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Proust Saer
Proust Saer
Eliana Sánchez
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Literatura Prof. Eliana Sánchez
De las siete novelas que forman En busca del tiempo perdido, Por el camino de Swann
es la que inicia la serie. El protagonista adulto recorre por París los lugares, en especial el
Bosque de Bolonia, asociados a su amor adolescente, y al hilo de su evocación surge
también el recuerdo de su infancia en el pueblo de Combray, relacionando subjetivamente
recuerdos y sensaciones. En el fragmento seleccionado, uno de los más conocidos de la
obra, el sabor de una magdalena empapada en té despierta en el narrador el recuerdo de
su infancia.
Hace ya muchos años que, de mi infancia en Combray, solo existía para mí la tragedia cotidiana de
acostarme. Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso tomar,
contra mi costumbre, un poco de té. Dije que no, primero, pero luego, no sé por qué, cambié de opinión.
Mandó a comprar uno de esos bollos pequeños y rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen
haber sido moldeados en las valvas con ranuras de una concha de Santiago. Pronto, maquinalmente,
agobiado por el día triste y la perspectiva de otro igual, me llevé a los labios una cucharada de té en
la que había dejado reblandecer un trozo de magdalena. Pero, en el instante mismo que el trago de té
y migajas de bollo llegaban a mi paladar, me estremecí, dándome cuenta de que pasaba algo
extraordinario. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía
indiferente a vicisitudes de la vida, a sus desastres inofensivos, a su brevedad ilusoria, de la misma
manera que opera el amor, llenándome de una esencia preciosa; o, más bien, esta esencia no estaba en
mí sino que era yo mismo. Y no me sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podía haberme
venido esta poderosa alegría? Me daba cuenta de que estaba unida al gusto del té y del bollo, pero lo
sobrepasaba infinitamente, no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué
significaba? ¿Cómo apresarla? [...]
Y, de repente, el recuerdo aparece. Ese gusto es el del trocito de magdalena que el domingo por la
mañana en Combray (porque ese día yo no salía antes de la hora de misa), cuando iba a decirle buenos
días a su habitación, mi tía Leonie me daba, después de haberlo mojado en su infusión de té o de tila.
La vista de la pequeña magdalena no me había recordado nada, antes de probarla; quizá porque,
habiéndolas visto a menudo después, sin comerlas, sobre las mesas de los pasteleros, su imagen había
dejado esos días de Combray para unirse a otros más recientes [...]
Y desde que reconocí el gusto del trocito de magdalena mojada en la tila que me daba mi tía
(aunque todavía no supiera y debiera dejar para más tarde el descubrir por qué ese recuerdo me hacía
feliz), en seguida la vieja casa gris, donde estaba su habitación, vino como un decorado teatral a
añadirse al pequeño pabellón que estaba sobre el jardín...
Marcel Proust, Por el camino de Swann, Alianza.
“La mayor”, Juan José Saer.
“La mayor”, cuento con el que se inicia el libro homónimo de Saer, comienza con un diálogo
intertextual con En busca del tiempo perdido, aquí el narrador del cuento saereano interroga
al texto proustiano y esboza una reescritura del famoso episodio de la magdalena.
La narrativa de Saer trabaja sobre la forma en que son percibidos los objetos por el hombre,
es decir intenta problematizar por medio de técnicas de fragmentación el registro de la
experiencia. O mejor dicho pone de manifiesto tanto la fragmentación de la experiencia en
la modernidad, como la del sujeto que intenta obtener o construir experiencias. Desnaturaliza
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