Está en la página 1de 5

1

IMPUTABILIDAD Y CAUSAS DE
EXCLUSIÓN DE LA IMPUTABILIDAD
(art. 28 CP.).
El juicio de culpabilidad supone un reproche personal, que
solamente puede hacerse a los individuos dotados de
capacidad para orientar sus actos de acuerdo con el
conocimiento de su significación, es decir, los imputables,
los capaces de culpabilidad.

O, como a contrario sentido, dice el art. 27.4 CP, no es


responsable penalmente “quien en el momento de ejecutar
el hecho, no estuviere en situación de comprender lo ilícito
de su acción u omisión o de determinarse de acuerdo a esa
comprensión”.

Ese filtro deja fuera los supuestos en los que el sujeto no


puede ser motivado en el sentido querido por la norma.
Amenazarles con pena sería para ellos (prevención
especial) inútil; para la colectividad (prevención general)
como consecuencia de la inidoneidad en estos casos de la
pena, sería acentuar la negación de vigencia (fáctica) de la
norma, que sólo puede aparecer como eficaz si dirigida a
quienes pueden adecuar a ella sus comportamientos.

Así pues, la imputabilidad se presenta, en cuanto


presupuesto de la atribuibilidad, como un elemento a-
valorativo. Pero, como consecuencia del concepto
eminentemente valorativo que se hace de la culpabilidad, la
2

capacidad de la misma no puede construirse sólo con


criterios naturalísticos. El juicio de imputabilidad los
trasciende, obligando a tomar en consideración factores
valorativo-sociales. El concepto de imputabilidad no es,
pues, un concepto psicológico sino psicológico-jurídico.

Pero al Derecho no importa tanto la delimitación de ese


concepto, sino la concreción de los supuestos en que la
motivabilidad requerida no concurre. Al Derecho le interesa
la formulación negativa: para él son imputables quienes no
están incursos en una causa de exclusión de la
imputabilidad. La imputabilidad es la regla que se presume;
esas causas, la excepción que habrá que probar.

Las causas de inimputabilidad se recogen en las tres letras


del art. 27.4 CP.

Según la letra a) está exento de responsabilidad quien, con


los efectos comunes a todos los supuestos de
inimputabilidad, actúa por “enajenación mental”.

La fórmula parece tributaria de la tradicional equiparación


locura-inimputabilidad-peligrosidad, a que respondía –y
daba lugar- la vieja fórmula. Por lo que habrá que ser
especialmente cuidadoso en la comprobación de que la
“enajenación” tiene el efecto psicológico legalmente
descrito.

Las dificultades derivadas del carácter acientífico del


término “enajenación” han de superarse entendiendo por
3

tal toda alteración o deficiencia psíquica grave. Para


apreciar la enajenación el juez se encontraba encorsetado
por las listas de afecciones que se entendía determinantes
de la inimputabilidad. Se venía aceptando que psicosis y
oligofrenias profundas, y con alguna matización,
esquizofrenias y otras neurosis, por ejemplo, la epilepsia,
deberían integrar esa lista.

El problema se complicaba con las psicopatías, que no son


enfermedades endógenas, sino alteraciones de la
personalidad o de la afectividad, con lo que quedaban
excluidas del ámbito de la enajenación, olvidándose que el
hecho de que no se les haya encontrado un origen
endógeno no autoriza, sin más, a negar su valor eximente.
Como tampoco parecía que la psicopatía pudiera ser
considerada irrelevante, se venía apreciando,
generalmente, la exención incompleta.

El efecto psicológico radica, según la actual redacción de la


eximente, en la imposibilidad “de comprender la ilicitud de
la acción u omisión o de determinarse de acuerdo a esa
comprensión”.

La grave perturbación de la conciencia, que como segunda


causa de inimputabilidad reconoce el art. 27.4 CP, parece,
por contraposición a la enajenación, una alteración
psíquica, que puede tener cualquier origen, pero de
carácter transitorio. No obstante, lo relevante es entender
que para ser eficaz como eximente, debe ser grave, y que
4

la gravedad ha de medirse y constatarse en relación con su


idoneidad para producir el efecto psicológico en el momento
de ejecutar el hecho.

También está exento de responsabilidad el que actúa


motivado por su desarrollo psíquico retardado o incompleto.

La base biológica a que se alude puede consistir en


deficiencias físicas (sordomudez, ceguera) o de
socialización sufridas en el proceso de formación personal.
En efecto, los déficits en el desarrollo psíquico pueden tener
un origen biológico o psicopatológico pero también social,
incidiendo negativamente en los procesos de socialización,
dado que el plano naturalístico de lo cognoscitivo y lo
volitivo sólo adquiere relevancia, a efectos de exoneración
de la responsabilidad criminal, en cuanto puede determinar
una incomunicación normativo-cultural (MORALES PRATS).

Si la imputabilidad es capacidad de decidir el propio


comportamiento de acuerdo con previas valoraciones, el
fundamento de la eximente, parece obvio: sólo se puede
recibir el mensaje prescriptivo si previamente se captó su
mensaje valorativo.

Cuando el grado de desarrollo persona, (en el que ha de


apreciarse también el grado de socialización) es tan
deficiente que no existe esa capacidad de captar lo valioso
y lo que no lo es, ni la capacidad de adecuar el propio
comportamiento al mensaje prescriptivo implícito en
aquella valoración, el sujeto no puede ser culpable.
5

El art. 17 excluye del ámbito de aplicación de la ley penal a


los menores de dieciocho años. No ha optado, pues, el
Código Penal por configurar la minoría de edad como causa
de inimputabilidad, lo que obliga a indagar sobre las
razones del legislador para poner a los menores al abrigo
de la intervención penal.

Estas razones no pueden sino tener naturaleza preventiva,


según preconiza el “modelo de necesidad de pena” –
opuesto al tradicional “modelo del discernimiento”-, según
el cual la razón de la exclusión general de la pena
convencional para los menores es la falta de necesidad
preventiva –y la consiguiente ausencia de legitimación-
(SILVA).

También podría gustarte