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CICLO C – TIEMPO ORDINARIO – MARTES XI

SEMINARIO MAYOR – 14 DE JUNIO DE 2016

PADRE NUESTRO
Mateo 5,43-48

Decimos “Venga a nosotros tu reino”. Podemos aplicarlos a Cristo Rey, al reinado social, pensar en
La Vendé, o en la Falange española y Primo de Rivera, Franco y la cristiandad añorada, cristianos
“de fierro”, o “de carta cabal”. Pero luego escuchamos “hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo”. Es como decir: Que venga a nosotros tu reino, pero para esto tiene que hacerse tu voluntad
no solo en el cielo sino aquí en la tierra. Hacer la voluntad del padre en la tierra. ¿Cómo se hace
eso?

Para nosotros es fácil hacerla todos los días. Entendemos la voluntad de Dios con respecto a
nosotros dividiéndola en dos: la voluntad significada y la voluntad de beneplácito. La significada es
la que se nos muestra en lo que está mandado, en los mandamientos, en nuestra regla, en cumplir
la obediencia a los superiores, los horarios, etc. La voluntad de beneplácito es aquello que Dios hace
o permite que pase sin estar “escrito expresamente”, es decir, las cosas que suceden y no estaban
previstas, pero por las cuales Dios manifiesta su voluntad.

Es como el seminarista que va a la iglesia y se pone a repetir con los ojos bien cerrados: “Dios mío
muéstrame tu voluntad”, “muéstrame tu voluntad”. De pronto suena la campana para el estudio y
no hace caso porque “tampoco es que seamos robots”, en eso llega otro seminarista y le pide
reemplazo de servicio, pero le responde que no porque tiene que estudiar. Sale de la iglesia, va
caminando y un padre le da un encargo importante y urgente, a lo que el seminarista se queja
interiormente porque le piden muchas cosas. Mientras va a su casa sigue meditando “muéstrame
tu voluntad”, se le cruza otro que siempre lo gasta, y como lo ve con cara de situación aprovecha
para decirle algo, nuestro seminarista se molesta pensando “cómo puede haber esa clase de
religiosos”. Finalmente llega a su banco de estudio y como ya está indispuesto para estudiar por
tantas “perturbaciones” mejor se pone a escribir la lista de lo que comprará en las vacaciones. Sigue
repitiendo, “Dios, muéstrame tu voluntad, quiero saber qué hacer en las vacaciones”. Suena la
campana de fin del estudio, reza como no queriendo el Angelus, pensando qué habrá de stuck y
cuando está por acabar de rezar llega un secretario a avisarle que adelantaron su fecha de examen,
y claro, entra a rezongar nuevamente. Ahora sí va a la mesa del stuck para comer algo, pero como
llegó tarde y había mucha hambre y poco stuck, tuvo que contentarse con unos cuanto caramelos
duros…

Cada día repetimos por lo menos nueve veces “hágase tu voluntad en la tierra”, que cuando recemos
el Padre Nuestro, pensemos en cada palabra que decimos, no lo hagamos mecánicamente sino con
amor, pidiéndole realmente cumplir con su voluntad significada y la de beneplácito. Ahí se va nuestra
vida religiosa, hacer “su voluntad” es la mejor oración que podamos hacer, ofrezcámosla por el
Capítulo.
Que podamos hacer efectivo hoy el fiat de nuestra Madre, ese “hágase en mí según tu palabra” que
repetimos tres veces al día.

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