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Dios en Ia tierr.a
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Ediciones Era
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INDICE
,/Dios en la tierra, 9 i
El coraz6n verde, 17
iLa conjetura, 35
Barra de Navidacl, 49 .
El quebranto, 55
Una mujer on la tierra, 73
Preferencias, 83
La venadita. 89
El hijo tento, 93
La soledad, 105
,El abismo, 119
Verde es el color de la esperanza, 129
La acusaci6n, 137
El dios vivo, 145
La caida, 151
iCuänta serä la oscuridad?, 163
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DIOS EN LA TIERRA
. . . y, sin embargo, estoy seguro de que el
hombre nunca renunciari a[ verdadero su-
frimiento; es decir, a la destrucci6n y al
caos'
Dostoievski
11
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puds un grito como un aullido de lobo perseguido, de fiera
rabiosamente triste:
Cristo Rey!
-3Viva
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pensar, no tenia en el cerebro otra cosa que la sed.
-.1Si, mi. teniente, 6l
ahi'staba. .
nos mand6 aviür que con seguro
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E_ I profesor estaria, no cerca ni lejos del pueblo, para lle-
"""1fl1i"trä1H",,fff'H"r:1:
vados al agua, al agua buena, a la que bebian los hijos de
Dios.
De pronto aquellos hombres como que detenian su mar- ;Cuändo llegarian? ;Cuändo
cha, yä sin deseos. Pero siempre hay algo inhumano e ilu- opuestas, enemigas, diversamente
sorio que I voces, eterntmente, Y allä: una masa nacida en la furia
I no deja int Y entonces Ia peque-
fia tropa ac nte, en contra de Dios.
I
De Dios que habia tomado la forma de la sed. Dios. lEn
todo lugar! Alli entre los cactosn caliente, de fuego infernal
I
en no lo olvidasen nunca, nunca, pa-
ra
an en la frente de Medina y baja-
ba las sienes, hasta los brazos y la El teniente balanceaba la cabeza mirando c6mo las ore-
punta de los dedos: "a. . .gua, o. . .guä, a. . .gua. . .". lPor
qu6 repetir esa palabra absurda? ;Por qu6 tambi6n los ca-
ballos, en sus pisadas. . . ? Tornaba a mirar los rostros de
dificiles.
. . cre€s que el profesor. . .?
.banEnenlalasperiferia de la masa, entre los hombres que esta-
-L.
Toda la pequefia tropa sinti6 un alivio, como si viera el casas fronteras, todavia se ignoraba qu6
era aque-
agua ahi enfrente, porque no podia discurrir ya, no podia llo. Voces s6lo, dispares:
t4 15
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I
EL CORAZON VERDE
--iSi, si, si!
no, no!
-iNo,
1Ay de los vencidos! Aqui no habia nadie ya, sino el cas-
tigo. La Ley Terrible que no perdona ni a la vigdsima ge-
neracidn, ni a la centesima, ni al gdnero humano. Que no
perdona. Que jur6 vengarse. Que jur6 no dar punto de re-
poso. Que jur6 cerrar todas las puertas, tapiar las ventanas,
oscurecer el cielo y sobre su azul de lago superior, de agua
a6rea, colocar un manto pürpura e impenetrable. Dios est6
aqui de nuevo, para que tiemblen los pecadores. Dios estd
defendiendo su iglesia, su gran iglesia sin agua, su iglesia de
piedra, su iglesia de siglos.
I
täneo" salia.
Viva Cristo Rey. . .!
-lGrita
Los ojos del maestrb se perdian en el aire a tiempo que
repetia, exhausto, la consigna:
Cristo Rey!
-lViva
Los hombr-es de la periferia ya estaban enterados tambi6n.
Ahora se les veia el rostro ennegrecido, de animales duros.
dio agua a los federales, el desgraciado. . .!
-1l-es
lAgua! Aquel liquido transparente de donde se form6 el
mundo. ;Agua! Nada menos que la vida.
lTraidor!
-lTraidor!
Para quien lo ignore, la operaci6n, pese a todo, es bien
sencilla. Brutalmente sencilla. Con un machete se puede afi-
lar muy bien, hasta dejarla puntiaguada, completamente pun-
tiaguda. Debe escogerse un palo resistente, que no se guie-
bre con el peso de un hontbre, de "un cristiano", dice el
pueblo. Luego se introduce y al h de
las piernas, hacia abajo,, con vigor,
De lejos el maestro parecia un su
cstaca, agitändose como si lo moviera el viento, el viento
que ya corria, llevando la voz profunda, cicl6pea, de Dios,
que habia pasado por la tierra.
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