Bird Box comienza con un planteamiento social y poco a poco se va
construyendo como una película intimista. Quien llegue a Bird Box, la película de Susanne Bier, buscando la impresión fácil, se decepcionará. La intención de la historia es mostrar el lado humano en momentos de desesperación, no el acomodaticio susto del espectador. El único problema es que en su intento de formular un planteamiento profundo no llega a cuajar en sus pretensiones. Se ha querido ver, tanto por la crítica especializada como por los espectadores, su cercanía a filmes como El incidente de M. Night Shyamalan, o La carretera (basada en la novela homónima de Cormac McCarthy). Me agrada la idea de poder emparentarla con Ceguera de Fernando Meirelles, en su anhelo de tocar fibras filosóficas; pero del mismo modo que Meirelles fracasa al asumir la ficción de Saramago (su película está basada en la novela Ensayo sobre la ceguera), Bird Box no consigue su pretensión de construirse como ficción filosófica. Hay ciertos momentos en que los diálogos alcanzan una belleza inusual. Se evidencia durante la muy personal conversación entre Douglas (John Malkovich) y Malori (Sandra Bullock), o cuando Tom(Trevante Rhodes) narra el inconcluso cuento a los niños sin nombre. Me parece un acierto la ambigüedad en la trama, al dejar abierta la posibilidad de que el espectador explore y juegue con sus hipótesis: los entes ¿son alguna forma inteligente de vida extraterrestre o son demonios? El final poético de los pájaros me resultó sutil y en cierto sentido esperanzador, y por lo que he leído, un tanto menos oscuro que el final del libro en que está basada la película (la novela de Josh Malerman se titula de manera homónima). A ratos, el ritmo de la trama se acelera de forma inesperada por lo cual la historia pierde la contundencia y complejidad que ha ido ganando de a poco. En los flashbacks conocemos la historia de Malorie hasta el momento en que da a luz, pero luego, de forma abrupta, la historia nos retorna al presente. Un salto de cinco años que nos deja boquiabiertos. Algunos críticos reprochan la morosidad en contra de los aspectos de movimientos y acción. Yo clamaría por escenas más calmadas y por diálogos parejos, al nivel de las mejores escenas, que le terminarían brindando la profundidad que buscaba. Hay que destacar la intención de riesgo, por plantear una película no convencional, pero hay que reprochar los espacios que cede al impulso de agradar a los espectadores. Susanne Bier ha dirigido filmes intensos y complejos como Cosas que perdimos en el fuego y despegó su carrera cobijada en las directrices del movimiento Dogma 95 impulsado por Lars von Trier y Thomas Vinterberg. El libreto estuvo a cargo de Eric Heisserer, quien también fue responsable del guion de La llegada, la película de Denis Villeneuve.