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Traducción de
Marta Tafalla
ISBN; 84-493-1126-8
Depósito legal: B. 46.382-2001
Estudios sobre
antropología filosófica
PAíDÓS
Barcelona • Buenos Aires • México
Para Franziska y Florian,
mis nietos
11 Nota preliminar
13 Autopresentacfón
15 Homo compensator
Acerca de la carrera antropológica de un concepto metafísico
33 Filosofía de la compensación
Algunos aspectos de la teoría de la compensación
57 La habilidad compensatoria
Reflexiones sobre la dirección de empresas en el año 2005
95 Apología de la civildad
1. Homo compensator
2. Compensación y teodicea
3. Compensación como desquite y compensación como indem
nización
4. El animal triunfador y el animal compensador
16
1. Homo compensator
2. Compensación y teodicea
7. J, G. Herdar, Abhandlung über den llrsprung der Sprache (1772), Stuttgart, 1968
(Reclama Universal-Bibliothek, 8729), pág. 25 (trad. casi,: «Ensayo sobra eJ origen de)
lenguaje», en Obra selecta, Alfaguara, Madrid, 1932).
8. M. Landmann, De homine. Der Mensch Im Splegel selnes Gedankens, Fribur-
go/Munich, 1962, págs. 42 y sigs.
ción en 1710, alegó entre otras cosas que Dios está disculpado,
porque él no sólo «permite» el mal, sino que también (lo cual es ya
suficiente) lo compensa. Dios, escribe Leibniz, l'auteur de la nature
a compensé ces maux (...) par mllle commodités; y en su Nova dilu
cidario, en el contexto del mismo problema, se le suma Kant: Malo-
rum (...) compensatio (...) est proprie ille finis, quem ob oculos Filosofódeti
t compensaciá
habuit divinus a r tife x el buen Dios es justo y según la teodicea esta
justificado, porque se ha ocupado de la compensación del mal. Este
argumento, que es sólo parcial respecto a la argumentación com
pleta de Leibniz, certifica que el concepto moderno de compensa
ción proviene de la teodicea.
Esto implica a su vez que el concepto de compensación, que
entra en acción en la antropología filosófica de nuestro siglo, no pro
cede originariamente del ámbito del psicoanálisis, como uno se
podría sentir inclinado a creer. Ni Alfred Adler en sus Studie über
Minderwertigkeit vori Organen [Estudio sobre la inferioridad de los
órganos] de 1907 ni Cari Gustav Jung en su tratado Psicología de la
demencia precoz de 1907 lo acuñaron por primera vez. Más bien lo
tomaron de un debate sobre la compensación en la fisiología cor»-
bral’0 que tuvo lugar en tomo al cambio de siglo y que resumió Antón
en 1905 en su conferencia inaugural en Jena «Über den Wiederorfmtz
der Funktion bei Erkrankungen des Gehirns» [Sobre la sustitución
de la función en enfermedades cerebrales]. A su vez, el concepto do
compensación se introdujo en este debate desde el contexto teórico
general de la filosofía de la naturaleza que, trabajando con la imagen
de la balanza, de la equiparadora economía doméstica, y con la idea
del equilibrio, supone la existencia de una balanza natural, que aaldn
perjuicios mediante compensaciones gracias a una fundamental «eco
nomía de la naturaleza», que a su vez da lugar a una «economía do la
historia universal». Porque a esta última, como afirma Burckhordl on 90
11. J. Burckhardt, Gesammelte Werke, vol. 4, Stuttgart, 1070, págs. 191 y sigs. (trad.
cast.: Reflexiones sobre la Historia Universal, México, FCE, 1961).
12. R. W. Emerson, «Compensation», en The Complete Works, vol. 2/3, Londres,
1904, edición del centenario, págs. 91-127, especialmente pág. 115.
13. Véase O. Marquard, «Glück im Unglück», en G. Bien (comp.}, Die Frage nach dem
Glück, Stuttgart, 1978, especialmente págs. 100 y sigs.
Azaís, quien tuvo el valor do entender el principio de igualdad no sólo
de manera formal sino también según el contenido, recurriendo a aque
llos balances y balanzas: su tesis, expuesta con todo detalle, afirmaba
que en cada vida humana el destino compensa la infelicidad con feli
cidad, de tal modo que la felicidad menos la infelicidad, o a la inver
sa, la infelicidad más la felicidad siempre da cero, así que la balanza Rosoiiadeia
compensación
de felicidad está equilibrada para cada ser humano; en eso y por eso,
todos los seres humanos son iguales*
AzaTs tituló su libro Traité de la justice providentielle,'4 porque
esta tesis de la igualdad era para él la prueba de la justicia de Dios
y de la naturaleza; desarrolló esta idea de la compensación hasta
traspasar la frontera del absurdo propia de la teodicea y que, como
ya dije, procede en última instancia de Leibniz: Dios es disculpado y
justificado, porque Él no sólo «permite» el mal, sino que lo compen
sa abundantemente. Creo que esta cadena de articulaciones de la
¡dea de compensación, que sólo he esbozado a modo de indicación,
prueba de manera evidente que la antropología filosófica moderna
administra este tema de la teodicea hasta elevarlo a ¡dea central,
con lo que se transforma en filosofía del Homo compensator. Esto
significa que para una misma premisa, como es la descarga de Dios
al instaurar al ser humano como fundamento, existen dos modernas
filosofías que comparten como hermanas enemistadas la herencia
de la teodicea: la revolucionaria filosofía de la historia y la antropolo
gía filosófica. Como he intentado mostrar en otro lugar,15 la filosofía
de la historia descarga a Dios proclamando al ser humano, sin repa
rar en su finitud, creador acusado y redentor que acusa y juzga.
Mientras que, como subrayo aquí, la antropología filosófica define al
ser humano, respetando su finitud, como un animal compensador; y
de este modo, al afirmar como fundamental el concepto de com-
22
* Glück, traducido aquí por felicidad, significa también dicha, fortuna, suerte; Unglück,
que podemos traducir por infelicidad, tiene también el sentido de desgracia, infortunio,
mola suerte o incluso accidente. (N. de la t.)
14. P.-H. AzaTs, Oes compensations dans les deslinóes humalnes. París, 1818
(3* nd), vol. 1, pág, XII,
18. O. Marquard, «Idealismus und Theodizee* (1965), en O. M., Schwlerigkelten mlt
dar Gosctilchtsphllosophie, Francfort a. M., 1973, págs. 52-65y 167-178.
pensación, conserva un tema de la teodicea, pero otro, porque, repi
to, el concepto moderno de compensación procede de la teodicea.
19. Véase O. Marquard, Abschied vom Prinzipiellen, Stultgart, 1981 (Reclama Univer-
sal-Bibliothek, 7724), págs. 45 y aigs. (Irad. casi.: Adiós a los principios. Estudios Wo-
sóficos, Valencia, Institució Aliona el Magnánim, 2000).
ser humano es excéntrico — malum—, poro — bonum-por-malum—
lo compensa mediante la técnica, la expresividad, la trascendencia.
Y según Gehlen, el ser humano es un ser carencial — malum— , pero
— bonum-por-malum— lo compensa elaborando la liberadora cultura
de las instituciones. Y para Luhmann, el mundo resulta hipercompie
jo para el ser humano — malum— , pero — bonum-por-malum— él Filosofadeia
compensación
reduce esa complejidad: el ser humano existe al compensar sus
carencias. La antropología filosófica no lo define como un ambicioso
triunfador, sino como un animal que huye de sus defectos compen
sándolos; para ella, el ser humano es el que, al ser físicamente inú
til, debe hacer, puede hacer y hace algo en vez de: la antropología
filosófica es la filosofía del en vez de. Como consecuencia, se llega
a aquel estado de cosas que describí al principio: la coyuntura
moderna de la antropología filosófica se completa bajo el signo del
concepto de compensación, como carrera de la filosofía del Homo
compensator.
Ya para acabar, quiero regresar brevemente a mi observación
introductoria: esta antropología de la compensación tiene un estatus
científico intermedio entre la metafísica y la empiría, y afinidades con
la literatura; porque tal como he mostrado, el concepto de compen
sación — que es el que le otorga este estatus y por ello resulta tan
atractivo para ella— es, como caballo de carreras conceptual de la
antropología filosófica actual, un caballo de Troya en cuyo interior se
esconden los más diferentes temas. Entre ellos se encuentran, por
un lado, el tema metafísico — desteologizado— de la teodicea, y,
por otro lado, el deseo de lo empírico. El concepto de compensación
es algo semiempírico, un a príori a medias, que permite a la antro
pología filosófica una jugada inesperada y fecunda, pero chocante
para la teoría de la ciencia, y por ello es a menudo rechazada; sin
embargo, nada le sienta mejor a la filosofía que ser rechazada epis- 30
temológicamente de tanto en tanto, puesto que eso la recrea y
refuerza su condición. En lo más resistente se encuentra un motivo
Irascondenlal bastante poderoso: el concepto moderno de compen
tinción, quo no significa plenitud sino alivio, y no se refiere a lo com
ploto, sino a complementar sin completar del todo, pertenece seguí.
la forma que lo constituye al «juicio reflexionante».20 Pero por su
carácter histórico — su alcance medio, su sentido metafórico, su
contingencia fundamental, su impopularidad fáctica y su gran capa
cidad transformadora— !a idea de la compensación en la ciencia
resulta para los seres humanos, seres de corta vida, algo totalmente
Homo imprescindible: una costumbre. El concepto de compensación de la
?r»sator
antropología filosófica del Homo compensator es, justamente, para
decirlo con el espíritu de Hume y con Rilke, «una costumbre que se
encontró a gusto en nosotros».21
20. Véase el concepto de -finalidad sin fin», significativo para la forma de la obra, en la
analítica de lo bello de la Crítica deljuicio de Kant.
21. R. M. Rilke, Duineser Elegien 1, Z. 10/17 (trad. cast.: Elegías de Duino, Barcelo
na, Lumen, 1994). Recomiendo un libro impresionante sobre este tema aparecido tras
el Congreso de Innsbruck, sobre el cual me llamó la atención Wolf Lepenies: J. Sva-
gelski, L'idóe de compensaron en France 1750-1850, Lyon, 1981.
Filosofía de la compensación*
Algunos aspectos de la teoría de la compensación
* El título original da este artículo y del libra, Philosophie des Statldessen, es posible al
sustantivizar Statldessen (en vez de eso). Dada la imposibilidad de una traducción lite
ral, hemos optado por el concepto de compensación, que Marquard emplea como sinó
nimo y que es el que vertebra su discurso. (N. de la t.)
1. El día 5 de mayo de 1985. Conferencia de rectores de la Alemania occidental
(txxnp.), Anspruch und Herausforderung der Geisteswissenschaften. Jahresversamm-
lung 1985, Bonn, 1985 (Documento para la reforma de las facultades, 56), págs. 47-
67. Nueva edición en O. Marquard, Apología des ZufaUigen, Stuttgart, 1986 (Reclams
Universal-Bibliothek, 8351), págs. 98-116 (trad. cast.: Apología de lo contingente.
Estudios filosóficos. Valencia, Institució Alfons el Magnánim, 2000). Véase también O.
Marquard, -Verspátete Moralistik. Bemerkungen zur Unvermsidlichkeit der Geisteswis-
senschaften- (1987), en O. M., Glück Im Unglück, Munich, 1995, págs. 108-114.
vino especialmente de los que se dedican a ellas: no les pareció
bastante noble. Con su protesta han favorecido la tendencia actual
a ahorrarse las ciencias del espíritu. Creo que con sensatez se podría
haber evitado; por ejemplo, aceptando la teoría de la compensación
de las ciencias del espíritu, puesto que no existe ninguna razón para
abandonarla, al contrario, es hora de retomarla de nuevo y de conti
nuarla. Con este fin quiero ofrecer aquí algunas reflexiones ulterio
res, y lo haré en las cuatro secciones siguientes:
2. Ch. P. Snow, The Two Cultures and a Second Look, Londres, 1959,
3. J, Ritter, -Die Aufgabe der Getsteswissenschaften in der modemen Gesellschafl-,
1961, en J. R., Subjektiviwt, Francfort a. M., 1974, págs. 105-140.
4. H. Lübbe, Geschichtsbegrift und Geschichtsinteresse. Analytik und Pragmatik der
Historie, Basilea/Stuttgart, 1977, pág. 22 y págs. 304 y stgs.; O. Marquard, -Kompen-
sation. Clberlegungen zu einer Verlaufsfigur geschichtlicher Prozesse- (1978), en O. M-,
Aesthetica und Anaesthetica. Philosophische Überlegungen, Paderborn, 1989, págs.
Esta teoría se despide de un prejuicio corriente: que las ciencias
del espíritu son las ciencias más antiguas y las ciencias de la natu
raleza son las más recientes. En realidad es exactamente al revés. El
período en que se establecieron las ciencias naturales exactas co
mienza en el siglo xvi, mientras que para las ciencias del espíritu
comienza en el siglo xvm. Las ciencias naturales exactas son más
antiguas que las ciencias del espíritu; las ciencias del espíritu son
más recientes que las ciencias naturales exactas, ante todo porque
son una respuesta a las modernas ciencias naturales, las ciencias
exactas del cálculo y la experimentación.
Las ciencias naturales modernas y exactas, para ser exactas, tie
nen que transformar toda la realidad en un laboratorio y convertir en
intercambiables sus científicos, y para ello neutralizan la historia, en la
cual consiste el mundo de la vida humana. Para el científico exacto
ha de resultar indiferente de qué tradiciones lingüísticas, religiosas,
culturales o familiares procede; sólo así, intercambiable, al ser neu
tral respecto a la historia, puede calcular y experimentar y alcanzar
resultados comprobables en todo el mundo. Las ciencias exactas
son, en este sentido, fundamentalmente «ahistóricas»;5 porque las his
torias del mundo de la vida, en las cuales se halla inmerso el cien
tífico, son dejadas de lado, son neutralizadas. Con ello surge
inevitable una pregunta: si las ciencias naturales exactas no lo ha
cen, entonces ¿quién se preocupa de aquello que los científicos de
laboratorio, para ser exactos, dejan necesariamente fuera, las histo
rias del mundo de la vida? Como respuesta a esta pregunta especí
ficamente moderna aparecen, específicamente modernas, las
ciencias del espíritu; de manera compensatoria, éstas se ocupan de
las historias del mundo de la vida para saldar la ahistoricidad de las
ciencias exactas, y al ser ciencias narrativas conservan esas histo
rias explicándolas: historias para conservar, historias para sensibili
64-81 y 149-160. Para un planteamiento sobre las ciencias del espíritu véase W. Früh-
wald, H. R. Jauss, R. Kosalleck, J. Mittelstraaa y B. Steinwachs, Gelsteswíssenschaften
heute. Etna Denkschrlft, Francfort a. M., 1991.
5. J. Ritter, «Die Aufgabe der Geisteswissenschaften in der modernen Gesellschaft»,
págs. 130 y sigs.
zar e historias para orientar. Y lo hacen en el contexto específica
mente moderno de la formación del sentido histórico, ecológico,
estético y, especialmente en Alemania, de la moralidad tardía de una
nación tardía. El déficit necesario y fértil de las ciencias exactas, su
ahistoricidad, exige de una forma específicamente moderna su com
pensación mediante un órgano para la historia: las ciencias del espí
ritu. Por tanto, las modernas ciencias naturales no arrinconan las
ciencias del espíritu considerándolas superficiales, como tanto se
dice, sino que crean su necesidad. Las modernas ciencias naturales
no son la causa de la muerte de las ciencias del espíritu, sino más
bien el motivo de su nacimiento. Si las ciencias naturales exactas,
que existen para los objetos de laboratorio, son modernas, más
modernas son aún las ciencias del espíritu, que existen para las his
torias del mundo de la vida. Y el éxito de las ciencias naturales exac
tas no elimina ni disminuye ta necesidad de las ciencias del espíritu,
sino que la engendra y la acrecienta. Dicho de otro modo: cuanto
más moderno es el mundo moderno, más imprescindibles resultan
las ciencias del espíritu.
Este papel de compensación y correctivo que representan las
ciencias del espíritu, en continuidad con la moderna cultura históri
ca, estética y moral a la que pertenecen, también lo representan
frente a aquella filosofía de la historia que permite a los seres huma
nos, a cada uno para sí y a todos en conjunto, tener una, pero sólo
una única historia: una historia universal de progreso hacia una me
ta, una unidad sagrada respecto a la cual todos los seres humanos
se hallan en camino y de la cual nadie puede sustraerse en historias
propias y singulares. Una vez la filosofía de la historia pertenece al
mundo moderno, desde «la gran época de las singularizaciones»6
— como lo formulara Reinhart Koselleck— , desde el Sattelzeit,* a
partir de 1750, proclama la unidad de una historia que adelanta y
6. R. Koselleck, Vergangene Zukunft, Francfort a. M., 1979, pág. 54 {trad. cast.: Futu
ro pasado, Barcelona, Paidós, 1993).
* Sattelzeit designa la época comprendida entre 1750 y 1850, que tiene como centro
la Revolución francesa, y la describe mediante una metáfora intraducibie como una
curva primero ascendente y después descendente. (N, de la t.)
deja atrás a todas las otras historiad, noolomdu por ruvoluciones y
vanguardias, de tal modo que sólo queda oslo tinlan hiatoria del gran
progreso universal; es entonces cuando nocosita on sentido contra
rio las ciencias del espíritu, para conservar la pluralidad y para sal
var la diversidad de las historias, sin las cuales los seres humanos
no podrían serlo. Los seres humanos son sus historias; permanecen
humanos gracias a la división de poderes de lo histórico, gracias a
que no tienen sólo una, sino muchas historias. Frente a la tendencia
de las filosofías del progreso hacia una uniformización de la historia,
las ciencias del espíritu surgen en la modernidad y precisamente
entonces como un agente plurificador de la historia, que compensa
y al mismo tiempo denuncia la tendencia a la unidad de la historia
con la cultura de la diversidad de historias; con la cultura de los
muchos libros: la literatura; con el cultivo de las muchas maneras de
leer y comprender: la hermenéutica; con la sensibilidad para las
muchas lenguas y costumbres: el sentido de la pluralidad y la indivi
dualidad. De tal modo que aquí también es válido que cuanto más
moderno es el mundo moderno, más imprescindibles resultan las
ciencias del espíritu.
Y esto, que sólo he esbozado mediante indicaciones, hace valer
la teoría de la compensación de las ciencias del espíritu.
2. Principios de conservación y
compensaciones negativas
10. Véase O. Marquard, -Medizinerfolg und Medizinkritik. Die modemen Menschen ais
Piinzessinnen aul der Erbse» (1989), en O. M., Skepsis und Zustimmung, Slultgart,
1994 (Reclams Univereal-BIbliothek, 6334), págs. 99-109.
culpa de aquello que le priva del dolor. Por ejemplo, sufre por el pro
greso cultural cuando tiene éxito; en vez de alabarlo con gratitud,
primero se lo da por supuesto y al final se lo convierte en enemigo.
Cuanto mejor les va a los seres humanos, peor encuentran aquello
que les permite estar mejor: la descarga de negatividad induce a
una negativización de lo que descarga. Refiriéndonos a la cultura y Filosofadoia
compensacióf
sus progresos, esto significa: cuanto más mal se consigue vencer,
más se refuerza la tendencia a considerar la misma cultura como un
mal, y más cuanto más moderna es. La ganancia en positividad de
la cultura, especialmente de la moderna, es compensada negativa
mente por la tendencia creciente a percibir la cultura actual, en
especial la moderna y civil, de manera negativa, es decir, con un
aumento de la necesidad de negatividad.
Así, el aumento de positividad conduce, mediante una conserva
ción compensatoria de la necesidad de negatividad, a una represión
de la positividad. Con ello surgen prohibiciones de afirmación y la
tendencia casi obligatoria a percibir la realidad que nos rodea como
negativa, mala y horrible. Parece que simplemente no está bien des
cubrir aspectos buenos en la realidad que nos rodea; se trata de
creerla sólo capaz de mal. Cualquier forma de optimismo es infame,
puesto que lo que es, es horrible: en el mejor de los casos está en
crisis, y en cualquier caso es completamente negativo. Parece enton
ces que las afirmaciones no son sino mala conciencia y quedan
prohibidas. La percepción correcta de la realidad parece ser la de los
negacionistas. La realidad que nos rodea ha de satisfacer esa nece
sidad de negatividad: ha de ser finalmente lo negativo; lo positivo es
reprimido.
Parece que en este mundo negativo ya sólo merece afirmación
lo contrario de la afirmación: el No absoluto a lo negativo. Las acti
vidades humanas, incluidas las ciencias del espíritu, parecen legiti- 42
mables sólo mediante su apelación a lo negativo, como integrantes
del proyecto de destrucción de la realidad negativa. Por eso, tam
bién los ciencias y justamente las ciencias del espíritu son justifica
das únicamonte por su ruptura con la realidad. Entonces, quien no
rompe o no rompe lo suficiente con ella parece malo, puesto que es
“culturalmente conservador»." Sólo lo contrario de ese conservadu
rismo parece merecedor de afirmación; las actividades humanas,
incluidas las ciencias del espíritu, son humanas sólo cuando no son
«culturalmente conservadoras», sino culturalmente revolucionarias,
negaciones de un mundo negativo.
Filosofíadala Este No absoluto y su represión de lo positivo es la causa de que
compensación
las compensaciones positivas, que no son ese No absoluto, sean
negadas o incluso atacadas como reaccionarias. Pero esas compen
saciones positivas existen y alivian los horrores del mundo. Ese ser
carencial que es el ser humano compensa sus carencias físicas con
la cultura. A esa filosofía de la compensación de los seres humanos
pertenecen las teorías de la compensación de lo humano,'5 que, vis
tas las deficiencias específicamente modernas, hacen vigentes las
11. Véanse, enlazando con J. Habermas, Der philosophische Diskurs der Modeme,
Francfort a. M., 1985, págs. 86-94, especialmente págs. 89 y sigs. (trad. cast.: El dis
curso filosófico de la modernidad, Madrid, Taurus, 1993); H. Schnádelbach, «Kritik der
Kompensation», en Kursbuch 91 (1988), págs. 35-45, especialmente págs. 36 y 39.
También K. M. Michel, «Der Ruf nach dem Geist», en Kursbuch 91 (1988), págs. 27-33;
D. Groh/R. Groh, «Vize-Glück im Unglück? Zur Entstehung und Funktion der Kompen-
sationsthese», en Merkur 501 (1990), págs. 1.054-1.068; y más prudente y diferencia-
dor W. Korsting, «Hypolepsis und Kompensation. Odo Marquards philosophische
Beitrag zur Diagnose und Bewáltigung der Gegenwart», en Philosophische Rundschau
36 (1989), págs. 161-184. Apoyo con gusto que es necesario ver -la plurídimensionali-
dad de los posibles y necesarios procesos de compensación* (Schnádelbach, «Kritik
der Kompensation», pág. 42) y evitar «operar con oposiciones fáciles» (Schnádelbach,
«Kritik der Kompensation», pág. 39), especialmente la fácil oposición de conservadores
(reaccionarios) e innovadores. Por mucho que yo conceda a Schnádelbach y Kersting
que también hay que leer la teoría de la compensación «normativamente», y por
mucho que yo insista en que para los seres humanos es inevitable cierta cantidad de
conservadurismo, considero un invento el nexo entre la teoría de la compensación y el con
servadurismo cultural: hay muchas compensaciones que son innovadoras. «La determi
nación culturalmente conservadora de las ciencias del espíritu por los defensores de la
teoría de la compensación» (Schnádelbach, «Kritik der Kompensation», pág. 39) existe
sólo en la imaginación de algunos de sus críticos.
12. Enlazando con Herbert Schnádelbach se podría criticar del siguiente modo, tal
como oí hacer por primera vez a Hans Robert Jauss: cuando la «compensación» es la
43 estructura de la cultura en general, entonces la «compensación» es demasiado poco
específica para determinar la estructura de una parte del sistema como son las «cien
cias del espíritu». Voy a decirlo de otro modo: las teorías funcionales, a las cuales perte
nece la teoría de la compensación, tienen el peligro de proponer funciones muy estrechas
(los peores protectores de las ciencias del espíritu son los que saben muy exactamente lo
que son las ciencias del espíritu). Por el .contrarío, el recurso a lo específico sirve de
ayuda: es fiberalizador. Véase también: H. R. Jauss, «Laudatio für Odo Marquard», en
O. Marquard, Theodizeemotive in Fichtes früher Wissenschaftlehre, Erlangen/Jena,
1994 (Jenaer philosophische VortrSge und Studien, 9), págs. 6-24.
compensaciones específicamente modernas. Justamente porque el
mundo moderno es «ahistórico», la historia llega a sor, do forma
compensatoria, un gran tema positivo. A la moderna cultura del pro
greso y la innovación, que apuesta por emanciparse de las tradicio
nes, que exige desechar e incluso tira a la basura las historias del
mundo de la vida, le corresponde como compensación específica- Filosofía de ia
compensación
mente moderna la formación del sentido histórico: la prosperidad de
una cultura del recuerdo y de la conservación, la marcha triunfal del
arte narrativo de la novela, la coyuntura de la orientación histórica
hacia atrás y hacia adelante. Precisamente porque el mundo
moderno objetiva a los seres humanos como intercambiables espe
cialistas realizadores de funciones, la interioridad triunfa de manera
compensatoria y moderna. A la cultura moderna de la igualdad le
corresponde, compensatoriamente, el fomento moderno de la desi
gualdad, de la subjetividad y la individualidad, y de las medidas ins
titucionales para su protección, como ia proclamación de los
derechos humanos para todos, que todos puedan ser diferentes sin
temor. La globalización es compensada por la regionalización. Las
tendencias universalizadoras del mundo moderno son compensadas
por sus tendencias plurificadoras, y a la inversa. Justamente porque
en el mundo tecnificado de la modernidad todo es concebido cada
vez más como artefacto, se desarrolla como compensación la sen
sibilidad hacía la naturaleza virgen, desde el descubrimiento especí
ficamente moderno del «paisaje» hasta la ecología. Precisamente
porque en la modernidad la realidad es «desencantada» por la racio
nalización, ahora se preservan de manera compensatoria sus rasgos
fascinadores y bellos gracias a! arte «estético», que por ello sólo
surge en la modernidad. A la moderna aceleración del cambio le
corresponden compensatoriamente lentitudes: el sentido de la con
tinuidad. Y como elemento de esa cultura moderna de la compen- 44
sación surgen las ciencias del espíritu: así pertenece a la teoría de
la compensación del mundo moderno una teoría de la compensa
ción de las ciencias del espíritu.
Ahora que la exaltada teoría del progreso ao tambalea,” la filosofía
de la compensación parece ser capaz de imponerse como la teoría
que niega que el mundo moderno esté en crisis. Sus críticos denun-
i'Nuaoiia(jola cian como carencias y errores de las compensaciones positivas lo
IXMIHNMIMCión
que en realidad es su mérito: que sólo compensan de manera relati-
va, en vez de liberar de forma absoluta. Alivian, pero no curan. Las
compensaciones no son absolutos, sino procedimientos y medidas
finitos que por ello son adecuados a los seres humanos y que per
manecen en la esfera de lo humano, que no es lo absoluto, sino un
ser finito. Quien quiere más que compensaciones alienta desde la
finitud humana una ilusión de absoluto, es decir, un delirio de gran
deza.14 Quien, como la teoria de la compensación, entiende que las
ciencias del espíritu no lo son de un espíritu absoluto, sino de un
espíritu no absoluto, compensador; quien renuncia a ese delirio de
grandeza e ilusión de absoluto, no le roba al ser humano un carácter
absoluto que no posee. Él está limitado por su finitud, y esto, repito,
no es malo, sino que es más bien bueno. Que las compensaciones no
son absolutos, sino procedimientos y medidas finitos, no es un argu
mento contra las compensaciones, sino a su favor. La filosofía de la
compensación comprende al ser humano, en vez de como un abso
luto, más bien como un ser finito. Esto se puede subrayar y concre
tar con los siguientes cinco hallazgos. La teoría de la compensación,
también y justamente de las ciencias del espíritu, determina al ser
humano de la siguiente manera:
46
16. Véase E. Tugendhat, «Die Geisteswissenschaften ais Aufkiárungswissenschaften.
AuBoinandersetzung mit Odo Marquard», en E. T., Phi/osophische AufsStze, Francfort
a. M., 1902, págs. 453-463 (trad. cast.: Ser-verdad-acción: ensayos filosóficos, Bar*
Cfttono, Godisa, 1097), quien siempre es bueno ofreciendo aportaciones de las que se
puodn aprender, pero divide la ilustración, las ciencias y especialmente las ciencias del
esplrilu on una -ruptura con la tradición» (pág. 455). Sin embargo, ¿es el ^comporta-
miento dr» In raión- (pág. 455) respecto a la tradición de la ilustración la ruptura con la
ilut)Unción? «El dignificado central que tienen tas ciencias del espíritu para la moderni-
necesita provenir; lo nuevo es posible y real, pero no sin lo viejo. Puoa
los seres humanos son «hipolépticos», son seres de continuidades. La
teoría de la compensación, también y justamente la de las ciencias dol
espíritu, determina al ser humano de la siguiente manera:
c) en vez de como un ser exclusivamente universalízador, más
Filosofíadefa bien «también» como un ser pluralizador. Esto no es una debilidad de
compensación
la teoría de la compensación, sino justamente su ventaja, porque al
respetar la finitud humana impide ilusiones de absoluto. Sólo una de
las culturas humanas es la cultura de los universales; no sería bueno
que fuese la única. Pues el ser humano debe tener muchas culturas,
muchas historias, para permanecer humano. Por ello lo universal se
justifica sobre todo como condición para la pluralidad: por ejemplo,
los derechos humanos universales son garantías institucionales para
la pluralidad de los seres humanos; igualdad significa que todos pue
dan ser diferentes sin temor. Los seres humanos son individuos, no
gracias a su soberanía originaria, sino gracias a la división de pode
res: al ser determinados por diversas realidades, diversos progresos,
diversas historias, diversas convicciones, diversas tradiciones, diver
sas fuerzas políticas, económicas y sagradas, diversas culturas, que
además se limitan e incluso se obstaculizan unas a otras. Gracias a
la pluralidad de sus realidades, los seres humanos ganan su libertad
individual frente al ataque solitario de cada una. Porque la filosofía de
un gran progreso único hacia una secularizada unidad sagrada ha
entrado en crisis, el número de progresos diferentes se hace signifi
cativo y las compensaciones se hacen importantes; porque las com-
dad no consiste (...) en que compensan ta modernidad, sino en que ia completan* (pág.
455). Esta frase impresionante pero sólo correcta a medias olvida, con una contraposi
ción falsa entre compensación y compleción, la aleación entre ruptura y continuidad en
la compleción; en el proceso de ta modernización, las ciencias del espíritu son justa-
47 mente compensaciones de la realización de la modernidad, así, «insuperablemente
modernas» (véase O. Marquard, Apotogie des Zufálligen. op. d t, pág. 101); y en rela
ción con tradiciones que por cierto permanecen intactas en la modernidad, como para
ir irritando con cuestionables tesis sobre su muerte, ellas son «objetivaciones- (pág.
454) y realización al mismo tiempo, con lo cual son posibles y reales ganancias secun
darias en confianza; véase O. Marquard, «Félix culpa? — Bemerkungen zu einem Appli-
kationsschicksal von Genesis 3», en M. Fuhrmann, H. R. Jauss y W. Pannenberg
(comps.), rejrí und Applikotlon, Munich, 1981 (Poetik und Hermeneutik, 9), especial
mente págs. 68-71.
pensaciones son, en su diversidad de formas, progroaon 011 plural.
Son humanos los progresos compensatorios, que van en direcciones
distintas, en dirección de lo universal, pero también en otras direc
ciones. Y los seres humanos compensan incluso aquella escasez de
tiempo, la finitud, condicionada por la mortalidad, que surge porque
sólo tenemos una única vida, y lo logran gracias a la paralización de Filosofíad»ia
t compensada
esa vida, al tener prójimos y vivir un poco su vida en la comunicación
con ellos. Este pluralismo exige escepticismo: no el cultivo de la
ausencia de orientación, sino el sentido de la división de poderes.
La teoría de Ja compensación, también y precisamente la de las cien
cias del espíritu, conduce a:
d) en vez de a una filosofía de la totalidad, más bien «sólo» a una
cultura de las reacciones fronterizas. Esto no es una debilidad de la
teoría de la compensación, sino justamente su ventaja, porque al
respetar la finitud humana impide ilusiones de absoluto. La filosofía
de la compensación conserva la tarea de la filosofía, pensar el todo,
bajo condiciones de finitud, y la conserva allí donde, en la moderni
dad, tiene dificultades para comprender esa totalidad de la antigua
metafísica como aquel cosmos, creación o sistema, en cuyo jerár
quico orden todo tiene su lugar exactamente definido. Por eso
ahora, de forma neometafísica, acaso según la teoría de la compen
sación, el interés por el todo se mantiene como la obligación de no
dejar nada fuera, de no olvidar nada y de querer percibir lo imper
ceptible. Quien en la realidad moderna no sólo toma nota de las
expulsiones que tienen lugar, sino también de sus compensaciones,
ve más realidad de la prevista oficialmente. Cultiva la inclusión de los
expulsados; no busca el todo, sino complementar sin completar del
todo; frecuenta las zonas prohibidas. Helmuth Plessner se refirió a
las «reacciones fronterizas»17 y nombró entre otras la risa: no sólo
existe el troncharse de risa, que cierra fronteras y expulsa realidades 48
burlándose de ellas, sino que existe sobre todo, como ha subrayado
17. Véase H. Plessner, «Lachen und Weinen. Bne Untersuchung der Grenzen mensch-
lichen Verhailons- (1941), en H. R, Gesammelte Schríften, vol. 7, Francfort a. M.,
1982, págs. 201-387, especialmente págs. 3S6 y sigs.
Joachim Ritter,’8 el reír humorístico y ol reiría d« uno mismo, que
abren fronteras al sonreír a nuevos realldado*. A oatao reacciones
fronterizas que están constituidas como el reír pertenecen la razón y
la filosofía,” que conserva su antigua tarea, penaar ol todo, de una
manera modesta, mediante la teoría de la compensación, al intentar
FflutoMadoia no olvidarse de nada. Ésta se sustrae a la imposición de lo que no
oomfttfwclón
debemos percibir y nos ahorra estrecheces de miras sobre nosotros
mismos con la renuncia al esfuerzo de seguir siendo tontos. Justa-
mente para la teoría de la compensación rige lo siguiente: hay filoso
fía cuando a pesar de todo se piensa. La teoría de la compensación,
también y justamente la de las ciencias del espíritu, es, pues:
e) en vez de una filosofía absoluta, más bien «sólo» una filosofía
del en vez de. Esto no es una debilidad de la teoría de la compen
sación, sino justamente su ventaja, porque al respetar la finitud
humana impide ilusiones de absoluto. Los seres humanos no gozan
de una vida absoluta, sino, como descarga del absoluto, de una vida
en vez de la vida absoluta; no son actus punís, pero tampoco nada en
absoluto, sino algo en vez de.“ Por ello necesitan, como reparación
de esa carencia de absoluto o de nada absoluta, compensaciones: no
lo absoluto, sino lo humanamente posible. Por eso lo simbólico perte
nece a la cultura: deberíamos tener en cuenta que la palabra griega de
la que proviene compensado es muy probablemente symbolon.2' El
Homo compensator es el Homo s y m b o tic u s vive en la cultura, una
18. J. Ritter, «Clber das Lachen» (1940), en J. R., SubjektMtm, Francfort a. M., 1974,
págs. 62-92.
18. O. Marquard, «Vernunft ais Grenzreaktion» (1981), en O. M., Glück Im UnglOck,
Munich, 1995, págs. 39-61.
20. Véase O. Marquard, «Beitrag zur Philosophie dar Geschichte des Abschieds von
der Philosophie der Geschichte», en R, Koselleck y W. D. Stempel (comps.), Ges-
chichte — Ereignis und ErzShlung, Munich, 1973 (Poetik und Hermeneutik, 6), págs.
241-250, con la sección «Stattdessen», págs. 241 y sigs.
49 21. Porque com, es decir, cum, es syn, y pensare, es decir, pendere, en el sentido de
•hacer valer» es belleln, según Peter Sittig en una ponencia en el seminario sobre com
pensación del autor, en el semestre de verano de 1976 y en el semestre de invierno de
1976/1977.
22. Véase E. Cassirer, Versuch über den Menschen, Francfort a. M., 1990. Puede ser
que el concepto de compensación resulte demasiado débil como para comprender la
antropología y la filosofía cultural de las formas simbólicas. A mi sólo me interesa seña
lar una posible relación. Por lo demás, también soy de buena fe en relación con los tér
minos, es decir, en el uso del concepto de compensación.
realidad en vez de aquella primera realidad absoluta que no puede
soportar. Las compensaciones le son imprescindibles: las segundas
soluciones, las segundas mejores posibilidades, aquello que no es
absoluto, lo humanamente posible, lo incompleto. Los seres humanos
son aquellos que deben hacer, pueden hacer y hacen algo en vez de:
cada ser humano es, por su carencia de absoluto, primariamente un Filosofía de la
compensación
ser inútil que sólo de manera secundaria llega a ser un Homo com
pensator, Precisamente esto hace vigente la teoría de la compensa
ción, también y justamente la de las ciencias del espíritu: la teoría de
la compensación de las ciencias del espíritu y todas aquellas filoso
fías de la compensación que son las diversas formas de una filosofía
del en vez de, son y permanecen actuales.
La época de lo desechable y la cultura del recuerdo
1. W. Schapp, In Geschlchten verslrlckt. Zum Seln von Mensch und Ding, Hamburgo,
1953, págs, 1 y 103: «Nosotros los seres humanos siempre estamos enredados en his
torias*, «la historia está para el ser humano». Véase W. Difthey, «Traum», en W. D.,
Gesammelte Schriften, vol. 8, B. Groethuysen (comp.), Leipzig/Berlín, 1931, pág. 224:
•Lo que el ser humano es, sólo se lo dice su historia», y H. Lübbe, Geschichtsbegriff
und Geschlchtsinteresse. Analytlk und Pragmatlk der Historie, Basitea/Stuttgart, 1977,
especialmente págs. 145 y sigs., y 168 y sigs. Véase también O. Marquard, -Lob des
Polytheismus. Über Monomythia und Polymythie», en O. M., Abschied vom Prinzipie-
llen. Philosophische Studien, Stuttgart, 1981 {Reclams Universal-Bibliothek, 7724),
págs. 91-116 (trad. cast.: Adiós a los principios. Estudios filosóficos, Valencia, Institu-
ció Alfons el Magnánim, 2000).
sitó veinte años para regresar a su hogar desde Troya. Los aoros
humanos son aquellos que...; y para cada uno de nosotros hay his
torias que narramos, por muy breves que sean. La más breve de
nuestras historias breves la narra nuestro carné de identidad; inclu
so un número personal de identificación es una narración en clave.
Quien renuncia a la narración, renuncia a sus historias, y quien Filosofíadeia
compensación
renuncia a sus historias, renuncia a sí mismo.
Las historias han de ser narradas. No son predecibles como
procesos regulados por leyes naturales o como acciones planifica
das, porque sólo se convierten en historias cuando sucede algo
imprevisto.2 Mientras no sucede nada imprevisto son predecibles, y
narrarlas carecería de interés: si Colón hubiera llegado a la India sin
descubrir América; si Caperucita Roja hubiera visitado a la abuela
sin encontrarse al lobo; si Ulises hubiera regresado rápidamente a
casa sin incidentes, las suyas no habrían sido verdaderas historias.
Antes de que comenzaran tuvo lugar la prognosis, como predicción
o como planificación; después sólo la constatación: ha salido bien.
Únicamente cuando en un proceso regulado por leyes naturales o
en una acción planificada irrumpe una contrariedad inesperada, sólo
entonces han de ser narrados y de hecho, entonces, sólo pueden
ser narrados: las historias son mezclas de procesos-sucesos asi
como mezclas de acciones-sucesos. Y es válido que debamos
narrar, porque nosotros somos nuestras historias. Esto era así y
continúa siéndolo. Por ello no sólo se narró en el pasado, sino que
también se narrará en el futuro: la narración tiene futuro.
No cabe duda de quo ei mundo moderno comienza allí donde los
seres humanos, mediante una racionalización científica, técnica,
4. M. Kundera, L'art du román (1986) (trad. cast.: El arte de la novela, Barcelona, Tus-
quets, 2000). Véase también R. Rorty, -Heidegger, Kundera and Dickens», en R. R.,
Essays on Heidegger and others (trad. cast.: Ensayos sobre Heidegger y otros pensa
dores contemporáneos, Barcelona, Paidós, 1993).
5. Véase J. Ritter, «Die Aufgabe der Geisteswissenschaften ¡n der modernen Gesells-
chaft» (1961), y O. Marquard, -Clber die Unvermeidlichkeit der Geisteswissenschaften*
(1985), en O. M., Apologie des Zufáliigen. Philosophische Studien, op. di., págs. 98-
ello, las ciencias exactas no condenan como superfluas las ciencias
del espíritu, sino que por primera vez las hacen necesarias. Es decir,
el éxito de las ciencias exactas no elimina ni disminuye, sino que
engendra e incrementa la necesidad de ciencias del espíritu: cuanto
más moderno es el mundo moderno, más imprescindibles resultan
Narrma las ciencias del espíritu, es decir, las ciencias narrativas, como com-
ssse es!
pensación de !a racionalización posibilitada por la neutralización de
las historias del mundo de la vida.
* El título alemán -Zukunft braucht Herkunlt- podía enlondorso sencillamente como -El
futuro necesita origen**, pero dado que el autor juega con la raíz común de ambos tér
minos Kunft, del verbo Kommen (venir), se ha optado por salvar ese contraste median
te porvenir y provenir. (N. de la i )
moderno, ya sea con buenos o malos presentimientos, se espera
cada vez más del futuro que sea lo nuevo.
Me parece que una de las respuestas más importantes a la pre
gunta — ¿cómo es posible algo nuevo para los seres humanos?— es
la siguiente: no sin lo viejo. Mi tesis puede formularse de esta forma:
el porvenir necesita provenir. La desarrollo en las tres secciones si- Filosofíadsk
compensación
guíenles:
* Marquard se permita aqut una broma. Como el lector reconocerá, el año y lugar indi
cados son los de la publicación de la CrlUca de le razón pura, que el autor vincula con
el decreto de pureza, una norma de 1516 que rogula la producción de cerveza y que
aún sigue vigente en Alemania, tal como puede leeroe en los envases de cerveza pro
ducida en este país. El verbo que traduzco como -producir» es brauen, que se refiere
específicamente a la producción de cerveza. (A/. do la t.)
sos de tiempo: et más escaso de nuestros escasos recursos es la
duración de nuestra vida. Con ello ae nos remite a nuestro provenir:
simplemente no nos da tiempo de regular de nuevo todas o la mayor
parte de las cosas de nuestra vida; simplemente no nos da tiempo de
alejarnos lo más posible de nuestro provenir mediante transformacio
nes e innovaciones de nuestras formas de vida. Porque la muerte es Faosofrathia
compensación
siempre más rápida que la mayoría de nuestras transformaciones.
Con ello no discuto que tenemos la libertad para lo nuevo y la capaci
dad para el cambio, sólo afirmo que esa libertad para lo nuevo y esa
capacidad para el cambio están limitadas por la brevedad de nuestra
vida. Por eso debemos vivir de acuerdo con lo acostumbrado: pre-
ponderantemente debemos seguir siendo lo que ya fuimos; nuestros
cambios reposan sobre aquello en que no hemos cambiado; lo nuevo
no es posible sin mucho de lo antiguo; el porvenir necesita provenir.
Creo que de ello se puede deducir que los seres humanos, condicio
nados por la brevedad de su vida, no pueden alejarse de su provenir
tan rápido, tan lejos y tan absolutamente como querrían, y por tanto
son fundamentalmente portadores de cambios; dicho de otro modo:
los seres humanos, por muy rápidos que puedan ser como especiali
zados expertos en modernizar, son fundamentalmente lentos.
De aquí surge la principal dificultad de ese mundo moderno de
cambio acelerado: los seres humanos son lentos, el mundo moderno
es rápido. Y ni el mundo rápido ni los seres humanos lentos pueden
ser suprimidos. Quien niega el mundo del cambio acelerado, renun
cia a irrenunciables medios de supervivencia del ser humano; quien
niega a los lentos seres humanos, renuncia a los seres humanos. Lo
cual significa que en el mundo moderno debemos tener la vivencia
de ambas: de la rapidez (porvenir) y de la lentitud (provenir). No se
trata ahora de liberarse de la tensión entre rapidez y lentitud de una
manera antimoderna, obligando al mundo moderno a elegir entre 74
tomar el camino de la revolución o apearse del tren, sino que se
trata por el contrario de conservar la tensión entre rapidez y lentitud,
conservando, frente a la aceleración del cambio en el mundo moder
no, la posibilidad de vivir lentamente como humanos. Por ello perte
nece al mundo moderno, en medio de su rapidez y de manera
compensatoria, el desarrollo de formas que permiten a los seres
humanos vivir lentamente en un medio conocido dentro de un
mundo rápido. ¿Cómo puede lograrse?
Un ejemplo que evidencia cómo puede uno llevar consigo la pro-
pía lentitud dentro de lo rápido nos lo proporcionan los niños muy
o porvenir pequeños: ellos, para quienes la realidad es inconmensurablemente
necesita
provenir nueva y extraña, llevan siempre consigo y a todas partes su férrea
porción de lo conocido: sus osos de peluche. Los niños compensan
su déficit de confianza con la presencia continuada de aquello en
que confían: por ejemplo, con sus osos de peluche. En el mundo
moderno de cambio acelerado, proyectado siempre a lo nuevo, lo
no familiar y extraño, también los adultos llevan consigo sus osos de
peluche; por ejemplo los intelectuales cuando recurren a los clási
cos, aquellos con los que siempre se cree saber a qué atenerse, y
que le orientan a uno: Goethe a lo largo del año; Habermas durante
los estudios; Reich-Ranicki a través de la literatura actual. Esto es
válido universalmente: cuanto más se convierte el futuro en lo nuevo
y lo extraño para nosotros, mayor cantidad de pasado tenemos que
llevarnos con nosotros al futuro, como osos de peluche, y por tanto
más cosas antiguas debemos conocer y cultivar. Cierto es que en el
presente se tiran a la basura más cosas que nunca, pero también se
conservan respetuosamente más cosas que antes: la época de los
depósitos de basura es a la vez la época de los depósitos de vene
ración, los museos. En el mundo moderno de cambio acelerado y
por ello crecientemente discontinuo, los seres humanos han de pro
teger especialmente su continuidad, y por ello surge justamente en
el mundo moderno y sólo en él el sentido histórico, con lo cual
supongo que la primera experiencia de la historia, que todo el
mundo debe tener, es ésta: cuánto ha cambiado uno allí donde casi
75 no ha cambiado nada; y la segunda y más importante experiencia es
ésta: qué poco ha cambiado uno allí donde ha cambiado casi todo.
El sentido histórico es ante todo el sentido de la continuidad, de la
lentitud; creo que la experiencia fundamental de lo histórico consis
te, más que en la experiencia de la posibilidad de transformación, en
la de sus límites. Me parece que esto es válido también para el sen-
tido estético moderno: en el arte moderno y ospecinlmonlo orí ól,
más importante que su carácter innovador es que posea la capaci
dad de sensibilizar y orientar a largo plazo. Así penetra on el mundo
rápido la lentitud que precisan los seres humanos; pues el porvenir
necesita provenir. Hace tiempo que eso está claro para los pruden
tes planificadores de la economía, aunque no para todos los minis- Filosofadet¡
compensación
tros de economía: la República Federa! Alemana puede conservarse
mejor como centro industrial si gana atractivo como centro cultural,
al cual — nota bene— también pertenecen las buenas ciencias del
espíritu. Sobre todo están ias tradiciones, las costumbres, que en el
mundo moderno son bienvenidas y están disponibles en variedad de
formas y colores que respetan lo individual, por lo general, más
intactas de lo que queremos percibir. Las tradiciones antiguas, por
ejemplo la institución de la familia, tienen entre otras una ventaja
especial: justamente en un mundo con gran velocidad de innovación,
las antiguas formas de vida son las que menos pueden pasar de
moda porque ya son antiguas. Finalmente, el moderno cambio acele
rado se pone al servicio de la lentitud: la creciente velocidad a la que
las cosas pasan de moda, conlleva también una velocidad creciente
del pasar de moda de ese pasar de moda; cuanto más rápidamente
lo nuevo pasa a ser viejo, más rápidamente puede lo viejo volver a
ser lo más nuevo; todo el que ya ha vivido bastante lo sabe. Por eso,
en la moderna carreta de !a historia, cuanto más aumenta !a veloci
dad, más tranquilamente debería uno dejarse adelantar y esperar
hasta que el curso dtíi mundo, regresando por atrás, le alcance de
nuevo; cada vez más a menudo vuelve uno a ser valorado dentro del
grupo puntero por aquelios que creen en la existencia de las van
guardias: así crece con la lentitud la posibilidad de estar al día.
En cualquier caso, lo que los seres humanos, en este mundo de
rápidos cambios, no tienen otro remedio que hacer a causa de la bre- 76
vedad de su vida, os también lo aconsejable: vivir lentamente, o dicho
de manera más exacta, vivir también lentamente. Porque el ser huma
no lento es el que está preparado para un mundo rápido. Quiero ¡lus
trarlo y concretarlo mediante un ejemplo en la siguiente sección.
3. Los nuevos medios y las antigua» dontro/nn
* Die Geschichte («la historia») rima con Die Gedichte («loa poemaa»). (/V. de la L)
b) La tríbunalización. Desdo 1003 lin piopuanto rnpntidamen-
te entender la filosofía de la historio oomo un «u1«(jado do lo teo
dicea, porque en ambas filosofías aa trntu iln un procnoo, de un
procedimiento judicial: en la teodicea, da un pro<in«o <lnl ñor huma
no contra Dios porque el mundo no es buuno, y «in In (ilooofía de
¿fiod»ia la historia, de un proceso del ser humano oontrn el aor humano
univarMi? porque el mundo todavía no es bueno. Debido o la teodicea, el sor
humano, en un proceso de autonomización, reemplaza a Dios como
actor de la historia para descargarlo de las acusaciones levanta
das contra Él. Con la filosofía de la historia, son los seres huma
nos los que se someten a la presión de esas acusaciones, y la
historia universal es el tribunal que acusa y juzga: «La historia del
mundo es el juicio del mundo», escribió Schiller en 1784.3 De ese
tribunal se libera uno al serlo: el ser humano huye del tener-con
ciencia al ser-conciencia, en una vanguardia cada vez más definiti
va. Esa huida hacia adelante del ser acusado, finalmente llamada
dialéctica, parece ser la ley del movimiento de la historia, que
alcanza la finalidad inmanente de la salvación cuando todos los
seres humanos llegan a ser acusadores que ya no necesitan acusar
a nadie más, porque todos los acusados han sido eliminados, en
nombre de una causa presuntamente buena. Entonces, afirma la
filosofía de la historia, se completa la emancipación con el buen fin
da la historia universal.
c) La revolución. La filosofía de la historia exige la realización de
la historia universal mediante la praxis: así se convierte en filosofía
de la revolución. Si aún está pendiente la emancipación perfecta,
debe dejar de estarlo lo más rápidamente posible; y el salto más
rápido hacia la emancipación perfecta parece ser la revolución. Ésta
lleva ¡a historia universal desde las cabezas de los filósofos de la his-
85 toria hasta la realidad; y primero lo hizo, inmediatamente después de
la conferencia inaugural de Schiller, la Revolución francesa, el modelo
de todas las revoluciones inspiradas en la filosofía de la historia.
¿Fín de la
historia
universal? 3. ¿Salvación de lo humano en el arte y la naturaleza?
¿Fin d« i» Mi convicción es que así fue como Schilier quiso conjurar una
universal? ilusión peligrosa, la transformación de la historia universal on la rea
lización revolucionaria de la utopía, con el giro hacia las realidades
del arte y la naturaleza, que también pueden llegar a ser ilusiones pe
ligrosas. El camino que parte de la posición de su conferencia inau
gural — la cual admiro y que me despierta simpatía, no quiero dejar
dudas sobre ello— , ese camino de Schilier es rico en enseñanza: que
ese camino no es suficiente no es lo único que puede aprenderse
de él. Pero entonces, después del tremendo final de la historia uni
versal convertida en revolucionaria, ¿cómo puede salvarse la huma
nidad? Sobre ello presento algunas consideraciones en la sección
siguiente.
Para cualquiera que haya seguido mis afirmaciones debe ser evi
dente que historiográficamente han sido más bien escasas. También
resulta evidente quién podría y debería reparar esta carencia de mis
afirmaciones: sería el filósofo responsable en Jena de la historiogra-
fía de la filosofía del idealismo alemán, es decir, al titular do la cáte
dra de Filosofía con la especialidad de historia do la filoaolla y con
especial atención al idealismo alemán.
La necesidad de esta cátedra se demuestra sobro todo por la
carencia de mi exposición: un filósofo sistemático no está normal
mente en disposición de poder realizar un trabajo de precisión sobre Filosofía*>b
*. , compensación
la histona de la filosofía. Esta catedra no está ocupada todavía y ni
tan sólo está convocada (el texto de la convocatoria se halla en la
Universidad Friedrich-Schiller). Mientras tanto, me ha inquietado el
rumor de que, vistas las medidas de ahorro del Ministerio, esta cáte
dra se encuentra en peligro de ser anulada. Estoy agradecido por la
noticia de que no va a ser el caso. Después de todo, ésta no es una
cátedra cualquiera: no sólo está a) en el plan estructural para la filo
sofía en Jena, elaborado por la comisión de filosofía del Ministerio de
la Ciencia y el Arte de Turingia, que el Senado ha ratificado; no sólo
b) resulta que la comisión de Turingia para la estructura de las uni
versidades* ha ratificado el plan estructural de personal de la Univer
sidad de Jena bajo la condición explícita de que dicha universidad
realice esta cátedra como cátedra C4; no sólo c) el consejo de cien
cia recomienda que el ámbito de estudio de esa cátedra, el idealis
mo alemán, sea una de las especialidades de la Universidad de
Jena; sino que d) esa cátedra puede valer, y esto justifica que yo hable
sobre ella en esta conferencia, como equivalente actual de la cátedra
de Friedrich Schiller. Regreso a lo que dije al principio: en la por
tada de la primera edición de su conferencia inaugural, Schiller se
denominó catedrático de Historia en Jena. Cuando el entonces cate
drático de Historia de la Universidad de Jena, Heinrich, formuló su
protesta, Schiller se denominó, en la portada de la segunda edición,
catedrático de Filosofía en Jena. El primer intento de llamar a Schiller
como catedrático a Jena provino del filósofo de Jena Karl Leonhard 02
* «Finalizante- traduce aquí rmallslerencio, «l adjetivo que emplea Marquard en vez del
más frecuente «teleológico», pero respecto al cual nnrín equivalente. (W. de la t.)
de su superación. Se trata de una negación del presente, una nega
ción de la modernidad del presente, ya no en nombre del pasado, sino
en nombre del futuro. Por ello se puede hablar de un antimoder
nismo futurista. Esto es así en Marx, con su crítica del capitalismo
y de la sociedad civil-burguesa, pero Marx no es el primero. Por ¡o
que yo sé, ia primera filosofía de la historia negadora del presente Fteoiia * is
t É compensado»
es, en el siglo XIX, ia de Johann Gottlieb Fichte expuesta en su
serie de conferencias sobre Los caracteres de la Edad Contempo
ránea de 1806. Ya en ellas Fichte intentó definir la época presente
negándola con una filosofía finalizante de la historia. Él partió de la
«Finalidad de la vida de la humanidad en la tierra» conocida por él a
prlori, y que era, según él, que la humanidad «realice todos sus com
portamientos con libertad según la razón». De ella dedujo Fichte «un
plan del mundo», según el cual la historia tiene cinco épocas dedu-
cibles a priorí. No voy a enumerar las cinco, sino sólo a decir que en
la primera época, la época anterior al progreso de la historia, el
«estado» de «inocencia», la humanidad todavía no es libre. En la últi
ma época, la época posterior al progreso de la historia, el «estado
de la completa justificación y salvación», la humanidad es libre. La
época actual es, según Fichte, la de en medio, la tercera época, en
la cua! los seres humanos ya no son inocentes pero todavía no están
justificados y salvados, todavía no están en el paraíso de la libertad
completa y por ello se hallan en graves dificultades. Por eso la
«época actual», prosigue Fichte, es la «época de la pecaminosidad
consumada».1Me refiero a esta deducción de los rasgos principales
de la época actual de Johann Gottlieb Fichte sobre todo porque es
una forma temprana de una filosofía finalizante de !a historia que ten
drá entre otros seguidores a Marx, que creo que ante todo era fich-
teano. Esta filosofía niega el mundo actual histórico-filosóficamente
al creer saber de manera definitiva cuál es la finalidad final, el buen 98
final de la historia y el camino hacia ella, y por eso se cree justifica-
2. Afirmación de la civildad
99
5. Véase O. Marquard, «Hegel und das Sollen-, en O. M., Schwierigkeiten mlt der
Ceschlchtsphilosophie. Aufsdue, Francfort a. M „ 1973, págs. 37-51.
durante doce años. Por eso queremos recuperar el No que enton
ces no dijimos, diciendo No ahora: queremos ofrecer, a cambio del
levantamiento nunca realizado contra la dictadura, una rebeldía cró
nica contra la no dictadura del mundo liberal civil-burgués. Esto es
lo que yo denomino, con un concepto que se opone al concepto
freudiano de «obediencia retrospectiva», la desobediencia retros- Filosofíadola
compensaciór
pectiva. Esta desobediencia retrospectiva puede ser comprensible
como reacción, pero no es racional, sino más bien absurda, porque
quiere equiparar el No nunca dicho contra una situación inhumana a
un No contra una situación humana, y pretende salvarse de su no
resistencia a la tiranía con la resistencia a la no tiranía. Y también se
olvida a menudo que antes de dar ese Sí equivocado durante doce
años, se dio un No equivocado durante quince: a la República de Wei-
mar. Así es como, en vez de surgir una paz vencedera con lo moder
no, lo civil-burgués, el mundo liberal presente, se origina una suerte
de círculo vicioso de Nos y Síes; porque cuando se ha dicho Sí en el
lugar equivocado, ante una situación inhumana, y después se dice No
en el lugar equivocado, ante una situación humana, es muy fácil que
se vuelva a decir Sí en el lugar equivocado, ante una situación in
humana; por eso, creo yo, triunfan en Alemania en los últimos años
tantas simpatías románticas, oportunistas y nostálgicas hacia las dic
taduras revolucionarias; y es evidente que seguirán triunfando.
e) La permanencia de la necesidad de lo extraordinario. El
mundo liberal civil-burgués prefiere, al modo aristotélico, el centro
antes que los extremos; las pequeñas mejoras antes que los gran
des cuestionamientos; lo cotidiano antes que la «moratoria de lo
cotidiano» (como lo ha llamado Manes Sperber);6 lo regulado antes
que lo elevado; la ironía antes que el radicalismo; el orden económi
co antes que el carisma; lo normal antes que lo enorme; resumien
do, la civildad antes que su negación. Es cierto que el mundo 106
civil-burgués, gracias a las ventajas que aporta a la vida y que se
dan por supuestas, no es muy excitante, más bien resulta un poco
aburrido y demasiado humano. Por eso a algunos no les satisface,
6. M. Sperber, Leben im Jahrhundert der Wellkriege, Francfort a. M., 1983, pág. 48.
porque no satisface su necesidad de lo extraordinario, como tampo
co satisface el ansia de reforma y la necesidad de poder de los
guardianes de lo extraordinario y de los mejoradores radicales del
mundo. Esa necesidad de lo extraordinario fue generada por la exa
geración de la idea de progreso en la filosofía de la historia, que
Apologíada la debía ofrecer a los seres humanos un lugar extraordinario, comen-
civildad
zando por el presente que se estaba convirtiendo en civil-burgués: el
estado de excepción del máximo avance. Porque cuanto más se
comprende que lo avanzado del presente es sobrepujado por lo
avanzado del futuro y con ello desmaximizado, o cuanto más se
comprende, especialmente a causa del colapso de la filosofía finali
zante de la historia, que la utopía del progreso enfático o revolucio
nario se vuelve aporética, el presente se ve amenazado por una
pérdida de lo extraordinario. Y por ello debe salvarse lo extraordina
rio del presente mediante una extraordinaria negación del presente,
del mundo presente civil-burgués. Si el presente no es el estado de
excepción más positivo, entonces deberá ser al menos el estado
de excepción más negativo; si no es lo insuperablemente mejor,
entonces al menos deberá ser lo insuperablemente peor, la «época
de la pecaminosidad consumada», que se confirma al negar el
mundo presente civil-burgués, con esa negación de la civildad, que
así, con esta permanencia de la necesidad de lo extraordinario,
sobrevive a su propio fin.
Pero es irracional sustituir la ilusión del estado de excepción más
positivo por la ilusión del estado de excepción más negativo, y no en
último lugar, porque en general el romanticismo del estado de excep
ción es ya irracional. Racional es quien evita el estado de excepción.
Por ello, creo que todo habla a favor de la civildad; y por ello, creo
que todo habla contra la negación de la civildad.
Descarga del absoluto
Para Hans Blumenberg, ¡n memoriam
1. Acceso
2. idea fundamental
3. Ferina de escribir
4. Finitud
Comienzo con la sección:
1. Acceso
3. Forma de escribir
117
4. Finitud
1. Filosofía y lenguaje
2. Estilo como medida ecológica
3. Estilo como medida caritativa
4. Posiciones y puntos
1. Filosofía y lenguaje
Et filósofo
como escritor
3. Estilo como medida caritativa
4. Posiciones y puntos
El filósofo
Ya hace bastante tiempo que estoy aquí. Quiero decir que en realidad
debería haber muerto como muy tarde e! 31 de diciembre de 1999;
porque la noche siguiente hubiera sido demasiado ruidosa para mí.
Pero quien ya es realmente viejo tampoco tiene tanta prisa. Por eso
me he comprado tapones para los oídos: para entrar durmiendo tran
quilamente en e! nuevo milenio y poder seguir durmiendo hasta mi 72
cumpleaños. La impresión de este plazo conduce forzosamente a
reflexionar sobre la vejez; también sobre si, y de qué modo, el peso de
los años es equiparado, compensado, por los alivios que comporta la
vejez. Pienso sobre todo en un tipo de descarga entre otras, que
podemos llamar la capacidad de la vejez para la teoría.
Teoría significa, enlazando con el sentido original de la palabra,
ver y decir cómo son las cosas. La capacidad para la teoría es,
pues, !a capacidad de resistirse a las ilusiones, ver y decir: eso es
así. Mi tesis es la siguiente: los viejos tienen una especial capacidad
para la teoría, porque a la vejez le corresponde, al menos, el final de
aquellas ilusiones que surgen por los conformismos con el futuro.
Nuestro futuro más seguro es nuestra muerte. Y con la edad
está cada vez más próximo. Pero la muerte es ese futuro que sella
que no nos queda más futuro. La vejez es ol porlodu do In vida
caracterizado por un deseo de futuro, pero on él, juatamunto por la
creciente falta de futuro, cada vez es máa difícil desarrollar iluaiones
y mantenerlas. Una de las ilusiones de futuro ea la ilusión de la infi
nitud: el tiempo se extendería sin final, y aunquo el tiempo pasara,
siempre habría tiempo nuevo. Esto es una ilúsión, porque en realí- Ffcaofta doi>
, compensación
dad nuestro tiempo es un préstamo arrancado a la muerte, y por ello
es finito: pronto no tendremos más tiempo ni más futuro. Otra ilusión
de futuro es la ilusión de perfección: nuestro tiempo sería tiempo
para la perfección, para la perfección de obras, para la perfección
de nuestras vidas, para la perfección de la historia humana. También
esto es una ilusión, porque pronto nos encontraremos en el final, sin
ninguna consideración para con las perfecciones. Siempre somos
más nuestra finitud que nuestras perfecciones; nuestra mortalidad
vence a nuestra finalidad;* nuestra muerte es más fuerte que nuestras
teleologías cotidianas, que las teleologías de nuestra vida, que las te
leologías de la humanidad. Justamente la edad lo hace evidente.
Las ilusiones de perfección exigen a todo observar y decir que
consideren si sirven a las perfecciones futuras: el cumplimiento de
las tareas, la realización de la vida, la perfección de la historia. En la
vida tomamos en consideración esos futuros — con oportunismo
hacia el futuro, en una obediencia táctica al futuro— ; uno sólo se
permite observar y decir aquello que no pone en peligro las perfec
ciones y que no perjudica la capacidad de acción, lo que a uno no
le comporta demasiado malestar en el futuro, por ejemplo, aquello
con lo cual no se pisotea a demasiada gente, incluido uno mismo.
Nuestra mirada a la realidad está dispuesta a ilusionarse y es pro
pensa a las ilusiones, puesto que se deja sobornar por nuestro futuro.
Este dejarse sobornar disminuye cuando aumenta la edad, porque
cada vez tenemos manos futuro, hasta que finalmente estamos ante 136
aquel fin que no es ninguna finalidad: la muerte. Hago la siguiente
Autopresentación
Homo compensator
Filosofía de la compensación
«Das Zeitalter des Ausrangierens Und die Kultur daa Erlnnerns» (Confe
rencia-mesa redonda con motivo de! 70 aniversario del mlniitro doctor Oscar
Schneider el 4 de junio de 1997 en la Casa de la Historia de la República
Federal Alemana), en Museumsfragen. Kultur des Erlnnerns, Bonn, Haus
der Geschichte, 1998, págs. 9-13. Filosofía de ia
compensación
La habilidad compensatoria