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El ojo de la tormenta

Índice:

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

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Capítulo 1
El aire estaba repleto de un temor nervioso, a pesar de la pulcritud, si es posible que una sala de
conferencias perfectamente amueblada pudiera dar una apariencia de relajación. Seis personas estaban
sentadas alrededor de la mesa de madera con muescas, todos ellos con miradas de temor en sus rostros. Era
media tarde y varios rayos de sol entraban a través del conjunto de altas ventanas, pintando la pared
opuesta a ellas de relucientes líneas.

—¿Y bien?—. Una baja mujer de pelo oscuro removió los papeles que tenía frente a ella. —Nunca pensé
que llegara a ver esto.

Un hombre alto, de cabello igualmente oscuro, que estaba frente a ella se recostó y cruzó los brazos.

—Vamos, Ann… eran evidente… ¿seis nuevos contratos y dos de ellos competencia directa a los suyos?—
. Hizo un gesto de disgusto. —Era cuestión de tiempo—. Echó un vistazo a su reloj. —Hablando de ello…
¿cuándo va a llegar esa tremendamente mala noticia?

Ann Delaney se puso en pie y caminó hacia la ventana, siendo apenas lo suficientemente alta como
para mirar a través de ella.

—No lo sé… tal vez se ha retrasado el avión… ya conoces a esa clase de gente. Vendrán cuando estén con
todo preparado y bien listos. Además he oído que quien viene es un hueso duro de roer.

Un hombre gordo y calvo se levantó y fue hacia la cafetera, sirviéndose una taza.

—¿Y eso es nuevo? No iban a mandar a los chicos buenos a hacer este tipo de trabajo… Le he dicho a la
de contabilidad que se ponga a sus pies, Dios sabe lo que va a pedir.

Unos pasos sonaron sobre la alfombra exterior y la manilla se movió, abriendo la puerta de madera.
Un delgado y canoso hombre entró seguido por una extraña.

—Buenos días a todos. Por favor, tomen asiento.


—Buenos días, Charlie— murmuró Ann, volviendo a su asiento, mirando, igual que el resto de sus
compañeros, a la mujer que rodeó la mesa hasta situarse al frente de la misma, dejando el maletín en el
suelo.

Charles Efton se sentó y entrecruzó sus manos.

—Bien, aquí estamos todos, tal como usted solicitó—. Volvió su atención a la silenciosa figura que
esperaba en la cabeza de la mesa. —Creo que podemos empezar.

Unos fríos ojos le miraron.

—Gracias—. La voz era tranquila, pero vibrante. —Tengo una lista de cosas que voy a necesitar para
comenzar este proceso—. Con fuertes y poderosas manos abrió el maletín y sacó un fajo de papeles que

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dejó sobre la mesa. —No creo que haya nada extraño en ella. Una vez tenga esta información, podremos
proceder.

Ann tomó la hoja superior y pasó con sus dedos la pila. Miró el papel. Una lista de varios informes
encabezaba las solicitudes. Algunos ya se los esperaba, otros eran…

—¿Dependientes?— Levantó bruscamente la mirada, encontrándose con unos ojos inteligentes que la
observaban fijamente. —¿Es realmente necesario?
—Te sorprendería lo que puede parecerme necesario— respondió la mujer enérgicamente. —Me gustaría
dejar mis cosas en el hotel. Eso debería darles unas… dos horas. No necesitarán más tiempo—. Un latido.
—¿De acuerdo?

Ann recogió los papeles y los recolocó con unos movimientos pequeños y precisos.

—De acuerdo.
—Bien—. El sonido de la cremallera del maletín cerrándose se hizo de repente demasiado fuerte.

Charlie se levantó de inmediato y se adelantó, uniéndosele el hombre alto y moreno.

—Ah, sí… nos debería dar tiempo… um, Sam, lo siento… debería haberte presentado pero…

La mujer se volvió y le ofreció una mano.

—Sam Gershwin, ¿verdad? Eres el director.

Unos astutos ojos marrones la observaron con cuidado antes de devolver el apretón.

—Exacto… Lo siento… no hemos alcanzado a oír tu nombre, er…

Los claros ojos brillaron brevemente.

—Kerry Stuart—. Una sonrisa apareció, rompiendo con facilidad la fachada de negocio antes de
desaparecer. —Encantada de conocerle… Estoy segura de que podremos hacer de esto una transición
sencilla.
—Por supuesto— murmuró Sam, mientras miraba los finos y suaves hombros de la mujer. —¿Necesita un
guía?— Los ojos verde intenso miraron su rostro, luego descendieron.
—No, gracias—. Kerry le obsequió con una breve sonrisa. —Desde la sala, todo recto. Les veo en breve—.
Bordeó la mesa y caminó hasta la puerta, consciente de las miradas clavadas en su espalda, que se cortaron
al cerrar la puerta tras ella, escuchando las voces que se alzaron de inmediato.

Con un suspiro salió a la agradable luz del sol, tomando una bocanada de aire perfumado de
fragancia de pinos.

—Tal vez mejor que sean tres horas— decidió, dirigiéndose a su coche de alquiler a través de la grava.

***

El suave arrastrar de las botas sobre el acolchado suelo rompió el silencio, y el círculo de
espectadores miró a ambos oponentes mientras éstos se movían girando uno frente al otro. El más alto de
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los dos dio un paso atrás y se giró, evitando una patada del más pequeño. Entonces tomó la pierna
extendida por debajo de la rodilla, lanzando el otro cuerpo hacia abajo contra los muslos y la colchoneta.

—Mierda—. La figura más pequeña rodó sobre sus pies y se volvió de nuevo, lanzándose esta vez al
ataque con manos poderosas, equilibrándose sobre su sólido apoyo que perdió momentos después cuando
su oponente se arrodilló y le dio un golpe en el pecho.
—Uff…
—Lo siento—. La voz arrastró las palabras mientras se separaban. Un segundo después se lanzaron de
nuevo a la pelea, con un intercambio de rápidas patadas y golpes que terminó finalmente con el más alto de
los dos cogiendo a ambos por el aire con un ataque de giro, aterrizando con un golpe y lanzando al más
pequeño fuera de la zona de combate.

Y allí se quedó.
Dar se puso en pie y flexionó sus manos dentro del tatami tras lo cual salió.

—¿Estás bien, Ken?—. Extendió un brazo para ayudarle a levantarse. —No quise lanzarte tan lejos.
—Sí, sí… —Ken Yamamura tomó la mano con buen humor y se dejó ayudar para levantarse. —Nah…
estoy bien, Dar… sólo necesitaba recuperar el aliento… le hemos dado caña.
—Cierto— admitió la alta y morena mujer suavemente, mirando a su alrededor mientras la multitud
empezó a dispersarse, lanzándole agradecidas miradas. —Creo que me terminaré acostumbrando a formar
parte de esta especie de circo.
—Phsw—. Ken sacudió su cuerpo, envuelto por un kimono limpio a juego del que llevaba Dar, y se apretó
el cinturón negro. —Les encanta ver cómo me patean el culo, eso es todo, Dar… créeme, hay todo un
grupo de todos esos niños que están disfrutando de cada minuto de esto—. Lanzó a su oponente una
sonrisa, aumentando la ironía de sus palabras.

Dar dejó escapar una media sonrisa y pasó sus dedos por sus sudorosos cabellos.

—Bueno, eres el único que aceptó este combate… así que puedes culparte a ti mismo por completo.
—Ugh… no me lo recuerdes—. Ken hizo una mueca mientras se frotaba el hombro. —Ni siquiera sé cómo
ni con qué me has golpeado—. Hizo una pausa. —Literalmente—. Su cálida voz mostraba, sin embargo,
cierta admiración. —En serio, Dar… realmente te lo estás currando… estoy completamente impresionado.

Comenzaron a andar hacia los vestuarios.

—Gracias… —exhaló Dar. —Está siendo… un retorno más rápido de lo que yo esperaba, francamente…
Estaba medio segura de que estaba haciendo el idiota… intentando recuperar una especie de juventud
perdida o una estupidez parecida.

Ken se paró, mirando fijamente el fuerte y angular rostro con una mirada de asombro.

—¿Perd… qué? ¿Qué has perdido qué dónde? Pero Dar… ¡habérmelo dicho!, hubiera puesto un póster de
“Se busca”.

Los azules ojos se clavaron en él con una expresión divertida.

—Muy gracioso—. Sin embargo el elogio le agradó y golpeó al joven en el hombro mientras se dirigía a
cambiarse de ropa. —Gracias, Ken… ¿Nos vemos mañana?
—Oh, sí… —sonrió Ken con ironía. —A la misma hora en el mismo canal… Nos vemos, Dar.
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Riendo Dar entró en el vestuario y fue hacia su taquilla, se soltó el cinturón y lo colgó de la puerta
mientras se cambiaba de ropa. Los cullotes fueron reemplazados por unos largos pantalones de algodón y
una camiseta que se metió en ellos. Guardo su equipaje en la pequeña bolsa y cerró la puerta de la taquilla,
se echó al hombro la mochila y se dirigió a la puerta.

***

La habitación del hotel estaba en silencio, el suave sonido del crujir de hojas que llegaba desde el
otro lado de la ventana era un contrapunto rítmico junto al teclear suave y el movimiento ocasional de
algunas hojas. Kerry apoyó brevemente la barbilla sobre el puño y revisó la pantalla de su portátil mirando
la introducción de un informe de situación.

—Muy bien… — suspiró. —Tal vez no sea tan malo, pero no se van a alegrar de perder los beneficios—.
Kerry examinó el informe de nuevo, bajó la vista y miró por décima vez las hojas del mismo. —Me
pregunto si se dan cuenta de la extraordinaria suerte que están teniendo… no hay ni una oficina similar en
quinientos kilómetros a la redonda.

Se levantó y se estiró, sintiendo la protesta de su espalda por estar sentada en la misma posición
demasiado tiempo. Caminó hasta la ventana y se apoyó en el alfeizar, mirando el bosque en el que se
hallaba sumergida su habitación.
Era el silencio, se dio cuenta, lo que resultaba tan significante. No había tráfico, o muy poco, en esa
parte de Vermont, y el normalmente frenético ritmo de la vida parecía transcurrir más lento de lo que
estaba acostumbrada. El hotel estaba compuesto por un grupo de pequeñas cabañas, cada una metida en
pequeños claros entre los árboles y los matorrales, con unas vistas, sin obstáculos, de toda aquella selva
que les rodeaba. Daba la sensación de estar en completa intimidad. Kerry se quedó largo tiempo mirando a
través de la ventana hasta que volvió en sí, caminó por el piso de madera, se lanzó sobre la cama y se
cubrió con la manta.
Era muy agradable, pensó, el poder ver diferentes sitios. Se revolvió y alcanzó el mando de la
televisión, encendiéndola y pasando los canales de cable disponibles. Una escena familiar le llamó la
atención y paró, bajó el mando a distancia, apoyando la barbilla sobre el antebrazo mientras miraba cómo
el canal de viajes enfocaba un horizonte que ella conocía muy bien.
Su casa.
Kerry sintió cómo una leve sonrisa nostálgica se abría paso entre sus labios mientras miraba su reloj.
Había estado de viaje las últimas dos semanas, aunque todo ello llegaría a su fin después de este último
trabajo.
Lo que también era algo bueno. Kerry sacó la almohada de debajo de la colcha y la rodeo con sus
brazos, exhalando suavemente y dejando que su mente imaginara dónde podría conseguir algo de cena.

***

—Hey, chica…—. Dar se las arregló para entrar por la puerta sin dejar que la frenética labradora se
escapara. —Hey… tranquila… tranquila…. sé que es tarde…

Chino se resistió girando y gimiendo, agarrando los bajos de los pantalones cortos de Dar con sus
dientes y tirando ferozmente.

—Muy bien… está bien… —La alta mujer dejó la bolsa de deporte y se rindió, sentándose sobre el frío
suelo de baldosas y abrazando al perro. —Sí… muy bien… yo también te echaba de menos—. Cerró los
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ojos mientras el labrador le lamía la cara y se subía a su pecho, medio saltando buscando un buen agarre.
—Está bien…

Chino finalmente se calmó y se acurrucó entre los brazos de Dar, jadeante.

—Buena chica—. Dar se apoyó contra la puerta y acarició las orejas de la perra. —¿Sabes una cosa,
Chino?

Unos ojos marrones la miraron interrogantes.

—Esto está asquerosamente tranquilo.

La perra le ladró.
Dar sonrió y le propinó un último abrazo; después se levantó y cruzando el gran salón entró en la
cocina. Estaba casi dolorosamente limpia, y Dar apartó la mirada mientras se adentraba en la lavandería.
Sacó su ropa de entrenamiento y la metió en la lavadora, junto con la toalla y su ropa interior y puso el
aparato en funcionamiento. Luego volvió a entrar en la cocina y se dirigió al armario, lo abrió y tomó un
gran vaso que llenó de leche de la nevera.

—Correo.
—Dar Roberts, seis mensajes, ninguno urgente. Kerry Stuart, doce mensajes, tres urgentes— respondió la
consola, robándole una leve sonrisa a Dar.
—Ver mail Dar Roberts—. Revisó los encabezados y sonrió con energía. —Leer dos.

Hola… jefa. Vermont es agradable.

—Eh… si te gustan los árboles— comentó Dar en voz alta, como solía hacer al leer los emails de Kerry.

Aunque lo sería aún más si estuvieras aquí… se está muy tranquila en medio del bosque. No dejo de
imaginar que un mapache va a saltar por mi ventana y se me va a poner a hablar.

—Atrapada en una peli de Disney… terrorífico, Ker.

Oh, bien. La cuenta va bien, tengo toda la información. Te he adjuntado una copia del plan para
que le eches un vistazo. Les molestó algo cuando comencé a trabajar con ellos, pero creo que se han
relajado un poco, a ver si se dan cuenta de que no estoy aquí para poner todo patas arriba.

—Estoy segura de que hasta te consiguieron alterar.

Sólo un par de cosas, creo… tienen adquiridos unos diagramas de flujo muy extraños… No estaba
muy segura de lo que estaban haciendo, Dar… así que he revisado en los grandes, también te los adjunto.
Si pudieras sacar un minuto para echarles un vistazo…

—Por supuesto— murmuró Dar suavemente, tomando un sorbo de leche. —Sin problema.

Están siendo dos semanas muy largas.

—Sí… y no es broma.

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Creo que hasta me ha dolido, mientras conducía al hotel, el darme cuenta lo mucho que te echo de
menos.

Dar retiró levemente el borde del vaso mientras volvía a releer las palabras en silencio.

Es realmente raro. Ayer a la noche soñé contigo y cuando me he despertado y no estabas aquí, me
he sentido fatal. Sé que un email de trabajo no es lugar para escribir ni decir esto, pero… simplemente
quería que lo supieras.
De todas formas, voy a ir a ver si encuentro algo de cena. He visto en la recepción del hotel un
anuncio sobre helado de arce… suena interesante. Te llamo más tarde.
Ker.

—Mmm—. Dar apoyó la cadera contra el mostrador y se permitió soñar despierta por unos minutos, hasta
que suspiró ante el oído del equipo sonando.
—Solicitud de videoconferencia entrante. Alastair M.
—Aceptar.

Se abrió una ventana, mostrando los familiares rasgos de su jefe, un hombre de rostro redondeado de
unos cincuenta años, con una perenne expresión alegre.

—¡Buenas noches, Dar!


—Hola— respondió la mujer de oscuro cabello arrastrando las palabras. —Un poco tarde para ti, ¿no?
—¿Para quién, para mí? Nah…—. Alastair hizo un gesto con la mano. —Oye, necesito un favor.

Uh oh.

—¿Y es que…?
—Tengo un pequeño problema aquí… bueno… — Alastair parecía inusualmente liado. —Más que
pequeño. ¿Conoces a David Ankow?
—Mm… el nuevo miembro de la junta… sip—. Dar hizo una mueca.

Un foráneo que había sido votado en la junta de accionistas dos meses atrás como una especie de
perro guardián y que había estado desafiando continuamente a Alastair desde entonces. Había llegado en
un mal momento, justo cuando se encontraban en medio de un proyecto de rediseño enorme, en el que Dar
era la cabeza, lo que implicaba grandes gastos sin retorno inmediato de los mismos.

—Está avisando a una reunión de urgencia para mañana a la mañana para hablar de la nueva red. Tengo las
respuestas que está buscando, pero me gustaría contar con tu apoyo sólo para estar seguro.

Eso, se dio cuenta Dar, era lo más cercano a un grito de ayuda que hubiera recibido nunca de su jefe.

—Espera—. Sacó el mando que raramente usaba para manejar la consola e hizo clic en una pantalla del
navegador entrando en una dirección. Momentos después estaba revisando los resultados de su búsqueda,
aprobándolos. Hizo clic de nuevo en la ventana de Alastair. —De acuerdo.
—Escucha, sé que es con poca antelación, pero ya sabes que no suelo pedir cosas así a menudo y… ¿qué?
—De acuerdo, estaré allí mañana a la mañana— repitió Dar. —¿Necesitas algo más?

Alastair la miró durante un rato.

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—Bueno—. Apoyó su barbilla en una mano. —Sí, de hecho… ¿cuáles son las flores favoritas de Kerry?

Dar parpadeó descolocada.

—¿Qué?
—Vamos… ¿las rosas? ¿Tulipanes? ¿Cuáles?— prosiguió Alastair. —Quiero enviarle algo, porque
sinceramente aprecio mucho lo humana que te está volviendo en los últimos meses.

Dar lo miró, sorprendido.

—Que sean rosas… seguro que le gustan. Buenas noches, Dar… nos vemos mañana—. El rostro de
Alastair desapareció, dejando el logo de la compañía en la pantalla.
—Eh… bue… tú… nos vemos allí pedazo hijo de… —Podía oír su voz aumentando en indignación y se
calló, dándose cuenta de que los gritos contra una pantalla en blanco eran más que inútiles. ¿En qué
cuernos había dicho que se había convertido? —No creo haber cambiado tanto.

Chino meneó la cola.

—¿Lo he hecho?—. Dar casi pegó un salto cuando sonó el teléfono. Dejó el vaso y respondió, sintiéndose
un poco nerviosa. —¿Sí?
—Um… ¿hola?— dijo la voz de Kerry.
—Oh… hola—. Dar tomó su leche y se dirigió a la sala de estar, dejándose caer sobre el sofá y colocando
una pierna sobre el brazo del mismo. —Lo siento… Alastair me acaba de llamar… Tengo que salir
mañana.
—¿Sí? ¿Qué ha pasado?
—Una reunión. Ese maldito nuevo miembro de la junta… ¿Qué tal tú?—. Dar bebió un trago de leche. —
¿Has conseguido cierto helado de arce?

Una suave sonrisa recorrió la línea.

—Oh, sí… soy muy mala— admitió Kerry. —Me gustaría llevarme a casa unos cuántos, pero creo que al
final no podré…—. Se detuvo un momento. —Has leído mi email, ¿no?
—Sí— respondió su amante. —Echaré un vistazo a lo que me has mandado… pero seguro que está bien.
Tienes una habilidad especial para eso.
—Mmm
—Y también te echo de menos.
—Ah—. La sonrisa era muy evidente a través del teléfono. —¿Cuánto tiempo vas a estar en Texas?
—Ida y vuelta… probablemente vuelva en avión mañana por la noche— suspiró Dar. —Es como si ese
nuevo tío me estuviera mandando todo el trabajo a la mierda… todo lo de la nueva red, así que…
—¿EW?
—Si—. Dar se relajó y cerró los ojos. —Es un cabeza hueca… Voy a tener que recurrir a Barrio Sésamo
para encontrar las palabras necesarias para que mañana entienda lo que es una intranet global… deséame
suerte.

El proyecto era realmente de ella, algo que había podido llevar a cabo gracias a que Kerry se había
lanzado a primera fila los últimos meses y le había quitado más de un dolor de cabeza día a día. Se
triplicaría la productividad, y casi se cuadriplicaría el ancho de banda que podrían ofrecer, y Dar se sentía
silenciosamente orgullosa de sí misma por el diseño.

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Había sido realmente bueno tener tiempo para sentarse y pensar en cómo hacerlo, trabajando con un
selecto equipo de ingenieros para establecer un nuevo diseño que sustituiría en más de un plano circuitos
de más de veinte años. Pero era algo carísimo, y Dar sabía que eso era lo que el nuevo criticaría como
forma de hacerse renombre entre los accionistas, ya que no vería ningún beneficio en el nuevo sistema de
datos durante dos trimestres como poco, incluso más.
Estúpido.

—¿Dar?
—¿Hmm? Lo siento… estaba pensando…
—Te quiero.

Dar sonrió al techo.

—Yo también te quiero.


—¿En qué estabas pensando?
—¿Cuándo?— fue la perpleja respuesta.

Kerry rió.

—No importa… Escucha, mi vuelo llega el viernes a las nueve, suponiendo que hayamos terminado…
¿podrías venir por mí?

Dar soltó un bufido.

—¿Tienes que preguntarlo? ¿Qué clase de pregunta tonta es esa? Puedes apostar tu culo a que estaré en la
misma puerta, querida— afirmó. —Y tú dile a esa gente de Vermont que más les vale a sus traseros haber
terminado para entonces, o van a tener un problema bastante más grande por el que preocuparse que una
simple consolidación.
—¿Tan grande cómo tú?
—Tan grande como yo— gruñó Dar. —En vivo y en directo, y deseando saber porqué están
monopolizando a un muy, pero que muy valioso recurso de esta empresa.

Kerry se rió.

—Oh Dios mío… no tienes ni idea lo dulce que suena.


—¿Dulce?— le respondió Dar con un tono herido. —Ésta es la segunda vez que me dicen eso esta noche…
Alastair me acusó también de estar convirtiéndome en una blanda.
—¿Eso ha hecho?—. Su amante se echó a reír. —Bueno, él no te oyó hablar con las compañías de redes
antes de irme, supongo… podrían haberte escuchado en Atlanta sin teléfono.— Había estado pensando en
privado que últimamente había detectado algunos cambios en Dar, y se había preguntado si alguien más lo
habría notado.

Por lo visto así era.

—¿Y qué tal ha ido el entrenamiento de la noche?— cambió Kerry de tema.


—Bastante bien— admitió Dar. —Creo que es posible que el sábado no me avergüence completamente de
mí misma—. Finalmente se había dejado convencer para apuntarse a un pequeño torneo local de artes
marciales, cuya fecha estaba al caer.
—Genial… Yo ya tengo mi banderita y camiseta listos— le tomó el pelo Kerry con suavidad.
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—Ermph.— Dar alzó sus ojos. —Espero no arrepentirme de ello—. Estiró las piernas, sintiendo el fuerte
tirón de los músculos del muslo. —Un montón de críos y yo en medio.
—Ooohh… escuchen a la abuelita… ¿quieres que te envíe un gorro para tapar las canas?— retó Kerry. —
¡Vamos, Dar… no empieces con eso! Has lanzado a Ken por todos lados dejando a la mayoría del
gimnasio con algo más que con la boca abierta.

Es cierto, reconoció Dar en silencio. Pero ¿qué puedo decir? ¿Que la mayoría no es lo
suficientemente bueno? ¿Que no soy feliz a menos que los derrote a todos? ¿Debo decirle que el sábado
que viene no me voy a cortar?

—Ya veremos— respondió finalmente. —Da lo mismo… deja que te deje dormir un poco… mañana será
un día largo.
—Tienes razón— suspiró Kerry. —Que tengas un buen vuelo… y dile “hola” a Alastair de mi parte, ¿de
acuerdo?
—Mm… yo… él va a… um…— balbuceó levemente Dar. —Va a enviarte flores.

Silencio sepulcral.

—¿¡Qué!?— farfulló Kerry finalmente. —¿Por qué?


—Por lo visto… él… ah… piensa que eres una buena influencia para mí— respondió su amante. —Y lo
aprecia—. Se imaginaba la mirada atónita en el rostro de Kerry. —Creo que puede tener razón.

Un largo suspiro se oyó con claridad.

—Oh— murmuró Kerry. —Bueno, eso es algo mutuo, ya sabes… Yo no podía hacer la mitad de todas
estas cosas si no me hubieras enseñado a hacerlo—. Se detuvo un momento. —Dios, ansío tanto poder
abrazarte ahora mismo.

Dar sonrió con nostalgia al teléfono.

—Sí… sería genial— respondió. —En fin… buenas noches, Ker… Te pego un toque mañana.
—Buenas noches— dijo Kerry. Colgó el teléfono y lo apoyó en su barbilla, pensativa. —Cuídate—
murmuró suavemente. —Cuídate.

***

Una nariz fría y húmeda se clavó en su ojo. Dar tiró la cabeza hacia atrás por reflejo, luego parpadeó
y miró a su alrededor, aturdida.

—Qué co…—. Chino estaba acurrucada contra su pecho, su cola de perrito golpeaba la pierna de Dar. La
habitación se iluminó con la luz cálida del amanecer, y la televisión mostraba un anuncio de una nueva y
revolucionaria cuchara. —Maldita sea—. Dar se apoyó en un codo y se frotó la cara. —Tengo que dejar de
hacer esto— murmuró a Chino, quien al parecer estaba acostumbrándose como ella a quedarse dormida en
el sofá. No es que la superficie de cuero fuera incómoda, pero le quitaba su reloj interno, y le hacía tener
que ir corriendo por la mañana.

Como en ese momento, por ejemplo, especialmente teniendo en cuenta que tenía que coger un
maldito avión. Atontada se sentó, luego se puso en pie, echando un vistazo al precioso reloj de coral que

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Kerry había insistido en comprar alegando que no tenían ningún típico recuerdo hortera del sur de Florida
en el salón.

—Oh… ¡maldita sea!—. Su vuelo era a las ocho y casi eran las siete. —Chino, te lo dije… ¡tengo que
dejar de hacerlo!
—Guau.

Dar corrió y abrió la puerta de atrás al cachorro, se metió en la cocina y tomó un bote de zumo de
uva que abrió y bebió mientras se dirigía a la ducha.
Diez minutos después se quitó la toalla que la envolvía y revolvió entre la ropa limpia,
preguntándose si su simple presencia ya sería suficiente escándalo como para ir estilo casual. Entonces los
comentarios de Alastair de la noche anterior volvieron a ella y sonrió.

—Supongo que lo averiguaremos—. Tiró de unos vaqueros descoloridos y una perfectamente planchada
camisa de algodón.

Sacó la camisa y sacudió unos cuantos pelos sueltos de Chino de las mangas, se deslizó en los
pantalones y los abrochó, mirándose al espejo para comprobar el resultado. Una morena y fibrosa figura se
reflejó, mostrando el efecto de tres meses de duro entrenamiento en artes marciales y una multitud de fines
de semana buceando bajo el sol en las aguas de alta mar.

—Oh sí…—. Un guiño surgió de los pálidos ojos azules que la miraban mientras añadía un cinturón.
Luego cogió su busca y el móvil. —No está mal, ¿eh? Nada mal—. Sacó una chaqueta del armario y se la
colgó del brazo, después se colgó el maletín al hombro y se dirigió a la puerta. —¿Crees que he olvidado lo
problemática que puedo llegar a ser cuando me lo propongo, Alastair?

Entonces se detuvo.

—Whoa—. Cogió las cosas y salió corriendo por la puerta de atrás, silbando hacia Chino que apareció
corriendo por las escaleras. —Vamos, chica… me tengo que ir—. El cachorro puso las patas sobre su
pierna gimiendo, y le dio un rápido abrazo. —No te preocupes… volveré esta noche—. Echó un rápido
vistazo a su alrededor y le dio un beso en la cabeza. —Y no le digas a nadie que he hecho eso, ¿ok?
—Grrr…—. Chino le mordió el cinturón.
—Bien… pórtate bien—. Dar se levantó y echó un vistazo para asegurarse de que el cachorro tenía agua y
galletas. Después cogió su maletín y se dirigió a la puerta.

Estaba cerca. Afortunadamente la carretera que estaba por el lado derecho de la casa atravesaba toda
la ciudad y llevaba directamente al aeropuerto. Dejó las llaves en la mano del aparcacoches y salió
corriendo por la terminal, llegando a la puerta justo cuando abrían el embarque. Momentos después se
encontraba sentada en un cómodo asiento de cuero en la parte delantera del avión, mientras le ofrecían la
carta de bebidas.

—Chocolate con leche— respondió, mirando cómo la azafata volvía al compartimento.

Era un día precioso, reflexionó Dar mientras miraba por la ventana y observaba al personal de tierra
haciendo las labores de rutina. El sol entraba por la pequeña ventanilla y cerró los ojos para evitar el brillo,
buscando un lugar cómodo para descansar la cabeza mientras el resto del mundo se desvanecía poco a
poco.

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***

Kerry suspiró suavemente mientras la primera luz de la mañana entraba por su ventana. No había
dormido demasiado, sus pensamientos la habían hecho estar dando vueltas hasta que finalmente había
terminado por caer agotada más allá de medianoche. Y ahora ahí estaba, despierta antes del amanecer.
Perfecto. Se incorporó y dejó los pies colgando de la cama, frotándose los brazos desnudos y
bostezando. Al menos tendría tiempo de hacer un poco de footing, algo en lo que había tenido un éxito más
bien esporádico en los últimos tiempos. Al menos sería una ruta bonita.
Kerry se levantó y se encaminó hacia el rústico cuarto de baño, abriendo el agua y salpicándose una
buena cantidad en su cara antes de darse cuenta de la diferencia de temperatura que había entre Vermont y
Miami.

—¡Uou!—. Sus verdes ojos se abrieron y se apresuró a ajustar el grifo del agua caliente antes de reducir
algo la potencia del frío. —Menuda manera de despertarse…

Revisó un poco la mini–nevera, cortesía del hotel, encontrando unas pequeñas vasijas de barro con
zumo de manzana frío y unos pequeños pasteles de café.

—Mm…—. Tomó uno de cada y se dejó caer en la silla de madera del escritorio, pulsando la tecla de
apertura del correo mientras mordisqueaba su desayuno.

El portátil se conectó y ella se introdujo usando sólo dos dedos, echándose hacia atrás mientras se
descargaba el correo.

—Oh – oh…—. Pinchó en un email y sonrió, mientras un pequeño y bailarín mapache se dedicaba a
atravesar la pantalla cantando “Dixie”. Kerry aguantó una risa ahogada, casi creando todo un campo de
migas sobre el teclado. —¿Dónde diablos has encontrado esto? —Miró la animación un momento más y
meneó la cabeza, comprobando el resto de los correos, dejando los tres que parecían urgentes a la espera de
un poco de atención más exhausta.

Se terminó el zumo, se puso un par de pantalones cortos y una camiseta, sujetándose el pelo hacia
atrás en una coleta, calzándose las zapatillas de correr antes de salir por la puerta y adentrarse en el aire de
la madrugada. Era un aire frío y seco, muy diferente al de las calurosas tardes de junio a las que se tenía
que enfrentar en Miami. Kerry lanzó el aliento mientras elegía un camino y se puso en marcha.
Dejó que los músculos de sus piernas se estiraran un poco antes de comenzar a correr, sin querer
machacarse demasiado duro después de haber estado relativamente inactiva las últimas semanas. Entre los
vuelos, los hoteles y las cuatro cuentas que había consolidado durante su viaje, apenas había tenido tiempo
de averiguar en qué estado se encontraba, y mucho menos para saber dónde estaba el gimnasio más
cercano.
Así que, se preguntó, ¿porqué no darse una pequeña vuelta, eh? Kerry cogió levemente el ritmo,
sintiendo cómo su cuerpo se adaptaba a la actividad. No sería porque en dos días volvía a casa, ¿verdad?
¿Hmmm? Y vas a tener que seguir el ritmo de Dar, bajo el riesgo de tener que aguantar más de una
broma… Se rió de sí misma, reconociendo la ansiosa emoción que bailaba sobre su piel ante la idea de ver
a su amante una vez más.
El camino ascendía levemente y acogió con agrado el esfuerzo, disfrutando de los preciosos árboles
mientras alargaba la zancada. Habían sido un par de meses realmente interesantes. Tanto ella como Dar se
habían acostumbrando a estar juntas, y ahora trabajaban a contrarreloj, con horarios,… se estaba
convirtiendo en todo un cúmulo de diversión. Había esperado muchas barreras entre ambas, al ser tan
diferentes, pero el piso les permitía tener sus propios espacios y comenzaban a tener algunas reglas básicas.
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Como no hablar de trabajo en casa. Eso era algo realmente complicado, ya que se encontraban tan
involucradas que no resultaba nada fácil. Después de un tiempo, sin embargo, Kerry había notado un
cambio notorio en la actitud de Dar cuando ella estaba en casa. La alta mujer parecía arrojar su caparazón
de mujer dura e impaciente a un lado, al entrar por la puerta, mostrando su lado más cálido y suave al que
Kerry se sentía cada vez más adicta. Qué cariñosa es… No es que ella misma lo admitiera, sin embargo.
Según se hacían más íntimas, había sido capaz de conseguir que Dar se abriera un poco y compartiera parte
de sus demonios interiores, al igual que Kerry había comenzado lentamente a desahogarse de los suyos
propios.
El camino de Kerry comenzó a ascender hacia una pequeña cima y a descender paralelamente a un
arroyo que corría a través de la zona arbolada. Aminoró sus pasos al cruzar un puente de madera y llegó
hasta el otro lado, mirando alrededor en busca de un lugar donde sentarse para mirar tranquilamente cómo
el agua pasaba bajo sus pies.
Los patos nadaban, mordisqueando los juncos y hundiéndose de vez cuando en el agua. Kerry
levantó la vista de ellos al sentir unos suaves pasos acercándose a ella. Desde la vereda frente a ella, por el
camino donde había venido, un hombre alto y corpulento, con pantalones de pana y una camisa de franela,
apareció ante su vista, con un tallado bastón de madera que intentaba disimular una leve cojera.
Al verla se detuvo, sorprendido.

—Eh… ¡Hola!

Kerry sonrió por reflejo, sin encontrar nada amenazante en el ancho y abierto rostro con una ligera
sombra de barba.

—Hola.
—Un poco extraño encontrar algo más que troncos por aquí a estas horas, ¿no?—. El hombre caminó
tranquilamente acercándose y ladeó la cabeza, estudiándola. —Y sin ropa…

Kerry se puso en pie.

—Yo… acabo de salir a correr—. Señaló al puente. —¿A dónde lleva?


—Sólo al antiguo molino— respondió el hombre. —No vayas por ese camino… el suelo es muy rocoso y
hay serpientes.
—Ah…—.Kerry miró a su alrededor. —Tienes razón… no sería una buena idea… ah, bueno…—. Rodeó
al hombre y retomó la dirección del camino. —De todas formas es hora de ponerse nuevamente en marcha.

El hombre se movió de repente, bloqueándola.

—Hey, hey… así que… ¿a qué se dedica?—. Sus manos rozaron el bastón. —Una pequeña preciosidad
como tú…

Oh, Dios. Kerry tomó aire y suspiró un instante.

—Soy analista de redes— respondió esbozando una sonrisa forzada. —Pero gracias por su cumplido…
Bien, me tengo que ir—. El bastón salió hacia afuera y la agarró de la parte superior del brazo mientras
sentía cómo su corazón la golpeaba en el pecho. —Señor, no desea realmente hacer eso…
—Bueno… yo sólo quiero hablar… cálmate, muchacha— se rió el hombre. —No es habitual ver a alguien
tan bonita como usted por aquí… y menos medio desnuda—. La acercó más a él.

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Kerry sintió pánico pero justo cuando estaba a punto de gritar pudo escuchar las apaciguadoras
palabras de Dar en lo más profundo de su mente. No pierdas la cabeza. Mantén la calma. Golpea fuerte.
Tomó el bastón con una mano y tiró fuertemente, barrió con una pierna la parte inferior de sus piernas y le
hizo caer al suelo.
El palo llegó libre a sus manos y dio un paso atrás, extendiendo su agarre a lo largo del mismo con
una extraña sensación de familiaridad.
Era extraño. Su cuerpo había cambiado, recuperando el centro de equilibrio, sintiendo las rodillas
desbloqueadas y los hombros preparados y en tensión.

—Como le he dicho, no desea realmente hacer eso…— su voz sonó bajó profundamente —… hijo de puta.

Extrañamente el hombre no parecía molesto. Se echó a reír.

—Creo que te puedes reír de mí… Lo lamento, señorita… Realmente creí que era una broma pensada para
cachondearse de un viejo como yo.

Kerry lo miró con incertidumbre pero se relajó un poco, dio un paso atrás pero mantuvo el bastón
entre ella y el hombre. Su pulgar se deslizó hacia afuera para equilibrar su agarre, notando lo reconfortante
que le hacía sentirlo entre sus manos.

—Ese es un pensamiento realmente repugnante.


—Cierto—. Se puso de rodillas y se levantó sobre sus pies. —Si hubiera sabido que eres una especie de
ninja, habría mantenido unos pensamientos bastante más puros en mi mente—. Levantó las manos. —Lo
siento, señorita.

Poco a poco Kerry dejó caer el bastón y se lo ofreció.

—Bien… siento haberle golpeado tan fuertemente—. Sintió una leve punzada de pesar al liberar el agarre
del bastón, pero la escondió bajo su cautela natural y se centró en mantener las rodillas preparadas en pura
reacción. —¿Está bien?
—Por supuesto—. El hombre se limpió el pantalón y envolvió las manos alrededor del bastón. —Lo siento,
señorita…
—Stuart—. Kerry le ofreció su mano. —Kerry Stuart… ¿Y usted es…?
—Jess Walters—. Le devolvió el apretón con cautela. —¿Es nueva por aquí, Srta. Stuart?—. Señaló al
camino. —No quiero entretenerla.

Kerry comenzó a caminar de nuevo por donde había venido y él se puso a caminar junto a ella,
mientras su cojera apenas le impedía mantener su paso a la par de la joven.

—No… sólo estoy de visita. Mi empresa me ha mandado a aquí unos días.


—Ah—. Jess asintió con la cabeza. —Vivo al otro lado de esa meseta… soy diseñador web.

Kerry le lanzó una mirada sorprendida.

—¿De verdad?
—Sí— asintió él. —Mi último trabajo fue con Tungsten Aerospace… acabé su web la semana pasada.
—Yo trabajo para ILS.

Ahora le tocaba a él sorprenderse.


14
—¿En serio?
—Mm… acaban de comprar Allison Consulting… por eso estoy aquí—. Kerry sintió desvanecerse el
temblor mientras seguían caminando y decidió que Sr. Walters era inofensivo.
—Ah—. El alto y fornido hombre se mordió el labio inferior. —Bueno, ya que fui yo quien la asustó,
déjeme intentar hacer las paces… tenga cuidado con esas personas, señorita Stuart… no son buena gente.

Kerry volvió la cabeza.

—¿De verdad? Parecían buena gente… ¿A qué se refiere?


—No puedo realmente decírselo—. Su mandíbula estaba fuertemente cerrada y su mirada se perdía en la
distancia. —Simplemente tenga cuidado, ¿de acuerdo? Ha sido muy agradable hablar con usted, señorita
Stuart… y disculpe el malentendido— De golpe tomó un giro en el camino y desapareció antes de que
Kerry pudiera responder, desapareciendo entre la maleza a una velocidad sorprendente.

Kerry puso los brazos en jarra y miró el camino durante un momento con profundo desconcierto.

—¿Qué demonios ha sido eso?—. Negó con la cabeza y volvió al trote a su habitación, preguntándose en
qué clase de mundo se estaba introduciendo.

Seguía preguntándoselo después de una ducha de agua caliente para quitarse el sudor del cuerpo,
mientras se mantenía en pie en medio de la habitación, decidiendo qué ponerse.

—Hmm…— Miró las posibles opciones. El personal de Alison llevaban el típico traje de negocios, por lo
que su traje marrón no estaría fuera de lugar, aunque…

Dar tenía una especie de teoría sobre el poder de un pequeño truco…

—Descubre lo que piensan que es importante, dale la vuelta y demuéstrales lo poco importante que es para
ti—. Así que… piensan que la apariencia es importante…

Kerry sonrió y cogió los más viejos y usados vaqueros de su maleta y les añadió una camiseta de
fuerte color, junto con sus botas de montaña.

—Vamos a darles una buena sacudida…

***

El aeropuerto de Houston estaba hasta arriba y Dar tuvo que esquivar un tumulto de gente en
movimiento en su camino hacia los puestos de alquiler de coches. Se las arregló para llegar justo después
de un puñado de trajeados hombres de negocios y tomó su puesto en la fila con una leve irritación. Una
única persona tras el mostrador le hizo preguntarse si era la hora del almuerzo tempranero; entonces se dio
cuenta de las otras dos personas que había en una oficina posterior, trabajando, al parecer, en un problema.
Dar volvió su atención hacia la gente que pasaba, jugando a su juego mental de tratar de adivinar el
trabajo de la persona. Había pillado a tres técnicos, dos contables y una estrella de televisión antes de que
una alta voz atrajera su mirada hacia la mesa.
Uno de los hombres de negocios estaba en el mostrador, discutiendo, golpeando con la mano la
encimera de formica. El empleado de detrás del escritorio simplemente se encogió de hombros, retiró sus

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manos y señaló su reloj. El hombre agarró el maletín y se marchó hacia el servicio de limusinas del
aeropuerto.

—¿Qué pasa?— preguntó Dar a la persona de delante.


—No les quedan coches— gruñó el hombre. —Por lo visto hay varias convenciones a la vez y está todo
vacío, hasta los modelos de alta gama.
—¿Convenciones?— reflexionó Dar.
—Si… Baptistas Sureños o algo así—. El hombre señaló a un grupo de viajeros que se dirigían hacia un
autobús de gran tamaño.

Dar los siguió con la mirada, considerando las opciones. Podría coger un taxi a la oficina, pero
odiaba esos cubículos. Sus ojos se dirigieron al mostrador de las limusinas. Era una posibilidad… pero no
estaba segura de querer enviar ese tipo de mensaje.
Entonces sus ojos se fijaron en un pequeño puesto en la parte de detrás, cerca de la puerta, donde un
joven en ropa y sombrero vaquero estaba sentado evidentemente aburrido.
Alquiler de diversión. Dar revisó las imágenes de furgonetas, motos de nieve, y…
Poco a poco una sonrisa surgió en su rostro.

—Disculpe—. Pasó por en medio de los hombres de la fila y se dirigió hacia el puesto, se apoyó en el
mostrador y esperó a que el vaquero mirara hacia arriba. —Hola.

Sus ojos se agrandaron y se sentó, parpadeando ante ella.

—Um… lo siento, mucho… uh… ¿en qué puedo ayudarla?

Dar señaló.

—Una de éstas, por favor.

Él miró lo que señalaba.

—Uh… sí—. Miró alrededor de su escritorio buscando los papeles. —Lo siento… no son muchos los
clientes que piden algo de este tipo… por lo general preguntan por las furgonetas y yo… Oh, aquí—.
Cogió dos formularios y deslizó uno por encima de la mesa hacia Dar. —¿Podría rellenar esto? Y necesito
su carné de conducir.
—Aha—. Dar cogió su cartera y sacó el carné, entregándoselo mientras cogía un bolígrafo y comenzaba a
escribir. —Tome—. Le ofreció a la vez la tarjeta de crédito.
—Ok… umm… tengo que llamar a preguntar por su carné… ¿Tiene multas pendientes, señorita?
—No—. Dar siguió escribiendo. Hizo caso omiso a la voz baja del hombre mientras llamaba a tráfico,
después se alzó mientras él colgaba el teléfono. —¿Tiene todo lo que necesita?
—Sí, señora—. El hombre garabateó algo en el formulario y luego sacó un juego de llaves de un cajón
cercano a su cadera izquierda. —¿Quiere acompañarme, por favor?

Dar lo siguió a través de la puerta entrando en la fuerte ráfaga de brillante luz del sol. Sacó sus gafas
de sol del bolsillo de su chaqueta y se las colocó, y dio un paso atrás mientras el joven abría una puerta de
un lado de la zona de parking.

—Aquí tiene una muy buena… ¿ha conducido alguna vez una de estas, señora?—. El hombre levantó la
mirada, inclinando el sombrero un poco hacia atrás. —Pueden ser un poco difíciles.
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—He montado una—. Dar sacó el casco del manillar y retiró las llaves de las manos del hombre. —
Gracias—. Se acomodó sobre la motocicleta, aguantando una sonrisa. —Una Harley, ¿eh? Perfecto.
—Yeap…— El hombre dio un paso atrás y saludó. —Que tenga un buen día.
—Oh… lo va a ser—. Se reacomodó y apretó el manillar, ajustando el acelerador y deslizando el casco en
su cabeza. —Sin duda.

***

Kerry era consciente de todos los ojos que la miraban fijamente mientras entraba en las oficinas de
Allison, y devolvió las miradas con agradables sonrisas mientras entraba en la sala de conferencias.
Caminó junto a los sorprendidos ocupantes de la misma y apoyó su maletín en el suelo, lo abrió y sacó un
grueso sobre de papel.

—Muy bien. Éste es el plan.

Sacó varios paquetes y los repartió.

—Tenemos ciertas ideas de lo que su sistema necesita cumplir antes de permitir la conexión a nuestra
intranet… Voy a necesitar las especificaciones de su servidor antes de que acabe el día.
—Eso son un montón de máquinas— objetó Ann fríamente. —Tendríamos que utilizar todos nuestros
recursos para poder hacerlo—. Deslizó el lápiz por sus labios, pensativa. —Ya tenemos a nuestros clientes
llamando, preguntándonos cual será el impacto de la fusión dentro de sus servicios.
—Bueno—. Kerry se inclinó sobre la mesa, mirándola a los ojos. —Una vez su tráfico de datos esté en
nuestra red, duplicarán su rendimiento… Apuesto a que no pueden esperar a que suceda—. Sonrió. —¿No
es genial poder darles buenas noticias?

Se sucedió un incómodo silencio.

—Ann, ese es un detalle menor, simplemente pon a parte del equipo en ello— dijo Sam a regañadientes. —
¿Qué más?

Kerry alzó una hoja de papel.

—Esto no es mas que la parte procesal. Nuestro equipo se pondrá en contacto con su personal de
transición… pero quiero que sepan por delante que todo el mundo estará sujeto a la verificación de
antecedentes y a una investigación.

Un leve murmullo. Ann se acercó a Sam, mientras observaba a la delgada y rubia mujer ordenar sus
papeles.

—Eso podría resultar un problema.

El director gruñó.

—¿Es eso realmente necesario? La mayoría de estas personas ha estado a bordo durante años— se opuso
Charlie. —No me gustaría que se sintieran como delincuentes o algo parecido.

Unos fríos ojos verdes recayeron sobre él.

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—No es nada personal— respondió Kerry, sonriendo sin razón aparente. —De verdad, no lo es. Todo el
mundo debe pasar por esto por todos los contratos gubernamentales que tenemos, ya que tendrán acceso a
nuestra intranet—. Hizo una pausa. —¿Hay algún problema con ello? A veces es mejor saberlo de
antemano.

Se miraron entre ellos.

—Oh, no… no… sin problema—. Charlie hizo un gesto hacia ella con la mano. —Simplemente me estaba
preguntando… me parece una pérdida de dinero, y todos sabemos lo importante que es eso.
—Mm—. Kerry puso el documento bocabajo y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones
vaqueros. —Bien, hemos descubierto que a la larga merece la pena. Una grieta dentro de nuestra seguridad
puede costarnos mucho y muy caro—. Sus dedos rozaron un pequeño y desconocido objeto, arrugó su
frente pero se limitó a cerrar la mano aferrándolo fuertemente. —Está bien… voy a necesitar un informe
actual de sus cuentas y recibos, preferentemente en papel y entonces podremos comenzar.

Sam se puso en pie y se estiró.

—Bien… yo me encargo… ¿Charlie? ¿Quieres coordinar esto conmigo?… No hagamos esperar a la


señorita Stuart—. Los dos hombres salieron cerrando tras ellos la puerta de la sala de conferencias.

Ann se mantuvo en su sitio, recostándose en su silla y deslizando una vez más el lápiz por los labios.

—¿Algo más que pueda hacer?— preguntó, cortésmente.

Kerry tomó el papel.

—Mi jefa tiene algunas preguntas.

La pequeña mujer sonrió.

—¿Se refiere a la infame Dar Roberts?— preguntó. —He oído algunas cosas que hacen honor a su
reputación… de hecho, es una de las cosas que más me intrigan tras oír que nos estaban comprando.
—Sí, sin duda—. Kerry se sentó y cruzó las manos. —Definitivamente hace honor a su reputación… y
hablando de ello, una de sus preguntas se refiere al proceso de licitación… Le resulta bastante…
interesante… que su compañía siempre tuviera una oferta preparada tras la última negativa.

Una mirada vigilante surgió en el rostro de Ann.

—Oh, ¿sí? Bueno… coincidencias… no creo haberme fijado nunca en ello.

Kerry vio la expresión y el lenguaje corporal de la mujer, algo que Dar le había enseñado a hacer. La
tal señorita Ann estaba nerviosa, era evidente, y ocultaba algo.

—Sí… de hecho iba a dar un toque a los representantes de todas esas empresas… solo para comprobar
cómo se llevaron a cabo los acuerdos—. El lápiz comenzó a moverse más rápido y casi podía sentir la
tensión de la mujer aumentar por momentos.
—Bueno, estoy segura de que encontrará que eran simples coincidencias… y unas ofertas muy fuertes— .
Ann se levantó bruscamente. —Perdóneme, necesito ir al baño… ah… hay café abajo, en la entrada, si lo
desea—. Tomó sus papeles y salió rápidamente, dejando casi marca en las baldosas con los tacones.
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—Hmmm…— Kerry sacó una taza de su maletín y una bolsita del té de un bolsillo lateral, se acercó a la
puerta y la atravesó, con la curiosidad completamente despierta.

***

La sede de la empresa era, en una palabra, enorme. Dar se encontró en la carretera de circunvalación
bajo un sol abrasador, pero el viento que le proporcionaba su brillante Harley lo compensaba con creces.
Aceleró, disfrutando ante la sensación de estar abierta a la naturaleza, conduciendo de una forma que jamás
había hecho en Miami.
Tal vez se comprara una motocicleta cuando volviera a casa. Dar alzó una ceja, volviendo el rostro a
un lado para observar una manada de búfalos levantando una nube de polvo y llevándole el olor a lana
caliente hasta ella. Se preguntó si a Kerry le gustaría. Se imaginó a su amante sentada tras ella,
agarrándola, mientras daban una vuelta y una sonrisa surgió en su rostro. Apuesto a que le gustaría.
Las curvas de la carretera le llevaron hasta la entrada y Dar frenó la moto, desacelerando con un
derrape mientras se acercaba a la puerta. El guardia salió como una bala y otro más se le unió mientras
ralentizaba el motor y buscaba su tarjeta de identificación.

—Quieta…—. El hombre levantó una mano como señal de advertencia. Su compañero se colocó a su lado
y apoyó una mano en la enfundada pistola.

Dar casi se echó a reír mientras se desabrochaba el casco y se lo quitaba, agitando el pelo por fin
suelto.

—Toma— dijo entregándole la identificación. —No soy ninguna terrorista.

El hombre dio un paso adelante y le tomó la tarjeta, lanzándole una mirada de sospecha antes de
bajar la mirada hacia ella. Su actitud cambió tan rápidamente, pensó Dar, que la corbata casi se le gira y le
ahoga. Se puso firme y se agachó hacia ella.

—Señora…—. Agitó rápidamente la mano hacia su compañero. —Creo que la están esperando.

Dar le ofreció una completamente abierta y sexy sonrisa.

—Apuesto a que no.

Tomó de nuevo su tarjeta de identificación y esperó mientras se abría la puerta de la entrada,


acelerando con fuerza el motor, ruidosamente, disfrutando. Se detuvo en un punto cercano a la puerta
principal y aparcó, dejando el casco apoyado en el manillar. Subió los cuatro peldaños, pasó junto a una
pequeña cascada, otros seis pasos y a continuación una extraña escultura, otros cuatro pasos y se encontró
frente a las puertas delanteras, completamente acristaladas y tan equilibradas que se abrieron con un leve
toque de las puntas de sus dedos. Entró. Sus botas sonaban fuertemente en el mosaico de mármol y dejó un
susurro de la puerta que se cerró tras ella. El vestíbulo estaba muy tranquilo, con solo una pequeña fuente
en una esquina rompiendo la quietud, y Dar aprovechó un momento para pararse y absorber la sensación.

—No ha cambiado nada—. Sacudió la cabeza con un leve disgusto y se dirigió a los ascensores, situados
tras el imponente escritorio del guardia. —Pedazo de pretencioso…
—¿Le puedo ayudar, señora?— le detuvo la voz del guardia. —¿Está buscando a alguien?

Dar se acercó y se inclinó sobre el mostrador.


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—Si—. Se quitó las gafas de sol y susurró a uno de los auriculares. —Alastair Malean.

Los ojos color avellana la estudiaron, mientras el guardia revisaba la lista de detrás de su escritorio.

—¿La está esperando, señora?—. Su voz recalcó esta última palabra.


—Si—. Dar lanzó su identificación sobre el escritorio.

A regañadientes el hombre la tomó y la apoyó en la mesa, escribiendo algo mientras miraba


nuevamente la tarjeta. Sus manos se pararon, se acercó un poco más y la miró inmediatamente en evidente
shock.
Dar sonrió.

—¿No es lo que esperabas?— le espetó.

Lentamente le devolvió la tarjeta.

—No, señora Roberts, no exactamente—. El tono de voz era ahora respetuoso. —Puede pasar… conoce el
camino, supongo.

La morena mujer sonrió, luego caminó junto a los alineados ascensores de cristal y mármol, uno de
los cuáles descansaba abierto en la planta inferior mostrando todo su esplendor metálico. Dar entró, apretó
el número veintitrés y se apoyó en el costado mientras las puertas se cerraban y el cubículo comenzaba a
elevarse.
Se detuvo en el quince y dos hombres entraron, discutiendo sobre una actualización del Y2K, un
antiguo programa, legado que Dar recordaba haber escrito siete u ocho años atrás. Escuchó, divertida,
mientras discutían, ignorando las miradas que le echaban.

—Si hubieras dejado el código original en su lugar, Dave, hubiera estado bien.
—Diles eso. Intenté decírselo hace dos años, pero no… no… tenían las cabezas demasiado huecas para ir a
preguntarle al programador inicial—. El hombre más bajo movió la cabeza, disgustado. —Pedazo de
imbéciles.
—Bueno…—. El hombre más alto rió entre dientes mientras salían en el piso veinte. —No sé… no estoy
seguro de que tengan los huevos de ir a decirle a Dar Roberts “hemos jodido tu código”.

Las puertas se deslizaron cerrando de nuevo y Dar rió, mirando su reflejo, agitando su oscuro
cabello para ponerlo en orden mientras el ascensor llegaba a su destino y las puertas se abrían.
Estaba, si era posible, más tranquilo que el vestíbulo. Había tabiques insonorizados en todas las
paredes y el suelo estaba cubierto por una alfombra de felpa, ahogando los sonidos. Dar caminó
silenciosamente a través de la entrada iluminada sólo por la luz solar que entraba por los techos
abovedados de cristal, y se encaminó por el gran corredor, cubierto de placas en toda su longitud.
Se podían escuchar los suaves sonidos de trabajo en negocios atravesar las puertas de madera al
pasar e intercambió con un movimiento de cabeza un saludo con dos mujeres que se cruzaron con ella.
Finalmente llegó a la última serie de puertas que alcanzó, extendiendo la mano para agarrar el adornado
mango de bronce, tirando de él mientras las abría.
Dentro había una amplia y luminosa antecámara, más o menos circular, con tres puertas que partían
de la misma. En el centro de la antecámara había una pequeña fuente y a un lado un enorme escritorio de
madera laminada presidía el lugar, con una alta y austera mujer sentada precisamente en el centro,
concentrada por completo en unos papeles.
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—Hola, Beatrice— se vio la quietud rota por la voz de Dar.

Asustada, la mujer levantó la vista.

—Oh yo…—. En ese momento volvió la cabeza por completo. —Bueno, ¡Dios mío, Paladar Roberts!
Hace siglos…— Beatrice se echó a reír y se levantó. —¿Cuánto? ¿Cinco años?
—Como mínimo— admitió Dar, acercándose y cruzando los brazos. —Ya sabes que odio este lugar.

La secretaria de toda la vida de Alastair ladeó la cabeza y sonrió, bajándose las gafas levemente.

—¿Apareces justo cuando te necesita?— preguntó con suavidad. —Mal momento, la verdad… Ankow va
por él.
—Lo sé… por eso me pidió que viniera— respondió Dar. —¿Están todavía reunidos?
—Mm— asintió Beatrice con la perfectamente peinada cabellera gris. —Tiene problemas, Dar… quiere
deshacerse de Alastair—. La mujer mayor junto las manos y suspiró. —¿Le conoces?
—No.
—Bueno, no puedo decir mucho de él. Tiene cuarenta, buena apariencia, deportivo— dijo Beatrice. —Cree
que alguien que pueda recordar la Segunda Guerra Mundial debería irse y ser enterrado directamente… no
tiene mucha paciencia con lo que considera “las viejas costumbres”.
—Si, ¿eh?—. Dar miró la puerta de la sala de conferencias. —Cambiar por cambiar no da nada más que
problemas, Beatrice… ya lo sabes.
—Mm… bueno, está en medio de una campaña para reestructurar la junta y eliminar a Alastair… él cree
que tiene la influencia suficiente para hacerlo. Ya sabes que los resultados del último trimestre no fueron
muy buenos.
—Estamos intentando arreglarlo— respondió Dar en voz baja. —No se pueden vender servicios que no se
tienen.
—Ya lo sé, y tú también lo sabes… tal vez deberías decírselo al señor Ankow—. Los ojos negros de
Beatrice brillaron. —Echó un vistazo a sus dieciséis años de presidencia… y también te quiere fuera a ti—.
Miró a Dar. —Te ves perfecta para un veterano de este tipo, Paladar.

Una mirada irónica cruzó el curtido rostro de Dar.

—Gracias—. Se acercó y puso las manos en los mangos de las aún cerradas puertas. —Hasta ahora.
—Buena suerte— se despidió Beatrice. Dar hizo una pausa, escuchando las voces que se alzaban desde el
interior, y tomó aire, buscando su lado más oscuro y agresivo antes de girar la manilla y tirar de las puertas.

***

Kerry entró en la sala de descanso, doblando el sinuoso camino de mesas con varios empleados que,
en su mayoría, la ignoraron. Se acercó hasta el dispensador de agua caliente y dejó que el humeante líquido
empapara la bolsita de té, mientras intentaba que sus oídos alcanzaran las conversaciones que la rodeaban.

—¿Crees que nos van a echar?


—Nah… no pueden. Sam le tiene en sus manos, dale una oportunidad.
—No lo sé, Rex… esto no es como si un par de empresitas estuvieran en guerra.
—He oído que deshicieron las tres últimas empresas que adquirieron… y tú recibes a cambio una caja con
tus cosas.

21
Kerry puso los ojos en blanco y hundió de nuevo la bolsita del té. No era realmente así, aunque sí
que había tenido que tomar decisiones difíciles en las dos primeras, donde los departamentos reflejaban
que el grupo de negocio estaba en una mala posición.
Había sido una noche de una gran soledad, en aquella desconocida habitación de hotel, en un
pequeño rincón de Carolina del Norte, y había estado sentada durante horas, encerrada en un feroz debate
consigo misma tratando de encontrar de alguna manera la forma de justificar que aquellas personas se
mantuvieran en sus puestos.
Pero no pudo.
A las cuatro de la mañana se dio por vencida y sintiéndose insignificante y tonta llamó a Dar.

—¿Cómo puedo tomar una decisión como ésta?— le preguntó a su pareja.


—No lo hagas— le respondió Dar, por lo visto, completamente despierta. —Yo lo haré.

Había sido tan tentador, suspiró Kerry. Estaba tan agotada y reventada emocionalmente que todos
sus instintos le estaban rogando que cediera y dejara que Dar aliviara ese terrible peso que sentía sobre sus
hombros.
Pero ella le dijo que no lo hiciera. Se había recogido en sí misma, durmió un par de horas y entró en
el lugar a la mañana siguiente para ofrecerles unas opciones limitadas.

—Bueno— le dijo el director de la compañía. —Pensamos que estábamos todos despedidos… es una
buena noticia—. Y él le sonrió, añadiendo —gracias, Srta. Stuart, de verdad que ha sido un verdadero
placer trabajar con usted.

Kerry puso un poco de azúcar en la taza y la removió.

—Sí, bueno, más vale que se ocupen de nosotros… o les diré algo al respecto—. Un alto y joven hombre
situado en la esquina habló irritado. —Tenemos que aferrarnos a lo que tenemos.
—Mejor te callas, Alvin— respondió una mujer. —O acabarás como María—. Un extraño silencio surgió y
Kerry sintió de repente una punzante sensación clavada en su espalda. Dio la vuelta con naturalidad,
encontrándose a todo el mundo mirándola. Tomó un sorbo de té.
—No he traído ninguna caja conmigo, así que podéis relajaros.

Eso hizo que el ambiente se refrescara al menos diez grados en tensión.

—¿Eres de la empresa nueva?— se murmuró la pregunta desde el fondo de la sala.

Kerry asintió con la cabeza.

—Sí—. Bebió un nuevo sorbo, sintiendo cómo las olas de hostilidad contra ella iban relajándose. —De
verdad que no va a ser tan malo.
—No desde nuestra perspectiva— replicó la mujer que había hablado anteriormente.
—Bueno… estuve en vuestra situación hace unos meses— respondió Kerry tajantemente. —Así que nunca
se sabe… soy el ejemplo—. Se encaminó hacia la puerta y el pasillo, pero no lo suficientemente rápido
como para escapar del comentario que flotó tras ella.
—Sí… y adivina con quién se acuesta.

Kerry suspiró.

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—Y encima no puedo ni siquiera enfadarme por eso— comentó en medio del vacío pasillo. —Odio tener
que soportar a veces estos clichés.

Se dirigió de nuevo hacia la sala de conferencias y se detuvo al encontrar la alta figura de Sam
esperándola.

—Oh… acepté ese café— dijo ella levantando la taza mientras rodeaba la mesa hacia el lado opuesto de la
misma.
—Genial— respondió él con una sonrisa amistosa. —Estamos con los informes que nos ha solicitado…
pero nos llevará un par de horas… Escuche, ¿acepta un almuerzo tempranero? Hay un buen lugar cerca de
aquí al que solemos ir.

Una débil y suave alarma sonó en la mente de Kerry.

—De acuerdo—. Sacó su teléfono móvil. —Déjeme que haga una llamada a la oficina—. Marcó el número
y esperó. —Hola, María.
—¡Kerrisita!—. La cálida voz de María llegó hasta ella a través de la línea. —Me alegro de oírte.
—Gracias— dijo mecánicamente Kerry. —Escucha, ¿ha llamado la jefa?
—No… está en una reunión en Texas— le dijo María. —Beatrice me ha dicho que no tiene buena pinta.
—Mm— suspiró Kerry. —Tenía miedo de que… bueno… las cosas van por el buen camino por aquí, pero
me voy a ir a comer, así que si alguien me busca, que usen mi busca o el móvil.

Hubo un leve silencio, hasta que María se aclaró la garganta.

—Sí, lo haré, Kerrisita.


—No creo que sea más de una hora o dos.
—Sí.
—Gracias, María—. Kerry colgó y volvió a colgar el móvil en su cinturón. —Muy bien. Vamos—. Echó
un vistazo al alto contable y encontró sus interesantes ojos color avellana fijos en ella. Tenía un rostro bien
proporcionado y una nariz recta y fina, con unos labios bien formados. Un rostro no tan malo que ver al
otro lado de la mesa del almuerzo en cualquier caso, decidió.
—Por aquí—. Sam señaló la puerta y la acompañó, charlando levemente mientras salían del edificio hasta
guiarla a un Sedan aparcado al lado. —Así que… ¿ha estado antes en Vermont, señorita Stuart?

Kerry se acomodó en el asiento del copiloto y ató el cinturón de seguridad alrededor de su cuerpo.

—No… soy de Michigan y he pasado un tiempo en el noroeste.


—¿En serio?—. Sam se situó tras el volante y arrancó el coche, cerrando las puertas mientras salía del
aparcamiento. —Michigan… mm… tengo un amigo que fue a la universidad de allí arriba… aunque creo
que no he estado nunca. Soy de Oregón, pero me trasladé a aquí cuando apenas era un niño.
—¿Y te gusta esto?—. Kerry miró a través de la ventanilla a los hermosos y majestuosos árboles. —Es un
estado bonito… Debe ser agradable cuando cambian las estaciones.
—Es magnífico— le dijo Sam con una sonrisa simple. —¿Lo echas de menos en Florida?
—A veces.

Kerry observó los cruces de la carretera, marcando las calles hasta que el coche giró en una entrada,
continuando su camino sobre la crujiente grava a través de unos setos pulcramente recortados que se
anteponían a una pequeña posada. Se quitó el cinturón, esperó a que desbloqueara las puertas y salió del
coche.
23
Estaba segura de que habría algo más que almuerzo en esta situación, y sentía los ojos de Sam
examinándola mientras caminaban hacia el restaurante. Y se encontró a sí misma preguntándose que era
exactamente ese “algo más”.

***

—Esto no es un debate, Alastair—. El hombre alto y moreno se recostó en su silla y alzó los brazos. —No
puedes discutir con los números, y ellos son lo que los accionistas ven.

Alastair cruzó las manos sobre la mesa y mantuvo una paciente sonrisa en su rostro.

—Entonces, David… has visto los planes del próximo trimestre… Estoy de acuerdo en que el último no ha
ido tan bien como nos gustaría, pero las predicciones de final de año son excelentes.
—Cierto— confirmó Stuart Kissington, director financiero. Su profunda y baja voz surgió como contraste
a los pulidos tonos de Alastair. Kissington llevaba en la junta directiva tantos años como Alastair y era un
fuerte baluarte, situado a la izquierda del presidente, un hombre corpulento, barbudo, con pelo y barba
canosos. —Fue una condenada mala suerte que tuviéramos que aceptar ese cargo en el último trimestre,
pero no se pudo evitar.
—No son cifras suficientemente buenas— negó Anknow con la cabeza. —Señores, estamos llegando al
siglo XXI… y francamente, esta compañía no está preparada—. Se levantó y empezó a pasearse, una mala
costumbre suya. —Nuestros accionistas esperan que seamos una compañía de vanguardia, no sólo
tecnológicamente. ¡Tenemos que estar dispuestos a proporcionar todos los servicios que necesiten nuestros
clientes durante el próximo siglo!—. Se volvió y abrió los brazos. —No podemos quedarnos enclavados en
el pasado… y creo que es donde estamos precisamente ahora mismo. No veo ninguna señal de que esta
compañía lleve a cabo ese necesario cambio.

Alastair apoyó la barbilla en una mano.

—David, no entiendo porqué entonces está tan en contra del nuevo sistema. Es toda la tecnología que tú
has manej… quiero decir, me refiero a los últimos cinco minutos.

Contó con los dedos.

—Demasiado caro. Todavía es un prototipo en diseño… no puedo imaginar una sola razón por la que esta
compañía debería invertir esas cantidades por un montón de alambres y cables que no nos van a relanzar en
el mercado.
—Yo sí puedo.

La voz de David había silenciado el sonido de la apertura de las puertas y en ese instante, un suave y
vibrante acento hizo caso omiso del discurso y se hizo eco en la sala de conferencias.
Anknow se volvió, asustado, para ver a la alta, morena y joven mujer vestida con unos pantalones
vaqueros y una camisa púrpura, junto al quicio de la puerta, con las gafas de sol apoyadas en la nariz y las
manos firmemente plantadas en sus caderas.
Alzó una mano y mostró un delgado y largo dedo.

—Será una tecnología completamente de fibra. Está ya tecnificada. Se triplica el ancho de banda que
disponen los usuarios—. La alta figura se acercó a él. —El único problema que tiene nuestra empresa es la
falta de infraestructura. No puedes vender lo que no tienes. Y sí usted, señor Anknow, no puede ver eso…

24
Dar se quitó las gafas y le lanzó una fría mirada con sus azules ojos.

—…cómprese unas gafas—. Ella mantuvo su postura firmemente mientras la miraba aún en estado de
shock. Se volvió y se acercó a la mesa de conferencias, cogiendo una silla y tras apoyar la chaqueta de
cuero, se dejó caer en ella. Tiró sus gafas sobre la pulida superficie de madera y miró a lo largo de la
misma. —Hola, Alastair.

Su jefe le sonrió.

—Hola, Dar… qué agradable verte—. Se volvió con una sonrisa angelical hacia el ahora furioso David
Anknow. —¿David? Creo que no conoces a Dar, ¿verdad? Lo siento… Ésta es Dar Roberts, nuestra CIO.

Dar giró su rostro y miró en torno a su objetivo.

—Hola.

Alastair se aclaró la garganta y se levantó.

—Bueno, ahora que ya estamos todos… David, ¿por qué no te sientas? Creo que Dar está dispuesta a
darnos una pequeña charla informativa sobre la nueva red.

Anknow luchó visiblemente contra la ira que sentía, dejando que una sonrisa apareciera en su rostro.

—Con mucho gusto—. Tomó asiento frente a Dar. —Adelante… tengo unas cuantas preguntas.

***

—Espero que te guste la comida tipo costillas, señorita Stuart, es la especialidad— señaló Sam abriendo la
carta. —No somos muy buenos en ensaladas.

Kerry revisó las opciones y sonrió irónica, pensando que Dar estaría allí en sus salsa.

—No te preocupes— contestó cortésmente, decidió los platos y dejo la carta cerrada sobre la mesa.
Aunque, pensó para sí mientras Sam terminaba de examinar la carta, Dar había mejorado bastante en eso, y
ella tenía bastante que ver en cómo su pareja llevaba una dieta más saludable.

Por supuesto, durante esas dos últimas semanas seguramente habría sobrevivido a base de
hamburguesas con queso y patatas fritas… Kerry suspiró y cruzó los brazos, mirando a su alrededor. El
restaurante era acogedor, con apenas dos docenas de mesas y una decoración interior de madera con
detalles de tela. Aproximadamente la mitad de las mesas estaban ocupadas a pesar de lo temprano de la
hora, lo que al menos auguraba una buena calidad en la cocina.
Se acercó una camarera, cogiendo un lapicero de detrás de su oreja. Era una mujer mayor, de cara
alegre y cuerpo robusto.

—Hola, Sam… ¿cómo va el día?

El contable la miró y sonrió.

—Hola, Sadie… va bien, gracias. ¿Qué tal tu marido?


25
—Gruñendo, como siempre— rió la mujer. —¿Quieres lo de siempre?
—Si, perfecto… y una taza de café—. Sam miró al otro lado de la mesa. —¿Señorita Stuart?

La camarera parpadeó y volvió su cabeza.

—Lo siento, cariño… estabas tan en silencio… ¿Qué puedo traerte?—. Hizo una pausa, evaluándola. —
Tenemos pescado fresco en el plato especial.
—No… tomaré el cocido de carne, gracias— respondió Kerry suavemente.

La camarera la miró sorprendida.

—De acuerdo… lleva puré de patatas de acompañamiento… pero podemos ponerle unas verduras cocidas
si lo desea.
—No… con patatas es perfecto— confirmó la rubia mujer. —Y un batido de chocolate, por favor.

El lapicero se paró un segundo antes de continuar.

—Inmediatamente—. Sadie tomó ambas cartas y se retiró después de mirar largamente a Kerry.

Sorpréndelos continuamente. Es lo que le había dicho Dar. Averigua lo que esperan que hagas y haz
otra cosa. No les dejes acomodarse pensando que te conocen.

—Así que—, Kerry se apoyó en su silla y miró a su acompañante —¿de qué quiere hablar, señor
Gershwin?

El hombre de pelo oscuro la miró abiertamente desconcertado durante un rato. Finalmente se apoyó
en los codos y entrelazó los dedos mientras estudiaba su rostro.

—Me sorprende, señorita Stuart. Debo admitirlo—. Una leve sonrisa apareció un momento en su rostro. —
No estoy seguro de qué pensar sobre usted.

Kerry esperó.

—Ann me dijo que estaban interesados en nuestros métodos de oferta— arrastró levemente las palabras
Sam. —Ella cree que desea más información.

Hmm. Lo agujeros de la nariz de Kerry se movieron levemente, intuyendo problemas. Pensó


cuidadosamente su respuesta.

—Al revisarlos… simplemente nosotras pensamos que sería interesante saber cómo ganaron la licitación
en el último momento— comentó con naturalidad. —Después de no haber sido un competidor a tener en
cuenta en las sesiones preliminares.
—¿Nosotras?
—Mi jefa y yo, sí.
—Ah—. Sam apretó los dedos sobre sus labios. —Ella debe ser la Sra. Roberts, ¿cierto?

Kerry asintió con la cabeza.

—Sí.
26
—No pensé que Dar Roberts discutiera nuestro éxito… realmente no con las sutiles tácticas que utiliza
para llegar hasta aquí—. Sam inclinó la cabeza. —No con su reputación.
—Yo no he dicho que lo discutiera— respondió Kerry suavemente. —Sólo que está interesada… tiene
curiosidad. Dar es así… le gusta saber cuál es la verdadera historia—. Una pausa. —Así que ¿me contará
la verdad, Mr. Gershwin? Porque antes o después la encontrará.

La camarera se acercó, rompiendo la tensión y repartiendo los platos. Los dos se mantuvieron en
silencio durante unos minutos y Kerry aprovechó la oportunidad para concentrarse en comer, encontrando
realmente delicioso el potaje.

—Está realmente buena— comentó, apoyando el tenedor y tomando un sorbo del batido.
—Me alegro de que le guste— replicó Sam. —Y en cuanto a nuestras estrategias de ventas… bueno, me
temo que su jefa va a quedar decepcionada. Se reduce simplemente a,… digamos, conocer a su cliente, por
así decirlo—. Sonrió a Kerry. —Y somos cercanos… diré que eso es una clara ventaja.
—¿En serio?— digirió la información Kerry. —Bueno, eso es genial… estará encantada de oírlo—. Movió
los verdes ojos y lo sorprendió mirándola. —Esperamos que continúen su racha… Este es un nuevo
mercado para nosotros.

El hombre se acomodó en la silla y entrelazó las manos sobre el estómago.

—Apuesto a que sí—. Cogió la taza de café y bebió un sorbo. —Hemos dedicado mucho esfuerzo a crear
un buen equipo, es parte de nuestro éxito. Y llegar y deshacerlo… Bueno, no puedo garantizar nada.

Ah. Ahí está el motivo, confirmó Kerry.

—Estamos tomando el control, Sr. Gershwin… No veo ninguna razón para hacer grandes cambios— dijo
con un tono tranquilizador. —No forma parte del plan actual.

Él comenzó a contestar, pero se vio interrumpido ante el sonido del móvil de Kerry.

—Siempre conectada, ¿eh?

Kerry desabrochó la funda y cogió el teléfono.

—¿Sí?
—Hola.

Le costó no sonreír.

—¿Qué tal van las cosas?


—Estamos en un descanso, no pinta muy bonito—. La voz de Dar sonaba algo ronca. —¿Y tú?
—Igual— respondió Kerry.
—¿Estás bien? María me ha dicho que sonabas enfadada—. La preocupación se le hizo casi palpable a
través del teléfono, dándole una sensación de calor interno.
—Sí… estoy clarificando parte de la situación de aquí… Debería tener algo que darte esta tarde.
—Les tienes justo en frente, ¿eh?
—Sí, señora.

Una suave risa atravesó la conexión.


27
—Muy bien. Llámame más tarde.
—Lo haré— prometió Kerry. Cortó la conexión. Dobló el teléfono y lo guardó en su cinturón. —Lo
siento— se dirigió a Sam. —¿Qué estaba diciendo?
—Le decía que me alegra oírle decir eso— replicó Sam, con una inquisitiva sonrisa en sus labios. —
Aunque parte de nuestro equipo considera su necesidad de… “asegurarse”… demasiado intrusista—. Hizo
una pausa. —Casi… comunista—. Mordió una patata. —Están muy enfadados.

Kerry consideró esas palabras.

—Lo siento si es así— dijo con sinceridad. —Si te sirve de consuelo, todo el mundo pasa por ello—. Se
encogió de hombros. —Yo lo hice… Simplemente odian las malas sorpresas.
—Mm—. Una pausa. —Supongo que todo se reduce a la parte privada… todo el mundo tiene algunas
cosas que les gusta mantener en secreto, ¿no está de acuerdo?

Kerry sintió un escalofrío.

—Nunca he pensado en ello.

El hombre sonrió.

—Vamos, Srta. Stuart… ¿Me está diciendo que no tiene en su vida nada escondido tras unas puertas
cerradas?

Una pequeña sonrisa irónica surgió en los labios de Kerry.

—Sr. Gershwin, le sorprendería lo libro abierto que es mi vida.

La miró fijamente y sonrió.

—Tal vez lo haga.

Kerry sorbió de su batido sin saber qué responder exactamente.

***

Dar tomó un trago de agua, saboreándola en la boca antes de tragarla. Le dolía la garganta de hablar,
y lo que realmente le apetecía era simplemente buscar un lugar tranquilo con un té caliente.
Beatrice levantó la mirada de su ordenador y miró a Dar con simpatía.

—¿Día duro?
—Ya sabes— suspiró la morena mujer. —Debo haber explicado el concepto del sistema de uniones una
docena de veces como poco. Dios… tiene la comprensión de un caracol del Mar Muerto.

Beatrice soltó una risita, tapándose la boca.

—¿Sabes, Paladar?… Podríamos acostumbrarnos a tenerte por aquí… Ya no recordaba lo divertida que
eres cuando te pones a ello.

28
—No, gracias— negó Dar con la cabeza. —No si esto es una muestra de cómo sería… ha tenido a Alastair
una hora aguantando sus quejas, ¿cómo lo aguanta?
—Ese es su trabajo—. La vieja mujer se volvió y se apoyó en los codos, mirando hacia Dar pensativa. —Y
sabe que cuenta con alguien que hace que todo se cumpla… lo que hace que lo suyo sea un poco más fácil
de llevar—. Se puso seria. —No creo que te des cuenta de lo mucho que depende de ti, Dar… cuando
renunciaste pensé que se volvía loco… Entré en su oficina y estaba casi llorando.

Dar parpadeó sorprendida.

—Lo hago porque me paga por hacerlo, Beatrice.

Una puerta se cerró y David Ankow se alejó rápidamente evitando siquiera cruzar una mirada. Salió
de la recepción y cerró también de golpe esa puerta, sobresaltando levemente a Dar. Volvió su rostro y
lanzó una inquisitiva mirada a Beatriz. La secretaria negó con la cabeza.

—Bueno— dijo Alastair mientras salía de su oficina y se aflojaba levemente la corbata. —Me alegro de
que se haya largado.

Dar le miró.

—¿Cómo lo hacemos?

El director general suspiró.

—No está contento. No está contento conmigo, ni con la junta, ni con la empresa… y señor, ooohhh,
señor… no está nada contento contigo.

Dar se encogió de hombros.

—Afortunadamente, de hecho, le has dejado medio muerto con tu lógica y todo un conjunto de
estadísticas, por cierto. Impresionante. Ha tenido que retractarse.

Dar sonrió.

—Al menos por ahora—. Alastair sacudió la cabeza. —Volverá, no ha terminado—. Alzó la mano. —
Entra conmigo, Dar… vamos a charlar un poco. Sé que tienes que ponerte en marcha.

Dar se puso en pie, lamentando tener que levantarse del cómodo sofá, y siguió a su jefe a su oficina,
cerrando la puerta tras ellos. Todo estaba tranquilo y Dar miró a su alrededor mientras cruzaba la suave
alfombra, recordando la última vez que había estado allí.

—No ha cambiado.

Alastair rodeó su escritorio de caoba fina y se sentó, dejando caer las manos sobre sus rodillas.

—No mucho, no—. Miró a su CIO mientras paseaba por la habitación antes de dejarse caer en uno de sus
sillones de visita y mirarle con unos intensos ojos azules. —Te ves bien, Dar… ¿Has perdido peso?
—Un par de kilos— respondió Dar encogiéndose de hombros. —He estado trabajando un poco más… he
andado bastante ocupada.
29
Alastair asintió.

—¿Cómo está Kerrison?

El rostro se relajó levemente en una sonrisa.

—Está bien… de hecho está en Vermont, en la consolidación de Allison Consulting—. Calló, tomando sus
gafas de sol. —Ese imbécil va a ser todo un problema, ¿verdad?
—Yeap—. Su jefe frunció los labios. —Si consigue los apoyos suficientes puede forzar una votación de los
accionistas y anular la inicial… pero eso ya lo sabes.
—Sí.

Alastair suspiró, sintiéndose un poco incómodo.

—Dar… el nuevo sistema está a punto… ¿verdad?

Dar asintió.

—Los primeros componentes estarán online la semana que viene.

El hombre suspiró.

—Pasarán seis meses hasta que veamos los resultados. Van a ser seis meses muy largos y muy duros—.
Alastair se acomodó en su sillón de cuero y cruzó una pierna sobre la otra. —Especialmente teniendo en
cuenta que la reunión con los accionistas es el mes que viene.
—Sí.
—Dar—. Alastair se miró las manos. —Va a buscar cualquier resquicio de munición que pueda conseguir,
es de los que se lo toman por lo personal.

Dar se quedó muy quieta.

—¿Qué quieres decir?

Su jefe la miró inquieto.

—Quiero decir que él va a ir a por cualquier cosa que pueda dejarnos mal y…— suspiró levantando
finalmente la mirada. —No va a ignorar lo que yo ignoro—. Dar respiró tranquila.
—Oh.
—Es algo que se sabe, Dar—. Alastair carraspeó, aclarándose la garganta. —Aquí no tanto, pero desde
luego sí en Miami.

Ese era un golpe duro. De alguna manera Dar se las había arreglado para olvidarse de cuán fuera de
los límites era su relación con Kerry. De hecho había roto las reglas de la compañía al salir con su
ayudante; ahora incluso vivían juntas…

—Sí… no llevamos nuestra vida personal a la oficina, pero… —Dar suspiró. —No es ningún secreto, no.

30
—Y es en CAS— respondió Alastair con simpleza. —Les sorprendió descubrir que dos empleadas
relacionadas de manera directa en el trabajo tuvieran la misma dirección de correos—. Hizo una pausa. —
Yo lo obvié.

Ambos se mantuvieron en silencio un largo rato. Dar finalmente levantó la cabeza y lo miró a los
ojos.

—¿Quieres que renuncie ante la junta?— le preguntó en voz baja. —Porque si tengo que elegir entre la
empresa y Kerry, no tienes ninguna oportunidad.

Alastair apoyó el rostro en sus manos y la miró cariñosamente.

—Si te piensas que soy tan estúpido como para no saberlo, me ofendes—. Y exhaló. —No… sólo quiero
que seas consciente de lo que puede pasar. Y avísale a Kerry. Puede que sea desagradable—. Tamborileó
con los dedos en su mejilla. —Tengo la obligación de hacer lo mejor para la compañía, y perder a dos de
mis mejores empleadas va en contra de ello.

Dar asintió, triste.

—Muy bien—. Hizo una pausa. —¿Eso significa que me toca esperar a ver cómo me pone la soga al
cuello?

Alastair asintió.

—Ha mencionado esta noche que está planeando un viaje al Golfo… probablemente la semana que
viene—. Hizo una mueca. —Tal vez no se entere, Dar… no es probable que se dedique a pasar el rato
buscando rumores en la sala de descanso, y vosotras dos debéis ser noticia relativamente antigua ya.
—Es verdad— reconoció Dar. —Y no es que nosotras… um…
—¿Lo hagáis en el despacho?— sonrío finalmente el director general mirando a su normalmente fría CIO
mientras adquiría un profundo color carmesí. —Dios mío… ¿Dar Roberts ruborizándose? ¿Dónde está mi
maldita cámara digital?— rió con una alegría natural.

Dar se frotó la cara y trató de volver a tomar el control de su rebelde cuerpo.

—Me alegra que te resulte divertido— murmuró, levantándose y poniéndose la chaqueta. —Tengo que
irme.

Alastair terminó de reír.

—Muy bien. Buen vuelo, Dar… y gracias—. Se puso en pie y le tendió la mano. —Hoy has marcado la
diferencia.
—Encantada de poder ayudarte—. Dar había retomado el control. —Nos vemos.
—Nos vemos, Dar—. Alastair levantó una mano hacia ella. —Buena suerte.

Sí. Dar se colocó las gafas de sol mientras se dirigía de nuevo hacia la recepción.

—Encantada de verte, Beatrice.


—Lo mismo te digo, Dar…—. La secretaria le sonrió. —Buen vuelo—. Dar cerró la puerta tras de sí y se
encaminó hacia el ascensor.
31
***

Kerry abrió la puerta de su habitación y entró, dejando que se cerrara tras de sí. Dejó su pequeño
maletín sobre el escritorio y se sentó en la silla del mismo, dejando caer la cabeza entre sus manos con un
leve gemido.
Menudo lío.
Se frotó sus cansados ojos. Ese es el problema cuando sospechas que algo sucede… comienzas a
buscar. Y cuando comienzas a buscar, generalmente, se encuentra no necesariamente lo que estás
buscando, pero sí cosas fuera de su lugar.
Le habían dado los informes, y había cogido las copias guardándolas en el disco duro de 12 gigas de
su portátil. Y entonces se había puesto a revisar las versiones impresas y para su entrenada mente para la
estadística, los números habían empezado a saltar, haciendo que profundizara más y más en aquellas
aparentemente dóciles impresiones en blanco y negro.
Preguntas. Muchas. Y las respuestas eran poco más que evasivas y vagas. Sin embargo, habían
superado la debida diligencia. Kerry sacudió su cabeza. ¿Cómo? Algo no estaba correctamente y no había
tenido tiempo, realmente, para analizarlo. Serían los auditores de Duk, que recibirían sus informes al día
siguiente, junto con su informe preliminar, ellos eran quienes se lanzarían a la búsqueda.
Se preguntaba si el personal de Allison´s sospechaba algo… había tratado de mostrarse evasiva, pero
el hecho de que ella hubiera estado por allí hasta las nueve de la noche les tendría que haber echo olerse
alguna cosa. El ambiente había ido poniéndose más hostil a lo largo del día, y Kerry se había encontrado
obligando a su cuerpo a no posicionarse a la defensiva mientras lanzaba una nueva pregunta sobre la mesa.
Se había puesto algo nerviosa y había tenido problemas para ver las luces que tenía tras de sí
mientras se dirigía al hotel, medio convencida de que la estaban siguiendo. Ese es el tipo de paranoia, se
dio cuenta, que le podía hacer perder la cabeza bastante rápidamente.
Hasta ahora. Kerry miró la ventana interrogante, consciente del silencio que había alrededor de la
estancia y lo oscuro que estaba afuera, y el hecho de que el hotel estuviera aislado en medio de bosques
todo alrededor.
Sus latidos del corazón aceleraron un poco. ¿Eso son pasos? Se concentró, y un suave crujir de botas
sobre la grava llegó a ella. El sonido se acercó lentamente, se detuvo, mientras Kerry abría los ojos y se
ponía en pie.
Un suave golpe en la puerta y su pulso se disparó, sintiendo cómo un escalofrío le recorría de arriba
abajo la columna. Se quedó mirando la puerta, medio presa del pánico, quedándose por un momento en
blanco sin saber qué hacer.
Un nuevo golpecito, un poco más fuerte, y exhaló, volviendo en sí.

—Muy bien. Relájate, con calma, y responde—. Se acercó con pasos inestables y puso la mano en la
manilla de la puerta, respirando profundamente. —¿Sí?
—Hola.

Kerry se quedó mirando la puerta completamente en shock, girando a continuación el pomo y


tirando de la puerta hacia ella tan rápidamente que casi se golpea a sí misma. Un incoherente sonido surgió
de su garganta mientras sus ojos confirmaban lo que sus oídos habían escuchado, y se sumergieron en la
alta y morena mujer que estaba apoyada con tranquilidad en la puerta.

—Urk.

Dar levantó una ceja.

32
—Interesante reacción. ¿Puedo entrar?

Kerry se acercó, tomó las manos de Dar y tiró de ella hacia dentro de la habitación, casi sin esperar a
que la puerta se cerrara antes de lanzarse hacia su pareja, sintiendo los agradables y largos brazos alrededor
de su cuerpo. Se sintió de pronto tan bien que casi rompe a llorar.
Dar se apoyó contra la pared, temiendo que sus rodillas fallaran mientras abrazaba a Kerry,
saboreando el escalofrío de pura alegría que viajaba a través de su cuerpo ante la poderosa emoción del
reencuentro.
Era todo lo que hubiera deseado. Dar dejó escapar una lenta exhalación y apoyó la mejilla contra el
suave pelo de Kerry, oliéndolo, sintiéndose como una esponja que está siendo absorbida por un gran
estanque.
Kerry enterró su rostro en el hombro de Dar y gimió suavemente de felicidad, sin casi creer lo que
sus sentidos le decían. Pero era el robusto cuerpo de su amante el que la sujetaba y podía escuchar el latido
del corazón de Dar en su oído con un rápido ritmo que fue ralentizándose poco a poco mientras le
acariciaba la espalda suavemente de arriba abajo.
Finalmente volvió el rostro hacia un lado deleitándose al ver el perfil angular de su pareja levemente
por encima de ella.

—Wow.

Dar sonrió de inmediato.

—¿Wow?

Kerry suspiró acariciándola.

—Wow… como wow… esta es una de las mejores sorpresas que me han dado nunca—. Se apretó contra el
pecho de Dar. —Wow, como en wow, no tienes ni idea de cómo me alegro de verte… y wow, como
wow… acabas de conseguir que un día horrible se haya convertido en uno perfecto.

Dar se sonrojó.

—Hmm.

Kerry rompió a reír de alegría.

—Oh, Dios mío… es tan increíblemente genial verte, Dar.

Los azules ojos brillaban de alegría.

—Lo mismo digo—. La alta mujer abrazó un poco más a la más pequeña. —Estaba en el aeropuerto de
Houston y la puerta de mi vuelo de regreso a Miami estaba justo al lado de la del vuelo que venía hacia
aquí… Creo que simplemente entré por la equivocada.
—Umm… más bien por la correcta— murmuró Kerry contenta. —Estaba a punto de llamarte… se me ha
caído el cielo encima hoy.
—¿Sí?— le preguntó Dar, sorprendida. —Pensé que iba a ser sencillo…— Impulsivamente alzó a Kerry,
quien chilló levemente asustada, y luego dejó caer ambos cuerpos en la cama. —Eso está bien… ya somos
dos.

33
Kerry se estiró perezosamente sobre su cuerpo, apoyando la barbilla en el cuello de Dar.

—De algún modo, se me haría muy difícil ahora mismo encontrar uno de esos mapaches que te comenté…

Hmm. Dar había tenido la misma idea mientras la pesadez del mal día se evaporaba rápidamente.

—Ya me enseñarás uno mañana… He reservado la vuelta en el mismo vuelo que tú.
—Impresionante— rió Kerry entre dientes. —Todo el mundo quiere conocer a mi jefa… vente sólo para
demostrarles que hay que tener cuidado a la hora de pedir algo en tu vida, ¿eh?—. Por un momento se
imaginó con un culpable disfrute entrar en Allison´s Consulting con la última persona que esperaban ver.
—Eh… —miró a Dar. —¿Has traído equipaje o simplemente…
—Simplemente— sonrió Dar. —Así que tengo que lavar lo que llevo y volvérmelo a poner… supongo que
tendré que arreglármelas así esta noche— y ambas sonrieron.

Kerry desabrochó un botón de sus pantalones.

—¿Has tenido que ir a la sede principal?


—Sí… me levanté tarde ayer, y no tuve tiempo para nada más… me imaginaba que Alastair me querría
más allí que en otro lado.
—¿Y tenías razón?
—Oh sí… nos las hemos arreglado para conseguir que ese cabeza de alfiler echara marcha atrás, pero se va
a poner feo—. Dar suspiró. —Va a hacer un tour por Miami—. Vaciló mientras acariciaba con los dedos el
pálido cabello de Kerry. —Alastair me ha advertido que le gusta buscar las cuestiones personales—. Dudó
un momento, preocupada por la reacción de su pareja.

Una ceja rubia se levantó.

—Mi rendimiento en el trabajo habla por sí solo— respondió Kerry orgullosa. —Y en cuanto a todo lo
demás, me puede besar el culo.

Dar sonrió.

—Esa es mi chica—. Se incorporó levemente, acercándose a su oído. —Y si piensa en acercar levemente


su pie a tu trasero, le corto los huevos—. Hizo una pausa. —¿Entendido?

Kerry aguantó un momento antes de romper a reír irremediablemente. Dar se unió, dejándose caer.

—¿Alastair está realmente preocupado?

Dar asintió con el rostro.

—Sí… pero he tenido tiempo para pensar en ello durante el vuelo. A menos que pueda demostrar que
nuestra relación está afectando a la empresa de forma negativa, no puede hacer nada—. Una pausa. —
Legalmente es así. Pero lo puede hacer público.
—Todo el mundo lo sabe de todas formas, Dar… Nos llegan invitaciones para ambas continuamente— le
recordó Kerry con una sonrisa. —Y estar públicamente unida a ti no me molesta—. Calló un momento. —
He tenido mucho tiempo para pensar en ello las últimas dos semanas.

34
Dar estudió por unos segundos el semblante de su amante y una sensación de alivio la inundó por
dentro.

—Supongo que tendremos que ver cómo va entonces—. Dibujo la línea de la mandíbula de Kerry con la
yema de sus dedos. —Le dije a Alastair que si tuviera que elegir, no habría mucho que pensar.
—Ya lo sabe— respondió suavemente Kerry. —No es tonto.

Dar se rió.

—Es curioso, eso es exactamente lo que él dijo—. Alzó su cuerpo y se inclinó, buscando a una Kerry que
la esperaba. Tocó sus labios y sintió un estremecimiento que le barría todo el cuerpo. Sus dedos
comenzaron a explorarla, hasta que Kerry la paró y le tocó la cabeza levemente. —¿Mm?
—Tenemos que hacernos cargo de tu ropa… porque evidentemente no puedo prestarte la mía.

Mansamente Dar se tiró en la cama y tiró de Kerry hacia sí. La mujer más pequeña se desabrochó
inmediatamente primero su cinturón y justo después deslizó los dedos por la cintura de Dar
desabrochándole el suyo.
Dar le correspondió liberando a Kerry de su camisa, soltando los botones, incapaz de evitar que sus
manos se deslizaran bajo la tela y comenzaran a explorar el familiar cuerpo acercándola ligeramente hacia
el suyo.
El ambiente fresco de la habitación se dejó sentir en sus hombros mientras Kerry le quitaba la
camisa, retirando con un gruñido primero un brazo, luego el otro, para deshacerse de ella por completo,
haciendo exactamente lo mismo con la de Kerry y evitando enredarse entre los tejidos.

—A veces…— susurró Kerry, respirando contra su piel, mordisqueando el recorrido hacia su garganta y
envolviéndola mientras le soltaba el sujetador —… es muy agradable ser menor que tú.
—¿Ah, sí?— ronroneó Dar, soltando los pantalones vaqueros de su amante y acariciando con sus dedos la
espalda de Kerry mientras terminaba por quitárselos. —Mm… corazoncitos rojos, ¿eh?—bromeó tirando
suavemente de las braguitas de Kerry.
—Mira quién habla—. Kerry se deslizó levemente hacia abajo, besando primero su ombligo para pasar al
blanco estampado con la imagen de Snoopy. —Tonta…

Dar envolvió con sus brazos el cuerpo de Kerry atrayéndola hacia sí y giró hacia un lado de la cama,
dando la vuelta y dejando el cuerpo desnudo de su amante sobre el suyo, sintiendo con placer la explosión
de sentidos que el tacto de Kerry creaba en ella.
Supongo que mañana llevaré la ropa húmeda recordó pensar justo antes de que un suave gemido en
su oído le hicieran pensar que mañana, la ropa, todo, era…
…irrelevante.

35
Capítulo 2
Despertarse desnuda en la cama con Dar Roberts era una de las cosas más maravillosas que Kerry
podía imaginar, decidió tras hacerlo. Se estiró levemente bajo el edredón y se acurrucó aún más cerca de
ella, sintiéndose realmente descansada por primera vez en las últimas dos semanas.
Se las habían arreglado para lavar la ropa de Dar y la habían dejado colgada en el baño, pero hacía
poco tiempo de ello y se preguntó si siquiera estarían medio secas.
El sol se adentró en la habitación y Kerry asomó de nuevo el rostro, colocando la cabeza sobre el
hombro de Dar y utilizando el cuerpo de su amante para bloquear los intrusos rayos. Un leve movimiento
hizo que su mirada se volviera hacia el icono parpadeante de su correo. Hizo una mueca. Dar había echado
un vistazo a los primeros resultados por la noche e inmediatamente había enviado los archivos a los
auditores del equipo de Duk, con una mirada triste y un movimiento de cabeza.
Nada bueno.
Aunque ver a Dar revisar los archivos de datos de Allison´s completamente desnuda había puesto sin
duda alguna una nota picante al procedimiento. ¿Era esa la palabra que buscaba? En cualquier caso, su
instinto se había visto confirmado a través de la experiencia de su pareja, y ese icono intermitente
seguramente sería Duk teniendo un infarto múltiple tras leer los preliminares.
Pero no quería comprobarlo. No quería moverse ni un centímetro de donde se encontraba, ni dejar
de escuchar el relajante sonido del corazón de Dar, lento y constante.
Amado Señor, cómo lo había echado de menos. Eso era algo que no había reconocido hasta tal punto
como lo hacía precisamente ahora, después de acostumbrarse durante varios meses a su íntima relación. Se
preguntó si Dar sentía lo mismo.
El portátil intervino nuevamente, haciendo esta vez que Dar se moviera y se volvió para ver a su
amante abriendo un ojo azul claro y mirar el ordenador irritada.

—Seguramente la respuesta a nuestras notas.


—Grumph—. Dar suspiró y luego se giró, envolviendo a Kerry entre sus brazos. —Quiero una noche más
larga.

Mmm. Supongo que sí que siente lo mismo. Kerry sonrió.

—Yo también.

El teléfono sonó de repente y ambas gruñeron. Kerry se inclinó y tiró de él desde su protectora cuna.

—¿Sí?
—Buenos días, Kerry.
—Hey, Mark—. Kerry ahogó un bostezo. —¿Qué haces tan temprano?
—Lo de siempre… ¿Puedo hablar con la jefa, por favor?

Kerry se quejó.

—¿Cómo? Estás llamando a mi habitación de hotel en Vermont, cuando se supone que Dar está en
Houston, y esperas que esté aquí?
—Sip.

36
Ella tapó el auricular.

—¿Cómo lo hace?

Dar tendió una mano.

—No preguntes, serás más feliz—. Tomó el teléfono y lo sujetó entre la oreja y el hombro. —¿Sí?
—Buenos días, jefa—. Dar consideró esas palabras.
—Sí, lo es, gracias.

Hubo un momento de silencio antes de que Mark se aclarara la garganta.

—Ah… bien, en fin, escucha. Esos diagramas de los circuitos tuyos están ya en el servidor CAD.
—Sí… toca jaleo.
—Sí… y el representante de Cisco está besándome el culo para convencerte de mejorar los hubs regionales
a 7000.
—¿Ahora?
—Uh huh… es uno de esos estúpidos petulantes,… de los que se levantan al amanecer para ir a desayunar
con las ardillas o algo así.
—Bien por él—. Dar apoyó su antebrazo sobre los ojos. —Muy bien. Que la imprenta monte los diagramas
en cartón pluma y los lleven a mi oficina… y dile al señor petulante que me lo pensaré.
—Genial—. El sonido del teclado le llegó a través del teléfono. —Ah, sí… María te está buscando.
—Pásamela—. Dar hizo una mueca y cubrió el auricular. —Se me olvidó decirle que hoy no estaría—.
Esperó un momento escuchando la molesta música de espera de la empresa hasta que oyó la voz de María.
—Buenos días, María.
—Ay, Dar… ¿dónde estás?—. La voz de la secretaria sonaba preocupada.
—En Vermont.
—Ah, bien— ató cabos. —Bien… muy bien… ¿está Kerry ahí?

Dar miró la rubia cabeza despeinada que se apoyaba sobre su estómago.

—Sí, aquí está—. Kerry levantó la vista para ver de qué se trataba. —¿Qué pasa?
—Hay un policía aquí… con ciertos papeles. Dice que debe firmarlos— respondió María.
—¿Un policía?—. Los ojos verdes y azules se encontraron. —¿Un policía de verdad?
—No, no… en ropa de calle.

Dar tapó el auricular.

—Te han llevado unos papeles.


—Mierda— murmuró Kerry apretando los labios. —Sólo puede ser una cosa.
—María, ¿es un policía federal?
—Sí.
—Ok… está bien. Fírmalos para autentificarlos y quédatelos— suspiró Dar.
—¿No será un problema?—. María bajó la voz. —Le puedo decir que se ha ido a Cuba… seguro que no
vuelve.

Dar rió levemente.

37
—No… es algo más complicado que eso, María. Kerry no está metida en ningún lío, pero tienen que
hacerle algunas preguntas, tiene que testificar… una de esas cosas.
—Ay… ¿Es por su familia?
—Sí.
—Los cogeré, Dar… Estarás fuera todo el día, ¿no?—. La voz de María volvió a sonar fuerte y seria. —He
cancelado dos reuniones y Mr. Draefus está dando vueltas por aquí esperando para hablar contigo.

Kerry sintió un nuevo peso sobre ella mientras pensaba en los acontecimientos recientes. No es que
no hubiera estado esperando su llamada… lo esperaba. Pero deseaba que el asunto se hubiera solucionado
de la misma forma que siempre.
Supuso que esta vez no sería así. Se preguntó brevemente en qué querrían meter las narices los
investigadores, recordando las últimas cosas que había visto en la CNN… Por suerte había seguido su
propio camino durante los últimos años, sin el apoyo de su padre. Eso, al menos, no lo podrían negar.
Y la universidad… bueno, lo mirarían a pesar de haber conseguido una beca para al menos tres
cuartas partes de los cuatro años. Michael sin embargo… Kerry hizo una mueca. Angi al menos había
conseguido una licenciatura.
Bueno, podría ir con sinceridad y decir que ella no sabía ni tenía ninguna idea de que su padre
estuviera involucrado en actos ilegales. Legalmente decía la verdad y de hecho actualmente no podía
aportar ninguna evidencia contra él.
Debería llevarle poco tiempo.
Incluso podría ser algo… ¿satisfactorio? Ver cómo ponían en evidencia a su padre.

—Ok, Dukky, dime qué han encontrado hasta ahora… Me figuro que no van a conseguir nada antes de que
me vaya de aquí esta noche— suspiró Dar. —Los mantendremos en un estadio de espera de seguridad…
pero dile a Mary que siga adelante con los controles de seguridad—. Una pausa. —Bien—. Calló de nuevo
y miró hacia abajo. —Voy a decírselo… Gracias. Adiós.

Dar colgó el teléfono y exhaló.

—Oh, Dios.

Kerry acarició una de sus costillas.

—Tenía que pasar antes o después— comentó. —No puedo decirles mucho, no me debería llevar mucho
tiempo… ¿Te ha dicho María cuándo será?
—Dentro de tres semanas— respondió Dar. —Duks ha sacado al equipo de auditores de T&T y nos los ha
reasignado… pero dice que va a llevar algo de tiempo resolverlo todo—. Se quedó pensativa un
momento.—Y puede que simplemente se haya liado alguno de los números… Aunque lo dudo—. Se tocó
suavemente la nariz. —Algo huele mal.

Ambas cejas rubias se alzaron.

—Irán por mí.


—Aquí no—. Dar deslizó sus manos bajo los brazos de Kerry y tiró de ella hasta encontrarse cara a cara.—
¿Tienes algún abogado al que recurrir?
—No… ¿Necesito uno? No me están investigando a mí, Dar.
—Tch… ¿Alguien tan políticamente inteligente diciendo algo así? Sabes cómo suelen salirse estas cosas de
su sitio.
—Mm— suspiró. —Veré lo que puedo hacer.
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Dar rozó su nariz con la de ella.

—Bien… Supongo que es hora de ducharse, y luego iremos juntas a jugar un poco con los amigos de
Allison´s—. Inclinó el rostro. —Si quieres puedo ir allí y darles un buen rato por saco.

Kerry pensó en ello y después sonrió.


—Tengo una idea mejor.

***

Kerry se limpió el polvo de la manga de su camisa y tiró de su chaqueta de lino gris antes de entrar
en la sala de conferencias, consciente de la alta y silenciosa figura colocada tras de sí. Señaló una silla y
después cruzó la sala, rodeando la mesa, ofreciendo una sonrisa al resto mientras decía buenos días.
Las miradas que se habían vuelto hacia la mujer vestida deportiva desparramada en la silla de al lado
de la puerta se centraron de nuevo en ella. La actitud era cautelosa, sin los nervios del día anterior, e
incluso denotaban un leve toque de complacencia.

—Muy bien. Gracias por conseguirme esos informes. Los he revisado y he enviado mis conclusiones a
nuestra sede principal. Nuestro departamento de recursos humanos está procesando los controles de
seguridad, por lo que estamos en un compás de espera hasta que ambas secciones estén completadas.

Calló un momento.

—Viendo que la conexión va a llevar un tiempo, empezaremos con ello. Hemos traído a uno de nuestros
técnicos de red local para ayudar a su equipo de migración de red. Me gustaría conseguir arrancar con ello
lo antes posible—. Se quedó mirando hacia su maletín un momento, tratando de ignorar la traviesa
expresión que Dar le estaba mandando. —Estoy segura de que… umm… Bunny… aquí… conseguirá que
esté configurado y en funcionamiento todo en poco tiempo.

Ahí va mi venganza. Kerry asomó su rostro a su amante, que le estaba lanzando una de esas miradas
de “ya te pillaré luego, ya”. Le devolvió una encantadora sonrisa.

—¿De acuerdo, Bun?


—Por supuesto— arrastró Dar las palabras, añadiendo un toque sureño a su voz.

Sam giró su asiento y se golpeó los dientes con el lápiz.

—Susan, ¿puedes conseguir que venga alguien para mostrar a nuestra invitada nuestra zona de servidores?
Estoy seguro de que quiere ponerse inmediatamente en ello—. Parecía contento. —Mientras tanto, he
pensado que tal vez le gustaría asistir a una reunión con un cliente, Srta. Stuart. Ya que está aquí tal vez
quiera conocer nuestros métodos de primera mano.

Kerry esperó unos segundos considerando el ofrecimiento.

—Muy bien, eso me gustaría.

Todos se levantaron y Sue se recolocó mientras se acercaba a donde se encontraba sentada Dar.

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—¿Me acompaña, por favor?—. Su voz era agradable, pero mantuvo una nota de condescendencia.
—Claro—. Dar levantó su alta figura de la silla en forma de cubo quedándose por encima de la mujer.
Estaba vestida con unos vaqueros y una camisa de manga corta con las mangas arremangadas mostrando
sus tonificados brazos, y se había atado el cabello en una coleta en la base de su cuello. —Le sigo—. Dejó
que sus ojos se fijaran un momento en el rostro de Kerry y después siguió a Sue cerrando la puerta tras de
sí.
—Curioso— murmuró Sam. —Pensé que su gente mostraría una imagen más… cuidada.

Kerry se mordió los labios por dentro para sujetar la réplica que estaba pensando y se aclaró la
garganta.

—Bueno, Bunny es así… Nos está haciendo un favor.

El director negó con la cabeza.

—Espero que sepa lo que está haciendo… no podemos permitirnos perder hoy mucho tiempo.
—Oh—. La rubia mujer se acarició la nariz. —No se preocupe. Sabe lo que hace.

***

Dar siguió a su oficiosa guía a través de un largo pasillo de moqueta gris, dejando a cada lado del
mismo varias oficinas con mesas llenas de papeles. Los ojos las miraban pasar y callaban, y Dar tuvo una
reticente sensación en su espina dorsal.

—Bonita oficina— comentó.

Sue la miró.

—Gracias—. Se abrió camino por una estancia más amplia, llena de cables y equipos de
telecomunicaciones. —¿Roger?

Un hombre alto y desgarbado de camisa blanca y pantalones dolorosamente azules agachó la cabeza
por debajo de un estante.

—¿Sí? Oh…—. Se enderezó y se pasó los dedos por el tupido cabello castaño, parpadeando desde atrás de
unas gruesas gafas. —¿Puedo ayudarte?
—La nueva compañía nos ha mandado a una técnico para comenzar a conectarnos con ellos.

Sue se giró frente a Dar.

—Todo tuyo—. Se volvió y se fue, dejándolos uno frente al otro.


—Hola— dijo Dar finalmente. —Así que te llamas Roger, ¿eh?

Él pareció darse cuenta de que le estaba mirando.

—Ah… um… sí, Roger Milken, sí… um… hay un par más rondando por ahí, Hill y Tom… y Squeeziks.

Una de las oscuras cejas de Dar se alzó.

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—Muy bien.

Él se rascó el cuello.

—¿Quieres ver algo en especial o…? ¿Cuál es tu nombre? —Dar le tendió una mano, decidiendo cuál
podía ser su nombre pensando en el primero que le había puesto Kerry.
—Katherine—. Soltó su mano. —Me gustaría ver vuestra configuración… em… A mis jefes les gustaría
ver ciertas cosas antes de permitirme conectar.
—Mmph… Muy bien—. Roger le indicó con la mano. —Vamos, te voy a dar una vuelta rápida. Mira por
dónde pisas, estamos rehaciendo el panel de conexión.

Dar paseó sus ojos por la estancia revisando el equipo y evaluándolo mientras él divagaba sobre el
hardware. Un site de servidores NT, un traqueteante AS400 y un banco de routers en un lado de la sala,
con un panel de conexiones de red montado al lado de ellos.

—Bien.
—Uh, gracias… sí, ese es el panel principal—. Señaló al AS400. —Guardamos todos los datos de la base
en él, y ese es nuestro servidor web… y acabamos de recibir estos dos nuevos Cisco 7000…
—Mm—. Dar se detuvo frente a los routers y se apoyó en la consola que los programaba. Sin
aparentemente hacer nada buscó sus estadísticas. —Envían una gran cantidad de tráfico de datos.
—Oh, sí… hacen un montón de búsquedas… cosas de ese tipo—. Roger sonaba un tanto evasivo. —Ya
sabes.

Dar señaló.

—¿Y eso?
—Oh, esos son los servidores SQL… yo los escribí—. Roger se acercó e indicó a uno de ellos. —¿Ves?
Ejecuta copias simultáneas… guarda todo eso en matrices RAID… van a toda velocidad bajo el tiempo de
inactividad.

Dar cerró la sesión del router y la acarició.

—¿Cortafuegos?
—Ya lo creo—. Roger se acercó a la siguiente máquina. —Todos nuestros accesos de entrada y salida se
registran… asegurándonos de que nadie se descargue pornografía—. Se echó a reír poco seguro. —Así
que, ¿qué es lo que quieres para que podamos conectarnos?

Dar se sentó en una silla.

—¿Tiene un cojín?—. Y comenzó a enumerar una serie de requerimientos mientras salía disparado por un
bolígrafo.

***

Kerry se encontró de nuevo con la corpulenta mujer cuando se tomó un descanso y entró en la sala.
Los clientes habían estado tranquilos, casi pasivos, y se pensó en su actitud, que parecía más intimidatoria
que cualquier otra cosa.

—Hola.
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La mujer la miró.

—Oh, hola… Lo siento, no he escuchado bien su nombre antes.


—Kerry—. Se estrecharon la mano. —Vengo de ILS.

Los castaños ojos recorrieron la habitación casi vacía y a continuación volvieron al rostro de Kerry.

—Oh.
—Hemos comprado Allison Consulting… Ya lo sabía, ¿verdad?
—Oh, sí. Sí… um… lo siento, tengo que ir al baño—. La mujer rodeó a Kerry.
—Yo también— dijo gentilmente Kerry. —Vamos, es por ahí, ¿verdad?— indicó manteniendo
cortésmente abierta la puerta. —Llevas un vestido muy bonito.

La mujer parecía un poco sorprendida.

—Um…, eh, gracias—. Se acercó y abrió el grifo, lavándose las manos en silencio.

Kerry esperó, apoyada en la puerta con las dos manos atrás.

—Así que, ¿está aquí sólo para observar?


—Algo así. Observar, mandar informes… comenzar a trabajar juntos, ese tipo de cosas— replicó Kerry. —
Para ver qué hacen bien… que mal…—. Miró los anchos hombros contraerse. —Porqué tienen éxito.

La mujer se enderezó suavemente, secándose las manos en una toalla de papel.

—¿Es por eso por lo que su empresa los compró? ¿Por el éxito?
—Ajá— afirmó Kerry. —Sin embargo siempre hay un montón de preguntas que hacer… queremos
asegurarnos de dar a los clientes el servicio por el que nos contrataron.

Los castaños ojos se volvieron y la miraron con una especie de emoción cercana a un profundo odio.
A Kerry se le erizaron los pelos de la nuca, preguntándose que vena le había dado.

—Y él le ha prometido que no iría más allá— murmuró entre dientes la mujer acercándose a Kerry. —
¿Ahora todos ustedes lo saben? Será hijo de puta…
—Vamos—. Kerry alzó una mano. —No estoy segura de que…
—Quítate de en medio—. La mujer agarró a Kerry de un brazo y la empujó duramente lanzándola contra la
puerta. —Si se ha acabado, se ha acabado… Va a recibir lo que le debo.
—¡Espera!—. Kerry retomó el equilibrio, confundida y asustada. —Sra. Andrews, por favor, espere un
minuto… Creo que ha habido algún error—. Tomó la mano que volvía de nuevo dispuesta empujarla,
tensando los fortalecidos músculos tras varios meses de actividad. —Por favor, no vuelva a hacer eso.

La mujer trató de hacerle una llave con la mano que tenía libre, pero se la encontró igualmente sujeta
con firmeza.

—¡Deje que me vaya, puta!


—Mr. Andrews, no soy su enemigo— le dijo Kerry con fuerza. —Ahora cálmese, por favor—. Bajó el
tono. —Relájese.

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Se miraron en silencio.

—Bien, ahora, escúcheme. Sabemos que algo sucede aquí… pero no sabemos qué es.
—¿Sabemos?
—Mi jefa y yo, sí— replicó Kerry. —Así que, si me dice qué esta pasando tal vez podamos ayudarla—.
Soltó el brazo de la mujer que se enderezó mientras la puerta se abría y Ann entraba.
—Vaya, vaya… ¿una fiesta?— inquirió la pequeña ejecutiva, con una sonrisa. —Un poco temprano, ¿no
cree, Srta. Stuart?
—No estoy para fiestas—. Kerry abrió la puerta y esperó a que Claudette saliera delante de ella. —
Discúlpeme.
—Curioso— rió Ann. —No es eso lo que he oído.

Kerry observó cómo entraba en el aseo y cerraba la puerta. Salió del baño y paró un segundo en el
pasillo, pensando en lo que Ann acababa de decir.
Preguntándose qué quería decir.
Intuyendo nada bueno.

***

—Así que— Sam se recostó en su sillón. —¿Qué opina?

Kerry estaba de pie junto a la ventana del despacho del hombre, mirando hacia fuera. Se volvió y se
apoyó en la pared.
Kerry estaba de pie junto a la ventana del despacho, mirando. Se volvió y se apoyó en la pared.

—Parecen clientes muy tranquilos.

Él rió entre dientes.

—Sí, son buena gente, pero poco animosos.


—Sin embargo me ha sorprendido que no hayan hecho ninguna pregunta sobre las líneas.

Kerry le observó atentamente.

—¿Sí? ¿Por qué?

Ella cruzó los brazos.

—Debido a que la mayor parte era una mierda— dijo sin rodeos. —No pueden darles los servicios que
venden y ellos se están yendo sin ningún tipo de copia de seguridad ni nada parecido.
—Sinceramente yo…— la cara de Sam se ensombreció.
—Así que, o los clientes eran completamente estúpidos, o estaban callando por una razón.

Kerry cruzó las piernas.

—Y creo que puede ser claro conmigo, Mr Gershwin.

Sintió la hostilidad al otro lado del escritorio.

43
—No sé de qué me está hablando.

Se encogió de hombros.

—Tal vez. Pero tengo que decirle que descubriremos antes o después lo que está sucediendo… y porqué
esa mujer tenía tanto miedo—. Sam Gershwin se quedó quieto, mirándola, en silencio.
—¿Está segura de que quiere hacer eso, Srta. Stuart?— replicó finalmente. —Si yo fuera usted, dejaría las
cosas como están… Será más feliz así, se lo aseguro.

Kerry se mordió los labios, preguntándose hasta qué punto lograría aguantar.

—No estoy segura de qué quiere decir—. Él rozó sus dedos.


—¿No? La percepción es tan fluida, Srta. Stuart… Estoy seguro de que su empresa tiene una percepción de
usted como una buena trabajadora, con credibilidad y principios, ¿verdad?

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Kerry.

—¿Es algo importante?


—Bueno—. Se puso en pie y se acercó a ella. —Es cuestión suya decidir si lo es o no… Encontrar una
forma de hacernos caer en el redil,… digamos que ellos tienen que pensar bien hasta qué punto es buena su
capacidad de decisión… ¿no?
—Sí, así es.

Sam se detuvo y se apoyó en la pared que estaba junto a ella, oscureciendo con su alta figura el
cuerpo de ella.

—¿Necesita mucho para hacerle cambiar de opinión? Di… algo como… ¿Qué pasaría si descubrieran que
su íntegra y genial jefa de operaciones… se emborrachó y tuvieran que llevársela del bar… ¿hmm?

Kerry alzó las cejas.

—No creo que suceda, así que no tengo idea de cómo reaccionarían.
—¿De verdad?—. Sam sonrió. —Bueno, tengo a unas diez personas que juran que fue eso exactamente lo
que sucedió ayer por la noche, querida Srta. Stuart.

La reacción no fue la que él esperaba. Kerry se echó a reír.

—¿Me está amenazando? ¿En serio?

Se sintió desconcertado, pero mantuvo su actitud levemente irónica.

—¿Es tan descabellado? Es bastante atractiva… y apuesto a que sabe cómo divertirse, ¿verdad?—. Tomó
una carpeta de su escritorio y la abrió. —Y suelen decir que una imagen vale más que mil palabras.

Kerry miró la carpeta y parpadeó, sorprendida al ver su imagen, evidentemente fuera de control, en
un sitio que desconocía.

—Buen montaje— dijo finalmente, con un tono más duro. —¿Qué quiere?

44
—Ah— sonrió él. —Ahora estamos llegando a algún sitio. Le diré qué… es sencillo, y sin dejar pruebas,
Srta. Stuart. Simplemente haga un buen informe sobre nosotros, y siga su camino, y simplemente
olvidaremos toda esta conversación.
—¿Y si no lo hago?
—Entonces no tendré más remedio que ponerme en contacto con su jefa y presentar una protesta formal.
No puedo dejar que mi empresa sea evaluada por alguien que muestra tan poco… juicio—. Alzó la
fotografía. —¿Qué diría su jefa de eso?

Kerry se frotó la barbilla.

—No sé… Supongo que tendré que preguntarle— le respondió ella, levantando el mentón desafiante
mientras se miraban fijamente. —Pero está poniendo sus huevos, digamos, en el sitio equivocado, Mr.
Gershwin.
—¿Ah, sí?
—Está asumiendo que estuve sola anoche— Él se echó a reír alegremente.
—Oh… incluso mejor… ¿va a sacar a algún estúpido borracho que se encontró en un bar como
coartada?—. Cerró la carpeta de golpe. —Si es así como quiere jugar, perfecto—. Miró hacia la puerta
mientras ésta se abría y una alta y morena figura entraba. —Perdone, pero ésta es una reunión privada.

Dar atravesó la estancia, dejando a un lado su aspecto desaliñado con cada paso y volviendo a su
actitud de dinámica fiereza propia de ella.

—La reunión ha terminado— anunció fuertemente. —Tienes seis minutos para recoger tus efectos
personales y salir del edificio.
—¿Qué?—. Gershwin se le quedó mirando. —¿Te has vuelto loca? ¡Fuera de mi oficina o llamo a
seguridad! ¿Quién diablos te crees que eres?

Dar se señaló con el pulgar.

—¿Yo? Soy Dar Roberts—. Una deliciosa pausa. —Y usted está despedido. Ahora ¡fuera!—. Se puso
entre el director y su escritorio. —Mi gente tiene todos sus informes contables, y los archivos de los
clientes y en este momento están preparando la acusación por fraude… sí, está mucho más que despedido.

Se contrajo del shock.

—¿Eres Dar Roberts?

Dar sacó su cartera del bolsillo y cogió su carné de conducir, enseñándoselo.

—Tres minutos.

Lo señaló con un dedo.

—Fuera.
—Está loca. No puede entrar aquí y despedirme— dijo Gershwin con voz áspera. —Le voy a poner una
demanda a tal velocidad…

Kerry cogió la carpeta del escritorio.

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—Hmm… sí, esto será una buena prueba cuando testifique—. Le enseñó la foto a Dar. —Aquí es donde
estuve anoche—. Dar echó un vistazo a la fotografía y después a Sam, pensando rápidamente qué
significaba, pasando la línea de irritada ejecutiva a amante al borde del asesinato en un abrir y cerrar de
ojos.
—Apestoso pedazo de hijo de…—. Dio un paso adelante, cogiéndolo de las solapas y empotrándolo contra
la pared.
—Quite sus manos…
—Dar—. Kerry puso una mano en su espalda, cogiendo aire nerviosa.

Dar clavó sus ojos en los de él, enfriándose.

—Tiempo. Sal de aquí antes de que haga algo que ambos lamentemos—. Lo soltó y dio un paso atrás. —
Ahora—. Se estiró las solapas y la miró con odio.
—Tendrás noticias mías. Esto no termina aquí, puede estar segura.

Lo miraron mientras se dirigía a la puerta y la atravesaba, tropezando con Charlie Efton por el
camino.

—Adios, Charlie.

El delgado hombre de gafas miró hacia él y entró en la habitación, claramente sorprendido.

—Ah… ¿me he perdido algo? ¿Qué ha pasado?—. Sus ojos buscaron a Kerry y se sorprendió ante lo que
claramente él tomó como una orden clara y evidente.
—Haga que su personal esté en la sala de conferencias en cinco minutos— gruñó Dar.

Charlie la miró perplejo.

—Por favor— inquirió Kerry, cruzando los brazos. —Vamos a terminar con esto.

El hombre salió sacudiendo la cabeza, cerrando la puerta y dejándolas solas.


Dar abrió la carpeta y miró la fotografía con rabia.

—Cerdo.

Kerry acercó una mano y acarició su espalda, sintiendo la tensión caliente en sus dedos.

—Pensé que sería divertido, Dar… quiero decir… es evidente que está todo manipulado. ¿Crees que es así
como consiguieron las cuentas?
—Cerdo—. Los azules ojos redujeron un poco la atención mientras estudiaba la foto. —Debería haberle
dado una paliza.
—Um, Dar…— rió Kerry levemente. —Relájate, ¿vale? No es que no aprecie tu afán por proteger mi
honor, pero…— acarició la espalda de Dar. —¿Qué más has encontrado tú?

Dar se sentó sobre el escritorio, frotándose las sienes y suspirando.

—Lo siento… yo… me ha tocado la fibra sensible… Conseguí meter a Mark en el sistema e hizo una
descarga completa, comenzó a analizar los registros y descubrió el puto maldito Filoax en la red—. Kerry
apretó la mandíbula.
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—Me estás diciendo que estaba cometiendo un delito con su propio ordenador?
—No. Peor. Lo hizo directamente en el servidor y haciendo copias de seguridad.
—Oh, Dios mío—. Kerry se cubrió los ojos. —Peor que las cuentas ilegales de China que encontramos en
aquella empresa de exportación del mes pasado… al menos ellos sólo tenían sus copias en su Powership.

Dar exhaló, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba tras la inesperada tensión de la batalla.
Había terminado su inspección y la etapa inicial de la conversión en el centro de operaciones cuando
había recibido la llamada de Mark en el móvil.
Eso la había llevado a observar la vigilancia de la puerta de la sala de conferencias, confirmando las
vagas sospechas de Dar, mostrando el mayor de los delitos. Estaba segura de que era eso lo que le había
hecho sentir un nudo formándose en sus entrañas e ir hacia la oficina de Sam, sabiendo que tenía que
pillarlo antes de que saliera del edificio y borrara las huellas.
Eso era lo que lo había causado, ¿no? El que ese hijo de puta estuviera ahí, amenazando a Kerry.
¿Verdad?

—¿Estás bien?— le preguntó Kerry con un tono de preocupación en su voz.

Dar alzó la mirada y se permitió por un momento hundirse en aquellos ojos verde mar.

—Sí. Esto se va a poner feo, Ker… No sé quién sabe qué en estos momentos. Creo que sería mejor llamar
a uno de los equipos y bloquear al personal de administración hasta que tengamos respuestas.
—De acuerdo—. Kerry se enderezó. —Es lo que voy a decirles.

El moreno rostro se ladeó.

—Por qué no me dejas que lo haga yo… al fin y al cabo estoy aquí.
—Porque es mi trabajo—. Kerry apoyó un dedo en la nariz de su jefa. —Pero puedes venir y verlo.

Dar se puso en pie.

—Hagámoslo entonces. Tú y yo tenemos un vuelo y una casa a la que volver.


—Sí… un hogar—. Kerry permitió que una sonrisa se reflejara en su rostro. —No puedo esperar.

Una mano le alborotó con cariño el cabello.

—Yo tampoco… Vamos.

Salieron de la oficina y se dirigieron por el pasillo conscientes del silencio que las rodeaba.

***

—¿Y simplemente lo ha despedido, sin más?— susurró Ann, incrédula. —¿Cómo ha podido pasar,
Charlie? Yo creía que…
—No lo sé—. El presidente de la compañía daba vueltas arriba y abajo con nerviosismo. —Se acaba de
ir… Le ha dicho a Carol que le han echado. No tengo ni idea de qué está pasando.
—Mierda—. Ann jugueteaba con el bolígrafo. —Tal vez el plan que tenía en mente… ya le dije que no se
metiera con esa Stuart, es más que una rubia suave y esponjosa cheerleader—. El bajo y moreno
controlador asistente carraspeó. —Umm… es la hija de Roger Stuart, ya lo sabíais, ¿no?

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Todos le miraron.

—Joder—. Charlie se cubrió los ojos. —Ese imbécil de mierda de Sam… ¿Cómo se le ha podido pasar
algo así?
—Oh, bueno, me lo imaginé cuando vi quién estaba con ella…— comenzó a decir el hombre, pero la
apertura de la puerta le hizo callar.

Kerry entró e indicó a Dar que tomara asiento al fondo de la sala, cosa que su jefa hizo, cruzando las
piernas apoyándose en el brazo de la silla.

—Gracias—. Kerry rodeó la mesa y llegó hasta la cabecera de la misma, colocándose tras la silla situada
ahí y apoyando las manos en ella. —Va a ser una reunión muy corta.
—Mire— intervino Charlie —¿podría decirnos que es lo que está pasando? ¿Qué ha pasado con Sam?
¿Qué está haciendo su gente?

Kerry tomó aire. Ahora que se encontraba allí, mirando a toda esa gente a los ojos, le costaba
pronunciar las palabras. No es que sintiera compasión… no, no era eso. No eran buena gente, y tenía el
presentimiento de que cuanto más profundamente excavara en la empresa, peores cosas encontraría. Pero
eran personas, y ella también lo era, y tenía entre sus manos sus destinos durante unos momentos.
Era una sensación extraña, y eso en cierto modo le recordó, levemente, el cómo se había sentido
cuando envió a la prensa la concluyente información sobre su padre.
Triste. Y aliviada.
Y con un poco de miedo.

—Durante la revisión de los sistemas han aparecido una amplia serie de irregularidades— dijo Kerry con
voz suave. —Nuestro departamento auditor está revisándolos. Hasta que completen la revisión, me gustaría
que salieran del edificio y volvieran a casa.

Se miraron en pleno shock.

—¿Nos está echando?— espetó Ann.

Kerry tuvo un inesperado recuerdo de una llamada telefónica y una sensación de hundimiento.

—Estoy pidiéndoles que se vayan a casa y que esperen a que nos pongamos en contacto con ustedes—
replicó. —Sus salarios y los beneficios se mantendrán mientras nuestra gestión llegue a una conclusión
final.
—No pueden…— objetó Charlie airadamente.
—Yo puedo— le corrigió un preciso e inflexible tono. —Ahora, por favor… simplemente váyanse a casa y
no hagan esto más complicado de lo necesario—. Kerry tomo aire. —Un equipo de operaciones estará aquí
el lunes a la mañana para asumir el control.

Hubo un silencio atónito.

—Hija de puta—. Ann se puso en pie y tiró sus papeles. —Voy a llamar a mi abogado— dijo y señaló a
Kerry. —No sé quiénes os pensáis que sois, pero os habéis metido con la persona equivocada.

Un suave sonido de unos apenas perceptibles pasos siguió a sus palabras mientras Dar rodeaba la
mesa y se colocaba junto a Kerry.
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—De hecho, no creo que tengáis la autoridad para hacer nada de esto. Quiero hablar con su jefa, ¡ahora
mismo!—. Ann golpeó el escritorio con el puño.

Kerry inclinó la cabeza ligeramente, se volvió a medias y alzó las cejas.

—Bien… Dar, quiere hablar contigo.


—Oh, ¿sí?— arrastró las palabras la alta ejecutiva, volviendo sus ojos a la en esos momentos callada
mujer. —No creo que tengas nada que decir— dijo Dar en medio de un ensordecedor silencio. —Señoras y
señores, les hemos cogido. Ahora váyanse a casa y recen para que simplemente sean despedidos.
—¿Tú eres… Dar Roberts?—. La voz de Ann guardaba un toque divertido.

Dar simplemente la miró.

—Interesante—. La mujer cogió su carpeta y salió. —Vamos, chicos. Creo que sabemos cuándo tenemos
que retirarnos.

Dar y Kerry observaron cómo salían y cerraban la puerta tras ellos.

—Eso ha sido muy extraño.


—Estoy de acuerdo—. Dar negó con la cabeza. —Qué jaleo… he cerrado sus cuentas mediante el servidor
de dominio… y he forzado el reseteo de todas las contraseñas.
—Mm… ¿has retirado la entrada excepto para ti al dominio?
—Uh huh.
—Entonces es lo que haremos… Supongo que es mejor que nos vayamos… de todas formas son casi las
cinco, así que podemos simplemente mandar a todo el mundo a casa y dejar que el equipo de operaciones
se haga cargo el lunes—. Kerry suspiró. —Siento algo extraño, Dar… como si hubiera algo más que no
termino de ver.
—Bueno, si tú no sabes qué es, yo tampoco— confesó la alta mujer. —Tal vez Mark encuentre algo…
Vamos, tenemos tiempo de comer algo antes de coger el avión.
—Sí—. Kerry se colgó el maletín al hombro y siguió a su pareja por la puerta, pensando.

***

El olor a crepes la despertó. Dar abrió un ojo y miró la habitación, tan genial, con aquellas paredes
azules iluminadas por unas leves líneas de sol en medio de la oscuridad. Se estiró y miró al techo con el
sueño satisfecho, mientras los sutiles sonidos provenientes de la cocina le indicaban dónde se encontraba
su amante.
Mm. La casa de Kerry. Una sonrisa se expandió por su rostro. La echaba de menos. Dar bostezó y se
estiró de nuevo. A continuación dio varias vueltas, salió de la cama de agua y se dirigió al cuarto de baño,
echando un poco de agua en su cara y cepillándose los dientes.

—Mm—. Mordió con curiosidad la pasta de dientes, tras haber cogido por error la de Kerry. —Uva.
¿Cómo puede encontrar pasta de dientes con sabor a uva?
—¿Dar?
—¿Hmm?—. Dar tragó a toda velocidad y se enjuagó la boca. Salió del cuarto de baño y encontró a su
rubia amante apoyada en la puerta de la habitación. —Buenos días… te has levantado muy temprano.

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—No tanto—. Kerry le hizo unas suaves cosquillas en el ombligo con un dedo. —Sólo el tiempo suficiente
para preparar el desayuno… Quería asegurarme de que tomaras algo más que café y cereales antes de ir a
ganar ese trofeo.
—Y lo dice la mujer que usa pasta de dientes sabor a uva— respondió Dar secamente, mirando cómo
Kerry se ruborizaba y rompiendo a reír. —Te pillé.
—Bueno… Es todo lo que había en el aeropuerto, Dar, así que o era eso, o levadura para hornear, y ya
sabes que odio lo pastoso que es—. Kerry cogió la camiseta de béisbol de Dar del respaldo de la silla y se
la dio. —Hace un día precioso.
—¿Ah, sí?—. Dar dejó caer la camiseta, envolviendo con sus brazos el cuerpo de la mujer más pequeña,
tirando de ella. —También es muy precioso lo que hay aquí—. Soltó a Kerry y la siguió hacia la cocina,
donde Chino estaba esperando pacientemente. —Oh… lo pillo… debe haber comida por algún lado.
—Gruff.
—Mm… la verdad es que estaba todo bastante limpio—. Kerry empujó levemente a la alta mujer con la
parte final de la espátula. —Has hecho al menos algo de café mientras he estado fuera, ¿no?

Dar la miró como penitente.

—Um… He salido tarde del gimnasio casi todas las noches— ofreció como excusa. —Cogía algo de
camino a casa.

Karry la miró.

—¿Alitas de pollo?

Una leve sonrisa.

—Entre otras cosas.


—Dar—. Kerry se volvió hacia los crepes y dio la vuelta a uno con mano experta. —Estaba preocupada
por ti… aunque supongo que es algo tonto,… eres mayor y sin duda sabes cuidar de ti misma.

Dar deslizó los brazos alrededor de ella y apoyó la mejilla contra el pelo de Kerry.

—Sí, lo sé— murmuró. —Pero estoy encantada de no tener que hacerlo—. Le mordió una oreja. —Me
alegro de que hayas vuelto.
—Mm—. Kerry sonrió. —¿A pesar de que te haga comer verduras?—. Sintió la cabeza de Dar apoyándose
un poco más y se inclinó hacia atrás. —¿Y qué he podido comer yo en dos semanas? Cerdo en tacos y unas
tostadas de gambas.

Dar rió entre dientes.

—La comida de los hoteles es un poco limitada.


—No me des excusas… esos limitados menús incluyen ensaladas— respondió Kerry, dando la vuelta a
otro crepe y colocando el bacon en un trozo de pan. —Me has llevado al camino del mal, Dardar.

La sonrisa se convirtió en una risa abierta, que retumbaba en el pecho de Dar y creaba una agradable
sensación en la espalda de Kerry.
El teléfono sonó y Dar la soltó. Se acercó al teléfono y lo levantó.

—¿Hola?
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Kerry sintió inmediatamente el cambio y volvió su rostro para ver una oscura expresión en la cara de
su amante. Dejó rápidamente las cazuelas en la cocina y se acercó, apoyando una mano en el vientre de
Dar.

—¿Qué…?— pronunció sin hablar.

Dar escondió una mano por detrás del cuello de Kerry y la acercó a sí.

—Muy bien— dijo con voz baja al teléfono. —El viernes próximo. Allí estaré—. Una pausa. —Adiós—.
Dejó el teléfono con una deliberada precisión y exhaló.
—¿Qué demonios ha pasado?— murmuró Kerry. —Por tu cara diría que era mi padre.
—Peor— respondió Dar con un suspiro. —Era mi madre.

Kerry la miró.

—Wow… eso sí que es inesperado.


—Sí—. Los azules ojos se centraron en algo que Kerry no estaba segura de querer saber qué era.

***

Kerry terminó de guardar la pequeña toalla en la bolsa del gimnasio que Dar solía utilizar, cerró la
cremallera y se acercó a las puertas dobles, mirando a la alta y silenciosa figura apoyada en la barandilla.
Dar estaba molesta y sorprendida. Kerry lo sabía. Hablar con su madre era difícil, pero saber que se
debía al fallecimiento de su abuela era aún peor. Después de no tener noticias por ese lado de la familia
durante tanto tiempo, recibir una noticia así era duro, y saber que tendría que ir y estar cara a cara con esas
personas la próxima semana la comía por dentro.
Kerry abrió la puerta y salió a la calle, sintiendo la cálida brisa del mar.

—¿Estás lista, campeona?

Dar volvió su rostro y se puso las gafas de sol, deslizándolas un poco hacia abajo para mirar a Kerry.

—Creo que estoy descentrada— le dijo con pesar. —No me lo esperaba… aunque no había visto a la
abuela desde…— Dar pensó. —Maldita sea… ¿diez años?— exhaló. —Era una mujer muy… dura.
—Mm—. Kerry la rodeó con un brazo. —Lo siento, Dar… yo… no me acuerdo de mis abuelos. Se
murieron cuando yo era muy joven—. Se quedó pensativa. —Me hubiera gustado conocerles… mis tíos
siempre cuentas historias realmente increíbles sobre ellos.

Dar se apoyó contra ella.

—Nunca conocí a los padres de mi padre. Cuando mi madre y él se casaron, ellos le repudiaron… La única
persona que siguió hablando con él fue mi tía May— exhaló. —Estaban mis otros abuelos… mi abuelo y
mi padre discutían continuamente, pero creo que se caían bien. Cuando murió en un accidente de coche no
volvió a ser el mismo.

Kerry apretó los labios y los aflojó.

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—Dar… ya sabes, es posible que tu madre esté utilizando lo sucedido como excusa para volver a contactar
contigo.

Su amante se quedó quieta durante unos latidos, después volvió a tomar sus gafas y se las empujó
hacia atrás.

—Creo que es demasiado tarde para eso— respondió con fuerza. —Vamos… me he metido en esto del
torneo, vamos a ver cómo hago el ridículo.

Kerry pilló la intención y dejó de lado el tema.

—¿Qué apuestas a que no pasa eso?—. Siguió a Dar al interior. —Recuerda que me has prometido un
trofeo.
—Ah… Kerry…
—Me lo has prometido.

***

Se lo prometí. Dar se apoyó contra su taquilla, sorprendida de lo nerviosa que estaba. ¿En qué
demonios estaba pensando? Tendré suerte si paso de primera ronda. Se frotó la cara con las manos, las
dejó caer, sacudiendo los brazos para aflojar la tensión creada en sus músculos por el repentino estrés.
De acuerdo.
Dar cerró los ojos y tomó aire. Expiró lentamente obligándose a calmarse. Estaban golpeándole
demasiadas cosas ajenas y sabía que no podía quitarlas sin más del medio, no iba a poder salir afuera, o
peor, lo tenía que hacer y evitar hacerse daño si perdía la concentración.
Así que, adelante. Olvida a tu madre. Olvida a esos imbéciles de la junta. Olvida la testificación de
Kerry.
Olvida a la abuela.
Mierda. Dar abrió los ojos y vio la superficie de madera. Ojalá hubiera podido despedirse de ella.

—Necesitas encontrar a un buen hombre, y establecerte, cariño—. Los ojos de la abuela brillaban mientras
la miraban en aquella pequeña casa que le hacía sentir incómoda. —Ven aquí y siéntate, y dime qué has
estado haciendo.

Dar se sentó torpemente en el largo sillón repleto de volantes, junto a la anciana, intentando
encontrar algo que contarle que fuera interesante. ¿Cosas de programación? La abuela tenía una radio y
una televisión que nunca usaba y que prefería utilizar como un buen apoyo para una hiedra. ¿Y de la
escuela? Su abuela se había enseñado a sí misma. ¿Cosas personales? Dar ya había sentido que prefería
las mujeres que los hombres, y dudaba que a la abuela le gustara escuchar algo así.

—Ando como siempre, abuela… con cosas.


—Oh, vamos… ¿Me estás diciendo que una preciosa chica como tú no hace nada en todo el día? ¿Qué
estás haciendo, Paladar?
—Umm… trabajar en mi ordenador, ir al gimnasio, ya sabes— le respondió Dar. —Voy a la escuela, luego
a trabajar… no mucho que contar, la verdad.

La abuela la miró.

—¿Tienes novio?
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—No—. Al menos eso sí que podía responderle.

Su abuela se acercó a ella y bajó su voz.

—¿Tienes novia?— le murmuró con un guiño.

Dar casi se atraganta.

—Uh… no—. Su voz casi había aumentado una octava. —Yo, um…
—Ha… ¿no creerás que los viejales como yo no sabemos qué es qué, eh?—. La abuela le dio un golpecito
en la rodilla. —Me lo figuré hace años… mi mejor amiga de la juventud era de la misma forma.

Se puso roja como un tomate y tuvo que aguantar cómo la anciana mujer reía hasta que finalmente
se aclaró la garganta y murmuró algo banal.

—¿Y qué dice la gente?— le había preguntado su abuela con complicidad.


—No lo saben— se las arregló Dar para responder. —No aún.

Eso hizo reír aún más a la abuela.

—Imagínate… mi hija siempre ha sido incapaz de ver el bosque a través de los árboles—. Le dio unas
palmaditas a Dar en el brazo. —No te preocupes, cariño… no diré nada. Tú simplemente ten cuidado,
¿vale? Las peleas de gallinas pueden ser mucho peores que las de gallos, deja que te diga porqué: porque
ellas van a picar directamente a los ojos, y tú los tienes muy bonitos.

Dar se volvió a ruborizar.

—Gracias, abuela— logró murmurar.


—Eh, deja de agachar la cabeza—. La abuela le había tomado de la barbilla y la miró. —No tienes nada de
qué avergonzarte, Paladar, así que mantén esas dos perlas azules justo aquí—. Hizo una pausa. —Oh… vas
a romper más de un corazón, sin duda.

Dar permitió escapar una sonrisa.

—¿Tú crees?

Una rugosa mano le dio unas suaves palmadas en la mejilla.

—Sonríe siempre así, y te lo garantizo.

Dar se encontró sonriendo nuevamente, reflejando el recuerdo, y por un momento deseó que su
madre no hubiera ido a vivir con su abuela. Eso, más que cualquier otra cosa, era lo que le había impedido
llamar, y desde luego el no visitarlas…
Y eso no había sido justo para ninguna de ellas.

—¿Hey, Dar?— Se volvió para encontrar a Kerry deslizándose por la puerta del vestuario. —Lo siento…
estaba relajándome.

Kerry se acercó y se unió a ella, con una sonrisa que apenas contuvo.
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—Ha venido tu padre.
—Urk—. Dar abrió la nariz. —Como si necesitara más presión.
—Tch—. La mujer rubia le dio un abrazo muy necesario. —Está semiescondido bajo las gradas… le he
traído unas palomitas y una barrita de chocolate.
—Creo que necesito esa barrita de chocolate… o un poco de helado.

Los ojos verde esmeralda brillaron.

—Te cambio el trofeo por un cucurucho, ¿qué dices? —Dar se volvió y apoyó sus manos sobre los
hombros de Kerry con su rostro inmerso en una seria expresión. —Escucha.

Las puntas de sus dedos rozaron los labios.

—No… sólo estaba bromeando. No me importa si ganas o no, Dar… sólo disfruta y no te preocupes de
nada más—. Tomó el rostro de Dar y le besó. —¿De acuerdo?
—¿Disfrutar?
—Si.
—Está bien—. Dar le devolvió el beso y dejó que parte de la tensión se escapara de ella. —Creo que me
las puedo arreglar.

Sintió cómo sus nervios se disipaban levemente y pensó en el torneo. Sin duda había unos cuantos
contrarios a los que podía ganar, y también algunos a los que no. Estaba bien. Lo haría lo mejor que
pudiera, y ya está.

—Vamos—. Puso un brazo sobre los hombros de Kerry y la guió a fuera del vestuario, hacia el área
principal del gimnasio.

Habían creado un espacio limpio, cubriéndolo con esterillas, con unas cuantas sillas que habían
colocado alrededor, y unas cuántas plataformas más allá para aumentar algunas plazas más donde poder
ver el tatami. La gente que estaba vestida como ella estaban en esa zona calentando, charlando en pequeños
grupos, o solos intensamente concentrados. Las edades comprendían entre los adolescentes a hombres y
mujeres de mediana edad y Dar se sintió algo más cómoda al darse cuenta de que no era la más mayor de la
sala.
Sus ojos observaron su alrededor y miró hacia las esquinas, fijándose en una de ellas en la que intuía
una oscura forma. Mantuvo su mirada clavada en ese lado y sonrió hasta que vio un destello de
movimiento y un saludo con la mano. Le devolvió el saludo.

—Parece divertido— señaló Kerry. —Hey… ¿sabes que tienen también un torneo para novatos? ¿Crees
que me podría apuntar para la siguiente?
—Hm. —Dar se quedó pensativa. Buena pregunta. —No sé. Creo que eres demasiado buena— le
confesó.—Ten en cuenta que no puedes estar disculpándote cada vez que golpees a alguien —Kerry sonrió
con tristeza.
—Golpear a la gente no es algo natural en mí… pero he mejorado, la última vez que te volteé no grité.

Dar se acarició la espalda, recordando.

—Gruñiste… una evidente mejora.

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Atravesaron la zona de calentamiento y Dar se alejó de su amante mientras se unía a un grupo de
combatientes que ya estaban calentado allí.

—Deséame suerte.

Kerry sonrió y tiró de su cinturón.

—No la necesitas— dijo. —Me voy a sentar— añadió señalando las gradas.

Dar alzó el brazo y miró cómo se alejaba, volviendo después su atención al tatami. Después de unos
veinte minutos de calentamiento, un hombre se adentró en las esterillas y alzó un megáfono.

—Muy bien, hombre y mujeres… ¡¡cooooooomienza el torneo!!

Los ejercicios de calentamiento se detuvieron mientras todos los rostros se volvían hacia él.

—Vamos a organizarlo de manera sencilla. Doble eliminación, un turno para los pros, uno para los
amateurs, los jueces harán el sorteo de emparejamientos. Debéis ir a donde la agradable señorita de la
camiseta rosa para dar que os dé vuestra tarjeta y luego debéis esperar en la parte exterior hasta que os
toque. ¿Lo habéis pillado?

Hubo un coro de gritos como respuesta.

—¡Bien! ¡A patearnos el culo!

Kerry encontró un buen sitio y se sentó, apoyando los codos en las rodillas. Era algo completamente
nuevo. Lo más cerca que había estado de un ambiente parecido a ese fue durante las partidas de bolos del
instituto.

—Aquí, kumquat—. Una baja y gruñona voz la sobresaltó y miró hacia la parte interior de las gradas
descubriendo ahí a Andrew Roberts sentado bajo ellos, mirando por entre los bancos con interés. —Es
como una maldita convención de kimonos, ¿eh?
—Es única…— admitió Kerry observando a algunos de los combatientes más jóvenes peleando entre
gritos.

Andrew gruñó, moviendo la cabeza de un lado a otro con la capucha puesta mientras miraba.

—Mi hija parece condenadamente bien, ¿lo sabías?

Kerry volvió dócilmente los ojos a la alta y morena forma que calentaba al lado de unos
principiantes mientras esperaba su turno.

—¿Tú crees? Me refiero a que… bueno, sí, creo que en cierto modo lo está, pero…
—Sí— asintió el padre de Dar con la cabeza. —Fíjate en ese golpe… yo nunca pude alcanzar esa altura
aunque me pagaran por ello.
—Es muy flexible— admitió Kerry.
—Huh— rió Andrew entre dientes, aclarándose la garganta. —Tú debes saberlo —Kerry le miró
sorprendida, ruborizándose.
—Oh, Dios—. Se salvó, literalmente, por la campana y se volvió para mirar el primer combate.
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Deseaba que Dar lo hiciera realmente bien.
Al fin y al cabo, había apostado por ella con Andrew con respecto al trofeo.

***

El primer combate de Dar era el tercero de la lista. Durante un segundo deseó estar en otro sitio,
justo antes de entrar en el tatami, y aprovechó otro segundo más para suplicar no vomitar antes de
comenzar.
Había sido una idea completamente absurda, maldita sea. Era una CIO internacionalmente conocida,
que se almorzaba directivos empresariales cada día, y ahí estaba, preocupada por no vomitar delante de una
gritona multitud en medio del gimnasio un sábado a la noche.
Mierda.
Dar miró a su oponente con molestia, un hombre algo más bajo que ella, con un cuerpo robusto,
compacto, y ojos inteligentes.
Que se ampliaron levemente al encontrarse con los suyos. Dar sólo pudo preguntarse qué imagen
tendría en ese momento antes de que sonara el silbato y comenzaran a dar vueltas. Él la eludió y ella le
bloqueó, sintiendo cómo los nervios le hacía moverse con agudeza, nerviosa.
Él lo intentó una vez más y ella evitó la patada, defendiéndose con otra, ayudada por sus largas
piernas, que lo alcanzaron lanzándole hacia atrás casi sacándole.
Muy bien. Dar flexionó sus manos y lo observó, sintiendo cómo el ritmo de su corazón comenzaba a
relajarse. Intentó una finta, dándose cuenta de que parecía que iba a funcionar y la continuó, barriendo a su
oponente, tomándole ventaja.
Primera caída.
Hm. Dar miró cómo se quitaba el polvo y se enfrentaba a ella, viendo algo en sus ojos que le envió
un torrente de adrenalina a través de su cuerpo.
Era intimidación… ella la reconoció y sus instintos agresivos estallaron mientras le barría de nuevo,
esta vez con mayor seguridad, dejando de sentir al público que los rodeaba mientras le hacía caer por
segunda vez.
El silbato sonó un minuto más tarde y ella dio un paso atrás, dejando libre el tatami para el siguiente
combate, sintiéndose levemente sorprendida y con muchas menos náuseas. Lanzó una mirada a Kerry que
la aguardaba con una sonrisa y un pequeño guiño.
Tal vez no fuera tan mal, al fin y al cabo.

—Lo ha hecho bien, ¿eh?— dijo Kerry en voz baja.


—Condenadamente bien—. Andrew tenía la barbilla casi a la altura de sus pies. —Le ha dado una buena
patada en el culo… ¡esa es mi chica!

Kerry ahogó una risita.

—Eres tan mono.

Un fino ojo azul se mostró tras el gorro y la atravesó.

—Perdóneme, señorita… cuide su lengua— gruñó. —No suelo tener pequeñas kumquats llamándome
cosas así.
—Ah… ya veo de dónde ha sacado ella eso— rió Kerry, volviendo su atención hacia su pareja, que bebía
agua de una botella azul a la que se había aficionado.

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Se dio cuenta de que Dar tenía los ojos algo más brillantes y parecía más suelta y relajada.
Estaba hablando con Ken, que había terminado su combate justo antes que ella, mientras veían el
siguiente combate.
Kerry se preguntó si se daba cuenta de la gente que la miraba, a pesar del combate. En cierto modo
esperaba que no… al menos hasta que todo hubiera terminado.

—¿Contra quién te toca ahora?—. Ken estiró el cuello y miró el pequeño trozo de papel que Dar
sujetaba.—Oh… buena pieza— asintió con la cabeza. —Todos son unos combatientes bastante decentes…
he tenido suerte con el mío. Los primeros tres de ellos son realmente buenos.
—Mm—. Dar dejó a un lado el papel y tomó otro sorbo de agua. Miró el combate y recordó el suyo con
una medio sensación de satisfacción.

Su siguiente combate fue sencillo, el tercero algo más difícil. Su oponente era una mujer fuerte,
decidida, con el ceño fruncido continuamente y una actitud combativa que casi hizo que Dar le ofreciera un
trabajo. La mujer aprovechaba su menor estatura para penetrar en la defensa de Dar, pero descubrió el error
que podía suponer quedar atrapada por el fuerte agarre de la mujer más alta.
Dar se secó la nuca con la toalla, limpiándose un poco el sudor, y echó un vistazo a la estancia
donde un alegre anotador se movía alrededor de la pizarra de los nombres. El suyo estaba en lo alto de una
de las listas y se sintió satisfecha con lo hecho hasta ese momento. Seis combates en total y ya había
ganado la mitad… no estaba tan mal para alguien que había estado fuera de la competición tanto tiempo
como ella, y Dar sabía que ya estaría completamente contenta aún perdiendo cada uno de los que
quedaban.
Se oyó su nombre para su cuarto combate y dejó su botellín, flexionando los dedos mientras entraba
de nuevo en el círculo que formaba el tatami. Esta vez su oponente era un hombre mayor, con ojos duros y
manos callosas propias de un entrenador y pudo sentir como su pulso aumentaba mientras su cuerpo bullía
ante el nuevo reto.
Él la miró fríamente, intentando intimidarla, y recibió a cambio una deslumbrante sonrisa, lo que le
hizo pestañear con sorpresa justo antes de verse atrapado en una combinación de movimientos que le
golpearon por detrás hasta casi hacerle caer de culo.

—Hijo de puta— espetó.

Dar se dio unas palmaditas en el pecho.

—Nop… género equivocado. Y no hables así de mis papaítos—. Le lanzó una patada que le hizo volar al
otro lado del círculo cayendo sobre el tatami con un ruido sordo. El hombre volvió y comenzaron a
moverse en círculos, entre fintas y golpes.

Todas las semanas obligándose a sí misma, y semanas de engrasar de nuevo las habilidades oxidadas
comenzaban a funcionar y Dar empezó a probar con movimientos más avanzados que no había sentido
necesidad de utilizar en los combates anteriores. Su oponente respondió a uno y dio un paso atrás, dándose
cuenta por lo visto de que el nivel de habilidad que tenía ante él era mayor del que había supuesto. Trató de
darle un golpe y Dar, absolutamente preparada, lo bloqueó por completo lanzándole por encima de su
hombro haciendo que sus huesos parecieran un sonajero.
El silbato sonó y ella dio un pasó atrás, siendo consciente en ese momento de la multitud que
lentamente se había ido congregando alrededor del tatami al haberse ido acabando el resto de combates. Su
nombre subió un puesto más y se dio cuenta de que estaba en una posición en la que su peor resultado sería
un cuarto puesto.

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Eso era genial, ¿no? Dar ahora sí era consiente de la creciente multitud de gente, la mayoría
observando el nuevo combate que acababa de comenzar, entre una alta y agresiva pelirroja y un rubio y
bajo hombre con un estilo de movimientos rápidos y fluidos que Dar admiró. Se concentró en él tanto que
se sorprendió cuando una voz cercana a ella la llamó. Ella se volvió.

—¿Sí?

Era la coordinadora del torneo, en plena apoteosis de rubor.

—Lo siento… ¿eres Roberts?


—Sí… ¿qué pasa?—. Dar se volvió y miró de frente a la rubia mujer. —¿Me he salido del círculo o algo
así?
—Oh no… no…— negó con la cabeza. —No… es sólo que el chico con el que tenías que combatir ahora
se ha lesionado en la pierna—. Hizo una marca en la hoja. —No puede combatir, así que sólo te queda
uno… el combate final—. La miró. —Contra quien gane éste… así que no te despistes.
—Vale—. Dar le echó un vistazo. —Iba a irme a buscar moscas por ahí, pero sí, será mejor que me quede.

La coordinadora la miró.

—¡Jaja…!—. Se volvió alejándose mientras Dar simplemente negaba con la cabeza.


—¿Qué pasa?— se acercó Ken tras acabar con su parte en el torneo. —Hey… tercero… no está mal—. Dio
una palmada en la espalda de Dar. —Jonh me dio una buena patada en el culo en cuarta ronda, así que
supongo que estará todo entre tú y él… va a ganar a Rusty seguro.

Dar casi se atraganta con el agua mientras las palabras le entraban por los oídos.

—¿¡Qué!?

Ken la miró.

—¿No te has dado cuenta? El chico que se ha lesionado iba segundo, así que el que gane de vosotros dos,
gana el trofeo—. Casi se echa a reír ante la expresión de Dar. —Vamos, Dar… no pongas cara como si te
hubiera golpeado un pez volador, ¿eh? Has estado pateando el culo de todo el mundo… eres la reina del
combate.

***

—El último va a ser todo un escollo— comentó Andrew aspirando de la pajita de su refresco.
—¿Sí?—. Kerrry sintió cómo se emocionaba mientras la energía de la estancia aumentaba y todo el mundo
comenzaba a colocarse alrededor del tatami donde se preparaba el combate que decidiría al vencedor. —
Bueno, Dar lo está haciendo bastante bien, ¿no?
—Sí, sí… en el peor de los casos será segunda… pero bueno, ya sabes cómo es mi niña.

Andrew se apoyó en el antebrazo del banco.

—No le gusta ser menos que la mejor.


—Me pregunto de quién ha sacado eso…— sonrió Kerry, aunque sabía que él tenía razón.
—¿Crees que puede con él?
—Depende.
58
—¿De…?—. Kerry apoyó los codos en las rodillas sintiendo la espalda dolorida de estar toda la tarde
sentada en ese duro banco.
—De lo dura que ella quiera ser.

Kerry tamborileó con los dedos el banco, se puso en pie e hizo una mueca un momento antes de
comenzar a moverse con cuidado por las gradas a través de la multitud con kimonos impregnados en sudor
hasta donde estaba Dar.
Su amante se volvió mientras se acercaba y le ofreció una sonrisa, alejándose un paso del grupo y
agachándose hacia ella para evitar el ruido.

—Hey.
—Hola—. Kerry miró la pizarra y le dio una suave palmada en la espalda mientras una sonrisa se abría
paso por su rostro.

Dar carraspeó y se encogió de hombros, riendo tímidamente.

—No está mal, ¿eh? No me lo esperaba.


—Yo sí—. Kerry tomó aire parpadeando inocentemente mientras miraba alrededor. El último combate
había terminado y el alto pelirrojo, el ganador, estaba descansando antes de que el combate final
empezara.—Tu padre me ha dado varios consejos.
—¿Sobre la lucha?

Los ojos verdes se deslizaron por su cuerpo y brillaron.

—Sobre eso también—. Se acercó un poco más. —¿Sabes una cosa? Está realmente orgulloso de ti—. Dar
simplemente se encogió levemente de hombros como respuesta pero su rostro se enrojeció de una manera
evidente. —¿Crees que le puedo decir que se venga luego con nosotras a celebrarlo?

Dar se quedó momentáneamente pensativa.

—Tal vez… depende.


—¿De qué?— preguntó Kerry justo antes de que se oyera el nombre de Dar ante el combate.
—De lo que tengamos que celebrar—. Una suave sonrisa jugueteó entre los labios de Dar. —Y bien, ese
tipo está entre mi persona y el compartir un helado con mi padre—. Su cabeza se movió un poco mientras
miraba alrededor a través de la multitud, dándole un aspecto de mayor depredadora.
—Está acabado—. Kerry puso sus manos a la espalda y se balanceó sobre sus talones. —Voy por el
recogedor…

***

Todo fue un poco nebuloso. Dar estaba en el borde de la colchoneta cuando sonó la campana.
Tomó aire, tratando de recobrar el aliento. Recordaba claramente haber entrado en el combate, pero
ahora que todo había terminado, los detalles se desvanecían rápidamente.
Sin embargo, todo su cuerpo estaba cubierto de sudor y estaba comenzando a sentir cómo le salían
los moratones que harían que el despertar del día siguiente no fuera demasiado cómodo. Se sentía ardiendo
y pegajosa, y quería algo más que una ducha de agua fría y un bien grande y chorreante helado de
chocolate y caramelo con tal vez algo de cereza por encima.
Al fin y al cabo se lo merecía.

59
Había ganado aquel maldito encuentro y ese último combate había sido todo un desafío, contra Jonh,
el alto pelirrojo, el típico “soy el gran americano semi–sensei” que cualquier equipo decente de artes
marciales suele desechar como una mofeta maloliente, y que aterroriza a los cinturones menores, con más
testosterona que cabeza.
Bueno. Dar captó un movimiento por el rabillo del ojo y se volvió mientras el organizador del torneo
se acercaba a ella, con un horripilante trofeo que no tendría más remedio que llevarse a casa.

—Creo que deberías ponerlo en tu escritorio— le murmuró Kerry junto a ella, dándole un cachete en el
culo. —Te lo has ganado.
—Ooohh… no, no, no, no… Creo que tendrías que guardarlo en TÚ escritorio— la corrigió su jefa. —Ya
que querías tener uno.
—Hey… enhorabuena—. El organizador le tendió una mano. —No te había visto nunca por aquí… pero
espero que vuelvas, has generado todo entusiasmo—. Tendría unos veinticinco años, repleto de bonitas
pecas y un pelo casi naranja, con un cuerpo delgado y musculoso. —Por cierto, me llamo Ryan Richie.

Dar devolvió el apretón de manos.

—Gracias… em… ha sido divertido—. Aceptó el trofeo con la otra mano. —Solía competir hace unos diez
años… hace poco que he vuelto.

Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¿Sí? ¡Wow!… bueno, estás a tope, que lo sepas… ha sido todo un placer… ¿te ganas la vida con el
deporte o…?

Se acercó un paso más y Dar se dio cuenta de que estaba coqueteando con ella.

—No. Estoy en una empresa de ordenadores.


—¿Y quién no?— rió Richie. —Hey, escucha… ¿tienes planes? Parte de nosotros vamos a ir a Chevys—
dijo mirando a un grupo de competidores que por lo visto se conocían. —¿Te vienes?
—No, gracias— Dar le ofreció una leve sonrisa. —Tengo una cita… pero gracias.
—No hay problema…—. Richie alzó ambas manos. —Tal vez la próxima… y ¡hey!, muchas felicidades
de nuevo, ¿ok?

Dar vio como volvía a unirse al grupo y por los movimientos de hombro y las miradas que le
lanzaban supo que era el tema de la conversación. En ese momento se dio cuenta de que el hombre al que
había ganado no era parte de ese grupo, mientras se alejaba con otros cuatro o cinco más, al parecer, su
propio grupito.

—¿Una cita?— Kerry le dio un codazo. —¡Te gusta!

Dar le lanzó una mirada.

—Ten— le dio el trofeo a su amante. —Creo que esto es tuyo… y deja de mirarme así.

Kerry rió.

—¿Cómo? No sé de qué me estás hablando, Dar—. Dio un tirón al cinturón negro atado alrededor de la
mujer más alta.
60
—Sí, sí— suspiró Dar. —Muy bien… me ducho y voy directamente fuera. Me debes un helado, si mal no
recuerdo—. Miró hacia las gradas encontrando una figura discretamente escondida en una oscura
esquina.—¿Crees que querrá…?
—Ya ha dicho que sí— murmuró Kerry. —Vamos… te esperamos allí.

Dar asintió con la cabeza y se dirigió a los vestuarios, que estaban casi vacíos. Una o dos mujeres
habían terminado de cambiarse y la más cercana la miró y le dejó espacio mientras entraba.

—Hey… buen trabajo— sonrió la mujer rubia ofreciéndole la mano mientras Dar pasaba. —Soy Sheila. Y
tú eres… Dar, ¿no?
—Sip… gracias—. Dar dio un breve apretón de manos y se fue a su taquilla, abriéndola y sacando la
toalla.—Tú también lo has hecho bien… ¿sueles venir por aquí?
—Eh—. Sheila agitó la mano. —Cuando estoy en ello… ya sabes cómo va esto. Ando en bicicleta, triatlón,
patinaje… ando en esa fase de ir a más.

Dar rió entre dientes.

—Sí… yo me voy encontrando a mí misma—. Se colgó la toalla en el hombro y se dirigió a la ducha.


—Hey… ¿está tu novia ahí fuera?— dijo Sheila inesperadamente.

Dar vaciló brevemente, luego asintió.

—Sí. ¿Por?

Sheila le mostró ambos pulgares hacia arriba.

—Es preciosa… buen trabajo—. Y después se fue, silbando.

Dar se mordió el labio, pensativa, y luego reanudó su camino.

—Yo también lo creo.

Se quedó mirando los dibujos de la pared mientras abría el grifo del agua fría y esperaba un
momento antes de entrar bajo el agua. Las duchas frías no tenían mucho sentido en Florida, por supuesto,
donde el agua tenía la temperatura de las tuberías que, por necesidad, solían estar o por encima de la
superficie o a muy poca profundidad, pero la sentía refrescante, y dejó que fluyera por un momento por su
cuerpo antes de empezar a limpiarse el sudor.
Cuando terminó, dejó nuevamente que el agua la recorriera mientras se recostaba contra la pared,
permitiendo que la realidad de lo que había hecho llegara a ella.
No ha estado mal, Roberts. Sonrió a su propio reflejo, distorsionado por el agua. Nada mal…
especialmente el último, en el que durante unos minutos se había sentido completamente suelta, sin su
prudencia habitual, dejando escapar una energía salvaje que la había sorprendido y encantado.
Con una sonrisa, Dar cerró finalmente el agua y se secó el cuerpo, atándose la toalla alrededor y
acercándose a la taquilla con el sudado kimono sobre el hombro.
Divertida reflexionó mientras se cambiaba. Pensaba que el local estaría vacío… tal vez algunos
rezagados. Pero a la vuelta de las duchas la gente que estaba en el vestuario había aumentado y había varias
mujeres más. Bueno.
Dar dobló su equipo cuidadosamente y lo metió en la mochila, colocó su cinturón como una espiral
y lo añadió al interior. Se pasó los dedos por su húmero cabello y cogió la correa de la mochila. Mientras
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se dirigía a la entrada, vio una conocida cabecita rubia asomarse y ladeó la cabeza medio riendo, medio
extrañada por la mirada de su amante.

—¿Qué pasa?
—¿Qué tal de centro de atención?
—¿Qué?—. Dar miró tras de sí con asombro. —¿De qué estás hablando? Venga… Vamos, he oído cómo
un helado me llamaba—. Puso una mano sobre el hombro de Kerry y la condujo hacia la salida donde su
padre les esperaba impaciente.
—Oh… ¿así que no has oído a la rubia esa salir y gritarle a todo el mundo que se acercaran, que estabas
desnuda en la ducha?— le preguntó Kerry maliciosamente. —Wow… tendré que asegurarme de que…
oh… está todo correcto y en su sitio, Dar…
—No ha hecho eso.

Kerry se bajó levemente las gafas de sol y miró por encima de ellas a su amante.

—Eres su nuevo póster de entrada, Dardar—. Dar gimió.


—¿Podríamos ir sin más a tomar un helado, por favor?— Se cubrió los ojos y dejó que Kerry la llevara.

***

Terminaron yendo al local Publix, dando la vuelta a la isla cuando vieron que las tres posibilidades
donde tomar un helado estaban o repletas de gente, o en medio de una tremenda fiesta infantil.
Así que ya estaban en casa, y Dar estaba tumbada cómodamente en el sofá con un enorme bol de
helado apoyado en su estómago. Andrew se había apoderado del sillón principal con un bol del mismo
tamaño y Kerry estaba sentada en el suelo junto a Dar, chupando el suyo de dentro de una jarra de cerveza.
Chino, por supuesto, andaba de persona en persona esperanzado, con la punta negra de su nariz
blanca y pegajosa de helado. La gran pantalla de televisión estaba encendida pero sin volumen, mostrando
escenas de una antigua película asiática

—Mm… Esta es una buena forma de cerrar una mala semana— comentó Kerry, a través de la pajita.
—¿Sí?—. Andrew alzó la mirada. —¿Qué ha pasado, Kumquat? ¿Noticias de esos pesados de los que
andáis siempre hablando?
—No exactamente—. Dar chupó su cuchara, mientras recordaba la llamada anterior al torneo. Su padre no
había tenido una relación cercana con sus abuelos, pero pensó que igual querría saber qué había pasado. —
Llamó mamá.

Hubo un incómodo silencio y quietud, antes de que Andrew volviera al helado.

—¿Ahora?
—Sí… um… La abuela ha fallecido. Me preguntó si quería ir al funeral— exhaló Dar suavemente.
—¿Y vas a ir?— le preguntó su padre.

Dar pensó la respuesta.

—Yo… debería.
—Pero no quieres ir.
—No, la verdad es que no— contestó la morena mujer con franqueza. —No he visto a nadie en diez
malditos años… No sé.

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—Mm…— Andrew se deslizó un poco más entre los cojines. —La anciana siempre fue parcial contigo,
Dardar…—. Movió el helado durante un minuto. —Y bueno… no es malo que veas a tu madre… yo,
emm… me gustaría saber qué tal anda.

Kerry echó la cabeza hacia atrás dejando que hiciera contacto con el brazo de su amante inmersa en
la comodidad del silencio, sintiendo cómo la mano de Dar se apoyaba en su hombro a modo de silenciosa
respuesta.

—Está bien. Iré—. Dar tomó una cucharada de helado y se lo llevó a la boca, convenciéndose con sencillez
de que si su padre deseaba que lo hiciera era un motivo más que suficiente para ir.—Me sorprendió que me
llamara.

Andrew apoyó su bol en la mesa y se inclinó hacia delante, apoyando los codos en las rodillas.

—Lo siento, Dardar— le dijo en voz baja. —Es jodidamente duro para todos.

Dar se encogió de hombros.

—Es la vieja historia de siempre… el que yo sea como soy… esa antigua forma de pensar, eso no va a
cambiar nunca.

Una leve sonrisa doliente cruzó los labios de Andrew.

—Cariño, eso es cierto, pero hay más de tu madre en ti de lo que crees—. Exhaló fuertemente y cambió ese
tema de conversación que les hacía sentirse a todos tan incómodos. —¿Eso ha hecho que sea una mala
semana?

Kerry carraspeó.

—No… He estado metida en una cuenta que ha ido bastante mal… y al final me han citado para declarar
en lo de mi padre.

Andrew hizo una mueca y volvió a coger su bol, reanudando el ataque que había abortado al
comienzo de la conversación.

—Lamento oír eso, Kumquat… eso significa que te vas a ver envuelta en medio de toda esa gente en
breves, ¿no?
—Sí. Va a ser muy agradable— confirmó Kerry tristemente. —Mi hermana dice que soy persona non grata
en su casa… ni siquiera me menciona—. Hizo una pausa. —Tiraron todas las fotos de los álbumes… ese
tipo de cosas—. El brazo de Dar se movió y la rodeó de repente en un abrazo de consuelo. —
Afortunadamente, Angie tiene en su trastero la mayoría de mis cosas, me las va a mandar.

Andrew frunció el ceño.

—¿Él no sabía que descubrirías el pastel?


—Y no lo sabe— intervino Dar.
—Entonces lo hace por…
—Por nosotras— le dijo Kerry. —Sip… ya sabes. Esa es una de las cosas que más me gusta de ti, que lo
nuestro nunca ha sido un problema—. Sonrió a Andrew.
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—Bueno… Me gusta pensar que soy tan liberal como un militar sureño lo puede ser— respondió con la
cara completamente seria. —Salí y me hice con una pegatina arcoiris para ponerla entre póster de la ANR
y mi jarra de Stormin Norman.

Se rieron y la tensión que había aparecido se relajó levemente.

—¿Has hecho realmente eso?— preguntó de repente Kerry.


—De hecho… Me acerqué a ese pequeño local de Lauderdale… y me encontré a dos chiquillos besándose
tras el mostrador, y me vendió una pegatina y una de esas…— Andrew sacó algo de su bolsillo y lo dejó
sobre la mesa. —Ah, y me tomé una agradable taza de té también.

Kerry le dio a Dar una pequeña llave color arcoiris.

—Eres de lo que no hay… Nunca sé qué esperar de ti, papá.


—Haz lo que hago yo, Kerry… y lo que descubrirás es que no importa la apariencia que la gente tenga. Al
final por dentro todos somos del mismo color— replicó Andre, con tranquilidad. —Así dejarás de ver a la
gente de este tipo, o de este otro tipo… sean amigos o no.
—Sí, bueno… espero que eso sea contagioso— suspiró Dar. —La otra mala noticia es sobre un tío del
consejo que está dando más problemas de los necesarios… Alastair está preocupado de que comience a
husmear donde no debe.
—¿Otra vez? Esa maldita empresa es como un grano en el culo— se quejó su padre. —Deberías dejarles y
empezar tu propia empresa sobre lo que demonios hagas… y mandarlos a todos los de este negocio a la
mierda.

Se quedaron en silencio por un momento hasta que Kerry se volvió y miró a Dar interrogante.

—Es posible…
—Se me está ocurriendo— dijo Dar al mismo tiempo.
—¿Podría terminar con ese problema? Estoy segura de que podríamos…— comentó Kerry con
entusiasmo.
—No—. Dar cogió una cucharada del helado. —Pero es posible que al final esos bonos sirvan para algo…
La última vez que los contabilicé, lo cual fue hace bastante, eran… como unos veinte millones de dólares
los que había en esa maldita cuenta.

Podía sentir los latidos en las sienes. Dar alzó la mirada, hacia los asombrados ojos verde de Kerry.

—De los cuáles tú, por cierto, eres heredera. Creo que ya te lo he comentado… que tengo un conocido en
Smith Barney que ha estado investigando, y revisando todo lo que he ido acumulando de ellos en los
últimos quince años… es increíblemente bueno y gracias a la tía May no creo que haya gastado mucho.
—Jesús— susurró Kerry. —Dios mío, Dar… Sabía que me habías comentado que tenías dinero escondido
en algún rincón, pero…
—Wow— murmuró Andrew por una vez sin palabras. —Nunca hubiera esperado tener relación con un
millonario, te lo puedo asegurar.

Dar se encogió de hombros.

—En fin… Tal vez después de que termine este proyecto de redes podríamos investigar un poco…
¿Querrías trabajar conmigo?— le preguntó a Kerry.
—Lo dices en broma, ¿no?—. La mujer rubia se echó a reír.
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—¿Y tú, papá?
—Maldita sea, ¡sí!— respondió Andrew inmediatamente. —Me encantaría sacar algunos beneficios de
esos ejecutivos corporativos de los que tanto he oído hablar… no le vendrá mal al Tío Sam, pero deja que
te diga que no voy a querer tener sillones de cuero.

Se echaron a reír. Dar dejó el bol de helado en el suelo para que chino se lo terminara y se estiró,
dejando que sus tensos músculos se relajaran en la suave y tentadora superficie de cuero mientras Kerry le
explicaba entre bromas a Andrew lo último de Allison Consulting.
Abrir su propia empresa. ¿Realmente quería tener dolores de cabeza de ese calibre? Qué
demonios… ya tenía esos dolores, ¿no? Pensar en que fuera su propia empresa daba… un poco de miedo.
Era intimidatorio porque era, como perfectamente sabía, mucho mejor organizando y diseñando que
comercializando.
Bien, bueno,… podría contratar a un tiburón del comercio para eso… y tal vez Mark se fuera a
trabajar para ella… Sí, y tal vez también María…
Oh, vamos, Dar… Ese ha sido tu sueño desde hace años… ¿Estás de broma? No quieres ser
responsable de todas esas malditas cosas.
¿No?

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Capítulo 3
María apoyó su taza y suspiró con satisfacción, disfrutando de la paz y la tranquilidad de la
madrugada. Era lunes y sabía que dejaría de estar todo tan tranquilo rápidamente pero, en ese momento,
justo antes del amanecer, podía sentarse y escuchar la falta de voces, del ruido del teléfono y pensar con
claridad.
Tener a Dar fuera dos días había hecho que se pararan algunas cosas y María había ido preparando
las cosas que su jefa debería mirar de forma inmediata dentro de una carpeta roja brillante que ahora
descansaba en el centro del casi dolorosamente limpio escritorio de Dar. Todos habían previsto que Dar
volviera el viernes, pero el cambio de acontecimientos había creado un par de situaciones extremas,
especialmente para Lou Draefus, cuya cuenta de correo electrónico en Allison Consulting se había vuelto
más y más drástica según avanzaba el día.
Así que era bueno que Dar hubiera vuelto.
Por supuesto, María sabía perfectamente bien que Allison Consulting no era la razón por la que Dar
estuviera en Vermont, pero daba igual. Kerry había comenzado a sonar realmente estresada los últimos
días de su primer gran viaje, y era bueno que Dar quisiera asegurarse de que la visita fuera un éxito. Kerry
estaba haciendo un gran trabajo los últimos meses, recibiendo elogios hasta de la arisca de Eleanor, y unos
pocos, muy a regañadientes, de José mientras afrontaba los problemas con un estilo propio, más suave.
Pero merecía la pena asegurar determinadas cosas y esa era razón más que suficiente para que Dar se
hubiera ido.
Le alegraba, sin embargo, tener a ambas de vuelta. Las cosas se estaban comenzando a acumular y
había empezado a ordenar todo por colores. Azul para Dar, verde para Kerry, con etiquetas rojas en
aquellas cosas que eran más urgentes. A decir verdad, Kerry se encontraba ya en un nivel en el que
fácilmente podía justificar el solicitar tener su propia secretaria, pero María se sentía en cierto modo
protectora de la pareja de su jefa y había decidido que hacer un poco de trabajo extra le merecía la pena
cara a la tranquilidad que le daba. Por lo menos hasta que pudiera encontrar a alguien en el que Kerrisita
pudiera confiar.
Alguien que comprendiera, no que juzgara.
Casualmente su hija mayor, Mayte, justo se graduaba y estaba buscando un trabajo agradable y
respetable.
María cogió una goma de alrededor de un paquete de correo destinado a Dar. Al fin y al cabo, la
familia era en quien más se podía confiar, ¿no? Ya lo había hablado con Mariana, y la vicepresidenta de
recursos humanos se había comprometido a destinarle un puesto, agradeciendo secamente a María el
solucionarle un problema que podría convertirse en toda una pesadilla.
Estaba bien, sí. Mayte era una muchacha inteligente, muy buena con los ordenadores y eso haría
también que estuviera fuera de casa la mayor parte del día, lejos de los amigos de su hermano, que poco
podían ofrecerle al margen de muchos problemas. María sonrió. Además le daría a su hija mayor la
oportunidad de conocer un nuevo tipo de persona, ya que Kerrisita era también muy inteligente y muy
fuerte, sin miedo a decir lo que pensaba. Sería una buena influencia para su tímida hija.
Además, ¿realmente Mayte creía que ella, María, que tenía tanta experiencia en la vida, no sabía que
el concierto de Jon Secada al que su hija y algunos de sus amigos iban a ir la semana pasada era realmente
un concierto de Melissa Ethergride? Chica tonta. Si pensaba que ella no sabía lo que realmente quería,
mejor que estuviera rodeada de gente como Kerrisita y su jefa Dar que encontrarse inmersa en oscuros
rincones.
No es que esperara que Mayte eligiera lo mismo. María era lo suficientemente humana para querer
un hogar, una familia, y un marido para todas sus hijas, y sentía que la tradición familiar era fuerte y muy

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importante. No… no lo esperaba. Pero la vida, ¡ay!, la vida tiende a darte lo que quiere, no lo que tú
deseas, así que era mejor estar bien preparada y hacer lo mejor que pudieras por aquellos a quienes amas.
Ah. El ascensor.
María oyó cómo se abrían las puertas y, a continuación, dos pares de pasos que se acercaban junto
con sus familiares voces. Podía oír la suave risa de Kerry y sonrió mientras la puerta se abría y ambas
entraban en la oficina.

—Buenos días Dar, bienvenida Kerrisita.


—Buenos días, María—. Dar recogió su carpeta azul y le echó un vistazo. —¿Qué tal el fin de semana?
—Muy bien, gracias— respondió María. —Kerrisita, ¿es un nuevo conjunto? Está genial… ¿Qué tal el
viaje?
—Ugh—. Kerry cogió su carpeta. —No tuve tiempo de limpiar nada así que tuve que ir de compras ayer—
. Tiró de la limpia camisa de algodón que tenía metida por dentro de sus pantalones. —Me alegro de poder
ir con ropa de negocios informal en verano—. Tomó un gran sobre que estaba dentro de la carpeta. —
¿Estos son los papeles?
—Sí—. María le mostró una simpática mirada. —No es muy bonito… pero el policía que los trajo fue muy
agradable.

Kerry suspiró y devolvió el sobre a la carpeta.

—El viaje fue genial salvo los dos últimos días… No sé qué vamos a hacer con Allison, supongo que el
equipo de seguridad sigue en ello.
—Sí… Brady llamó hace media hora y dijo que había cosas de cuidado— respondió María. —Se lo he
pasado a Mark.
—Genial… Voy a comprobar cómo va, Dar, y te aviso de cómo está el tema. ¿Irás a la reunión de las diez?

Dar había estado echando un vistazo a su carpeta.

—Sí… y necesitamos una reunión de equipo después de comer porque Mark está terminando con los dos
hubsites. Vamos por delante de lo previsto—. Levantó la mirada. —María, cancela todo lo que tenga el
viernes por la tarde, tengo que volar a Connecticut.
—Bien—. María tomó nota. —¿Quieres que te haga la reserva?

La alta ejecutiva asintió con la cabeza.

—Volaré después del almuerzo…—. Hizo una pausa mientras pensaba. —Y mira a ver si hay algún vuelo
de vuelta por la noche, sino a la mañana siguiente, temprano.

Kerry alzó la vista.

—¿No quieres quedarte un día o dos?

Los azules ojos se encontraron con los suyos.

—No—. Dar cerró la carpeta y se dirigió a su despacho.

María, que había cogido un lapicero para tomar notas, lo dejó y se inclinó interrogante hacia Kerry.

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—Mm… La abuela de Dar ha fallecido— explicó la rubia mujer. —No se ha visto con esa parte de la
familia desde hace mucho… No se llevan bien.
—Ahh… eso no es bueno—. María hizo una mueca. —Los funerales son siempre difíciles.

Ambas se quedaron en silencio un momento antes de hablar de nuevo.

—María, ¿que tengo el viernes en mi agenda?


—Ya sabes que lo tienes libre, Kerrisita.

Ambas rieron.

—¿Quieres que haga la reserva para ti también?— le preguntó María.

Kerry lo consideró un momento.

—Sí… pero separadas, ¿de acuerdo? No he hablado con ella de esto… y María, esta vez cárgalo a mi
cuenta—. Movió un dedo hacia la secretaria. —Dar no necesita ningún tipo de ayuda en esto… ya me
mima lo suficiente.

María sonrió y levantó una mano.

—Ay, Kerrisita, las dos sois a veces como mis hijas. Mejor ve a tu despacho. Creo que mi jefa te echa de
menos desde el momento en que se ha ido.
—¿A mi despacho?— preguntó Kerry. —¿Que ha hecho en mi despacho?

Sin respuesta salvo una sonrisa.

—Oh, Dios mío…— exhaló Kerry y se dirigió a la puerta. —Debí haber traído ese maldito trofeo…

***

Dar estaba como a la mitad de la carpeta roja, apoyada la cabeza en una mano mientras estudiaba el
papel que tenía frente a ella. Se inclinó un poco y tomó un sorbo de zumo de manzana, apoyó la botella y
dio la vuelta al informe.

—No—. Cogió la hoja y la arrojó a la basura. —No—. Tiró el siguiente. —Estás de broma…—. Un
tercero salió volando.

Cogió una pluma y firmó el siguiente dándole la vuelta. Un timbre la hizo mirar hacia arriba y vio su
buzón de correo repleto de líneas oscuras. Luego volvió la cabeza y retornó tranquilamente a sus papeles.
Un zumbido.

—Dar… El señor Alastair por la línea uno.

Dar apretó un botón.

—Buenos días, Alastair.


—Buenos días, Dar… He oído que tenemos algunos problemas con la cuenta de Allison.

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Directo al grano. A Dar le gustaba eso.

—Sí. Tengo a un equipo en ello, y Duck tiene a sus auditores trabajando en sus libros de cuentas. Parece
que compraron a alguien dentro de Ernst & Young.

Alastair hizo en leve cloqueo.

—¿Estás de broma?
—Nop… salvo que el análisis sea erróneo. Nos las hemos arreglado para recuperar los registros que
demuestran que estaban comprando los contratos. No puedo imaginar cómo hubieran podido sino pasar las
debidas diligencias—. Dar firmó una nueva página y le dio la vuelta. —Eché a su controlador.
—Lo he oído— murmuró Alastair. —Su tío es presidente de Intercorp.

Dar dejó los papeles y cruzó las manos.

—¿Y?
—Me ha llamado.
—¿Y?— volvió a preguntar Dar, estrechando sus ojos.
—No está contento.
—Yo tampoco lo estaba el viernes… El muy idiota es tan estúpido como para llevar un registro de lo que
estaba haciendo dentro del propio servidor de su empresa, Alastair… si no encontraban una forma de
obligar a una empresa a firmar el contrato, la creaban. Estamos hablando de las Grandes Ligas.

Pudo oír un suspiro.

—Está amenazando con tirar hacia atrás la oferta de los franceses.

Dar sintió náuseas.

—¿Le has contado lo que hemos descubierto?


—Le da igual— le respondió Alastair sin rodeos. —Ese tipo es un protegido suyo y es un mal olor que no
quiere conocer.

Siguió un prolongado silencio.

—¿Me estás diciendo que le vuelva a contratar?— preguntó Dar con cuidado.
—Te estoy sugiriendo que me des una razón para no tener que hacerlo— replicó su jefe. —Algo que le
haga imposible que sea empleado por ILS.
—¿Qué hay de presentar cargos contra él?— resopló Dar. —Jesus, Alastair… No me puedo creer que
estemos teniendo esta conversación. Dame el teléfono de ese tío.
—¿De quién?
—Del tío del tipo… le voy a llamar—. Dar sacó una libreta y un lápiz. —Me importa una mierda que le
explote todo en la cara… debería haber enseñado un poco mejor a ese cabrón… o por lo menos asegurarse
de que tuviera el sentido suficiente como para asegurarse su trasero.
—Um… no, Dar, no creo que sea una buena idea— le dijo Alastair delicadamente. —Tiene bastante genio.
—¿Y yo no?
—Esa es la otra razón— dijo secamente su jefe. —Escucha… Dame simplemente algo de ese tipo para que
pueda volver a hablar con su tío con algo más que excusas, ¿vale?

69
Dar fulminó el teléfono con la mirada.

—¿Sabes que le diría?


—Sí, me lo puedo imaginar… pero necesitamos ese contrato, Dar… entiéndelo.
—Grumph…— gruñó la ejecutiva. —De acuerdo… veré lo que puedo hacer. Pero te diré una cosa,
Alastair, aunque no se concrete nada contra él, no pienso hacer que ese hijo de puta vuelva—. Colgó el
teléfono y frunció el ceño un momento antes de marcar otro número. —¿Mark?
—¿Hmm?— El jefe del MIS se aclaró la garganta. —¿Sí, jefa? ¿Qué tal? Bienvenida a casa.
—Necesito toda la mierda que puedas encontrar sobre ese cabrón de Allison Consulting— le dijo Dar. —
Tiene algo escondido en alguna parte y necesito hundirlo hasta el fondo.
—Ok. Veré que puedo encontrar— prometió Mark. —Hey… ¿ha visto Kerry su oficina ya?

Mierda.

—Ha venido disparada a aquí, así que me imagino que no—. Dar sintió cómo se ruborizaba. —Ya te lo
diré.

Mark rió.

—Le va a dar algo… Ojalá pudiera grabarlo. Hasta luego, jefa.

Dar se apoyó en el respaldo de su sillón y cruzó una pierna sobre otra, alisando con una mano los
pantalones. Sorbió un poco de su zumo y esperó mientras oía los familiares pasos acercándose a la puerta
de atrás.

***

Kerry entró en la sala de descanso antes de hacerlo en su despacho, yendo al armario y tomando una
taza que había escondido ahí. Mientras se preparaba una taza de expresso una voz familiar llegó hasta ella.

—¡Hey, Kerry! ¡Bienvenida!—. Mary Ann, la secretaria de Duck, se acercó y cogió su propia taza. —Te
hemos echado de menos en el gimnasio… ¿Qué tal el viaje?
—Eh…—. Kerry se recostó y cruzó sus brazos. —Bien hasta los últimos días… Creo que está todo el jaleo
en tu departamento— sonrió a la alta y corpulenta mujer. —También os he echado de menos… encontrar
un lugar donde entrenar en pleno viaje es complicado.

Mary Ann se sirvió una taza de café y le añadió crema, miró a su alrededor y bajó la voz.

—Así que… ¿qué tal fue el torneo del sábado?

Kerry sonrió tanto que una leves arrugas aparecieron en su nariz.

—Genial… quedó campeona después de todos los combates.


—¿De verdad?—. Mary Ann se tapó la boca. —Oh Dios mío… ¡es tan gracioso! ¿Ganó? ¿En serio?
—Uh huh… Ganó un trofeo casi tan grande como yo— rió Kerry. —Estuvo realmente increíble…. Ojalá
hubierais estado allí.
—¡Nos dijiste que no fuéramos!

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—Lo sé, lo sé….—. Kerry hizo un gesto de silencio. —Shh… Estaba muy nerviosa… pero creo que el
siguiente estará mejor… pero bueno, ¿podemos dar clase juntas antes de miércoles? Sería divertido hacer
algo con ella antes de que comience la clase.
—Oohh…— los ojos de Mary Ann se iluminaron. —Si, podríamos traer una tarta… ¿o nos matará?
—No si es de chocolate— replicó Kerry con ironía. —Pastel de chocolate, relleno de chocolate, con
glaseado de chocolate. Confía en mí.
—Hecho— sonrió Mary Ann. —Será divertido… Ha sido como una explosión verla desoxidarse los
últimos meses… nadie lo creería si se lo contara.

Kerry tomó su taza y vertió en ella el fuerte café, añadiendo la leche y la espuma que se había ido
preparando mientras hablaban.

—Pondrá mala cara, pero le encantará—. Miró por encima de su hombro. —Mejor me muevo, tengo una
conferencia telefónica en diez minutos—. Dejó atrás a la mujer más alta y se dirigió por el pasillo, abriendo
la manilla de la puerta y empujándola con su hombro. Entró y cerró la puerta, revisando la sala antes de
descubrir dos cosas en ella.

¿Qué había en su escritorio que no era su pantalla grande?


Olía a ordenador nuevo.

—Oh…—. Kerry se detuvo y apoyó la taza sobre la mesa, rodeando su escritorio y mirando con avidez. —
Ohh… oohhh… ohhhhhh….—. Sus ojos se fueron abriendo mientras absorbían una elegante y fina
pantalla de veintiséis pulgadas de cristal líquido con aire de suficiencia que estaba apoyada sobre la
superficie. —Wow…—. El salvapantallas se arremolinaba en una brillante transformación de formas que
desaparecieron al tocar el ratón ergonómico. —Nueva CRT… nuevo ratón…

Kerry se puso de rodillas y echó a un lado el sillón, metiéndose bajo el escritorio para ver la nueva y
brillante caja metálica que había bajo el mismo.

—OOHH… ¡Estoy en el cielo!—. Se levantó y tiró la silla atrás de nuevo y abrió el panel del control del
sistema, revisando rápidamente todo con la mirada. —OH… DIOS… MÍO… ¡esto tiene más RAM que un
transbordador espacial!—. Se sentó e hizo una especie de baile en el sillón, se levantó y dio una palmaditas
a la pantalla. —Cariño, espérame aquí, ¿vale? ¡Tengo que ir a darle las gracias a mi hada madrina!

***

Dar dibujó una mirada seria en su rostro mientras miraba la puerta por la que apareció Kerry.
Le duró sólo un segundo, antes de ponerse una mano en la boca para ahogar una carcajada mientras
la rubia mujer hacía un pequeño baile en el centro de la alfombra.

—¿Sabes que es esto, Dar?— le preguntó Kerry haciendo su mejor imitación de Snoopy. —¡Es la danza de
la alegría!

Dar se cayó al suelo sin poder reprimir la risa.


Kerry paró, encantada con la reacción.

—Wow… eso ha sido casi tan bueno como ver el ordenador nuevo.

Puso las manos en las caderas sonriendo, se acercó y le tendió una mano a su jefa.
71
—Ven…

Dar tomó la mano y se dejó levantar, sacudiéndose después.

—¡Menos mal!, no esperaba esa reacción— rió con ironía. —Me alegra que te guste tu nuevo ordenador…
Le dije a Mark que le echara un vistazo al tuyo antes que al mío.
—¡Es impresionante!— dijo Kerry entusiasmada. —Esa pantalla es tan… ¡mis ojos te lo agradecen!
—Mm…— Dar asintió. —Sí… esa fue una de las razones por las que lo compré…—. Se acercó a su
ordenador y movió la bola de desplazamiento, seleccionando una pantalla. —Un par de semanas leyendo
esto me convenció.

Kerry miró el complicado dibujo de CAD, reconociendo los símbolos de redes.

—Wow… ¡ya veo a qué te refieres!—. Miró a Dar. —¿Te ha vuelto a doler la cabeza?

La mujer más alta asintió en silencio.

—En ese caso, definitivamente, merece la pena— decidió Kerry, dando una palmadita a la pierna de
Dar.—Gracias, jefa.

Dar sonrió y marcó.

—Hey, Mark.
—¿Uh? Ah, hola, jefa… ¿Qué pasa?
—Te has perdido un baile loco hace un minuto.
—Awh… oh, Señor… esperaba que durara más de un minuto…— rió Mark. —Hey, Kerry, ¿te gusta tu
nuevo ordenador?
—Oohh…— respondió Kerry. —¡Mucho! Gracias, Mark…
—Encárgate del mío— rió Dar —cuando tengas un momento.
—¡Me encanta trabajar para una friki!— suspiró Mark. —Ok… Brent estará allí en un minuto.

Dar colgó la línea y se sentó en el borde de su escritorio, cruzando los brazos sobre el pecho con
expresión satisfecha.

—Así que, te gusta, ¿eh?—. Se sentía satisfecha con su sorpresa, habiendo tomado parte en la elección.
—Mucho— sonrió la mujer rubia. —Ahora voy a volver a mi nuevo juguete y voy a tratar de trabajar un
poco… en esos informes.

Dar perdió su buen humor.

—Ah. Yo también… al parecer nuestro asqueroso colega tiene amigos en el infierno. Alastair está
presionándome para volver a contratarlo—. Vio caer la mandíbula de Kerry. —Lo sé, lo sé… Tengo a
Mark buscando. Pero mantente alerta tú también.
—Qué mierda…— respondió Kerry con franqueza. —Va a ser todo un problema, Dar… ¿Sabes?, me voy
a poner en contacto con la mujer de la cuenta que acababan de conseguir… estaba muy molesta sobre todo
lo que había de ella, tal vez ahora hable.
—Bien—. La ejecutiva alzó la vista al abrirse la puerta, entrando un carro audiovisual empujado por un
hombre bajo y fornido de unos veinte años con un corte de pelo belicoso. —Gracias, Brent.
72
—No–problem, señora— afirmó con energía el técnico a modo de saludo. —Voy a asegurarme de que esté
bien conectado.

Kerry se asomó desde el escritorio de Dar.

—Hola, Brent.

El hombre se sonrojó visiblemente.

—Buenos días, señora.


—¿Has configurado también mi sistema?— preguntó la rubia mujer mientras una pequeña y juguetona
sonrisa se mostraba en sus labios. —Si es así, gracias.

Disimuladamente él la miró.

—Sí, fui yo… no me las de—. Revisó algunos cables y se asomó de nuevo. —Si quiere que los cables
estén dispuestos de otra manera, avíseme, ¿vale?
—Lo haré— le contestó Kerry sonriendo, haciendo que casi se le cayera el teclado de las manos. Era
evidente que Brent estaba enamorado de ella y quería hacerle sentir que estaba por encima de él para dar
distancia.

Además, era guapo y casi hasta dolorosamente tímido, y a Kerry le gustaba por su precisión y su
buena actitud.

—No se puede conectar el ratón ahí, Brent—. La voz de Dar retumbó seca desde el escritorio. —Prueba en
el agujero redondo.

Kerry decidió irse antes de causarle más problemas al muchacho.

—Voy a traerte los informes—. Rozó los dedos de Dar y se deslizó por la puerta de atrás, cerrando tras de
sí.

Dar se apiadó del técnico, pasando su mirada por el escritorio hasta la ventana, mirando el agua con
aire de serenidad, buscando la paciencia que sabía había dejado escondida en alguna parte y que utilizaba
sólo en ocasiones especiales. Pensó en el baile de la alegría y el cristal reflejó una alegre sonrisa mientras
esperaba que Brent finalizara el trabajo.

***

—Uff…—. Kerry cerró los ojos y permitió que Dar la llevara al interior del apartamento, donde el
refrescante frío del aire acondicionado secó de inmediato el sudor de su frente. —Me siento como si me
hubiera pasado un camión por encima—. Justo habían vuelto del gimnasio de la isla y estaba lamentando
con profundidad la falta de movimiento de las últimas dos semanas de viaje. Había sido un largo día de
trabajo también, y añadiendo las dos horas de entrenamiento, Kerry se sentía capaz de meterse
inmediatamente a la cama y acurrucarse echa una bola de agotados músculos tanto físicos como mentales.

Chino se retorció entre los brazos de Dar. La mujer más alta se acercó y permitió al cachorro de
labrador que lamiera la cara de Kerry.

73
—Vamos, ¿que te parece si compartimos primero una buena ducha y luego nos relajamos? Ya tengo la
maleta preparada…

Ah. Kerry se obligó a abrir los ojos. Es verdad, mañana era viernes y con él llegaba el vuelo de Dar
a Connecticut. En los últimos días no había tenido la oportunidad de sacar el tema de unirse a ella en el
viaje, así que ahora… Suspiró. Ahora tendría que encontrar un momento y simplemente aceptar la
respuesta de Dar.
Sabía que le haría sentir mal a su amante. Dar había estado muy tranquila los últimos días, casi
retraída, sumida en un reservado silencio, sumergida en sus pensamientos. Kerry se había debatido entre la
ansiedad y el entender que Dar trataba de crear un escudo a su alrededor. Bueno, tal vez después de que se
relajara un poco se lanzaría al agua. Y hablando de agua…

—Ducha. Umm.

Dar dejó a Chino en el suelo, dejando a continuación las bolsas en el sofá antes de llevar a Kerry al
cuarto de baño, abrir el agua y empezar a quitar la ropa de entrenamiento de la mujer más pequeña. Kerry
parpadeó cansada, tomando profundamente aire antes de reunir un poco de energía y comenzar a hacer lo
mismo con la ropa de su pareja.

—Vaya día.
—Mmhmm— afirmó Dar, quitándole el sujetador deportivo para hacerle después cosquillas bajo el
brazo.—Tengo una mala noticia más antes… se supone que nuestro amiguito Steven Ankow vendrá el
lunes.
—Uh, genial… simplemente genial—. Kerry ahogó un bostezo y se apoyó en Dar mientras se abrían paso
hacia la octogonal y amplia ducha en la que el agua caliente las golpeó con fuerza. —Dios, qué gusto…

Dar cogió una esponja y vertió un poco de gel de ducha en ella, comenzando a restregar a Kerry
empezando por los hombros y siguiendo por la espalda con energía mientras la rubia mujer se dejó caer
apoyándose en ella.

—Sí, seguro que viene— bromeó.


—Mmm…—. Kerry le acarició, jugueteando con un pezón entre sus manos, recorriendo suavemente el
fornido cuerpo. —¿Estás todavía enfadada conmigo por lo de la tarta?—. Sintió el movimiento de Dar
mientras reía. —Estabas tan guapa anoche… Dios mío, Dar, nunca te he visto ponerte tan roja.

Dar soltó un suave gruñido.

—No me puedo creer que les dejaras hacer eso.


—¿Dejarles?

Su amante suspiró.

—No, no, estuvo genial… gracias. De verdad que lo agradezco, Kerry, yo sólo…
—¿Te sorprendió?
—Sí.
—Esa era la idea—. Kerry tomó la esponja y comenzó a hacer pequeñas esculturas de jabón en el vientre
de Dar. Había un montón de valles y montañas que explorar y asegurarse de que estuvieran completamente
limpias. Frotó varios puntos que conocía por sus cosquillas consiguiendo que el jabón saliera volando en
cuanto Dar se contrajo de la risa. —Tienes una risa muy bonita, ¿te lo he dicho alguna vez?
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Dar le lavó el pelo, rascándole tras las orejas, donde sabía que había un punto sensible, hasta hacerle
exhalar un gemido de placer.

—No, no me lo habías dicho—. Su amante gimió de nuevo. —¿Te he dicho alguna vez que tienes unas
orejas deliciosas?— exploró mordisqueándolas levemente.

Unos gemidos se escaparon de los labios de la mujer más pequeña mientras sentía cómo el
cansancio del día se desprendía de ella, desterrado por un nuevo torrente de energía. Su piel comenzó a
sentir la reacción que va del juego a la seducción, consiguiendo una respuesta inmediata en Dar, mientras
ésta acariciaba las zonas más sensibles de su amante y daba un paso, uniendo sus cuerpos, deleitándose en
el contacto de la piel.
Un dilema. Kerry estaba perdiendo su capacidad de tomar decisiones, pero se preguntó si el esfuerzo
de salir de la ducha se vería recompensado por la comodidad de la cama. En ese momento Dar deslizó una
rodilla entre sus piernas y dejó a un lado sus pensamientos, ansiando las caricias de Dar cada vez más
profundamente.
El agua se unió a las caricias de Dar y olvidó por completo el día, concentrándose sólo en la piel que
había bajo sus dedos, en el sabor de los labios de Dar y en las intensas sensaciones que crecían y la dejaban
sin aliento. Entonces el mundo se nubló y fue vagamente consciente de que la habían levantado, de que
sentía el aire frío, y de la cálida y levemente áspera textura de las sábanas mientras era dulcemente apoyada
entre ellas según las caricias aumentaban.
Entregándose a ellas con todo el deleite.

***

Kerry se dio cuenta de que Dar no dormía, enredada entre las sábanas con una tenue luz. Inclinó la
cabeza y lo confirmó, observando los ojos medio abiertos mirando al techo en un gesto pensativo.

—Mm…

Los azules ojos se abrieron un poco más y Dar volvió la cabeza.

—Pensaba que estabas dormida.


—Casi— admitió Kerry, trazando una delgada línea con un mechón de pelo fino que recorría el pecho de
Dar.
—¿Y tú?
—Estaba pensando

Kerry asintió.

—¿En mañana?

Dar exhaló con fuerza.

—Sí.
—¿Será una gran ceremonia?— preguntó Kerry con suavidad. Dar se había resistido firmemente a hablar
del tema, evitando con gentileza cada comentario preocupado de su amante.

Un largo silencio. Kerry pensó que Dar no respondería, justo cuando lo hizo.
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—Probablemente… La familia de mi madre es bastante grande… cinco hermanos—. Dar hizo una
pausa.—Muchos primos… amigos…
—A los que no has visto desde hace mucho.
—Mmm.
—¿Se sorprenderán?— murmuró Kerry, distinguiendo una leve y corta sonrisa de ironía. —Apuesto a que
sí.
—La última vez que vi a la mayoría de ellos fue en el servicio de mi padre—. La voz de Dar surgió de la
oscuridad, tiznada con una dolorosa tristeza que no solía mostrar. —Volver a allí, con esa situación nueva
para mí… me sentí muy sola entre toda esa gente.
—Suena horrible.
—Lo fue. Todos son muy inteligentes, sofisticados… Siempre creí que despreciaban a papá porque él no
era como ellos… Lo sé, mi madre no solía llevarle a las grandes reuniones familiares—. Dar habló
lentamente y con torpeza. —Dios sabe que yo estaba muy lejos de ellos… Digamos que en aquella época
no era muy brillante. Me sentía muy pequeña, con todos mirándome… la forma en la que vestía… Mi
mundo era muy diferente.
—Dar, no eres la misma persona que eras entonces— murmuró dolorosamente Kerry.
—Lo sé… pero fue uno de los peores momentos de mi vida— admitió Dar. —Esto abre todos aquellos
horribles recuerdos.

Kerry le acarició con cariño.

—Me alegra que hables de ello. Estaba preocupada… sé que es muy duro para ti—. Apretó su cara contra
el pecho de Dar, escuchando el irregular latido de su corazón y cómo aumentaba la respiración de su
amante. —¿Puedo hacer algo para ayudarte?

El latido del corazón saltó, acelerando un par de compases.


Kerry esperó en silencio mientras trazaba un suave camino sobre la piel.

—No… estaré bien.


—Dar—. Kerry apoyó la palma de su mano en el vientre de su amante. —Eres mi mejor amiga. Si no me
lo puedes decir, ¿quién podrá hacerlo?
—Es… es de niños— murmuró Dar.
—Vamos, Dar… anímate… ¿quieres llevarte uno de mis peluches?— preguntó Kerry bromeando
suavemente.
—No—. Los azules ojos la miraban, brillando en la oscuridad.
—¿Quieres que vaya contigo?—. Kerry sintió cómo el movimiento bajo sus dedos se detenía por un largo
instante.

Dar se movió, con su cuerpo deseando escapar, pero sujeto por el peso de Kerry y su propia
voluntad.

—No te puedo pedir que hagas eso… además, es demasiado tarde para hacerlo— murmuró la morena
mujer. —Pero gracias.
—Tch tch tch—. Kerry se acercó hasta el rostro de Dar y le besó en los labios. Se dio la vuelta y metió la
mano en el cajón de la mesilla, cogiendo algo y dejándolo caer en el desnudo pecho de su amante.
—¿Qué es eso?— le preguntó Dar en voz baja.
—Mis billetes.
—¿Cuándo los cogiste?
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—El mismo día que tú.

Dar los levantó mirándolos y después miró a Kerry, alzando su cuerpo.

—¿Por qué no me dijiste nada?— preguntó con curiosidad, con una mirada entremezclada con
consternación y alivio. —Maldita sea, Ker… he estado intentando encontrar una forma de…

Kerry apoyó el brazo sobre el hombro de Dar y dejó caer su cabeza.

—Bueno— exhaló pensativa. —Eres muy reservada, Dar… y sé que es algo muy sensible para ti—.
Acarició suavemente la mandíbula de Dar con un dedo. —Si te sirve de consuelo, he estado intentando
encontrar la manera de preguntarte si querías que fuera—. Sonrió. —Me alegro de ir.

Dar dejó escapar un suspiro de alivio.

—No me extraña que María me mirara de esa forma tan graciosa cuando le dije que iba a una reunión
mañana por la tarde—. Le lanzó a su amante una mirada irónica. —No va a ser agradable, Kerry.
—Está bien. Venir a Michigan conmigo tampoco lo fue para ti, ¿no?— preguntó Kerry. —Me gusta poder
devolvértelo de esta manera.

Dar la abrazó de repente, buscando su contacto.


La miraban por encima del hombro, ¿verdad? Kerry sintió crecer su instinto de protección. ¿Unos
pijos intelectuales? Ya veremos.

***

La capilla tenía, como todas las capillas, un ambiente de reservada paz, una quietud silenciosa
proveniente más del natural instinto humano a defenderse de la muerte que a cualquier otra cosa. Había
unos discretos arreglos florales por la sala y una decorosa mantilla azul medianoche que cubría la caja de
pulida madera. Los empleados de la capilla estaban preparando los detalles finales, observados en silencio
por una pequeña, delgada y huesuda mujer de pelo rubio claro y rasgos delicados. Un hombre alto y casi
calvo entró, miró alrededor y se unió a la mujer.

—Buenas noche, Ceci… Lo lamento.

Cecilia Roberts levantó la mirada hacia él e inclinó la cabeza con una gracia estudiada.

—Gracias, Charles…

Su voz era suave, pero vibrante.

—Empeoró hace tiempo… Me alegro de que finalmente esté en paz.

El hombre asintió con solemnidad.

—Era una mujer fuerte—. Sus ojos miraron la sala. —Han hecho un buen trabajo.

Una sonrisa sarcástica cruzó el rostro de Cecilia.

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—Si tú lo dices…— arrastró las palabras viendo cómo la gente, la mayoría conocidos, comenzaba a entrar.
Muchos de ellos le ofrecieron miradas y gestos de asentimiento. —Bonitas flores…

Él gruñó.

—Mm… esas son preciosas… ¿Orquídeas?


—Eso creo— reflexionó la mujer.

Los dos se encontraron en un cómodo silencio mientras la sala se iba llenando. Charles finalmente
tomó aire.

—He oído que viene tu hija.

La frialdad se mostró en el rostro de Cecilia.

—Me dijo que vendría, sí— replicó brevemente. —Le prometí a mi madre que se lo pediría—. Calló. —Y
eso he hecho.

Una pequeña mujer se acercó.

—Ceci… Lo siento mucho—. Extendió sus manos, cogiendo brevemente los de la otra mujer, liberándolas
posteriormente. —Ha sido un largo camino, lo sé.
—Sí— respondió Cecilia. —La voy a echar de menos, a pesar de lo mucho que deseaba que estuviera en
paz.

La mujer más pequeña se acercó un poco más.

—Ceci… me dijo Andrea que… bueno, estoy segura de que se equivocaba pero dijo que tu hija iba a venir.

Cecilia suspiró para sus adentros.

—No hagas un espectáculo de esto, Elli… Sí, mamá quería que Paladar estuviera aquí y le pedí que
viniera. Ella me dijo que lo haría. ¿Suficiente?
—Mmm…—. Eli hizo una mueca. —Es que ha pasado tanto tiempo que… no sé qué esperar—. Hizo una
delicada pausa. —Era una persona muy… independiente.
—Estoy segura de que sigue siéndolo— remarcó Cecilia secamente. —Sólo espero que no deshonre la
memoria de mi madre viniendo en vaqueros.
—No creo que debas preocuparte por eso…— remarcó Charles con un tono de curiosidad en su voz. —
…si la persona a la que te refieres es la que está en la puerta.

Cecilia giró la cabeza con curiosidad llamándole la atención de manera inmediata la alta y
sorprendentemente atractiva mujer que se encontraba en la puerta, vestida en un impecable traje negro.
Los pálidos ojos azules destacaban claramente sobre la piel bronceada mientras miraban a su
alrededor hasta que ambas miradas se encontraron.
Su presencia era casi abrumadora. Cecilia sintió cómo casi se le abría la boca de sorpresa por la
fuerza pura de la personalidad de su hija, que evitó mientras recibía una simple y leve inclinación de
cabeza.

—Dios mío— murmuró en voz baja.


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—Bueno…— La voz de Eli mostraba también sorpresa. —Hay que admitir que ha crecido, Ceci… Dios
mío, ¡es preciosa!
—Sí— admitió Cecilia ausente, apartando los ojos llenos de lágrimas mientras una segunda mujer aparecía
junto a su hija, al parecer, amiga suya, y ambas se sentaban en un banco en la parte trasera, un poco
apartadas de la multitud.
—Es la imagen de Andrew— comentó Charles. —Siempre lo fue.

Cecilia no respondió.

***

—¿Esa es tu madre?—. La voz de Kerry se perdió a media frase.


—Sí—. Dar cruzó las manos sobre sus piernas, tratando de no moverse.

Tenía frío, le dolía el estómago y estaba teniendo que realizar todo un esfuerzo para mantener un
aire de serenidad a su alrededor. Una cálida mano se enredó entre las suyas y respiró, dejando que el aire
saliera lentamente mientras sus nervios se templaban. De acuerdo. La parte más difícil, el primer contacto
visual, ya había pasado. Y ella había salido vencedora, viendo la reacción de sorpresa de su madre y la
conmoción de ese primer e inesperado momento. ¿No era lo que esperabas, a que no, madre?

—Te está mirando— murmuró Kerry con un toque de diversión en su voz. —Está aturdida.
—Me lo imagino—. Dar sintió cómo su cuerpo se relajaba levemente y miró a su alrededor. La mayoría de
los asistentes no se había dado cuenta de su entrada, por lo que tuvo un momento para observar antes de
que su familia se diera cuenta de que se encontraba allí. —La última vez que me vio yo… umm… estaba
todavía en una especie de fase rebelde.
—Y eso cambió… ¿cuándo?— le preguntó Kerry suavemente, consiguiendo una leve sonrisa en el rostro
de Dar. —¿He de suponer que fue cuando te entró la vena conservadora?—. La tela de los hombros de su
pareja cambió, relajándose levemente mientras Dar se sentaba. —¿Estoy en una fiesta?
—Kerrison—. Dos ojos azules la miraron con un cálido cariño.
—Me gusta cómo lo dices—. Kerry podía sentir la frialdad de los dedos que sentía bajo los suyos
desvanecerse levemente y observó lo que las rodeaba, mirando la tallada y pulida madera. —Es una capilla
muy bonita—. Dudó un momento. —Es aquí donde… eh…

Dar asintió.

—El servicio, sí—. Se perdió por un momento entre los recuerdos. —La familia tiene un buen trozo de
terreno aquí… ella quería un monumento de piedra— suspiró. —Escucha… ahora vuelvo. Voy a…—. Dar
inclinó la cabeza hacia la parte delantera de la capilla.
—Vale—. Kerry retiró su mano y observó mientras Dar se levantaba y caminaba por el pasillo central.

La suave iluminación de la sala la mantuvo entre las sombras hasta que llegó a la parte delantera,
donde entró en un pequeño círculo de luz. Apoyó sus manos en la pulida madera y miró el ataúd, con el
rostro tranquilo y compuesto.
Más interesante fue la reacción del resto de la sala. Kerry observó los ojos de la persona que tenía al
lado, mirando a la alta figura mientras los murmullos aumentaban. Escuchó algunos de los comentarios y
sus verdes ojos se entrecerraron, sintiendo el picor en las yemas de los dedos, mientras luchaba contra el
deseo de meterse en alguna de las conversaciones que la rodeaban.

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Dar se encontró mirando fijamente un rostro que apenas reconocía. Era por la muerte, lo sabía, pero
era cierto que había visto a su abuela por última vez antes de su última enfermedad y recordó su rostro
anciano, pero no demacrado ni tan devastado como la enfermedad la había dejado.
Cerró los ojos y tomó aire. Lo siento, abuela, murmuró. Debí haberte llamado. Dar estudió la
silenciosa figura. Lo intenté docena de veces. Pero cada vez que… la idea de que fuera mi madre quien
respondiera me detenía. Pero te escribí cartas… ¿te llegaron? Dar sintió la presión de los ojos que la
observaban por la espalda. Seguro que no. Seguramente las tiró.
Un rumor desde detrás de las cortinas le llamó la atención. Es hora de irse, abuela. Al menos estarás
en un lugar mejor… y, si puedes oírme, espero que algún día nos encontremos de nuevo… y tal vez
podamos sentarnos y hablar. Me encantaría hablarte de Kerry, abuela… al final he encontrado a esa
persona que me dijiste que estaba ahí fuera, esperándome. Dar cerró los ojos por un momento y se volvió,
haciendo el camino de regreso por el pasillo evitando las ávidas miradas de curiosidad que la observaban.
Volvió a su asiento y resistió la tentación de dejarse deslizar.
Hubo un movimiento expectante justo después, Dar miró a su izquierda y se dio cuenta de que su
madre había elegido un asiento en su banco, justo a su lado. Su presión arterial se disparó, pero cruzó los
brazos sobre el pecho y mantuvo una desinteresada y tranquila mirada en su rostro.

—Hola, Paladar—. Su madre mantuvo un tono apenas de un murmullo.

Dar volvió levemente la cabeza.

—Madre—. Sabía que su tono era duro, pero se sentía desesperadamente agradecida ante la presión de la
mano de Kerry a su lado, dándole pequeños y suaves caricias.
—Me alegro de que hayas podido venir.

Dar asintió con la cabeza.


El sacerdote apareció en ese momento y se aclaró la garganta a modo de llamada de atención y
bienvenida. Ya está, por el momento. Sin embargo, entre esto, la recepción y todo lo demás, Dar se dio
cuenta de que sería una noche muy larga.

***

—Gracias—. Kerry tomó los dos vasos y se volvió, deteniéndose por un momento para examinar a la gente
antes de volver a donde Dar.

Su amante se encontraba apoyada en la pared del fondo, manteniendo una educada conversación con
dos o tres personas que Kerry supuso que eran tíos de ella. Al menos eran de la generación de su madre, y
tenían un aire y características parecidas.

—Perdone—. Una voz a la derecha de Kerry la llamó y ella se volvió para encontrarse con la mujer de pelo
corto castaño plateado a su lado sonriendo amablemente. Kerry devolvió la sonrisa educadamente. —¿Sí?
—Lo siento… perdone que le pregunte, ¿es usted amiga de Paladar?

Kerry jugó momentáneamente con la idea de negarse a contestar, pero decidió ser agradable.

—Sí, lo soy. ¿Por qué?


—Es sólo que hace tanto tiempo que no la vemos…—. La mujer se adelantó a la pregunta de Kerry. —Soy
Elli… Elli Bainister… Soy buena amiga de su madre. Nos alegra que Paladar decidiera venir.

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—Es agradable saberlo— respondió Kerry. —Es una lástima que haya tenido que ser en una ocasión tan
triste.
—Sí, ¿verdad? Nos preguntamos qué tal se encuentra.

Kerry parpadeó levemente.

—¿Por qué no se lo pregunta?—. Miró a su pareja.


—Oh… no quiero molestarla… está hablando con sus tíos… Me preguntaba, ¿está también usted en la
empresa de ordenadores?

Kerry se dio cuenta de hacia dónde parecía querer ir la mujer.

—Sí… lo estoy—. Dejó apoyada una de las bebidas y ofreció una mano. —Kerry Stuart—. Esperó a que la
mujer le devolviera el vacilante apretón y sonrió.
—Bien, bueno… Mi marido trabaja para Ethrington Consulting, ¿los conoce?—. Elli se acercó un poco. —
Trabajan para el gobierno.
—Claro— asintió Kerry. —Hemos hecho algunos contratos de cooperación con ellos de hecho… soy la
directora de operaciones de ILS.

Los ojos de Elli se abrieron.

—Oh… ¿entonces trabajas con Paladar?


—Trabajo para ella— replicó Kerry con una amable sonrisa. —Ella es mi jefa de ILS.
—Ahh…— sonrió la mujer, mostrando que había pescado lo que ella estaba buscando. —¿Y usted de qué
es directora? Mi marido está especializado en comercio minorista.
—De todo ello— fue la amable respuesta sistemática de Kerry. —Soy la directora ejecutiva de
operaciones.

Hubo una larga pausa mientras la mujer se inclinaba hacia un lado.

—Y usted trabaja para…


—La jefa principal de operaciones de ILS, mm… —asintió Kerry con alegría, señalando hacia el otro lado
de la sala. —Ella es mi jefa. Es increíble.

Elli puso una mano en su brazo.

—Discúlpeme un minuto—. Dio la vuelta y se escabulló mientras Kerry levantaba la mano y agitó los
dedos retirándose.
—Adiós—. Recogió las bebidas y reanudó su abortado camino llegando justo cuando Dar asentía con la
cabeza a modo de despedida de su último grupo de interrogadores. —Toma—. Le ofreció Kerry.
—¿Tiene alcohol?
—Sí.

Dar bebió toda la copa de un solo trago. Bajó el vaso y se lamió los labios.

—¿Tienes otra por ahí?

Kerry le entregó la copa que había conseguido para sí misma sin decir una palabra y tomó la copa
vacía de la mano de su amante. Por el momento, al menos, parecía que su madre mantenía la distancia,
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dejando que varios miembros de la familia se acercaran para renovar su idea de lo que Kerry se había dado
cuenta que era su versión de la oveja negra de la familia.
Y que volvían, sorprendentemente, encontrándose con un vellón blanco como la nieve y con
pezuñas de oro, y ahora nadie sabía qué hacer ni decir de ella. Habría sido divertido si no fuera Dar, que
evidentemente odiaba cada momento.

—Hey, ¿Dar?

Dar estaba ocupada masticando un pedazo de hielo, terminó con un crujido y se recostó contra la
pared.

—¿Sí?
—Esa etapa rebelde… ¿de cómo de rebelde hablamos?
—Mm… no tenía un mal trabajo… pero… —Dar se mordió el labio un poco. —Me dio por el cuero y los
collares de pinchos—. Sus ojos miraron el rostro de Kerry que la observaba en shock. —Si… y ropa con
agujeros en sitios muy estratégicos—. Una pausa. —Y casi me hice un tatuaje.
—¿Casi?— graznó Kerry, mientras su mente seguía construyendo una imagen de su amante entre cuero y
cadenas. —¿Y qué te paró?
—Papá… Él me dijo: “Dardar, puedes hacer todo lo que quieras, pero si veo un maldito dibujo en alguna
parte de tu cuerpo, te lo quitaré con el estropajo de acero”.

Kerry se tapó la cara con una mano ahogando una carcajada.

—Eso es lo que me paró— admitió, alzando la mirada mientras más personas se acercaban a ellas. —
¡Ups!, ya vienen.
—Paladar. ¡Cuanto tiempo! Te ves genial… ¿qué has estado haciendo todo este tiempo?— dijo una alta y
delgada mujer seguida de un corpulento hombre que a Kerry le recordó a Duck.
—Hola, tía Seleine… tío Rob— respondió Dar en voz baja. —No he estado haciendo mucho… eh… esta
es mi amiga Kerry.

Kerry devolvió el saludo con una cordialidad que hizo que pareciera que hubiera estado haciendo los
deberes sociales toda la vida. Lo que, por supuesto, había tenido que hacer mucho tiempo. Saludar y
sonreír había sido una parte habitual de su vida desde que tenía conciencia y tenía muchos menos
problemas que Dar para tratar con ese mar de rostros, más acostumbrada a las pequeñas reuniones y
conferencias a puerta cerrada. Un evento social en el que todo el mundo la conocía y donde era el foco de
algunas personas que no siempre habían sido amistosas ponía de los nervios a la mujer más alta y Kerry
sintió una punzada de simpatía mientras observaba cómo Dar tomaba fuerzas para el siguiente asalto.

—Paladar—. La suave voz fue lo suficientemente fuerte como para que su pareja se tensara y Kerry se giró
para ver a la madre de Dar a su lado, un poco más pequeña que la propia Kerry. —Disculpe—. Sus ojos
observaron el rostro de Kerry un momento antes de retirarlos.

Dar no se dio cuenta y se volvió, alejándose un poco de la cautela mientras enfrentaba a su madre.

—¿Sí?
—¿Tienes un sitio donde quedarte esta noche?

Una de las oscuras cejas de Dar se alzó levemente.

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—Tenemos una habitación si…— respondió con cautela. —Tenemos el vuelo de vuelta mañana a la
mañana.

Cecilia lo digirió en silencio.

—Si pudieras cambiar tus planes… me gustaría poder hablar mañana contigo.

Dar cruzó lentamente los brazos.

—¿Qué tienes en mente?


—Que pases por casa, a media mañana— indicó su madre. —¿Puedo esperar que vengas?

Durante un largo minuto Kerry pensó que Dar iba a darse media vuelta. Pero finalmente inclinó la
cabeza ligeramente asintiendo, manteniendo su rostro cual máscara.

—De acuerdo.
—Bien—. Cecilia se giró y comenzó a alejarse, casi chocando con Kerry. Por un momento tuvo que mirar
a aquellos intensos ojos verdes, mientras Kerry se mantuvo firme, esquivándola finalmente con una amable
sonrisa.
—Perdón.

La mujer mayor se detuvo, indecisa.

—No… ha sido mi culpa— replicó. —Tendría que mirar por dónde voy—. Se calló de nuevo, un poco
expectante, con los ojos clavados en Dar.
—Ésta es Kerry Stuart— comentó Dar en voz baja. —Mi pareja.

Kerry tendió una educada mano.

—Un placer conocerla—. Devolvió el apretón de Cecilia con uno fuerte, y la soltó. —Ha sido un bonito
servicio.

La madre de Dar asintió distraída.

—Gracias… el placer es mío— comentó. Luego se volvió y se abrió paso entre la multitud con maestría.

Kerry se volvió y encontró los azules ojos mirándola.

—¿Sabes una cosa, Dar? Nunca creí encontrar a alguien con unos familiares más angustiosos que los
míos—. Reflexionó un momento y negó con la cabeza.
—Wow. Lo siento—. La alta mujer suspiró. —Tampoco es que sea muy divertido para mí—. Se frotó
ligeramente las sienes. —¿Qué hora es?
—Las diez— respondió Kerry.
—Vámonos—. Dar dejó su vaso y se enderezó, recorriendo su pelo con los dedos y recolocándose la
chaqueta. Se volvió y casi se tropieza con un hombre de aspecto distinguido, que acababa de llegar.—Hola,
Richard—. Estaba casi aliviada de ver un rostro que no fuera de un familiar. —Kerry, este es Richard
Edgerton… algo así como el abogado de la familia.

Kerry sonrió al hombre.


83
—Me alegra conocerle, Mr. Edgerton—. Ofreció una mano y él se la estrechó firmemente.
—Un placer, Ms. Stuart— replicó el abogado cortésmente. —Es bueno conocer a alguien de quien Dar
habla tan bien.

Ah. Los oídos de Kerry se animaron. Era la primera persona en toda la noche que no la llamaba por
el largo y horrible nombre que tan poco le gustaba. Y encima sabía quién era. Dos puntos para él.

—Hmm…— rió ella suavemente. —No estoy segura de saber qué mentiras ha dicho sobre mí, pero…

El hombre rió.

—Nada con lo que asustar a los niños, Ms. Stuart, créame—. Se volvió hacia Dar. —Es una pena la razón
por la que te encuentras aquí, Dar… pero ya que estás aquí, ¿puedo secuestrarte un minuto para que pases
por la oficina? Tengo algunos papeles que necesito que firmes. May ha aumentando los fondos para el mes
que viene y necesita que te los transfieran.
—Me había olvidado completamente de eso— admitió Dar. —Bien. Le he prometido a mi madre pasarme
por casa mañana por la mañana… pero me puedo pasar por la oficia a la hora del almuerzo, si te parece
bien.
—Perfecto. Nos vemos entonces—. Richard le dio una palmadita amistosa en el brazo. —Me alegro de
verte Dar… te ves bien. Ms. Stuart, un placer—. Les sonrió a ambas y se retiró, yendo directamente a la
barra.

Se las arreglaron para salir de la habitación sin que las pararan de nuevo y le entregó al camarero el
ticket de su coche alquilado. Esperaron en silencio a que se lo trajeran y entonces Dar dudó.

—¿Te importa conducir tú?

Kerry negó con la cabeza.

—No… Creo recordar que el tipo del aeropuerto nos dijo cómo iba, no creo que sea tan difícil—. Se
agachó con ayuda del camarero y, a continuación, apoyó una mano en el marco de la puerta. —Perdone,
¿hay un Hilton cerca de aquí?
—Sí, señora— asintió el muchacho. —Coja ese camino de ahí y vaya hacia el norte unos diez minutos.
Está a la derecha, no tiene pérdida.
—Gracias—. Kerry entró en el coche y casi se echa a reír al notar la distancia entre ella y el volante.
Ajustó el asiento hacia delante y puso el coche en marcha, saliendo del parking. —Bien.
—Mm—. Dar había reclinado el asiento y tenía los ojos cerrados.
—Me alegro de que haya terminado.
—Oh, Dios, sí— murmuró su amante. —Ha sido peor de lo que esperaba.

Kerry se inclinó y le dio unas palmaditas en la rodilla, dejando la mano allí.

—Sé que ha sido duro… Deja que consiga algo de comer.


—Nu uh.
—El hotel tiene servicio de habitación.
—Oh sí.
—Apuesto a que tienen helado.
—Más les vale que tengan un maldito y condenado helado— respondió Dar irritada.
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Kerry la miró mientras paraba en un semáforo y vio las arrugas de tensión alrededor de los ojos de
su amante.

—¿Estás bien?

Dar apoyó la cabeza contra el marco de la puerta.

—Me duele la cabeza.


—Creo que tengo algo para eso— respondió simpáticamente. —Tan pronto como lleguemos a la
habitación te lo doy, ¿vale?

Dar envolvió sus dedos al rededor de los de Kerry, aún sobre su pierna, y suspiró.

—Tengo que hacer bien las cosas—. Entreabrió los ojos y miró por encima. —Gracias.
—No las des— sonrió la rubia mujer. —Pero ¿qué le has ido diciendo de mí al abogado de la familia?—.
Giró hacia la entrada del hotel. —¿Eh?
—Tuve que explicarle quién era la persona a la que estaba haciendo mi heredera— replicó suavemente. —
Cuando se cumpla mi voluntad… los papeles y las cuentas cambiarán a tu nombre.

Kerry acercó el coche hasta el botones del hotel y se volvió.

—No tienes porqué hacer eso.

Un encogimiento de hombros.

—Quiero que sean atendidos, por si acaso.

Hubo un momento antes que apareciera el botones. Un momento que le llevó a tratar de afrontar una
verdad tan aplastante que la respuesta llegó a sus labios como algo natural.

—Dar— suspiró —si alguna vez te sucediera algo, no habría suficiente dinero en el mundo capaz de
reparar el vacío que dejarías en mí.

Un silencio sólo quebrado por ambas respiraciones se vio roto cuando la puerta se abrió y un
brillante joven les sonrió.

—¿Es el check–in?

Dar salió y tomó ambas maletas de la parte de atrás, después se unió a Kerry y se dirigieron a las
escaleras.

—¿De verdad?—. La alta mujer empujó la puerta, manteniéndola abierta con un cortés gesto.
—Lo digo en serio— replicó Kerry con toda la tranquilidad mientras se encaminaban a la recepción.

Dar la siguió, absorta en sus pensamientos.

***

85
¿Por qué, se preguntó Kerry, las habitaciones de hotel siempre olían igual? Abrió la puerta y la
sujetó mientras entraba Dar, dejando las maletas en la enorme cama. ¿Era un ambientador extraño que
todos usaban, estilo “Eau de Plastique” o algo así? Miró cómo Dar se detenía y se frotaba la parte posterior
del cuello, quitándose después la chaqueta dejándola en el respaldo de la silla y suspiraba mientras se
quitaba los zapatos.
Kerry hizo lo mismo, contenta de arrojar su chaqueta de lana gris y su camisa de seda, junto con la
falda de lana a juego. Cogió su camiseta favorita de la maleta y se embutió en ella, disfrutando de la
sensación de ropa recién lavada. Dar se había cambiado a su lado en silencio, estiró los brazos, sintiendo
cómo se recolocaban sus hombros y cuello, haciendo un leve sonido de malestar.

—Vaya día—. Dar se sentó en el borde de la cama y dejó descansar los codos en las rodillas.

Kerry tomó la carta de servicio y se tendió a su lado, tirando de la almohada como apoyo.

—Teniendo en cuenta que ha terminado con una reunión de ocho horas… sí—. Tocó el brazo de Dar y le
dio unas palmaditas en el estómago. —¿Quieres una almohada?

Dar aceptó, tumbándose y apoyando su cabeza en su amante mientras cruzaba las manos.

—Ugh… qué bien…—. Se retorció un poco para acomodarse aún más y volvió la cabeza para mirar a
Kerry mientras ésta estudiaba la carta. Era mucho más relajante eso que estar pensando toda la noche, y
decidió quedarse así, bloqueando los recuerdos para más tarde.

Mucho más tarde.


Una breve reunión más y se irían de ahí. Trató de centrarse en las comidas que estaban escritas, pero
el dolor de cabeza que estaba abriéndose paso a través de su cráneo era tan intenso que le hacía sentir mal
el estómago. Cerró los ojos y recordó la última vez que se había sentido tan mal.
Una mano en su hombro hizo que sus pestañas se abrieran un poco para ver los preocupados ojos
verdes de Kerry mirándola.

—Estás muy pálida… ¿Cómo está tu cabeza?


—Me recuerda a un día y una tormenta determinados—. Dar esbozó una sonrisa irónica.
—¿Tan mal?—. Kerry dejó el menú. —¿Por qué no me lo has dicho? Tengo algunas pastillas en mi maleta.
—Pásamela—. Se deslizó suavemente por debajo de la cabeza de Dar y tomó la bolsa, hurgando en ella y
volviendo con un frasco.
—Mierda… tienes que comer algo antes de tomártelas, Dar… o te pondrás mala.
—Ya estoy mal.
—Peor—. Kerry tomó el teléfono y echó un vistazo al menú. —Hola, sí… es la habitación 322… Necesito
una sopa de pollo—. Una ceja oscura se alzó. —Dos sandwiches y…—. Unos ojos azules la miraron
tristes. —Y un bol de helado de chocolate—. Colgó el teléfono y dejó la carta a un lado. —Tómate un poco
de sopa… y después podrás tomar algo del resto.
—Vale—. Dar se volvió y apoyó la cabeza sobre los brazos cruzados, sintiéndose completamente vacía. —
¿Podrías apagar la luz?

Kerry apagó la luz más cercana de la cama.

—Por supuesto—. Extendió una mano y acarició suavemente la espalda de Dar con los dedos, provocando
un sonido incoherente en su pareja. —¿Quieres ver si puedo soltarte un poco los músculos?
—Uh.
86
Kerry se deslizó y se sentó con las piernas cruzadas delante de Dar, doblando las manos antes de
comenzar a amasar cuidadosamente los músculos dolorosamente tensos.

—Oh…—. Hizo una mueca, tocando la parte posterior del cuello de Dar. —Creo que esto te está volviendo
loca.

Era más fácil gruñir, así que Dar lo hizo, tensando su cuerpo un poco y tratando de concentrarse en
no vomitar. Era demasiado para un solo día, decidió. Tres reuniones, dos de ellas muy tensas, un vuelo que
normalmente le daría dolor de cabeza igualmente, y después el funeral. Si se añadía el hecho de que iba a
tener que lidiar con el curioso de Ankow la semana siguiente, lo que realmente necesitaba en esos
momentos era cogerlo todo y desaparecer.
Pensó que debía dejar de pensar.
Vamos, Dar… nunca has tirado la toalla… no empieces justo ahora, sólo porque un par de
manzanas podridas hayan caído sobre tu cabeza en un sólo día. Se encontró sonriendo suavemente al
sentir la voz de su padre en la cabeza resonando y se volvió, dejando una pequeña apertura en sus ojos por
la que vio una preciosa rótula delante de su boca.
Por reflejo la lamió.

—¡Yeow!—. Kerry casi se cae de la cama. —¡¡Dar!!, ¿Quieres matarme de un susto?


—¿Con un simple lametón?—. Dar abrió un azul ojo completamente y levantó la ceja. —Me halagas.

Kerry se ruborizó con un atractivo color carmesí que hizo que su rubio pelo y sus cejas destacaran
claramente.

—Parece que te sientes mejor— dijo inclinándose para continuar su trabajo.

Dar movió la mano a un lado y otro.

—Un poco— exhaló, calentando la rodilla de Kerry. —La paz y la calma ayudan—. Estiró un dedo y tocó
la pantorrilla de Kerry. —Y tenerte aquí.
—Gracias.
—Mm…—. Dar volvió a cerrar sus ojos.
—Dime cómo es posible… quiero decir… he conocido a gente como la familia de tu madre antes.
—Ungh.
—¿Cómo demonios se unieron tu padre y ella? Estoy intentando imaginarme cómo pudieron conocerse…
¿se chocaron el uno contra el otro en la carretera o algo así?—. En su fuero interno, Kerry se había
imaginado una mezcla entre un bar de sushi y local de tiro.
—Ah, bueno… es toda una historia— confesó su amante. —Yo también me lo pregunté cuando fui lo
suficientemente mayor como para darme cuenta de lo diferentes que eran—. Inclinó la cabeza. —Como
nosotras.

Kerry se echó a reír.

—¡No! Dar… Nosotras no somos ni en broma tan diferentes… vamos.


—No, sí que lo somos—. Un ojo azul la miró. —Tú creciste con una cuchara de plata en las manos, ¿no?

Pensó en ello.

87
—Supongo que sí, si te refieres a que mi familia siempre ha tenido dinero. Pero tú vales mucho más que
yo, colega.
—No estoy de acuerdo… salvo por el dinero, sí— reconoció Dar. —Eso han sido sólo los últimos años.
Crecí en el campo militar de papá, por eso empecé a trabajar tan joven.
—Mm. —Kerry volvió a pensar en ello.
—Yo tengo ese…—. Dar arrugó la frente. —… ese corte… es decir, aprendí a saber comprar la ropa
adecuada y todo eso, pero en el fondo, sigo siendo esa niña desaliñada y militar que está más cómoda
descalza en la playa que perfectamente vestida en una sala de juntas—. Una pausa. —Creo que por eso soy
tan… ¿Por qué la familia de mi madre me tiene cogida esa medida? Ellos saben que… y todos tienen todo
ese dinero… y siempre sentí… —. Dar vaciló.
—¿Como si te miraran por encima del hombro?

Un guiño.

—Les distes en todo el morro hoy, lo sabes, ¿verdad?— dijo Kerry con una sonrisa de comprensión. —
Recuerdo la primera vez que te vi, y deja que te diga algo, Dar. Me sacaste todo el olor a dinero viejo de
golpe… y yo puedo oler la burguesía a veinte metros, créeme.
—Fue toda una corriente de energía— murmuró Dar, ligeramente avergonzada. —Además la primera vez
que me viste, iba a despedirte… no cuenta.

Un suave toque en la puerta hizo que Kerry rodara hasta sus pies y respondiera, dejando entrar al
servicio de habitaciones para que dejara la bandeja en la mesita.

—Gracias—. Firmó la cuenta y cerró la puerta tras él, yendo justo después hasta la bandeja, examinando su
contenido. —No sé, Dar… Hay algo muy atractivo en la idea de estar comiendo un poco de helado con
leche en toda una impresionante habitación. Eso es algo que me gusta de ti—. Descubrió el plato de sopa y
lo llevó hasta la cama, sentándose con cuidado para que no se derramara nada. —Vamos, date la vuelta.

Con un suspiro, Dar hizo lo que le pedía, se sentó y acercó su cuerpo para aceptar una cucharada de
sopa. Estaba buena y rápidamente cogió el plato de manos de su amante desechando la cuchara, bebiendo
directamente del plato, haciendo que Kerry negara con la cabeza y riera.

—¿Tiene usted problemas para tomar la bebida sin utensilios, joven dama?—. Dar soltó un gruñido
parecido a los de su padre.

Kerry rió.

—En una estación de autobuses—. Dar la miró.


—¿Qué?
—Me has preguntado que dónde se conocieron—. Dar tragó la píldora que Kerry le ofrecía, tomando algo
más de sopa. —Fue en una estación de autobuses. Mi madre estaba… bueno, digamos que estaba en ese
momento de rebeldía… había decidido irse de casa y terminó en la estación de Greyhound.

Kerry apoyó la barbilla en una mano.

—¿En serio?
—Mm… papá había quedado atrapado en un trasbordo y decidió cambiar de autobús porque no podría
volver—. Dar sonrió. —Sólo tenía dinero para un billete y allí estaba, con su equipo y su uniforme cuando
ella entró.
88
—Ajá… ¿y qué pasó?—. Kerry se levantó y cogió los bocadillos dejando los platos en la cama.
—Depende de a quién se lo preguntes— respondió Dar. —Papá dice que “debió de ser el maldito uniforme
y todas esas cosas brillantes lo que le cegó”.

Kerry rió.

—¿Y tu madre?
—Ella dice que se miraron a los ojos y se enamoraron—. Los labios de Dar se apretaron levemente. —Ella
le preguntó dónde iba él y ahí es a donde se fue—. Resopló. —Nunca miró hacia atrás.

Se miraron un momento en silencio.

—Wow— suspiró finalmente Kerry, profundizando inesperadamente en el conocimiento de alguien que


apenas conocía. —Eso suena muy intensamente.

Un guiño lento.

—Bueno… Su familia intentó por todos los medios que ella volviera a casa… Le ofrecieron un trabajo.
—¿Y lo aceptó?

Dar negó con la cabeza.

—Nunca lo hicieron… él siempre se mantuvo ajeno a ellos.

Kerry cogió el sandwich de pavo y se lo comió, masticando despacio y cuidadosamente. Dar le dio
un mordisco al suyo y comió en silencio.

—Wow— dijo finalmente la mujer rubia mientras sus ojos estudiaban el rostro anguloso que tenía ante
ella. Teniendo en cuenta incluso sus diferentes géneros y edades, y las cicatrices de Andrew, pudo ver las
extrañas similitudes, desde el cabello oscuro, los ojos claros, hasta la forma de la mandíbula de su
amante.—Debe echarle mucho de menos.

Un gesto serio.
¿Cómo será, se preguntó Kerry, sentir ese tipo de dolor y que éste aflorara cada vez que mirara a los
ojos de alguien?

—¿Se lo vas a decir, Dar?—. La pregunta que ninguna de las dos había sido capaz de decir en toda la
semana surgió inesperadamente de sus labios.

Los azules ojos bajaron.

—Le dí mi palabra de que no lo haría—. Podía pedirle a Kerry que tampoco lo hiciera, lo sabía.

Pero no lo hizo.
Dar alzó el rostro para encontrar los ojos de Kerry mirándola con silenciosa inteligencia.

—¿Puedo ir contigo mañana?— preguntó la rubia mujer, con una leve sonrisa. —Creo que tengo en común
con tu madre más de lo que ella cree.

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—Tal vez— admitió Dar con voz suave, contenta de la oferta. Miró a Kerry y sonrió. —¿Quieres compartir
un helado?

Kerry rió y tomó una taza.

***

El teléfono sonó con un timbre fino y discreto. Sonó su eco en las impecables baldosas del suelo y
las paredes de color blanco con un abstracto y elaborado acabado final. Tras un momento, se oyeron unas
suaves pisadas contra los azulejos y contestaron el teléfono.

—¿Sí?
—Ceci… ¿estás ahí?
—Por supuesto… ¿o es que crees que soy un contestador?— suspiró Cecilia. —¿Qué pasa, Richard?
Tengo cosas que hacer esta mañana.
—¿Has quedado con Dar para hablar?

Otro suspiro.

—Por todo lo bueno que pueda pasar, sí.


—Vamos, Ceci… dale una oportunidad, ¿vale? Ya no es la niña que conociste— le trató de convencer
Richard Edgerton. —¿Sabes a qué se dedica ahora?
—No lo quiero saber— dijo bruscamente la delgada mujer. —Richard, ya hemos pasado por esto. Lo hago
sólo porque creo que tengo la obligación de hacerlo y creo que en todo el mundo eres el único que cree que
ella me escuchara o confiará en mí.
—Eres su madre.
—Lo era, Richard— fue la tranquila respuesta. —Y no funcionó.

El abogado suspiró.

—No es una mala persona, Ceci.


—No me importa mucho el tipo de persona que sea, Richard… Si no tienes otra cosa con la que darme la
lata, si no te importa, tengo cosas que hacer.
—Vendrá a la oficina después de pasar por allí— comentó Edgerton.

Cecilia frunció el ceño.

—¿Entonces ya sabías que vendría? Richard, no tengo tiempo para juegos—. Colgó el teléfono y se
enderezó, mirando la espaciosa casa, con sus muebles de tonos neutros, con una pulcritud casi dolorosa. —
Realmente no tengo tiempo para esto— murmuró con un leve movimiento de cabeza.

O no mucho, se dijo. Dejó que sus ojos miraran una vez más el cuarto de estar antes de dirigirse a la
austera cocina y tomar un zumo de verduras que tenía preparado, bebiendo lentamente para calmar el
estómago. Se apoyó contra el mostrador y miró a través de la ventana, poniendo en orden su mente.
Finalmente, el coche habitual no pasó sino que vio uno diferente en la entrada de la casa. Un coche
de alquiler, con dos personas en su interior y Cecilia cerró los ojos.

—Siempre te las arreglas para hacerlo de la manera más difícil, ¿verdad?

90
Se quedó donde estaba mientras se abrían ambas puertas y los dos pasajeros salían. Entonces sus
ojos se centraron en la figura más alta.
Richard tenía razón en una cosa.
Dar había cambiado.
Oh, la reconocía, sin duda. La misma figura alta y desgarbada, con su gorra encima de su oscuro
cabello y la piel curtida al sol. Los mismos ojos azules.
Pero la dinámica que había tras ella había cambiado. La hosca, algo desgarbada y truculenta actitud
de una joven adulta que había visto por última vez se había convertido por arte de magia en una mujer
segura de sí misma, de movimientos atléticos que, pensó francamente, no esperaba que su impaciente hija
hubiera llegado a ser nunca. Hoy Dar vestía algo más deportiva, vaqueros que se ajustaban perfectamente a
su figura y sus largas piernas, y una camisa de algodón metida, con mangas cortas que mostraban los
poderosos y tonificados brazos.
Cecilia las miró pasear por el camino de entrada y finalmente miró brevemente con atención a su
pequeña compañera.
Así que… ella era Kerrison Stuart.
Interesante.
Se enderezó, dejó el vaso de manera precisa sobre el mostrador y guardó un instante el recuerdo que
tenía de la última vez que había visto a Dar. El torpe discurso se vio interrumpido tras adivinar que la
intención de Dar era irse y cumplir con lo que ella pensó equivocadamente que era la responsabilidad de su
padre.
Sólo vete. Es lo que le había dicho. No te quiero aquí.
Y Dar se había ido, tras un interminable y único momento de silencio en el que pudo ver un dolor
casi tan profundo como el que ella sentía.
Le sorprendió y no volvieron a hablar desde entonces, así que no había tenido la oportunidad de
examinar qué había sucedido, aunque en los últimos años era algo que se había preguntado. ¿En qué clase
de persona se había convertido esa hija suya?
Era hora de descubrirlo.
Cecilia cruzó las manos y caminó hacia la sala, poniéndose en marcha justo cuando una mano
golpeó la campana de la casa perturbando el silencio.

***

—¿Estás bien?— le preguntó Kerry suavemente mientras se acercaban por el camino.


—Sí— replicó Dar, increíblemente feliz de que su amante estuviera allí con ella. Le debía una gorda a
Kerry por esto. —No debería llevarnos mucho tiempo—. Sus ojos miraron la blanca casa, con pequeños y
pulcros toques negros y dorados. —Tal vez te pida que te vayas.

Kerry alzó las cejas.

—¿Está bien si le digo que me bese el culo si eso?— preguntó con suavidad.

Dar no pudo evitar sonreír.

—Está bien… no te conoce y tal vez quiera decirme algo en privado—. Una pausa. —Aunque lo dudo—.
Se encontraron frente a la puerta y Kerry suspiró, tocando el timbre.

La puerta se abrió mientras sonaba y la madre de Dar apareció de pie, vestida con un suave pantalón
de cordón blanco y una camisa de seda, con una delicada rosa bordada en un hombro. Iba descalza e
incluso Kerry se sintió grande a su lado.
91
—Madre—. La voz de Dar sonó más fría, incluso, que la habitual de la sala de juntas.
—Entra—. Cecilia abrió la puerta y dio un paso atrás. —Srta. Stuart—. Inclinó la cabeza hacia Kerry,
quien decidió darle una patada a su gen anti–amistoso.
—Hola…—. Dejó que la puerta se cerrara detrás de ella y miró alrededor. —Wow… es una casa preciosa.
—Gracias— respondió la madre de Dar cortésmente. —Por favor, sentaos—. Las condujo hasta la sala y
señaló el sofá.

Kerry dio un paseo alrededor del cuarto, observando las paredes. El arte, colocado con precisión,
hacía una evocación a determinadas geometrías y decidió que le gustaba.

—Son suyos, ¿verdad?— le preguntó a Cecilia sin dejar de notar una ceja elevándose en el rostro de su
amante.

Ceci había parado su camino hacia el otro sofá y miraba a Kerry con una expresión ligeramente
sorprendida.

—Sí, lo es— murmuró. —¿Conoce el mundo del arte, Ms. Stuart?—. Su voz escondía una nota de
desconcierto.
—No—. Kerry volvió al lado de Dar y se sentó en el sofá. —He estado mucho tiempo en Washington… y
el museo de arte es el rincón que más me gusta—. Las cejas de Dar se alzaron un poco más. —Usted hizo
una pequeña exhibición allí el año pasado.

Cecilia se sintió inquieta.

—Sí—. Decidió cambiar la conversación. —Bueno, me gustaría discutir de arte con usted, Srta. Stuart,
pero hay algo que debo hablar con Dar, por lo que ¿le importaría excusarnos un momento? Hay algo de té
helado en la terraza si lo desea—. Vio cómo ambas mujeres se intercambiaban miradas hasta que Kerry se
levantó.
—No hay problema— replicó. —Dar, voy a echar un vistazo a mi email.
—Mira también el mío— respondió Dar, cruzando los brazos sobre su pecho.

Kerry salió y cerró la puerta tras de sí, dejando a las dos mujeres mirándose la una a la otra en
silencio.
Dar esperó, aportando una paciencia aprendida con los años y el valor de dejar que los otros hablen
primero. Estudió el rostro de su madre, descubriendo las nuevas líneas, y su pelo un poco plateado, y la
visión de la mujer que había sido anteriormente llegó a ella.

—No tiene sentido andarse por las ramas, Paladar—. Ceci escogió sus palabras con precisión. —La familia
me pidió que hablara contigo y, por alguna razón que no puedo lograr entender, accedí a ello, aunque no sé
hasta qué punto puede ser una buena idea.

Dar decidió no responder. Se limitó a inclinar la cabeza hacia un lado.

—La herencia de la tía May—. Ceci hizo una pausa. —Pasa a tus manos desde hoy.

Era lo último que esperaba que su madre le dijera.

—¿Y?— respondió con un leve toque de desconcierto en su voz.


92
—Hay una cierta preocupación en la familia… sobre que todo ello pueda pasar a manos ajenas—. Su
madre redujo levemente la voz. —A manos de alguien que puede, tal vez, estar aprovechándose de ti.

Dar parpadeó, repasando un par de veces las palabras que acababa de escuchar.

—¿Te refieres a Kerry?


—Supongo.

Dar sintió un intenso temor e ira acumularse en su estómago. Se puso en pie y se acercó a la
chimenea, girándose y apoyándose en ella.

—En primer lugar, les puedes decir de mi parte que puedo dejarle mi patrimonio a una rata de cloaca si me
apetece sin que puedan decirme absolutamente nada.
—Mm.
—En segundo lugar, a diferencia de las seis mujeres del tío Mike, Kerry no es un capricho pasajero.

La madre de Dar se miró las manos y frunció los labios.

—En tercer lugar, su maldito fondo fiduciario es de cuatro millones de dólares.

Cecilia se puso en pie, lamentando hacerlo casi al momento.

—Bueno, ese es el tema, Paladar… Es mucho dinero y, francamente, creo que debo involucrarme
irremediablemente en ello—. Tomó aire para continuar cuando Dar hizo algo que la sorprendió.

Se echó a reír. Ceci la miró con sorpresa.

—¿Qué es exactamente lo que te hace gracia?


—Lo imbéciles que pueden ser a veces las personas que no son capaces ni siquiera de hacer una pequeña
investigación—. La diversión del rostro de Dar desapareció y dejó que la rabia que se estaba acumulando
ardiera. —La increíble arrogancia que tienes para preguntarme esto, después de no hablarme desde hace
¿cuántos años…? Y encima preocupándose por lo que voy a hacer con una herencia o con quien voy a
compartir mi vida…
—Paladar.
—Vete a la mierda, madre, y dile al resto de la familia que pueden irse al mismo sitio.
—Es una preocupación justificada—. La voz de su madre se alzó.

Dar lanzó una tarjeta al aire golpeando a su madre en el pecho.

—No si te hubieras tomado la molestia de averiguar quién soy ahora.

Cecilia miró con impaciencia el trozo de cartulina blanca, se detuvo y la leyó con más cuidado.
¿Jefa de Información? Paladar… no. Exhaló suavemente. Dar Roberts. Dios mío… Richard seguro
que lo sabía… Voy a cortarle la cabeza por no decírmelo.
Sintió el sabor del error que había cometido en la boca. La pregunta era, ¿reconocerlo o dejarlo
pasar?
Después de todo, había tantas razones por las cuáles Dar podía odiarla, ¿no?
Alzó los ojos, encontrando una fría y enojada mirada de respuesta, pero su sentido de justicia se
impuso y bajó la mirada y la voz.
93
—Tienes razón— admitió finalmente. —Lo siento, Paladar… debería haberlo comprobado antes de asumir
la responsabilidad… Sino no me habría molestado en decirte que pasaras por aquí.

Ceci esperaba una réplica fuerte, rencor… algo desagradable… pero en vez de eso, su hija se apoyó
contra la repisa de la chimenea y cruzó los brazos una vez más.

—Es gracioso— remarcó Dar. —Cuando me llamaste la semana pasada, Kerry pensó que tal vez estabas
usando todo esto simplemente como una excusa para retomar la relación.

Cecilia aguantó la respiración.

—Y le dije que era demasiado tarde para eso—. Una pausa. —Yo estaba en lo cierto—. Dar se apoyó en la
pared para moverse y se dirigió a la puerta. —Adiós, madre.

Déjala ir, le aconsejó el eco mental.

—Paladar—. Dar siguió caminando, dando dos pasos más en un suave movimiento. —Dar.

Su mano se posó en el pomo de la puerta, giró y esperó.

—No espero que entiendas lo que hice—. Cecilia apoyó las manos en el respaldo de una silla.
—Tal vez sea ese el problema— fue la amarga y suave respuesta. —Nunca pensaste que fuera capaz de
entenderlo.

Su madre se acercó, sintiendo la ira salir a la superficie.

—No tienes ni idea… no puedes ni imaginarte lo que tuve que pasar… ¿sabes lo que es perder la mitad de
ti misma?
—No— replicó Dar, moviendo la nariz. —Pero sé lo que se siente al perder el único amigo que tenía en el
mundo—. Su voz se hizo más profunda. —La única persona con quien podía hablar… la única que me
aceptaba tal como soy…—. Hizo una pausa para tomar aire. —El único que me quería—. Otra pausa para
relajar el nudo de su garganta. —¿Es suficiente para tu escala de dolor?

Dios. Cecilia se sintió de repente muy cansada. No quería enfrentarse a esto. No quería enfrentarse a
ella.
Que se vaya sin más y olvídate de todo esto… y que desaparezca como todo lo demás. Eso sería
mucho más sencillo.

—Estoy segura de que eso crees— murmuró. —Espero… por tu bien, Dar… que nunca puedas descubrir
las diferencias—. Estaba demasiado cansada como para disimular. —Fue algo cruel para ti… lo sé.

Sus ojos se alzaron encontrándose con unos ojos azules tan inquietantemente familiares que tuvo
que apartar la mirada.

—Pero era la única manera de que yo pudiera sobrevivir—. Una leve sensación de calma llegó a ella, y se
obligó a mirar hacia atrás al rostro de Dar, observando una actitud de pronto seria, que le hizo ver
inesperadamente más allá de las formas familiares de sus facciones hasta la persona a través de la cual su
hija se había convertido en quien era.
94
Esta no era su amada hija, esa alta y extraña criatura que olía a algodón, sol caliente y con una luz y
sensación picante no lo era.
Tal vez incluso ese recuerdo se había ido.

—Lo siento— dijo simplemente al final.

Hubo un largo silencio mientras su hija la estudiaba.

—Yo también.

Ambas se quedaron tranquilas mientras la puerta se abría y Kerry se deslizaba dentro, parpadeando
ante la quietud del cuadro que tenía ante sí. Dar extendió la mano y la toco sin mirar, acercándola por puro
reflejo.

—Hey—. Kerry miró primero a una, luego a otra, mientras pasaba una mano por la espalda de Dar
sintiendo una tensión casi insoportable. —¿Todo bien?
—Sí— respondió Dar. —Parece… que mi familia está preocupada de que puedas aprovecharte de mí.

Una ceja rubia se levantó.

—Deberían oírnos discutir para ver quién paga la cuenta del supermercado— comentó, deslizando un
brazo alrededor de su amante y apoyándose en ella. —Terminaré haciéndote daño si no paras de mover esa
tarjeta.

La tensión se relajó levemente. Cecilia suspiró.

—Vamos a… por favor, sentaros.


—Por supuesto—. Kerry comenzó a acercarse al sofá, tirando de Dar. Todas se movieron y con ello se
redujo el tenso e incómodo ambiente.
—Así que… ¿Os conocisteis en el trabajo?— comentó Ceci buscando algo que decir.
—En realidad— sonrió Kerry —Dar venía en plan tormenta a despedirme. Me las arreglé para hablar con
ella y desde entonces somos amigas.
—¿De verdad?— murmuró la mujer mayor. —Bien, iré por té—. Cecilia se dirigió rápidamente a la
cocina, su santuario.

Kerry la vio marcharse con una pensativa mirada en su rostro.

***

Se encontraba de pie con las manos apoyadas en el mostrador mientras el té se calentaba, con los
ojos cerrados. Había ido peor de lo que había esperado, pero… en cierto modo, también mejor. Había
esperado encontrarse con una Dar fría y distante, con los sentimientos bloqueados y alejados al igual que lo
hacía cuando era joven.
En vez de eso, por un momento había podido ver levemente a la niña que pensaba había perdido
hacía mucho tiempo. Parte de ella… la mayoría quería olvidarlo todo y sentía la necesidad de dejar que
Dar siguiera su camino y permitir que su vida volviera a su estéril paz.

95
Eso sería sin duda lo mejor para las dos. No es que Dar la necesitara… se lo había montado bien,
muy bien para ser honesta. Cecilia había soñado que lo haría. Tenía una buena vida, una buena casa…
parecía feliz con su pareja…
Unos pasos hicieron que abriera los ojos y volvió su rostro para ver a Kerry entrar en la cocina. La
rubia mujer se paró a unos pasos y la miró.

—¿Puedo ayudarla?

La voz de Kerry era, sintió Ceci, amable y culta, con un toque de acento del medio Oeste. Era una
mujer de belleza sana, con unos reflejos de inteligencia que despuntaban de los intensos ojos verdes.

—De acuerdo.

Kerry lo entendió como una oportunidad para acercarse y así lo hizo, preparando unos vasos de
cristal azul en una bandeja pequeña que Ceci había sacado, añadiendo el azucarero.

—Así que…—. La mujer mayor se fue hacia la blanca nevera para coger un poco de hielo en una jarra
aparte. —¿Qué te hizo estar en la capital, Ms. Stuart?
—Mi padre— replicó Kerry en voz baja. —Es senador.

Cecilia parpadeó, frunciendo el ceño.

—No será Roger Stuart, ¿no?

Kerry asintió.

—Sí.
—Interesante—. Los ojos grises miraron el rostro de Kerry con curiosidad. —¿Sabe lo tuyo con Paladar?

Otro asentimiento.

—Lo sabe.

Los labios de Cecilia temblaron brevemente.

—No es su año ¿eh?—. Tomó la jarra y salió, dejando atrás a Kerry para que la siguiera con la bandeja.

Lo hizo, con un suspiro casi inaudible, dando la vuelta a la esquina para ver a su amante de pie junto
a la ventana, mirando al exterior, con las manos entrelazadas detrás de la espalda. Dar se volvió mientras
ellas entraban y se apoyó en el alfeizar, haciendo que la luz del sol alargara la sombra de su alta figura y
dejando su rostro en la oscuridad. Kerry sirvió dos vasos y cogiendo uno se acercó para dárselo.

—Gracias.

Kerry le acarició amablemente el vientre y arrugó la nariz de espalda a Cecilia. Dar apretó los labios
e inclinó la cabeza, después se alejó de la ventana sentándose de nuevo en el sofá frente a su madre. Kerry
la siguió y se mantuvieron en un incómodo silencio con el tintineo del hielo en los vasos como único
sonido mientras bebían.
Entonces Dar dejó el vaso y cruzó las manos. Vaciló un momento antes de hablar.
96
—Me alegra haber podido decir adiós a la abuela.

Un tema seguro.

—Le prometí pedirte que vinieras— respondió Cecilia en voz baja. —Guardaba todas tus cartas en un
libro… Sé que siempre apreció tenerlas—. Pensó por un momento y luego se levantó, deslizándose asta
una cómoda y, poniendo la mano en un pomo de un cajón tiró para abrirlo, sacando un sobre marrón
grande, dándoselo a su hija. —No vi tu dirección en ninguna de ellas… así que nunca pude enviarte éstas
de vuelta.

Dar tomó el paquete con incertidumbre y lo puso encima de sus rodillas.

—Richard sabía dónde me encontraba.

Ceci asintió.

—Probablemente… pero pensé que si querías que supiéramos dónde estabas, lo hubieras puesto.
—Mm…—. Dar tuvo que reconocer parte de verdad en ello. —Bueno, tenemos que ir a verle para preparar
unas cosas antes de coger el avión—. Se levantó y tomó el sobre, mirando a la delgada mujer sentada
frente a ella. —Cuídate, madre.
—Tú también— murmuró Ceci, permitiéndose una larga mirada en los pálidos ojos azules, y un rápido
recuerdo hizo que se le encogiera el corazón, alejando la mirada de inmediato. Se levantó y las acompañó
hasta la puerta, abriéndola y esperando a que pasaran por ella.

Ellas pasaron y cerró tras ellas, dejando que el silencio se instalara de nuevo cómodamente a su al
rededor.
Las miró a través de la ventana, sin embargo, incapaz de apartar los ojos de Dar hasta que su hija se
metió en el asiento del copiloto y el coche se alejó.
Ceci dio media vuelta y miró la vacía sala.
Se había terminado.
Ya estaba a salvo. Había cumplido su promesa y ya no tendría que ver a Dar nunca más si ella no
quería.
Eso era bueno.
¿No?
Era duro estar ahí, con todos esos recuerdos a flor de piel, recordando un tiempo en el que las cosas
no eran así. Un tiempo poco anterior a tener que contactar con su hija.
Cuando la niña se sentaba en su regazo y la miraba con confianza con unos grandes ojos azules que
miraban los fuegos artificiales sobre los campos del rancho, en un ambiente cálido que parecía fluir sobre
ellos .Ese eco era débil. Pero, si realmente lo intentaba, podía recordar haber amado a su hija.
Tal vez, en cierto modo, aún lo hacía.
Ceci miró el vacío que la rodeaba, y se encontró deseando que ambas estuvieran aún allí. A pesar del
dolor que implicaba la presencia de Dar, aún había un vínculo, un sólido y vivo soplo de aire, que había
llegado a ciertos lugares que había mantenido escondidos en silencio durante muchos años.
Lentamente se encontró atravesando la sala de estar hasta llegar a su dormitorio, con su baja cama
de plataforma de sábanas blancas. A su derecha estaba su armario ropero, que rara vez abría, y se detuvo,
con la mano en el pomo de la puerta, antes de que sus dedos lo giraran con desgana y ella abriera la puerta,
cerrando los ojos mientras el dolor la golpeaba.
¿Por qué?
97
¿Por qué hacer esto?
En esos momentos volvía a odiar profundamente a Dar.
Pero sus pies la llevaron hacia el interior y se quedó allí, dejando que los recuerdos la rodearan
mientras sus dedos recordaban la lana, y sus ojos bebían los ricos colores y las formas de lo que había sido
su vida.
Las cosas de él. Las cosas de ambos. Ropa perfectamente doblada con los tonos azules y verdes que
tanto le gustaban a él.
El arcón con los regalos de boda, cuidadosamente embalados y guardados, la mayoría de los amigos
del sur o de compañeros de trabajo.
La cuna de Dar y la manta de bebé, regalo de su madre.
Olía a la lana de sus uniformes, y a un viejo olor a pulido mezclado con un leve sabor a aceite.
Comenzó a pasar un dedo tembloroso por una manga perfectamente almidonada y apoyó la mejilla contra
ella, sintiendo el picor de la tela mientras recordaba cómo la había sentido con un cuerpo vivo dentro de
ella.
Sus piernas se doblaron y se sentó sobre una caja llena de restos, cuidadosamente guardados y
almacenados en ella. Cogió la suave y alegre manta que había cubierto su cama y se la puso sobre los
hombros y mientras sus lágrimas rodaban hasta caer sobre sus rodillas se abrazó a ella, enterrando su rostro
entre los vivos colores de la tela.

***

Kerry condujo en silencio durante un rato lanzando algunas miradas de vez en cuando a la alta y
silenciosa forma que estaba desplomada en el asiento de al lado suyo.

—Hey— dijo finalmente Kerry, acercando una mano hasta apoyarla en el pliegue de la rodilla de los
pantalones vaqueros de Dar. —¿Estás bien?

Los ojos azules resplandecieron levemente con el sol del exterior.

—Sí… oye, siento que estés en medio de todo esto—. Dar le lanzó una mirada de disculpa.
—Bueno—. Kerry miró los vehículos que tenían cerca y cambio de carril. —Sé cómo funciona lo de las
familias… y recuerdo cómo me sentí cuando fui en Acción de Gracias—. Un largo y pesado tractor se les
cruzó haciendo que el pequeño coche de alquiler pegara un frenazo. —Imbécil— murmuró. —No pude
hacer mucho, pero me alegré de estar allí.

Dar cubrió su mano y acarició sus nudillos con el pulgar.

—Yo también. Aunque me alegro de que haya terminado—. Miró hacia delante. —Te gustará Richard…
es buena persona, aunque sea abogado.

Kerry se mordió levemente el labio por dentro, preguntándose si debería tocar el nervio sensible.

—Dar, ¿puedo hacerte un comentario personal?

Su amante alzó una ceja.

—Sí, claro.
—Vale—. Kerry giró y se mezcló con el tráfico. —Vas a tener que darme indicaciones desde aquí.
—Eso es muy personal, sí— comentó Dar con una cautelosa sonrisa.
98
Unos ojos verdes la miraron por un momento.

—Lo que te quería decir es que… bueno, sé que lo hablamos antes de salir y, no sé, Dar… quiero decir, sé
que acabo de conocer a tu madre… pero creo que ella no te odia.

Dar se recolocó tras el comentario, sintiendo cómo se introducía entre sus débiles defensas. Se dio
cuenta de que realmente no quería hablar sobre ello, pero le resultaba muy difícil obviar la evidente
preocupación de Kerry.

—No, yo…—. Tocó el sobre, todavía sellado. —Nunca lo he pensado.

Kerry se quedó quieta.

—Tal vez sería mejor si lo hiciera.


—¿Por qué?
—El odio es mucho más poderoso que la indiferencia— murmuró Dar. —Me sentí como… después de que
mi padre se hubiera ido, era como si ella se hubiera desecho de un problema indeseable—. Una pausa. —
No es odio… es un disgusto indiferente lo que me hizo sentir muy, muy… insignificante.
—Así que te fuiste y conquistaste el mundo.

Dar lo pensó por un momento y asintió con la cabeza de mala gana.

—Sí… tal vez.


—Creo que te quiere, Dar.

Negó con la cabeza.

—No… ella amaba a mi padre, Kerry… Yo sólo era parte de ello. Una vez él se fue, no tuvimos nada en
común y lo único que hacíamos era herirnos la una a la otra.
—No— negó Kerry obstinadamente. —No lo creo, Dar. Creo que ella estaba intentando encontrar una
forma de volver a conectar contigo.

Oh, sí. Dar recordó el cambio que ambas sufrieron.

—Bueno, estoy alejada de los familiares, me importan un comino, así que supongo que sólo tuvo una vía—
. Cruzó los brazos sobre el pecho y miró por la ventana.

Kerry tamborileó con los dedos sobre el volante.

—Podrías llamarla alguna vez— sugirió. —Sólo para saludarla… sin tener que veros ni nada parecido.

Un suspiro.

—Ella no quiere que la llame.


—¿Cómo lo sabes?
—Kerry…

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—Dar, ¿sabes qué? Creo que el problema es que te pareces demasiado a él…—. Kerry giró el volante,
prestando atención al camino. —Vi cómo te miraba… y no creo que sea indiferencia, cariño… de verdad
que no lo creo—. Enderezó el volante. —Ni tú tampoco.

Dar miró de mal humor por la ventana, con media docena de réplicas preparadas en los labios que
desaparecieron.

—¿Podemos cambiar de tema?— murmuró malhumorada.

Kerry la miró.

—Está bien— aceptó, sintiendo caer sus hombros como reacción. —Lo siento… sé que,… no puedo
arreglar lo de mi familia… supongo que me gustaría hacerlo con la tuya.

Dar volvió su rostro, trazando el perfil de Kerry con arrepentimiento.

—Te lo agradezco… y, tal vez tengas razón, Ker…—. Cogió el sobre y abrió la solapa. —Su cumpleaños
es el mes que viene. Tal vez le mande una carta.

Oooh. Kerry evitó sonreír demasiado.

—Podríamos mandarle una carta juntas— ofreció. —Creo que le gustará.


—Mm—. Dar sacó una pequeña pila de sobres y los apoyó en su regazo, cogiendo el primero de ellos con
curiosidad mientras lo examinaba. —Sí, de acuerdo.

Kerry se apoyó hacia atrás, doblando las manos y exhalando con leve satisfacción. Una menos. Sus
pensamientos se dirigieron al hueso más duro de roer y comenzó a ordenar sus argumentos, alineando los
hechos y preparando la estrategia para cuando regresaran a Miami y fuera por un tal Andrew Roberts.

***

El estudio estaba tranquilo salvo el suave sonido del disco duro y el susurro ocasional de la persona
sentada en la silla del escritorio. Chino estaba acurrucada en el sofá, con su hocico apoyado en el brazo
mientras miraba cómo trabajaba Dar.

—Maldita sea— murmuró Dar, extendiendo la mano y seleccionando una sección de texto que copió. —
Eso no es lo que pedí—. Lo pegó en un email tras lo cual se puso a escribir con furia, enviando el mensaje
tras golpear fuertemente una tecla. —Y más vale que esté para el martes, señor… ¡o voy a poner ese
IMUX donde no llegue ni un cable!
—Grr— admitió Chino, bostezando mostrando la rosada lengua.
—Sí—. Dar se echó hacia atrás y sacudió la cabeza, frotándose el cuello con una mano. Había estado
agazapada entre su correo durante horas, intentando ponerse al día de todas las cosas que habían estado
preparando durante la semana. Kerry había salido a recoger un par de cosas fuera de la isla y ella tenía la
oportunidad de concentrarse en su proyecto. —Bueno… el siguiente.

Se inclinó hacia delante y pinchó en el siguiente email.

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—Ah—. Este, al menos, eran buenas noticias. El análisis de datos de Mark sobre los datos que habían
recuperado de Allison había dado por respuesta una copia de la cuenta a través de su amigo de la banca en
línea, que no sólo había enviado a Dar y Duck, sino también al departamento legal.

Dar pinchó en el botón de reenvío y escribió el nombre de Alastair.

—Querías munición, ahí tienes. El muy bastardo estaba facturando a los clientes una “comisión de gestión”
que se embolsaba él—. Pulsó la tecla de enviar con mucha más satisfacción esta vez.

El siguiente email era de la oficina de Ankow y le echó un vistazo con unos leves sonidos de asco.

—Sí, claro… por supuesto que te pondré un ayudante y un escolta, amigo mío… directo al muelle de
carga—. Con un suspiro remitió el correo a María. —Se trata de un miembro de la junta de visita. Se cree
que es un regalo de Dios para la ILS, así que trátalo de acuerdo a ello.

Unos rayos de cálidos sol se colaba por la ventana creando bandas en sus antebrazos, apoyados en el
escritorio. Eso le recordó lo largo que había sido el día y que ya había revisado la mitad de su correo, así
que cerró la ventana dejando que la imagen submarina del fondo de escritorio la reemplazara.

—Es suficiente, Chino—. Dar dejó descansar la cabeza en el suave respaldo de cuero de la silla. —El resto
para luego, ¿vale?
—Yawp—. Chino bostezó somnolienta y bajó del sofá, acercándose hasta tumbarse junto a los descalzos
pies de Dar y lamerle los tobillos.

Dar cogió al ya no tan cachorro perro y la puso en sus rodillas, acariciándole las orejas y sonriendo
levemente mientras Chino le comenzó a lamer la barbilla.

—Hey… que da frío…—. Dar abrazó al cachorro y la besó en la nariz, mirando a su alrededor mientras se
sentía un poco culpable mientras lo hacía. —¿Quieres dar un paseo? Creo que necesito darme una vuelta,
Chino… tu amiga de ojos verdes me ha rellenado como a un cerdo con esa cosa de fideos picantes que ha
hecho para comer.

Se levantó y llevó al animal hasta la cocina donde recogió la correa, la dejó en el suelo y abrió la
puerta de atrás.

—Vamos.

Chino bajó contenta los escalones y galopó hacia la puerta esperando con impaciencia mientras Dar
cerraba el pestillo y tomaba el camino de la playa.

***

Kerry cogió las bolsas que había comprado con un brazo y caminó hacia la terraza de la cafetería
Bayside.
El sol comenzaba a ponerse y una brisa fresca alentaba desde el mar. Tomó una profunda respiración
de aire salado y se sentó en una silla, dejando las compras junto a ella, apoyándose en el respaldo. Un
camarero se acercó a ella y pidió un batido de fresa con plátano, y se acomodó mientras esperaba.
No le llevó mucho tiempo. Ella tenía su bebida y chupaba alegremente de la pajita cuando percibió
un movimiento por el rabillo del ojo y se volvió para ver una figura alta con capucha que se acercaba a ella.
101
Justo a tiempo. Rápidamente Kerry peleó con su conciencia, pensando que lo que iba a hacer era un
doce en una escala del uno al diez.
Eso pensó por un lado, mientras Andrew se detenía y observaba una gaviota antes de continuar. Por
otro lado, ésta es ahora mi familia, y les quiero. Dar lo entendería, ¿verdad?

—Hola, papá.
—Hola, kumquat—. Andrew se dejó caer en la silla que había frente a ella. —¿Qué tomas?
—Un batido de fruta y yogur—. Kerry se lo acercó. —Prueba.

Lo tomó y lo olió sospechosamente antes de darle un sorbo.

—Eh… no está del todo mal.

Kerry sonrió y se inclinó hacia delante ladeando la cabeza.

—¿Te duele?—. Una venda cubría la mitad del sombreado rostro, casi tapando el ojo derecho.
—Na—. Andrew le devolvió el vaso. —Cosas que el maldito VA hace—. Se aclaró la garganta.
—¿Estás tratando de curar algunas cicatrices?—. Kerry acercó la silla. —Ahí es donde se suelen esconder
las peores—. Lo miró con curiosidad, notando el rojo avergonzado tan característico también en su hija. —
¿Puedo ver?
—No, no puedes, jovencita—, le gruñó Andrew. —Así que no me mires así.

Kerry lo miró con compasión.

—Deja de hacer eso.

Ella le lanzó la mirada de cachorrito más triste que pudo, la que siempre funcionada con Dar.

—¡He dicho que dejes de hacer eso!— repitió el hombre con voz áspera. —Esos malditos ojitos verdes no
funcionan conmigo, ¿sabes?

Ella contó mentalmente diez.

—Aw, mierda—. Andrew acercó su silla. —No es casi nada… los malditos doctores que siempre andan
intentando arreglarlo sin demasiada inteligencia.

Kerry alzó la mano lentamente y tocó el cierre de la venda, sintiendo cómo la piel se tensaba ante su
roce y los ojos de Andrew se cerraban como reflejo. Le retiró la gasa a un lado y se acercó aún un poco
más.

—Ah… ya veo.

Dos grandes y nudosas cicatrices que cubrían casi toda la parte derecha de su rostro habían sido
eliminadas, sustituyéndolas por lo que parecía una fina capa de enrojecida piel.

—¿Es un injerto?

Los azules ojos se abrieron y la miraron.

102
—Una imitación. Es algo nuevo— murmuró él.
—Oh… como piel artificial, si… me suena haber visto un especial sobre eso—. Kerry puso lentamente la
venda en su lugar. —Tecnología punta, de hecho… ¿no?—. Se rió suavemente. —Nosotras administramos
los mainframes que la desarrollan.
—Sí, bueno… no se ve muy bien, pero seguro que hacer sentir condenadamente mejor— admitió
Andrew.—Duele moverla.

Kerry le rozó la mejilla con su otra mano, resistiendo la tentación de darle un abrazo.

—Me alegro… y sé que Dar se alegrará también.


—Mmph—. Andrew se recostó y metió las manos en los bolsillos de su sudadera. Esa era su versión
veraniega, se dio cuenta Kerry mientras miraba las mangas cortadas donde mostraba los musculosos
brazos. —¿Cómo está mi niña?
—Está bien—. Kerry se acomodó también. —Han sido un par de días difíciles.
—¿Fuiste con ella?

Kerry asintió.

—Buena chica.

Ambos se quedaron momentáneamente en silencio.

—Ella causó todo un shock a todo el mundo— dijo finalmente Kerry, siguiendo con el tema con mucha
delicadeza.

Andrew sonrió con un breve brillo en los ojos reflejo del orgullo paternal.

—Apuesto a que lo fue—. Luego calló de nuevo.


—Y yo… conocí a tu mujer—. Kerry sintió el estremecimiento. —Durante la misa y pasamos a la mañana
siguiente por su casa.

Los ojos de él se centraron en algo en el horizonte, y se quedó quieto, mirando y escuchando.


Kerry se tomó su tiempo, esperando, por encima de todo, no hacerle daño.

—Eh… bueno, me he estado preguntando todo el día qué decirte cuando te viera.
—Ella se las arregla bien— dijo Andrew finalmente con voz áspera. —¿Verdad?

¿Cómo responder a eso?

—No, no lo creo— exhaló ella. —Parecía muy sola.

La miró con intensidad, devorándola.

—Quiero decir que ella vive en un lugar agradable… pero…—. Kerry juntó las manos para evitar
sacudirlas, consciente de lo delicado de la línea que estaba pisando. —Todo era muy… duro. Muy sencillo,
funcional… y muy extraño. Sin colores.

El camarero regresó.

103
—¿Algo para usted, señor?
—Whisky— respondió Andrew con voz cortante.

Kerry esperó a que el camarero se alejara y después puso una mano en la rodilla de Andrew.

—Si quieres me callo.


—No—. Parecía cansado. —Ella no… no estará enferma… o algo parecido, ¿no? Quiero decir…
—No, creo que no—. Un suspiro. —Sólo muy sola—. Kerry se armó de valor. —Creo que te echa
profundamente de menos.

Él se mantuvo totalmente inmóvil durante un buen rato.

—Creía que ella habría empezado otra vez…— respondió con una voz distante. —Es lo que me dijo que
haría… encontrar a alguien que no se escurriera como yo lo hacía.

Kerry tomó sus manos entre las suyas.

—Eso no es lo que ella ha hecho—. Tomó aire. —Creo que ella ha perdido lo más importante de su vida…
y no hay nada que pueda llenar ese vacío, ni creo que lo haya intentado.

El camarero volvió una vez más y sirvió el vaso de Andrew.

—¿Desean algo de picar?


—Umm… ¿Una bandeja de camarones de Cajún?— dijo Kerry sólo para que se fuera.

Los sombríos ojos la miraron ensombrecidos.

—¿Dar le habló de mí?— le preguntó Andrew finalmente sin rodeos.


—No— respondió Kerry en voz baja. —Te prometió que no lo haría… y sé que nunca te rompería una
promesa.

Tomó un pedazo de papel doblado que tenía guardado en el bolsillo de la camisa y lo puso en la
palma de su mano, cerrando los dedos al rededor del mismo.

—Y yo no me creí con el derecho a hacerlo… no sin antes hablar contigo. Pero te he escrito el número de
teléfono y la dirección—. Sus ojos buscaron su rostro. —Por si quieres usarlos.

Su mano apretó el papel y se sentó, muy quieto, mientras sus azules ojos cambiaban en medio de los
profundos pensamientos.

—No se ha olvidado de mí, ¿eh?— preguntó por fin en un suave tono. Kerry sintió cómo la horrible
tensión se relajaba levemente.
—No creo que nadie que te conozca pueda olvidarte— murmuró. —Eres una persona muy especial—. Se
reclinó hacia atrás, emocionalmente agotada y, deliberadamente, cogió el vaso de whisky y se lo bebió de
un trago. —Brr— se estremeció mientras el alcohol le quemaba por dentro, enviando un flujo de descanso
a un cuerpo poco acostumbrado a cosas tan fuertes.

Andrew la miró sorprendido, retiró la mano y la abrió, mirando el pedazo de papel antes de apretar
el puño y metérselo en el bolsillo.
104
—Tú sí que eres especial, Kerry— comentó con una suave voz. —Puedo entender porqué mi hija está tan
pillada por ti—. Vio cómo ella se lamía los labios. —¿Quieres otro?

Kerry se frotó la nariz.

—Eh… no, no suelo hacer eso… era sólo una forma de… Lo siento. Te pediré otro.

Andrew tomó el vaso de zumo que ella tenía delante y comenzó a sorber de la pajita.

—Na… esto está bien.

Levantó la vista cuando el camarero les trajo la bandeja.

—¿Puede conseguirme otra de estas malditas cosas?


—Um… seguro—. El hombre parecía confundido pero aceptó y se marchó, marcando algo en su libreta.

El padre de Dar se inclinó hacia delante y apoyó los codos sobre las rodillas.

—¿Cómo lo ha llevado mi hija?

Kerry cogió un camarón, examinándolo.

—Fue duro… Creo que lo que sucedió le hizo mucho daño—. Movió las bolsas que tenía junto a ella. —Le
he comprado algunas cosas especiales para animarla.

Andrew echó un vistazo a la bolsa.

—Señor…—. Sonrió levemente. —¿Hay suficiente chocolate ahí dentro?

Kerry le devolvió la sonrisa.

—¿Quieres ayudarme a dárselo?

La respuesta fue inesperadamente rápida.

—Sí… creo que sí— confirmó. —Creo que tengo que hablar con ella de algunas cosas de todas formas.

Kerry puso un billete sobre la mesa y cogió la bandeja de camarones.

—Vamos— le ofreció un nugget picante. —¿Quieres?


—Mejor que coja las bolsas— respondió ásperamente mientras Andrew se le unía y caminaba bajo la
puesta de sol. —No tiene sentido poner en riesgo al chocolate… podría perderse o algo así.
—Dar hubiera dicho lo mismo.
—¿Eso significa que suena como yo?— respondió Andrew tomando un camarón. —Jesucristo… ¡¿Qué
demonios estás comiendo?!—. Tragó un sorbo de bebida.
—Uh, está algo picante, ¿no?— sonrió tímidamente Kerry. —Lo siento, te tendría que haber avisado… le
he cogido gusto a comer cosas más picantes desde que estoy con Dar.
—Je…— rió Andrew entre dientes.
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—¿Hmm?—. Kerry le miró con perplejidad y vio el divertido brillo de sus ojos. —Ayyy…— gimió
dándose cuenta de lo que había dicho. —Papaaa…
—Eh… se te han puesto las orejas más rosas que el culo de un cerdo, ¿lo sabías?

Kerry alzó rápidamente la mano y se tapó una de las orejas por reflejo.

—Uff… yo… lo sé, lo sé.

106
Capítulo 4
Dar estaba tumbada en la playa, con el trasero firmemente apoyado en la arena seca y sus piernas
estiradas hacia la orilla donde las brillantes olas las salpicaban. Estaba apoyada contra un trozo de roca de
coral, lanzando pequeños pedazos de piedras al agua perezosamente, vigilada atentamente por Chino que
estaba hecha un ovillo a su lado.
Movió los dedos de los pies y vio las largas sombras que se proyectaban ante el sol, que iluminaba
desde detrás de ambas, sintiendo el calor en su espalda y sus hombros combinado con el aire salado,
adormeciéndola hasta casi rendirse.
Las olas se movían suaves, con su familiar sonido y murmullo, quedando por detrás el débil tintineo
de los sedales. Dar cerró sus ojos y disfruto de la paz, tan ansiada los últimos días.
Por lo menos había tenido toda una mañana para relajarse antes de que la semana siguiente
empezara.
Pensó en la lista de posibles cosas que hacer después y decidió preguntarle a Kerry si le apetecería
pasar un rato bajo el agua. Un agradable viaje fuera en barco… tal vez un picnic…
Dar abrió los ojos y miró al vacío horizonte.

—Mierda, realmente mi vida ha cambiado, Chino.


—Rrft—. El labrador se lamió las patas y apoyó la cabeza en el muslo de Dar.
—Solía trabajar todo el fin de semana—. Acarició las blandas orejas de la perra. —O dormía… Y si
hubiera seguido siendo siempre esa misma persona… nunca hubiera esperado vivir un viernes como este.

Y eso no sólo lo pensaba de esos momentos, sino también de esas reuniones o conferencias que la
tenían en la oficina hasta tarde, y se preguntó brevemente cuánto le habría afectado el cambio en su
rendimiento en el trabajo.
Probablemente mucho, se admitió en silencio. Sabía que solía mantenerse al tanto de absolutamente
hasta el último detalle de lo que pasaba, sorprendiendo a veces a su personal con sus afiladas preguntas.
Eso ya no sucedía nunca. Había dejado que gran cantidad del trabajo se deslizara, apoyando buena parte de
todo ello en su gente, sobre todo en hombros de Kerry, confiando en todos ellos para hacer el trabajo, con
la esperanza de que no volviera a ella con intención de darle un mordisco en el culo.
Era tan extraño.
Pero por el momento no había sucedido ningún gran desastre, sorprendentemente. Pequeñas cosas sí,
por supuesto, pero siempre salían de todos modos, y últimamente había comenzado a darse cuenta de que
tal vez, sólo tal vez, se había involucrado demasiado.

—Apuesto a que he roto los esquemas de todos, Chino— confesó. —Tengo suerte de que no me hayan
tirado desde el balcón de la planta decimocuarta—. Ahogó un bostezo y lanzó la última piedra al agua. —
Mejor volvemos… ¿Vamos a ver qué está haciendo tu otra mamá, eh?—. Se inclinó sobre ella. —¿Dónde
esta Kerry?

Las orejas del color leche se alzaron y Chino levantó la cabeza, moviéndola hacia un lado.

—Ve por Kerry— urgió Dar con una sonrisa, viendo cómo el cachorro se ponía en pie y comenzaba a
deambular. Ella se levantó y se sacudió los pantalones cortos, siguiendo al cachorro mientras cavaba con
sus dedos en la arena caliente con una sensación de gran placer.

107
***

—Hmm—. Kerry entró en la cocina. —Debe haber sacado a Chino a pasear—. Dejó las bolsas sacando el
chocolate y apoyándolo en el mostrador. —Le encanta correr por la playa.
—¿A mi niña o al perro?— preguntó Andrew, inclinándose sobre el mostrador.
—A ambas— respondió la rubia mujer con una sonrisa.
—Mmph… siempre quiso tener un perro.
—Me lo dijo— replicó Kerry en voz baja.

El alto hombre se deslizó por el mostrador y llegó al fregadero, contemplando el agua.

—No era fácil para una niña vivir como vivíamos—. Una pausa. —Trasladándonos continuamente. Dar no
tuvo nunca muchos amigos.
—Los traslados no fueron siempre la razón de ello—. Kerry se acercó y se inclinó a su lado. —Yo he
vivido la mayor parte de mi vida en el mismo lugar… Conocí a un montón de gente, pero pronto me di
cuenta de que la mayoría de ellos querían ser mis amigos por un motivo.

Andrew asintió con la cabeza un par de veces.

—No era tan malo realmente… Siempre tenía un montón de diversión. Creo que eso era lo mejor antes de
tener la edad suficiente como para darme cuenta de lo que sucedía con mi familia— reflexionó. —Era una
niña muy feliz.

Se quedaron por un momento en silencio.

—¿Echas de menos a tu familia?— preguntó finalmente el padre de Dar.

Kerry tuvo que pensar en ello.

—Echo de menos a mi hermana… y a mi hermano. Estábamos muy unidos.

Otra pausa.

—A mis tíos y tías… Solíamos tener grandes reuniones familiares, todos juntos allí, con todos mis primos.
Solíamos liarla a veces.

Andrew simplemente escuchaba y observaba, un estado natural en él.

—No echo de menos revisarme en el espejo seis veces antes de dejar mi habitación—. Una distante mirada
se dibujó en los verdes ojos. —O no ser lo suficientemente buena—. Inclinó la cabeza hacia un lado,
pensativa. —Venir aquí, por mi cuenta, fue todo un cambio… Volvía por vacaciones y siempre me
preguntaba cómo podía haber vivido así durante todo ese tiempo.

La puerta exterior tintineó, oyéndose incluso a través de las ventanas cerradas, y se asomó para ver
cómo Dar entraba, con Chino saltando alrededor de sus rodillas. Kerry sintió una sonrisa cruzando su
rostro como inconsciente reacción al verlas mientras unos rayos carmesís convertían la bronceada piel de
su amante al color del oro bruñido. Llevaba una corta camiseta sin mangas y unos pantalones cortos
rasgados, realmente había mucha piel que admirar.

108
—Buen Dios— se quejó Andrew. —Parece que esté viviendo en la calle con esa ropa—. Sacudió su
cabeza y golpeó la puerta, abriéndola y poniendo sus manos en las caderas. —¿Qué crees que estás
haciendo ahí medio desnuda, jovencita?

La morena cabeza se alzó desde donde Dar se estaba sacudiendo las rodillas.

—¿Papá?
—¿Crees que el cartero te hablaría así?

Su hija se enderezó y le imitó, poniendo sus manos en ambas caderas para mirarse a continuación
hacia abajo.

—¿Medio desnuda? No voy medio desnuda—. Hizo una pausa y sonrió, quitándose la sudadera de deporte
y quedándose en nada más que su sujetador deportivo y su tono muscular. —Esto es estar medio
desnuda—. Abrió los brazos alegremente. —¿Ves?
—Señor, ten piedad—. Andrew se tapó los ojos con la mano. —Vete de aquí— señaló hacia su derecha. —
Y tú deja de reír.

Kerry estaba inclinada sobre el fregadero intentando recuperar el aliento de la risa.

—Oh, Dios… ¡No puedo…!

Dar trotó por las escaleras con Chino saltando a su lado y entró.

—Vamos, papá… como si no me hubieras visto en ropa interior.

Un ojo azul parpadeó.

—Había mucho menos que ver cuando tenías seis años y corrías por ahí sin ropa, cierto— se quejó
Andrew. —O cuando eras un moco y te dejábamos de bebé sin pañales todo el tiempo.
—Papá…—. Dar volvió los ojos.

Kerry sintió una nueva oleada de risas llegando.

—Buena pieza eras— continuó su padre, imparable. —Usabas esa cosa como honda.
—¡Papá!— chillo su hija indignada.
—Heh… Tú has sacado el descaro, ¿no?—. Pero los ojos azules brillaron con suavidad. —Entonces no nos
imaginábamos,… que esa cosita tan rudimentaria creciera hasta convertirse en algo tan bonito.

Eso le pilló a Dar desprevenida y produjo que se le atara la lengua y mostrara la más tímida mirada
que Kerry jamás había visto en un adulto, deseando tener la cámara digital a mano para capturar esa
imagen para siempre.

—No me sorprende— distrajo a Andrew de sus ruborizados ojos. —Mira a quien ha salido—. Le guiñó un
ojo y luego se rió. —Oh… claro… ¡ahora no puedo decir cosas que hagan sonrojar al marinero!
—Hija de galleta coc…— murmuró Andrew.
—Voy a ir a mirar el email— se deslizó Kerry por delante de ellos dejándolos solos. —Venid por mí
cuando queráis cenar.

109
Dar la vio alejarse con nostalgia y tomó aire, metiéndose en la sala de la lavadora, alcanzando una
camiseta de algodón blanca, poniéndosela.

—¿Mejor?— dijo lanzándole una mirada irónica a su padre.

Él gruñó, pero su boca giró con una sonrisa.

—¿Tienes sed?—. Dar fue hasta la nevera y sacó una jarra de zumo de uva. Podía sentir la emoción entre
ellos, lo que le hacía sentir algo nerviosa. —No esperaba que estuvieras aquí… ¿Estabas por el barrio?

Él tomó el vaso que le ofrecía y lo sostuvo.

—En realidad no… Kerry me llamó. Tenía que contarme un par de cosas.

Dar se sorprendió levemente, pero asintió.

—¿Vienes conmigo?—. Se dirigió hacia la sala de estar y se sentó en la esquina del sofá, viendo cómo él
se sentaba en la otra esquina del sofá en forma de ángulo frente a ella. Ambos se encontraban, sintió, algo
incómodos. —¿Y la venda?

Él alzó una mano y la tocó.

—Es sólo un par de cosas que me están haciendo para que me duela menos.
—Mm.

Ambos se quedaron en silencio de nuevo un momento.

—Fue duro, ¿eh?— preguntó Andrew después de varios sorbos de zumo.


—No fue la experiencia más agradable de mi vida, no—. Dar se cuadró de hombros y se enfrentó a él. —
Pero me alegro de haber ido.

Él asintió suavemente.

—La familia es así.

Sus labios temblaban.


Dar examinó las baldosas, trazando las líneas con atención.

—Mamá está bien… supongo… Yo, um…—. Sacudió la cabeza. —Me gustaría que la llamaras—. Tuvo
que forzar las palabras, en un murmullo silencioso. —Verla fue tan duro como ir al mismo infierno, y no
decirle nada…— exhaló triste, alzando la mirada.

Andrew se movió incómodo.

—Ha pasado tanto maldito tiempo… no sé… no puedo llamar sin más.

Sería todo un shock, cierto.

—Podrías escribirle— sugirió Dar en voz baja.


110
—Nunca fui bueno en eso— suspiró él y se quedó mirando el trozo de papel. —Crees… ¿crees que no me
dirá que me vaya al infierno?

Dar pensó en la pregunta seriamente. Era un temor que entendía muy bien.

—Creo que tiene mucho dolor dentro—. Casi podía sentir a su padre flaquear con eso. —Y creo que tú
eres la única solución para quitarle ese dolor, papá—. En esos momentos alzó de nuevo la mirada poniendo
toda la sinceridad que pudo en su voz y en sus ojos. —Eso es lo que creo, sinceramente.

Estaba muy quieto, y sólo sus ojos se movieron con agitación por la habitación mientras pensaba.
Finalmente dejó escapar un suspiro cansado.

—La echo de menos—. Una pausa. —Joder, de verdad que sí.

Dar tuvo que apretar fuertemente la mandíbula.

—Lo sé— dijo después de un momento en el que bajó la tensión.


—Todo lo demás, el resto de la familia sin embargo… no sé si podré volver a pelear con eso de nuevo,
Dar.

Andrew cerró los ojos.

—No puedo pedirle que renuncie de nuevo a eso… ya sabes que no quieren que ella esté conmigo.

Dar se levantó y fue a su estudio, volviendo un momento después, sentándose de nuevo. Llevaba un
sobre en sus manos.

—Al diablo con ellos— dijo levemente, alzando una mano hacia él. —Ven aquí.

Vacilante, él se inclinó hacia delante.

—¿Qué?—. Vio cómo ella le ponía un sobre en la mano y acurrucó los dedos sobre ella. —¿Qué es esto,
cariño?
—Tu pensión.

Las cejas de Andrew se alzaron hasta casi unirse a la oscuridad de la piel de sus cicatrices.

—¿Qué?

Intrigado abrió el sobre y sacó los papeles, desplegándolos y dirigiendo su mirada al contenido.
Entonces se detuvo. Su cara se empalideció completamente del shock.

—Paladar Katherine Roberts, ¿qué demonios, en nombre de Dios, es esto?— es la pregunta que le salió
ahogada de su garganta.

Fue un momento muy dulce y Dar lo absorbió, guardándoselo en el fondo.

—El fondo de tía May ha llegado a su vencimiento— respondió ella con tranquilidad. —Lo he firmado a tu
favor y Richard le ha puesto tu nombre.
111
—M…—. Y simplemente la miró.
—Creo que a May le hubiera gustado— sonrió Dar con nostalgia. —Sé que lo haría—. Alzó los ojos. —
Me has dado tanto… que me hace sentir bien poderte dar algo a cambio—. Una lágrima se escapó y se la
limpió con impaciencia. —No me digas que no lo aceptas, porque es demasiado tarde para eso.

Él dobló los papeles y apoyó la frente sobre ellos, aguantando el no decir nada.

—Sabía que si te preguntaba sería un no por respuesta—. Dar acercó un dedo. —Sé que si te lo ofrecía, te
negarías. Si te diera la oportunidad de evitarlo, lo harías…—. Su mandíbula se apretó —Así que no te
pregunté.

Él la miró.
Dar sonrió y alzó la mirada, para ver un par de ojos verdes observándola desde la escalera.

—Kerry… ¿Podrías traerle a papá un poco más de zumo? Creo que está apunto de vomitar un riñón aquí
mismo.
—Voy—. La rubia mujer bajó las escaleras y se metió en la cocina, reapareciendo con la jarra, y
acercándose llenó el vaso vacío de Andrew. —¿Estás bien?— dijo poniendo una mano en el hombro del
silencioso hombre.
—No, no lo estoy— se las arregló a susurrar. —¿Tú lo sabías?
—Claro—. Kerry se sentó a su lado en el sofá de dos plazas, poniendo un brazo alrededor del hombre. —
Pensé que era un de las ideas más increíbles que había oído.
—Lo sabías—. Andrew parecía estar todavía en shock.
—Sí—. Kerry no sintió resistencia alguna ante su roce, por lo que le acarició entre los omoplatos, donde a
su hija siempre le gustaba.

Tocó los papeles.

—No sé qué demonios decir— murmuró finalmente.

Dar sonrió y miró sus ahora vacías manos.


Eso significaba que no se negaría.
May definitivamente ya le había aceptado. En cuanto al resto de la familia… Los ojos de Dar
brillaron con la luz crepuscular.
Me pueden besar el culo.

***

Al día siguiente llovió, cómo no. Kerry se detuvo por un momento, bostezando, mirando por el
cristal de las puertas dobles corredizas que se abrían al mar, mirando cómo las gotas de lluvia oscurecían
las olas.
Bueno, sopesó, también así se estaba bien. Era una buena mañana para dormir, cosa que habían
hecho, y ahí estaba casi a mediodía levantándose para preparar un poco de café. Entró en la cocina y
encendió la luz, ya que fuera estaba el ambiente muy sombrío, y midió el café antes de presionar el botón
de encendido.
Surgió un sonido familiar mientras el agua se filtraba y dio un paso atrás, estirando los brazos tras su
cabeza, pensando en qué podría preparar de desayuno.
Vale, un brunch.

112
Kerry miró el reloj. Realmente era más la hora de comer. Se pasó la mano por el pelo y volvió a
bostezar, sonriendo mientras Chino trotaba hasta la cocina y se sentaba delante de su bol de galletas,
mirando expectante a Kerry.

—Oh—. Apoyó un puño en su cadera. —Así que crees que me tienes amaestrada, ¿eh?
—Woof— ladró Chino, mirando el bol.
—Pues no lo creo, señorita.
—¡Woof!

Dar asomó de dentro, luego deslizó el cuerpo a lo largo del marco de la puerta y caminó descalza
por los azulejos, directamente al bol, cogiendo una galleta mientras Chino se movía contenta.

—¡Dar!

La mujer más alta se detuvo, parpadeó, y sacó una segunda galleta que entregó a Kerry.

—Lo siento… no sabía que te gustaban— dijo arrastrando las palabras. —Pruébalas con un poco de
mantequilla.
—Ja–ja—. Le arrojó de nuevo la galleta, viendo cómo Dar la cogía con una sola mano. —La mimas
demasiado.
—Mm…— reconoció Dar tímidamente. —Parece que últimamente es habitual en mí—. Deslizó un brazo
alrededor de Kerry, atrayéndola más, agradeciendo la calidez de su cuerpo ante el frío aire de la cocina. —
Tal vez estoy pillando algún virus.

Kerry resopló en el cuello de su camiseta.

—Es más probable que escribas un virus a que pilles uno… eres asquerosamente saludable, Dar, ¿lo sabes?
Yo he tenido dos catarros y una gastroenteritis desde que te conozco y tú no has pillado nada.

Dar rió.

—Mi cuerpo sabe lo mucho que odio estar enferma… y odia tener que aguantarme, si pillo algo pretende
no admitirlo— pensó. —No recuerdo, de hecho, la última vez… oh, espera… sí, sí puedo—. Sus ojos se
volvieron. —Comí algo en mal estado de la cafetería cuando estaba consolidando una cuenta.
—Ew—. Kerry hizo una mueca. —A mí nunca me ha pasado… a Mike le pasó una vez y Van Gogh
hubiera podido hacer todo un cuadro con los colores que fueron pasando por su cara.
—Sí… estaba muy mal… ni siquiera era capaz de parar de vomitar… Dios, me pareció una eternidad—
reconoció Dar. —Al final acabé por quedarme en el cuarto de baño demasiado débil como para
levantarme…— una pensativa pausa. —… durante dos días.

Kerry arrugó la frente.

—¿Por qué no llamaste a alguien para que te ayudara? Dios, Dar…—. Los azules ojos la observaron.
—No había nadie a quien llamar— replicó con tranquilidad. —Estaba en mi antigua casa en el bosque…
sólo estábamos yo y unos cuántos lagartos.

En ese momento esa confesión la sacudió, dándose cuenta de lo sola que Dar se había debido de
sentir hasta que se conocieron.

113
—Wow—. Alzó una mano y tocó confortablemente a la morena mujer. —Bueno, si a tu cuerpo se le
ocurre volver a pasar por ello, esta vez tendrá ayuda.

Los labios de Dar dibujaron una sonrisa.

—Por eso valdría la pena ponerse mala— admitió, descansando los brazos sobre los hombros de Kerry. —
Así que…—. Los ojos se dirigieron a la ventana. —¿Qué te apetece hacer hoy?
—Bueno… ambas tenemos que mirar el correo… y tenemos que hacer la colada… podríamos dedicarnos
un poco a ello, para variar.
—Mm—. Dar sonó evasiva.
—O podemos holgazanear juntas en el sofá todo el día y ver dibujos animados.

Una franca y arrepentida sonrisa brilló en ella.

—Bien… ahora que ya sabemos qué hacer… ve a buscar el Space Ghost y yo traeré café y lo que
encuentre de desayuno.

Dar se encaminó obedientemente al salón y se dirigió a la televisión, cogiendo el mando a distancia


mientras encontraba un buen sitio en el que tumbarse en el suave y agradable sofá, haciendo una mueca de
incomodidad mientras el frío cuero tocaba su cálida piel. La tormenta seguía retumbando fuera, así que se
acostó de lado, apoyando la cabeza en el brazo del sillón mientras hacía zapping.
Siempre le habían gustado los días de lluvia. Cruzó los brazos, escuchando el fuerte golpeteo de las
gotas en el exterior. Eran buenos momentos para leer, ver películas antiguas, o… Una sonrisa juguetona se
mostró en su rostro, recordando las largas tardes de verano en las que se había dedicado a crear maquetas
de construcción… para desesperación de su madre. Todas esas pequeñas piezas complejas y el olor a
pegamento… tan cuidadosamente pintadas y puestas en su lugar.
No había pensado en ello desde hacía mucho tiempo. ¿Cuántas horas había perdido haciendo eso?
Todos esos barcos de guerra… cada uno con sus pinturas adecuadas, exactas,… para volver después de la
universidad y ver que todos habían desaparecido. Haciendo hueco a los nuevos, ya que su madre pensaba
que era un hobby que ya habría dejado atrás.
Pocas veces se había enfadado tanto. No le habló a su madre durante un mes hasta que su padre se
metió en medio e hicieron las paces.
Como siempre, capaz de salvar sus diferencias por el amor que él sentía por su madre y por cómo
conocía a Dar… Dependían de él en eso. Por eso tal vez después de que él se fuera…
Dar dio un suspiro, liberando los recuerdos mientras Kerry entraba con una pequeña bandeja con dos
tazas humeantes y una cesta de algo que olía a canela y dulce.

—Oh… ¿qué tenemos aquí?—. Sonrió a su amante. —Un buen desayuno bien saludable por lo que veo.

Kerry le sacó la lengua.

—Nos hemos quedado sin brotes de soja. He tenido que improvisar—. Dejó la bandeja con el café y los
rollos de canela, y se sentó en el hueco del sofá a lo largo, junto a la tumbada forma de Dar. —No creo que
puedas quejarte—. Cogió un rollo por la mitad y se lo ofreció a su amante.
—Nop—. Dar masticó contenta la pasta dulce, guardando un pequeño trozo para el labrador de color crema
que mágicamente apareció delante de su cara. Después se lamió los dedos y tomó un sorbo de café,
volviendo a apoyar la taza en la mesa, rodeando con un brazo a Kerry para acercarla un poco más.
—Hm—. La mujer rubia se relajó a su lado y acercó la espalda contra el calor de Dar, compartiendo la
colorida y suave almohada. —Oh, sí… podría pasar así todo el día—. Bostezó y se acurrucó más cerca. —
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Me gustan los días de lluvia—. Lentamente revisó algunos de los vídeos de la lista que había en el
ordenador que había en la mesa. —¿Cómo hemos llegado a una lista de vídeos X?

Dar levantó la cabeza para mirar la lista del correo.

—Mm… vídeos… significa grabadores, lo que significa electrónica, que lleva a alta tecnología… lo que da
ordenadores. ¿Te puedes imaginar cómo hemos llegado a esa lista?

Kerry hizo una pausa y pensó.

—Nop—. Se encogió de hombros y revisó el correo que Chino, sentada ahora bajo el sofá, había traído
para ella. —A ver… hay un boletín de Microsoft, si te apetece…
—No.
—Aquí tienes, Chino… ¿Y la oferta de un pequeño libro electrónico?
—Genial. Necesito más ordenadores pequeños.
—Cierto—. Lo mezcló. —¿Una invitación para una escapada a las Vegas?
—Nah… no creo que quieran verme por allí— respondió Dar. —Conozco demasiado sobre sistemas de
programación.
—Vale—. Kerry miró el siguiente sobre. —Oh… tienes una reunión de la escuela—. Una ceja se arqueó.

Pasó el sobre.

—Espera… Lo voy a abrir.

Dar no se movió ni un milímetro.

—¿He dicho que quisiera verlo?— se quejó y suspiró mientras Kerry abría el sobre verde y naranja a rayas
y sacaba su contenido. —No voy a ir.
—Oh—. Kerry leía con interés. —¿Por qué no? Es aquí la semana que viene… Parece divertido, Dar, es
una especie de fiesta estilo “tal y como éramos” —. Mostró el folleto a su amante. —Vamos…

Un ojo azul la inmovilizó.

—El instituto no fue una época que recuerde con cariño, Kerry… creo que fui votada como “la chica con
más posibilidades de acabar en la cárcel” —. Se rió entre dientes con desaprobación. —Fue el comienzo de
esa fase rebelde que te he comentado.
—Con mayor razón— respondió la rubia mujer. —¿No quieres ir ahí y demostrar justo lo contrario? ¿No
quieres darles en todo el morro como a tus familiares?
—Hmm.

Levantó una ceja pensativa.

—No lo llamaría darles en el morro— murmuró Dar negando con la cabeza. —No… no me llevaba bien
con la gente que lo organiza— añadió señalando algunos nombres. —Key Clubbers… Apuesto a que
ninguno de ellos han cambiado—. Le lanzó a Kerry una mirada de suspicacia. —¿Por qué estás tan
entusiasmada con esto?

Kerry sonrió, arrugando la nariz de alegría.

115
—Quiero disfrutar de mi recién descubierta tendencia hedonista. Quiero verte vestida de cuero.

Tuvo una asombrada mirada de respuesta.

—¿Tú–qué?
—Y cadenas… y la ropa rasgada—. Sus verdes ojos brillaron. —Aunque… —Kerry pasó los dedos por el
oscuro cabello de Dar. —Creo que se pueden fingir los puntos.

Dar se echó a reír.

—Jesús, Kerry… Dime que estás de broma. No tengo ya nada de esas cosas… y aunque las tuviera, no me
las pondría— dijo recordando las cajas todavía cerradas de la buhardilla. Se mordió el labio. Nah.

Un dedo le tocó la nariz.

—Apuesto a que podríamos encontrar algo…— persuadió. —Vamos, Dar… hey, te diré una cosa, incluso
te alquilaré una moto o algo de ese tipo.

Dar se tapo los ojos con la mano.

—¿Cómo sabes si quiera si sé conducir una?— objetó débilmente. —Kerry, no puedo…


—Claro que puedes, mucha gente va a sus reuniones de instituto.

Los largos dedos tamborilearon en la superficie de cuero del sofá.

—De acuerdo— respondió finalmente Dar. —Pero con una condición.

¡Victoria!. Kerry se volvió y la miró cara a cara, con una encantadora sonrisa.

—Dispara.

Ahora era el turno de Dar de reír.

—Tú vendrás conmigo.

Un resoplido.

—¡Por supuesto! ¿Crees que dejaría pasar una oportunidad así? Iremos yo y mi cámara digital…
—Vestida como yo— interrumpió su suave voz con astucia.

Kerry se detuvo y parpadeó.

—Uh—. Lentamente apuntó un dedo a su propio pecho. —¿Yo?—. Su rostro mostró una divertida mueca
de consternación, mientras se señalaba. —Dar, el cuero no me queda bien, créeme.

Dar esperó, abriendo y cerrando los ojos.


Un suspiro.

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—Bueno, vale… Estoy bastante segura de que vamos a ir ridículas, pero si hace falta lo haré—. Le mostró
a Dar un gesto firme. —Kerry, la gallito motorista estará allí.

Hmm. Dar dejó escapar una risita mientras se acurrucaban un poco más, dejando que un trueno
resonara a su alrededor. Puede que eso incluso fuera divertido.

***

Todavía llovía cuando Kerry entró en la oficina, poniéndose la capucha antes de salir del Mustang y
hacer una pequeña carrera hasta la puerta de entrada. El guardia de seguridad la vio llegar y pasó la tarjeta,
haciendo que las puertas de cristal se abrieran, dejando que entrara mojándose lo mínimo.

—Buenos días, Ms. Stuart.


—Hola, buenos días—. Kerry se retiró la capucha y sacudió la cabeza, esparciendo unas cuántas gotas de
su pelo. —Wow… vaya tiempo, ¿eh?
—Sí, señora—. El guardia la miró expectante. —¿La Srta. Roberts viene con usted?

Kerry sonrió.

—No, tiene una reunión—. Lo que no era cierto. —Tardará un poco más—. Dar, en realidad, no estaba
muy lejos de ella, peor habían decidido ir en coches diferentes esa semana, ya que el indeseable miembro
de la junta andaba por la zona y Kerry había sido asignada para ser su apoyo. Ninguna de ellas tenía
intención de ocultar su relación, pero no era plan de llamar la atención al de per sé antagónico Ankow.

Estaba sola en el ascensor y de la misma manera salió en el piso decimoquinto, nada sorprendente
dada la hora. María, sin embargo, ya estaba allí, y sonrió a la secretaria mientras ésta sacaba la cabeza
desde la oficina de Dar.

—¡Buenos días!
—Ah… Buenos días, Kerrisita— le devolvió la sonrisa María. —Hace un tiempo terrible, ¿no?—. Sus ojos
se dirigieron al pasillo que había tras la cabeza de Kerry. —¿Dar no está contigo?

De pronto a Kerry se le ocurrió que ir separadas posiblemente daría más comentarios que haber ido
juntas.

—Viene en su coche— explicó. —¿Ha llegado ya nuestra visita?

La morena cabeza se movió negando.

—Su vuelo llega a las nueve… Hemos mandado a Consuelo por él.

Ah, Consuelo… No era una mala idea.

—¿Sigue con el pluriempleo de bailarina?


—Sí—. María sonrió con recato. —Es tan… cultural, ¿verdad?

Kerry sonrió levemente.

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—Absolutamente… Hey, Mariana me ha dicho que ya tiene la aprobación para mi secretaria… he oído que
es alguien de la familia.

La decisión y la persona que Mariana había contratado le habían sorprendido. Habían ido
posponiendo la contratación, ya que Kerry decía que no necesitaba secretaria, más que nada para evitar
lidiar con la torpeza que alguien nuevo. Pero ahora, con todos los proyectos nuevos, era injusto pedirle a
María que coordinara a ambas, y Mariana se había adelantado, dejando a un lado los temores de Kerry al
contratar a la joven hija de María, a quien tanto ella como Dar ya conocían.
Y quien también conocía lo suyo, y que era una chica tranquila y reservada que no se dedicaba a
rumorear nada de nadie.
María sonrió.

—Mayte está tan entusiasmada… Se ha pasado todo el fin de semana eligiendo la ropa y pensando en qué
hacerse en el pelo. No puede esperar para empezar. Estará aquí también a las nueve, para firmar sus
papeles.
—Genial— dijo Kerry. —Tengo que ir a prepararme para mi puesto de ayudante. Te veo luego, María—.
Se volvió y se fue por el pasillo, por la pequeña entrada donde estaba su oficina.

Allí se detuvo, observando la frenética actividad. La pequeña habitación de al lado, que se solía usar
como sala de almacenamiento, estaba siendo evacuada por completo. A la izquierda un bonito escritorio de
madera estaba colocado en el extremo, esperando a que lo metieran, y justo detrás de él había un ordenador
con su correspondiente monitor. Asomó la cabeza por la puerta mientras sacaban la última caja y asintió
con la cabeza.
No era enorme, unos doce metros cuadrados, pero la sala estaba alfombrada y las paredes estaban
limpias, con el blando tejido azul de insonorización en ellas.

—Perdóneme, Ms. Stuart— le hizo saltar una amable voz, haciendo que se agachara mientras el hombre de
mantenimiento pasaba el escritorio a través de la puerta y lo colocaba en su sitio. Luego levantó la vista y
se secó la frente.—¿Está bien así?

Kerry parpadeó.

—Um…—. Estudió la habitación. —Sí, las paredes están bien, además está cerca del enchufe.

Él asintió.

—Siempre me gusta prepararlas así, especialmente para las personas de operaciones. Así quien pase sabe
que preparé esta oficina…— la señaló —… durante horas hasta que esté tal y como Ms. Roberts desea.

Ese fue un momento inesperadamente revelador y Kerry sonrió.

—Bien, ha hecho un gran trabajo. No cambiaría nada—. Acarició el marco de la puerta y dejó al hombre
que siguiera con su tema, atravesando la puerta hacia su oficina, cerrándola tras de sí. Sus ojos observaron
las formas ya tan familiares. —Horas, ¿eh? Y vas y me dices que simplemente era una oficina extra que
tenías al lado— rió, acercándose a su escritorio. Movió un interruptor para encender el ordenador mirando
por la ventana mientras éste arrancaba.

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Fuera estaba oscuro y sombrío, con las gotas de lluvia cayendo sobre el paisaje, haciendo que el mar
hiciera pequeñas olas rebeldes que azotaban una costa apenas visible desde la ventana, agitando las aguas
de la normalmente tranquila bahía de Biscayne.

—Tal vez tengamos suerte y cierren el aeropuerto— comentó. —O le hagan aterrizar en Lampa.

No era probable. No solían cerrar el aeropuerto con ese tiempo, sólo en con posibles catástrofes,
como posibles tornados y huracanes.
Su teléfono sonó y ella suspiró, volviéndose y mirando la pantalla. Ah. Pulsó un botón.

—Buenos días, Mark.


—Hey. ¿Dónde está la jefa?—. La voz del director de MIS sonaba preocupada. —No contesta desde la
oficina.
—Probablemente no haya llegado aún— respondió Kerry simplemente.
—Oh… vi tu IP activa y me imaginé que estaría por ahí— replicó Mark. —Le dejaré un aviso. Gracias.

Él colgó y Kerry negó con la cabeza, levantando la vista cuando alguien llamó a la puerta.

—¿Qué pasa hoy? ¿Todo el mundo ha madrugado? ¡Adelante! —Mariana abrió la puerta y entró, con
varias carpetas y una pequeña maceta de geranios. —Buenos días, Kerry. Tu nueva secretaria empieza hoy.
—Lo sé, vi los muebles ahí fuera.
—Bien… Ok, aquí está su perfil. Ya hemos hecho la revisión de antecedentes y de gobierno, y está todo
limpio.
—Lo esperaba, apenas tiene veinte años—. Kerry tomó la carpeta y la colocó en su escritorio. —La
conocimos en la fiesta de quince años de su hermana hace poco… Es buena chica.

Mariana asintió.

—Sí, lo es… Ella también dice buenas cosas de ti— sonrió a la joven mujer. —No es que la gente no suela
decirlas, claro—. Se sentó en la silla de las visitas del despacho de Kerry. —Lo cual me recuerda…

Uh oh. Kerry se sentó y apoyó los brazos en el escritorio.

—Tu evaluación de los seis meses se acerca.

Ah.

—Lo sé.

La vicepresidenta de personal se quedó pensando un momento, lamiéndose el labio inferior.

—Por lo general lo debe hacer tu supervisor directo.

Kerry asintió cruzando las manos.

—No veo porqué no debería hacerlo en mi caso— le dijo con tranquilidad.


—Kerry—. Mariana bajó la voz. —El propósito es tener un informe objetivo de tus cualidades
profesionales.

119
—Y Dar puede ser muy objetiva— respondió ella. —Siempre lo ha sido, desde el primer momento.
Cuando hago las cosas bien, me felicita. Cuando hago las cosas mal, me echa la bronca, como a todo el
mundo.

La mujer mayor la miró, sorprendida.

—¿De verdad?
—Sí… Me ha llamado la atención varias veces y, créeme, duele— admitió Kerry. —Pero nunca es algo
personal, Mari. Es más estilo “has hecho esto y tendrías que haber hecho esto otro, y esto es lo que ha
pasado, que no vuelva a ocurrir” —. Se encogió de hombros. —Así lo hace con todo el mundo.
—Hm.
—La única diferencia es que, cuando pasa eso, voy a casa y recibo un buen abrazo—. Kerry apretó los
labios en una sonrisa. —Yo simplemente intento que eso no pase a menudo… así que no. Estoy realmente
segura de que puedo tener un informe objetivo, o tan objetivo como podría darlo de cualquiera en cualquier
caso.

Una pausa.

—Por lo menos sabré que no estoy durmiendo con mi jefa en contra mía.

Mariana hizo una mueca.

—Confío en ella— añadió Kerry en voz baja.


—De acuerdo—. Mari levantó una mano. —Me has dado buenas razones… Deja que vaya a mi oficina por
los formularios. ¿Te importa si uso tu camino de atrás?

Un suspiro.

—Adelante, pero ella no está todavía aquí, creo.


—¿En serio? ¿Ha pasado algo? ¿Estáis bien?—. Los ojos color avellana la miraron con preocupación.

Kerry alzó las manos.

—Esta semana estamos intentando ser discretas, mientras el miembro de la junta ande por aquí. Sin
embargo, creo que el tema del día de hoy en la comida va a ser el hecho de que no hayamos venido juntas a
trabajar.

Mariana la miró y se echó a reír.

—Oh, Dios mío… tienes razón— admitió, levantando las manos con geranio y todo. —Lo siento, Kerry, es
que una se acostumbra a la rutina de aquí y cuando cambia algo, la gente se da cuenta—. Dejó la planta. —
Esto, por ejemplo, se lo di a Duks porque se quejaba de que su oficina no tenía color.
—¿Sí?
—Mm… Lo malo es que ha tenido que explicar como una docena de veces a la gente porqué de repente
demuestra interés por la horticultura. Se dio por vencido y me la devolvió, diciendo que había pensado en
poner un par de jarras de cerveza o un pez de esos que se cuelgan en las paredes.

Kerry rió.

120
—Muy bien, Kerry. Te mandaré a Mayte en cuanto hayamos puesto en orden los papeles, espero que eso
sea antes de que nuestro invitado aparezca—. Agitó el geranio y se marchó, dejando tras de sí un olor a
tierra, flores y Chanel.

Kerry suspiró y negó con la cabeza, se volvió y abrió su correo, mirando cómo su bandeja de entrada
comenzaba a rebosar con una enorme cantidad de signos de exclamación que indicaban mensajes urgentes.

—Feliz lunes.

***

—Dar.

La alta mujer alzó la mirada desde su mesa de despacho, donde estaba estudiando unos informes
sobre un nuevo set de ancho de banda.

—¿Sí?— gritó sabiendo que el comunicador haría que su voz sonará más alta aún.
—Mr. Ankow está aquí.

Yuju.

—Gracias, dile que pase, por favor—. Dar se permitió darle una nota de encanto a su voz. Exhaló una
bocanada de aire, miró su busca y calculó el tiempo. Bueno, la tormenta les había dado un par de horas al
menos, atrapando a Ankow en el avión todo ese tiempo.

La puerta se abrió y María entró, permitiendo pasar al alto hombre detrás de ella, ofreciendo tanto a
él como a su jefa una amable sonrisa.

—Dar, han cancelado su conferencia de las once… la van a cambiar para más adelante de esta semana.
—Gracias, María—. Dar se volvió, enfrentándose a su indeseable invitado. —Buenos días. He oído que ha
tenido un aterrizaje complicado.

Ankow estaba vestido con un impecable traje gris oscuro con una corbata de seda azul medianoche
con finas rayas marrones.

—Pierde el tiempo. Dejemos de mantener la compostura, Roberts—. Caminó por la sala y se sentó en una
de las sillas, mirando la lluvia. —Ahora que ya ha pasado su pequeño y gracioso envío de Carmen Miranda
por mí, puede asignarme cualquier otra tonta rubia con el cerebro de lápiz que haya planeado asignarme y
dejar que haga mis cosas.

Dar terminó de apuntar una cosa en su bloc de notas, tomándose un tiempo mientras se movía en su
silla.
Se recostó y cruzó un tobillo sobre su rodilla, muy consciente de su camisa y pantalón de algodón,
en pleno contraste con la formalidad del traje de él.

—¿Carmen qué?— sonrió levemente. —¿Se refiere a Consuelo?


—La bailarina que pensó que me distraería— sonrió a su vez. —No es mi tipo.
—Ah—. Dar se frotó la mejilla. —Consuelo González es nuestra jefa de Marketing. Tiene tres
licenciaturas, un máster en negocios y está trabajando en su doctorado en finanzas y estadística aplicada…
121
¿Y lo único que vio fue su cuerpo?—. Chasqueó la lengua. —Pensamos que igual querría hacerle algunas
preguntas sobre cómo hacemos las cosas… Debe haber sido un interesante viaje desde el aeropuerto.

Él la miró.
Dar sonrió con encanto.

—No tenemos ningún cabeza hueca en nuestro personal—. Apretó un botón de su comunicador y dijo con
voz tranquila. —Dile que pase.

Ankow decidió hacer caso omiso sobre su derrota en lo de Consuelo.

—Quiero acceso a todo.


—Con la excepción del baño de mujeres, lo tiene— le replicó Dar impasible. —Simplemente no toque
nada, no quiero perder medio día volviendo a programar mainframes.

Él la miró de nuevo.

—Disfrute de sus bromas mientras pueda— comentó con suavidad. —Me imagino que le queda como un
mes antes de la reunión de los accionistas. Después de eso, me sorprendería que aún estuviera en esta
oficina.

Dar no reaccionó.

—Por lo visto piensa que eso me preocupa.

La puerta trasera se abrió y Kerry entró, estudiando a Ankow de una forma rápida apenas
perceptible.

—Buenos días— saludó a ambos amablemente.


—Buenos días— replicó Dar. —Kerry, éste es David Ankow, miembro de la junta directiva. Está aquí para
revisar las operaciones.
—Señor—. Kerry inclinó la cabeza graciosamente. Realmente ella cubría la suposición de Ankow con
respecto a que era rubia, pero el aire de tranquilidad e inteligencia de Kerry le mostró un indicio contrario a
lo esperado.
—Ésta es Kerrison Stuart, nuestra directora de operaciones—. Dar envolvió su rodilla cruzando las manos
sobre ella. —Ella será su contacto mientras esté aquí. Si tiene cualquier pregunta, ella se la podrá
responder.
—Genial—. Ankow se levantó. —Lo primero que puede hacer es traerme una taza de café… ¿es un
comienzo suficientemente simple para usted?
—¿Normal o expresso?— le preguntó Kerry mientras lo seguía hacia la puerta. —¿O prefiere probar el
café con leche? Es una especialidad local—. Se las arregló para adelantársele y abrirle la puerta. —Es por
ahí a la izquierda—. Tuvo un momento para mirar hacia atrás hacia su jefa, quien le devolvió una mueca
simpática antes de que cerrara la puerta.

***

—Así que… ¿qué es lo que usted hace exactamente aquí, Srta… Stuart, no?— le preguntó Ankow al salir
de la sala de descanso. —No estoy seguro de qué labor hace una directora de operaciones.

122
—Buena pregunta— le respondió Kerry. —Depende, por desgracia, de qué día de la semana sea y en qué
momento del mes se esté.

Pasaron por su oficina y vio a Mayte, recién instalada en su oficina, asomándose a ella. Sonrió y
miró fuera del campo de Ankow, viendo cómo Mayte le devolvía la sonrisa antes de que volviera sobre
unos informes que Kerry le había dejado.

—Oh, ¿sí?
—Sí. El día a día generalmente se reduce a resolver los problemas operativos, como los cortes de señal, la
utilización del contacto con los clientes,… ese tipo de áreas. Pero también me encargo de la estructura y
consolidación de las nuevas adquisiciones, así como la toma de decisiones en materia de integración
cuando compramos en las empresas, o tomando parte con ellos para conformar una fuerza común—. Kerry
hizo un gesto al final del pasillo. —Nuestro centro de operaciones principal está ahí abajo.
—¿Eso hace, eh?—. Ankow parecía a medias entre desconcertado y divertido, Kerry no estaba segura. —
¿Y cuánto tiempo lleva haciendo esa labor?
—Unos seis meses— le respondió ella, pasando su tarjeta de identificación por la enorme puerta de
seguridad. —Antes trabajaba para Associated Synergenics cuando fueron adquiridos, como gerente de
operaciones. Cuando se abrió el puesto, me presenté y me contrataron.
—¿Para este puesto?— preguntó Ankow.
—No—. Kerry deslizó su tarjeta a través de una segunda puerta y se la abrió. —Pero eso ya lo sabe, Sr.
Ankow, desde que pidió mi informe personal—. Sonrió y dio un paso atrás. —Por ahí, por favor… Me
contrataron como asistente de Dar Roberts y me cambiaron al puesto actual cuando ella asumió las
responsabilidades del CIO.
—Entonces ella es su jefa—. Ankow se detuvo y observó su rostro con atención.
—Sí.
—Sólo quería aclarar ese punto—. Él sonrió y siguió caminando por las brillantes luces de las extensiones
y la baja actividad del centro de operaciones.

***

Kerry señaló una puerta delante de ella, exhalando levemente mientras se acercaba a la cafetería.
Llevaba horas aguantando preguntas directas, y la aceptación de sus respuestas con un aire de suficiencia
estaba consiguiendo, francamente, sacarla de sus casillas.
El olor a arroz con pollo la golpeó mientras se abría la puerta y entraba justo tras su invitado,
debatiéndose entre coger como siempre una ensalada del chef o ir a por uno de sus platos favoritos.

—¿Tienen algo americano aquí?— le preguntó Ankow lanzando una mirada de desagrado a los platos.
—Bueno…—. Kerry sonrió a la camarera, que la miró expectante. —Tomaré el pollo, gracias… y un
flan… y café con leche—. Se volvió hacia Ankow. —Son pollos Perdue, si le hace sentir mejor.
—Si, señora—. La mujer de detrás del mostrador hizo una mueca con la nariz a Kerry. —¿Y usted,
señor?— dijo volviendo su atención a Ankow.
—Deme una de esas ensaladas del chef— pidió. —Y una botella de agua.

Cogieron sus bandejas y se sentaron en una mesa cercana a la ventana. Kerry dio un bocado a su
pollo y miró a su alrededor, consciente de las miradas, contenta de que no vieran sólo el cambio de la
mañana.

—Usted estuvo implicada en el fiasco de Allison Consulting, ¿verdad?— le preguntó Ankow, después de
arponear un pedazo de lechuga.
123
—Sí, lo estuve— replicó Kerry. —Hice los análisis previos de los datos que provenían de ellos… fue muy
decepcionante—. Tomó un sorbo de café.
—Mi pregunta es, ¿hasta qué punto lo fue? ¿Cómo nos permitió ser engañados de semejante manera?—. El
ácido comentario la cogió por sorpresa. —¿Comprende usted lo que cuesta?

Mantente tranquila. Es un imbécil. Las palabras de Dar resonaron suavemente en su mente.

—¿Quiere que me disculpe?— le preguntó Kerry. —Estoy en operaciones… creo que si es sobre
adquisiciones de lo que quiere hablar, tal vez podríamos hablar de Ernst & Young, que hicieron una
diligencia que obviamente debería haber fallado.
—Sí, pero ¿cuánto tiempo le llevo darse cuenta de eso?

Kerry masticó pensativa.

—Lo sospeché el primer día… mandé los datos el segundo… Dar vino el jueves a la noche y el viernes ya
les habíamos pillado.
—Ah… así que tu… jefa… ¿tuvo que ir a sacarle de allí? ¿Es así?—. Ankow parecía ahora divertido. —
Bueno, es comprensible…—. Rechazó el tema y miró a su alrededor. El murmullo de hispanos era
perceptible, así como el menor ruido del inglés y unas pocas mesas de lengua criolla. —Interesante lugar.
—Opino igual—. Kerry tomó el último bocado de arroz y lo tragó con un poco de café. —Disfruto de la
diversidad de culturas… Es muy diferente de donde crecí.
—Michigan, ¿no?

Kerry asintió.

—Así que, ¿qué se siente teniendo un escándalo en la familia?

Kerry dejó los cubiertos sobre la mesa y entrelazó las manos.

—Sr. Ankow, he tenido que aguantar sus inquisitivas preguntas todo el día.
—Es una lástima.
—No tengo porqué soportar preguntas personales. No es parte del trabajo. Así que respondiendo a su
pregunta, no es de su incumbencia—. Una pausa. —Señor.
—Muy bien, es justo—. David Ankow tomó un sorbo de agua y la miró con frialdad. —No estoy aquí para
hacer enemigos, Srta. Stuart… y a pesar de lo que todo el mundo parece pensar, no estoy aquí para echarla
ni a usted, ni a ninguna otra persona.

Kerry levantó una ceja.

—Mi trabajo…—. El hombre hizo una pausa para darle un mayor énfasis. —Mi trabajo, Srta. Stuart, es
proteger la inversión de los accionistas que la gente normal, como usted y yo, usamos en esta empresa.
Algunas de estas personas dependen de esas inversiones para pasar por tiempos difíciles… la jubilación de
algunos de ellos depende de las mismas. Mi responsabilidad es asegurarme de que no traicionan esa
confianza. ¿Me entiende? Eso significa que tengo que venir y hacer preguntas difíciles, como porqué una
cuenta que nos costó veinte millones de dólares tuvo que ser denegada. Ese no es su dinero, Srta. Stuart.

Kerry le escuchó, pacientemente.

—Parte de él lo es— comentó bajando la voz. —Soy accionista.


124
Él se quedó callado.

—Como Dar. O como la mayoría de la gente que le rodea—. Ella se inclinó hacia delante. —Entiendo lo
que es ser responsable de la gente, Sr. Ankow… Mi trabajo es intentar hacer que todo funcione, para que la
empresa cobre por lo que se le pide que haga, y así proporcionar valor a los mismos accionistas—. Estudió
su rostro. —Usted me representa a mí, al igual que a todas esas personas sin rostro que han invertido sin
ser personas involucradas en la empresa.

Una sonrisa arqueó los labios del hombre.

—Eres la hija de Roger Stuart, ¿verdad?—. Había un toque de irónica admiración en su tono. —Estuve
interno en su oficina durante un año… recuerdo haber visto una foto de usted en su oficina.

Eso le golpeó con tal fuerza que Kerry casi escupe el almuerzo en el sitio, teniendo que recuperar
todo lo que le quedaba dentro para mantener una mirada de educado interés en su rostro.

—Hola—. La interrupción fue doblemente bienvenida, y la voz puso un poco de calma sobre unos nervios
a flor de piel. —¿Os importa si me uno?

Dar no había comido con ella en la cafetería en los últimos tres meses, pero Kerry nunca se había
sentido tan contenta en su vida de que les viera nadie.

—Claro.

La alta ejecutiva se dejó caer a su lado y colocó la bandeja, con una comida reflejo de la de Kerry.

—¿Qué tal el tour?— le preguntó a Ankow, llamando la atención sobre ella. —¿Ha encontrado ya
cucarachas?
—Muy educativo—. Ankow volvió a beber agua. —Te debo una disculpa, Roberts… mis felicitaciones
por tu elección de niñera—. Señaló con la botella en dirección a Kerry. —He aprendido muchas cosas.
—Me alegra oírlo—. Dar clavó en el tenedor un poco de pollo y lo masticó. —Teniendo en cuenta que el
que estés aquí hace que sea un escollo en el departamento de operaciones, teniendo que tener a Kerry
jugando a hacer de guía. ¿Cuánto tiempo más la vas a necesitar?
—Es difícil de saber—. Se recostó. —Te lo tendré que decir—. Otro sorbo. —Me gustaría habar con Lou
Draefus… Quiero los informes de todas las consolidaciones de este año, para poder revisarlos.

Dar se encogió de hombros con indiferencia.

—Haz lo que quieras… pero va a tener que ser sin Kerry—. Tomó un sorbo de café. —Tenemos una
reunión del personal de operaciones esta tarde.
—Entonces esperaré… me encantaría presenciar esa reunión— cambió de opinión sin problemas. —He
oído hablar mucho sobre tu estilo de gestión—. Una sonrisa. —Tengo muchas ganas de verlo en acción.

Dar rió sin humor.

—Intente venir a las reuniones del consejo alguna vez—. Terminó su café y cogió su bandeja. —Nos
vemos arriba en unos minutos—. Miró a Kerry a los ojos.

125
—Ahora voy— respondió Kerry rápidamente. —¿Puedes decirle a María que imprima el acta? No he
tenido oportunidad de volver a mi despacho.

Dar asintió y se fue, abriéndose paso entre la multitud con las grandes zancadas que le habrían
espacio mágicamente. Kerry respiró lentamente, agradecida enormemente por los pocos minutos que Dar
le había dado para poder recogerse y recuperar la compostura. Te has ganado unas galletas por eso,
cariño… o un cono de helado, ¿eh? Cogió su bandeja.

—¿Ha terminado?
—No he hecho mas que empezar— le respondió él sonriendo con un leve brillo en sus ojos.

***

Habían pasado meses, se dio cuenta Kerry, desde que habían visto uno de los enormes enfados de
Dar. La alta ejecutiva había sido siempre seria, pero suave, aceptando los informes semanales y repartiendo
las tareas, sin las broncas habituales a la gente o los gritos por alguna tarea de operaciones en particular
hasta hacer que la persona deseara meterse debajo de la mesa.
Hasta hoy, suspiró Kerry, mirando de reojo a su jefa que estaba sentada, como de costumbre, en su
sillón, inclinada hacia delante tamborileando con una larga pluma que solía usar para dibujar. Ankow
estaba sentado a su lado, cuestionando la reasignación de recursos del servidor, que se habían reducido en
un cliente durante una hora, para mantener la integridad de la red.
Había sido una decisión arriesgada, Kerry era consciente de ello, ya que era ella quien la había
tomado.
Pero sus opciones no eran muy amplias y era o eso, o perder dos aplicaciones financieras, lo que
sería crítico el resto del día.

—Sin tener una copia de seguridad en el centro de rutas, no había mucho más que pudiéramos hacer—.
Dar habló en voz baja, haciendo que la atención se centrara en ella y no en su amante, visiblemente
nerviosa. —Fue mi decisión.
—¿Alguien les ha llamado y les ha explicado lo que es un interesparcial?— preguntó él.
—Yo lo hice, personalmente— replicó Kerry. —No estaban contentos.
—No, ciertamente no lo estaban— admitió Ankow. —¿Y cree que se les puede decir que no volverá a
pasar, si no tiene ninguna copia de seguridad?

Kerry apoyó la barbilla sobre un puño.

—Por esto es por lo que Dar se pasa casi todo el tiempo diseñando la nueva red. Así que no, no volverá a
pasar—. Miró a su jefa. —¿Cierto, jefa?

Hubo un brillo azul brillante.

—En teoría, eso es.

Ankow se reclinó y levantó una mano.

—Mark… ¿qué pasa con los núcleos de los servidores? ¿Los pusiste en línea ya?— le preguntó Dar,
haciendo una anotación en su agenda. Había un tiempo, pensó, en el que no tenía que hacer preguntas.

Simplemente hubiera sabido la respuesta.


126
—El núcleo A se subió el martes, el B el jueves— respondió Mark, moviendo una pequeña goma roja con
dos plumas encima de la mesa. —Están funcionando bien, pero el A está utilizando un tanto por ciento más
de lo previsto… Me pondré ahora con ello—. Miró a Dar. —Hay algo de tráfico raro yendo por él.
—¿No sabemos lo que traspasa nuestra red?— preguntó Ankow inmediatamente.
—No siempre— intervino Dar en voz baja.
—¿Por qué no?
—Depende del contrato— dijo Dar mientras garabateaba un cerdo. —A veces sólo somos una compañía de
telecomunicaciones.
—No estoy de acuerdo— negó David Ankow con la cabeza. —Deberíamos saber lo que está pasando por
nuestra red… Es nuestra responsabilidad.
—Hable con las personas que cierran los contratos— replicó Dar. —Yo no los hago.
—Pero los aprueba.
—Apruebo la tecnología—. Los ojos azules brillaron peligrosamente. —Me aseguro de que podemos dar
lo que prometemos, no juzgo el contenido.

Ankow le miró a los ojos, devolviéndole la intencionada mirada.


Kerry se aclaró la garganta para distraerles.

—En realidad… por lo general sabemos el tipo de datos que discurren… lo que no es la estructura
detallada del paquete, salvo que nos pidan analizar cómo mejorar el rendimiento de red, o si hay algún
problema.
—¿Por lo general?
—Sí. Los bancos envían datos bancarios, las compañías gráficas envían archivos gráficos—. Kerry le
sonrió. —No necesitamos saber más que eso… de hecho, en algunos casos, la interceptación de datos va en
contra del contrato, como por ejemplo en las líneas aéreas.
—¿Es así?
—Por supuesto— tomó Mark la palabra. —Transmitimos el noventa por ciento del tráfico de control aéreo
y los datos de comunicación. Podríamos, técnicamente, interceptar una llamada de socorro o una
instrucción de dirección si nos sumergimos en el flujo de datos en el momento equivocado.
—Sí— asintió la ayudante de Mark. —Sólo podemos estar seguros de que los datos llegan a las personas
correctas.

Ankow se recostó y lo pensó en silencio.


Dar hizo una nueva anotación y deseó estar en casa.

—Eso en cuanto a las cuestiones pendientes… ¿Algo más que necesite saber?
—¿No deberían preguntarte eso ellos a ti?— atacó Ankow nuevamente.

Dar no se dignó a responder. Normalmente ese era el momento en el que su equipo le contaba las
pifias y errores cometidos, que ella había pillado al vuelo o que tendrían que explicarle. Habían tratado de
mantener callados una vez uno de esos errores y ella les había dicho que si tenía que enterarse del fallo de
boca de Alastair, prefería enterarse abiertamente por ellos.
Hoy, sin embargo, todos mantuvieron un silencio prudente.

—¿Nada— pinchó Dar. —¿Me estáis diciendo que hemos tenido una semana sin errores?

Se miraron primero los unos a los otros y luego a ella.

127
—Ops, ¿nada?—. Miró a Kerry, que negó con la cabeza gravemente. —¿De instalación?—. Miró al alto
Bill Bowers, que parpadeó y negó con la cabeza.
—Esta semana no, jefa.
—¿MIS?

Mark se crujió los nudillos.

—Nop.
—¿Seguro?

Mark sonrió.

—Dieciséis intentos de acceso, dieciséis repulsas, resultado de nuestros cuatro muros de propiedad
intelectual y dos alcances que mandé a nuestros matones legales.

Dar asintió.

—Muy bien… Eso es todo. Os veo la semana que viene—. Se levantó y recogió unos papeles. —Creo que
tengo una reunión con contabilidad, ¿no?

Ankow también se levantó.

—En realidad, me gustaría hablar con usted primero.

Dar suspiró hacia sus adentros.

—Vamos.

Mark rodeó la mesa y se quedó junto a Kerry, mientras observaban cómo ambos se iban.

—¿Va a pegarle?

Negó con la cabeza.

—Pedazo de rinoceronte cabezota.


—Uff… Es peor—. Kerry tomó un sorbo de su vaso de agua. —Voy a la cafetería por un café… Y después
a los mensajes de mi bandeja de entrada, que son ya del tamaño de Manhatan.
—Te acompaño— ofreció Mark. —Me vendría bien un refresco—. Siguió a Kerry por la puerta. —
Además, necesitarás una mano extra para traerle un batido.

Kerry le miró.

—¿Soy tan predecible?—. Pulsó el botón del ascensor.

Mark sonrió y se movió sobre sus talones.

—No… pero ella sí.

***
128
—De acuerdo—. Dar apoyó sus hojas en el escritorio y se sentó, moviendo la rueda del ratón para volver el
monitor a la vida. Otra nueva página de mensajes había aparecido, con signos de exclamación dispersos en
ella. —¿Qué quieres?

David Ankow se cruzó tras ella y miró por la ventana.

—Precioso.

Imbécil. Dar cerró los ojos ante el palpitante dolor de cabeza. Los abrió de nuevo y revisó la
pantalla, decidiendo ignorar a su indeseable invitado hasta que él soltara lo que quería. Pinchó en el primer
correo y lo revisó.

—Crees que estoy aquí simplemente para ir contra ti, ¿verdad?


—No me importa porqué estás aquí— replicó Dar, tecleando rápidamente.

Ankow se volvió y se sentó en el escritorio.

—No te gusta que te pregunten, ¿verdad, Roberts?.

Dar dio media vuelta y lo miró.

—No me gusta perder el tiempo respondiendo preguntas que podrías responder con mirar nuestra base de
datos, no—. Hizo una pausa. —Estás perdiendo recursos de la empresa.

Él levantó las cejas que, ella sospechaba, también se teñía.

—¿Así es como te ves a ti misma? ¿Como un recurso?—. No obtuvo respuesta. —Está bien… te voy a
sorprender—. Se puso en pie, rodeando el escritorio, y se sentó. —Estoy de acuerdo. Creo que eres un
recurso—. Se recostó en el sillón. —Por mucho que odie admitirlo… y créeme, lo hago… no eres sólo un
recurso, eres una maldita piedra angular en la que se apoya toda esta operación.

Dar cruzó las manos.

—¿Y tu idea es?


—Mi idea es que piensas que tienes la compañía entre la espada y la pared.

Dar volvió los ojos.

—¿Sabes qué?—. Le lanzó una mirada de disgusto. —Eres más estúpido de lo que creía. Saca tus malditas
ideas de mi oficina y busca algo provechoso que hacer, ¿de acuerdo?

Él la miró, parpadeando.

—Y entérate de esto, Ankow… No quiero nada más de esta maldita empresa que no sea mi maldito cheque
cada dos meses, si no es pedir demasiado—. Dar se puso en pie y se inclinó hacia delante, con la ventaja de
su mayor altura. —No me he metido en problemas, no he pedido ayuda, no he pedido a ningún imbécil que
venga desde Texas y que no tiene ni la capacidad de una ardilla a que venga a hacerme perder el tiempo.

129
Sorprendentemente, él se rió.

—Esta es la Dar Roberts de la que he oído hablar. Me preguntaba dónde te habías metido.
—¿Qué es lo que quieres?— le dijo Dar con voz profunda.
—¿Yo?
—Habla o lárgate.
—¿Y sino que?—. Ankow parecía estar divirtiéndose.
—Sino tendré que agarrarte y sacarte yo de aquí—. Dar sintió cómo su lado oscuro despertaba mientras su
enfado aumentaba por momentos.
—¿Ah, sí?— le preguntó su oponente, suavemente. —Yo tendría más cuidado, Roberts. No soy uno de
esos niñitos de Texas—. Se puso en pie y avanzó hacia ella. —No me paso el tiempo sentado delante de
una mesa.

Dar permaneció inmóvil, permitiendo sólo que una leve sonrisa se dibujara en sus labios.

—Yo tampoco.

Ambos enfrentaron miradas, separados únicamente por el escritorio de Dar.

—Así que, habla o lárgate. Decide.

Él dejó que le mirara un momento antes de ladear la cabeza y romper la tensión.

—Muy bien—. Se sentó en el borde del escritorio y cruzó los brazos. —Te diré lo que quiero… ya que me
lo preguntas tan educadamente— sonrió. —Quiero toda la compañía.

Dar volvió sus claros ojos azules.

—Más— murmuró.
—Quiero a McLean fuera… quiero su puesto— continuó Ankow. —Y quiero que tú me ayudes a
conseguirlo.
—Ajá— asintió Dar. —¿Eso es todo?
—Crees que bromeo.
—Creo que eres doblemente imbécil— replicó la alta mujer. —Primero, por querer echarle y segundo, por
creer que yo te voy a ayudar.

Ankow no pareció sorprenderse de la respuesta. Se levantó y se acercó a la ventana, mirando cómo


la lluvia caía.

—Bueno… a lo primero, tengo mis razones. En cuanto a lo segundo… o me ayudas— se volvió sonriendo
con malicia, —o voy a hacer de tu vida un infierno.

***

Dar volvió a su asiento y apoyó una rodilla en el borde de su escritorio.

—No tienes el poder para hacer eso.

Levantó una mano y señaló la puerta.


130
—Ahora vete.

Él la miró.

—Eso crees, ¿eh?


—No—. Los azules ojos le miraron con desprecio. —Para hacer eso, tendría que importarme una mierda lo
que hagas tú… o este trabajo, y no es así—. Señaló de nuevo. —Así que coge tus pintas y sal por la puerta
sin golpear—. Él no se movió. —¿Crees que YO estoy bromeando?— inquirió Dar. —Ahora mismo, esta
empresa me necesita mil veces más de lo que yo la necesito a ella, señor… y si crees que tú puedes hacer el
trabajo mejor… adelante. Inténtalo.
—Oh, no te preocupes por eso— sonrió Ankow. —Yo te mandaré de golpe a nuestros abogados por las
pérdidas del último trimestre. Y todo desde que tomaste esas decisiones, Roberts… Eres responsable de
todo ello, lo sabes, ¿verdad?

Dar guardó silencio un momento.

—Nunca ganarías…— respondió finalmente.


—Tal vez sí— ronroneó Ankow. —Tal vez no. Te has aprovechado mucho de esta empresa, ¿cómo van a
sentirse los accionistas viendo cómo tú estás tan tranquila en tu nidito mientras ellos se comen las pérdidas
causadas por tus errores?
—Si fueran mis errores—. Dar aguantó la respiración, —no esperaría a que vinieras por mí. Puedo pagar
mis deudas.
—Bueno, ya veremos. ¿Por qué no lo piensas, hmm? Puedo presentar una demanda contra tu amigo
Alastair… que es lo que estaba pensando hacer… ¿Has visto su portafolio últimamente? O tal vez la podría
hacer contra ambos, y sacar algún beneficio este cuatrimestre—. Ankow se levantó. —Te toca, Roberts…
Aunque me imagino que estás acostumbrada a un buen estilo de vida.

Dar le observó mientras se iba, manteniendo la puerta abierta mientras Kerry entraba. Le dolía el
estómago, pensando en la amenaza, y exhaló suavemente el aire a la par que la puerta se cerraba y su
amante la miraba en silencio.

—Hola.

Kerry se acercó y dejó un vaso desechable en el escritorio.

—Hola… ¿Qué ha pasado? Estás pálida como un folio.


—Bastardo— murmuró Dar.

Una mirada por encima de su hombro le aseguró que la puerta estaba cerrada, por lo que rodeó el
escritorio y se apoyó en el borde, apoyando una mano en el brazo de Dar.

—Hey, ¿qué diablos te ha dicho?

Dar respiró hondo.

—Quiere que le ayude a echar a Alastair.


—¿Qué?
—Sí… Yo le he dicho que se olvide, pero…
131
Kerry cerró su mano en la de su amante.

—¿Pero?

Dar se mantuvo en silencio por un momento.

—Me ha amenazado con presentar una demanda contra mí, para recuperar las pérdidas de este último
trimestre.

La rubia mujer abrió la boca.

—¿Puede hacer eso?


—No lo creo… me refiero a que él la puede presentar, eso seguro—. Dar arrugó la frente. —Pero tendría
que probar que existe negligencia criminal, y, francamente, no existe ninguna posibilidad de que pueda
probarlo—. Dejó que sus ojos se encontraran con los de Kerry. —Tal vez he podido estar más distraída
últimamente, pero de ahí a negligencia…
—Tú no has estado en absoluto distraída— le replicó Kerry bruscamente. —Nadie lo diría… y toda la
división ha estado funcionando estadísticamente mejor este trimestre que los últimos cuatro—. Sus ojos
brillaron levemente. —Podría llevar a cabo una afrenta personal contra él sólo por decirlo.

Dar le dio unas suaves palmaditas en la pierna.

—Tranquila… Tienes razón, acabamos de pasar la mala suerte de este último trimestre. Dios sabe que
podría haber ido peor si no lo llegamos a pillarla a tiempo. Y no hay ninguna duda en eso, pero…—
suspiró, —va a hacer preguntas y a remover todos mis registros personales y financieros.

Kerry se encogió de hombros.

—¿Y? Dar, nunca has pagado una factura, ni de teléfono, ni de nada, con un sólo día de retraso… ¿Cuál es
el problema?

Una oscura ceja se alzó.

—El problema es que va a ver que la mitad de todo lo que tengo va a pasar a manos de mi segundo a bordo
aquí—. Una pausa. —Que vive conmigo y que comparte conmigo una cuenta bancaria.
—Ah—. Kerry sintió sin doler una bofetada en el rostro. —Cierto… había olvidado esa parte. Eso va a
verse mal, ¿eh?

Mal. Dar se frotó las sienes.

—Estoy segura de que va a poner en duda unas cuántas cosas… como mis juicios personales, por ejemplo.
Por no mencionar el hecho de que varios miembros de la junta son más conservadores que el mismo
George Patton.
—Mm.

Se miraron la una a la otra.

—Así que, ¿cuál es el plan?— murmuró Kerry finalmente.


132
—No tengo ni idea… quiero hablar con Alastair, a ver qué me dice. Tal vez haya alguna manera de parar a
este tío… No lo sé—. Dar cerró los ojos y se recostó contra el fresco cuero de su sillón. —Mierda.
—Vamos, Dar… ¿Qué es lo peor que puede pasar?—. Kerry le acarició suavemente la rodilla.

Un ojo azul se abrió.

—¿Si me demanda y ganan? Acabarán conmigo y con todo lo que tengo… salvo la ropa que lleve puesta y
el maldito coche.
—Mm—. Kerry le mostró una mirada peculiar. —Bueno, entonces nos pondríamos a quemar
carretera…— reflexionó. —Seríamos una especie de vagabundas que van de un lugar a otro… Tal vez yo
podría recitar poesía durante unos meses, y tú dar lecciones de defensa personal. Sería divertido.

Dar ladeó la cabeza.

—Dormir bajo las estrellas… Pescar nuestra cena… ¿Qué te parece?

Los azules ojos y los verdes se encontraron, y las sombras que ambas miradas guardaban brillaron,
bailando juntas.

—Suena a aventura— murmuró Dar.

Kerry sonrió.

—¿Verdad que sí?

Ambas se echaron a reír y miraron hacia otro lado.

—¿Qué es eso?—. Dar señaló el vaso cambiando de tema.


—Batido de chocolate—. Kerry le dio un suave codazo. —Supuse que querrías uno.
—Mmm…—. Dar atrapó el vaso y aspiró por la pajita con alegría, mirando después por encima del borde
antes de ofrecérselo a Kerry. —¿Quieres?

Un suspiro.

—Sí—. Kerry tomó un sorbo. —Menudo día.


—Yo ya estoy pensando en el gimnasio de esta noche— gruñó Dar, apretando un número en el teléfono.
Sonó dos veces antes de que respondieran.
—Hola, jefa.
—Mark, necesito el perfil completo de Ankow. Todo, desde su partida de nacimiento hasta los impuestos
del año pasado.

La voz de Mark sonó con decidida satisfacción.

—Estoy ya en ello—. Casi podían oír cómo se abrillantaba las uñas en la camisa. —Me imaginé que me lo
pedirías. Pedazo de imbécil—. Ruido de teclas. —Me llevará como cuatro o cinco horas, te lo dejo en cola
en cuanto esté.

Dar asintió con la cabeza, estrechando los párpados.

133
—Bien—. Una luz brilló en su nariz —¿Quiere problemas?— murmuró. —Los va a tener… Gracias,
Mark.
—No problem.

Colgó y se llevó de nuevo la pajita a los labios, chupando del batido con una mirada pensativa.

—Dormir bajo las estrellas, ¿eh? ¿Sabes?, odio acampar, pero hay algo realmente atrayente en ello…
—Mm… sí—. Kerry sonrió un poco. —Casi puedo sentir el olor a leña, ¿y tú?

Dar movió la nariz.

***

Llegaba ya el crepúsculo mientras Dar cerraba su maletín y se levantaba, estirando los rígidos
hombros de estar las últimas horas encorvada sobre el teclado. Kerry ya se había ido y ella se había
quedado, consiguiendo que su anárquica bandeja de entrada quedara vacía y terminando algunos informes
a los que llevaba un par de días dándoles vuelta.
Se acercó a la pared y miró hacia arriba. Con un poco de suerte, serían capaces de empezar el test
preliminar de los nuevos núcleos para final de semana, y Dar sintió un buen trozo de satisfacción. Tres
semanas antes de lo previsto, y ella había conseguido que saliera levemente por debajo del presupuesto.
Sonrió y pasó un dedo por los recién impresos esquemas, asintiendo con la cabeza levemente
mientras veía la red de interconexiones.
En la parte inferior, en el bloc del diseño, estaba la descripción y el ingeniero.
Dar Roberts.
Sí. Dar exhaló. Es mi niño, cierto. Había habido pocas cosas en su carrera que ella pudiera señalar a
su nombre. La mayor parte de sus logros se habían llevado a cabo por detrás de lo visible, en donde las
cosas se ejecutan sin verse o que no lo ven más allá del personal de la empresa.
Pero esto no. Lo correcto es que estuviera ahí, a la vista, para que todos lo pudieran ver, y Dar estaba
absolutamente segura de que había conseguido crear el mejor producto de que era capaz. ¿Qué has hecho
por nosotros últimamente, Dar?
Lo señaló. Esto.
La puerta se abrió y se volvió, sorprendida primero e irritada después al ver a David Ankow en la
entrada, con su chaqueta apoyada sobre su hombro. No era precisamente lo que ella quería ver al final de
un verdaderamente largo día, eso seguro.

—¿Quieres algo?
—¿Has pensado en lo que te he pedido?

Dar volvió a su escritorio y cogió su maletín.

—Nop. He tenido trabajo de verdad esta tarde—. Se pasó la correa por el hombro y cogió las llaves de su
coche. —¿Algo más?
—Oh—. Él dio un paso atrás para dejarla salir. —Pensé que tendría la oportunidad de saber un poco más
de ti, Roberts.
—Tienes el tiempo que lleva bajar quince pisos y salir al parking— replicó Dar, pasando por la puerta y
cerrándola.

Él la siguió por el pasillo y cruzó las puertas del ascensor, a la espera de que se cerraran.

134
—¿Sabes qué me resulta gracioso?
—Los hongos.

Él esbozó una sonrisa.

—Eres la mujer más misteriosa de aquí, Roberts… Y eso me intriga.


—Entonces te intrigas fácilmente— replicó Dar secamente. El ascensor hizo un silbido suave mientras
descendían, con el fuerte olor de productos de pulido que había usado el equipo de limpieza.
—Nadie parece saber nada de ti… ni dónde vives, ni cuáles son tus hobbies. Lo encuentro muy extraño en
un sitio como éste.

Una de las cejas de Dar se alzó.

—¿Por qué tendrían que saberlo?


—Curiosidad humana… como yo lo siento— respondió Ankow. —He intentado obtener tu informe
personal, pero lo han evadido con no sé qué reglas… y ni una persona de las que he preguntado, desde el
departamento de personal hasta contabilidad, parece saber nada de ti, fuera de este edificio de oficinas.

Inesperadamente Dar sonrió, sintiendo un repentino y sorprendente afecto hacia sus compañeros de
trabajo, de los que un buen número podían, sin duda, haberle contado una buena cantidad de jugosos datos
personales. Las cosas en ese sentido habían ido algo mejor desde que lo dejara y la volvieran a contratar
nuevamente hacía unos meses… Incluso José y Eleanor habían llamado a una tregua, de hecho José decía
que estaba realmente entusiasmado con la nueva red.

—A ellos les interesan sus propios asuntos… tal vez tendrías que aprender un poco de ellos.
—Eso no me impedirá saber lo que quiero saber.

Las puertas se abrieron.

—Muy bien—. Dar pasó al suelo de mármol. —¿Qué quieres saber?—. Saludó al guardia de seguridad,
quien le devolvió el saludo y le sonrió. —¿Mi color favorito? El azul.
—¿Dónde vives?
—En Miami.
—¿Vives sola?
—¿Por qué te importa eso? Si estás buscando una cita, te daré un par de direcciones de la calle 79—. Dar
sintió cómo su voz tomaba un tono espinoso. —O las direcciones de algunos clubes.

Él rió.

—¿Algún hobby?

Dar llegó hasta su Lexus y accionó el mando, abriendo la puerta y lanzando el maletín dentro.

—Se acabó el tiempo—. Se inclinó sobre el marco de la puerta. —Buceo.


—Genial—. Indicó el coche. —El buceo es un hobby caro… supongo que pagamos eso también, ¿eh? —
Imbécil. Dar entró en el Lexus, arrancó el motor y se volvió.
—¿Qué has hecho con tu dinero el último cuatrimestre?

135
A Ankow le sorprendió la pregunta. Inclinó su cabeza hacia un lado y la observó, encogiéndose de
hombros.

—Me fui de vacaciones a esquiar a Aspen, de hecho, ¿por qué?

Dar sonrió.

—Supongo que lo he pagado… ya que se supone que yo tengo ese dinero—. Cerró la puerta y sus ojos se
encontraron a través de los cristales tintados.

Él dio un paso adelante y puso una mano en el espejo, estirando un dedo indicando que bajara la
ventana.
Dar pensó por un momento acelerar, tal vez con su mano enganchada al coche, pero decidió que
tonelada y media de papeleos no valdrían la pena. Bajó la ventanilla.

—¿Sí?

El aire burlón había desaparecido mientras él se inclinaba hacia ella, con un brillo depredador en sus
ojos grises.

—Sabes… fui Ranger durante ocho años. Nos encantaba que entrara gente como tú, a los que podíamos
destrozar por listillos.

Dar sintió un escalofrío por la espalda ante el tono de la voz del hombre.

—¿Es una amenaza?


—No, sólo una advertencia— respondió Ankow. —No me gustas, Srta. Roberts… y no soy agradable con
la gente de palabras y actitudes de listillo—. Su expresión era seria. —No juegues conmigo.

Ella sintió cómo sucedía. El animal oscuro que muy, muy raras veces despertaba de su interior se
agitó, enviándole una sacudida de sangre caliente por la piel, erizándole el vello de la nuca. Todo el mundo
tiene un reflejo de lucha o de huida, DarDar… podrías alejarlo durante años, pero nunca del todo.

—Supongo que finalmente has encontrado algo en lo que estamos de acuerdo—. Dar sintió cómo su voz se
deslizaba bajando el tono, hasta adquirir un toque casi de ronquera. —Tú tampoco me gustas, Mr.
Ankow… y ésta es la única actitud que tengo—. Se inclinó hacia delante, hasta estar casi cara a cara con
él. —No juegues tú conmigo.

Los ojos del hombre se estrecharon.

—Te arrepentirás de esto— fue su engañosamente suave respuesta. —Te lo prometo.

Se retiró del espejo y dio un paso atrás, mirando fijamente cómo ella cerraba la ventana y cambiaba
la marcha del Lexus en dirección a la salida del parking.
Dar miró su sombra hasta que desapareció en la distancia.

***

136
Kerry rodeó su cuello con la toalla y corrió hasta las escaleras de atrás, abriendo la puerta a Chino
que galopaba una cabeza por delante de ella.

—Hey, con calma—. Miró dentro mientras se secaba en el marco de la puerta e hizo una mueca. —¿Dónde
está mamá Dar, eh?
—¡Argrrr!—. Chino se subió a la puerta y se persiguió la cola al encontrarla cerrada, haciendo reír a Kerry.
—Deja de hacer eso, te vas a resbalar y a caer—. Utilizó el borde de la toalla para limpiarse la cara después
de correr una hora por el camino que rodeaba la isla. —Wow… Estoy chorreando, ¡aunque no tanto como
esta mañana, sinceramente, Chino!

El aire acondicionado llegó agradable sobre su sobrecalentada piel y se quedó allí quieta durante un
minuto, dejando que su cuerpo se enfriara. Hacía calor, sí, y no era cómodo correr con semejante humedad,
pero dar unas cuántas vueltas le hacía sentir bien consigo misma, y estiró los brazos sobre la cabeza,
disfrutando de la sensación de fuerza en su cuerpo.

—Ok— exhaló. —Una ducha, una cena… pero primero…—. Se acercó y cogió su teléfono móvil,
tecleando el teléfono de Dar. Sonó varias veces hasta que una profunda y familiar voz contestó. —Hola,
cariño.

Casi pudo sentir la sonrisa en el rostro de Dar mientras cambiaba su voz un poco.

—Estoy de camino, casi cogiendo el ferry.


—Oh, bien… Acabo de terminar de correr y voy a darme una ducha—. Kerry se sintió un poco aliviada. —
¿Todo bien?
—Mm—. Dar gruñó en voz baja. —Ankow acaba de reventarme los nervios y me los ha mandado por
paquete a Cleveland.
—Oh—. Kerry hizo una mueca. —Bueno, puedo ofrecerte un masaje, algunos filetes de salmón rellenos y
tiramisú… ¿qué te parece?

Un leve gemido.

—Suena de maravilla… ¿qué te tengo que dar a cambio?


—A ti— respondió la mujer rubia en un murmullo.

Había tocado el punto flaco de Dar y lo sabía por el significativo e incómodo silencio del otro lado
del teléfono. Su amante nunca esperaba que le dijera cosas así y a veces le daba por soltar alguna cursilada
sólo por lo precioso que resultaba ver ruborizarse a Dar y dejarla sin palabras.
Aunque tampoco muy a menudo… o perdería su capacidad de choque.

—¿Dar?
—Um, sí… estoy aquí— se aclaró la garganta. —Vamos… ve a la ducha, estaré allí en un minuto.
—Vale— sonrió Kerry. —Te veo ahora—. Colgó el teléfono y lo dejó, entrando en el cuarto de baño de su
habitación y abriendo el grifo, cerrando la puerta de la cabina octogonal y dejando que el agua se calentara.

Sus ojos captaron su imagen en el espejo y se estudió a si misma, tensando los músculos de su
estómago sólo para verlos marcarse, pasándose la mano.

—Buen dios. Nadie de la universidad creería esto, vamos…

137
Negó con la cabeza y deambuló en la ducha, metiendo la cabeza en el agua, lavándosela
vigorosamente.

—Uuuggggghhhh…

Por un momento dejó que el agua corriera libremente por encima de ella, aliviando el dolor de sus
músculos. La ducha hacía tanto ruido que ni siquiera oyó cómo la puerta se abría y miró hacia arriba al
sentir la corriente de aire frío, hasta unos agradecidos ojos azules y una alta extensión de bronceada piel
desnuda que sus dedos alcanzaron a acariciar.

—Hey.
—Hola—. Dar se unió a ella bajo el grifo y la rodeó con ambos brazos. —Es gracioso encontrarte en un
sitio como este—. Acercó a Kerry un poco más a ella y la abrazó con fuerza.

Oh, oh… Sin duda se sentía una muy, muy bien ahí. Kerry se abandonó al familiar contacto de la
mezcla de piel fría y cálida.

—Mmmm— suspiró feliz. —Esto es un buen final para un mal día.


—Uff— gimió Dar asintiendo. —Te juro que a ese tío le faltan algunas neuronas—. Cogió la esponja y el
jabón líquido y empezó a limpiar por detrás a su amante. —Volvió a pasar por mi oficina esta noche…
creo que sólo para intentar picarme, pero…
—Demostrando lo estúpido que es—. Kerry encontró una parte interesante de piel que mordisquear.
—No creo que sea estúpido— le corrigió Dar en voz baja. —Tiene una intención… y creo saber cuál. Ha
estado hurgando en busca de rumores acerca de mí hoy, por cierto.
—Oh, Dios—. Kerry enterró su rostro en la caliente piel que previamente había degustado.
—No, no… —rió Dar en voz baja. —Por alguna razón todos han cerrado filas y me han convertido en la
mujer más misteriosa de Miami.
—¿Ah, sí?—. Kerry alzó la cabeza y la miró con alegre sorpresa. —Impresionante… pero ya sabes que yo
tengo la sensación de que algo ha cambiado los últimos meses—. Pasó las manos por ambos lados de Dar y
le hizo unas leves cosquillas en las costillas. —Se ha puesto de moda admirarte.

Unos perezosos ojos azules la miraron.

—Y es todo por tu culpa—. Dar inclinó la cabeza y reclamó un beso. —Qué has hecho con mi
reputación…—. Entrelazó los dedos por detrás del cuello de Kerry mientras la mujer más pequeña se
apoyaba en ella y sus manos vagaban por su cuerpo, trazando sus curvas.
—Yo sólo he dicho la verdad— murmuró Kerry mientras sentía el poderoso muslo entre sus manos y la
ahora extremadamente sensible piel.
—¿Toda la verdad?— le susurró Dar al oído en broma, mordisqueándole el sabroso lóbulo de su oreja.
—Bueno…—. Kerry rió débilmente mientras una sensación despertaba latiendo a través de su ingle. —Me
he dejado algunos detalles.
—Ah—. Dar deslizó su mano un poco más abajo. —¿Como este?
—Uhhhh… yeah.

Un mordisco.

—¿Y este?
—Oh… sí….

138
Dar rió desde el fondo de su garganta.

***

—Vale, quedamos para mañana, ¿no, Col?—. Kerry sostenía el teléfono a su oreja con el hombro mientras
cuidadosamente sacaba los filetes del horno. —Pero te digo de antemano que los bolos no son lo mío.
—¿Y a quién le importa?— rió Colleen. —Es una discobolera, con la pandilla… que quieren que te
vuelvas, loca, Ker, nadie se lo tomará en serio.
—Vale— sonrió Kerry. —Suena divertido.
—¿Crees que a Dar le apetecerá?

Kerry sacó la cabeza por la puerta de la cocina y miró a la alta y algo desgarbada forma que estaba
tumbada en el sofá con el labrador entre sus rodillas.

—Dar, ¿te apetecen unos bolos?

Un bronceado párpado se abrió, revelando una mirada azul ligeramente asombrada.

—¿Bolos?
—Mm… Colleen y mi vieja pandilla me han invitado para ir mañana… es una discobolera, ya sabes.

El otro ojo se abrió.

—¿Discobolera? No, no sé.


—No ha oído hablar de lo que es una discobolera, Col— anunció Ker a su receptora.
—Me lo imaginaba— replicó su amiga con una sonrisa. —Es un sitio oscuro generalmente, con luces
fluorescentes en el suelo y música…
—Está bien, está bien… de acuerdo—. Kerry cubrió el teléfono. —Vamos a estar a oscuras, arrojando
grandes y redondos objetos pesados sin matar a nadie.

Ambas cejas se elevaron.

—Oh… no me lo perdería por nada— respondió Dar seria. —¿Habrá alcohol?


—¿Hay un bar ahí, Col?
—Justo ahí— le dijo Colleen alegremente. —Y una máquina de comida.
—Estará ahí— sonrió Kerry. —A las ocho, ¿no? Va a estar genial pasar un rato después de todo lo que está
pasando en el trabajo… y no puedo esperar a ver a los chicos—. Se las había arreglado para quedar con
frecuencia con Colleen, pero sólo había visto al resto del pelotón de Synergenics un par de veces. —He
oído que Ray se ha dado un buen corte de pelo.
—Oh, Dios mío— suspiró Colleen exageradamente. —No puedes imaginártelo… Parece como si le
hubieran pasado un cortacésped por la cabeza. Tenéis que prometerme que no os reiréis.
—Lo prometo— replicó Kerry con solemnidad. —Nos vemos mañana—. Apretó el botón de colgar y dejó
el teléfono. —La cena está hecha.
—Mm… eso huele—. Dar arrastró su cuerpo del cómodo sofá y se levantó, tirando hacia abajo de su casi
indecente camiseta, deambulando hasta donde Kerry estaba en pie. —Discobolos, ¿eh?

Kerry respiró agradablemente el limpio algodón y la piel caliente.

139
—¿Hmm?—. Levantó la vista. —Oh, sí… bueno, es un poco locura, básicamente como un minigolf—. Le
dio unas palmaditas a Dar en el costado. —Vamos, tengo hambre y sé que tú también.

Dar la siguió agradablemente, cogiendo un par de platos del armario y acercándolos mientras Kerry
sacaba el pez del horno y lo servía en la bandeja.

—Mm… genial, pescado sano.


—Uh, uh—. Kerry le dirigió una mirada irónica. —Relleno de carne de cangrejo cubierto de queso
parmesano… pero vivir es un compromiso, ¿no?

Se oyó una risa maliciosa.

—Cierto.

Dar tomó ambas bandejas, adornadas adicionalmente con patatas al horno, y las dejó en el comedor,
apoyándolas en la mesa. Kerry la siguió con un par de vasos y una botella de zumo de manzana que sirvió
mientras se sentaban a comer.
Dar se dedicó seriamente a sus patatas, estando completamente segura de que cada centímetro de
inofensivos vegetales estarían cubiertos de sustancias destinadas a disimularles el sabor.

—Dar… ¿por qué no simplemente comes unas cucharadas de bechamel con tocino y queso cheddar?— le
preguntó Kerry con ironía. —¿No sería más rápido?
—¿Quienes decir que comerlo así no es sano?—. Los azules ojos la miraron con una inocencia fingida. —
Podría ponerle pedacitos de piña.
—Ew.— Kerry hizo una mueca.

Dar sonrió y cogió la bandeja de acompañamiento. Kerry la miró, suspiró, y se sirvió un poco.

—Eres tan subversiva.

Eso se había convertido en una alegre y cómoda broma entre ellas, con Kerry virtuosamente
intentando asegurarse de que ninguna de ellas tuviera escorbuto, y Dar persistiendo en buscar la forma más
guarra de comer.
No es que no tuviera un efecto, reconoció la rubia, ya que al menos así lograba mantener a su
amante alejada de las hamburguesas con queso y patatas fritas de todas las noches… Lo que ella cocinaba
era ante todo sano, y le había convencido a Dar de reducir su consumo de azúcar y café.
Por supuesto, había mantenido su sagrada ración de helado. Kerry sonrió cuando vio a su amante
diezmar metódicamente el pescado, quitando las espinas y alternando los bocados con las patatas.

—Escucha… en serio, Dar…


—¿Estábamos hablando en serio?—. Dar la miró con curiosidad. —Esto está increíble, por cierto.
—Gracias,… y no, pero,… escucha, no sientas que tienes que ir mañana a la bolera si no quieres… Sé que
siempre te sientes un poco extraña cuando estamos con los chicos—. Kerry mordisqueó un pedazo de
pescado.

Dar comió en silencio durante un par de minutos, pensando.

140
—No, yo…—. Se calló, poniendo el tenedor en la mesa, tomando la copa y bebiendo un sorbo de zumo. —
Está bien… Me lo pasé bien las últimas veces que salimos con ellos— admitió. —Y si Ankow va a hacer
de las suyas durante todo el día… estaré lista para jugar sin ningún tipo de sentido.
—Mm— asintió Kerry. —Bien visto.
—Es una pena que no podamos deshacernos de él— comentó Dar. —Un lugar oscuro con bolas de bolos
puede ser un sitio en el que fácilmente perder el control.
—Ooh.
—Fue un Ranger del ejército.

Kerry parpadeó.

—¿Te has enterado de eso por lo que te ha pasado Mark?


—Me lo dijo él mismo— exhaló Dar. —No estoy segura de si quería impresionarme, o asustarme… y
teniendo en cuenta que en todo el día él no ha conseguido nada satisfactorio…— negó con la cabeza.
—Tal vez podrías presentarle a papá—. Los verdes ojos tomaron un brillo malicioso, poniéndose serios
después. —Espera… ¿te ha amenazado, Dar?

La oscura cabeza se sacudió levemente.

—No… bueno—. Dar chupó el tenedor. —Es difícil de decir… fue más como…—. Hizo una pausa y
pensó. —Más como si quisiera intimidarme.
—¿Por qué?
—Es parte del juego, supongo—. Dar se encogió de hombros. —Se la devolví de golpe, no soy fácil de
intimidar… pero, maldita sea, me dio escalofríos.
—Hm—. Kerry rompió un pequeño trozo de patatas y lo masticó. —Uff

Terminaron de cenar y se fueron a la sala de estar, abrazadas en el sofá mientras compartían un


pedazo de tiramisú.

—Mm… ¿Te pincho un trozo?


—Pequeño— sonrió la rubia mujer. —¿Te gusta?

Dar asintió y rodeó a Kerry con sus manos mientras cambiaba de canal, dejándolo en el Discovery
Chanel.

—Ah… es ese show extremo… en ese portaaviones. Yo tenía una maqueta como ese.
—¿Sí?—. Kerry le dio de comer una cucharada de pastel.
—Sí… era un hobby— suspiró Dar.
—Mm—. Kerry se sonrió para sus adentros.

141
Capítulo 5
—Dime otra vez, *chica… ¿quién tuvo esta idea? —Ray se agachó cuando una pelota de goma salió
volando por encima de sus cabezas —Esto es un circo.
—Eh… —Collen sonrió e hizo un gesto a la camarera que no era más que una patinadora. —Es lindo…
vienen un montón de gente de empresas importantes… mira, chicos de Fedex

Ray movió la cabeza y se echó a reír.

—Veo unos pantalones azules ajustados… si, los veo. —En la mesa sólo habían cuatro personas, Ray y
Colleen, y dos personas de Synergenics que habían trabajado con Kerry antes de ser promovida. —
¿Quieres algo de beber, Susan?

La programadora asintió con la cabeza.

—Diablos, si… una cerveza, por favor. —Se recostó en su silla y puso los pies sobre una que estaba a su
lado. —Se siente bien no estar frente a una pantalla… el último proyecto casi me mata. —Giró su cabeza
hacia Collen. —¿A qué hora debería esta Ker aquí? ¿A las ocho?
—Supuestamente. —Collen miró hacia la puerta y un poco más allá, luego sonrió. —Justo a tiempo…
como siempre. Se puede confiar en el reloj de esa mujer.

Sus ojos volvieron a la puerta y vio cuando Kerry abría la puerta y entraba. Estaba sola, e hizo una
pausa dejando que sus ojos absorbieran el ambiente, luego los vio hacia su mesa y saludó.

—Dios mío. —Susan se levantó. —No puedo creer que sea la misma persona… ¿La miras? —La
programadora se pasó la mano por sus plateados cabellos y sacudió la cabeza.

Kerry se dirigió hacia ellos, bajando por una serie de escaleras y esquivando a una multitud. Llevaba
unos jeans desgatados y un top bastante ceñido de color claro que dejaba ver una buena parte de su cuerpo
a los ojos que la miraran.

—Mi madre. —Ray sacudió la cabeza. —Recuerdo que era toda tapadita y encajes… definitivamente ha
cambiado. —El gerente de apoyo de Synergenics, que había tomado el puesto de Kerry, no la había visto
en más de cuatro meses.
—Ella si que tiene con qué. —Collen dijo, observando la segura figura que avanzaba hacia ellos,
inconciente de las mirabas apreciativas de las personas que estaban en el lugar.
—Hola chicos. —Kerry se dejó caer en una de las sillas de la mesa y dejó escapar un suspiro. —Tuvimos
mucho que hacer… fue un día bastante salvaje en el trabajo. —Echó un vistazo a su alrededor y sonrió. —
Dar estará aquí dentro de poco… estaba terminando una llamada cuando salí. —Su mirada volvió a sus
compañeros de trabajo. —Así que… ¿Qué estamos haciendo?… Sal, recibí tu e–mail con los chistes…
espero que sepas que han circulado por toda la empresa.

El programador sonrió entre dientes.

—Está bien… las cosas van bien. Acabamos de terminar las reasignaciones desde el sitio web de IRS… lo
pusimos en IIS con algunas secuencias de comandos personalizados. A ellos les gustó.

142
—Lo sé. —Los ojos verdes brillaron. —Me mantengo al tanto de las cosas que hacen… ha sido divertido
ver lo bien que trabajan. —Ella levantó la vista cuando la mesonera se acercó y entregó las bebidas. —Oh,
¿Qué es esto? ¿Cerveza de barril? ¿Puedo beber una?

De pronto las luces se apagaron, y las luces estroboscópicas se pusieron en marcha, fueron lanzadas
pelotas y rayos láser invadieron el lugar. La música completó el ambiente, las personas comenzaron a
moverse hacia la pista.

—¿Realmente esperan que… um… encontrar un lugar… en esto? —Kerry miraba alrededor, con una
sonrisa irónica.
—Nah… Es más bien una broma que otra cosa… —Susan hizo un gesto con la mano. —Los ingresos van
a la United Way, así que… —Levantó un boleto. —Es mejor ir a buscar un par de zapatos feos, y
reclamaremos nuestro lugar. Van a traer una cerveza para ti. —Ella señaló. —Carril 32.
—Buena idea. —Kerry se paró, y Ray se le unió. —Te encontraremos unos. —Bordeó la mesa y se dirigió
a la mesa de control, con el delgado latino detrás de sus talones. —Esto es lo suficiente ridículo por lo que
resulta divertido, Ray.

Ray se echó a reír.

—Tienes razón jefa. —Le palmeó cautelosamente la espalda. —Kerry, tengo que decirte algo… creo que
te ves fantástica.

La sonrisa y los ojos se volvieron cálidos.

—Gracias, Ray… tú también te ves bien… ¿Es un nuevo corte de pelo? —El pelo oscuro de Ray estaba
cortado casi al ras por detrás y un poco más largo por el frente. Se pasó la mano por la cabeza.
—Odio decir lo que pasó. —Bajó la voz. Mientras esperaban su turno en el mostrador. —Yo estaba debajo
del fregadero ¿Sabes? Intentaba fijar un poco los tubos, pero arriba se incendió un poco.

Kerry ladeo la cabeza.

—¿Para las cosas de Copper?


—Si… si, para la perra, es tan linda, pero ella puso su nariz en… y yo no llevaba… —Ray se aclaró la
garganta. —De todos modos, yo me levanté de un salto, y se me olvidó que estaba encendida, y me quemé
los pelos.

Ella se tuvo que tapar la boca para no soltar una carcajada.

—Lo siento, no es divertido.


—Oh, cariño… por supuesto que lo es. —Ray sonrió tímidamente. —Pero no se ve tan mal, ¿Verdad?

Kerry le devolvió la sonrisa.

—No, para nada… sólo te ves diferente. —Hizo una pausa. —Más joven, creo.
—Tú también. —Los ojos oscuros parpadearon y se hicieron más oscuros aún. —Mira todos esos
músculos.

Kerry bajó la mirada, abrió un poco los brazos y se encogió de hombros.

143
—Si, lo sé… es todo pared de escalada y buceo, y… —Kerry exhaló. —Me tomo un poco de tiempo para
acostumbrarme a ella… no se ve tan mal, ¿Eh?
—Tch. —Ray se mordió el labio, y dado que tenía permiso, le dio una larga mirada. —Cariño, te ves
hermosa… y tan feliz. —Se acercó un poco. —Estoy contento por ti, la jefa Chupacabras hizo un buen
trabajo contigo, ¿No?

Kerry asintió levemente.

—Mejor que bien, Ray. —Se dio la vuelta al llegar al mostrador y entregó el boleto, ordenó los zapatos
para ella y para Dar, y pagó por ellos. —Es lo mejor que me ha pasado.

***

—Está bien… está bien. —Dar finalmente marcó la última casilla en la forma que estaba llenando, y
escribiendo con cuidado varias notas en la parte inferior de la misma. —¿Podemos beta o no?

Un fuerte suspiro se escucho por el altavoz.

—Dar… sólo nos han llegado los routers… Will me da una maldita semana para conseguirlos
programados, y probarlos antes de empezar a tirar cosas en ellos.
—¿Una semana? —Dar protestó, se inclinó sobre su trabajo y escribiendo un largo párrafo, con una
escritura fuerte, pero confusa. —¡Jesús!, Bayron… tengo veinte de las malditas cosas programadas en una
noche… ¿Qué quiere decir, una semana?
—Dar…

Otro garabato, y una pausa para reflexionar.

—Muestra comprensión en los negocios, y actúa con sólida responsabilidad. —Murmuró.


—¿Cómo dices?
—No tú, Byron. —Dar masticó la punta de la pluma. —Estoy cansada de discutir… y me tengo que ir.
Tienes una semana… pero cuando se acabe, quiero una autorización para llevar el sistema.

Una queja.

—Bueno… creo que puedo hacerlo.


—¿Eso crees? —Dar bajó la voz una octava.
—Vamos a hacerlo.
—Noche, Bayron… dile a Sandra que dije “Hola”.
—Díselo tu misma. —Byron se quejó. —Ella tiene razón… te ríes de mi culo. Le encanta verme retorcer.

Dar sonrió.

—Hey, Sandy.

Una voz baja y melodiosa respondió, llena de calidez musical común del este.

—Hola Dar… ha pasado tiempo… he estado disfrutando cada minuto de esto. —Sandra rió entre
dientes.—Sigo imaginando el punk de los dieciocho años sentada en la oficina del CIO, aunque… le hace
daño a mi cerebro.
144
Sandra Weing había sido el primer supervisor de Dar, después que la compañía comprara el pequeño
grupo de programadores que se les unió durante el trabajo del verano. Dar estaba segura que había llevado
a la encantadora, talentosa, paciente y serena Dra. Weing a darse golpes de cabeza contra la pared, y
siempre se sorprendió que la mujer la recordara cariñosamente.
También había sido el primer amor de Dar, y un medio de revelación sorprendente. Sandra se había
casado con Bayron, un… buen ingeniero de sistemas, y decidió establecerse en su hogar y tener hijos,
aunque Dar siempre se había preguntado cómo había trabajado para ella.

—Bueno, estoy segura que ya no tengo dieciocho ahora. —Comentó Dar, llenando la línea con su voz. —
Pero me alegro que te estés divirtiendo.
—No, me di cuenta cuando pusieron tus fotos en línea. —Sandra se rió entre dientes. —Bueno es hora de
la cena. Fue agradable hablar contigo, Dar.
—Lo mismo digo… la próxima semana, Byron. —Advirtió Dar.
—Si, si… —Suspiró. —Lo tendrá.
—Buenas noches. —Dar golpeó el botón del teléfono con su pluma, y terminó su última entrada, su
verdadera razón para quedarse hasta tarde.

La evaluación de Kerry, porque sería algo difícil de hacer luego de un día tan caótico, o en casa con
la presencia de su amante tan cerca. Miró el reloj.

—Sólo 8:30… no está mal. —Agregó sus recomendaciones para el futuro de Kerry, y firmó la evaluación,
con firmes garabatos y sonriendo se puso cómoda, dejando caer la pluma sobre su escritorio.

El sonido de los pasos no la sorprendió. Sabía que Ankow estaba todavía en el edificio.

—Bueno. —Se levantó y cerró su pc, metió la evaluación de Kerry en el primer cajón de su escritorio y lo
aseguró. —No va a ser una repetición de la última noche, eso seguro.

Dar llevaba su bolso de deporte en el hombro mientras caminaba, se asomó levemente, y recogió sus
llaves.

—Acaba de salir. —Una pausa. —Lo siento.

Dar lo vio apoyarse en el marco de la puerta, con un poco de amargura. Tal vez a él le gusten los
loros. Llevaba dos de ellos en la parte superior de su camisa, bordado en una mezclilla azul metida en sus
pantalones.

—¿Vas al barrio esta noche?

Dar se dirigió a la puerta.

—Al club de bolos. —Respondió, con estricta veracidad, se detuvo frente a él e hizo un gesto hacia el
exterior de la oficina. —El bar está cerrado.

Por un momento, ella pensó que iba a quedarse parado allí, entonces con alivio lo vio moverse.

—Estoy sorprendido… ¿Alguien que vive en una isla lujosa… pasa la noche en los bolos?

145
Dar no reaccionó.

—Mejor que pasar mí tiempo excavando los archivos del registro público en el palacio de justicia del
condado de Dade.

Llegó a la primera puerta, y se apoyó en ella. Manteniéndola cerrada y sonriéndole.

—Pero saber cosas tan fascinantes… hojear los títulos microfilmados. —Una pausa. —Pero te tengo a ti
Roberts… ¿con un condominio heredado?

Dar echó un vistazo a su reloj.

—¡Fuera de mi camino! Tengo cosas más importantes que hacer que esto.
—Con un copropietario.

Uh oh. Dar Exhaló interiormente, pero mantuvo su serenidad.

—¿Qué… Kerry? —Mantuvo una apariencia completamente calmada. —¿Por qué? Ella paga la mitad de
los impuestos.

Un momento de duda se reflejó en sus ojos.

—¿Ustedes viven juntas? —Era obvio que había esperado una reacción diferente de parte de Dar.
—Si, claro que si. —Dar afirmó amistosamente. —La mejor compañera que he tenido. Ahora… ¿Hay un
punto al que quieras llegar con esta conversación? Porque de lo contrario me voy. —Tomó su bolso de
gimnasio y se acercó a él varios pasos.

Este poco a poco, se alejó de la puerta y la abrió, mirando atentamente su rostro.

—Compañeras ¿Eh?

Dar sintió ganas de darle un puñetazo. Realmente casi lo hizo, y tal vez él se dio cuenta, y eso la
excitó.

—Si… —Luego sonrió con una fiera intensidad. —¿Qué pensaste… que estábamos follando como ardillas
en la mesa del café? —Ella casi se rió de la expresión del rostro del hombre. —Saque la cabeza de su ingle,
Ankow… y su culo fuera de mi oficina. —Dar pasó de él y se dirigió al ascensor a grandes zancadas
dejando detrás un silencio peligroso.

En él último minuto cuando las puertas se abrieron y ella entró, él se unió a ella, el cierre de las
puertas del ascensor los mantuvo a ambos en un silencio bastante pesado.
Se miraron el uno al otro en un ambiente opresivo, los pisos parecían arrastrarse lentamente. Por fin
el viaje terminó y Dar escapó a la paz de la frescura del vestíbulo, tratando de ignorar la figura a su lado
que la acosaba.
Él esperó a que estuvieran más allá de las puertas, y más allá del guardia de seguridad, antes de
extender la mano y tomarla por el brazo.
Dar se detuvo.
Y le dirigió una fría mirada.

146
—Quita tus manos de mí. —Mantuvo la voz baja, pero retumbó con la intención.

Él le soltó el brazo, entonces señaló con el dedo a su pecho.

—Voy a averiguar la verdad. —Él le prometió en voz baja. —Y haré que te entierren con ella.

Entonces se dio la vuelta y se dirigió a su auto de alquiler estacionado cerca de la parte delantera del
edificio.
Dar respiró hondo y se volvió, entonces casi gritó cuando estuvo a punto de estrellarse con una
cabeza alta y amenazante.

—¡Hey! fácil de tratar, Dardar. —Andrew miró por encima de su hombro, sus ojos eran meras ranuras de
luz de una lámpara. —¿Quién infiernos es?
—Un idiota. —Dar sintió ganas de abrazarlo con una gratitud patética. —Un verdadero imbécil, que me la
tiene jurada. —Una mano le acarició con torpeza el brazo. —¿Qué te trae por aquí? —Ella miró hacia el
Lexus asintiendo con la cabeza. —No te preocupes por él.

Andrew volvió su atención del auto de Ankow.

—Necesito un poco tu ayuda. —Murmuró, avergonzado. —¿Tienes un minuto?


—¿Estas bromeando? —Dar abrió el auto y le indicó el lado del pasajero. —¿Qué es?

Andrew subió y cerró la puerta, esperó a que arrancara el motor antes de soltar una exhalación, miró
de reojo a su hija.

—He estado tratando de averiguar… Dios mío, llevó varios días tratando de conseguir cómo… de
conseguir un lugar donde pueda… pues… um…
—¿Ponerte en contacto con mamá? —Dar se detuvo en un semáforo, luego se volvió cuando la luz cambió.
—Si. —Su padre parpadeó y se frotó los ojos. —Y quiero… maldita sea, yo… pero no puedo… encontrar
una manera. —Se miró las manos llenas de cicatrices. —He tomado el teléfono una docena de veces,
ciento de veces, empiezo a marcar… pero no puedo. —Él la miró. —¿Qué le digo? ¿Qué le voy a decir?
—¿Hola? —Dar bromeo ligeramente, mientras conducía. —Yo sé lo que significas para ella, sin embargo
recuerdo la conmoción que fue para ella perderte.

Él permaneció en silencio, retorciéndose los dedos.

—Deje que la armada lo haga.

Él la miró

—¿Qué?
—Que la armada lo haga… ellos que la contacten, que le digan que fue un error. Sabes que sucede. —Dar
habló en voz baja. —Maldición, es casi la verdad.
—No explica los meses que he estado aquí.

Dar se había detenido en una luz roja, y se giró un poco hacia él.

—No. —Lo miró a la cara. —Eso va a ser la parte difícil… la parte difícil.

147
El semáforo cambio la luz a verde, y ella siguió adelante, tratando de no escuchar a su padre tragar
un par de veces.

—Maldita sea. —Andrew finalmente susurró. —Quiero tener el valor de llamar y hacer esto… y no lo
tengo, Dardar. Es algo malditamente difícil de hacer para alguien que ha visto la muerte tantas veces como
he… —Dejó caer la cabeza contra una mano. —No sé si logre que la armada haga eso.

Dar entró en el estacionamiento y apagó el Lexus, luego sacó su teléfono celular y comprobó la
carga.

—Comprendo que tengas miedo. —Se apoyó contra el auto. —Es como estar en un pozo oscuro… y no
hay manera de salir… y tu solo te dejas caer más profundo, haciendo tu permanencia allí más larga.

Se miraron el uno al otro sombríamente.


Dar introdujo la memoria a su teléfono, y marcó un número, a continuación, se llevó el teléfono al
oído, hasta que fue contestado.

—Es Dar. —Vino la vacilación, a continuación, habló tranquilamente. —Tengo a alguien aquí que quiere
hablar contigo. —Entonces le pasó el teléfono a su padre, quien lo tomo sólo por reflejo. —Habla. Saluda a
mamá.

Entonces abrió la puerta, le lanzó las llaves, cerró y caminó hacia el edificio sin mirar atrás.
Cruzando los dedos.

***

—Está bien… ay, mira por donde la estás haciendo saltar—.Kerry se alejo de la gran bola azul que Colleen
balanceaba.
—No tengo ni idea de dónde… ah. Ahí.

Kerry había visto entrar en su amante, y la vio pararse sorprendida cuando la asaltó el ruido a su
alrededor. Sin embargo, pudo notar que Dar tenía una expresión tensa en el rostro; Kerry puso su bola en la
bandeja.

—Oh, oh… ya vuelvo, chicos.

Ella corrió hacia las escaleras esquivando a varias meseras, sintió cierto alivio cuando los errantes
ojos azules se posaron sobre ella y suavizando perceptiblemente su expresión.

—Hola… —Ella se acercó a Dar y tiró de ella hacia una esquina.—¿Qué te pasa?

Dar mordió el labio.

—¿Por donde quieres que empiece primero… por Ankow que averiguó que vivimos juntas, o que llamé mi
madre y le entregué el teléfono a mi padre?

La mandíbula de Kerry se cayó.

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—Dar… Yo sólo te dejé durante cuarenta y cinco minutos. —Ella balbuceó en señal de desconcierto.—
Jesús… qu… bu… —Se frotó la cabeza en estado de shock.

La mujer alta, de pelo oscuro logró esbozar una leve sonrisa.

—¿Está todo el mundo aquí? Vamos… solo… yo eh… necesito una distracción—.Le puso una mano en la
espalda a Kerry.—Podemos hablar de todo esto más tarde… lo de Ankow no es gran cosa… Yo sólo le dije
que éramos compañeras de cuarto.
—Sí… sí, claro—. Kerry la tomó del brazo y la guió de vuelta a la pista, donde sus amigos estaban
esperando, mirándolas con caras de interés. —Bueno, somos compañeras de cuarto.— Ella respondió
razonablemente, y luego se detuvo. —Espera… ¿dónde está papá?
—Fuera—. Dar respondió en voz baja. —Yo no sabía qué hacer… yo… Estaba tan frustrado, y yo… así
que yo sólo… yo…
—Marcaste el número—. Kerry hizo una mueca. —Cariño…
—Falta de tacto, ¿eh?

Kerry suspiró.

—Bueno, fue directo y sencillo… y tanto tú como tu padre son sin duda así.— Ella exhaló de nuevo y
sonrió al llegar. —Hola chicos… Lo siento… Dar tuvo algunos problemas antes de salir de la oficina.
—Y después—. Su amante murmuró.
—Mm… ¿Quieres un trago?— Kerry señaló la camarera.
—Oh… sí—. Dar ordenó un batido de Kahlua, luego se detuvo. —Pensándolo bien… ¿que hay que pueda
hacer que una habitación se vea doble?

La camarera asomó la goma de mascar, y sonrió.

—Shawer.

***

Cecilia se quedó mirando el teléfono, profundamente confundida. Cómo llamó de la nada, cómo era
que Dar siempre la impactaba, pero… ¿Quién en Miami querría hablar con ella? A menos que Dar no
estuviera en Miami, por supuesto. Desconcertada, se puso el teléfono en la oreja.

—¿Hola?

Lo único que podía oír era el leve sonido de una respiración.


No pudo escuchar nada más, un escalofrío la recorrió.

—¿Hola?— Ella volvió a preguntar más suave. —¿Hay alguien ahí?

Un suave roce de aire, y luego un sonido casi inaudible le llegó a través del teléfono.

—¿Ceci?

No. Ella se congeló, no pudo moverse. Un suspiro. No… no, esa voz no podía ser lo que había oído.
Su pecho subía y bajaba respirando audiblemente.

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—¿Ceci?— De nuevo el sonido, un poco más fuerte.

No puede ser. Era sólo otro sueño.


Sólo otra pesadilla. Debía colgar el teléfono. Eso es lo que debía hacer, colgar el teléfono y olvidarse
de él.
Sí.
Su mano se movió.
El corazón le habló.

—¿Andy?
—Sí.

Su mundo alrededor se derrumbó, convirtiéndose en un pequeño espacio lleno de esa voz.

—Andy—. Ella se aferró al teléfono, sosteniéndolo con ambas manos.


—Ceci, soy yo.

Ella abrió la boca suavemente.

—Oh.
—¿Ceci?

Ella cerró los ojos.

—¿Sí?— La voz adquirió una dolorosa tristeza.


—Lo siento.

En su pecho de repente estalló un sollozo.

—¿Dónde estás?— Se las arregló para decir las palabras. —Andy… ¿dónde estás?— Ella comenzó a llorar
sin poder hacer nada, abrazando el teléfono con tanta fuerza que crujió.
—Cec… hay tanto… Soy tan maldito. Tengo que decir… yo…
—No me importa. —Cecilia le susurró. —No me importa donde has estado o lo que has hecho… ven
aquí… a casa… por favor… —Ella se detuvo, mientras las lágrimas la ahogaban. —Por favor…

Estaba acurrucado en el asiento delantero, temblaba tanto que apenas podía sostener el teléfono.

—Muy bien—. Finalmente, dijo con voz ahogada.


—¿Cuándo? —Preguntó en un susurro apenas audible.

Andrew abrió el puño, vio sangre en su mano. Había apretado tanto el juego de llaves que su hija le
había dado que se hizo daño.
Si repartes pan a las aguas… llegan de nuevo a ti, ¿no? Dios te bendiga, Dar.

—Ahora—. Él respondió a la pregunta, al oír el llanto casi histérico en el otro extremo.

Que Dios las bendiga.

***
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—¿Estás bien?— Kerry se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre las rodillas mientras se sentaba
al lado de una tranquila y pensativa Dar. La mujer más alta estaba tomando su batido de leche,
sosteniéndola con ambas manos y tratando de ignorar los caóticos sonidos y lugares de interés a su
alrededor. —¿Preocupada por tu papá?

Dar asintió ligeramente con la cabeza.

—Bueno… —Kerry miró como Colleen anunciaba que estaban listos para comenzar. Todo el mundo
miraba furtivamente a Dar, y se dio cuenta que sus amigos sabían que algo andaba mal. —Oye… he estado
pensando. Tal vez no fue tan mala idea, ¿sabes?— Ella dio unas palmaditas en la rodilla de Dar. —A
veces, cuando piensas demasiado en algo, es que nos da miedo hacerlo.
—Mm… lo sé.— Dar sorbió su bebida. —Me viene a la mente cuando te besé en la playa.

Kerry sintió como sus pensamientos salieron de las pista y pasearon por Biscayne Boulevard.

—Uh… ¿qué?
—Ese fue un momento de mucho miedo para mi. —Comentó Dar.
—¿Lo fue?— Kerry sonaba totalmente asombrada.

Dar asintió ligeramente con la cabeza.

—Habría sido un momento muy feo si me hubiera equivocado, ¿no?


—Tch… Sabías que no lo estabas.
—No, no lo sabía. —Dar respondió seriamente. —Claro… yo lo esperaba, pero… —Suspiró. —Me había
equivocado antes muchas veces.
—No esta vez.

Dar sonrió y se inclinó hacia ella.

—Lo hice bien esta vez.

Ambas vieron a Colleen tomar su bola con firmeza, y hacer frente al carril, en la discoteca las luces
destellaban parpadeantes continuamente. Entonces ella se acercó a la línea con un aire digno y abrió las
piernas, lanzando la bola por el carril.

—Buena técnica—. Dar murmuró.


—Se puso a dos puntos de ellos. —Kerry protestó ligeramente. —Yo no soy buena.
—Vas a conseguir unos lindos puntos cuando muestres ese trasero.

Indignados los ojos verdes la miraron.

—Oh, bien… olvidaré eso… voy a arrastrarme hasta la línea.

Dar sonrió.

—¿Tú sabes jugar? —Preguntó Kerry, de repente sospechosa. No obtuvo respuesta, porque en ese mismo
momento, su teléfono celular vibró, asuntándola. —¡Jesús!— Ella agarró el dispositivo, que había

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configurado para que vibrara y se presionaba contra ella a su costado. Miró el identificador de llamadas,
luego dudó, antes de mostrárselo Dar. —Eres tú.

Dar se mordió el labio, y luego tomó el teléfono con suma cautela y lo abrió, presionándolo contra
su oído.

—¿Hola?

Una voz baja y ronca respondió.

—Ven afuera.

Dar tragó.

—Sí, señor.— Dobló el teléfono con cuidado y se lo entregó a Kerry, se puso de pie. —Discúlpame—. Era
como ser una adolescente de nuevo, se dio cuenta. Como años atrás cuando tenía doce o catorce años…, y
sabia que había hecho algo que calificaba para recibir una reprimenda de primera —Vuelvo enseguida.

Kerry la sostuvo por el borde de sus pantalones vaqueros.

—¿Estás bien? ¿Necesitas un poco de apoyo?

Una exhalación.

—No. Yo me metí en esto… Tengo que ir a pagar mis deudas… es mi padre, ¿recuerdas? Lo peor que
puede hacer es masticar mi cabeza.
—Bueno, recuérdale que le tengo un gran cariño a esa cabeza… y me gusta donde está. —Su amante le dio
a la tela un suave tirón. —¿Está bien?

Dar tuvo que sonreír levemente.

—Está bien—. Ella acomodó un poco el cabello de Kerry, luego se volvió y comenzó a hacer el camino a
través de la multitud.

Kerry se puso una mano en el pecho.

—¿Qué está pasando?— Colleen susurró. —¿Están bien?


—Estamos bien… es… simplemente… complicado. —Kerry trató de encontrar un lugar para empezar a
jugar.

***

El aire exterior era húmedo y Dar podía oler la lluvia. Dejó que la puerta se cerrara detrás de ella y
se dirigió hacia el coche, tratando de tener valor para dejar de temblar. Su padre estaba de pie fuera del
Lexus, apoyado a uno de sus lados, el rostro oculto entre las sombras de su capucha, y tragó saliva más de
una vez obligándose a seguir caminando.
Finalmente, ella estaba allí, dándose cuenta que no era muy difícil caminar con la cabeza gacha y
mirando sus zapatillas de deporte; se detuvo a pocos pasos de él y esperó. No era un miedo físico, lo que

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sentía. Andrew nunca le había puesto una mano encima, nunca, incluso en los momentos en que Dar sentía
que se lo merecía.
No tuvo que hacerlo. Su decepción hacía ella había sido suficiente.

—Ven aquí.

Vacilante, dio unos pasos más, hasta que estuvo casi a la par de él, su altura la superaba por una o
dos pulgadas cuando se enderezaba.

—¿Todo bien?—Ella murmuró, todavía incapaz de distinguir sus características en la oscuridad.

Ella no esperaba un abrazo, y le tomó un momento para deshacerse de su asombro y responder.

—¿Papá?— Ella susurró, al sentir el raro placer que era sentir a su padre envolviéndola en sus brazos. Era
sólido y cálido, pero podía sentir un leve temblor en su respirar. —¿Papá?

Los brazos la apretaron un poco más.

—Gracias.

Dar sintió que sus rodillas se relajaban luego de la sorpresa que la inundó. Ella volvió a respirar y
dejó que su cabeza descansara sobre su hombro hasta que la dejó en libertad, pero no la soltó. Dieron un
paso atrás y se miraron. Dar corrió el riesgo de sonreír levemente.

—Así que… yo tenía razón, ¿eh?

Su padre asintió ligeramente con la cabeza.

—Lo siento, por hacerlo de esa manera. —Ahora Dar bajaba la cabeza, el estudiando con interés la tierra
entre ellos. —¿Ella quiere que vayas?

Un largo y tembloroso suspiro.

—Sí.

Dar tomó nuevas energías por la intensa emoción y las puso en práctica.

—¿Quieres que me encargue de conseguir que llegues allí?— Ella lo miró a los ojos. —Creo que puedo
conseguir un vuelo para esta noche.

Andrew la dejó libre de su agarre, y se apoyó contra el coche, si estaba aturdido o agotado, para Dar
era difícil de decir.

—¡Señor!… no puedo creer que esto esté sucediendo—. Levantó la cabeza con evidente esfuerzo. —Si,
ese es el camino… si, creo que si…

Dar tomó las llaves del Lexus y lo abrió, y luego lo tomó del brazo con suavidad.

—Ven aquí… siéntate.


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—Ella quería… quiere que vaya… —Andrew murmuró. —No es justo… si las cosas no salen bien…
—Van a salir bien. —Dar echó un vistazo a su alrededor, se dio cuenta de que su padre había tomado el
teléfono celular, y lo tenia bajo el brazo, donde lo apretaba contra su cuerpo. —Necesito… —Miró hacia el
local, y se encontró con unos preocupados ojos verdes en la puerta, mirando hacia ella. —Ah. Sí… eso es
lo que necesito.

Ella le dirigió a Kerry una sonrisa y un leve movimiento de cabeza, y la mujer rubia prácticamente
voló por el callejón que la separaba del estacionamiento.

—Necesito que me prestes tu celular… tengo que conseguir un boleto a Connecticut. —Dar le dijo a su
amante cuando llegó hasta ello.
—¿En serio?— Kerry se la entregó, luego se cercó un poco más. —¡Increíble!— Su rostro se iluminó con
una sonrisa encantadora.

En ese momento, Andrew levantó la cabeza, y la miró con una débil sonrisa que se asomaba en sus
labios.
Ella le echó los brazos a su alrededor y lo apretó.

—Wow… Estoy tan contenta—. Ella le susurró al oído. —Tenía los dedos de las manos y pies cruzados
por usted. —Ella sintió que él devolvía el abrazo, y le daba palmaditas en sus costados. —¿Se puede
conseguir un vuelo?— Preguntó a Dar.
—Si… —Su amante levantó un dedo, y apretó el teléfono contra su oreja. —Sí… con retorno abierto… mi
tarjeta está en el archivo.

Andrew se movió, pero le resultó difícil mantenerse de pie con Kerry aún abrazándolo.

—¡Ah!…
—No discutas con ella. —Kerry le aconsejó en voz baja, reteniéndolo. —Sólo permítele hacer lo suyo.
—Si… eso es correcto. —Decía Dar. —Un E–ticket… estamos camino hacia la terminal.— Una pausa. —
Gracias… no, eso está bien… bien. Adiós. —Dar cerró el teléfono y asintió con la cabeza. —Todo listo—.
Luego puso una mano sobre la rodilla de su padre. —¿Tienes identificación?

Él asintió con la cabeza.

—¿Tiene algo más que puedas llevar a parte de eso?— Preguntó Kerry.

Él negó con la cabeza.

—Está bien—. Kerry lo dejó en libertad y exhaló. —Voy a parar y a recoger algo, y nos encontraremos
allá.
—Bien. —Dar estuvo de acuerdo. —Vamos.— Ella miró hacia atrás. —¿Qué pasa con…?
—Verificaré los pronósticos de lluvia.
—Bien. —Dar pensó. —Al hombre le gusta el azul.
—Bien. —Kerry asintió e hizo anotaciones en su palm pilot. —Nos vemos allí. —Ella dio unas palmaditas
en el brazo de Andrew y se fue trotando.

Finalmente el padre de Dar había recuperado la compostura, quien la miró desconcertado.

—¿Ustedes siempre se hacen cargo de las cosas?


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—Ocasionalmente de varios millones de dólares de la empresa, eso seguro… —Respondió Dar. —
Movámonos… no tenemos tanto tiempo…
—Bien—. Suspiró. —Así mis entrañas no se retorcerán tanto.

Dar subió y encendió el motor, luego puso el Lexus en marcha. Lanzó una mirada de soslayo a su
padre, y pudo ver la reflexión que se dibuja en la cara de su padre que iba recostado de la ventana del lado
del pasajero. Brillantes y silenciosas lágrimas se asomaban a unos ojos asustados, que parecían
hipnotizados.

***

Durante mucho tiempo, ella se limitó a estar sentada allí, acurrucada en el sofá, el teléfono acunado
contra su pecho. De vez en cuando pulsaba el botón de identificador de llamadas, lo abría y cerraba para
ver un nombre familiar, sólo para demostrar que realmente había sucedido.
D Roberts. 305 930 1101.
Trazó las letras y números con un dedo tembloroso. Era como estar dentro de un sueño, de verdad.
Ella no tenía ganas de moverse, o pensar.
Sólo quería disfrutar el simple placer de salir de la nube de desesperación que le había envuelto
durante tanto tiempo. Todavía no comprendía realmente lo sucedido… en realidad no. Estaba atrapada
entre lo salvaje de la histeria, y la necesidad de mantener este sentimiento que la hacia respirar una
fragancia rara y especial.
Andy. Sus labios forma el nombre que durante tanto tiempo había sido prohibido. Ella se acurrucó
nuevamente en torno al teléfono y empezó a llorar sin poder hacer nada para detenerlo.
No tenía idea de cuánto tiempo se había quedado allí, antes de que el teléfono la devolviera a la
realidad. Sonó de nuevo.
Los ojos de Cecilia miraron con ansiedad a la pantalla, deseando que no cambiara.
Y, como si obedeciera a su corazón, no lo hizo.
Apretó el botón.

—¿Ho… hola?— Sintió ansiedad, quería oírlo de nuevo.


—¿Cec?
—Sí.

Era ruidoso, donde él estaba.

—Estoy por subir a un avión… yo…

Ella comenzó a contar las horas.

—¿Cuál? —De pronto fue consciente de la voz de Dar en el fondo, y un tono cálido y ligero le respondió.
—Me reuniré contigo.

Un rumor de papeles.

—Todo está arreglado… no estará allí hasta cerca de la medianoche…


—Está bien.
—Ceci… yo… tengo algo que decirte… yo no soy…
—Andy.

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Él calló.

—Sea lo que sea… puede esperar.— Cecilia deseó simplemente poder atravesar el teléfono, y estar al otro
extremo. —Sólo te quiero aquí.
—Yo… yo quiero estar allí. —Su voz era áspera y tensa. —Tengo que seguir adelante.

Un sonido torpe, y las voces se volvieron suaves y apagadas. Cecilia, simplemente cerró los ojos y
esperó. A continuación, se volvieron a encender las voces en la línea.

—¿Madre?

Ella tuvo que respirar un par de veces antes de que pudiera contestar.

—Sí.
—Tengo su número de vuelo… si…

¡Oh, por supuesto!

—¿Él está realmente allí?

Dar estuvo muy tranquila.

—Está realmente aquí.

Las tibias lágrimas se extendieron de nuevo por sus ojos, y ella ahogó un sollozo.

—¿Qué vuelo?
—Continental… 1822. —Dar murmuró. —Madre… él ha pasado por momentos difíciles. Quedó en mal
estado. Tiene un montón de cicatrices.

Ella tuvo que ordenar un par de veces sus pensamientos dispersos antes de entender lo que su hija le
estaba diciendo.

—¿Crees que me importa lo que parece?— Dijo ella.


—No.— La voz de Dar fue cálida. —Pero creo que a él le importa.
—Oh.— Cecilia gimió. —No… no… yo sólo lo quiero aquí—. Ella comenzó a llorar de nuevo.
—Lo sé.— Dar suspiro audiblemente. —Comienzan a abordar el avión.— Una pausa. —Si necesitan
algo… háganoslo saber.

Ceci se calmó un poco.

—Está bien—. Ella cerró los ojos durante un largo rato, probando lo agridulce de la ironía. —Gracias, Dar.

Hubo un largo silencio.

—No hay de qué.— Las palabras, finalmente llegaron a ella.

***

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Dar cerró lentamente el teléfono, y apoyó la cabeza contra el frío vidrio, mirando en la oscuridad las
luces del Boeing 757 irse alejando. Kerry se recostó a su lado, el suspiro de la mujer rubia empañó
ligeramente los cristales.

—Oh chico ¡Qué noche!—. Ella se volvió y miró a su amante. —¿Estás bien?
—Aún estoy en estado de shock, creo. —Murmuró Dar . —No puedo creer lo que acaba de suceder.

Kerry se frotó los ojos y ahogó un bostezo.

—Creo que tu papá está en shock total… Le puse una manta en el avión, y le dije al camarero que
mantuviera los ojos puestos él. —Ella le sonrió a Dar. —Sin embargo, estoy muy contenta por ellos.
—Sí—. Dar vio al avión desaparecer con una mirada algo melancólica.
—Me hubiera gustado estar allí cuando se juntaran—. Kerry suspiró. —Tengo el presentimiento que papá
está feliz.

Dar vio como los ojos de Kerry se inundaban de lágrimas, que se apartó rápidamente, y extendió la
mano para capturar las manos de la mujer rubia.

—Ya sabes que le gustas mucho.

Kerry no respondió, visiblemente estaba conteniendo sus emociones. Finalmente, ella se aclaró la
garganta.

—Tú y él me han enseñado tanto… —Tuvo que parar, poniendo una mano a la boca, y luego continuó. —
Acerca de lo que es el amor.

Dar se acerco un paso más y puso la cabeza de Kerry en su hombro, deslizando un brazo alrededor
de su espalda.

—¿Te he enseñado… eso? —Ella susurró con un tono de asombro, mientras le acariciaba el pelo
suavemente. —Vamos… regresemos a casa. —Empezaron a recorrer el largo camino que las llevaría del
vestíbulo a la salida.

Afuera, un estruendoso trueno retumbó como un avión en el cielo.

***

Tenía veinte minutos de vuelo cuando recordó, demasiado tarde, que odiaba volar. Aferró la suave
manta azul alrededor de sus hombros y poco a poco volvió la cabeza, miró su entorno un poco sorprendido.

—Señor, ¿Puedo traerle algo de beber? —El camarero le sonrió amablemente.


—¿Tienes leche caliente? —Él murmuró, sorprendido por el frío que hacía en el avión.
—Claro—. El camarero desapareció casi de inmediato.

Andrew miró por la ventana a la oscuridad, luego dejó caer la cabeza hacia atrás contra el asiento de
cuero. Por lo visto había bastante espacio aquí. Él estiró sus largas piernas y trató de no pensar en lo que
estaba haciendo.

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—Aquí tiene—. El camarero puso una servilleta a su lado, y puso una humeante taza en el soporte entre los
asientos. —Estamos haciendo unos pequeños bocadillos… estarán pronto.
—Mmm—. Andrew gruñó, mientras tomaba la taza y sorbía con cautela la tibia leche. Escondida debajo
de sus rodillas podía sentir el suave calor de la bolsa de cuero que Kerry le había dado, lleno de sólo Dios
sabía qué cosas que la pequeña y dulce niña había escogido.

Francamente, tenía miedo de mirar.


Andrew suspiró. Mierda. Estaba asustado, y punto. Pero al igual que en las batallas, ahora él estaba
comprometido con la acción que lo ocupaba, el miedo fue desapareciendo, y fue reemplazado por una
extraña mezcla de aceptación fatalista, y la anticipación.
Después de todo este tiempo, en menos de tres horas de paseo en el maldito avión, y ella estaría allí.
Tal vez no le gustaría lo que iba a encontrar, pero ella iba a estar allí, y él iba a verla y…
Él bebió un poco de leche con manos temblorosas. Recordaba el teléfono.
No había sabido si darle nalgadas a su hija, o un beso por ayudarlo. Andrew se encontró sonriendo.
Recordaba la expresión de Dar cuando salió del local, ella tampoco sabía lo que iba a pasar. Bueno, lo
mejor era actuar ahora, y pedir disculpas más tarde ¿No era eso lo que él le había enseñado? Como un
muchacho se golpeó un lado de la cabeza.
Tal vez hubiera sido lo correcto… mierda, tal vez esto es lo que él había estado esperando cuando
fue en busca de su hija, confiando más en su juicio que el suyo propio.
¿Y no acaba de patearme el culo por saber hacerlo?

—Señor, ¿Me permite que le sirva?— El camarero estaba sosteniendo un pedazo de lino, y una bandeja.

La comida no era una opción. Andrew comenzó a protestar, pero acabó extendiendo la cosa donde
colocar la bandeja, pensando que era mejor permitir que dejarán la maldita cosa. Él pretendía ignorarlo
hasta que vio la imagen y…
El olor del chocolate caliente lo golpeó.
Parpadeó.

—¿Qué es eso?
—Es un bizcocho de chocolate caliente, con un poco de helado de vainilla, y dulce de chocolate caliente
rociado sobre él. —El camarero respondió de manera eficiente. —Aquí están sus cubiertos… si necesitas
algo, llámeme.
—¿Esto lo que ustedes consideran un bocadillo? —Preguntó.

El hombre sonrió.

—No, señor… pero fue algo que solicitó la joven que subió con usted.— Miró por encima de su
hombro.—A los demás se les sirvió ensalada de pasta.

¿Por qué su pequeña hija de ojos verdes era tan dulce?

—Gracias. —Su mandíbula se tensó, pero lo característico de la bondad de la chica lo tomó por sorpresa.
Tomó su cuchara, y probó un poco del dulce, entonces se frotó los ojos.

Malditos niños.

***

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El teléfono sonó, justo cuando estaba a punto de salir. Cecilia vaciló, y luego la cogió, comprobó el
número y frunció el ceño.

—¿Sí?
—Ceci… hola… ¿cómo estás mi amor? —La voz de Elli sonaba alegre y agradable, como de costumbre.—
No te olvides que es noche de cartas, ¿eh?

Ceci miró su reloj.

—No voy a estar ahí—. Ella respondió en voz baja. —Tengo algo que hacer.
—¿Qué? Pero querida… te prometí… Lo hablamos ayer.
—Lo sé. Lo siento. —Una pausa. —Recibí una llamada antes… es algo que tengo que hacer.
—Pero…
—Elli… adiós.

Cecilia colgó el teléfono y cogió las llaves, alisando la suave tela azul de su camisa; miró su imagen
en el espejo, cerró los ojos, y se volvió. Se dirigió a la puerta, atravesándola hacia la noche oscura que trajo
los aromas excitantes de las flores que se espacian en el aire.
Extraño. Ella nunca lo había notado antes.
El viaje hasta el aeropuerto era un sueño, miraba aproximarse los faros, hasta que llegó al
estacionamiento y salió, con las piernas temblándoles y sintiéndose débil.
Cerró la puerta y se apoyó en ella, esperando a que su corazón se calmara. Después se enderezó y se
dirigió hacia la terminal. El interior estaba tranquilo, sólo esperaban pocos vuelos, y la mayoría de las
tiendas y puestos estaban cerrados.
Cecilia compró una botella de té helado en una tienda abierta, y se acomodó en una silla al lado de la
ventana. En el exterior, se podía ver una gran extensión de asfalto en su mayoría desierto, sólo
ocasionalmente pasaba un camión a exceso de velocidad, con luces intermitentes, luego de haber hecho su
trabajo alrededor de las áreas de aterrizaje.
Después de un minuto, ella se levantó y se fue a la mesa.

—Disculpe.

El empleado levantó la vista.

—¿Sí, señora?
—¿Este vuelo llega a tiempo?

Una sonrisa

—Sí, señora… diez minutos antes de hecho.

Ceci tomó una bocanada de aire, y luego la soltó.

—Estoy esperando a alguien… ¿podrías decirme si… si está en el avión?

El empleado miró a su alrededor.

—Señora… no estamos realmente…


—Es mi marido.
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La terminal estaba casi vacía.

—Claro… —El empleado miró a su alrededor otra vez. —¿Cuál es su nombre?

Su lengua se sentía entumecida.

—Roberts—. Se las arregló para forzar el sonido a salir. —… Andrew Roberts.

Un traqueteo de pulsaciones de teclas, y el empleado miró el monitor, un reflejo verdoso se veía sus
gafas. Luego sonrió.

—Sí, señora. Él viene allí… Asiento 2A.

Ceci se aferró a la barra, sintió miedo de caer.

—Gracias—. Esperó un momento y luego volvió a su asiento, y se dejó caer en ella, apoyando su cabeza
contra la ventana. Sus ojos se centraron en un lugar, donde la nariz de un avión pronto aparecería.

Lo único que quedaba por hacer ahora era esperar.

***

Sus oídos empezaron zumbar. Andrew apartó la vista de las nubes pasajeras, y miró al frente las
luces de navegación del avión, y tragó, reconociendo que el descenso comenzaba. Efectivamente, pocos
minutos más tarde las luces que indicaban que debían abrocharse los cinturones se encendieron, y notó que
su respiración comenzaba a aumentar.

—Señoras y señores… hemos empezado el descenso en el área de Greater New Haven… estimamos estar
aterrizando en unos quince minutos más o menos… y otros diez minutos para bajar del avión. Por favor,
abróchense los cinturones de seguridad, y disfruten el resto del vuelo.

Veinticinco minutos. Andrew cerró los ojos, y cruzó los brazos sobre su pecho. Todos estos malditos
años, y todo se reduce a veinticinco malditos minutos. Se abrochó el cinturón de seguridad, y trató de
respirar profundamente, cuando sintió que sus entrañas se tensaban, como si estuviera pensando en saltar
del maldito avión antes de que aterrizara.
Pensó que iba a durar para siempre, pero antes de que él se diera cuenta, el fuerte chirrido del tren
llegó hasta él, y miró hacia fuera para ver las luces parpadeantes de la ciudad pasando por las largas alas
del avión.
Un golpe, entonces los motores se invirtieron, dando vueltas a toda velocidad con el fin de dirigir al
gran avión hacia abajo. Andrew se encontró mirando por la ventana, para ver las luces de la terminal y fijar
sus ojos en él.
Durante varios minutos se sintió un leve rebote, y a continuación, el avión giró su nariz hacia las
puertas de bienvenidas de la terminal, seleccionando una, donde figuras oscuras estaban de pie, guiándolo
con las varitas fluorescentes.
Y entonces el avión se detuvo.
Andrew desabrochó el cinturón, y buscó entre sus rodillas, tirando de la bolsa de suave cuero y
poniéndolo en su regazo. Esperó un poco para que su corazón dejara de andar en carreras, pero no lo hizo,

160
así que se puso en pie y se mantuvo en la parte posterior del asiento, esperando a que sus rodillas
sostuvieran sus pasos y no lo enviaran a la alfombra.
Continuó de modo automático, entonces, cuando las puertas del avión se abrieron, permitió la
entrada de una ráfaga de aire húmedo. El camarero le sonrió al verlo pasar, luego dobló la esquina y se
dirigió a las escaleras, los latidos de su corazón eran tan fuertes que ni siquiera podía oír las conversaciones
a su alrededor.
Podía ver la terminal adelante, a través de la puerta.
A pocos pasos de distancia.

***

Ceci se puso de pie, mientras el avión se dirigió a una salida, y extendía la pasarela, llevando a la
nave al final de una puerta. Apretó las manos contra la ventana, y vio el personal del aeropuerto prepararse,
entonces la puerta del avión se abrió. Sólo podía ver una pequeña la luz desde allí, pero sus ojos nunca
dejaron de mirar, primero pasaron cuerpos uniformados.
Entonces, por una fracción de segundo, una figura destello bajo la poca la luz, y su respiración se
detuvo.
Sólo un vistazo.
Sólo un segundo.
Y ella lo sabía.
Sus manos se aferraron a la línea de sillas hasta que se acercó a la entrada, se apoyó en una columna
sólo para enderezarse cuando oyó unos pasos que se acercaban.
Y entonces, él estaba allí.
Llenando la puerta, con una sudadera azul oscuro cubriendo el alto cuerpo y los amplios hombros,
una capucha envolvía una cara llena de cicatrices cuyos ojos se movieron por la habitación, y luego se
encontraron con los suyos.
Ella se paralizó de nuevo. No supo como dio esos últimos pasos, sólo que los ojos nunca dejaron de
mirar los suyos, y sólo se detuvo cuando sus manos se posaron sobre un tibio cuerpo, la vida que había
existido sólo en sus sueños durante siete largos años.
Un jadeo suave del lado izquierdo de sus labios.

—Andy.

Los dulces ojos azules fueron en busca de los de ella y se llenaron de lágrimas.

—Hola, mi señora.

Era demasiado. Sus rodillas se doblaron, y él la sostuvo, quedando ella entre sus abrazos, cuyo tacto
y olores abrumaron todas sus defensas.
Era tan pequeña, teniéndola así. Andrew mantuvo los ojos cerrados, y saboreó la sensación de ella
contra él, sus latidos zumbaban contra su pecho mientras la envolvía en sus brazos y dejaba que su corazón
volviera a casa.
Por fin.
Se dio cuenta, momentos más tarde, que estaban bloqueando el paso, ya que los otros pasajeros
tenían que bordearlos a su alrededor, lo que le pareció que era algo que iba desde los divertido hasta la
molestia. Ceci tenía la cabeza hundida en su pecho, y se aferraba a él como queriendo salvar su vida, su
cuerpo se sacudía por los sollozos, por lo que tomó el camino más corto y simplemente la levantó,
acariciándola mientras se acercaba a una zona aislada que estaba en silencio, y vacía.

161
Luego se sentó, y dejó caer la cabeza hasta que pudo respirar su olor. Sus manos le acariciaron el
pecho a través de la tela y la atrajo más cerca, dejando que sus sentidos derivaran libre al tiempo que él
sentía que se le tensaba el rostro con una expresión extraña, que no practicaba.
Una sonrisa.

***

Kerry estaba en la cocina terminando de poner a hacer un poco de café cuando sonó el teléfono. Ella
se acercó y lo tomó.

—¿Hola?
—Hey, Ker.

Ella parpadeó sorprendida.

—Hey, Angie… ¿Qué pasa?— Había hablado con su hermana durante el fin de semana, por lo que no
esperaba otra llamada tan pronto.

Un suspiro.

—Nada bueno.
—¿Sí?— Kerry se limpió las manos y entró en la sala de estar, que estaba vacío desde que Dar se había ido
al estudio a trabajar en su bandeja de entrada. —¿Te sientes bien? No es el bebé, ¿verdad? —Ella bajó el
volumen del televisor y se sentó en el sofá de dos asientos, echándose hacia atrás y apoyando una pierna en
el otro asiento del sofá.
—No… es acerca de las audiencias.

Oh. Kerry apoyó la cabeza en su puño.

—Sí… yo no tengo ganas de saber de eso.

Hubo una pausa incómoda.

—No. Yo… escucha ¿Ker? Tú eres mi hermana, y te quiero… lo sabes, ¿verdad?

Respiro.

—Si… igual que yo a ti.


—Bien… bueno… papá dijo… él no quiere que nadie hable contigo durante todo este asunto. —Angie
vaciló. —Y Richard quiere que lo apoye. Yo…
—Así que vas a estar de su lado. —Kerry guardó silencio, intentando tragar el nudo de su garganta.
—Kerry, no eres tú la que tiene que vivir con él. —Su hermana suspiró con tristeza. —Es sólo que… tengo
que demostrárselo. No es que lo haga en serio… Tú me conoces mejor que eso.
—Sí, claro.
—Kerry…

Se frotó los ojos. Era demasiado estrés por una noche.

162
—Lo siento, Angie… está bien. Lo entiendo. —Ella exhaló. —Es sólo que tenemos mucho que hacer
aquí… Yo estoy un poco cansada.

Un breve silencio.

—¿Estás bien?
—Si… si… estoy bien… es que acabamos de… um… —Kerry se cambió de lado el teléfono, y le dio unas
palmaditas a Chino, que había saltado a su lado y se recostó sobre ella. —¿Te acuerdas lo que te dije sobre
los padres de Dar?
—Mm… sí… sí, lo recuerdo… es algo muy triste…
—Uh huh… bueno, se volvieron a reunir esta noche.
—¿En serio?— La voz de Angie se animó. —Dios mío, Ker… ¡eso es maravilloso!… ¡Wow! —Un sonido
sordo llegó a través del receptor, y Angie suspiró. —Me tengo que ir… Yo sólo quería advertirte… no lo
tomes contra mi ¿de acuerdo?
—No lo haré.— Kerry respondió en voz baja. —¿Cómo está Mike?
—Papá lo sacó de la escuela… le consiguió un trabajo en su oficina. Yo… él ha estado muy tranquilo
últimamente.
—Dile que le dijo hola, si lo ves, ¿de acuerdo?

Una pausa.

—Está bien—. Angie se aclaró la garganta. —Adiós.

Kerry pulsó el botón y dejó caer el teléfono a su regazo. Ella levantó la vista al escuchar suaves
pisadas provenientes del estudio, y Dar apareció, frotando su revuelto pelo oscuro con los dedos. La mujer
más alta deambuló y se sentó en el respaldo del sofá.

—¿Problema?— Dar miró su expresión.


—Más o menos. —Kerry dejó la cabeza apoyadas contra el fresco cuero, y le acarició la suave piel a
Chino. —Era mi hermana.
—¿Sí?

Los ojos verdes adquirieron un tono casi gris.

—No era más que… me dio una advertencia. Voy… a ser ignorada durante las audiencias. —Kerry se
sorprendió de lo mucho que le dolía. —Incluso por ella.

Dar soltó un bufido de sorpresa, haciendo saltar a Chino.

—Y me gustaba.
—Yo… yo no la culpo, Dar… ella es… Quiero decir, ella tiene que lidiar con ellos todo el tiempo. Yo
no.—Dedos largos acariciaron reconfortantes su nuca y cerró los ojos cansados. —Sin embargo, duele.

El teléfono sonó de nuevo, sorprendiéndolas a ambas, esta vez tomó Dar el receptor de las manos de
Kerry y la contestó.

—¿Hola?
—Hey, Dardar.

163
Su padre parecía exhausto, pero tranquilo. Dar sintió una oleada de alivio.

—Hola.
—El maldito avión lo hizo.— Dijo Andrew con voz áspera.
—Así que se reunieron… estas con mamá ¿no?

Un largo silencio.

—Sí.

Dar asintió a si misma con la cabeza.

—¿Estás bien?— Se encontró enrollando el cordón del teléfono en sus dedos, y miró una ansiosa mirada de
Kerry sobre ella.

Incluso ese silencio fue más largo.

—Estoy bien—. Murmuró finalmente Andrew. —Nosotros vamos a… —Él dejó de hablar durante unos
segundos.

Debe ser el “nosotros”, Dar tensó los labios.

—Me pongo en marcha… yo um… escucha ¿Kerry está allí?


—Claro… está justo aquí.— Dar dio a su amante un desconcertado encogimiento de hombros.
—Bien… solo dile que le doy las gracias. —Murmuró su padre. —Le debo una.

Dar frunció el ceño.

—Bien… Yo se lo diré… escucha, si necesitas algo, me llamas, ¿de acuerdo? —Le dijo. —Gracias por
dejarnos saber que aún estas en una sola pieza.
—Yo no diría eso.— Andrew masculló. —Buenas noches.

Dar colgó el teléfono lentamente, y sonrió a su amante.

—Me dijo que te diera las gracias.


—¿A mí?— Kerry parecía confundida, entonces su expresión cambió. —Oh.
—¿Oh?— Dar extendió su largo cuerpo por la parte trasera del sofá de dos asientos, como un gato de la
jungla.
—Yo… um… hice algunos arreglos para que le sirvieran un poco de helado… Me imaginé que a él no le
gustaría una ensalada de pasta a la vinagreta… es igual a su hija…

Dar sonrió.

—Él dijo que te debía una. —Dar puso una mano sobre el hombro de Kerry. —Gracias… eso fue muy
amable de tu parte, Ker.

Kerry miró hacia abajo, luego hacia arriba, y enderezó los hombros.

164
—Hey… ustedes son la única familia que tengo… tengo que asegurarse de que estén bien cuidados. —Se
las arregló para mantener la compostura hasta que los labios de Dar se tensaron, y levantó una mano para
tocar la mejilla de Kerry. Luego se volvió y apoyó la cabeza contra el pecho de su amante. —Oh… dios,
Dar… Yo ni siquiera puedo hablar con ellos… ¿Por qué esto duele tanto?
—Porque los amas—. Fue la tranquila respuesta, la verdad. —Y tiene que herir la distancia.

Descansaron juntas en silencio, sólo con el suave susurro de la televisión detrás de ellas. A
continuación, Kerry se movió un poco.

—¿Dar?
—¿Mm?
—Creo que entiendo por qué tu padre tenía miedo de ir a casa. —Kerry frotó su pulgar contra los cortos y
finos bellos del brazo de Dar. Sus ojos se levantaron lentamente hasta encontrar la mirada azul posada en
ella. —Es una sensación que te hace sentir muy vulnerable… te da miedo…
—Lo sé.— Dar se inclinó hacia delante y tocó su frente con la de ella. —Pero yo sabía que mi padre iba a
estar bien.

Kerry casi podía saborearla, estaba tan cerca.

—¿En serio?
—Sí… —La voz de Dar se convirtió en un susurro. —Cuando mi madre está cerca de él siente de la misma
manera que siento yo cuando estoy contigo.
—Oh.— Kerry se encontró sonriendo y el dolor que sentía sus entrañas se alivió. Ella cerró los ojos cuando
Dar inclinó la cabeza y se besaron.

Supongo que está bien, entonces.

***

Hubo un leve rumor de un trueno que se escuchó sobre el aeropuerto, continuamente suaves
resplandores iluminaban el austero paisaje. Andrew cambió de mano su bolso de viaje y parpadeó,
sintiéndose inseguro y torpe, no estaba realmente convencido de qué hacía allí y qué estaba sucediendo.
Una mano se deslizó en la suya, cálida e inesperada, y se enroscó en torno a sus dedos en un fuerte
apretón.

—De esta manera—. Ceci murmuró, ella lo llevó hacia el coche.


—Muy bien—. Andrew redujo la velocidad de sus pasos para que coincidieran con los de ella y trató de
concentrarse en la sensación de su mano en la suya.

Ella abrió las puertas a distancia, y con vacilación lo soltó antes de caminar hacia el lado del
conductor y subirse. Ceci se sentó en su lugar y cerró la puerta, luego se detuvo y volvió la cabeza. Sintió
como cerraba los ojos, luego los abría, los cerraba, para volver a abrirlos a continuación… sólo para
demostrarse a sí misma que no era un sueño. Volvió a mirar en silencio, la luz de la lámpara que enviaba
destellos de luz que se reflejaban en los ojos claros.

—Yo no estoy… realmente segura de poder manejar.

Miró hacia abajo, luego hacia arriba.

165
—Dormí en lugares peores—. La voz era más ronca de lo que recordaba, pero aún así pudo notar el débil
tono de la irónica. Las cicatrices eran vívidas y crueles… pero no pudieron eliminar la resistente nobleza
que formaba parte de él como el acento, su fuerza y su carácter.

Y sus ojos no habían cambiado en absoluto. Ceci se acercó y le tocó suavemente la mandíbula,
pasando los dedos por un lado de su cara mientras él permanecía inmóvil en la oscuridad, dejando caer sus
pestañas para cubrirse los ojos. Su mano tocó el aún pelo oscuro, ligeramente plateado y tiró un poco de un
mechón.

—Tengo que hacerte un buen corte de pelo.

Los ojos se abrieron, y a su alma se asomó su timidez, el miedo al rechazo era tan evidente para ella
que hizo que las lágrimas brotan de sus ojos una vez más. Tenía la mandíbula tensa y ella la cubrió, todas
las cosas acumuladas que necesitan ser dichas y dejaron al silencio actuar.
A lo mejor no era necesario decirlas. Tal vez él sabía… como siempre le había parecido a ella. Su
cuerpo se relajó un poco, y exhaló calentando su brazo y poniendo su piel carne de gallina.

—¿Quieres que conduzca?

Los recuerdos enterrados se agitaron.

—¿Has mejorado en eso?— Ceci le preguntó, con tímido humor.


—No—. Admitió Andrew.
—Creo que será mejor que nos pongamos manos a la obra entonces.

Ella respiró hondo y luego se enderezó, y arrancó el coche, encendió los limpiaparabrisas para evitar
la lluvia que recién iniciaba. La luz cambió a verde complaciente cuando ella salió y entró en la carretera,
descansando su brazo en la consola central mientras miraba la carretera.
Después de un momento, los dedos se enredaron en los suyos, y el mundo pareció flotar
pacíficamente, encerrándolos en una burbuja de eterna maravilla.

***

Andrew se sentó tranquilamente en el sofá, sólo su cabeza parecía girar sobre un eje de idas y
vueltas, tras recorrer dolorosamente el apartamento. Su hija estaba en lo cierto. Dejó salir su respiración
lentamente, mientras pasaba los dedos sobre la tela de color avena que cubría el sofá. El lugar parecía un
maldito hospital, sólo las sillas se veían medio agradables para sentarse.
Sus ojos se alzaron hacia el cuadro de la pared, cuya forma él reconocía como un trabajo de Ceci,
una que nunca había visto antes. Al parecer intentaba añadir color a la habitación, pero ante su astuta
mirada, los tonos sombríos y líneas tristes le dibujaban una escena totalmente diferente.
Bueno. Deseaba que esa parte hubiera terminado. Esta fue la vez que ambos anduvieron a caballos
hasta su verdad, y tal vez un poco más allá de ella, o tal vez no. Andrew se quedó mirando la pared
opuesta. Ya había llegado más lejos de lo que se había permitido a sí mismo soñar y ahora…
Ahora estaba en aguas desconocidas, sin chaleco salvavidas y las aletas le impedían moverse.

—Aquí—. Cecilia venia desde la cocina, y ahora ella le entregaba una taza. —Parece que podrías utilizar
esta.— Se sentó junto a él con su propia taza y la acunó en ambas manos, sorbiendo su contenido en el
silencio.

166
Andrew probó el líquido. El café, parecía tener una tonelada de azúcar. Tuvo que hacer una pausa
antes de volver a tomar un poco, para que la tensión de su garganta se relajara.

—Nadie jamás lo hizo como tú.— Él la miró, viendo sus manos apretar la taza que sostenía. —Cec…
—Sabe que… —Cecilia lo interrumpió con voz baja. —Parte de mí quiere saber… lo que pasó… donde
has estado…

Bajó la mirada.

—Pero hay otra parte de mí que no… Esa parte de mí sólo quiere sentarse aquí… y mirarte… y tocarte…
y… — Tuvo que parar y respirar. —Y de alguna manera de hacerme creer que estés aquí… — Su voz se
quebró. —Y que no tiene que doler más.

De alguna manera, consiguió tomar su taza y ponerla sobre la mesa antes que se derramara, entonces
capturó sus manos.
Aún así, permaneció en silencio.
¿Qué podía decir?
Ceci se tomó un momento y luego se mordió el labio tembloroso.

—Después de que vinieron y me dijeron… —Hizo una pausa y tragó saliva. —Yo no sabía qué hacer…
me sentí como si estuviera rompiéndome en mil pedazos… todo lo que hice… todo lo que vi… —Sus ojos
se cerraron. —Fue como poner mi corazón en pedazos de vidrio. —Las lágrimas empezaron a correr por su
cara de nuevo, y Andrew se acercó, deslizando un brazo a su alrededor para darle apoyo.

Ella contuvo la respiración.

—Finalmente me di cuenta… que la única manera que había para sobrevivir era… —Miró a su alrededor
en silencio.
—¿Deshacerte de los recuerdo?— Andrew propuso.
—No… —Se limpió las lágrimas. —Sólo ocultarlo—. Un suspiro. —Quité todo lo que había conocido
antes… solo… bloquee esa parte de mí.
—¿Incluso a Dar?

Los ojos grises mostraron tristeza.

—Sobre todo Dar—. Ceci susurró. —Andy… lo siento… Sé que me equivoqué al hacer eso… sé… lo
mucho que tiene que haberle dolido. —Ella le acarició la cabeza. —Me duele saber cómo te sientes por
haber hecho eso… Yo sabía cómo se sentía ella. —Un grito de asombro. —Yo no tenía otra opción… no
podía soportar el dolor… y era la única… manera.

Andrew tiró suavemente de su cabeza y la puso contra su pecho, acariciando el pelo rubio plateado
con doloroso silencio.

—Ceci… lo siento. —Finalmente dijo con voz áspera. —Hubiera preferido arrancar mis entrañas antes de
hacerte esto a ti…

Ella se acurrucó contra él.

—¿Entonces por qué lo hiciste?— Ceci le susurró.


167
Andrew cerró los ojos.

—Esa cosa a la que tuve que ir… no era lo que se pensaba que era… no era lo que todo el mundo sabía—.
Él respiró profundamente —Era un lugar… había un pelotón de veintidós hombres atrapados allí… no
había encontrado el camino de regreso… el equipo donde yo estaba, era el único que podía conseguirlo.

Ceci levantó la cabeza y lo miró. Su rostro se tensó con el dolor.

—Veintidós, Ceci… —Su voz sonó impotente. —Vinieron a mí, y yo… cambié esas veintidós almas por la
mía. —Se detuvo un largo rato. —Y lo hice… excepto que los atraparon al salir… y alguien tenía que
hacer algo.

Parpadeó, y surgieron errantes lágrimas.

—Y yo pensé… —El tonó de voz bajó. —No había nada por lo que volver.

Cecilia se quedó inmóvil.

—Así que me quedé.

Un suave gemido.

—Y… trataron de convencerme, tenia la obligación de cuidarte y ser un hombre… y no lo hice. —La cara
de Andy hizo una mueca. —Me maldigo por no haberme esforzarse más. —Una pausa. —Cinco malditos
años… durante los combates lo único que me mantuvo medio cuerdo fue pensar en ti. —Con un tono más
suave. —Las cosas eran diferentes. —Un susurro. —Todo era confuso.

Un estremecimiento.

—Andy… lo siento… no quise decir lo que dije.


—Sí. Yo tampoco—. Suspiró. —De todos modos… Supongo que fui demasiado testarudo hasta el final…
un día todo estuvo bien y lo siguiente que supe es que estaba en un barco camino a casa. —Un incómodo
silencio. —Me remendaron… lo mejor que pudieron…

Ella levantó la cabeza y lo miró a los ojos.

—Te dije que no estaría allí si volvías.

Él asintió en silencio.

—Me creíste.

Vacilante, parpadeó.

—¿No tuviste las agallas para averiguarlo de todas formas?—. Se detuvo y cerró los ojos.
—No quise saber si te habías ido.
—Yo… trataba de conseguir que te quedaras. —Ceci susurró. —Yo hubiera esperado toda mi vida por ti—
. Hundió la cara en su sudadera. —Te he echado mucho de menos.
168
Andrew dejó descansar la barbilla contra su suave pelo.

—Lo mismo digo.

Ambos estuvieron en silencio durante un rato, mientras la tensión se aflojaba y se aclaraba el aire.

—¿Andy?— Cecilia murmuró, de un poco después.


—¿Mm?
—Estoy muy cansada… Esto duele. —Hablaba lentamente. —Y ya no se puede cambiar lo que pasó.
—No.
—¿Podemos empezar de nuevo? —Miró su rostro con atención. —¿Por favor?

Su cabeza se inclinó ligeramente cómo cuando el meditaba, en los intensos ojos azules de bebé
apareció su seriedad característica.

—Eso me gustaría. —Dijo finalmente, entrelazando sus dedos en los suyos. —Hagámoslo.

Entonces Ceci se sintió entumecida, y un poco de náuseas por el estrés, y le dolía la cabeza.
Era maravilloso. Pero estaba totalmente exhausta, y sospechaba que Andy probablemente también lo
estaba.

—No creo que puedo recordar la última vez que me quedé hasta tan tarde. —Ella murmuró, mirando el
reloj en la repisa de la chimenea.

Andrew la miraba con seriedad.

—¿Por qué no te vas a acostar? —Él le indicó el dormitorio con la cabeza. —Yo estaré bien aquí… yo…
um… —Se detuvo con torpeza. —Adelante.

Tal vez era lo mejor. Ceci pensó. Tenían tiempo… y se necesitaría mucho tiempo para reajustarse
a… todo. El uno al otro. Andy tenía razón en no adelantar las cosas.
Ella no se movió.
Se miraron, y de repente, tímidas sonrisas aparecieron en los rostros de ambos.

—¿Sabes una cosa, Andy?


—¿Qué?
—Siete años es tiempo suficiente para dormir solos… ven a hacerme compañía—. Ella le apretó la mano
que seguía enredado con la suya. —O voy a estar asomándome toda la noche para ver si todavía estás aquí.

Sus labios temblaban.

—Está bien—. Andy arrastró las palabras en voz baja. —Espero que no me mueva demasiado toda la
noche.

Cecilia se levantó, y con mucho cuidado tiró de él.

—Estoy tan cansada que podrías hacer ejercicios de calistenia y, probablemente, no me molestaría.

169
—No es cierto. —Murmuró, cuando se puso de pie, levantó el bolso que Kerry le había conseguido, entró
después de Ceci en el dormitorio. Puso el bolso en el suelo y miró dentro. —Supongo que la chica de ojos
verdes recordó meter algunos pijamas—. Miró a su alrededor, en la sala casi dolorosamente ordenada con
austeridad y la cama cuidadosamente ordenada.

Ceci ladeó la cabeza.

—¿Eso es tuyo?
—No tenía tiempo para empacar—. Andrew abrió el bolso y la tiró de la cremallera, hurgó en el interior
con curiosidad. —Señor—. Sacó un par de pantalones de pijama de color azul pálido con un patrón de un
azul más oscuro.
—¿Qué… son…? oh. —Ceci ahogó una risa. —Son los sellos.— Tocó el tejido, que, en efecto, tenían
pequeños sellos de color azul oscuro en él. —¿Será Dar amiga de Kerry?

Él frunció un poco el ceño.

—Sí… tengo que decir que tiene un poco de sentido del humor. —Siguió buscando y encontró un pequeño
kit de afeitar, y otros artículos de baño, una toalla, varias camisetas bien dobladas, y dos pares de
pantalones vaqueros.

Y la ropa interior. Andrew sintió que sus cejas se levantaban mientras sacaba un par de calzoncillos
de seda de color vinotinto.

—Jesúcristo.

Ceci se puso una mano la boca, cuando un estallido de risa histérica amenazó con escapar.

—Bueno… ella tiene buen gusto.

Andrew murmuró algo entre dientes y sacó el pijama, luego se volvió hacia el cuarto de baño,
parando cuando una mano le tocó el brazo.

—¿Sí?
—¿Desde cuándo eres tímido? —Ceci le tiró de la camiseta.

La poca luz en el dormitorio volvió sus pálidos ojos de un gris tenue. Él la miró durantes varios
latidos del corazón.

—Tengo marcas en mí… no es muy agradable a la vista. —Andrew le dijo con sinceridad.
—Y el punto sería… ¿Cuál… exactamente? —preguntó Cecilia.

Se quedó en silencio, y luego le entregó el pijama y se quitó la camiseta, doblándola con automática
precisión y la metió en el bolso.
Cecilia se mordió el interior del labio, pero no hizo ningún comentario, miró con dolor las marcas de
quemaduras y cicatrices que cubrían su pecho. Una lágrima corrió irregular desde su hombro hasta la
cadera, podía ver las marcas recientes de las suturas de las cicatrices. Ella le entregó la camisa del pijama,
entonces pasó un dedo por encima de sus costillas.

170
No hizo ningún comentario mientras se puso la camisa, y terminó de cambiarse, para terminar cara a
cara con ella frente a la cama. Se tomaron de las manos y tiraron de las mantas en un cómodo silencio,
entonces se metieron debajo de ellas.
Ceci estaba acurrucada a su lado, mirando el fuerte perfil bajo la débil luz de la ventana, estaba
demasiado cansada incluso para llorar. Habría un mañana para eso, y un día más, y el día después… hasta
que su mente volviera a ésta realidad nueva y maravillosa, y la sensación de vacío que había sentido
durante tanto tiempo se hizo un recuerdo lejano ante la alegría que ahora sentía.
Cerró los ojos, los abrió después de un momento, para verlo mirándola. Ella le apretó la mano y
sonrió, e incluso en la oscuridad, vio como él le devolvió la sonrisa. Ceci volvió a cerrar los ojos y los dejó
cerrados, encontrándose en la poco familiar posición de mirar hacia el mañana.

***

—Yo no te traje mala suerte. —Kerry llevó el frasco de medicina al salón que se iluminaba con las
primeras luces del amanecer. —Así que no me eches la culpa. —Se sentó en el sofá junto a la
malhumorada y miserable figura que se sostenía su cabeza entre las manos. —No quiero verte enferma
Dar.

Un suspiro.

—Lo sé. —Dar tragó, tratando de contener su estómago rebelde que la había mantenido despierta toda la
noche, en episodios de espasmos nauseabundos. —Dios, no me gusta estar enferma.
—Bueno… no creo que mucha gente lo disfrute—. Kerry vertió en una cucharada la medicina y la sostuvo
en alto. —Vamos…

Dar le dirigió una patética mirada, luego hizo una mueca y aceptó, tragó haciendo una mueca.

—Jesús.

Kerry se acercó y apartó el pelo oscuro y revuelto de los ojos de su amante, entonces le tocó la
frente.

—No creo que tengas fiebre… es probable que sea sólo un malestar. —Se había despertado y había visto a
Dar miserablemente acurrucada en el cuarto de baño, y trató de encontrar la manera de hacer que la pobre
estuviera más cómoda. —Definitivamente vas a quedarte en casa hoy.
—Vamos… sabes que no puedo hacer eso. —Dar murmuró.
—¡Dar! Claro que puedes. —Protestó Kerry. —No seas tonta… no estás en condiciones de ir a trabajar…
así que olvídalo. —Le cubrió la espalda con una toalla. —Así que ponte cómoda con Chino, y ven los
dibujos animados, ¿de acuerdo?

Dar lo consideró brevemente tratando de no hacer caso a la sugerencia, entonces luego contuvo el
aliento mientras otro espasmo la golpeaba. Bueno, ella siempre podía ir y vomitar encima de Ankow. Eso
podría ser satisfactorio, al menos por el momento, pero sabía que Kerry tenía razón.

—Vas a tener que asistir a la reunión de Marketing por mí.


—Ew—. Kerry hizo una mueca. —¿Puedo llamar y decir que también estoy enferma? Prefiero quedarme
aquí y ver el Fantasma del Espacio, y cuidar de ti.

Dar la miró.
171
Kerry suspiró.

—Está bien… está bien… era sólo una idea.


—Aprecio la idea. —Los ojos azules la miraron a la cara, y al instante apareció una sonrisa. —No te
quedes demasiado tarde, ¿eh?

Eso era mucho mejor. Kerry sonrió.

—Voy a ver si puedo salir de allí después de la reunión… no tengo nada programado. —Se levantó y tiró
de su camisa, y luego entró en el dormitorio, y abrió un cajón, buscó una suave y esponjosa manta azul y la
llevó con ella. —Aquí—. Ella puso la manta alrededor de su amiga enferma. —Mantén el teléfono contigo,
¿de acuerdo?

Dar exhaló, a continuación, se dio por vencida y se acurrucó en el sofá estirando las rodillas para
aliviar los calambres que sentía en sus entrañas.

—Está bien—. Ella levantó la vista para ver Kerry mirándola, evidentemente emocionada. —¿Qué?

Kerry frunció el ceño con tristeza.

—Odio que estés enferma tanto como tú. —Murmuró. —Me siento mal por tener que irme.

El cuero se sentía fresco bajo su piel, Dar apoyó la cabeza en el reposabrazos del sofá.

—Todo estará bien. —Se sentía absurdamente contenta por la reacción de su amiga. —Vamos… ve a
golpear el tráfico.
—Mmph—. La mujer rubia todavía no estaba satisfecha. —Chino, te toca cuidar de mamá Dar, ¿de
acuerdo?

El cachorro estaba acurrucado a los pies de Dar, con la cabeza apoyada en un pie descalzo, y
parpadeó ante las palabras de Kerry.

—Llámame si necesitas algo.


—Claro—. Dar estuvo de acuerdo, mordiéndose la parte interior del labio.

De mala gana, Kerry tomó las llaves y el maletín y se marchó, no sin mirar hacia atrás varias veces
con preocupación. Cerró la puerta y se dirigió escaleras abajo, sorprendiéndose por lo mucho que tuvo que
obligarse a no darse la vuelta y regresar.

—Jesús, Kerry… ¿Te puedes relajar? Ella sólo recibió un virus estomacal… calmarte ya.

Se metió en el Mustang y lo encendió, luego se inclinó sobre el volante y miró hacia el condominio.
Sus dedos golpearon el volante, luego suspiró y puso el coche en marcha y salió del estacionamiento,
dirigiéndose hacia el ferry marcó un número en su teléfono celular.

—Buenos días, Oficina de Dar Robert.


—Buenos días, María—. Kerry sonrió al darse cuenta de que inconscientemente había modelado al tono de
Dar.
—Sí… Buenos días, Kerrisita… ¿cómo estás?
172
—Bien… —Kerry miró por el espejo retrovisor. —Estoy bien, pero… Dar no irá hoy.

La voz de María de inmediato adquirió un tono de preocupación.

—¿Qué tiene? ¿Ella no se siente bien?


—No. Tiene algún tipo de dolor de estómago—. Kerry suspiró. —Estuvo toda la noche levantada… de
todos modos, tengo que estar en una reunión esta tarde… ¿podría llamar a Eleanor y ver la posibilidad de
mover la reunión de esta mañana? —Ella sabía que María tendría una mejor oportunidad de hacerlo, que la
reciente contratada Mayte.
—Si… si… —María estaba escribiendo algo. —Voy a hacer eso… ¿Hay algo que Dar necesite?

¿Una niñera? Kerry se tragó el comentario.

—No. Sólo tiene que descansar… Estoy segura que estará bien pronto. —Era cierto, conociendo a Dar. —
Por lo menos eso espero. —Añadió, preguntándose si había suficiente cantidad de medicamentos en la
casa. ¿Debería tener algo de Dramamine? ¿Qué hay de…?
—¿Kerrisita?
—Oh… lo siento… ¿me dijiste lago? —Kerry se metió en el ferry con cuidado, poniendo el Mustang en el
parque para el corto viaje a la península.
—Te estaba diciendo que conduzcas con cuidado… hay un tráfico terrible esta mañana.
—Gracias… nos vemos en unos minutos. —Colgó el teléfono y se mordisqueó una uña. —Ahora… ¿qué
se toma para un malestar estomacal?… Pepto… Kaopectate… Dramamine… cola caliente… —Marcó otro
número, y esperó a que se respondieran. —Hola… sí, es Kerry Stuart… ah, hola, señora Eveans… sí…
escuche, ¿Puede enviar algunas cosas al apartamento? —Pasó unos minutos indicando la compra, y luego
colgó. —Está bien… me siento un poco mejor ahora. —Ella tamborileó con los dedos de nuevo. —Me
pregunto si la tienda de la marina dispone de esas bandas mareo… tal vez ayudaría… —escuchó los tonos
sonar por encima del rugido de los motores del ferry.

***

Kerry entró en el aparcamiento, y se mantuvo sentada por un momento, apoyado en el volante


tratando de recuperar la compostura.

—Jesús… que cerca estuvo. —Murmuró, quitando de su mente al conductor que se dirigió hacia ella desde
el lado equivocado de la calle, a quien apenas pudo evitar chocar. Se levantó y cogió su maletín, y luego se
alisó la chaqueta con un movimiento automático y se dirigió hacia el edificio.
—Buenos días, Sra. Stuart—. El guardia saludó alegremente.
—Buenos días—. Kerry respondió, reprimiendo una suave maldición cuando vio quien se dirigía hacia ella
desde el otro lado del vestíbulo. —Una vez más… tal vez no. —Ella puso una mirada neutral en su rostro
cuando David Ankow se unió a ella.
—Bueno… es madrugadora usted ¿no? —Le preguntó con suavidad.
—Es el mejor momento del día para hacer las cosas. —Kerry respondió, cambiando de mano su maletín.—
Antes de que aparezcan todas las distracciones… quiero decir. —No estaba seguro de que era un insulto,
Kerry lo sabía, pero él lo sospechaba. Ella lo miro inquisitivamente por si acaso. —¿Puedo hacer algo por
usted?
—Sólo quería estar cerca de usted… ya sabe para tener una idea de qué es lo que hacen. —Ankow le
sonrió amablemente. —¿Dónde está su perra compañera de cuarto?

Kerry empezó a caminar hacia el ascensor.


173
—Oh… probablemente tumbada en la alfombra… masticando galletas. —Respondió. —O tal vez
persiguiendo moscas… a ella le gusta hacer eso. —Entró en el ascensor y luego se volvió y esperó a que se
uniera a ella, la expresión de su cara no tenía precio. —¿Qué pasa?

Ankow pasó junto a ella y la miró con recelo.

—Le gusta hacer bromas ¿eh?

Inocentes ojos verdes se ampliaron cuando las puertas se cerraron.

—¿Broma? —Kerry le preguntó, desconcertada. —Usted me preguntó dónde estaba mi perra… ¿no? —
Apretó el botón para el decimoquinto piso. —Supongo que vio su foto en mi escritorio… Ella es linda,
¿no?
—Adorable—. Ankow respondió, tocándose ligeramente la nariz.

El resto del viaje transcurrió en silencio, hasta que las puertas se abrieron y salieron, Kerry se volvió
a propósito a la derecha y se dirigió hacia su oficina. Mayte ya estaba allí, siguiendo el horario de su madre
y saludó de Kerry.

—Buenos días, Mayte… —Los ojos de las chicas se encontraron, y luego Mayte miró a Ankow, y rodó un
poco los ojos.
—Buenos días, Sra. Kerry… iba a bajar por un poco de café… ¿quieres uno? —Mayte se puso de pie y
alisó el sencillo, pero bien cortado, traje azul oscuro. Ella era una chica alta, delgada con el pelo oscuro, de
ojos y cara bonita.
—Me encantaría—. Kerry abrió la puerta de la oficina. —¿Quiere usted?— Ella preguntó, mirando a
Ankow.
—No, gracias. —Él murmuró, rozándola al entrar. —Me gustaría vivir más de cuarenta años, gracias.

Mayte le sacó la lengua a sus espaldas, e hizo un gesto, y luego se fue, dejando a Kerry con los
bordes de su paciencia bastante triturados y entró en su oficina. Sabía que debía haberse quedado en casa.
Suspiró para sus adentros.
Ankow estaba de pie cerca de la ventana, mirando a través de ella el agua iluminada por el sol.
Kerry no le hizo caso y se sentó en su escritorio, encendió su PC y tomando las carpetas que estaban en su
bandeja. Un suave zumbido del interfono le avisó que había una llamada, y levantó el auricular de su
teléfono en lugar de usar el altavoz.

—¿Hola?
—Ah… Kerrisita—. La voz de María se filtró a través del teléfono. —La reunión fue movida para las diez,
si eso está bien.
—Perfecto—. Kerry se sintió aliviada.
—También reprogramé la llamada en conferencia con el grupo del extranjero… Espero que no te importe.
Iba a ser a las cuatro, y pensé que podría tener algo que hacer a continuación.

Kerry reprimió una sonrisa.

—Gracias, María… realmente aprecio eso—. Ella era consciente de la silenciosa presencia a sus
espaldas.—¿Hay algo en los tablones de esta mañana?
—No hay nada, no.
174
—Está bien… quiero saber si surge algo de arriba… tengo un montón de cosas en mi bandeja. —Kerry
colgó el teléfono y abrió la carpeta, estudiando los informes que se ejecutaban una hora antes de su
llegada.—Señor Ankow… puede sentarse si lo desea. —Revisó los recuentos de uso, y sacó un rotulador,
marcando varios picos que habían corrido los sistemas principales casi a su capacidad. —Wow.

Ankow se acercó a mirar por encima de su hombro de una manera realmente molesta.

—¿Qué es eso?

Kerry marcó un número.

—Los informes de utilización—. Ella respondió distraídamente, mientras hacía una llamada. —¿Mark?
—¿Quién más?
—¿Has visto el informe de U esta mañana?
—¿El que me hizo poner en los analizadores tres grandes tuberías? ¿Ese?
—Quiero saber lo que se encuentres… Apuesto a que tengo un buzón lleno de quejas por la
desaceleración—. Kerry suspiró mientras hace clic en su correo electrónico, lo vio relleno con signos de
exclamación. —Oh, sí.
—Lo haré. —Mark colgó el teléfono, y Kerry volvió a estudiar el informe, luego inclinó la cabeza cuando
vio algo.
—Hijo de… —Pasó a través de otras páginas, y luego se fue a su PC, abrió una sesión y solicitó
información a la base de datos. Se echó hacia atrás de su escritorio y se levantó, casi chocando contra
Ankow. —Disculpe.
—¿Qué estás haciendo?
—Solucionando un problema. Es por lo que me pagan—. Kerry lo miró. —Usted puede ir y sentarse, o
puede estar parado junto a la ventana, pero tengo que hacer mi trabajo.

Él se movió, pero sólo lo suficiente como para sentarse en el borde de su escritorio.

—No te gusta ser observada, ¿eh?


—No me gusta ser observada, no—. Kerry sacó su informe de una carpeta acordeón y lo escaneo, luego
volteó la página del centro y siguió una línea en la parte inferior de la misma. —Lo sabía. —Volvió a
llamar a Mark. —¿Mark?
—Hey… necesito una hora o así, Kerry.
—No te molestes… echa un vistazo a la solicitud de empleo de Houston… está enterrado en tres capas de
subrutinas.
—¿Huh?— El sonido de rápidas pulsaciones de teclas llegó a través del intercomunicador. — ¿Qué diablos
es eso?

Kerry se sentó y cruzó los brazos.

—No sé… pero si tuviera que dar una opinión… Yo diría que parece que alguien estuvo descargando el
sistema. —Sus ojos verdes se encontraron con la cara de Ankow. —¿Por qué no llamas a Brion arriba en
CLIPC y ves quién hizo la solicitud… y luego desconéctalos.
—Maldito hijo de puta…
—Y dile a CLIPC… que quiero un filtro en Houston… no va a conseguir mas solicitudes sin mi
autorización personal.
—A ellos les van a dar un ataque.

175
—Déjalos—. Kerry respondió. —Será un solo camino, sin embargo… no quiero que Mariana tenga
problemas con la transmisión de los archivos de nómina más tarde.
—Lo hiciste… dame unos minutos, y voy a tener el control del lugar… bien hecho, Kerry… He tenido que
esperar media mañana para el análisis de IP.
—No hay problema. —Kerry presionó el botón y esperó, miró a su visitante no deseado. —Cuando lo
averigüe voy a presentar una protesta formal. —Ella le informó. —Por poner en peligro deliberada y
maliciosamente las operaciones comerciales en curso… con impacto en muchos clientes.
—¿En serio? Interesante. —Ankow no mordió el anzuelo. En su lugar, sin embargo, se puso a mirar la
pared, estudiando sus certificaciones de brazos cruzados.

Kerry dejó escapar un suspiro de frustración, pero en silencio, luego se volvió su atención a su
bandeja de entrada.

—Si usted quiere sentarse, sólo voy a estar por aquí limpiando éste lío. —Abrió un mensaje en blanco, y
comenzó a escribir una respuesta estándar para las quejas.

Iba a ser una mañana muy larga.

***

Cecilia retuvo el sueño tanto tiempo como pudo. Fue uno que había tenido infinidad de veces en los
últimos años… los recuerdos que sabía escondían su mente en esquinas y grietas y salían cuando ella no
tenía control sobre las cosas.
Y el despertar fue el peor, porque todavía podía, en la mitad de su sueño, sentir el calor cercano, y
respirar el olor de él, que se desvanecían a medida que se despertaba, se debilitaron lentamente hasta que
ella abrió los ojos.
Para nada. Sólo había un espacio vacío en la cama junto a ella, y la luz del sol entraba por la
ventana, en silencio y fuerte.
A regañadientes, dejó que el mundo volviera a su lugar.
Pero esta vez… Esta mañana… el sueño se negó abandonarla, y mantuvo el sentido de tener el
control, hasta que su mente confusa, aún empañada por el sueño, la obligó a abrir sus ojos y encontrar una
habitación llena de sus sueños.
De pronto, la realidad la golpeó, y se exhaló de pura alegría.
Era tarde, mucho más tarde de lo que solía dormir, pero teniendo en cuenta cómo se despertó, no
podía culparse a sí misma. Tímidamente pudieron estar juntos, pero después de treinta años de
matrimonio… sus cuerpos habían esperado más que sus cerebros para dejarse dominar por el sueño, y
luego se abrazaron el uno al otro con cálida familiaridad.
Extraño. Ella había olvidado, de todas las cosas, lo grande que era Andrew. Él le rodeó sus largos
brazos y piernas, y ella se encontró durmiendo con la cabeza apoyada en su hombro y un brazo ceñido
alrededor de él. Era una sensación agradable, algo que siempre había disfrutado, viendo su pecho moverse
bajo el brazo al respirar.
Estaba más delgado de lo que recordaba, pero no perdía la solidez de sus anchos hombros, y de los
brazos que la envolvieron. Su rostro mostraba signos terribles de dolor, sin embargo, aparte de las
cicatrices que sus ojos apenas veían ahora, no había arrugas alrededor de los ojos y su boca dibujó una
mueca de dolor al imaginar la agonía prolongada que les había causado.
Andy nunca había sido atractivo… Ceci contempló el rostro fuerte y resistente. Simplemente lleno
de carácter y fuerza, y una fuerte personalidad que la había atraído desde el momento mismo en que lo
había visto.

176
Y aún así lo hizo. Ceci suspiró en silencio, sorprendida cuando un ojo muy azul apareció y se centró
en ella.

—Hola marinero. —Ella susurró, observando la mirada de asombro que se dibujo en la cara de su marido.

Sus cejas se movieron, luego se relajaron de nuevo.

—Hola, mi señora. —Él arrastró las palabras, en respuesta, evidentemente con la decisión de prescindir de
la torpe timidez de la noche anterior.
—¿Crees que se robaron las cubiertas?

Andy hizo una mueca.

—Es una maldita cama pequeña.

Ella sonrió.

—Eres un chico malo. —Ella le dio unas palmaditas en el costado. —Y un muy, muy, muy buenos días.
—Lo mismo digo. —La abrazó un poco. —¿Todavía tengo que levantarme con las campanas de otros?
—No.
—Era lo que pensaba.

Ceci cerró los ojos y dejó a su corazón flotar de felicidad, perezoso.


Tenían un montón de tiempo.

***

Dar estaba acurrucada como una pelota increíblemente pequeña para alguien de su tamaño. Tenía los
ojos cerrados y la cabeza apoyada en el reposabrazos del sofá, sintiéndose increíblemente miserable. En
lugar de mejorar, las náuseas y los calambres habían empeorado, y finalmente había recurrido a mantener
un envase al lado del sofá, en caso de que no pudiera controlar las arcadas.
Hasta ahora, todo lo que le había sentido era un dolor de cabeza y el cuerpo muy adolorido. La
televisión se escuchaba suavemente en el fondo, pero se concentraba en hacer respiraciones cortas y
superficiales, deseando estar muerta.
Chino estaba tumbado en el sofá junto a ella, inusualmente tranquilo para el cachorro revoltoso que
era, como si ella supiera que su amiga no se sentía bien. De vez en cuando, ella levantaba la cabeza y la
acariciaba con la mano, luego puso su cabeza hacia abajo, y suspiro.
Un suave golpe en la puerta, y Dar se quejó. Otro golpe, y luego una voz familiar.

—¿Sra. Roberts?

Oh, Dios. Dar se estiró un poco, lo suficiente como para darle espacio a su diafragma de ampliarse y
contuvo el aliento.

—Entra, Clemente.

La puerta se abrió, y el gerente de servicios a residentes asomó la cabeza por la puerta.

—¡Oh Dios mío! no se siente bien, ya lo veo.


177
Dar lo miró.

—Me limitaré a dejar estas cosas. —Clemente tenía una bolsa, y la puso sobre la mesa de café. —Voy a
sacar las cosas por usted… ¿se trata de un virus estomacal?
—Sí—. Dar levantó la cabeza un poco. —¿Qué es eso?

Con seriedad Clemente se arrodillo y empezó a desempacar.

—Farmacería… tenemos medicinas para el estómago, y para las náuseas, y algunas coca cola… tengo un
poco de caldo aquí, lo llevo a la cocina por usted, ¿verdad?

Ella parpadeó.

—Eh… que… que… qu… Clemente… ¿de dónde salió todo esto?

Clemente se detuvo, perplejo.

—La Sra. Kerry llamó al mercado por usted… ¿no lo sabías?

Ah. Por supuesto. Que estúpida soy.

—Bien… bien… muy bien. Déjalo… Estoy segura de que algo de eso me va a ayudar. —Sintió como una
sonrisa cansada aparecía con cada cosa que salía de la bolsa, acumulándose en la superficie de vidrio. —
Sabe lo que hace, ¿eh? —Un halago afectuoso hacia su amante.

Clemente alzó la vista.

—Sí, señora, seguro que con toda seguridad. —El gerente de servicios a residentes al terminar de sacar
todo, se puso de pie y se sacudió los pantalones. —Espero que se sienta mejor… nos llama, si hay algo más
que pueda usted necesitar, ¿De cuerdo?
—Un arpón.
—¿Perdón?
—No importa… gracias, Clemente.

Dar lo vio salir, y luego volvió la cabeza y estudió la mesa. Su cuerpo se escogió en ese momento
para evitar una arcada, sin embargo, se agarró al brazo del sofá, inclinándose y aforrándose hasta que el
espasmo pasó. Un pequeño gemido se le escapó.

—Compensa todas las veces que no me he enfermado, Chino… y la única vez que lo hago… ¡Madre mía!

Chino se quejó.
Dar tendió una mano y empujó las nuevas adquisiciones.

—El problema con todo esto es… que tengo que ponerlo en el interior, y no se queda allí mucho
tiempo…—Entonces se dio cuenta de un pequeño paquete. —Hmm… —Levantó las bandas de mareo y
los miró reflexivamente. —Ellos no lo hacen… no pueden hacer daño. —Se puso las bandas de tela y se
las ajusto en el centro de sus muñecas, y luego tiró de ellas colocándola más cómodamente a su alrededor y
cerró los ojos, esperando que el sueño aliviaría un poco las molestias.
178
***

—Kerry… un momento por favor. —Leonor la llamó, cuando la reunión terminó y Kerry miró su reloj.

Maldiciones.

—Claro.

Dio unos golpecitos con el lápiz en su bloc de notas y consideró su estrategia. Era casi la hora de
comer, ¿verdad? Otro vistazo a su reloj. Bueno, para alguien era la hora del almuerzo… y seguramente si
habías entrado a las siete, como lo había hecho…

—Ah… gracias. —Elanor se acercó a ella. —Me sorprendió no ver aquí a Dar ¿Tiene problemas?

Kerry hizo una pausa, decidiendo si quería o no contestar con la verdad, se encogió de hombros.

—Ella está atada a algo… están tratando de unir beta con la nueva red la próxima semana. Ya sabes cómo
es.
—Absolutamente—. El vicepresidente de marketing estuvo de acuerdo sin dudarlo. —Y estoy de acuerdo
en que debe pasar todo el tiempo que necesite atendiendo eso… tu eres mucho más fácil de tratar de todos
modos. —Ella dio a Kerry una sonrisa que no parecía del todo de serpiente. Habían llegado a una especie
de entendimiento en los últimos meses, y Eleanor se había vuelto casi soportable. —¿Cómo va el próximo
proyecto?

Un guiño.

—Bueno… la estructura está en su lugar… ahora sólo viene la parte más difícil, integración y pruebas.
—¿Quieres decir que va a estar listo a tiempo? —Los pálidos ojos grises estaban afilados.

Kerry miró a su alrededor, y bajó la voz. Ankow estaba en la esquina conversando con José, y ella
no quería que la información se supiera.

—Shhh… no se lo digas a nadie, Leonor… pero creo que…


—¿Sí?— El vicepresidente se acercó también.
—Creo que va a ser pronto. —Ella susurró. —Dar me estuvo preguntando por algunos de los proyectos de
línea de base que podría tomar prestado tan pronto como dos semanas a partir de ahora… Creo que está
pensando en verificar los patrones de tráfico.
—¿En serio? —Eleanor dejaba ver su codicia. —No puedo esperar para vender… no tienes idea de cuántas
personas han estado preguntando, diciendo que habían oído que estaban colocando una nueva red y
deseaban tener más información sobre eso.

Kerry sonrió y movió una ceja.

—Ojalá pudiéramos hacer que ese tipo compre el proyecto… —Ella asintió con la cabeza hacia la
Ankow.—Simplemente no lo entiendo.

Eleanor consideraba el hombre alto, bien parecido, y luego tocó con una uña larga e impecablemente
cuidadas su labio.
179
—Estoy segura que si él lo vio desde una perspectiva de ventas… —Ella dio a Kerry una sonrisa. —Yo y
José lo llevaremos a comer… a ver qué podemos hacer. —Cogió la agenda de cuero y Kerry pasó
ligeramente al lado de él. Luego se paseó alrededor de la mesa y se alivió a sí misma por su habilidad para
mantener esa conversación.
—¡Adelante chica!—. Kerry murmuró en voz baja, luego tomó su bloc de notas y levantó el teléfono de
sala de conferencias. Después de un momento, contestó María. —Hola.
—Dar no ha llamado, Kerrisita.

Kerry frunció los labios.

—Yo podría haber preguntado por el estado del corte en Newark.


—Si, es posible. —La secretaria estuvo de acuerdo, con amabilidad.
—Gracias… tal vez la llame.

Kerry colgó, y a continuación, se golpeó con el receptor en la barbilla. Vio Eleanor, a José y a
Ankow salir de la sala de conferencias, y luego le dirigió una sonrisa agradable a los jóvenes de marketing
que limpiaban.
Les gustó. Kerry les devolvió la sonrisa a ellos. Casi todo el mundo lo hacían, se dio cuenta, después
de que se habían acostumbrado a ella, y a la idea de alguien trabajando en el territorio de Dar, que, aun
siendo completa e inquebrantablemente fiel a su supervisora, pudo abordar las cosas de una manera
diferente. Y desde que ella y Dar mantuvieron su relación estrictamente fuera de la oficina, incluso las
personas que se inquietaron por eso, se sentían cómodas tratando con ella.

—Eh, Kerry… —Uno de los asistentes regionales le habló. —¿Nos vemos en el gimnasio esta noche?
—No esta noche. —Ella respondió con pesar. —Tengo una reunión fuera de la oficina esta tarde, luego
tengo que cuidar algo más tarde.
—Oh… te vamos a extrañar… no puedo esperar la próxima semana para empezar la clase de defensa
personal. —La mujer tomó su cartera y la metió bajo el brazo. —Gracias por esta reunión…

Kerry salió con ellos, y se dirigió a su oficina, se alegró de la paz y la tranquilidad, que rodeó su
escritorio y se sentó.

—Vamos a ver. —Revisó su correo electrónico. —No hay más signos de exclamación… me gusta eso. —
Ella hojeó su bandeja de entrada casi vacía. —Estoy bien—. Revisó el informe de inicio de sesión y vio el
nombre que brillaba por su ausencia, Dar, y tomó una decisión. —Mayte… —Habló por el
intercomunicador.
—Sí, señora, Kerry?
—Yo… eh…
—¿Va a volver a casa? —Su asistente dijo amablemente.
—Si… supongo que tu mamá te dijo, ¿eh?
—Ella me dijo lo que debía decirle a la gente, sí. —Mayte estuvo de acuerdo. —Tengo el beeper, y su
número de teléfono… Te llamaré si surge algo—. Se oyó un suave zumbido. —Espere un momento.

Kerry esperó, hasta que la voz de Mayte volvió.

—Sra. Kerry es mi madre… ella quiere saber si usted está aquí. Tiene una llamada… no está segura de
quién es.
—Pónmela. —Kerry frunció el ceño. —¿María?
180
—Si… Kerrisita… hay alguien llamando a Dar… creo que es su padre.
—¡Oh! —Soltó Kerry. —Claro… Dios… ponlo. —Un clic, y luego se inclinó hacia delante. —¿Hola?
—¿Sin buenos días, kumquat?

Kerry sonrió enormemente, y saltó en su silla, lo que la hizo chirriar en señal de protesta. Su voz
sonaba mucho mejor.

—Hola, papá… ¿cómo te va?


—Nada mal… ¿dónde está mi niña?
—Ah… bueno, ella no se siente bien… está un poco enferma. —Kerry explicó. —Se quedó en casa hoy…
pasó la mayor parte de la noche vomitando y esas cosas.
—Maldita sea… Lamento escuchar eso—. Andrew respondió. —Bueno… yo estaba llamando para que
sepan que todo está bien aquí…
—Me alegra escuchar eso… y sé que Dar también lo estará. —Kerry comenzó el cierre de su PC. —
¿Tienes todo lo que necesitas? —Una sonrisa traviesa se formó en su cara mientras esperaba la respuesta.
—Eh… si… pero tu y yo necesitamos tener una charlar cuando vuelva allí.
—¿Me equivoqué de talla?— Kerry le preguntó inocentemente.
—No, no lo hiciste.

Casi podía ver el ceño fruncido.

—Se sienten cómodos.


—Ese es el punto, joven.

Kerry podía oír una suave risa ahogada en el fondo, y se dio cuenta, con un extraño sentido de
bienestar, que se trataba de Cecilia. ¿Has olvidado que hay dos mitades?

—¿No le gustó el color?


—Kerrison. —La voz del padre de Dar bajó, casi exactamente como la de su hija
—Lo siento, papá… Sólo compro lo mejor para la gente que quiero. —Ella le dijo, suavizando su tono.

Hubo un silencio en el otro extremo, donde se podía escuchar un sonido suave, que identificó como
un ciclo de aire acondicionado encendiéndose y apagándose.

—Me juegas sucio, ¿sabes eso señorita? —Andrew, finalmente suspiró. —Está bien… pero es mejor darte
la espalda por ahora. Tampoco sigo las reglas.
—Advertencia tomada. —Kerry sonrió. —Bueno, me tengo que ir… tengo una amiga enferma que
cuidar—. Hizo una pausa. —Oye… ¿qué tal si te llamo de la casa? Apuesto a que Dar le gustaría decir
hola.

Un sonido apagado.

—Muy bien—. Andrew estuvo de acuerdo. —Estábamos haciendo el desayuno.


—El desayuno, ¿eh?— Los ojos verdes brillaban.
—Ni una sola palabra, señorita. —Se rascó la espalda. —Hablaré contigo más tarde.

Kerry colgó y recogió sus cosas, y luego se deslizó por la puerta.

181
Capítulo 6
Kerry abrió la puerta con cautela, mirando en el interior antes de entrar. Vio a su amante hecha un
ovillo en el sofá y entró de puntillas en la habitación, cerrando la puerta silenciosamente detrás de ella.
Incluso Chino estaba dormido, tendido junto a Dar y contorsionándose en una especie de extraño sueño de
Labrador. Ella puso su maletín en el suelo y se movió hacia delante, arrodillándose junto a Dar y estudio la
cara de la enferma.
Oscuras pestañas revolotearon, y Dar miró hacia arriba, un poco desorientada.

—Hola—. Kerry puso una mano en la frente. —Mm… está en caliente.


—Ungh—. Dar frunció los labios y se tragó dolorosamente. —¿Qué hora es?
—Justo pasado el mediodía. —Kerry revisó las cajas abiertas sobre la mesa. —Intentándolo todo, ¿eh?

Un gemido le respondió.

—Eso suena mal. —Apartó un poco de pelo oscuro de la cara de Dar. —Tengo buenas noticias.

Dar le tomó la mano y la sostuvo, tirando de ella la acercó un poco más.

—¿Mm? ¿Has atropellado Ankow en el estacionamiento? Buena chica—. Murmuró. —Emm… dijiste que
ibas a estar aquí todo el día.
—No—. Kerry se rió entre dientes, usando su otra mano para frotar el cuello de Dar. —Tu padre llamó…
parece que las cosas están saliendo bien por allá.

Ambos ojos de Dar se abrieron, y ella levantó la cabeza.

—¿Sí?— Se olvidó que estaba enferma durante un minuto, y tiró de ella, pasándole una mano por el pelo y
los parpados de Kerry. —¿Qué dijo?
—Eso, que las cosas iban bien. —Kerry tomó una taza con agua que Dar había estado tomando y se lo
ofreció. —Aquí… tomar un sorbo. No te quieres deshidratar. —Se puso de pie. —A ver si no están fuera, y
podemos darles una llamada… ¿de acuerdo?

Dar intentó cambiar de posición, luego se detuvo, e hizo una mueca, tratando de concentrarse y que
no fuera tan difícil sentarse. Ella dejó la taza y dio a Kerry una mirada triste, demasiado triste incluso para
sacar a relucir una pizca de su actitud habitual.

—Tal vez me puede decir donde está almacenadas las armas de fuego para pegarme un tiro.

Kerry hizo una mueca.

—Aguanta un momento… Ya vuelvo.

Ella corrió escaleras arriba y se cambió rápidamente, contenta de dejar la ropa tan restrictiva por un
par de pantalones cortos y una camiseta sin recogerse el cabello y dejarlo suelto sobre los hombros.

182
Aún pensando, ella regreso por las escaleras y se reunió con su amante, que estaba acurrucada de
nuevo cerca del extremo del sofá, acurrucada como una pelota. Maldita sea, Dar… me está haciendo daño
sólo por mirarte así. Kerry se acercó y se frotó la pantorrilla tensa a su lado.

—Oye… Oye, ¿quieres que llame al doctor Steve?

Llorosos ojos azules se asomaron sobre los puños de Dar que habían acurrucado cerca de su barbilla.
Pensó seriamente en la cuestión un instante, luego sacudió la cabeza.

—Todo lo que va a hacer es darme una dosis de Dramamine. —Se las arregló para enderezarse un poco. —
Maldita sea, esta cosa me hace salirme de mis casillas.
—Ooh—. Kerry hizo una mueca, y luego se acomodó y dio unas palmaditas en su regazo. —¿Quieres
venir aquí, y poner tu cabeza hacia abajo? No soy médico, pero al menos puedo hacerte compañía.

Cuidadosamente, Dar lo hizo, invirtiendo su posición y poniendo su cabeza sobre el muslo de Kerry.

—¿Se cancela la reunión de marketing? —Preguntó, mientras Kerry comenzaba un ligero masaje por la
espalda y los hombros.
—No… sólo se pasa a la mañana. —Kerry podía sentir el sudor frío que se había reunido en el cuello de
Dar, y lo limpió un poco con su camisa. —Eleanor y José están entretenidos con Ankow… ah, y Dar,
alguien hizo un bucle en el sistema de Houston esta mañana… Yo tenía un montón de quejas.
—Mmph—. Dar mostró interés. —Déjame adivinar… ¿crees que nuestro amigo lo hizo?
—No lo sé. —Kerry sintió que la tensión poco a poco iba dejando el cuerpo de Dar, y ella mantuvo el
masaje. —Es probable que si… tal vez quería ver qué conseguía.
—¿Cuánto tiempo tardaste en darte cuenta?
—Alrededor de treinta… tal vez cuarenta y cinco segundos. —Kerry sonrió, orgullosa de sí misma. —
Deberías haber visto su cara. —Ella se acercó y tomó el teléfono. —¿Quieres llamar a tus padres?

Dar había cruzados sus brazos alrededor de sus rodillas, y lo estaba acariciando con su pulgar.

—Está bien—. Fue realmente increíble, sólo tener a Kerry cerca la hizo sentirse mucho mejor… o por lo
menos, mucho más relajada, lo que ayudó a aliviar los espasmos. —¿Ker?

La mujer rubia se detuvo y se inclinó.

—¿Hmm?
—Me alegro de que estés aquí.
—Yo también.

Dar tomó aliento para continuar, pero tuvo que morderse la lengua, mientras su cuerpo volvía a
sentir dolor obligándola a contener un grito. Se dobló en dos y contuvo el aliento, apenas consciente del
firme agarre que le impedía caer.
Kerry se aferró a Dar con un brazo, y tomó el teléfono con el otro, marcando el número del Dr.
Steve que estaba en la memoria del teléfono.

—Hey… ¿Dr. Steve? Hola. Es Kerry Stuart… sí… —Ella se sintió el movimiento del pecho de Dar
cuando el dolor disminuyó, y empezó a respirar de nuevo. —Oiga… Dar ha estado enferma desde la noche
anterior… pensamos que era sólo un leve malestar o algo, pero… ella tiene mucho dolor y estoy

183
empezando a preocuparme. —Una pausa. —No sé… puede ser difícil. —Otra pausa. —Bueno… eso sería
genial… te voy a anunciar en el ferry… gracias. Se lo agradezco mucho.

Colgó el teléfono y lo dejó a un lado, entonces comenzó a frotar la espalda de su amante.

—Tranquila… el Dr. Steve va a venir y va a revisarte ¿vale?

Dar sabía que estaba en serios problemas, porque la idea realmente le sonaba bien.

—Mph—. Apretó la mandíbula porque no quería vomitar y sobre todo deseaba que alguien la ayudara a
que su cabeza mejorara.

***

—¿Qué piensa Doctor? —Kerry se paseaba nerviosamente mientras el Dr. Steve, con una llamativa camisa
rosa y pantalones cortos azules, se arrodillaba junto al sofá.
—Creo tienes a una amiga muy enferma. —Respondió el hombre de pelo gris, mirando a los ojos de Dar
con una pequeña linterna. —¿Qué has estado haciendo Dar?
—Nada—. Dar cerró sus ojos con molestia, veía bailar a todo el lugar con un ritmo escalofriante. El
médico había tomado una muestra de sangre y palpado su vientre, que le había hecho gritar de dolor. —
¿Qué diablos me pasa? Nunca había tenido un malestar tan fuerte.

El Dr. Steve sacó un par de botellas pequeñas, y una jeringa de maletín negro.

—Bueno… no estoy seguro querida, pero te voy a dar algo para relajar los espasmos, y para las náuseas
¿De acuerdo?

Un ojo azul se abrió, y miró la jeringa con nerviosismo.

—Dramamine me causa picazón.


—Sí, sí… lo acuerdo. —El Dr. Steve midió cuidadosamente el claro líquido de una de las botellas, y cogió
una esponja llena de alcohol. —Esto es otra cosa… ahora tranquila—. Él limpió el brazo de Dar e insertó
la aguja, una pequeña sacudida de su paciente, luego inyectó el medicamento.
—Ay.
—Buena chica.

Kerry se sentó en el brazo del sofá.

—¿Usted no sabe lo que tiene entonces? —Ella preguntó, entonces suspiró, cuando sonó el teléfono. Se dio
la vuelta y lo cogió. —¿Hola?
—Hola—. El gruñón tono de Andrew le hizo cosquillas en la oreja.
—Oh, hola… lo siento, no te he llamado… tuve que llamar al Dr. Steve para que revisara a Dar. —le dijo
Kerry. —Ella está muy enferma.
—¿Sí? —La voz del padre de Dar sonó preocupada. —¿Qué ha dicho que tiene?
—Él no lo sabe. —Kerry acarició el cabello de su amiga. —Le está dando algunos medicamentos.

El Dr. Steve la miró con curiosidad, pero siguió trabajando, la midió el líquido de la segunda botella
y preparó la jeringa.

184
—¿Qué comiste hoy? —Este le preguntó a Dar.

Dar parpadeó, cuando el primer medicamento comenzó a hacerle efecto.

—Um… no mucho, pan cubano… y jalea para el desayuno… con café. —Ella lo pensó un momento. —
Mm… galletas de chocolate para el almuerzo… y no he cenado.

Steve la miró.

—¿Galletas de chocolate para el almuerzo? —Suspiró. —Algunas cosas nunca cambian… ¿Nada después
de la cena?
—No—. Dar sacudió la cabeza. —Algo pasó… no pude hacerlo.
—Tenían un batido de Kailua en el club de bolos—. Kerry informó amablemente. —¿Crees que sea una
intoxicación?
—No con ese menú. —Steve negó con la cabeza. —No sé… vamos a hacer algunas pruebas de sangre…
esto la va a dejar descansar y dormir… que es lo mejor.
—¿Has oído eso? —Kerry habló al teléfono.
—Sip… —Andrew se aclaró la garganta. —Eso estará bien…
—El otro brazo. —El Dr. Steve inyectó el medicamento, luego se alejó un poco. —Ahora, escúchame, ¿de
acuerdo? —Le indicó con un dedo. —Tan pronto como mejore el estómago, toma un poco de agua… por
lo menos dos vasos.

Dar asintió en silencio.

—No puedes estar más deshidratada, ¿de acuerdo? —El Dr. Steve empacó a su espalda, y con cuidado
etiquetó la muestra sanguínea. —Si no lo supiera… diría que había estado tomando anticongelante, Dar…
tienes esos síntomas. ¿Esta es la primera vez que te has enfermado?
—Si, en mucho tiempo. —Dijo Dar. —¿Anticongelante? Eso es una locura.
—Bueno… tienes algo en ti que se supone no debe estar ahí—. El Dr. Steve se puso de pie y miró a
Kerry.—Manténgala vigilada… asegúrate que beba agua… o Gatorade, si lo tienes.
—Lo haremos—. Kerry se mordió el labio. —¿Podría haber sido la bebida de la noche anterior? Ese es el
único lugar extraño en el que estuvimos.
—Por el tiempo podría ser. —Reconoció Steve. —Tal vez algo ahí dentro… sucedan cosas extrañas. —Le
revolvió el pelo Dar suavemente. —Va a ser relajante… esto te da la oportunidad de no trabajar, y sólo
tomártelo con calma.

Cualquier cosa que él le hubiera dado la estaba golpeando duro, se dio cuenta Dar, sus sentidos
estaban poniendo distancia entre ella y el resto de la habitación. No era del todo una sensación agradable,
pero junto con él vino un suave letargo que corría su cuerpo, relajando los tensos y doloridos músculos por
la batalla con su rebelde estómago.
Aún mejor fue el reflujo de la náusea, y la capacidad de respirar normalmente sin tener que
preocuparse acerca de cómo evitar vomitar. Era vagamente consciente de que la puerta se cerró, y los tonos
tranquilos de Kerry, entonces el calor la envolvió cuando ella se levantó un poco, mientras que Kerry
volvió a su deber de almohada.
Tener a alguien en su vida, decidió confusamente, realmente la sacudió.

***

185
Kerry se dejó dominar por un sueño ligero, con el sonido de la televisión en el fondo, junto con el
suave silbido de las olas apenas audible a través de las ventanas de vidrio que la adormecían pacíficamente.
La luz dorada del atardecer entraba por la ventana al lado de la puerta principal, derramándose a
través de la sala de estar donde estaban y lo pintaba. Dar había estado durmiendo a su lado pacíficamente
desde que el Dr. Steve la atendiera, y Kerry se limitó a quedarse donde estaba, con su amante medio
tumbado sobre su cuerpo.
Había recibido una llamada por su teléfono celular de Mayte diciéndole que Ankow había ido a
husmear, pero había sido distraído por Duks, el vicepresidente de Contabilidad, quien le descargó un
montón de informes del tamaño de un hipopótamo con su característica cara de póquer. No más crisis, y el
lío de Newark había sido resuelto por la oficina con la creación de redes, por lo que parecía que había
desaparecido el problema.
Kerry acarició el pelo oscuro derramado sobre su regazo. No es que ella hubiera tomado una
decisión diferente, incluso si el infierno se hubiera desatado, y Ankow hubiera estado sentado en su
escritorio. Ella se habría levantado, y salido, eso precisamente. Puso sus brazos alrededor de Dar y la
abrazó, y se preguntó, por un momento, cómo sería si no pudiera hacer eso.
Ella sólo había conocido a Dar durante… ¿ocho meses? Y gran parte de su vida había cambiado
cuando la conoció. Su trabajo… su futuro.
Su familia.
Ella tampoco lo habría pensado dos veces. Acababa de seguir su corazón.
Un rayo de la luz solar escogió ese momento para posarse impúdicamente en el rostro de Dar,
volviendo la piel bronceada en oro brillante. Kerry tomó un poco de pelo entre sus dedos, tomando nota de
los débiles reflejos caoba rara vez visibles
Los músculos bajo la luz del sol se movieron, entonces se pusieron tensos, y los ojos Dar se
abrieron, y parpadeó. Pareció un poco aturdida y confundida.

—Hola—. Kerry puso una tranquilizadora mano sobre el hombro. —¿Cómo te sientes?

Dar dio la vuelta sobre su espalda, y miró hacia arriba a Kerry, una buena señal, ya que una
encogida posición fetal había sido todo lo que había sido capaz de soportar antes.

—Mejor.

Kerry le dio una cálida sonrisa, y tomó la botella de Gatorade que había acercado.

—Bien—. Ella le ofreció a Dar un biberón, al igual que tendría que hacerlo a un bebé, y se mordió el labio
para no reírse cuando Dar chupó de la boquilla cruzando las manos sobre el vientre. —¿Ves? No eres tan
mala cuando estás enferma.

Un par de tragos fue todo lo que pudo tomar, y luego Dar cerró los ojos y apoyó la mejilla contra el
estómago de Kerry.

—Debe ser la calidad de la atención. —Murmuró, sintiéndose totalmente destruida, pero por lo demás no
estaba tan malo. —Tuve un sueño contigo.
—¿Ah, sí?— Kerry dejó la botella y pasó los dedos por el cabello de Dar, pero no dijo nada. —¿Qué pasa?

El cuerpo Dar se movió cuando ella se encogió un de hombros.

—Es difícil de decir… montabas a caballo recitando una poesía.

186
—Ooh—. Una risa. —Suena más como una pesadilla. Te diré algo… ¿por qué no te metes en la cama, y te
traigo un poco de caldo? ¿Qué te parece? —Le rascó el cuero cabelludo a Dar, concentrándose justo detrás
de las orejas.
—¿Seguro que no eras la mamá de alguien en una vida pasada? —Su amante dijo entre dientes, y una leve
sonrisa apareció. —Porque eres muy buena en eso.

Kerry lo pensó en serio.

—Tal vez—. Respondió finalmente. —Dios sabe que no lo aprendí en casa—. Era realmente sorprendente
cuando tonos de amargura aparecían a veces. Ella miró hacia abajo para ver Dar mirándola y puso un dedo
en la nariz de su amante. —Así que supongo que eres objeto de todos mis instintos maternales.

Sus ojos se encontraron, y se sostuvieron, y Kerry sintió un pequeño escalofrío por la espalda.

—Bueno, tú y Chino, de todos modos.


—Correcto. —Dar exhaló, sacudiendo la extraña sensación. —No estoy segura si puedo comer el caldo.
Sin embargo, sólo me iré a la cama, si te unes a mí—. Ella esperó.
—Bueno… si tomas un poco de sopa, yo veré lo que puedo hacer.

Los ojos azules se cerraron con satisfacción.

—Trato.

***

Cecilia hizo una pausa, mientras ponía un recipiente por última vez en la cesta sobre la mesa, y miró
afuera, contenta de ver el tiempo soleado y brillante. Ella fue a la puerta y asomó la cabeza alrededor, sólo
para mirar a la alta figura acomodado en una silla.
Andrew estaba trabajando en la fijación de su abridor de latas. Lo había desmontado ya, y volvía a
montar el mecanismo con hábiles movimientos. Ceci suspiró, apoyando su cabeza contra la pared al darse
cuenta de que le iba a costar un poco acostumbrarse a tener la otra mitad de su vida de nuevo.

—¿Andy?

Agudos ojos azules la miraron y parpadeando devolviéndole la mirada.

—Es un buen lugar el lago… ¿Te gustaría dar un paseo hasta allí?
—Muy bien—. Estuvo de acuerdo, se puso de pie, llevando el aparato. Apretó el botón y comenzó un
zumbido. —Hay que ir.

Siempre había sido así. Ceci tomaba la canasta cuando salían de la casa, acortando el camino de
regreso, y subiendo una pequeña cuesta detrás de su edificio. Tenía un conocimiento innato de cómo
funcionaban las cosas, y un talento para ello. Había llegado a ser muy útil cuando había vivido en la base,
recordó, teniendo que hacer frente a los cambios en su vida que había comenzado con el paso de ricos a
definitivamente no ricos, y progresó desde ahí.
No había sido fácil, no para ella, y ni para Andy, cuyas asignaciones lo mantuvieron alejado durante
seis meses. Se había ido sin permiso, de hecho, cuando estaba embarazada, y terminó escondida en sus
habitaciones el último mes antes de que diera a luz, fue uno de los momentos más difíciles de su vida.

187
Tal vez ella nunca había perdonado a Dar por eso. Pensaba Cecilia, mientras sentía a Andrew tomar
su mano. Ciertamente, ella odiaba estar embarazada, y se resentía de las restricciones, que de repente, ella
había encontrado. Pero eso no fue culpa de Dar, más de lo que no era su culpa que ella heredara los genes
de la altura, y el pelo oscuro y ojos azules, y su naturaleza de lucha del papá que había adorado desde el
momento en que nació.
Ceci suspiró. No, no había sido fácil. Dar había sido una niña muy difícil de llevar, hiperactiva y
salvaje, terca y a la edad de doce años, ya más grande y más fuerte que la madre, que trataba de controlarla.
Y poseedora de un poderoso intelecto, que le hizo mucho más difícil interactuar con que lo Andy era.
No es que su marido fuera entupido. Tenía un buen sentido común y una sólida mente ordenada y
adecuada para solucionar problemas cotidianos. Sin embargo, Dar siempre había probado que era muy
inteligente para su edad, había desarrollado una brillantez nerviosa e inquieta que no había tenido la
paciencia o la disciplina para hacerle frente.
Tal vez eso era lo que la hacia sentir tan frustrada. Dar tenía tanto potencial… era tan inteligente, y
podría haber ido a muchos campos diferentes, y que su única meta estuviera centrada en la Marina no
acababa de entrar en la mente de Cecilia. Ella celebró en silencio cuando le habían dicho que no, la última
vez, y había alegado terquedad cuando su hija se negó a aceptar nada menos que seguir los pasos de su
padre.
Bien. Así que resultó ser la directora de la empresa más grande del mundo en servicio de
información. Supongo que sólo tenía que esperar el tiempo suficiente. Ceci sintió surgir una sonrisa. La
vida era tan extraña a veces. Ella tampoco había sido inmune a un inesperado poco de orgullo paterno, las
capas de dolor y torpeza salieron a la superficie al ver Dar de nuevo, todo sucedió de una manera que
nunca había previsto.
Ver la mandíbula caída de su familia, al ver al miembro de la familia que todos consideran una
pobre campesina transformarse en esta mujer alta, sofisticada, que se manejaba con aplomo, y gracia
reservada, entrar en su mundo culto y que lleve el sello característico de Andy.
Sí. No podía darse crédito por nada de eso, pero había reconocido lo que vio.

—¿Qué estas pensando? —Andy le preguntó, mientras subían por la ladera boscosa.
—Sólo recuerdos—. Ceci lo llevó hacia una zona de césped, lleno de sol y con vistas al agua. —En nuestra
hija, cuando ella era pequeña.
—Ungh—. Andrew bajó la mirada al suelo, se detuvo pensativo sobre una pequeña porción de pequeñas
flores de color púrpura antes de caminar con cuidado por ellas. —Era un dolor de cabeza. —Admitió. —
Un poco salvaje… ¿Recuerdas ese momento cuando dio un salto entre la casa del árbol y la maldita cerca y
se rompió un brazo?

Ceci negó con la cabeza.

—Oh, sí… Desde luego, tuvieron que actuar tres enfermeras para sacar las radiografías.
—Señor… es verdad. —Andy se rió entre dientes. —Esa pequeña de Kerry la envolvió alrededor de su
dedo, aunque… todavía no lo creo.
—Parece agradable. —Dijo Cecilia.
—Buena chica—. Él estuvo de acuerdo. —Tiene un buen corazón…
—Hija de Roger Stuart, ¿no?
—Del hijo de puta. Sí.

Sus cejas se levantado.

—No sabía que lo conocías.

188
Andy no respondió por un momento.

—La echó de la casa cuando le dijo que ella y Dardar estaban juntas.
—Mm… —Ceci frunció los labios. —Él es muy conservador… Yo sé que fue un poco difícil para
nosotros… —Hizo una pausa. —Hubo que aceptarlo… debe haber sido un buen susto.
—Mm—. Se sentaron en la hierba, y Andy estiró sus largas piernas, apoyando la espalda en una roca
saliente mirando por encima del agua, pensativo. —Más que eso… intentó meterla en un manicomio.

Ceci sintió como si hubiera sido golpeada en el pecho.

—¿Qué?

Andy asintió con seriedad.

—Sip… la sacaron de la casa y la encerró. —Sus fosas nasales se ampliaron un poco. —Dar voló hasta allí
y la sacó.

Ella parpadeó en estado de shock.

—¿Ella lo hizo?

Su marido mordió su labio inferior, tratando de disimular la cara de intenso orgullo.

—Sip.

Un suave suspiro.

—Ella es definitivamente tu hija.

Sus ojos azules se ocultaron en las sombras.

—Sé que ustedes dos nunca se han llevado bien—. Reconoció en voz baja. —Ella salió bien. —Volvió la
cabeza hacia ella. —Pienso que tal vez se llevaran mejor ahora.

Cecilia lo consideró.

—Tal vez—. Respondió con un suspiro, y luego abrió la canasta y sacó una botella de vino y dos copas,
descorchó la botella y vertió un poco en cada una. —Han cambiado tantas cosas.

Andy tomó la suya, y la estudió.

—Sip.

Los dos estaban tranquilos, simplemente observando las bandadas de aves volar sobre el lago,
algunos aterrizaban para alimentarse.
Finalmente Ceci apoyó la mejilla contra su brazo.

—¿A dónde vamos después de aquí?— Ella sintió el cambio y sabía que si inclinaba la cabeza hacia atrás
iba a encontrar su miraba. —Ahora puedo continuar con mi vida, en vez de dejar que vaya a la deriva.
189
Era curioso. Podía sentir los cambios en el cuerpo de su marido, estaba pensándolo y se preparaba
para responder a la pregunta, pero ella también tenía la sensación de que se estaba guardando una sorpresa,
por la forma impredecible que se paraba en la ventana del dormitorio, con una mano firme a sus espaldas, y
una pequeña chispa en sus ojos.

—¿Te gusta esto? —Fue la respuesta a su pregunta.

Ceci se encogió de hombros.

—Fue lo más lejano que pude conseguir de donde estaba.

Él la miró y no habló que por un minuto.

—He estado viviendo en los albergues en el sur… había literas y podías obtener una manta. No creo que
me faltara nada.
—Podías tener una manta extra. —Miró tranquilamente hacía él. —Eso suena muy bien.
—Cec…
—¡Escúchame! —Ella se acercó y le tomó la mandíbula, obligándolo a mirarla a los ojos. —Tú eres mi
vida—. Inhaló. Exhaló. —No me importa si vives bajo un puente… donde quiera que vayas, yo iré.

Sus ojos le sonrieron.

—Cariño, ya lo sé. —Andrew respondió en voz baja. —Yo no iba a decir que no podía… iba a decir que
estaba cansado de vivir de esa manera, y tengo anhelos de encontrar un lugar… cerca del agua… donde
estemos sólo tú y yo.

Una sensación de alivio llego a ella, y los colores se volvieron más intensos.

—Eso me gustaría mucho. —Ceci respiró feliz. —De hecho, con las pinturas y todos, tengo un poco de
dinero ahorrado. Podríamos… —Calló cuando un dedo le cubrió los labios. Ella lo comprendió. —Está
bien, Andy… ese apartamento pertenece a Carlos… Yo sólo le pago el alquiler. No hay nada que me
retenga aquí… —Ahora tuvo que estar en silencio, porque el dedo se había convertido en una mano entera,
que era más grande que la mitad de su cara.
—Shh—. Andy quitó su mano. —Cuando Dar estuvo aquí, ella tuvo que firmar algunos papeles que tenía
que ver con la herencia…
—Oh—. Ceci sintió que se ruborizaba. —Dios… No… Lo siento mucho.

Hizo una pausa.

—¿Huh?

Cecilia suspiró.

—Ha sido culpa mía. Debiera haberlo consultado… sobre la herencia… que estúpida… —Hizo una
pausa.—Lo siento… no le dije de que se trataba.
—Ceci… ¿qué estás hablando?

Ella parpadeó.
190
—La herencia… cuando la familia se enteró que le había pedido Dar que fuera al funeral, me pidieron que
hablara con ella.
—¿Sí?

Un encogimiento de hombros.

—Nunca se les ocurrió… ni a mí, honestamente, que ella había tenido tanto éxito… —Ceci miró hacia
arriba y vio verdadero dolor frente a ella. —Lo sé. Lo sé, Andrew… caí en esa trampa.

Miró hacia el suelo.

—Richard le había dicho a Dar que había cambiado recientemente todos sus papeles legales… y había
nombrado a un nuevo heredero… Supongo que la preocupación era… —Cecilia se detuvo y tomó
aliento.—No. Voy a ser honesta. Nosotros… yo incluido, estábamos preocupados porque alguien se
estuviera aprovechando de ella, y que no tuviera el sentido de darse cuenta.

Andrew suspiró.

—Señor.

Ceci exhaló, y cerró los ojos.

—Yo no la culpo por estar molesta… Cuando me di cuenta… fue muy duro, Andy… yo ni siquiera sé qué
decir… qué hacer… me sentí como una tonta. —Ella apoyó la cabeza en una mano. —Qué desastre.
—Bueno—. Andy puso su brazo alrededor de ella. —Eso demuestra lo correcta que es Dar… pero creo
que se dieron cuenta que no le pueden morder el trasero—. Se mordió el labio. —Seguro los está volviendo
locos.
—¿Mm?— Ceci levantó la cabeza. —¿Qué hizo ella… se lo dio a la Sociedad Protectora de Animales?—
Ella medio en broma, viendo como se levantó un poco y tiró de algo del bolsillo trasero del pantalón y se lo
entregó a ella. —¿Qué es esto?
—Lo que hizo.

Ella desdobló el papel y lo leyó.


Luego, volvió a leerlo.
Luego miró a su marido.

—Ni siquiera me dan una oportunidad de decir no—. Andy sonrió con tristeza. —La maldita cerca cayó al
suelo.
—Wow.
—Sip.

Ceci pasó el dedo por el papel.

—Me siento muy, muy pequeña. —Tenía un sabor amargo en la boca. —Ella si que me supera.

Andy la atrajo más cerca, y ella sintió una pequeña emoción cuando sus labios se apretaron contra su
pelo, a pesar de la vergüenza que la cubría.

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—Todos cometimos errores, Cec—. Él murmuró. —Vamos a unir esfuerzos, y seguir adelante. —Él sintió
que se colapsó. —Tenemos todo tipo de nuevas posibilidades ahora.

Sí, lo harían, ¿no? Cecilia puso las manos contra el pecho de su marido, sintiendo el latido de su
corazón en sus dedos. Los sueños eran posibles ahora… aunque el único que había significado algo para
ella era real, sentía su respiración, y la rodeaba con brazos fuertes…
Cualquier cosa era posible.

***

Afuera el cielo se volvió poco a poco del negro al púrpura, y las aves apenas comenzaron a
escucharse a través de la ventana cerrada. Kerry vio sus sombras a través de las persianas mientras yacía
acurrucada en la cama de agua, con los brazos bien ceñido alrededor del cuerpo dormido de Dar.
La noche había estado muy tranquila. Dar había cumplido con su parte del trato, y logró comer la
mayoría del plato de sopa y lo pudo mantener, junto con media botella de Gatorade, a continuación, Kerry
había hecho su parte, olvidándose de todas las cosas que tenía que hacer y se metió en la cama para una
larga noche de agradables caricias.
Habían hablado un rato, y luego Dar se había dormido con la cabeza apoyada sobre el hombro de
Kerry, sintiéndose mucho mejor. Kerry se preguntó cuánto de eso era la medicina, ¿Cuánto se debía a la
propia resistencia de la fisiología de su amante y cuánto al TLC? pero al final, realmente no importaba,
¿verdad? Ella se limitó a pensar en que sus cuidados habías ayudado, al menos emocionalmente, y eso fue
suficiente.
La mano apoyada en la cintura se movió, y volvió un poco la cabeza, no se sorprendió al ver a Dar
mirándola.

—Buenos días.
—Mm—. Dar asintió con la cabeza en reconocimiento.
—¿Cómo te sientes? —Kerry le preguntó, sonriendo al sentir que el cuerpo alto junto a ella se desenrollaba
y se extendía en toda su longitud, y luego se relajó. —¿Mejor?

Dar asintió de nuevo.

—¿Y el efecto secundario de esto es la laringitis?

Una risa.

—No—. La voz de Dar estaba ronca por el sueño, pero por lo demás normal. —Sólo una patada a mi
cerebro… siento un poco borroso en los bordes.

Para ser honesta, reflexionó Dar, cuando se acurrucó de nuevo junto a Kerry como en un nido
cálido, no estaba segura si era la medicina, o el resultado de dormir toda la noche. Chico, se sentía bien. Su
estómago estaba todavía un poco sensible, pero sólo sentía un poco de náuseas nada más, y sus reflejos
parecían haber vuelto a un estado de alerta normal.
Acarició el costado de Kerry, recibiendo un gemido de complacencia a cambio.

—Gracias por cuidar de mí— Dar volvió la cabeza y miró a su amante. —Hiciste un gran trabajo.

Kerry inclinó la cabeza hacia abajo y sonrió.

192
—Me alegra oír eso.

Una ceja oscura se movió.

—Anoche te fuiste a la cama temprano… Apuesto a que tienes hambre.


—Mm… sí. ¿Cómo lo sabes?

Dar levantó la cabeza y golpeó en la superficie plana donde había estado descansando.

—Escuché un grave gruñido pasando aquí abajo. —Ella le guiñó un ojo, y dio a Kerry un cosquilleo.
—Aruum—. Kerry se aclaró la garganta, un poco avergonzado. —Sí, buen… me olvidé un poco el
almuerzo.
—Tch—. Dar se dio vuelta y miró hacia abajo a un lado de la cama, donde Chino estaba metida en su
cesta. El Labrador había tratado de dormir en la cama de agua una o dos veces, pero decidió que no era de
su gusto, por lo que le había conseguido un cómodo forro de cama para dormir —Te voy a preparar el
desayuno.

Kerry soltó un bufido de risa, y luego se cubrió la boca con una mano mientras recibía una mirada
herida de su amante.

—Lo siento… no te mereces eso. Me has hecho los mejores huevos que he comido alguna vez.

Dar apoyó la barbilla en el brazo.

—Te acuerdas de eso, ¿eh?


—Claro que sí. —Kerry se retorció. —No tienes que preparar el desayuno, aunque… —Ella cerró los ojos
para no ver un mohín aterradoramente adorable. —Ooooh… Dardar no… esa cara… Nooooo… —Ella
volvió a ver y luego dio la vuelta y se tapó la cara con la almohada. —Nononono… ¡¡eeekk!!

Chino ladró, y se apresuró a ver.

—Tonta—. Dar se abalanzó sobre ella, haciéndole cosquillas en el vientre sin piedad. —Jajaja…
—¡¡Eeeeee!!— Kerry la golpeó con la almohada, luego se escurrió poniendo sobre sí misma el edredón. —
¡No es justo!

Dar estaba de rodillas y empezó a escabullirse con una mirada de alegría maníaca en su rostro.

—Se burlan de mi desayuno…


—¡Yeeoo! —Kerry rebuscó para escapar, pero no pudo moverse lo suficientemente rápido y quedó
atrapada en unos largos brazos que la envolvieron y tirando de ella hacia abajo. Ella se giró y trató de
quedar libre, pero se encontró cada vez más enredada en sábanas, mantas, y montones y montones de
Dar.—Frisfigffifng—. Ella gritó, como un mordisco le hizo cosquillas en su caja torácica. —¡¡Darrrr!!
—Arrggghhh—. Dar gruñó feliz. Dio dos vueltas más, y luego gritó cuando que se olvidó de dónde estaba,
y no sintió nada más que aire en la espalda. —Oh, mierda…
—¡Yeooww! —Dijo Kerry, ya que ambas cayeron de la cama de agua al suelo con un golpe doble. —Ay.

Dar que, había aterrizado primero, le proporcionaba ahora un lugar de descanso a su amante,
estornudó.

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—Está polvoriento aquí abajo. —Cerró los ojos mientras Chino vagaba sobre ella y empezó a lamerle la
cara.

Kerry se sentó a horcajadas sobre ella cruzando los brazos.

—Oh, chica… te tengo donde quería—. Ella sonrió claramente con la mala intención.

Dar liberó un ojo, y la miró.

—Uh.
—Eh.
—Está bien. Me rindo. —Dar trató de defenderse del cachorro, que ahora con amor le limpiaba la nariz. —
Hey…

Kerry desabotono la camisa de su amante, y comenzó su propia exploración.

—Mmm… Chino buena idea. —Se sintió sacudida mientras mordisqueaba el ombligo de Dar. —Esto
supera los huevos del desayuno.
—H… Hey… —Dar balbuceó, la reacción de su cuerpo el envío sacudidas de calor de arriba a abajo por su
columna vertebral. —Yo no creo que… — Hizo una pausa, cuando un suave toque recorrió la ladera de su
vientre, con pequeños mordisco en una costilla. —Uh… Ker… Todavía estoy un poco… eh…
—Um, ¿qué? —Kerry avanzó el tratamiento por la piel de Dar. —¿Hmm? —Ella se deslizó hacia arriba
con sus brazos, mirando hacia abajo los ojos azul pálido.

Dar le dirigió una mirada irónica.

—Estoy un poco fuera de combate. —Acarició el pelo suave y fino de los brazos de Kerry. —Esa pelea me
agotó.

Kerry se inclinó y le besó la frente, luego se frotó la nariz.

—Está bien—. Se incorporó y ayudó a su amante a hacer lo mismo, viendo con un poco de preocupación
como Dar se apoyaba contra la pared, un poco inestable. —¿Estás bien?

Dar tomó un respiro, y se pasó los dedos por el pelo.

—Sí… la combinación de esas cosas, y no comer durante dos días, creo. —Ella exhaló. —Nada que una
galleta o algo no vaya a curar.
—Guau—. Chino oyó lo de las galletas, y se emocionó.
—Déjame adivinar… con mantequilla y miel. —Kerry se levantó y le ofreció a Dar una mano. —Vamos…
me podrías utilizar como algo sólido. —Ella puso su otra mano sobre el pecho de Dar para sujetarla
mientras se levantaba. —¿Está bien?
—Bien—. Dar asintió con la cabeza, y la siguió hacia la cocina, con el sonido de dos juegos de pies
descalzos, y una colección de pisadas de cachorro.

***

—Buenos días, María—. Dar entró su oficina y cerró la puerta.

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La secretaria levantó la vista, un poco sorprendida.

—Oh… ¡Dar! Buenos días… No pensé que vendrías hoy… Kerrisita dijo que te sentías tan mal ayer.

Una sonrisa.

—Nada que una buena noche de sueño no pueda curar. —Los ojos azules de Dar brillaron. —Pero gracias
por preocuparte. —Ella continuó al interior de su oficina y puso su maletín en el suelo, luego se volvió a su
PC y abrió el cajón de su escritorio. —¿Tienen hambre?

Los dos peces siameses de pelea nadaron con reservas, mirando con recelo. Dar tomó un poco de la
comida de peces y abrió la caja acrílica, rociando un poco en su interior. Los peces con entusiasmo se
lanzaron hacia la comida, y le puso la tapa, y cruzando los brazos mientras observaba a sus dos mascotas
comer.
A ella no le habían gustado al principio. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo, se había
acostumbrado a la colorida presencia, y ahora le gustaba pasar unos minutos en la mañana mirándolos, ya
que el agua captaba la luz del sol que se filtra desde la ventana.
La puerta se abrió y María entró, llevando varias carpetas.

—Te ves muy bien hoy jefa…, eso es nuevo, creo.

Dar miró la camisa de encaje bordado metida con firmeza en sus pantalones negros.

—Um… sí, de hecho… gracias.

Una sorpresa de Kerry, que se materializó esta mañana, mientras se duchaba, había ido de compras y
lo había metido al armario sin ningún comentario. Creía que nunca se acostumbraría a eso. Ella meditaba,
luego se echó hacia atrás, ajena a la presencia de María quien se ocupó de distraerse ordenando algunas
cosas por súbita comprensión.
Repasó los días en su mente, a continuación, exhaló. Su relación con Kerry acababa de convertirse
en la más larga que jamás había tenido.
Y era sólo el principio.

—¿Dar? —Sonó la voz de María.


—¿Hum?— Ella parpadeó y tamborileó los dedos sobre el escritorio. —Lo siento… yo estaba pensando en
algo… ¿Qué pasa?
—Te estaba diciendo que tienes un almuerzo en Key Biscayne, y una sesión informativa a las dos…
¿Quieres que trate de moverlo? El tráfico volverá a horrible por esa construcción.
—Um… sí—. Dar volvió su atención al negocio en cuestión. Más tarde encontraría una manera de
reflexionar, por lo menos en privado, sobre sus pensamientos. —Eso estaría bien… dile a Mark que
necesito que él y su equipo consigan los patrones de tráfico proyectados antes de la comida, y programa
una conferencia telefónica con el grupo del extranjero después de la cuatro.
—Si.
—Oh. —Dar abrió su cajón y sacó una carpeta de manila, con un nombre impreso claramente en el
exterior, en rotulador negro. —Dale esto… personalmente… a Mariana, ¿De acuerdo? No quiero que ande
flotando por el correo interno.
—Voy a hacerlo ahora… —María cogió el sobre y sonrió, y se dirigió a la salida, pero se detuvo ante la
puerta cerrada. —Oh… Dar pensé que te gustaría saber esto… el Sr. Ankow se fue ayer, dijo que volvería
a saber de él más tarde.
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Maldición. Dar sonrió.

—¡Qué vergüenza!… lo siento, lo eché de menos ayer. —Supongo que no encontró lo que estaba
buscando… caray. —Gracias, María. —Ella volvió a su correo electrónico, eliminando cadenas enteras de
piratería.

***

Kerry presionó el botón del teléfono, y exhaló, sintiendo sus hombros caídos mientras miraba el
escritorio con las manos cruzadas. Había sido una buena mañana hasta la última llamada. Había terminado
muchas cosas, y tuvo que aguantar a una pequeña ardilla un poco traviesa que de alguna manera seguía
apareciendo en su ventana.
La llamó Dar, y se burlaron ella.
Un rap llegó de la puerta interior, y ella levantó la vista cuando se abrió, y una cabeza oscura se
asomó.

—Hola—. Kerry sonrió un poco, se alegró de ver un aspecto relajado en la cara de Dar. —¿Cómo te
sientes?
—No está mal. —Su jefa se pasó por la habitación y se sentó en el escritorio. —No puedo ingerir comida
tailandesa, pero he estado funcionando con una botella de jugo toda la mañana… no lo he devuelto. —Ella
ladeó la cabeza. —¿Qué te pasa?
—¿Qué te hace pensar que me pasa algo? —Preguntó Kerry.

Dar tendió una mano y puso la yema del dedo justo entre los ojos de Kerry, encima de su frente.

—Se hace una pequeña arruga allí mismo cuando algo te está molestando.

Las cejas pálidas temblaban.

—¿Se hace?
—Sí.

Kerry agachó la cabeza.

—Bueno, acabo de recibir una llamada del abogado de mi padre. —Las palabras trajeron un mal sabor a su
boca. —¿O debería decir, uno de su establo de abogados.— Hizo una pausa. —Él… um… hizo oficial que
no debería acercarme a cualquiera de la familia… que era considerada un testigo hostil.

Dar hizo una mueca, y luego palmeó la mano de Kerry.

—Lo siento. —Ella notó los hombros abatidos de Kerry y se devanaba los sesos, pensando en algo para
levantarle el ánimo. —Oye… me debes un viaje a la tienda de cuero.
—¿Qué?
—¿No dijiste que serías mi cita para mi reunión de la escuela secundaria?— Dar bromeó. —Necesitas
llevar un poco de cuero ¿recuerdas?
—Errrw… —Kerry se mordió los labios, una sonrisa trató de escapar —Bueno, sí, yo dije que haría eso,
¿eh?
—Siiiii… lo hiciste.
196
—¿Tú… eh … tienes algún lugar en la mente?
—Siiiii… lo tengo. —Dar rió entre dientes con un definitivo brillo de maldad en sus ojos.
—Uuuuhhhh… Estoy taaaan en problemas, ¿no? —Dijo Kerry.
—Siiii… lo estas—. La mujer más alta le tocó ligeramente la mejilla. —Tú me convenciste de esto, Sra.
campeona del debate, y voy a hacerlo. —Una sonrisa. —Además… Apuesto a que te ves muy bien en algo
de cuero.

Kerry sintió que se le secaba la boca por un segundo, y de pronto se le corto el aire. Se aclaró la
garganta.

—Está bien… ah… podríamos ir después del trabajo… tomamos algo ligero para la cena… ¿Qué te
parece?
—Suena muy bien. —Dar sonrió. —Y… ¿Ker?

Lanzó sus pensamientos lejos de Dar y del cuero y miró hacia arriba.

—¿Mm?
—Me gustaría estar allí en la audiencia contigo, si no te importa.

Los ojos verdes se ampliaron fijos en ella, cuando Kerry se sentó, se quedó muda por un momento
muy largo.

—Pero… ¿cómo se puede simplemente…? —Ella se detuvo, Dar estaba sentada simplemente
mirándola.—Tú no puedes… —Un largo suspiro se le escapó. —Dios, te amo… —Sus ojos se cerraron. —
Por supuesto que no me importa.

Dar le alborotó el cabello.

—Bueno. Tengo un par de reuniones esta tarde… me pongo al día contigo a salida, ¿de acuerdo?

Kerry asintió en silencio.

—Aparta un tiempo el lunes o el martes… Tengo un aval para ir contigo.

Otro asentimiento en silencio.

—¿Estás bien?— Dar acabo la sonrisa por la mirada triste en el rostro de su amante.

Kerry se acercó y presionó el botón del intercomunicador.

—¿Mayte?
—¿Sí Sra. Kerry? —Se escuchó de la joven.
—Estoy en una reunión confidencial, ¿de acuerdo?

Una pausa de desconcierto.

—Está bien… ¿por cuánto tiempo?


—Yo te llamo—. Kerry hizo clic en el botón de apagado, luego se levantó y puso sus brazos alrededor de
Dar, abrazándola con fuerza.
197
Desconcertada, pero contenta, Dar le devolvió el abrazo, devolviendo una suave palmada a Kerry.
Oyó un suave gemido cerca de su oído, y sintió a Kerry enterrar su cara en la camisa de suave algodón que
llevaba.

—Lo siento por el abogado, Ker… eso fue una cosa horrible de su parte.
—Sólo tengo que darle la casa, supongo. —Su amante le susurró. —Hice esto por ellos, Dar… soy un
testigo hostil.

Era la verdad, Dar no podía refutar nada.

—Hiciste lo correcto, Kerry.


—¿Lo hice? —Suavemente. —A nadie le importa, Dar… vi los papeles. Es como, oh… mira… otro
soborno que aceptó. Ho Hum—. Ella suspiró. —Supongo que quería tener mi pastel y comérmelo, Dar…
Quiero justicia, y quiero que aún me quieran a pesar de eso.
—Mm.
—No puedo tener ambas cosas.
—No.

Kerry se inclinó contra ella, necesitaba la seguridad, se alegro enormemente porque sabía que podía
esperar la presencia de Dar en lo que prometía ser un lugar muy frío.
La justicia estaba bien, reconoció con tristeza.

***

Las manos en los hombros la sorprendió, pero Ceci reconoció el toque antes de que ella tuviera la
oportunidad de saltar. Volvió la cabeza de donde ella había estado mirando por la ventana del frente, y
miró a su marido tranquilamente.

—He disfrutado mucho hoy—. Comentó, incapaz de evitar inclinarse un poco hacia atrás contra él.

Habían ido a la ciudad por la mañana, caminando en silencio en torno a las pintorescas tiendas,
entonces ella lo había llevado a la campiña, a través de las colinas y los campos empapados de rocío que
rodeaban la zona donde vivía.
Simplemente hablando, un poco.
O, en su mayoría, hablaba, y Andy escuchaba, sobre lo que ella había estado haciendo, su arte, los
espectáculos… estar con su familia después de tanto tiempo. Cómo habían estado contentos de que
volviera a su círculo de sofisticación, y ella los dejó, volviendo a un mundo que voluntariamente habían
dejado tantos años atrás. Era el mundo donde vivía ahora, en torno a la galería de arte, y su pequeño
estudio, donde se sentaba sola y pintaba, rodeada de tubos y paletas, los sueños que se resistía a
experimentar.
Andy le contó un poco acerca de lo que había estado haciendo desde su regreso. Cómo había pasado
sus días haciendo trabajo voluntario en el VA, y sus noches en la biblioteca local, disfrutando de una
pasión por la lectura que siempre le había sorprendido.
Y cómo había estado paseando en la playa una noche, muy tarde, mirando a las estrellas y a una
figura solitaria sentada en la arena, cuyo perfil le había sorprendido con familiaridad.
Él no tenía la intención de buscar a Dar, le había dicho. Pero Dios tenía planes y arregló el asunto
para él, y una vez que había visto a su hija amada, había sido sólo una cuestión de tiempo antes de que él se
dibujara de nuevo en su vida.
198
Lo cual, en un sentido muy real, lo había llevado de vuelta a Ceci, porque, Andy le había dicho, Dar
lo había empujando en esa dirección todo el tiempo.
Ella había tenido sentimientos encontrados acerca de esto. Por una parte, por supuesto, estaba muy
agradecida a su hija. Por otro lado, le lastimó en su interior saber que el frío rechazo a su hija había sido
pagado con una madura compasión. Ella sospechaba, en el fondo de su corazón, que la relación entre ella y
Dar se había fracturado y que no podía repararse, y había una parte de ella que lo lamentaba.

—Sip—. Andy estuvo de acuerdo. —Hay algunos árboles bonitos aquí.

Cecilia lo rodeó y puso sus manos contra su pecho.

—¿Sabes lo que echo de menos, sin embargo?

Su cabeza se inclinó un poco.

—El mar.

Él entrelazó los dedos detrás de su cabeza y asintió.

—Esa hermosa luz por la mañana… y las puestas de sol después de las tormentas de verano. — Ella
murmuró con nostalgia, y luego sonrió. —Los loros salvajes.

Eso consiguió una breve e inesperada risa.

—Malditas cosas… nunca me dejaron perseguir sus colas de plumas en el árbol de mango que teníamos
afuera.— Hizo una pausa, —No está mal este lugar, aunque… si prefiere permanecer al lado de la gente…
podríamos vivir cerca de ella.

Ceci exhaló, sorprendido por la oferta. Nacido y criado en el extremo sur, una rata de playa por
naturaleza y por vocación, ella sabía que Andy sería totalmente miserable en Connecticut, lejos de su
querida ciudad natal, y lejos de su hija amada. La culpa, lo sabía, lo estaba obligando a ofrecer, pero ella no
habría aceptado aunque tenía una pequeña inclinación por quedarse en el lugar.

—De ninguna manera. —Una sonrisa. —Me llevará unos días arreglar las cosas con la galería,
empaquetamos las cosas de aquí… y podemos ir a buscar esa pequeña casa de playa.— Ella flexionó los
dedos. —¿Tal vez en algún lugar cerca del Dar?

Le gustaba la idea. Se podría decir. Sus ojos se iluminaron perceptiblemente, y apareció una lenta
sonrisa.

—Mira lo que puedo hacer. —Se encontraron mirándose a los ojos del otro, y Andy levantó una mano para
rozarle la mejilla, la textura áspera de su piel hizo que se le erizara la piel. —¿Vas a ser capaz de soportar
el que yo esté todo el tiempo?
—¿Eso significa que realmente te vas a jubilar? —Ceci le preguntó, con una respiración irregular.
—Sip… sin duda eso es lo que quiero decir. —Respondió él. —Me había estado manteniendo con los
libros sólo para… —Vaciló. —Ellos se aseguraron de que tenía un techo, eso por lo menos… hasta que me
encontré con Dar de nuevo.

Por supuesto. Ella exhaló. Tenía sus ventajas.


199
—¿Dejaron a cuidar de ti? —Ceci se estremeció ante lo sensible que fue para ella, el toque de celos en su
tono.

Pero Andy soltó un bufido.

—Vamos ¿eh? Bromeaba, ¿De acuerdo? Los malditos niños son como una fuerza de la naturaleza…
embisten sobre cualquier maldita cosa que parezca un fugitivo. —Él negó con la cabeza. —Las cosas se
mantuvieron tranquilas donde me estaba quedando, pero lo siguiente que supe fue que el lugar había sido
descubierto, Dios sabe cómo se encontraron la maldita dirección.
—Ella sabía que nunca lo tomaría de otra manera. —Ceci sonrió levemente. —O tal vez… no quería
arriesgarse a ser rechazada.— Sus ojos bajaron. —Sobre todo por ti.
—Cec… —El se tocó una oreja, una vieja costumbre suya.
—Lo sé. —Un suspiro. —Un paso a la vez. —Se inclinó hacia adelante y cerró los ojos, abandonando los
malos recuerdos hasta que la paz le llegó. Iban a resolver las cosas, ella estaba segura de eso.

El teléfono sonó, sorprendiéndola. Lo tomó sin mirar, manteniendo su cuerpo apretado contra
Andrew.

—¿Hola?
—¿Ceci? —La voz de Elli tenía un toque vacilante. —¿Te sientes mejor hoy, querida?
—Me siento muy bien. —Murmuró. —¿Por qué?

Una pausa.

—Bueno, sonabas tan extraña, el otro día… Yo no estaba segura… Pensé que tal vez tenías una de tus
migrañas. —Dijo Elli. —Me preguntaba si quería tomar algo para la cena, antes de la fiesta de esta noche
de la galería.

Ah… mierda.

—Me había olvidado completamente de eso. —Admitió Cecili. —¿A qué hora es?
—Cecilia… —Elli sonaba cuestionadora. —¿Qué te está pasando? Has estado actuando tan extraño,
después del funeral… Estoy muy preocupada por ti. Lo comenté a Carlos ayer… me dijo que iba a pasar a
ver si algo sucedía.
—Nada estás mal—. Respondió Ceci. —De hecho… las cosas están bien para un cambio. —Miró hacia
arriba, para ver a Andy mirándola con una expresión irónica en su rostro lleno de cicatrices. —Andy llegó
a casa.

En realidad no importaba que ahora hubiera un absoluto silencio en el otro extremo del teléfono. Fue
mucho más tranquilo de esa manera.

—¿Qu…? Ceci, ¿qué dijiste? —Elli farfulló. —Estoy segura de que acabas de decir que…
—Eso, Andy llegó a casa. —Trazó una línea en su sudadera.
—¿Andy?
—Mmmm… mi marido. ¿Te acuerdas de él, Elli? El alto moreno… hermosos ojos azules— Ella le dio una
sonrisa pícara cuando se sonrojó visiblemente.
—¿Él está allí? —Elli parecía completamente sorprendida.
—Aquí mismo… ¿quiere hablar con él?— Sostuvo el teléfono. —Saluda a Elli.
200
—Hey, Elli. —Andrew arrastró las palabras amablemente. De todos los parientes de su esposa, le había
gustado Elli, a pesar de que no había estado diciendo mucho de él. Por lo menos, no había sido
exteriormente desagradable con él.
—¿No escuché que…? —Era extraño, en cierto modo. Decirle a la gente de pronto lo hizo real, de una
manera que no lo había estado antes. —Así que… He estado un poco distraída, Él… Lo siento. Me olvidé
por completo de la fiesta de esta noche.
—Ceci—. Elli fue la audible respuesta de su ingenio. —Dios mío… no tengo idea de qué decir.
—Felicitaciones es un buen comienzo.
—Bueno, por supuesto, querida, por supuesto… no hace falta decirlo, pero quiero decir… yo no
entiendo… pensé…
—Cometieron un error. —Ceci le dijo en voz baja. —Lo que la viuda de todos los militares en la historia
del mundo no han querido que pasara, sólo me pasó a mí. —Ella levantó la vista y buscó la cara sombría de
Andy. —No sé por qué tuve esa suerte, pero no me quejo.

Elli suspiró.

—Me alegro por ti, Ceci… en verdad… es bastante importante… Estoy segura de que a todos nos
encantaría saber lo que pasó. ¿Debo decirle a Mark que no estarás en la fiesta de esta noche o…? Es decir,
es en tu honor… la nueva exposición y todo eso.
—Un momento—. Apretó el botón de silencio en el teléfono. —Yo tenía una fiesta esta noche.
—¿Mm?— Andrew miró sin comprender.
—En la galería… pusieron una nueva exposición mía. No estoy muy encariñada con él, pero… pagó por
ella.
—No dejes que te detenga… ve—. Le dijo Andy.
—Yo no quiero que me detengas… quiero que vayas conmigo. —Dijo Ceci. —¿Por favor?

Hijo de una galleta. Andy quedó atrapado entre una embarcación y un muelle y él lo sabía.

—Cariño… tazas de té y fiestas son cosas que no se mezclan.


—Lo sé. —Ceci estuvo de acuerdo. —Pero toda mi familia va a estar ahí.
—Ellos, ¿eh?
—Mm.

Bueno. Andy sintió que se revelaban pequeñas cosas dentro de él y venían saliendo.

—¿Puedo ir de esta manera? —Cogió su sudadera, una muy suave y cómoda que Kerry le había
enviado.—No tengo mucho más.

Ceci sonrió, y dejó que el aliento saliera.

—Tengo algo más que puedes usar. —Susurró, y luego desactivó el silencio del teléfono. —¿Elli? No…
dile que estaré allí.
—¿Lo harás? Oh… bien… Se lo diré. Escucha, Ceci, tal vez podamos vernos ¿mañana? Yo sé que me
encantaría ver a Andy, y oír lo que pasó.
—Vamos a ver si se puede organizar algo.
—Está bien… Te veo más tarde, querida.

Colgó el teléfono y lo puso sobre el mostrador, y luego levantó la vista a los intensos ojos azules.

201
—Gracias.
—¿Seguro que deseas que yo haga esto? —Andy le preguntó, con curiosidad. —Voy a agitar como un oso
un nido de abejas.

Cecilia asintió con firmeza.

—Me han estado diciendo durante siete años, que debo poner mi pasado detrás de mí, y seguir adelante.
Nunca pude. Tal vez una parte de mí sabía… por cierto, una gran parte de mí nunca dejó de ver la acera,
esperando que volvieras un día—. Ella le acarició la cara muy suavemente. —Quiero que vean lo que yo
esperaba. —Ella estaba un poco sorprendida de encontrar su respiración irregular cuando trazó la tenue
sonrisa en su rostro.
—Muy bien—. Andy arrastró las palabras, volviendo al tacto, y un escalofrío le recorrió la espalda. —Me
alegro de que esperaras. —Él inclinó la cabeza y encontró los labios, la besó con una ternura casi tímida.

Ceci deslizó los brazos alrededor de su cuello y tiró de ella hacia arriba y más cerca, deseando el
contacto, como si estuviera sediento de agua. Ella sintió que sus manos se deslizan por la cintura después
de un momento de sorpresa, entonces ella se levantó en una posición mucho más cómoda y pegada
firmemente con un fuerte apretón.

—Mmm—. Le exploró con delicadeza, en búsqueda de la respuesta inequívoca que un incendio era
bienvenido en la profundidad de sus entrañas.

Ceci dejó sus ojos la deriva por un momento, al ver que oscurecía.
Ambos sonrieron.

***

—¿Qué… es eso?

Dar miró por encima del hombro de Kerry.

—Es una puerta.


—No eso. —La mujer rubia le dedicó una mirada. —Eso—. Ella señaló.
—Es un maniquí.

Kerry apartó a su pareja a un lado de la pequeña tienda, decorada de neón.

—Gracias, Sra. soy literal, como que el día es largo. Sé que esa cosa blanca es un maniquí. ¿Qué es lo que
lleva puesto?

Dar caminó hacia adelante y presionó sus dedos contra la ventana, examinando seriamente la figura
en cuestión.

—No estoy segura de cómo lo llames, pero si fuera un toro sería aquí donde viniera a comprar anillos.

Kerry se cubrió los ojos.

—Oh, Dios mío. —Murmuró. —Estas a punto de darme una lección, ¿no?

202
—No con ese tipo de aparato.— Dar respondió con suavidad. —No tienes la misma anatomía. —Abrió la
puerta, y le hizo un gesto a su amiga. —¿Después de usted?
—Ew—. Kerry suspiró. —Ellos no se lo hacen a las niñas, ¿Cierto?
—Oh… lo hacen—. Dar puso mano en su espalda y le dio un codazo para indicarle que mirara al frente al
espacio iluminado de neón. —Ellas sólo utilizan anillos en los pezones.
—N… —Kerry cerró la boca con tanta rapidez que casi se mordió la lengua. —Ay—. Cruzó los brazos
sobre su pecho.

La tienda era pequeña. Había tres vitrinas en las paredes, en su mayoría iluminadas por luces de
neón de color rosa y amarillo, y el techo estaba cubierto de dispositivos donde colgaban todas las formas,
tamaños, colores, y diversos grados de curación de cuero. Por lo menos, Kerry esperaba que no olieran
mal. Dio un paso adelante con cautela, dando a los dos vendedores detrás del mostrador una leve sonrisa,
consciente de la presencia de Dar a su espalda.

—Hola—. La chica se apoyó en el cristal, casi exponiendo sus considerables atributos fuera de su corpiño
de cuero. —¿En qué puedo ayudar a la chicas esta noche?

Kerry tomó aliento para responder, se dio cuenta de que ella no tenía ni idea en el mundo de qué
decir.

—Uh.
—Mm… simplemente observamos por ahora… pero estamos buscando algo de cuero. —Dar respondió por
encima de su hombro.

La vendedora soltó una risita.

—¿Eso es todo? —Se ajustó el complejo juego de correas y hebillas que le cubría el pecho de modo
impresionante. —Chicas realmente compren estas cosas.
—Oh, sí—. Kerry sacó a relucir una sonrisa. —¿Por qué no le echas un vistazo, Dar? Voy a… eh… —
Agitó una mano. —Examinar—. Ella se apartó de su pareja sonriendo maliciosamente y se llevó las manos
firmemente atrás de la espalda mientras recorría la habitación, mirando con curiosidad las vitrinas.

Muy bien. Ella no era una total inocente. Reconoció los vibradores, y las distintas marcas de aceite
de masaje, la variedad de entretenimiento de cueros, y los grandes consoladores, látex, algunos de los
cuales tenían inexplicables apéndices con diminutas cabezas que parecían marmotas. ¿Qué pasó con eso?
Se preguntó brevemente, antes de seguir.
Ropa interior comestible.
Hmm. Eso tenía posibilidades… el helado era tan sabroso, y mucho más divertido de poner y quitar.
Kerry se detuvo y se apretó el puente de la nariz.

—Me alegro de recordar eso… necesitamos chocolate—. Ella hizo una nota mental para parar en la tienda.

Anillos. Kerry parpadeó, y ladeó la cabeza hacia un lado. ¿Anillos? Se inclinó hacia adelante y leyó
las letras en una caja.

—Oh. —Se mordió el labio para no reírse. —Correcto… bien. —Murmuró. —Es como ese episodio de los
X–files que mencionaba la autoasfixia… un poco la misma idea. —Una pausa. —Sólo que más pequeño, y
no tan peligroso.
—¿Eh, Kerry?
203
—¿Mm? —Kerry se volvió para ver a su amada compañera de cama sosteniendo algo. —Um… ¿qué es
eso?
—Es perfecto… justo lo que debes usar. —Dar le aseguró con una sonrisa. —Toma—. Ella se lo tiró
encima.

Kerry se sorprendido por el peso.

—Hey… es de cuero. —Ella lo olió. —Bueno… por lo menos no se ha utilizado.


—Sí, lo es.

Kerry notó el tono decididamente travieso, a continuación, examinó su equipo.

—¡Oh, no! —Ella comenzó a negar con la cabeza. —Oh, no, no, no… no, no, no… Dar… no voy a llevar
un bikini de cuero. —Ella levantó la parte superior, que era una piel de color capuchino, con la costura
intrincada por todas partes.
—No es un bikini. —Dijo Dar. —Esa es una falda.
—Es una mini falda.
—Las faldas de una falda.

Kerry miró la otra parte. Era algo pequeño, también de cuero color capuchino, con un cinturón de
cuero tejido maravillosamente.

—Dar… no sé…
—Viene con unas bonitas botas. —Dar las levantó. —Y algunas pulseras y otras cosas… vamos, Ker…
que te verás preciosa con esto—. Se volvió hacia la vendedora. —¿No crees?

La chica masticó el chicle reflexivamente.

—¿Tú te ejercitas?

Kerry la miró dudosa.

—Sí.
—No hay problema… es una pieza caliente. —Le hizo un gesto con la mano. —Ve por ello.

Erg. Kerry se sintió atrapada entre un impulso travieso y su natural modestia. Echó un vistazo
alrededor de la tienda para darse más tiempo y luego se detuvo y sonrió.

—Está bien… pero con una condición.

Dar cruzó los brazos y levantó una ceja.

—¿Qué?

Los ojos verdes brillaron visiblemente incluso en el teñido color caramelo del neón.

—Que tú lleves eso—. Ella señaló.

204
Uh. Dar miró el chaleco de cuero de color negro con duda. Parece que tenía más agujeros que el
cuero, con parches estratégicos que apenas cubrían lo necesario. Una franja de tiras de cuero colgaba de los
hombros y los laterales estaban atadas con la misma franja, exponía casi todo, desde la axila hasta la
cadera.
Bueno. Ella exhaló. Papá siempre lo había dicho, Dardar, si lo tienes, no sea tímida en mostrarlo.

—Está bien. —Ella esbozó una sonrisa por cara que superó a Kerrison. —Voy a llevar ambas cosas… y
esas pulseras también.
—Hey—. Kerry se recuperó y alcanzó su cartera. —Espera un minuto.
—Ah, ah… —Dar levantó una mano. —Negocios son negocios… tú tienes que alquilar la Harley,
¿recuerdas?

Mm. Bien. Kerry cedió, y le entregó el bikini de cuero. Entonces ella miró a su alrededor otra vez, y
ladeó la cabeza para examinar un artefacto colgante. Poco a poco, inclinó la cabeza hacia un lado y luego
el otro, y luego se agachó y miró hacia abajo. Por último, se volvió para encontrar que Dar la observaba
con una mirada divertida.

—¿Qué es eso?
—Es un arnés—. Dar levantó la bolsa de la compra, y devolvió la tarjeta de crédito a su cartera. —Vamos.
—¿Para qué se usa?— Kerry la tocó con una mano para detenerla.

Dar le puso un brazo por los hombros y la condujo hacia la puerta.

—¿Alguna vez te he contado la historia de Catalina la Grande y su caballo?


—¿Huh? —Las cejas de Kerry se unieron. —¿Qué tiene eso que ver con una tienda de sexo?
—Vamos.
—¿Y bien?

Un suspiro.

—Ella lo hacía con animales.


—¿Qué?
—Ya sabes, Kerry… como todos esos chistes sobre ovejas.
—¿Qué chistes de ovejas?
—O la de los agricultores y sus vacas.
—Paladar Roberts… ¿De qué estás hablando?

Otro suspiro.

—¿Tienes hambre?
—Dar.
—Tengo una gran idea para la cena… es sólo un corto paseo… ¿Qué dices?
—Dar.
—Ella usó uno para follar a su caballo favorito.

Silencio.

—Oh, Dios mío… que mierda.


—No, en serio.
205
—Dar, no es cierto. ¿No viste la historia de Rusia?
—Fui a la escuela en el condado de Dade. No requiere ver historia.
—Bueno, déjame decirte, que no es verdad. Hicimos un curso en… espera un minuto. —Kerry detuvo a su
amante finalmente. —¿Me quieres decir que muestran esas cosas para que la gente lo utilice para tener
sexo?
—Sí.
—Jesús, el Dar… ¿Por qué no dijiste eso? —Kerry negó con la cabeza. —Estoy muerta de hambre.

Dar se rió entre dientes, y tomó el camino al restaurante junto a la bahía, escondido entre un puerto
deportivo, y un local abandonado que había sido un teatro. Era una noche tranquila, y no tuvieron ningún
problema en obtener una buena mesa junto a una ancha ventana, con una gran vista a la bahía, a los barcos,
y a las pequeñas nubes de color gris que perseguían por el cielo a la luna que las iluminaba.
Del menú ordenaron pescados y mariscos frescos, y una botella de vino ligeramente dulce. Kerry
hizo girar la copa y bebió un sorbo, luego miró a su amante a través de la cálida luz de las velas de la mesa.

—No creo que estemos aquí.

Las sombras en la cara de Dar cambiaron.

—No… No lo había hecho… no por mucho tiempo. —Ella tomó un sorbo del vino con cautela, esperando
que su estómago no se opusiera.
—Hm—. Kerry miró a su alrededor. —Es agradable… no pensé que te gustaría un lugar como éste.

Un guiño lento.

—Sí… sí, yo solía… Yo, um… traía a la primera persona con la que salí aquí todo el tiempo. —Tomó un
sorbo de vino. —La última vez que vine… fue la noche en que nos separamos.
—Oh.— Kerry jugaba con su servilleta. —Lo siento… podríamos haber ido a otro sitio, Dar… yo no
sabía…
—No. Está bien. —Dar sonrió, sintiendo una sensación de placer increíble por la verdad de esa
afirmación.—Fue mi decisión, ¿recuerdas? Pensé que era hora de que dejar ir esa parte de mi pasado… y
disfrutar de volver a un lugar que me gusta de verdad.
—Wow… está bien. —Kerry estuvo un poco confusa, pero contenta. —Bueno, me gusta estar aquí…
Tiene una gran vista.

Un guiño.

—Sí, sí. —Dar miró al otro lado de la mesa, ajena a las luces parpadeantes en el exterior. Sonrió cuando
Kerry se sonrojó ligeramente. —La última vez que estuve aquí… Shari me dijo que yo era un idiota
disfuncional, que nunca tendría una relación que durara más de seis meses.
—¡Qué estúpido! idiota ignorante… —Kerry dio un resoplido. —Quiero decir, mira… nuestra relación ha
durado más de lo que… obviamente no tenía idea de lo que estaba hablando.

Dar apoyó la barbilla en una mano y sonrió.

—Sí, la nuestra ha durado. —Ella estuvo de acuerdo con suavidad. —Es la primera vez para mí… y sólo
quería celebrar la ocasión.

206
La mandíbula Kerry acababa de caer. Aturdida por la sorpresa de su amante, tratando
desesperadamente hallar algún tipo de respuesta para eso.

—Buh—. Se frotó la cara con una mano. —Jesús, Dar.


—¿Qué?
—¿Sabes lo que estaba haciendo el otro día?

Desconcertada, Dar negó con la cabeza.

—No.
—Planificando lo que deberíamos hacer para nuestro aniversario.
—Oh. —Una risa. —¿Nuestra primera vez?
—Nuestro cincuenta años. —Los ojos verdes se encontraron con los suyos tranquilamente.

Dar la miró.
Kerry levantó su copa y tocó la de Dar.

—Pensaba que podría ser un recorrido por una Estación Espacial. —Tomó un sorbo. —Deberían de tener
paquetes de fin de semana para entonces, ¿No te parece?
—Sí—. La cara de Dar se arrugó con una sonrisa. —Suena bien para mí.

***

Charles Bannersley dio una mirada crítica a la habitación, de mala gana aprobó las servilletas
almidonadas que estaban detrás del buffet, y los pisos de madera recién pulidas que brillaban bajo la suave
luz, cuidadosamente evaluando la galería.

—Ellos hicieron un buen trabajo. —Su hermana gemela Carolyn se sintió aliviada a su lado, de pelo de
color jengibre, que reflejaba la luz. —La exposición se ve bien, también.
—Mmmm—. Él asintió con la cabeza. —No está mal… nada mal… la prensa tendrá unas buenas fotos, y
Edgar Evans está haciendo la factura, hizo mucho con la última pieza de Ceci… Yo diría que tenemos el
éxito en nuestras manos.
—Hablando de… ¿dónde está? —Carolyn preguntó, mirando a su alrededor. —No me digas que ella no ha
llegado todavía.

Charles se encogió de hombros.

—Ya la conoces. Iba a pasar en la tarde por allí, pero me ataron a una reunión. Elli se quejaba el otro día de
que Ceci estaba actuando de manera extraña.

Los hermanos se miraron.

—¿Cuando no es así? —Carolyn preguntó, arqueando una ceja. —¿Le encontraste una cita para esta noche,
Chucky? Estoy cansada de verla flotando por ahí sola como una especie de planta rodadora.

Suspiró.

—Oye, yo hago mi parte, Cary… ella simplemente no coopera. Al parecer, no puedo encontrar el tipo
adecuado de persona que le interesa.
207
Su hermana se puso mechón errante de pelo detrás de la oreja.

—¿Has probado en las barras de camionero locales? —Ella atacó. —Tal vez estás buscando en los lugares
equivocados.

Los dos se rieron con ironía.

—Oye, me siento mal por la pobre—. Carolyn negó con la cabeza. —Ella nunca va a salir de esa pesadilla
hasta que podamos hacer que vuelva a tener vida social… y tú lo sabes.
—Yo sé… lo sé… Voy a tener que intentarlo… ¡ah!, allí está ella. —Charles se volvió cuando vio a su
hermana más joven entrar, vestida con un sencillo, pero clásico vestido de un color aqua oscuro que
resaltaba su cabello rubio y ojos claros. —Bueno… ella hizo un esfuerzo… ¿Qué sabes?
—Mm… —Carolyn se inclinó hacia él para ver. —Eh… que bien se ve… tiene un poco de color en sus
mejillas.
—Si… lástima que no le pedí a Bob que viniera esta noche… He estado tratando de conseguir que se
conozcan… ¡oh Dios mío!

Cecilia miró hacia atrás, y había tendido una mano, y había entrado una alta figura, agachándose un
poco al pasar por el bajo marco de la puerta. Sus manos se encontraron e indicó a su compañero que
siguiera adelante, dirigiéndose a saludar al hombre vestido de esmoquin.
Carolyn aferró el brazo de su hermano.

—Chuck…
—Ya veo. —Su voz era plana, como una descarga.
—Eso no puede ser Andrew.

Sus fosas nasales temblaron mientras estudiaba el hombre que se elevaba por encima de su hermana.
Iba vestido con los blancos de la Marina, tenía el pelo negro más salpicado de canas de lo que recordaba, y
una serie de feas cicatrices, y sorprendentemente no se veía muy diferente.

—Parece ser que es. —Su voz se endureció


—No puedo creerlo. ¿Después de todo este tiempo? La Armada dijo que estaba muerto… en el infierno,
¿donde ha estado?— Siseó Carolyn.
—No sé, y francamente, no me importa. Pero si él cree que va a volver a la vida de Ceci así… está
equivocado—. Charles se deshizo del agarre de su hermana y se dirigió hacia la puerta.

***

—Cecilia, querida… estoy contento de haberte capturado al entrar.

Ceci llevó le tendió una mano.

—Hola, Edgar… gracias por estar aquí. Es bueno verte.

El crítico de arte se arregló un poco.

—Mi privilegio, como siempre… quería decirte lo mucho que me encanta tu trabajo en acrílico uno de un
paisaje marino… ¿sabes?
208
—Sí, sé cual es. —Ceci le sonrió. —¿Le gustaría conocer la fuente de mi inspiración para ese? —Ella se
volvió y tendió una mano hacia un tímido Andrew, que seguía de pie junto a la puerta. Entró y lo llevó a su
lado. —Este es mi marido, Andrew.

Edgar inclinó la cabeza hacia atrás y miró hacia arriba.

—Un placer, señor… un placer… ah… ¿Es comandante?


—Eso es correcto.

Andy se removió un poco en el interior de lo que vestía, le quedaba más suelto de lo que recordaba,
pero en general no estaba tan mal, teniendo en cuenta lo que pasó. Ceci le había dado un corte, a pesar de
que su pelo estaba muy lejos de su corte habitual. Tomó la mano del crítico y le devolvió el apretón con
solidez.

—La verdad… No tenía idea de que estabas casada… pero estoy contento de conocer a alguien que puede
inspirar un arte tan maravilloso. —Edgar sonrió a Andrew, quien le devolvió la sonrisa reservadamente. —
Felicitaciones, señor… felicidades… es una mujer tan hermosa y con talento.

Andrew decidió que le gustaba el pequeño pingüino.

—Gracias.

Un movimiento llamó su atención, y centró su visión allí. Bueno, bueno. El hermano mayor de
Cecilia, Charles, se dirigió hacia ellos, y no parecía muy contento. Charles era alto, casi tan alto como
Andy, y tenía el pelo rojo abundantemente salpicado de gris, y era delgado en la parte superior. Tenía unos
seis o siete años más que Ceci, y siempre había tenido el gran placer de presentarse a sí mismo como la
cabeza de la familia, después que su padre muriera hacía unos quince años atrás.
Él era, en opinión de Andy, casi un culo con mala crianza, y nunca se habían llevado bien. Se acercó
a Ceci suavemente, y alzó la barbilla hacia su hermano.

—Aquí viene un hombre con abejas en los pantalones—. Murmuró.

Ceci vio a Charles, y una pequeña sonrisa traviesa se dibujo en su cara arrugada.

—Espero que le pique justo en el trasero.


—Bueno… podría pensar en algunos lugares mejores… pero no se me ocurre ninguno. —Andrew arrastró
las palabras, cuando Charles llegó hasta ellos, con su doble detrás de él. —He aquí, Charles, Carolyn.

Charles se detuvo, e inhaló, torciendo los labios severamente.

—Andrew. Esta es una gran sorpresa.


—¡Ah lo apuesto!

Ceci se puso entre ellos.

—Lo siento, Chucky… realmente no tuve tiempo de comunicárselos… las cosas sucedieron con bastante
rapidez. —Ella echó un vistazo detrás de él. —Hola, Cary.
—Cec—. Su hermana murmuró. —Hola, Andrew. —Ella se dirigió a su hermana de forma reservada.

209
—Sra. Roberts… —Un asistente de la galería se acercó, un poco agitado. —¿Podría usted venir a la sala de
exhibición, por favor…? la prensa le gustaría hablar con usted.

Ceci vaciló.

—Yo…
—Ve—. Andrew le dio un pequeño empujón. —Dame una oportunidad de atender a tus familiares.

Cecilia le dirigió una mirada, reconociendo la deliberada exageración de su acento habitual.

—Ya vuelvo—. Ella lo tomó brevemente por su muñeca, y se la apretó, y luego siguió al ayudante,
dejándolo con su hermano y su hermana en un cuadro de silencio.

***

Un suave golpe en la puerta atrajo la atención de Dar, y ella hizo una pausa en su trabajo.

—¿Sí?

Mariana asomó la cabeza, y sonrió.

—¿Tienes un minuto?

Dar echó hacia atrás y se frotó los ojos.

—Claro… adelante.

El vicepresidente de Personal entró y cerró la puerta, cruzando el piso alfombrado y sentándose en la


silla de visitantes de Dar.

—¿Cómo te va?
—No está mal. —Dar cruzó las manos. —Tenemos la mayoría de las nuevas cajas en su lugar… y creo que
vamos a empezar a probar la próxima semana. Va mucho más despacio de lo que yo había planeado… para
variar.
—Es bueno saberlo. —Mari asintió con la cabeza. —Oye… Duks y yo, y Mark y Bárbara planeamos hacer
un viaje juntos esta noche… ¿Crees que a Kerry le interese?

La Feria de la Juventud. Dar sorprendió al sentir interés.

—No lo sé. Espera. —Apretó el intercomunicador. —¿Eh, Kerry?


—¿Siiii? —La voz de la mujer rubia sonó con un toque de aire satisfecho y contenta sin duda.
—¿Quieres ir a la feria de la juventud?

Un silencio.

—No sabía que aquí estaban las vacas, Dar… no se trata de una continuación de la conversación de ayer,
¿Verdad?

Mariana se puso una mano sobre su boca y se puso roja de la risa.


210
Dar dio un suspiro.

—No, hay una feria de la juventud aquí, a mi entender.— Ella jugó con una pluma. —Son algunos patos,
pollos, conejos… sobre todo paseos hasta la noche.
—Oh. —Kerry se quedó en silencio por un momento. —Bueno… suena divertido. Tal vez pueda ganar un
cerdo enorme de peluche o algo así.
—Será mejor que conduzcas entonces, porque un cerdo relleno no se va a entrar en mi automóvil. —Dar le
aconsejó con sequedad. —Mari está haciendo la invitación… somos nosotras, ella y Dukky, y Mark y
Barb. —Ella sonrió. —Por fin puedo desafiar a Mark para la competencia de tiro corto.— Esperó a que
Kerry dejara de reír. —Está bien… nos vemos luego—. Dar levantó una ceja a Mari. —Suena como un
plan.
—Bien—. Mari juntó las manos alrededor de una rodilla. —En realidad, no he venido aquí para eso. Acabo
de terminar de repasar la evaluación de Kerry. —Vio a Dar inclinar la cabeza hacía su trabajo. —Y quise
venir a hablar contigo sobre eso.
—¿Algún problema?
—No. Todo lo contrario. —Mari negó con la cabeza. —Fue muy equilibrado, bien pensada la evaluación,
me pareció objetivo y profesional—. Hizo una pausa. —¿Sabías que parece que escriben sobre fantasmas?
He estado leyendo las evaluaciones durante cinco años, Dar… lo hacen, generalmente parece eso.

Dar garabateó en su bloc de notas.

—No… Yo sólo quería ser muy cuidadosa… Sé que se puede perjudicar con eso, yo hice lo posible por ser
tan justa como me fuera posible.

Encontrar algo negativo, reflexionó, había sido la parte más difícil. Nadie es perfecto, pero tendía a
restarle importancia a las fallas de Kerry a un punto casi ridículo, y no era justo para ninguna de ellas como
profesionales. Su mayor problema con su asistente era que Kerry tendía a quedar totalmente involucrada en
los detalles de un proyecto… y a veces perdía la vista del panorama general.
Eso era algo que, Dar estaba segura, se corrija por sí solo con la experiencia, cuando Kerry
aprendiera a ver el impacto de sus acciones en un ámbito más amplio. Sin embargo, había causado unos
pocos cuasi accidentes, y en los últimos tiempos ella tenía que sentarse con Kerry, y hablarle.
Se preguntó si esas conversaciones habían caído mal…

—Bueno, ciertamente lo hiciste. Me quedé muy impresionada. Buen trabajo. —Mari sonrió. —Ahora…
¿quieres dársela tú, o quieres que lo haga yo?

Dar tomó un respiro.

—Yo lo haré. —Ella miró a los ojos a Mari. —¡Pero si hay que tomar decisiones sobre el sueldo…
Preferiría que manejaras los detalles!— Una leve sonrisa torció sus labios.

Mari se echó a reír.

—Correcto… buen punto… pero me da una idea… ¿Crees que merezca la pena?

Los ojos azules estaban silenciosos como jamás los había visto.

211
—La empresa no puede pagar lo que creo que merezca la pena. —Dar respondió con calma. —Es por eso
que te pido que lo resuelvas. —Pasó el lápiz otra vez. —Voy a hablar con ella acerca de la posición abierta
que tiene cuando le doy la función eval… Creo que con una guía, lo haría muy bien allí.

Mari considera el comunicado.

—Probablemente podríamos publicarlo, y conseguir a alguien con más experiencia, pero Kerry tiene dos
cosas a su favor. Uno de ellos, sabe cómo trabajamos, y dos, puede trabajar contigo.— Ella dio a Dar una
mirada franca. —Y de los dos, el segundo es lo que más me preocupa de poner a un extraño en el puesto.

Dar apoyó la barbilla en un puño.

—¿Soy un problema? —Preguntó ella, lastimeramente.


—Dar, ni siquiera me asomaré ahí. Sabes que somos amigas, pero también sabes perfectamente que eres
una de las personas difíciles en toda la empresa para trabajar. —Mari sonrió pícara por sus palabras. —A
pesar de que te has suavizado mucho en los últimos meses.
—No creo que lo haya echo.— Dar no estuvo de acuerdo. —Es sólo que Kerry ha sacado tanto de la
mierda de mis hombros… uno no tiene que ser un gilipollas a menudo para hacer las cosas. —Señaló con
el dedo Mari. —Pero no he olvidado cómo hacerlo.
—Advertencia tomada. —Mari se levantó, y se sacudió los pantalones. —¿Nos hemos librado de nuestra
plaga de Houston? Ya sabes que se queman mis chuletas por obtener su archivo personal. —Ella sonrió. —
Me encantaría sacar las trescientos setenta y dos páginas del manual de personal directivo y citar sus
regulaciones privadas.
—Si… por ahora.— Dar se echó hacia atrás y ahogó un bostezo. —Pero tengo la sensación de que va a
estar de regreso… me da escalofríos. Creo que él no va a parar hasta causar problemas de Grandes
Ligas.— Se levantó y miró su reloj. —Voy a tomar un café… ¿Te interesa?

Mari asintió con la cabeza.

—Claro… el dolor de estómago se te calmó ¿no?

Dar se encogió de hombros, mientras se dirigían hacia la puerta.

—Sí, bastante. —Ella sostuvo la puerta para Mari y la siguió. —Me alegro que no fuera contagioso.

***

Andrew resistió el impulso de poner sus manos en los bolsillos y se limitó a entrelazarlas delante de
él cuando vio veladas miradas hostiles por parte de los hermanos de Ceci.

—Buen tiempo—. Él arrastró las palabras, deliberadamente sacando las palabras e inyectando su acento
del sur tanto como pudo en su voz y su lengua.
—Y yo que pensaba que podíamos deshacernos de ti. —Charles le dijo. —Pero al igual que un mal
Rembrandt, aquí estás.
—Es agradable verte también Chucky… ¿Es un traje nuevo?— Andrew dejó el rollo de la hostilidad sin
ningún problema, después de haber pasado demasiado tiempo de su vida enfrentando a personas que
trataban de matarlo.

Charles miró a su alrededor, a continuación le indicó una pequeña puerta.


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—Tengo algo que decirte. —Dio media vuelta y caminó hacia el cuarto de al lado, esperando a que
Andrew lo siguiera. Con un suspiro, y una pequeña sacudida de la cabeza, el oficial de la marina lo hizo.

Charles cerró la puerta detrás de ellos y cruzó la pequeña habitación, que contaba con una mesa, una
silla y una lámpara sobre la mesa, haciendo espacio para un examen de arte, u otros objetos.

—No voy a perder el tiempo.


—Buena idea—. Andrew se recostó contra la pared.
—Si piensas que vas a acabar el vals de nuevo en la vida de mi hermana. —Charles se volvió, y se cruzó
de brazos. —Yo no voy a permitir eso.
—¿Y bromeas con eso de detenerme? —Andy le preguntó con suavidad. —Siete años y todavía no tienes
el sentido de ver lo que Dios le dio a una marmota, ¿no? No es tu elección, Chuck… nunca lo fue, y nunca
lo será… es de ella, y lo ha hecho. —Hizo una pausa. —Una vez más.
—¿Se va arrastrar por las calles otra vez? —El hombre se burló. —¿No ves que es mejor aquí?

Andy lo estudió.

—No.
—Siempre has sido un cerdo egoísta.
—Si crees que es lo mejor, entonces tienes unas ideas muy retorcidas, porque lo que veo, es una mujer
solitaria medio enloquecida que necesita que alguien cuide de ella.
—Ella es muy feliz aquí. —Charles disparó de nuevo. —Ella tiene familia y amigos, y un lugar decente
para vivir.
—¿Ella te dijo eso?
—¿Qué?
—¿Ella está feliz? —Andy se separó de la pared y se acercó a él. —¿Alguna le hiciste esa pregunta?
—Ella es mi hermana. Yo sé lo que ella es. —Fue la respuesta. —Es por eso que tomé esa notificación que
enviaron el año pasado y lo quemé.

Las cejas oscuras de Andrew se juntaron, y movió la cabeza hacia adelante, entrecerrando los ojos.

—¿Qué?
—Oh… seguro. El maldito anuncio que envió la Armada… ¿Qué te habían encontrado? La he quemado—.
Charles se burló. —Fui a su casa, y puedes apostar que la tomé, y tuve en mi auto una pequeña fiesta tras
asegurarse que mi hermana nunca vería ni una palabra.

Las grandes manos se flexionaron.

—Hiciste eso—. Andy sentía su respiración lenta y profunda. —Yo creía que ella la había arrojado lejos.—
Su voz era casi un murmullo.
—Yo no la iba dejarla caer de nuevo en esa trampa.— Charles se echó a reír. —Era mejor salir de ese
infierno, y de su vida, lejos de ese chico pervertido que la obligó a irse con él.
—¿Charles?— Andy habló lentamente. —Mejor cállate ahora.
—Acabo de empezar. —El hombre disparó de nuevo. —Asqueroso… que te presentes a un funeral con una
pequeña tarta a cuestas, para la muerte de… blck—. La sala se encogió y se estrelló de espaldas sobre la
mesa. —Gchk.

213
Las manos se retorcieron en el cuello de su camisa, y el aire se cortó abruptamente. Luchó, mirando
a un par de ojos azules, tan frío, que estaban casi incoloros. En el rostro de Andrew se había acentuado la
quietud, salvo por una salvaje contracción a ambos lados de la nariz, haciendo coincidir la dilatación de las
fosas nasales.

—Ahora—. La voz era mucho más baja, y más profunda. —Te vas a callar.

Su pecho estaba aprisionado y luchó por llevar aire a sus pulmones.

—O voy a tirar de tu cabeza y la meteré en el extremo posterior de tu cuerpo. —Andy se inclinó sobre él, y
le envió un dolor punzante arriba y debajo de su cuerpo. —¿Me entiendes, muchacho?

Histérico, él asintió con la cabeza, y la empuñadura se relajó, sólo un poco. Lo suficiente para que él
pudiera aspirar un poco de aire.

—Ah, no te gusto.— Andrew dijo con mucho cuidado. —Ah, nunca te he gustado, pero tendí mi mano
hacia ti porque compartías la misma mamá y papá con mi esposa. —Se acercó más. —Pero, ¡ah!, no me
voy a conformar con que hables mal de mi familia. ¿Me entiende, muchacho? —Más cerca. —O te mato
sin dudar.

Charles comenzó a temblar.

—Si alguna vez tratas de intervenir entre Ceci y yo otra vez, te voy a destrozar—. Una pausa. —Y si
alguna vez hablas mal de hija una vez más, te castraré en menos de cinco segundos—. Andrew físicamente
lo levantó y lo tiró contra la pared, atrapándolo otra vez, cuando él se recuperó, y lo empujándolo
sujetándolo hacia arriba. —¿Somos directo con eso, señor?
—Estás loco—. Charles dijo con voz ronca.
—No, señor. —Andrew sacudió la cabeza. —Ah, soy un hombre muy enojado, que sabe cómo matar a la
gente también. —Sus ojos se clavaron en los del hombre bajo. —Si tienes algo de inteligencia acabarás por
decir sí señor, y te callarás.

El hermano de Ceci se le quedó mirando durante un buen rato con odio, y luego bajó los ojos.

—Sí, señor.

Andrés lo sostuvo un segundo más y lo soltó y dio un paso atrás, alerta y equilibrado sobre las
puntas de sus pies cuando Charles arregló lentamente su ropa, y acomodó su compostura.

—Estamos bien ahora.— Andy dio la vuelta y caminó hacia la puerta, poniendo su mano en el pomo antes
de dar vuelta y ver de frente a su adversario. —Asshole.

Y abrió la puerta, caminó a través de ella, y la cerró detrás de él con firmeza. Ceci estaba de regreso,
y se dirigió a él con una mirada de preocupación en su rostro.

—¿Listos para ver las fotos?


—Claro—. Cecilia miró hacia la puerta.
—¿Todo bien?
—Tú hermano y yo acabamos de limpiar un poco el aire. —Andy le aseguró. —Vamos.

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Metió su mano alrededor de su brazo, y se paseó a su lado, observando las señales de la ira que poco
a poco se desvanecían.

—¿Andy?
—¿Mm? —Sus ojos parpadearon, luego se unió a los suyos.
—No has roto nada, ¿verdad?

Algo peculiar en sus labios.

—No, señora no lo hice.

Ceci exhaló.

—Muy bien… vamos. Creo que tienen esas pequeñas cosas que te gustan rellenas de pollo en el buffet.

Andy se relajó, quitando el último rastro de ira. No tenía sentido tenerla, de todos modos. Miró con
cariño hacia su esposa.

—¿Buscas echarme a perder mi hermosa dama?

Puso una sonrisa de duende, muy extrañado por eso.

—Puedes estar seguro. —Ceci lo condujo hacia un grupo de personas frente a un lienzo de gran tamaño. —
¿Qué piensas de éste?

Varios rostros se volvieron cuando se acercó, mirando con curiosidad a Andrew.

—¿Cec? ¿Quién es tu amigo? —Le preguntó un director de la galería de arte que estaba demasiado lejos
para leer la placa de identificación en el uniforme de Andy.
—Este es mi marido. —Respondió Cecilia, disfrutando de las miradas de sorpresa. —Andrew Roberts. —
Comenzó la presentación mientras la multitud charlaba sobre el asunto.

***

Kerry estaba de pie frente al espejo mirando su reflejo con sobriedad. Estaba vestida con su ropa
interior, y dispuesto de manera prolija en el mostrador estaba el traje de cuero.

—Bueno—. Se encontró a los ojos verdes mar mirando hacia ella. —Podría fingir que voy como
Pocahontas—. Hizo una pausa. —El cabello rubio está fuera de lugar… pero creo que puede poner una
pluma en alguna parte.

Con un suspiro, finalmente recogió la falda, y la envolvió alrededor de su cintura, ajustando los
cierres de velcro.

—¿Quién demonios hizo hacer esto, Chino? No lo puedo imaginar.


—Grufw. —El labrador estaba acurrucado en la cama, mirándola con interés, cansado después de una larga
tarde de ejercicios que Kerry acababa de terminar.
—Es bonito, ¿eh?— Ella tocó el cinturón de cuero, intrincadamente labrado y pintado de varios colores,
con un diseño estrecho. La falda era en sí, un suave cuero marrón oxidado, tan delgado que envuelta en sus
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caderas y muslos, era casi como una toalla. —O… k… —Kerry cogió la parte superior, y lo estudió. —
Hm. Un sujetador deportivo de cuero. Esto va a ser diferente.

Después de un momento de vacilación, se quitó el sujetador y se deslizó el cuero, jugando con los
cierres en la espalda luego llevó las cintas en torno a su frente, y los ajustó. Con un débil temor, levantó los
ojos a la imagen y se mordió el labio por lo que vio.
Dios, iba a ser toda una actuación. Ella agradeció todos los meses en el gimnasio, ya que había
torneado un poco su cuerpo, se miró los músculos que se notaban un poco menos que su bronceado.

—Ves lo que quería decir sobre la necesidad de hacer ejercicio para llevar esto—. Ella murmuró. —¿Qué
piensas, Chino?
—Preciosa.

El cerebro de Kerry casi explotó, y luego se dio cuenta que era la voz de Dar, que procedía de la
puerta.

—¡Jesús!—. Se cubrió los ojos, cuando una risa escapó. —Pensé que el perro había respondido.
—¡Guau!—. Dar respondió, terminando el resto del camino a la habitación, aún vestida con sus pantalones
cortos y camiseta de entrenamiento. —Mmm… me gusta—. Estudió a Kerry con aprobación. —Sin duda
tienes un aspecto natural con eso.
—¿Natural? —Kerry puso sus manos sobre sus caderas. —Dar, es un bikini de cuero… no me digas que
tengo un aspecto natural con un bikini de cuero, por favor, porque mi cerebro se va a desbordar por mis
oídos sólo con el pensamiento.
—¿Pero que haces? —Dar objetó suavemente. —Ponte de pie.

Con un suspiro, Kerry lo hizo, lentamente colocó sus manos sobre sus muslos. En reflejo, levantó la
cabeza y la barbilla cuando Dar ajustó las correas en la parte de arriba, la sensación de las yemas de los
dedos en su espalda desnuda tocó una sensible fibra de familiaridad.

—Me veo como una falsificación de un nativo americano.


—Nah—. Dar recogió el cabello claro y lo sostuvo. —Como complemento ponemos un soporte de cuero
aquí, y te puedes poner algunas joyas antiguas del baúl de la tía May. Te ves muy bien, Ker. De
verdad…—Echó un vistazo sobre el hombro de Kerry y examinó el reflejo en el espejo, cuando Kerry
levantó los ojos y se encontró con su mirada. —¿Qué pasa?

Kerry tenía los labios apretados, luego los relajó.

—A veces me miro en el espejo, y no tengo ni idea de quién es la persona que me está mirando. —Hizo un
ligero movimiento de cabeza, y levantó un poco las manos, y luego las dejó caer. —Yo nunca me
imaginaba así.
—¿Te molesta? —Dar preguntó, vacilante. —Ya sabes, Kerry… sólo porque voy al gimnasio y todo eso,
no significa que tengas que hacerlo.
—No, me gusta. —Una sonrisa amable. —Es sólo que nunca me había sentido bien conmigo misma antes,
y es un poco extraño acostumbrarse. —Ella inclinó la cabeza hacia atrás. —Eres maravillosa para mi ego,
¿lo sabías?
—Me alegro estar a tu servicio. —Dar rió con alivio.
—Hablando de egos, es tu turno de vestirse. —Kerry sonrió. —Voy a terminar los preparativos.

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—Está bien—. Dar besó su hombro desnudo. —Voy a tomar una ducha, y luego ver si puedo sacar ese
chaleco… y desenterrar los jeans del armario—. Ella le dio a Kerry una palmadita en el trasero y se fue,
seguida por Chino.

Kerry negó con la cabeza y volvió su atención hacia el espejo.

—¿Sabes una cosa, Kerrison? Para alguien que una vez probablemente iba a convertirse en un gobernador
republicano, no está tan mal.

***

Dar tenía el pelo semiseco alborotado, caminó hacia su habitación envuelta en una toalla. Ahora que
había llegado el día de la reunión, se encontraba con ganas de hacerlo, algo extraño. La escuela secundaria
no había sido un buen momento para ella, el padre salía mucho al mar, y la relación con su madre se había
ido cuesta abajo.
Pero ella se había divertido, de todos modos, buscaba las cosas más indignantes de hacer y llevar a
cabo, sabiendo que la escuela estaba rechinando los dientes, y la expulsión no era un honor para los
estudiantes de primero de la clase.
¿Fue, en el undécimo grado, cuando ella había dejado de responder a su nombre de nacimiento, e
hizo que todos la llamaran Dar? Sí. Ella había salido con las gafas de sol, cuero y la ropa rasgada, con
cadenas que colgaban alrededor de su cuello, los puños, las orejas. Ah, y las espuelas.
Y las botas.
Sonaba como John Wayne, subiendo a la asamblea, para recoger no uno, sino cuatro premios por sus
logros académicos, y ella había disfrutado enormemente el hecho de ver a todos los empleados, y a su
madre, completamente locos.
Muérdanme. También decía en la parte posterior de esa chaqueta de cuero.

—Que punk. —Ella se rió ante la reflexión. —Y no pudieron decir una maldita buena palabra sobre mi, no
con mi record, cero ausencias y cero tardanzas.

Asistencia perfecta. Una correcta estudiante. Una excelente atleta que se negó a participar en los
deportes de equipo. Antisocial.
Dar suspiró, antes de mirar sus propios ojos en el espejo.

—¡Qué pendeja era! Si me hubieran conocido, me habrían pateado el trasero de un extremo de la calle
Flagler a la otra.

Con una sonrisa irónica, se quitó la toalla, y se deslizó en un par de calzoncillos de algodón con
pequeños demonios pintados. Luego tomó los pantalones vaqueros desteñidos que Kerry había descubierto
en una bolsa que empujó de vuelta a la parte posterior del armario, y se metió en ellos, tirando hacia arriba
y haciendo una pausa.

—Hm.

Quedaron ajustados, pero ella había esperado eso. Se abrochó los botones desgastados y estudió el
resultado. Bueno, nada flojo, y nada se asomaba. Mejor de lo que ella esperaba, en realidad. Cogió el
chaleco y lo examinó, y luego se encogió de hombros y empezó a tirar de los cordones.
El cuero era suave y flexible, y fácilmente se instaló en su cuerpo mientras terminaba los cordones
laterales, y se puso en marcha con la parte delantera. Había deficiencias considerables en el cuero, donde se
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veía su propia piel, y la línea del cuello era bajo, con correas en los hombros, dejando al descubierto un
poco de la parte superior de su cuerpo.

—Muy bien—. Murmuró, poniendo el último bit en su lugar. —Una mala imitación de un fugitivo de una
película de Mad Max.

El timbre de la puerta sonó, y ella parpadeó, luego salió a la sala y trató de imaginar quien en la
tierra sería capaz de llamar a su puerta sin que los de seguridad la llamaran. Clemente, probablemente.
Abrió la puerta y tiró de ella hacia atrás, se detuvo en estado de shock cuando unos ojos azules aparecieron
al mismo nivel que ella.

—Ah… Hola papá—. Dar dio un vistazo a un lado. —Madre—. Un pánico total de adolescentes volvió a
sus entrañas. —Eh…

Las cejas de Andrew Robert subieron y se puso una mano en la cadera mientras estudiaba a su
descendencia.

—¿Qué demonios?
—Ahora, esa es la hija que recuerdo. —Murmuró Cecilia en voz baja, con un gesto irónico en los labios.—
Lo siento si te sorprendió, Dar. Simplemente volamos, y tu padre no iba a descansar hasta mostrarme
dónde vivías.
—Ah. Sí… está bien… —cerró la mandíbula, y Dar puso su cerebro en orden. —Claro… que… um…
Pasen. —Retrocedió y les permitió entrar. —Madre, tenemos un perro.
—Lo he oído—. Cecilia respondió normal. —Sobreviviré.

Chino llegó corriendo de la habitación de Dar y Andrew vio al cachorro girar con deleite.

—Deja de hacer eso. —Andrew frunció el ceño al cachorro, luego se arrodilló, cuando Chino se retorcía
contra sus piernas con el éxtasis de los animales. —Vamos a cortar esa bola de pelos.

Dar se encontró frente a su madre, en absoluto preparada para ello. Se sentía desequilibrada.

—Um… quieres sentarte… nos estamos preparando para ir a una fiesta… por eso el… um… esto. —Tiró
de sus cordones de cuero. —Ya no suelen vestir de esta manera.
—Ah—. Cecilia a penas respondió, se sintió tan incómoda cuando miró a Dar. —¿Qué tipo de fiesta?
—Una reunión del High School.
—Mm.

Andrew se puso de pie.

—No me vas a poner un pie fuera de esta casa con lo que llevas puesto ¿verdad?
—Ah. Sí, en realidad— Dar puso las manos detrás de la espalda y trató de no respirar demasiado fuerte. —
Es lo que se está llevando.

Su padre se enderezó.

—Paladar, no vas a salir por ahí medio desnuda.


—No… No, lo está. —Interrumpió la voz de Kerry, un sonido maravilloso a los oídos de Dar. —Pero yo
si.
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Los ojos fueron a las escaleras, ya que la mujer rubia trotaba por ellas y apareció vestida con la
ligera piel encima.

—Ella está un poco demasiado abrigada, de hecho.


—Querido Jesús—. Andrew se cubrió los ojos.

Cecilia se mordió el interior de su boca con fuerza para no estallar en una risa histérica.
Dar deslizó un brazo sobre los hombros de Kerry y le frotó la espalda, cuando la mujer baja la
envolvió en un abrazo. Dar miró sobre la cabeza de Kerry, y se encontró con los ojos de su madre.
Y se dio cuenta de que podrían, por fin, tener algo en común que compartir. Le dirigió una media
sonrisa. Su madre logró devolvérsela.
Sólo tal vez.

—¿Quieres un tour?— Dar le preguntó directamente a Ceci.


—Claro.

***

—Tal vez esto fue una mala idea, Andy—. Ceci juntó las manos alrededor de una de sus rodillas, cuando
se sentaron juntos en la sala de estar. Dar y Kerry habían desaparecido en la cocina después de una gira
improvisada, y habían establecido una tregua. —No creo que Dar se sienta cómoda conmigo aquí.
—Sólo relájate. —Murmuró su marido. —Ella va a estar bien… simplemente odia las sorpresas. Debí
llamarla. —Miró a su alrededor. —Bonito lugar, ¿eh?

Cecilia dejó que sus propios ojos deambularan por todo el condominio.

—Precioso—. Admitió. —Pero no es tan Dar.


—Sip—. Admitió Andy. —Ah, creo que ella acabó en él, y era más fácil simplemente quedarse.

Probablemente era cierto. Ceci encontró sus ojos atraídos por un conjunto de fotos en el centro del
condominio. Dos de ellas eran de Dar, a una edad temprana. Dos de ellas eran de Kerry, y en el centro una
de ellas juntas.
Ambas estaban mirando hacia adelante, a la cámara. Dar estaba sentada detrás de Kerry, y tenía sus
brazos alrededor de ella, con una media sonrisa en su rostro. La mujer rubia cubría las manos Dar con la
suya, y la foto acabó de capturar la más dulce expresión en ella, que casi hizo sonreír a Ceci con sólo
mirarla.

—Tenemos que encontrar un lugar para pasar la noche. —Ella apartó la atención de la imagen y la puso en
su marido. —¿Alguna sugerencia? —Habían pasado años desde que había estado en la ciudad, aunque no
había cambiado mucho, había encontrado mil recuerdos recuperando su color al salir del aeropuerto, y
sintió el calor tropical caer sobre ella. —¿En algún lugar en la arena, tal vez?

***

—¿Estás bien? —Kerry preguntó por tercera vez, ya que ella había recogido algunos vasos y una jarra
grande de jugo de fruta y Dar se encontraba en el fregadero, con la mirada fija en el agua con un aspecto
totalmente inestable en su rostro. —¿Dar?
—No me esperaba esto—. La cabeza oscura, finalmente se volvió y la miró. —Yo no quiero que sea así.
219
Kerry ladeó la cabeza ante las palabras.

—¿Así cómo?

La cara de dar se contrajo.

—Tan malditamente… de pronto.

Kerry bajó la jarra y se acercó, puso una mano en la de Dar que estaba casi cubierta de cuero.

—Mira… tómatelo con calma. —La frotó suavemente. —No es tan malo, ¿verdad? Pienso que está bien
que tu madre se encuentre bien.
—No. Sí. No sé. —Dar se dio la vuelta y se apoyó en el mostrador, cruzando los brazos sobre su pecho con
fuerza. —Me ha tomado todo este tiempo para acostumbrarme a tenerlo de vuelta. Al verlos juntos… estoy
teniendo un poco de dificultad para comprenderlo en este momento. —Su mano se levantó y se frotó los
ojos. —Un ajuste demasiado grande.

Sí, tenía que ser. Pensó Kerry, mientras tomaba la mano libre de Dar en la suya.

—Sé que debe ser difícil. Aguanta, Dar. Tenerlos de nuevo debe ser algo bueno ti, estoy convencida de
eso.

Un suspiro.

—Lo sé.
—Pero es raro.
—Sí—. Dijo Dar con una mueca.
—Y el que estemos vestidas como un par de amazonas post–apocalípticas no ayuda. —Kerry sonrió
cuando consiguió una risa de su amante. —Aunque hay que admitir que ver la cara de tu padre cuando bajé
valió la pena.
—Mm—. Dar se relajó un poco y se frotó el cuello. —Eyah… eso es cierto.
—Ah. Cec pregunta qué están haciendo ustedes dos. —La voz de Andrew gruñó desde la puerta. —
Comenzaba a pensar que iban a crecer los malditos frutos antes de que los hicieran jugo.

Kerry tomó la bandeja y se aclaró la garganta.

—Ah… es mi señal. Bye. —Pasó al lado del padre de Dar de forma rápida, y se marchó, dejando a los dos
solos en la cocina.

Andy se metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros que llevaba y se movió dentro
de la habitación.

—Creo que te debo una disculpa, Dardar… no me propuse acabar el día así.

Dar estudió a su padre con curiosidad.

—¿Tienes un corte de pelo?

220
Inconscientemente, levantó una mano y la paso a través del plateado cabello.

—Sip.

Había algo tan diferente en él y familiar a la vez.

—Te ha ido bien allá, puedo ver. —Sus ojos le sonrieron. —Me alegro—. Una vacilación. —No esperaba
que volvieras tan pronto.

Andy se tomó un respiro.

—Ella quería volver a casa. —Respondió con sencillez. —Pensé en volver para encontrar un lugar, cerca
del agua. Sólo en el suelo y estar tranquilo durante un rato.
—¿Así nada más?
—Sip—. Se rascó la mandíbula. —Hay un montón de favores, Dardar… que te debo. —Su boca se movió
con una sonrisa. —No creo que pueda pagártelos.

Se dio cuenta de lo que era. Él era un hombre nuevo. Dar se movió lentamente hacia adelante. Oh,
las cicatrices aún estaban allí, pero él había dejado atrás la camisa con capucha, y recuperó el equilibrio, lo
pudo ver claramente con la luz de la tarde entrando por la ventana la cocina. Vacilante, ella puso una mano
sobre la suya.

—Usted no me debe nada de nada. —Ella susurró. —Si te hizo feliz, eso es lo único que importa.
—Oh, Dardar—. Andy abrió los brazos y se encontró abrazando a la forma sólida de su hija. —No hay
nada de lo que hayas hecho que no me haga feliz y orgulloso de ser tu papá.

Mmm. Dar absorbió el abrazo con avidez poco frecuente y se lo devolvió.

—¿Incluso vestida así? —Ella bromeó débilmente cerca en su oído.


—¡Señor!—. Empezó a meter los dedos a través de los agujeros. —¿Te basta con esto?

Ella casi se doblo de la risa por el cosquilleo.

—Augh.
—Tch—. Andrew la dejó en libertad, pero puso sus manos sobre sus hombros. —¿Puedes hacer una cosa
más por tu viejo padre?
—Cualquier cosa—. Dar respondió calurosamente.

Hizo una pausa.

—Sé poco de lo que pasó, Dar. —Él levantó una mano y le acarició la mejilla. —Sé que se lastimaron. —
Sus pestañas revolotearon cerradas. —Pero me gustaría que le dieras otra oportunidad a tu mamá.

Oh. ¿Es eso todo? Dar abrió los ojos.

—¿Es eso lo que quiere?

Él asintió con la cabeza.

221
Dar pensó acerca de su petición. Sería muy duro, ella ya lo sabía, rehacer toda una vida de fricción.
Sólo de pensarlo la dejó exhausta. ¿Tenía ella una elección, sin embargo? Miró a los ojos de su padre.

—Lo voy a intentar.

Eso le valió otra sonrisa.

***

Kerry entró en la sala de estar y dejó la bandeja.

—Es jugo de frutas. —Ella se sentó abajo y llenó un vaso, que ofreció a la madre de Dar. —Una especie de
mezcla.

Ceci se inclinó hacia delante y tomó el vaso.

—Gracias.

Ella se echó hacia atrás con la bebida y sorbió, mientras se estudiaban la una a la otra.

—Entonces—. Murmuró Ceci. —De alguna manera no me esperaba que íbamos a reunirnos de nuevo tan
pronto.
—No. —Kerry estuvo de acuerdo. —Supongo que no. —Se rascó la nariz. —Estos es un poco incómodo.

Ceci tomó un trago del dulce jugo.

—Eso es un eufemismo. —Admitió. —Han sido unos días muy sorprendentes. —Consideró la cara de
inteligente curiosidad de Kerry. —Podríamos conversar sobre el clima.

Una mirada al exterior.

—Ochenta, treinta por ciento de probabilidades de lluvia.

Ceci sonrió.

—¿Has vivido aquí mucho tiempo?

Kerry se inclinó hacia atrás.

—Bueno, si te refieres a Florida, cerca de dos años. —Ella cruzó los brazos sobre el vientre desnudo. —Si
quieres decir aquí, un poco más de seis meses—. Una pausa. —Me gusta. Miami, quiero decir. Fue un
poco difícil cuando me mudé, pero después de un tiempo, incluso te adaptas al calor.
—Sí, sí. —Suavemente tintineo del hielo. —¿Eres de Michigan, originalmente?

Kerry asintió con la cabeza.

—Mi familia vive allí.


—Lo siento, hice un chiste de tu padre acerca de la última vez que nos vimos. —Murmuró Cecilia. —Andy
me contó lo que pasó… debe haber sido muy difícil.
222
—En cierto modo. —Kerry admitió. —En cierto modo fue un alivio, porque yo había estado viviendo
como parte de una farsa durante tanto tiempo, y después de eso, ya no lo fui. Soy libre de vivir como yo
quería. —Estudió la mesa reflexivamente. —Pero echo de menos a mi familia, a veces. Echo de menos
saber que soy parte de ellos—. Una mirada hacia arriba. —Todavía los quiero, a pesar de todo, y siempre
lo haré, aunque nunca vayan a hablar conmigo otra vez.

Cecilia encontró los ojos verdes fijos y penetrantes clavados en ella, la transmisión del sentido de
sus palabras era difícil de evitar.
Creo que me gusta. Ceci inclinó la cabeza un poco, al reconocimiento de la declaración de la mujer
más joven. Aunque se crió con el cristiano republicano.

—¿Realmente vas a una fiesta vestida así? —Ella cambió de tema, señalando con el dedo delgado el traje
de Kerry.
—Es su culpa. —Dar respondió a la pregunta, volviendo a aparecer de la cocina y sentándose junto a Kerry
en el sofá de dos plazas. —Ella me convenció de ir a esta reunión.
—¿Medio desnuda?— Andrew dio un paso cuidadosamente alrededor de las rodillas de Ceci y se dejó caer
sobre el sofá.
—Eh… no, en realidad… En cierto modo no quería ir. —Kerry consideró la forma elegante de Dar. —De
todos modos, llegamos a un acuerdo, si iba, tendría que vestirse para la ocasión e ir también.
—Um—. La madre de Dar frunció los labios. —¿De qué exactamente estás vestida?

Kerry se miró a sí misma, luego a Dar.

—Tú lo recogió. Contesta.

Pillaron a Dar distraída. Ella sintió que su mandíbula se abría, a continuación, la cerró un par de
veces, y lanzó una mirada furtiva a su madre y padre, que estaban viendo con diversión el desconcierto.

—Ah—. Oh, bueno. —En realidad, fue idea de Kerry.


—No lo fue.
—Quería ver lo que parecías en cuero.
—¡Dar!— Kerry dijo bruscamente, cubriéndose de un atractivo color rosa que se extendió por todo el
camino hasta el ombligo.
—Jesús… la mujer se ve como una maldición del flamenco—. Andrew se rió entre dientes.
—O como uno de los calamares que cambian de color. —Dar comentó, mirando a su compañera con
gravedad.
—Oh, Dios mío. —Kerry se dio por vencida y enterró su rostro en el pecho de Dar, pretendiendo que el
mundo exterior no existiera por un rato. Al menos hasta que dejó de brillar como una fábrica de neón con
mala señal. —¿Todavía es hora de ir?— Murmuró en el olor de la piel y el cuero.

Dar se echó a reír y le dio unas palmaditas en la espalda, y luego miró a sus padres.

—¿Cuáles son sus planes? Papá dijo que estaba buscando un lugar para quedarse. —Se le ocurrió ofrecer
hospitalidad, pero no estaba segura de si alguno de ellos estaban listos para los lugares cerrados tan pronto.
Sin embargo… —Tenemos algunas pequeñas cabañas aquí en la isla que utilizan como hotel… yo podría
reservar en uno si te interesa.

La pareja mayor se miraron.

223
—Eso sería muy agradable. Gracias, Dar. —Respondió Ceci finalmente. —Por lo menos hasta que
podamos tener la oportunidad de ver un poco alrededor.
—Claro—. Dar se alegró interiormente por la solución. Cogió el teléfono y marcó el número de servicios a
residentes. —¿Hola? Sí… hola, Clemente—. Una pausa. —No, gracias… me siento mucho mejor, de
verdad. —Otra pausa —En realidad, tengo que reservar una de las cabañas. —Una pausa más larga. —Está
bien…. lo haremos entonces—. Una rápida sonrisa. —No, es para mis padres. —Pausa. —No están de
vacaciones, no. Están buscando un lugar aquí—. Pausa breve. —Um… seguro va a estar bien. Gracias,
Clemente—. Ella colgó el teléfono. —Todo listo. Van a enviar un carro para ustedes.

Kerry se asomó de su escondite.

—Todo el mundo es muy bueno aquí.

Intercambiaron unas pocas palabras más, se pusieron de pie, y Dar vio como el personal de reservas
se hizo cargo del equipaje de sus padres, y los transportó al camino.

—Sólo tenían el grande la izquierda. —Comentó a Kerry.


—¿Esa con la tina de las dimensiones de un Cadillac?
—Uh huh.
—Ooh. Me gustaría ser una mosca en la pared.

Dar soltó una sonrisa.

—Yo también—. Ella dio un codazo a Kerry. —Vamos… vamos a acelerar esa moto y sigamos adelante.
—Uh uh. Tienes que ponerte tus accesorio primero.— La mujer rubia le movió un dedo. —Vi una vieja
bolsa con cadenas y collares.

Dar hizo una mueca de dolor.

—Oh chico.

224
Capítulo 7
Kerry había estado a punto, dos veces, de pedirle a Dar simplemente de seguir conduciendo en lugar
de ir al gran edificio, ella podía ver lo que se le avecinaba. Conducir una motocicleta era mucho más
divertido de lo que había previsto, especialmente cuando se hizo evidente que Dar, en efecto, sabía cómo
hacer funcionar una de ellas. Estaba escondida detrás de su amiga más alta, con ambos brazos alrededor de
la mitad de Dar, pasando un gran momento.

—Ya sabes… —Murmuró bastante cerca de su oído. —Sería genial ir a la A1A en la playa, hacer todo el
camino a West Palm en esta cosa. —Dar, giró un poco la cabeza. —Yo puedo con eso.
—Hm—. Dar mantuvo un ojo en el camino, y se acercó a ella. —¿Estoy recibiendo el mensaje de que
tenemos que invertir en una moto? —Sonrió. —¿Qué tal un viaje a Key West?
—Oooh—. Kerry la apretó. —Ahora estás hablando.

Dar se rió entre dientes, y se enfrentó a la vuelta, inclinó un poco la moto para esperar su turno de
entrar al estacionamiento de la escuela. Había una multitud afuera de la puerta y entraba más gente, y ella
se sintió aliviada al ver a la mayoría de ellos habían entrado el espíritu de la ocasión y llevaban las reliquias
de antaño. Sin embargo, ella inclinó la cabeza. Usar pantalones de fútbol, tres tallas más pequeñas y un
conjunto completo de clavos fue, en el mejor de los casos, de dudosa inteligencia. Ella entrecerró los ojos
un poco. Ese sería Barandon Pitts, decidió, el mariscal de la escuela de su último año. El rey regresó a casa,
era probablemente el muchacho que podría llegar a ser lo que quisiera, y el presidente de su clase había
terminado por entrar a la Marina de Guerra, recordaba haber leído en la prensa local, y salió años más tarde
para hacerse cargo de la cadena de locales de su padre de lavado de monedas.
Contra viento y marea, a ella le había gustado Barry. Él compartía su sentido del humor, y se negó a
tomar en serio los bombos y platillos de la escuela secundaria que caían encima de él, entró e hizo su parte
en los juegos, ganó y salió con buenos recuerdos, no mucho más. Él era más inteligente del crédito que se
le daba, y más sabio para su edad que un típico muchacho de 18 años en el camino de la vida, y Dar
sonreía ahora al ver lo amable que seguía siendo en sus viejas togs y hablando con lo que parecían ser
algunas porristas reviviendo recuerdos.
Kerry estaba mirando alrededor con interés, luego que se estacionó, la barbilla apoyada en el
hombro de Dar, y exhaló.

—Esto es taaaan diferente a lo que era mi escuela.


—¿Sí? —Dar puso los dos pies calzados con botas en el suelo.
—Privada. Sólo niñas, cristiana.
—Oh. —La mujer de pelo oscuro hizo una mueca. —Lo siento.
—No… No estaba mal, en realidad. Estaba bien, de alguna manera. —Kerry no estaba de acuerdo. —Todo
el mundo competía mucho, pero nunca se mezcló con las cosas seudo caballeresca, y nadie te dijo que eras
bueno, o malo, en nada, porque eras una niña. A todo el mundo se le consideraba igual.
—Mm—. Dar pensó que como ella se había golpeado la pierna con el motor de la moto, se paró para quitar
el polvo de sus pantalones vaqueros. —Interesante—. Ella le ofreció una mano a Kerry con un toque a su
conciencia. —¿Vamos? —Después de un serio debate, ella y Kerry habían decidido finalmente que el traje
de la mujer rubia era demasiado… sólo un poco demasiado, eso era todo, y Kerry había cambiado la corta
falda por uno de sus pantalones vaqueros más antiguos y descoloridos, que iban cómodamente metidos en
las botas de cuero color canela que había conseguido en la tienda. Sin embargo, ella había mantenido el
cinturón de cuero. —¿Estás bien?

225
—Mm—. Kerry sacó una chaqueta de cuero que se había puesto mientras conducían. —Espero que haya
aire acondicionado ahí.

Dar se rió entre dientes.

—Lo hay—. Le enderezó la cadena de plata alrededor del cuello a su pareja, celebrando la vieja moda, se
sorprendió de la creación que habían encontrado en el baúl de la tía May. —Encaja con tus ojos. —Ella
sacudió los aretes que colgaban de las orejas de Kerry. —Te ves muy… eh…
—Retro post Apocalipsis. —Kerry decidió. —Pero me gusta. Y me gusta tu traje, así que vamos a mirar.—
Se acercó a algunas de las otras personas que se dirigían hacia la escuela. —Al menos encajamos—. Ella
entrecerró los ojos. —Esto no tiene tubos, ¿verdad?

Dar inclinó la cabeza, luego se inclinó hacia el otro lado, a continuación, se quitó las gafas y se frotó
los ojos.

—No quiero saber. —Murmuró, volviendo a ponerse los lentes y siguió el camino por la pista más suave.

No iba a ser un problema, se dio cuenta, ya que ella usó sus lentes oscuros para mirar alrededor de
los rostros boquiabiertos. Bueno, ciertamente no era nada diferente a cuando ella había asistido del lugar,
eso es seguro. Mantuvo la cabeza para mirar hacia adelante y subió la escalera hasta la puerta. Se abrió y
una ráfaga de olor flotaba en la escuela pública, por lo que arrugó la nariz recordando mientras pasaba a
través del edificio.
El pasillo principal estaba lleno de grupos de personas, algunas en ropa de negocios, algunos
ocasionales, algunos con trajes más apropiados para los adolescentes que habían sido alguna vez. Dar tomó
una bocanada del aire acondicionado y luego lo soltó.

—Parece igual—. Comentó mirando alrededor. Las mismas paredes de color avena, los mismos pisos
institucionales con las alfombras de color avena, manchadas con tóner, las mismas filas, fuera a la
izquierda y abajo, de color marrón, estaban los viejos armarios.

A través de las paredes cerca de las tejas del techo se pintaron pancartas para dar la bienvenida a
casa a los viejos estudiantes, y al lado derecho, las paredes plegables se habían retirado, dejando las mesas
redondas de la cafetería.

—¡Hey, Dar! —La voz de Barry resonó súbitamente a su lado, y ella se volvió para ver al hombre alto y
corpulento a su lado. —No puedo creer que te presentes.
—Hola, Barry—. Dar se quitó las gafas de sol y le tendió la mano. —Es bueno verte de nuevo. —Ella dio
media vuelta. —Esta es mi amiga, Kerry.
—Hola, Kerry. —Barry soltó la mano de Dar y tomó la de Kerry. —Bueno, ¿no es esto un montón de pijos
presuntuosos? —Sus ojos se volvieron a Dar. —Me alegro de verte no has cambiado… sigues siendo una
rebelde, ¿eh? —Sus ojos castaños claros brillaban. —Por lo menos después de las horas hábiles, en todo
caso… vi tu imagen hace meses atrás, fue divertido, déjame decirte.
—Mm… puedo apostar que hay unas cuantas personas aquí que no le verán la gracia el lunes en la
empresas. —Dar se rió entre dientes. —Gracias… está bastante bien, sí. ¿Y tú? ¿Aún sigues gestionando
esa cadena?
—Nos estamos diversificando. —Se rascó la espalda. —El negocio es bueno. Me casé, tengo dos hijos, ya
sabes. —Barry miró a su alrededor. —Maldita sea, las cosas no cambian mucho, ¿verdad? Los mismos
grupos. Están los deportistas, los cerebros, y los frikis.

226
Dar siguió su dedo.

—Sí, y los marginados—. Ella asintió con la cabeza hacia un grupo con la ropa un poco como la de ella, la
mayoría de los hombres de pelo largo, y las mujeres con perforaciones en el cuerpo. —¿Es Cathy Singer?
—Sí. Supongo que ella no se unió a una secta y se volvió postal, después de todo. Siempre la imaginé
así—. La risa de la muy alta y musculosa mujer cruzó a través del piso, sus pulgares estaban metidos en el
cinturón, y dejó al descubierto morbosos tatuajes en los brazos que de alguna manera hacía juego con su
equipo de corte brillante de color naranja. Barry se rascó la oreja. —A menos que esté en libertad
condicional una vez más.

Dar cejas se alzaron.

—¿Qué hizo esta vez?


—Asalto. Cuando salió la última vez, ella se acercó para pasar un poco de tiempo conmigo. —Barry
parecía un poco avergonzado. —Me sentí mal por ella, ¿sabes? Pero ella estaba asustando a los clientes.
—Ah—. Dar se cruzó de brazos. —Figúrate. Nos tratamos poco.
—¿Por qué? —Kerry habló por primera vez, después de haber estado ocupada absorbiendo la escena con
interés. —Pensé que eras parte de esa clase de grupo.
—Naw—. Barry se echó a reír. —Dar no formaban parte de un grupo, ese es el problema. Clasificó para
todos ellos, y se llevó todas las nueces.
—Yo era muy engreída, y poco cuidadosa en esos días. —Dar advirtió a su amante.
—Estoy segura de que difícilmente te habría reconocido. —Murmuró Kerry, volviendo las sonrisas
corteses de un grupo de mujeres con sweter con letras, faldas de porristas y zapatillas deportivas. —¿Eso
que veo allí son bebidas? Todo éste cuero que me está dando sed.

Dar se mordió el interior de su labio para no reírse.

—De acuerdo. Nos vemos más tarde, Barry.

Ella dio un codazo a Kerry en dirección a la cafetería, devolvieron gestos cautelosos de


reconocimiento a varias personas, y se abrieron paso entre la multitud. Dar se detuvo a leer el calendario de
colores brillantes en la pared exterior de la cafetería y exhaló.

—Están llamando a esto la recepción del reconocimiento. —Comentó ella. —Entonces tenemos la vieja
Cafetería Cena Spaghetti y Baila con las Chirriantes Zapatillas del Gimnasio—. Ella se puso una mano
sobre su estómago. —Creo que mi gripe estomacal se vuelve a presentar.
—Dar—. Kerry la empujó suavemente hacia la improvisada barra, donde un camarero sudaba sirviendo
cerveza barata en jarra y vino. —¿Me puedes dar un tour por el lugar? Me gustaría ver dónde veías tus
clases. —Podía sentir lo incomoda que estaba Dar, y estaba empezando a arrepentirse de persuadirla de
venir. —Barry parece agradable.
—Lo es—. Dar agachó la cabeza al ver pasar a dos hombres vestidos con trajes, uno de los cuales parecía
recordar como un genio de las matemáticas en el undécimo grado. —Él y yo solía pasar el tiempo solo para
sorprender a todo el mundo.
—¡Paladario!

Dar se estremeció. Oh, mierda. Forzó una sonrisa en su rostro y se volvió.

—Hola, Patricia.

227
Una mujer alta, rubia y muy bien dotada fue hacia ellas, con una mirada encantadora en su
bronceada cara. Tenía el pelo corto, con plumas y llevaba un uniforme viejo.

—¿Cómo estás? ¡Dios mío! no pensé que te ibas a presentar en esto, si lo hubiera sabido le decía a Sally y
Carol que vinieran también, aunque creo que van a estar aquí más adelante ¿Cómo has estado? —Ella tomó
el brazo de Dar y chilló. —¡Te ves maravillosa!

Kerry juzgó ángulos y distancias, y calculó que Dar efectivamente iba a tirar a la mujer a la derecha
en el pilón de cemento cerca de ellas, muy posiblemente en los próximos diez segundos si no hacía algo.

—¡Qué bonito uniforme! —Sonrió alegremente. —¿Es eso una faja?


—Oh. —Patricia dio un paso atrás, y tiró de ella, necesitando soltar el brazo de Dar. —¿Por qué? Sí… tuve
que limpiarlo en seco dos veces, y creo que tiene todo el moho fuera de él. —Ella sonrió a Kerry. —¿Te
conozco?
—No. Lo siento. Kerry es mi nombre. —Ella le extendió la mano. —Soy una amiga de Dar.
—¡Qué bueno! —Se despidió de Kerry, y volvió su atención a la mujer alta, de pelo oscuro de pie junto a
ella. —No lo puedo creer.

Afortunadamente, el intermedio había dado a Dar la oportunidad de recuperar la compostura.

—Ha pasado mucho tiempo, eso es seguro. —Ella asintió con gravedad. —Estoy bien, gracias. ¿Y tú?
—¡Oh! tengo mil cosas que decirte… simplemente espera hasta que la banda toque, escucha quédate aquí,
no se mueven, Dar, voy a volver—. Patricia saltó en dirección a una mesa llena de uniformes en varios
estados de reparación.

Dar y Kerry se miraron, luego de Kerry la tomó con firmeza del brazo y se dirigió a la puerta, sin
detenerse hasta que estuvieran en el pasillo del lado izquierdo, en un lugar más tranquilo.

—Oh, Dios mío.— Kerry tomó un respiro. —No me digas que es una amiga tuya.
—Ejem… —Dar se toco la oreja. —En realidad, ella es mi prima. —Casi sonrió ante la boca abierta de
Kerry. —Por el lado de mi padre.

Los ojos verdes la miraron, luego Kerry se dio la vuelta y miró a la entrada de la cafetería. Giró
lentamente hacia atrás.

—¿Él lo sabe?

Dar suspiró.

***

—Ah, voy patear su trasero.

Cecilia merodeó alrededor de la enorme casa, los tres dormitorios y dos baños, con la cocina.

—Bueno…. es um… —Puso un dedo y trazó la encimera de mármol. —No es un Motel Six, eso es seguro.
—Ah, voy a poner a esa niña a lo largo de mis rodillas, y la golpearé hasta que aúlle un Juramento de
Lealtad en seis idiomas.

228
Su esposa abrió una puerta cerrada, y encontró una enorme bañera, con turbio remolinos calientes
escondidos detrás de ella, con repisas con nichos para las bebidas.

—Hm.

Dejó la puerta abierta y entró en la cocina, mirando dentro del refrigerador y buscó el champán, y
una bandeja de chocolates surtidos y galletas. Cogió un trozo de trufa oscura y regresó a la terca figura, de
pie en el pasillo, preparó las piernas y se cruzó de brazos.

—Ah, lo juro, yo soy… fmf—. Le metió a Andy algo inesperadamente en la boca. Sus cejas se levantaron
mientras masticaba. —Mm… ¿Qué diablos es eso?
—Chocolate—. Ceci lo aconsejó a sabiendas, dándole unas palmaditas en el estómago. —Vamos, relájate.
Es sólo por una noche. —Miró a su alrededor y se encogió un poco de hombros. —Es como estar en un
castillo en miniatura—. Le tomó la mano. —Con mi propio príncipe.
—Mmph—. Sus ojos se posaron en ella.
—Además, nunca podrías estar preparado para poner un dedo sobre esa niña, y tú lo sabes. Todo lo que
tenía que hacer era mirarte con esos grandes ojos azules, y cedías. —Ceci le recordó con un suave empuje.

Andy lanzó un suspiro.

—Bueno, está bien… creo que una noche aquí no me va a matar… ¿qué es ese ruido?
—Una bañera caliente—. Ceci le dijo sucintamente. —Dar tiene una afuera.
—Huh—. Se encaminó al baño y asomó la cabeza por la puerta —Jesucristo… he visto piscinas de buques
de la Armada más pequeños que eso. —Él miró por encima del hombro. —¿Alguna vez has probado una?
—Mmmm.

Ella se acercó a una de las puertas cerradas y la abrió, revelando un dormitorio con una vieja cama
de cuatro postes de moda con un pabellón. La habitación estaba pintada con cáscaras de corales, y un
ventilador de múltiples palas encima de la cabeza que echaba perezosamente a fondo aire fresco. Dos muy
mullidas batas de baño de color beige estaban dobladas en el armario.
Fue abrumadora la mayoría del lujo, hasta el punto que tenía que reírse de él. Pero tu sabes, cada
vida merece un poco de ridículos mimos, ¿no? Un día o dos aquí y allá, ¿Cuándo podrías dormir en un
mármol revestido de fantasía, rodeada de chocolate, champán y un colchón bajo?
Una pequeña burbuja de tiempo para disfrutar de un amor restaurado, una segunda luna de miel por
así decirlo. Por supuesto, ella y Andy nunca habían tenido una primera, él había sido enviado un día
después de haberse casado.
Ya era hora. Ceci dio la vuelta y se apoyó en la puerta.

—¿Alguna vez has probado una?

Andy levantó la mirada de donde estaba sentado, con la mano pegada, curiosamente en el agua tibia.

—Lo más cercano que he llegado a esto era salir de la escotilla superior de un submarino de los cazadores
en las aguas revueltas.

Ceci se acercó y se sentó a su lado.

—Eso no cuenta.
—Por supuesto era mucho más frío—. Él estuvo de acuerdo.
229
—¿Te unirías a un poco de chocolate, champán, y a esta?— Una se mano curvó sobre la suya. —También
podríamos aprovechar el lugar.
—Uh… Ah… no creo que esa chica de ojos verdes arrojara ningún traje de baño en la bolsa. — Andy
arrastró las palabras lentamente, observando su rostro.

Su esposa le sonrió.

—Eso está bien… porque yo no tengo ninguno tampoco. Supongo que nos tendremos que conformar con
lo que tenemos. —Ella se agachó y tiró un poco de agua caliente hacia él. —¿No has hecho una
improvisada improvisación?

Una canosa ceja se levantó.

—Quieres decir con tres palabras que tu y yo vamos a desnudarnos en esta bañera, ¿no? —Su tono bajó y
sonó como un débil gruñido.

Ceci asintió con la cabeza.

—Mmhm… eso es precisamente lo que tenía en mente, marinero.— Ella levantó una mano a su mejilla y
la acarició, sintiendo el desnivel de las cicatrices y los rastro de la barba. —¿Qué dices?

Su piel se tensó bajo sus dedos, cuando lanzó una media sonrisa.

—Lo que yo digo es que usted es una mujer libertina, señora Roberts. —Se rascó la barbilla. —Pero creo
que nos vamos a mojar. —Se echó hacia atrás y le echó un puñado de agua a ella. —¿Tienes más
chocolates de esos?

Se puso de pie y extendió la mano hacia fuera.

—Vamos.

Caminaron de la mano a la pequeña cocina, y recogieron los valiosos objetos, y luego lo llevaron de
vuelta a la bañera, fijándolos en la envolvente de mármol. Ceci jugueteó con la pared del sistema de
sonido, logrando un repentino aumento del volumen.

—Epa.
—Yow—. Andy parpadeó, y se dirigió hacia ella. —¿No tienen otra cosa que no sea la macarena?
—Estoy trabajando en ello. —Ceci trabajó un momento más, y luego el altavoz produjo un sonido más
suave y claro. —¿Mejor?
—Mmph—. Le puso sus brazos alrededor de ella provisionalmente, y ella se volvió, apoyando las manos
contra su pecho. —Hagamos esto. —Hizo una pausa y sonrió, luego cerró los dedos y empezó a tirar de la
camisa de algodón oscuro que había metido dentro de sus pantalones.

Deslizó sus manos alrededor de su cuello y por debajo de su cuello, deteniéndose en el botón
superior de su camisa blanca, de encaje, y luego se deshizo de ella con un movimiento preciso. Con un
toque se deslizó por debajo de la tela y lo separó.

—Hueles bien.

230
Ceci pasó los dedos por encima de sus costillas, y se acercó.

—Tú también. —Ella susurró, poniendo las manos debajo de su cintura.


—Sólo porque me has hecho usar un jabón de color rosa esta mañana. —bromeó Andy. —Me hace oler
como los cocos… buen señor—. Sintió los jeans caer libremente a su alrededor, y se desabrochó el resto de
sus botones, la pálida tela se deslizó por sus hombros mientras tiraba de los calzoncillos.
—Mm… —Ceci sintió la suave tela. —Creo que te gusta la seda.
—No empieces—. Andy agachó la cabeza y la besó, sus cuerpos se juntaron. Trabajaron el resto de la ropa,
y pasaron un momento familiarizándome de nuevo a sí mismos el uno con al otro. Sus manos se cerraron
alrededor de ella y la levantó. —¿Necesitas que te alimente, mujer?
—Mira quién habla—. Ceci replicó, y la bajó a la bañera, seguido por una masa del ex SEAL. El agua
estaba tibia, no caliente, y se formaban gratas burbujas. —Aquí… esto es un comienzo. —Cogió un trozo
de chocolate y se lo ofreció a él. —Así que. ¿Qué te parece la bañera?

Andy masticó muy cuidadosamente, y miró a su alrededor.

—Creo que me gusta esto—. Aprobó, con una inclinación de cabeza. —Con algunos peces en él, sería
perfecto.

Ceci se echó a reír.

—¡Andy!
—Eh—. Estiró las piernas largas por todo el fondo de la bañera y se relajó, volviéndose a encontrar a
pulgadas de los ojos grises. —¿Esta tina está cada vez más pequeña? —Su respiración quedó atrapada
mientras sus manos exploraban bajo la superficie, y dio media vuelta y la besó cuando él comenzó a
tocarla.

Bueno. Sin duda, fue una de las pocas cosas que nunca había probado antes bajo el agua.
Pero fue un momento tan bueno como cualquier otro.

***

Era mucho más tranquilo por el pasillo. Kerry miró a su alrededor mientras caminaban, mirando a
los tablones de anuncios y carteles sobre los acontecimientos actuales de la escuela.

—Es diferente.
—Te lo apuesto—. Señaló Dar. —Esa es el área de educación física. Todo el mundo la tenía que tomar, y
creo que el vestuario era uno de los momentos donde se creaba el verdadero carácter de cualquier chica de
secundaria. —Asomó la cabeza dentro de la habitación, y probó la puerta. —Ah.

Kerry la siguió con amabilidad a su interior. Los casilleros fueron pintados en tonos virulentos de
rojo, blanco y azul, y había pancartas de papel pegados en las paredes de los diferentes deportes de equipo.
El piso era de mosaico sobre el concreto, y todo el lugar olía a algo así como…
Hm. Más bien como un calcetín viejo.

—Buen ambiente—. Ella comentó. —¿En que equipo estuviste?


—En ninguno. Bueno, eso no es cierto. Yo corría, e hice pruebas de campo como salto de altura. Pero no
estaba en los deportes de equipo. —Dar se acercó a una placa y lo vio con una mezcla de nostalgia y
arrepentimiento.
231
Kerry dio un paso al lado de ella y echó la cabeza hacia atrás, leyendo los registros clavados en los
recuadros. Sus cejas se enarcaron ante un nombre familiar, en varios lugares. Miró a Dar.

—Siempre he envidiado a la gente que realmente podía hacer el salto de longitud. —Una mano recorrió y
dio unas palmaditas en el muslo de Dar. —Mi único momento brillante en los deportes de escuela
secundaria fue durante un concurso de tiro con arco.
—¿En serio?— Dar la vuelta y ladeó la cabeza. —No sabía que estabas en la proa.
—No fui—. Kerry puso una mirada irónica. —Disparé al blanco y le di en la cabeza a la directora. —Ella
se rió de la expresión del rostro de su amante. —Yo estuve en tierra durante seis meses, pero déjame
decirte, que alguna vez fui famosa en la escuela. —Siguió la risa de Dar para salir de los vestuarios al
húmedo olor del pasillo. —He jugado en todos los equipos, sin embargo. Era una especie de expectativa—.
Bajaron por una larga rampa, hacia otra sección. Otros invitados también vagaban y, en ocasiones, Dar
daba un guiño o hacia un gesto. —El softbol, hockey sobre césped, lo de siempre.
—No hay campos de hockey aquí. —Dar subió con pasos rápidos. —El fútbol, claro. Softbol, natación…
hice un poco de natación y buceo también. —Salieron a un largo pasillo, con aulas a ambos lados, el centro
estaba casi lleno de laboratorios, área creada para grupos más grandes, con pantallas visuales de audio. —
Esta fue mi clase de Inglés AP.

Kerry vio las pequeñas sillas, y un antiguo escritorio de madera en la parte delantera, y trató de
imaginar una versión adolescente de su alta amante allí.
Fue difícil.

—¿Te gusta la escuela?

Dar se encogió de hombros, y la condujo por el pasillo, hacia un sistema de escaleras que conducían
de nuevo a la cafetería.

—No lo odio, pero en realidad no me retan—. Admitió ella. —Me fui de aquí, y me puse a trabajar, o me
iba a casa y me quedaba con los otros palos de golf. Lo que estaba pasando en la base siempre me parecía
más real. —Se encaminó por las escaleras, moviéndose a un lado cuando un grupo de personas
comenzaron a salir.
—Bueno, bueno. —La alta pelirroja habló en medio de ellas, mirando directamente a Dar. —Mira quién se
presentó.

Algunas personas, Kerry decidió, en realidad tenían “Hola. Soy una mala actitud” tatuado en la
frente. Siguiendo un cierto instinto primario, vaciló, cayendo un paso detrás de Dar cuando su amante se
volvió, inclinando ligeramente la cabeza para mirar a lo largo de sus gafas de sol.

—Hola, Cathy. —La voz de Dar era neutra, y breve. —Que tengas un viaje agradable. —Ella continuó en
las escaleras.
—¡Oye, oye…! ¿Cuál es tu prisa—. La mujer la bordeo, bloqueando su camino. —Ha pasado mucho
tiempo. —Sus amigos observaban en silencio. Cathy dejó que sus ojos recorrieran el cuerpo de Dar, a
partir de las botas. —No luces marimacho.

Dar dejó sus gafas resbalar un poco, para que los ojos de la pelirroja se encontraran con sus seres de
hielo al llegar a su nivel.

—Sí, pero puedo usar estas ropas. ¿Cuál es tu excusa?


232
Una risita salió de la multitud, y Kerry de repente sintió que estaba de vuelta a la escuela misma,
cuando las actitudes a su alrededor generó un terror adolescente. Ella puso una sutil mano en la parte
posterior de Dar, sintiendo la tensión bajo sus dedos, y le rascó la piel desnuda con suavidad.

—Culo inteligente.
—Sí—. Dar la rodeó y siguió por las escaleras. —Siempre lo ha sido.

Kerry sentía los ojos en ella, y mantuvo su atención en la espalda de su amiga mientras la seguía,
cerrando los oídos a los comentarios sarcásticos sobre su cuerpo.

—Eso fue muy agradable. —Murmuró, a medida que salían de la escalera y ganaba relativamente la
seguridad alegre de la cafetería. —Supongo que no eran amigas.

Dar subió a la barra ya llena de gente.

—En realidad, lo fuimos—. Pidió un refresco. —¿Quieres una cerveza?


—Claro.

Dar tomó las bebidas y se la entregó a Kerry, y luego señaló hacia una mesa cerca de la parte trasera
de la sala.

—Vamos… Estoy segura que voy a tener que sufrir más de Patricia. Puede ser que también se siente.

Tomaron asiento y Dar arrojó sus gafas sobre la mesa, echando su cabello oscuro hacia atrás y
tomando un sorbo de su refresco.

—Cathy y yo anduvimos juntas durante un par de años. Ella estaba bien… con un poco más de células
cerebrales, pero ella estaba por la fiesta y pasar un buen rato.
—¿Y? —Kerry se mostró encantada en secreto por saber un poco más de los primeros años de su amante, a
veces enigmática. Miró el vaso que le habían dado, y luego secó el cuello botella de cerveza y bebía
directamente de ella.
—Ella se emborrachó, y trató de darme un beso, y me golpearon por ella.

Kerry escupió un trago de cerveza a mitad de camino encima de la mesa, y empezó a toser.

—Jesús, Dar. —Recibió una palmada en la espalda. —Estás bromeando, ¿verdad?


—No. —Dar tiró una servilleta sobre la mesa, y Kerry se limpió la cerveza. —Yo no era una buena
persona en la escuela secundaria, yo estaba llena de mí misma, y tenía las habilidades y la fuerza física
para soportar todo. Una buena combinación.
—Mm—. Kerry dejó la botella y se aclaró la garganta. —¿Peleaste mucho?

Los ojos de Dar estaban agitados por el ambiente, con movimientos extrañamente tensos.

—Yo hice mi parte—. Sus manos se flexionaron.


—¿Dar?— Kerry deliberadamente cerró los dedos alrededor de uno de los de su pareja, y esperó a que los
ojos azules miraran en su dirección. —Ya no estás en la escuela secundaria, ¿recuerdas? Tú eres la jefa de
información de la compañía más importante del mundo.

233
Dar hizo una pausa y parpadeó, exhaló entonces, y se echó hacia atrás.

—Sí, lo sé. —Suavemente retiró la mano y cruzó los brazos sobre el pecho. —Sólo revivo algunos
recuerdos no tan agradables.

Un suspiro.

—La próxima vez, sólo tenemos que ir alquilar una película, ¿eh?— Kerry estaba definitivamente sentida
por haber engatusado a Dar. —Me pregunto lo que la gente estarán haciendo

Esta le dio un codazo a Dar aparatando el oscuro tren de pensamientos.

—Oh… caminando por la playa, tal vez. —Ella dio a conocer los viejos recuerdos. —Explorando la isla,
tal vez metidos en una tina de agua caliente. —Vio a su prima a través de la habitación y suspiró cuando la
identificó.
—¿Eso crees? Yo no creo que haya lío con eso… Supongo que tu padre podría conseguir un traje en el
mercado, pero…

Los ojos azules parpadearon.

—Es en el interior, Ker, no necesitan trajes—. Dar se rió un poco. —Apuesto a que disfrutaran de esa cama
demasiado grande.

Las cejas de Kerry se levantaron.

—Um… sí, se ve cómodo.


—Hinchables—. Dar sonrió. —Espero que no reboten y terminen en la alfombra. —Ella se detuvo, y captó
la mirada de incomprensión en los ojos abiertos de su amante. —¿Kerry?
—¿Qué quieres decir con rebote?
—¿Qué crees que quiero decir?— Dar se echó a reír. —No van a dormir en ella, Ker. Mmfph. —Una mano
delgada le tapó la boca.
—Dar, déjame explicarte algo. —Kerry le dijo en serio. —Los padres no tienen sexo—. Ella quitó la
mano.—¿Está bien?

Dar no estaba segura si debía reír o qué. Se frotó la mandíbula y respiró hondo.

—Y explicas tu presencia… ¿cómo? Oh, cierto… me olvidaba… la escuela privada. Déjame adivinar…
¿Easter Bunny te trajo?

La mujer rubia miró a su alrededor, y vio una banda avanzar hacia ellas. Ella bajó la voz.

—Por supuesto, sé cómo llegué aquí. Me imagino que mis padres lo hicieron un total de tres veces. —Ella
hizo una mueca. —E incluso si extiendo mi imaginación a sus límites… me preguntaba sobre los parches
de col más de una vez.

Su amante se cubrió el rostro con una mano y arrancó una risa semihistérica, sus pensamientos de la
escuela desaparecieron por completo.

234
—Kerrison Stuart, es mejor que te acostumbres a la idea de que mi papá no limitó su experiencia a una
vez.—Ella se asomó por encima de sus dedos. —Tuvimos la pequeña charla de padre e hija muy temprana.

Kerry la miró dubitativo.

—¿Qué tan temprano?


—Cuando pensé que mi casa del árbol era la base y miré directamente por la ventana del dormitorio. —Vio
un destello de dientes blancos de una traviesa sonrisa cuando Kerry se cubrió los ojos, y se sonrojó de un
carmesí oscuro, muy, muy evidente.

En ese momento, fue rescatada, relativamente, cuando Patricia se acercó por un lado, y Cathy se
sentó en las otras sillas, y sus respectivos amigos se sentaron en la mesa redonda. Los dos grupos
considerándose uno al otro.

—Al igual que en los viejos tiempos—. Cathy sonrió.


—Espero que sus modales en la mesa hayan mejorado. —Patricia le devolvió la sonrisa.
—¿Por qué? Tu cara fea, no tiene.

Dar un suspiro. Iba a ser una noche muy larga.

***

Kerry consideró la bandeja que le había sido entregada por los servidores con delantal. Se dividía en
cinco secciones, con un sexto para los cubiertos. Las secciones contenían un poco de espagueti, con una
especie de carne, una rebanada de pan de ajo, una ensalada, algunos de los granos verdes y un pedazo de
pastel de zanahoria.
Tuvo una repentina visión de por qué Dar odiaba las verduras, si esto indicaba con lo que ella había
tenido que subsistir durante doce años, se encontró con un deseo ansioso de comer chino como
consecuencia de ello.
O una manzana.
O algo así.
Cualquier cosa. Echó un vistazo a Dar, quien fue separando cuidadosamente los hilos de los
espaguetis de la sustancia de la carne, y los comió solos, alternando con la torta de zanahoria.
Un suspiro. Bueno, al menos había un cartón de leche sellada. Ella trataba de no recordar que había
estado bebiendo cerveza, y abrió la caja de color rojo y blanco, bebió la leche fría con una sensación de
alivio.

—¿Ker?
—¿Mm? —Ella levantó la vista, un poco sorprendida en el momento por la calma en la conversación que
había estado ocurriendo a su alrededor durante treinta minutos.
—¿Estás bien?
—Eh… sí, claro.

Kerry mordisqueó un poco del pastel de zanahoria. Ella había dejado atrás los recuerdos del pasado,
se alegró por lo menos que Dar meno inflexible intercambió historias con el resto de la mesa. Fue
interesante, algo así. La prima de Dar mantuvo un flujo interminable de preguntas, y ella y Cathy
constantemente intercambiaban insultos. Kerry se dio cuenta de que los insultos no eran graves, eran más
un juego, y la intimidadora de Cathy no era tan temible como le gustaría ser.

235
Ella, sin embargo, tenía los ojos puestos en Dar, un hecho que le valió su reconocimiento ante Kerry,
a pesar de saber que era un asunto sin importancia. Volvió la cabeza y se encontró a la pelirroja mirándola,
y ella levantó la barbilla un poco más, devolviéndole la mirada.

—Así que. ¿Qué haces tú?


—Yo trabajo con las computadoras, al igual que lo hace de Dar—. Kerry respondió de manera firme.
—¿Todo el dinero en eso?
—Lo hacemos bien—. Ella apoyó el mentón en el puño. —Se trata de una industria de muy rápido
crecimiento.
—Suena aburrido como la mierda.
—Dar, ¿sigues trabajando para esa empresa… lo que sea? —Patricia interrumpió, señalando con un
tenedor. —Eres la única que sabe.
—Sí, lo soy.— Dar admitió. —ILS.

Cathy se echó a reír.

—¿Todavía? Hombre… ¿Todavía no te han dejado salir de la sala de correo?

Los ojos de Kerry se estrecharon, pero Dar simplemente chupaba los dientes del tenedor
reflexivamente.

—¿Dónde está nuestra sala de correo?— Volvió la cabeza y le preguntó a su amante. —He tenido la mía
durante tanto tiempo, no sé dónde la puse la última vez.
—En el primer piso, cerca de seguridad—. La mujer rubia le dijo. —Tuve que dejar un paquete allí la
semana pasada.
—¿Qué estás haciendo ahora, Dar? ¿Aún en programación?— Patricia le preguntó. —Recuerdo cuando
hiciste las boletas de calificaciones y las imprimiste en francés en nuestro último año… no creo que el
señor McGrudber jamás te haya perdonado, a pesar de lo correcta gramática que usaste. —Ella se rió, y las
tres chicas también. —Apuesto a que te busca esta noche.

Dar apoyó los brazos sobre la mesa.

—En realidad, él y yo nos reímos de eso en nuestra reunión de accionistas del año pasado.— Ella comentó
sin darle importancia. —Se acercó para felicitarme por haber sido promovida a CIO, y tuvo que decirle a
Alastair todo el asunto. —Ella jugaba con su servilleta de papel. —Alastair le dijo que tuvo suerte de que
sólo fue en francés—. Una pausa, cuando Dar absorbió las miradas de sorpresa a su alrededor. —En
respuesta a tu pregunta, Pat, he ido un poco más allá de la programación. —Ella disfrutaba la dulzura de la
visible envidia. —A pesar de las muchas predicciones en contra.
—Wow—. Patricia parecía pérdida por las palabras. —Eso está muy bien… es increíble, de hecho.
—Eres una hija de puta. —Cathy soltó un bufido. —Después de todos lo que hablas de ser tan grande, te
vas a vender a una empresa idiota. —Se levantó y empujó su bandeja a la mitad de la mesa, a continuación,
se marchó, murmurando con disgusto.

Dar y Kerry intercambiaron una mirada.

—Oh, sí—, murmuró Kerry. —Tu turno de una salida anticuada y tradicional—. Le apartó un poco el
polvo del hombro desnudo de Dar, ya que la mujer más alta se había quitado la chaqueta y la echó encima
de la silla.

236
Hubo un silencio incómodo, a continuación, Pat se aclaró la garganta.

—Pensé que estabas siendo una empleada de la ley. —Ella se rió un poco a la defensiva. —¿Quién sabía?
—Te diré qué. —Dar murmuró a su oído, ya que subía el tramo de escaleras empinadas hacia las puertas
metálicas del gimnasio. —Comparte un baile conmigo en este lugar, y luego…
—¿¿Mm?? —La oreja de color rosa se movió con interés.
—¿Sushi y playa?
—Ooh—. Kerry sonrió con alegría. —Estás definitivamente encendida. —Puso una mano sobre el brazo
de Dar. —Oye… lo siento si esto ha sido un fiasco para ti.

Dar esquivó a un hombre corpulento, que se balanceaba ligeramente a medida que subía.

—No lo ha sido.— Ella se encogió de hombros y miró a su alrededor. —Ha sido una especie de… no ha
sido divertido, pero creo que ha sido interesante para mí ver cómo… eh…
—¿Hasta dónde has llegado?— Los ojos verdes brillaban en la penumbra. —Yo sé cómo me sentiría si
estuviera en casa, caminando por los pasillos de mi escuela. —Un recuerdo se agitó. —Tuve una profesora,
la Sra. Van Schuver, quien enseñaba escritura creativa. Ella me dijo, después de aprobar el grado apenas
pasando su clase, que nunca me iría bien fuera de mi bonita caja de seguridad que ella me consideraba muy
republicana y aburrida.

Dar le puso una mano en su espalda desnuda y la guió al gimnasio.

—¿Y cuándo es tu reunión de la escuela secundaria?


—Hmm.

Una ráfaga de aire le pegó, una mezcla de aromas de una gran cantidad de personas, alcohol, goma y
madera vieja. Hizo una pausa dentro de la puerta para mirar alrededor, escuchó un murmullo de voces en
varios idiomas y música a todo volumen en la atmósfera.
El gimnasio tenía, por supuesto, un gran espacio en el centro, y el escenario estaba a un lado con el
DJ y un completo surtido de luces. Por otro lado, los asientos habían sido recostados mecánicamente contra
la pared, dejando al descubierto sólo la parte inferior de dos o tres niveles para que la gente se sentara. Las
mesas estaban alineadas en la parte trasera con varios aperitivos sobre ellas, y dos grandes barras
independientes fueron rápidamente acaparadas por los clientes. Kerry siguió a Dar a un lado de la sala, y se
quedó mirando en silencio mientras algunos grupos se dividían en dos y tres y se dejaban llevar hasta el
centro de la sala.

—¿Tienes sed?— Dar preguntó finalmente.


—Un poco. Ponche, por favor. La cerveza es mortal. —Kerry se puso una mano sobre su estómago, y vio
cuando Dar se deslizó a través de la multitud y se dirigió hacia el bar. Ella se recostó en las gradas de
madera y exhaló.

Era una multitud mixta, por supuesto. Los hispanos eran frecuentes, con un salpicón liberal de
anglos y los afroamericanos entre ellos. Podía escuchar Inglés, español, criollo, y algunos acentos de
Jamaica cerca de ella, y sonrió mientras la música cambiaba a un ritmo latino y las chaquetas deportivas
empezaron a salir.

—Eh… es la chica rubia—. Cathy apareció a su lado de repente, haciendo saltar un poco a Kerry. Su voz
fue arrastrando un poco las palabras, y olía a algo más fuerte que la cerveza. —Eres muy linda, ¿sabes?

237
Kerry concientemente cruzó los brazos sobre el pecho.

—Hola—. Ella sonrió brevemente. —Gracias por el cumplido. —Ella era consciente de la impuesta
presencia de la mujer más alta, y que Cathy estaba de pie a pocos centímetros de ella, dentro de su zona de
confort. Ella retrocedió.
—¿Dónde está tu amiga pez gordo?— Cathy se acercó más, llegando a rozar con un dedo la chaqueta de
cuero de Kerry. —Debe ser bonito tener todo ese dinero, ¿eh?
—Dar fue a buscar una bebida. —Kerry sintió que su ritmo cardíaco se contrajo. —Y yo tengo lo que
tengo por trabajar, como todo el mundo. —Cierto.
—¿Ah, sí? —Cathy sacó una botella plana de su bolsillo trasero y tomó un sorbo de ella. El intenso olor
hizo contraer las fosas nasales de Kerry. —Apuesto a que nunca has estado mal, ¿Lo has estado? Un
insecto como tú. —Su voz se convirtió en amarga.
—No, nunca lo he estado.— Kerry admitió.
—¿Quieres un poco de esto?— Cathy empujó la botella hacia ella. —¿O eres demasiado buena para
compartir un poco de bebida con una pobre vieja como yo?

Kerry se dio cuenta, de repente, que estaba rodeada por unas figuras vestidas de cuero, sombrías y
una sacudida de pánico la golpeó en el estómago. Se obligó a no temblar cuando tomó la botella y olió con
cautela. Bueno. Sentía un tinte de irónica diversión. Nunca pensó que esa habilidad pudiera serle útil
alguna otra vez, pero… Ella tomó un largo sorbo de alcohol y se lo tragó, luego pasó la lengua por sus
labios y se encogió de hombros, se la devolvió.

—Mezclar es mejor.

Cathy tomó la botella y le echó un vistazo, y luego a ella.

—Hija de puta.
—¿Alguna vez sorbiste un gusano?— Kerry insistió. —No son malos, con un poco de cal.

La mujer alta y tomó un sorbo, y luego pasó la lengua por el borde de la botella, observando la
reacción de Kerry.

—Mm… me gusta ese sabor.— Ella se acercó más y agachó su cabeza, su intención era evidente.

Uh oh. Kerry levantó una mano y la interceptó, empujando un poco hacia atrás mientras miraba
hacia arriba, y por encima del hombro de Cathy, totalmente liberada para ver los hielos azules que venían
hacia ella.

—Detente—. Alzó su voz y puso una advertencia en ella. —No quieres hacer esto.
—Claro que sí. —Cathy no estuvo de acuerdo, buscando la mano que la sostenía. —Ven aquí, bonito
pastel… te ves lo suficiente bien para comer.
—Yo dije, detente—. Kerry enderezó la espalda.
—Pequeña tomadura de pelo… —Cathy se agarró a ella, entonces gritó cuando su mano fue capturada y su
brazo torcido por la espalda dolorosamente. —¡Déjenme ir mierda!
—¿O? —Una voz baja, vaga, casi ronroneando le contestó, media octava más baja que la de Kerry.
—¡Te voy a patear el culo!
—No, no lo harás. —Dar respondió plácidamente. —Porque no somos un par de niñas tontas.
—¡Déjame ir! —Cathy se retorció salvajemente, pero Dar la retuvo, la mujer de pelo oscuro simplemente
se dejo ir con el movimiento, y luego la empujó contra la pared produciendo un ruido en la madera.
238
—Cathy, si tengo que llamar a la policía, te vas a arrepentir. —Dar le dijo. —Así que ya basta. — Se dio la
vuelta y se interpuso entre ella y Kerry, y luego se liberó de ella, dándole un suave empujón en la dirección
opuesta.

Kerry puso una mano sobre la espalda de su amante, alegrándose de la calma de Dar, y su razonada
actitud. Su garganta todavía le escocía duro por el tequila, y respiró hondo, deseando que su corazón se
calmara.
Cathy se tambaleó hacia delante, luego se volvió, y cayó frente a las gradas, mirando atrás con hosca
ira a Dar.

—¿Crees que eres tan caliente?

Dar suspiró.

—Te voy a dar un consejo gratis. Crece para que yo pueda decir que has aprendido una maldita cosa buena
desde la última vez que salimos de este lugar. —Volvió la cabeza cuando Barry se acercó, poniendo su
gran cuerpo entre los amigos de Cathy y ellas.
—Hey, hey, hey… agradable fiesta, ¿eh?

El grupo vestido de cuero se desvaneció, y después de una larga mirada hostil, Cathy le siguió. Dar
esperó a que se fueran, entonces dejó escapar un aliento contenido.

—¿Estás bien?
—Fuera de tener un recuerdo gráfico de que sólo por eso realmente, realmente, odio el tequila, sí. —Kerry
respondió con sequedad. —Estoy bien—. Ella exhaló. —Dar, ¿Todo el mundo en el pasado tienen una
mala actitud, o fue sólo conmigo?— Se quejó, para conseguir una breve mirada culpable de su amante.

Barry se rió entre dientes.

—Chica. Siempre ha sido así. Tiene un error en el culo. —Él inclinó la cabeza. —La misma Dar tenía uno
de gran magnitud “en los malos viejos tiempos”. —Le dio un codazo a Dar. —Vengan con nosotros los
viejos, calvos, ex deportistas, y hágannos sentir machos, ¿eh?

Dar inclinó la cabeza, y caminaron a través de la pista hacia un grupo de hombres y mujeres que
reían alrededor de una de las barras. Ellos hicieron olas, cuando la música cambió de nuevo y tomó un
ritmo terrenal.
La próxima vez, Kerry… Ella aceptó una espumosa cerveza, contenta por quitarse el sabor del
tequila de la boca. La próxima vez, alquila una película.
Juega a los bolos.
¿Golf en miniatura?
Lava la ropa.
Todo el mundo aflojó, y después de unos treinta minutos, la música tomó un pequeño descanso,
redujo la velocidad y permitiendo que los participantes sudorosos se relajasen. Las luces se apagaron, y
Kerry sintió que una mano tocó su hombro.

—¿Te unes mí? —Los ojos de Dar eran casi violeta en la penumbra.
—Claro.

239
Kerry se abrió camino a través de la multitud, hasta que encontraron un pequeño espacio libre,
entonces dio vuelta y dejó descansar las manos en las caderas Dar con los brazos de la mujer más alta
alrededor de su cuello. En poco tiempo recibieron algunas miradas de las parejas más cercanas, y el
movimiento inconfundible de como ponían distancias entre ellos.
Relájense. Mentalmente informó a la multitud. Si esto fuera contagioso, habríamos elegido a
Liberace de presidente… En otro lugar, podría haber sido consciente, pero aquí, en este gimnasio
maloliente, en la oscuridad, todo lo que realmente importaba era el cuerpo ahora cercano suavemente a
ella, el cuero y roce de la piel contra ella hacia que todo lo demás se desvaneciera por la insignificancia.
Ella se movió con la música, y sentía el movimiento de Dar en sincronía, dando perezosos pequeños
pasos en círculo. La luces que colgaban en el techo encima de ellas emitían un leve ventisqueo que quitaba
el polvo de los hombros de Dar y el óxido y el ocre capturaban ocasionalmente el brillo de sus ojos, que se
fijaban en el rostro de Kerry.
Se sentían completamente solas a pesar de los efectos que estaban causando en la multitud, Kerry
sintió una relajada sonrisa mientras sus pulgares rastreaban los huecos en el chaleco de Dar, sintiendo la
piel y el movimiento, y sólo un poco de sudor por el calor. Se acercó un poco cuando el muslo de Dar rozó
el de ella, entonces bajó la cabeza sobre el hombro de Dar, escuchando la música del latido de su corazón.
Dar se sentía satisfecha, algo que se le había escapado por completo en los años que había pasado
aquí, aunque la experiencia no había sido mala. Ella sabía que estaba siendo observada, pero realmente no
le importaba, porque tenía lo que quería, encontró lo que había buscado, y lo único que le importaba era la
mirada de amor en los ojos de Kerry cuando miró hacia arriba.
Si al resto de ellos no les gustaba… sólo podían besarle el culo. Ella entrecerró los ojos y tarareó la
música, apenas consciente de la melodía.

***

La luna se elevaba por la izquierda, y Kerry tuvo que detenerse un momento y tomar equilibrio
mientras caminaban por la escalera principal. Su cabeza zumbaba un poco, y estaba contenta del caluroso
brazo que se deslizó a su alrededor, sosteniendo sus pasos.

—Gracias—. Ella retomo el control, metiendo un brazo alrededor de la cintura de Dar.


—Gracias por el baile. —Dar respondió con una sonrisa. —No sabía que te podías mover de esa manera.
—Ungh. Dame suficiente cerveza, y puedo hacer todo tipo de cosas que nunca puedas imaginar. —Kerry
admitió. —Te advertí acerca de eso. —Tragó otra vez suavemente por su estómago ligeramente mareado.
—Mm—. Dar dio un vistazo al estacionamiento de la playa, que todavía estaba bastante lleno. El resto de
la noche había sido bastante agradable, e incluso había bailado con Barry y algunos de los otros, poniendo
fin a la reunión con una nota agradable que no esperaba en realidad. —Me divertí mucho.

Kerry sonrió y le dio un apretón.


Caminaron alrededor de un gran Lincoln, y derecho a la mira de un flash.

—Hola—. Dar paró y levantó un brazo, parpadeando con los ojos desenfocados. —¿Qué demonios fue
eso?
—Clavos para tu ataúd. —David Ankow se levantó del capó del coche donde estaba sentado, e hizo
avanzar la película, y luego disparó algunas veces más. —La evidencia fotográfica que no necesitaba, pero
me gusta ser cuidadoso.

Dar tuvo el sentido de aceptar que había perdido el choque, y examinó las opciones disponibles, que
no eran extensas. La habían clavado, y ella era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta.

240
La pregunta era, ¿Le importaba? Kerry se había quedado en silencio, y mantenía la boca cerrada con
prudencia, pero no soltó a Dar.

—¿Lograste capturar mi lado bueno? —Los ojos azules se ampliaron, y Dar levantó una mano, mirando
hacia abajo. —A pesar de que mis fotos de mi reunión de secundaria demuestran que no se puede imaginar.
—Va en contra de las normas de la empresa que los supervisores se relacionen con los subordinados.—
Ankow comentó suavemente. —Una cosa de tan mal gusto como para clavarte.— Él inclinó la cabeza
hacia Kerry. —Así que es amable de tu parte ir a casa y cuidar de tu compañera de cama, Sra. Stuart.
Tengo excelentes fotografías de usted conduciendo ese coche pequeño y agradable en el transbordador de
fantasía. —Le puso la tapa al lente. —Y ahora, puedo salir de este agujero del infierno, y volver a casa,
donde tengo tres abogados que elaboraran dos casos diferentes, con tres cuentas diferentes por negligencia,
falsedad y omisión del deber ante las dos. —Él les dio un guiño de satisfacción. —Maldita sea, fue un buen
día de trabajo. —Una sonrisa. —Que tengan un gran día, par de pervertidas asquerosas. Va a ser un gran
placer para mí verlas por última vez cuando todo esto haya terminado—. Se dio la vuelta.
—Señor Ankow—. Kerry habló por primera vez. Se desprendió del brazo de su aturdida compañera y fue a
su encuentro. Se puso una mano en la cadera y esperó, con una mirada de satisfecho placer en su rostro.

Kerry se detuvo, se concentró, luego vomitó sobre él antes de que fuera capaz de moverse fuera del
camino. Ella se limpió la boca, y luego dio marcha atrás.

—Que tenga un buen vuelo.


—Perra sin Dios—. Dijo, despojándose de la chaqueta.

Ambas estuvieron en silencio por un momento, luego Dar dejó escapar un suspiro de bajo, silbando.

—¿Eso te hará sentir mejor?— Le preguntó a su amante con ironía.


—Mmhm—. Kerry suspiró. —Estamos muy seriamente jodidas, ¿no es así?

Dar hizo un leve ruido.

—Ellos van a abrir fuego y a demandarnos por un montón de dinero, ¿verdad?


—Probablemente—. Dar reconoció. —Bueno, a mi, probablemente. Tú no hiciste nada. La responsabilidad
de la empresa recae sobre el supervisor. —Ella miró a Kerry. —Y ciertamente sabía lo que estaba
haciendo.
—¿Nos pueden llevar a la cárcel?
—No. —Dar negó con la cabeza. —No somos delincuentes, sólo amantes. —Sus labios temblaban
ligeramente.

Kerry sonrió, se inclinó contra el Lincoln. Sintió curiosidad gratuita, de una manera extraña.

—¿Sabes una cosa, Dar?


—¿Qué?
—No me importa.
—¿No te importa?
—No. —Ella respondió en voz muy baja. —Si todo lo que tengo en el mundo es a ti, no importa lo que
hagamos, o donde terminemos, estará bien para mi.— Se frotó el brazo. —Lo peor que puede pasar es ir a
parar a la calle y venderé mis poemas para comer, ¿qué te parece eso?

Dar se rió entre dientes.


241
—Vamos—. La tomó de una mano. —¿Aún de ánimo para el sushi?

Kerry fue gustosamente, lo que permitió a Dar llevarla a la moto, y ponerla detrás de ella.

—Es un poco tarde para eso, pero, chico… voy a usar un poco de helado. —Murmuró sobre el cuero
nuevo. —Una enorme cucharada de Sunday con un montón de chocolate.
—Tus deseos son órdenes para mí… —Dar puso en marcha el motor. —Sostente.
—No te preocupes. —Kerry apretó. —Nunca te voy a dejar ir.

Salió a la calle, bajo un cielo estrellado con una pacífica luna llena iluminando el camino.

***

Dar dejó la moto aparcada cerca del condominio, y con mucho cuidado colocó la tapa que habían
recibido en la parte superior de la misma. Kerry la ayudó y las dos dieron un paso atrás y miraron la
máquina.

—¿Tú crees?
—Oh, sí—. Kerry ahogó un bostezo, y se apoyó contra ella. —Vamos… Chino nos ha oído.

Subieron las escaleras y Kerry tecleó la clave, tirando de la puerta y la liberando al emocionado
Labrador.

—Quieto, Chino quieto… —Ella se arrodilló y abrazó al perro y luego lo levantó y siguió Dar mientras
entraba en la sala de estar.
—¿Oye Dar?
—¿Hm?— La mujer más alta había dejado caer su chaqueta en el respaldo del sillón, y se desabrochaba el
chaleco.
—Te conozco un poco lo justo, pero si pudieras elegir, ¿dónde vivirías?

Interesante pregunta. Dar aflojó los cordones y se metió en su cuarto, tirando fuera el cuero y
sustituyéndolo por una camiseta gastada de algodón grueso. Se frotó los brazos mientras consideraba su
reflejo, y luego miró a la rubia en la puerta.

—¿Honestamente? Un lugar que no existe. —Ella se rió un poco. —Una agradable, y rústica cabina en la
playa, no muy cerca de todos los demás, con un pequeño muelle.

Kerry lo consideró.

—Estoy segura que hay lugares como ese.


—Umm… ¿con líneas ISDN de acceso rápido, y un centro comercial al lado? —Los ojos azules brillaban
con su propia ironía. —¿Por no hablar de televisión por cable?
—Hm… lo tengo. Microsoft rústico.
—Algo así—. Dar se encogió de hombros. —Una manera de mezclar mis preferencias con mi vocación…
Creo que tengo que intercambiar una por la otra. —Miró a su alrededor. —Yo no necesito el mármol y la
seda, pero me gusta la tecnología. Siempre me ha intrigado.

Kerry asintió lentamente.


242
—Sí, a mi también. —Hizo una pausa reflexiva. —Sería una especie de diversión elegir un nuevo lugar
contigo, aunque… Quiero decir… —Un torpe titubeo. —No sé lo que quiero decir. —Fue hacia adelante y
sacó una camiseta azul desteñido del cajón del Dar. —¿Puedo tomar prestado esto?
—¿Desde cuándo me lo preguntas? —Dar le tomó el pelo, entonces guardó silencio durante un minuto. —
No me importaría escoger un lugar contigo. —Ambas se miraron. —Vamos a ver qué pasa con todo esto.
Tal vez no vamos a tener una elección. —Ella rodeó su dedo en el aire, a continuación, le desabrochó la
parte superior de Kerry cuando la mujer rubia se dio la vuelta.
—¿Estás preocupada por esto?

Dar se acomodó junto a ella y se dirigieron a la puerta de atrás, con Chino bailando a su lado.

—¿Preocupada?— Abrió la puerta para el cachorro, y la vio corretear por el oscuro jardín. —No. Sé que
soy empleada, Kerry, y esa es la línea de fondo. —Ella levantó la vista. —Incluso si terminara recibiendo
una cuarta parte de mi sueldo, todavía es habitable, pero… —Un encogimiento de hombros. —Siento
como que he puesto tanto en la empresa, después de tanto tiempo, me duele un poco tener que enfrentarme
a esto.

Kerry se frotó los brazos, calentándose por el frío aire acondicionado, y se alegro de la camisa de
Dar.

—Sin embargo, no tiene sentido, Dar. —Ella reflexionó. —¿Por qué ahora? Nunca he tenido problemas
con el Consejo, y tu tiene una sólida historia con la empresa ¿Cuál es la agenda Ankow, me pregunto?

Dar desconcertada, esperó a que Chino volviera y cerró la puerta, entró en la cocina y comenzó a
andar la máquina de café.

—Pensé que lo sabías. Él quiere tomar el control, para derrocar a Alastair. Esto va a ser malditamente
embarazoso para él, ya que la divulgación de registros mostrará que procesa las sustituciones en nuestros
registros de personal.
—No. —Kerry negó con la cabeza, y recuperó el contenedor de café, y se lo entregó. —Sabía que algo
estaba pasando entre nosotras antes de que empezara todo esto. Hay algo más Dar, y no puedo dejar de
notar el momento en que esto es muy conveniente. —Ella se acercó y se inclinó sobre el mostrador,
mirando la cara pensativa de Dar. —Algo que dijo esta noche, sobre nosotras. Sé que él tiene una mala
actitud contra los inmigrantes, porque hizo comentarios sarcásticos en el comedor.
—Entonces es prejuicioso. —Un encogimiento de hombros. —Está en la mayoría, Ker… vi las miradas
que nos daban esta noche. Sólo tenemos suerte de que la mayoría de las personas cercanas a nosotras han
aceptado nuestra relación.
—Sólo tengo la sensación de que es algo más que eso. —Kerry se opuso tenazmente. —Debido a que
sabes tan bien como yo, que a su juicio es una mierda, Dar. En todo el tiempo que he estado en un nivel
ejecutivo de ILS, han mostrado beneficios saludables. La única cosa que demuestra que estamos
involucradas una con la otra lo consiguió con bajeza.
—Mm.
—Y hace que todos los que nos apoyaron, Alastair, Duks, Mari… se vean mal.
—Cierto.
—Por lo tanto, lo impulsa a poner a su propia gente en su contra si sigue por ese camino.
—Sí, sí. —Dar sirvió dos tazas de café y añadió la nata y el azúcar, luego le dio una a Kerry y la llevó a la
sala de estar.

243
—¿Por qué?— Kerry se sentó en el sofá, y puso sus pies sobre la mesa, cruzándolas por los tobillos. —
¿Por qué esta empresa? ¿Por qué le importa? Yo no lo entiendo.

Dar se acomodó y dio un sorbo a su café, pensando. Chino trepó en el sofá y se acurrucó junto a ella,
poniendo su boca sobre el muslo de Dar.

—Su expediente está bastante limpio. —Ella reflexionó. —Él estuvo en el Ejército durante ocho años, fue
dado de alta como capitán, nada fuera de lo común en sus registros. Su familia vive en Oregon, el padre es
un magnate de la madera, bastante acomodado. Fue a la escuela en Washington, obtuvo un título, se graduó
en la facultad de derecho… salió y trabajó para el padre como abogado corporativo.
—¿Sí?
—Sí. No tiene antecedentes penales, buen crédito, Mark no pudo encontrar nada de él, excepto que había
sido un Eagle Scout, Mark lo encontró algo muy divertido, por alguna razón.
—Hm—. Kerry exhaló. —Eso no ayuda. ¿Qué quiere de nosotras? ¿O de ILS?

Dar se sentó completamente inmóvil por un largo momento, entonces ella dejó la taza y se volvió
hacia Kerry.

—Datos.
—¿Huh?
—Datos. Es lo que hacemos, Kerry. Llevamos datos para el mayor número de empresas y gobiernos que
cualquier otra compañía en el mundo.
—Bueno, sí, lo sé, pero…
—Ochenta por ciento de las transferencias interbancarias. Procesamiento de la señal militar. La red de la
empresa. —Dar se frotó la sien. —Nunca pensé de esta manera, pero si se quiere obtener información
sobre cualquier persona o cosa, este es el tipo de empresa que podría hacerlo, con facilidad.
—Pero los datos no nos pertenecen, Dar.
—Lo sé… pero ¿qué si tiene a alguien pasando todo a través de un filtro en uno de los grandes pilares, y
los deja fuera del almacenamiento de datos para analizar?— Los ojos azules brillaban. —Alguien dentro de
la empresa, quiero decir. Alguien como Mark.

Kerry pensó, y luego sacudió la cabeza lentamente.

—Nada. —Ella trató de comprender lo enorme de eso. —¿De verdad crees que es lo que busca, Dar?
Suena tan… tan… melodramático. —Ella le dio a su amante una mirada irónica. —Como que
estuviéramos en una novela de espías.
—No sé—. Dar se recostó y tomó su taza de nuevo. —Tú eres la que cree que hay algo más… Acabo de
dar con una posibilidad—. Se levantó y se dirigió a las puertas corredizas de cristal, la abrió y dio un paso
a través de ella, hacia la cálida brisa.

Kerry se levantó y se unió a ella, apoyadas en la barandilla, ambas miraron hacia el Atlántico. La
luna iluminaba el camino a través del agua, y volvió al paisaje de una de plata oscuro a monocromo que
mostraba a la orilla en detalle.

—¿Qué debemos hacer?

La cabeza oscura movió hacia atrás y adelante.

244
—No sé… quiero decir, tienes razón, es bastante extraño. Tal vez pueda hablar con Mark, a ver si se puede
excavar en lugares que no ha mirado todavía. —Apoyó los codos en el balcón y luego se enderezó un poco,
y dio un codazo a Kerry.
—¿Hmm? ¿Qué…? oh. —Kerry sonrió, al ver las dos figuras que venían por la playa tomadas de la
mano.—Son tan lindos. —Puso su mano alrededor del bíceps de Dar. —Estoy tan contenta de que estén
trabajando en ellos.
—Yo también—. Dar respondió en voz baja.

Como si percibiera sus ojos, los dos caminantes cambiaron el ángulo de sus pasos desde el agua
hacia el condominio, y Dar quito el seguro electrónico de la puerta del jardín para que pudieran entrar.

—Hola—. Kerry les dio la bienvenida. —Es bastante bonito, ¿no?


—Sí, lo es. —Cecilia estuvo de acuerdo. —¿Cómo fue la fiesta?
—Diferente.
—Interesante—. Dar y Kerry hablaron a la vez y se echaron a reír. —Hay un poco de café dentro, si te
interesa. —Dar añadido. —¿Tuvieron una noche agradable?
—Muy agradable. Cierto, ¿Andy?— Ceci le dio un codazo al hombre alto, de cabello oscuro a su lado, que
estaba sorbiendo algo.
—Sip—. Él estuvo de acuerdo. —Ah, descubrí algo que de lo contrario no hubiera sabido por esta noche.
Sin duda lo hice.
—¿En serio? ¿Qué?— Kerry le preguntó, mientras caminaban al interior, y deslizaba la puerta para
cerrada.
—Golpear una botella de jabón en un jacuzzi hace un infierno de burbujas—. Dijo Andrew arrastrando las
palabras. —No había estado tan limpio desde que estaba en pañales.

Dar se echó a reír por puro reflejo.

—Oh, dios mío.— Kerry puso una mano sobre su boca.


—Fue… espectacular—. Ceci estuvo de acuerdo con arrepentimiento. —Pero no es tan espectacular como
ver a su padre fuera del jacuzzi para salvar a un pavo real del apareamiento con nada más que el coraje y
las burbujas—. Ella dio a Dar una mirada irónica. —Espero no meterte en problemas.

Dar lentamente se deslizó por la pared, sosteniéndose sus lados de la risa, cuando Kerry trató de no
resoplar el café.

—Ah, no consideramos que esto fuera gracioso. —Andrew comentó ásperamente. —No es mi culpa que
las aves ayudaran a gritar.

Kerry perdió, y terminó en el piso, tratando de defenderse de un muy ocupado Chino lamedor.

—Trate de hacer una buena obra, y mira lo que sucedió.

Incluso Ceci comenzó a reírse.

***

Fue el olor del tocino que la despertó. Eso y el café, y los suaves sonidos en la cocina que le
indicaba la actividad en la cocina. Mm. Kerry olfateó apreciativamente, y luego frunció el ceño, cuando
reconoció el cuerpo caliente de Dar alrededor de ella. Ambas abrieron los ojos, y miraron a su alrededor.
245
Efectivamente, Dar se acurrucó detrás de ella, puso un brazo alrededor de su estómago, para dormir
plácidamente.

—¿Dar?
—¿Ungh?
—¿Dar?

Un ojo azul apareció parcialmente.

—¿Huh?
—No has enseñado a Chino a encender la estufa, ¿verdad?

Eso la despertó.

—No… —Dar levantó la cabeza un poco, luego la dejó caer. —Debe ser papá.
—Oh. —Kerry bostezó. —Eso es un alivio. —Se estiró, y luego se deshizo del abrazo de Dar y salió de la
cama. —Mejor iré a darle una mano… queríamos salir temprano en el barco hoy.
—¿Ker?

Se detuvo a medio camino a la puerta y se volvió.

—¿Sí?
—Puede que desees ponerte una camisa. —Dar tenía los ojos cerrados de nuevo, pero estaba sonriendo.

Kerry miró hacia abajo.

—Oh. —Ella caminó hacia la mesa de Dar y tomó una camiseta. —Correcto. —Ella la metió por encima
de la cabeza y desapareció en el cuarto de baño por un minuto, y luego volvió a salir con la cara húmeda y
se dirigió a la sala. —¿Papá?— Ella se asomó por la puerta y lo vio. —Buenos días. —Chino estaba atado
a su rodilla, a la espera.
—Sip—. Andrew estaba de pie delante de la estufa, con un par de pantalones cortos y una camiseta sin
mangas. —Han estado en que el camino hacia un infierno durante mucho tiempo, señorita. —Él la miró. —
Es posible que deseen poner esa cosa arriba en el lado derecho.

Kerry se ojeó a sí misma.

—Um… me gusta de esta manera.— Se acercó y miró a la sartén. —Esto huele bien… pero no tiene que
hacer eso. —Hizo una pausa. —Solemos hacer magdalenas o algo para el desayuno. —Lo golpeó
suavemente y consiguió una mirada de reojo. —Sr. Burbujas.
—No empieces, señorita. —Andy la señaló con la espátula.

Kerry sonrió, entonces impulsivamente le echó los brazos alrededor de él y le dio un abrazo.

—Está bien—. Ella lo liberó de su prisión y se dirigió al armario para sacar algunos platos. —¿Dónde está
la señora Roberts?— Le daba la espalda, y se perdió la mirada que estaba recibiendo.
—Garabateando.— Respondió Andy. —Afuera por el malecón… estará de vuelta en breve. —Con esmero
empujó una masa de huevos revueltos alrededor de la sartén.
—¿Quieres decir dibujando? ¡Oh, qué bueno!—. Kerry puso los platos en la mesa del comedor, y luego
regresó por las tazas. —Me encanta ver a Dar dibujar.
246
Andrew se detuvo y volvió, dándole una mirada sorprendida y burlona.

—¿Disculpa?

Kerry tomó la bandeja que tenía y recogió su contenido en un recipiente.

—Me siento a su lado en las reuniones… dibuja estos increíbles pequeños animales y cosas en toda su
libreta. Osos, caballos, barcos, lo que sea. Son tan lindos. —Ella ladeó la cabeza. —¿No lo sabías?

El padre de Dar se puso pensativo.

—Nawp… estoy seguro que no lo sabía. —Volvió su atención hacia la estufa y volcó un poco de tocino y
salchichas que chisporrotearon. —Claro que no… hey, ¿dónde está mi hija de todos modos?
—Presente y contando. —Respondió Dar, entrando mientras se ponía el pelo hacia atrás y lo anudaba. —
¿Es para presumir de tu cocina?
—Ah, no cocino—. Su padre le corrigió con firmeza. —Esto es comida básica.
—Tú sabes, no hay problemas en que los hombres cocinen. —Kerry le bromeó. —Puedo ver el canal de
cocina en todo momento, y la mayoría de los chefs son hombres.
—Tú escucha, kumquat…
—No, en serio… lo son. No sólo pequeños hombres debiluchos, ¿de acuerdo? Son buenos chicos y
corpulento, con voces profundas, y barbas y… mmffp… —Kerry masticó y tragó un trozo de salchicha que
le habían metido en la boca. —Mm. Picante. Eso me gusta. —Ella le guiñó un ojo y luego trotó hacia la
puerta. —Voy a ir a hacer la llamada para el desayuno… vamos, Chino.

Estuvo muy tranquilo después que ella saliera de la cocina. Padre e hija se miraron, y luego Dar rió
entre dientes.

—Ella es otra cosa, ¿no?

Andy volvió a remover la carne en la sartén.

—Sip—. Le puso una tapa al sartén y se volvió, apoyándose en el mostrador para mirarla. —Y te gusta que
se pegue a ti, ¿no es cierto?

Dar exhalado ligeramente.

—Parece que sí. —Ella cogió el plato y lo trasladó a la sala de estar. —Vamos a tener buen tiempo, creo.—
Se acercó y se apoyó en las ventanas de vidrio, viendo a Kerry hacer su camino a la playa. —Podríamos ir
a la isla… hacer un picnic allí. —Sus ojos se levantaron para ver unos idénticos reflejarse de vuelta en la
ventanilla. —¿Pescamos un poco?
—Claro—. Su padre estuvo de acuerdo. —Conduciré la embarcación.

Dar lo miró.

—Oye, tengo mi licencia. —Andy protestó. —Nunca me estrellé con nada en ningún puerto, a diferencia
de alguien que podría nombrar, pero no lo haré.

Un ceño fruncido.
247
—No le pegué al muelle.
—Está bien. Se detuvo. Se metió. Es la misma maldita cosa—. Su padre bromeó.
—Déjame en paz… Tenía diez años. —Dar le recordó. —Y no se suponía que debía estar manejando dos
motores diesel… Yo apenas podía ver por encima de la consola.
—Sí… sí… una historia probable.

***

Kerry sintió crujir arena entre los dedos de los pies al salir de la ruta, y se dirigió hacia el agua.
Podía ver la menuda figura de Cecilia abajo en el embarcadero, a unos pasos de las rocas donde a Dar le
gustaba sentarse también. El ruido de las olas ocultó su presencia hasta que casi estuvo allí, entonces ella
sonrió un poco vacilante, cuando la mujer rubia plateada levantó la vista de su trabajo.

—Buenos días.
—Buenos días. —Cecilia respondió cordialmente.

Kerry se sentó en las rocas, volviendo la cara hacia el rocío de la luz y el cielo de la madrugada.

—Es lindo aquí.

La mujer mayor pareció en serio considerar la declaración.

—Sí, lo es. —Finalmente ella accedió, después de unos momentos de silencio. —Me lo perdí.
—Crece en ti. —Una sonrisa. —Cuando me mudé aquí, casi nunca iba a la playa. Estaba tan ocupada… y
creo que no pude bajar a Kendall. —Kerry inhaló una bocanada de aire salado. —Luego me enteré de
algunos lugares que eran tranquilos, y yo solía ir allí cuando tenía que pensar. —Hizo una pausa. —O
cuando las cosas me estaban molestando. A veces, ayuda mirar toda la inmensidad, porque te das cuenta
que eres una parte muy pequeña de lo que es el mundo, y tiene mucho menos de qué preocuparse que
sobrevivir como los cangrejos.

Un lento guiño.

—Eso es verdad.— Ceci ladeó la cabeza ligeramente —Así que tú eres una gran pensadora, ¿eh?

Kerry sonrió.

—Más o menos. —Movió su mano. —A veces—. Sus ojos se fueron al bloc de dibujo. —Ooh… eso está
bien. —Era el final del malecón de rocas, con una gaviota en primer plano, con las plumas erizadas por el
viento. —Yo los alimento con galletas cuando vengo por aquí en la mañana.
—Gracias—. Ceci devolvió la sonrisa, las manos descansaban en la parte superior de la almohadilla. Vio a
Kerry cerrar los ojos, y absorber la luz del sol por un momento, luego se aclaró la voz. —¿Has venido a
meter los dedos en el estanque o…?
—Oh. Lo siento. —Los ojos verdes parecieron un poco avergonzados. —El desayuno está listo. —Se
levantó y tiró de su camisa de gran tamaño hacia abajo. —Es que es una mañana tan agradable.
—Mmhm—. Ceci recogió sus cosas y saltó sobre las rocas, seguida de Kerry por la playa. —Será
agradable volver al agua. —Aventuró mientras caminaban. —Especialmente en un día agradable y soleado
como este. Los colores son muy vivos si te quedas cerca de la superficie.

248
—¡Oh… sí! — Kerry se volvió, sus ojos se iluminaron. —Yo estuve en un arrecife de poca profundidad
justo enfrente de aquí no hace mucho, y toda una escuela de peces de color amarillo y morado corrieron
hacia la derecha por encima de mí. Me sentí como si estuviera dentro de un arco iris. —Levaba las manos
hacia fuera. —Sólo los rayos de luz que entrando a través del agua y golpeándolo todo… y luego estos
peces payaso nadando por… fue increíble.
—¿Has visto las langostas?
—Son verdes… me sorprendió—. Kerry se echó a reír. —Y son fuertes, también. Dar me entregó un pez
globo la última vez que estuvimos abajo. Me asuntó por un minuto.
—¿Has aprendido a bucear aquí? —Los ojos grises plateados la observaban con curiosidad. —Supongo
que lo hiciste… no hay mucho que ver en los Grandes Lagos.
—Dar me enseñó, sí. —Un guiño. —Tiene el equipo de buceo en Michigan, pero por una cosa, tiene que
usar los trajes secos, y por otro, me da un poco de nervios ver lo que hay en el fondo del lago Michigan.—
Las dos se rieron. —Me pasé un montón de tiempo navegando en su superficie, sin embargo.— Entraron
en el jardín de atrás y se dirigieron hacia las escaleras.
—Yo también—. Ceci alcanzó la puerta. —Nos pasábamos los veranos.— Ella abrió la puerta. —Vamos a
tener que comparar notas.

Kerry sonrió.

—De acuerdo… vamos a hacerlo. —Entró, casi chocando con Dar que estaba allí de pie. —¡Guau! —
Chino se revolvió junto a ella y se agachó a los pies de Dar, depositando un trozo de madera. —Oh, mira…
te trajo un regalo.
—Gracias, Chino.

Dar se agachó y recogió la madera haciendo malabares, mientras todos entraban en el comedor,
donde Andrew había servido. Tomaron asiento, entonces se escuchó el suave tintineo de platos, mientras se
servían.
Luego un poco de torpe silencio cayó. Kerry podía ver la incomodidad en la cara de Dar, y ella
suspiró, después de haber pasado su parte de las comidas a través de la mesa mientras la recibían con poca
cordialidad. No era que se alegraba de darse cuenta.

—Dar… ¿crees que se puede bucear en el arrecife de la isla? Quiero probar mi nueva cámara.
—Claro—. Dar la miró patéticamente agradecida como una tostada con mantequilla. —¿Recibió la
película? Tengo una luz que puede utilizar.
—Con el sol, espero que no lo necesitan. —Kerry respondió, afanándose con sus huevos.
—Siempre deben llevar una luz… se pierden muy fácil allá abajo. —Comentó Andrew con la boca llena.—
Hay que conseguir que la gente piense que eres un pez.

Dar casi resopló su café.

—Nah… Siempre que buceo, parezco un pez fosforescente de color rosa y amarillo con el equipo azul y un
tanque de color rojo brillante.

Andrew miró a Kerry en estado de shock, luego a su hija.

—Está bromeando.

La cabeza oscura movió hacia atrás y adelante.

249
—No… Espera a ver las aletas… confía en mí. La puedo identificar a cuarenta brazas.
—Señor.
—Me iba a conseguir esas luces de neón fantásticas rastreadoras alrededor de mi BC… pero Dar me
convenció que por el peso de la batería no valía la pena. —Kerry agregó, con una cara seria.

Andrew se cubrió los ojos, lo que consiguió una sonrisa de su esposa.

—¡Oh dios mio—. Él se asomó a Kerry. —¿Rosado?


—Hola—. Kerry lo saludó con un tenedor. —Soy una chica. Estoy autorizada a vestir de rosa si quiero.—
Echó un vistazo a Dar. —Por lo menos es mejor que mi kimono de karate… tiene color rosa, porque se ha
lavado accidentalmente con el collar de Chino.

Ceci se cubrió la boca, mientras sus hombros se estremecían.


Dar se aclaró la garganta, y luego tomó un sorbo de café, sentía el ambiente relajado
considerablemente. Muy bien. Dejó que su pensamiento se asentara. Tal vez esto era factible después de
todo. Ellos estaban bien. Kerry estaba haciéndalo bien, y su madre… Ella se quedó atrapada mirando al
otro lado de la mesa, mirando a los ojos grises una fracción de segundo, y luego dejó de mirar.
Mm.
Puedo hacer esto. Sintió un agarre en su mano debajo de la mesa, y se encontró con que, estaba
enredando sus dedos con los de Kerry.
Podemos hacer esto.

***

Se abrieron paso hasta el puerto deportivo en el carrito de golf de Dar, que ella apenas maniobraba
por el agarre de su padre. Su equipamiento fue subido a bordo, por lo que sólo faltaba la comida fresca del
mercado, y sus bolsas de playa trasladarlas por la pasarela, ya que el robusto barco se balanceaba
suavemente por el aire de la mañana.
Andrew cogió las maletas y bajó a la cabina con ellas, cuando Ceci miró a su alrededor con
curiosidad a la bien equipada Bertram.

—Bonito—. Sus ojos parpadearon brevemente a Dar, que estaba revisando cosas diferentes en la consola.
—Es un poco demasiado—. Dar comentó distraídamente. —Estaremos bien en la parte posterior hay una
escalera plegable, y un gancho para el buceo. —Miró hacia abajo. —¿Lo puedes desatar?
—Lo tengo—. Kerry había aflojado la cuerda del frente y subía en torno a la segunda, la desamarró y saltó
a bordo. —Ve por ello, Dar.

Dar puso en marcha los motores manejándolos con cuidado, ladeó la cabeza para escuchar como se
ajustaban las válvulas reguladoras. En realidad, a ella le gustaba el gran barco. Tenía poder de sobra, y el
lujo suficiente para que ella pudiera disfrutar de una ducha a bordo, y de un refrigerador después de un
largo día de buceo. Ella y Kerry a menudo aprovechaban la compacta cama, a continuación, sacaban unas
cuantas velas, y comían una cena fría con su luz, bajo el manto de las estrellas.
Retrocedió lentamente, luego giró en torno de la proa y superó a su paso el puerto deportivo, que
estaba empezando a ver movimientos cuando los otros propietarios de barcos tenían la misma idea por el
buen tiempo, casi sin nubes. Una ligera brisa levantó y se apartó el pelo, y exhaló, decidida a disfrutar el
día tanto como fuera posible.

***

250
Ceci terminó su recorrido por la cubierta superior, y descendió a la cabina, respirando el rico olor de
la madera pulida y la sal. Se detuvo justo en el interior, y dejó que sus ojos vagaran, por el pequeño, pero
bien ordenado espacio, y se encontró asintiendo con la cabeza.

—Me gusta esto.


—Hay algunas cosas adicionales para su papá. —Andrew respondió, desde donde había puesto las bolsas y
las guardaba. —Esperaba encontrar la mitad de esto lleno de un maldito ordenador como la última vez.

Ceci se rió entre dientes, y vagó más allá de él, examinó la compacta cocina con interés, a
continuación, metió la cabeza en el pequeño dormitorio, y funcional, pero estrecho cuarto de baño.

—Este es adorable, Andy… no me imagino a May alrededor de esto, pero es agradable.


—Huh—. Andrew puso la canasta en el mostrador y abrió un armario, buscando un reproductor de cinta en
el interior. —Solía… salir a ver los mejores espectáculos naturales en la tierra de Dios, y navegar a lo largo
de ellos. —Se dio la vuelta. —¿Me dices lo que se necesita meter en el maldito refrigerador?

Ceci lo abrió, luego se asomó al interior del congelador.

—El frío es suficientemente bueno para los sandwichs… maldecir es una pérdida de energía…
seguramente el diablo no sabe lo que una mujer está pensando.
—No hay helado de chocolate por aquí. —Le mencionó a su esposa. —¿Eso califica como una buena
razón?

Andy se inclinó sobre el mostrador y la miró.

—Huh—. Él le dirigió una mirada de ojos entornados. —Ah, creo que es una pregunta capciosa, señora
Roberts. —Ambos sonrieron y luego Andy jugó con el trozo de una amarra y se mordió el labio inferior.
—¿Está todo bien contigo?— Sus ojos abarcaron el barco, y a sus otros ocupantes.

Cecilia hizo una pausa, y luego asintió.

—Es difícil—. Ella bajó la voz. —Sé incómoda a Dar… Creo que es demasiado, pero tenemos que
empezar por alguna parte. —Miró a su alrededor. —Además… a todos nos gusta hacer esto, vamos a
llevarlo bien, Andy.
—Bien.
—Sabes, realmente me gusta Kerry—. Ceci le ofrecido un toque vacilante. —Ella es una buena persona.
—Sip. A mi también me lo parece. —Andy pareció incómodo por un momento. —Me recuerda… eh… no
sorprendió ni nada, pero ella me llama papá—. Miró a su esposa, que parpadeó sorprendida. —La familia
significa mucho para ella… no veía nada malo en ello.
—No, no, por supuesto que no. —Murmuró Ceci. —Estoy segura de que todo este asunto con sus padres le
molesta. —Sintió una curiosa simpatía por Kerry, casi como un parentesco, después de haber pasado por
más o menos por lo mismo cuando ella se había casado con Andrew.

Aunque su familia nunca la había repudiado. No es que hubiera importado, no entonces, y no ahora;
había rechazado todas sus propuestas, toda la ayuda ofrecida, toda la fingida simpatía en las luchas que
habían pasado a lo largo de los años, prefiriendo trabajar por su cuenta durante los momentos difíciles.
Una cuestión de orgullo, realmente.
Sólo después de que Andrew se hubiera ido, y no importaba nada más, se hubiera llevado lo que le
ofrecían, dejando que su engreída simpatía lavase su pasado.
251
—Es tan extraño, Andy… incluso después de que lo que hice a Dar, aún puedo estar aquí y me pregunto…
cómo podía darle la espalda a ella simplemente por estar enamorada de la persona equivocada.
—¿Persona equivocada?— Andy levantó las cejas.
—¿Sabes lo que quiero decir. —Una leve sonrisa. —Yo no creo que sea la persona equivocada, pero desde
sus puntos de vistas, debe parecer así.
—No hay excusas—. La cuadrada mandíbula se movió. —La gente no lleva un bastoncillo de algodón por
mi, soy un Sureño Bautista del pantano con menos educación que el perro de la familia.— Señaló el
pequeño conjunto de escaleras. —Dar no es nada de eso.
—Lo sé, Andy—. Ceci le puso una mano sobre su brazo. —Pero no todo el mundo aceptar como eres.
—Maldito idiotas—. Murmuró él. —No tiene sentido que Dios le dio una ardilla, o se darían cuenta la
suerte que tienen de encontrar a alguien que cuiden de ellos como lo hace la una por la otra… — Hizo una
pausa. —O como lo hago yo por ti… ¿Qué diferencia hacen las partes del cuerpo? —Estaba molesto, y se
notaba. —Me gustaría que… —Una pausa y un suspiro. —No es justo.

Ceci se entretenía con los dedos de él.

—Mi cruzada—. Ella levantó su mano y le rozó los labios. —Me alegro de que Kerry decidiera llamarte
papá.

Él frunció el ceño.

—Eres tan bueno.

El ceño fruncido se profundizó.

—Vamos… vamos a subir a cubierta… —Ceci salió de detrás del mostrador y le dio su mano. —¿A dónde
vamos, de todos modos?
—A la isla de Dar. —Andy se enderezó y siguió. —Un bonito lugar… arena, pocos árboles. — Puso una
mano sobre su espalda. —Tuvieron su pequeña unión ahí.

Ceci se detuvo en el medio.

—¿Su qué?

Su marido se detuvo indeciso.

—Se reunieron, unos pocos amigos de ellas, y algún pastor que Kerry conocía de su hogar… Él dijo
algunas cosas… ya sabes, como una boda, una especie de…, pero no… um… —Él vaciló, cuando vio la
expresión. —Tengo fotos… ¿te gustaría verlas?

Los hombros de la delgada mujer bajaron un poco, pero reanudó su ascenso.

—Por supuesto. Me gustaría—. Sintió una punzada irracional de la pérdida, de faltar a un evento que nunca
en sus sueños más salvajes se le ocurrió que sucedería. —Suena como que fue agradable.

Salieron al sol, y luego levantaron la mirada, para ver a Kerry de pie en el puente junto a Dar, un
brazo puesto casualmente sobre ella, y la cabeza apoyada en un hombro bronceado. El viento azotaba el

252
pelo oscuro y la pálida espalda, enredándose cuando el barco aumento la velocidad, y se dirigió hacia el
Atlántico.

—Sí—. Andy respondió en voz baja. —Fue… Kerry dijo un bonito poema… luego Dardar cantó algo…
me gustó.
—¿Ella es poeta?
—Sip… pero ella no habla mucho al respecto. —Andy se aclaró la garganta un poco. —Oye… no duermas
por dos Thar.

Dos cabezas se volvieron.

—Nosotras no.— Kerry sonrió, separándose de su compañera más alta. —Vamos a estar en el arrecife en
unos diez minutos… suficiente tiempo para ver el equipo, supongo. —Ella descendió para unirse a ellos, y
se fue a las taquillas de equipos a ambos lados de la popa. —Nosotras mantenemos nuestras principalmente
cosas a bordo.
—¿No es realidad rosado?— Andy deambulaba y miró hacia abajo. —¡Oh dios mío!—. Él se puso una
mano sobre los ojos. —Vas a asustar a todos los seres vivos a una milla náutica con eso.
—Tch… no lo hago.— Kerry tiró del BC y del regulador que usaba. —Los peces me aman… no puedo
deshacerme de ellos, de hecho. —Ella dio a Ceci una mirada tímida. —¿Tienes todo lo que necesitabas?
Tenemos algunas cosas extra si no lo tienen.
—Ah… no—. Cecilia abrió el armario de al lado y tiró de las asas de una bolsa nueva de buceo bastante
llena. —Creo que Andy cubrió casi todo… de hecho, estoy bastante segura de que tengo suficiente equipo
aquí para bucear en el Antártico.
—Ah, no lo hizo. —Andy cogió la bolsa de ella y la hizo girar sobre la cubierta. —Ustedes son, sin duda
so exageradas—. El desabrochó las cuerdas y abrió la cremallera, dejando al descubierto un conjunto
nuevo de equipos de buceo. —No hay nada extra.

Kerry se arrodilló a su lado.

—¿Qué es esto?
—Una gama de multimedidores de profundidad.
—Um… vamos a bucear en un arrecife de veinte pies de profundidad, el papá.
—Ese no es el punto, joven.
—Uh huh. —Kerry hurgó. —¿Qué es esto?
—Una lanza.
—¿En el caso de un peligroso pez payaso?
—No se puede estar demasiado preparado en el mar. —Andy declaró con firmeza.
—Uh huh… ¿señora Roberts? —Kerry miró hacia arriba. —Por favor… trate de no apuntar a nada de color
rosa, ¿de acuerdo?

Ceci se rió entre dientes.

—¡Oh, no… no voy a tomar esa cosa… la último que tuve en mis manos un fusil…
—Le disparó a un Kodiak debajo de mi padre. —La voz de Dar flotó hacia abajo, con una nota de
diversión en su voz. —Se alegró de llevar un casco de fibra de vidrio sobre eso.

El ambiente relajado era tangible, cuando el sol salió y el rocío del océano los humedeció.

253
—Eso es correcto. —Admitió Ceci. —Y estoy muy contenta de que estaba lo suficientemente lejos como
para sólo perforar el revestimiento de fondo, y nada más… eh… —Ella vio que los ojos de Andy se
ensancharon, y se levantaron de las canosas cejas. —Más sensible.

Kerry se echó a reír al ver la cara de Andy.

—Está bien… así que… tenemos un medidor, tenemos un fusil… ¿qué más? —Sacó un objeto amarillo
grande. —¿Qu…?
—Esa es una luz—. Andy gruñó. —Y antes de irte me vas a estar diciendo que vas a salir durante el día,
señorita, Ah la voy a utilizar para cazar algunas criaturas espinosas.
—Correcto… —Kerry estuvo de acuerdo, con una sonrisa pícara.
—¿No tienes tus propios cosas que probar?

Ella entendió el mensaje.

—Bueno… tengo que poner las pilas a mis aletas de todos modos.

Andy lanzó un suspiro.

—Señor… ah nunca viviré con esto abajo. —Él se quejó. —Si alguno de los chicos me ve allí con un
atuendo brillante en la oscuridad…
—Yo les distraiga de ti, cariño. —Ceci le plantó un beso en la parte superior de su cabeza. —Voy a
hablarles de sus ropas interiores de seda. —Ella le susurró al oído.

Un profundo, suspiro, agraviado.

—Podrías conseguirme uno de esos trajes de neopreno de color rosa.

***

El barco se mecía suavemente en la superficie cuando Dar saltó sobre la baranda, y cayó en el agua
poco profunda con un chapoteo. Ella se metió en el mar profundo de cadera y amarró el barco de forma
segura a la torre de madera que había traído años atrás.
Una gaviota la observaba desde la playa de arena y le lanzó un trozo de madera antes de volverse y
echar a andar, estiró los brazos hacia el calor del sol. A bordo de la embarcación, Kerry estaba en su gloria
fosforescente, la pálida cabeza inclinada hacia un lado mientras veía a los padres de Dar ponerse el traje.
Se volvió cuando Dar acercó, y se fue a mover la escalera a un lado, pero Dar le dio la espalda a una ola,
llegando hasta la barandilla y agarrándose y subiendo a bordo.

—Buen día.
—Chico, lo es. —Kerry sonrió con entusiasmo. —Agradable y tranquilo, sin nubes… va a ser magnífico
ahí abajo—. Sopesó su nuevo juguete, una cámara submarina, luego la puso en la mesa. —¿Me ayudas con
esto?

Dar levantó el tanque y el BC cuando ella se metió, y luego ajustó las mangueras cuando Kerry
envolvió la correa alrededor de su cintura, y el cinturón de las partes frontales.

—Vaya… olvidé el peso del cinturón.

254
—Yo lo tengo. —Dar cogió el cinturón de tela de color rosa lleno de pesos y se lo puso a Kerry alrededor
de los brazos y los extremos en el frente. —Allí tienes.
—Gracias.

Kerry abrochó el cinturón y saltó hacia arriba y hacia abajo un poco, moviendo los hombros para
resolver el peso del tanque. Estaba pesado, por supuesto. Completamente cargado con aire comprimido el
tanque pesaba cerca de treinta libras, y si se le añade a los siete u ocho libras de su BC y el regulador, y los
doce libras en su cinturón de peso, se sentía como si fuera un argonauta de la antigüedad, en sus zapatos de
metales, a la espera de descender a las profundidades.
Dar se deslizó en su propio cinturón y lo apretó, se agachó y metió en sus brazos el cinturón de
seguridad BC, se puso de pie, inclinadose un poco hacia adelante hasta que ató todas las correas. Después
se enderezó y miró a su padre quejarse sobre el nuevo equipo de su madre.

—Papá, no se trata de una expedición Cousteau.


—Aw, puso la cabeza en el agua, Dardar—. Andrew ajustó un indicador por cuarta vez.

Cecilia le dio unas palmaditas en su costado y una mirada ligeramente divertida.

—Andy, yo realmente me acuerdo de cómo hacer esto. —Ella se apartó de sus retoques y se sentó en el
banco de atrás y miró hacia abajo. —¡Ah… mira, una barracuda!
—¿Qu…? —Andrew trasladó su cuerpo a la humedad y buscó en el agua. —Déjame ver eso. —Saltó sobre
el extremo de la embarcación y desapareció bajo el agua con un chorrito muy pequeño.

Dar consideró las ondas, luego cogió el equipo de su padre y lo puso sobre la plataforma de madera
que había hecho construir en la parte trasera de la embarcación, por lo que era más fácil entrar y salir del
agua. Pasó por las escaleras de buceo bajando hacia el surf y dio a su madre una mirada.

—Barracuda, ¿eh?

Cecilia fue apartándose el pelo rubio y plata.

—Mmmm.
—Vamos, Ker. —Dar sostuvo una sonrisa, que encajaba con su máscara y cogió sus aletas. —Vamos a
mojarnos.

Kerry se unió a ella en la parte posterior de la embarcación.

—¿No crees que sería mejor esperar a tu padre, para comprobar la barracuda? —Vio a Dar ir a la
plataforma y deslizar sus aletas, y luego puso una mano sobre su máscara y bajó en el agua. —Supongo
que no.
—Realmente no había una—. Ceci ofreció, con una sonrisa irónica. —Yo sólo quería unos minutos para
poner mi máscara.

Kerry parpadeó.

—Oh. —Ella sostuvo su cámara y le puso una mano sobre su propia máscara. —Sobreprotectora ¿eh?
—Sólo un poco. —La madre de Dar sonrió. —En un tipo agradable.
—Lo sé. —Kerry asintió con la cabeza. —Es hereditario. —Dio un paso fuera del barco y entró en el agua,
el choque agradablemente fresco rápidamente desapareció por un clima familiar y cómodo.
255
Otra razón para no bucear en Michigan. Incluso en verano no se acercaba a los 85 grados que ahora
descendía.
Kerry acomodó su máscara y miró a su alrededor, para adaptarse rápidamente a la rara sensación de
estar completamente bajo el agua. El sol se cortaba a través de las olas, y la visibilidad era muy buena,
proporcionándole una excelente vista a su alrededor en verdes y azules y ocres, cortada por los peces y la
superficie irregular del fondo del mar debajo de ella. Vio a Dar flotando cerca, descansando en el agua con
sus rodillas dobladas por la mitad y las manos cruzadas sobre el vientre. Periódicamente, una pequeña
corriente de burbujas salía de su regulador, y detrás del vidrio plateado de su máscara, Kerry podía ver los
ojos azules errando con interés a su alrededor.
Acostumbrarse a usar el regulador fue la parte más difícil. Era una boquilla de goma blanda que se
ajustaba entre los dientes, proporcionando el aire demandado cuando se inhala por la boca. El aire estaba
seco, y el mayor problema que Kerry tenía con el asunto entero era tener mucha sed.
Irónico. Allí estaba ella, totalmente sumergida en el agua, y su mayor preocupación era dónde
conseguir una bebida.
Dar dio un movimiento hacia ella, y señaló, a una forma oscura que se movía a través de la parte
posterior del agua hacia el barco. Kerry ajustó su equipo de nuevo, aflojó a una presión diferente a la del
agua, y nadó hacia su amante, volviendo la cabeza para mirar aproximarse a Andrew, dar un último vistazo
a su alrededor para continuación, dirigirse a la superficie con ondulantes movimientos.
Wow. Kerry acabó junto a Dar, y se desabrochó su pizarra y el creyón para escribir bajo el agua.
Ella escribía sobre la superficie rápidamente.

—Él es como un pez.

Dar asintió con la cabeza, burbujas escaparon cuando meneo el cabello. La tomó de la mano e hizo
un movimiento de natación, y luego señaló cuando su padre, volvió a entrar en el agua con su madre a sus
espaldas. Él ahora tenía su equipo, una plataforma minimalista, que era sobre todo correas acolchadas y
bolsillos, con un tanque aerodinámico. Era todo negro, por supuesto, al igual que sus aletas y máscara, y se
trasladó por el agua de una manera totalmente natural.
Sorprendentemente, Cecilia parecía también muy a gusto, a pesar del hecho de haber pasado varios
años desde que había hecho esto. Se ajustó el equipo de la manera de Kerry, entonces empezó, mirando
alrededor con interés y placer evidente.

—Tú mamá se está divirtiendo.

Dar no podía sonreír, con el regulador en su lugar. Tomó la pizarra.

—Fue la única parte de su mundo que podía compartir plenamente.

Ah. Kerry hizo un gesto de comprensión. Entonces sintió a Dar acercarse y ella tomó la parte
posterior de la pizarra, metiéndola en el cierre de velcro de su cadera. Se dio la vuelta para encontrar detrás
una pequeña boquilla tendida hacia ella. Se fijaba a un tubo, que iba a algo que ella pensaba era un relleno
extra alrededor de la parte posterior del tanque de Dar. Curiosamente, ella escupió su regulador, quedando
una goma suave dentro de la boca, luego lo chupó con cautela, su valor fue recompensado con agua fría y
dulce.

—Rgle!— Ella miró a Dar con alegría.

256
Dar miró con aire de suficiencia satisfecha a sí misma, y su nuevo juguete. Esperó a que Kerry
terminara su bebida, entonces ella se dio la vuelta en el agua y empezó a nadar por encima del arrecife,
hacia un grupo espeso de rocas de diversos colores, donde los bancos de peces pululaban.
Kerry exhaló con asombro, cuando los rayos del sol atravesaron el mar y se iluminó el arrecife como
algo salido de un sueño. Ella levantó la cámara y dio unos pocos tiros, entonces dejó salir poco de aire de
su BC para hundirse más en el vivo coral.
Nunca lo toques. Dar la había instruido, y mientras nadaba a un pie por encima del arrecife, captó el
movimiento de su amante, metiendo su equipo de arrastre de forma que no llegara a la superficie frágil.
Ella aminoró el paso y miró la roca con interés, al ver un poquito de movimiento y miró más de cerca, para
ver los casi transparente, pequeños camarones deslizándose sobre la superficie. Una forma plateada quedó
a la vista, y ella volvió la cabeza, para ver a un pez payaso que perseguía a un compañero morado y
anaranjado, en primer plano, observaba a un grupo omnipotente, nadando lentamente por delante a Kerry
con una mirada cautelosa hacia ella.
Ooo… Un banco de peces plateados, pequeños y nerviosos, vino a su derecha, y ella se quedó
inmóvil, dejando que se dividiera a su alrededor, sus pequeños cuerpos la rozaban con un ligero toque
sobre su piel. Un toque en su brazo la distrajo y siguió a remolque de Dar hacia un lado de la barrera,
mirando lo que la mujer más alta le estaba señalando.
Una raya. No una cualquiera, tenía seis pies de ancho por lo menos, y se instaló en la arena,
dependiendo del camuflaje para cuidar lo que comenzaba a comer. Dar la atrajo más cerca, y ella le llevó
una mano con mucha cautela, cuando su compañera lo hizo, tocó la superficie de la raya con los dedos
nerviosos. Era suave, casi aterciopelado, y ella pudo sentir estremecerse a la raya cuando sintió el contacto.
Dar flotaba cerca, pasando sus manos por la espalda del animal, y sobre el borde redondeado de la
parte delantera de sus aletas, se sorprendió cuando la raya decidió abandonar su nido por aguas más
tranquilas. Se levantó de la arena y se alejó poderosamente, teniendo que alejarse del molesto ser humano.
Kerry enfocó rápidamente y tomó unas cuantas fotos de Dar siendo remolcada por la raya, hasta que
se instaló de nuevo en el suelo y Dar se soltó, flotando y girando alrededor con los dos pulgares para arriba.
Un movimiento le llamó la atención una vez más, y se dio la vuelta en el agua, para ver a los padres de Dar
explorar el otro extremo del arrecife, con Ceci flotando delicadamente sobre las rocas, y Andrew dando
vueltas alrededor de ella con sus movimientos suaves y relajados. Kerry se dio cuenta de que había dejado
la lanza detrás.
Se acercaron más, luego Dar se agachó repente hacia la roca, agarrando algo, entonces cabeceó hacia
su padre. Andrew levantó la vista y vio lo que tenía en la mano, entonces retrocedió, agitando un dedo en
señal de falsa advertencia. Kerry nadó más de cerca, se dio cuenta de que era una langosta en la mano de
Dar. Uno con pequeñas garras prensiles, los que apunta a la derecha hacia Andy.
Él cayó en el agua, luego dio la vuelta y trató de dejar atrás a su hija, que corrió hacia la derecha,
dejando la langosta a la derecha contra su pecho.
La langosta, extrañamente, enfadado por eso, empezó a agarrar y agitarse, haciendo que el ex seal se
retorciera en el agua, golpeando a la criatura con sus manos hasta que se alejó nadando, mirando con dagas
a Dar con pequeños ojos acechadores.
Dar tuvo exactamente diez segundos para reír, y luego tuvo que hacer un agujero en el agua, porque
tenía a una alta criatura, de aspecto peligroso venir hacia ella, apuntando a sus escurridizas rodillas sin
protección. Dar despegó, corriendo por delante de su perseguidor con pasos de gran alcance por un camino
curvo alrededor del arrecife.
Kerry se quedó en el medio de la curva, descansando sobre la espalda en el agua y dando disparos a
la acción a medida que avanzaba. Andrew era más rápido, debido a su mayor longitud y potentes zancadas,
pero Dar era más flexible, y ella se curveo y dio la vuelta en la mitad de su recorrido tan rápido que
despareció cuando él se lanzó a atraparla. Ceci encontró un lugar vacío del fondo del mar para sentarse, y
observó, moviendo la cabeza lentamente a medida que su esposo y la niña se desplomaban como si fuera
un par de manatíes dementes.
257
Kerry tomó algunas fotos de ella y luego nadó hacia la orilla, se posó en el sedimento y metió sus
manos alrededor de sus rodillas. Ceci volvió la cabeza, levantó una mano y la abrió, revelando una
hermosa concha en forma de cono, cubierta con lo que parecía jeroglífico.
Kerry tomó una foto de ella, y luego miró hacia arriba para ver los ojos grises mirándola con interés
reservados. Ella sacó su pizarra.

—Ha sido agradable hoy.

Ceci asintió con la cabeza, y luego tomó la pizarra.

—Lo único que le falta es té helado.

Kerry sonrió y levantó un dedo, luego le entregó a la mujer mayor su cámara y se zambulló en la
persecución por encima de ella.

***

Nadie estaba realmente seguro de quien fue la idea de la fogata. Pero la isla proporcionaba suficiente
madera seca, aromática para hacer una, y el suelo arenoso parecía lo suficientemente seguro para que
encendiera. Se habían llevado pedazos de coral muerto, sin embargo, sólo por si acaso e hicieron un círculo
alrededor de las llamas.
Fue una escena casi surrealista, decidió Ceci, una pequeña isla en el centro de la costa atlántica, con
vista a un lado de nada más que el mar negro sólo roto por las luces tenues de las boyas. Por otro lado, el
horizonte de la ciudad se extendía a ambos lados, las luces de los hoteles de la playa hacia el norte, y los
contornos de los edificios de la ciudad a su sur.
Encima de ella, las estrellas flotando, oscurecida por las nubes a la deriva cerca, y muy lejos en el
horizonte, una tormenta se estaba gestando, donde estalló un relámpago intermitente.
Era precioso. Se apoyó contra un amable árbol de palma y sintió la cálida arena entre los dedos de
los pies, cuando la brisa trajo el olor de la mezcla de picante, hirviendo en la olla que habían amañado
sobre el fuego, llena de cosas capturadas cerca del agua.
Dar derramó el agua, añadiendo una última cosa a la olla con una sonrisa de pirata.

—Tengo uno.

Tiró su máscara y continuó, bajando su traje y la bolsa de malla sobre una toalla vacilante, luego de
tomar un asiento relativamente cerca de su madre. Kerry estaba en el barco, arreglando una cosa u otra, y
Andrew seguía buscando bajo las olas.
Ceci miró la suavidad, la bronceada espalda y la longitud de un brazo más o menos lejos y consideró
sus opciones. El día había sido agradable, en realidad, aunque las dos estaban incómodas con la otra, Andy
y Kerry estaban haciendo sus respectivos trabajos para suavizar las cosas. La mujer mayor se detuvo, y
luego llegó detrás de ella y cogió un paño doblado, mirándola un momento antes de que ella se aclarara la
voz con suavidad.

—¿Dar?

La oscura cabeza se volvió, la luz del fuego se reflejaba en los ojos claros, recelosos, que se
encontraron con los suyos, a continuación, se fijó en la toalla que llevaba.

258
—Gracias—. Dar tomó la tela y se echó hacia atrás, abriendo un poco su postura. Se miraron. —Tú…
um… —Dar se movió. —Estaba pensando en buscar algo de aloe.
—Ah… sí—. Cecilia asintió con la cabeza con tristeza. —Me siento tan roja como las langostas de estar
ahí.
—Mm… creo que también estoy un poco quemada.— Dar admitió, estirando sus largas piernas en la arena
y limpiándolas para que se secaran.

Mojada, despeinada, y cubierta de arena, Ceci encontraba esta versión de su hija mucho más familiar
que la que había estado tratando con anterioridad. Dar tenía el pelo más largo ahora, más abajo de los
hombros, y su cuerpo alargado y convertida en una mujer de proporciones que todavía tenían una nota
distintiva de su juventud dura y combativa.
Un abismo de tiempo hubo entre ellas. Ceci estudiaba el fuerte perfil, lamentablemente en una
pérdida para las palabras.
Dar la miró de repente.

—¿Pasa algo?

Una ráfaga de viento frío la hizo estremecerse, y las palabras escaparon sin pensar mucho en ellas.

—Sigo esperando a que suene la alarma y me despierte. —Murmuró, lamentando la declaración casi
cuando salió de sus labios. Miró hacia otro lado.

Los propios ojos de Dar bajaron a la arena. Maldita sea, esto era tan difícil. Ella contuvo el aliento.

—Sí… —Sus dedos encontraron una concha de perfecta de un peregrino pequeño en la arena. —Es mucho
a lo que adaptarse.

Ceci apoyó los antebrazos en las rodillas y apoyó la barbilla sobre ellos.

—Esto… debe estar complicando tú la vida. —Comentó con ironía, premiada con el más leve asomo de
una sonrisa, que arrugó la piel en la esquina de la boca de su hija y los ojos.

Una inclinación de la cabeza en reconocimiento.

—Esto… no es una complicación no deseada. —Dar respondió, moviendo su cara casi frente a la de la
otra. —Estoy contenta de que las cosas funcionaran.

Trabajo hecho. Qué manera tan extraordinariamente discreta para considerar un cambio de vida tan
grande, que ni siquiera podía comenzar a abarcar.

—Bueno… gracias por hacer esa llamada telefónica. —Se aclaró la garganta. —Aunque sé que no lo
hacías por mi bien.

Los pálidos ojos la miraron desde la oscura frente.

—No asumas eso—. La voz bajó más profunda. —Por lo menos me doy crédito ante la posibilidad de
hacer lo correcto cuando sé que lo es. —Pero el tono no era enojado, sólo melancólico.

Cecilia se sentía fuera de balance, una vez más. Ella suspiró.


259
—No quise decir que no lo harías, Dar. Se me acaba de ocurrir que, teniendo en cuenta lo que pasó entre
nosotras, no espero ningún favor tuyo.— Ella sintió el movimiento inquieto, y la otra mitad esperaba que
Dar se levantara y se fuera, algo que su hija siempre había hecho, cuando había una confrontación que no
quería tratar.

Pero en cambio, sorprendentemente, Dar dio la vuelta a su alrededor, y se acercó más, ella la miraba
fijamente, y de poderosa manera.

—Bueno—. Una nota ligeramente cálida coló. —Me he hecho una reputación de hacer lo inesperado.

Ceci solamente parpadeó, sin saber qué decir.

—No puedo cambiar el pasado. —Su hija declaró rotundamente, luego dudó. —A pesar de que cambiaria
partes de él, si pudiera.

El fuego crepitaba suavemente, y se escuchó un poco en la playa.

—Yo también lo haría. —Murmuró Ceci.

Ellas se miraron en silencio.


Otro chapoteo, y ambas se volvieron para ver a Andrew saliendo del agua, el fuego delineando su
forma corpulenta cubierto por el traje de neopreno. Se sacudió y luego caminó por la playa.

—Maldito buen olor ronda por aquí.


—Voy segunda. —Kerry caminó con cuidado sobre el puente flotante que Dar habían construido, llevando
un montón de cosas y una canasta. La mujer rubia tenía una sobrecamisa de algodón blanco, el sol le
oscureció la piel mostrándose vividamente contra ella, y el pelo recogido en un moño. —Dar, ¿puedes
agarrar esto?
—Claro—. Dar se puso de pie y se metió en la superficie de madera, tomando la cesta de su amante y
abriendo la tapa. —Ah. Platos.
—Bueno, sí. —Kerry pasó junto a ella, con una sonrisa. —¿Crees que íbamos a meter sólo nuestras manos
en la olla y empezar a masticar todo lo que se sacó?
—Claro.
—Sip.

Dar y su padre se miraron.


Ceci se rió en voz baja, y se impulsó para ponerse en pie, caminando a reunirse con ellos alrededor
del fuego. Se habían puesto colchonetas a una distancia segura de las llamas, y ahora Kerry llevó las cargas
sobre ellas y hurgó el contenido de la olla.

—Oooh—. Un muy picante e intenso aroma surgió. —Creo que estoy enamorada.
—¿Qué… quieres decir con eso? —Dijo Andrew arrastrando las palabras, luciendo despeinado el pelo
canoso seco y dándole a Kerry con la tela con que paseaba.
—Yeoow… ¡hey! —Kerry saltó alrededor del fuego, consiguiendo el equilibrio y dando tumbos a la
derecha en los brazos de Dar. —¡Guau!… gracias. —Ella se contuvo. —Hey… estás todo mojado. —Se
quebró la voz un poco, ante la extraña sensación del húmedo frío calentándose cuando sus cuerpos se
unieron.

260
Una ceja levantada ligeramente.

—Tch—. Kerry se ruborizó, invisible en la oscuridad, pero no al suave tacto de Dar. —Dame una mano
con estas cosas… ¿podemos poner los trozos en un tazón? Traje un poco.
—Ahora… no te pongas nerviosa. —El susurro de Dar le hizo cosquillas en la oreja, y su respiración se
aceleró.
—No lo estoy. —Kerry se arrodilló y sacó las copas redondas de madera. —¿Qué te hace pensar que lo
estoy? No creo que lo esté… solo quiero que me des una mano para repartir estas cosas, qué te hace pensar
ffmfmf.
—Estás balbuceando—. Le susurró devuelta. —Relájate. Son sólo mis padres, no los tuyos.
—Oh. —Kerry apretó la mandíbula, y las manos de Dar tomaron unas de pinzas de chef al tiempo. —
Correcto… bueno, si tuviera que imaginar a mis padres sentados en la arena de una isla, Dar, mi cerebro
explotaría. Así que… —Se aclaró la garganta y levantó la voz. —Tengo un poco de arroz español en esa
olla—. Ella levantó la vista hacia donde Ceci estaba sentada. —Sí… allí, y en ese otro un brócoli al
vapor.—Sacó la lengua al ver la cara que Dar estaba haciendo. —No es para ti, no te preocupes. —Ella
miró por encima del hombro de Dar. —O sea, lo se mejor. —Ella señaló con un tenedor de mango largo a
Andrew.

Se sentaron con sus tazones de humeante arroz de color azafrán, cubierto con trozos de mariscos
picantes con camarones, con trozos de la langosta de Dar y Andy que le había hecho cosquillas al
sentársele encima.

—Mm—. Ceci sirvió una taza de la sidra fría, y se lo entregó a su esposo, y luego tomó otra para ella. —
Eso está muy bien. —El arroz era suave y esponjoso, y perfecto, y el brócoli fresco y crujiente, y un buen
contrapunto para los peces, su excepción era una dieta vegetariana por lo general.

O tal vez era sólo el aire fresco, y un día entero de actividad que le dio un gusto maravilloso.
O algo así.
Realmente fue como un sueño, pero cuanto más tiempo pasaba, más había empezado a darse cuenta
de que era una que se había quedado atascada, como esta langosta con lo malo, que se adhería a todas las
partes de la arena durante largo tiempo, y se irritaba por su descendencia.
Demasiado color. Demasiada emoción y sensaciones, por el caos de su existencia antes ordenada, y
llenarla con complicaciones y problemas. Ceci suspiro con irónica satisfacción. Se sentía como en casa.
Andy sacó un camarón muy rosado y se lo ofreció, y ella mordió, sintiendo la carne crujiente ceder y
liberar una explosión de sabor en la boca.
Nope. Nada suave aquí.
Dar se apoyó en un gran pedazo de madera y instaló su cuenco en el hueco de su brazo, y luego
extendió la mano y le dio a la espalda de la camisa de Kerry un ligero tirón. Habían estado corriendo
mucho durante todo el día, que apenas había tenido oportunidad de pasar más tiempo junto a su amante, y
su cuerpo se perdió eso.

—¿Mm?— Kerry volvió la cabeza, y vio la invitación en los ojos de Dar. —Um… —Eeek.

Expresar la ternura delante de la generación más vieja todavía estaba siendo para ella un poco
aprensivo, pero… Ella se deslizó hacia atrás y se asentó en la curva del brazo de su amante, relajada, ya
enroscada a su alrededor y le dio un apretón. Tímidamente, ella miró a Ceci y a Andrew, contenta de ver
sólo un aspecto de la indulgencia divertida en sus rostros.
No es que ella esperara realmente algo diferente, pero nunca se sabía. La gente decía cosas, y
pensaba que les quería decir, pero cuando se golpeó en la cara con la realidad a veces voló por la ventana.
261
Pinchó un trozo de brócoli y comió un poco, sintiendo la tensión de la delicada piel alrededor de su cara y
los hombros. Su cuerpo tenía un poco de dolor de todo el buceo y la natación, y sospechaba que se iba a
pagar por su divertida mañana, pero había sido un gran día. Había tomado algunas fotos realmente
fantásticas, todo el mundo en su mayoría parecían haberse divertido, y había visto señales de que Dar y su
madre se habían acercando con cautela entre sí.
Kerry suspiró y movió los dedos de los pies, disfrutando del calor del fuego en contra de la brisa que
entraba por el agua. Se sentía cansada, y sucia, y estaba segura de que había algas en algunos lugares muy
poco probable, pero no podía pensar en un lugar que ella preferiría estar.

***

Dar estaba acurrucada en el sofá pequeño de la cabina, al estudio de algunas pequeñas


incrustaciones de trozos de metal que había recuperado de la parte inferior. El zumbido de los motores era
casi relajante, y si ella lo intentaba de verdad, podría sacar de su mente por completo el hecho de que su
padre conducía el gran barco, después de darse una idea de lo que era como tratar de decir que no a esos
ojos grandes y azules.
Un sonido suave le hizo mirar hacia arriba, para ver a su madre entrar en la cabina, con el pelo tan
completamente en desorden que parecía que había metido un dedo en uno de las veinte tomas de
amplificadores en las paredes laterales.

—Creo que tu padre acabará inundado un Sunfish.

Dar hizo una mueca de dolor.


Ceci flexionó los dedos de los pies descalzos y continuó por el piso.

—Esta es una configuración hermosa. —Sus manos encontraron un lugar en los bolsillos de los pantalones
de algodón blancos y suaves. —Muy funcional.

Dar extendió sus brazos y miró alrededor de la pequeña cabina.

—Sí… la primera vez que lo vi, me pareció simplemente demasiado rica, pero después he comprobado, la
mayoría de los recortes están ahí con un propósito. —Ella acarició la madera. —Esto está bien, los tejidos
están diseñados para la humedad y lo cerrado, el equipo de cocina es nada lujoso… es un buen equipo de
trabajo.

Su madre se sentó en el borde del mostrador, lo que se levantó y dobló como un almacén. Ella cruzó
los brazos y miró a su alrededor, asintiendo con la cabeza.

—Puedes vivir en esta cosa, de verdad.


—La idea se me ocurrió. —Dar admitió. —Excepto que usar un gancho para descargar el correo es una
pesadilla. —El llamado de su nombre la hizo mirar hacia arriba. —¿Sí?
—D… oh, ahí estás. —Kerry llegó aprisa al lugar. —¿Le…? oh, lo siento, hola… ¿estoy
interrumpiendo?—Hizo una pausa, dando una mirada de disculpa Cecilia.
—No, no… Estábamos hablando de la embarcación. —Una mano delgada se levantó —Adelante.
—Estoy tratando de describir ese extraño pez que vimos, y tu padre sigue tratando de decirme que era un
pez loro. Sigo diciéndole que no era… hazme un favor, ¿Puedes? Dibújalo para que se lo pueda mostrar a
él.
—¿No le tomaste una foto?— Dar preguntó, sentándose y poniendo los brazos en la mesa.

262
—Sí, pero eso tiene que esperar a ser revelado—. Kerry se sentó a su lado con una almohadilla y un
lápiz.—¿Por favor?
—Oh, está bien.— La mujer de pelo oscuro le dirigió una mirada indulgente y aceptó el lápiz, apoyando la
cabeza en su otra mano mientras movía la almohadilla a una posición más cómoda. —Fue el de las rayas
rojas y azules, y la nariz de cerdo, ¿verdad?
—Nariz romana.
—Bueno, siempre he escuchado que los romanos fueron unos cerdos. —Dar sonrió. —Está bien…
Recuerdo que una… te volteaste al revés para tomar su imagen.
—Esa es una. —Kerry se apartó y se metió en el área de cocina, dando a Ceci una sonrisa mientras se
servía una taza de café del termo fijado en el mostrador.—¿Quieres un poco?
—Claro… gracias. —Ceci respondió distraídamente, toda su atención periférica se centró en la poderosa
mano moviendo el lápiz sobre el papel con arañazos seguros y confiados.

Un ojo formado.
Un cuerpo redondo, cónico en la parte trasera, y debidamente tridimensional.
Una cola ancha, robusta.
Aletas plumosas atrapadas en marcha a mediados por una mano conocedora.
Los ojos de Cecilia siguieron las líneas oscuras que fluían fácilmente de la imaginación de Dar,
sintiendo como si acabara de caminar en un cuarto, y había sido recibida por un pequeño hombre gris de
Marte. Él usaba una corbata de lazo.
Hablando francés.
Desde hace treinta años había estado convencida de que la única cosa que ella y su descendencia
tenían en común era un mutuo antagonismo, y una similitud a regañadientes en los gustos musicales.
Y ahora aquí sentada, miraba un poco de sí misma cobrar vida y salir de las puntas de unos dedos
largos y afilados.
Querida Diosa.
Una voluta de vapor le calentó la mano, luego miró a un par de cálidos ojos verdes con una taza de
café.

—Oh. —Murmuró Ceci. Tomó la taza. —Gracias.


—No hay de qué. —La voz de Kerry se había profundizado un poco. Rodeó la mesa y se instaló junto a
Dar, sorbiendo su café y viendo su pez surgir. —Ese es exactamente el mismo.
—Uh huh… lo imaginaba… de ninguna manera se trataba de un loro. —Dar murmuró, dibujando marcas
curiosas en el pescado, con luz fosforescente. —¿Has visto ese triángulo de oro, justo por encima de las
branquias? —Ella hizo algunas últimas adiciones, y luego empujó la almohadilla. —¿Está bien?

Kerry consideraba el bonito pez, con una sonrisa, y luego levantó los ojos y se encontró con Ceci.

—¿Qué piensa usted?

Dar sintió un hormigueo caliente en su piel, cuando se dio cuenta que había olvidado que su madre
había estado de pie allí mirando. Una docena de palabras defensivas llenó su boca pidiendo a gritos su
atención, cuando se puso tensa, y la otra mitad se volvió, su mente estaba cansada luchando para hacer
frente a la inesperada vergüenza.
Ceci sacó la almohadilla y la estudió.

—Bueno… Yo no soy una experta… pero creo que tienes razón. No se trata de un loro. —Ella comentó en
voz baja. —Se trata de un dibujo muy bonito, sin embargo. —Sus ojos se deslizaron hasta Dar,
encontrando a su hija con la expresión de un ciervo ante los faros que casi se echó a reír.
263
Pero no.
En cambio, ella miró por encima de Kerry, cuya cubierta de musgosos ojos verdes le daban un brillo
definitivo en ellos. ¿Por qué? que pequeña apestosa. Ceci sintió una sacudida repentina por la sorpresa. Lo
hizo a propósito.

—Gracias, Dar. —Kerry capturó la almohadilla y se detuvo, inclinándose y rozando la parte superior de la
cabeza de su amante con sus labios. —Vuelvo enseguida—. Ella se escapó rápidamente, saltando desde la
puerta del camarote y saltando por la escalera, se detuvo y saltó para arriba sobre el puente de vuelo con
una carcajada. —¡Bingo!

Andrew levantó la vista de sus instrumentos, y sonrió.

—Muy fácil… kumquat se enamoró de ella, ¿verdad?


—Hhhhook, la línea y todo. —Kerry hizo una poco de baile gopher, y luego le mostró la almohadilla. —
¿Ves?

Andrew miró la imagen.

—Bueno… giro mi cola y me llaman espeluznante… cuidado con eso. —Inclinó la luz hacia la pequeña
almohadilla y examinó el pez. Sus cejas se sacudieron, luego se unieron. —¿Cec dijo algo?
—Ella dijo que era un buen esbozo—. Kerry respondió. —Y que eso no era un loro. —Empujó Andy en
las costillas. —¿He hecho bien?

Le revolvió el pelo cariñosamente.

—Diablos, sí… Ven aquí, ya que tanto te gusta este maldito. —Él le dio un torpe abrazo, y una palmadita
en la espalda. —¿Quieres ayudarme a dirigir esta cosa?
—Claro—. Kerry se asomó a la oscuridad. —¿Esa es la boya? Sí… bueno, yo siempre quería hacer algo…
—¿Qué?
—Esto—. Kerry empujó a los dos aceleradores de la embarcación hacia adelante, y sintió la elevación de la
proa cuando el viento repentinamente silvó delante de ella. —Oh, sí.
—Hija de…

264
Capítulo 8
Kerry caminó hacia la sala, con su camisa de Tweety Bird caída sobre un hombro, y llevando una
botella de loción de sábila en una mano, se reunió con Dar en su oficina, seguida por Chino.

—Hey… ¿Puedo suplicar un favor?

Dar observó a la mujer casi desnuda y elevó las dos cejas.

—¿Suplicar? —Murmuró, con los ojos puestos en la pequeña.


—Tch—. Kerry cabeceó contra uno de los hombros de su amiga. —¿Me untas, por favor?— Ella le tendió
la botella. —Me siento como que estoy siendo comprimida en papel film.

Dar tomó el aloe y apretó un poco la botella, luego con delicadeza le dio la vuelta y comenzó a
propagarla sobre ella.

—Así que. ¿Has ganado la apuesta? —Le preguntó casualmente, trazando una línea húmeda y verde en la
zona rosa de la parte posterior del cuello de Kerry.
—¿Qué apuesta?— Kerry murmuró.
—El pez—. Un suave acento rozó la piel sensible.
—El pe… oh. —Kerry volvió la cabeza y se asomó. —Um…
—Tú… —Dar le lamió la oreja. —Eres un poco entrometida.

La mujer rubia asumió una mirada contrita.

—¿Estás enojada conmigo?

Dar la dejó dudando durante unos minutos, mientras que ella terminaba de untar, sintiendo los
hombros bajo sus dedos moverse y estirarse.

—Yo debería estarlo… eso me pilló con la guardia baja—. Comentó finalmente. —No es una sensación
muy agradable. —Se dio la vuelta alrededor de Kerry quedando frente a ella, y comenzó con la piel
quemada por el sol, consciente de los serios ojos que buscaban su rostro.
—Habría sido demasiado auto consciente de otro modo. —Kerry casi susurró. —Yo sólo quería que ella
viera que tiene una parte de ella en ti.

Dar no respondió, su rostro cambiaba por los pensamientos.

—Yo… no las he conocido a ninguna de los dos tanto tiempo… pero, en cierto modo me senté y pensé en
ello… —el nerviosismo de Kerry llegó en un torrente de palabras. —Y lo que me parece es que tú… y tu
papá están tan cerca… que se parecen tanto, y todas esas cosas, pensé que tal vez… Quiero decir, pensé
que si tu madre pudiera ver que hay ese pedacito… yo… —Kerry tuvo que parar porque Dar la besó,
deteniendo su discurso. Cuando se separaron, Kerry dejó escapar un pequeño suspiro. —Tengo este
“resolver todos los demás problemas” en los genes que se activa a veces. —Un encogimiento de
hombros.—Además, me gusta tu mamá.

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Dar apoyó la frente contra la de su pareja.

—Me di cuenta de que las dos parecían llevarse muy bien. —Murmuró. —Escucha, Kerry… mi madre y
yo tenemos treinta años de rápidas y turbulentas aguas blancas detrás de nosotras. —Ella besó ligeramente
la piel quemada por el sol. —Y hay algunas cosas que simplemente no se pueden arreglar.

Kerry la miró con tristeza.

—Por lo menos no de inmediato. —Dar enmendó a toda prisa. —A pesar de… —Su ceño se frunció. —No
parece ser un infierno ni mucho menos no estar de acuerdo ahora. —Un suspiro. —Ella se está suavizado
mucho o…
—Te has hecho mayor. —Kerry acabó con suavidad.
—Mm—. Reconoció la mujer de pelo oscuro. —Tal vez una mezcla de ambas cosas. —Ella tomó la
camiseta de Kerry y la colocó por encima de su cabeza y untó cuidadosamente la solución sobre su
cuerpo.—Eso fue, por cierto, un movimiento astuto, sin embargo.
—Lo fue, ¿no? —Kerry ensayó una sonrisa tentativa. —Eres tan difícil. Yo estaba realmente muy
sorprendida del trabajo. —Se frotó los dedos contra la piel desnuda de Dar, entre la camisa y los pantalones
de algodón de corte suave. —¿Tú madre dijo algo después de mi partida?
—No. —Una pausa reflexiva. —Pero ella estaba pensando.
—Ya me parecía. —Kerry exhaló con satisfacción. —Ella ojeó el bloc de dibujo antes de irse. —Uno de
sus ojos verdes le guiñó un ojo, y le dio unas palmaditas al costado de Dar, antes de que ella se alejará y se
dirigiera a la cocina.

Dar la miró, y negó con la cabeza, reconociendo la terquedad de su pareja. Luego la siguió y tomó
un vaso del armario y vertió algo de jarabe de chocolate en ella.

—¿Quieres un poco?
—Nu uh. —Kerry estaba ocupada en el mostrador, llenando una taza con un poco de helado de vainilla, a
continuación, le añadió cerveza de raíz. —Para cada uno su propio veneno. —Ella hurgó en el helado con
una cuchara, haciendo que, por el bicarbonato, subiera. —Menos mal… Tengo que decirte, Dar, tus padres
me dejaron desgastada. —Ella le pasó el brazo a la mujer de pelo oscuro, y tiró de ella a la sala de estar,
donde se sentaron juntas en el sofá, y pusieron sus pies en la mesa de café. —Espero tener ese tipo de
energía de sobra cuando envejezca.
—Ambas—. Dar coincidió. —Ellos son otra cosa—. Observó el espumoso bigote adornando la boca de
Kerry, y decidió limpiarlo. —Mm—. Se lamió el labio inferior sorprendida. —Tal vez debería probar uno
de esos.
—¿Probar uno de qué? —Kerry dejó el vaso y se volvió, retorciéndose sobre el cuerpo de Dar e intentando
recuperar algo de su leche con chocolate de la manera más difícil. —Hmm… ooh me gusta esto… sí… y
yo… ¡Jesús! ¡Dar! —Kerry lanzó un grito, casi levitando del regazo de su amante. —Tus manos están
frías.
—Nu uh. —Dar movió su toque. —Tu piel está caliente… lo siento, olvidé la quemadura de sol. —Deslizó
sus dedos más abajo. —¿Mejor?
—Oh… sí. Mucho mejor. —Se relajó de nuevo, acariciando el lado del cuello de Dar. —Gracias a Dios
por los trajes de baño.
—Definitivamente.

Dar se rió entre dientes, mientras deslizaba la camiseta de algodón y encontró un sabroso ombligo
para mordisquear, sintió un escalofrío agradable por la espalda cuando Kerry se inclinó y probó la parte
superior de su espina dorsal. El aroma de aloe, y la piel caliente y una pizca de aceite de coco fluía a su
266
alrededor, junto con el roce leve de la respiración profunda de Kerry. Sus dientes tiraron juguetonamente
del elástico de la ropa interior de algodón que tenía, y sintió el cambio en el cuerpo de la mujer rubia,
obedeciendo a la fuerza con ansia sutil.
Sintió desaparecer la fatiga del día cuando la rodeo por la esbelta cintura con su agarre y guió a
Kerry hacia atrás, bajándola con delicadeza sobre el sofá, comenzando en serio asalto.
El frío de la piel quemada por el sol en la espalda la distrajo por un momento, pero en los momentos
desnudos, cosquillas y hábiles mordiscos le hicieron perder de vista los detalles insignificantes, como el
escozor en la piel. Sus dedos se deslizaron a través del pelo de Dar y le acarició los bordes de las orejas,
luego bajó aún más, a los músculos inclinados a ambos lados de su cuello que fueron cambiando a medida
que los tocaba. Sintió la falta de aire, y trató de respirar más profundamente, pero las tensiones enrolladas
en sus entrañas mantuvieron su cuerpo tensó, y cambiando, y con ganas de más.
Un bajo ronroneo jugó dentro de Dar, enviando una gran sacudida derecho a su ingle, y se abandonó
por completo al puro gozo animal.

***

—¿Sabes una cosa, Andy?


—¿Mmm?— Los ojos azules se cerraron.
—He llegado a la triste realidad de que soy un viejo pedo.

Un globo ocular apareció.

—Sip—. Él bostezó.
—Esas niñas tienen demasiada energía.

Ceci había descubierto una silla mecedora a un lado de la cabaña, y se encontraban juntos,
meciéndose lentamente bajo el ventilador, perezosamente en movimiento.

—Sin embargo, me sentí bien al volver bajo el agua de nuevo.

Su esposo no respondió por un minuto, y luego resopló, y se aclaró la garganta.

—Menos dolores. —Él admitió. —Tengo un montón de daños en estos malditos huesos.

Demasiados años, y muchas lesiones también, y aquí, por fin, era a la única persona en el mundo
que se lo admitía. Por lo menos ahora, sin embargo, era sobretodo un físico herido, un infierno hacía más
fácil vivir con él.
Apenas lo dijo, realmente.

—Tengo algo de herbal para frotar… —Ceci ofrecido. —¿Puedo tener el placer de darte un masaje?
—¿Cinco dólares por un masaje en la espalda? —Ofreció vacilante tomándole el pelo.
—En realidad no… porque yo iba a ir mucho más allá de tu espalda. —Ella respondió con ironía, sintiendo
el movimiento en silencio mientras él se rió. —¿Hey, Andy?
—¿Sip?
—Sabes… vas a pensar que estoy loca, pero he estado pensando todo el día sobre lo bien que estuve en ese
barco.
—¿De verdad?—. Un bajo acento.
—De verdad… todo estaba a mano, y fue tan lindo ahí.
—Uh huh.
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—¿Qué piensas acerca de tener uno como ese, en lugar de una casa?

Largo momento de paz de un silencio de muerte siguió.

—¿Me quieres decir, que deseas vivir en un maldito barco? —Andrew, finalmente farfulló. —Treinta y
tantos años no queriendo saber nada de ellos, pero me bajo de las malditas cosas, ¿y ahora tu deseas tener
uno?

Ceci se mordió el labio, ante el reconocimiento de la ironía.

—Bueno… Sí, en realidad.


—Hijo de una galleta.
—Vamos, Andy… ya sabes que siempre has querido uno… podríamos incluso conseguir uno de esos
sombreros de capitán.
—Como el infierno.
—¿Una chaqueta azul?
—¡Ah! no tengo idea de donde, incluso, me puedo conseguir una de esas cosas, mujer… no se como se
puede escoger una en Kmart—. La idea se había asentado a él, sin embargo.
—¿Qué… una chaqueta? Seguro que se puede, cariño… —Ceci le aseguró, y luego se echó a reír. —
Apuesto a que alguien en la isla sabe dónde conseguirlas… vamos, tal vez pueda hacer que sea especial
para nosotros… se puede decir cómo lo quieres. —Una pausa. —El barco, quiero decir. No la chaqueta.

Dedos pasaron algodón por un muslo.

—Menos mal que no deseas una mampara gris, señora Roberts, es mejor que seas el decorador en esta
tripulación.
—¿Eso quiere decir que sí?
—¿Vas en serio? —Preguntó, honestamente curioso.

Ceci se ubicó en su hombro y asintió con la cabeza.

—Sí, lo hago. —Ella respondió en voz baja. —Nosotros podemos arrendar un pedazo en South Beach
Marina… tienen una zona muy agradable allí, y está muy cerca.
—Lo tienes todo planeado, ¿eh?
—Podemos despegar, y salir a las Bahamas si queremos… bucear en los arrecifes de allí. —Señaló su
esposa. —O ir a Key West… ver unos pocos atardeceres. —Los colores la atraían. —He estado pensando
en hacer una serie de paisajes de la naturaleza… tal vez voy a hacer un submarino.
—¿No hay más escenas de rock? —Andy le preguntó, acariciando el pelo de oro plateado con cuidado,
pensando en el último que había visto, en esa pequeña galería que a cada uno le había gustado.

Esperando en el borde del mar, ella lo había llamado. Un océano oscuro, rodeado de gris sombrío y
mares de espuma, contra un cielo tormentoso, como una figura solitaria de pie al viento.
Solo.

—No… mi nave en el puerto—. Una leve sonrisa. —Si yo pintara hoy no habría una ruptura de nubes y el
sol lo iluminaba todo a la vista. —Ceci exhaló con asombro. —Qué diferencia hace una semana.

Sí.

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—Me pregunto, ¿qué tan grande hacen los motores para esas cosas?

Ceci lo miró. Uh oh.


Has olvidado al muchacho y sus juguetes.

—Um… ¿Cariño?
—Eh… eh… ¿sí?
—No te olvides de los cinturones de seguridad para la cabeza.

***

Sonó el teléfono.

—¿Dar?

La voz casi la hizo saltar, por tan concentrada que había estado en el diseño de la red en su pantalla.

—¿Sí?
—Tengo el Sr. Alastair en la línea uno.

Mierda. Dar dio un vistazo a su reloj. Bastardo, trabaja rápido.

—Adelante. —Ella escuchó el chasquido. —Buenos días, Alastair.


—Buenos días, Dar. —La voz de su jefe sonaba molesta. —Me coges en el video teléfono, pero voy
camino a la oficina.
—¿En serio? ¿Cómo está el clima en Houston? —Una mórbida Dar trató de retrasar lo inevitable. —Está
lloviendo aquí.
—Bonito—. Alastair suspiró. —Creo que sabes por qué estoy llamando.

Ella jugó con la idea de negarlo.

—Tengo una buena idea, seguro. —Puso un poco de disgusto en su tono. —El gillipollas de Steve fue a
casa y decidió seguir adelante con su demanda.

Alastair se quedó en silencio por un momento.

—Recibí un correo de voz de él. Estás en lo correcto, Dar. Se ha de presentar una demanda contra ti,
personalmente, hoy por una lista de cosas, la mayoría de las cuales acabo de reírme, pero la última cosa de
la lista es el hecho que tomaras decisiones destinadas a lograr un beneficio personal.
—¿Sí? ¿Cómo qué? —Dar dio un clic en un router y comprobó su configuración. —De hecho, Alastair,
desde que soy accionista puedo tomar decisiones que calculo puedo hacer, y en beneficio personal de todos
los demás accionistas.
—Significa, que contrataste a Kerry porque las dos son amantes.
—Contraté a Kerry antes de que fuéramos amantes. —Respondió Dar. —Contraté a Kerry antes de que
fuéramos amigas.
—Rompiste las reglas de la compañía.
—No pues, no lo hice.
—Claro que sí, Dar. La contrataste sin el beneficio del proceso de la entrevista, y se anularon otros veinte
candidatos más cualificados.
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Dar quedó en silencio durante unos segundos.

—Ella estaba calificada.


—No estoy discutiendo eso, no lo hice entonces, y no lo hago ahora, Dar, sobre todo porque ha tenido un
excelente desempeño en los últimos seis meses. Kerry es una buena empleada, una gran entrenadora y una
muy buena elección para el cargo.
—¿Pero?

Un suspiro.

—Pero el punto es, rompiste las reglas entonces.


—¿Y?
—Y el consejo cayó en mi culo como una tonelada de ladrillos después de que obtuvo esa sesión de su
archivo personal.
—¿Cuándo fue eso? —Dar sintió que su cuerpo se tensó, pero mantuvo su tono ligero. —No me digas que
trabajaron el fin de semana.
—Ayer.
—¿Cuál es su queja? ¿Desde cuándo les importa quien se acuesta con quien, Alastair? Sabes que Harby
está teniendo una aventura pública con un cantante de música country del oeste, y Allan Jacobs fue
arrestado el mes pasado por solicitar sexo de menores en Internet.

Alastair suspiró audiblemente.

—Ellos es la queja, Ankow quiere hacer de esto un juicio muy público, dejando al descubierto lo que pasa
cuando una persona como tu está en ese tipo de posición.
—Él va a perder el juicio.
—No importa. La exposición estará allí, a pesar de todo, y no es como que nosotros podamos barrer bajo la
alfombra, Dar.

Dar dobló las manos en el secante del escritorio, olvidando la pantalla.

—¿Qué quiere?

Otro largo suspiro.

—Tú, fuera. Yo, renunciando en un plazo razonable. La presidencia por el voto de los accionistas en
general.

Se inclinó hacia delante.

—¿Y?
—¿Y qué?
—Y, ¿qué vas a hacer? —Una sensación de malestar se le instaló en la boca del estómago. —¿Me vas a
despedir?
—Prefiero cortarme el huevo izquierdo. —Alastair respondió secamente, dejándose caerse
extrañamente.—El consejo se reúne el jueves por la noche. Te necesito allí. ¿Qué pasará después de eso?
no sé, Dar. —Un torpe silencio, luego tomó aliento. —Esto no te ayuda, lo sé, pero mi posición personal ha

270
sido y será el jueves que, antes, durante y ahora, confío en tu juicio de forma implícita, y que de todas las
decisiones que te he visto tomar, no lamento ninguna.

Dar cerró los ojos.

—Si ayuda, Alastair. Él habló conmigo después que tú, como yo… él trató de forzarme a sacarte. Le dije
que no. Ahí es donde entra en escena la demanda.

Hubo un silencio largo, suficiente para que ella escuchara claramente el sonido del aire
acondicionado ponerse en marcha de vez en cuando en su oficina.

—¿Alastair?
—Tú lo rechazaste, ¿eh? —Su voz tenía la misma medida socarrona y de nostálgica curiosidad. —Déjame
adivinar… le dijiste…
—Que me besara el culo, sí—. Dar sonrió un poco. —Y sin importar lo que pase, no me arrepiento de eso.
El hombre me pone enferma, Alastair. —Hizo una pausa. —La junta está asustada, ¿eh?
—Sí—. Su jefe respondió. —Pero lo que me preocupa, Dar, es que él dice que tiene pruebas de su relación
ha trastornado tu juicio… y que ambas se han aprovechado de la empresa, y de sus posiciones para eludir
las normas de la empresa. —Parecía preocupado. —¿Qué es todo eso?

Dar se puso de pie, y se fue a la ventana, apoyándose contra el vidrio y mirando hacia fuera.

—Estupidez—. Ella murmuró. —Me quedé en casa enferma un día la semana pasada. Kerry reorganizó su
agenda y se tomó medio día libre. —Un movimiento de cabeza. —Él la siguió hasta el ferry.
—Bueno, eso no es gran cosa.
—No. —Fue vergonzoso, ahora que lo recordaba. —Pero me fui a mi reunión de secundaria el pasado
sábado, y tomó fotos de nosotras dos.
—¿Y?
—Con los brazos una alrededor de la otra.
—Una vez más, ¿Entonces?
—Vestidas como un par de chicas motociclistas.

Un silencio de muerte.

—¡Oh! mi puto dios—. Alastair maldijo. —Dime que me estás tomando el pelo, Dar. No puedo creer eso.
—Lo desearía. —Dar cruzó de nuevo a su escritorio y volvió a su asiento. —Tenías que ir como eras, y no
se si te acuerdas de cómo era yo, pero…
—Lo recuerdo.
—Bueno, hizo una buena foto. —Dar apoyó su barbilla en una mano. —Yo… Um… nos jodió allí,
Alastair. Lo siento.
—Dar, tú eres el jefe de información de la empresa más grande del mundo. ¿Cómo pudiste hacer algo tan
estúpido?

Había pasado un largo tiempo desde que había tenido que aceptar este tipo de reproche. Y ella no
tenía ninguna buena respuesta para ella, tampoco.

—Era una maldita fiesta, Alastair. —Finalmente murmuró. —Yo realmente no pensé en ello.
—Jesús—. Alastair parecía disgustado.

271
Dar suspiró.

—Bueno, ahora que sabes lo peor, me tengo que ir, Alastair. Estamos a punto de empezar a traer la nueva
red. —Hizo una pausa. —Supongo que nos veremos el jueves. —Sintió el silencio. —A menos que sólo
quieras que renuncie ahora, y nos salve de todos los problemas, y tomaré un billete de avión.

Su jefe vaciló, y luego hizo un sonido a medio camino entre un suspiro y gruñido.

—¿Estaban haciendo algo en esa foto?


—Caminando.
—¿Fue una fiesta temática?
—Sí.
—Por favor, dime que ninguna de las dos estaba desnuda.
—No lo estábamos.
—O borrachas.
—No.
—¿Simplemente caminando?
—Eso es todo. Estábamos en el estacionamiento… estaba pasando el rato allí esperando por nosotras,
ahora que lo pienso, Alastair, está malditamente extraño, ya que el número de personas que sabían dónde
estábamos esa noche era condenadamente limitado.
—Está bien. —Respondió él, con más seguridad. —Por lo menos tengo un mano a mano… así que cuando
lance la maldita cosa, puedo reírme de ella, o encontrar la manera de calmar esa parte del tema. —
Suspiró.—Es lo menos que puede hacer por ti para quitarte de la línea de fuego… pero por el amor de
Dios, Dar… trata de recordar que ya no eres una punk de pelo alzado.
—Muy bien—. Ella contestó, con contrición admirable.
—Traté de llamarte ayer por la noche… no has respondido a tu localizador.

Dar dejó escapar un aliento contenido, pero sabía que el indulto era sólo temporal.

—Estábamos en el barco… con algunos invitados muy especiales. —Por lo tanto, extraño de pensar, y
mucho menos decir. —Mis padres.
—P… —Alastair empezó, luego se detuvo. —Espera… pe… yo pen… —Se detuvo otra vez. —No…
um… Pensé que recuer… enviamos… ah…
—Cometieron un error. Él era MIA, y volvió a casa—. Dar sonrió al pez de pelea, que hizo estallar
burbujas.
—¿Por qué diablos no me lo dijiste? No siempre tenemos que hablar sólo de los desastres —Alastair
exclamó, indignado. —Dar, eso es maravilloso. Sólo tuve el placer de conocer a tu padre una vez, pero yo
pensaba que era un gran tipo, y estaba realmente apesadumbrado de oír lo que le había sucedido. —Una
pausa. —Eso es una gran noticia.
—Gracias—. Una alerta se disparó en su monitor, y ella cambió las pantallas. —Vaya… dorsales están
subiendo… Tengo que correr, Alastair… si sólo tengo unos pocos días, quiero asegurarme que esta maldita
red caiga en el primer lugar.

Un suspiro suave.

—Voy a hablar contigo más tarde, Dar. —La línea se cortó, y Dar miró el teléfono durante un buen rato, se
encontró ante ella, y cogió su chaqueta y se dirigió hacia la puerta.

***
272
—¡Hey, Ker! —La voz de Colleen resonó a través de Bayside, y Kerry giró en torno a un payaso inflando
globos para encontrarla. Era noche de chicas, y estaba más que lista después de un largo y molesto día, y
de malas noticias para Dar.
—¡Hey! —Saludó a su amiga con un abrazo. —¿Somos las primeras en estar aquí?
—Sí… vamos, vamos a sentarnos y a tomar una copa antes de que la gente llegue. —Colleen la tomó del
brazo y la condujo hacia una mesa sobre la bahía, tomaron asiento y saludaron a un camarero en patines.—
¿Lo habitual?
—Que sea un doble—. Kerry se deslizó hacia abajo y gimió. —Que perro día.

El camarero tomó su orden y se fue patinando.

—Así que…, ¿Qué está pasando? La última vez que te vi fue en el club de bolos… ¿Todo iba bien? Yo no
quería llamar y preguntar.

Kerry ahogó un bostezo.

—Todo funcionó muy bien. —Ella puso su cabeza hacia un lado y sonrió. —Realmente grandioso… mejor
de lo que me podría haber imaginado, de hecho. El padre de Dar fue allí, se juntaron, y vinieron de nuevo
aquí. Pasamos todo el día de ayer con ellos.
—¡En serio! —Colleen se rió. —¡Eso es fabuloso! —Se acercó más. —Así que… ¿Cuándo puedo conocer
a esa misteriosa dama? Creo que el padre de Dar está para gritar, no me puedo imaginar con quien se
casaría.

Kerry suspiró.

—Bueno, puede ser que tenga más tiempo libre en un futuro próximo, así que estoy segura de que podemos
arreglar algo. —Dar había procurado hacer ligera toda la cosa, pero incluso en su breve encuentro en el
pasillo, ella había notado lo mal que su amante estaba. —Parece que el tipo está causando todos los
problemas que realmente puede.

Colleen le dio una expresión de asombro.

—Espera… ¿Él fue por ambas?


—Yo por asociación—. Kerry aceptó su gran piña colada, mirando y seleccionan un enorme pedazo de
piña y tomó un bocado de ella. —Dar dice que él no va realmente detrás de ella, que va realmente por la
empresa, pero él sabe que tiene que, o bien tenerla de su lado, o deshacerse de ella para hacer eso, y ella le
dijo que podía besarle el culo, así que…
—Uff—. Colleen hizo una mueca. —Pero ¿de dónde vienes todo esto?
—Bueno—. Kerry dio un sorbo a la helada bebida, haciéndola parpadear por el ron. —Mm… Cuando le
dicen doble, lo dicen en serio. En fin… —Ella tomó otro sorbo. —Él está inventados en esa demanda
judicial que Dar gana dinero fuera de la empresa, y se aprovecha de su posición… una de las cosas que él
señala es yo.
—¿Tú?
—Yo. —Kerry sabía que debía sentir lo peor de todo este asunto, pero no lo hizo. —Yo, porque tuve mi
trabajo como lo hice, y el hecho de que vivimos juntas, y el hecho de que él tiene una foto de nosotras
medio desnudas casi arrastrándonos unas sobre la otra.

Colleen se limitó a mirarla.


273
—Fue en esa fiesta del sábado… que te dije.
—¿La reunión?
—Sí… Dar se vistió como un punk… y parte del acuerdo era que yo haría lo mismo, por lo que lo hice…
era tarde, en realidad no fue gran cosa, estábamos saliendo a la Harley, juntas, y él tomó una foto. Debe
haber pasado un buen rato en el estacionamiento en la mitad de la noche.
—¿La Harley?
—Mmhm. Parte de la indumentaria, por así decirlo.
—Así que… ¿Tú no estás preocupada acerca de todo esto? —Su amiga se inclinó hacia delante. —Kerry,
tus chicos podrían ser despedidos.
—Lo sabemos—. Kerry respondió. —Estábamos pensando en poner en marcha nuestra propia empresa…
¿quieres un trabajo?

Pestañas solo parpadearon y parpadearon

—Estás bromeando, ¿verdad?


—No… ¿Por qué habría de estarlo? Dar tiene un poco de dinero… ella sabe lo que hace, sé lo que hago…
tenemos un montón de buenos contactos en la red… no es como el diseño de sistemas y ciencia de cohetes,
Col. —Kerry dio un sorbo. —Hemos estado hablando de eso por un tiempo, como una cuestión de hecho.
Demasiado Bs cerca de ISL últimamente.
—Huh—. Colleen tomó un sorbo de la bebida. —Wow… es tan salvaje.
—Lo sé. —Kerry levantó su vaso y asintió con la cabeza al camarero. —Quiero decir… no estoy feliz por
eso, Col… No tengas una idea equivocada. Tampoco es Dar… ella ha trabajado para ellos durante quince
años, por el amor a Cristo. —Hizo una pausa. —Y no voy a mentir y decir que no se pierde nada, quiero
decir, he hecho un buen trabajo para ellos, y yo lo sé.
—Patéales el culo, si me preguntas.

Kerry sonrió.

—Y para empeorar las cosas, Dar se ha estado rompiendo el culo con la nueva red en el último mes para
que esté listo… los nuevos servidores entraron en funcionamiento hoy, y ella ni siquiera ha podido
disfrutar de ello. Me volvió realmente loca… el sistema asesina, Col… Dar hizo un trabajo fantástico en el
diseño e implementación… lo tiene todo.
—Escuché a mis jefes hablar de ello. —La pelirroja asintió con la cabeza. —Clyde estaba diciendo que no
puede esperar a cambiar… se supone que debe mejorar nuestra velocidad de procesamiento en más de un
cuarenta por ciento… estaba casi babeando allí mismo, en el ascensor. —Ella exhaló. —Ese asunto debe
picar como el infierno, entonces.
—Sí—. Kerry murmuró tristemente. —Me siento muy mal… ella estaba tan entusiasmada con el proyecto,
y ahora hoy dijo que había sido por lo menos agradable ver los datos reales de producción que se
ejecutaron en él antes del cierre de los sistemas.
—Maldita sea—. Colleen se mordió el labio. —Así que… es un hecho, ¿O?
—Ella tiene que ir a Houston el jueves. Tienen una gran reunión de la junta allí… se imagina lo harán a
continuación. —Kerry jugaba con su paja. —Y ni siquiera puedo estar allí, porque voy a estar en un
estúpido avión a Washington.
—Ay.
—Ella dijo que en lo que acabara con todo, se reuniría conmigo en Washington D.C. Creo que vamos a
averiguar qué hacer después de eso. —Murmuró Kerry. —Tal vez tome un par de semanas fuera… pasar
un tiempo de senderismo, o hacer algo en Key West, o lo que sea.
—¿Vivir un poco?
274
—Sí—. Una sonrisa. —Depende de cómo sea todo… tal vez no estén molestos conmigo en absoluto.
—¿Te quedarías?
—¿Estás loca? —Kerry dio un resoplido. —De ninguna manera… ellos harían al culo de Ankow mi jefe,
probablemente… y yo tendría que matarlo.

Colleen la miró.

—Oo. ¿Nos estamos masculinizando?


—Oh, por favor. —Ella echó un vistazo a la mesa cuando su servidor volvió. —¿Puedo tener una cesta
grande de patatas fritas y salsa, mientras que estamos esperando?

El camarero sonrió y dejó su segunda copa.

—Claro cariño… ya vuelvo.


—Entonces. ¿Puedes hablarme de ese conjunto punk? —Colleen tomó un sorbo de su propia bebida y se
recostó. —Punk como el que tiene los pernos de seguridad en la nariz, ¿o qué?
—Punk… como un bikini de cuero. —Kerry se sonrojó, incluso mientras lo decía. —Gracias a Dios
convencí a Dar de dejarme usar pantalones vaqueros con eso… me habría muerto si él me hubiera agarrado
metida en la mini–falda de cuero.
—¡¡¡Un bikini de cuero!!! —Colleen chilló. —¿Cómo se llama ese tipo? ¡Quiero esa foto! ¿Qué llevaba
Dar… la misma cosa? —Sus ojos se abrieron casi al tamaño de una pelota de golf. —¡Oh, Dios mío!
—Col, cálmate antes de que comiences a filtrar sesos por las orejas—. Kerry se cubrió los ojos con una
mano. —No… No… Aunque… ahora que lo mencionas, debería haberlo hecho… bueno, de todos modos,
no. Elegí un chaleco bonito, de cuero de encaje para ella, que llevaba con los pantalones vaqueros y algo de
cadenas de plata y cosas que encontró por la casa.
—¿Chaleco de cuero? Eso no suena divertido.
—Bueno, tenía una gran cantidad de aberturas en ella… de hecho, era sobre todo trozos de cueros
entrelazadas.
—Aún así—. La pelirroja se encogió de hombros. —Suena un poco aburrido, después de lo que llevabas
puesto.
—Um… no llevaba nada debajo de ella. —Kerry bajó la voz.
—Oh. —Las cejas de color rojo se unieron. —¡Oh! —Sus ojos se abrieron. —Whoooaaa…. ¡Ahora voy a
ir a buscar a ese hombre y a sacarle esa foto de las manos con un juego de alicates de punta fina! —Las dos
se rieron, y se relajaron. —Entonces, ¿nos pasamos el día en el agua ayer? Estas de color rosa de nuevo.

Kerry asintió perezosamente.

—Sí… salimos por la mañana, hicimos dos largas inmersiones por los arrecifes, y luego nos fuimos a
pescar, y luego un par de inmersiones más, entonces tuvimos una comida al aire libre en la playa de la isla
de Dar—. Buscó algo en su bolsillo y se lo entregó. —¡Mira lo que encontré!
—Oo—. Colleen tomó el artículo y lo examinó. —Se trata de una moneda… wow… ¿es como un tesoro
pirata o algo así? —Vio a Kerry sonreír, y lo enganchó a una tela de algodón cubriendo el brazo de la silla
con su rodilla de manera consciente en reconocimiento de lo mucho más segura de sí misma y cómoda que
estaba con ella misma y con sus amigos ahora. —Entonces, ¿Cómo es estar dentro de las leyes?

Kerry arrugó la nariz.

—Es tan extraño… Quiero decir, yo siempre he estado bien con el padre de Dar… es un tipo muy
ingenioso, y lo amo hasta la muerte, y tiene las tuercas de Dar. Yo pensaba que su madre iba a ser un
275
problema… pero… en cierto modo, ella no lo es, porque hay trozos de ella que son igual a Dar, y yo lo
veo. —Una pequeña cabeza se agitó. —No creo que se den cuenta, pero tienen una gran cantidad de las
mismas reacciones, y pequeñas cosas, como la forma en que Dar se cruza de brazos y cruza los tobillos, ya
sabes, como esto… —Ella demostró. —Su mamá hace lo mismo.
—Huh—. Colleen asintió con la cabeza. —Nuestra familia es como que… mis hermanos estaban haciendo
su imitación de papá el otro día, y tu sabes, puedes ver como van a ser cuando sean veinte años mayor, es
como tener seis a su alrededor. —Ella se detuvo. —Oh, dulce María… ¡¿qué estoy diciendo?!— Se cubrió
los ojos.

Kerry se echó a reír, y luego saludó a varios de sus amigos que aparecieron.

—Aquí viene la banda… ¿cuál es el plan, vamos a cenar, o…?


—Pensé que quizás un poco de baile en el club… — Colleen asintió con la cabeza hacia el sonido lejano
de la música. —¿Dar va unirse a nosotros?
—Ella no puede… va a estar hasta las cejas con la red esta noche… me iba a quedar, pero me echó, y me
dijo que tuviera un buen rato. —Kerry se mordió el labio inferior.
—¿Ella no tiene idea, de que estarías feliz aunque estuvieras solo sentada con ella y perforando botones, o
lo que sea que esté haciendo? —Colleen se rió entre dientes. —Vamos, vamos a conseguir algo salvaje y
loco… ¡estoy de humor para la Macarena esta noche!

Un coro de gemidos.

—¡Podemos hacer Karaoki! —La pelirroja advirtió. —Recuerden, teníamos una apuesta la última vez para
ver lo que se tardaría en llevar hasta allí a Kerry y hacerla cantar.
—No hay demasiado alcohol en Miami. —Murmuró Kerry en voz baja, a continuación, metió un chip
cargado de salsa en la boca de Colleen. —Bueno… vamos… el Hard Rock en primer lugar, ¿verdad? Estoy
antojada de una buena hamburguesa.

***

—Wow. Este lugar ha cambiado. —Comentó Ceci, cuando vio pasar unas personas patinando medio
desnudas bajando por la acera.
—Sip—. Andy estuvo de acuerdo, mientras tomaba una bocanada de aire salado. —El mejor
entretenimiento barato que encontré. —Echó un vistazo a una mujer que lo rozó, y luego hizo una pequeña
cara. —El ingeniero de esta estructura hizo un hoyo en uno.

Ceci se echó a reír. Habían pasado la mañana haciendo algo de investigación sobre los barcos, y el
puerto deportivo, y luego decidieron almorzar en South Beach y dar un paseo por el viejo malecón,
teniendo en la mira nuevos y viejos.

—Recuerdo cuando esto no era nada más que una parte de un sueño, tiempo desgastado de la playa, lleno
de albergues para jubilados. —Ella miró por encima del hombro de Andy —¿Es un perro patinando sobre
ruedas?
—Sip—. Su esposo asintió con la cabeza. —Sentémonos allí… —Se refirió a un pequeño balcón de un
motel cerca de ser reconstruido. —Mira ese maldito perro viene de arriba abajo… finalmente entiendo el
acuerdo.
—¿Hm?
—Guy le pertenece, trabajó abajo en Penrods—. Andy asomó un dedo pulgar por encima del hombro. —Él
tenía una novia subiendo veinte cuadras o así… en una pequeña tienda de bocadillos. Él tomó notas.
276
—¿Cómo sabes? —Ceci le preguntó con curiosidad.
—Lo detuve y leí una. —Impenitentes ojos azules brillaron brevemente. —Chico, necesita un diccionario y
un cubo de imaginación, ya lo digo.
—¡Andy! ¿Cómo pudiste! —Ella lo reprendió.

Él tarareó un poco.

—¿Qué decía?
—Eh—. Andy sonrió, luego se detuvo y miró hacia una franja visible de la playa a través de los edificios.
Caminó por la ladera cubierta de hierba y sobre el paseo marítimo, apoyado en la barandilla y mirando la
amplia extensión, verde, azul, más allá de la playa. —Es un lugar que a Dar le gustaría.

Ceci consideró lo poco salvaje de la playa, cerca de un viejo hotel abandonado y lleno caletas de
uvas. Estaba principalmente oculta del camino, y si fueras allí, probablemente, tendría una bonita vista.

—¿Es ahí donde ella estaba, la primera vez que la viste?


—Sí—. Andy apoyó la barbilla en una mano. —Pensé que mis ojos me estaban jugando una maldita mala
pasada… pero no había ninguna duda de su perfil.

Ceci volvió un poco la cabeza y lo miró.

—No. —Admitió, con una pequeña sonrisa. —Eso es muy cierto.


—Volví un par de veces, normalmente por la noche siempre por ella… siempre parecía triste, de alguna
manera. —Dejó escapar un suspiro. —Entonces una noche, era muy tarde. Había estado abajo fuera de la
línea de la costa ayudando a una brotar una vieja mina, y volví a subir aquí… Ella estaba.

Ceci escuchaba, comprendiendo lo difícil que debió haber sido mantenerse alejado.

—Esa noche, yo tenía miedo por ella. —Andy siguió adelante. —Parecía como si estuviera en el final de
algo… la cuerda, el camino… Yo estaba en medio de la arena… No pude evitarlo, cuando ella subió y se
marchaba—. Un soplo. —No ha vuelto.
—¿Es por eso que finalmente contactaste con ella?
—Tenía que saber si estaba bien. —Él se limitó a contestar. —Más tarde fue la noche que ella y Kerry
conectaron.

Su esposa asintió con la cabeza.

—¿Qué pensaste cuando finalmente conoció a Kerry?

Él inclinó la cabeza hacia un lado, de una manera muy similar a Dar.

—No iba a tener que aguantar a ser llamado abuelo, por una cosa. —Se rió por lo bajo de su risa. —No, me
alegré… maldición me alegré de ver que mi hija por fin encontrara a alguien en su camino y fue por ella.
—Ella es—. Ceci estuvo de acuerdo. —Y ella es un personaje real a veces, también… me recuerda,
muchacho marinero, ¿Cuánto tienes que ver con esa, muy cuidadosamente, organizada pequeña exposición
de dibujo ayer por la noche? —Empujó a Andy por las costillas.
—Ow—. Puso una expresión inocente. —Ah, no sé a lo que se refiere, señora. Ah, estaba arriba dirigiendo
la nave. —Andy se apartó de la barandilla. —Y hablando de eso… ¿No tenemos un encuentro con algún
tipo sobre una de esas malditas cosas?
277
—Mm—. Ceci cedió, y lo tomó la mano, dio la vuelta y empezó a bajar por el paseo marítimo hacia el
puerto deportivo. —Ella tiene un estilo interesante, sabes. —Ella comentó casualmente. —Habla de una
agradable sorpresa.

Andy se limitó a sonreír al sol de la tarde.

—Oye… ¿Qué hay de un sushi después de seleccionar nuestro nuevo hogar?

Anchos, muy redondos, ojos azules.

—¿Disculpa?
—Vamos, Andy… Hay un gran lugar justo bajando la playa desde aquí… o al menos solía serlo… ¡vamos!
—¿Me estás pidiendo que ponga pescado crudo en mi cuerpo?
—Todo el mundo lo hace… sabes que no te hará daño.
—Sra. Roberts, si supieras tanto sobre los peces no consumirías una pulgada cuadrada de ellos sin que
estén hervidos durante media hora, luego fritos y servidos con patatas fritas. —Andy le advirtió, mirando
hacia arriba cuando un hombre con nada más que un pálido Speedo azul pasó en un monociclo. —Dios
mío.
—¿Ves? Apuesto que come sushi. —Ceci bromeó.
—Sip… e hizo que sus partes se cayeran, por lo que él debe andar de paseo en algo como eso. —El ex
SEAL dijo. —¡Guau!… espera un minuto. —Él dirigió a Cecilia por un corto tramo de escaleras dentro de
un anodino edificio. —Déjame hacer una cosita aquí en el camino.
—Claro—. Ceci echó un vistazo a las paredes planas. —¿Qué es?
—Tengo que firmar mis papeles de divorcio del Tío Sam. —Andy la miró. —Me hago un ciudadano civil
por primera vez desde que tenía dieciséis años. —Sus ojos cayeron por un momento. —Pensé que tal vez te
gustaría estar allí para eso.

Era una oficina normal, monótona con boletines en las paredes descoloridas y agrietadas sillas
plegables alrededor de los bordes, de repente adquirió una rara admiración por ella.

—Pensaste bien—. Ella tomó aire, cuando el asistente uniformado detrás de un escritorio pequeño de
madera, lleno de cicatrices miró y sonrió, evidentemente, reconocimiento a Andy.
—Buenas tarde, señor… Tengo algunas cartas para ti.

Andy se acercó, tirando a Ceci con él y quitó la banda de goma que envolvía el paquete.

—Gracias—. Echó un vistazo a una pequeña puerta detrás de ella. —¿Entramos?

Ella asintió con la cabeza.

—Tenemos todos los papeles listos… Creo que sólo hay que firmar. —Sus ojos se trasladaron a Ceci,
curiosamente. —Señora.
—Vamos—. Andrew lideró el camino hacia la puerta y llamó, entonces la abrió con un gruñido desde el
interior.

La oficina resultó ser un espacio extrañamente adaptado, evidentemente, convertida desde su uso
original como parte de cocina de un antiguo hotel. Había una puerta trasera blindada, y un techo alto, y
todas las ventanas cerradas estaban pintadas de un azul apagado. Un escritorio estaba en un ángulo recto,

278
cerca de la parte trasera de la sala, y se sentó detrás de él un hombre enorme, con un cuello de toro y un
corte de pelo ralo. Miró hacia arriba desde debajo de las cejas al entrar.

—Andy.
—Keith.
—¿Quién es tu bonita amiga?— La voz era casi un gruñido.

Andy permitió media sonrisa y parpadeo en su cara.

—Nunca conociste a mi esposa, Cecilia, ¿verdad? —Miró a un lado. —Ceci, este es Keith Hawkins, se
hizo cargo de las cosas aquí por mí.

El hombre detrás de la mesa se puso de pies, elevando su estatura incluso por encima de la de Andy
y tendió una mano del tamaño de una barra de pan hacia ella.

—No, señora… Nunca tuve el placer… pero estoy absolutamente seguro de tenerlo ahora. —Una sonrisa
se formó en su rostro curtido. —Este maldito percebe no mencionó que se encontraba casado con usted…
me acaba de enviar una nota pidiendo reunir sus trapos.

Ceci le tomó la mano y la apretó con cautela, ya que sacudir algo tan grande no parecía ser una
buena idea.

—Encantada de conocerlo… y gracias, por ayudar a Andy a salir.

El gigante tomó una carpeta de una bandeja sobre su escritorio y la abrió, entonces invirtió su
dirección y lo empujó a través de la superficie del escritorio.

—Firma.

Andy sacó un bolígrafo del bolsillo trasero del pantalón y se sentó en la esquina de la mesa, los ojos
azules parpadearon sobre el documento con rapidez. Luego miró a Hawkins ante la sorpresa.

—Ah, no pregunte por esto.

El hombre más grande rió entre dientes.

—Andy, cállate la jodida boca, y firma, ¿quieres? —Una mirada. —Lo siento por el lenguaje, señora.
—He estado casada con un marinero más de treinta años—, respondió secamente Ceci. —He escuchado el
término antes.
—Nunca he hablado así delante de ti. —Andy protestó indignado.
—No, cariño… pero todos tus amigos lo hicieron. —Su esposa le dio una palmada en la rodilla. —Está
bien—. Ella se inclinó y estudió los papeles. —¿Qué es?
—Tú hiciste el tiempo suficiente para obtener los beneficios de la jubilación, es necesario que lo tomes. —
Hawkins respondió en voz baja. —Especialmente si no has hecho el camino que Andy hizo… pasó el
tiempo detrás de un mostrador de mierda. —Vio Andrew firmar su nombre en la parte inferior con
cuidado. —Y mientras estamos en ello, dame una maldita buena dirección que pueda tener el
Departamento de la Marina, se me subió hasta el tope el envío de todos esos malditos adornos que se
negaron a ir a buscar.
—Ah, no los quieren. —Dijo ferozmente.
279
—Maldición, demasiado mal. —Keith disparó de nuevo. —Dáselo a tu hija, si no te gustan los colores.

Andrew frunció el ceño.

—¿Qué diablos iba a hacer ella con las malditas cosas?

Ceci le puso una mano sobre su brazo.

—Sus tesoros—. Sus miradas se encontraron. —Este es el niño que compró e hizo un modelo a escala de
todos los barcos que navegaban, Andy.
—Aww—. Keith sonrió. —Él nunca me dijo que… no es tan lindo.
—Hijo de una galleta. —Andy suspiró exageradamente. —Bien… bien… aquí—. Él garabateó la dirección
de Dar en el papel. —Envía los malditos allí, si es necesario. —Dedos largos y llenos de cicatrices
empujaron los papeles sobre el escritorio. —Déjame ir a buscar mi equipo. —Se levantó y se dirigió a la
puerta de atrás, dejándolos en silencio.

Keith se sentó de nuevo, y la miró.

—Así que. Tú eres la señora, ¿eh?


—Sí—. Cecilia miró a su alrededor, y luego lo miró. —Apuesto a que no sabía que tenía una.
—Apuesto a que estás equivocada. —El hombre soltó un bufido. —Apuesto a que se más sobre usted y ese
maldito chico que yo de mi propia madre. —Una sonrisa torcida. —Andy llevaba el infierno sobre si
mismo, pero maldita sea, lo hizo fuera de la boca de los dos.

Ceci sonrió y asintió, y ambos se miraron en silencio durante un rato.

—Ha pasado por un infierno. —Keith finalmente dijo en voz baja. —Vivía a través de algo que pudo haber
matado a cualquiera que he conocido.
—Lo sé.
—Cuida de él, señora. Es un tipo especial.
—Lo haré—. Cecilia respondió en voz baja.

Se volvieron cuando Andy volvió a entrar, con una simple bolsa de lona azul oscuro.

—Este es combatir. —Dijo, con una mano a Keith. —No iré lejos… estaré viendo a los chicos en torno a
los muelles.

Keith le tomó la mano y la estrechó con silencioso respeto.

—Manténgase en contacto, Andy… ya sabes dónde encontrarnos.


—Sip.

Con un gesto rápido, Andrew dio la vuelta y capturó la mano de Ceci, y luego se dirigió hacia la
puerta, caminando tranquilamente fuera de un capítulo de su vida, y cerrándolo firmemente detrás de él.
Salieron a la acera, entrando en una colada de la luz solar y una explosión colorida de música salsa que
comenzó a correr por la calle.
Ceci permitió que el silencio continuara por un tiempo, al pasar hoteles de moda, y aquellos en
proceso de convertirse en moda.

280
—¿Cómo te sientes? —Ella preguntó al fin, cuando el puerto quedó a la vista. —Sabía que eran como una
familia para ti.

Andy caminó unos pasos, visiblemente pensando.

—Sip—. Él reflexionó, mientras subían las escaleras. —Eran… pero te diré, Cec… tener que elegir entre
todo el tiempo de irse y quedarse… eso de que me maten. —Hizo una pausa, dándole una mirada
honesta.—Sé que no lo pienso a veces… pero escalar otra vez fue tan difícil.

Ceci lo estudió.

—Viéndote caminar hasta es duro para mí. —Le tomó una mano. —Vamos… vamos a comprar nuestro
propio tiempo esta vez… podemos correr arriba y abajo todo el día juntos.

Una lenta sonrisa.

—Muy bien—. Le tomó la mano. —¿Pero, Cec?


—¿Hmm?
—Rosado no.

Señaló con un dedo, y lo sacudió.

—Sólo por eso, cortinas de color rosa.


—Vamos ahora. —Él tiró de la puerta abierta.
—Los asientos de color rosa en la cabeza.
—Cecilia Roberts.
—Un banderín de color rosa en la cabecera.
—¡Oh dios mío!

Ceci se rió entre dientes.

—Entonces, ¿Qué nombre le vamos a poner?


—A este ritmo, Pepto Bismol.

***

—Maldita sea—. Dar golpeó la parte lateral del monitor con molestia, por vigésima vez. —Vamos, pedazo
de…
—Eh, jefe… Hablando agradable recibes más que golpeando las cosas. —Mark comentó, desde su lugar
seguro en el piso. Ellos estaban en el centro de la sala de operaciones, rodeados de leves zumbidos de
equipos y el silbido de alta potencia de las unidades de aire acondicionado. —La miel, el vinagre, conoces
la historia.
—¿Qué? —Dar gruñó, mientras se iniciaba un nuevo comando. —¿Qué historia?
—¿Eso que puedes obtener más las abejas con miel que con vinagre?
—¿Por qué diablos iba yo a querer abejas? —Su jefe murmuró, absorta en un script de inicio. —Ah, ahí
estás, cabrón—. Escribió un conjunto de comandos, revisó los resultados, a continuación, reinició la
unidad. —Arranca o muere.

281
Mark trabajó en su propio proyecto, manteniendo un ojo en la figura alta y encorvada sobre la
consola. Su mente se distrajo unos años atrás, recordando las largas horas pasadas en esta misma sala en
compañía de la joven, mucho menos pulida Dar Roberts, una tarea fácil por el hecho de que la alta
ejecutiva se había cambiado un par de pantalones vaqueros por unos Polos antes de atacar los rebeldes
problemas de inicio.
La pose era la misma, también. Pies cerrados en torno a las patas de la silla, un codo apoyado en el
escritorio con la cabeza apoyada en él, el puntero del ratón sobre el escritorio con movimientos rápidos y
precisos. Podía ver el perfil afilado de Dar, también, muy quieto, excepto por los ojos correteando sobre la
pantalla, los músculos pequeños al lado de ellos moviéndose en respuesta.
Una punzada de nostalgia le dio un codazo fuerte.

—Ya sabes, Dar… te vamos a estar extrañando aquí en las trincheras. —Mark había sido el administrador
novato del sistema cuando habían trabajado juntos, cuando Dar acababa de ser nombrada gerente de
operaciones locales, y tomó el control del centro de datos. Había sido una sorpresa, por decir lo menos,
pero desde que había sido nueva, se había adaptado a su estilo más rápido que el resto del personal. —
Realmente lo creo.

Pálidos iris azules, dilatados a casi negro dobló su camino cuando Dar ladeó la cabeza hacia un lado.

—¿Por qué? —Ella preguntó con curiosidad. —Yo no era nada fácil para trabajar.

No, eso era cierto. Pero una cosa sobre el trabajo de Dar era que siempre sabía dónde estaba. Si has
hecho algo bien, tu oías hablar de él. Si te equivocaste y estaba cabreada, estabas seguro como el infierno
que lo sabrías. Nunca preguntó, a diferencia de algunas de las personas con las que había trabajado antes de
la ILS. Ahora, sentía estima por la cara seria, intensa frente a él y sacudió la cabeza.

—Yo sé… siempre era tan reconfortante cuando te hacias cargo de un problema. Sabía que iba a
desaparecer entonces.

Dar sonrió.

—Gracias. Creo.
—He trabajado para Jack quien no conocía acerca de lo que hacía, no sabes lo mucho que me sacudió saber
que había alguien allí que no sólo sabía lo que hacía, pero podría hacerlo mejor de lo que yo podría. —
Añadió. —Muy guay, jefe… muy cool.

La cara de Dar se contrajo con una renuente sonrisa.

—Ahora, eso… eso es un cumplido viniendo de ti. —Pasó revista a su consola. —Ah… bueno. —Los
routers principales habían arrancado por fin, y pudo verlos iniciando, diez verdes y solitarias islas flotaban
en un lío de líneas oscuras que representaban la red. —…Ahora vamos a ver lo que tenemos aquí. —Ella
accedió al sistema maestro y comenzó a navegar. —Mierda.

Mark hizo una mueca.

—¿Y ahora qué?


—¿Quién configuró esto?
—Eh… ¿Por qué?

282
—No siguieron la EWO, por un lado, y configuraron los puertos hacia atrás por otro. Entonces, ¿quién lo
hizo?
—Um… yo.

Dar lo miró y tamborileó los dedos sobre su teclado de la consola.

—Sólo pensé que era mejor esta configuración.

Más tambores.
Mark sonrió.

—Al igual que en los viejos tiempos, ¿eh?

Una sonrisa a regañadientes surgió.

—Ah, sí… Igual—. Dar escribió un comando, y pulsó enter. —Iniciando diálogo… aquí vamos.
—¡Dar! ¡Acabas de descargar ese router entero! —Mark protestó. —¡Me tomó horas para conseguir
hacerlo!
—No se hace de la manera que quiero. —Dar respondió con una mueca. —Así que supongo que tengo que
hacerlo yo misma. —Se ocupó de mecanografía, echando un vistazo a una configuración de red para
refrescar su memoria en los diferentes puertos y direcciones.

Se sentía culpablemente bien, se dio cuenta, haciendo las cosas a manos de nuevo. Así que gran
parte de su trabajo era subjetivo. La toma de decisiones, la planificación, el argumento, presionando… así
que muy poco era simple, corte y secado del trabajo que tuvo la oportunidad de volver a sumergirse en algo
tan básico como esto, le pareció casi terapéutico. Miró su reloj, y luego continuó escribiendo, contenta de
haber enviado a Kerry a divertirse.
Más de mecanografía.
Estaba contenta, ¿verdad? No hay necesidad de que ambas estén atrapadas aquí en la fría sala,
haciendo cosas básicas de rutina que sin duda la iban a aburrir. Kerry merecía tiempo por su cuenta, con
sus amigos, haciendo lo que le gustaba hacer.
Dar no le importa hacer eso tampoco, de hecho, ella disfrutó de la rara noche con las chicas, aunque
generalmente se sentía un poco incómoda sobre todo debido al hecho de que eran por lo general todos
empleados del ILS, con excepción de Colleen.
Pudo pensar, que viviendo con Kerry, no le iba molestaba, pero lo hizo, creyó mantener una
distancia profesional, y se extendió a los eventos sociales con personas que estaban a niveles más bajo en
la jerarquía de la empresa. Eso era sin duda hipócrita, y Dar fácilmente lo reconoció, pero también sabía
que los amigos de Kerry estaban un poco incómodos con ella por la misma razón.
Y, por supuesto, ella no sería lo suficientemente egoísta para pedirle a Kerry renunciar a su noche
para hacerle compañía. Eso sería egoísta y egocéntrico, y cruel, y…
Dar dio un suspiro. Maldición, me gustaría que estuviera aquí. Terminó la reconfiguración de un
puerto y escribió de memoria la configuración, viendo los puertos subir y parpadear amistosas luces
verdes. ¿Cómo la juvenil, Dar? ¿Por qué no le pides que consiga un osito de peluche y lo rocíe con su
perfume, para que lo puedas llevar a todas partes y abrazarlo cuando te sientes sola? Su conciencia la
pinchó con sarcasmo.

—Lo siento, Dar… ¿Dijiste algo? —Preguntó Mark, cuando comenzó a correr su propia tarea.
—Um—. Ella levantó la vista. —No… ¿Por qué? ¿Qué crees que dije?
—¿Algo acerca de osos?
283
—No… No, yo estaba pensando en pedir… um… pizza o algo así. —Ella levantó la vista. —¿Te interesa?
—Claro—. Mark estuvo de acuerdo con amabilidad. —Voy a pedir… a ver… —Cerró los ojos y se
concentró. —Chorizo, peperoni, carne de res y de cerdo con queso extra… —Un ojo se abrió y miró
esperanzado. —¿Estoy en lo cierto?

Dar se rió entre dientes.

—Sí.
—Wooo… ¿Quiere decir que Kerry no te ha convertido en una pizza vegetariana todavía? —Mark se echó
a reír. —Yo sé que ella no se come la prescripción de un ataque al corazón.
—Tenemos una mitad y mitad. —Dar admitió. —Me aseguro de sacudir cualquier errático incremento del
costado del pastel. —Se concentró en otra parte de la configuración. —Ah… no. —Ella cortó y pegó,
luego recicló la pantalla y reinició el equipo. —Eso está mejor.
—Maldita sea—. Mark miró el monitor con irónica admiración. —¿Puedo ser como tú cuando sea
grande?—Cogió el teléfono y marcó. —¿Quieres algunos palitos de queso también?
—Claro.
—¿Pepsi?
—Raíz de cerveza.
—Ellos tienen flotadores.
—Bingo.
—Correcto. —Mark hizo el pedido y colgó el teléfono, luego se levantó y reseteó manualmente una gran
máquina. —Vamos a tener que reemplazar este interruptor, Dar… me ha estado dando problemas, y no
pueden trabajar fuera del doblez del parche Y2K.

Dar dio un gruñido, y estableció un patrón de prueba.

—Ese es la cifra internacional DS3´s .

La puerta se abrió, revelando la figura rechoncha de Brent mientras rodaba un carro de AV en la


sala.

—Oye Mark… ¿Qué pasa? Escuchamos… —Sus ojos azules se hicieron un poco más redondos. —Oh…
lo siento, señora. Hola. —Hizo una pausa. —¿Tu maquina no está trabajando? ¿Quieres que le eche un
vistazo a esto? —Los ojos azules se hicieron más pequeños cuando vio a Dar manipulando la gran
consola.—O bien, ¿crea uno nuevo?
—Hola Brent. —Mark se rió entre dientes. —No te asustes… el enrutador de Dar es calificado.— Él sonrió
ante la expresión de la cara de Brent. —Ella es la reconfiguración de la nueva red.
—¿Tienes algún problema con eso? —Dar gruñó suavemente.
—No… No… señora por supuesto que no. Acabo de… —Brent parecía un poco perplejo.
—¿Acabas de qué? Vamos, escúpelo.
—Um… bueno, claro… Yo… —El técnico se forzó a ver a la ejecutiva sentada. —Quiero decir, yo no
creo… eh…

Dar miró directo hacia él, aplastándolo con una intensa mirada.

—¿Piensas qué?

Tragó saliva.

284
—Bueno, no creo… lo que quiero decir es… bueno, verá… tú eres el jefe.
—¿Y? —Una ceja levantada.
—Y los jefes hacen las cosas mandones—. Él soltó. —No um… cosas… —Una pausa. —¿Sabes?

Mark sabiamente guardó silencio, enterrando su cabeza en su monitor y escribiendo sin descanso.
Sabía que su jefe estaba jugando con el, a veces demasiado serio, Brent, pero esperaba que ella no lo
llevara demasiado lejos. Dar podría ser un poco demasiado intensa a veces, especialmente con la gente
joven que no la conocía como lo hacía Mark.
Dar terminó lo que estaba haciendo y cruzó las manos en la consola.

—¿Estás insinuando que no soy un nerd? —Su voz adquirió un tono peligroso.

Él parpadeó.

—¿Piensas que sólo porque me dieron un título, yo no sé qué extremo de un cable se conecta, al igual que
el resto de la gente, en el 14?
—P… —Él chilló, y luego miró a Mark desesperado.

Dar se puso de pie, necesitando cruzar un tramo de todos modos, y salió otra vez, poniendo sus
manos sobre sus caderas cubiertas de mezclilla.

—¿Me estás acusando de tecno–turniphood, Brent? —Se alzó sobre él, mirando al técnico como una
pantera hambrienta.

Él sacó la lengua tratando de hablar un poco bajo, haciendo hinchar sus fosas nasales. Un rubor de
color rojo ladrillo se vio en su rostro, y parecía que se iba a desmayar.

—N… N… no, señora… no… Yo nunca haría eso.

Se inclinó hacia delante y bajó la voz a un ronroneo.

—Bien.
—¿Dar? —Mark se asomó por detrás de la consola, dándose cuenta que el técnico estaba a punto de
estallar en una combustión humana espontánea.
—¿Sí? —La misma voz, baja, sexy respondió, arrollando la palabra juguetonamente.
—A menos que quieras limpiar pipí, dejar de asustar a Brent, ¿quieres? —Echó un vistazo al desgraciado
técnico. —Relájate. Su corteza es mucho, mucho peor que su mordedura.

Lentamente, Dar se dio la vuelta y se encaró con él, bajando un poco la cabeza y clavando su mirada
fría, sin piedad. Una ceja se perfiló hacia arriba.

—Nunca has sido mordido—. Ella le recordó. —Entonces, ¿Cómo lo sabes?


—Uh—. Mark se frotó el mentón. —¿He oído historias? —Se aventuró. —¿Realmente, realmente buenas?

Dar hizo una pausa y luego se echó a reír.

—Sí, claro. —Volvió a cruzar y se sentó nuevamente, regresando a su tarea. —Para el registro, Brent… me
cuento como un tipo.
—Sí. Señora. —Él respondió al instante. —Tal vez podamos hablar algunas veces sobre EPROMS.
285
Mark se rió entre dientes.

—Dar puede hablar sobre EPROMS. Diablos, Dar puede quemar EPROMS. De hecho, Dar diseñó esta
sala operaciones. —Comentó él. —Y el cincuenta por ciento de los sistemas que se ejecutan, para el caso.
—¿En serio? —Brent parecía interesado. Dio la vuelta al carro y lo guardó, entonces rodeó el escritorio de
la consola y se instaló en una silla cerca de Dar. —Oye… espera un momento… en la sala de cruz–parche,
hay un montón de plantillas DR´s en la perforadora… ¿Es usted? —Era evidente que su visión era una luz
completamente nueva.
—Sí—. Dar creó otro patrón de prueba. —Esto se ve decente… Voy a tratar de llevar el resto de las
subredes en línea.
—Wow—. Brent murmuró. —Hey… eso significa que escribió el programa de inventario también, ¿eh?—
Sus ojos se iluminaron. —Sus iníciales están en el código.

Un guiño.

—Se pone en esa subrutina que capturas los cuadros de seriales de número, y las referencias cruzadas
contra la factura original, para asegurarse de que está catalogado en el departamento ¿no?
—Sí.
—Perverso—. Brent suspiró. —Me encanta la subrutina—. Su mirada se posó en el perfil de Dar con un
nuevo interés. —Es mi favorito.

Dar lo miró por un momento, luego a Mark, que se rió.

—Gracias—. Ella se echó hacia atrás, y apoyó una rodilla contra la madera de la consola, viendo la
ejecución del programa. El teléfono sonó, y Mark lo cogió y se levantó.
—La pizza está aquí… eso fue rápido. —Señaló. —Vuelvo enseguida—. El jefe de MIS se deslizó fuera de
la puerta y dejó que se cerrara detrás de él, dejando a los dos solos.

Hubo un poco de silencio. Dar permaneció sumida en sus pensamientos, los recuerdos caían en
cascada suavemente sobre ella mientras estaba sentada, recordando las horas dedicadas a la administración
de esta pequeña pieza de la compañía. Había sido feliz haciéndolo, se dio cuenta, probablemente había sido
la última vez que había sido capaz de simplemente ir a casa de noche y olvidarse de su trabajo.
Ido a su casa, y escapando a los clubes, pasando su tiempo bebiendo y contando historias de mierda
a su grupo de amigos, incursionando en lugares poco atractivos y perdiéndose los largos fines de semana
dando vueltas por la playa.
Yendo a ninguna parte en particular, y buscando satisfacerse con los placeres del momento que
absorbían su interés, y dejó un montón de cosas perderse. La ambición de ser jefe entre ellas.
Entonces había habido Shari.
Y todo había cambiado.
No había nada divertido. Ella había aprendido a juzgar por unas reglas diferentes, y dejó atrás la
zona de confort del centro de operaciones para impulsarse dentro del reto de la gestión de proyectos.
Demostrando que era todo lo que Shari dijo que no era, conduciéndose a los niveles más altos hasta que
había roto el techo de cristal, y consiguió el tope en una lujosa oficina con una tarjeta de visita que decía
vicepresidente en ella, y a todos los que habían dicho que sólo era una perdedora podía masticarlos y
tragarlos.
¿Y sabes qué? Nadie se había preocupado. Nadie se había quedado lo suficientemente cerca para
darle palmaditas en la espalda y decir… “Buen trabajo, Dar. Lo hiciste. Estamos orgullosos de ti”.

286
Nadie. La noche que había conseguido su ascenso se había llevado una botella de champán a la
playa, y la compartió con los cangrejos y el siseo de las olas, sintiendo nada más que una sensación vacía
de alivio. Así que había decidido permitir que sólo los logros se convirtieran en su propio fin, y se
convenció a sí misma que eso la hacía feliz.
Hasta que un maldito día de otoño cuando se había hecho cargo de una consolidación que salió mal,
entró en una pequeña oficina para ofrecer un montón de malas noticias a una gerente común de la empresa
que nunca esperaba ver otra vez.
Y perdió su corazón, su alma, y su, cuidadosamente, construido autoengaño, todo en menos tiempo
del que le llevó a pensar en ello.

—¿Señora?

Dar salto un poco.

—Oh… lo siento. ¿Sí?

Brent se acercó un poco más, ruborizándose su piel pálida.

—¿Le importa si le pregunto algo?

Ella negó, disipando los recuerdos y se volvió en su silla.

—No. Sigue adelante, Brent. —Le dio una breve sonrisa. —Yo no estaba molesta. Yo te pellizcaba un
poco.
—Sí, me imaginé…. Um… —Su nariz se dilató. —Usted y la señora Kerry son muy buenas amigas,
¿verdad? —Miró a su alrededor, y bajó la voz.

Salvajes alarmas se dispararon en la cabeza de Dar, tan fuerte que se sorprendió que Brent no
pudiera oírlas.

—Sí—. Respondió con cautela. —¿Por qué? —¿Y ahora qué? Un millar de situaciones corrían por su
cabeza, y Ankow estaba en la parte inferior de la mayoría de ellas. ¿Disponía de información diferente?
¿Estaba Brent a la caza de los hechos? ¿Lo estaba haciendo? ¿Qué problema…?
—Uh… —El hombre se frotó el mentón. —Bueno, es sólo que…
—¿Qué es, Brent? —Dar preguntó, con afilado interés.
—Es que… eh… Sé que es una pregunta extraña… pero sabes que… um…

Uh oh.

—¿Sí?
—¿Está viendo a alguien?

Silencio total. Dar contuvo el aliento y apretó la mandíbula para mantener la risita nerviosa bajo
control. Ella esperó un segundo.

—Sí—. Una tumba, consideró responder. —Ella lo hace—. Maldita sea. ¿Es la última persona en la
sangrienta empresa para ganar un memorándum?

287
—Oh. —Parecía abatido. —Está bien… bueno, me lo imaginaba un poco… Quiero decir, ella es tan
agradable, y tan bonita… pero pensé que valía la pena preguntar. Gracias, señora… Ya sé que es una
pregunta personal, y le agradezco su respuesta.

Todavía estaba rojo como un ladrillo.

—No hay problema.


—Ella, de todos modos, probablemente no es mi tipo… ¿Eh?— Una nostálgica pregunta.

Dar lo miró fijamente.

—Um… Brent…
—Está bien—. Bajó los ojos. —Probablemente es un tipo muy inteligente con un buen auto. —Dejó
escapar un suspiro y se encogió de hombros. —Es una especie de pregunta estúpida.
—Um—. La ejecutiva se revolvió, tratando de llegar a algo inteligente que decir. —Estoy segura de que
eres… ah… no hay nada de malo contigo, Brent, ella… eh…
—Hey, señora… está bien, de verdad entiendo. Usted no tiene que ir más lejos. —Brent suspiró. —Debe
ser un tipo con suerte.
—B… —Dar estaba segura que su cerebro se filtraba por sus oídos. —N…

La puerta se abrió, y Mark entró con dos cajas llenas de pizza.

—Oye… ¡Mira lo que encontré! —Abrió la puerta y una familiar figura rubia salió de detrás de ella.
—Hola—. La voz ronca de Dar dijo con gratitud.

Kerry caminó y dio la vuelta a la consola, poniendo sus brazos alrededor del cuello de Dar y
besando su cabeza.

—Mi transmisión renunció a las afueras de la oficina… y fui atada a una cuerda bailando cosas del karaoke
en el Campo. Estoy destrozada. ¿Podemos volver a casa? —Ella dejaba descansar la mejilla contra el pelo
oscuro de su amante. —Hey, Brent. —Gentiles ojos verdes lo miraron con cansancio.

Hubo un corto silencio, hasta que Brent arrastró los pies.

—Supongo que tenía la inteligencia y el auto correcto. —Murmuró, ruborizándose profundamente cuando
se levantó y se escurrió fuera de la vista detrás de un par de mainframes
—¿Huh?— Kerry ladeó la cabeza. —¿Qué pasa con Brent? —Miró a Dar, y arrugó el ceño, luego miró a
Mark, que se encogió de hombros, honestamente perplejo.

Dar un suspiro.

—Una pista le mordió en el culo.


—Ow—. Kerry miró a la oscuridad detrás de las consolas. —¿Sobre qué?

Una mano se levantó cuando la ejecutiva se rascó la mandíbula.

—Ya te contaré más tarde. —Ella dio unas palmaditas en la pantorrilla de Kerry, absorbiendo el calor
contra su espalda cuando la mujer más pequeña se inclinó contra ella. —Siéntate… casi acabo de terminar

288
esta instalación. —Se dio la vuelta y sacó el teclado cuando Kerry se instaló en la silla a su lado,
observando con interés.

Dar dio un vistazo al monitor, desconcertada al ver el tenue reflejo devolviéndole la mirada, una
sonrisa se formó por completo en sus labios sin su permiso. Kerry se apoyó casualmente en su rodilla bajo
la mesa, y la sonrisa se amplió.
Un pensamiento repentino cruzó su mente. ¿A Kerry le importaba si ella era un gerente de nivel
medio? Ella volvió un poco la cabeza y estudió el inteligente perfil a su lado. A ella le gustaba las ventajas
de sus respectivas posiciones, Dar estaba segura, pero… ¿No había dicho que había que contentarse con
pasear alrededor del comercio de poesía para comer si tuviera que hacerlo?
¿Era en serio?
Estoy seriamente, ¿Pensando en esto? ¿No he trabajado durante años para llegar a donde estoy?
¿Realmente quiero volver a donde estaba entonces, y conformarse sólo con ser buena en algo, contentarme
con un trabajo estable y un salario decente y beneficios?
Dar consideraba el diagrama de la pantalla, era una tela de araña de trazados que indicaba el
elegante diseño de la red arrojado a su alcance. Terminado, esto cambiaría la forma en que la compañía
hacía negocios, y los lanza en el siglo 21 como una de las pocas empresas capaces de proyectar el último
año explotando los servicios de datos en el futuro.
La sonrisa en la pantalla creció y se convirtió un poco en irónica. Con broche de oro, Dar trajo el
resto del sistema en línea, y vio cuando una cinta de color gris oscuro cobró vida con los colores de los
patrones de prueba estando en ejecución.

—¿Qué piensas? —Preguntó a la ávida observadora Kerry.

Mark se levantó y se inclinó sobre su hombro, mirando a la pantalla.

—Jesús. Redundancia completa… —Él deliberadamente desactivó uno de los grandes puertos, y vieron
como el tráfico de la prueba se enrutó a sí mismo sin problemas. —Santa mierda.
—Wow—. Kerry estaba ejecutando un analizador en otra consola. —¿Te gustaría mirar ese ancho de
banda…? no pude atascarlo, lo intenté.

Ambos miraron a Dar con algo parecido a admiración nerd.


Dar sonrió, disfrutando por completo el momento. Era casi mejor que el helado de chocolate.
Casi.

***

Dar metió el borde de la toalla más firmemente bajo el brazo mientras se servía dos vasos grandes de
té de durazno con hielo. Chino esperó pacientemente a sus talones, dando a su pierna, ocasionales lamidas.

—Cuidado con tu cola Chino. —La mujer alta, advirtió, cuando regresaba la jarra a la nevera y cogió las
gafas. —Vamos… vamos a buscar a mamá Kerry.
—Gruff—. Chino trotó fuera de las puertas de cristal abiertas y se detuvo en el escalón inferior de la tina
de agua caliente, mirando expectante.
—Hey, no se duerme allí. —Dar advirtió que se quitaba la toalla y entró en la bañera. Kerry estaba
tumbada en el agua tibia, con la cabeza húmeda apoyada en la parte posterior de la bañera y los brazos
extendidos a los lados.
—¿Uh? —Ella abrió un ojo para saludar a Dar. —Oh… eres tú.
—¿Tú estaba esperando…?
289
Kerry levantó la cabeza y se deslizó un poco, alcanzando su copa.

—Lo siento… Estoy tan enjugada. Corrí en extremo esta noche, Dar. —Dio a su amante una mirada
patética. —¿Puedo traer a Colleen cuando lo hagamos, así podemos formar un doble equipo?
—Mm—. Dar no estaba disgustada por el cumplido, sin embargo. Habían dejado el gimnasio y la clase de
Kerry antes, entonces tomaron las rutinas en la sala de entrenamiento en la isla. Sentía un poco de dolor,
estaba un poco cansada, pero en el buen sentido. —Lo hiciste muy bien. Creo que vamos a tener que subir
un cinturón.
—¿Sí? —Kerry se animó visiblemente. —Y yo que pensaba que estaba bombardeando fuera, gracias
Dar.—Se sentía feliz de los combates, y muy satisfecha de sí misma en general, después de estar en una
revisión sorprendentemente franca y objetiva administrada por su jefe esa tarde.

Las críticas, que había encontrado, eran mucho más fácil de tomar de alguien que sabía que le
gustabas, que de alguien que sabía que no lo hacía. Dar, para variar, estaba en calma, e impersonal y muy
directa. Abordando temas específicos, que se podían corregir y manteniéndose alejada de las generalidades
que le intimidaba oír, y era casi imposible de cambiar. Su actitud era un problema, por ejemplo. Había oído
a una de las chicas en la sala de descanso repetir ese pedacito de la opinión de un superior. ¿Qué
exactamente se supone tenía que hacer al respecto?
Además, había descubierto que Dar tenía un encantador hábito de hacer todas las cosas malas en
primer lugar, un poco para salir del camino, luego había una lista de todas las cosas buenas, así que por la
hora en que terminó la revisión, se sentía bastante bien, aunque al comienzo fue un poco doloroso. Para
ella no había sido tan dolorosa, ya que sabía sus propias faltas, y fue capaz de discutir con su supervisora
con franca honestidad.

—¿Te di las gracias por la critica?


—Tres veces—. Dar comentó secamente, sorbiendo su té. —Nadie había hecho eso antes. —Ella estiró las
piernas en el agua que se arremolinaba y suspiró, inclinando la cabeza hacia atrás, con respecto a las
estrellas.

Kerry sintió el cambio de estado de ánimo y se deslizó un poco más cerca, donde podía sentir el
calor de Dar.

—¿Estás preocupada acerca de mañana?

Un movimiento de cabeza.

—Yo también.

Dar estudió el cielo, y luego volvió la cabeza.

—Oye… he estado pensando en esto. —Su rostro estaba muy serio. —Pase lo que pase mañana, no sientas
como que tienes que hacer nada al respecto, ¿de acuerdo?

Kerry se quedó perpleja.

—¿Huh?
—Eres realmente buena en lo que haces, Ker. Creo que deberías seguir haciéndolo, no importa lo que pase
conmigo.
290
—Oh. —Kerry exhaló, agitando la superficie del agua. —Yo no quiero estar allí sin ti, Dar. Sentiría
realmente mal por eso, y además, ¿Quién diría que me dejan?
—Te necesitan—. Una verdad.
—Ellos te necesitan también. —La mujer rubia contraatacó. —Es tan injusto. ¡Ver el trabajo que hacemos
por ellos, Dar! ¿Cómo podían siquiera pensar en removerte por algo…? —Ella dejó de hablar y negó con
la cabeza. —No es justo.

Dar se encogió de hombros.

—No se puede decir que es culpa de ellos; tomé la decisión, Kerry. Sabía lo que estaba haciendo.

Kerry la miró fijamente.

—Dijiste que me contrataron por mis habilidades. ¿Me estás diciendo ahora que no es cierto?
—No.
—Eso es lo que acabas de decir.
—No, no lo es. —Dar respondió con fiereza. —Sabía que debía contratar al mejor candidato para el
trabajo, entonces o ahora, y eso, Kerrison, nunca fue un problema.
—Entonces, ¿qué quieres decir con eso?

Dar se deslizó bajo el agua.

—Quiero decir que… Yo sabía, cuando te he traído, que me sentía atraída por ti. —Una pausa. —Y sabía
que no iba a parar después de que fueras contratada.

La agitación disminuyó a su lado.

—Oh. —La cara de Kerry asomó una tímida sonrisa. —Bueno, yo soy culpable de eso también. —Ella
reflexionó un momento y luego miró hacia arriba. —Dar, quiero que sepas que me siento mal por el hecho
que esto nos está causando.
—No lo es. Es sólo la excusa.
—Es una excusa miserable. —Kerry hizo una mueca. —Quiero decir, Jesús, Dar. Entiendo por qué tienen
la regla general, ¿Ok? Porque iba a ser fácil para alguien usar su posición para tomar ventaja de alguien, o
de insinuar que las promociones o aumentos de sueldo estaban supeditados a lo que hace a una persona
feliz, de alguna manera. —Ella sacudió la cabeza. —Pero ese no es el caso aquí, y las dos lo sabemos.
—Lo sé.
—Yo debería ir a hablar con ellos—. La determinación cuadró ligeramente la redondeada mandíbula.

Dar imaginó a Kerry asaltando la sala de juntas, cara a cara contra el resto de sus compañeros, y
sonrió en franco reflejo.

—Te diré que… vamos a intercambiar. Tú vienes a hablar a la junta, y yo me voy a declarar contra tu
padre… ¿Trato?
—En un latido del corazón. —Kerry espetó. —Soy tan… —Entonces, sus hombros cayeron muy
quietos.—No quiero ir allí mañana, Dar.
—Tal vez no hagan demasiadas preguntas.
—No se trata de las preguntas. No es el panel.

Dar la miró.
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—¿Tu familia?

Un asentimiento.

—Estaré allí tan pronto como me sea posible, lo prometo.

Diría a la Junta que empuje su trabajo, y volaría de regreso en el próximo vuelo… sí. Al diablo con
él. Tal vez sólo podía llamar a Alastair y le decirle que… Dar suspiro. No, ella realmente tenía que estar
allí y hablar por sí misma, había mucho que dejar claro, independientemente de cuál fuera el resultado.

—No creo que tome mucho tiempo.


—¿Ellos te van a disparar?
—Eso pienso, si. —Es extraño, después de todas las tonterías, lo mucho que duele. —En realidad, lo que
van a hacer es pedirme que renuncie. En este nivel, no suelen despedir completamente. Se ve mal, y hace
cosas extrañas a las acciones. Van a hacer que parezca como si fuera una cosa voluntaria.
—Dar…
—Lo sé, es una mierda. Estoy de acuerdo, pero lo que ellos están viendo es la percepción. La percepción
no tiene nada que ver con la realidad, Kerry… Y si Ankow hace público su juicio, entonces tienen toda la
percepción que me he metido con un subordinado, y tal vez tomen decisiones influenciadas por ello.

Kerry suspiró.

—Es la percepción lo que les preocupa. No sé uno de ellos, a nivel personal, doy dos dados acerca de mi
vida amorosa, ¿Entiendes?
—No.

Ahora era el turno de Dar de suspirar.

—Es una cuestión de confianza, Kerry. Cuando estás en una posición como yo, únicamente responsable de
miles de millones de dólares de accionistas, y la toma de decisiones para la empresa sobre una base diaria,
la inferencia de que no pueda tomar las decisiones correctas les asusta, y también a los accionistas.
—Eso es estúpido, Dar. Tú has estado tomando decisiones por ellos durante años.
—Sí—. Una leve sonrisa. —Pero nunca sospeché que tener un lado personal posiblemente podría interferir
con eso antes. —Una pausa. —Y estarían en lo cierto. En todos los años que he trabajado para ellos, nunca
había tenido algo en mi vida que poner antes que mi trabajo.
—Hasta ahora.
—Hasta ahora. —Acordó torcidamente. —Pero no es tu culpa, Kerry.
—Sí, lo es.
—No, no lo es.
—Dar, claramente es mi culpa. —Pálidas cejas se unieron. —Decir que no, es como pretender que soy esa
niña tonta que daba sus primeros pasos junto a ti cuando que me llamaste. —Kerry puso su vaso en la
mesa. —Un caso igual se podría hacer, diciendo que te manipulé estrictamente para alcanzar mi posición, y
que estoy ordeñándote, esperando tener tu trabajo cuando te marches. —Ella se cruzó de brazos. —Tal vez
eres una víctima inocente.

Dar simplemente la miró.

292
—Todo eso es tan… —Kerry dio la vuelta y vio la mirada en los ojos de su amante y reaccionó,
extendiendo la mano y le acarició la mejilla. —Esa fue una farsa declaración. —Dijo. —O habría tomado
esa posición VP que colgaba un par de meses atrás, ¿recuerdas?
—Lo recuerdo—. La piel cambió cuando Dar sonrió. —E incluso si lo hubieras hecho, confío en ti, Kerry.

Era como la celebración de una pieza de cristal preciosa.

—Gracias—. Dejó salir un susurro. —Esto significa todo para mí. —Ella le devolvió la sonrisa. —Sigo
pensando que deberías dejarme ir a hablar con ellos.

El teléfono sonó, y Dar se obligó a apartar la vista de la intensa mirada de Kerry para responder.
Levantó el receptor portátil.

—¿Hola?
—Hola, Dar

Arqueó una ceja.

—Hey, soy el Dr. Steve…

El médico se aclaró la garganta.

—Lo siento, no pude ponerme en contacto contigo antes, Dar, pero he hecho todas las pruebas de
laboratorio tres o cuatro veces, porque no quería darte la información incorrecta.

Un escalofrío bajó por la columna de Dar que incluso el agua caliente del jacuzzi no pudo romper el
hechizo.

—¿Información sobre qué? —Su alarma debió haberse mostrado, ya que Kerry se incorporó y puso una
mano sobre su hombro. —¿Qué está pasando? —Sintió su corazón acelerarse.
—¿Recuerdas la sangre que tomé, cuando estabas enferma?
—Sí.
—Hemos encontrado algunas toxinas allí, Dar. Los envié a un laboratorio más grande para que
comprueben lo que eran. —Steve dudó. —Los resultados fueron positivos para algunos productos
químicos venenosos, no me voy a aburrirte con los nombres.

Las cejas de Dar se arrugaron mientras consideraba la información.

—Steve, ¿Estás diciendo que me había envenenado? —Una pausa. —¿Accidentalmente?

Hubo un largo silencio.

—Dar… este tipo de cosas, se absorbe por la piel. No lo tragaste, ni nada de eso. —Una pausa
incómoda.—Tuvo que estar tocándote.
—Tocándome—. Dar murmuró, y luego inclinó la cabeza hacia Kerry. —El Dr. Steve dice que era una
especie de veneno lo que me tuvo enferma el otro día. —Vio los ojos de Kerry ensancharse en shock. —
Algo que tomé por tocar el material… dios, podría haber sido cualquier cosa. —Cambió el teléfono. —
Steve, que no sea la oficina, y la casa, estuve en un par de lugares extraños ese día ¿Cuáles son las
probabilidades de que hubiera algo allí? ¿Cómo el aeropuerto, por ejemplo?
293
—Dar, estos materiales… —Steve dudó. —No son muy comunes. —Parecía incómodo. —Me gustaría que
vinieras en el mañana, me dejas tomar más sangre y asegurarme que se deshizo todo. ¿No has estado
enferma desde entonces, lo has estado?
—No. Nada en absoluto, de hecho, me siento muy bien. Acabamos de volver del gimnasio y Kerry me
daba pena por su irregular carrera. —Ella respondió. —Estuve un poco mareada el día después de eso, pero
incluso la mañana siguiente era capaz de bajar a desayunar bien.
—Bien—. Steve parecía aliviado. —Es probable que todo este bien entonces, pero me gustaría analizar un
poco de sangre de todos modos. —Insistió. —Pasa por la mañana… te tomará un minuto.
—Está bien—. Dar exhaló. —Tengo que coger un avión, pero voy a pasar por la oficina.
—Estupendo. Te veo entonces, Dar. —Steve colgó, dejando el eco de un clic detrás de él.

Dar colgó el teléfono y miró a su amiga.

—Maldita sea—. No estaba segura de cómo reaccionar. —No me esperaba esto… yo pensé que era sólo un
maldito malestar.
—¿Qué era? —Kerry le preguntó. —¿Sabe cómo llegó a ti? He oído decir a través del tacto… ¿Quiere
decir que es absorbido por la piel?

Dar asintió con la cabeza, pensativa.

—Bueno, sólo dos personas me tocaron ese día, eso deja fuera cualquier teoría. —Ella tiró de un mechón
de pelo rubio y mojado. —Tú y papá—. Ella levantó la vista cuando un golpe suave sonó con claridad a
través de la puerta abierta. Se inclinó y apretó el botón del intercomunicador. —¿Sí?
—Hey, Dardar.
—Hey papá… adelante.
—Dar —Kerry le dio un vistazo. —En caso de que lo olvidaras, estamos desnudas.
—Él me ha visto desnuda—. Dar protestó ligeramente, cuando la puerta se abrió y pasos deambulantes
cruzaron la baldosa. Miró hacia abajo. —Por supuesto, yo estaba un poco más pequeña. —Ella levantó la
vista. —Hola, papá.
—Mira eso… ¡Jesús Cristo! —Andrew volvió la cabeza. —¡Paladar Roberts! ¡Consigue ropa!
—¿Eso significa que puedo permanecer desnuda? —Kerry preguntó inocentemente. —Cool.
—No, señorita, sin duda no puedes.
—Vamos, papá… se mojaría todo por aquí. —Dar se rió entre dientes. —Estamos bajo burbujas, mira.
—No.
—En realidad, lo estamos. Sólo se puede ver nuestras cabezas.

Andrew se asomó, al ver dos pares de ojos brillantes muy cerca del agua. Dar había quitado los
chorros y la bañera de hidromasaje proporcionaba una espumosa, pero eficaz pantalla

—Ustedes dos pequeñas percebes van a conseguir una multa uno de estos días. —Él gruñó.
—Nosotras también te queremos, papá.

Kerry sonrió descaradamente, salpicándolo un poco. Tenía la cara quemada por el sol de forma
visible, el color oscurecía lo peor de las cicatrices y aumentaba el contraste de sus ojos claros, y las líneas
de tensión se habían relajado considerablemente en la última semana. Arqueó un rincón de la boca, a
menudo asombrosamente parecido a su hija y metió una mano para salpicarla.

—¿Te has estado divirtiendo?

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El raro ribeteo de una sonrisa.

—Hemos estado muy ocupados, si eso es lo que quieres decir. —Señaló. —Buscando un nuevo hogar.
—¿Ah, sí? —Dar se olvidó de sus preocupaciones por un momento. —¿Dónde?
—South Beach Marina.

Gemelas miradas de perplejidad se asomaron detrás de él.

—South B… —Dar empezó a decir.


—¿Dónde? —Kerry añadió simultáneamente.
—A tu madre le gustó tanto el maldito barco, que tal vez compremos uno y vivamos ahí. —Andrew
respondió plácidamente, meciéndose hacia adelante y hacia atrás sobre sus talones. —Así que nosotros…
bajamos y ordenamos uno el otro día. Estará listo en una o dos semana.
—¿Ordenaste un barco? —Dar parpadeó. —Como… ¿Uno como el nuestro?
—Más grande—. Su padre sonrió. —Algunos sesenta malditos pies de largo… y ah tenido que poner un
par de los malditos mayores motores que pude encontrar en la parte de atrás.

Dar sólo miró, totalmente sorprendida por la noticia.

—Yo… —Ella trató de hallar algo para responder. —Pero…


—Wow—. Kerry apoyó la barbilla sobre el hombro de Dar. —No puedo esperar para verlo… Apuesto a
que la señora Roberts va a hacer que el interior sea tan cool—. Ella sonrió. —¿Podemos tener una
boatwarming? —Se las arregló para quitar el recuerdo de su viaje de mañana de su mente, sustituyéndolo
por la emoción de ver la nueva casa de sus amigos. —Me gustaría que fuera la semana que viene.

Dar dio un suspiro.

—Yo también.

Andrew ladeó la cabeza y los miró por debajo de sus cejas.

—¿Qué problema hay? —Miró a Kerry. —Sé que tienes que ir hacia el norte mañana.

Kerry asintió con la cabeza, luego miró a Dar.

—Dar tiene que ir a Houston.

Dar se encontró bajo un escrutinio muy familiar, y se sintió años más joven, de repente.

—¿Ese tipo que te dije me estaba causando problemas?


—Sip.
—Él lo hizo. —Ella admitió. —No creo que vaya a estar trabajando para ILS después de mañana.

Andrew parecía realmente sorprendido.

—¿Por qué?

Dar dio un vistazo a Kerry, y luego se encogió de hombros.

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—Escándalo… tienen una demanda pendiente de BS, y creo que me van a pedir que renuncie, para que no
se haga público—. Ella no pudo mirarlo más a los ojos y miró hacia el agua en su lugar. —Yo… um…
rompí las reglas con Kerry.

Su padre soltó un bufido.

—Después de todo este maldito tiempo, ¿Ellos van a hacer un juicio por que? Vamos ahora… dame un
cristiano descanso… ellos necesitan sacar sus cabezas de sus traseros—. Hizo una pausa. —No lo van a
hacer en serio, ¿verdad?

Un pequeño movimiento de cabeza.

—No sé.

Andrew se inclinó y le tomó la barbilla, forzando los ojos a mirar hacia arriba.

—Escúchame, Paladar. Le has dado a esa gente el doscientos por ciento desde que tenías quince años. No
te vas a alejas de ellos con el rabo metido.

Kerry pudo, en ese momento, fácilmente darle un beso. Era exactamente lo que había querido
decirle a Dar, pero se había resistido, ya que ella estaba tan cerca y tan involucrada en la situación.
Además, ese tipo de cosas sonaban mejor viniendo de su padre. Su instinto era luchar contra lo que veía era
una situación intolerable, injusta y se alegró de ver que Andy estaba de su lado. Puso un brazo sobre el
estómago de Dar bajo el agua, pasando los dedos sobre su superficie.

—No sé si vale la pena la lucha. —Dar objetó en voz baja.


—Tal vez no lo sea, pero es tu orgullo. —Su padre respondió. —Perder una cosa… tenemos que hacerlo a
veces… pero algunas cuestiones más—. Su mandíbula se apretó. —Tú eres mi hija, y no te crié para correr
por nada.

Sus labios se tensaron con una triste sonrisa.

—No, no lo hiciste. —Dar permitió. —Y nunca lo he hecho. —Cerró los ojos y ladeó la cabeza en tácito
acuerdo, y sintió que su mandíbula se liberó y le dio unas palmaditas suavemente.
—Esa es mi chica.

Sí. Dar exhaló, aceptándolo. Así que ella saldría columpiándose. Sería una buena historia, ¿no?

—Ojalá tuviera algo que arrojarle a la cara, sin embargo. —Ella se movió un poco. —Mark no pudo
encontrar ni una maldita cosa sobre él.
—Ya se te ocurrirá algo, Dardar—. Su padre predijo. —¿Este tipo es el mismo que vino después de esa
noche?

Esa noche.

—Sí.
—Afortunado, se volvió a perder, Munchkin. El combate se inició en un cuarto trasero.

296
Dio vuelta lentamente… Dar se enderezó y miró hacia el horizonte. Su mano se acercó y tocó un
punto en su parte superior del brazo, mientras removía los recuerdos de esa noche.

—Él me agarró, ¿Él lo hizo?

Los ojos de Kerry como platos.

—¿Ankow? —Se sentó también. —¿Él te tocó? ¿Aquella noche? Ese pequeño pedazo de baboso…

Andy parpadeó.

—¿Esa pequeña cosa fue la que te hizo daño? —Preguntó.


—No… no, el Dr. Steve acaba de llamar. Descubrió que algún veneno fue lo que enfermó a Dar la semana
pasada. Dijo que lo consiguió a través de su piel. —Kerry espetó. —Apuesto a que el hijo de puta lo hizo.
Apuesto a que sí… que bolsa de baba, si pongo mis manos sobre él voy a… —Ella empezó a ponerse de
pie.

Dar la agarró y tiró de ella hacia abajo cuando Andrew lanzó un grito y se cubrió los ojos.

—Cálmate—. Se encontró enredada con su amiga, y sus ojos se encontraron a centímetros. —No saltemos
a conclusiones. —Sintió el enojado cuerpo enrollado en sus brazos relajarse lentamente cuando Kerry se
deslizó bajo el agua.
—¿De qué está hablando? —Andy preguntó, todavía con las manos sobre los ojos. —¿Qué encontró el Dr.
Steve?
—Es seguro, puedes dar la vuelta. —Le dijo Dar. —Encontró algún tipo de toxina, no dijo lo que era, sólo
que era algo que se absorbe a través de su piel, y era serio. Él quiere que vaya mañana para que pueda
asegurarse de que todo se ha ido.

Los ojos azules se asomaron, entonces el exseal parpadeó.

—Mañana ¿eh? ¿Te importa una larga etiqueta? —Su mirada se había agudizado, y toda su actitud cambió
sutilmente. —Me gustaría oír acerca de eso. —Se aclaró la garganta. —¿Puedo decirle también hola la
viejo perro?

Dar asintió con la cabeza distraída.

—Claro—. Sus cejas se arrugaron. —Realmente no creo que… —Forzó una sonrisa. —Vamos… esto no
es una novela de suspense de mala calidad.
—Ah, no lo sé. —Andrew tocó la piel en su brazo, donde la mano de Ankow la había agarrado. —Pero,
tengo intención de averiguarlo. —Su voz había bajado, y se profundizó, en un ronroneo gutural que era
más que palabras.

Durante un momento, el peligro existió. Entonces Andy se enderezó y golpeó el borde del jacuzzi.

—Vine a ver si a ustedes dos les gustaría unirse a nosotros para una taza de algo allá abajo.
—Tenemos que vestirnos entonces, ¿eh? —Kerry murmuró desde su cómodo lugar al abrigo de Dar.

Andy alzó una ceja.

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—Claro—. Dar estuvo de acuerdo. —Vamos a unirnos a ustedes en unos minutos. —Ella lo vio salir,
oyendo el débil sonido de la puerta del jardín al salir y se dirigió hacia la playa.

298
Capítulo 9
Dar se puso las gafas de sol, mientras salía del ferry y daba la vuelta a la derecha de la calzada. Su
padre estaba sentado junto a ella, llevaba un par de pantalones cortos de un festivo color verde oscuro y
una camisa de mangas cortas.

—Mamá fue muy amable al llevar a Kerry al aeropuerto.

Andrew se volvió de ver las calles.

—A ella le gusta un poco kumquat.


—Así que se unieron. —Dar sonrió con ironía. —El sentimiento es mutuo.

Dio la vuelta por la carretera de la playa que la llevaba al consultorio del Dr. Steve, y se dirigió al
sur. Tenía una maleta en la parte posterior del Lexus, y había accedido a la oferta de su padre de tomar el
SUV desde el aeropuerto en lugar de dejarlo allí durante la noche.
Ella había compartido el desayuno con Kerry, en el patio, habían visto salir el sol juntas, y habían
pasado unos cuantos minutos extras sólo abrazando a su amante antes de vestirse y echado a andar,
deseando ir a Washington en lugar de a Texas.

—Sabes, las dos juntas podría ser peligroso. —Dar comentó, lanzando una mirada de soslayo a su padre,
quien lanzó un gruñido y le dio un guiño. Ella entró en el estacionamiento de la oficina del médico y se
estacionó, luego se bajó y esperó a que la acompañara mientras caminaban hacia la entrada. —Tal vez
debería haberle llamado primero… no estoy segura de que sea realmente justo saltar sobre él tan temprano
en la mañana.
—Él vivirá. —Andrew abrió la puerta y le indicó que entrara. —Es posible que vaya a desmayarse, al
menos este es el consultorio de un médico.
—Papá, él es el médico.
—Tiene enfermeras, ¿No es cierto?

Dar se rió entre dientes y fue hacia las ventanas corredizas de vidrio, haciendo caso omiso de la
alarma y golpeando ligeramente. El panel se deslizó a un lado, dejando al descubierto a una joven en
pantalones vaqueros y una camiseta.

—Buenos días, Aliene.

Saludó a la hija del doctor Steve.

—Hola, Dar. Está en la parte trasera. Entra. Él es… —Aliene dejó de hablar, se le aflojó la mandíbula en
estado de shock, mientras miraba hacia arriba y por encima del hombro de Dar. Sus ojos se abrieron por un
momento, cuando se inclinó hacia delante y empezó. —¿El tío Andy?
—Hola, pequeña.
—¡Mierda! ¡Hey, papá!

299
La niña deslizó todo el panel del camino y trepó por la ventana de la derecha, lanzándose hacía el
padre de Dar con un irresponsable abandono. Dar salió del camino y acabó de ver, con una sonrisa en su
rostro cuando Aliene envolvió al hombre mayor en un abrazo.

—Aliene, ¿Qué en el mundo te hace gritar?… Oye, ¿dónde estás? —La voz del Dr. Steve entró por la
puerta. —Oh, hola Dar—. El Dr. Steve asomó la cabeza por la ventana en busca de su hija. —¿Qué está
pasando… aquí… afuera…? —. Apenas terminó sus palabras cuando sus ojos se encontraron con los de
hielo azul que buscaban verlo por encima del hombro de su hija.
—Hola, Steven. —Andrew murmuró, liberándose de Aliene con una incómoda palmadita en la espalda.

El Dr. Steve sacó la cabeza y cerró la ventana, y luego dio la vuelta al mostrador de las
recepcionistas y fuera a la puerta en la sala de espera. Llegó hasta donde el padre de Dar estaba de pie y se
detuvo.

—Dios mío, eres tú.


—Con una bonita paliza, pero sí—. Andy le tendió una mano, que se juntó con lentitud con la del Doctor y
se mantuvo. —Te ves bien.

El médico movió la cabeza con asombro.

—Yo no lo puedo creer. —Respiró, luego volvió los ojos brevemente a Dar, que estaba apoyada contra la
pared con una tranquila sonrisa en su rostro. —Yo no lo puedo creer.
—Créelo. —Dar se despegó de la superficie donde estaba descansando. —Escucha, tengo que coger un
avión. Ustedes dos pueden pasar el resto del día intercambiando cuentos, pero papá tiene que llevarme al
aeropuerto primero.
—Es un poco insistente, ¿no? —Dijo Andy arrastrando las palabras, metiendo las manos en los bolsillos.

Steve se rió por lo bajo.

—Mi Dios. Muy bien, vayamos atrás. Aliene, llama a tu mamá y dile quien se acaba de acercar a mi
puerta. —Él los guió de nuevo a una sala de examen y le dio la espalda, visiblemente preparándose antes
de darse la vuelta e ir hacia Dar con una aguja hipodérmica del tamaño de Nueva Jersey.

Dar retrocedió abriendo los ojos con alarma.

—¿Qué diablos es eso?


—Te dije que necesitaba tomar unas muestras de sangre. —El doctor la regañó.
—¿Con un arpón? ¿Me confunde con un lobo marino?

Andrew soltó una risita.

—Eres un bebé grande.


—Tú no me gustas tanto. —Dar acusó, señalándolo con el dedo. Entonces ella le regaló unas miradas
divertidas y suspiró, retrocediendo y subiendo a la mesa de examen con el ceño fruncido. —Bien—.
Presentó su antebrazo y observó nerviosamente mientras el médico limpió el brazo con alcohol y yodo. —
Así que. ¿Qué es lo que encontró?
—Espera—. El Dr. Steve quitó la tapa de la aguja con los dientes y tacto su piel, ejerciendo presión sobre
la vena y muy suavemente insertó la punta afilada. —Ahí—. Miró a Dar. —No está tan mal, eh?
—Mm.
300
Dar miró por encima a su padre, quien se esmeraba examinando los depresores de lengua. Luego
volvió a mirar a la cara al Dr. Steve, sorprendiéndose de ver una suave mirada de compasión. El médico
retiró la aguja, después de haber conseguido su muestra de sangre, luego le acarició la mejilla y puso la
tapa.

—Está bien, Andy. Puedes dar la vuelta ahora. —Steve se rió entre dientes. —Está bien. Déjame que te
cuente lo que dijo el laboratorio. —Dejó la aguja y abrió un cajón, sacó un archivo y lo abrió. —No puedo
decir que he visto esto antes porque no lo he hecho Dar, sino que, por lo que me dicen, es algo bastante
desagradable.

Andy lo rodeó y se asomó al papel.

—Pregunté al laboratorio si podría haber estado en algo parecido a una silla. —El doctor continuó. —Ellos
no parecen pensar que sí, pero no tenían ideas muy buenas sobre cómo entraste en contacto con él. —Una
pausa. —O de dónde viene, para el caso.
—Yo te puedo decir—. Andrew habló en voz baja, pero con total seriedad. —Eso salió de un laboratorio
del gobierno de los Estados Unidos.

Se le quedó mirando.

—¿Qué?— Murmuró el Dr. Steve.

Andrew tomó el archivo y se acercó a la ventana, inclinándose hacia la luz y lo estudio. El sol entró
y salpicó sus irregulares cicatrices en su facción inmóvil y fría. Dar se levantó de la mesa y se acercó,
frotándose el brazo.

—¿Qué pasa, papá?

Andrew ladeó la cabeza y la miró con firme intención.

—Alguien—. Habló con inusual claridad. —Intentó hacerte daño, Paladar.

Sintió un escalofrío.

—¿Estás seguro? A lo mejor era algo que cogí en aquel callejón.


—Encontrar esto en un club de boliches es tan posible como que te broten alas y vueles a la luna. —Su
padre afirmó sin lugar a dudas. Él le entregó la carpeta a Dr. Steve. —Se guarda en un pequeño paquete, y
se lleva en los dedos con papel de cera. —Levantó dos dedos. —Uno golpe te enfermará como un perro.
Dos será peor.

Dar sentía como si hubiera sido golpeada con un bate de béisbol.

—Vamos, papá. Es demasiado melodramático, no soy un personaje de una novela de suspenso de


supermercado. —Ella trató de encogerse de hombros. —¿Puede ser simplemente un maldito error? ¿O una
intoxicación alimentaria? Por supuesto que no soy la persona que más les gustaba en la tierra, pero no
puedo creer que alguien trate de darme una bofetada con veneno.
—Dar—. El Dr. Steve puso una mano sobre su hombro. —Este material se encontraba en ti, nos guste o
no. Yo no sé cómo llegó allí, pero el hecho es que te enfermó. Si no crees que haya nada de qué
301
preocuparse, eso es genial. Me alegro de oírlo. —Tomó la aguja. —Me aseguraré de que no hay desechos
de lo mismo, aunque si te has estado sintiendo bien, lo dudo. —Hizo una pausa. —Cuando hablamos,
dijiste que dos personas te habían tocado ese día.
—Kerry y mi padre. —Dar respondió. —Si no me equivoqué. No hubo otra persona.
—Bueno—. Steve le acarició la mejilla. —Piensa en ello, ¿vale? Ten cuidado. —Echó un vistazo a
Andrew. —Y tú, mi viejo amigo, mejor no te muevas ni un milímetro hasta que yo vuelva aquí con una
cámara—. Se apresuró a salir, dejando a padre e hija solos.

Andrew la fulminó con la mirada.

—¿Ese hombre va a estar a donde vamos?

Dar vaciló y luego asintió con la cabeza de mala gana.

—Yo realmente no creo que é… él es un pendejo, papá, pero…


—¿Ha estado en el ejército?

Otro asentimiento a regañadientes.

—Dos asaltos como un Ranger.


—Bueno, no acabo de entender. —Andrew hizo una mueca. —Eso lo arreglaremos. Voy contigo.
—Papá—. Dar resopló. —Vamos… se trata de un viaje de negocios, no de un juego secreto.
—Ah, no me gusta el hombre, y voy contigo. —Su padre repitió impasible.

Se puso las manos en las caderas.

—Puedo cuidar de mí misma, lo sabes. —Ella se opuso. —He estado haciendo esto durante bastante
tiempo.
—Esto no ese tipo de pelea, Paladar—. Le disparó derecho de nuevo. —Y además, tengo que ir. —Se
enderezó y se puso las manos en las caderas, imitando su postura. —Hice una promesa.
—¿Una promesa? ¿A quién? —Dar respondió con exasperación. —Papá, me puedo manejar en un viaje de
negocios por el amor de Dios. Este es mi trabajo y mi vida, ¡maldita sea!

Un dedo le golpeó el pecho cuando él se acercó más y estuvo cara a cara con ella.

—Y tú eres mi única niña y la niña de los ojos de la chica de ojos verdes, y le juré que haría que estuvieras
lejos de los problemas.

Dar lo fulminó con la mirada.


Andy se tocó su nariz.

—Vamos, Dardar… Siempre he querido hacerme con uno de sus sombreros de cowboy.
—Papá.
—A lo mejor te llevo a uno de los paseos en pony.
—Soy lo suficientemente grande como para llevar un caballo. —Dar se dio por vencida. —Está bien, está
bien. Pierdes tu tiempo al andar por allí conmigo. ¿Qué vas a decir a mamá?
—Um—. Andrew se rascó la oreja. —Hemos hablado acerca de eso, todo listo.

Dar dio un suspiro.


302
—Ella tiene su propia pequeña misión secreta. —Andrew le dio unas palmaditas en el hombro. —Vamos.
El avión está esperando.
—Ah ah—. El Dr. Steve regresó con una cámara digital. —Te dije que esperaras un minuto, Andrew B.
Roberts—. Señaló. —Quiero una foto de ustedes dos. —Les indicó que se acercaran. —Ahí va.

Dar negó con la cabeza, pero volvió, y deslizó un brazo alrededor de la cintura de su padre, cuando
él la rodeó por los hombros, una pose que trajo una sonrisa totalmente inconsciente a su rostro.
Steve tomó una foto, y luego otra por precaución. Bajó el instrumento.

—Dos de una especie.

Se miraron, y luego Dar finalmente se echó a reír.

—Sí—. Ella sacudió la cabeza. —Él todavía está lejos de mí testarudez.


—Eso es correcto, maldita sea. —Andrew estuvo de acuerdo inmediatamente. —Yo tenía mucho más
práctica.

Impulsivamente, Dar se inclinó y lo besó en la cabeza, haciéndolo resoplar.

—Tú has estado rondando a esa chica de ojos verdes, te digo.

El Dr. Steve estaba ocupado sacando fotos, riendo con alegría.

—¿Quieres volver a cenar con nosotros, Andy?


—No puedo. —El exmarino declaró. —Tengo que coger un avión también. ¿Chequeaste la lluvia?

Steve asintió con la cabeza.

—Sé que Ceci estará encantada de verte.

El Dr. Steve pestañeó.

—¿Ella está aquí?


—Sip.

El médico movió la cabeza.

—Increíble. —Suspiró. —Está bien. Llámame cuando regreses. Es una gran excusa para una fiesta. —Los
vio salir juntos y luego salió para encontrar a su hija sentada en el mostrador. —¿Te gustó eso?
—Wow—. Aliene respondió. —Eso fue como, muy cool.
—Mmhm—. Su padre estuvo de acuerdo.

***

—Uf—. Kerry miró con admiración en torno al aeropuerto. —Oh Chico, es bueno salir desde aquí en lugar
de Miami—. Su vuelo había sido programado para salir del, mucho, más pequeño Aeropuerto Internacional
Fort Lauderdale, a unos veinte minutos al norte de su mayor y más frenético primo. —Muchas gracias, por
cierto, por traerme.
303
—Mm—. Cecilia contuvo una sonrisa. —En realidad, ambas vamos a viajar.

Perplejos ojos verdes se centraron en ella.

—¿Cómo dice?
—Bueno, el Museo de Arte de Mujeres me pidió firmar una colección, entonces puedo hacer que lo envíen
al lugar donde nos encontramos en South Beach. —La madre de Dar le explicó.
—Oh. —Kerry estaba sorprendida, pero no descontenta. —Wow, eso está muy bien. ¿Estamos en el mismo
vuelo?
—Mmmm—. La cabeza rubia plateada asintió. —Espero que no te importe.
—No, en absoluto. —Una cálida sonrisa. —Me encanta la compañía. No es exactamente un viaje de
diversión para mí. —Kerry tomó nota de la bolsa colgada sobre el hombro de Cecilia de forma casual. —
¿Es eso todo lo que estás llevando?
—Sí, lo es. —Ceci asintió con la cabeza. —Veo una cafetería allí. Tenemos tiempo antes del embarque,
¿Hacemos una parada?

Kerry sentía una sensación de alivio, tendría a alguien con quien hablar, por lo menos durante el
viaje.

—Adelante. —Ella siguió a la mujer mayor a través del la terminal hacia la pequeña tienda, viendo los
panecillos de canela que vendían. —Mm. Canelas.
—Mi hija te está contagiando, puedo ver. —Ceci sonrió para quitar el ardor de la observación.

Pero Kerry se echó a reír.

—Oh, no. No necesitaba ninguna ayuda para eso. —Dejó la bolsa en el suelo y se acercó a la barra,
ordenando dos tazas de café. —¿Quieres uno? —Señaló a los panecillos.
—Claro—. Ceci se sentó y observó a Kerry recoger su bocadillo y regresar. Qué buena chica. Ella no pudo
evitar que en su rostro se dibujara una sonrisa cálida y abierta. —Gracias.

Se encontró con ganas de pasar un poco de tiempo con esta persona que había elegido vivir con su
hija, cuya personalidad era tan diferente a la de Dar, y tanta como el hijo que siempre había deseado.
Inteligente, social, amable. Una poeta criada en la misma clase social que ella.
Y sus padres la habían rechazado.
La vida no tenía sentido a veces.

—¿Qué te interesó por las computadoras, Kerry? —Preguntó a la ligera, bebiendo su café.

Kerry pensó por un rato, luego apoyó la barbilla sobre un puño.

—Creo que… creo que más que nada era porque representaban algo que yo podía controlar totalmente.

Respuesta muy inesperada.

—¿En serio?

La mujer más joven asintió con la cabeza.

304
—Sí. Son como eso. Basura entra, basura sale, ya sabes cómo es. Hacen lo que les dicen que hagan. Yo
creo, porque mi familia siempre fue tan estricta, y tan limitante, tal vez me dio una oportunidad de tener
esta área de mi vida totalmente a mi cargo. —Hizo una pausa. —Y era algo tan diferente. Mi especialidad
era en inglés, y me tomé todo tipo de cosas en la universidad, pero yo estaba fascinada por la tecnología, y
me di cuenta en mi último año que todos mis cursos electivos fueron resultando ser de programación y de
electrónica.

Definitivamente inesperado.

—¿Qué ibas a hacer con un grado Inglés? —Ceci le preguntó.


—Profesora—. Kerry respondió sucintamente.
—¿Es eso lo que querías hacer?
—No. —Una sacudida de la cabeza rubia. —Es lo que mi padre quería que yo hiciera. Se ve bien para un
político, ¿sabes? Un niño abogado, una chica ama de casa, una niña profesora. Todos muy americanos.

Cecilia parpadeó.

—Bueno—. Bebió un sorbo de café y reflexionó. —Mi familia tenía expectación, sí, pero al menos
podíamos elegir nuestro propio veneno. —Ella suspiró. —Me pregunté, por un tiempo, lo que hubiera echo
en la universidad.
—¿Entonces no fue? —Kerry se mostró sorprendida.
—No —Ceci respondió brevemente. —Hemos viajado mucho, y tuve una niña a la que cuidar. —Ella se
sorprendió por la falta de amargura. —Yo sólo leí todo lo que podía tener en mis manos, y además, no
estoy segura exactamente de cuánto bien hace la universidad a los artistas.
—Tal vez si hubiera ido, no habría entrado en la cosa del arte. —Kerry sugirió en voz baja. —¿Qué habría
escogido? Si hubiera ido.

¿Qué? Ciertamente.

—Oh, no lo sé. Antropología, probablemente.


—¿En serio?— Kerry sonrió con sorpresa. —Tomé unas pocas clases, como parte de mi obligación de las
ciencias sociales. Tuve un gran profesor, que era un antropólogo de la práctica en los veranos. Había vuelto
en el otoño con todo tipo de historias e imágenes—. Hizo una pausa. —Hey… si tienes un par de minutos,
tal vez podríamos ir al Museo de Historia Natural en Washington DC.
—Suena como una idea.

Ceci sonrió y se inclinó hacia atrás. Se preguntó si los padres de Kerry se habían jamás siquiera
molestado en hablar con ella acerca de lo que consideraba interesante, esta mujer joven e inteligente,
todavía tenía, de alguna manera, un núcleo de asombro en su interior que Ceci podía apreciar
completamente.
Vaya total par de idiotas.
Estaba deseando conocerlos.

***

Resultó mejor de lo que esperaba. Dar ajustó el asiento del coche de alquiler que había peleado en la
terminal y echó un vistazo a la alta figura que miraba con expresión de alerta por la ventana del pasajero.
Volar con su padre hizo, considerablemente, corto el viaje, y en realidad había pasado un rato bastante

305
agradable jugando su juego de palabras favoritas con él, que le trajo recuerdos de una época mucho más
inocente de su vida.

—Bastante polvo, ¿eh?


—Huh—. Andrew estaba relajado, cruzando los brazos sobre el pecho. —Entonces, ¿qué tienes que hacer
en esta reunión?

Hm. Buena pregunta.

—No sé—. Dar puso el coche en marcha. —Depende de con qué me golpeen. —Un rápido vistazo. —Esa
es una forma de hablar.
—¿Quién va a estar ahí?
—La junta general, creo… a excepción de los miembros internacionales. Estarán por teleconferencia,
probablemente. —Dar corrió la lista por su mente. —El único que realmente cuento como un amigo, es
Alastair. El resto son relaciones muy recientes. —Dio la vuelta a la autopista. —No tendré mucha
compasión ahí.
—¿Qué diablos tienen en tu contra?

Dar condujo en silencio durante unos minutos, evaluando los últimos quince años.

—Yo no soy la persona más agradable de manejar. —Ella admitió. —Suelo embestir los asuntos que creo
importantes, sin tener en cuenta los sentimientos u opiniones de nadie.

Andrew la miraba con tranquilo interés.

—Que es lo que el trabajo requiere.


—A veces.
—Bueno, ¿Entonces?
—Todo está bien cuando estás en lo alto, papá. Pero si tiene un desliz, es una dura caída sin aliados para
protegerte. —Dar dio un suspiro. —He trabajado muy duro para tener siempre la razón, porque sabía que si
yo no estaba, tenía un montón de dientes queriendo morder mis talones. —Vio los signos, y salió en la
salida siguiente. —Lo que me molesta es el hecho de que yo… —Ella dudó. —Que me tienen por algo
que…
—Ellos te agarraran con los pantalones abajo.
—Mm—. Dar tuvo que sonreír. —No literalmente, pero sí.
—Estúpidos culos. —Andrew sacudió la cabeza. —No tiene más sentido que el buen Dios le diera la
izquierda de un saltamontes… um… la pierna.
—¿Papá? —Dar le dio una mirada afectuosa. —Sé que soy una pendeja y pelotuda.
—Cuida la boca jovencita, antes de que le de vueltas a tus rodillas y te haga cantar Dixie.

Servicialmente, Dar empezó a cantar.

—Oh, me gustaría estar en la tierra del algodón, los viejos tiempos allí, no se olvidan, vamos… vamos…
vamos a Dixieland…
—Sabelotodo.

Su padre se echó a reír, luego se unió a la diversión. Él bajó la voz, cantando y sonaba un poco como
Dar, y no era en absoluto desagradable de escuchar. Terminó la canción justo cuando Dar se detuvo en las

306
puertas y bajó la ventanilla. Ella mostró su identificación al guardia, quien le dio una rápida y respetuosa
inclinación de cabeza y les permitió pasar.
Andrew miró alrededor cuando se dirigían al enorme complejo.

—Santo Jesús.

Dar se rió entre dientes, y se detuvo en la zona de aparcamiento, seleccionó un punto de inflexión y
detuvo el auto, sintiendo mariposas comenzando a moverse en su estómago. Ella recogió su tarjeta de
seguro y la examinó por un momento, siguiendo las familiares características reflejadas a lo largo de ella
con las oscuras letras de su nombre.
Su número de empleada. Su fecha de contratación.
Ella sabía que era un momento de profunda tristeza.

—Supongo que será mejor que vaya a acabar con esto. —Ella exhaló. —Vamos. Hay un área en el piso de
arriba donde puedes esperar.
—Ah, puedo entrar allí contigo. —Andrew sugirió, cuando él salió de su lado del coche.
—Papá—. Dar se inclinó sobre el techo del coche mientras recogía la computadora portátil y cargaba con
ella. —Gracias, pero puedo manejar esto—. Ella esperaba. —Y pase lo que pase, el mejor lugar para comer
filetes está bajando por el camino. La cena está en mí.

Caminaron juntos a la construcción, y Dar dirigió sus pasos hacia el mostrador de seguridad. El
hombre detrás del mostrador la miró mientras se acercaba y se enderezó, respondiendo más a su traje
elegante y bien planchada camisa de seda gris y negra que por otra cosa.

—Buenos días. —Dar entregó su identificación. —Tengo que registrar a un invitado.


—Sí, señora—. El guardia le devolvió su placa, y le proporcionó una temporal, cuando Dar escribió su
nombre, y luego sonrió un poco cuando ella escribió el de su padre. Ella firmó el libro con su rúbrica, y
luego le entregó el clip de identificación. —Aquí tienes.
—No es especial —Andy amablemente lo sujetó a su camiseta y la siguió a través del gran vestíbulo,
haciendo eco en los ascensores. El edificio fue construido con paredes de frío granito, y el alto atrio contó
con una arquitectura en espiral que tenían oficinas y pasillos con vistas al centro de la caverna. —El lugar
luce más estrecho que Fort Knox. —Él murmuró, al entrar en la cabina del ascensor.
—No del todo. —Dar encontró una sonrisa en alguna parte. —Cogí un informe, el otro día, donde se
encontraron con vagabundos durmiendo en el interior de las oficinas desocupadas en los pisos
superiores.—Ella se echó a reír. —Rodaron cabezas en seguridad—. Ella respiró cuando el ascensor se
detuvo y se abrieron las puertas, permitiéndoles entrar a la planta ejecutiva. Todo estaba tranquilo como de
costumbre, y Dar camino por el pasillo y entro a la antesala de la oficina de Alastair.

Beatriz levantó la vista cuando entró, y le dio una simpática sonrisa.

—Hola, Dar.
—Buenos días. —Dar abrió la puerta. —Bea, me gustaría que conocieras a mi padre. —Hizo una pausa. —
Andrew Roberts. Papá, esta es Bea. Ella me conoce desde que fui contratada.
—Señor Roberts, es un placer. —Bea rodeo su escritorio y le tendió la mano. —Es una placer conocerlo.
—Señora—. Andy le tomó la mano con cuidado y lo apretó.
—¿Él está? —Dar inclinó la cabeza hacia la derecha, y vio el visto bueno de Beatriz. —Vamos, papá.
Alastair recuerda conocerte, pero hace tiempo. —Se acercó a la puerta y llamó ligeramente, escuchó un
gruñido al otro lado. Ella abrió la puerta para ver a su jefe sentado detrás de su escritorio, con la barbilla
apoyada en los puños.
307
—Dar, vamos, entra.

El anciano se echó hacia atrás, luego parpadeó sorprendido cuando su, siempre problemática,
empleada fue seguida al interior por, un poco más alto, viejo, la versión musculosa y masculina de sí
misma. Un vistazo a la cara delgada y angulosa, y Alastair no tuvo ningún problema en adivinar su
identidad.

—Ah—. Se puso de pie. —Comandante Roberts, creo. —Una genuina sonrisa surcó su cara, y él salió de
detrás de su escritorio. —Es un placer, señor. Nos conocimos una vez antes, aunque es probable que no se
acuerde de mí.

Andrew caminó hacia adelante y tomó la mano extendida, agitándola y dejando una sonrisa a medio
emerger.

—Ah, sin duda me acuerdo. Vino a ese picnic de la compañía que tenían y vio un par de uvas de mar en
llamas.

Alastair se echó a reír.

—Ciertamente lo recuerda. —Admitió. —Un poco demasiado entusiasta con el fluido, por desgracia.

Dar tomó su teléfono celular cuando sonó, se lo desabrochó, dando un paso hacia un lado.

—Disculpen—. Lo abrió. —¿Hola?


—¿Dar?
—Hola, Mark. Acabo de recibir el compuesto. ¿Cualquier cosa que pueda hacer por ti mientras haya una
oportunidad? —Dar se obligó al humor macabro.
—Sí. ¿Tienes un lápiz? —La voz del director de MIS estaba llena de lechosa satisfacción. —Escucha.

Alastair se había movido y ofreció a su inesperada visita una bebida.

—¿Qué le trae a Houston, comandante? —Sirvió vasos de té helado de color miel y se la entregó un
Andrew.
—Mi niña. —Los ojos de hielo azul, tan extrañamente familiares, estaban fijos en él. —Tenía que venir y
ver qué tipo de lugar era el que estaría pensando en expulsar a alguien tan inteligente y talentosa que sé que
es, por alguna tonta razón.

Alastair parpadeó y dio un paso atrás, un poco sorprendido por lo directo.

—Oh. Ya veo, bueno… —Él miró hacia donde Dar seguía ocupada con su teléfono. —Sabes, estoy de
acuerdo contigo en eso. Yo siempre he sido uno de los mayores partidarios de Dar.
—Sip… ha dicho eso. —Andy permitió. —Y me gustaría darles las gracias por vigilar a mi pequeña niña.
—¿Peq…? —Una pausa aturdida. —Usted me… ah. —Alastair se aclaró la garganta. —Lo siento,
Comandante. He conocido a su hija durante quince años, y nunca, en mis sueños más salvajes, se me ha
ocurrido pensar en ella como una “pequeña niña”.
—¿Señor? —La voz de la intercomunicación.
—¿Sí? —Alastair respondió con gratitud.
—La junta directiva está a la espera… Está la señora Roberts ¿No?

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—Oh… Sí, sí está aquí—. El director general suspiró. —Vamos a estar bien. —Se enderezó. —¿Dar?
¿Estamos listos? —Miró por encima para ver a una escalofriante, casi depredadora, sonrisa en la cara de
Dar.
—Oh, sí—. Su CEO estuvo de acuerdo. —Definitivamente estamos listos. —Su teléfono volvió a sonar, y
ella le contestó. —¿Sí?
—Dar… es José—. La voz del vicepresidente de ventas estaba excitada. —Escúchame… esas cosa nuevas
¿Qué tan pronto?
—¿Para qué? —Dar le preguntó, mientras se ajustaba su maletín y se dispuso a seguir a Alastair. —José,
estoy a punto de ir a una reunión, la nueva red está arriba, si eso es lo que estás preguntando.
—*¡Bueno! *¡Bueno! —José se rió. —Tiene una capacidad de ancho de banda de una T3, ¿no?

Dar dio a Alastair una mirada de exasperación.

—Por supuesto que sí José, esto tiene que esperar.


—No te preocupes, Dar. Tengo todo lo que necesito saber. Adiós. —José colgó y Dar dobló su teléfono y
lo guardó, sólo para tener que tomarlo de nuevo.
—Jesús—. Ella volvió a abrirlo. —¿Hola?
—Hola.

Dar sintió como si una melcocha caliente se vertiera sobre ella.

—Hola. ¿Tu vuelo va bien?


—Mm—. La voz de Kerry sonaba curiosa. —Excepto que tengo una acompañante, parece.
—¿Huh?
—Tu madre.
—Mi mad… —Dar poco a poco se volvió y miró a su padre, que tenía las manos escondidas detrás de su
espalda con una inocente expresión en su rostro. —Oh, estoy empezando a ver una conspiración. Adivina
quién está conmigo.
—Estás bromeando—. Kerry se echó a reír. —Dar, esto está fuera de control.
—Bueno, me tengo que ir a mi reunión. Me alegro de que llegues allí con seguridad.
—Tú también. Buena suerte. —La voz de Kerry hablaba ahora en serio. —Ve con el corazón, Dar. Pase lo
que pase, estoy contigo.

Dar tragó.

—Lo mismo digo. —Colgó el teléfono y lo guardó, y luego le dio un guiño Alastair. —Vamos.
—¿Seguro que no deseas activar el teléfono? —Alastair le lanzó una mirada irónica. —Comandante, no
dude en esperar aquí, o en el exterior.
—Muy bien—. Andy se acomodó en un sillón de cuero cerca de la puerta. —Le diré algo, sin embargo,
señor. Escucho cualquier grito dirigido a mi hija, y no le va a gustar los resultados. —Cruzó los brazos y
miró a Alastair.

El director general abrió la puerta a la sala de conferencia.

—Ah. Bien. Bueno, en realidad, por lo general es Dar la que grita.

Se escapó y cerró la puerta, cruzando el pequeño espacio antes de abrir la puerta interior y liderar el
camino a la escalofriante habitación, con los ojos de todos fijos en él, se hizo a un lado para mirar a la alta
mujer, de pelo oscuro que entró detrás de él.
309
Dar pasó al lado de su jefe y se fue a la mesa de conferencias, puso su maletín en el suelo y apoyó
los dedos en ella mientras se inclinaba y los considera.
Ankow sonrió con aire de suficiencia hacia ella. El resto de ellos tenían expresiones que iban desde
la repugnancia hasta la absoluta cautela. Dar tomó un respiro y lo dejó salir, y se quitó los guantes.

—Muy bien—. Sintió que le bajó el tono de voz. —Ustedes me pidieron que tuviera aquí en su pequeña
corte de canguros idiotas, así que aquí estoy. —Se irguió y extendió las manos. —Hablen rápido.

***

La gran sala se estaba llenando, la mitad con la gente normal, la otra mitad con la prensa, se dio
cuenta Kerry, mientras esperaba su turno para pasar por el detector de metales. Tenía el estómago con
nudos, y se sentía alternativamente, sonrojar, y enfriarse mientras permanecía de pie entre la anónima
multitud. Una rápida mirada alrededor confirmó que no había nadie que la conociera, y exhaló, sosteniendo
sus manos en frente abrazando su citación.

—Hace rato que no veía esa parte de la prensa. —Comentó Cecilia, desde su posición de pie junto a Kerry.
—Debe ser un día de pocas noticias. —Kerry bromeó débilmente. —Escucha, sabes…, quiero decir, es
muy amable de tu parte ofrecerte, pero realmente no tienes que pasar por esto, estoy segura de que va a ser
muy aburrido.

Los fríos ojos grises escanearon la multitud.

—Como artista, he aprendido incluso que las situaciones más mundanas pueden ser fuente de
inspiración.—Una sonrisa cruzó brevemente sus labios. —¿Quién sabe? Tal vez me decida a hacer una
serie de retratos de estudio de carácter.

Kerry vio un familiar gesto de obstinación detrás de esa suave expresión, y asintió con la cabeza,
mientras se movía hacia adelante y le entregaba al secretario de la corte su papel. Esperó a que él lo
examinara, luego puso un sello en la superficie y registró algo.

—Adentro, a la izquierda—. Le devolvió el papel. —Las manos lejos de su cuerpo, por favor.

Kerry tomó su busca y el teléfono celular y se los entregó, y luego caminó a través del detector de
metales, que se mantuvo en silencio. Ella se volvió y tomó de nuevo sus artículos electrónicos, y luego
esperó a que Cecilia caminara a través del portal, claramente fácil por su diminuta estatura. La madre de
Dar estaba vestida con pantalones casuales de algodón color caqui pálido y un suéter azul verde, con las
mangas subidas hasta la mitad de sus brazos. El color contrastaba muy bien con su pelo rubio plateado, y
prestaba un toque de calidez a los ojos.
A Kerry le gustó, quiso vestirse cómodamente. Se había decidido por uno de sus trajes que llevaba
en el trabajo, el burdeos que Dar había escogido para ella la última vez que había estado de compras. Tenía
una camisa de seda de un color gris pálido, y se mantuvo agitando su pelo en la espalda, para
acostumbrarse a lo corto que lo había dejado para el verano.

—Hay algunos asientos allí. —Señaló, justo antes de que sus ojos se movieran y viera a su familia. —Ah.

Ceci siguió su mirada y estudió la multitud, reconoció fácilmente al padre de Kerry por sus
apariciones en televisión. Estaba acompañado por una mujer mayor, que llevaba un vestido de cuello alto,
color gris claro, y un hombre y una mujer más jóvenes, quienes, dedujo, eran el hermano y la hermana de
310
Kerry. Mientras miraba, la mujer mayor volvió la cabeza y miró a los ojos a Kerry, a continuación, muy
deliberadamente miró hacia otro lado.
Kerry bajó la mirada.
Ceci puso una mano en el codo de su compañera y tiró.

—Vamos.

Ella dirigió a la tranquila Kerry a unos asientos vacíos en el gran pasillo donde su familia estaba
reunida. Se sentó y miró por el rabillo de sus ojos, viendo a la joven mujer y al hombre ver a Kerry e
inclinar sus cabezas, susurrando.
Se dio cuenta que la mujer estaba embarazada. Detrás de ella estaba sentado un hombre alto, de
aspecto distinguido y un hombre más joven con el pelo rubio y ojos suaves.
Kerry mantuvo su mirada hacia el frente, todavía azorada por la frialdad de su madre, y la negativa
de sus hermanos a encontrarse con sus miradas.
¿Lo sabían? Kerry sospecha que lo sabían, que había sido ella la que había entregado la información
a la prensa, sintiéndose traidora a un nivel ella no podía decir si alguna vez podría aliviar. En ese momento,
había estado enojada, y se sentía justificada. Tal vez todavía lo hacía, pero había una parte de ella que
deseaba no haberlo hecho, a pesar de que las posibilidades de reconciliación con sus padres eran escasas,
aun entonces.
Le dolió. Se miró las manos, estaban cruzadas en su regazo con el pulgar jugando distraídamente
con el precioso anillo que rodeaba su dedo.

—Esa es una hermosa pieza. —Comentó Ceci en voz baja. —¿Puedo verlo?

Con una pensativa sonrisa, Kerry se lo quitó y se lo entregó, girando un poco la cabeza para mirar a
la madre de Dar examinar su regalo, admirando el intrincado diseño de encaje.

—Dar me sorprendió con él. —Ella vio los ojos de Ceci ampliarse un poco, y le dio la vuelta al anillo a un
lado, mirando la banda en el interior.

Entonces los ojos grises se levantaron encontrándose con los de ella con una mirada de intensa
comprensión en ellos. Ceci contuvo el aliento, como saliendo de una habitación a oscuras hacia la luz.
Ella se había preguntado por treinta años lo que conducía a su hija, y había estado frente a sus ojos
todo el tiempo.
Dar sólo había quería lo que ella y Andrew tenían.
Dios.

—¿Qué pasa? —Kerry le preguntó acercándose. —Señora Roberts, ¿está bien?

Ella suspiró y le entregó el anillo.

—Oh, sí—. Ella le dio a Kerry una irónica sonrisa. —Solo una revelación personal.
—¿De veras?—. Kerry se deslizó el anillo, el frío metal le calentó la piel inmediatamente. —¿Las tiene a
menudo?
—No tan a menudo. —Cecilia admitió tranquilamente.

Kerry estaba a punto de seguir esa línea de preguntas, cuando el bullicio a su alrededor bajó, y
sonaron sillas. A continuación, todos ellos se levantaron a medida que el consejo examinador entraba, y
sentándose de nuevo después que las seis personas detrás de la mesa llegaron a sus lugares.
311
—Muy bien—. El hombre a cargo barajó algunos papeles, y se puso un par de gafas a media nariz. —
Vamos a seguir adelante. —Miró a la fiscal especial. —¿Sr. Dileko?
—Gracias—. El abogado, un atildado funcionario político demócrata, se puso en pie y estudió su bloc de
notas. —Me gustaría llamar a Kerrison Stuart al estrado, por favor. —Miró a la multitud expectante. —¿El
administrador me dice que ella está aquí?

Oh, chico. Kerry se encontró que no estaba completamente lista para enfrentar a la multitud.
Recogió su destrozada confianza y se pudo de pie, miró hacia abajo, cuando unas manos le dieron unas
palmaditas.

—Deséame suerte.
—Aguanta ahí, Kerry—. Cecilia sonrió. —Cualquiera que pudiera domesticar a mi hija, no tendrá ningún
problema con este grupo.

Kerry le devolvió una sonrisa agradecida, luego enderezó los hombros y salió de la fila donde se
encontraban, caminando hacia la parte delantera de la habitación. Ella apretó la mano y sintió la mordedura
del anillo en su mano, sacando fuerza al pasar por los asientos de su familia, y sentir sus ojos en ella.
Entonces llegó al estrado, y tuvo que darse la vuelta, y hacerle frente a la habitación, una gran
variedad de expresiones la miraban a su vez. Levantó la mano, y repitió las palabras que el secretario
murmuraba, y luego se sentó, volvió la cara hacia el abogado y esperó.
Tratando de aparentar la más hostil de las miradas dirigidas hacia ella que no estaban relacionadas
con su sangre.

***

—Tenemos algunos graves problemas que discutir con usted, Sra. Roberts. —Dick Beresen se cruzó de
brazos. Se metió las manos en los profundos bolsillos, era el tipo agradable de la Junta, con una profunda
cicatriz que le recorría media cara, delgado y con el poco cabello gris casi desaparecido.

Dar esperó, con las manos ligeramente apoyadas en la silla. Una ceja se levantó, y lo invitó a seguir
adelante.

—Estamos a punto de cerrar el trimestre, y estos informes, francamente, no sólo son decepcionante, son
inaceptables—. Dick se puso de pie. —Cuatro cuentas fueron pérdidas totales, y otras tres apenas están
haciendo sus números.

Dar permaneció en silencio, levantando la ceja otra vez.

—Y luego está Allison Consulting—. Se levantó un murmullo. —¿Tiene como explicar eso?
—¿Si tengo que hacerlo? —Dar le preguntó con suavidad. —El informe del equipo de operaciones era
muy extenso. —Ella cruzó los brazos sobre su pecho y se alejó de la mesa. —Ellos falsificaron
información, y se enfrentan a cargos criminales.
—¿Por qué no se lo atrapó antes de dejar dos millones de dólares en ellos? —Este fue Alan Evens, un
contador público, cuya familia representa el veinte por ciento de las acciones en circulación en el ILS.
—Pregunte a los auditores. —Dar respondió. —No tengo ninguna explicación para eso, sólo puedo decirte
lo que mi equipo informó durante la integración. —Ella sacudió la cabeza. —Ellos no cooperaron.

312
—Eso no es lo que encontramos. —Evans sacó una carpeta y la abrió. —De acuerdo a las entrevistas que
había encargado, su personal informó que su representante no tenía experiencia, y no entendía sus sistemas,
y que fueron despedidos injustamente por usted.

Para una respuesta, Dar sacó el ordenador portátil de su maletín y lo encendió. Entró a su escritorio
y abrió un programa de base de datos, a continuación, seleccionó un registro.

—Las últimos seis ofertas que ganaron fueron obligadas mediante chantaje a las personas que tomaban la
decisión, de acuerdo con el informe policial, dos de sus dirigentes tenía más de 500.000 dólares en fondos
inexplicables en sus cuentas bancarias, los registros de propiedad de los veinte empleados que se
presentaron a los equipos de la empresa sigue en cajas apiladas en sus garajes, y uno de sus clientes ha
mostrado los registros telefónicos y cintas de su jefe de contabilidad dando instrucciones sobre dónde dejar
un pago en efectivo de más de veinte mil dólares o pasar por situaciones embarazosas cuando entregaran
fotos personales a la prensa local.

Hizo clic en el cuadro para cerrarlo.

—El integrador en cuestión era nuestro director de operaciones, que había integrado con éxito veinte
cuentas con ellos, según su última declaración. —Hizo una pausa. —¿Cuál es la verdad a medias? Ellos les
dispararon. —Una sacudida de cabeza. —Yo no considero que sea injusto.
—¿Cómo explica esto entonces? —Evans lanzó una foto hacia ella, una desagradable sonrisa en su cara.
Dar le dio una mirada, esperando que fuera un manipulado de Kerry en el bar. En su lugar, se encontró
mirando una excelente foto de ella y Kerry juntas en la cama, completamente desnudas.

Quince años de solucionar problemas, afortunadamente, vino a su rescate. Ella dio varias
respiraciones para relajarse, y luego miró hacia él con la más divertida y despreciativa sonrisa que pudo
poner en su rostro.

—¿Usted me está pidiendo una opinión artística, o le gustaría una demostración gráfica de mi técnica? —
Trató de no mirar a la sorprendida cara de Alastair, sin embargo, ella supo que esto iba a ser más feo de lo
que había previsto.
—¿Está admitiendo que está usted en esa foto? —Evans se inclinó hacia delante.

Dar miró la foto, y luego desabotonó un poco su camisa y bajó la mirada hacia la abertura.

—Sí, esa soy yo. —Ella estuvo de acuerdo con amabilidad. —Un perfecto ejemplo de lo que estaba
hablando acerca de Allison Consulting.
—Sra. Roberts, ¿No es su asistente la que está en esa foto con usted?

Dar se cruzó de brazos.

—Sí, lo es.

Evans tomó la foto, y luego la dejó caer, y dejó caer las gafas sobre la mesa también.

—Eso es suficiente para mí. —Miró a través de la mesa a un sonriente Ankow David. —No creo que
estemos suficientemente cerca para cubrir esto.
—Oh, hay más—. Ankow se puso de pie y se estiró, disfrutándolo obviamente. —Déjame que lo lea, ¿de
acuerdo? —Tomó su libreta y se dirigió a la cabecera de la mesa, abriendo la tapa de cuero y colocándola
313
en la superficie de madera. —Entonces, si ustedes, caballeros, están de acuerdo, podemos proceder en
consecuencia. Tengo la seguridad de que ya podemos empezar.

Dar dio una mirada furtiva a Alastair, quien se encontró brevemente con sus ojos, y luego dejó caer
la mirada, haciéndole saber que en realidad estaba por su cuenta. Tuvo una sensación de hundimiento, a
continuación, levantó la cabeza, y puso las lamentaciones detrás de ella, se centró en el aquí y en el ahora y
recogió sus pensamientos y recursos, lista para comenzar con Ankow.

—Tengo la seguridad que es una muy buena idea. —Ella comentó, dándole una inesperada sonrisa. —
Pero, vaya primero.

Ella vio la momentánea duda en sus ojos y su sonrisa se amplió.


No papá. No me he planteado ser un desertor.

—Muy bien—. Ankow se aclaró la garganta. —Lo que estamos estableciendo con este hecho es un uso
sistemático y deliberado de las propiedades de la compañía, los recursos y fondos para promover sus fines
personales, y su vida con su amante, el director de operaciones de esta compañía, Stuart Kerrison.
—Pareja—. Dar lo interrumpió.
—¿Qué?
—Pareja. Kerry es mi pareja. —Ella se sonó los nudillos. —Es posible que también consiga la
terminología de ese derecho, ya que sé que usted no conseguirá en la parte técnica nada íntimo para
precisarlo.

Ankow la miró fijamente.

—Punto uno. —Echó un vistazo a su cuaderno. —Durante la integración de la Associated Synergenics, la


acusada aprovechó su posición para crear Operaciones ORGID, que llenó con la Sra. Stuart, sin tener en
cuenta la política de la compañía, y haciendo caso omiso de más de treinta candidatos calificados para el
trabajo.

Ojos se dirigieron a Dar.

—Absolutamente correcto.
—¡¿Cómo podría justificar eso?! —Evans se levantó y señaló.
—Simple. —Dar lo miró directamente. —Ella era la mejor opción. —Una pausa. —Su subsecuente
rendimiento en el trabajo es prueba de ello.

Evans sacó una serie de documentos, leyéndolos por encima, con varias personas mirando por
encima de su hombro. Él los dejó y se cruzó de brazos, pero no hizo ningún otro comentario.

—¿Siguiente? —Dar ladeó la cabeza.


—¿Tenemos que seguir con todo esto? —Beresen levantó las manos. —Francamente, yo no quiero pasar
una hora escuchando esta mierda. —Se puso de pie y señaló a Dar. —Esto es lo que vamos a hacer. Tú vas
a renunciar, y sacarás tu culo de este edificio, y volverás a hundirte en tu granja.

Asentimientos de cabezas.

—Usted va a firmar un papel admitiendo todo esto, y vamos a averiguar hasta qué punto nos está costando,
y luego le vamos a cortar a la empresa un cheque por eso, y espero que no le presenten cargos criminales.
314
Dar le dio la espalda y se fue a la ventana, mirando el paisaje árido y haciendo caso omiso del
aumento del discurso entre los hombres, dejando los comentarios de odio rebotar en su espalda y sin saber
si quiera si la cara de Alastair sería agradable si se daba la vuelta.
Ella captó su reflejo en el cristal, y miró fijamente a los ojos por un largo momento. Sería fácil sólo
firmar el documento, y volver a casa.
Lo sería realmente. Luego podría volar con Kerry, e ir a un lugar agradable y tranquilo, y dar de
comer a cada langosta a la puesta del sol con nada más que olas, el sol y la arena, sin nada de qué
preocuparse.
Sí.
Se imaginaba llamando a la oficina y diciéndoselos.
Habiendo que María empacara su oficina.
Haciendo que Mark cerrara el acceso, y desactivara sus contraseñas para que nadie tuviera alguna
idea brillante.
Decirle a Kerry.
Enfrentar a su padre.
Un capricho apareció en la esquina de su boca. Mucho más que eso.
Se dio la vuelta.

—¡Hey! —Su repentino grito trajo un asombrado silencio. —Sienten sus culos. —Dar acechó por detrás y
puso las manos en el respaldo del sillón. —Número uno, no voy a renunciar.
—Pe…
—Espera…
—¡Cállate! —Dar gruñó. —Si me quieren fuera de aquí, van a tener que despedirme.
—No hay problema. —Ankow gritó.
—Y entonces es mi turno para una demanda. —Dar le gritó de vuelta. —Por un agradable, gran y gordo
despido improcedente. —Se inclinó hacia delante. —Y uno por discriminación.

Hubo un momento de silencio.

—Su perversión no está cubierta por la ley. —Ankow finalmente escupió. —Gracias a Dios lo mantienen
fuera de los libros.
—No. —Dar sonrió misteriosamente. —Mi orientación sexual no está cubierta bajo las leyes contra la
discriminación, aunque está cubierta por los estatutos corporativos, pero… —Ella comenzó a circular
alrededor de la mesa. —Señores— El énfasis en la palabra. —Mi sexo lo es.
—¿De qué demonios estás hablando? —Evens soltó.
—Revisen sus pantalones cortos. —Dar se paseaba por la esquina de la mesa. —La más grande… empresa
pública… en el mundo… con un montón de contratos con el gobierno de Estados Unidos, y soy la única,
única, representante de la minoría en todo el Consejo.
—Nada de eso tiene nada que ver con los hechos—. Ankow la señaló.
—Esa demanda no tiene nada que ver con los hechos—. Dar disparó de nuevo. Se volvió y señaló a varios
miembros. —¿Desde cuándo prestan atención con quien infiernos me acuesto? Dame un ejemplo de una
sola vez, en cualquier momento, de que el hecho que Kerry Stuart y yo somos amantes perjudique a la
empresa—. Ella alzó la voz. —¡DAME UNO!

Silencio total.

—Son un grupo de santurrones, ¡cerdos inútiles! —Dar rugió. —¡Lo dos no cabemos en la empresa de
mierda! ¡Así que deja caer la maldita mierda y pon las cartas sobre la mesa! —Cerró la mano en la
315
superficie, e hizo un sonido como un tiro. —Dispárenme, y Dios me ayude, voy a derrumbar esta
empresa.—Ella los miró a todos ellos —¿Quieren problemas? No tienen idea de qué tipo de problemas que
puedo provocar. Conozco los esqueletos encerrados en lo profundo, incluso los de la Sociedad
Antropológica de mierda que no pudieron encontrar. —Ruidos alrededor de las sillas. —Yo sé todo sobre
la contratación por el tamaño de las tetas, los pagos a los federales, la exclusión deliberada de las
minorías… lo que sea, yo lo sé, lo he vivido durante quince años y no hay… —Ella señaló a Ankow. —No
hay un solo maldito rincón de esta empresa en el que no haya estado dentro.
—Dar—. Alastair se levantó y extendió la mano con la palma hacia abajo. —Vamos a calmarnos un poco.

Dar le dio una mirada asesina.

—Por favor—. El director general tomó un respiro. —En pocas palabras, es correcto Dar.
—Las cifras la apoyan. Probablemente están atornilladas por ella. —Ankow murmuró.
—Debo ser tan afortunado. —Alastair respondido rápidamente. —Los hechos del caso son, señores, que
ninguno de nosotros somos santos, y operativamente hablando, estamos en mejor forma con la gestión
actual de lo que hemos estado en muchos años.
—Apuesto a que los accionistas no están acostumbrados a que le anuncien pérdidas este trimestre—. Evens
interrumpió. —Espero alquitrán y plumas en sus culos. —Se puso de pie. —Cuando esa demanda se haga
pública, con los resultados del trimestre, vamos a perder la empresa.
—No en este trimestre—. Alastair respondió en voz baja. —José acaba de firmar un contrato de 400
millones de dólares para proporcionar servicios de red a un consorcio de ISP´s.

Absoluto silencio, todos sorprendidos, incluso Dar.

—Corriendo, por supuesto, la nueva red de Dar, que es el único en el país capaz de hacerlo. —Hizo una
pausa. —Señores, están en Internet. —Él respiró hondo. —Felicitaciones, Dar. Ese fue el menor costo de
hacer negocios en la evaluación de la historia de ILS.

Hijo de puta. Dar se encontró sin palabras, la ira en sus entrañas todavía estaba en ebullición, pero
no tenía a dónde ir.

—Gracias—. Finalmente murmuró. Ella sabía que estaba tomando la decisión correcta en la red, pero se
reivindicó con tanta rapidez que no había sido idea de ella. Se sintió sobre todo disgustada y cansada, ni
siquiera un poco triunfal. —¿Se puede volcar la mierda ahora?
—¡Oh, no! —Ankow la miró a los ojos. —No estoy cerca de terminar contigo. —Él negó con la cabeza. —
No me importa lo que ponen en la red. No voy a dar marcha atrás exponiendo el veneno que eres.
—Tiene gracia, por decirlo así. —Dar dejó su actitud divertida y se puso seria. Comenzó a caminar
alrededor de la mesa hacia él. —Hablando de veneno. —Sus ojos se encontraron con los suyos, y se
mantuvieron, por un largo momento. —Me pregunto que juego hace aquí. —Ella le rodeó, como un tiburón
que, perezosamente, prueba las aguas. —¿Por qué un abogado de Oregón quiere aferrarse a una empresa y
trata de tomar el control de ella?
—No es tu asunto de mierda. —Él gruñó de nuevo. —Tal vez sólo quiero dar a los accionistas un cierto
valor por su dinero.
—Tal vez usted acaba de recordar que el viejo dicho. El conocimiento es poder. Sólo… — Dar lo rodeó de
nuevo. —En el mundo de IS nos dicen, los datos es poder—. Hizo una pausa. —Ahora, ¿Por qué un nabo
como tu está interesado en nosotros?

Todo el mundo lo estaba mirando ahora.

316
—Tal vez sea por su papá, ¿eh? —Dar se detuvo frente a él, por lo que estuvieron cara a cara. —¿Papá el
líder de la milicia del poder blanco en Oregon?

Su expresión cambió, convirtiéndose en oscuro y peligroso.

—No tengo nada que ver con mi padre.


—¿No? —Dar sonrió y caminó alrededor de su portátil e hizo clic en su correo electrónico, abrió un
archivo. Le dio la vuelta a su portátil para ponérselo en frente. —Es curioso. Seguro se parecen.

Los miembros de la junta se inclinaron para mirar la foto, una de Ankow y un hombre mayor con
uniforme, con pancartas racistas alrededor de ellos. Ambos hombres tenían los puños en alto en señal de
saludo.

—Usted debería leer algunos de sus manifiestos, material interesante. —Ella se enderezó. —
Específicamente ese plan de determinadas sociedades mercantiles y sabotaje industrial.

Ankow le dirigió una mirada mortal.

—Me pregunto qué pensarían los accionistas de eso—. Ahora, por fin, la sonrisa de Dar había vuelto. —
¿Qué figura les enojará más… un dique o un nazi?
—Eres una puta.

Dar tecleó en otro archivo.

—Especialmente un nazi que está siendo pagado por Roger Stuart para recuperar a su hija despedida. —
Ahora la mirada asesina era de ella, dirigida a él. —¿Y quién era lo suficientemente estúpido como para
poner los detalles de la misma en un ordenador conectado a mi red?

Las miradas de enfrentamiento estaban haciendo eco a través de la gran mesa. Dar se sentía agotada,
y se frotó la parte de atrás de su cuello.

—Te diré que. Voy a buscar un vaso de leche, tú piensa en ello. —Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta
principal de la cámara, y salió, dirigiéndose directamente por el pasillo hacia la cocina sin mirar hacia
atrás.

No escuchó la puerta abrirse y cerrarse suavemente detrás de ella.

***

—Sra. Stuart, esta audiencia tiene por objeto dar a conocer cualquier tipo de información respecto a las
denuncias en contra de su padre. —El fiscal la miró con interés neutral. —Voy a hacerle preguntas, pero
ninguno de estos señores pueden hacer lo mismo. ¿Entiendes?
—Sí.

Kerry cruzó las manos sobre la mesa y esperó. La comisión del Senado fueron a un lado de ella,
tomando notas y susurrando entre sí, entonces el fiscal o, más correctamente, el investigador, se acercó a su
pequeña mesa, entonces su padre y sus abogados se sentaron en otra mesa pequeña en un ángulo con ella.

317
—Bien. Está bien. —El hombre miró sus notas. —En este momento está viviendo en Miami, Florida, ¿es
correcto?
—Sí.
—¿Cuánto apoyo puede conseguir de su padre, en dólares, sobre una base mensual?
—Ninguno.

El hombre la miró.

—¿Está segura, Sra. Stuart?


—Sí, muy segura, gracias. —Kerry respondió.
—¿No hay presentes, entonces? ¿No hay coches, barcos, visones robados? —El sarcasmo se mordía.
—No. Yo compro mis propios coches y barcos, y no tengo ni idea de lo que puedo hacer con un visón
robado en Miami. —Kerry devolvió la pelota.
—¿Así que está diciendo que usted vive por su cuenta?
—Vivo con una compañera de cuarto. —Ella corrigió.
—¿Pero paga sus propias cuentas?

Trato.

—Sí.

Barajó los documentos.

—¿Cuándo fue la última vez que vivió con sus padres, Sra. Stuart?
—Hace cuatro años y medio.
—¿Eso fue mientras estaba asistiendo a la universidad?
—Sí.
—¿La cual, supongo, sus padres pagaron?
—En realidad… —Kerry se aclaró la garganta. —Me fui con una beca. —Era cierto, a pesar de que sus
padres habían pagado por todo lo demás, incluyendo su ropa y libros. El dinero gastado, por el contrario
había llegado de su trabajo a tiempo parcial en la librería del campus.
—Suerte para ti—. El hombre hojeó unas cuantas hojas. —Mientras estaba viviendo con sus padres, ¿Tuvo
alguna razón para sospechar que su padre estaba involucrado en actividades ilegales?

Kerry consideró la pregunta en serio.

—No. —Finalmente respondió, mirándolo a los ojos. —No lo hice.


—¿En serio? Usted parece una mujer joven e inteligente. ¿Está usted diciendo que nunca vio nada que
estuviera fuera de lo normal?

Las cejas claras de Kerry se levantaron ligeramente.

—¿Defina normal? —Ella respondió. —Normal para usted no es probablemente normal para mí, dado
quien es mi padre, y la atención de los medios a nuestras vidas generalmente no ayudaba —Dijo antes de
que él pudiera hacer comentarios. —Nunca se me cruzó por la mente, no, que mi padre estuviera
involucrado en cualquier violación a la ley.
—¿Por qué no?
—¿Disculpe?

318
—¿Por qué no, Sra. Stuart? ¿No es eso lo que hacen los políticos, hoy en día? —El investigador la rodeo y
se inclinó sobre la mesa. —Casi era de esperar, ¿No le parece?

Kerry estudió su rostro, que no era desagradable a la vista. Dio un poco a la política los últimos
años, con lo que había pasado y el circo de liderazgo en que nación se había convertido, él probablemente
estuvo más bien que mal. Pero ella se encogió de hombros.

—Honestamente, no es algo en lo que pasara mucho tiempo pensando.

Se levantó y alzó una mano hacia ella.

—O usted no se animaba a pensar en ello.

Tal vez. Kerry pensó en sus años más jóvenes. La política era algo que su padre nunca había hablado
alguna vez con ella, o con su hermana, o incluso con Michael. Por otro lado, desde que había salido de
casa, el tema nunca le había interesado tanto. Ella se encogió de hombros.

—Creo que sólo se han reducido drásticamente las expectativas. —Ooh. A los chicos en el consejo no les
gustó eso.
—Por lo tanto, ¿Está diciendo que es algo que esperas que alguien como tu padre haga?
—Eso no es lo que he dicho.
—Usted dijo que había reducido drásticamente las expectativas, ¿no?
—Bueno, sí, pero…
—Eso es lo que dijo, ¿no?
—Dije que no espero que los políticos tengan un mayor nivel de contacto que cualquier otra persona. —
Kerry aclaró.
—Ah, ¿Pero no es el caso de ellos, Sra. Stuart? Después de todo, elegimos que sean nuestros
representantes, para que actúen en nuestros mejores intereses, después de todo. ¿No es así?
—Sí, pero hasta donde yo sé, señor, no son una especie diferente. —Este chico estaba empezando a
molestarla. —La mayoría de las veces la gente actúa en su propio interés, no de alguien más, así que el
hecho de que los funcionarios electos actúen como el resto de nosotros, no señor, me sorprende.
—Interesante. Y, sin embargo, usted declaró que no tenía ni idea que su padre… supuestamente…
aceptaba sobornos, mantenía a una familia diferente, y que confraternizaba con racistas—. Una pausa. —
Entonces usted, ¿No se sorprendió al escuchar las acusaciones que se hicieron?
—Sí, me sorprendió.
—¿Por qué? Si los políticos son como el resto de nosotros, entonces ¿Por qué se sorprendió? Ya que
declaró que no los mantiene en ningún alto nivel, ¿Es eso correcto?
—No lo hago. —Kerry hizo una pausa. —Pero sí mantengo a mi padre en los estándares más altos, porque
él es mi padre, no porque es un político, así que sí, señor, me sorprendió.
—Interesante doble estándar, Sra. Stuart—. El abogado le preguntó con astucia. —¿Usted no encuentra una
contradicción?
—La vida está llena de contradicciones, señor. —Kerry respondió en voz baja.

Sus ojos la estudiaron, una tenue sonrisa jugando en sus labios.

—Sí, ¿no?

Eran sin duda diferentes. Ceci miraba a Kerry en el interrogatorio, su lenguaje corporal indicaba el
estado de alerta, y sus respuestas cautelosas, pero sencillas. Si hubiera estado Dar allí, se encontró con una
319
sonrisa tocando sus labios. Dar habría ido sobre el abogado, desafiando sus preguntas, y dominando la
mesa con su inagotable energía.
Al igual como Ceci hubiera sido, admitió para si. Kerry, por su parte, prefirió una clave más baja,
una actitud más razonable que utilizaba su inteligencia para hacer sus puntos con exactitud. Apuesto a que
ella y Dar hacen un buen equipo en la oficina. El último buen policía, la rutina del policía malo, con la
fricción natural que debió causar sus estilos radicalmente diferentes, frágiles y confundidas por el hecho de
que se amaban.
Un movimiento a su lado le hizo mirar hacia arriba, para ver al hombre de baja estatura, de cabello
castaño, pasar de estar con la familia de Kerry a tomar asiento a su lado.

—Hola—. Murmuró él.

Las cejas de Ceci se levantaron.

—Hola—. Fue eso, sí. Kerry dijo que era su hermano Michael. Ella miró rápidamente por encima al otro
lado del pasillo, pero todo el mundo estaba prestando mucha atención a Kerry, y la ausencia de Michael no
había sido notada. —¿Quiere algo?
—Um—. Miró furtivamente a su alrededor y se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre sus
rodillas. —Usted estás aquí con Kerry Stuart, ¿verdad?
—¿Quién pregunta? —Ceci decidió jugar duro con él.

Sus ojos se levantaron y se encontraron con los de ella por un breve momento.

—Soy su hermano, Michael.


—¿En serio? Había entendido que le dijeron que no tenía familia aquí.

Se estremeció, y miró hacia abajo.

—Es complicado.
—No, no lo es. Sólo tienes que ir a buscar a un taxidermista y alquilar una columna vertebral. —Ceci
dijo.—Si ha decidido no hablar con ella, es una cosa. Pero si está dejando que alguien más tome esa
decisión por usted, es condenadamente triste.

Ambos mantenían sus voces bajas, pero su último comentario provocó que las orejas de Michael se
enrojecieran, y tragara audiblemente.

—Yo sólo quería saber si ella está bien. —Murmuró él.


—Pregúntale—. Ceci se cruzó de brazos implacablemente.

Se escucharon las preguntas del abogado, e incluso las respuestas de Kerry por un minuto. Entonces
Michael le dio un vistazo, sus largas y oscuras pestañas parpadearon ligeramente.

—¿Es usted pariente de Dar, por casualidad?

Ceci levantó las cejas.

—¿Qué le hace preguntar?

Él no respondió, pero movió las comisuras de la boca.


320
—Yo soy su madre, sí.

Michael asintió con la cabeza.

—¿Hay algún problema con eso?

Una leve sonrisa.

—No, señora.

El abogado terminó sus preguntas, y puso en libertad a Kerry desde la mesa, y vio que ella la
rodeaba y se dirigía por el pasillo de vuelta hacia ellos.

—¿Te vas a quedar aquí, o correrás hacia allá? —Ceci le preguntó.

Él se quedó. Kerry se fijó en él, pues estaba de regreso a su asiento y sus ojos se abrieron con una
mirada de cautelosa sorpresa en su rostro.

—Hola—. Ella murmuró en voz baja, cuando se puso de pie y se enfrentó a ella, entonces tiró de ella por
un abrazo. —¿Cómo estás?

Ceci vio una sonrisa en su cara mientras ella le devolvía el abrazo. Le dio un guiño a Kerry, y puso
una sonrisa aún más amplia, completada con la nariz arrugada y la aparición de la punta de su lengua. Sus
ojos se deslizaron más allá de los dos para ver una mirada hostil hacia ellos desde el otro lado del pasillo, y
aprovechó la oportunidad para cerrar los ojos ante el hombre corpulento y canoso sentado en la mesa de los
acusados. Él le dio un tirón, cuando se sobresaltó, luego miró hacia otro lado, y deliberadamente le dio la
espalda.
Kerry y su hermano se sentaron, y entrelazaron los dedos al escuchar la llamada de la Fiscalía a
Angie.

—Gracias por venir—. Ella le susurró. —Sé que estás en un problema por esto.
—¿Conseguiremos una habitación libre allá en Miami? Voy a traer un saco de dormir. —Michael susurró a
su vez, dándole una mirada triste. —¿Tal vez pueda conseguir un trabajo lavando la arena de la playa?
—Absolutamente—. Kerry le apretó la mano. —Oh… lo siento. Michael, esta es Cecilia Roberts… ella es
la madre de Dar.
—Nos hemos… uh… conocido. —Michael asomó una sonrisa vacilante. —Hola.
—Un placer conocerlo, Michael. —Cecilia respondió cordialmente. —Buen trabajo allí, Kerry.
—Gracias—. Kerry suspiró y se echó hacia atrás, escondida como estaba entre su hermano y su nueva
amiga, casi podía hacerse creer que esto no iba a ser tan horrible después de todo. Ella notó que varios
llegaban tarde y entraban, y volvió la cabeza para mirarlos, y después oyó a Michael hacer un ruido
silbante al lado de ella. —¿Qué?
—No puedo creer que se presentaran.
—¿Quién? —Kerry miró a los nuevos espectadores, una mujer de cuarenta años con el pelo rubio y
peinado acompañada de dos hijos.
—Eso son ellos. —Su hermano le susurró. —Las personas que papá está manteniendo.

¡Oh Señor!

321
—Jesús—. Kerry cerró los ojos.

Cecilia se inclinó con curiosidad.

—¿Qué pasa?

Kerry suspiró.

—La otra mujer de mi padre acaba de llegar con sus hijos. —Ella le dio a Ceci una mirada irónica. —Lo
siento, esto va a ser un circo.
—Mm—. La madre de Dar se frotó la oreja. —No puedo esperar a ver el acto del león en ese caso.

***

Dar se desplomó en la silla acolchada, sola en la pequeña cocina escondida en el pasillo. A su lado,
una olla de café recién hecho burbujeaba, llenaba la habitación con su fragancia, y se sentó con una taza a
esperar, ya cargada con crema y azúcar.
Ella debía sentirse muy bien, lo sabía. Después de todo, había tomado una situación perdida, y le dio
la vuelta a su favor, ganando bajo y sucio de una forma convincente que incluso Ankow no tenía defensa.
Tal vez se sentiría bien al respecto, después de que su cabeza deja de doler, y estuviera fuera de este
maldito cagadero de mármol. Una sonrisa se hizo camino en su cara. Maldición, José. Te debo la mayor
barbacoa de carne argentina al sur de Mason Dixon cuando llegue a casa, pequeño cubano súper
vendedor.
Tenía la cabeza inclinada hacia atrás contra la pared y centró la mirada en la puerta, luego parpadeó
cuando se llenó inesperadamente con una figura alta y corpulenta.

—Hola.

Su padre camino silenciosamente al interior, y dio la vuelta a una silla, se sentó en ella hacia atrás y
apoyo los brazos en la espalda.

—Oye, Dardar. ¿Estás bien?


—Sí—. Dar se frotó los ojos. —Sólo un poco cansada.

Andrew consideró la altura de la forma que se extendía hacia él.

—¿Dolor de cabeza?

Dar asintió con la cabeza.

—Utilízame contra ellos. El médico de la base siempre me dijo que era muy bueno para bajar el l estrés.

Dar sonrió.

—Sí—. Ella apoyó la cabeza en el puño. —Yo estuve con ellos todos los días por un tiempo. —Se
encontró reacia a hablar sobre la reunión del consejo. —Una sesión más, y estamos fuera de aquí, creo.
—Mm—. Su padre lanzó un gruñido. —¿Gritaste, entonces?

Dar sintió sorpresa por un momento, y vaciló, tomó una bocanada de aire con lentitud.
322
—¿Me has oído?
—Claro—. Andy no se veía en dificultades. —Los cuadros se sacudieron en esa maldita oficina, de hecho.

El café se terminó, y Dar vertió un poco en su taza, luego utilizó la distracción de agitarlo para darse
tiempo para responder.

—Sí, bueno. —Murmuró. —Yo no estaba muy segura de que querías ver ese lado de mí. —Tomó un sorbo
de la bebida caliente, y su padre esperó pacientemente a que continuara. —No es lo más agradable la
mayor parte del tiempo.
—Paladar, es un maldito orgullo para un padre escuchar a su hija ponerse de pie por sí misma, y todo lo
demás por el estilo. —Andrew le dijo en serio. —Especialmente cuando algunas de esas gentes son unos
bastardos.

Dar sonrió.

—Ese hijo de puta. —Ella sacudió la cabeza. —Creo que lo que me volvió más loca fue el hecho de que se
iba por Kerry—. Sus fosas nasales se dilataron. —No lo sé, papá… tal vez esa idea de iniciar mi propio
negocio sea lo correcto después de todo esto. No sé cuánta mierda más quiero aguantar.
—Bueno, todo lo que vive, necesita un descanso, Dardar; siempre vas a estar de acuerdo con algunos de
ellos.

Sí. Dar se puso de pie y le entregó la taza de café.

—Aquí, dejarme ir a acabar con esto, entonces podremos salir de aquí. Oigo una dulce papa rellena
llamándome por mi nombre. —Le puso una mano sobre el hombro a su padre y pasó junto a él. —Espero
que Kerry tenga un mejor día que el mío.

Andrew se dio la vuelta y apoyó un pie sobre la silla junto a él, tomando café, pensativo.

—Creo que lo está haciendo bien—. Le murmuró a la habitación vacía. —Esa fue una de las mejores
patadas verbales que he escuchado desde el campamento de entrenamiento.

Pasos que se acercaban por el pasillo le hizo mirar hacia arriba, pero él se quedó donde estaba,
cuando un hombre alto, bien parecido, entró. El recién llegado le dio una mirada de sorpresa, y luego tomó
un vaso de papel de la pila cerca de la fuente de agua.
Trató de llenarlo, pero el grifo no cooperaba, y después de varios intentos, maldijo y le dio patadas a
la máquina con saña, lo que hizo que el agua chapoteara dentro de la botella de vidrio.

—Ya sabe… —Andrew arrastró las palabras en voz baja. —Debes tener mejor suerte con las cosas si
quieres que enciendan.

Un par de estrechos y enojados ojos lo miraron.

—Cierra la boca.
—Sólo trataba de ayudar. —El exmarino bebió un sorbo de café y movió su pie.
—¿Eres personal de limpieza? ¿No tienes algo que hacer?

323
—Ahm me tomo un descanso para el café. —Andy levantó la taza. —El interruptor de encendido es eso
blanco que está detrás, por cierto. —Él estudió al hombre con cuidado, una sonrisa tranquila, casi
juguetona, se formó en sus los labios, pero no llegó a los fríos ojos azules.

Ankow encendió el dispositivo, y tarareó obedientemente.

—Gracias—. Echó un vistazo por encima de su hombro, visiblemente molesto por el desaliñado hombre,
estirado cómodamente en las sillas.
—Un placer.
—Idiota—. Ankow murmuró en voz baja, al tiempo que cogía su taza y la puso debajo de la cafetera,
girándola filosamente. La parte superior estalló y una fuente de agua helada lo golpeó en la cara, y él gritó,
soltándolo y golpeando con el puño contra el dispositivo con furia.

Se volcó, enviando al depósito de agua a estrellarse contra el suelo, y un rociado de vidrio y líquido,
lo mojó a fondo.

—¡Hijo de puta!

Andy se rió entre dientes.


El hombre resultó empapado.

—No es jodidamente divertido, así que cállate la boca, viejo.


—Bueno, hijo… No soy el único que va a estar con ellos todo mojado, ¿O si? —Andy tomó un sorbo de
café, completamente a sus anchas. —Deberías ver ese temperamento ahora, te meterá en problemas un día
de estos.

Ankow rozó la parte delantera de su chaqueta y se dirigió hacia el hombre sentado, poniéndose de
pie con una postura agresiva.

—¿Tú crees? —Le preguntó en voz baja.


—Sip.
—Creo que eres tú quien está buscando problemas, viejo. —Los ojos de Ankow brillaron
peligrosamente.—El descanso ha terminado. Piérdete.

Andrew dejó la taza sobre la mesa, y se cruzó de brazos.

—¿Te sientes un poco irritado? —Él se rió entre dientes. —¿Qué te pasa… alguna chica te ajustó los
pantalones?
—Oh… Yo sólo estoy de humor para alguien como tú. —Ankow gruñó, lanzándose hacia adelante y
dejando salir a su, muy bienvenido, temperamento.

Andy enganchó al joven detrás de la rodilla apoyándose con el pie y tirando de él hacia adelante
haciéndolo perder el equilibrio. Luego le enrolló su otra pierna hacia arriba y atacó, capturando a Ankow
con una patada en el intestino que lo tumbó nuevamente en la tierra.

—¿Vio eso? Solo tienes que ver ese temperamento, muchacho. —Él arrastró las palabras, retomando su
cómoda postura.

Ankow rodó con el movimiento y se puso de pie, agarró una silla y lo levantó sobre su cabeza.
324
—No quieres hacer eso. —Andrew le advirtió.

La silla descendió, llegando a la madera y al acero cuando el anciano salió del camino, esquivando
con gracia a su antagonista y esperando que fuera más allá, y luego, dándose vuelta, ejecutó una patada
giratoria perfectamente sincronizada que clavo a Ankow en el costado de la cabeza y lo lanzó contra el
muro.
Se tambaleó hacia atrás y se volvió para ver a Andrew esperándolo, equilibrado sobre las rodillas
levemente dobladas.

—Creo que tengo que llamar a seguridad.


—Ah, creo que usted necesita cambiarse los pañales—. Andy se le acercó, lo agarró antes de que pudiera
moverse, derribándolo con un fuerte giro de su cuerpo. Aterrizó sobre la parte superior del joven,
sujetándolo hacia abajo y aterrizando su rodilla firmemente en los genitales.

Ankow abrió la boca, pero no salió ningún sonido, y sus ojos se fastidiaron cuando su adversario, se
inclinó hacia adelante y apoyó su peso sobre el pecho, por lo que estaban frente a frente.

—Ahora—. Andrew habló en voz baja. —Usted va a escucharme, Sr. David Ankow, ex Ranger del
ejército, quien es un triste ejemplo de un miserable soldado.

Ankow lo miró fijamente.

—¿Quién coño eres tú? —Se las arregló para preguntar.

Andy extendió la mano y la puso en su cuello, por lo que se le enrojeció el rostro como un charco de
sangre.

—Soy el padre de Dar—. Vio que los ojos se abrían, y sonrió. —Y no tengas la amabilidad de jugar con
ella. —Se acercó más. —Así que vas a cesar y desistir de molestar a mi niña, o sin duda te convertiré en un
ser humano. ¿Me entiendes, muchacho?
—Te voy a demandar por ello.
—Sólo si quieres que grite a la policía sobre ese pequeño parche que trago mi hija en el sur. —Andrew
arrastró las palabras. —Que diré es más que suficiente para querer lanzarte por la ventana.

Ankow se quedó en silencio.


Andrew lo soltó, se mantuvo alejado ante cualquier posible con un movimiento, esperando. Él
correría, o lucharía, el exmarido lo sabía, y era lo suficientemente estúpido como para hacer el segundo.

—Ah creo que es hora de que te vayas, muchacho.

Ankow se puso en cuclillas, y luego se enderezó lentamente, obviamente con dolor. Salió despacio
de la habitación sin más comentarios, y se escabulló por el pasillo. Andy escuchó la puerta del baño abrirse
y cerrarse, y sólo entonces se relajó, se arregló la camisa, repasando mentalmente el incidente.
Bueno. Podría haber sido peor. Cogió las sillas dispersas y las puso derechas, luego deambuló y
estudió el desastre del enfriador de agua, dando vuelta cuando un carraspeo bajo sonó detrás de él.
Alastair estaba en la puerta.

—¿Qué pasó aquí?


325
Andy tiró de una oreja.

—Un lío entró, no como el agua, supongo. —Señaló. —Que melindrosa gente tienes por aquí.

Alastair caminó con cautela por la habitación y observó los daños, y luego miró dudoso a Andy.

—¿Supongo que no era un tipo alto, con un traje gris claro?


—Ah, creo que era. —Andy permitió.
—Uh huh. —El director general suspiró, y le dio al hombre más alto una mirada irónica. Inocentes ojos
azules mirando detrás de él de una manera muy familiar. —Comandante Roberts, ¿Por qué tengo la
sensación que la manzana en mi nómina no cayó muy lejos del árbol?
—No entiendo. —Andy con voz áspera. —¿Están cerca de terminar ahí?
—Sí—. Alastair murmuró. —Sólo que debo tener una pequeña reunión privada con Dar antes de que todos
se vayan. —Se volvió y puso una mano en el quicio de la puerta abierta. —Voy a llamar al personal de
limpieza para que se haga cargo de esto—. Con un movimiento de cabeza, se fue, y Andy se acercó a
rellenar su taza de café.

Viejo, ¿eh?
Una ceja se arqueó.
Puedes besar mi culo.

***

Kerry se movió en su asiento, por enésima vez, al escuchar las preguntas repetitivas a las que
sometían a sus hermanos. Michael había sido llamado y tuvo que contestar con sinceridad a lo mucho que
sus padres lo habían mantenido, incluyendo los seis, confusos, años de universidad, y el hecho de que le
habían comprado una casa en Michigan y pagado por su coche.
Había sido un poco embarazoso. Por lo menos Angie estaba casada, y tenía su propia casa,
comprada por su esposo Richard. Sin embargo, Angie tenía un aspecto terrible, se dio cuenta Kerry, pálida
y demacrada, incluso teniendo en cuenta su embarazo. Se sentía mal por su hermana, pero Angie ni
siquiera la miraba a los ojos en la audiencia.
Michael había vuelto a sentarse a su lado después de su testimonio, y las dos cabezas oscuras
estaban juntas en obvia colaboración.

—Esto tiene que estar matándote. —Ceci murmuró con simpatía.


—No tienes ni idea. —Kerry suspiró, deslizando sus dedos por el pelo y frotando la parte posterior de su
cuello. —No es como que no siempre hemos tenido a la prensa para husmear, pero tener que sentarse ahí
como que… Jesús.

Ceci le palmeó el brazo.

—Aguanta, Kerry no va a durar para siempre. Tal vez para ti lo peor ha pasado. Yo pienso que pasan a un
terreno más fértil.
—Mmph—. Kerry miró a su alrededor, luego se volvió hacia Ceci. —Gracias de nuevo, por cierto, por
estar aquí conmigo. —Ella esbozó una sonrisa. —Ojalá supiera lo que estaba pasando con… ¡¡YOW!! —
Kerry dio un salto cuando su teléfono celular vibró, había apagado los tonos audibles cuando se le solicitó
a la multitud. —Jesús… Odio eso.

326
Ceci la miró con leve alarma, pero se abstuvo de comentar.

—¿Hola? —Kerry murmuró en el artefacto.


—¿Kerry?
—¡Hey! Estaba pensando en ti. —Kerry respondió, oyendo un cansado, pero no horrible tono en la voz de
Dar. —¿Cómo te va?
—Yo te iba a hacer la misma pregunta. —Su amante se echó a reír. —Casi hemos terminado aquí. Trabajé
un par de acuerdos… algunas están en statu quo.

Kerry parpadeó ante la informal declaración, como si Dar se las hubiera arreglado para que su coche
estuviera encerado o algo así.

—Oh. Oye, muy bien. Ya casi hemos terminado aquí, también, creo. Al menos por hoy. Ha sido… —Un
suspiro. —Interesante.
—¿En el sentido chino?
—Sí.
—Ah—. Dar respondió. —Bueno, yo estoy a la espera de Alastair para que podamos envolver las cosas.
Papá y yo vamos a cenar, y luego veremos si podemos coger un vuelo hasta allí.
—¡Dios mío! Dar, ustedes no… tienen que venir aquí, ya sabes. —Kerry protestó ligeramente. — ¿Por qué
no te vas a casa y te relajas? Creo que sólo va a ser otro día más, a lo sumo.

Hubo una pausa distinta, y un poco de silencio en el otro extremo:

—Muy bien. Si eso es lo que quieres. —Dar finalmente respondió, en un tono algo triste.

¿Ser honesta, o…? Kerry sintió la herida en el otro extremo del teléfono.

—No, no es lo que quiero. —Ella suspiró. —Yo sólo estaba tratando de ser amable y abnegada y
desinteresada, y todas esas buenas cosas.
—Ah—. Dar rió en voz baja.
—Sólo que tenemos mucho trabajo por hacer, y yo realmente no quiero que pienses que yo te considero mi
manto personal de seguridad para caminar y hablar. —Kerry mantuvo su voz muy baja, pero era consciente
de la pequeña sonrisa en el rostro de Ceci. —Creo que soy la diversión de tu madre.
—Lo apuesto—. Una risa. —Bueno, me tengo que ir. —Dar respondió. —Nos veremos todos ésta noche,
¿Bien?
—Más que bien. —Kerry equilibró la situación, lo único que sabía de Dar es dónde estaba, y decidió que le
encantaría tener la capacidad de arrastrarse a través del teléfono, y salir por el otro lado. Incluso Houston
vencía esto. —Ten cuidado—. Cerró el teléfono y lo guardó, luego se cruzó de brazos mientras los
abogados se reunían cerca de la mesa del consejo, murmurando entre sí. Sintió una luz caliente en la cara y
siguió buscando con la mirada, cuando se dio cuenta de que estaba siendo filmada por los periodistas
presentes.

Dios. Su mandíbula se movió. Casi me había olvidado cómo se sentía.

—Estamos en cámara indiscreta. —Murmuró a Ceci, que tenía los brazos apoyados en los respaldos de las
sillas en frente de ellos, y estaba viendo las cosas con un leve interés.
—¿Es aquí donde Allen Funt sale en un traje de payaso? —Ella comentó. —También eres objeto de
atención del otro lado del pasillo.
—Estupendo.
327
—¿Quién es el joven rubio?

Kerry vaciló.

—Brian. Él es un amigo de la familia.


—Él sigue mirándote.
—Se supone que ahora debería estar casada con él y teniendo hijos. —Kerry esbozó una sonrisa irónica, y
luego miró hacia abajo. —O por lo menos tener uno en el camino. —Ella se dio unas palmaditas en el
estómago.

Los pálidos ojos grises de Cecilia se fijaron en ella, luego miró a través del pasillo, y se movió de
nuevo.

—¿En serio?

Kerry asintió con la cabeza.

—En realidad, es una especie de secreto, pero el bebé de Angie es suyo.

La madre de Dar se frotó el puente de la pequeña nariz, finamente.

—¿Pensé que ella estaba casada con ese hombre alto de allí?
—Lo está.

Ceci la miró con una expresión curiosa.

—¿Alguna vez consideraste ponerte en contacto de Jerry Springer?

Kerry rió inesperadamente, tapándose la boca para no estallar en carcajadas. La luz se quedó en ella
durante un minuto y luego sintió que se apagó, cuando la atención de las cámaras se fue a otra parte.

—Oh, Dios mío… fue divertido.


—Yo iba en serio. —Ceci murmuró. —Podrías hacer una novela con esto por lo menos.
—Señoras y señores, será todo por hoy. Todos los que estaban bajo orden de comparecencia hoy, por favor
vuelvan aquí mañana por la mañana para continuar con la investigación. La oposición del Consejo ha
pedido tiempo para cuestionar algunas de las declaraciones tomadas hoy.
—Hurra—. Kerry murmuró. —Bueno, ellos están atacando por ahí, vamos a ver si podemos salir de aquí
mientras podamos. —Se levantó y se sacudió la chaqueta, luego subió por el pasillo con Ceci a sus
espaldas. Una fuerte voz llamó la atención a sus ojos, y Kerry miró por encima para ver a uno de los
abogados de su padre discutiendo con la otra mujer.
—¡Tengo derecho a estar aquí! —La mujer gritó. —Así que quítame las manos de encima, ¡cerdo!
—Oh chico—. Kerry giró a la derecha, y caminó con determinación hacia la puerta mientras las cámaras se
escabullían con entusiasmo por la nueva distracción. Hizo caso omiso de las llamadas a sus espaldas,
fingiendo que era a alguna otra persona a la que gritaban Sra. Stuart. —¿Qué tan difícil es cambiarse el
nombre?
—No lo es mucho. —Ceci dijo, agachándose bajo los brazos de los reporteros. —La mitad de la
humanidad lo hace regularmente.

328
—Hm. Buen punto. —Kerry casi llegó a la puerta, pero un hombre alto, corpulento, con barba, un
micrófono y un camarógrafo se plantó firmemente en su camino y no tenía otro lugar a su alrededor a
donde ir. Ella se detuvo y lo miró con recelo.
—Sra. Stuart, es una declaración muy interesante la que ha dado.
—Me alegro de que así lo crea. —Kerry respondió. —Acabo de responder a lo que preguntaron.
—Nuestras fuentes nos dicen que está distanciada de su familia, ¿es cierto? —El micrófono se acercaba, y
ella estaba muy consciente de repente del redondo ojo negro de la cámara.
—¿Por qué quieres saberlo? —Kerry se lo preguntó directamente.

El reportero vaciló por el inesperado golpe de la respuesta, y luego se recuperó.

—Esta es una audiencia pública, Sra. Stuart, el pueblo tiene derecho a conocer los hechos.
—No es mi audiencia—. Kerry se opuso. —Dudo que las preocupaciones públicas sean sobre mí de
hecho.—Dijo con firmeza. —Ahora, si me disculpan, creo que la acción jugosa que desean está pasando
allí. —Señaló, a la amante de su padre luchando con el abogado de su padre, y golpeándolo en la cabeza
con el bolso. Distraído, el periodista miró, y luego agarró su cámara y comenzó a caminar en pos de la
lucha.

Kerry suspiró.

—Le dije que sería un circo. —Superó a una multitud de gente entusiasmada, la mayoría de los cuales
apuntaban a ella y logró salir de la habitación, donde más cámaras estaban esperando. Una ráfaga de
flashes se encendieron, y Kerry fue casi cegada, deteniéndose para no chocar contra nada ni nadie. —
Whoa—. Ella levantó una mano delante de sus ojos por pura defensa, luego sintió un tirón en el codo y
siguió la iniciativa de Ceci, esquivaron a dos periodistas locales que estaban en el aire, y dieron un pequeño
respiro cerca de la parte superior de las escaleras de mármol.

Todavía podía oír los gritos adentro, y brevemente, parte de ella se preguntó si no debería volver a
entrar, y estar junto a su familia, a pesar de que sabía que no era esperada allí.
Pensó que por un largo momento.
Luego se volvió y comenzó a bajar los escalones.

—Vamos, si esperamos a que empiecen a salir, nunca vamos a salir de aquí.

Cecilia murmuró un acuerdo en cuanto ella la siguió, e hicieron su camino por las escaleras y
salieron por las enormes puertas de madera. Fuera, las barricadas se habían establecido, y una pequeña
multitud se arremolinaban alrededor, aparentemente tratando de organizarse.
Pancartas se alzaban, y Ceci entrecerró los ojos para tratar de leerlas.

—Creo que son partidarios de tu padre.

Kerry se detuvo y miró.

—América para los americanos—. Respiró al ver las camisetas, y el pelo corto. El grupo era blanco, de
edades variadas, y definitivamente estaba incrementándose. Un autobús se detuvo y comenzó a descargar,
con hombres arrastrando los signos y las mujeres llevando cestas. —Oh, Dios mío.

Un cartel subió.

329
—Enmarcada por la izquierda, apoyada por el derecho moral.
—¿Cómo pueden ellos estar detrás de él después de lo que hizo? —Kerry dio la vuelta y le preguntó a su
compañera de más edad. —Yo no lo entiendo.

Ceci la tomó del brazo, y la instó a la calle.

—Kerry, vives en un país donde los hombres negros son golpeados hasta la muerte en las calles, y el sexo,
excepto en la posición del misionero, es ilegal en muchos lugares. No trates de darle sentido a esto, ¿De
acuerdo? He aprendido mejor. —Ella paró un taxi, que se acercó amablemente a la acera.

Kerry se acomodó en el asiento y se movió dejando espacio para que Cecilia entrara.

—¿Quieres decir que apoyan su causa por lo que no les importa lo que hace?
—Algo así—. Ceci se inclinó hacia delante y le dio al taxista la dirección del hotel. —Bueno, no sé tú,
Kerry, pero sin duda vendría bien un trago, y algo de cenar.
—Sí—. Un guiño. —Me encantaría un par de cervezas—. Kerry cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia
atrás contra el asiento. —Y la cena suena muy bien. Dar dijo que iban a recoger algo, a continuación,
tomaban el vuelo final hacia aquí.
—¿Tú eres fan de la cerveza? —Ceci se rió entre dientes. —Y aquí voy, justo después de decir que no
asumo las cosas, lo hago. Me imaginé que eras de margaritas.
—Nu uh. —Kerry negó con la cabeza. —He desarrollado el gusto por la cerveza en la universidad, y se me
quedó grabado. —Ella lo consideró. —Tuvimos un poco de cerveza artesanal cerca del campus. Pasé
mucho tiempo allí, estudiando y probando.

Vivir en el campus le había dado, por primera, la oportunidad real de ver una vida que no era la que
sus padres habían planeado para ella, y cuando miró hacia atrás, esas tardes largas en el pub acurrucada en
un agradable banco acolchado fuera de los circuitos y bebiendo la bebida de su elección, eran uno de los
mejores recuerdos que tenía de la escuela.
Sobre todo porque ella sabía que los iba a sorprender, como a muchos cuando dio una demostración
de su talento finamente pulido y bien desarrollado de eructos. Kerry se rió para sus adentros, recordando la
cara de Michael la primera vez que había oído que lo hacía.

—Bueno, por lo que leí en el vestíbulo, el hotel tiene un agradable aspecto para comer en el bar. Podríamos
darle una oportunidad. —Cecilia comentó, considerando los posibles menús y decidió que, en el peor de
los casos, podría pedir una papa rellena al horno.

O tal vez algunos champiñones rellenos.

—Me parece bien. —Kerry estuvo de acuerdo. —Pero tengo que salir de este traje de monos. Me está
volviendo loca.

Ella puso su cabeza hacia un lado, se cruzó de brazos viendo los edificios ir más allá en toda su
monstruosidad de mármol. En la esquina justo antes del hotel divisó lo que parecía ser tres de los
partidarios de su padre, con las cabezas rapadas deportivamente, sellos de colores en la espalda, y
chaquetas de cuero negro y botas. Parecían estar de pie hablando, y casi se despedían, antes de que ella
viera a uno de ellos ver hacia la puerta del hotel por un minuto, y luego volver a su conversación.
Pensó a medida que se detenían.
Hm.
Sólo porque estás paranoica, Ker, no significa que alguien no va a salir a buscarte.
330
Ella miró su reloj y se sorprendió.

***

Dar se apoyó en el cristal de la ventana, mirando la puesta de sol sobre el paisaje. La reunión había
terminado, y ahora… Ahora todo lo que tenía que hacer era esperar a que Alastair regresara, y envolver las
cosas.
Podría haber sido peor.
Podría, por supuesto, también haber sido mejor.
A pesar de lo que pensaba de Ankow, la junta podría no más sacarlo por ser un fanático, pero los
idiotas podían sacarla por ser gay. Era casi molesto, pero tuvo que admitir que no tenían nada realmente
significativo que usar para destituirlo, claramente ella había admitido su vida con Kerry, tenían menos de él
que lo que tenían sobre Dar.
Entonces.
Una frágil tregua fue lo mejor que pudieron manejar. Ankow muy a regañadientes accedió a retirar
su estúpida demanda, y Dar acordó mantener sus revelaciones tranquilas también. Se redujo a la confianza
del consumidor, como siempre… dejando claro que cualquier escándalo perjudicaría a la empresa, y desde
el fondo Ankow había sido descubierto, no había posibilidades de que consiguiera lo que quería que fuera
la negociación, por lo que decidió dar marcha atrás y encontrar otro modo.
Lo que significaba que aún tendrían que tratarse unos con otros.
Dar suspiró y apoyó la frente adolorida contra el frío cristal. La junta estaba preocupada por ella y
Kerry. Ella podía sentirlo, en sus palabras y lenguaje, pero la mayoría de ellos eran demasiado educados
para decírselo a la cara. No era de extrañar, en realidad. La mayoría de ellos eran mayores, y
conservadores, y había bastantes problemas con su condición de mujer, en primer lugar, sin ni siquiera
entrar en el hecho de que era gay.
No importa si Dios maldecía. Había dicho, y Alastair había estado de acuerdo, y señaló que no le
había importado durante quince años, y allí estaba un hombre de familia, un abuelo, tan conservador como
podrían llegar los calcetines negros y los zapatos de charol.
La puerta se abrió, y se acercaron unos pasos, arrastrándose por la alfombra. Dar oyó un crujido
débil cuando Alastair se sentó en el borde de su escritorio y dio la vuelta, mirándola con tranquilos ojos
azules.

—No es un buen día, Alastair.

Él inclinó la cabeza un poco.

—Podría haber sido peor, Dar. Podría haber sido peor.


—Cierto.
—Sé que crees que te abandoné ahí.

Dar se encogió de hombros y miró las pálidas rayas de la luz del sol que entraba por la ventana.

—No tiene sentido que todos cayéramos.


—Eso no es cierto, Dar. — Alastair se levantó y se acercó, poniendo sus manos en los bolsillos y echando
la cabeza un poco hacia atrás para mirarla a los ojos. —La verdad es que yo estaba fuera de mi liga. No
tenía ni idea de qué decir o qué hacer cuando sacaron esa foto. Yo estaba esperando lo que dijiste. —Hizo
una pausa. —Y, como siempre, te ocupaste de la peor situación posible con facilidad y gracia, y me
recordó una vez más porqué estás donde estás, y por eso te he puesto ahí.
—Dudo que la junta esté de acuerdo contigo.
331
El director general se encogió de hombros.

—Ellos no te conocen. —Alastair respondió. —He tenido quince años para acostumbrarme a ti, Dar. Dales
una oportunidad, con el tiempo…
—¿Con el tiempo van a olvidar que soy una mala mujer con una agenda gay?
—Bueno—. Su jefe se echó a reír un poco. —Ellos se olvidarán de que eres gay. Creo que va a pasar
mucho tiempo antes de que se olviden que eres una mujer. —Vio oscuras y bien delineadas cejas
levantarse. —Vamos, Dar, somos un grupo de cabras viejas, ¿No cree que la mitad del resentimiento que
flota alrededor de esa habitación no es porque ninguno de nosotros tiene una oportunidad contigo?

Dar tuvo que reír.

—Alastair, a veces eres un hijo de puta.


—A veces—. Él estuvo de acuerdo. —Escucha, Dar, el hecho es que eres de muy bajo perfil en la empresa,
y eso te está dañando, porque algunos de esos tipos oyen todo menos las cosas malas de ti. Realmente me
gustaría que fueras a la reunión trimestral en condición de socio, y me encantaría hacer la presentación en
esta ocasión.
—¿Yo?

Alastair asintió con la cabeza.

—He estado pensándolo mucho últimamente, y me parece una buena idea. Lo conseguiste allí, y te expone
a todas estas personas que no tienen idea de quién eres, pero han oído historias. —Él sonrió. —Además, es
un excelente trimestre para ello, Dar. La nueva red está arriba, y la han pagado ya. No puedo pensar en un
mejor escenario para que te puedas presentar.
—Hm—. Dar se sintió fuera de balance. No esperaba que la conversación fuera de esta manera, y después
de la sesión en la que acababan de estar, su cerebro estaba aún buscando el rumbo en algún lugar. —Está
bien. Voy a ver qué puedo trabajar.
—Bien—. Su jefe le sonrió. —¿Tienes planes para esta noche?
—Cenar con mi padre. —Respondió Dar. —Eres bienvenido a unirte a nosotros si quieres. Nos dirigimos a
la parrilla de la carretera.

Alastair suspiró.

—Dar, voy a tener que matarte. Tengo que ir a la apertura del restaurante de mi sobrino esta noche.
—¿Qué hay de malo en eso?
—Se llama Jardines de queso de soja.

Dar se aclaró la garganta.

—Tengo una barra de chocolate en mi maletín, si te ayuda—. Le tendió una mano. —Que se diviertan.
Voy a estar en contacto después, Alastair. Tenemos mucho que trabajar para el nuevo contrato.
—Lo haré.

El director general la observó marcharse, y luego se sentó lentamente en su silla de piel,


entrelazando sus dedos alrededor de una rodilla vestida de gris, dejando que el color de la puesta de sol lo
rodeara.

332
***

—Creo que me va a gustar esto. —Andrew asintió con la cabeza, cuando subió los dos peldaños de madera
del porche de la enorme parrilla. Abrió la puerta e hizo un gesto para que Dar entrara, y la siguió a través
de una atmósfera rica en proteínas, alcohol y el inimitable polvo de las cáscaras de maní. —Sí. Un trozo de
carne, y una cerveza, y una hermosa dama conmigo. Me gusta esto.
—Dos—. Dar dijo a la dueña de la casa, mientras sonreía y negaba con la cabeza. Siguieron a la joven por
un pasillo ancho y se sentaron en una mesa. La mesa tenía platos llenos los paquetes de azúcar y botellas
de salsa picante. Dar examinó uno. —Bonito—. La puso y apoyó su brazo sobre la mesa, luego se deslizó
hacia un lado y se apoyó contra la pared. —Me alegro de que haya terminado.
—Ah lo apuesto. —Andrew tomó unos maníes, agrietando las conchas con fuertes dedos, a continuación,
ofreció exactamente la mitad del contenido a su hija. Dar había cambiado su traje de negocios por un par
de pantalones vaqueros y una camisa de algodón planchada, y se ató el pelo hacia atrás para mantenerlo
fuera de sus ojos por el viento. —¿Todas las cosas van bien en DC?
—Es difícil de decir. —Dar hizo una pausa, cuando la camarera llegó, una joven muy alegre con diminutos
destellos de sombras azul. —Café Irlandés, por favor. —Ella miró a su padre. —¿Cerveza?
—Sip, una de esas cosas oscuras, si la tiene. —Andrew confirmó. —Y me gustaría un filete poco cocido, y
un poco de helado.

La muchacha parpadeó.

—¿Todo de una vez, señor?

Dar se rió entre dientes.

—Que sean dos, y no, el helado puede traerlo después. —Comió un maní cuando la chica terminó de
escribir, y tomó los menús no utilizados. —Mmph—. Ella ahogó un bostezo, y echó la cabeza hacia atrás,
se cruzó de brazos viendo la televisión en silencio por encima de la barra. —Hey —Ella le dio un codazo al
brazo de su padre y señaló. —Esa es la audiencia.

Andrew se dio la vuelta para mirar.

—¿Es su padre?
—Sí—. Dar asintió con la cabeza. —Esa es su madre y su hermana Angie y su hermano Michael detrás de
ellos. —Vieron como la cámara mostró a los investigadores, y luego una foto del hermano de Kerry en el
estrado, que parecía muy incómodo.

Luego vino una imagen de un rostro muy familiar.

—¡Hey! —Dar sonrió en reflejo. —Mira, es Kerry y mamá.


—Caray, si lo son. —Andrew se rió entre dientes.

Dar sacó su teléfono celular y marcó rápidamente un número.

—Hola.
—Hola—. La voz de Kerry sonaba apagada contra la cantidad de ruido.
—Te acabo de ver en la televisión.
—Uff.

333
—No, te ves muy bien. —Dar la tranquilizó. —Tú y mamá, ambas. A pesar de la apariencia que te estaban
dando el camarógrafo pudo haber matado a un pavo real a veinte pasos.
—Se me olvidó lo mucho que odiaba eso. —Kerry se quejó. —No tengo ni idea de cómo me reconoció.
Claramente no luzco como cinco años atrás. —Ella ahogó el receptor y luego volvió. —Se está poniendo
un poco raro aquí, Dar. Supongo que esas personas a las que ha estado pagando mi padre decidieron salir y
apoyarlo. Me están poniendo la piel de gallina.

Dar frunció el ceño.

—¿Te están molestando? —Se dio cuenta que su padre había cogido el tono, y estaba escuchando alerta.
—No. —Kerry le aseguró. —Estoy segura de que es mi conciencia, ¿Ya sabes lo que quiero decir?
—Bueno, trata de mantenerte fuera de problemas hasta que lleguemos allí.
—¿Eso significa que podemos meternos en problemas entonces? —Kerry aligeró su tono. —En serio, está
bien, Dar. Tengo que volver a las cámaras mañana, pero después de eso, creo que van a dejarlos ir y se
concentraran en los empleados y la policía será quien investigue todo eso.

Dar se relajó y se recostó.

—Está bien. Bueno, vamos a cenar, y luego iremos al aeropuerto. Creo que el vuelo será en torno a las
diez—. Ella tomó un sorbo de su café, y dejó que el whisky irlandés quemara su camino. —¿Dónde estás?
—En el bar del hotel. —Kerry respondió. —Tratando de averiguar lo que es un ombligo borroso.

Dar sonrió.

—Te le mostraré cuando llegue allí. —Se ofreció, con una risa ahogada. —Porque tienes uno.

Momento de silencio.

—Oh, por… ¡Dar! —Un gemido llegó a través de la línea. —Voy a hacerte daño.
—Eh. Es licor de durazno y jugo de naranja, creo. —Dar suministró amablemente. —¿Lo tienes?
¿Melocotón… difusa… ombligo… naranjas?
—Ya lo tengo. Gracias. —La voz de Kerry sonaba ligeramente exasperada. —Voy a comer mi
hamburguesa… no, perdón, mi cheddar superó el bistec a la plancha picado sobre rodajas y papas tostadas.
Te veré en unas cuantas horas.
—Comete una patata francesa por mí. —Dar dio una sonrisa. —Hasta pronto—. Colgó y guardó el
teléfono, de pronto deseó que el vuelo se hiciera de una vez, y estar ahí explicando lo que eran ombligos
difusos de cerca y en persona.

***

—Kerry.

Ella había estado allí de pie, apoyando los codos sobre la baranda del balcón con vistas a la
iluminada ciudad, y se volvió al oír su nombre.

—Es bonito, con todos los monumentos, las luces y esas cosas.

Ceci salió a reunirse con ella, entrando por la puerta que conectaba las dos salas.

334
—Sí, lo es. —Ella estuvo de acuerdo. —¿Quieres dar un paseo por algunos de ellos? Es una buena noche
para salir.
—Caminar o cualquier cosa que recoja las proteínas de animal flotantes y no se conviertan en grasa
sólida.—Kerry le dijo, haciendo una mueca. —Podría haber usado el exceso para lubricar mi coche.

Ceci se echó a reír.

—Bueno, me gustaría sugerir el vegetarianismo, con la excepción de que mis hongos estaban grasiento, y
creo que esas alcachofas eran más viejas que yo.

Kerry se rió entre dientes, e intercambiaron miradas. Se dio cuenta de que ambas estaban cada vez
más cómodas la una con la otra, y ella se encontró a gusto con la madre de Dar. Tenía un seco y malvado
sentido del humor que dejaba salir de vez en cuando, al igual que lo hacia su hija, pero se basaba en una
mentalidad totalmente diferente a sus experiencias.

—Claro—. Ella estuvo de acuerdo con amabilidad. —Me puedes explicar el paganismo mientras
caminamos. He estado pensando en eso desde que Dar lo mencionó.
—Dar lo mencionó. —Ceci se rascó la mandíbula, la condujo para salir de la habitación del hotel y se
dirigieron hacia el ascensor. —¿Me atreveré a preguntar en qué contexto?

Kerry pensó en la pregunta.

—Ah… Bien. Estábamos en un restaurante tailandés…


—Y eso dio lugar a una discusión sobre el paganismo. —Ceci reflexionó. —¿Fueron esas pequeñas
estatuas de Budda?

Salieron del hotel y bajaron los escalones, dando vuelta a la derecha y bajando la calle hacia un
monumento bien iluminado.

—No—. Kerry continuó la conversación. —Duks y yo hablábamos de creer en Dios.


—¿La comida era tan mala?

Kerry se echó a reír.

—¡No! —Ella sacudió la cabeza. —Él es un ateo, por lo que comparaba los sistemas de creencias. Mariana
nos contó como era su religión, entonces Duks le preguntó a Dar su punto de vista.
—Ah.
—Ella dijo que su padre era un bautista del sur, y que usted era pagana, y que siempre supo que ambos
creían en algo… —Kerry arrugó la frente. —Vamos a ver… me dijo, que ambos crean en algo no es
necesariamente la misma cosa, pero es algo, y ella tiene un poco de ese patrón.

Ceci pensaba en eso mientras caminaban.

—¿Y qué piensas de eso?


—¿Qué es lo que pienso? Pensé que las vacaciones en su casa deben haber sido interesantes. —Kerry
respondió con una sonrisa. —Pero lo que realmente me impresionó fue que Dar era libre de hacer su propia
elección.
—Eso es muy cierto.

335
—Me dio un enfoque diferente de la religión. Iba a una escuela cristiana hasta el mismo momento en que
fui a la universidad, e incluso entonces. Estaba en la misma zona, más o menos, así que no tuve
oportunidad de conocer a um… —Kerry vaciló.
—¿Paganos? —Ceci arqueó una ceja.
—Personas con diferentes estructuras de valores. —Ella corrigió suavemente. —Quiero decir, hemos
estudiado las diferentes culturas en la escuela, pero no es lo mismo que verlo cara a cara.
—Mm. Eso es verdad. —Ceci asintió con la cabeza. —Ha sido así para mí, después que me casé con Andy
y fui a vivir a una base naval.

Kerry la miró, el perfil de la mujer más baja se esbozada en el claro de luna.

—Eso debió ser una transición difícil.

Un guiño lento.

—Lo fue—. Ceci murmuró. —Andy se iba mucho, y éramos tan jóvenes.

Caminaron en silencio por un rato.

—Miami tiene que haber sido un shock para ti. —Dijo la mujer mayor, cuando entraron en un parque bien
cuidado, y empezaron un camino cubierto de trozos de cedro, que crujían suavemente bajo sus pies.
—Oh, sí—. Kerry estuvo de acuerdo. —Tuve la oportunidad… de obtener un puesto de gestión en
Associated Synergenics, y dije que sí, antes de que realmente pensara en lo que estaba haciendo. Mis
padres estaban furiosos. —Ella suspiró. —Pero me fui. Encontré un apartamento en Kendall, acomodé todo
dentro… encontré a algunos amigos… —Hizo una pausa, con una leve sonrisa.
—¿Y? —Ceci escuchó las palabras no dichas.
—Fuimos a South Beach y descubrí que era gay… —Una risa ligera. —Tú sabes… lo de siempre.
Recuerdo la noche en que todo se me aclaró. Me fui a la playa, y me quedé allí mirando las estrellas,
convencida de que iría al infierno.

Ceci silbó ligeramente.

—Eso es algo que nunca entendí acerca de la religión cristiana. Su fundador es uno de los pocos y
genuinos iconos del amor que el mundo haya conocido, sin embargo, aún más violencia y odio se ha hecho
en su nombre que cualquier otra cosa—. Levantó las manos. —No lo entiendo. Nunca lo he hecho, y por
eso nunca pude aceptar sus enseñanzas.

Kerry se quedó en silencio, y dejó que esas palabras penetraran.

—Creo que… —Ella exhaló suavemente. —Creo que mi verdadero problema se produjo cuando trataba de
conciliar las palabras que me llamaban pecadora, con la alegría que me trajo amar.
—Mm—. Ceci asintió con la cabeza mientras caminaba, alzaba una ociosa mano para rozar las gruesas
paredes de mármol cuando pasaban. —Cuando Dar nos dijo que era gay, te lo juro, tanto Andy como yo
creíamos realmente que lo hacía sólo para añadir algo más de rebeldía a su ya sacudida adolescencia—.
Ella se rió en voz baja. —Creo que recuerdo haber dicho “Bueno, cariño, podría haber sido peor. Ella
podría haberse unido a una secta”.

Kerry se echó a reír también.

336
—¿Fue difícil para… el Sr. Roberts?
—Andy le hubiera encantado Dar sin importar lo que ella hubiera decidido ser o hacer. —Ceci le dijo. —Él
hizo lo que siempre hacia cuando se enfrentaba a algo que realmente no entendía. Fue a la biblioteca y leyó
todo lo que pudo tomar sus manos sobre la homosexualidad.
—Wow.
—Mm… Y la conversación que tuvo que terminar teniendo con Dar, estaba decidido a asegurarse de que
no iba a meterse en problemas, fue una de las cosas más divertidas que he tenido que escuchar.

Kerry se cubrió la boca, ahogando una risita.

—Oh, Dios mío… lo puedo imaginar—. Se aclaró la garganta y bajó el tono de su voz. —Ahora
escúchame, Dardar, no vas a meter tu culo en problemas, así que aquí tienes algunos de esos condones que
dicen deben usar.

Ceci casi se dobló.

—¡Oh! —Ella se echó a reír. —¡Eso es muy bueno! —Tuvo que detenerse y apoyarse contra la pared. —Y
muy, muy cerca.

Kerry se unió a ella riendo.

—Bueno, hubiera querido estar en la tienda local gay en Fort Lauderdale cuando fue por una etiqueta de
arco iris.

Cecilia se echó a reír más fuerte.

—¡Él lo hizo!
—Oh, sí… y tenían uno de esos llaveros de arco iris, también. —Kerry le dijo alegremente. —Fue un… —
Hizo una pausa, cada vez más seria. —Fue un maravilloso alivio cuando él nos aceptó… me aceptó, como
lo hizo. No tienes idea de lo mucho que significa para mí.

Ceci la tomó del brazo y comenzaron a caminar de nuevo.

—Creo que sí. —Ella murmuró. —Él es una persona tan poco sofisticada, de verdad. Pero es bueno en
todo lo que hace. Él era un buen soldado, es un buen marido, y es un padre muy bueno. —Se volvió para
mirar el perfil de Kerry. —Me alegro de que se haya convertido en un padre para ti, Kerry.

Kerry no respondió, esperando a que el nudo se quitara de su garganta. Se mordió el labio y lo tragó,
luchando contra las lágrimas que le escocían los ojos. Ella siguió caminando, con Ceci paseando junto a
ella aceptando el silencio con tranquila simpatía.
Cruzaron hacia un área abierta, iluminada por las luces halógenas que convirtieron las sombras
verdes en cintas de agudo color negro y plata. Kerry escuchó un suave crujido detrás de ella, y miró hacia
atrás, sorprendida al ver tres formas altas caminando lentamente detrás de ellas.
¿Coincidencia? Los tres tenían chalecos de cuero y camisetas blancas, y apenas podía ver en la
oscuridad los tatuajes de sus brazos. Los tres tenían la cabeza rapada, y estaban hablando en voz alta…
demasiado fuerte.
Ceci siguió su mirada, y luego volvió los ojos hacia adelante.

337
—En la vida cada imbécil debe caer. —Ella suspiró, dibujando una mirada de asombro en Kerry. —
Vamos, Kerry, no eres una de esas personas que creen que los padres no maldicen o tienen relaciones
sexuales, ¿verdad?
—Uh—. Se mordió el labio inferior y dirigido a Ceci un poco más hacia las zonas iluminadas. —Bueno…

Las voces detrás de ellas se hicieron más fuertes y más gruesas, y el tema pasó de luchar por algo a
algo mucho menos dulce.

—¿Ves todos esos negros de allá?


—Se debe dar algo de forma gratuita, míralos reunirse alrededor de la limosna.
—La ciudad está demasiado llena de putos negros y maricones.
—Ellos no deberían estar aquí. —Estrepitosas carcajadas. —Deberíamos enviar a los maricas y a los
negros para arriba como confeti.
—Discúlpeme—. Cecilia dio tres pasos a su derecha y se enfrentó a ellos, obligándolos a dejar de
caminar.—Lo único que veo aquí son un par de trozos de basura muy blancas que necesitan cerrar sus
bocas ignorantes.

Miraron a la diminuta mujer en estado de shock durante un largo instante, uno compartido por
Kerry, quien no esperaba que su compañera de más edad se convirtiera en una activista tan de repente.

—Oye. ¿Me está hablando a mí, perra? —El primero de ellos apuntó a su pecho, resoplando.
—No. —Dijo Ceci. —Estoy hablando de ti. Hablar contigo requeriría un poco de inteligencia de tu parte, y
no estamos yendo hacia allí. —Se puso las manos en las caderas. —Mierda. Estás contaminando la capa de
ozono. —Hizo un gesto con el pulgar por encima del hombro. —¡Quítense!

Pasó a su alrededor y comenzó a bajar por el camino, mirando hacia atrás como esperando que le
creciera una segunda cabeza.

—¡Perra!— Uno movió la cabeza. —¡Maldita perra loca del culo!

Ceci los vio irse.

—Imbéciles—. Suspiró con disgusto. —¿Qué demonios están pensando sus padres? ¿Qué están enseñando
a los niños en estos días, por cierto?

Kerry parpadeó, luego sonrió.

—Um…

Ceci le rozó la camisa luego comenzaron a caminar de nuevo. Doblaron una esquina en el gran
parque, y luego hicieron una pausa, mirando a un grupo mayor de personas, justo delante de ellas. Un
hombre estaba envuelto en una bandera confederada, y pudieron ver más pasar a su alrededor.

—No creo que el truco funcione dos veces.


—No. —Kerry estuvo de acuerdo, dando la vuelta. —Vamos, vamos a empezar de nuevo. Esto me está
poniendo los pelos de punta…

Se dirigieron de nuevo por el camino en que llegaron, al doblar la esquina otra vez y casi corriendo
media docena de hombres iban en la dirección contraria.
338
—Discúlpeme—. Kerry trató de pasar a su alrededor, pero se encontró agarrada por una manga.
—Oye, linda cosa. ¿A dónde vas? Ven a una fiesta con nosotros.
—No, gracias—. Kerry suavemente trató de apartarse. —No soy de fiestas.

El hombre que sostenía su brazo era un alto y rubio, guapo, con la cabeza rapada y con un collar de
alambre de púas de plata.

—Podríamos cambiar eso… ¿Correcto chicos? —Sus compañeros se rieron. —Piérdete, mamá, que vamos
a mostrarle a la pequeña rubia aquí lo que es pasar un buen rato. —Tiró de Kerry hacia él, sonriendo
cuando ella dejó de resistir. —Esa es una chi…

Kerry se fue con el movimiento y dio un paso, luego lazó su peso y golpeó una rodilla en ángulo
recto hacia la ingle. Se detuvo, y se dio la vuelta, agarrando su brazo y tirando la cabeza de él a la tierra
con un golpe.
Ella retrocedió y se puso en una postura equilibrada, con las manos ligeramente al nivel de los
hombros curvados cerrando los puños, y esperó.

—Hey, no puedes hacer eso pequeña… —Uno de los otros se acercó a ella, y lo conectó con una patada a
la mandíbula, enviándolo al suelo.
—Si, puedo—. Ella advirtió. —Ahora, nos dejan en paz.
—Como el infierno. —Un hombre bajo asomó su cabeza por detrás del edificio. —¡Hey! ¡Hey chicos!
¡Nos dieron algo de cebo por aquí!
—Mierda—. Ceci maldijo. —Creo que es hora de irse.
—Sí—. Kerry dio la vuelta y la empujó hacia adelante. —¡Corre! —Ella eludió las manos extendidas que
las encerraban, entonces se agachó y le dio una patada en las costillas, empujando con fuerza contra sus
compañeros, cuando perdieron el equilibrio y usándolo de distracción para escapar después de Ceci,
cerrando sus puños a su lado y corriendo sobre la hierba con zancadas poderosas.

Un grito les dijo que las estaban siguiendo.

—¡Muévete!

Ella le gritó a Ceci, que la esperaba. Delante de ellas, la entrada al parque se alzaba enorme, y
distante, prometiendo seguridad en sus multitudes y dispersas aperturas. Kerry llamó a la madre de Dar y le
puso una mano en la espalda, empujándola hacia delante y mirando detrás de ella para ver al grupo que las
perseguía. Una piedra voló sobre su cabeza y echó a correr más rápido, detectando los cuerpos justo detrás
de ellas por los sonidos de las respiraciones y los pasos.
Irrumpieron, sorprendiendo a los transeúntes y atrayendo la atención inmediata de un policía a
caballo. Él detuvo su montura, y fueron hacia él, casi chocaron con el enorme animal.

—Vaya.

Kerry se volvió y vio a un grupo de hombres salir del parque, dispersándose cuando vieron a la
policía. Ella contuvo el aliento y puso una mano sobre el hombro de Ceci, mirando a la mujer mayor
apoyada en el caballo.

—¿Estás bien?

339
Un guiño.

—¿Qué pasa aquí, señoras? —El policía le preguntó, tenía la cara ancha, y arrugó la barba por la
preocupación. Alzó los ojos para ver al grupo de hoscos hombres desvanecerse de nuevo en el parque, y
frunció el ceño. —¿Esas personas les dieron algún problema?
—Se podría decir. —Kerry suspiró. —Nos invitaron a una fiesta. Lo rechazamos. Se molestaron.

El hombre negó con la cabeza y desmontó.

—Maldita sea. Sabía que esa gente iba a ser un problema. —Sacó un libro de su alforja y tomó algunas
notas, y luego cogió su walkie talkie. —Simmonds a la base. Parece que tenemos algunos problemas en el
Monumento a Franklin Delano Roosevelt—. Él lo apagó. —Voy a necesitar algo de información de las
señoras.
—Um—. Kerry retrocedió un paso. —Sabes, realmente no nos hicieron nada, y yo preferiría no
participar.—Eso le ganó una mirada muy severa del policía. —Lo sé, lo sé. Se supone que debo ser un
buen ciudadano, pero confía en mí, oficial, no quiere tratar con el papeleo que voy a tener que hacer.
—Oiga, señora… —Él la miró cuestionándola.

Kerry suspiró.

—Stuart—. Hizo una pausa. —Kerrison Stuart.


—Stuart, correcto. Escuche Sra. St… —Se detuvo. —¿No es… esa… Stuart?

Ella asintió con la cabeza.

—Por desgracia.

Él se frotó la cara.

—¿Dónde se está quedando?

Kerry señaló.

—Allí, me estoy quedando allí, ¿vale? Íbamos hacía allá.


—¿Sabían quién era usted?
—No lo creo. —Kerry negó con la cabeza. —Y prefiero que no lo hicieran.

Escribió algo y luego asintió.

—Muy bien, Sra. Stuart, vaya por favor. Es un poco loco por aquí esta noche. Permanezca en el interior.
—Lo haré—. Kerry estuvo de acuerdo, entonces tomó por el brazo a Cecilia para trasladarla hacia la luz de
cruce. —Jesús… Yo no creo que esas clases fueran muy duras.

Ceci se sacudió. Ella tomó varias respiraciones, esperando a que su corazón se calmara.

—No bromees. —Ella murmuró. —¿Dar te enseñó eso?


—Sí—. Kerry de repente se sintió muy agradecida por las largas horas pasadas en el gimnasio que la
lanzaban sobre su trasero. —¿Estás bien?

340
—Sí—. Ceci se alisó la camisa, cruzaron la calle y se dirigieron hacia la entrada del hotel. —Pero no
quiero repetirlo tan pronto.
—Yo tampoco—. Kerry estuvo de acuerdo, sin darse cuenta de los ojos a sus espaldas.
—¿Qué hora es? —Miró su reloj.
—Casi las diez… bien. —Abrió la puerta del hotel y permitió que Ceci pasara delante de ella. —Vamos a
buscar una película para ver. Quizás en la habitación… ¿sí? —Ella sintió un roce contra su espalda. —
¿Puedo ayudarle?
—Lo siento—. El alegre hombre se disculpó. —Discúlpeme—. Él pasó delante de ella y se dirigió hacia el
mostrador de la recepción.
—No hay problema. —Kerry murmuró, tocando sus hombros, incapaz de escapar de la vaga sensación de
familiaridad en su cara, o de sus movimientos, que no estaba segura de qué.

Definitivamente, las cosas estaban espeluznantes. Miró su reloj de nuevo, luego movió la cabeza y
siguió a Ceci hacia el ascensor.

***

Su mensaje era la luz que parpadeaba cuando ella entró a su habitación, y Kerry la miró durante un
minuto, antes de que se acercara y cogiera el receptor. Marcó a recepción y escuchó una respuesta.

—Sí, tengo un… oh. Sí. —Ella escuchó el mensaje.


—Es de un Sr. Selver, del Washington Post. “Llámame, es muy importante”.
—Ah, gracias. —Kerry murmuró educadamente.

Pero había más. Seis notas, de seis representantes diferentes de los medios de comunicación, todos
querían hablar con ella, o concertar una cita para hablar con ella.

—¡Guau! Um… Realmente no quiero responder a ninguno de ellos.

El operador respondió amistosamente, obviamente conociendo a la gente que no quería hablar con la
prensa.

—¿Le gustaría que desvíe sus llamadas, Sra. Stuart?


—Sí. Tengo un teléfono celular, y cualquier persona con la que realmente quiera hablar sabe el número. —
Respondió Kerry. —Ah… pero si es alguna de Dar o Andrew Roberts, estará muy bien.

El sonido de escribir llegó claramente a través del teléfono.

—Así será, señora. Buenas noches.


—Gracias… ah, ¿Me puede transferir el servicio a la habitación? —Kerry preguntó, recibiendo una
respuesta positiva, y luego esperó a que la llamada fuera transferida. —¿Hola?

Ella pidió un batido de café y algunas patatas, a continuación, dejó el teléfono y se acercó al cómodo
sofá de la esquina y se dejó caer en él.

—Jesús—. Ella cerró los ojos y se los frotó con una mano. Eso había sido… un asco. Tanto la actitud de
los rebelde y el ataque le hizo a Kerry sentirse mal del estómago.

Oh, bueno. Ella levantó la vista cuando un golpe sonó en la puerta.


341
—Hola.

Ceci entró, llevando una caja de bombones.

—¿Quieres uno?

La frente de Kerry se arrugo.

—Claro… ¿De dónde son?


—Godiva, los trajo mi marido. —Fue la irónica respuesta. —Tiene una racha de indulgencia muy
sorprendente que asoma a veces.

Kerry trató de comerlo cuidadosamente.

—Mm… Dar también lo hace. —Ella asintió con la cabeza. —A veces encuentro cosas en mi escritorio.
Una galleta, una rosa… Nunca sé lo que voy a encontrar.

Ceci se sentó en la silla a su lado y apoyó los pies sobre la mesa de café.

—¿Se lo devuelves?

La mujer rubia asintió con la cabeza.

—Claro—. Una sonrisa. —Cuando salgo le compro una camisa nueva, o algo para su equipo, como un
lindo llavero, ese tipo de cosas. —Hizo una pausa. —A veces le dejo un pequeño poema o algo más, si
estoy realmente con un estado de ánimo pegajoso.

Ceci se rió entre dientes.

—Yo solía meter bolsas de golosinas en su equipo. —Ella admitió. —Su favorito era una pequeña bolsa de
besos de Hershey.

Kerry sonrió, luego dio un salto cuando su teléfono celular sonó.

—Dios, odio eso. —Ella lo tomó a continuación y lo abrió. —¿Hola?


—Hey Kerry. Es Mark.
—Hola—. Kerry sintió que su mente se descarriló. —¿Qué pasa?
—Bueno, nada bueno. Se acaba de fundir un nodo importante en Virginia, y la ATM de la mitad del litoral
del este y las transferencias interbancarias se han reducido.
—Auch—. Kerry hizo una mueca. —Eso es un gran problema. —Alargó la mano y abrió el maletín del
portátil, y luego tomó el equipo y lo puso sobre la mesa. —Voy a marcar y vigilar eso. ¿Tenemos una ETA
todavía?

Un resoplido.

—¿ETA? Ellos ni siquiera saben cuál es el problema, y mucho menos cómo solucionarlo. CLIPC se está
intensificando, pero creo que la compañía está dando vueltas en círculos persiguiendo su cola.

342
—Grandioso—. Kerry se levantó y se deslizó en la silla del escritorio, encendió su computadora portátil y
conectó el cable del módem en el enchufe de la pared. —Y mañana no sólo es viernes, también es fin de
mes.
—Día de pago del Gobierno. —Mark estuvo de acuerdo. —Es por eso que estoy llamando. Simplifiqué
todo en el sistema cuando vi los enlaces bajando. Me imaginé que estaban a punto de empezar a
notificárselos a ustedes.

Kerry suspiró.

—Gracias, Mark.
—¿Cómo te va?
—¡Es un asco!
—Bueno, al menos hoy hay buenas noticias sobre el contrato. Apuesto a que Dar casi muere cuando se
enteró de ello.

Kerry estaba ocupada registrando.

—¿Enterarse de qué?

Llamaron a la puerta, y Ceci puso de pie, e hizo señas a Kerry cuando se acercó y miró a través de la
mirilla.

—Servicio a la habitación. —Abrió la puerta, lo que permitió el servidor uniformado entrar. Estaba a punto
de cerrar la puerta cuando un hombre grande y corpulento se lo impidió, poniendo una mano sobre la
superficie de la puerta y empujando hacia atrás. —¿Disculpe?
—Hola… Estoy buscando a Kerry Stuart.

Ceci puso su cuerpo en ángulo recto contra la puerta.

—¿Por qué?
—Sólo quería hablar con ella. —El hombre sonrió de manera amistosa. —Mi nombre es Al… Al
Bainbridge. Trabajo para un periódico local.

Ceci le dirigió una mirada directa.

—Es tarde, y no creo que ella esté de humor para hablar en este momento.
—¿Suponga que usted me deja preguntarle?
—¿Suponga que usted quite su mano antes de que cierre la puerta sobre ella?
—Es una ventaja para ella si habla conmigo, señora. —Ahora la voz del hombre adquirió un tono más
duro. —Puedo obtener algunos datos de ella, o lo conseguiremos de otra manera, ¿Y no sería más
agradable si ella pudiera decirlo primero?
—¿Qué es esto, Sra. Roberts? —Kerry se acercó por detrás y echó un vistazo por encima del hombro. —
Ah. Mi amigo el reportero agresivo. —Puso una mano sobre el hombro de Ceci. —Yo realmente no tengo
nada que decirte.

El hombre mantenía una mano en alto.

343
—Ahora, vamos, Sra. Stuart. Es sólo un par de preguntas. Vas a tener que responderlas tarde o
temprano.—Él le aconsejó. —Se hizo un tema demasiado interesante allí arriba, y hay un montón de gente
alrededor excavando para obtener información sobre usted.

Kerry se rascó la mandíbula.

—Está bien—. Ella lo miró astutamente. —Te voy a dar una opción. ¿Prefiere hablar conmigo, o que te
paguen?
—¿Qué?
—Estoy trabajando para solucionar un problema que afecta a todas las transferencias interbancarias y
cajeros automáticos desde Nueva York hasta Virginia. Te voy a preguntar de nuevo. ¿Quieres hablar, o
quieres que siga adelante con mi trabajo?

El reportero se quedó mirándola durante un buen rato.

—Estás bromeando.
—No—. Kerry levantó su identidad corporativa. —Tú eliges, pero que sea rápido, porque mi batido se
derrite.

Él exhaló.

—Te diré que. Esta noche me dejaré vencer por los pies, pero por favor ¿Puede acordar desayunar
conmigo? No voy a ser duro con usted, Sra. Stuart. Honestamente, no lo seré.

Kerry pensó en ello. Hablar con la prensa no era algo que ella realmente quisiera hacer, pero después
de esos mensajes, había comenzado a darse cuenta del alcance de su participación en todo. Tal vez Al tenía
razón. Tal vez era mejor para ella, por lo menos, tener la oportunidad de controlar lo que se decía.

—Muy bien—. Ella estuvo de acuerdo en voz baja. —Pero no creo que sea una gran historia para ti.

Él escondió rápidamente una sonrisa de triunfo.

—Supongo que lo sabremos mañana. Buenas noches, Sra. Stuart—. Él le dio una breve mirada a Ceci,
luego se volvió y emprendió el regreso por el pasillo.
—¿Estás segura que quieres hacer eso? —Ceci le preguntó, mirando a sus espaldas. —¿A dónde fue el
camarero?
—Lo he enviado a tu habitación. —Kerry suspiró, mientras cerraba la puerta, y miró su reloj. —Esto es un
desastre. Me gustaría…

Otro golpe en la puerta.

—Hijo de puta. —Kerry estaba perdiendo la paciencia. Ella se volvió y agarró la manija de la puerta,
tirando hacia atrás y tomó un respiro para explotar a quienquiera que fuese.

Volvió a salir y se sintió completamente aliviada.

—Gracias. —Kerry se acercó y cogió un puñado de tela algodón y tiró de ella, tambaleándose hacia la
mujer alta, de cabello oscuro que se acercó de buena gana y la envolvió en un fuerte abrazo. —Ungh…
Estoy tan contenta de que estés aquí.
344
Dar se movido un poco hacia adelante, muy complacida por el saludo, mientras que su padre venía
detrás de ella.

—Madre—. Saludó a Cecilia con irónica cordialidad, cuando Kerry se enterró en su pecho, calentándole de
la piel debajo de su camisa con un largo suspiro.
—Cierra la puerta—. Ceci aconsejó, cuando ella misma se hundió en los brazos de Andrew y le dio un
rápido beso. —Hemos tenido suficientes emociones por esta noche.

Dar cerró la puerta con una leve patada.

—¿Qué pasó?
—¿Qué no pasó?

Kerry masculló, negándose a liberarse del abrazo. Era agradable y cálido y oscuro donde estaba, olía
bien, y Dar acababa de encontrar el punto exacto a la derecha de su espalda para frotar. Tal vez si se
quedaba aquí el tiempo suficiente, todo lo demás acababa ordenándose y desapareciendo, y ella despertaba
de regreso en casa con nada más fuera de lo común que ir a una fiesta de Halloween.
Los labios de Ceci se arquearon, y tiró de su marido hacia la puerta de interconexión.

—Te voy a llenar. —Ella le prometió. —Además, hay chocolates. Vamos, niño marinero.

Dar los vio saliendo, luego volvió su atención a la mujer rubia en sus brazos.

—Hola.

De mala gana, Kerry abrió los ojos y miró hacia arriba.

—Hola—. Ella suspiró, y luego gritó cuando su teléfono celular se encendió al mismo tiempo que el de
Dar. —Oh, sí. Todo el maldito sistema de transferencia monetaria en el Nordeste está abajo.
—Tienes que estar bromeando. —Dar gruñó en respuesta. —¿Sí?— Una pausa. —Gracias. —Cerró el
teléfono y luego lo tiró sobre una silla. Kerry la imitó. Ella entrelazó los dedos detrás de la cabeza de la
mujer más pequeña y se limitó a mirarla, pensando en todas las cosas que tenía que decir, viendo un serio
reflejo en los ojos de Kerry cuando ella hizo lo mismo.

Luego, deliberadamente puso todo fuera de su mente mientras inclina la cabeza y rozaba sus labios
contra los de Kerry, luego profundizó el contacto, lo que le permitió a sí misma perderse en la sobrecarga
de la pasión que le erizó los pelos de la nuca e hizo que sus rodillas temblaran, sólo un poco. Se exploraron
pausadamente la una a la otra, y finalmente se separaron, Dar mordió la nariz de Kerry, cuando se miraron
en los ojos de la otra.

—¿De qué estábamos hablando? —Ella murmuró.


—No tengo ni idea. —Kerry se inclinó hacia delante y apenas respiraba olor distintivo de Dar. —No
quiero tener ideas en estos momentos. Quiero tomar todas mis ideas, y ponerlas en un pak de Fedex y
enviarlas por correo a Queensland, Australia.

Dar envolvió sus brazos alrededor de Kerry y la abrazó, levantándola un poco y escuchando un
suave crujido cuando su columna vertebral se volvió a alinear.

345
—Uhh—. Un feliz suspiro. —Estás dura—. Una sonrisa más cuando sintieron una vibración contra ellas, y
Kerry sonrió. Se quedaron así durante bastante tiempo, entonces Kerry apoyó la barbilla en el esternón de
Dar, mirando hacia arriba. —No me tomará mucho patear el enchufe de ese portátil, y apagar el móvil.
—Lo sé. —Dar le frotaba la espalda. —Pero nos odiaremos a nosotras mismas por la mañana.

Kerry le sacó la lengua, y se encontró capturada por blancos dientes.

—¡Het!

Dar sonrió y la liberó.

—Te enseñaré a respetarme, señorita. —Imitaba el gruñido de su padre. —Vamos… vamos a resolver eso,
y las cuentas del comercio. —Rodeó a Kerry con un brazo y la llevó a la mesa, deteniéndose para
seleccionar una patata y mojarla en un poco de salsa. —¿Tú y mamá se llevan bien?
—Um… Creo que nos hemos unido, sí. —Kerry admitió. —Después de haber estado en un largo viaje de
avión, sentarse en una investigación del Senado y haber sido perseguidas por algunos neonazis…

Dar detuvo su marcha a medias y miró hacia arriba, observando una serie de oscuras explosiones
que casi oscurecían sus ojos.

—¿Qué?

Kerry dio la vuelta al escritorio y se sentó en un extremo, cruzando las manos sobre el regazo.

—Fuimos a dar un paseo después de cenar, y me encontré con algunos pelos alzados.
—¿Pensé que te había dicho que no te metieras en problemas? —Dar se enderezó y se puso las manos en
las caderas.
—Caminar por el monumento FDR no es estar metiéndose en problemas, Dar. —La mujer rubia
contraatacó. —Además, las dos somos adultas, la última vez que revisé. —Hizo una pausa. —De hecho,
me parece recordar que una de nosotras es tu madre, de hecho.

Dar se sentó y apoyó las manos sobre la superficie plana, mirando a la pantalla del portátil de Kerry
sin ver realmente.

—Es curioso—. Ella comentó en voz baja, ajusto la computadora con un movimiento preciso. —Ella y mi
padre fueron siempre “nosotros”. —Un respiro. —Algo de lo que nunca fui parte. —Ella parpadeó hacia la
pantalla y movió el puntero del ratón, cayendo lentamente en el silencio.

Kerry abrió la boca, volvió a cerrarla. Luego levanto las dos manos.

—Whoa—. Se dio cuenta de que acababa de tropezar y caer en un enorme tazón de duros sentimientos, y
no le gustó mucho la sensación. —¿Podemos retroceder sesenta segundos y volver a rehacer ese último
minuto?

Dar la miró con una expresión terriblemente vulnerable.

—Está bien—. Ella estuvo de acuerdo. —Lo siento. Yo estaba preocupada por ti.

346
Kerry se deslizó de la mesa y se arrodilló, apoyando una mano sobre la rodilla de Dar para mantener
el equilibrio.

—Y yo te había hecho promesa de no meterme en problemas, tienes razón. No lo pensé dos veces para dar
un paseo en una ciudad extraña durante la noche, y debería haberlo hecho.

Dar se limitó a asentir, pequeñas tensiones se movieron en su rostro.

—Dar, ¿Te molesta que me guste tu madre? —Kerry le preguntó con suavidad, levantando un dedo ante la
reacción de sorpresa. —No… No, se honesta conmigo, ¿de acuerdo? Ente tú y yo. ¿Te molesta?

Su amante bajó la cabeza hacía sus manos, y miró fijamente a la mesa. Sus ojos se cerraron.
Kerry esperaba con inquietud.

—Pensé que podía manejar esto—. Dar murmuró finalmente. —Y entonces van a la esquina y me dan un
puntapiés en el culo.
—Dar—. Kerry se acercó un poco más. —El hecho de que haya cosas que me gustan de tu madre, no
quiere decir que creo que tenga razón por lo que hizo, o que ella no te deba cierta comprensión,
explicaciones y disculpas.
—Yo no creo que ella me deba nada —. Dar la interrumpió.
—Mierda, Dar. Por supuesto que sí. —Kerry puso una mano sobre su brazo, usando el tacto para reforzar
sus palabras. —Tú eres su hija, y ella te abandonó en un momento horrible de sus vidas. Un padre no
puede simplemente… —Sus palabras se desaceleraron. —Tirar a un niño. —Ella tomó un respiro. —Mira
a la experta hablando.

Eso atravesó a Dar, y volvió la cabeza, sus ojos eran cálidos y tiernos.

—Las familias son un infierno, a veces, ¿no? —Ella cubrió la mano de Kerry con la suya.

Los ojos verdes buscaron los de ella.

—Ustedes son mi familia—. Ella susurró, parpadeando con lágrimas.

Sólo porque eres disfuncional, no dejes que eso arruine algo que ella necesita. Dar. Una voz de
alerta le habló en voz baja en su mente.

—Mis padres son tu familia también, Kerry—. Ella levantó la mano de su brazo y le besó los dedos. —Y
estoy muy, muy feliz por eso.

Kerry apoyó la frente contra el hombro de Dar.

—Gracias por entender mi necesidad en este momento. —Ella dejó escapar un suspiro de alivio. —Oh, yo
no estaba preparada para esto.

Yo tampoco.

—Te diré qué. —Dar le dio un codazo. —Vamos a llevar todas estas cosas hasta el sofá y ponemos
nuestras cabezas juntas sobre el mismo.

347
Así lo hicieron. Dar llevó la computadora portátil, y Kerry trajo los bocadillos, y se sentaron en el
sofá en una maraña de brazos, piernas y cables, con patatas fritas y batidos de café y la suficiente
combinación de células cerebrales para reactivar un supertanque.
Kerry se recostó sobre el pecho de Dar, besándola sobre el teclado cuando los brazos se enroscaron a
su alrededor, y un largo dedo movió el botón del ratón.

—Está bien—. Ella hizo crujir una patata. —¿A quién vamos a gritar primero?

Dar apoyó la barbilla sobre el hombro de Kerry, dejando que su tensión se disolviera cuando sintió
el cambio en la respiración de Kerry en sus brazos.

—Mm… —Ella enganchó el teléfono celular en el adaptador que se enrutaba a los altavoces del portátil y
marcó. Una voz apresurada contestó. —Es Dar Roberts.

Vacilación.

—Oh, buenas noches, señora ¿Qué puedo hacer por usted? Ha pasado tiempo.

Dar sonrió.

—Estoy en Washington—. Ella habló con voz baja y peligrosa.


—Ah.
—Y estoy sin efectivo.
—Oh…

Dar mentalmente se llenó de insultos después de eso, y sintió a Kerry en silencio bajo sus manos.

—Eh… señora… están trabajando en eso.


—Defina eso.
—¿Uh…?
—Defina trabajando.
—Um… ¿No le gustaría hablar con mi supervisor?
—¿Él quiere hablar conmigo?
—Um… probablemente no, no señora.

Dar rió en silencio.

—Es bueno saber que no he perdido mi toque—. Ella le susurró al oído a Kerry. —Está bien. ¿Han
encontrado el problema?
—Um… no.
—Está bien. ¿Qué empresa es?
—Ese es el problema, señora. Se trata de una instalación grande, compartida, y no pueden averiguar de
quién es el interruptor principal y todos culpan a todos los demás.

Kerry estaba ocupada escribiendo, y pasó revista a la red.

—Podemos… oh, maldición. Ese es uno de los nuevos sitios, no importa. —Dio unos golpecitos sobre
él.—Maldita sea, no tenemos un redireccionamiento de alrededor de eso.

348
—Está bien. —Dar volteo para abrir su palm pilot y encontró un número. —Voy a empezar en la parte
superior. Un ATT CEO está viniendo. Llama de nuevo a Netops.
—Oo—. Kerry cogió un poco de salsa. —Él se va a molestar.
—Nah—. Dar no estuvo de acuerdo, marcó un número. —Él vive en Maryland, y se le paga dos veces al
mes al igual que a nosotras.

Kerry detuvo su masticar.

—Oh chico—. Cogió el mando a distancia de la televisión e hizo clic silenciando el sonido, y cambiando a
un canal de noticias. —Oh, oh.
—Hola, ¿Alan? Dar Roberts. —Dar dio un vistazo a la pantalla. El presentador de noticias miraba
seriamente a la cámara, cuando una escena violenta rodó detrás de él. Cuerpos se agrupaban confusamente
en torno a una pared del edificio, pateando y tirando cosas hacia él. El título “Terror ATM” fue enfocado
en la pantalla. —Tenemos un problema, Alan. O lo resuelves, o voy a empezar a llamar a la gente hasta
que tengamos la rueda de prensa más cara de la historia de la interconexión de redes en marcha.

Kerry miró la pantalla con los ojos muy abiertos.

349
Capítulo 10
Cecilia se secó su pelo rubio plateado y fue hacia la sala, consciente de la estúpida sonrisa que
llevaba en la cara causada por el hombre con un par de boxers de seda parado en la ventana, evaluando el
terreno circundante.
A pesar de sus protestas, había descubierto que su marido había desarrollado un gusto por la ropa
interior suave, y había tenido tiempo de hacer una buena visita a Macy y de comprarle de diferentes tipos.
Sin colores salvajes, claro. Algunas cosas nunca cambian. Se acercó y deslizó un brazo alrededor de
él, apoyándose en su mayor parte y viendo la escena exterior. Era un día nublado, gris y nublado, y una
suave lluvia caía.

—Bonito.
—La lluvia nunca le hice daño a nadie. —Andrés respondió distraídamente. —Supongo que será mejor ir a
buscar un poco de café. ¿Ver que hay abajo? —Señaló.
—Cariño, ordené un poco. —Ceci se opuso. —No vamos a salir con esos calzoncillos, ¿verdad? —Ella
levantó la vista y vio el esperado ceño fruncido. —Voy a ir a despertar a las chicas. —Ella le dio una
palmada en el trasero y se dirigió a la puerta de comunicación, abriéndola fácilmente y golpeando
ligeramente sobre la superficie. Oyó voces en el interior, por lo que abrió la puerta y asomó la cabeza. —
Buenos d… —Ella se detuvo, sorprendida al ver a las dos mujeres inclinadas sobre un ordenador portátil
en el escritorio, con una cafetera grande cerca. Dar estaba hablando por teléfono con alguien, hablando
agudamente, y Kerry estaba escribiendo en el teclado, con la cabeza apoyada en una mano con una mirada
exhausta en su rostro. —¿Usted dos conciliaron el sueño?

Los ojos verdes la miraron.

—No.
—¿Qué diablos estás haciendo? —Ceci mantuvo la voz baja, en deferencia a la ronca rabieta de Dar.
—Salvar el mundo occidental. —Kerry tipeo algunas otras cosas, y luego negó con la cabeza. —Dar, no
podemos enrutar de esa manera. No va a funcionar.

Dar cubrió del receptor y miró a la computadora portátil.

—Está bien. Entonces vamos a tirar de él. —Ella dijo con exasperación, volviendo al teléfono. —Está bien,
eso es todo, lo tengo. —Su voz se elevó en un gruñido salvaje. —Voy a enviar a alguien a pasear por
CLIPC y poner un cortador de cables en el maldito panel de conexiones.

Una voz desesperada murmuró a través del receptor.

—Mira. Estamos fuera de tiempo—. Dar interrumpió: —No es mi culpa que ustedes decidieran intentar
una actualización Y2K en un sistema en funcionamiento sin una copia de seguridad. —Cogió su teléfono
celular con la otra mano, haciendo caso omiso tanto de Kerry como de Ceci, que había entrado en la
habitación y se había sentado en la cama, mirando a su hija con cautelosa fascinación.
—¿Qué pasó? —Ceci le susurró a Kerry, que estaba sosteniendo su cabeza con ambas manos.

Kerry se dio la vuelta en su silla y apoyó los codos en las rodillas.

350
—Nuestra compañía nacional decidió poner un parche en el lugar ayer por la noche, y destrozaron una
importante oficina de cambio. —Ella suspiró. —Que afecta a la mayor parte de la Costa Este, y, por alguna
extraña razón, Dallas, Texas.
—Mm—. Ceci asintió con la cabeza. —¿Qué significa eso exactamente en español?

Kerry señaló hacia el televisor, que estaba en la CNN. Un reportero estaba hablando en el noticiero
mientras mostraba imágenes de personas enojadas que rodeaban los bancos.
Ceci miró y después negó con la cabeza.

—No lo entiendo.
—Bueno, la mayoría de la gente hoy en día cuando van a sacar dinero, no lo obtiene de un banco. —Kerry
suspiró. —Lo obtiene de un cajero automático, y tienen sus cheques depositados automáticamente, ¿no?
—Bueno, sí, ya veo.
—Bueno, ¿Qué pasa cuando el dinero no se puede mover en el banco, y la gente no puede salir de los
cajeros automáticos?

Ceci se quedó mirando la pantalla, y luego a Kerry.

—¿Es eso lo que pasó?


—Sí—. Un guiño. —Desde Boston a Miami, nadie está cobrando por vía electrónica, o consigue dinero en
efectivo de una máquina.
—¡Santo cielo! —La mujer mayor soltó. —¿Y eso es lo que ustedes dos, sentadas aquí, están tratando de
arreglar?
—Sí—. Kerry parecía agotada. —Y tengo un desayuno al que ir, y luego más encierro. No va a ser un buen
día.
—Todo correcto. Mark ve a la sala de abajo—. Dar decía por el teléfono. —Dile a todos que aparten el
infierno de mi camino, o voy volar allí personalmente para patearles el culo.

Kerry hizo una mueca.

—¿Estás ahí? Bueno. Toma los circuitos siguientes y calientes esos parches—. Dar leyó una lista de
números y letras. —Pon en alta velocidad los puertos H1, H2, H3 y H4 en una tubería, y H3 y H4 en la
otra. —Ella se acercó y tomó el teclado, rápidamente conmutando un programa de configuración. —Está
bien, espera.

Dar escribió con furia, golpeando la tecla enter con frustración cuando llegaba al final de cada línea.

—¿Este trabajo mejor o…?


—Tranquila—. Kerry se frotó la rodilla debajo de la mesa. —Mira no, espera, Dar, ese está mal…
—Lo veo. —Dar cerró brevemente los ojos, luego los volvió a abrir y corrigió su error. Restableció el
puerto que acababa de terminar, y luego dio la vuelta al programa de monitoreo de Kerry. —Vamos…
vamos, pequeño… hijo de puta.
—Dar, es la velocidad equivocada—. Kerry tomó el teclado y comenzó a escribir, rozando las manos de la
mujer más alta. —Grita a Mark un poco más mientras hago esto.

Ceci vio cómo la cara de Dar se torció molesta, pero fue incapaz de reaccionar con ira cuando era
evidente que quería hacerlo.

351
—Mark, ¿Estás todavía? —Ella gruñó en el teléfono. —¿Ahora?— Una pausa. —¿Ahora?— Otra pausa.—
Kerry, intenta.
—Está bien—. Kerry terminó, y escribió los cambios de configuración, a continuación, reinició el
dispositivo. Contó en silencio hasta veinte, se volvió a conectar a la misma. —Hecho… hecho…
¡¡wow!!—. Ella exhaló con total alivio. —Pasando los paquetes en los puertos, Dar.
—Lo veo. —Dar había estado observando la herramienta de monitorización en segundo plano, y ahora se
volcó al primer plano y miraba las listas de desplazamiento, que bombeaba reconfortante tonos de verde y
azul. —Jesús—. Se apoyó en el teléfono. —Buen trabajo, Mark. Gracias por volar tan temprano—. El jefe
de MIS había pasado la noche recorriendo sus recursos locales, y tratando de ayudar a Dar a encontrar una
manera de resolver el problema sin afectar los extensos contratos con las empresas involucradas en la
crisis.

No hubo suerte. Así que Dar le había pedido que fuera personalmente al centro de conmutación,
donde había estado consultando con los programadores de conmutación desde las seis de la mañana.
No hubo suerte. El parche Y2K había hecho un lío del firmware, aunque Mark y Dar habían
combinados sus talentos de programación, habían sido incapaz de hacer ni pies ni cabeza, dejando al
ejecutivo con una escasa lista de opciones.
Quédate en el piso, o incumple sus contratos, y elimina los servicios de su proveedor.

—Será mejor que llame a Hamilton Baierd y le haga saber que espere algunos gritos—. Ella suspiró,
refiriéndose al jefe legal de ILS. —Y él me ama tanto como esto.
—Dar, no tenías otra opción. —Kerry bostezó, poniendo su cabeza sobre un brazo. —¿Es que no vive en
Boston?
—Mm—. Dar inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. —Sí, parece más bien que vive en Louisiana.

Ceci se mantuvo en silencio, suponiendo que las cosas verdes, y el evidente alivio de Dar eran una
buena señal. Ella levantó la vista hacia la televisión, donde las cabezas parlantes estaban analizando el
problema, uno le resultaba vagamente familiar.

—¿No es su jefe?

Dar levantó la vista. Efectivamente, un serio Alastair miraba al frente y al centro, lucía recién
bañado y muy preocupado.

—Lo sacaron de la cama temprano. —Ella aumentó el volumen.


—Señor McLain, ¿Nos puede dar una idea de lo que está pasando?

Alastair se aclaró la garganta.

—¿Simplemente hablando? Hubo un intento de hacer que una pieza del año 2000 fuera compatible con el
equipo, y el intento resultó en una falla del equipo.
—¿Su equipo, señor? ¿Está usted diciendo que esto es algo que hizo ILS? —El periodista se inclinó hacia
delante.
—No. —Alastair movió la cabeza gravemente. —Esto se hizo a nivel de la compañía aérea nacional, a
pesar de estar conscientes, de hecho, de que estaba en proceso—. Se movió. —Han estado trabajando
durante toda la noche para corregir el problema, pero es muy complejo.
—Señor McLain, no creo que sea necesario que le diga qué tipo de influencia tiene ello. ¿Es esto lo que
podemos esperar? ¿Este es un temprano ejemplo de lo que va a ser el año 2000? —El periodista afirmó. —

352
Tenemos varios representantes en línea con nosotros a quienes les gustaría discutir esto con usted. Las
personas tienen algunas preocupaciones muy serias.
—Bueno, desde luego, podemos discutir los temas—. Alastair se veía claramente incómodo. —No puedo
decir que yo puedo responder por toda una industria, sin embargo, un incidente aislado como este no debe
ser tomado como…
—Pero usted es el mayor proveedor de servicios interbancarios, ¿no?
—Sí, eso es cierto, pero…
—Entonces, Señor McLain, efectivamente puede hablar por el sector, debido a que se le paga para
asegurarse de que los estadounidenses no se vean afectados por los cambios, ¿no?
—Yo puedo hablar por ILS, sí. —Alastair suspiró. —Y revisar lo que estamos haciendo con ese fin,
mientras se trabaja en conseguir más información sobre el estado del problema en cuestión.

Dar sonrió y abrió su teléfono, marcando el número de celular de su jefe de memoria.


Alastair miró hacia abajo, y luego interrumpió al reportero a mitad de palabra.

—Perdone un momento, David. Esto podría ser la información que he solicitado para usted.

Entonces oyó la respuesta del teléfono.

—Buenos días—. Dar arrastró las palabras en voz baja por el teléfono. —Bonita corbata.
—Dar, estoy en el aire, y este tipo está a punto de clavarme—. Su jefe le susurró.
—Lo sé. Estamos arriba. Los trasladé a la nueva red.

Silencio. Vio la sonrisa que se extendía por todo el rostro en la pantalla, se volvió a medias para
escuchar su conversación. Alastair cerró el teléfono sin decir una palabra, luego se enderezó, y se ajustó un
poco la corbata, con un nuevo brillo en sus ojos. Dar volvió a subir el sonido, preguntándose qué iba a
decir.

—Como le estaba preguntando, señor McLain, ¿Qué exactamente va a intentar ILS sobre esta crisis? —El
periodista le preguntó. —Cientos de miles de cheques de pago están en la línea, y los ciudadanos de arriba
y abajo de la Costa Este no puede acceder a su propio dinero.
—Pues bien, David. —Alastair respondió. —Afortunadamente, tenemos la suerte de tener una de las
mentes más talentosas de la empresa en nuestro CIO, y esa llamada telefónica me acaba de informar que
ILS ha desviado el problema, y trasladó todas nuestras cuentas a la nueva red. —Si hubiera tenido tirantes,
Dar estaba segura, habría metió los pulgares en ellos, y sonrió. Así son las cosas, le dio una buena
impresión de todos modos.

El reportero fue tomado definitivamente por sorpresa. Barajó unos cuantos papeles.

—Eso es una gran noticia—. Él, a continuación, leyó algo de un apuntador. —Sí, de hecho, nos acabamos
de enterar de Interbank que han comenzado a restaurar el servicio. —Miró hacia abajo a una hoja de papel
que le fue entregada. —Y esa sería su CIO, Dar Roberts, ¿Correcto?
—Hey. ¿Está hablando de ti? —Andrew estaba apoyado contra la pared, mirando con fascinación.
—Está hablando de mí. —Dar se desplomó en su silla, y chocó los cinco con Kerry. —Hemos intentado
una docena de cosas con la empresa para que arrancara ese interruptor, pero nada funcionó. Tuvimos que
volver a cablear todo y ponerlo en nuestra red. Debimos de haber violado diez contratos en el proceso.

Vítores se vieron en la pantalla, cuando las personas se mostraron con entusiasmo en torno a los
cajeros automáticos.
353
—Triste comentario sobre la sociedad—. Ceci murmuró. —Casi Pavloviano, en realidad.
—Tú sabes—. Kerry se levantó y se derrumbó en el sofá. —No llego a ver los resultados de mi trabajo tan
gráficamente la mayoría de las veces.
—No. —Dar acordó, poniéndose de pie y estirando su cuerpo, haciendo una mueca de dolor por el nudo en
su espalda. —¿Quieres que consiga más café?

Kerry le sacó la lengua.

—Un poco más de eso y va a salir por mis oídos. —Ella miró la pantalla cuando oyó que mencionaron las
audiencias del Senado. —Oh… ¡Buen Dios! ¡Sí! —Ella se retorció sobre su espalda y pataleo.
—¿Aplazado? —Ceci le sonrió por la alegría desenfrenada de la mujer rubia.
—Sólo hasta esta tarde. —Dar quejó.
—No me importa. Tomaré una siesta. —Kerry ahogó un bostezo. —Estoy tan cansada que me llevaría una
hora si pudiera tomarla. —El teléfono sonó, y ella gimió. —No… no…

Dar extendió la mano y lo cogió.

—¿Hola?
—Busco a Kerry Stuart—. La voz volvió rápida y eficiente.
—Ella está durmiendo. —Respondió Dar.
—Bueno, tenemos una cita para desayunar.
—Hoy no.
—Bueno, mire señora…
—Roberts. Dar Roberts. Soy el jefe de Kerry, y te digo que no está disponible para reunirse esta mañana.—
Dar le dijo secamente, y luego colgó. —¿Quién diablos es?
—Un miembro de la prensa—. Su madre le dijo. —Kerry los fascinó, por alguna razón.

Dar se acercó a la ventana y se asomó.

—Ella hace buena prensa—. Se apoyó contra el vidrio. —Ella es brillante, con buena apariencia y
elocuente, por supuesto que les fascina.
—¿Hola?—. Kerry sintió el calor de la sangre en su cara. —¿No pueden hablar de mí como si yo no
estuviera?

Dar se rió entre dientes, y luego miró hacia abajo, cuando su teléfono celular sonó.

—¿Hola?
—Te amo.

Otra sonrisa.

—Bueno, gracias Alastair, pero fue un esfuerzo de grupo.


—No, en serio, Dar. Ese fue el momento más exquisito, y fue muy apreciado. —Alastair parecía
profundamente aliviado. —No me importa cuántos contratos se rompieron, valió la pena ver con mirada de
suficiencia a la cara de ese cerdo bastardo—. Un carraspeo. —Ah… he tenido una petición para conseguir
una entrevista.
—¿Ahora?
—Bueno, el momento lo es todo, Dar.
354
Un suspiro.

—Entre la prensa quiere que hablar conmigo, y la prensa que quiere hablar con Kerry, somos responsables
de obtener más publicidad esta semana de la que podemos manejar.

Estuvo en silencio un momento.

—Ah… hm—. El director general murmuró. —Se me olvidó que estaba testificando esta semana. Su padre
es un poco amigo nuestro.

Y si estuvieran atados juntos, irían al cielo de los tabloides.

—Sí—. Dar exhaló. —Esto podría ser difícil.

Un tamborileo de dedos.

—Está bien. Déjame decirle a Andrea que llamarte para coordinar, Dar. No creo que podamos evitar la
entrevista, y es un buen momento para ello, pero tenemos que tener en cuenta lo que podría caer si la
prensa empieza a husmear. —Su voz se hizo ligera. —Y si lo hace, lo hace… la política pública está escrita
con suficiente claridad. Andrea puede hacer girar una actitud positiva, que nos es tan progresista y todo
eso…

Dar resopló.

—Sí, bueno… no se puede convertir a un cerdo en ropa interior de seda de la noche a la mañana mi amiga.
—Es mejor advertir a la junta. —Dar respondió en voz baja. —El tema que hablamos ayer podría ser
discutible.

Alastair suspiró.

—Piensa en positivo, ¿De acuerdo, Dar? Por lo menos lo podemos ver venir.
—Sí—. Dar reconoció. —Bueno, haz que Andi me llame, ¿de acuerdo? —Colgó, y dejó caer el teléfono en
su muslo, volviéndose hacia los tres curiosos pares de ojos que la miraban. —Ker, creo que tenemos que
hablar.

Los ojos verdes la miraron por encima del respaldo sofá con aprehensión.

—Estamos a punto de ser hechas carteles de niños, ¿no?

Un trueno sonó por una respuesta.

***

Dar se dio una mirada a sí misma en el espejo, ajustó el cuello de su camisa de seda y quito unas
motas de polvo del hombro de su chaqueta. La entrevista se había planeado más rápido de lo que esperaba,
y sólo había tenido tiempo de tomar una rápida siesta y tomado una ducha antes de que tuviera que
prepararse para ello.

355
Kerry estaba camino a las cámaras del Senado, con Andrew como escolta. Dar tenía la esperanza de
que su padre se portara bien, y no hiciera algo irreversible.
Al igual que el baboso senador Stuart. Dar deseaba profundamente poder hacer algo. Deseaba que
las audiencias hubieran terminado, o al menos la parte de Kerry, así podían ir a casa, y relajarse, y que las
cosas volvieran a un orden más normal.
Tal vez podrían tomar unos días de descanso. Dar consideró los cansados ojos azules que la
miraban. ¿Fin de semana largo? Tal vez tome un viernes y un lunes, y conduzca a los Cayos, y quedarse en
uno de los pequeños lugares cerca de la playa… hey. Dar parpadeó. Sí, tal vez para el cumpleaños de
Kerry, que se acercaba. Recordó… los regalos estaban en orden, si es que Kerry podría tener el tiempo
suficiente para ir de compras por su cuenta.
O averiguar lo que podría conseguir. Con un suspiro, miró su reflejo una vez más, luego se volvió
cuando captó la imagen de su madre en el espejo. Ellas se miraron por un momento en un incómodo
silencio.

—Pensé que ibas con papá—. Dar finalmente dijo, dándose la vuelta y cruzando los brazos sobre el pecho
de su propia conciencia.

Cecilia parecía que deseaba que fuera el caso.

—Él pensó que yo debería estar aquí, y um… ayudar si necesitabas cualquier cosa.

Las cejas de Dar se arquearon.

—¿Él lo hizo?— Ella sintió un motivo ulterior.


—Mm—. Su madre se cruzó de brazos. —Así que. ¿Qué vas a hacer en una entrevista de noticias?
—No tengo ni idea. —Dar respondió con honestidad. —Por lo general trabajo detrás de la escena. Esto va
a ser la primera vez. —Echó un vistazo alrededor de la habitación, que había sido arreglada por el personal
de limpieza. —Supongo que tendrán que conformarse con el espacio de aquí—. Ella enderezó el puño de
su manga con nerviosismo.

Ceci la miró, aprobando la camisa de seda color crema contra el bronceado de Dar, y el corte de su
traje que se ajustó a su cuerpo atlético.

—Te ves muy bien. —Ella ofreció, sinceramente indecisa, agarrando a Dar por sorpresa. Los ojos azules se
levantaron y se encontraron con los suyos con incertidumbre. —Esto debe sonar bastante extraño viniendo
de mí, ¿eh?

Dar asintió con la cabeza. Dejó que el silencio hiciera lo suyo por un minuto, luego se rascó la ceja.

—Creo que lo mejor que podría haber logrado antes era “Vaya, ese es un bonito collar de púas”. —Ella
admitió. —Verme bien no era una de mis prioridades.

Oye, ella está hablando. Animada, Ceci se sentó en el brazo del sofá y se inclinó sobre su espalda.

—Oh, no lo sé. Algunos de los chalecos y esas cosas eran lindos. —Ella sonrió un poco. —Y yo no era un
muy buen ejemplo. —Pantalones y sudaderas de pintor, para ser más exactos. —Siempre quise pedir
prestadas tus chaquetas de cueros, sin embargo.

Dar se relajó un poco.


356
—Las mangas habrían sido un poco largas. —Ella se sentó frente a su madre y extendió las piernas,
cruzándolas por los tobillos. —Gracias por defender a Kerry ayer, por cierto.
—No fue ningún problema.
—Sé que ella realmente lo aprecia. —Dar continuó. —Estar ahí con su familia es duro para ella.
—Mm. Lo sé… casi tan duro para ti como para mi estar aquí. —Ceci esbozó una irónica sonrisa, que se
reflejó en su hija. Ahora, creo que empezamos las cosas difíciles. Tomó aire y continuó. —Por algunas de
las mismas razones.

Dar se enfocó en su interior por un rato, luego entrelazó los dedos.

—En realidad no. —Ella no estaba lista para esta charla, pero… ahí estaban. Ella se acomodó y ordenó sus
pensamientos. —Sé que te gusta Kerry. Todo el mundo lo hace. Ella es dulce, honesta, inteligente, leal…
Una docena de otras cosas aparte de eso.
—Eso es verdad. —Ceci murmuró. —Ella es una persona extraordinaria.
—La mayoría de las cosas que yo no soy. —Dar continuó. —No te doy ninguna razón para gustarte. —
Miró a su madre de manera directa. —Sus padres le dieron la espalda a causa de algo que ella… no era.

Ceci exhaló.

—Eso no es del todo cierto. —Ella consideró cuidadosamente sus palabras. —Había veces que no te
gustaba mucho, Dar.

Aun sabiéndolo, incluso después de todo este tiempo, se picó. Dar miró hacia otro lado, negándose a
tragar incluso.

—No hay novedad ahí. —Ella enunció.

Ceci tenía ganas de llorar, ganas de llevar la conversación hacia atrás, e ir por otro camino, pero
sabiendo que era demasiado tarde, tomó aire suavemente.

—Pero nunca hubo un momento en que no te amara—. Dar se quedó muy quieta, con los ojos muy
abiertos, de pronto vulnerable. Ceci siguió su camino con cuidado. —Cuando… perdí a Andrew, todo lo
que sentía era dolor, Dar. Yo no podía soportarlo. Yo no era lo suficientemente fuerte. —Ella se encontró
con la mirada quieta frente a ella. —Lo siento.

Una lenta sacudida de la cabeza de la mujer de pelo oscuro.

—Quisiera… —Dar cerró los ojos. —que me hubieras dicho eso antes.

Ceci sintió el dolor recorrer todo el camino hasta el fondo de su alma.

—Yo también—. Ella susurró.

Dar se quedó quieta, y Ceci se levantó lentamente y caminó la corta distancia sobre la gruesa
alfombra, arrodillándose delante de su hija y poniendo una mano vacilante en su pierna.

—Lo que hice estuvo mal, Dar. —Podía sentir los músculos debajo de sus dedos moverse un poco y luego
un poco más. —Si yo pudiera regresar, lo haría.
357
—Yo quería ayudarte. —Era difícil hablar. —Yo quería hacer lo correcto.
—Lo sé. —Ceci reconoció. —Yo te alejé. —Sus ojos bajaron. —Y tú me devolviste mi vida.
—Lo hice por papá—. Dar dijo. —No por ti.
—Lo sé. —Ceci sintió una punzada agridulce. —Pero también lo hiciste porque era lo correcto hacer—.
Hizo una pausa. —Sentí, cuando te vi, que había algo que querías decirme, pero no lo hiciste. Ahora sé lo
que era.

Su hija cerró los ojos otra vez, era la manera de Dar de ganar tiempo para pensar. Finalmente
suspiró.

—Tenía que asegurarme de que estaría bien para él. No quería que le hicieran daño nunca más.
—¿Creías que no lo estaría?

Una sacudida de cabeza.

—No. Pero lo hiciste, y yo tenía que estar segura. —En los ojos azules apareció un destello de ira. —
¿Cómo pudiste decirle que no estarías allí? —Ahora había verdadero dolor en la voz de Dar, pero no en su
nombre.

Tan típico. La mandíbula de Ceci se tensó, y tomó un respiro.

—Cometí un error—. Ella contestó con honestidad. —Y he pagado por ello, créeme, Dar. —Los labios le
temblaban un poco. —Por cada minuto de esos siete años, sabiendo que nos separamos… con palabras
airadas entre nosotros, y nunca había tenido la oportunidad de… —Tuvo que parar, y tomar varias
respiraciones profundas. —Estaba tan desesperada por no perderlo.

El enojo se alivió, y suavizó.

—Yo le dije eso—. Dar murmuró. —Porque si había una cosa que yo creía, era que eran el uno para el
otro.

Ceci no tenía idea de qué decir a eso. Después de un momento de reflexión, dejó escapar el aliento
contenido.

—Me gustaría que me dijeras eso antes—. Ella respiraba. —Pensé que sólo te molestaba nuestra cercanía.
—Yo te envidia. —Dar respondió, en voz baja, pero precisa. —Traté de encontrar eso para mí, y fallé tan
miserablemente, sólo finalmente di con eso.

Increíble. Ella había aprendido más acerca de su hija en los últimos treinta segundos que en los
últimos treinta años.

—Hasta que te encontró. —Vio a Dar, a continuación, asentir ligeramente con la cabeza. Ceci suspiró. —
Lo siento, Dar. Yo no lo sabía. No creo realmente que haya entendido de donde venías.

Dar sintió la verdad de eso, como se veía en los ojos de alguien a quien apenas conocía.
Alguien, si era sincera consigo misma, que nunca había tenido muchas ganas de conocer, que había
sido, sobretodo, vista ya sea como un obstáculo o como una molestia por largo tiempo.
Ahora era diferente. No estaba segura de que ella quisiera o necesitara a su madre de regreso, pero
otra amiga era algo que ella podría considerar posible, especialmente una que estaba dispuesta a aceptar a
358
Kerry, y que le gustara a Kerry. Entonces. Ambas habían hecho toda una vida de errores, y tenían la
posibilidad de dejar el veneno en su actual relación, o dejarlo detrás de ella, y sólo olvidarlo.
¿Quién sabe? Tal vez, incluso, acabarían gustándose entre sí, después de un tiempo. Cosas más
extrañas han sucedido. Dar se tomó un momento para calmarse, y se obligó a cubrir la mano de su madre
con la suya.

—No creo que te haya entendido mucho. —Mantuvo la voz baja. —Pero me alegro de que estemos
teniendo una segunda oportunidad con esto.

Fue de lejos, más de lo que esperaba. Ceci se encontró sonriendo con alivio por la sorpresa, y vio un
destello que se reflejó en los ojos azules que la miraban. Los dedos de Dar eran cálidos, y fuerte, y sintió
una suave presión a medida que su hija aumentaba el contacto, y luego le soltó la mano. Se sintió veinte
libras más ligera, casi mareada, y se alegró de que siguiera aferrándose a Dar para mantener el equilibrio.

—Yo también. —Ella respondió finalmente.

Dar dio un suspiro de alivio. La mitad de ella lo había anticipado, y la otra mitad temía esta
conversación, y ahora que todo había terminado, se sintió algo mareada. Su padre estaría contento, sin
embargo. Él la había dado un cuidadoso toque esta mañana para que dedicara unos minutos a hablar con su
mamá.
Hey. Dar juntó las cejas. Espera un minuto. Ella miró a su madre, que ladeó la cabeza con
desconcierto.

—¿Kerry te dijo algo esta mañana?

Ceci fue sorprendida con la pregunta. Ella relajó sus rodillas y se sentó en el sofá junto a Dar,
entrelazando los dedos.

—Bueno… un poco, supongo. —Murmuró. —Ella mencionó algo… ¿Por qué? ¿Te dijo algo?
—No, papá lo hizo. —Dar se cruzó de brazos y le dio a su madre una mirada irónica.
—Ah—. Ceci casi rió. —Son un poco intrigantes, ¿no?
—Mm— Dar sonrió, levantó la vista cuando sonó un golpe en la puerta. —Supongo que es hora del
show.—Y otra cosa, hablando con su madre se había olvidado de la inminente entrevista, aunque escenas
de sartenes calientes y llamas parecía hacer un círculo alrededor de esa idea.
—De acuerdo. Voy a salir de aquí. —Ceci se levantó.
—No. Quédate—. Dar se levantó y se dirigió a la puerta, sin darle la oportunidad de responder.

Ceci escogió una esquina del sofá y allí se acurrucó. Vio a Dar hacer una pausa justo antes de abrir
la puerta y enderezando los hombros, acomodando su traje y ajustándolo a su forma muscular.
Dar abrió la puerta. Un hombre robusto de mediana estatura estaba allí de pie, con una multitud de
gentes y equipos detrás de él.

—Hola—. Dar arrastró las palabras, alegrándose por el hecho de que su madre había alejado por completo
de su mente la entrevista.
—Ah… hola. Lo siento, ¿Estoy buscando a Dar Roberts? —El hombre respondió con fuerza. —Soy John
McAdams, ¿De CNN Business News?

Dar le tendió la mano.

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—Me ha encontrado.

Él le devolvió el agarre por reflejo mientras la miraba.

—Estás bromeando, ¿verdad?


—Nop.
—Pero… no eres un hombre inglés conservador de mediana edad.

Dar se miró a sí misma.

—No la última vez que revisé, no—. Dio un paso atrás. —¿Te gustaría entrar, o prefieres que te encuentre
un hombre inglés conservador de mediana edad para la entrevista? Estoy segura de que hay unos cuantos
por aquí.
—De ninguna manera. —El hombre levantó la mano y sonrió ampliamente. —Adelante, señora McByte…
soy todo tuyo.

***

Era extraño, pensó Kerry, mientras se encontraba en la fila para entrar a las cámaras, escuchar a todo
el mundo hablando sobre el desastre que había pasado toda la noche tratando de arreglar. El cambio del
tiempo y el caos general había quitado a la multitud de seguidores, y ahora sólo había unos cuantos que
hasta el momento ondeaban pancartas y se organizaban.
La muchedumbre probablemente todavía estaba en los cajeros automáticos. Se permitió un
pensamiento caritativo. O entrando a las tiendas de cerveza de descuento.
Ahora no, Kerry. Un suave regaño. Tú conoces mejor eso para hacer esas generalizaciones. No
todos los supremacistas blancos beben cerveza. Ella miró por encima de la multitud. Algunos de ellos
probablemente les gusta la granja de huesos. Ella suspiró. Kerry mala. El lado desagradable de Kerry
sobresalía. Ya basta.

—Probablemente estamos mirando un montón de imbéciles del culo, ¿Ellos están pensando? —Andrew
arrastró las palabras detrás de ella con los brazos cruzados sobre el pecho. —Le dan a mi culo Bautista del
Sur una colmena y media.

Kerry se mordió el labio para no reírse, y luego exhaló, tratando de aliviar un poco la tensión que se
edificaba en su interior. No había rastro de su familia, por supuesto, probablemente ya estaban en el
interior, pero ella se estaba dando cuenta, por la gente parada a su alrededor, que estaba siendo reconocida
por el día anterior.
La gente estaba mirando un poco a Andrew, y ella se volvió a medias, dando a su compañero una
pequeña sonrisa. Realmente era una persona de aspecto distintivo, se dio cuenta, con su altura y cuerpo
musculoso, y la sensación de su presencia que llevaba. Y, por supuesto, el mosaico de cicatrices en su
rostro, que ella realmente ni siquiera veía. Por lo menos, lo peor había desaparecido, sustituido por el
revestimiento ligeramente rugoso de la piel sintética que le restauró el rostro a cierta normalidad. Ella
había entendido su necesidad de permanecer oculto antes, pero tenía la sensación de que ahora, la opinión
que realmente le importaba a él le daba seguridad, se había desecho de la capucha con la cirugía.
Y los ojos. El azul pálido y eléctrico de Dar, contrastado con la piel bronceada aumentaba las
arrugas a ambos lados de ellos. Que ahora vagaban por todas partes, mirando entre la multitud, los
guardias, los manifestantes con vivo interés y curiosidad.
Ella se alegró de que estuviera allí. Le hacía sentirse completamente segura estar parada junto a él.

360
—Espero que esto no dure mucho tiempo. —Kerry suspiró. —Creo que prefiero estar recibiendo
tratamiento dental. —Avanzó, a solicitud del guardia, por el detector de metales, luego se volvió y esperó a
Andrew.
—Ahm… vamos un momento fuera. —El hombre alto arrastró al guardia mientras caminaba por el medio,
con toda seguridad la máquina de iba a reaccionar. Se detuvo al otro lado, observando las reacciones
nerviosas. —No tengo metales que poner en el envase. Tengo dos placas aquí… —Se tocó la parte superior
del muslo. —Y un par de proyectiles escondidos dentro de mí en alguna parte.

El guardia se acercó con cautela, y pasó un dispositivo de mano sobre él, obteniendo lecturas cerca
de la pierna y el estómago.

—Um…
—No hay nada hasta la manga. —Andy se levantó la camiseta y mostró un abdomen lleno de cicatrices,
pero aún musculoso. —Aquí—. Sacó su cartera de identificación del bolsillo trasero de sus pantalones
vaqueros y sacó una tarjeta. El guardia la tomó y la examinó, y luego se la devolvió con respeto.
—Adelante, señor. —Él levantó su mano con un pequeño saludo cuando Andrew pasó junto a él y se unió
a Kerry en la puerta de las cámaras.
—El chiste es demostrarles que hay que tener una larga estancia en la marina de guerra para aprender el
maldito saludo—. Murmuró, medio en voz baja.

Kerry sonrió y le puso su mano en el codo, mientras caminaban al interior.

—No hiciste estallar el aeropuerto—. Comentó curiosa. —Y cogiste mis llaves del coche, por el amor de
Dios.
—Miramos las cosas de un modo diferente. —Andy respondió crípticamente. Se detuvo al llegar al umbral
de la cámara interior y miró a su alrededor, las personas frente a ellos estaban decidiendo dónde sentarse.
Un grupo de personas que estaban alrededor del área de la defensa, volvieron sus cabezas cuando entraron.
—Vamos—. Kerry quería sentarse, y estar fuera de los reflectores.
—¿Son ellos?

Ella asintió con la cabeza, mientras caminaban por el pasillo central, y elegían los asientos, mirando
la sala llena a su alrededor. Michael, notó, no estaba allí y tampoco Angie en ese momento. Sólo su madre,
su padre y los abogados. Se sentía un poco nerviosa, dado que parecía que estaba siendo señalada. Kerry
cruzó las manos sobre su regazo y los examinó, girando con los dedos su anillo de unión con los brazos
cruzados.
Me gustaría que esto hubiera acabado. En silencio sonaron las palabras. Me gustaría estar en otro
lado, estar fuera de aquí, y que estuviéramos en casa. Su estómago estaba hecho un nudo, después de
haber rechazado el desayuno, y le dolía la cabeza por no dormir.
Una mano le tocó el brazo y ella levantó la vista.

—Un poco ruidoso aquí.

Andy la miró.

—¿Estás bien, kumquat?

Kerry suspiró.

361
—Estoy cansada, y estoy de mal humor, y no quiero estar aquí. —Ella dudó. —Y estoy un poco asustada
de por qué quieren que vuelva a declarar.

La sala calló entonces, cuando la sesión se puso en marcha. En primer lugar, hubo algunas
reuniones, luego hablaron sobre el procedimiento.
Luego la llamaron. Kerry se levantó y tomó una respiración profunda, y con cuidado salió de su fila
hacia la mesa, sintiendo una reconfortante palmada de Andy en la pierna mientras caminaba junto a él. Ella
se sentó y cruzó las manos, cuando el abogado de su padre se acercó.
Era una sensación muy solitaria. Ella conocía al hombre, desde hace años, pero era como si él la
considerara nada más que basura de la calle, se había cuenta por su expresión. Por no hablar de las caras de
sus padres. Flash de cámaras, y su visión periférica capturó los redondos y negros ojos de los equipos de
televisión.

—Sra. Stuart—. El hombre apenas levantó la vista de sus papeles. —Usted trabaja para una compañía
llamada ILS, ¿es correcto?
—Sí.
—¿Por cuánto tiempo?
—Casi un año.

Él escribió una nota.

—¿Cuándo fue la última vez que habló con sus padres, Sra. Stuart?

Kerry sintió intensificarse su interés casi golpeando contra su piel.

—Acción de Gracias del año pasado. —Ella respondió en voz baja, y oyó un leve aumento de los
murmullos.
—¿Por qué eso? —El hombre levantó la vista.
—¿Por qué quieres saber?
—¿Disculpe?

Kerry se movió.

—Le pregunté, ¿Por qué quieres saber? Es algo personal entre mis padres y yo, no tiene nada que ver con
nada aquí.

Golpeó la pluma en su libreta.

—Porque, Sra. Stuart, se liberó un material muy perjudicial, y potencialmente injurioso a la prensa el año
pasado, casualmente… —Puso una trampa. —Un día después de la última vez que habló con sus padres.—
Hizo una pausa. —Así que le pregunto una vez más, Sra. Stuart. ¿Por qué?

Oh, mierda. Kerry vio a Andrew inclinándose hacia delante, mirándola con preocupación. Estoy en
serios problemas. Ella contuvo el aliento, sin embargo, y juntó sus pensamientos. No dejes que te pongan
nerviosa. La voz de Dar entonó en su mente.

—Piense.
—Tuvimos un desacuerdo sobre la dirección que mi vida estaba tomando. —Kerry respondió con
cuidado.—Eso sucede todo el tiempo en las familias—. Una pausa. —O al menos eso me han dicho.
362
Él asintió con la cabeza.

—¿Un desacuerdo tan grave que le causó romper el contacto con su familia por completo?
—No. —Ella sacudió la cabeza. —Yo hablo con mi hermano y mi hermana, y algunos familiares.

Hizo otra nota.

—Hace varios años, su tío fue despedido por ILS.


—Eso es cierto. —Kerry estuvo de acuerdo.
—Y, sin embargo, optó por ir a trabajar para ellos. —Hizo una pausa y la miró. —¿Por qué?

Esa, al menos, era una pregunta fácil.

—Soy una profesional de servicios de información, ellos son una de las empresas más grandes en el
mundo, y me ofrecieron una promoción, con un aumento del treinta por ciento. —Kerry ladeó la cabeza. —
No fue exactamente ciencia de cohetes. —Varios de los senadores detrás de ella se echaron a reír.
—¿A pesar de que su padre tenía una campaña activa en contra de ellos, y estaba trabajando para que los
expulsaran de los contratos públicos en Michigan?
—Porque él guardaba rencor por lo del tío Al. Sí. —Kerry respondió, un poco brusca. —He investigado los
archivos relacionados con eso cuando me convertí en un empleado de ILS, y estoy convencida que la
empresa actuó con justicia. —Cruzó las manos.
—Como un hecho en cuestión, su actual… supervisor… lo despidió. ¿Es eso cierto, Sra. Stuart?

Uh oh, toma dos.

—Teniendo en cuenta la información que se tenía sobre él, señor, yo le habría despedido. —Kerry
respondió en voz baja. —Pero sí, en respuesta a su pregunta, fue la señora Roberts, quien lo hizo.

Un guiño.

—Exactamente—. El hombre hojeó unas cuantas hojas de papel. —Fue el primer paso, de hecho, en un
plan para desacreditar a su padre. —Él levantó la vista. —Y has jugado bien en ello.

Kerry parpadeó.

—¿Qué?

Él se inclinó sobre la mesa.

—Sabemos de donde provenía esa información difamadora, Sra. Stuart.

Ella no le respondió, su pulso hacía una carrera contra su piel.

—Ha sido una campaña cuidadosa, solapada para desacreditar a su padre, y la volviera en su contra, y ha
dado lugar a esta audiencia, donde estos señores se ven obligados a cuestionar la moral de su padre. —El
hombre se volvió, asegurándose de que las cámaras tenían una buena toma de él. —Yo les digo, señores.
La compañía estaba a punto de perder por las investigaciones del senador, quien se burlaba de su hija

363
llevándola a trabajar para ellos, y tenía la habilidad y los recursos necesarios para fabricar esta
información… eso es tan obvio.

Kerry podía oír los murmullos en acuerdo.

—No tiene ni idea de qué estás hablando—. Pronunció con cuidado. —ILS no fabricaba nada.
—Ellos pueden, sin embargo… ¿Qué pasa con ese problema de esta mañana? —Uno de los senadores
detrás de ella se echó hacia atrás. —Los malditos ordenadores son demasiado poderosos hoy en día.

El abogado la rodeó.

—¿No lo puede ver, Sra. Stuart? Usted ha sido engañada por su jefe. Es obvio que ella hizo esto… —Dio
una palmada en los expedientes que tenía en la mesa. —La ascendió y la envió para detener el senador
Stuart tras la anulación de esos contratos.

Kerry tomó una respiración profunda.

—No, no lo hizo. —Ella no estuvo de acuerdo. —Y ILS no tenía nada que ver con eso.
—No se puede estar seguro de ello, Sra. Stuart—. El hombre ahora le dio una mirada de lástima. —O
debería decir, que tiene un gran interés en negarlo, ya que ella la sedujo en el proceso.

Un silencio conmocionado, entonces susurros bajos. Kerry sintió que se le desvanecía el


nerviosismo y era sustituido por la ira.

—Oh… yo ciertamente puedo estar segura de eso.


—¿No está negando la seducción, entonces? Sabemos que las dos viven juntas.

Los susurros se estaban poniendo feos, y Kerry ahora podía sentir los ojos hostiles delante de ella.

—Esa información no ha sido fabricado por nadie, y Dar Roberts no la liberó.

El hombre se acercó a ella, y se inclinó sobre la mesa.

—¿En serio? ¿Y cómo lo sabes?

Kerry lo miró a los ojos.

—Porque lo hice yo.

Un silencio de muerte.

—Yo validé la fuente, confirmé el contenido, y liberé esa información a la prensa, y al FBI. —Kerry habló
con toda la calma. —Y, señor, son los sobornos y las malversación, y la compra de votos, y la decrepitud
moral que se está cuestionando aquí. No yo, o mi relación con mi familiar, o con quién infiernos me
acuesto. —Su última frase fue pronunciada en un rápido arrebato.

Él la miró con asco total.

364
—Hedionda maricona—. Las palabras fueron una expresión desnuda, cuando él se dio vuelta y se alejó, sin
mirar atrás.

Kerry se sentó, respirando con dificultad.

—Eso es todo por ahora, Sra. Stuart—. Uno de los senadores le dijo, acomodando cuidadosamente una pila
de papeles en sus manos. —Yo pido una moción para un breve aplazamiento.

En algún lugar, ella encontró la fuerza para defenderse con tranquila dignidad y hacer frente a la
explosión de flashes, mirando a través de ellos para encontrar su camino de regreso, a través de la multitud
que murmuraba, a un lugar seguro indicado por una figura alta enojada, quien pasó un brazo alrededor de
ella y le dio, a la multitud que los rodeaba, una mirada letal.
Se sentó, temblando.
Andrew se sentó junto a ella y dejó escapar un largo suspiro, respirando con molestia.

—Ese chico va a tener su pene en lugar de su maldita su nariz cuando haya terminado con él.

Kerry tragó, sin atreverse a mirar hacia arriba, a sabiendas que todo el mundo la estaba mirando. A
continuación, una mano cálida se dejó caer en su otro hombro, y un cuerpo grácil se elevó sobre la fila de
sillas y se instaló a su lado, sintiéndose, oliendo y sonando como Dar. Ella miró por encima, y vio una
mirada irónica y compasiva observándola.

—¿Puedo ir a casa ahora? —Se las arregló para susurrar.

Dar la atrajo más cerca, haciendo caso omiso de la prensa, después de haber llegado a las cámaras,
justo a tiempo para escuchar la admisión de Kerry.

—No te preocupes por eso, Ker. Hiciste lo que tenías que hacer. Pase lo que pase, tú y yo trataremos con
esto. —Intercambió miradas con su padre. —Tómalo con calma. Te tengo.

Kerry cerró los ojos, momentáneamente a salvo en su cálido refugio. Sin duda, no podía ser peor,
¿verdad?
Ella suspiró.

***

Se abrieron paso fuera de las cámaras a toda prisa, rodeados de personas que fueron agarrando,
empujando y tirando de la manga de Kerry.

—Sra. Stuart… Sra. Stuart, ¡un momento por favor!

Kerry mantuvo la cabeza baja, y siguió caminando, apoyándose en la orientación de Dar para
impedir estrellarse contra los grupos de prensa, y otros obstáculos. Una mano la agarró del brazo, y ella
miró por encima, para ver un micrófono acercarse a su rostro.

—Lo siento—. Ella tomó un respiro. —Creo que he dicho suficiente por ahora.
—¡Espera!
—¡Sra. Stuart!
—¿Es verdad…?
365
—Discúlpennos—. Dar tomó a Kerry por un brazo y sacó una mano, empujando fuerte para hacer un poco
de espacio en la muchedumbre de cuerpos. Andrew se acercó al otro lado y Ceci se metió entre ellos,
deslizando un brazo por detrás de Dar y abrazándola por encima del codo.
—¿Estás bien? —Ceci murmuró, acariciando el brazo de Kerry.
—No. —Kerry le susurró.
—Tómalo con calma. Vamos a salir de aquí.

Ceci miró las dos caras decididas y serias sobre su cabeza. Ella y Dar habían hecho su camino hasta
el edificio lleno de gente después de que Dar había terminado su entrevista, haciendo un trabajo más que
increíble según la medida que tenía Ceci, y defendiéndose de los pases repetidos de la periodista con un
buen talante irónico. Habían llegado a las escaleras cuando Kerry estaba hablando, y se detuvo en la puerta
cuando había admitido la liberación de la información.
Valiente niña. Ceci había seguido muy de cerca a Dar a través del caos, encontrándose casi tragada
por el abrazo de bienvenida de Andy cuando llegó a los asientos.
Había estado fuera de la vida durante tanto tiempo, Ceci sospechaba era pequeña venganza de los
dioses.
Se abrieron paso por la puerta y, finalmente, sintió el aire fresco, y Kerry aspiró una bocanada
enorme de él, tratando de ignorar los gritos de los manifestantes no muy lejos. Las cámaras la habían
seguido, y los reporteros le estaban gritando, pero sus sentidos estaban sobrecargados, y ella los cerró en
defensa propia, tapándose los oídos con las manos y temblando.

—Allá abajo—. Dirigió Dar. —Vamos a conseguir un taxi, salgamos de este infierno.
—Yo no voy a volver allí. —Kerry murmuró. —No me importa lo que digan. Eso es todo.

Bajaron por las escaleras, más allá de la multitud, y Dar apuntó sus ojos sobre ellos, al ver los
rostros enojados, y el creciente movimiento.

—¡Mira! ¡Ahí están! ¡Es uno de ellos!


—Mierda—. Dar giró los hombros, justo a tiempo para desviar una gran piedra. —Vamos a movernos.
—Hijos de una galleta. —Andrew gruñó. —Dardar, cambiar de lugar conmigo.

Otra roca golpeó a la mujer de pelo oscuro, y ella apretó los dientes.

—Tenemos que movernos.

Calificativos llegaron a ellos. Palabras desagradables y oscuras llenas de odio e ira, y más rocas
contra ellos. La policía luchaba por mantener atrás a la multitud, pero varios hombres se abrieron paso y se
agarraron a una barricada, moviéndose hacia ellos con salvaje intención.
Andrew maldijo, y se puso en torno a Dar.

—Quédate con tu mamá. —Gruñó, dándoles a todos un empujón hacia una cabina y saltó para interceptar a
los dos hombres. —¿Y a dónde creen que van, perros? —Agarró el bate que venia hacia él y se lo arrancó
de las manos al hombre, lanzándolo fuera del camino hacia un espacio vacío en las escaleras. El hombre
más cercano a él, un joven alto, delgado, con pelo corto y feas orejas trató de alcanzarlo, pero un policía lo
agarró por detrás, y comenzó a arrastrarlo hacia la línea de las barricadas.
—¡Bastardo estúpido! —El muchacho le gritó a Andrew. —¡Voy a patearte el culo!

Su compañero saltó sobre Andrew, y rápidamente se dio cuenta de que fue un grave error cuando el
exmarino lo tuvo agarrado por cuello y la entrepierna y lo volcó sobre su cabeza, cayendo en las duras
366
escaleras de mármol. Tres hombres más irrumpieron a través de las filas y comenzaron a correr hacia ellos,
con palos.
Andy sonrió y rebotó con la punta de los pies, sintiendo una oleada de sangre correr por sus venas,
dejando un agradable cosquilleo detrás, punzadas de una lujuria por la lucha que nunca se había
desvanecido del todo.

—Vamos, pequeños renacuajos—. Él les gritó, doblando las manos.

Un taxi se detuvo con cautela cerca de acera cuando Dar le hizo una señal, y abrió la puerta,
empujando a su madre y a Kerry al interior.

—¿A dónde va? —El taxista le gritó.


—Espere aquí—. Dar respondió, mirando a su alrededor rápidamente y viendo a varios periodistas partir a
su manera. —¡Jesús! Debí dejar el maldito sistema caído hasta esta mañana. —Se volvió para ver a su
padre esperando motivos, y luego suspiró. —¡Vuelvo enseguida!

Ella subió corriendo las escaleras y agarró el brazo de Andrew.

—Vamos, papá.
—Oh. —Andrew lanzó un último golpe, y luego tomó el brazo extendido y siguió Dar de vuelta al taxi.
Derrotaron a los periodistas por unos pocos pasos, y cerraron las puertas justo a tiempo, el taxi se alejó
rápidamente de la acera cuando camarógrafo tropezaron y se estrellaron contra el parachoques.

Por un momento, se hizo el silencio. Luego Kerry liberó lentamente una respiración contenida y se
apoyó en Dar, que la envolvió con fuerza y la atrajo hacia sí.

—Espero que haya una entrada trasera en el hotel. —Andrew comentó. —No he visto este alboroto desde
que Pamela Lee Anderson se presentó en una maldita prisión cerca de México. —Dio media vuelta y miró
a su esposa que se frotaba la oreja. —¿Estás bien, Ceci?

Cecilia mentalmente contuvo el aliento.

—Yo creo que sí. —Miró a Dar, que se apretó contra la puerta del taxi con Kerry acurrucada contra ella.
—¿Tú?

Dar asintió con la cabeza, sintiendo a su amante hundirse aún más en su jersey.

—Estoy bien—. Ella puso una mano sobre la cabeza de Kerry cuando oyó la leve respiración
entrecortada.—Está bien. Vamos a volver al hotel, y a reagruparnos, entonces voy a averiguar lo que se
debe hacer. —Casi esperaba una protesta de Kerry, pero la rubia no dijo ni una palabra. Muy bien. Dar
mentalmente ordenaba las cosas. Lo que Kerry acababa de hacer había descarrilado dos posibles problemas
que habían sido insignificantes para ella.

Uno de ellos, el hecho de que ella y Dar vivían juntas, que había rodado enseguida.
Dos, el hecho de que la información sobre el padre había salido de ILS, que también había sido
rodada hacia la derecha otra vez, oscurecida por la confesión sorprendente de la mujer rubia.
La posición de ILS, entonces era simple, la vida personal de los empleados no era de su interés. Uno
de los problemas fuera del camino.

367
En cuanto a Kerry saliendo el armario… bueno, desde el punto de vista de la empresa ellos estaban
en los altos niveles, eran capaces de decir plácidamente que la sexualidad de sus empleados tampoco era
ninguna de su preocupación, y la igualdad de trato como se aseguraba en el marco de los estatutos sociales.
Lo que hacia que se viera un maldito progreso, lo que en la mayoría de los casos en ILS sin duda no lo era.
Muy bien. Así que ella no tenía que preocuparse acerca de la compañía. Por otro lado, ella tenía que
preocuparse por la mujer desesperada en sus brazos, que estaba devastada emocionalmente y rápidamente
desentrañada ante los ojos de Dar. Con un suspiro, sacó su teléfono celular y marcó un número. Alastair
respondió en el segundo repique.

—Bueno, hola Dar—. La voz de su jefe era irónica. —Acabo de ver tu entrevista… fantástico trabajo.
Recibí una llamada de ABC y CBS después, pidiendo profundizar en la materia.
—Alastair…
—Y, acabo de ver las audiencias.

Dar se quedó en silencio, preguntándose qué le diría.


Una pausa.

—Es una chica valiente—. La voz de Alastair era cálida. —Dale mis saludos, ¿quieres?

Dar sonrió en silencio.

—Lo haré.
—¿Pienso que te llamaran de arriba? ¿Sólo sé lo peor? —Alastair sonaba pacíficamente resignado. —He
llamado a una teleconferencia para mañana por la mañana.
—No si son inteligentes—. Dar respondió.
—Está bien. Quiero ser informado, Dar. Quiero saber lo que está pasando.

Una risa irónica.

—Voy a mantener la nariz de la compañía tan limpia como pueda, Alastair.


—No se puede poner una maldición sobre la empresa, Dar.

Se quedó mirando el teléfono por un momento.

—Ah… Te sorprende, ¿eh? —El director general suspiró. —Es la primera vez… después, Dar. —Colgó,
dejándola cerrar su teléfono lentamente y poniéndolo a un lado. Kerry, finalmente aflojó el agarre y ladeó
la cabeza, mirándola con ojos tristes.
—Hola—. Dar se inclinó un poco hacia delante para tocar su frente contra la de su amante. —Apuesto a
que podría utilizar un poco de helado. —Ella sonrió un poco, recibiendo de vuelta una sonrisa cansada, a
continuación, Kerry exhaló, y bajó su cabeza. Dar acarició el pelo claro confortablemente, mirando hacia
arriba para ver a su madre observarla. Por un momento incómodo se miraron la una a la otra, y luego Ceci
apretó los labios en una sonrisa breve, y volvió su atención a su marido, que estaba con el ceño fruncido
mirando las calles adyacentes.

Llegaron al hotel, y el taxista entró en el garaje de estacionamiento, bajando un nivel y llegando a


una entrada inferior que estaba bastante sola. Agradecidos, pagaron y salieron, se deslizaron dentro de
ascensor.

368
—Esperen—. Andrew levantó una mano. —Vamos a uno de ahí. —Señaló. —Vamos al de control de los
bomberos.
—No tenemos llave—. Dar comentó, su brazo todavía estaba en torno a la muy tranquila y retraída Kerry.
—Bah—. Su padre las empujó dentro y esperó para que pudieran entrar, sacando un pequeño aparato de su
bolsillo y los usó para forzar la cerradura de los bomberos.

El ascensor hizo un ruido suave y sibilante, y subió los pisos. Los ojos de Kerry fueron de cara en
cara mientras esperaban.

—Siento que todos tuvieran que pasar por eso. —Finalmente, dijo. —Quisiera… —Ella se quedó en
silencio.
—Todo está bien, kumquat—. Andrew arrastró las palabras.
—¿Cómo la llamaste? —Ceci trató conscientemente de aligerar la atmósfera. —Santo cielo, Andy…
¿Cómo comparas a la pobre Kerry con una naranja pequeña y amarga?

Las puertas se abrieron, y salieron, luego subieron por el pasillo vacío y se dirigieron rápidamente a
la habitación de Dar y Kerry. Entraron al interior de la misma manera cuando oyeron los ascensores
abrirse, y voces que salían, y Andy cerró la puerta a toda prisa, a continuación, se llevó un dedo a los
labios.
A Kerry no podía importarle menos si todo el Coro del Tabernáculo Mormón estaba afuera. Ella
caminó y cayó sobre la cama, extendiendo los brazos y cerrando los ojos aliviando el cansancio.
Dulce Jesús, ¿Qué había hecho?
Después de que la habían llamado su testigo hostil, se había sentido segura de que sus padres sabían
que había sido la primera en divulgar esa información. ¿Qué otra razón habría para que la desconocieran?
Sin duda… no podría ser sólo Dar.
Pero no. Ellos no lo sabían. Una mirada a la cara de su padre le había dicho eso. Estupefacción.
Traición absoluta. Él pensó que revelando a Dar como la fuente de la información había abierto una brecha
entre ellos, sin darse cuenta de lo que la había obligado a decir.
No papá. No fue Dar. Ella habría eliminado la totalidad del expediente, dejándola a un lado.
Yo lo hice.
Yo.
Tu pequeña niña.
Kerry escuchó moverse a Andy y a Ceci en su propia habitación, diciendo algo sobre pedir servicio
a la habitación, entonces se tranquilizó, y la cama a su lado bajó y se movió, trayendo un cuerpo caliente
posarse contra ella. Abrió los ojos para ver a Dar apoyada a su lado, con un aspecto cansado en la cara.

—La jodí. —Vio cómo la ceja de Dar se elevó. Ella nunca decía eso, a menos que fuera lo peor de lo peor
de las cosas y su pareja lo sabía.
—No, no lo hiciste. —Su amante no estaba de acuerdo. —Ellos lo hicieron.

Kerry exhaló.

—Él no lo sabía. —Sus ojos fueron hacia Dar. —No sabía que era yo, Dar.
—Lo sé.
—Ahora tienen una buena razón para odiarme.

Dar se inclinó hacia delante, y le tomó la mano.

—Escúchame un minuto. —Su voz era muy grave. —Deje de culparte a ti misma, Kerry. Lo digo en serio.
369
Kerry la miró.

—Tú no eres la que hizo las cosas mal.


—Yo liberé esa información.
—TÚ no eres la que hizo las cosas mal. —Dar repitió. —No eres la que aceptó los sobornos, y no eres la
que dejó a las industrias pagarle para mirar hacia otro lado mientras la vida silvestre ha sido sacrificada, y
tú no eres la que utiliza los fondos del gobierno para mantener una amante y dos hijos ilegítimos.
—Yo simplemente podría haber guardado silencio como todo el mundo. —Kerry murmuró. —Si hubiera
podido, tal vez algún día me hubiera finalmente sentado y hablado con ellos acerca de nosotras.

Dar suspiró y le frotó los dedos.

—Kerry, incluso si no hubiera pasado nada, ¿De verdad crees que me habrían aceptado? ¿Aceptarnos?

Kerry negó ligeramente con la cabeza.

—Yo no lo sé. Nunca lo sabré. —Ella suspiró, viendo la mirada perpleja de Dar. —No lo puedo evitar,
Dar. Son mis padres y yo los amo. —Ella miró el techo. —¿Cómo pude haberles hecho eso a ellos?

Dar le mordió la uña del pulgar, tratando de averiguar qué decir. Estaba cansada, tenía el estómago
hecho nudos, había tenido un día muy, muy duro, y apenas era la tarde. Las discusiones sensibles nunca
fueron su fuerte en ningún momento, y, francamente, no tenía una buena respuesta a la pregunta de Kerry,
¿Estaba allí?

—Bueno… —Ella finalmente respondió. —Sólo puedo decirte lo que yo hubiera hecho. —Hizo una
pausa.—Creo que si hubiera pasado por lo que estabas atravesando, con el hospital y todo. Yo habría
estado furiosa. —Otra pausa. —Diablos, yo estaba furiosa.

Kerry volvió la cabeza y observó el rostro de su amiga.

—A veces haces las cosas cuando estás muy enfadada, parece correcto en el momento. —Dar continuó. —
Sé que lo hago… y luego, cuando uno mira hacia atrás, más adelante, supongo que te apoyas a ti misma y
piensas en todas las otras cosas que podrías haber hecho o dicho.
—Mm—. Kerry estuvo de acuerdo con tristeza. —Posteriormente.
—Sí—. Un guiño. —Pero la otra cosa que me he dado cuenta en los últimos años es que no hay punto para
golpearte a ti mismo sobre lo que has hecho. —Dijo Dar. —Ya está hecho.
—Seguir adelante—. Kerry amplió el pensamiento. —Recuperarse y tratar con ello.
—Síp.
—Entonces… ¿Cómo, exactamente, me ocupo en saber que arruiné la vida de mis padres, y que voy a estar
en todas las portadas de los tabloides en los Estados Unidos la próxima semana?

Dar se retorció un poco más cerca.

—En primer lugar, tienes que aceptar la responsabilidad de lo que has hecho… tienes que darte cuenta de
que ellos tienen que hacer lo mismo. —Dar puso una mano sobre el hombro de Kerry. —Tu padre hizo
esas cosas, Ker. Sabía que si alguien se enteraba, esto podría suceder. Él aceptó el riesgo.

Un suspiro.
370
—Duele.
—Lo sé.

Pero su cerebro comenzaba a funcionar de nuevo, se dio cuenta Kerry. Podía sentirlo, el choque se
estaba desvaneciendo, y sus procesos mentales se estaban acomodando, hacia un patrón más normal.

—¿Qué pasa con los tabloides? —Ella bromeó débilmente.


—Bueno… yo estaba pensando. —Dar puso un brazo sobre el estómago de Kerry, y sonrió mientras
la mujer rubia ponía una mano sobre su hombro. —Cuando tú y yo seamos ancianas, tomaremos esas
malditas revistas para hacer un álbum de recortes para sacarlo y mostrárselo a la gente.

Kerry sintió que en su rostro se formaba una sonrisa real ante la imagen.

—¿Mis quince minutos de fama, quieres decir?


—Algo así, sí. —Dar le devolvió la sonrisa. —Grabaré en una cinta mi entrevista, y la guardaremos bajo
llave.

Kerry quitó un poco de pelo oscuro de los ojos de Dar.

—Oh… ¿Cómo fue? ¿Es eso? Volvamos a CNN. Te quiero ver. —Entonces se detuvo. —Hm. Tal vez
no… Creo que sé cual va a ser la historia principal. —Se frotó las sienes. —No tienes ninguna aspirina,
¿verdad? Mi cabeza me está matando.
—Claro—. Dar salió de la cama y se puso de pie, fue a la cartera y buscó una botella. —¿Tienes ganas de
comer algo?

Kerry negó con la cabeza.


Dar regresó con las pastillas y un poco de agua y volvió a sentarse en la cama.

—Eso no se puede estar ayudándote con tu dolor de cabeza. —Comentó, cuando la mujer rubia se enroscó
a su lado y tomó el vaso, tragó varias de las pastillas.
—Probablemente no, pero creo que voy a devolver todo lo que trate de tragar. —Kerry dejó el vaso sobre
la mesilla de noche y puso su cabeza sobre su brazo. —Tal vez más tarde.

Dar se tendido junto a ella, dejando que su cuerpo se relajara contra el colchón de la cama. Estudió
la espalda tensa a su lado y se le acercó, dándole un tentativo masaje. Los omóplatos de Kerry se movieron,
y oyó un suave gruñido cuando el movimiento se amplió, haciendo pequeños círculos con la yema de los
dedos.
Soy una chica grande. Kerry cerró los ojos cuando el toque continuó. No necesito ser mimada como
una niña pequeña. Un ojo se abrió y miró por la habitación vacía.

—¿Oye, Dar?
—¿Sí?

Kerry se dio la vuelta sobre su espalda y volvió la cabeza.

—¿Creen que tenemos tiempo para una siesta?

Un siesta, oh chico, sonaba bien. Dar extendió un brazo, sonriendo ante la invitación.
371
—Claro… ven aquí. —Ella se acercó al cuerpo de Kerry, cubriéndose por el más pequeño de la mujer,
hasta que eran una maraña caliente en el centro de la cama. Se quedaron calladas por un rato, luego Kerry
suspiró.
—¿Dar?

La mujer morena tenía los ojos cerrados, y los mantuvo de esa manera.

—¿Mm?
—¿Lo hubieras hecho?

Dar lo consideró en serio.

—No lo sé. Puedo ser muy vengativa, Kerry—. Un encogimiento de hombros. —Tal vez dependería de si
estaba o no con el SPM.
—Dar… no lo haces por el síndrome premenstrual. He tenido que escuchar una larga discusión de una hora
en el comedor de la semana pasada.
—Claro que sí, Kerry.
—No, no lo haces.
—Sí, lo hago…. Es que nadie puede notar la diferencia. —La respuesta volvió plácida. —Piensa acerca de
esto… ¿Cuál es el típico comportamiento de la baja de hormonas? Te conviertes en una delirante,
arrogante perra alfa con una obsesión por el chocolate.

Kerry tuvo que reír. Hundió la cara en el hombro de Dar amortiguando sus risitas.

—¿Esto es diferente de mi estado normal exactamente cómo?

Más risitas.
Dar sonrió hacia el techo, contenta de haber tenido éxito haciendo reír un poco a Kerry. La risa
disminuyó, y una cálida mano se deslizó debajo de su camiseta, frotando la piel con suavidad.

—Gracias—. Kerry murmuró. —Yo necesitaba eso. —Ella exhaló, y cerró los ojos, oyendo a Dar bostezar.
Todo lo demás tendría que esperar por un tiempo.

***

—Esas pobres niñas. —Ceci se sentó en la silla junto a la ventana, y apoyó la cabeza en una mano.

Andy cerró cuidadosamente la puerta de comunicación, después de comprobar que la pareja dormía
profundamente.

—Esto es un montón de problemas. —Se sentó en la silla junto a ella, y se miraron. —Especialmente para
Kerry.

Ceci encendió el televisor de la habitación, y lo sintonizó en el canal de noticias, bajando el sonido.


Presentaban escenas de la investigación, desde los disturbios de la mañana, hasta una cruda imagen de
Kerry cuando testificaba.

—Ella tiene muchas agallas, Andy. No creo que tuviera la intención de admitir eso.
372
—Nah—. Su esposo tomó la mitad de un sándwich de queso del plato y le dio un mordisco. —Maldito
abogado, es más tonto que un cartucho de escopeta, presionándola con eso. —Tomó otro bocado. —Ellos
estaban tratando de hacer parecer que Dardar había arreglado todo el asunto. —Un sorbo de café. —El
maldito me hizo enfadar.
—¿Por qué preocuparse por Dar? —Ceci tomó su plato de ensalada y seleccionó una hoja, metiéndola en
su boca y masticando. —Ella tenía lo que quería. No había ningún motivo para ir más allá.
—Ellos no saben eso—. Andrew levantó la vista, y rápidamente se olvidó su almuerzo al ver una cara
familiar mirándole. —Hey, mira.

Ceci amablemente subió el sonido y la habitación se llenó de los tonos bajos de Dar. Había sido una
entrevista muy corta, en su mayoría se concentró exactamente en lo que había salido mal, y lo que había
hecho ILS para corregirlo. Dar le había dado una breve y educada explicación de la situación, y luego
había respondido a las preguntas de los periodistas sobre la posibilidad de que vuelva a ocurrir, y se acercó
a lo que ella pensaba que pasaría al finalizar del año. Seco y aburrido, sin duda, para cualquier persona que
realmente le importa un comino la alta tecnología, pero Dar siguió, terminó hablando, cambiando su
enfoque y mirando directamente a la cámara, sorprendiendo a la audiencia con una imagen de atractiva
inteligencia que sin duda impactó.

—Apuesto que pateo las cosas. —Ceci tuvo que reírse. —Ciertamente tiene presencia.

Andrew volvió su mirada a la televisión.

—Nunca te imaginas que esa niña que vivía con un uniforme desgarrado acabaría con ese aspecto, ¿eh?
—No. —Ceci estuvo de acuerdo con tristeza. —Todas las noches yo quería golpearme la cabeza contra la
pared… quien me iba a decir que sólo debía esperar un par de años.
—¿Tuvieron oportunidad de hablar?
—Sí—. Una pausa. —Sí, lo hicimos. No fue lo que esperaba. —Ceci recordó la sensación de calor que
había tenido. —Fue mucho mejor de lo que esperaba. —Ella levantó la vista. —Es difícil, Andy. Hay
tantas cosas entre nosotras.
—Ella tiene un buen corazón, Ceci.
—Lo sé. Lo recibió de ti—. Ellos entrelazaron los dedos. —Vamos a seguir trabajando en ello, Andy—. El
teléfono sonó, y ella lo miró con sorpresa, luego levantó el receptor. —¿Sí?
—Ceci, es Richard Edgerton.

Ella hizo una mueca.

—Hola, Richard. ¿Qué puedo hacer por ti?


—Al contrario, creo. Ellos no me dejan hablar a la habitación de Dar. Entonces ¿Puedo subir y charlar?
Pensé que tal vez la contribución de un abogado no era una mala idea. —Tenía un punto.
—Claro… sube. Es la 890—. Ella colgó el teléfono. —Rich Edgerton.
—Huh—. Andy se quedó pensativo. —Él no es una mala sorpresa.
—No… siempre tuvo debilidad por ti. Él fue el único… no voy a decir amigo, porque no estábamos tan
cerca, pero era la única persona con la que yo sentía que podía hablar en los últimos años. —Sus labios se
torcieron un poco. —Él seguía intentado que yo y Dar volviéramos a estar en contacto.

Andrew se levantó y fue hacia la puerta al oír el ascensor abriéndose. Su mano ya estaba en la
manija, cuando llamaron a la puerta, y él la abrió para revelar la forma alta del abogado.

—Hola, Richard.
373
Edgerton se echó un poco hacia atrás, mirándolo.

—Andrew—. Él se serenó a si mismo, y le tendió una mano. —Yo sabía, por supuesto, pero por alguna
razón no parecía real hasta ahora.

Andrew le tomó la mano y le indicó que pasara a la habitación. Siguió al abogado al interior.

—Me alegro de pasaras por aquí. La situación es un infierno, ¿No te parece?


—Hola, Ceci—. Edgerton sonrió. —¿Dejaste de estar enojada conmigo?

Él miró a la mujer de pelo rubio que se levantó de la silla y se acercó a él. La artista silenciosa y
retraída que había visto cada vez más lejana en el transcurso de siete años había desaparecido, reemplazada
por su vieja amiga cuya irónica sonrisa y ojos ligeramente brillantes hicieron sonreír al distinguido
abogado.

—Tú… eres siempre un entrometido alborotador. —Ceci le dio un golpecito en las costillas. —Y baja la
voz. Las niñas están durmiendo al lado.

Edgerton miró hacia la puerta, luego se sentó en el pequeño sofá, mientras tomaban sus propias
sillas.

—Ustedes dos jugaron en la playa, ¿Veo?


—En la playa, en el agua, dando vueltas en la arena. Tú apuesta. —Ceci se permitió un momento de
intensa alegría. —¿Cómo está Charlie? ¿Ha desenganchado los dedos del techo y bajó? —Ella encontró sus
dedos reclamados por su marido, y sonrió.
—Eeeyah, bueno, Ceci, no es un hombre feliz, y ciertamente no es feliz conmigo. —El abogado se frotó la
guapa mandíbula. —Sobre todo después de enterarse lo que yo sabía de Andrew, y no habérselo dicho, y
que felizmente procesé los fondos de May a los beneficiarios de confianza que Paladar declaró sin decir ni
boo.
—Ah. ¿Entonces él lo sabe? —Ceci escondió una sonrisa.
—Oh, sí—. Richard dio un respingo. —Definitivamente no era popular. —Se volvió hacia Andrew. —
¿Sabías que Dar tenía todo preparado para pasárselo a usted? Le di todos los papeles. —Él sonrió un
poco.—Debió haber visto mi cara cuando me lo dijo. Te lo juro, pensé que me iba a caer la silla.

Andrew asintió con la cabeza.

—Sip. Fui a abrir una cuenta. Poner un montón de sus dólares en diferentes cosas, impresionó a la pequeña
anciana del banco. —Miró a su esposa. —Ceci y yo estamos arreglando para escoger un lugar para vivir,
establecerse un poco.

Richard se echó a reír.

—Un pequeño apartamento en el centro, ¿Tal vez?

Los dos se miraron.

—No exactamente—. Ceci murmuró, mientras su marido se reía entre dientes.

374
***

El suave zumbido del teléfono celular sacó a Dar de un sueño realmente bueno, uno que incluía
dulces y cerezas, y una cubierta de barco muy desordenada. Ella abrió un ojo y miró el aparato, y luego a
regañadientes se deshizo de un brazo y lo contestó.

—¿Sí?

Una respiración.

—Um… ¿Es… Es… Dar?


—Tenía una oportunidad del cincuenta por ciento, y ganó. ¿Qué puedo hacer por ti? —Dar cerró los ojos.
—Dar, es Angie. ¿Puedo hablar con mi hermana, por favor?

Dar se despertó con un sobresalto.

—Lo siento. No lo sabía. Tú suenas como yo. —Ella sacudió con suavidad a Kerry. —¿Estás bien?
—Estoy en el hospital. Por favor, ¿Puedo hablar con ella?
—Ker… —Dar la movió más, sintiendo la resistencia cuando Kerry salió de un sueño muy profundo. —
Kerry, vamos. Es tu hermana al teléfono.
—¿Mmm? —Kerry contuvo el aliento, y se frotó los ojos. —¿Qu…? —Ella levantó la cabeza y miró hacia
arriba. —¿Quién? ¿Angie?
—Si… aquí—. Dar le entregó el teléfono. —Ella dijo que está en el hospital.
—Oh. —Kerry presiona el teléfono en su oreja. —¿Angie?
—Hola—. La voz de su hermana parecía agotada. —Escucha. El bebé ya viene, y estoy teniendo un
momento muy difícil.
—Dios mío. ¿Qué está pasando? ¿Estás bien? —Kerry se detuvo a sí misma, su corazón latía con fuerza
enviando sangre a su cabeza con una ola de dolor. —¿Dónde estás?
—Te vi en la tele. —Angie dijo. —Yo… me internaron ayer, Kerry. Ha sido un infierno durante toda la
noche. Sólo me duele… y duele. Yo no sé qué va a pasar, y yo quería… Yo quería hablar contigo para
decirte que no quería que nada de esto sucediera.
—Angie, está bien. —Kerry murmuró. —No te preocupes por nada. Lo importante es cómo lo estás
haciendo.

Hubo un breve silencio.

—Ow—. Angie finalmente suspiró. —Estoy tan cansada de hacer daño. —Un susurro. —Te vi en la
televisión, hermanita.
—Lo hiciste, ¿eh?
—Sí—. Ángela tomó un respiro. —Siento no haber ido cuando Mike lo hizo ayer.
—Está bien.
—No, no está bien. —Respondió Angie. —Hay que ponerse de pie y ser contado en algún momento,
Kerry.
—Angie, no te preocupes por ser contada. Sólo preocúpate por ti, y tu bebé. —Le dijo Kerry. —Dónde
estás? ¿Puedo ir a verte? ¿Está Richard allí?
—No. —Angie le susurró. —Está fuera de la ciudad.
—¿Qué pasa con Brian?

Hubo un largo silencio, y luego su hermana suspiró.


375
—Él ha optado por no participar.

Kerry cerró los ojos.

—Oh, Angie.
—Sí, bueno. Mejor de esta manera para los niños. —Angela respondió. —Tal vez por lo menos consiga
puntos para un lindo bebé, ¿Verdad?
—Lo siento, hermana. —Brazos se cerraron alrededor de Kerry con una segura sujeción. —Oye, aguanta.
Voy a ir a verte.
—Ten cuidado—. Angie le susurró. —Yo lo tomaré con calma, hermanita. Te amo.

Un gemido de dolor.

—Yo también te amo.

Kerry colgó, y después se restregó la cara con una mano.

—Me siento como si hubiera sido atropellada por un autobús, Dar. —Ella suspiró. —¿Podemos encontrar
un camino hacia el hospital sin la necesidad de llevar la mitad de los periodistas de DC con nosotras?

Dar la besó en la cabeza.

—Vamos a encontrar un camino. —Ella levantó la vista cuando el teléfono de la habitación sonó, entonces
respondió. —¿Sí?
—Lo siento, señora, pero es el operador del hotel, y tengo al señor James Herkins que insiste querer hablar
con la Sra. Stuart.
—Es el fiscal. —Dar puso la mano sobre el receptor. —¿Quieres hablar con él?
—¿Ahora quiere hablar conmigo? —Kerry respondió con un toque de sarcasmo. —En realidad, no… pero
supongo que será lo mejor. —Ella tomó el teléfono. —Gracias. Póngalo. Lo siento si esto ha sido un
problema para usted.
—Oh… —El operador se mostró sorprendido. —Bueno, gracias por decir eso. La mayoría de las personas
no lo hacen. —Colgó, y luego una voz masculina se escuchó.
—¿Sra. Stuart?
—Sí—. Kerry respondió.
—Me gustaría concertar una cita. Tenemos que hablar.
—¿Ahora tengo algo que decir que quiere escuchar? —Kerry disparó de nuevo, consiguiendo levantar
ligeramente una ceja de su pareja que estaba escuchando.

Hubo una pausa.

—Sra. Stuart, no tenía motivo para pensar que era la piedra angular de la situación. Mi información sobre
usted era que usted era una más de los hijos de Roger. —Herkins vaciló. —No es como que se adelantó y
dijo lo contrario.

Bueno, eso era cierto. Kerry tuvo que admitir.

—Y no creo que usted desee pasar por otro día como hoy. ¿Me equivoco?

376
También era cierto.

—Está bien. Pero no puede ser hoy. Tengo algo que cuidar. —Le dijo Kerry. —Además, he dicho casi todo
lo que tenía que decir.
—Excepto el por qué.
—¿Discúlpeme?
—Por qué, Sra. Stuart. Usted resuelve un gran problema por mí hoy diciéndolo. Siempre hubo una
pregunta en cuanto a la forma en que la información fue liberada. La pregunta que viene a la mente de
todos en estos momentos es por qué. ¿Por qué un hijo de Roger Stuart, aparentemente agradable,
inteligente, una joven exitosa, deliberadamente divulgó una información tan dañina?

Kerry se quedó en silencio por un momento.

—Me estaba haciendo la misma pregunta. —Ella respondió. —Supongo sentía que era lo correcto de hacer
en ese momento.
—¿Todavía piensas eso? —Herkins preguntó astutamente.

Kerry exhaló.

—¿Moralmente? Sí. Él hizo cosas que no estaban bien, y no legales.


—Bueno… —La voz del fiscal parecía satisfecha. —Estoy de acuerdo con usted, Sra. Stuart, y envió un
mensaje muy poderoso hoy, si usted se dio cuenta o no. ¿Cuando nos reuniremos usted y yo para
desayunar, y podamos hablar? Quizás puedo resolver las cosas entonces usted puede terminar aquí, e ir a
casa.

Casa.

—Me gustaría eso—. Ella admitió. —Honestamente, no tengo nada más que añadir al caso de una manera
u otra. Yo no sabía, ni siquiera sospecha hasta que estaba mirando eso en una pantalla blanca y negra.
—Le creo, Sra. Stuart—. Él respondió. —Engañó a mucha gente. —Hizo una pausa. —¿Mañana por la
mañana, entonces? La recogeré en la parte de atrás, vamos a ir a un pequeño lugar cerca de las cámaras de
la audiencia. ¿De acuerdo?
—Muy bien—. Kerry estuvo de acuerdo. —¿Esta escuchando las audiencias de hoy?

Un suave resoplido.

—Se pidió que se aplazara. Al parecer, usted sacudió completamente su carro de manzanas.
—Está bien.
—Sra. Stuart, no se sorprenda si se ponen en contacto con usted. Todo depende de usted, si quieres hablar
con ellos, pero creo que te das cuenta que no son tus amigos.
—Entiendo—. Kerry respondió. —Lo veré mañana. ¿Ocho está bien?
—Perfecto. Que tenga una buena noche, Sra. Stuart.

Kerry colgó el teléfono y lo miró.

—Él supone que debo ser la chica buena—. Ella levantó la vista hacia Dar. —Entonces, ¿Por qué me
siento como una traidora?
—Debido a que tienes una conciencia. —Dar respondió con prontitud. —Y un buen corazón.

377
Kerry suspiró.

—Quiero que esto termine, Dar. —Se frotó el cuello con un gesto cansado. —Quiero estar de vuelta en mi
oficina, escuchando a José quejarse, y con algo estúpido y desastroso esperando por mí sobre lo que
trabajar. —Sus hombros cayeron. —Quiero tener una taza de café con leche, y uno de esos pastelitos de
queso, y saber, cuándo se pone el sol, que hay un muro de escalar esperando por mí.

Dar apoyó la cabeza sobre su brazo.

—¿Me estás diciendo que eres feliz con tu vida? —La pregunta salió realmente sin que se diera cuenta, y
era más grave de lo que había previsto.
—Sí—. Los ojos de Kerry estaban desenfocados, mientras miraba a través de la habitación de un hotel
anodino. —Tal vez no me di cuenta hasta este momento de lo feliz que soy. —Ella parpadeó. —Los
verdaderos corazones son un raro don, Dar.

Dar no estaba segura de dónde venía eso.

—Sí, lo son. —Ella respondió con cautela.

Kerry se dio la vuelta y puso una mano sobre el pecho de Dar.

—¿Cómo demonios hago para valorar uno?

Dar no tenía idea de qué contestar a eso, y se salvó de tener que improvisar al escuchar un suave
golpe en la puerta de conexión.

—¿Sí? —Mantuvo los ojos fijos en los de Kerry, buscando las profundas sombras verdes cuando la puerta
se abrió y salió la cabeza de su padre.
—Pensé que oía voces. —Andrew ladeó la cabeza hacía las dos. —¿Las dos están bien?

Kerry exhaló, a continuación, volvió la cabeza.

—Estamos bien, papá. Pero mi hermana está en el hospital, tiene problemas con el bebé. Tengo que ir a
verla.
—Muy bien, kumquat. Iremos con las aguas por las caderas y dando palizas a donde quieras ir. —Andrew
sacó la cabeza de la habitación para transmitir la solicitud.
—¿Dar? —Kerry volvió a mirar a su amante en serio. —Necesitas tener hijos.
—¿Qu…? —Los ojos de Dar se pusieron redondos y enormes.
—Tenlo. —Kerry se levantó y se dirigió al baño, enjuagando su cara con la fría y metálica agua.

***

Tener un padre que pasó la mayor parte de su vida en operaciones clandestinas era, Dar estaba
descubriendo, una cosa útil cuando estuvieron en el centro de la atención pública. Andrew las guió fuera
del hotel y rodearon la esquina de un pequeño callejón, a continuación, salieron a la calle donde tomaron
un taxi con poca dificultad. Richard prometió volver al día siguiente, y se alegró de que Kerry aceptara su
oferta de reunirse con ella.

378
Habían sido sorprendidos al encontrar una multitud en las afueras del hospital, pero no todos tenían
que ver con las audiencias. El hospital era la sede de un centro de planificación familiar que realizaba
abortos, y el grupo estaba protestando afuera, entorpeciendo la entrada y gritando.
Dar se encontró a sí misma ambivalente acerca del tema. Un poco frenética, casi exagerada, la
agresividad de los manifestantes apartando su tensión, sino por el contrario ella creía firmemente que una
persona tenía que asumir la responsabilidad de sus acciones, que incluía tener relaciones sexuales, y el
resultado potencial de lo mismo. Tú juegas, Dar razonó, tú pagas, y una vez que el niño se gestaba, le
debías el derecho a entrar al mundo.
Ahora estaban sentados en una pequeña sala de espera fuera del ala de obstetricia del hospital,
mientras que Kerry se acercaba a la estación de las enfermeras en busca de su hermana. Dar paseaba
tranquilamente por una esquina, leyendo los avisos sin sentido en el tablero de corcho, mientras que su
madre reclamaba una silla, y su padre se asomaba alrededor de las máquinas expendedoras cercanas.

—¿Dar? —Ceci ladeó la cabeza, después de que mirara a su hija durante unos minutos. —¿Es que la lista
de los síntomas del embarazo son tan fascinantes?

Dar casi saltó de su piel. Ella se volvió, y le dio a su madre una mirada terrible.

—No. —Una pausa. —¿Por qué?

Las cejas de Ceci se unieron.

—Sólo preguntaba. Has estado leyéndolo durante un par de minutos, y sé que tu lectura es más rápido que
eso.

Dar caminó y se sentó.

—Yo no estaba leyendo. —Metió las manos bajo sus brazos.


—Está bien—. Ceci murmuró. —Yo… Um… no creo que sea nada de lo que tengas que preocuparte. —Se
aventuró. —A menos que ustedes dos… um… —Ella se encontró destinataria de una indignada mirada
azul. —Supongo que no ¿Hm?
—Oh sí, yo sería un padre maravilloso. —Dar murmuró. —No, la familia con Chino es suficiente para
nosotras.

Ceci se aclaró la garganta, y sacó un pequeño cuaderno de dibujo de su bolso, poniéndolo en su


rodilla y buscando un lápiz.

—Bueno, los costos de la universidad serán mínimos. —Pasó la almohadilla a una hoja en blanco e hizo
una pausa, y luego comenzó a trabajar.

***

—Mi hermana está aquí, ¿Creo que está en trabajo de parto? —Kerry preguntó a la enfermera, que estaba
ocupada escribiendo algo detrás de la mesa.
—Bueno, si ella está aquí, seguro que no tiene una pierna rota. —Respondió la mujer. —Espere un
minuto—. La enfermera estaba luchando con un teclado de la terminal. —Estúpidas cosas… Jesús, odio a
estos tontos ordenadores.

Kerry se rascó la mandíbula.


379
—Hago un trato con usted.

La enfermera levantó la vista.

—¿Cómo dice?
—Dime dónde está mi hermana, y arreglo tu ordenador.

Largas y oscuras pestañas parpadearon.

—¿Eres una de esas personas nerd?

Kerry asintió con la cabeza.

—Seguro… Hago eso. ¿Cómo se llama tu hermana? —La enfermera salió del camino y dejó que Kerry
llegara a la terminal.
—Angela—. Kerry desconectó la terminal y le dio un golpe, giró el teclado y golpeó con elegancia sobre el
escritorio. Migas del tamaño de un sello de correos salieron y las apartó cuando ella le dio la vuelta al
teclado de nuevo y reinició la máquina. —Ella ha estado en trabajo de parte durante un rato, me dijo.
—Ella está en la tercera planta ahí abajo—. La enfermera estaba observando a Kerry con fascinación. —
Está teniendo un mal momento… ¡hey, funcionó! —Ella tomó el teclado de nuevo y escribió algo. —
Wow. Eso fue realmente genial… ¿Eso es lo que haces? ¿Es usted uno de esos servicios a la gente?
—Mm… No acostumbro a hacerlo manualmente, pero sí, algo así. —Kerry se inclinó sobre el
mostrador.—Si está bien ¿Puedo ver a Angie?
—Claro… claro… um, estamos un poco fuera de las horas de visita, así que si alguien les dice algo…
—No te preocupes—. Kerry sonrió. —Sólo quiero verla por un minuto.

La enfermera hizo una pausa y luego miró a Kerry por primera vez.

—Quédate un rato… es lo que realmente ayuda a las madres a veces, y ella no ha tenido a nadie con ella
para nada… me sentí un poco mal por ella. —Ella le tendió una mano. —Llámeme si necesita algo… mi
nombre es Stacy.
—Kerry—. Ella tomó la mano y asintió. —Gracias… ¿Nadie más ha estado aquí para visitarla?
—No. —Stacy sacudió la cabeza. —El doctor dijo que va a darle un poco más de tiempo, entonces podría
tener que buscar otras opciones después de eso.

Kerry asintió con la cabeza.

—Está bien… gracias. —Ella se alejó del mostrador y caminó en silencio por el pasillo, pasando por dos
plantas a oscuras antes de llegar a la tercera. La habitación estaba parcialmente iluminada, las lámparas
hacían un ambiente más amigable de la que las fluorescentes difícilmente harían. —¿Angie?

Su hermana volvió la cabeza, el sudor humedecía su cabello pegándolo a su frente.

—Oh… hey. —Una trémula sonrisa cruzó por su rostro. —Es bueno ver a alguien que conozco. —Tendió
una mano y Kerry se acercó, tomándola. —Dios, es tan bueno que estés aquí, Kerry.
—Hola—. Kerry puso sus brazos alrededor de ella y tiró de ella en un abrazo incómodo. —Desearía que
me hubieras llamado antes… no es correcto estar aquí por ti misma, Angie.

380
Angie se medio enroscó a su lado y conservó las manos de Kerry.

—Estabas ocupada.
—Hubiera preferido más bien estar aquí. —Kerry admitió.
—Lo apuesto—. Ángela parpadeó con cansancio, y puso su cabeza sobre la almohada. —Te veías muy
bien en la televisión, sin embargo. Las cámaras seguían mostrándote antes de que te llamaran arriba—.
Tomó aire, e hizo una mueca, con el rostro tenso por el dolor por varios segundos muy largos. Luego se
relajó —¿Quién era ese tipo con el que estabas? Da miedo mirarlo.

Kerry se apoyó en la barandilla.

—Ese es Andy… Andrew Roberts, el padre de Dar—. Ella ajustó las sábanas. —Él es el más dulce y
maravillo hombre que conozco.
—¿Sí?
—Sí—. Kerry sonrió en silencio para sí misma.
—Él sabe de ustedes, supongo.
—Absolutamente—. Kerry le dijo. —Es tan bueno con esto, y no creía que él lo sería, porque él es militar
y todo. Pero es como… Dar es su hija, y no le importa lo que fuera o lo que hiciera. Él sólo la ama.

Angie se movió incómoda y suspiró.

—Eso es diferente.
—Mm.
—Um… Vi en la televisión a Dar también hoy—. Angie cambió de tema. —Ella se ve muy bien… yo no
entendía una palabra de seis de lo que estaba hablando, pero chico, impresionó a la periodista.

Kerry sonrió.

—No he visto la entrevista pero… lo que estaba ocurriendo al mismo tiempo era como que estaba en el
infierno. —Ella exhaló. —Pero después de anoche, supongo que quieren hablar con ella. —Ella captó la
mirada perpleja de Angie. —¿La cosa de los cajeros automáticos de ayer?
—Ew… ¿Esos tipos fueron ustedes?
—Más o menos… eran los tipos que utilizábamos para la red, pero Dar lo arregló—. Kerry se frotó los
ojos. —Estuvimos toda la noche… estoy tan cansada.
—Te ves tan cansada como me siento. —Angie admitió, haciendo una mueca cuando una contracción se
apoderó de ella de nuevo. —Augh… Dios, me estoy cansando de esto.

Kerry se apoderó de su mano.

—¿Cualquier cosa que pueda conseguirte? ¿Agua o algo?

Angela negó con la cabeza.

—Es bueno tener a alguien con quien hablar. —Sus labios se curvaron con una sonrisa. —¿Estás sola?
—No. ¿Atiendes a unos cuantos visitantes más? Me gustaría que conocieras a la madre y al padre de Dar…
No sé cuando voy a tener la oportunidad de presentártelos de nuevo.

Angela se movió, y se movió un poco, apartándose el cabello hacia atrás.

381
—Debo parecer un desastre… ¿Era esa con quien estabas ayer? ¿Su mamá?

Kerry asintió con la cabeza.

—No te preocupes… no son gente muy formal. —Ella se agachó.


—Sí, claro. —Angie susurró para sus adentros, escuchando los pasos que venían por el pasillo. Un
momento después, la puerta de su habitación estaba llena, y una mujer delgada, rubia, entró seguida por el
hombre alto con cicatrices que había visto en la televisión. A continuación, Kerry regresó con Dar justo
detrás de ella, la mujer de pelo oscuro miraba nerviosamente por la habitación como si algo la fuera a
morder. —Um… hola.

Kerry pasó al frente.

—Bueno… Angie, estos son Andy y Cecilia Roberts… mamá y papá de Dar, y por supuesto, ya conoces a
Dar.

Ceci se acercó y le sonrió.

—Encantado de conocerte, Angela—. Ella puso sus manos sobre la barandilla. —¿Estas teniendo un mal
momento ¿Eh?
—Ungh—. Angie la miró tímidamente. —El médico piensa que es un bebé grande, y eso es lo que está
causando problemas.
—Ah… sí—. Ceci asintió con seriedad. —He estado allí, hice eso—. Ella sonrió ante la mirada perpleja de
Angie, se volvió y miró por primera vez a Dar, y luego a la mujer en la cama. —Ocho libras, trece onzas—
. Entonces ella indicó levemente su forma, y levantó una ceja.
—Oooooh—. Angie hizo una mueca. —Creo que usted acaba de hacer que los pelos de mi pie se erizaran.
—¡Hey! —Dar les dio una mirada afectada por el insulto. —Yo no era tan grande.

Angela y Ceci la miraron, y luego soltaron un bufido. Andy se rió y le dio unas palmaditas a su
descendencia en la espalda.

—Eras una niña que rebotaba, rebotabas por todos lados. —Él le dijo.
—Énfasis en el rebote. —Ceci comentó secamente. Todos ellos se rieron y se relajó la tensión.
—Entonces… ¿Tiene algún truco que debería saber? —Angie le preguntó. —Mi primera vez no fue tan
malo… pero era un bebé prematuro. —Separó un poco las manos. —Todos de cinco libras… éste se ha ido
el único que terminó grande y más.
—Bueno, hay una famosa técnica oriental que consiste en la meditación trascendental y corporal, pero he
encontrado que las drogas son un mejor truco. —Dijo Ceci. —¿Han tratado de dilatarte?

Kerry se apoyó al pie de la cama a escuchar la conversación, y vio a Dar y a Andy curioseando
alrededor de la habitación, investigando las maquinas. Ambos tenían una manera de ladear un poco más la
cabeza cuando estaban tratando de decidir algo, y ver que lo hacían juntos fue muy divertido.
Ver a Angie sonriendo era bastante bueno también. Su hermana fue animadamente intercambiando
historias infantiles con Ceci, que Kerry estaba vigilando para molestar a su compañera más adelante. Dar
había sido, como era de esperar, un bebé muy activa que se había metido en algunas situaciones salvajes.

—Y allí estaba ella, sentada en la parte superior del capó del coche con la manguera del jardín. —Ceci
estaba diciendo. —Aterrorizando a las ardillas.

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Dar dio un suspiro, y luego volvió su atención a una lectura intermitente.

—¿Realmente lo hiciste? —Kerry murmuró, chocándola con su cadera.


—Yo no me acuerdo de nada. —Dar le murmuró de vuelta. —Ella podría decir que tomé mi trasero y volé
a través del patio delantero y yo nunca sabría si fue verdad.
—Claro que lo harías. —Kerry no estaba de acuerdo. —Habría un artículo del National Enquirer archivado
en alguna parte.

Dar rodó los ojos.

—Estoy segura de que no era la mitad de homicida destructiva como mi madre me describe. —Cogió un
dispositivo. —¿Qué es esto?
—Es para succionar el líquido de la nariz del bebé. —Kerry le informó, mirando a la mujer más alta dejar
caer el instrumento como si estuviera caliente. —Dar… relájate, ¿De acuerdo?
—Odio los hospitales.
—Estás de visita, así que cálmate.
—¿Sí? Entonces, ¿Qué era eso acerca de yo teniendo hijos? —Dar bajó la voz.
—Shh… —Kerry tuvo que ahogar una sonrisa. —Yo sólo quería decir que… Creo que tienes muy buenos
genes, y se merecen estar en la piscina. —Una pausa. —Si sabes lo que quiero decir… además, tu papá
sería un gran bisabuelo.
—Oh. —Dar ajeó a su padre. —Bueno, tal vez tengas un punto allí. —Ella sonrió en silencio para sí
misma.

Kerry parpadeó.

—¿Lo tengo?

Angie se echó a reír.

—Oh, Dios mío… si mi hijo hiciera eso… creo que me moriría en el acto.
—Bueno… —Andrew se metió las manos en los bolsillos. —Ah, parece recordar que una mañana en la
que tenía que estar en la oficina de cooperación, tuve que explicarles cómo un tanque M1 pasó cruzando el
patio de reparaciones y derrumbó a la mitad del comedor.
—¡Oh, no! —Dar hizo una mueca de dolor. —No esa historia.
—¿Es cierto? —Kerry susurró. —No importa… debe que ser. Te estas ruborizando.
—Pues bien, ahí daban la comida, no puedo decir que sea su culpa. —Ceci comentó, dibujando una
sonrisa, incluso hacia Dar. —Si recuerdo correctamente, teníamos que atender la base por dos semanas, y
todo el mundo se acercó y le dio dulces a Dar.
—Je je… —Andrew asintió con la cabeza. —Recuerdo esa parte.
—Mm… No lo hice. —Dar se humedeció los labios.

Angie volvió a reír, relajándose contra las almohadas. Entonces ella gritó de repente, y sus manos
fueron a su vientre.

—Oh, Dios mío.


—¿Rompiste fuente? —Ceci le preguntó de inmediato.
—Sí… —Angie susurró, agarrando la barandilla cuando la contracción la golpeó. —Whoa… creo que me
salté comenzar algo. —Todos los improductivos empujes de las horas previas se desvanecieron, cuando su
cuerpo se paralizó. —Oh… mi… Dios…
383
Kerry tragó, con las manos tensadas sobre las barandillas.

—Um… es hora… ¿Qué podemos hacer?

Cecilia levantó la mirada.

—En primer lugar, consigue que esos dos salgan de aquí antes de que acaben en el suelo. En segundo
lugar, tranquilízate y dile a una enfermera.
—¿Qu…? —Kerry volvió la cabeza, y vio los ensanchados y dilatados par de ojos azules. —Oh, chico…
bien… bien. —Ella agarró a Dar y a Andy por los brazos, y comenzó a tirar hacia la puerta. —Vamos,
chicos… vamos a hervir el agua.

Salieron al pasillo y se dirigieron hacia el mostrador, sus pasos resonaban en el espacio silencioso.

—¿Me pregunto si será un niño o una niña? —Kerry reflexionaba, al doblar la esquina.

Y se encontró cara a cara con sus padres.

***

Hubo un silencio mortal.

—Esa señorita necesita ayuda. —Andy deliberadamente volvió la cabeza hacia la enfermera.

La mujer echó un vistazo a la escena frente a ella y de inmediato desapareció, entrando a la


habitación de Angie.

—Tú no tienes lugar aquí. —Roger Stuart habló en voz baja. —Así que tomate a ti misma, y a quién esté
contigo y sal de aquí.

Kerry dejó escapar un suspiro, esperando no vomitar.

—Mi hermana me pidió que viniera. Es su elección. No tuya. —Se obligó a encontrarse con los ojos de su
padre, y sintió el disgusto que le pegó con una fuerza casi física.
—Tú no eres parte de esta familia. Pensé que lo había dejado claro.

Kerry sintió a Dar y a Andy acercándose.

—Tú no eres parte de mi familia. —Ella respondió con valentía. —Pero Angie y Michael lo son. Con
permiso. —Volvió la cabeza y pasó deliberadamente a su alrededor, hacia la sala de espera.
—No, si saben lo que es bueno para ellos—. Roger habló después de ella, sin darse la vuelta. —No estés
aquí cuando salgamos. —Tomó del brazo a su esposa y caminó, dejándolos atrás.

Kerry se detuvo justo en la puerta de la sala de espera, con las rodillas temblándoles tanto que casi
se cayó. Dar pareció darse cuenta de ello, y la sostuvo entre sus brazos, cuando Andrew llegó delante de
dónde estaba y acarició la mejilla.

—¿Kerry?
384
Tragó un par de veces, y luego lo miró.

—Estoy bien—. Ella susurró. —Simplemente no estaba esperando eso—. Metió sus manos temblorosas
debajo de sus brazos. —No puedo culparlo por sentirse así. —Kerry bajó los ojos al suelo pulido, la
realidad de lo que había hecho estaba golpeándole firmemente la tierra.

Andrew frunció el ceño, luego levantó la mirada para ver a su hija que lo miraba por encima del
hombro de Kerry, con una expresión impotente, suplicante.
Sabía que debía arreglarlo como un favor, todo estaría bien.

—Ven aquí, kumquat—. Puso sus brazos alrededor de la mujer rubia. —¿No estés triturándote a ti misma,
¿De acuerdo? Si yo hubiera hecho lo que hizo ese hombre, esperaría que mi hija tuviera el coraje y el
honor que tú tuviste para dejar que todos supieran al respecto.

Kerry absorbió las palabras y la emoción detrás de ellas, en ese pequeño bolsillo se encontró a si
misma. Los dedos de Andy rascaron ligeramente la parte posterior de su cabeza mientras ella deslizaba sus
brazos alrededor de su larga y sólida forma. No estaba segura que él tuviera razón, pero le ayudó.

—Gracias—. Ella lo soltó y se alzó de puntillas, y le dio un beso en la mejilla.

Andy se ruborizó.

—Eso es suficiente. —Se refirió a las sillas. —Siéntense. Voy a buscar un poco de café. —Él se escapó por
la puerta, dejando a Dar y a Kerry tomándose de las manos, cruzando la habitación, sentándose y
suspirando en perfecta armonía.

Se miraron la una a la otra.

—Vas a estar bien. —Dar le dijo para tranquilizarla.

Kerry asintió con la cabeza.

—Sí, creo que lo estaré. —Miró hacia la puerta vacía y sonrió, sólo un poco.

***

—Ooooh—. Angie hizo una mueca, y se mordió el labio. —¿Ahora estás en un apuro? —Ella contuvo la
respiración hasta que el espasmo terminó, y luego jadeó. —Niños.
—Cuéntame acerca de eso—. Cecilia enderezó las sabanas y ayudó a la mujer más joven a ponerse en una
posición más cómoda. —Yo estuve en labor veintidós horas.
—Oh, Dios mío. —Angela jadeaba. —No puedo imaginar nada agradable que me gustaría hacer durante
veintidós horas.
—Bueno—. Cecilia reflexionó, y luego se rió para sus adentros.

Angie parpadeó ante ella, ruborizándose cuando captó la referencia.

—Um… Gracias por distraerme, por cierto… Sé que apenas te conozco… pero… —Ella levantó la vista
cuando la enfermera entró apresurada, dándole una sonrisa tensa y profesional.
385
—Veo que las cosas se están moviendo… le diré el médico. —La enfermera entró a una habitación, y tomó
el teléfono.
—No te preocupes por eso. Yo estoy encantado de ayudar. —Ceci volvió la cabeza hacia los pasos que
sonaron, viendo dos figuras mayores llenar la puerta.

Interesante. Versión china.

—Hola—. Saludó a los padres de Kerry, notando la expresión enojada y nerviosa que recibió.

Ellos la ignoraron.

—Pensé que te dije que no quería ningún contacto—. Roger Stuart se dirigió a la mujer en la cama.

Angie se acurrucó, su cara tensándose por el dolor.

—Yo sólo…
—Tranquila—. Ceci le palmeó el brazo.
—¿Cómo pudiste, Angela—. La madre de Kerry habló, visiblemente molesta. —Después de todo lo que
ella nos hizo.
—Yo sólo quería alguien con quien hablar. —Angie dijo, cuando su contracción se relajó. —Ella es mi
hermana…
—No, no lo es. —Roger respondió bruscamente. —Y si necesitas a alguien con quien hablar, te voy a
alquilar a una secretaria. Puedes hablar todo lo que quieras. —Sus ojos fueron hacia Ceci. —¿Trabaja usted
aquí?
—Desafortunadamente no—. Cecilia sintió la ira asentarse en la boca del estómago. —Si lo hiciera, podría
llamar a seguridad y hacer que te echen. —Ella enyesó una mirada amable en su rostro y extendió una
mano. —No creo que nos presentaran… Soy Cecilia Roberts.

Se les quedaron mirando.

—¿La suegra de Kerry? —Sus cejas se levantaron sarcásticas.

***

Ceci salió de la habitación y pasó los delgados dedos por su pelo plateado.

—Bueno. Eso fue, sin duda, una delicia. —Miró a Kerry. —Tu hermana está preparándose para un
empujón real.
—Lo siento—. Kerry se disculpó. —Yo debí haberte advertido que mis padres estaban aquí.
—¿Cómo? —Ceci preguntó, razonablemente. —¿Lanzando una bengala? —Volvió la cabeza, luego le dio
a Dar una mirada interrogante.
—Café.
—Ah—. La mujer mayor se sentó y entrelazó los dedos alrededor de una rodilla. —Espero que haya una
segunda sala de espera, o esta podría ser una noche muy larga. —Ella dio a Kerry una mirada irónica. —
Decirle a tus padres que yo era tu suegra no fue una buena elección.

Dar rápidamente ahogó una carcajada.

—Yo de verdad, de verdad, lo siento. —Kerry le dijo a Ceci.


386
—Yo no. —La madre de Dar sonrió. —Sin ánimo de ofender, Kerry, pero nunca me ha gustado la opinión
de tu padre, y conocerlo en persona no hace nada para mejorarla… fue un placer intentar hacerle tragar su
lengua.

Ella todavía estaba enfadada.


No es que ella fuera un padre perfecto. ¡Oh, no! En un centenar de ellos, ella estaba de última. Pero
por el buen Dios, ella tendría el sentido de no entrar gritándole a una mujer que estaba haciendo un gran
esfuerzo por dar a luz.
Bueno, está bien entonces, si los Stuart estuvieran incluidos, ella llegaría al puesto 98 del centenar.
Moviéndose en le mundo de los padres. ¿Quién lo hubiera pensado?

—Pobre Angie—. Kerry murmuró. —Eso parecía un trabajo realmente duro.


—Oh, sí—. Ceci murmuró. —Está allá arriba en trabajo de parto tratando de expulsar una sandía de su
uretra. —Se levantó y se dirigió a la puerta, en busca de su marido.
—¿Dar? —Kerry le susurró.
—¿Mm?
—Creo que debes contratar a tu madre.

Parpadeo, parpadeo.

—¿Qu…? ¿Para qué?


—El departamento de marketing.

Dar pensó en eso.

—Todos ellos saltan por las ventanas del piso catorce, Kerry.
—Mm… —Kerry se rascó la nariz y asintió con la cabeza. —Sí, ¿Pero puedes imaginarte a ella y a
Eleanor juntas en una reunión?

Darse mordió el labio inferior.

—Hm.

Se oyó la voz enojada de Roger Stuart acercarse, y Dar dejó sus manos caer sobre su regazo.

—¿Qué es eso? —Ella se puso de pie, dispuesta a enfrentarse con él cuando entró. —He tenido suficiente
de su…
—¡Tú! —Stuart había llegado a la puerta, y la señaló. —Esto es todo culpa tuya, pedazo repugnante de
suciedad… ¡Quiero que tú y el resto de la chusma salgan de aquí antes que llame a seguridad y los eche!
—¿A quién llamas suciedad? Adúltero, estafa, gilipollas. —Dar caminó, avanzando hacia él. —Tome su
juicio de mierda y métaselo dentro de su…
—Dar…
—Roger…

Un profundo retumbar se estrelló de repente por el cuarto, parando los gritos y el movimiento por un
momento.
Entonces la onda expansiva golpeó, y las luces se apagaron, y el mundo comenzó a derrumbarse a su
alrededor.

387
***

Estaba muy oscuro. Dar obligó a sus ojos a abrirse de todos modos, tosió fuertemente cuando una
bocanada de polvo de yeso invadió su pecho. Todo a su alrededor, crujidos y gemidos, estruendo, y
sonidos de gritos se oían vagamente a su alrededor.
Ella estaba en el suelo, medio cubierta de pedazos de yeso y pared, sorprendida y aturdida, y
momentáneamente incapaz de pensar más allá de frotar la suciedad de sus ojos en un intento de utilizar el
pequeño brillo de la iluminación de emergencia para acercarse a un hueco de la colapsada habitación.
Mierda. Su mente dispersa trató de centrarse, cuando se dio la vuelta y se levantó, pestañeando los
ojos irritados. Kerry.
Estaba demasiado tranquilo.

—K… —Ella terminó de toser, al sentirse ansiosa, las sombras se despejaban muy lentamente para dejar
ver formas grises y oscuras en un silencio sobrecogedor que se posó en su corazón que latía de manera
irregular. —Hey… Hey… —Ella hurgó entre los escombros con manos temblorosas, apartando los
pedazos enmarañados de tiras de papel pintado de la pared, hasta que vio una muy quieta y polvorienta
forma medio enterrada bajo alguna alfombra y lo que quedaba de una silla.

Su mundo se detuvo.
Ella pasó por encima de los escombros y se quedó mirando la silenciosa figura, un miedo repentino
la sujetó en lo alto de su pecho y se enfrentó a la posibilidad de que había pasado lo peor.

—¿K… Kerry? —Apenas oyó su propia voz baja. —¿H… Hey?

No hubo ningún movimiento en respuesta, y en la oscuridad no podía ver ningún movimiento en


absoluto.
Dar cerró los ojos durante un largo momento, demasiado asustada para respirar. Esto no puede estar
pasando, ¿Podría? Tal vez todo era un sueño, y ella despertaría en su dormitorio, con Kerry hurgando en
sus costillas.
¿Tal vez?
¿Por favor?
No puedes apartarla de mí. Dar dejó sus párpados abiertos, parpadeando varias veces para que las
lágrimas lavaran el polvo. Luego se armó de valor y se inclinó hacia delante para poner una mano sobre el
hombro, su corazón latía tan rápido que la hacía temblar. Todavía no. No…
Un suave gemido respondió a su toque, y Dar casi se derrumbó de puro alivio.

—Hey… ¿Kerry? —Ella apartó los escombros a un lado y quitó muy suavemente el yeso desmenuzado de
su amante. —¿Cariño? —Su voz era temblorosa.

Kerry estornudó.

—Ow—. Ella le contestó con voz débil. —¿Dar?

Estaba demasiado oscuro para que Kerry viera las lágrimas, y se alegró por ello.

—Sí… ¿Qué está mal?… ¿Qué te duele?

Kerry comenzó a darse la vuelta, entonces grito, se enroscó en una posición más fetal.

388
—Mi hombro… ¡Oh, Dios!

Dar la examinó con ansiedad, teniendo en cuenta el ángulo extraño debajo de la camisa de algodón
que Kerry llevaba.

—Um… Creo que es… —Se inclinó más cerca, forzando los ojos. —A lo mejor está dislocado… no lo
puedo decir. —Ella puso una mano con cuidado en la cadera de la mujer rubia. —¿Cómo está lo demás?

Kerry se quedó en silencio por un momento.

—Está bien, creo. —Respiraba entrecortado. —¿Qué pasó?


—No sé—. Dar miró a su alrededor, por primera vez. La sala de espera se había derrumbado en su
mayoría, dejándolas en un pequeño espacio de forma irregular cerca de un rincón. No había señales de
ninguna otra persona, y la puerta de entrada en la que los padres de Kerry habían estado de pie era una gran
masa de escombros. —Algo explotó, creo.

Kerry estaba de espaldas a la puerta.

—¿Qu…? —Ella se detuvo. —¿Qué pasó con todos los demás? —Ella se quedó mirando a un trozo
retorcido de metal frente a su cara, tan cerca que podía oler el moho en él. Dar vaciló, el ligero toque sobre
su pierna se movió un poco, y fue cada vez más cálido cuando su amante extendió sus dedos sobre el
material de mezclilla. —¿Dar?
—Yo no sé eso. —Fue la cuidadosa respuesta. —Sólo las dos estamos aquí… Yo no veo nada… a nadie
más.

Hubo un momento de tranquilidad absoluta.

—Querido Dios, me alegro de que estés bien. —Kerry le susurró. —Yo no sé qué haría si estuviera aquí…
sola. —Ella se acomodó lentamente sobre su espalda, para poder ver a Dar, luego se detuvo, cuando la
débil luz reflejó una cara con manchas de lágrimas.
—Cuidado—. Dar tragó, poniéndole una mano de apoyo en la espalda, cuando la cara de Kerry se tensó
por el dolor.
—Augh—. Era como que un clavo al rojo vivo estaba entrando en su hombro, y Kerry casi gritó. Se
mordió el labio inferior en su lugar, hasta que pudo probar sangre. —Ow.
—Bien… escucha… —Dar le dijo vacilante. —Si quieres… Yo podría ponerlo de nuevo, entonces…
—¡No! —Otra sacudida. —No lo toques… ow… Dios… —Kerry no sabía qué hacer. Cada movimiento le
hacia daño y el dolor era muy intenso.
—Kerry, escucha…
—Nooo… —Ella trató de alejarse de donde estaba Dar, escarbando entre los escombros cuando unas
manos la detuvieron.
—Kerry… Kerry… por favor. Sólo deja de moverte. —La voz de Dar sonó un poco frenética.
—No puedo. —Ella estaba tomando respiraciones cortas y poco profundas. —No puedo soportarlo, Dar.
—Bien… —Dar con cuidado deslizó su pantorrilla por detrás de la espalda de Kerry para apoyarla. —Es
fácil… simplemente tratar de relajarte… si te pones tensa, es peor.

Kerry sólo gemía, pero la escuchó, y trató de hacer lo que le pidió su amante.

—Está bien—. Ella finalmente le susurró, presionando su mejilla contra la pared rota.

389
—Bien. Ahora escucha. —Dar se movió, y pasó un pie por el otro lado del cuerpo de Kerry. —Cariño,
tenemos que salir de aquí, porque está lloviendo piedras, ¿De acuerdo?
—Sí.
—Está bien. No los puedes hacer sin lastimarte.
—Dar, no puedo… por favor no toques mi brazo.
—Kerry.

El concreto a su alrededor cambió inquietantemente, dejando caer una lluvia de pequeños trozos
encima de ellas. Dar se acurrucó sobre su amiga herida, dejando que la golpearan en su lugar.

—No tenemos mucho tiempo.

Kerry hizo un suspiro entrecortado, y apretó los dedos alrededor del tobillo de Dar.

—Está bien—. Ella susurró, el dolor casi la asfixió.

Dar le acarició el cabello en un intento impotente de consolarla.

—Agárrate fuerte. —Advirtió, esperando que ella supiera qué diablos estaba haciendo. La agarró por la
pierna, apretándola. —Está bien, lo estoy haciendo. —Se pasó el dorso de la mano por la frente, luego con
mucho cuidado tocó el brazo de Kerry, tratando de no oír el gemido ahogado. —Tranquila bebé,…
tranquila.

Dar se las arregló para meter su mano izquierda debajo del bíceps de Kerry, y puso su mano derecha
en la parte superior del hombro extremadamente fuera de lugar. Ella imaginó en su mente lo que iba a
hacer, entonces tomó una respiración profunda.

—Grita si es necesario.

Kerry sabía que eso significaba lo que iba a venir, y contuvo la respiración, mordiendo el interior de
su labio mientras sentía a Dar moverse, y el dolor hizo explosión en ella, arrancando un grito gutural de lo
más profundo dentro de ella. Creció y creció cuando Dar apretó el brazo lesionado contra ella, una
sensación tan intenso que se tambaleó al borde de la inconsciencia por un angustioso momento.
Entonces todo había terminado.
Dar sintió los huesos deslizarse a lugar con un clic ahogado cuando todo el cuerpo de Kerry se
relajó, y empezó a llorar.

—Lo siento—. Se sentó entre los escombros y Kerry lentamente se metió en su regazo, y ella la abrazó con
cuidado. —Lo siento, Kerry—. Ella acarició a su pareja con movimientos pequeños e impotentes.

El dolor fue remitiendo poco a poco, pasando de una agonía a solo una tensa vibración, pero ahora
podía respirar, al menos, y mover los dedos sin gritar.

—Esta… bien. —Ella murmuró en voz baja. —Oh, Dios mío.

Dar se sentó allí, con los ojos cerrados, absorbiendo la vida, la respiración del cuerpo en sus brazos.
La sala destrozada a su alrededor no significa nada. El crujido de las paredes, el sonido del yeso cayendo,
el olor, los gritos lejanos… nada de eso le importaba en absoluto.
No cuando ella se había enfrentado a perder a Kerry.
390
Que le había tocado algo muy profundo, y ella todavía estaba temblando por dentro.
Finalmente, Kerry fue capaz de echarse hacia atrás por sí misma, y miró a su alrededor los tenues
restos.

—Gracias—. Se frotó los ojos adoloridos. —Eso me ayudó… Lo siento, te di un momento muy difícil.

Dar la miró, y le tocó la piel sucia, viendo las manchas de lágrimas en las mejillas de Kerry.

—Está bien.

Kerry tensó los labios con una sonrisa, y luego volvió lentamente la cabeza y examinó los restos.
Sus ojos se posaron en la puerta llena de escombros y miró fijamente. Luego alzó la vista hacia Dar
cayendo en el horror.

—D… —Un largo dedo se posó contra sus labios, callándola.


—No sabemos—. Dar suspiró. —Vamos a salir de aquí, y vamos a ver lo que pasó.

La mirada desconcertada de Kerry regresó a la puerta.

—Ellos estaban ahí, Dar. —Su voz se quebró. —Y… ¿Qué pasa con…? Tengo que encontrar a Angie…
y… a tu madre, y…
—Shh—. Dar la ayudó a ponerse de pie. —Cada cosa a su tiempo—. Ella fue tropezando hacia el lugar
donde se había derrumbado una pared dejando al descubierto un armario, su contenido se derramó. —
Hay… algunas sábanas aquí… si puedo encontrar un cuchillo… o… tal vez pueda rasgarlas… puedo hacer
un cabestrillo para ti. —Ella tiró de la tela. —O tal vez puede utilizar una funda de almohada… que es más
pequeña…
—Dar—. Kerry apoyó su brazo lesionado contra el bueno y se dirigió lentamente por los escombros. —
¿Por qué no sólo usas uno de esos? —Indicó unos artículos colgando de una caja, eran correas que
colgaban inertes.
—Oh. —Dar dejó las tiras. —Lo siento—. Ella ayudó a Kerry a meterla por su cabeza y ajustó las
hebillas.—Realmente no estoy pensando con claridad.

Aliviada por el apoyo, Kerry tomó un brazo de Dar y la condujo de regreso a la única salida posible,
una ventana de vidrio estaba medio aplastada, oscureciendo los paneles. Ambas se sacudieron cuando el
techo se movió y llovieron pedazos de yeso.

—Bien… —la voz de Kerry vaciló. —¿Y ahora qué?

Dar enfrentó el grueso cristal.

—Supongo que averiguaremos si todos esos años de artes marciales valían un comino.
—Dar, no puedes… —Demasiado tarde. Kerry sintió el movimiento del aire cuando su amante dio un paso
atrás, y luego se lanzó hacia adelante, girando y golpeando el cristal con una patada perfecta. La superficie
tembló, y con un gemido extraño cayó hacia el exterior, enviando lluvias de escombros por todas partes. —
Wow—. Afuera del umbral de la sesgada pared del pasillo se había derrumbado, dejando un pequeño
espacio, de forma triangular cerca del suelo, lleno de trozos de yeso, que conducía a una oscuridad más
profunda.
—Supongo que nos arrastraremos. —Ella suspiró. —Vamos…

391
Ella no sintió ningún movimiento detrás de ella, por lo que se volvió.

—¿Dar?

Su amante estaba muy quieta, con una mano apoyada en el marco vacío, los ojos fijos en el pequeño
espacio que quedaba.

—¿Estás bien? —Kerry se acercó más, mirándola a la luz tenue. —Vamos… vamos a terminar con esto.
Quiero ver dónde están todos.

Los músculos de la mandíbula de Dar se estremecieron.

—No puedo. —Su voz era ronca.


—¿Qu…? —Kerry se volvió y miró la apertura, luego de vuelta a su compañera, viendo el sudor rodando
por la cara de Dar. —Oh, Dios mío…. ¿Eres claustrofóbica? —La confirmación fue clara por la
expresión.—Dar, es la única manera de salir.

Un escalofrío sacudió visiblemente a la mujer más alta.


Kerry luchó contra el pánico que la estaba mordisqueando.

—Dar… —Tomó la mano de su amante, que estaba helada. —Yo voy primero… ¿vale? Y tú vienes
conmigo.
—Ve tú. —La voz de Dar se quebró. —Sal de aquí.

Kerry levantó una mano y le acarició la mejilla, logrando el contacto visual.

—No. —Ella sacudió la cabeza. —No me voy sin ti. Las dos salimos de aquí, o ninguna de nosotras lo
hace.

Ella no tuvo otra opción.

—Lo voy a intentar—. Dar permitió a Kerry que la guiara muy suavemente hacia la ventana, y se
detuvo.—Espera.

Los ojos pálidos miraron confusos el camino en cuestión.

—Déjame ir primero.

Ella pasó por encima del travesaño, y entró a un pequeño infierno personal.

***

Sería rastrarse sobre el vientre. Dar lentamente se puso de rodillas, y se asomó a la oscuridad del
túnel. No puedo hacer esto. Ya las manos le temblaban, y su estómago estaba hecho nudos. Tan sólo
pensar en lo siguiente le daba ganas de levantarse y correr en otra dirección.
Sintió la mano de Kerry cerca de su pantorrilla.

392
—Preparada cuando tú lo estés. —La voz firme de la mujer rubia le dio un empujoncito, y ella de mala
gana se dejó caer sobre sus manos, de alguna manera se obligó a acercarse a ese pequeño y estrecho túnel.

Ella no podía.
Pero tenía que hacerlo, por el amor de Kerry.
Basta de pensar en eso, Dar. Eso es lo que importa. Cierra los ojos malditos, y sólo lo hazlo por
ella.
Kerry tensó los labios y miró a Dar bajar al suelo, y empezar a gatear hacia adelante. Avanzó
después de ella, con un codo y ambas rodillas, manteniendo su mano lesionada en reposo sobre la pierna de
Dar. No tenía idea de lo que se sentía al ser claustrofóbico, pero sabía que ella nunca había visto a su
amante así.

—Tómatelo con calma, ¿vale? Me falta una pata.

Dar tuvo que sonreír un poco con eso. Mantuvo los ojos firmemente cerrados, y se mantuvo en
movimiento, la primera parte del túnel era lo suficientemente amplia como para que pasaran sus hombros,
sin tocarlos. Muy bien. Pudo oír el edificio gruñir de nuevo, y un poco de roca cayó sobre su espalda.
También se sentía más caliente. Ella movió la mano hacia adelante, y sintió algo cerca de su la cabeza,
pero abriendo los ojos sólo encontró sombras. Ella avanzó de todos modos.

—Cuidado con la cabeza aquí.


—Está bien—. La voz apagada de Kerry volvió a ella. —¿Estás bien?
—Sí.

Su voz no sonaba bien. Kerry avanzó y luego gritó, cuando ella puso su mano sobre un clavo.

—¿Qué? —Dar trató de darse la vuelta, y se dio cuenta que no podía. Todo su cuerpo se estremeció.
—No pasa nada… solo un clavo—. Kerry hizo una mueca. —Adelante. —Tenía polvo en la nariz, y ahogó
un estornudo.

Ahora los muros se estaban cerrando. Dar podía sentir el roce en sus brazos y en la parte superior de
su cabeza y se agachó por reflejo, cada vez más incómoda.
Unos metros más, y se golpeó la cabeza contra un trozo de escombro y se detuvo, ahora realmente
sentía el túnel presionando sobre ella. Con cautela, tocó delante de su posición, encontró espacio
moviéndose a la izquierda, cada vez más abajo, y más estrecho. Tampoco podía sentir ningún aire entrando
por el túnel, y ella dudó, considerando decirle a Kerry que retrocediera, que no podían ir más allá.
Luego dejó caer la cabeza, y se acostó sobre su vientre, tomando una bocanada de aire lleno de
polvo de concreto y miedo.

—Está un poco estrecho aquí. —Ella murmuró con voz ronca, preparándose para gatear. La presencia de
Kerry repentinamente se acercó, y sintió un abrazo alrededor de su pierna, y luego una presión suave que
sonó sospechosamente como un beso. —¿Qué fue eso?
—Estoy diciendo gracias.
—Uh huh.
—Vamos, Dar… siempre estás invitando a la gente a besarte el culo… ¿Quién más que yo tendría las
agallas para hacerlo realmente?

393
Dar se mordió el labio cuando su cuerpo se estremeció con una inesperada risa. Luego se enfrentó al
túnel, y se arrastró hacia adelante, se retorció por el pequeño espacio, tratando de no pensar en nada más
que el momento en que estaría fuera del maldito lugar.
Se puso más y más estrecho, y Dar se forzaba a seguir adelante en cada pequeño tramo, luchando
contra su propia mente tanto como con el incómodo espacio. Se arrastró determinadamente alrededor de
una curva torcida y luego se detuvo, cuando su cabeza chocó contra un pedazo de cartón de yeso, y el
choque provocó que una madera pesada, cayera sobre sus hombros y la retuviera en su lugar.
Ella no podía moverse. Sus manos empujaron ineficazmente contra el suelo, y la madera se mantuvo
estable, empujando su cara contra las afiladas rocas.

—¿Dar? —El tono de preocupación de Kerry le llegó.

Dar sintió crecer el pánico, y era casi incapaz de detenerlo. Empezó a luchar, su respiración se hizo
entrecortada y aguda, mientras trataba de quitar la madera.

—Hey… hey… tómalo con calma… déjame… —Las manos de Kerry se movieron hacia ella. —Oh…
Dios… bien, yo puedo… maldita sea, este pedazo de… Dar, dejar de luchar contra ella. Voy a tratar de
ayudar.

Era casi imposible de hacer. Todos sus instintos estaban instándola a moverla. Obligándose, se las
ingenió para quedarse quieta cuando Kerry trató de mover el obstáculo, obstaculizada por el brazo
lesionado.

—Creo que puedo… —La voz de Kerry era tensa. —Ow… oh, espera, creo que ya lo tengo. —Ella tensó
sus músculos y tiró hacia atrás, sintiendo el cambio en los tablones de madera. —Ah… espera un minuto
allí, Dar… casi he… —El movimiento la sorprendió, y la sacudió, y luego sintió que las paredes a su
alrededor comenzaron a moverse. —Oh… Mier… —Se las arregló para lanzar su cuerpo hacia delante
sobre Dar justo cuando el túnel se derrumbó a su alrededor, aprisionándolas juntas y bloqueando cualquier
posibilidad de retirada.

Era su peor pesadilla hecha realidad, y Dar se encontró congelada, incapaz de moverse mientras su
mente reconocía lo que había sucedido. Estaban atrapadas, con sólo un poco de aire.
Ellas iban a morir.
Podía sentir el cálido aliento de Kerry sobre su espalda, donde la mujer rubia estaba aprisionada,
estaban en un momento insensible de silencio.
Dar tragó, consciente de la congestión del aire a su alrededor. Sintió su pánico, sorprendentemente,
retirarse, y ella volvió la cabeza hacia un lado.

—¿Ker?
—¿Mm?
—No se ve bien.
—Lo sé. Lo siento, Dar. Pensé que estaba ayudando. —Kerry apretó su cara contra la parte posterior de
Dar, aspirando su familiar olor. —¿Estamos fuera de las opciones?
—Yo creo que sí.

Ambas se mantuvieron en silencio durante un par de respiraciones.

—Me alegro de que estemos juntas. —Kerry finalmente susurró.

394
Dar parpadeó en la oscuridad.

—Yo también.
—Yo siempre pensé que tener miedo… —Kerry se quedó en silencio, mientras escuchaban el suave ruido
de los escombros cayendo, y moviéndose, muy lejos. —Creo que aquí es donde se supone que debemos
decirnos todo tipo de cosas profundas.
—Supongo—. Dar respondió. Treinta años. Ella los examinó en silencio. Y sólo el último significaba una
maldita cosa. —Lo siento, nunca llegamos a ir a Key West.

Kerry sintió sueño.

—Tal vez en nuestra próxima vida. —Ella murmuró. —Hemos tenido tan poco tiempo en esta.

Siempre es demasiado corta. Dar sintió una oleada de frustración en su interior.

—Sí.
—Te amo, Dar. —Kerry apretó los labios contra la cálida parte posterior donde estaba descansando.

Ella no pudo responder durante un minuto, tenía un nudo en la garganta.

—Yo también te amo—. Finalmente dijo con voz áspera. —Tú sabes que has sido lo mejor en mi vida,
¿verdad?

Un escalofrío.

—Lo mismo.

Kerry suspiró.

—Yo no estaba preparada para que esto sucediera. —Ella murmuró en voz baja. —Acabo de encontrar lo
que quería, Dar… No quiero renunciar a ello todavía.
—Yo tampoco—. Dar sintió aumentar un profundo sentimiento de ira. Ella tensó sus músculos, y trató de
enderezar su cuerpo, sintiendo sus pies tener un agarre en los escombros caídos detrás de ellas. Podía sentir
la fuerte presión de la madera sobre los hombros, y su espíritu se rebeló contra sus cautivos. —Sé que es
inútil, pero… —Ella enrolló sus piernas y puso su espalda contra la madera.
—¿Qu…? ¿Qué estás haciendo, Dar?
—Tratando. —No había ninguna razón o pensamiento detrás de eso. Ella tomó aire, y luego comenzó a
empujar, forzando sus músculos contra de la obstrucción. No se movió siquiera un poco, pero ella trató
más fuertemente, llegando al interior y recuperando las reservas de fuerza durmientes que casi nunca había
tocado.

Cerró los ojos, y un eco en su memoria fluyó en ella, y sintió el aire viciado haciendo zumbar su
cabeza, y respiró fuerte y duro, y acabó de decidir que tenía que estar fuera de donde estaba.
Kerry necesitaba estar fuera de donde estaba. De ninguna manera iba a dejar a Kerry morir. De
ninguna manera.
No.
De ninguna manera.
Una oleada de calor de energía la golpeó en el estómago, y se desenrolló, dejando que un grito de
rabia brotara de su pecho y su cuerpo se enderezó, con el sonido se estrelló, y un rugido, y una ráfaga de
395
aire caliente y maloliente envició el aire. Dar se tambaleó al borde de la inconsciencia, vagamente
consciente de las manos y las voces que martilleaban su cabeza, que le eran curiosamente familiar.
Kerry sintió que las cosas se movieron a su alrededor, y trató de abrazar a Dar cuando el yeso y los
paneles de yeso se derrumbaron encima de las dos. Ella vivió un momento de pánico total, entonces los
escombros detrás de ella cedieron y fue dando tumbos fuera del túnel, a un espacio libre. Los azulejos del
techo cayeron sobre su cabeza y rodó, tratando de entrar en el claro. Entonces, su movimiento fue detenido
por algo sólido, y ella sacudió un brazo, haciendo un contacto inesperado con un tejido calido.

—¡Kerry! —Nunca una voz había sido más bienvenida. Kerry parpadeó abriendo los ojos a través del
polvo de yeso y los hizo centrarse en la polvorienta cara llena de cicatrices de Andrew. El hombre alto se
arrodilló a su lado y comenzó a quitarle los paneles de yeso de encima, y ella se aferró a su brazo, tirando
de él con torpeza y lo abrazó. —Tranquila—. Él la liberó con suavidad del yeso y terminó en el suelo con
Kerry en su regazo. —Señor, ah me alegro de verlas a los dos.
—Lo mismo digo. —Kerry consiguió esbozar una sonrisa, cuando ella se sentó con cuidado, acariciando su
brazo y mirando a su alrededor. Dar estaba tendida en el suelo, con su madre, de rodillas sobre ella, y podía
oler el humo de las inmediaciones. —Me alegro de que los dos estén bien. —Sus ojos se fueron al pasillo
del fondo, bloqueada por el techo que se había derrumbado.

Dar yacía en el suelo, tratando de recuperar el aliento. Las voces se acercaron mucho más, y ella
sintió que unos dedos le tocaron la frente, por un momento, volvió a la infancia, cuando la caída de un
árbol fuera de los cuarteles de la base le había aturdido. Había sido el mismo toque, y ella abrió los ojos
para ver a su madre inclinada sobre ella, con una mirada inquieta en su rostro.

—¿Dar? —Ceci habló de nuevo.


—Hola mamá—. Dar murmuró. —Ver el último escalón. Es un asco.

Ceci se quedó inmóvil por un segundo, luego su rostro se arrugó con una sonrisa irónica, cuando
compartió el recuerdo.

—Qué suerte… ya estás en un hospital. —Miró hacia donde estaba Andrew quitando de Kerry los últimos
escombros. —Me alegro de que nos encontraran… hay un incendio en la siguiente sección. Tenemos que
salir de aquí.

Eso explicaba el calor. Dar contuvo el aliento y miró a su alrededor. Lo que había sido la estación de
las enfermeras ahora era sólo una masa de escombros, y el techo se había caído por el pasillo, bloqueando
el camino a seguir. Kerry estaba poniéndose en pie, y cuando Dar la miró, ella se acercó y puso una mano
en la obstrucción. El alumbrado de emergencia era un poco más fuerte aquí, y dejaba ver las manchas de
sangre en la camisa de algodón de Kerry, desde los rasguños y raspaduras que cubrían su piel. Dar miró
hacia abajo, encontrándose en la misma condición.

—¿Dar? —Su madre le preguntó amablemente. —¿Estás bien?

Dar no lo creía. Demasiadas cosas estabas sucediendo demasiado rápido. Pero ella juntó su ingenio y
asintió con la cabeza.

—Tuvimos una especie de período difícil por el desastre.

Ceci le palmeó el hombro.

396
—Vamos… vamos a ver si podemos encontrar una manera de salir de aquí.

Ambas se levantaron, y caminaron hacia donde Kerry y Andy se acaban de poner de pies. Dar sufrió
un alboroto de cabellos por parte de su padre, cuando Kerry se lanzó contra ella en un abrazo sincero. Puso
sus brazos alrededor de la mujer más pequeña y exhaló, tratando de poner el pasado más reciente detrás de
ella, por el momento.

—Gracias—. Kerry pronunció. —Yo no sé cómo lo hiciste, pero gracias.

¿El qué? Dar aplazó la cuestión para más tarde.

—Tenemos que empezar a movernos. —Ella indicó una salida medio pasable a la derecha.

Kerry levantó la cabeza, y luego se alejó de Dar a los montones de escombros que bloqueaban el
camino hacia el espacio donde estaba Angie.

—¿Cómo podemos pasar por aquí?

Ellos se reunieron detrás de ella. Dar puso una mano en la pared fracturada.

—Kerry… eso… —Ella se quedó en silencio. El calor iba en aumento. —No creo que…
—Dar—. Kerry tomó un pedazo de concreto, y lo arrojó a un lado. —Mi familia está detrás de esto.
—Kerry—. Andrés fue a su lado. —Ah, creo que lo que fuera que explotara… tuvo que derribar esa ala.

Kerry lo miró.

—Tengo que estar segura. —Sacó otro poco y lo tiró detrás de ella. —Yo no voy a vivir mi vida… ahora
que tengo una de nuevo, gracias a Dar…. preguntándome si había algo que yo hubiera podido hacer para
ayudarlos.

Una fina neblina de humo había comenzado a entrar, y el calor se estaba haciendo incómodo, pero
Dar suspiró y se puso a trabajar, tirando, obstinada, el hormigón en un intento de despejar los escombros.
Ella miró a sus padres.

—¿Por qué ustedes no siguen adelante?


—¿Por qué no te crecen alas y vuelas? —Ceci replicó. —Será mejor que nos demos prisa… se va a poner
feo aquí.

Comenzaron a trabajar cuando un rugido espeluznante se convirtió en un eco audible, junto con el
eco de los gritos lejanos.

***

¿Qué estás haciendo, Kerry? Quitó el sudor que le humedecía el cabello de la frente y ahogó una tos.
¿De verdad crees que puedes pasar a través de todo esto? Entonces, ¿Qué? Miró a su derecha, donde Dar y
Andrés estaban trabajando juntos para mover un enorme trozo de pared. Padre e hija tomaron los lados
opuestos de la sección y la levantaron, arrugaron la nariz por el esfuerzo con un gesto exactamente igual.
Ellos dejaron el pedazo y fueron por más, mientras que Ceci la ayudaba a mover los trozos más pequeños.
Estás arriesgando sus vidas, y probablemente no entiendes por qué lo estás haciendo.
397
Su mano tocó algo que no era una roca, y gritó, retrocediendo cuando lo identificó como un brazo
humano.
Hacía frío.

—Dardar, ve con Kerry. Voy a comprobar eso. —Andrew le ordenó en voz baja. Se arrodilló frente a
Kerry, bloqueando su vista del cuerpo con el suyo propio cuando movió suavemente a un lado el yeso,
exponiendo las facciones. Por un momento se quedó en silencio, con la cabeza gacha, como diciendo una
oración. Luego volvió la cabeza. —Es la enfermera.

Kerry cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, y luego soltó el brazo de Dar.

—Dar, dame una mano aquí.

Era lo último que quería hacer. Dar tragó, pero obligó a su cuerpo a moverse, arrodillándose al lado
de su padre cuando puso a un lado los escombros. La enfermera había estado en marcha, al parecer. Ella
estaba boca abajo, y había una gran cantidad de sangre en un borde afilado que le había perforado la
espalda justo debajo de su cráneo. Andrew tomó uno sus brazos.

—Tómala por allí. —Hizo una seña al otro brazo. —Tira cuando te lo diga.

Dar dobló las manos, luego se acercó lentamente e hizo lo que pidió, desagradablemente sorprendida
por el frío y la carne de goma que sintió.

—¿Dar?

Ella miró rápidamente a su padre.

—La primera vez que hice esto, tiré tan mal que casi tosí mis rodillas por la nariz.

Dar asintió con la cabeza, y tomó aire.

—Gracias—. Ella la sujetó más firme, y lo ayudó a arrastrar el cuerpo, de lado a otro. Andrew le dio una
palmadita en la espalda mientras caminaban de regreso.
—¿Va a estar bien?
—Sí.

Volvieron a trabajar en el camino, mirando sobre sus hombros, cuando el humo comenzó a
espesarse. Kerry levantó un gran trozo, a continuación, un segundo y luego ahogó una tos. Vio a Andy y a
Dar luchar con una viga grande para quitarla del camino, y luego extendió la mano cuando regresaban,
capturando a Dar por la mano.

—Escucha… se está poniendo muy mal aquí… tal vez ustedes… mejor se van por otro camino.

Andrew miró por encima del hombro, y luego negó con la canosa cabeza.

—No creo que sea una opción, kumquat… vamos a seguir cavando.

Kerry le dio una mirada confusa, luego se volvió y miró al otro pasillo, sólo entonces vio las llamas
a través de la pequeña ventana de vidrio en la puerta. Estaban atrapados, y era culpa de ella. Oh, Dios mío.
398
Oh. Mi Dios.
Oh, Dios, por favor… si estoy siendo castigada por algo, no los traiga a ellos a esto. Kerry de
pronto sintió un calor en la mejilla y levanto la vista, directo a los ojos de Dar.

—Hey—. Dar tenía una mancha de hollín sobre su ojo, y le dirigió una mirada libertina. —No hay tiempo
para segundas suposiciones. Vamos… vamos a hacer esto.
—Dar… yo…
—No pienses en ello. —Un movimiento de cabeza. —Vamos.

Kerry exhaló, y asintió con la cabeza, y luego siguió Dar al hoyo que habían hecho en los
escombros.
Trabajaron en silencio, sólo roto por la tos, cuando el aire se hizo más espeso por el humo, y un
extraño sonido estruendoso provino del otro lado del muro que los separaba. Andrew se detuvo un
momento y luego tiró de su camisa y sacó una navaja del bolsillo de atrás al tiempo que la abría con un
movimiento imprudente de su muñeca. Luego se cortó las mangas, entregando cada una a Ceci y a Kerry,
con una curiosa caballerosidad que hizo sonreír a Dar. Se subió el cuello de la camisa y se tapó la boca y la
nariz, y luego siguió trabajando. Ellos hicieron un buen progreso por varios minutos, a continuación, Andy
maldijo, cuando la pared que estaba tratando de tirando se negó a ceder.

—Maldito sea el infierno… esta cosa es enorme.

Una ráfaga golpeo sus cabezas, y se agacharon, cuando la pared frente a ellos se desplomó en
llamas, escupiendo trozos de escombros quemados cerca de donde se encontraban. El humo subió, y se les
quedaron mirando, todos ellos congelados durante un largo rato.
Dar sintió que la adrenalina le dio en los intestinos, y parpadeó deliberadamente, dándole la espalda
al fuego y estudiando la pared. Allí había una sección de gran tamaño inclinándose que habían ignorado,
porque se apoyaba en su dirección y no en su camino.

—Muy bien—. Andrew sonó tristemente resignado. —Ustedes dos van a entrar en ese espacio, ¿De
acuerdo? Quizás podamos sacar algo de estas cosas, y puedan pasar.
—No. —Dar sintió que su cerebro la pateaba, al recordar qué era lo que hacía para vivir.

Sólo otro problema para resolver.

—Ayúdame a agarrar esos cables que cuelgan allí… vamos a atarlos alrededor de esta sección aquí… —
Dar trepó y cogió los cables y los ató alrededor de la sección inclinada. El resto de ellos la ayudaron,
atando las enormes cuerdas de metal. —Ahora…

El fuego saltó por la estación de enfermeras, el calor los estaba sofocando. Dar tiró del borde de la
sección inclinada.

—Si podemos conseguir que esto se caiga…


—¡Señor! —Andrew se levantó de un salto y agarró el borde, poniendo su peso a los esfuerzos, pero la
sección no se movió. Kerry y Ceci empujaron también, luchando contra el terco hormigón.
—La única maldita cosa en este lugar que se quedó donde estaba. —Ceci murmuró.
—Espera—. Dar dio un salto y lanzó su cuerpo hacia arriba y sobre el borde de la pared, colocándose entre
la sección y lo único que los estaba bloqueando. Ella puso sus pies contra una superficie, y la espalda
contra la otra, y empujó, utilizando sus poderosas piernas y manos apoyadas en las rodillas. —¡Fuera del
camino! —Ella gritó, al sentir el cambio de la roca debajo de la espalda.
399
Andrew se levantó y se coloco sobre el borde del hormigón, y añadió su fuerza a las de su hija.

—Esta cosa va a caer, vamos a tener que saltar.


—Sí—. Dar hizo una mueca, cuando el calor le hizo cerrar los ojos. —¿Listo? Un… dos…
—Seis—. Ambos empujaron a la vez, y la pared crujió, y luego comenzó a caer, enviándolos afuera,
cuando se volcó, vacilando un ápice, antes de rendirse a la gravedad y caer, quitando la gran sección que
les estaba bloqueando el camino.
—¡Hay un camino! —Gritó Kerry, con total alivio. —¡Vamos!

Tenía a Dar por la manga, y tiró, cuando Andy se sumergió en la brecha abierta, con Ceci colgada
sobre su espalda. Un trozo de aislante cayó ardiendo, y Kerry lanzó un grito al golpearle los hombros. Dar
la empujó hacia adelante, sin embargo, y cayó mientras las llamas empezaron a lamer el techo donde
estaban de pie. Ella se apretó por la estrecha abertura, raspándose los brazos y las piernas por los trozos
destrozados de la estructura de la pared interna que se abría paso entre los escombros. Era más oscura a
donde iban, y ella parpadeó, tratando de ver delante de ella.
Entonces un estruendo sonó a sus espaldas, y una ola de calor azotó contra su cuerpo, quemándole el
pelo de sus brazos mientras ella gritaba una advertencia.
Entonces sintió una sacudida tremenda, y algo cayó encima de ella, y se puso mucho más oscuro.

***

Las cosas se estaban moviendo. La conciencia de Kerry se sacudió y la hizo regresar a los sonidos
de las cosas que estaban cayendo, y a un rugiente sonido sordo. Oyó gritos, y se dio cuenta que estaba
siendo transportada en una cuna de fuertes brazos, que la agarraban por los hombros y por debajo de las
rodillas.
Todavía estaba muy oscuro, pero estaba más fresco, y trató de reunir sus dispersos sentidos cuando
los pasos se aceleraron, y una bocanada del fresco aire se apoderó de ella.
Oyó unos rápidos golpeteos, y se quedó desconcertada hasta que se dio cuenta de que eran los
latidos de un corazón que estaba contra su oído. Se obligó a abrir los ojos para ver un familiar perfil que se
describía en la poca luz de color rojizo. Por supuesto. Eran los latidos del corazón de Dar los que estaba
oyendo, que sonaban rápidos y tensos.
Bueno, ya sabes, Kerry… ya no eres de peso ligero como solías ser, y probablemente aceleraría las
cosas si ella no te llevara en sus brazos.

—¿Dar?

Los ojos azules miraron hacia ella.

—Hey… —Dar estaba claramente sin respiración, pero ella seguía avanzando, mirando débilmente hacia
atrás.
—Puedo caminar… bájame. —Kerry esperaba que fuera cierto. Ella no tenía ningún recuerdo real de lo
que había sucedió después de que hubieran empezado a atravesar la pared.
—¿Estás segura? —Dar se escondió debajo de un fragmento prominente de la pared que sobresalía, y casi
tropezó, manteniendo el equilibrio con su carga por algún milagro de la suerte.
—Sí… vamos, antes de que pierdas el conocimiento. —Kerry insistió.
—Está bien.

400
Estaba de pies, y ella se enderezó provisionalmente, buscando que todo estuviera relativamente en
una sola pieza, salvo por su hombro todavía adolorido, y ahora una sensible quemadura en su antebrazo.
Dar le puso una mano en la espalda y la llevó con su padre y su madre.

—¿Qué pasó?

Dar no respondió durante un momento.

—Esa explosión golpeó contra un pedazo de pared… sólo tenías que salir de allí, eso es todo.
—¿Estás bien?

Un guiño.

—Sí, vamos… papá cree que ha visto un área abierta allá arriba.

Kerry miró a su alrededor. Estaban en el pasillo que conducía a la habitación de Angie, pero era casi
irreconocible llena de escombros.

—¿Algún indicio de mis padres?


—No. —Dar paró en seco cuando Andy se detuvo delante de ella y se volvió. —¿Problema, papá?
—Shh—. Andrew se llevó un dedo a los labios. —¿Escuchas algo?

Un montón de cosas. Dar fue expulsando la sobrecarga emocional y sensorial de las últimas horas.

—¿Cómo qué?

Kerry puso su brazo sano alrededor de su pareja y escuchó.

—Yo no oigo nada.

Andrew ladeó la cabeza hacia un lado, y cerró los ojos.


Todos estuvieron en silencio por un momento. Débilmente, se oyó un grito, y luego un fuerte sonido
la izquierda. Entonces…

—Espera… es que… —Kerry podía oír algo vagamente rítmico. —¿Alguien está golpeando?

Andrew asintió con la cabeza.

—Es lo que creo que oía… —Caminaron a lo largo de la destrozada pared y, poco a poco, el sonido se hizo
más fuerte, luego se detuvo.

Entonces comenzó de nuevo, esta vez con una frustración inconfundible y la urgencia detrás de él.

—Señor—. Andrew suspiró, sopesando un martillo que parecía haber aparecido por arte de magia en su
mano. —Fuera del camino, vamos a ver si podemos hacer mella en esto.
—¿De dónde sacaste eso? —Ceci murmuró, poniendo una mano sobre su brazo. —Andy…
—Los malditos chicos de la construcción lo guardaron detrás del muro—. El exmarino levantó el martillo
y lo dejó oscilar contra la superficie antes ellos, un tramo del muro se había caído y cubría una esquina del
pasillo. —Debe ser la maldita habitación a la que queremos regresar.
401
Dar exhaló, entonces comenzó a tirar pedazos de concreto otra vez, aclarando un sendero para que
su padre pudiera bordear hacia abajo. Era sólo una habitación para dos, Kerry permaneció atrás de Ceci,
que había atado la manga de la camisa de su marido sobre los ojos para mantener su pelo atrás.

—¿Estás bien? —preguntó a la mujer mayor.


—He tenido días mejores. —Ceci admitió, inclinándose a modo de apoyo contra una pared. Pareció
agotada. —Lo más intenso que he tenido que hacer en un par de años es pasar por la farmacia. —Kerry le
dio una pálida mirada.
—No te sientas mal. Me paso cuatro o cinco noches a la semana en el gimnasio, y me siento como si
hubiera sido atropellada por un rinoceronte.
—Bueno, viendo como apartaste diez pies de yeso allá atrás, tienes derecho. —Ceci le tocó el brazo
bueno.—Me alegra que estés bien.

¿Diez pies? ¿Pared enyesada? Kerry parpadeó.

—Adivino que por eso tengo tal dolor de cabeza. —Murmuró, mirando la espalda de Dar tensarse cuando
su amante levantó un pedazo inmenso de algo y dejarlo fuera del camino. —Siento todo esto.
—¿Por qué?… ¿Tú pusiste la bomba? —Preguntó Ceci.
—No… —Kerry sonrió. —Por supuesto no, pero…
—Entonces… ¿Por qué te disculpas? —La mujer más pequeña la miró con sorprendente compasión. —
Kerry, todos nosotros hacemos suficientes cosas en nuestra vida para lamentarlo… no tomes el karma de
otra persona por esto.

Kerry a penas podía ver la cara de Ceci bajo la débil luz, pero pudo sentir la triste sonrisa que le
dirigió. Estuvo a punto de contestar, cuando un estruendo atrajo su mirada hacia la pared.

—Oh… parece que están cerca…

Avanzó poco a poco, ayudando a Dar a mover un último par de trozos de pared. Sólo una puerta de
madera estaba ahora entre ellos, y martilleando Andy lanzó un golpe sobre ella, el pesado instrumento
rompió la superficie sobre la perilla torcida. Las astillas volaban, y ella se agachó, entonces el marco
surgido libre de la pared y se inclinó hacia ellos. Kerry se apoderó de uno de los bordes y tiró, arrancando
la madera hacia atrás, luego tropezando cuando sacó el panel hacia el exterior, y dos figuras cayeron casi
encima de ellos.
Se detuvieron y se miraron el uno al otro.
Kerry sintió mitigarse su malestar por una sensación de profundo alivio al reconocer el rostro de su
padre, cubierto de yeso y de hollín. Un enorme peso se quitó de sus hombros, y extendió la mano y se
recostó de una pared caída, cuando sus rodillas amenazaron con derrumbarse.

—Estoy… contenta, te encontramos.


—Fuera de mi camino.

Esos ojos claros solo miraron por encima de ella, cuando su padre pasó junto a ellos, dando tumbos
por el pasillo sin decir una palabra. La madre de Kerry los miró incómoda con la parte delantera de su
camisa cubierta de manchas de sangre.

—Gracias. —Se dirigió a Andrew, aunque su mirada pasó brevemente a la cara de Kerry, entonces ella
bajó la mirada al suelo, y siguió a su marido.
402
Kerry sintió sus hombros desplomarse, cuando estudió los pedazos de concretos a sus pies.
Dar le rozó las manos y se acercó a ella, rodeándola con ambos brazos y acariciando la parte
posterior de su cabeza con suavidad mientras le daba un abrazo.

—Vamos. —Hizo un gesto con la cabeza.


—Ah lo creo. —Andrew escupió en el piso. —Ese tipo acabó con la paciencia de este perro de mar. —Se
echó al hombro el martillo y pasó un brazo alrededor de Ceci. —Ah voy a ir a buscarlo y pondré este
maldito martillo directamente encima de él.
—Andy. —Le tocó en el vientre. —Sólo salgamos de aquí, ¿De acuerdo?

Se dirigieron por el pasillo, esquivando los obstáculos en su camino, y subiendo por el suelo
combado que parecía dividir en dos el edificio, inclinando la sección exterior en un ángulo peligroso, como
si toda la esquina se encontrara en proceso de caer.
Kerry pasó por encima de la última barrera y fue a la puerta de la habitación de su hermana y se
detuvo en la puerta, aturdida.
No quedaba nada de la habitación. Sólo era una mezcla de yeso y hierro, tan denso y enmarañado,
que era evidente que nada podría haber permanecido vivo en su interior.

—No. —Ella susurró, cuando Dar y sus padres se acercaron a su lado, y miraron dentro. —Debe de haber
salido, ¿Verdad Dar?

¿En medio del trabajo de parto? Dar apoyó las manos sobre los hombros de Kerry.

—La encontraremos. —Aseguró a su amante.

Kerry asintió con la cabeza una vez, luego se quedó mirando los restos. Un silencioso conocimiento
se apoderó de ella, y se volvió, poniendo su cabeza sobre el pecho de Dar en una silenciosa atracción.

—Pero ella no salió, ¿Verdad? —Pronunció suavemente.


—Querido Dios. —Una voz enojada habló por detrás ellos. Se volvieron para ver a Roger Stuart allí, con
una mano apoyada en la destrozada puerta. —Una cosa más que llevar en tu conciencia, tú pequeña…
¡Espero que te pudras en el infierno! —Avanzó hacia Kerry, inconsciente de los demás. —Haré…
—Alto. —La voz de Dar fue aguda y repentina, cuando se puso rígida en toda su altura.
—Cállate.
—Un paso más… —Increíble, la enérgica voz baja que podía conseguir. —Una palabra más… y envolveré
esa viga alrededor de su cabeza. —Dar sentía una rabia corriendo a través de ella, trayendo las energías de
vuelta, y ella lo permitió. —Déjala en paz.
—Usted la arruinó. —El hombre gruñó. —Torciste su mente, pequeña pervertida…
—Oye. —Andrew se interpuso entre ellos, poniendo sus manos en las caderas. —Cuida tu boca con mi
hija.
—Tu… —El senador sacudió la cabeza. —Debe estar verdaderamente orgulloso de ella, señor.

Dar se agitó.

—Maldito imbécil. —Andy contestó ligeramente.

Roger Stuart los miró fijamente, y luego a la habitación. Señaló a Kerry.

403
—Si algo le sucedió a tu hermana, es culpa tuya. Mejor espera que no sea así. —Luego se volvió y se fue,
con una mano firme alrededor del brazo de su esposa.

Kerry se apoyó en el marco de la puerta y levantó una mano temblorosa a su rostro.

—Tiene razón. —Susurró. —Habrían estado en la casa de Michigan.

Andrew se acercó, y tiró de un mechón del pelo de Kerry.

—Kumquat, él está equivocado acerca de eso. No tenemos tiempo para estar cocinándonos aquí… guarda
energía que la vamos a necesitar para cosas mejores.

Era demasiado. Kerry miró los restos de la habitación de su hermana, y luego cedió, y sólo se
enterró en los brazos de Dar, demasiado cansada aún para llorar.

—Pienso que todos nosotros necesitamos sentarnos y descansar un minuto. —Ceci habló firmemente. —El
fuego no está en esta zona, y todos estamos a punto de caer. Vamos a ir allí y a reagruparnos. —Asintieron
con la cabeza cansados en acuerdo, y se instalaron en la esquina de la habitación, Dar con Kerry en brazos,
escuchando el caos a su alrededor en la oscuridad.

***

Andrew echó una mirada a su alrededor mientras descansaron, revisando el pasillo maltratado. Unos
minutos era todo lo que podían tomar. Ya podía ver el humo que se acumulaba en el techo.
Qué maldito lío. Miró a Ceci, que estaba sentada a su lado apoyando la cabeza en su hombro.

—¿Cómo lo llevas, linda señora?


—Bien. —contestó pensativa. —Por una parte, aquí estoy, en un edificio en llamas, cubierta de sólo Dios
sabe que, raspada y abollada como un camión Ford de 1960, y deseando una gran botella de agua mineral.
—Huh. —Andy examinó un desagradable rasguño en su brazo, y luego apartó un poco de polco del
hombro de su esposa….
—Por otro lado, estás aquí conmigo. —Ceci siguió, suspirando levemente. —Entonces pienso que estoy
muy bien ¿Cómo lo llevas tú?

Andrew se aclaró la garganta.

—Que es una cosa malditamente fuerte que decir delante de estas niñas, ¿No?

Ceci miró hacia donde estaba sentada Dar con Kerry acurrucada en sus brazos.

—Sobrevivirán.

Miró a su hija con desconcierto, recordando con toda claridad la insistencia de la enojada joven en el
espacio lleno personas. ¿Cuándo fue la última vez que abrazó a Dar? La escuela primaria,
probablemente… esos últimos años de inocencia… bueno, probablemente… antes de la pubertad había
pateado y había terminó con cualquier trozo de cercanía a la que ellas se habían aferrado.
Kerry parecía una persona del tipo delicado, y al parecer se había ajustado a Dar, a regañadientes la
mujer de pelo rubio se acomodó al consuelo que su presencia física le proporcionaba. Ciertamente, Kerry

404
absorbía el cariño cuando Dar mantuvo el ritmo frotando ligeramente su espalda, relajándose visiblemente
con unas pocas respiraciones profundas.
¿Ajustado? Ceci notó secretamente la mirada de fatiga contenida en la cara de Dar cuando descansó
la mejilla contra la cabeza pálida de Kerry. Quizá debería haber intentado un par de abrazos para empezar.
Kerry definitivamente le estaba mostrando un lado inesperado de su hija, eso seguro. Una faceta cálida,
cariñosa y juguetona que ella francamente no había pensado que Dar poseyera.
Oh bueno. La percepción retrospectiva es una cosa muy frustrante, especialmente para un padre.
Nunca acabas de saber si estaba haciendo lo correcto, lo incorrecto, o lo que sea, y en el momento en que
lo pensaba, ya era demasiado tarde.

—Será mejor ponerse en marcha. —Ella murmuró, con una mirada llena de disculpas en dirección de
Kerry. —¿Estas mejor?

Kerry cabeceó.

—Sólo necesitaba recobrar el aliento, creo. —Murmuró, entonces levantó la cabeza y miró a su callada
protectora. —Gracias.

Dar inclinó la cabeza hacia un lado.

—¿Por ser un respaldo? No hay problema.


—Eso también. —Kerry entrelazó sus dedos con los largos de Dar, y rozó sus labios sobre los nudillos. —
Me parece que siempre me meto en problemas.
—Mantiene la vida interesante. —Dar le aseguró, con una leve sonrisa, cuando ella se puso de pies y tiró
de Kerry. —Vamos. —Mantuvo un brazo alrededor de los hombros de su amante cuando avanzaron por el
vestíbulo, esquivando los obstáculos en silencio.

Habían alcanzado la mayor parte del camino hacia el final del edificio, cuando Andrew se detuvo, y
puso su mano contra la pared, echando una mirada alrededor con cuidado.

—Maldita sea.
—¿Qué es? —Ceci le preguntó.
—No hay manera de bajar desde aquí. —Les dijo. —Las escaleras están por detrás de esta parte. —Señaló
un montón de escombros. —Parece que la sección del maldito edificio cayó encima de sí mismo.

Dar miró el humo llenar el final del pasillo por donde habían venido.

—Bueno… vamos a una habitación del exterior entonces… las personas deben estar tratando de salir de
este maldito lugar. —Tomó la delantera, trepando sobre una cama móvil y girando hacia el último rincón,
entonces se detuvo en seco.

El final del pasillo estaba lleno de personas acurrucadas y asustadas, que la miraban fijamente con
los ojos desorbitados. Los padres de Kerry estaban allí, contra una pared, el senador con las palabras
atrapadas a media.

—Una desgracia. —Sus ojos se posaron sobre ellos, y él se detuvo. —Nadie que ayude, nadie que sepa
algo… puedes apostar que haré algo al respecto después de que esto.
—Si salimos de aquí. —Una mujer sentada en el piso, con un niño en brazos, respondió. —Nadie sabe lo
que sucedió… fue como si una bomba estallara.
405
—No seas ridícula. —El senador chasqueó. —Probablemente algún calentador de gas voló… este lugar es
conocido por tomar atajos.
—¿Con esta cantidad de daño? —Dar bufó. —Tendría que ser un calentador el tamaño del Titánic. —
Comenzó a rodear el área, examinando cualquier posible salida. —Probablemente fue una bomba. —Le
dio al senador una oscura mirada. —Alguien probablemente se cansó de sus políticas de odio.
—Cállate.
—Bésame el culo.
—Dar. —Kerry la miró a la cara para encararla, cerrando los ojos cuando no vio en su cara lo que buscaba.
El extremo del edificio era abierto y tenía grandes ventanas, y había quizás una docena de personas allí,
algunos heridos, algunos pacientes, y algunos, cerca de media docena, de niños.

Entonces se dio cuenta de que el cuarto estaba lleno de muebles y juguetes, y supuso que se
encontraban en el área de pediatría. Dos de los niños estaban en sillas de ruedas, y parecían asustados.
Kerry sonrió al más cercano, y trató de no pensar en su hermana.
Sin duda, Angie había salido. Quizá había estado camino a la sala de partos… quizá estaba al otro
lado de los daño, y fuera ya.
Quizás Kerry ya era tía de nuevo.
Quizás era un niño. Se detuvo, y luchó contra las lágrimas. No voy a renunciar a ti, Angie… sé que
lo hiciste.

—¿Alguien sabe realmente lo que pasó? —Dar preguntó finalmente, cuando Andrew fue a la ventana y
miró hacia fuera.
—No tengo ni idea. —Un hombre contestó, tenía un pedazo sucio de tela en un corte en la cara. Una niña
se aferraba a él, evidentemente, su hija. La niña estaba pálida, y llevaba un pijama del hospital, y ella
parecía asustada e incómoda. —Un momento estábamos viendo la televisión, al siguiente… todo el lugar
voló en pedazos.

Dar miró detrás de ella.

—Debemos bloquear ese pasillo.


—¿Está usted loca? —Una mujer sentada contra la pared, se opuso. —Esa es la única manera que tienen de
llegar a nosotros… estamos en un callejón sin salida.
—Es también la única manera que el fuego tiene de llegar a nosotros. —Dar contestó. —Y va a llegar antes
de recibir ayuda.

Un murmullo de temor siguió sus palabras. Contra la pared del fondo, los padres de Kerry
simplemente giraron las cabezas, e ignoraron su existencia. Más cerca de la entrada, una pequeña cocina se
había salvado en su mayor parte, y la saquearon fácilmente. Había una botella de cinco galones de agua
asentada en la mitad del vacío mostrador, y Kerry fue por ella, consciente de repente de una sed
desesperada.
Una sorda explosión dio contra la pared, y ella se agarró, cuando los escombros cayeron a su
alrededor. Después de unos momentos de tensión, sin embargo, el crujido se detuvo, y todos tosían por la
película de polvo de yeso que empañaba la habitación. La parte del techo de derrumbó, arrojando tejas
rotas por todas partes, y el aire ya congestionado pareció espesarse a su alrededor.
Entonces con un parpadeo a medias, la luz débil de emergencia se apagó, y quedaron a oscuras, sólo
interrumpida por las luces de la ciudad que entraban desde las ventanas.
Kerry se detuvo con la mano en el mostrador. Por escasa que fuera, la luz había servido para darles
por lo menos alguna idea de lo que sucedía. Ahora… algo podría salir de la oscuridad. Saltó cuando sintió
un toque en su espalda y jadeó.
406
—Tranquila. —La voz de Dar cosquilleó en su oreja. —Déjame buscarlo por ti. —La mujer de pelo oscuro
hurgó entre los escombros cerca del refrigerador caído y recuperó una taza, entonces levantó la botella con
cuidado y vertió un poco de agua en ella.

Kerry bebió el líquido con gratitud, vaciando la taza, y luego mirando fijamente en la triste
penumbra.

—¿Podrías…?
—Claro. —Dar le sirvió otra taza, luego tomó una profunda respiración.
—No creo que bloquear la sala ayude.
—Probablemente no. —Andrew, estuvo de acuerdo parándose a su lado. —Creo que necesitamos abrir una
ventana. —Miró los perfiles que se vislumbraban confusos a través del cristal. —Dar, vamos a ver eso.
Cec… sigue por aquí, ¿De acuerdo?
—Bien. —Cecilia se inclinó contra el mostrador junto a Kerry y exhaló, cuando giró la cabeza. —¿Te
importa si robo un sorbo de eso?

Kerry le ofreció la taza.

—Es lo menos que podría hacer después de meterte en esto.


—¿Kerry? —Ceci la miró de reojo, tomando un sorbo del agua. —Si no cortas el juego de la culpa, voy a
estar obligada a ponerme maternal, y eso podría ponerse feo.

Kerry parpadeó, luego sonrío contra su voluntad.

—Lo siento. Balbuceo cuando estoy nerviosa. —Se frotó los ojos con cansancio. —Mi cerebro está con el
depósito vacío en este momento. —Era dolorosamente consciente de sus padres, mirándola desde del otro
lado de la habitación.
—Me doy cuenta. ¿Sabes qué hace Dar cuándo está nerviosa?
—Separa cosas. —Kerry respondió con una leve sonrisa. —Especialmente los clips de papel, le da forma
de figuritas.

Ceci rió entre dientes.

—Me alegra que algunas cosas no cambiaron… solía tener una colección de las malditas cosas.

Kerry la miró por un momento.

—Apuesto a que todavía los tienes. —Dijo inesperadamente. —¿No es cierto?

La mujer mayor frunció los labios, entonces miró hacia el mostrador donde se apoyaban.

—Me has atrapado. Sí, los tengo. —Ella estuvo de acuerdo con suavidad. —Junto con algunos pares de
diminutos zapatos, y los esfuerzos de un niño del primer grado en la ortografía.

Kerry absorbió eso, su mirada fue inconscientemente hacia el lugar donde estaban sus padres.

—Tuve que hacer todo de mis propios. —Su voz era baja, y calmada. Después de un momento de silencio
reflexivo, ella volvió la cabeza hacia Ceci. —Sra. Roberts… puede ser maternal conmigo cuando lo desee.
407
Increíble.
Cecilia respiró hondo. Alguien que piensa que soy material de criar niños. Debo estar poniéndome
vieja como las montañas para que eso suceda.

—Bueno, entonces… —Contestó pensativamente. —Debes dejar de llamarme Sra. Roberts. —En la
penumbra, ella apenas podía ver la sonrisa de Kerry.

Increíble.
Los niños comenzaban a llorar, asustados aun más por la oscuridad. Dar y Andy se abrieron paso por
el suelo lleno de gente, presionando contra las ventanas de vidrio cuando las alcanzaron y miraron hacia
abajo.

—Jesús. —Los ojos de Dar se abrieron como platos, ante la enorme cantidad de luces, equipos de
emergencias, y las personas que pululaban abajo. —Supongo que están trabajando en sacar a la gente… —
Ella vio cuando un bombero tiró de una forma envuelta por una ventana dos pisos por debajo de ellos.
Estaban en el séptimo piso, casi en la parte superior del edificio, y por la forma de lo que podía ver lo que
había sucedido había arrancado casi la mitad de la estructura.

Andy presiono sus manos contra el vidrio.

—No va a ser fácil. —Él negó con la cabeza. —Está cosa está hecha para no romperse… los de allí abajo
no van a saber que estamos aquí a menos que se lo digan. —Levantó su martillo e hizo una pausa,
buscando un lugar para comenzar. —Maldita sea el momento en que perdiste tu teléfono celular.
—Mmph. —Dar murmuró, molesta consigo misma por ese mismo hecho. —Se soltó de mi cinturón. —
Kerry había dejado el suyo cargando en la sala, y ella no estaba realmente segura de qué tipo de recepción
podía esperar dentro de ese caos de todos modos. Hizo espacio para que su padre pudiera trabajar, entonces
se dio cuenta de que había algunos obstáculos vivos en la penumbra. —Debe retroceder. —Dar dijo a los
Stuarts mirándolos con frialdad.
—Vete al infierno. —Roger Stuart respondió, luego se estremeció cuando de pronto estuvo cara a cara con
la cabeza de un martillo y un par de frió ojos detrás de él.
—Usted va a mover su cadáver fuera del camino, señor. —Dijo Andrew con voz áspera. —Porque estoy
cerca de quedarme sin paciencia con usted. —Asomó el mango del martillo hacia el senador. —Ahora esta
pequeña señora suya y usted van a volver al interior antes que yo tire su cabeza sobre su trasero.
—¿Sabes usted quién demonios soy yo? —El senador gruñó, sin temor.
—Un perfecto imbécil. Ahora muévase. —Andrew lo metió otra vez.
—Escúcheme, estúpido pueblerino… —Stuart se puso de pies, y luego se detuvo cuando fue levantado y
empujado contra la pared, el mango del martillo le cortó la respiración. —Jesús. —Gimió.
—Sería Pueblerino Comandante para usted, inútil excusa para un cheque del gobierno. —Andy lo soltó,
entonces le dio un empujón, enviándolo al montón de restos del techo. —Una perdida de dinero de mis
impuestos, eso es absolutamente seguro.
—Sólo espera hasta que salgamos de aquí. —El padre de Kerry amenazó. —Voy a demandar a muchos de
ustedes.

Andrew se volvió de nuevo a la ventana.

—Imbécil. —La madre de Kerry se apresuró a ir al lado de su marido, y se arrodilló junto a él, quitando los
pedazos de yeso de su chaqueta manchada y quemada. —Los que pueden, hacen, los que no pueden, llegar
a ser abogados. Los que no logran nada, corren hacia el gobierno.
408
Dar casi se rió al ver la expresión en la cara del senador, pero ella también estaba demasiado
cansada. En su lugar, se obligó a poner su atención en el cristal.

—Papá… —Pasó una mano sobre la superficie. —Trata aquí, cerca del marco.
—¿No en el centro? —Andrew arrastró las palabras, ladeando la cabeza ante su pregunta.
—No… creo que ha diseñado para doblarse… allí será más rígido, y tienen una mayor tendencia a romper
aquí, en el borde.

Andy le dio un vistazo.

—Muy bien. —Levantó el martillo, y encaró el cristal, concentrándose en ello con cuidado. —Asegúrate
de que todo el mundo está lejos… esto va a volar.

Dar echó un vistazo rápido a su alrededor, ignorando las miradas.

—Todo el mundo cúbrase… vamos a romper la ventana. —Las personas se apresuraron a alejarse, y los
niños asustados se reunieron en un rincón. —Bien… adelante. —Ella levantó el brazo por encima de sus
ojos, y retrocedió, ahogando la tos cuando el aire pareció espesarse de nuevo por el humo.

Sería un gran alivio respirar aire fresco. Sólo la idea la mareó.


Andrew apuntó, a continuación, columpió el martillo, y lo lanzó hacia adelante, consiguiendo que su
cuerpo entero se balanceara cuando golpeó el borde de la ventana. Con un espectacular choque, se rompió
en millones de pedacitos, estallando en ambas direcciones.
Andy se echó hacia atrás para evitar los vidrios que volaban, entonces sintió que se levantaba y se
estrelló contra el marco cuando la presión del aire caliente salía del edificio, trayendo una explosión
caliente y rugiente por el pasillo y se dirigía hacia ellos.

409
Capítulo 11
—¡Al suelo! —Kerry le gritó, tirando de ella y Cecilia cayó al suelo dolorosamente cuando un torrente de
fuego y aire sobrecalentado estalló sobre sus cabezas y por las ventanas, chocando ruidosamente y
golpeándolos con una gran fuerza. A continuación, las llamas comenzaron a lamer el techo, entonces ellas
se pusieron de pie, y corrieron a pesar de los pedazos de materiales ardientes que caían.

Tres personas habían sido atrapadas. Trató de no mirarlos y entró en pánico cuando se lanzó en la
oscuridad sobre una silla ardiendo y el humo la envolvió, de pronto un par de manos la sujetaron.

—Déjame… —Entonces se dio cuenta que era Dar.


—¡Vamos! —Dar gritó: —¡Todo el mundo salgan por la ventana!

El calor iba en aumento rápidamente, y ahora nada fue más silencioso cuando el caos filtró los gritos
de los niños, los sobrevivientes pasaron por encima de la apertura, aforrándose a la estructura por donde
salía el humo.

—¡Casi nos matan! —Roger Stuart rabió.

Dar no le hizo caso, cuando ella se asomó de nuevo al humo, protegiéndose los ojos. En el exterior,
los bomberos los habían visto, y estaban trabajando para poner la enorme cesta a su nivel, los ruidos de las
alarmas resonaban como ecos. Andrew estaba quitando el último pedazo de cristal fuera del camino, con
una protectora mano enroscada alrededor de su esposa, y Kerry estaba ayudando a una joven sobre los
muebles caídos.
Estaban dos niños en sillas de ruedas. Dar agarró a Stuart por el brazo.

—Dame una mano con los niños—. Señaló, al darse cuenta, sólo pensó que podría haber hecho una mejor
elección para un asistente.

Bueno. No había tiempo. Stuart la miró fijamente, la mitad de su rostro se iluminó bajo la luz, la otra
mitad estaba en las sombras, y por un largo momento Dar pensó que la iba a rechazar. Luego él dejó su
brazo libre y la empujó.

—Ve allí. —Ordenó a Cynthia, abriéndose paso entre una estantería caída y se dirigió hacia los asustados
niños, que eran incapaces de maniobrar las sillas entre los escombros. Hacía mucho calor, cuando llegó a
ellos, y Dar sentía como si estuviera respirando el mismo fuego, cuando tocó la silla, luego se sacudió las
manos para alejar el calor. —Espera—. Ella desabrochó al petrificado niño y lo levantó en sus brazos,
agachándose cuando parte del techo quemado empezó a caer, y casi tropezó, cuando trozos de fuego
golpearon su hombro.

Ella se les quitó de encima y corrió, el niño temblaba tan violentamente que castañeteaban los
dientes en su oído.

—Tómalo con calma… vamos a estar bien. —Le dijo, cuando las pequeñas manos se aferraban
desesperadamente a ella.

410
El fuego acabó de llegar a su nivel cuando se tambaleaba el borde de la ventana, y los dos bomberos
en el interior gritaban órdenes casi imposibles de escuchar por el rugido del fuego y el ruido de la gente
que estaba afuera.
Uno de ellos tenía una manguera, y le gritó algo, entonces él abrió una válvula y un chorro de agua
explotó junto a ellos, golpeando el fuego detrás de donde estaban y lo convertía en un silbido de protesta.
Alguien gritó junto a Dar, y se dio cuenta de que era la madre de Kerry. Miró hacia atrás, pero nada era
visible a través del humo, y luego buscó a los sobrevivientes que estaban cerca y no vio al senador entre
ellos.

—Mierda—. Ella empezó a poner al niño en el suelo, con la intención de regresar cuando su madre la
agarró del brazo. —¿Puedes verlo por un minuto?
—¿Adónde vas? —Ceci le preguntó.
—A ver si puedo… —Dar vio una bola de humo negro que detuvo sus palabras.

Entonces una tos, la forma cubierta de hollín tropezó en la oscuridad, empapado del rocío de la
manguera, pero llevando al otro niño paralítico.
Dar sintió a Kerry apoyarse en ella, y miró hacia su compañera, cuyo rostro estaba cubierto de hollín
casi irreconocible por tensión. Sus ojos estaban fijos en su padre, con una expresión indescriptible en ellos
cuando el hombre se acercó a ellos, tambaleándose con su carga, una ráfaga de viento de los helicópteros
los levantó unas pulgadas
Un proyector capto su atención desde arriba, y Dar se protegió los ojos, parpadeando de nuevo
cuando los bomberos se acercaron al edificio. Lanzaron unas cuerdas y Andrew cogió una, tirando y
atándola al marco de la ventana de acero.

—¡Tenemos niños aquí! —Gritó. —Vamos a entregárselos.


—¡Átesela a si mismo! —El bombero ordenó. —¡No quiero que caiga por la ventana mientras estamos
haciendo esto!

Andrew asintió con la cabeza, se apresuró a sujetar la gruesa cuerda alrededor de su cintura y la ató
con un eficiente nudo.

—Muy bien…. ven aquí, pequeño.

Le tendió una mano al más cercano de los niños, y lo puso hacia adelante, lo ató alrededor de la
cintura y lo elevó en el espacio abierto entre el borde de la ventana. El bombero lo agarró y lo levantó,
luego se lo entregó a otro bombero que había subido a la larga escalera en zig zag detrás de ellos.
La multitud agrupada más cercana, comenzaron a mostrar nerviosismo al ver los ribetes de fuego a
sus espaldas, ligeramente humedecido por los esfuerzos del bombero. Empezaron a empujar, y Dar apoyó
las piernas para mantener el equilibrio.

—¡Atrás! ¡Vamos a sacar a los niños primero!


—Ella tiene razón. —Roger Stuart gritó. —Empujar no les ayudará. Quédense donde están

Una explosión provocó el estremecimiento del suelo bajo sus pies, y la gente empezó a gritar,
tratando de mantener el equilibrio. Un hombre entró en pánico y saltó a la cesta, sus pies resbalaron en el
suelo mojado, haciéndole perder su control, dejándolo colgando de un brazo. Andrew se inclinó y lo agarró
por la parte posterior de sus pantalones, tirando de él con un único y poderoso esfuerzo, que lo devolvió a
la cesta.
El bombero lo sacó, luego miró por encima.
411
—Mejor date prisa… No podemos hacer esto.

Dos personas más empujaron hacia el frente, clavándole las uñas en el brazo a Andrew.

—Regresa—. El ex marino empujó suavemente. —Vamos ahora… deje salir a los niños. —Insistió. —Dar,
dame ese niño.
—Lo tengo. —Dar había atado el final de la segunda cuerda a su alrededor y ahora ella se asomó y entregó
al niño con cuidado al bombero que colgaba en la parte delantera de la cesta. —Cuidado… no puedo
caminar.
—Usted tenga cuidado, señora. —El bombero alertó, al pasar al niño.

Kerry estaba entre los aterrados sobrevivientes y Andrew.

—Bueno… sólo tómalo con calma. Todos vamos a salir de aquí. —Ella les dijo, gritando para hacerse oír
ante ruido. —No hay muchos de nosotros… y mira, el fuego no está llegando más cerca, por ahora. —
Señaló con su mano buena. —No empiecen a correr a la ventana… se van a caer, y entonces realmente van
a salir lastimados.

Pasaron tres niños más, entonces Roger avanzó un poco, haciendo caso omiso de las manos de
Andrew que se ofrecían y llegó al mismo borde de la abertura y entregó a la niña que llevaba.

—Cuidado. —Advirtió a los bomberos, y luego dio un paso atrás. —Muy bien, siguen las mujeres.

Dos mujeres lograron salir, y luego un estruendo llenó el edificio, y parte del techo se derrumbó
detrás de ellos, enviando una ola calor por la ventana. El resto del vidrio crujió y estalló, y Dar se protegió
la cara y se volvió de espaldas a ella.

—Será mejor que te des prisa.

La madre de Kerry fue la siguiente, con Andrew tomándola por un brazo y su marido por el otro.

—Tú sigues Cec—. Andrew se volvió para ver una mirada terca cruzar la cara de su esposa. —Ahora,
vamos. —Él la agarró del cuerpo y la levantó, pasando su peso ligero al bombero mientras escuchaba
muchas protestas. —Cuidado con eso. Muerde.

Una breve sonrisa cruzó por el rostro cansado del bombero.

—Sí, señor.
—Ten cuidado, ¡maldita sea! —Ceci gritó, y luego su voz se redujo. —¿Por favor? — Sus miradas se
encontraron, y Andrew le sonrió, dándole un guiño tranquilizador que no pareció funcionar.

Kerry comenzó a desatar la cuerda alrededor de Dar.

—Supongo que somos las siguientes.


—Adelante. —Dar quitó suavemente las manos y le dio un codazo hacia la apertura. —Yo voy a estar ahí.

Andrew le ofreció una mano, y ella la tomó, haciendo una pausa para mirar a su papá cuando ella
entró a la luz y las estelas de los helicópteros revoloteando sin cesar. El bombero se acercó en el momento
412
que una ráfaga de viento la golpeó desequilibrándola, y ella vaciló, luego sintió una mano tranquilizadora
en la espalda, cuando los equipos de rescate la tuvieron segura y la levantaron sobre la brecha. Una vez en
la cesta de inmediato se dio la vuelta y miró hacia atrás, encontrando tres pares de ojos mirándola.
La mano, se dio cuenta, había sido de sus padres.
Sintió un toque indicador y comenzó a bajar por la escalera, con los ojos siempre puestos en la
brecha oscura, llena de humo.

***

—Tú sigues.

Dar exhaló, haciendo un gesto al senador, el último que quedaba, además de Andy y ella. Por un
segundo ella pensó que iba a discutir con ella, entonces él simplemente dio un paso al frente, y aceptó el
cierre de los bomberos colocándoselo en el brazo a medida que comenzaban a fumigar nuevamente dentro
de la abertura. El humo ondulaba de forma continua, y ahora, por fin, Dar se dirigió hacia la ventana.
Ella y su padre se miraron.

—Ve. —Andrew habló en voz baja.

Un capricho.

—Tú primero.

Andrew levantó las cejas.

—Paladar, entra a la cesta antes que te meta en ella.

Dar negó con la cabeza.

—No esta vez… estás a punto de desmayarte. Por lo tanto, muévete. —Ella cruzó los brazos y lo miró a los
ojos con una mirada terca. —Vamos, vamos… no tenemos todo el día.

Andrew desató su cuerda, y se echó a reír, sacudiendo la cabeza mientras se movía a la apertura e
hizo una pausa, y luego saltó por su cuenta, sin tener en cuenta la mano de apoyo de los bomberos. Luego
se volvió y se apoderó del brazo de Dar al cruzar, entre el humo y el calor.

—Bien… ¡estamos regresando! —El bombero habló en un walkie talkie. —Vamos a salir de este
infierno… ¡Oh, mierda!

El ruido sordo les advirtió.

—¡Al suelo! ¡Al suelo! —El bombero golpeó la parte inferior de la cesta, y se lanzó sobre ellos cuando una
bola de aire sobrecalentado y de fuego turbio salió por el agujero del cristal, fundiéndolo y enviando
fragmentos de concreto que volaban hacia ellos.

La cesta se tambaleó violentamente, y luego se apartó de la construcción, balanceándose cuando los


ingenieros luchaban para mantenerlo en posición vertical. Los desafortunados sobrevivientes se aferraron a
las escaleras desesperadamente, hasta que finalmente se estabilizó.

413
—Hijo de puta. —El bombero exhaló, transportando él mismo a dos de los rescatados a la parte inferior de
la cesta. —Oh. Lo siento, señora.

Dar poco a poco se enderezó y miró por encima del borde de la cesta para ver el fuego saliendo por
la pared, furioso por el lado colapsado del edificio. Luego miró a su padre, quien miró pensativamente
hacia atrás.

—He oído decir a la gente que estar en el borde es un gran problema.


—Mm—. Andrew sacudió la cabeza.
—Están llenos de mierda. —Dar se sentó en la parte inferior de la cesta, donde no se podía ver nada, pero
si plástico y las nubes.

Andy le dio unas palmaditas en la rodilla para reconfortarla, luego inclinó un brazo en el borde de la
cesta.

—¿Nos necesita para subir?


—Por supuesto que no. —El bombero se sentó con cansancio en el borde del artefacto. —Daremos un
paseo… sólo tomará unos minutos. —Echó un vistazo hacia ellos. —Ustedes dos se lo merecen… le
salvaron el culo a esa gente. Estábamos a punto de dar marcha atrás y dejar que el edificio se
desplomara.—Les tendió una mano. —Josh Beard.

Andy lo tomó.

—Andy Roberts… y este pequeño retoño es mi hija Dar.

Josh miró con curiosidad a la mujer que se extendía a sus pies y le sonrió.

—Usted utilizó un buen fertilizante.

Golpeó a Dar divertido, y ella se echó a reír en voz baja, demasiado cansada para moverse.

—Eh… ¿Era realmente el senador Stuart y su esposa?


—Sip—. Andrew asintió con la cabeza. —¿Cómo lo sabes?
—Oh… están poniendo el lugar patas arriba buscándolo… ¿Está bromeando? Cuando sacamos a su hija,
ella nos dijo que él…

Dar le agarró la pierna con un apretón.

—¿Qué? ¿Estás diciendo que su hija Angela salió?


—¡Ay!—. Hizo una mueca. —Sí… cuando estalló… ella estaba en el lado oeste del edificio y la sacaron
primero. —Él se quitó el casco y se pasó la mano por el pelo corto y rizado. —Es probable que ahora sea
mamá.

Dar sintió una oleada de alivio recorrerla y dejó caer la cabeza hacia atrás contra el plástico.

—Gracias a Dios. —Luego estiró sus pies y miró por encima del borde de la cesta, hacia el suelo. —
¿Dónde estará Kerry en ese infierno?

***
414
Kerry se encontraba en el suelo, y durante un largo rato, simplemente se quedó allí, dejando que el
caos a su alrededor se absorbiera a medida que la tierra se hacia firme bajo sus pies, tomó varias
respiraciones con el aire ya libre de humo y polvo. Luego se volvió y echó la cabeza hacia atrás,
tranquilizándose a sí misma por los lentos progresos de la cesta mientras bajaba antes de volverse y prestar
atención a la paramédico que estaba hablando con ella.

—Lo siento… ¿Qué me preguntabas?


—Le dije, venga aquí, señora, ¿Le echaremos un vistazo? —Repitió la mujer, tomándola por el codo.

Ceci apareció a su lado.

—Ella tiene un hombro dislocado. —Le dijo a la paramédico cuando Kerry, obediente, le permitió llevarla
a lo que parecía ser un área de triaje, donde se sentó en un banco.
—No parece dislocado. —La mujer le había quitado con cuidado el arnés sucio y quemado que Kerry
todavía llevaba. —¿Alguien lo colocó de nuevo?

Kerry asintió con la cabeza.

—Sí—. Ella suspiró. —Realmente dolía.


—Apuesto a que lo hacía. —Con mucho cuidado, manipuló el brazo de Kerry. —¿Cómo te sientes ahora?
—Adolorida—. Un suspiro. —Pero entonces, todo el dolor… es un poco difícil de juzgar. —Ella hizo una
mueca cuando el médico le tocó el antebrazo. —Creo que me quemé allí.
—Mm… Sí, lo hiciste. —El médico miró a su alrededor. —Usted acuéstese en la camilla de allí, y deje que
alguien le eche un vistazo a eso, ¿de acuerdo? —Ella tomó a Kerry por el brazo y la llevó condujo otra vez,
entonces le ayudó a tenderse en una camilla, acomodando la sábana sobre ella hasta la cintura y le
acomodó el brazo cuidadosamente en su estómago. —Quédate ahí.
—Está bien—. Kerry dejó escapar un suspiro, feliz de estar quieta. Volvió la cabeza hacia Ceci y
parpadeó.—¿Se encuentran bajando todavía?

Los ojos grises se levantaron y regresó.

—Casi—. Ceci se había sentado en la hierba junto a la camilla, y se apoyaba en una piedra. —Veo que la
prensa ha encontrado a tu padre.

Kerry volvió la cabeza y miró.

—Hizo bien allá arriba—. Su voz adquirió un tono de asombro cansado.


—Él demostró su paternidad. —Ceci comentó secamente.

Kerry la miró con perplejidad.

—Eso fue un cumplido.


—Oh. —Se frotó la cara, guiñando los ojos que le picaban, y luego miró hacia arriba cuando un hombre de
verde quirúrgico se arrodilló a su lado. —Hola.

Él la miró.

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—Hola—. Manos profesionales levantaron cuidadosamente el antebrazo y la examinaron. —Bueno, eso es
una quemadura desagradable, pero creo que tuviste suerte.
—Suerte—. Kerry murmuró.
—Deja que te mire la cabeza. —Dedos suaves palparon. —Es un golpe bastante malo.
—¿Golpe? —Kerry pensó en eso. —No recuerdo que…
—Es probable que fuera cuando pasaste el panel de yeso. —Ceci propuso, mirando hacia arriba para ver la
cesta en su último de aterrizaje. —Lo atravesaste durante, aproximadamente, quince minutos.
—¿Lo hice?
—Ummhmm.
—Creo que necesitamos tomar algunas radiografías… quédate aquí tranquila, y la transportaremos dentro
de un rato, ¿vale? —El médico extendió un ungüento con un olor ligeramente picante sobre la quemadura
del brazo, y lo cubrió con una ligera capa de gasa. —¿Ha estado tosiendo? ¿Le duele la garganta?
—No. En realidad no. —Kerry se aclaró la garganta de forma experimental. —Me arde un poco, sin
embargo.
—Está bien… vamos a revisarla por inhalación de humo… sólo descanse y relájese.

Eso sonaba como una buena idea. Ahora que se había acabado… así, más o menos, todos los
pequeños rasguños y cortes y golpes subieron a la superficie y se sentía como si hubiera sido pasada por un
compactador de basura.
Había tantas cosas en qué pensar, y no quería pensar en ninguna de ellas.

—¿Doctor?
—¿Mm? —Levantó la vista de la limpieza de una herida en la clavícula de Kerry.
—¡Kerry! —La voz de Dar la interrumpió, y luego ella estaba allí, cayendo de rodillas y sonriendo. —
Hola… Tengo una gran noticia.

Los ojos de Kerry se fijaron en la cara con confianza.

—¿Qué es? —Podía ver la felicidad en el rostro honesto de su amante, y asomó una sonrisa al suyo
inconscientemente. —¿Encontraste a Angie?
—No exactamente—. Dar entrelazó sus dedos. —Ella ya está en el hospital… eres tía.

Cada pequeño dolor se desvaneció por un momento.

—¡Sí! —Se regocijó. —Oh, Dios mío… sí… yo lo sabía… Yo sabía que ella estaba bien. Dar… —Ella
estaba a medio camino entre la risa y el llanto. —Gracias… ¿Cómo lo supiste?
—Todo el mundo lo sabe. —Dar respondió. —Ella fue una de las primeras que salieron… le dijo a todos
quien era, y el lugar se enloqueció.
—Oh.
—Eso explica la prensa—. Ceci comentó. —De lo contrario el fuego no habría atraído a Dan Rather.
—¿Fuego? —El doctor terminó su trabajo. —Señora, eso no era fuego. Fue una bomba—. Le palmeó el
hombro lesionado a Kerry. —Volveré.

Hubo un momento de silencio, mientras se miraban la una a la otra. Entonces Andrew se acercó y
tomó asiento junto a su esposa.

—¡Malditos bastardos, trataron de volar el lugar!


—¿Quién? —Kerry preguntó. —¿Quién iba a querer hacer explotar un hospital?

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El exmarino negó con la cabeza.

—Ellos no lo saben. —Suspiró. —Tienen una tienda de campaña con café por ahí. ¿Todos quieren un
poco? —Se puso en pie, y Ceci se unió a él. —Vamos a traer un poco.
—¿Quieres algo más? —Ceci le preguntó, dejando que sus dedos rozaran ligeramente el cabello de Dar.

Dar suspiró, tragándose su instintiva primera respuesta.

—El café está muy bien. Gracias. —Luego sus padres se habían ido, y ella y Kerry estaban relativamente
solas, el caos a su alrededor las aislaba un poco.

Kerry respiró el aire húmedo.

—¿Qué hora es?


—No tengo ni idea. —Dar apoyó los brazos en la camilla, pasando su dedo pulgar sobre los dedos de
Kerry. —Me alegro por tu hermana.

Kerry levantó la otra mano y la pasó por el pelo oscuro y muy enmarañado de Dar.

—Yo también—. Vio como Dar miró hacia arriba, con la cara cubierta de hollín y raspaduras, y los ojos
inyectados en sangre. —Mal día, ¿eh?

Los perfectos labios formaron una tensa sonrisa.

—Tú y yo estamos aquí al final del mismo… que es lo suficientemente bueno para mí. —Admitió Dar. —
Pero sí… Creo que he tenido unas mejores veinticuatro horas en los periodos de mi vida.

Kerry tocó su mejilla, y vio a Dar cerrar los ojos en reacción.

—Te amo.

Dar abrió los ojos y la miró.

—Yo también te amo.


—Estoy muy contenta de que nada te pasara, Dar. —Kerry dijo. —Porque no creo que… Yo hubiera
querido salir de allí, sin ti.

La mandíbula de Dar se apretó, moviendo los músculos bajo la piel.

—Sí—. Ella murmuró con voz ronca. —Me diste un par de susto allí. —Se apoyó un poco en Kerry,
contenta de que todo hubiera terminado, y no realmente preocupándose de lo que sucedería después.

Unos pasos se acercaban, y Dar levantó la vista, esperando ver a sus padres o al médico, y se
sorprendió cuando se trató de una mujer joven en pantalones de color caqui y una camisa azul, que se
arrodilló a su lado.

—¿Sra. Roberts?

Ella parpadeó.
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—Sí.
—Uff. Me alegro de haberte encontrado. —La mujer levantó una insignia muy familiar como
identificación. —El señor Baierd me envió para ver si podría encontrarla… él tiene un motorvan disponible
para llevarla al hospital… o a cualquier lugar a donde necesite ir.
—¿Hamilton está aquí? —Dar miró hacia la tienda de café donde estaban sus padres, y sólo entonces se
dio cuenta del logotipo en la solapa. —¿El equipo de Comunidad de apoyo?
—Sí, señora… aquí para ayudar, y también porque nos dijeron que usted y la señora Stuart quedaron
atrapadas allí. Tienes un montón de gente muy, muy molestas, Sra. Roberts.
—Lo apuesto—. Dar casi se rió. —Bueno… déjame encontrar a mis padres y… ¿Dónde demonios está?

Ella señaló hacia un elegante y aerodinámico Winnebago en una calle lateral.

—Es posible que desee darse prisa… Creo que la prensa la está buscando.

Dar suspiró, poniéndose de pies.

—¿Estás bien para caminar? —Ayudó a Kerry a ponerse en pie. —Ellos tienen un bonito y cómodo sofá,
puedes acostarte allí… son los que utilizan los miembros de la junta para ver el Súper Bowl.
—¿Tiene toallas mojadas?

Dar hizo señas a sus padres otra vez, y apuntó hacia la camioneta.

—Vamos… un pedacito de mi mundo se dejaría caer muy bien. —Ella tomó su taza de café, y comenzó a
salir, al igual que un clamor de voces que se levantaba detrás de ellos.

***

Era tranquilo, fresco y lleno de muebles de cuero el interior del motorvan. Dar consideró que el
intercambio era abundante por el hecho de que también estaba lleno de Hamilton Baird. El alto abogado
sonrió durante el minuto que ella abrió la puerta y cuando se sentó con su pelo plateado algo alborotado.
Su relación podría ser mejor descrita como un cordial y mutuo antagonismo. Dar suspiró para sus
adentros. Hamilton era sin lugar a dudas, un abogado extremadamente talentoso, pero ellos se mezclaron
como el agua y el aceite, y era una de las pocas personas en la empresa que no se sentía ni intimidado, ni
impresionado por ella.
Por supuesto, Hamilton también era una de las pocas personas de la empresa que tenía una
desagradable reputación, y era más del agrado de casi todo el mundo que Dar, que era todo un logro en su
haber.
En ese momento, sin embargo, no le preocupaba si fuera satanás personificado, siempre y cuando no
se interpusiera entre ella y el grueso y cómoda sillón de cuero que estaba mirando cerca de la barra de
madera.

—Buenos días, Hamilton.


—Y un buen día para ti también, Dar—. El abogado de acento rico y matizado de Louisiana estaba cómodo
en la atmósfera con aire acondicionado. —Ahora puedo llamar a Allie y decirle que deje de andar en sus
pantalones cortos de seda.
—Él usa calzoncillos de algodón. —Dar se sentó y extendió las piernas. —Estos son mis padres, Cecilia y
Roberts Andrew, y Kerrison Stuart, nuestra nueva vicepresidente de Operaciones—. Ella inclinó la
cabeza.—Este es Hamilton Baird, jefe del Consejo de ILS.
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—Y de una lavadora de botellas… se le olvidó esa parte, Dar. —El abogado se rió entre dientes. —Ah,
sería hacer un comentario desagradable acerca de lo que pareces, pero ¡ah! entiendo que te mereces un
poco de tranquilidad teniendo en cuenta lo que sucedió—. Él inclinó la cabeza hacia Kerry. —Sra. Stuart,
es un placer conocerla por fin… después de escuchar tanto acerca de usted de tanta gente.

Kerry se había sentado junto a Dar, y estaba simplemente tranquila.

—Un placer conocerlo también, Sr. Baird.

Andy y Ceci se había instalado en el largo sofá que apenas cabía contra de la pared del fondo de la
camioneta y mientras tomaban sodas.

—Ah, ¿Necesitamos correr al hospital? —Baird tomó el teléfono, y marcó. —Hola, Allie… Yo estaba
recorriendo las calles de Washington D.C., ¿Y sabes qué? Me pareció que la falta de nuestra CIO lucía
como el culo de un montón de basura—. Le tendió el teléfono. —Ni siquiera un agradecimiento para
Hamilton. Señor… ¿Qué le enseñó su madre?

Dar tomó el teléfono y lo puso en su oído.

—Hola.

Una larga, larga exhalación.

—Jesús Cristo, Paladar.


—¿Es una declaración, una acusación, o una pregunta? —Dar cerró los ojos, oscureciéndose satisfechos
con la reacción. —No es mi culpa, Alastair. —Hizo una pausa. —Gracias por enviar las tropas, sin
embargo.
—¿Estás bien?
—Más o menos.
—¿Qué pasa con Kerry?
—Ella se ha golpeado un poco, pero va a estar bien. —Dar la miró y guiñó un ojo. Kerry le devolvió la
sonrisa. Oyó un ruido de tic tac a través del teléfono en medio de un silencio. —¿Alastair?
—Espera… espera… —Hizo un último clic. —Me acaba de enviar un boletín… gracias a Dios es una
buena noticia.
—¿Un boletín? —Las cejas de Dar se arrugaron. —¿Por qué?
—Bueno, ustedes dos están bien, por supuesto, Dar… ¿Qué te parece?
—¿A quién?
—Todos los usuarios.

Dar se quedó mirando el teléfono durante un minuto.

—Bueno, eso era un desperdicio de ancho de banda de la red. —Ella soltó un bufido. —Estoy segura de
que hay cientos de miles de personas que no quieren saber un poco de noticias.

Ahora fue el turno de Alastair de callar brevemente.

—¿Sabes una cosa, Dar?


—¿Qué?
—Para alguien tan brillante, a veces eres una idiota.
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Dar no tenía respuesta para eso.

—Es todo en lo que esta empresa se ha centrado en las últimas doce horas. No he hecho ni un poco del
maldito trabajo, y probablemente el cincuenta por ciento del ancho de banda corporativo de la red fue
retomado para ajustarlo y que todo el mundo bajara archivos de video de la CNN.
—Oh.
—Sí, oh. —Respondió Alastair. —¿Crees que estaría sentado aquí a las cuatro de la mañana, después de
pasar la noche paseando por los pasillos por cualquier persona?
—No… yo… —Dar se sentía muy fuera de balance. —Lo siento, Alastair. Simplemente ha sido un día
muy largo.
—Sé que lo has tenido. —Su jefe le dijo suavemente. —La hermana de Kerry llamó a Mark Polenti y le
dijo que las dos estaban allí, y él me llamó a casa. No puedo decirte cómo me hizo sentir.

Dar parpadeó y se frotó los ojos.

—Gracias.
—Ve a descansar. Suenas como el infierno.
—Fue como estar ahí.
—¿El infierno?
—Sí—. Dar respondió. —Salimos justo antes de que el lugar se desplomara.

Alastair presionó algunas teclas.

—Espera… espera… me pareció ver…. Dulce Jesús, eras tú—. Su voz sonaba sorprendida. —¡Colgando
de esa maldita ventana!
—Sí.
—¡Colgando para sacar a esos niños!
—Sí—. Dar suspiró. —Papá y yo fuimos los últimos en salir del piso.
—¿Después del senador? La prensa hizo un gran acuerdo sobre eso.
—Sí.
—Eso debe haber sido cómodo para todos ustedes.
—Fue una mierda.
—Mmm. Bueno, Ponme a Ham un minuto, ¿De acuerdo Dar? Y tú te vas a dormir. ¡Es una orden!
—Lo haré. Buenas noches, Alastair. —Dar vaciló. —Um… gracias por estar interesado. —Ella le devolvió
el teléfono a Hamilton y se deslizó hacia abajo, dejando que la cabeza de ella descansara contra la silla.
Sintió un toque calido en su brazo, y ella volvió la cabeza, para ver a Kerry mirándola. —Al parecer somos
la noticia de las once.
—Ah—. Kerry ahogó un bostezo. —No quiero ser noticia. Yo sólo quiero estar limpia, y dormir.
—Estoy de acuerdo contigo. —Dar murmuró. —Espero que no se necesites mucho tiempo en el hospital.

Hubo un momento de silencio, a continuación, Kerry se aclaró la voz.

—Oye… me siento mucho mejor. Ellos pusieron algunas cosas en mi brazo, y el doctor dijo que todo lo
demás se veía más o menos bien… ¿Podríamos volver al hotel?

Dar giró la cabeza hacia un lado y la miró.

—¿Estás segura? Ese es un golpe desagradable en la cabeza… podría ser mejor unos rayos x.
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—Puedo volver mañana—. Kerry sostuvo. —Tú sabes que va a estar lleno ahí… con toda esta gente, de
todos modos quiero ir mañana temprano para ver Angie. Pero en este momento… —Ella dudó. —Me
gustaría solo ir a la cama.

Una habitación tranquila. Una ducha. Una cama, ropa limpia, y Kerry. Dar ni siquiera se detuvo a
pensar o discutir.

—Está bien. —Murmuró. —Eso suena muy bien para mí. —Ella miró hacia donde su madre ya estaba
dormitando en los brazos de su padre, y asintió con la cabeza. —Iremos al hotel.

***

Se las arreglaron para llegar a sus habitaciones sin mayores incidentes, aunque Dar descubrió varios
periodistas en el vestíbulo principal. Ella deslizó su tarjeta en la puerta con una sensación de gran alivio, y
vio encenderse y apagarse la luz verde, y luego movió la manija hacia abajo y empujó la superficie hacia el
interior.
El interior estaba oscuro y silencioso, iluminado con una sola luz, y la cama fue rechazada
tentadoramente. La luz del mensaje estaba intermitente, pero ninguna de ellas tuvo la intención de
responder. Kerry caminó hacia el baño y encendió la luz, y luego se apoyó en el marco de la puerta con
cansancio.

—Voy a necesitar algo de ayuda aquí.

Dar había ido por sus bolsas y se arrodilló junto a ella. Volvió la cabeza para mirar por encima del
hombro.

—Me di cuenta. —Ella levantó dos pares de pijamas.


—Mm—. Un guiño. —Ojalá tuviera un poco de té caliente para el ardor… de mí garganta.
—La mía también. —Admitió Dar. —¿Qué tal si tú comienzas con el agua, y yo veo si nos envían algo?
—Trato—. Kerry dio la vuelta y empezó a juguetear con los controles del agua, girando la ducha y pasando
su mano buena por encima para medir la temperatura. Tomó un tiempo para calentarse, el tiempo suficiente
para que Dar terminara su tarea y entrara al cuarto de baño. —Casi listo.
—Mmhm… aquí. Déjame sacarlo por ti—. Dar retiró cuidadosamente el arnés, luego estudió el brazo
envuelto en una gasa. —¿Quieres plástico sobre eso?
—Supongo—. Kerry se tambaleó sobre sus pies. —No creo… yo… Oh, está bien. Sí… que trabajo. —Dar
le había desabrochado la camisa y la deslizó fuera y hacia debajo de los dos brazos, teniendo cuidado de no
lastimar la herida. —Ew—. Miró su cuerpo, cubierto de suciedad y residuos de humo. —Me veo como que
viviera en un cubo de basura.
—Nah—. Dar le desabrochó el sujetador y se lo quitó, dejando al descubierto la piel sorprendentemente
blanca contra el resto de Kerry. —Recuérdame enviar una nota agradable… —Ella le echó un vistazo a la
etiqueta. —Hanes.
—Tch—. Kerry dejó caer su cinturón. —No creo que tuvieran esto en mente cuando diseñaron este
modelo.

Dar se despojó de su propia camisa, y miró hacia abajo.

—Hm.

Kerry miró hacia arriba.


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—Oh… mierda, Dar. —Ella se olvidó de sus pantalones y centró su atención en los cortes poco profundos
que atravesaban el vientre de Dar. —¿Dónde…? Oh, wow. Eso debe doler.
—Um—. Dar se dio la vuelta y se desabrochó el sujetador, haciendo una mueca cuando la tela se deslizó y
quedó atrapada en un corte irregular justo debajo de la clavícula. —Creo que me arrastraba sobre los
vidrios que se rompieron primero en ese túnel.
—Jesús—. Kerry mojó una toallita limpia y la pasó suavemente alrededor de las lesiones. —Dar, debes
ponerte algo en esto… se van a infectar.
—Más tarde—. Dar desabrochó la correa de Kerry y se desabrochó los pantalones, bajándolos y dejándolos
caer encima de sus pies ya desnudos. —Me alegro que vistiéramos de mezclilla—. Ella le dio unas
palmaditas en uno de los muslos, y luego deslizó un dedo por debajo de la cinturilla de la ropa interior de
algodón de Kerry.

Debo estar demasiado cansada para sentir nada. Kerry cerró brevemente los ojos, cuando el
familiar hormigueo siguió su camino por su cuerpo al centro de la ingle. Eso debe decir algo acerca de
nosotras.

—¿Kerry?
—¿Mm? —Ella parpadeó abriendo los ojos al ver el aspecto cuestionador de Dar. —Oh… lo siento.
Sólo… aquí, déjame a mí… —Se las arregló, con una sola mano, para desabrochar los pantalones vaqueros
de Dar y los vio deslizarse hacia abajo. —Ooh… ¿Son los nuevos?
—Sí—. Dar sacó a relucir una sonrisa cansada. —Vamos… tengo mugre en lugares que hasta los libros de
biología no pueden encontrar. —Se quitó los calzoncillos de color rojo brillante y ayudó a Kerry a entrar a
la ducha, dejando que el agua tibia las lavara.

Suspiros de apreciación surgieron. Dar tomó el jabón y una toalla, y se puso a limpiar la piel de
Kerry, frotando muy suavemente sobre los rasguños y los moretones que cubrían su generoso cuerpo.

—¿Tú cuellos está herido?


—Sí—. Kerry sacudió un poco la cabeza hacia atrás y hacia adelante. —Y tengo un dolor de cabeza que
reduciría a un manatí. —Ella tomó un poco de jabón en la mano y empezó a trabajar el alto cuerpo de Dar.

Ambas estuvieron en silencio durante unos minutos, cuando se enjuagaban, y luego Dar tomó un
poco de champú y cuidadosamente trabajó en la espesa cabellera rubia de Kerry, evitando el bulto del lado
izquierdo.
Se sentía tan maravilloso. Kerry dio un paso adelante y sólo se apoyó en Dar, acariciando su pecho
cuando el agua lavaba el jabón, quitando la suciedad y el sudor. Ella se quedó allí mientras Dar lavaba su
propio pelo y salió con ella de la ducha, y dejó a Dar secarla con una toalla.
El aire de la habitación estaba frío contra su piel al salir del cuarto de baño, y se detuvo el tiempo
suficiente para que Dar metiera su camiseta sobre su cabeza, el tejido tenía un suave olor a sol y al cedro de
la casa. Luego Dar la llevó a la cama y la cubrió con las mantas, guiándola hacia abajo para que se
recostara sobre la suave superficie.

—Tranquila.
—Ungh.

Kerry se deslizó bajo las sábanas y bajó la cabeza, contenta de estar tranquila y cómoda. Cerró los
ojos y escuchó los suaves sonidos de la sala, escuchó un leve golpe, luego la voz baja de Dar cuando

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respondió. La puerta se cerró y hubo un tintineo suave cuando acercó una bandeja, a continuación, los
sonidos de un líquido vertiéndose, y siendo agitado con una cuchara.
La cama junto a ella se movió, y se hundió, y abrió los ojos para ver a Dar sentada a su lado, con el
cabello húmedo peinado hacia atrás, con una taza de té humeante en las manos.

—Eres bastante buena en esto.


—¿Buena en qué? —Dar metió un brazo detrás de ella y la apoyó cuando ella tomó la taza.
—En consentir—. Kerry bebió el té, que tenía un maravilloso aroma a menta, y un sabor agradable y dulce.
Se deslizó por su garganta y la calentó, y ella suspiró de alivio. —Aquí… ten un trago…

Dar obedeció, luego se inclinó hacia atrás, dejando escapar un largo suspiro, exhausto. El
bombardeo de las personas y las emociones se habían terminado por fin, y ella se quedó inmóvil por un
momento, recogiendo a sí misma con un cansado esfuerzo.
Sin embargo, se encontró sin querer pensar en nada. Ella sólo quería estar aquí, con los brazos
alrededor de Kerry y bloqueando las últimas doce horas, dejándolo todo a un lado hasta que su mente fuera
capaz de tratar con ello.
En ese momento, no era una opción. Dar se estremeció un poco, no del todo por el aire frío. Ella
acunó a Kerry en sus brazos y cerró los ojos.
Esperando no soñar con el infierno que había ocurrido.
Kerry dejó la taza casi vacía a un lado y se acurrucó en los brazos de Dar, dejando escapar un
suspiro y tirando de las sábanas alrededor de las dos.
Todo había terminado.
Ella estaba a salvo.
Por ahora, eso era suficiente.

***

Al despertarse en esta ocasión sintió como si estuviera subiendo de una inmersión profunda, Dar
tenía el pensamiento aturdido, cuando poco a poco salió de un pozo de sueño que había sido, gracias a
Dios, sin sueños. La mitad de ella quería hundirse en el agradable calor de la cama, pero la otra mitad era
condenadamente consciente de la rigidez de su cuerpo y se fue metiendo en la conciencia y el movimiento.
Así que abrió a regañadientes uno de los párpados, y examinó la habitación, observando la tenue luz
gris procedente de la ventana. Lluvia. Una razón aún mejor para estar en la cama. Ella giró el globo ocular
hacia el reloj de la mesilla, y parpadeó a los números rojos.
Oh.
No es extraño que me sienta tiesa. He estado en la misma maldita posición durante doce horas. Dar
miró hacia Kerry, que estaba medio acurrucada a su lado, con las dos manos enredadas en la camisa de
Dar, y con la cabeza metida en su hombro. La mujer rubia no se había movido mucho tampoco, pero su
respiración era constante y regular, y el tono de su piel había vuelto a su estado normal y saludable en lugar
de lo grisáceo de la noche anterior.
Dar permaneció inmóvil durante un rato, viendo dormir a Kerry, y sintiendo el calor de la
respiración de su amiga a través del fino algodón de su camisa. Luego, el malestar la obligó a enderezarse,
ahogando un gemido, cuando la espalda protestó el movimiento con fuerza.
Incluso el leve sonido fue suficiente para obtener una respuesta de Kerry, que murmuró, y abrió los
ojos, alejándose por instinto cuando Dar se movió.

—Hey…

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—Está bien… sólo estoy estirándome. —Dar la tranquilizó, al ver el sueño un poco aturdido y mirando
ansiosa hacia ella. —¿Cómo te sientes? —Ella quitó el cabello muy alborotado de los ojos de Kerry y la
vio parpadear un par de veces, confundida. —¿Ker?
—Sí… sí… —La frente de Kerry aumentó ligeramente. —Mmph—. Se aclaró la garganta un poco, y
cambió provisionalmente. —No está mal. —Ella murmuró, con tono de sorpresa. —¿Qué hora es?
—Cinco.
—Jesús—. Kerry tragó. —No me extraña que mi boca se siente como bola de algodón.

Ella contuvo el aliento y se volcó sobre su espalda, estirándose con cuidado bajo las sábanas. Aparte
de su dolor en el hombro, todo parecía estar bastante bien, y ella movió los dedos de los pies, sintiéndose
un centenar de veces mejor que antes de que ella se hubiera ido a dormir.
Excepto por una cosa.

—Me muero de hambre—. Informó al techo. —¿Estás muriendo de hambre? —Ella puso su mano sobre el
vientre sintiéndolo muy vacío.
—No lo sé… si me sueltas lo suficiente para levantarme, entonces yo te lo haré saber. —Dar gimió,
cuando poco a poco extendió sus piernas y arqueó la espalda. —Hijo de… —Sintió un enorme calambre.—
Ow.

Kerry se acercó y le dio unas palmaditas en el muslo.

—Tranquila, tigre. —Ella murmuró. —No puedo creer que durmiéramos tan tarde… Me pregunto qué está
pasando.

Dar se deslizó de las sábanas y se puso de pie, frotándose la parte posterior de su cuello y caminó
con cautela.

—Voy a poner las noticias… —Ella cojeó hasta la puerta de conexión entre su habitación y la de sus
padres, y asomó la cabeza en el interior, sonriendo a la habitación oscura, tranquila, con sus ocupantes
durmiendo. Se echó hacia atrás, cerró la puerta con cuidado. —Todavía duermen… —Ella bostezó y se
rascó el estómago, después hizo clic en el control remoto de la televisión y caminó hacia el baño. —Creo
que tengo hambre, ahora que lo dices. —Caminando las cosas se aflojaron un poco, aunque su espalda
seguía protestando.
—Bien.

Dar escuchó el rumor en torno a Kerry por un minuto, luego utilizó el baño, y dejó correr el agua en
el lavabo, salpicando puñados de ella en su cara. Hacía frío, y tenía un olor ligeramente metálico, pero
funcionó para despertarla. Ella se acarició la piel seca, y consideró su reflejo, alisándose el pelo mojado de
la cara.

—Mm—. Un dedo tocó un hematoma que cubría la mitad de su pómulo. —La última vez que tuve uno así,
todavía estaba en la escuela secundaria.

Se encontró con sus ojos en el espejo por un momento, luego se volvió hacía la luz y volvió a entrar
en la habitación, para encontrar a Kerry sentada en la cama, acariciando su brazo.

—Oh… espera. —Ella agarró el cabestrillo y lo sostuvo en alto. —¿Necesitas esto? —Se acercó al
movimiento de cabeza de Kerry y ajustó el soporte de la tela a su alrededor, luego se sentó en la cama y

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echó un vistazo al menú que Kerry tenía abierto delante de ella. —Oooh—. Ella echó mano de la carpeta,
viendo algo interesante.
—Ah, ah—. Kerry tiró atrás con una sola mano. —La cena primero, y luego el postre. —Recorrió las
opciones, entonces cogió el teléfono y marcó al servicio de habitaciones. —Hola… ah, sí, lo es. —Una
pausa. —Gracias… um… ¿Me gustaría pedir algo para la cena? —Ella frunció el ceño a la televisión, que
estaba en un canal de compras. —Pusiste CNN, ¿Verdad?

Dar tecleó en el mando a distancia, pero dejó el sonido bajo.

—Sí, gracias… um, dos sopas de almejas… —Ella puso el teléfono contra su pecho. —¿Como suenan las
costillas?

Dar le hizo cosquillas ligeramente.

—Bien.
—Deja de hacer eso. —Kerry siseó. —Dos órdenes de costillas… No, la ración completa. —Una pausa. —
¿Tiene usted algo más grande? ¿Un qué? No… No… eso está bien. Voy a pasar de la ternera. —Ella puso
los ojos. —Las papas al horno… suenan muy bien y las ensaladas, sí. —Otra pausa. —Una gran jarra de
café, y um… —Pasó la página. —Dos Death by Brownie de Chocolate con helado de vainilla.

Dar se rascó una oreja.

—Cuando lo pones así, suena tan excesivo—. Murmuró.


—Eso es. —Kerry sonrió. —Sí, gracias, eso es genial. —Ella colgó el teléfono. —Dentro de unos treinta
minutos. —Alargó la mano y subió el sonido, cuando una escena familiar apareció.
—La explosión, se cree se centró en la mitad de la séptima planta, provocando una reacción en cadena
cuando tocó el suministro de gas en el interior del hospital—. El locutor hablaba con gravedad. —
Doscientas personas se creen muerta, y hoy el FBI ha comenzado a investigar, citando la posibilidad de
que esta horrible tragedia no podría haber sido un accidente.
—Dos centenares de personas. —Kerry suspiró. —Oh mi dios, Dar.
—El senador Roger Stuart, que estaba en Washington para las audiencias del Senado sobre su conducta fue
un testigo ocular. En la foto, cuando ayudaba a evacuar a las víctimas de la planta más afectada, dijo que
en la medida de lo que se podría decir, no hubo ninguna advertencia, fue una gran explosión que sacudió
todo el edificio.

Kerry se quedó mirando la pantalla, vio la cara golpeada de su padre y la ropa quemada a través de
una débil neblina de su memoria. La cámara mostraba a los bomberos posados fuera de la ventana rota, y
lo que era, sin lugar a dudas, el contorno de su padre mientras le entregaba a uno de los niños. A través de
una nube de humo ella también podía ver la forma distintiva de Andrew, pero parecía como un sueño para
ella, no como algo que ella hubiera vivido durante la mitad del día anterior.
Dar estaba parpadeando ante la pantalla, cuando mostraron la película un poco más, y un primer
plano de la ventana cuando una nube espesa de humo negro y aceitoso se derramó.

—Maldita sea—. Vio una figura vagamente abrazando a una de las mujeres, y metiéndola en la cesta de los
bomberos y se dio cuenta de repente que ella se estaba viendo.
—Eso es…
—Tú—. Kerry murmuró. —Sí, lo es.

425
La película cortó a Dar trepando por encima del borde de la misma cesta, a continuación, todos ellos
agachándose cuando una explosión sacudió la pantalla, enviando una bola de fuego a centímetros de la
plataforma.

—Oh, Dios mío… tú acabas… —Kerry puso los ojos como platos. —Dar… —Ella volvió la cabeza.
—Sí—. Dar puso un brazo tranquilizador a su alrededor. —Estuvo un poco cerca… mi padre fue antes que
yo. Quería estar absolutamente segura de que estuviera bien.

Kerry apoyó la cabeza contra el hombro de Dar.

—Me alegro de no darme cuenta de lo cerca que llegó… hubiera tenido pesadillas, lo sé.
—Pensé que iba a tener pesadillas… pero no las tuve. —Dar suspiró. —Creo que sólo quiero olvidar todo
el asunto. —Ella se miró las manos, las cuales estaban cubiertas con pequeños cortes y rasguños y le
escocían. —Esto es algo desenfocado.

Kerry pensó en eso.

—Recuerdo que fuiste muy valiente. —Ella comentó en voz baja. —Recuerdo que salvaste mi culo un par
de veces… junto con la de otras personas.
—Yo sólo quería salir de allí. —Dar respondió. —Yo realmente no me preocupé por las otras personas.
—Eso no es cierto. Te preocupabas por tus padres. —Kerry se opuso.
—Bueno, sí.
—Te preocupabas por los niños.

Dar no respondió.

—Dar, ¿Por qué es tan difícil para ti aceptar tu propio heroísmo? —Kerry preguntó.

Ella no obtuvo una respuesta durante un momento, luego Dar se encogió de hombros.

—No sé.

Kerry metió una mano debajo de su codo y estudió la cara de Dar, y su perfil estaba maltratado y
sombrío.

—Esto realmente te sacudió, ¿no?

Un guiño.

—¿Quieres hablar de ello?

Dar suspiró.

—Todavía no. —Ella dio a Kerry una breve mirada, honesta. —Pero lo haré… y serás la primera en
saberlo.

Kerry sonrió.

—Será suficiente—. Ella se inclinó y besó el brazo de Dar. —¿Cómo te sientes?


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Ahora ella levantó una ceja con un gesto irónico.

—Como si un camión hubiera pasado por encima de mí. —Dar respondió honestamente. —Creo que
empujé un par de cosas… mi espalda está realmente sufriendo.
—Tal vez puedan sacarte unas radiografías cuando le saquen a mi hombro esta noche. —Kerry afirmó
enfáticamente. —No me sorprende que te duela la espalda… cargaste mi trasero durante quince minutos…
Por Dios, Dar… Me sorprende que no tengas una hernia.

Eso la hizo sonreír.

—Ni siquiera se me ocurrió… Yo no estaba razonando, creo.

La televisión captó su atención.

—El comité del Senado que investiga al senador Stuart ha informado a la cadena CNN que han pospuesto
una vista posterior, por un corto período. Tal vez hasta después de las vacaciones para permitir que el
senador se recupere de su terrible experiencia.
—Oh… mi… Dios… ¿Acaba de decir que podemos ir a casa? —Kerry balbuceó.
—Si… creo que sí… —Dar ahora volvía a sonreír con franco alivio. —Tal vez tú no tienes que volver.
—En noticias relacionadas, los servicios de logística internacional confirmó que dos de los sobrevivientes
de la explosión fueron la CIO de ILS, Dar Roberts, y el vicepresidente de Operaciones, Kerrison Stuart,
quien es hija del senador Stuart. Los informes indican que la Sra. Stuart visitaba a su hermana quien se
encontraba en trabajo de parto en ese momento.
—Ew—. Kerry arrugó la cara. —No me gusta iniciar un rumor.
—De acuerdo al Jefe Ejecutivo, Alastair McLean, los empleados se encontraban entre el grupo de
rescatados del séptimo piso, y que identificaron a la señora Roberts como la persona de la que la CNN
había mostrado una espectacular imágenes toda la tarde.
—Ew—. Dar se cubrió los ojos. —Alastair… ¿Necesitamos mala publicidad?
—El señor McLean declaró que no estaba sorprendido por el heroísmo demostrado por la Sra. Roberts, una
empleada de quince años de la ILS, y que estaba contento de poder enviar recursos del ILS a la escena para
ayudar a los heridos—. El locutor se aclaró la garganta. —CNN presentó a la Sra. Roberts, en una
entrevista Businessline esta mañana, en cuanto al corte de los cajeros automáticos el día anterior.

Dar vio el video de la entrevista, y suspiró.

—Me veo como un idiota.


—No lo haces. —Kerry le dirigió una mirada. —Te ves fabulosa… y ese hombre esta casi babeando por ti,
Dar.

Dar hizo una mueca.

—Eres un nerd. —Kerry bromeó con suavidad. —Creo que te ves muy bien en la televisión.

Dar jugueteó con su localizador, a continuación, lo encendió y la dejó caer sobre la mesa. Ella lo
miró durante unos segundos, y luego saltó, cuando comenzó a vibrar. Ambos vieron con fascinación como
el dispositivo se deslizaba sobre la mesa, y luego saltó y cayó sobre la alfombra, donde continuó vibrando.

427
—Wow—. Dar esperó unos minutos hasta que finalmente se detuvo, entonces lo recogió y examinó. —
Veinticinco. Ha llegado al máximo de la memoria. —Hojeó algunos de ellos. —Supongo que debo dar una
llamada a Mark… tal vez llamó a María…
—¿Por qué no la llamas? —Kerry se levantó y se acercó a la ventana, que estaba cubierta de gotas de
lluvia. —Sabes que le encantaría saber de ti directamente, Dar… a ella realmente le gustas. —Ella se
volvió y se apoyó contra el vidrio.
—Sí—. Dar levantó y se acercó a la mesa, sentándose detrás de ella y tomando un respiro, y luego
encendió su ordenador portátil. —Tú debes dar una llamada a Colleen—. Cogió el teléfono celular de
Kerry y lo encendió, y luego marcó el número de Mark, que tuvo que buscar en su memoria que todavía
tenía un poco nublada. El teléfono sonó dos veces, luego fue contestado. —Hola.

Hubo un breve silencio.

—¿Dar?
—Sí.
—Maldita hijo de… Estoy muy contento de oír tu voz.

Tuvo una opresión en la garganta sorprendente.

—Gracias… todo bien ¿no?


—¿Aquí? ¡Sí! ¡Ah!… Todo es genial… perfecto… —Mark espetó. —Bueno, quiero decir… lo de siempre,
ya sabes… Canadá cayó, y hemos perdido los routers en el extranjero esta tarde, así que eso es un lío,
pero… eh…
—Me lo imagino… las cosas están más o menos alegres, como de costumbre. —Respondió Dar.
—¡Hey chicos! ¡Tengo a Dar en el teléfono! —Mark gritó, amortiguando el receptor con una mano. —
Hombre, es fantástico hablar contigo… tengo ese clip digitalizado y en Quicktime… el servidor se ha
vuelto loco.

Dar se cubrió los ojos.

—Fantástico… si soplas una matriz con eso, voy a patearte el culo.

Mark se echó a reír de alegría.

—Ahora suenas como mi jefe… ¿Cómo está Kerry?


—Ella está bien… tiene un hombro dislocado, y unos cuantos golpes, pero está bien. —Dar parecía no
poder deshacerse del nudo en su garganta. —¿Está…? um… ¿María sigue ahí, o se fue ya?
—Ella está aquí… te voy a transferir… escucha, lo digo en serio, Dar. Me alegro de que las dos estén
bien.—Mark la puso en espera un minuto, entonces la llamada hizo clic.
—¿Hola?
—Hola, María.

Un grito de asombro.

—Madre de Dios… —María parecía que estaba llorando. —Dar, estoy tan contenta de escucharte… tenía
tanto miedo de que algo malo te hubiera sucedido a ti, y a Kerrisita.
—No. Las dos estamos bien, María… gracias por preocuparte. —Dar se aclaró la garganta, y parpadeó,
sorprendida al encontrar lágrimas que le picaban los ojos. Una mano se posó sobre su hombro, y ella miró
a Kerry, a continuación, sólo le entregó el teléfono, tapándose la cara con la otra mano.
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—Hola, María… —Kerry habló en el teléfono, frotándole el brazo a Dar con la otra mano.
—Oh… ¡Kerrisita!— La secretaria parecía abrumada. —Doy gracias a Dios que todo está bien con
ustedes… he estado rezando cada minuto.
—Gracias, María… es bueno saber que la gente se preocupa por nosotras.— Le dijo Kerry. —La buena
noticia es que parece que vamos a volver… y déjame decirte, no puedo esperar para volver a casa.
—¿Estás bien? ¿Dar está bien?
—Estamos bien—. Kerry le aseguró. —Un poco rasguñadas y abolladas, pero eso es todo… creo que Dios
velaba por nosotros, y lo hicimos muy bien. —Rascó a Dar en la parte posterior de su cuello, y vio que su
amante se frotó la cara, luego se enderezó, su compostura estaba restaurada. —Ustedes no saben lo
maravilloso que es saber que todos estaban pendiente de nosotras.
—Kerrisita… Sé que Dios vela por ti… y yo tendré mucho gusto cuando las dos estén aquí de vuelta, sanas
y salvas. —María exhaló. —Ahora… me voy a casa, mi familia estará feliz esta noche. Mayte estaba tan
preocupada también.
—Gracias—. Kerry sonrió. —Dile que yo digo hola… y que va a tener que ayudar a escribir a máquina por
un rato.

Dar subió la mano y tomó el teléfono.

—Gracias, María… saluda a todos de mi parte, nos vemos el lunes.


—Si, Dar voy a hacer eso, ten mucho cuidado, ¿sí?
—Voy a hacer mi mejor esfuerzo. Buenas noches… ten un buen fin de semana.— Dar colgó y se quedó
allí, mirando el teléfono por un momento, luego lo dejó. —Bueno.
—Mi turno—. Kerry tomó el teléfono y torpemente introdujo el número de Colleen, a continuación, pulsó
el botón, un golpe sonó en la puerta. —¿Sabes?, me di cuenta de que tenemos un problema—. Ella
murmuró, mientras esperaba a que la línea sonara.
—¿Hm?— Dar se había puesto de pie y fue hacia la puerta.
—Los helados, se van a derretir.

Dar hizo una pausa con la mano en el picaporte, y volvió la cabeza.

—Es como el infierno.

***

—Sra. Stuart… ¿podría moverse un poco más?

Kerry amablemente se movió un poco, mirando hacia arriba a la máquina de radiografía y tratando
de relajarse. Era difícil, sin embargo, ya que la mesa estaba fría, y su piel estaba caliente, y la máquina
estaba haciendo extraños ruiditos como riendo entre dientes.

—Bien, ahora quieta—. La voz dijo, y ella oyó un zumbido. —Gracias… una más. —Otro rumor. —
Bien…—, La técnico se acercó y la ayudó a sentarse. —Eso… es todo… ahora me dijeron que tenía que
ir… —Ella consultó un gráfico. —A continuación, a tomografías computarizadas.
—Mm… ¡Qué bien! —Kerry suspiró. —¿Tengo que hacerlo? No tengo ni siquiera un dolor de cabeza
ahora mismo.
—No puedo decidirlo. —La técnico le dijo alegremente. —Soy sólo una parada en el camino… no
podemos obligar a hacer algo que no quiera hacer, pero si el médico pensó que era una buena idea, es
probable que lo sea.

429
—Supongo—. Kerry sujetó su corto traje de hospital, la subió un poco más arriba, que empató al frente y
fue una gran mejora, había improvisado una forma de cubrir su espalda. Por lo menos la dejaron mantener
sus jeans, ya que su parte inferior del cuerpo parecía estar bien, y sus zapatillas de deporte que mantuvieron
sus dedos de los pies lejos del frío piso. —¿Me pregunto dónde está mi amiga?
—Déjame adivinar. —La técnica señaló con los dedos. —¿Alta, cabello oscuro, luce como un ladrillo a la
que no se le diría nada y con una actitud del infierno?
—Uh.
—¿Ojos azules?
—Esa sería ella. —Admitió Kerry. —¿Te dio problemas? Ella no lo quiere decir. Odia los hospitales, y
después de lo que pasó ayer, no me sorprende que no quiera meterse en uno—. Una pausa. —Yo hice que
la revisaran un poco. Probablemente está muy molesta conmigo.
—Está más molesta con el técnico que estaba con ella… que hizo una broma sobre su trabajo para el FMN.
—¿Fundación Mundial para la Naturaleza?— Kerry la miró, totalmente desconcertada. —¿Qué lo llevó a
eso?

La técnico se rascó la barbilla.

—Fundación Mundial para la Naturaleza. —Murmuró. —Usted sabe, la…


—Oh. —Kerry ahogó una risita. —Sí, apuesto a que estaba enojada. Ella odia esas cosas… Puedo ver por
qué preguntó, de todos modos.
—Mmhm… —La técnico se aclaró la garganta. —¿Cree que está disponible?

Kerry sonrió.

—No.

Entonces ella salió, y se pasó los dedos por el pelo para liberar el extremo de su vestido cuando hizo
su camino por el pasillo hacia el área de exploración por TAC. Sabía que tenía que haber esperado a que le
traerán una silla de ruedas, pero estaba ansiosa por las pruebas que le iban a hacer en la espalda, y por ir a
visitar a Angie.
Luego salir de allí antes de encontrarse con sus padres, y estar de vuelta al hotel, donde no tenían
nada más agotador que el plan de ver una película, y un cubo de palomitas de maíz. Y mañana… un viaje
de avión y la puesta de sol que había en casa.
Casa.

—Kerrison.

Mierda. Kerry casi no se detuvo. Casi no se volvió. Pero sabía, en su corazón, que en algún
momento, algún día tendría que enfrentarse a su padre, y tal vez, ¿quién sabía? Tal vez se podría evitar lo
que sea que él quería en estos momentos. Ella se detuvo y se volvió, pero no respondió. Su padre estaba
vestido casi de manera casual para él. Pantalones y un suéter sobre la camisa y una corbata, y así de cerca,
ella se sorprendió de lo mucho más viejo que lo vio.

—Pasa allí dentro. —Señaló a una pequeña habitación, que se utilizaba para consulta. —Me gustaría hablar
contigo.

Kerry sintió un doble latido de corazón, pero caminó dentro de la habitación, pasando
deliberadamente detrás de la mesa para poner cierta distancia entre ellos. Se sentó en la silla, y esperó, en
silencio.
430
Su padre entró, y cerró la puerta, luego se inclinó sobre la mesa con ambas manos y la miró.
Kerry obligó a sus propios ojos a que le mantuvieran la mirada, negándose a permitir que su postura
la intimidara.

—Si está pensando en decirme que no vea a Angie, no te molestes. —Mantuvo la voz baja y controlada, al
igual que Dar le había enseñado. —Esa no es tu elección.
—No. Puedo ver que estas demasiado bajo su control.
—¿Quién… Dar?— Kerry podría haber reído, pensando en su acoso a su obstinada amante para que se
examinara. —No tienes idea de lo que estas hablando.

Roger Stuart negó con la cabeza.

—Tú eres la que estas ciega, Kerrison. ¿No puedes ver el camino que ella te está haciendo tomar?

Kerry lo estudió por un momento.

—¿Por qué siempre tiene que ser la culpa de alguien más?


—¿Qué?
—¿Por qué no puedes aceptar que esta es mi elección? Dar no me hizo nada. —Kerry se enderezó. —Si
eso es todo lo que querías decir, tengo cosas más importantes que hacer.
—¿Cómo podría ser tu elección?— Su padre protestó. —Tú estaban muy bien, hasta el momento en que
conociste a esa horrible persona, ¡y luego te cambió!
—Nunca estuve bien.
—¿De qué estás hablando?

Kerry respiró muy cansada, aún así, tenía miedo de él.

—Nunca estuve bien. Me dirigía hacia una vida que no tenía ningún interés para mi. —Ella levantó la
vista. —Cada vez que traté de cambiar eso, fui castigada.

Roger la miró con desconcierto.

—¿Qué diablos es eso? ¿Cambiar qué? Tú tenía todo lo que cualquier niño podría haber deseado, pedazo
de ingrata…
—Como ya he dicho. —Kerry se puso de pie. —Tengo mejores cosas que hacer que esto. —Una breve
pausa. —Nunca me escuchaste antes. No sé por qué me molesto ahora.
—Espera un minuto… —Su padre levantó una mano hacia ella.
—No lo pienses. —El carácter de Kerry estalló inesperadamente. —Yo no soy el trapo que deambulando
en Michigan. Tú me tocas y yo te haré daño.

Roger se echó hacia atrás.

—¿Es así como le hablas a tu padre?


—Tú no eres mi padre. —Kerry le lanza. —Tú hiciste que quedara claro como el cristal.

Poco a poco, Roger asintió con la cabeza.

—Muy bien—. Él murmuró. —Lo hice.

431
Se miraron el uno al otro.

—¿Sabes?… arriesgué mi vida, y la vida de algunas de las personas que más quiero en el mundo para
asegurarme de que salieras de ese edificio. —Dijo Kerry. —Así que si crees que te debo nada por haberme
criado, no lo hago.
—Me debes una explicación. —Su padre respondió. —¿Por qué? ¿Por qué abandonar y traicionar a tu
familia?
—¿Por qué? —Kerry se sentó en el borde del escritorio. —Porque yo estaba enojada. —Ella exhaló. —Me
golpeaste, y me retuviste en contra de mi voluntad, y me drogaste porque te dije la verdad. —Abrió la
boca, pero Kerry levantó una mano. —Debido a que fue muy satisfactorio exponer tanta hipocresía
después de pasar toda mi vida tratando de vivir de acuerdo con tus ideales.

Su padre no era estúpido. Kerry podía ver los pensamientos detrás de esos ojos grises.

—Y yo que pensaba que estaba trabajando para darte una vida digna.
—Tú idea.
—Por supuesto, mi idea—. Roger espetó. —Yo te crié, te puse en la escuela, te di todas las ventajas, ¿para
que pudieras sentarte allí y llamarme a mí hipócrita? —Él negó con la cabeza. —El año pasado, cometí el
error de creer que podría hablarte… explicarte que tomaste un camino equivocado, que acabaras de
despertar, y vieras la verdad. Yo estaba equivocado. Hay algo muy mal en ti.
—Tú eres el que no se dará cuenta de la verdad—. Kerry sentía nauseas. —Estas tan seguro de que está
bien, ni siquiera tendrás en cuenta cómo me siento, ¿verdad? Cómo me sentí cuando desterraste a mis
amigos, y me dijiste lo que podía pensar, o lo que parecía… cuales eran mis límites.
—Es mi derecho criarte correctamente.
—O decir que mi principal valor en la familia era vender acciones, porque lucía mejor que Angie.
—Eso es ridículo. Tu madre sólo las complementaba cuando las dos estaban juntas.

Kerry podía sentir aumentar lágrimas, pero no les hizo caso.

—O decir que no fuera demasiado buena en la escuela para no hacer quedar mal a Michael.
—Estábamos tratando de ayudarlo a sobresalir. —Roger la miró molesto. —Seguro que querías ayudar a tu
hermano.
—Como si sintieras cuando envenenaste a mi perro.

Su padre la miró fijamente.

—Kerrison…
—Como si sintieras cuando tu guardaespaldas me violó, y me hiciste pedirle disculpas.
—Estamos de vuelta con esa historia, ¿verdad?
—Tal vez sólo tenías que llamar a mi ginecólogo.

Él se quedó en silencio por un momento largo y tenso, sólo la miraba.

—Yo no lo pensé entonces. Debí hacerlo. —Kerry susurró. —Pero estaba demasiado avergonzada para
decirle que mi padre no creía que había sido violada.

Por un momento, pensó que podría haberlo alcanzado, podría haber sacudido el muro de obstinadas
creencias. Entonces sus ojos se estrecharon, pensativo.

432
—¿Es eso de lo que se trató todo esto entonces? ¿Esta es tu reacción a… que…? ¿Fuiste y te buscaste a esa
mujer?

Kerry sintió una oleada de indignación encima de ella.

—Eres tan ignorante. —Se puso de pie. —No. —Ella se sentía curiosamente aliviada, sin embargo, haber
dicho lo que tenía que decir. —Mi enamoramiento con Dar nada tiene que ver con Kyle… o Brian, o
contigo, para el caso. Fue sólo entre nosotras dos.
—Tú entiendes que iras al infierno, si no pones un alto a esto, ¿cierto?
—Pasé veintiséis años en el infierno. —Kerry respondió brevemente. —Dar fue mi escalera para salir de
eso… y ha sido maravilloso vivir a la luz del sol. —Caminó alrededor de la mesa y puso la mano en el
pestillo de la puerta. —Me pasé todo ese tiempo tratando todo lo posible para que te sitieras orgulloso de
mí… y nunca fue suficiente. Ahora la única que tiene que preocuparse de hacerse orgullosa soy yo
misma.—Dio la vuelta al pestillo y abrió la puerta, manteniendo contacto visual con él. —Y lo estoy.

La puerta se cerró detrás de ella, y estuvo en el pasillo, apoyada contra la pared durante un buen
rato. Luego se apartó y empezó a caminar tambaleándose hacia la primera puerta que vio, entrando al
interior de una pequeña sala de espera y se sentó rápidamente, tratando de controlar su estómago que se
rebelaba.
Una enfermera la encontró allí.

—Oh, ahí está, Sra. Stuart… ¡pensamos que se había perdido!

Kerry tomó una respiración profunda, y se enderezó.

—No. Me umm… —Ella puso una mano sobre su estómago. —Me siento un poco mareada, eso es todo.
Pensé que mejor me sentaba durante un minuto. —Se puso de pie. —Lo siento…
—Está bien… te voy a bajar a la sala de tomografías… ¿A menos que prefiera una silla de ruedas? Luce un
poco pálida. —La enfermera puso la mano sobre su brazo, su tono era preocupado.
—Estoy bien—. Kerry esbozó una sonrisa. —Adelante.
—Bien—. La enfermera mantuvo el agarre, y la dirigió fuera de la sala de espera. —Oye… tu amiga nos
está dando un pequeño problema… tal vez podría hablar con ella y calmarla.

Al igual que un interruptor de luz se movió de un tirón, con mucho gusto Kerry volvió sus
pensamientos de uno de sus problemas a otro.

—¿Por qué? ¿Qué pasa?


—Bueno, ellos quieren revisar su espalda… el doctor está un poco preocupado por algo que vio en la
radiografía, pero ella lo está rechazando—. La enfermera le explicó. —Por supuesto, no podemos
obligarla.
—Mm… tienen correas para sujetar, ¿no?
—Sí… para evitar que se muevan, por las radiografías, pero…

Kerry suspiró.

—Veré qué puedo hacer. —En el estado en que se sabía que estaba Dar, ella tenía sus dudas. —¿Tal vez
podamos solucionarlo?

Algo que su padre vivía en la vida pública, pero nunca sucumbiría a una en su privada.
433
***

—Hola, Angie.

La mujer en la cama miró hacia arriba, y abrió mucho los ojos.

—¡Ker!

Kerry se deslizó alrededor del marco de la puerta y entró, tirando de su adusta y mal humorada
compañera.

—Vaya, es bueno verte. —Ella soltó la mano de Dar y se acercó a su hermana, abrazándola todo lo que sus
brazos podían alcanzar.
—¡Lo mismo digo! Hola, Dar—. Angie la miró tímidamente. —Me alegro de que estés bien.

Dar apoyó ambas manos sobre la baranda.

—Gracias… es bueno ver que te fue bien.

Ella dio a la hermana de su pareja una sonrisa, contenta de que se terminara la breve estancia en una
de sus peores pesadillas. Cinco minutos, que finalmente habían otorgado a los técnicos, y sin correas.
Cinco largos minutos que sólo hizo marginalmente soportables el agarre de Kerry en su mano, y un
autocontrol de hierro que todavía no había sido suficiente para mantener la contracción de la partida, que a
toda prisa la sacó de la máquina y salió de su camino cuando estuvo fuera de la mesa.
Ella esperaba que obtuvieran lo que necesitaban, porque no había una segunda oportunidad en eso.
Se había calmado al hablar con Kerry cuando la mujer rubia tomó su turno en la plataforma, quedándose en
silencio cuando tomaron las radiografías de la cabeza y del hombro.
Y se sintió un poco estúpida, la verdad. Después de todo, no era como una máquina de hacer daño,
no tanto como lo hacia su espalda, en cualquier caso.

—¿Qué pasa con el brazo? —Angie le preguntó a Kerry. —Me alegra que hayas venido ahora. Están a
punto de llevarse al bebé.
—Bueno, se dislocó el hombro. —Kerry le explicó. —Ellos simplemente tomaron radiografías.
—Ow—. Angie hizo una mueca. —El trabajo de parto estuvo muy desenfocado. Ellos habían empezado a
sacarme y me entregaban cuando ocurrió la explosión. En realidad estábamos dentro del ascensor, y pensé
que iba a dar a luz allí mismo, estaba tan asustada. Pero de alguna manera, quedó energía y nos
limitábamos a bajar, justo a la entrada de urgencias. Fue horrible… todo el mundo estaba gritando, y nadie
sabía qué hacer… y yo estaba tan asustada, sabiendo que todos ustedes estaban allí.
—Fue un poco duro, sí. —Kerry respondió en voz baja. —Pero nos las arreglamos para salir del problema
y llegar a donde nos podrían bajar.

Angie tomó la mano buena de Kerry y le frotó los dedos con el pulgar.

—Sacaste a la gente.

Kerry y Dar intercambiaron una mirada.

—Sí, lo hicimos. —Dijo Dar.


434
—Mamá me lo dijo. —Angie buscó el rostro de su hermana. —Ella está muy conmocionada.
—Sí, bueno… yo tuve una carrera con él en este momento. —Kerry le dijo. —Tal vez va a ser la última.
—No me dijiste eso. —Dar intervino, con el ceño fruncido. —¿Cuándo?
—Estabas un poco preocupada. —Kerry le dio una leve sonrisa. —Fue antes de que verte en la sala de
radiografías.

Dar frunció el ceño.

—Eso era más importante que la estúpida máquina.

Se dirigieron a un sonido en la puerta, y encontraron a una enfermera con un paquete bien envuelto.

—Aquí tiene, hombrecito… saluda a mamá.


—¿Un varón? —Kerry preguntó.
—Sí… —Angie tomó el paquete y lo acunó, mostrando a su nuevo bebé. —¿No es dulce? —La pequeña
cara rosada eructó. —Llamé a Richard… está muy emocionado. —Ella y Kerry intercambiaron una mirada
irónica. —Traté de llamar a Brian… pero no hubo respuesta en su casa. Lo voy a intentarlo de nuevo
dentro de un rato. —Miró al bebé. —¿Quieres cargarlo antes de que se enganche a la leche?
—Claro—. Kerry tomó cuidadosamente al bebé y lo acunó con su brazo sano. —Oh… él es adorable. —
Ella sonrió. —¡Que bonita nariz!

Angie sonrió.

—Yo creo que sí. —Ella levantó la vista hacia Dar. —¿Estaban tomando una radiografía de ti, Dar? ¿Está
todo bien?
—Mayormente—. La mujer de pelo oscuro respondió de mala gana.
—Nada que un poco de reposo en cama y chocolate no pueda curar—. Kerry dijo. —La desafortunada Dar
tuvo que arrastrarme por un tiempo, y se rompió dos músculos en la espalda.
—Eso no es cuando sucedió.
—Uh huh… en fin… —Kerry pasó al bebé, y sonrió. —El médico le recetó un par de días de descanso, y
algunos analgésicos… la misma cosa que él me sugirió.
—Ustedes deben ir a algún lugar de vacaciones. —Angie aconsejó. —De otra manera, conseguirás atarte a
esas cosas que haces.

Hmm. Kerry se mordió el interior del labio, entonces impulsivamente entregó el paquete que se
retorcía a Dar.

—Ten… di hola.
—Un… umh… —Dar levantó las manos y tomó al bebé en un gesto instintivo, y luego se quedó mirándolo
nerviosamente. —Si… él es lindo. Ten. —Ella trató de devolverlo, pero Kerry fingió enderezar el
cabestrillo. —Kerry…
—Sostenlo por un minuto. —Los ojos verdes le parpadearon inocentemente.

Dar suspiró, y luego acomodó al bebé más cerca, y lo miró con curiosidad. Los bebés no eran lo
suyo, por lo general, aunque ella no tenía nada en contra de ellos. Este era un lado bastante bueno, y estaba
pateando dentro de su cubierta, probablemente hambre, pensó. Tenía la cara arrugada, con labios pequeños
y carnosos y una nariz pequeñita, y su cabeza estaba cubierta con una capucha blanca.
Él gimió. Dar levantó una ceja, y luego le tocó tentativamente una mano agarrandolo con las puntas
de los dedos. El bebé se aferró a ella con una fuerza sorprendente, haciendo que la otra ceja se levantara.
435
Kerry observaba con divertida fascinación.

—¿Qué nombre le pondrás, Angie?

La hermana suspiró.

—No lo tengo todavía.

Tanto Dar y Kerry la miraron con sorpresa.

—Lo sé… lo sé… nueve meses, pensaría que tendría un nombre ya. —Angie se echó a reír con
cansancio.—A decir verdad, yo estaba realmente esperando a otra chica, así que escogí un montón de
nombres que realmente no le conviene. —Hizo una pausa. —¿Qué nombre le pondrías a un niño, si
tuvieras uno, Dar?
—Andrew—. Ambas mujeres respondieron, a continuación, se echaron a reír. —Sí… me tienes ahí—. Dar
se meció un poco, relajada, jugando distraídamente con la mano del bebé. —Papá fingiría que no le gusta,
pero lo haría.
—Tus padres parecen realmente agradable. —Angie sonrió. —Tu mamá me ha ayudado la noche
anterior… Espero tener la oportunidad de darle las gracias—. Ella le tendió las manos cuando Dar le
regresó a su bebé, y lo acunó. —¿Eres un pequeño hambriento? —El niño bostezó, y chasqueó los
labios.—Supongo que sí, ¿eh?
—Bueno, no queremos detener la cena… —Kerry sonrió y frotó el brazo de su hermana. —Sólo queríamos
pasar y saludar… nos vamos a volver a casa mañana.
—¿Te vas?— Angie la miró sorprendida. —¿Se acabó?
—Por ahora—. Dar respondió.
—Noticias de última hora… —Una voz se oyó desde la televisión, y miraron por hábito. —Un portavoz
del FBI dijo a CNN que se la hecho un arresto en el caso de las bombas del hospital.
—Whoa—. Dar se dio la vuelta y se echó hacia atrás, poniendo un brazo alrededor de la cintura de
Kerry.—Eso fue rápido.
—Mm.
—Los agentes del FBI tomaron en custodia a Mary Evanston, la presunta novia del senador Roger Stuart.
La Sra. Evanston, según informes, se entregó informando a los agentes que ella planeó el atentado por
venganza.

Tres pares de ojos se abrieron en estado de shock total.

—Hija de… —Kerry respiraba, su mandíbula cayó. —¿Venganza de qué?


—Cuando se le preguntó sobre el motivo, los agentes del FBI declararon que, al parecer, la Sra. Evanston
alberga rencor como resultado del abandono del senador cuando le anunció su intención de casarse con
Cynthia Ellis, la actual Sra. Rogers, al inicio de su carrera política.

Era, en verdad, como ser golpeado en la cara con un balde de agua fría. Kerry trató de digerirlo todo.

—¿Quiere decir…?

Angie abrazó a su nuevo hijo.

—Ella no era la otra mujer, Kerry.

436
—Mi madre lo era. Oh, Dios mío. —Su mundo perfecto se volteaba al revés. —No es de extrañar que se
quedara con él… ella debió saberlo todo el tiempo.
—Ella trató de matarte. —Dar dejó salir. —Ella trató de matarlos a todos ustedes… pero ¿Por qué ahora?
Él ha estado apoyándola durante casi treinta años, ¡si eso es cierto!

Kerry se quedó mirando la pantalla de televisión, que ahora pasaba de nuevo el bombardeo.

—Oh, Dios mío.


—¡Angie! ¡Angie! No vamos a… ¡oh! —Michael salió derrapando de la esquina. —Oh… chico…
¡Kerry!—Él corrió y abrazó a su hermana mayor. —Wow… oh… wow… chico, me alegro de verte.
—Ow—. Kerry movió con cuidado una de sus manos. —Cuidado… Me alegro de verte también… nunca
vas a creer lo que acabamos de oír.
—¡Oh sí lo haré! ¡Acabo de oírlo también! ¿Sabes lo que esto significa? —Michael estaba casi
tartamudeando.
—Sí—. Kerry exhaló. —Eso significa que casi morimos por un rechazo de hace treinta años. —Se quedó
mirando la pantalla. —Y más de 200 personas murieron. —Volvió la cabeza y miró a Dar, que estaba
absorbiéndolo todo, analizando la información con una familiar expresión en su rostro. —Este va a ser más
de quince minutos de fama.

Un suave golpe a la puerta.

—¿Y ahora qué? —Kerry murmuró, mientras miraba otra vez, para ver la cara de Brian asomarse
tímidamente. —Oh, sí—. Ella suspiró y apoyó la cabeza contra el hombro de Dar. —Mucho más de quince
minutos.

***

—No veo por qué la nueva mamá necesita flores—. Andrew se dijo a sí mismo. —Creo que podría
necesitar algo más práctico, como un camión cargado de pañales. —Miró a su alrededor mientras caminaba
en busca de un lugar lógico donde ellos podrían haber puesto a una mujer ex embarazada. Ceci se había
detenido en la planta baja, con la intención de escoger un ramo de flores, y había decidido explorar un poco
más allá del aroma de las margaritas.

Deambulaba, agachando la cabeza en las distintas salas.

—Cerrado. Jefe. Documentación… ¡whoops!—. Él hizo un gesto con la cabeza hacia atrás de una sala de
espera, viendo una figura adusta en su interior. —Él no está de humor para hablar, creo.

Andy dio cuatro o cinco pasos más adelante, cuando oyó una voz detrás de él.

—¿Comandante Roberts?
—Señor—. El ex marino dio al tablón de anuncios una mirada lastimera. —¿Y así lo hice hoy para merecer
esto? —Pero él se volvió, y se dirigió a la puerta, poniendo una mano sobre el umbral y mirando en su
interior. Roger Stuart estaba de pie, con la corbata ligeramente ladeada, mirándolo con recelo. —¿Sip?

Los dos hombres se estudiaron mutuamente, de mundos tan diferentes, Andrew dudaba de que
tuvieran un solo marco de referencia común. Stuart era tal vez diez años mayor que Andy, educado,
sofisticado…
Y más estúpido que el día.
437
—¿Quieres intentar sacarme un poco más? Porque si es que lo quieres, tengo mejores cosas que hacer que
escuchar ventilar tu aire caliente.
—No. —El otro hombre levantó una mano. —Mi gente te admira.

Andrew lanzó un gruñido.

—Tiene unos antecedentes increíbles, comandante.


—Sólo hice lo que el Tío Sam me pagó para hacer, senador—. El ex marino respondió en voz baja.

Stuart se sentó y apoyó sus manos sobre las rodillas, sin quitar los ojos de Andrew.

—Bueno, usted hizo lo correcto ayer. Buen trabajo.

Una de las cejas oscuras de Andy se levantó. Se trasladó a la sala, y se sentó al lado del hombre
mayor.

—Bueno… tú también. —Él permitió amablemente. —Ah, creo que todos lo hicimos bastante bien en ese
lío.

Hubo un silencio incómodo, pero Andrew no veía ninguna razón para romperlo.

—Yo quería, también, darle las gracias por venir y darnos una mano para salir de esa habitación. —Roger
dijo por fin, claramente avergonzado.

Un buen marino aprendía a reconocer una oportunidad, y la explotaba.


Andrew había sido, sin duda, un muy buen marino, después de haber vivido lo suficiente para
retirarse como uno.

—Diablos, no me dé las gracias, senador. —Declaró. —Kerry no se iba hasta que lo encontrara. —Él
absorbió la rápida mirada de los cautelosos ojos grises. —Y mi hija no iba a ninguna parte sin ella, así
que… —Se encogió de hombros. —Ah, igual que mover piedras.
—Sí, bueno. —Roger hizo sonar las palabras de mal gusto. —Estoy seguro de que ella sentía que tenía una
obligación.

Andrew dejó escapar un suspiro.

—Me hace sentir muy cómodo saber que alguien como usted está haciendo las leyes, cuando ni siquiera
sabe nada sobre su propia hija.
—Comandante… —Roger respondió secamente.
—Usted no me ordena, desde hace años. —Andrew soltó un bufido. —¿Qué infiernos está mal con usted,
de todos modos? ¿Usted ha llevado una corbata tanto tiempo que le cortó el flujo de sangre al cerebro o
algo así?
—Está bien. Eso es suficiente, señor. O yo…
—¿O usted va a hacer qué? —Andrew soltó un bufido. —¿Me dará una palmada como se la dio a ella? A
Usted no le gustará el resultado, ah se lo puedo decir.
—No me…

Ahora Andrew se puso de pie.


438
—Senador, usted no se va a sentarse allí y decirme que no secuestró a Kerry y la encerró en alguna
parte.—Él le dijo al otro hombre con severidad. —Porque incluso si ella fuera del tipo que inventa cuentos,
que ella no lo es, mi muchacha seguramente no lo es, y dijo la misma historia. —Una pausa. —Y Dar no
me iba a mentir.

Roger Stuart también se puso de pie y caminó hacia la pared, dándole una palmada por la
frustración.

—¡Maldita sea, yo sólo estaba tratando de hacerla entrar en razón! —Dio media vuelta y puso sus manos
sobre sus caderas. —¡Es mi derecho como padre corregir a mis hijos como yo lo vea conveniente, y no me
importa lo que nadie, incluido usted, piense de eso!
—¿Al encerrarla? —Andrés le preguntó, incrédulo.
—Al ponerla en un lugar donde la gente podía hablar con ella… y darle orientación… y toda la ayuda que
necesitaba conseguir… para superar esta… esta… —El senador tragó bilis. —Perversión.

Andy contrajo las cejas, y puso las dos manos en las caderas.

—¿Porque ella está enamorada de mi hija? ¿Es lo que llama a eso? —Bajó la voz en advertencia.

Un visible estremecimiento recorrió el cuerpo del hombre mayor.

—¿Cómo diablos puede usted sentarse allí y decir eso, y no vomitar? —Le preguntó. —Está casado… está
en el ejército… ¡no eres un reverendo burro liberal!

Andy se sentó y cruzó un tobillo sobre la rodilla.

—Bueno—. Se rascó una oreja. —Ah, puedo decirle, senador… ah nunca tuve sentimientos por alguna
personas del tipo masculino.

Un resoplido.

—Pero he pasado treinta y tantos años en la Marina, por lo que no es exactamente una idea extraña para
mí. —Él continuó con sequedad. —Tengo que decirle que no pregunte si no quiere que le diga a todos que
a usted le parece una mala idea… porque si a todos ellos le digo, irán directo hasta Capital Hill y rebotaran
sus culos en su Potomac.

Stuart se limitó a mirarlo.

—Mira—. Andrew suspiró. —Mi familia procedía de Alabama. Mi papá era uno de los hijos bastardos a
los que nunca le cumplieron, y ah tengo dos hermanos que mandaron a la cárcel por la muerte de un
jovencito que no hizo nada más que nacer de un color diferente de lo que ellos eran.

El senador se movió incómodo.

—Bueno… sin duda era lo peor que se podía hacer, pero…


—Nada de peros, senador. No está bien enseñar a un niño a odiar. No importa cuál sea la causa.

Ahora, los ojos grises estaban puestos en él intensamente.


439
—Ah, creció escuchando cómo se nos había hecho mejor de lo que todo el mundo estaba, y créanme,
cuando decidió contraer matrimonio fuera de lo que éramos, no fue un espectáculo agradable. —Andrew
hizo una pausa, reflexionó en voz baja. —Lo que la gente les hizo, y lo que mi gente hizo les hizo daño a
los dos. —Él negó con la cabeza.
—Yo no lo hago. —Roger comenzó a hablar, luego se detuvo. —No es lo mismo.
—¿No lo es?— Andrés le preguntó.
—La Biblia dice que no lo es. —Él respondió secamente.
—Ese libro fue escrito por gente tan variada como usted y yo, senador—. Ojos fríos y azules lo miraron. —
En todo caso, he visto todos los daños que ha hecho el odio a nosotros, y me imagino que a mí mismo, si
alguna vez hay hijos, ah, no les haría lo que mi gente me hizo a mí. —Tomó aliento. —Ah, me dije, que no
importaba lo que los chicos resultaran ser, quiero decir feo, o tonto como una roca, todavía los abrazaría, y
los amaría y los educaría lo mejor que pudiera.

Un silencio sepulcral.

—Bueno, señor… Yo tuve suerte en los departamentos de feos y tontos. —Andrew levantó la cabeza con
orgullo. —Porque mi niña no es ninguna de esas cosas. —Él asintió con la cabeza ligeramente. —Ella es
muy inteligente y muy bonita, y tuvo la maldita suerte de encontrar a alguien allá afuera en el mundo que
la ama de la misma manera que amo a su mamá.
—Eso es asqueroso.
—No lo es. —Andrew replicó. —No lo es, senador, y si le gustaría pasar una hora con las dos y no pensar
en eso, usted lo sabría también.
—Nunca—. Stuart movió la cabeza con disgusto, y agitó una mano.
—Su pérdida—. Andrew se encogió de hombros, y se levantó. —Porque tu hija es un maldito buen ser
humano, senador, y me alegro de que el Señor me dejara vivir el tiempo suficiente para conocerla. —Se
estaba volviendo loco, y no era una buena cosa. Perforar funcionarios electos sólo tenía más problemas de
lo que valía.

Stuart soltó un bufido.

—Hasta que puedan encontrar una manera de traicionarte. Que se diviertan.

Andrew se volvió, y señaló.

—No la culpes—. Él negó con la cabeza. —Sé un hombre, por una vez, y asume la responsabilidad de lo
que tú mismo hiciste. Kerry no te obligó a nada de eso, senador. Y es signo de su bondad que ella fuera
capaz de ver más allá de su amor por ti, y hacer lo correcto.

Y luego se fue, escapando hacia el pasillo, justo a tiempo para ver a su esposa salir del ascensor con
un arreglo enorme.

—Dios mío—. Andrew lo tomó. —Pensé que estaban buscando flores.


—Pensé que las frutas y bocadillos sería más útiles. —Ceci le dijo amablemente. —¿Dónde has estado?
¿Creando problemas?

Andrew miró inocentemente entre dos tallos de apio.

—Apenas tenía tiempo para hacer eso. —Él parpadeó. —Mucho.


440
—Oh chico—. Ceci murmuró.

***

—Oh, Dios mío. —Kerry caminó hacia la habitación del hotel y otra vez a la cama, cayendo a la primera
encima de ella, a continuación, aullando, y rodando a un lado. —Eso fue una estupidez.
—Mm—. Dar aterrizó a su lado. —Es comprensible. —Ella miró el reloj. —Son las dos de la tarde.

Habían sido sorprendidas en el hospital por una visita de la policía, y un investigador del FBI, que
las habían localizado. Con una gran cantidad de preguntas que, afortunadamente, habían hecho en una
pequeña oficina en el hospital en lugar de en la estación de policía, o el edificio de la agencia.

—Me alegro de que no soy un policía. —Dar gimió. —Ya es bastante malo ser un ejecutivo nerd… viendo
torcidos CFO en las esquinas.
—Creo que un hombre se sentía atraído por ti. —Kerry murmuró, apoyando la cabeza sobre un brazo
extendido. —¿El pelirrojo?
—Ungh—. Dar exhaló. —En realidad nunca he conocido a un hombre de nuestra generación que usara Old
Spice—. Ellas intercambiaron una mirada irónica. —Pensé que iban a mojar la cama por encima de mi
padre.

No era de extrañar. Allí, tenían un hospital que bombardearon, con un infame senador quien por
conocimiento público era hostil con las dos, y hasta aparece convenientemente un ex marino de la Armada
con treinta años de experiencia en la pirotecnia y operaciones clandestinas. Dar suspiró.

—Afortunadamente, papá pensó que era más divertido que cualquier otra cosa.
—No puedo creer que incluso pensaran que estaría involucrado. —Kerry levantó la cabeza, la frente
arrugada por la ira. —Quiero decir, él estaba en el estúpido hospital, con su esposa y su hija… ¿qué clase
de idiotez es?
—Hijas—. Dar la corrigió. —Sí, bueno… tienen que hacer todas las preguntas, y su fondo es en realidad
un poco de miedo por ser despedidos sólo porque algún asunto de menor importancia como… oh, él se
habría volado también.

Kerry sonrió levemente.

—A mi hermana y mi hermano realmente le gusta mucho tu familia. —Ella comentó. —Y papá era tan
lindo con el bebé…

Dar giró sobre su vientre y apoyó la barbilla en el brazo.

—Si… lo fue, ¿no? Recuerdo que jugaba conmigo cuando yo era muy pequeña… Yo no estaba segura de
quien de los dos se divertía más.

Un breve silencio cayó.

—Wow—. Kerry suspiró. —Estoy muy cansada.


—Yo también—. Dar acordó. —Oh… vamos a reservar el vuelo de PM de regreso a Miami mañana… los
cuatro. —Ella comenzó a darse la vuelta sobre su costado, y luego hizo una pausa mientras sus músculos
lesionados se estrechaban. —Oh… yeowch.

441
—Sí—. Kerry cambió su cabestrillo. —¿Oye, Dar? —Sus cejas se contrajeron. —¿Sabes?, la prensa va a
volverse más loca por esta cosa por un tiempo… tal vez es mejor si nos encuentran de baja por unos días.
—¿Hmm?— Una ceja se levantó reflexiva. —Sí, tal vez… —Dar se giró y sondeó suavemente la
espalda.—¿Sabe…? ahora que lo pienso, estar sentada en una silla de oficina va a ser incómodo por un
tiempo.

Kerry movió los dedos.

—Así como escribir. —Recordó a su jefe. —Podríamos trabajar desde casa, aun.
—Podríamos. —Dar estuvo de acuerdo. —Pero nosotras no lo vamos a hacer.
—¿No lo haremos?

Dar con cautela se levantó de la cama y caminó hacia el ordenador portátil y se sentó frente a él y
haciendo sonar las teclas durante unos cinco minutos seguidos, mientras que Kerry la miraba.

—No—. Golpeó una tecla final, y luego se echó hacia atrás. —Estamos de vacaciones.

Los oídos de Kerry se animaron visiblemente.

—¿Lo estamos?

Un guiño. Dar permitió una sonrisa cansada cruzar su cara.

—Te prometí un viaje a Key West.


—Dar, no podemos ir de vacaciones justo a la vez. —La mujer rubia sonrió. —No es que no quiera.
—Podemos—. Dar no estuvo de acuerdo. —Lo estamos… Acabo de decirle a Alastair y a Mariana. Si no
les gusta, demasiado mal. —Se levantó y se fue a la cama, sentándose y tomándole una mano. —Tú, yo y
Chino… en un bungalow en la playa por una semana. Es un hecho.

Kerry apretó los dedos con los suyos.

—Suena maravilloso… pero… tenía las reuniones de esta semana, Dar… y la nueva red… Yo sé lo
importante que es para ti.
—No lo es—. La voz de Dar era tranquila y suave. —Eso no significa nada para mí, ya no.

Kerry se quedó en silencio. Tal vez las dos de la mañana no era el mejor momento para que pudieran
discutir esto, ella reflexionó, aunque sintió que Dar estaba siendo completamente sincera con ella. Estudió
los pálidos ojos azules, sombreados por la tensión de los últimos días, y decidió que tal vez algo de tiempo
libre no era una mala idea.

—Está bien—. Ella estuvo de acuerdo. ¿Qué era lo peor que podían hacer… despedirlas? Bueno, ella
nunca había sido despedida antes… sería una experiencia nueva en ese caso. —Realmente me gusta pasar
tiempo contigo… no hemos sido realmente capaz de estar… por más de un día o así… sin trabajar, o que
algún otro desastre ocurra.

Dar pareció complacida.

—Bien—. Su rostro se arrugó con una inesperada sonrisa. —Realmente me gustaría también… ha pasado
mucho desde que me tomé un tiempo libre.
442
—Esquí, ¿no?— Kerry buscó en su memoria. —Te levantabas y estabas en persona con la naturaleza… si
no me equivoco.
—Recuerdo eso.
—Mm… pensé que era muy interesante… la mayoría de las personas han mentido y dicho que las pistas de
esquiar de diamantes negros son una ladera—. Kerry respondió. —No tú… Recuerdo que me impresionó
lo segura que estabas de ti misma.

Dar poco a poco se dejó caer, y estiró las piernas sobre la cama.

—Nunca he pensado en ello de esa manera. —Ella admitió. —Yo estaba rezando cuando tú me
preguntaste, precisamente, lo que era el viaje de esquí.

Kerry ladeó la cabeza.

—¿Cuándo fue? —Ella le preguntó, como era previsible.


—En mi último año en la escuela secundaria.

La mano de la mujer rubia bajó a la cama y se quedó en ella.

—¿Me estás diciendo que no has tenido vacaciones desde la escuela secundaria?

Dar asintió tímidamente.

—La última vez que Mariana comprobó… Yo había acumulado el suficiente tiempo para despegar un año
entero.
—P… —Kerry se frotó la cara. —Per… ¿Qué pasa con ese lugar en Carolina del Norte? ¡Tú pasaste un
tiempo allí!
—Los fines de semana. —Dar se encogió de hombros.
—¡Dios mío, Paladar A. Roberts! —Kerry negó con la cabeza. —Es malditamente correcto que estemos
tomando la próxima semana… te voy a secuestrar y mantenerte allí por un mes.

Dar sonrió feliz.

—¿Me lo prometes?

Esa fue una nueva Dar. Kerry le devolvió la sonrisa, y entrelazaron los dedos.

—Lo prometo—. Sería bueno, en realidad… y podría tomar el tiempo para que sanara su brazo, antes de
que ella tuviera que regresar y hacer frente a las cosas de siempre…

Sí.

—¿Qué pasa si la policía quiere que nos quedemos? —Preguntó de repente. —Ese tipo estaba haciendo
algunas preguntas bastante raras, Dar… como si yo hubiera notado gente siguiéndome y esas cosas… ¿qué
fue todo eso?

Buena pregunta. Dar reflexionó, cuando ella misma se apalancó y sacando la camisa de los
vaqueros.

443
—No sé… Creo que sólo tienen que preguntar todo… nunca se sabe lo que va a significar algo o no. —
Hizo una pausa. —Me lo preguntaron también… Les dije que si alguien estaba tratando de volarme…
había lugares mucho mejores para hacerlo que un maldito hospital.
—Mm—. Kerry sintió que sus ojos se cerraban. —¿Por qué tenía que hacerlo, Dar?
—Si ella lo hizo.

Un ojo verde se abrió.

—¿Qué?
—Papá piensa que quien lo hizo… sabía lo que estaban haciendo. Pamela no parece mucho un terrorista
para mí. —Dar respondió. —¿Pero quién sabe?, tal vez tengan algo más mañana… se veía patética en la
televisión.
—Me pregunto cómo se sienten sus hijos.
—Sus hijos… son mayores que tú. —Dar le recordó. —Me han llamado cuando hicimos la reunión
inicial… registré que había niños… no se cuántos años tenían.

Kerry se dio la vuelta lentamente y se levantó.

—Les apoyó todos estos años. —Ella sacudió la cabeza, y empezó a desabrocharse la camisa con una sola
mano. —Es tan difícil de creer. —Dedos se hicieron cargo de ella, y utilizó la mano para explorar la piel
suave, cálida a centímetros de distancia. Dar tenía moretones por toda partes y pequeños raspones,
pequeñas líneas oscuras tan áspera que se frotaban contra la punta de los dedos de Kerry. —Hueles bien.—
Comentó sin hacer nada, lo que reflejaba que su altura no era una mala cosa cuando tienes una buena vista,
la miró cuando Dar estuvo desnuda.
—Gracias—. La mujer más alta murmuró. —Son esas cosas de frotar que tomé de internet… Me gustan.
—Mm—. Kerry tenía la nariz más cerca, y luego experimentó lamer. —Huele diferente en ti que en mí. —
Ella mordió más.

Dar rió de forma inesperada.

—Estamos… ah… eso hace cosquillas.


—¿En serio? —Kerry repitió el experimento, sintiendo a Dar contraer las costillas fuertemente en la otra
mano mientras ella se echaba a reír otra vez. —Hmm…
—¡Kerry! —Dar desabrochó el cabestrillo sosteniendo su brazo y bajándolo con cuidado. —Tranquila…—
Dejó a un lado el teléfono, luego retiró la camisa de manga larga a la mujer rubia. —¿Que tenemos aquí?—
Sacó algo del sujetador de Kerry y la sostuvo ante sus ojos. —Ambos teimpos en mi, ¿eh?

Kerry centró su visión sobre el pequeño artículo.

—Al igual que en las películas… encuentras un pelo rubio en mi ropa interior… demasiado corto para ser
el mío. —Ella suspiró. —Mi cubierta cayó. Estoy teniendo una aventura con nuestro perro.

Ambas comenzaron a reírse, la tensión de la larga jornada se disolvía.

—Déjame adivinar… es de la cola, ¿no?

Dar adivinó.

—Nah… son seis pulgadas de largo…


444
—Hey, ¿chicas?

El interior de la puerta empezó a abrirse y los ojos de Kerry casi se volvieron del tamaño de pelotas
de béisbol.

—¡Oh, mierda!

Dar pateó a su cerebro en marcha y rápidamente envolvió sus brazos alrededor de Kerry, que cubrió
perfectamente tanto de ellas cuando su padre asomó la cabeza por la puerta

—Papá, hola.
—Hola… —El rostro de Andrew se puso de un color coral extraño. —Dios mío, ¡ah perdón!
—No hay problema, papá. —Dar lo tranquilizó, impulsada por años de experiencia en sala de juntas con
las caras de póquer. —Yo estaba ayudando a Kerry a desvestirse.

Andrew se rascó la mandíbula.

—Has echo un trabajo profesional, parece.

Kerry se echó a reír, su aliento le hacia cosquillas a Dar entre los senos.

—Yo siempre trato de hacer las cosas bien. —Dar se las arregló para mantener una cara seria. — ¿Tú
necesitas algo?

Andrew encontró algo interesante en la pared opuesta para examinar.

—Íbamos a pedir un poco de helado… pensé que podrían estar interesadas.


—Claro—. Dar sonrió. —Una gran copa.
—Con una gran cantidad de jarabe. —La voz apagada de Kerry se alzó desde las profundidades.
—Muy bien—. Andrew estuvo de acuerdo.
—Y cerezas. —Otra media petición.
—Puedes pedir lo mío— Dar comentó secamente. —Asegúrese de que no tenga nuez, de todos modos.
—Ahora. Puedo pensar que deberían continuar… oh. Tú intención de comerlo agradablemente. —Su padre
arrastró las palabras de nuevo. —Muy bien.
—¡Papá!— Kerry chilló, volviendo la cabeza y mirándolo.

Andrew le dio una sonrisa desenfadada y desapareció.

—No puedo creer que dijera eso. —Kerry farfulló.


—¿Por qué? —Dar la soltó, y siguió quitando su ropa. —Él sabe la diferencia entre niños y niñas, Ker… a
pesar de los rumores en sentido contrario, él sabe que no tengo… anf… ffof. —Ella miró a su amiga con
una mano sujetando firmemente su boca.
—Muchas gracias por la lección de biología. —Kerry murmuró. —Simplemente no estoy muy
acostumbrada a que los padres hagan comentarios que… los míos nunca hicieron. —Hizo una pausa. —
Hubiera sido como la estatua de George Washington formando de grietas en una rara broma X.

Dar mordisqueó la palma de la mano de Kerry, explorando la piel suave, que se movió y se retiró.

—Sabes lo que siempre dijo sobre George, ¿no?


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Ella bromeó, y luego inclinó la cabeza y encontró los labios de Kerry a punto de hacer una protesta.
Luego rodeó a Kerry con los dos brazos de nuevo y la acercó más mientras se besaban, gozando de la
sólida realidad que casi había perdido el día anterior. Una mano se deslizó hacia arriba y se posó en el
cuello de Kerry, sus dedos se enredaron en el pálido pelo cuando ella permitió que la intensidad lo
bloqueara todo, pero no la emoción del momento.
Hicieron una pausa para respirar, y se mecieron juntas, moviéndose con la música inaudible que
ambas oían, los ojos fijos, las almas unidas.
Finalmente Kerry sonrió.

—Supongo que más vale ponerme un pijama antes de que el helado esté aquí. —Ella comentó, todavía casi
perdida en la mirada de Dar.
—Sí—. Dar acordó amistosamente, sin moverse un centímetro.

Un silencio cayó de nuevo por un momento.

—Nos vamos a avergonzar mucho si mi padre vuelve por aquí.


—Sí—. Dar suspiró. —Voy a tener que empezar a enseñarle todo a él de “cuantas lesbianas se necesitan
para cambiar una bombilla”. —Pero finalmente cambió, y desabrochó el sujetador de Kerry, a
continuación, tomó su ropa de dormir de la maleta.

Kerry se sentó en la cama con su camisa Tweety y le acarició el brazo.

—Así que… —Vio a Dar mientras doblaba todo y lo guardaba. —¿Cuántas necesitan?
—¿Qué?
—Lesbianas. ¿Para cambiar una bombilla?
—Bueno—. Dar se acercó y se sentó en la cama, estirándose a su lado con cuidado y estirando las largas
piernas, la mayoría desnudas. —Están las dos con madera…
—¿Madera?
—Tienen que construir primero la escalera.
—¿Por qué?
—Herramientas eléctricas. De todas formas… dos con la madera, luego cuatro para planificar la
estrategia…
—¡Cuatro!
—Sí… una muestra representativa… una masculina, una femenina, y dos que se identifican a sí mismas
como andróginas.

Kerry se rió.

—Luego hay seis más para investigar dónde comprar la bombilla…


—¡Seis!
—Tengo que asegurarme de que ese dinero vaya a las tiendas de diques de apoyo, cariño. —Dar arrastró
las palabras. —Y no podemos olvidarnos de la docena de académicas para analizar el proceso, y
determinar si cambiar una bombilla puede ser considerado tema de un seminario “relaciones de roles
cambiantes en el lugar de trabajo”.

Kerry se rió más fuerte.

—¿Y así es como se había de cambiar una bombilla?— Ella le preguntó, con escepticismo.
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—Nah—. Dar negó con la cabeza, cuando oyó ruidos en la habitación de al lado. —Me gustaría contratar a
alguien para hacerlo—. Ella se inclinó y le robó un beso. —Odio los estereotipos.

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Capítulo12
Los golpes en la puerta hicieron que Dar se levantara de un salto, y casi arañó el techo cuando su
espalda se paralizó en protesta.

—¡Hijo de puta!— Ella gritó, asustando a Kerry de muerte cuando despertó sorprendida también.
—¿Qué… qu…? —Kerry gruñó. —¿Qué pasa…? Jesús, ¿qué hora es…?

Los golpes se repitieron, y los ojos de Dar se entrecerraron peligrosamente.

—Oh… amigo… quien quiera que seas. Vas a ser seis pulgadas más pequeño cuando me haga contigo. —
Ella tiró las mantas y se deslizó fuera de la cama, caminó a la puerta un poco envarada, pero no obstante se
impresionó al ver a su amante.

Ni siquiera se molestó en ver por la mirilla, tomó la manija de la puerta y la bajó, a continuación, la
abrió de cara al molesto intruso, frunciéndole el ceño con todo el mal humor que pudo.

—¿Qué?

Un hombre de pelo oscuro, de altura mediana estaba allí de pie, con una libreta en la mano que había
estado mirando. Miró hacia arriba y empezó a hablar, luego se detuvo.

—Lo siento. Estoy buscando a alguien de nombre ¿Dar Roberts?


—Felicitaciones. Usted me encontró. —Dar gruñó. —Tienes veinte segundos de explicar por qué está
usted golpeando a mi puerta a las seis de la mañana, o te voy a meter la parte posterior de la cabeza en el
primer ascensor.

Su mandíbula se abrió un poco.

—Estoy con la policía, señora.


—No me importa un culo de ratas, si usted es el maldito Fiscal General—. La voz de Dar se elevó. —
Estuve respondiendo preguntas hasta las dos de la mañana de la maldita noche anterior. Ahora tienes diez
segundos.
—Mire, señora… no parece entender…
—Cinco segundos—. Dar dio un paso adelante, a pesar del hecho de que estaba descalza y vestida sólo con
una camiseta, el hombre se alejó.
—Está bien… está bien… mire… simplemente me dijeron que viniera aquí y le hiciera algunas
preguntas… no tenía idea… —Él levantó una mano. —No se pongas hostil conmigo, señora.

Dar se cruzó de brazos y alzó las cejas.

—¿Y bien?
—Bueno, ¿qué?
—¿Cuáles son las preguntas?

Miró hacia arriba y hacia abajo por el pasillo.

448
—Mire… ¿podemos ir a dentro?
—No.
—¿Por qué no?
—Mi novia está dormida.

El policía miró su libreta, y luego hacia ella.

—Tal vez será mejor volver más tarde.


—Buena idea.
—Tal vez será mejor enviar a mi teniente.
—Incluso mejor.

El hombre se volvió y se dirigió hacia el ascensor, mirando hacia atrás cuando las puertas se
cerraban y sacudiendo la cabeza. Dar exhaló, a continuación, se rió para sus adentros, antes de caminar
hacia la habitación y cerró la puerta. Ella estuvo de vuelta a la cama y se metió bajo las sábanas.

—Imbéciles.
—¿Quién era ese?— Kerry le preguntó con curiosidad.
—Un policía—. Dar bostezó, acurrucándose en la cómoda cama.
—¿Qué quieren?— Kerry volvió a su lugar favorito.
—Yo no sé… más preguntas… les dije que se largaran de aquí.

Kerry consideró esto.

—Dar… cariño… realmente no puedes tratar a la policía de esa manera.— Ella hizo una mueca. —Se van
a enojar mucho.
—Él no lo sabe. —Dar cerró los ojos con firmeza. —Mejor que regresen hasta después del desayuno.—
Ella se acurrucó con un brazo alrededor de Kerry, relajada.—Entonces pueden estar tan molestos como
ellos quieran.

***

—El FBI informó hoy que han perdido la esperanza de recuperar a todas las víctimas vivas de la explosión
del hospital, y se concentran ahora en examinar los escombros.
—¿Una bomba? — Kerry tomó otra galleta con mantequilla y la roció un poco de miel y luego le dio un
mordisco. —¿Qué pruebas se necesitan?
—Creo que… —Dar estaba comiendo un grueso wafle belga. —Ellos quieren saber de qué tipo. —Cortó
otro trozo lo empapó de jarabe y se lo metió en la boca.

Llamaron a la puerta, fuerte y dominante. Dar y Kerry se miraron.

—Bueno, estuvo cerca. —Kerry sonrió, con un gesto le indicó que se quedara sentada. —También
podríamos acabar de una vez. —Se levantó y caminó hacia la puerta, mirando por la mirilla. Una mujer de
baja estatura, musculosa, con una actitud extraña estaba allí, y ella abrió la puerta, mirándola con una
mirada inquisitiva. —¿Sí?
—¿Es usted Dar Roberts?
—No. —Kerry negó con la cabeza. —No lo soy.
—¿Ella está en esta habitación, señora? —La mujer chasqueó.
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—Sí, lo está. —Kerry dio un paso atrás. —¿Quieres entrar?— Abrió la puerta, y la policía pasó junto a
ella, rozándola por un lado mientras caminaba hacia donde estaba estirada Dar, con un pie desnudo
apoyado en la mesa, mientras continuaba con su desayuno. —Supongo que lo haría. —Ella murmuró,
cerrando la puerta y siguiéndola.
—¿Es usted Dar Roberts?— La mujer preguntó.
—Esa sería yo. —Dar arrastró las palabras en voz baja.
—Señora, soy la teniente Jacobs, y no aprecio cómo mi oficial fue tratado por usted esta mañana.

Dar tomó la leche y bebió un trago

—Nosotras estamos a mano. —Dejó el vaso en la mesa. —Yo no aprecio que me despertara a las seis de la
mañana.
—¿Usted entiende que aquí estamos investigando un crimen? —La policía estaba muy intensa, muy
enojada, obviamente, y obviamente irritada por la actitud informal de Dar.
—Después de haber sido una de las víctimas… sí, me habría reunido. —Dar respondió. —Mire… respondí
preguntas hasta las dos de la mañana de ayer por la noche… Yo no iba a comenzar de nuevo antes del
amanecer… si tienes un problema con eso… teniente… demasiado mal.
—Dar tiene razón. —Kerry volvió a su asiento y tomó un sorbo de café. —Nos agarraron en el hospital…
ambas estamos bajo medicación, y no creo que sea justo que esperen que mantengamos ese tipo de
horario… no somos las personas que hicieron esto.

La mujer hizo una pausa para reflexionar.

—Nosotros no interrogamos a nadie anoche.


—El FBI lo hizo. —Dar respondió. —¿No comparten notas los chicos?

El oficial lanzó un suspiro.

—No muy a menudo. Mira… Siento mucho molestarlas. Pero hay una enorme presión para averiguar
quién hizo esto… y no podemos esperar a que la gente termine el desayuno para empezar a hacer
preguntas.
—Entonces… ¿qué es lo que quieres saber? —preguntó Kerry. —¿Quieres un café?

La mujer la miró.

—Um… no, gracias… ¿señora…?


—Stuart—. Kerry le tendió una mano. —Kerry Stuart.

La mujer le había tomado la mano antes de que el nombre fuera registrado.

—K… espera un momento… ¿está relacionada con el senador?


—Mm… Sí, él es mi padre. —Kerry reconoció, soltándole la mano. —Lo siento… ¿Ustedes no pierden de
vista ese tipo de cosas?

El oficial la miró, luego a Dar, a continuación, volvió a ella.

—Sra. Stuart… ¿cuánto tiempo hace que conoce a esta persona?

Kerry miró a Dar, que levantó una ceja hacia ella.


450
—¿Quién… ella? —Ella la señaló. —Um… ¿casi un año?
—¿Puedo hablar con usted afuera?
—Claro—. Kerry se levantó y caminó tras ella, salió a la calle y cerró la puerta detrás de ellas. — ¿Sí?

La mujer la miró.

—¿Ha tenido usted alguna razón para sospechar que su amiga puede ser una persona violenta?

Kerry la miró fijamente.

—¿Cómo dice?
—Mire… Sra. Stuart… quien plantó esa bomba en el hospital fue probablemente tras de usted y su
familia.—La policía afirmó. —El senador nos informó que su amiga tendría un buen motivo para querer
hacerle daño.

Kerry se aclaró la garganta.

—En realidad… tengo un motivo mucho mejor.

Era el turno de la policía para mirarla.

—¿Discúlpeme?
—Tengo un motivo mucho mejor. Mi padre es un gilipollas, teniente… cuando se enteró de que estaba en
una relación con la Sra. Roberts, me hizo poner en un hospital psiquiátrico.

Un suspiro.

—Oh.
—Y… esta es una línea de interrogatorio realmente estúpido… porque aunque Dar tuviera una razón para
querer a mi padre muerto… ella no tiene una razón para querer matarme… o… a su padre o a su madre…
o a sí misma… o mi hermana y hermano, a quienes a ella les gusta.
—Así que… ella estaba con usted en el hospital… ¿es que lo que estás diciendo?
—Por supuesto… perdón, pero está todo en el registro… ¡por el amor de Dios, han venido mostrando la
película de nosotros en la CNN durante dos días malditos!
—Sra. Stuart…
—¡Bueno, ellos lo tienen!
—Nosotros no pasamos el tiempo viendo las noticias, Sra. Stuart—. La mujer dijo, secamente. —Y como
se puede imaginar, hay mucha confusión en este momento… No tenía idea de que ustedes dos eran… eh…
—Bueno, estamos—. Kerry estaba molesta. —Dar arriesgó su vida para sacar a la gente de ese edificio…
incluyendo a mi padre, de hecho, y esto me está poniendo realmente molesta…
—Está bien… bien… Sra. Stuart… por favor… —La policía suspiró: —Por favor… entienda, tenemos que
preguntar, tenemos que seguir todas las pistas que recibimos, no importa lo ridículo que parezca a otras
personas. No podemos ignorar lo que alguien nos dice porque alguien nos dice otra cosa.
—Mi padre no está en ningún peligro con Dar—. Kerry respondió con frialdad. —Pero mejor que tenga
cuidado la próxima vez que lo vea. —Ella miró a la otra mujer. —¿Pensé que tenía a alguien que había
confesado?

La policía negó con la cabeza.


451
—Es una estafa… el FBI lo sabe… sólo están colgando de ella, porque no tenemos nada más en este
momento… ella lo hizo por la atención. —Suspiró y se rascó la oreja. —Así que… el senador nos dio una
pista falsa, ¿eh?
—Sí—. Kerry declaró con firmeza.
—Maldita sea… eso está muy mal—. La mujer resopló un poco. —Yo tenía ganas de llevarla a la estación
y golpearle un poco esa actitud.
—Tch—. Kerry negó con la cabeza. —Eso no es actitud… eso es Dar—. Ella le dijo. —Podría haber
terminado muy frustrada.
—¿Sí?
—Sí.
—Hm—. La mujer se cruzó de brazos. —¿Quién cree que fue el atacante, Sra. Stuart?

Kerry se inclinó contra la puerta.

—Me gustaría saberlo… yo tendría que asumir que fue mi padre… No tengo el hábito de coleccionar
enemigos… De hecho…. —Ella dejó su voz disminuir. —A menos que…
—¿Qué?— El policía preguntó en voz baja, con la mirada afilada.
—Bueno… —Kerry arrugó la frente, y luego levantó la vista cuando la puerta se abrió, y Dar asomó la
cabeza con curiosidad. —Dar… ¿qué fue lo que dijo Mark que se enteró de Ankow…? ¿Antes de ir a esa
reunión?
—¿Ankow? —Dar murmuró. —Maldita sea… me había olvidado de él… ¿Qué tiene él que ver con esto?

La teniente estaba mirando de una cara a otra.

—¿Podemos volver a entrar y hablar de todo esto?

Dar abrió la puerta y regresó a la mesa, sentándose detrás de ella y tocando algunas teclas en su
computadora portátil.

—Bueno, no mucho, pero… —Ella estudió la información. —Sólo que tu padre se asoció con el grupo de
milicianos… lo utilicé para desviar su ataque contra nosotras.
—Milicia… —La mujer policía se sentó, y sacó una libreta. —Ataque… espera… ¿quién es este del que
estamos hablando?— Hizo una pausa. —¿Le dijiste al FBI acerca de esto?
—No. —Dar respondió. —Ellos no preguntaron.

La mujer sonrió.

—Bien… ¿Entonces quién es este?


—Dar… ¡cuéntale sobre tu envenenamiento! —Kerry repentinamente espetó. —El Doctor Steve dijo…
—¿Envenenada? —Ahora Dar tenía la total atención de la mujer policía. —Espere. Vamos a empezar por
el principio… tal vez estamos buscando el objetivo equivocado aquí.

***

Andrew y Ceci se sentaron tranquilamente en un banco, justo al otro lado del monumento de
Vietnam, no eran diferentes de otras docenas de turistas, la mayoría de su edad o mayores, algunos solos,
algunos con compañeros, mirando las piedras de granito negro.

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—Fueron muchas veces. —Ceci comentó en voz baja. —Cuando le di las gracias a la diosa que fueras un
marinero, y no un soldado.
—Huh—. Andrew exhaló, estirando sus piernas y cruzando los tobillos. —Nunca hubo ninguna duda. —Él
respondió, mirando a su diminuta esposa. —Has estado en algún viaje, ¿no?

Ceci se rió entre dientes.

—Desordené tu paz algunas veces.


—Eso lo has hecho. —La mujer rubia acordó. —Gracias a Dios.

Los ojos azules la miraban con suave sorpresa.

—Ya sabes… antes de que regresaras, tuve una idea de pintar durante un mes, mucho—. Ceci murmuró.—
He tenido más imágenes saltando en mi cabeza durante la semana pasada que los últimos cinco años. —
Ella volvió la cabeza y miró a su marido. —Quiero hacer un retrato de familia, Andy.
—¿Quieres?— Él sonrió, vacilante.
—Lo quiero—. Ella le aseguró. —Tú sabes que no me gustan los retratos… no del tipo tradicional, pero lo
que realmente quiero hacer es uno… te quiero a ti, y a Dar y a Kerry… y a ese perro un poco tonto
también.

Andrew parpadeó.

—Está bien… si eso es lo que quieres hacer.

Ceci se apoyó en el brazo contenta.

—Y creo que quiero hacerme un tatuaje.

Andrew volvió la cabeza inclinándola hacia abajo, mirándola con los dos, muy amplios, ojos azules
coronados por las cejas elevadas.

—¿Cómo dices?
—Mm… Sí.
—Ahora, espera allí, Ceci… yo viajé todos los océanos de este maldito mundo y no tengo un tatuaje a
causa de una promesa que te hice… ¿ahora quieres uno?

Ella asintió con la cabeza.

—Puedes hacerte uno conmigo. Conseguiremos unos iguales… ¿qué te parece?


—Ah, soy demasiado viejo para hacerme un tatuaje… y además, nunca vamos a escuchar el final de eso de
Dar—. Andrew protestó.
—Oh… vamos, Andy… —Ella arrugó la nariz con picardía. —Sólo dos pequeños… los vamos a poner en
alguna parte que ella no quiera ver.
—Ceci…
—Osos de peluche pequeños…
—¡Dios mío!, mujer… yo… —Andrew se interrumpió, y sus ojos rastrearon el espacio abierto, siguiendo
una figura caminando. —Ahora… Me pregunto qué está haciendo ese idiota aquí.
—¿Quién es? —Ceci se asomó en la misma dirección, para ver un hombre alto, bien parecido, musculoso,
aparentemente paseando distraído.
453
—Alguien que no me gusta. —Andy murmuró. —Un imbécil, que estuvo haciéndole a Dar un infierno una
vez… y tal vez más que eso.
—¿Lo conoces?— Ceci miró al hombre con inquietud.
—Nos encontramos—. La línea de la mandíbula de Andy se movió en forma familiar.
—Andy… no es ilegal estar caminando alrededor de Washington D.C… Tal vez sólo está aquí, como todos
los demás… para ver lo que está pasando. —Cecilia motivó. —Podría ser una coincidencia.
—Podría ser—. Andrew no parecía incluso un poco convencido. —Me alegro de que vayamos a salir de
aquí sin embargo. Este lugar me da los arrastres. —Se puso de pie, y le ofreció su mano a Ceci. —Vamos a
regresar.

Caminaron de la mano, superando a los pequeños grupos de turistas y por medio de unos pequeños
parques entre el monumento y el hotel. Era una mañana soleada, con una brisa fresca que hacia crujir las
hojas, y se encaminaron en silencio, simplemente disfrutando de su mutua compañía.
A continuación, Ceci sintió los dedos tensarse en los suyos, y ella miró por encima de su hombro,
para ver una pequeña onda de alerta en la forma alta de su marido, notándoselo en la punta de sus pies, y su
cuello arqueado ligeramente.

—¿Andy?— Ella miró rápidamente a su alrededor. —¿Qué es?


—Sigue caminando. —Andrew le dijo en voz baja. —Quédate junto a mí.

Ceci no puso en duda esa petición. Metió la mano en el interior del codo de su marido y se quedó en
su sombra, con un movimiento leve entró en sus pasos, y su cara llena de cicatrices se quedó muy quieta.
Caminaron por el parque y hacia el otro lado, y al entrar en el pequeño pasillo entre dos edificios, a Ceci le
pareció oír pisadas suaves detrás de ellos. Un rápido vistazo al pasillo reveló una pequeña sonrisa en los
labios de Andy y ella tragó saliva y cerró los ojos un instante y susurró unas palabras a un espíritu
guardián.
Dos pasos más, y ella sintió tenso el brazo de Andy, y él le soltó la mano. Ella volvió a respirar, a
continuación, en una fracción de segundo, ya no estaba a su lado. Apenas lo vio girar, y agarrar al hombre
que había venido detrás de ellos, cerrando un codazo en la mandíbula del hombre y enganchándole la
pierna que lo envió a la tierra.
Andy se deslizó fácilmente hacia abajo y lo aplastó contra la tierra con una rodilla, sacudiendo un
cuchillo con la mano libre, y poniéndola en la garganta del hombre en un solo movimiento, muy suave.

—Ahora, señor. —Le dijo al hombre en voz baja. —¿Estabas buscando llamar mi atención?

La sangre corrió por la boca del hombre, y bajó lentamente las palmas de las manos a la tierra, no
quitaba los ojos de la cara de Andy un segundo.

—Hay una placa en el bolsillo interior de mi chaqueta.


—Bien por ti. —Andrew no se movió. —Eso no le da licencia para deslizarse sobre los taladores, y estar
fuera de un monumento a la guerra de Vietnam, lo que me hace cuestionar qué sentido tiene hacerlo.
—Soy un agente del FBI.
—Eso explica el sentido en parte. —Andrew todavía no se movía. —¿Qué quiere de mí y mi esposa?
—Andy, podría hablar un poco más, si te bajas del pecho. —Cecilia comentó. —Sé que ciertamente no
podría manejar una palabra sí que estuviera en la misma situación.

Bueno. Andrew examinó el rostro del hombre, que parecían remolachas de lo rojo. Tal vez ella tenía
razón en eso.

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—Muy bien—. Él lanzó al hombre y se paró con un solo movimiento, cerrando el cuchillo y volviendo a
colocarlo en el bolsillo. —Usted levántese. —Él dio marcha atrás y puso un brazo alrededor de Ceci, quien
se apoyó en él con gratitud.

El agente del FBI poco a poco se puso de pie y se alisó la ropa.

—Señor Roberts… Yo no estoy aquí para causar problemas… sólo no estamos seguros de lo que está
pasando, o quién es responsable de lo que pasó el otro día, y mis jefes me dijeron que sólo mantuviera un
ojo en las cosas, e hiciera que usted y su esposa estuvieran a salvo.

Andrew se rascó la mandíbula.

—¿Se suponía que me custodiaban?— Un toque de diversión le tocó la voz.


—Sí… supongo que se podría ver de esa manera. —El hombre respondió.
—Hijo… puedo cuidar de mí mismo… por favor, ve buscar algunos delincuentes o algo así, ¿de
acuerdo?— Andrew le dijo. —En tres horas, vamos a estar en un avión para Miami, y fuera de este lugar
de locos. —Consideró algo. —Ahora… por otro lado… vi a alguien en quien podría estar interesado.
—¿En serio? —El hombre se acercó con precaución. —Edgar Bird, por cierto.— Le tendió una mano. —
Lo siento, Sr. Roberts.
—Está bien. —Andy le dio la mano amablemente. —Esta es mi esposa, Cecilia.
—Mucho gusto, señora. — El agente del FBI sacó una libreta. —Ahora… ¿acerca de ese alguien?

***

—¿Empacaste? —Kerry salió a buscar a Dar que estaba ocupada en su computadora portátil. —¿Dar?
—¿Mm?— Dar miró hacia arriba. —Oh… sí, casi—. Ella asintió con la cabeza. —Estaba reenviando
algunos detalles menores a la Teniente Jacobs. —Ella sonrió maliciosamente. —Ella está bien, para un
policía.
—¿Ah, sí? Ella quería llevarte a la estación y trabajar sobre ti. —Kerry le informó secamente, dobló la
último de sus cosas y lo metió en su bolsa de lona.
—¿A mí? ¿Por qué?— Dar la miró, desconcertada.
—Ella quería bajarte la actitud… Le dije que no era una actitud.
—¿Qué actitud?
—¿Ves? Eso es lo que le dije. —Kerry puso dos camisetas que había comprado como recuerdo en el
bolsillo de un lado. —No es una actitud… eso es sólo tú. Si siguen cavando en ella, acabas encontrando
más y más Dar. —Ella suspiró. —Mi padre le dijo que tenías un motivo para querer hacerle daño.

Dar se puso muy seria. Se puso de pie y se acercó a Kerry, poniendo ambas manos sobre sus
hombros.

—Tiene razón—. Se dio la vuelta y Kerry estudió su rostro. —Por lo que te hizo a ti… me encantaría
maltratarlo, pero… —Ella puso un dedo en la nariz de Kerry. —Yo nunca lo haría, porque te dolería
mucho más a ti que a él.

Kerry suspiró.

—¿Soy totalmente estúpida por amarlo todavía, Dar? ¿A pesar de todo?


—No. —Dar se apoyó en sus hombros, y junto sus frentes. —Eso es sólo Kerry, todo el camino… y si
sigues cavando, acabas encontrando más y más de ti.
455
—Mm—. Los ojos verdes se quedaron pensativos. —No sé, Dar… creo que tengo una vena mezquina.
—De ninguna manera.
—Sí… porque cuando le dije a la agente de policía que Ankow despreciaba a las mujeres fuertes, me se
reía por dentro.

Dar sonrió.

—Parecía un Rottweiler frente a una carnicería. —Kerry trató de parecer contrita, y falló totalmente. —Eso
fue realmente malo.

Dar se enderezó y empezó a empacar su computadora portátil.

—Estabas diciendo la verdad, Kerry—. Informó a su compañera con firmeza.


—¿Y qué era eso de que él es un homófobo violento?
—Vi los anillos del arco iris bajo su camiseta. —Dar murmuró. —Pensé en tomar la oportunidad.
—Tch tch.

Un golpe sacudió la puerta a un ritmo familiar.

—Ese es papá—. Dar se rió entre dientes, pasando por encima y abriendo la puerta, dando un paso atrás
para permitir a sus padres entrar. —¿Casi listo para salir?

Andrew y Cecilia entraron. Andy llevaba sus dos bolsas, y ahora deambulaba y tomó posesión de las
de Dar y de Kerry también.

—¡Hey!— Dar se puso las manos en las caderas. —Soy capaz de llevar un par de bolsas.
—No te molestes—. Su madre la rechazó. —He tratado de que… él sólo está en un estado de ánimo
combativo hoy o algo así.

Dar negó con la cabeza y terminó de empacar su computadora.

—Bien… bien… vamos a salir de este infierno. Oigo un buñuelo de caracol llamándome por mi nombre.
—Espera—. Kerry sonrió, sacando su cámara. —Yo quiero una foto. —Ella les hizo señas para que se
juntaran. —Vamos… —Esperó a que Andrew dejara su carga, y luego se uniera a su esposa y a su hija
delante de la ventana. La luz se vertía en el otro lado de la habitación, y Kerry sonrió cuando hizo el
enfoque, cambiando ligeramente la lente para enmarcar sus súbditos. Andrew se había colocado en el
centro, y puso un brazo alrededor de cada una de las dos mujeres a ambos lados de él. Ceci, por supuesto,
quedó casi eclipsada por su altura, pero se inclinó contra él con una cálida sensación de familiaridad. Dar
había envuelto amigablemente su brazo alrededor de la espalda de su padre, y miraba a la cámara con su
habitual aire de desaprobación auto irónico. —Perfecto—. Ella presionó el botón, y luego bajó la
cámara.—Gracias. —Ella sonrió a Ceci.
—Sólo espera hasta que veas lo que tengo en la mente en venganza. —La mujer mayor le advirtió,
devolviéndole la sonrisa. Reunieron sus cosas y salieron por la puerta, llegando a alcanzar el ascensor de
carga sin muchos problemas. Llegaron a la planta baja y se disponían a abandonar, cuando Dar oyó su
nombre.
—Maldita sea—. Se dio la vuelta. —¿Sí, Hamilton?

El alto y urbano abogado les alcanzó, y los invitó a en una pequeña antecámara, a la vista de la
prensa.
456
—¿A dónde piensan ustedes que van?
—A casa—. Dar respondió. —¿Por qué?
—Todavía no pueden. —Hamilton le dijo alegremente. —Esta tarde tienes que estar aquí para que el
alcalde, bendito sea, te pueda dar un par de brillantes medallas. —Movió los dedos a Dar y a Andy. —
Ahora, Dar, no me des un mal rato con esto, es una gran relación pública para la empresa… y tienes dos
entrevistas de selección programadas, no las de largo, con algunas nuevas personalidades.
—Hijo de puta— Dar juró.
—Ahora, ahora… la adulación la conseguirá en alguna parte, Paladar—. Hamilton le informó. —
Simplemente pon tu trasero, y haznos ver bien, y va a ser más pronto de lo que pensamos. —Le dio una
palmadita en el hombro. —Hemos estado trabajando muy duro para conseguir un poco de publicidad
positiva, y la has pintado debajo de un arcángel, así que no desordenes mi jardín, ¿eh?
—Hamilton, te voy a matar—. Dar le dijo, en serio. —Tengo los billetes de vuelo a la 1:00 p.m. aquí.
—La llamada telefónica se hará cargo de eso por ti, así que a relajarse. —El abogado se rió entre dientes.—
Vamos, ahora… ¿con qué frecuencia se llega a parar en la televisión y que te pongan una medalla? —Miró
su reloj. —Vamos en el Batimóvil… tenemos una o dos horas antes del primer anuncio televisivo… espere
aquí. Encontraré una buena salida. —Se metió por la puerta, dejándolos mirándose el uno al otro.
—Yo no le voy a esperar… —Dar comenzó, alzando la voz, cuando Kerry puso una mano sobre su brazo.
—Dar—. Andrew habló en voz muy baja, haciendo que su hija cayera en el silencio. —Ah, tengo un
cuadro de medallas por matar gente. Ah, que me gustaría una sola por salvarlos a ellos.

Uno pudiera haber oído un alfiler caer fácilmente en el silencio que siguió, Kerry pensó, al igual que
el viejo cliché.

—Está bien—. Dar respondió con una voz dudosa. Se acercó a un banco cerca de la puerta y se sentó a
esperar, dejando descansar su maletín en el suelo. Ceci se acercó y se sentó junto a ella, pero no habló.
Kerry se quedó junto a Andrew, acunando su brazo, incapaz de llegar a algo que decir.

***

Dar entrecerró los ojos, protegiéndose los ojos, cuando las luces brillantes de lo que Hamilton había
insistido en llamar el Batimóvil la invadieron. Los técnicos estaban bulliciosos alrededor, moviendo cables
y organizando las cámaras, y la entrevistadora estaba a un lado, repasando algunas notas con dos asistentes.
El interior del autobús era estrecho, pero era privado, y la gente de prensa agradeció el ambiente cerrado y
un fácil acceso a teléfonos, la electricidad, y una máquina de fax.
Kerry estaba acurrucada en uno de los sillones de cuero cercanos, simplemente observando, y sus
padres se había apoderado del largo sofá, revisando también el caos con ojos interesados, a pesar de que se
había organizado para su propio beneficio. Hamilton había querido que se vistiera, pero Dar había puesto
su pie en el suelo, negándose a obligar a su, todavía cansado y adolorido, cuerpo a meterse en una falda de
lana y chaqueta, por no hablar de los tacones. Ella insistió obstinadamente en sus desgastados vaqueros y
zapatillas de deporte, y había acordado a regañadientes llevar su chaqueta gris bronce sobre su blanca
camiseta como única concesión.
Una persona de maquillaje se acercó con un maletín. Dar la fulminó con la mirada hasta que se
desaceleró, haciendo una pausa vacilante frente a ella y dándole una sonrisa demasiado brillante.

—Hola—. La mujer era de estatura mediana y complexión atlética, con el pelo rubio ondulado, no muy
diferente de Kerry.

Dar estratégica levantó una ceja.


457
—¿Tiene un problema?
—Bueno, yo pensé que te gustaría un poco de polvo… o… algo… ¿sombra de ojos?
—No, gracias. —Dar respondió. —Soy alérgica.
—Oh… —La mujer de maquillaje sonrió con facilidad. —Es hipoalergénico… es seguro, de verdad…
Quiero decir, usted no necesita ningún rubor ni nada, color tal vez sólo un poco… ¿Acomodar su pelo?

Las fosas nasales de Dar se contrajeron, y ella giró un ojo hacia donde Kerry se mordía los nudillos
para no reírse.

—¿Puedes hacer que mi cabello luzca como el de ella? —Indicó el cabello ondulado de su amante.
—Um… No. No lo creo.— La mujer miró a Kerry en tono de disculpa.
—Entonces olvídelo. —Dar se acomodó, sorbiendo su cerveza de raíz. —Estoy muy bien como está,
gracias.

Ella levantó la vista cuando la entrevistadora se acercó, sentándose en la silla a su lado. Cheryl
Abramson era alta, casi tan alta como Dar, y delgada, con pómulos altos y exóticos, de pelo castaño
oscuro. Tenía una pequeña salpicadura de pecas, e intensos ojos color avellana, que miraron a Dar, junto
con una sonrisa deslumbrante. Llevaba un traje azul marino diseñado meticulosamente, con una camisa de
seda azul pálido, y el efecto era limpio y sofisticado, y bastante atractivo.

—¿Sra. Roberts? Vamos a repasar algunas cosas antes de empezar. —Abramson habló en voz baja y
melodiosa. —Tengo la mayoría de los detalles que necesito de ti, pero quiero ver solo un par de cosas.

Dar se apoyó en el brazo de la silla, y sorbió su bebida.

—Claro—. Deliberadamente, inyectó un tono del Sur en su hablar. —¿Qué te gustaría saber? —Ella miró a
la otra mujer, y se enderezó inconscientemente, una mano subió a tocar su pelo en un gesto instintivo que
Dar entendió bien. Interesante.
—Bueno, tenemos sus datos profesionales que ILS nos proporcionó. ¿Usted ha estado con ellos durante
quince años? —Su voz se alzó ante la pregunta, y ella miró por encima de sus papeles la apariencia juvenil
de Dar.
—Eso es correcto. —Dar no vio ninguna razón para aliviar su confusión.
—Bien—. Abramson volvió a su lista de verificación. —Usted ha sido el director de informática de la
empresa por seis meses… Y antes fue el vicepresidente de operaciones durante tres años, ¿verdad?
—Sí—. Dar aceptó de buena gana.
—Correcto… normalmente trabajan en Miami, ¿correcto?

Dar asintió con la cabeza.

—¿Y usted estaba en Washington para…? —Ella levantó la vista.

¿Por qué verdaderamente? Kerry y Dar habían discutido lo que se le iba a decir a la prensa, que
había estado husmeando interesadamente alrededor de Kerry, y ahora Dar estiró las piernas, cruzándolas
por los tobillos antes de responder.

—Mi compañera de trabajo, y amiga, la Sra. Stuart fue llamada a declarar en las audiencias de su padre…
Yo estaba aquí para brindarle apoyo moral. —La verdad objetiva, absoluta.

458
Abramson miró a Kerry, quien se había desplomado en su silla, doblando una pierna sobre el brazo
de él y quedándose dormida.

—Ya veo. —Ella escribió una nota. —¿Usted se dirige ahora de regreso a Miami, a mi entender, después
de la ceremonia?

Dar asintió con la cabeza.

—Bien—. Cheryl garabateó más notas. —Permítame asegurarme que lo tengo todo… cuando llegó, usted
estuvo involucrada en el cierre de cajeros automáticos, fue entrevistada por uno de mis colegas, cuando fue
al hospital a visitar a la hermana de la Sra. Stuart ocurrió la explosión, desenterró algunos de los
sobrevivientes, dirigió la evacuación y el rescate de las personas que se encontraban allí, entonces bajó…
¿Esos son los puntos altos de la semana? —Su tono era secamente humorístico.
—En esencia—. Dar se rió entre dientes, al verse a gusto con la mujer. —Teníamos la esperanza de una
corta investigación, unos pocos días de turismo, y tal vez un recorrido por la Casa Blanca, pero tomo lo que
puedo conseguir. —Dejó que su cara se relajara con una sonrisa fácil.

Cheryl levantó la vista y la miró a los ojos, luego volvió a su escritura, con los bordes de sus propios
labios un poco crispados.

—¿Tiene usted alguna idea de quién lo hizo?


—No. —Dar respondió. —Eso lo dejo a la policía.
—¿Cree usted que el senador era el objetivo?

Dar negó con la cabeza.

—Una vez más, eso no es algo sobre lo que quiero especular.


—Está bien—. Abramson asintió con la cabeza a la cámara. —Estamos listos… ¿tiene usted un buen
ángulo?— Ella se movió en su silla, y le indicó a la mujer del maquillaje, revisándose a sí misma con la
mano a toda prisa en el espejo. La mujer del maquillaje sacó un cepillo rotatorio y cuidadosamente ahuecó
los flequillos de la presentadora, y luego dio marcha atrás para estudiar su trabajo.
—¿Quieres marcador?

Cheryl miró su reflejo, y luego tomó un vistazo de reojo a Dar, que pasó los dedos por sus cabellos
oscuros, poniendo una especie de orden, antes de cruzar las manos sobre el vientre con una actitud de
espera.

—No. Voy a estar bien. —Ella le dio un codazo a la mujer de maquillaje fuera del camino, y con cuidado
se acomodó, posando con su libreta en posición de entrevistadora.
—¿Lista?

Dar ladeó la cabeza.

—Siempre.

***

459
—Bueno, Dar… Tengo que admitir que haces un infierno una entrevista. —Hamilton la felicitó. —Fuiste
hecha para la cámara… ahora, sólo un paseo más, y te puedes subir a tu pequeño avión, y hacer canciones
para el Estado del Sol.
—Grandioso—. Dar suspiró con el deseo de tener media botella de aspirina en la punta de los dedos. —
Papá… ¿Está listo?
—Dar, ¿crees que te podrías ponerte una camisa de cuello? Te ves como un vagabundo de playa.—
Hamilton se quejó.
—No. —Los ojos azules lo traspasaron. —Un comentario más así, y voy a recoger la maldita cosa con mi
sujetador de deportes.

El abogado se tocó con un largo dedo contra los dientes.

—Hmm… Sé bueno, Hamilton… se bueno.

Andrew se acercó, y le puso una mano sobre el hombro de su hija.

—Ah, creo que ella se ve muy bien. —Informó a Hamilton. —Déjala.


—¿O?— Hamilton preguntó con malicia. —Tengo que saber cuáles son las consecuencias de renunciar a
mi animación favorita.

Andrew parpadeó.

—O le agarraré las partes que te hacen ser hombre y tiraré de ellas hasta tus oídos. —El susurró
seriamente.

Dar observó el rostro de Hamilton con interés, conociendo el nivel de imperturbabilidad del jefe
jurídico de la empresa poseía. Ciertamente, nunca había sido capaz de hacer un hueco en él. Hamilton
observó al más alto, más corpulento Andrew, entonces levantó los ojos a Dar.

—Tú sabe, Dar… Siempre supe que iba a encontrar algo que redimirle ante mis ojos… Simplemente nunca
me esperé que tuviera un educado papá del Sur. —Él inclinó la cabeza hacia Andy. —Mi perdón, señor. La
dejaré ser ella. —Él se acercó a la barra y se sirvió una copa, riéndose por lo bajo.

Dar caminó hacia la ventana del autobús, apoyando los brazos en la pared y tratando de estirar la
espalda tensa. La larga entrevista con el encanto de Cheryl había hecho que se pusiera rígida, y ella sólo
quería llegar a la ceremonia, e irse. Kerry estaba acurrucada en un rincón del sofá, los analgésicos que
había estado tomando para el hombro le hacían tener mucho sueño, y Ceci había puesto su abrigo sobre los
hombros de la mujer rubia, y estaba sentada a su lado, dibujando.
Dar contempló a la gente reunida, viendo las diferentes técnicas de preparación de la plataforma,
poniendo cámaras en el lugar, y micrófonos. Sintió una mano cálida en la espalda y se volvió a ver a su
padre mirando por encima de su hombro.

—¿Estás bien, Dardar?

Dar se frotó los ojos y suspiró.

—¿Tienes una aspirina?

460
—Sip—. Andrew buscó en la pequeña bolsa que llevaba alrededor de su cintura y sacó una botella. —Me
dieron esto en el hospital, después de mi regreso. Ten cuidado de cualquier tipo de dolor de cabeza que
pueda aparecer, te lo aconsejo.

Dar aceptó las tabletas con gratitud, acercándose a la barra y sirviéndose un vaso de agua, y luego
tragó las pequeñas píldoras.

—Gracias—. Ella miró con envidia la forma en que Kerry dormía. —¿Cuánto tiempo más?
—Una hora, Dar. —Hamilton se encogió de hombros en su chaqueta de corte impecable. —Voy al
romance de la prensa. Voy a enviar a un corredor más cuando estén listos. —Se metió por la puerta y la
cerró detrás de él, dejándolos en relativa paz y tranquilidad. Ceci se levantó y se trasladó a otro asiento,
metiendo una pierna debajo de ella cuando reasentó su libreta. Ella llamó la atención de Dar, y luego hizo
un gesto hacia el sofá, sonriendo cuando su hija no discutió, tomando el lugar en que había estado sentada
y tratando de relajarse.

Kerry debió sentir su presencia, Dar reflexionó, porque la mujer rubia se movió, extendiendo la
mano y tocando a Dar, y luego revertió su posición y acurrucó su cabeza en el regazo de Dar, y escondió
un brazo alrededor del muslo de su amante.

—Awww—. Andrew se rió entre dientes.

Dar pasó un brazo sobre el cuerpo de Kerry y estiró las piernas, y luego dejó que la cabeza se
apoyara en la parte de atrás del sofá. Las píldoras parecían estar trabajando, mientras sentía los calambres
de vuelta, y el dolor punzante en la cabeza comenzaba a disminuir. Dejó que sus ojos se cerraran, y dejó
escapar un suspiro de alivio.
El autobús se quedó en silencio durante unos minutos, luego la madre de Dar se asomó por encima
de su cuaderno de dibujo y sacudió la cabeza.

—Suave como una luz. —Ceci se rió suavemente. —¿Qué le diste?

Andrew hizo malabares con la pequeña botella, y luego se lo arrojó.

—No lo sé, pero me dejan fuera, así que me imaginé que trabajarían en ella también.

Cecilia revisó la etiqueta.

—Relajante muscular y analgésico. —Miró a su marido. —Espero que desaparezcan antes de la ceremonia,
o tendrá que estar ahí arriba por ti mismo, niño marinero.

Andrew deambulaba y se sentó junto a ella, entrelazando sus dedos y ladeando la cabeza hacia su
dibujo.

—La niña estaba más rígida que una tabla… me imagine que una siesta era una buena idea… ¿qué es eso?

Ceci inclinó la libreta.

—Es la plataforma.

Andy lanzó un gruñido.


461
—Está vacío.

Su esposa le sonrió.

—No será por mucho tiempo.

***

El viento había amainado y el sol de la tarde había salido con toda su fuerza, una cálida iluminación
de la plataforma era ahora decorada con rojo, blanco y azul. El personal había puesto las sillas en su lugar
también, y los dignatarios se reunieron, creando redes entre sí y compartiendo vasos de agua destilada,
mientras que la televisión calentaba sus equipos.
Por fin, ya era hora, y todos tomaron sus asientos. Kerry metió sus pies en la silla un poco incómoda
en la primera fila de la audiencia, y clavó los ojos en dos figuras a un extremo de las sillas más lujosas de
la plataforma.
Andrew estaba sentado con rectitud militar, a pesar de que estaba vestido con pantalones de
mezclilla de color azul oscuro, y una de sus sudaderas con capucha en lugar de un uniforme. Tenía las
manos cruzadas en su regazo, y su cabeza estaba mirando hacia adelante, pero sus ojos se movían a todas
partes, mirando a la multitud, a los dignatarios y a los oficiales de seguridad.
Dar miró… Kerry suspiró. Su querida amiga la miró como si acabara de despertar, un estado justo,
ya que prácticamente lo hacía, y sus ojos tenían una mirada levemente aturdida mientras miraba sin hacer
nada.

—Pensé en brindar por Dar.


—Mm—. Ceci estuvo de acuerdo con ironía. —Le dije a Andy que no debió haberle dado dos de esas
pastillas. Él las tomó, pero se olvidó que es el doble de su tamaño. —Ella suspiró. —Pobre niña.
—Bueno—. Kerry analizó. —Por lo menos no está nerviosa. —Ella casualmente volvió la cabeza y revisó
la multitud, sorprendida, pero decepcionada por no ver a su familia allí.

El equipo de televisión dio una señal, y el alcalde se acercó al micrófono, aclarándose la garganta
importantemente.

—Señoras y señores, gracias por unirse a mí, aquí en el centro comercial para una celebración de
agradecimiento, a la gente, personas comunes y corrientes que arriesgaron sus vidas para salvar las vidas
de sus semejantes.

El público aplaudió salvajemente.


Agradeció a la policía a su lado, y a los bomberos, y le dio una placa a la compañía de bomberos que
los había rescatado del edificio. Kerry sonrió, contenta de ver que habían recibido algún tipo de
reconocimiento. A continuación, el alcalde pronunció un largo discurso, un poco aburrido acerca de cómo
los terroristas sólo tenían éxito cuando inspiraron terror.

—Duh—. Ceci y Kerry alcanzaron a decir, al mismo tiempo.

Y que la ciudad nunca cedería a ese tipo de presión, siendo la capital de la tierra de los valientes, y
todas esas cosas patrióticas. Kerry, tras haber escuchado los discursos políticos durante toda su vida, dejó
la mayor parte fuera. Ella sabía que el alcalde iba a la reelección este año, y la mayor parte del discurso se
orientaba sobre todo a elevar sus encuestas que a celebrar a los héroes.
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Al final, todo había terminado, y él se aclaraba la garganta, arreglando con cuidado dos cajas de
terciopelo que descansaban en el podio.
Ceci dio un codazo a Kerry, al ver una figura familiar hacer su camino hacia el alcalde.

—Hola.

Kerry miró, muy sorprendida de ver allí a su padre.

—¿Qué diablos está haciendo?

Roger Stuart llegó junto al alcalde, y se ajustó la chaqueta con un movimiento suave. El alcalde dio
la vuelta y le dio una sonrisa de bienvenida.

—El Senador Stuart ha pedido, ya que la suya fue una de las vidas afectadas por el rescate, que se le
permitiera presentar las medallas. Tengo el honor de cederle la palabra.
—¿Qué?— Kerry dijo bruscamente, casi se cae de su silla.
—Shh… Tómalo con calma. —Ceci le susurró, mirando como su esposo e hija se miraron, idénticamente
sorprendidos.

Roger Stuart puso ambas manos a los lados de la tribuna, y agradeció el aplauso.

—Gracias—. Tenía una voz grave y potente. —Ha sido una semana dura y ansiosa para todos nosotros.

Aplausos.

—Pero a través de ella, extraños y amigos, familiares y adversarios, se han unido para salvar vidas, y
apartar más allá los normales y diario desacuerdos, para trabajar juntos en lo que fue, sin duda, una horrible
tragedia.
—No puedo creer que él está haciendo esto. —Kerry murmuró.
—Cuando mi esposa y yo estábamos atrapados dentro de ese edificio, pensamos que nuestras vidas habían
llegado a su fin. En su lugar, por la valentía de las dos personas que estamos aquí para honrar el día de hoy,
nuestras vidas se salvaron, junto con los de siete indefensos niños, y muchos otros.
—Creo que Dar va a perder su almuerzo. —Ceci comentó. —Me parece recordar la particular mirada en su
rostro.
—Oh. Sí—. Kerry estuvo de acuerdo. —Espero que ella espere hasta que esté allí para hacer eso. —Su voz
adquirió un borde de la ira. —No puedo creer que él esté aprovechando esto sólo para su propia publicidad.
—Kerry… —Cecilia observó, como su marido y su hija se levantaron, cuando Stuart llamó sus nombres.—
Tal vez esta es la única manera que tiene de decir gracias, sin tener que decirlo.

Andrew y Dar caminaron en silencio a través de la plataforma, sus pasos sonaron un poco hueco en
las tablas de madera. Dar iba medio paso detrás de su padre, y se detuvo, sus manos apoyadas detrás de la
espalda de una manera muy militar, pero muy inconsciente como para brillar, la medalla de oro fue
levantada y posó la cabeza cerca de Andrew.

—Buen trabajo—. Roger Stuart tendió una mano, sus ojos se encontraron con Andy. —Gracias,
comandante.
—No hay de qué, senador—. Andrew respondió en voz baja. Luego dio un paso atrás y miró a su derecha,
donde estaba esperando Dar.

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Stuart era muy afortunado, Dar se dio cuenta, los medicamentos todavía en su sistema ponían una
barrera entre ella, y su instinto de darle una patada en la ingle. Allí mismo, en la televisión nacional.

—¿Sra. Roberts?

Stuart abrió la segunda caja, y retiró la medalla. Dar se forzó a ir hacia delante, consciente de los
ojos de las cámaras mirándola de reojo con avidez, y se quedó inmóvil, cuando unas manos se acercaron a
ella, levantándose por encima de uno y otro lado de la cara para poner la cinta en su cuello.
Por un instante, sus ojos se encontraron.

—Buen trabajo—. El senador afirmó rotundamente. Entonces su mirada vaciló. —Gracias, Dar.

Ella estaba demasiado conmocionada para elevar una ceja.

—Y gracias por ser tan buena amiga de mi hija, también. —El senador terminó, como si fuera la cosa más
natural del mundo, en televisión, y delante de un millar de observadores, cuando sus palabras resonaron
suavemente sobre la hierba.

En el tenso silencio, Dar habló.

—No hay de qué.

El público aplaudió, y se levantó, y lo aclamó. Roger Stuart asintió enérgicamente, levantando y


agitando una mano cuando se dio la vuelta y se dirigió fuera de la plataforma.
Andrew se retiró en la otra dirección, tomando a Dar por el codo mientras se dirigían hacia las
escaleras que conducían a una multitud ya agrupándose y la prensa llamándolos para entrevistarlos.

—Hijo de una galleta. —Él pronunció en voz baja.

Dar solamente exhaló.


A continuación, un movimiento repentino a su derecha le llamó la atención, y un grito se escuchó.
Y un disparo.

***

Dar dio un salto, operando un instinto que apenas reconoció. Su estocada se la llevó la primera fila
de gente, y se estrellaron contra la fila de sillas, arrojando a un lado a los observadores con total desprecio,
para su seguridad o la de los suyos.

—¡Kerry!
—¡Tranquila! ¡Tranquila!… ¡Dar! —Kerry pasó por encima de ella y se colgó en sus brazos. — ¡Hey!

Dar los arrastró a través de la multitud que gritaba, resuelta a quitar a su manera a las personas y
sillas como un camión fuera de control. Ellos terminaron detrás de un grupo de árboles, sobre la hierba,
con Kerry en brazos de Dar, aún tratando de calmarla.

—Hazlo. Tú. Por favor. Relájate—. Kerry habló pacientemente, mirando hacia arriba y alcanzado la
barbilla de Dar. —Dar, me siento halagada hablando más allá que te gustaría mover cielo y tierra para mí,
pero en este caso… no es necesario.
464
—¿Qué quieres decir? —Dar replicó. —¿No has oído el arma?
—Cariño—. Kerry pasó su agarre a una suave caricia. —Cariño, el agente de seguridad retrocedía, y se
tropezó con uno de esos cables de tv, y cayó al suelo, y se disparó su arma de fuego.

Los ojos azules parpadearon aturdidos.

—¿En serio?
—Sí—. Kerry miró a su alrededor rápidamente, luego acercó la cabeza de Dar y la besó. —Pero gracias
por ser mi héroe. —Frotó el pulgar sobre la medalla de oro de Dar. —Ahora todo el mundo sabe lo que
siempre tengo.
—Oh. — Dar hizo una mueca de dolor. —Ay—. Ella tocó en torno a su espalda. —¿Podemos ir a casa
ahora?

Kerry consideró su hamaca humana, y sonrió.

—Estoy en casa.

Fue una cosa graciosa lo que dijo, Dar pensó. Pero fue lindo. Ella ayudó a Kerry a levantarse, y
rodearon el borde de las plantas, entrando en el área abierta y parándose en seco al ver el gentío.

—Pensé que habías dicho que no había pasado nada. —Dar acusó, señalando al grupo de policía alrededor
de una figura inclinada.
—Pero… Yo pen… —Kerry miró.
—Ahí están las dos—. Cecilia se acercó detrás de ellas. —Por Dios… que susto nos dieron cuando
desapareciendo así… ¿qué demonios estabas pensando?
—¿Qué pasó?— Dar preguntó. —¿Quién está caído?
—Maldición si lo sé. —Su padre apareció a su otro lado de repente. —Pero se volvió loco cuando saco un
bate salido del infierno, Dardar… Traté de seguirte, pero buen señor.

Dar juntó los jirones de su dignidad.

—Yo fui a asegurarse de que Kerry estaba bien. —Murmuró. —¿Tienes algún problema con eso?

Andy y Ceci se miraron divertidos, y dio unas palmaditas en la pierna de Kerry discretamente de
Dar.

—¿Quién es ese?— Kerry preguntó con curiosidad, sin poder ver nada en la multitud de policías. Se acercó
junto con el resto de los espectadores, cuando se había calmado y al parecer no había peligro. Aun la altura
de Andrew no ayudó, sin embargo, la policía tenía su objetivo todavía en el suelo.
—El infierno—. Andrew bufó —Ven aquí, Ceci.
—¿Qu…? —Su esposa se volvió, cuando fue agarrada firmemente de la cintura. —¿Andy qu…?… oh…
yowp… ¡hey!— Se agarró para mantener el equilibrio mientras se levantaba. —Andrew Roberts, deja
eso… soy demasiado vieja para… ¡Andy!
—Cuelga la broma. —Andrew la levantó todo el camino hasta sus anchos hombros. —Ahí… deja de gritar
y mira.

Bueno. Cecilia se obligó a no agarrarle las orejas en venganza, y en su lugar permitió al fuerte
asidero en sus piernas tranquilizarla. Se enderezó y miró por encima del grupo de policías, capaz ahora de
ver por encima de la mayoría de ellos.
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—Es un hombre. —Ella anunció. —Por lo menos, creo que lo es… tiene el pelo corto, una camisa de
franela y jeans… pero lo que eso significa eso en estos días es una incógnita.

Kerry se echó a reír, enteró su cara en el hombro de Dar por un minuto.

—Espera… se parece a lo que sea… aunque lo que…


—Tenemos una idea, Ceci—. Andrew le dio unas palmaditas en la rodilla.
—Sabes, Andy… realmente no puedo estar segura, pero creo que se parece a ese chico que estaba
hablando en el parque.

Andrew suspiró lentamente.

—Ah.
—¿Qué tipo?— Dar preguntó.

La multitud se alejó, cuando la policía puso de pies a su captura, y dos oficiales más grandes
comenzaron a despejar el camino para ellos. Casualmente, el camino fue directo hacia Dar y Kerry, que se
encontraban en una posición de primera fila cuando el nudo de policías comenzó a moverse.

—Maldita sea, déjenme ir. ¡Yo no he hecho nada!

Las cejas de Dar se levantaron hasta el límite ante la familiar voz.

—Hijo de puta… ¡es Ankow!


—¿Qué?— Kerry se pegó a ella y se levantó de puntillas para ver mejor. —Ooooooh… ¡lo es! —Ella
chilló en voz baja. —Pero yo pensé… oh… mira, es la teniente Jacobs.

Dar sonrió. No uno solo de sus agradables. El grupo se acercó a ellos, con Ankow luchando en
medio de ellos, cubierto de buena tierra de Washington.

—¡Voy a llevarlos a un tribunal!— Ankow estaba gruñendo. —Yo no he hecho una maldita cosa… ¡yo
estaba sentado allí!
—Sí… díselo al juez—. La sargento de plomo arrastró las palabras. —Todos dicen eso…
—Tú estúp… —Ankow se detuvo de repente, y sus ojos se posaron sobre Dar. —¡Tú!— Gritó de rabia. —
¡Tú hija de puta!

Ceci, sentada en su percha habló.

—Género equivocado, no es mi tipo, pero voy a tomar el crédito para el último.

Ankow no le hizo caso.

—Tú hiciste esto… tú hiciste esto, ¡esto es todo tu culpa!— Él luchó, y se abalanzó sobre Dar, arañándola
con las manos esposadas. —¡Te voy a matar!

Los equipos de televisión, no perdieron ninguna oportunidad del buen sonido agazapados en la
plataforma, la filmación de sus vidas, y dos periodistas locales se encontraban transportados al éxtasis,
describiendo la escena.
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La teniente estaba felizmente escribiendo todo en su cuaderno.

—¡Llévenselo, chicos…! tenemos una linda celda esperando por él.— Ella miró de reojo a Ankow. —Con
algunos de los muchachos de las motocicletas que detuvimos ayer.

El hombre grande y musculoso se arrancó hacia la izquierda y la derecha, y se revolvió, tratando de


llegar a Dar.

—Voy a tener tu cabeza… te tendré… —Sus ojos eran salvajes. —Estas enferma, pervertida, pedazo de…
wofff—. Dio un tirón con la cabeza libre y mordió al policía, entonces arremetió hacia adelante,
arrojándose hacia Dar.

Ella podría haber hecho una serie de cosas. Sin embargo, ella tomó una rápida decisión ejecutiva, y
sólo dio un paso fuera del camino, haciéndole tropezar y caer junto a ella, boca abajo en el barro, bajo sus
pies con un empapado splat.
La policía se abalanzó sobre él de nuevo, y lo levantó, ahora cubierto de lodo.

—Mira puerca, probablemente es allí donde se revuelcan. —Andrew arrastró las palabras.
—Vamos—. La teniente lo agarró del brazo y tiró con fuerza.
—¿Está relacionado con el atentado, teniente? —Uno de los reporteros gritó desde la plataforma,
proyectaba una luz a la mujer.
—No estamos en condiciones de discutir eso ahora. —Respondió la mujer, con una pequeña, pero visible
sonrisa. —Nuestra investigación no está completa. —Miró su premio. —Sin embargo.

Un murmullo se elevó, y la multitud se agrupó detrás de ellos, cuando arrastraron a Ankow pateando
y luchando hacia una camioneta de la policía en las afueras del parque. Cuando llegaron a la acera, dos
hombres de traje se apresuraron, y hablaron con la teniente, quien los rechazó.

—¿Crees que tuvo algo que ver?— Kerry le preguntó, con curiosidad.

Dar se encogió de hombros.

—No tengo ni idea… pero cuando terminen con él, no importará. —Ella respondió con satisfacción.
Levantó la vista, cuando Jacobs se abrió paso de nuevo a través de la multitud hacia ellos. —Buena
atrapada.
—Sí… escucha, tendremos que hacerle una entrevista otra vez… no vayan a ninguna parte. —La mujer
advirtió.
—Lo siento. Nos vamos en el próximo vuelo.
—Sra. Robert… —Ladró Jacobs.
—Si nos quieres, vayan a Key West. —Dar le dijo suavemente.
—Si usted piensa que yo… —La oficial de policía hizo una pausa, sus ojos inteligentes parpadearon en sus
pensamientos.
—Las cuentas de gastos, ¿Correcto?— Dar arrastró las palabras.
—¿Sabes una cosa, Roberts…? —Un delgado dedo apuntó directo al pecho de Dar. —Eres demasiado
resbaladiza para tu propio bien. —La teniente negó con la cabeza, y se abrió paso de nuevo a través de la
multitud, murmurando algo ininteligible.

Dar rió entre dientes.

467
—Eso es lo que todos dicen.

***

Kerry permitió que sus ojos abiertos fueran a la deriva, aceptando el cielo claro y azul que podía ver
más allá del borde del tejado del porche. Era un bonito, cálido y soleado día, con una agradable brisa fresca
viniendo de los océanos, que rozaba dos figuras abrazadas y somnolientas en la hamaca.
Estaba perfectamente contenta de permanecer justo donde estaba, acurrucada con Dar a la luz de la
tarde, con el estomago lleno de ensalada de langosta y rollos de ajo y un batido de banana digiriéndose
cómodamente. Era miércoles, y era la mitad de sus vacaciones, después de haber tenido cinco días hasta el
momento de paseos y buceo, y largas caminatas por la playa. Chino había estado teniendo una explosión
también, y ahora estaba tendido junto a la hamaca, con la nariz cubierta de arena.
Kerry suspiró felizmente, cuando ella se acurrucó un poco más cerca de la Dar profundamente
dormida. Los brazos de la mujer más alta estaban envueltos alrededor de ella, y podía oler el aroma a nuez
de crema solar con un toque de coco aún aferrada a la piel de Dar. Ambas estaban en pantalones cortos de
algodón suave y holgadas camisetas, después de haber llegado justo antes del almuerzo de la inmersión de
una larga mañana en un barco catamarán de buceo. Tenían un paseo en bicicleta previsto para antes de la
cena, a continuación, Dar había sugerido que sólo deambularan por la calle principal en Key West, y
seleccionaran un lugar para comer que no hubieran probado todavía.
Sonaba bien para ella. Kerry movió los dedos de los pies. Ella nunca, nunca, en toda su vida se sintió
tan relajada, y agradeció mentalmente a Dar una vez más por sugerir el tiempo libre. Su hombro estaba
mucho mejor también, junto con la espalda de Dar, que había tenido cuidado de no estresar mediante la
adopción de inmersiones fáciles, y teniendo a la mano al maestro de buceo con sus tanques, mientras que
estaban en el agua.
Había conseguido unas fotos asesinas, incluyendo una de Dar sentada en el fondo del océano teñido
de verde claro, nariz con nariz con un curioso delfín. Una que iba a hacer ampliada y enmarcada… se vería
fantástica en la pared junto a la mesa del comedor, y tenía dos más pequeñas de peces de colores que
podían poner en cualquier lado. Dar tenía dudas acerca de una de ella, pero Kerry sabía que iba a salir bien,
especialmente desde que ella llevaba sólo un kit de depósito de luz, y se podía ver gran parte de su cuerpo,
incluyendo aquellas piernas largas, tendidas en la blanca arena, con sus aletas cruzadas por los tobillos.
Mmm. Kerry podía imaginar, la forma elegante en su traje de baño negro, con la tela transparente
que apenas… apenas… permitía ver la piel debajo.
Magnifico. Sólo esperaba que Dar dejara que la enmarca y colgara antes de que ella se diera cuenta
de qué tan sexy se veía en él. Kerry se rió en voz baja para sí misma.
El lugar en el que se alojaban era pequeño, de la exclusiva localidad que tenía pequeñas cabañas, y
se encontró con que le gustaba más que los hoteles a niveles un poco más abajo de la orilla. Tenían la
privacidad, para una cosa. La casa estaba rodeada por uvas de mar y palmeras, y tenía dos puertas, una
apertura a un camino que conducía hacia el restaurante y la tienda de estaciones y el otro que conducía
directamente a una blanca playa y al mar.
En el interior, la casa era cómoda, más desgastada de lo que parecía, con paredes de madera y
muebles y telas de colores, y rusticas texturas. Había un pequeño refrigerador y una estufa de gas de dos
quemadores, y lo mejor de todo, un magnífico porche trasero con un columpio para dos personas, una silla,
y la enorme hamaca en la que se encontraba.
Cielo. Kerry se estiró, sintiendo el cosquilleo un poco débil de las quemaduras de sol en su piel.
Por supuesto, la oficina era un caos. Ella y Dar habían decidido hacer un compromiso, y todas las
noches, después de la cena ambas se sentaban y tomaban el correo, comercializando los bits más frenéticos
entre sí con sus respectivos equipos, se apresuraban a tratar de manejar las cosas durante su ausencia. Y
para ser justos, ambas llevaron sus localizadores, revisando cuidadosamente los diversos mensajes de texto

468
y decidiendo cuáles eran realmente urgente, y que sería bueno dejar que los jóvenes trabajadores lo
manejaran.
Todo el mundo estaba aprendiendo, y eso no era malo en absoluto. Kerry brevemente se preguntó si
no podía hacer este arreglo permanente, con las teleconferencias y todo, luego admitió a sí misma que sus
posiciones realmente necesitaban un poco las manos en eso, al menos para que se hiciera bien.
Por otro lado… Kerry miró un poco de color que se movía en el horizonte. Ella no había podido
probar el parapentismo, sin embargo, en deferencia a la curación de su hombro, y ella realmente quería. Tal
vez podría pedir a Dar continuar su exilio sólo un poco más de tiempo…

—No. —Un ruido sordo, sexy le hizo cosquillas en la oreja.

Kerry levantó la miraba y sonrió.

—Si nos quedamos aquí el tiempo suficiente, voy a ser capaz de hacerlo. —Movió los dedos. —Se siente
mucho mejor… de verdad.

Dar abrió los ojos a la mitad y la miró.

—Mmm… tal vez.— Ella respondió pensativa. —Si fuera doble… podría colgarme contigo…
—Ooooooooh—. Los ojos de Kerry se iluminaron. —¡Sí!— Ella retorció y terminó tendida sobre el cuerpo
de Dar. —¡Me gusta la idea!
—¿En serio?— Dar le hizo cosquillas a los lados y la vio retorcerse un poco más. —Bueno… vamos a
darle una oportunidad mañana… Lo peor que puedo decir es que no. —Ella bostezó y cerró los ojos,
respirando el aire salado con una sensación de placer decadente. —Mm… Podría acostumbrarme a esto.

Kerry ahogó su propio bostezo.

—Yo también—. Ella le dio a la camisa de Dar un mordisco. —¿Qué tal si aventamos a ILS, y abrimos
una empresa de consultoría de comercio electrónico aquí…? Podemos ejecutar desde un par de teléfonos
celulares y una computadora portátil.
—Está bien.

Kerry hizo una pausa, y luego levantó la cabeza, mirando a su compañera medio dormida.

—No hablas en serio.

Dar asintió con la cabeza.

—¿En serio?

Un ojo azul apareció.

—En un maldito latido de corazón—. Se cerró de nuevo.


—Hm—. Kerry apoyó la cabeza abajo. Dar se había desenrollado visiblemente en los últimos dos días,
borrando, a los ojos de Kerry su edad, y restaurando un perverso sentido de diversión que medio había
sospechado estaba enterrado allí en alguna parte. Aunque su hablar se había ralentizado un poco, tomando
sólo un toque de acento distintivo de su padre, y Kerry sospechaba que su amante iba a tener un tiempo
más difícil que ella cuando estuviera de nuevo en el trabajo después de la mañana del lunes. —¿Te gusta
ser un vago de la playa, ¿no?
469
Dar abrió los ojos, y estudió el techo de madera que se balanceaba sobre su cabeza.

—Supongo—. Ella respondió. —Sí… tal vez lo hago… supongo… —Ella se movió un poco. —No me
importa trabajar duro, pero si… me gustaría hacerlo en cortes y zapatillas de deporte a veces.
—Bueno… eres el CIO y el mandamás de la parte superior en Miami… cambia el código de vestimenta.—
Kerry respondió prácticamente.

Entonces se detuvo, e hizo una mueca.

—Oh… espera… no… José en pantalones cortos… —Ella se cubrió la cara con la camisa de Dar. —No
me lo imagino.

Dar rió.

—Lo sé… lo sé… —Sus labios se fruncieron ligeramente. —Además… estoy bastante segura de que no te
sentirías de la misma manera… Creo que te gusta la oficina elegante… y que se adapte a tu estilo.

Kerry la miró, sorprendida.

—Eso fue un cumplido. —Dar le aseguró.


—Mm… Me haces parece de tan buen gusto. —La nariz de Kerry se arrugó. —Pero sí… tienes razón. Me
gusta arreglar… hace las reprimenda de los fines de semana mucho más agradable.
—Bueno—. Dar examinó la cuestión. —¿Qué tal si me permiten tomar más de ILS… y puedo ejecutar una
empresa de consultoría fuera del condominio en pijama… y podemos conseguir un lugar como éste para
quemarnos todo en los fines de semana?

Kerry contrajo la frente, mientras trataba de averiguar si Dar estaba bromeando o grave, o a la mitad
de camino entre ambas cosas. Tal vez era sólo el caos general que había pasado, que no había terminado…
Quizás Dar sólo estaba bromeando.
Kerry miró los ojos claros abrirse, y la mirada soñadora fue hasta un mirlo posado en el borde del
techo.

—¿Es eso lo que realmente quieres hacer?— Preguntó en voz baja. —¿Salir de la empresa?

Dar tomó mucho tiempo para responder, como si estuviera mirando la pregunta en un número de
ángulos diferentes.

—He hecho mucho allí. —Ella comentó.


—Sí, los has hecho… pero hay mucho más por hacer. —Kerry respondió. —Estás cambiando la manera de
hacer negocios en toda la compañía, Dar… y está haciendo un gran trabajo en eso.
—Gracias—. Una pausa. —Parte de mí quiere terminar eso—. Miró a Kerry. —Parte de mí quiere
quedarse aquí… la parte de mí que tiene miedo de la mierda en el edificio.

Kerry se quedó quieta.

—No quiero poner tanta energía en mi trabajo más, Kerry—. Admitió Dar. —Quiero pasar más tiempo
haciendo cosas como esta… disfrutando del acto de vivir… disfrutar de estar con ustedes. —Una sacudida
de cabeza. —Se puede ir tan rápido.
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Kerry dejó escapar un suspiro.

—Bueno… si eso es lo que quieres hacer… hazlo.


—Pero eso no es lo que quieres hacer. —Dar le tocó la nariz. —No sé… tal vez podamos hacer un
compromiso o algo así.
—Tal vez—. Una sonrisa. —Vamos a trabajar en eso, Dar… pero ya sabes, un lugar de fin de semana aquí
no es un mal comienzo.

Dar le devolvió la sonrisa.

—¿No? Hmm… bueno, es más al norte, pero sé de un pequeño punto que te podría interesar… tomaría
mucho trabajo sin embargo. El lugar está bastante deteriorado.

Kerry levantó la cabeza.

—¿Tengo que ver que utilices herramientas eléctricas?— Observó la forma de la sonrisa. —Oooh… No
voy a dejar pasar eso… va a ser divertido. Me gustaría empezar un poco desde el principio… ver lo que
podríamos hacer del lugar.
—Vamos a echar un vistazo, entonces. —Dar prometió, y luego miró hacia el sol. —Hmm… creo que
tenemos una cita con un par de bicicletas, ¿no?— Estiró su cuerpo hacia fuera, bostezando de nuevo. —¿Y
algo picante para la cena?
—Me parece bien. —Kerry estuvo de acuerdo, sentándose con cuidado para salir de la hamaca, el piso de
madera estaba caliente bajo sus pies descalzos. Se acercó a la barandilla y se inclinó sobre ella y luego se
volvió cuando Dar se unió a ella, y se fue de la mano con su pareja adentro de la casa.

***

Vieron la puesta de sol desde la playa, el cielo pintado en tonos de tantos colores que Kerry perdió la
cuenta de ellos. Ella levantó su cámara y tomó otra foto, y luego bajó las manos, esperó unos minutos antes
de su próxima exposición. Chino se cansó de dar carreras arriba y abajo por la arena, y estaba acurrucado
ahora a los pies de Kerry como una bola húmeda.

—Eso va a ser una serie agradable. —Dar comentó, con la espalda apoyada en un trozo de madera.
—Seguro lo será.

Kerry levantó la botella de cerveza longneck, y bebió un trago. Estaba sentada entre las piernas de
Dar, y ahora ella se recostó en su contra, cuando Dar le puso un brazo por la cintura. Las dos estaban
descalzas, y la otra mitad cubierta de la arena granulada de la playa, y Kerry suspiró mientras terminaba su
cerveza.
Su tercera, de hecho, ya que hoy era el primer día que había sido capaz de beber, después de haber
dejado de tomar la medicación para el dolor de su hombro. Su cabeza era un suave hervidero, y podía
sentir el desplazamiento débil cuando el alcohol golpeó su sistema.

—Creo que es mejor parar.

Dar miró por encima de su hombro, y luego le mordió la oreja.

—¿Te mareaste?
471
—Mm—. Kerry cerró los ojos. —Sí… y no tengo ganas de volver tambaleándome a la casa. —Los brazos
de Dar se apretaron alrededor de ella. —Es tan hermoso aquí.
—No estamos viendo nada—. Dar se rió entre dientes.
—Aquí—. Kerry puso la mano sobre la de Dar y se la apretó. —Justo aquí, donde estoy.
—Oh.
—Estoy muy contenta de que pensara esto Dar, estoy pasando un buen momento. ¿Y tú?— Kerry
murmuró. Dar contempló la puesta de sol, que se fue lavando en tonos dorados y rojos.
—Oh, sí—. Ella estuvo de acuerdo, con una sonrisa. —Las mejores vacaciones que he tenido.
—Como si fuera decir mucho. —Kerry se echó a reír.

Ella abrió los ojos y levantó perezosamente su cámara, centrándose en el cielo recién pintado y
presionó el botón. Luego cambió y se dio la vuelta, rodando sobre su espalda y con el objetivo de la lente a
sus compañeros.
Oh. Kerry encontró que el perfil afilado se suavizó, y se enrojeció ante la luz carmesí, un marco
oscuro de viento azotó el cabello, dejando medio bloqueando un ojo brillante. Cerró su dedo sobre el
obturador, apretándolo con infinito cuidado para proteger la imagen mirando hacia ella con una expresión
amable y amorosa. Era la demostración del alma de Dar, y Kerry lo capturó, sabiendo que ella tenía en sus
manos algo muy especial. Bajó la cámara y puso la tapa de la lente.

—¿Necesitabas malgastar la última exposición? —Dar preguntó, con una ceja arqueada. Kerry quitó el
pelo de sus ojos.
—No. —Trazó una ligera raya. —Quédate aquí el tiempo suficiente, y serás tan rubia como yo. —Dar
resopló.
—Voy a tener el pelo gris antes de eso. —Tocó el bloqueador solar.
—Hablando de eso… ¿veo algo allí? —Con una vaga sensación de familiaridad, Kerry dio unas palmaditas
en su regazo, luego se inclinó sobre la cabeza de Dar cuando se sentó sobre ella, pasando sus dedos por los
mechones oscuros —Está mejor… He encontrado dos en la mía el otro día. —Revolvió un parche espeso
sobre la oreja de Dar, cerca de las sienes, a continuación, comprobó el otro lado. —Maldita sea, Dar…
¿usas tinte de pelo?— Los ojos azules la miraron con una expresión de dolor.
—¡No es mi culpa!— Ella protestó. —Y no… yo, ciertamente, no uso nada de eso.
—Genes afortunados. —Kerry se inclinó y la besó en la frente. —¿Estás lista para camarones cajun?—
Chino escuchó su voz y se levantó, sacudiéndose con fuerza y esparciendo la arena por todos lados. —
Oh… gracias, Chino.
—Rowf—. Chino se acercó y le lamió la cara. Se levantaron y sacudieron la gran toalla en la que habían
estado sentadas, y luego hicieron su camino hasta la playa hacia el pueblo, con Chino trotando en sus
talones.

***

—No creo que vaya a funcionar—. Dar habló por su teléfono celular, sus ojos estaban en la pantalla de su
ordenador portátil mientras se inclinaba hacia atrás y apoyaba los pies sobre la mesita. —Vamos a tener
que enrutar alrededor de esa sección. No tiene el ancho de banda para mantenerse al día con la nueva red.
—Pero ahí es donde se encuentran, Dar… ¿qué se supone que tenemos que decirles… detente?— José le
preguntó con irritación.
—No. —Dar respondió en un tono suave. —Construir un nueva punto de caída en el contrato, y decirles
que vamos a correr con el coste final frente a la instalación, con el acuerdo de que van a tener que pagarlo
en el transcurso de cinco años.

Una calma momentánea.


472
—Muy bien… puedo hacer eso—. José respondió lentamente. —Esa es una idea viable.
—Grandioso—. Dar respondió. —¿Otra cosa para mí?
—Uh—. José barajó algunos papeles en su final. —No… No hay nada más… ¿Eleonor?
—Tengo algo—. Eleanor era culta, pero su acento de Nueva York se apoderó de la línea.
—¿Sí?— Dar acarició la cabeza del Chino, y sus suaves orejas.
—¿Con qué te están drogando?— Preguntó la vicepresidente de marketing. —Realmente quiero saberlo.

Dar se echó a reír, llamando la atención de Kerry. La mujer rubia había estado afuera en el porche, y
ahora ella vino a casa, vagando y ladeando la cabeza en cuestión.

—Eleanor quiere saber con qué me estás drogando. —Dar le informó.

Kerry se acercó al teléfono.

—Vinos de sandías refrigerados—. Hizo un llamado por el receptor, después de haber descubierto el cariño
de Dar por la extraña bebida. —Y parrilla de camarones.
—Ustedes deberían probarlo alguna vez. —Dar añadió, ahogando un bostezo. —Tal vez podamos tener la
próxima retirada estratégica ejecutiva aquí abajo.
—Tal vez deberías estar allí. —José se quejó, pero con una nota de humor en su voz. —Tenemos más
cosas de estas, cuando no estamos gritando el uno al otro.

Dar frunció los labios, y reconoció en privado que el sentimiento no era totalmente injustificado.

—Tal vez voy a traer unos pocos conmigo. —Ella bromeó de nuevo. —Podemos reemplazar el agua
embotellada con el vino de sandía.

El vicepresidente se rió entre dientes. Dar se rió entre dientes.

—Yo te digo, podríamos hacer varios millones de dólares aquí, Dar… recibir pagos de la gente de
televisión para decirles dónde se encuentra. —José comentó. —¿Has oído las últimas noticias de
Washington?

Dar y Kerry intercambiaron una mirada.

—No he visto la televisión en todo el día. —Admitió Dar. —¿Qué pasa?— Ella había pensado que si algo
importante pasaba, sus padres la habrían llamado al celular. Su padre sabía el número, y Ceci había
conseguido los números de teléfonos de su cuenta a su regreso a Miami.

Kerry lo había encontrado adorable, especialmente desde que Ceci se había empeñado en conseguir
los lindos colores que jugaran con las melodías de los timbres cuando sonaban. Dar pensó también que era
muy gracioso, al igual que ver a sus padres andarse con cuidado con la tecnología del siglo 21.
Tal vez incluso conseguirían una computadora.

—Dejaron ir a esa mujer. —Eleanor informó, con voz interesada. —Dijeron que era un caso, y necesitaba
ayuda, pero no tenía nada que ver con la explosión. Mantuvieron detenido a Ankow sin embargo. Mi dios,
Dar, durante 60 minutos me pregunte que era eso. Sabía que ustedes dos no se la llevaban bien, pero Jesús
Cristo ¿has visto esas imágenes?
—Sí—. Dar sonrió. —Pobre hombre.
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—El FBI está haciendo una investigación. Dar, ¿sabías que era un…? ¿Cómo se llama? ¿skinface?—
Agregó José, con moderado entusiasmo. —Sabía que algo andaba mal con él. Marta estaba diciendo que
no a él le gustaba los acentos en el edificio.
—Skinhead… no, sabía que su padre era parte de algún tipo de movimiento de las milicias, en Oregon,
pero… —Dar echó un vistazo a Kerry. —Él es un ex militar.
—Si… si… ellos lo dijeron. —José estuvo de acuerdo. —Alastair envió un correo electrónico diciendo que
suspendían su participación en la junta hasta que la investigación terminara.
—Lo sé. —Dar sonrió de nuevo. —Yo tuve parte en esa decisión—. En realidad, ella quería enviar al
pendejo de regreso a su bunker bajo tierra en las colinas, pero, como Alastair había dicho, el sistema
proporciona inocencia hasta que se compruebe la culpabilidad, y tenían que respetar eso.
—Ellos están diciendo ahora que él es parte de una especie de loco complot—. Eleanor dijo. —Para ganar
el control del sistema bancario antes del final del milenio.
—¿Qué?— Dar se quedó mirando el teléfono. —Oh, vamos… esto no es una novela de espías.
—No… No, de verdad, Dar—. Eleanor insistió. —CBS News desenterró algunos sitios web y cosas, cosas
que pensaban que estaban detrás de un firewall, que era todo este plan salvaje para infiltrarse en el
gobierno, y funcionó. Tienen personas infiltradas… Sólo entonces se enteraron de que el gobierno no tiene
nada que hacer con las tuercas y pernos reales de la industria bancaria, las transferencias monetarias reales
y todo eso.

Dar exhaló lentamente.

—Pero nosotros lo hacemos.


—Somos el proveedor más grande de servicios de red para la industria—. José declaró de manera
impresionante. —Así que… nos hicimos, como se dice, el objetivo—. Hizo una pausa. —Somos famosos,
Dar, van a hacer una película de nosotros.

Kerry estaba arrodillada a su lado, mirando con asombro el teléfono móvil en el soporte del altavoz.

—¿Están hablando en serio? ¿Quiere decir que realmente fue un complot?


—Eso es lo que dicen. —Eleanor se echó a reír. —Pero, ¿quién sabe? Ustedes saben que los policías… ven
complot en la forma de envolver los hot dogs en las calles de Brooklyn. Supongo que lo sabremos con el
tiempo. —Hizo una pausa. —Sería divertido si resultara que tú salvaste al mundo, sin embargo… yo
tendría que reírme de mi culo.

Dar rió, y luego se tapó la boca.

—A mí también, sobre todo porque habría sido totalmente involuntario—. Ella suspiró. —Por otro lado,
podría ser bueno para los negocios… tu sabes, debería de comenzar a ser más fácil meter tus pies en
algunas puertas, José.
—No estamos bromeando. —José se arregló. —He recibido seis llamadas en los últimos dos días, de gente
que ni siquiera me devolvía las llamadas antes. —Se aclaró la garganta. —Por supuesto, hay quienes dicen
también que es peligroso tener las empresas privadas tan involucradas, pero…
—Correcto. —Dar se echó hacia atrás y estiró los músculos aún en recuperación. —Bueno, me tengo que
ir.
—¿Para ir a buscar más sandías?— José soltó un bufido. —No trabajes demasiado duro, ¿eh?

Dar aceptó una tortilla cargada con salsa picante y lo comió.

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—Está bien—. Se las arregló para hablar. —Más tarde—. Ella colgó el teléfono y terminó de masticar, y
luego se tragó el bocado. —Mm—. Rodeó la pierna de Kerry con un brazo. —Así que… ¿qué piensas de
eso?
—¿De la salsa? Suficientemente picante. —Kerry pasó la lengua por el dedo pulgar. —¿O quiere decir
Ankow?— Ella sacudió la cabeza. —Voy a esperar a ver lo que han encontrado, Dar… no es justo
prejuzgarlo. Sé cómo se siente eso… es muy posible que él no tuviera nada que ver con eso. —Comió una
tortilla, haciéndola crujir ruidosamente. —En cierto modo, espero que no sea verdad.
—¿No?

La mujer rubia sacudió la cabeza.

—No. Porque si lo es… Dar, esas personas con las que está involucrado son peligrosas, y la idea de que un
grupo como ese haga quien sabe qué, me asusta. —Ella se inclinó sobre el borde del escritorio. —Puede
ser cobarde, pero no estoy buscando convertirme en una cruzada pública, que tiene que mirar por encima
del hombro a cada minuto.

Dar la miró con seriedad.

—No había pensado de ese modo. —Admitió ella. —Pero, sabes, Kerry… a veces no tienes otra opción.
No eres más que la persona en el lugar y en el momento, y tienes que aceptarlo. —Se levantó y puso ambas
manos sobre los hombros de Kerry. —No soy una cruzada cualquiera, pero si resulta que impedí algo feo
porque yo soy lo que soy y lo que hice… no puedo arrepentirme de eso.
—No… Espero eso de ti—. Kerry le dijo. —Y no cualquiera… pero no estoy en busca de problemas, y
espero que resulte que es todo un circo mediático sin sustancia. —Apuntó a Dar en el estómago con los dos
dedos índices. —Hora de acostarse para la CIO… tenemos una cita a las seis de la mañana con la tienda de
buceo, ¿recuerdas?

Ah, sí. Su larga excursión de todo el día.

—¿Podrías asegurarte de qué puede tomar Chino?— Dar preguntó. —Algunos barcos de buceo permiten
perros, algunos no lo hacen.
—Sí, podemos… ellos preguntaron qué raza era, y cuando les dije que un labrador, me preguntaron si yo
quería reservar un equipo de buceo para ella. —Le informó Kerry con aire de suficiencia. —Pensé que
estaban bromeando, pero no, tienen estos cascos de burbuja para perros, así que dije que sí.

La mandíbula de Dar cayó un poco.

—¿Tomamos el buceo para perros? —Echó un vistazo a Chino, que meneó la cola. — Fresco—. Una mano
le rascó las orejas al animal. —¿Te va a gustar eso, muchacha? ¿Jugar con los pescaditos?
—Growf—. Chino se puso de pie sobre sus patas traseras y le lamió el brazo a Dar.

Kerry sonrió y enredó sus dedos en la camisa de Dar, tirando suavemente hacia la grande y cómoda
cama.
La mujer más alta fue de buena gana, agarrando la cremallera del grueso y suave paño de Kerry, y
de la camisa sin mangas y tirando lentamente para exponer la piel al sol. Ella pasó un dedo por el centro
del esternón de Kerry, y sintió el movimiento cuando su amante inhaló fuerte en reacción.
Kerry se acercó y acarició un botón abriéndolo, exploró con la punta de la lengua y degustó la piel
de Dar, los suaves y finos pelos le cosquillearon los sentidos.

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—Me gusta el nuevo aceite que estás usando… —Un olor a banana y a coco le llenó la nariz al respirar, y
ella abrió otro botón.
—Mm… Si vas a hacer eso… me voy a saltar el aceite, y sólo untaré la banana sobre mí. —Dar objetó en
burla, cuando ella desabrochó la cremallera de la parte inferior de la camisa de Kerry, y descubrió sus
hombros, deslizando sus manos por la espalda de su amante y bajándolas hacia el borde de la cintura de los
pantalones.
—Pegajoso—. Kerry mordisqueó juguetonamente alrededor de la curva de un seno. —Pero
definitivamente mejor que los tozos de coco. —Ella desabrochó otros dos botones con impaciencia,
pasando sus manos sobre el cuerpo de Dar. —Eso podría llegar a…
—Arenoso—. Dar acordó, deslizándose lentamente lejos del alcance de Kerry, cuando se puso de rodillas,
tirando los pantalones cortos de la mujer más pequeña, lo que permitió a Kerry quitárselos, volvió a su
posición vertical una vez más mientras corría sus dedos a lo largo de la parte trasera de los muslos de
Kerry.
—Umpf—. Kerry dejó escapar un pequeño ruido, cuando le soltó a Dar otro botón celebrando que se
desvanecieran sus pantalones. Su cuerpo siguió adelante por simple reacción, frotando la piel sobre la piel,
cuando Dar le acomodó el pelo a un lado, y mordió ligeramente la piel justo debajo de su oreja, luego de
succionar el lóbulo de su oreja, calentando la cara de Kerry con su respiración.

Ella deslizó los calzoncillos por las caderas de Dar, y sintió que su amante terminaba de quitárselos,
entonces poso ambas manos perfectamente alrededor de la cintura de Kerry.

—Ah ah… —Ella reprendió con suavidad. —No levantar.

Un gruñido suave se oyó en su oreja derecha, casi un ronroneo, y ella rió entre dientes, en respuesta,
cuando Dar cambió de posición y medio descendió, sólo para caer de espaldas sobre la cama y tirando de
Kerry junto a ella.

—Todo correcto… la gravedad trabaja. —Ella gruñó, cuando Kerry se deslizó por lo largo de su cuerpo y
se instaló encima de ella, sujetándole los brazos con una sonrisa seductora.
—Te tengo.
—Síp—. Dar acordó, disfrutando de la vista. —Ahora, ¿qué vas a hacer conmigo?

Kerry le dio un beso.

—Bueno… voy a empezar aquí… —Ella mordió la piel sobre la yugular de Dar, y luego continuó de la
garganta a la clavícula. —Y veré dónde termino.
—Ooh… estoy en problemas. —Dar bromeó, moviendo los brazos y pasando los dedos hacia arriba y
abajo por los costados de Kerry.
—Por supuesto que lo estas. —Kerry estuvo de acuerdo, cuando se abocó a su tarea.

***

—Buenos días, María—. Dar asomó la cabeza por la puerta de la oficina, sintiéndose un poco extraña
después de haber desaparecido por más de una semana.

La secretaria levantó la vista, entonces le sonrió.

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—Buenos días, Dar… es tan bueno verte de nuevo. —Se puso de pie y rodeó su escritorio cuando Dar
entró, luego detuvo, obviamente, alguna acción y cruzó las manos frente a ella. —Me alegro de que estén
de vuelta.

Dar se acercó a ella y logró sólo sentirse un poco extraña, cuando ella le dio un abrazo a María.

—Gracias—. Ella recibió una respuesta entusiasta, cuando la mujer más pequeña se abrazó a su espalda,
luego la soltó, y pasó los dedos por el pelo ligeramente claro. —Es bueno estar de vuelta… pero lo pasé
muy bien.
—Puedo ver que lo hiciste. —María sonrió cálidamente. —Estas tan… tuviste un buen tiempo, lo sé.

Dar metió las manos en los bolsillos y asintió con la cabeza.

—Estamos seguros… así que ¿Qué está pasando aquí esta mañana?— Ella le preguntó casualmente. —
Creo que procesé la mayoría de las cosas de mi bandeja de entrada el fin de semana… no había nada
importante ahí.
—Está tranquilo, sí. —María estuvo de acuerdo. —Mark está diciendo que con la nueva red, no hay
problemas ni mucho menos. —Ella miró con orgullo a Dar. —Eso es tu culpa, ¿verdad?

Dar se rió entre dientes.

—Es mi culpa… si… Creo que se puede decir eso.


—Hay muchas llamadas de los periódicos, y dos veces vinieron aquí, pero seguridad no les permitió
entrar.—María le informó. —Eres famosa, creo… mi esposo grabó todas las veces que estuvieron en la
televisión. Se los mostré a mi familia cuando fueron a cenar este fin de semana.
—Mis padres también lo hicieron. —Admitió Dar con una sonrisa. —Finalmente lo vi ayer por la noche…
pensé que la primera estuvo bastante bien, pero no soy aficionada de la segunda. —Miró a su alrededor. —
Será mejor que vaya a trabajar… Creo que tengo tres llamadas de conferencia programada esta mañana.
—Si… lo tienes.— María asintió con la cabeza. —¿Está Kerrisita aquí? —Se acercó más. — ¿Sabes qué
día es mañana, ¿Cierto?

Los ojos azules brillaron.

—Por supuesto—. Dar sonrió. —Kerry vive asustada… piensa que voy a enviarle un stripper a su oficina.
—Tch—. María la miró sorprendida. —No lo harás, ¿verdad?
—No. —Dar la tranquilizó. —Ella está tratando de restar importancia a su cumpleaños, pero… ¿cómo lo
diría? ¿Ha tenido suficientemente mala prensa en las últimas semanas?

María le sonrió. Dar le devolvió la sonrisa. Luego se encaminó a su oficina, haciendo una pausa
mientras ella llegaba a la puerta para apreciar la vista iluminada por el sol del océano.

—Bonito—. Rodeó la mesa y saludó a su pez, que hizo estallar burbujas para ella, luego nadó en círculos
esperando el frasco de comida. —Hola chico… ¿Me echaste de menos?

El pez movió las aletas mientras se sentaba en su cómoda silla de cuero, y se echó hacia atrás.,
Contenta del firme apoyo de la alta silla. El buceo había sido grandioso, pero había exagerado los últimos
dos días, y su espalda se sentía de muy mal humor con ella.

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Tal vez el parapente no fue la mejor idea que jamás había llegado a tener. Dar apoyó la barbilla en la
mano mientras esperaba que su PC arrancara. Pero, maldita sea, Kerry había estado en una explosión. El
teléfono sonó, y le dio una palmada perezosamente.

—¿Sí?
—Dar, tengo al Sr. Alastair en la uno. —Le dijo María.
—Claro—. Dar dio clic en el botón. —Buenos días, Alastair.
—Buenos días Dar… ¿Puedes una teleconferencia? —La voz de Alastair era alegre. —No viste tu registro,
así que…
—Sí, espera. —Dar se registró en el sistema, y puso en marcha el software de reunión de la red. —
Adelante.

Un momento después, la ventana en negro se despejó, y ella miró a Alastair, con la cara recién
lavada. Llevaba su habitual camisa blanca almidonada, y una sobria corbata azul marino, con su broche
para corbata de la empresa. Sus ojos se dirigieron a su monitor, ligeramente a un lado.

—Chico… tomaste un poco de sol, ¿eh?

Dar se reclinó en su silla y apoyó los codos en los brazos de esta.

—Sol, arena, agua… no fui a Key West a esquíar, Alastair.

El CEO rió entre dientes.

—No, supongo que no… Bueno, te ves muy bien… muy relajada. —Dio movimiento de cabeza a Dar. —
Bien.
—Oh, oh.— Dar arrastró las palabras.
—Ahora, Dar… ¿qué te hace pensar que tengo malas noticias? —Los ojos gris azules brillaban. —
Vamos… tuviste una agradable semana y relajante, sin estrés, sin llamadas telefónicas desesperadas… sin
e–mails urgentes…

Una ceja se levantó.

—Todo correcto. Estamos planeando un resumen y una sesión de estrategia de futuro para la reunión de
accionista. Recuerda que eres nuestra principal presentadora de este trimestre. —Su jefe se aplacó. —Yo
tuve una muy interesante reunión, con varios de los miembros de la junta de alto nivel el viernes. Parece
que ahora te encontraron un poco intrigante.

Dar rodó los ojos.

—No me dijiste que tu padre había sido altamente condecorado, Dar… o que tu madre era una critica
artista bastante conocida… Erlich estuvo husmeando, dijo que era el momento ideal para poner tu biografía
en el anuario de la empresa este año, por lo que sacó tus archivos, y la de tus padres… de toda la familia.

Dar suspiró.

—No hay nada de qué avergonzarse—. Alastair le dijo suavemente. —Es buena prensa.

Dar se inclinó hacia delante.


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—¿Qué pasa con la parte en la que soy gay?

Su jefe se encogió de hombros.

—¿Quieres que sea un problema? Nunca te imaginé como defensora de los derechos de los homosexuales,
Dar. —Él la estudió. —De hecho, no creo que alguna vez personalmente, me lo mencionaras… Quiero
decir, hemos escuchado rumores, y hubo un lío con Elena Nechovia, pero…

Un encogimiento de hombros.

—Por supuesto, nunca se mencionó nada personal acerca de ti… quiero decir, podrías, en realidad, haber
tenido tres cabezas, y dieciséis niños de un yak tibetano, y yo nunca lo habría sabido. — Alastair ya sonaba
un poco molesto.
—Tengo una si preguntas, te hablaré de política. —Dar comentó secamente. —Nunca me preguntaste. —
Ella levantó la vista, cuando María entró con una bandeja, y puso una taza humeante con cuidado sobre el
escritorio, junto con un plato de pastas. Ella hizo un guiño a María, y le dio un pequeña saludo, cuando la
secretaria movió sus dedos hacia atrás y se fue. Dar cogió la taza y bebió de ella. —Seré un lápiz en la
reunión… ¿A qué hora es?
—Cuatro y treinta—. Su jefe dijo. —Bueno… estoy mirando hacia delante… Mariana ha estado dando a la
prensa detalles de lo que querían de ti, por cierto.

Dar pareció claramente alarmada.


Alastair sonrió y movió los dedos.

—Adiós.
—Un momento… un momento… —Dar levantó una mano. —Escucha… Yo voy a seguir adelante con ese
proyecto mío hoy… ¿Todavía está bien contigo?

Alastair lo consideró cuidadosamente.

—Bueno, lo hemos discutido en la reunión de la junta… no veo ningún problema con eso, no. — Hizo una
pausa. —¿Está en mi lista de trabajo?

Dar asintió con la cabeza.

—Espera—. Alastair tecleó durante un minuto. —¿Qu…? Oh, eso. No, no… no… no… no… ¿Qué?,
¿estás bromeando? No… no… ah—. Apoyó la barbilla en la mano y leyó atentamente la pantalla, y luego
echó una mirada hacia la cámara. —¿Tú escribiste esto?
—En parte.
—Buen trabajo—. Su jefe le felicitó. —Muy bien, adelante con eso, pero no vamos a hacer un anuncio a la
prensa hasta la reunión de accionistas… sería un poco sensacional justo en el momento.

Dar asintió con la cabeza.

—Lo haré.

***

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—Sra. Kerry… aquí están los informes que solicitó. ¿Hay algo más que pueda necesitar?— Mayte puso las
carpetas, y miró a su jefe.

Kerry tomó un sobre y lo abrió.

—No… es todo por ahora… tengo que tomar decisiones sobre quién va a migrar a la nueva red en primer
lugar, y cada administrador de cuentas me está dando una triste historia de por qué se debe poner en lo alto
de la lista. —Ella miró por encima del hombro hacia la ventana, con su sombra de la tarde. —Gracias a
Dios que ha sido tranquilo hoy… no he escuchado un sonido de cualquier persona en una hora.

Mayte se rascó la oreja.

—Um… sí… me iba a conseguir un poco de té caliente… ¿Quieres un poco?


—Claro.

Mayte salió de la oficina, dejándola en la quietud de la gran habitación. Kerry se inclinó hacia atrás,
y ahogó un bostezo, al reflexionar sobre el hecho de que, a pesar de que tuvieron unas fantásticas
vacaciones, era bueno estar de vuelta. Ella se deslizó en su silla de cuero y con cuidado recogió los puños
de su camisa de seda hasta los codos, mirando sus pies debajo de su escritorio. Miró por encima cuando
una pequeña ardilla apareció en su pantalla, y chilló hacia ella.

—¡Hey! —La persiguió con su puntero del ratón, pero se escabulló detrás de una ventana y se asomó a
ella, sacándole la lengua. —¿Cómo diablos hace eso?

El pequeño programa gopher era de Dar, y ella se divertía con frecuencia, cambiándola a su
alrededor y enviándola para molestar a Kerry. El animal era bonito, con una cara chata y una pequeña nariz
negra, y era lo mejor. Todo el tiempo, él era diferente.
Hoy, GopherDar llevaba un pequeño traje de surfista, con chanclas y gafas de sol, y procedió a
bailar un Ula–ula en la parte inferior de su pantalla, mientras ella se reía por pura reacción.

—Eres taaaan torcida. —Ella hizo aparecer en la pantalla un mensaje de red y escribió exactamente eso en
su cuenta, y lo envió a los jefes de su equipo.

Su teléfono sonó, y pulsó el botón, casi esperando que fuera Dar, pero vio que era una línea externa.

—Operaciones, habla Kerry Stuart.


—¡Hey chica! —La voz de Colleen resonó en el altavoz. —¿Cómo es estar de nuevo allí después de una
semana en el paraíso?
—¿Después de cuatro días en el infierno?— Kerry le preguntó con ironía. —Es agradable… estoy cansada
como la mierda, sinceramente he estado rompiéndome el culo todo el día tratando de ponerme al día con
todo, pero estoy empezando a hacer mella en las pilas… ¿Qué pasa contigo?
—Ocupada haciendo copias de cintas de vídeo a todo el mundo que te conoce. —Colleen contestó con aire
de suficiencia. —Sorprendiste en esas audiencias, Ker. Estamos todos muy orgullosos de ti.

Kerry parpadeó sorprendida.

—¿En serio?— La oficina había estado notablemente tranquila con el tema, de hecho, se había hecho a la
idea durante todo el día que lo estaban evitando un poco. La gente había dejado de hablar cuando ella

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llegaba, y sospechaba que había sido un tema de chisme muy jugoso toda la semana. —Sólo respondí lo
que él preguntó… ellos me estaban fastidiando bastante.
—No es broma. —Colleen le dijo. —Así que… escucha. ¿Cuáles son tus planes para mañana? ¿Estás lista
para una pequeña fiesta?

Kerry suspiró.

—No en realidad, Col, no—. Ella contestó con honestidad. —Es… acaban de pasar estas extrañas
semanas… Me gustaría un poco mantener un bajo perfil durante un tiempo a un nivel personal… Dar y yo
íbamos a ir a cenar o algo así.
—Awwwww… —Colleen sorteó las palabras. —Keeerrrryyyyy… vamos… ¡no es justo! No te hemos
visto durante semanas y semanas… iremos al Queen Mary, sólo unos pocos de nosotros.

Era cierto. Kerry se frotó los ojos.

—Sí… um… lo sé, Col… Lo sé. —¿Le dolía? —¿Qué tal el miércoles? tengo que estar realmente tranquila
en el gimnasio a causa de mi hombro. ¿Quizás todos podríamos salir después?
—Mmmph—. Colleen sonaba ligeramente ablandada. —Sí, eso estaría bien… ¿qué hay de Dave and
Busters? Podemos cenar, y jugar algo de billar.

Hmm. Kerry se animó.

—Sí, tu sabes… suena divertido. —Entretenimiento electrónico gratuito, buena comida, unas cervezas…—
Buen plan… ¡hey!, ¿tienes ganas de venir esta noche? Tengo un montón de fotos que mostrarte.
—Por supuesto—. Ahora Colleen parecía contenta. —Ya sabes, Ker… estábamos muy, muy preocupados
por ti.

Kerry sonrió un poco.

—Gracias… fue un momento terrible allá arriba—. Ella se movió y se apoyó en el escritorio. —Si Dar no
hubiera estado allí conmigo, no sé qué habría hecho. Ella estuvo ahí para mí. —Una risa. —Sin mencionar
a mis padres… ¿Sabes que la señora Roberts se presentó a mis padres como mi suegra?
—ohDiosmio.
—Sí… ella es como un viaje. —Kerry acordó.
—¿Qué fue todo eso de tu padre dándole las medallas a Dar y a su padre?— Llegó la curiosa pregunta. —
Eso fue como… ¿fue de verdad?

Kerry negó con la cabeza, a pesar de que Colleen no podía verlo.

—Me gustaría poder decir sí… esa fue su manera más cercana de conseguir una disculpa que fue capaz…
¿pero honestamente? Creo que sólo lo hizo por la buena prensa.
—Mm.
—Fue grandioso para él. Estar ahí, en el centro de la atención nacional, entregando las medallas… es por
eso que tuvo que aplazar las audiencias. Su tasa de aprobación pública se fue a las nubes… lo vieron en esa
ventana, y piensan que es maravilloso… —La voz de Kerry mantuvo un tono amargo, y ella lo sabía. —Si
ellos supieran… Andy tuvo prácticamente que darle una patada en el culo para conseguir que lo ayudara.
—Wow—. Colleen murmuró. —Hey… me cuentas todo esta noche. Voy a recoger un paquete de
Corona… ¿de acuerdo?

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—Estás encendida—. Kerry sonrió cuando ella colgó el teléfono, girando sobre su eje cuando la puerta
interior se abrió. —Eh… mira… es GopherMom—. Ella lanzó una banda de goma a su jefe. —Eres tan
ociosa a veces.

Dar caminó sin prisa, se subió la falda y se sentó en el borde del escritorio de Kerry.

—Sólo demuestro que todavía puedo sacar un poco de código si tengo que hacerlo. —Ella arrastró las
palabras. —¿Cómo estuvo tu día? No te he visto desde las nueve… Yo he sido lindamente enterrada.

Kerry levantó una mano y señalo su bandeja de salida.

—Estoy cerca de la mitad de atrapada. Estaba cavando todas las solicitudes de instalaciones de hoy,
clasificando, tratando de encontrar una forma equitativa para mover a la gente a tu nueva red…
cuestionando el campo de cada gerente de cuenta única que tenemos en la práctica. —Ella dio unas
palmaditas en la rodilla cerca de Dar. —Me has causado tanto trabajo, jefa.

La puerta de la oficina exterior se abrió, y Mayte entró con una taza humeante.

—Oh. —Ella hizo una pausa, cuando vio a Dar. —Lo siento… puedo…
—Nah… —Dar le indicó que entrara. —Yo estaba recibiendo un informe sobre la situación.

La delgada chica sonrió, y luego depositó la taza sobre el escritorio de Kerry. Era un brebaje oscuro,
aromático, y Kerry lo olió apreciativamente antes de tomar un sorbo.

—Oh, wow… esto es agradable. ¿Fresa?


—Si. —Mayte se ruborizó un poco. —Vi que le gustaba eso. —Levantó los ojos y se encontró con los de
Dar, a continuación, se aclaró la garganta. —Voy a dejar el correo, luego volveré a casa… ¿a menos que
necesite algo más?
—No… Continua. —Kerry se inclinó hacia atrás, con las dos manos acunando la taza. —Voy a terminar
aquí, luego volveré a casa también. —Su asistente se marchó, cerrando la puerta suavemente detrás de ella,
y ella suspiró
—¿Cansada?— Dar preguntó.
—Un poco—. Kerry flexionó el brazo. —Mi hombro duele… No quiero tomar los relajantes musculares
hasta que llegue a casa… me ponen como ligera. —Sus ojos estudiaron a Dar. —Y ha sido un poco raro
aquí… Tengo la horrible sensación de que la gente me está evitando.
—Creo que te estás imaginando cosas.
—No… No lo estoy… cuando me paseaba por los pasillos, la gente solía decir hola, charlaba un poco… —
Kerry miró su escritorio. —No sé… tal vez se estén preguntando qué clase de persona haría lo que hice. —
Entonces ella se encogió de hombros. —En fin… o tal vez sólo soy demasiado sensible. —Ella levantó la
vista hacia Dar. —Col vendrá… Yo quería mostrarle mis fotos… y las cosas que traje, y darle el regalo que
le hice. —Vio un movimiento de cabeza de Dar. —Ella y sus amigos me obligaron a ir a D&B el
miércoles… ¿Te anotas para eso?

Dar enderezó un poco la espalda, e hizo una mueca.

—Sin pelotas voladoras, pero sí… suena bien—. Ella puso ambas manos alrededor de una rodilla. —Tuve
la visita de Gerry Easton hoy.
—¿En serio?

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—Mm. Sí… tenía una propuesta muy interesante. —Dijo Dar. —Ha conseguido la aprobación para
contratar nuestros servicios para ofrecer servicios de consultoría de alto nivel para la marina de guerra. —
Ella se movió. —Para revisar todos sus procesos, sistemas y procedimientos, y recomendar, adquirir e
implementar las mejoras tecnológicas.

Los ojos de Kerry se abrieron como platos.

—Wow… ¡eso debe ser enorme!

Dar asintió lentamente.

—Su única condición era… —Ella se echó a reír. —Que yo fuera la jefa.
—Gran sorpresa allí. —Su amante comentó. —Wow… ¿qué piensas de eso?
—Pienso… —Dar se levantó y se acercó a la ventana, presionando sus manos contra ella y mirando hacia
afuera. —Creo que estoy muy, muy intrigada.— Se dio la vuelta. —Significa que voy a tener que viajar un
poco… pero la mayor parte del análisis se puede hacer desde aquí. —Una mirada brillante, interesada
apareció en sus ojos.
—¿Vas a salir a los barcos y esas cosas?— Kerry le preguntó, cruzando los brazos. —¿Al igual que a los
portaaviones, y esas cosas?

Dar asintió con la cabeza.

—Ooh… Eso suena interesante… ¿te puedo ayudar?

Otro asentimiento de cabeza.

—Puedes… Escribí una propuesta y la envió a Alastair… la aprobó.


—Wow—. Kerry exhaló. —Me alegro… sé que estabas buscando otro proyecto que hacer… esto suena
hasta tu callejón. —Su altavoz zumbó, y ella contestó. —Operaciones, Stuart.
—¿Kerry? Es Eleanor—. El vicepresidente de marketing anunció secamente. —Tengo una llamada de
conferencia con todos los directores regionales con respecto a la nueva red, y no puedo encontrar a Dar.
¿Puede usted por favor, venir y unirse a nosotros, para que pueda dar una explicación coherente del nuevo
sistema?

Kerry se frotó la nuca y suspiró, dando una mirada lastimera a Dar.


Su jefe se encogió de hombros y levantó las dos manos.

—Tu lo haría mejor que yo de todos modos. —Ella susurró.


—Sí, sí… —Ella se movió un poco. —Está bien, Eleanor… Voy a estar ahí… ¿dónde te encuentras?
—En la sala de presentaciones ¿Puedes bajar ahora?— El vicepresidente sonaba impaciente.

¿La sala de presentaciones? Las cejas de Kerry se unieron ¿Qué diablos estaba haciendo la mujer en
ese lugar?

—Uh… seguro. —Miró a Dar confundida. —¿La sala conferencias del centro ejecutivo no estaba
disponible?
—Estaba reservado. —Eleanor tamborileó los dedos con impaciencia. —¿Algo más?
—No. Enseguida voy—. Kerry colgó la llamada. —Me lo puedo imaginar… esa habitación cavernosa…
Probablemente le gusta escuchar su voz ahí.
483
—Probablemente—. Dar acordó amistosamente. —Bueno… es mejor dejarte ir… voy a terminar algunas
cosas en mi oficina… ¿Me buscas cuando hayas terminado?— Ella dio unas palmaditas en el brazo a
Kerry.
—Claro—. Kerry se puso en pie y se encogió de hombros en su chaqueta, levantando el cuello de la camisa
de seda por encima de la solapa. —Este no debería tardar mucho… más transmisión, grandes
transmisiones, un servicio más rápido, una mejor red, ¿Correcto?
—Correcto. —Dar acordó, palmeando su espalda. —Ve por ellos, tigre.

Kerry le dirigió una mirada perpleja, dio media vuelta y se dirigió a la puerta, abriéndola y
deslizamiento hacia un silencioso pasillo.

***

Kerry se apoyó contra la pared posterior del ascensor, mirando las plantas cambiar lentamente. Ese
nuevo proyecto de Dar realmente sonaba ingeniosos. Su mente reflexionó. Me alegro. Una sonrisa se
apoderó de su rostro, al darse cuenta contenta de que algo había llamado la atención de sus jefes, ya que
ella realmente no tenía ningún deseo de ver a Dar dejar la compañía a corto plazo.
Parte de eso era muy egoísta, reconoció. A ella le gustaba tener la seguridad de la presencia de Dar
al final del pasillo, y el beneficio de su experiencia y conocimientos. No es que Dar se negaría a responder
a sus preguntas, incluso si ella no fuera parte de la empresa, pero aún así.
Sí. Estaba contenta.
Las puertas se abrieron en el décimo piso, y ella salió, girando a la derecha y yendo por el largo
pasillo.

—Chico, esto está tranquilo. —Comentó, al oír el más débil de los ecos.

El sol de la tarde pintó la raya ocasional de las oficinas cuando pasaba, sólo un rumor apagado del
sistema de teléfono rompió el silencio que siguió a través del área de marketing hacia la sala de
presentaciones.
Estaba bastante segura de que la empresa estaba contenta de tener a Dar alrededor también. Después
de lo que había logrado hasta ahora este año, los gemidos y quejas habían disminuido de menos a nada, e
incluso José y Eleonor parecían mucho más felices. Las ventas subieron, la nueva red era la comidilla de la
industria… diablos, deberían hacerle a Dar una maldita fiesta.
Kerry hizo una pausa antes la puerta de la sala de conferencias, y se alisó la chaqueta, a
continuación, se pasó los dedos por el pelo. Eleanor había tendido la teleconferencia en funcionamiento, y
quien del infierno sabía que tenía encendida ahí la gran pantalla. Puso la mano en el pestillo de la puerta y
la empujó hacia abajo, luego abrió la puerta y entró.

—¡SORPRESA! —Un rugido saludó.

Kerry se detuvo en seco, sorprendida más allá del habla. La totalidad de la enorme sala estaba llena
de coloridas pancartas, globos, confeti, y mucho, mucha gente.
Cientos de ellos, al parecer.
Animados, se acercaban a ella, con flashes saliendo de ellas y risas. A un lado, había una gran mesa
con un pastel, y platos de patatas fritas, en el otro lado había platos de algo caliente o de otro tipo. Kerry
consiguió cerrar la mandíbula y parpadeó, cuando Mariana llegó hasta ella y le acarició el brazo.

—Oh, Dios mío.


—¿Estás bien?— El vicepresidente de Personal se echó a reír. —¡Feliz cumpleaños!
484
En ese momento, todos empezaron a cantar, con el éxito habitual de un grupo de cantantes no
habituado a hacerlo.
Por lo menos le dio un minuto para empezar a respirar de nuevo, se dio cuenta Kerry, mientras
sentía un tardío sonrojo en su piel y su mente finalmente reconoció lo que había sucedido.
Le habían dado una fiesta sorpresa.
Wow. Kerry tomó aire y miró a su alrededor con asombro, finalmente encontró un par de brillantes
ojos azules, cerca de la parte de atrás de la habitación, sólo la miraba.

—Wow—. Se las arregló para decir. —Estoy… eh…


—Anormal—. Mark suministró amablemente. —Hombre, ¡con esa expresión facial!— Él levantó su
cámara digital. —Feliz cumpleaños, Kerry.

Kerry se frotó la cara.

—Oh, Dios mío. —Ella se echó a reír sin poder hacer nada, cuando se acercaban a ella, y las manos le
tocaban el brazo, y le palmeaban la espalda.—Wow… No tengo ni idea de qué decir. —Risas. —Nunca he
tenido una fiesta sorpresa antes… gracias chicos… esto es increíble. —Sintió que una sonrisa se extendió
por su cara. —Totalmente increíble.

Entonces vio a Colleen al acecho por la espalda y puso sus manos en las caderas.

—Hey… espera un momento… —Ella señaló a su amiga. —¿No acabo de hablar contigo?

Colleen levantó su teléfono celular, y sonrió, luego señaló.

—Traje la Corona—. Ella se acercó. —Lo sentimos, Ker… Yo sé que quería estar bajo llave, pero… —
Ella se echó a reír.

Un murmullo de voces la rodeaba, y Kerry se limitó a sacudir la cabeza, entró más en la habitación y
murmuró agradecimientos a las personas que se acercaron para desearle un feliz cumpleaños. Ella se
acercó a la torta y le echó un vistazo, y luego se echó a reír incontrolablemente.

—Oh, Dios mío… ¿Quién hizo esto?

El merengue era un océano azul y verde, y alguien había, de alguna manera, echo a mano todo un
maldito arrecife tropical, con pequeños peces y lo que parecía una langosta. Era precioso.

—¡No puedo comer esto!— Ella lanzó un grito. —Mira a ese pez ángel… es casi real.

Un carraspeo suave llagó a su oído, y ella se volvió, para ver a Dar de pie detrás de ella, revisando la
torta tímidamente.

—Mi madre va a estar realmente enojada si por lo menos no lo intentas.


—Tu mad… —Kerry miró a la torta, y luego a Dar. —Oh, Dios mío, no puedo creerlo.

Dar se rió entre dientes.

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—No puedo creer que… ¿Ella tiene una madre? —Eleanor dio a Dar una dulce sonrisa. —Nosotros
tampoco.
—No, no… Yo he conocido a su madre… pero… —se rió de Kerry, y se limitó a sacudir la cabeza. —
Gracias chicos… esto es increíble. —Robó una tortilla y recogió un poco de salsa, comiéndolo cuando todo
el mundo comenzó a mezclarse, y apoderarse de los alimentos y bebidas. —Y tú… —Ella murmuraba en
voz muy baja a Dar. —Eres tan mentirosa.
—Ah ah… yo no.— Dar sacudió la cabeza con solemnidad. —Me enteré cuando llegué a Miami… No
tuve nada que ver con esto.

Kerry señaló en silencio al pastel, y levantó las cejas.


Dar se encogió de hombros.

—Al parecer, se enteraron de que esto estaba pasando, y mamá lo ofreció.


—Ejem. Discúlpeme gente. —Mariana había tomado el control del micrófono en el podio. Dio unos
golpecitos al micrófono para el efecto, lo que hizo un chillido, cuando las uñas golpearon la rejilla. —
Whoops.
—Hey Mari… a lo mejor podemos encontrar un anormal en algún lugar aquí para ayudarte con eso.

El vicepresidente de Personal se protegió los ojos con una mano, e hizo una exploración de la
audiencia con atención.

—No veo ninguno aquí.

Una ronda de la risa se hizo eco.

—De todos modos—. Mariana se aclaró la garganta. —Como representante de la dirección de la empresa
sólo quería desear a Kerry un feliz cumpleaños… —Vitoreos —Y darle la bienvenida después de sus
vacaciones.
—Gracias—. Kerry habló desde donde acababa de tomar una Corona y tomaba un sorbo de ella. —Esto es
realmente agradable, y estoy sorprendida por el esfuerzo que ustedes pusieron en ella.

Vitoreos.

—Ejem. —Mari recuperó el control de la audiencia. —Mientras todos estamos rondando por aquí, quiero
aprovechar la oportunidad para dar a Kerry su regalo de cumpleaños oficial de ILS.— Ella alzó un objeto
pequeño y delgado envuelto en papel dorado, con un lazo azul, y los logotipos de la empresa en pequeños
relieves, por todas partes.

Todo el mundo calló, y se volvió a ver como Kerry puso su copa en la mesa y caminó, visiblemente
ruborizada de nuevo para tomarlo con cuidado de las manos de Mari.

—Um… gracias… Yo no esperaba nada de la empresa.


—Bueno… a veces solo tenemos esas cosas por ahí… así que… —Mari se encogió de hombros, y se
apoyó en el podio. —Ve y ábrelo. —Ella levantó la vista cuando Dar se movió en silencio detrás de Kerry
y se quedó mirando, con las manos cruzadas delante de ella.
—Bueno… —Kerry miró a su alrededor, obviamente avergonzada. —Me refiero… está bien, seguro. —Se
aclaró la voz y quitó cuidadosamente la cinta. —Oh. ¿No es lindo.— Ella admiraba los logos en relieve y
se metió la cinta bajo el brazo y continuó abrió la bolsa.

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Era muy plana, algo pesada, lo que fuera, y se encontró con su curiosidad alcanzando su punto
máximo, tratando de imaginar lo que era. ¿Una base para su PC? ¿Un pisapapeles para su escritorio? ¿Una
agenda? Quitó la cinta, muy consciente del expectante silencio a su alrededor. Un toque de metal cobrizo
apareció, y abrió el otro lado del papel, y luego le dio la vuelta y expuso la parte delantera.
Ella parpadeó en tres ocasiones.
Vicepresidente de Operaciones, Kerrison Stuart.

—Urk—. Kerry pronunció un sonido pequeño, y luego las rodillas les fallaron y ella estuvo a punto de
estrellarse contra el suelo por pura sorpresa. Una poderosa mano la cogió del brazo y la abrazó, y ella sólo
se mecía, se alegró de la presencia de Dar. —Oh chico—. Ella susurró.

José se aclaró la garganta y dio un paso adelante, tendiendo una mano hacia ella.

—Felicitaciones, Kerry. Me alegro de que estés en el equipo con nosotros.

Kerry volvió a su control, sintiendo una oleada de sangre volver a su cabeza después de que su
corazón aparentemente parara por un minuto.

—Gracias—. Santo… Ella y Dar habían discutido la posibilidad, claro… cuando Dar le había dado la
maldita evaluación, y se había convenido en que parecía que se sentía cómodo con eso, pero…

Después de lo que había pasado en Washington, se imaginó que estaría en suspenso por tiempo
indefinido.

—Sí, felicitaciones, Kerry… por una razón puramente egoísta, por supuesto. —Eleanor también le estrechó
la mano. —No tienes ni idea de lo mucho más agradable que has hecho mi trabajo aquí. —Ella dio a Dar
una sonrisa por encima del hombro de Kerry. —Sin mencionar que liberó a la urbana nerd aquí para
terminar nuestra nueva red.
—Um… gracias, creo.— Kerry murmuró.

Duks fue el siguiente, dándole palmaditas en el hombro.

—No te preocupes, tienes un gran zapato que llenar, Kerry.


—Yo no lo sé—. Kerry se rió entre dientes. —Gracias… Me alegro de tener la oportunidad de trabajar más
con ustedes.
—Felicitaciones—. Mariana le sonrió. —Fue bien merecido.
—Hey Kerry… —Mark sacó otra foto. —Esto va a parecer en grande en la primera página del boletín del
departamento.

Kerry hizo una mueca.

—Vamos… Debo estar roja como una langosta…


—Vamos a decir que son las quemaduras del sol. —El Jefe de MIS respondió alegremente. —Sostenga la
placa arriba… ¿eh?

Dar se recostó contra la pared, disfrutando de la posición de su compañera siendo el centro de


atención. La sonrisa de Kerry seguía creciendo y creciendo, y Dar sentía una clara sensación de placer al
escuchar los comentarios de la multitud, y los vio agruparse en torno al nuevo vicepresidente tocándola, y
felicitándola.
487
Sí. Maldita sea, fue un día bastante bueno después de todo. Ella tomó una tortilla y lo aderezó de
chile.
Y ni siquiera había terminado.

***

Kerry estaba acurrucada en el asiento de pasajero del Lexus, viendo el perfil de Dar, y las luces de la
ciudad parpadear cuando se dirigían hacia la casa. Dar se mantuvo sonriendo para sí misma, con un
pequeño movimiento tenso en sus labios, y Kerry sospechaba que estaba recordando los mejores momentos
de su fiesta.
Eso estuvo bien. Fue demasiado para Kerry. Había durado más de lo que había pensado.

—¿Hey, Dar?
—¿Hm?— Dar la miró, luego volvió los ojos a la carretera.
—¿Tú realmente no sabías nada de la fiesta?

Una contracción.

—Bueno… —Dar rió entre dientes. —Recibí estas llamadas telefónicas dos semanas atrás para
preguntarme cuáles eran tus comidas favoritas. Me imaginé que no estaban viendo un vídeo de ¡Kerrison
Stuart cocina! en el trabajo, mantuve torturado y contra la pared a quien llamaba para que me diera los
detalles.

Kerry ahogó una risa.

—Eso explica las bolas de nieve. Me estaba preguntando sobre eso, porque estoy absolutamente segura de
que nunca le dije a nadie que me gustaban. —También había habido platos llenos de comidas de Tailandia,
y una llamativa presencia de chocolate repartida por todos lados. —Dios, estoy llena.
—¿Te divertiste?
—Si… fue muy agradable. Me sorprendió la cantidad de personas que estuvieron allí. —Kerry
reflexionó.—No puedo creer que trajeron regalos y esas cosas.

Dar entró a la terminal del ferry, y entró en el barco.

—¿Por qué? Kerry, a la gente realmente le gustas, por un lado, y por otro, están condenadamente
agradecido de que tienen que tratarte y no a mí.
—Dar, eso no es cierto. Tú viste cómo se preocupó todo el mundo la semana pasada. —Kerry protestó,
pero su pareja no se veía afligida por su declaración.
—¿Ellos odian perderme? Claro. —Dar aceptó de buena gana. —Todo el mundo sabe que la empresa está
mejor conmigo haciendo lo que hago. Pero ellos prefieren trabajar contigo. Lo cual está bien, Kerry… eso
es exactamente lo que pensaba cuando te hice mi asistente… de hecho, le comenté a Mari en el momento
que podría reducir sus quejas del personal.
—Está bien. Pero mi punto es… —Kerry sostuvo la espalda. —Lo que sea que ellos sienta por ti a nivel
profesional, a nivel personal hay una gran cantidad de gente a la que realmente le gustas.
—Ellos no lo hacen. —Dar resopló.
—¡Sí lo hacen!— Kerry le dio una palmada en el brazo a la ligera. —Por el amor de Cristo… Dar la mitad
de la compañía está enamorada de ti. ¿Hola? ¿Hola? ¿Despierta? ¿La tierra a Dar? ¿Hola?

Dar la miró fijamente.


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—Has bebido demasiado.
—¡Tomé una cerveza!— Kerry replicó. —El problema es que hay un montón de gente que está celoso de
ti, todos ellos pueden correr y decir cosas desagradables, y la gente lo escucha. El resto de la compañía, la
mayoría silenciosa, no siente de esa manera. Lo sé, porque ellos se han acercado y me lo han dicho.

Dar guardó silencio por un rato, sus ojos estudiaban el tablero de instrumentos forrado en cuero.

—¿Sabías que eres la única persona en el comité ejecutivo que ha hablado alguna vez con el portero?—
Kerry preguntó. —No para decirle que haga algo, quiero decir. ¿Sólo para decir hola?

El sonido de los motores del transbordador cambió, cuando el barco redujo la velocidad para atracar.

—No… no lo sabía.— Dar respondió pensativa.


—¿Sabías que el personal de la medianoche todavía habla de que trajiste el ponche de huevo y compartiste
con ellos dos Nochebuenas atrás?
—No, yo…
—¿Sabías que los puestos del personal de OPS generan más hojas de vida que cualquier otro departamento
en el edificio?

Dar la miró tímidamente.

—¿Ellos lo hacen?— Encendió el Lexus y condujo despacio por la rampa. —Mari nunca mencionó eso.

Kerry se acomodó en su asiento, satisfecha. Ella guardó silencio durante un minuto, y luego miró
por encima.

—No tengo ninguna otra sorpresa esperándome, ¿verdad?


—¿En casa?— Dar sonrió. —No. Bueno… —Ella se echó a reír. —No sé… tal vez una o dos cajas—.
Alargó la mano y apretó la rodilla de Kerry. —Guardé la mía para mañana, pero creo que mis padres
podrían haber planeado algo.

Kerry arrugó la nariz con una sonrisa.

—Esto es genial. —Ella admitió. —En casa, hace cerca de… ocho años o así, supongo, teníamos
certificados de regalo de varias tiendas por departamentos, que mi madre tomaba y utilizaba para comprar
las cosas que pensaba que necesitábamos.
—Eso no es divertido.
—No. —Kerry estuvo de acuerdo. —Yo solía guardar hasta mi asignación, y salía a buscar para mí misma
algo, un juguete o lo que sea que yo quería. —Ella pensó. —Recuerdo el año que me compré un juego de
construcción. Mi madre estaba tan molesta conmigo. Me lo quitó y se lo dio a Mike, quien le dio una
vuelta y me lo regresó, por supuesto. Lo guardé bajo mí cama y jugaba con él cuando ella estaba de
compras.
—¿Un juego de construcción? ¿Qué problema tenía ella con eso?— Dar le preguntó, en tono perplejo.
—Era un juguete de niño.
—Tu madre necesita una inyección de finales del siglo 20. —Dar resopló. —No quiero decirte el número
de conjuntos de expansión que tenía la mía.

Kerry sonrió.
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—¿Hiciste algo importante?

Dar entró en su lugar de estacionamiento y apagó el Lexus.

—Un sistema mecánico para apagar y encender las luces, la radio, y ajustar el sonido en mi habitación. —
Salió y abrió el portaequipajes, para recuperar los regalos de Kerry. —Y un coche que llevaba mis
zapatillas de deporte a mi armario.

Kerry se reía tan fuerte que tuvo que apoyarse en el coche.

—Hice que cargara los tubos de acrílico de mi madre y trasladara la pintura al garaje, pero eso no duró
mucho tiempo.

Kerry se deslizó hasta el suelo, sosteniendo sus lados.

—Luego estaba el perro. —Dar continuó. —Me di por vencida tratando de conseguir que meneara la cola,
sin embargo. Los pequeños motores simplemente no arrancaban y paraban cuando yo quería. —Ella
levantó la caja de la parte trasera, y luego hizo una pausa, cuando los músculos, víctimas de sus abusos,
protestaron. —Ay.
—Dios… lo siento. —Kerry se levantó del suelo y se apresuró a ayudar. —Lo siento… lo siento… se me
sigue olvidando tu espalda.
—A mi también—. Dar admitió, haciendo una mueca.
—Bueno, la cosa más extensa que hice con la mía fue un parque de diversiones. —Kerry le dijo, a medida
que subía las escaleras con su carga. —Una rueda de la fortuna, y un carrusel… Incluso encontré caballitos
de plástico para el carrusel—. Ella introdujo su código, a continuación agarró el picaporte y abrió la
puerta.—Whoa… Whoa… Chino tranquilo…
—¡¡¡Rooo!!!— El Labrador se precipitó, casi golpeando a sus dueñas.
—Tranquila… tranquila… —Dar se echó a reír, mientras maniobraba más allá del perro emocionado y
entraba en el condominio. Ellas pusieron los regalos en la mesa de comedor, y Dar continuó a la cocina. —
Me voy a poner un poco de café… enciende la tele, ¿quieres?
—Claro—. Kerry se acercó trotando y así lo hizo, y luego se sentó en el sofá de dos plazas a acariciar a
Chino. —Hola, cariño… ¿Cómo estás?
—Agurff—. Chino mordió la mano de Kerry con entusiasmo.
—Aquí—. Dar regresó de la cocina, con un puñado de correos. —Parece que tienes algunas cartas. —Le
entregó cinco o seis sobres, a continuación, se dejó caer en el sofá a hojear el resto. Lentamente, acercó una
mano a la espalda de Kerry, y la mujer rubia se echó hacia atrás, colocándose en la curva de su brazo.
—¿Dar?
—¿Sí? —Dar abrió una carta con una sola mano, ojeando su contenido. —Oh… más opciones sobre
acciones. Grandioso.
—Gracias.
—¿Por qué?— Los ojos azules la miraban sorprendida. —¿Por buscar el correo?
—Sólo gracias—. Kerry le dio un abrazo, y se quedó acurrucada, para a abrir sus cartas. —Oh, mira…
fotos del bebé. —Ella mostró una de Angie y el nuevo bebé. —Está mucho menos arrugado ahora, ¿eh?—
Ella volvió la imagen, y respiró sorprendido. —Oh… Dar mira.
—¿Hm?— Dar inclinó la cabeza para leer la leyenda escrita en negro. —¿Le puso por nombre Andrew?—
Su voz se elevó.

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—Sí—. Kerry se rió con deleite. —Wow… es tan genial—. Puso abajó la foto y abrió la siguiente, una
tarjeta divertida de Michael. —Es tan extraño a veces. —Ella sacó una hoja roja dorada. —Él lo envió
porque nosotros no tenemos cambios de estación.

Dar soltó una risita.

—¿Qué otra cosa…? ¡Oh, esto debe ser de tía Penny! —Kerry sonrió, al ver el blanco libro cremoso y
pesado. Abrió la tapa y sacó una tarjeta. —Le envié una foto de nosotras, por cierto. —Abrió la tarjeta. —
Ah… bueno, ¡ella va a estar aquí en Miami y quiere venir a vernos!
—Huh—. Dar ladeó la cabeza. —Escrita a mano, interesante.
—Ella quiere conocerte. —Kerry le dio un suave codazo.
—Uh, oh. —Dar bostezó.
—Nah… Ella es realmente agradable. Te gustará—. Kerry apartó la tarjeta, y luego abrió el último sobre,
tirando de la tarjeta de seda, de lámina de oro y la abrió.
—Estoy segura que lo es—. Dar respondió ausente. —¿Quieres que salgamos en el barco?

No hubo respuesta.

—¿Ker?— Dar miró a su compañera.

Kerry tragó, e inclinó la tarjeta sacudiendo los dedos para que Dar pudiera verla.

—Es… es de mis padres.

Dar parpadeó. Era una simple tarjeta, con sólo “Feliz Cumpleaños” con la escritura ornamental en el
centro, y “mamá y papá”, escrito.

—¿Eh?… ¿Qué te parece eso? —Ella sonrió, y dio a Kerry un abrazo —. ¿Eso te hace sentir mejor?

Kerry se quedó mirando la tarjeta, dándole vueltas entre sus dedos y meneando la cabeza.

—No sé lo que siento. —Ella respondió en voz baja. —Desconcertada… sorprendida… —Hizo una
pausa.—Aliviada, tal vez. —Kerry pensó en eso. —Sí, aliviada.

Dar sintió el cuerpo de su pareja relajarse, y también lo hizo.

—Me alegro—. Ella le acarició el cabello a Kerry.


—Yo también—. Kerry respondió, sintiendo un peso quitarse de sus hombros. Ella echó la cabeza hacia
atrás y atrapó los labios de Dar. —Ahora puedo empezar a dejar eso atrás… ¿quién sabe? Quizás algún día
todos podamos sentarnos y hablar. —Ella miró a la cara de Dar pensativa. —A lo mejor conozcan a tu
familia, y ver cómo la aceptación ayudó.

Las cejas de Dar se alzaron.

—Podría ser—. Echó un vistazo a la pantalla del televisor cuando captó una escena familiar. —Hey… —
Ella dio un codazo a Kerry, quien subió el volumen.
—Y este es un boletín de las últimas novedades de la tarde. El FBI anunció, sólo unos minutos atrás, que
había concluido su investigación sobre la explosión en el Distrito Memorial Hospital. Aquí está el anuncio
como sucedió.
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—Ah… ese es el hombre del FBI con quien papá habló después. —Kerry le susurró, señalando.
—Hmm—. Dar asintió con la cabeza.

Un antiguo agente del FBI se acercó al podio, y se aclaró la garganta. Detrás de él, un caballete,
donde se recreó un diagrama del hospital.

—Nuestros investigadores han buscado a fondo, y han determinado esto—. Cogió un indicador. —La
explosión se originó en este punto, en la cocina del hospital. Hemos determinado que los tanques de
almacenamiento de gas natural se encendieron, y envió una tormenta de fuego por los tubos hasta la pila de
materiales.
—Huh—. Dar parpadeó.
—Entonces, debido a que estos tubos ejecutan simultáneamente los tubos de oxígeno, cuando las tuberías
de gas se sobrecalentado y soplaron, las líneas de oxígeno también. Esa expulsión múltiple explotó aquí. —
Señaló. —Aquí y aquí. —Otro toque. —Encendió las áreas de almacenamiento de gas de los quirófanos.
—Wow—. Kerry tomó aliento. —Por lo tanto, no era una bomba.
—El FBI está convencido de esto, en espera de una mayor investigación de lo que encendió al tanque de
gas de la cocina, no parece que ningún acto criminal haya tenido lugar aquí, aparte de la falla de diseño que
permite a los dos tipos de tuberías de gas existir en el mismo espacio.
—¿Cómo que te gusta eso? —Dar murmuró.
—Sí—. Kerry exhaló. —Me alegro.
—Mm.

Los dos se miraron la una a la otra.

—Oh… Ankow va a estar muuuy enojado. —Kerry hizo una mueca.

Dar estudió la pantalla pensativa, no podía estar en desacuerdo.

***

Zumbido.
Dar abrió un ojo azul empañado por el sueño y miró el reloj con indignación.

—¿Quién diablos llama a las 3:00 a.m.?

Zumbido.
Palmada.

—¿Hola?— Dar gruñó dormida.


—Hey, Dardar.

El otro ojo se abrió, entonces parpadeó.

—Papá… es una maldita suerte que se trate de ti.

Su padre se echó a reír.

—Despierta tu trasero y ven aquí a los muelles. Acabamos de obtener nuestro nuevo cuartel.

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Dar cerró los dos ojos.

—¿No sería mejor verlo durante el día?— Ella preguntó esperanzada, cuando Kerry se movió, y se metió y
apoyó la barbilla en el esternón de Dar.
—Oh… vamos ahora. Es la primera vez que tenemos algo completamente nuevo. —Dijo Andrew con voz
áspera. —Trae tu trasero aquí abajo.
—¿Podemos ir como estamos, o tenemos que vestirnos?— Kerry murmuro.

Hubo una pausa momentánea.

—La experiencia me dice que debería decir que se ponga ropa—. Andrew decidió finalmente. —Está un
poco de frío aquí abajo.
—Está bien. Vamos a estar allí. —Dar bostezó y se frotó los ojos cuando la línea se desconectó. —Espera
un momento… ¿cómo podían haber llegado a las 3:00 a.m.?

Kerry se dio la vuelta y cuidadosamente bajo del colchón de agua, a través del suelo desnuda hacia
el baño.

—Luz.

Dar cerró los ojos.

—Tuvieron que recogerlo en Palm Beach, ¿recuerdas?— Kerry le recordó, cuando echó agua sobre su
cara. —Probablemente se tomaron su tiempo bajando por la costa.
—Mm… Me pregunto si tienen una cama de agua que poner dentro— Dar bromeó débilmente. —Aman
estar afuera.

Kerry sacudió la cabeza, ojos verdes se abrieron de par en par mientras se miraban en el espejo.
Poco a poco se dio la vuelta, apoyada en la puerta, y miró la luz salpicando el cuerpo desnudo enredado en
las sábanas.

—¿Qué?
—Bueno—. Dar cruzó los tobillos. —Afuera ahí abajo, o en su habitación, una simple habitación es un
poco pequeña para papá.

Kerry se cubrió los ojos con una mano.

—Ohh… regresa, regresa, regresa… —Gimió, caminando hacia el vestidor. —Te diré algo, cariño, voy a
limpiar esa imagen de mi caché., ¿De acuerdo?
—Está bien—. Dar acordó amistosamente.
—No te atrevas a golpear la recarga.
—Está bien—. La mujer más alta se enrolló en la cama y se estiró, produciendo un sonido satisfactorio
cuando sus hombros se asentaron. Sacó una camisa y unos pantalones cortos de su cajón y tiró de ellos
cuando Kerry se conformó con una de sus camisas largas. —Vamos Chino… vamos a ver el nuevo juguete
del abuelo.

Ellos hicieron su camino hasta la escalera principal, y momentos más tarde, Dar dirigía el carrito de
golf por el completamente vacío puerto deportivo, iluminado por la luna.

493
—La noche está bonita—. Ella comentó.
—Mm—. Kerry se movió a un lado y miró al cielo sin nubes, salpicado de estrellas desvaneciéndose por
las cercanas luces de la ciudad. —Sí, lo es. —Los neumáticos crujieron en la grava, sonando fuerte en la
oscuridad, y echó la cabeza hacia atrás y se recostó en su asiento acolchado. Chino estaba sentado en la
parte de atrás, y llevaba la cabeza apoyada en el refuerzo entre ellas, olfateando con interés.

Doblaron, y continuaron por el puerto deportivo, los sonido de las olas se fundían con el tintineo
suave de aparejos de los barcos.

—Por Dios—. Kerry murmuró. —¡Esa cosa es enorme!


—Sí. ¿No a todos los chicos les encanta escuchar eso? —Dar dio la vuelta y murmuró, mientras ahogaba
una risa. —Bueno, ahora es su casa, así que…

El Bertram estaba metido en el área de invitados en el borde de la Marina, la fibra de vidrio brillaba
bajo la luna. Todos los de sesenta pies de largo, ofrecía un puente de vuelo, como el de Dar, y una cubierta
de proa a medida que sería excelente para su madre para poner un caballete en él.

—Bonito.

Aparcó el carro y salieron caminando hasta la parte posterior de la embarcación, mientras sus padres
salían a su encuentro.

—Buenos días. —Dar levantó una mano hacia ellos.


—Hola a las dos. —Cecilia dio a su marido una mirada exasperada. —Traté de hacerle esperar.
Sinceramente.

Kerry se echó a reír cuando ella saltó a bordo.

—Eso está bien… wow… esto es lindo. —Se asomó a la consola del puente, que brillaba bajos las luces
verdes.
—Mm… sí, lo es. —Ceci estuvo de acuerdo alegre. —Feliz cumpleaños, por cierto. —Ella vacilante
ofreció un abrazo a Kerry, que fue aceptado con entusiasmo. —¿Fuiste sorprendida en tu fiesta?
—Si, lo fue. —Dar rió, cuando Kerry recibió otro abrazo de su padre. —Ella quedó sin habla.
—Ahora eso, ¡ah habría pagado para verlo! —Andrew arrastró las palabras. —Ah ah… nada de eso,
señorita, o voy a agarrar esa lengua y torcerla.
—Ese pastel estuvo precioso… muchas gracias. —Kerry volvió sus ojos verdes mar hacia Ceci. —Yo
estaba muy, muy sorprendida por todo… ¿sabías que Dar me mintió?
—¿Acerca de tu promoción? Sí, lo sabía. —La mujer mayor respondió. —Me gustaría haber estado allí,
pero Andy estaba muy ansioso por tomar posesión de este pequeño barco…

El ex marino en cuestión estaba saltando sobre las puntas de sus pies.

—¿Todos quieren un tour?— Preguntó, esperanzado. —Y tengo que decir, gaste una buena parte de dinero
en nombre del gobierno por los costos del barco, infiernos, más los costos de mi entrenamiento naval. Sin
embargo, sentado en la oficina de ese hombre y hacerle un cheque por esto fue como la cosa más rara que
he hecho.
—Él está impresionado. —Ceci comentó. —Y May lo hubiera aprobado definitivamente. —Ella sonrió. —
Vamos… puse un poco de café para inaugurar la máquina.

494
Fueron a la cabina, que no era demasiado diferente a la de Dar. Había una sala de estar en el frente,
con un cómodo sofá y una mesa, y un conjunto de estanterías. Al otro lado, había zona de armarios y una
mesa de dibujo, hecho a medida para su madre, sospechó Dar.
Detrás de la sala de estar había una compacta cocina, con un sistema incorporado de microondas y la
estufa, y una nevera de buen tamaño, y junto a ella una acogedora mesa para comer.
Las escaleras descendían detrás de eso, a la habitación, que estaba construida con cajones y luces
empotradas, la cama era más grande que la de su barco, y por varias pulgadas. Junto a ella estaba el baño,
que tenía una ducha de buen tamaño. Había zonas de almacenamiento integrados en todos las mamparas y
el espacio de estar estaba forrado de madera, entornado con herrajes de bronce empotrados.

—Esto es tan bonito—. Kerry suspiró. Los colores eran azul y cimarrones, con la excepción de los asiento
del inodoro, que eran de un interesante color rosa.

Dar decidió no preguntar sobre eso.

—Definitivamente cómodo. —Golpeó a su papá en la espalda. —Mejor que una litera de dieciocho
pulgadas de ancho, ¿eh?
—Señor—. Andrew se echó a reír. —Odiaría ver los rostros de mis amigos al ver esto… van a lanzarme
directo por la borda. —Pero se veía muy contento con su nuevo hogar. —Me gusta esto, sin embargo. De
verdad.

Ceci se apoyó en él, y exhaló.

—A mi también—. Ella le dio en su brazo un apretón, luego se trasladó a la cocina y sirvió tazas
humeantes de café con olor a nuez. —Ah… casi se me olvida. —Dejó la bandeja sobre la mesa, y le dio un
codazo a hacia ella. —Tengo algo para ustedes dos… solo una pequeña pintura que terminé hace unos días.
—Eh—. Andrew adulteró su café y tomó un sorbo de la taza azul marino. Dar y Kerry se unieron a él, Dar
miraba más allá de su hombro con curiosidad mientras su madre sacaba algo de un armario.
—Kerry recibió una tarjeta de cumpleaños de sus padres. —Ella informó a sus padres.
—¿Sí?— Andrew estaba sorprendido. —El infierno, supongo que tiene conciencia, después de todo.
—Me alegro de oírlo. —Ceci dijo en voz baja, cuando presentó un lienzo, luego se volvió para verlos,
apoyándolo contra la mesa. —Creí que podría dar a tu sala de estar un poco de color.

Dar y Kerry miraron la pintura, y luego la una a la otra, y luego a la pintura.

—Wow—. Kerry murmuró. —Es magnífico.

Dar parpadeó.

—Es… —Ella se acercó más. —¿Cómo hiciste eso?


—Soy artista. —Ceci comentó secamente. —Es lo que hago. —Pero ella parecía complacida con la
reacción.

La pintura era una escena de la selva, los verdes profundos y azules de la hierba rodeaban a dos
sujetos, una gran pantera negra, recostada majestuosamente en el suelo cubierto de musgo, con las patas
extendidas. Entre ellos estaba echado un pequeño y dorado zorro, mirando tímidamente, con la esponjosa
cola perfectamente escondida alrededor de su pequeña pata. Una manzana roja descansaba cerca.

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Fueron los ojos los que las recibió. Ceci había capturado de alguna manera, en la pálida mirada azul
de la pantera, el espíritu salvaje de su hija, y los pálidos ojos verdes del zorro reflejaban la dulce
inteligencia de Kerry.
Un acorde sonó profundo y melancólico en cierta medida en la memoria de Dar mientras estudiaba
las imágenes, el susurro de un pasado del que no se acordaba, el fantasma de un suave toque en el hombro
casi le hizo dar la vuelta.

—Es increíble—. La risa de Kerry burbujeaba. —Muchas gracias.

Dar sonrió.

—Gracias, mamá.
—No hay de qué. —Ceci comentó enérgicamente. —Ahora… ya que tengo a los tres juntos… ¿y dónde
está ese perro?

Chino, estaba acurrucada cerca de la puerta donde le había ordenado Dar quedarse. Gruñó.

—Gruff.
—Excelente. Necesito una foto de todos ustedes. —Ceci los juntó a todos. —Vamos ahora… va a tomar un
segundo.
—¿Vestida así?— Dar cuestionó, tirando de su camisa. —¿Para qué?
—Shh—. Su madre esperaba que Chino entrara en la foto, luego presionó el botón. —¿Crees que sólo
ustedes pueden manipular las imágenes de ordenador? Puedo vestirlas como quiera, una vez que pinte el
lienzo.
—¿Pintar?
—¿Lienzo? —Kerry intervino pulgadas —¿Estas haciendo uno de nosotros?
—¡Gruff!

Andrew se rió entre dientes.

—¿Quieres ir a dar un paseo? Tuve que meter unos cuantos caballos extra en esta cosa… y tenemos
suficiente comida a bordo para ver la salida del sol.

Oh, chico. Trabajar sería un infierno después de eso.

—Claro—. Dar una sonrisa. —Deja arrancar, papá.


—Dar…
—Uh…
—Eh…

FIN

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