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Eudoxo de Cnidos

(Eudoxo de Cnido o de Cnidos; Cnidos, actual Turquía, 400 a.C. - id., 350 a.C.) Astrónomo y
matemático griego. Estudió matemáticas con Arquites, filosofía en la escuela de Platón en Atenas y
astronomía en Heliópolis.

Eudoxo fue el primero en dar una explicación sistemática de los movimientos del Sol, la Luna y los
planetas. Para ello construyó un modelo de 27 esferas concéntricas en el que la esfera exterior
correspondía a las estrellas como puntos fijos en el cielo; en el centro se hallaba la esfera Tierra.
Dividió asimismo la esfera celeste en grados de longitud y latitud.

En matemáticas se atribuye a Eudoxo la teoría de la proporción que se encuentra en el libro V


de Euclides, además de la elaboración de un método de calcular áreas y volúmenes delimitados por
Estaba a punto de celebrarse el certamen mundial de matemáticas escolares. Los niños más listos
del mundo estaban reunidos para empezar la competición.
El favorito era Ulises, un chico español de ocho años que había batido todos los récords mundiales
de cálculo y resolución de problemas. Muy de cerca le seguía Anna, una niña inglesa de su misma
edad.
El torneo se desarrolló sin sorpresas durante cuatro días, hasta que a la final llegaron los dos
favoritos: Ulises y Anna. Las pruebas eran duras, y los dos estaban empatados antes de la última
prueba: el cálculo definitivo.
Anna estaba muy cansada, al igual que Ulises. Ella sabía que tenía que dedicar todas sus fuerzas a
resolver la última prueba de cálculo. Ulises, por su parte, estaba convencido de que ganaría, y
dedicó sus últimos esfuerzos a hacer flaquear a su rival.
- No eres rival para mí, pequeña -dijo Ulises a Anna-. Se te ve en la cara lo cansada y lo nerviosa
que estás.
Anna no contestó. Estaba concentrada en resolver la prueba.
- Me queda un solo número y habré terminado el ejercicio-dijo Ulises-. Vas a perder.
Anna quiso decir algo, pero tenía que terminar el ejercicio, aunque fuera después que Ulises. Ese
mismo truco lo había usado durante toda la competición con sus rivales para despistarlos, y ella no
iba a permitir que se saliera con la suya.
- ¡Terminado! -gritó Ulises-. Jajaja, soy el campeón.
Dos minutos después terminó Anna, justo en el momento en que sonaba el timbre que daba fin a la
prueba.
- Está claro quién es el mejor, ¿eh? -dijo Ulises.
Los jueces comprobaron los ejercicios de los chicos. Al cabo de un rato un juez se acercó a los
micrófonos para anunciar el ganador:
- El vencedor de este año es…. la señorita Anna, de Gran Bretaña.
- ¿Cómo? ¿Qué? Pero….-dijo Ulises-. ¡Eso es imposible!
- Si te hubieras preocupado más de tu prueba en vez de molestar a tu rival no hubieras cometido
errores, Ulises -le dijo el presidente del jurado.
- Podrías haber ganado sin humillar ni molestar a tu rival -dijo otro de los miembros del jurado.
- Pero yo merecía ganar. ¡Soy el mejor! -protestó Ulises.
- Tal vez seas el mejor o tal vez no. Lo que está claro es que no mereces ganar -dijo el presidente
del jurado.
Anna se sintió muy satisfecha cuando supo que había ganado y a pesar de que Ulises había estado
molestándole durante toda la prueba, se acercó a saludarle.
- Gracias Ulises, has sido un digno rival.
- Vaya, pensaba que estarías enfadada… creo que no tendría que haberte dicho esas cosas… lo
siento -dijo Ulises avergonzado-
- No te preocupes, creo que has aprendido la lección.
- Así es - dijo sonriendo tímidamente Ulises-
Y así fue como Ulises aprendió a saber ganar y también a saber perder.

Solos en el cole

Había una vez un grupo de niños de tercero de primaria a los que no les gustaban mucho las
matemáticas. Decían que las mates no valían para nada, que eran un rollo y que preferían estar
castigados que perder el tiempo con esa asignatura.

A este grupo de niños tampoco les gustaba nada la clase de lengua, ni la de inglés, ni la de
ciencias. Con el resto hacían una excepción, siempre y cuando no tuvieran que trabajar mucho.

Un día, cuando los niños llegaron a clase, descubrieron que no había nadie para dar clase. Tocaba
clase de matemáticas, como todas las mañanas a primera hora.

Los niños estaban tan contentos. Pero pasaban las horas y por allí no iba nadie. No fue el profesor
de lengua, ni el ciencias, ni tampoco el de educación física.

Cansados de esperar, a Kilian, el más mayor de la clase, se le ocurrió ir a preguntar qué pasaba.

Kilian salió de la clase y puso rumbo al despacho del director. Pero allí tampoco había nadie. Buscó
por todo el colegio. Pero en ninguna clase había nadie. ¡El colegio estaba vacío!

Kilian volvió al aula y contó a sus compañeros lo que había descubierto.

-¿Estamos solos en el colegio? -preguntó una niña.

-Sí. Y no podemos irnos, porque las puertas están cerradas -dijo Kilian.

-¡El colegio es nuestro! -gritaron los más gamberros de la clase, con malas intenciones.

-Deberíamos investigar a ver qué ha pasado y resolver este misterio -propuso Kilian.

A todos les pareció bien.

-Nos dividiremos en grupos y exploraremos el colegio -dijo Kilian-. Nos vemos aquí en media hora.

Al cabo de media hora todos volvieron a clase. Solamente un grupo había encontrado una pista.

-Hemos encontrado este papel en la mesa del profesor de la clase de quinto -dijo uno de los niños-.
Aquí dice que hay una excursión para ir a la inauguración del museo de ciencias del universo.
Parece que hay una casilla por cada curso, para seleccionar al que pertenece cada uno y firmar la
autorización.

-Y eso, ¿cuándo es? -preguntó Kilian.

En ese momento el director entró por la puerta.

-Hoy mismo. Os habéis perdido un evento extraordinario. Pero, ¿qué hacéis aquí?

-Vinimos a clase, como todos los días -dijo Kilian-. Nadie nos informó sobre la excursión.

-Tal vez si estuviérais más atentos os enteraríais de las cosas. La profesora os dio las hojas.

-Debió de ser el día que hicimos aviones de papel y los tiramos por la ventana -dijo Kilian.

Desde ese día los niños empezaron a poner un poco más de interés. Para su sorpresa descubrieron
que lo que aprendían en el cole servía para muchas cosas y que, poniendo interés y portándose
bien, las clases incluso pueden ser divertidas

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