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Conte type n° 333 LE PETIT -Oh, sí -contestó Caperucita-.

¿Ves aquel molino


que se ve allá a lo lejos?, pues en cuanto lo pases,
CHAPERON ROUGE en la primera casa del pueblo.
AA. Th. 333: The glutton (Red riding hood), Le -¡Pues mira por donde! -dijo el lobo-. Yo quiero ir
glouton (Le petit chaperon rouge). — PERRAULT, a verla también; voy a ir por este camino y tú lo
Le petit chaperon rouge; —GRIMM, Rotkâppchen harás por aquel otro; a ver quién llega antes. (120)

El lobo echó a correr con todas sus fuerzas por el


I. Versión Perrault (1697) camino más corto, mientras que la niña se fue por
el camino más largo, entreteniéndose en coger
CAPERUCITA ROJA1 avellanas, corriendo detrás de las mariposas y
haciendo ramilletes con las flores que encontraba.
Érase una vez una niña de pueblo, la más bonita
que se haya podido ver nunca. Su madre la quería El lobo no tardó mucho tiempo en llegar a la casa
con locura, y su abuela aún la quería más. La de la abuelita. Llamó a la puerta: Toc. toc.
abuelita le había hecho a su nieta una capa roja
con capucha, y le sentaba tan bien que por todas -¿Quién es?
partes la llamaban Caperucita Roja. -Soy tu nieta, Caperucita Roja -dijo el lobo
Un día su madre, que había hecho unos pasteles afinando la voz-, y te traigo unos pastelitos y un
muy ricos, le dijo: tarrito de mantequilla que te manda mi madre.

-Ve a ver cómo se encuentra la abuela, pues me La pobre abuela, enferma en la cama, le gritó:
han dicho que está algo enferma, y le llevas unos -Tira de la cuerda y se abrirá la puerta.
pastelitos y un tarrito de mantequilla.
El lobo tiró de la cuerda y la puerta se abrió. Se
Caperucita Roja salió enseguida hacia casa de su abalanzó entonces sobre la buena de la abuelita,
abuela que vivía en otro pueblo. Al atravesar el devorándola en un santiamén. El lobo estaba
bosque se encontró con el lobo, que tenía muchas hambriento, hacía más de tres días que no probaba
ganas de comérsela. Pero el lobo no se atrevió a bocado. Después cerró la puerta y se acostó en la
comérsela porque estaban cerca unos leñadores. cama de la abuelita, esperando la llegada de
Entonces el lobo le preguntó: Caperucita.
— ¿Adónde vas? La niña llegó poco después y llamó a la puerta:
Y Caperucita que no sabía que era peligroso hablar Toc, toc.
con lobos, le dijo: -¿Quién es? -dijo el lobo.
-Voy a ver a mi abuelita, y a llevarle estos Caperucita Roja, al oír el vozarrón del lobo, tuvo
pastelitos y este tarrito de mantequilla. miedo al principio, pero, creyendo que su abuelita
-¿Vive muy lejos? – le dijo el lobo. estaba ronca, respondió:

-Soy tu nieta, Caperucita Roja, y te traigo unos


pastelitos y un tarrito de mantequilla, que te envía
mi mamá.

1 Perrault, Charles (2010). Cuentos completos. Alianza Editorial. Madrid: El lobo le gritó, endulzando un poco la voz:
España
-Tira de la cuerda y se abrirá la puerta. como fueron hechas. (123)

Caperucita Roja tiró de la cuerda y la puerta se


abrió. El lobo, viéndola entrar, le dijo, ocultándose II Versión Nivernaise (1885)
en la cama bajo las mantas: (121)
CONTE DE LA MÈRE GRAND2
-Deja los pastelitos y el tarrito de mantequilla
encima de la cómoda y ven a acostarte conmigo. Había una vez una niñita a la que su madre le dijo
que llevara pan y leche a su abuela. Mientras la
Caperucita Roja se desnudó y fue a meterse en la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó
cama; pero se quedó muy sorprendida al ver cómo y le preguntó adónde se dirigía.
era su abuelita en camisa de dormir, y le dijo:
– A la casa de mi abuela, le contestó.
-Abuelita, ¡qué brazos más grandes tienes!
– ¿Qué camino vas a tomar, el camino de las
-Son para abrazarte mejor, hija mía. agujas o el de los alfileres?

-Abuelita, ¡qué piernas más grandes tienes! – El camino de las agujas.

-Son para correr mejor, niña mía. El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó
primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre
-Abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes! en una botella y partió su carne en rebanadas sobre
-Son para oírte mejor, mi niña. un platón. Después se vistió con el camisón de la
abuela y esperó acostado en la cama. La niña tocó
-Abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes! a la puerta.

-Son para verte mejor, niña mía. – Entra, hijita.

-Abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes! – ¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.

-¡Son para comerte! – Come tú también, hijita. Hay carne y vino en la


alacena.
Y diciendo estas palabras, el lobo malvado se
arrojó sobre la pequeña Caperucita y se la comió. La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía;
(122) mientras lo hacía, un gatito dijo:

MORALEJA – ¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la


sangre de tu abuela! (373)
La niña bonita,
la que no lo sea, Después el lobo le dijo:
que a todas alcanza
esta moraleja, – Desvístete y métete en la cama conmigo.
mucho miedo, mucho, – ¿Dónde pongo mi delantal?
al lobo le tenga,
que a veces es joven – Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
de buena presencia,
de palabras dulces,
de grandes promesas, 2Reproducido por Delarue, Paul & Teneze, Marie (2002) Le conte populaire
français. Ed Maisonneuve Larose. Paris: Francia. Citado en Darnton, R
tan pronto olvidadas (1987). La gran matanza de gatos y otros episodios de la historia de la
cultura francesa. Ed. Fondo de Cultura Económica, México.
Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la formalita, sin apartarte del sendero, no fueras a
falda, las enaguas y las medias), la niña hacía la caerte y romper la botella; entonces la abuelita se
misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba: quedaría sin nada. Y cuando entres en su cuarto no
te olvides de decir ―buenos días‖, y no te
– Tírala al fuego; nunca más la necesitarás. entretengas en curiosear por los rincones.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó: -Lo haré todo como dices- contestó Caperucita,
– Abuela, ¿por qué estás tan peluda? dando la mano a su madre.

– Para calentarme mejor, hijita. Pero es el caso que la abuelita vivía lejos, a media
hora del pueblo, en medio del bosque, y cuando la
– Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan niña entró en él encontróse con el lobo. Caperucita
grandes? no se asustó al verlo, pues no sabía lo malo que era
aquel animal.
– Para poder cargar mejor la leña, hijita.
-¡Buenos días, Caperucita Roja!
– Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
-¡Buenos días, lobo!
– Para rascarme mejor, hijita.
-¿A dónde vas tan temprano Caperucita?
– Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan
grandes? -A casa de mi abuelita.

- Para comerte mejor, hijita. Y el lobo se la comió. -¿Y qué llevas en el delantal? (370)
(374)
-Pastel y vino. Ayer amasamos, y le llevo a mi
abuelita algo para que se reponga, pues está
enferma y delicada.
III. Versión Hnos. Grimm (1897)
-¿Dónde vive tu abuelita?
CAPERUCITA ROJA3
-Bosque adentro, a un buen cuarto de hora todavía;
Érase una vez una niña tan dulce y cariñosa, que
su casa está junto a tres grandes robles, más arriba
robaba los corazones de cuantos la veían: pero
del seto de avellanos; de seguro que la conoces-
quien más la quería era su abuelita, a la que todo le
explicóle Caperucita.
parecía poco cuando se trataba de obsequiarla. Un
día le regaló una caperucita de terciopelo colorado, Pensó el lobo: ―esta rapazuela está gordita, es
y como le sentaba tan bien y la pequeña no quería tierna y delicada y será un bocado sabroso, mejor
llevar otra cosa, todo el mundo dio en llamarla que la vieja. Tendré que ingeniármelas para
―Caperucita Roja‖. pescarlas a las dos‖. Y, después de continuar un
rato al lado de la niña, le dijo:
Díjole un día su madre:
-Caperucita, fíjate en las lindas flores que hay por
-Mira, Caperucita: ahí tienes un pedazo de pastel y
aquí. ¿No te paras a mirarlas? ¿Y tampoco oyes
una botella de vino; los llevarás a la abuelita, que
cómo cantan los pajarillos? Andas distraída, como
está enferma y delicada; le sentarán bien. Ponte en
si fueses a la escuela, cuando es tan divertido
camino antes de que apriete el calor, y ve muy
pasearse por el bosque.
3 Rotkâppchen. Grimm, Hnos. (2012). Todos los cuentos. Antroposofica. Bs
As: Argentina
Levantó Caperucita Roja los ojos, y al ver -¡Ay, abuelita, vaya manos tan grandes que tienes!
bailotear los rayos de sol entre los árboles y todo
el suelo cubierto de bellísimas flores, pensó: ―si le -Así puedo cogerte mejor.
llevo a la abuelita un buen ramillete le daré una -¡Pero, abuelita! ¡Qué boca más terriblemente
alegría; es muy temprano aún, y tendré tiempo de grande!
llegar a la hora‖. (371)
-¡Es para tragarte mejor!
Se apartó del camino para adentrarse en el bosque
y se puso a coger flores. Y en cuanto cortaba una, Y diciendo esto, el lobo saltó de la cama y se tragó
ya le parecía que un poco más lejos asomaba otra a la pobre Caperucita Roja. Cuando el mal bicho
más bonita aún, y de esta manera penetraba cada estuvo harto, se metió nuevamente en la cama y se
vez más en la espesura, corriendo de un lado a quedó dormido, roncando ruidosamente.
otro.
He aquí que acertó a pasar por allí el cazador, el
Mientras tanto, el lobo se encaminó directamente a cual pensó: ―¡Caramba, cómo ronca la anciana!
casa de la abuelita, y al llegar llamó a la puerta. Voy a entrar, no fuera que le ocurriese algo‖.
Entró en el cuarto y, al acercarse a la cama, vio al
-¿Quién va? lobo que dormía en ella.
-Soy Caperucita Roja, que te trae pastel y vino. -¡Ajá! ¡Por fin te encuentro, viejo bribón!-
-¡Abre! ¡Descorre el cerrojo!- gritó la abuelita-; exclamó-. ¡No llevo poco tiempo buscándote!
estoy muy débil y no puedo levantarme. (372)

Descorrió el lobo el cerrojo, abrióse la puerta, y la Y se disponía ya a dispararle un tiro, cuando se le


fiera, sin pronunciar una palabra, encaminóse al ocurrió que tal vez la fiera habría devorado a la
lecho de la abuela y la devoró de un bocado. abuelita y que quizás estuviese aún a tiempo de
Púsose luego sus vestidos, se tocó con su cofia, se salvarla. Dejó, pues, la escopeta, y con unas tijeras
metió en la cama y corrió las cortinas. se puso a abrir la barriga de la fiera dormida. A los
primeros tijerazos, vio brillar la caperucita roja, y
Mientras tanto, Caperucita había estado cogiendo poco después saltó fuera la niña, exclamando:
flores, y cuando tuvo un ramillete tan grande que
ya no podía añadirle una flor más, acordóse de su -¡Ay, qué susto he pasado! ¡Y qué oscuridad en el
abuelita y reemprendió presurosa el camino de su vientre del lobo!
casa. Extrañóle ver la puerta abierta; cuando entró A continuación salió también la abuelita, viva aún,
en la habitación experimentó una sensación rara, y aunque casi ahogada. Caperucita Roja corrió a
pensó: ―¡Dios mío, qué angustia siento! Y con lo buscar gruesas piedras, y con ellas llenaron la
bien que me encuentro siempre en casa de mi barriga del lobo. Éste, al despertarse, trató de
abuelita‖. Gritó: escapar, pero las piedras pesaban tanto que cayó al
-¡Buenos días!- pero no obtuvo respuesta. Se suelo muerto.
acercó a la cama, descorrió las cortinas y vio a la Los tres estaban la mar de contentos. El cazador
abuela, hundida la cofia de modo que le tapaba despellejó al lobo y se marchó con la piel; la
casi toda la cara y con un aspecto muy extraño. abuelita se comió el pastel, se bebió el vino que
-¡Ay, abuelita! ¡Qué orejas más grandes tienes! Caperucita le había traído y se sintió muy
restablecida. Y, entretanto, la niña pensaba:
-Así te oigo mejor.
―Nunca más, cuando vaya sola, me apartaré del IV. Versión oral de Fraisse (Loire, 1874)
camino desobedeciendo a mi madre‖.
LA NIÑA Y EL LOBO45
Y cuentan también que otro día que Caperucita
llevó un asado a su anciana abuelita, un lobo Una niña trabajaba en una granja cuidando de dos
intentó de nuevo desviarla de su camino. Mas la vacas. Cuando terminó sus tareas se aprestó para
niña se guardó muy bien de hacerlo y siguió volver a su casa. Su jefe le dio un poco de queso y
derechita, y luego contó a la abuela que se había un pan.
encontrado con el lobo, el cual le había dado los - Toma pequeña, llévaselo a tu madre. Este queso
buenos días, pero mirándola con unos ojos muy y este pan les vendrán muy bien a la hora de la
aviesos. cena.
-A buen seguro que si no llegamos a estar en pleno La pequeña tomó el queso y el pan. Ella
camino, de devora. atravesaba el bosque cuando de repente se
-Ven – dijo la abuelita-, cerraremos la puerta bien, encontró con el lobo que le dijo: ¿Adónde vas
para que no pueda entrar. (373) pequeña?

No tardó mucho tiempo en presentarse el muy - Voy a ver a mi madre. He acabado de trabajar.
bribonazo, gritando: - ¿Te han pagado?
-Ábreme, abuelita; soy Caperucita Roja que te - Sí, me pagaron, incluso me dieron pan y queso.
traigo asado.
- ¿Que camino vas a tomar?
Pero las dos se estuvieron calladas, sin abrir. El
lobo dio varias vueltas a la casa, y al fin se subió - Voy a tomar el camino de las alfileres, y tú ¿qué
de un brinco al tejado, dispuesto a aguardar a que camino tomarás?
la niña saliese al anochecer para volver a casa;
- Voy a tomar el camino de las agujas.
entonces la seguiría disimuladamente y la
devoraría en la oscuridad. Pero la abuelita le El lobo corrió y llegó primero, entró a la casa,
adivinó las intenciones. He aquí que delante de la mató a la madre y se comió la mitad. Preparó el
casa había una gran artesa de piedra, y la anciana fuego y se dispuso a cocinar lo que quedaba de la
dejo a la pequeña: madre. Luego cerró la puerta y se acostó en la
cama.
-Coge el cubo, Caperucita; ayer cocí salchichas; ve
a verter el agua en que las cocí. La pequeña llegó a su casa e intentó abrir la
puerta. ¡Ah! ¡Mamá, ábreme!
Hízolo así Caperucita, y repitió el viaje hasta que
la artesa estuvo llena. El olor de las salchichas - Estoy enferma mi pequeña. Me acosté y no
subió hasta el olfato del lobo, que se puso a puedo levantarme para abrirte. Usa la llave. La
husmear y a mirar abajo; al fin, alargó tanto el pequeña así lo hizo y logró entrar a la casa; el lobo
cuello que perdió el equilibrio, resbaló del tejado, ocupaba el lugar de su madre.
cayó de lleno en la gran artesa, y se ahogó.
4 Variante de Nanette Lévesque, mujer analfabeta del Fraisse (Loire),
nacida alrededor de 1794 en Sainte-Eulalie (Ardèche). Esta versión fue
Caperucita se volvió tranquilamente a casita sin recogido por V. Smith (Contes de Nanette Lévesque, Bibliothèque de
l’Institut catholique).
que nadie le tocase ni un pelo (374) 5 La partida de la pequeña se relaciona con las actividades de la sociedad
campesina de su tiempo: "ocupada" en una granja en la que debe cuidar de
dos vacas, Caperucita recibe como paga una botella de vino y un queso" que
llevara a su madre...
- ¿Estás enferma, mamá? - Es la vejez, es la vejez. ¡Mis dientes son para
comerte!, y el lobo se la comió.
- Sí, estoy muy enferma. ¿Recién sales del trabajo?

- Sí, hace un rato. Me dieron una horma de queso y


un pan. Versión oral de Touraine (1885)

- Está bien querida, dame un pedazo. El lobo tomó FILLON FILLETE Y EL MALVADO67
la porción, se la comió, y le dijo a la pequeña:
"Hay carne en el fuego y vino en la mesa, cuando Había una vez una niña de campo que se enteró de
hayas comido y bebido, metete en la cama que su abuela estaba muy enferma. Ella se puso en
conmigo". camino para visitarla al día siguiente. Llegó a un
cruce de caminos y no sabía cuál tomar. Allí se
La sangre de la madre, había sido embotellada y encontró con un hombre muy feo, que llevaba una
servida en vaso. El lobo le dijo: ¡come carne, y cerda, y le preguntó si sabía cuál era el camino que
bebe el vino del vaso querida! llevaba a lo de su abuela. ―Tienes que tomar el
camino de la izquierda‖, le dijo, ―es el mejor y el
Había un pequeño pájaro en la ventana que le dijo más corto de los caminos‖; ―por este llegarás
a la pequeña: rápidamente‖. La niña emprendió la marcha pero
- ¡Ri Tin tin tin tin! Te has comido la carne de tu pronto se dio cuenta que había tomado el camino
madre y has bebido de su sangre. La pequeña más largo, lo que demoro su llegada a casa de su
preguntó: abuela.

- ¿Qué dice de mi mamá, este pajarraco? Mientras la pequeña Jeannette se demoraba y


extraviaba en tal mal camino, el villano había
- No ha dicho nada, sigue comiendo, y déjalo tomado el de la derecha, y había llegado
cantar. rápidamente a la casa de la abuela. El malvado
mató a la pobre mujer, la trozo y puso la carne
Y cuando termino de comer y de beber, el lobo le
sobre la mesada. Luego se metió en la cama.
dijo a la pequeña: Ven a la cama querida. Ven a la
cama. Ya has comido suficiente, ahora metete que Cuando la pequeña llegó a lo de su abuela, llamó a
tengo los pies fríos la puerta, abrió, entró y dijo:

- Enseguida mamá. - ¿Cómo estás abuela?

Ella se desnudó, se metió en la cama junto a su - Muy mal, mi hija, respondió el sinvergüenza con
madre, y luego le dijo: un tono lastimero, imitando su voz: ¿Tienes
hambre?
- ¡Ah! ¡Mamá, qué peluda estás!
- Sí, mi abuela, ¿qué hay para comer?
- Es la vejez, mi hijita, es la vejez
- Hay carne fresca sobre la mesa, toma la sartén y
La pequeña tocó sus patas: ¡Ah! ¡Mamá que largas
cocínala así comes algo. La pequeña obedeció.
tienes las uñas!

- Es la vejez querida, es la vejez.


6 Versión recogida en Touraine por M. Legot (Revue de l`Avranchin, 1885).
- ¡Ah! ¡Mamá, que largos y afilados tienes los 7 Si bien es cierto que algunas versiones de la tradición oral culminan en
tragedia como en Perrault, una gran parte de ellos tienen un final feliz,
dientes! totalmente diferente de la versión de la Grimm ya que la niña no es
devorada por el lobo. Solo la abuela muere.
Mientras ella asaba la carne, oyó desde la parte convencerás de que aún estoy ahí. Eso te
superior de la chimenea voces angelicales que le tranquilizará.
decían: ―¡Ah! la niña maldita ha cocido a su propia
abuela!‖ - Tienes razón, mi hija, tienes razón.

- ¿Qué dicen de mi abuela esas voces que salen de - El malvado ató una hebra de lana a la pierna de
la chimenea? Jeannette y la mantuvo tirante en su mano.

- No les hagas caso mi hija, son pequeños pájaros Cuando la chica salió al patio cortó el hilo y lo ato
que cantan en su lengua; y la pequeña continuo a un arbusto. Luego corrió a toda prisa. Un
asando la carne de su abuela. Las voces una vez momento después, la falsa abuela preguntaba:
más dijeron ―¡Ah! la malvada niña esta cocinando - ¿Has terminado de hacer tus necesidades
a su propia abuela!‖ Jeannette dijo entonces. ―No Jeannette? ¿Verdad?
tengo hambre, abuela, no quiero comer de estas
carnes‖. ―¡Bien!, respondió el villano, ―entonces La niña ya no estaba pero la vos angelical de la
metete en la cama, mi hija, ven a calentarme‖. Y chimenea respondía: ―¡Todavía no, abuela, aún
Jeannette se acostó con su abuela. no!‖

Una vez acostada, exclamó: El malvado sospechaba, así que tiró de la hebra de
lana. La niña no estaba, había huido. El villano
- ¡Ah! ¡Abuela, que brazos tan grandes tienes! iracundo se puso de pie, montó en su gran cerda y
- Son para abrazarte mejor, mi hija, para abrazarte se dispuso a perseguir a la pequeña por el bosque.
mejor. El monstruo llegó a un río en el que unas
- ¡Ah! ¡Abuela que piernas tan grandes tienes! lavanderas enjuagaban sus ropas. Les pregunto:

- Son para caminar mejor, mi hija, para caminar - ¿Habéis visto a una pequeña por aquí?
mejor. - Sí, respondieron las lavanderas extendimos
- ¡Ah! ¡Abuela, que ojos tan grandes tienes! nuestras ropas a través del rio y ella pudo cruzar.

- Son para verte mejor, mi hija, para verte mejor. - ¡Ah! dijo el malvado, ¿podrían hacerme el
mismo favor?
- ¡Ah! ¡Abuela, que dientes tan grandes tienes!
Las lavanderas tendieron sus sabanas sobre el rio,
- Son para comerte mejor, mi hija, para comerte el malvado montó en su gran cerda y marcho de
mejor. prisa. Pero cuando iba por la mitad del rio las
sabanas se hundieron y el malvado clamó: ―nada,
Jeannette se asustó y dijo: ¡Ah! ¡Abuela, tengo nada, nada mi gran cerda, si no nadas nos
ganas de hacer mis necesidades! ahogaremos‖. Pero la cerda no podía hacer pie, ni
- Hazlas aquí mismo en la cama, mi hija, aquí nadar y ambos terminaron por ahogarse. La
mismo muchacha se había salvado.

- Mejor salgo al patio abuela, si tienes miedo de


que me vaya, ata este hilo de lana a mi pierna y
cuando veas que me demoro tira de él. Así te
Versión de Henri Pourrat (1958) - ¡Es la vejez, mi hija, tantos años recogiendo leña
del bosque han convertido mis piernas en madera!
CAPERUCITA ROJA89
- ¡Oh, abuela, que grandes brazos tienes!
Se abre la puerta. Entre Caperucita roja, saltando
como una perdiz. - ¡Son para abrazarte mejor, querida!

- Deja el pedido junto al fuego, mi pequeña. - ¡Oh, abuela, que orejas tan grandes tienes!
Metete en la cama conmigo, así me das un poco de
calor. Luego dormiremos una siesta. - Mi querida, son para escucharte mejor.

- ¡Abuela, tengo hambre y sed! - ¡Oh, abuela, que dientes tan grandes tienes!

- ¡Sírvete de la carne y el vino que están sobre la - ¡Mi querida, son para comerte mejor!
mesada! Y ¡Glup!, de un solo bocado, como si se hubiera
Entonces la animada Caperucita Roja se dispuso a comido una cereza, el lobo se tragó a Caperucita.
comer, pero se sorprendió al escuchar a un gato
que dormía en un taburete junto al fuego, que le
decía:

¡Te comes la carne


de tu abuela!,
¡Te bebes la sangre
de tu abuela!
- ¡Oh!, has escuchado lo que me ha dicho el gatito:
que yo he comido y bebido de la carne y la sangre
de mi abuelita.

- No ha dicho nada, mi pequeña; es que los oídos


te silban! Ven pronto a mi lado, ven a calentarme.
Mientras Caperucita subía a la cama noto que no
se sentía bien: "tiemblo, creo que tengo fiebre"

- Oh, abuela, tienes las piernas ásperas, como


madera de abeto del bosque de Malavieille.

8 Extracto de Caperucita Roja por Henri Pourrat. En Le Tresor des contes,


Gallimard 1948-1962.
9 Esta versión cuenta con una Caperucita y su abuela, "gente humilde que
trabaja para obtener el sustento diario"; ellas viven rodeadas de un gran
bosque [...] tan oscuro como el vientre del lobo". De regreso a casa, después
de recoger leña, llegan a un cruce de caminos: la niña elige el camino de
"pierrettes" y su abuela, cargada con la leña, el camino de "epinettes". La
Caperucita tras recoger moras y avellanas se queda dormida. Esto ocurre
antes de encontrarse con la bestia peluda: "Debo regresar a casa antes que
me sorprenda el lobo, la abuela me ha prohibido jugar o conversar con él".
La muerte de la abuela es sangrienta - al igual que en la versión nivernaise -,
su carne y su sangre son conservadas por el lobo e inocentemente comidas
por la niña - a pesar de las advertencias de un gato - justo antes de
convertirse ella misma en víctima. Ambas son rescatadas por el padrino de
Caperucita, un leñador que abre el vientre del lobo y las libera. Al momento
de sacarlas se describe a una abuela casi muerta que "parpadeaba y movía
las orejas".

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