiliencia, por su
parte, resalta los aspectos positivos que muestran las personas de la pobreza (Kotliarenco et al., 1997)22 y
da cuenta de las posibilidades que éste abre para la superación.

25
Por otra parte, en relación a la Teoría del apego y la resiliencia, Kotliarenko profundiza que: “si la inte-
racción entre madre e hijo ha estado caracterizada por la ausencia de lo que se ha descrito como apego
seguro, este poseería un menor desarrollo de los mecanismos de autorregulación, lo que dejaría a los
niños con mayor vulnerabilidad para regular los conflictos de la vida, viéndose obligados a desarrollar
estrategias de relación vincular de fusión con el otro (ambivalente) o de aislamiento en relación con los
otros (evitantes)”. Y agrega: “cuando la insuficiencia de estos mecanismos es de mayor gravedad, como
ocurre en los sujetos con apego desorganizado, se generaría un estado de constante vulnerabilidad frente
a la adversidad”.

Si se establece una relación directa entre apego seguro y resiliencia, es decir, si se considera al primero
como una de las condiciones que facilitan un desarrollo con características o condiciones resilientes, que-
rría decir que en una población altamente vulnerable, con familias que tienen débiles habilidades parentales
y escasa capacidad para ofrecer experiencias de apego seguro, lo que debiéramos encontrar son huellas
de apego inseguro al mismo tiempo que dificultad para enfrentar con resiliencia la adversidad. Es decir,
habría más respuestas adaptativas (huida de la casa, transgresión, embarazo adolescente) que propiamente
resilientes.

Enfoque de factores protectores y de riesgo de consumo de drogas

La prevención ideal es aquella que tiene como objetivo el mejoramiento de la calidad de vida a través del
desarrollo integral de la persona, ya que constituye el mejor protector para enfrentar situaciones de riesgo
en la vida. Cualquier estrategia en prevención supone fortalecer los factores protectores y amortiguar los
de riesgo, de acuerdo con el diagnóstico que se haga en cada situación:

• Factores de riesgo: Son aquellas situaciones, conductas o elementos de la persona y el contexto que
hacen más probable el consumo. Es posible distinguir factores personales como inestabilidad emocio-
nal, poca tolerancia a la frustración, problemas conductuales y psicológicos, retraimiento, entre otros,
así como factores sociales relacionados con desintegración familiar, contextos en que se favorece el
consumo de drogas a través de ciertos valores y estilos de vida, mayor oferta, etc. A la hora de plani-
ficar una intervención, se deben tener en cuenta los factores de riesgo y la relación existente con el
objetivo.

• Factores de protección: Son elementos que, en constante interacción, pueden contribuir a reducir las
probabilidades de que aparezcan problemas relacionados con las drogas, apoyando el desarrollo del in-
dividuo, dado que sirven como amortiguadores o moderadores de los factores de riesgo. En este grupo
de factores también es posible distinguir entre los de origen psicológico, como autoconcepto positivo,
tolerancia a la frustración, asertividad, adecuada resolución de conflictos, entre otros, y los sociales
relacionados con un adecuado sistema de relaciones familiares, calidad en la comunicación y expresión
del afecto dentro del sistema familiar, existencia de límites, promoción de estilos de vida saludables,
redes de apoyo sociales, etc.

26
Intervención Psicosocial

Vulnerabilidad y factores protectores

a) Vulnerabilidad clínica

Reichters y Weintraub (1990) consideran importante distinguir


entre lo que ellos denominan desadaptación y el concepto de
vulnerabilidad. Argumentan que un comportamiento desadap-
tado en edades tempranas no es sinónimo de ser vulnerable a
algún desorden, sea este adquirido o heredado. Esta observa-
ción la hacen sosteniendo que la mayor parte de las conside-
raciones respecto de la desadaptación que tienen ciertos com-
portamientos infantiles se basa en evaluaciones de los padres,
profesores, pares y/o entrevistadores. Así, los niños y niñas que
se desvían de alguna forma del comportamiento promedio que
muestra su grupo de referenciason considerados desadaptados.
Los comportamientos que presentan pueden de hecho apa-
recer como desadaptados; sin embargo, este desajuste puede
resultar adaptativo a las características de su familia en un mo-
mento determinado.

De acuerdo con Radke-Yarrow y Sherman (1990), al revisar el concepto teórico de vulnerabilidad quedan

M A R C O C O NCE P T U A L
dos aspectos por precisar.

Uno de éstos es la necesidad de hacer distinciones al interior de este concepto. Es así como una alternativa
es entender vulnerabilidad como un fenómeno perceptible en el cual un cierto nivel de estrés deviene en
conductas desadaptativas. Por otra parte, el concepto de vulnerabilidad alude a una dimensión continua del
comportamiento, que se mueve desde una adaptación más exitosa al estrés a una menos exitosa.

El segundo aspecto por precisar tiene que ver con el significado de los conceptos de riesgo y de factores
protectores. La pregunta es si estos conceptos deben ser considerados universales o si más bien están
ligados a las características de las personas. Esto dice relación con el hecho de que el significado que co-
bra para distintas personas un determinado acontecimiento estresor es dependiente de las capacidades
cognitivas y emocionales de cada una de ellas. Quizás sea necesario considerar las características de las
personas para lograr una adecuada comprensión de los factores y/o procesos que ya sea las protegen o
bien aumentan su vulnerabilidad.

Es importante destacar que Rutter (1990) señala que una misma variable puede actuar bajo distintas cir-
cunstancias, tanto en calidad de factor de riesgo como de protector. Es así como para un adulto el hecho
de perder el trabajo puede dar lugar a una depresión y, sin embargo, el hecho de estar desempleado por un
tiempo prolongado puede actuar como factor de protección en relación a otros acontecimientos vitales
amenazantes.

27
b) Relación entre vulnerabilidad y factores protectores

Rutter (1990)23 señala que es importante identificar los factores de riesgo y protección en tanto éstos
permiten predecir resultados negativos o positivos en el proceso de desarrollo del niño. Ello, mientras
jueguen roles claves en el proceso involucrado en las respuestas de las personas a las situaciones de riesgo.
Afirma que estos conceptos tendrían un valor limitado como medio de encontrar nuevas aproximaciones
a las estrategias de prevención. Además, es necesario hacer notar que muchas y muy diversas variables
pueden constituir un factor de protección en una situación, y un factor de vulnerabilidad o riesgo en otra.
Por estas razones, este autor indica que la búsqueda debería dirigirse, antes que hacia factores o variables
asociadas con los procesos de vulnerabilidad y protección, a los mecanismos situacionales y del desarrollo
que den cuenta del modo en que estos procesos operan.

Rutter (1990) afirma que tanto la vulnerabilidad como la protección son procesos interactivos. Ambos,
más que ser atributos permanentes o experiencias, son procesos que se relacionan con momentos claves
en la vida de una persona. Resulta de mayor precisión utilizar el término de mecanismo protector cuando
una trayectoria que era previamente de riesgo gira en dirección positiva y con una mayor probabilidad de
resultado adaptativo. De igual modo, un proceso será considerado de vulnerabilidad cuando una trayecto-
ria previamente adaptativa se transforma en negativa. Por estos motivos no es suficiente afirmar que, por
ejemplo, el logro escolar o la autoeficacia son protectores (aunque lo son); debemos preguntarnos cómo
estas cualidades se desarrollaron y cómo cambiaron la trayectoria de vida, y de allí concluir que son de
hecho positivos. Es preferible referirse más a procesos protectores que a ausencia de vulnerabilidad en
aquellas situaciones en que los mecanismos involucrados en la protección parecen ser distintos a aquellos
involucrados en los mecanismos de riesgo (Rutter, 1990).

Población objetivo

Está constituida por los niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad social, en y de la calle,
que presenten alguna de las siguientes condiciones: desescolarizados o en riesgo de deserción escolar; con
vínculos familiares debilitados o ausentes; con consumo o riesgo de consumir drogas; conductas violentas
y/o de infracción de ley; no participa de ningún programa de manera estable.

Se considera como beneficiarios a las familias o adultos significativos de estos niños, con los cuales se
trabaja.

Dentro de los adultos significativos se podrá considerar: la familia, otros adultos significativos que pudie-
ran habilitarse en el rol parental y también a los pares significativos que pudieran constituirse en agentes
importantes de cambio en el proceso de intervención de estos niños/as y adolescentes relacionado con la
integración socioeducacional.

28
Intervención Psicosocial

PERFIL DE LOS NIÑOS/AS Y ADOLESCENTES EN


VULNERABILIDAD SOCIAL

A l hablar de población en vulnerabilidad social, lo hacemos de una población heterogénea, en la que se


observan distintos niveles o grados de complejidad o vulnerabilidad psicosocial, a saber: leve, moderada
y severa, según como se presentan las distintas variables en el diagnóstico psicosocial.

Los programas de prevención selectiva que intervienen en el ámbito psicosocial están enfocados a la
población de mediana y alta complejidad, que corresponde a la llamada población en situación de calle, a
la que generalmente no llegan ni se ve influida por los otros programas preventivos, sean del ámbito co-
munitario o escolar.

Constituye una población que, a pesar de su heterogeneidad y de estar constituida por subgrupos que
presentan muy diferentes grados del daño, puede definirse como una población específica, que si bien
forma parte de los sectores que viven en condiciones de pobreza y extrema pobreza, lo que la caracteriza
y permite diferenciarla es la acumulación de graves y complejas vulneraciones de derechos, por lo que se
hace necesario diseñar nuevas formas de intervención que se adecuen a sus características y necesidades.

P E R F I L DE L O S NI Ñ O S / A S
Esta población es la que generalmente está focalizada en los proyectos de Intervención Psicosocial de CO-
NACE y en los programas de promoción, prevención y/o reparación del SENAME (Centros Comunitarios
Infantojuveniles –CIJ–, Oficinas de Protección de Derechos –OPD–, Centros de Tránsito y Diagnóstico
–CTD–, Proyectos de Reparación por Explotación Sexual Comercial Infantil –ESCI–, Proyectos de Repa-
ración de Maltrato Grave y Abuso Sexual, Proyectos de Reparación para Niños/as de Calle, Proyectos de
Reparación para Niños/as Trabajadores, Proyectos Especializados para Niños/as Inimputables, Proyectos de
Intervención Ambulatoria –PIA–).

Si bien esta población se presenta en un proceso continuo y gradual de transición respecto a las diversas
situaciones de vivencia de calle, en general podemos distinguir dos grandes grupos:

Niños/as y adolescentes DE la calle

Viven en la calle, conformando“caletas” y sustentándose por sí mismos y con el grupo que integran. La
vinculación con la familia es escasa o nula. Habitualmente la abandonaron producto de la violencia o abu-
so que padecían en ella. Se encuentran desescolarizados, y arrastran historias de fracaso y rotulaciones
estigmatizadoras que han dañado profundamente su autoestima. Presentan consumo habitual, abusivo y/o
dependiente de drogas, entre las que se destacan la pasta base o los solventes, así como el policonsumo.
Prácticamente todos muestran una historia de múltiples intervenciones e institucionalizaciones. Se des-
plazan por la ciudad en circuitos céntricos, donde desarrollan estrategias de supervivencia: mendicidad,
“macheteo” y hurtos, y la vida de calle y exclusión social los va llevando a conductas transgresoras de ley
cada vez más graves. Son, además, los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en más alto riesgo de
convertirse en víctimas de explotación y comercio sexual.

29
Generalmente, encontraremos en todos ellos un perfil de alta complejidad o vulnerabilidad social, con múl-
tiples indicadores de daño, con consumo problemático de drogas, por lo cual la intervención que requieren
deberá ser prolongada, intensiva y especializada. Para esta población, el equipo psicosocial necesitará de un
equipo de salud que proporcione respuesta específica para esta población (equipos ambulatorio-comunita-
rio y red de tratamiento) según la problemática de consumo que presenten y de acuerdo con la confianza
y motivación desarrolladas previamente por el equipo psicosocial.

Dentro de este grupo podrían considerarse distintas características según la vida y actividad que realizan
en la calle y el grado de vulnerabilidad o riesgo social que presenten, pero dentro de ellas siempre estará la
inexistencia de un vínculo significativo con la familia (débil, ausente o inexistente) como indicador principal,
entre otros, y la presencia de la vida en la calle como fuerte agente socializador. En este grupo se podrán
encontrar generalmente una diversidad de indicadores de daño como características del perfil. Este perfil,
por tanto, es de alta vulnerabilidad y/o alta complejidad psicosocial.

Niños/as y adolescentes EN la calle

Mantienen vínculo con familia (padres u otros), pero pasan gran parte de su tiempo en la calle. Se trata de
un grupo altamente heterogéneo respecto a sus características y al grado de complejidad que presentan.

Muestran grandes diferencias según el tiempo de permanencia en la calle, complejidad de las problemá-
ticas familiares y el haber abandonado el sistema escolar (“desescolarizados”) o de mantenerse en él en
condiciones de inestabilidad y/o fracaso reiterado (retraso escolar, repitencias, problemas de conducta y
rendimiento: “pre-desertores”).

Presentarán una mayor o menor complejidad según si se mantienen en su sector conformando grupos de
esquina y limitándose al “macheteo” para el “carrete”, o si se han desplazado a los circuitos comerciales y
la vagancia está dando paso a robos, transgresiones y delitos mayores. La existencia de consumo de drogas,
el tipo de droga y la pauta de consumo, el enganche al microtráfico, la violencia asociada a la droga, etc, son
elementos diferenciadores de perfiles y grados de complejidad.

La actividad callejera será diferente si la realiza solo o con la familia (mendicidad, trabajo informal) y podrá
o no estar marcada por el abuso y la explotación. La existencia o no de historias de institucionalización
marcará también fuertes diferencias. Igualmente, el nivel que alcancen las conductas transgresoras a la ley,
pudiendo presentar infracciones o faltas menores, o ya estar insertos en problemas de infracción a la ley
como delito.

Presentan, por lo tanto, numerosos indicadores de riesgo, pero habrá importantes diferencias respecto a la
complejidad o el daño que se haya producido, lo cual diferenciará la intensidad y complejidad de la inter-
vención en relación a la necesidad de recursos especializados, ritmo y tiempo estimable de ella. Este perfil,
por lo tanto, podrá ir de leve – mediano a alta complejidad, dependiendo de la mayor o menor presencia
de indicadores de riesgo o de daño psicosocial.

30
Intervención Psicosocial

Perfiles de heterogeneidad en población en vulnerabilidad social

Más allá de la tipología gruesa que diferencia los perfiles de vulnerabilidad social, de acuerdo con el grado
de vinculación que mantenga el sujeto con su familia o con la calle (EN y DE la calle), se observa una gran
heterogeneidad en esta población, que lleva a la necesidad de determinar perfiles de heterogeneidad y
diferente complejidad psicosocial.
Por ello, a partir de la experiencia de los programas de intervención psicosocial, podemos determinar al-
gunos subgrupos específicos. Estos podrán diferenciarse según la vida y actividad que realizan en la calle, la
existencia y calidad del vínculo con la familia (deteriorado, débil o ausente), el uso que le den a la vivencia
de calle, y las características de la presencia del consumo de drogas y conductas de transgresión a la ley.

Según sea el rasgo más destacado, se pueden describir los siguientes tipos:

• Conforman grupos de esquina.


• Constituyen pandillas.
• Realizan trabajo informal (con o sin el grupo familiar).

P E R F I L DE L O S NI Ñ O S / A S
• En vagancia (generalmente en transición a ser DE la calle).
• En explotación comercial sexual.
• En “caletas”.

Las características transversales que se pre-


sentan en todos estos sub-grupos, pero con
características distintivas según el perfil, son:

• El consumo de drogas.
• Las conductas de transgresión a la ley.
• El fracaso en el sistema escolar (como
dificultades reiteradas, repitencias y/o de-
serción).
• Presencia de problemáticas psicosociales
a nivel familiar (maltrato, abandono, ne-
gligencia, VIF, abuso sexual, problemas de
normas y límites, cesantía, etc.).

31
Intervención Psicosocial

DIFERENCIACIÓN DE PERFIL
según NIVEL DE COMPLEJIDAD

E n esta población, será importante diferenciar y definir el perfil de complejidad, puesto que así se darán
pautas para la intervención y el diseño de los proyectos psicosociales por realizar.

La necesidad de diferenciar la población objetivo nos ha permitido desarrollar algunos criterios que nos
muestran cuándo nos encontramos ante un niño, niña o adolescente en condiciones de vulnerabilidad so-
cial y la magnitud o grado de complejidad que presentan, y los hemos separado en: indicadores de riesgo
e indicadores de daño.

Consideramos a un niño/a o adolescente en vulnerabilidad social cuando existe uno o más indicadores de
daño o bien un número significativo de indicadores de riesgo.

DI F E R ENCI A CI Ó N DE P E R F I L
Indicadores de riesgo

Los indicadores de riesgo son fundamentalmente condiciones del entorno y agentes de socialización que
constituyen factores de riesgo externos al sujeto (o factores sociales de vulnerabilidad), a los que se
añaden señales incipientes de daño psicosocial del propio sujeto. Entre lo que hemos definido como in-
dicadores de riesgo están: ubicación en barrios vulnerables; familia disfuncional (incumplimiento de roles
parentales, falta de autoridad y manejo, ausencia parental, etc.); alto riesgo de deserción escolar; consumo
experimental u ocasional de alcohol y/o drogas; conductas transgresoras de nivel menor; trabajos esporá-
dicos como estrategias de sobrevivencia (vendedores, cartoneros, etc).

Indicadores de daño psicosocial

Los indicadores de daño psicosocial son manifestaciones del propio sujeto, conductuales o no, pero evi-
denciables con relativa facilidad, que indican un daño psicosocial, convirtiéndose en biopsicosocial, y
que siempre constituyen grave vulneración(es) de derecho(s), dificultando el desarrollo y generando o
consolidando la exclusión social. Entre éstos se puede mencionar: deserción escolar; consumo problemá-
tico de alcohol y/o drogas; infractores de ley (ingresados a la “carrera delictual”); trabajo en condiciones
inaceptables (explotación, abusos laborales y humanitarios, etc.); desvinculación de la familia, se sobrevive
en la calle (en “caletas”); víctima de abuso y explotación comercial sexual; larga historia de calle; historia
de sobreintervención e institucionalización). Y aunque se trata de un factor externo al sujeto, incluimos
como indicador de daño la presencia de grave problemática familiar (tráfico y/o consumo, antecedentes
delictuales,VIF, maltrato, abuso).

Respecto a la situación de los “niños/adolescentes trabajadores”, será necesario un análisis de motivacio-


nes y dinámica familiar, así como de tipo de trabajo, y del impacto y significado que este tiene para el sujeto
para definirla como indicador de daño o solo de riesgo.

33
Intervención Psicosocial

CRITERIOS ORIENTADORES DEL PROGRAMA

Globalidad

S e trata de uno de los principios fundamentales que orientan la estrategia de la intervención. Se refiere
a comprender e intervenir en el consumo de drogas desde la globalidad del contexto del adolescente,
la historia y necesidades relevantes de la vida de los niños, niñas y adolescentes atendidos, considerando
también todos los actores relacionados con su cuidado y desarrollo.

El consumo de drogas, cualquiera sea la condición social y la etapa etaria, no puede ser analizado y com-
prendido fuera de su contexto. No constituye un compartimiento estanco, por lo cual, requiere que su
abordaje sea asumido desde la complejidad de los factores y las condiciones que lo determinan con un
enfoque biospsicosocial y sociocultural (persona, familia, contexto sociocultural).

C R I T E R I O S O R IEN TA D O R E S
En la etapa adolescente, esta exigencia de globalidad es aún mucho mayor. En todo adolescente es indis-
pensable una mirada integradora, que no pretenda fragmentar las distintas áreas, preocupaciones y temas
a través de los cuales se expresa. Es por ello que un abordaje en drogas debe considerar la etapa evolutiva
en que se encuentra el adolescente, sus necesidades y recursos, y lo específico de la exclusión social. Asi-
mismo, requiere una mirada diferenciadora y particularizada (edad, género, nivel socioeconomico, etnia).

Integralidad

Corresponde a la necesidad de dar respuesta al conjunto de problemas y carencias y a la oferta de opor-


tunidades que requiere el proceso de desarrollo y reparación que se lleva a cabo. Una intervención que
aborde la integralidad de las etapas y tareas requerirá de una estrategia que haga posible que se articulen
coherentemente todos los recursos y agentes que se necesitan a lo largo del proceso y a través de sus
diferentes fases o momentos. Y significa, también, concebir el proceso en su integralidad, es decir, avanzar
en él a través de las distintas etapas y fases de su desarrollo, teniendo siempre en vista que la meta última
es mejorar la calidad de vida y favorecer la integración social.

La intervención debe considerar las características de la etapa de desarrollo en que se encuentra el niño,
niña o adolescente, y debe reconocer que se necesita abordar el conjunto de intereses y problemáticas,
abarcando todos los temas y agentes que intervienen.

La intervención en drogas (preventiva o terapéutica) es parte de un proceso de reparación y “reconstruc-


ción” más amplio, ligado a un conjunto de nuevas oportunidades y experiencias que se le ofrecen al niño/a
o adolescente y que le permitirán construir un nuevo proyecto de vida.

Por ello, el enfoque integral debe reconocer la complejidad de las situaciones que viven niñas y niños
(comprender todas las facetas de su desarrollo), asegurando, al mismo tiempo, la participación de todos,
incorporando en una acción coordinada a los agentes encargados de la socialización y crianza de niñas,

35
niños y adolescentes. Por último, constituye un punto fundamen-
tal el considerar a niñas, niños y adolescentes en las decisiones
y construcción de sus condiciones de desarrollo (reconocerlos
como sujetos dotados de autonomía progresiva).

Desde el enfoque integral, se requiere una respuesta también inte-


gral para abordar el consumo de drogas en esta población; es aquí
donde surge la necesidad de un “dispositivo de intervención inte-
gral”. Llamamos así al conjunto de acciones y agentes que deben
articularse para abarcar la totalidad de necesidades y derechos
vulnerados, en un proceso psicosocial y socioeducativo (even-
tualmente médico) que revierta la exclusión social, permita una
“construcción personal positiva” y prevenga o trate el consumo
de drogas. Proceso que será más o menos intensivo y prolongado
según la edad y la complejidad de su perfil biopsicosocial. Tal es el caso, por ejemplo, de los recursos que
precisa una intervención con niños de la calle, en los que, además de “casa abierta o taller”, se requerirá de
una “casa de acogida” para quienes vayan haciendo abandono de la calle y no cuenten con un lugar donde
llegar, o no sea el momento adecuado para un retorno a su familia de origen.

En este “dispositivo” será indispensable el trabajo coordinado y sinérgico de otras áreas y especialistas
que respondan a necesidades específicas de la intervención psicosocial. Las principales se refieren a salud y
tratamiento del consumo, cuando este adquiere el carácter de problemático, y a educación para incorporar
respuestas adecuadas y pertinentes que el sistema formal no puede dar para este perfil de adolescentes.

Proactividad

Se reconoce que el mayor tiempo transcurrido fuera de la escuela, más aún si se abandona el hogar y se
ingresa de lleno al circuito de la calle, acrecentará los factores de riesgo, aumentará el daño y hará más di-
fícil la motivación al cambio. Ahora bien, hablar de intervención temprana exige tener una actitud proactiva
hacia esta población objetivo, por cuanto no sólo son personas que no demandan de la institucionalidad,
sino además porque la marginalidad y desconfianza que muestran hacia las instituciones las mantiene fuera
de las actividades comunitarias y de las iniciativas de las políticas públicas. No es ésta una población que
concurra a las convocatorias poblacionales o a los llamamientos a inscribirse a un determinado programa,
por lo que resulta indispensable salir a buscarlos de manera activa para ganar su confianza e iniciar la cons-
trucción del vínculo que será la base sustentadora de la intervención.

En este sentido, lo más importante será el trabajo de calle, pero también habrá que demandar información
al sistema educativo para realizar una búsqueda activa de los desescolarizados recientes y los que se en-
cuentran en riesgo de abandonar el sistema escolar. Asimismo, será importante la información de otros
agentes comunales que tienen acceso a esta población: Carabineros (Programa “Protección 24 horas” en
Región Metropolitana), Juzgados, Programa Puente, Chile Solidario y Chile Barrio, entre otros.

Esta búsqueda activa de parte del programa psicosocial permite cumplir simultáneamente varios objetivos:
llegar antes que surja la demanda reactiva a los problemas, con la consecuente estigmatización que ello

36
Intervención Psicosocial

produce; reducir al máximo el tiempo de inicio del consumo, así como el de desescolarización y el “factor
calle”, y, por último, y al mismo tiempo, iniciar el proceso de vínculo al entregarles la certeza de ser perso-
nas que tienen importancia y cuyo destino cobra significado para otros.

En los adolescentes infractores, una de las dificultades está dada por la imposibilidad de ser proactivos y
llegar a ellos precozmente.

Continuidad
La intervención preventiva o terapéutica de drogas es parte integrante de un proceso largo y complejo
de reparación y cambio que se orienta a la plena integración social, proceso en que todas las etapas y las
acciones con las que se interviene deben tener continuidad y coherencia. No sirven las “derivaciones”, que
rompen los vínculos construidos. La histórica fragmentación de las acciones, las que se interrumpen sin
continuidad en el tiempo, es causa de fracasos y del fenómeno de la “puerta giratoria”.

La acumulación de factores de riesgo que presenta la población en vulnerabilidad social, la complejidad de

C R I T E R I O S O R IEN TA D O R E S
la problemática y la escasez de redes de apoyo que se observa en estos niños/as y adolescentes hacen más
necesario aúnque las intervenciones sean planificadas considerando que la integración social y el abordaje
de los problemas de drogas exigen un proceso educativo y terapéutico de largo alcance que les permita
tener experiencias de vínculos y de desarrollo reparatorias que compensen una historia muchas veces
llena de fracasos y rechazo.

La integración socio-ocupacional y escolar, el desarrollo del potencial de habilidades intelectuales, meta-


cognitivas, psicolingüísticas de desarrollo psicopedagógico son indispensables (nivelación, reforzamiento y/
o capacitación) y exigen años de un proceso educativo gradual, continuo y sistemático. El tratamiento de drogas,
y reparación de daños, como maltrato, abuso, violencia, exigen procesos terapéuticos también lentos.

Abordaje específico del consumo de drogas


La asociación entre vulnerabilidad social y drogas es de especial importancia, debiendo asumir que si bien
el consumo de drogas es un fenómeno social y cruza todos los sectores, es en la marginalidad donde ad-
quiere un cariz más grave y complejo, profundizando la desintegración social. Los esfuerzos por superar la
pobreza conllevan necesariamente a abordar el fenómeno del consumo y abuso de drogas en niños/as y jó-
venes en riesgo social: niños/as y jóvenes desescolarizados o en riesgo de deserción, y en situación de calle.
Estos niños, niñas y adolescentes son los que requieren políticas y programas que consideren, por un lado,
su especificidad psicosocial y condiciones de vulnerabilidad y, por otro, que sean capaces de reconocer el
valor que tiene para ellos la calle y el grado de compromiso con las drogas que ellos y ellas poseen.
La experiencia de vida de estos niños/as está llena de carencias y necesidades, por lo que muchas veces los
problemas derivados del consumo de drogas pasan por los equipos que trabajan directamente con ellos.

El abordaje específico del consumo de drogas es parte de un proceso más amplio y progresivo de cambio,
tanto personal como de su entorno (especialmente familia, también comunidad) y sus relaciones con ellos.

37
En el entretejido de nuevas experiencias y motivaciones, y en un trabajo cooperativo con el equipo de
salud, se deberán incorporar los temas específicos: autocuidado, conciencia del riesgo y de los “para qué”
del consumo, diagnóstico y estrategia de motivación al tratamiento, etc.

Esto significa reconocer que a estos jóvenes les toca relacionarse con las drogas, y que se requiere for-
talecer valores, actitudes, habilidades y conocimientos que les permitan un compromiso con un estilo de
vida saludable y una actitud crítica frente al consumo; formar a los agentes educativos para detectar e
intervenir tempranamente frente al consumo de drogas y, cuando corresponda, referir a los programas de
tratamiento especialmente diseñados para esta población.

Intersectorialidad y redes
La integralidad de las acciones exige contar con diferentes actores públicos y privados que constituyan los
agentes y dispositivos que se necesitan en cada etapa, única manera de tener una amplia gama de activi-
dades motivadoras, así como disponer de los recursos de salud generales y especializados (ambulatorio-
comunitario y red de adolescencia), y los educacionales y de capacitación adecuados y pertinentes para
esta población.

La articulación de los sectores públicos debe alcanzar todos los niveles (nacional, regional, provincial y
comunal). El nivel privado será principalmente, aunque no de manera exclusiva, local. Gran importancia
tienen las “mesas comunales” como articuladoras de todos los aportes y como espacio de participación
más directo.

La enorme variedad y complejidad de los recursos que se requieren (desde el trabajo de calle hasta las
diferentes alternativas para la reinserción escolar o la capacitación, unidas a actividades recreativas y de
desarrollo y, si se necesita, al tratamiento del abuso o la adicción) no permite el trabajo aislado de insti-
tuciones.

Una estrategia integral requiere, necesariamente, de una política intersectorial y articulada en red que ase-
gure contar con los recursos suficientes mediante una efectiva sinergia y coordinación entre instituciones
públicas y privadas en conjunto con la comunidad, con el fin de lograr un mejor y más racional uso de ellos,
corrigiendo dispersiones y fragmentaciones, evitando duplicidades y sobreintervenciones, obteniendo así
un mayor aprovechamiento de las redes y focalizando mejor.

Las instancias que proveen soluciones parciales no producen, por sí solas, el efecto global que se requiere.
Las experiencias de las redes dan cuenta del efecto sinérgico que se puede producir cuando se combinan
integral y complementariamente distintos recursos (MIDEPLAN, 2002)24, siempre que se trabaje con estilo
cooperativo y compartiendo un objetivo común. En este sentido, la experiencia de los equipos ejecutores
ha mostrado como una alianza necesaria el trabajo intersectorial a nivel comunal con instituciones que
forman parte de una red complementaria e integral, como son: Seguridad Ciudadana, Programa Previene
(CONACE), Oficina de Protección de los Derechos de la Infancia, proyectos de prevención y reparatorios
de SENAME y programa Ambulatorio-Comunitario (MINSAL). (Fazzolari, 2004)25

Las expresiones comunales de estos programas y/o instituciones de gobierno se formalizan y organizan
generalmente a través de mesas comunales enfocadas a la temática de niños/as y adolescentes en riesgo

38
Intervención Psicosocial

social, en las que participan los equipos psicosociales que trabajan


con este perfil de población y también otras instancias y/o actores
comunales relevantes, de acuerdo con las características de cada lo-
calidad (ONG, Carabineros, Corporaciones y/o Dirección Municipal
de Educación, centros de salud, Chile Deportes, etc.). Asimismo, la
incorporación del municipio y la coordinación con la Gobernación
son de gran importancia para coordinar aportes y/o recursos de
otros sectores e incrementar así la oferta de oportunidades en los
diversos ámbitos relacionados.

Territorialidad
Los principios de integralidad, continuidad y proactividad podrán
cumplirse adecuadamente si la intervención tiene una instalación
territorial (comuna, barrio), ya que así se puede actuar en todos los

C R I T E R I O S O R IEN TA D O R E S
factores de contexto: familia, escuela y comunidad, y abordar mejor
todas las causas que provocan el consumo y que inciden en el com-
portamiento del adolescente. En el territorio es posible articular
efectivamente y mediante redes los recursos comunales e intersec-
toriales necesarios, y se facilita hacer efectiva la continuidad del proceso.

La unidad operativa es el territorio o comunidad en la que se interviene, por lo que el equipo deberá mo-
vilizarse a los diferentes lugares donde se encuentra esta población (“caletas”, barrios, grupos de esquina,
focos céntricos en los que transitan, etc.) con el objetivo de establecer un vínculo de confianza que será
la base de la intervención posterior que se debe realizar con ellos.

La intervención es territorial y comunitaria, ya que si el programa se propone favorecer procesos de in-


tegración social, resulta esencial que este se ubique en un territorio dado, asuma sus códigos culturales y
sociales e incorpore en el proceso a todos los actores relevantes de esa comunidad

Por lo tanto, el equipo debe ser flexible y adecuarse a las características de la población focalizada, así
como también a la labor que realicen otros agentes fundamentales en la reinserción socioeducacional de
esta población (proyectos de reescolarización, programas de capacitación, programas de intervención en
drogas, etc.) existentes en ese territorio.

Por esta razón, la intervención psicosocial está fuertemente ligada a la intervención clínica en drogas que
realizan los programas ambulatorio-comunitarios, pudiendo llegar a considerarse como una sola moda-
lidad de intervención (“psicosocial y clínica en drogas”), en que cada una es complemento de la otra y
donde las intervenciones de ambas modalidades deben realizarse en una relación de interdisciplinariedad y
trabajo en equipo para poder realmente llegar con una propuesta integral, global y específica que permita
la plena integración social de estos niños/as y adolescentes.

39
Intervención Psicosocial

MODELO DE INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL

Propósitos y objetivos

Propósito general

Mejorar la situación de niños/as y adolescentes en situación de vulnerabilidad y exclusión social, de modo


de prevenir y disminuir el consumo de drogas o su cronificación; coordinar el ingreso a tratamiento cuan-
do corresponda, y promover su inserción social.

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
Objetivo general

Desarrollar e implementar un programa de intervención psicosocial que incluya prevención del consumo
de drogas, fortalecimiento de lazos familiares, promoción de la inserción social, articulación con las redes
locales y, cuando corresponda, facilite acceso a tratamiento de drogas y otras problemáticas de los niños/as
y adolescentes en situación de vulnerabilidad y exclusión social en la comuna.

Objetivos específicos

• Evitar y disminuir el consumo de drogas en niños/as y adolescentes en situación de vulnerabilidad y


exclusión social.

• Favorecer y promover la revinculación y reinserción social del niño, niña o adolescente.

• Favorecer la reinserción a la escuela y/o actividades ocupacionales (de acuerdo con la edad).

• Promover la revinculación con la familia y/o adultos significativos del niño/a o adolescente.

• Favorecer la inserción social de los niños/as y adolescentes y sus familias en vulnerabilidad social en las
redes existentes en la comuna.

• Sensibilizar a la comunidad y a las familias sobre esta población como sujetos de derecho y sobre la
coparticipación y responsabilidad para su reinserción.

• Fortalecer la red comunal multisectorial, que involucre a todos los actores responsables del desarrollo
integral de esta población objetivo, y permita disponer de la oferta institucional que se requiere para un
programa de desarrollo e inserción y las necesidades de tratamiento de drogas cuando sea necesario.

41
Instalación territorial y diagnóstico comunal

Un primer paso para la intervención requiere de una aproximación diagnóstica a la realidad comunal que
sea previa al inicio del proyecto y que permita orientar y tomar decisiones para la intervención posterior.
Para ello, será necesario la recopilación de datos provenientes de distintos agentes. Lo más básico parece
ser el geomapa realizado en el nivel municipal, que contiene las zonas o poblaciones de más alto riesgo en
la comuna. La existencia de una “Mesa Temática” orientada a esta población podrá ser, en muchos casos, y
dependiendo de la calidad y nivel de desarrollo de la mesa, un gran colaborador. Cuando el equipo psicoso-
cial posee una trayectoria en la comuna, su instalación, conocimiento y vínculo con el territorio, hará más
fácil tomar las decisiones adecuadas para acceder a quienes conforman la población infantoadolescente
en vulnerabilidad social de ese territorio. Cuando es posible contar con un Diagnóstico Comunal de esta
población, ello puede constituirse en una herramienta muy valiosa para orientar la focalización, es decir,
dónde y con quiénes se realizará la intervención.

Llevar a cabo un diagnóstico acabado en esta población es una tarea compleja y difícil, por ello solo cabe
hablar de una “aproximación diagnóstica” que estará más o menos avanzada según la iniciativa que muestre
el gobierno comunal y el nivel de las coordinaciones de la “Mesa Comunal Temática”.

Las experiencias recogidas muestran la utilidad de una aproximación cuantitativa de la población infan-
toadolescente en vulnerabilidad social (cuántos son, subgrupos que la conforman, etc.), realizada por la
“Mesa“, para visualizar la realidad de la comuna, especialmente a partir de los datos recogidos desde ins-
tituciones públicas: municipio, policías, escuelas o Departamento de Educación Municipal (DEM o DAEM),
red SENAME, red Salud, etc.26

Cuando la información se enriquece con los equipos psicosociales que participan en la Mesa, y/o la infor-
mación aportada por otras fuentes u observantes directos de la comuna, es posible, incluso, recoger una
descripción cualitativa y en mayor profundidad de la población en vulnerabilidad social (dónde se ubican,
características de los grupos que la conforman, estrategias de sobrevivencia más utilizadas, etc.) (Ibid)27

Proceso de intervención psicosocial

Para que el proceso de intervención psicosocial sea efectivo debe desarrollarse en diferentes etapas su-
cesivas claramente acordadas, y en cada una de ellas se deben estimular y trabajar paralelamente seis ejes
transversales. A continuación se presenta un esquema del modelo de intervención psicosocial de preven-
ción selectiva de drogas, las etapas sugeridas y los principales ejes de intervención.

42
Modelo de Intervención Psicosocial
Etapas en la Intervención

Acompañamiento
Individual
PROCESO de
Diagnóstico INTERVENCIÓN
Primer Diagnóstico Plan de Actividades egreso
del Perfil de INDIVIDUAL
acercamiento integral INTERVENCIÓN Socioeducativas
la POBLACIÓN Ámbitos o
(Trabajo individual INDIVIDUAL seguimiento (Evaluación
(Niveles de líneas de acción
de calle, (Sujeto y pares; (Sujeto y pares; indicadores
complejidad) de la Reescolarización
vinculación…) familia y entorno) familia y entorno) de logro)
intervención
integral
Abordaje
de drogas

43
Familia

Integración a Capacitación
la comunidad laboral

Vínculo
Desarrollo socioemocional y adolescencia
Abordaje del consumo de drogas
Familia
Integración social
Entorno comunitario y redes
Reparación
EJES TRANSVERSALES DE LA INTERVENCIÓN
Intervención Psicosocial

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
Diagnóstico integral: diagnóstico psicosocial

Un adecuado diagnóstico psicosocial del sujeto, de su entorno familiar y comunitario, del papel que juega
el grupo de pares, y en el que se evalúen tanto los indicadores de riesgo como los de daño y también sus
características, potencialidades y resiliencias, aparece como un complejo desafío. Se tratará de un diagnós-
tico realizado con las redes locales y organismos especializados (red SENAME, entre otros) que incluya las
especificidades de cada ámbito y las experticias requeridas.

Se trata de un diagnóstico complejo y multidimensional, que debiera ser integral, y que requiere desarro-
llarse por etapas sucesivas y en medio del proceso mismo de construcción del vínculo y de las intervención
psicosocial. En el modelo territorial y enfoque selectivo que aquí se postula, las primeras aproximaciones
diagnósticas las harán los monitores durante el trabajo de calle, actividad a través de la que se realiza el
acercamiento, se establece el contacto, se crea la confianza y trascurren las primeras etapas de la construc-
ción del vínculo y de las actividades a las que el adolescente es invitado a participar, las que al comienzo
serán actividades motivadoras y de tipo más bien general y grupal, combinadas con conversaciones u otras
iniciativas individuales que el vínculo permita llevar a cabo. El proceso podrá realizarse en un periodo
aproximado de 1 a 2 meses, pudiendo prolongarse en casos de mayor complejidad, en que se requiere ge-
nerar un vínculo de mayor confianza con el sujeto o la familia, especialmente cuando ésta no esté presente
o se encuentre desvinculada y ausente.

Este diagnóstico, que más bien debiera llamarse conocimiento progresivo del sujeto y su entorno, toma un
tiempo más o menos prolongado, generalmente de meses (Pollarolo, 2004)28. Si bien la etapa de diagnóstico
puede tomar aproximadamente dos meses, dependiendo de la complejidad del sujeto y su situación, el
proceso en sí no es estático en el tiempo, observándose la necesidad de ir actualizando y/o revisando el
diagnóstico hecho en un inicio, cada tres o seis meses en reuniones técnicas del equipo, y a lo largo de todo
el proceso, pudiendo cambiar la situación inicial, lo que abre nuevas alternativas para la intervención.

Igualmente, el diagnóstico de la familia será realizado mediante un proceso dinámico. En un primer nivel,
de orden general (condiciones socioeconómicas, estructura, problemáticas principales, etc), para luego,
en un proceso más a largo plazo, conocer más en profundidad otras
situaciones de la realidad familiar, muchas veces severamente inter-
ferida por un “secreto” de difícil conocimiento para el observador.
En estos casos, generalmente se trata de un problema de violencia,
maltrato o abuso, o bien de formas de vida fuera de la ley, trátese
de narcotráfico o formas de delincuencia habitual29. En otros casos,
probablemente, tendrá que ver con familias sobreintervenidas y re-
ticentes a la intervención, con las cuales habrá que desarrollar un
proceso de confianza y vinculación que podrá tomar más tiempo del
estimado, de manera de poder recabar información y construir con y
desde ellas su realidad.

Un registro diagnóstico que, como hemos dicho, requerirá un cierto


tiempo para completarse debiera incluir:

44
Intervención Psicosocial

a) Diagnóstico del grupo intervenido

Si ha sido posible realizar el trabajo de calle, es decir, la búsqueda activa de la población objetivo, lo más
probable es que los educadores se hayan contactado con grupos más o menos estables de adolescentes.
En este primer acercamiento, será importante observar y tener una descripción de las características, es-
tructura del grupo y, en lo posible, la dinámica interna de dicho grupo, relaciones que se establecen, códigos
de funcionamiento, jerarquías, etc. Todo lo cual constituye una información de interés que requiere ser
registrada, y que permitirá delimitar el perfil del o los grupos a los cuales se abocará la intervención.

Constituirán una excepción aquellos casos que se incorporan de manera individual, sea por derivación
institucional, por encontrarse privados de libertad o porque son contactados por el equipo de manera
individual (búsqueda de desertores escolares, por ejemplo), es decir, cuando ellos no provienen desde el
trabajo de calle. En ellos será el estudio y diagnóstico individual el que permitirá saber de sus pares y grupo
de referencia, los que eventualmente podrán constituirse también en sujetos de la intervención.

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
PAUTA DE NIVELES DE COMPLEJIDAD PSICOSOCIAL SUJETO/GRUPO

1 2 3
Familia Resiliente/ problemas Disfuncional Ausente/
de comunicación moderada/ incumplimiento Disfuncional grave
Comunidad Organizada/ Débil organización/ Desorganizada/
Integración social Drogas y violencia (+) Drogas y violencia (++)
Escolaridad Inserto/ Problemas Riesgo de abandono Desescolarizado
leves de rendimiento (predesertor) /
S o rendimiento Repitencias,
insatisfactorio retraso pedagógico)
U Vida de calle Escasa Ocio/ Diaria/ Trabajo/ Gran Actividades
Permanencia Pares creciente pares/ parte o de
carrete y todo sobrevivencia
J consumo el día
Conducta transgresora Ausencia/ características En hogar y entornos Sí en relación con las
propias de la adolescencia “significativos”/ conductas drogas/ en grupo.
E leves o “faltas” Conductas graves (“delito”)
Socio-emocional Trastornos emocionales Moderados trastornos Severos, problemas
T leves o nulos; habilidades afectivos y de relación emocionales, conductuales
sociales/ problemas con con figura de autoridad y de relación/
familia. o pares. Comorbilidad siquiátrica
O Consumo Sustancia No consume / Consumo Consumo riesgo Consumo riesgo
de
drogas bajo riesgo moderado moderado/ de alto riesgo
Alcohol
T.H.C.
P.B.C.
Cocaína
Inhalables



No participa/ Participa en
proyecto psicosocial
Equipo psicosocial/ Amb.
comunitario
Eq. Psicosocial/ Amb. Com./
desintox/ residencial
1= RESILIENTE A LEVE 2= LEVE A MODERADO 3= MODERADO A
SEVERO

Categorías Leve-Moderado-Severo: estarán definidas de acuerdo con la mayor presencia de indicadores de


riesgo o daño, evaluando las variables según cómo se expresan (no como categorías rígidas).

45
Las variables familia, escolaridad, conductas transgresoras y vida de calle serán determinantes para evaluar
el nivel de complejidad, la modalidad de tratamiento y la necesidad de un soporte psicosocial.

b) Diagnóstico del niño/a y adolescente

El enfoque desde la globalidad con que se encara el consumo de drogas y la necesidad de reconocer e
intervenir en la totalidad de las condiciones y factores de riesgo exige que el diagnóstico del sujeto aborde
desde lo psicológico a lo social, incorporando los diversos ámbitos de la situación del niño/a o adolescente,
y su entorno cercano (ver Anexo: Ficha de diagnóstico).

El diagnóstico individual deberá considerar, a lo menos, las siguientes áreas:

• Situación de calle: historia de calle, tiempo y horas de permanencia, actividad que realiza, perfil caracte-
rístico, lugar físico, significado y valor, etc.
• Personalidad: desarrollo cognitivo, socioemocional, salud mental general. Condiciones de salud física y
sexualidad. Recurso y habilidades resilientes desarrolladas.
• Hitos de historia de vida relacionados con: VIF, maltrato, abuso sexual o explotación comercial (o sos-
pecha), abandono, etc.
• Situación educacional: si se encuentra desescolarizado, precisar el tiempo, la historia, motivaciones, hue-
llas de fracaso, etc. Si está inserto, precisar si es en condiciones satisfactorias o si corresponde a las con-
diciones de “predeserción” (inestabilidad y faltas reiteradas, repitencias, mal rendimiento, “problemas
de conducta”, retraso pedagógico). Consignar si se observan problemas o trastornos de aprendizaje
asociados (o la necesidad de evaluar para descartar).
• Consumo de drogas: tiempo de inicio, patrón de consumo; sentido del consumo (por qué y para qué).
• Conductas transgresoras: su gravedad, historia y significado. Antecedentes de transgresión a la ley.
• Relación con grupo de pares: vínculo y relación que establece con el grupo, pares significativos, etc.
• Relación con la familia: vínculo, relaciones que establece el sujeto con los padres, hermanos, sentimien-
tos asociados con su familia, etc. Existencia de adulto significativo.• Ámbito legal y de institucionaliza-
ción: medidas de protección, medidas legales por infracción a la ley, etc. Historia de institucionalizacio-
nes en las que ha sido beneficiario/a.
• Proyecto de vida: proyecciones, visión de sí mismo, intereses y motivaciones.

Respecto al diagnóstico de la dimensión de consumo, se presenta a continuación un cuadro descriptivo, de


manera de facilitar el diagnóstico inicial que realizará el equipo psicosocial en este ámbito, el cual confir-
mará posteriormente el equipo clínico ambulatorio-comunitario.

46
Intervención Psicosocial

DIMENSIÓN LIGADA AL CONSUMO

TIPO DE CONSUMO CONSUMO DE BAJO CONSUMO PERJUDICIAL DEPENDENCIA


RIESGO O ABUSO

Edad de inicio de consumo A partir de 14 años Entre 12 y 14 años Antes de 12 años

Sustancia o droga consumida Alcohol o marihuana en Alcohol y marihuana con Policonsumo ( > de 3 drogas)
asociación ocasional a PBC, heroína, inhalantes
otras drogas

Frecuencia del consumo Ocasionalmente, los fines de Habitualmente los fines de Todos los fines de semana
actual semana en espacios semana. y/o diario.
recreativos

Consumo sostenido Menos de 3 meses De 3 meses a 6 meses Más de 6 meses

Consumo socializado o no Solamente en grupo, con En grupo y solo Mayor tendencia al consumo

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
significancia a lo experimental solitario
o recreativo

Vía de administración Una vía, oral Una vía, no inyectable Inyectable


Más de una vía

Consecuencias de la Sin consecuencias evidentes Primer episodio evidente Accidentes reiterados.


intensidad de consumo de: accidente, violencia, Violencia reiterada.
autoagresión. Autoagresiones frecuentes.
Coma etílico y/o por
consumo de otra sustancia.
Intoxicación por drogas

Criterios de dependencia Sin criterios de dependencia Con criterio de consumo Existen criterios de
abusivo, Sin criterios de dependencia
dependencia

Fisiológicas No existen Evitar hambre y frío Dependencia física


Dormir Evitar dolores físicos
Bajar de peso
Aumentar masa muscular

Emocionales Relajación Las indicadas en consumo Conjunto de motivaciones
Motivación al consumo

Placer o disfrute con bajo riesgo, además de: con significación patológica
Evasión ansiedad y angustia o con relación a
Desinhibición Efecto anestesiante emocional conductas disociales
Alerta Aumentar ánimo
(Existe sólo una motivación) (En asociación, dos o más)

De desempeño Mejorar rendimiento en Integración social en Realizar desempeños


y adaptación ámbitos puntuales distintos ámbitos que infringen la ley
Aceptación grupo de pares Cuando el uso de la droga
Relación con sexo opuesto deja de ser efectivo para el
objetivo o significado
pensado.

47
c) Diagnóstico familiar

En primer lugar, se requiere conocer y/o evaluar la situación de la familia nuclear o cercana al niño/a ado-
lescente. Una vez realizado, y de acuerdo con el diagnóstico hecho por el equipo respecto al adolescente
y su familia, en el caso de que no sea posible intervenir con la familia, será importante efectuar este diag-
nóstico con el o los adulto/s significativo/s con los que se espera poder trabajar y vincular al niño, niña o
adolescente.

En el diagnóstico familiar, se pueden considerar las siguientes áreas:

• Situación social: Situación socioeconómica, ingreso, contexto sociocultural, ingreso, vivienda, condicio-
nes de habitabilidad, etc.

• Competencias parentales: evaluar desde un mayor desarrollo de competencias (grado de vinculación,


empatía con el hijo/a, capacidad de ponerse en su lugar, capacidad de cuidado, etc.) a un menor desa-
rrollo y deterioro de éstas (existencia de negligencia, abandono, violencia, maltrato, sospecha de abuso,
explotación sexual comercial infantil, etc.; historia transgeneracional). Estado de salud física y mental de
miembros de la familia.

• Clima familiar: constitución del grupo familiar, historia de la familia nuclear y/o extensa. Dinámica y tipo
de relaciones (con el niño/a o adolescente, al interior de la familia). Presencia de eventos estresantes o
situaciones de crisis familiar.

• Conductas transgresoras: situaciones asociadas a consumo y/o tráfico de drogas, delitos leves o graves,
etc., presentes tanto en el niño o niña como en algún miembro de su familia.

• Condiciones resilientes: recursos y factores resilientes observados en familia nuclear o extensa (inserción
en redes sociales, grado de adaptación, etc.). Evaluar expectativas y/o motivación al proceso de inter-
vención psicosocial, disponibilidad y/o demandas en relación a resolución de problemas.

A partir de la evaluación de las áreas mencionadas, se podrá evaluar también el nivel de complejidad de la
familia, lo que dará posteriormente las orientaciones y pronóstico para la intervención. Esto muestra en
el cuadro siguiente:

Las categorías Leve-Moderado-Severo estarán definidas de acuerdo con la mayor presencia de indicadores
de riesgo o daño, evaluando las variables según cómo se expresan (no como categorías rígidas), y conside-
rando también en la evaluación la presencia de características resilientes, que podrán aminorar la presencia
de otros indicadores de riesgo o daño.

48
Intervención Psicosocial

PAUTA NIVEL DE COMPLEJIDAD DE LAS FAMILIAS

Cuadro descriptivo

Variables psicosociales Situación


en la familia social
Competencias Clima Conductas
Grado
de parentales familiar transgresoras
intensidad de las variables

Leve Pobreza Ausencia parental Problemas de Consumo de drogas


(padre muerto, ausente)/ comunicación, roles o en la familia
Familia uniparental/ funciones
Problemas de normas
y límites

Mediana Pobreza y Negligencia o Lazos débiles y Presencia de consumo


aislamiento incumplimiento de roles. distantes al interior y tráfico de drogas
Estrategias inadecuadas de la familia
de manejo

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
Severa Indigencia y/o Maltrato infantil y/o Violencia intrafamiliar. Conductas delictivas,
aislamiento abuso sexual. Presencia Familia desestructurada, asociadas a consumo
social de cuadros psiquiátricos clima desorganizado de drogas.
asociados

Condiciones resilientes:

Inserción en redes sociales locales o comunidad

Vinculación y/o preocupación por el hijo/a

Capacidad de afrontamiento de eventos estresantes

d) Diagnóstico del entorno

• Características del entorno: presencia de drogas y/o tráfico, nivel de violencia y/o delincuencia, nivel de or-
ganización comunitaria, presencia y validación de liderazgos formales, etc.

• Mapa sectores de riesgo: relación del adolescente/grupo con la comunidad y sus líderes (marginación, estig-
matización, integración, etc.).

• Redes y recursos locales: evaluar calidad y existencia de redes, organizaciones y líderes comunitarios,
servicios o instituciones en la comuna. Grado de sensibilidad al tema, etc. Disponibilidad y/o accesibili-
dad.

• Condiciones de vulnerabilidad del entorno: recursos y condiciones potenciales del entorno (mesa temática,
red comunal, organizaciones vecinales y líderes comunitarios, etc.).

49
e) Conclusión diagnóstica y pronóstico

Contempla la formulación de una breve síntesis diagnóstica, lo cual dará la pauta para definir los obje-
tivos de la intervención, y la descripción de un posible pronóstico, considerando el diagnóstico del niño/a
o adolescente y su entorno, los recursos y potencialidades del sujeto y la familia, y el nivel de daño de los
mismos.

Esto permitirá operacionalizar la intervención en términos de los objetivos posibles de lograr, en el tiem-
po de duración estimado de la intervención, definir metas realistas en plazos determinados, obtener logros
posibles y ajustados a la realidad, así como hacer referencia a la necesidad de otras redes alternativas
complementarias para la intervención. Este último aspecto es importante de considerar, sin dejar de unirlo
siempre a la motivación y necesidades que presente el adolescente y considerando el momento vital en
que se encuentra.

Plan de intervención psicosocial individual

La importancia del plan de intervención individual (PII) tiene que ver con la mirada desde el individuo,
complementariamente al enfoque de la intervención comunitaria, que debe estar contemplada en los
proyectos de intervención psicosocial. Esto se basa en la importancia de considerar los diversos elemen-
tos necesarios de contemplar para esta población: el enfoque del vínculo y el desarrollo de la confianza
básica; el modelo de competencias y empoderamiento, y el desarrollo de un proyecto de vida basado en
la integración social. Por lo mismo, y al igual que el diagnóstico, el PII debe también estar integrado por los
diversos actores de los demás programas que intervengan.

Tradicionalmente, el abordaje a esta población ha estado marcado por una visión asistencialista y adulto
céntrica, mirada en la que primaba el esfuerzo por “protegerlos”, pero que estaba carente de una respuesta
específica que diera cuenta de la diversidad y grados de complejidad de las situaciones. Aunque el plan de
intervención será siempre individual, existe una serie de condiciones que deberán tomarse en cuenta, las
que, con frecuencia, corresponden a una característica común al grupo intervenido.

Una de ellas es el factor etario. Es así que, al definir el plan general de intervención, debemos considerar
que el tipo de actividades y recursos con que se cuenta no podrá ser igual para un grupo en el que prima la
adolescencia temprana, que para aquel que está constituido por mayores de 18 años, es decir, aquellos que
viven las primeras etapas juveniles. En estos últimos, además de los apoyos para la escolarización, aparece
como recurso fundamental la capacitación laboral y el acceso a las fuentes de trabajo.

50
Intervención Psicosocial

Especial consideración requiere la intervención dirigida a la población de los que viven en la calle en las lla-
madas “caletas”. Se trata del perfil de mayor complejidad, que exige siempre un prolongado trabajo de calle,
para quien el vínculo y tutor resiliente constituye el agente principal, y cuya intervención debe ser intensiva
(diaria) con recursos especiales: casa abierta o casa de acogida; equipo de salud especializado (Ambulato-
rio-comunitario y Red de tratamiento para adolescentes); apoyo especializado en escolarización, y también
en capacitación laboral. Para quienes, de esta población, presentan daños y vulneraciones de derechos de
mayor gravedad (explotación sexual comercial infantil, abuso sexual, maltrato grave), se requerirá contar
con equipos especializados para una intervención terapéutica que deberá manejarse adecuadamente con
los aspectos judiciales en juego en estos casos.

Respecto a la población DE la calle en esta población, existe hoy día consenso entre los equipos psico-
sociales que con ellas no cabe la visión “protectora” que pretendía “erradicarlos” o “rescatarlos” de sus
espacios de calle. Se sabe que el tiempo de trabajo de calle es siempre indispensable y que lo que interesa
es hacer posible que avancen en un proceso de desarrollo que será más o menos largo, y con más o menos

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
apego a la calle según el peso de la historia y experiencia de vida de cada uno y el significado que ha adqui-
rido la calle para ellos, especialmente respecto a la tarea de construir una identidad valorada. (Ibid)30

Elaboración del PII

Respecto a la elaboración del Plan de Intervención Individual (PII), una vez establecido el diagnóstico per-
sonal de cada niño y el vínculo con su familia y entorno, es posible planificar un plan o estrategia individual
de intervención que debe considerar las características de cada niño/a y/o adolescente, el nivel de comple-
jidad (leve, moderado o severo) y los recursos personales y sociales, motivaciones e intereses del niño/a o
adolescente. En la planificación de esta estrategia deben participar todos los actores que intervienen con
el niño/a o adolescente; en una primera instancia, el equipo psicosocial, y luego los otros equipos especia-
lizados, como Reescolarización, Ambulatorio-Comunitario, Desintoxicación, Circo del mundo, Reparación
por explotación sexual comercial, de Maltrato Grave y Abuso, etc.

Es muy importante basarse en la información registrada en las pautas de diagnóstico y consignar aquella
información que aún se necesita recabar. La entrevista con la familia y adulto significativo y la reunión clínica
entre equipos que intervienen con el niño/a o adolescentes pueden ser instancias necesarias de realizar
antes de planificar el plan individual.

La realización del plan de intervención individual debe estar orientado a tres grandes ámbitos o “sujetos
de intervención”:

• El sujeto (considerado individual y grupalmente),


• La familia (o adulto significativo),
• El entorno comunitario.

En el PII, deberán incorporarse objetivos para cada uno de los tres ámbitos mencionados, en relación a los
ejes transversales de la intervención del proceso integral. Este plan se ordena en seis ejes fundamentales:
Vínculo, Desarrollo Socioemocional, Inserción social, Abordaje de drogas, Familia, Reparación y Entorno.
Cada eje, si bien tiene su especificidad, debe abordarse no como comportamientos estancos, sino con

51
una visión integral de la intervención. En aquellos casos en que se esté interviniendo con otros equipos
especializados (ambulatorio comunitario, otros programas de salud o drogas, programas reparatorios de
SENAME, etc.), es de suma importancia coordinar las acciones y ámbitos de intervención, que estarán
contemplados en la elaboración del PII.

Los objetivos del PII deberán ser realistas y adecuados tanto a las características y condiciones del con-
texto y del sujeto, como del equipo psicosocial que deberá intervenir, de manera que sean posibles de
llevar a cabo en el tiempo estimado. Deben ser también metas a corto y mediano plazo y progresivas, lo
cual no solo será relevante para evaluar los logros en el tiempo que se vayan alcanzando, sino que también
será una herramienta de autocuidado para el equipo, puesto que se ajustará a las posibilidades reales del
sujeto en un momento dado, y de acuerdo con los recursos y condiciones que se disponga en ese mo-
mento, aminorando la omnipotencia que suele presentarse en los equipos frente a realidades tan adversas,
y la posterior frustración y desesperanza frente a dificultades propias de este tipo de intervenciones y su
efecto en el propio adolescente.

En el plan de intervención (PII) será fundamental definir el plan de actividades y el ritmo y la calidad que
ellas deben tener, puesto que los cambios que buscamos impulsar en ellos deben afirmarse siempre en
experiencias, es decir, en las distintas situaciones que se ofrecen, y que son vividas y sentidas por el sujeto.
Ello dice relación con el objetivo de impulsar un desarrollo con autonomía y autoconciencia, y debe ser
coherente con una metodología que busca generar verdaderos cambios, que no se limiten a conductas
para agradar al educador o para conseguir informes favorables sobre su comportamiento. Por ello, el PII
deberá definirse de acuerdo no sólo con el perfil etario, sino también con el perfil de complejidad, lo que
delimitará no sólo la intensidad y frecuencia de ellas, sino también el tipo de actividades por realizar.

En la formulación del plan de actividades, la elaboración conjunta o coconstrucción con el grupo o sujeto
es considerada muy importante, especialmente en las primeras etapas, en las que primarán las propuestas
e intereses grupales. Junto con ello, el equipo necesitará ir reconociendo la existencia de intereses especí-
ficos de algunos adolescentes, lo cual puede, muchas veces, ser el vehículo motivacional y de construcción
de identidad que constituya el eje de su plan individual.

Frente a situaciones de riesgo para el niño/a o adolescente, el PII requiere contemplar un árbol de deci-
siones y coordinación con redes especializadas para dar respuesta a situaciones complejas que pudieran
presentarse a partir del diagnóstico (casos de violencia intrafamiliar, riesgo suicidio, explotación comercial,
consumo adictivo de drogas, etc.).

En aquellos niños/as y adolescentes de mayor complejidad y/o daño psicosocial, este proceso de coordina-
ción con otras instituciones que intervengan es imprescindible para evitar la sobreintervención y favorecer
el sentimiento de pertenencia de estos niños/as y adolescentes a un proyecto en particular (generalmente la
“casa de acogida”). Esto muchas veces se ve interferido cuando los adolescentes perciben que existen diver-
sas instancias u organismos que ofrecen ayuda o algún tipo de intervención, pudiendo llevar finalmente a un
uso “utilitario o instrumental” del sistema por parte de ellos. Esto se explica en parte por la dificultad para
poder vincularse y sentir pertenencia a un mismo proyecto o equipo interventor, y por el obstáculo de los
propios equipos de poder coordinar las intervenciones complementarias de las diversas instituciones.

Desarrollar un plan requiere un tiempo y una dinámica que se irá afinando y reorganizando tanto con la
evaluación como con la evolución experimentada por cada uno de los beneficiarios/as.

52
Intervención Psicosocial

Por último, el tiempo de intervención psicosocial, desde que se inicia el desarrollo del plan de intervención
hasta el egreso definitivo del programa, podrá ir desde los diez meses hasta los dieciocho meses, depen-

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
diendo del nivel de complejidad del perfil de los sujetos de atención. Requerirán mayor tiempo aquellos
niños/as o adolescentes con los que hay que desarrollar un proceso de acercamiento y vinculación más
prolongado, y un desarrollo de la inserción más a largo plazo en el tiempo (perfil de alta complejidad. Ej:
grupos de “caletas”). De acuerdo con la experiencia de otros programas, el proceso de este perfil que
requiere la modalidad “casa de acogida” podría tomar hasta veinticuatro meses, considerando un tiempo
máximo de estadía en la casa de dieciocho meses, pudiendo estar en seguimiento, una vez insertado en su
contexto, por un período de seis meses más (Ordóñez O., 1994).

Ejes transversales de la intervención psicosocial con el sujeto

Para un adecuado desarrollo del niño/a y/o adolescente, se requiere ofrecer un conjunto de experiencias
que le permitan conocerse, descubrir sus cualidades y favorecer la construcción paulatina de mayores gra-
dos de confianza en sí mismo, oportunidades para desarrollar habilidades y competencias que le permitan
grados crecientes de independencia y autonomía, la posibilidad de expresar sus emociones y sentimientos,
aprender a reconocer y aceptar los sentimientos en otros, desarrollar tolerancia a la frustración y manejar
de mejor forma sus impulsos, desarrollar empatía y capacidad de ponerse en el lugar de otros, desarrollar
una sexualidad responsable, aprender a manejar los conflictos en forma pacífica, etc; todos aspectos que
un programa que trabaja con niños y adolescentes debe estimular.

Dependiendo del perfil de complejidad de los niños/as o adolescentes con los que intervenga el proyecto,
la intervención psicosocial podrá ser ambulatoria (perfil de leve a moderada complejidad) o residencial
(“casa de acogida”: perfil de alta complejidad). Respecto a este último perfil, la “casa de acogida, se de-
sarrolla para aquellos niños/as o adolescentes de alta vulnerabilidad que generalmente viven en la calle
(“caletas”) y hacen de ella su único espacio de socialización, no contando con otros lugares o fuentes de
apoyo familiar. Esta “casas” debieran constituirse como semiabiertas o flexibles en su estructura, idealmen-
te próximas a las zonas donde se concentran los niños/as y adolescentes de la calle (Ordóñez, D., 1994).

En un esfuerzo por protocolizar la intervención psicosocial dirigida al sujeto, se ordenan los principales
objetivos buscados con ella, los principales ejes de acción y las actividades o prestaciones asociadas.

53
Objetivos:

• Profundizar progresivamente en el desarrollo del vínculo con el niño/a o adolescente.


• Motivar a través del vínculo y acompañamiento a instancias de tratamiento (cuando corresponda)
• Detectar, diagnosticar y/o coordinar con instancias de tratamiento del consumo de drogas
cuando se requiera.
• Apoyar y favorecer la disminución paulatina de los patrones de consumo, cuando corresponda,
a través del vínculo y acompañamiento y/o a través de acciones coordinadas con el programa
ambulatorio-comunitario (u otro).
• Favorecer la inserción social mediante el aprendizaje paulatino de normas y límites de conviven-
cia con los pares y adultos.
• Favorecer la satisfacción de necesidades básicas físicas y psicológicas cuando corresponda (“casa
de acogida”: alimentación, alojamiento, protección, pertenencia, etc.).
• Motivar a través del vínculo a participar en actividades psico o socioeducativas, asistencia a “casa
taller” o abandono de la calle cuando corresponda.
• Promover la estructuración del tiempo y adquisición de responsabilidades adecuadas a su edad
y al grupo con el que convive.
• Favorecer el proceso de empoderamiento y responsabilización en el propio proceso de cambio e
inserción.
• Favorecer la reparación a través del acompañamiento individual y vinculación de nuevas expe-
riencias de logro y de reconocimiento de habilidades y competencias.
• Desarrollar habilidades socioemocionales y construcción de identidad prosocial a través de
actividades psico o socioeducativas y experiencias de logro.
• Favorecer la adaptación a normas de convivencia: elaboración y evaluación conjunta de normas
de convivencia de la casa; actividad de evaluación de la vida comunitaria; definición de roles y
hábitos compartidos (rutina casa); etc.

Los grandes ejes que cruzan y ordenan la intervención son:

a) Vínculo
b) Desarrollo socioemocional y tareas evolutivas
c) Inserción social
d) Intervención con la familia y/o adulto significativo
e) Reparación
f) Intervención en el entorno comunitario y redes.
g) Abordaje del consumo de drogas

Estos ejes representan ámbitos de intervención que para objeto de planificar la intervención de cada
niño/a y adolescente es importante tomar en cuenta en forma particular. Sin embargo, es difícil establecer
el límite entre el proceso de vinculación y el desarrollo socioemocional, entre integración social e inter-
vención con la familia y su entorno, puesto que todos se relacionan y complementan en el logro final de
la inclusión social.

54
Intervención Psicosocial

A continuación se describe cada eje de intervención, con sus objetivos y actividades


o “prestaciones” asociadas a cada uno de ellos.

a) Vínculo

El vínculo, entendido como el lazo de confianza y compromiso que se convierte


en una experiencia de autovalía, autoconfianza y fuente de motivación para el cam-
bio, se hace una herramienta fundamental para el proceso de intervención en esta
población.

Tomando como base la Teoría del Apego (2003), se observa que en general la mayo-
ría de los niños/as y adolescentes en vulnerabilidad social, y en mayor medida en alta
vulnerabilidad, han desarrollado un estilo de apego inseguro, pudiendo manifestarse
en sus distintas formas: evitativo, ambivalente y desorganizado. Por ello, se espera que la experiencia del

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
vínculo con el/los educador/es se constituya en una experiencia emocional reparadora, al poder vincularse
con nuevas figuras adultas que permitan desarrollar confianza básica, aceptación, estima y seguridad afec-
tiva (Arón, A. y Llanos, T. 1996)31.

Dado que estos niños/as y adolescentes han vivido historias de frustraciones y pérdidas significativas, el
establecimiento de un vínculo afectivo se constituye en un elemento indispensable para el éxito de la in-
tervención. En este sentido, el vínculo que establezca en primer lugar el educador de calle con el niño/a o
adolescente será una experiencia transformadora y reparadora en la medida en que pueda constituirse en
nuevas experiencias de apego seguro. Esto pasa necesariamente por la capacidad del equipo y del educador
de establecer una relación afectiva que le otorgue seguridad, que sea consistente en el tiempo, capaz de to-
lerar las dificultades y limitaciones en el logro de objetivos, una relación comprensiva y empática respecto
a las dinámicas o características “transgresoras” que presente, pero que al mismo tiempo pueda poner los
limites adecuados que lo ayuden en su proceso de inserción a la comunidad.

Por otra parte, la distinción entre “vínculo afectivo” y “vínculo terapéutico” se hace difícil de delimitar en
esta población, puesto que si bien es necesario reconstruir la confianza perdida a través del afecto, tam-
bién se requiere de un vínculo que no genere dependencia y permita poner los límites adecuados para la
intervención, con la cercanía necesaria para transformarse en una experiencia humanizadora, tanto para el
niño/o o adolescente, como para el adulto o equipo que interviene. En ese sentido, hablar de un “vínculo
afectivo habilitador” (CONACE, 2003)32 creemos que permite integrar ambos aspectos, yendo más allá de
uno asistencial o meramente terapéutico, y generando la posibilidad de proteger del sobreinvolucramien-
to y la pérdida de límites personales. De esta manera, se pone el énfasis en el vínculo como herramienta
de intervención, y no sólo en la persona o adulto que genera el vínculo, salvaguardando de esta forma la
dificultad que muchas veces se presenta en los equipos respecto a la necesidad de coordinación y/o deri-
vación con otros equipos especializados por “temor a romper o perder el vínculo” con el sujeto. Asimismo,
si se considera al educador y al niño/a o adolescente como la relación vincular primaria, el equipo inter-
ventor o un supervisor podría constituirse en un agente externo capaz de observar, analizar y/o intervenir
en la dinámica relacional (Fazzolari, 2004)33.

El establecimiento y experiencia del vínculo se da de muchas maneras, con muchas personas, en diferentes
situaciones, y con distintos niveles de profundidad. Un modo en que los equipos que realizan intervención

55
psicosocial tienen de favorecer los vínculos con los niños/as y adolescentes es a través del acompañamien-
to individual, y en muchas ocasiones cuando los niños aún no se incorporan al proyecto por medio del
trabajo de calle.

El desarrollo de este eje contempla dos tipos de intervención:

• Trabajo de calle: intervención de acercamiento y vinculación

Durante la etapa inicial del trabajo de calle se trabaja con el niño/ niña adolescentes en su propio espacio
físico (calle, esquinas, caletas) para crear espacios de encuentro, conocimiento mutuo y reflexión, y así
poder ir en la búsqueda del “rescate” de su integridad, su familia y/o pares o adultos significativos, y dar
la motivación final para una ayuda técnica y/o profesional para su integración social. Permite el trabajo de
vinculación y motivación para la intervención posterior o bien para retomar contacto cuando el chico o
chica haya vuelto a la calle, abandonado o recaído en el tratamiento de drogas (cuando corresponda).

La estrategia de trabajo de calle y vinculación pasa fundamentalmente por el “estar” y hacerse “visibles”
para progresivamente ir creando espacios de encuentro, y así, en la medida que se desarrolla un vínculo de
confianza, invitarlos a talleres, actividades recreativas o servir de apoyo en actividades que ellos mismos
realicen (Ej.: apoyo a familias cartoneras). Trabajar con los grupos naturales y “no imponer cosas”, dejando
que se expresen sus propias inquietudes, es una estrategia importante para el desarrollo del vínculo. El irse
validando con ellos es un proceso lento que se da a partir del respeto de sus necesidades y la permanencia
en los sectores donde están (Fazzolari, 2004)34.

En los grupos de esquina y/o pandillas, el trabajo de calle se inicia con un período de reconocimiento de
los miembros del equipo por parte de la gente del sector: “que te observen, tienes que hacerte parte del
paisaje”. Para ello deben concurrir durante varias semanas a sentarse en las plazas del sector o a hablar
con los dirigentes de las juntas vecinales y/o clubes deportivos, entrando de manera paulatina en contacto
con los grupos de esquina y/o pandillas (Fazzolari, 2004)35. Para aquellos chicos que no participan tanto de
actividades grupales, se realiza paralelamente una intervención individual de vinculación, la cual se lleva a
cabo en el momento y lugar en que se encuentra el joven “en la calle o en la escalera del edificio donde
vive”, a partir de las entrevistas en terreno efectuadas por los educadores, analizando posteriormente la
situación en el equipo, en caso de que se requiera una intervención psicológica. (Fazzolari, 2004)36

Generalmente, el proceso de aproximación y acercamiento lo realizan los educadores de calle, pudiendo


integrarse, paulatinamente, otras personas del equipo (psicólogo, asistente social, etc.). Experiencias de
proyectos ejecutores muestran que el proceso de construcción de un vínculo de confianza es gradual y
paulatino, pudiendo ir de dos a cinco meses, aproximadamente, con los adolescentes, dependiendo del
grado de complejidad, y de ocho meses hasta un año en el rescate y vínculo con la familia o adultos sig-
nificativos, dado el recelo de la privacidad y la desconfianza que muestran a la intervención. Esto último,
pudiera deberse a la historia de vulneración y sobreintervención de las instituciones hacia estas familias; a
los sentimientos de desesperanza aprendida, y a la existencia, en algunos casos, de microtráfico37. Una vez
iniciada la vinculación (acercamiento, generación de confianza, conocimiento mutuo), es posible comenzar
a intervenir en problemáticas específicas para orientar y poder coordinarse con otros equipos especiali-
zados según las problemáticas (maltrato, abuso, violencia, drogas).

56
Intervención Psicosocial

A través de la estrategia de trabajo de calle, se inicia el diagnóstico de la situación psicosocial que presen-
tan los niños/as y adolescentes a través del registro de fichas o pautas (diagnóstico grupal inicialmente,
individual y familiar posteriormente).

Por otro lado, el trabajo de calle también se ha visto como una estrategia por desarrollar a lo largo del
programa, de manera de reforzar la permanencia de los niños/as o adolescentes en el programa. Espe-
cialmente respecto a los programas para perfiles de alta complejidad que requieren “casa de acogida”, “la
calidad y continuidad del trabajo de calle repercute directamente sobre el nivel de estabilidad de los niños
que ingresan a las casas” (Ordóñez, D, 1994. Pg. 57); pareciera ser que para que los menores “echen ancla”
en las casas, en necesario que el programa se encuentre “anclado”, inserto o vinculado a la calle a lo largo
del programa (ibid).

Objetivos

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
El/la educador/a junto al equipo psicosocial que lo acompaña, visita el punto de concentración don-
de permanecen los niños/niñas y adolescentes con el objetivo de:

• Realizar un primer contacto con los niños/as o adolescentes.


• Observar y registrar actividades y/o estrategias de sobrevivencia que realizan.
• Conocer acerca de los recursos, estilos de relación, problemáticas y características del niño/niña
y adolescente.
• Profundizar en la elaboración del diagnóstico psicosocial individual y/o familiar.
• Realizar un primer acercamiento a la realidad familiar.
• Evaluar proceso de reinserción paulatina (comunidad, escuela y familia cuando corresponda).
• Evaluar factibilidad de ingreso a intervenciones de mayor complejidad de acuerdo con lo evalua-
do por el/ella y su equipo psicosocial.
• Coordinar, cuando se requiera, una primera instancia de vinculación con el niño/a y el tutor, y el
equipo especializado con el cual se realizarán intervenciones complementarias y de acuerdo con
la especificidad de la problemática (drogas, abuso sexual, explotación comercial sexual, etc.).
• Seguimiento del niño/a en el itinerario de intervención psicosocial.

• Acompañamiento individual

A lo largo de todo este proceso será necesario un acompañamiento personalizado a cada uno de los
niños, niñas y adolescentes y sus grupos. En este vínculo de afecto, confianza y compromiso que constituye
lo que llamamos acompañamiento es donde sin duda se dan las mejores condiciones para abordar todos
los temas que preocupan al adolescente, y poco a poco ayudarlo a conocerse a sí mismo, a aceptarse y
quererse, a expresar sus sentimientos y reconocer lo que le pasa, descubrir sus potencialidades y ofrecer
un espacio privado de desarrollo.

Está a cargo del o los tutores que trabajan directamente con el niño, niña y adolescente: educador de
calle, asistente social, psicólogo, etc. La mayoría de las veces es el propio sujeto quien muestra más afini-
dad por uno u otro profesional, y parece importante después de un tiempo definir un tutor dentro del
programa que medie entre el niño y los otros agentes, especialmente cuando deben intervenir equipos

57
como los de tratamiento Ambulatorio-comunitario, Unidad de desintoxicación o Centro residencial,
o bien el Equipo educativo o de Reescolarización etc. Es aquí donde se constituye la figura del tutor
resiliente.

Este tipo de intervención es fundamental una vez que se ha logrado desarrollar un vínculo en mayor pro-
fundidad, puesto que implica rescatar la individualidad que en un principio se ve opacada por la cohesión
del grupo de pares, estrategia de sobrevivencia que se observa con mayor énfasis en los grupos de “caleta”
particularmente.

Del mismo modo, esta intervención se transforma en fundamental si se considera que estos niños/a o
adolescentes han vivido historias sucesivas de abandonos, rechazos, malos tratos, probablemente con
experiencias tempranas de apego inseguro, ambivalente o desorganizado; en este sentido, un objetivo muy
importante será el de favorecer la recuperación de la confianza básica personal (o creación de ella). La
construcción de un vínculo seguro, íntimo y personal, y de aceptación incondicional (con límites adecua-
dos), permitirá ir paulatinamente reparando las áreas de la personalidad que se han visto deterioradas por
las experiencias primarias de rechazo o abandono de las figuras significativas. Esto, en la medida en que
pueda constituirse en una oportunidad para construir una relación de afecto, cercanía empática y acepta-
ción personal con los equipos psicosociales, principalmente con la figura del educador.

Esto será fundamental para lograr trabajar los aspectos terapéuticos posteriores, cuando se requiera trata-
miento, y el soporte de este proceso será el acompañamiento individual, junto con las nuevas experiencias
positivas y de logro que se le ofrecen.

Esta experiencia de acompañamiento individual permitirá también acompañar al niño/a a lo largo del
proceso de reinserción, evaluando junto con el/ella las dificultades, temores, expectativas, logros y avances
obtenidos, etc. Este espacio de atención individual está asimismo orientado a apoyar, acompañar y forta-
lecer la motivación del niño/a, demostrándole apoyo y refuerzo respecto de sus logros y avances. Implica
también la realización de intervenciones en crisis, generalmente por el psicólogo y/o asistente social. Y
cuando existe consumo de drogas, la atención individual será un espacio para motivar al no consumo y
desarrollar la capacidad para gestionar riesgos o, en el caso de existir consumo abusivo o adicción, lograr
la aceptación del tratamiento complementario al que se quiera derivar.

Este tipo de intervención se realiza con una frecuencia semanal o quincenal según los casos, y dependiendo
de la complejidad del perfil. En población de calle deberá probablemente ser de una intensidad diaria, como
refuerzo al trabajo de calle con el grupo.

58
Intervención Psicosocial

Objetivos:

• Promover el desarrollo de confianza básica y motivación a la ayuda.


• Crear un espacio de acompañamiento, contención y reflexión compartida acerca del proceso
individual que está viviendo el niño/a o adolescente.
• Profundizar respecto a las problemáticas que presenta el niño/a, en relación a su historia, relación
con la familia, eventos que gatillaron la situación de calle y/o consumo de drogas, etc.
• Favorecer, a través del vínculo y acompañamiento individual, la valoración, reconocimiento y vali-
dación, rescatando sus recursos, habilidades y logros.
• Promover la experiencia de reparación de las historias de abandono, a partir de la construcción
de un vínculo seguro, de intimidad, aceptación y confianza (en coordinación y apoyo a los progra-
mas de reparación de SENAME, o ambulatorio-comunitario, si corresponde).
• Favorecer la resignificación de la historia y eventos vividos por el niño/a u adolescente que lo
llevaron a la situación de calle y conductas asociadas (transgresión de la ley, consumo de drogas,

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
etc.).
• Favorecer la desculpabilización de las historias de abandono y rechazo vividas.
• Promover la responsabilización y toma de conciencia de efectos y consecuencias respecto a
conductas transgresoras, asociadas principalmente a la violencia y transgresión de la ley, cuando
corresponda.
• Contener y reorganizar emocional y cognitivamente al niño/a frente a situaciones de crisis.
• Apoyar y resignificar al niño/a frente a posibles recaídas o retrocesos en el proceso de reinser-
ción y/o tratamiento de drogas (si corresponde).
• Evaluar situaciones de mayor gravedad en la historia del niño/a que requieran de una coordina-
ción posterior con equipos especializados. Ej.: consumo de drogas, violencia intrafamiliar, maltrato
y/o abuso sexual, explotación sexual comercial, etc.

Actividades o prestaciones
• Trabajo de calle, encuentros en espacios informales
• Visitas domiciliarias
• Entrevistas preliminares
• Elaboración de diagnóstico.
• Intervención en crisis.
• Atención psicológica individual: intervenciones terapéuticas de apoyo.
• Entrevistas y/o aplicación de evaluación psicométrica (si corresponde y si es factible).
• Seguimiento en el contexto: registro de actividades, estrategias de sobrevivencia, etc.

b) Desarrollo socioemocional y tareas evolutivas

El logro de las tareas evolutivas de la adolescencia y el desarrollo socioemocional propio de esta etapa será
logrado principalmente a través de las actividades socioeducativas, siempre reforzadas por el vínculo y el
acompañamiento individual que representa un permanente apoyo y estímulo. Los logros de este eje tienen
que ver, en términos generales, con: el desarrollo de la identidad, autoestima y autoimagen positivas, indivi-

59
duación, autonomía e integración al grupo de pares, desarrollo de habilidades y competencias, autocuidado
y desarrollo de un proyecto de vida.Todo esto deberá adaptarse a las características psicosociales y vitales
que han vivido los niños/as y adolescentes en vulnerabilidad social, basado en un enfoque de resiliencia y
rescate de competencias.

En este contexto, la estrategia metodológica más adecuada para favorecer el logro del desarrollo socio-
emocional, además de constituirse en nuevas oportunidades para la reinserción, tiene que ver con las
actividades psico o socioeducativas, las que se describen a continuación.

• Intervenciones socioeducativas

Las actividades socioeducativas, además de favorecer el desarrollo socioemocional, serán la base del pro-
ceso de motivación para el cambio, en la medida en que las nuevas oportunidades que se le ofrezcan al
adolescente permitan nuevas experiencias de aprendizaje, autoestima, aceptación y vinculación con otros.
Este tipo de intervención se desarrolla a través de los talleres o intervención grupales y por medio de
actividades motivadoras adecuadas a sus características e intereses (lúdicas, culturales, recreativas, paseos
excursiones, deportes de riesgo y otros, creativas, solidarias, comunitarias, etc.).

Las actividades y estrategias socioeducativas se transforman en herramientas para ir desarrollando los


cambios desde una “identidad transgresora o de calle” a una identidad prosocial y autoestima positivas.
Del mismo modo, estas actividades también se transforman en estrategias para ir profundizando, de ma-
nera paulatina, en las necesidades, inquietudes y problemáticas que los chicos presentan acerca de diversas
situaciones, desde la sexualidad, violencia intrafamiliar, hasta la temática del consumo de drogas.

El trabajo de calle y vínculo serán necesariamente previos, pero también podrán desarrollarse en forma
paralela a este tipo de intervención para, posteriormente, y en forma paulatina, ir ampliando y compleji-
zando la gama de actividades y estableciendo el gradual aprendizaje de normas y límites que favorezcan el
proceso de inserción social.

En aquellos casos en que se trabaje con niños/as y adolescentes de “caletas”, y que requieran en una fase
posterior de una “casa de acogida”, esto cobrará especial relevancia en cuanto a poder ir estableciendo
las normas y límites necesarios, adecuados a sus características y a las del equipo interventor, en base al
vínculo afectivo desarrollado inicialmente y a las actividades socioeducativas pertinentes. Cuando esto no
se ha dado así, y se ha privilegiado principalmente el satisfacer necesidades desde lo asistencial (comida,
ropa, etc.) y no desde la vinculación afectiva habilitadora en un primer lugar, se han observado problemas
importantes de adaptación y vinculación a la “casa de acogida” y la posterior intervención psicosocial
(Fazzolari, 2004)38.

• Actividades pertinentes y motivadoras

Dadas las características de esta población, sabemos que se trata de personas que aprendieron a moverse
en torno a lo concreto, a lo que tiene sentido inmediato. Sus fortalezas, habilidades y prácticas se dan en
la esfera de lo físico. No serán motivadores ni resultan útiles al comienzo los clásicos talleres, a no ser que
se manejen con una metodología fuertemente experiencial. La experiencia indica que las conversaciones

60
Intervención Psicosocial

en grupo y las posibilidades de reflexionar y expresarse en ellas


resultan efectivas cuando ocurren posteriormente al desarrollo
de la actividad física.

Asimismo, la experiencia muestra el gran valor de las actividades


y deportes que incluyen el riesgo, tales como: las escaladas, el
montañismo y una actividad artística como la propuesta del de-
sarrollo de habilidades circenses (Compañía Circo del Mundo),
todas las que refieren a la experiencia del riesgo, lo que los hace
experimentar “adrenalina” y “probar” sus capacidades.

Sabemos que el riesgo atrae a todo adolescente y más aún a


quienes viven diariamente en él. Sabemos también que su aná-
lisis intelectual tiene muy escasa implicancia en la práctica, dada

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
la tendencia omnipotente e impulsiva que es también tan carac-
terística de ese periodo etario. En las actividades descritas, se
tiene, en cambio, la posibilidad de hacer experimentar el tema
del riesgo y su necesario control y manejo. Esto, ligado a las
experiencias concretas, a un por qué y para qué motivador y
experiencial, y no a conceptos intelectualizados o lejanos a su
realidad, podrá ser tratado y relacionado con otros temas de “riesgo”, como la droga, la sexualidad
irresponsable, la transgresión de la ley, etc.

La baja autoestima, que es un rasgo generalizado en los adolescentes en situación de calle, y el cambio
desde la “identidad transgresora o de calle” a una identidad positiva y prosocial, será posible, también,
en la medida en que las actividades se transformen en una oportunidad para rescatar los recursos
personales y estrategias de sobrevivencia desarrolladas, potenciar sus habilidades y promover nuevas
experiencias de autoconfianza, reconocimiento y aceptación.

Todo el cambio que se le propone al adolescente, y todo el proceso psicoeducativo que con el/ella se
lleva a cabo, generará motivación y ganas de continuar, no solo por el valor del vínculo con el educador
o adulto significativo y el interés de no fallarle, sino también porque podrá sentir que el cambio es posi-
ble, que puede tener éxito en cuestiones en las que antes solo experimentó fracasos, y ahora puede ser
valorado por ello. Proponer y hacer posible experimentar experiencias de logro, es decir, maximizar los
éxitos y minimizar los fracasos será, entonces, un aspecto metodológico de primera importancia.

Al mismo tiempo que ofrecer oportunidades para realizar acciones tendientes al logro, habrá que cui-
dar el nivel de la exigencia que dicha propuesta implica y el nivel en que el adolescente se encuentra
para llevarla a cabo con éxito. El proceso de aprendizaje debe guiarse con cuidado y con la gradualidad
necesaria en cada caso. Que no se sienta demandado o exigido por expectativas que se tienen sobre él,
y que están por sobre lo que puede cumplir (ibid)39.

61
Objetivos:

• Potenciar y facilitar el desarrollo de habilidades sociales, hábitos y valores que favorezcan la


relación con pares y adultos.
• Favorecer aprendizaje de estilos de convivencia y relación no-violentos con pares y/ adultos.
• Crear nuevos vínculos sociorrelacionales adecuados a sus necesidades e intereses actuales.
• Favorecer el manejo de la impulsividad y autocontrol.
• Favorecer la expresión adecuada de las emociones y sentimientos, principalmente relacionados
con la rabia, pena y angustia.
• Promover el cambio desde una identidad “transgresora” a una identidad y autoimagen positivas
en base a los logros y rescate de recursos personales y sociales.
• Generar y conocer alternativas de recreación y tiempo libre saludables.
• Promover y desarrollar la salud física y mental y hábitos saludables.
• Iniciar el contacto con recursos formativos y/o sociolaborales.
• Favorecer la motivación al cambio y, cuando corresponda, tratamiento de drogas, de acuerdo
con los nuevos intereses y motivaciones que surjan de las actividades socioeducativas.
• Favorecer una autoestima y autoimagen positivas en base a experiencias de logro.
• Promover la tolerancia a la frustración y adaptación a normas y límites en el contexto grupal.

Actividades o prestaciones:

• Actividades deportivas: talleres de deportes, encuentros o campeonatos deportivos.


• Actividades grupales: campamentos, paseos, salidas al aire libre.
• Actividades de riesgo: montañismo, escalada, etc.
• Talleres circenses: circo social.
• Talleres de arte, grafittis, malabarismo, manualidades, madera, cocina, etc.
• Actividades o talleres culturales-recreativos: hip-hop, batucada, etc.
• Talleres psicoeducativos: de habilidades sociales, comunicación, desarrollo personal, sexualidad,
etc.
• Talleres de formación: derechos de los niños y niñas, cultura, historia local, etc.
• Talleres de computación y acceso a internet.
• Ciclos de cine, teatro, etc.

c) Inserción social

En el proceso de inserción social, es fundamental habilitar al niño/a o adolescente en el ámbito educacional


y, cuando corresponda, en el ámbito ocupacional o laboral. Esto, porque no sólo facilitará su reintegración
en la medida en que cuente con las herramientas necesarias para tener mayores oportunidades futuras,
sino que, también, respecto a lograr cambios en la autoestima, autoimagen y valoración de sus capacidades,
a partir de nuevas experiencias de logro que puedan ayudar a reparar las experiencias de rechazo y frus-
tración que pudieron haber experimentado anteriormente en la escuela.

62
Intervención Psicosocial

Asimismo, la integración social también implica la inserción del sujeto en su entorno inmediato, en las redes
formales o informales, para asegurar la integración real en su contexto. Este aspecto será abordado en el

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
eje relacionado con el entorno comunitario y las redes.

• Intervención en el ámbito educacional

Respecto a la escolarización, ella debe ser considerada objetivo central para el logro de superar la vida de
exclusión y ausencia de oportunidades de estos niños, niñas y adolescentes, y su implementación deberá
comenzar desde el inicio del programa, debiendo jugar un papel muy central en cada uno de los planes de
trabajo.

Esta línea específica de integración escolar deber ser central en un programa pertinente a esta población,
pero se enfrenta a una insuficiencia de los recursos especializados que se necesitan. Aunque las experien-
cias que hoy existen son muy importantes y valiosas, ellas son muy escasas. Se reconoce que la reinserción
al sistema regular solo será posible para un pequeño grupo y siempre con apoyo y acompañamiento,
mientras que la mayoría necesitará una modalidad distinta, ya sea programas de estudio para dar “exá-
menes libres” o bien “escuelas alternativas”, de las que hoy sólo existen escasas pero muy interesantes
experiencias.

A partir del año 2004, se crea un Fondo Interministerial de Reescolarización, encabezado por MINEDUC,
con la participación de CONACE, División de Seguridad Ciudadana y SENAME, que entrega recursos
técnicos y financieros al trabajo de nivelación de estudios y reforzamiento escolar, en el marco de una
propuesta pedagógica diseñada especialmente para esta población. La tarea principal es favorecer el pro-
ceso de integración educacional, con alternativas adecuadas a las características y necesidades del sujeto:
nivelación escolar, recuperación de estudios, integración a la educación formal, reescolarización, etc.

Para el desarrollo de esta iniciativa se constituyó una Mesa técnica, coordinada por MINEDUC, con re-
presentantes de las diversas instituciones que participan en ella, cuya función es gestionar la postulación
de iniciativas; evaluar, seleccionar y asignar los recursos. Además, realizar el seguimiento de los proyectos
implementados. Durante 2005, 24 instituciones contaron con apoyo financiero para la realización de sus
proyectos, con asesoría externa de universidades y del propio Ministerio de Educación, lo que ha permiti-
do ir perfeccionando las propuestas originales, haciéndolas más acordes a las necesidades de los niños/as
y adolescentes que se encuentran participando en dichos proyectos.

63
Objetivos:

• Desarrollar y reforzar hábitos de estudio y habilidades cognitivas relacionados con el proceso


de aprendizaje.
• Motivar respecto al valor de la educación (nivelación y/o re-inserción) para su presente y futu-
ro
• Ayudar a que el adolescente identifique sus dificultades y potencialidades respecto al proceso
de re-inserción escolar.
• Promover cambios positivos en la autoestima y autoimagen, respecto a cómo se valora el niño/a
o adolescente en la experiencia de re-integración escolar.
• Evaluar y fortalecer las áreas relacionadas con el aprendizaje e integración escolar que pre-
senten retraso o trastornos asociados: trastornos de aprendizaje, retraso pedagógico, déficits
cognitivos o intelectuales, etc.
• Fortalecer las relaciones interpersonales con pares y figuras de autoridad (profesores), en un
ambiente escolar o formativo normalizado.
• Promover la articulación con redes locales o programas que ofrezcan oportunidades de re-in-
serción escolar (programas de re-escolarización, escuelas, etc.)
• Apoyar y realizar seguimiento y acompañamiento individual al adolescente en su proceso de
re-inserción escolar.
• Favorecer el proceso de nivelación escolar y/o recuperación de estudios del niño/a o adoles-
cente.

Actividades:

• Acompañamiento individual
• Apoyo psicopedagógico
• Talleres de nivelación y/o apresto escolar
• Talleres de preparación para exámenes libres
• Talleres de refuerzo escolar y/o desarrollo de hábitos de estudio.
• Reuniones de coordinación con las redes locales en el ámbito escolar.
• Acciones de apoyo a la inserción en la escuela.

• Intervención en el ámbito capacitación/inserción laboral

Como parte del proceso de re-inserción social, el desarrollo de actividades ocupacionales puede favorecer
el proceso de reparación y/o desarrollo de una nueva autoimagen y autoestima positivas, especialmente
en niños niñas y adolescentes que se presentan la mayoría de las veces muy desestructurados, sin hábi-
tos, con experiencias de fracaso y muy poca motivación. Asimismo, favorecen el proceso de re-inserción
laboral, en la medida en que habilitan, fortalecen y preparan al adolescente para un futuro próximo en el
que tenga que desempeñarse en este ámbito. En el caso de los adolescentes mayores (16 a 18 años), esto
cobra especial importancia, puesto que los ayuda a prepararse en el proceso de re-integración al ámbito
laboral (cuando corresponda).

64
Intervención Psicosocial

Respecto a las actividades que generalmente se realizan a través


de talleres, éstas sirven para contener al sujeto, manteniéndolo
ocupado e implicado, y favoreciendo el proceso de construcción
de una nueva autoimagen, rescatando sus logros y habilidades. Por
otro lado, están orientadas a la preparación para la reinserción
socio-laboral.

Estas actividades ocupacionales equivaldrían a las materias de edu-


cación artística y física y a las actividades extraescolares de la educa-
ción formal. En ellas se trabajan tanto habilidades personales (psico-
motricidad, habilidades y destrezas manuales, cognitivas, conductua-
les, afectivas, creativas), habilidades cognitivas (concentración), valo-
res asociados al trabajo (responsabilidad, tolerancia a la frustración,
constancia), alternativas para el buen uso del tiempo libre, etc.

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
Algunos logros que se busca desarrollar con estas actividades son:
• Aprender a planificar, organizar y desarrollar su trabajo (tiempo, espacio, herramientas)
• Responsabilizarse de todo el proceso relacionado con el trabajo
• Valorar sus potencialidades, recursos y limitaciones
• Aprender a tener un comportamiento adecuado durante el trabajo (adecuarse a normas, límites, hora-
rios, etc.).

Asimismo, este ámbito deberá contemplar la capacitación para aquellos jóvenes que lo requieran. El equipo
psicosocial deberá favorecer el proceso de re-inserción laboral de acuerdo con la edad de los jóvenes (17
a 24 años) y características personales y/o familiares que presenten. En este sentido, la vinculación con
redes locales que ofrezcan oportunidades de capacitación y/o habilitación técnica será fundamental para
promover la inserción social.

Objetivos:

• Evaluar el área ocupacional y las posibilidades más adecuadas de acuerdo con el perfil del
joven.
• Favorecer y acompañar el proceso de inserción al ámbito laboral de acuerdo con las caracte-
rísticas, edad y necesidades del sujeto.
• Favorecer la interiorización de normas básicas de convivencia social a través del trabajo en
grupo.
• Favorecer una autoimagen positiva, el autocontrol y la autonomía.
• Favorecer el desarrollo de hábitos y habilidades relacionadas con la integración al ámbito
laboral.
• Conocer la dimensión cultural y social de una actividad ocupacional/profesional
• Generar una concepción estructurada del tiempo y de su uso.
• Desarrollar habilidades sociales y de comunicación y hábitos relacionados con el trabajo.
• Coordinar y favorecer instancias de capacitación y/o integración a alternativas laborales en la
comuna.

65
Actividades:

• Actividades y/o talleres ocupacionales


• Diagnóstico del perfil socio-ocupacional por parte del equipo psicosocial, de acuerdo con habi-
lidades, intereses y posibilidades del joven
• Actividades de orientación a la capacitación e inserción laboral
• Talleres de capacitación en coordinación con redes locales
• Reuniones de coordinación con las redes locales para favorecer la re-inserción a programas de
capacitación.
• Acompañamiento individual en el proceso de re-inserción.

d) Intervención con la familia y/o adulto significativo

El trabajo con la familia constituye un ámbito fundamental para la intervención psicosocial con esta po-
blación. Desde el punto de vista del consumo de drogas, ésta constituye el principal factor de protección.
Aunque se discute acerca de la real capacidad de cambio de las familias o que se ven incapacitadas para
asumir su rol, se coincide en que se debe realizar el esfuerzo o, en todo caso, buscar aquel familiar, aun
lejano, que establezca un vínculo afectivo y un compromiso responsable con ese niño, niña o adolescente
que lo necesita. La experiencia indica que son las madres quienes constituyen, con más frecuencia, la figura
más cercana y con mayor potencial afectivo, pero son, también, las más sobrecargadas y necesitadas, por
eso mismo, de redes de apoyo y políticas de promoción.

La familia constituye un actor fundamental para realizar con éxito los objetivos del eje de integración so-
cial. Ello ocurre muy especialmente en los preadolescentes y/o menores de 18 años. Una primera pregunta
que surge es la relativa al grado de intervención que debe plantearse el equipo psicosocial. Si debe limitarse
a los aspectos directamente relacionados con el sujeto de atención, o puede avanzar en asumir a la familia
como un sujeto, con sus conflictos y necesidades.

En este sentido, la experiencia de proyectos psicosociales demuestra la necesidad de incorporar diversas


estrategias y metodologías para trabajar con familias en vulnerabilidad social. Una de ellas es la aplicación
de programas preventivos a las familias beneficiarias (programa “Prevenir en Familia”) (Fazzolari, 2004)40,
que no sólo apuntan a fortalecer y rescatar factores protectores en estas familias, sino también constituyen
una herramienta que posibilita orientar y referir o derivar a otros programas especializados en caso de
problemáticas de mayor complejidad (maltrato, abuso, violencia, etc.). Cuando no existe familia o la posibi-
lidad de intervenir con ellos, los objetivos debieran dirigirse al adulto o figura significativa que se detecte.

Las estrategias de intervención con las familias serán definidas de acuerdo con el diagnóstico familiar reali-
zado previamente, por lo tanto, estas deberán ser diferenciadas de acuerdo con el nivel de complejidad de
las familias. Esto podrá ir desde lo preventivo y/o formativo, hasta un nivel de reparación en el cual deberán
intervenir probablemente equipos especializados, posterior al desarrollo de un vínculo de confianza con la
familia trabajado previamente por el equipo psicosocial.

66
Intervención Psicosocial

Dos grandes propósitos por destacar en este eje son los siguientes:

• Favorecer la integración y/o recuperación de vínculos familiares o significativos: en términos generales, la labor
del equipo psicosocial tendrá que ver con favorecer la comunicación y nuevas pautas de relación al
interior de la familia, facilitar la adquisición de normas de crianza y límites adecuados a las característi-
cas de la adolescencia, promover la vinculación y expresión de los afectos, etc. En aquellos niños/as y
adolescentes que cuenten con familias y existan graves situaciones de riesgo o daño, se deberá promo-
ver la reparación de las vivencias que ha experimentado el sujeto, poniendo especial énfasis en evaluar,
rescatar y fortalecer las habilidades parentales carenciadas o debilitadas, que han influido en el desarro-
llo de las vivencias que han llevado a la situación de calle y al consumo de drogas del hijo o la hija. En
este caso, será necesaria la coordinación con programas especializados que apunten a la reparación de
problemáticas familiares específicas (programas de maltrato, violencia intrafamiliar, programas de salud
mental familiar, programa de drogas etc.), donde el equipo psicosocial deberá coordinarse con estos
equipos clínicos para apoyar y fortalecer la intervención.

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
En el caso de aquellos niños/as y adolescentes en los cuales existe débil o nula vinculación con la
familia y en que no existan las condiciones para trabajar por la revinculación, el objetivo se centrará
en rescatar y revincular al niño/a o adolescente con otro adulto o adultos significativos que puedan
acompañarlo en su proceso de reparación e inserción social.

• Favorecer el proceso de individuación en relación con la familia, como parte importante del proceso de desa-
rrollo de identidad en el adolescente: en esta población contempla trabajar problemáticas asociadas a la
relación y dinámicas disfuncionales que han vivido en contextos de alta vulnerabilidad, y que dificultan
aún más el cumplimento de esta tarea de la adolescencia. Por lo tanto, este objetivo será necesario
abordarlo posteriormente a un trabajo de reparación y/o re-vinculación del sujeto con la familia u
otros significativos. Cuando un sujeto esté siendo intervenido a través de un proceso de intervención
terapéutico de otro programa (proyectos ESCI, especializado en niños/as de calle; especializado de
niños/as inimputables; de reparación en maltrato y abuso, etc.) y se esté trabajando con la familia, este
objetivo será solamente abordado desde el programa psicosocial en cuanto a que la familia apoye en la
reinserción y re-vinculación de su hijo/a.

67
Objetivos:

• Establecer un primer acercamiento y vinculación con la familia (nuclear y extensa) y/o adulto/s
significativo/s.
• Evaluar y conocer a la familia: clima familiar, dinámicas, su estilo educativo, posicionamiento res-
pecto a las drogas, posicionamiento respecto a conductas delictivas (si hubiera) y/o situación de
calle del hijo/a; intercambiar información sobre la situación del hijo (comportamiento, estado
general de su hijo/a, origen de sus problemas), evaluar estilo de relación y vinculo, y cercanía
afectiva con el hijo/a.
• Conocer las expectativas de la familia respecto al futuro de su hijo/a y el apoyo al proceso de
intervención psicosocial.
• Observar y analizar el tipo de relación que se establece entre familiares-hijo/a durante la visita
en terreno.
• Favorecer la comunicación y nuevas pautas de relación al interior de la familia.
• Facilitar la adquisición de normas de crianza y límites adecuados a las características de la ado-
lescencia y de su hijo/a.
• Promover la vinculación y expresión de los afectos, empatía y vinculación entre los miembros de
la familia.
• Implicar y responsabilizar a la familia en el proceso de inserción social de su hijo/a, y/o de trata-
miento del consumo cuando corresponda.
• Coordinar instancias de referencia a programas especializados frente a situaciones de mayor
severidad (violencia, maltrato, abuso, consumo de drogas…)
• Apoyar el proceso de reparación de las vivencias del hijo/a y la familia, cuando sea posible, en
coordinación con programas especializados.
• Favorecer la inserción de la familia en las redes locales (municipio, programa Puente, programa
subsidio, tarjeta salud, etc.).

Actividades o prestaciones:

• Visitas domiciliarias familiares.


• Acompañamiento familiar (a través de visitas): principalmente para familias con mayor aislamiento
social y dificultad para participar de talleres grupales (familias de severa complejidad psicosocial).
• Sesiones de intervención u orientación: para tratar problemáticas de menor complejidad (pro-
blemas de comunicación, normas y límites, roles y funciones, cercanía afectiva y expresión de
los afectos). Para familias de mayor complejidad y/o daño psicosocial, que requieran un nivel de
especialización dirigido a la reparación, las sesiones estarán destinadas a sensibilizar, concientizar
y motivar para la ayuda de equipos especializados y talleres grupales, talleres de padres.
• Encuentros familiares: con padres e hijos; principalmente para aquellas familias de menor com-
plejidad psicosocial, que tienen cierto nivel de participación y vinculación con el/la hijo/a y el
proyecto psicosocial.
• Talleres para padres; programa “Prevenir en Familia” (CONACE 2004)
• Grupos de autoayuda

68
Intervención Psicosocial

e) Reparación

Dado que las vivencias de calle y consumo de drogas se relacionan directamente con la presencia de otras
problemáticas en esta población (VIF; maltrato y/o abuso sexual, explotación sexual comercial, etc.), se
hace fundamental incorporar este eje en la intervención, y estará relacionado con favorecer la interrup-
ción, elaboración y/o resignificación de estas problemáticas.

Para la modalidad de intervención psicosocial, la reparación estará dada fuertemente por la vivencia de
vínculos reparadores del equipo psicosocial con el niño/a o adolescente. La vivencia de un vínculo seguro,
afectivo, incondicional (con límites que generen seguridad) y un vínculo sostenido en el tiempo, posibilitará
fuertemente reparar situaciones tempranas de experiencias vinculares traumáticas, lo que será la base para
la intervención posterior.

Respecto al abordaje de graves vivencias de vulneración de derechos como las mencionadas, será nece-

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
sario que para la intervención la modalidad psicosocial se coordine con programas especializados (red
Sename, salud u otros) para favorecer la elaboración de dichas temáticas, así como con la modalidad am-
bulatorio-comunitaria, que incorporará este eje en la rehabilitación del consumo. La coordinación entre
estos equipos será fundamental para organizar objetivos, roles y funciones que privilegien el vínculo con el
sujeto de atención, evitando la sobre-intervención o el no abordaje de estas temáticas por temor a perder
el vínculo con el niño/a o adolescente.

Los objetivos por abordar en este eje serán descritos en detalle cuando se ponga énfasis en los ejes trans-
versales de la intervención integral (modalidad psicosocial y ambulatorio-comunitaria).

Actividades:

• Acompañamiento individual.
• Atención psicológica (de motivación y/o apoyo a programa especializado o de reparación).
• Reuniones de coordinación con redes especializadas (red SENAME, salud, etc.).
• Coordinación con OPD o SENAME: medidas legales.

f) Intervención en el entorno comunitario y las redes

Atender con integralidad todas las facetas del problema exige contar con la intervención coordinada de
todos los agentes que se necesitan para el proceso, o que de hecho constituyen factores del entorno
inmediato del adolescente.

Un actor importante es el entorno barrial y la actitud de los líderes formales o informales que existen en
él. El equipo deberá reconocer si la actitud es de apoyo o bien de reticencia, prejuicio u hostilidad hacia
estos adolescentes y a las acciones del equipo para trabajar una estrategia que incluya a los propios jóve-
nes, con el objetivo de provocar los cambios que se requieran para avanzar en integración y participación
comunitaria de nuestros sujetos.

69
Contar con una comunidad que participa y colabora facilitará este proceso de integración, que implica
para el adolescente construir un sentido de pertenencia y vivir una experiencia de valorización. De igual
manera, este vínculo activo y positivo con una comunidad organizada podrá representar la incorporación
de valiosos y concretos aportes para el trabajo que desarrolla el equipo, especialmente en lo relativo a
locales comunitarios, uso de canchas deportivas, etc.

Utilizar las redes de servicio, sensibilizarlas para que acojan a esta población y se adecuen a sus necesidades
y características constituye un importante trabajo que va más allá de “vincular” a redes.

Es fundamental centrarse en las competencias propias de cada equipo para facilitar la coordinación con las
redes en caso de problemáticas específicas (abuso sexual y maltrato, violencia, etc.), puesto que la comple-
jidad de las problemáticas que presentan estos adolescentes y sus familias hace necesario abordarlas de
manera integral de acuerdo con la especificidad de los programas de intervención. Dada la aprensión de los
equipos por “perder o dificultar” el vínculo con los adolescentes, y el aislamiento propio en el que muchos
trabajan, muchas veces el mismo equipo de intervención psicosocial termina realizando intervenciones en
ámbitos altamente complejos, como los mencionados, que pueden resultar iatrogénicas y perjudiciales
principalmente para el niño/a o adolescente, como también para el propio equipo.

Algunos de los riesgos que se corren son los de invisibilizar y minimizar situaciones de extrema gravedad y
complejidad legal, tales como el abuso sexual, violencia y maltrato grave; encubrir situaciones de adultos y,
a veces, no entregar adecuada protección a niños/as y adolescentes que han estado dispuestos/as a relatar
lo ocurrido.

El trabajo en red está orientado principalmente a lograr la vinculación del proyecto con instituciones
públicas y privadas que intervienen en la comuna y con redes de la comunidad, con el fin de recibir apoyo
para las actividades socioeducativas y coordinación eficaz con los servicios públicos que se requieren.
Igualmente, interesa sensibilizar a instituciones, dirigentes, líderes y comunidad en general respecto a los
objetivos del proyecto, invitándolos a asumir una participación activa en él, superando prejuicios y estig-
matizaciones.

70
Intervención Psicosocial

Otro ámbito del trabajo en red tiene que ver con la articulación y sinergia de recursos necesarios para
la inserción social. En este sentido, éste debe enfocarse a promover la coordinación y asociación de los
recursos existentes en la comuna, de manera de favorecer la oferta de recursos necesarios para el proceso
de re-inserción social del niño/a o adolescente (Fazzolari, 2004)41

Un modelo de intervención integral para esta población requiere de distintos agentes y modalidades de
intervención, que se articulan y coordinan en un circuito que mantiene estrechos lazos y continuidad. El
agente básico es el equipo psicosocial, que idealmente debe tener instalación comunitaria, con la excep-
ción, en lo posible de máxima brevedad, de los adolescentes en conflicto con la justicia, que inician su
proceso psicosocial en condiciones de limitación de libertad. Existe también la intervención psicosocial
reparatoria especializada (proyectos SENAME de maltrato).

La intervención psicosocial, en todo lo relativo a la intervención del consumo, deberá coordinar estrecha-
mente su estrategia y plan de intervención con la red de tratamiento, especialmente con el equipo ambu-

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
latorio-comunitario en drogas o con el equipo de salud más cercano a la comunidad.

Objetivos:

• Vincular al sujeto y/o su familia con las redes de servicios, en especial salud, educación y capaci-
tación, cuando corresponda.
• Restitución de “ciudadanía” del sujeto y/o su familia.
• Identificar recursos comunitarios.
• Promover la articulación y/o trabajo complementario con redes locales: programas de drogas,
salud mental, re-escolarización, capacitación, etc.
• Promover la formalización de acuerdos institucionales con las redes.
• Retomar y favorecer el contacto e inserción con su entono cercano (barrio, familia y/o comuni-
dad, social) a través de actividades de inserción en la propia comunidad.

Actividades:

• Actividades o acciones de inserción, sensibilización y contacto con redes y actores significativos


de la comuna y el sector.
• Regularización de documentación civil: credencial de salud, documentos civiles, etc.
• Reuniones de coordinación institucional.
• Firma de acuerdos institucionales. Ej. con municipio, consultorios; facilitar infraestructura, salas,
programas específicos de deportes, cultura y otros.
• Alianza con autoridades y otros actores vecinales, acuerdos para uso de sedes vecinales, canchas
deportivas, etc.
• Actividades de inserción del niño/a o adolescente en la comunidad: encuentros comunitarios,
actividades deportivas, de construcción o reparación del entorno en conjunto con la comunidad
(plazas, club, sede vecinal).
• Participación activa en la “mesa comunal temática” o infantojuvenil.

71
g) Abordaje del consumo de drogas

Para prevenir el consumo de drogas se requiere reconocer que el uso, abuso y dependencia a las drogas es
un problema social que debe ser evitado. Se asume que el consumo de drogas está asociado a un fenómeno
social complejo y multideterminado, que trae consecuencias personales y sociales. Asimismo, se plantea
que el consumo de drogas no es un comportamiento aislado en la historia de una persona o grupo, sino
que está relacionado con motivaciones, creencias, valores, estereotipos, pautas de comportamiento, condi-
ciones y contextos que pueden ser protectores o representar factores de riesgo. Es un proceso dinámico,
en el cual nos encontramos con diferentes niveles de consumo y variables asociadas.

Por lo tanto, la prevención, función propia de los equipos psicosociales, tiene como propósito reducir la
probabilidad de aparición del problema (uso, abuso o dependencia) y para esto se realizan distintas estra-
tegias preventivas, adecuadas a la situación y al momento en que efectuemos la intervención y a la relación
que cada persona o grupo establece con las drogas.

En la definición de prevención queremos destacar tres conceptos fundamentales:

ANTICIPAR los problemas asociados al consumo de drogas a través de la realización de acciones


que tienden a reducir la probabilidad de aparición de éstos, fortaleciendo los factores protectores
y minimizando los de riesgo;

FORTALECER capacidades o herramientas tanto personales, grupales como del contexto, que per-
mitan comprometerse con estilos de vida saludables.

CONTROLAR los riesgos a los que toda persona se ve sometida a lo largo de la vida. Promocio-
nando en los individuos capacidades de resolución de los conflictos, que les permitan enfrentar y
abordar en forma sana y creativa los problemas, entre ellos el consumo de drogas.

Todo lo anterior implica realizar actividades que fortalezcan y desarrollen habilidades personales y grupa-
les que favorezcan la resistencia al uso de sustancias tóxicas.

Prevenir también significa, en lo personal, la promoción de estilos de vida saludables, desarrollo de actitu-
des, valores y habilidades que favorezcan una vida sana, y en el contexto, el desarrollo de pautas culturales
que valoren la construcción de entornos saludables y libres de drogas.

En esta multidimensionalidad que podemos observar, es posible plantear diferentes objetivos de preven-
ción, los que tienen que ver con la situación de consumo que acontezca o, en otras palabras, con la relación
que se establece con la droga; por ejemplo:

• Prevención del consumo de drogas, evitando el consumo de alcohol, tabaco y cualquier droga de inicio,
especialmente la marihuana, en población que aún no consume.
• Prevención del consumo precoz, es decir, retardar la edad de inicio,
• Prevención del consumo abusivo de drogas.
• Prevención de la dependencia a las drogas.
• Prevención del daño asociado al uso de drogas.
• Prevención del ingreso al microtráfico.

72
Intervención Psicosocial

En cuanto al abordaje de drogas relacionado con el tratamiento


del consumo, función del programa ambulatorio-comunitario, es
importante considerar el enfoque o marco conceptual para en-
tender cómo se interviene el consumo de drogas en la población
en vulnerabilidad social. Respecto a esto, la Estrategia Nacional de
Drogas 2003-2008 contempla los siguientes aspectos necesarios de
incorporar en el abordaje:

• Todo tratamiento tiene como fin el desarrollo integral de la


persona, aspirando al mayor bienestar, desarrollo y salud posi-
bles. Además de la abstinencia.
• Todos los modelos actualmente utilizados admiten la recaída
como parte del tratamiento, y abordan asociación con con-
ductas de riesgo.
• Además, se plantean objetivos intermedios en que la reduc-

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
ción de daños es uno de ellos.

Cuando existe dependencia y condiciones de mayor complejidad


(desmotivación, fracasos reiterados, tratamientos sin resultado,
etc.), si bien es importante lograr el mayor bienestar, desarrollo y salud posible, en algunos casos es ne-
cesario plantearse objetivos intermedios, como bajar el consumo mientras se fortalece el vínculo con el
sujeto y postergar este tema hasta ganar confianza, velando por disminuir situaciones de riesgo asociadas
al consumo (sexualidad responsable, y otras conductas de riesgo).

Por esta razón, la “reducción de daños” puede ser un objetivo intermedio, como fase de un proceso, o adicio-
nal al proceso de tratamiento. Esto es especialmente efectivo para abordar problemas de abuso y dependen-
cia de drogas con población en alta vulnerabilidad social, y con aquellos que no están preparados todavía para
adherir a programas preventivos o de tratamiento de drogas (principio de espera) (CONACE, 2004).

El abordaje de drogas como eje de la intervención, y específicamente cuando se trata de consumo proble-
mático o en niños, constituye la tarea central del equipo de tratamiento (programa ambulatorio-comuni-
tario), por lo que deberá ser abordado en profundidad por este equipo. Si bien este ámbito constituye la
intervención específica en drogas del equipo clínico, la intervención del equipo psicosocial será fundamen-
tal para apoyar, fortalecer y consolidar los logros en este ámbito, teniendo un especial énfasis en lo que se
refiere a desarrollar estrategias de motivación y reconocimiento del problema en un primer momento, y
en el apoyo al tratamiento y prevención de recaídas posteriormente, por constituirse en la figura resiliente
y de vinculación en terreno con el niño/a o adolescente a lo largo de todo el proceso.

73
Objetivo

• Evaluación del consumo de drogas, en conjunto con equipo ambulatorio-comunitario: tipo de


droga, nivel de consumo, historia del consumo, patrón de consumo, sentido del consumo (por
qué y para qué).
• Fortalecer valores, actitudes, conocimientos y habilidades para comprometerse con estilo de vida
saludable y desarrollar una actitud crítica frente al consumo basada en evidencias (prevención)
• Prevención del consumo de drogas, evitando el consumo de alcohol, tabaco y cualquier droga de
inicio, especialmente la marihuana, en población que aún no consume.
• Prevención del consumo precoz, es decir, retardar la edad de inicio;
• Prevención del consumo abusivo de drogas, de la dependencia, y del daño asociado al uso de
drogas.
• Prevención del ingreso al microtráfico.
• Favorecer la sensibilización y problematización respecto al consumo de drogas, de acuerdo con
las características del consumo que presente, en coordinación con equipo ambulatorio-comuni-
tario (u otro).
• Favorecer la motivación para ingreso a tratamiento de drogas, cuando corresponda, en coordina-
ción con equipo ambulatorio-comunitario (u otro).
• Apoyar y favorecer el proceso de tratamiento de drogas, cuando corresponda, y en coordinación
con equipo ambulatorio-comunitario, principalmente en prevención de recaídas.
• Cuando no exista adulto significativo, constituirse, en lo posible, en el tutor resiliente del niño/a
o adolescente que lo acompañe a lo largo de todo el proceso de re-inserción social y de trata-
miento (cuando corresponda)

Actividades: prestaciones

- Evaluación inicial de drogas (sospecha diagnóstica).


- Desarrollo de actividades y/o talleres preventivos de drogas u otros.
- Reunión de coordinación con equipo ambulatorio-comunitario para confirmación diagnóstica y
evaluar ingreso al programa.
- Elaboración conjunta de diagnóstico integral, junto con equipo ambulatorio-comunitario. Diseño
en conjunto del PII
- Talleres de sensibilización en la temática de drogas u otras asociadas.
- Estrategias de motivación y preparación al tratamiento, en coordinación con equipo ambulato-
rio-comunitario.
- Reuniones de coordinación y supervisión clínica con equipo ambulatorio-comunitario (casos in-
gresados a tratamiento) y/u otros proyectos de tratamiento (Residencial, Desintoxicación, etc.).
- Estrategias de apoyo al tratamiento, prioritariamente en prevención de recaídas.
- Acompañamiento individual en el contexto, en la etapa de seguimiento del tratamiento del con-
sumo: apoyo y acompañamiento en la mantención de la suspensión del consumo.
- Evaluación conjunta con equipo ambulatorio-comunitario del egreso del programa de tratamien-
to de drogas.

74
Intervención Psicosocial

Para aquellos niños/as o adolescentes que requieran de un tratamiento de drogas, los ejes transversales del
abordaje de drogas, compartidos por el programa psicosocial y el ambulatorio-comunitario, se describirán
a continuación. La intervención integral en drogas debiera contemplar una integración entre el abordaje
clínico del ambulatorio-comunitario y el abordaje psicosocial.

Ejes de la intervención integral del tratamiento de drogas

El proceso de intervención integral del consumo de drogas para esta población se desarrolla a lo largo de
las distintas modalidades de atención: intervención psicosocial, reparatoria (red SENAME), intervención
ambulatorio-comunitaria, residencial y/o desintoxicación cuando se requiera. La intervención integral abar-
ca ejes generales que se abordan a lo largo de todo el proceso de las modalidades de atención, contem-
plándose cuatro ejes que son transversales y que deberán abordarse de manera gradual y sucesiva en el
tiempo, con objetivos y estrategias que aportarán los equipos según el tipo de intervención y su función

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
específica en el proceso de reinserción social y rehabilitación de drogas del niño/a o adolescente.

Específicamente en relación con la modalidad ambulatorio-comunitaria, el abordaje de estos ejes de in-


tervención y los objetivos terapéuticos deberá realizarse en estrecha coordinación y complementariedad
con la intervención que realice el equipo psicosocial y/o especializado de SENAME, por lo que si bien se
apunta al cumplimiento y abordaje de estos mismos ejes generales, los objetivos específicos y estrategias
metodológicas variarán de acuerdo con los roles y funciones de ambos equipos.

En este sentido, el rol del equipo ambulatorio-comunitario se centrará en la intervención clínica en terreno
del consumo de drogas. Asimismo, tendrá también el rol de articular y coordinar al equipo psicosocial y/o
especializado con otros agentes de salud (Ej. ingreso a programa residencial, diagnóstico y tratamiento en
patología dual, etc.) cuando se requiera otro tipo de evaluación o intervención clínica.

En este proceso de articulación e intervención integral y complementaria, el equipo psicosocial y/o espe-
cializado de SENAME será el que realice el apoyo y seguimiento al sujeto a lo largo de todo el proceso de
intervención de drogas inserto en el proceso de reparación y reinserción social.

En la modalidad de intervención psicosocial y/o especializada del SENAME estarán todos aquellos equipos
que intervienen en el ámbito psicosocial: proyectos psicosociales CONACE, proyectos de primera inter-
vención o prevención de SENAME (CT, OPD, CIJ, etc.) o programas especializados de SENAME (proyectos
ESCI, proyectos para Niños de la calle, Inimputables, Maltrato grave y Abuso sexual, proyectos PIA, etc.),
e instituciones colaboradoras y/o ONG que laboran con población de niños/as y adolescentes en vulne-
rabilidad social, cuyo objetivo es trabajar la intervención psicosocial, socioeducativa y/o de reparación o
especializada para favorecer la re-inserción en un proceso gradual y sistemático.

La intervención complementaria entre ambos equipos, psicosocial y/o especializado y ambulatorio-comu-


nitario, se iniciará desde la fase de vinculación, diagnóstico psicosocial y diagnóstico clínico en drogas, la
motivación al tratamiento, la intervención clínica en drogas y la inserción socio-educacional. En estas fases
ambos equipos deberán complementarse desde sus propios ámbitos de intervención para el cumplimiento
de los objetivos del proceso de reinserción social.

75
Es importante mencionar que en este proceso de intervención terapéutico integral la intervención en
droga irá de lo más general (desarrollada principalmente por el equipo psicosocial y/o especializado) a lo
más específico (equipo clínico en drogas). De esta forma, los objetivos relacionados con el desarrollo y
las tareas evolutivas y la inserción social serán trabajados principalmente por el programa psicosocial y/o
especializado, con apoyo del equipo clínico, y los objetivos de reparación (ligado al consumo) y de abor-
daje de drogas serán trabajados principalmente por el programa ambulatorio-comunitario, con apoyo del
equipo psicosocial y/o especializado.

Los ejes generales del proceso de intervención terapéutico integral que realizará el equipo clínico, en
coordinación con el psicosocial y/o especializado, pueden describirse en cinco ámbitos generales con sus
respectivos objetivos terapéuticos:

a) Desarrollo socio-emocional y tareas evolutivas

En este eje, la intervención terapéutica se centrará en lo que se refiere al desarrollo de las etapas y tareas
evolutivas en la que se encuentre el niño/a o adolescente, incorporando la mirada desde el enfoque de la
adolescencia en el proceso terapéutico.

En esta población, la intervención deberá estar centrada también en el desarrollo de habilidades, competen-
cias, actitudes y valores como parte del desarrollo integral, concentrándose en rescatar los recursos y carac-
terísticas resilientes desarrolladas por estos niños/as y adolescentes, más que en las carencias y fracasos.

En este ámbito, la intervención del equipo psicosocial y/o especializado aportará al proceso terapéutico
integral en la medida en que las nuevas experiencias de logro, aceptación e inserción del niño/a o adoles-
cente apunten a fortalecer, apoyar y desarrollar el logro de los objetivos en esta área. La intervención del
equipo ambulatorio-comunitario apuntará a fortalecer la intervención del equipo psicosocial y/o especia-
lizado desde su propia especificidad en el abordaje clínico y de psicoterapia o tratamiento propiamente
tal, a través de estrategias psicoterapéuticas que apoyen en el logro de este ámbito relacionado con la
rehabilitación del consumo de drogas.

Algunos objetivos terapéuticos específicos que debieran contemplarse en el proceso terapéutico que se
realizará en este ámbito son:

• Desarrollo y consolidación del proceso de identidad: reconstrucción de la identidad a partir de la resig-


nificación, desde la identidad “transgresora” y de calle”, al desarrollo de una identidad que incorpore
nuevas facetas y experiencias positivas de integración social. Esto apunta a un proceso de cambio en
la identidad, la cual se irá fortaleciendo y consolidando a través de cambios en la autoestima, autoima-
gen, confianza básica y autoeficacia. En este aspecto, será fundamental favorecer una identidad positiva
desde la resignificación y sentido que tiene el consumo de drogas y vida de calle en la vida del niño/a o
adolescente.

76
Intervención Psicosocial

• Desarrollo de una autoestima y autoimagen positivas: fundamental para el proceso de construcción y con-
solidación de la identidad personal en esta población, como fundamental para paulatinamente ir abor-
dando la temática del consumo de drogas en el proceso de construcción de una nueva autoimagen.

• Favorecer el proceso de individuación, autonomía e integración al grupo de pares: centrado principalmente


en la necesidad de pertenencia e identificación al grupo, poniendo énfasis en que la satisfacción de
estas necesidades no pase necesariamente por el consumo de drogas y conductas trasgresoras, con-
ductas asociadas principalmente a esta población.

• Favorecer el desarrollo de habilidades y competencias asociadas con la resiliencia: en esta población habrá
que identificar, reconocer y rescatar aquellos recursos y habilidades desarrollados como estrategias
de sobrevivencia en estos niños (capacidad de adaptación, integración a sus pares y propias normas de
grupo, estilos de relación desarrollados en el grupo, sentido del humor, etc.) y aquellas habilidades que
pudieran ser potenciadas en el proceso de integración social (actividades de riesgo, deporte, artísticas,

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
etc.).

• Favorecer el desarrollo de un proyecto de vida: para esta población, deberá centrarse en el logro de me-
tas a corto y mediano plazo (concretas y medibles en el tiempo), con mirada a largo plazo, que sean
adecuadas a sus necesidades y realidad, y que tengan sentido y significado en el proceso de recons-
trucción e integración de su historia vital.

Estos objetivos se realizarán complementariamente por ambos equipos:

• En el equipo psicosocial y/o especializado se desarrollarán fuertemente intervenciones focali-


zadas a partir de las estrategias y actividades psicológicas, sociales, psicosociales y psicoeducativas,
que entregarán al niño/a o adolescente nuevas experiencias positivas y de logro, apuntando a la
reconstrucción de la identidad, autoestima, desarrollo de habilidades sociales y competencias, vincu-
lación con la familia y desarrollo de un proyecto de vida.

• En el equipo ambulatorio-comunitario, estos objetivos también serán abordados en la psico-


terapia o tratamiento, a partir de herramientas y estrategias psicoterapéuticas que fortalezcan el
desarrollo y construcción de la identidad, autoestima, integración al grupo de pares y nuevas habili-
dades adquiridas, poniendo énfasis también en la intervención terapéutica con la familia y desarrollo
de un proyecto de vida como parte de la psicoterapia, enmarcados en la intervención ligada a la
rehabilitación del consumo de drogas (cuando corresponda).

b) Inserción social

Este objetivo general deberá abordarse en profundidad a partir de la intervención del equipo psicosocial
y/o especializado, en donde la intervención del equipo ambulatorio-comunitario estará centrada en apoyar
y fortalecer aquellas áreas de la personalidad que favorezcan este objetivo. Puntualmente, el equipo clínico
ambulatorio-comunitario podrá apoyar en cuanto a la evaluación clínica de ciertas áreas (psicodiagnóstico)
que se requiera y/o apoyar en la inserción a la escuela como referente clínico o psicoterapéutico.

77
Dentro de este eje se pueden mencionar los siguientes ámbitos:

• Ámbito educacional

Si bien este es un objetivo propio del equipo psicosocial y/o especializado, la intervención del equipo
ambulatorio-comunitario estará destinada a favorecer el proceso de integración educacional, con
alternativas adecuadas a las características y necesidades del sujeto: nivelación escolar, recuperación
de estudios, integración a la educación formal, re-escolarización, etc. Dentro de este ámbito se pue-
den mencionar dos objetivos específicos:
– Desarrollar y reforzar hábitos de estudio y habilidades cognitivas relacionadas con el proceso de
aprendizaje.
– Evaluar y fortalecer las áreas relacionadas con el aprendizaje e integración escolar que presenten
retraso o trastornos asociados: trastornos de aprendizaje, retraso pedagógico, déficits cognitivos o
intelectuales, etc.

• Ámbito socio-ocupacional y/o laboral (cuando corresponda)

Este ámbito también es de competencia del equipo psicosocial y/o especializado, por lo que la inter-
vención del equipo ambulatorio-comunitario estará destinada a favorecer el proceso de inserción al
ámbito laboral, de acuerdo con las características, edad y necesidades del sujeto: capacitación, cono-
cimiento e integración a alternativas laborales en las redes locales, etc. Esto también contempla un
objetivo específico relacionado con:
– Favorecer el desarrollo de hábitos y habilidades relacionadas con la integración al ámbito laboral.

c) Reparación del daño psicosocial

Si bien este objetivo terapéutico también deberá desarrollarse a partir de la intervención complementaria
entre el equipo psicosocial y/o especializado y el ambulatorio-comunitario, este último equipo podrá ser el
que aborde en profundidad el logro de los objetivos relacionados con la reparación del daño psicosocial,
como parte de la intervención psicoterapéutica contemplada en la rehabilitación del consumo de drogas.
El equipo psicosocial y/o especializado aportará a este objetivo desde la intervención psicológica y social
y socio-educativa, a partir de la experiencia reparadora de la construcción del vínculo y las nuevas expe-
riencias positivas de logro e integración, que serán parte fundamental también para la reparación de las
vivencias de daño.

Este eje deberá estar incorporado en el proceso terapéutico o tratamiento del consumo del niño/a o
adolescente. Por ello, el equipo clínico ambulatorio-comunitario deberá coordinarse con otros equipos
clínicos especializados que pudieran aportar, apoyar o profundizar en el proceso terapéutico o de tra-
tamiento de acuerdo con su ámbito especializado de intervención y de acuerdo con la problemática de
mayor complejidad que sea necesario intervenir (proyectos especializados en reparación por explotación
comercial sexual infantil-adolescente o ESCI, proyectos de Reparación en Maltrato Grave y Abuso Sexual,
etc.). Si un niño/a o adolescente fuera sujeto de atención de otro programa de intervención (Programas
ESCI, de Reparación de Maltrato y/o Abuso, entre otros), estos objetivos no serán necesarios de profundi-
zar en el abordaje psicoterapéutico del equipo ambulatorio-comunitario, pero sí incorporados a la mirada
de reparación y rehabilitación del consumo de drogas.

78
Intervención Psicosocial

Asimismo, los objetivos terapéuticos de este eje serán definidos


de acuerdo con el diagnóstico clínico y psicológico y social que
se haga del sujeto previamente. Esto es de vital importancia para
evitar la sobre-intervención y victimización secundaria que pue-
den vivir estos niños/as y adolescentes. Si hay temáticas de grave
vulneración de derechos que presenta el sujeto (maltrato, abu-
so, violencia intrafamiliar, etc.), será necesario saber si han sido
intervenidas anteriormente por otro programa de intervención
o reparación, de qué forma, y los logros obtenidos. Esto dará la
pauta para saber qué temáticas de todas las que presenta el sujeto
deben ser intervenidas en profundidad por el equipo ambulatorio-
comunitario como parte del proceso psicoterapéutico, o referidas
a otros programas especializados. Si esto fuera así, será necesario
que la intervención clínica del equipo ambulatorio-comunitario

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
considere estas temáticas, no para tratarlas en profundidad, sino
como parte del enfoque de reparación y rehabilitación del con-
sumo.

Algunos objetivos terapéuticos específicos de este eje, que debiera incorporar el equipo ambulatorio-co-
munitario en la rehabilitación del consumo, con apoyo del psicosocial y/o especializado, son:

• Favorecer la recuperación de la confianza básica personal (o creación de ella): en estos niños/as y ado-
lescentes es fundamental por las graves situaciones de vulneración que han vivido, por lo que la
construcción de un vínculo seguro y de aceptación incondicional (con límites adecuados) permitirá ir
paulatinamente reparando las áreas de la personalidad que se han visto deterioradas por las experien-
cias primarias de rechazo, desprotección y abandono. Esto será fundamental para lograr trabajar los
aspectos terapéuticos posteriores del proceso de intervención, y estará dado especialmente a partir
de la intervención del equipo psicosocial y/o especializado y de las nuevas experiencias positivas y de
logro adquiridas.

• Favorecer la elaboración de las vivencias traumáticas en la historia vital del niño/a adolescente: como parte
del proceso terapéutico asociado al consumo de drogas, será fundamental en esta población abordar,
elaborar y resignificar las vivencias asociadas a las problemáticas que llevan a estos niños/as y adoles-
centes a vivir en situación de o en la calle y al consumo de drogas. Dentro de estas pudieran estar:
vivencias de abandono, desprotección, negligencia parental, rechazo, violencia intrafamiliar, maltrato,
abuso sexual y/o comercio sexual, etc. En el caso de estas últimas problemáticas de mayor gravedad,
si bien son abordadas por los programas de reparación del SENAME (proyectos ESCI, de Reparación
en Maltrato Grave, etc.), es importante coordinarse con estos equipos especializados para incorporar
esta mirada como parte de la resignificación necesaria para la rehabilitación del consumo.

• Favorecer la elaboración de los sentimientos, percepciones y cogniciones asociadas a estas vivencias traumá-
ticas: será necesario trabajar los sentimientos y cogniciones que comúnmente presentan los niños/as
y adolescentes que viven este tipo de situaciones. Dentro de estas se puede mencionar:

– Trabajar la desculpabilización: tienden a sentirse culpables y responsables por las vivencias de re-

79
chazo, abandono, consumo de drogas, vida de calle, u otras
(violencia, maltrato y/o abuso sexual) que pudieran haber
vivido a lo largo de su historia. Es importante que se reco-
nozcan como víctimas de las situaciones de vulneración de
derechos que han vivido y que los han llevado al consumo
de drogas.

– Poner la responsabilidad en quien corresponde: favorecer


la cognición y comprensión respecto a que la responsa-
bilidad de las vivencias de maltrato o desprotección que
han vivido no está en ellos, sino en quienes no pudieron
protegerlos en el momento adecuado. Esto tendrá rele-
vancia al momento de resignificar las conductas asociadas
al consumo de drogas y vida de calle como consecuencia
de ello.

– Favorecer la resignificación y comprensión de su historia vital en el contexto familiar y social en el


que se han desarrollado, dándoles sentido a las conductas y estrategias de sobrevivencia que han
desarrollado como consecuencia de esto: consumo de drogas, deserción de la escuela, problemas
o desvinculación con la familia, vivencia de calle, problemas de infracción a la ley, etc.

• Favorecer la conexión emocional y expresión de emociones y sentimientos asociados a las vivencias traumá-
ticas en su historia vital: en estos niños/as y adolescentes cobra especial importancia, puesto que la
desconexión emocional ha formado parte de una estrategia de sobrevivencia frente al dolor vivido.
Los sentimientos de pena, rabia, impotencia, dolor, tienden a dirigirlos y expresarlos hacia sí mismos
y su entorno cercano en conductas generalmente de autoagresión o transgresión a otros. Esto será
importante incluirlo en el abordaje de drogas desde la resignificación y del sentido del consumo y
vivencia de calle y desarrollo de nuevas estrategias de sobrevivencia.

• Favorecer el desarrollo de habilidades cognitivas y sociales relacionadas principalmente con el aprendizaje de


resolución de conflictos y estilos de relación no violentos: la impulsividad, la agresividad y violencia como
estrategias de sobrevivencia son importantes de trabajar en el contexto de reparar y aprender estilos
de relación más adecuados con el medio y su entorno. Especialmente importante de incorporar en el
enfoque de drogas en relación con el grupo de pares.

• Desarrollar estrategias de autocuidado: en esta población estarán enfocadas principalmente en tomar


conciencia acerca de las situaciones de riesgo a las que están expuestos en la vivencia de calle y con-
sumo de drogas, y a desarrollar y aprender estrategias de autocuidado respecto a diversas situaciones
de riesgo como son el consumo de drogas, abuso y/o comercio sexual, estilos de relación violentos,
conductas de transgresión de la ley, cuidado de salud, nutrición en el niño/a o adolescente, etc.

• Promover el proceso de restitución de los derechos gravemente vulnerados (ámbito legal): en este aspecto,
será necesario coordinarse con los equipos psicosociales y/o especializados, puesto que es un objeti-
vo que abordan estos equipos, por lo que la coordinación servirá también para recoger información

80
Intervención Psicosocial

respecto a las medidas legales o de protección que tengan estos niños/as y adolescentes. En aquellos
casos en que no existan, habrá que coordinarse con los equipos de los programas psicosociales
y/o con los organismos judiciales (Tribunales, Corporación de Asistencia Judicial, Fiscalía, etc.) para
promover que se lleven a cabo las medidas necesarias en caso de que existan situaciones de riesgo
asociadas al consumo de drogas (Ej. violencia intrafamiliar, maltrato, abuso y/o comercio sexual in-
fantil, etc.) Esta coordinación pasa también por referir y complementar la intervención con aquellas
instituciones especializadas en el abordaje de estas problemáticas (programas de explotación sexual
comercial infantil, niños/as inimputables, programas de Reparación de Maltrato Grave y Abuso).

d) Abordaje de drogas

Si bien este en ámbito corresponde la intervención específica en drogas del equipo clínico, la interven-
ción del equipo psicosocial será fundamental para apoyar, fortalecer y consolidar los logros poniendo un

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
especial énfasis en lo que se refiere a desarrollar estrategias de sensibilización y problematización del
consumo, motivación al tratamiento y en la prevención de recaídas posteriormente, por constituirse en
el apoyo, figura resiliente y de vinculación en terreno con el niño/a o adolescente a lo largo de todo el
proceso.

Dentro de este ámbito del equipo clínico se pueden mencionar los siguientes objetivos, abordados en
conjunto con el equipo psicosocial:

• Desarrollar estrategias de sensibilización y problematización del consumo: para iniciar un proceso de


motivación con el sujeto, será necesario primero que el equipo ambulatorio-comunitario pueda
desarrollar acciones de asesoría, capacitación y/o formación en drogas a los equipos psicosociales
y/o especializados, así como acciones desarrolladas a compartir y complementar las visiones y enfo-
ques que ambos equipos pudieran tener respecto a las problemáticas que presentan estos niños/as
y adolescentes. Esto, puesto que la sensibilización y problematización del consumo pasa también por
reflexionar en conjunto, compartir y profundizar entre los equipos respecto al enfoque de drogas y
el proceso de intervención.

81
Dos objetivos centrales se plantean con respecto a la motivación por realizar en esta población:

a) Iniciar la motivación a partir de la construcción del vínculo que haya desarrollado el equipo
psicosocial y/o especializado, y de acuerdo con la problemática del consumo que presente el
sujeto.

b) Definir, acordar y desarrollar las estrategias de sensibilización, problematización y motivación al


tratamiento, a partir de la evaluación e intervención conjunta de ambos equipos, donde el equipo
psicosocial será el referente significativo que apoye al niño/a o adolescente, y el que retroalimen-
tará en un diálogo permanente al equipo clínico respecto a los tiempos adecuados, necesidades y
oportunidades que presente el niño/a o adolescente, especialmente en relación con nuevos inte-
reses o motivaciones que puedan servir de enganche para posteriormente trabajar el consumo,
como un problema que dificulta el llevar a cabo sus nuevas metas en el proceso de inserción.

Respecto a las estrategias de motivación al cambio, Prochaska y Di Clemente (1983) aportan en este
ámbito con los estadios o fases de motivación al cambio (pre-contemplación, contemplación, preparación,
acción y mantención) que se han desarrollado en el tratamiento con adultos. Sin embargo, hay que conside-
rar que estas etapas pudieran presentar dificultades al momento de aplicarse en adolescentes debido a que
las habilidades cognitivas y afectivas necesarias para la consolidación de estos estadios se encuentran en
pleno desarrollo durante la adolescencia. Además, la motivación estará teñida también por otras variables
que no son individuales, sino que propias del contexto de vulnerabilidad social en el que se encuentra el
niño/a o adolescente, que dificultan aún más un proceso de motivación, puesto que la droga es utilizada
muchas veces como una estrategia de sobreviviencia más. Por lo tanto, la mirada desde el modelo de los
estadios de motivación al cambio deberá adaptarse al enfoque de la adolescencia en vulnerabilidad social
y a las características propias del sujeto en su contexto.

De igual modo, será importante incorporar también el enfoque de las necesidades de A. Maslow (1954)
respecto a la jerarquía de necesidades que existen y que son esenciales en el desarrollo del ser humano,
en relación a lograr satisfacer en primer lugar necesidades más urgentes que presentan estos niños/as y
adolescentes, puesto que el consumo de drogas podrá abordarse en la medida en que se suplan las caren-
cias básicas que la droga pasa a sustituir (necesidades fisiológicas, de seguridad, vínculo y sentimientos de
pertenencia, estima social, etc.).

• Disminución y suspensión del consumo: la meta u objetivo general es favorecer un proceso que vaya desde
una reducción a la eliminación del consumo, a partir de los criterios de evaluación inicial que se hayan
realizado, incidiendo fundamentalmente en los siguientes objetivos específicos:

– Seguimiento de los posibles desajustes orgánicos ocasionados por el consumo de drogas y pérdida
de hábitos de salud (alimentación, sueño, higiene) y recuperación de su equilibrio físico.
– Sensibilización y problematización de su situación respecto al consumo que están realizando y de-
sarrollo de una actitud crítica respecto a las drogas y su consumo.
– Tratamientos farmacológicos dirigidos al sujeto con consumo problemático de drogas (sí se estima
necesario).
– Dotar de conocimientos objetivos sobre las drogas y las conductas de consumo: información sobre el

82
Intervención Psicosocial

síndrome de abstinencia y trabajo sobre los miedos (sí se


estima necesario). Reducción de ansiedad.
– Negociación con el sujeto para aceptar el control fami-
liar, o de la figura vincular significativa y/o tutor resiliente
y/o equipo a su cargo.

Hay que dar prioridad a la flexibilidad, tratando de distanciar-


se de planteamientos rígidos en los cuales la utilización de
drogas es inadmisible y en donde el objetivo sea la abstinencia
total, sin considerar esta en el contexto de un proceso. El
modelo debe contemplar propuestas que tengan que ver con
la consecución de objetivos intermedios; por ejemplo, dismi-
nución de consumo, luego eliminación del consumo.

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
Obviamente, los objetivos que se planteen dependerán de
numerosas variables: drogas consumidas, frecuencia y dura-
ción del consumo, grado de deterioro orgánico del sujeto,
conciencia e interés por superar sus problemas, demandas del sujeto, grado de conflictividad familiar
provocado por el consumo, etc.

• Prevención de recaídas: permitir al adolescente, principalmente, aprender a reconocer los signos tempra-
nos de la recaída y desarrollar estrategias de evitación y enfrentamiento que pongan en juego nuevas
habilidades o refloten habilidades perdidas, a fin de evitar que aquellas acontezcan. Es necesario, por lo
tanto, entregar herramientas al sujeto para la detección de las situaciones de alto riesgo y generación
de alternativas de afrontamiento ante estas situaciones: trabajando las recaídas como parte del proceso
y como algo que posiblemente vaya a suceder.

Se debe tomar en cuenta que en esta población las conductas trasgresoras tienden a ser una regla más
que una excepción, y por lo tanto la coordinación entre lo clínico y lo psicosocial en este objetivo es
fundamental.

• Intervención en crisis: la o las crisis se pueden definir como estados temporales de trastorno y/o des-
organización, caracterizados principalmente por la incapacidad del individuo o de sus familiares y/o
figuras vinculares para abordar situaciones que por lo general son particularmente desestructurantes,
utilizando métodos habituales para la solución de problemas o conflictos, pudiendo obtener un resul-
tado que habitualmente resulta negativo para el individuo y su entorno. Casi siempre, en esta población
la resolución de problemas se realiza a través de conductas de transgresión o violencia que pueden
producir daño a terceros o a ellos mismos.

Por lo tanto, es necesario tener en cuenta que estas situaciones de crisis pueden presentarse en los
momentos más inesperados, debiendo tener tanto el equipo clínico como psicosocial y/o especializado
estrategias claras de intervención. Si bien es importante contar con estas estrategias de intervención
en la crisis misma, es necesario, idealmente, evitar que éstas se presenten. Por lo tanto, se sugiere tener
en cuenta ciertos signos o señales que puedan hacer que el o los equipos logren darse cuenta.

83
El conflicto familiar, cuando existe, puede añadir estrés individual, por lo
que será necesario evaluar los factores del contexto cercano que pudie-
ran influir en la aparición de crisis ligadas al consumo. En relación a esto,
generalmente la agresión o violencia entre los miembros de la familia ha
sido modelada como aceptable. Se debe recordar que los niños, niñas
y adolescentes en vulnerabilidad social con consumo de drogas, en la
mayor parte de los casos, han sido víctimas de abusos o negligencia por
parte de algún familiar o cercano a la red familiar.

En la intervención en crisis se plantean algunas etapas y estrategias de ma-


nejo que pueden orientar a los equipos que intervendrán. Para prevenir
posibles crisis que pudieran producirse en el sujeto, es necesario que ambos equipos, el ambulatorio-co-
munitario y el psicosocial, desarrollaen las siguientes estrategias antes de que se origine una crisis:

Apoyo

a) Establecer contacto. Sobre todo cuando el sujeto ha perdido parcial o totalmente el contacto con el
equipo clínico. De este modo, es de gran ayuda la coordinación del ambulatorio-comunitario con el
equipo psicosocial y/o especializado respectivo debido a que este primer contacto estará sustentado
en la base de trabajo vincular que se haya hecho previamente con el sujeto.

b) Contener y relajar. Acoger, tranquilizar y relajar al individuo es fundamental para que desaparezcan las
conductas auto o heteroagresivas, o bien la sintomatología neurovegetativa (que da origen a la ansiedad
o angustia), que en muchas oportunidades es perpetuante de la crisis.

c) Dar seguridad / confianza. Plantear que la resolución de la dificultad que gatilla la crisis es algo que se
intentará resolver en el seno de la confianza, respeto y confidencialidad que ya se ha establecido con
el equipo.

Relación de ayuda

Establecer que lo que se está logrando hacer con él es construir en conjunto una salida a la dificultad
generadora de desorganización y desestructuración somática y mental.

Las etapas previas serán importantes de desarrollar con el sujeto a modo de generar un vínculo que
permita prever y/o atenuar la aparición de alguna crisis. Sin embargo, puede haber ocasiones en que la
intervención en crisis se origine a partir de una situación inesperada y en un contexto emocional adverso
(alta angustia, ideación o intento suicida, crisis de pánico, descontrol, impulsividad, etc.) En este caso, la
intervención apuntará a:

Intervención en crisis

a) Consolar y contener emocionalmente, utilizando técnicas cognitivas o conductuales que permitan que
el individuo se sienta contenido y capaz de organizarse y estructurarse en sus emociones, cogniciones
y conductas. Intentar relajar, calmar la angustia y/o ansiedad es fundamental en un primer momento.

84
Intervención Psicosocial

b) Contener farmacológicamente, en caso de que la contención emocional no haya logrado dar efecto y
el individuo esté en situación de riesgo para él y para terceros.

c) Generar alternativas: una vez que el individuo logre calmarse, sienta que lo que se ha hecho hasta ahora
es en su propio beneficio y/o de su familia y/o figura vincular. Se trabajan alternativas de solución al
problema particular presentado poniendo énfasis en lo aprendido hasta ahora (cuando se trata de un o
una joven que está en tratamiento) con respecto a las distintas estrategias de resolución de problemas
que se han trabajado previamente.

d) Construir esperanza.

Centrar al sujeto

a) Identificar las partes más fuertes de su personalidad (habilidades, recursos materiales y sociales) que

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
permitan ver esta crisis desde una perspectiva positiva, maximizando los éxitos y minimizando los
fracasos.

b) Revisar experiencias de crecimiento personal y logros, que ya se han tenido en el itinerario de inter-
vención.

c) Recordar experiencias “cumbre” que han logrado ser resueltas en forma favorable, aprendiendo de
aquellas en que ha sido necesario asumir un costo.

Reconducir

a) Referir a otro servicio, sobre todo si se ha hecho intervención farmacológica, y el sujeto se ha auto-
provocado algún daño o éste ha afectado a un tercero, requiriendo en estos casos la derivación a una
unidad de urgencia.

b) Asumir el caso: Tanto el equipo ambulatorio comunitario como el psicosocial y/o especializado de-
berán informarse y coordinarse con lo sucedido al individuo, al equipo y a la familia o figura vincular
presente. Esto permitirá, a futuro, prevenir nuevas situaciones de crisis, estableciendo en lo individual
cuáles serían eventualmente los elementos que provocarían una situación de crisis.

• Reducción de daños asociados al consumo: Es importante recordar que muchos adolescentes que viven
en condiciones de vulnerabilidad social presentan consumo, y un porcentaje menor lo hace en alto
riesgo.

En este caso, es necesario considerar las consecuencias biopsicosociales que puedan estar ligadas a un
consumo de alto riesgo, las patologías físicas y psiquiátricas que se derivan del deterioro como secuela
de un alto nivel de consumo. Esto, especialmente si se trata de niños, niñas y adolescentes en los cuales
el aparato mental se encuentra en pleno desarrollo y modificaciones. La droga, por lo tanto, resulta
tóxica, y tendrá mayores daños si a esto se le asocian aspectos tales como: desnutrición, estados mórbi-
dos generales (infecciones, patologías gastrointestinales y respiratorias), desamparo y otras situaciones
de contexto que resultan igualmente tóxicas, tales como maltrato o abuso sexual, entre otros.

85
Tratamiento clínico en drogas: Articulación modalidad psicosocial
y modalidad de tratamiento ambulatorio-comunitaria

Se describen a continuación las etapas de intervención clínica en drogas, desarrolladas principalmente por
la modalidad ambulatorio-comunitaria, en coordinación con modalidad psicosocial.

FASES DE LA INTERVENCIÓN Equipo Involucrado


CLÍNICA EN DROGAS

Ingreso y diagnóstico: El equipo psicosocial inicia la vinculación y realiza la sos-
- Primer contacto y vinculación pecha diagnóstica. El equipo ambulatorio-comunitario se
- Pesquisa y sospecha diagnóstica incorpora en la coordinación para la referencia, realizando
- Coordinación para la referencia la confirmación a la sospecha inicial de drogas, evaluando
- Confirmación de la sospecha la pertinencia del ingreso al Programa Ambulatorio-Co-
- Acogida y Vínculo munitario que pudiera requerir este tratamiento, o la re-
- Diagnóstico Integral ferencia a otra modalidad.

- Estructuración del P.T.I. Equipo clínico ambulatorio-comunitario inicia acercamien-


to y vinculación con el sujeto en el contexto, junto con
equipo psicosocial. Elabora diagnóstico integral, a partir
del diagnóstico clínico en drogas, y el diagnóstico biopsi-
cosocial, en conjunto con equipo psicosocial.
Se desarrolla el P.T.I. en conjunto.

Tratamiento y rehabilitación: Equipo clínico desarrolla estrategias de preparación al
tratamiento y motivación para el ingreso a la fase de tra-
- Preparación para el tratamiento: tamiento en conjunto con equipo psicosocial.
- Acercamiento y vinculación;
- Sensibilización y problematización del con- El tratamiento clínico es función del equipo clínico ambu-
sumo; motivación y adherencia al trata- latorio-comunitario, con apoyo en ciertas áreas del equi-
miento. po clínico psicosocial y/o especializado. La integración
social será función prioritaria del psicosocial, coordinado
- Tratamiento integral: sujeto y familia o con el equipo clínico.
adultos significativos

Integración social: Equipo clínico diseña un itinerario de integración indivi-
dualizado, en conjunto con psicosocial, continuando con
- Preparación para el egreso y alta clínica, y proceso de integración social, iniciado en fase anterior:
fortalecimiento de la inserción en el entor- educación, familia, grupo de pares y ocupación del tiempo
no social. libre.

Evaluar en el contexto del usuario, en coordinación con


red psicosocial, el proceso de integración.

Egreso y seguimiento: Equipo psicosocial realiza el seguimiento de la suspensión


del consumo en coordinación con equipo clínico.
- Seguimiento y acompañamiento en el con-
texto. El alta clínica y egreso definitivo del programa de tra-
- Egreso definitivo tamiento se evalúa en conjunto con equipo psicosocial
para seguir con intervención psicosocial exclusiva u otra
modalidad.

86
Intervención Psicosocial

• Preparación para el tratamiento: sensibilización y motivación al tratamiento

En esta población, el consumo es un aspecto más de la diversidad de situaciones de vulneración de


derechos que viven, donde el consumo es visto por ellos como una herramienta de sobrevivencia más.
Por ello, el proceso previo para ingresar a tratamiento debe contemplar la toma de conciencia respec-
to a cómo el consumo afecta en lo concreto y cotidiano sus intereses e inquietudes. El consumo de
drogas será visualizado como un problema posterior en la medida en que el sujeto experimente otras
oportunidades y experiencias nuevas (vinculares, socio-educativas, familiares, etc.) como enganche para
abordar el consumo, que finalmente lleven a evaluar el consumo de drogas como una situación que
dificulta las nuevas metas y logros en el proceso de cambio e inserción.

Las estrategias de motivación para ingresar a tratamiento deberán definirse, acordarse y desarrollarse
a partir de la evaluación conjunta de ambos equipos, donde el psicosocial será el referente significativo
que apoye al niño/a o adolescente, y el que retroalimentará en un diálogo permanente al equipo clínico

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
respecto a los tiempos adecuados, necesidades y oportunidades que presente el niño/a o adolescente.
Es decir, ofrecer nuevos intereses y oportunidades de inserción social que refuercen la problematiza-
ción del consumo y la motivación para ingresar y permanecer en un tratamiento de drogas.

Aun cuando la motivación para ingresar a tratamiento es considerada parte de esta fase, será también
un eje transversal que deberá ser trabajado a lo largo de toda la intervención clínica en drogas, puesto
que dada las características de la adolescencia, la motivación es un proceso fluctuante que requiere
ser trabajado con estrategias adecuadas a esta etapa, principalmente considerando la importancia del
grupo de pares en su funcionamiento socio-relacional, y por las características cognitivas y afectivas
propias de esta etapa (Mc Whirter et al, 2002).

A partir de la experiencia que los equipos han desarrollado hasta ahora, se pueden definir algunas
etapas y estrategias de motivación al tratamiento que pudieran ser abordadas en conjunto por ambos
equipos, el ambulatorio-comunitario y el psicosocial y/o especializado:

• Estrategias de sensibilización y problematización del consumo*

– Sensibilización: contempla información general al sujeto, al grupo de pares y las familias cuando co-
rresponda, acerca de los efectos y consecuencias del consumo de drogas. Habrá que considerar que
si bien el consumo para estos niños/as y adolescentes ha pasado a constituirse en una estrategia
más de sobrevivencia, identidad y pertenencia asociada a la socialización de calle, la sensibilización
sobre el consumo deberá tener sentido respecto a los temas y problemas que para ellos son re-
levantes. En general, se utilizan actividades grupales (talleres) de sensibilización como estrategias
iniciales para abordar la temática. Ejemplo: consecuencias del consumo en la relación con la familia,
la pareja o pares; desarrollo personal; consumo de drogas y problemas de infracción a la ley; desa-
rrollo de habilidades generales (para actividades de riesgo, aventura, deporte), sexualidad y salud
física; etc.

* Adaptado de experiencia de proyecto Ambulatorio-Comunitario San Bernardo, 2004

87
– Problematización del consumo de drogas: esto se refiere a desarrollar e instalar la percepción y/o
sentimientos acerca de que el consumo dificulta el logro real de objetivos importantes para su vida,
lo cual se ha iniciado con la intervención psicosocial, y rescatar y desarrollar nuevas motivaciones e
intereses personales en el corto y mediano plazo a partir de la intervención del equipo psicosocial
y/o especializado. Será necesario trabajar la ambivalencia respecto a las motivaciones iniciales que
el niño/a o adolescente manifieste y cómo se contraponen con el problema de consumo. Por ello,
el aporte que se haga desde la intervención psicosocial respecto a ofrecer actividades motivadoras,
creativas y adecuadas a sus características será fundamental para ofrecer alternativas distintas en
las que el consumo de drogas pasa a ser un problema. Esto se realiza a través de estrategias gru-
pales (se intenciona por ejemplo en talleres de sensibilización) y también a partir de una estrategia
individual como parte del acompañamiento individual a aquellos niños/a o adolescentes que estén
en este proceso, previo ingreso a una fase de tratamiento.

A nivel familiar y/o de adultos significativos, podrá abarcar los mismos objetivos, enfocados también
a evaluar el nivel de involucramiento de la familia, y a favorecer la toma de conciencia y responsa-
bilización en el proceso terapéutico posterior del niño/a o adolescente, compromiso fundamental
en el proceso de rehabilitación de un adolescente. Cuando no exista familia, el proceso deberá
apuntar a rescatar, potenciar y fortalecer el vínculo con una figura adulta significativa que apoye en
el proceso de problematización y posterior rehabilitación del consumo.

– Motivación al tratamiento: permitirá trabajar en profundidad acerca de la toma de decisiones res-


pecto a la motivación de ingresar a tratamiento. Será necesario trabajar también la ambivalencia
durante el proceso y las diversas etapas que pueden darse gradualmente desde que se inicia el
proceso de intervención terapéutico propiamente tal, hasta que finaliza. Habrá que ir evaluando y
trabajando las ambivalencias que el niño/a o adolescente presente a lo largo de todo el proceso
terapéutico, asumiendo que la motivación inicial es necesaria para iniciar el tratamiento, pero que
esta oscila en los distintos estadios o etapas de motivación al cambio. Esto será necesario de de-
sarrollar a lo largo de todo el proceso, principalmente como una estrategia de acompañamiento
individual, y apoyado también por la intervención del equipo psicosocial en el acompañamiento
individual al niño/a o adolescente.

e) Familia

Este eje es de fundamental importancia en la intervención con adolescentes, no solo por la etapa del
desarrollo en que se encuentran, en la cual el referente familiar es de importancia en su desarrollo, sino
también en relación al tratamiento del consumo de drogas y el proceso de inserción social del niño/a o
adolescente. Por ello, será necesario incorporar en este proceso el ámbito de la familia, dado que las viven-
cias de consumo de drogas o situación de calle de los niños/as o adolescentes se relaciona generalmente
con problemáticas a nivel familiar (VIF, incumplimiento de roles, maltrato, dificultad en manejo de normas
y límites, consumo y/o tráfico en la familia, etc.).

En este sentido, el primer paso será conocer y evaluar a la familia nuclear y extensa del niño/a o adolescen-
te, y evaluar la posibilidad de re-vincularla en el proceso, para posteriormente abordar en el tratamiento
del consumo, con redes especializadas según se requiera, las problemáticas que la afectan y que estén
directamente relacionadas con la situación del niño/a o adolescente.

88
Intervención Psicosocial

En el caso de no ser posible re-vincular a la familia nuclear o extensa,


será necesario incorporar a figuras adultas significativas como familia
sustituta. Para ello, se debe indagar en quiénes son aquellas figuras sig-
nificativas para el niño/a o adolescente, para posteriormente realizar
una evaluación de ésta/s (situación familiar, competencias parentales,
vínculo, etc.), y ver la posibilidad de re-vincularlo/s en el proceso de
tratamiento e inserción social del niño/a o joven.

Dos grandes propósitos por destacar en este eje son los siguientes:

• Favorecer la integración y/o recuperación de vínculos familiares o sig-


nificativos: en términos generales, la labor del equipo psicosocial
tendrá que ver con favorecer la comunicación y nuevas pautas de
relación y comunicación al interior de la familia, facilitar la adquisi-

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
ción de normas de crianza y límites adecuados a las características
de la adolescencia, promover la vinculación y expresión de los
afectos, etc. En aquellos niños/as y adolescentes que cuenten con familias y existan graves situaciones
de riesgo o daño, se deberá promover la reparación de las vivencias que ha experimentado el sujeto,
poniendo especial énfasis en evaluar, rescatar y fortalecer las habilidades parentales carenciadas o
debilitadas que han influido en el desarrollo de las vivencias que han llevado a la situación de calle y al
consumo de drogas del hijo o la hija. De esta forma, la reparación en el contexto del tratamiento del
consumo que realice el ambulatorio-comunitario favorecerá la re-vinculación con la familia o adultos
significativos. En este caso, será necesaria la coordinación con programas especializados que apunten
a la reparación de problemáticas familiares específicas (programas de maltrato, violencia intrafamiliar,
programas de salud mental familiar, programa de drogas etc.).

En el caso de aquellos niños/as y adolescentes en los cuales existe débil o nula vinculación con la
familia y en que no existan las condiciones para trabajar por la revinculación, el objetivo se centrará
en rescatar y revincular al niño/a o adolescente con otro adulto o adultos significativos que puedan
acompañarlo en su proceso de reparación e inserción social.

• Favorecer el proceso de individuación en relación a la familia, como parte importante del proceso de desarrollo
de identidad en el adolescente: en esta población esto contempla el trabajar problemáticas asociadas a la
relación y dinámicas disfuncionales que han vivido en contextos de alta vulnerabilidad, y que dificultan
aún más el cumplimento de esta tarea de la adolescencia. Por lo tanto, este objetivo será necesario
abordarlo posteriormente a un trabajo de reparación y/o re-vinculación del sujeto con la familia u
otros significativos. Cuando un sujeto esté siendo intervenido a través de un proceso de intervención
terapéutico de otro programa (proyectos ESCI, de Reparación en Maltrato y Abuso, etc.) y se esté
trabajando con la familia, este objetivo será solamente abordado desde el programa ambulatorio-co-
munitario en cuanto a que la familia apoye en la reinserción y tratamiento del consumo de drogas.

89
Algunos objetivos generales terapéuticos que debieran ser considerados en este ámbito en la intervención
clínica del ambulatorio-comunitario, en coordinación con el psicosocial, son:

Cuando existe familia o es posible intervenir con ella:

• Evaluación de las habilidades parentales relacionadas con: nivel de empatía con el hijo/a, estilo de apego,
capacidad para dar contención y/o apoyo emocional, estrategias de crianza, puesta de normas y límites,
etc.
• Favorecer la re-vinculación de la familia (nuclear y/o extensa) en el proceso de tratamiento e integra-
ción social del niño/a o adolescente.
• Favorecer el desarrollo de las habilidades parentales relacionadas con la adecuada protección y respon-
sabilización como padres o familia del niño/a o adolescente en su proceso de rehabilitación.
• Favorecer el abordaje de las dinámicas disfuncionales en las relaciones tendientes a la re-vinculación del
sujeto (normas y límites, roles y funciones, normas y estrategias de crianza, etc.).
• Favorecer la elaboración y re-significación de experiencias traumáticas que ha vivido el niño/a o ado-
lescente en la familia, tendientes a la reparación del vinculo, en coordinación con equipos de reparación
y especializados (SENAME)
• Entregar información sobre el funcionamiento y organización de la modalidad de intervención respecto
al abordaje de drogas, así como reiterar el contacto sostenido con el equipo psicosocial y/o especiali-
zado correspondiente.
• Entregar herramientas para el apoyo en la desintoxicación ambulatoria, cuando se requiera, informando
sobre las respuestas fisiológicas y cómo actuar ante esas respuestas.
• Entregar conocimientos de patologías asociadas al consumo y pautas de apoyo para el seguimiento del
sujeto en el ámbito somático.
• Trabajar las dinámicas relacionadas con la co-dependencia que favorecen la mantención del consumo
en la familia y/o hijo/a.
• Favorecer la responsabilización respecto al proceso de rehabilitación del consumo.

Cuando no existe familia o no es posible intervenir con ella:

• Identificar un o unos adultos significativos para el proceso de rehabilitación y reinserción del niño/a o
adolescente.
• Evaluar la situación y recursos de esta figura significativa para incorporarla al proceso (situación fami-
liar, vínculo, competencias parentales, etc.).

90
Intervención Psicosocial

• Favorecer la vinculación y apoyo de esta figura en el proceso de tratamiento e inserción del niño/a o
adolescente.
• Favorecer la vinculación y apoyo de esta figura en el proceso de tratamiento e inserción del niño/a o
adolescente.
• Favorecer el desarrollo de las habilidades relacionadas con la funciones parentales de protección, em-
patía y vinculación con el niño/a o adolescente
• Favorecer la comprensión y resignificación por parte del adulto significativo de las experiencias vividas
por el niño/a o adolescente.
• Entregar información sobre el funcionamiento y organización de la modalidad de intervención respecto
al abordaje de drogas, así como reiterar el contacto sostenido con el equipo psicosocial correspon-
diente
• Entregar herramientas para el apoyo en la desintoxicación ambulatoria, cuando se requiera, informando
sobre las respuestas fisiológicas y cómo actuar ante esas respuestas.
• Entregar conocimientos de patologías asociadas al consumo y pautas de apoyo para el seguimiento del

M O DE L O DE IN T E R V ENCI Ó N
sujeto, en el ámbito somático.

Evaluación del egreso de la intervención psicosocial

Como parte del proceso de intervención, será importante evaluar el egreso definitivo del sujeto que
participa del programa psicosocial, de manera de poder evaluar el impacto y los logros de la intervención,
desde un enfoque de empoderamiento de los beneficiarios, que evite generar dependencia a la interven-
ción de los proyectos o instituciones.

Para ello, los criterios para evaluar el egreso debieran contemplar la evaluación de los logros en base a
los ámbitos de intervención. Se anexa en los instrumentos una Ficha de egreso que permita evaluar, en
términos generales, los indicadores del logro individual de la intervención psicosocial.

91
Intervención Psicosocial

AUTOCUIDADO DEL EQUIPO:


elementos por considerar y estrategias por desarrollar

T rabajar con población infantoadolescente en vulnerabilidad social es encarar enormes esfuerzos por
reparar los daños psicosociales de quienes viven en la exclusión social. Y es también enfrentar la
existencia de graves y a veces dramáticas vulneraciones de derechos en niños/as y adolescentes que
representan la otra cara de la pobreza y la inequidad social. Se trata de una de las formas de violencia
que expone al mayor desgaste, el que puede llegar, muchas veces, al agotamiento profesional o burnout
(Thommasen y col. 1997).

El síndrome de burnout (“quema” de los equipos o el estado de extenuación emocional) es un tipo


específico de estrés laboral. Es padecido, principalmente, por los profesionales de la salud y educadores,
quienes, en su voluntad por adaptarse y responder eficazmente a un exceso en las demandas y presiones
laborales, se esfuerzan de un modo intenso y sostenido en el tiempo, con una sobreexigencia y tensión

auto c u i d a d o d e l e q u i po
que originan importantes riesgos de contraer enfermedades y afectar negativamente el rendimiento y la
calidad del servicio profesional.

Pedro R. Gil Monte, de la Universidad de Valencia en España, lo define de la siguiente manera:“estrés laboral
crónico, integrado por actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que se trabaja y hacia
el propio rol profesional, así como por la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado. Esta respuesta
ocurre con frecuencia en los profesionales de la salud y, en general, en profesionales de organizaciones de
servicios que trabajan en contacto directo con las personas, usuarias del sistema de atención”.

En este sentido, trabajar con problemáticas del “alto riesgo psicosocial” determina que los profesionales
o técnicos que elaboren en este ámbito sean de “alto riesgo” también: alto riesgo de agotamiento, quema
profesional, de presentar trastornos ansiosos o depresivos reactivos a las problemáticas que abordan, alto
riesgo de sufrir fragmentación, deserción y rotación en los equipos, etc. Por ello la importancia de diseñar,
en la planificación del proyecto, un horario, recursos y estrategias destinados a abordar el autocuidado del
equipo de trabajo.

Las condiciones que agravan este desgaste profesional son de variado origen, y tienden a potenciarse entre
si. Es así que a la naturaleza del problema es necesario agregar otras dificultades existentes, ajenas a veces
a las problemáticas que involucran directamente a los niños/as o adolescentes y que tienen el efecto de
dañar la estabilidad de los equipos, como la dificultad de la llegada a tiempo de los fondos de los proyectos,
lo que produce inseguridad respecto a la continuidad de los financiamientos y estabilidad de los miembros
del equipo.

Algunos elementos importantes de considerar en el abordaje y desarrollo de estrategias de autocuidado


son:

Funcionamiento del equipo

Principalmente asociado a los roles y funciones de sus miembros. Las altas exigencias a las que está expuesto
el equipo en cuanto a abordar eficientemente las diversas situaciones que implica la intervención, lleva

93
muchas veces a que algunos miembros del equipo asuman más responsabilidades y funciones que otros,
desgastando las relaciones y haciendo también menos eficiente la intervención del equipo. Esto implica,
por lo tanto, revisar la distribución de tareas y responsabilidades de manera equitativa al interior del grupo
de trabajo: Nº de sujetos asignados por educador o profesional psicosocial, distribución de actividades y
horarios según capacidad de los distintos miembros, distribución de tareas y funciones de acuerdo con las
necesidades planteadas por el equipo y según las problemáticas observadas, etc. Asimismo, implica también
aprender a compartir la responsabilidad de las acciones que ponen en riesgo la vida e integridad de los
profesionales, por ejemplo: visitas domiciliarias, notificaciones, firma de informes que ratifican violencia
o abusos, etc. Es importante que ante estas acciones se pongan de acuerdo en asistir acompañados, con
todos los resguardos necesarios, tomando las decisiones y responsabilidades en equipo.

Dinámicas relacionales al interior del equipo

Implica revisar en conjunto los estilos de comunicación y tipo de relaciones que se establecen. En equipos
expuestos al abordaje de situaciones o problemáticas de riesgo, las dinámicas relacionales tienden a
replicarse al interior del grupo de trabajo (frustración, desesperanza, desconfianza, negación, agresividad,
etc.), afectando la comunicación y sentimientos en las relaciones del equipo. Asimismo, cuando los distintos
miembros asumen funciones relacionadas con los distintos sujetos de intervención (el niño/a o adolescente,
los padres o familia, la escuela, etc.) esto conduce a que también las relaciones se polaricen, asumiendo
o “defendiendo” las distintas posturas de los sujetos intervenidos, dificultando la objetivización de las
problemáticas y llevando muchas veces a la fragmentación del equipo, deteriorando y desgastando las
relaciones. También, los estilos de liderazgo al interior del grupo de trabajo será otro aspecto relevante de
evaluar en conjunto: la intervención en situaciones y contextos de riesgo implica el trabajo colaborativo,
de confianza y apoyo mutuo, basado en un estilo democrático de liderazgo, evitando replicar dinámicas
jerárquicas y autoritarias que no se condicen con el tipo de relaciones que requieren establecerse en
equipos que trabajan con problemáticas psicosociales.

Dinámicas relacionales con redes externas

Las situaciones relacionadas con la validación del equipo en la comunidad y redes locales y la coordinación
con redes institucionales o externas al proyecto son un aspecto que genera un gran gasto de energía
adicional y frustración en los equipos. Esto se da principalmente en situaciones relacionadas con la
validación e inserción del equipo en contextos de alto riesgo (consumo de drogas y microtráfico, violencia,

94
Intervención Psicosocial

desconfianza y resistencia a la intervención), y en situaciones relacionadas con la validación y coordinación


con redes institucionales, principalmente en la solicitud de ingreso a programas, elaboración de diagnósticos,
toma de decisiones frente a Tribunales, etc. Por ello es importante que el equipo desarrolle acciones
y actividades dirigidas a dar a conocer la sensibilización de las problemáticas que aborda, acciones de
validación e inserción en la comunidad, acciones para facilitar la coordinación y acceso a redes e ingresos
adecuados, etc.

Árbol de decisiones frente a situaciones emergentes o de crisis

La complejidad de las problemáticas de los niños/as, adolescentes y sus familias que se abordan, la emergencia
de situaciones inesperadas o de crisis y la respuesta emergente y de urgencia que tiene que desempeñar
el equipo frente a estas situaciones generan altos montos de estrés emocional al interior del grupo
de trabajo. Ejemplo: intentos de suicidio de adolescentes, episodios de violencia intrafamiliar o maltrato,
episodios o develación de abuso sexual, cuadro de intoxicación por drogas, desborde o descompensación
emocional o psiquiátrica de un sujeto de atención, etc. Esto implica, por lo tanto, que el equipo pueda

auto c u i d a d o d e l e q u i po
desarrollar, como parte de la planificación y reuniones técnicas, un “árbol de decisiones” frente a diversas
situaciones de crisis que pudieran presentarse.

Esto implica en términos generales:


• Delimitar las situaciones de crisis más recurrentes a las que el equipo se ve enfrentado, y que son
necesarias de anticipar y planificar previamente.
• Definir quiénes del equipo asumirán ciertas funciones según la problemática de crisis que se presente
(función de contención, de toma de decisiones, de coordinación, etc.)
• Definir y coordinar previamente las redes necesarias para el abordaje de situaciones de crisis, y
coordinar acciones en conjunto (Servicios de urgencia y redes de salud primaria, atención psiquiátrica,
programas de drogas, Carabineros, etc.)

Revisión desde la vivencia personal

Debido a la alta carga emocional que experimentan los técnicos o profesionales que se ven enfrentados
a las vivencias de los niños/as, adolescentes y las familias en riesgo social, es fundamental revisar
constantemente en la práctica clínica cómo esto afecta a la persona involucrada en el abordaje directo de
estas situaciones: el nivel de involucramiento emocional con el/los sujetos de atención; la dificultad para
poner límites adecuados; cómo el contacto con los niños/as y adolescentes y sus experiencias “gatillan”
vivencias relacionadas con la propia historia personal; qué sentimientos o “fantasías” me genera el niño/a
o adolescente o su familia, etc. Por ello, la revisión de estos aspectos en un contexto grupal que facilite la
expresión de esta situaciones, en un ambiente de confianza y respeto mutuo, que potencie la contención
emocional de los miembros del equipo, será fundamental como parte del autocuidado de los integrantes
del equipo.

Asimismo, otro aspecto relevante que se ha visto en la práctica clínica de estos equipos es el autocuidado
individual, o cómo la persona se cuida a sí misma. Generalmente las temáticas con las que se intervienen
(consumo y microtráfico, violencia, maltrato y abuso, etc.) empiezan a “teñir” la emocionalidad y vida de la
persona que trabaja en estos contextos, muchas veces produciéndose el fenómeno de la “contaminación”

95
con el tema, produciendo saturación o rechazo a esta temáticas, lo que lleva finalmente al desgaste
emocional y angustia del profesional. Por ello, se recomienda que en general la persona pueda tener
espacios “libres” de la temática, planificando tiempos en su rutina personal en que no se relacione
con el tema; espacios de ocio, deporte o recreación; soporte en redes de apoyo o pares significativos,
idealmente ajenos a la temática, etc.

Espacios estructurados de cuidado del equipo y personales de autocuidado

En relación con lo anterior, es fundamental que tanto el equipo como cada persona desde lo individual
planifique espacios estructurados para el autocuidado. En relación con el grupo de trabajo, será fundamental
que en el diseño del proyecto se estructuren horarios, recursos y acciones para abordar el autocuidado.

Para ello, será importante:

• Definir “responsable” del autocuidado: idealmente se sugiere la asesoría de alguien externo, que
pueda hacerse cargo de contener al equipo y revisar desde la “objetividad” las dinámicas descritas. Si
esto no fuera posible, se sugiere que el responsable pueda rotar en el equipo para que todos tengan
la experiencia de haber sido “contenidos” y acogidos en sus vivencias.
• Definir horarios y estrategias: reuniones técnicas de casos en equipo; reuniones de coordinación
con otros equipos; jornadas semanales, quincenales o mensuales de autocuidado (idealmente al
menos una mañana o tarde a la semana); incorporar espacios lúdicos o recreativos en las jornadas
de autocuidado (incentivar el humor y el juego); etc.
• Designar recursos para realizar un acompañamiento o asesoría externa periódica.

Espacios de asesoría y/o capacitaciones

• Planificar capacitaciones externas en las temáticas que el equipo requiera; encuentros de “buenas
prácticas” con otros equipos, asesoría en temas específicos de expertos o docentes universitarios,
etc.
• Participación en instancias fuera de lo local y lo cotidiano, como seminarios, ponencias en foros,
publicaciones para dar a conocer lo realizado (sistematización de la práctica realizada); y en el que
puedan señalar qué es lo que hacen o qué aportan a la vida social.

Aspectos administrativos y financieros

Las dificultades de orden laboral, administrativo o financiero son elementos externos que generan
alta incertidumbre y desgaste en los equipos. Por ello, un aspecto fundamental es coordinar acciones
que apoyen la gestión de los equipos relacionados con: traspaso de fondos en los plazos acordados;
seguridad sobre la estabilidad y continuidad de los proyectos; aspectos administrativos para el personal
(contrato, honorarios adecuados, seguro salud, jornada laboral adecuada, etc.).

96
Intervención Psicosocial

Junto con seguir avanzando en mejorar estas condiciones básicas para los equipos que intervienen, se
requiere también considerar elementos relacionados con asegurar el buen funcionamiento y la cohesión
del equipo, desde su dinámica interna, hasta la detección de aquellas señales que indican agotamiento
emocional, el abordaje a tiempo de los problemas que emerjan en su interior, el mutuo apoyo y el
descanso personal necesarios; todos elementos indispensables en el abordaje del autocuidado como
parte de la política institucional del proyecto.

auto c u i d a d o d e l e q u i po

97
Intervención Psicosocial

ANEXO 1:
Síntesis Ejes de Intervención integral según Modalidad:
actividades y prestaciones

MODALIDAD Ejes MODALIDAD


PSICOSOCIAL transversales: AMBULATORIO-COMUNITARIA
Coordinación
VÍNCULO de objetivos SALUD FÍSICA Y MENTAL
de intervención
DESARROLLO Socio-emocional DESARROLLO Socio-emocional
Y TAREAS ADOLESCENCIA Y TAREAS ADOLESCENCIA

ABORDAJE DEL CONSUMO DE DROGAS CONSUMO DE DROGAS

FAMILIA FAMILIA

INTEGRACIÓN SOCIAL INTEGRACIÓN SOCIAL

REPARACIÓN (coordinación) REPARACIÓN (coordinación)

ENTORNO COMUNITARIO Y REDES MODULACION CONDUCTAS


TRANSGRESORAS

VÍNCULO SALUD FÍSICA Y MENTAL


l Trabajo de calle. l Consulta psiquiatra.
l Acompañamiento Individual l Consulta médica, matrona, dentista
(entrevistas, atención psicóloga o (coordinación).
asistente social, acompañamiento en l Consulta psicológica.

actividades con la red). l Psicodiagnóstico.

l Visitas domiciliarias.

l Intervención en crisis.

DESARROLLO Socio-emocional DESARROLLO Socio-emocional


Y TAREAS ADOLESCENCIA Y TAREAS ADOLESCENCIA
l Talleres circenses. l Psicoterapia individual.
a n e x os
l Actividades o talleres recreativos, l Psicoterapia grupal.
culturales, artísticos, deportivos,de l Consulta salud mental.

riesgo. l Intervención psicosocial de grupo:

l Talleres psico y socio-educativos: coordinación y apoyo a actividades


talleres de formación, sexualidad, recreativas, deportivas, educativas, de
desarrollo personal, etc. proyectos psicosociales.
l Acompañamiento individual.

99
MODALIDAD MODALIDAD
PSICOSOCIAL AMBULATORIO-COMUNITARIA

ABORDAJE DEL CONSUMO TRATAMIENTO DEL CONSUMO


DE DROGAS DE DROGAS
l Actividades y/o talleres preventivos. l Psicodiagnóstico: Diagnóstico en
l Evaluación inicial de drogas drogas (confirmación diagnóstico) y
(sospecha diagnóstica). diagnóstico integral.
l Coordinación con redes tratamiento l Intervención psicosocial de grupo:

(ambulatorio-comunitario y red actividades de vinculación (en calle o


infanto-adolescente). en el contexto).
l Elaboración diagnóstico integral. l Intervención psicosocial de grupo:

l Actividades de preparación al Actividades de preparación al


tratamiento: tratamiento (coordinación con
Talleres, acciones de sensibilización, psicosociales).
problematización y motivación al l Psicoterapia individual.

tratamiento. l Consultoria redes: coordinación con

l Acompañamiento individual: (apoyo, equipos psicosociales para apoyo al


prevención de recaídas, intervención tratamiento; capacitación en temática
en crisis, seguimiento). de drogas a redes.
l Consultoría redes: coordinación otras

redes de tratamiento.
l Consulta psiquiátrica.

l Intervención psicosocial de grupo:

talleres (en coordinación con equipos


psicosociales).
l Psicoterapia de grupo.

FAMILIA FAMILIA
l Visitas domiciliarias; y l Visitas domiciliarias.
acompañamiento familiar (familias l Psicoterapia familiar (tratamiento
severa complejidad). en drogas.)
l Intervenciones terapéuticas a la l Psicoterapia pareja (tratamiento

familia: vinculación, reeducación drogas).


familiar, comunicación, normas l Terapia de grupo.

y límites; motivación y apoyo al


tratamiento especializado.
l Encuentros familiares.

l Talleres de padres.

100
Intervención Psicosocial

MODALIDAD MODALIDAD
PSICOSOCIAL AMBULATORIO-COMUNITARIA

INTEGRACIÓN SOCIAL INTEGRACIÓN SOCIAL


(Escuela y capacitación)
l Nivelación y/o apresto escolar.
l Apoyo psicopedagógico. l Visita de salud mental escolar:
l Taller preparación exámenes libres. apoyo a psicosociales.
l Taller refuerzo escolar y/o hábitos l Visita salud mental laboral:

de estudio. apoyo a psicosociales.


l Acciones de inserción en escuela l Diagnóstico pedagógico o

y/o trabajo. socio-ocupacional (apoyo a


l Diagnóstico del perfil psicosociales).
socio-ocupacional.
l Orientación sociolaboral.

l Talleres de capacitación u

ocupacionales (coordinación redes


locales).

REPARACIÓN REPARACIÓN
l Acompañamiento individual l Psicoterapia individual (reparación
(vínculo.) del daño asociado al consumo de
l Coordinación redes especializadas drogas y vida de calle).
para abordar problemática. l Coordinación redes especializadas

l Coordinación OPD. en apoyo al tratamiento, y/o abordaje


de problemáticas severas asociadas:
VIF, maltrato, abuso sexual.
l Coordinación OPD.

ENTORNO COMUNITARIO MODULACIÓN CONDUCTAS


REDES TRANSGRESORAS
l Coordinación y potenciación de l Consultoría redes: coordinación con
redes formales e informales del programas de Infracción de ley (Red
entorno. Sename) y/o Tribunales.
l Inserción en redes de apoyo l Psicoterapia (asociada al tratamiento
a n e x os
(municipio, Prog. Puente, salud, ...). de drogas).
l Regularización de document. civil. l Psicoterapia de grupo (asociada al

l Reuniones de coordinación tratamiento de drogas).


institucional.
l Encuentros en espacios comunitarios.

l Actividad comunitaria.

l Actividades de inserción en la

comunidad.

101
ANEXO 2
Instrumentos: sospecha diagnóstica y
confirmación diagnóstica42

Sospecha diagnóstica

• Actores que realizan la sospecha diagnóstica: técnicos o profesionales de los proyectos de intervención
psicosocial o atención especializada (red proyectos CONACE, red proyectos SENAME) y otras redes
de referencia (consultorios, escuelas, etc.).

En niños/as y adolescentes en vulnerabilidad social, la sospecha diagnóstica debería tener un paso pre-
vio que considerase el contexto, estrategias de vinculación y acercamiento, y otros espacios específicos
(por ejemplo, la calle) y otros tiempos diferentes a los tradicionales para realizar la sospecha.

Signos básicos de sospecha:

Signos cardinales (o principales):

1. Consumo de drogas (antecedentes de intoxicación aguda, consumo en los últimos seis meses, fre-
cuencia de consumo, síndrome de abstinencia).

2. Deterioro físico evidente que se asocie a consumo de drogas (deterioro nutricional, lesiones de
piel, mucosas y faneras, deterioro dental evidente).

3. Cambio brusco y reiterado del comportamiento y del ánimo, y conductas autoagresivas: ideación
o intento de suicidio, descuido importante y sostenido en el tiempo de hábitos de aseo, alteración
de patrones vitales (sueño, alimentación, concentración, aislamiento).

Signos asociados:

1. Deserción institucional o problemas asociados (sistema escolar, sistema salud, etc.), bajo rendimien-
to escolar sin antecedentes previos.

2. Antecedentes de consumo de algún miembro de la familia.

3. Incorporación a grupo de pares con consumo de drogas.

4. Desvinculación o problemáticas a nivel familiar (negligencia, abandono, desprotección, maltrato,


violencia física o psicológica...).

102
Intervención Psicosocial

Sospecha diagnóstica
(para agregar a Ficha u Hoja de Ingreso al proyecto o centro)

Signos cardinales

1. Consumo de drogas

Categorías Presencia Coordinación/derivación con programa


/ausencia drogas (en caso de presencia de la categoría)

Consumo sostenido en los Sí/No Sí


últimos seis meses

Frecuencia de consumo (diaria) Sí/No Sí

Frecuencia de consumo (semanal) Sí/No Sí

Frecuencia de consumo (mensual) Sí/No No, a excepción que consuma


pasta base, cocaína, solventes.

Antecedentes de intoxicación aguda Sí/No Sí

Sospecha de síntomas de abstinencia Sí/No Sí

2. Deterioro físico evidente asociado al consumo de drogas

Categorías Presencia Coordinación/derivación con programa


/ausencia drogas (en caso de presencia de la categoría)

Lesiones de piel y/o mucosas y faneras Sí/No Al menos dos de las categorías
Deterioro del estado nutricional Sí/No Al menos dos
Deterioro evidente de la salud dental Sí/No Al menos dos

3. Cambio brusco y reiterado en el comportamiento y ánimo asociados al consumo de drogas

Categorías
Presencia Coordinación/derivación con programa
/ausencia especializado45 (en caso de presencia de
la categoría)
Violencia física (intra y/o extrafamiliar) Sí/No Sí
Violencia psicológica (intra y/o extrafamiliar) Sí/No Sí
a n e x os
Antecedentes de intento de suicidio con
consumo de drogas asociado43 Sí/No Sí

103
Signos asociados:

Presencia de tres o más, sería criterio de coordinación con programa de drogas

Deserción institucional o problemas relacionados (sistema escolar, salud, etc.),


Sí/No
problemas en rendimiento escolar sin antecedentes previos.

Antecedentes de consumo de drogas y alcohol de algún miembro de la familia Sí/No

Incorporación a grupo de pares con consumo de drogas Sí/No

Desvinculación o problemáticas a nivel familiar (abandono, negligencia,


Sí/No
desprotección, maltrato, violencia física o psicológica...)

Se sugiere para la aplicación del instrumento, capacitación previa.

Confirmación de la sospecha diagnóstica


• Actores que hacen la confirmación:
Profesionales del equipo de drogas: Técnico en rehabilitación, trabajador social, psicólogo.

• Tiempo estimado para la confirmación: 1 – 2 semanas.

• Criterios de inclusión: Consumo moderado y de alto riesgo.


Compromiso biopsicosocial moderado a severo

• Instrumentos: Pauta de diagnóstico Dimensión Biopsicosocial


Pauta de diagnóstico Dimensión Ligada al Consumo

• Criterios de exclusión: Consumo de bajo riesgo.


Psicosis aguda; co-morbilidad psiquiátrica severa
(Previa evaluación por Ps)
Intento de suicidio actual (Previa evaluación por Ps)

Una vez realizada la sospecha diagnóstica, se establece la necesidad de una confirmación diagnóstica a través
de una evaluación específica. La confirmación diagnóstica inicial tiene como objetivo confirmar la problemática
de consumo, de manera de determinar inicialmente la necesidad de una atención en drogas, incorporando el
diagnóstico del compromiso o perfil psicosocial que realiza el equipo psicosocial. Los aspectos relacionados con
las “motivaciones al consumo” probablemente serán evaluados en mayor profundidad en el diagnóstico integral
que se realice posteriormente con el sujeto.

La variables relacionadas con presencia de psicopatología asociada, variables motivacionales, profundizar en el


diagnóstico biopsicosocial y la determinación del plan de intervención se determinarán a partir del Diagnósti-
co Integral que realice el equipo clínico en drogas, junto con el equipo psicosocial, de manera de determinar
la modalidad o programa de drogas más adecuado, y las estrategias por desarrollar para la vinculación y/o refe-
rencia con el/los programa/as.

Acciones:
• Reunión clínica con equipo/s psicosocial/es que refieren al sujeto.
• Número de entrevistas con joven: una o dos en caso de ser necesario (o evaluar en reunión clínica con
equipo psicosocial)
• Devolución y/o confirmación a los profesionales que derivan.
• Presentación del caso en reunión clínica.

104
Intervención Psicosocial

ANEXO 3
Instrumentos para la intervención

Ficha Diagnóstico Integral del Adolescente: diagnóstico psicosocial y clínico

I. ANTECEDENTES GENERALES:

Nombre Completo

RUT

Edad

Domicilio del niño/ adolescente
(lugar donde habita)

Domicilio de la familia

Teléfono de contacto

Fecha y lugar de nacimiento

Fecha de llenado de los datos


Ha sido entrevistado antes (evaluaciones, llenado de fichas, etc.) Sí No

En qué institución o programa

Nombre de profesional de contacto


Notas:
- En lo posible, tomar contacto con instituciones que han realizado intervenciones previas para chequear, completar y
enriquecer información.
- Ficha de diagnóstico por aplicar en proceso paulatino de observación en el contexto y entrevistas.
a n e x os
Cuadros por llenar prioritariamente por modalidad Psicosocial y/o especializada (ESCI u otros).

Cuadros por llenar prioritariamente por modalidad Ambulatorio-Comunitaria


(o en conjunto con psicosocial y/o especializado).

105
II. ANTECEDENTES ÁMBITO INDIVIDUAL

1. ANTECEDENTES PRE, PERI Y POSTNATALES (Contexto y situación del nacimiento, embarazo de la madre, etc.).

2. ANTECEDENTES DEL DESARROLLO (Psicomotricidad, lenguaje, primeros años del desarrollo)

3. ANTECEDENTES MÓRBIDOS DEL ADOLESCENTE


Co-morbilidad psiquiátrica severa: depresión mayor, cuadro bipolar, Co-morbilidad psiquiátrica leve-moderada: epilepsia, trastornos
cuadros psicóticos, antecedentes de suicidio, trastorno de emocionales o afectivos, trastornos conductuales, trastornos del
personalidad en desarrollo antisocial, etc. desarrollo (SDA y Retraso mental), y aprendizaje, etc.

4. HISTORIA ESCOLAR (Edad de ingreso, jardín, escuela, adaptación, rendimiento, adaptación con pares y profesores).

5. SITUACIÓN ESCOLAR
Estudia actualmente Sí No Último grado aprobado Grado que cursa actualmente

Establecimiento educacional al que asiste

Recibe alimentación en el colegio Sí No

Nombre del profesor jefe

Número de contacto profesor jefe

Asistencia Alta Media Baja Rendimiento escolar Alto Medio Bajo

106
Intervención Psicosocial

Sí No Cuál
Educación no formal

Participa en actividades extraprogramáticas

Otras

6. PROBLEMÁTICAS EN EL ÁMBITO ESCOLAR


Sí No Edad y cursos Motivos

Retraso pedagógico
Deserción
Repitencia

Presencia de trastornos Señale si Especialidad de Señale tratamiento


de aprendizaje recibió tratamiento profesional tratante farmacológico

Área de mejor rendimiento y áreas con problemas de aprendizaje:

Problemas en la escuela (describir):

Integración grupal y capacidad de liderazgo (rol que asume en el grupo).

Buena Regular Mala Buena Regular Mala


Autopercepción Relación con sus pares

Conducta escolar Relación con los profesores

Autopercepción en relación a su grupo de pares

Aceptado Ignorado Rechazado No sabe


a n e x os
¿Por qué?

7. CONSUMO DE SUSTANCIAS Y PROBLEMAS ASOCIADOS


De las siguientes sustancias, indique la principal (1) y secundaria (2) de consumo:
Alcohol 1 2 Marihuana 1 2 Alucinógenos 1 2

Tabaco 1 2 Pasta base 1 2 Inhalantes o solventes 1 2

107
Sustancia Tipo de consumo (experimental, Edad Nº de días de consumo ¿Problematiza
ocasional, habitual, abusivo, dependiente) de inicio en las 4 últimas semanas el consumo?
Principal (1)
Secundaria (2)

Patrón de consumo (descripción y características)

Sentido o motivación del consumo de drogas (por qué y para qué):

Con quién consume

Cómo accede a la droga

8. HISTORIAL DE TRATAMIENTOS
A) Tratamiento especializado del abuso de sustancias

Ha recibido tratamiento por consumo de sustancias Sí No

Nombre del lugar Año


Tipo de programa

Residencial Desintoxicación Ambulatorio básico Ambulatorio intensivo Programa SENAME drogas

Otro

B) Historia de estadía en centros de la red Sename u otras instancias

Ha permanecido o asistido a centros de la red SENAME u otras Sí No

Nombre del lugar Año


Observaciones:

Fecha de la primera vez que ingresó a centros de la red u otros programas

C) Historial de tratamiento en especialidades

Especialidad Sí No Duración del Tipo de Resultados de la intervención


tratamiento intervención
Psicología
Neurología
Psiquiatría
Pediatría
Nutrición
Matrona
Otra:

108
Intervención Psicosocial

9. SOCIALIZACIÓN CALLEJERA
Tiempo de situación de calle (señale hace cuánto está en situación de calle)

Señale cuánto tiempo pasa en la calle Todos los días Algunos días Solo fin de semana

Ubicación territorial de tiempo en la calle (caletas, focos céntricos, esquina, etc.)

Lugar donde duerme Observaciones


En la calle (caletas)
Con la familia
Con otros familiares
Otra situación

Uso de la calle Observaciones


Lúdico, recreativo
Subsistencia
Otro (Cuál)

Estrategia de sobrevivencia Observaciones


Macheteo/ mendicidad
Trabajo informal (malabarismo,
limpia vidrios autos, etc.)
Trabajo formal
Hurto, asalto
Venta de drogas
Explotación sexual
Trabaja solo
Trabaja con otros adolescentes
Trabaja con la familia
Otros adultos
Dónde realiza esta actividad

Edad de inicio trabajo Edad de inicio al circuito callejero



Condiciones laborales Sí No Observaciones
Trabajo legalizado
Trabajo insalubre/ explotación
Trabajo en riesgo permanente
a n e x os
Razón de trabajo Observaciones
Subsistencia individual
Ayudar a la familia y/o hermanos
Exigido por la familia
Autonomía
Otra

109
10. ANTECEDENTES DE CONDUCTAS TRANSGRESORAS
Cuáles Cuándo Dónde Consecuencias
(edad) (en la casa, escuela, barrio, etc.) (jurídico/legales)
Expulsión
Peleas frecuentes/ riñas
Provocar desorden
Consumo de OH en la vía pública
Venta de drogas
Portar drogas
Hurtos menores
Agresión a otros con daño a la
propiedad/ robos
Violencia con armas
Conflictos con la autoridad
Otro (señale)

11. AUTOCONCEPTO DE SÍ MISMO


Fortalezas y debilidades Sí No Cuáles
Reconoce recursos, competencias
y habilidades personales
Reconoce debilidades personales
Se muestra indiferente

Autoimagen
“Se reconoce a sí mismo como ...” (indique autodescripción, valoración o sentimientos del adolescente hacia sí mismo)

12. PROYECTO DE VIDA


Tiene proyecto de vida Sí No Observaciones (describir)

Cómo piensa concretarlo


Existencia de sentimientos o expectativas positivas respecto al futuro Sí No

13. SEXUALIDAD
Relaciones sexuales Sí No Edad de inicio Orientación sexual

Uso de métodos anticonceptivos Siempre A veces Nunca No conoce



Señale el método utilizado

110
Intervención Psicosocial

Sí No Observaciones / Actitud
Conciencia de riesgo de contraer
embarazo o ETS y SIDA

Sí No Observaciones
Embarazos
Embarazo planificado
Abortos

Sí No Observaciones
Hijos
Señale cuántos
Vínculo y actitud hacia el hijo/a
Viven con adolescente
Entregados en adopción
Entregado a un centro de
protección
Lo entrega a un amigo o familiar

14. VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Y ABUSO


Sí No Observaciones (desde cuándo, quién lo ejerce, características)
Abuso sexual
Existe sospecha de abuso
Maltrato infantil
Violencia intrafamiliar
Explotación sexual
Recibe tratamiento
Situación judicializada

a n e x os

111
15. HÁBITOS DE SALUD Y ALIMENTACIÓN
Sí No Observaciones
Sueño normal
Alimentación adecuada
Estado nutricional adecuado
Enfermedades graves
infecciosas

16. VIDA SOCIAL E INTERESES


Sí No Señale las más importantes
Establece relaciones estables
con grupos de amigos.
Establece relaciones estables
con pareja/s.
Participa en grupos y
actividades establecidas
(deporte, cultura, etc.).
Señale actividad preferida.

Características del grupo con que se vincula.

Otras motivaciones e intereses.

PERSONALIDAD: Principales características, rasgos, afectividad, control de impulsos, C I, recursos y habilidades (capacidad de relacio-
narse con pares, capacidad de adaptación a situaciones adversas, de adaptarse a normas definidas por el propio grupo, de establecer
relaciones o vínculos afectivos con alguien significativo para el adolescente, etc.).

112
Intervención Psicosocial

APRECIACIÓN CLÍNICA PARA ORIENTAR LA TERAPIA


(pensamiento y lenguaje, concentración, reacción al fracaso, relación con el terapeuta, etc.)

17. EXPECTATIVAS RESPECTO A LA INTERVENCIÓN


Qué espera el adolescente

Soluciones intentadas por el adolescente frente a su problemática principal

a n e x os

113
III. ANTECEDENTES ÁMBITO FAMILIAR

1. Cuadro de composición familiar

Nombre Edad Fecha. nac. Escolaridad y nivel Parentesco Actividad e Antecedentes Previsión Estado civil
de alfabetización ingresos mórbidos

114
Intervención Psicosocial

2. Genograma: familia nuclear y extensa.

Observaciones (dinámicas relacionadas; conflicto / lejanía, etc.)

a n e x os

115
3. Mapa vincular del adolescente (eco-mapa): definir desde el propio adolescente cuáles y quiénes
constituyen para él las figuras significativas y relaciones afectivas de mayor a menor importancia.

Observaciones

116
Intervención Psicosocial

4. Figura vincular resiliente (persona que el adolescente reconoce como su adulto significativo).

Reconoce existencia de alguna figura adulta Sí No Vive con él Sí No


Nombre Edad

Señale relación o parentesco (familia nuclear, extensa, vecino, escuela, etc.)

Competencias parentales: (calidad del apego, capacidad de ejercer autoridad, de mantener vínculos, de empatizar con el adolescente, etc.)

5. SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA DE LA FAMILIA


Jefatura de hogar (quién establece las normas en el hogar)

Conocimiento y uso de redes (Pertenecen a programas sociales. Por ejemplo: Puente u otros)

Situación socioeconómica (quién genera ingresos en la familia y monto mínimo familiar)

Seguridad social (Previsión pensiones, becas, tarjeta CAS, etc.)

Situación de endeudamiento

Condiciones de habitabilidad

Materialidad de la vivienda

Nº de personas vs. camas Existencia de familias allegadas

Nº de habitaciones en la vivienda Nº de personas de familias allegadas

Implementación básica (luz, agua, alcantarillado)

Tenencia de la vivienda

a n e x os
Tipo de vivienda

Estado de la vivienda

Otro dato relevante

117
6. HISTORIA FAMILIAR (Principales hitos, etapa de ciclo vital, etc.).

7. Relaciones familiares
a. Estilos y métodos de crianza (protectores - punitivos, normas y límites, quién y cómo se ejerce, etc.).

b. Calidad de relación entre niño/ adolescente y adultos significativos (dependencia, distancia, hostilidad, rechazo, evitación).

c. Dinámicas y relaciones (roles, jerarquías, resolución de conflictos, rituales, secretos, etc.).

118
Intervención Psicosocial

d. Estilo y calidad del apego (capacidad de: vinculación, expresión de afectos, preocupación, empatizar con el hijo/a).

e. Principales problemáticas observadas (VIF, historia transgeneracional de VIF, aislamiento, maltrato, etc.).

f. Soluciones intentadas a estas problemáticas (Señale si accede a redes formales o informales).

a n e x os

119
8. ANTECEDENTES MÓRBIDOS FAMILIARES
Co-morbilidad psiquiátrica severa: depresión mayor, cuadro bipolar, Co-morbilidad psiquiátrica leve-moderada: epilepsia, trastornos
trastorno de personalidad, cuadros psicóticos, esquizofrenia, emocionales o afectivos, trastornos conductuales, trastornos del
antecedentes de suicidio, etc.44 desarrollo y aprendizaje, etc.

9. Antecedentes de situación judicializada (medidas de protección, de tuición, demandas de VIF, maltrato, etc.).

10. Factores protectores y recursos resilientes de la familia (capacidad de adaptación, inserción en redes, etc.).

11. ACTITUD DE LA FAMILIA HACIA LA FARMACODEPENDENCIA

12. EXPECTATIVAS RESPECTO A LA INTERVENCIÓN

Qué espera la familia y/o adulto significativo (especifique quién)

Nivel de motivación a participar en el tratamiento

120
Intervención Psicosocial

IV. ENTORNO COMUNITARIO Y REDES Puntúe: L: logrado; ML: medianamente logrado; NL: No logrado

1. PARTICIPACIÓN Y RECURSOS COMUNITARIOS L ML NL


Participa en grupos validados de la comunidad
Comunidad cohesionada
Existe apoyo social y protección a niños/as y adolescentes en el entorno
Existen recursos comunitarios suficientes
Las redes tienen disponibilidad y/o accesibilidad a la atención
Buena calidad del liderazgo social en la comunidad.
Observaciones

2. Actitud de la comunidad frente al adolescente y grupo de pares

Aceptación, sensibilidad frente al tema


Rechazo, problemas de integración social
Indiferencia
Inclusión y/o participación
Observaciones

3. Evaluación de su entorno
Si No Observaciones
Barrio conflictivo / alto riesgo
Accesibilidad a sustancias
Presencia de tráfico
Presencia de delincuencia
Solidaridad entre los vecinos
Existencia de servicios o redes
formales o informales que a n e x os
apuntan a la temática de riesgo

4. Existencia de redes (de apoyo formal o informal)


1
2
3
4
5

121
V. CONCLUSIÓN DIAGNÓSTICA
1. NIVEL DE COMPLEJIDAD PSICOSOCIAL DEL SUJETO/ GRUPO DE PARES CERCANO: leve, moderado, severo.
(ver pauta de niveles de complejidad)

2. NIVEL DE COMPLEJIDAD PSICOSOCIAL DE LA FAMILIA: leve, moderado, severo


(ver pauta de niveles de complejidad familia)

3. DIMENSIÓN LIGADA AL COMPROMISO BIOPSICOSOCIAL (ver pauta dimensión compromiso biopsicosocial)

4. DIMENSIÓN LIGADA AL CONSUMO (ver pauta)

5. SÍNTESIS DIAGNÓSTICA (señale principales problemáticas a nivel individual, familiar y entorno comunitario)

6. PRONÓSTICO RESPECTO A LA INTERVENCIÓN (sujeto, familia y entorno)

122
Intervención Psicosocial

Plan de Intervención Individual o Proyecto Integral de Tratamiento

I. ANTECEDENTES

N° Ficha o carpeta: Fecha de elaboración:

Profesionales o equipos participantes:

De acuerdo con la Síntesis Diagnóstica en la Ficha de Diagnóstico Integral del adolescente, elaboren el Plan de Inter-
vención.

II. OBJETIVOS DE LA INTERVENCIÓN POR ÁMBITO

En los objetivos de la intervención por ámbito se deben incorporar los distintos ejes de la intervención, de acuerdo
con la modalidad de intervención psicosocial o ambulatorio-comunitaria según corresponda: vínculo, desarrollo so-
cioemocional, drogas, reparación, integración social, familia, salud mental y física, entorno y redes, conductas transgre-
soras.

OBJETIVOS POR ÁMBITO DE INTERVENCIÓN

1. Individual (Sujeto / Grupo de pares)


Objetivos Actividades o prestaciones, Equipo o profesional responsable Duración
y/o programa (Ambulatorio-Comunitario, estimada
Psicosocial u otro)

a n e x os

123
2. Familiar (nuclear, extensa o figuras sustitutas)

Objetivos Actividades o prestaciones, Equipo o profesional responsable Duración


y/o programa (Ambulatorio-Comunitario, estimada
Psicosocial u otro)

3. Entorno comunitario y redes


Objetivos Actividades o prestaciones, Equipo o profesional responsable Duración
y/o programa (Ambulatorio-Comunitario, estimada
Psicosocial u otro)

III. COORDINACIÓN CON REDES ESPECIALIZADAS

124
Intervención Psicosocial

Notas

1. Guendel, Ludwig; González Mauricio, Carrera Fernando, Osorio Rodolfo; “La política so-
cial con un enfoque de derecho. Una reflexión a partir del caso costarricense.” 2002;
Mimeo.

2. “La Representación social de la droga en población SENAME”; SKOPUS-Lado Humano;


CONACE; 2002.

3. “ V Estudio del consumo de drogas en Población general”; 2003. CONACE.

4. Milán, Ana María; “Metodología de atención en Adolescentes con Consumo de Sustan-


cias”; El Observador No 19; SENAME; 2001.

5. Se entiende por vigentes, a “la población que a esa fecha se encontraba siendo atendida
por la Red SENAME”.

6. El sistema de atención de SENAME (Departamento de Planificación) registra un total de


6.592 niños/as de y en la calle, lo que no implica que todos se encuentren atendidos en
proyectos reparatorios de niños/as de la calle de SENAME, sino que también, se encuen-
tran en otros de prevención, como los Centro Infanto Juvenil (CIJ).

7. “Encuesta Nacional de Seguridad Ciudadana”; Ministerio del Interior; Chile; 2003.

8. “Política Nacional a favor de la Infancia y la Adolescencia. 2001- 2010”; MIDEPLAN;


2000.

9. Arbex, Carmen.; “Guía de Intervención: menores y consumo de drogas”; Madrid, España;


2001

10. Arbex; C: Op. Cit.

11. Marginalidad y capital social: ¿se puede estar al borde del desarrollo? Daniela Vicherat;
IIG; España; 2000.

12. Ziccardi, Alicia; “Gobernabilidad y participación ciudadana en el Distrito Federal”; UNAM;


1997; México.

13. Ziccardi; A.; op. cit.


N O TA S
14. Becoña, Elisardo; “Manual de Intervención en Drogodependencia”; Ed. Síntesis; España;
2004.

15. Lucchini, Roberto; “Niño de la Calle. Identidad, sociabilidad y droga”; Ed. Los libros de la
frontera; Barcelona; España, 1996.

16. Artículo 6° inciso 1°, 15 inciso 1°, 18 inciso 1°, 23 inciso 1° y 2°, 24 inciso 1°, 25, 26 inciso
1°, 27 inciso 1° y otros de la Convención Internacional de los Derechos del Niño.

125
17. Artículo 2° inciso 1°, 8° inciso 1°, 9° inciso 3°, 10° inciso 2°, 14 incisos 1° y 2° y otros de
la Convención Internacional de los Derechos del Niño.

18. Artículo 3° inciso 1°, 8° inciso 2° y otros de la Convención Internacional de los Dere-
chos del Niño.

19. Artículo 2° inciso 2°, 6° inciso 2°, 12 inciso 1°, 20 inciso 2° y otros de la Convención
Internacional de los Derechos del Niño.

20. Artículo 5°, 12° inciso 1°, 14 inciso 2°, 31 inciso 1° y otros de la Convención Internacio-
nal de los Derechos del Niño.

21. Bowlby, J.; “El vinculo afectivo”, Ed. Piados; Buenos Aires; Argentina; 1990.

22. Kotliarenko, M. A. et. al: “Estado de Arte en Resiliencia”; Organización Panamericana de


la Salud (OPS); 1997.

23. Rutter, M. (1992) Resilience: Some conceptual considerations. Conference on Social Chan-
ge and Development in Adolescence: a Focus on the Americas. O.P.S. Washington, D.C.

24. Doc Mideplan. Estrategia de Intervención Integral a favor de Familias en Extrema Pobre-
za. Enero 2002.

25 Evaluación de Procesos de los Proyectos de Intervención Psicosocial y Prevención de


Drogas con Niños, Niñas y Adolescentes de y en la calle. Fozzolari et al, 2004.

26. Fozzolari, Op.cit., 2004.

27. Fozzolari, Op.cit., 2004.

28. “Intervención psicosocial preventiva con niños, niñas y adolescentes en situación de alta
vulnerabilidad social. “ Documento borrador, Pollarolo F. 2004.

29. Op. cit.

30. Pollarolo, Op. Cit., 2004.

31. Arón, A. y Llanos, T. Desgaste Profesional. En “Violencia en la Familia: Programa de In-


tervención en Red, la experiencia de San Bernardo”, 1996.

32. “Marginalidad”, Lineamientos técnicos Área Prevención, CONACE, 2005.

33. Evaluación de Procesos de los Proyectos de Intervención Psicosocial y Prevención de


Drogas con Niños, Niñas y Adolescentes de y en la calle. Fazzolari et al, 2004.

34. Programa “Pasos en la Calle: Intervención psicosocial y prevención de drogas con niños,
niñas y adolescentes en situación de calle”, IX Región. En “Evaluación de Procesos de los
Proyectos de Intervención Psicosocial y Prevención de Drogas con Niños, Niñas y Adoles-
centes de y en la calle.” Fazzolari et al, 2004.

126
Intervención Psicosocial

35. Proyecto “Chasqui Redes”, Corporación Programa de Atención a niños y jóvenes Chas-
qui, San Bernardo, R.M. En “Evaluación de Procesos de los Proyectos de Intervención
Psicosocial y Prevención de Drogas con Niños, Niñas y Adolescentes de y en la calle”.
Fazzolari et al, 2004.

36. Proyecto Corporación Caleta Sur, Lo Espejo, R.M. En Evaluación de Procesos de los
Proyectos de Intervención Psicosocial y Prevención de Drogas con Niños, Niñas y Ado-
lescentes de y en la calle”. Fazzolari et al, 2004.

37. Op.cit.

38. Programa “Niños en la Huella”, I Región. En “Evaluación de Procesos de los Proyectos de


Intervención Psicosocial y Prevención de Drogas con Niños, Niñas y Adolescentes de y
en la calle.” Fazzolari et al, 2004.

39. Ibid.

40. Fazzolari et al, op.cit., 2004.

41. Proyecto “Chasqui Redes”, Corporación Programa de Atención a niños y jóvenes Chas-
qui, San Bernardo. En: Fazzolari et al, 2004; op. cit.

42. Adaptado de experiencia de modalidad de tratamiento Ambulatorio-Comunitario,


COSAM, San Bernardo, 2004.

43. Coordinación/derivación deberá contemplar programa especializado de violencia o de


salud mental. En el caso de intento de suicidio, coordinación inicial será con programa de
salud mental, y posteriormente programa de drogas.

44. Intento de suicidio (excluye autoagresiones menores como cortes y quemaduras).


- Intento de suicidio actual (menos de un mes), vinculado al consumo: coordinar/
derivar con Salud mental y después a Programa de drogas para confirmación diag-
nóstica.
- Antecedente de intento de suicidio (últimos 12 meses) sin idea suicida actual y sin
consumo referido: coordinar/ derivar con programa de drogas para confirmación.
- Intento de suicidio actual (menos de un mes) sin consumo referido: coordinar/ deri-
var a Salud mental.

N O TA S

127
Intervención Psicosocial

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