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Comensalismo

En el Mediterráneo observamos varios ejemplos de esa relación peculiar que se establece entre
algunas especies.

PEDRO J. SANZ, PERE RIDAO Y GABRIEL OLIVER

Al pensar en las interacciones entre especies de un mismo ecosistema, solemos centrarnos en la


competencia y la depredación, sin lugar a dudas por su dramatismo y fuerte carga simbólica. El
parasitismo, la simbiosis y el mutualismo también acaparan una parte importante de nuestro
interés científico debido a los delicados equilibrios que se establecen entre las especies
implicadas. En cambio, el comensalismo atrae menos la atención, aunque constituye una
estrategia fundamental para quienes la practican. De las dos especies que se asocian, el comensal
saca un provecho, mientras que el huésped no, aunque tampoco se ve perjudicado.

De todos es conocida la relevancia de los corales formadores de arrecifes a la hora de incrementar


la complejidad estructural del ecosistema. Menos conocida es la importancia de las esponjas como
refugio habitual de crustáceos, poliquetos, sipuncúlidos y otros invertebrados. Y aunque en el
Mediterráneo no resulta habitual que los peces se cobijen en ellas, en ocasiones nos encontramos
con algunos ejemplos de tal estrategia, como cuando Lipophrys trigloides se asienta en el interior
de una esponja del género Ircinia.

Anémonas y medusas ofrecen también refugio seguro a los que se atreven a ocultarse entre sus
tentáculos sin provocar el disparo de las células urticantes. En el Mediterráneo, el pequeño góbido
Gobius bucchichi suele aparecer asociado a la ortiga de mar (Anemonia sulcata), mientras que las
poslarvas de las diferentes especies de jureles (Trachurus spp.) hacen lo propio con la medusa
Cotylorhiza tuberculata. A diferencia de los peces payaso del Indopacífico, que sobreviven solo en
las cercanías de una anémona, las especies mediterráneas antes citadas no las necesitan. En
realidad, Gobius bucchichi puede cobijarse bajo cualquier piedra y las poslarvas de jurel se asocian
a cualquier objeto flotante, vivo o inanimado. Sin embargo, cuando existen cnidarios disponibles,
no dudan en aprovecharlos. Sería interesante determinar si la relación con un ser vivo mejora en
realidad su supervivencia.

Pero el caso más intrigante de comensalismo entre las especies marinas mediterráneas lo ofrecen
la morena (Muraena helena) y un pequeño camarón, Lysmata seticaudata. Como si se tratara de
los pluviales limpiadores de cocodrilos descritos por Heródoto hace más de dos mil años, los
camarones se aproximan a las morenas y buscan entre sus dientes partículas de alimento.
Ignoramos la relevancia de esta limpieza bucal para las morenas, pero muy hambrientos deben
hallarse los camarones para aventurarse a buscar alimento en semejante lugar.

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