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Viñeta de Mijaíl Tcheremnykh y Vladimir Mayakovski

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Bujarin
texto de Josep Torrell
U n tiro en la nuca –lo que se conoce por fusilamiento– acabó con la vida de Nikolai Ivánovich Bujarin en la
madrugada del 14 al 15 de marzo de 1938. Una vez muerto se procedió a borrar las huellas de quien había
sido uno de los hombres más influyentes de la Unión Soviética durante la Nueva Política Económica.
Cuando llegó Nikita Jruschov al poder, después de denunciar
los crímenes de Stalin, empezó a rehabilitar a las víctimas del
gran terror. Entre éstas estaba Bujarin, pero reconocer pública-
mente que se había amañado un juicio contra el que Lenin
llamó “el mayor y más valido teórico del partido” y se le había
eliminado, podía desencadenar consecuencias imprevisibles.
Comunistas soviéticos y de otros partidos –fundamentalmente
del partido comunista chino– levantaron su voz, diciendo que
después de lo de Hungría en el 1956, reconocer que la muerte
de Bujarin era un crimen de estado tendría consecuencias
nefastas para la afiliación comunista en todo el mundo. Ante la
insistencia, Jruschov se dejó convencer. La viuda de Bujarin,
Anna Larina, siguió esperando la rehabilitación de su marido,
pero Jruschov fue destituido en 1964, y sus sucesores no qui-
sieron oír hablar del asunto.
Probablemente se detuvo la caída abismal de la afiliación
comunista, pero no impidió que fuera de la Unión Soviética co-
menzase a considerarse a Bujarin uno de los clásicos del mar-
xismo y, en consecuencia, se empezara a recuperar su me-
moria. Los estudios de G. Katkov, A. G. Löwy, Sidney Heitman,
Stephen F. Cohen y Roy Medvedev son los precursores de esta
rehabilitación por los libros de la figura de Bujarin.
Como muchas cosas que quedaron sin hacer durante el
mandato de Jruschov, fue Mijaíl Gorbachov quien rehabilitó a
Bujarin, el 5 de febrero de 1988. En 1992, con Boris Yeltsin en el
gobierno, apareció en manos del KGB un voluminoso original
de Bujarin, escrito en los trece meses que estuvo en la prisión.
Eran cuatro libros: una novela inacabada (que ahora se ha pu-
blicado en castellano, Cómo empezó todo), una revisión de la
tradición marxista (el grueso volumen Arabescos filosóficos,
que John Bellamy Foster considera como uno de los nudos que
permiten establecer los vínculos entre socialismo y ecología),
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un tratado de socialismo escrito con anterioridad al ingreso en
prisión (El socialismo y su cultura, que acaba de aparecer en
febrero de 2007 en inglés), y un libro de poemas (La transfor-
mación del mundo, diez de los cuales figuran en apéndice a la
edición castellana del libro de memorias de Anna Lárina).
Para el ciudadano ruso, sin embargo, Nikólai Bujarin es prác-
ticamente un desconocido, a pesar del empeño de Gorbachov
de remitirse a él como uno de los padres de la economía mixta
que fue la Nueva Política Económica (NEP, 1921-1929). Había
prevalecido la visión tradicional, perpetuada por la escuela, de
que su muerte fue sólo uno de los errores de Stalin, y no el últi-
mo intento de mantener el rumbo de la revolución a finales de
los años veinte.
Un revolucionario
Bujarin nació el 27 de septiembre de 1888 (el 9 de octubre
según el nuevo calendario), hijo de un maestro de escuela. A
los dieciséis años, en 1905, es ya un dirigente estudiantil ilegal
vinculado a los socialdemócratas rusos. Participó activamente
en los sucesos posteriores al domingo sangriento de enero de
aquel año. A mediados de 1906 entró a formar parte del Partido
Obrero Socialdemócrata Ruso (bolchevique), encargándose de
la propaganda en un distrito de Moscú. En 1907 unificó las
organizaciones juveniles ilegales bajo el programa y la táctica
de los bolcheviques, pero fue la organización fue disuelta al
cabo de un año dado el constante hostigamiento de la policía
política. En 1908 es nombrado miembro del comité de Moscú.
Se ocupó de reuniones en clubes políticos y participó dando
cursillos en las escuelas de marxismo.
En 1910, ante el riesgo de ser detenido, pasó a la clandestini-
dad, pero es apresado a finales de año por la policía política y
confinado en Onega, en espera de ser juzgado. En agosto de
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1911 desapareció del destierro para reaparecer luego en Ha-
nover (Alemania). Entre 1911 y 1917 trabajó con los socialde-
mócratas de Alemania, Austria, Suiza, Suecia, Noruega, Dina-
marca y los Estados Unidos. En 1916 escribió un folleto sobre el
estado, defendiendo algunas tesis que luego popularizaría
Lenin en El Estado y la Revolución (1917).
Conoció a Lenin en el exilio, en 1912, quien le profesó una
gran amistad y le definió como el mejor teórico del partido.
Este apego duraría hasta el final. En 1918, cuando Bujarin
encabezó la fracción de los comunistas de izquierda contra la
paz de Brets-Litosvk, Lenin siguió respetándole y sosteniendo
que Bujarin era alguien de quien se aprende de sus errores. A
finales de 1922, cuando Lenin estaba ya confinado en Gorki
–período que retrata bien la película Taurus (2000) de Alexan-
der Sokurov–, Bujarin era el único visitante que le veía regular-
mente, pasando largos ratos hablando con él.
En 1913 conoció también a Josef Stalin, que estaba embarra-
do con El marxismo y la cuestión nacional. Entre otras cosas,
no conocía el alemán y estaba perdido entre libros que no
podía leer. Bujarin le ayudó, no sólo traduciéndole textos sino
que, al parecer, le ayudó en otras aspec-
tos. Fue el éxito de este folleto –gracias a
esta desinteresada ayuda de Bujarin– el Bujarin quería impedir
que hizo que en 1917 Stalin fuera nom-
a toda costa un Estado
brado Comisario del Pueblo para las Na-
cionalidades, un paso decisivo en su ca- policial.
rrera política.
En febrero de 1917 abandonó los Esta-
dos Unidos y regresó a Rusia. Es uno de
los dirigentes de la revolución de octubre en Moscú, donde hu-
bo de combatir para conseguir el poder. En noviembre de ese
año se le encargó que redactara el proyecto de Ley sobre las
Nacionalizaciones, que sería aprobado en diciembre. Fue
miembro del comité central durante veinte años (1917-1937),
durante diez años, miembro del comité ejecutivo (1919-1929),
miembro del comité ejecutivo de la Internacional Comunista
(1919-1929), director del órgano central del partido Pravda
(1917-1929) y del quincenal Bolshevik (1924-1929), presidente
del Sector de Investigación Científica dependiente del Consejo
Supremo de Economía Nacional, Vesenja (1930-1933) y direc-
tor del Izvestia, que convirtió en un periódico abiertamente
antifascista (1934-1936). Fue el relator del I Congreso de la
Unión de Escritores Soviéticos en agosto de 1934 (siendo uno
de las más ovacionados). En 1935 participó activamente en la
redacción de la Constitución de la Unión Soviética (que, sin
embargo, sería siempre papel mojado),
Bujarin estaba considerado uno de los máximos teóricos del
marxismo y un economista competente. Amigo de adolescen-
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cia del escritor Ilia Ehrenburg, admirador y amigo de Vladimir
Mayakovski, protector del poeta Osip Mandelstam, amigo per-
sonal de Maxim Gorki y Boris Pasternack, respetado y respe-
tuoso con el eminente fisiólogo Iván Pávlov y compañero cor-
dial de Anatoli Lunacharski, que fue Comisario del Pueblo de
Educación.
También fue uno de los mejores y más afamados publicistas
de los ideales del comunismo y de la revolución rusa. Entre sus
obras cabe destacar La economía política del rentista (1914), La
economía mundial y el imperialismo (1915), La economía en el
período de transición (1920), ABC del comunismo (1920) escri-
to conjuntamente con Evgéni Peobrazhenski, Teoría del mate-
rialismo histórico (1921), La revolución proletaria y la cultura
(1923), La vía al socialismo y la alianza obrero-campesina
(1925), El imperialismo y la acumulación de capital (1926) y
Problemas de la revolución china (1927). Después de 1927, su
bibliografía se nutre de artículos largos y de folletos más que de
libros: Notas de un economista (1928), El testamento político de
Lenin (1929), La lucha en dos mundos (1931), Sobre la poesía, la
poética y las tareas de creación poéticas en la Unión Soviética
(1934), Los problemas fundamentales de la
cultura contemporánea (1936) o El marxis-
mo y el pensamiento moderno (1936).
Bujarin es recodado por ser el único
bolchevique fiel a la política del tardo le-
ninismo y su defensa acérrima de la Nue-
va Política Económica como una vía ha-
cia el socialismo con los menores costos
sociales posibles.
La derrota de la Nueva Política Económica
La victoria de revolución rusa ocurrió en un país atrasado, y
sólo podía mantenerse en el poder si la revolución triunfaba
también en los países más desarrollados, o bien si era capaz de
sustentar la revolución en sectores en principio no interesados
en ella, como los campesinos. Rusia era un país eminentemen-
te campesino (más del ochenta por ciento). Los aperos de
labranza eren sumamente primitivos, y consistían en un arado
romano, como se muestra al principio de la película Arsenal
(1928) de Alexandr Dovjenko.
Uno de los decretos aprobados el 26 de octubre por el
Congreso Panruso de los Soviets fue una resolución del Partido
de los Socialistas Revolucionarios, tradicionalmente campesi-
no, entregando la tierra a quienes la trabajaban. Esto fue un
potente foco de propagando del bolchevismo entre los campe-
sinos entonces y luego, durante la guerra civil (que se extendió
de marzo de 1918 a finales de 1920).
Pero el problema era que la mayoría de campesinos pobres
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sólo cultivaba la tierra para su autoconsumo, y no aportaba
nada al mercado. Así las cosas, durante el denominado comu-
nismo de guerra fue necesario proceder a requisas de grano, lo
que indispuso a los campesinos y motivó alzamientos en las
zonas agrarias. El problema era cómo garantizar el suministro
de grano a la ciudad sin que fuera visto como un ataque de la
ciudad contra el campo.
En marzo de 1921, en el X Congreso del partido, Lenin pre-
sento un proyecto de economía mixta denominado Nueva
Política Económica (NEP). Se autorizaba el comercio privado y,
a los campesinos, se les dividía la cosecha en dos partes: una
parte en impuesto en especie y otra parte libre, destinada a
canalizarse a través del mercado. Los beneficiarios no eran los
campesinos pobres, sino los campesinos ricos, los únicos que
producían para el mercado. Al mismo tiempo se creó una
dirección general centralizada del siste-
ma de transporte, fundamentalmente
trenes, que garantizase la llegada a la
ciudad. Al principio hubo algún proble-
ma con los precios, pero fue quedando
firmemente establecido el suministro
de grano por los campesinos ricos.
En 1921 Bujarin, lo mismo que Lenin,
intentó pensar como podría ser la revo-
lución en un país mayoritariamente
campesino. Para Bujarin –y para Lenin–
la Nueva Política Económica era funda-
mental para mantener la alianza con el
campesinado. Las críticas de Trotsky, de
Zinoviev y de Kamenev contra los cam-
pesinos ricos ignoraban que volver a las
requisas de grano –tan alegremente de-
fendidas– iba a derrumbar para siempre la alianza en que se
fundaba el Estado Soviético, y éste se iba a convertir en una
maquinaria opresiva del campesinado en su conjunto. Por de-
cirlo brevemente: para someter al campesinado se necesita-
ría un Estado policial, cosa que Bujarin quería impedir a toda
costa.
Muerto Lenin, Stalin optó por una alianza táctica con Bu-
jarin, como medio de poner trabas a Zinoviev y Trotsky. Entre
1925 y 1927 la política que aplicó Stalin era fundamentalmente
la que propugnara Bujarin. A finales de 1927, lograda la expul-
sión de Trotsky y Zinoviev del Comité Central, la alianza con
Bujarin ya no era necesaria.
Al mismo tiempo, Bujarin iba perfilando lo que sería una vía
rusa al socialismo. Concibió la transición al socialismo no co-
mo una ruptura inmediata sino como un largo proceso de
reformas. Era una política de construcción del socialismo a
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paso de tortuga. Pero para ello eran necesarias varias premisas.
La inversión estatal en la industria de bienes de consumo era
fundamental en esa política. Había que garantizar la alianza de
los campesinos ricos para garantizar el suministro de grano a
las ciudades, pero al mismo tiempo era preciso sacar al cam-
pesino pobre de su atraso.
En 1928 puso el acento en lo que no se estaba haciendo.
Había que superar urgentemente las maneras extraordinaria-
mente primitivas de cultivar la tierra, había que suministrar
mejores aperos de labranza, fertilizantes, favorecer la irriga-
ción, proporcionar enseñanza agronómica elemental, desarro-
llar cosechas variadas, todo lo cual había sido olvidado hasta
entonces. Defendió una mecanización moderada de la agricul-
tura, basada en los tractores. Pero la fabrica de tractores de
Stalingrad fabricó el primer tractor soviético en 1930, cuando
ya se había producido la colectiviza-
ción de la agricultura.
En 1927 hubo una oleada de páni-
co por el temor a una guerra con In-
glaterra y China. Además, los bienes
de consumo y en particular los pro-
ductos textiles no habían llegado al
campo. Así, los campesinos ricos no
tenían ningún aliciente para llevar la
cosecha al mercado. Stalin decidió
requisarles el grano mediante medi-
das extraordinarias, que supusieron
actos de brutalidad contra los cam-
pesinos ricos y medios, e indispusie-
ron a todos los habitantes del campo.
En 1928 se repitieron las requisas,
quedando gravemente en entredicho
la alianza obrera y campesina.
Stalin modificó su postura anterior y pasó a preconizar una
revolución por arriba que hiciese posible el socialismo en un
sólo país. Se planificó el primer plan quinquenal (1928-1932)
con una fuerte inversión en industria pesada y obras de infraes-
tructura. Es decir, lo contrario de lo propuesto por Bujarin, par-
tidario de una industrialización moderada. Paralelamente se
propuso la colectivización de la agricultura y la nueva línea ge-
neral fue “acabar con el campesino rico en cuanto clase”. Ade-
más se estipuló que los campesinos que entraran a formar parte
de los koljoses entregasen sus animales a la dirección del mis-
mo, para formar una granja colectiva. Visto que esta incorpora-
ción venía hecha con violencia, los campesinos sacrificaron sus
animales. También los caballos, fundamentales para la cosecha,
lo que permite entender el bajón de la agricultura durante los
diez años posteriores. Hubo revueltas campesinas en todo el
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campo soviético durante 1930-1932, período que coincide con
la colectivización forzosa.
En los sombríos años treinta
El fin de la NEP tuvo también consecuencias en el terreno li-
terario. La literatura de creación –narrativa, poesía y teatro–
estaba concentrada en editores privados. Estos editaban sola-
mente el 6 por ciento del total de libros publicados, pero en
cambio ostentaban el 25 por ciento de los libros de creación
literaria. Entre 1921 y 1929 vio la luz lo más importante de la
obra de Anna Ajmatova, Isaak Babel, Mijaíl Bulgakov, Serguéi
Esenin, Valentín Katáiev, Osip Mandelstam, Vladimir Maya-
kovski, Boris Pilniak, Juri Olesha, Mijaíl Sholojov, Evguéni Za-
miatin y Mijaíl Zóschenko.
En 1929 la NEP estaba enterrada. Entre 1929 y 1933, Bujarin
se apartó de la política activa, firmemente convencido que no
podía hacer nada en contra de la nueva política del partido
(que tuvo el respaldo de los antiguos trotskistas, admitidos de
nuevo en el partido). En 1934 hubo una remisión de la política
estalinista y cierta sensación de normali-
dad. Bujarin fue nombrado director del
segundo diario del país, Izvestia (Noti- Bujarin fue el
cias), que pasó a ser el más leído y donde principal productor
dio consistencia a su análisis del nazismo
de chistes
alemán y del militarismo japonés.
Pero Bujarin era uno de los pocos bol- malévolos
cheviques citados por Lenin en su Testa-
mento político que seguía con vida en el
país (Trotsky estaba ya en el exilio). En
1934 las ovaciones del I Congreso de Escritores habían demos-
trado que la fama de Bujarin no había disminuido en nada. A.
G. Löwy aporta una razón para querer eliminar al último bol-
chevique con vida; una razón de tipo privado, pero poderosa:
Bujarin seguía siendo el principal productor de chistes malé-
volos sobre Stalin, como parte de su talante humorístico, cono-
cido por todos.
En agosto de 1936 comenzó el juicio contra Kamenev y Zi-
noviev, que inculparon a Bujarin de ser un conspirador contra
el estado. Bujarin no se enteró de nada, porque estaba en las
montañas del Pamir, en Kirguizia. Cuando volvió se encontró
con que la acusación era del dominio público. Pidió poder
hablar con Kamenev y Zinoviev, para desmentir sus acusacio-
nes, pero ya habían sido fusilados.
Hasta julio de 1937 para juzgar a un miembro del Comité
Central o del Comité Ejecutivo se requería el acuerdo del orga-
nismo correspondiente. El Comité Central del 23 de abril de
1937 discutió la acusación de espionaje y sabotaje contra Bu-
jarin, Rikov y Tomski y procedió a autorizar su arresto. Tomski
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se suicidó y Bujarin, completamente deprimido, estuvo a
punto de hacerlo varias veces. El 2 de marzo de 1938 empezó el
juicio y el 12 de marzo, ya de noche, Bujarin fue condenado a
muerte, y ejecutado dos días más tarde.
Lo que no puedo olvidar
Nikólai Bujarin estuvo casado tres veces. La primera fue con
Nadiezhda Mijaílova Lukina, hermana de un historiador bol-
chevique; estuvieron juntos entre 1911 y 1913, al comienzo del
exilio, y después entre 1920 y 1926, fecha en que tuvo una
enfermedad que la dejó completamente paralizada. Entre 1926
y 1929 mantuvo relaciones con Esfir I. Gurvic –economista del
Instituto de Economía Mundial–, con quien tuvo una hija,
Svetlana. En 1934 se casó con Anna Mijaílovna Lárina, hija de
un viejo bolchevique, Yuri Larin. Anna Lárina era una adoles-
cente cuando se enamoró de Bujarin. En 1936 le acompañó a
París, donde él fue con el encargo de comprar el fondo del
Archivo Marx y Engels, en poder de los socialdemócratas ale-
manes –una gestión que no dio resultado– y ella volvió justo a
tiempo de dar a luz un niño, Yuri.
Ahora parece claro que Bujarin se avino
a colaborar en su propia inculpación a
cambio de que no tocaran a las mujeres a
su cargo. Aunque esta cautela fue en vano.
Nadiezhda Lukina fue arrestada –a pesar
sobre Stalin. de estar inválida y en la cama– y murió en
la Lubianka en 1940. Esfir Gurvich y su hija
Svetlana acabaron también en la cárcel.
Una vez que Bujarin firmó la declaración
autoinculpándose, Anna Lárina fue detenida, separada del
niño –que fue encerrado en un hogar infantil en los Urales–, y
enviada a la cárcel de Astracán y más tarde al campo de Akmo-
linsk, con la mujeres presas por estar casadas con enemigos del
pueblo. Salió en 1956.
Lo que no puedo olvidar es su autobiografía y una crónica
personal del Bujarin que conoció en los años treinta.1 Se pare-
ce poco a Contra toda esperanza de Nadiezhda Mandelstam,
cuyo arranque es un descarnado y detallado descenso a los
infiernos,2 porque Anna Lárina era militante comunista, como
Bujarin. Su libro es fiel reflejo de la turbación y la incompren-
sión ante lo que estaba sucediendo. Su dificultad para enten-
der el gran terror –¿qué había hecho aquella gente para mere-
cer aquello?, ¿cómo podía ocurrir mientras el país se esforzaba
en avanzar hacía el socialismo?–, pero al mismo tiempo regis-
tra lúcidamente todos los datos, represivos y psicológicos, que
nos permiten entender lo que estaba pasando.
Hay dos detalles que explican bastante bien la tensión men-
tal por la que atraviesa Lárina. El primero tiene que ver con la
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absurdidad de la represión, ejemplificada con su amiga Dina escrito en mitad de los años treinta, aunque la prosa, por el
en el campo de prisioneras de Tomsk. Dina era una detenida al contrario, es típica de finales del diecinueve, de Chejov, Dosto-
igual que las otras por su matrimonio con supuestos enemigos yevski, Gógol o Tolstoi. Una prosa que da valor a las pausas, y
del pueblo, pero con una particularidad especial: la de que ella realza los hechos mínimos que constituyen el relato. Hay cier-
no estaba aparejada desde hacía muchos años. Trabajaba co- ta tensión entre estos dos planos de lectura, entre la estructura
mo cargadora del muelle en Odessa y conoció a un estibador modernista y la prosa decimonónica.
bolchevique, mucho antes de la revolución; se juntaron, tuvie- La publicidad del libro señala que se trata de una novela de
ron hijos, el sindicalista partió y ella nunca más le vio. Vino la aprendizaje, aunque no es exactamente cierto. Bujarin no pre-
revolución, supo que el estibador era un cargo importante en tendió nunca pasar por novelista, cosa que él sabía que no era,
una lejana ciudad, y él a mitad de los años treinta cayó en des- por más que la limpieza de su prosa pueda avalar lo contrario.
gracia, fue apresado y muerto. Hacía casi treinta años, ni él ni En realidad, Bujarin empezó a escribir su vida mientras espe-
Dina habían pensado en disolver sus vínculos matrimoniales. raba su muerte –porque, desde que hubo juicio, sabía perfec-
La encarcelaron de por vida por el simple hecho de no haberse tamente qué sentencia le esperaba–, y la ejecución le pilló en
divorciado. De nada sirvieron sus peticiones y explicaciones. las vísperas de 1905, pero podía haber sido en otro momento.
El segundo es la íntima ambivalencia de Lárina como comu- Esta indeterminación confiere especial relieve al último capítu-
nista, como una presa que comparte el programa con aquellos lo, en la medida en que ofrece un cierre que empareja Cómo
que la han encarcelado. En octubre de 1938 escribió un poema empezó todo con cierto genero novelístico convencional.
a la revolución de 1917. No era una obligación, sino la necesi- El manuscrito está interrumpido, pero la obra puede leerse
dad vital –pero contradictoria– de ex- con coherencia gracias en buena parte al
presarse. La contradicción está inscrita capítulo final que ofrece algo parecido a
en uno de sus párrafos: “Pero tras las una conclusión. De otro modo, el libro
rejas de hierro / afligida y ofendida, / Bujarin se avino a su quedaría sin final y sin historia. Por su-
aún así celebro este día / junto a mi inculpación a cambio de puesto, no está claro que ese capítulo (el
patria feliz”. En 1988, al publicar el li- que no tocaran a las mujeres veintidós) sea el último en redactarse (por
bro, tomó sus reservas con respecto a la lógica, va después del veintinueve), pero
a su cargo.
Anna Lárina que en el pasado escribió se ha impuesto una lógica narrativa que
esto. Pero en este poema está la clave permite cerrar el libro sin desasosiego.
de su libro, lo que le da un valor inusi- Bujarin describe cómo le afectó la
tado: el testimonio verdadero de quie- muerte de su hermano pequeño, la crisis
nes fueron encarcelados por las ideas que ellos y sus verdugos moral en que aquel hecho le sumió y cómo le influyó El adoles-
defendían. La necesidad de defender lo que pensaban y a la vez cente de Fiodor Dostoyevski y, en particular, su relato de la
una sensación callada de ridículo y vergüenza. muerte de dios y sus consecuencias sociales. En vísperas de su
compromiso socialista, Bujarin encuentra en un libro lo que an-
Cómo empezó todo daba buscando: un mensaje de fraternidad entre todos los
Con notable retraso, se publica también la novela Cómo humanos pero también entre las diversas clases. Reproduce to-
empezó todo –en una pulcra y bella traducción de Rubén Darío do el pasaje de Dostoyevski, de una prosa arrebatada y conven-
Flórez Arcila–3, que formaba parte de las obras inéditas escritas cida, que suscita la adhesión del futuro militante.
en la prisión de la Lubianka en el período que estuvo allí, en Después ya viene el circo, el número de payasos bolcheviques
espera del juicio y durante el mismo. y el rabioso entusiasmo del joven Bujarin. El relato podría termi-
Cómo empezó todo no es en realidad una novela sino una narse aquí, en este aplauso caluroso a esos payasos, pues lo que
autobiografía, esfumando ligeramente el nombre del protago- viene después es simplemente la adopción de ideales comunis-
nista. Así, Nikólai Ivánovich Bujarin se transforma en Nikólai tas que mantuvo hasta su muerte, y por los que es recordado■
Ivánovich Petrov, pero a partir de ahí la biografía sigue fiel-
mente lo que sabemos de Bujarin. Sin embargo, la trama es
inexistente y el único hilo conductor de la narración es la vida Notas
del protagonista. El relato se estructura en capítulos indepen- 1. Anna Lárina: Lo que no puedo olvidar, Galaxia Gutemberg, 2007.
dientes y cerrados, casi sin engarces temáticos entre ellos. En 2. Nadiezhda Mandelstam: Contra toda esperanza, Alianza, 1984.
este sentido, un olor de modernidad se desprende de este libro 3. Nikólai Bujarin: Cómo empezó todo, Pretextos, 2007.

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