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Autor:

Eva María Rodríguez


Edades:

A partir de 3 años
Valores:

ayudar, amistad
Hace mucho tiempo vivió un dragón llamado
Moradete. Moradete era un dragón muy
amable. Durante muchos años Moradete
vivió cerca de la gente, junto a un pueblecito
entre montañas, en el que había nieve todo
el año.

Moradete tenía su morada en una cueva,


junto a una montaña. Desde ahí bajada
todos los días la pueblo. Moradete encendía
las hogueras de sus vecinos con su fuego y
les llevaba volando cuando necesitaban
viajar a algún lugar lejano. Los vecinos
estaban muy agradecidos y apreciaban
mucho a Moradete.

Esto fue así durante muchos años. Hasta que una día hubo un gran alud
mientras Moradete estaba durmiendo en su cueva. El alud bloqueó la entrada
de la cueva.

Moradete tardó semanas en poder derretir la nieve con su fuego y salir de la


cueva. Cuando lo consiguió y bajó al pueblo ya no quedaba nadie allí.
Moradete se quedó muy triste. Sin la ayuda de Moradete para encender las
hogueras y para viajar cuando hacía falta, la gente decidió irse a otro lugar.

A Moradete no le gustaba estar solo, y estuvo llorando durante días. Hasta


una mañana se levantó y pensó: “Voy a buscar otro lugar donde vivir, un
lugar donde haya gente a la que ayudar”.

Moradete viajó por todo el mundo buscando un hogar. Pero nadie quería
tenerle cerca, porque le tenían miedo. Estaba a punto de tirar la toalla cuando
vio un pequeño castillo en medio de una gran prado. No lejos de allí había
unas montañas. Moradete se acercó al castillo y llamó a la puerta.

-Soy Moradete, el dragón -dijo-. Pero no te asustes. No quiero hacer daño.


Me he quedado solo y busco un nuevo hogar cerca de la gente. Pero todo el
mundo tiene miedo de mí. Y yo solo quiero ayudar a los demás. A cambio
solo busco un poco de cariño.

La puerta del castillo se abrió y de él salió un pequeño trol.

-Yo soy Trolete, el trol. Vivo aquí solo porque nadie me quiere cerca. Tienen
miedo de mí, pero yo soy bueno. No quiero hacer daño a nadie. Encontré
este castillo abandonado y me quedé aquí. Podemos compartirlo, si quieres.

-Gracias Trolete, pero yo solo soy tan grande como el castillo -dijo Moradete-
. Pensaba buscar una cueva en las montañas y venir a verte. Puede encender
la hoguera para que te calientes y cocines, y llevarte de viaje si quieres.

A Trolete le pareció buena idea. Y así lo hicieron. Su amistad se hizo tan


famosa que poco a poco fueron llegando al castillo otros viajeros que
buscaban compañía y un hogar. Y así Moradete encontró un nuevo hogar y
una nueva familia.
Autor:

Eva María Rodríguez


Edades:

A partir de 3 años
Valores:

sacrificio, amistad, respeto por los animales


Claudia estaba jugando en el parque
cuando, de repente, vio una mariposa
posada en un flor. Claudia se acercó hacia
ella. No quería asustarla. Cuando estaba
cerca, la niña se acercó despacito para ver
bien a la hermosa mariposa.

-¡Qué bonita eres! -dijo la niña, muy bajito.

La mariposa, como si la hubiera entendido,


batió dos veces sus alas. A Claudia le
encantó ver aquello, y dijo:

-¡Y qué simpática!

La mariposa volvió a batir sus alas, para regocijo de la niña. Y así se pasaron
un buen rato Claudia y la mariposa, una diciéndole cosas bonitas y la otra
batiendo sus alas para la niña.

Al día siguiente Claudia volvió al parque y se acercó a la flor donde había


estado la hermosa mariposa el día anterior. Y allí estaba. La mariposa, en
cuanto Claudia llegó, empezó a batir sus alas. Pero esta vez se elevó en el
aire y se posó en el brazo de la niña, que la miraba admirada y contenta.

La risa de la niña debió gustar a la mariposa, que empezó a revolotear a su


alrededor, posándose en su nariz, en su hombro, en sus pies e incluso en sus
orejas.

Un día unos niños que habían estado observando a Claudia jugando con la
mariposa llegaron una red y un frasco de cristal con la tapa agujereada. Su
intención estaba clara: atrapar a la mariposa sin levantar sospechas.

Los niños echaron la red y cazaron a la mariposa. Pero Claudia la liberó justo
a tiempo y los niños no pudieron meterla en el bote.

Al día siguiente Claudia volvió al lugar del parque donde se econtraba con la
mariposa. Pero esta vez no estaba allí. Estaba a punto de irse cuando un
perro empezó a ladrar. Claudia miró y vio que un perro enorme iba corriendo
hacia ella. La niña quiso salir corriendo, pero el miedo la dejó paralizada.

Pero cuando el perro estaba a punto de llegar hasta la niña apareció la


mariposa, que se puso a revolotear alrededor del perro y a posarse en su
nariz. Esto despistó al perro. En ese momento llegó la madre de Claudia, la
cogió en brazos y salió con corriendo con la niña, que se abrazaba
fuertemente a su madre mientras veía cómo su amiga mariposa despistaba
a aquel enorme perro.

-Me ha salvado, mamá -dijo la niña-. La mariposa me ha salvado. Yo la salvé


a ella y ella ha hecho lo mismo por mí.

-Hiciste bien respetándola. Si la hubieras cazado o la hubieras molestado ella


no hubiera estado por allí y ese perro te habría mordido.

Claudia siguió acudiendo a ver a su amiga mariposa, que siempre aparece


cuando Claudia llega, cada día acompañada por nuevas compañeras aladas.
¡Qué hermoso es ver a las mariposas volar libres entre las flores y los árboles!

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