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R E V I S T A DE C U L T U R A Y LETRAS
MADRI D
M A R Z O 1943
LA ACCION CATARTICA DE LA TRAGEDIA
o
(.11 Lev. P h il. S ch rift, I, 2t>{*. i át. por G ftdem an, op. cil.. pág. 167.
•2 1 P svc h c . tercera ed., lu b in g á v L eipzig. .-1903. t. D, pag. , 281.
Sobre la in terp retación n telzscheana de la catarsis, véase lo q ue lu ego
se dice.
( 3 1 "Eine vorplalanisehe k u u s ttlie ó r ie ', S e n a e s , t. 5'4, 1919*
pÓgs¿ 187-207. v D íp g rirch isefte i ragodip. 193®.
(4) "B eitra g e z u r areliaisehen M e d i/iu ', Kyklas, 1IT, 1920, p á
ginas 90-135.
vez como b u e n a p a ra el ¡ « i o aristótélieu, a,condición de negar a
Aristóteles ( ¡ !) u n cabal e n te a d h a ie ijlo ¡del tan esencia] trasfon-
do religioso tle la tragedia griega ( I ) .
Se im pone, pues, la necesidad de intentar un a com prensión
m ás raba! de! faitio.-o paso aristotélico (2). Las diez palabras
a qii.e. se refiere i . i la r d y e s tá n ■'todavía a llí,; vírgenes a nuestra
avidez h e rm enéutica y resistentes a un entendim iento definitivo
de su sentido, a pesar de esta constante gigantoinaquía en torno
a la Catarsis, como diría Platón. No soy yo. ciertam ente, e l 'l l a
m ado a d a r íu interpretación- deja.'.catarsis,'aristotélica adecuada
a la madurez'■científica y espiritual de nuestro tiempo. 1^¡sede in
tegro el em peño p a ra los filólogos. Mas tal vez no sean inútiles
a la hora de tal em peño las notas in te rpretativas que a co n ti
nuación expongo, inferidas desde un punto de vista a 3a vesfliis-
tórico y médico. Después de todo, tam bién debemos tener voz y
ít > B asta recordar Jos'herm osos párrafos fin a les de E l n a cim ien to
d e la tra g e d ia y, sobre todo, su acorde .te rm in a l, la frase que un an
ciano a ten ien se diría a un extraño: ’■‘¡•Sígueme, b acia la tra g ed ia ,'y sa
crifica con m igo en e! tem p lo de am bas d ivin id a d es! ’ E sto es, de ® io-
nysos y de A p olo. P ese a su em b riagu ez m u sica l y d ion isiaca, n o olvid ó
N ietzsch e e l elem en tó “a p o lín eo ” -- logreo, verbal- — de la tragedia.
(2) l i e aquí la d efin ició n de ' W ilam ow itz, m ás atenta a I probi era a
histórico de la tragedia griega que a .su sen tid o religioso, t'jia trage
dia ática es “ un trozo de la leyen d a h eroica, co m p leto en sí m ism o,
tratado p or un p oeta en estilo elevad o para que lo representasen un
coro de ciud adan os áticos y dos o tres actores en el santuario de ® io-
nysos, com o parle in tegran te del cu ito p ú b lic o ” (AV ilan iow il/., ©p. eit.,
pág. 1 08).
(Ó) P oh len z, op. eit., pág. 9.
cabe po r la índole heroica ''y.'.'tradicional de las fábulas que los
grandes trágicos llevaron a la escena, da al autor trágico u n a p e
c u lia r significación en la c o m unidad helénica. El poeta se con
vierte en educador religioso de su propio pueblo. E n el diálogo
que A ristófanes .hace sostener en L a s ra n a s a Esquilo y a E u r íp i
des, p regunta a q u é l : .." ¿ f u é d e te m iin á .la grandeza de]■poeta!'"i*7,
e inm ediatam ente obtiene la adecuada respuesta: '"Es el talento,
el fin educador y nuestro oficio de hacer mejores a los hom bres
en nuestras c iu d a d e s/' l a vinculación entre la tragedia y l a .p&lis
aparece a q u í tan claram ente como el papel educador del trági
co. E n otro pasaje .h ab la E squilo y dice: "L o que para los niños
es el m aestro que les gobierna y educa, esto es el poeta p a ra los
adultos"“ (1). El poeta frágico, asentado sobre la tradición r e li
giosa de su pueblo, va educando a les atenienses m oral y religio
sam ente (2). Su oficio no es tanto deleitarles como esclarecer
sus alm as en o rden a los nías graves problem as y a las zonas más
p ro fu n d a s de su destino helénico y h u m a n o : la misma belleza
de su lenguaje y su representación no pasa de ser una nota ex te r
n a de la sublim e función que el poem a trágico desem peña p a ra
el griego. E l a utor trágico griego, como el predicador en tre los
(1) "W. Jaeger ha. sab id o p ercib ir agudam ente este in c ip ie n te d es
garro en tre la. fe .r e lig io sa y la au ton om ía del h um ano d estino que late
en e l seno de la tragedia griega. A lu d e a la “ descarga del d estin o’' sobre
la cabeza del h éro e trágico y a la con vivencia de esa “ descarga“ p or
p arte d el autor y del esp ectad or de la tragedia, y d ice: “ Si h a b ía de
ser resistida esa con viven cia de la descarga d el d estin o, que y a Solón
h abía com parado con la torm en ta, era necesaria por p arte d e l.h o m
bre la sum a fuerza d e su án im o; y, frente al tem or y a la com p asión
— las accion es p sicológicas in m ed iatas de la situ ación co n v iv id a — . esa
con vivencia reclam aba com o ú ltim a reserva la fe en ira sentid o de la
ex isten cia " ( P a id e ia . “D as B ram a des A isch y lo s”, pág. 3 2o).
A nálogo pun to de vista representa H". W ein stoek , así en e l a rtícu lo
an tes citad o com o en su lib ro Soph& hles. B e rlín . 1937.
(2) Se agolpan aq uí num erosos problem as, que rebasan con m ucho
e í m arco de este trabajo, ¿ ^ u é sentid o tuvo la tragedia en la vid a de.
lo s p u eb lo s que sigu ieron arraigados en su antigua fe? ¿Q ué sen tid o
tien e, por ejem p lo , la tragedia de C alderón? ©, por m ejo r decir, ¿ h u b e
en verdad “tragedias" en e l teatro cald eron ian o? ¿ Habrá una p o sib ili
dad h istórica para la tragedia en los tiem p os de “ida h acia la fe ”, com o
la h ay'en los de “vu elta de la f e “ ?,
(3) W . Jaeger ba ad vertid o con grao finura ese en lace esen cial en-
e n fin, romo inm ediatam ente vamos a ver. es radicalm ente e rr ó
neo el empeño p o r ’"abolir de la esencia de ¡a tragedia el e le m en
to de la razón, del l&g&s, de la sabiduría, a favor de su com po
n e n te p u ram e n te musical y extático *. Las palabras de E squilo:
"‘'por el dolor al conocimiento . p o d ría n ser el m otl# de toda la
tragedia griega (JNestle).
La m encionada conservación de u n creído apovo religioso e n
el alm a del poeta trágico y de sus coetáneos es justam ente lo que
p erm ite ordenar escénica y existcneialnaente el suceso trágico y
lo qu e impide que la tragedia se disuelva en p u ra y confusa des
esperación. Nunca vivió el griego a n te rio r a Sófocles de modo
tan terriblem ente claro y tra n s p a re n te — escribía hace poco
W e in sto ck — e[ liecbo de que al hom bre, incluso al hom bre ino-
eente justo, pu e d a n co n fu n d irle el dolor y la culpa cuando ac
tú a y sucumbe al destino (1). Pero como el mismo W einstock
acentúa poco después, nunca llega Sófodeá a postular la a u sen
cia de un sentido en el inabarcable y trágico destino de ios h o m
bres. Edipo, po r grande que sea su dolor, no se desespera, y esa
in abdicable radical creencia suya es la que hace posible el des
enlace de la tragedia.
T a m b ié n estas cosas deben ser tenidas en cuenta para dar
tre la sabiduría y el dolor, que la tragedia p a ten tiza : "E l dolor lleva
en sí la fu e r/a del con ocim ien to. E s este un an tiq u ísim o saber de la
sabiduría p opu lar. El epos no lo con oce todavía com o m otivo poético.
M as para E sq u ilo ha ad q u irid o tina sig n ifica ció n m ás p rofun da y, en
con secu en cia, central. Hay etapas in term ed ias, com o el " (’.onécete a ti
m is m o ' del dios d èlfico... Pero él ( E squilo t no agota su con cepto del
«pcúví'v. d el con ocim ien to trágico por e l dolor... Sólo en Los Persas
da a este con ocim ien to su adecuada en carnación ...” ( P a id eia , pág. 33®.)
T al vez deba ponqrse en relación con este " co n o cim ien to ” que da el
d olor trágico — en cuanto la tragedia es. com o loda p oesía, ‘“im ita
c ió n ”— un pasaje de la P o ética , en el cual recuerda A risi ó teles “’que
m ed ia n te la im itación ad qu iere e l h om b re sus prim eros co n o cim ien
tos” (1448 b 7 i.
Il) H. W ein stock , loe. cit. V éase tam b ién el cap. "Per Iragisohe
M enscb des S o p h o k les”. eu la P aid eia de Jaeger.
u n a interpretación suficiente de la específica hedtm é que en el
alma del espectador produce !a tragedia v de Ja catarsis que a
tal fru ic ió n conduce.
3.a Para e n te n d e r adecuadam ente el sentido de la ká lh a r-
sis que 3a tragedia produce, no deberemos olvidar tampoco q u e
el poema trágico es, ante todo, ía imitación repre sen ta d a de una
acción hum ana. T oda la Poética, se. llalla insistentem ente a tra v e
sada po r este m otivo c o nceptual: lo más im portante de l a ' trage
dia, piensa Aristóteles, es su iá b u la o argum ento ( m y tiw s ) , y
precisam ente p o rq u e m edíanle la fábula se imita o representa
una arción de los hombres, una praxis (F ort.. 1448 a i ; 1448 a
2 3 : 1448 a 27; 1449 b 2 4 ; 1450 a 15 sqtj.). La diferencia funda-
m ental en tre la tragedia y la epopeya radicaría en ese carácter a
la vez activo-y representativo de a q u é lla : lodos ¡os personajes
trágicos están, como tan expresivam ente dice Aristóteles," " a c
tuando y en acto"' (F o rt., 1148 a 2 3 ). La fábula es litera lm e n te
"ei alma de la tragedia““ (F o rt., i 450 a 38).
La relación entre la ín d o le del espectáculo trágico y la p e
culiaridad de la vida h u m an a p o r él representada y ejemplifica
da viene expuesta con gran fuerza en el pasaje siguiente: "L a
más im portante de estas partes — las seis de la tragedia— es la
e n sam b lad u ra de las acciones, p o rq u e la tragedia no es imitación
de hombres, sino de u n a acción y una vida; y la felicidad y el i n
fortunio ( I ) están en la acción del hom bre, y el fin es una ac
ción. no una cualidad ( h u m a n a ). P ues los hom bres son tales o
tales según su carácter, pero son dichosos o desgraciados según
sus acciones. Los personajes no actúan para im itar los c a ra c
teres, sino que reciben sus caracteres cu razón de sus acciones:
de suerte que los actos hum anos y la fábula son el fin de la t r a
gedia, y el fin es en todas las cosas lo p rin c ip al“’ (F o rt,, 1450 a
(I) Me atengo al texto p rop uesto por (rtidem aii, loe. eil., pág. 33.
frente al de ftardv y otros.
15-23}. La idea de que la felicidad y e! infortunio de un h o m b re
deben referirse a su h u m an a actividad y 110 a una cualidad © a
un habitas, es muy de Aristóteles (1). Conocida es su defini
ción del bien en la Etica a ¡\¡cómete»: “La actividad del alma se
gún la virl u;¡É m ejor y más perfecta"' ( E th. Ahe,, l, é. i# 9 8 a 18).
E n resum en: la tragedia representa el destino de 1111 hom bre
en acción; de allí su felicidad © su in fo rtu n io v la convivencia
de uno 11 otro po r parte del espectador. En cuanto el teles o fin
propio de la tragedia es un a acción hum an a , la hedoné o fru ic ió n
específica que produce el espectáculo trágico debe consistir en la
b u e n a ordenación de esa acción, afectiva e im aginativam ente
com partida p o r el público, d entro de las posibilidades de exis
tencia del personaje trágico y del propio espectador. Aunque,
corno hemos visto, esa buena ordenación no pueda o currir a v e
ces sino a través de la muerte.
•jS?
4/ Esta acción h u m a n a e n que consiste, como d ic e A ristó
teles, el alm a de la tragedia, no es u n desordenad© frenesí ni lo
que suele llamarse “‘un a p u ra acción". H állase ordenada y a r
ticulada lógicam ente, esto es. m ediante la palabra, el discurso o
el legos. P or m ucha que sea la influencia del elemento orgiástico
y dionisíaco en la producción del efecto trágico — m elopeas t r á
gicas. canciones del coro— . unís tiene su expresión en p a labras:
tanto nace la tragedia atts dem G eiste der M usih, según la tan
traída y llevada concepción nietzsckeana, como aus dem Geiste
des Legos; tanto es suscitada la emoción trágica en el griego p o r
el a rre b a ta d o r impulso dionisíaco. corno por las excelsas p a la
bras que le ordenan y configuran. El propio JNietzscbe no vaciló
tl > C om entan do este pasaje, G u dem an (t>p. cit„ pág. t é -.!) h a p re
ten d id o d ism in u ir la im p ortan cia d e este "degcorioniieoto” en que
curso de la acción trágica pone al espectador. La exp resión de ÍÉris-
tóteles no seria, dice G u dem an, sin o "una su tileza ep igram ática”, m á
x im e cu an do en e l p rólogo de la tragedia ex p lica b a el poeta a! p úb lico
el co n le n id o de la acción trágica. P ero el argum ento no es con clu yen te.
P u e d e uno h aber visto M a e b eth cinco veces v su frir en la quinta igual
o m ás fuerte em oción que en la prim era. E l prólogo m ism o, por m ucho
que d eclarase -a los espectadores las in cid en cia s de la traína, cu m p liría
m ás b ien la fu n ció n de un ap eritivo de la em o ció n trágica.
lado de ánimo q u e produce. I-a contem plación de la ■'tragedia v ie
ne definido con sólo dos nulas posit ivas: el "temor y la com pasión
o piedad. No es oslo, en verdad, decir dem asiado; mas,, si b ien se
m ira, tal Vez sea decir suficiente.
Dista de ser- nuevo; e u la lileralura -griega este acoplam iento
en tre el Lcnior y la compasión. Pohlenz recuerda a este respecto
un pasaje del Pedro platónico, en el cu a I indica 'Sócrates con ais
g u s a ironía que la v irtu d de excitar el tem or y la com pasión n a
es suficiente p a ra hacer de u n discurso una tragedia. El p á r r a f o
de ( ¿orgias.antes--transcrito m enciona también notninatim el “ te
meroso estremecimiento'* y la "'lacrimosa com pasión’'. MI-‘'q u e
jum broso a n h e lo " q u e añade (i-orgias va p robablem ente in clu id o
en la idea que Aristóteles tiene del temor. C ualesquiera que sean,
em pero, los antecedentes kisto ricos de la dual nuru elación a ris
totélica, es evidente qu e ésta se atiene a la experiencia psicoló
gica inm ediata.
¿ ^ u é representa, en efecto, la tragedia? Bejemos decirlo a l
mismo Aristóteles: " E s el caso de um hom bre que, sin e x c eder
sobrem anera en virtud y e n justicia, cae. eu la desgracia; y n o
po r su m aldad y perversidad, sino a causa de algún e rro r ( q u e
b uya-com etido)7’ ( f ’oct., 14f>M a 7). Contémplase en la escena a
un hom bre de alm a noble y elevada í l ) : mas no tan e m in e n te
m en te virtuoso q u e no pueda ser m irado por el espectador como-
p a r y semejante suyo, y, en alguna m edida, como representa u l e
de su propia existencia.- Sobre este h o m b re se abale terca y c ru e l-
•mente la desgracia. ¿ Q u é estado de ánimo cabe al espectador qiie-
d e veras conviva esta escena? Aristóteles nos lo dice en el l a
b ro 11 de la R etorica: “ El tem o r es un a pena o u n trastorno con
secutivos a Ja imaginación d e mi mal venidero que p u e d e p r o d u
cir destrucción o p e n a : ... y estos niales no han de a p a re c er a le
jados. sino inm in en te s" (R e í. fí. 13?,2 a 21-2a i. A doctrina luego
(L) Aristóteles lo señala con toda exp licitud (Pottf. 1448 a 17).
a l orador que desee i n f u n d ir tem or e n el ánim o de sus oyentes.
Lo m ejor será — advierte A ristóteles— decirles que ' ‘oíros más
grandes que ellos k a n sufrido y m ostrarle? cómo sus semejantes
su fre n o p u e d e n s u fr ir'' ( R c t. S . 1382 a 9 |. C ualquiera que sea
la diferencia entre la acción psicológica de u n orador judicial o
político sobre su auditorio y la que el poema trágico ejerce sobre
los m aravillados sentidos de un público teatral, es evidente que
estos pasajes de la R etórica, tan genéricam ente concebidos, p u e
den aplicarse con plena idoneidad a la com prensión del electo
trágico. La tragedia sugiere de m odo inm ediato la imaginación
de un mal venidero, destructor e in m in e n te ; sufre ante el p ú
blico teatral un hom bre de! que. después de todo, p u e d e consi
derarse par.
Afectivam ente, p o r obra de esa suerte de com unidad senti
m ental que establece el p h iiá n th ro jm n o sentimiento de h u m a
n id a d ( v. s u p ra ), el espectador convive el dolor del h é ro e ; im a
ginativam ente, en cuanto la acción trágica representa u n a a m e
nazadora posibilidad — rem ota o próxim a, oscura o evidente—
e n su personal destino, púnzale como p ro p ia la desgracia ajena.
¿<¡hié pasión pu e d e d o m inar e n su estado de ánimo, sino el
tem or?
No sólo el tem or, mas tam bién la piedad © compasión. La
compasión, nos dire Aristóteles, "es u n a pena consecutiva al es
pectáculo de u n m al destructivo y penoso, que afecta a quien no
10 m erecía y (pie un© mismo puede llegar a s u frir en sí mismo o
e n los suyos, y esto cuando el mal aparece p ró x im o ; p o rq u e para
sentir compasión es necesario que u n o pu e d a creerse expuesto,
e n sí m ismo o en uno de los suyos, a s u frir el mal de que b a b le
11 otro pa re c id o " (R e t. 8. 1385 b 13-19). La expresa y repetida
m ención q u e de la piedad hace Aristóteles a lo largo de la P o é ti
co. tiene, p o r tanto, doble sentido. P o r un a parle, com pleta la
descripción del efecto trágico en la p e rsona del espectador: u n
tem or como el que el espectáculo trágico suscita debe ir acom pa
ña do de compasión ( I ) . P o r otro lado,, este concepto de la com
pasión que estam pa Aristóteles en la Retórica certifica p l e n a
m ente lino de mis asertos anteriores, im prescindible p a ra u n re c
to v entero e n tendim iento de la ká lh m sls trágica: en cuanto el
espectador de la tragedia experim enta compasión, siente c o n fu
samente o ve con a rticu la d a claridad que aquella dolorosa acción
es posible en su p ro p io deslino. La idea que Alistóte!es tuco de
la l.'álharsis trágica en modo alguno pu do ser in d ep e n d ien te de
las más explícitas que nos ha dejado acerca del tem or y de la
•ompasion (2).
¿Cómo son producidas en el espectador las dos pasiones t r á
gicas? “El tem o r y la compasión p u e d e n nacer — se nos dice—
del aparato escénico y tam bién de la conexión m ism a de los s u
cesos. lo cual vale más y es obra de m ejor p o e ta " (P oet., 1152 b
1 ). Es la acción misina la q u e debe p ro d u c ir el tem o r y la com
pasión, no el truco o la h a bilidad exteriores al bilo de la fábula
trágica. Lo cual equivale a decir que será siem pre u n a fábula im
plexa. la que, p o r obra de la peripecia y de la arjagnórisis. susci
tará m ejor en el espectador el estado de ánimo propio de la t r a
gedia (P oet., 1452 a 2 9 ) ; y esto es así, m iradas las cosas en su
fundam ento, po rq u e es entonces cuando el su coro trágico se
b a te p a ra el personaje y p a ra el espectador más maravilloso e
im previsto: ''“Estas pasiones — afirma resueltam ente A ristóte
les— nacen sobre lodo (cuando los sucesos tra n sc u rre n | contra
nuestra opinión'"’ (Poet., 1452 a 2 ) , esto es, cuando son a la vez
verosímiles e imprevistos.
(1 ) Es p rob able, no ob stan te, que para A ristó teles no fuese forzosa
la sim u ltán ea p resen tación d e los dos afectos trágicos. G udem an ap u n
ta fin am en te que las p alabras «¡peíjio; y ¿'¿so; n o van siem p re en la z a
das por la con ju n ción xot; otras veces están separados los térm in os
por una f¡ y cuatro por una n egación IG udem au, op. c í l., pág. 1 63).
(2) N o olvid em os, en efecto, que. para A ristóteles, la catarsis trá
gica es justam en te “la catarsis de tales estados de án im o" ; es decir, d el
tem or y de la com pasión.
Y si la acción trágica a© alcanzase p o r sí m ism a a suscitar en
el alm a del espectador tem or y com pasión, a h í está el coro. " E l
coro — ha escrito 'W ilamowitz— no es p a ra la tragedia ática sólo
.u n personaje activo, m ás tam b ién el altavoz de los sentim ientos y
pensam ientos que el a u to r se p ro p o n e suscitar m ediante la ac
ció n " ( I j . .Representa el coro a l círculo' h u m an o que m ás d ire c
tam en te convive con el héro e las terrib les vicisitudes de si! d e -ti
no. E n tre otras cosas, sus m iem bros son u n a especie de especta
dores m ás próxim os a la acción trágica y m ás copartícipes de sus
m aravillosos eventos; y esta sin g u la r situación suya les hace a u n
tiem po in term ed iario s del efecto trágico y canal izad ores u o rie n
tadores de bu concreta expresión en el alm a del espectador. El
córenla es, en cierto m odo, u n vulgar izador de Ja alta y difícil
enseñanza que en to rn o al destino de los hom bres contiene la ac
ción trágica.
T a i vez nos bailem os ya en condiciones de conseguir n u estro
em peño in ic ia l; a saber, u n a in te rp re ta c ió n satisfactoria de la ca
tarsis e x auditii que. según A ristóteles, p ro d u ce el espectáculo
trágico en sus espectadores. ¿Cóm o debe entenderse el texto a ris
totélico cuando nos dice que la acción trágica opera la “ catarsis
del tem or y de Ja com pasión’ ? ¿B asta acaso con a d m itir la idea
de una purg ació n de los h u m o res o de u n m ejo r e q u ilib rio en la
crasis? Sería u n a terca necedad, ciertam en te, desconocer qne
p a ra A ristóteles es com parable la acción catártica ae la m úsica
— sobre todo la que contribuye a p ro v o car el entkusiasm Ss en los
ritos dionisíacos y en el culto a Cibeles^— a la purgación m edici
n a l: ‘“A consecuencia de los cánticos sagrados (2 ). vemos a estas
gentes e n tra r en sosiegocuando su ánim o lia per cibido los modos
35-1
u n p o to suya, m as tam b ié n le duele la in felicid ad del h éro e, poi
que p u ed e ser ín teg ram en te suya, lid cam bio de fo rtu n a en g en
dra el d olor y la co n fu sió n ; la ip p re v ista perip ecia au m en ta la
tensión de su á n im o ; la anagnórisis resuelve en tem or y com pa
sión m ás claros y expresos la confusa y apenada angustia inicial.
G racias a la anagnórisis. conoce o reconoce el espectador to que
verdaderam ente acontece en la escena, esto es, en su posible des
tin o : lo sabe de un m odo expresa ble v expreso, ord en ad o en p a la
bras. acciones "lógicas" e im ágenes sensoriales claras y distintas.
La prim itiv a confusión cxistencial truénase en o rd e n ; u n orden
doloroso o feliz, según el tipo de la acción trágica, pero tra n sp a
rente. Sólo p o rq u e lo p e rm ite la anagnórisis — enten d id a c o n fo r
m e a la im p o rtan cia y a la am p litu d que A ristóteles la concede— ,
puede liab er desenlace © resolución en u n a tragedia, fin ella
transpareceii la verdad, la coherencia interna y el sentido h u m a
no de !a fáb u la an te los so rp ren d id o s ojos del esp ectad o r; ella r e
presen ta el triu n fo de 3a exigencia expresiva y esclarecedora det
destino que. fre n te a toda in terp retació n m usical y dionisíaea,
tiene en sus senos m ás íntim os ese ex tra o rd in a rio suceso histórico-
de la tragedia ática.
IVo olvidem os tam poco que el héroe y el esp ectad o r sienten
apoyada su cxislencía en el p o d er d ivino; la m ism a re p re s e n ta
ción trágica no es sino una m uestra, religiosa y poética a un tiem
po. del culto que el griego trib u ta a su idea de la B iv in id ad , del
TheSs. Q uiere esto decir que la aporra exisleneial en que el h é
roe in cu rre — y. p o r convivencia, el espectador— es u n p ro b le
m a religioso, re ie rib le en ú ltim a instancia a la pugna en tre la
antigua fe. viva todavía en la m ente v e l corazón, y el ansia c re
ciente de hu m an a autonom ía. N i siq u iera el devoto E squilo es
ajeno a este problem a, sin el cual tal vez no h u b ie ra tragedia p r o
piam ente dicha. Solón había dicho una vez que q u ien posee lo
m ás que puede poseer, extiende su m ano p ara alcanzar el doble.
“ Pero lo que en Solón fu e no m ás q u e una consideración inedi-
tativa ..sobre Ja in satisíactib ilid u d del ilim itado afán de los h o m
bres — com enta Ja eg e r— conviértese en E squilo en el palitos de
una convivencia en tre la seducción dem oníaca y el d eslu m b ra
m iento h u m an e, e! cual la sigue sin resistencia a lo largo de u n
cam ino hacia el abism o " (1 ). lite ab í la ho n d a conciencia de c u l
p a b ilid a d . oscura a veces, a fu erza de p ro fu n d a , y la poderosa
necesidad de expiación que atraviesan el alm a del personaje tr á
gico ( 2 |. El desenlace de la tragedia, m etábasis lina i y definitiva
hacia la felicidad o hacia la desgracia (Pool.. 14oó b 2 8 ) , v e n
dría a ser el resultado feliz o desgraciado de (al expiación.
¿ ^ u é es. entonces, u n a trag ed ia p a ra el griego que la con
tem pla V Em pleem os palabras de E sq u ilo : es "'un ap ren d izaje a
(i) P aideia, pág. 1 ¡1. Por su pa rte , escribe N ilssou: "Esquilo está
p e n e tra d o como ningún otro por una fe robusta v positiva, pero indog
mática... J\# lia hecho suya ¡a atm ósfera de resignación que tan f re
cuentem ente descubrimos en su tiem po. En el se entrevé la tendencia
a u n a actitud positiva frente al p o d e r divino... ©lorgó a la religión
a ntigua su más p rofundo > alto despliegue, pero vino demasiado t a r
de. La religión antigua h a b ía com enzado va a fosilizarse v astillarse”
(G esch w lit* dt>r grieeh, R e lig ió n , en el Ila n d h ia 'h der A hertnm sivis-
trn sc h a ft. I, M üachen, 1941, paga. 711-12).
(2 1 Hállase com prendida ía tragedia, m ira d a como suceso histó
rico, en aquella corriente de pesimismo religioso, de angustia y de sen
tim iento de c u lp a b ilid a d q u s signe a la alegre, fuerte v aproblenaá-
tica religiosidad olím pica j j f i hom b re homérico. Es entonces cuando
comienzan las prácticas catárticas como expiaciones públicas. La más
famosa fue la que de Atenas bizo. m e d ia n te el sacrificio de machos
cabríos, E pim énides de Creta, a fines de] sigl%Vil ívide Aestle, op. cit..
pág. uó). La tragedia sería una expresión d e p u r a d a v artística de esta
necesidad de purgativa expiación. Como es sabido. Pvietzscbe hacía
nacer a la tragedia griega de un P essi m ism a s d er Srdrkr.
E n alguno de sus cursos, A. Z u b ir i lia establecido las lineas genera
les p a r a una historia sistemática de la« culturas orientales, i no de los
rasgos «fue señalan, en el grupo semítico de tales culturas, el tránsito
a la " E d a d M edia ’ p ro p ia de cada u n a de ellas, es la aparición riel
pro b le m a del h om bro justo v desgraciado como m a te ria de meditación
religiosa v tem a cardinal de la "sabiduría"'. ¿INo p o d ría considerarse
a la. tragedia como ía forma helénica — indoeuropea, po r lo tanto— de
tra ta r ese problem a, tan cardinal en toda consideración del destino
humano?
costa de d o lo r” . L a trag ed ia enseña al griego a ex istir h e lé n ica
m ente, a h a c er su p ro p ia vida dentro de la fidelidad a Jas viejas
creencias y tradiciones. Cada tragedia, desde T espis a E u ríp id e s,
es u n doloroso paso en ése largo cam ino, u n estrem ecedor tanteo
del a te n ie n s e 'p a ra esclarecer posibilidades de su existencia in é
ditas, peligrosas y, en su iniciació n al m enos, te rrib le m e n te con
fusas. Digamos las cosas con u n a certera ex presión m ilita r: una
tragedia griega es u n a descu b ierta en terren o in cierto y p e lig ro
so. h erm an a gem ela de l a qué sim ultáneam ente h a c en los filóso
fos presocrátieos, desde T ales hasta los sofistas, en el te rre n o de
la p h y s ti y del ser. i n coro del P rom eteo de E squilo expresa con
dram ática patencia este a p ren d izaje en el d u ro oficio de ser h o m
b re y ser griego que hace el pueblo ateniense a través de la tr a
gedia: “ Esto lo conozco yo — dicen a P rom eteo— p o rq u e h e con
tem plado tu'.an® iiadador d estino” (P ro m ., 55/) ), N unca como en
ese m om ento ha rep re sen ta d o el coro al espectador «leí poem a
trágico.
El térm ino va a ser u n poco inesperado: a fu erza de ensayar
a vivir p o r sus solas fuerzas, p ierd e el griego su a n tig u a fe, se
acaba la p o sib ilid ad de escrib ir u n a tragedia como pieza lite ra ria
viva y. en últim o térm in o , se extingue G recia. El tea tro de E u r í
pides, Solo c u aren ta años p o ste rio r a la p ro fu n d a gravedad re
ligiosa del de E squilo, es la cim a de la av e n tu ra trágica griega.
Sus tragedias, corno dice N ietzsehé, “lían llevad el espectador
a la escena” , h a n convertido al h é ro e creyente y torm entado del
tiem po antiguo en el h o m b re del siglo v. ilustr; lo, raz o n a d o r y
casi despegado de su fe tradicional. El h om bre c E u ríp id e s sabe
ya “ vivir p o r su c u e n ta ” y “ d a rc u e n ta de su v id a” ; m ejor dicho,
piensa p o d e r h acerlo. Con ello se ha cum plido el ciclo trágico.
E u ríp id e s cierra y rem ata la p o sibilidad h istó ric a 'd e . la' tragedia
griega, como A ristóteles, u n siglo más tard e, lleva a su m ás alta
cim a la av e n tu ra in te le c tu al del griego y a la vez clau su ra la
p o sib ilid ad de “ h a c e r” pensam iento helénico vivo y original. La
vieja y fionda vivencia de u n a kátharsis trágica, de una p u rific a
ción expiatoria p o r la v irtu d del espectáculo trágico y de su sig
nificación cu ltu al, va p alideciendo sucesivam ente, basta q u e d a r
en curiosidad arqueológica. Es p ro b ab le q u e en la época de Aris
tóteles se asista al rem ate histó rico de esa vivencia catártica.
P arece seguro, en todo caso, q u e A ristóteles percibió todo su
h o n d o sentido. U nas generaciones m ás tard e será ya u n p u ro
recuerdo, un tem a de conversación o de enseñanza para uso de
retóricos y de estetas.
E n resum en, la ‘"catarsis de las pasiones" a que alu d e A ris
tóteles parece J levar d en tro de sí los siguientes elem entos se
m ánticos :
1. Un p rim e r com ponente suyo es el que podríam os lla m a r
m edicinal. H oy lo a-ffiÜiiiiríam os a la com pleja acción psicoso
m àtica — neurovcgclativa. m etabòlica, etc.— de los m ovim ien
tos afectivos violentos: el com ponente m edicinal de la catarsis
trágica sería el restablecim iento de u n f% o ra b le tem ple de áni-
m© fu n d am en tal — del "'h u m o r''— e n v irtu d de luí efecto psico
som àtico. Los griegos pensaban en u n más firme eq u ilib rio o en
una m ejor arm onía de la physis, y explicaban esa acción según
u n a de Jas distintas teorías científicas de la “ n a tu ra le z a '' anim al
y h u m a n a : h u m o ral, neum ática, etc. E n lo que tien e de m ed ici
n al. la “ catarsis del tem or y la com pasión" sería el efecto h u m o
ra l de las dos pasiones trágicas sobre el espectador que p o r obra
de la tragedia las vivió en su ánim o.
B eb e tenerse en rú en la , sin em bargo, que el en ten d im ien to
h elén ico de esta catarsis m edicinal no fu é in d ep e n d ien te de las
concepciones religiosas del pueblo griego. La a ta d u ra era d o b le:
una. m ás radical, estaba rep re sen ta d a p o r la consideración divi
na de la physis, tan constante en la m ente del griego (1 } ; otra
3.59
P o h le n z se adscribe, en consecuencia, a la in te rp re ta c ió n de
B ernays, au n q u e Ja m oda de Ja época le m ueva á d a rle u n giro
psicoanalítico. No obstante, am plía e l efecto catártico desde lo
hu m o ral..a lo psíquico y ve tam b ié n en la hútharsis aristotélica
u n -esclarecim iento d e la l m a e n tu rb ia d a p o r las pasiones “"rete
n id as” . i.a tragedia exalta los aféelos, m as para darles satis!ac
ció n : y con ¡a '“de-carga” de los sentim ientos estrictam en te rem o
vidos por el espectáculo trágico. H u yen derivativam ente, ¡as p a
siones que 1a -n a o ei alm a como eou«eeiiencia de ia vida diaria.
Mis reflexiones an terio res dan cuenta suficiente, creo yo. de esta
““descarga” y de aquel "esclarecim ien to ” que P ohlenz ve en la
!iáthw sis del texto aristotélico
\ o se e n c u en tra muy lejos esta concepción, si so la q u ita n
sus ribetes psicoanalítico« y se la reduce a su núcleo psicológico
y m oral, de la que p ro p o n ía hace años A íenéudez y Pelayo a c er
ca de la p u rificación de los afectos: "despojada del a p a ra to esco
lástico v de las sutilezas y cavilosidades sin n ú m ero con que Ja
han enm arañado los expositores, no viene a ser otra cosa que el
restab lo rirn ien to de la saphorsyne. tem planza y aquietarnieoto de
las pasiones, tan divinam ente celebrada en los diálogos -o oráti
cos. 1.a diferencia (respecto a P latón ) está sólo en que A ristóte
les espera tales efectos del a rle m ism o y de la im itación escénica,
p id ieu d o a la pasión artísticam ente idealizada, m edicina contra la
pasión real que cada espectador lleva en .-u p e d io '“ (1 ). Claro
q u e el problem a no pasa de estar p lan te ad o : la dificultad com en
zará ru an d o se in ten te e x p licar cómo la ““pasión idealizada ' p u e
de ser m ed icin a de la -“ ■pasión', .real” .
T a m b ié n Sengle, e n el rec ien te tra h a j# suyo que antes m e n
cioné, ve e l resu ltad o de -la .catarsis trágica como u n a -ilum inación
s in g u la r —-y,en-'últim o térm ino, religiosa— 'ea' el alm a del espcc-