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“Todos los días cruzamos la misma calle o el mismo jardín; todas las tardes
nuestros ojos tropiezan con el mismo muro rojizo, hecho de ladrillo y tiempo
urbano. De pronto, un día cualquiera, la calle da a otro mundo, el jardín acaba de
nacer, el muro fatigado se cubre de signos. Nunca los habíamos visto y ahora nos
asombra que sean así: tanto y tan abrumadoramente reales. Su misma compacta
realidad nos hace dudar: ¿son así las cosas o son de otro modo? No, esto que
vemos por primera vez ya lo habíamos visto antes. En algún lugar, en el que
acaso nunca hemos estado, ya estaban el muro, la calle, el jardín. Y a la extrañeza
sucede la añoranza. Nos parece recordar y quisiéramos volver allá, a ese lugar en
donde las cosas son siempre así, bañadas por una luz antiquísima y, al mismo
tiempo, acabada de nacer. Nosotros también somos de allá. Un soplo nos golpea
la frente. Estamos encantados, suspensos en medio de la tarde inmóvil.
Adivinamos que somos de otro mundo” (Paz, 1967, pág. 49)
Por su puesto, ese encuentro en el otro mundo con la realidad vivida, es también
un encuentro con nosotros mismos . Me parece bellísima, en este orden de ideas,
la interpretación que tienen Paul Ricoeur y Ortega y Gasset sobre la persona y la
vida, para ellos el ser humano no es una cosa, no tiene un ser determinado de una
vez y para siempre; es libre porque tiene la obligación de hacerse a sí mismo, es
historia, novelista íntimo, a partir de sus decisiones determina sus caminos y la
forma de transitarlos. Me parece tan hermoso, porque emparenta la condición
humana con la condición misma del arte y de la literatura. Mi intención era jugar
con esta visión de la persona-personaje, al tiempo que generaba un diálogo con la
región, su cultura e historia.
Fue entonces que llegó con gran fuerza al proyecto, el concepto de identidad
narrativa, como configuración del yo, como acción ontológica e histórica.
Encontrarse en la otredad, llegar al encuentro de sí mismo y del otro, y de lo otro,
es en esencia, crearlo, la identidad narrativa, al igual que la identidad regional e
histórica es poiesis. Así pues, iniciamos ejercicios de escritura autobiográfica,
como puntos de partida para la configuración del yo, de la creación de la identidad
propia. Para estos ejercicios fueron, y serán, esenciales dos conceptos, a saber:
Imagen poética de Bachelard (y en esto, el abordaje topológico de los mismos) y
el concepto de razón poética de María Zambrano.