Está en la página 1de 7

.

,
646 tt3
.,
3f(
./'. "'-"

l,,,(l "H>
~. 1,.
HENRI-IRÉNÉE MARROU 'jo

HISTORIA

DE LA EDUCACIÓN

EN LA ANTIGÜEDAD

Traducción:
YAGO BARJA DE QUIROGA

.
~
~~\ ¡

~'
I" ~
,',, '

© Editions du Seuil, 1971

Para todos los países de lengua hispana

© Akal Editor, 1985

Ramón Akal González

Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz

MADRID - ESPAÑA

ISBN: 84-7600-052-9

Depósito legal: M. 35.139-1985

Impreso en GREFOL, S. A., PoI. 11 - La Fuensanta

Móstoles (Madrid)

Printed in Spain

I
AKAL

,,~,~'
La escuela del «grammaticus»

Subimos, pues, un peldaño. Y, a decir verdad, la escuela del gra­


mático en que ahora penet¡amos tiene un nivel algo más elev,ado: aquí
se nos muestra con gusto,l grammaticus, gravemente vestido con su
manto 8, dirigiendo su clase adornada con bustos de los grandes es­
critores, Virgilio, Horacio 9 ••• , e inclusive con mapas geográficos
murales 10. Pero no estamos todavía muy arriba: esta clase sigue sien­
do siempre un local del forum, cerrado por una colgadura detrás de
CAPÍTULO V la cual el repetidor, subdoctor o proscholus 11, cumple el oficio de
ujier 12.
El gramático propiamente dicho goza de una condición superior,
sin duda alguna, a la del simple maestro de escuela (18). El edicto de
LAS ESCUELAS ROMANAS: Diocleciano (301 d.C.) prevé para el gramático una retribución cua­
tro veces superior a la del preceptor, o sea, 200 denarios mensuales
n. LA ENSEÑANZA SECUNDARIA por alumno 13, lo cual solo equivale a cuatro jornadas de trabajo de
un obrero. Sin duda los fastos universitarios compilados por Sueto­
nio conservan el recuerdo de ciertas carreras excepcionalmente bri­
llantes, por ejemplo la de gramáticos como Q. Remio Palemón, con
un ingreso anual de 400.000 sextercios 14, es decir, el capital exigido
para obtener el rango de caballero, capital suficiente, para llevar la
vida burguesa de un rentista (19). Pero, paralelamente ¡cuántos pro­
Pero subamos al nivel siguiente. Desde luego, no todos los niños fesores célebres, como el famoso L. Orbillo 15, según el testimonio del
llegaban a él: la sociedad romana fue siempre una sociedad aristocrá­ propio Suetonio, llevaron una vida lamentable y murieron a causa de
tica, y los estudios superiores formaban parte de los privilegios de la la miseria en un granero cualquiera! 16
élite. La educación secundaria se halla mucho menos difundida que 1 No hay por qué dudar: el primer caso representa la excepción, el
la primaria: en el pueblo muchos eran los individuos que, como aquel
personaje del Satiricón, «no habiendo estudiado las geometrías y las l segunda, la regla. El oficio de gramático sigue siendo, en general, un
oficio mal retribuido 17; por añadidura, la escasa remuneración, ra­

I
literaturas y otras historias de locos, conformábanse con saber leer ra merces, tampoco es abonada con regularidad 18, ya que los padres
un texto de caracteres grandes y con dominar l 1S fracciones, los pesos guardan poca consideración hacia los maestros 19, los cuales, por su
y las medidas 1». Pero en los sectores de élite, por lo menos, mucha­ parte, pocas garantías suelen ofrecer desde el punto de vista moral 20,
chos y muchachas continuaban estudiando juntos 2, pues desde las y poco o ningún prestigio les asegura su casta social. Muchos son de
grandes damas de la República 3 hasta las del Bajo Imperio 4, la so­ origen servil 21 y además, el oficio en sí recoge los residuos sociales:
ciedad romana conoció siempre, al menos dentro de la aristocracia, niños abandonados 22, individuos arruinados 23 o fracasados 24.
un buen número de mujeres altamente cultivadas 5, mujeres eruditas, La enseñanza del grammaticus Latinus, metodológicamente con­
que los satíricos tomaban como blanco propicio para el ridículo 6. Sin siderada, equivale con toda exactitud a la que proporcionaba su cole­
embargo, no podría afirmarse que tal fuera la norma general: Mar­ ga griego. Presenta los dos aspectos característicos de la gramática
cial, en sus ensoñaciones burguesas, anhela una mujer «no demasia­
do sabia», en cambio San Agustín imagina a la prometida ideal como g AUG. Conf 1, 16 (25); SID, Ep. II, 2. 18 Id. 157; 203; AUO. Conf V, 12
9 JUY, VII, 226-7. (22).
«ilustrada», o que al menos pueda ser «fácilmente instruida por su
10 Pan. Lat. IV, 20. 19 SUET. Gram. 9, 1.
esposo 7» (17). 11 AUS. Prof. 23.
20 Id. 16,1; 23,1; QUINT. 1,3,17 (eL
12 AUO. Serm. 178,7 (8).
1, 2, 15).
13 DIOCL. Max. 7, 70.
21 SUET. Gram. 6, 10-13 (ef. PL. N. H.
1 PETR, 58, 7.
5 MART, VII, 69; PL. Ep. 1, 16. 6; IV, 14 SUET. Gram. 23, 2; 3, 4.
XXXV, 199); 15-20, 23.
20Y. Tr. n, 369-370; MART. V1l1, 3,
19,2-3; V, 16, 3. 15 HOR. Ep. II, 1,70; MACR. Sal. 11, 6,
22 Id. 7, 1.
6 JUY, VI, 434-456; LUC, M. cond. 36. 3. 23 Id. 9, 1.
16.
3 CIC. Er. 211; SALL. Cato 25, 2. 7 MART, II, 90, 9; AUO, Sol. 1, 10 (17). 16 SUEro Gram. 9, 1; 20. 24 Id. 24, l.
4 CLAUD. Fesc. 232 s. 17 lUY. VII, 215-242.

354 355
helenística: methodice, historice 2S, es decir, el estudio teórico de la rial): la gramática tiende a descender desde el empíreo de los princi­
lengua correcta y la explicación de los poetas clásicos, recte loquendi pios en que Dionisio la había colocado, para acercarse al uso corrien­
scientiam et poetarum enarrationem 26. te. Y poco a poco se orienta en el mismo sentido por donde la peda­
gogía moderna se empeñó a fondo: aprendizaje del sistema de la len­
gua por parte del niño. Se practican así ejercicios de declinación y de
La gramática latina conjugación 31: el origen de este método se refleja en el hecho de que
los niños Romanos declinan:
Varrón, desde los tiempos de la República y Q. Remio Palemón,
bajo Tiberio y Claudio (20), habían adaptado al latín la joven ciencia
nominativo haec Musa
filológica que acababa de crear, en las escuelas de Rodas, el gran Dio­ genitivo huius Musae
nisio de Tracia. La tradición gramatical latina, que culminó con los dativo huic Musae
grandes clásicos del Bajo Imperio (Donato, Servio, Prisciano) (21), acusativo hanc Musam, etc 32.
permaneció muy fiel a su modelo griego. Bajo la denominación de
gramática se enseña siempre, esencialmente, el mismo análisis absp-acto anteponiendo al nombre el «artículo» hic, haec, hoc, tal como se acos­
dé los elementos del lenguaje: letras, sílabas, palabras o «partes del tumbraba en griego a anteponer las partículos ó, 1/, Td. Asimismo se
discurso 27», además, las mismas distinciones y clasificaciones minu­ procura que el alumno tome conciencia del mecanismo de la lengua:
la sintaxis (23), desdeñada por Dionisio, hace su aparición; mientras
ciosas: el «nombre» (del cual no siempre se separa nuestro «adjeti­
vo») se estudia a través de sus seis accidentes (cualidad, grado de com­
paración, género, número, figura, caso); los nombres comunes se or­
denan en veinticuatro clases: corpóreos, incorpóreos, primitivos, de­
.' él clasifica las preposiciones en monosílabas y disílabas, Donato las
diferencias según los casos que rigen se estudian los idiotismos,
idiomata: hay que construir con genitivo, patiens, laboris y misereor
rivados, diminutivos, etcétera 28. tui, con ablativo, dignus laude, utor divitiis, etc 34 (24). Se combaten,
Esta dependencia es tan estrecha que los gramáticos latinos no re­ o por lo menos se catalogan, los vicios que deben evitarse: barbaris­
nuncian tampoco a considerar el artículo, a pesar de que éste carece mos 35, solecismos, defectos de pronunciación, retruécanos, preciosis­
de forma especial de representación en el latín 29: tal como la enseña mos... (25) Se estudia la ortografía, se estudian las «figuras de dic­
Dionisiojla ciencia gramatical constituye un verdadero análisis lógi­ ción» cuya clasificación alcanza rápidamente una extremada precisión;
co de las categorías del entendimiento; los gramáticos romanos se sien­ (24) se desarrolla también el estudio de la métrica.
ten obligados a encontrar en latín el equivalente de la categoría «artí­ Estos progresos, aun siendo reales, no dejan de ser muy lentos y
culo», cuyo oficio desempeñaba en ciertos casos, por ejemplo, el ad­ no alcanzan a transformar profundamente el carácter general de es­
jetivo demostrativo 30. Por las mismas razones, en el estudio del ver­ tos estudios. Por ejemplo, merece señalarse que será necesario aguar­
bo, nuestros grammatici distinguen confiadamente un modo optati­ dar la llegada de Prisciano para que se inicie un estudio semántico
vo y un modo subjuntivo, dispensados de reconocer que en latín las de la sintaxis; pero Prisciano (t 526) es un autor muy tardío, enseña
mismas formas sirven para ambos (22). en Constantinopla durante la época de los emperadores Anastasio y
Sin duda, entre los gramáticos latinos del Bajo Imperio (cuyos tra­ Justino, y el interés que asigna a la sintaxis tal vez se explique, a fin
tados se vuelven tan prolijos como era esquelético el de Dionisio de de cuentas, porque se dirige sobre todo a estudiantes Griegos que de­
Tracia) se encuentran muchas cosas que no se leían en el original del ben asimilar el latín como lengua extranjera.
gran iniciador. Pero lo cierto es que el mismo desarrollo se comprue­ En conjunto, pues, a pesar de estas nuevas tendencias, el estudio
ba en el campo de la gramática griega: las escuelas romanas registran , de la gramática sigue siendo muy teórico, analítico y, casi me atreve­
los procesos realizados, de generación en generación, por la ciencia ría a decirlo, contemplativo. Más que el uso de una lengua viva, la
y la pedagogía. Existe en verdad un progreso (que respondía a un en­ gramática ensefia el inventario del material empleado por los grandes
riquecimiento de la práctica pedagógica y que aparece documentado, escritores clásicos, la lengua que sus obras maestras codifican para
en cuanto al Egipto griego, en los papiros escolares de la época impe­ la eternidad. El ideal tiránico del clasicismo domina este tipo de ense­
ñanza: no hay la menor idea de la evolución natural de la lengua, de
la vida de las palabras. Elladn est, está registrado en su estado defi­
2S QUINT. 1, 9, 1. 29 Id. II, 54, 16 (PRISC.); QCnNT. 1,4,
"
26 Id. 1, 4, 2; Gram. Lat. IV, 486, 19.
15-16 (SERV.). 30 Gram. Lat. V, 135,5 s; 210, 38 S. 31 QUINT. 1, 4, 22; 27. 34 Id. 1, 291, s (CHARIS.).

27 QUINT. 1, 4, 6 s. (POMP.). 32 Gram. Lat. IV, 356, 6 s (nON.). 35 Id. IV, 392, 5 s (DON.).

28 Gram. Lat. IV, 373, 11 s. (DON.).


33 Id. IV, 365, 13 s (DON.).

. 357
356 '~
\ -"
nitivo por los grandes escritores; la ciencia de la corrección, recte 10- ción arcaizante, vuelve sus ojos a los viejos poetas, veteres Latiní 46,

quendi scientia, descansa en última instancia sobre la auetorilas 36: como Ennio, por ejemplo, pero más que nada reacción clásica dirigi­

encontramos entre los Latinos el equivalente del aticismo de los retó­ da a estabilizar, ne varíetur, los programas en torno a los grandes nom­

ricos griegos de la Segunda Sofística, sus contemporáneos. Si se ho­ ) bres de prestigio indiscutible.

jean los capítulos consagrados por los gramáticos latinos a las vitia, En primer plano figura, desde luego, VÍ1::gilio, que es para los La­

a las incorrecciones de lenguaje, se verá que, en principio, la teoría tinos lo mismo que Homero para los Griegos, el poeta por excelen­

distingue los barbarimos de los «metaplasmos» o licencias poéticas cia, el Poeta por antonomasia, cuyo estudio era el apoyo fundamen­

exigidas por las necesidades de la versificación. Como dice Consen­ tal de toda cultura liberal: desde Higinio hasta Servio y Filargirio, es
cio 37: «Cuando se hace con torpeza, resulta un barbarismo, pero si objeto incesante de comentarios reiterados y profundos (27)./
se hace con habilidad y con el respaldo de una autoridad se trata de :1 Inmediatamente detrás de él aparece Terencio, hecho curioso y dig­
un metaplasmo». Pero de hecho Donato, por ejemplo, cita como ti­ no de observación, pues los críticos de la época republicana no le ren­
po de «barbarismo» la forma relliquias empleada por Virgilio 38 en dían un culto tan exclusivo: Volcacio Sedígito, por ejemplo 47, a fi­
lugar de reliquias, para alargar la sílaba re 39. En realidad, las vitia nes del siglo II a. C. solo le asignaba el sexto lugar en la clasificación
catalogadas de este modo son una colección de anomalías de lenguaje muy lejos de Cecilia, Plauto, etc. En la época imperial; al contrario,
que se puede observar en los buenos escritores, más que faltas que Terencio resulta el poeta dramático más estudiado 48 y comentado
los escolares deben esforzarse por evitar (26). con regularidad, desde Valerio Probo, a mediados del siglo 1, hasta
Donato el Grande en el IV, y Evantio en el V (28).
Los demás grandes poetas latinos, Horacio 49, entre ellos, tampo­
Los clásicos co dejaron jamás de leerse en las escuelas, pero su papel está más des­
En suma, ya pesar de los progresos de la gramática «metódica», dibujado por lo que atañe a los prosistas, historiadores y oradores,
el fondo esencial de la ensefianza impartida por el gramático conti: en principio éstos no caen dentro de la esfera de competencia del gram­
núa siendo la explicación de los autores, de los poetas 40. Ya hemos matíeus: se los lee y se los comenta 50 en las aulas de los retóricos,
esbozado la historia de los programas de la escuela romana: recuér­ aunque las fronteras entre ambos niveles de estudios sean, como ya
dese el papel que durante largo tiempo desempefiaron las obras de los he dicho, bastante vagas: el estudio de los historiadores es alguna vez
poetas-profesores, como Livio Andrónico y Ennio, y recuérdese tam­ reivindicado por el gramático 51.
bién la audaz reforma emprendida por Q. Cecilia Epirota, cuando po­ La selección hecha por los maestros de la antigüedad nos sorpren­
co después del afio 26 a.C., según parece, tuvo la osadía de introducir de también aquí por su sentido exclusivista. De los historiadores, por
en su escuela el estudio de «Virgilio y los otros poetas nuevos 41»: ejemplo, César y Tácito son ignorados; Tito Livio, a pesar del voto
Virgilio vivía aún en esta fecha y la Eneida no se había publicado to­ preferente de Quintiliano 52, tampoco da la sensación de haber con­
davía ... Durante un siglo los gramáticos latinos se mantuvieron fieles quistado su lugar; el historiador clásico por excelencia, historiae ma­
a aquella tendencia modernista, y por ello su práctica se oponía a la jor auetor 53, es Salustio, a quien la tradición literaria 54, erudita 55 y
de sus colegas griegos, cuya ensefianza, sin excluir a los poetas recien­ escolar acuerda colocar en primer lugar entre los historiadores ro­
tes (sobre todo en el género d~ los cómicos: Menandro, etc.), se fun­ manos.
da esencialmente sobre el viejo Homero y los trágicos del siglo v. En Entre los oradores, el maestro por excelencia, aquel que con Vir­
Roma, de hecho, todo.poeta de éxito era objeto de estudio escolar, gilio resume toda la cultura latina 57, es, por supuesto Cicerón. En la
aun en vida 42: tales fueron los casos de Ovidio 43, Nerón 44, Y Esta­ escuela reina a título de maestro: es muy conocida la regla de oro for­
cio 45; Lucano lo fue también antes de transcurrida una generación mulada por Tito Livio y reiterada por Quintiliano 58: todos los demás
después de. su muerte 45'. Pero hacia fines del siglo I se opera una autores deben estudiarse en la medida que se asemejen a Cicerón, ut
reacción, cuyo intérprete principal es, para nosotros, Quintiliano: reac­ quisque erit Ciceroni simillimus. Sin embargo, la reacción arcaizante

36 Id. 1, 439, 25 s (DIOM.).


43 SEN. eontr. III. exe. 7,2. 46 QUlNT. 1, 8, 8-11.
53 Ibid.
37 Id. v, 396, 2 s; ef. QUINT. 1, 5,5.
44 Schol. PERS. 1, 29. 47 GELL XV, 24.
54 MART. XIV, 191.
38 En. 1, 30.
45 STAT., Theb., XII, 815. 48 AUS. Protr. 58-60; AUG. Conf. 1, 16
55 GELL. XVIII, 4.
39 Gram. Lat. IV, 392, 11 (nON.).
450 TAC., D., 20, 5-6 (ef. eIL., XIII, (26). 56 AUS. Protr. 61-65; AUG. Civ. Dei.
40 NEP. ap. SUET. Gram. 4, 1.
3654). 49 QUINT. 1, 8, 6; AUS. Protr. 56. 17,1; PSI. (1),110.
41 Id. 16, 2.
50 QUINT. n, 5, l. MART. V, 56, 5.
42 HOR. S. 1, 10, 75; PERS. 1, 28-29; 51 Id. n, 1,4; 1, 8, 18. 58 QUINT. n, 5, 20.
MART. 1, 35. 52 Id. n, 55, 19.

358 :359
atrae la atención, y a veces origina la moda hacia los autores de la por palabra. En principio, s.e trata esencialmente 71 de explicar el rit­
«antigüedad»: el viejo Catón, los Gracos 59; pero se trata únicamen­ mo de los versos, las voces raras o difíciles, glossemata, los giros poé­
te de un favor pasajero, que jamás hizo peligrar el lugar de honor asig­ ticos; per6 de hecho este comentario, para el lector moderno, resulta
nado al gran orador. una nimiedad de un detalle a la vez puntilloso y exasperante: Priscia­
En resumen, el programa latino de estudios se concreta en la «cua­ no pudo dedicar todo un tratado, bastante voluminoso 72, a la expli­
driga», para emplear el título del manual de Arusiano Mesio (29): Vir­ cación de los versos iniciales de cada uno de los XII libros de la Enei­
gilio, Terencio, Salustio y Cicerón. da. Tomemos el verso 1, 1: el maestro pregunta sucesivamente al
alumno:

Mide el verso:
La explicación de los autores Arma vil rumque ca I no Tro I iae qui 1 primus ab I oris.
¿Cuántas cesuras tiene?
En cuanto al método observado en los estudios, una vez estableci­ Dos.
do que es el mismo de la escuela helenística, poco queda por decir: ¿Cuáles son?
lectura expresiva 60 de un texto corregido de antemano 61, ejercicio La pentemímera y la heptomímera (semiquinaria y semiseptenaria, dice Priscia­
no en un latín bárbaro).
que ofrece las mismas dificultades experimentadas por los Griegos, - Indícalas.
debido a la ausencia normal de puntuación y de separación entre las - Pentemímera: Arma virumque cano 11; heptemímera: Arma virumque cano
palabras 62, en las ediciones usuales. La lectura exigía cierta prepara­ Troiaell.
ción material (se sobrecargaba el texto con signos especiales 63 que li­ ¿Cuántas figuras contiene?
Diez.
gaban o separaban las palabras en los casos en que podía existir vaci­ ¿Por qué?
lación, indicaban el acento, la cantidad, las pausas) (30) e intelectual Porque consta de tres dáctilos y dos espondeos (Prisciano hace caso omiso del
(en la antigüedad, prácticamente, no podía leerse bien un texto que espondeo final).
uno desconociera o que, por lo menos, no comprendiese 64). De ahí ¿Cuántas palabras (<<partes de la oraciófl))1
Nueve.
la expresión técnica praelectio 6S, para designar la «lectura explica­ ¿Cuántos nombres?
~da»: el maestro lee en primer término el texto y lo explica; solo des­ Seis: arma, virum, Troiae, qui (sic), primus, oris.
pués de este paso previo el alumno podrá arriesgarse útilmente a leer ¿Cuántos verbos?
el mismo texto a su debido tiempo 66, Unos después de otros, los Uno solo: cano.
¿Cuántas preposiciones?
alumnos leen a su vez el texto estudiado 67, siempre que la clase no Una: abo
sea muy numerosa 68, A la lectura se le asocia la recitación: aprender ¿Cuántas conjunciones?
de memoria es un ejercicio que sirve para enriquecer y formar la me­ Una: que.
moria 69. Analiza ahora palabra por palabra. Comencemos con arma, ¿qué parte de la
oración es?
La explicación, enarratio, que debe desembocar en un juicio de Un nombre.
conjunto desde un punto de vista estético, abarca dos aspectos: co­ ¿De qué tipo?
mentario de la forma, comentario del fondo, verborum interpretatio Apelativo.
'e historiarum cognitio 70. Gracias a los voluminosos comentarios que ¿De qué especie?
General.
ha conservado la tradición manuscrita (Servio sobre Virgilio, Donato ¿De qué género?
sobre Terencio, etcétera), podemos hacernos una idea precisa de la Neutro.
manera en que los gramáticos del Bajo Imperio orientaban su expli­ ¿Por qué?
Todos los nombres cuyo plural termina en -a son neutros.
cación;Primero, una introducción rápida, visiblemente sacrificada; Por qué no se emplea arma en singular?
luego, una lenta y minuciosa explanatio, verso por verso y palabra Porque este nombre designa muchos y variados objetos, etcétera ...

59 Id. II, 5, 21; FRONT. M. Caes. n, 64 GELL. XIII, 30. El comentario se extiende entonces, sin relación alguna con el con­
13; I1I, 18. 65 QUINT. 1, 8, 13; II, 5, 4. texto, en largas indagaciones sobre el vocablo arma: su empleo, las
60 QUINT. 1, 8, 1; AUS. Protr. 48-50; C. 66 C. Gloss. Lat. Ill, 381, 61-75.
67 Id. 381,4-60.
voces emparentadas, etcétera. No es sino después de muchas páginas
Gloss. Lat. I1I, 381, 4 s.
61 Id. 381,61-63. 68 CL QUINT. II, 5, 3; 6. que se aborda la segunda palabra del verso, luego la siguiente,
62 AUG. Doctr. Chr. 111, 2 (4) S. 69 Id. 1, 1,36;n, 14; XI, 2, 41; AUG.
63 Gram. Lat. V, 132, 1 s (POMP.); IV, Conf. 1, 13 (20). Gram. Lat. 111, 459-515.
372, 15 s (DON.). 70 CIC. de Oro 1, 187. 71 QUINT. J, 8. 13 S. 72

361
360
.

y cuando la significación lo permite (como aquí la palabra Troiae), do acerca de la importancia que este tipo de erudición adquirió en
el profesor acompaña el comentario literal con una explicación, no la educación clásica: ya he señalado en otra parte (31) que constituía
ya del vocablo, sino de la cosa, del fondo: es la enarratio historia­ algo así como el segundo polo de la cultura liberal: el hombre verda­
rumo Pero este término consagrado, historiae 73; no debe interpretarse deramente culto no es solo un hombre «letrado», sino también un eru­
en sentido equívoco: no designa la historia en la acepción moderna dito, un sabio; pero bajo el nombre de ciencia debe interpretarse esen­
y estrecha de la palabra, sino, en un sentido muy amplio y general, cialmente esa erudición adquirida a expensas de los clásicos.
«todo aquello que se narra» en el texto estudiado.

Que científica
La erudición, más literaria
Sin duda alguna, los Romanos se mantienen teóricamente fieles,
Primeramente se trata, por supuesto, de comprender el asunto y como los Griegos, al ideal tradicional que estructura la cult!JIªsupe- .
de identificar los personajes o los acontecimientos; pero e] comenta­ rior sobre la base de la hxúxf..wS 1I'ad>Etcx 80 o, como se dice la ma­
rio no tarda en proliferar en todos los sentidos, acumulando las notas yoría de las veces en latín, de las artes libera/es 81 , cuyo programa, se­
y los datos más diversos, a través de los cuales el gramático exhibe gún se recordará, duplica las «disciplinas» matemáticas con respecto
con suficiencia e ingenuidad, su información a]a veiÜbresca y minu­ a las «artes» literarias. Pero en]a práctica aquéllas resultan muy des­
ciosa 74. Al gramático no le preocupa tanto destacar los valores esté­ cuidadas: los teóricos Cicerón 82, Quintiliano, retoman por su propia
ticos del texto y hacer que el alumno los capte, como la de satisfacer cuenta las enseñanzas de Platón y de Isócrates sobre el valor formati­
una curiosidad erudita/Ya hemos señalado ese carácter en ]a práctica vo de la geometría, en cuanto «ejercita la inteligencia, aguza el inge­
de las escuelas helenísticas; en Roma se acentúa todavía más, si cabe; nio, da soltura a la intuición 83 ... ,» pero se echa en falta que ambos
toda la literatura latina, marco de la civilización helenística, padece ]0 preconizan sin forjarse ilusiones: se trata de definir un tipo ideal 84,
de eso que nos complacemos en denominar «complejo de cultura»: qUe en la práctica no se realiza. Quintiliano, por ejemplo, llega a la
¿será preciso recordar, acaso, que en el propio Virgilio no se halla conclusión de que «sin matemática no hay orador posible», ut... nu­
una sola vez el vocablo panis, ya que el pan lo llama siempre lIo modo sine geometría esse possit orator 8S, hermosa fórmula dig­
Ceres? 75 El término propio se esconde en todo momento detrás de na en sí misma de Platón; pero de hecho él mismo atenua luego sin­
la alusión pedantesca: las Geórgicas no son «un poema imitado de gularmente su alcance práctico: Quintiliano no permite que estos es­
Hesíodo», sino Ascraeum carmen 76, etcétera. La explicación de ta­ tudios científicos absorban demasiado tiempo, el cual debe consagrarse
les pasajes se encamina con toda naturalidad por la vía erudita. Buen esencialmente a la gramática; solo les concede los «retazos» del hora­
gramático era aquél que era capaz de «decir cuál era la nodriza de rio escolar, temporum ve/ut subcesiva 86.
Anquises, el nombre y la patria nativa de ]a madrastra de Anquémo­ Y la práctica llegaba menos lejos aún. En el Imperio Romano, des­
lo (héroe que solo aparece fugazmente en dos versos de la Enelda de luego, había profesores de matemáticas, geómetras, «músicos»: su
cuántos años vivió Acestes y cuántas vasijas de vino de Sicilia dio a existencia se halla atestiguada desde el siglo I hasta el siglo IV 87, pe­
los frigios 78.» ro su enseñanza solo interesaba a una minoría de estudiantes y supo­
, La mitología, la leyenda heroica, ocupaba de hecho un puesto de nía de parte de éstos una vocación particular de orden científico o téc­
privilegio en la erudición gramatical; pero, junto a ella, la historia, nico (32). En general, pues, la enseñanza secundaria se limitaba al ma­
la geografía y todas las ciencias no debían escatimar su contribución.' gisterio del gramático.
Convenía saber que el Aque]oo es «un río de Etolia, que pasa por ser Y también a propósito de esto los modernos, como ya los Anti­
el primer río brotado de las entrañas de la tierra; que tiene sus fuentes guos 88, hablan a menudo del. espíritu utilitario y práctico de los ro­
en el Pindo, en tierras de los perrhaebi, y que vierte sus aguas en e] manos, incapaces de entregarse, como los Griegos, a una educación
mar malíaco; además, separa la Etolia de la Acarnania; ... que el An­ científica desinteresada; pero un juicio tan somero como éste pertur­
friso es un río de Tesalia, donde, según la leyenda, Apo]o condujo
los rebaños de Admeto, etcétera 79». No se insistirá nunca demasia­ 80 VITR. 1, I (3-10); QUINT. 1, lO, 1. 8S Id. 1, 10, 49.
81 Cle. de Or. 1, 72-73; 1lI 127; SEN. 86 Id. 1, 12, 13.
Ep. 88, 1. 87 COLUM. 1, pro 1-7; Dig. L, 13, 1;
73 de Or. 1, 187; QUINT. 1, 8. 18;
CIe. 76 G. 11, 176. 82 CIC. Resp. 30 . DIOCL. Max. 7,70; C. Just. IX, 18,2; C.
AUG. Ord. II, 12 (13). 77 En. X, 388-389. •• 83 QUlNT. 1, 34. Theod. XIII, 4, 3.
74 QUINT. 1, 13 S. 78 JUV. VII, 232-236. 84 Cle. de Or. 78; Or. 7-10; 19, 101; 88 Cle. Tusc. 1, 5; VlRG. En. VI,
75 En. 1, 177; 701. .. 79 VIS. SEQ. S. VV. QUINT. 1, lO, 4. 849-850.

\-_.
362 -\ 363
ba la perspectiva histórica: de nada vale comparar a los Romanos del
siglo 1, digamos con los Griegos del v; ya hemos tenido. ocasión de
comprobar que la primacía de lo literario y de lo erudito es el carácter
decisivo de la educación y de la cultura helenísticas, sean ellas de ex­
presión griega o latina.
De los Griegos de su época aprendieron los Romanos a encauzar
el estudio de la astronomía, por ejemplo, hacia el texto de Arato, más
mitológico que matemático y, de un modo general, las ciencias hacia
las letras, o bien, para decirlo con más precisión, hacia el comentario CAPÍTULO VI
de los autores (33).

Ejercicios de estilo
LAS ESCUELAS ROMANAS:
Para completar este cuadro de la enseñanza del grammaticus solo
quedan por mencionar los ejercicios prácticos de estilo, esos «ejerci~ IlI. LA ENSEÑANZA SUPERIOR
cios preparatorios» por medio de los cuales se preludiaba el aprendi­
zaje de la elocuencia: fábula, sentencia, «chreia», «ethologie» 89, etc.
Terminología y técnica enteramente griegas: la pedagogía romana acata
el modelo helenístico hasta en el detalle de sus procedimientos, adap­
tando inclusive los temas de los deberes. El lector recordará sin duda
la «chreia» de Isócrates que comenta el manual de Aftonio: pues bien,
los Latinos no tuvieron el menor reparo en usar el mismo tema, que
Se trata pues, en principio, de la enseñanza del arte oratoria. Tam­
esta vez atribuyeron a Catón el Viejo. Y los alumnos, en consecuen­
bién ésta se confía a un maestro especializado, que en latín se deno­
cia, declinaban con toda aplicación:
mina Jethor 1, ya veces también orator 2 , aunque a este último tér­
Marco Porcio Catón ha dicho que las raíces de las letras eran amargas, pero dulces mino le corresponde, en principio, una acepción más amplia 3.
los frutos. De Catón se han tomado aquellas palabras que ... A Catón le habría com­
placido decir que ... Se recordará que Catón dijo... ¡Oh Catón!, ¿no has dicho tú que ... ?

Y luego en plural: El retórico

Los Marcos Porcios Catones han dicho que las raíces de las letras eran amargas... En la escala jerárquica de los valores profesionales y sociales, ocupa
un lugar notoriamente más elevado que sus colegas de los dos prime­
y así, sucesivamente, en cada caso 90. ros niveles. Se le paga mejor: Juvenal, a principios del siglo 11, con­
Pero con estos ejercicios llegamos al límite controvertido, en que signa la cifra de 2.000 sextercios anuales por cada alumno 4, es de­
,se tocan ía ,gramática y la retórica 91: en Roma, como en Grecia, es­ cir, un salario cuatro veces superior al que él prevé para un simple
ta última pertenece a la enseñanza superior, de la que constituye la gramático 5; es cierto que se trata del ilustre Quintiliano, y que en el
forma principal. ' caso de los maestros comunes, tal vez no rigiera la misma generosi­
dad en el ajuste de los honorarios. En tiempos de Diocleciano el ora-'
for resulta menos favorecido con relación al gramático: ambos reci­
ben, respectivamente 250 y 200 denarios (siempre por alumno y por
mes), frente a los 50 denarios asignados al mero preceptor 6 • En el
año 376 la relación entre ambos queda regulada por una ley de Gra-
I DESSAU. 7773; 2951; DIEHL. 104. 4 lUV. VII, 186-187.
2 Id. 105 adn.; AIJS, Prof. 1; C. 5 Id. 243 (School).
Gram. La/. 1, 310 (DIOM.). Theod. XIII, 3, 11. 6 DlOCL. Max. 7, 66, 70-71.
89 QUINT. 1, 9; SUET. 25, 5; Rhe/. La/. 90
Min. 561 s. (EMPOR.); 551 s. (PRISC). 91 QUINT. 1, 9, 6; II, 1. 3 SEN. Con/ro VII, 1, 20.

364 365

También podría gustarte