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Dialnet TendenciasPostestructuralistasEIdeologicasEnLaCrit 91973 PDF
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E IDEOLÓGICAS EN LA CRÍTICA
LITERARIA POSTMODERNA1
ES DE sobra conocido que la crítica literaria moderna parte a grandes rasgos de las
concepciones platónicas y aristotélicas de la antigua Grecia que eran revisadas
por los pensadores de finales del siglo XVIII, con lo que se producía el germen del
pensamiento romántico. Las nociones de Poética, Política, Retórica, Ética y Me-
tafísica constituyeron en su momento una primera aproximación científica al pen-
samiento. Las ulteriores divisiones aristotélicas del fenómeno lingüístico en Ló-
gica, Retórica y Poética, así como el estudio de los géneros literarios (Epopeya,
Tragedia o Comedia) configuraron una sistematización poco frecuente incluso en
épocas posteriores como la medieval y, aunque ésta floreció ligeramente durante
el Renacimiento, terminó por deformarse durante las épocas preceptivistas, hasta
bien entrado el Neoclasicismo. A la época romántica le debemos, pues, no sólo la
creación de la historia literaria como una entidad organizada a modo de gran in-
ventario de los hechos humanos, sino que también se produce una fuerte ruptura
de las teorías de la imitación neoclásica. De todas formas, la crítica histórica des-
de el Romanticismo continúa teniendo una visión excesivamente fragmentaria,
biográfica e histórica de la realidad literaria, influida en gran medida por el
determinismo de Taine y las teorías científicas de la evolución, que se desarrolla-
ron rápidamente tras los descubrimientos científicos de Darwin. No será hasta
finales del siglo XIX cuando se producirá la mayor reacción contra el positivismo
y el pseudocientifismo de la crítica romántica, volviéndose paulatinamente a con-
siderar la obra literaria como centro de la crítica. Entre los varios movimientos
que contribuyen a esta evolución destaca el Idealismo Crítico de Benedetto Croce,
que influye en los teóricos alemanes, como Spitzer o Vossler. Las teorías del
psicologismo vossleriano y el Círculo Filológico de Spitzer serán los precedentes
de las tres grandes escuelas críticas de la primera mitad del siglo XX, las que darán
la base de la nueva teoría literaria contemporánea. Nos referimos, por supuesto, al
Formalismo Ruso, el New Criticism americano y la Nouvelle Critique francesa,
las cuales, junto con la Escuela Estilística de Bally —que fundamentó el Estructu-
ralismo lingüístico—, revolucionan absolutamente la metodología del análisis li-
terario y han influenciado el pensamiento científico de forma casi absoluta, hasta
bien entrada la década de los ochenta.
Seleccionemos, a continuación, —dentro de un panorama global difuso y en
constante crecimiento, que está todavía en proceso de desarrollo— las principales
tendencias críticas de los últimos veinticinco años. La principal característica de
todas ellas la constituye su posición, paralela o de superación, con respecto al
estructuralismo. Se observa, además, un regreso a los estudios extrínsecos de la
literatura y el enfoque multidisciplinar, con atención a otras disciplinas, como la
ética, la filosofía, la etnografía o la musicología, así como la interacción con las
otras artes: el cine, la música, o la pintura. No queremos tampoco olvidar uno de
los términos más importantes de que se ha valido la crítica de los últimos cuarenta
años para designar el movimiento artístico en que nos encontramos inmersos; nos
estamos refiriendo, claro, al Postmodernismo. Veamos cómo lo define John
McGowan en The Johns Hopkins Guide to Literary Theory & Criticism:
Literary critics, most notably Harry Levin, Irving Howe, Leslie Fiedler, Frank
Kermode, and Ihab Hassan, began to use the term in the 1960s to distinguish
the post-World War II experimental fiction of Samuel Beckett, Jorge Luis
Borges, John Barth, Donald Barthelme, Thomas Pynchon, and others from the
classics of high modernism. From the start, postmodernism spurred skepticism
(had not James Joyce, Franz Kafka, and the various avantgardes already
performed all the tricks now called post-modern?) and antagonistic evaluation.
(...) Postmodern art seemed to capitulate to the dominant culture, which was
itself now designated postindustrial or postmodern by various writers. Thus,
discussions of postmodernism considered not only changes in artistic style but
also the extent to which society itself had changed and the fact that the
contemporary artwork’s relation to politics was problematic in new ways2.
siglo. Sobre todo, tras la publicación en 1979 del libro de Jean-François Lyotard3,
La condition postmoderne, el Postmodernismo conoció su aceptación académica
y se expandió, como contraposición, hacia otras escuelas diferentes de la france-
sa, como la de Habermas y Jameson. Son también muy relevantes las interpreta-
ciones de Linda Hutcheon y Brian McHale. En fin, como McGowan señala,
directa para el lector, y que de este modo describe el proceso completo de la vida,
sin apartarse de los cauces realistas. Las teorías marxistas también atacan, por
tanto, las tendencias modernistas, en su concepción de la historia y del «virtuosis-
mo» experimental, que no conduce a la verdadera aprehensión de la realidad5.
Bertold Brecht, por otro lado, utilizaba las técnicas de la «alienación» para des-
pertar las conciencias adormiladas de los espectadores pasivos, sin perder de vista
los procedimientos de ruptura formal que Lukács criticaba. El ataque al formalis-
mo en la literatura sin perder de vista el realismo será una de las bases teóricas
más discutidas por los nuevos críticos marxistas, como Eagleton, o Jameson.
No debemos olvidar tampoco entre sus precedentes a la Escuela de Frankfurt
(cuyos principales representantes son Theodor Adorno y Walter Benjamin) que pro-
pugnaron el método de la «teoría crítica», el cual, en breves palabras, colocaba al
arte y la literatura como medios importantes para entender la «alienación» o la «ver-
dad» del individuo de su tiempo, al tiempo que propugnaba el estudio social de las
obras a partir de sustentos como el marxismo hegeliano y las teorías psicoanalíticas
de Freud. No iba, por tanto, contra el Modernismo, como Lukács, puesto que este
movimiento también explicaba —como podía hacer el realismo— la verdad indivi-
dual y social de los colectivos. Hay que hacer notar que todas estas teorías marxistas
son en última instancia racionalistas, por lo que podemos encontrar también una
corriente marcadamente estructuralista entre ellas, como es la representada por filó-
sofos y pensadores como Althusser o Goldmann, de la Escuela Francesa6.
De la nueva crítica marxista inglesa se destacan las obras de Terry Eagleton,
el cual desde Criticism and Ideology se convirtió en el revulsivo de la crítica
literaria británica. Eagleton, Junto con Fredric Jameson7 y Raymond Williams, se
ha ocupado de dotar de contenido teórico el estudio de las producciones postmo-
5. Erich Auerbach es quizás el crítico que mejor ha entendido las concepciones de Lukács,
estableciendo su propia definición del «Realismo», en 1987: Mimesis: The Represen-
tation of Reality in Western Literature, Princeton University Press, Princeton, New
Jersey.
6. Véase las extensiones a la doctrina de éstos por Pierre Macherey (en 1978: A Theory of
Literary Production, Routledge & Kegan Paul, London), que marcan el paso hacia las
nuevas tendencias marxistas, a través de la teoría de la producción poética, que conci-
be el texto como un todo ordenado a través de una ideología concreta que incluye en sí
mismo también lo que no se dice, lo inconsciente. El crítico literario, por tanto, trata de
descubrir todos estos patrones haciendo énfasis en lo que no encuentra, lo que se es-
conde en la estructuración profunda del texto.
7. Fredric Jameson (desde 1971: Marxism and Form: Twentieth-Century Dialectical
Theories of Literature, Princeton University Press, Princeton, New Jersey) se ha con-
vertido en el principal crítico de las últimas tendencias creativas postmodernistas, siem-
pre desde una visión de la producción artística cercana a la Escuela de Frankfurt y a las
corrientes sociológicas de la literatura.
8. El libro básico para esta teoría es el de 1978: The Act of Reading: A Theory of Aesthetic
Response, Johns Hopkins University Press, Baltimore.
Otros críticos que han desarrollado esta vertiente son Stanley Fish y David
Bleich, en Norteamérica, y Michel Riffaterre, en Francia. En el caso de Stanley
Fish, la «estilística afectiva» se produce cuando el lector se conmueve, en el sen-
tido amplio del término, por las expectativas que produce el estilo determinado
del autor, que lo van guiando hacia distintos efectos: sorpresa, enfado, complici-
dad,... En Is There a Text in this Class?9, se llega hasta la imposibilidad de apre-
hensión total de los textos, puesto que siempre estarán éstos mediatizados por el
nivel de lectura de sus receptores, incluida la lectura de los críticos literarios y de
Fish mismo. Riffaterre desarrolló una compleja semiótica de la interpretación del
texto poético —basada en encontrar las «matrices» de los hechos inconexos y
oscuros que permitan darle sentido— que es más apropiada para la comprensión
de la poesía menos accesible y más experimental, que para toda la literatura. Da-
vid Bleich, por último, se decanta por el estudio psicológico de la función del
proceso de lectura como un medio del lector para conocerse más a sí mismo, es
decir, que el lector interpretará el texto de acuerdo a su propia subjetividad, a su
propia «respuesta» intelectual y afectiva, lo que se ha denominado como «critica
subjetiva».
Tras veinte años de desarrollo, las teorías orientadas al lector atraviesan en este
momento una cierta crisis, puesto que en sí mismas ponen en duda la objetividad de
la función crítica, pero es innegable destacar la importancia que han tenido para la
superación del análisis único del texto, propugnado por el estructuralismo.
por último, es el creador de una teoría del discurso compleja e importante, que
intenta analizar las funciones y las características de cada texto narrativo, con
nuevas denominaciones para cada categoría, como las de los niveles de la narra-
ción —histoire, récit y narration—, y las de la voz narrativa, partiendo de las
diferencias entre diégesis y mímesis —de la poética de Aristóteles— que produ-
cen oposiciones y reunificaciones actualmente muy en vigor (homodiégesis/
heterodiégesis, intradiégesis/extradiégesis). La importancia de las teorías de
Genette ha sido muy grande, tanto para la continuidad del estructuralismo, en sus
seguidores más directos, como Shlomith Rimmon-Kenan, por ejemplo, como para
su superación, como veremos a continuación en las teorías post-estructuralistas10.
Además, dentro de la narratología estructuralista debemos mencionar los logros
estructurales que han supuesto las teorías de Mieke Bal, Robert Scholes, Wayne
C. Booth, Franz Stanzel y Dorrit Cohn, entre muchos otros11.
Otro de los autores fundamentales para la apreciación de la nueva crítica es el
post-formalista ruso Mijail Bajtín, cuyos conceptos del dialogismo, lo «carnava-
lesco», y lo «polifónico» (la heteroglosia), perviven hoy en día con gran vigen-
cia12. A través de las distinciones entre las narrativas de Dostoievsky y Tolstoy,
Bajtín intentó una sistematización de la autoría de la narración —desde la
omnisciencia del autor monológico, hasta la pluralidad del autor polifónico—, de
la relatividad de la autoridad de las voces narrativas, por medio de los concepto
carnavalescos del humor, la parodia y la subversión, o de la fuerza comunicativa
que se produce entre el texto y sus lecturas, hasta alcanzar la plenitud de su signi-
ficado —es decir, la heteroglosia—.
Pero volvamos al estructuralismo inglés, y consideremos la distinción esta-
blecida por David Lodge (en The Modes of Modern Writing) entre metáfora y
metonimia como ciclos pendulares de la creación estilística, es decir, que podría
decirse que la literatura pasa por momentos en que lo metonímico, lo formalmen-
te realista, es preponderante, a otros en los que prevalece la visión simbólica y
metafórica de la realidad. Esta teoría, que procede de Barthes y Jakobson, está
desarrollada a partir del análisis de lo metonímico y metafórico dentro del texto
mismo, y de ahí pasa a las épocas literarias: el Modernismo, el Romanticismo, el
Simbolismo, la Edad Media serían épocas metafóricas, mientras el Clasicismo, el
Antimodernismo, el Renacimiento, serían épocas principalmente metonímicas.
10. A este respecto, véase nuestra nota sobre las «Tendencias miméticas y no-miméticas en
el análisis narrativo actual», de 1996: Revista Canaria de Estudios Ingleses, 32-33, pp.
201-6.
11. Uno de los libros más recientes sobre narratología es el de Susana Onega y José Angel
García Landa, eds., 1996: Narratology, Longman, London & New York.
12. Bajtín ha creado su propia Escuela, que tiene sus inmediatos discípulos en Medveded
y Voloshinov.
13. Culler, 1975, Structuralist Poetics: Structuralism, Linguistics and the Study of Literature,
Routledge & Kegan Paul, London. Posteriormente, son importantes, de 1981: The
Pursuit of Signs, Routledge, London y, de 1983: On Deconstruction: Theory and
Criticism after Structuralism, Routledge, London.
14. Puede decirse, incluso, que la evolución de los postulados de Derrida ha sido el pro-
ducto del vigor de la escuela deconstructiva norteamericana.
terarios y las interpretaciones místicas y cabalísticas para descifrar los textos «di-
fíciles» de la literatura, como los de los románticos ingleses, de forma que se
produzcan nuevas lecturas revalorizadoras de la opinión histórica consolidada que
todos tenemos de ellos (otra forma de cuestionar los centros). Hillis Miller, por
último, combina los estudios fenomenológicos con los deconstructivos para estu-
diar la ficción inglesa. Con los trabajos de Geoffrey Hartman y Barbara Johnson,
entre otros, la deconstrucción sigue avanzando imparable en su proceso de revi-
sión desmitificadora de la literatura.
El último gran campo de estudio postestructuralista que hemos de comentar
lo constituyen las teorías psicoanalíticas, herederas de Freud y sus sucesores,
especialmente de Jung, y sus «arquetipos». Esta tendencia ha sido utilizada por
otros movimientos, —al igual que ocurre con la deconstrucción— tales como los
feministas o los queer studies, lo que no debe ser causa de extrañeza, pues su
principal característica es la articulación de la sexualidad dentro del lenguaje lite-
rario. Los grandes teóricos son Jacques Lacan, Gilles Deleuze, Félix Guattari y
Julia Kristeva.
Kristeva es, precisamente, un nexo de unión entre el feminismo y las teorías
psicoanalíticas, puesto que articula sus postulados en la «diferencia» agónica que
se produce entre los distintos sexos, a través del análisis del lenguaje poético
articulado estructuralmente a partir de su condición lingüística. La autora cons-
truye una semiótica muy particular en la que se distinguen elementos del in-
consciente que transmiten impulsos sexuales, que a su vez contaminan las metá-
foras y símbolos de la literatura15.
Jacques Lacan, sin embargo, puede ser considerado como el gran artífice de
esta tendencia, puesto que articula un gran aparato crítico estructuralista a partir
del análisis de lo «subjetivo», desde los postulados de Freud y Jung. Los princi-
pios de realidad y placer, así como las represiones freudianas se transforman en
Lacan en el estudio textual a través de las oposiciones genéricas que ocurren en
dos campos bien acotados: el «imaginario» y el «simbólico». En el terreno de lo
imaginario se diluyen las distinciones entre el «yo» y los «otros», y se construye
la personalidad «ideal» (un «ego» desdoblado, visto como en un espejo). Dentro
de lo simbólico, se producen las diferenciaciones impuestas por las figuras de
autoridad (el «padre») entre varón / mujer, padre / hijo, presencia / ausencia... La
imposibilidad de que ambos mundos puedan ser complementarios en el mundo de
la realidad produce un ansia, o deseo, que se satisface a través de los sueños
15. En el libro de 1996: Julia Kristeva: Readings of Exile and Estrangement, Macmillan,
London; Anna Smith selecciona los principales temas de la obra de Kristeva que nos
interesan: el exilio dentro del lenguaje, el desconocimiento de nosotros mismos, la
metáfora de la torre de Babel, es decir, la diversidad de lenguas, o percepciones diver-
sas de la realidad, así como los aspectos feministas de su análisis psicoanalítico.
16. Edward Said, 1978: Orientalism. Western Conceptions of the Orient, Penguin, Har-
mondsworth. Véase también de 1983: The World, The Text and the Critic, Harvard
University Press, Cambridge, Mass. También, 1994: Culture and Imperialism, Vintage,
New York.
17. Homi K. Bhabha, 1990: Nation and Narration, Routledge, London; y, 1994: The Location
of Culture, Routledge, London & New York.
18. Los libros más importantes de Spivak son, 1987: In Other Worlds: Essays in Cultural
Politics, Routledge, London, y, 1990: The Post-Colonial Critic: Interviews, Strategies,
Dialogues, editado por Sara Harasym, Routledge, London.
19. Véanse las diferencias de terminología entre lo post-colonial, cuya ambigüedad gené-
rica hemos explicado, lo anti-colonial (que repudia los presupuestos coloniales) y lo
neo-colonial (que continúa sin ruptura alguna con la literatura de tradición imperialis-
ta, desde la independencia constructiva de las colonias).
20. Padmini Mongia ha editado en 1996, Contemporary Postcolonial Theory. A Reader,
Arnold, London; el cual se muestra como una de las guías más útiles para apreciar la
heterogeneidad y la pluralidad de este campo de estudios.
6) Por último, los estudios genéricos también han producido un corpus críti-
co inmenso y de gran diversidad en muy poco tiempo. Podemos decir que en este
momento hay muchos estudiosos que están dedicados a la revisión del canon lite-
rario para colocar en su justa medida la producción y la recepción de la escritura
hecha por mujeres, como puede observarse en la obra de Gilbert y Gubar, Kristeva,
Showalter, Cixous, Irigaray, Mary Eagleton, Mitchell, entre otras. Precedentes
como Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, y hechos como la emancipación de la
mujer y su absorción de los centros de poder, han elevado a categoría los estudios
feministas de segunda generación, desde perspectivas como las marxistas —des-
de las más radicales, la sexual politics de Kate Millett y los trabajos de Germaine
Greer, o Eva Figes y su cuestionamiento de la patriarquía y la represión sexual
femenina, hasta las revisiones de Cora Kaplan, o el materialismo feminista de
Judith Newton y Deborah Rosenfelt—, así como las teorías del «falocentrismo»,
el radicalismo feminista, o los estudios de la mujer.
Particularmente relevantes para los estudios posteriores se han mostrado las
teorías de la «ginocrítica» de Elaine Showalter y la revisión histórica que comen-
zara The Madwoman in the Attic, de Sandra Gilbert y Susan Gubar2. La «ginocrí-
tica», o el proceso de estudio de las mujeres escritoras, desconstruye no sólo las
principales «confesiones» espontáneas que aparecen en los libros de éstas, como
los trazos de las primeras señales de emancipación intelectual femenina (en auto-
ras como Katherine Mansfield, Dorothy Richardson), la figuras-clave del cambio
(Virginia Woolf), la novela intrínsecamente de mujeres (como la de Jean Rhys), o
las que superan el descontento feminista (Margaret Drabble, o A.S. Byatt). De
todos modos, Showalter critica la tendencia andrógina de las escritoras que se
escudan en la imitación del mundo masculino, como ocurre en el paradigmático
Orlando, de Virginia Woolf, lo que la lleva a la confrontación crítica con otras
autoras, como Toril Moi, que valoran la percepción de las tensiones sexuales y la
desintegración estructural de la novela de Woolf. En el fondo subyace la dialécti-
ca entre las corrientes francesas (en la que se integra Moi) y las anglo-americanas
(en la que se incluye a Showalter).
Para finalizar este recorrido por las principales tendencias críticas actuales,
no hemos de olvidar que entre los estudios del género existe una corriente parale-
la a la feminista —tanto en contenido como en evolución histórica— formada por
los gay/lesbian studies, así como por los queer studies. La emancipación sexual
de los sesenta lleva también a los cuestionamientos de los «centros» de poder
sexuales, por lo que la «salida del armario» de las minorías y la liberación de la
21. En este proceso de revisión, Gilbert y Gubar publicaron en 1979: The Madwoman in
the Attic: The Woman Writer and the Nineteenth Century Literary Imagination, Yale
University Press, New Haven; y en 1988: No Man’s Land: The Place of the Woman
Writer in the Twentieth Century, Yale University Press, New Haven.