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ESTUDIOS DE DERECHO PROCESAL

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURfDICAS

Serie G: ESTUDIOS DOCTRINALES 43


JOSÉ OVALLE FAVELA

ESTUDIOS DE DERECHO
PROCESAL
Prcsentación del doctor
HÉCTOR FIX-ZAMIIDIO

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTóNOMA DE MÉXICO


MÉXICO 1981
f/O())j /3
o 9/E
)) (J ( t¡- rf- r¡ f.

!1".nGAC:IOI.1
'U.IDlC:AS

Primera edición: 1981

DR © 1981. Universidad Nacional Autónoma de ~kxi(o


Ciudad Universitaria. México 20, D F

DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES

Impreso y JlCdlO en Mi:xko

ISBN 968-58-0065-0
A Maria de la Luz
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íNDICE

Presentación ..... 7
Prólogo 1,>,>

PRlMERA PARTE

ESTUDIOS GENERALES

1. Teoría general de la prueba ..

Ir. La ensei'íanza de la teoría general del pnKcso


lB. Acceso a la justicia en :I\féxico ... (jI

IV. Sistem;ls jurídicos y políticos. proceso y sociedad 1''-


-1

SFGCNDA PARTF

DERECHO PROCESAL CiVIL

V. El régimen impugnativo en el Anteproyecto de Código de Pro~


cedimientos Civiles del Estado de 1\Jéxico, de 1973 ... Hjr,.

VI. El objeto de la prueba en el proc.cso civil 175

VII. La justicia de mínima cuantía en 1\Jéxico y otros países de Amé-


rica Latina 193
VJJ1. Comentarios sobre el Congrc')o Internacional de Derecho Proce-
sal de 1977 " ~'1l

IX. Algunos problemas procesales de la protección al consumidor en


J\Téxico 253
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372 ÍNDICE

'!'ERCERA PARTE

DERECHO PROCESAL PENAL

X. Comentarios sobre la Ley de Extradición Internacional de 1975. 27:S


XI. La Ley de Responsabilidades de 1979 .. 291
XII. l.os antecedentes del jurado popular en l\Iéxico 299

Cl:ARTA PARTE

DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO

XII r. Algunas consideraciones sobre la j lIsticia administrativa en el


derecho comparado y en el ordenamiento mexicano ........ 341

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Siendo director g:elleral de Publi,adne.~


losé nAva los, se terminó la impresión (le
E\tudios ell' J)erec7w PToce,~af el día ~o
de abril de 1981 en l~ taller('s de fllclIle,
Impresores. S. . \., Centello, IO~). México
1:1. D. F. La edición COlista (le 2000
ejemplares.

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PRESENTACI6N

Constituye al mismo tiempo una tarea grata y difícil dedicar unas cuan-
I as
líneas a la introducción del valioso libro del joven, pero ya destacado
procesalista José Ovalle Favela, quien reúne trece importantes estudios que
versan sobre una de las disciplinas más complejas de los estudios jurídicos
contemporáneos: la ciencia del proceso.
Llama la atención desde el primer momento la circunstancia nada fre-
cuente entre loo procesalistas no sólo nacionales, sino también de otros paí-
ses de elevado desarrollo jurídico, que el joven jurista mexicano no se cir-
cunscriba a una sola rama del inmenso campo de los estudios procesales. sino
que abarca las principales de ellas y además analiza varios aspectos de la
más genérica, y por ende, la más complicada de todas, es decir. la teoría
general del proceso o del derecho procesal.
En virtud del horizonte tan amplio de la obra del brillante procesa lista,
¿'Stc divide su excelente obra en cuatro partes: la primera dedicada a estu-
dios de carácter general; la segunda al derecho procesal civil; la tercera al
derecho procesal penal, y la última al derecho procesal administrativo.
Dentro de aquellos que califica como estudios generales debemos destacar,
en primer lugar, sus agudos planteamientos sobre la teoría general de la
prueba, incursionando sobre este tema con gran penetración a través de una
visión de conjunto, ya que se encuentra plenamente convencido de que el
estudio de los principios generales del derecho probatorio constituye uno
de los .sectores esenciales de la teoría general del proceso, opinión que com-
partimos, como lo han señalado las magníficas aportaciones en el ámbito
iberoamericano de los conocidos tratadistas Niceto Alcalá-Zamora y Castillo,
Santiago Sentís Melendo y Remando Devis Echandía.
El trabajo relativo a la enseñanza de la teoría general del proceso debe-
mencionarse con encomio, ya que esta disciplina esencial para la compren-
~ión de todas las ramas de enjuiciamiento cuya enseñanza se imparte en nues--
tras Facultades de Derecho, requiere, más que ninguna otra, de una reno-
yación de los métodos tradicionales de enseñanza-aprendizaje.
En este sentido, el profesor Ovalle Favela examina con minuciosidad, no
obstante la relativa brevedad de su estudio, los nuevos instrwnentos de la
didáctica contemporánea, señalando la necesidad de elaborar un programa

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10 PRESENTACIÓN

de la materia que responda a los objetivos de la enseñanza Y' no a la inversa,


corno suele ocurrir con frecuencia, pues debe tomarse en cuenta que dichos
objetivos deben apoyarse en el carácter formativo y no exclusivamente infor-
mativo del curso, y no deben reducirse de manera exclusiva a los relativos al
conocimiento, sino que deben comprender aquellos que procuran en el es-
tudiante la adquisición de hábitos y de actitudes, que permitan superar el
método catedrático como el único sistema de enseñanza.
En tercer lugar, el profesor OvaIle Favela incorpora en su volwnen re-
copilativo, un cuidadoso y documentado informe sobre el acceso a la justi-
cia en México, cuyo resumen traducido al idioma inglés fue incorporado,
debido a su importancia, en el volumen primero, segundo libro, de la m<>-
numental obra en seis tomos, intitulada Access fo Justice~ editada por los
distinguidos tratadistas Mauro Cappelleti y Bryant Garth, y publicada por
las conocidas editoriales Giuffre de Milán, Italia y Sijhoff and Noordhoff,
de Alphenaandeurijn, Holanda, en los años de 1978-1979. .
Este trabajo se aparta de los estudios tradicionales, ya que está enrique-
cido con datos tanto legislativos, como doctrinales, así como estadísticos, so-
bre los costos reales de la resolución de controversias en los tribunales na-
cionales; los procedimientos especiales para resolver conflictos de IlÚnima
(uantía; las controversias de trascendencia social y los litigios por una suma
líquida. y, además, incluyen la información sobre varios tribunales especia-
lizados dentro de la esfera formalmente administrativa, como las Juntas de
Conciliación y Arbitraje y el Tribunal Fiscal de la Federación, así como
de los procedimientos que se tramitan ante las autoridades administrativas
agrarias para resolver los conflictos en esta materia; y finalmente, todo el
sistema de asesoramiento jurídico, que incluye defensores de oficio y dh-cr-
sas clases de procuradores.
Como en nuestro país las estadísticas judiciales son incompletas y frag-
mentarias, y en algunos aspectos prácticamente inexistentes. el joven proce-
salista tuvo que realizar un gran esfuerw personal para obtener muchos de
los datos estadísticos que proporciona en numerosos cuadros que se insertan
en su excelen.te estudio, a través de entrevistas y muestreos, que constituyen un
ejemplo de las posibilidades futuras de nuestros estudios procesales, que
en un gran porcentaje, debido a las dificultades señaladas, se han limitado
a un examen de los elementos normativos de c3xácter formal.
Finalmente, dentro de esta primera parte de los estudios generales, el pro-
fesor Ovalle Favela incluye uno de los estudios que en opinión del que esto
escribe, constituye una de sus aportaciones de mayor sigrúficado, ya que
se refiere a los diversos sistemas jurídicos y políticos que vinculan al proceso
con la sociedad; n'abajo en el cual efectúa no sólo el examen de los instru-
mentos nonnativos sino también de los factores sociales, políticos, económi-
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PRESENTACIÓN II

cos e inclusive culturales, que influyen decisivamente en la creación y apli-


cación de los primeros.
A través de este análisis, el autor se incorpora a las corrientes más mo-
dernas del procesalismo científico, que se pueden caracterizar con las agudas
h-ascs de Mauro Cappelleti, uno de los procesalistas contemporáneos más
distinguidos: "Es así como la tarea de los procesalistas ha crecido enorme-
mente. U na vez nos considerábamos como sacerdotes de una ciencia -o de
un arte- neutral. Hoy sabemos que la historia y la ciencia política, la ea)·
nomía y la sociología han llegado a ser ingredientes necesarios de nuestra
labor. U na vez creímos que el derecho y el procedimiento eran simplemen-
te el producto de situaciones locales o nacionales. Hoy hemos aprendido que
un estudio del derecho y del procedimiento aislado dentro de confines res-
tringidos no corresponde ya a la creciente dimensión internacional de nues-
tra época". ("Aspectos sociales y políticos del procedintiento civil", en su
libro Proceso ideolog{as socieda~
J J traducción de Santiago Sentís Mdendo
y Tomás A. Baruhaf, Buenos Aire;, J 974, pp. 89-90.)
La segunda parte del libro, C01110 lo hell10S señalado, está dedicada al
derecho procesal civil, disciplina que el profesor Ovalle Favela ha impartido
con una gran dedicación durante varios años en la Facultad de Derecho
de la UNAM y sobre el cual ha publicado hace muy poco tiempo un exce-
lente libro editado por Harper 8..: Row Latinoamericana, i\Iéxico. 1980, y
en el cual incorpora las uds modernas técnicas de la didáctica, pro[X>r-
cionando a los alumnos de la nlateria una información inapreciable que IC'i
permitirá participar, esperemos que activamente, en los cursos correspon-
dientes, lo que antes era difícil por la ausencia de material didáctico ade-
cuado, como el contenido en esa valiosa obra.
Sobre el mismo proceso civil, el joven autor consigna sus estudios sobre
el régimen impugnativo en el anteproyecto de Código de Procedimientos Ci-
viles del Estado de México, elaborado en 1973; el objeto de la pmeba en el
proceso civil. y la justicia de mínima cuantía eu 'México y otros países de
América Latina.
De este último queremos destacar la visión panorámica del autor. quien
proporciona sobre este tema información sobre un buen número de orde·
namientos de nuestra región, incluyendo la situación de nuestras entidades
federativas, en una materia que se encuentra todavía descuidada, no obstan-
te su trascendencia, ya que afecta a los sectores más desfavorecidos en socie-
dades de tan agudos contrastes sociaIes, económicos y culturales como los
nuestros.
Se incluye un comentario muy completo, no Obst3Jlte su brevedad. del
Congreso Internacional de Derecho Procesal, que se efectuó en la ciudad de
Gante, Bélgica, en el rulo de 1977, con el propósito general, que se carac-
terizó de manera significativa con la frase: "Hacia una justicia con rostro

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12 PRESENTACIÓN

humano", y en el cual participó el profesor Ovalle Favcla con la comunica-


ción sobre la justicia de mínima cuantía a que nos hemos referido en el
párrafo anterior.
También consideramos digno de mención especial el estudio sobre algu-
nos problemas procesales de la protección al consumidor en México, ya que
se trata de cuestiones de gran actualidad, planteadas con motivo del fun-
cionamiento de la Procuraduría Federal de Protección al Consumidor creada
por ley promulgada el 19 de noviembre de 1975, que entró en vigor el 5
de febrero de 1976, y si bien este ordenamiento ha sido objeto de análisis
por parte de varios tratadistas mexicanos, no se han abordado con la pro-
fundidad con que lo hace el profesor Ovalle Favela, los aspectos de carácter
procesal, ya que el autor, además de los antecedentes de la institución, exa-
mina el alcance de los procedimientos conciliatorios y de arbitraje ante
dicha entidad; la competencia de' los tribunales para conocer de los con-
flictos entre consumidores y comerciantes así como el proceso en esta clase
de controversias.
En la parte dedicada al derecho procesal penal, el autor consigna dos
cuidado5os y sistemáticos estudios legislativos que se refieren a dos importan-
tes ordenamientos nacionales recientes, es decir, a las Leyes de Extradición
Internacional de 1975 y a la de Responsabilidades de los funcionarios y em-
pleados al servicio de los Gobiernos de la Federación y del Distrito Federal,
expedida en diciembre de 1979.
Consideramos que debe destacarse en este campo, el documentado estu-
dio del joven procesalista sobre los antecedentes del jurado popular en Mé-
xico, el que constituye un buen ejemplo de la necesidad de emprender estu-
dios jurídicos de nuestras instituciones nacionales, cuyos orígenes y evolución
en ocasiones se encuentran todavía en las sombras, en especial cuando en
dichos estudios se aporten datos precisos y completos, como los que propor-
c..iona el autor, algunos de ellos poco conocidos, sobre los tres sectores en los
cuales ha funcionado el jurado popular en nuestro país, es decir, en relación
con los delitos de imprenta. comunes y oficiales, y tomando en cuenta que
en nuestro ordenamiento actual subsiste teóricamente el primero y funciona
con muchas deficiencias y de manera esporádica el tercero, ya que fue su-
primido el relativo a los delitos comunes.
Esta materia ha vuelto a tener actualidad con motivo del restablecimien-
to del jurado popular en el artículo 125 de la Constitución española que
entró en vigor en diciembre de 1978, y que ha sido objeto de apasionadas
discusiones tanto en las Cortes constituyentes como en la doctrina procesal
española.
La última parte del libro está dedicada al derecho procesal administra-
tivo, y si bien sólo se integra con el estudio intitulado "Algunas considera-
ciones sobre la justicia administrativa en el derecho comparado y en el or-

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PRESENTACIÓN 13

dcnamiento mexicano", no por el10 pOOCIllOS considerar a esta seCClOIl ue


rncnor importancia en relación con las anteriores, pues debemos tOlllar en
consideración que el propio derecho procesal administrativo mexicano ha
tenido cultivadores ue gran relieve, entre los cuales podemos mencionar a
Antonio Carrillo Flores, Cabino Fraga, Andrés Serra Rojas, Humbcrto Bri-
seDO Sierra, Dolores Hcduán Virués, Alfonso Nava Negrete, Emilio l\Iargáin
~fanuto y Gonzalo .i\rmicnta Calderón, así como el destacado tratadista
español Jesús Conz;:ílez Pérez, pero en los t'tltimos años no ha sido objeto
de la debida atención por parte de los juristas de las nuevas genel-acioncs.
Por ello debemos encomiar el trabajo del profesor Ovalle Favela, el cual,
;) nuestro lllOOo de ver significa un enfoque novedoso en el an~í.1is ue esta
disciplina, que ha adquirido tras.cemlencia en nuestro. país. si tomamo.s en
cuenta la evolución del Tribunal de la Federación hacia un órgano de plena
autonDmÍa con amplia competencia, que ya HO puede estimarse exclusiva-
mente tributaria. así como el establecimiento. de tribunales de lo cDntencioso
administrativo con atribuciones genéricas de conocimientos, con motivo. de
la refornu constitucional de 1968 al artículo. 104-, fracción 1, de la Constitu-
ción federal, y en especial, el del DistriLo Federal creado en 1971 y los que
están surgiendo en varias entidades federativas.
Afirmamo.s que el exccIente estudio de Ovalle Favela constituye un paso
adelante en el cultiyo del derecho procesal administrativo mexicano, en vir-
tud de que utiliza con amplitud y siHem . iticamente y no. sólo de manera
accidental, el método jurídico comparativo, para destacar los lineamientos
esenciales de la institución; ya (lue dicho método resulta indispensable en
los estudios jurídicos. contempor;:íneos, si pretendemos conocer con mayoj·
precisión no sólo o.tros ordenamientos, sino en particular las instituciones
nacionales.
Tenemos el cOllvencimiento de que }Xlf conduclo de la simple y SUI>el-fi-
cial descripción de los brillantes estudios procesales del profesor Ovalle Fa-
vela podemos llegar a la conclusión evidente de que este volumen recopi-
lativo scr;í acogido con interés y beneplácito por los procesalistas mexicanos
e iberoamericanos, compenetrados con las nuevas corrientes del procesalislllo
científico; pero que además será de gran utilidad y de consulta obligada
para 105 profesores y estudiantes de nuestras Facultades de Derecho, ya que
les permitirá comprender y apreciar algunas de las grandes transformaciont-"S
de las instituciones procesales de nuestro tiempo.

HÉcrOR FIX-ZAMl:DIO
Ci uelad lf ni versi taria, enero de 19R 1.

DR © Universidad Nacional Autónoma de México,


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PRóLOGO

En este volumen recopilatlvo he reunido tteee trabajos en los que abor-


do, desde diferentes perspectivas, algunos temas y problemas del derecho pro-
cesal. Como es lógico suponer, la diversidad de enfoques y de contenidos es
producto, más que de un plan previamente elaborado, de la diversidad de
motivos y circunstancias bajo los cuales fueron preparados dichos trabajos.
Todos ellos fueron publicados durante el período comprendido entre 1974
y 1980.
Al revisar cada uno de los artículos me planteé la disyuntiva de conser-
var su texto tal como fue originalmente publicado o bien de modificarlo
para actualizar su contenido. Es claro que la investigación es un proceso per-
manente, que no concluye ni se agota con la publicación de sus resultados,
los cuales tienen en tooo caso un valor relativo. Su actualización, si ha de
ser completa, requiere de nuevos procesos de indagación, los cuales pueden
ofrecer, a su vez, nuevos resultados, también de validez relativa. En otras pa-
labras, la actualización completa de los trabajos habría implicado, en la
mayor parte de los casos, la elaboración de nuevos estudios, distintos de los
originalmente publicados. Como este no era el propósito de la recopilación,
be optado por respetar el texto original, baciendo sólo las aclaraciones pero
tinentes, mediante notas señaladas COIl asteriscos, sobre los cambios operados
en la legislación federal mexicana.
Por otro lado, he procurado incluir en este volumen sólo artículos y eu-
sayos, excluyendo. en la mayor medida posible, las reseñas y los estudios le-
gislativos. No obstante, me he permitido incluir una reseña que elaboré sobre
la nueva Ley de Responsabilidades, considerando que se trata de un tema
de relativa actualidad sobre el '1ue hasta ahora se ha escrito poco. Ojalá
que esta breve reseI1a pudiese suscitar nuevas inquietudes. Tanlbién he deci-
dido publicar dos estudios legislativos -los referentes al régimen impugnati-
vo en el anteproyecto de Código Procesal Civil para el Estado de México
y a la Ley de Extradición Internacional-, tomando en cuenta el carácter
ilUlovador o actual de las soluciones adoptadas en tales textos legislativos.
Por último, deseo hacer público mi agradecimiento al profesor Héctor
Fix-Zamudio, quien, C011 su inyariable generosidad, aceptó presentar este

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16 PRÓLOGU

volumen, y apoyó y estimuló la mayor parte de los trabajos que lo integran.


También debo mi gratitud a Humberto Enrique Ruiz Torres, quien me
prestó su valioso auxilio para la revisión de los originales, la uniformación
de las notas a pie de p.1ginas y la lectura de las pruebas.

JOS~: OVALLE FAVELA

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LA TEORíA GENERAL DE LA PRUEBA *


.. el juez está en medio de un minúscu-
lo cerco dc luces, fuera del cual todo es
tinieblas: detrás de él el enigma del pa-
sado~ y delante el enigma del futuro. Ese
minúsculo cefCO es la prueba",

rrancl'SCO Carnclutti 1

SU:\!ARIO: 1. La unidad escI/cial del derecho pl"Ocesal. 2. La teoría gene-


ral del proceso. 3. La tCOJ'fa general de la prueba. 4. El derecho proba-
torio. 5. El contenido d~ la lroda [!;rneml de la prueba. 6. Conclusiones.

l. J"tl unidad esencial del derecho procesal

U no de los temas que más interesan al derecho procesal es, precü;amcn-


le, el de ;u unidad o de su diversidad. Puede afirmarse que la tesis de la
unidad viene siendo mayormente aceptada en la medida en que se desarro-
Lla el procesalismo; al contrario. la subsistencia de la tesis diversificadora,
implica una supervivencia de anacr6nicos residuos del procedimentalismo,
Sin embargo, el problema no debe plantearse en fonna tan sencilla, pues re-
quiere ue ciertas aclaraciones, sohre todo en lo relativo al alc.1.nce de tal
unidad.
La visión unitaria del derecho procesal nos la expresa claramente Eduar-
do B. Car1o<;, cuando afinna: "La ciencia del derecho procesal estudia el
conjunto de normas que regulan el proceso, por cuyo medio el Estado, ejr~
(itando la función jurisdiccional, asegura, declara y realiza el derecho",2 Sin
embargo, eSla unidad del derecho procesal no implica una identificación to-
tal, a tal grado que las confunda, de las diversas disciplinas procesales. El

f: Publica<1o en Revista de la Facuf/rH[ de lJaccJw de .JIxico~ núms. 93-94, enero-


junio de 1974, pp. 273·302.
1 Carnclutti, }'ral1cesoo, La prue[)a civil, tratL de Niccto Alcal:í ZamOl'a y Castillo,
Ediciones Aravú, Buenos Aires, 195~, p. XVIII.
:! Carlos, Eduardo B' lntrodllccián al esludio del derccllO procesal, Ediciones Jurídi-
J

eh Ellropa,-América (EJE A) , Buenos Aires, 1959, p. 29.

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20 ESTUDIOS GENRALI~

propio profesor argentino en cita, señala que el derecho procesal "constituye


un tronco común el que a cierta altura se diversifica en ramas particulares";
esto no niega, sino, por el contrario, afirma la existencia de "una base concep-
tual común que sirva a todas las ramas procesales en particular"}1
El proceso tiene una estructura esencialmente igual en todas las discipli-
nas proces:lJes: "Todo proceso, afinna Alcalá-Zamora, arranca de un presu-
puesto (litigio), se desenvuelve a lo largo de un recorrido (procedimiento) y
persigue alcanzar una meta (sentencia), de la que cabe derive un complemen-
to (ejecución) ....
Todo derecho procesal particular parte de la existencia del proceso, como
instrumento jurídico de solución a los conflictos intersubjetivos; de la acción,
como derecho, facuItad, poder o posibilidad jurídica de las partes para exci-
tar la actividad del juzgador; y, por último, de la jurisdicción, como facuItad
estatal de decisión de 'un conflicto concreto planteado. La precisión de estos
tres conceptos, a los que Podetti ha llamado la "trilogía estructural de la cien-
cia del proceso",Ci es una de las tareas más importantes del moderno procesa-
lismo, ya que sobre ellos se asienta ese tronco común de las disciplinas proce-
sales, sin perjucio de que existan además otras materias básicas, dentro de las
cuales, por ejemplo, Alcalá-Zamora señala los actos procesales, la pme/¡a y
los recursos, que "brindan, singularmente. amplio margen p..1.ra esta tarea uni-
ficadora. " 6
La concepción unitaria de la ciencia y del derecho procesal, como ya que-
dó dicho, no implica que se nieguen las modalidades o caracteres propios que
singularizan a cada uno de los procesos. "Las diferencias que los diversos pro-
cesos acusan entre sí y que imponen su necesaria desmembración en ramas
(civil, penal, etcétera) , señala Eduardo B. Carlos, están dadas principalmente
por la distinta naturaleza de las normas de derecho material (públicas o pri-
vadas) que el órgano jurisdiccional aplica en la sentencia. Pero la función
judicial que se realiza por y sólo a través del proceso, consistente en la actua-
ción del derecho objetivo, es siempre la misma e idéntica cualquiera que sea
la norma jurídica de cuya aplicación se trate".7
En cuanto a los sostenedores de la diversidad del derecho procesal, Fix-
Zamudio 8 precisa mny bien la posición de éstos, cuando señala que al afirmar

• Idem, pp. 42 Y 43.


4 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "La teoría gencnll de proceso y la cru!eñanza del
derecho proresal" en Revista de Derecho Procesal Iberoamericana, Madrid. núm. 1 tk
1968, p. 30.
G Podeui, José Ramiro, "Trilogía estructural de la ciencia del proceso" en Rroüta
de Derecho Procesal, Argentina. 1948. pp. 115 Y ss.
-6 Alcalá-Zamora y. Castillo. Niceto, Veinticinco allas de ~ludOn del derecho pro-
cesal, 1940-1965, UNAM. Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 19618, p. 14.\l.
"7 Carlos. Eduardo B., op. cit. supra nota 2. p. 281.
s Fix.7-03.mudio, Héctor, El juicio de amparo, Ed. Porrúa, México, 1964, p. lZ.

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TEORÍA GENERAL DE LA PRUEBA 21

la díversi~ entre los proceses civil y penal, tal cmuo lo hacen Eugenio Flo-
rián 9 que Vicente Manzini,lo hablan más bien de la autonomía del proceso
penal como contrapuesto a su subordinación al proceso civil, sin contradecir
la unidad del derecho procesal, y, por el contrario, "toman de esta disciplina
genérica las teorías fundamentales ideadas para explicar la naturaleza y los
fines del proceso". Por lo cual. d debate no se encuentra centrado en la uni~
dad o diversidad del derecho procesal, sino más bien proviene de una confu~
si6n terminológica.
Si bien existen diversos procesos en función del derecho material que cada
uno aplica,u aún es mayor la diversidad de los procedimientos, que no son
sino los diferentes desarrollos formales de los procesos. Este recorrido externo
del proceso puede variar en uno solo de éstos (por ejemplo, puede ser oral,
escrito, sumario y ordinario, etcetera), o bien~ un solo tipo de proceso puede
cOlnprender varios procedimientos (por ejemplo, los procedimientos de con~
cimiento y ejecución). Por tooo ello, pensamos que es completamente acept~
hle la conclusión a la que, sohre el tema que estamos tratando, llega el des-
tacado profesor de derecho procesal constitucional de nuestra Facultad de De·
l'ccho: "Unidad del Derecho Procesal, divenidad del proceso y multiplicidad
del procedimiento".!':!
Unidad esencial del derecho procesal con los alcances ya precisados, que
pennite la existencia de otras disciplinas procesales. autónomas en cuanto a
las peculiaridades y regímenes especiales de los procesos que estudian y respec-
to de las demás disciplinas, pero unidas por un tronco común es base y
sostén de todas las ramas procesales; diversidad de procesos, fundamentalmente
en razón de la índole del derecho sustantivo que aplican; y multiplicidad de
procedimientos ya que éstos no son sino el desarrollo formal y externo del
proceso, que toma en cuenta muhitud de circunslancias; de ahí que exista una
6,,'an variedad de procedimientos.

2. La teoría gene1'al del proceso

Este tronco comÚn constituido por los prinoplOs fundamentales del de-
recho procesal, es el que ha dado base a la construcción y desarrollo de la

ti Flotián, Eugenio, Elementos de derecho procesal penal, trad. de Leonardo Prieto Ca,s..
ita, Bosch, Casa Editorial, Baroclona, 1933, pp. 20 Y ss.
10 ManzilJi, Vicente, Tmtatto di diritto processuale penale italiano, Torino, 19-U,
\". I. p. 29.
11 Esta. illfluencia del derecho sustantivo determina las peculiaridades propias de cada
proceso que Fix-Zamudio, siguiendo a Millar y Couture, denomina "principios forma ti-
\"os". Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, op. y loco cit. supra nota 8.
12 ldnn, p. 13.

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22 ESTUDIOS GENERALES

teoría general del proceso. Si bien cada disciplina procesal se ve influida, como
ya quedó anotado arriba, :por la naturaleza del derecho material que aplica,
dicha influencia no impide esta construcción básica de los procesos: "Todos
Jos procesos -afirma Gómez Lara- se rigen por esos mismos principios fun·
damentales, independientemente del contenido del litigio o controversia res-.
pectivos, y esos principios fundamentales no son otros que los que da la
teoría general del proceso".13 Es decir, la influencia del derecho sustantivo no
varia la naturaleza de los principios fundamentales del derecho procesal.
l.a evolución histórica de los estudios procesales, que en mucho ha depen"
dido del desarrollo de la doctrina que se"ala la autonomía de la acción, ha
ido alcanzando cada vez una mayor sistematización, uno de cuyos logros ac"
tuales es precisamente la teoría general del proceso. A1calá,-Zamora la con-
ceptúa como "la exposición de los conceptos, instituciones y principios co-
munes a las distintas ramas del enjuiciamiento".14 De manera similar,
Teitelbaum considera que "la 'Teoría General del Proceso' la constituyen
determinados conceptos, fundamentos y principios generales que regulan el
proceso. en su estructura y desarrollo, contenidos expresa o implícitamente
en el.Derecho Procesal"."
En cuanto a su aspecto académico. Flores García, al advertir la paradoja
consistente en el avance científico alcanzado hasta nuestros días por el de-
recho procesal y el mantenimiento de los antiguos métodos de su enseñanza,
anota:

Una de las pocas manifestaciones progresistas que en este sentido puede


señalarse. es la Teoría G·eneral del Proceso, que, en primer lugar. con-
solida la irreversible marcha del procedimentalismo hacia el procesaIis--
mo, y, que después. proporciona al estudiante una visión más completa,
una panorámica con mayor sistemática y un contenido que. captado. re-
tenido y aplicado. tendní. una proyección nuls útil y funcional, no sólo
desde el ángulo personal, sino sociaL16

Es decir, esa visión más conlpleta del derecho procesal, a la vez que per-
mita la comprensión de los conceptos, instituciones y principios de que nos
habla Alcalá-Zamora, en sn verdadero alcance, evitará la confusión que pro-

1'3 Gómcl l..ara, Cipdallo, "La prueba cn el dcrecho mexicano del trabajo", Tercer
Congreso Mexicano de Derecho Procesal, Revista de la Facttltad de DcrecTlO de M¿xi.co,
Méxiro, 1969, p.69.
14 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, op. cit. supra nota 4, p. 11.
15 Teitelbaum, Jaime, W., "La teoría general de proceso y la enseñanza del derecho
procesal", cn Revista de Derecho Procesal IlJeroamericana? Madrid, núm. 1, de 1968.
p. 149.
16 Flore¡¡ Garcla, Fernando, "Sobre la teoría general del proceso", en Jurídica (Anua-
rio de la E!loIela de Derecho de la Unh'ersidad Iberoamericana), México, t. 1, ntÍm. 1,
junio de }969, p. ] 12.

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TEORÍA GE.!'lERAL DE l.A PRUEBA

duce la creencia de que, al repetir estos temas en las diversas disciplinas del
proceso, se hace una transposición de nociones que corresponden al derecho
procesal civil, a aquéllas.
Entre otras ventajas de la teoría general del proceso, además de las ya
señaladas. existe la de índole legislativa, al permitir, en raz<>n de su siste-
tematización, el avance hacia la unificación legislativa ue las disposiciones
comunes a los diferentes tipos de proceso.17
La teoría general del proceso proporciona, pues, con su concepción un i~
taria del derecho procesal, una visión más completa de los conceptos, institu-
ciones y principios que son COluuncs a las dh'ersas ramas procesales. El es--
tudio y la investigación procesales no deben diluirse exclusivamente en disci-
plinas particulares. porque esto propicia la repetición de las mismas 1l0<.:lones
y principios en cada una: la asignación de campos de operación muy rc,-
tringidos, y a menudo distintos, a conceptos que pueden aplicarse a todo
tipo de proceso; y, por último, también propicia llila investigación despropor-
cionada. cerrada, sin ubicación y hasta con resultados en ocasiones aparen·
temente contradictorios. Por eso estamos de acuerdo con i\lcalá·Zamora, cuan-
do escribe: " ... el que Se aísla en la contemplación de un territorio exiguo,
además de exagerar a menudo su importancia, convirtiéndolo en ombligo del
mundo, olvida la visión de conjunto, y con ella) las semejanzas e incluso iden-
tidades que presenta con campos colindantes".18
El esfuerzo por extraer y delimi tar los diversos conceptos, instituciones y
principios comunes. por otra parte, no uebe ser ¡notivo para alejarse del ob-
jeto a estudiar y entrar en disquisiciones innecesarias, en lucubraciones esté-
riles que luego resultan inaplicables. Todo esfuerzo intelectual debe enca-
minarse directa o indirectamente a un fin realizable. que satisfaga venIa-
deros intereses sociales y contribuya de alguna manera a la solución de uno
o varios problemas planteados. Así, el estudio del derecho procesal responde,
sin lugar a dudas, a exigencias sociales, fundamentalmente a logTar una ma-
yor fluidez. eficacia y justicia, dentro del marco jurídico existente, en la sa-
lución de los conflictos intersubjetivos que se realiza a través de] proceso. De
otra fonua, ]a elaboración doctrinaria de concepto.,; y la' investigación de prin-
cipios e instituciones carecería de sentido.
De este modo, pues, el procesalista ha de buscar un equilibrio entre la
sistematización doctrinaria y la atención a los problemas concretos que el ob-
jeto de su estudio presenta en la realidad. Ya lo decía don José Castillo La-
rrañaga: "Apartar la mirada de la realidad puede conducirlo al logicismo
17 Alcalá-Zamora. op. cit. supra nota 6, p. 143, habla incluso de un código procesal
único. Véase también: Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, "Unificación de los códigos
procesales mexicanos, tanto civiles como penales", en Revista de la Facultad de Derecho
de México~ t. X, núms. 37-38·39-40, enero-dicicmbre de 1960.
18 Alcalá Zamora ol'. cit. supra nota 4, p. JO.

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24 ESTllDlOS GENERALES

procesal, O sea, a especulaciones vacías; pero Iinútar el objeto de esta disci-


plina a un cuerpo de normas positivas. lo llevaría a formular una exégesis
sin contenido científico",19
Sobre el peligro de la dogmática advertia Carnelutti cuando afirmaba que
aquél consiste en "que se haga del mnndo de los conceptos, más bien que del
mundo de las cosas, el objeto del conocimiento". En seguida agregaba, con
palabras que son producto de su amplia y fecunda experiencia docente:

No existe para nosotros, maestros del Derecho, un peligro más insidioso,


precisamente porque no son más que conceptos los mandatos, o, si que·
remos, las normas jurídicas. Cuando establecemos estas últimas como lo
que dem-mos hacer conocer, acabamos por confundir el mundo de 10.."
conceptos en el mundo de las cosas. Éste es el punto acerca del cual
me tengo que separar de Filippo Grispigoi. .. Él considera las normas
jnrldicas como aquello sobre. lo que trabajaba; yo, como aquello con lo
que trabajo. Sus libros más recientes han dado la medida de un ingenio
extraordinariamente sutil y de una cultura increíblemente vasta; pero, al
núsmo tiempo, la impresión de un astrónomo enamorado del telescopio,
en lugar de estarlo de las estrellas, que brillan en el inmenso cielo ... 20
Estas palabras, que deberlan estar grabadas en la mente de todos los do-
centes del derecho, ticnen una especial aplicación en el ámbito de la teoría
general del proceso, pues su contenido podría propiciar el. peligro que cer-
teramente el maestro italiano advierte. Con estas aclaraciones, la teoría gen~
ral del proceso desempeI1ará un papel relevante en las diversas disciplinas
procesales, esclareciendo y sistematizando los conceptos y principios genera-
les, indispensables a los diversos procesos, a fin de que éstos puedan desarro-
llar con mayor eficacia 'Sus funciones.

3. La teoría general de la prueba

Los autores también se han preguntado si, como ocurre en el derecho pro-
cesal en general, hay una unidad esencial en la prueba -lo que permitirla
hablar de una teorla general de la prueba-; o si, por el contrario, tal unidad
no existe -lo que impediría tal supuesto.
En esta forma, el maestro A1calá·Zamora,.21 luego de explicar cómo brotó

19 Castilk. Larrañaga, José, "niscurso inaugura]" (al "Curso Colectivo acerca del
Anteproyecto de Código Procesal Civil para el Distrito Federal'), en Revista de la Es-
cue.la Nacional de Jurisprudencia, México, LXII, núms. 47-48, julio-diciembre de 1950,
p. 17.
'20 Camclutti, Francesco, "La lucha del derecho contra el mal", publicado en el Ji-
I1ro de Fenech; Miguel, Der'echo' procesal penal, v, 1. Ed. Labor, Barcelona, 1961, p, 17,
21 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "fntroducción al estudio de la pnteba". en E.~­
ludios de tr'!recho probatario, Concepción, Chile, 1965, pp. 115 Y HG.

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TEORíA GJ~NERAL DE LA pRUEBA 25

la di,cusión sobre el lema entre Florián (tesis dualista) y Carnelutti (posi-


ción unitaria) , afirma que ésta no es sino Un reflejo del problema de la uni-
dad o diversidad del derecho procesal. Sintetizando dicho debate, el profesor
hispano señala que las divergencias se buscan por tres lados:

a) utilIzación preferente de tal o cual medio de prueba; b) criterio va-


lorativo, y e) ordenación procedimental. La utilización preferente, ade-
más de obedecer a consideraciones de derecho substantivo relacionadas
con la manera habitual de producirse el correspondiente conflicto, refleja
tan sólo una tendencia, pero en manera alguna entraña una regla abso-
luta, según revela el hecho de que los códigos procesales civiles se ocupen
de la prueba testifical y, a la inversa, los de enjuiciamiento criminal de
los documentos. Por lo que concierne a la apreciación, el régimen de la
prueba legal o tasada presenta los mismos rasgos sea cual fuere la zona
en que se aplique, y otro tanto acontece con el de libre convicción, que,
además, por su propia indole, escapa a toda normación jurldica y se
con ten!":!. con remitirse a la conciencia judicial, y con el de sana crítica,
que opera por igual respecto de toda suerte de contiendas. En cuanto a
las disaepancias procedimentales, la circunstancia de que, verbigracia, tal
o cual trámite referente a la recepción del testimonio o de la pericia en
materia civil sea distinto de los seguidos en la esfera penal, no destruye
la unidad esencial de uno y otra en ambos campos procesales.

Por olra parte, Devis EchandJa piensa que:

nada se opone a una teoría general de la prueba, siempre que en ella se


distingan aquellos puntos que por política legislativa, ya no por razón de
naturaleza o función, están o pueden estar regulados de diferente manera
en uno u otro proceso. Existe, pues -concluye el procesalista colombia-
IlO-, una unidad general de la institución de la prueba judicial.""

Para los dos autores citados hay una unidad en el fenómeno probatorio,
por lo que es dable hablar de una teorla general de la prueba. Como señala
acertadamente Alcalá-Zamora, en el fondo lo que se discute, al hablar de la
unidad o diversidad de la prueba, es, precisamente, la unidad O diversidad
del derecho procesal, tema que ya tratamos previamente al de la teoría gene-
ral del proceso, y que es punto de partida de ésta, asl como de la teoría
general de la prueba.
En relación a esta últhna, Alsina 23 contelnpla un aspecto distinto, como
lo es el de la composición de la prueba, p.lra destacar su importancia. El
autor argentino se expresa en los siguientes términos:

::''2 Devis Ec1mndía, Hernando, Tratado de derecho procesal civil, t. V, Ed. Temis,
Bogota, 1967, p. 2'8.
!!3 AIsina, Hugo, Tratado leórico pníctico de del"echo p¡"oceJal ch.nt )' comercial, t. llJI,
Ediar Edil~"., Ruenos Aires, 196I. p" ~.?7

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26 ESTUDIOS GENERALES

... el conocimiento del juez no se Ion na, por lo regular, a través de un


solo medio de prueba, sino que es consecuencia de una elaboración men·
tal de reconstrucción mediante la confrontación de los distintos elemen·
tos de juicio que las partes le suministran. U na teoría general de la
prueba permite establecer el modo como el juez va adquiriendo conoci-
miento de las cosas; explica la {onuación lógica de los distintos medi""
de prueba, y la vincnlación que entre ellos existe, base de la prueba como
puesta; suministra, por últinlo, el criterio para la valoración de la prue·
ha en la sentencia.

Silva Melero 24 considera como principales diferencias entre el reg1men


probatorio penal y el civil, el hecho de que en el primero existan dos fases
perfectamente diferenciadas (la instlUccional o sumarial y la del juicio oral) ,
en el derecho español vigente, y la pretendida distinción que mantienen los
cultivadores del derecho procesal entre la verdad real, como perteneciente
a su rama, y la verdad formal, como correspondiente en el proceso civil. De
lo primero afinua que la prueba en su sentido procesal sólo tiene lUg"dr en
la fase del jnicio oral, pues en la fase sumarial, se u·ata en realidad de una
actividad preparatoria, que no por eso deja de tener importancia y trascen-
dencia, pero que no puede servir como término de comparación con el pro·
ceso civil. Pero puede agregarse que, como bien ha precisado Alcalá-Zamora,
las diferencias procedimentales para nada afectan la unidad esencial de la
prueba.
En cuanto a la distinción entre verdad formal y verdad material, si bien
tradicionalmente se ha referido la primera al proceso civil y la segunda al
penal, esa distinción o, lTIejor dicho, esa división carece de una justificación
sólida y no tiene por qué subsistir. Cualquier tipo de proceso debe procnrar
que el cercioramiento del juzgador corresponda realmente a la verdad; lo
contrario es imponer expresas limitaciones al juez en 'Su funciún. En ese sen-
tido, estamos de acuerdo con Devis Echandía cuando afirma: " ... la verdad
es sólo una. y lo que varia es el sistema real o formal de investigarla: en
ambos procesos .el fin de la prueba consiste en llevarle al juez la certeza o
el convencimiento de la. existencia o inexistencia de los hechos, lo cual pue"
de coincidir o no con la realidad, aun cuando sin duda es más posible el
error en un sistema de tarifa legal y sin facultades inquisitivas del juez".
El propio autor agrega: "En los países que consen'an esas caducas limitacio-
nes del proceso civiL .. sólo puede hablarse correctamente de que el con-
vencimiento del juez se obtiene de manera formal y sobre el material su-
ministrado por las partes que puede ser incompleto, en oposición a lo
que ocurre en el proceso penal, que le permite negar a un convencimien-

:24 Silva Melero, Valentín, La prueba proceSdl, t. 1 (teoría general) Ed. Revista de-
Derecho Privado, Madrid, 1963, pp. 46 Y 48.

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TEORÍA GENERAL DE LA PRUEBA 27

to subjetivo y real; pero es ilógico e injurídico hablar de verdad forrrutl


o real".!ro
Ya anteriormente, Fumo::G había criticado el empleo de estos dos ténnj·
nos, que en el fondo no se refieren sino a la certeza que se obtiene en el
proceso. Por verdad material -e~cribía el autor italiano- se entiende la cer-
teza histórica adquirida en el proceso a través de uno o vario,) medios de
prueba cuyo resultado debe ser apreciado pOi· el juez eOIl absolula libertad
de criterio, sea que las partes faciliten el material probatorio o que el pro-
pio juez supla con su iniciativa las lagunas de la instrucción. Por el con·
u-ario, por verdad fonual se entiende la certeza obtenida en el procew, no
por medio de una crítica libreluente ejercida sobre los resultados de la prue-
ba por el órgano jurisdiccional, sino en virtud de un sistema legal de fija-
ción dclinitiva de los hechos, es decir, en virtud de un sistema de norm.a~
imperativas, las cuales, supliendo la libertad judicial de valoración, vinculan
al juzgador a tenC1' por ciertos los hechos demostrados, en el modo y forma
correspondientes a la hipótesis prevista en abstracto por aquellas nonnas.
Con base en esta aclaración, el mencionado autor proponía que la ex·
presión "verdad material" fuera sustituida por "certeza histórica judicial" y
"verdad formal" por "certeza histórica legal", de tal modo que la distinción
primeramente fundada en la "cualidad de la ycrdad" (material, formal) pa.;c
a designar sÍ'mpleluente "el 111000" (judicial, legal) comO la misma certeza
histórica puede ser obtenida en el proceso.
Esta substitución nos parece correcta, ya que, en primer Iuhal", evita las
cOlllplicaciones }' mistificaciones que el empleo de dos verdades distintas trae
consigo, y, en segundo témIino, centra perfectamente las diferencias en la
forma de obtener la certeza histórica en el proceso, y no, COlllO erróneamente
se venía sosteniendo, en los tipos de ",'crdad" conseguidos.
El propio Silva Melero explica que esa terminología era cOITiente, espc-
clahllente en Alelnania, en la época del renacinlÍento de los estudios proces...1.-
les, y sin que, por otra parte, pueda decirse que haya caído en des.uso total-
mente, sobre todo para los procesalistas de la rama punitiva, a pesar de ha-
berse observado que contraponer la verdad formal a la materia no era más
{Iue un juego de palabras. En forma convincente, concluye dicho autor:

Si, como escribe Carnclutti, 'la verdad es como el agua, o es pura o nu


es verdad',27 no es ciertamente ésta la que trata de afirmar5C en el pro-
ceso, porque la llamada verdad material se refiere a hechos ocurid~
en el pasado, y no cabe identificarla ni con la verdad absoluta ni con la

:!::; Dc\"¡s E('handía, afr. cit. sujJra nota 22, pp. 29 Y 30.
::6 FUnlO, Carlo, Contributo alla tcaria de/la prava kgalc, CEDAM, Padov'a. 191-0,
pp. !..'O Y ~l.
::7 Carndlltti, ap. cit. sujJra nota l, p. 25.

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ESTUDIOS GENERALES

·certeza matemática y hay que reducirlos prácticamente a la proposición


modest~ de la certeza empírica. 28

Sin c.lejar. de reconocer la existencia de peculiaridades en .cada régimen


probatorio, Silva Melero concluye diciendo que cabe:

l!ante~r una unidad fundamental en ambos tipos de procesos en lo


que afecta a la prueba, ya que tanto en el civil como en el penal, se tra·
ta de ccnvencer al .iuez de la verdad o falsedad de los hechos que han
de servir de base a la aplicación de la norma jurídica pertinente, y tanto
da que se emplee la expresión de "valoración conforme a conciencia" del
proceso penal, como de "la sana crítica", de los artículos 609--632 y 659
de la Ley de Enjuiciamiento Civil, porque, sin duda, la concieacia del
juzgador tampoco puede estar ausente en este tipo de proceso. 29

N"(> es que· precisamente no tenga relevancia el sistema de apreciación en


orden a la prueba, sino que la adopción de uno u otro, vada por razones
de política legislativa e incluso de evolución de las instituciones probatorias;
mas esto no viene a fijar diferencias esenciales que imposibilten el trata·
miento unitario de la prueba, pues -con mayor razón- permite un análisis
comparativo de los diversos sistemas de apreciación probatoria, su evolución
en el derecho -tanto }ústórico como vigente- y un balance de sus conve-
nienCias e inconveniencias.
Por esto tiene razón Sentís Melertrlo cuando afirma que "se comete un
tremendo error cuando se habla de pruebas civiles y de pruebas penales como
cosas totalmente distintas; a lo sumo podrá hablarse de especies de un mismo
género; y esto puede aplicarse a la distinción entre proceso civil y proceso
penal. La función de juzgar es siempre la misma ... " 3.
El profesor de la Universidad de La Plata nos proporciona un enfoque
distinto para hablar de una teoría general de la prueba; señala que ésta ha
de· fundarse sobre una contemplación del proceso que, en orden a la acti·
vidad probatoria, no es sustancialmente diferente en uno y otro. El funcio-
namiento de las cargas, base para el mencionado procesalista de todo proce·
so, no debe verse de manera diferente en el proceso civil y en el proceso
penal. Como quiera que el particular no pueda tomarse la justicia por su
mano, y el Estado tampoco lo puede hacer, ya que su función no es tomarse
la· justicia, sino administrarla o impartirla, hay que cumplir con la carga de la
acción, que consiste en ejercitarla, quien la tenga, ante los tribunales. El
acudir a los tribunales civiles y el acudir a los penales no son fenómenos sus-

28Silva Melero, op. cit. supra nota 24, p. 38.


29lbidem.
50 Sentís Melendo, Santiago "Introducción al derecho probatorio", en
7 Estr~djo de
derecho procesal, t. 1, EJEA. Buenos Aires, 1967, p. 542.

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TEORiA GENERAL DE LA PRUEBA 29

tancialmente difetentes. La carga de la prueba no es sustancialmente diferen-


te en el proceso civil y en el proceso pena!.31
Sentls Melendo, al tomar como base para la doctrina general de la prue·
ba, el concepto de carga, realmente trata de fundarse sobre uno de los pun-
tos más discutidos en relación a la prueba, pues incluso hay quienes afirman
que el concepto de carga de la prueba no se da en el proceso penal.""
Pero independientemente de que esto sea falso, como lo veremos al hablar
sobre la carga de la prueba, no es ésta la única ni la más finne base que nos
pennita hablar de una doctrina general de la prueba, sino que -al igual
que en el derecho procesal en general- hay una serie de conceptos, principios
e instituciones en relación a la prueba que son de indiscriminada aplicación
en los diversos procesos. La prueba siempre tendrá como fin la obtención
del ccrcioramiento judicial acerca de los hechos indispensables para la apli-
cación de la 110mla jurídica pertinente; en cualquier proceso han de ser
hechos en sentido general lo que se pruebe, aunque únicamente ciertos hechos
los que deban serlo. La carga también opera en todo tipo de proceso, aWl
en los que rige, ya sea absoluta, prepondetante o muy atenuadamente, el
principio inquisitorio; igualmente, en todo proceso siempre hay sujetos de
derecho que actúan en función de la prueba; para llegar al cercioramiento
judicial. se emplean ciertos elementos denominados luedios de prueba, cuyo
empleo predominante en uno u otro proceso, como afinna Alcalá-Zamora,
s610 implica una mera tendencia y no una regla absoluta. tendencia que obe-
dece a consideraciones de derecho sustantivo relacionadas con la manera habi-
tual de producirse el correspondiente conflicto.
En cuanto al procedimiento probatorio, también hay una serie de consi-
deraciones que requieren un cierto tratamiento general, antes de entrar a
concreciones positivas. Por último, en cualquier tipo de proceso se requiere
que el juez aprecie o valore los medios de prueba ofrecidos u ordenados y
desahogados, ajustándose a alguno de los sistemas existentes, o bien siguiendo
un criterio mixto.
Por otra parte, hay un conjunto bien definido de principios sobre la prue·
ba que son aplicables a cualquier proceso, ya sea civil. penal, laboral. cons-
titucional, etcétera. lo que no implica desconocer las variantes y peculiarida-
des propias de cada régimen probatorio; no se trata de que exista una prueba
civil, otra penal. otra laboral, etcétera; sino que la pnleba. que es única.

31 Idem. p. 546.
3:2 Chiovenda, Giuscppc, Instituciones de derecho procesal civil. 1. III, Ed. Rc\·i.sta
de Derecho Prh'ado, Madrid, 1954, p. lB; Florián, op. cit. supra nota 9, p. 323; en
~.féxico Rh'l.'ltl Silva, Manuel, El procedimiento penal, Ed. PorTÚa, México, 1967. p. I(i'.!.

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ESTUDIOS GENERALES

recibe un tratamiento legülativo que tiene ciertas caractensticas en cada tipo


de proceso, pero que son irrelevantes en orden a su unidad.oo
A unque históricamente los estudios probatorios se hayan desarrollado con
cierta independencia del avance del procesalismo en general, e incluso algu-
nos son anteriores al surgimiento de éste,34 lógicamente la teoría general de
la prueba constituye uno de los capítulos principales de la más amplia teoría
general del proceso."O Consideramos que dentro de ésta, el concepto de la
prueba es equiparable a los que han sido considerados como fundamentales,
tales como los de la acción, la jurisdicci6n y el proceso.
Desde un punto de vista lógico, no se puede concebir el proceso sin la
prueba. Aun cuando· se presente el allanamiento) y se supriman las etapas
probatorias y de alegatos, no puede hablarse de un proceso sin prueba, sino
más bien de una solución auto compositiva unilateral aü bis homologada por
el juzgador, figura que excluye la existencia del proceso. No hay prueba, pero
tampoco hay proceso.
En relación a la importancia de la prueua, son clásicas estas palabras de
Benlham: " ... el arte del proceso no es esencialmente otra cosa que el arte
de administrar las pruebas".·' Y es oportuno anotar que desde entonces el
pensador inglés consideraba que sus estudios sobre la materia eran aplicables
"tanto a la ley penal cuanto a la comúnmente llamada ley civil; ¿de qué se
U'ata en lo penal?: Se trata de decidir si cierto hecho, llamado delito, está

:m Un an¡\Jisis muy amplio y exhaustivo sobre los principios generales de la prueba


1~,ed verse I.:n Dc\"is Echandía. op. cit. supra nota 22, pp. 62 a 95.
:14 AJcalá·Zamora y C..astillo, Niceto, "Sistt.'tllaS y C1;terios para la apreciación de la
prueba", en op. cit. mpra nota 21, pp. 29 Y 30.
35 Gómez !..ara, op. cit. supra nota 13, pp. 69 Y 70. Así lo considero también el
Colegio de Profesores de Derecho Procesal de nuestra Facultad de Derecho, aunque la in-
cluyó con la terminología de Briseño Sierra, en el temario de teona general de proceso.
Cfr. Flores Garda, op. cit. supra nota 16, p. 115. En igual forma, aunque ya con ter-
minología de teona general de la prueba, ésta fue incluida en los respectivos temarios
de las Universidades Nacional de Guatemala y de El Salvador. Cfr. Aguirre Godoy, Ma-
rio, "La teoría general del proceso y la enEeñanza del derecho procesal", y Ungo, Gui-
llermo, Manue], "I.a teoría general del proceso y la enseñanza del derecho procesal en la
Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Uni"ersidad de El Salvador, en
Revista de Derecho Procesal Iberoamericana, Madrid, m\m. 1 de 1968, pp. 100 Y 175,
rcspetivam(~n. Por último, es muy digna de consirlerane la proposición que hizo Devis
F.chandía en el IV ,Congreso Mexicano de Derecho Procesal (CUernavaca, Mor., 11·20·IV-
19(9), en el sentido de incluir en los programa!! de t:."Sludio de las facultades de dere·
cho, un curso anual separado de "pruebas judiciales", ta1 como ocurre en Colombia.
desde hace cerea de un ~iglo. Cfr. "La enseñanza del derecho procesal", en Revista de
la Facultad de Derecho de México, núm~. 77"78, cnero-junio de 1970, p. 364-.
3¡O¡ bis efL Alcalá Zamora y Castillo, Niccto, Proceso, aut0composición y autodefensa
(cont1'ibuci6t¡ al esWdio de los fines del proceso), UNAM, 1970, pp. 85-89.
36 Bcntham, Jeremías. Tmtado de las pruebas judiciales, t. 1, obra rompilada ,de los
manuscritos de su autor por E. Dumont, trad. de l\Ianuel Ossorio Flonit, EJEA, Buenos
A.ircs, 1959, p. 10.

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TEORÍA Gl::NERAL DE LA PRUl':BA 31

proLauo o no y, en consecuencia, si el individuo acusado debe ser sometido


a la obligación de sufrir la pena correspondiente a ese hecho. Para todos esos
problemas, el juez tiene el deber de obtener todas las pruebas de una y otra
}Jarte, de ]a mejor manera posible, de compararlas y de decidir después su
fuena probatoria" .3í
También Carnelutti considera esta importancia decisiva del fenómeno que
estudiamos: "L1. prueba es el corazbn del problema del juicio, del mismo
modo que éste es el corazón del problema del pensamiento" .• s Y Sentís Me-
lendo afirma s.in vacilaciones: ".,. un proceso sin prueba constituye una
cllldequia, " :w
En fin, si como afirma Kisch;lO la demanda es la proposición, lá petición
de sentencia, y ésta no es sino la respuesta a aquélla. el sentido de esa respues-
ta está condicionado por la actividad probatoria que se desarrolle en el
proceso.
En virtud de ese carácter general de, la teoria de la prueba, ésta no puede
entrar al análisis de las peculiaridades probatorias de los diversos tipos de
proceso pues al inlentar una teoría general de la prueba penal, por ejemplo,
estaríamos ante una contradicción en el simple enunciado; en otras palabras,
la teoría general de la prueba, por su propio carácter, no puede penetrar a las
variaciones y detalles de la prueba. N o agota, pues, el estudio cabal de ésta.

4. El clcercho pmbatorio

La dt:nominación "derecho probatorio" ha venido tomando carta de na-


turalización entre los procesalistas.41 En general, se entiende por derecho pro-
hatorio "el estudio de las pruebas" ,.J:¿ pero también se dice que es el con-
.i lInto de nonna, jurídicas que regulan la actividad demostrativa en el pro-
ceso.43 Creemos que la denominación derecho probatorio comprende todo el

:':7 Ibit!(-Tl;.
38 Camehmi, op. cit. sU/Jm nota J, p. XVIII_
:59 Sentís Mclelldo, op. cit. suJn-a nota 30, p. 549.
4() Kiscn, 'Vilhelm, Elementos de derecho procesal civil, trad, eJe L Prieto Castro, Ed,
Rnista de Derecho Prh-ado, Madrid, p. 171.
·H EHa denominación ha sido aceptada por Alcalá Zamora, quien ha reunido una
~cri de t:nsayos sobre la prueba bajo el tílUlo Es/udios de derecho probato-rio, obra que
hemos cüado; igualmente, Sentís Me1endo, op, cit. wpra nota 30;. Silva Melero, op. -cil.
supra nota 24, t 1, p. XIII, y, por último, Dcnti, Vittario, "Emlución del Dere-cho pro-
hatorio en los pr0Ci.'S()S civik'S contemporáneos", trad_ )' notas de 1'\iccto AlcaIa-ZamoTa
y Castillo, ('n BoletÍll l\!exicano de Derecho Comparado, llUC\"a serie, año JI, núm. ti,
sr-pticmbre-dicicmbre de 1969, pp, 54-3·583, especialmente la p, 54:1, nota a del traductor.
"1~ Sentís Mclcndo, oj;. dI. sujn'a nota 30, p, 549.
r: .',ih"a ~fd('m, o]). cil, slIJna }lota ~N, p_ 26_

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32 ESTUDIOS GF..NERALES

conjunto de normas jurídicas relativas a la prueba (entendida ésta en su sen·


tido amplio), sin perjuicio de que su estudio debe partir necesariamente de
la teoría general de la prueba. Con el empleo de los conceptos y los prin.
cipios proporcionados por ésta, se logrará una mayor comprensión y sistema·
tización.
De los principios de la teoría general de la prueba, que orientan tanto
el estudio como la aplicación del derecho probatorio, podemos destacar los
siguientes:
a) Principio de la necesidad de la prueba. Los hechos sobre los cuales
debe fundarse la decisión judicial, necesitan ser demostrados por las pruebas
aportadas por cualquiera de las partes o por el juez si éste tiene facultades."
Esta necesidad de la prueba tiene no sólo un fundamento jurídico,sino lógico.
pues el juzgador no puede decidir sobre cue.Hiones cuya prueba no se haya
verificado.
b) PrinciPio de la prohibición de aplicar el conocimiento privado del
iuez sobre los hechos. El juzgador no puede suplir las pruebas con el cono·
cimiento personal o privado que tenga de los hechos, porque sería descono-
cer la publicidad y contradicción indispensables para la validez de todo me·
dio de prueba.··
En reladón al conocim.iento privado, de acuerdo con Alcaá~Znor.4:6 hay
que distinguir dos aspectos: el jurídico y el psicológico. Por lo que toca al
primero, afinna que desde este aspecto, es inadmisible sentenciar con base
en el conocimiento privado, por dos razones: primero, porque esa convicción
extraprocesaI del juzgador se sustrae a la discusión y a la contraprueba neceo
saria; segundo, porque no se puede ser testigo y juez en un mismo proceso.
De ahí que si el juez conoce como particular determinados hechos del pro·
ceso, y su 'testimonio es único, insustituible y trascendente, debe comparecer
como testigo e inhibirse de actuar como funcionario judicial en dicha causa.
S( su testimonio no es indispensable, deberá desentenderse en absoluto de
cuanto haya llegado a él extraprocesalmente y atenerse exclusivamente al re·
sul tado de la prueba.
Sin embargo, desde un punto de vista psicológico, la situación ca'mlJia por
completo: el conocimiento pxivado con conciencia o sin conciencia del juez,
puede influir en la ordenación, en la práctica y sobre todo en la aprecia.
ción de la prueba, muy singularmente cuando ésta se efectúa según la libre
convicción stricto sensu. Esta contingencia es difícilmente evitable. No obs·
tante, Alcalá·Zamora apunta que la sustitución de la libre convicción por la

44 Dcvis Echalldía, op. cit. supra nota 22, pp. 62 a 65.


46 Ibidem.
+6 Alcalá-Zamora, Niceto y Ricardo Lc\'cllc (h), De-rec!w procesal penal, t. 111, Ed.
Kraft, Buenos Ai~, 1945, pp. 60 Y 61.

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TEORÍ.\ GENERAL DE LA PRUEBA 33

sana critica, puede hacer que en la sentencia queden tra7.as de que el juzg".
dor, al resolver, se sirvió, en mayor o menor medida, de su conocimiento pri-
vado, dándose así posibilidad de acudir al Iemedio oportuno. Advierte el
citado tr-dtadista que, a pesar de ello, la habilidad del funcionario puede Jle·
g-dr a disimular el verdadero móvil de su decisión, con sólo cargar el acento
sobre las pruebas o indicios que coincidan con la opinión extraprocesal, en
este caso elevada a convicción procesal, que se haya formado de los hechos.
e) Principio de la adquisición de la prueba. Según este principio, la ac·
tividad probatoria no pertenece- a quien la realiza, sino, por el contrario, se
considera propia del proceso, y así debe tenérsele en cuenta para determi-
nar la existencia o inexistencia del hecho a que se refiere, sea que resulte en
beneficio de quien la adujo o de la parte contraria, que bien puede invocarla:17
d) PrinciPio de igualdad de oportunidades para la prueba. Significa que
las partes dispongan de las mismas oportunidades para presentar o pedir la
práctica de pruebas, sea que persigan o no contradecir las aducidas por el con-
trario." Es obvio que la igualdad leg-dl debe considerar las desigualdades
rcales, pues una igualdad formal que ignore los grandes desniveles existentes
en cuanto a posibilidades reales, seria una verdadera ficción y por ello absur·
da, como ha ocurrido len el pasado y aún ocurre en el presente con las nor·
mas que hacen abstracción de las condiciones reales en que se desenvuelven
los hombres. Por cnde, la igualdad en materia probatoria, como en cualquier
normación jurídica, debe procurar una verdadera igualdad material, que par·
ta de las condiciones reales de vida, y no limitarse al concepto ya superado
de la igualdad formal. En este sentido debe hablarse mejor del principio de
igualación de oportunidades para la prueba.
e) PrinciPio de publicidad de la prueba. El proceso ha de ser desenvuel·
to en tal fonna. que sea posible a las partes y a terceras personas reconstruir
las motivaciones que determinaron la decisión, con referencia al presente )'
al futuro." El examen y la. conclusiones del juez sobre la prueba deben ser
conocidas por las partes y estar al alcance de cualquier persona que se in-
terese en ello, cumpliendo así la función social que le corresponde. 50
f) Principios de la inmediación y de la dirección del juez en la produc·
ción de la prueba. El juez debe ser quien dirija, de manera personal, sin mc~
diación de nadie, la producción de la prueba, en la mayor medida posible.
Si la prueba está encaminada a lograr el cercioramiento del juzgador. nada
más lógico que el juez sea quien dirija su producción.

47 Silva Mckro, op. dI. supra nota 24, p. 27, Y Dc\'is Echalldia, ap. cit. supra nota
:2:2, pp. 66-67.
op. cit. supra nota 22, p. 74.
-lB Dcvis F.chandía,
Silva Melero, 01'. cit. supra nota 24, p. 28.
,tI)

50 Devis Echandía, op. cit. supra nota 22, p. 75. Este pnnoplo, desde luego, tiene
sus excepciones en la propia ley, cuando producc l'cslIltado$ mntI-aproducentcs.

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34 ESTUDIOS GENERALES

La dirección del debate probatorio otorg-a al juez un papel completamen-


te activo, ya que lo provee de facultades para ordenar de oficio la práctica
de las pruebas que considere necesarias para su cercioramiento y para in-
tervenir en las pruebas ofrecidas por las partes_ Sin la dirección judicial,
como dice Devis Echandía,Gl el debate probatorio se convertiría eri una lu-
cha privada y la prueba dejarla de tener carácter de acto procesal de interés
público.
Cómo puede desprenderse claramente de todo lo expuesto en este núme-
ro, es indudable que la materia probatoria corresponde al derecho proce-
sal; en otras palabras, la prueba, considerada desde el ángulo jurídico,
queda comprendida en el derecho procesal, con la excepción que Alcalá-Za-
mora precisa: ..... el Derecho probatorio pertenece casi exclusivamente al
Derecho Procesal, sin más excepción que las que Chiovenda ha llamado nor-
mas probatorias especiales","" que se presentan dentro de las legislaciones que
acogen el sistema legal o tasado, y constituyen cortapisas o pautas marcadas
por el derecho substantivo.
Si se habla de derecho probatorio, no se pretende la existencia de una nue-
va rama del derecho en general, con autonomía e independencia del derecho
procesal. El agrupamiento de las normas relativas a la prueba bajo la deno-
minación l'derecho probatorio", se hace en ralón de un aiterio de especiali-
zacióri, para darle un tratamiento más sistemático a su estudio, pero no
porque se piense que se trata de una disciplina autónoma. Como señala Sen-
tís Melendo, el derecho probatorio existe "como una parte o zona del Dere-
cho procesal, no como un estudio independiente y autárquico".53
Por último, queremos dejar precisado que el estudio completo de la prue-
ba en sí, ya no sólo desde un ángulo normativo, indudablemente rebasa no
solamente los limites del derecho procesal, sino los del derecho mismo, ya
que implica' toda una serie de conocimientos e investigaciones que correspon-
den a las más diversas disciplinas científicas, entre las cuales se pueden enun-
ciar, sin pretensión de ser exhaustivos, la criminaHstica, la medicina forense,
la psiquiatría, la psicología, la lógica, la sociología, y, en general, todas aque-
llas ciencias cuyas aportaciones pueden contribuir a la obtención de la prue-
ba, fundamentalmente a través de la pericia y de la prueba documental cien-
tífica; incluso, aquí cabe señalar que en la medida en que esta participación
verdaderamente científica sea mayor, como una consecuencia del mismo des-
arrollo de la ciencia en general, el cercioramiento del juzgador estará más
orientado hacia la verdad, y probablemente en el futuro se llegue a hablar
de un carácter objetivo de la prueba.

51 ldem, p. 79.
52 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 46, p. 16.
5:-: $cntís MeIendo, op. cit. supra nota 30, p. 549.

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TEORÍA GENERAL DE LA PRUEBA 35

5. El contenido de la teorla general de 1'1 prueba

Según ha sido señalado anteriormente, hay una temática propia de la teo-


ría general de la prueba, que requiere un deslinde, antes de realizar cual-
quier incursión sobre el derecho probatorio, entendido como conjunto de
normas relativas a la prueba, sin perjuicio de que se considere que aquélla
queda comprendida dentro de éste. M
a) El concepto de prueba. La palabra prueba tiene, aun extrayéndola
de su empleo común lió y ubicándola dentro del campo juridico, toda una
gama de significados. ya que se usa para designar objetos distintos, aunque
conexos.rl'6
a') De este modo, la palabra prueba es empleada para designar los me-
dios con los que se pretende probar, o sea, todos aquellos instrumentos que
pueden lograr el cercioramiento del juzgador acerca de los puntos contro-
vertidos. En ese sentido, se h.bla, por ejemplo, de la "prueba confesional",
la "prueba pericial", "la prueba documenta]"', etcétera. Como peculiaridad
de la referencia a este significado, Alcalá-Zamora y Levcne señalan el em-
pIco de la palabra en plural: se habla más de pruebas que de prueba, en
el sentido de medios. 57
b') En segando lugar, con la misma palabra se intenta denominar el
fJrocedimiento probatorio, es decir, al desarrollo formal de la fase probato-
ria del proceso, al encauzamiento fijado para la realización de la actividad
probatoria. De ahí que algunos códigos procesales hablen de "abrir el pleito
a prueba" óB para indicar la iniciación del procedimiento probatorio. que se

54 Sobre el contenido de la teoría general de la prueba, puede verse: Alcalá·Zamora y


Castillo. Niceto, "Programa para un cursillo sobre la: teoría general de la prueba", op. cit .
.mpra nota .34, pp. 197 Y 198; Sentís Me1endo, op. cit. supra nota 30, pp. 556 a 559,
7 Fenech, Miguel, op. cit. supra nota 20, pp. 571 Y 572.
55 Devis Echandía afinna que la noción de prueba está presente en todas las mani·
estaciones de la vida humana, y por ello hay una noción ordinaria al lado de otra téc-
nica, y ésta varía según la clase de actividades o ciencias en que se aplique; según él,
en las ciencias y actividades reconstructivas (que reconstruyen el pasado) la noción de
prueba adquiere el sentido que tiene el derecho. Devis Echandía, op. cit. supra nota
:?2, p. 2.
56 "La palabra prueba lrae su etimología, según unos, del adverbio probe, que sig-
nifica hOIH2.damente. por considerarse que obra con honradez el que prueba lo que pre·
tende; o. según otros, de la palabra probad¡tm, que significa recomendar, aprobar, cx-
perimentar, patentizar, hacer fe, según lo expresan varias leyes del Derecho romano".
Vicente y Caravantes, José de, Tratado histórico--crítico, filosófico de los frrocediminilos
judiciales en materia civa, t. n, Imprenta de Gaspar y Roig, Editores, Madrid, 1836,
p. 133.
!í7 Alcalá·Zamora, op. cit. sttJ)ra nota 46. p. 17.
;;8 Por ejemplo. los Códigos de Procedimientos Civiles del Distrito Federal (artículm
:!il y '177), de Zacatecas (artículos 253, 11, Y 254) Y Federal (artículos 337 y 338).

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36 ESTUDIOS GENERAu:8

integra con los actos de ofrecimiento, admisión o rechazo, práctica y valo-


ración de los medios de prueba.
c') En tercer lugar, con la palabra prueba también se hace referencia, al
decir de Dellepiane, a la "actividad de probar, de hacer la prueba como cuan·
do se dice actor probat actionem, indicando que es esta parte la que debe
smninistrar los elementos del juicio o producir los me.Iios indispensables
para determinar la exactitud de lo. hechos alegados ..... Carnelutti 60 distingue
esta acepción cuando, después de observar que loo act05 de prueba pueden
ser realizados tanto exclusivamente por quien efectúa la comprobación, como
por otros junto a él, señala con agudeza que en el lenguaje corriente no sólo
se llama prueba a la actividad de quien comprueba, sino también a la de
quien da el modo o suministra los medios para comprobar.
Dentro de esta acepción, la mayoría de las leyes procesales expresan la
necesidad que tienen las partes de probar sus respectivas proposiciones de he·
cho, y loo hechos sobre los que el adversario tenga a su favor una presun·
ción legal.·'
d') Por último, el término prueba es usado para consiguar el resultado
producido por los medios de prueba ofrecid05 y desahogados en el proceso.
Ésta es una de las acepciones más difundidas y admitidas entre los procesa·
listas,"" y en este sentido la prueba vendría a ser "la dem05tración misma de
las proposiciones de las partes, la constatación de los hechos controvertidos,
el reconocimiento mismo a la reproducción de los acontecimientos discuti·
dos..... Este significado se puede ejemplificar en la acuñada frase de las sen·
tencias tradicionales que reza: ..... el actor probó su acción ..... (es decir,
probó los hechos del supuesto de la norma en que trata de fundar su preten·
sión, aunque hay que reconocer que con la misma frase también se expresa,
a la vez, que el actor demostró la aplicabilidad de la norma a los hechos
probados) .
En resumen, podemos decir que la palabra prueba en el ámbito jurídico,
y concretamente en el procesal, recibe un tratamiento diverso, según sea el
objeto que se considere. Así, se emplea para desiguar a los medios, al proce·
dimiento, a la actividad tendiente a probar y al resultado obtenido.""·

69 Dcllepiane, A., Nueva teoría de la prueba, Ed. Tcmis, Bogotá, 1961, p. 13.
60 CarneIutti. op. cit. supra nota 1, pp. 40 Y 41.
61 Cfr. artículos 260 del c.P.C. de Zacatecas y 281 del distrital.
62 Cfr. Devis Echandía, op. cit. supra nota 22, pp. lSl a 184.
63 Zepeda, Jorge Antonio, "Sobre la prueba en el derecho mexicano del trabajo", CH
111 Congreso Mexicano de Derecho Procesal~ México. UNAM, 1969, p. 92-
64 Además, Devis Echandía señala que la palabra también es empleada para designar
"los hechos :Jue sin'en de prueba a otros hechos", restringiendo así la noción de prueba;
también se le identifica erróneamente con la materia que debe probarse o el objeto de
la prueba y. por último, define la prueba diciendo que es "el conjunto de motivos o

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TEORÍA GENERAL DE LA PRUEBA 37

Nosotros pensamos que un concepto de prueba que pretenda ser válido


para todo tipo de proceso, en términos de una teoría general de la prueba,
ha de recoger todas sus manifestaciones, ya sea que éstas operen dentro del
campo del principio dispositivo, ya sea que funcionen en el 'ámbito del prin·
cipio inquisitorio, Una visión unilateral y, por ende, parcializada del fenó-
meno probatorio, queda al margen de la teoría general de la prueba y, con-
secuentemente, de la teoría general del proct:so.
De los diversos enfoques expuestos, los más comprensivos del fenómeno
que estudiamos, son los dos últimos, es decir, los que contemplan las activi·
dades que se realizan con motivo de la prueba y el resultado obtenido. Por
eso pensamos que, en sentido estricto, y siguiendo la terminología de Alca-
lá·Zamora,oo la pnleba es la obtención del cercioramiento judicial acerca de
los hechos indispensables para la resolución del conflicto sometido a proce-
so. Probar es, pues, lograr efectivamente dicho cercioramiento, ya sea a través
de la actividad de las partes o de los terceros (principio dispositivo), o ya
sea por el juzgador directamente (principio inquisitorio) _ Ese cercioramiento
judicial podrá obtenerse medialite un método que permita la valoración del
órgano jurisdiccional, sea con libertad judicial, y entonces estaremos frente
a lo que Furno llama la "certeza histórica judicial"; o bien, dicho cerciora·
miento se obtiene mediante una mera constatación de los medios de prueba
con los valores (fuerza probatoria) previamente fijados o tasados, ~n la ley,
y entonces estaremos frente a lo que el propio autor italiano llama "certeza
histórica legal".
En sentido amplio" sin embargo, la prueba comprende tooas las activ~
dades procesales que se realizan a fin de obtener dicho cercioramiento, con
independencia de que éste se obtenga o no. .Este sentido amplio de la prue-
ba es el que puede servir de base para el desarrollo de la teoría general de
la prueba.
b) El fin de la actividad probatoria. El fin de la actividad probatoria
viene a ser el mismo en cualquier tipo de proceso. Sobre este tema podemos
manejar los conceptos que dim05 en la prueba: el fin de la prueba (en sen-
tido amplio) no es sino el de llegar a la prueba (en su significación estricta) .
Es decir, la actividad probatoria tiene como fin la obtención del cercio-
ramiento del juzgador acerca de las situaciones fácticas indispensables para
la decisión del litigio sometido a proceso:'I1 Dicho cerciora miento no debe

razones que nos suministran el conocimiento de los hechos, para los fines del proceso,
que de los medios aportd~ se deducen". Cfr., crp. cit. supra nota 22, pp. 179 Y 1M.
65 En m:e"itra tesis Los sistemas de apreciaci6n probatoria en el derecho positivo me-
:'ácana, Méxko, 1969, pp. 10-33, hacemos un análisis de la elaboración conceptual en
torno a la prueba, siguiendo los cuatro enfoques anotados.
66 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 21, p. lll.
67 Alcalá-Zamora, o.p. cit. supra nota 46. p. 20.

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38 ESTUDIOS GENERALES

ser confundido con el capricho y la arbitrariedad de los jueces, sino que


consiste en un criterio sólidamente fundado, que trata de acercarse, en lo
más posible, a la verdad, ya sea que se trate de un proceso regido por el prin·
cipio dispositivo. por el principio inquisitorio, o por una combinación de
ambos.
En consecuencia, es inexacto que por medio de la actividad probatoria
se busque la verdad en sí, sin perjuicio de que el criterio del juzgador debe
orientarse por la búsqueda legítima de la verdad, que es objetiva y existe
independientemente del sentido de las resoluciones judiciales; no obstante,
éstas pueden coincidir con aquélla, lo que es muy deseable. La eficacia del
proceso, como instrumento heterocompositivo de solución a los conflictos in-
tersubjetivos," depende en buena medida de que esa concurrencia de ver·
dad y cercioramiento del juzgador, que puede lograrse merced al aprovecha·
miento. del. progreso científico y técnico.
c) Objeto, necesidad y carga de la prueba. Estos U"es conceptos guardan
estrechas relaciones. por lo cual es conveniente darles un tratamiento con-
junto para precisarlos.""
En cuanto al primero, esto es, al objeto de la prueba, consiste en térmi·
nos generales, en lo que puede probarse. Devis Echandía 70 caracteriza esta
noción como puramente objetiva y abstracta, no limitada a los problemas
concretos de cada proceso ni a los intereses o pretensiones de las partes.
En cambio la necesidad de la prueba, que consiste en lo que debe ser
materia de la actividad probatoria por constituir el presupuesto de los efec·
tos jurídicos perseguidos por ambas partes, aunque es también una noción
objetiva, porque no se contempla en ella la persona o parte que debe sumi·
nistra la prueba de un hecho o de alguno de ellos, es para el autor citado,
una noción no abstracta, sino concreta, ¡x>rque recae sobre hechos determi-
nados.
Por último, la carga de la prueba, que viene a ser una aplicación a la
materia probatoria del concepto de "carga procesal",71 comprende dos aspec'
tos: uno, subjetivo, en cuanto se refiere a la situación que las partes tienen
frente a cada hecho que requiere prueba; " este aspecto subjetivo es lo que
168 Flores Carda, Fernando, Apuntes de la clase de Derecho procesal civil, Facultad
de Derecho, UNAM, México, 1968.
lID Devis Echandía, op. cit. supra nota 22, p. 206.
10 Idem, p. 20'S.
11 Couturc, Eduardo J., Fundamentos del derecho procesal civil, Roque de Palma Ed.,
Buenos Aires, 1958 (~ ed.) , p. 211, define la carga procesal como "una situación jurí-
dica instituida en la ley oonsistente en el requerimiento de una conducta de realización
facultativa normalmente establecida en interés del propio sujeto, y cuya misión trae apa-
rejada una consecuencia gravosa para él".
72 De esta manera, aunque erróneamente se refieran en forma expresa a "obligación"
)' no a "carga", Jos artÍCulos 81 y 82 del CFPC, señalan reglas generales para la distri-

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TEORÍA GENERAL DE LA PRUEBA 39

Rosenberg llama "carga de la gestión probatoria". Consiste, según dicho


autor, en "procurar (una de las partes) la prueba de un hecho controver-
tido mediante propia actividad, para sustraerse a la pérdida de! proceso". El
otro aspecto de la carga de la prueba, el objetivo, inqujere más bien en lo
comprobado y no en quién ha comprobado. "Lo decisivo -apunta Rosenberg-
no es la preocupación por la ejecución de la prueba, sino e! peligro de la
falta de la prueba"."'"
Por otra parte Devis Echandía 74 precisa qne la noción de la carga de la
prueba es, a la vez, concreta y abst1'acta; es concreta respecto a las partes,
ya que se refiere a hechos precisos, y abstracta respecto del juez, porque es
una regla de juicio de alcance general sobre la manera como debe decidir el
juez a falta .de prueba_ Como puede verse, el carácter cono-eto se refiere al
subjetivo y el abstracto al objetivo.
Pasamos ahora a desarrollar cada uno de estos conceptos.
En cuanto al objeto de la prueba, éste consiste en los hechos, entendi-
dos en un sentido general que comprende incluso a la existencia de las má-
ximas de la experiencia y preceptos jurídicos_ Con razón ha afirmado Alcalá-
Zamora: " ... la prueba de nonnas jurídicas se traduce, en definitiva, en la
prueba de un hecho: la de su existencia y realidad ... , ya que Wla vez dilu-
cidado este extremo, el juez se encuentra frente al contenido del precepto in-
cierto, y que ya ha dejado de serlo, en la misma situación que al Derecho na-
cional vigente y legislado".'· Son, pues, en general los hechos el objeto de
la prueba.
No obstante, por su calidad específica, la prueba que por excepción debe
establecerse sobre hechos relativos a la existencia de determinados preceptos
jurídicos. recibe un tratamiento especial. El principio jura novit curia no
tiene aplicación tratándose de derecho extranjero, consuetudinario, estatutario
e histórico.76 Importa destacar que, en México, el derecho producido median-
te el procedimiento jurisprudencial, que es un derecho no legislado, no re-
quiere prueba en virtud del carácter obligatorio que tiene para todo., los
órganos dedicados a realizar, en forma permanente y especializada. la fun-
ción jurísdiccional, correspondan o no formalmente al Poder Judicial de la

budón pardal de la carga de la prueba; los artículos 83 y 84 del mismo ordenamiento,


establecen reglas específicas. Igualmente los artículos 281 y 282 del ere del Distrito
prescriben las mismas reglas generales; también los artículos 1194, 1I95 Y 1196 del Có-
digo de CODlercio. Con mayor técnica, el artículo 260 del epe de Zacatccas preceptúa
que "las partes tienen 'la carga de probar sus respectivas proposiciones de hecho, y lo",
hechos sobre los que el adversario tenga a su fa\'or una presunción legal".
73 Roscnbcrg, Tratado de derecho procesal civil, l. I1, trad. de Ángela Rom('J() VCI~,
EJEA, Buenos Aires, 19,5.5, p. 223.
74 De"is Echandía, op. cit. suj,ra nota 22, p. 2O{j.
75 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 46, p. 26.
76 AlcaL1·Zamora, op. cit. supra nota 21, p. lIS.

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10 ESTUDIOS GENERALES

Federación o de las entidades federativas. 77 Esta obligatoriedad la estable<:en


los artículos 192. 193 Y 193 bis de la Ley de Amparo. Reglamentaria de los
Artlculos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Me-
xicanos.
En cuanto a la necesidad de la prueba, también llamada obligatoriedad
de la prueba. Rosenberg 78 escribe que se presenta según distintos presupues-
tos en un procedimiento con principio de disposición y en uno con principio
inquisitOlio, En primer término. en el ámbito del principio dispositivo, re-
suelve la conducta de las partes en amplia medida sobre la necesidad de prue-
ba: de este modo, no necesitan prueba las afirmaciones admitidas, las no
discutidas, además las notorias y las que cuentan con lUla presunción (nos-
otros preferimos decir los hechos afirmados que se han admitido como ciertos.
los que no se han discutido, los notorios y los que cuentan con una presun-
ción). Según esto, únicamente necesitan ser probadas las afinnaciones (he-
chos) discutidas y ni aun ellas cuando sean objeto de una presunción.
Por otra parte. en el campo del princiPio inquisitoTio resuelve¡ únicamen-
te el tribunal sobre la ne<:esidad de prueba. haciendo exclusión de la noto-
riedad y de las presunciones -que también aquí eliminan la necesidad de
comprobación-, mientras que la conducta de las partes no tiene influencia.79
Por último. en relación a la ca1'ga de la prueba, puede decirse que ésta
tiene vigencia en cualquier ti po de proceso, invariablemente tratándose del
aspecto objetivo y con algunas diferencias en su aspecto subjetivo, Micbeli.
quien se ha ocupado extensamente y con profundidad de la carga de la
prueba, expresa: " ... no cabe preguntar si el conferimiento de poderes inqui.
si torios al juez excluye la carga de la prueba. porque naturalmente en estos
casos la estructura del proceso cambiará, pero subsistirá siempre, al menos
como regla general. la cuestión acerca del modo de evitar un non ¡iquet,
cuando el juez no esté en situación de decidir por otra vía". 8() En este mismo

i í En el mismo sentido, Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, Ed. Po·
rrúa, México, 1965. p. 72. Así lo consideran también De Pina y Castil10 Larrañaga.
cuando afirman: ..... ni el Derecho consuetudinario, ni los principios generales del De-
recho son objeto de prueba.. El juez debe conocerlos y aplicarlos por las mismas razones
que debe conOcer y aplicar el Derecho escrito nacional". Pina, Rafael de, Y Castillo
Larrañaga, José, Institucianes de derecho procesal civl~ F..d. Pornia, México, 1966, p. 262.
Por último, Alcalá-Zamora precisa que la jurisprudencia "no reclama propiamente prue-
bas y sí únicamente que se la refleje con exactitud y se la cite ron precisión (en cuanto
a la fecha, tribunal de que emane y colección en que se inserte) ", Cfr. Alcalá-Zamora
y Castillo, Niceto, Examen crítico del Código de Procedimientos Civiles de Chihuahua
(ramparado con el del Distn'to 'Y Territorios Federales), Unh'ersidad de Chihuahua, 1969,
pp, 70 Y 71.
78 Roscnbcrg, 01'. cit. sujJra nota 73, p. 213.
79 Idem, p. 221.
80 Micheli. Gian Antonio, La ctll'ga de la prueba, trad. de Santiago Sentís Mclcndo,
Ediciones Jurídicas Europa-América. Buenos Aires, 1961, p. 247.

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TEORÍA GENERAL DE LA PRUEBA 41

sentido, Devis Echalldía señala: "Las facultades inquisitivas del juez, sea civil,
penal o de otra jurisdicción, pueden hacer menos numerosos los casos en que
deba recurrirse a ella (la regla sobre la carga de la prueba), pero no los
eliminan, pues siempre es posible que fracase la prueba y que el juez se en-
cuentre ante una falta de certeza; por lo tanto, en estos procesos se conserva
su vigencia e importancia".81
d) Los sujetos de derecho probatorio. En general, puede decirs~ siguien-
do a Kelsen,82 que en materia probatoria son sujetos los puntos de imputa-
ción o personificación; del complejo de normas de derecho probatorio. Y, así,
dentro de este concepto, quedan comprendidos:
a:') El juzgador, como centro de imputación de normas referentes a la or-
denación de oficio de alguna prueba; la admisión de los medios de prueba
ofrecidos; la dirección en su desahogo; la realización, tratándose de inspec-
ción judicial; la apreciación o valoración de los medios de prueba practica-
dos; y, en fin, de normas que regulan la conducta del j üzgador en materia
probatoria.
b') Las partes, como puntos de imputación de las normas relativas al ofre-
cimiento de los medios de prueba y la práctica de los mismos en cuanto a
ellas concierne, en especial, la declaración de parte y la confesión; también
de las nOrmas relativas a la distribución parcial de la carga de la prueba;
y, en general, las que rigen la actividad que realizan las partes en función
de la prueba.
c') Los terceTOS, en cuanto puntos de imputación de las nonnas proba-
torias, en especial, tratándose de las pruebas testimonial y pericial.
<1') Los órganos de aut01'idad, en cuanto colaboren a la obtención del
cercioramiento judicial, verbigracia, mediante la rendición de informes. BB
De este modo se elude la distinción innecesaria y equívoca que se suele
hacer entre órgano y sujeto de prueba. M Algunos autores, entre ellos Fenech 86
y Devis Echandía,86 clasifican los sujetos de la prueba en función de los actos
probatorios que realizan, y así hablan de sujetos de la proposición, sujetos de
la admisión, de la ordenación, de la práctica, etcétera, pero, como es mani-
fiesto, más que una clasificación de los sujetos de la prueba, es una clasifi-
cación de los diversos actos del procedinIiento probatorio.
e) Los medios de prueba. Los medios de prueba son los instrumentos con

.'11 Devis Echamlía, ofr. cit. supra nota 22, p. 623.


82 Ke1scn, Hans, Teoría general del derecho y del Estado, trad. de Eduardo Carda
Máyncz, UNAM, México, 1969, pp. 109 Y ss.
Kl Articulos 326 y 339 del epe del Distrito; 127 y 171 del Código Federal; 312 y
~; I ~I dd de Zacatl..-'cas v 382 )' 384 <!d de Tamaulipas.
84 Dcvis Echandía,' op. cit. supra nota 22, pp. 361 a 364.
85 Fenech, Miguel, op. cit. supra nota 20, pp. 584 Y 590.
8(} Devis Echandia, op. cit. supra nota 2'2, pp. 364 Y 372.

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42 ESTUDIOS GENERALES

los cuales se pretende probar, empleando esta palabra en su significación


estricta."' No deben confundirse los medios de prueba con los sujetos de la
prueba: los testigos y los peritos no son medios de prueba; son sujetos de
derecho probatorio. En cambio, el testimonio y el dictamen pericial sí son
medios de prueba. La diferencia estriba en la imputación que se hace cuan·
do se trata de los sujetos y el carácter meramente instrumental de los me-
dios de prueba.
La precisión de los elementos de cada uno de los medios de prueba con~
cidos excede con mucho la extensión propuesta para este trabajo; por ello,
nos concretamos a hacer un breve enunciado de los mismos.
a') La confesión -declaración vinculativa de parte que contiene la admi-
sión de que ciertos hechos son verdaderos-, otrora considerada como reina
de las pruebas, se ha visto hoy reducida en su e'stimación, de tal modo que
en el proceso penal se le atribuye carácter de mero indicio ss en el proceso
civil tiende a ser sustituida por la simple declaración de parte libremente
apreciada por el juez. 89 Se distingue entre confesión y declaración de parte
con base en que aquélla es sólo una especie de ésta, sujeta a mayores forma-
lidades, de carácter vincula torio y consistente específicamente en la absolu-
ción de las posiciones articuladas por la contraparte."
b') El testimonio -declaración de un tercero ajeno a la controversia,
acerca de hechos que a ésta conciernen, de los cuales el tercero ha tenido
percepción directa-, también se encuentra desacreditada, tanto por la falibi-
lidad humana en la captación y recuerdo de los hechos que ocurren bajo los
sentidos, como por las operaciones innobles a que se presta dicho medio de
prueba.OI

87 Véase supra lUClSO a de este número.


88 No obstante, advierte Alcalá-Zamora, algunos códigos anticuados le atribuyen valor
de prueba plena, inclusive a las prestadas ante la policía, y cita mediante nota al Código·
Federal,de Procedimientos Penales (artículos 174, 177, 207 Y 279) Y al CPP del Distri-
to (artículo 249 y 286). Op. cit. supra nota 4, p. 24.
89 "Semej,mte solución -apunta Alcalá-Zamora- proviene de Inglaterra, dondc prJc-
ucamente testigos y partes declara'nres quedan sometidos a un mi¡,.mo régimen probato-
rio, y de ella la trasplantó Klcin al famoso código procesal civil austriaco de 1&95 ... , el
cual reperculió sobre el alemán en la reforma de 1933... En AméricJ., la acoge el prc;>---
yceto Couturt' de 1945 para Uruguay... y en México los códigos inspirados en el ante-
proyecto de 1948 para el Distrito (cfr. artículos 258·260). si bien los tres sin haocrse
decidido a eliminar, de paso. la confesión vinculaü\'a". Op. cit. supra nota 77. pp.. 7:.J
Y 74. Para un estudio detallado de la declaración libre o testimonio de las partes, puede
consultarse la obra clásica de Cappelletti, Mauro, La testimonianza della parte nel sis-
tema del'QTait~ GiuffrC, Milán, 1962. especialmente el segundo tomo.
00 Cfr. Devis Echandía, Remando, Compendio de pruebas judiciales, Ed. Temis, Bo-
gotá, 1969, pp. 215 Y ss.
~1 Reynolds narra varios casos reales en los cuales fueron encontrados testigos "pro-
fesionales", "negligentes", en, fin. falsos; recuerda el informe Wickersham, <h\.do a la
luz en los aíios 30, que fue "una acusación scyera y espanto&'1" contra los métodm de

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TEORÍA GENERAL DE LA pRUEBA 4-:)

La fama pública no es sino una variante del testimonio que, Si'gÚn Al-
calá-Zamora, "tiende a desaparecer en los códigos procesales, comenzando por
no pocos mexicanos (Federal, l\lorelos, Nuevo León, Puebla, Sonora, Tamau-
lipas, Tlaxcala, etcétera) "."" Por otra parte, dicho medio de prueba ha perdi-
do "la importancia que históricamente tuvo en épocas en que no existían la fe
pública, los diferentes registros oficiales, la policía y, en general, la tupida
red administrativa de nuestros tiempos y en que, por tanto, ciertos hechoo
sólo eran acreditables mediantes fama pública"."
El careo es una técnica que tiene ciertas implicaciones psicológicas,iM: em-
pleada con mayor frecuencia en el proceso penal que en los otros tipos de
proceso,96 para clarificar y estimular las declaraciones tanto de las partes
como de los terceros, cuando son conu·adictorias.oo El fin del careo, según
Fenech, "consiste en la obtención de loo elementos para una recta valoración
del resultado de la práctica de los medios de prueba, consistente en declara-
ción del imputado o testigo".'"
Como puede verse, en estos dos medios de prueba, las declaraciones de
parte y de terceroo, el conocimiento de la fl"icología por parte del órgano
jurisdiccional resulta indispensable.
0') Los dictámenes periciales. Al contrario que los anteriores medios de
prueba, loo dictámenes rendidos por peritoo, pese a que aún presentan múl-
tiples deficiencias, ofrecen mejores perspectivas probatOlias, en función del
gran desarrollo de la ciencia y de la técnica. La preparación del juzgador no

la polida norteamericana; mostró cómo las confesiones "\'oluntarias·' eran obtenidas pOi
medio de la brutalidad, las drogas y otros métodos ilegalcs de "persuación". Cfr. Ryru>kl.<;,
Quentin, Sala el{: jurados (La historia de Samuel S. Leybowitz)1 trad. de Carlos Gaytán,
E. Constancia, México, 1969, pp. 200 Y ss. En México, 1:t cantidad de tcs:timooios y cou·
fesiones :ilegales o inexactos no debe ser menor.
9'2 Alcalá-Zamora, ap. cit. supra nota 77, p. 82.
00 Idem l p. 83.
'94 ".,. El juez debe aprovechar los mODlI.>ntos< psicológicos de los carcante<>, en el ca·
lar de la discusión, para salvar al ingenuo y poder contener al falaz, mediante el jw:~;ó
de preguntas y contra preguntas que mutuamente se hacen observando las turbaciones de
ánimo, las reticencias y dem:is circunstancias que concurren en esta clase de diligencias'".
Gonzálcz B-ustamante, Juan José, PrinciPios de derecho proceslIl pC1Jal mexicano, Ed.
Pon'Úa, M¿'Xtco, 1969, pp. 377 Y 378.
'95 Dcvis Echandía. ofr. cit. supra nota 90. p. 414-. apunta que es indispensable el careo
también en el proceso civil, cuando aparecen declaraciones de testigos que SIC contradi-
cen entre sí: su importancia es cnorme, ya que permite apreciar mejor la sinceridad
de los testigos y sirve para que éstos precisen sus recuerdos. insistan en sus versiones o
las corrijan. En matCl'ia procesal ch'il y laboral. en Méxioo, si se ha establecido legislativa.
mente la técnica del careo: cfr. articulas 318 y S89 del CPC del Distrita.; artículo 34-3,
segundo párrafo in finc~ del Federal; artículo 2i9 del CPC de Tamaulipas y articulo
261, fracción IlI, del de Zacatccas. En la práctica, sin embargo, no es frecuente que se
recurra a dicha técnica.
96 Cp·. articulos 228 del CPP del Distrito)' ZG5 del Federal.
97 Fenech. op. cit. supra nola 20, p. 695.

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UtiUDIOS GF..NERALES

puede alcanzar todos los ámbitos del conocimiento científico y de la téc-


mea y, sin embargo, muy a menudo, ha de resolver conflictos que presentan
aspectos que requieren esos conocimientos y esa técnica. Por ello, es indis-
pensable la participación de los peritos en el proceso, la cual se irá perfec-
cionando en la medida en que avance la ciencia y la técnica, proporcionando
mayor objetividad a la prueba. Pensamos que será a través de este medio de
prueba y de la documental científica, como se logrará un cambio en la na-
turaleza de la prueba, ya que de predominantemente subjetiva, como lo es
ahora, dependiendo de un criterio subjetivo de valoración, habr;! de alcanzar
un nivel mayor de objetividad, que permitirá, a su vez, darle una mayor efi-
cacia al proceso.
d') Los documentos. Este medio de prueba es el que mayor desarrollo
ha tenido; por eso Alsina o. ha dicho que el antiguo adagio forense "testigos
vencen escritos", ha sido sustituido por el de "cscritos vencen testigos". En
cuanto a su concepción, tambic::n ha sufrido una evolución que va de la con-
cepción estnlctural, que consideraba que documento era únicamente lo es-
crito, a la concepción funcional, que se fUlll..la en su carácter representativo;
es decir, segl'Ifl esta concepción, documento es todo lo que representa una
idea." En este sentido, Alsina escribe que "por documentos se entiende toda
representación objetiva de un pensamiento, la que puede ser material o li-
teral".lOO Igualmente, Alcalá-Zamora distingue entre monumenta e instru-
ménta. 101
Dentro de esta concepción tan amplia de documentos, caben las fotogra-
fías, copias fotostáticas, registros dactiloscópicos y, en general, los inventos
de esta naturaleza que la ciencia y la técnica logren, en su sorprendente des-
arrollo. l OO
Es pertinente aclarar, sin embargo, que en México las leyes procesales aún
otorgan un tratamiento diverso a los dcx:umentos, según sean literales (pú-
blicos y privados) o materiales (en la especie de documental cientifica) .100
Por 10 demás, pese a la evolución que ha experimentado el concepto de do-

98 AIsin:.t, op. cit. supra nota 23, p. 397.


99 Guasp, Jaime, Derecho procesal civil, Instituto de Estudios Políticos. Madrid, 1961,
pp. 405 Y 406.
100 AJsina, op. cit. supra nota 23. p. 392.
1()1 Alcal;'t-Zamora, op. cit. supra nota 77. p. 75.
102 [dem, p. 82.
loa Cfr. arts. 129-142 y 188 Y 189 del CFPC; 327-345 y 373-375 del distrital; 282-289
y 309·311 del CPC de Zacatecas, y 324-335 Y 379-381 del de TamauJipas. Los Códigos
Federal y del Distrito de Procedimientos Penales no establecen reglamentación específica
para la prueba documental científica; su empleo, no obstante, queda permitido, en el
Código Federal, por el artículo 269, dentro del concepto amplio de documento y, en el
Código del Distrito, por el artículo 135.

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TEoRfA GENERAL DE LA PRUEBA 45

cumento, aún hay autores que, como Pallares. 1M estiman que docum.ento es
únicamente lo escrito.
e') La inspección judicial, a la cual ya Ricci negaba carácter de medio
de prueba,"'" objeción que Alcalá-Zamora trata de salvar llamándole, en
vez de medio, "especie de prueba"_ Otros autores, como Camelutti,lOO le lla-
man prueba directa, precisamente ¡X>f carecer de esa naturle~ instrumental
que tienen los otros medios de prueba. Por último, Bnseño Sierra,l07 esti-
ma que se trata de un medio de mostración, como si sólo las partes pudier<lll
mostrar y no el juez inspeccionar, sin que aquéllas se ID pidan.
Aunque la inspección judicial no es un medio de prueba, en el sentido
de que carece del carácter de intermediario entre el hecho a probar y la
percepción del juez, pues aquél es presentado directamente a éste,. sí es ubi-
cable entte los medios de prueba en cuanto que es en sí, un instrumento
legal para lograr esa percepción directa. Precisamente, en atención a dicho
carácter, debe eliminarse la práctica viciosa de designar para la ejecución
del reconocimiento judicial, a personas distintas de quienes van a valorar los
medios de prueba, pues en este caso pierde su carácter de una verdadera
inspección que proporciona una percepción directa de los hechos, y se con-
vierte en documento público que los acredita.
f') Por último, en cuanto a las presunciones Alcalá-Zamora ha precisado
j

su verdadera naturaleza. Según el investigador emérito del Instituto de In-


vestigaciones Jurídicas de nuestra Universidad Nacional:

o se trata de las denominadas legales} y entonces se conect.an con la


carga de la prueba (a título de exclusión -las iuris el de iw'e o ahso-
lutas- o de inversión en cuanto a ella -las iuris tantutn o relativas-) ,
o bien de las Ilamadas humanas, y en tal caso se ligan con la fuerza
probatoria . .. y 110 son lnedios distintos de los que hemos referido bre-
vemente, sino los mismos, sólo que sin intensidad demostrativa plena
(meras conjeturas o indicios).108

f) El procedimiento probatorio. El procedimiento probatorio comprende


fundamentalmente los actos que constituyen el desarrollo formal de la fase
probatoria del proceso, incluyendo la apreciación realizada en la fase resolu-
tiva, sin dejar de considerar la posibilidad de que algunos actos probatorios
puedan realizarse en otras fases del proceso y aun fuera de éste, como ocurre,

104 PalIares, Eduardo, Derecho procesal civil> Ed. Porrua, México, 1965, p. ·107.
100 Ricci, Francisco, Tmtado de (as pnu:bas, t. 1, trad. de Adolfo Bulga y Adolfo Pu·
sada, Madrid, s. f., p. 15.
100 Carnelutti, op. cit. supra Ilota 1, p. 51.
107 Brocño Sierra, Derecho procesal. yol. IV, C,\.rucuas Editor y Dislribuidor, 1970.
pp, 135 Y "
108 AlcaIft·Zamora y Castillo, Niccto, "Síntesis del derecho procesal" en Panarama del
])('J"cdlO jUexiamo, f.o II, Institut() de Ikn.-cho Comparado, V:".'"AM. Méxicn, 196.~ p. :';1Y"l.

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46 ESTUDIOS GENERALES

por ejemplo, con la presentación de documentos en la fase expositiva ''''' o con


las llamadas pruebas "para futura memoria".110 respectivamente.
Los momentos fundamentales del procedimiento probatorio, cualquiera
que sea el tipo de proceso en que se realice, son: a') la proposición u ofre-
cimiento, que corresponde a las partes; b') la admisión o rechazo que hace
eJ juzgador de Jos medios de prueba ofrecidos, o su ordenación por el mismo
cuando proceda de oficio; c') Ja preparación de las pruebas admitidas u
ordenadas; d') la ejecución, desahogo o práctica, en la que intervienen el
propio órgano jurisdiccionaJ, Jas partes y terceros (testigos; peritos, etcétera) ;
a este momento también se Je llama recepción, pero esta palabra más bien
indica una actitud pasiva del tribunal, debiendo tener éste una actitud
activa, además de que dicho término parece no considerar la actividad de
Jas partes y Jos terceros; e') Ja apreciación, valoración o valuación, que con-
siste en Ja estimación que eJ juzgador hace de Jos medios de prueba prac-
ticados.lI 1 . Como puede verse, todos estos actos se encuentran vinculados por
su finalidad probatoria.
EJ tiempo en que se realizan estos cinco momentos es variable; en oca-
siones,' se destina un plazo o un término 112 a tal efecto para ,cada uno de
ellos; 11B otras veces, se realizan conjuntamente con otros actos diversos; 11"

100 Cfr. artlculos 324 del epe Federal; 226 del de Zacatecas, y 248 fracción II del
de Tamaulipas.
110 Véanst! los artículos 183 fracciones l. VII Y VIII del epe del Distrito; 92 del
Código ,Federal; 202, fracción r, y 269 del de Zacatecas, y 285 Y 413 del de Tamaulipas.
111 Alcalá·Zamora, op. cit. supra nota 21, p. 121; Devis Echandía, ofr. cit. supra nota
22. pp. ~:I Y SS., Y Fenech. op. cil. supra nota 20, pp. 576 Y ss.
112 ..... el plazo encierra un periodo de tiempo, ... a todo lo largo del cual ... ,
se puede realizar válidamente la actividad procesal correspondiente; el término, en cam-
bio. significa tan sólo el punto de tiempo para el comienzo de un detenninado acto .....
Alcalá-ZamOla y Castillo, Niccto, "La regulación temporal de los actos procesales en el
Código de 1932 para el Distrito Federal". en Revista de la Facultad de Derecho de Me-
xico, t. XVll', núIlVl. 66-67. abril-septiembre de 1967, pp. 356-3057.
113 Es el caso del CPC del Distrito Federal, que para el juicio ordinario, señala un
plazo para el ofrecimiento de pruebas (de 10 días: artículo 290); un término para su
admisión o rechazo ("al día siguiente en que l termine el periodo de ofrecimiento de pru~
baso .. j,; artículo 298); dos tipos de plazo para su ejecución (un ordinario de 3() d1as
y otro extraordinario que varía según el lugar donde vayan a practicanse las pruebas:
de 50, 100 Y 120 días; artículos 300 y 303, rcspecth'amente). La l'a1oración se :realiza en
]a sentencia, la cual debe dictarse dentro de los 8 días siguientes a la citación para sen-
tencia (articulos 87 y 425).
114 En el juicio sumario que reglamentaba el epe distrital, suprimido por las refor-
mas publicadas en el D. o. del 14-11-1973, el ofrecimiento se realizaba desde la presen-
t;clción de los escritos que integraban la fase expositiva y el juez resolvía sobre su admi-
sión o rechazo al acordar estos escritos (artículos 434 y 435). Sobre las refornlas de 1973-
al epe del Distrito Federal, puede verse nuestra re3cña "Las reformas al código procesal
civil del Distrito Federal y Territorios", publicada en Gaceta Informativa de Legisla-
ción y Jurisprudencia, UNAM, México, míms. 5-6, enero-junio de 1913. pp. 103·112.

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TEORÍA GE;.'1ERAL DE LA PRUEBA 47

en fin, pueden realizarse en fonna concentrada. 115 En cuanto a su forma, el


procedintiento probatorio puede ser predominantemente escrito o bien pre-
dominantemente oral,'I< pero por la misma naturaleza de los actos probato-
rios, es más recomendable la forma oral.
g) La apreciación de la prueba. "Por ,"aloración o apreciación de la
prueba judicial -escribe Devis Echan(üa- se entiende la operación mental
que tiene por fin conocer el mérito o valor de convicción que pueda dedu-
cirse de su contenido." 117 Se trata del momento decisivo de la actividad pro-
batoria. La aPTeciación viene a ser a la prueba lo que la sentencia es al pro-
ceso. En este sentido apunta Fenech: "En la valoración radica la mayor
dificultad del problema que plantea la prueba, constituyendo la operación
m~ís dedicada a realizar por el juzgador ... ".H8
Para realizar esta valoración se siguen diferentes sistemas, producto cada
uno del desarrollo histórico )' de las tendencias de la época. Sin embargo,
es indiscutible que cualquiera de estos sistemas pueden funcionar en cual-
quier proceso, sin que exista una exclusividad prefijada de cierto sistema
para detenninado proceso. Con acierto señala Alcalá-Zamora: ..... cualquiera
de los criterios valorativos rige indistintamente la materia civil o la penal,
sin que, por tanto, ni histórica ni actualmente quepa asociar indisoluble-
mente la libre convicción con el proceso penal y la apreciación legal o tao
sada con el civil, como tampoco con uno de ellos sólo la sana crítica. refe-
rible por igual a los distintos enjuiciamientos".l11J Todo esto sin perjuicio
de que lo deseable es que los diversos procesos acojan, para la valoración de
la prueba, el sistema que mayor eficacia otorgue al proceso y más acerque la
prueba, por medio de una estimación que atienda las peculiares circunstan·
cias que el caso concreto presenta en la realidad. a la objetividad de que
hemos hablado antes. uo

6. Conclusiones

PRlMERA. Existe una unidad esencial del derecho procesal. una diversidad
de procesos y una multiplicidad de procedimientos.
11;:; El artículo 32 del Anteproyccto de Reforma del Régimen de la Prueba en el
Código de Procedimientos de Honduras (artículo 330 del proyedo), obra de Alcalá-
Zamora, c:ítablece una (orma de ejecución oonccntrada de la prueba. Véase Alcalá-Za-
mora, op. di. supra nota 34, p. 242.
116 En d epe distrital la ejecución de las pruebas podía realizarse en forma escrita
u oral, seg"ú'¡ el juez lo decidiera o las partes lo propusieran, hasta antes de la reforma
citada en la nota 114, en virtud de la cual se consagró, como forma unica la oral.
117 Devis Echandía, op. cit. supra nota 90, p. 107.
118 Fcncch, op. cit. supra nota 20, p.577.
119 Alcalá·Zamora, op. cit. supra nota 4. p. 24.
l~O Cfr. supra, inciso b), nI' 5.

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48 . ESTI./DlOS GENERALES

SEGUNDA. La evolución histórica de los estudios procesales tiene como uilo


de sus logros actuales la teona general del proceso, constituida por el conjun-
to de conceptos, principios e instituciones, que son comunes a las diversas
disciplinas procesales.
TERCERA. También hay una unidad esencial en la materia probatoria, que
se estructura en una serie de conceptos, principios e instituciones de indi"
criminada aplicación en los diversos sistemas probatorios. En esto consiste la
teona general de la prueba.
CUARTA. Dentro de la teona general del proceso, el concepto de la prue-
ba es equiparable a los que han sido considerados como fundamentales, tales
como los de acción, la jurisdicción y el proceso, ya que no es concebible ló-
gicamente este último sin la prueba.
QUINTA. La denominación "derecho probatorio" comprende todo el con-
junto de nonnas jurídicas relativas a la prueba (entendida ésta en su sentido
amplio), sin perjuicio de que su estudio debe partir necesariamente de la
teoría general de la. prueba.
SEXTA. Entre los principales temas que integran la teoría general de la
prueba, se pueden señalar: el concepto de prueba; el fin de la actividad
probatoria; el objeto, la necesidad y la carga de la prueba; los medios de
prueba; el procedimiento probatorio, y la apreciación de la prueba.
SÉPTIMA. Para nosotros, en sentido estricto, la prueba es la obtención del
cercioramiento jurisdiccional acerca de los hechos indispensables para la reso-
lución del conflicto sometido a proceso.
OCTAVA. Sin embargo, en sentido amplio, la prueba comprende todas las
actividades procesales que se realizan a fin de obtener dicho cercioramiento,
con independencia. de que éste se obtenga o no.
NOVENA. El fin de la actividad probatoria en cualquier tipo de proceso,
consiste en la obtención de la prueba en su sentido estricto:. la que puede o
no coincidir con la verdad.
DÉCIMA. El objeto de la prueba alude a lo q lle se puede probar; la nece"
sidad de la misma indica lo que se debe probar; y la carga de la prueba se
refiere a qui¿n debe probar.
DÉCIMA PRIMERA. Los sujetos de derecho probatorio son los puntos de im-
putación o personificación del complejo de normas que constituyen dicha
disciplina.
DÉCIMA SEGUNDA. Los medios de prueba son los instrwnentos con los que
se pretenden probar, entendida esta palabra en su significación estricta.
DÉCIMA TERCERA. El procedimiento probatorio comprende los actos que
se desarrollan para lograr el cercioramiento jurisdiccional, que se realizan

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TEORÍA GENERAL DE LA PRUEBA .¡y

fundamentalmente en la fase probatoria. sin perjuicio de que algunos actos


se puedan celebrar en otras fases del proceso y aun fuera de éste.
DtCIMA CUARTA. En la valoración radica la mayor dificultad de la prueba:
la apreciación viene a ser a la prueba. lo que la sentencia es al proceso. El
sistema que se adopte para apreciar a la; prueba, debe procurar acercar, en la
mayor medida posible, el cercioramiento judicial a la verdad objetiva.

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II

LA ENSEÑANZA DE LA TEORfA GENERAL


DEL PROCESO"

SUMARIO: 1. Introducción. 2. Los objetivos. 3. Los contenidos teóricos. 4.


Metodología y técnicas. 5. Evaluación.

1. Introducción

El presente ensayo tiene por objeto esbozar los objetivos, contenidos teóri-
cos, bibliografía básica, metodología y evaluación de la asignatura teoría ge-
neral del proceso. Para lograr tal fin es preciso especificar previamente cómo
entendemos esta última,
Con razón afirmaba Carnelutti que "el alcance de una investigación ex-
tendida a todas las formas del proceso no puede ser más que una teoría ge-
neral del proceso no al lado sino más bien sobre las teorías particulares. com-
plementánd05e así armoniosamente el edificio cientlfico en el campo del dere-
cho procesa!,'_l Aunque el célebre procesalista italiano se refería expresamen-
te a la investigación, sus afirmaciones también son válidas en relación a la
enseñanza. Por eso, en términos generales, estamos de acuerdo con Alcalá-
Zamora cuando concibe a l~ teoría general del proceso como "la exposición
de los conceptos, instituciones y 'principios comunes a las distintas ramas del
enjuiciamiento".2 En ténninos similares, Teitelbaum considera que "la teoría
general del proceso la constituyen determinad05 concept05, fundament05 y
principi05 generales que regulan el proceso, en su estructura y desarrollo,
contenid05 expresa o implícitamente en el Derecho Procesal"}

.. Este trabajo fue presentado como prueba escrita ante la Comisión Dictaminadora
núm. 6 de la Facultad de Derecho de la UNAM, para el concurso de oposición en que el
autor obtuvo la titularidad de la materia Teoría genenl del proceso. Se publicó, con lige·
ras modificaciones, en la Revista de la Facultad de Derecho de México, núms. 103--104-, julio-
diciembre de 1976, pp. 307·324.
1 C3rnelutti, Francisco, Sobre una teor{a gene1'ul del proceso, en "Cuestiones sobre el
proceso penal", trad. de Santi:::tgo Sentís Mdcndo, EJEA., Buenos Aires, 1961, p. 43.
2 Alcalá·Zamora y Castillo, N"iceto, "La teoría general del proceso y la enseñanza del
Derecho procesal", en Revista de Derecho Procesal lberoamicn~ núm. 1 de 1968, p. 11;
publicado también en sus Estudios de teoría gene1'al e historia del proceso (1945·1972), UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 1974, p. 533.
:1 '\7". Tcitelabum, Jaime, "La teoría general del proceso y la enseñanza del Derecho
proccs:.1l'", ("JI Revüla de Derecho Procesal lbcmamericano, núm. l, de 1968, 'p. 149.

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52 ESTUDIOS GENERALES

Desde un punto de vista didáctico, sin embatgo, la teoría general del pro·
ceso, en cuanto asignatura académica, no puede limitarse a la mera exposi-
ción, ya que actualmente el proceso de enseñanza.aprendizaje no se ha de
circunscribir a la clase de tipo magistral. La nueva concepción de enseñanza,
en cualquier nivel y de cualquier tipo,\ requiere que en la experiencia educa-
tiva participen activamente, además de los docentes, los alumnos, como suje-
tos interesados en su propia transformación. Exige, tainbién, nuevOs recursos
didácticos que concurran con la lección magistral, ya que ésta -como ha
puntualizado Medina Lima- no debe entenderse "como el factotum de la
enseñanza, tal y como se le apreció en otro tiempo,-sino como uno de los di-
versos factores que en ella han de patticipar, y utilizarla en adecuada como
binación con los otros elementos ... " 4 Sobre este tema hemos de ins~r al
referirnos a la metodología del programa,

2. Los objetivos

Si se entiende el modelo de enseñanza oon10 la "visualización por imá-


genes del fenómeno de la enseñanza", que comprende la formulación de ob·
jetivos, la pre-valoración, la instrucción y la evaluación,' debe considerarse
lógicamente necesaria la especificación de los objetivos de la enseñanza como
un elemento esencial en la formulación de planes y programas de estudio.
La moderna sistematización de la enseñanza exige "planificar las activida·
des del maestro. (la especificación de objetivos, la elaboración de instrumen-
tos de medición y el diseño y selección de los métodos) pata que todos los
elementos que intervienen en el proceso de enseñanza estén dirígidos al apren·
dizaje efectivo del alumno y puedan analizatse los resultados, las causas y
las consecuencias de su aplicación".6 De esta manera, los objetivos "son el
puntal que marCatá el camino para determinar qué se va a enseñat y cómo
debe desarrollarse el proceso de enseñanza-aprendizaje con el propósito de
que el estudiante alcance la meta final del curso",7 Loo objetivos, que deben
enunciatse en ténninos de la conducta que se espera del alumno después de
la instrucción, determinan los recursos y técnicas con que se debe desarrollar
ésta y penniten establecer tanto el 'contenido de la evaluación (el qué), como
loo instrumentos con que ha de operat la misma (el cómo).
4 Medina, Ignacio, "Docen_cia universitaria del proceso jurisdiccional", en Revista de
la Facultad de DeJ'echo de Méxjco~ núms. 77-78. enero-junio de 1970. p. 279.
ti Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, Terminología del L.A,P"
1974/13. p. 2.
6 Femández Muñiz. Berta Esther. "Un modelo para la Slistematización de la enseñan-
za". Deslind~ Cuadernos de c.ultura política universitaria. serie nuevos métodos. de Cll-
&lñanza, núm. l. UNAM. Comisión de Nuevos Métodos de Ensefiarua, s/f, p. 3.
7 ¡dem, p. 8.

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TEORÍA GENERAL DEL PROCESO: ENSEÑANZA 53

No es este el lugar más adecuado para señalar los objetivos del plan de
estudios de la carrera de derecho. No obstante, tomando en cuenta que los
objetivos de los planes de estudios condicionan los de los programas, s en
nuestro caso, el de teoría generd del proceso, consideramos conveniente men-
cionar que las nuevas exigencias sociales han prcx:lucido un cambio cualita-
tivo en los objetivos que tradicionalmente se han asignado a la formación de
los juristas. Jorge '\Vitker, después de formular un interesante diagnóstico
:-iobre ]a enseñanza del derecho en América Latina y de plantear las bases
teóricas para su reformulación, señala como objetivo formativo básico "que
el estudiante participe en tareas colectivas y sensibilice su accionar como una
manera de impedir el aislamiento individual que el ejercicio de la abogacía
por sí crea y desalTolla"."
Por su parte, Garda Laguardia considera que los objetivos de- la enseúan-
za del derecho deben reorganizarse en función de las necesidades de nuestros
países:

El sentido profesionalista de formación de técnicos legales dotados de


mejores instrumentos para la sobrevivencia debe dejar paso a la forma"
ción de ,juristas modernos, con un sentido global y crítico de la realidad,
que desde sus diversas ocupaciones (legislaaores, magistrados, abogados,
litgane~, asesores, árbitros, etcétera) puedan promover la transfonnación
y el cambio, considerando el Derecho más que como un conjunto raci~
nal y estático de normas como un producto social sujeto a permanente
modificación. lo

En relación a los objetivos, el esque:rna que ha merecido mayor atención


ha sido el contenido en la Taxonomía de los objetivos de la educación, com-
pilada por Bloom y sus colaboradores." Según esta taxonomía, los objetivos
pueden referirse a tres dominios diferentes: a) el cognoscitivo, que concierne
a las conductas en las que predominan procesos mentales o intelectuales de

8 Para María Ibarrola de Solís la relación entre el plan y el programa de estudios


e,'; la relación de lo gener.ll a 10 particular: "El plan de estudios ----escribe- detennina la
formulación de los progl'amas y sólo se alcanza en la medida en que éstos se hayan cum-
plido. A su vez, los programas especifican y precisan la forma en que los cstudiantes
Jlodrán ak.lOzar poco a poco los resultados educativos a largo plazo definidos por el plan
de estudios", "Los planes de estudio", Deslinde, Cuademos de cultura política universi-
taria, serie nue\'OS métodos de enseña'nza, núm. 2, UNAM, Comisión de Nuevos Métodos
de Enseñanza, s/f, p, 28.
~ Witker, Jorge, "Derecho, desarrollo y (ormación jurídica", en Universidades, segun-
da serie, núm. 56, abril-junio de 1974, Unión de Unh-er¡;,idades de América Latina, Mé-
xiro, p. 29.
10 Garda Laguardia, Jorge Mario, "La. Universidad latinoamericana )' la formación
de los juristas", Deslinde, Cuadernos de cultura política uniyersitaria, num, 64, abril de
l!n5, p. 10.
11 S. Bloom, Benjamín, et al., Taxonomy of education objetives Handbook 1: coglli-
¡itl(' rTomain, Nueva York, Logsman Creen, 1956.

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54 ESTUDIOS GENERALES

los alumnos; b) el afectivo, que se refleja por medio de intereses, orientacio-


nes y adaptaciones del estudiante al material de enseñanza, y c) el psico-
motor, que se refiere a las conductas en. las que predominan las habilidades
manuales o neuromusculares.'" En otros términos, los objetivos educacionales
pueden consistir en la adquisición de: a) conocimientos e informaciones; b)
hábitos y actitudes, y c) habilidades.'"
Considerando que el curso de teoría general del proceso debe tener sobre
todo un carácter formativo, pensamos que los objetivos del programa no han
de referirse sólo a conocimientos e informaciones, sino también a hábitos y
habilidades. A continuación expondremos algunos de los objetivos educacio-
nales fundamentales para el curso de teoría general del proceso.
2.1. Entre los objetivos de conocimiento podemos señalar que, al final
del curso,; el alumno deberá ser capaz de:

a) Explicar la función del proceso como instrumento jurídico y como 1c~


cho social.
b) Caracterizar el derecho procesal en sus líneas generales, como una dis-
ciplína juridica -contenido, clasificación, desarrollo doctrinal, etcétera- y
como un sector del derecho objetivo -especialmente sus fuentes formales.
c) Explicar claramente' los tres conceptos fundamentales del derecho pro-
cesal -jurisdicción, acción y proceso- tanto en su desarrollo doctrinal como
en su regulación positiva.
d) Distinguir cada uno de los snjetos procesales en cuanto a su capaci-
dad, asistencia y participación.
e) Describir el proceso en su desarrollo procedimental por etapas y a tra-
vés de actos y hechos jurídicos, que tienen realización temporal, espacial y
formal.
f) Establecer el significado procesal de la prueba, la sentencia, la cosa
juzgada, los medios de impugnación y la ejecución.

2.2. En cuanto a los objetivos que procuran en el estudiante la adquisi-


ción de hábitos o actitudes, podemos indicar que, al concluir el alumno el
curso, deberá ser capaz de:
a) Valorar con sentido critico la legislación, la jurisprudencia y la doctl~­
na, referentes al derecho procesal.

12 Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, op. cit. supra nota Ií,
p. 2. Para un examen detallado de estos tipos de- objetivos, puede verse el trabajo de
Norman MackelllÍe et al., "La definición de loo objethroo", en La enseñanza 'Y el apren·
diza;e: 11. Metodolagia y la adminUtración de recuTSOS, trad. de Jorge Ferreiro Santana,
Colección Sep-Setentas N° 138, Secretaria de Educación Pública, México, 1974, pp. 9·34.
13 Cfr. Centro de Didáctica, UNAM, Manuel de didáctica general: curso introducto-
rio, Programa Nacional de Formación de Profesores, Asociación Nacional de Universida-
des e Institutos de Enseñanza Superior, México, 1972, p. 33.

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TEORÍA GENERAL DEL PRO(."ESO: ENSEÑA:-'<ZA

b) Tener actitudes de colaboración con los órganos de la. administración


de justicia, en términos de legalidad.
e) Asumir actitudes de responsabilidad -puntualidad, honestidad, etcéte-
ra- en la asistencia técnica -procuración, patrocinio o defensa- a personas
o instituciones públicas o privadas que requieran sus servicios.
el) Considerar el proceso como Hn instrumento para solucionar cOllflicfus
con arreglo al derecho, y no como una hábil maquinación para obtener la
satisfacción de pretensiones injustas o ilegales.
e) Distinguir, por la naturaleza del conflicto, el tipo de j",oceso al que
corresponda su solución.

2.3. Por último, podemos expresar que, entre otros objetivos de habilida-
des, el estudiante deberá ser capaz de:

a) Manejar los principales cuerpos legislativos que tieuen conexión C011


el derecho procesal.
b) Utilizar con sentido técnico preciso las principales expresiones que se
usan en el campo proccsal.

3. Los contenidos teóricos

Generalmente los programas de estudios se- han limitado a señalar los te-
mas o contenidos teóricos que comprende la asignatura respectiva. :Mucha<;
veces la actividad de algunos profesores se centra: exclusivamente en exponeT,
de cualquier manera, el contenido del programa, sin inquirir acerca de qué
objetivos se persiguen con ese progranla y si éste realmente, es adecuado para
lograrlos. Consideramos necesario insistir en que. antes del contenido, deben
definirse los objetivos y en todo caso aquél debe adecuarse a estos últimos.
A continuación nos pennitimos proponer un proyecto de programa para
un cursillo de teoría general del proceso, con una duración de tres 1I1CseS.
Considerando que el cursillo se desarrollaría a través de clases de una hora
diaria, y calculando veinticuatro horas por mes, tenemos un total de setenta
y dos horas. que se pueden reducir a setenta, tomando en cuenta la posibi-
lidad de que se presenten días inhábiles. En cada tema se indica la biblio-
grafía específica, cuya referencia deberá ser completada con la que se pre-
senta después del proyecto. u

14 Además del programa de la materia aprobado por el Consejo T~Olico de la. Facul-
tad de Derecho, hemos tenido en cuenta las siguientes obras: Alcalá-Zamora y Castillo,
Niceto, "Trayecto y contenido de una teoría general del proceso" y "La teoría general
del proceso y la enseñanza del derecho procesal", en Estudios cit. supra nota 2, pp.
505-523 Y 525-610, respectivamente: los trabajos de Mario Aguirrc Codoy. Jaime 'V. Tej-

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56 ESTUDIOS GENERALES

PROYECTO DE
PROGRAMA DE TEORíA GENERAL DEL PROCESO

1. INTRODUCCIóN

1.1. Litigio
1.2. Autodefensa
1.3. Autocomposición
1.4. Heterocomposición
Alcalá·Zamora, 1970; 12·22
Díez Picazo, 5-25
Gómez Lara, 1[1·38
Medina Lima, 202·209
Véscovi,9·14

2. DERECHO PROCESAL
2.1. Concepto de derecho procesal
Carlos, 15·43
Fix-Zamudio, 9·18
2.2. Clasificación del derecho procesal
Fix-Zamudio, 18·45
2.3. Fuentes
Gómez Lara, 85·92

3. JURISDICCIÓN
3.1. Concepto de jurisdicción y diferencias con las otras funciones del
Estado
Alcalá·Zamora, 1974; t. 1, 29·60
Gómez Lara, 129·139
3.2. Elementos de la jurisdicción
Garda Ramírez, 89

tclbaum y Guillermo Manuel Ungo, sobre la teoría general del proceso y la enseñanza
del Derecho procesal, publicados en la Revista de DeI'echo Procesal lberoamericanél, núm.
I de 1968: el trabajo de Ignacio Medina Lima citado en la nota 4; y el ensayo de FloTes
Garda, Fernando, "Sobre la teoría general del proceso", en Juridica? Anuario de la Es-
cuela de Derecho de la Unh"crsidad Iberoamericana, t. 1, nÚm. 1. julio de 1969. Se turnó
en cuenta, además. el anteproyecto de programas elaborado por Gustavo Kubli para el
Departamento de Derecho de la Unh'crsidad Autónoma Metropolitana, Unidad Atzcapot-
zalco, así como las acertadas sugerencias del doctor Niccto Alcalá-Zamora y Castillo,

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TEORÍA GENERAL DEL PROCESO: ENSEÑANZA 57

3.3. Divisiones de la jurisdicción


Cortés Figueroa, 108-116
Gómez Lara, 10 1-107
1.4. Límites de la jurisdicción
Gómcz Lara, 108-109
3.5. C...onflictos de atribuciones
Gómez Lara, 149-151

4. COMPETENCIA

·LJ. Concepto de cOlnpctcncia


Gómez Lara, 141-142
Pina de, y Castillo Lanañaga, 87-89
1.2. Criterios para determinar la competencia
Cortés Figucroa, 121-133
Gómez Lara, 142- H7
'L3. Cuestiones de competencia
Cortés Figueroa, 135-141
Gómez Lara, 153-155

1.'1. La capacidad subjetiva


Gómez Lara, 117-148

". EL JUZGADOR
5.1. Concepto y clases
Garda Ramírez, 113-118
Gómez Lara, 158-162
5.2, Poder Judicial Federal
Gómez Lara, 175-177
Pina de, y Castillo Larrañaga, 105-122
Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación
5.3. Poder Judicial del Distrito Federal
Gómez Lara, 171-172
Pina de, y Castillo Larrañaga, 122-126
Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Dis-
trito Federal
.0.4, Tribunales del trabajo
Trueba Urbina, 259-267 y 303-304

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58. ESTUDIOS GENERALES

Ley Federal del Trabajo


Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado
5.5. Tribunales administrativos
5.5.1. Tribunal Fiscal de la Federación
Fraga, 476-483
Ley Orgánica del Tribunal Fiscal de la Federación
5.5.2. Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Fe-
deral
Fraga, 483-484
Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del D. F.
5.6. Tribunales militares
Garcia Ramirez, 124-125
Código de Justicia Militar
5.7. Los auxiliares del juzgador
Gómez Lara, 185-189
5.8. El estatuto del juzgador
Flores Garcia, 1967; 249·278

6. ACCIÓN Y EXCEPCIóN
6.1. Concepto y naturaleza de la acción
Alcalá-Zamora, 1974; t. 1, 318-353
Briseño Sierra, 1968; 105-115
Couture, 57-79
6.2. Elementos de la acción
Alcalá-Zamora, 1974; t. 1, 353-361
Chiovenda, 31-33
6.3. Clasificación de las acciones
Pina de, y Castillo Larrañaga, 172-180
6.4. La excepción
Clariá-Olmedo, 179-193
COUlure, 89-101
6.5. Clases de excepciones
Clariá-Olmedo, 193-206
Couture, 113-119

7. PROCESO
7.1. Naturaleza jurídica del proceso

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TEORíA GENERAL DEL PROGESO: ENSEÑA...:rZA 59

Alcalá-Zamora_ 1970; 120-134


Couture, 124-145
Briseño Siena, 1968; 125-134
7.2. Concepto de proceso
Couture, 121-122
Fix Zamudio, 87-92
7.3. Proceso y procedimiento
Alcalá-Zamora, 1970; 115-120
Pina de. y Castillo Larrañaga, 395-;~G

7.4. Etapas del proceso


Gómez Lara, 115-118
7.5. Proceso y sociedad
Alcalá-Zamora, 197-1; t. lI,. 139-11i1

8. SUJETOS DEL PROCESO


8.1. Las partes
Carlos, 161-164
Pina de, y Castillo Larraílaga, 261-265
8.2. Capacidad de ser parte, capacidad procesal y legúilll<ldlHl
Carlos, 164-165
Pina de, y Castillo Larrafíaga, 265-267
8.3. El litisconsorcio
Cortés Figueroa, 199-201
8.4. Asistencia técnica y representación de las partes.: patrocinio}" pro-
curación
Pina de, y Castillo Larrañaga, 269-275
Cómez Lara, 191-196
8.5. La defensa
Garda Ramirez, 230-235
8.6. Terceros y terceristas
Cómez Lara, 211-212

9. ACTOS PROCESALES
9.1. Concepto de acto procesal
Carlos, 167-172
Couture, 201

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ESTUDIIJS GENERALES

9.2. Estructura del acto procesal


Alcalá·Zamora. 1967; 355·356
9.3. Clasificación de los actos procesales
Carlos, 175·179
Couture, 202·214
9.4. Los medios de comunicación procesal
Pina de, y Castillo Larrañaga, 237·242
9.5. Tiempo del acto procesal
Alcalá·Zamora, 1967; 356·361
Pina de, y Castillo Larrañaga, 231·235

10. NULIDAD DE LOS ACTOS PROCESALES


10.1. Concepto de nulidad procesal
Couture, 373·379
10.2. Formas de impugnar las nulidades procesales
Couture, 379·386
10.'1. Principios que rigen la nulidad procesal
Couture, 386·397

JI. TE ORlA DE LA PRUEBA

11.1. Concepto de prueba


11.2. Finalidad de la prueba
11.3. Objeto de la prueba
11.4. Carga de la prueba
11.5. Medios de prueba
11.6. Procedimiento probatorio
11.7. Apreciación de la prueba
Gómez Lara, 271·282
Ovalle, Favela, 1974; 288·300

12. RESOLUCIONES JUDICIALES


12.1. Noción y clasificación
Gómez Lara, 287·289
Pina de, y Castillo Larrañaga, 341·345
12.2. La sentencia
Couture, 277·293
Pina de, y Castillo Larrañaga, 345·346

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TEORÍA GENERAL DEL PROCESO: ENSEÑANZA 61

12.3. Requisitos formales y sustanciales


Gómez Lara, 289-292
12.4. Clasificación de las sentencias
Couture, 3 I 4-327
12.5. La cosa juzgada
Couture, 399-436
Pina de, y Castillo Larrañaga, 353-359

13. TEORíA DE LA IMPUGNACIóN


13.1. Los medios de impugnación
OvaHe Favela, 1977; 299-305
Pina de, y Castillo Larrañaga, 373-375
13.2. Los recursos
OvaHe, Favela, 1977; 305-306
Pina de, y Castillo Larrañaga, 275-277

14. EJECUCIÓN PROCESAL


14.1. Eficacia ejecutiva de la sentencia
Pina de, y Castillo Larrañaga, 361-36-1
Gómez Lara, 297-299

14.2_ Medios de apremio


14.3. Correcciones disciplinarias
14.4. Vía de apremio
14.5. Ejecución de penas
Gómez Lara, 299-304

BIBLIOGRAFíA
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62 ESTUDIOS GENERALES

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V¿s~vj, Enrique, Derecho.procesal civil, t. 1, Ediciones Idea, Montevideo, 1974.

4_ Metodología y técnicas

Si· se toma como premisa básica que la enseñanza no se limita a una


exposición verbal del profesor, por brillante y documentada que ésta sea, y
en la que el alumno sólo asume la actitud de un receptor pasivo y acrítico,
sino que es un verdadero proceso de experiencias didácticas que producen

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TEORÍA GE:'IJERAL DEL PROCESO: ENSEÑANZA 63

el. aprendizaje, )' este último sólo es concebible como u un cambio relativa-
mente permanente del comportamiento que ocurre como consecuencia de la
¡,ráctica"}' es claro que una metodología educativa eficiente no se debe cir-
cunscribir a un sólo tipo de método -generalmente el lógico deiductivo- ni
recurrir a una sola técnica -comúnmente la lección "magistral". La ense M

ñanza, actualmente, sólo se concibe en función de los cambios o modifica M

ciones relativamente permanentes que produce en la conducta del alumno,


esto es, en función del aprendizaje, por lo que es más adecuado hablar de un
proceso de enseñanza-aprendizaje, que referirse a estos dos fenómenos en
forma separada o aislada. Aunque es posible que se produzca aprendizaje a
través de procesos diversos de la enseñanza -por ejemplo: condicionamientos
sociales .en general- no es posible desvincular la enseñanza del aprendizaje:
cuando la actividad del profesor no produce aprendizaje, en realidad no ha
habido enseñanza. 16
Además del método deductivo, que opera a ,base, de exponer conceptos
y principios para derivar conclusiones, también es posible utilizar el método
iHductivo. A este respecto, conviene recordar las palabras con que empieza
Carnelutti su clásico Sisterna de derecho procesal civil:

Lo primero que debe hacer quien estudie Derecho procesal es, por un
lado ir a ver un proceso, y por otro, tener el Código de procedimientos
l

sobre la mesa. La lectura de los artículos de éste, o la contemplación del


desenvolvimiento de aquél, proporcionan al estudioso noticias histórica$.
y como se halla en situación de observar tales cosas por sí, es suficiente
con que se le estimule a la atenta y frecuente observación de las mismas.!7

Por eso es muy recomendable encargar a los alumnos, denu'o de sus- activi M

dades, la consulta de expedientes de dos procesos -uno civil y otro penal-


para que puedan observar en forma cono'eta su desarrollo. Cuando la ense--
ñanza se limita a la exposición de conceptos y principios, resulta swnamente
difícil para los alumnos lograr un aprendizaje efectivo; Como resultado de
la consulta, los alumnos deben presentar un informe de los expedientes,
analizándolos en flll1ción de las diversas etapas procesales.
Es recomendable, además, que la detelmiuación de algunos conceptos se
genere a través del planteamiento de casos. concretos. Esto podría hacerse, por

15 Ardila, Rubén, Psicología del aprendizaje, Siglo Veintiuno Editores, ML'Xico, 1970,
p, 18.
16 Cfr. Carda GOIlZ<Í.lcz, Enrique y M. Rodríguez Cruz, Héctor. EL maestro ,. los mi·
todos de enseñanza, 1: Cuadernos de metodología de la ensefianza superior. Asociación
Nacional de Univenidadcs e Instituto de Ensefianza Superior. México. 1973, pp. 13,16.
17 Carhelutti, Francisco, Sistema de derecho procesal civil: l. Introducoión y función
riel proce~; civil, trad. de Niceto Alcal,i,Zamora y Castillo y Santiago Sentís Melcndo.
l"TF.HA, Bueno~ Aires, 1944, p. 1.

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64 ESTUDIOS GENERALES

ejemplo, al tratar la noción de litigio, exponiendo diversos conflictos, para


que los alumnos puedan discriminar los que tengan trascendanda jurídica
-litigio&--, de aquellos que no la tienen.
La metodología debe lograr también la participación activa de los alum-
nos. El proceso de enseñanza·aprendizaje es esencialmente formativo, y cuan-
do se desarrolla a través de la actividad expositiva del profesor y la actitud
receptiva, acrítica y dogmática de los alumnos, forma a estos últimos en la pa.
sividad, en la carencia de imaginación y de aptitud crítica. La participación
activa de los alumnos, por el contrario, los transforma para asumir' actitudes
que procuran la investigación de los problemas)' la búsqueda de soluciones
verificables.
Esta participación activa se puede desarrollar a través de diferentes técni-
cas y formas:
a) En primer término, los alumnos deben enseñarse a investigar, a "apren~
der a aprender". Para esto es conveniente: encargarles la redacción de reseñas
bibliogrdficas sobre las obras citadas, en los temas referentes a los conceptos
fundamentales del Derecho procesal: jurisdicción, acción y prOceso (3.1.;
6.1, Y '7.1. de proyecto de programa). También resulta inútil encomen·
darles la elaboración de organigramas que hagan gráfica la estructnra y je.
rarquía de los diversos órganos jurisdiccionales (5.2 a 5.6).
Como complemento, puede resultar recomendable la elaboración de un
trabajo individ¡¡al y otro colectivo de investigación, en la forma que indica
Flores Garda,IB sobre alguno de los temas del proyecto del temario. Todas
estas labores, como es lógico, habrían de desarrollarse dentro del Seminario
de Derecho Procesal. En este sentido, estamos de acuerdo con Medina Lima
cuando afirma que las actividades de seminario deben "formar parte princi.
pal e inseparable delcurriculum de estudios procesales"."
b) En segundo lugar, la participación del alumno se debe lograr tamo
bién dentro de la clase, no sólo mediante la formulación de preguntas de la
exposición de temas "vistos" con anterioridad, sino mediante técnicas que los
estimulen en su aprendizaje sistenlático, tales como los paneles. Éstos pueden
referirse a temas en los que haya una variedad de enfoques o gran diversidad
de teorías.

18 Flores Garcia, Fernando, "Docencia en las Facultades de Derecho", en Revista de


la Facultad d'" Derecho de México, núm. 91·92, julio-didembre de 1973, pp. 407 Y 408.
1'9 Medina, 19nacio, op. cit. supra nota 4, p. 212. En forma similar, Fix-Zamuwo ex-
presa: "Resulta indudable que los seminarios de investigación de carácter permanente sun
indispensables para lograr que tanto los alumnos romo los profesores puedan participar )'
en una ensefianza y en un aprendizaje activos, a través de la investigación, sin la cual
el conocimiento de la disciplina jurídicas quedará petrificado". "Docencia en las Facul-
tades de Derecho", en EnseñanUJ del derecho y sociedad en Latinoamericana, Unión de
Universidades de América Latina, México, 1975, p. 79.

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T1::0RfA GENERAL DEL PROCESO: ENSt:ÑANZA 65

Es claro que existen, además, una gran cantidad de técnicas y recursos


que pueden ser empleados en el proceso de enseñanza·aprendizaje.; pero nos
hemos limitado a señalar sólo algunos de los que, en las condiciones mate-
riales actuales, sí se encuentran a disposición del profesor. Otros, como las
conferencias, mesas redondas. simposia, etcétera, requieren, en todo caso. de
decisiones administrativas que no son tomadas por el profesor. aunque sí
pueden ser sugeridils o solicitadas por él.
La transformación de la metodología de la enseñanza del derecho en gc.
neral, y dentro de ella la del derecho procesal. no puede ser realizada cahal-
mente por cada profesor en forma aislada. Requiere necesariamnte de un
esfuerzo colectivo coordinado y apoyado por los "¡-ganos directivos de las
facultades, escuelas y departamentos de derecho_ Con acierto ha advertido
Fix·Zamudio que serán infructuosos los esfuerzos que se hagan por implantar
la enseñanza activa y superar eIl sistema tradicional de carácter vcrbalisL"l,
si no se proporcionan los recursos técnicos indispensables para que sean uti·
lizados por profesores y alumnos, especialmente bibliotecas jurídicas debida·
mente clasificadas y dotadas de las revistas jurídicas más importantes y ma-
teriales de enseiianza que pernlitan a los alumnos el estudio continuo de los
temas del programa, para que puedan participar activamente en la ensetianza.:!f)
Debemos mencionar también que, además de las asignaturas currirulares
actuales, resulta conveniente establecer la clínica jurídica, entendida, al de--
cir de Eduardo B. Carlos, como .. un verdadero laooratorio donde profesores,
estudiantes y personal técnico, experimentarán la realidad tal como ella se
presenta; donde se examinará la legislación vigente ya en fundón, es decir,
palpando las ventajas e inconvenientes obtenidos en su aplicación ..... 21
Por último, dentro de este apartado, conviene advertir que la participa·
ción activa de los alumnos no excluye la planeación y preparación de la ma-
teria por parte del profesor; al contrario, exige que éste se encuentre mejor
preparado, ya que tendrá que tratar con alumnos más activos, que deberán
tener un conocinúento previo de los temas por analizar y que lo interrogarán
con mayor profundidad. El método activo no es un pretexto para la impre.
paracÍón del profesor; es un motivo y una exigencia para su superación.

5. Evaluación

Se ha considerado que la evaluación, en general, "consiste en la aplica-


ción de instrumentos de medición, para comprobar si los alwnnos alcanzaron

20 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., en la nota anterior, pp. 71-72.


21Carlos, Eduardo B., CUnica jurídica y ense,ianza prdclia~ EJEA, Buenos Aires., 1959,
p. 122.

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66 ESTUDIOS GEN.ERALES

o no los objetivos propuestos".22 Reconociendo el carácter fonnativo de la


evaluación, debe tenerse mucho cuidado para que ésta sirva de estímulo en
la formación de los futuros juristas y, en general, para que retroalimente
todo el proceso de ensfiaz~prdj.2
En el Curso de teoría general del proceso deben aplicarse también los tres
tipos de evaluación: a) la diagnóstica o prevaloración, con el objeto de detec·
t..'lf los conocimientos y la conducta del alumno al empezar el curso; b) la
fonnativa .. para controlar la enseñanza y el aprendizaje durante el desarrollo
del curso, y e) la sumaria.. aplicada al final, con el propósito de asignar cali·
ficaciones.
La evaluación sumaria, aunque se aplique al final, debe considerar todos
los elementos aportados por los alumnos en el desarrollo del curso -infor-
mes, reseñas bibliográficas. organigramas, trabajos de investigación, etcétera-,
y realizarse en función de los objetivos planeados.

22 Femández Mufiiz, op. cit. supra nota 6, p. 2l.


Según Quesada Castillo, Rocío, la "evaluación educativa pennite retroalimentar el
!!a
proceso de enseñanza·aprendizaje confonne a bases y criterios objetivos: descubre aque-
llos elementos que no lograron los resultados esperados y proporciona información perti-
nente y significativa para orientar el perfeccionamiento o decidir el reemplazo de estos
elementos". "Alcance y perspectiva de la evaluación educativa", DesUnd~ núm. 5. Cua-
dernos de cultura política universitaria, serie nuevos métodos de ensefianza, UNAM, s/f.
p. 2.

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III

ACCESO .\ LA JUSTICIA EN MÉXICO *

}:.;-rRODUCCIÓN

l. COSTOS DE LA RI~SOLt:ClÓ-'; DE DISPUTAS DE~TRO


DE I.A MAQUIXARI A JUDICIAL FORMAL

i) Las costas jJ1'()ccsales


ii) Proporción entr"e costas y monto conlmverlido
iii) Costo de la resolución de controversias sin cuanlía deteTminablc
iv) La distribución del ingreso
v) El gasto público en la maquinaria judicial formal

q SoLUCIONES PREVISTAS PARA REDUCIR LOS GASTOS DE L\ RESOLUCIÓN


DE LAS DISPUTAS DENTRO DE LA MAQUI~RL-\ JUDICIAL FORMAL

') '\) Procedimientos esjJf:ciales de los tribunales ordinarios

i) Procedimientos especiales para resolver pequetias demandas


ji) Procedimientos especiales para resolver conflictos ele traseen·
dencia social

.. Este trabajo, de carácter fundamentalmente descriptivo, está constituido por las


respuestas al cuestionario formulado por el Centro de Estudios de Derecho Procesal Com-
parado, de Florencia, dirigido por Mauro CappelIetti, en relación a su proyecto de inves-
ligación "Acceso a la Justicia". El título, los subtítulos y el contenido han sido redac-
tados atendiendo al cuestionario. Sólo se ha agregado el apartado 6 sobre asesoramiento
jurídico, que se ha considerado necesario como complemento de las respuestas. El trabajo
b. sido elaborado bajo la orientación del doctor Héctor Fix-Zamudio, ex-director del Insti-
tuto de Investigaco~ Jurídicas de la UNAM, a quien expresamos nuestro respetuoso
reconocimiento por este motivo. La redacción y los juicios emitidos CI~ el trabajo, sin em-
bargo, son de la exclusiva responsabilidad del autor.
Fue publicado en Anuario Jurldico IlI-IV, 1976-1977, México, UNAM. 1978, pp_ 171-227.
También fue publicado en versión resumida y traducida al inglés por el profesor Mario
Amoroso, en la obra editada por Mauro Cappelletti y Bryant Garth, Access to !wtice,
HlI. 1, book JI, Giufrc Editare, Milano; Sijthoff and Noordhoff, Alphcnaandcnrijn, 1978,
pp. 76~"8L

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68 ESTUDIOS GENERALF.S

iii) Procedimientos para la resolución de reclamos por una suma


liquida

2.B) e,·eación de tribunales especiales dentro de la maquinaria judicial


2.C) Alecanismos que reducen los costos mediante conciliaciones para
ciertas categorías de disputas dentro de la maquinaria judicial
2.D) Otros mecanismos dentro de la maquinaria judicial formal

3. SoLUCIONES PARA REP.UCIR LOS GASTOS ANTE ÓRGANOS NO JUDICIALES

3.A) Mecanismos que prevén compulsivamente el reenvío de los conflictos


a jurisdicciones patrocinadas oficialmente por el Estado
3.B) Mecanistnos no compulsivos en organismos oficiales
3.C) Mecanismos que p1'evén el1-eenvío obligatorio a organismos privados
3.D) Mecanismos que prevén el reenvío voluntario a organismos privados

4. SOLUCIONES PREVISTAS PARA REDUCIR LOS GASTOS MEDIANTE


MODIFICACIONES A LA LEY SUSTANTIVA

5. RESOLUCIÓN DE DISPUTAS QUE COMPRENDEN GRUPOS,


COLEGrIVIDADES E INTERESES GENERALES

5.A) Procedimientos pm-a acumular J' Tesolver simultdneamente varias dc~


mandas individuales
5.B) Procedimientos diseFiados para resolver demandas individuales que
benefician a una Pluralidad de reclamantes potenciales
5.C) Métodos de representación de colectividades e intereses generales en
los foros juzgadores
5.D) Métodos para proveer asesoría para los litigios de la demanda de
grupos

6. ASESORAMIEN'rO JURÍDICO

6.A) Ejercicio profesional de la abogacía


6.B) Asistencia técnica y representación
6.C) El defensor en el proceso penal
6.D) Los sistemas de defensoría de oficio

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ACCESO A LA JUSTICIA EN ::\I.}:XTCO 69

i) La defensoria de oficio federal


ii) La defensoría de oficio local

6.E) La procuraduría de la defensa del t.-abajo

i) La Procumduría Federal de la Defensa del Trabajo


ii) La Pmcuraduría de la Defensa del Trabajo del Distrito Federal

G.F) La Procuraduría Agraria


6.G) Otras entidades de asesoramiento jurídico

INTRODUCCIÓN

Con el objeto de ubicar este infonne dentro del contexto económico del
país consideramos conveniente esbozar algunos datos que proporcionen un
panorama general de aq ué!.
México es un país con una superficie relativamente grande (1'973,679
kilómetros cuadrados), que lo coloca en el décimo tercer lugar de los países
con mayor extensión territorial en el mundo.! Tiene también muy amplio~
litorales (más de 9,903 kilómetros) tanto con el Océano Pacífico y el Golfo
de California (7,147 kilómetros), como con el Golfo de México y el Mar de
las Antillas (2,756 kilómetros) ? Se debe señalar, además, que a la extensión
de ] 2 millas náuticas que corresponden a México como mar territorial a lo
largo de ambos litorales, hay que agregar 188 millas náuticas más sobre 1",
mares adyacentes. en los que el Estado mexicano ha em~zado a ejercer
competencia exclusiva para la exploración y explotación económica de los re-
cursos naturales marítimos existentes en esa zona.a
l\1éxico también tiene una extensa frontera política al norte con los Es-
tados Unidos (3,125.3 kilómetros); al sureste. en cambio, sus fronteras con
Guatemala (962 kilómetros) y Belice (259.2 kilómetros), son mucho más re·
ducidas.· La vecindad con los Estados Unidos ha influido e influye en forma
muy considerable en el sistema económico mexicano. Si bien, por una parte,

1 Kacional Finallck-ra, S. A., La ~conmía mexicana en cifras: 19i.'?, México, 1974, p. 51i}.
!J López Rosado, Diego G., Problemas Económicos de México) UNAM? México, 1975 (fa.
<'<l.), pp. 7 Y 8.
.3 El 6 de febrero de 1976 se publicó en d Diario Oficial de la Federación la l·efonna
al artículo 27 de la Constitución Política, que lo adicionó con el párrafo octa\'O que esta-
blece la zona económica e:..·clusiva; el 13 del mismo mes y aílo se puhlicó en el mismo
Diario Oficial la Ley reglamentaria del párrafo octavo del artículo 27 constitucional. Cfr.
llu<'Stra reseña "La nueva legislación sobre la zona económica exclusiva", Comercio Exte-
?"io)"? yol. 26, núm. 8, México, 1976, pp. 902-5 .
..¡ Cfr. López Rosado. ofJ. cil. sujJra nota 2, pp. 12 Y 13.

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70 ESTUDIOS GENERALES

esta vecindad permite a México· exportar un gTan número de mercancías y


servicios a los Estados U nidos, como contrapartida, la mayor parte de las
importaciones mexicanas provienen precisamente de aquel país, en número
mucho mayor a las exportaciones.!) Además, del total de la inversión extran-
jera en México, la mayor parte corresponde a la norteamericana. 6
De acuerdo con el Censo General de la Población de 1970, al 30 de j u-
nio de ese año había en México 48,577,363 habitantes. Como la tasa de
crecimiento demográfico en l\Téxico es de 3.5%. una de las más altas del mun-
do, y considerando que la política de población del actual gobierno sólo ha
podido impedir que dicha tasa siga creciendo, se calcula que para 1980 la
población llegará a 73.6 millones de habitantes, en caso de no ocurrir ningún
descenso en la fecundidad. 7
En 1972, la densidad de población general en México era de 26.7 habi-
tantes por kilómetro cuadrado. 8 Sin embargo, la densidad de población es
muy variada dentro del país, ya que ha habido un marcado proceso de ere·
cimiento demográfico en determinadas ciudades, como en la ciudad de Méxi-
co, Guadalajara, Monterrey, Ciudad Netzahualcóyotl, Puebla, etcétera."
También en 1972, la población económicamente activa, 14,232,000 habi-
tantes, constituía el 27% del total de la población de entonces (52,539,000
habitantes). Tradicionalmente la mayor parte o la mitad cuando menos de
la población económicamente activa se había dedicado a las actividades del
sector primario (agricultura, ganadería, silvicultura y pesca). Sin embargo,

6 En 1975 México tuvo exportaciones por un total estimado de 2,715'844.000 dólares,


de los cuales 1,628'546,000, es decir el 60%, correspondieron a las exportaciones COn los
Estados Unidos. Se advierte, sin embargo, un esfuerzo por diversificar las exportaciones,
ya que en 1970 el porcentaje de las exportaciones COn aquel país fue de 68.4%, En 1975
México tuvo importaciones de Estados Unidos por un valor de 4,IOS'383.000 dólares que
representa el 62% del total de sus importaciones, las cuales suman 6,580'156,000, La com-
paración entte las exportaciones y las importaciones ron Estados Unidos, arroja un saldo
desfavorable para México de 2.479'837,000 aproximadamente. Cfr., Banco de México, S. A ..
Indicadores económicos, vol. IV, núm 4, México, marzo de 1976, pp. 40-1.
(1 En 1970, del total de la inversión extranjera directa en México que ascendía a 2,822
millones de dólares, el 80% correspondía a personas físicas y sociedades norteamericanas.
La inversión extranjera directa se localizaba particularmente en la industria manufactu-
rera (74%) y el comercio (16%). Clr. Sepúlveda Amor, Bernardo, "Política industrial )'
empresas transnacionales en México", en Las empresas transnacionales en MéxicO, El eh-
legio de Méxioo, 1974, p. 40_ Véase, además. Wionczek, Miguel S., Inversión y tecnologia
extranjera en América Latin~ Ed.. Joaquín Mortiz, México, 1971, p. 144.
7 Urquidi, Víctor L, "Perfil general: economía y población", en El perfil de M¿xico
en 1980, vol. 1, Siglo Veintiuno Editores, México, 1975 (6a. ed.), pp. 4 Y 5. Datos preli-
minares más recientes del Colegio de México indican un descenso en la¡ tasa de crecimiC'll-
to de 3.5% a 3.2%. Cll'. Proceso (semanario de análisis e información), núm. 10, México,
8 de enero de 1977, pp. 30-1.
s Op. cit. supra nota l. p. 10.
'9 En 1970', la población de estas ciudades era la siguiente: México, 6'644,719 habitan-
tes; Guadalajara, 1'298,953; Monterrey, 918,261; Ciudad Nctzahualcoyotl, 580,436; Puebla.
413,269. Cfr_ La uonomia mexicana en cifras, tit., p. ll.

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ACCESO A LA JeSTIClA EN l\I.ÉXICO il

esa proporción ha ido disminuyendo paulatinamente, y, como contrapartida,


la población ocupada por el sector de servicios se ha incrementado. En el
mismo aI10 de 1972. 5,475,000 personas, que representaban el 38.5'70 de la po-
blación económicarnente activa, estaban dedicados a actividades comprendidas
en el sector de servicio,; 5,407,000, o sea el 38%, correspondían al sector pri-
mario, y 3,350,000, que constituían el 23.5%. al sector industrial. lG
La participación de los tres sectores en el producto interno bruto no es
proporcional a los porcentajes de la distribución de la población económica-
mente activa. De los 513,700 millones de pesos de producto interno en 1972,
II % correspondió al sector primario; 35% 'al sector industrial y 54% al sec-
tor de servicios.
Probablemente la falta de proporción se explique por el estancamiento
de la producción agrícola. Entre los factores que han concurrido en este es-
tancamiento se puede mencionar, por un lado, lo que Leopoldo Solís llama
el carácter dual de nuestra agricultura, la cual se' integra por dos sectores cla~
ram ente diferenciauos: el sector de agricultura comercial en los distritos de
riego. de alta productividad y capacidad de absorción de los cambios tecno·
lógicos propios para elevar los rendimientos por hectárea, que emplea insu·
mos modernos y poca mano de obra; y el sector de agricultura tradicional
de subsistencia que obtiene bajos rendimientos por hectárea. 11
Por otro lado, también ha influido en la situación actual de la agricultu-
ra mexicana el cambio de orientación de la inversión pública, que desde el
aI10 1950 relegó la política de fomento agrícola para conceder prioridad a la
política de industrialización. '2 Esta política de fomento a la industria ha pro-
piciado el crecimiento del sector industrial, el cual se encuentra apoyado
en muy buena medida por organismos descentralizados que realizan las acti~
vidades económicas nacionalizadas -Petróleos l\Iexicanos, Comisión Federal
de Electricidad, Ferrocaniles Nacionales de l'vléxico, etcétera-, por las ins~
tituciones nacionales de crédito y por las empresas de participación estatal.
Las actividades industriales que han mostrado nlayor dinamismo y expansión
últimamente son las industrias nacionalizadas del peu'óleo y de la energía
eléctrica; y también la industria de la petroquímica básica, la industria ma~
nufacturera y la de la construcción,13 '

10 ldem, p, 14,
11 Solís, LeopoIdo, La realidad eCOnonl1ca mexicana; retrovisión y persctiva~ Siglo
\"t'intiuno Editores, México, 1975 (5"- cd.). pp, 148 Y ss.
]2 Solís. Leopoldo. Controversias sobre el crecimiento y la distribución, Fondo de Cul·
tura EconóDllica. México, 1975 (1' reimpresión). pp. 18·9.
m López Rosado, op. cit. supra nota 2, pp. 471-3. De acuerdo con el Informe anual
del Banco de México corre,pondiente a 1975. las tasas más elevadas de crecimiento del
producto interno bruto, se registraron en la industria petroquímica y en la del petróleo
y sus derivados. La construcción y las manufacturas crecieron en 3.5 y 7% respectiva.
mente. El volumen de los sen'idos de transportes y comunicaciones aumentó en 7%. miel1~

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72 ESTUDIOS GE.!'\fERALES

En el sector de servicios destacan por su crecimiento e:l t::omercio, los ser-


v.icios bancarios y las comunicaciones y transportes. También los servicios gu-
bernamentales se han incrementado considerablemente, en forma especial en
los últimos cinco años.
Entre 1940 y 1970 México pudo sostener una tasa media de crecimiento
del producto nacional bruto de más del 6%; 14 en 1971, esta tasa se redujo a
3.7%, y volvió a asoender a 7.3%, en 1972. En 1973 alcanzó el 7.6%, y se
redujo nuevamente en 1974 a 5.9%. En 1975 la tasa osciló entre 3.8 y 4.2%,1"
De acuerdo con estos datos, la tasa media de crecimiento en los últimos cinco
años ha sido de 5.7%, ligeramente inferior al de la época anterior. Sin em-
bargo, esta disminución de la tasa de crecimiento coincide con la disminución
del ritmo de la tasa de crecimiento -un poco más de 3% en 1975- de los
países de América Latina, afectados fundamentalmente en su sector externo,
el cual sigue siendo muy vulnerable. 16
Se dehe señalar que uno de los problemas que más preocupan actualmen-
te es el déficit en la balanza de pagos, que en 1974 fue de 2,558 millones
de dólares y en 1975 ascendió a 3,643 millones,l7 así como el crecimiento de
la deuda pública.
Seguramente estos problemas, junto con déficit de las finanzas públicas, la
retracción de la inversión privada, las salidas de capital al exterior y algunos
otros más, fueron los factores que hicieron preciso que el gobierno mexicano
abandonara, el 31 de agosto de 1976, la paridad fija de 12.50 pesos por dólar,
para dejar que aquél se cotizara librclnente. En virtud de esta "flotación
regulada", el valor del peso descendió notablemente frente al dólar, y el II
de septiembre del mismo año, el gobierno mexicano fijó la nueva paridad en
19.90 pesos por dólar, lo que significó una devaluación de 59.2% en relación
con la anterior cotización. Posteriormente, varias semanas después, el gobier-
no mexicano adoptó nuevamente un sistema de la "flotación regulada", ¡x>r
lo que el valor del peso volvió a bajar, a 26.60 lJOr dólar."
Por último, algunas semanas después de que el Banco de México orde-
nara a las instituciones de crédito, el 21 de noviembre de 1976, que se abs-
tuvieran de comprar y vender mon~da extranjera y oro amonedado, aquéllas
reiniciaron sus operaciones de acuerdo ton la "flotación regulada", habiendo

tras que los de gobierno lo hicicrnn en 10%. GIl". Comercio extcrim', vol. 26, núm. 3,
marzo de 19-75, México, p. 329.
14 Cfr. Hansen, Roger D., La política del desarrollo mexicano, Siglo Veintiuno Edi-
tores, 1971, pp. 57 Y ss.
li) Estos datos han sido tomados de los In/armes anuales del Banco de México, co-
rrespondientes a los afios 1971, 1972" 1973, 1974 Y 1975.
16 Cfr. Instituto para la Integración de América Latina, El proceso de integración en
América Latina ro 1975, Banco Interamericano de Desarrollo, 1976, pp. 8-13.
17 Cfr. Informe ... op. cit. supra nota 13. p. 338.
18 Cfr. Ccnnercio Exterior, vol. 26. ¡;¡Úm. 10, México, octubre de 1976, pp. 1151-5.

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ACCESO A LA JUSTICIA EN MÉ.XICO 73

alcanzado el dólar, durante la segunda quincena en diciembre del mismo añ-o,


una cotización aproximada de 20 pesos.19

1. CosTOS DE LA RESOLUCIÓN DE DISPUTAS DENTRO


DE LA MAQtJlNARJA JUDICIAL FORMAL

Antes de dar respuesta a los enunciados de este apartado, consideramos ne-


cesario exponer, así sea en forma esquemática, los rasgos fundamentales de
la organización jurisdiccional mexicana.
La Constitución mexicana adopta, en su artículo 49, el principio de ]a
"división de poderes". en los tres tradicionales: el legislativo, ejecutivo y ju-
dicial. A este último incumbe, predominante-mcnte y por regla general, 1a
fllnción jutisdiccional.
Por otro lado, como de acuerdo con el artículo 40 de la Constitución el
Estado mexicano tiene nn carácter federal, existe una doble organización ju-
dal: la federal. a la que se denomina "Puder judicial de la Federación", y
la cual ejerce función jurisdiccional en toda la Repúbliú1., y la estatal o local,
que constituye el "Poder judicial" en cada uno de los 31 Estados de la Re-
pública }' en el Distrito Federal, con competencia exclusivamente dentro del
territorio de su respectiva entidad federativa. La organización judicial fede-
ro I se regula por la Ley Org,ínica del Puder J udidal de la Federación de 1935
y las organizaciones judiciales estatales por las leyes orgánicas del poder ju-
dicial de cada Estado. En el Distrito Federal rige la Ley Orgánica de los Tri-
hunales del Fuero C'",mún de 1968.
Forman la organización judicial federal: J) La Suprema Corte de Justi-
cia de la Nación, que (:s el máximo tribunal de arnparo; 2) los Tribunales
Colegiados de eh-cuita, que también son tdhunales de amparo, pero conocen
de asuntos de menor importancia; 3) los Tribunales Unitarios de Circuito,
que no conocen de juicios de amparo, sino de apelaciones interpuestas en
los juicios civiles y penales de car,kter federal; 4) los Juzgados de Distrito,
que tienen una doble competencia: son juzgadores de amparo en primera
instancia cuando se trata de amparo de doble instancia y conocen de los jui-
cios civiles y penales de carácter federal. y 5) el Jurado Popula¡- Fedeml, que
es un juzgador penal colegiado que conoce sólo de determinado tipo de
delitos oficiales y contra la seguridad de la naciúll.:2{)

Hl En este trabajo se han hecho las ronversiones de pesos a dólares de acuerdo con
esta última cotización, es decir, de 20 pesos por un dólar.
2() Artículos l\:>, ll, 24, 25, 26, 27, 36, 79 bis, 41, 42, 43 Y 62 de la Ley Orgánica del

Poder Judicial de la Federación. La Suprema Corte de Justicia se compone por Qlatro


salas cuya competencia se distribuye por materias (penal, administrativa, ci",il y del tra-
bajn) ~. una ~a1 <l.l1xiliar. Existen 17 tribunales colegiados de circuito, 10 tribunales unjo

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74 ESTUDIOS GENERALES

La organización judicial del Distrito se integra con: 1) el Tribunal Sll-


pe1"ior de Justicia, cuyas once Salas funcionan fundamentalmente 'como ór-
ganos de apelación en los juicios civiles (Salas primera a quinta), famiIiar('s
(Salas décima y undécima) y penales (Salas sexta a novena), de canicter
local; 2) los juzgados civiles, familiares y penales, que conocen de la gene-
ralidad de los juicios civiles, familiares y penales, respectivamente; 3) los
7uzgados mixtos de paz, con competencia para asuntos civiles de cuantía hasta
por cinco mil pesos y asuntos penales cuando se trata de delitos con pena de
prisión máxima de un año, o bien alguna otra pena no privativa de libertad,
y 4) el Ju¡-ado Popular, con las mismas funciones que el Juzgado Popular
Federal, sólo que referidas al Distrito Federal. 2 !
Los juicios civiles seguidos ante los jueces de distrito deben ajustarse a
las reglas del Código Federal de Procedimientos Civiles de 1942; los seguidos
ante los jueces civiles y de paz del Distrito Federal, se regulan por eIl Código
de Procedimientos Civiles del Distrito Federal de 1932. Este último también
contiene un título dedicado a reglamentar un procedimiento para algunas
controversias familiares.
Cada uno de los 31 Estados que integran el Estado Federal mexicano tie-
ne su respectiva Ley Orgánica del Poder Judicial, que establece la integra-
ción, organización y competencia de sus juzgados y tribunales locales, y su
correspondiente Código de Procedimientos Civiles que señala las reglas de
los juicios civiles locales.
En- general, la legislación procesal civil mexicana no ha recogido los
avances del procesalismo moderno. El Código de Procedimientos Civiles del
Distrito Federal de 1932, que es el que más ha influido en los Códigos de los
Estados, sigue fundamentalmente la línea tradicional de la Ley de Enjui-
ciamiento Civil española de 1855,22 si bien sin ajustarse en forma extrema al
principio dispositivo en la manera como era entendido anteriormente, ya que
confiere mayores poderes al juzgador, particularmente en relación a la prue-
ba.23 Este ordenamiento ha sufrido muchas refomlas, especialmente en los

tarias de circuito y 65 juzgadas de distrito, en toda la República. (En 1980 cxi¡,tCll: 23


tribunales de colegiados de circuito, II b:ibunales unitarios y 89 juzgados de distrito).
21 Artlculos 2', 40, 45, 46 bis, 53, 58, 871, 9'1 Y 100 de la Ley Orgánica de los Tri-
bunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal. Además de las II salas del
Tribunal Superior, hay 43 juzgados civiles, 33 juzgados penales, 23 juzgadores familiares y
36 juzgados mixtos de ,paz. (El mismo número de salas y juzgados existe en 1980).
22 Cfr. Alcalá·Zamora y Castillo, Niceto, Examen crítico del Código de Procedimientos
Civiles del Estado de Chihuahua, Universidad de Chihuahua, 1959, pp. 3·4.
:213 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Innovaciones operadas e influencia ejercida
por el Código procesal civil de 1932 para el distrito y territorios federales", en Revista
de la Facultad de Derecho de México, núm. 48, octubre-diciembre ue 1962, pp. 557-60-1;
Y del mismo autor, "El papel del juez en la dirección del proceso civil mexicano", en Co-
municaciones mexicanas al VI Congreso Internacional de Derecho Comparado (Hambllr-
go, 1962), Instituto de Derecho Comparado, UNAM, México, 1962, pp. 59-96.

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ACCESO A LA Jl;STICIA }:N ~riXICO

últimos años, las cuales, sin embargo, no le han afectado en su estructura 1111-
da!' En la doctrina procesal lnexicana hay un concenso acerca de la necesi-
dad de un nuevo ordenamiento procesal para el Distrito Federa1.24
El Código Federal de Procedimientos Civiles, más moderno en tiempo y
técnica, es muy similar al Código de Procedimientos Civiles del Estado de
Guanajuato de 1934, ya que ambos fueron elaborados por Adolfo l\!aldonado.
En 1948 se elaboró un anteproyecto de Código de Procedimiento Civiles
para el Distrito Federal, que aunque no llegó a convertirse en derecho posi-
tivo en esta entidad, sí fue tomado como modelo para los Códigos de Pro-
cedimientos Civiles vigentes en los Estados de l\forelos, Sonora y Zacatccas.:!ii
Superior en mudlOS aspectos al Código de Procedimientos del Distrito Fede-
ral, el anteproyecto de 1948 no satisface ya actualmente todos los I1mOYos re·
querimientos de una justicia más eficaz. No parece haber, sin embargo. nin-
gún intento por elabotar un nuevo anteproyecto para el Distrito Fedral.!I~
Los juicios mercantiles se encuentran regulados por el antiguo Código
de Comercio de 1889, también influido en su libro V por la Ley de Enjuicia·
miento Española de 1855, a través del Código de Procedimientos Civilc'i dis-
trital de 1884, al cual tomó como modelo. 07
No todos los órganos jurisdiccionales forman parte del "Poder Judicial".
Fuera de él, podemos mencionar los tribunales del trabajo y los tribunales
administrativos, que se ubican formalmente dentro del Poder Ejecutivo. y a
los cuales aludiremos en inciso 3.A) del apartado 3 de este trabajo.

24 Cfr. Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota anterior, pp. 600 Y 601, Y Gómez Lao., Ci-
priano, "Las reformas al Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Feder.tl·', en
Revista Procesal, Instituto Mexicano de Derecho Procesal, México, núms. 1, 5 Y 6 de 19"75,
pp. 263-72.
25 Sobre el citado anteproyecto de 1948, puede ,'erse el ''Curso colecth·o acerca lid
anteproyecto de código procesal civil para el Distrito Federal", en Revista de la Escuela
l\.'acional de Jurisprudencia, México, núms. 4·7-48, julio-diciembre de 1950.
'!M En 1973 una comisión presidida por Humberto Briseño Sierra elaboró sendos ante·
proyectos de Código de Procedimientos Civiles y de Ley Org;I.nica del Poder Judicial.
ambos para el Estado de México, los cuales fueron estudiados en el VI Congreso Mex ¡-
cano de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de Toluca~ Edo. de Ml:xico, durante los
días del 23 al 27 de abril de 1974", Cfr. nuestro estudio "Los anteproyectos de CódigO' dI'
Procedimientos Civiles y de Ley Orgánica del Poder Judidal del Estado de México",
en Gacela Informativa de Legislaci6n y Jurisprudencia, Instituto de Investigaciones Juri·
dicas, UNAM, México. núm. 10, abril-junio de 1974~ pp. 241·52. La memoria del citado
Congreso" que contiene los textos de los anteproyectos y de las ponencias, se publicó en
Revista Procesal, Instituto Mexicano de Derecho Procesal, México, núms. 3, 4, 5 ... ti
de 1974. Puede verse también: Briseño Sierra, Humbcrto, "Los anteproyectos de Código' d,
Procedimientos Civiles y Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado de México", en 1{)~
núms. 4, 5 Y 6 de 1975, de la citada Revista Procesal, pp, 123-54.
:!7 De acuerdo con Nicelo Alcalá·Zamora y Castillo, el lihro V del vigente Código
de Comercio "no es más que una copia mutilada del procesal civil de 1884"; cfr. Pano·
rama del Derecho mexicano: Sin tesis del derecho pracesaI, Instituto de Derecho (,.ompara.
do, UNA M, México, 1966, p. 156.

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76 ESTUDIOS GF..NERALES

Por último, también se ubican dentro del Poder Ejecutivo los tlibunales
militares, que conocen de los delitos y faltas contra la disciplina militar."

1) Las costas procesales


En México, desde la Constitución Política de 5 de febrero de 1857 que-
daron formalmente prohibidas las costas judiciales. El artículo 17 de la citada
Constitución, en su parte conducente, expresaba: "Los tribunales estarán siem-
pre expeditos para administrar justicia. Ésta será gratuita. quedando e'Jl con-
secuencia abolidas las costas judiciales." Este precepto, con algunas modifi-
caciones de estilo, se reprodujo e'Il la Constituci6n vigente de 1917.29
Al margen de esta prohibición constitucional, en la práctica procesal di-
versos funcionarios y empleados judiciales piden o reciben determinadas re-
tribuciones -<¡ue en el lenguaje popular se denominan "mordidas"- para
realizar algunos actos procesales que por ley están obligados a llevar a cabo,
tales como notificaciones, emplazaIlÚentos, embargos, lanzamientos, determi-
nadas resoluciones judiciales, etcétera. Estas costas judiciales no oficiales re-
sultan de difícil cuantificación por su carácter "privado" entre postulantes y
funcionarios y son erogaciones no comprobables, ya que por razones obvias
no se documentaf"lO Gravan, sin embargo, en forma considerable el costo del
proceso.
Con base en una investigación realizada por medio de entrevistas a per-
sonas conectadas con los medios forenses (jueces, empleados y abogados), el
,ociólogo Jorge Agustín Bustamante Fernández verific6 la hipótesis de que
hay diferentes grados de honestidad o deshonestidad en todos los tribunales.
De las cuatro clases de tribunales sobre los <¡ue realizó la investigación -ad-
ministrativos, civiles, penales y laborales- encontró mayor grado de des-
honestidad en estos últimos; en los penales es un poco menos; en los civiles
también desciende el grado de deshonestidad, hasta llegar a los tribunales
administrativos, en los que encontró mayor grado de honestidad. Estas dife-

'28 De acuerdo con el artículo P del Código de Justicia Militar de 1933, la justicia
militar se adminislra por: 1) el Supremo Tribunal Militar; 2) los consejos de guerra or-
dinarios; 3) los consejos de guerra extraordina'rios; 4) los jueces militares .
.219 El articulo 17 de la Constitución de 1917, en su redacción vigente, dice: "Los tri-
bunales estarán expeditos para administrar justicia lOn los plazos y téTminos que fije la
lt:}';su scrvicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales."
Sobre Jos orígencs y desarrollo de la justicia gratuita en México y América Latina, cfr-,
Fix-Zamudio, Héctor, "Breves reflexiones sobre el asesoramiento jurídico y procesal como
institución de seguridad social". en Homenaje a Luis Lorcto, Ediciones de la Contraloría
GC'neral de la República de Venezuela, Carcs~ 1975, pp. 577-611, especialmente pp_ 582-4.
13Q "No es desconocida entre nosotros, los abogados mexicanos -afirma Gonzalo M. Ar-
mienta-·, la inveterada práctica de cubrir a los secretarios-<.Jctuarios, cierto estipendio para
la realización de actos procesales (citaciones, requerimientos, embargos) a cuya ejecución
Jos obliga la sola aceptación del cargo." Cfr. ~'La onerosidad de los juicios", en Revista
de la Facultad de Derecho de México, nüms. 77-78, México, 1970, p. 568.

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AC.E~O A LA JUSTICIA .EN MJ;XICO 77

rencias las explica el investigador citado en los siguientes ténninos: "a mayor
status económico de los sujetos del proceso, se halla mayor grado de hones-
tidad en el tribunal. O en otros términos, a menor status económico del su-
jeto del proceso encontramos un mayor grado de deshonestidad"."
Para BustanL'lnte Fernández la causa más importante de las diferencias de
grado de honestidad o de deshonestidad, es "la desproporción e11 la distribu-
,·ión de la riqueza", y la correlación entre status económico y grado de hones-
tidad lo llevan a conclnir que "los ricos tienen mayores posibilidades de ob-
tener justicia que los pobres" .32
Por otro lado, la prohibición de cobrar costas judiciales, independiente-
mente de que se cumpla o se viole, no implica que toda la actividad proa>
sal deba ser gratuita, ya que el proceso origina otras erogaciones y gastos
diversos de las costas judiciales, como los honorarios profesionales de los
abogados, los gastos de publicación de edictos, etcétera, a los que genérica-
mente se designa como costas proccsales.33
En la práctica procesal mexicana se suele distinguir entre costas y gasto.5
procesales, reservándose la expresión costas procesales a los honorarios de los
abogados y gastos a las demás erogaciones legítimas y susceptibles de com-
probación legal, que se originen con motivo del proceso, tales como los gastos
de publicación de edictos, al pago de honorarios a los peritos, depositarios,
intérpretes. etcétera.M
El Código Federal de Procedimiento Civiles, para determinar la condena
en costas, adopta. en términos generales, el sistema objetivo} ya que, del acuer-
do con su artículo 70, la parte que pierde el proceso debe reembolsara su
contraria las costas del proceso. Aunque este precepto toma sólo en cuenta
el hecho del venciIniento en juicio para establecer la condena en costas, el
artículo 8? establece, como excepción a esa regla, que no debe ser condenada
en costas la parte que pierda, si no le es imputable la falta de composición
voluntaria de la controyersia, y, además, limitó su actuación, en el desarrollo
del proceso, a lo estrictamente indispensable para hacer posible la defini-
tiva resolución del negocio.
Por su parte, el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal
adopta parcialmente tanto el sistema subjetivo que toma en cuenta el dato
de la temeridad o mala fe, como el objetivo, que considera el hecho del ven-
cimiento. Por un lado, dispone en la primera parte del artículo 140 que la
condenación en costas se hará cuando así lo prevenga la ley, o cuando, a

:31 Bustamante Femández, Jorge Agustín, "La justicia como 'variable dependiente", en
Revüta Mexicana de Ciencia Política, México, julio-septiembre de 1968, p. 400.
3'2 ldem, p. 401.
33 Cfr. Alcalá·Zamora, OIJ. dt. sut)ra nota 22, pp., 5'1~.
34 Cfr. Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, Ed. Ponúa, México 197·1,
p. 186.

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78 ESTUDIOS. GENERALES

JUlOO del juez, se haya procedido con temeridad o mala fe. Agrega, además,
en las fracciones 1 y JI del mismo precepto, que siempre será condenado el
que ninguna prueba rinda para justificar su acción o su excepcióll, si se
funda en hechos disputados, y el que presente documentos falsos o testigos
falsos o sobornados.
Por otro lado, de acuerdo con las fracciones JII y IV del mismo artículo
140,. siempre debe ser condenado al pago de los gastos y costas procesales el
que sea vencido en los juicios ejecutivo, hipotecario y en los interdictos de
retener y recuperar la posesión, así como el que sea condenado por dos sen-
tencias "conformes de toda conformidad" en su parte resolutiva, sin tomar
en cuenta la declaración sobre costas. En este último caso, la condena com-
prende los gastos }' costas de ambas instancias.
E! Código de Comercio de 1889, que rige los juicios mercantiles, de los
cuales conocen tanto los jueces de distrito (federales) como los jueces civiles
(locales) ,.5 regula en términos idénticos a los del Código de Procedimientos
Civiles del Distrito Federal, las costas procesales. Así, en la primera parte y en
las fracciones 1 y JI de su artículo 1084 acoge el sistema subjetivo y en las
fracciones In y IV, el objetivo.
En la práctica procesal civil y mercantil los jueces casi nunca condenan al
pago de las costas procesales, con base en el sistema subjetivo; sí lo hacen
generalmente, en cambio, en los supuestos, del sistema objetivo.36
La determinación de cada renglón de gastos y costas que debe ser paga-
do, una vez decretada la condena en costas en la sentencia definitiva, se tra-
mita a través de un incidente, La parte beneficiada con la condena en costas
presenta el juez su "planilla de gastos y costas", que es un escrito en el que
se detallan en forma pormenorizada cada uno de los gastos y costas realiza·
dos por aquélla. El juez, después de conceder a la parte condenada un plazo
para que fonnule las objeciones que estime pertinentes, resuelve .el incidente
de liquidación de gastos y costas a través de una "sentencia interlocutoria",
en la que precisa la suma total que el condenado debe pagar a la otra parte,
por concepto de gastos y costas procesales.'37

sr; De acuerdo con la fracción 1 del artículo 104 de la Constitución PoBlica, de las
wntroversias civiles (en sentido amplio) que se susciten sobre el cumplimiento y aplica-
ción de las leyes federales, y que sólo afecten intereses particulares. podrán conocer, a
elección del actor, tanto los tribunales federales como los del orden común. El Código
de Comercio y las dc::más leyes mercantiles tienen carácter federal, y las controversias sobre
ellas generalmente afectan sólo intereses particulares, por lo que en este caso se da el su-
puesto de competencia concurrente previsto en el citado artículo 104 constitucional.
36 De un total de 50 expedientes consultados en los que había condena en costas,
sólo en dos de ellos los jueces se habían basado en la "temeridad o mala fe" y los 48 res-
tantes eran de juicios ejecutivos (34) e hipotecarios (14), en los que se sigue el sistema
ohjetivo.
37 Artículo 14J del Código' dty Procedimientos Civiles del Distrito Federal.
!',

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.\CCESO A LA jVSTICIA EN MÉxICO 79

1.0.\ honorarios del abogado de la parte beneficiada con la condena en

costas, se deben liquidar de acuerdo con la tarifa que señala el arancel con-
tenido en la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común
del Distrito Federal (artículos 222 a 256). Los porcentajes y cantidades que
seüala dicho arancel son muy reducidos, ya que, a pesar de que formalmente
la Ley Orgánica fue promulgada en 1968, ésta no hizo sino reproducir los
mismos porcentajes y cantidades que habían sido fijados en la anterior Ley
Orgánica, que era de 1932.
Conviene sefíalar que en los juicios de menor cuantía (hasta $ 5,000.00
pesos, o sea 250 dólares)::8 que se siguen ante los jueces de paz, no se de-
creta_ condena en costas.S 9
No existe tampoco condena en costas en los juicios de amparo, que se
siguen ante los tribunales federales; en los procesos laborales que se siguen
ante las Juntas de Conciliación y Arbitraje y el Tribunal Federal de Con-
ciliación y Arbitraje; en los juicios de nulidad fiscal que se tramitan ante el
Tl;bunal Fiscal de la Federación,'lo ni en los. procesos administrativos que
se llevan ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito
Federal."
Conviene advertir desde ahora que en :México no es obligatoria sino op-
tativa la asistencia de abogados para comparecer en juicio, de manera que
las partes pueden comparecer por sí mismas ante los tribunales, sin que sea
necesaria la intervención de aquéllos. Sólo en los procesos penales es forzosa
la intervención del defensor, que puede ser privado o de oficio, por consti-
tuir un derecho fundamental del procesado, en los términos de la fracción IX,
del artículo 20 constitucional. También en los juicios especiales sobre algu-
nas controversias familiares, en caso de que alguna de las partes se encuentre
asesorada por un abogado y la otra no, se debe solicitar de inmediato los
servicios de un defensor de oficio.42 El asesoramiento jurídico será estudiado
más ampliamente en el apartado 6 de este trabajo.
Como es lógico, las costas procesales sólo deben ser cubiertas cuando en
el juicio respectivo quede comprobada la intervención de abogado con tÍ-
tlt10 registrado Iegalmente.-t!j

ii) Proporción elltrc costas }' monto controvertido


Una cuantificación precisa de la proporción entre el costo real de] proce~

t!8 Véase la aclaración en la nota 19.


039 Artículo 142 del Código de Pmcedimicntos Ci~les del Distrito Federal.
4() Artículo 170 del Código Fiscal de la Federación de 1966.
41 Articulo 30 de la Ley del Tribunal de lo C..ontenOoso Administrati\'o del Distrito
loocral.
4:1 Artículo .!'H.1 del Código de Procedimientos Cidlcs cel Di.~tro FederaL
-t-:'j Artículo 23R y 225 de la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del DbtriLo
. ¡
¡"l'l ¡ lot ..... ~-
era. .. ~ OE 10-:'
:'" l>f
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ÚlVUIIGACIOIlES
IIDICAS
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CVADRO 1

COSTAS PROCESALES SEGÚN EL ARANCEL

Monto $ JfJOO
Monto $ 20,()(}O • Monto $ 100,000 ··
(150 dólares)
(lfXJIJ dólares) (5fXJIJ dólares)
Conce pto Cantidad (en pesos)

100.00 100.00
1. Estudio del negocio 50.00

2. Elaboración de demanda
(3% soble el monto 1.200.00
90.00 1.200.00
controve rtido)

3. Notificación del auto 1.00 4.00


que admite la demanda 2.00

4. Lectura de la contestación 15.00


7.50 15.00
a la demanda (3 hoja.)

5. Escrito en el que se pide 20.00


10.00 20.00
se inicie el periodo probatorio

6. Notiticación del auto que


oroena la iniciaci6n del 4.00
2.00 4.00
periodo probatorio

7. Escrito de oÍl'ecimiento 20.00


DR © Universidad Nacional Autónoma de México, 10.00 20.00
Instituto de Investigaciones Jurídicas
de pruebas

8. Notifica dón del auto que 4.00


2.00 4.00
tiene por ofrecidas las pruebas

9. Lectura (tel escrito de


-,, ofrecimiento en pruebas ¡O.OO
5.00 10.00
de la contrapaTle (2 hoja,~)
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10, Notificación del auto que ticne


por ofrecidas las pruebas
de la contraparte 2.00 4.00 4.00

11. Escrito en el que se pide que


se admitan las pruebas 10.00 20.00 20.00

12, Lectura del anto cn quc


se admiten las pruebas 2.00 4.00 4.00

13. Escrito que contiene pliego de


posiciones, interrogatorio de
testigos y de peritos (6 hojas) 60.00 120.00 120.00

14. Asistencia a la audiencia


de pmebas (1 horas) 80.00 160.00 160.00

15. Alegatos 10.00 200 .00 200.00

16. Notificación dc la sentencia


definitiva 10.00 20.00 20.00

Totales: $ 4·12 ..?0 (22.12 Dls.) 1,905.00(95.25 Dls.) 1,905.00 +


4,762.50 (2S0%)
Porcentaje sobre el monto 6,667.50 (333.37 Dk)
controvertido: 14.7tí%
9.52% 6.66%

DR © Universidad Nacional Autónoma de .. De acuerdo con el articulo 230, fracción nI, de la Ley Orgánica citada, si el \'alor del asunto excede de 10,000 pesos, pero no
México,
de 50,000, se duplican las cuotas del artículn 229 (asuntos de 1,001 a 3,000 pesos). Para los asuntos de 3,001 a 5,000 pesos, el iune-
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Illt'nlo SObl'C las cuotas dd articulo 229 es del 25% Y par:! los asuntos ele 5,001 a 10,000, el incremento es dd :,0':,;, .
. . Según el artículo 230, fracción IV. si la cuantía excede de 50,000 pesos, se dup1ican las cuotas del artículo 229 hasta dicha
suma, y se aumenta un r)o-,~ por cada 10.000 pesos () fracción de exceso.
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ESTUDIOS GE~.RALS

so y el lllOnto controvertido no es posible en :'\Iéxico. al menos en las eir-


nmstancias actuales.
Por una parte, resulta 1l1Uy dificil determinar el monto de los honorarios
reales de los abogados, ya que éstos, probablemente por lo reducido de las
tarifas que señala el arancel, generalmente no ajustan sus honorarios a éste,
sino que los fijan libremente, de común acuerdo con el cliente, como lo per-
miten la, artículos 222 de la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del
Disu~to Federal y 2606 del Código Civil vigente en el Distrito Federal. Los
arall<'eles
. que señala la Ley Org-ánica sólo rigen a falta de convenio entre
los interesados y para cuantificar el monto de las costas procesales cuando
haya condena en costas, ya que en este último caso la planilla de cosL:'1s pro-
cesales no se debe formular con base en los honorarios convenidos entre el
abogado y la parte beneficiada con la condena, sino de acuerdo ,con la tarifa
contenida en el arancel, según lo dispone el artículo 238 de la citada Ley
Orgánica. Al fijarse libremente los honorarios entre el abogado y su cliente,
los porcentajes reales resultan muy variables, ya que van desde un 10% has-
ta un 50~/, y las bases que toman en cuenta los abogados generalmente son
muy subjetivas y circunstanciales.
Por otra parte, las costas judiciales no oficiales, como ya indicamos, por
su carácter "privado", son de imposible cuantificación.
En México no hay estudios estadísticos sobre los honorarios reales de los
abogados ni sobre las costas judiciales no oficiales. Una investigación socio-
lógica sobre este tema, además de las dificultades anotadas arriba, podría en-
contrar obstáculos y resistencias en los funcionarios y empIcados judiciales y
en los abogados, quienes siendo las únicas personas que pueden proporcionar
infonnación directa sobre estos temas, probablemente no lo harían o en
caso de hacerlo, su infonnación podría resultar no muy confiable.
A falta de datos estadísticos, señalaremos los renglones fundamentales con-
tenidos en el arancel }', posteriormente, expondremos los resultados de las
consultas que hicimos durante los meses de julio y agosto de 1975, a 50 ex-
pedientes de juicios civiles y mercantiles en los que se había formulado in-
cidente de liquidación de gastos y costas procesales_ Las conversiones de pesos
a dólares se hacen de acuerdo a la cotización de 20 por un dólar que pre-
dominó hasta finales de 1976_
La regulación de los aranceles resulta complicada por su excesivo casuis-
filO. Sólo para juicios de muy baja cuantía se señalan porcentajes sobre el
monto controvertido para la determinación de los honorarios de los aboga-
dos. Así, para los juicios con valor económico inferior a 500 pesos (25 dó-
lares) el porcentaje varia de un 10% a un 25%, "según la importancia téc-

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ACCESO A LA ]LSTlCIA E:\ MÉXICO 8,\

nica del juicio"; 44 y para los juicios con cuantía entre 501 y 1,000 pesos
(50 dólares), el porcentaje oscila entre 20% y 50%.40
Para los juicios de valor mayor de 1,000 pesos, pero inferior de 3,000 pe-
sos (ISO dólares) , el arancel señala casuísticamente las cantidades que deben
cobrarse por concepto de honorarios.
Ajustándonos a las cantidades que señala el artículo 229 de la Ley Orgá-
nica de los Tribunales de Justícia del Fuero Común, podemos exponer los
principales conceptos que se cobrarían en un juicio civil con cuantía eco-
nómica de 3,000 pesos (ISO dólares), suponiendo que aquél se desarrollara
normalmente hasta la sentencia definitiva de primera instancia. Cabe aclarar
que este supuesto es sólo hipotético para la condena en costas, pues ésta sólo
puede darse en juicios por cuantía superior a cinco mil pesos.
Como las cantidades y porcentajes señalados para asuntos de 1,001 a 3,000
pesos son tomados como base para determinar las costas procesales de los
asuntos de mayor cuantía, hemos colocado en el cuadro número 1, en forma
paralela a la columna que corresponde a los juicios de 3,000 pesO<!, las can-
tidades que corresponderían a juicios con valor económico de 1,000 y 5,000
dólares (disputas "pequeñas" y "modestas", según el cuestionario).
Como puede observarse, las cantidades y porcentajes son muy variables,
ya que se determinan en función de los actos procesales que haya habido
en el juicio. Los ejemplos anteriores han considerado juicios que se desarro·
lIarían normalmente y que concluirían con sentencia definitiva dictada en
primera instancia, es decir, sin tomar en cuentas costas procesales correspon·
dientes a la segunda instancia o a incidentes y recursos interpuestos durante
la primera instancia. Con todo, consideramos que los aumentos que podrían
presentarse en el porcentaje en las costas procesales sobre el monto contro-
vertido no excederían probablemente de un 5%, ya que el escrito de expre-
sión de agravios, que es el más remunerado en la segunda instancia, origina
costas procesales por un 1.5% sobre la cantidad reclamada.
Por otro lado, a las anteriores cantidades y porcentajes que constituyen
las costas procesales, habría que agregar los gastos procesales, los cuales de-
ben ser legítimos y comprobados documentalmente, por lo que no incluyen
las costas judiciales no oficiales.
Para proporcionar una visión más aproximada a las cantidades y poreen·
tajes que realmente son cobradas por concepto de gastos y costas procesales
cuando hay condena en costas, a continuación expondremos los resultados de
las consultas que realizamos en los juzgados civiles de la ciudad de México,
a cincuenta expedientes, durante los meses de julio y agosto de 1975.40

4-' ArtÍLulo 227, idem.


45 Artículo 228, ídem.
4(; Cabe mmcionar que los expedientes no fueron seleccionados conforme a reglas del

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CUADRO 2
SUMAS Y PORCE."ITAJES DE CONDENAS AL PAGO DE GASTOS Y COSTAS PROCESALES

24,199.17 15,777.39 50,000.00 5,000.00 28,795.83


.41 6.29 9.33 11.96 17.83
100. 993.16 4,667.75 598.25 5,135.50
20,000.00 8,010.00 70,000.00 10,000.00 2,750.00
2.12 6.34 9.42 12.09 18.90
425 508.00 6,600.00 1,209.50 520.00
2,500,000.00 160,000.00 117,615.46 10,000.00 40,000.00
2.77 6.38 9,46 12.45 19.14
69,345.30 10,22J.l0 11,130.56 1,245.45 7,659.50
48,084.40 50,000.00 50,843.16 6,000.00 1,950.00
3.27 7.27 9.91 l.1.29 21.20
1.576.00 3,637.00 5,042.26 797.75 413.50
41,423.00 60,000.00 1,878,637.50 69,729.78 22,574.40
4.64 7.29 JO.07 13.63 2l.31
1,922.96 4,439.00 189,199.12 9,506.55 4,849.20
100,000.00 129,687.50 28,379.10 11,514.00 18,587.40
4.80 7.52 10.64 l3.81 ~7.16
4,004.50 9,758.25 3,020.36 1,590.00 5,049.14
30,000.00 555,471.84 29,200.00 31,583.80 10,215.00
4.96 ---- 7.81 10.95 14.74 29.70
1,488.00 43,41J.l5 3.198.20 4,655.52 3,G34.45
8,000.00 2,961.47 100,000.00 48,703.50 2,759.68
5.3i 8.81 11.19 1.7.80 3R3i
430.00 261.04 11,192.25 7,696.07 1,059.09
DR © Universidad Nacional Autónoma de México,16,448.00 28,348.07 5,060.00 33,651.00 ll,463.50
5.77
Instituto de Investigaciones Jurídicas 8.99 lI.B5 16.53 46.7.Q
9.49.44 2,550.84 600.00 5,562.75 5,357.16
43,107.62 352.144.21 10,927.50 75,000.00 4,440.00
6.0::! ---- 9.25 ll.BB 17.28 54.73
2,596.00 30,100.00 1,298.40 l~.9620 2,430.00

Promedio de porcentajes 13.14%


FU1~:\TE Consulta a 50 expedientes de los juzgados ciyiles de la Ciudad de México, durante los meses de julío y agosto de 1975.
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ACCESO A LA Jt;STICIA E~ ~1ÉXl(:O 85

En el cuadro número 2 (expuesto en página 76) se muesttan las canti-


dades y porcentajes que se pudieron obtener de todos los expedientes. En la
parte izquierda de caLla uno de los cincuenta rectángulos, se muestra el por-
centaje de los gastos y costas procesales con respecto al monto controvertido.
En ]a parte derecha del rectángulo se indica el monto controvertido (arri-
ba) y la suma a la que ascendió la condena de gastos y costas procesales
(abajo) .
Como puede obseryarse, los datos han sido reunidos en orden ascendente
de los porcentajes, los cuales son muy variados, ya que van desde un 41 ~
hasta un 54.73%. Este gran margen de diferencia, que no resulta muy con-
gruente con las cuotas sefíaladas en los aranceles, además de mostrar las di-
ferencias circunstanciales que se dan necesariamente en cada juicio, indica
cierta flexibilidad de los jueces para resolver sobre la liquidación de la COI1-
dena en costas.
En la tabla que se muestra en el cuadro 3 hemos agrupado los porcen-
tajes en 8 clases, cada una de las cuales comprende siete puntos. En ella se
puede observar que los porcentajes predominantes oscilan entte el 8 Y el
14'10, ya que a esta clase corresponde el 42% de los expedientes consultadoo.
Le sigue la clase del O al 7%, que reúne al 30% de los expedientes, y junto
con la clase anterior suma el 72% de los expedientes. En orden descenden-
te, la clase del 15 al 21% agrupa el 16% de los expedientes. Y, finalmente,
los porcentajes superiores al 21 % sólo corresponden al 12% del total de
expedientes.

iii) Costo de las resoluciones sin cuantía detenninada

De acuerdo con el artículo 231 de la Ley Orgánica de los Tribunales de


Justicia del Fuero Común del Distrito Federal, para el cobro de las costas
procesales en los asuntos de "cuantía indeterminada se estará a lo dispuesto
por los artículos 230 y 233 sin perjuicio de aplicarse también las reglas del
artículo 234 cuando se determine la cuantía del negocio". Los artículos 233
y 234 contienen reglas específicas para los juicios sucesorios, que difícilmen-
te pueden aplicarse a los juicios de cuantía indeterminada.
A su vez, el artículo 230 establece reglas para juicios de cuantía deter-
minada superior a 3,000.00 pesos, señalando diversos incrementos determi-
nados por cuantías específicas, sobre las cuotas que fija el artículo 229 para
los juicios de 1,000 a 3.000 pesos. El artículo 230 tiene cuatro fracciones con
incrementos diversos según la cuantía, por 10 que no es posible establecer con

muestreo aleatorio; sino que, en ausencia de datos estadísticos obre condenas en costa!;
'ie procuró lograr, como una aproximación, la consulta a 50 expedientes, cantidad que se
~Jcamó con algunas dificultadN.

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CUADRO 3
TABLA DE PORCENTAJES DE GASTOS Y COSTAS
PROCESALES

Frecuencia Frecuencia
Porcentajes de gastos Cantidad de relativa relativa
.~imple acumulada
" costas expedientes

~-
oa 7% 15 30%
-~

8 a 11% 21 12% 72%


15 a 21% 8 16% 88%
22 a 28% 2
29 a 55% 2% 94%
--------- - - - - - - - -------------------

35 a 42'10 I 2% 96%
43 a 49% 2% 98%
-~

50 a 56% I 2'10 100010

CUADRO 4

DISTRIBUCIóN DEL INGRESO POR }'AMILIAS


(PORCIENTOS)

Participación en el ingrc.50
Porciento de familias tolal regular
-~ ------------------
% %
SimPle Acumulado Simple Acumulado
---- 1.33
10 10 1.33

10 20 2.30 3.63
10 30 3.07 6.70
10 40 4.47 11.l7
10 50 5.91 17.08
------ -~

10 60 7.35 24.43
-~ - - - - - - - - ----------
10 70 8.79 33.22
-~

10 80 10.23 43.45
-----
5 85 7.95 50.40
5 90 19.51 59.91
5 95 11.l3 71.04
5 100 28.96 100.00

FUE!\'TE: Banco de México. S. A. La distribución del ingreso en México, cit., p. 8.

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ACCESO A LA JUSTICIA EN l\fÍ-:xICO "'7

precisión a cuál de ellas remite el artículo 231. Quiás la solución sea aplicar
Jos incrementos que seíiala la fracción 1, que consisten en un 25% sobre las
,uotas del ~rtículo 203 que ya han sido mencionadas y aparecen en el cuadro 1.

iv) La distribución del ingreso

El ingreso pe:r capita cn I\tIéxico, que en 1972 había sobrepasado los 700
dólares anuales,47 fue estimado en 1975 en la suma de 997 dólares anuales,
ingreso al que con'esponde el tercer lugar e"tre los más altos de América
Latina.4 !'1 Sin embargo, la disu"ibución del ingreso en l\Iéxico sjgue siendo
muy desigual.'·
Una encuesta practicada por el Banco ue l\IIéxico en 1968, mostró la dis-
tribución del ingreso en tres grandes estratos: el estrato intermedio, que
comprendía la población con ingresos mensuales de 1,000 a 3,000 pesos -y
dentro del cual se encontraba el ingreso medio familiar mensual del país,
$ 1,884,00 (150.76 dólares) -, agrupaba el 41% de las familias, en tanto que
abajo de este nivel existía otro 41 % del total de familias, y sólo el 18%
restante se encontraba en niveles de ingTeso superiores al medio nacional/itl
En el cuadro 4 (expuesto en página 78), puede observarse que un 50%
del ingreso regular lo percibían el 85% de las familias en México, en tanlo
que el 15% restante de las familias concentraban el otro 50% del ingreso.
Este grado de concentración era aún mayor en el 5% de 1as familias con in-
gresos más altos, que por sí solas recibían casi un tercio (29%) del ingre-
so total
Por otro lado, la distribución del ingreso tiende a ser más desigual en los
pequeños cenU'os de población que en las grandes zonas nrbanas y en el sec-
tor agrícola. que en los sectores indusu'ial y de servicios. lil Aunque no pudi-
mos encontrar datos recientes, puede afinnarse que la distribución sectorial
del ingreso también es desproporcionada. En 1963, el sector primario, con el
43.0% de la población económicamente activa, percibía el 27..1%, del ingreso

,17 Cfr. Solis, op. cit. supra Ilota. 12, p. 15.


48 Cfr. Moleón, Afy, "Sólo Argentina superó en 1975 el crecimiento de 1974", ell el
periódico El Dio, de 25 de junio de 1976, p. 10. Este ingreso per caPita obviamente ~
redujo, al descender la cotización del peso frente al dólar.
49 Según Roger D. Hansen, "el grado de desigualdad del ingreso en México, hasta prin-
cipios de la séptima década, fue mayor que en la mayoría de los demás países latino-
americanos". Cfr. op. cit. supra nota 14, p. 101.
m Banco de México, La distribución del ingreso en México. Encuesta sobre los ingre-
sos y 10.5 gastos de las familias, 1968, :Fondo de Cultura. Económica. México, 1974', p. 8.
r.l Banco Nacional del Comercio Exterior,- S. A., "Situación económica al iniciarse los
'.ños setenta", en México: la politica economica del nuevo gobierno, México, 1971, pp. 58-
64; en el mismo sentido, Solís, 01). di. supra nota ll, p. 298.

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88 ESTUDIOS GENERALES

nacional; el sector industrial, con el 21.5% de la población, percibía el 24.1 %


del ingreso, y el sector de servicios, con el 34.5%, percibía el 48.5%.'2
En cuanto a la distribución funcional del ingreso, en 1967 a las remu-
neraciones a los asalariados correspondió el 33.32% del producto interno bru·
to; al superávit de operación el 57.50%, y la depreciación e impuestos in-
directos el 4.67% y 4.52%, respectivamente.'"

CUADRO [)

PRESUPUESTOS DE EGRESOS DEL GOBIERNO FEDERAL, 1967-1972


(Millones de pesos)

Año 1967 1968 1969 1970 1971 1972


Egresos totales 42,089 41,124 49,816 52,679 55.815 77.230
-~. --,
Egrcsos del
Poder judicial 68 79 96 98 114 127
~-

Porcentaje 0.16% 0.19% 0.18% 0.20% 0.20% 0.16%


Promedio 0.18%
FUENTE: Nacional Financiera, S. A., La economía mexicana en cifras, 1972, cit .. p, 356.

v) El gasto público en la maquinaria judicial formal

De acuerdo con el sistema federal mexicano, el gasto público se realiza a


través del presupuesto de egresos del gobierno federal y de los presupuestos
de egresos de cada uno de los gobiernos de los 31 Estados y del Distrito Fe-
deral, así como de los gobiernos municipales. En este trabajo nos vamos a
referir sólo a los presupuestos del gobierno federal y del Departamento del
Distrito Federal.
En el cuadro 5 presentamos una relación de los presupuestos de egresos
ejercidos por el gobierno federal, durante el periodo de 1967 a 1972. En for-
ma paralela se exponen la suma de los egresos totales del gobierno federal,
que incluye sólo el gasto directo que realiza a través de la administración
centralizada, y la suma que se destina al Poder Judicial. En la primera suma
se excluye el gasto que el gobierno federal lleva a cabo por medio de los
organismos descentralizado. y empresas de participación estatal (sector pa-
raestatal). La suma inferior comprende sólo las erogaciones del Poder Ju-
dicial Federal, por lo que no incluye el gasto que se destina al Tribunal Fis-
cal de la Federación y a los tribunales del trabajo, a través de las Secretarías
de Hacienda y Crédito Público y del !rabajo, respectivamente.
ti2 Cfr. Solís} op. cit. noLa anterior, p. 306.
W ldem, p. 312.

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CUADRO 6
PRESUP UESTOS DE EGRESO S DEL DEPAR TAMEN TO
DEL DISTRI TO FEDERA L

Afio 1972 197J 197-1 1975 1976


--'
,--- ---- --
~-

Gasto directo total 5,300'000,000 7,650'000,000 9,400'000,000 12,325'000,000 13,462'000,000


Tribuna l Superior 50,897,280 69,292,220 75,801,384 103,981,464 134,211,748
de Justicia -,~

0,96% O.90~),o
~-,._

--- ,~

0.80% O.84(;:~ O.BO%


----- ---, ' - - - ,---- ----- --- .'---- - -._--- ------ - - - - - -
Tribuna l de 10 Conlen· 4,236,500
.--
6,028.200 7,020,852 8,374,289
óoso Adminis tratjvo --,--- 9,985,548
0.08% O.M%
,-----
0.07% 0.06% 0.07%
Junta Local de Cond- 6,723,689 10,4-85»20
liadón }' Arbitraje 13,720..554 22,087,708 27,842,596
0.12% 0.13'70 0.14'70 0.18'70 0.20'70
Suma de Presupuestos 61,85M6 0
--'--
85,806,940 96,542,754 134,443,452 172,039,892
de los Tribuna les
1.16'70 1.12'70 1.02% 1.09'70 1.27'70
Promedio de porcentajes del Tribunal Superior de Justicia:
0.89%.
Promedi o de porcentajes totales: 1.13%.
Fn~NTE: Presupuestos de egresos del Departamento del Distrito Federal
de 1972 {D. O. 29-XI1- 19il). 19?5 (D. O. 28-XII-1 972),
DR © Universidad Nacional Autónoma (D.deO. 31-XU·1913, primera secdón) , 19'5 (D. O. 30-XlI-1974, primera
México, 19U
Instituto de Investigaciones Jurídicas sección) y 1976 (D. O. 31·XlI-1975. segunda edición) .
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ISTLJDIOS GE:\EIlAf .l.:')

Como puede observarse, el promedio de los porcentajes de gastos q lIC d


gobierno federal destina a la maquinaria judicial formal es muy reducido;
sólo un 0.18% del total de sus gastos directos.
En el cuadro 6 aparecen los presupuesto de egresos programados por el
Departamento del Distrito Federal para los años de 1972 a 1976, inclusive.
En dicho cuadro puede apreciarse, en forma separada, cada una de las can~
tidades y porcentajes del presupuesto destinadas tanto a los juzgados y salas
dependientes del Tribunal Superior de Justicia (maquinaria judicial formal)
como al Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal y
a la Junta Local de Conciliación y Arbitraje.
En el caso del Distrito Federal puede notarse un mayor porcentaje del
gasto público destinado a la maquinaria judicial fonnal, que en promedio
asciende al 0.89%, considerablemente superior al 0.18% del presupuesto fe-
deral. Si se añaden las partidas con"espondientes a los tribunales dependien-
tes del Poder Ejecutivo (Tribunal de lo Contencioso Administrativo y Junta
Ú>Cal de Conciliación y Arbitraje) el porcentaje promedio se incrementa
hasta llegar a un 1.13%. El cuadro muestra, además, el mayor incremento en
los porcentajes corres}xmdientes a la Junta Local de Conciliación y Arbitraje,
que van de un 0.12% en 1972 a un 0.20% en 1976, lo que quizá indique
una mayor preocupación por mejorar la justicia laboral local.

2. SOLUCIONES PREVISTAS PARA REDUCIR LOS GASTOS DE LA RESOLUCIÓN


DE LAS DISPUTAS DENTRO DE LA l\fAQTHNARIA JUDICIAL FORMAL

2.A) Procedimientos esJ1cciales de los tribunales ordinarios

i) Procedimientos especiales para resolver pequeFias demandas

Siguiendo la tradición hispállica/>4 el Código de Procedimientos Civiles


del Distrito Federal reglamenta en un "Título especial", y bajo el epígrafe
"De la justicia de paz", los juicios de mínima cuantía que se tramitan ante
los juzgados mixtos de paz. A través de este juicio se deciden demandas con
cuantía hasta por 5,000 pesos (250 dólares), según las últimas reformas prac·
ticadas al Código de Procedimientos Civiles distrital y a la Ley Orgánica de
los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal, publicadas
en el Diario Oficial de la Federación el 30 de diciembre de 1975."

54 Cfr. Alcalá-Zamora. op. cit. supra nota 22. p. 193.


55 Cfr. nuestra rcsefia al "Decreto de reformas y adiciones a la Ley Orgánica de los
Tribunales de Justicia del Fuero Común, el Código de Procedimiento Civiles del Distrito
Federal y el Código de Comercio", en Gaceta Informativa de Legislación y Jurispruden-
cia, Instituto de Invcstigaciones Jurídicas, UNAM. México, núm. 16, octubre~dim
de 1975.

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ACCESO A LA JF'iT1CIA E.:"i :\IÍ-:XICO 91

El juicio de mínima cuantía ante los jueces mixtos de paz se rige por el
principio de libertad de formas útl y tiene como características la oralidad y
la concentración de etapas procesales. La demanda se puede presentar por
escrito o verbalmente y el juicio se debe desarrollar, previa citación del dc~
mandado, en una sola audiencia pública, en la que las partes exponen sus
pretensiones, presentan pruebas y formulan alegatos, y en la misma audien-
cia el juez debe pronunciar su sentencia. 57 Ésta debe dictarse "a verdad sabi~
da, sin necesidad de sujetarse a las reglas sobre estimación ue las pruebas,
sino apreciando los hechos según los jueces lo creyeren debido en conciencia".58
El juicio de mínima cuantía, en el cual no hay días ni horas inhábiles,
es de una sola instancia. ya que la sentencia definitiva con que concluye es
irrecurrible. 59 El juez mixto de paz es inecusable y tiene facultades concilia-
torias dentro del proceso.oo Además, en este tipo de juicio no existe la con-
dena en costas. 61

ii) Procedimientos especiales pm·a re~;olv conflictos de


trascendencia social

En el Diario Oficial de la Federación de 14 de marzo de 1973 se publicó


el decreto de 26 de febrero del mismo año, por el cual, entre otras cosas, se
adicionó el Código de Procedinuentos Civiles del Distrito Federal con un
nuevo título, el decimosexto, sin epígrafe, integrado con un capítulo único,
al cual se denominó "De las controversias del orden familiar".
El capítulo citado regula un procedimiento especial para algunas cuestio-

j6 Alcalá-Zamora, op. dI. mJl'I"a nota 22, p. 194. El arLÍculo 11 del título especial
de la justicia dc paz expresa: "Ante los jueces de paz no será nccesaria la intervención de
abogados ni se e;.;igird ritualidad alguna ni forma determinada en las promociones o alc-
g:lciolles que sc hagan." En realidad, como ya hemos indicado antes, cn ningún lipo de
juicio ch·n (en sentido amplio) en México es necesaria la intervención de abogados comü
procuradores o patrones.
li7 Artículos 5 y 20 del título especial de la justicia de paz del Código de Procedi-
mientos Cil"iles del Distrito Federal.
(i-S Artículo 21 del mismo título especial. La fÓllllula española original, prm'enicntc
de la Real Cédula de 30 de enero de 1794, expedida en Aranjucz por Carlos IV, expre-
saba que se debía proceder "siempre a estilo llano, verdad sabida y buena fe guardada··.
Cfr. Alcalá-Zamora, op. cit. Jupm nota 22, p. 198.
till Artículos 42 r 23 del citado título especial. Sin embargo, debe aclararse que sí pro-
cede contra dichas sentencia." de acuerdo con el artículo 19, la impugnación a tra\·és de
la apelación extraordinaria, que no es un recurso, sino un proceso de nulidad. En la doc-
trilla se discute la contradicción entre el artículo 719 y los artículos 23 )' 40 d(.-I titulo
(·spc.>(.ial de la justicia de paz. Cfr. !'rancoz Rigalt, Antonio, Ma1lual de la ju.sticia de 1M:-·
.México, 1958, pp. 100-8 (véase i1l/m vn, 3.2.4).
6Q Artículos 47 y 20, frJ.cción VI, del mismo título.
61 Artículo 22 del título especial en relación con el 142 del Código de P:rocedimicnto-;
eh·i!es del Distrito FederaL

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92 ESTUDIOS GE.."fERALES

7Ies familiares que esencialmente son las siguientes: 1) los litigios sobre ali-
mentos; 2) la calificación de impedimentos de mattimonio; 3) las diferencias
entre los cónyuges sobre administración de bienes comunes y educación de
los hijos; 4) las oposiciones de maridos, padres y tutores, y 5) "todas la.
cuestiones fanliliares similares que reclamen la intervención judicial".62
Todas estas cuestiones anteriormente se tramitaban a través del juicio
sumaTio, suprimido con las citadas reformas, el cual había sido diseñado con
la pretensión de que fuera más breve y concentrado que el juicio ordinario
civil, aunque en la práctica procesal era casi tan lento como éste.
De las cuestiones señaladas, la más importante es la referente a los con-
flictos sobre alimentos.. que se han convertido en el contenido fundamental
de este procedimiento especial. Como contrapartida. importantes asuntos fa-
miliares quedaron fuera del contenido de este procedimiento, como es el caso
del divorcio y de la nulidad de matrimonio, que se siguen planteando a tra-
vés del juicio ordinario civil.
Entre las características fundamentales del procedimiento para algunas
cuestiones familiares, destacan las siguientes: 1) se consideran de orden pú-
blico los litigios familiares; 2) se faculta a los jueces de lo familiar para in-
tervenir de oficio, y 3) se suprimen las "formalidades especiales".oo
Este procedimiento es muy similar al antiguo juicio sumario. En la de-
manda, que puede ser escrita o verbal, se deben ofrecer las pruebas, y en
el auto en que se admita la demanda se debe señalar la fecha para la au-
diencia de pruebas, alegatos y sentencia. Esta audiencia debe realizarse en
un plazo de treinta días y para su desarrollo se dota al juzgador de amplias
facultades de conducción. Después de practicadas las pruebas y formulados
los alegatos, el juez debe pronunciar su sentencia en la misma audiencia o
bien dentro de los ocho días siguientes.'64
La sentencia definitiva dictada en este procedimiento es susceptible de
impugnarse a través del recurso de apelación. que abre una segunda ins-
tancia.t65
Ya hemos indicado anteriormente que, aunque en México no es obliga-
torio sino optativo el asesoramiento procesal por abogados, en los procedi-
mientos especiales para algunas controversias familiares. en caso de que al-
guna de las partes se encuentre asesorada por un abogado y la otra no. se
debe solicitar de inmediato los servicios de un defensor de oficio:66
62 Artículo 942 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal. Cfr. OvaIle
Favela, José, "Las reformas al código procesal cÍ\·¡¡ del Distrito Federal y Territorios", en
Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, Instituto de Investigaciones Jurídi-
cas, UNAM, México, núms. 5-6, cnero-junio de 1973, p. 111.
00 Artículos 940-2 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal.
fH- Artículos 943·9, id~.
65 Artículos 950 y 95-1, idem.
6G Artículo 943, idem.

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ACCESO A LA ]USllCIA EN Mi:XlL'O 93

iii) Procedimientos para la resolución de reclamos por una suma liquida

También de acuerdo a la tradición hispánica,1l7 el Código de Procedimien·


tos Civiles del Distrito Federal reglamenta el juicio ejecutivo civil, que es
realmente un juicio declarativo.068 La demanda del juicio ejecutivo debe fun-
darse en uno de los "títulos que traen aparejada ejecución" 'que especifica el
artículo 443, y una vez admitida, se debe proceder primero al embargo de
bienes del demandado suficientes pafa garantizar el pago de la cantidad lío
quida contenida en el título ejecutivo y de las demás prestaciones accesorias
reclamadas. Hecho el embargo, se debe emplazar al demandado para que con·
teste la demanda.169
En el juicio ejecutivo civil. aunque sea de conocimiento plenario -sin li-
mitación de excepciones aducibles-, la posibilidad del debate se pospone
para después de la ejecución provisional. En la práctica procesal, general·
mente el demandado no contesta la demanda, por lo que el juez dicta en
un breve plazo la sentencia que ordena el remate de los bienes embargados.
Al lado del juicio ejecutivo civil regulado por el Código de Procedimien·
tos Civiles del Distrito Federal. también existe otro reglamentado en forma
similar por el Código Federal de Procedimientos Civiles.70 A su vez, el Có-
digo de Comercio señala las reglas que norman el juicio ejecutivo mercantil,
éste sí de carácter sumario, y por tanto más breve y ágil.71
Como un juicio ejecutivo especial, el Código procesal distrital reglamenta
el juicio especial hipotecario, que tiene por objeto generalmente el cobro de
un crédito garantizado con hipoteca, mediante el aseguramiento y remate dei
bien hipotecado.7 '

2.B) Creación de tTibunales especiales dentro de la maq lllllana judicial

En el Distrito Federal existen 36 juzgados mixtos de paz que tienen com-


petencia para conocer de asuntos tanto civiles como penales. En materia civil

67 cfr. Alcalá-Zamora, op. cit. supm nota 22. pp. 93-4.


68 Ibidem: en el mio;mo sentido, BecelTa Bautista, op. cit. sU/Ha nota 34, p. 290. IJara
este último autor, la característica esencial del juicio ejecutivo "es que no tiende a un
examen, y la consiguiente resolución de un prohlema, como el proceso contencioso onli-
nario, sino que parte de una presunción que fa\'orece al actor, precisamente porque 6.tc
aoompaña a su demanda el título ejecutivo, del que deriva un derecho prcsumihlC'mentc
indiscutible" (p. 302). Se refieren al juicio cjecutim ch~il los artículos 1-13·63 del Cúdi~(\
de Procedimientos Civiles distrital.
6'9 Artículo 446 y 453 del Código de Procedimientos Civiles Jistrital.
70 Artículos 4·00 a 419 del Código Federal de Procedi.mientos Civiles.
71 Artículos 1391 a 1414 del Código de Comercio. Pan un examen wmpar:J.tivo CllLrc
ambos juicios, véase Gómez Laxa, Cipriano, Estudios comparativos de los juicíos ejnulivos
civil y mercantil (Tesis). Facultad de Derecho, UNAM, México, 1955.
72 Artículos 468 a 488 del Có<hgo de Procedimienlo'i Ci"ilcs del Distrit'J l-'eder.lL
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94 ESTUDIOS GENERALES

dichos juzgados mixtos de paz conocen de los juicios de menor cuantía a los
que nos hemos referido anteriormente.73 Iguales o semejantes a los juzgados
mixto de paz del Distrito Federal, también en los Estados de la República
existen juzgados de paz o municipales, como también se les llama.
Los jueces de paz tenían hasta 1975 una competencia por cuantia hasta
por mil pesos (50 dólares) , según lo preveía el artículo 97 de la Ley Orgánica
de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal de 1968.
Al reformarse esta última ley a finales de 1975, la competencia civil por
cuantía de los juzgados mixtos de paz fue incrementada hasta por 5 mil pe-
sos (250 dólares) .74
Por otro lado, también en el Distrito Federal existen 23 juzgados de lo
familiar con competencia para conocer de los asuntos contenciosos y de "ju-
risdicción voluntaria" relativos al derecho familiar (incluyendo el estado ci-
vil de las personas) y al derecho sucesorio.7 " Los juzgados de lo familiar fue-
ron creados mediante las reformas de 1971 a la Ley Orgánica de los Tribu-
nales de Justicia del Distrito Federal 7. y en un principio su número fue sólo
de seis juzgados. En 1974 fueron incrementados a 14 y con las reformas de
1975 alcanzaron la suma de 23. El crecimiento del número de juzgados de lo
familiar tiene como causa fundamental seguramente el número elevado y
cada vez mayor de asuntos familiares y sucesorios.
Cabe advertir que los juzgados de lo familiar no sólo conocen del proce-
dimiento para algunas cuestiones familiares a que nos hemos referido an-
tes,17 sino en general de todos los juicios y procedimientos -ordinarios, es·
pedales, singulares, universales, etcétera- a través de los cuales se resuelvan
conflictos y Jsuntos concernientos a los derechos familiar y sucesorio.

2.C) Mecanismos que reducen los costos mediante conciliaciones para


ciertas categorías de disputas dentro de la maquinaria judicial

Al reformarse en 1973 el Código de Procedimientos Civiles del Distrito


Federal, se adicionó al artículo 55 un párrafo que faculta a los magistrados,
jueces y funcionarios judiciales "para exhortar en todo tiempo a las partes
a tener voluntariamente, un avenimiento sobre el fondo de la controversia,
resolviendo sus diferencias mediante convenio con el que pueda darse por ter-
minado el litigio". Esta facultad conciliatoria es reiterada en el artículo 941,

inciso i)~ 2.A) del apartado 2 de este trabajo.


.::: Supra~
74 Cfr. rcseña citada en la nota 55.
75 Articulo 58 de la Ley Orgánica de los Trihunales de Justicia del Distrito Fedcr31.
76 Reseña nuestra en Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, Instituto de
Imcstigacioncs Jurídicas UNAM, núm. 1, enero-marzo de 1972, pp. 44-7.
77 Supra, inciso ii), 2.A), del apartado 2.

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,\C<..:ESO A LA JUSTICIA EN M.f:X!CO

introducido también en la refonna de 1973, en relación específicamente con


el procedilniento para algun~ cuestiones familiares, y en el artículo 20, frac-
ción VI, del titulo especial de la justicia de paz.
En ]a práctica procesal, sin embargo. los jueces y funcionarios judiciales
rara vez hacen uso de esta facultad conciliatoria.

2.D) Otros nzeclIllismos dentro de la maquinaria judicial formal

En el derecho procesal mexicano no hemos encontrado ningún otro me-


Glllismo.

:t SOLUCIO:.JES l'ARA REDUCIR GASTOS ANTE ÓRGANOS NO JUDICIALES

3.A) Mecanismos que prevén compulsivamente el Teenvío de los conflic-


tos a jurisdicciones patrocinadas oficialmente por el Estado

Como ya indicamos al exponer la organización jurisdiccional mexicana.78


fllera del poder judicial existen los tribunales del trabajo y los tribunales ad-
ministrativos, ubicados formalmente dentro del poder ejecutivo.
i) De acuerdo con la fracción XX del apartado A del artículo 123 de la
Constitución, las diferencias o los conflictos entre el capital y el trabajo,
se sujetarán a la decisión de una Junta de Conciliación y A1'bitraje. La frac-
ción XXXI del mismo apartado A establece la regla general de que estos
conflictos serán de la competencia de las Juntas Locales de Conciliación y Ar-
hin-aje, dependientes de los poderes ejecutivos de cada Estado. con excepción
ele las materias que la citada. fracción señala. las cuales son de ]a competen-
cia ele la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, cuyo domicilio se en-
cuentra en la ciudad de ~léxic(),
La Junta Federal de Conciliación)' Arbitraje y las Juntas Locales de Con-
ciliaci6n y Arbitraje constituyen verdaderos tribunales del trabajo,m cuyas

oS Supra, núm. ].
oH Cfr, Fix-Zamudio, JIéctor, "Panorama de los Derechos proce~al del lrabajo y pr<}-
cesal llurocrático, en el ordenamiento mexicano", en Revista Mexicana del Trabajo, Méxi-
co, nüm. 2, junio de 1965, pp, 9-13. El mismo autor, en un trabajo posterior SOStiC1W
"qw' las junlas de cOllciliaciúu y arbitraje, se han convertido, en ausencia de una juris-
Ilicción laboral especializada, en los tribunales mexicanos del trabajo, que con algunas di-
ferencias en su composición paritaria, tienen un car.í.cter similar a los restantes organis-
mos judiciaks·'. Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, La naturaleza jurídica de las Juntas de conci-
liación )' arbitraje Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, México, 1975, p. 31. En
7

el mismo sentido, Salmorán de Tamayo, fl.hría Cristina, "Jurisdicción y derecho procesal


del trabajo", en El derecho latinoamericano del trabajo, t. n, UNAM, Facultad de derc-
dlO, ),.kxico. 1974, p, 9:;.

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96 ESTUDIOS GENERALES

resoluciones definitivas, aunque se denominen "laudos", tienen todas las ca-


racterísticas y la fuerza de las sentencias.
Las Juntas de Conciliación y Arbitraje tienen una integración tripartita,
con representantes del gobierno (federal o local en su caso) , los trabajadores
y los patrones. Funcionan en pleno, integrado por todos sus miembros, y en
Juntas especiales, cuya competencia se delimita por ramas de la industria y
de otras actividades. Actualmente, la Junta Federal de Conciliación y Arbi-
traje ejerce su función jurisdiccional a u'avés de 16 Juntas Especiales en el
Distrito Federal y 32 en los Estados de la República, y la Junta Local de
Conciliación y Arbitraje del Distrito Federal lo hace a través de 12 Jun-
tas Especiales_""
Las Juntas de Conciliación y A1:bitraje pueden conocer y resolver las si-
guientes clases de conflictos:

1) Individuales jurídicos, surgidos entre trabajadores y patrones. con mo-


tivo de la aplicación del contrato o relación de trabajo y, en general, de las
normas laborales;
2) Colectivos jurídicos, originados entre sindicatos y patrones, también
con motivo de la aplicación del contrato o relación de trabajo y, en gene-
ral, de las normas laborales;
3) Colectivos económicos, que surgen entre sindicatos y patrones y tie-
nen por objeto no la interpretación de las non:ilas de trabajo existentes, sino
su modificación o creación;
4) Interobreros.. es decir, entre obreros considerados individualmente, y
5) lntersindicales, entre dos o más sindicatos entre si. Tanto los conflic-
tos interobreros como los intersindicales son de naturaleza jurídica. s1

La Ley Federal del Traba jo regula un procedimiento ordinario para la


ttamitación y resolución de los conflictos jurídicos -tanto individuales como
colectivos-; otro para la tramitación y resolución de los conflictos colectivos
económicos, y un procedimiento especial, a través del cual se tramitan deter-
minados conflictos jurídicos y económicos que requieren una resolución más
rápida, y que enuncia el artículo 782 de la Ley Federal del Trabajo.'

80 Aunque formalmente en la Junta Local sólo <¡Qn 8 Juntas Especialcs, 4 de éstas, la


primera, la tercera, la quinta y la séptima, se han tcnido que auxiliar de 4 juntas "bis"
(datos de 1980).
81 Trueba Urbina, Alberto, Nuevo derecho procesal del trabajo, Ed. Porrúa, México.
1971, pp. 181-1I7. Los conflictos individuales jurídicos también se pueden plantear entre
trabajadores y sindicatos .
• En el D. O. del 4 de enero de 1980 se publicaron las TefoI11laS a la Ley Federal
del Trabajo que modificaron en forma considerable el deredlO procesal del trabajo me-
xicano. Por la fecha en que se elaboró el presente informe (1976), Y ¡x>r las dificultades
e inrom'cniente9 que implicaría 'la Tclalxrración de este inciso i) del apartado 3.A) de
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ACCESO A LA JUSTICIA EN l\1..ÉXJCO 97

El procedimiento ordinario para conflictos jurídicos, en el cual predomi·


na la oralidad, se desarrolla fundamentalmente en cuatro audiencias: 1) la
de conciliación, demanda y excepciones; 2) la de ofrecimiento de pruebas,
3) la de recepción de pruebas, y 4) la de discusión y votación del proyecto
de laudo."
En la primera audiencia la junta debe exhortar a las partes para que pro·
curen un arreglo conciliatorio y en caso de que se logre éste, se dará por tenni-
nado el conflicto. En e! supuesto de que no se llegue a ningún arreglo, se
dará por concluido el periodo conciliatorio y se pasará al de demanda y
excepciones.89 En la práctica: procesal, sin embargo, las juntas no ejercen sus
facultades conciliatorias y en la audiencia se pasa sin mayor trámite al pe-
riodo contencioso de demanda y excepciones.S< Este es e! periodo expositivo
del proceso ordinario. La etapa probatoria se desarrolla en las audiencias de
ofrecimiento de pruebas y de recepción de pruebas. Cabe señalar que tamo
bién hay una etapa conclusiva, aunque se desarrolla en forma escrita. Des-
pués de concluida la audiencia de recepción de pruebas, se concede a las
partes un plazo de 48 horas para que presenten sus alegatos por escrito. so
La etapa ,'esolutiva empieza con la elaboración de un dictamen, el cual
se somete a 1(\ consideración de los miembros de la junta, en la audiencia
de discusión y votación. En esta audiencia, en la que también se pueden dic·
tar "medidas para mejor proveer", el presidente de la Junta, previa votación,
debe declarar el sentido de! laudo, el cual debe ser "engrosado" por el sen-e·
tario de la junta en un {'lazo de seis días.""
El procedimiento ordinario para conflictos económicos colectivos tiene un
carácter fundamentalmente técnico."" Como en el laudo se debe decidir sobre
la modificación de las condiciones de trabajo, la parte fundamental del pro·
cedimiento la constituye el dictamen que deben rendir tres peritos desigua·
dos por la junta, en el que, considerando los hechos y causas que dieron
lugar al conflicto, la relación entre el costo de la vida por familia y los sao
larios que perciban los trabajadores, los salarios medios en empresas similares,
y en general las condiciones económicas de la empresa y la rama industria 1

dicho infonne, tales reformas no pudieron ser tomadas en consideración. Para el análisis
de dichas reformas, pueden consultarse los artículos de Mario de la Cueva publicados
bajo el título "Legislación laboral", en el diario Unonuisuno, México, del 9 al 14 de mayo
de 1980, así como el libro de Enrique Aharez del Castillo, Reforma1 a: la Ley Federal del
Trabajo en 1979, UNAM, México, 1980.
82 Artículos 751 a 781 de- la Ley Federal del Trabajo.
BB Artículo 753 idem.
84 Cfr. Trueba Urbina, op. cit. supra nota 81, p. 495.
85 Articulo 770 de la Ley Federal del Trabajo.
86 Artículos 777 y 779, idem.
87 Artículos 789-815, idem.

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98 ESTUDIOS GJo:NERALES

a la que pertenezca, proponen la fonua en que, a su parecer, pueda solucio-


narse el conflicto.as
El procedimiento se inicia con una demanda esc1"ita en la que' se exponen
los hechos y causas que dieron origen al conflicto, así como las peticiones es--
pecíficas. 8D La junta, recibida la demanda. cita a una audiencia inicial, en la
que debe intentar la conciliación de las partes; si no se llega a ésta, se pasa
al periodo contencioso en que las partes exponen los hechos que dieron me>-
tivo al conflicto y sus peticiones.tlO Después de la audiencia inicial, la junta
designa tres peritos para que investiguen los hechos y causas que dieron ori-
gen al conflicto y formulen su dictamen en el plazo que les señale la junta,
el cual no debe exceder de treinta días."
Presentado el dictamen. las partes pueden fonnular objeciones en un plazo
de 48 horas. En caso de que éstas sean formuladas, la Junta debe citar a
una audiencia de pruebas, que tiene por objeto verificar las objeciones. Con-
cluida la audiencia, se concede a las partes un plazo de 72 horas para que
presenten por escrito sus alegatos.'02
Dentro de los 15 días ,siguientes al en que se haya vencido el plazo para
tonuular los alegatos, un funcionario de la junta, el "auxiliar", debe pre-
sentar un proyecto de laudo, que discutirá la Junta de la audiencia de dis-
cusión y votación, la cual se debe realizar dentro de los 10 días siguientes. oo
En el laudo que ponga término al procedimiento para conflictos económi-
cos colectivos, la Junta:

podrá aumentar o disminuir al personal, la jornada, la semana de tra-


bajo o los salarios y, en general, modificar las condiciones de trabajo de
la empresa o establecimiento, a fin de conseguir el equilibrio y la justicia
social en las relaciones entre trabajadores y patrones, sin que en ningún
caso pueda reducir los derechos consignados en la Constitución y en esta
Ley (Federal del Trabajo) en beneficio de los trabajadores."

Estos laudos son considerados como sentencias colectivas por la doctrina


mexicana,95 toda vez que producen efectos erga omnes.
Conviene destacar que en estos procedimientos se confieren a la Junta
"las más amplias facultades para practicar las diligencias que juzgue conve-

88 Artículo 802. idem.


S9 Artículos 791 y 792. idem.
90 Artículos 793 y 794, idem.
'91 Artículo 795, idem.
92 Articulos 804 y 805, ídem.
93 ArtÍCulos S08, 809 y S10, ídem.
W ArtÍCulo SIl, idem.
95 Cfr. Fix-Zamudio, afr. cit. supra nota 79, p. 90. Trucba Urhina, op. cil. supra nota
81, p. 541, denomina a este tipo de l'csolución "laudo económico colectivo".

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ACCESO- A LA JUSTICIA :El"\ ~I.ÉXCO

nicnte, a fin de completar, aclarar o precisar las cuestiones analizadas por los
peritos".9il
J~l procedimiento especial es breve y concentrado y a través de él se trami-
tan los asuntos que señala el artículo 782, entre los cuales destacan las de-
mandas que tengan por objeto el cobro de prestaciones que no excedan del
importe de tres meses de salario. Una vez presentada la demanda, que puede
ser escrita ·0 verbal, la junta cita a las partes a una audiencia, en la que
éstas, después de verificarse el periodo conciliatorio sin resultados efectivos,
exponen sus pretensiones, ofrecen y practican sus pruebas y expresan sus
alegatos, y la junta dicta la resolución definitiva,97
Por último, cabe sei'ialar que todos los procesos mencionados son de una
sola instancia, ya que los laudos dictados en ellos no admiten impugnación
a través de ningún recurso ordinario. 98 Como constituyen actos de autoridad.
son susceptibles de impugnación, sin embargo, por vía del juicio de amparo.
ii) Al tenor de la fracción XII del apartado n del artículo 123 constitu-
cional, los conflictos individuales y colectivos -ambos sólo de carácter jurí-
tlico- entre el Estado y sus trabajadores, y los intcrsindicales, serán sometidos
al Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje integrado según lo pre-
visto en la ley reglamentaria. De acuerdo con el artículo 118 de la Ley Fe-
deral de los Trabajadores al Servicio del Estado, Reglamentaria del Apar-
lado n) del Artículo 123 Constitucional, el Tribunal Federal de Conciliación
y Arbitraje será colegiado y lo integrarán un magistrado representante del
gobierno federal que será designado por éste, un magistrado representante
de los trabajadores, designado por la Federación de Sindicatos de Trabaja-
dores al Servicio del Estado; y un magistrado "tercer árbitro" que nombrarán
los dos representantes citados, y que fungirá como presidente.
El proceso burocrático requiere también de una audiencia previa en la que
se intenta la conciliación de las partes; pero no en todos los casos sino
sólo cuando se trate de conflictos colectivos o sindicales.w Una vez realizada
dicha audiencia sin lograr la conciliación, o tratándose de conflictos indivi-
duales, empieza el proceso en su fase contenciosa. El procedimiento ordina-
rio se reduce:

a la presentación de la demanda que deberá hacerse por escrito o verbal-


mente por medio de comparecencia; a la contestación, que se hará en
igual forma (en un plazo de cinco días); y a una sola audiencia en la
que se recibirán las pruebas y alegatos de las partes, y se pronunciará
resolución, salvo cuando a juicio del propio Tribunal se requiera la prác-
H¡j Artículo 806 <le la Ley Federal del Trabajo.
!)7 Artículos 783 y 785, iden¡.
ns Artículo 816, iden¡.
t·t) Cfr. Fix-Zamudio, "Panorama ... " cit. supra nola 79, p. 3:~.

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100 ESTUDIOS GENERALES

tica de otras diligencias, en cuyo caso se ordenará que se lleven a cabo, y,


una vez desahogadas, se dictará laudo.""

En general, tanto en los procesos laborales como en los burocráticos no se


requieren formalidades especiales en las comparecencias, escritos, promociones
o alegaciones. lol
iii) En relación a los órganos jurisdiccionales no judiciales en materia
administrativa, haremos referencia al Tribunal Fiscal de la Federación y ni
Tribunal de /o Contencioso Administrativo del Distrito Federal.
El Tribunal Fiscal de la Federación, creado por la Ley de Justicia Fiscal,
de 27 de agosto de 1936, se encuentra actualmente regulado por la Ley Or·
gánica de 24 de diciembre de 1966 (D.O. 12·1-1967)." Se compone de siete
salas, integradas por tres magistrados cada una, más un magistrado presiden-
te del Tribunal que 110 integra Sala, y tiene competencia para conocer de
los juicios de nulidad que se inicien en contra de las siguientes resoluciones
definitivas:

1) Las dictadas por autoridades fiscales federales, del Distrito Federal o


de los organismos fiscales autónomos en las que se determine la existencia de
una obligación fiscal, se fije en cantidad líquida o se den las bases para su
liquidación;
2) Las que nieguen la devolución de un ingreso fiscal indebidamente per-
cibido por el Estado;
3) Los que causen un agravio fiscal distinto de los anteriores;
4) Los que impongan multas por infracción a las normas administrativas
federales o las disposiciones fiscales del Distrito Federal;
5) Las que nieguen o reduzcan las pensiones y demás prestaciones socia·
les que concedan las leyes en favor de los miembros del Ejército y de la
Armada Nacional o de sus familiares o derechohabientes, con cargo al Institu-
to de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas o al Erario Fe-
deral, as! como las que establezcan obligaciones a cargo de las mismas per-
sonas;
6) Las que se dicten en materia de pensiones civiles sea con cargo al
Erario Federal o al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Tra-
bajadores del Estado;

100 Artículo 127 de la Ley Federal de los Trabajadores del Servicio del Estado.
191 Artículas 685 de la Ley Federal del Trabajo y 126 de la Ley Federal de los
Trabajadores al Servido del Estado.
• En el D. O. de 2 de febrero de 1978 se publicó la nueva Ley Orgánica del Tl'ri+
bunal Fiscal de la Federación, que abrogó a la de 1966. Para el análisis de la actual
estructura y competencia de dicho Tribunal, véase el trabajo que aparecC' ¡nfra, en la
cuarta parte de este libro. ron el número XIII.

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ACC.ESO A LA JUSTICIA .EN MixIco 101

7) Las que se dicten sobre interpretación y cumplimiento de contratos


de obras públicas celebradas por las dependencias del Poder Ejecutivo Fe-
deral;
8) Las que constituyen responsabilidad contra funcionarios o empleados
de la Federación o del Departamento del Distrito Federal por actos que no
sean delictuosos. 102

Como puede observarse, la competencia del Tribunal Fiscal de la Fede-


ración no se reduce exclusivamente a los conflictos fiscales, sino que com~
prende -además- algunos conflictos de carácter administrativo en general.
razón por la que Fix-Zamudio expresa que dicho órgano "se acerca más a un
tribunal administrativo general", que a uno puramente fiscaI.I08
De acuerdo con el articulo I? de la citada Ley Orgánica, el "Tribunal
Fiscal de la Federación es un tribunal administrativo, dotado de plena auto-
nomía .. o" En general, se considera que este Tribunal, en la práctica pro-
cesal, ha funcionado realmente en forma autónoma_lO<
El proceso que debe seguirse ante el Tribunal Fiscal de la Federación se
encuentra regulado por el titulo cuarto del Código Fiscal de la Federación
de 30 de diciembre de 1966 (D_O_ 19-1-1967) _'.5 El proceso se inicia con de-
manda que debe contener, entre otros requisitos, "los hechos y fundamentos
de derecho en que se apoya la reclamación" y "las pruebas que el actor se
proponga rendir"_'" Admitida la demanda por el magistrado instructor, se
concede a la parte demandada (generalmente, la autoridad que dicta o eje-
cuta la resolución impugnada) ,107 un plazo de 15 días para que la conteste
y se cita para la audiencia del juicio dentro de un plazo que no debe exce-
der de 45 dlas_
En esta audiencia, una vez estudiadas y resueltas las cuestiones referentes
a la regularidad formal del procedimiento, se deben recibir, las pruebas pro-
puestas por las' partes en sus escritos de demanda y contestación a la deman-
da y escuchar sus respectivos alegatos orales_ El proyecto de sentencia se
formulará dentro de los 15 dias siguientes, si no se ha formulado en la propia
audiencia. 108

102 Artículos 21 y 22 de la Ley Orgánica del Tribunal Fiscal de la Federación.


108 Fix-Zamudio, Héctor, "Introducción al estudio del proceso tributarío en el dere-
cho mexicano", separata de Perspectivas del Derecho Público en la segunda mitad del
siglo XX. (Homenaje a Enrique Sayagués Laso). Instituto de Estudios de Administración
local, Madrid, 1969, p. 1080.
11H Cfr. Heduán Vimés. Dolores, Cuarta década del Tribunal Fiscal de la Federación,
México, 1971, pp. 23-4.
106 Artículos 169-246 del dtado Código fiscal.
100 Artículo 193, idem.
107 Cfr. Fi'{-Zamudio, o.p. cit. supra nota 103, pp. 1089-90.
1~ Artículos 222 y 225 del Código Fiscal de la Federació1J.

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102 ESTUDIOS GENRAL~

De acuerdo con el artículo 230 del Código Fiscal Federal, cuando "la
sentencia declare la nulidad y salvo que se limite a mandar repon.,.- el pro-
cedimiento o a reconocer la ineficacia del acto en los casos en que la auto-
ridad haya demandado la anulación de una favorable a un particular,indi-
cará los términos conforme a los cuales debe dictaT su nueva resolución la
autoridad fIscal".
Como puede observarse, en la configuración legal del proceso fiscal se ha
procurado seguir los principios de oralidad y concentración procesales, como
lo advierte Fix-Zamudio,l09 aunque en la práctica la audiencia se ha conver-
tido en un trámite alejado de dichos principios. l1{)
Las sentencias del Tribunal Fiscal son susceptibles de impugnación a tra-
vés de dos recursos: el de queja, que resuelve el pleno del propio Tribunal.
y que se concede para cuando la sentencia viole la jurisprudencia estableci-
da por el mismo Tribunal,tU y el de revisión, cuya resolución también co-
rresponde al pleno y se interpone por las autoridades fiscales "c.,ando el
asunto sea de importancia y trascendencia, a juicio del titular de la secretaria
o departamento de Estado a que el asunto corresponda, o de los directores o
jefes de los organismos descentralizados, en su caso",112
Por último. contra la resolución de dicho recurso de revisión, se conce·
de, a su vez, el recurso de revisión fiscal ante la Suprema Corte de Justi-
cia de la N ación, y se tramita como el recurso de revisión de los juicios de
amparo indirectos,113
En algunos Estados de la República como Tamaulipas, Colima Guana-
juato,114 Estado de México. Uii Veracruz 116 y Sinaloa,111 existen tribunales fis·
cales locales, insiprados en el federal. En el Estado de Nuevo León 118 hay
un juez de lo fiscal, considerando como órgano autónomo ubicado dentro del
poder ejecutivo local, con competencia para conocer de juicios de anulación

100 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit. supra nota 103, pp. 1091-4.
110 Cfr. Heduán Virués, Dolores, op. cit. supra nota 104, pp. 239; Conzález Pérez, Je-
sús, "La justicia administrativa en México" en Revista de Derecho Procesal-Iberoamerica-
na, Madrid, núm, 4 de 1972, p. 779.
111 Artículos 237-9 del Código Fiscal de la Federación.
112 Artículos 240-1, ¡dent.
113 Artículos 242-2. ident.
1U: Cfr. Fix·Zamudio, op. cit. supra nota 103, p. 1099.
115 Código Fiscal del Estado de México de 31 de diciembre de 1910 (P. O. 2-1-1972).
116 Ley Orgánica del Tribunal Fiscal del Estado de Veracruz-Uave de 20 de diciembre
de 1975 (P. O. 30·XII-I975 número extraordinario).
117 Ley de la Administración de Justicia Fiscal del Estado de Sinaloa de 30 de abril
de 1976. (P. O. 30-IV-I976).
118 Reforma de 21 de diciembre de 1968 al Código Fiscal del Estado de Nuevo León
(P. O ..25-XII-I968).

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ACCESO A LA JUSTICIA EN "Ü:XICO 103

fiscal. Y por último, en los Estados de Chihuahua 119 y Aguascalientes 120 el


Supremo Tribunal de Justicia (órgano superior del poder judicial local) es
competente para conocer de los juicios de oposición contra actos de autori·
dades fiscales.
iv) El 26 de enero se promulgó la Ley del Tribunal de lo Contencioso
Administrativo del Distrito FederaI.121'" En un principio, esta ley, basada en
buena medida en la parte procesal del Código Fiscal de la Federación y en la
Ley Orgánica del Tribunal Fiscal de la Federación, procuró estructurar un
tribunal de plena jurisdicción, ya que tenía facultades no únicamente para
anular los actos o resoluciones adminstr~vo del Departamento del Disui·
to Federal. sino también para señalar "los ténninos de la modificación del
acto impugnado, y, en su caso, la condena que se dec,-ete"Yl:2 Sin embargo,
al reformarse la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Dis·
trito Federal el 2 de enero de 1973 (D.O. 4-I-1973), se redujo la competen-
cia de dicho Tribunal, y ahora en sus sentencias sólo debe expresar "los
actos cuya validez se reconozca o cuya nulidad se declare, el plazo que se dé
a la autoridad para contestar una petición de acuerdo con la naturaleza
del asunto o bien la orden de reponer el procedimiento".l23
En general, el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distl~o
Federal, dotado legalmente de plena autonomía para dictar sus fallos, es com-
petente para dirimir las controversias de carácter administrativo que se S11S·

119 Código Fisrnl del Eslado de Chihuahua de 23 de diciembre de 1970 (P. O. 3O·XII·
1970) .
lOO Código Fiscal del Estado de Aguasca1ientes de 30 de agosto de 1975 (P. O. 25·VII·
1976), arUcul"" 155-191.
121 D. O. 17·111·1971. Reseña nuestra en Gaceta Informativa de Legislación y JUTispn.·
dencia, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Méxiro, núm. 3, julio·septiembre de
1972, pp. 353·62. Véase, además: Brisefio Sierra, Humberto. "La competencia del Tribu·
nal de lo Contencioso Administrativo"; Carpizo, Jorge, "Bases Constitucionales de los
Tribunales de lo Contencioso Adm:inistrativo"; }'lores. Zavala, Ernesto, "El Tribunal de
lo Contencioso Administrativo"; todos ellos en Revista del Tribunal de lo Contencioso
Administrativo del Distrito Federal, México, núm. 1, julio de 1972; Fraga, Gabino, "Breves
consideraciones sobre el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal
y sobre el régimen de legalidad en Méxioo"; Fix·Zamudio, Héctor, "Algunas reflexiones
sobre la suspensión de los actos reclamados en el procedimiento ante el Tribunal de lo
Contencioso Administrativo del Distrito Federal", y Naya Negrete, Alfonso. "Notas sobre
lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal. Cronología de los Tribunales", tooos
ellos en el núm. 2, julio de 197B, de la citada Revista .
• En el D. O. del 3 de enero de 1979 se publicaron las segundas reformas a la Ley
del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federa], de las cuales no se
pudo dar cuenta en el presente informe. Acerca de dichas reformas., puede verse nuestra
reseña publicada en Gaceta Informativa de Legislación y J1lrisprudencia, UNAM, México.
núm. 26. enero·abril de 1979, pp. 181-191.
122 Artículo 77, fracción 111, de la Ley del Tribunal de 10 contcndtlSO administrativo.
Cfr., Nava Negrete, Alfonso, op. cit. supra nota 121, pp. 58·9.
13) Artículo y fracción citados en la nota anterior, en su rcdacción después de la
reforma de 2 de enero de 1973.

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ESTUDIOS GENERALES

citen entre las autoridades del Departamento del Distrito Federal y los par-
ticulares. l24
El tribunal se integra por tres salas, compuesta cada una de tres magis-
trados, que, con el magistrado presidente que no integra sala, alcanzan el nú-
mero de diez.
La propio Ley del Tribnnal regula también el proceso administrativo.
Éste empieza con la demanda que debe contener, entre otros requisitos, la
"descripción de los derechos, y de ser posible, los fundamentos de derecho",
y las "pruebas que el actor ofrezca rendir".l25 La Ley ha procurado facilitar
el acceso de los particulares al Tribunal, ya que permite que la demanda se
presente en las formas impresas que debe proporcionar el Tribunal, el que
debe contar con "personal suficiente para llenarlas con los datos que les
proporcionen los interesados y con los que obtengan al informarse, aun tele-
fónicamente, con las autoridades del Departamento del Distrito Federal, sobre
la Dirección a cuya área de atribuciones corresponda la materia del acto im-
pugnado. Estos servicios serán gratuitos, así como los del defensor de oficio
que el Departamento del Distrito Federal contisione para tal fin".l26
En la misma resolución en que el Tribunal admita la demanda y orde-
n~ el emplazamiento, debe citar a la audiencia del juicio dentro de un plazo
que no exceda de 15 días. '27 Dicha audiencia tiene por objeto desahogar las
pruebas ofrecidas, oír los alegatos y dictar la sentencia, y la falta de asisten-
cia de las partes no debe impedir su celebración.". Cuando "deban tomarse
en cuenta gran número de constancias, podrá reservarse el fallo definitivo
para un término no mayor de diez días".=
En un princi pío. el proceso administrativo era de una sola instancia, por
lo que la sentencia que le ponía término era irrecurrible. Al reformarse la
ley el 2 de enero de 1973, se introdujo el recurso de revisión, que sólo puede
ser interpuesto por las autoridades administrativas ante el pleno del tribu-
nal, "cuando el asunto sea de importancia y trascendencia, a juicio del jefe
del Departamento dél Distrito Federal"."'" Este recurso es muy parecido al
que con el mismo nombre se regula en el Código Fiscal de la Federación.
v) Por último cabe mencionar que la solución de conflictos relacionados
con la propiedad y u tilización de terrenos rurales, queda sometida, de acuer-
l24 Artículo 1Q de la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito
Federal.
125 Artículo 63, fraociones VII y IX, idcm.
126 Artículo 64, ¡dem. González Pérez, ofr. cit. supra nota 110, p. 795, estima que este
precepto es "realmente importante ya que ronstituye un paso decisivo para socializar la
Administración de Justicia".
127 Artículo 67, idem.
128 Artículo 76, idem.
129 Artículo 76, idem.
130 Artículo 82 bis. idem.

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AC<-:ESO A LA JUSTICIA EN MÉXICO 105

do con lo prescrito en el articulo 27 COl\lititutional y en la Ley Federal


de Reforma Agraria de 1971, al Poder Ejecutivo a través de la Secretaría de
la Reforma Agraria, que aunque funciona como una dependencia centrali-
zada del Ejecutivo, tiene a su cargo verdaderas funciones jurisdiccionales. Es-
tos conflictos agrarios, cuya resolución definitiva expide el propio presidente
de la república, los podemos sistematizar, de acuerdo con Fix-Zamudio,131 de
la siguiente manera:
1) Conflictos sobre dotación de ejidos y restitución de bienes comunales;
2) Conflictos individuales de privación y suspensión de derechos agrarios;
J) Conflictos por límites de terrenos comunales, y
4) Nulidad de fraccionamientos ejidales.
A estas ciases de conflictos, la Ley Federal de Reforma Agraria de 1971 ha
agregado las siguientes:
5) Nulidad de fraccionamientos de propiedades afectables;
6) Nulidad de actos y documentos que contravengan las leyes agrarias;
i) Nulidad de contratos y concesiones administrativos;
8) Nulidad y cancelación de certificados de inafectabilidad, y
9) Conflictos sobre posesión y goce de unidades individuales de dotación
v .IDbre el disfrute de bienes de uso común.
Debe advertirse que las resoluciones del Ejecutivo Federal en materia agra·
ria, como actos de autoridad que son, pueden hnpugnarse a través del juicio
de am paro. 1i3!2

3.B) Mecanismos no compulsivos en organfsmos oficiales

Estos mecanismos los podemos agrupar en cuatro categorías, a saber:


1) Mecanismos que prevén una amigable composición que es necesario
agotar antes de acudir a los tribunales ordinarios. Esta es ]a función que

131 Fix-Zamudio, HL'Ctor, "Lineamientos fundamentales del proceso sodal agrario en el


Derecho mexicano", en Revista de la Facultad de Derecho de México, núm. 52. octubre·
diciembre de 1963, p. 910.
W2 El párrafo final de la fracción XIV del artículo Z7 oonstitucional expresa: "Los
dueños o poscdra~ de predios agrícolas o ganaderos en explotación, a los que se haya
expedido, o en el futuro se expida, certificados de inafectabilidad, podrán promover el jui·
cio de amparo contra la privación o afectación agraria ilegales de sus tierras o aguas".
La posibilidad de que los propietarios privados puedan recurrir al juicio de amparo
contra resoluciones agrarias definitiva'!. reestablecida en 1946 durante el régimen del pre-
sidente Miguel Alem:ín, y .unpliada por la interpretación cxten~va que la Suprema Corte
ha hecllO del párrafo trausLrito, ha sido muy cuesltionada, ya que algunos soctores atri-
buyen al juicio de amparo un cfeüo paralizador de la política de reforma agraria del
Ejeculiyo J·-ederal.

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106 ESTUDIOS GENERAl.ES

desempeña la Junta de Conciliación y Arbitraje de Controversias Azucareras,


que interviene como "amigable componedor a fin de resolver las controver-
sias que surjan entre abastecedores de materia prima. de éstos con los indus-
tI'iales, o entre éstos, y que las Comisiones de Planeación y Operación de Zafra
del ingenio correspondiente. no hayan podido solucionar" .133 La resolución
que dicte la citada Junta no es obligatoria para las partes, ya que el conflicto
puede ser todavía planteado ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitra-
je, cuya resolución definitiva sí vincula a las partes. 134
2) lVIecanismos que establecen una etapa obligatoria de conciliación jJTC-
via y, a falta de arreglo, proponen el arbitraje voluntario. La Ley Federal de
Protección al Consumidor de 19 de diciembre de 1975 (D.O. 22-XU-1975)
establece la conciliación previa obligatoria ante la Procuraduría Federal del
Consumidor, para los conflictos entre los consumidores y los proveedores; en
caso de que no se logre la conciliación, la propia Procuraduría debe exhortar
a las partes para que la designen árbitro. En el supuesto de que se celebre
el compromiso arbitral, el procedimiento lo pueden fijar convencionalmente
las partes, rigiendo supletoriamente las reglas del Código de Procedimientos
Civiles del Distrito o de la entidad respectiva sobre arbitraje.
En caso de que alguna de las partes decida acudir ante los tribunales or-
dinarios, éstos deben exigirle la constancia de que agotó la instancia concilia-
toria ante la Procuraduría del Consumidr.1:I~
La Ley General de Instituciones de Seguros de 26 de agosto de 1935
(D.O. 31-VIII-1935), dispone que en caso de reclamación contra una institu-
ción de seguros, el reclamante debe ocurrir ante la Comisión Nacional Ban-
caria y de Seguros, la que, después de pedir un informe detallado de la ins-
titución respectiva, citará a las partes a una junta en la que las exhortan\.
a conciliar intereses, y si esto no fuere posible, para que voluntariamente y
de común acuerdo la. designan árbiu·o. Para el arbitraje acordado rigen, en
primer ténnino, el procedimiento convencional qeu acuerden las partes y,
supletoriamente, las disposiciones de los Códigos de Comercio y de' Procedi-
mientos Civiles. l1HJ
3) Mecanismos que prevén la conciliación y I o el arbitraje voluntarios.
Para la solución de los conflictos referentes a los derechos de autor, la Ley
Federal de Derecho de Autor de 4 de noviembre de 1963 (D.O. 21-XII-I963),
prevé la conciliación voluntaria ante la Dirección General de Derechos de
Autm" de la Secretaría de Educación Pública, y en caso de que no se logre

183 Artículo }9 del Reglamento para la Junta de Conciliación y Arbitraje de Contro-


versias Azucareras, exped:ida por la Comisión Nacional de la Industria Azucarera, el '2.7
de octubre de 1975 (D. O. 28-X-I975).
184 Artículo 10 inciso g), del Reglamento citado en la nota anterior.
135 Artículo 59, ¡fracción VIII, de la Ley Federal de Protección al Consumidor.
1M Articulo 135 de la Ley General de Instituciones de Seguros.

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ACCESO A LA JUSTICIA EN MÉXICO 107

ningún acuerdo conciliatorio, la misma dependencia debe exhortar a las par·


tes para que la designen árbitro. 137
También para la solución de los conflictos relacionados con el com~ri
exterior, la Comisi()n para la PTotección del Comercio Exterior de México
~COl\1PREX) se encuentra facultada para intentar la conciliación entre
las partes, y en su defecto, para instarlas a que la designen árbitro. laS
En la Ley de Cámams de Comercio y de las de Industria de 2 mayo de
1941 (D. O. 26-VIlI-1941) se seüala como atribución, entre otras, de estas ins-
tituciones, la de actuar, "por medio de la Comisión destinada a este fin, como
árhitros o arbitradores en los conflictos entre comerciantes o industriales re-
gistrados. si éstos se someten a la Cámara en compromiso que ante ella se
depositará y que podrá formularse por escrito privado".139
4) Mecanismos que prevén una amigable composición vol.untaria. Para la
solución de los conflictos entre los trabajadores bancarios y las institucione:-;
de crédito, la Comisión Nacional Bancaria y de Seguros puede fungir como
amigable componedor.
En caso de q uc alguna de las partes no acepte la proposición de la Co-
misión, puede acudir ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje a
promover un proceso laboral. 140
Cabe señalar que los laudos que dictan las entidades mencionadas en los
incisos 2) Y J) generalmente son irrecurribles. por lo que sólo se pueden im-
pugnar a través del juicio de amparo, una vez que se hayan enviado a un
órgano jurisdiccional para su ejecución, ya que el amparo no procede dirc"{;.
tamente contra el laudo, sino contra la resolución del juez público ({ue de·
crete su ejecuci6n. 141

3.C) Mecanismos que prevén el reenvío obligatorio a organismos tn-ivados

El artículo 9~ transitorio del Código de Procedimientos Civiles del Dis-


trito Federal estableció el arbitraje privado obligatorio para los litigios que
137 Artículo 133 de la Ley Federal de Derechos de Autor de 4 de noviembre de 1963
(D. O. 21.XII-I963).
138 Artículos 2'1, fracción IV, de la Ley que crea Wla Comisión para la Protección del
Comercio Exterior de México de 31 de diciembre de 1956 (D. O. 31-Xn-195G).
139 Articulo 4 Q, fracción V de la Ley de Cámaras de Comercio y de las de Industri:.\
de 2 de mayo de 1941 (D. O. 26·VIII·I941). El Reglamento Interior de la Comisión Pero
manente de Arbitraje de la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México, c'>
de 31 de octubre de 1970.
140 Articulos 37 a 41 del Reglamento de Trabajo de los Empleados de las Institucio-
nes de Crédito y Organizaciones Auxiliares, de 22 de diciembre de 1953 (D. O. 30·XII-
1953). reformado el 13 de julio de 1912 (D. o. !4·VIl·1972).
141 CI", Brisefio Sierra, Humberto, El arbitraje en el derecho privado. Situación inttrr·
nacional, Instituto de Derecho Comparado, UNAM, México, 1963, pp. 2i3 Y ss.

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lOS ESTUDIOS GENERA.LES

se estuvieran tramitando al entrar en vigor dicho Código y que no se con-


cluyeran ante los tribunales en un plazo de ocho meses si se trataran de jui-
cios ordinarios y de cuatro meses, tratándose de los demás juicios. Fuera de
estos supuestos históricamente superados, no se regulan en el derecho me-
xicano mecanismos que prevean el reenvío obligatorio a organismos privados.

3.D) Mecanismos que p,'evén el reenvío voluntario a organismos privados

El Código de Procedimientos del Distrito Federal regula, como un juicio


especial, el juicio arbitra!.'''' tste, que tiene como punto de partida un com-
promiso arbitral o una cláusula compromisoria, ambos pactados voluntaria-
mente entre las partes, no siempre puede utilizarse para solucionar todo tipo
de conflicto civiL Expresamente se excluyen del arbitraje las siguientes cues-
tiones: 1) El derecho de recibir alimentos; 2) Los divorcios, excepto lo con-
cerniente a la separación de bienes y a las demás cuestiones puramente pecu-
narias; 3) Las pretensiones de nulidad de matrimonio, y 4) Las concernientes
al estado civil de las persona.. '"
El compromiso arbitral puede celebrarse antes de que haya juicio, du-
rante éste y aun después de que se haya dictado la sentencia, sólo que cuan-
do ésta sea firme deben estat- enterados de ella los interesados_'" Las partes
pueden convenir cuál será el procedimiento arbitral, pero en todo caso se
debe considerar la posibilidad de practicar pruebas y alegatos_ Las partes
pueden renunciar a la apelación.". En forma similar, las partes pueden
acordar que el árbitro resuelva el conflicto conforme a la equidad o bien
conforme a las reglas de derecho.''''
La ejecución del laudo arbitral no la puede llevar a cabo por sí mismo
el árbitro; sino que éste tiene que enviar el expediente a un juez ordinario
para que la realice.'47 En términos generales, la jurisprudencia de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación ha sostenido que los árbitros privados no son
órganos de autoridad y su función no es pública -jurisdiccional- sino pri-
vada, derivada de un acuerdo entre las partes. 148
El arbitraje también se encuentra previsto en los códigos procesales ci-
viles de los Estados de la República.'"
14:2 Artículos 609-636 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal.
143 Articulo 615. idem.
144 Artículo 610, idem.
145 Artículo 619, idem.
146 Artículo 628, ídem.
147 Artículo 632, idem.
148 Cfr. Brisefio Sierra, Humberto, op. cito supra nota 141, pp. 185 Y ss.
149 Para un análisis de la regulación del arbitraje en los Códigos procesales civiles
de los Estados, véase la obra ditada en la nota anterior, pp. 206-254. Debe aclararse que

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ACCESO A LA JUSTICIA EN M.ÉXJCO 109

Cabe señalar que en México hay una Sección Nacional de la Comisión


¡nteramericana de Arbitraje Comercial (ClAC), especializada en arbitraje
sobre conflictos relacionados con el comercio internacional en la región. El
arbitraje ante didla sección se ajusta a las Reglas de Procedimiento apro-
badas por la Comisión y vigentes desde el l' de abril de 1969.
El arbitraje por organismos privados no implica una reducción del moti-
to de las costas procesales, ya que los honorarios del arbitraje suelen ser su-
periores a aquéllas; sin embargo. generalmente significa una disminución en
el tiempo utilizado para la solución del conflicto.

1. SoLUCIONES PREVISTAS PARA REDUCIR LOS GASTOS MEDIANTE


MODIFICACIONES A LA LEY SL'STANTIVA

4.A) Modificaciones que reducen los gastos P01' simplificación de las re-
glas legales

En este inciso podemos mencionar el divorcio por mutuo consentimien-


to. En el derecho civil mexicano se conocen dos tipos de divorcio: el con-
tencioso, que es el reclamado por uno de los cónyuges con base en alguna
de las causales señaladas en el artículo 267, fracciones I a XVI, del Código
Civil distrital o su equivalente en los Estados de la república, y en el cual
el cónyuge reclamante cuenta normalmente con la oposición del otro cón-
yuge; y el divorcio voluntari~ solicitado de común acuerdo por ambos
cónyuges. El divorcio contencioso se tramita a través de un juicio ordinario
civil ante un juez familiar (en el Distrito Federal) .
El divorcio voluntario, por su parte, se debe tramitar ante el "juez" (que,
en rigor, no es un juez, sino un oficial como eran designados anteriorolente)
del registro civil del lugar, cuando ambos cónyuges sean mayores de edad,
no tengan hijos y de común acuerdo hubieran liquidado la sociedad conyu-
gal, si bajo ese régimen patrimonial se casaron. Conforme al artículo 272
del Código Civil del Distrito Federal, el juez del registro civil, después de
levantar un acta haciendo constar la solicitud de divorcio voluntario, debe
citar a los cónyuges para que ratifiquen ésta a los quince días, y hecho esto,
los declarará divorciados.
Cuando los cónyuges no sean mayores de edad, tengan hijos o no hayan
liquidado la sociedad conyugal, deben tramitar su divorcio voluntario ante
un juez de lo familiar, a través del "juicio de divorcio por mutuo consenti-
miento" que regula el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal

el Código de Procedimientos Civiles del Estado de Nuevo l.eón de 16 de enero de 19i~


(P. O. 3-11-1973) no regula el juicio arbitral.

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110 ESTUDIOS GENERALES

(articulas 674 a 682). Presentada la solicitud de divorcio con el convenio a


que se refiere el artículo 273 del Código Civil, el juez debe citar a los cón-
yuges y al representante del Ministerio Público a dos juntas sucesivas, en las
que tratará de avenir a los primeros. y en caso de que insistan en su solicitud.
decretará la disolución del vínculo matrimonial.
No se registran en el derecho mexicano modificaciones que reduzcan los
costos por imposición de los principios de equidad o que dispongan solu-
ciónes que obvien la necesidad de resolver el conflicto (incisos 4.B y 4.C).

5. RESOLUCIONES DE DISPUTAS (lUE COMPRENDEN: GRUPOS,


COLECTIVIDADES E INTERESES GENERALES

5.A) Procedimiento para acumular y l'csolver simultáneamente varias de-


mandas individuales

El artículo 53 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal


regula la figura del -litisconsorcio tanto activo como pasivo: "Siempre que
J

dos o más personas -expresa- ejerciten una misma acción u opongan la mis-
ma excepción, deberán litigar unidas y bajo una misma representación." Para
este objeto, deben designar un procurador judicial que los represente a todos
o elegir entre ellos mismos un representante común, y en caso de que no
se pongan de acuerdo, lo designará el juez.
El litisconsorcio no modifica la tramitación del juicio y sólo requiere que
1as notificaciones, citaciones y emplazamientos sean hechos al procurador o
representante común, sin que sea necesario comunicarlas a las demás per-
50nas,150
Por otro lado, el artículo 31 del mismo Código señala que cuando haya
varias "acciones" (pretensiones) contra una misma persona, respecto de una
luisma cosa, y provengan de una misma causa, deben intentarse en una sola
demanda; por el ejercicio de una o más quedan extinguidas las otras. Se
prohíbe, sin embargo, la acumulación de "acciones" contrarias y contradic-
torias, posesorias y pctitorias, dependientes y de aquellas cuyo conocimiento
corresponda a órganos de diferente competencia. La acumulación de "accio-
nes" se plantea en la misma demanda y no altera el curso del procedimiento.
También puede solicitarse la acumulación por vía de excepción, cuando
exista conexidad en la causa. Según el artículo 39, hay "conexidad en la causa
cuando hay identidad de personas y acciones aunque las cosas sean distintas;
)' cuando las acciones provengan de una misma causa", En este caso, la acumu-

1m Artículos 54 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal.

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ACCESO A LA JUSTICIA EN MÉXICO 111

lación se tramita mediante un incidente de previo y especial pronuncia·


mienlo. 151

5.U) Procedirnielltos discliados para resolver demandas individuales qIW


beneficien a una Pluralidad de reclamantes potenciales
No se registran este tipo ue procedimientos en el derecho mexicano.

s.e) AJétodos de representación de colectividades e intereses generales


en los tOYOS juzgadores
En materia laboral, la personería de los representantes de los sindicatos
se acredita con la certificación que les extiende la Secretaría del Trabajo y
Previsión Social o la Junta Lxal de Conciliación y Arbitraje de que ha
quedando registrada la directiva del sindicato. t52• }<~ste representa los intereses
de los trabajadores en los conflictos colectivos tanto económicos como jurí-
dicos, a los cuales ya hemos hecho referencia. H/ 3
Por otro lado, en materia de protección al consumidor, la Procuraduría
Federal del Consumidor cuenta, entre otras, con las siguientes atribuciones:
1) Representar los intereses de la población consumidora ante toda clase de
autoridades administrativas; 2) Representar a los consumidores ante autori 4

dades jurisdiccionales, previo el mandato correspondiente, cuando a juicio


de la Procuradurb la solución que pueda darse al caso planteado, llegare a
trascender al tratamiento de intereses colectivos, y 3) Proporcionar asesoría
gratuita a los consumidores. Como puede observarse, la representación colee·
tiva sólo se ejerce ante las autoridades administrativas; la representación
ante autoridades jurisdiccionales es individual o de consumidores determi-
nados, ya que se ejerce previo mandato. La solución que se dé al caso plan-
teado es también limitada a éste, ya que en el derecho procesal mexicano
sigue vigente el principio de que las sentencias, salvo limitadas excepciones,11H
sólo afectan a los sujetos que participan en el proceso y sus efectos se cir·
cunscriben al caso planteado en el mismo.

5.D) Métodos para proveer asesor/a para los litigios de las demandas de
grupo
En materia laboral, la asesGría a sindicatos y grupos de trabajadores es
prestada por las Procuradurbs de Defensa de Trabajo, tanto federal como
Hil Artículos 36 y 88, idem.
lij::! Artículo 709, fracción 11, de la Ley Federal del Trabajo.
lr~ Supra inciso i), 3.A), del apartado :L
1;)4 Entre otras excepciones, tenemos las de las cntcncias dictauas en JUICIOS referentes
;11 estarlo civil de las personas, en materia familiar, y las dictadas en los procesos sobre
('O!lnictos ("o]eeti,w; económicos. en materia laboral.

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112 ESTUDIOS GENERALES

locales. A dichas entidades y a la fonna prestan su asesoría aludiremos en


el siguiente apartado.

6. As"50RAMIENTO JUIÚDICO

6.A) Ejercicio profesional de la abogada

En México el ejercicio profesional de la abogacía. regulado como el de


las demás profesiones por la Ley reglamentaria de los artículos 4? y5? cons-
titucionales. relativos al ejercicio de las profesiones en el Distrito Federal. o
más brevemente Ley de profesiones. y por las leyes equivalentes de cada enti·
dad federativa. requiere sólo. por regla. la obtención! y registro del titulo de
licenciado en derecho y de la cédula profesional .... sin que se exija ninguna
práctica o experiencia posterior al titulo. Además. el mismo título de licen-
ciado en derecho autoriza tanto para desempeñar funciones de asesoramiento
-patrociniO-. como de representación -procuración- ante los tribunales.
Pero aun el requisito de obtención y registro del título de licenciado en
derecho no es necesario para ejercer la abogacía o las funciones equivalentes
a ésta. en las materias laboral. agraria y cooperativa.'" En materia penal.
como veremos más adelante (infra. 6.C). el inculpado puede defenderse por
sí mismo o designar "personas de su confianza" para que lo defienda, con·
forme a la fracción IX del artículo 20 constitucional. por 10 que. a la luz
de este precepto. no se debe exigir que esa persona tenga título de licen-
ciado en derecho.
Las relaciones entre los abogados y sus clientes se pueden convenir en un
contrato de prestación de servicios profesionales,ui7 en el que se pacten los
honorarios respectivos. A falta de convenio expreso, éstos deberán ajustarse
a los aranceles que fija la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del
Fuero Común del Distrito Federal. a los que ya hemos aludido antes (SllPTa.
inciso ii) del apartado 1).
Por otro lado. en México la inscripción en los colegios de abogados -como
en general en los de todos los profesionistas- no es obligatoria sino optativa,
y los colegios. que generalmente no ejercen un control efectivo sobre la con-
ducta de sus afiliados. carecen de facultades para imponer sanciones que
impidan el ejercicio profesional a sus miembros.llS8

155 Artículo 25 de la Ley reglamentaria de los artículos 4 9 y .!)Q constitucionales, rela-


tivos al ejercicio de las profesiones en el Distrito Federal.
156 Artículo 5!1 de la citada Ley de profesiones.
157 Artículos 2606 a 2615 del Código Civil distrital.
1¡}8 Artículo 44 de la Ley de profesiones.

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ACCESO A LA JUSTICIA EN MÉXICO 113

6.B) Asistencia tecnica y rep'resentacióll

Ya hemos indicado que sólo en dos casos es obligatoria la asistencia téc-


nica de abogados: 1) En los procesos penales, en los que es forzosa la inter-
vención de! defensor -que puede ser privado o de oficio- por ser el derecho
al defensor uno de los d=hos fundamentales que consigna el artículo 20
constitucional; 2) En los procesos especiales sobre algunas controversias fa·
miliares. en los casos en que una de las partes se encuentra asesorada por
un abogado y la otra no, pues entonces el juez debe solicitar para esta úl-
tima los servicios de un defensor de oficio. Fuera de estos dos casos, las par·
tes pueden comparecer libremente ante los tribunales, sin necesidad de estar
asistidas por abogados. ni como patronos ni como procuradores.
Pero las partes también pueden acudir a los tribunales asistidas de patro·
nos o procuradores. Cuando se trate de asesoramiento o representación en
juicios civiles y administrativos, la designación del asesor o del mandata·
rio judicial debe recaer en un licenciado en derecho. De acuerdo con el
artículo 26 de la Ley de profesiones, "las autoridades judiciales y las que
conozcan de asuntos contencioso·aclministrativos rechazarán la intervención
en calidad de patronos o asesores técnicos del o los interesados, de persona
que no tenga título profesional registrado". Además, el segundo párrafo del
artículo citado exige que "el mandato para asunto judicial o contencioso ad·
ministrativo detenninado"} sea otorgado sólo en favor de licenciado en derecho.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha interpretado este segundo
párrafo del artículo 26 de la Ley de profesiones, siguiendo un criterio muy
literal y poco lógico. Así ha afirmado que el título profesional registrado
sólo es exigible cuando, tratándose de las materias civil o contencioso-admi·
nistrativa. el asunto al que se refiera el mandato judicial sea determinado,
especifico; es decir, que se trate de un mandato judicial especial, ya que si es
general no es necesario el requisito del título. Según la Tercera Sala de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, "válidamente una persona puede,
como apoderado de otra, ocurrir a los tribunales a demandar a un tercero.
si no lo hace por virtud de un mandato especialmente otorgado al respec·
to, sino en ejercicio de un poder general que tenía otorgado con anterioridad
a la época en que se promovió e! juicio".'"
El criterio de los tribunales del Distrito Federal al respecto ha sido muy
variable. Por un lado, han considerado que los mandatos judiciales, sin distin-
guir entre especiales: y generales, sólo pueden otorgarse en favor de personas

];¡!) Tesis 1540 de la compilación Jurisprudencia y tesú sobresalientes sustentadaJ por

la Sala Civil de la Suprema Corte de Justicia de la Nación 1955·1963, Mayo Edicioncs.


1965, pp. 724-!í.

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111 ESTUDIOS GENERALES

que tengan título profesional de licenciado en derecho, por lo que un manda-


to otorgado sin este requisito podría ser! objetado a través de la excepción de
falta de personalidad.''' También han afirmado que "es inexacto que el ar-
tículo 26 de la Ley Reglamentaria de los artícul06 4' y 5' constitucionales sállb
se refiere al mandato para asunto judicial o contencioso-administrativo de-
terminado, sino que abarca todo el campo de la actividad de la profesión
de abogado y por lo tanto los mandatarios generales, en su caso, deben en-
cargar su atención a un profesional con título debidamente regit>tradO.161
Por otro lado, los tribunales del Distrito Federal han estimado que el ar-
tículo 26 de la Ley de profesiones, que trata de impedir la intervención de
quienes carecen de título profesional, "no implica la restricción a los dere-
chos de las partes para hacerse representar por medio de persona de su con-
fianza, independientemente de que si el mandatario no está patrocinado por
abogado con título, no se resarcirá de las costas",l62 Es decir, reducen el in·
cumplimiento del artículo 26 de la Ley de profesiones a un problema de
pago de costas procesales, sin que afecte la personería de las partes. En este
mismo sentido, también han considerado que la excepción de "falta de per-
sonalidad" se refiere a los requisitos del mandato y no del mandatario.'63
En realidad, el mandato judicial en favor de una persona sin título de licen-
ciado en derecho debería objetarse no por "falta de personalidad", sino por
"vicios en la postulación", como los llama Alcalá-Zamora.''''
Para reclamar judicialmente el pago de títulos de crédito o títulos valor a
nombre de otra persona, el artículo 35 de la Ley General de Títulos y Ope-
raciones de Crédito autoriza el "endoso en procuración", que es un man·
dato judicial simplificado, pues se otorga sólo con una breve anotación al
dorso del documento en el que se contiene el título de crédito. Acerca de
si es necesario o no que el endosa torio en procuración. como mandatario
judicial que es. tenga título de licenciado en derecho, los tribunales del Dis·
u-ito Federal se habían inclinado por la segunda tesis, es decir, negaban esa
necesidad. 10 ;) Sin embargo, recientemente han tenido que variar su criterio,
para ajustarse al sostenido en la ejecutoria dictada el 28 de abril de 1972 por
el Juez Segundo de Distrito en materia civil del Distrito Federal en el juicio
de amparo directo 531,169. De esta manera, han afirmado que "el endosa-
torio en procuración, por equivaler a un apoderado especial judicial, debe
tener título registrado de licenciado en derecho".166

160 Anales de jurispmdencia, t. LXXXVI, pp. 155-8.


161 Anales de jurisprudencia, t. CXXVl1, p. 155.
1-62 ldem, t. CXXI, p. 128.
163 Idem, t. CXLIX, p. 133.
1M Cfr. Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 22. p. 45.
165 Anales de jurisprudencia, t. 150, pp. 41·2.
lOG ldem, t. 158, p. 79.

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ACCESO A 1.A JU~TIClA El'; !\It':""'XlCO 115

En el juicio de amparo existe, también, una forma simplificada para desig-


llar abogado patrono con amplias facultades para el impulso y desarrollo
del proceso. Conforme al artículo 27 de la Ley de Amparo, las ·partes pueden
designar para oír notificaciones en su nombre a "cualquiera persona con ca-
pacidad lega]", bastando esta designación para que la persona en cuyo favor
se hizo, pueda "promover o interponer los recursos que procedan, ofrecer y
rendir las pruebas y alegar en las audiencias". Esta forma simplificada para
designar abogado patrono ha sido regulada también por los artículos 178 del
Código Fiscal de la Federación y 33 de la Ley del Tribunal de 10 Contencio-
so Administrativo del Distrito Federal.
Además, en el proceso laboral la designación de los procuradores o repre-
scntantes de las partes, es mucho más flexible qne en el proceso civil. Los
artículos 709 de la Ley Federal del Trabajo y 134 de la Ley Federal de los
Trabajadores al Servicio del Estado, otorgan amplia libertad para acreditar
la personería de los representantes de las partes, sin que haya que sujetarse
a las formalidades que señala el Código Civil para e! mandato judicial.

o.C) El defensor en el proceso penal

Ya ha quedado seüalado que uno de los derechos fundamentales del in-


culpado en el proceso penal mexicano es el derecho a estar asistido por un
7

defensor a lo largo del proceso, como lo previene la fracción IX de! artículo


~O constitucional. De acuerdo con este precepto, el inculpado no sólo tiene
el derecho fundamental a la defensa en juicio, es decir, el derecho procesal
de defenderse, sino también el derecho a contar con un defensor, que puede
ser una persona de su confianza, o en su defecto, un defensor de oficio 'desig-
nado por el juez.
El artÍcu]o 28 de la Ley ue profesiones dispone que cuando la persona
o personas de la confianza del inculpado designadas como defensores no sean
licenciados en derecho, el juez debe "invitar" al inculpado para que nombre,
además, un defensor con título, y en caso de que no lo haga, el juez deberá
llombrarle uno de oficio_ García Ramírez ha puntualizado que, considerando
el amplio derecho a la defensa libre que establece el artículo 20 fracción IX
ele la Constitución, "no hay fundamento constitucional alguno para que se
obligue al procesauo a designar o a tener, incluso 'en contra de su voluntad,
J.sesor letrado",lG, De acuerdo con dicho autor, la defensa puede ser ejerci-
tada en México por el inculpado, por persona de la confianza de éste, sea

167 GaH'ía Ramirez, Sergio, Cllrso de derecho procesal penal, Ed. Ponúa, México, 1974,
p. ~8.

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116 ESTUDIOS GENERALES

o no licenciado en derecho, por uno u otro, o bien, por el defensor de


Oficio. 168
La parte final de la citada fracción IX del artículo 20 constitucional pres-
cribe que el inculpado "podrá nombrar defensor desde el momento en que
sea aprehendido, y tendrá derecho a que éste se halle presente en todos los
actos del juicio; pero tendrá obligación de hacerlo comparecer cuantas veces
se necesite". Sin embargo, el Ministerio Público ha interpretado esta dispo-
sición en el sentido de que el inculpado tiene derecho de designar defensor
hasta que se 'inicie el proceso, por lo que' en la práctica no pennite el acceso
del defensor a las actuaciones durante la averiguación previa. La interpreta-
ción que la propia Suprema Corte de Justicia de la N ación ha dado a la
fracción IX del artículo 20 constitucional, ha permitido que subsista esta
práctica. Según la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación:
la obligación impuesta a la autoridad de instancia por la fracción IX del
artículo 20 constitucional, surte efectos a partir de que el indicado es
puesto a disposición de la autoridad judicial, y ésta al recibir la decla-
ración preparatoria del presunto responsable tiene la obligación ineludi-
ble de designarle defensor si es que aquél no lo ha hecho; mas la facultad
de asistirse de defensor a partir de la detención del acusado, _concierne
única y exclusivamente a éste, por 10 que si no 10 tuvo desde el -momento
en que fue detenido, esa omisión es imputable al propio acusado y no al
Juez instructor. 169
Por último, en cuanto a la naturaleza del defensor en el derecho mexi-
cano, la doctrina ha considerado que aquél no es un asesor ni un mandatario
del inculpado, ni un mero auxiliar de la administración de justicia, sino que
"tiene propia personalidad" o posee una posición sui géneris. 170 En términos
más precisos, Medina Lima lo considera como una parte fonual, a diferencia
del inculpado, que es una parte material, de acuerdo con la concepción car-
neluttiana.17o bis

6.D) Los sistemas de defensoría de oficio


En virtud del carácter federal del Estado mexicano, existen dos sistemas
de defensorí,s de oficio ante los tribunales ordinarios: el federal y el local
(o del "fuero común") . A los dos nos referimos brevemente por separado.
168 [dem, p. 231.
1'6'9 Tesis 106 del Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-1975, 2a. parte,
P Sala, México, 1975, p. 236.
170 Cfr. González Bustamante, Juan José, Principios de derecho procesal pernJl mexi-
cano, Ed. Porrúa,l México, 1967 (4. ed.), pp. 90-3; Y Garda Ramírez, op. cit. supra nota
167, p. 230.
170 bis Cfr. Medina Lima, Ignacio, resefia al libro "Derecho mexücano de procedimien-
tos penales" de Guillermo Colín Sánchez, en Revista de la Facultad de Derecho de México,
núm. 57, enero-marzo de 1965, p. 281.

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ACCESO A LA JUSTICIA EN MÉXICO 117

i) La defensoría de oficio federal

La Ley de la Defensoría de Oficio Federal de 14 de enero de 1922 (D. O.


9-11-1922) y el Reglamento de la Defensoría de Oficio en el Fuero Federal
aprobado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación el 18 de octubre
de 1922, contienen las normas para la organización y funcionamiento del sis-
tema federal de defensoría de oficio.
Este sistema depende jerárquicamente de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, ya que ésta es la encargada de aprobar el reglamento de la de-
fensoría de oficio federal y de nombrar y remover al jefe y demás miembros
del cuerpo de defensores. l71 Los servicios de la defensoría de oficio federal,
que deban ser gratuitos, se refieren sólo a los asuntos penales federales, y se
circunscriben a los casos en que el inculpado no tenga defensor particular. 172
La defensoría de oficio federal se compone de un jefe de defensores y de
los defensores que, a juicio de la Suprema Corte de Justicia, sean necesarios. 173
Para mayo de 1976, había 93 defensores de oficio, distribuidos en los 10 tri-
bunales unitarios de circuito, 4 juzgados de distrito en materia penal en el
Distrito Federal y 43 juzgados de distrito en la república. El sueldo de estos
defensores de oficio, según informes obtenidos en la jefatura de la defenso-
ría de oficio, tenía en dicha fecha, un promedio que oscilaba entre tres mil
y cuatro mil pesos.
La única incompatibilidad que establece la Ley de la Defensoría de Ofi-
cio Federal para los defensores, es la de "ejercer la abogada en toda clase
de asuntos judiciales del ramo federal",174 por lo que los defensores de oficio
federales pueden ejercer, válidamente, la abogacía en los asuntos de carácter
local, que en la práctica resultan ser, normalmente, los de mayor frecuencia.
Como es lógico, la obligación principal de los defensores de oficio, que
por regla deben ser licenciados en derecho, es la de "defender a los reos
que no tengan defensor particular, cuando ellos mismos o el tribunal los de·
signe con ese fin",17ú Cuantitativamente resulta importante la labor de los
defensores de oficio. Por ejemplo, en el periodo comprendido desde el mes de
diciembre de 1974 a noviembre de 1975, los tribunales unitarios de circuito
i.,;c-guwL~ instancia) ;' los jllLg-ados de clistritn (primera instancia) concluye-
ron, en conjunto, 19,4~ juicios penales federales. En ese mismo lapso, los
defensores de oficio terminaron 11,635 defensas (sumando las de primera y
segunda instancia), que representan el 59.70% del total de juicios, por lo

171 Articulas 2 9 , 6" Y 7" transitorio de la Ley de la Defensoría de Oficio Federal.


17'2 Artículo 4<:>, [dem,
1m Artículo 5", idem.
174 Artículo 11, idcm.
175 ArtÍCulo 7Q y 10, fracción J. ¡dem.

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118 ESTUDIOS GENERALES

que puede afirmarse, con base en estos datos, que la suma de los juicios pe-
nales federales en los que los inculpados fueron asistidos por un defensor de
oficio fue superior (casi el 60% del total), a la de los juicios en los que los
imputados nombraron defensores particulares (40.30%) .176 Estos datos, es
elaro, no indican nada sobre la calidad de las defensas a cargo de los defen-
sores de oficio, cuyo conocimiento real requeriría de una investigación más
amplia.
Para el c011trol interno y estadístico de las labores de los defensores de
oficio, éstos tienen la obligación de rendir un informe mensual al jefe de la
defensoría sobre los procesos en que hayan intervenido. 177 Los defensores de
oficio tienen la obligación de asistir diariamente a los juzgados y tribunales
de su adscripción, y cuando menos una vez a la semana a las penitenciarías
o prisiones donde se encuentren sus defendidos, para recabar los datos nece-
sarios de éstos e informarles del estado y del desarroIlo de sus respectivos
procesos. 178

ii) La defensoría de oficio local

Cada entidad federativa tiene su propia defensoría de oficio; pero, por


la extensión de este trabajo, nos referiremos sólo a la defensoría de oficio
del Distrito Federal. A ésta aluden los artículos 37, fracción VIII, y 45, nu-
meral 9, de la Ley Orgánica del Departamento del Distríto Federal de 27
de diciembre de 1970 (D.O. 29-XII-1970).9 El primer precepto citado atri-
buye a las delegaciones del Departamento del Distrito Federal la facultad
de proporcionar los servicios de defensoría de oficio en materia civil, penal,
administrativa y del trabajo, así como constituir bufetes jurídicos gratuitos
en los que se presten servicios de asesoría; el otro precepto dispone que co-
rresponde a la Dirección General Jurídica y de Gobierno del Departamento
del Distrito Federal acatar las disposiciones en materia de defensoría de ofi-
cio, y en su caso, coordinar y vigilar el cumplimiento de las mismas.

176 Informe de 1975 de la Pr~sidenca de la Suprema Corte de Justicia de .la Nacion,


l~ parte, Pleno, Mayo Ediciones, 1975, p. 476 Y anexos 3 y n.
17'7 Artículo 10. fracción vr, de la 'Ley de la Defensoría de Oficio Federal.
178 Artíwlo 2.... fracciones 1 y n, del Reglamento de la Defensoría de Oficio Federal.
.. En el D. O. de 29 de diciembre de 1978 se publicó la nueva Ley Orgánica del
Departamento del Distrito Federal que abrogó a la promulgada en 1970. El contenido
de los dos preceptos a que se alude en el informe, ha sido recogido, en cierta medida,
por el artículo 18, fracción VI, de la nueva Ley, que faculta, en general, al Departamen-
to del Distrito :Federal para: "Vigilar que se preste asesoría jurídica gratuita en materia
civil, penal, administrativa y del trabajo, tendiende a favorecer a los habitantes. del Dis-
trito Federal". Arerca de las orientaciones y contenido de la nuevo Ley, puede verse
C..arpizo, Jorge, "Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal", en Gaceta lnfor-
rTUl1;va de Legislación y Jurisprudencia, UNAM, México, núm, 28, septiembre-diciembre
de 1979, pp. 649-654.

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ACCESO A LA ]lJSTICIA EN MÍ:XICO 119

Las disposiciones específicas sobre la defensoría de oficio del Distrito Fe·


deral se encuentran en el Reglamento de la Defensoría de Oficio del Fuero
Común en el Distrito Federal, expedido por el presidente de la República
el 7 de mayo de 1940, (D.O. 29-Vr·I940) con base en los artículos 21, 24 Y
í~ transitorio de la Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal de
31 de diciembre de 1928, la cual estuvo vigente hasta 194\.
En los términos del citado Reglamento, la defensoría de oficio del fuero
común debe proporcionar en forma gratuita los servicios tanto de defensa
en materia penal, como de patrocinio en materia civil, a las personas que no
puedan cubrir los honorarios de un abogado l)articular. 179 Los servicios de la
defensoría local, sin embargo, han rebasado las materias civil y penal, ya
que por una parte, al dividirse la competencia judicial civil en familiar y
civil en sentido estricto, los servicios de la defensoría también se han divi-
dido en eS<1.s dos materias; y por la otra, al crearse el Tribunal de 10 Con-
tencioso Administrativo del Disuito Federal en 1971, la defensoría de oficio
ha tenido que extender sus servicios a esta materia, tal como lo previene el
artículo 64 de la Ley del propio Tribunal. De esta manera, las materias que
comprenden los servicios de la defensoría de oficio del fuero común son ac-
tualmente cuatro: penal. civil, familiar y contencioso administrativa.
También el Reglamento de la defensoría del oficio local establece la in·
compatibilidad para los defensores de oficio de ejercer la abogacía "en el
ramo a que corresponda la adscripción que se les haya asignado".180
Para mayo de 1976, la defensoría de oficio local, que funciona bajo la
coordinación de un jefe, contaba con 55 defensores de oficio y tres subjefes,
distribuidos de la siguienle manera: en el ramo penal, un subjefe y 35 de-
fensores; en el ramo civil, un subjefe y 9 defensores de oficio; en el familiar.
también un subjefe y 9 defensores; y en el contencioso administrativo, sólo
dos defensores. El sueldo promedio de los defensores de oficio, en mayo de
1976, era de seis mil pesos aproximadamente, según informes obtenidos en la
sección civil de la defensoría de oficio.
De acuerdo con un infonne de labores del l? de octubre de 1975 al 31
de marzo de 1976 proporcionado por la jelatura de la defensoría de oficio
local, durante ese periodo de seis meses los defensores de oficio del ramo
penal conocieron, en conjunto, de 2,711 procesos penales. Durante el año de
1975, los juzgados con competencia penal en el Distrito Federal conocieron
de 20,013 nuevos procesos penales.'Sl Reduciendo esta última cantidad a la
mitad, es decir 10,006.5 para sólo comprender un periodo de seis meses,
179 Artículo 19 del Reglamento de la Defensoría de Oficio del Disttlito Federal.
180 Articulo 2<', idem.
181 Estos datos han sido obtenidos oon base en los proporcionados en el Informe de
Ta Presidencia del Tribunal Superior de Justicia dd Distrito Federal, corrcspondicnte al
afio de 1971).

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120 ESTUDIOS GENERALES

podemos encontrar que aproximadamente el porcentaje de los procesos pena-


les en los que intervinieron los defensores de oficio fue de 27.09%, que es
muy inferior al porcentaje obtenido en el orden federal (59.70%).
De acuerdo también con el informe de labores citado, en ese mismo pe-
riodo de seis meses los defensores de oficio de los ramos civil y familiar pro-
porcionaron asistencia jurídica en 2,854 nuevos juicios y procedimientos ~e
"jurisdicción voluntaria". En 1975 los juzgados con competencia civil y fami-
liar en e! Distrito Federal conocieron en total de 212,497 nuevos juicios y
procedimientos de "jurisdicción voluntaria".'" Reduciendo éstos a la mitad,
esto es, a 106,248.5, para comprender sólo seis meses, encontramos que el
porcentaje aproximado de juicios y procedimientos de "jurisdicción volun-
taria" en los que intervinieron los defensores de oficio, con respecto al
total de juicios y procedimientos iniciados en seis meses, fue de 2.68%, e!
cual es a todas luces sumamente reducido. Conviene reiterar, además, que to-
dos los datos mencionados sólo proporcionan información acerca de la cantidad
de las intervenciones de los defensores de oficio, y no de la calidad real de
sus servicios, cuyo conocimiento requiere. insistimos, una investigación mu-
cho más amplia.
Otro problema que se plantea en torno a los defensores de oficio de los ra-
mos civil y familiar es el relativo a la deternunación de los casos en que aqué-
llos deben prestar sus servicios. En términos generales, el artículo 18 del Re-
glamento indica que los defensores del ramo civil (y aquí debemos incluir
a los del ramo familiar) "patrocinarán ante los tribunales del ramo a todas
las personas que se encuentren imposibilitadas para retribuir a un abogado
particular. de preferencia a las pertenecientes a las clases obrera y campe~
sina, carentes de recursos", En la práctica la dificultad estriba en la detr~
minación en concreto de los casos en que una persona se encuentre "impo~
sibilitada para retribuir un abogado particular". El problema se resuelve, fre-
cuentemente, a base de criterios sumamente subjetivos y simplistas. como el
monto de la suma demandada, el vestido y la apariencia del solicitante,
etcétera. A falta de un criterio legal, preciso y objetivo, y por la carencia
de datos suficientes para evaluar la situación económica de 105 solicitantes,
esta selección pragmática podría resultar explicable, pero no garantiza de
ninguna manera que el servicio de defensoría se preste a quien realmente
lo necesite, ni que se niegue a quien efectivamente no lo necesite.
Por último, los defensores de oficio del ramo eontencioso administrativo
promovieron, en el periodo de! informe citado, 130 procesos ante el Tribu-
nal de lo Contencioso Administrativo del Distrito }'ederal.

182 lbidem.

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ACCESO A LA JUSTICIA EN MÉxIco 121

6.E) La Procuraduría de la Defensa del Trabajo

De acuerdo con el artículo 530 de la Ley Federal del Trabajo, a la Pro-


curaduría de ]a Defensa del Trabajo corresponden las siguientes funciones:
1) Representar o asesorar a los trabajadores y a sus sindicatos, a instancia de
éstos. ante cualquier autoridad, en las cuestiones que se relacionen con la
aplicación de las normas de trabajo; 2) Interponer los recursos ordinarios y
extraordinarios procedentes, para la defensa del trabajador y del sindicato,
y 3) Proponer a las partes interesadas soluciones conciliatorias para el arre-
glo de sus conflictoS! y hacer constar los resultados en actas autorizadas.
Al tenor del artículo 531 de la citada Ley Federal del Trabajo, la Procura-
duría de la Defensa del Trabajo se integra con un Procurador General y con
el número necesario de Procuradores Auxiliares. Los servicios que presta la
Procuraduría deben ser gratuitos, según lo dispone el artículo 534 de la Ley
mencionada.
En virtud de la doble existencia de autoridades del trabajo de carácter
federal y local, funcionan, por una parte, la Procuraduría Federal de la De-
fensa del Trabajo, y por la otra, las procuradurías de la defensa del trabajo
de cada entidad federativa. Aludiremos someramente a la primera y la Pro-
curaduría de la Defensa del Trabajo del Distrito Federal.

1) La Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo

La organización y las atribuciones de la Procuraduría Federal de la De·


fensa del Trabajo se encuentran señaladas en el Reglamento de 28 de mayo
de 1975 (D.O. 2·VI·1975) , que abrogó al de 29 de agosto de 1933 (D.O. !l-
IX-1933). El nuevo Reglamento, que ha sido considerado como un modelo
para los que expidan los gobiernos de las entidades federativas,He transfor-
mó la Procuraduría de dependencia centralizada en organismo desconeen-
trado dependiente de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social. Además,
amplió sus atribuciones.
Conforme al artículo 1~ del citado Reglamento, la Procuraduría Federal
de la Defensa del Trabajo, aparte de estar facultada para asesorar y repre·
sentar gratuitamente a los trabajadores y a los sindicatos y proponer a las
partes interes.:"ldas soluciones amistosas, tiene las siguientes atribuciones: 1)
Prevenir y denunciar ante CUal(]llier autoridad b viobe¡ón de las normas 1a 4

1¡':'':! Cfr. Barajas Montes de Oca, Santiago, "Reglamento de la Procuraduría Federal de


la Defensa del Trabajo", en Gaceta Informativa de Legislación )' Jurisprudencia, Insti·
luto de Invt"stigaciones Jurídic~s, tTNAM, México, mím. li. abril-junio de 1975, p. 226,
no!a l.

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122 ESTUDIOS GENERALES

borales; 2) Denunciar en la vía administrativa o jurisdiccional la falta o re·


tención de pago de los salarios mínimos o del reparto de utilidades, interpo~
niendo las acciones, recursos o gestiones encaminadas a subsanar dicha omi-
sión; 3) Denunciar al pleno de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje
los criterios contradictorios en que hayan incurrido las Juntas Especiales al
pronunciar sus laudos, excitándolo a unificar el sentido de dichas decisiones
para que haya congruencia entre ellas; 4) Denunciar ante el Presidente de la
Junta Federal de Conciliación y Arbitraje y ante el Jurado de Responsabi·
lidad de los Representantes, el incumplimiento de los deberes de los funci",
narios encargados de impartir la justicia laboral, y 5) Coordinar sus funciones
con todas las autoridades laborales del país.
La Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo se integra con un
procurador tedral~ que dirige y coordina las funciones de la Procuraduría;
un secretario general, que se encarga de las tareas administrativas.; un pro--
curador auxiliar general de Defensoría y C011flictos, que dirige las labore,
de los procuradores auxiliares ante la Junta Federal de Conciliación y Ar·
bitraje y las Juntas Federales Permanentes de Conciliación; un procurad",·
auxiliar general de asesoría, conciliación y quejas, a quien corresponde
proporcional' asistencia jurídica a los trabajadores y a sus sindicatos. intcr~
venir en sus conciliaciones y atender sus quejas; los procuradores auxiliares
que sea necesario acreditar ante las autoridades jurisdiccionales y adminis-
trativas (el número de dichos procuradores ascendía en el mes de mayo de
:976 a 91 en toda la República -10 en el Distrito Federal y 51 en los Es·
tados- y su sueldo promedio variaba, en el Distrito Federal, entre 5,000 y
7,000 pesos); un Cuerpo de Peritos; un Centro de Información sobre De·
rechos del Trabajador, y las dependencias internas que se estime necesarias. 184
El Reglamento no establece ninguna incompatibilidad para ejercicio pro·
fesional de los procuradores auxiliares.
Durante el periodo de septiembre de 1974 a agosto de 1975, los tribu·
nales federales del trabajo recibieron un promedio de 548.16 demandas al
mes."'" En un periodo similar, la Procuraduría Federal formuló un promedio
mensual de 106.12 demandas, que representa un porcentaje del 19.35% respec·
to del promedio del totaL Si se considera la forma como se encuentra dis·
tribuido el ingreso personal y familiar en México, la variabilidad de los ho·
norarios profesionales y la carga que representan las costas judiciales no ofi·
ciales, ese porcentaje de 19.35% no deja de parecer reducido.

1S4 Articulos z:', 5'" 69, 7',,, 8. . , 99 Y 11 del Reglamento ue la Procuraduría Federal de
la Defensa del Trabajo.
HIt:; Cfr. Secretaria del Trabajo y Previsión Social, Memoria de labores: septieml,re de
1974jagOJ,to de 1975, México, 1975, p. 65.

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ACCESO A LA JUSTICIA EN MÉXJco I ,~"_.'

ii) La PTOcuradul'ía de la Defellsa del Trabajo del Distrito Federal

El Reglamento de la Procuraduría de la Defensa del Trabajo fue expe·


dido el 24 de noviembre de 1944 (D.O. 7·II-I945). Su artículo l~ reitera la,
atribuciones que seiíala el artÍCulo 530 de la Ley Federal del Trabajo, y
agrega las de resolver las consultas concretas que sobre asuntos de trabajo
formulen los trabajadores o los sindicatos y "cuidar de que la justicia que
administren los tribunales del trabajo sea pronta y expedita",
El Reglamento divide la Procuraduría en dos secciones: una técnica y otra
(;drninistrativa. L'l primera la integran un pTocurador del trabajo, un secre-
tario, los procl/rado,-es auxiliares que autorice el presupuesto y el personal
técnico que le sea adscrito. La segunda la forma "el personal que autorice
el presupuesto",18G
La Procuraduría de la Defensa del Trabajo del Distrito Federal es una
dependencia centralizada de la Dirección de Traba jo y Previsión Social del
Departamento del Distrito Federal. Al personal de la Procuraduría está prohi-
bido "litigar por cuenta propia en asuntos de trabajo, ya sea en los tribu-
nales de trabajo del Distrito Federal, en los federales o ante cualquier otra
autoridad de la materia".187
Para mayo de 1976 había en la Procuraduría de la Defensa del Trabajo
del Distrito Federal 22 procuradores auxiliares, con un sueldo promedio en·
tre S 3,500.00 Y $ 4,000.00, según informes proporcionados en la propia Pro-
curaduría. El promedio mensual de demandas recibidas por la Junta Local
de Conciliación y Arbitraje durante 1975 fue de 997.33, en tanto que el pro-
medio de demandas formuladas por la Procuraduría de la Defensa del Tra-
bajo del Distrito Federal en un periodo similar fue de 156.12, que constituye
el 15.60% del primero. Este porcentaje es todavía inferior al observado en
las intervenciones de la Procuraduría Federal.

G,F) La PTocumduría AgraTia

Por decreto presidencial de l~ de julio de 1953 (D.O. 5-VIlI-1953) fue


creada la Procuraduría de Asuntos Agrarios, a la que se encargó "el aseso-
ramiento gratuito de los campesinos que necesiten hacer gestiones legales ante
las autoridades y oficinas agrarias competentes",188 Posteriormente, el 22 de
julio de 1953, fue expedido el Reglamento de la Procuraduría de Asuntos

186 Artículos 39 , 49 }' 5'" del Reglamento de la Procuraduría de la Defensa del Tra-
bajo del Distrito :Federal.
187 Artículo 14, ¡dem,
188 Artículo 19 de Decreto mencionado en el texto.

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124 ESTUDIOS GENERALES

Agrarios, confonne al cual ésta quedó integrada por una Oficina Coordina-
dora dependiente directamente de la jefatura del Departamento Agrario y
por Procuradurías en cada una de las Delegaciones de dicho Departamento
en los Estados y Territorios Federales.
En el Reglamento Interior del Departamento de Asuntos Agrarios y eo.
Ionización las funciones de la Procuraduría de Asuntos Agrarios son atribui-
das a la Oficina de Procuración, dependiente de la Dirección General de
Inspección, Procuración y Quejas del Departamento de Asuntos Agrarios y
Colonización, el cual fue transformado en Secretaría de la Reforma Agraria,
por las reformas de 1974 (D.O. 31.XII-1974) a los artículos l~, 17 Y 18 de
la Ley de Secretarías y Departamentoo de Estado.
Para mayo de 1976, la Oficina de Procuración contaba con 12 dictamina-
dores en el Distrito Federal y 37 procuradores en el interior de la Repú-
blica, con un sueldo promedio de 3,000 pesos mensuales, según infonnes pro-
porcionados en la propia Oficina.

6.G) Otras entidades de asesm-amiento jurídico

Ya hemos aludido anteriormente [in!Ta 3.B) y 5.C) 1 a la Procuraduría Fe-


deral del Consumidor.. a la que corresponde, entre otras atribuciones, repre-
sentar a los consumidores ante autoridades jurisdiccionales, previo mandato
correspondiente, y proporcionarles asesoría gratuita, como 10 dispone el ar-
tículo 59, fracciones III y V de 'la Ley Federal de Protección al Consumidor
de 1975. Hasta ahora tenemos noticia de que este organismo ha asumido la
función de procurador en reducidos casos, aunque sí ha desempeñado en
mayor medida la de asesor.
Por otro lado, desde el año de 1972 ha venido funcionando en la Fa-
cultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México un Bu-
fete Jurídico G1-atuito, que presta servicios de asesoramiento y representa-
ción ante los tribunales, a personas de escasos recursos económicos. La direc-
ción del Bufete corresponde a un licenciado en derecho, profesor de la Facultad
de Derecho, el cual es auxiliado por un asesor, taInbién licenciado en dere-
cho, por un número variable de pasantes de derecho, que oscila entre 30 y
60. Los pasantes de derecho, que no perciben honorarios ni salario, asisten
y colaboran con el Bufete durante un periodo de seis meses, y de esta ma-
nera cumplen con el servicio social que se debe cubrir para poder obtener el
título. El servicio social se puede cumplir a través de otras actividades, por
]0 que la incorporación de los pasantes al Bufete es voluntaria.

18'9 Articulo 115, fracción V, del Reglamento Interior del Departamento de Asuntos
Agrarios y Colonización de II de noviembre de 1963 (D. O. 26-XI-1963)_

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ACCESO A LA JVSTICIA EN MÉxICO 125

El Bufete presta sus servicios en matelia civil -incluyendo la familiar-,


penal, laboral y administrativa. Para determinar a qué personas debe darse
el servicio, se realizan entrevistas con los interesados. El número de juicio'i
en los que interviene el Bufete es mucho maS reducido que el de aquellos en
que interviene la defensoría de oficio local. En el aí'io de 1975, los juicios pro-
movidos por el Bufete fue de 118, de acuerdo COIl los informes proci~
nados por dicha oficina.
En forma similar al Bufete de la Facultad de Derecho de la UNAM, des-
de 1973 han empezado a funcionar bufetes juridicos gratuitos en cada una de
las dieciséis delegaciones del Departamento del. Distrito Fcdel"Gl, como lo
prevé la fracción VIII del artículo 37 de la Ley Orgánica del Departamento
citado. Al parecer, los servicios de estos bufetes han sido utilizados cada vez
con mayor frecuencia.
Por último, desde ]974 viene funcionando la Procuraduría de la Defensa
del l1,,[enor, bajo la dependencia administrativa del organismo público que
entonces de denominaba Instituto N acional de Protección a la Infancia y
que a partir de enero de 1976, se transformó en el Instituto :Mexicano para la
Infancia y la Familia; el cual, finalmente, por decreto de lO de enero de 1977
(D.O. 13-1-1977) se convirtió, al fusionarse con la Institución l\[exicana de
Asistencia a la Niñez, en el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral
de la Familia_ A la Procuraduría de la Defensa del Menor, integrada por un
jefe de procuradores, dos subjefes de procuradores y los abogados procura-
dores. pasantes y trabajadoreS! sociales que autorice el presupuesto, corespn~
de, de acuerdo con la fracción IX del artículo 2' del citado decreto de 10 de
enero de 1977, "prestar organizada y permanentemente servicios de asistencia
jurídica a los menores y a las familias, para la atención de los asuntos com-
patibles con el Sistema". La Procuraduría asesora jurídicamente a los meno-
res y a la familia y los patrocina especialmente en asuntos de ca.rácter civil
y familiar.
Debido a la poca difusión que ha tenido esta entidad, el alcance de sus
servicios aun es limitado. No obstante, ya en el año de 1975 pudo prestar
34,614 consultas. Sus senricios, de carácter gratuito, los presta, en forma sÍIni~
lar a como ocurre con la defensoría de oficio, a personas que estén impo-
sibilitadas de retribuir un abogado particular, debiendo dar preferencia a la!.
provenientes de las clases obrera y campesina.l90

190 Cfr. López Nava, Riuudo, Función que deumpeiuz d organismo administrativo
denomjnad.o Procuraduría de la Detellsa del Menor (Tesis), México, UNAM, 1977, pp.
130-156.

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IV

SISTEMAS JURíDICOS Y POLíTICOS,


PROCESO Y SOCIEDAD"

SUMARIO: 1. Planteamiento y delimitación del tema. 2. Los sistemas jurí-


dicos contemporáneos. a) El sistema jurídico del civil law. b) El sistema
jurldico del common law. e) El sistema jurldico socialista. 3. Los sistemas
procesales. a) El sistema procesal del civil law. b) El sistema procesal del
<:ammon law. e) El sistema procesal socialista. d) Tendencias comunes. 4.
Política y proceso. a) Constituci6n y proceso. b) Sistema politico y proceso.
5. Proceso y sociedad.

l. Planteamiento y delimitación del tema

En nuestro país, el estudio del proceso se ha desarrollado, las más de las ve·
ces, en dos vertientes principales. Por una parte, cuando se le ha enfocado
desde el punto de vista de la te01-ía general del pTOceso, el examen se ha
centrado esencialmente en "los conceptos. instituciones y principios que son
comunes a las distintas ramas del enjuiciamiento".! Por otra parte. cuando
se le ha considerado desde el ángulo de cada disciplina procesal especial, se
ha enfatizado fundamentalmente la regulación de las respectivas leyes proce-
sales y orgánicas, con apoyo en la doctrina, aunque con descuido, en ocasio-
nes. de la jurisprudencia.2 Estas dos direcciones, con frecuencia paralelas y

'" Publicado en Boletin l\Jcxicano de Derecho Comparado, núm. 33, septiembre-diciem-


lm~ de 1978, pp. 331-369.
1 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, h'iceto, "La teoría general del proceso y la enseñanza
del derecho procesar', en Revista Iberoamericana de Derecho Procesal, Madrid, núm_ 1 de
1968, p. 11; este trabajo ha sido puhlicado tambiLTI en la compilación del mismo autor,
Estudios de teoria general e historia del proceso (1945-1972), t. I, UNAM, México, 1974,
p.533.
2 Con razón advierte Fix-Zamudio que "tradicionalmente se ha descuidado el estudio
sistcmátiro de la jurispntdencia por los profesores que pertenecen, como los latinoame-
ricanos, a la tradición romano· canónica, en contradicción con los estudios que se efectúan
en los países angloamericanos, que siempre han otorgado una importancia capital al exa-
men de los fallos de los tribunales ... " Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, ·'Docencia en las facul-
tades de derecho", en E1lScilal1:::.a del "derecho y sociedad en Latinoamérica, México, Unión
de Universidades de América Latina, HYi5, p. SI. Resefía nuestra en Universidades, UDUAL,
México, núm. 67, enero-marzo de 1977, pp. 263-269. En algunos países del civil [aw~ como
en la República Federal de Alemania, ha habido una mayor preocupación por la juris-
pruocncia y ('"n las obras dl~ texto)" de consulta :.ue1cn ser mencionados con frecuencia

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128 ESTUDIOS GENERALES

convergentes, orientan en general la actividad teórica de los juristas en el sis·


tema del civil law, conocida coro dogmdtica jurldica.G
Sin dejar de reconocer el mérito y la utilidad de los estudios exclusiva-
mente jurídicos -conceptuales o analíticos de las normas vigentes- sobre el
proceso, consideramos que es necesario atender otros aspectos de éste,4 par-
ticularmente los concernientes a sus relaciones con el ordenamiento jurídicv
general, el sistema político y, más ampliamente, la sociedad. Plantear, y más
exactamente replantear, estas relaciones y subrayar la necesidad de profun-
dizar el estudio de ellas son los objetivos de este trabajo.
Es claro que el proceso no es una simple abstracción, ni una entidad in-
temporal o ahistórica, sin dimensiones concretas. El proceso es, además de
un insu'umento jurídico, un fenómeno social sobre el que influyen, nece-
sariamente. las condiciones sociales. económicas, políticas y culturales del
contexto concreto en el que se '.produce_ Y en un mundo en el que las rela-
ciones sociales y económicas se hacen cada vez más complejas. es evid~t
que el proceso es. como lo expresa acertadamente Cappelletti, un "fenómeno
social de masas". 1) Por esta razón. hemos considerado conveniente insistir so-
bre sus aspectos poHtico y social.

2. Los sistemas jurídicos contempm-áneos

Si consideramos que, desde un ángulo jurídico, el proceso no es sino un


instrumento del Estado para tratar de solucionar conflictos de trascendencia

los fallos de los tribunales. En México también, aunque de manera excepcional. algunos
autores han procurado analizar sistemáticamente la jurisprudencia. En este sentido. el.
libro de Mario de la Cueva, Derecho mexicano del trabajo, publicaua en dos tomos, Ed.
Porrúa, México, 1969, reimpresión de la 9~ ed .. es un excelente ejemplo a seguir.
8 Un profundo y sistemátiro análisis ue la actividad teórica que realizan los juristas
al tratar de describir e interpretar las normas vigentes en el sistema del civil law, puede
verse en Nino, Carlos Santiago, ConsideraciO'tles sobre la dogmática jurldica (con refe-
rencia particular a la dogmática penal), UNAM, México, 1974. Resefia nuestra en Revista
Mexicana de Prevención y Readaptación Social, mím. 16, enero-febrero·marzo de 1975,
pp. 182·185.
4 Kisch ronsideraba, seb'Ún afirma Alcalá-Zamora, que el proceso podía "ser enfocado
en cinro direcciones distintas: jurídica, ética, politica, técnica y social". Cfr., Alcalá-Za-
mora y Castillo, Niceto, "Causas y efectos sociales del det"e(:ho procesal (civil y penal) ",
en Estudios ... , cit. supra nota 1, t. II, p. 139.
5 "El primer punto -escribe Cappelletti- que debe tenerse presenle cuando se con·
sidera el fenómeno procesal es que éste representa hoy un verdadero y propio fenómeno
social de masa. Hay todavía, lamentablemente, muchos procesalistas que no parecen haberse
dado cuenta de este hecho: su tiempo y sus energías son gastadas en el examen de pro-
blemas abstractos dogmáticos, que pueden servir para llenar libros pero no para rom-
prender y mejorar el fenómeno social del proceso". Cfr. Cappclletni, Mauro, "EI proceso
como fenómeno social de masa", en Proceso, ideolog{a, sociedad, trad. de Santiago Sentís
Melendo y Tomás A. Banzbaf, EJEA. Buenos Aires, 1974, p. UH.

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SISTI-:l\fAS JURÍDICOS Y POLÍTICOS 129

jurídica. y como tal un medio para hacer efectivo el derecho vigente.6 no


podemos dejar de reconocer que este ultimo influye y condiciona la estruc-
tura y el desarrollo del proceso. Por este motivo, antes de exponer un breye
panorama de los sistemas procesales, estimamos útil repasar en sus grandes
líneas las familias o sistemas jurídicos contemporáneos que en el derecho
comparado son generalmente reconocidos.
Uno de los primeros intentos significativos por elaborar una tipología de
los sistemas jurídicos fue el de Grisoli. quien señalaba los siguientes: 1) las
codificaciones de tipo romano (civil law con códigos latinos y germánicos);
2) el sistema escandinavo; 3) el cmnmon law; 4) los sistemas religiosos (de-
rechos canónico, musulmán e hindú), y 5) los sistemas socialistas.!
Pero seguramente la tipología ¡nás difundida actualmente es la elabora-
da por el conocido comparatista francés René David_ Este autor considera
más adecuada la expresión "familia jurídica" que sistema de derecho, porque
estima que esta últilna se utiliza más bien para designar el conjunto de nor~
mas que integran un derecho naciona1. 8 Sin embargo, si para éste se reserva
la expresión ordenamiento o derecho -en su sentido objetivo- no yemas
inconveniente en emplear la palabra sistema, en el sentido precisamente en
que René David concibe las "familias jurídicas".ll
El comparatista francés considera tres grupos principales de derechos na-
cionales: 1) la familia romano germánica (o del ci1!il law); 2) la familia

(; Cfr. Akalá-Zanwra y ('astillo. Niceto. Proceso, autocomposicióll y autodeft.,¡sa. (COII-


tribución al estudio de los fines dd proc~s), UNAl\I. México. 1970 (2a. oo.). pp. 16-18.
Para subrayar el carácter instrumental del proceso podemos señalar que Fix-Zamudio om-
sidera al derecho procesal como una parte que integra, junto con el derecho procedimental,
lo que denomina "derecho instrumenta!", para distinguirlo del derecho material o sustan-
cial. Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, El juicio de amparo, Ed. Porrúa, México, 1964, pp. 9-12.
Cappelleti sostiene: "Hay que tener presente que el proceso, lejos de ser un fin en sí
mismo, no es otra cosa que un instrumento: es el instrumento escogitado al objeto de com-
poner la litis garantizando la efecti,·idad ... del derecho sustancial". Cfr. Cappelletti, l\fau-
ro, El proceso civil en el derecho comparado: Las g'randcs tendencias evolutivas, trad. d(~
Santiago Sentís Me1endo, EJEA, Buenos Aires. 1973, p. 17. Resetia nuestra en Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, número 20, mayo-agosto de 1974, pp. 188-193.
7 CfL Biscarctti Di Ruffia, Paolo, Introducción al derecho COnstitucional comparado,
trad. de Héctor Fix-Zamudio, Fondo de Cultura Económica, México, 1975. p. 28.
8 "Se llaman generalmente sistemas de derecho -sostiene el comparatista francés- aquc-
1I0s tipos a los que resulta posible reducir los derechos existentes pero no nos parece
acertada dicha expresión, porque sistema de Derecho es la expresión que nos sine, al
margen de toda comparación, para designar el conjunto de ramas que, en un país dado.
se combinan para formar el Derecho nacional. Una nomenclatura menos empleada. pero
más adecuada a nuestro juicio, es la de familias jurídicas". 'Cfr. David, René, Los grandes
sistemas juridicos contemporáneos, trad. de la 2<) oo. francesa (1967) por Pedro Bravo
Gala, Ed. AguiJar, Madrid, 1973 (II!- reimpnsión), pp. 10 Y 11.
!) Cfr. Idem., pp. 11-1.:1,. La. misma obra se puede (."Ollsultar en <:1 i{lioma original, eH

su edición más reciente: Les gramLs s)'sthnes de droit cOlltemporain-\, Dalloz, Paris, 197~
(7' cd.), pp. 19-23.
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130 ESTUDIOS GENERALES

del common law, y 3) la familia de los derechos socialistas,'O A destacar, de


manera breve, algunas de las principales características de cada una de es~a
familias, siguiendo en buena medida a René David, dedicaremos las siguien-
tes líneas.

a) El sistema jurídico del civil law

U na de las características primordiales del sistema del civil law consiste


en que su base histórica común se encuentra, precisamente, en el derecho
romano) si bien ha recibido también la influencia de los derechos canóniqo
y germánico medievales. Entre los métodos de creación normativa, se consi-
dera como primordial el legislativo, por lo que se asigna un lugar preponde-
rante a la ley, entre las "fuentes del derecho" ,11 En la producción legislativa
de este sistema ha influido, de manera considerable, la codificación napa--
leónica.
La ciencia jurídica característica del sistema del civil law es la denomi-
nada dogmática jurídica) cuya tarea fundamental es la "descripción", inter-
pretación e incluso la integración de las normas jurídicas, particularmente
las generales, las leyes,"" A la dogmática jurídica regnlarmente no le ha preo-
cupado la administración y aplicación de dichas normas, A pesar de los des-
arrollos recientes del derecho público y del denominado derecho social, _el
"centro por excelencia de la ciencia jurídica" continúa siendo el derecho civil.
En este sentjdo, es significativo que los juristas angloamericanos designen el
sistema romano germánico COn la expresión civil law} aunque con ésta se
refieran a la totalidad del sistema y no sólo a 10 que nosotros entendemos
por derecho civil, en sentido estricto, por 10 que no podría hacerse una
traducción literal de aquella expresión,"
Debemos agregar, además, que los ordenamientos del sistema del civil law
corresponden, regularmente, a países con economía de me1·cado.

10 Cfr. David, op. cit. supra nota 9, pp. 21-23 Y 27.


11 Sobre el ooncepto de "fuentes del derecho", puede verse el interesante trabajo de
Flores Garda, Fernando, "Las fuentes del derecho", en Revista de la Fawlt~ de Derecho
de México~ números 87·88, julio.diciembre de 1972, pp. 481·514.
12 Nino, op. cit. sufrt'a nota 3, pp. 77-80, analiza las dos funciones básicas de las Leo·
rías dogmáticas: la "explicativa" que pretende deducir reglas del sistema positivo, aunque
tal deducción no tiene un carácter meramente di;scrptJO~ como se piEnsa generalmente,
sino normliv~ si bien no se presenta a&Í de manera explícita sino en forma encubierta
("esta forma de presentación sirve muy bien para la conservación, en los hechos sino en
las creencias, de la ideología básica de la dogmática: la aceptación no críliica del orden
jurídico tal como fue sancionado por el legislador"); la otra función, que dehomina "le·
gislativa", permite la interferencia de reglas y principios no incluidos en el sistema del
legislador.
13 Cfr. Merryman, John Henry, La tradición jurídica romano·canónica, trad. de Carlos
Sierra, Fondo de Cultura Económica, México, 1971, p. 23.
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SISTEMAS JURÍDICOS Y POLÍTICOS 131

Este sistema, originado inicialmente en la Europa continental -por lo


que también se le conoce como "continental europeo"-, se ha difundido a
otros países y continentes o subcontinentes, como es el caso de América Lati-
na, aunque ha sido recibido y asimilado con las modificaciones y adecuacio-
nes impuestas por las circunstancias propias de cada país.

h) El sistema jurídico del COffimon law

Los orígenes del sistema del common law se encuentran vinculados a la


extensión y afirmación del poder real en InglatelTa. durante la baja Edad
:\fedia. El comman law fue, entonces, el derecho común a toda Inglaterra,
aplicado por los tribunales reales de justicia, a diferencia de las costumbres
locales aplicadas por los demás tribunales locales o de competencia especia-
lizada. 14 "El comman law -ha escrito René David- es un sistema luarcado
profundamente por su historia, y esta historia es exclusivamente, hasta el si-
glo XVIII, la historia del Derecho Inglés"_'.
En el sistema del comman law .. de manera diferente a lo que ha ocurri-
do en el primer sistema mencionado, el derecho ha sido elaborado básica-
mente por los jueces: judge made law, según la clásica expresión. "La norma
jurídica del common law -afirma René David- menos abstracta que ]a nor-
ma de derecho de la familia romano-germánica, es una nonna que procura
dar solución a un proceso, no fonnular una regla general de conducta para
el fnturo".16
En la ciencia jurídica del sistema common law, la doctrina de los roma-
nistas, fundada sobre el derecho civil, ha tenido un papel secundario. En
aquélla ha habido una preocupación más marcada por la administración de
,i usticia, el procedimiento, la prueba y la ejecución de las sentencias. Los
juristas del common law utilizan diferente vocabulario, concepto y divs~
Hes a los del civil law. La enseñanza del derecho es también muy diferente,
ya que se basa, en muy buena medida, en el cases method, radicalmente di-
ferente del método deductivo utilizado de manera preponderante en el siste-
ma del civil law. 17
El sistema del commoTl law, asentado originalmente en Inglaterra, ha tc-

Cfr. David, op. cit. sujlra nota 9, p. 324-.


ti
ldem, p. 317.
l ••
16 Idem, p. 24.
17 Para un examen completo de diferentes métodos y técnicas de enseñanza del derecho
en la época :lctual, cjr.J el volumen preparado por Eiscnmann, Charles, Les sciences so·
da/es dallS l'l'Jinseignement supérieur: Droit J UNESCO, París, 1972. Un interesante an;í·
his en nuestro idioma sobre los orígenes y desarrollo del cases method en Estados Uni·
do<;, puede verse en la clásica obra de Carlos, Eduardo B., Clínica juridica y ensC11an:a
lmirtica, EJEA. Buenos Aires, 1959. pp. 74-100.
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132 ESTUDIOS GENERALES

nido, de manera similar al civil. law difusión en otros países y continentes o


I

subcontinentes, debido, también, a los procesos de colonización. Asimismo,


esta recepción ha estado condicionada por las circunstancias particuIares de
cada lugar, que le han asignado determinadas características, como en el caso
del derecho norteamericano, o que han tenido como consecuencia que aque-
lla recepción sea sólo parcial, como ha ocurrido en el derecho de la India
o del Sudán.'8
Por último, como ha señalado René David, se debe aclarar que, a pesar
de las diferencias entre los sistemas del civil law y del common law, existen
entre ambos estrechas relaciones. Por una parte. hay una tendencia hacia la
aproximadón entre ambos sistemas: si bien el common law conserva su es-
tructura, diferente de la del civil law, en aquél el papel que desempefia la
ley se ha acrecentado, "los métodos empleados en los dos sistemas tienden
a acercarse y la norma jurídica sobre todo tiende cada vez más a ser conce-
bida de la misma manera que dentro de los países de la familia romano-ger-
mánica",19 Hay, además, derechos nacionales que se consideran mixtos por la
asimilación de características de ambos sistemas: tal es el caso de los der~
chos de Escocia, Israel, la Unión Sudafricana, la provincia de Quebec y Fi-
lipinas. En fin, como en ambas familias los países tienen economías de mer·
cado, sus derechos suelen ser designados por los juristas socialistas como "de-
rechos burgueses".

c) El sistema jurídico socialista

El sistema socialista es el de formación más reciente. Surge, como sistema


normativo, a partir del triunfo de la Revolución bolchevique de octubre de
1917 y se consolida con el establecimiento y desarrollo del Estado socialista
de la URSS, basado en la doctrina marxista·leninista. Este sistema también
se ha difundido, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, tanto
en el propio continente europeo como en el asiático, e incluso ya ha sido
asimilado en un país latinoamericano, como es el caso de Cuba.
Por regla, los derechos del sistema socialista, antes del surgimiento y des-
arrollo de éste, se encontraban integrados al civil law. En ellos persisten, por
este motivo, algunas de las características del sistema romano·germánico: "La
norma de derecho -afirma René David- es todavía considerada en eUos como
18 Cfr. David, op. cit. supra nota 9, p. 25. Entre la numerosa bibliografía sobre el
common lafIJ, podemos destacar las siguientes obras: Pound, Roscoe, El espíritu del "common
lafIJ", trad. de José Puig Brutau, Bosch Casa Editorial, Barcelona, s/f (probablemente
1954); Holm.es Jr., Oliver WendelI, The comman law, I.ittle Brown and Company. Boston,
J923 (464 oo.); Rabasa, ósear, El Derecho angloamericano, Fondo de Cultura Económica.
México, 1944; Cueto Rúa, Julio, El 'common lafIJ'~ La Ley, Buenos Aires, 1957.
19 Cfr. David, afr. cit. supra nota 9, p. 26.
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SISTEMAS JURÍDICOS Y POLÍTICOS 133

una norma general de conducta; las divisiones del derecho y la terminología


de los juristas continúan siendo, en muy buena medida, las producidas por la
ciencia jurídica edificada sobre la base del derecho romano por obra de las
llnivcrsidades europeas." 2()
En sistema socialista se asigna al derecho una función esencialmente trans-
f01"madora que debe culminar con la extinción misma del derecho y del Es-
J

tado, al menos como son entendidos éstos actualmente. La creación de las


normas jurídicas generales es atribuida en forma exclusiva a órganos legisla-
tivos -soviets o asambleas del poder popular-, considerados como la expre-
sión de la voluntad popular, los cuales son ocientados por los partidos co-
munistas.
Con el objeto de establecer y desarrollar una nueva estructura económi-
ca, preocupación central de los derechos socialistas, en éstos se ha procurado
socializar o colectivizar la propiedad de los medios de producción, sin abolir
la propiedad privada sobre los bienes de uso personal o familiar, Es claro
que esta orientación ha tenido que producir una reducción del derecho pri-
yado y una ampliación del público_
Dentro del sistema socialista, René David distingue" dos sectores: por una
parte, el de los derechos de las repúblicas socialistas o populares de Europa
(con mayor influencia del civil law); y, por otra parte, el sector de los dere-
dIOS de las repúblicas populares de Asia (con influencia de los principios de
la civilización oriental) .21 Dentro del primer sector, el derecho que segura-
mente ha sido más estudiado es el soviético. 22
Como signo común. en todos los países cuyos derechos corresponden al
sistema socialista, encontramos una economía Planificada o socialista.
Esta tipología de los sistemas jurídicos es, seguramente, la más difundida
y aceptada actualmente. Dentro de ellos, o siguiendo algunas de sus princi-
pales características, es posible ubicar todos los ordenamientos nacionales.23

20 ]IJidem.
21 [dem, p. 27.
22 También ha sido obeto de una considerable bibliografía el ordenamiento jurídico
so\"iético, producida por juristas. tanto de dentro como de fuera de la URSS. Entre otros,
podemos mencionar los siguientes: Hazard, Joho N. y Shapiro, Issac, The soviet legal
sytem~ Parker School of Fúreing and Comparative Law, Columbia University New York,
Occana Publication, Nep York, 1962: Grzyboyski, Kazimiers, Savict legal instilutions, The
l~niversty of Midligan Press, Michigan, 1962: Bellon, Jacques, Le droit saviétque~ Presses
UniveI"sitaires de France, París, 1963; Santa Pinter, José Julio, Sistema de derecho sO'/Jiético,
Roque de Palma Editor, Buenos Aires, 1957: Academia de Ciencias de la URSS, Funda·
mentos de qerecho sovielicO, Ediciones en Lenguas Extranjeras, MosclÍ, 1962; y sobre los
ordenamientos de los países socialistas europeos, puede verse la colección editada por Szir-
mai, Z., Law in Eastern Europe, Vniversity of Leyden, urden, cuyo primer número se
publicó desde 1958.
~ Cfr. David, ojJ. cito supra nota 9, pp" 27·31.

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134 ESTUDIOS GENERALES

Merryman, quien en términos generales acepta esta tipología, prefiere ha-


blar de tradiciones más que de "sistemas jurídicos"_24

3. Los sistemas procesales

Lo que se designa como sistema procesal no es, en rigor, sino un subsiste-


ma, una parte, la parte instrumental de cada uno de los tres grandes sistemas
jurídicos mencionados. Son los sistemas de enjuiciamiento que, por su carác-
ter instrumental que ya hemos destacado anteriormente.25 se encuentran ubi-
cados dentro de, y condicionados por, los grandes sistemas jurídicos esboza-
dos. Aquí aludiremos particularmente a los sistemas de enjuiciamiento civil.
Quizá uno de los primeros intentos por formular una tipología de los
sistemas procesales, haya sido el realizado por Couture. De acuerdo con ese
autor -que fue y es, sin duda, uno de los más lúcidos procesalistas de nues-
tro tiempo-, los derechos procesales nacionales eran susceptibles de sistema-
tizarse en tres grandes grUp05: 1) los sistemas orientales, entre los que ubi-
caba los sistemas chino, hindú, y musulmán, y a los que caracterizaba como
sistemas estáticos y tradicionales; 2) el sistema soviético, al que consideraba
como un sistema que mezcla elementos de los sistemas orientales (carácter
inmemorial y aun religioso de ciertas soluciones) y del "romano occidental"
(la codificación) y al que distinguía de este último sobre todo por "la insó-
lita extensión de los poderes del juez soviético", y 3) el Stistema romano oc-
cidental, surgido de la fusión de los procesos romano y gennánico y rami-
, ficado en cinco grandes grupos: el hispano-americano, el luso-brasileño, el
francés e italiano, el angloamericano y el austro-alemán. 26
Actualmente, sin embargo, los sistemas procesales son agrupados de acuer-
do con la misma tipología que René David utiliza en relación a los sistemas
jurídicos en general. De esta manera, los ordenamientos procesales se suelen
agrupar en tres grandes sistemas: el del civil law, el del common law y el

24 Mcrryman, John Henry, op. cit. supra nota 13, pp, 13·15. Es mteresante el enfoque
de Merryma.n: "Una tradición jurídica, como el término 10 indica, no es un conjunto de
normas jurídicas acerca de contratos. de asociaciones y delitos, aunque tales normas serán
casi siempre en cierto sentido un reflejo de esa tradición, Son más bien un conjunto de
actitudes profundamente arraigadas y condicionadas históricamente acerca de la naturaleL1.
de la función del derecho en la sociedad y en la forma de gobierno, acerca de la organización
y operación apropiadas de un sistema jurídico y acerca del modo como el derecho debe
crearse, aplicarse, estudiarse. perfeccionarse y enseñarse. La tradición jurídica relaciona el
sistema jurídico con la cultura de la cual es una expresión parcial. Coloca al sistema
jurídico dentro del ámbito cultural",
2ri Vid. sutn-a núm, 1 y nota 6.
26 ell', Couture, Eduardo J., Fundamentos del derecho procesal civil, Ediciones Dcpal-
Ola, Buenos Aires, 1974 (reimpresión de la 3~ oo.), pp. 14-22.

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SISTEMAS JURÍDICOS Y poLÍTICOS 135

socialista. 2 'l En forma similar a como lo hicimos al tratar los sistemas jurídi-
cos en general, esbozaremos en seguida algunas de las características de estos
tres grandes sistemas procesales.

a) El sistema procesal del civil law

Este sistema es susceptible de ser dividido, al menos por lo que concier-


ne al proceso civil, en dos sectores: por una parte, el de los países europeos
con exclusión de España; y por la otra, el español y de los países latinoame-
ricanos. 28 Nos referiremos dentro de este inciso a cada uno de estos dos sectores
en forma sucesiva.
a') El sector del civil law europeo se encuentra dominado aún por el
principio dispositivo) si bien ya no en la concepción tradicional que conver-
tía al proceso en una "obra exclusiva de las partes" y al juez en un mero cs-
pectador que vigilaba sólo el cumplimiento de las reglas formales del juego,"'
Ahora aquél es entendido como el principio que pennite a las partes dispo-
ner del derecho material controvertido en el proceso, de la iniciación de éste,
y de los actos procesales, así como fijar el objeto del proceso (thema deciden-
dum) y el objeto de la prueba (thenza probandum), de manera que el juez
quede vinculado a resolver exclusivamente conforme a lo "alegado y proba-
o por las partes" (secllndum allegata et proba la a fJa1,tibus); 3. pero el im-
pulso y el desarrollo del proceso y la obtención del material probatorio ya
no quedan confiados únicamente a la voluntad de las partes, sino que co-
rresponden también al juzgador, por lo que éste asume el papel de juez di-
Tecta". -para emplear la acertada tenninología de AlcaU.-Zamora-31 y queda

:!7 Entre otros, cfr. CappcIktti, Mauro op. cit. supra nota 6; Dcuti, \'iu.orio. "La
t'\"oluci6n del derecho probatorio en los procesos civiles contemporáneos", trad. de Niccto
Alcalá-Zamora y Castillo, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado y mimo scpticmhre- t,
diciembre de 1969, pp. 543-583, especialmente las notas 1 y 2; y Vésco\"i, Enrique. Derecho
procesal civil, t. 1, 'Ediciones Idea, Montevideo, 1974, pp. 120-139.
2R Cfr. VésC()\!i, op. cit., p. 120. Acerca del proceso civil lallmoamericallo puede "crsc
del propio Enrique Véscovi, Elementos para una teoría general del proceso civil latinoal!w-
riwno, UNAM, México, 1978.
:ro El proceso era, según una célebre cxpre~ión, l'oC1LVre des partics nja!i.lce cC11l1radic·
toirement: cfr. Dent, op. cit. supra nota 27, p. 552. Radbruch explicaba que el "princi.
pio de negociación" (dispositivo) convertía al prO'ceso en un "libre juegO' de fuerzas entre
la~ partes contendientes, como si lO's litigantes fucsen dos jugadores de a jedrcz dc fuerzas
equilibradas, dos adversarios ingeniosos, guiados por un egO'ísmo bien entendido, situados
ambos en un plano de igualdad y que no necesitan para nada (k la ayuda del juez". Cfr.
Radhruch, Gustav. 11llro(]llcción a la filosofía del de1'cc1w, Fondo de Cultura F.conúmi·
eJ.. Méxiro, 1965 (3'" ed.), pp, 158 Y 159.
3tl Cf¡'. Véscod, op. cit. supra nota 27, pp. 70-74.
31 Acerca de la distinción entre "juez espectador", "juez dictadur" y "juCi'l din:ctol"",
puede verse Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Uibcralismo y autoritarismo en el proce'\o·',
en Estudios ... cit. sU/Jm nota 1, pp. 280-287.

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136 ESTUDIOS GENERALES

facultado, y en ocasiones ohligado, a recahar los elementos prohatorios nece-


sarios para poder resolver acerca de las pretensiones litigosas sometidas a
proceso.32
Otro rasgo que caracteriza el sistema procesal del civil law europeo es el
dominio progresivo del p,-inciPio de la m-alidad, en sustitución de la forma
predominantemente escrita que marcó los procesos europeos hasta el siglo XIX.
El principio de la oralidad, al menos tal como ha sido entendido en el civil
law europeo, no se ha limitado a invertir simplemente la fanna predominan-
te del procedimiento, de manera que prevalezca la expresión verbal sobre la
escrita -sin que esto implique la supresión de la documentación de los actos
procesales-; sino que ha procurado, además, lograr la inmediación -o rela-
ción directa y personal entre los sujetos del proceso-, la concentración del
debate procesal en una o pocas audiencias, la libre valorización razonada de
las pruebas por el juzgador, la extensión de las facultades de dirección ju-
dicial del debate, y, en fin, la rapidez en el desarrollo del proceso_'"
Los ordenamientos procesales del civil law europeo que iniciaron y pro-
fundizaron este movimiento hacia la oralidad fueron, como lo ha puntuali-
zado Cappelletti, los códigos procesales civiles de Hannover de 1850, elabora-
do por Gerhal Adolf Wilhelm Leonhardt; de Alemania de 1877, vigente
desde 1879, y sobre todo de Austria de 1895, en vigor desde 1898, y ohra
del destacado procesalista Franz KIein. Este último código procesal es el que
mayor influencia ha tenido en los ordenamientos de los países europeos de
nuestro siglo.34
En el sistema de la oralidad el momento ceutral del proceso viene a ser
la audiencia, y en ella, como en todo el proceso, corresponde al juzgador un
papel relevante, que s6lo puede ser desempeñado por jueces de gran prepa-
ración, inteligencia y honradez. Así lo ha señalado, con acierto y precisión.
Cappelletti:

El moderno "sistema de la oralidad" en el cual las partes, los defensores


y los testigos hablan, más que escriben, al juez en la audiencia pública, y
en el cual, por tanto, la audiencia viene a constituir el momento más
importante (y también el más dramático) del proceso, presupone, como
ha escrito un agudo jurista austríaco (Gustav Demelius)a fines del siglo
último, un magnus Judex; un "gran" juez o por lo menos un juez hábil,
inteligente. sobre todo honesto.al;

e2 Denti escribe: "Además de la posibilidad de contacto inmediato con las partes (obli-
gadas de varias maneras a someterse a la inquisición judicial), el aumento en los poderes
del juzgador se ha manifestado con la atrfibución de iniciativa directa para la deducción de
la prueba y la adquisición de los medios probatorios": op. cit., nota <¿J, pp. 557·558.
33 Cfr. Capelleti, Mauro, "Aspeclos sociales y políticos del procedimiento civil", en
op. cit. supra nota 5, p. 43.
34 Idem, pp. 43-45; y también del mismo autor, op. cit, sujJra, nota 6. pp. 52-55.
ilü Cfr. Cappelletti, op. cit. supra nota 6, p. 51.

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SISTE:.\L\S JURÍDICOS y poLÍTICOS 137

Regularmente, la audiencia oral es precedida de Ulla fase instructoria o


preparatoria, en la cual las partes formulan sus escritos introductorios con
objeto de precisar los términos de hecho y de derecho de\! litigio sometido
a proceso.3G En este sentido debe destacarse la introducción en la Ordenanza
proces.al civil austríaca de la audiencia preliminar, entre cuyos objetivos se
pueden mencionar la conciliación de las pretensiones litigiosas, la depura-
ción de las condiciones necesarias para la válida constitución de la relación
procesal y la fijación de los puntos específicos del debate."
b') A diferencia del sector europeo del sistema procesal del civil law,
el sector español y latinoamericano muestra, todavía, un considerable atraso.
Si se repasan las características que Cappelletti atribuye a lo que denomina
"procedimiento común europeo", que surgió en los últimos siglos de la Edad
~Iedia y perduró hasta el siglo pasado, es posible encontrar una gran apro-
ximación, cuando no identidad, entre aquéllas y las que se asignan al pro-
ceso civil español y latinoamericano actual.
De acuerdo con Cappelletti, las características generales del procedimien-
to común europeo fueron las siguientes: 1) un predominio absoluto de la
c''icritura; 2) carencia de inmediación entre los sujetos procesales; 3) apre-
ciación de la prueba conforme al sistema legal o tasado; 4) desarrollo frag-
mentario y discontinuo del procedimiento, y 5) la enorme duración de los
jH'OCesos.38
Es claro que todas estas características, casi todas ellas superadas en el civil
law europeo, todavía marcan, en mayor o en menor medida, el proceso civil
en España y en América Latina, excluyendo de esta última, desde luego. a
Brasil, Puerto Rico y Cuba. Al primero porque, con sus Códigos procesales
de 1939 y 1973, cuenta con un proceso civil más moderno.3D A Puerto Rico
porque, por su situación política, debe ser ubicada dentro del common lau}.
y a Cuba porque. a causa de su diferente estructura económica y organiza-
ción política, debe ser considerada dentro del sistema socialista. Fuera de
estos tres países, en América Latina, en términos generales, el proceso civil
continúa siendo, por la considerable influencia de la Ley de Enjuiciamiento
Civil española de 1855, reformada en 1881, de carácter predominantemente
escrito, lento, desarrollado a través de etapas separadas y preclusivas, con ca-
rencia de inmediación entre el juez, las partes y los terceros, con apreciación
preponderantemente tasada de las pruebas, y afectado por un complicado

:a; Idem, pp. 56-5i.


::7 Cfr. Véscovri, 01'. dt. sl/lml Ilota 27, pp. 126·127.
¡IS Cfr. Cappelletti, 01). cit. sul,ra nota 33, pp. 35·45.
:;~. Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Nkcto, "El nuevo código procesal civil brasileño" en
Revista de Derecho Procesal Iberoamericana, núm. 2 de ,1974, pp. 455·487; publicado tamo
bién ('n Gaceta Informativa de ¡,egisfaciún y .J1lrispudenca~ núm. 10, abril-junio de 1974,
F:'\.\M. México, pp. 267-298.

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138 ESTUDIOS GENERALES

sistema de impugnaciones e incidentes y por un número considerable de pro-


cedimientos especiales.40
En España y América Latina, además, el principio dispositivo todavía es
entendido, por regla, en su significado tradicional, sin que se haya produci-
do el cambio, caracterizado por Cappelletti como tendencia a la "publiciza-
ción" del proceso civil, que ha permitido al juzgador europeo convertirse en
el director del proceso e impulsar su desarrollo. 41 En nuestra región, salvo
algunas excepciones,42 el principio dispositivo aún sigue siendo entendido
de manera que tanto el derecho material controvertido, como el proceso
nlismo -incluyendo la actividad del juzgador- quedan a la disposición casi
absoluta de la voluntad de las partes .•3
Sin abandonar la tradición española, algunos ordenamientos relativamen-
te recientes han tratado de superar o atenuar alguna o algunas de las carac-
terísticas mencionadas. En este sentido, se pueden lnencionar el Código Pro~
cesal Civil y Mercantil de Guatemala, de I4 de septiembre de 1963," en
cuya elaboración participó destacadamente Mario Aguirre Godoy; el Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación Argentina, de 29 de septiembre de
1967," y el Código de Procedimiento Cívil de Colombia, de 6 de agosto
de 1970,'6 obra básicamente de Rernando Devis Echandía y Rernando Mo-
rales. En el terreno de los proyectos, sin duda destaca, por su estructura y con-
40 Cfr. Véscovi, Enrique, "Reforma al proceso civil en América Latina", en Revista de
la Escuela de Derecho de Durango, Universidad ]uárez del Est.ado de Durango, Durango,
núm. 3 enero-junio de 1976, pp, 54-57; Y más recientemente, del mismo autor, ElementOJ-
para una te07{a general del proceso civil latinoamericano, cit. supra nota 22, 12-23.
41 Cappelletti, op. cit. supra nota 6, pp. 60-64.
42 Por ejemplo, el artículo 125 del Código de Proceso de BrMil, de 1973, establece-
que el juez debe dirigir el proceso, para 10 cual le asigna las atribuciones de ast..'gllrar
a :las partes igualdad de tratamiento, velar por la rápida solución del litigio y prevenir o
reprimir cualquier acto contrario a "la dignidad de la Justicia". El segundo párrafo del
artículo 2" del Código de Procedimiento Civil de Colombia de- 1970, prescribe: "Con ex-
cepción de los casos expresaDllC'nte señalados en la ley, los jueces deben adelantar los pro-
cesos por sí mismos y son responsables de cualquier demora que ocurra en ellos, si ('S
ocasionada por negligencia suya". El artículo 37 del mismo ordenamiento, impone a Jos
jueces el deber de dirigir el proceso.
43 En México, por eJemplo, Becerra Bautista escribe que el principio dispositivo "se
enuncia diciendo que el ejercicio de la acción, su desarrollo a través del proceso, los limi-
tes mismos de la acción y la proPia actividad del juez} se regulan por la voluntad de lal
partes cOJJtendiente5". Cfr. El pmceso civil en México, México, Ed. Porrúa, 1970 (3~ ed.) ,
p.68.
44 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Nicelo, "El nuevo código pfO<.'CSa'l civil de Cuatemala"
en Boletín del Instituto de Derecho Comparado de Mexic()~ núm, ·52, enero-abril de El65,
pp. 155-192.
4., Cfr. Sentís Mdendo, Sanliago, "El nuevo código procesal civil y comercial de la
de la Nación Argentina", en Revista de Derecho Procesal Iberoamericana, Madrid, núm.
4 de 1969, pp. 957·995.
46 La explicación de los principios que orientaron este nuevo Código, puede verse en
De\'is Echandía, Hernando, Compendio de Derecho proce.wl. El proceso civil, t. lIJ', Ed~
ABe, Bogotá, 1972, pp. 1-I7.

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SISTEM:AS JURÍDICOS y poLÍTICOS 139

tenido, el de Couture de 1945, llamado con acierto par Sentís MeJendo el


"Proyecto de América".47
En la legislación procesal civil mexicana, es posible distinguir tres claras
tendencias:
1) La del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal, de 29
de agosto de 1932, cuya genealogía es ubicada en los códi¡:os de procedi.
mientas civiles del Distrito Federal de 15 de mayo de 1884 y de Puebla de
10 de septiembre de 1880, los cuales, a su vel~ tuvieron la influencia funda-
mental de la Ley de Enjuiciamiento Civil espal10la de 5 de octubre de 1855."
Esta tendencia, que ha proliferado en la mayoría de los códigos procesales
civiles de los Estados de la República, puede ser considerada la más directa
seguidora de la tradición de las leyes españolas de 1855 y 1881; Y aunque
en ella es posible advertir el incremento de las facultades legales del .juzga-
dor, particulannente en relación con la prueba,4'9 tales facultades rara vez
-por no decir nunca- son utilizadas, por lo que en la práctica predomina
de manera casi absoluta el principio dispositivo tradicional.
2) La tendencia de los códigos de procedimientos civiles de Guanajlla-
to, de 9 de enero de 1934, y de la Federación, de 31 de diciembre de 1942,
ambos obras del profesor Adolfo Maldonado, de factura muy superior al CÚ-
digo del Distrito de 1932, inspirados en la doctrina de Carnelutti y orienta·
dos, en mayor medida y con mejor técnica, hacia la oralidad y publicizaciún
del proceso. 50

47 Sentís Melendo, op. dt. sU/1ra nota 45. Acerca de este proyecto, puede verse, del pro-
pio Couture: Proyecto de código de procedimiento civil (con exl10sición de motivos), Ed.
Depalma, Buenos Aires, 1945; y "Líneas generales del proyecto código de procedimiento
civil", en La Ley, t. 41, cnero-[ebJero-m:Hzo de 1946, pp. 931-941; Y de Alcalá-Zamora y
Castillo, Niceto. "Influencia, en América, del proyecto Couture" en Revista de la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales, Montevideo, núm. 3, julio.septiembre de 1957, pp_ 729-76:';.
Una mayor información bibliográfica sobre el proyecto de Coutme, puede vcrsc en el
trabajo de Alcalá-Zamora citado en la nota 31, p. 250 (nota 15).
4S Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niccto, Examen en'lico del Código de t)TOcedimienl_os
civiles de Chihuahua, Universidad de Chihuahua, 1959, p. 3.
49 Cfr. Alcali-Zamora y Castillo, Niceto, "El papel del juez en la dirección del proceso
civil mexicano" en Comun.icaciones mc:dcanas al VI Congreso Internacional de Derecho
Comparado (Hamburgo, 1962), Instituto de Derecho Comparado, México, 1962, pp. 49--9ü,
partiiculannente pp. 86-91.
00 Es interesante recoger la opinión de Adolfo Maldonado en torno a los principios di~­
positivo e inquisitorio: "El proceso moderno atribuye, a las partes y al juez, iguales po-
deres respecto de la aportación de los elementos de convicción: las partes libremente pre-
sentarán las pruebas que les convengan (principio dispositivo), y el juez, en cuanto lo
estime nco..'Sario, dentro de los límites de la dü"puta, puede ordenar la repetición o am-
pliación de las pruebas aportadas por las partes, y ordenar, de oficio, b. pníctica de ot¡-a~
nuevas, con la única obligación de garantizar, a los litgan~!'., su igual posibilidad de dcfcll-
5a (principio inquisitivo). No hay, por consiguiente, prednminio de un pl'incipio sobre el
otro, sino un perfecto equilibrio entre ambos": Derecho procesal civil, México, Antigua
UibrerÍa Robredo, 1947, p. 263. Couturc llegó a considerar al Código I-'cderal de l)rocc-
dimientos Civiles mexicano como "el m,ís ilt(·n.~Lc de los nucyo<; Cúdig:os procesales de

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HO ESTUDIOS GENERALES

3) La tendencia del anteproyecto del Código de Procedimientos Civiles


del Distrito Federal, de 1948, el cual aunque no llegó a convertirse en dere-
cho positivo en esta entidad, sí fue tomado como modelo por los Códigos
de Procedimientos Civiles de los Estados de Sonora (1949), Morelos (1954)
y Zacatecas (1965). Este anteproyecto, elaborado por una comisión integrada
por Ernesto Santos Galindo, Luis Rubio Si liceo y José Castillo Larrañaga,
siguió en grandes líneas la estructura y el contenido del Código de 1932,
sólo que lo depuró y mejoró con algunas soluciones provenientes del Pro-
yecto de Couture y de la doctrina procesal italiana; conservó, sin embargo,
el carácter predominantemente escrito y dispositivo del proceso civil español. 1il
En fecha relativamente reciente -en 1973- fue elaborado por una comi·
sión presidida por Humberto Briseño Sierra, un anteproyecto de Código de
Procedimientos Civiles para el Estado de México, con el cual, según la expo-
sición de motivos, se pretendía, por una parte, sustituir el proceso escrito
"p4>T otro de dos audiencias" -la primera, de debates, para la discusión de
las cuestiones procesales y la fijación de la litis, y la segunda, "de fondo",
para la práctica de las pruebas y los alegatos y el pronunciamiento de la
sentencia-; y por otra parte, "la reestructuración de la organización judi-
cial", a través de la introducción de oficinas judiciales auxiliares que permi-
tieran al juzgador concentrar su acthidad en la dirección del proceso y el
pronunciamiento del fallo. 52 A pesar de las cuestiones objetables que contie-

Amc.:-rica": cfr. Couture, Eduardo, cit. supra nota 47, pp. 127 Y 128. A pesar de su no-
toria superioridad técnica, el Código }'ederal ha sido muy poco estudiado; la doctrina
procesal mexiatna se ha concentrado, en fonna casi exc1usim, en el Código dlstrital. Y
mientras el primero ha carecido de influencia en la legislación rcstatal, el segundo ha sido
el modelo de la mayoría de los ordenamientos estatales.
lH Sobre el anteproyecto de 1948, puede verse el "Curso colectivo acerca del antepro-
yecto de código procesal civil del Distrito Federal", en Revista de la Escuela Nacional de
1urisprudencia, núm.... 47-48, julio-diciembre de 1950, pp. 9·266. En el II Congreso Me-
xicano de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de Zacatecas (S-ll-VIll'-I966), uno de
los temas vcnó sobre el Código de Procedimientos Civiles de dicho Estado, basado en el
anteproyecto de 1948. Los trabajos sobre este tema pueden verse en la Revista de la Fa-
culta(l de Derecho de México, núm. 65, enero-marzo de 1967, pp. 27-7S. Asimismo, en el
IV Congreso Mexicano de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de Cuernavaca, Mo-
reJos (17-20-IV-I969), uno de los temas se refirió al Código de Procedimientos Civiles de
este último estado; los trabajos sobre el mismo, fueron publiatdos en la Revista de la Fa-
cultad de Derecho en México, míms. 77·78, enero-junio de 1970, pp. 19-54.
á2 Este anteproyecto, junto con otro de ley orgánica del poder judicial del Estado, fue
discutido en el VI Congreso Mexicano de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de To-
Iuca, Edo. de México (23·27-¡V.1974). Cfr. nuestro estudio: "Los anteproyectos de Código
de Procedimientos Civiles y de Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado de México", en
Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, UNAM, México, núm. lO, abril-junio
de 1974, pp. 241·252. La memoria del citado Congreso, que contiene los textos de los an-
teproyectos y las ponencias, se publicó en Revista Procesal,. Instituto Mexicano de Deredho
Procesal, México, núms. 3, 4, 5 Y 6 de 1974. Puede verse también: Briseño Sierra, Hum-
lJocrto. "Los anteproyectos de Código de Procedimientos Civiles y Ley O~nica del Poder
Judicial del Estado de México", en los míms. 4, 5 Y 6 de 1975, de la citada Revista Procesals
pp. 123·154.

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SISTEMAS JURÍDICOS Y poriTICOS 111

ne el anteproyecto de 1973, algunas de las cuales hemos señalado anterior-


mente,53 su elaboración constituye, sin duda, un estimable esfuerzo por su-
perar algunos de los graves defectos del proceso civil mexicano, Hasta la fe-
cha, sin embargo, dicho anteproyecto no ha llegado a convertirse en texto
positivo en ninguna entidad federativa.

b) El sistema procesal del common law

Este sistema se encuentra también dominado por el prinápio dispositivo,


a consecuencia de que en el derecho sustancial angloamericano también rige.
como en el del civil law, el principio de la libertad de estipulaciones o de
"autonomía de la voluntad", el cual influye en el proceso y se expresa a tra-
vés de dicho principio dispositivo.54 En el cmmrWll law este principio aún no
ha tenido la misma evolución que en el civil law europeo; en aquél, el pro-
ceso tiene un carácter más contradictorio e individualista, de manera que
en él "la función de las partes y de sus defensores asume un aspecto más
intuitivo y más dinámico: es una verdadera y propia lucha entre las partes
(y sus defensores), en la cual presumiblemente tiene gran importancia la
habilidad personal de las partes y sobre todo de los defensores",'"'
Un rasgo que caracteriza al sistema procesal del commo-n law es la inter-
vención de los jurados en los juicios civiles. Tal intervención se ha reducido
de modo considerable en Inglaterra, particularmente a partir de la regla in-
troducida en 1883, de acuerdo con la cual la audiencia -el tri al- debía
celebrarse ante un juez, a no ser que alguna de las partes solicitara la pre-
sencia del jurado. oo La intervención del jurado en Estados Unidos, en cam-
bio, todavía es frecuente en 105 procesos civiles.r;i'
El desarrollo del proceso es predominantemente oral y se conceatra en
dos fases o momentos principales: ]) la fase preliminar} o preparatoria, con
finalidades conciliatorias, de fijación del debate y de preparación de la au-
diencia final, que en Estados Unidos se denomina el pre-lrial y se desarro-

io3 En nuestro trabajo citado en la nota anterior.


;-04 A causa de la pasividad del juzgador y deL acth'o papel de fus partes, y más cxat:{;j·
mente. de sus abogados, en relación con la adquisición a la prueba. el sistema proc~al del
comrnOrl law es oonocido también como adversary sr~tem. No se trata, con todo, de 1111
modelo procesal definido suficientemcllte en forma unímca. Cfr. Tal'uf[o. Michc-le, "La
ricera dcIla vcrita nell ad,>crsary sistcm angloamericano" en Rivista di Diritto ProceHuall",
Padua, Italia, núm. 4, octubre-diciembre de 1977. pp. 596-634.
r.¡:; Cappelletti, op. cit. supra nota 6, p. 69.
üa Cfr. Jolowics, J. A.• "El procedimiento cidl en el COIIUllOIl law. ASpeclOS de su C\'o-
lución histórica en Inglaterra y los EstadO$ Unidos dwantc el siglo XX", trad. de Lucio
Cabrero Acevedo, en LXXXV afios de evolución jurídica en el nlwHlo, Y01. nI, Derecho
procesal, UNAM, Méx.i.oo, 1978, pp. 108 .
..1 ldem, p. 108·109.

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142 ESTUDIOS GJ.:NERALES

Ila ante el juez, y en Inglaterra se concentra en la summons far directions


llevada a cabo ante el mast"·, y 2) una audiencia final, el trial, en laJ cual,
en una sola sesión, se deben practicar las pruebas en forma pública, las par~
tes deben formular sus alegatos, el jurado -en su caso- debe emitir Su vere·
dicto y el juez su sentencia. 58
En materia probatoria, la evolución del common law no ha ido, como en
el civil law, de la valoración tasada a la libre apreciación, sino que la orien-
tación, para otorgar mayor libertad al juzgador, se ha dirigido hacia la su-
presión de las reglas limitadoras de la admisión de ciertas pruebas (exclu-
sionary rules y disqualifications), impuestas por la intervención de los ju-
rados. 59 Esta evolución ha permitido, además, la introducción "del instituto
de la dúctil y penetrante libre examina/ion de los testigos y de las partes in
open court, o sea según los cánones de la inmediación y de la oralidad ..... 60
Esta' orÍenttación ha desarrollado las técnicas de intf!frogatorio de los testigos
(onocidas como re~xaminto y cros~examint.61
En esta breve alusión al sistema procesal del common law debemos men-
cionar dos institutos que han tenido un amplio desarrollo recientemente: las
"elator actions y las class actions. Las primeras se han utilizado con mayor
frecuencia en Inglaterra y Australia y las segundas en los Estados Unidos.
A través de las relato,' actions (acciones de interés públicos) el attorney
general autoriza que una persona física o una asociación privada, en nombre
de aquél y ante su omisión, inicie e intervenga en procesos civiles en de-
fensa de intereses públicos o de la comunidad. Los efectos de la resolución
judicial buscada deben beneficiar a toda la colectividad y no sólo al actor
o relator suitor.62
En las class actions el actor no requiere de la autorización del attorney
general ni de ninguna otra entidad pública. En este caso el control de la
class action debe ser hecho por el juez, quien debe admitir aquella sólo si
considera que el actor realmente forma parte de una clase o grupo cuyo
interés es llevado a juicio, y que acciona efectivamente en interés de tal cla-
se, constituyendo un "adecuado representante", sin que sea necesario que
haya sido investido formalmente de tal representación. En caso de que se
admita la acción de clase o de grupo, los efectos de la resolución también se
extienden hacia todos los miembros de la clase o grupo. Estas acciones han

M ldem, pp. 107 Y 123-129.


ú9 Cfr. Cappelletti, op. cit. supra nota 6, pp. 96·98; Dcnti, op. cit. supra nota ?:l.
pp. 564-566.
60 Cappelletti, op. cit. supra nota 6, p. 115.
61 Un análisis crítico de la técnica de ]a cross·cxamination, puede verse en Taruffo,
9P. cit. supra nota 54, pp. 617·62"1.
62 Cfr. Cappelletti, Mauro, "Formazioni sociali e intcre~ di gruppo davanti alla
giustizia dvilc", en Rivista di Diritto Processuale, Padua Italia, núm. 3, julio-septiembre
de 1975, p. 381.
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SISTEMAS ] URÍmCOS y pOLÍTICOS H3

sido utilizadas para defender diversos derechos que rebasan el ámbito de los
intereses de un solo individuo, como es el caso de los civil ,-ights (derechos
a la no discriminación racial en materia de empleo, educación, vivienda), los
derechos concernientes al ambiente natural, los derechos de los consumi-
dores, etcétera. 63

e) PI sistema procesal socialista

En este sistema procesal, en virtud de las características señaladas al sis-


tema jurídico socialista, el principio dispositivo} tal como es entendido en el
civil law ha sufrido importantes modificaciones. o excepciones. Así, por ejem-
J

plo, en la Unión Soviética la accibn civil ejecutiva puede ser ejercida no


sólo por la parte interesada, sino también por la Prokuratura; la prescripción
puede ser tomada en cuenta de oficio por el juez, sin necesidad de que la
parte demandada la haya hecho valer por vía de excepción; bajo determi-
nadas circunstancias, el juez puede resolver ultra petita; el tribunal de ca-
sación puede analizar y resolver sobre partes no impugnadas de la resolu-
ción judicial combatida; y en fin, los actos de las partes de disposición de
sus derechos controvertidos, requieren, para su validez, de la aprobación
del juel. iH
El proccsalista soviético Gurvich sostiene que no es incompatible el princi·
pio dispositivo, que a su juicio rige el proceso civil soviético, con el poder
atribuido al juez para el control de los actos en los que las partes dispongan
de sus propios derechos. En su concepto, las medidas que el juez puede to-
mar en ejercicio de tal poder, tienen por objeto "prevenir los errores en los
cuales las partes puedan incurrir a causa de la ignorancia de las consecuen-
cias jurídicas de tales actos, así como del insuficiente conocimiento de las
leyes",65
De acuerdo con Gurvich, el principio dispositivo se manifiesta en el pro--
ceso civil soviético en una serie de facultades, tales como, por ejemplo, el
derecho de proponer la acción, el cual excluye la posibilidad del ejercicio de
tal facultad por el juez de oficio, y especialmente, de que éste resuelva extra
pelita, salvo los casos expresamente previstos en la ley; el derecho de madi-
difícar en el curso del procedimiento el título o el objeto de la demanda;
la facultad del actor de desistirse de la acción o del demandado de allanarse
a las pretensiones ele la contraparte; la facultad de las partes de poner fin al

63 1dem, p. 388.
~HCfr. C.a.ppellcui, 0IJ. cit. mpra nota 6, pp. 25, 29, 30, 31, 33 Y 36.
Gun'ich, Mark A., "Profili generali del processo cívilc sovictico", en Rivis/a de
6;,
Diriuo Procejj'llak. Padua, núm. 1, enero-marzo de 1976, p. 32.

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144 ESTUDIOS GENERALES

litigio mediante transacción, y el derecho de impugnar, en todo o en parte,


la sentencia pronunciada por el juez.66
En el sistema procesal socialista se asigua un papel muy activo al tr;·
bunal. En este sentido, Tadevosián expresaba:

Debe subrayarse en especial el importante principio del proceso civil so-


viético (registrado en el artículo 16 de las bases de procedimiento civil
de la URSS y en el arto 5 del CPC) cuya esencia consiste en el papel ac·
tivo del Tribunal Soviético en la resolución de los litigios entre las partes.
El tribunal está obligado a tratar, omnimodamente, de elucidar los derc·
chos verdaderos y las relaciones mutuas de las partes, a cuyo fin, no limi-
tándose a las explicaciones y datos presentados por los litigantes, coadyu-
vará al esclarecimiento más completo y ob.ietivo de las circunstancias sus-
tanciales relacionadas con la resolución del asunto. Con este propósito, el
Tribunal debe prestar ayuda activa a los ciudadanos que se dirijan a él
para la defensa de sus'derechoo e intereses legales a fin de que no puedan
redundar en su perjuicio la incompetencia jurídica ni otras circunstancial!>
similares.67

Al parecer, sin embargo, el sentido y la extensión de la actividad del juz-


gador socialista han cambiado conforme se han modificado las condiciones
de la vida social. Así lo explica Gurvich:

En el actual proceso civil soviético, la labor del juez encaminada a pres-


tar a las partes la asistencia necesaria en la tutela de sus intereses legí-
timos y a estimular la actividad procesal, ha asumido un carácter comple-
mentario, accesorio respecto a la actividad de las partés, sin sustituir a
ésta ni hacerla pasar a un segundo plano.os

En el sistema procesal socialista, de manera similar a lo que ocurre en


el civil law europeo y en el common law, también rige el principio de la
oralidad y los consecuentes principios de inmediatividad y de concentración
procesal. Por esta razón, también en el sistema procesal socialista el momen-
to central y fundamental viene a ser la audiencia final -la "vista"-, en la
que se practican las pruebas, las partes formulan sus alegatos y el juzgador
emite su resolución.69 Para Gurvich, "la discusión oral adquiere importan-
cia fundamental, ya como medio de realización del control de la autoridad
judicial por parte del pueblo (el llamado control de la base), ya por la in-
fluencia educativa ejercida por la decisión jurisdiccional y por toda la acti-
vidad preparatoria de la discusión de la causa, sobre la conciencia jurídica

00 Ibidem.
67 Cfr, Academia de Ciencias de la URSS, op. cit. supra nota 22, p. 593.
1>8 Gurvich, o.p. cit. supra nota 65, p. 30.
'00 Gurvich, Marlc. A., et al., Derecho procesal civil soviético, trad. de Miguel Lubán
y revisión de I1éctor Cuadra, UNAM, México, 1971, pp. 291-315.

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SISTE..."\iAS JURÍDICOS y POLÍTICOS 145

y sobre la mentalidad de los ciudadanos".7o La inmediatividad impone al juz-


gador el deber de examinar directamente los medios de prueba y de procu-
rar el conocimiento de los hechos a través de las fuentes de prueba ori-
ginales.71
Según Gurvich, dos son los principios generales que rigen el proceso civil
soviético: el "democratismo socialista" y la "legalidad en su significado más
amplio". El primer principio se manifiesta, ;] su vez, en una serie de princi-
pios fundamentales, muchos de los cuales se encuentran contenidos en la
Constitución de la URSS. Así, menciona "el principio según el cual la admi-
nistración de justicia es atribuida exclusivamente a la autoridad judicial, así
como -sobre la base de la igualdad de los ciudadanos ante la ley y el juez-
los principios de la participación de los jueces populares, de la colegiabi-
lidad de los tribunales y de la elegibilidad de los jueces, de la independencia
del juez y de su sumisión exclusiva a la ley, del uso de la lengua nacional
en el proceso, de la publicidad en el proceso" .72
El principio de la legalidad en sentido amplio impone al juzgador el de·
ber no sólo de observar las leyes, sino también de ajustarse a la verdad ob-
jetiva. "Tomando en cuenta el objetivo general al cual apuntan los princi-
pios generales, la ley exige de la decisión del juez dos requisitos esenciales:
la legitimidad y la fundamentación, es decir, la conformidad a la ley y a la
verdad material" ;73
Respecto a la organización judicial conviene señalar que, al lado de la
elección popular de los jueces y de la participación de los asesores populares.
en los países socialistas se suele subrayar la función educativa de los tribu-
nales y del proceso mismo. Así se considera que "el juez tiene como misión
asesorar a las partes sobre sus derechos y los que se debaten en el juicio,
así como sobre los procedimientos (función social y educativa del proceso) '".74
También conviene destacar la importante participación de la Prokuratura
en los procesos civiles, como vigilante del respeto de la legalidad socialista.7 '
En los asuntos laborales, suelen intervenir comisiones paritarias,76 tribu-
nales de camaradas 77 o tribunales de trabajadores,78 a través de procedimien-
tos sencillos y flexibles, en los que se concede mayor valor a la presión de
la opinión general del grupo que a la coacción jurídica.

70 Gurvich, ofr. cit. su/,m naja &.í, pp. 26-27.


71 Idem, pp. 27-28.
72 ldem, p. 24.
73 Idem, p. 25.
74 Véscovi. ofr. cit. supra nota 21, p. 132.
75 Gurvich. el 111., op. cit. supra nota 69, pp. 110-125.
76 Cfr. op. cit. supra nota 65, pp. 37-38.
n Cfr. Véscovi, op. cit. supra nota 27. pp. 133.
78 Cfr. Podgórecki, Adam, "Actitudes hacia los tribunales trabajadores", en el \"o!lI-
mm compilado por Vilhelm Aubert, Sociología del derecho, trad. de Julio Yalcrio Robcrt~,
Ed. Tiempo Nucm, Caracas, 197J, pp. 149-1:»6.

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146 ESTUDIOS GENERALES

Por último, conviene mencionar el considerable desarrollo que el deno·


minado arbitraje de Estado ha tenido, particularmente en la solución de los
conflictos económicos entre las empresas y órganos de los Estados socialistas.79

d) Tendencias comunes

Con todo, a pesar de la diversidad de características de los tres sistemas


procesales aludidos, Cappelletti ha podido señalar cuatro grandes tendencias
evolutivas hacia las cuales parecen converger, en mayor o menor medida,
tales sistemas. Estas cuatro grandes tendencias son las siguientes: 1) la publi-
cización del proceso; 2) la oralidad; 3) la socialización, y 4) la libre valora·
ción de las pruebas. so
La tendencia hacia la publicización del proceso contempla el incremento
de los poderes del juzgador en la dirección y el control del proceso. En este
sentido, Cappelletti señala que en los sistemas del civil law y del common
taw la evolución se ha caracterizado por la sustitución de un proceso civil
considerado como "cosa de las partes", por un proceso dirigido y controlado
por el juzgador, aunque aclara que tal evolución no ha afectado el carácter
disponible del objeto del proceso: "los poderes judiciales de dirección y con·
trol del proceso no implican necesariamente, sin más, también un poder del
juez de violar el principio dispositivo, ni los consiguientes principios de
demanda y de la excepción de parte ... "81 Por otro lado, ya hemos anotado
que Gurvich considera que en el proceso civil soviético el papel activo del tri-
bunal, particularmente en lo que se refiere a la asistencia a las partes y al
impulso procesal, ha asumido un carácter complementario o accesorio, en re-
lación a la participación procesal de las propias partes.82
Quizá la tendencia hacia la oralidad sea la que más se haya difundido
en los tres sistemas procesales, con excepción del sector iberoamericano del
civil law .. en el cual aún no parece haber encontrado terreno propicio para
su desarrollo.
La tendencia hacia la socialización del proceso civil parte del reconoci-
miento de que el principio de la igualdad formal de las partes, en una so·
ciedad caracterizada por las desigualdades sociales, en realidad no es una

íit Vorobiov define el arbitraje de estado como "un órgano administrativo cuyo des
tino es el ejercicio actim de influendia sobre las empl-esas, organizaciones e instituciones.
con objeto de coadyuvar a la ejecución de los planes de la Economía Nacional y al
incremento de la disciplina del Estado y contractual mediante la resolución de los litigios
económicos entre organizaciones socialistas de diferentes departamentos". Cfr. Curvich.
01'. cit. supra nota 69, p_ 545.
SO Cfr. Cappel1etti, op. cit. supra nota 6, pp. 43 Y ss.
S1 Idem, p. 63.
8:.! Cff. Gurdch, op. cit. supra nota 68.

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SISTEMAS JURÍDICOS Y POLÍTICOS 147

garantía para el justiciable, sino la ratificación jurídica de los privilegios


sociales. 83 Por esa la ignaldad de las partes en el proceso debe ser no sólo
fonnal, sino material, de manera que cuenten con posibilidades y medios
reales de formular pretensiones ante los tribunales y defenderse. En este sen-
tido, la tendencia hacia la socialización del proceso civil procura la reduc~
ción o exclusión de las costas judiciales, el asesoramiento jurídico accesible
a todos los justiciables y la simplificación de los procedimientos. entre otras
cosas, para lograr que el acceso a la justicia no sea sólo una declaración for-
mal prevista en los textos constitucionales o legales, sino, sobre todo. una
posibilidad real y concreta de quienes tengan que fonnular pretensiones o
defenderse de ellas ante los tribunales. M Aunque esta tendencia hacia la so~
cializaCÍón del proceso civil "representa naturalmente una de las ideas cen·
trales de todos los sistemas procesales pertenecientes a la familia jurídica so-
cialista", según lo expresa Cappelletti,85 también ha tenido desarrollos en
algnnos países del civil law europeo y del common law.
Por último, la tendencia hacia la 'libre valoración de las pruebas ha lo-
grado expresarse, si bien por caminos y con alcances diversos, en los tres
sistemas procesales: en el common law~ en virtud de la supresión de las ex-
clusionary rules y disqualifications; en el civil law~ a causa de la supresión
de la prueba legal o tasada, y en el sistema socialista por el principio de la
búsqueda de la verdad objetiva en el proceso y el denominado carácter po-
pular de la organización judicia1. 8G

4. Política y proceso

Entre los profesionistas del derecho se encuentra muy difundida y arrai-

S3 Cfr. Denti, op. cit. supra nota 27, p. 554.


84 En tomo a la socialización del proceso, puede verse, entre otros: Cappclletti, op. cit.
~upra nota 6, pp. 68-77; Baur, Fritz, "Liberalización y socialización del proceso civil", en
Rroista de Derecho Procesal Iberoamericana, Madrid, núm. 2-3, 1972, pp. 303-333; Fasch-
jug, Hans Walter, "Liberalización y socialización del proceso civil", trad. de Raúl Nocedal,
en Boletin Mexicano de Derecho Comparado, núms. 13-14, enero-agosto de 1972. Sobre el
;\cceso a la justicia, puede verse Cappcllettli., Mauro, ,. Access to justicc" y Stalev Shitko
St.. "Access to civil justice in the European socialist sta tes", ambos publicados en Rabcl.~
Zeitschrift für Austimdisches u7Id Internati01lales Privatrecht, Tubingen, núms. 3-4 de 1976,
pp. 669·717 Y 770-782, respectivamente. Sobre el asesoramiento jurídico, Cappelletti, Mauro,
Gordley, James, y Johnson jr., Earls, 7'oward equal justice. A comparative study 01 legal
t.id in modern societies Milano, Giuffn\ New York, Oceana, 1975; Denti, VittOl'io, "L'
7

c\'Oluzonei del 'legal aid' oel mondo contemporáneo", en Rivista di Diritto Processuale,
P:ldua, mimo 4, octubre·diciembre de 1977, pp. 573-595; y Fix-Zamudio, Héctor, "Breves
reflexiones sobre el asesoramiento jurídico y procesal como institución de seguridad social",
en Libro Homenaje a Luis Loret~ Ediciones de la Contraloría (':-encral de la República,
Caracas, 1915, pp. 577-611; publicado también, con mayor cXlcmión, en Anuario ]lIrfdico,
núm. 2, 1975, UNAM, México, 1977, pp. 63·101.
8á Cappelleti, op. cit. supra nota 6, p. 75.
sr, Idem, pp. 85-129.
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148 ESTUDIOS GENERALES

gada la creencia tradicional de que el proceso es un instrumento técnico neu-


tro, desvinculado del sistema y de las consideraciones políticas y que los tri-
bunales son o deben ser órganos, por definición, apolíticos, es decir, ajenos
a las orientaciones del sistema político en general. Por este motivo, no deja
de sorprender a algunos juristas el simple planteamiento de las vinculacio-
nes entre la política y el proceso_
A esta creencia ha contribuido, sin duda, el dogma ideológico de la "di-
visión de poderes". 81 que, partiendo de la exposición de Montesquieu, tuvo
la pretensión de concentrar en los órganos legislativos la función de crear el
derecho, y de reducir la función de los órganos judiciales a la mera aplica-
ción de las normas generales expedidas por el legislador_ En esta visión sim-
plista y reduccionistas de la función jurisdiccional, como el juzgador no era
sino la bauche qui prononce les parales de la lai, también la sentencia se
reducía a un acto sumamente sencillo: un simple silogismo que consistía en
aplicar "técnicamente" una premisa mayor (ley o norma jurídica general)
a una premisa menor (caso concreto controvertido), para arribar a una con-
clusión (fallo)_
Esta creencia, que todavía es conservada en buena medida en la ideolo-
gía tradicional de los juristas, ha recibido, sin embargo, muy serios cuestío-
namientos_ En la propia línea del positivismo jurídico, Kelsen ha puesto de
manifiesto que la "interpretación de una ley no tiene que conducir necesa-
riamente a una decisión única como la sola correcta. sino posiblemente a
varias decisiones. que son todas -en cuanto sólo se ajustan a la norma a
aplicarse- del mismo valor, bien que sólo una de ellas llega a ser Derecho
positivo en el acto de la sentencia judicia!"_ De este modo, las normas jurí-
dicas generales 110 tienen sólo una interpretación. una verdadera y única in-
terpretación, sino que son un "marco dentro del cual se dan varias posibili-
dades de ejecución": "El que una sentencia judicial esté fundada en la ley
no significa otra cosa, en verdad. sino que se mantiene dentro del marco que

87 "Así como la teología -escribe Gom.ález Pérez- acude a un dogma para cxpliG!r
el misterio de Cristo, la ciencia política liberal acufió su dogma para explicar el misterio
del Estado de Derecho. Dios es uno -nos dirá la Teología-, pero tres personas distintas.
El Estado es uno -nos dirá la Ciencia política-, pero tres poderes distintos. El prind~
pio de la división de poderes ocupa en la Ciencia política dd liberalismo un papel an.;l~
logo al que el dogma de la Santísima Trinidad desempeña en la Teología". Cfr., Gon~
zález Pérez, Jesús, "La justicia administrativa en México", en Revista de Derecho Procesal
Iberoamericana, Madrid, núm. 4 de 1972, p. 752. Una interpretación tradicional de la
teoría de Montesc¡uieu. puede verse en Pedraz Pensalva. Ernesto, "La jurisdicc.íón en
la teoría de la división de poderes de Montesquieu", en Revista de Derecho Procesal Ibe·
roameiC4n~ Madrid, núm. 4 de 1976. pp. 905-91-3. Es interesante la interpretación his-
tórica de esta teoría realizada por Althusser, Louis, en Montesquieu: La política y la }¡is~
to-ria, trad. de María Ester Benítcz, Ed. Ariel, Barcelona, 1974 (2a. ed.).
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SISTEMAS JURÍDICOS Y pOLÍTICOS 149

la ley representa; no significa que es la norma individual, sino una de las


tantas que son posibles dentro del marco de la norma general"."
Para Kelsen, la "cuestión acerca de cuál de las posibilidades dadas en el
marco de la norma sea la 'justa' no es -conforme al supuesto- una cuestión
propia del conocimiento dirigido hacia el derecho positivo, no es un proble-
ma teórico-jurídico, sino político-jurídico. La tarea de extraer de la ley la
sentencia justa o el acto administrativo justo, es esencialmente la misma que
crear dentro del marco de la constitución las leyes justas".8fJ De manera que:

también el juez es creador del Derecbo, y es también relativamente libre


ele esta función. Es por eso, precisamente, que la elaboración de la norma
individual en el procedimiento de ejecución de la leyes una función de
la voluntad, en tanto que con ella se llena el marco de la norma general.
Los comentarios 'científicos' en que debe apoyarse la actividad de ejecu·
ción de la ley tienen un carácter absolutamente político-jurídico, son pro-
puestas para conciliar las diversas partes de la legislación, son tentativas
y autoridades administrativas.90

En términos similares, aunque desde la perspectiva de la sociologla fun·


cionalista norteamericana, Bredemeier escribe:

La contribución (input) primaria del poder legislativo en el sistema jurí·


dico consiste ... , en una descripción del estado de cosas ideal para cuya
consecuencia se ponen en movimiento los recursos sociales mediante el ejer-
cicio del poder. La contribución (output) inmediata correspondiente del
sistema jurídico consiste en la aplicación de las formulaciones políticas ge-
nerales a los conflictos específicos. Ello significa, claro está, que los tri·
bunales no pueden ser en ningún caso meros Uejecutantes" pasivos o me-
cdnicos de la política sentada legislativamente; la ley debe ser interpre·
tada, y su interpretación es un acto de creación que da efectos tangibles
al lenguaje abstracto del poder legislativo. Se trata de un agregado indis·
pensable al ejercicio del poder efectuado por la legislatura.o1

Más específicamente en el campo del derecho procesal, Calarnandrei ha


puntualizado que "aquel que imagina la sentencia como un silogismo no
ve la sentencia viva, sino su cadáver, su esqueleto. su momia":

La verdad es que el juez no es un mecanismo, no es una máquina calcu-


ladora. Es un hombre vivo, y su función de individualizar la ley y de

88 Kelsen, Hans, La teoría pura del derecho, trad. de Jorge G. Tijerina, Ed. Nacional,
Mexico, 1974 (reimpresión de la 2' oo.), pp. 131-132.
89 ldem, p. 135. Cursivas nuestras.
00 ldem, pp. 135-136. Cursivas nuestras.
!}1 Bredemeier, Harry C., "El derecho como mecanismo de integración", en el volumen
compilado por Vilhelm Aubetr, Sodologla del derecho, cit. supra nota 78, pp. 58-59.
Cllrsí\'3S nuestras.

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150 ESTUDIOS GENERALES

aplicarla al caso concreto, que in vitra puede representarse como un silo·


gismo. es en realidad una operación de síntesis que se cumple misteriosa
y_ calurosamente en el crisol seIlado del espíritu, en el cual la mediación
y la soldadura entre la ley abstracta y el hecho concreto tienen necesi-
dad, para realizarse, de la intuición y del sentimiento ardiente de una
conciencia laboriosa. 92
Para el gran procesalista florentino. "toda interpretación constituye una
nueva creación y. .. en toda interpretación tiene decisiva influencia la inspi·
ración personal: reducir la función del juez a una simple actividad de hacer
silogismos significa empobrecerla, hacerla estéril, disecarla. La justicia es algo
mejor: es la creación que emana de una conciencia viva, sensible. vigilante,
humana".93

También CappeIletti, siguiendo a su maestro, ha expresado que:

en muchas ocasiones la que es la motivación verdaderamente real de una


sentencia no está expresada en lo absoluto en la llamada 'parte motiva'
del pronunciamiento del juez, sino que se encuentra más bien en los plie-
gues ocultos -más ü menos ocultos- del ánimo del que juzga. El senti·
miento del juez: la simpatía, la antipatía por una parte 6 por un testigo;
el interés, el desinterés por una cuestión o argnmentación .iurídica; la
apertura hacia un ti po evolutivo, histórico, sociológico de interpretación
de las leyes, antes que hacia una interpretación rígidamente formal; el
interés o el fastidio frente a una compleja vicisitud de hecho: y así suce-
sivamente disculTiendo. Sentimientos: afectos, tendencias, odios, rencores,
convicciones, fanatismos; todas las variaciones de esa realidad misteriosa,
maravillosa y terrible que es el espíritu humano, refle.ladas con o sin velos
en las líneas frías, ordenadas, compuestas, de los repertorios de la juris-
prudencia: pasiones desencadenadas, pasiones recogidas, ternuras, tem-
blores; en los estantes enmohecidos de las secretarías de los tribunales. 94

Es claro, pues. que la sentencia es la expresión de una convicción lograda


no sólo a base de conocimientos jurídicos, sino también, y quizá en mayor
medida, a través de valores, actitudes, ideologías, creencias, que se filtran
inevitablenlente en la decisión del juez, ya que éste es un hombre que vive
en circunstancias históricas concretas y participa de actitudes e ideologías,
de las cuales no se puede despojar, mecánicamente, al momento de formar
su decisión sobre el conflicto.
El análisis de las ideologías y de las actitudes de los juzgadores expresa-
das en sus sentencias y resoluciones, es un amplio campo en el cual en l\tIé.:.

92 Calamandrei. Piero, Proceso y dwwcarcia, trad. de Hi..'<:lor Fjx-Zamudio. EJEA, Bue-


nos Aires, 1960, pp. 76-77.
ro ldem, pp. 79-80.
"94 Cappelletti, Mauro. "Idcologias en el derecho procesal", en Proceso, ideologías, so-
ciedad, cit. supra nota 5, p. 4.

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SISTEMAS JURÍDICOS Y POLÍTICOS 151

xico aún no hemos penetrado. En otros países, como en Italia 9:) y Estados
Unidos 96 la investigación sociológica y la ciencia política ya han pennitido
abordar con objetividad este tema.
Pero no sólo la sentencia es o puede ser el filtro de ideologías y actitu-
des. El proceso mismo, en cuanto fenómeno sodal y cultural, es expresión del
contexto en que se desan-olla. Ha sido el propio Cappelletti quien ha po-
dido penetrar más allá de la simple forma, más allá del mero procedimiento,
para analizar y explicar la función social y el trasfondo intelectual y político-
social del proceso:

El procedimiento -ha escrito el procesalista italiano- no es pura forma_


Es el punto de choque de conflictos, de ideales, de filosofías. Es el 'Cabo
de Tempestades' donde la Rapidez y la Eficienci" deben confluir y entre-
lazarse con la Justicia; es también el ·Ca.bo de Buena Esperanza' donde la
Libertad Individual debe enlazarse con la Igualdad. El procedimiento es
en verdad el espejo fiel de todas las mayores exigencias, problemas y afa-
nes de nuestra época, del inmenso desafío de nuestra época.97

Pero circunscribiéndonos a las vinculaciones entre la política y el proce·


so, pensamos que éstas pueden ser planteadas. entre otras, desde dos perspec·
tivas: una estrictamente normativa, que contemple las relaciones entre la
Constitución y el proceso, y otra, de dimensiones más dilatadas, que considere
las relaciones entre el sistema político en general y el proceso.

a) Constitllción y proceso

A 'iU vez, las relaciones entre la Constitución y el proceso pueden ser Con-
sideradas desde dos ángulos: el de la eficacia de las normas constitucionales
a través de mecanismos procesales específicos, es decir, a través de la disci-
plina del derecho procesal constitucional; y el del análisis de las disposi-
ciones constitucionales concernientes al proceso, o sea, desde la perspectiva

9:> Cfr. l'reves, Rcnato, El juez y la sociedad. Una investigación sociol6gica sobre la
administración de justicia en Italia, trad. de Francisco J. Laporta y Ángel Zaragoza, Ed.
Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1974, especialmente pp. 103·114. Reseña nuestra del
libro de TTe\'es, en Boletin Mexicano de Derecho Comparado, núm. Z'l, septiembre-di-
ciembre de 1976; y en Comercio ExteriOT1 México, '\'01. 28, núm. 2, febrero de 1978, pp.
224-226.
96 Entre otros trabajos de Schuhert, Glendon, pueden consultarse "ldeologies and ato
titudes, acadcmic and judicial", en The Journal 01 Polítics, Gainesville, Florida, vol. 29,
núm. 1, febrero de 1967, pp. 3·40: "Academic idcology and the study oí adjudication", en
The American Political Science, New York, vol. LXI, núm.. 1, mano de 1967, pp. 106·129;
y el extracto "La. creación política judicial", publicado en la compilación de Aubert,
Sociología del dercho~ ap. cit. supra, nota 78, pp. 221·23-1-
91 Cappelleui, ap. cit. supra nota 33, p. 90.

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152 ESTUDIOS GENERALES

de la disciplina que Fix-Zamudio ha denominado derecho constitucional


procesal."
No se trata, como lo ha puesto de manifiesto el propio Fix-Zamudio, de
un juego de palabras puramente semántico. En tanto que el derecho procesal
constitucional "se ocupa del estudio de los instrumentos procesales que garn~
tizan el cumplimiento de las normas constitucionales",99 el derecho consti~
tuciana! procesal "se ocupa del estudio sistemático de los conceptos. catego-
rías e instituciones procesales consagradas por las disposiciones de la Ley Fun-
damentaI".1°O En el primer caso se trata de estudiar los mecanismos procesales
que dan eficacia a las normas constitucionales, es decir, la jurisdicción y el
proceso constitucionales; y en el segundo el objeto de estudio son precisa·
mente las normas constitucionales que establecen las bases de la organiza·
ción jurisdiccional y del enjuiciamiento -en general y en sus diversas mani-
festaciones.
Hasta ahora, ha tenido un mayor desarrollo, aunque se trate de una dis-
ciplina relativamente reciente, el derecho procesal constitucional, cuyo más
destacado cultivador y sistematizador en México ha sido, sin duda, Héctor
Fix-Zamudio. 101
El estudio sistemático de las relaciones entre Constitución y proceso, o
más específicamente de las normas constitucionales concernientes al proceso,
es todavía más reciente. Ha surgido, en principio, en relación a determi-
nada dase de procesos, como el penal y el civil.
Desde la expedición de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 29 de agosto de 1789, quedaron trazadas las dos partes fun-
damentales que integrarían los textos del constitucionalismo liberal burgués:
la parte dogmática, concerniente a los derechos fundamentales de la persona,
y la parte orgánica, referente a la organización de los poderes del Estado.
El párrafo XVI de dicha Declaración prescribía: "Toda sociedad en que la
garantía de los derechos no está asegurada (parte dogmática) ni determi-
nada la separación de poderes (parte orgánica), no tiene constitución"_
Ha sido en la denominada parte dogm¡ttica, en donde se han expresado

,08 Fix-Zamudio, Héctor. "El pensamiento de Eduardo J. Couture y el derecho consti-


tucional procesal"~ en Boletln Mexicano de Derecho Co-mpm·o.do, núm. .30. septiembre·di-
ciembre de 1977, pp. 315-320.
'91J ldem, pp. 320-321.
100 Idem, p. 322.
101 Cfr. entre otros, El juicio de amparo, Ed. Porrúa, México. 1964; Panorama del
derecho mexicano. Sin tesis del derecho de amparo, UNAM. Méxioo, 1965; Vei"ticinco
años de evolución de la justicia constitucional 1940-1965, UNAM, México 1968; "Intro,·
ducción al estudio de la defensa de la Constitución", en Boletln Mexicano de De'Techo
Comparado, nueva serie, núm. 1, enero-abril de 1968, pp. 89·118; "Derecho comparado y
derecho de amparo", en Boletín Mexicano de Derecho CQmparado, núm. 8, mayo-agosto de
1970, pp. 327·349; Breve introducción al juicio de amparo mexicano (sobretiro de la Me-
morja de El Colegio Nacional, t. VIII, núm. 3 de 1976), México, 1977.

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SISTEMAS JURÍDICOS Y POLÍTICOS 153

la mayor parte de las normas constitucionales sobre el proceso, particular-


mente al aludir a los derechos fundamentales de los justiciables. Pero tam-
bien en la llamada parte orgánica han quedado comprendidas normas cons-
titucionales concernientes a la organización jurisdiccional.
Seguramente porque su desarrollo afecta regularmente la libertad, y en
ocasiones la vida, de las personas físicas, ha sido el proceso penal, y singu-
larmente sus medidas precautorias -la detención y la prisión preventiva-,1Crl
el que mayor consideración ha merecido en los textos constitucionales_ En
la propia Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano ya men-
cionad;], se esta hIeda que ningún hombre podía ser acusado, detenido o so-
metido a prisión, sino en los casos establecidos en la ley y de acuerdo a las
formas previstas en ella (párrafo VII); Y que todo hombre debía ser con-
siderado inocente hasta que no fuese declarado culpable, por lo que la pri-
sión preventiva debía ser restringida a los casos estrictamente indispensables,
debiéndose reprimir severamente todo rigor innecesario (párrafo IX).
La declaración fue incorporada a la Constitución francesa de 1791. Y
aunque posteriormente haya habido omisiones en algunos textos constitucio·
nales franceses, se ha considerado que en todos ellos ha habido una confir-
mación implícita, incluso supraconstitucional, de los derechos fundamentales
de la persona."'" En similar línea se ha orientado la Const.;'l;ución norteame-
ricana de 1787, la cual, pese a que no contuvo al principio una declaración
de derechos semejante a la francesa, sí estableció algunas reglas sobre el en-
iuiciamiento; y las enmiendas cuarta, quinta, sexta y décima, aprobados en
1791, y sobre todo la decimocuarta, de 1866-1868, introdujeron la que puede
ser considerada su parte dogmática}04En lo general, la casi totalidad de las
constituciones vigentes contienen su respectiva parte dogmática. 1 1)!)
En México, Garda Ramírez clasifica las normas constitucionales sobre el
enjuiciamiento penal en cinco grupos: 1) el de las normas destinadas a fijar
el principio de la legalidad; 2) el que comprende las normas orgánicas y
funcionales sobre los órganos de la jurisdicción, la acusación y la defensa;
3) el que contiene las normas sobre los más importantes principios proce-
dimentales; 3) el que reúne las normas sobre medidas cautelares, y 5) el que
agrupa las normas sobre el nlImero de instancias y las vías impugnativas. lOs

102 efr. Carda Ramírez, Sergio, Los derechos humanos y el derecho penal, Secretaria
de Educación Pública, colección Sep-setentas, núm. 254, México, 1976, p_ 40.
lro 1dem, pp. 39·43.
104 ldem, pp. 44-48. PUcOe Yerse también Grant, ].A.C., "La declaración de derechos
y la aplicación del derecho penal", trad. de }~aU8to E. Rodríguez, en Boletin Mexiaano
de Derecho Comparado, núms. 16-17, enero-agosto de 1973, pp. 65-144. Reseña nuestra en
Revista Mexicana de Prevención y Readaptación Social~ mím. 17~ abril-mayo-junio de 1975,
pp. 255-257.
1f}5 Cfr. Garda Ramírez. op. cit. supra nota 102, pp. 48-50.
100 Cfr. Garda Ramírcz Sergio, Curso de derecho procesal penal,. Ed. Ponúa, Méxioo,
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154 ESTUDIOS GENERALES

En el análisis de las relaciones entre los postulados constitucionales y el


enjuiciamiento civil destaca, en primer lugar, el excelente trabajo de Eduar-
do J. Couture, "Las garantías constitucionales del proceso civil".101 En este
ensayo, considerado por Fix-Zamudio como obra básica e iniciadora del dere-
cho constitucional procesal,'OS el destacado autor urguayo se proponía "mos-
trar en qué medida el Código de Procedimiento Civil y sus leyes comple-
mentarias son el texto que reglamenta la garantía de justicia contenida en la
Constitución" .100
En su trabajo, el procesalista uruguayo apuntaba, con acierto, algunos as-
pectos generales en los que las orientaciones políticas de las Constituciones,
particularmente las latinoamericanas, no eran seguidas puntualmente por sus
leyes reglamentarias:

... el proceso escrito que domina la casi totalidad de los países de orig,'Cn
hispano-americano, restringe de modo extraordinario el principio de pu~
blicidad que forma la esencia del sistema democrático de gobierno; el
nombramiento de los jueces por el Poder Ejecutiyo constituye, en sus
últimos ténninos, una contradicción con la teoría republicana de la div~
sión de poderes; el costo de la justicia, que la hace para unos tan fácil
y para otros de tan difícil obtención, atenta contra el precepto de que
ante ella, como ante la ley, todos los hombres son iguales "sin más dis~
tindón que la de sus talentos o sus virtudes".110

Para Couture, la doctrina procesal tenía -yen muy buena medida toda-
vía tiene- una labor muy significativa por desarrollar: la del examen de las
instituciones procesales desde el punto de vista constitucional. Si se admitía,
siguiendo a Kelsen, que la Constitución era el fundamento de validez de la
ley procesal, una vez determinado con precisión científica ese fundamento,
la doctrina publicista podía "extender su campo de aplicación a una teoría
p<illtica del proceso civil"_111
El examen de las principales instituciones procesales lo realizó el autor.
con su habitual maestría, en cinco rubros, a saber: 1) la acción; 2) la ex-
cepción; 3) actos procesales y debido proceso; 4) sentencia y jurisdicción, y
5) Constitución y Ley Orgánica. En la parte final, bajo el título "política

1974, pp. 47.48. Resefia nuestra en Revista de la Facultad de Derecho de México, núm.1l..
97·98, enero'junio de 1975, pp. 330·336.
107 Couture, Eduardo J., "Las garantías constitucionales en el proceso óivil" en Estu·
dios de derecho procesal en honor de Rugo Alsina, E(Har, Buenos Aires, 1946, pp. 153·
213: y en Anales de Jurisprudencia, México, año XVII, tomos LXV y LXVI abril·m)'o~
junio de 1950 y julio-agosto-septicmbre de 1950, respectivamente. Nuestras referencias se
basan en la primera publicación.
108 Fix·Zamudio, op. cit. supra nota 98. párrafo 6.
109 Couture, op. cit ..mpra nota 107.
nQ ldem" pp. 1.54-155.
111 ldem, pp. 156·157.

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SISTEMAS JURÍDICOS Y POLÍTICUS

y proceso", formulaba interesantes observaciones sobre el dcsfasamiento entre


las orientaciones políticas -generalmente, progresistas y democráticas, al me-
nos en los textos- de las Constituciones y las tendencias -normalmente an-
ticuadas, basadas en la legislación espaílola- de las leyes procesales y or-
gánicas. "Francia y Espatla -sostenía-, ordenaron sus Constituciones mirando
hacia el futuro y su procedimiento mirando hacia el pasado".1 12
Reconocía Couture que su doctrina contribuía "a dar a todo el derecho
procesal civil una coloración politica, institucional, que no es frecuente en
los libros que nos son familiares. Esta rama, que por tanto tiempo fue con-
siderada el simple menester de la rutina forense es. en sí misma, el inst.ru-
mento más directo de realización de la justicia".113
En un trabajo posterior, "El 'debido proceso' como tutela de los derechos
humanos",114 Couture abordó el tema de la tutela constitucional del proceso
y puso de manifiesto cómo, a través de dos diversas "maneras de pensar" -las
correspondientes al comruon law norteamericano y al civil law-, era posible
arribar a similares conclusiones. A partir del duc proccss 01 law del derecho
norteamericano, como concepción empírica, y de las teorías de los actos pro-
cesales elaboradas por juristas del civil law, como concepiones dogmáticas,
era fundado sostener la inconstitucionalidad de las leyes procesales que pri-
ven de la posibilidad de accionar, de defenderse, de producir prueba, de ale-
gar, de impugnar la sentencia y de ser juzgado por jueces id6neos.1l~ El pro·
cesalista uruguayo delimitaba, en los siguientes términos, la teoría de la tutela
constitucional del proceso:

La teoría de la tutela constitucional del proceso consiste en fijar los fun-


damentos y las soluciones que permitan establecer, frente a cada caso
particular, pero a través de un criterio de validez general, si un proceso
proyectadO' o regulado por la ley, es o no idóneo y apto para cumplir los
fines de justicia, seguridad y orden, que instituye la Constitución. loo

y si bien no era posible establecer una enumeración de reglas conclu-


sivas para todos los derechos positivos, dicha teoría sí podía "sentar como
proposición, la de que el legislador no puede, mediante una irrazonable res-
tricción de formas para la defensa del derecho, privar a una parte del atri-
buto que la Constitución le asigna, de poder defender su derecho mediante
un adecuado método de debate"_117

112Idem, p. 211.
113 [dem, p. 212. Cursivas nuestras.
114 Couturc, Eduardo J., "El 'debido prot:cso' mmo tutela oc los J.~rcho5 humano~,
cn La Revista de Derecho, Jurisprudencia )' Admirlistración, Monte\'idco, afiO 52, ago5lo-
octubre de 1952, núms. 8-10, pp. 169-182.
115 [dem, p. 182.
J16 [dem, p. 177.
117 lbidem.
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156 ESTUDIOS GENERALES

Estos dos trabajos de Couture, particularmente el señalado en primer tér-


mino, tuvieron una amplia repercusión en su tiempo 118 Y sin duda, ro uchas J

de sus proposiciones conservan todavía plena validez. Alguno de sus plantea-


mientos, como el de la necesidad de analizar la congruencia entre las orien~
taciones políticas de los textos constitucionales y las soluciones previstas en
las leyes procesales y orgánicas, siguen requiriendo desarrollos más amplios.
Más recientemente, Fix-Zamudio ha abordado el estudio sistemático de las
nOTIllas constitucionales sobre el proceso civil en América Latina, en su ex-
celente libro Constitución y proceso civil en América Latina. uD En esta obra,
el destacado procesalista y comparatista mexicano esclarece el concepto de
"garantías constitucionales", precisando sus diversos significados: como dere-
chos del hombre, como instrumentos para la protección de las disposiciones
constitucionales y. finalmente, "como derechos subjetivos públicos conferidos
expresa o implícitamente a los justiciables por las normas constitucionales,
con el objeto de que puedan obtener las condiciones 'necesarias para la reso-
lución justa y eficaz de las controversias en las cuales intervienen".12O Es este
último significado el que el autor utiliza para referirse a las garantías cons-
titucionales del proceso civil, las que designa con la expresiva denominación
"derecho fundamental de justicia a través del proceso".121
El procesalista mexicano propone una sistematización de las garantías
constitucionales en tres grandes categorías: 1) las garantías judiciales, con-
cernientes a la organización jurisdiccional; 2) las garantías relacionadM di-
rectamente con la situación jurídica de /.as partes (derechos de acción y de
excepción), y 3) las garantias referentes a las formalidades esenciales del
procedimiento.122 En un trabajo aún más reciente. el autor denomina a la
segunda categoría, garn~{s de los justiciables, y a la tercera, a la que con-
sidera como una derivación de la segunda, garantías del proceso.123
A partir de esta sistematización, el autor analiza el contenido de los tex-
tos constitucionales latinoamericanos y de los nuevos ordenamientos proce-
sales civiles de la región y señala y reitera, a lo largo de su trabajo, las nue-
vas directrices para la actualización del proceso civil.
En su artículo ya mencionado sobre "El pensamiento de Couture y el
derecho constitucional procesal", Fix-Zamudio plantea la creación de esta
nueva rama jurídica, señala con precisión su distinción en relación con el

118 En este sentido, pueden verse los trabajos mencionados por el propio Coutwe en
op. cit. supra nota 114, p. 170 (nota 8).
119 Fix·Zamudio, Héctor, Constitución y proceso civil en América Latina, UNAM, Mé-
:odco, 1974. Reseña nuestra en Revista de la Facultad de Derecho en México, nÚms. 97·98.
enero-junjo de 1975. pp. 328·330.
120 Idem~ pp. 25·30.
121 Idem, p. 31.
122 Idem~ pp. 31·34.
1.29 Fix·Zamuruo, Héctor, op. cit. supra nota 98, párrafos 57) a 61).

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SISTEMAS JURÍDICOS Y POLÍTICOS 157

derecho procesal constitucional -en los términos indicados al principio de


este inciso- y delimita los tres sectores -que conciernen sustancialmente a
las tres categorías de garantías constitucionales- que comprende esta nueva
disciplina. 124
Por su importancia, el tema de las "Garantías constitucionales de la.,
partes en el proceso civil", fue el objeto del Coloquio celebrado en la ciudad
de Florencia, Italia, durante los días del 5 al 9 de septiembre de 1971, or·
ganizado por la Asociación Internacional de Ciencias Jurídicas y el Ins 4

tituto de Derecho Comparado de la Universidad de Florencia. La ponencia


general, a cargo de Mauro CappeUetti, y los dieciséis iuformes nacionales y
regionales presentados sobre el tema, fueron publicados en una obra de gra"
trascendencia. 125
Otros trabajos, publicados tanto en l\féxico,I.2G como en el extranjero,1:!1
se han ocupado del tema. En nuestra breve exposición, que no ha tenido en
ningún momento pretensiones de exhaustividad, nos hemos limitado a des-
tacar algunos de los que consideramos más significativos.

b) Sistema político y proceso

No sólo las orientaciones políticas recogidas normativamente en los textos


constitucionales se reflejan, en alguna medida, en la regulación y desarrollo
del proceso; sino que, además, éste, en tanto que fenómeno social, se en·
cuentra condicionado por el sistema político en el que se produce.
Aquí debemos aclarar que por "sistema político" entendemos, siguiendo
a Duverger, no sólo el conjunto de instituciones políticas que integran el "ré-
gimen político", sino a aquéllas en sus vinculaciones con "las estructuras
económico-sociales, los niveles de desarrollo, las ideologías y sistemas de va-
lores y las tradiciones culturales".128
Una primera aproximación a las vinculaciones entre el sistema político
y el proceso puede ser intentada desde la perspectiva de la posible correla-
ción entre los sistemas políticos y los sistemas procesales. Esta aproxima.
ción implicaría la utilización de alguna de las tipologías de los sistemas po-
líticos contemporáneos.

124 Idem~ párrafos 117 a 123.


125 El volumen colectivo fue editado por Mauro Cappclletti y Dcnis Tallon, ron el
titulo Fundamental garanters 01 lile parlies iJi civil liJigation. Les garallties fundamentales
des parties dans ks proces civil, Milán, GiufTC, New York, Oceana, 1973.
126 Cfr. Franco Scrrato, José, "Principios y garantías constitucionales en materia pro-
cesal civil", en Jurídica, México, núm. 4 julio de 1972, pp. 119-155.
127 Cfr. Vigoriti, Vincenzo, Garanzic constitu:ionali del processo civile, GiuUrc, Milán,
1973; Trockcr, NicoIo, Processo civile e Constitu:ione, Giuffre, Milán, 1974.
128 Duverger, Maurice, Instituciones políticas y derecho constitucional, trad. de Isidro
Molas y otros, Barcelona, 1970 (5a. oo.), pp. 7 Y 65.

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!58 E~JUDIOS GENERALES

Seguramente una de las tipologías generales de los sistemas políticos más


acorde con la realidad de nuestro tiempo, es la formulada por el conocido
constitucionalista y comparatista italiano Paolo Biscaretti di Ruffia, bajo la
expresión "forma de Estado".l29 Biscaretti di Ruffia distingue tres tipos de
Estado:
1) El Estado de democracia clásica " oeeiden tal, regido por la democra-
cia representativa, a través del principio del "gobierno de la mayoría con
respecto de la minoría", y caracterizado por la existencia de la pluralidad
de órganos constitucionales y la aceptación de la teoría de la división de po-
deres; la vigencia de una constitución rígida y la existencia de órganos le-
gislativos, generalmente bicamerales, de carácter electivo; una amplia tutela
jurisdiccional de los derechos públicos subjetivos y una descentralización bu-
rocrática y autárquica."'.
2) El Estado socialista, basado en la doctrina marxista, y asentado sobre
el poder de órganos colegiados de elección popular directa (soviets o asam-
bleas del poder popular), representantes de la colectividad que reúnen las
atribuciones proporcionalmente cada vez más importantes. y que nombran,
a su vez, a los principales órganos de la administración y la jurisdicción.
Este Estado es caracterizado por ]a relatividad de la rigidez de la Constiu~
ción, la ausencia de control judicial de la constitucionalidad de las leyes, el
principio del respeto de la legalidad socialista, el llamado principio del cen-
tralismo democrático y el sistema de la planificación económica. En el Estado
socialista el centro motor del proceso evolutivo está constituido por los ór-
ganos dirigentes del partido comunista, el cual, por regla, excluye la existn~
cia de otros partidos políticos.lal
3) El Estado alttoTitario, cuyas manifestaciones históricas más evidentes
fueron el Estado fascista italiano y el Estado nazi alemán, tuvo como ideo-
logía la del corporativismo y se caracterizó, como su nombre lo indica, por
la existencia de formas de gobierno autocrático, con concentración y con fu-
sión de poderes en el jefe de Estado, que también lo fue, del gobierno y
del partido único; la abolición de la rigidez de la Constitución y el rechazo
a todo control jurisdiccional de la constitucionalidad de las leyes; la supre~
sión de todos los procesos electorales y la estructuración rígidamente vertical
de los órganos del Estado; así como por el despliegue de una intensa labor
propagandista, con el objeto de lograr la adhesión o sumisión pasiva de los
gobernados.'·o El estudio de este tipo de Estado tiene, sobre todo, un interés
histórico, a juicio de Biscaret.u~

129 Cfr., BiscarClti de Ruffia, op. rito .mpra nota 7, pp. 43-76.
130 ldem, pp. 51-55.
131 ldem, pp. 55-65.
132 ldem, pp. 65-71.
13tl ldem, p. 50.

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SISTE.MAS J uRímcos y POLÍTICOS 159

':1) Como una categoría aparte, que "parece operar en una 'dimensión'
de tiempo y de ambiente notoriamente diversa", el autor señala los Estados
en vias de desarrollo, a los cuales, aclara, difícilmente se les puede inser-
tar en los esquemas doctrinales de las anteriores fonnas de Estado. La situa-
ción socio-económica de estos Estados, caracterizada generalmente por la
falta de cohesión nacional, el subdesarrollo económico y marcadas desigual-
dades en el ingreso, ha trascendido en su estructura constitucional. Estos
Estados se caracterizan, en términos generales, por el empleo de modelos
metropolitanos, el reforzamiento de la posición del Ejecutivo (a través de
formas de gobierno presidencialistas o de dictaduras militares) y el frecuente
predominio de un partido político. La mayoría de estos Estados ha seguido,
con adaptaciones y modificaciones, los esquemas de los Estados de democra-
cia clásica y otros han adoptado las estructuras de los Estados socialistas. 1B4
Es posible ad'vertir que esta tipología de Biscaretti tiene una correlación
aproximada con los diversos sistemas jurídicos y procesales. Así, dentro de la
primera categoría de Estados es posible ubicar, en términos generales, los
sistemas del comrnon law y del civil law europeo; dentro de la segunda, ob-
,-iamente al sistema socialista. De los Estados en vías de desarrollo, dada su
heterogeneidad, hahría que analizar en cada caso sus componentes predomi-
nantes para determinar qué clase de sistema jurídico y procesal les correspon-
de. En el caso de América Latina,13G hemos visto que sus ordenamientos ju-
I'idicos y procesales corresponden a un sector del civil law, con algunas ex-
cepciones.
Determinada esta cOlTclación aproximada, conviene analizar los condi-
cionamientos que cada sistema político produce sobre los sistemas de enjui-
ciamiento, tanto en materia civil como penal. En este sentido, un estudio
sobre la evolución del sistema político mexicano,136 y su influencia sobre el

U4 ldem, pp. 71-75_


t:,Ii)Acerca de los sistemas políticos latinromericanos, puede verse Lambert. Jacques,
Am¿ríca Latjna: Estructuras sociales e instituciones políticas, trad. de Pablo Bordonaba,
Ed_ Ariel. Barcelona, 1970 (2' ed_), especialmente el capítulo primero, pp_ 77-113, en el
que formula una interesante tipología; Rama, Carlos, "Tipología de los regímenes lati-
noamericanos", en Constituci6n y grupos de presi6n, UNAM, México, 1978, pp. 135-151;
Y Rico, José M., Crimen y justicia en América Latina, Siglo Veintiuno Editores, México,
! 977, en cuya introducción eshoza un documentado panorama de la realidad latinoame-
ricana. dando cuenta de las diversas tipologías formuladas sobre ella (pp_ 12-29).
lIHi Par.J. la caracterización del sistema político mexicano pueden verse, entre otros,
:\lcycr, Lorenzo, "El Estado mexicano contemporáneo", en Historia Mexicana, vol. XXlIJ,
núm. 4, abril-junio de 1974, México, pp. 722-752; Flores Olea, Víctor, "Poder, legitimidad
v política en Méxiw·'. en El jJerfil de México en 1980, vol. 3, 1974 (34 ed.). pp. 463-502;
IOi trabajos publicados en J\-ue"'oJa Política, \"01. 1, núm. 2. abril-junio de 1972, con el
"5uLJtítulo El sistema mexicano; el volu~n colectivo, Las crisis en el sistema polltico me-
xicano.. México, El Colegio de México, 1977; y Marcos, Patricio E., "Tesis para una teoría
política del Estado mexicano", en E.\/lUlios Políticos. México, voL III, núm. 9, enero-maTZo
'(le 1977, pp. 85-104-.

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160 ESTUDIOS GENERALES

desarrollo de los procesos civiles (en sentido amplio) y penales, podría mos-
trar las consecuencias que en el ámbito procesal tienen, entre otros factores,
la tendencia hacia la concentración de poderes en el Ejecutivo, la depen-
dencia política del :Ministerio Público, la ausencia en la práctica de meca-
nismos institucionales de control de la responsabilidad jurídica de los fun-
cionarios, etcétera. Es claro que este tipo de estudios no debe limitarse al
análisis del proceso tal como está regulado en las leyc'), sino que debe inqui-
rir sobre cómo funciona en la práctica.
Es significativo que una misma ley, la ordenanza procesal civil alemana
de 1877, haya estado vigente tanto en la República Federal de Alemania
-civil law- como en la República Democrática Alemana -sistema socialis-
ta-. y se haya aplicado. en ambos países, con criterios enteramente diversos. ls •
Es ignalmente significativo que algnnas leyes presocialistas hayan segnido vi-
gentes aún después de la instauración del socialismo, en países como Ruma-
nia y Polonia. lBs Es claro, por tanto, que el conocimiento verdadero del sis-
tema procesal no puede estar exclusivamente en las leyes procesales, sino tam-
bién en la forma como efectivamente funcione el proceso en tal sistema.

5. Proceso y sociedad

No es un hecho casual que las investigaciones empíricas de los sociólogos


del derecho se hayan centrado, de manera fundamental, en aspectos con-
cretos del desarrollo del proceso en la práctica. El proceso, en tanto que fe·
nómeno social, ha sido el campo más propicio para la investigación socioló-
gica del derecho. Incluso, en el terreno de la filosofía del derecho, hay una
clara tendencia que sostiene que el proceso es el elemento esencial del de-
recho y que hace residir el carácter de la juridicidad en la posibilidad de
promover un juicio en el cual el juez intervenga como tercero entre las
partes.""'
Para mostrar las amplias posibilidades de investigación sociológica del
proceso, nos interesa destacar las investigaciones organizadas por el Centro
Nacional de Prevención y Defensa Social de Milán, Italia, sobre la "admi·
nistración de justicia y la sociedad italiana en transformación", iniciadas
desde finales de 1962 y concluidas prácticamente hasta 1970, con la publi-
cación de una docena de volúmenes en los cuales se exponen los resultados. 14 1)

cfr. CappeUetti, Mauro, op. cit. supra nota 6, p. 16.


l:B7
138Cfr. Gurvich, op. cit. supra. nota 65, p. 21.
130 En este sentido se han manifestado, entre otros, Horvath y Carbonnier: Cfr., TrCH'S~
Renato. lntroduzione alla sociolog{a del diritto, Giulio Einaudi Editore, Turín, 1977, p. 184.
140 La relaci6n completa de estas obras, puede ycrse en Tn;yes, op. cit. supra nota 95,
p. 33.
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SISTEMAS Jl~ÍDCOS y POLÍTICOS 161

El conocido sociólogo del derecho italiano Renato Treves ha fonnulado una


excelente· síntesis y balance de dichas investigaciones en su libro Giustizia r
giudicí nella societa italiana. Problemi e ricerche di sociología del diritto. 141
El profesor italiano indica con precisión cuáles fueron los aspectos funda-
mentales de la administración de la justicia italiana abordados en los trabajos:

Tales investigaciones considel"an el problema de la justicia en Italia des-


de varios puntos de vista: el del atraso de las estructuras judiciales que
aparecen cada vez más incapaces de satisfacer las exigencias de nuestra
sociedad en continuo desarrollo; el del contraste ideológico que divide
a los magistrados frente a los problemas de su función en la sociedad y
frente a los conflictos laborales y a otros conflictos que se manifiestan
en medida siempre creciente en la misma; el de las actitudes del ciudano
y del público ordinario hacia los que las crean (las normas) y las aPlican. 1 "

En relación con el problema funcional de la admirústración de justicia,


Treves distingue las investigaciones que lo abordan desde el pnnto de vista
organizativo de 1.. que lo consideran desde un punto de vista predominante-
mente económico. 143 Respecto al segundo problema, el jurista italiano distin-
gue entre la ideología profesional de los magistrados y la ideología político-
social de la jurisprudencia: por la primera entiende "la concepción que los
magistrados tienen de su profesión y de la organización en "la cual se ejerce";
y por la segunda, "el sistema de valores político-sociales en la que aquéllos
(los magistrados) se inspiran al tomar sus decisiones y al motivar sus sen-
tencias".144
En un libro más reciente, lnlroduzione aUa sociologla del diritto,1 4 5 el
profesor Treves da cuenta de diversas investigaciones empíricas que inquie-
ren sobre los procesos de decisión del juez, la excesiva duración de los pro-
cesos, el defectuoso funcionamiento del aparato judicial, la extracción social
de los jueces y sus relaciones con la política. 146
Ea claro que en las dos obras mencionadas, el profesor Treves. al expo-
ner con claridad y rigor metodológico las principales investigaciones empíri-
cas sobre el proceso y la administración de la justicia, indica métodos y su-
giere temas que en muchos países aún no han sido utilizados y abordados. 147
141 Bari (Italia); 1970. Nosotros hemos consultado su traducción al español. al}. cit.
mpra nota 95.
142Treves, op. cit. supra nota 95, p. 27. Cursivas nuestras.
ldem, p. 57.
14.3
HA Idem, p. 41. Para una referencia m;Ís amplia de esta obra de Trc\·es, puedc ycrse
nuestra resetia, op. cit. supra nota 95.
145 Cfr. supra nota 139.
146 Idem, pp. 181-196.
147 Aunque en proporción todavía reducida, en México ya se han realizado iu\"Cstiga-
ciones empíricas sobre el proceso y la adminil..t.radión de justicia, romo el valioso trabajo
de Bustamante Fernándc7, Jorge Agustín, "La justicia como \'ariable dependiente", publi-
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162 ESTUDIOS GENERALES

En el terreno de la sociología del derecho, conviene también destacar la


compilación y síntesis de diversos trabajos, elaborada por Vilhelm Auhert. 14•
Es muy significativo que de las cinco partes en que Aubert dividió su obra,
cuatro de ellas tengan conexión directa o indirecta con los problemas proce·
sales y de la administración de justicia.'"
En Italia, la perspectiva sociológica de los estudios procesales ha sido se-
guida, entre otros, por Viltorio Denti 1150 y Mauro Cappelletti.'" En la línea
de la investigación empírica, debemos mencionar el proyecto sobre "Acceso
a la Justicia", que desde 1973 empezó a coordinar el profesor Cappelletti en
el Centro de Estudios de Derecho Procesal Comparado, de Florencia, Italia,
y cuyos resultados han sido publicados recientemente.1 G2
De esta manera, esta breve referencia -que no pretende de ninguna ma~
nera ser exhaustiva- a algunas investigaciones empíricas sobre el proceso y
la administración de justicia, pone de manifiesto la posibilidad y la necesi-
dad de estudiar la eficacia social del derecho, precisamente a través de los
problemas procesales y de los órganos de la jurisdicción, contemplados ya no
sólo desde la perspectiva de la dogmática jurídica -sin duda útil, pero ya
en nuestro tiempo claramente insuficiente-, sino también, y quizá cada vez
en mayor medida, a través del análisis comparativo y de la investigación so-
ciológica.

cado en Rroista Mexicana de Ciencia Política, México, núm, 54, Julio-septiembre de 1968.
pp. 212-219. En este mismo sentido, también puede verse Schwarz, CarI, ·'Juec:rs en la
penumbra: la ~indepca del poder judicial en los Estados UIÚdos y .en México" trad.
de Fausto E. Rodríguez, en Anuario Jurídico, 2·1975, UNAM, México, 1977, pp. 143·219;
'1 Oñate, Santiago. "El acceso a la justicia y los no privilegiados en México", en Revista
de Derecho Procesal lberomican~ Madrid, núm. 1 de 1978, pp. 137·189.
148 Cfr. supra nota 78.
14'9 Los titulas de dichas partes -de la 11 a la V. inclusive- son los siguiente.,;: "La
legislación la aplicación del derecho y el público"; "El derecho '1 la solución de los con-
flictos"; "La conducta de los jueces", y "Las profesiones jurídicas".
100 Cfr. Proccsso civile e giustizia socjale~ Giuft're Milán, 1971; Denti, Vittorio et al ... Le
prove nel proCt!sso civile, Giuffre, Milán 1m.
llS1 Cfr. Cappclletti, op. cit. supra nota 5.
1152 Cfr. Cappelletti, Mauro (editorial general) , Acces to justíce, Dott. A. GiuffrC Editore,
Milán¡Sijthoff and Noordhoff, Alphennandenrijn. 1978, en 4 vals.
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v
EL RÉGIMEN IMPUGNATIVO EN EL ANTEPROYECTO
DE CóDIGO DE PROCEDIMIENTOS CIVILES
DEL ESTADO DE MÉXICO, DE 1973·

SUMARIO: l. Planteamiento del tema. 2. Los supuestos de la impugnación.


3. Los recursos. 3.1. La revocación. 3.2. La queja. 3.3. La apelación. 3.4. La
nulidad. 4. El juicio de nu1idad.

1. Plallteam.iento del tema

En el contexto de un Anteproyecto de Código de Procedimientos Civiles,


cuya orientación fundamental contempla "la sustitución de un proceso escri~
to por otro de dos audiencias'',' el régimen impugnativo adquiere especial
importancia, en la medida que pueda adecuarse a la técnica del trámite que
implica el proceso por audiencias, cuyos objetivos se centran, segUn se ex-
presa en la Exposición de Motivos, en "la concentración, la inmediatez y la
participación más activa del juzgador"."
Por otra parte, la normación del régimen impugnativo en el Anteproyec-
to ofrece la oportunidad de simplificar 3 y sistematizar una materia en la
que prevalecen las más distintas denominaciones y figuras impugnativas,4 que
la hacen compleja y dificultan la defensa de los justiciables.

"" Comunicación presentada en el VI Congreso Mexicano de Derecho Procesal, cele-


lHado los días del 23 al 27 de abril de 1974, en la dudad de Taluca, Estado de México.
P"ublicada en Boletlll Mexicano de Derecho ComNrado, núm. 20 mayo-agosto de 1974,
pp. 103-11J.
1 Exposición de motivos del anteproyecto de Código de Procedimiento Civiles del Es-
tado de Mb:ico, edición mimeográfica de la Comisión Organu:l.dora del Sexto Congreso
~I('xicano de Derecho Procesal, 1974, p. 5.
:.! Ibkl.em.
:; En Ja Base N9 27. de las Bases Generales Comunes para los Códigos Latinoameri-
callOS de Procedimiento Civil, aprobada,> en las Quintas Jornadas Latinoamericanas de
nerecho Procesal (Bogotá, Cartagena, Colombia. junio de 1970). se expresa: "Deben uni·
ficarse y simplificarse los recursos y consagrarse el de queja por denegación de apela-
ción o casación." Cfr.~ Fix-Zamudio, Héctcr, Constituci6n y proceso civil en Latinoaméri·
ca, 1\!éxico, 19'74, p. 109.
<1 Cfr .• Alcalá-Zamora, Niceto, "A propósito de una planeada ley procesal civil hispa.
noamericana", en Boletin del Instituto de Derecho Comparado de México, n<) 'lJ, sep-

16:)

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166 DERECHO PROCESAL OVIL

Para comentar las disposiciones del Anteproyecto sobre los medios de im-
pugnación, vamos a mencionar, en primer ténnino, las resoluciones judicia-
les que el mismo reglamenta, para determinar los "supuestos" de la impug-
nación, empleando la terminología de Briseño Sierra_"
Para el análisis de los medios de impugnación distinguiremos aquellos
que implican un nuevo proceso, un proceso impugnativo por el que se tra- J

ta de combatir la validez de otro que ya ha concluido mediante sentencia


firme o irrecurrible,6 de los medios que se plantean dentro del mismo pro-
ceso. cuya sentencia aun no puede considerarse firme, y a los que podemos
considerar estrictamente como recursOs.

2. Los supuestos de la impugnación

Según expresa Briseño Sierra,7 la idea de condicionalidad en el Derecho


procesal comprende tres aspectos: los supuestos, los requisitos y los fn'esu-
puestos. Los supuestos, que son condiciones previas, se caracterizan por an-
teceder al acto de que se trate, ya sea la relación que constituye la -demanda,
o aquella que se ubica en la jurisdicción, y aun del mismo proceso. En cam-
bio, los requisitos, que son condiciones actuales, auxilian a la regular apari.
ción del acto, le acompañan en el presente de su manifestación. Por último,
los presupuestos, condiciones inminentes, son el cúmulo de datos que deben
estar previstos, que deben consignarse normativamente de antemano para el
acto consiga su efectividad. 8
De acuerdo con estas ideas, el supuesto de la impugnación viene a ser
la resolución 'u omisión cornbatida; los requisitos, las condiciones de tiempo"
forma y contenido; y, por último, los presupuestos, la competencia del ór·
gano que resuelve, el modo de sustanciar y la resolución buscada. En este
número nos vamos a referir a los supuestos, y al analizar cada medio de im·
pugnación en particulaT aludiremos a sus requisitos y presupuestos.

tiembre--diciembre de 1956, p. 31, nota 50. Esta diversidad también se presenta en las im-
pugnaciones dentro del prooedimiento administrativo; véase Fix-Zamudio. Héctor, "IJl-
troducción al estudio, d,e los recursos administrativos", en Estudios de Derecho Públiw
Contempordneol México. 1972. pp. 59-79.
(j Brisefío Sierra. Humberto, Derecho Procesal, v. 111, México, 1969, pp. 285 Y ss.

-6 Conforme al artículo 145, firme es la índole de la sentencia inimpugnable. Sería


preferible calificarla de irrecurribie, es decir, no susceptible de ser recurrida por alglUlo
de los medios ordinarios de impugnación o recursos, sin perjuicio de que pueda ser im-
pugnada media.Q.te un nuevo proceso, el de nulidad, cuya procedencia la establece el al'-
Lículo -216 del ,Anteproyecto, o el de amparo. que ¡"ix-Zamudio caracteriza como "amparo-
casación": cfr. Juicio de amparo, México, 1964. pp. 121-34, 258-75 Y 381-82.
7 Brisedo Sierra, op. cit., v. IV, p_ 673.
8 ldem'l supra nota 5, v. 111, p. 288.

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EL RÉGIMEN IMPUGNATIVO 167

El artículo 132 del Anteproyecto enumera ocho tipos de resoluciones ju-


diciales. En rigor, las resoluciones judiciales que pueden ser objeto de impug-
nación en un proceso, son la sentencía, "resolución del debate procesal''' (art.
133), Y los autos, "determinaciones jurisdiccionales dentro del proceso"
(art. 134).
Con relación al procedimiento negocial, el citado artículo 132 sólo men-
dona los proveídos, "resoluciones que impulsan un procedimiento no proce-
sal" (art. 135), aunque en el artículo 408 se habla de las prooidencias que
se dictan en el mismo procedimiento, y las que deberán entenderse como las
que lo concluyen o le ponen término.
Otros dos tipos de resoluciones aluden a las relaciones entre órganos de
autoridad: los mandamientos, "órdenes giradas de una autoridad a otra, obli-
gada por la ley" a obedecerlas (art. 136), Y los decretos, "órdenes del supe-
rior dictadas a sus subalternos o inferiores jerárquicos, salvo las confinna-
ciones, modificaciones, revocaciones o anulaciones del Tribunal Superior"
(art. 137). Por último, se mencionan las autenticaciones, certificaciones y
dacianes de fe (arts. 138, 139 Y 140), que se caracterizan, según la Exposi-
ción de Motivos, "por ser pacffiú1. actividad de valoración jurídica".9
Como, por una parte, las resoluciones que el juzgador puede dictar en la
audiencia de debates, por regla general, son autos y no sentencias, salvo que
medie allanamiento o conformidad del actor con la contestación de su de-
manda, en cuya caso debe dictar una sentencia (art. ] 83, frac. VII); Y por
otro lado, ésta debe ser la resolución que el juzgador pronuncie en la audien·
cia de fondo (art. 200), resulta conveniente, a fin de evitar confusiones
entre debate formal o procesal y debate de fondo o sustancial, que la sen-
tencia sea considerada no como "la resolución del debate procesa!", sino
como la resolución del debate del proceso,
Por último, aunque no se mencionen en el artículo 132, se reglamentan
otros dos tipos de resoluciones: el reqtcimno~ "conminación hecha por
el ejecutor al ejecutado. para que realice la prestación ordenada por la auto-
ridad competente", so pena de proceder a la "realización coactiva" (art. 141),
Y la prevención, "orden expedida por el oficial judicial ejecutivo para que el
demandado en un juicio de condena, haga provisión de fondos" (art. 142).

3. Los recursos

En el capítulo quinto, del título cuarto, "Del Proceso", libro pnme-


ro, "De las Condiciones del Procedimiento", se reglamentan los recursos. El

9 op. cit,~ supra nota ], p. 25.

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168 DERECHO PRO<;ESAL CIVIL

artículo 213 considera como tales la apelación, la nulidad, la queja y la re-


vocación.
En la Exposición de Motivos, conforme a las ideas de Briseño Sierra, se
asigna una finalidad de "crítica" a la apelación y la revocación; de "censu-
ra" a la nulidad, y de "control" a la queja. l • Estas finalidades comprenden
un aspecto, quizá el más importante, de los presupuestos de la impugnación:
las resoluciones buscadas. u
En tanto que la censura puede destruir los efectos del acto impugnado
mediante su anulación, la crítica, que consiste en asumir el papel del criti-
cado para revisar el acto, puede desembocar en la confirmación, modifica-
ción o revocación del mismo; el control, por su parte, consiste en la verifi-
cación entre dos resultados -un previsto de antemano y otro encon4ado a
posteriori-, y puede llevar a privar de su eficacia al acto impugnado, sin
anularlo ni revocarlo, cuando no se encuentra la adecuación entre esos dos
resultados. 12
La diferencia, por otro lado, entre la revocación y la apelación, consiste
en que mediante la primera se impugnan autos, en tanto que ,a través de la
segunda se combaten, por regla general, sentencias,l3 y si la revocación se
plantea ante el mismo órgano emisor, en forma horizontal, al apelación ante
el ad quem, en forma vertical. 14
En ténninos generales, el Anteproyecto se orienta, en su reglamentación
de los medios de impugnación, congruente con la técnica de la sustancia-
ción que se trata de desarrollar en el proceso por audiencias, hacia la re-
ducción de su empleo, al mínimo posible, procurando evitar dilaciones inne-
cesarias. En este sentido, se advierte que la segunda instancia se limita a
la "critica" o "censura" de la sentencia, según se trate de apelación o nuli-
dad, "pero sin permitir la repetición del proceso"."
En igual sentido, un buen número de resoluciones son consideradas irre-
curribles, entre las cuales se pueden señalar las siguientes: a) las resoluciones
del ejecutor sobre: a') la objeción del ejecutado al monto de la provisión de
fondos (art. 243); b') la oposición del demandado a la provisión de fondos
(art. 244); c') la valuación de los bienes que deben subastarse (art. 291) ¡
d') la determinación de quienes reúnen las condiciones legales para ser pos-
tores, y en general cualquier resolución dictada en la diligencia de remate
(art. 292); b) las resoluciones sobre pago de gravámenes de bienes remata-
dos, gastos de ejecución y demás (art. 308); e) las resoluciones sobre obje-

lQ Idem'l p. 26.
11 Brisefto Sierra. op. cit. supra nota 5, \', IV, p. 675.
12 ¡<km., pp. 675 Y 676.
13 Con las excepciones que se mencionan al tratar en particular de la apelación.
14 Brisefto Sierra, op. cit. supra nota 5, p. 35.
15 op. cit. supra nota 1, p. 35.

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- ._- - ---------- ,i
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EL RÉGIMEN IMPUGNATIVO 169

ciones a Ios.informes mensuales de los síndico. (art. 34S} , y d).1os autos que
moderen ·la fijación de los alimentos provisionales (art. 438) .'.

~.l IJa revocación

El artículo 205 establece la facultad de los funcionarios judiciales de re-


vocar en primera instancia "sus resoluciones, a petición de parte, cuando no
tengan el carácter de definitivas". Es decir, quedan excluidas las sentencias
y los autos que pongan fin anticipadamente al proceso en primera instancia.
Por lo que se refiere a la segunda instancia, el artículo 213, fracción IV,
consigna la procedencia de este recurso, también a petición de parte, contra
las resoluciones procesales dictadas por el Tribunal Superior. No se aclara
si solamente contra las resoluciones procesales que no tengan carácter de
definitivas, por lo que pudiera plantearse la posibilidad de interponer el
recurso de revocación contra la sentencia de segunda instancia. Pensamos
que, conforme a la orientación del Anteproyecto, esta posibilidad no debe
presentarse y que, por tanto, es conveniente excluir expresamente de este
recurso en segunda instancia, las resoluciones procesales que tengan el carác-
ter de definitivas.
El objeto de este recurso, esto es, la resolución buscada, queda definido
en el artículo 146: "Revocación es la resolución de la misma autoridad que
establece la situación jurídica contraria a la impugnada por el interesado en
el procedimiento". La finalidad de crítica que Briseño Sierra asigna a este
recurso, queda limitado a la revocación o confinnación de la resolución im·
pugnada, sin que se contemple su modificación.
Para otorgar un mayor poder de rectificación a las autoridades judiciales,
quizá resulte conveniente no limitar este recurso a la revocación, sino ~ncluir
también la modificación de la resolución impugnada. Y a fin de que la de-
nominación del recurso no resulte incompleta, podría llamársele "reforma",
como lo ha propuesto Alcalá-Zamora,17 o bien "reconsideración", expresión
muy empleada en el derecho administrativo, sin que deje de tener antece·
dentes en el proceso penal. 18
En el capítulo relativo a los recursos no se ~cuntra disposiciones so-
uro el modo de sustanciar la revocación. Sin embargo, el artículo 100, ubi-
cado dentro del capítulo referente a las notificaciones, establece que las re-
soluciones de los jueces deben ser comunicadas verbalmente y de inmediato
;'\ los presentes en la audiencia, quienes podrán hacer valer las impugnaciones

16 Véase aucmas los artículos 106 y 183, frac. 1I.


17 Alcalá·Zamora, op. cit. supra llota 4, p. 36.
13 Nketo Alcalá·Zamora, Cuestiones de tcrminologla frocesal~ México, 1972, pp. 159·61.

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170 DERECHO PROCESAL CIVIL

del caso en la misma fonna, para que también conozcan la decisión de ma-
nera similar. Esta misma regla, que rige para la impugnación de las resolu-
ciones dictadas en audiencia, la consigna el artículo 89 específicamente para
la revocación de las correcciones disciplinarias.
No quedan comprendidas en el artículo 100 las resoluciones de los jue-
ces que se deben comunicar mediante el Correo Judicial, ni las de los ofi-
ciales judiciales auxiliares (articulo 101). Para estos casos no se encuentran
disposiciones sobre el plazo de interposición ni el modo de sustanciar el re-
curso de revocación.
Por último, en relación al procedimiento negocial, se establece en el
artículo 404 que las resoluciones judiciales dictadas en el mismo, podrán va·
riarse o modificarse sin sujeción a plazos o formas especiales, bastando que
la solicitud esté fundada, a juicio de quien deba alterar la resolución an-
terior, previa audiencia de los interesados si los hubiere. El artículo 408 se
refiere expresamente a la reforma de las resoluciones dictadas en el procedi-
miento negocial, que puede ser solicitada por los interesados cuapdo cam-
bien las circunstancias que originaron la resolución revocable. Del texto de
los preceptos citados se desprende que, en este caso, la reforma no sólo
comprende la revocación, sino también la modificación de la resolución res-
pectiva.

3.2. La queja

Confonne al artículo 213, fracción 111, procede el recurso de queja ante


el Tribunal Superior de Justicia. contra las actuaciones y resoluciones que
pongan fin anticipadamente al proceso en primera instancia, y contra las
actuaciones dictadas en procedimientos no procesales seguidos ante los ofi-
ciales judiciales auxiliares.
Espedficamente se establece el recurso de queja contra las resoluciones:
a) por las que el juez afirma su "falta de fuero o incompetencia absoluta"
(artículo 19) o se excuse de conocer de un asunto (artículo 28); b) que el
oficial del Registro Civil dicte sobre el recurso administrativo de rectific-. ..
ción de actas del Estado civil (articulo 411, fracción II); e) que el jUe-L
familiar emita sobre el procedimiento de divorcio voluntario (artculo 428),
Y d) que el oficial judicial de ejecuciones pronuncie desestimando una soli-
citud de alimentos provisionales (artículo 435) .
En el Anteproyecto no se encuentran preceptos que señalen el objeto del
recurso de queja. A pesar de que en la Exposición de Motivos se indica
que la resolución buscada con este recurso, "se ha eliminado porque perte-

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EL RÉGIMEN IMPUGNATIVO 171

nece a las relaciones orgánicas de la judicatura....• y ya que COlDD medio de


impugnación trasciende esas relaciones, consideramos necesario que se señale
en el Anteproyecto el contenido posible de la resolución buscada con la
queja.
Además del presupuesto que implica la resolución buscada, no se regla-
menta otro. que no deja de ser importante: el modo de sustanciar. Los ar-
tículos 19 y 20 señalan un procedimiento para la queja contra la resolu-
ción de "falta de fuero o de incompetencia absoluta". que se reduce a que
en la misma audiencia en que se dicte la resolución, el impugnante exprese
los agravios y la contraria los conteste, enviándose las constancias, por con-
ducto del Correo Judicial, al superior jerárquico para que decida lo condu-
cente. Es conveniente que este modo de sustanciar sea trasladado al capítu·
lo relativo a los recursos, aplicándose en general al recurso de queja.

3.3. La apelación

El artículo 213. fracción J, sefíala la procedencia de este medio de im-


pugnación ante el Tribunal Superior de Justicia, "por violación de la ley
sustantiva cometida en la sentencia, o equívoca valoración de los hechos en
cuanto al fondo del debate en el mismo fallo". Es necesario aclarar que la
valoración recae sobre los medios de prueba, o según la terminología del
Anteproyecto. sobre los medios de confinnación, y no sobre los hechos direc-
tamente; éstos, a su vez, son el objeto 20 de dichos medios.
Con este recurso, al igual que con el de nulidad, por ser ambos medios
de impugnación de ]a sentencia, se inicia la segunua instancia. La diferencia
básica entre estos dos recursos, consiste en que mediante la apelación se
combaten los errores in iudicando, es decir, las infracciones a la ley sustan-
tiva, en tanto que con la nulidad se impugnan los errores in procedendo, o
sea, el quebrantamiento de la forma_
Otra diferencia también de importancia la señala el objeto de cada uno
de estos recursos: mediante la apelación se persigue la "crítica" de la reso-
lución impugnada. que puede ser confirmada, modificarla o revocada: con la
nulidad se persigue la "censura" del supuesto del recurso, que puede ser anu-
lado. Estas dos finalidades se encuentran previstas en los artículos. 147 Y 148.
En tercer lugar, podemos mencionar que si el recurso de apelación siem-
pre debe ser resuelto por el Tribunal Superior mediante una sentencia, el
de nulidad puede serlo además por el mismo juel mediante 1m auto (articu-
los 149 y 205).

19 op. cit. $upra, p. 26.


!.>() Dc\'is Echandía. Hemando, Tratado de Derecho P,·QCe.~al Civil, t. Y. Bogotá. 1967.
pp. 205 } ".

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172 DERECHO PROCESAL CIVIL

Como excepciones a la regla de que la apelación procede solamente con-


trasentencias y no contra autos, podemos señalar que dicho recurso procede
contra las siguientes resoluciones: a) el auto que acuerda procedente la litis-
pendencia de juicios o la excepción de "caso juzgado" (artículo 183, frac-
ción V); b) la resolución que determina¡ si procede la declaración de validez
de laudos. privados o sentencias extranjeras condenatorias (artículo 266), Y
c) las relativa. a la validez de un testamento privado (artículo 380)_
La tramitación es la misma tanto para la apelación como para la nulidad.
El recurso se debe anunciar ante el Correo Judicial dentro de los cinco días
siguientes a la notificación de la sentencia (artículo 206), d.ebiendo presentarse
el escrito de expresión de agravios, en los cinco días posteriores al anuncio del
recurso. Como no hay una razón .uficiente para separar el anuncio del recurso
y la presentación del escrito de expresión de agravios, es recomendable que se
concentren en un solo acto, aunque se amplíe el plaro de su realización.21
El Correo Judicial debe correr traslado con la copia del escrito de expre-
sión de agravios a la parte contraria, para que en un plazo de cinco días
conteste, y entregar todas las constancias, inclusive el expediente de primera
instancia, al Tribunal Superior. Éste, en caso de haberse ofrecido la prueba
pericial para verificar la autenticidad o falsedad de documentos objetados
en primera instancia, sin que se haya desahogado aquélla sin culpa del recu-
rrente, señalará fecha para la audiencia en que deba practicarse (artículos 207,
208 Y 209). En caso contrario, se limitará a citar, a través del Correo Ju-
dicial, a las partes para oír sentencia, la que debe dictarse dentro de los
quince días siguientes al de la celebración de la audiencia o de la citación.
Los límites de la segunda instancia los señala el articulo 212: en ella
sólo se conocerán las cuestiones objeto de los agravio•. Sin embargo, ese co-
nocimiento puede resultar incompleto si no se pueden ofrecer medios de
pnleba, con la salvedad prevista, en forma muy limitada, en el articulo 208.
Los medios de prueba, o si se prefiere de confirmación, deberían estar limi-
tados, como es lógico, pero a los hechos contenidos en el escrito de expre-
sión de agravios, que desde luego son distintos a los hechos discutidos en la
primera instancia.
El Anteproyecto también reglamenta la apelación adhesiva (artículo 214) y
la de tercero ajeno al juicio (artículo 215). Por otro lado, no prevé los efectos
suspensivos o ejecutivos 22 en la interposición de los recursos, aunque no se
dejan de mencionar en forma aislada en algunos preceptos (artículos 129
y 266).

21 Cfr., Alcalá-Zamora, Niceto, Examen critico del Código de Procedimientos Cjviles


de. Chihu¡¡hu,a, Chihuahua, 1959, p. 176.
22 Cfr., Alcahí·Zamora, op. cit. supra nota 18, pp. 90·92.

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EL RÉGIMEN IMPUGNATIVO 173

3.4. La nulidad

Como ya quedó señalado, mediante este recurso se combaten las violacio·


nes "de las condiciones de la legalidad" del procedimiento (articulo 213, frac-
ción I1). Como ya fue precisado su objeto, y se advirtió que el modo de sus-
tanciar es el mismo que el de la apelación, nos limitaremos a illdkar algunos
casos específicos en que se prevé su procedencia.
El articulo 220 prevé la anulación de sentencias excluyentes, a petición
de partes interesadas, en perjuicio de la que imponga cargas u obligaciones
frente a la que libere de ellas; de la dependiente frente a la principal y de
la más reciente frente a la anterior. El artículo 408, por su parte, señala la
procedencia de este recurso específicamente para combatir el quebranta.
miento de la forma en el procedimiento negocial.~

4. El juicio de tlulidatl

Este medio de impugnación, previsto en el artículo 210, constituye un


verdadero proceso impugnativo, ya que su instauración procede contra pro·
cesos que se pueden considerar concluidos mediante sentencia firme; es un
proceso que combate la cosa juzgada.
Conforme al precepto mencionado, el tercero que resulte perjudicado por
fraude, simulación o colisión de las partes, podrá interponer juicio haciendo
valer la nulidad del proceso cuya sentencia le afecte, dentro de los cinco
días siguientes al en que tuvo noticia de la sentencia firme. Como se trata
de un proceso impugnativo excepcional, sólo podrá tener lugar en los su-
puestos señalados.

23 Véase además los artículos. 18, 30, 148, 149, 179, 183, fraes. lIT, IV Y v; 194-, 199,
fracción v, 266, 380, 428, 440, 458 Y 46i.
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VI
EL OBJETO DE LA PRUEBA EN EL PROCESO CIVIL·

SUMARIO: 1. Introducción. 2. La prueba. 3. El derecho probatorio. 4. El


objeto de la prueba. 5. La prueba de los hechos. 5.1. Los hechos confesados.
5.2. Los hechos notorios. 5.3. Los hechos presumidos. 5.4. Los hechos irrele-
vantes. 5.5. Los hechos imposibles. 5.6. Los hechos negativos. 6. La prueba
del derecho. 6.1. El derecho extranjero. 6.2. El derecho consuetudinario.
6.S. La jurisprudencia. 7. La fijación del objeto de la prueba.

). Introducción

La prueba es un condicionamiento esencial para la eficacia del derecho.'


Las normas jurídicas no necesariamente tienen una realización automática,
-de manera que, una vez actualizado el supuesto jurídico, se produzca iPso
tacto la consecuencia prevista en la norma. El aplicador del derecho -ór-
gano jurisdiccional o administrativo- requiere siempre fijar los hechos -y
cerciorarse de su existencia para poder disponer la actuación de la disposi-
ción jurídica. Los hechos no siempre son ubicables con facilidad en los su-
puestos abstractos: frecuentemente, por su riqueza y variedad, rebasan las
previsiones del legislador.
La conexión de los hechos con el derecho se realiza precisamente a tra-
vés de la operación probatoria. La prueba no sólo es necesaria en el proceso
jurisdiccional, sino también en el procedimiento administrativo, aunque en
éste generalmente se reduce a un simple acreditamiento de requisitos nece-
sarios para obtener un acto de autoridad de carácter administrativo -conce-
sión, autorización, permiso, licencia, etcétera-.2 Por eso la prueba alcanza
su verdadera dimensión en el proceso. El juzgador, frente a los hechos afir-
mados por las partes, ha de acudir necesariamente a la prueba. Los hechos
sobre los cuales debe fundarse la decisión judicial, necesitan ser probado,

• Publicado en Revista Jurídica Veracruzo11a, núm 6, abril.junio de 1976, Jalapa. pp.


7·32.
1 Muflol Sabaté, Luis, Técnica probatoria. Estudio sobre las dificultades de prueba
tm el proceso, Ed. Praxis. Barcelona, 1967, p. 23.
2 Spinelli, Micheli, en Las pruebas civiles, trad. de Tomás A. Banzhaf, EjEA. Bue-
nos Aires, 1973. destina la segunda parte al estudio de "Las pruebas civiles. fuera. del
proceso". SegúP dicho autor, "la prueba es un dato metajl1Tídioo": p. 52.
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176 DERECHO PROCESAL Cl\'lL

mediante los elementos aportados por las partes o por el propio juzgador.
"El problema de los hechos -ha escrito con acierto Muñoz Sabaté- se cen-
traliza procesalmente en el problema de la prueba: a pravare a soccomberr,
Esta es la sublimación de todas las problemáticas","
La importancia fundamental del fenómeno probatorio para el proceso,
ha sido reconocida desde hace mucho tiempo. Son muy conocidas estas pa.
labras de Bentham; el gran clásico del derecllO probatorio inglés: ", : ,Él' arte
del proceso no es esencialmente otra cosa que el arte dt administrar las prue-
bas",' A su vez, Carnelutti, cuya obra, La prueba civil, aún sigue orientando
en varios aspectos el estlidio del derecho probatorio en los palsesdel civil
law,G consideró que "la prueba es el corazón del problema del jUicio, del
mismo modo que éste es el corazón del problema del pensamiento:' ,. Y Sen-
tís Melendo, con razón. ha puntualizado que "un proceso sin prueba consti-
tuye una entelequia",7
NOS8tros hemos estimado que el concepto de prueba es equiparable a los
que han sido considerados como fundamentales para el derecho procesal. ta-
les como los de jurisdicción, proceso y acción" Desde un punto de vista ló-
gico; no se puede concebir el proceso sin la prueba, Aun en el caso 'en que
el demandado se allane a las pretensiones del actor y se su priman las etapas
probatoria y de alegatos, no podrla hablarse de un proceso sin prueba, sino
más bien de una solución autocompositiva unilateral 9 homologada por el
juzgador, figura que excluye la existencia del proceso: no hay prueba, peto
tampoco hay proceso,
El' tema de este trabajo incide en uno de los aspectos más relevantes y

3 Muñoz Sabaté, op. cit. supra nota 1. p. 21.


4 Bcntham, Jeremías. Tratado de las pruebas judiciales, obra compilada de los ma-
nuScritos de su autor por E. Dumont, trad. de Manuel Ossorio Flonit, t. 1, EJEA, Bue-
nos Aires, 1959, p. 10.
5 Bajo la denominación países del civil law se indica a aqueUos cuyoS ordenamientos
Jurídicos pertenecen al sistema continental europeo, considerados en relación, tanto con
la común derivación romanista, como con la uniformidad de las técnicos normativas, en
contraste con los ordenamicntos angloamericanos o del common law. Cfr. Denti, Vittorio,
"Evolución del derecho probatorio en los procesos civiles contemporáneos", trad. de Ní-
celO Alcalá-Zamora y Castillo, en Boletín Mfixicano de Derecho Comparado, núm. 6, sep-
tiembre-diciembre de 1969, p. 544, nota 1. En el mismo sentido, véase Cappeletti, Mauro,
El poetIsa civil en el derecho comparado, trad. de Santiago Sentís Melcndo, EJEA, Bue·
nos Aires, 1973, pp. 10-6.
6 Camelutti, Francesco, La prueba civil, trad. de Niceto Alcalá-Zamora y Castila, Edi-
ciones Arayú. Buenos Aires, 1955, p. XVIII.
7 Sentís Mekndo, Santiago, "Introducción al derecho probatorio", cn Estudios en me·
nwria de Carlos Viada, Prensa Castellana, Madrid, 1965, p. 559.
8 OvaU(" Fayela, José, "La teoría general de la prueba", en Revista de la facultad de
Derecho de México, núms. 93-94, enero-jwtio de 1974, pp. 283, 284 Y 301 [supra 11-
9 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto. Proces~ autocomposición y autodefensa, Instituto de
Investigaciones Jurídicas. UNAM, 1970. pp. 85·89.
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EL OBJETO DE LA PRUt:BA 177

dis~uto del deredlO probatorio y, en términos generales, trata de respon·


der a la pregunta ¿qué se prueba en el prooeso civil? Antes de introducir·
nos a la delimitación del objeto de la prueba en el proceso civil, conviene
precisar qué entendemos por prueba y cuál es la ubicación de tal objeto
ep. el derecho probatorio.

2. La prueba

La palabra "prueba" tiene, aun extrayéndola de su empleo común y ubio


cándola dentro del campo jurídico, toda una gama de significados, ya que
se usa para designar objetos distintos, aunque conexos. Lo mismo se emplea
para referirse a los medios de prueba -prueba confesional, prueba pericial,
etcétera-. que para designar el procedimiento y la actividad tendientes a
probar, como para aludir al resultado eficiente obtenido Con esa actividad.l°
Es claro que no se debe confundir la operación probatoria, con los medios
a través de los cuales se realiza. Por eso es preciso que. cuando se haga re·
ferencia a la confesión, el testimonio, el dictamen pericial, etcétera, se el~
tienda con claridad que se está aludiendo a los medios de prucba y no a la
prueba en sí.
Por otro lado. también conviene distinguir el procedimiento probatorio
-que es el desarrollo formal de la etapa probatoria-, de la operación pro·
batoria, que rebasa los límites de aquél y llega hasta la fase resolutiva, ya que
es en la sentencia en donde se realiza la apreciación de los: medios de prueba
practicados.
Nosotros pensamos que, en sentido estricto y siguiendo las ideas y la
terminología de Alcalá·Zamora,11 la prueba es la obtendón del cercioramien·
to del juzgador acerca de los hechos necesarios para que pueda resolver el
<;onflicto sometido a proceso. En sentido amplio, sin embargo, la prueba
comprende todas las actividades procesales que se realizan a fin de obtener
dicho cercioramiento, con independencia dc que se obtenga o no. 12
Ese cercioramiento del juzgador puede no COlTcsponder con la verdad.
Ésta existe en forma objetiva, por lo que conviene evitar la confusión fre~
cuente de creer que a través de la prueba se busca la verdad, para lo cual
se afirma que la prueba penal busca la verdad histórica o material y la
civil, la verdad formal, queriendo indicar que en el proceso penal el cerdo·
ramiento del juzgador puede lograrse en forma más efectiva y libre que en

10 Ovalle Fa.vela, op. cit. supra nota 8, p. 288·90.


11 Alcalá·Zamora y Castillo, Niceto, y Lcycne, Ricardo, Derecho procesal penal, Etl.
G. Kraft, Buenos Aires, 1945, p. 20.
12 Ovalle Fa\'ela, op. cit. supra nota 8. pp. 290·1.

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/78 DERECHO PROCESAL CIVIl.

el civil. En una frase que ha resultado irrefutable, Carnelutti expresó que


"la verdad es como el agua: o es pura o no es verdad".'"
Si la verdad es objetiva, susceptible de verificación científica, la prueba
procesal aún continúa siendo predominantemente subjetiva: es el juzgador
e! que ha de decidir, ajustándose a reglas legales (prueba tasada), a la ló-
gica y a las máximas de la experiencia (sana crítica o libre apreciación razo-
nada) o simplemente a los dictados de su conciencia (íntima convicción).
acerca de la fuerza probatoria de los medios de prueba aportados en el pro-
ceso. Seguramente, la capacidad de recepción del desarrollo cientlfico y tec-
nológico en el proceso, particularmente a través de las pruebas pericial y
documental científica, podrá lograr un cambio sustancial en la naturaleza
de la prueba procesal, ya que, de predominantemente subjetiva, como lo es
actualmente, habrá de alcanzar un nivel mayor de objetividad, que permi-
tirá, a su vez, darle una mayor efectividad al proceso.:L4
En este sentido, nos parece acertada la observación de Cappelletti acerca
de la transformación de la libre valoración en lo que él denomina "valora-
ción científica" de las pruebas: "científica, en cuanto esté basada sobre la
utilización de instrumentos y datos científicos -físicos, químicos, biológicos.
etcétera- de la investigación, mediante los cuales se considera o se espera
poder más tarde o más temprano, 'medir' científicamente la exactitud de la
percepción de los testigos, la precisión de sus recuerdos, su veracidad y sin-
ceridad; poder superar, en suma, mediante criterios de medida objetivos, los
peligros y las posibles arbitrariedades de la valoración subjetiva del juez".'"
Pero en tanto esta transfonnación no se produzca, debemos seguir afir-
mando que lo que la prueba logra es el cercioramiento del juzgador. Con-
viene recordar que ya Framarino distinguía diversos estados del espíritu hu-
mano en relación con un hecho: el nivel más bajo es desde luego la igno-
"ancia (ausencia total de conocimiento); continúa, en orden ascendente, la
credibilidad (igualdad de motivos para e! conocimiento afirmativo o nega-
tivo); le sigue la probabilidad (preponderancia de! conocimiento afirmati-
vo), y concluye con la certeza (definitivo triunfo del conocimiento afinna-

13 Cfr. MutloZ Sabté~ op. cit. supra nota 1, p. 57. Acerca de la inconsistencia de la
distiNción entre verdad fonual y material, puede verse: Fumo, Cario, C()ntributo alla
tearia d~la prova legale, CEDAM, Padova, 1940, pp. 20 Y ss.
14 Ovalle Favela, op. cit. supra nota 8, p. 297. En este sentido puede verse: Dtmti,
Vittorio. "Cientificidad de la prueba y libre valoración del juzgador". trad. de Santiago
Oilate, en Boletín Mexicano de Derecho Compard~ núm. 13-14, enero-agosto de 1972,
pp. 3-22; y. Becerra Bautista, José, "Cientificidad de la prueba, en relaaión principal.
mente con los dictámenes periciales y la libertad de apreciación del jUlg3.dor"~ en Re·
vista Jurídica Veracruzana, núm, 2. abril-mayo-junio de 1971, pp. 5-39.
15 CappelIetti, op. cit. supra nota 5. pp. 127·9.

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EL OBJETO DE LA PR.UEBA 179

tivo) .16 Consideramos que el cercioramiento que el proceso exige, debe en-
contrarse, cuando menos, en el nivel de la probabilidad. 1T

3. El derecho probatorio

La expresión "derecho probatorio" ha adquirido definitivamente carta


de naturalización entre los pracesalistas.l' Aunque, por una parte, existan
todavía autores que cuestionen el mismo empleo de la palabra "prueba", en
el sentido que ha quedado anotado en el apartado .anterior,'" y, por la otra,
aún persistan corrientes que afirman que hay diferencias sustanciales entre
la prueba civil y la penal,.20 es claro que cada vez es mayor el consenso en
torno a la unidad de la prueba, ya que el fenómeno probatorio es esencial-
mente igual en cualquier tipo de proceso, y cada vez es más evidente la ne-
cesidad de una elaboración teórica que explique coherentemente este fenó-
meno en sus dimensiones generales, base de lo que se ha denominado la
"teoría general de la prueba".21
y así como la teoría general del proceso forma el tronco común conce}>-
tual de todo el derecho procesal, la teoría general de la prueba viene a cons-
tituir la base teórica fundamental que orienta el estudio del derecho pro-
batorio. Este último puede ser entendido, tanto en el sentido de derecho
objetivo, y 'entonces se afirma que es el conjunto de normas jurídicas que
regulan la actividad demostrativa en el proceso,"" como en el sentido de dis-

18 Framanno del Malatesta, Nicola, La lógica delle prava in crimn4le~ v. J, Unione


Tipográfico Editrice, Tunn, 1895, p. 4.
17 Para Muflas Sabaté, op. cit. supra nota L pp. 60 Y SS., la probabilidad es el nh'el
suficiente de evidencia.
18 Entre otros, han aceptado esta denominación: Alcalá·Zamera r Castillo, Niceto, Es-
tudios de derecho probati~ Concepción, Chile, 1965; Denti, op. cit. $upra nota 5; Stmtfs
Melendo, op. cit. $upra nota 7; Silva Melero, Valentin, La prueba procesal, t. r, Ed. Re-
vista de Derecho Privado, Madrid, 196!J., p. XIII; r, Devis EchandIa, Remando, Compen·
dio de pruebas judiciales, Ed. Temis, Bogotá, 1969, pp. 2 Y 3.
19 Por ejemplo. Briseño Sierra prefiere hablar de confirmación (''Jl vez de prueba, y
ésta la reduce a la pericia: Derecho procesal, v. IV, Cárdenas Editor y Distribuidor, M(:·
xico, 1970, pp. 314 Y ss.
20 Nos referimos a la corriente dualista iniciada y encabezada por Florian, Eugenio,
Delle prove penali, 2 V., Casa Editrice Dottore Francesco Valardi. Milan, 1921. En Mé·
xico, por ejemplo, Colín Sánchez manifiesta: "De 'acuerdo con la naturaleza de los asun-
tos sobre los cuales versa el procesadimiento penal y el proceso civil, las pruebas son de
naturaleza distinta; por ello, producen efectos diferentes en Uno y otros procesos, como,
por ejemplo, la confesión". Cfr. Derecho mexicano de procedimientos penales. Ed. Porrua,
"México, 1970, p. 295, nota 1.
21 Ol'aBe Favela, op. cit. supra nota 8, pp. 278-85-.
2::! Silva Melero, op. cit. supra nota 18, t. 1, p. 26.

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ISO DERECHO PROCESAL ,CIVIL

ciplina O ciencia, y en este caso se considera que es "el estudio de las


pruebas".%I
El derecho probatorio ha surgido como una respuesta a la necesidad de
estudiar en fonna sistemática las normas referentes a la prueba, con un crite-
rio de especialización, más que por el deseo de crear una disciplina indepen.
diente y distinta del derecho procesaL En opinión de Sentís Melendo, el
derecho. probatorio existe como una parte o zona del derecho procesal, no
como un estudio independiente y autárquico.'" Conviene destaCar que el de·
recho probatorio no existe sólo como un estudio- sistemático ,de la prueba,
sino que, desde hace cerca de un siglo, constituye, una asignatura académica
obligatoria en varias universidades colombianas y actualmente también se
impa.rte con tal carácter en una universidad venezolana. 25
Siguiendo a Couture, podemos afirmar que el estudio de. la prueba in·
quiere sobre los siguientes aspectos: 1) qué es la prueba (concepto); 2) qué
se prueba (objeto); 3) quién prueba (carga); 4) cómo se prueba (proce·
dimiento probatorio), y 5) qué valor tiene la prueba producida (valora.
ción) ."" A estos aspectos podríamos agregar, además: 6) para qué se prueba
(finalidad) , y 7) con qué se prueba (medios de prueba).

4. El objeto de la prueba

Si hemos conceptuado la prueba como la obtención del cercioramiento del


juzgador .acerca de los hechos necesarios pa", que pueda resolver el. conflicto
sometido a proceso, es lógico que debemos considerar que el objeto de la
prueba, es decir, lo que se prueba, son precisamente esos hechos.· "Objeto de
la prueba -ha escrito Carne1utti- es el hecho que debe verificarse y sobre el
cual vierte el juicio ... " 27
En la doctrina se discute acerca de si el objeto de la prueba son los he·
!!3 Sentís Melendo, op. cit. supra nota 7, p. 559.
24 Ibidem.
25 Tienen la clase de derecho probatorio o de pruebas las siguientes instituciones: Fa-
cultad .de Derecho y Ciencias Socioeoonómicas de la Pontificia Universidad Javeriamt. de
Bogotá (quinto año); Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional
de Colombia, de Bogotá (cuarto año); la Facultad de DerecllO de la Universidad de An-
tioquía, de MedcllIn, Colombia; la Facultad de Derecho de la Unh'ersidad de los Andes,
de Bogotá (sexto semestre). y la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo. de
Valencia. Ven~ula (quinto año). En todas ellas la asignatura es obligatoria. En la Es·
cuela de Dereclto de la Universidad Católida de Puerto Rico, se imparte en el segundo
año un curso sobre Evidence.
~ Couture, Eduardo J.• Fundamentos de derecho procesal civil" Roque de Palma Edi·
tor, Buenos Aires. 195B. pp. 215-6.
2'T camelutti. Francisco. Sistema d6 de1'ccho procesal civil, trad. de Niceto Alcalá-Za-
moI'3 y CastnIo y Santiago Sentís MeJendo t. Il, UTEHA, Buenos Aires, 1944, p. 4011

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EL OBJETO DE LA pRUEBA lSI

rhos O las afirmaciones de las partes. Así, por ejemplo, Sena Domlnguez,
entre otros, sostiene que no es cierto que el objeto de la prueba lo ,constitu-
yan los hechos: "Los hechosj entendidos como fCfl{}menos exteriores al hom-
bre en su a'Cepción más general. son de una forma y no lle otra y, como
tales, no requieren prueba .. , Lo que sí requiere prueba solÍ nuestras afir-
maciones 'en relación con tales hechos".28
En realidad, los hechos son llevados al proceso a través de las afirma-
ciones de las partes, particulannente en un proceso de carácter dispositivo,
como es el civil, en el que aÚn rige el principio que indica que el juez debe
juzgar secundum allegata et pro bata a partibus, aunque la evolución actual
muestra algunas excepciones que atenúan este principio.2'9 Las afinnaciones,
que no son sino instrumentos para exponer los hechos ante el juez, no re-
quieren prueba, no requieren cercioramiento del juzgador: están contenidas
en los escritos de la fase postulatoria o polémica y su existencia no requiere
verificación. Lo que sí requiere prueba s'on los hechos afirmados, cuya exis-
tencia el juez ignora y necesita conocer para poder resolver el conflicto lle-
vado ante él,
Quizá la solución conciliatoria entre las dos posturas sea la aportada por
el propio Carnelutti: el objeto inmediato son las afirmaciones y el objeto
mediato.. el quid afirmado, es decir, los hechos.3()
La distinción se relativiza aún más, si se piensa que lo que importa de
las afirmaciones, para efectos probatorios, son los hechos contenidos en ellas
y que los hechos que hay que probar son los afirmados.
Por otro lado, se suele distinguir entre objeto y necesidad de la prueba.
De acuerdo con Devis Echandía, por objeto de la prueba debe entenderse lo
que se puede probar en general, aquello sobre que puede recaer la prueba;
en cambio, por necesidad o tema de la prueba (thema probandum) debe
entenderse lo que en cada proceso debe ser materia de la actividad proba.
tOria, es decir, los hechos sobre los cuales versa el debate o la cuestión V~
Juntaría planteada. La noción de objeto de la prueba sería abstracta, ya que
no se limitaría a los problemas de cada proceso; en cambio, la noción de
necesidad sería concreta, porque recaería sobre los hechos detenninados. 31
Consideramos que esta distinción, además de que no resulta muy clara
-ya que objeto y necesidad aparecen realmente como dos nociones abstrac-
tas-, C'd.tece de trascendencia para efectos teóricos y prácticos. Es conveniente

!:8 Serra Dominguez, Manuel, "Contribución al estudio de la prueba", en Estudios de


derecho procesal~ Ediciones AricJ, Barcelona, 1969, p. 259.
::"'9 Cappelletti, Mauro, "Iniciative probatorie del gllidice e basi pregillrudiche dcHa
struttura del proceso", en Rivista di Diritto l"ocesstUlle, Padua, núm. 3, julio-septiembre
de 1967, pp. 409-11.
30 Camelutti, op. cit. supra nota 27.
::1 Devis Echandía, o/,. cit. sUJn'a nota 18, pp. 42-3.

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182 DERECHO PROCESAL CIVIL

reunir bajo un solo rubro -el objeto de la prueba- tanto los hechos que
pueden ser probados como los que deben serlo.
Por hechos se entiende, al decir de Rosenberg, los acontecimientos y
circunstancias concretos, determinados en el espacio y en el tiempo, pasados
y presentes, del mundo exterior y de la vida anímica humana, que el dere-
cho objetivo ha convertido en presupuesto de un electo jurídico.'" Por su
parte, Alcalá-Zamora apunta que los hechos representan el elemento concre-
to, variable y peculiar del litigio canalizado en cada proceso, mientras que
el derecho expresa el elemento abstracto, estable y genérico invocado o apli-
cado para su decisión."
Se afirma, en términos generales, que deben probarse, por regla, los he-
chos, y excepcionalmente el derecho y las máximas de la experiencia.M En
México, los artículos 284 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito
Federal y 86 del Federal prescriben que sólo los hechos están sujetos a prue·
ba; el derecho lo estará únicamente cuando se funde en leyes extranjeras
o en usos, costumbres o jurisprudencia. Estos últimos pueden quedar ubi-
cados como hechos en sentido general. Con razón ha afirmado Alcalá·Zamora
que la prueba de normas jurídicas se traduce, en definitiva, en la prueba de
un hecho: la de su existencia y realidad, ya que, una vez dilucidado este
extremo el juez se encuentra frente al contenido del precepto incierto y que
ya ha dejado de serlo, en la misma situación que respecto al derecho nado·
nal, vigente y legislado."
Son, pues, en general los hechos el objeto de la prueba. Sin embargo, por
su calidad específica, la prueba que por excepción debe establecerse sobre
hechos relativos a la existencia de determinados preceptos jurídicos, recibe
un tratamiento especial. Por esta razón, nos referimos primero a la prueba
de los hechos en general y posteriormente a la prueba de hechos relativos a la
vigencia de normas jurídicas.

5. La prueba de los hechos

En el proceso civil, regido aún por el principio dispositivo -si bien en


forma atenuada y limitada por la tendencia evolutiva que se ha denomi-
nado la publicización del proceso civil-," la prueba de los hechos se encuen-

32 Rosenberg, Leo, Tratado de derecho procesal civil, trad. de Ángela Romera Vera,
t. Ir, EJEA, Buenos Aires, 1965, p. 209.
33 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 11, t_ 111, p. 21.
34 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Introducción al estudio de la prueba", en op. cit.
supra nota 18, p. 117.
tuS Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota ll, t. ID, p. 26. Sin embargo, véase mIra 6.1.
36 Cfr. Cappelletti, op. cit. supra nota 29, pp. 64-8.
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EL OBJETO Df: LA PRUEBA 183

tra circunscrita a los afirmados por las partes,37 en términos generales. El


juzgador no puede introducir en el debate hechos diferentes a los afinnados
por las partes, como no sean los hechos notorios (y aun en este caso se dis-
cute la posibilidad de decidir ultra allegata) .
Esta limitación a los hechos afirmados por las partes no es, sin embargo,
absoluta. Cappelletti señala que, por lo general, se considera que la prohibi·
ción de decidir ultra aUegata, no se viola a causa de b_ pura y simple modi-
ficación del nomen jur;".o, En México, La Suprema Corte ha sostenido que
corresponde al juzgador hacer la exacta calificación de los hechos y deter·
minar las normas aplicables al caso. 39
Por su parte, Areal y Fenochietto plantean la necesidad de poder probar
hechos no articulados, pero conexos y relacionados con las afinnaciones dedu-
cidas, por lo que pueden formar parte también del objeto de la prueba: "De
lo contrario -sostienen-, las partes deberian -con minuciosidad. matemáti-
ca- 'exponer los hechos', aun con los más finos detalles".·o
Por otro lado, se suelen distinguir los hechos en constitutivos, extinti-
vos, impeditivos y modificativos. Para Carnelutti, los dos primeros son hechos
jurídicos principales a través de los cuales se constituye o extingue una rela-
ción juridica, respectivamente. Los dos últimos son hechos juridicos secun·
darios o condiciones jurídicas, que obran sobre un hecho jurídico principal,
paralizando o modificando su eficacia.41
Los artículos 281 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito ~·e
deral y 81 del Federal, al establecer la regla general sobre la distribución de
la carga de la prueba, disponen que el actor debe probar los hechos constitu·
tivos de su acción y el reo los de sus excepciones. En realidad, como ha
puntualizado Alcalá·Zamora, si el actor tiene la carga de probar los hechos
constitutivos de su pretensión, al demandado corresponde probar los hechos
extintivos, impeditivos o modificativos que a ella oponga, pero no los "cons-
titutivos de su excepción", expresión que resulta inadecuada. 42

87 Carlos, Eduardo B., "La carga de afirmar y contestar los hechos en el proceso
d\-'il"', en Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales, Santa Fe, Argentina, mimo 103-104-, 1960,
p. 129.
38 CappeUetti, op. cit. supra nota 29, p. 409.
39 Apéndice al Senumario Judicial de la Federación, 1917-1975, cuarta parte, Tercera
Sala, p. 886.
40 Areai, Leonardo Jorge y Fenochietto, Carlos Eduardo, Man1Ull de derecho procesal,
parte general, L 1, La Ley, Buenos Aires, 1966, p. 314.
41 Carnelutti, 01'. cit. supra nota 27, t. lo pp. 60·70; en forma semejante, Chim'enda
divide los hf"Chos en constitutivos, extintivos e impeditivos: Instituciones de derecho pro-
cesal civil, trad. de E. Gómez Orbaneja, Ed. Rev1ista de Derecho Privado, 1. r, Madrid,
1948, p. 6.
42 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Examen critico del Código de Procedimientos Ci-
viles de Chihuahua, Chihuahua, 1959, p. 69.

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184 DERECHO PROCESAL' CIVIL!

En el proceso civil, no todos los hechos afirmados requieren prueba. En


principio, siguiendo a Alcalá.Zamora, sólo requieren prueba los hechos que
sean, a la vez, discutidos y discutibles. 43 En consecuencia. quedan excluidos
de prueba los hedlos confesados, los notorios. los que tengan' en su favor
una presunción legal, los irrelevantes o impertinentes y los impmlibles. A
cada uno de ellos nos referiremos en seguida.

5.1. Los hechos confesados

Si el objeto de la prueba se refiere a los hechos discutidos o discutibles,


es claro que aquellos hechos que hayan sido admitidos en forma explicita o
implícita por las partes como ciertos, no requieren prueba. En rigor, no se
trata de hechos excluidos de prueba, sino de hechos probados anticipadamen-
te, mediante la confesión' producida en los escritos de demanda o contes-
t~ción.
La declaración vinculativa de las partes no s610 se realiza en la etapa:
probatoria. mediante la absolución de posiciones. el interrogatorio directo o
el interrogatorio recíproco. Puede verificarse en la etapa postulatoria, al afiro
mar el acto como ciertos. determinados hechos propios en la demanda o al
admitirlos o no discutirlos el demandado en el escrito de contestación a la
demanda. De acuerdo con el artículo 271, párrafo final, del Código proce-
sal civil del Distrito Federal, se presumirán confesados los hechos de la deo
manda que se deje de contestar, excepto en los casos en que las demandas
afecten las relaciones familiares o el estado chil de las personas. pues ento~
ces la demanda se tendrá por contestada en sentido negativo.
Si cuando se produce el allanamiento se suprimen las etapas de prueba
y alegatos (articulo 274 del CPC distrital), cuando se confiesan los hecllos y
sólo se discute el derecho, se suprime sólo la etapa probatoria y se debe
citar a una audiencia de alegatos (artículo 276). Por otro lado, la confesión
hecha en la demanda, en la contestación o en cualquier otro acto del juicio,
hará prueba plena sin necesidad de ratificación ni de ,er ofrecida como prue-:
ba (artículo 406).
En el Código Federal es más rigurosa la confesión implícita en la con-
testación, ya que, de acuerdo con el artículo 329, se tendrán por admitidos
los hechos sobre los que el demandado no suscitare expresamente contra·'
versia, sin admitírsele prueba en contrario. Se trata de una presunción legal
absoluta. En el ordenamiento procesal civil distrital, en cambio, sí se permi.'
te la prueba en contrario (articulo 403).
4B Alcalá-Zamora, 017. cit. supra nota 34, p. 117.

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H; OBJETO- DE LA pRliEBA 185

5.2. Los hechos llotoTios

De acuerdo con los artículos 286 del Código de Procedimientos Civiles y


88 del Federal" Jos hechos notorios pueden ser invocados por el tribunal,
aunque no hayan sido alegados ni probados por las partes. No sólo se ex-
cluyen de prueba los hechos notorios, sino que, además, no requieren ser
afirmados por las partes, para que el juzgador los pueda introducir en el pro-
ceso. Aquí hay una excepción al principio de que el juzgador no debe deci-
dir ultra all.gata et pro bata a partibus.
En una deiinición que ya es clásica, Calamandrei ha dicho que son no-
torios los hechos cuyo conocimiento forma parte de la cultura normal de un
determinado sector social al tiempo de pronunciarse la resolución. 44 Para
el .propio· procesalista italiano, la notoriedad es un concepto esencialmente
relativo; no· existen hechos conocidos por todos los hombres sin limitación
de tiempo ni de espacio. Además, la notoriedad de un hecho dentro de
un determinado ámbito social, no significa conocimiento efectivo del mis-:
mo de parte de todos aquellos que integran ese sector y ni siquiera conoci·
miento efectivo del mismo de parte de la mayoría de aquéllos. No es el co-
nocimiento efectivo lo que produce la notoriedad, sino la normalidad de este
conocimiento en el tipo medio del hombre perteneciente a un determinado
sector social y dotado por ello de cierta cultura. Y por último, ese conoci-
miento O esa posibilidad de conocimiento no deriva de una relación indivi-
(tual con los· hechos en el momento en que se producen o se han producido,
sino sólo del hecho de jJertenecer al grupo social en que tales hechos son
notorios. 45
Por su parte, Chiovenda proporciona una doble definición: una amplia,
de acuerdo con la cual son notorios los hechos que por el conocimiento
humano general son considerados como ciertos e indiscutibles, lo mismo per-
tenezcan a la historia, que a la ciencia a las vicisitudes de la vida pública
actual, y otra, más restringida: la de los hechos comúnmente sabidos en un
determinado lugar, de suerte que toda persona que lo habite esté en condi-
ciones de conocerlo.46
La Suprema Corte de Justicia ha sostenido que es notorio en primer lu-
gar, lo que es. público y sabido de todos, con 10 cual la notoriedad se torna
sumamente difícil, ya que es casi imposible encontrar hechos que sean "sa-

44 Cab.mand:rei, Piero, "Para la defiinición del hecho notorio", trad. de Felipe de J.


Tena, en Revista G~lera de Derecho y jurispnulencia, núm. 4, octubre..<ficiemhre de
1933, México, p. 585.
43 ldem, pp. 583-4.
46 Chiovenda, Instituciones de derecho procesal civil, ojJ cit. supra nota 41, t. III, pp.
69·70.

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186 DERECHO PROCESAL CIVIL

bidos de todos". Pero, siguiendo a Calamandrei, ha considerado también no-


torio el hecho cuyo conocimiento forma parte de la cultura normal propia
de un determinado círculo social en el tiempo en que ocurre la decisión.47
Conviene destacar que, junto a la notoriedad general, la doctrina alema-
na ha admitido otra más específica: la notoriedad judicial. Para Schilnke, no-
torios para el tribunal son los hechos de que el juez tiene conocimiento por
razón de su propia actividad y no se pueden confundir con el conocimiento
privado del juzgador, ya que éste lo constituyen los hechos de que él tiene
conocimiento como particular.48
De aceptarse la notoriedad judicial, tal como ya ocurre también en In-
glaterra y Estados Unidos, se podría prestar un gran auxilio en el cerciora-
miento de los hechos particularmente de aquellos que el juzgador ya co-
noce por su propia actividad jurisdiccional."
Por último, se distinguen los hechos notorios de la, máximas de la expe-
rienda, en que estas últimas, que son juicios adquiridos por razón de la ge-
neral experiencia de la vida o de conocimientos técnicos especialeo,'" le son
útiles al tribunal para controlar y apreciar la prueba. y la notoriedad. para
considerar innecesario probar determinados hechos,lSl

5.3. Los hechos p"esumidos

De acuerdo con Couture, en el supuesto de hechos presumidos por la


ley, hay que distinguir tres elementos: 1) un hecho conocido, 2) un hecho
desconocido y 3) una relación de casualidad entre ambos hechos.·2
Las presunciones legales sólo excluyen (cuando son absolutas) o relevan
de la carga (cuando son relativas) de la prueba del hecho desconocido. Es
necesario, por tanto, probar el hecho del que parte la presundólL Por eso,
al tenor de los artículos 381 del Código de Procedimientos Civiles del Dis-
trito Federal y 192 del Federal, el que tiene a su favor una presunción legal.
sólo está obligado a probar (rectius: tiene la carga de probar) el hecho en
que se funda la presunción.
Los hechos presumidos también pueden ser introducidos por el juzgador,
sin necesidad de que hayan sido alegados ni probados por las partes. Así pue-
de deducirse de la tesis relativa de la Suprema Corte de Justicia que sostiene

47 Cfr. op. cit. supra nota 39, tesis 204 de la Tercera Sala. p. 650.
48 SchOnke, Ad('Jnfo. Derecho procesal civil, trad. de L. Pietro Castro y Víctor Fairén
Guillén. Bosch Casa Editorial, Barcelona. 1950, p. 200.
49 Cfr. Muñoz Sabaté, ap. cit. supra nota 1, pp. 45.-6.
50 Schonkc. <>p. cit. supra nota 48. p. 202.
51 Area! y Fenochietto, op. cit. supra nota 40, p. 316.
52 Couture, op. cit. supra nota 26. p. 2!O.

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lCL OBJETO DI-: LA pRUEBA 187

que, siendo la presunción un proceso lógico que consiste en pasar de un


hecho conocido a otro desconocido, no hay duda de que el juez tiene am-
plia facultad para apreciar, de oficio, las presunciones que deriven de los
hechos comprobados en autos. ro

5.4. Los hechos irrelevantes

No basta que los hechos sean discutidos y discutibles para que deban
ser objeto de prueba; se requiere, además, que sean pertinentes, que teng-án
trascendencia para la resolución del proceso. Deben excluirse de prueba, por
tanto. los hechos que no correspondan a los supuestos jurídicos previstos en
la norma cuya aplicación se pretende a través del proceso. o que no tengan
relación con esos supuestos. a pesar de que hayan sido discutidos- o sean dis-
cutibles. 54

5.5. Los hechos imposibles

Alcalá·Zamora advierte que hay que diferenciar la imposibilidad lógica


o absoluta y la imposibilidad técnica o relativa susceptible de desaparecer
en un momento dado por obra de descubrimiento e invenciones. 55 La ex-
clusión de la prueba tratándose de hechos que el jU7gador considere impo-
sibles o inverosímiles,56 debe ser realizada con mucha cautela, sin olvidar
que muchos hechos que el sentido común de determinadas épocas ha esti-
mado como imposibles o absurdos, el desarrollo del pensamiento humano y
de la ciencia ha mostrado como viables, realizables. E,n este supuesto, más
vale pecar por exceso, que por defecto.

5.6. Los hechos negativos

Si el objeto de la prueba se delimita, en prinCIpIO, por los hechos afir·


mados, resulta lógico excluir de él los hecho'i simplemente negados. Probatio
non incumbit cui negat~ establecieron los glosadores para señalar esta ex-
clusión.

ü3 cfr. op. cit. supra nota 39. Tercera Sala, cuarta parte. p. 867.
54 Cfr. artículos 278. 279. 285. 291 Y 298 del Código de Procedimientos Civiles del
Distrito Federal y 79 Y 80 del :Federal.
55 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 42, p. 70.
36 Cfr. artículo 298 del Código de Procedimientos Civiles distrital.

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188 DERECHO PROCESAL CIVIL

Este principio ha sido recogido por el derecho procesal civil mexicano,"'


sin dejar ele reconocer determinadas excepciones, que a continuación pasa':
mos a: enunciar:
1) Las negaciones que envuelvan la afirmación expresa de un hecho:
Paliares considera que no es posible que haya afirmación y negación al mis-
mo tiempo, por lo que piensa que probablemente la excepción se refiere a
la negación que envuelva 1a afirmación implícita de un hecho."
2) Las negaciones contra hechos presrumidos legalmente. Esta excep-
cióri' Se 'refiere a las presunciones legales relativa'!!:. que adniiten prueba en
contrario y que tienen como consecuencia invertir la carga' de la prueba. En
este supuesto hay que probar que el hecho desconocido, que la ley presume,
no ha ocurrido, lo enal resulta difícil.
3) Las negaciones que desconozcan la capacidad. En realidad esta ex-
cepción podría ser ubicada en el primer supuesto, ya que quien niega la
capacidad de una persona, está afirmando implícitamente que ésta es in-
capaz.
4) "Cuando la negativa fuere elemento constitutivo de la. acción", según
el precepto del ordenamiento procesal civil distrital citado mediante nota.
Habrá que atender en cada caso al tipo de pretensión: por ejemplo, en la
pretensión reivindicatoria deberá probarse la no posesión del bien reclamado.'.
Por último, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha sostenido que
las proposiciones negativas son susceptibles de prueba, siempre que estén de-
terminadas por circunstancias de tiempo y lugar. pues entonces no pueden
considerarse como absolutamente negativas. 60

6. La prueba del derecho

Al contrario de lo que ocurre con la prueba de los hechos en general,


que por regla deben ser probados, los hechos relativos a la vigencia de pre-
ceptos jurídicos no requieren, por regla, ser probados, en virtud del prin-
cipio reconocido secularmente jura navit curia, que también se expresa en el
proverbio latino narra mihi lacttim, daba tibi ¡uso El juzgador conoce el
derecho o, al menos, ,tiene el deber de conocer el derecho nacional, general,

57 Artículos 282 del Código del Distrito y 82 del Federal. La tesis de jurisprudencia
23, de ]a octava parte, en op. cit. 5Upr4 nota 39, p. 45, expresa: "Tratándose de actos
negativos. la prueba corresponde no a quien funda en ellos sus derechos, sino a su con-
tendiente".
58 Pallares, Eduardo, Derecho procesal civil" Ed. Porrúa, México, 1965. p. M38.
5'9 Becerra Bautista, José, El proceso civil en MéxicO, Ed. Porrúa, Méxioo, 1970, p. 78.
00 Cfr. op. cit. supra nota 39, octava parte, p. 45.

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EL OBJETO DE LA pRUEBA 189

vigente y legislado. En. conscuencia, este principio, a contrario sensu, no com-


prende el derecho extranjero, el estatutario, el histórico y el consuetudi·
nario. 61
Los artículos 284 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Fe-
deral y 86 del Federal, que ya hemos citado anteriormente, reconocen im-
plícitamente el principio jura nauit curia 62 y sólo establecen tres excepcio-
nes: el derecho fundado en leyes extranjeras, en usos o costumbres y la ju-
risprudencia.- A ellas aludiremos brevemente.

6.1. El daecho extranjero

La interpretación que la Suprema Corte de Justicia ha hecho de los ar-


tículos mencio~ds en el párrafo anterior con relación a la prueba del dere-
cho extranjero. se ha basado en la doctrina de Lessona de principios del si-
glo actual y ha exagerado el principio dispositivo en relación con. la carga
de la prueba de dicho derecho: cuando las partes invoquen derecho extran-
jero, no sólo deben probar su vigencia, sino, además, su aplicabilidad a los
hechos afirmados.'" Es decir, las partes no sólo tienen la carga de probar el
derecho extranjero invocado, sino que también tienen la carga de 9.emostrar
que ese derecho es el aplicable, con lo cual prácticamnte sustituyen total·
mente la actividad del juzgador en esta materia. Esta interpretación consagra
y ratifica la pasividad del órgano jurisdiccional, el que no sólo debe ignorar
el derecho extranjero. sino también no puede investigarlo y, aun conocién·
dolo, no puede interpretarlo.
Preferible es, sin duda, el sistema alemán, en el que el juzgador es el que
determina cuándo y en cuánto necesita ayuda para conocer el derecho ex·
tranjero y puede imponer, como una carga para el litigante, esa ayuda.'" En
este sentido, el artículo 238 del Anteproyecto de Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito y Territorios Federales, de 1948, dispone, en su frac-
ción 11, que el derecho extranjero sólo requiere prueba cuando el juzgador
estime necesario y esté controvertida su existencia o 3plicación. Agrega que

61 Alcalá-Zamora op. cit. supra nota 34, p. llS.


62 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Consideraciones acerca del prInCipiO ¡;UTa n-ovit
curia' en el derecho mexicano", en Clinica procesal, Ed. PorTÚa. México, 1963, pp. 225-37.
00 Cfr. op. cit. supra nota 39, cuarta parte, pp. 87-8; PalIares, op. cit. supra nota 58,
pp. 389-91. Y "De qué manera se prueba el derecho extranjero", en Foro de México, núm.
59, 1<> de febrero de 1958, pp. 24-5.
64: Sentís Melenuo, Santiago, "Iniciatit"a probatoria del juez en ('1 proceso civil", 'en
Revi5ta de la Facultad de Derecho, Universidad de Carabobo, núms. 31-42. enero 1967
diciembre 1969, Venezuela, p. 393.

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190 DERECHO PRO(:;)¿SÁL CIVIL

si el juez conociere el derecho extranjero de que se trate, o prefiere inves-


tigarlo dirctamente, podrá relevar a las partes de la prueba_ En igual senú-
do disponen los Códigos de Morelos, Sonora y Zacatecas, que tomaron como
modelo de dicho Anteproyecto.
La doctrina procesal moderna se inclina porque el juez tenga libertad
para investigar las normas de derecho extranjero cuando necesite aplicarlas.e:;
Quizá aqui convenga recordar la necesidad de que 10$ planes de estudio de
la carrera de licenciado en derecho consideren, con carácter obligatorio, la
enseñanza del derecho comparado,oo cuyo conocimiento actual resulta cada
vez más indispensables y que orientaria en este caso la investigación de ofi-
cio del derecho extranjero por parte del juzgador.
Siqueiros señala que para probar la existencia del derecho extranjero,
puede tomarse alguna de las siguientes medidas: 1) presentación del texto
auténtico de la ley o ejemplar que la contiene, con traducción oficial en
su caso; 2) dictámenes periciales, generalmente a cargo de abogados con
prestigio profesional del lugar donde rijo la ley extranjera; 3) certificados
de cónsules en el exterior, apoyados en los dictámenes técnicos que dichos
funcionarios requieran, y 4) certificación que expida la Secretaria de Rela-
ciones Exteriores después de consultar lo conducente con las legaciones o
consulados acreditados en este país.61
Consideramos que en caso del inciso 1) se comprueba la existencia del
texto legal, pero no su vigencia al momento de los hechos conducentes. En
el caso del inciso 2) los dictámenes periciales quedan al prudente arbitrio del
juzgador, por lo que éste no queda vinculado por ellos. Los medios de prue!-
ba indicados en los incisos 3) Y 4) son documentos públicos que hacen prueba
plena. por lo que resultan los más recomendables. La propia Suprema Cor-
te les ha reconocido pleno valor probatorio."

6.2. El de'Yecho consuetudinario

Esta excepción al principio jura novit curia se funda en motivos que ya


no tienen razón de ser: dificultad de conocer las costumbres juridicas, a di-
ferencia del derecho legislado que es fácilmente localizable en la publicacio-
nes oficiales; el hecho de que el juez letrado no vive de modo directo las
60 Devís Echandía, op. cit. supra nota 18, p. 63.
'" Cfr. Fix-Zamudio. Héctor, "Docencia en las facultades de Derecho". en Enseñanra
del derecho)' sociedad en Latinoamérica (V. Conferencia de Facultades y Escnelas de De-
recho de América Latina, 27-X-I-XI-I974), Unión de Universidades de América Latina,
México, 1975. p. 92.
67 Siqueiros, José Luis, "Síntesis del derecho internacional privado, en Panorat1UJ del
derecho mexicano, t. lI, Instituto de Derecho Comparado, UNAM, México, 1965. p. 666.
as Véase ]a interpretación citada t:n la nota 6..iJ.

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EL OBJETO DI". l~\. PRU1::BA 191

costumbres locales, etcétera ..s!1 Con razón Sentís Melendo ha afirmado que
hoy resulta inconcebible esta excepción: en caso de que el juez ignore la cos-
tumbre jurídica, debe informarse de oficio, sin necesidad de imponer cargas
a las partes. 7 (l
La costumbre que constituye un hecho notorio no requiere prueba y la
que ha sido reconocida en sentencia judicial, sólo exige que se cite ésta
para que se tenga por comprobada, tal como ha precisado A\calá-Zamora,71

6,3, La Jurisprudencia

Resulta ilógico que por una parte se establezca el carácter obligatorio de


la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia y de los Tribunales Cole-
giados de Circuito, )' por la otta se señale que las partes tienen la carga de
probar Sl1 existencia. Se trata de una excepción no sólo al principio jura
"ovit C1.tria, sino también a la regla que prescribe que la ignorancia del de-
recho no excusa de su cumplimiento.
En este puntos consideramos acertada la opinión de Alcalá-Zamora, en el
sentido de que la jurisprudencia no reclama propiamenm prueba y sí única-
mente que se la refleje con exactitud y se la cite con precisión, en cuanto
a fecha, tribunal de que emana y colección en que se inserte.72 Esta opinión
encuentra justificación en el al'tÍCulo 196 de la propia Ley de Amparo,

7, La fijación del objeto de la prueba

Existen dos sistemas para determinar los hechos que sercÍn objeto de prue-
ba: 1) fijar los hechos controvertidos en una audiencia o providencia, con
carácter preliminar a los actos de ofrecimiento y producción de prueba o 2)
remitirse en plena etapa probatoria, a las afirmaciones de las partes conte-
nidas en sus escritos de demanda, contestación o reconvención.'m
Es indudable que por razones de economía procesal y de conducción del
proceso, el juez debe tomar las medidas necesarias para fijar los términos de

GD Alcalá·Zamora y Castillo, Niceto, "La prueba del derecho romuetudinario", en op. cit.
supra nota 18, pp. 4 Y 5.
TO Sentis Melendo, afr. cit. supra nota 7, p. 394.
'il Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 69, p. 18 .
• .,! Alcalá·Zamora, op. cit. supra nota 42, pp. 70-1; \'éase la tesis relacionada del Pleno
de la Suprema Corte de Justicia sobre la obligadión de citar los precedentes en que se
sustenta la jurisprudencia tanto de la Corte como de los Tribunales Colegiados: Informe
de 1975, primera parte, Pleno, pp. 426-7.
7'.:! AreaJ y Fenochietto, op. cit. supra: nota 40, p. 311.

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192 DERECHO PROCESAL CIVIL

la controversia y determinar con precisión los hechos que deberán ser objeto
de prueba;" .
Es necesario ya que la fijación de los 'hechos que deb .." probarse sea,he·
cha por el juzgador, escuchando a las partes, pero asumiendo la conducción
del proceso, que implica, por definición, la función jurisdiccional.
! •• ,

1 '¡'

',11

.. :,

74 Sentís· Melaldo, op. ,cit. supra nota 7, p. 414; Rodríguez Urraca,: José, "La admi·
sibilidad y la pertinencia de la prueba frente al principio dispositivo", en' op cit. supra
nota 64. p, 564.

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VII

LA JUSTICIA DE MfNIMA CUANTíA EN MÉXICO


Y OTROS PAfSES DE AMÉRICA LATINA"

SUMARIO: 1. Introducción. 2. Orígenes )' desarrollo de la justicia de paz. 3.


La justicia de paz en el Distrito Federal. 3.1. Competencia e integraciólI
de los lu.zgados mixtos de paz. 3.2. El procedimiento. 3.3. Asesoramiento jll-
rídico a los pal'tes. 3.4. Proyectos y proposiciones. 4. La justicia de mínima
cuant{a (:n los Estados de la República. 5. La justicia de mínima cuantía
en otros paises de América Latina. 5.1. Ar~entia. 5.2. Corombia. 5.3. Costa
Rica. 5.1. Guatemala. 5.5. Uruguay. 5.6. V('nezuda.

l. Introducción

Antes de exponer el tema propio de este informe, en cuyo desarrollo he-


mos procurado ajustarnos al esquema propuesto por el profesor H. W. Fasch~
ing, ponen-te general del tema 8, consideramos conveniente hacer algunas acla-
raciones.
En primer lugar, hemos traducido al español el título del tema a que
se refiere este trabajo, Small claim courts.. con cierta libertad, como "Justicia
de mínima cuantía", con el objeto de empIcar el lenguaje más común en
nuestro sistema jurídico.
En segundo término, debemos advertir que, en virtud del sistema federal
adoptado por el artículo 40 de la Constitución mexicana vigente desde 1917,
cada uno de los 31 estados que integran la República y su entidad central
-el Distrito Federal-, tienen su propio código de procedimientos civiles y Sll
ley orgánica del poder judicial local. Esto significa que existen 32 ordena-
mientos procesales civiles del orden común e igual número de leyes org-.íni-
cas locales. En este trabajo vamos a examinar en primer lugar la legislación
del Distrito Federal y después las de los Estados de la República. En la
parte última nos referimos muy brevemente a algunos ordenamientos pro-
cesales civiles de otros países latinoamericanos .

• Informe elaborado para el Congreso Internacional de Derecho Procesal Civil, cele-


brado en la dudad de Gante, Bélgica, del Z7 de agosto al Z eh.: septiembre de 1977. Pu-
blicado en Bo1etln Mexicallo de DcucliO Comparado, núm. 3G, <;{'pticmbre-diciemhrc de
]977, pp. 365-415.
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194 DERECHO PROCESAL CIVIL

Aparte de la legislación procesal civil y orgánica del orden comÚn seña-


lada, existe en México un Código Federal de Procedimientos Civiles, de 1942,
que regula la forma de los juicios civiles en los que intervienen el gobierno
federal como parte, y una Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación,
de J935, que establece las reglas para la integración, la organización y la com-
petencia de los tribunales federales. No serán objeto de estudio en este tra-
bajo dichos textos legales federales, ya que el primero, el Código Federal -que
procuró regular un solo tipo de juicio contencioso-, no prevé ningún pro-
cedimiento para los conflictos de mínima cuantía, y la segunda, la Ley Or-
gánica -que otorga la competencia civil federal a los juzgados de distrito,
en primera instancia, y a los tribunales unitarios de circuito en la segunda-,
no establece ningún órgano jurisdiccional específico para la solución de los
conflictos de escasa cuantía.
Debemos mencionar, por otra parte, que a los conflictos sobre relaciones
o contratos de trabajo. en l\1éxico no se les atribuye un 'Carácter civil en sen-
tido estricto, sino que, de acuerdo con el artículo 123 de la Constitución
Política, son regulados por una legislación federal diferente de la civil: la
Ley Federal del Trabajo de 1969 y la Ley Federal de los Trabajadores al
Servicio del Estado de 1963. Los tribunales que conocen de esta clase de
conflictos son, también, diferentes de los civiles y no forman parte ni de-
penden del poder judicial federal o de los poderes judiciales de los estados,
sino del poder ejecutivo federal -la Junta Federal de Conciliación y Arbitra-
je y el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje para los Trabajadores
al Servicio del Estado- y de los poderes ejecutivos locales -las juntas de
conciliación y arbitraje."
Aunque en materia laboral no existen tribunales especiales para los pro-
blemas de mínima cuantía, la Ley Federal del Trabajo sí prevé, en sus ar-
tículos 782 a 785, un procedimiento especial, oral, breve y concentrado, para
los asuntos señalados en el citado artículo 782, entre los cuales destacan las
demandas que tengan por objeto el cobro de prestaciones que no excedan del
importe de tres meses de salario. Presentada la demanda en {OrIlla oral o es~
Cl-ita, la junta de conciliación o de conciliación y arbitraje cita a las partes

1 Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, "Panorama de los derechos procesal del trabajo y proce-
sal burocrático, en el ordenamiento mexicano", en Revista Mexicmla del Trabjo~ Méxi·
co, núm. 2, junio de 1965, pp. 9-14 Y 29-30; Y del mismo autor y Carpizo. Jorge, LA
naturaleza jurldica de las juntas de conciliación y arbitraje, Junta Federal de Conciliación
y Arbitraje. México, 1975; Salmor:ín de Tamayo, Maria Cristina, "Jurisdicción y derecho
procesal del trabajo", en El derecho latinoamericano del trabajo, t. I1, UNAM, México,
1974, pp. 96-105, Y Trucba Urbina, Alberto, Nuevo der.-:cho procesal del trabajo, Ed. Po-
rrúa, México, 1971, pp. 221-84 Y 301-4. Es también importante el decreto de 28 de mayo
de 1976 (D. O. 2-VII-I976), que reformó diversos artículos de la Ley Federal del Tra-
bajo para iniciar la descentralización de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, a
través de Juntas Especiales ('11 los estados de la República. ~

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LA JUSTICIA DE MÍNIMA CUANTÍA 195

a una audiencia en la que éstas, después de verificarse un período concilia-


torio sin resultados efectivos, exponen sus pretensiones, ofrecen y practican
sus pruebas y fonnulan sus alegatos; y, en la misma audiencia, la junta dic-
ta su resolución definitiva.
Los tribunales chiles locales, en cambio, si son competentes, al igual que
los tribunales civiles federales, para conocer y resolver, a elección del actor,
de las demandas mercantiles. El procedimiento que debe seguirse en estos
casos ant~ los tribunales civiles, ya sean locales o federales, lo pre:vé el Có-
digo de Comercio de 1889, que tiene vigencia en toda la República. Este
ordenamiento no prevé ningún procedimiento especial para los conflictos de
mínima cuantía. Conviene aclarar que en México los conflictos entre con-
sumidores y comerciantes tienen carácter mercantil. La Ley Federal de Pro-
tección al Consumidor de 1975 prevé una instancia conciliatoria para los
conflictos entre consumidores y comerciantee, que es necesario realizar ante
la Procuraduría Federal del Consumidor, antes de acudir a los tribunales
civiles. 2
En el Distrito Federal y en la mayor parte de los Estados de la Repú-
blica, la justicia de mínima cuantía es denominada justicia de paz. En se-
guida, aludiremos a sus orígenes y desarrollo, refiriéndonos particularmente
al Distrito Federal.

Orlgenes y desarrollo de la justicia de paz

Durante la época colonial, de la misma forma como ocurrió en España,


tueron los alcaldes los funcionarios encargados de la justicia de mínima cuan-
tía. La Constitución Espaliola de Cádiz de 1812 otorgaba a los alcaldes de
cada pueblo la función de conciliadores y la competencia para conocet:
de demandas civiles de pequeño monto o por injurias.3 En el México inde-
pendiente, el primer texto legal que previó la existencia de los jueces de

::! Cfr. O\'al1c Fonda, José, "La Ley federal de protección al consumidor de México",
en Dere:-ho de la Integración, Buenos Aires. v. IX, núm. 21, marzo de 1976, pp. 229-31;
publicado también en Gaceta Informativa de Legislaci&n y lu1I·sprudencia, UNAM. Mé·
xico. núm. 16, octubre-diciembre de 1975, pp..?17-21. Para un análisis de los antecedentes
~" del procedimiento de creación de dicha ley, así como del cambio operado en la situa·
ción jurídica del consumidor desde el punto de vista sustancial, puede verse el \'alioso
Lrabajo de Barrera Graf. Jorge, "La ley de protección al consumidor", en Jurídica (Anua-
rio del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana), México, nlÍm. 8,
julio de 1976, pp. 179-232.
:1 El artículo 275 de la Con.stitución de Cádiz de 1812 disponía que en "todos los puc-
hlos es establecerán alcaldes". A su vez, el articulo 282 precisaba: "El alcalde de cada
pueblo ejercerá en él oficio de conciliador, y el que tenga ql!~ demandar por negocios
rh"iles o por injurias, deberá presentarse a él con este objeto".

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196 DERECHO PROCESAL C.J.VIL

paz fue la Constitución centralista de 1836,4 que tuvo escasa vigencia, y pos-
teriormente, la Ley de 17 de enero de 1853. De acuerdo con ésta, los alcaldes
fueron sustituidos, en la ciudad de México, por los jueces menores con com-
petencia para conocer asuntos civiles con importancia económica que no exce-
diera de cien pesos; en las demás municipalidades del Distrito Federal, se
establecieron jueces de paz con igual competencia que los menores. á
Acerca de los orígenes hispánicos o franceses de la justicia de paz se ha
discutido mucho en México. Quienes sostienen la filiación hispánica de la
justicia de paz, recuerdan que ya en el Fuero Juzgo (693) se hablaba de jue-
ces "adsertores de paz o pacificadores" (Ley 15, título 1, Libro 11); Y que
en las Partidas se aludía a los "jueces avenidores" (Ley 23, título IV, par·
tida tercera).iJ Conviene precisar, sin embargo, que en España no fue sino
hasta la expedición del Reglamento Provisional para la Administración de
Justicia de 16 de septiem!>re de 1835, curuIdo se atri!>uyeron a los alcald",
y tenientes las funciones de jueces de paz; 7 Y que fue el Real Decreto de 22
4 La sexta le)' de la Constitución centralista. se refería a la "Dh'isión del territorio
de la Reptiblica y gobierno interior de !ilUS pueblos". De acuerdo con el artículo 26 de
I.:sla ley. corresponda a los alcaldes:

ejercer en sus pueblos el oficio de conciliadores, determinar etn los¡ juicios verbales,
dictar, en los asuntos contenciosos, las providencias urgentísimas que no den lugar a
ocurrir al juez de primera instancia, instruir en el mismo caso las primeras diligen.
cias en las causas criminales. practicar las que les encarguen los tribunales o los jueces
respectivos, y velar sobre la tranquilidad y el orden públioo, ron sujeción en esta parte
a los subprefectos, y por su medio a las autoridades superiOles respectivas.
Como puede observarse. los alcaldes tenían, a la vez, atribuciones conciliatorias. jurisdic·
cionales y político-admillistrativas. S610 se establecían alcaldes en las capitales de los de-
partamentos, en los puertos con más de cuatro mil habitantes y en los pueblos que tu·
vieran cuando menos ocho mil. En los demás pueblos, se debian designar jueces de pa:.
con las funciones de los alcaldes, como lo pre\'enía el artículo 29 de la citada sexta
ley constitucional. Por último, cabe indicar que en el Proyecto de Reforma de 1840 )'a
no se prel'eía la existencia de los alcaldes, sino s610 la de los jueces de paz.
G Cfr. PalIares, Jacinto, El poder judicial o tratado completo de la organiuzción, com-
petencia 'Y procedimientos de los tribunales de la República, Imprenta del Comercio de
Nabor Chá\'ez, México, 1874, pp. 50-1.
'" Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Examen cdUco del código de procedimientos
civiles de Chihuahua, Chihuahua, Universidades de Chihuahua, 1959, p. 193. Para la re-
ferencia de los antecedentes mencionados, nos hemos basado en Arcenegui de. ISidro Y
Garda Galán, Eduardo, La nueva justicia municipal, Instituto Editorial Reus, Madrid,
1947 (2a. ed.), pp. 17 Y ss.; Plaza, Manuel de la, Derecho procesal civil español" v. 11,
primera parte, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1955 (3a. ed.), pp. 23()'I; Y
Gómez de Liafio, Fernando. "Justicia municipal y refonna orgJ.nica", en Información Ju-
rídica, Madrid, núm. 319, octubre-diciembre de 1973, pp. 7ó Y ss.
1 El artículo 22 del citado Reglamento provisional disponía: "En cada pueblo d al-
calde y 109 tenientes de alcalde ejercerán el oficio ae paz o conciliadores ..... El artículo
31 les atribuía funciones de jueces ordinarios ruando conocían de juicios vCTbales de mí-
nima cuantía, tanto en materia civil como penal. De esta manera sólo los consideraba
"jueCC"i de paz" cuando actuaban como concniadores. Cfr. supra nota 6, Manual l)ora la
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L\. JUSTICIA DE MÍNIMA CL'A~Tí 197

dr octubre de 1855 el que "creó los juzgados de paz, subsistiendo los alcaldes
para sancionar faltas". 8
Por otro lado, también hay autores que sostienen que el nombre de jus.
licia de paz proviene del derecho francés, en el cual la Ley de 6-24 de agos-
lo de 1790, "tableció esta clase de juzgados, bajo la influencia, sugerida y
transmitida por Voltaire, de las instituciones inglesas -el fustice 01 the
j¡eace- y holandesas."
Aunque es más probable que el nombre haya sido tomado del derecho
franeé. que del español, como lo muestran las fechas de introducción de esta
elase de juzgados en México (1836-1853) y en España (1855), no se puede
dejar de reconocer la influencia básica que la tradición hispánica -a tra-
vés de las instituciones de los alcaldes y los fueces municipales, nom· cuyos
!>res aún subsisten en algunos Es.tados mexicanos- ha tenido en la configu·
ración procesal de nuestra justicia de paz. Incluso, entre los antecedentes
de ésta, debemos también mencionar los jueces de barrio del derecho arte·
ca. denominados teuctli,lO atmque su influencia, quizá. haya sido menor.
A continuación nos referiremos a las diversas disposiciones legislativas y re·
glamentarias sobre la justicia de mínima cuantía en ?\.1éxico, a partir del
siglo XIX, especialmente en el Distrito Federal, que muestran cómo la regu-
lación de aquélla ha ido adquiriendo características específicas, las cuales se
acentúan particulannente con el Proyecto de Ley de Justicia de Paz para
la ciudad de M¿xico, elaborado en 1913.
2.1. Para reglamentar las disposiciones de la Constitución de Cádiz de
1812 concernientes a la Administración de Justicia, se expidió el Decreto de
<) de octubre de 1812, en el que, entre otras cosas, se reiteraban las facuItades
conciliatorias de los alcaldes y la competencia de éstos para conocer de los
juicios civiles de menos de cien pesos y de los juicios por faltas leves. así
como de "todo asunto no contencioso, o aun en los contencios en casos ur·
gentísimos".l1

administración de justicia o ComPilación de los decrt!tos, circulares y otras disposicidnes


relativas a la misma desde 1832 hasta fines de 1841, Valencia, (España), Imprenta de Ca·
hrcrilO, J842, pp. 9·12.
s De Arcem:gui y Garda Galán, op. cit. supra nota 6, p. 19.
'\) Cfr. Castillo Larrañaga, José, prólogo al libro de Francoz Rigalt, Antonio, iUanual
de la justicia de paz, México. 1958, p. JI. Sobre los orígenes de la justicia de paz iran·
cesa, Cfr., Sclus, Hcnry, et Perrot. Rogcr, Dmit judiciaire privé, t. 1, París. Sirey, 1951,
pp. 45 Y SS., especialmente p. 519. Conviene precisar que los juges de paix fueron susti·
tuidos por los tribunales de instancia, de acuerdo con 1a ordeaanz3 núm. 58·1273. de 2:!
d" diciembre de 1958, relativa a la organización judicial.
10 Cfr. Flores Carda, Fernando, "La administración de justida en los pueblos aborí·
g'cncs dd Anáhuac", en Revista de la Facultad de Derecho de Méx.ico7 México, núm. 57,
~Jl('ro·maz de 1965, pp. 98 Y ss.
11 Cfr. Esquivcl Obregón, Toribio. Apuntes jXJTa la historia del derrc{¡o en México, t.
nT. Plll;liddad y Ediciones, México, 1943, p. 643,

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198 DEIU:CHO PROCESAL CIVIL

2.2. Por Bando de II de enero de 1846 y Decreto de 12 de julio de


1846, fueron creados los jueces de cuartel y de manzana, en sustitución de los
alcaldes; pero en la Ley de 19 de marzo de 1846 fueron regulados nueva-
mente los alcaldes. Éstos fueron reemplazados definitivamente por los jueces
menores creados por la Ley de 17 de enero de 1853.'2
Los jueces menores establecidos por la citada Ley de 17 de enero de 1853
en sustitución de los alcaldes, tuvieron a su cargo la conciliación y el cono-
cimiento de los juicios civiles verbales cuyo interés no pasara de cien pesos.
En materia penal tuvieron a su cargo funciones preventivas y la práctica de
los sumarios. l3
Estos jueces menores eran nombrados por el Ejecutivo de una terna pro~
puesta en cada caso por el Tribunal Superior del Distrito y Territorios Fe-
derales. Los jueces nombrados fuera de la capital, en las municipalidades
del Distrito Federal, eran llamados jueces de paz, y tenían la misma compe-
tencia civil Y penal que los menores de la capital, según resolución del go-
bierno de 26 de junio de 1874 y ejecutorias de la primera ,ala del Tribunal
Superior de 30 de abril de 1872."
2.3. La Ley Lares de 16 de diciembre de 1853 uniformó la denomina-
ción de los juzgados menores de la capital y de paz de las municipalidades.
llamando a ambos juzgados locales. Les atribuyó el conocimiento de los jui-
cios verbales civiles con cuantía no mayor de cien pesos y de los juicios cri-
minales en los cuales la pena máxima fuera reprensión o corrección ligera
(multa hasta de cincuenta pesos, servicio de obras públicas hasta por ocho
días y prisión o servicio en un establecimiento de beneficiencia hasta por
quince días). Esta Ley fue derogada, al triunfo de la Revolución de Ayu-
tia, por la de 21 de septiembre de 1855."
2.4. En la primera ley procesal civil del Distrito Federal, la Ley que
arregla los procedimientos judiciales en los negicios que se siguen en los tri·
bunal~s y juzgados del Distrito y Tenoitorios, de 4 de mayo de 1857, se reguló
el juicio verbal. Conforme al artículo lo. de esta Ley, a través del juicio verbal
~ tramitaban las demandas civiles cuyo interés no pasara de cien pesos, si eran
promovidas ante los jueces menores o de paz, o de trescientos pesos ante los
jueces de primera instancia. El procedimiento era oral y concentrado. U na
vez presentada la demanda y citado al demandado, se llevaba a cabo una
audiencia en la que las partes exponían sus pretensiones y oposiciones y se
fijaba la litis. Las pruebas debían ser ofrecidas y practicadas después, den-

12 Cfr. PalIares, Jacinto, op. y loe. dlS. supra nota 5.


13 Cfr. Macedo, Miguel S., "Proyecto de Ley de Justicia de Paz para la ciudad de ~k·
xico" (1913). publicado en Crimnal~ México, núm, 5. año XXVI, 31 de mayo de 1960.
p. SIl.
14 Cfr. PalIares, op. cit. supra nota 5. pp. 51·2.
15 Cfr. Macedo. ofr. cit. supra nota 13, p. 311.

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LA JUSTICIA DE MiNIMA CUA..."ITÍA 199

tro de un plazo de quince días. Concluida la oportunidad de las partes para


que formrdaran alegatos -la ley no es muy precisa, pero probablemente
esto era en una audiencia-. el juez debía exhortarlas "a entrar en una
composición amigable", y en caso de lograrlo, se daba por concluido el jui-
cio; en el supuesto contrario, el juez debía dictar la sentencia. Ésta y las
demás resoluciones dictarlas en los juicios verbales eran irrecurribles. 16
2.5. La ley para el arreglo de la administración de justicia en los tribu-
nales y juzgados del fuero común promulgada por Félix Zuloaga el 29 de
noviembre de 1858 preveía el establecimiento de juzgados de paz en los
Estados (llamados en la ley "departamentos") de la República y de juzgados
menores en la ciudad de l\féxico, con competencia para conocer, las dos cla-
ses de juzgados: (1) de las conciliaciones en los juicios civiles con cuantía
a
superior los trescientos pesos; (2) de los juicios verbales civiles con cuan-
tía que no excediera de cien pesos; (3) de los juicios criminales por inju-
rias y faltas leves, con pena de "reprensión o corrección ligera", y (4) de
las primeras diligencias en juicios civiles o penales de cuantía superior, en
casos urgentes. Los jueces de paz debían ser designados por los gobernadores
y los menores por el "Supremo Gobierno"; a ninguno se le exigía que fuese
aogd~ El juicio civil verbal que regulaba esta Leyera sustancialmente
igual al previsto en la Ley de 4 de mayo de 1857.'7
2.6. En la Ley para la Organización de los Tribunales y Juzgados pro-
mulgada por Maximiliano el 18 de diciembre de 1865, los órganos encarga-
dos de la justicia de mínima cuantía se denominaron jueces municipales.
Nombrados por el prefecto del departamento, a propuesta en terna del tri-
bunal o juez de primera instancia del lugar, los jueces municipales no reque-
rían ser peritos en deredlo y duraban en s,u cargo un año, sin que pudieran
ser designados para el periodo siguiente. Eran competentes para conocer:
lo. En juicio verbal, sin intervención de abogados y sin apelación, de los
negocios civiles cuyo interés no exceda de cincuenta pesos; 20_ De la mis-
ma manera de los negocios criminales y faltas de igual naturaleza, que no
merezca otra pena que una multa hasta de cincuenta pesos o prisión que
no exceda de quince días ...
También conocían los jueces municipales de juicios civiles con cuantía
hasta de cien pesos, pero entonces su sentencia sí era apelable ante el juez de
jnstrucción o de primera instancia. 18 Resulta inlportante el artículo 15, cuyo
16 Cfr. artículos 10 y 25 de la Ley ele 4 de may:) de 1857. Puede verse el interesante
trabajo de Alcalá Zamora y Castillo, Niteto, "Resumen acotarlo de la Ley de Procedi-
mientos Judiciales de 1857", en Gaceta Informativa de Legislación j' jurisfJrudencia, UNAM,
México, núm. 16, octubre-diciembre de 19'75, especialmente pp_ 547-8.
17 Cfr. entre otros, los artículos 288, 292 Y 307 de la citada Ley de Zuloaga.
18 Arlículos 40., OO., 70., 10, 11 Y 12. Cfr. BoleU" de las Leyes del Imperio Mexicano,
t. n, primera parte. Imprenta de Andradc y Escalantc, 1866, pp. 513-4.

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200 DERECHO PROCESAL ClVIL

contenido va a trascender a la legislación posterior: "Los jueces municipales


pronunciarán sus fallos a verdad sabida y buena fe guardada, siguiendo los
principios de la equidad natural". Una vez restaurada la República en 1867.
volvieron a tener plena vigencia las disposiciones anteriores a que hemos
hecho referencia (números 2.2. 2.3 Y 2.4).
2.7 El primer Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal y el
Te>ntorio de Baja California. de 13 de agosto de 1872, regulú el juicio ver-
hal ante los jueces menores, en tétminos similares a como lo había hecho
la Ley de 4 de mayo de 1857. Atribuía competencia a los jueces menores
para conocer, en juicio verbal, de los asuntos cuyo interés no pasara de cien
pesos. El procedimiento también era oral y concentrado. A peticiún del ac-
tor, se citaba al demandado para que compareciera dentro de tres dlas a
una audiencia en la que ambas partes debían exponer sus pretensiones. ex-
cepciones y reconvenciones, respectivamente. Si ofrecían pruebas, se concedía
un plazo que no debía exceder de quince días para practicarlas, vencido el
cual las partes alegaban oralmente y el juez pronunciaba su sentencia den-
tro de los tres días siguientes. La sentencia era irrecurrible. 19
2.8. El 15 de septiembre de 1880 fueron promulgados tanto un lluevo
Código de Pmcedimientos Civiles pam el Distrito Federal y el Te>Titorio
de Baja California como la Ley de Organización de los Tribunales de dichas
entidades. A los jueces menores se les atribuyó competencia para conocer
los asuntos contenciosos civiles con cuantía hasta de quinientos pesos.'20 En
materia penal, sólo a los jueces menores foráneos se les otorgó competencia
para conocer de los delitos cuya pena excediera de dos meses de prisión o
multa de doscientos peSOS:21 A los jueces de paz, que sólo existían fuera de
la ciudad de ~.féxico se les asignó competencia para conocer en juicio ver-
bal de asuntos civiles cuyo interés no excediera de cincuentas pesos 22 y de
los delitos leves con pena de arresto menor o multa hasta de cincuenta
pesos." Se prescribiú que se debía procurar que en toda población de dos-
cientos habitantes o más hubiera un juez de paz. En los lugares donde hu-
biera jueces menores, no se debían nombrar jueces de paz.u
,. Artículos 1094. 1095. llOI, ll02. ll05 y 1124 del Código 1872-
2Q Articulo 1049 del Código de Procedimientos Civiles de 1880.
21 Artículo 342 del Código de Procedimientos Penales del Distrito Federal y Territo·
rio de la Baja California, de 15 de septiembre de 1880.
22 Artículo 1986 del Código de Procedimientos aviles de 1880.
128 Artículo citado en la nota 2I.
:"'4 Artículo 30. de la Ley de Organización de los Tribunales del Distrito l'cderal y del
TerriLOrio de Baja California, de 1880. En total, había 14 juzgados menores: 8 en la ciu·
dad de México y 1 en Guadalupe Hidalgo, Azcapotza1co, Tacuba, Tacubaya. San Angel
y Xochimi1co: artículo 12 de la citada Ley Orgánica. Cabe }Mndonar que los jueces de
paz eran ronsiderados como agentes de la policía judicial y tenían a su cargo la práctica
de las averiguaciones pre"'ias dentro de su circunscripción mientras se presentara el juez
penal, como 10 indicaba el artículo 25 del Código de Procedimientos Pena1es de 1880.

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L\ .J USTIClA DE MÍNIMA CUANTÍA 201

l.os juece& de paz eran nombrados por los ayuntamientos, no requerían


ser abogados y duraban en su cargo un año. En C31Ubio los jueces menores,
designados por el Ejecutivo a propuesta en terna del Tribunal Superior. sí
debían ser abogados y duraban dos años en su cargo.2.i
El procedimiento ante los jueces menores variaba según la cuantía del
a.sunto: si exc.edía de cien pesos, pero no de quinientos, debía seguirse el mis-
mo procedimiento yerbal que se lle\'aba a cabo ante los jueces de primera
instancia, con alguuas modificaciones referentes a los recursos; 2'6 si no exce-
día de cien pesos, entonces el procedimiento era el mismo que para los jueces
de paz. Nos vamos a ocupar sólo de este último.
El juicio de mínima cuantía ante los jueces menores y de paz que regu-
laba el Código de Procedimientos Civiles de 1880 era más complicado que
el previsto en el Código de 1872. En forma similar a como lo disponía
éste, el demandado era citado, a instancia del actor, a una audiencia a la
que debía concurrir dentro de los tres días siguientes; en eUa el actor expo-
nía su demanda y el demandado su contestación y ambas partes debían pro-
poner sus respectivas pruebas.27 Las pruebas sobre excepciones dilatorias de·
hían practicarse en una audiencia que se celebraba dentro de los tres días
siguientes; si eran desestimadas las excepciones dilatorias en dicha audiencia,
las demás pruebas debían practicarse en otra audiencia, la cual debía seña-
larse dentro de los ocho días siguientes. 28 Verificada esta segunda audiencia
o concluido el plazo probatorio de los ocho días, el juez debía citar a la
audiencia de alegatos orales, la cual debía celebrarse dentro de tres días y
tina vez concluida, el juez dtaba para oír sentencia, la cual debía pronun·
ciarse, a más tardar, dentro de cinco días. 29 Es claro que si el demandado
no oponía excepciones dilatorias no era necesario Uevar a cabo la primera
audiencia mencionada para las pruebas. citándose entonces inmediatamente
para la audiencia de pruebas en general. 30 La sentencia dictada en este jui-
cio era irrecurrible. Las demás resoluciones dictadas durante el curso del
juicio eran susceptibles de impugnarse a través del recurso de revocación, de
cad.cter horizontal. sl
Como puede observarse, la regulación del Código de 1880 sobre el juicio
de mínima cuantía permitía que éste se prolongara en .una serie de audien-
cias, que normalmente podían ser cuatro: (1) audiencia de demanda y con-
,entación y ofrecimiento de pruebas; (2) audiencia de pruebas sobre excep-

::!;¡ AaículGs 50., 70., 14 Y 15 de la l.e)' de Organización de los Tribunales de 1880.


26 Artículo 1052 del Código de Procedimientos Civiles de 1380.
:.:7 A.rtículos 1054 y 1060, idem.
'JS Artículos J{)62-10&1, idt!Jm.
:.!!) Artículo ]074, idem.
:10 Artículo 1075, idem.
;:¡f ,·\rtfellJos ]~ y 1093, idclll.

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202 DERECHO PROCESAL CIVIL

ciones dilatorias; (3) audiencia de pruebas en general, y, (4) audiencia de


alegatos. La sentencia era dictada después, dentro de los cinco dias siguientes.
Todo esto, claro, si el procedimiento se ajustaba a las previsiones legales.
Una apreciación sobre el funcionamiento real de los juzgados de paz, no
puede sino, cuando menos, suscitar dudas sobre ese posible ajuste entre pro-
cedimiento real y previsión legal. En este sentido, podemos citar las siguien-
tes palabras de Miguel S. Macedo:

Los jueces de paz, en aquella época, como hasta mucho tiempo des-
pués. eran funcionarios de carácter no bien definido y que tenían tanto
funciones administrativas cuanto judiciales; se consideraban generalmen-
te como subalternos de los ayuntamientos y de ordinario desempeñaban
el cargo, que era concejil, personas de muy escasa ilustración y de condi-
ción social inferior. Su función era en extremo deficiente y de hecho ni
siquiera existían en todos los lugares en que debieran conforme a la ley.82

2.9. El Código de Procedimientos Civiles de 15 de mayo de 1884 regu-


ló en términos sustancialmente iguales al de 1880 el juicio verbal ante los
jaeces menores y de paz.
2.10. La Ley de Organización Judicial del Distrito y Territorios Fede-
rales de 9 de sepHembre de 1903 conservó las mismas reglas respecto de los
jueces menores. A los jueces de paz les asignó la misma competencia, pero
su designación pasó de los ayuntamientos al Ejecutivo Federal, a través de
la Secretaría de J usticia.33 En la ciudad de México la ley creó los jueces co-
reccionales, semejantes a los de paz foráneos, con competencia también mix-
ta: en materia civil, asuntos con cuantía que no excediera de cincuenta pe-
SOS, Y en materia penal, robos simples y delitos con pena no mayor de arresto
por dos meses o multa de doscientos peSOS."l4 En consecuencia,. los juzgados
menores de la ciudad de México dejaron de conocer de los asuntos civiles
que no excedieran de cincuenta pesos. Los jueces correccionales, a los cuales
sí se les exigía título de abogado, eran nombrados también por el Ejecutivo.
a propuesta en terna del Tribunal Superior de Justicia."'
2.11. La Ley Transitoria de Pl'Ocedimientos del Fuero Común también
de 9 de septiembre de 1903 estableció los procedimientos que se debían se-
guir ante los jueces correccionales de la ciudad de México, tanto en materia
civil como penal. Similar al juicio verbal ante los jueces menores y de paz,
el juicio civil resultaba más concentrado, ya que p<Xlía llevarse a cabo en

32 Macedo. op. cit. supra nota 13, p. 313.


83 Artículo 16 de la Ley de Organización Judicial de 1903
S4 Artículo 33. idem.
:35 Artlculos 31 y 77. fracción 111, idem.

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LA JUSTICIA DE MíN1MA CUANTÍA 203

una sola audiencia, o a lo sumo en dos; en la misma audiencia, el juez debía


dictar sentencia.36
La introducción de los juzgados correccionales con competencia mixta,
sin embargo tuvo dificultades prácticas. Al haber sido ubicados en el palacio
de justicia penal, anexo a la c<Írcel general, en Belem, de hecho los jueces
correccionales se negaron a conocer de asuntos civiles, dedicándose sólo a
conocer de los penales, con lo que se produjo "el imprevisto y contraprodu·
cente resultado de que no hubiera jueces para los negocios que no excedie-
ran de cincuenta pesos ... ".37 Por esta razón, y por las deficiencias, formali-
dades y ritualismos que predominaban en la justicia de paz, el profesor
Mateos Cardeña afirmaba:

Está fuera de discusión que hace muchos años no hay en l\Téxico ni aso-
mos de justicia para los pobres: el criado que reclama su salario, el alba-
ñil expoliado por el constructor sin escrúpulos, el cochero a quien ocupa
un tramposo, etcétera, están atenidos a la autoritaria decisión que pueden
pronunciar el gendarme y el comisario de policía, si logran que los atien-
dan, y casi siempre el deudor puede burlarse de tales resoluciones.'s

2.12. En diciembre de 1912 fue designada una Comisión Revisora del


Código de PTocedimientos Penales en la cual surgió la idea de "establecer
en la ciudad de l\léxico jueces de paz con jurisdicción nlixta, con límites
muy bal')S tanto en materia civil como penal y asignándole el conocimiento
de las faltas, atribuidas hasta ahora, salvo casos excepcionales, a las autori·
dades políticas y administrativas" ':~9 Integraron esta Comisión, que no llegó
a concluir sus trabajos por los sucesos políticos de febrero de 1913,40 1\1a·
nuel Escudero y Verdugo, Victoriano Pimentcl y :Miguel S. l\1acedo. Estos
dos últimos formaron parte de la nueva Comisión. en la que también par·
ticiparon Manuel Olivera Toro, Agustín Hurtado de l\Iendoza y Alfredo
Mateos Cardeña, a la que se encomendó, el 25 de abril de 1913, formular

3G Aniculo lo., fracciones J, IlI, IV )' Y, de la I.ey Transitoria tIc Prowdimicntos de


1903.
37 Macedo, op. cit. supra nota 13, p. 314.
38 lbidem.
'39 Macedo, op. cit. supra nota 13, p. 308.
40 Nos referimos, como es lógico, a la Decena TnigiL:l que culminó con el Pacto dl'
la Embajada, celebrado el 18 de febrero de 1913 en la sedc de la cmbajada norteameri·
cana en México, con la presencia e intcITendóu del embajador Henry Lane Wilson; eOll
este pacto se convino, con la abierta e ilegal intervención del gobierno norteamericano,
la traición de Victoriano Huerta al gobierno collstitucional de Francisco 1. Madero y la
consecuente usurpación -que no fue otra cosa, por más que se le quiera revestir de apa-
rentes legalismos que parten de ulla renuncia obtenida con amenazas y coacción, nula a
todas luccs- del cal'go de presidente de la República. El texto 11el Pacto de la Embajáda
puede verse en la obra de Contreras, l\Jario, y Tamayo, Jesús, México en el siglo xx: 1900·
1913 (Textos y documentos), UNA!\.f, México, 19í5, pp. 49-3·494.

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20-1 DERECHO PROCESAL CIVIL

el Proyecto de Ley para establecer los juzgados de paz en la ciudad de Mé-


xico. La comisión concluyó sus trabajos a principios de septiembre del mismo
año de 1913.
El Proyecto de Ley de Justicia de Paz para la Ciudad de México de 1913
resulta de suma importancia, ya que es el que mayor trascendencia ha te-
nido en ]a legislación positiva mexicana sobre justicia de mínima cuantía.
Primero. la Ley de la Justicia de Paz de lo. junio de 1914,41 promulgada
durante el gobierno de Victoriano Huerta, acogió íntegramente dicho pro-
yecto y lo convirtió en legislación positiva. Después, a la caída de Huerta,
Venustiano CalTanZa expidió, el 30 de septiembre de 1914, el Decreto nú-
rnero 34 para ,-eorganizar la Administración de Justicia en el Distrito Fede-
"al/" el cual, en su artículo 30., recogió casi totalmente el proyecto de 19~.
Por último, el titulo especial sobre justicia de paz, que contiene al final el
Código de P"ocedimientos Civiles del Distrito Federal de 29 de agosto de
1932,'" vigente todavía, proviene sustancialmente de la parte procesal civil
del citado proyecto, con exclusión de la materia procesal penal, que fue su-
primida, y de las disposiciones orgánicas, que con algunas modificaciones pa-
saron a las leyes orgánicas de tribunales del Distrito Federal de 9 de sep-
tiembre de 1919,44 29 de diciembre de 1922,45 31 de diciembre de 1928,4'
30 de diciembre de 1932 47 y 26 de diciembre de 1968,48 esta última actual-
mente en vigor. Además, como veremos más adelante, numerosos códigos de
los Estados, al tomar como modelo o copiar el Código del Distrito Federal
tle 1932, y con él el título especial sobre justicia de paz, se basaron indirec-
tamente en el mencionado proyecto de 1913.
En su exposición de motivos sobre el proyecto de 1913, Macedo4:9 indicaba
las bases conforme a las cuales fue elaborado dicho proyecto:

1) "Ausencia de toda ritualidad y formulismo, para que cada uno pue-


da defender lo que crea su derecho sin necesidad del patrocinio de letrados
ni prácticos". En este sentido, el artículo 67 del proyecto disponía: "Ante los
jueces de paz no será necesaria la intervención de abogados ni se exigirá
ritualidad alguna ni fonna determinada en las promociones o alegaciones

41 DOF (Diario Oficial de la Federación) de 5 de abril de 1914.


42 El Constitucionalista (Diario Oficial del Gobierno de Venustiano> carranza) de 3
de octubre de 1914.
43 DOF del 10. al 21 de septiembre de 1932. En lo sucesivo utilizaremos la abreviatu-
ra epe para designar este ordenamiento procesal.
44 DOF de 15 de septiembre de 19,19.
4l'í DOF de 31 de diciembre de 1922, supleme1Jto.
4-6 DOF de 31 de diciembre de 1928.
47 DOF de 31 de diciembre de 1932.
48 DOF de 29 de enero de 1969.
4'9 Macrdo, op. cit. supra nota 13, pp. 314-5.

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LA JUSTICIA VE Mil'\~A Gt;A:\TJA

que se hagan". En idénticos términos está redactado el articulo 41 del título


especial de la justicia de paz del Código de Procedimientos Civiles vigente.
2) "Rapidez en la sustanción y decisión de las controversias, para evitar
la pérdida de tiempo y los consiguientes gastos y los perjuicios que resultan
de desatender el litigante su trabajo () negocios ordinarios". Esta rapidez era
manifiesta si se observa que la cita al demandado para que compareciera era
para el mismo día o a más tardar al siguiente; que esta cita podía comu-
nicarse hasta por teléfono o telégrafo al demandado; que en una sola au-
diencia las partes uebían exponer sus pretensiones, ofrecer y practicar sus
pruebas y formular sus alegatos, y el juez en la misma audiencia, debía pro·
nunciar la sentencias: que 110 era posible sustanciar incidentes "de previo y
especial pronunciamiento"; y, en fin, que las sentencias eran ilTecurbs_~
La mayor partes de estas disposiciones se conSCTVan en el título de la justicia
de paz del CPC vigente.
3) "Amplia libertad en matcria de prueba, COIl facultad del juez para
recurrir a todas las que crea útiles para averiguar la verdad, y publicidad
de las audiencias". En este sentido el articulo H facultaba al juez para "hacer
libremente las preguntas que juzgue oportunas a cuantas personas estuvieren
presentes en la audiencia, carear a las partes entre sí o con los testigos y
éstos los unos con los otros, examinar documentos, objetos o lugares y ha-
cerlos reconocer a los peritos". A su vez, el artículo 69 autorizaba la publici-
dad de las audiencias, "con excepción de los casos en que a juicio del juz-
gado convenga que sean secretas por respeto a la moral y a las buenas cos-
tumbres o para evitar que se altere el orden". En términos semejantes se
expresan los articulos 20, fracción IV, y <j3 del titulo especial de la justicia
de paz del CPC vigente.
4) "Apreciación de la prueba por el juez según el dictado de su con-
ciencia }' no conforme a reglas legales, es decir, decisión en conciencia res-
pecto al hecho, aunque no respecto al fondo de la decisión en cuanto al de-
recho, pues el precepto del artículo 14- constitucional relativo a la exactitud
t:11 la aplicación de la ley obliga a todo j lIez a normar sus decisiones preci-
:,amente a las disposiciones legales". De acuenlo con esta base, el artículo
48, similar al 15 de la Ley para la Organización de los tribunales de 1865,
dispuso: "Las sentencias se dictarán a verdad sabida, sin necesidad de suje-
tarse a las reglas sobre estimación de las pruebas, sioG apreciando los hechos
segl'm los jueces ]0 creyeren debido en conciencia". Con las mismas palabras
~{' encuentra redactado d artículo 2] del título especial de la justicia de paz
del CPC vigente.

;;(1 Cfr. artÍCul05 23, 29, 30, 41, 42, 43. 44, 45. 16, 47 Y 50 del proyecto mencionado.

c1 cual puede consultarse en el trabajo que hemos citado de Yaccdo en o/J, cit. su1Jm
nota l!l, pp. 369-82.
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206 DERECHO PROCESAL CIVIL

5) "Rapidez y seguridad en la ejecución de las sentencias, procurándose


que éstas deban considerarse ineludibles, cualidad que si se llega a alcanzar
constituirá por sí sola una ventaja inapreciable. ya que ahora es frecunt~
por desgracia, que las sentencias queden como letra muerta, si· no es que
como escarnio de la justicia", Para este objeto, el artículo 51 establecía el
deber del juez de paz "de proveer a la eficaz e inmediata ejecución de sus
sentencias y, a este efecto, dictarán todas las medidas necesarias, en la forma
y términos que a su juicio fueren procedentes, sin contrariar las reglas que
establecen los artículos que siguen". Este artículo fue reproducido en la pri-
mera parte del 24 del título especial de la justicia de paz del CPC de 1932.
El Proyecto de 1913, aunque en alguna medida recoge la experiencia de
la legislación anterior, resulta novedoso en múltiples aspectos. Así lo reco-
noce, Macedo: ..... nuestra labor no merece otro nombre que- el de simple
ensayo, que por encaminarse por dirección totalmente nueva, que a ello
equivale elegir senderos no practicados en dos tercios de siglo o más, exige
grande cautela al ser puesto en práctica ... ""
Por otro lado, los autores del proyecto procuraron que éste fuera sufi-
ciente PQr si solo para regular la justicia de paz, previendo la supletorie-
dad de los códigos procesales civil y penal y de la legislación orgánica sólo
para cuando "fuere indispensable para complementar las disposiciones de
esta ley y que no se opongan directa ni indirectamente a éstas", según dis-
ponía el artículo 66. 02 Esto explica el porqué, al incorporar el proyecto con
las exclusiones indicadas antes, al CPC de 1932 bajo un título especial, con
el rubro "De la justicia de paz", se le diese a su articulado una nueva nu-
meración, como si se tratase de un cuerpo legislativo diferente y autónomo
respecto del Código. Este título especial realmente sí resulta muy diferente
en. cuanto a técnica legislativa y orientación procesal, del CPC de 1932. El
contenido del citado artículo 66 del proyecto fue recogido, obviamente sin
la referencia al Código procesal penal, por el artículo 40 del título especial.

,,1 Macedo, op. cit. supra nota 13, p. 316.


52 La razón y el alcance de la supletoricdad restringida establecida en el articulo 66
del proyecto, los explicaba así Maccdo:

se ha debido aclarar ... , que t:Omo leycs complementarias o supletorias, se aplicarán


los Códigos de Procedimientos Penales y Civiles y la Ley de Organización Judicial; pero
!Se ha estimado necesario para evitar cualquier duda, cuyo resultado pudiera ser la
complicación y la demora del procedimiento ante los jueces de paz, que sólo se ha de
ocurrir a los preceptos de esas leyes en aquello que no se oponga a las disposiciones
de ]a nue'Va, ni directa ni indirectamente, reput,índose comprendido en lo opuesto al
sistema de la justicia de paz, y por lo mismo inaplicable, todo lo relativo a términos.
modificaciones, e incidentes, entendiéndose que hacemos esta enumeración por vía de
ejemplo, y no como limitativa, y que también se romprenden cualesquiera otras que
haya que dar el resultado de impedir que el negocio se termine y falle a más tardar
al día siguiente de su iniciación: op. cit. supra nota 13, p. 361.
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LA JUSTICIA DE MíNIMA CUANTÍA 207

No vamos a examinar detalladamente el proyecto de 1913, ya que como


hemos señalado anteriormente, su regulación del juicio de mínima cuantía
fue recogida sustancialmente por el título especial de la justicia de paz del
CPC de 1932, que es el que se encuentra actualmente en vigor; este título
será analizado' en el apartado 3.
2.13. Nos referiremos, por último, a la legislación orgánica posterior al de·
creto número 3,1 expedido por Venustiano Carranza en 1914.
En ]a Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común para el Distrito
y Territorios Federales de 9 de septiembre de 1919 se uniformó el nombre
de los juzgados de mínima cuantía en el Distrito Federal, designándoseles
juzg'ddos de paz tanto a los de la ciudad de México, como a los de las demás
municpaIdes.r~ Los jueces de paz del Distrito Federal debían ser nom-
brados por los Ayuntamientos de las municipalidades y no se les exigía que
[uesen abogados. Su competencia era mixta: en materia civil, conocían de
asuntos cuya Lllantía no excediera de cien pesos. y en materia penal.
de delitos con penas hasta de treinta días de arresto o de cincuenta pesos de
multa. M
2.14. La Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común en el Distri-
to y Territorios Federales de 29 de diciembre de 1922 no introdujo ninguna
modificación en la organización y competencia de los juzgados de paz, preci-
sando sólo el tiempo de duración del nombramiento de juez de paz: un año,
con posibilidad de reelección.""
2.15. En la Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero Común en el
Distrito y Territorios Federales de 31 de diciembre de 1928 se conservó la
misma competencia de los juzgados de paz, pero, al suprimirse en ese año
el sistema municipal en el distrito Federal, el nombramiento de los jueces
de paz pasó a corresponder al Tribunal Superior de Justicia y la demarca-
ción territorial en la cual se les atribuyó competencia ya no fueron las "mu·
nicipalidades", sino las "circunscripciones político-administrativas" en que
'" dividió el Distrito Federal, es decir, el departamento central y las dele-
gaciones. 56
2.16. La Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común
del Distrito y Territorios Federales de 30 de enero de 1932, suprimió el ca-
rácter mixto de la competencia de los juzgados de paz. Así. previó que en la
ciudad de México hubiera un juez de paz del orden civil y otro del orden
penal en cada uno de los cuarteles en que se encontraba dividida; didlOs

.>3 Aunque d decxcto de lo. de junio de 1914 llamó "de paz" a los jUi':gados de la ciu·
dad de Mé'xico, el decreto nt'imero 34 de 30 de septiembre de I~J4, en cambio, los designó
como jlugados '"auxiliares" .
.H Artículos 15, 18 Y 28 de la Ley Org.ínica de 1919.
:; .., Artículo ]5 de la L('y Org.ínica de 1922.
:lB ArtkuJo 121 de la Li'}' Org~lnica de 1928.
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2Q8 DERECHO PROCESAL CIVIL

juzgados debían quedar ubicados "en los edificios que ocupen las Delega-
ciones de Policía"_ También en cada Delegación foránea debía haber, cllan-
do menos, un juez de paz civil y otro penal, cuando menos. Para estas dos
clases de jueces_ designados por e! Tribunal Superior de Justicia, la Ley
exigió, entre otros requisitos, "ser abogado C011 título oficial".G7 A los juzga~
dos de paz del ramo civil les atribuyó competencia para conocer de los
juicios civiles cuyo monto no excediera de doscientos pesos. A los juzgados
de paz de! orden penal les asignó competencia para conocer de los delitos
que tuvieran como sanción "apercibimiento. caución de no ofender, multa
cuyo monto máximo sea de cincuenta pesos, o prisión cuyo máximo sea de
seis meses",G8
En virtud de las reformas introducidas en la Ley Orgánica por decreto
de 31 de diciembre de 1934," los juzgados de paz volvieron a tener compe-
tencia mixta, es decir, civil y penal, con la cuantía prevista en la Ley de
1932.60
El 26 de enero de 1935" se reformó nuevamente la Ley Orgánica para
retirarles a los juzgados de paz foráneos la competencia penal -que fue
trasladada a los juzgados menores-, por lo que aquéllos perdieron su carác-
ter mixto, quedando sólo con competencia civil; además, se permitió al Tri-
bunal Superior "dispensar" de la exigencia de "ser abogado con título ofi-
cial" a los jueces de paz foráneos. 062
Por último, las reformas formuladas el 27 de enero de 1965 a la citada
Ley Orgánica," incrementaron la cuantía de la competencia civil de los juz-
gados de paz -tanto de los mixtos de la ciudad de México como de los f""
ráncos civiles- de doscientos a mil pesos, conservando la misma competencia
penal -sólo por lo que se refiere a los juzgados mixto&-.
2.17. El 26 de diciembre de 1968 fue promulgada una nueva Ley Orgá-
nica, que abrogó a la de 1932. En relación a los juzgados de paz, esta ley
no introdujo ninguna modificación sustancial. Los juzgados mixtos de paz
de la ciudad de México y los de paz foráneos conservaron su competencia
en los términos previstos en las reformas de 27 de enero de 1965. En la ciu-
dad de México fueron suprimidos los juzgados menores, los cuales, en cam-
bio, fueron conservados en los partidos judiciales foráneos. Se retiró la facul-
tad al Tribunal Superior de dispensar la exigencia del título de licenciado

J7 Artículos 113, 115, 117 Y llS de la Ley Orgánica dC:' 1932.


58 Artículos 120 y 121. idem.
1}9 DOF de lo. de enero de 1935.
00 Artículos 113, 115. 116, 120 Y 121 de la citada Ley Org:íllica de 1932 reformada.
61 DOF de 29 de enero de 1935.
62 Artículos 116 y 121 reformados por la Ley de 1932.
63 DOF de 4 de enero de 196ft
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LA JUSTICIA DE MÍNIMA CUANTíA 209

en Derecho para poder ser juez de paz foráneo, por lo que: este requisito de
ingreso se tornó indispensable también para esta clase de jueces.
Las reformas de 24 de febrero de 1971 ., a la Ley Org-ánica de 1968 am-
pliaron la competencia penal de los juzgados mixtos de paz de la ciudad de
I\Jéxico -Primer partido judicial- y de los mixtos menores foráneos -Se-
gundo, Tercer y Cuarto partidos judiciales-: en lo sucesivo podrían conocer
de los delitos que tuvieran como sanción "apercibimiento, caución de no
ofender, mulla independientemente de su monto o prisión cuyo máximo sea
de un año" .~5
En virtud de que en octubre de 1974 los dos únicos territorios federales
existentes hasta entonces (Baja California Sur y quintana Roo) fueron
transformados en estados;o6 los cuales deben contar con un órgano legislativo
y una legislación procesal y orgánica propios, el 21 de diciembre de 197'1 H7
~e promulgó la reforma que suprimió las referencias a los territorios federa-
les, tanto en el nombre como en el texto mislllO de la Ley. En lo sucesivo
ésta se denominó sólo Ley Orgánica de los TTibunales de Justicia del Fuero
Común para el Distrito Federal; lógicamente, la misma supresión operó
también para el Código de Procedimientos Civiles de 1932, que ya sólo lo
es para el Distrito Federal, a partir de la citada reforma de diciembre de
1974.
Por último, el 29 de didembre de 1975 68 se promulgaron las refoma.~
a la Ley Orgánica de los Tribunales del Distrito Federal, las cuales, al su-
primir los juzgados mixtos menores for . ineos y transformar los cuatro par-
tidos judiciales en uno solo para todo el Distrito Federal, devolvieron la
<..ompetencia penal a los juzgados de paz de los anteriores partidos foráneos.
Esto significa· que, en virtud de estas refonnas, todos los juzgados de paz del
Distrito Federal -incluyendo los anteriormente conocidos como foráneos-
tuvieron, de nueva cuenta, carácter mixto: es decir, competencia civil y pe-
naL Además dichas reformas aumentaron la cuantía de la competencia civil
de los juzgados mixtos de paz hasta por cinco mil pesos, incrementado de
esta manera el número de asuntos civiles sometidos a su conocimiento y re-
soluci6n.t>9

64 DOl' de IR de marzo de 1971: reseña nuestra de estas r('"formas en Gaceta Info-rma-


l/va de Legislación y Jurisprudencia, UNAM, Méxiw, núm. L enero-marzo de 1972, pp.
44-7.
íi5 Artículos 97 y 88 reformados de la Ley de 1968.
66 Decreto de 7 de octubre de 1974; DOF de 8 del mismo mes y año.
G, DOF de 23 de diciembre de 1974.
68 DOF de 30 de diciembre de 1975; reseña nuestra de esta.'> reformas en Gaceta 11/-
formativa de Legislación y Jurisprudel1cia, UNAM, México, núm. 16, octubre-diciembre de
1975, pp_ 529-533.
UD Articulo 97 reformado de la ley Org,inica de 1968.

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210 DERECHO PROCESAL CIVIL

3. La justicia de paz en el Dist1"ito Federal

3.1. Competencia e integmción de los juzgados mixtos de paz

Después de esta breve reseña histórica, que nos muestra los orígenes de
la justicia de paz mexicana y la constante variación de su regulación orgá-
nica, particularmente en el Distrito Federal. podemos precisar que la com-
petencia actual de los juzgados núxtos de paz dentro de dicha entidad, como
ya ha quedado señalado, comprende tanto la materia civil como la penal.
Los asuntos civiles cuyo conocimiento es atribuido a tales juzgados son sólo los
de carácter patrimonial cuya cuantia no exceda de cinco núl pesos. En con-
secuencia, quedan fuera de la competencia de los juzgados mixtos de paz
los procedimientos sucesorios y los juicios sobre conflictos de carácter fa-
miliar -divorcios, nulidad de matrimonio, alimentos, rectificación de actas
sobre el estado civil, etcétera-, cuyo conocimiento corresponde a los juzga-
dos de lo familiar, introducidos en el sistema judicial del Distrito Federal
por las reformas de 24 de febrero de 1971 a la Ley Orgánica de los Tribu-
nales del Distrito Federap·
Conviene aclarar que la reforma de diciembre de 1975 a la Ley Orgá-
nica para transformar los cuatro partidos judiciales en uno sólo, no afectó
las circunscripciones territoriales que delimitan la competencia de loo juz-
gados mixtos de paz, las cuales son las delegaciones político-administrativas
que, en número de dieciséis, integran el Distrito Federal. Para los juzgados
de paz no regía ni rige la división en partidos judiciales, sino la que co-
rresponde a las dieciséis delegaciones políticcradministrativas que establece la
Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal. Conforme el artÍCulo
93 de la Ley Orgánica de los Tribunales, en cada una de tales delegaciones
habrá cuando menos un juzgado mixto de paz, "que quedará comprendido
dentro de la circunscripción territorial de dichas Delegaciones". El artículo
50. del título especial de la justicia de paz establece, a su vez, que cada juz-
gado debe conocer de los asuntos relativos a predios ubicados "dentro de
su jurisdicción (es decir, dentro de su ámbito territorial de competencia) J
cuando se trate de arrendamiento o de acciones reales sobre bienes inmue-
bles", También deben conocer de los demás asuntos dentro de su competen-
cia por materia y por cuantía, cuando "el demandado pueda ser citado en
algún lugar que se encuentre comprendido dentro del perímetro de la De-
legación".
Sin embargo, el propio artículo 50. del título especial prescribe que "en
ningún caso se dará entrada a cuestión relativa a competencia de. jurisdic-

7() Véase nota 64.

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LA JUSTICIA DE MíNIMA CUANTÍA 211

ción" (sic) por razón de territorio; el "conocimiento indebido" por parte


de un juez mixto de paz de un asunto que no quede comprtndido dentro de
su competencia territorial, sólo puede dar motivo a que el Tribunal Supe-
rior de Justicia le imponga una corrección disciplinaria, a petición de la
parte afectada; pero ese "conocimiento indebido", entendemos, no afecta la
validez del proceso que se siga o se haya seguido. Se sustraen, así, del dere-
cho de defensa de la parte demandada las cuestiones de competencia por ra-
zón del territorio, las cuales quedan sometidas sólo al régimen disciplina-
rio de la organización judicial distrital.
En materia penal, los juzgados mixtos de paz conocen de los delitos que
tengan como sanción apercibimiento, caución de no ofender. multa inde-
pendientemente de su monto, prisión cuyo máximo sea de un año, o estas
dos últimas sanciones como complementarias entre sí.71
El titular de cada juzgado mixto de paz es un juez designado por el pleno
del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal. El período normal de
duración de su nombramiento es de seis años."" Para ser juez de paz, se requie"
re ser ciudadano mexicano, con título de licenciado en deredLO registrado en la
Dirección Crl!neral de Profesiones y no haber sido condenado por sentencia
{irme por delito doloso. No se exige edad mínima ni experiencia profesional
determinada, como sí se hace con las demás cIases de jueces.73 La remune-
ración mensual de un juez de paz asciende aproximadamente a ocho mil
pesos, la cual se puede considerar baja. tanto si se le considera dentro de
la escala de los sueldos de los funcionarios públicos, como si se toma en
cuenta el número y la importancia de sus atribuciones.
El juez de paz es auxiliado por dos secretarios, uno para los asuntos ci-
viles y el otro para los penales. Ambos secretarios deben reunir los mismos
requisitos de ingreso de los jueces de paz -aunque existen varios juzgados
en los que los secretarios carecen de título de licenciado en derecho- y son
designados por una comisión integrada por representantes del Tribunal Su~
perior de Justicia del Distrito Federal y del sindicato de trabajadores de di-
cho Tribunal.
La Ley Orgánica no establece en forma específica las funciones de los
secretarios de los juzgados de paz, pero, como auxiliares uel juez' y de ma·
llera similar a los secretarios de acuerdos de los juzgados de lo civil. se en-
cargan de las labores de documentación e instrucción de los procesos y de la
autorización de las resoluciones judiciales y de los actos procesales realizad05
en el local del juzgado. La remuneración mensual de los secretarios de los

71 Artículo 97, (inciso B) de la Ley Orgánica de 19618.


12 Artículos 16 y 17, idem.
,:{ Arlículo 95, en comparación con los artículos 52, 57 Y 7Tí, ¡dem.
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212 DERECHO PROCF.sAL CIVIL

juzgados de paz asciende aproximadamente a seis mil pesos -más baja que
la de los jueces-o
En cada juzgado mixto de paz el secretario civin es auxiliado sólo por un
taquígrafo. El secretario penal cuenta con la ayuda de un oficial judicial
(escribiente) y de un comisario (mensajero). Ese es, en términos generales,
el personal de cada uno de los 36 juzgados mixtos de paz que existen en el
Distrito Federal, cuya población actual se calcula en cerca de nueve milo~
nes de habitantes.74
Por último, conviene mencionar que el aumento ue la cuantía de la COlll-
petencia civil de los juzgados mixtos de paz, introducido por la reforma de
fines de 1975 a la Ley Orgánica de los tribunales de justicia del Distrito
Federal, ha producido, como lógicamente era de esperarse, un incremento en
el número de los asuntos civiles sometidos a dichos órganos. Así, por ejem-
plo, durante el ejercicio correspondiente a 1975, a los 34 órganos de míni-
ma cuantía existentes entonces en el Distrito Federal -juzgados mixtos de
paz del primer partido judicial y de paz de los demás partidos-, ingresaron
11,336 asuntos nuevos, que representaron cerca del 6.3c;{, de la totalidad
de los asuntos civiles que se plantearon en primera instancia ante los Tri-
bunales del Distrito Federal (entre 175,000 y 180,000). El promedio de
asuntos que ingresaron durante dicho período de 1975 en cada juzgado
de mínima cuantía fue de 333.41. Este promedio, sin embargo. no revela
ni de manera aproximada el número real ingresado en cada uno de los ,juz-
gados, ya que aquél varía en forma muy considerable en cada uno de ellos.
Baste mencionar que mientras el juzgado de paz de Xochimi\co registr" 1797
asuntos civiles nuevos, el de Cuajimalpa sólo tuvo 17. lo que revela, en al-
guna medida, una distribución territorial y cuantitativa poco adecuada de
los juzgados, que propicia una desigual distribución de las labores judiciales.'"
En cambio, durante el ejercicio correspondiente a 1976, a los 36 juzgados
mixtos de paz ingresaron 31,050 asuntos civiles nuevos, que representaron
el 17.7% de la totalidad de los asuntos civiles iniciados en primera instancia
ante los tribunales del Distrito Federal (177,797). El promedio de los asun·
tos que ingresaron durante el ejercicio de 1976 en cada juzgado mixto de

'74 El número de habitantes del área urbana de la ciudad df" México, en constante au-
mente, se calcula en 13.4 millones para 1980 y en 20 millones para 1990. Cfr. México 197'6:
hechos, cifras, tendencias, México. Banco Nacional de Comercio Exterior, 1976, p. 79,
75 ~sto datos han sido obtenidos con base en los :registros de cada juzgado, menciona-
dos en el Informe de la Presidencia del T"ibunal Su~ de Justicia del Distrito Fe-
deral, oorrespondientc al ejercicio de 1975 (lo. de diciembre de 1974 al 30 de noviem-
bre de 1975). La razón por la que no se haya detclminado en forma pr~isa la totalidad
de los asuntos civiles, se debe a que los asuntos (Jiviles de los juzgados de primera instan-
cia de Alvaro OlYreg,ón y Xochimiloo aparecen registrados j,unto con los asuntos fami-
liares sometidos a dichos juzgados, sin que se distinga cuáles fueron civiles en sentido
estricto y cuáles familiares.
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LA JUSTj(~A DE MÍNlMA CUANTÍA 213

paz fue de 875.13, aunque también se siguió observando una grít:Il despro~
porción entre los ingresos reales de cada juzgado.76

" ') El proredi1llienlo


.J._.

El procedimiento ante los juzg'ddos mixtos de paz se rige por el prin-


cipio de libertad de formas TI y tiene como técnica de sustanciación la ora-
lidad y la concentración de las etapas procesales, a diferencia del juicio or-
dinario, que es predominantemente escrito y se desarrolla por etapas se-
paradas.'i8
El articulo 41 del título especial de la justicia de paz, cuyo contenido es
idéntico al del artículo 67 del proyecto de 1913, recoge el principio de la
libertad de formas. al establecer que ante los jueces de paz "no se exigirá
ritualidad alguna ni forma determinada en las promociones o alegaciones
<¡ue se hagan".
La forma predominantemente oral del juicio de mínima cuantía se ex-
tiende no sólo a las fases proba.toria y de alegatos. que se deben desarrollar
en una audiencia, sino también a la demanda, que puede ser formulada ver-
halmente o por escrito, y a la sentencia, que debe ser pronunciada por el
juez en la misma audiencia de pruebas y alegatos. Conviene aclarar, sin em-
hargo, que en la práctica las partes presentan normalmente sus demandas
por escrito y los jueces generalmente no dictan la sentencia en la misma
audiencia, sino que 10 hacen varias semanas. después de- la conclusión de

76 También estos datos han sido obtenidos con base en los mencionados en el Informe
de la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia del Dish-ito F~dral, con-cspondiente
al ejercicio de 1976 (lo. de diciembre de 1975 al 30 de novienLbre de 1976).
77 Cfr. Alca!á-Zamora, op. cit. supra nota 6, p. 194. Aludimos al procedimiento regu-
lado por el título especial. que no es, sin embargo, el único 4el que conocen los juzgados
mixtos de paz. Éstos conocen, también, del juicio de desahucio que regula el epe, como
10 indica el artículo 36 del propio título especial, y de los juicios mercantiles que re-
gula el Código de Comercio, en virtud de la competencia alternativa prevista en el artícu-
1(1 104, fracción J, de la Constitución.
78 Nos referimos, por supuesto. al juicio ordinario regttlado en el cpe del Distrito
I'cderal. A pesar de que el artículo 299, entre otros, de dicho Código, fue reformado por
el decreto de 26 de febrero de 1973 (DOF de 14t-lII-I973). con objeto de suprimir la
"forma escrita de la recepción de las pruebas" y establecer mmo fonna unica la oral,
mediante una o dos audiencias a lo sumo, lo cierto es ~ue no se ha tomado ninguna me·
ditIa efectiva para implalllar realmente la técnica de sustanciación que implica la oralidad;
frmte a la concentración de etapas que ésta requieIt>, la pr:ictica judicial ha optado por
la prolongación de ]05 procesos a través de numerosas y alejadas audiencias; en vez de la
dinx:ción del proceso por el juez, patticularmellte en las audiencias, se ha conscl'vadü
la simple fiscalización burocr,itica de los secretarios de acuerdos, carentes de toda intell-
eión de dirigir el proceso con objeto de conocer efectivamente los hechos discutidos y resol-
n:-r el litigio; en fin, frente a la necesidad de seleccionar y preparar a los funcionarios
iudicia1cs, se han conservado las tradidonales y rutinarias formas de designación.

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214 DERECHO PROCESAL CIVIL

aquélla. De esta manera, en la práctica la audiencia concentra una parte


de la etapa expositiva -la contestación de la demanda, que en ocasiones se
formula verbalmente y otras veces se presenta por escrit<>-, y, las etapas pro-
batoria y de alegatos. .
Ya hemos indicado anteriormente que el título especial de la justicia de
paz, proveniente del proyecto de 1913, tiene la pretensión de ser suficiente
por sí solo para regular el juicIO de mínima cuantía. Sin embargo, como tam-
bién señalamos, el artículo 40 del título especial, basado en el 66 del pro-
yecto de 1913, prevé la supletoriedad de las demás disposiciones del Có-
digo de Procedimientos Civiles y de la Ley Orgánica de Tribunales, "en
lo que fuere indispensable" para complementar las normas del título espe-
cial, siempre que aquéllas "no se opongan directa ni indirectamente 'a éstas".
A continuación examinaremos las reglas del título especial sobre el jui-
cio de mínima cuantía, dividiendo a éste, para tal fin, en cinco partes prin-
cipales: (1) Demanda y citación; (2) Audiencia de pruebas y alegatos; (3)
sentencia; (4) Impugnación, y (5) Ejecución.

3.2.'l. Demanda y citación

De acuerdo con el artículo 70. del título especial, "a petición del actor
se citará al demandado para que comparezca dentro del tercer día ... "; en
la parte final del artículo citado, se aclara que el actor puede presentar S11
demanda por esnito.
Como en la primera parte del artículo mencionado se indica que
en la citación que debe formularse al demandado "se expresará por lo me·
nos el nombre del actor, lo que demande, la causa de la demanda ... ", pue-
de afirmarse que cuando se presente verbalmente la demanda, ésta debe con-
tener necesariamente dichos datos, aparte del nombre del demandado y su
domicilio, aunque no lo señale así, de manera explícita, el artículo 70., del
título especial. Esos mismos elementos deberán contener, también. las deman-
das escritas. En la práctica, éstas, que predominan sobre las verbales, nor-
malmente reúnen todos los requisitos que señala el artículo 255 del Código
de Procedimientos Civiles para las demandas -que debe ser generalmente
esnitas- con que se inician los juicios ordinarios y especiales que regula
dicho Código.""
La citación que se hace a la parte demandada para que comparezca a

7'9 En el juicio especial sobre algunas controversias f:Imiliares regulado el título decimo-
sexto del epc distrital, es posible presentar la demanda por escrito o "por comparecencia
personal", es decir, verbalmente (artículo 943). En este 0380 también la práctica se ha
inclinado de manera casi absoluta por la forma escrita de la demanda.

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LA JUSTICIA DE ML~IA CUANTÍA 215

la audiencia de pruebas y alegatos tiene la función del emplazamiento en el


juicio ordinario. ro En rigor, no se trata de un emplazamiento en sentido
estrico~ pues éste consiste básicamente en la concesión de un plazo a una
de las partes o a ambas para que realicen válidamente determinado acto o
actividad procesal; en este primera comunicación del juzgado al demandado
no hay la concesión de un plazo, sino la fijación de un término, un punto
de tiempo fijo, para que comparezca a la audiencia, por lo que se trata de
una citación. 81
De acuerdo con la redacción del artículo 70. lnencionado, se citará al
demandado "para que comparezca dentro del tercer día". Esto significa que
la comparecencia del demandado deberá ser al tercer día después de que haya
sido expedido el citatorio, pero no se precisa el dla en que! dicho citato-
rio deba ser entregado al demandado, de manera que legalmente este pue-
de recibirlo el día anterior a la audiencia en que deberá oponer excepciones,
proponer y presentar pruebas y formular alegatos. Y como de acuerdo con
el segundo párrafo del artículo 42 del título especial, "respecto de las ac-
tuaciones ante los jueces de paz, no hay días ni horas inh ..tbiles", es posible
que la entrega del cita torio se lleve a cabo la noche del día anterior a la
audiencia. Esta situación, que ya anotaba desde 1939 Antonio Otero Con·
zález,82 plantea un serio problema de reducción y en cierta medida de nega~
ción de las posibilidades de defensa del demandado. En la práctica, la au-
diencia normalmente se fija fuera el plazo de tres días que indica 70., por
lo que suele ocurrir que el demandado cuente con más de tres días para
preparar su contestación a la demanda y sus pruebas y alegatos; pero tam-
bién puede ocurrir, y no es extraño que así suceda, que al demandado le
entreguen el citatorio el día anterior -o aún la noche del día anterior- a
la audiencia.
Para que la citación tenga realmente las funciones de un emplazamiento,
es necesario que el demandado, después de ser citado, cuente legalmente

80 Según el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, debe conccptuarsc como
emplazamiento el citatorio para concurri¡' a la audiencia "en aquellos casos de que co-
nozcan los Ce. Jucc.:cs de paz". Cfr. Anales de Jm'jsprudencia~ t. XXVII, p. 429. El título
especial de la justicia de paz denomina a este acto ílldistintamentc "cita", "cita del em-
plazamiento", "emplazamiento", "notificación" y "citación": Cfr. artículos 70., 80., 90.,
10, 11, 12. 13 r 14.
81 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo. Niceto, Cuestiones de tenninolog¡'a procesal, UNAM,
México, 19'72. p. 182, nota 296; y Pina, Rafael de, y Castillo Larrañaga, José, Instituciones
de derecho procesal civl~ Ed. POITÚa, México, 1966, p. 200.
8'~ En su interesante tesis profesional La justicia de paz, M-ixico, 1939, en la que ex-
pre;aba: .... nada dice la ley del tiempo que debe mediar entTe el emplazamiento (en-
trega del citatorio) y la audiencia. Acostumbran los comisarios notificadores de los JUz-
gados de paz entregar la citación al demandado la víspera del día de la audiencia, o a lo
sumo, la antevíspera ... En ocasiones no media sino una noche entre el emplazamiento y
el juicio ... "; pp. 38-9.

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216 DERECHO PROCESAL CIVIL

con un plazo ffitnlIno nuonable para poder preparar su contestación y sus


pruebas y alegasto. Si en el juicio ordinario y aún en los juicios especial"'!
que regula el crc, el plazo que se concede al demandado para que presente
su contestación es de nueve días, nonualmente sin necesidad de acomp~
ñar sus pruebas. 110 se encuentra j ustificacióll para reducir a un día o a
una noche el plazo que se otorga al demandado en los juicios de mínima
cuantía, sobre todo si se toma en cuenta que en estos es necesario no sólo
contestar a la demanda, sino también proponer y presentar pruebas y formu~
lar alegatos en la nlisma audiencia a la que se cita. Por eso, tomando en
cuenta estos datos, estimamos que entre la entrega del citataria y el tér-
mino que se señale para la audiencia, debe mediar un plazo no inferior a
cinco días. te
En cuanto al lugar donde se lleve a cabo la entrega de la citación, el
artículo 80. autoriz,," los siguientes: (1) la habitación del demandado, su des-
pacho, su establecimiento mercantil o su taller; (2) el lugar en que trabaje
u otro que frecuente, donde se piense que se le puede encontrar al levár~
sele el citatorio; y, (3) la finca o el departamento arrendado cuando se trate
de "desocupación". Estimamos que el lugar mencionado en último término
no sólo es aplicable en los juicios de deshaucio o desalojo. sino también en
los juicios que se refieran en general a arrendamientos, cuando el deman~
dado sea el arrendatario.
Con relación a la persona encargada de llevar a cabo la entrega del citato·
río al demandado, las refOlmas de finales de 1975 al erc suprimieron la re·
ferencia que se hacía a los comisarios y a los Hgendannes". y en su lugar
5e alude ahora a los actuarios, denominación utilizada para designar a los
notificadores y ejecutores de las resoluciones de los juzgados civiles y fami~
liares. Sin embargo, como todavía los juzgados mixtos de paz no cuentan
con actuarios, por razones presupuestarias, la comunicación de las citaciones
la siguen haciendo los comi~ars y en ocasiones los secretarios de acuerdo
del ramo civil.

3.2.2. A udieTlcia de pruebas y alegatos

La incomparecencia a la audiencia tiene diferentes consecuencias, según


quien sea la parte que deje de asistir. La incomparecencia del actor impide
la celebración de la audiencia; en este caso, el juez debe imponer a aquél
una multa de cincuenta a quinientos pesos, que debe entregarse al deman-
dado por concepto de indemnización. En cambio, la inc0mparecencia del

83 elr. Otero González, op. cit . .51lpra nota 82 p. 42: }' Francoz Rigalt, op. cit. sU/Ha
nota 9, p. 53.

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1.,\ JUSTICIA UF. MÍ;'\l'IMA CUANTÍA 217

demandado no impide la celebración de la audiencia, pero produce una con-


fesión ficta· 9.c aquél respecto de los hechos afirmados por el actor en su
delllancb. Por último, si ambas partes no comparecen, la audiencia no se lleva
;\ ('abo y ~e deja sin efecto el cilatorio.1'H
Compareciendo el actor o ambas partes, la audiencia sí debe celebrars.e.
Como normalmente el actor presenta su demanda por escrito, en la au-
diencia se limita a pedir que dicha demanda "se tenga por reproducida";
en caso de que no la haya presentado pot escrito, debe exponer oralmente su
--lcmanda. A su ve!., el demandado puede presentar su contestación por es-
u'ito o en forma oral. Todas las pretensiones y excepciones deberán formu-
larse en el acto mismo de la audiencia, "sin sustanciar artículos o incidentes
de previo y especial pronunciamiento"; es decir, ninguna excepción suspende
la audiencia ni los trámites del juicio de mínima cuantía. Sin embargo, si
de 10 ex puesto o prohado resulta demostrada una excepción dilatoria, el
juez debe declararlo así y dar por concluida ]a audiencia. La reconvención
solo se admite hasta por la suma máxima de la cuantía de los juzgados mix-
tos de paz ((:inco mil pesos) .8';
Después de esta fase expositiva, se inicia la probatoria con el ofrecimien·
lO de pruebas, primero la" del actor y después las del demandado. La práctica
de las pruebas admitidas por el juez se hace de acuerdo con el orden previsto
para la audiencia de pruebas del juicio ordinario: confesiones, documentos,
dl(:t;:ímenes periciales, inspección judicial y testimonios. 86 Para la condm:::#
ción de la audiencia se conceden al juez amplias facultades: "El juez podrá
hacer libremente las preguntas que estinle oportunas a cuantas personas es·
tuvieren en la audiencia, carear a las partes entre sí o con los testigos, a éstos,
los unos con los otros, examinar documentos, objetos o lugares y hacerlos
ret'onocer por peritos".R7
Concluirla la recepción de las pruebas, el juez debe oír los aleg-dtos de
las partes, a cada una de las cuales. se debe conceder, para su exposición.
uu plazo hasta de diez minutos. 8S En la práctica, al igual que ocurre en el
juicio ordinario, se suelen omitir los alegatos, asentándose sólo en el acta
que se debe levantar de toda 1a audiencia, que "las partes alegaron lo que
a su derecho convino".
Durante la audiencia, y hasta antes de pronunciar la sentencia, se fa-
nllta al juez para intentar una conciliación entre las partes. 89

M Artículos J7, 18 Y 19 del título especial de la justicia de paz del cpc.


.s5 Artículo 20, fracciones 1 y IIl, ¡dem.
86 Artículos 389 a 392 del CPC.
H7 Articulo 20, fracción IV, del título especial de la justich de paz de dicho Código,
Articulo 20. fracción VII, iden¡.
,'j8

"n Articula 20. fracción ''1, idrJ/l.

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218 DERECHO PROCESAL CIVIL

Aunque la audiencia debe ser dirigida personalmente por el juez, nor-


malmente quien se encarga de ello es el secretario civil del juzgado.

3.2.3. Sentencia

En la misma audiencia, una vez concluidos los alegatos, el juez debe pro:-
nunciar "su fallo, de una manera clara y sencilla". Aquí también la prác-
tica no suele coincidir con el texto legal: regularmente. los jueces de paz no
dictan sus sentencias sino algunas semanas después de la<, audiencia.
Ya hemos indicado anteriormente, que el artículo 21 del título especial
de la justicia de paz, proveniente con idénticos términos del artículo 18 del
proyecto de 1913 y similar al 15 de la Ley para la Organización de los Tri-
bunales de 1865, establece que las sentencias se deben dictar "a verdad sa-
bida, sin necesidad de sujetarse a las reglas sobre estimación de las pruebas.
sino apreciando los hechos según los jueces lo creyeren debido en conciencia".
Es conveniente precisar el alcance de este precepto. Desde luego, se re-
fiere a la apreciación de las pruebas, por lo que hay que excluir la posibili-
dad de que comprenda también la interpretación y aplicación del derecho.
Los propios autores del proyecto de 1913 previeron claramente esta exclu-
sión, por lo que evitaron que la regla contenida en el artículo 48 del pro-
yecto aludiera también a la "buena fe guardada", como indicaba la original
fórmula española."" En este sentido, es útil reproducir las palabras de Ma-
cedo sobre este aspecto:

La Comisión hubiera llevado su acuerdo hasta consultar en el' Proyecto


la decisión de los litigios civiles de competencia de los jueces de paz,
no sólo a la verdad sabida sino también a la buena fe guardada, es. decir,
sin tener que someterse a los preceptos legales, sino dejándola a la equi-
dad y al arbitrio del juez como hombre bueno; pero en este particular
hubo de reconocerse que a tal disposición se opone el precepto del ar-
tículo 14 constitucional en cuanto exige la aplicación exalta de la Ley, y
sin vacilación ni reticencias hubo de someterse la Comisión a esa exi·
gencia, lamentando no poder dar a la justicia de paz en toda su plenitud el
carácter de equidad y buena fe que le corresponde."'

Los autores del proyecto, como puede observarse. estuvieron conscientes de


la limitación constitucional derivada del artículo 14 de la Constitución
de 1857, del cual proviene -Con mayores precisiones- el artículo del mismo

00 La fórmula española proviene, al decir de Aleala-Zamora y Castillo, de la Real Cé-


dula de 30 de enero de 1794. expedida en AranjuCl por Carlos IV, la cual ordenaba que
se debla proceder "siempre a -estilo llano, verdad sabida y buena fe guardada". Cfr. j\!col-
tá-Zamora, op. cit. supra nota 6, p. 198.
91 Macedo, op. cit. supra nota 13, p. 316.

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LA JUSTICIA DE MÍNIMA CUAJ'\/TÍA 219

número de la Constitución vigente de 1917; en consecuencia. no pretendie-


°
ron crear tribunales de equidad de conciencia, sino tribunales de derecho,
si bien con libertad para apreciar las pruebas.
La propia Suprema Corte de Justicia de la Nación ha ,ostenido, en ju·
risprudencia finne. que los jueces de paz deben fundar sus sentencias. como
lo previene el artículo 14 constitucional. en la ley y su interpretación jurí-
dica, y a falta de aquélla, en los principios generales del derecho.'"I
También es conveniente determinar las condiciones y limitaciones de la
libertad que el artículo 21 del título especial citado, concede a los jueces
de paz para apreciar los medios de prueba. En términos generales. podemos
afinnar que la jurisprudencia mexicana. salvo en el caso de los veredictos
de los jurados, ha considerado al sistema de libre apreciación, como una
forma de valorar las pruebas. si bien con libertad. basado normalmente en
las reglas de la lógica y la experiencia, el cual implica, además, la necesi·
dad de expresar las razones de la apreciación en la sentencia; es. decir. nues-
tra jurisprudencia ha identificado el sistema de la libre apreciación con el
que los espaJlo1es denominan "sana crítica".oo
Este criterio también lo ha sostenido la Suprema Corte de .Justicia de la
Nación en relación, específicamente, con el sistema de apreciación de las
pruebas establecido en el artículo 21 del título de la justicia de paz:

Este sistema, el de libre apreciación -ha considerado la Corte-, no es


contrario a lo que dispone el artículo 14 de la Constitución Federal, por-
que no autoriza una apreciación arbitraria, carente de ,expresión de mo-

n:! La tesis que aparece con el número 216, del APéndice al Semanario Judicial de la
Federación 1917-1975, 4a. parte, Tercera Sala, p. 690, expresa: ··JUECES DE PAZ, FU!'\"-
DAMENTOS DE LAS SENTENCIAS QUE DICTEN. Aun cuando el artículo 21 del Tí-
tulo csJX'cial del Código de Procedimientos Cü'iles del Distrito Federal, cstatuye que los
jueces de paz dictarán sus sentencias a verdad sabida, sin necesidad de sujetarse a las
reglas sobre estimación de pruebas, sino apreciando los hecho<; ~egún lo creyeren debido
en conciencia, ('so no obstante, dehe tenerse en cuenta que la Últim.1 parte del articulo
14 constitucional, terminantemente exige que en lo,> juicios del orden civil, la S("lltclicia
definiti\':l deberá ser conforme a la ley o ~ su interpretación jurídica y a {alta de aqué-
lla debe fUf'.darsc en los principios generales del derecho, y el articulo 133 de la (:onsti-
tución. manda, en su último párrafo, que los juec~s deben sujetarse a dicho Pacto Ft.:-
<leral. a pesar de lo que en contrario pueda haber eu las constituciones o leyes de los
Estados; por lo cual es inconcuso que los jueces de paz no puedan resoh'cr únicamente
conforme al arbitrio que les concede el artículo 21 citado." En realidad, como lo previe-
ron los autores del proyecto de 1913. no hay contradicción entre el articulo 21 del título
especial de la .jllstida de paz del CPC y el artículo 14 constitucional, cuyo ultimo párrafo
es más flexible que la redacción original del mismo artículo en la Constitución de 1857,
el elIal fue tomado muy en cuenta por los autorcs del proyecto; entre ambos preceptos
1m}' ulla complementación necesaria. Sin embargo. la conclusión de la tesis transtrita c>;
\'Mida.
na GIL O\'alle I¡aycla, José, Los "isleIlUJs de apreciación pro,/¡atoria en el deJ-echo IJO-
sitivo mexicano (tesis), U:"iAM, México, 1971. pp. 112-22.

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2m DERECHO PROCESAL CIVIL

tivos,. sino una valorización sujeta a los principios generales sobre estima-
ciór¡ de pruebas, y a las reglas de la lógica y de la sana critica."

Las sentencias de los jueces de paz deben cumplir con los' requisitos sus-
tanciales de congruencia (resolver según lo alegado y pedido por las partes),
motivación (expresar la valoración de las pruebas y la fijación de los hechos,
asi como los fundamentos juridicos) y exhaustividad (resolver sobre toda.
las pretensiones aducidas en la fase expositiva) .1)¡j
No existen datos suficientes para señalar un promedio de la duración
de los juicios civiles ante los juzgados mixtos de paz, la cual es prevista, de
acuerdo 'con la regulación del título especial, en menos de una semana. Sin
embargo, es posible calcular, tomando en cuenta las divergencias entre el
texto legal y la práctica procesal, que un juicio normal puede durar apro-
ximadamente entre quince días y mes y medio, desde la demanda hasta la
sentencia. De
Por último, debemos precisar que en la justicia de paz no existe la con-
dena al pago de las costas procesales. Sólo los gastos de ejecución son a
cargo de la parte vencida.97

3.2.4. Impugnació ..

En términos generales, podemos afirmar que las resoluciones de los jue-


ces de paz en los juicios civiles de mínima cuantía 50n irrecumbles. Por
una parte, el artículo 23 del título especial establece que contra las resolu-
ciones pronunciadas por los jueces de paz "no se dará más recurso que el
de responsabilidad". Como la llamada responsabilidad civil de los funciona-
rios judícialcs es exigible a través de un juicio -no de un recurso- y la
sentencia que se dicte en tal juicio no puede modíficar de ninguna manera
la resolución en la que se haya incurrido en responsabilidad, sino sólo or-
denar el resarcimiento de los daños y perjuicios causados a la parte afec-

'1M Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-1975, 4a. parte, Tercera Sala,
pp. 879·9.
9'5 Cfr. Pina, de, y Castillo Larrañaga, op. cit. supra not3¡ 81, pp. 300·l.
00 Basado en un examen de las actividades de cuatro de los treinta y seis juzgados
mixtos de paz del Distrito Federal, Oñate afirma que en aquellos "el 60% de las causas
concluye antes de dos meses -cerca de un 70% de éstas por vía de conciliación-, un 20%
entre tres y cinco meses y sólo el 5% pasa de un año." 'Cfr. Ofuttc L., Santiago, El acceso
a la justicia para los no privilegiados (ponencia mexicana al Congreso Internacional de
I)erecho Procesal, de Gante, Bélgica, Septiembl·e de 1!n7), \"l'rsión mecanográfica, Mé-
xico, 1977, p. 36. Este trabajo fue publicado en Revista de Derecho Proce,sal lberoam~
riclJna~ Madrid, núm. 1 de 1978, pp. 137-189.
97 Artículos 142 del epc y 22 de1 título e:.pccial.

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LA J liSTJClA DE MÍNIMA CUANTÍA 221

tada,98 en realidad dicha responsabilidad no constituye ni un recurso ni un


medio de impugnación, por lo que el significado del artículo 23 citado es
que contra las resoluciones pronunciadas por los jueces de paz no procede
ningún recurso.
Por ou-a parte, el artículo 426, fracción 1, del epe establece que las sen-
tencias pronunciadas en juicios cuyo interés no exceda de cinco mil pesos,
adquieren la autoridad y eficacia de cosa juzgada "por ministerio de ley",
es decir, sin necesidad de declaración judicial expresa. Esto significa que
contra dichas sentencias, no procede el recurso de apelación, el cual en los
juicios ordinarios y especiales diferentes del de mínima cuantía, inicia la
segunda instancia.
Es necesario, sin embargo, precisar el alcance uel carácter irrecurrible
de las resoluciones de los jueces de paz. Si bien es claro (lue las resaludo·
nes dictadas durante el juicio de mínima cuantía por los jueces de paz son
irrecurribles, empero, se discute la posibilidad de impugnar las sentencias de·
finitiva5 que pronuncian dichos jueces, a través del proceso de nulidad por
defectos esenciales de procedimiento, que el CPC regula como "apelación ex·
traordinaria" .
Este medio de impugnación, al que Becerra Bautista denomina proceso
impugnativo de la cosa fuzgada "lO -ya que se puede interponer dentro de los
tres meses que sigan al día de la notificación de la sentencia, a pc-'Sar de
que ésta ya haya adquirido firmeza-, no se tramita como un recurso, como
una segunda instancia dentro del mismo proceso, sino como un lluevo jui~
cia. Procede exclusivamente en los supuestos previstos en el artículo 717 del
CPC, a saber: 1) cuando se haya emplazado al demandado mediante edictos
y el juicio se haya seguido en rebeldía; 2) cuando alguna de las partes durante
el proceso no haya estado representada legalmente o haya comparecido care·
ciendo de capacidad procesal; 3) cuando no haya sido emplazado el deman-
dado conforme a la ley; y 4) cuando se haya seguido el juicio ante jUCl
incompetente, no siendo prorrogable la competencia_ Como puede obser·
varse, los tres primeros supuestos se conectan con la llamada garantía de
audiencia y el último con el presupuesto procesal de juez competente.
El objeto de este medio dE: impugnacibn es que se declare la nulidad dcl
procedimiento, cuando se compruebe que ha ocurrido alguno de los supuestos
indicados_lOO Por eso, el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Feder..tl ha
considerado que la finalidad de la apelación extraordinaria es reparar vicios

!H:I Así lo indica el articulo 737 del epe: "En ningún casn la sentencia pronunciada
en el juicio de responsabilidad civil alterará la sentencia firm~ que haya recaído en el
pleito en que se hubiere ocasionado el agrayio".
00 Becerra Bautista, José, El p,·oceso civil en México, Ril. POTn'la, Mexiro, 1974. pp.
606 Y ss.
100 Articu10 71R, segundo párrafo, del epe.
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222 DERECHO PROCESAL CIVIL

y defectos procesales de capital importancia. lO! En definitiva, pues, este me-


dio de impugnación no es un recurso. sino un proceso de anulación. 102
La discusión acerca de la procedencia o improcedencia de este medio im-
pugnativo cODtra las sentencias definitivas de los jueces de paz, ha surgido
por la contradicción -real o aparente- entre dos preceptos: el citarlo ar-
tículo 23 del título especial, que establece que contra las resoluciones de los
jueces de paz no procede ningún recurso, y el 719 del CPC que dispone que
la' apelación extraordinaria "se da (en contra) de las sentencias pronunciadas
por los jueces de paz y será tribunal de apelación el juez de primera ins-
tancia que corresponda, o siendo varios, el que elija el recurrente y en su
silencio el de número inferior".
Frente a esta contradicción. el argumento principal de quienes sostienen
la improcedencia de la apelación extraordinaria contra las sentencias de los
jueces de paz, es que debe aplicarse el artículo 40 del título especial, ya men-
cionado anteriormente, que establece que en los juicios ante los jueces de
paz "únicamente se aplicarán las disposiciones de este código y de la Ley
de Organización de Tribunales, en lo que fuere indispensable, para comple-
mentar las disposiciones de este título y que no se opongan ni directa ni
indirectamentea éstas", Esto excluye, sostienen, la posibilidad de aplicar el
artículo 719 del CPC, que no complementa las disposiciones sobre la justi-
cia de paz, sino que se opone directamente al artículo 23 del título especial,
el cual perceptúa la irrecurribilidad de las resoluciones pronunciadas por los
jueces de paz. En consecuencia, concluyen, la contradicción entre los articu-
los 718 del CPC y 23 del título e~pciaL del propio CPC, debe resolverse e<n
favor de lo dispuesto en este último, tomando en cuenta que el título espe-
cial es un estatuto autónomo, al cual sólo se pueden aplicar, en forma suple-
toria, las demás disposiciones del CPC, a condición de que no se opongan
a aquél, como lo previene el citado artículo 40 del mismo título especial.
La consecuencia de esta conclusión es que, por resultar inaplicable el ar-
ticulo 719 del CPC, no debe proceder la apelación extraordinaria contra las
sentencias definitivas dictadas por los jueces de paz. 1OO
Contra esta argumentación se ha sostenido que, en rigor, la contradicción
entre los artículos 23 del título especial y 719 del CPC, es sólo aparente y
no real, si se toma en cuenta que el primero establece una regla general
y el segundo una excepción a esa regla. Además, se ha afirmado que la ex-

1(l1 Analc! de Jurisfrrude,¡cia, tomo YXIV, p. 77.


102 Este punto de vista lo sostenemos en nuestro trabajo "Los medios de impugnación
en e-l Código Procesal Civil del Distrito Federal", en la Revista de la FaculttJd de Dere-
cho de México, núms. 107-108, enero-junio de 1977.
103 En este sentido, cfr. Otero González, op. cit. supra nota 82, pp. 111-41; Francoz
Rigalt, op. cit. supra nota 9, pp. 102-5, Y Cámara León, Calixto, Nueva Orientación para
la Justicia de Paz. Rama civil (tesis profesional), UNAM, México, 1962, pp. 71-74.
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LA ,JUSTICIA DE MíNIMA CUANTÍA 223

clusión de recursos prevista en el citado artículo 23 debe entenderse referida


sólo a los recursos ordinarios, y no a los medios de impugnación extraordi-
narios o excepcionales, como es la llamada apelación extraordinaria. 104 En
apoyo de este argumento, se podría mencionar, además, el juicio de amparo,
que es un medio de impugnación extraordinario, el cual, pese a la disposi-
ción del artículo 23 del título especial, sí procede contra las sentencias de
los jueces de paz.
Un argumento histórico en favor de la procedencia de la apelación ex-
traordinaria, es que el artículo 10 del título especial proviene del 66 del pro-
yecto de 1913, el cual se hizo para constituir una ley realmente autónoma,
pero una vez que dicho proyecto quedó incorporado como título especial al
epe en 1932, el mencionado artículo no debe interpretarse de manera que
excluya la aplicación de otros artículos del epe -el 719- elaborados especí-
ficamente para la justicia de paz. Además, el artículo 23 del título especial
proviene del 50 del proyecto de 1913 y del 1111 del epe de 1884; y cuando
ambos fueron elaborados no se había regulado todavía la apelación extraor-
dinaria, introducida precisamente con la promulgación del epe de 1932.'0li
Por otro lado, debe tenerse en cuenta que el artículo 59 fracción 1, de
la Ley Orgánica de 1932, consideraba como jueces de primera instancia, a los
jueces de paz en materia civil "en los negocios en que proceda el recurso
de apelación extraordinaria", por lo que debe estimarse que desde entonces
existía el claro propósito de permitir la apelación extraordinaria en contra
de las sentencias de los jueces de paz. Este precepto fue recogido por el
artículo 49, fracción 1, de la Ley Orgánica de los Tribunales de 1968, por lo
que aparte de las razones históricas señaladas, cabría sostener, aun admitien-
do la contradicción entre los artículos 23 del título especial y 719 del epe,
el argumento de que la ley posterior deroga a la anterior.
En conclusión, pues, estimamos que la interpretación más aceptable de
los preceptos mencionados, es la que considera procedente la impugnación
de las sentencias dictadas por los jueces de paz, a través de la apelación ex-
traordinaria. En última instancia, la oposición a este medio de impugnación
se funda en su "inconvenit.llcia" o "inoportunidad" con relación a las carac-
terísticas de la justicia de paz, pero esta oposición, de lege lerenda, sería tam-
bién extensible en relación con la justicia ordinaria. loo

104 Cfr. Alcalá-ZaOlO:r.t }' Castillo, Niceto, Panorama del derecho mexicano. Sin tesis del
(Jel"ecJw proclN;al, UNAM, México, 1966, pp. lIS, 316 Y 317, nota 442; y Francoz Rigalt,
op. dt. supra nota 9, p. 101.
105 Alcalá-Zamora, op. y loco dls. supra nota 6.
100 No hemos encont:r.tdo jurisprudencia firme sobre el problema ele la procedencia de
la apelación extraordinaria contra las sentencias de los jueces de paz; dos procedentes
diversos, aunque (on sentido adverso a la procooe'l1cia de dicho medio de impugnación,
pueden consultane en Francm Rigalt, op .cil. supra nota .9, p. lOB.

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'224 DERECHO PROCESAL CIVIL

. Por último, como ya lo hemos indicado, contra las sentencias definitivas


de los jueces de paz procede el juicio de amparo, normalmente el directo
ante los tribunales colegiados de circuito. 1m

3,2.5. Ejecución

Al referirnos al proyecto de 1913, apuntamos que una de las principales


orientaciones del citado proyecto fue la de obtener "rapidez y seguridad en
la ejecución de las sentencias". El articulo 24 del título especial, proveniente
del 51 del proyecto, establece la "obligación" de los jueces de paz de "pro-
veer a la eficaz e inmediata ejecución de sus sentencias", para lo cual los
faculta a dictar "todas las medidas necesarias en la forma y términos que
a su juicio fueron procedentes". Es muy claro el propósito de que se lleve a
efecto la ejecución de cualquier manera; por una parte, se hace innecesaria
la instancia de parte interesada para proceder a la ejecución, la cual se pue-
de realizar, en consecuencia, de oficio,108 y por otro lado, se otorgan al juez
las más amplias facultades para cumplir este deber de ejecutar."'" Además,
se dispone que la ejecución será inmediata, aunque, como veremos, hay al-
gunos plazos que deben cumplirse.
La fracción 1 del citado artículo 24 del título especial prevé la posibili-
dad de que las partes, 'una vez pronunciada la sentencia de condena y antes
de que se inicie la ejecución forzosa, lleguen a un acuerdo para lograr la
ejecución voluntaria de aquélla. La fracción II del mismo precepto contem-
pla la posibilidad de que el condenado a pagar una suma determinada, pro-
pOnga una fianza que garantice el cumplimiento de la condena, con el ob-
jeto de que se le conceda un plazo hasta de quince días -o más, con acuerdo
del vencedor- para que pueda hacer el pago; si no lo hace, "se procederá de
plano contra el fiador, quien no gozará de beneficio alguno". Como esta úl-
tima disposición no resulta ajustada a la garantía de previo proceso que para
cualquier acto autoritario de privación establece el artículo 14 constitucio-
nal, es probable que la citada fianza tenga escasa o diferida eficacia jurídica.
Antes de referirnos a la más frecuente moualidacl de la ejecución forz~
sa -la concernientes a la condena al pago de cantidad de dinero detenni-
nada-, aludiremos a otras tres modalidades también previstas en el título
especial: las ejecuciones referentes a las sentencias que condenen a hacer,

107 Artículo 70. bis, fracción J, inciso e) de la Ley Org¡inica <lel Poder Judicial. dt:
la Federación.
100 Cfr. Macedo, op. cit. supra nota 13, p, 350, )' Otero Gonzále7., ofr, cit, supra lmla
82, pp. 143·6.
100 Cfr., por ejemplo, los artículos 'ti j' 28 del título especial.

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LA JUSTICIA DE MÍNIMA CUANTÍA 225

a entregar una cosa y a desalojar un bien arrendado. como consecuencia ele


un juicio de lanzamiento.
Para la ejecución de las sentencias que condenen a hacer alguna cosa.
el artículo M del título especial remite al 517 del propio epe. Este último
precep!o prevé tres hipótesis, para ejecutar la sentencia, una vez concedido
un plazo prudente al condenado para que la cumpla, sin que lo haya hecho:
(1) cuando el hecho sólo pueda ser ejecutado personalmente 'por el condena-
do, "se le compelerá empleando los medios de apremio más eficaces, sin per-
juicio del derecho para exigirle la responsabilidad civil", es decir, el pago
de los daños y perjuicios cau.",dos por el incumplimiento; (2) cuando el
hecho pueda ser realizado por otra persona, el juez deberá designarla para
que lo haga a costa del condenado, en el plazo que aquél determine, y (3)
cuando el hecho consista en el otorgamiento de algún instrumento o la cele-
bración de un acto jurídico, el juez lo c.jecutará en rebeldía del condenado.
Como puede observarse, en las uos primeras hillÓtesis la ejecución forzosa
puede desembocar en el cobro -mediante embargo y remate de bienes del
condenado- de una cantidad determinada de dinero.
Para la ejecución de las sentencias que condenen a entregar una cosa
determinada, el artículo 33 del título especial faculta a los jueces de pa/.
para emplear los medios de apremio seIialados en el artículo 73 del epe.
Si a pesar de los medios de apremio no se obtiene la entrega de la cosa, se
faculta al juez para fijar la cantidad que como reparación se deba entregar
a la parte vencedora, lo cual se puede obtener mediante embargo y remate
de bienes del condenado. Aquí también la ejecución de la condena a entre-
gar una cosa, se puede traducir en el cobro de una cantidad determinada
de dinero.
En relación con las sentencias en los juicios de lanzamiento, a pesar de que
e! título especial remite expresamente a la regulación de! epe sobre esta
clase de juicios,llo el artículo 36 señala dos lnodificaciones a dicha regula-
ción cuando los juicios sean de la competencia de los jueces de paz: la su-
presión del periodo de lanzamiento y la fijación de un plazo preciso para la
desocupación voluntaria del bien arrendado, contado a partir de la sentencia,
el cual no debe ser menor de ocho días ni mayor de veinte. Se prevé, ade-
más, el embargo de bienes suficientes para cubrir el pago de las rentas
adeudadas Ha cuyo pago se hubiere condenado". Esto supone que es posible
demandar, a la yez, la desocupación y el pago de las mensualidades adeuda·

110 Artículo 488·99 del Cl'C. No deja de ser interesante la razón que expone :\fao.xlo
para esta remisión: "Las disposiciones del vigente Código de Procedimicutos Civiles sobre
Lalll.amientos han dado excelentes "esultados, facilitando que los arrendadores puedan
disponer de sus localidades y predios en un tiempo oorto y con sólo procedimientos s("n·
cillos, si no se les paga la renta." Op. cit. sut,ra nota 13, p. :YjG. l.tH!ohas nuestl':~.

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226 DERECHO PROCESAL Cl\'IL

das. El embargo de bienes del arrendatario también lo regula el artículo 498


del ere, sólo que desde el requerimiento de pago que se hace al dernan·
dado al principio del juicio.
La ejecución de las sentencias que condenan al pago de cantidad deter-
minada de dinero se traduce directamente en el embargo y remate de bienes
de la parte vencida. Ya ha quedado señalado que la ejecución de las senten-
cias de condena mencionadas anteriormente, también puede desembocar en
el cobro de una cantidad determinada de dinero, mediante embargo y re-
mate. También en esta modalidad más frecuente de ejecución es posible
advertir las amplias atribuciones del juzgador y del funcionario encargado
directamente de la ejecución. Así, por ejemplo, si no se encuentra al conde-
nado en su domicilio, despacho, taller o establecimiento, "la diligencia se
practicará con la persona que se encuentre. y si no hubiera nadie, con un
vecino y el gendarme del punto"; si es necesario se podrán practicar cateos
y romper cerraduras, previa orden especial y escrita del juez, para localizar
los bienes embargables. llI
El embargo y remate de bienes para la ejecución de la sentencia que con-
dene a pagar cantidad determinada, y de las demás modalidades que des-
embocan en el cobro de cantidad de dinero determinada, presenta básica·
mente dos peculiaridades respecto de la vía de apremio que el CPC regula
para los demás juicios, diferentes del de mínima cuantía. Por una parte, los
bienes muebles embargados, aparte de que pueden ser vendidos a través del
{"onedor o casa de comercio en los términos del artículo :')98 del epe, son
susceptibles de ser pignorados en la instituci6n nacional de crédito denomi·
nada Nacional Monte de Piedad. Si la cantidad prestada por ésta resulta
suficiente para cubrir la suma a cuyo pago se haya condenado y los gastos
de traslación del bien pignorado, se debe entregar el billete de empeño al
condenado, quien podrá recuperar el bien pagando el importe del préstamo
dentro del plazo autorizado. En caso de que la cantidad del préstamo no
resultara suficiente, el bien podrá entregarse al Nacional Monte de Piedad
para que lo remate y con su producto se satisfaga la suma adeudada y los
gastos originados con el remate. ll2
Es claro que como la cantidad a cuyo pago condene un juez de paz no
puede exceder, por regla. de cinco mil pesos, no es muy frecuente el remate
de bienes inmuebles para lograr la ejecuci6n forzada, aunque el título es·
pecial no deja de regular un procedimiento abreviado de remate para esta
cIase de bienes. 1l3
La segunda peculiaridad se refiere al patrimonio ejecutable. No deja de

111 Articulo 27 y 28 del títu10 especial.


112 Artículo 31, idem.
11:l Artículo 30, idem.

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LA JIJSTlCL\ DE Mí~I:A CUANTÍA 227

,cr por los menos paradójico que en un juicio diseñado específicamente para
personas de escasos recursos económicos, la lista de los bienes inembargables
se restrinja al mínimo. El artículo 25 del título especial establece que el em-
hargo "podrá recaer en toda clase de muebles, con excepción de los vesti-
dos, muebles de uso común e instrumentos útiles de trabajo, en cuanto sean
enteramente indzspensables, a juicio del ejecutor, y de los sueldos y pensio-
nes del Erario".
Este artículo proviene de la fracción 1 del artículo 54 del proyecto de
1913. Es interesante recoger el razonamiento que l\Iacedo hacía para justi-
ficar este precepto. Según dicho autor, las reglas sobre el patrimonio ejecuta-
hle en los "juicios formales" estaban:

concebidas y aceptadas para personas de fortuna mediana, si no es que con-


siderable, en tanto que la generalidad de los condenados por los jueces
de paz (serían) individuos pobres de muy escasos recursos, a quienes no
obstante eso, (habría) que exigirles con apremio y energía que (cubrie-
ran) lo que según declaración judicial (debieran) a otros, que ordina-
riamente (serían) de su mismo posición social y económica, y que no (ten-
drían) elementos notoriamente superiores a los de aquéIlos.1l4

De esta manera, a mayor escasez de recursos menor número de bienes


inembargables, y también, quizá, mayor rigor en la ejecución. Era, sin duda.
e! liberalismo económico de signo porfirista, recogido todavía en algunas
instituciones actuales. Una precisión habría que hacer al razonamiento de
:\facedo: si bien la mínima cuantía implica normalmente que el demandado
.~ca una persona de escasos recursos, esta regla nO es válida para el actor,
quien puede ser -y frecuentemente lo es- una persona con mayores recur-
""OS económicos que el demandado: un arrendador de numerosos inmuebles
o un .::omerciante de mercancías con precio relativamente bajo.
Por otra parte, esta reducción de los bienes inembargables para las per-
'ionas de escasos recursos económicos, es c1aralnente contraria a la tendencia
e incrementar esos bienes, para salvaguardar un mínimo de existencia. En
relación con la ampliación de la lista de los bienes inembargables. Couture
c~ribía:

No faltará quien vea en esta circunstancia una manifestación del debi-


litamiento del derecho y de la creciente irresponsabilidad del mundo mo-
derno. Pero frente a ellos habrá siempre otros que consideran, a nuestro
criterio con razón, que el derecho progresa a medida que se humaniza;
y que en un orden social injusto, la justicia sólo se logra amparando a
los débiles,115

114 Maccdo, op. cit. supra nota 13, p. 351.


115 Couturc, Eduardo J., Fllndametntos del derecho proce,\ol civil, Buenos Aires. Ed.
Dl'palma, ] 958, p. 466.
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228 DERECHO PRQCF...5AL CIVIL

Es claro que las orientaciones de los autores del proyecto de 1913 -Ma-
cedo enU-e e1l0s- y del título especial de la justicia de paz, eran y son muy
diversas de las de Couture.
Otro aspecto que merece ser comentado es la parte final del citado ar-
tículo 25 del título especial, que establece que el embargo de sueldos o
salarios sólo se hará cuando la deuda reclamada fuere por responsabilidad
proveniente de delitos. Esa disposición, que también proviene de la frac-
ción 1 del artículo 54 del proyecto de 1913, debe ser aclarada tomando en
cuenta el artículo 123 constitucional y la Ley Federal, del Trabajo. Así, se
debe precisar que de acuerdo a lo previsto en la fracción VIII del aparta-
do A del artículo 123, el salario mínimo queda exceptuado de embargo,
compensación o descuento, por lo que ningún embargo podrá decretar sobre
él un juez de paz. Además, en niguna de las fracciones del artículo !lO de la
Ley Federal del Trabajo, que señala los únicos descuentos permitidos sobre
el salario en general, se contemplan los que corresponden al pago de res-
ponsabilidad proveniente de delito, por lo que 110 debe aplicarse la disposi-
ción final del mencionado artículo 25 del t.ítulo especial. tomando en cuenta
que la Ley Federal del Trabajo es de carácter federal y de las que "emanan
de la Constitución", por lo que tiene mayor jerarquía que el CPC, en los
términos del artículo 133 constitucional. Il6
Por último, para cerrar este apartado referente a la ejecución. debemos
señalar que el artículo 35 del título especial prevé las tercerías excluyentes de
dominio y de preferencia.

3.3. Asesoramiento jllTtdico a las partes

De acuerdo con el artículo 41 del título especial. en los juicios ante la


justicia de paz no es necesaria la intervención de abogados, por lo que las
partes pueden comparecer directamente, sin hacerse asistir de procuradores
o patrones. Esta regla no rige sólo en la justicia de paz, sino en general en
toda clase de procesos. En rigor, sólo en dos casos es obligatoria la asistencia
técnica de abogados: (1) en los procesos penales, en los que por disposición
del artículo 20, fracción IX, de la Constitución, es forzosa la intervención del
defensor, ya sea privado o ya sea de oficio, y (2) en los procesos especiales
sobre algunas controversias familiares, que regula el título decimosexto del
CPC, cuando una de las partes se encuentre asesorada por un abogado y la
otra no, pues entonces el juez debe solicitar para esta última los servicios
de un defensor de oficio. Es conveniente aclarar que aun en el primer caso

116 Cfr. Carpizo, Jorge, "La interpretación del articulo 133 constitucional", en Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, núm. 4, enero·abril dc 1969, especialmente pp. 18·21.

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L\ JUSTICIA DE :\lÍ:-;lMA ClTA1\'TÍA 229

se discute la necesidad de que el defensor sea letrado, a la luz del texto


Lonstitucional mencionado, que sólo indica que el defensor debe ser perso~
na "de la confianza" del inculpado)!7
Para las personas que carecen de recursos económicos suficientes para cu·
brir los honorarios, existe la "Defensoría de Oficio", que es 1ma dependen.
cia del gobierno del Distrito Federal encargada de proporcionar en forma
gratuita asistencia jurídica a dichas personas. En la pr;ictica, los servicios
de la defensoría ,de oficio son muy reducidos liS y su calidad no es, gene·
ralmente, muy buena. En forma paralela a estos servicios, y de similar can·
tidad y calidad, existen "bufetes jurídicos gratuitos" en cada una de las die·
ciséis delegaciones del gobierno del Distrito Federal. Hay, además, un bufete
jurídico gratuito de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional
.\u({)lloma de :México. 119

:\.'1. Proyectos y proposiciones

El título especial de la justicia de paz del CPC de 1932, proviene, como


ya ha quedado señalado, del proyecto de Ley de Justicia de paz para la ciu·
dad de México elaborado en 1913. Convertido en ley vigente al promulgarse
mmo tal el lo. de junio de 1914 y al ser recogido por el decreto número
')<J, del 30 de septiembre del mismo año, el proyecto fue adoptado, con muy
ligeros cambios, por el título mencionado del CPC de 1932, sin que haya
experimentado, desde entonces, ningún cambio importante. Esto significa
que la actual regulación de la justicia de paz proviene desde 1913. No deja
oe ser curioso que un proyecto de la administración huertista haya sobrevi~
vido con tanta vitalidad, a pesar de la revolución constitucionalista iniciada
el mismo año de 1913.
No han faltado. sin embargo. proposiciones serias de reformas al título
especial de la justicia de paz. Entre los trabajos doctrinarios que han an~
lizado dicho título especial y propuesto reformas importantes. merecen ser
mencionados los de Antonio Otero González, La justicia de paz (1939), An·
:onio Francoz Rigalt, Mallual de la justicia de paz (1958), Y Calixto Cáma-

117 í,fr. Carda Ramírez, Sergio, Curso de derecho procesal pellal, EIl. Ponúa, Méxi-
co, I~t'i4, pp. 228-9 Y 230. De acuerdo con este autor, en México ]a defensa puede ser
l~jcrida "por ('1 inculpado, por persona de la confianza de éste, sea o llO abogado, por
uno u otro, o bien, por el defensor de oficio" (p. ~31).
118 Sólo en el 2.68% del total de los asuntos civiles durante el primer semestre de
1976 prestó sus servicios la defensoría de oficio del Distrito Federal. Cfr. el apartado G
de nuestro trabajo "Acceso a la justicia en México", en Anuario Jurídico, UNAM, l\It':·
:dco, núms. 3-4. 1976--1977. [supra lllJ.
119 Un examen m,is detallado de estas instituciones de asi~telc jurídica gratuita, 10
¡lacemos en 1"1 trabajo citado en la nota anterior.

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230 DERECHO PROCESAL CIVIL

ra León, Nueva Orientación para la justicia de paz rallla civil (1962), obra.
que hemos citarlo con cierta frecuencia.
Entre los intentos p.:1.ra modificar dicho título, se debe señalar el Ante-
proyecto de Código de Procedimientos Civiles para el Distrito y Territorios
Federales., que aunque no llegó a convertirse en texto vigente en el Distrito
Federal, sí fue tomando como modelo por los Códigos de Procedimientos
Civiles de Sonora, Morelos y Zacatecas, a los cuales aludiremos más adelan-
te; y además, el Proyecto de Ley para la J u,licia de Paz, elaborado en 1960
por una comisión integrada por representantes de la Secretaría de Goberna-
ción, de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal y del Departamen-
to del Distrito Federal."') Este ultimo proyecto no llegó a discutirse en el
Congreso.
Algunos de los problemas que plantea la interpretación y aplicación del
título especial y el funcionamiento de la justicia de paz ya han sido meno
cionados en el desarrollo de este trabajo. Sin pretensiones de formular un
inventario de esos problemas. nos interesa subrayar los referentes a· la" defen-
sa del demandado y a la estructura orgánica de los juzgados de paz. Sobre el
primer problema, ya hemos advertido que la actual regulación de la justi-
cia de paz, al no proveer completamente la¡ forma y el tiempo de la citación
y al tratar de concentrar todo el juicio en una sola audiencia, sinposibili-
dades regulares de impugnar la sentencia, ha descuidado, en cierta' medida,
el respelo al derecho de defensa del demandado. Junto a estos problemas
procesales, ,existen los concernientes a lo reducido y deficiente de· los servi-
cios de' la· asistencia jurídica gratuita.
En cuanto a la estructura orgánica de los juzgados de paz, se debe sei'ía-
lar que éstos cuentan con la mayor parte. de las deficiencias de· los tribu-
nales civiles, sólo que agravadas por la reducción de recursos materiales y
humanos: falta de un sistema adecuado de designación de jueces y secreta-
rios,. estabilidad limitada en el cargo, muy bajas remuneraciones, ausencia
de un sistema institucional de estímulos y promociones. etcétera. En cuanto
a la competencia, pensamos que en la actualidad ya no resulta conveniente
seguir conservando el caTácter mixto de los juzgados de paz, con atribuciones
civiles y penales a la vez; por el contrario, si se desea conservar la distri-
bución competencia! entre órganos jurisdiccionales de mayor y de mínima
cuantía. estos últimos, como los primeros, deben conocer y resolver exclu~
sivamente asuntos de carácter civil, sin tener a la vez competencia penal.
Algunos otros problemas, tales como la distribución geográfica y de tra-
bajo de los juzgados mixtos de paz, el conocimiento y las actitudes del pú-

100 La noticia y la exposición de motivos del proyecto se publicó cn el periódico El


Ul/iver5al, durante los días 23, 2-1, Y 25 de Octubre de 1960. Un detallado análisis del
proyecto, puede n'rse CH Cámara León, op. cit. supra nota 103, pp. 88-97.,

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LA JuSTICIA DE ::\lÍ:-.JI:r..'1A CUAXTíA

blico en- general con relación al funcionamiento <le la justicia de paz, la


ideología y la preparación profesional de los jueces de paz y los secretarios,
el costo efectivo de la justicia de paz, etcétera, podrían ser objeto de mayores
o posteriores estudios. Entre los problemas de mayor importancia social. de-
ben destacarse los concernientes al funcionamiento real de la justicia de
paz. Ante la pregunta: ¿qué c1ase de juicios son de los que conocen con ma-
yor frecuencia los jueces de paz? La respuesta acertada, sin duda, tiene que
conceder el mayor volumen a los juicios ejecutivos mercantiles -cobro
de créditos documentado en títulos ejecutivos-, regulados por el Código de
Comercio de 1889, con vigencia federal, y los juicios sobre arrendamientos
de inmuebles urbanos: de terminación y rescisión de contrato de arrenda-
miento -tramitados conforme al título especial- y de desahucio o desocu-
pación -sustanciados de acuerdo con las reglas del CPC.121 Convendría, sin
embargo. precisar las medidas de su frecuencia. Responder a la pregunta: ¿a
quién sirve la justicia de paz?, requeriría de una anlplia investigación de las
personas que acuden a la justicia de paz, para tratar de verificar si la jus-
tiCIa de mínima cuantía es una justicia "entre pobres" o "contra pobres".t:!~
.Esta iJwestigación tendría, necesariamente, carácter interdisciplinario .

.1. La justicia de mínima cllanlia en los Estados de la Retni.blica

4.1, Como es sabido, el CPC del Distrito Federal es el que más ha in·
fluido en la legislación procesal civil de los Estados}"" El tÍtnlo especial de
la justicia de paz de dicho Código ha sido recogido en términos casi idél1t~
cos en los Códigos proCl:''S"dles- civiles de los siguientes Estados:
(1) Veracruz}24 bajo el título "De la justicia municipal"; los jueces 1I1U-
nicipales tienen una competencia civil hasta por .$5,000.00 pesos;
(2) GuerTeTo}2ü con el título "Procedimientos ante los jueces menores",
que tienen competencia civil hasta por $ 300,00 pesos;

l:.!\ l<:n este selllido, OI1ate, ai}. dI. supra uota 96, p. 36, opilla: "Lejos de ser autl'll'
ticos tribunales para la gente pobre, los juzgados de paz funcionan en gran medida
como una instancia recuperadora de créditos en la tramitación de juicios ejecutivos y como
órgano encargado de dirimir problemas de alojamiento".
122 El propio Oñate, idem, p. 14, apunta que la jllsticia de paz "hoy en día se ha
transformado, en un mecanismo destinado a l'ecupcra deudas, o a servir de brazo fuerte
a casatenientcs de viviendas paupérrimas".
123 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Innovaciones operadas e influencia cjer·
cida por el código procesal civil de 1932 para el Distrito y Territorios FcderalL'S", en
Revista de la Facultad de Derecho de _México, núm. 48, octubre-dicitmbrc de lYG:!, pp.
59·%.
1::4 Artkulos 747-81 del cpe de ~O septiembre de 1932.
]::.1 Artículo 656-97 del epe de 6 de julio de 1937.

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232 DERECHO PROCESAL CIVIL

(3) Chiapas,'"" bajo el título "Disposiciones especiales para los juicios


que se siguen ante los jueces rurales y municipales"-, los primeros con com-
petencia hasta por .¡ 50.00 pesos y los segundos por $ 200.00;
(1) Nayarit, que adoptó el Código del Distrito,'o, modificándole el nom-
bre del t.ítulo respectivo por el de "Del procedimiento ante los jueces me-
nores 'V de paz", los primeros con competencia hasta por .$ 300.00 pesos y los
segundos por $ 50.00;
(5) Hidalgo,'28 bajo el título "De los juicios ante los Jueces conciliado-
res", a los cuales se les asigna competencia hasta por $ 500.00 pesos;
(6) Coahuila,l:!fI con el mismo título que el del Distrito "De la justicia
de paz", pero encomendando ésta a los jueces locales letrados (asuntos hasta
por $ 3,000.00 pesos) y a los jucces locales legos ($ 150.00 pesos);
(7) Durango}3fJ también bajo el titulo "De la justicia de paz". encargan-
do ésta a los juzgados municipales ($ 500.00 pesos) y al/xiliares ($ 300.00
pesos) ;
(8) Tabasco}"! con el título "De la justicia municipal"; los jueces mu-
nicipales tienen competencia para asuntos hasta por $ 200.00 pesos;
(9) Colima,132 con el mismo título que el Código del Distrito Federal
y con jueces de paz con competencia para asuntos con cuantía hasta por
$ 200.00 pesos;
(10) Nuevo León,'''' también bajo el mismo título que el del Distrito
Federal, pero encomendando la justicia de mínima cuantía a los alcaldes ju-
diciales o jueces menores, COIl competencia variable, según tenga o no título
de licenciado en derecho el alcalde o juez menor; en el primer caso la com-
petencia alcanza $ 300.00 pesos y en el segundo $ 100.00 pesos;
(11) Chila,'~ con el título "De la administración de justicia por
los juzgados de paz") los cuales tienen competencia hasta por $ 500.00 pesos;
(12) y (13) Baja Califomia Sur y Quintana Roo, convertidos en 1974
en Estados, pero que, como todavía no cuentan con una legislación procesal

l!.!G Artículos 937·80 del epe de 26 de enero de 1938.


J.2j Decreto núm. 1736, de lo. de enero de 1938 (P.O. 12-1-1938).
1:28 Artículos 1·48 del lÍlulo especial "De los juicios ante los jueces conciliadores" del
CPC de 25 de mayo de 1940.
129 .'\.rtículos 1-47 del título "De la justicia de paz" del epe de 30 de agosto de 1941.
lZ3Q Artículos 929-71 del epe de 13 de diciembre de 1947.
~1 Artículos 1-47 del título especial "De la justicia municipal" del epe de 14 de
agosto de 1950.
132 Artículos 1-44 del Titulo especial "De la justicia de paz" del Cl'C de 30 de abril
de 1954.
l:~J Artículos 1-13 del título (.""Spccial "De la justicia de paz" del CPC de IG de enero
de 1973.
]:14 ArUculos 901-1 del CPC de 29 de diciembre de 1973.

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L\ JUSTICIA DE MÍNIMA CUANTÍA

civil propia, ~iguen aplicando la del Distrito FederJI, vigente desde que ~as
dos entidades eran territorios federales .
.:\. esta ]jsta debemos agregar también los Códigos de ]05 Estados siguien-
tes. que tienen muy ligeras difercncias con el del Distrito en esta materia:
(L!) Aguasclinte~13:; "Del procedimiento en los negocios de la compe-
rencia de los juzgados menores", que pueden conocer asuntos hasta por
~ 200.00 peso,;
(15) lVlichoacdn,1:JG "De la justicia municipal", encargada a los Jlteces
J/lunicipales (;ISlllltos hasta por S 1000.00 pesos) y de tenencia (hasta
$ 300.00); y,
(16) Querdao~l; "De los juicios antc los jueces nWlicpae~/', a los
clIales se les otorga competencia hasta por $ 1,000.00 pesos. En realidad, el
último título citado no es sino Ull recorte deficicnte del correspondiente del
Código del Distrito }'cderal.
4.:!. Como pucde obscryarse, más ue la mitad de los ordenamientos pro-
cesales civiles estatales siguen en esta materia al del Distrito Federal e in-
curren normalmente en las deficiencias de éste. El A17teprayecto de código
del Distrito Federal de 1918, trató de subsanar estas deficiencias, al regular
en forma más adecuada la demanda, el citatorio y la audiencia misma, pero
no llegó a adquirir vigencia en la entidad para la que se elaboró. En cam-
bio, SI fue tomado como modelo por los códigos de los siguientes estados:
(1) Sonora}" "Del procedimiento en los negocios de la competencia de
los juzgados locales y menores"; la de los primeros hasta por $ 500.00 pesos
v la de los segundos por $ 100.00 pesos;
(2) MorelosYJH "De la justicia de paz en el Estado de l\forelos", en don-
de se asigna wmpetencia a los juzgados de paz hasta por $ 200.00 pesos; y,
(3) Zacatecas,HO con el mismo titulo que el de Sonora, sólo que los jue-
ces menores con competencia por .$ 5,000.00 pesos y los locales por $ 500,00
pesos.
A estos tres ordenamientos se debe agregar en (40.) lugar, el de Tamau-
lipas,Hl cuyo título referente a los juzgados mel0r~i (con competencia has-
ta por $ 5,000.00 pesos) es muy similar al correspondiente del Anteproyecto.
De acuerdo con la legisbción procesal civil derivada del Anteproyecto
de 19-18, formulada la demanda -que puede ser oral o escrita-, el juzga-

AllÍ(ulos 1029-80 dd CPC Ute 19 de abril de 1947.


1::::;
Artículos 1349·87 riel cpe de 10 de noviembre de 1964.
I:;;J
l:r, Artículos 1-37 del título especial "De los juicios ante los jueces municipales" cid
elJe de 29 de diciembre de 1950.
1.3R Artículos 874-913 del Código de Procedim~nts Civiles ue 2 de agosto de 1940.
1::0 Artículos 841-77 del ere de 30 dc abril de 1955.
110 Arlículos 8H-913 tlcl epc de 12 de enero de 1965.
1-11 Ariíml0s 8J6·G;"") del ere de 2 de febrero de 1965.

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234 DERECHO PROCESAL CIVIL

dor debe señalar día y hora para la celebración de la audiencia de "contes-


tación, pruebas, alegatos y sentencia", La audiencia se debe celebrar después
de cinco días y antes de diez de presentada la demanda, aunque este plazo
se puede ampliar hasta por otros diez días cuando el domicilio del deman-
dado se encuentre fuera del lugar del juicio_ A pesar de que se regula de-
talladamente la forma de llevar a cabo la citación, no se precisa el plazo
mínimo que debe mediar entre la entrega del citatorio y la audiencia. Con~
tra la sentencia, que el juez debe dictar en la misma audiencia, se concede
el recurso de revisión ante el juez de primera instancia, para que éste re-
suelva "si se violaron o no las reglas de procedimiento" y. en caso afirmativo,
ordene la reposición de éste. Contra determinadas resoluciones denegato-
rias o ejecutivas. se concede el recurso de queja también ante el juez de pri-
mera instancia. 142
4.3. Cómo Códigos que siguen básicamente el juicio de mínima cuantía
previsto en el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal de 1884,
derogado por el de 1932, podemos señalar los de los siguientes Estados:
(1) Tlaxcala,''' "De los juicios seguidos ante los jueces locales y de paz",
los primeros con competencia hasta por $200.00 pesos y los segundos por
'i50.00 pesos; este título actualmente resulta sumamente anticuado;
(2) Yucatán,''' "Del juicio verbal", del que conocen los jueces de paz
con competencia hasta por $ 500.00 pesos; y,
(3) Campeche,14" "De los juicios verbales ante los jueces de paz", a Jos
cuales se atribuye competencia también hasta $ 500.00 pesos.
En términos generales, la regulación del Código de 1884, tomada a su
vez del de 1880, preveía el desarrollo del juicio de mínima cuantía en una
serie de audiencias, que normalmente podían ser las siguientes:
(1) Audiencia de demanda, contestación y ofreciuúerito de pruebas; (2)
audiencia de pruebas sobre excepeiones dilatorias; (3) audiencia de prue-
bas en general; y, (4) audiencia de alegatos. La sentencia era dictada des-
pués dentro de los cinto días siguientes.
4.4. Muy diferente resulta de la regulación del Código del Distrito Fe-
deral de 1884 y 1932, así como del anteproyecto de 1948, la del Código de
Procedimientos Civiles del Estado de Guanajuato 1<" que en más de un as-
pecto puede ser considerada superior a la de los textos anteriormente men-
cionados. Del capítulo único de su título quinto, libro segundo, "Juicio de

142 El artículo 855 dd elle del Estado de !\Iordos sólo pcnnitc el recurso de queja
y no el de revisión.
143 Artículos 965-89 del cpe de 15 de diciemure de 1928_
1H Artículos 624-50 del epe de 18 de diciembre de 1041_
145 Artículos 1346-66 del cpe de 23 de diciembre de 1942.
146 Artículos 416-40 del epc de 22 de ellero de 1934_

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LA JUSTICIA DE MÍ:-.JIMA CL\..:\TÍA

Paz", del que conocen los jueces municipales con competencia hasta por
$ 5,000.00 pesos, podemos destacar las siguientes ventajas: (1) precisión de
]05 requisitos de la demanda; (2) plazo mucho mayor, de nue"c días, para
comparecer; (3) regulación precisa de dos audiencias: una de conciliación,
demanda y excepciones -con ofrecimiento de algunos medios de prueba-
y otra de juicio, en la que practican las pruebas, se formulan los alegatos y
se pronuncia el fallo; (4) fijación de un momento procesal para la conci-
liación: el inicio de la primera audiencia; (5) establecimiento de un re-
curso breve contta la sentencia, la revisión (que en realidad es una apela-
ción). Lamentablemente, por el centralismo cultural y político que pre-
valece en :México, este Código ha sido muy poco tomado en cuenta por la
Jegislación procesal de los Estados. El Cúdigo Federal de Procedimiento'i,
Civiles de 1942 sí lo tomó como modelo, pero, como ya indicamos, no regulú
el juicio de mínima cuantía.
4.5. Similar a la regulación del Código de Guanajuato, es la que e,'ila-
blecen los Códigos de los Estados de:
(1) ]alisco}47 "Del procedimiento en los negocios de la competencia dc
los jueces de paz" (200 pesos) ;
(2) Sinaloa/.J8 "Del procedimiento en los negocios de los jueces m,cno-
res" (500 pesos en las cabeceras de los distritos judiciales y 200 peso, en el'
resto) ;
(3) Oaxaca,H9 "Del procedimiento en los negocios de la COlnpetd~ de
Jos alcaldes" (500 pesos); y,
(4) San Luis PotosUOO "Del procedimiento en los negocios cuya cuantía
sea hasta de quinientos pesos" (normalmente de la competencia de los jue-
ces menores y los alcaldes constitucionales).
En estos ordenamientos también se prevén los requisto,~ de la dcmarul<L
se señala que la citación debe entregarse el nlismo día en que se expida. se
establece un plazo de cinco o seis dbs para comparecer, con la posibilidad
de ampliarlo por razón de la distancia del domicilio del demandado, y, en
fin, se prevén dos audiencias: una de contestación a la demanda, concilia-
ción y, a falta de ésta, ofrecimiento de pruebas; y la otra de pruebas, alegatos
y sentencia. El juez debe intentar la conciliación nuc\'amente antes de dic-
tar sentencia. Contra éstas se establece el recurso de revisión o apelación.
4.6. Por último, aparte de todos los ordenamientos mencionados, encon-
tramos los de los Estados de:
(1) México~l:; con dos capítulos, "De los juicios verhales ante los juras,
147 Artículos 1065.98 dd epe de 20 de agosto de 1938.
148 Artículos 998-1030 del epe de 9 de octubre de 1940.
14n Artículos 931-61 del epe de 17 de mayo de 1944.
lao Articulos 1096-1136 del epe de 7 de marzo de 1947.
l;:¡l Artículos 671-95 del epe de 9 de Dgosto de H137.

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2:;6 DERECHO PROCESAL CIVIL

rnerlO'rn 11/,t71icipales" (de más de 100 a 1000 pesos) y "Del juicio verbal
de menor cuantía ante juzgados populares" (100 pesos), el primero desen-
vuelto en dos audiencias y el segundo en una; y,
(2) Puebla,"" "Procedimientos en los juicios de menor cuantía" (300
pesos), de los que conocen los jlleces menOres de lo civil (arriba de 100 pe-
sos) y los de paz (hasta cien pesos), y se desarrolla en una audiencia de
demanda, contestación y sentencia (sic), con posibilidad de que se lleve a
Gibo otra, "si las partes lo piden y el juez lo estima necesario", de pruebas.
v en este caso la sentencia se pronuncia en la segunda audiencia.

s. J~( justicia de mínima el/antia en Ot1'05 países de América Latina

En (:~tc apartado daremos una breve noticia sobre la regulación de la


justicia de mínima cuantía en los ordenamientos procesales civiles de algu-
nos países de América Latina.

5.1. Argentina

En este país, donde talnbién se rige un sistema federal. cada provincia


tiene su propio Código de Procedimientos Civiles. Nos referiremos brevemente
,,1 régimen de la capital federal y al de la provincia de Santa Fe.
a) La ley 11,924 de 22 de octubre de 1931, creó la Justicia de Paz Le-
,rada de la Capital Federal, a la cual se le denomina actualmen'e Justicia
Nacional de Paz, compuesta por una Cámara Nacional de Apelaciones y de
Paz y los juzgados nacionales de Paz. La primera, que al decir de Lino En-
rique Palacio -en 1970- funcionaba dividida en seis salas de tres miembros
cada una, es el órgano de apelaci6n de las resoluciones dictadas por los juz-
gados nacionales de paz. Éstos, que según el mismo autor, sumaban el nú-
lUcro de 49, en un principio tuvieron competencia para conocer de los juicios
ordinarios mayor y menor.",a Al-eal y Fenochietto dan cuenta que la ley 17,625,
publicada en el Boletín Judicial el 31 de diciembre de 1968, derogó tales
juicios e incrementó la competencia de estos juzgados a cien mil pesos, en
general, para conflictos civiles y comerciales. También conocen de juicios su-
cesorios de menor cuantía y de todos los juicios referentes a los contratos
de arrendamiento. El juicio que se sigue ante estos jueces es el sumario. 1 :'i-!

Ankulos ~H9-ú8
l:i:.! del epe de 20 de enero de 1%6.
Cfr. Palacio Lino, Enrique, Manual de derecho procesal civil, Buenos Aires, Abc-
lr~
lanlü·Pnfot, 1970, p. 118.
]54 efy. Jorge Arcal, Leonardo, y l'cnochictto, Carlos Eduardo, Manual de derecho
proccwl, P:ntc especial, t. 11, La Ley, Buenos Aires, 1970, pp. 16-7.

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')"""
LA JUSTICIA DE Mi;-';ll\L\ CUA:\TÍA _.JI

El proceso sumario que regula el Código Procesal Civil y Comercial dI'


la Nació", aprobado por ley 17,45-1 de 1967 es predominantemente escrito.
Presentada la demanda, que debe contener el olrecimiento de pruebas. se
coned~ al demandado un plazo de diez días para conts~r. }] juez debe
fijar el plazo probatorio, y una vez concluido éste, sin necesidad ue alegatos.
aquél debe dictar sentencia en un plazo de treinta días. 1 ;;:::; Estos procesos, al
decir de Arcal y Fellochietto, "se caracterizan por la ~Ibreviacól de- .'iUS pla-
zos y ,simplicidad de tramitación, limitando el número de testigos. la inape-
labilidad de las resoluciones que- quedan reducidas a la sentencia que termi-
na el pleito; el trámite en segunda instancia es sumamente breve" .1:J.t.
b) De acuerdo con Eduardo B. Carlos, la organización de la justicia de
paz en la provincia de Santa Fe comprendia: 1) las cámaras de fJa: [ClT(l-
das~ que conocían de los recursos interpuestos contra las rcsolucioIlcs tic lo)
jueces de paz inferiorcs; 2) los jueces de JJaz letrados, que conocían en pro-
cedimiento sumario de asuIltos civiles conLencÍosos (~Ol cuantía hasta de die¡;
mil pesos y de los juicios de desahucio, cuando las rentas mensuale.'i no exce-
dieran de mil pesos; 3) los jueces de paz departame"tales, que conocían de
los mismos asuntos, sólo q uc con cuantía hasta por seis mil pesos, y renta
hasta de quinientos pesos; conocían además de asuntos de trabajo con esa.
cuantía; y, 4) los jueces de paz legos, que conocían de asuntos has.ta pot
tres mil pesos, en procedimiento breve.];;7

5.2. Colombia ,,",

De acuerdo con el artículo 19 del moderno Código de Procedimiento Ci-


vil colombiano de 1970, los procesos se dividen, por la cudntía de la preten-
sión, en de mayor, menor y mínima cuantía: los primeros son los que ver~n
sobre pretensiones patrimoniales de valor superior a cien mil pesos; los 5(>
gundos, de valor comprendido entre ciuco y cien mil pesos; y los de millima
cuantía, de valor hasta de cinco mil pesos.
Los procesos de mínima cuantía, de los que conocen los j!tcces mlnicJa~
Ics, se tramitan a través de un procedimiento breve y concentrado. Presen-
tada la demanda por escrito o formulada verbalmente ante el secretario del

15:; Artículos 486, 489, 4-9:) Y 4% dd Código Proc~al Civil y Comercial tIc 1.1 :\'aL1I')jI
(B. O. 7-XI-I968).
],->6 Arcal y Fcnochietto, op. dl. SlIpm nota 1:,-1, p. 1J.
Hi7 Carlos, Eduardo B., Introducción al estudio del derecho pl'Occsal, Edicionci Juri-
di(;as Europa-América, Buenos Aires, 1959, pp. 247-8.
1\:'8 La información sobre este país la pudimos obtcl1er de manera actualizada gr~u:ia.
a la ayuda dd profesor I-krna!ldo Dl',-is Echandía y del jucz de ~fd('l1n, Juan Cu¡lIer-
1Il0 "c1án¡uez C.

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238 DERECHO PROCESAL CIVIL

juzgado, el juez, al admitirla, debe citar a las partes a una _audiencia en la


que- primero debe intentar la conciliación de aquéllas, y si no la logra, el
demandado deberá contestar la demanda y proponer sus pruebas. El actor,
independientemente de las pruebas ofrecidas en la demanda, puede ofrecer
nuevas pruebas relacionadas con las excepciones que haya opuesto e\ deman-
dado. Practicadas las pruebas, el juez debe escuchar los alegatos de las par-
tes y en seguida pronunciar sentencia "si le fuere posible"; de no ser así~
debe citar a una nueva audiencia para este objeto dentro de los cinco días
'Siguientes.
Las sentencias dictadas en los procesos de mínima cuantía no son apela-
hles, ni son impugnables a través del recurso extraordinario de revisión.159

5.3. Cf)~[a Rica

En Costa Rica los juzgadores de ffilfllma cuantía se denominan alcaldes.


siguiendo la tradición hispánica. Estos funcionarios tienen competencia para
conocer, en términos generales, de asuntos cuya cuantía no exceda de tres
mil colones.Hio
El juicio de mínima cuantía en Costa Rica también es oral y Concentra-
do. La demanda puede ser presentada por escrito o en forma verbal. Red-
hida ésta, el alcalde debe citar a las partes y demás sujetos que tengan que
intervenir en la audiencia. Entre la citación y la audiencia debe mediar por
10 nlenoS tres días, salvo "casos urgentes" en los que el plazo se puede re-
ducir incluso al mismo día. En la audiencia el alcalde debe ·intentar primero
la conciliación de las partes. En caso de no lograr la conciliación, si no hay
·debate sobre los hechos, deberá pronunciar sentencia en la misma audiencia
{) dentro de un plazo de cuarenta y ocho horas. Sólo en caso de que haya
discusión sobre los hechos, se procede a la proposición y práctica d~ pruebas
en la audiencia, y para las pruebas que no se puedan recibir en aquélla,
puede señalar una nueva y última audiencia. Concluida la práctica de las
pruebas, el alcalde debe "indicar a las partes cuándo estará dictado el fallo".'"
La sentencia sólo es apelable cuando la cuantía sea superior a las cantida-
des que menciona el artículo 1082 del Código de Procedimientos Civiles.

159 Artículos 397, 442, 444, 445 Y 447 del Código de Procedimiento Civil. Puede ver-
se: Deds Echandla, Hernando, Compendio de derecho pmcesal, El proceso civil, t. 111.
Ed. ABC, Bogotá, 1972, pp. 287·96.
1M Artículo 91 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 29 de noviembre de 1937.
Hemos consultado la edición actualizada y preparada por la Asociación de Estudiantes
de Derecho, publicada en 1976,
HI1 Artículos 1061, 1067, 1068, 1069, 1070, 1071, 1074, 1076, 1079 Y 1081 del Código
<le Procedimientos Civiles de 25 de cnero de 1933.
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L\ ]L'STlcIA DE MÍ:'1IMA CLJANTÍA

5.1. Guatemala

Los juzgadores de mínima cuantía en Guatemala son los jueces de paz y,


o falta de éstos, los alcaldes municipales o concejales. A ambos se les designa
con el nombre genérico de jueces menores.1 62 Los jueces menores son com·
pctentes para conocer de los asuntos con cuantía que no exceda de quinien·
tos quetzales. Esta competencia por cuantía puede sel' reducida por acuerdo
de la Corte Suprema de Justicia, considerando "las circunstancias especia·
les del municipio de que se trate y la disponibilidad de personal técnico"."'"
El juicio ante los jueces menores es también de carácter oral y concen·
u·ado. La demanda puede ser presentada en forma oral y escrita y el proce-
dimiento se debe desarrollar a lo sumo en tres audiencias, en la primera de
las cuales el juez debe intentar la conciliación de las partes. Entre el empla.
7.amiento y la primera audiencia debe mediar un plazo' mínimo de tres días,
el cual puede ser ampliado en razón de la distanc~ La sentencia debe ser
dictada dentro de cinco días, contados a partir de la última audiencia. Esta
sentencia es apelableYH
Cuando la cuantía no excede de cien quetzaIes, el juicio es todavía más
breve. Todos los actos procesales deben ser orales, quedando constancia de
ellos en un libro. En esta última clase de juicios, denominados "de ínfima
cuantía", la sentencia es irrecurrible y en ella no se debe hacer condena al
pago de los gastos y costas procesales. 16:í

1.5. Uruguay Hl6

En la República Oriental del Uruguay los juzgados de ffilmma cuantía


son los jueces de paz, cuya competencia civil comprendía, en 1975, asuntos
hasta por cien dólares.l{l7 El procedimiento ante los jueces de paz es tam·

1~ .. \rlÍcuJo oo., de la Ley del Organismo 1udicial de 2 de julio de 1968.


163 Artículo 70., del Código Proce~l Civil y Mercantil de U de septiembre de 1963.
Para la legislación guatemalteca hemOS consultado el "'oJumen Código procesal civil y mer-
cantil y otras leyes vigentes. anotado y concordado por Mario .\guirre Godoy y Cal·1o~
Enrique Peralta Mcndez, Cuatemala, 1973.
liH Artículos 199·210 del Código Procesal Civil y Mercantil.
16;:; Artículo 211 idem.
166 Para actualizar la información concerniente a este país, hemos contado con la
ayuda del profesor Enrique Véscovi, del Jnstituto Uruguayo de Derecho Procesal.
1(;7 Cfr. Véscovi, Enrique, Acceso a la justicia en el Uruguay, fotocopia de la versión

mecanográfica del infonne para el Centro de Estudios de Derecho Procesal Comparado, de


Florencia, Italia, 1975, p. 9. Un resumen de este trabajo fue publicado en la obra ca-
lectiya editada por Cappclletti, Mauro y Garth, Bryant, Aces.~ lo ]ustice, Milán/Alphc-
naandenrijn, Giuffre/Sijthoff amI Núordhoff, 1978, vol. J, libro 2, pp. 102i·1037.

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240 DERECHO PROGESAL CIViL

bién oral y concentrado. Presentada la demanda. el procedimiento se desarro-


lla a lo sumo en dos audiencias, en la primera de las cuales el juzgador debe
intentar la conciliación. ,., El fallo de los jueces de paz sólo es apelable
cuando el monto controvertido excede ue la cantidad señalada en el artÍCuM
lo 86 del Código de Organización de los Tribunales.
En virtud de la escasa cuantía de la competencia civil. los jueces de paz
r.onocen de muy pocos juicios de esta clase. En cambio, actualmente cono-
cen en mayor medida de juicios sobre arrendamientos y cuestiones labora-
les, los cuales le;) han sido atribuidos sin límite de cuantía. 1G9

5.6. Venezuela 17'0

Los juzgadores de ffil111ma cuantía en Venezuela son los jueces de muni-


ciPio. que en las capitales se denominan de par'roquia, y cuya competencia
civil es variable, en cuanto a su límite máximo: cuatrocientos bolívares en
algunos lugares, mil en otros y hasta diez mil bolívares en diversas roDas.
Presentada la demanda, el juez debe citar a una audiencia en la que el de·
mandado debe contestar la demanda, y el juez intentar la conciliación. Si
no se logra ésta, se inicia un periodo de prueba por ocho días que puede
ampliarse por diez días o más. Concluido el plazo probatorio, el juez debe
dictar sentencia al tercer día. 171 La apelación de la sentencia sólo se concede
cuando el monto controvertido exceda la cantidad que señala el último pá-
rrafo del artículo 701 del Código de Procedimiento Civil.
Cuando la importancia económica del asunto no excede de ochenta bo-
lívares, el procedimiento es todavía más breve y se denomina juicio de Ín-
fima cuanÚa. 172

1<>8 Artículo 610 del Código de Procedimiento Civil de 1877.


169 Cfr. Véscovi, op. cit. supra nota 167, p. 8.
170 Para la información referente a este país, hemos contado con el auxilio de los. pro-
fesores Miguel Salltana Mújica y Mariolga Quintero Tirado, de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Política~ de la Universidad Central de Venezuela.
171 Artículos 700 y 701 del Código de Procedimiento Ch·il de 4 de julio de 1917.
172 Cfr. CUenca, Humberto, Derecho procesal civil, t. n, p. 36. Universidad Central ue
Buenos Aires, 1968, p. 36.
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VIII

COMENTARIOS SOBRE EL CONGRESO INTERNACIONAL


DE DERECHO PROCESAL CIVIL DE 1977 *

1. Bajo el lema "Para una justicia humanizada", se celebró en la ciudad


de Gante, Bélgica, del 28 de agosto al 2 de septiembre de 1977, un Con-
greso Internacional de Derecho Procesal Civil, con la participación de des-
tacados proccsalistas de todo el mundo.
Con anterioridad, se habían celebrado congresos internacionales de dere-
cho procesal en Florencia (1950), Viena (1953), Venecia (1962) ,1 Atenas
(1967)' Y México (1972)." Con excepción del primero y (le] quinto con-
6¡-1'C505, los dem;:í.s se habían dedicado fundamentalmente al derecho procesal
civil. En el primero se habían analizado tema1 generales de derecho procesal
y en el quinto también de derecho procesal general y, además, de derecho
proces.al civil, penal, admi1listrativo y constitucional. En e1 congreso de Gan-
te se pretendió, nuevamente, circunscribir los temas al uerecho procesal ci-
yil. Sin embargo, el planteamiento ue algunos de los temas y el propio
lema, rebasaron, sin duela, esta limitación.
La ceremonia solemne de apertura se llevó a cabo el 28 de agosto en el
Aula lVIagna de la Universidad Estatal de Gante, y en ella pronunciaron

.. Publicado en Bolctin Me:dcallO de De.,..echo COlI/jXlrado, núm. 30, septicmhre.{liticm-


brc de 1977, pp. 550-562. Las poncncias generales a l:1s quc sc alude en ('stc trabajo, hall
5ido publicadas en el libro cditado por Storme, Mal'ccl y Casman, Hélcnc, ToU'ards a
¡us/ice willl 'human fa("{~, J\.lun-cr, AntwerpenjDc\'(:"nter, 1978.
1 Sobre los primeros tres congresos internacionales, puede Y(TS(' .-\kal;í·Zamol"::t y Cas-
tillo, ::\'iccto, Veinticitlco alios de evolución del derecho procesal 19-10-1965, México, U:'\A~I,
1968, pp. 46 Y 47.
:! Cfr. Miguel y Alomo, Carlos de, "Crónica dd IV Congreso Internacional de Den:-
rho Procesal Civil", en RevL\-/a de Derecho Procesal, Madrid, níllu. IV, ortuhre diciem·
bre de 1967, pp. 177-189.
3 Cfr. Oñate Laborde, Santiago, "V Congreso Inlernaciollal de Derecho Protc,al"' en
J:oletíll Mexicano de Derecho Comparado, núms. 13·14, enero'agosto de 1972, pp. ;j 15-35:;;
Percha Anabalón, Hugo, "Quinto Congreso Internacional úe DerecLo }'rocesal", en Re·
Yista de Derecho Procesal, Santiago de Chile, núm. 3, junio de 1972, pp. 57-m!, y Yergara
René, "Dos temas tratados en el V Congreso Internacional d(: Derecho Procesal", en Re·
vista de Derecho Procesal, Santiago de Chile, núm. 5. junio de 19i3, pp. 20-23. Tam-
bién se dio noticia de dicho Cong-reso, en la Ril'isla di lJirilto ProcCí'SlI(¡!e, ¡>adu:1, núm.
S, julio.septiembre de 19i2, pp. 3!J5-396.

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24-2 DERECHO PROCESAL CIVIL

sendos discursos los profesores E. Krings, presidente del Congreso, y ,V.


Dclva, decano de la Facultad de Derecho de Gante; el señor R. Van Els-
lande, Ministro de .1 usticia de Bélgica, y el profesor M. Storme, diligente e
infatigable secretario general del Congreso.
Seguramente, el espíritu que dominó las ponencias y los debates, fue pre-
visto por el profesor Storme en su discurso de la sesión inaugural: "No esta-
mos aquÍ -afinn6- únicamente para explicar teorías científicas, ni tampoco
para solucionar solamente casos prácticos; estamos aquí para conciliar la teo-
ría y la práctica en un debate extenso con motivo de humanizar el proceso".
También formu16 dos preguntas que conciernen no sólo a los procesalistas,
sino a todos los juristas en general: "¿Qué valor tendría una doctrina que
no sacara de la consideración de las necesidades y las exigencias de la prác-
tica, el sentido de lo positivo y la preocupación de lo real, sin los .cuales los
sistemas que edifica y los conceptos que propone no serían nada más que
juego, del espíritu desprovistos de utilidad y eficacia?"; "¿qué sería una
prúctica que se desarrollara únicamente en el terreno del empirismo, de la
costumbre, aun de la rutina, sin experimentar y ahondar la regla del dere-
cho que la explica, la justifica y la vivifica?".
Al día siguiente de la ceremonia de inauguración, el 29 de agosto, se ini-
ciaron las sesiones:de trabajo. Éstas se realizaron durante tres días en el Pa·
lacio de las Floralias del Centro Internacional de Congresos. Por la mañana,
de las 9 a las 12;30 horas, los ponentes generales exponían el contenido
fundamental de sus ponencias, las cuales eran discutidas por la tarde, de las
1'1 a las 17 horas. Concluía cada sesión con una síntesis que fonnulaba el
presidente de la sesión.
2. La primera sesión fue destinada a las ponencias sobre aspectos gene-
rales. Bajo la presidencia del profesor J. ]odlowski (Polonia), intervinieron
como ponentes generales los síguientes profesores; 1) '''alter J. Habscheid
(Suiza), Les bases d" d,-oit ¡¡¡dicia,-e privé; 2) Wolfgang Grunsky (Repú-
blica Federal de Alemania), [ntemalionales Pl'Ozessrechl; 3) Gian Antonio
Micheli y Michele Taruffo (Italia), La p,-euve, y 4) ]ohn A. ]olowicz (In-
glaterra), Appellate proceedings.
2.1. En relación con el prilner tema, presentaron ponencias nacionales los
siguientes congresistas; P. Arens (República Federal de Alemania), J. C.
Barbosa Moreira (Brasil), P. O. Bolding (Suiza), A. Kiralfy (Inglaterra),
N. Trocker (Italia), G. '''ieclerkehr (Francia), P. Zonderland (Paises Ba-
jos) , A. Zielinsgy (Polonia), H. Kellner (República Democr;ltica Alemana) ,
L. Nevai (Hungría), D. Zeffert (SlIdáfrica), A. Ligertwood (Australia),
H. Nakamura (Japón), G. Rammos y N. Kan Klamaris (Grecia), C. Ferrei-
1'a da Silva (Portugal), R. Sprung (Austria), S. A. Nawaz Kllan (Pakistán)
)' 1\I. A. Ferm\ndez López (España).

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COl'l;GRESO iNTERNACIONAL DE DERECHO PROCESAL 243

El profesor Habscheid examinó en su ponencia general dos grandes gru-


pos de problemas que son comunes a los derechos nacionales analizados: 1)
la relación entre el derecho sustancial, el derecho procesal civil y el orden
constitucional, y 2) el principio de la justicia procesal (Vcr¡ahrensgerechtig·
lu:if) como garantía de un juicio justo y equitativo. Para su consideración,
agTupó a los derechos nacionales en dos grandes sistemas: por una parte, los
.'~;stema de origen germano romanista y anglosajón, que denominó "sistemas
li berales" y, por otra parte, los sistemas socialistas. Enfatizó el carácter ins~
trumental del proceso civil respecto del derecho sustancial que a través de él
se reclama y señaló que la doctrina predominante acerca de la relación en-
tre el derecho procesal y el derecho sustancial. es la que considera que entre
~mbas ramas jurídicas hay una correlación doble. En la segunda parte de su
ponencia general, al referirse a la segunda cuestión lnencionada, examinó los
problemas concernientes a la independencia de los tribunales, el Contempt
01 Court) el acceso a la justicia, el derecho a ser escuchado en juicio, la auto-
ridad del juez, la libertad de las partes y los principios procesales.
2.2. Con relación al tema Dl:recho procesal internacional) presentru'on po-
llencias nacionales los siguientes congresistas: A. Boelhe (Bélgica). G. l\fitso-
poulos (Grecia) y G. Franchi (Italia), A. G. Tsoutsos (Grecia), 1- Planells
(España) y F. Matscher (Austria). El profesor Grunsky se refirió en su PO'
nencia general a los conflictos que plantean las reglas de competencia de
las jurisdicciones nacionales, los acuerdos de "prórroga" o derogación de
competencia, el reconocimiento y ejecución de sentencias extranjeras y la si-
tuación de los extranjeros cuando comparecen como partes en tribunales
luera de su país de origen.
2.3. Sobre el tema La prueba, presentaron informes los siguientes po-
nentes nacionales: "V. Broniewicz (Polonia). R. Bruns (República Federal
de Alemania), l\L Serra Domínguez (España), J. Bierens (Bélgica), M.
Weinberg (Australia), Y. P. Faltsi (Grecia), N. Koyama (Japón) y Y. Fujita,
(Japón) .
Los profesores Micheli y Tarnffo señalaron en su ponencia general que
los informes nacionales mostrarOn una evidente tendencia a \'incular la prue-
ba judicial con el descubrimiento de la verdad objetiva, aunque todavía
persistan concepciones formales de aquélla; y, además, destacaron la relación
entre la teoria dominante de la libre apreciación razond~ del juzgador y
la independencia e imparcialidad de este último en Jos Estados modernos.
Los procesalistas italianos analizaron las diferencias relevantes que presenta
la producción de la prueba en los diferentes sistemas jurídicos: el del com-
¡.'lOn law, el del civil law y el socialista. Estas diferencias se manifiestan par-

ticulannentc en el papel que asume el juzgador con relación a las pruebas,


el concepto de testimonio, de testimonio técnico y peritación, entre otros

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244 DERECHO PROQ:SAL CIVIL

aspectos. Subraya la creciente importancia de la prueba documental cien~


tífiea para la búsqueda de la verdad objetiva en el proceso y examinaron el
problema del acceso a la justicia, considerando que éste es principalmente
el derecho de las partes a participar en la preparación y producción de la:;
pruebas.
2.4. Sobre el tema La doble inslac~ presentaron informes los siguien-
tes ponentes nacionales: A. N. Allot (Inglaterra), M. Chakarían (URSS), G.
Dufwa (Suiza), V. Fairén Guillén (España), P. GilIes (República Federal
en Alemania), G. C. Hazard (Estados Unidos), P. Heurterre y A. Le Paige
(Bélgica), N. Komuro (Japón), S. Marcos (Egipto), H. E. Ras (Países Ba-
jos), V. Varano (Italia), E. Véscovi (Uruguay) y E. G. Cabiedes (Espaúa).
El profesor Jolmvicz, cn la parte preliminar de su ponencia, abordó los
problemas que plantea la terminología de los medios de impugnación para
un estudio comparativo y examinó la distinción entre hechos y derecho y el
carácter del procedimiento de primera instancia. Se refirió a la extensión
del procedimiento impugnativo -segunda y tercera instancia- y al derecho
de impugnar y la función de los medios de impugnación. Concluyó su po-
nencia aludiendo a la humallización de los procedimientos impugnativos.
3. En la segunda sesión, llevada a cabo el 30 de agosto. se expusieron
y discutieron las ponencias conectadas más directamente con el problema del
acceso a la justicia. En dicha sesión, presidida por el profesor Mauro Cappe-
lletti (Italia), participaron los siguientes ponentes generales: 1) Vittorio Denti
(Italia), Acce,ibility of legal procedures for the undcrprivileged: Legal aid
and advice; 2) Víctor Fairén Guillén (España), La hwnanización del proce-
\'O: lenguaje) formas, contacto entre los jueces y las partes) y Adolfo Gelsi
Bidart (Uruguay), La humanización del proceso; 3) J. Jacob (Inglaterra),
Accelerating the 1)1'Oces, 01 lalO, y 4) Hans 'V. Fasching (Austria), Srnall
claim courls.
3.1. Sobre el tema Legal aid and advicc) presentaron ponencias nacio-
nales los siguientes congresistas: J. Van Den Heuvel (Bélgica), F_ H. Zemans
(Canadá), H. Devis Echandía (Colombia), J. M. Ganado (Malta), C. De
Miguel y Alonso (España), E. Wengerek (Polonia), V. Vigoriú (Italia), G.
Baumgiirtel (República Federal de Alemania), B. Koning (Austria), J.
Epstein (Australia), R. Boman (Suiza), M. Partinston (Inglaterra), F. Reynt-
jens (Bélgica), S. H. Song (Corea del Sur), J. Pradel (Francia), 'T. Kojima
(Japón), S. Oüate Laborde (México), J. F. Handler (Estados Unidos), P.
H. Gross (Inglaterra), E. Lupa (Italia) y N. Picardi (Italia).
El ponente general, profesor Vittoria Denti, aclaró que más que analizar
en detal1e las normas que regulan la asistencia jurídica a los no privilegia-
dos en los diferentes países considerados, su ponencia pretendía explicar las

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CO~(;RLS L'\'TERi'-JACIO;\;AL DE DERECHO l'ROCESAL 2·j5

tendencias generales en este campo, tal como se manifiestan en sus más rc-
(ientes desarrollos en los sistemas jurídicos.
Aclaró que el asesoralniento jurídico, tal como es entendido actualmente,
es el resultado de una evolución del concepto en los sistemas jurídicos, ini-
ciada a fines del siglo pasado, que va del derecho meramente formal a la
protección jurídica, a la instrumentación de una mayor igualdad material
de bs partes ante los tribunales. En esta evolución, la ideología que ha ejer-
cido mayor influencia en Europa es el llamado socialismo jurídico, sostenido
por Anton 1\Jenger. Ha influido también la evolución política de los Estados
democráticos, orientada hacia una mayor justicia social, principalmente des-
pués de la Segunda Guerra Mundial, la cual ha incluido el problema del
asesoramiento jurídico a los pobres en el campo de la seguridad social, den-
tro del marco general del llamado Wellare Stale,
Han influido también sobre la evolución del asesoramiento jurídico, las
Zlctitudes que sobre este problema han asumido los profesionistas del derecho
-cuya {onnación, salvo en los países socialistas, sigue teniendo el carácter
individualista proveniente de la tradición burguesa decimonónica-; y, por otra
parte, en sentido inverso, el número considerable de investigaciones sociológ-i:'"
cas desarrolladas en muchos paises sobre las relaciones entre pobrez...l y justicia.
Fuera de los países socialistas, explicó Denti~ pueden observarse-tres ten-
dencias fundamentales sobre el asesoramiento jurídico: 1) la que lo contem-
pla como un problema de igualdad ante el juzgador y que enfatiza el otorga-
miento del asesoramiento gratuito (pago de abogados por el Estado o con
fondos públicos, sistema de asesoramiento a través de seguros públicos o pri-
yados, etcétera); 2) la que considera los servicios prestados por abogados
particulares como de interés público y social, dentro del marco de un más
extenso programa de asistencia dirigido, O al menos controlado, por entida-
des públicas, sin excluir enteramente las bases privadas (como el caso del
asesoramiento prestado por algunos sindicatos a sus miembros), y 3) la que
contempla el asesoramiento jurídico como parte de un más amplio campo de
servicio social: de acuerdo con este concepto, la meta de mejoramiento social,
en principio, debería ser lograda de manera más efectiva por entidades pú-
hlicas, que realicen su actividad dentro de un plan general tendente a a1can-
¡ar una mayor justicia social.
Después de exponer los principales desarrollos concretos de estas tres ten-
dencias, el procesalista italiano examinó la situación del asesoramiento jurídi-
co en los países socialistas. El principio básico de los sistemas jurídico socia-
listas, señale> Denti, puede ser encontrado en la obtención de la igualdad
material a través de procedimientos sencillos y gratuitos y de la capacitación
de todos los ciudadanos para que puedan defender sus propios derechos de
manera rápida y sin costos.

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246 DERECHO PROCESAL CIVIL

3.2. Sobre el tema La humanización del proceso presentaron ponencias


nacionales los siguientes congtesistas: J. de Castro N unes (Portugal), V. Den·
ti (Italia), H. W. Fasching (Austria), W. Grunsky (República Federal de
Alemania), N. Klamaris (Grecia), G. Mitsopoulos (Grecia), M. Trouse
(Bélgica), M. Taruffo (Italia), H. U. Walder (Suiza), W. Siedlecki (Polo·
nia) y H. Devis Echandía (Colombia) .
.EI profesor Fairén Guillén, primer ponente general en este tema, se refi·
rió a la humanización del proceso en general y al amplio ámbito procesal
en el cual aquélla opera; a la humanización de los sujetos procesales y a los
procedimientos y principios conducentes a la humanización; oralidad, inme-
diación, concentración, publicidad, y a los fines de adecuación y practica-
bilidad.
Por su parte, el profesor Gelsi Bidart, segundo ponente general del tema,
señaló que la orientación humanizadora del proceso debe insistir en "persona-
lizar" a los sujetos procesales, favorecer la obtención de la paz con la jus-
ticia, asegurar la "estructura diagonal" del proceso y templar el formalismo
con el principio de la finalidad.
3.3. Sobre el tema La aceleración del proceso presentaron ponencias na·
cionales los siguientes congtesistas: G. de Leval (Bélgica), G. D. Watson
(Canadá), J. M. Ganado (Malta), G. D. S. Taylor (Anstralia), S. H. Song
(Corea del Sur), H. Devis Eehandía (Colombia), J. S. MacLerman (Sudáfri·
ca), E. G. de Cabiedes (Espa';a), A. Buzaid (Brasil), K. H. Schwab (Repú·
blica Federal de Alemania) y K. Piasceki (Polonia).
El profesor J acob, después de se';alar en su ponencia general que el pro-
blema del retraso ha afectado a la administración de justicia en todos los
países y en todas las épocas, y que por sus dimensiones ha sido objeto de
preocupación no sólo de la teoría jurídica, sino también de la literatura,
advirtió que tal problema ofrece un urgente y crítico desafío, el cual debe
ser abordado en un doble nivel: el de los principios y el de la práctica. Por
las diversas razones que expuso, consideró que el problema del retraso del
proceso jurisdiccional debe ser solucionado tanto con la aceleración del fun-
cionamiento de la administración cuanto con la simplificación de los proce-
dimientos. La aceleración del proceso no es sólo una necesidad legal, sino
también una necesidad social esencial; no sólo incumbe a la administración
de justicia, sino de manera básica a la administración social.
De esta manera, el profesor Jacob examinó en su ponencia general, los
factores humanos y de tiempo, las clases de procedimientos y los factores pro-
cesales, todos ellos con relación a la aceleración del proceso.
3.4. Sobre el tema Small claim courts presentaron ponencias nacionales
los siguientes congtesistas: P. O. Ekelof (Suiza), 'V. H. Elliot (Inglaten'a).
V. Fairén Guillén (Espa';a), K. Foster (Inglaterra), H. 1. Haraldsen (No.

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CO:-"GRESO INTERNACIONAL DE DERECHO PROCESAL 247

ruega), :'IL ]edrsewska (Polonia), H, Kellner (República Democrática Ale-


mana), K. D. Kerameus (Grecia), J. Y. King (Estados Unidos), T. Kojima
(Japón), B. Kuru (Turquía), 1. Lager (Finlandia), D. Leipold (República
Federal de Alemania), P. Mogelvag-Hansen (Dinamarca), G. D. S. Taylor
(Australia), H, U. Walder' (Suiza), y J. Ovalle Favela (México)'.
El profesor Fasching en su ponencia general destacó la importancia de
las demandas de escasa cuantía, al seíialar que éstas constituyen el principal
sector de los procesos civiles y son el más frecuente punto de contacto entre
los ciudadanos y los tribunales. Advirtió que en esta clase de demandas es
más importante la relación entre monto controvertido y costos -de tiempo
y dinero- del proceso; además, puntualizó que en esta clase de procesos se
puede poner en peligro la igualdad de oportunidades procesales, ya que por
razones económicas, no se puede prescribir obligatoriamente la asistencia a las
partes de letrados. Los conflictos concernientes al derecho del consumidor al-
canzan, dentro de las demandas de escasa cuantía, el máS' elevado porcentaje.
Expuso la situación actual de los procesos de mínima cuantía, los cuale':!
se tramitan en ocasiones a través del procedimiento ordinario, pero simplifi-
cado y con liberación del deber de asistencia de abogado, o bien a través de
procedimientos especiales también simplificados y rápidos, sin deber de asis·
tencia de letrados, y con liberación de las reglas legales de apreciación pro-
batoria y con más bajos costos, Destacó la creación de organismos especiales
para la atención de reclamaciones de consumidores, como los Consumer Com-
plaint Boards.
Entre las orientaciones que deben tenerse cn cuenta para el desarrollo de
un eficiente proccso de mínima cuantía, destacó las siguientes: 1) reforzar la
confianza de los justiciables hacia los tribunales, incrementando la infonna-
ción sobre su funcionamiento, estableciendo instituciones de asesoramiento
jurídico, mejorando el acceso a los tribunales y manteniendo y garantizando
un elevado nivel de la jurisdicción y una eficiente ejecución; 2) garantizar la
igualdad de las partes, suprimiendo el deber de comparecer a los tribunales
con la representación o el asesoramiento de un abogado e incrementando el
papel activo del tribunal; 3) desarrollar efectivamente un procedimiento sim-
ple y sin formalismos, con costos reducidos y de breve duración, de manera
que a través de él se pueda solucionar, de manera rápida y sencilla, un ele-
vado número de conflictos,
Concluyó afirmando el procesalista austríaco que la humanización de los
tribunales en las demandas de mínima cuantía significa el aseguramiento del
acceso a la justicia, la eliminación de todos los obst<Ículos para la relación
directa entre el tribunal y las partes; la simplificación, la aceleración y la
abreviación del procedimiento; y la realización de la idea de que el tribu-
nal debe ser una entidad al servicio de los justiciables.

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DERECHO PROCESAL CIVIL

3.5. Cabe destacar la excelente intervención del presidente de esta sesión,


d conocido procesalista y comparatista italiano Mauro Cappelletti. en torno
al acceso a la justicia. uno de los temas y preocupaciones fundamentales de
nuestra época que el profesor Cappclletti ha sabido plantear y analizar con
acierto.
4. En 1a tercera sesión, del día 31 de agosto, se expusieron y discutieron,
bajo la presidencia del profesor A. Fettweis (Bélgica). las ponencias rela·
cionadas con los sujetos del proceso. En esta sesión tuvieron participación
los siguientes ponentes generales: 1) Bernard Connen (Francia), Le role et
la competence du juge; 2) Héctor Fix·Zamudio (México), Preparación, selec·
ción y nombramiento de los jueces; 3) Enrique Véscovi (Uruguay), Tm'eas
de! Ministerio Público, y 4) Yasuhei Tanignchi (Jap{m), 1m'is! and pampm·
fcssionals.
4.1. Sobre el tema Misión y pode-res del juez, presentaron ponencias na·
cionales los siguientes congresistas: J. Van Compornolle (Bélgica), A. Kohl
(Bélgica), H. Nagel (República Federal de Alemania), M. A. Gurvich
(URSS) y M. Birks (Inglaterra).
El ponente general en este tema, Bernard Connen, se refirió al papel del
juzgador en los países desarrollados, particularmente en los países de los cua-
les recibió las ponencias nacionales mencionadas, y, por supeto~ en Fran-
cia. Destacó los poderes del juzgador para conciliar las pretensiones de las
partes, para impulsar el proceso y practicar las pruebas y para pronunciar la
sentencia.
4.2. Con relaci6n al tema Preparación, selección y nombramiento de los
jueces, presentaron ponencias nacionales los siguientes congresistas: A. Alvim
(Brasil), C. A. Barbi (Brasil), W. Broniewicz (Polonia), Ch. J. Enschede
(Países Bajos), D. Garda Belaúnde (Perú), F. Hinestrosa (Colombia), A.
Ishikawa (Japón), M. A. Khalek Ornar (Egipto), H. Nagel (República Fe·
deral de Alemania) , J. M. Piret (Bélgica), C. E. Schwartz (Estados Unidos) ,
S. H. Song (Corea del Sur), L. A. Viera (Uruguay), y M. Wolf (República
Federal de Alemania). También presentó un informe nacional la Suprema
Corte de .Justicia de Ecuador.
El profesor Héctor Fix·Zamudio, que en su amplia y documentada po-
nencia general escrita realizó una excelente síntesis de todas las ponencias
nacionales, destacó la trascendencia del papel del juzgador en los sistemas
procesales contemporáneos. "Todos los resultados alcanzados por el procesa·
lismo científico -afirmó- ... quedarían obscurecidos si no corresponden a
un verdadero progreso en la organización y funcionamiento de los tribuna·
les y de sus integrantes, es decir~ de los jueces, quienes en última instancia
son los que deben aplicar las normas procesales".
Con relación a la preparación de los jueces, el destacado procesalista y

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CO~SFJ IXTERXAClOX.-\L DE DERECHO PROCESAL 249

comparatista mexicano examinó los estudios universitarios, la práctica pro·


fesional, la especialización y las esenelas judiciales, en los diferentes orde·
namientos de los países que recibió ponencias, e incluso, de aquellos que,
sin haber sido objeto especifico de informes nacionales, presentan importan-
tes desarrollos en estas matcrias. Sostuvo que las escuelas judiciales son las
instituciones que proporcionan una preparación más adecuada a los aspi-
rantes a la judicatura, y entre ellas destacó y examinó las establecidas por
los ordenamientos español, francés y japonés.
Aludió tal1bi~n a los métodos utilizados para determinar los requisitos
que deben cubrir los candidatos m~ís idóneos para ingresar a la judicatura,
tales como loe; exámenes oficiales, los concursos de oposición o de méritos y
otras pruebas. Analizó los sistemas de nombramiento de los jueces en el de-
recho comparado, tanto los de eleccián y los de designación como los siste-
mas intermedios. Entre estos últimos explicó los "planes" de l\lissouri y de
C..alifornía. Consideró como más adecuado el sistema de designaci6n, ya sea
a través de exámenes de oposición o concurso de lnéritos, o por conducto
de {'omisiones que, actuando como asesores de los órganos encargados de
hacer los nombramientos, califiquen la capacidad e idoneidad de los can-
didatos..
En cuanto a la promocic)n y vigilancia de los jueces, el profesor Fix·Za-
mudio señaló la necesidad de vincular éstas con la carrera judicial y la ina-
movilidad, esta última con una fecha limite de retiro forzoso. Estimó que
el control de la actividad de los jueces, para fines de promoción o de impo-
sición de sanciones disciplinarias, debe quedar a cargo de una comisión téc-
nica en la que predominen los funcionarios judiciales o, mejor aún, de un
órgano similar al Consejo Superior de la l\lagistratura. Explicó el desarrollo
que han tenido dichas comisiones técnicas particularmente en los Estados
Unidos. y los Consejos de la Magistratura o de la Judicatura en Francia,
Italia, Turquía. Colombia, Argentina, Venezuela y Perú.
Por último, se refirió a la si tuación del Ministerio Público también en el
derecho comparado, y en este sector consideró recomendable "la solución del
ordenamiento italiano, que ha integrado el l\1inisterio Público al organismo
judicial, particularmente en cuanto a sus garantías de autonomía y esta-
bilidad".
4.3. Sobre el tema Cometido del Ministerio Público en el ¡Jroceso civil
presentaron ponencias nacionales los siguientes congresistas: J. Matthys (Bél.
gica) , L. Nevai (Hungría), A. Pérez Gordo (España), M. Fernández Mar·
tín·Granizo (España), A. de MCJ1clon~a Lima (Brasil), N. Koyoma (Japón),
W. Kralik (Austria) J. Jocllowski (Polonia), H. Morales (Colombia) y W.
Rechberger (Austria).
En su ponencia general, el profesor Enrique Véscovi se refiri6 a los orige-

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250 DERECHO PROCESAL CIVIL

ncs históricos del Ministerio Público y al desarrollo actual de dicha institu-


ción, así como al del A ttorney General en los países del common law y al
de la Prokuratura en los paí""" socialistas. Al examinar la organización del
Ministerio Público, señaló que, a pesar de que todavía en la mayor parte
de los países el Ministerio Público es ubicado dentro del Poder Ejecutivo,
existe una clara tendencia, en la legislación y en la doctrina, a colocar a aqué~
na institución en una situación intermedia entre el Poder Judicial y el Eje-
cutivo (separada en ambos poderes), y a sus miembros en una situación
similar a la de los magistrados, con el objeto fundamental de garantizar su
independencia frente al Ejecutivo. Señaló como ejemplo de esta tendencia,
entre otros. el caso del l\finisterio Público italiano.
Más adelante se refirió a 10s principios que rigen la organización y la ac-
tividad del Ministerio Público (unidad, indivisibilidad, independencia -o
dependencia-, legalidad y avocación). Destacó las funciones del Ministerio
Público como defensor del orden público o de la causa pública, de la lega-
lidad, de los incapaces o ausentes y del Estado. Manifestó su apoyo a la
doctrina moderna que reclama la separación de la función de la defensa del
Estado de la competencia del Ministerio Público, para crear la Abogada
del Estado.
Advirtió que, pese a la variedad de sus funciones, el l\tIinisterio Público
no está en condiciones de defender acabadamente el interés público compro-
metido en los procesos, al menos con su organización actual. Debido a esta
insuficiencia, más marcada fuera de los países socialistas, han surgido otras
instituciones para la defensa de los intereses difusos y de los grupos inter-
medios, como el Ombudsman (en Suecia, Dinamarca, Finlandia y Noruega)
y las figuras similares del "Comisario Parlamentario" (en Inglaterra) y el
MediateuT (en Francia) . Aludió también, dentro de este campo insuficiente-
mente atendido por el Ministerio Público, a la institución del relator actioll
y a las class actions, que se han desarrollado en algunos países del common
law, y a la defensa de los intereses difusos por organizaciones sociales Ínter·
medias en diversos países del civi'l law.
Distinguió y explicó las formas de intervención del Ministerio Público
en el proceso: como agente (o parte procesal), como órgano interviniente
y como simple asesor del juzgador. Analizó diversos problemas procesales que
plantea del Ministerio Público en el proceso, particularmente con relación a
la clase y la etapa del proceso, la fijación del thema decidendum, la disposi-
ción de los derechos controvertidos, la producción de la prueba y los alega-
tos, los medios de impugnación y los efectos de la sentencia.
En sus conclusiones afirmó el profesor Véscovi que la nota esencial del
Ministerio Público, es su constante transformación y el incremento de sus
funciones. En este sentido, el procesa lista uruguayo sostuvo que, con ohje·

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CONGRESO INTERNACIONAL DE DERECHO PROCESAL

to de humanizar la justicia -realizar la "Justicia verdadera"-, se debe "pro-


piciar una mayor intervención del ~Minstero Público en el proceso chil
-así como de otros organismos que cumplan las funciones que éste no pue-
da alcanzar a realizar-, pero de un lHinisterio Público con una nueva orien-
tación que le permita cooperar con el juzgador, cuyo papel activo en el pro-
ceso admitimos cada vez más. en el cumplimiento de tan alta misión social",
4-4. Sobre el tema Juristas y j,araprofesio"ales presentaron ponencias na-
cionales los siguientes congresistas: A. C. de Araujo Cintra (Brasil), F. C.
Shcpherd (Inglaten-a), P. Nouel (Francia), M. \VoIf (República Federal de
Alemania) , J. Németh (Hungría), I. C. Saxen. (India), S. H. Song (Corea
del Sur) y G. 1\1. Rosberg (Estados Unidos).
El profesor Yasuhei Taniguchi, ponente general en este tema, se pro-
puso en primer término definir la palabra "para profesional", la cual utilizó
para aludir a las personas que sin haber cursado estudios universitarios de
derecho y sin tener autorización para ejercer la abogacía, han recibido al-
guna capacitación sobre diversos aspectos de las labores jurídicas, que, sin SIl
auxilio, correspondería realizar a los propios abogados autorizados, Casi siem-
pre estos paraprofesionales trabajan como asistentes de abogados.
Después de plantear algunos de los problemas conectados con los para-
profesionales -o pOTa legal assistal1ts o sólo jJarlcg~ como son designa.do,..,
más frecuentementc-, analizó los sistemas de formación de las profesiones
jurídicas en el derecho comparado, las que clasificó en unitarias y separa-
tistas, según unifiquen o separen la formación de las diferentes profesiones
jurídicas. Formuló interesantes reflexiones sobre ambos sistemas y se refirió
a la relación entre juristas y población. Analizó las diversas situaciones en las
que colaboran los paraprofesionales, tanto dentro como fuera de la organi-
zación judicial y destacó la importancia de sus labores, ante la innegable
tendencia hacia la socialización de los servicios jurídicos. Por último, aludió
a las actividades de los abogados, las formas como prestan sus servicios, la
disponibilidad o la posibilidad de obtener sus servicios, su asistencia obli-
gatoria u optativa para comparecer a juicio y su papel en la humani¡.ación
del proceso.
5. La clausura del Congreso se llevó a cabo el día 2 de septiembre
en el Aula Magna de la Universidad Estatal de Gante. En tal acto solemnc,
pronunciaron sendos discursos el profesor A. Dc\'rekcr, rector de la Uni-
versidad Estatal de Gante; el señor L. Tindemans, primer Ministro de Bél-
gica, y el profesor E. Krings, amable y cordial presidente del Congreso. El
profesor M. Storme, secretario general del Congreso, dio lectura a un valioso
informe final sobre las labores del Congreso, en el que evaluó detalladamen-
te los resultados de las sesiones de trabajo. En su amplio y documentado
infonne, el profesor Stonne expresó: "No podemos subrayar suficientemente

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DERECHO PROCESAL CIVIL

que si el proceso es complejo, lento y costoso y si la administración de jus-


ticia funciona mal. desaparecen las garantías y la confianza en la justicia.
Quien afecta la confianza en la justicia, afecta al mismo tiempo los funda-
mentos del derecho y, por tanto, de la sociedad misma".
Diversas actividades culturales y sociales complementaron el desarrollo
puntual y eficiente de las sesiones de trabajo: recitales y veladas musicales
durante los días 29, 30 Y 31 de agosto; excursiones a Damme y Brujas, el
lo. de septiembre, y a Bruselas, Lovaina La N neva, Lovaina y Amberes, el
día 3 de septiembre.
Sín duda, este Congreso, al que asistieron cerca de 400 juristas y el cual
cante') con una excelente organización y coordinación, fue no sólo un me--
dio adecuado para la aportación y el debate sobre los temas más importan-
tes del derecho procesal de nuestro tiempo, sino también el motivo y la opor-
tunidad para establecer y estrechar vínculos de amistad y cordialidad entre
procesalistas de tocio el mundo.

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IX

ALGUNOS PROBLEIVIAS PROCESALES DE LA PROTECIó~


AL CONSUMIDOR EN MÉXICO"

SUMARIO: 1. Introducción. 2. I.os antecedentes. 3. Orientaciones, estmet1lm


y contenido de la Ley Federal de Protección al Consumidor. 4. Algunos pro-
blemas procesales. a) La Procuraduría Federal del Consumidor. b) El pro-
cedimiento conciliatorio. e) El proceso arbitral. d) El proceso ante los lri-
bunales.

1. Introducción

En esta comunicación nos proponemos, en primer término, dar una breve


noticia acerca de las orientaciones, estructura y contenido de la Ley Federal
de Protección al Consumidor de México, de 19 de diciembre de 1975, la cual
entró en vigor el 5 de febrero de 1976.1 Como no es nuestro propósito formu-
lar un análisis detallado de las normas sustantivas contenidas en la ley me-
xicana,2 la información concerniente a estos temas será expuesta en la forma
más sintetizada posible, en los apartados 2 y 3 de este trabajo.
En segundo término, intentaremos abordar, en el apartado 1 de esta co-
municación. algunos de los diversos problemas procesales que la ley mexi-
cana plantea. particularmente con relación a la naturalez..1. y atribuciones 1~

.. Este trabajo fue presentado como comunicación eu las \I Jornadas Ihel'Oamt:rjC~


dc Derecho Proc~al, celebradas en la ciudad de Yalcncia, Ycnezuela, del (i ~¡\ 12 de ago~­
lo de 1978. Fue publicado en Anuario .Jurídico V/1978, UNAM, México, 1979, pp, 37-:}-t.
1 Esla Ley fue publicada en el Diario Oficial de la Federación de 22 de diciembre de
1975, Cfr, nuestra reseI1a publicada en Derecho de la bllegración (Revista jurídica lati-
noamericana), v. IX, núm, 21, marzo de 1976, Ruellos Aires, pp, 229-31, Y ('H Gacda /11-
formatirJa de Legislación y Jurisprudencia, UNAM, Mi:xico, núm, 16, odubrc-tliciembrc de
]975, pp. 517-52I.
2 IJara este objeto, puede verse el excelente lrJ.bajo de Barrera Graf, Jorge, ·'La l.t:y
de Protección al Consumidor", en Jurídica, Unh·crsidad Iberoamericana, México, núm, R,
julio de 197G pp. 179-232. Tambit'~1l puede consultarse el trabajo de llores llarroL'ta, Ben-
jamín, "La Le)' }'ooeral de Protección al COllSumidol' a la luz de bs Hunas odcntacionc,>
del deredlO", en Revista de Derecho Salarial, mím, úG, mal-LO de 1977, :;\It':xiw, pp, n:s·
130_ Tenemos noticia, además, de que en bre,·c apareced publicado en el Boletín Mexi-
rano de Derecho Comj)(¡rado UNAl\I, México, núm. 27, septiembre-diciembre tIc p)]I;, un
j

artículo de Sánchcz-Cordero D<'lvila, Jorge, con el titulo de "La pwiección tld t:()n~umi­
uor en el derecho positiYO mexialllo ",

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254 DERECHO PROCESAL CIVIL

la Procwraduría Federal del Consumidor; el carácter y el alcance del proce-


·dimiento concilitario ante la citada Procuraduría, previsto en la propia ley;
d arbitraje a cargo de dicha entidad; la competencia de los tribunales para
,conocer de los conflictos entre consumidores y comerciantes y el proceso en
-esta dase de conflictos.

2. Los antecedentes

Como es sabido, la economía mexicana, que había sostenido durante apro-


ximadamente 30 años -de 1940 a 1970- una tasa anual de crecimiento
promedio superior al 6%, con base en un modelo de acumulación privada
apoyada por empresas estatales, entró en una severa crisis a principios de la
década de los setenta. Al margen de las explicaciones simplistas que reducen
los problemas económicos y sociales a la imputación de culpas personales, es
necesCJTio reconocer la concurrencia de una serie de factores internos y ex~
ternos, entre los cuales se deben mencionar la reducción de la producción
agrícola desde principios de los sesenta, la disminución de las exportacio-
nes, la reducción de las inversiones privadas. el grave déficit de las finanzas
póblicas, la fuga de capitales, etcétera, los cuales culminaron con la de-
valuación del peso frente al dólar, manifestada en los íIltimos cuatro meses
de 1976.3
Una de las manifestaciones mús evidentes de esa crisis ha sido la infla-
óón. Hasta 1972 el índice general de precios al consumidor había experi-
mentado aumentos anuales relativamente reducidos, que no excedían regu-
larmente del 5%. En 1971 y 1972 los porcentajes de estos aumentos habían
,ido, respectivamente, de 5.5% y 4.9%. Pero a partir de 1973 el porcentaje
<lel aumento subió al 12% y para 1974 alcanzó el 23.8%. Aunque los por-
centajes de crecimiento de 101i precios se redujeron para 1975 y 1976 -a 15
y ]5.8% rcspectivamente- el proceso inflacionario continuó afectando gra-
~'emnt la capacidad adquisitiva de amplios sectores de la población -par-
.ticularmente a los trabajadores y a los campesinos-, los cuales, a pesar de
jos aumentos salariales de emergencia, vieron reducido el valor real de sus
ingresos. 4
El fenómeno de la inflación hizo, sin duda. más evidente la necesidad de
,diseñar instrumentos jurídicos que no sólo evitaran el crecimiento especu-

3 Cfr. "Informe sobre la situación económica de México en 1976", del Banco de Mé·
xico, en Comucio Exterior. v. 27, núm, 3, marzo de 1977, México, pp. 335-348.
4 Para un análisis objetivo de la crisis económica, y de las orientaciones para su so-
lución dentro del propio sistema, puede verse: Escobar, Saúl, Pérez Arce, Francisco, y San
Juan, Carlos, "México 1978: devaluación y crisis", en Nexos: sociedad, cienda, literatura,
núm. 4, abril de 1978, México, pp. 15-20.

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CONGRESO Jl'\TER~ACIONL DE DERECHO PROCESAL 255

lati\'o de 1m precios, sino que también procuraran el cumplimiento eficaz de


los derechos y obligaciones originados en las operaciones celebradas entre
consumidores y comerciantes. Otros factores también contribuyeron a sub-
rayar esa nccc!'idad.
Por una parte, el aparato de comercialización en JlvIéxico resultaba -y
quizá todavía resulte- anticuado y, sobre todo, muy oneroso. Así, por ejem·
plo, en 1970 el comercio en nuestro país representó el 3l.9% del producto,
porcentaje considerablemente mayor que el de muchos países, tales como Es-
tados Unidos (en donde significó sólo el 17.3). Japón (el 17.4). la Repú-
blica Federal de Alemania (el 12.1). Italia (13.4), Colombia (16.3), Ecuador
(11.6), Nicaragua (20.6) y Venel.llela (10)."
Por otra parte, las prácticas desviadas del aparato comercial se han mani-
festado sobre todo en las operaciones a crédito. Un estudio realizado en 1973
por el Banco de l\.Iéxico en la ciudad de Monterrey, puso de manifiesto el
alto costo del crédito en las operaciones comerciales, ya que, por ejemplo,
el porcentaje del costo del O'édito sobre el precio del objeto vendido, al-
canzaba, en e1 caso de los automóviles, el 70%; en los televisores, el 87';10;
en los radios, el 312% Y en las estufas de gas hasta el 336%.6
A pesar de que la protección jurídica al consumidor surgió desde fines
del siglo pasado en los países capitalistas de mayor desanollo -en un prin-
cipio a través de la jurisprudencia y posteriormente por medio de leyes de
protección al consumidor-,' en los países subdesarrollados como México, tal
protección no había tenido manifestaciones importantes sino hasta épocas
recientes.

En los paises en proceso de desarrollo, como es el nuestro -sostiene Ba-


rrera Graf-, no es frecuente una legislación y menos una jurisprudencia
protectora del consumidor; en ellos, se dan los males del consumismo sin
tutela alguna que el Estado otorgue al consumidor; al contrario, se extre-
ma ]a protección a la -empresa. mediante monopolios de hecho y de dere-
cho, y medidas arancelarias y fiscales. 8

Esta era la situación, en términos generales, en l\-1éxico.~ A consecuencia


de la crisis, en el año de 197,1 se empezaron a tomar algunas medidas para
tratar de controlar la inflación y para procurar proteger la capacidad ad~

;:¡ Estos datos han sido tomados del editorial "La Ley de Protección al Consumidor:
fortalecimiento del derecho social", publicado en la revista. Comercio Exterior) v. 25, numo
] 1. noviembre de 1975, México, p. 1I93.
íi lbidem.
7 Cfr. Barrera Graf, 01). di. sujlm Ilota 2, pp. 180-181 Y 227-232.
8 ldcffl) p. 281.
~) Se debe adarar que desde l!}'íO se había expedido b Ley sobre atl"Ílmeiones de]
F.jeculim Federal en materia económica (D.O. 30-XU·1950); sin embargo, la operati\'idad
pd!("¡ ica dt' es!a Ley había. sido escasa.

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256 DERECHO PROCESAL CIVIL

quisitiva de los trabajadores. De este modo, el 2 de octubre de 197-1 se expi-


dió un decreto presidencial para regular los precios de determinadas mer-
cancías, sujetando a algunas de ellas al régimen de precios máximos y a otras
al método ID:'lS flexible de fijación de precios. por variad/m de costos.l°
Además, en el mismo año de 1974 fue modificada varias veces la Ley Fc-
deral del Trabajo: primero, el 4 de enero, para prever el establecimiento
del Fondo de Garantía y F'omento para el Consumo de los Trabajadores
(FONACOT), fideicomiso que tiene por objeto otorgar a los trabajadores
créditos con baja tasa de interés para la adquisición de bienes de consumo
duradero; 11 y después, el 27 de septiembre, para reducir el plazo -de dos
años a uno- en el cual se deben revisar los salarios. tanto mínimos como
contractuales,!:! Estas tnedidas. sin emhargo, resultaron insuficientes.
Los trabajos para la elaboración de la iniciativa de la Ley Federal de
Protección al Consumidor, a cargo de una comisión integrada por funcio-
narios de las secretarías de Industria y Comercio y del Trabajo y Previsión
Social y por algunos profesores de derecho, se desarrollaron durante los nle-
ses de septiembre. octubre y parte de noviembre de 1974. En este'mes fueron
suspendidas las labores de la comisión, cuando apenas se había concluido un
primer proyecto, que -a juicio de Barrera Graf- podía ser considerado como
un documento de trabajo, o a lo sumo, como un anteproyecto, que requerí.a
de una obra de depuración ulterior.'" Y a pe",r de esta suspensión y de la
ausencia de una labor de perfeccionamiento. este fue el texto que el presi-
dente de la República envió a la Cámara de Diputados como iniciativa de
ley, el 20 de septiembre de 1975. Pero todavía en las discusiones en las cá-
maras, "se introdujeron ciertos cambios que, en algunos caso, en lugar de
mejorar el texto, lo empcoraron".14 '
La forma como trabajó la comisión elaboradora elel proyecto y las discu-
siones producidas con motivo de la iniciativa, explican en buena medida los
defectos actuales de la Ley. El ambiente político del momento -caracterizado
por las indecisiones del Ejecutivo Federal frente a las constantes impugna-
ciones (abiertas o encubiertas) de los sectores privados, los cuales llegaron
incluso a sostener que aunque se aprobara la Ley no la cunlplirían-. im-
pidió el análisis sereno de la iniciativa. Las discusiones se centraron en la
necesidad o conveniencia en abstracto de la iniciativa, pero hubo muy pocas
observaciones críticas sobre aspectos concretos de aquélla.
U no de los argumentos que se esgrimieron con mayor insistencia en con-
tra de la iniciativa -al igual que cmuo ocurrió con otras iniciativas refor-

10 Diario Oficial de la Federación de 3 de octubre de 1974.


11 Idem, 9 de enero de 1974.
12 ldem, 30 de noviembre de 1974.
13 Barrera Graf, op. cit. supra nota 2, p. 174.
1-1 lbirlcm.
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CO;";CRESO lNTER::-.lACIONAL DE DERECHO PROCt:S.\.L

mistas- fue el de su supuesta inconstitucionalidad. Este es un argumento


recurrente en lVIéxico: frente a iniciativas reformistas. los sectores afectados
-sobre todo cuando cuentan con poder económico e influencia política-
suelen convertirse, de momento y sobre todo para los efectos de la defensa
de sus propios intereses, en los más fervientes defensores de la Constitución
y acostumbran declarar -como si fuesen los órganos supremos con atribucio-
nes exclusivds para el control de la constitucionalidad de las leyes-, la in-
constitucionalidad de tales iniciativas. En último análisis, la "Constitución'·
son sus intereses, y. en consecuencia, es inconstitucional todo aquello que, ;¡
su juicio, les afecte.
Pero en rigor, en este caso -como en ot1'OS- no había tal vicio de in-
constitucionalidad en la iniciativa. El artículo 73, fracción x, de la Consti-
tución [acuIta al Congreso de la Unión para expedir leyes sobre comercio. y
es claro que las relaciones jurídicas entre comerciantes y consumidores para
la adquisición o utilización de bienes o servicios destinados al uso propio,
tienen regularmente carácter mercantil. Esta es la autorizada opinión del
conocido tratadista mexicano de derecho mercantil, Jorge Barrera Graf:

La constitucionalidad de la Ley no uebe cuestionarse. Se trata de un or-


denamiento que regula las relaciones entre proveedores y consumidores,
que siempre son relaciones comerciales, por lo que están comprendidas
en la materia de comercio que, ... Ia fracción x del artículo 73 de la
Constitución Federal atribuye a la competencia del legislador federal,
quien promulgó la Ley de Protección al Consumidor. 1lí

Después de algunas modificaciones, la iniciativa fue aprobada por el Con-


greso el 18 de noviembre de 1975 y promulgada como ley por el Ejecutivo
Federal al día siguiente.

3. Orientaciones, estructura )' contenido de la Ley Federal de


Protección al Consumidor

En la propia Exposición de J\fotivos de la iniciativa se pueden encontrar


los dos propósitos fundamentales de la Ley. En eJla se puede leer:

Este proyecto de Ley- es parte fundamental de una política destinada a


la protección de las mayorías, pero también, un instrumento para corregir
vicios y deformaciones del aparato distributivo e impulsar la actividad
productiva ¡x>r la ampliación del mercado interno. Responde a dos pro-
pósitos concurrentes que orientan la política del régimen: la moderniza-
ción del sistema económico y la defensa del interés pop111ar. 16
1.) ldc111, p. 189.

16 Secretaría de Industria y Comercio, Iniciativa de la l.f')' h'rleral de Protección al


Consumidor, Conampros, México, slf, p. 4.

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258 DERECHO PROCESAL CIVIL

La Ley no pretendía, pues, afectar ni controlar el sistema de comerciali-


lación, que al igual que el de producción, es manejado por la empresa pri-
vada, con apoyo de la empresa pública y del propio Estado. Se advierte s6lo
el doble propósito de mode1'11.izar el aparato dish'ibutivo y de defender a los
consumidores, para que los proveedores cumplan con sus obligaciones.
La Ley se encuentra dividida en trece capítulos, cuyos títulos son los si-
guientes: 1) "Definiciones y competencia"; 2) "De la publicidad y garan-
tías"; 3) "De las operaciones de crédito"; 1) "De las responsabilidades por
incumplimiento"; 5) "De los servicios"; 6) "De las ventas a domicilio"; 7)
"Disposiciones generales"; 8) "Procuraduría Federal del Consumidor"; 9)
"Instituto Nacional del Consumidor"; 10) "De la situáción juridica del per-
sona!"; 11) "Inspección y vigilancia"; 12) "Sanciones", y 13) "Recursos ad-
ministrativos".
En rigor, toda esta cantidad y variedad de capítulos pudo haber sido re-
ducida, si se toma en cuenta los contenidos nonnativos específicos. a seis
a lo sumo. Un primer capítulo pudo haber sido dedicado a las tlisposi.iones
generales, entre las cuales cabrían las concernientes a la determinación de ]a
naturaleza de las normas contenidas en la Ley y el ámbito objetivo, espacial
y personal de su vigencia, con las definiciones que se estimaran necesarias.
El segundo capítulo pudo encargarse de la publicidad; el tercero, de las ope-
raciones de adquisición o utiliz.ación de bienes y servicios (compraventas a
plazos o con reserva de dominio, a domicilio, contratos de prestación de ser-
vicios, de suministro y la modalidad más frecuente de todos ellos: los con-
tratos de adhesión); el cuarto, de la responsabilidad por incumplimiento;
el quinto, de los ó"ganos del Estado competentes para la aplicación de la
Ley, y el sexto, de las sanciones administrativas y los recursos también admi-
nistrativos contra los actos de aplicación de los órganos competentes.
A continuación trataremos de resumir algunas de las disposiciones que
estimamos de mayor importancia.
La Ley establece que sus disposiciones 5011 "de orden público e interés
social" y tienen carácter irrenunciable; obligan a los comerciantes. industria-
les y prestadores de servicios, incluyendo a las empresas de participación es-
tatal, los organismos descentralizados y los órganos del Estado, en cuanto
desarrollen actividades de producción, distribución, comercialización de bie-
nes o servicios a consumidores. Define al consumidor como la persona que
"contrata, para su utilización, la adquisición, uso o disfrute de bienes o la
prestación de un servicio"; al comerciante, como a la persona que "haga del
comercio su ocupación habitual o realice, aunque fuere accidentalmente, un
acto de comercio, y su objeto sea la compraventa o arrendamiento de bienes
muebles o la prestación de servicios". Con razón, han sido criticadas estas

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CO~GRES I;'¡TER~ACOL DE DERECHO PROCESAL 259

definiciones. 17 Quedan excluidos ue la Ley los arrendamientos de bienes in-


muebles y 'la prestación de servicios profesionales y de los derivados de tela-
ciones o contratos de trabajo (artículos lo. a 40.) .
La Ley regula y sanciona la obligación de todo proveedor (término más
amplio que incluye a los comerciantes, industriales y prestadores de servicio)
de informar veraz y suficientemente al consumidor, sobre los bienes o ser-
yicios objeto de las operaciones respectivas. Reglamenta, para este efecto, la
publicidad, las promociones y las ofertas (artículos 40. y 70. a 90.).
Se establecen reglas precisas para las operaciones a crédito -compraventas
a plazos o con reserva de dominio y prestación de servicios con pago dife-
rido-. En ellas, el interés y los cargos adicionales no deben exceder al má-
ximo que sellale la Secretaría de Comercio, oyendo al parecer de una comi-
~ión consultiva ad hoc. Lamentablemente, la Secretaría de Comercio no ha
fijado aún la tasa máxima de interés y se suele aplicar la autorizada para
las instituciones de crédito, que es aproximadamente del 21 %. En las opera-
ciones a crédito, los proveedores tienen la obligación de informar al consu-
midor, previamente a su celebración, sobre el precio de contado del bien o
servicio de que se trate, el monto de los interess a pagar, el monto y detalle
de cualquier cargo si lo hubiere, el número de pagos a realizar y su perio-
dicidad, la suma total por cubrir y el derecho que tiene a liquidar antici·
padamente el crédito con la consiguiente reducción de intereses. Todos estos
datos se deben hacer constar en el contrato respectivo. Los intereses se de-
hen calcular, excluyendo la suma que se dé como "enganche", sólo sobre los
saldos insolutos. Se establece, además, que en las compraventas a plazos o
con reserva de dominio no podrá aumentarse, por ningún motivo, el precio
originalmente estipulado en la operación de que se trate (artículos 20 a 29) .
Para los contratos de compraventa, de arrendamiento de bienes muebles
de consumo duradero y de prestación de servicios propuestos en el domicilio
o la oficina del consumidor -ventas a domicilio- se exige la forma escrita
y se establece que el consentimiento del consumidor se perfecciona hasta
después de transcurridos cinco días hábiles contados a partir de la firma del
contrato, por 10 que por decisión del consumidor manifestada dentro de ese
I)lazo por escrito, el acuerdo inicial puede quedar sin ningún efecto jurídico
(artículos 46 a 49).
En cuanto a la prestación de seroicios, consideramos plenamente fundada
la opinión de Barrera Graf en el sentido de que, aunque la Ley se refiera
expresamente sólo a los servicios de reparación, de acondicionamiento, lim-
pieza "o cualquier otro similar", deben estimarse incluidos en la Ley "toda
clase de servicios, públicos y privados, que se ofrezcan al consumidor".lS La

17 Cfr. Barrera GraL 01'. cit. supm nota ::!. pp. }98-200.
lH ldem, p. 197.

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260 DERECHO PROCESAL CIVIL

Ley prohíbe todo "sistema o práctica que establezca de hecho dos precios
distintos para un mismo servicio; uno, por su ofrecimiento general al públi·
CO, y otro, a través de uno o varios intennediarios que de modo sistemático
lo encarezcan". Establece, además, algunas reglas sobre la responsabilidad de
reparación patrimonial por los defectos del servicio, que incluye el pago de
los daños y perjuicios producidos (artículos 39 a 45).
En lo que concierne a la "esponsabilidad por incumplimiento, cabe des·
tacar que la Ley establece la responsabilidad general de los proveedores freno
te a los consUlnidores, sin necesidad que haya un convenio directo enlre
éstoS.ID En materia de vicios ocultos se consignan las tradicionales preten-
siones redhibitoria y quanti min01's~ que incluyen la indemnización de daños
y perjuicios. Y se atribuye a los proveedores responsabilidad objetiva, civil y
administrativa, "por los actos propios que atenten contra los derechos del
consumidor y por los de sus colaboradores, subordinados y toda clase de vi·
gilantes, guardias o personal auxiliar que preste servicios en el establcci·
miento de que se trate, aun cuando no tengan Con el mismo una relación
laboral, indepF.ndientemente de la responsabilidad personal en que hubiere
incurrido el agente de la infracción". Se establece el derecho de los consu·
midores a la reparación gratuita del bien, o en su defecto, su reposición, y
U6 no ser posible ni la una ni la otra, la devolución de la cantidad pagad"
-más en todo caso, la indemnización por los daños y perjuicios ocasionados-,
cuando los productos no cumplan con las especificaciones respectivas, si es-
tán sujetos a normas de calidad, o con las especificaciones que ostenten o que
hayan sido convenidas; y en general, cuando "por sus deficiencias de fabri-
cación, elaboración, estructura, calidad o condiciones materiales, en su caso,
no sea apto para el uso al cual está destinado". Por último, para los casos
de incumplimiento del consumidor en los contratos de .compraventa a plalos
en los cuales ya se haya cubierto más de la mitad del precio, aquél puede
optar, al ser demandado, por la rescisión o el pago del adeudo vencido "más
las costas y gastos judiciales" (artículos 29 a 38 y 55) .
La Ley define los contratos de adhesión como "aquellos cuyas diusul"s
hayan sido aprobadas por alguna autoridad o redactadas unilateralmente
por el proveedor, sin que la contraparte, para aceptarlo, pueda discutir su
contenido". A juicio de Flores Barroeta, la conceptuación de estos contratos
en la Ley "entraña un formidable avance, pues salvo especulaciones doctri-
narias con respecto a estos contratos, eran escasas las legislaciones que los
consignaban en una regulación especial"."" La Ley ¡acuita a la Procuradu·
ría Federal del Consumidor para que vigile que los contratos de adhesión
no contengan cláusulas que establezcan prestaciones desproporcionadas a car-

19 ldem, pp. 215-216.


-:""0 Flores Barrocta, ap. cit. supra nota 2, p. 126.

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COXGRESO I~TERN.-\COAL m: DERECHO PROCESAL 261

go de 1m, consumidores o les impongan obligaciones inequitativas. La Pro-


curaduría puede, cuando los contratos de adhesión contengan este tipo de
cUusulas, negociar su modificación y, en caso de no lograrla, hacer del cono-
cimiento del público su opinión sobre el contrato, demandar judicialmente
la nulidad de las chíusulas en cuestión y promover ante el Ejecutivo Fe-
deral las medidas necesarias p~Ta regular el contenido de los contratos de
adhesión (artículos 40. y 63).
La aplicación administrativa de la Ley se encarga, en términos generales,
a la entonces Secretaría de Industria y Comercio, transformada en virtud de
la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal de 24 de diciembre
de 1976,:n en Secretaria de Comercio. La Ley de Protección al Consumidor
creó, además, la Procuraduría Federal del Consumidor.. a la que aludiremos
más adelante (infra, apartado 4, inciso a), y el Instituto Nacional del Con-
.wnúdor. Este último, regulado como organismo descentralizado, tiene como
objetivo orientar e infonnar a los consumidores para que ejerzan sus dere-
chos, utilicen racionalmente su capacidad de compra y adquieran hábitos de
consumo que protejan el presupuesto familiar y promuevan un sano desarro-
llo y una más adecuada asignaci6n de los recursos productivos del país. En·
tres otras atribuciones. al Instituto compete "promover nuevos o mejores sis-
lemas y mecanismos que faciliten a los consumidores el acceso a bienes y
')cn"icios en mejores condiciones de mercado" (artículos 68 y 69).
Las sanciones administrativas que se pueden imponer por las infracciones
a la Ley, son: 1) multa de cien a cien mil pe""s; 2) clausura temporal hasta
por sesenta días; 3) arresto administrativo hasta por treinta y seis horas, y
!) concelación o revocación de la concesión cuando se trate de servidos pú-
blicos. Estas sanciones se deben aplicar independientemente de las respon-
sabilidades civiles o penales en que incurran los proveedores (artículos 8G
y 90) .
Contra los actos de autoridad motivados por la Ley, se wncede a las per-
"ionas afectadas un 1"eCUrSO administrativo jerárquico, que se denomina de
revisión, y que se debe presentar ante el superior de la autoridad responsa·
hle, en un plazo de quince días hábiles siguientes a la notificación del acto
recurrido. La interposición del recurso suspende el acto reclamado, cuando
~e cumple con las cauciones}' requisitos que la Ley establece. En la trami-
lación de] recurso, se otorgan amplias oportunidades de defensa (artículos
91 a 98).

::t ])jari(· OJit:ial de /a F("dcracioll de 29 de di( i~·mhrc de 19i1i"

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262 DERECHO PROCESAL CIVIL

4. Algunos problemas procesales

a) La Proczrraduria Federal del Consumidor

No resulta exagerado afirmar que la eficacia de la Ley ha dependido y


es muy probable que siga dependiendo, en muy buena medida, de la eficacia
del funcionamiento de la Procuraduría Federal del Consumidor, entidad
creada como "organismo descentralizado de servicio social, con funciones de
autoridad, con personalidad jurídica y patrimonio propio para promover
y proteger los derechos e intereses de la población consumidora" (artículo
57). Aunque el domicilio de la Procuraduría se localiza en la ciudad de
l\IéxicoJ la Ley autoriza el establecimiento de delegaciones en los estados
y en los lugares en que se estime necesario (artículo 58). Al momento de
escribir esta comunicación, existen 21 delegaciones de la Procuraduría, por
Jo que todavía quedan 10 Estados de la República sin delegación dentro de
su territorio. Esto significa que en ellos la Ley ha tenido una eficacia re-
lativa.
Las at1'ibuciones que el artículo 59 asigna a la Procuraduría Federal del
Consumidor son muy numerosas y variadas. En un intento de síntesis, las
podemos agrupar de la siguiente manera:
1) La Procuraduría es considerada como el representante general de la
población consumidora, tanto ante las autoridades administrativas, como ante
las entidades u organismos privados (fracciones 1 y n) ;
2) La Procuraduría puede actuar, también, como represen tante o procl~
Tador judicial de uno o varios consumidores determinados, cuando, a su jui~
cio, "la solución que pueda darse al caso planteado, llegare a trascender al
tratamiento de intereses colectivos" (fracción In). A diferencia de la repre-
sentación ante las autoridades administrativas y los particulares, que es ge~
neral y se ejerce en nombre de toda la población consumidora, la represen-
tación ante los órganos jurisdiccionales es especial y se ejerce previo man~
dato expreso, a nombre exclusivamente de los consumidores que hayan otor-
gado el mandato. 21 bis Es claro que la atribución de representación judicial
no introduce las class actions del derecho norteamericano o las relators a(~
tions del derecho inglés,"' y que las reglas sobre legitimación individual y

21 bis Sin duda, rcsulta muy aceptable la sugerencia formulada por José Rodrígucz ·C
en su ponencia general de las VI Jornadas de derccho procesal, en el sentido de simpli-
ficar los requisitos del mandato judicial, cuando se otorgue a la Procuraduría Federal
del Consumidor.
22 Cfr. Capelleti, Mauro, "Fonnazioni sodali e intcrcssi di gmppo davanli alIa giusti-
zia ci"ne" en Revista di Diritto Processuale, núm. 3, julio--septicmbre de 1975, Padua,
Italia, especialmente pp. 387-388; Y Jolowics, J. A., El p1·ocedimiellto civil en el "COTlltl10Il

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CONGRESO INTfo~RKAc.OL DE DEREG'HO PROCESAL

límites subjetivos de la cosa juzgada permanecen inalterados.. Aun cuando la


Procuraduría obtuviese, en determinado caso en que actuara como represen-
tante judicial, sentencia favorable, ésta sería aplicable exclusivamente al caso
resuelto en la sentencia y todos los demás consumidores que, aun encon-
trándose en la misma situación, no hubieran sido representados específica-
mente en el juicio respectivo, se verían precisados a iniciar un nuevo juicio.
Aquí convendría considerar la posibilidad de prever sentencias que produjeran
efectos para una generalidad de casos (leterminablcs sobre bases precisas, con
objeto de lograr una mayor economía y eficacia procesales y. sobre todo,
extender en la mayor medida posible la protección de los consumidores.
3) La Procuraduría es el asesor gratuito de los consumidores (fracción IV) ,
4) Además, la Procuraduría tiene funciones de denunciante en diversas
materias. Así, puede denunciar ante las autoridades competentes la violación
de predos. nonnas de calidad, peso, medida y otras características de los pro-
ductos y servicios (fracción VI); la existencia de prácticas monopolísticas o
tendentes a la creación de monopolios y las violaciones al artículo 28 cons·
titucional y su legislación reglamentaria (fracción VII); y, en general, los he-
chos que puedan constituir delitos o faltas administrativas (fracciones IX y Xl) .
5) Una de las principales atribuciones de la Procuraduría es la de fun-
gir como conciliador en los conflictos entre consumidores y proveedores
(fracción VIII) . A la forma como se realiza esta importante atribución, aludi-
remos en el inciso b) de este apartado,
6) A falta de conciliación y en el supuesto de que las partes estén de
acuerdo en suscribir un compromiso arbitral, la Procuraduría puede fungir
como á,'bitl'O en este tipo de conflictos (fracción VIII), Ésta es también una
de las más importantes atribuciones, a la cual nos referiremos en el inciso
e) del mismo apartado,
7) En fin, la Procuraduría debe ser la pmmotora de los intereses de los
consumidores, en cuanto que debe estudiar y proponer medidas encamina·
das a la protección de aquéllos y "excitar a las autoridades a detener, mo-
dificar o evitar todo género de prácticas que lesionen los intereses de los
consumidores o de la economía popular" (fracciones IV y x),
Como puede observarse, la Procuraduría no tiene en ningún caso fun·
ciones jurisdiccionales. a no ser que se considere que el arbitraje tenga ca·
r~icte jurisdiccional; pero, en todo caso, y aun desde esta posición teórica,
debe reconocerse que no se trata de la función jurisdiccional que de manera
regular corresponde a los órganos judiciales. En otros términos, la Procura-

lait"', ycnióu fotocopiada dc su poncncia presentada en el coloquio "Setenta v cinco


años de evolución jurídica en el mundo", celebrado en la dudad de México, dcl 20 al 2:~)
de scptiembre de 1976, pp. 80-112.

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264 DERECHO PROCESAL CIVIL

duda no tiene ni usurpa las funciones que corresponden a los tribunales


ordinarios, ya que éstos conservan su jurisdicción y competencia.
Conviene aclarar que la Procuraduría, cuya carácter de órgano de autori-
dad ha sido ya reconocido por la jurisprudencia de los tribunales federales,"
puede emplear para el ejercicio de sus atribuciones, los siguienteS medios de
"premio: 1) multa hasta de veinte mil pesos, y 2) auxilio de la fuerza pú-
blica. En caso de que resulten insuficientes estos medios, puede denunciar
la desobediencia a una orden de autoridad ante el :Ministerio Público (ar-
tículo 66) _

h) El procedimiento conciliatorio

En las discusiones en el Congreso, la fracción VIII del artículo 59 de la íni-


ciativ3, fue extensamente adicionada para tratar de establecer las bases del
procedimiento a través del cual ejercería su función conciliadora la Procura-
duría Federal del Consumidor. La adición, en verdad, es una de las partes
de la Ley que más ha suscitado dudas por sus defectos y omisiones_ Si bien
('s cierto que la iniciativa no preveía específicamente un procedimiento para
la conciliación, el que introdujo la adición ha resultado swnamente defi-
ciente y de naturaleza discutible.
Por principio de cuentas, la citada fracción VIII sólo prevé el procedimien-
to conciliatorio para el caso de "reclamaciones contra comerciantes, industria-
les, prestadores de servicios, empresas de participación estatal. organismos
descentralizados y demás órganos del Estado". De este lnodo, resulta que
cuando el conflicto es contTa el consumidor, el proveedor no ',tiene que ago-
tar la instancia conciliatoria en ningún caso y puede acudir, sin mayor trá-
mite, a los tribunales ordinarios. Conviene aclarar que como generalmente
los proveedores documentan sus operaciones en títulos de crédito -los cuales
son considerados títulos ejecuthos-, la clase de juicio que utilizan en mayor
medida es el juicio ejecutivo luercantiI, de caní.cter sumario y extremadamen-
te rápido, con considerable reducción de oportunidades defensivas para la
parte demandada -el consumidor-, y sin la posibilidad -regularmente pre-
vista en las leyes que siguen el modelo español de juicio ejecutivo- de un
juicio ordinario posterior.24 Esta diversidad de situaciones plantea, claramen-
te, una seria desigualdad en perjuicio del consumidor, sobre todo si se
llega a considerar que la instancia conciliatoria prevista en la ley deba ser
obligatoria.

::m Clr. Informe del Pre~idnt de la Suprema COrte de Justicia de la ~Vaciól (1977),
Mayo Ediciones, México, 1977, Sa. parte, p. 220.
'2'! Cfr. nuestro trabajo "El juicio ejccuth'o mercantil", en Revista Procesal, México,
míms. 1 a 6 de 1977, pp. 203-231.

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(.o~;RFSO l:"<TER:\"AClONAL DE DERECHO PRO(:ESAI. 2ti!j

El procedimiento se inicia con la reclamación formulada por el consumi-


dor ante la ProcuradurÍa, "la que pedid. un informe a la persona física o
moral contra la que se hubiere presentado la reclamación [inciso a) de la
mencionada fraccj{')1l VIII]. Sin que se especifique el plazo en que debe el pro-
V(~edor presentar ~u informe. hlS consecuencias de su omisibn, ni su destino,
el inciso siguiente indica que la Procuraduría citará a las partes a una junta
en la que aquél1a debe tratar de conciliar los intereses de (:stas. Como no se
prevén las consuucncias procedimentales de la incomparecencia de alguna
de las partes, en 1a práctica en ocasiones el representante legal del proveedor
incurre en esta incomparecencia, por 10 que las juntas tienen que diferirse,
pl'olongando e] periodo conciliatorio. En todo caso, es claro que la Procu-
raduría puede hacer uso de los medios de apremio previstos en el artículo 64
para obtener la comparecencia de las partes. l_a Leyes omisa en cuanto al
plazo máximo en que debe celebrarse la junta de conciliación y en el tiempo
total que a lo sumo debe llevar el procedimiento conciliatorio. Convendría
prever las consecuencias de la incomparecencia del proveedor para, por una
parte, presumir ~n negativa a llegar a uu arreglo conciliatorio y. por otra, te-
ner por presuntivamente ciertos los hechos afirmados en su reclamación por
el consumidor. Estas previsiones podrían darle mayor eficacia a la función
<.:unciliadora ue la Procuraduría, función¡ que, pese a las omisiones y los de-
ieetos legales indicados, ha yenido cumpliendo COn resultados considerable-
mente satisfactorios.
Otra cuestión que convendría regular específicamente, son los efectos de
b formulación de la reclamación para iniciar el procedimiento conciliatorio.
Lo~ derechos y pretensiones derivados de la Ley tienen plazos prescriptivos,
en ocasiones sumamente breves. De acuerdo con el artículo 1041 del Código
de Comercio, 1a prescripción puede interrumpirse "por la demanda u otro
cualquier género de interpelaci6n judicial hecha al deudor, por el reconoci v

miento de las obligaciones o por la renovación del documento en que se


tunde el derecho del acreedor". Es claro que una interpretación lógica y siso
temática de este precepto, que no se circunso'iba a la literalidad del texto,
dehe reconocer (omo una forma de "interpelación judicial" a la reclama-
ción uel consumidor ante la Procuraduría, cuyo efecto debe ser interrumpir
la prescriPción. Aunque la Procuraduría no es un órgano judicial ni juris-
diccional, la redamarión ante ella, de evidente carácter contencioso, precede,
eu caso de no lograrse la conciliación o el compromiso arbitral, a la inter-
vención de los órganos judiciales y en este sentido es un acto preparatorio
de la demanda, del mismo modo que lo puede ser una interpelación ante
(jrgaJilos judicia1es.
Una interpretación literal del precepto citado del Código de (;Olnercio,
-que negara {adcter de "interpelación judicial" a la reclamación, contrade-

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266 DERECHO PROCESAL CIVIL

una los fines tutelares de la legislación sobre protección al consumidor y


dejaría en estado de indefensión a los consumidores.
Podríamos aclarar las consecuencias de esta interpretación con un caso
I:oncreto. Supongamos que un consumidor formula ante la Procuraduría una
reclamación porque la me:rcancía comprada tiene vicios ocultos. A pesar de
que la reclamación fue formulada dentro de cuatro meses después de la ad-
quisición -la Ley señala seis meses para la prescri pción-. el procedimiento
conciliatorio se prolonga otros tres meses sin llegar a resultados posith'os. El
consumidor decide formular su demanda ante 105 tribunales competentes. pero
ya han transcurrido siete meses desde que adquirió la mercancía. Si se ,con-
sidera que su reclamación ante la Procuraduría fue una forma de "interpe-
lación judicial", es claro que su derecho a pretender la reducción del precio
~actio quanti minoris- o la rescisión del contrato -actio redhi'bitoria- a~n
no ha prescrito, pues el plazo fue interrumpido por la reclamación a los cua-
tro meses. En cambio si se estima, de acuerdo con la interpretación literal
pero ilógica, que su reclamación ante la Procuraduría no fue una "interpe-
lación judicial", el plazo habrá continuado corriendo y para cuando fonnulc
su demanda ante los tribunales, su derecho ya estará prescrito_ Aunque, sin
duda, la interpretación más aceptable es la que otorga carácter de ';inter-
relación judicial" a la reclamación ante la Procuraduría, convendría, para
evitar la posibilidad de que los tribunales aplicaran la interpretación "li-
teral" en perjuicio del consumidor, establecer en forma más clara y espe-
cífica que la presentación de dicha reclamación interrumpe la prescripción
de los derechos y pretensiones derivadas de la Ley.
El procedimiento conciliatorio ante la Procuraduría puede concluir de
dos formas: 1) con el acuerdo conciliatorio de las partes, materializado en
un convenio suscrito ante la Procuraduría; o 2) con la falta de ese acuerdo
conciliatorio. En el primer caso, una vez suscrito el convenio conciliatorio,
concluye la intervención de la Procuraduría. De acuerdo con el inciso e)
de la citada fracción VIII, a falta de cumplimiento voluntario de lo conve-
nido en la conciliación, el interesado podrá acudir a los tribunales compe-
tentes para reclamar "la ejecución" del convenio. Esta disposición convierte
claramente al convenio conciliatorio celebrado ante la Procuraduría en un
titulo ejecutivo) con el cual el interesado puede iniciar un juicio ejecutivo,
y en un supuesto de la vía de apremio, a u'aves de la cual el interesado
puede lograr la ejecución coactiva del convenio, sin necesidad de un pro-
ceso de conocimiento previo.
La falta de conciliación puede conducir, a su vez, a un proceso arbitral
ante la propia Procuraduría Federal del Consumidor, en caso de que las
partes estén de acuerdo en designarla como árbitro; o bien, a falta de com-

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CONGRESO INTERNACIONAL DE DERECHO PROCESAL 267

promiso arbitral, a un proceso aJ/te los tribunales competentes, en caso de


que alguna de las partes decida acudir a éstos.

c) El proceso arbitral

El compromiso arbitral, en caso de que las partes acuerden designar ,u-


bitro a la Procuraduría, se debe hacer constar en el acta que ésta levante.
Según lo dispuesto por el inciso c) de la fracción VIII, el arbitraje "se des-
ahogará conforme al procedimiento que conycncionalmente fijen las partes
y, supletoriamente, de acuerdo con las disposiciones relativas de la legislación
ordinaria", ¿Cuál es la legislación "ordinaria" supletoria? No puede ser, des-
de luego, el Código Federal de Procedimientos Civiles de 1942, toda vez que
éste no prevé ni regula el proceso arbitral. El Código de Comercio tampoco
regula específicamente el proceso arbitral. 2¡) En cambio, su artículo 1051 es-
tablece la aplicación supletoria de los códigos de procedimientos civiles loca-
les. En consecuencia, las disposiciones sobre arbitraje de estos ordenamit~
serán las aplicables supletoriamente.
Sin embargo, se debe aclarar que los códigos de procedimientos cÍ\'ile<.;
de los estados de Guanajuato y Nuevo León no prevén ni regulan el arbi-
traje, por lo que en estas entidades no habrá legislación supletoria. Para
evitar estos problemas de supletoriedad, hubiera resultado preferible que la
Ley facultara a la propia Procuraduría para expedir un reglamento de pro-
cedimien.to arbitral al Olal se ajustaran las partes que se sometieran a su
arbitraje. A {alta de la autorización legal. consideramos posible que la Pro-
curaduría elabore el reglamento y que en los compromisos arbitrales que
las partes suscriban, se incluya una cláusula general de aceptación del tal
reglamento.
Contra las resoluciones que dicte la Procuraduría durante el procdimel~
to arbitral se concede el recurso de revocación, cuyas condiciones y cons~
cuencias no se regulan, por lo que habrá que acudir a las disposiciones de
los códigos de procedimientos civiles de la entidad respectiva, para suplir
esta omisión. Contra el laudo que pronuncie la Procuraduría, no se concede
ningún recurso, sino sólo la llamada aclaración, que no es un recurso y sólo
implica el esclarecimiento o la ampliación de alguno de los considerandos

:2';; Cfr. Siquciros, .José Luis, "El arbitraje comercial en México" en Revistn de la Fa·
cultad de Derecho de México, núm. :')9, julio·septiembre de 1965, México, pp. 703-72:!,
especialmente pp. 704·706; Y Briseño Sierra, Humbcrto, 'TI arbitraje mercantil en M¿'-
xico", \'er~iól fotocopiada de su pOllenda gencral pre!';entada en el VII Congreso :\f,,"xi-
cano de Derecho Procesal, celebrado en :Mollterrcy, N. L., del 8 al 12 de noviembre de
1976; publicado posteriormente, en Rt~i,da de la Facultad de D('} echo de },ft;.'d('o, lIúms.
107·108, julio.diciembre de 19i7.

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268 DERECHO PROCESAL CIVIL

o de los puntos resolutivos, pero no la modificación del sentido del laudo.


J<":stc, al igual que el convenio conciliatorio, constituye un titulo ejecutivo
y un supuesto de la vla ue aprenlio, por lo que el interesadO' podrá acudir
a cualquiera de estas dos formas para lograr la ejecución coactiva ante los
tribunales competentes (incisos b, r y d).
Conviene señalar que el arbitraje ante la Procuraduría es gratuito para
ambas partes y que su uuracián temporal es considerablemente breve.

d) El proceso antl? lus tl'ibllnales

Dos cuestiones estimamos necesario tratar en este inciso: primero. la rela-


ción entre el procedimiento conciliatorio y el proceso ante los tribunales, y,
,lcspués, la determinación de los tribunales competentes para conocer de
los conflictos entre los consumidores y los proveedores.
El inciso f) de la multicitada fracción VIII del artículo 59 establece:

Si alguna de las partes no estuviere de acuerdo en designar árbitro a la


Procuraduría, podrá hacer valer sus derechos ante los tribunales compe-
tentes; pero éstos exigirán como requisito para su intervención, una cons--
tanda de que se agotó el procedimiento conciliatorio a que se refiere el
inciso 1>1. Dicho constancia deberá expedirse por la Procuraduría en un
máximo de ~ días siguientes a la fecha de su solicitud.

Esta es una de las disposiciones que mayores dudas y cuestionamientos


ha !3Usdtado. Que las partes puedan no estar de acuerdo en designar árbitro
a la Procuraduría, es una posibilidad jurídica plenamente fundada, ya que
el arbitraje ante aquella es enteramente voluntario; que puedan acudir a los
tribunales competentes a someter sus pretensiones litigiosas, es una posibi-
lidad jurídica y un derecho fundamental derivado del artículo 17 de la Cons-
titución general. Pero lo que sí es muy discutible, particularmente a la luz
del derecho fundamental de acceso a la justicia, es la exigencia de compro-
bar que se agotó el procedimiento conciliatorio como condición para poder
ejercer el derecho de acción. Pensamos que esta exigencia contradice clara-
mente los artículos 17 y 13 constitucionales, porque condiciona el acceso a
la justicia y afecta exclusivamente al consumidor, toda vez que el proce-
dimiento conciliatorio, tal como está regulado, sólo es aplicable a los con-
flictos del consumidor contra el proveedor. Esta exigencia contradice, por
consiguiente, el derecho fundamental de igualdad establecido en el artículo
13 constitucional.
Al margen de esta cuestión específica de inconstitucionalidad, que es sus-
ceptible de plantearse ante los tribunales feder<lles a través de juicio €le am-

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Co.l'lGRl;SO INTERNACJO¡"AL DE DERECHO PROt.:.ESAI.

paro, conviene precisar el alcance de la exigencia de demostrar el agotamiento


del procedimiento conciliatorio en la forma regulada por la Ley. Estima-
mos que cuando un consumidor tenga una pretensión contra un pro\-'eedol"
puede acudh- a la Procuraduría. e iniciar un procedimiento conciliatorio, y
una vez concluido éste, sin conciliaciún ni comproll.liso arhitral, puede {onnll-
lar su demanda ante los tribunales competentes. En este caso sí puede ope-
rar la exigencia legal -de discutible constitucionalidad- de acreditar el
agotamiento del procedimiento conciliatorio. Pero el consumiúor puede tam-
bien acudir ante los tribunales directamente en ejercicio de su derecho de
acción. sin dirigirse para nada a la Procuraduría. En este segundo caso, tal
exigencia legal no tiene por qué hacerse cfectiv<l; no se puede exigir cons-
tancia de lo que no se hizo.
Por otro lado, tradicionalmente los conflictos mercantiles han sido CUll-
siderados dentro de las controversias sobre cumplimiento y aplicación de
leyes federales que sólo afectan intereses particulares, previstos en la frac-
ción 1 del articulo 104 de la Constitución. De esta clase de controvershls
pueden conocer, a la elección del actor, tanto los tribunales federales como
los locales. Se trata de conflictos en los que se produce la denominada ··ju·
risdicción concurrente" o "alternativa". El hecho de que el artículo 1<;> de
la Ley declare que sus disposiciones son de "orden público e interés social"
ha suscitado dudas sobre si aun en los conHictos sobre aplicación de la Ley
Federal de Protección al Consumidor procede la "jurisdicción concunente".
Nosotros pensamos que, independientemente de que la Ley se atribuya ca-
rácter de "orden público e interés social", panl poder determinar si se trata
de conflictos en los que proceda la "j urisúicción concurrente", es necesario
considerar la naturaleza misma del conHicto, y más exactamente, el carácter
de las partes que intervienen en él. De este nIOdo, cuando en un conflicto
sólo participen uno o varios consumidores, por sí mismos o a través de reprc·
scntantes privados, y uno o varios proveedores privados o del sector para-
estatal, tal conflicto afectará, por regla, sólo intereses particulares y, en conse-
cuencia, podrán conocer de él tanto los tribunales federales como los locales.
En cambio. cuando la Procuraduría decida asumir la representación judicial de
uno o varios consumidores determinados por considerar que "la solución que
pueda darse al caso planteado, llegare a trascender al tratamiento de intere-
ses colectivos", el conflicto sólo podrá ser sometido a los trihunales federales,
como lo prevé expresamente la parte final del artículo 58 de la Ley.
Por último. conviene plantear aquí el problema del tratamiento procesal
final de los conflictos concernientes al derecho del consumo. Ya hemos indi·
cado que para el caso de los conflictos contra el consumidor. el proveedor,
que generalmente documenta sus operaciones en títulos de crédito, puede
utilizar directamente, sin agotar el procedimiento conciliatorio, el juicio eje-

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270 DERECHO PROCESAL CIVIL

cutivo mercantil, de carácter sumario y extremadamente rápido -su dura-


ción hasta sentencia de remate no excede, regularmente de un mes- y que
este juicio se encuentra afectado por una considerable reducción de posibi-
lidades defensivas -tres días para contestar la demanda y limitación de ex-
cepciones- para la parte demandada, a la que se niega oportunidad de un
juicio ordinario posterior.
Para el consumidor, en cambio, los medios más eficaces para lograr la sa-
tisfacción -así sea parcial- de sus pretensiones. se encuentran en el proce-
dimiento conciliatorio y en el arbitraje, ambos ante la Procuraduría Federal
del Consumidor. Sin embargo, debemos advertir que la eficacia de estos dos
medios reside, en última instancia, en la aceptación voluntaria del provee-
dor. ya sea del convenio conciliatorio o ya sea del compromiso arbitral. En
el caso de que el proveedor. aun compareciendo al procedimiento conila~
torio, se niegue llegar a un acuerdo conciliatorio y, además, no acepte some-
terse al arbitraje, el consumidor,: con la constancia de haber utilizado insatis-
factoriamente la instancia conciliatoria, podrá fonnular su demanda ante los
tribunales federales o locales. Pero la clase de juicio que debe intentar
en su caso no es, regularmente, el ejecutivo, sino el ordinario mercantil, pre-
visto, como aquél, en el Código de Comercio de 1889. Las diferencias que
existen entre el juicio ejecutivo -sumario y brevísimo- y el ordinario -ple-
nario, lento, costoso y complicado- regulados en el Código de Comercio, son
mucho mayores que las que median entre los juicios equivalentes previstos
en los Códigos de Procedimiento Civiles locales.""
Es claro que si se desea reducir esta desigualdad de posibilidades, y no
dejar en forma considerable la eficacia de la Ley a la voluntad del proveedor
y a la eventual intervención de la Secretaría de Comercio a través de la
imposición de multas, debería establecerse un procedimientos sencillo, breve
y eficaz para sustanciár las pretensiones de los consumidores.

2{; Acerca de la naturaleza del juicio ejecutivo civil, bien diversa -pese al nombre-

dc la del juicio ejecutivo mercantil, puede verse: $oberanes y Fernández. José Luis. His-
toria del juiciQ ejecutivo civil, UNA~. México. 1977. Pe: 51·58. Para la determinación
de la naturaleza del juicio ejecutivo mercantil, puede verse el trabajo citado en la nota 24.
Para una comparación entre estas dos clases de juicios, puede \'erse Gómez Lara, Cipria-
no, Estudio Compm'olivo de los juicios ejecutivos civil y merca7ltil (tesis). UNAM. Mé-
xico. 1955.

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x
COMENTARIOS SOBRE LA LEY DE EXTRADICIóN
INTERNACIONAL DE 1975 *

SUMARIO: 1. Inl1'Oducción. 2. La nueva Ley de Exlradició11 Internacional. ~.


Limitaciones a la extradirián. '1. Condiciones. 5. Procedimiento. 5.1. Nu-
turaleza. 5.2. Etapas.

1. Introducción

En el ViaTio Oficial de la Federaciún ue 29 de diciembre de 1975 se pu-


blic6 la nueva Ley de Extradición Internacional, expedida el 26 del mismo
mes y año, la cual abrogó la anterior del 19 de mayo de 1897. Como es
claro, la nueva leyera' una exigencia jurídica, especialmente para adecuar la
l'cgulación de la extradición a la Constitución del 5 de febrero de 1917. al
nuevo arden jurídico posterior a la RevoluciüIl mexicana, y a los rC(lucri-
micntos de las nuevas formas de la tarea contra el delito.
La extradición, a la que se concibe generalmente como "la entrega for-
mal de una persona por un Estado a otro Estado para su enjuiciamiento ()
sanción'',! requiere, para su estudio, de un enfoque interdisciplinario, aUIl
ubicándonos sólo dentro del campo jurídico ..A.sí. esta figura jurídica es regu-
lada, a la vez, por el derecho penal, el derecho procesal penal, el derecho
o::onstitllcional y el derecho internacional público. Es, pues, uno de los temas
en los que las exigencias de un an<ilisis interdisciplinario se muestran m;Í';
palpables.
Para el desarrollo del presente trabajo, (llle pretende sólo ser un estudio
de la nueva ley y no a una exposición completa del derecho ex tradicional
en l\féxico -tema que exige mayor amplitud y hondura-, haremos primero

*' Publicado eill Revi:.la Mexicana de PrevcllciJn )' Ueadaptacióll Social~ núm. ~1, ahril-
junio de 1976, México, pp. 41-55.
1 Haryard Rcs('arch Draft COllvcntioll 011 Exlraditiou: 9 ,\merican Journal of Iuterua·
tional Law (1935), Supl., 15, 21, citado por Max Sorensen ct al., .i'Uauual de Derecho
lntematianal Púb,'ico~ Fondo de Cultura Económica, l\.lt:xico, 1973, p. 496. La palabra
extradición proviel,e del latín extra tradcre o {:xtra dare, que significa entregar () dar
afucra. Cfr. Vaca Mcdilla, Luh, "La cxtradicdún y su procedimiento", en Revista de
Derecho Procesal (Ibcroamedcana y filipina), 1962, nÍlm. 4, Madrid, p. 696.

:¿i3
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271 DERECHO PROCESAL PENAL

una breve referencia a los preceptos constitucionales que tienen conexión


con la extradición y a los diversos tratados-convenios que l\féxico ha cele-
brado sobre la materia, para después analizar la citada ley.
A la extradición aluden los artículos 15 y 119 de la Constitución. El pri·
mero prohíbe, a contrario se1lSU, la celebración de tratados para L1. extra-
dición de reos políticos o de delincuentes del orden común que hayan te·
nido, en el país donde cometieron el delito, la condición de esclavos)" y
prohíbe, también, la celebración de convenios o tratados en virtud de los
cuales se alteren los derechos humanos fundamentales, establecidos por la
Constitución. El segundo alude tanto a la extradición interestatal como a
la internacional, señalando que cada Estado tiene la obligación de entregar
sin demora los criminales de otro Estado o del extranjero, a las autoridades
que los reclamen. En estos casos, agrega, el auto del juez que mande cumplir
la requisitoria de extradición ser;:Í bastante para motivar la detención por un
mes, si se tratare de extradición entre los Estados, y por dos meses cuando
fuere internacional.
Como es sabido, la extradición interestatal se encuentra regulada por la
Ley Reglamentaria del articulo II 9 de la Constitución General de los Estados
Unidos Mexicanos, sancionada el 29 de diciembre de 1953 y publicada en el
Diario Oficial el 9 de enero de 1954.
La Ley de Extradición Internacional, por otra parte. se refiere funda-
mentalmente a la extradición pasiva, es decir, a la que le es solicitado al Es-
tado mexicano por un Estado extranjero. Sin embargo, para la extradición
activa -la que solicita el Estado mexicano a un Estado extranjero-. serán
aplicables, a falta de tratado, los artículos 5, 6, 15 Y 16 de la ley, que se
refieren a 1as personas que pueden ser sujetas a extradición, los límites de
ésta en cuanto a los delitos y a los sujetos y los requisitos que debe contener
la solicitud de extradición (artículo 3) .
También para la extradición pasiva la ley tiene un carácter supletorio,
ya que sus requisitos y condiciones pueden regularse mediante tratado (ar-
tículos lo. y 36). El procedimiento de extradición, sin embargo, no es sus-
ceptible de negociación, tomando en cuenta que el artículo 20. dispone que
aquél se deberá aplicar para el trámite y resolución de cualquier solicitud
de extradición que se reciba de un gobierno extranjero .
.México es signatario de la Convención sobre Extradición fhy.nada en l\:Ion·
tevideo, el 26 de diciembre de 1933." Ha firmado tratados bilaterales con

2 Diario Oficial 25-VI-1936_ Las fechas de celebración y publicaciótil de los tratados


que se mencionan a continuación fueron tomadas del Prontuario de "disposiciones jurí-
dicas para las secretarias y departamentos de Estado, Secretaria de la Presidencia, Direc-
ción de Estudios Administrativos, México, 1971 (2a. edición), pp. 251 Y ss., con excepción
de la fecha de celebración del tratado ron Brasil, que fue localizada en la valim;a reco-

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LEY DE EXTRADICIÓN L'~rn:RNAtIO\ 275

BClgica,3 Brasil;' Colombia,5 Cuba,o El Salvador,7 Espaiía,s Estados Unidos,9


Gran Bretaña,IO Guatemala,1l Italia,l2 Países Bajos,13 y Panamá. u Aunque no
tienen por materia principal la extradición, conviene! sctíalar que el gobierno
mexicano aceptó el Convenio para la Represión del Apoderamiento ilícito de
Aeronaves, firmado en La Haya el 16 de diciembre de 1970,ui el cual esta~
hIcce que dicho delito se considerar;:i incluido entre los que den lugar a ex~
tradición (artículo 80.), sujeto desde luego a las condiciones de cada Estado,
y firmó con el gobierno de Cuba el Convenio sobre el apoderamiento ilícito
de naves aéreas y marítimas y otros delitos, el 7 de junio de 1973,16 que
obliga a los Est.'ldos contratantes a devolver o juzgar a los presuntos respon~
sables del citado apoderamiento ilícito, salvo cuando "a su juicio se trate
de individuos que se encontraban en peligro real e inminente de muerte o de
ser privados de su libertad por razones netamente políticas y no hayan te-
nido otro medio de ponerse en seguridad" (artículo 40.)_
Si se considera la fecha de la celebración de los tratados bilaterales de
extradición. se puede obseryar que la gran lnayoría de ellos se celebraron
anles de 1933, año en que se celebró la Convención de Montevideo, y que
aparte en los tratados concertados con Brasil (1933) y Bélgica (1938), ya
no se ha vuelto a realizar ningún tratado, ni bilateral ni regional. después
del citado año de 1933. '" Este alejamiento de las vías convencionales puede
indicar que, al promulgar cada Estado su propia ley de extradición, se ha
vuelto innecesario recurrir a los tratados y talubién que ya se ha superado
la vieja idea de que sin tratado no era posible la extradición.

piJación de Cabra Ibarra, JOS!:" M¿xico en el Derecho Convellcionaf, t. 1. Facultad de


Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, l\k~ico, 1969, pp. 2~n·.
;: De 22-XI-1938 (Diario Oficial 15-\1111-1939).
, 28·XIl-1933.
;:; 12-VI-1928 (Diario Oficial 4-X-1937).
I'J 25-V-1925 (Diario Oficial 21-\'1-1930).
7 22-1-1912 (Diario Oficial 13·VI1I-1912).
8 17-Xr-1881, modificado por la Convención 16-XI-1S::52 (Diario Oficial 14-111-1883).
!I 22-Il-1S89 (Diario Oficial 25-1V·1889): 25-VI-1902 (Diario Oficial 13-IV-I90-3) )' 23-
XII-I925 (Diario Oficial 13-Vlll·1936). También hay un canje de notas de 16-VI11-193D
(Dj;¡rin Oficial 22-111-1941), Y una wlwención adicional de 12-VII1-1942 (Diario Oficial
17-\'11-1943) .
Hl j-lX-1886 (Diario Oficial 5-11-189).
I I 19-V-1894 (Diario Oficial 3-X-1895).
]~ 22-V-1S99 (.Diario Oficial 16-X-IS99).
1'; J6-XIl-1907 y 4·XI-190S (Diario Oficial 10-\'1-190!)).
11 23-X-1928 (Diario Oficial 15-VI-1938).
];; Diario Oficia' 4-X-1972.
16 Diario Oficia 17-VII-1974.
* Con postcl'ioriJad a la publicación dd presente u-atajo, el gobicrJlo mexicano ha
n'kbrado convenios de extradición con los gobiernos de Estados Unidos (el 4-V-1978: Dia-
rio Orcial 23-1-1979 y 26-II-1980) Y de España (el 21-XI-ID78: Diario Oficial 7-XI-1979).

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276 DERECHO PROCESAL PENAL

Por otro lado, el profesor Eduardo Novoa Monreal ha sostenido que los
principios actualmente captados en materia de extradición tienen un cará("·
ter principalmente empírico, por lo que esta institución se encuentra en una
etapa de desarrollo manifiestamente precientífica. La regulación de la extra-
dición mediante convenios bilaterales y regionales o leyes interna& hace posi-
ble la subsistencia de esquemas empíricos, variables, sujetas a. la negociación
diplomática.. Por eso el destacado penalista chileno propone la transforma-
ción del instituto de la extradición, actualmente basado en la cooperación
interestatal para la represión de los delitos: "Cada vez se presenta como más
imperiosa la necesidad del reconocimiento de una verdadera justicia pena]
internacional. que tenga por finalidad proteger en todas partes los derechos
humanos y los valores jurídicos más universalmente reconocidos por los hom-
bres. para defensa de la paz. la seguridad y la armónica convivencia de to-
dos éstoS".17
Sin embargo, en el deredlo positivo, condicionado por los factores polí-
ticos, económicos y sociales, todavía se regula la extradición sobre la base
de la soberanía de los Estados y en función de la asistencia jurídica inter-
nacional. A lo más a que se ha podido llegar. es a la celebración de tratados
regionales, como el Convenio de Extradición firmado por los estados árabes,
en 1952. y la Convención Europea de Extradición suscrito en 1957. por los
Estados miembros del Consejo de Europa. Dentro del sistema panamerica-
"
no, además de la citada Convención de lVlontevideo, deben mencionarse el
Código Bustamante. adoptado por la VI Conferencia Panamericana reunida
en la Habana, en 1928, y el Proyecto de Convención sobre Extradición apro-
bada en la Tercera Reunión del Consejo Interamericano de Jurisconsultos
celebrada en la ciudad de México. del 17 de enero al 4 de febrero de 1956.
el cual, sin embargo. no ha sido todavía adoptado formalmente. 19
También ha sido preocupación de los penalistas el estudio de los proble-
mas teóricos y sobre todo prácticos que presenta la extradición, así como las
reglas generales que dctenninan esta institución. Entre las reuniones recien-
tes más importantes, destaca el X Congreso de la Asociación Internacional
de Deredlo Penal, celebrada en Roma en 1969, cuyo cuarto tema se refirió,
precisamente, a "Los problemas actuales de la extradición" .20

17 Novoa Monrea!, Eduardo, "Los problemas actuales de la cxtradi~ón", en Rcvi~la


de Ciencias Penales enero-abril 1967, núm. 1, Santiago de Chile, pp. 3, 4 Y 5.
18 Cfr. Sorellsen et al.} 01> cit. supra nota l, pp. 496-7.
19 Para un detenido análisis de Proyecto, puede yerse OZOl"CS, Renato. "Ordenamien-
to jurídico de la extradición en el derecho interamericano", en Anuarip de Derecho (Ór-
gano de la Facultad de Derecho y Ciencias PoUticas de la Uliversda~: Panamá)F enelO
1956·mayo 1957. pp. 113·140.
'.20 Las Ponencias del X Congreso en el tema de la extradición, fueron publicadas ('11
la Revue Internationale de Eh'oit Penllle, 30. y 40. trimestre, núms. 3 y 4, 1968, Park

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u:y 1)1-; EXT'RADlC.Ó~ INTERNACIONAL 277

l.a TW.eva ley de extradición internacional

1...<1. nueva ley de extradición internacional responde, de acuerdo con la


exposición de motivos, a un criterio de "adaptación de las institooones y
procedimientos gubernamentales a los realidades actuales",21 A diferencia de
su predecesora de 1897 -que contenía tres capítulos: "De los casos de extra-
dición", "De los procedimientos" y "Prevenciones complementarias"-, la nue-
va comprende sólo dos capítulos: "Objeto y principios" y "Procedimiento",
En el primero se regulan los casos en que procede la extradición -para la
cual se señalan determinadas limitaciones tanto en relación con el delito
como con la persona por extraditar- y las condiciones bajo las cualcsj puede
otorgarse. En el capítulo segundo se prescriben reglas sobre el procedimien-
lo de extradición.
De acuerdo con ]iménez de Asúa, son cuatro los sistemas de procedi-
miento de extradición, a saber: a) Sistema que obliga al gobierno a some-
terse a la decisión judicial; b) Sistema de garantía jurisdiccional, que no
obliga al Poder Ejecutivo a entregar en caso de decisión afirmativa; e) Siste·
ma en que la decisión judicial no es obligatoria en caso alguno, y d) Sistema
en que las autoridades judiciales están excluidas.'22
El sistema que establece la nueva ley, al igual que la anterior, es el qUf'
se refiere al inciso e). Según la exposición de motivos, en la ley "se mantie·
ne el carácter administrativo del procedimiento con la participación del
Poder Judicial de la Fedración"_~ Por eso, aunque la solicitud de extradi·
ción, una vez admitida por la Secretaría de Relaciones Exteriores, es sorne·
tida a la revisión del Juez de Distrito (artículo 21). éste sólo puede emitir
una opinión sobre la procedencia de la solicitud (artículo 27) y quien rc-
wel1.JC en definitiva es la propia Secretaria de Relaciones Exteriores (ar·
,ículo 30) ,
Examinaremos en primer término las limitaciones que la ley establece para
la procedencia de la extradición así como las condiciones que se deben exi·
glr para otorgarse, y posteriormente nos referiremos al procedimiento.

~. I"imitaciones a la extradición

La ley recoge, en términos generales, las limitaciones normalmente reco·

:':1 CámaTa de S"'1adof{'s, XLIX Legislatura, Iniciativa de ley de extradición intcma-


cional, México, 1975, p. L
!!:! ]iméncz de A~(Ja, Luis, Tralado de derecho pella l. 1. n, ElI_ Losada, Ruenos Aires.
}\):')O, pp. 895-8_
~: Vid., op. dI. su/J1"a llo1;J 21, p. ] 1.

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278 DERECHO PROCESAL PENAL

nocidas en el derecho internacional para la pr~icta ue la extradición,:M tanto


con relación a la persona como al delito.
3.1. En cuanto a las limitaciones referentes a la persona, la extradición
gúlo procede .contra p1'ocesados y sentenciados por tribunales de otro país
(artículo 5) . Por eso, para el caso de los procesados se exige que la petición
formal de extradición se acompaüe con la prueba de la existencia del cuerpo
del delito y la probable responsabilidad del reclamado. Si bien los propues-
tos y los elementos objetivos que integran el cuerpo del delito y la forma
de participación han de ser regulados por la ley del Estado solicitante, en
concordancia con la ley penal nacional, consideramos que la prueba debed
ajustarse solamente a las reglas procesales nacionales, es decir, a las conte-
nidas en el Código Federal de Procedimientos Pcnales,2G tomando en cucnta
su carácter territorial.
Para el caso de que la persona por extraditar &ea un sentenciado, se exi-
ge que se acompañe a la solicitud de extradici6n copia auténtica de la sen-
tencia ejecutoriada. Es decir, debe tratarse de una sentencia firme, que sea
cosa juzgada, al menos en sentido formal.2'G
3.2. La Ley de Extradición de 1897 prescribía que el Estado solicitante
debía prometer que no serían materia del proceso las contravenCiones del
orden político (artículo 1, fracción n, párrafo B). La nueva ley establece
esta limitación ya no en fuuci6n del tipo de delitos -contravenciones del or~
den político- sino en razón de la persona: 110 pueden ser sujetos de ·extra·
dición los pCl"seguidos políticos (artículo So.). Esta limitación. más acorde
con el derecho de asilo que México ha practicado en forma muy relevante
-especialmente en favor de los perseguidos políticos del régimen pinochc-
tista-. es también más congruente con la prohibición que establece· el ar-
tÍCulo 15 constitucional para la celebración de tratados de extradición de
lOCOS políticos. No es el tipo de delito, sino el carácter de la persona -rco
o perseguido político- lo que excluye la extradición.Ti

24 Clr. Sorenscn et al ... op. cit. supra nota 1, pp. 497·501.


25 Vid., Garda Ramírez, Sergio, Cuno de derecho jJrocesal penal, Ed. Porrúa. Mcxico,
1974, pp. 344·52.
!..>() Considerando la posibilidad de impugnar la sentencia condenatoria por la vía dd

amparo y del indulto necesario Cn cualquier tiempo, Garda Ramírez ~ sostiene que cabe
"abrigar seria duda acerca de la existencia dc cosa juzgada material en el enjuiciamiento
mexicano". C/1'. idem, p. 440,
27 Esta disposición es más generosa que la recomendada en la Resolución IV del X
Congreso de la Asociación Internacional de Derecho Penal, según la cual será posible
negar la extradición cuando, de acuerdo con el derecho del Estado {requerido, el hecho
ilícito constituya una infracción política, Esta restricción no podr;í~ hacerse valer, con-
forme a la resolución citada, cuando el hecho ilícito oonsista en un crimen contra la
humanidad, un crimcn de guerra, o una infracción gra\'c en los términos de la COIl\'cn·
ción de Ginebra dc 1949, Cfr, op. cit, supra nota 20, p. 857.

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LEY DE EXTRADICIÓN INTERNACIO:"IIAL 279

3.3. La nueva ley también reitera otra restricción contenida en el ar-


tÍCulo 15 constitucional: en ningún caso se concederá la extradición cuando
el reclamado haya tenido la condición de esclavo en el país en donde se
cometió el delito (artículo 80.). Esta limitación actualmente resulta inope-
rante, considerando la desaparición de la esclavitud en el mundo, pero se
conserva seguramente por una razón de congruencia constitudonal.28
3.4. La nueva ley reproduce la discutida limitación de la nacionalidad
del reclamado: "Ningún mexicano podr.í ser entregado a un Estado extran-
jero sino en casos excepcionales a juicio del ejecutivo" (artículo 14). Como
puede verse, se trata de una facultad discrecional, ya que se confía al ejecu-
tivo el determinar los "casos excepcionales" en que se podrá extraditar a un
nacional.
Cuando se rehúse la extradición sólo por este motivo, la ley prevé que la
Secretaría ele Relaciones Exteriores notificará el acuerdo respectivo al dete-
nido y al procurador general de la República, poniéndolo a su disposición
y remitiéndole el expediente, para que el Ministerio Público consigne el
caso al tribunal competente si huhiere lugar a ello (artículo 32). En este
caso será aplicahle la nmma contenida en el artículo 40. del Código Penal
del Distrito Federal, que establece que los delitos cometidos en territorio ex-
tranjero por un mexicano contra mexicanos o contra extranjeros, serán pe-
nados en la república, con arreglo a las leyes federales, si concurren los re-
quisitos siguientes: 1) que el inculpado se encuentre en la república; 2) que
no haya sido definitivamente juzgado en el Estado en que delinquió, y 3)
que la infracción de que se le acuse tenga el carácter de delito en el país
en que se ejecutó y en la república_:'9
3.5. Con relación a las limitaciones concernientes al delito, la llueva ley
repite los principios llamados de doble incriminación o identidad de la nor-
ma y de gravedad del delito:W para que proceda a la extradición. De esta
manera, sólo dan lugar a la exu'adición los delitos tipificados en la ley penal
mexicana y en la del Estado solicitante, cuando estén ~anciods con pena
de prisión cuyo término medio aritmético por 10 menos sea de un año. Es-
tos delitos, de acuerdo con la ley, deben ser "intencionales", es decir, dolosos
(artículo 60., fracción 1) .
En la propia ley ue extradición se precisa que por ley penal mexicana

:!S Cfr. GarCÍa Ramírcz op. cit. supra nota 25, p. 5,:1:7.
:..''!) De acuerda con la conclusión VI del Congreso citaúo cn la nota 27, el Estado re-
querido, cuando }Iaya decidido mantener la regla de no extradición <le los nacionales,
deberá compromct-:'i:se a ejercer su pooer represivo en contra de éstos, a petición del es-
tado n.·quireute y deberá adoptar, en el plano interno, las medidas Jegi~lath's necesarias
para este efecto. Cfr. op cit. supra nota 20, p. 857.
:lO Cfr. Jiméncz de AslÍa, op. di. sllJna nota 22, pp. 827-32.

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280 DERECHO PROCESAL PENAL

debe entenderse el Código Penal para el Distrito Federal en materia del fue·
ro común y para toda la república en materia de fuero federal, así como
todas aquellas leyes federales que definan delitos (artículo 40.) .
3.6. Tampoco procede la extradición si el delito por el cual se pide
es de orden militar, para cuya definición debe recurrirse al Código de Jus-
ticia Militar de 1934. Conviene destacar que la ley ha excluido del catálogo
de delitos para los cuales resulta improcedente la extradición, los del "orden
teligioso" y "fiscal" que enumeraba la ley abrogada.31
3.7. La nueva ley también se refiere a diversos supuestos de extinción
de la pretensión punitiva y de la pena, en los cuales, como es lógico, no pro-
cede la extradición: sentencia absolutoria, indulto, amnistía y prescriPción
(artículo 7], fracciones 1 y III). En el primer supuesto, en caso de conce-
derse la extradición, se contrariaría el principio non bis in idem consignado
en el artículo 23 de la Constitnción. A la sentencia absolutoria se puede
equiparar también el sobreseimiento, que en México tiene los mismos efec-
tos que aquélla, según lo dispuesto por el artículo 304 del Código Federal
de Procedimientos Penals.~2
La aminstía y el indulto, aquélla concedida en México mediante ley y
éste por decisión jurisdiccional (indulto necesario) o administrativa (indul.
10 por gracia). son también supuestos de extinción de la pretensión puni-
tiva o de la pena, al tenor de los artículos 92 y 94 a 98 del Código Penal.
Para la prescripción se permite que se aplique la ley penal mexicana o la
ley del solicitante, lo que deberá entenderse según la que favorezca. más al
reclamado. Por este motivo, se exige que en la petición formal de extradi-
ción se reproduzcan "el texto de los preceptos de la Ley del Estado solici·
tante que definan el delito y determinen la pena, las que se refieran a la
I"'escripción de la accióu y de la pena aplicable y la declaración autorizada
de su vigencia en la época en que se cometió el delito" (artículo 16, frac-
ción IV).
La prescripción de la pretensióu punitiva ha planteado problemas en
otros lugares, cuando se ha solicitado la extradición de criminales de guerra,
como ocurrió en Chile, con el caso '\Valter Rauff. 33 La ley no prevé estas 'Si-

81 El artículo 4, fracción 11, pálTa[o n, enunciaba las "contravenciones" que no po-


dían ser objeto de proceso por el Estado solicitante: "Las del orden religioso, poBtico
o militar y las que constituyan contrabando. aun que sean conexas con ~d delito común
que motivó la extradición; debiendo entenderse por contrabando: la ipportación, expor-
tación o tráfico de mercancías con infracción de leyes fiscales". Por otro lado, de acuer-
do con ]a conclusión V del X Congreso de ]a Asociación Internacional de Derecho Pe-
nal, no se apartarán pura y sencillamente dc la esfera de la extradic(~,n las infracciones
fiscales, económicas y militares. Cfr. op. cit. supra nota 20, p. 857. ~
32 Cfr. Carda Ramírez, op. cit. supra nota 25, pp. 180 Y 181.
~3 Cfr. Novoa MonreaI, Eduardo, "Problema de cxtradición caso Walter Rauff', cn Re-
vista Mexicana de Derecho Penal, núm. 26, agosto de 1963, pp. 35-49.

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l.EY DF. J.:XTRADICIÚl\" INTER~ACOL 281

tuaciones por lo que no seria posible legalmente otorgar la extradición, aun


tratándose de criminales de guerra, cuando haya operado la prescripción de
la pretensión punitiva o de la pena.
~L8. Una limitación impuesta por la competencia de los tribunales na~
dona les. es la que excluye la extradici<Jn cuando "el delito haya sido come~
tido dentro del ámbito de la jurisdicción de los tribunales de la República",
(artículo 70., fracción IV). La iniciativa se refería a que el delito hubiera
sido cometido "dentro de la jurisdicci6n de los tribunales de la República,",
por lo que una intcrpretacic'm que tomara la palabra "jurisdicción" como
circunscripción territorial -confusión frecuente en la teoría y en la prácti~
ca- podría nevar a la conclusión que esta restricción aludía sólo a los de~
litos cometidos "dentro del territorio nacional". Al haberse corregido el tex~
to, precisando que se refiere a los delitos cuyo conocimiento corresponda a
la "esfera de la jurisdicción de los tribunales de la República", es decir a la
competencia de los tribunales nacionales, es posible negar la extradicibn
no sólo contra delitos ejecutados dentro del territorio nacional, sino tam~
hién contra delitos cometidos en el extranjero que sean punibles en Mé-
xico, como ocune en los supuestos de aplicación extraterritorial de la
ley penal mexicana contemplados en los artículos 20., 40., 50. Y 236 del Có-
dihTO PenaI.34
Por otra parte, es motivo de suspensión de la entrega del reclamado, ya
no de exclusión de la extradición, el hecho de que aquél se encuentra so~
metido a proceso penal o haya sido condenado en la república por delito
distinto del que haya originado la petición formal de extradición, ya que
en este CJSO "su entrega al Estado solicitante, si procediera, se diferirá hasta
que haya sido decretada su libertad por resolución definitiva" (artículo 11).
Por resolución definitiva debe entenderse no la sentencia definitiva, pues
ésta puede ser objeto de impugnaci6n, sino la sentencia firme, la que es
considerada como cosa juzgada, equiparándosele, como ya quedó anotado,
el auto de sobreseimiento. También debe entenderse por resolución defint~
Ya, la que decrete la libertad absoluta del sentenciado, por haber cumplido
la pena o haber satisfecho las condiciones de libertad preparatoria que. en
su caso, se le ha)11 concedido.:¡;'
Los autos de libertad por falta de elementos y por desvanecimiento de

:H Cfr. Carrancá y Trujillo, Raúl, y Carrancú y Rivas, Raúl, Código Penal anotado,
Ed. Porrúa, Mh.:ico, 1974, pp. 18·27 Y 45,1·5.
;:r. Cfr. Carda Ramírcz, op. cit. sujJra nota 25, pp. 2~7. De acuerdo COH el artiwlo
13 del Proyecto de OHwcnción Inter.imericana sobre Extradición, cuando el individuo
reclamado estuviere sometido a juicio, o cumpliendo una condena en el Estado requeri·
·do. su entrega será diferida hasta que se <.úndup el proceso penal, si fuere absuelto, o
H' C'\tinga la condena, SCgtill el caso. e/y. OlOres, o-p. cit. sut;,ra nota 19, p. 13~.

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282 DERECHO PROCESAL PENAL

datos tienen consecuencias provisionales,:W por lo que no pueden ser consi-


derados como resoluciones definitivas.
3.9. Por último, dentrQ del catálogo de limitaciones con relación al deli-
to, debe mencionarse la falta de querella de parte legítima si confonne a la
ley penal mexicana el delito exige ese requisito (artículo 70 .. fracción III).
Se trata de un presupuesto procesal que, de acuerdo al derecho \mexicano, es
indispensable para la iniciación del procedimiento.37

4. Condiciones

El artículo 10 de la Ley de Extradición establece las condiciones que el


Estado mexicano exigirá, y que el Estado solicitante debcr;:í comprometerse
a cumplir, para que pueda concederse la extradición.
4.1. Se repite la exigencia de ,·eciprocidad. A pesar de las críticas que
se han enderezado contra esta condición,3s su permanencia se explica por la
ausencia de un tratad.o multilateral que obligue a la totalidad, o al menos
a la mayoría, de los Estados de sociedad internacional, a conceder.la extra-
dición en' casos mi.ts o menos unifonnes. En consecuencia, esa· condición será
sólo exigible para las solicitudes de extradición de Estados con los que Mé-
xico no tenga concertado ningún tratado o convenio, y podrá cumplirse
mediante una convención o una declaración de rcipoda.3~
4.2. También se establece como condición el llamado principio de espe-
cialidad: el Estado solicitante debe comprometerse a que no serán materia
del proceso, ni aun como circunstancias agravantes, los delitos cometidos con
anterioridad a la extradición, omitidos en la solicitud e inconexos. con los
especificados en ella. Sin embargo, el Estado solicitante queda relevado de
este compromiso. si el inculpado consiente libremente en ser juzgado por
ello o si petmaneciendo en su territorio más de dos meses continuos en li-
bertad absoluta para abandonarlo, no hace uso de esa facultad (artículo lO,
fracción I1).

M Carda Ramírcz, op. cit. supm. nota 25, pp. 3i8 Y 384·5. Adsicrte el autor citado
que, en virtud de que el artÍCulo 551 del Código uc Procedimientos Penales del Distrito
Federal limita los efectos provisionales al caso en que la libertad se hubiese concedido
por el desvanecimiento de las pruebas que sil":icron para acreditar la probable respon-
sabilidad, es posible pensar que en la hipótesis de que el desvanecimiento se refiera. a
las pruebas del cuerpo del delito, la libcrtad tcnga consecuencias definitivas. Id., p. 38.S.
37 Idem, pp. 239·41.
B8 De acuerdo con la conclusión II del X Congreso de la Asociación rnternauollal de
Derecho Penal, la "condición de la reciprocidad no es requerida por la justicia, no es
recomendable que se mantenga como regla rígida en el derecho ext.radicional". Cfr. op.
cit. supra nota 20, p. 856.
39 Cfr. Jiménez de Asúa, oJJ. cit. supra nota 22, p. 786.

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LEY DE EXTR,.\,DIClÓN 1I\TERNACIO:\:AL

En sentido similar. se exige al Estado solicitante que se comprometa a


no l'eextraditar al reclamado, es decir, a no conceder la :extradición del mis-
mo individuo a un tercer Estado, sino en los supuestos de consentimiento
explícito o implícito de aquél (idem, fracción VI), otorgado en la forma
señalada en el párrafo anterior.
4-,3. Aunque las normas que regulan el proceso penal tienen un cad.cter
territorial y el proceso a que se someter;:\ al extradhado se deberá ajustar al
derecho del Estado solicitante, la Ley de Extradición exige que éste se com-
prometa a respetar los del-echos fundamentales que tendría el reclamado ~i
fuera juzgado por tribunales mexicanos.40 Por esta razón, se exige al Estado
solicitante que se comprometa a: 1) Que el presunto exu-aditado será some-
tido a tribunal competente establecido por la ley con anterioridad al delito
que se le impute en la solicitud, para que se le juzgue y sentencie con la.;;
formalidades de derecho (artículo 10, fracción lB), es decir, que se respeten
los deredlos fundamentales de tribunal natural (artículo 13 de la Constitu-
ción) y de audiencia o previo proceso legal (articulo 1,1 ue la Constitución) ;
2) Que el reclamado ser;:í oído en defensa y se le facilitarán los recursos le-
gales en todo caso, aun cuando ya hubiere sido condenado en rebeldía (idem,
fracción IV);l1 es decir, que se reconozca y se le permita ejercer el derecho
fundamental a la defensa (artículo 20, fracción IX de la Ley Suprema) , y ;)
Que si el delito que se imputa al reclamado es punible en su legislación
hasta con la pena de muerte o alguna de las señaladas por el artículo 22
Constitucional, sólo se le impondrá la de prisión (idem, fracción V) .4:!

.jQ En la exposición de moti,-os cn la Itticiativa, cit. supra nota 21, p, Ill, se pUL-tle
ker: "Toda \'l'Z que primordialmente se persigue obtener las mayores garantías en favor
del reclamado, se exige que el Estado Illexicano se cerciore, en la medida de lo posible, de
<Iue dicho indh-'iduo habrá de gozar, en el Estado que lo reclama, del delecho sustatlcial-
mente iguales a los que le serían otorgados en México, si hubiere de ser juzgado por los
tribunales" .
H En el derecho procesal penal mniC3no no es posible seguir UIl proceso penal ('ll
rcbeldía del inculpado, ya que de acuerdo con los artículos 477 del Código de Procedi-
mientos Penales del Distrito Federal y 4GS del Federal, la sustracción dd inculpado a
la acción de la justicb, es moth'o de suspensión del procedimiento, Cfr. Carda RamírcI,
op, cit. supra nota 8, p. 429.
42 Conforme al articulo 22 de la Constitución, se encuentran prohibidas las penas úe
mutilación y de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquiera espe'
cie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y
trascendentales. Aunque el artículo citado no prohíbe definithamente la pena de muertl',
restl'ingiéndoia sólo a determinados CélSOS, aquella ya fue excluida de todos los OOdip;os
pcnales vigentes en México y sólo se conserva en el Código de Justicia :Militar. La (ñu-
dición que exc1uye la pena de muel-te ('~ también congruente con el Proyecto de Conven,
ción Interamericana sobre Extradición, de 1956, cuyo artículo 90, exime de la obli~acón
de exlraditar cuando se trate d':! condenados a pena de muerte "a menos que la rcfitl~
pena hubiere sido conmutada por la ;lutoridad competente del Estado lcquirentc", Cfr-
Oz()r'~, op. cit. sujJ1'a nota 19, p. 125.

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DERECHO PROCESAL PENAL

Por último, con el objeto de que el Estado mexicano se cerciore si el


solicitante ha cumplido con las condiciones a que nos hemos referido, se
exige que el Estado requiriente se comprometa a proporcionar una copia
auténtica de la resolución ejecutoriada que se pronuncie en el proceso.

5. Procedimiento

Anteriormente hemos indicado que el sistema de procedimiento que adop-


ta la ley mexicana es el que permite la intervención de la autoridad judi-
cial, sin que la decisión de ésta sea obligatoria en caso alguno, ya que sólo
constituye una opinión, y es la Secretaría de Relaciones Exteriores la que
resuelve en forma definitiva. Esta resolución, como acto de autoridad, es
susceptible de impugnación a través del juicio de amparo, en el que el juz-
'gadar sí puede decidir en forma vinculativa.
Para examinar el procedimiento de extradición nos referiremos a su na-
turaleza y a sus etapas.

5.1. lVaturaleza

Resulta difícil detenninar con precisión la naturaleza jurisdiccional o ad-


ministrativa del procedimiento de extradición. Si bien es claro que no se
trata de un proceso penal, pues no se va a ejuiciar para aplicar una pena,
tampoco se le puede considerar como un simple procedimiento administra·
tivo, en el que sólo se establezca una relación lineal entre el solicitante y el
Estado mexicano, sino que la relación toca también al reclamado, el que
puede defenderse, oponer excepciones y ofrecer y practicar pruebas. El pro-
<:edimiento de extradición supone un conflicto entre el Estado requiríente y
-el sujeto reclamado, y aunque la decisión, a la que se estima como un acto
de soberanía,43 corresponda a un órgano administrativo, no deja de actuar
'SObre ese conflicto. Tiene, pues, las notas fundamentales de un acto de
jurisdicción y el procedimiento las de un proceso.
Gonzalez Bustamante, señala que el procedimiento de extradición es dis-
tinto del que se observa en la tramitación de los procesos penales y que no
puede alegar la persona que va a ser extraditada, la violación de alguno
de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución de la Repú-
hlica, en favor de las personas sometidas a proceso pena1.44 La propia Su-

43 Vid. op. cit. suj)Ta nota 21, p. 11.


44 González Bustamante, Juan Josl~. PrinciPios de derecho proresal Ilenal mexicano l

Ed. Porrüa, Mcxico, 1967, pp. 256-7.

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LEY DE EXTRADICIÚ" INTE!,(:'\,\C10NAL

prema Corte de Justicia de la N ación ha sostenido, con relación a la ley de


extradición abrogada, que como ~sta no autorizaba la libertad caucional, era
improcedente concederla en el incidente de suspensión;") tesis que confir-
ma implícitamente la sostenida por González BUSL<lIllante.
Sin embargo. el procedimiento de extradición sí debe ajustarse a los de-
más derechos fundamentales establecidos en la Constitución. y en especial
a la garantía de audiencia y al principio de legalidnd consignados en los
artículos 11 y 16.

5.2. Etapas

En términos generales, las etapas que comprende el procedimiento de ex-


tradición son las siguientes: 1) solicitud formal y admisión; 2) intervención
judicial; 3) resolución, y 4) ejecución. A ellas nos referiremos brevemente.
5.2.1. La. petición formal debe presentarse ante la Secretaría de Relacio-
nes Exteriores, que es el órgano del Poder Ejecutivo competente para inter-
venir en materia de extradición.
La ley reitera algunos de los requisitos que deber,-ln contener la solicitud
y los documentos que se acompañan. a saber:
1) La prueba de la existencia del clln-po del delito y de la probable
responsabilidad del reclamado, cuando éste sea un procesado, o copia autén·
tica de la sentencia firme, cuando aquél ya haya sido condenado (artículo
16, fracción 11). Los extremos cuya comprobaci6n se exige ¡;ara cuando el
reclamado sea un procesado, son los dos requisitos de fondo para que eH
México se pueda dictar auto de formal prisión, cuando el proceso se va ¡l
seguir por delitos que tengan una pena privativa de libertad. o auto de Sl~
jeción a proceso, cuando el delito tenga una pena pecuniaria o alternativa.
El auto de formal prisión, que es la resolución judicial que fija los hechos
materia del proceso,4{j es el equivalente al auto de procesamiento del derecho
español y del de algunos países latinoamericanos.41
Como nuevo requisito. se exige que se acompafíe a la solicitud el texto

4!'i APéndice al Semanario Judjcial de la FedcracíólI, 1917-19G:J, 2:1. parte, la S.ala, Im-
prenta Murguía. México. 1965. p. 340. Esta tesis carece ya ele fundamento kgal. al N'
tabIcccr la nuc'\'a Ley la po1>ibilidad de obtener la libertad caucional (articulo 26) l:j/.
infra, 5.2.2.
46 Cfr. Carda Ramírcz. op. cit. sllpJa nota R, pp. 371·2.
-{, IÚiúem. Vid., además, Akal<í-Zarnora y C<.t~ilo ?\iccw, Cw:stiu/I('s di' trnjol~i{(
procesal, Instituto de Imcstigacioncs Jurídicas. t:XAM, :Méxioo, 1972, pp. 199·200. En el
Proyecto de Con'VNlcióll Inleramericanfl soine Edradició1J, de 19:'6, se alude al "aut~ ,k
procesamiento o de detención o de otra resolución con igual fuerza lcg;tl, " (Jrticulo
60., fracción ~. Ozore~, op. cit. slI/n-n nota ]9. p. 117.

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286 DERECHO PROCESAL PENAL

auténtico ue la orden de aprehensión que, en su caso, se haya. librado en


contra del reclamado (idc1n .. fracción V).
2) La solicitud debe contener la reproducción del texto de los preceptos
de la ley del Estado solicitante que definan el delito y determinen la pena
y la declaración autorizada de su vigencia en la época en que se cometió el
delito. La ley exige, adem.is, la transcripción de los preceptos referentes a la
prescripción de la acción y de la pena (idem, fracción IV) ,48
Los otros requisitos establecidos en la nueva ley son:
3) La expresión del delito por el que se pide la extradición (idem, frac-
ción I);
4) La aceptación expresa de las condiciones que impone el Estado mc-
",icano para conceder la extradición (artículo 10), a las que IKlS hemos re-
ferido antes (apartado 4), Y
5) Los datos y antecedentes personales del reclamado, que permitan su
identificación y siempre que sea posible, loo conducentes a su localización
(idem, fracción VI).
Por otro lado, se repite la exigencia formal de la traducción al español
y la legalización de los documentos que se acompañen a la solicitud, redac-
tados en idioma extranjero (idem .. párrafo final).
Para los casos de concurrencia de varias solicitudes de extradición res-
pecto de una misma persona, la ley sigue las mismas soluciones que .su ante-
"esora, dando prioridad a la solicitud del Estado que haga la petición en
virtud ue un tmtado; cuando sean varios los Estados reclamantes con tratado,
se debe atender a aquel en cuyo territorio se haya cometido el delito; cuan-
clo concurran estas circunstancias, se da preferencia al que solicite la extra-
dición a causa del delito que merezca la pena más grave. En cualquier otro
caso, se concede prioridad al Estado que primero haya solicitado la extradi-
ción o la detención provisional con fines de extradición (artículo 12) .49
La ley permite que el juez de distrito, a instancia del procurador gene-
~ al de la República, el que a su vez debe actuar ,por instrucciones de la Se-
lTetarIa de Relaciones Exteriores, dicte las medidas cautelares que procedan
para asegurar los fines de la extradición, cuando un Estado manifieste la in-
tención de presentar petición formal de extradición, debiendo expresar el
delito por el que la solicitar<Í y afirmar la existencia en contra del recla-
mado de una orden de autoridad emanada de autoridad competente. En
este caso, el Estado extranjero deberá presentar la petición formal en un pla-
zo prudente, a juicio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que no podrá

-18 Cfr. supra, 3.7. En el mismo sentido dispone el artículo 50., fracción 3, del Pro·
)'r'eto de Convención cit. supra nota ID.
43 El contenido de este precepto es muy similar a 1 artículo 70. de la Convención de
:\1onteddt"o de 1933.

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UT DE EXTRr\DICIÓ:-¡ TNTt:RNACIONAL 287

rxceder ele dm mesc.~, contados a partir de la fecha en que se hayan deQ'cta~


do las medidas cautelares, las que se levantarán en caso de que no se pre~
,ente la solicitud en el plazo. (artículos 17 y 18).''''
Entre lar, medidas que el jue¡; puede decretar, la ley menciona el arraigo
o "las que procedan de acuerdo con los tratados o las leyes de la matcria".
Conviene recordar que, de acuerdo con el artÍCulo 119 de la Constitución,
la detención por motivo de extradición internacional no puede exceder de
dos meses. Si la medida cautelar previa a la solicitud formal fuera la deten-
ción provisiona1 y ésta durara los dos meses, constitucionalmente el reclam~
do no podría seguir detenido, aunque apenas se estuviera iniciando el pro-
cedimiento de extradición.
La Secretalia de Relaciones Exteriores es la encargada de resolver si pro-
cede o no Ll admisión de la pctidlm (ormal de extradición (artículo 19).
Puede ha("er del conocimiento del Estado promovente las omisiones o de(c~
tos de la solicitud, para que los subsane (artículo 20).
Admitida la solicitud, la Secretaría de Relaciones Exteriores debe remi~
tirIa al procurador general de la República, para que promueva ante el
juez de distrito competente la detención del reclamado y el secuestl"O de pa~
peles, dinero u OU'os objetos que se hallen en su poder, relacionados con el
delito imputado o que puedan ser medios de prueba, cuando así lo hubiera
¡xxlido el E,tado solicitante (artículo 21).
5.2.2. Es juez competente el del distrito donde se encuentre el rec1am~
do. En caso de que se ignore su paradero, lo será el juez de distrito' en ma-
teria penal en turno en el Distrito Federal (artículo 22). El juez es irrecu·
sable y no puede ser cuestionada su competencia (artículo 23) .
.En la etapa del procedimiento qne se lleva ante el juez de distrito. el re~
clamado tiene oportunidad de defenderse. Una vez detenido, sin demora se
le debe hacer comparecer ante el juez y éste le debe enterar del contenido
de la petición de extradición y los documentos que se aconlpañan a la solic~
tud. En la rni_~la audiencia, el reclamado puede nombrar defensor privado
o de oficio. En caso de que no lo haga, el juez se lo debe nombrar. Esta
audiencia es el equivalente a la declaración pyeparatoria establecida en el
artículo 20, fracción lB, de la Constitución y cuyo objetivo fundamental es,
de acuerdo fon García Ramirez, que "el imputado conozca puntualmente los
cargos y pueda preparar en términos h . ibiles su defensa".r.l
El detenido puede solicitar al juez que se difiera la celebración de la
audiencia hasta en tanto acepte su defensor, en caso de que éste no se en·
cuentre presente (artículo 2·1-).

¡II) En el mismo sentido disp0tle el ~l.itLUo TI del Pro'}'('([o de COllvrllcióll d(> 1956: Cfr.
OmHS, op. cit. sujJJ'a nola 19, pp. 129·30.
5t Carda Ramírez, 01). cit. suj)fa Ilota 2:1, p. 369.

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288 DI·:RECHO PROU:SAL PENAL

Por otra parte, se faculta al juez para que conceda la libertad bajo fian-
za en las mismas condiciones en que tendría derecho a ella si el delito se
hubiera cometido en territorio mexicano (artículo 25). Habría sido preferi-
ble que la ley se refiriera a la libertad caucional, como lo hacen nuestras
lcyes procesales penales, ampliando el sentido de la fracción 1 del articulo 20
constitucional, para no limitar la garantía o caución a la especie de la fian-
za, y dejar la posibilidad de que se ofrezcan otras especies, como el depósito
o la hipoteca. 62
Después de la diligencia inicial, se concede al inculpado un plazo de tres
días para que oponga las excepciones que se¡¡ala el artículo 25:
1) La de no estar ajustada la petición de extradición a las prescripciones
del tratado aplicable, o a las nomlas de la Ley de Extradición, a falta de
aquél, y
2) La de ser persona distinta de aquella cuya extradición se pide,
El primer género de excepciones no se refiere sólo a defectos formales
de la solicitud de extradición, sino también a las limitaciones y condiciones
que la ley o el tratado impongan para que se conceda la extradición,
Al reclamado se otorga un plaw de veinte días para probar los hedlOs
en que funde su oposición, el cual se puede ampliar. En el mismo plazo el
Ministerio Público puede rendir las pruebas que estime pertinentes.
El juez debe considerar de oficio las excepciones. aun cuando no se hu-
bieren alegado por el reclamado (artículo 27, segundo párrafo),
El juzgador debe emitir su opinión jurídica: 1) en un plazo de tres días,
si el detenido no opone excepciones o se allana a la solicitud, o 2) en un
plazo de cinco días, una vez que haya concluido el período probatorio (a1':-
tículos 27 y 28) ,
,5.2.3. El juez debe remitir su opinión, con el expediente, a la Secretaría
de Relaciones Exteriores, que es la que dicta la resolución definitiva a los J

veinte días siguientes, decidiendo si rehúsa o concede la extradición (artícu-


los 29 y 30). En el primer caso, se ordena que el reclamado sea puesto in-
mediatamente en libertad, salvo en el supuesto de que la negativa se base
cxlusivamente en su nacionalidad mexicana, pues entonces queda a dispo-
sición del Ministerio Público Federal para que lo consigne al juzgado de
distrito competente.1>3
Contra la resolución que concede la extradición, que se debe notificar
personalmente al reclamado, no 5e permite ningún recurso ordinario. En
consecuencia, tal resolución puede ser impugnada sólo a través del juicio de
amparo. La nueva ley no regula la excepción de "violación de garantías in-
dividuales" que reconocía el artículo 20, fracción lB de la ley ahrogada. Sin

5:2, ldem, p. 409.


53 Cfr. supra 3.4.

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LEY m: IXTRADICIÓN L\JTER;\.,'ACIO:-;AL

embargo, COIllO se indica en la exposición de motivos, es posible impugnar


estas violaciones a través del proceso de amparo. r>4
5.2:'1. La Secretaría de Relaciones Exteriores debe comunicar al Estado
solicitante el acuerdo favorable a la extradición, después de que haya tra11s-
currido el plazo legal sin que se interponga demanda de amparo o después
de que se dicte resolución negando éste (artículo 33).
La entrega del reclamado debe hacerlo, previo aviso a la Secretaria ut.:
Gobernación, el procurador general de la República al personal autodzauo
del Estado de tIue obluvO la extradiei6n, en el puesto fronterizo o a bordo
de la aeronave en que deba viajar el extraditado, terminando la intcrven-
t:ión de las autoridades mexicanas "cn el momento en que la aeronave est(
lista para emprender el vuelo" (artículo !H).
La ley concede al Estado solicitante un plazo de dos meses contados a
partir del día siguiente cn que el reclamado tlucde a su disposición, para
(lue lo reciba, y si no lo hace, aquél recobrari su libertad, sin que pueda
volver a ser detenido ni entregado al propio Estado, por el mismo delito
(lUC motivú la solicitud de extradición (artículo 3'5). Aquí hay una extcn-
si611 del principio non bis in. idem, que prevé el artículo 23 constitucional.
Conforme con las reglas comunes de los convenios internacionales en ma-
teria de extradición,r.·:; la ley dispone que los gastos que ocasione toda extra-
dicción pueden ser hechos por el erario fcderal con cargo al Estado que la
haya promovido (artículo 37).

:>1 ¡'id., op. cil. jupra Ilota 21, p. IY.


[,5 Cfr. Owrcs, 01). cit. suprfl Ilota El, p. 13/J.

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XI

LA LEY DE RESPONSABILIDADES DE 1979"

En el Diario Oficial de la Federación del 4 de enero de 1980 se publicó


la nueva Ley de Responsabilidades de los Funcionarios y Empleados de la
Federación, del Distrito Federal y de los Altos Funcionarios de los Estados,
(IUO abrogó a la promulgada el 30 de diciemhre de 1939 por el presidente
Lázaro Cárdenas. Al igual que ésta, la nueva ley reglamenta las bases esta-
hlecidas en los artículos 108 a 114 de la Constitución de 1917, las cuales no
fueron objeto de reformas. Las mismas bases constitucionales sirvieron para
expedir las leyes de responsahilidades de 1939 y 1979. Sin embargo, la expe-
riencia y los propósitos que tuvieron los autores de dichas leyes han sido
muy distintos.
Los artículos 108 a 114 de la Constitución de 1917 sobre la responsabi-
lidad de los funcionarios públicos provienen, en buena medida. de los articu-
los 103 a 108 de la Constitución de 1857. En estos últimos se introdujo lo
que se denomina el juicio politieo, que Tocqueville definió como "el fallo que
pronuncia un cuerpo político momentáneamente revestido del derecho de
juzgar".1 Bajo la influencia precisamente de Tocqueville, el Congreso Cons-
tituyente de 1856-1857 optó por el juicio político de tipo norteamericano, en
el que a los altos funcionarios responsables de delitos oficiales el Senado
les impone sólo las sanciones políticas de la destitución del cargo y la inhabi-
litación para ocupar nuevos cargos, y se deja la imposición de las sanciones

'* Publicado en Gacela InfoT1tuztiva de Legislación y Jurisprudencia, UNAM, México,


llÚm. 29, enero-abril de 1980, pp. 197-205.
1 Tocquevillc, Alexis de, La democracia en AméJ·ica, trad. de Luis. R. Cuéllar, Fondo
de Cultura Económica. México, 1973 (2a. )'cimpresión de la ed. de 1957), p. 112. En esta
materia, como en otras, la influencia de Tocqueville sobre los diputados constituyentes
de 1856·57 resulta evidente: por un lado, en el dictamen de la Comisión de Constitu-
ción se cita textualmente al pensador francés para tratar de apoyar el proyecto de Cons-
titución, y por otro lado, en la discusión de los preceptos respectivos en el Congreso
Constituyente, los diputados recurrieron con frecuencia al texto tIe La democracia en
América, que se había puhlicado en el periódico El Republicano, a partir del mes tIc
~cptiembr de 1855. Cfr. la "Introducción" tIe Enrique Gonzálcz Pedrero, en la obra ci-
tada tIc Tocqucville, pp. 21 Y 22, nota 25; Tena Ramfrez, Felipe, Leyes fundamentales de
jH¿xico 1808-1973, Ed. Porrúa, México, 1973, pp. 551·554, Y Zarco, Francisco, Crónica del
Corlgreso Extraordinario Constituyente (1856·1857), El Colegio de México, México, 1957,
pp. 735 Y ss.

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292 DERECHO PROCESAL PE<'JAL

penales a los tribunales ordinarios, que pueden aplicarla a través de un


proceso penal común. Este juicio político, originado en la Constitución nor-
teamericana de 1787, es diferente del juicio político inglés -el impeachment-,
a través del cual el parlamento puede imponer no sólo la sanción polític"l
prevista para los responsables de delitos oficiales, sino también las sancio-
nes penales señaladas en la legislación criminal para los delitos comunes. 2
En la Constitución de 1857 se estableció el juicio político pata sancionar
los delitos oficiales sólo de los altos funcionarios públicos: el presidente de
la República, los diputados del Congreso, los ministros de la Suprema Corte
de Justicia, los secretarios de Estado y los gobernadores de los Estados. De
acuerdo con el texto original de la Constitución de 1857, debían conocer del
juicio político, primero, el Congreso -compuesto sólo por la Cámara de Dipu-
tados- como jurado de acusación, y, en segundo término, la Suprema Corte
de Justicia. como jurado de sentencia. Al establecerse el Senado con las re-
formas constitucionales de 1874, se previó que este último órgano legisla-
tivo desempeñaría el papel de jurado de sentencia, en lugar de la Suprema
Corte de Justicia. Los senadores también quedaron incluidos en la lista de
los altos funcionarios públicos.
Al lado del juicio político, los constituyentes de 1856-57 previeron tam-
bién lo que se llamó el "fuero", es decir, la inmunidad con que se protege
a los altos funcionarios para que, durante el tiempo de su cargo, no puedan
ser procesados por los delitos comunes en que incurran, a no ser que la
Cámata de Diputados decida que "ha lugar a proceder contra el acusado"
y le retire la inmunidad, lo "dcsafuere", para que sea enjuiciado por los
tribunales ordinarios. 3
En la Constitución de 1917 se recogieron el juicio político para los de-
litos oficiales y la inmunidad para los delitos comunes, ambas instituciones
sólo para los altos funcionarios, cuyo número fue incrementado al añadirse
a los funcionarios mencionados en la Constitución de 1857, el procurador
general de la República y los diputados de las legislaturas locales. Pero, ade-
más, los diputados constituyentes de 1916-17 decidieron agregar una disposi-
ción que previera la posibilidad de expedir una ley federal que regulara y
sancionara lodos los delitos oficiales en que pudieran incurrir no sólo los.

:J Cfr., Tocque... illc. op. cit. supra nota 1, pp. 113-115; Y Fix-Zamudio, Héctor "Las
garantías conslitudonalcs en el derecho mexicano", en Anuario Juridico Il-V1976~
UNAM, México, 1978, p. 74.
3 Acerca del concepto procesal de inmunidad, como limite subjeth'o a la jurisdicción
pena1, cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Límites subjetivos fijados por la Constitu-
ción a la actiddad jurisdicente", en Ensayos de D?recho Procesal (civil, penal y consti~
tudoDal), Edición de la Revista de Jurisprudencia, Buenos Aires, Argentina, 1944, pp.
591-599; y Garda Ramirez, Sergio, Curso de derecho procesal pellal, Ed. POfI"Úa, 1977 ('2a.
od.) , pp. 95-100.
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LEY DE Rt~SPONABILDF 293

altos funcionarios, sino, en general. todos los funciona1"ios y empleados de la


Federación y del Departamento del Distrito Federal. El quinto párrafo del
,miculo l J 1 estableció:

El Congreso de la Unión expedirá, a la mayor brevedad, una ley de res-


ponsabilidad de todos los funcionarios y empleados de la Federación y
del Distrito Federal, determinando como delitos o faltas oficiales todos los
actos u omisiones que puedan redundar en perjuicio de los intereses pú-
blicos y del buen despacho, aun cuando hasta la fecha no hayan tenido
carácter delictuoso. Estos delitos o faltas serán siempre juzgadas por un
Jurado Popular, en los términos que para los delitos de imprenta esta·
blece el artículo 20.

De esta manera, la ley que debía expedir el Congreso tenía que distin-
:.;uir, por una parte, los delitos oficiales que daban motivo al juicio polltico
de los altos funcionarios de la FedCTación y de los Estados, que deblan ser de
la competencia de las Cámaras de Diputados y de Senadores, y cuyas san·
ciones sólo podían ser la destitución y la inhabilitación; y por otra parte,
los delitos oficiales de l.os demás funcionarios y de todos los empleados de la
Federación y del Distrito Federal, que daball molivo no a un juicio polltico,
,",mo a un juicio estrictamente penal, de la competencia exclusiva de1 jurado
popular, y en d cual las sanciones no debían limitarse a la destitución y la
illhabilitación, sino que podían comprender todas las previstas en las leyes
penales ordínarías, incluyendo las penas privativas )' restrictivas de la liber-
hui. La sanción impuesta en el juicio político no impedía, por ser sólo una
.~:mciÓn política, que el alto funcionario destituido o inhabilitado fuese pro-
(:(;sado por los tribunales penales y se les impusiese una sanción penal, en el
uso de que los hechos objeto del juicio político estuviesen también tipifi·
cados como delito en la legislación penal ordinaria, como lo previene el se·
;;undo párrafo del artículo III constitucional. Pero el enjuiciamiento penal
de los demás funcionarios y empicados por delitos oficiales ante el jurado po'
¡miar, sí impedía cualquier nue"o juzgamiento ante los tribunales penales
ordinarios por los mismos hechos, pues el hacerlo implicaba someter al fun-
cionario o empleado a dos juicios penales por los mismos hechos, lo que
prr,híbc el artículo 23 constitucional.!

-1 El Código Penal para el Distrito ];ederal en materia del fuero común y para toda
l:t República en materia del fuero federal, de 1931, regula, en los títulos décimo y de-
{,irnoprimero del libro segundo, los "delitos cometidos por funcionarios públicos" y los
"delitoS cometidos eo la administración de justicia". Cuando algún alto funcionario reali-
(e una conducta que sea, a la vez, un delilo oficial y un delito de los previstos en estos
¡ítulos del Código Penal, debe ser sancionado por el primero a través del juicio político,
\' por el segundo, a través de un proceso penal ante el juzgado penal ordinario compe-
tente. Hasta antes de la entrada en \'igor de la llUC\'a Ley de 1979 no ocurría Jo mismo
(011 lo~ dcm¡\s funcionarios y empicados, a los que se debía aplirar s610 las sanciones pre-

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294 DERECHO PROCESAL PENAL

La Ley de Responsabilidades de 1939 acogió plenamente esta distinción.


En los artículos 13 y 14 estableció, no sin cierta ambigüedad, los delitos ofi·
ciales de los altos funcionarios y en el artículo 15 previó las sanciones de
destitución e inhabilitación. En el artículo 18, compuesto nada menos que
de 72 fracciones, tipificó los delitos oficiales de los demás funcionarios y de
los empleados públicos y en el artículo 19 especificó las sanciones penales
-multas y prisión- imponibles a quienes cometiesen tales delitos.
La Ley de 1939 reguló también la composición de los órganos que in·
tervienen directamente en el juicio político -las secciones instructoras de las
Cámaras de Diputados y de Senadores- y en el enjuiciamiento penal por
delitos oficiales -el jurado popular. Dicha Ley previó, asimismo, los' proce-
dimientos que debían seguirse en estas dos cIases de enjuiciam.ien,to -político
y penal-, así como el procedimiento para retirar la inmunidad a los. altos
funcionarios, a fin de que pudieran ser procesados por delitos comunes. A
estos tres procedimientos, derivados todos ellos de las bases co~s.tl'uina­
les establecidas en los artículos 108 a 114 de la Constitución, la Ley de 1940
añadió otro más: el procedimiento para la investigación del enriquecimiento
ilegítimo de los funcionarios públicos, que tiene por objeto exigir a éstos,
cuando se encuentren en posesión de bienes que "sobrepasan notoriamente
a sus posibilidades económicas", que demuestren la legítima procedencia de
tales bienes; y en caso contrario, éstos "pasarán al dominio de la nación".:;
En 1929 fue adicionado el artículo III de la Constitución con un sexto
párrafo, en el cual se facultó al presidente de la República para pedir ante
la Cámara de Diputados la destitución. por "mala conducta", de cualquiera
de los titulares de los órganos jurisdiccionales federales y del Distrito Fede-
ral. La Ley de Responsabilidades de 1939 reguló, también, el procedimiento
a través del cual el presidente de la República debía ejercer esta facultad.
Este procedimiento tenía por objeto asegurar que el ejercicio de esta facul-
tad se basara en informes y pruebas suficientes y respetara, en todo caso, el
derecho de defensa de los funcionarios judiciales. En 194·1 fue adicionado al
artículo 111 constitucional, el actual séptimo y último párrafo, que exige
al presidente de la República oír "en lo privado" al funcionario judicial
afectado, antes de ejercer esta facultad."
vistas en el articulo 19 de la Ley de Responsabilidades de 1939, ya que con respeclo de
ellos, por eslar rcgula<.los en (onna detallada y exhaustiva sus delitos en el artículo 18
de dicha Ley, se debían considerar sin vigor las disposiciones de los titulas ln<.'ncio-
nadas del Código Penal de 1931, tal como ordenaba el artículo sexto transitorio de la
Ley de Responsabilidades de 1939.
¡; Para un estudio de estos cuatro procedimientos regulados en la Ley de 1939, y re-
producidos con muy ligeras modificaciones en la de 1979, puede verse Garda Ramircz,
oj). cit. supra nota 3 pp. 530-544.
6 Esta facultad del presidente ha sido muy cuestionada por la doctrina mexicana. Cfr.
Fix-Zamudio. Héctor, "México: el organismo judicial (1950-1975) ", en Evoluci6n d(~ la

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LEY DE RESPONSABJLlDADFS 29,5

La nueva Ley de 1979, si bien continúa regulando los mismos órganos


y los mismos procedimientos que la de 1939, no recoge la distinción entre los
delitos oficiales de los altos funcionarios -susceptibles s610 de juicio polí-
tico- y los delitos oficiales de los demás funcionarios y de los empleados
públicos -objeto del enjuiciamiento penal a cargo del jurado popular. En la
nueva Ley se prevén como delitos oficiales de todos los funcionarios y em-
pleados públicos sólo aquellos que la anterior establecía como delitos de los
altos funcionarios; y en ella se regulan como posibles sanciones sólo la des-
titución y la inhabilitación (artículos 30. y 10). En otros términos, en la
nueva Ley se ha suprimido el enjuiciamiento penal de los funcionarios pú-
blicos distintos de los mencionados en el artículo 108 constitucional y de los
Empleados públicos; y en su lugar se ha establecido una especie de juicio
político a cargo de un órgano -el jurado popular- que, en principio, no es
un "cuerpo político" -al menos como lo entendía Tocqueville-, por los
mismos delitos oficiales y con las mismas sanciones que a los altos funciona-
rios, sólo" que con un procedimiento diverso, que es el anteriormente pr~­
visto para el enjuiciamiento penal.
Este cambio plantea muy serios problemas. El primero, obviamente, es el
de su constitucionalidad; ¿es posible que el legislador ordinario extienda a
todos los funcionarios y empleados públicos el jucio político previsto en la
Constitución, en principio, sólo para los denominados altos funcionarios? Por-
que, como hemos señalado, este juicio fue introducido en la Constitución
de 1857 y recogido en la de 1917 sólo para sancionar políticamente a los altos
funcionarios, con independencia de las sanciones penales que, en su caso, les
impusieran los tribunales ordinarios. Pero, por otro lado, ¿se puede exigir
responsabilidad política a los demás funcionarios y. sobre todo, a los emplea-
dos públicos?
Además, la mnbigua e imprecisa descripción de los delitos oficiales en el
artículo 30. de la nueva Ley no parece conciliarse con las exigencias de pre-
cisión en los tipos contenida en el artículo 14 constitucional. Esta ambigüe-
dad e imprecisión también afecta, sin duda, la estabilidad de que deben
gozar los trabajadores al servicio del Estado, la cual pretende asegurar la
fracción IX del apartado B del artículo 123 constitucional. Para comprobar
la vaguedad de la Ley de Responsabilidades basta citar las fracciones V y
VIII del artículo 30., que establecen como delitos oficiales: "Cualquiera in-
fracción a la Constitución o a las leyes federales, cuando causen (sic) per-
juicios graves a la Federación o a uno o varios Estados de la misma, o mo-

organización político CO/lSlitucional ell América Lati1la 1950-19í5, U;\;AM, )'[6.:ico, 19iR,
pp. 62-63. Quiz.1 por ello en la práctica el presidente de la Repüb1ica sólo ha ejercido
tal facultad en tres casos, desde la reforma constitucional de lY~9. el/". Carpi70, JorgT,
El presidencialismo mexicano, Siglo Ycintinuo Editores, Mtxico, ]978, pp. 18-1-18i.

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296 DERECHO PROCESAL PENAL

tiven algún trastorno en el funcionamiento normal de las instituciones"; y


"En general los demás actos u omisiones en perjuicio de los intereses pú~
blieos y del buen despacho. siempre que no tengan carácter delictuoso con~
forme a otra disposición legal que los defina como delitos comunes". Esta
última fracción define los delitos oficiales nada menos que P<?f exclusión:
todos aquellos actos u omisiones "en perjuicio de los intereses públicos y del
buen despacho" que no sean delitos comunes, son, por exclusión, delitos
oliciales.
Al suprimir los delitos oficiales y las sanciones previstos I".ra los funcio-
narios distintos de los que gozan de fuero y para los empleados públicos, en
los artículos 18 y 19 de la anterior Ley de Responsabilidades, y de esta ma-
nera hacer aplicables a dichos sujetos los delitos oficiales de los altos funcio·
narios -sancionables sólo políticamente-, la nueva Ley pretende. en reali-
dad, que a aquellos funcionarios y empleados se puedan aplicar ¡as sancio-
nes penales previstas en el Código Penal }hu"a los delitos comunes. sin
intenJención del JUTado popular. En otras palabras, lo que la nueva Ley
pretende es sustraer de la competencia del jurado popular los delitos ofi·
ciales sancionables penalmellte, los cuales, convertidos en "comunes", serán
conocidos por los tribunales ordinarios. y dejar al jurado el con<?rimiento
sólo de los delitos oficiales sancionables políticamente. Seguramente este
cambio obedece a la desconfianza que, en los medios forenses y políticos, ha
producido la actuaci6n de los jurados populares. cuya tendencia hacia la abso-
lución de los inculpados ha sido lUuy censurada. Pero, en el caso de que
éste haya sido el motivo, ]0 más adecuado habría sido refonnar el quinto
párrafo del artículo 111 constitucional, el cual terminantemente establece
que los delitos o faltas oficiales "serán siempre juzgados por un Jurado Po-
pular". De otra manera, puede resultar discutible, a luz del artículo ] 1]
('onstitucional, este camhio en la competencia del jurado popular.
Para poder entender con precisión el significado del quinto párrafo del
articulo 111, resulta conveniente recordar las palabras de la Comisión de
Constitución del Congreso de 1916·17, que es la que propuso su redacción vi·
g.ente: "Sin embargo, la Comisi6n, comprendiendo la gran importancia que
tiene el problema de la responsabilidad de los funcionarios y la necesidad
de cambiar por completo las bases del sistema actual, que ha venido a nuli·
ficar radicalmente la responsabilidad de los funcionarios y empleados, ha
creído que para juzgar, nadie mejor que el pueblo mismo, el cual por expe·
rienda propia conoce el manejo de dichos empleados y puede, a ciencia
cierta, dar su resoluci<'m. Por este motivo se establece que los funcionarios y
rmplt:ados públicos, cualquiera qlle sea la pena en que incurran, serán juz·,
gndos por el jurado populm·".7
7 Cfr. Diario de los delJOtes del Congreso Constituyenle, t. 4, Imprenta de la Cámara
de Diputados, México, 1922. p. 425. Las cursivas son nu~tras.

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LEY DF RESPONSABILIDADF..5 ~97

Pero, al margen de estos problemas de constitucionalidad, la nueva Ley


de Responsabilidades plantea, además, otros problemas de técnica legislativa
} de orden práctico, que, tomando en cuenta la extensión de estos breves
comentarios, no podemos abordar en forma exhaustiva. Sin embargo, es pre-
Cl<¡() mencionar, al menos, algunos de ellos. Por un lado, la supresión del

catálogo de delitos oficiales previstos en la anterior ley, ha venido a tener la


función de una verdadera ley de amnistía -seguramente no propuesta den-
tro de los objetivos de la ley-, pues a consecuencia de dicha supresión se
ha tenido que dejar en libertad a todos los procesados y sentenciados por
taJes delitos oficiales. Por otro lado, los autores de la Ley de 1979 parecen
no haber tenido en cuenta las diversas críticas que la doctrina penalista y
procesalista dirigió contra la Ley de 1939,· ni los problemas que la aplica-
ción o la inaplicación de dicha Ley plantearon durante cerca de 40 años.
Contra lo que pudo esperarse, la Ley de 1979 reproduce, y en ocasiones am-
plía, la mayor parte de los errores de su predecesora de 1939 -particular-
mete su ambigüedad e imprecisión- y, en cambio, prescinde de algunos de
sus aciertos -como es el caso ele las disposiciones sobre el procedimiento
para la destitución de los funcionarios judiciales, las cuales han sido supri-
mirlas en la nueva Ley, que se ha limitado a reproducir los párrafos sexto
y séptimo de] artículo III constitucional, sin reglamentarIos. Por lo demás,
una revisión cuidadosa del texto, por parte de una comisión de estilo, habría
-evitado los numerosos errores de sintaxis que han aparecido en la Ley pu-
1)licada. H
Por último, la nueva Ley debe también ~er analizada a la luz del obje-

S ef'. I'tll.Jt· útros. Becena Bautista. JOSl·. El fuero e01lSIi/w:i01WI, Ed. Jus, México,
19·0; Carda Ramírcl, o/>. )' loe. cit. en la nota 3; Gonzálcz Rustamante, Juan José, Los
delitos de los altos fUlIdonm·jos y el fuero C'OTlslitucionill, Ediciones Botas, México, 1946,
\ ]iménez Huerta, Mariano, DerallO penal mexicano, 1. 111, Antigu;J. Librería Robredo.
;\ft-xico, 1968, pp. 318-42-1.
f) Así. por ejemplo, d segundo p..írrafo el artículo expresa: "La de los partirulares
para que surta efecto deuer:í ser ralifir:l.da ante alguno de los secretados de esa Cámara
<) de la Comigión Permanente durante el l'e(.~so" El artículo 22 dispone "De toda ins-
tanda o C'Suito que se reciba en la Cimara de Diputados, bien sea procedente de par-
ticulares, de algún .Juez o del mi~o interesado que se relacione con J:¡ responsabilidad
de delitos comIDlCS de algún funcionarip con fuero, se dad cuenta en sesión secreta y $('
turnad a la Comisión Instructora, si a juicio de esta (así, sin acento) la acusación fuera
llntoriarnente improcedent.c, lo que hará saber <l la Cámara para que resuelva si se COl!-
tillúa o d{'~echa, sin perjuicio de reanudarla ~¡ posteriormente aparecieren motivos que lo
justifiqucn. ," El artículo 35 expresa: "Tomada al funcionario acusado w declaración
prep:Hatoria la sección instructora abrirá un término prudente eJe prueba, dentro del elIal
recibid las que ofrezcan el acusador y d acusado, así romo las que aquc:l (?) estime
!H·c ... ~.u·ias" En sentido similar. puedcil verse los artículos 30., 24, 25, 31 (que reprodu-
cen inromplctos los artículos 29 y :)3 de la Ley de 1939), 32, 39 (que remite a tres
:ll'lículos autetiores, cuando en realidad son sólo do~), 41, 43, 83 Y 88. La ('Xtensa fe de
erutas ¡l la Ley publicada en d Diario Oficial el 4-IX-I980. confirma estas observaciones.

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298 DERECHO PROCESAL PENAL

tivo fundamental de las bases constitucionales que intenta reglamentar: es


decir, la posibilidad permanente e institucional de exigir la imposición de
sanciones a los funcionarios y empleados que, a consecuencia de un proceso
en el que se les respeten sus derechos constitucionales, resulten responsables
de la comisión de delitos oficales. Desde esta perspectiva, la nueva Ley no
parece aportar ninguna innovación de particular importancia, pues se ha li-
mitado a reproducir las disposiciones orgánicas y procesales de la Ley de 1939,
sin intentar resolver algunos de los problemas que planeó su aplicación. Tal
Cll el caso, por ejemplo, del jurado popular, cuya integración e instalación

dificulta y prolonga a menudo los procesos. Sin embargo, no se advierte en


la nueva Ley ninguna reforma para intentar resolver este problema.
Con todo, la sola promulgación de la nueva Ley no deja de ser una
medida insuficiente para alcanzar el objetivo mencionado, sobre todo si per-
manece inalterado el estado actual de la administración de justicia. En últi-
mo análisis, la nueva Ley, pese a los defectos anotados, seguramente contri-
buirá a promover el discurso ideológico y a lograr un mayor control polí-
úco de los funcionarios y empleados, pero no a obtener la modificación
efectiva del actual estado de la administración de justicia y de la adminis-
u'ación pública.

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XII

LOS ANTECEDENTES DEL JURADO POPULAR


EN MÉXICO"'

SUMARIO: 1. Introducción. JI. El jurado popular para los delitos de impren.


tao 1. La legislación de imprenta anterior a la Constitución de 1857; 2. La
Constitución de 1857 y su legislación reglamentaria; 3. La Constitución de
1917 y su legislación reglamentaria. III. El jurado popular para los delitos
comunes.!. El Congreso Constituyente de 1856-57; 2. La Ley de jurados de
1869; 3. El proyecto de código de procedimientos penales de 1872; 4. El
Código de procedimientos penales de 1880; 5. La Ley de jurados de 1891;
6. El Código de procedimientos penales de 1894 y la legislación anterior a
1917; 7. El Congreso Constituyente de 1916·17 y la legislación posterior.
IV. El jurado popular para los delitos oficiales.

1. Inll'oduccúJn

La institución del jurado popular tiene numerosos antecedentes en el


mundo. Los m~ls antiguos se remontan hasta los tribunales populares de las.
civilizaciones cU.sicas: el tribunal de los dicastas o heliastas, en Atcnas,l y
las questiones perpetuae, en Roma. 2 También los tuvo en las aSJ.mblcas ju~
diciales de los pueblos germ<Í.nicos -el Ding o 111aUus-3 y en los tribunales
de escabinos de algunas regiones de Francia e .Italia durante la Edad ~Iedia.'

• Este trabajo fue elaborado bajo la orientación y con el apoyo inestimables de don
Javier PÍl1a y Palacios -maestro ejemplar en la División de Estudios dc Posgrado de la
Facultad de Derecho de la UNAM y afectuoso e infatigable c:ompañero de trabajo en el
Instituto de Investigaciones Jurídicas-. a quien el autor expresa su más amplio agrade·
cimiento. Fue publicado en el Boletín .Mexicano de Derecho Comparado, núm. 39, sep'
tiembre·diciembre de 1980, pp. 747·786.
1 GfL Petric, A., Introducción al estudio de Gn'cia, trad. de Alfonso Reyes, Fondo
de de Cultura Económica, México, 1974, pp. 93·91.
2 Cfr. Kinkel, 'Volfgang, Historia del derccho 1·0¡;¡ai/O, trad. de Juan Miquel. Ed. Arie],
Barcelona, 1973 (4a. ed.), pp. 73·82.
3 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "El jura'lo popular", en Derecho procesal me·
xicallo, t. 1, Ed. Porrúa, México, 197;), p. 309.
4 Cfr. Marongin, Antonio, voz "Corte d'assisc", en Enciclopedia del diritto, t. X. Giu·
ffre Ed., 1962, pp. 774·782. Acerca de lOs antc(cdciltcs del jurado popular en el mundo,
también puede verse la excelente exposición de Escriche, Joaquin. Diccionario ra'!.ot/fldu
de [(·gislación )' jurisprudencia)' Ensenada. México, 1974, pp. 1077·1095.

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son DERECHO PROCESAL PEXAL

Pero el antecedente más directo -el cual fue tomado como ejemplo y
motivo por los pensadores del siglo XVIJI- es el jurado popular inglés. Éste
no fue establecido -como a menudo se afirma- por la Magna Carta, atar-
~da por Juan Sin Tierra el 15 de junio de 1215. Probablemente, recono-
ciendo costumbres introducidas por los normandos -que llegaron a Ingla-
terra en el año de 1066-, el rey Enrique II reguló e impulsó el jurado
popular, particularmente con Jas ordenanzas de 1166 y 1178 que suprimie-
ron Jas ordalías, el dueJo y el juramento de testigos con relación a las ac-
ciones de posesión y de dominio y los sustituyeron por el juicio racional del
jurado, el cual paulatinamente fue extendiendo su competencia a otras C011-
troversias civiles y a las penales. u
EJ proceso penal se realizaba ante dos jurados distintos: el grand jury o
gran jurado, que se encargaba de determinar si era o no procedente la acu-
sación (por lo que también se le llamaba jurado de acusación); y el pelty
JUry o jurado menor, al que se encomendaba el veredicto sobre Jos hechos
(jurado de sentencia) _ En un principio, las doce personas que integraban
el petty jury desempeñaban, a la vez, el papel de testigos y de juzgadores de
los hechos sobre los cuales atestiguaban. Pero posteriormente los jurados -que
deben su nombre al hecho de que actuaban bajo juramento- dejaron de des-
empeñar el papel de testig06 y se limitaron a emitir su veredicto sobre los
hechos, con base en las pruebas presentadas.
Dentro de la tendencia general de los pensadores de la ilustración a
idealizar las instituciones inglesas, el jurado popular fue considerado, tam-
hién, como una de los mejores medios para lograr tanto la participación del
pueblo en la administración de justicia -como lo exigía la democracia-,
cuanto la independencia de los juzgadores frente al monarca y su sumisión
a la ley, así como la efectividad del principio de la soberanía popular. En
este sentido, Beccaria escribía:

... tengo por mejor aquella ley que establece asesores al juez principal,
sacados por suerte y no por escogimiento, porque en este caso es más
segura la ignorancia que juzga por dictamen que la ciencia que juzga por
opinión. Donde las leyes son claras y precisas el oficio del juez no con-
siste más que en asegurar un hecho. Si en buscar las pruebas de un delito
se requiere habilidad y destreza, si en presentar lo que de él resulta es
necesario claridad y precisión, para juzgar el resultado mismo no se re-

;¡ CJr. Pattcrson, Calcu Pcrry. Tlie adnu'nistration 01 justice in Gre-at Britain, Univcr-
sity of Texas, Austin, 1936, pp. 200·201; Carda Samudio, Nicolás, El poder judicial en
Ingla1t:rm, Librería Colombiana, Bogot.i, 1945, pp. 133-134; Pastor López, Miguel, "El pro-
(eso penal inglés", en Revista de Dc-recho P1ocesal" Madrid, núm. 1 de 1967, pp. 89-91;
Rabasa, óscar, El derecho angloamericano, Fondo de Cultura Económica. México, 1944,
pp. 79-80 Y 113-1l6; Seltz, Emile E., Les principes directeurs de la procedttre criminelle
de rAnglrtcrn'. Rt:ausscau &:: Cie. Ed. :;928, pp. 58-52.

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ANTE<..:t:nENTES DeL JURADO POPULAR. :50 I

quiere más que un simple y ordinario buen sentido, menos falaz que el
saber de un juez acostumbrado a querer encontrar reos, y que todo lo
reduce a un sistema de antojo recibido de sus estudios. ¡Dichosa aquella
nación donde las leyes no fuesen una ciencia! Utilísima leyes la que 01"-
dena que cada hombre sea juzgado por sus iguales, porque donde se tra-
ta de la libertad y de la fortuna de un ciudadano deben callar aquellos
sentimientos que inspira la desigualdad, sin que tenga lugar en el juicio
la superioridad con que el hombre afortunado mira al infeliz, y el des-
agrado con que el infeliz mira al supcrior. 6

De manera similar, l\fontesquieu, al aludir a la necesidad de que en los


Estados republicanos los juzgadores se sometieran rigurosamente a la letra
de la ley, mencionaba, en los siguientes términos, los ejemplos de Roma y de
Inglaterra:

En Roma, los jueces declaraban solamente si el acusado era culpable o


no; la pena correspondiente a su culpa estaba determinada en la ley. En
Inglaterra, los jurados deciden si el hecho sometido a ellos está probado
o no; si está probado, el juez pronuncia la pena correspondiente al de-
lito, según la ley; para esto, con tener ojos le basta.7

.M~ís adelante recuerda que l\Iaquiavelo atribuía la pérdida uc la libertad


de Florencia, "a que no era el pueblo quien juzgaba, como en Roma. los
CIÍmenes de lesa majestad cometidos contra él". Pero 1\fontesquieu no con-
fiaba totalmente en el jurado popular y sugería la conveniencia de que sus
veredictos pudiesen ser revisados por el tribunal, para que en el caso de
(Iue éste considerase injusto dicho veredicto, pudiese someterse el asunto a
un nue"o jurado popular:

Solón supo muy bien precaver el abuso de poder que podría cometer el
pueblo en el juicio de los nímenes: quiso que el proceso fuera revisado
por el Areópago y que, si creía injusta la absolución del acusado, lo acu-
sara de nuevo ante el pueblo; y si tenía por injusta la condena, suspen-
diera la ejecución para que se juzgara la causa nuevamente: ley admi-
rable, por lo cual era sometido el pueblo a la revisión del la magistratura
que él más respetaba y a la suya propia. Será bueno proceder con lenti-
tud en este género de causas, y más si el acusado está preso, para que el
pueblo se calme y juzgue a sangre fría. 8

Durante la Revolución francesa, bajo la influencia de las ideas de los


filósofos de la Ilustración, el decreto de 30 de abril de 1790 Y la ley de Ili

G Bcccaria, Cesare, De los delitos y de las p(:nlls, trad. de Juan Antonio de las Ca·
sas, Alianza Ed., Madrid. 1968, p. 49.
7 MonlC<'...quicu, Del esfriritu de las ¡(')"es, trad. de Nicolás Esl{:vaoC'l. Ed. Claridad, Bue·
rtOS Aires, 1971, p. 117.
8 Idcl1IJ p. 118.

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DERECHO PROCESAL PE.'l"AL

de septiembre de 1791 establecieron el juicio por jurados para los delitos


castigados con penas aflictivas o infamantes.9 En el siglo XIX, numerosos
Estados europeos, influidos por las ideas de la Revolución francesa, implan-
taron el jurado popular con competencia para conocer de determinados de-
litos graves y conU'a el Estado. Sin embargo, a diferencia de los paises anglo-
americanos donde la institución se consolidó, en los países europeos el jurado
popular no tuvo la misma eficacia, a causa tanto de la manera diversa como
se ]e intentó introducir, cuanto por el diferente ambiente cultural y político.
En términos generales, en los países de Europa continental el jurado
popular se u'ansformó para dar surgimiento a tribunales de composición
mixta -como las cortes de assises y el escabinado-, en los cuales concurren,
en la emisión del fallo motivado, tanto magistrados letrados como juzgadores
legos. lO Tanto en el jurado popular como en los tribunales mixtos intervie-
nen juzgadores legos y letrados; pero la diferencia reside en que, en el ju-
rado popular, el veredicto sobre los hechos es emitido sólo por los jurados,
sin necesidad de motivarlo y sin intervención del juzgador letrado, quien se
debe limitar a dirigir la audiencia y a pronunciar la sentencia con base
en el veredicto; en cambio, en el tribunal de composición mixta los juzga-
dores letrados y mixtos concunen en la emisión de la sentencia -que debe
ser motivada-, y en la cual determinan tanto la culpabilidad del imputado
como ]a pena aplicable. l1
La forma mixta del escabinado moderno -ha escrito Goldschmidt- pre-
tende a la vez cumplir la petición política de que el pueblo participe
en la administración de justicia y garantizar a los legos una participa-
ción no limitada al juicio de hecho, sino extensiva a la medición de la
pena, y, sin embargo, verificar el juicio de derecho por los Magistrados
letrados, a los que se supone corresponder.'2
En el presente trabajo nos proponemos analizar los antecedentes del ju-
rado popular en México, donde todavía no hemos tenido ninguna experien-

9 Cfr., Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto y Levenc, Ricardo, (h), Del·echo procesal pe-
nal, t. 111, Ed. Kraft, Buenos Aires, 19M, p. 260; y Escriche, op. cit. supra nota 4, p. 1095.
10 Cfr. Silva Melero, Valetín, "'El jurado en las direcciones jurídicas contemporáneas".
en Revista General de Legislación y Jurisprudencia, núm. 5, noviembre de 1964, Madrid.
pp. 573-575; Y Fairen Guillén, Víctor "Los procesos europeos desde Finlandia hasta Gre-
cia (1900-1975) ", en LXXV míos de evolució¡¡ jurldica eJl el mundo, vol. 111, Derecho pro-
cesa], UNAM, México, 1978, p. 90.
11 Cfr. Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 3, p. 308: y Fain.:·n Guillén, Víctor, "Los
tribunales ele jurados en la nueva Constitución española (1978) tI, en Revista d~ Derecho
Procesal Iberoamericana, núm. 4 de 1978, Madrid, pp. 709-710.
12 Goldsehmidt, James, Problemas jurídicos :v poUticos del proceso penal, Ed. Bosch.
Barcelona, 1935, p. 78. Para un estudio completo y actualizado del jurado popular en el
sistema del common law y de los tribunales de composición mixta en el sistema del civil
law, puede verse Amodio, Ennio, et al., 1 giudici senZQ toga. Experienze e prosftective della
partecipazioHe popolare ai giudizi penale, Giuffrt· Ed., MiHn, 1979.
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A="iTEGEDE:-';TES DEL JURADO POPlJLAR 303

da semejante a la de los tribunales mixtos europeos. Con objeto de siste-


matizar nuestro análisis, podemos dividir los antecedentes mexicanos de acuer-
do con los tres clases de delitos cuyo conocimiento se ha atribuido al jurado
popular en nuestro país: los delitos de imprenta. los delitos comunes y los
delitos oficiales.

lI. El jurado poPlllar l1am los delitos de imprenta

1. J,a legislación de imjJ1"cnta antc1'ior a la Constitución de 1857

1. A) El primer jurado popular que se conoció en México fue el re-


g-ulado por la Ley del 12 de noviembre de 1820 sobre la libertad de im-
i,,"enta. '3 Después de la consumación de la Independencia, la Junta provi-
sional gubernativa expidió el decreto del 13 de diciembre de 1821, que con·
tenía el Reglamento adicional para la libertad de imprenta~ y en el cual \Se
declaraban vigentes las reglas sobre el jurado popular de la Ley sobre liber·
tad de imprenta de 1820. Este primer jurado popular conocía de los delitos
cometidos por medio de la prensa consistentes en el "ataque" directo o indi-
recto a las "bases fundamentales del imperio" señaladas en el artículo lo:' del
decreto del 13 de dicieml>re de 1821.14 Los autores, editores e impresores
tenían e] deber de hacer llegar a los fiscales un ejemplar de sus publicacio-

1:) No hemos podido tener acceso al texto de esta ley. que posiblemente sea la espa-

fiola del 22 de octubre de 1820 Cfr., Pina, Rafael de, Manual de Derecho procesal penal,
Ed. Reus, Madrid, 1934, p. 43; Y García Goycna, Florencia y Aguirre, Joaquín, Febrero o
[iúrerÚl de jueces, abogados y escribarlOs, t. V, Imprenta de Gaspar y ROig, Madrid. 1852
(4a. ed.) p. 746. Acerca del debate en las Ccrtes españolas sobre la ley de 22 octubre
de IS29, y en general de los antecedentes españoles del jurado popular, puede verse el
excelcr.te trabajo de R. Gilbert, "El juicio por jurados en España", en Revista de la Fa-
L,tlllad de Derecho de la Universidad Complutcmc de l\Jadrid, v. XV, núm. 42, pp. 559·572.
Estando en prensa este trabajo, pudimos localizar el Reglamento del 22 de octubre, en
la Colación de los dCcl'etos y órdenes de las Cortes de Esp{jña, que se reputan vigentes
en la República de Estados Unidos .Mexicanos, Imprenta de Galván, México, 1829. pp.
152-163.
1-4 Tales bases fundamentales eran las ~iglents: "Primera: la unidad de la religión
católica apostólica romana, sin tolerancia de otra alguna. Segunda: la independencia de
la antigua España, j' de otras cualesquiera naciones. Tercera: la estrecha unión de todos
los actuales ciudadanos del imperio, o perfecta igualdad de derechos, goces y opiniones,
ya hayan nacido en él o ya del otro lado de los mares. Cuarta: la monarquía hereditaria
constitucional moderada, para la que cuidaron de hacer llamamientos el plan de Iguala
y tratado de CÓrdova. Quinta: el gobierno representativo. Sexta: la división de los tres
poderes, legislativo, ejewlivo y judicial en los congresos, juntas, personas y tribunales que
jndica el articulo 14 del tratado de CórdO\·a, y explicará más extensamente la constítu·
ción del imperio". Cfr.~ Dublán, Manuel y Lozano, José María, Legislación mexicana o
colección completa de las dispo.~jcne legislativas expedidas desde la Independencia de
la Rrpúbli,a Mcxial1~ t. I, Imprenta del Comercio, México, 1976, pp. 564-657.

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304 DERECHO PROCESAL PENAL

nes, antes de que éstas se difundieran. Si los fiscales encontraban ,algún at~
que contra las bases mencionadas, debían presentar una denuncia al alcalele,
para que éste verificase el sorteo de ]05 nueve miembros propietarios y los
tres suplentes que debían integrar el prime?" jurado y 105 citara. Reunido el
primer jurado, detenninaba si procedla u 110 la acusación. En caso afirm~l­
tivo, el alcalde debía remitir la denuncia y el fallo al juez de letras, ante el
cual citaba a los doce miembros propietarios y los tres suplentes que hubie-
sen resultado sorteados para integrar el "segundo jtlTi", el cual debía resol-
ver, en definitiva, sobre la culpabilidad del imputado.

1. E) La Ley del 14 de octubre de 1828 sustituyó el titulo 7? de la Ley


de 12 de noviembre de 1820 y reguló con mayor precisión la integración de
los jurados y los dos procedimientos." La Ley de 1828 precisó que para ser
jurado se requería ser ciudadano mexicano por nacimiento, estar en ejercicio
de sus derechos, saber leer y escribir, tener un capital de cuando menos
cuatro mil pesos o ingresos anuales de mil pesos en el Distrito Federal,
seiscientos en los estados o cuatrocientos en los territorios (artículo 4?"). Asi-
mismo, excluía del cargo de jurado a los eclesiásticos que ejerciesen juris-
dicción, los miembros del ejército, los funcionarios públicos y a la.' personas
que hubiesen cumplido setenta años (artículo 5?) "
Para la fomlación de las listas de los jurados, la Ley preveía, por un
lado, el deber de todos los ciudadanos que reunieran los requisitos mencio-
nados, de inscribirse en las listas del ayuntamiento respectivo, y. por el otro,
el deber de los ayuntamientos de proceder a 'fonnar dichas listas, las cuales
debían ser revisadas y publicadas anualmente (articulrn; 6' a 9'». Las listas
debían elaborarse sólo en las capitales de los Estados y en los lugares donde
hubiese imprenta; en el primer caso, eran los gobernadores los encargados
de resolver las peticiones de inclusión o de exclusión de personas en las lis-
Ias, y en el segundo, la resolución correspondía a "la primera autoridad po-
lítica" del lugar (artículo 10).
La Ley de 1828, al igrtal que la de 1820, establa:a las dos clases de ju-
rados que debían intervenir en la calificadón de los impresos: el jurado de
acusación y el de sentencia. El primero se formaba con los quince individuos
con que comenzaba la lista; rara el segundo. se tomaban los nombres de las
veintitrés personas que, siguieran en la lista, de los cuales sólo doce integra-
ban el jurado de sentencia. La operación se volvía a repertir en cada caso y
cuando se tenninaba la lista, se volvía a empezar por los primeros (ar-
ticulo 14).
Denunciado un impreso. el alcalde constitucional debía mandar citar a los
quince miembros del jurado de acusación, cuya inasistencia podía sancionar

Hi Cfr. DubJán y Lmano, op. cit. supra nota antt:riol', 1. JI, pp. 81-86.

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Al'óTEGl:.DE:"\TES DEI. JURADO POPCLAR 305

y subsanar citando a los jurados que siguieran en la lista_ Rcunido el jurado,


d alcalde les lomaba el siguiente juramento: "¿J urais desempeñar fielmente el
encargo que se os confía, decidiendo con imparcialidad y justicia en vista del
impreso y denuncia que se os va a presentar, si está o no fundada?" (ar-
tículo 16). Después, el alcalde debia retirarse para que los jurados nombra·
sen, de entre ellos mismos, un presidente y un secretario, exanunasen la
denuncia y el impreso y, previa deliberación, declarasen, por mayoría abso-
luta de votos, si la acusación era o no fundada (artículo 18). En caso neo
~ativo, el procedimiento concluía (artículo ] 9). Pero, en el caso cn que el
jurado declarase fundada la acusación, el alcalde debía relnitir el impreso
y la denuncia al juez de primera instac~ quien debía proceder a la ave-
riguación y, en determinados casos, a la aprehensión de ]a persona respon-
sable, así como a ordenar la suspensión de la venta de los ejemplares del
impreso (artículos 21 y 22) .
De los veintitrés jurados que el juez de primera instancia debía sacar
-con citación de las partes- de las listas fonnadas anualmente, el inculpa-
do podía recusar, sin expresión de causa. a once de ellos, hasta dejar la suma
de los doce que integraban el jurado de sentencia. Reunidos los doce jurados,
el juez, antes de empezar la audiencia, les tomaba el siguiente juramento:

".:Jurais haberos bien y fielmente en el encargo que se os confía, califi-


cando con imparcialidad y justicia, según vuestro leal saber y entender,
el impreso denunciado que se os presenta, ateniéndoos a las notas de ca-
lificación expresadas en el artículo 30. de la ley de libertad de imprenta?"
(artículo 25).

La audien<.:Ía era pública y en clla participaban, como acusadores. el fis-


cal, el sindico °
cualquier otro denunciante, y como inculpado, el autor del
impreso, quien podía hacerse asistir por defensor letrado o persona ue su
confianza (artículo 26 y 27). Primero se concedía la oportunidad de hahlar
a la parte acusadora y después al inculpado y la defensa. En seguida, el juez
de primera instancia debía hacer "una recapitulación de lo que (resultaba)
del juicio" para "ilustración-' de los jurados, quienes después se retiraban a
una estancia inmediata, en la que nombraban un presidente y un secretario
de entre ellos mismos y deliberaban para resolvcr si absolvían o condenaball
al inculpado. La condena requería una votación mínima de ocho votos (ar-
tículo 28).
Pero aun decretada la condena, si el juez uc primera instancia, en deter-
minados casos, consideraba errónea la calificación hecha por el jurado, podía
suspender la ejecución de la pena y convocar, por conducto del alcalde cons-
titucional, a un nuevo jurado popular de sentencia, en los mismos término,>

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306 DERECHO PROCESAL PENAL

que el anterior, para que resolviese, de nueva y definitiva cuenta, si absol-


vía o condenaba al inculpado (artículo 33 a 35) .'.
Aunque no se dispone de datos suficientes sobre el desempeño efectivo
del jurado de ímprenta previsto en las leyes de 1820·21 y 1828, algunos pro-
yectos constitucionales parecen revelar que dicha institución tuvo escasa tras-
cendencia práctica. Así por ejemplo, en su voto particular sobre el proyecto
de reformas constitucionales de 1840, José Fernando Ramlrez sostuvo que el
enjuiciamiento de los delitos de imprenta debía "estar a cargo de una
junta de censura sabiamente organizada. mientras que acabándose los parti-
dos y difundiéndose la ilustración con el auxilio de la misma imprenta, pue·
de establecerse con utilidad el Jurado".'7 Asimismo, los dos proyectos de Cons-
titución, del 25 Y del 26 agosto de 1842, preveían el establecimiento del ju·
rarlo para sancionar, los abusos de la libertad de imprenta, consistentes en los
"ataques" que se hiciesen a la religión y la mora1. 18

1. C) En el artículo 9?, fracción IV, de las Bases Orgánicas de la Repú·


blica lHexican~ del 15 de junio de 1843) se estableció que en "todo juicio
sobre delitos de imprenta intervendrán jueces de hecho, que harán las cali·
fic..'lciones de acusación y de sentencia". Este precepto reconocía las dos cla-
ses de jurados de imprenta que habían regulado las leyes de 182()'21 y 1828:
los jurados de acusación y los jurados de sentencia.

1. D) El Reglamento de la libertad de imprenta, del 14 de noviemby.


de 1846) cuyo artículo 20. reproducía la transcrita fracción IV del artículo
90. de las Bases orgánicas de 1843, era, en general, );nuy similar a la Ley de
1828. H) Entre sus principales características, podemos señalar que el Regla-
mento de 1846 describía con :precisión los tipos de los delitos de "abuso de
la libertad de imprenta" (artículo 40.) y especificaba, en forma detallada, las
diversas calificaciones y grados que podían asignárseles a los impresos (artíen-

16 Los casos en los cuales se concedía esta facultad a los jueces de primera instancia,
eran aquellos CI1 los que el jurado popular calificase el impreso de subversivo o sedi-
cioso, en cualquiera de los tres grados, o de incitador a la desobediencia de las leyes, en
el primero (art. 33).
17 Cfr. TClla Ramírez, l'elipe, Leyes fundamentales de MJxico, (1808-1973), Ed. Porrúa,
México, 1073 (5a. cd.), p. 291.
18 La fracción IV del artículo 70. del primer proyecto de Constitución de 1842, ex-
presaba: "Solamente se abusa de la libertad de imprenta, atacando la religión y la mo-
ral. Estos abusos serán juzgados y castigados por jurados de imprenta, conform'e a lo que
dispongan leyes; y los que se cometieren atacando la vida privada de las per,,;onas, ser<'m
considerados y tratados como delitos comuncs". La fracción X del articulo 13 del segundo
proyccto de Constitución de 1842 sólo agregaba que el ataque debía ser "directo" y su-
primía la alusión a los delitos que atacasen la "ida primda. CfT. Tena Ramírez, op_ cit.
SIltJra nota anterior, pp. 308 Y 375.
UI Cfr. Dublán y ¡Lozano, o/J. dI. supra nota H, t. V, pp. 18-195.

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A:"\TECEDENTES DEL JI;RADO POPULAR

los 80. Y 90.) , así como las penas que correspondían a sus autores (artículos
lOa 16). Estos delitos podían ser denunciados por cualquier persona -el
fiscal y el síndico tenían el deber de hacerlo-; salvo el de injurias, que re·
<¡uería acusación de la parte ofendida (artículos 28 y 30).
El Reglamento de 1846, al igual que las leyes de 1820-21, 1828 Y la. Bases
org,-inicas de 1843, establecía el jurado de acusación, compuesto por once
individuos, el cual determinada si era o no fundada la acusación; y el jurado
de sentencia, integrado por 10 menos por diez personas, al cual correspondía
resolver sobre la culpabilidad del inculpado y decidir la calificación del im-
preso (artículos 43, 53 Y 54). Las listas de las personas hübiles para ser ju-
rados (artículos 33 y 34), eran formadas por los ayuntamientos de las capi-
tales y de los lugares donde hubiese imprenta (artículo 35).
Presentada la denuncia ante el alcalde, éste debía verificar el sorteo de
los OBce nliembros que integrarían el jurado de acusación y citarlos (artícu-
lo 39 y 40). Una vez reunidos los jurados, el alcalde les tomaba el jura·
mento y los dejaba para que entre ellos mismos nombraran un presidente
y un secretario, examinasen el impreso y la denuncia y por mayoría absoluta
de v'Otos declarasen si era o no fundada la acusación (artículos 41 a 43).
En el caso afinnativo, el alcalde remitía al juez de letras la denuncia y el
fallo, así como la lista de las personas que hubieSen Tcsultado sorteadas para
intct,rrar el jurado de sentencia, una vez que hubiesen otorgado la oportuni-
dad al inculpado de recusar sin expresión de causa a nueve de las dieci-
nueve personas de la lista inicial (artículos -15, 50 Y 51) . También la audiencia
era pública y en ella participaban el fisCo:1I, el síndico o el denunciante y
el inculpado y su defensor (artículo 52). Para condenar al inculpado, se
requería el voto, cuando menos, de siete jurados (artículo 53). Y también
se permitía al juez de letras, si en detenninados casos consideraba errónea
la condena o la calificación del impreso, suspender la aplicación de la pena
y convocar por conducto del alcalde, a un nuevo jurado de sentencia para
'Ine resolviese en definitiva (artículo 56). La sentencia podía ser apelada
cuando el juez no impusiese la pena establecida en el Reglamento o cuando
uo se hubiesen observado en el juicio las formalidades prescritas por dicho
Reglamento. En los casos en que el apelante demostrase tener razón, .el tri~
Imnal de segunda instancia ajustaba la pena al Reglamento u ordenaba la
repo..,ición del proceso.

1. E) En el artículo 26 del Acta de refonnas constitucionales del 18 de


mayo de 18--17, también se estableció que los delitos de imprenta, con excep-
ción del de difamación, debían ser juzgados por "jueces de hecho y casti-
gados sólo con pena pecunaria o de reclusión". Esta exclusión del delito de
dlfamación de la competencia del jurado de imprenta, fue lo que dio motivo

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308 DERECHO PROCESAL PI::NAL

a la Ley sob"e libertad de imprenta, del 21 de junio de 1848."" El artículo


60. de esta Ley dispuso: "Confonnc al artículo 26 de la (sic) acta de refor-
mas. en los delitos de difamación no deben intervenir los jurad06. y de ellos
conocerán los jueces de primera instancia, tanto civiles, como criminales,
del territorio en que se cometan." La mencionada Ley regulaba el procedi-
miento que debían seguir, en estos casos, los jueces de primera instancia y
el tribunal de apelación.

1. F) El decreto presidencial del 25 de abril de 1853, que tuvo una vi-


gencia menor de un año, sustituyó las penas privativas de libertad para los
delitos de imprenta, por multas administrativas, cuya imposición atribuyó
al gobernador del Distrito Federal y a los gobernadores y jefes políticos de
los estados y los territorios. respectivamente (artículo 34) .21

1. G) El decreto presidencial del 28 de diciembre de 1855 reemplazó al


Reglamento de la libertad de imprenta de 1846.22 Dicho decreto suprimió
la intervención del jurado popular en los delitos de imprenta. cuyo conoci-
miento fue atribuido a los jueces de primera instancia (articulo 32). En la
exposición de motivos del decreto, se explica que el presidente de la Re-
pública:

ha creído que mientras la nación vuelve a entrar en un orden radical. es


más conveniente para la sociedad y para los mismos escritores públicos,
que los juicios sobre abusos de la libertad de imprenta se sigan por los
jueces ordinarios; que además de estar fuera del círculo político. lo cual
les da más independencia para fallar. están sujetos a responsabilidad, cir-
cunstancias de que por su propia índole carece el jurado.m

Se podría pensar que este decreto era contrario al artículo 26 del Acta de
Reformas de 1847. pero hay que tomar en cuenta que para diciembre de 1855
ya no estaba en vigor dicha Acta, sino el llamado Estatuto Provisional de la
República Mexicana promulgado el 23 de mayo de 1855 por el Presidente
de la República. con base en el Plan de Ayutla de 185·1. Pero el decreto ele
Comonfort tendría escasa vigencia, pues pronto debería reunirse el CongrClio
Constituyente que elaboraría la Constituci6n de 1857.

20 ldem, pp. 887-389.


21 Idem, t. VI. 1877. pp. 369-373-
,. Idem, t. VII. 1877. pp. 633-636.
23 G/l-. Legislación mexicana, o sea Coleccción completa de las leyes, decretos y circu-
lares, que se han expedido desde lq consumación de la Independencia, tomo que com-
prende de enero a diciembre de 1855, Imprenta de Juan NanlTo. MéxiC(J, 1855, pp.
649·650.

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A:\TECEDENTES DEL lL'RADO POPUL.'\R 309

I.a Constitllcidn de 1857 y' Sil legislación reglamentaria

2. A) En el proyecto y dictamen presentado al Congreso Constituyente


de 1856~7 ·por la comisión de constitución el 16 de junio de 1856, se preveía
que los delitos de imprenta debían ser juzgados "por un jurado que cali-
fique el hecho y aplique la ley, designando la pena, bajo la dirección del
tribunal de justicia de la jurisdicción respectiva" (artículo 14).24 Este pre·
cepto fue uno de los m;:ís debatidos, Pero los constituyentes de 1856-57 no
discutieron si era o no conveniente el jurado JX>pular para juzgar los delitos
de imprenta -ya que no se cuestionó en ningún momento su conveniencia-,
sino la fonna como debía regularse en la Constitución.
Fue principalmente Zarco quien impugnó los términos en que estaba prc-
"i"o el jurado popular para los delitos de imprenta en el artículo 11 del
plüyecto, fundamentalmente por dos motivos: por no distinguir claramente
la,; dos clases de jurados -el de acusación y el de sentencia- y por someter
la función de los jurados a la dirección del tribunal ordinario.

La garantía consiste -afirmaba Zarco- en que haya un jurado de cali-


ficación y otro de sentencia, para que así la defensa no sea vana fórmu-
la y un jurado pueda declarar que otro se ha equivocado. Establecer las
dos instancias en un mismo tribunal es un absurdo, porque los hombres
que declaren culpable un hecho no lo absolverán después, no confesarán
su error, porque :tcaso sin quererlo podrá nlás en eIJos el amor propio
que la justicia.

~·\demás, COIl la dirección del tribunal, el juraúo,

pierde su independencia, se ve invadido por los hombres del foro con


todas sus chicanas, con todas sus argucias; los jurados quedarán confun-
elidos bajo el peso de la, citas embrolladas de la legislación de Justiniano,
,le las Pandeetas, de las Partidas, del Fuero Juzgo, de las leyes de Toro, de
las leyes extranjeras, de to<los los códigos habidos y por haber, y ya no
fallarán en nombre de la opinión pública. 2 "

En defensa del artículo J.1 del proyecto habló el diputado José María
\[ata, tratando de demostrar que la dirección del tribunal no desnaturaliza-
ha la función del jurado, por no trascender a las deliberaciones de éste, y
q uc la redacción del artículo 1·1 no impedía la existencia de las dos clases
de jurados, uno de calificación y otro de sentencia:

:!·1 GIL Zarco. Francisco, (,'n)llica del Congreso E",·traordinarjo Comtiltl}'ente (1856-1857),
El Co1egio de !Iéxico, :\Iéxico, 1957. p. 29i.
:!;; ldern, p. 300.

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310 DERECHO PROC~SAL PENAL

El jurado -afirmaba Mata- será la garantía de la libertad del pensa-


miento porque no representa las pasiones del poder, sino la conciencia
pública, y, si el poder se hace perseguidor y quiere saciar su odio en la
prensa, el jurado no será su instrumento, sino que, por el contrario. pon-
drá a la conciencia del pueblo en antagonismo COn el poder y le ofre-
cerá mil descngaños.26
En apoyo de las objeciones fOlmuladas por Zarco, Guillermo Prieto sos-
tuvo que "jurados con cicerone, jurados con bastonero, no merecen el nom-
bre de jurados", y que la dirección del magistrado acababa con la teoría de
la conciencia del pueblo.27 También habló Ignacio Ramírez para sostener las
objeciones de Zarco, por considerar que no era posible reunir a los jueces
con los jurados. tomando en cuenta la manera tan distinta como ejercen cada
uno sus funciones.

Para el juez no hay más que la ley y la interpretación legal; para el ju-
rado la ley vale poco, la conciencia todo. Es, pues, imposible unir a los
jueces con los jurados, porque la conciencia estará muchas veces en con-
tra de la ley y porque la conciencia casi se improvisa en el momento
del juicio. 28
Por último, el diputado Félix Romero sostuvo que no era posible .conservar
la libertad de imprenta, "si los jurados, así de acusación como de sentencia.
no intervienen siempre para determinar, reconocer, comprobar y declarar el
hecho de sedición, de calumnia, de injuria, pero sin dirección de nadie, sino
independientes, como deber ser todo juez para hacer justicia a los ciuda-
danos".'29
Después de concluidos los debates, la comisió»- aceptó refonnar la parte
final del artículo 14 del proyecto y dictamen, recogiendo las objeciones
formuladas por Zarco y los constituyentes citados, en los ténninos siguientc-s.:
"Los delitos de imprenta serán juzgados por un jurado que califique el he-
cho y por otro que aplique la ley y designe la pena". Esta parte del artículo
fue aprobada por unanimidad de 79 votos en la sesión del 20 de noviembre
de 1856. Como parte del artículo 70. de la Constitución de 5 de febrero de
1857, estuvo vigente hasta la reforma constitucional de 15 de mayo de 1883,
(IUC dio competencia para conocer de los delitos de imprenta a "los tribu-
nales competentes de la Federación ... , de los Estados, del Distrito o Terri-
torio de la Baja California, conforme a su legislación penal".

2. B) En la sesión del 13 de enero de 1857 del propio Congreso Cons-


tituyente de 1856-57, Francisco Zarco dio lectura a un proyecto de Ley 01'-

2G ¡dI/m, p. 312.
21 Idem~ p. 314.
28 ldem~ p. 315.
21) Id.m, p. 818.

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ANTECEDEl\TES Dn~ JURADO POPULAR

gámca de la libertad de imprenta elaborado por una conllSlOll integrada


J

por Guillermo Prieto, Rafael González Páez y el propio Zarco, quien fue
seguramente el autor principal del proyecto,"" Este proyecto es de mucha
importancia en la historia del jw-ado popular (''TI materia de imprenta, tanto
por el nivel intelectual y moral de sus autores, como por el hecho de que,
aunque no alcanzó a ser discutido y aprobado en la época en que se pre-
sentó, el contenido de dicho proyecto fue tomado íntegramente, primero,
por el decreto pmmulgado por el presidente Benito fuárez el 2 de febrero
de 1861 al -siendo encargado del ministe1io de gobernación Francisco Zar-
co- y, después, por la Ley orgánica de libertad de {trensa reglamentaTia de J

los aTtículos 60. y 70. d~ la Constitución Federal, pTomulgada el 4 de febrc-


1"0 de 1868, tamhién por el presidente Juárez.:l2 El proyecto de 1857 es tam-

bién interesante porque significó la elaboración de 1m proyecto de ley re-


glamentaria de dos artículos constitucionales, por tres de los diputados cons-
tituyentes que tuvieron mayor influencia en el contenido de dichos preceptos
constitucionales.
En L-t exposición de motivos, los autores del proyecto advertían que
quizá podría parecer yaga la tipificación que, de los delitos cometidos por
medio de la prensa, canten ía el proyecto, pero consider.tban que esta vague·
dad -la cual en dgor no existía- podría justificarse por la función que se
pretendía asignar al jurado pop,,!>,r.

El jurado -afirmaban los autores del proyecto- es el complemento de la


imprenta porque es la expresión de la conciencia calificando la opinión.
velando por la moral, custodiando el sagrario de la vida privada; porque
es el espíritu, juzgando al espíritu, y esa es la causa de que ]a clasifica-
ción sea vaga, porque la comisión creyó que al jurado se le debían hacer
lmicamente explicaciones, marcarle puntos de partida, para que en sus
deliberaciones, fuese la más ingenua expresión de la conciencia inele·
pendiente. 33

Para la elaboración del proyecto, los miembros de la Comisión tuvieron


en cuenta las diversas leyes de imprenta que habían sido expedidas con an-
terioridad y consideraron que la más liberal y precisa había sido el llamado
Reglamento de la libertad de imprenta, del 14 de noviembre de 1846, al cual
ya nos henlOs referido líneas aniba [supm 1. D), de esta sección lIJ. En
dicho reglamento se basaron los autores del proyecto, especiahnente en lo
que se refiere al jurado y el proceso, como en 'forma expresa lo reconocieron
('n la exposición de motivos:

~o Cfr. Zarco, F.rancisco, Hisloria del Congreso Extraordiuario Constituyente de 18-'6-


1857, t. V, TalInes de "La Ciencia Jurídica", México, 1901, pp. 186-197.
;)1 Cfr., Dublán y Lozano, op. cit. supra nota 14, t. IX, 1879, pp. 34-36.
;;2 Idem, t. X, pp. 261-264 .
.33 Zarco, op. cit. supra nota 30, p. 187.

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312 DERECHO PROCESAL P.E!';AL

Recorriendo las diversas leyes que se han dictado en México sobre la li-
bertad de la prensa, la comisión encontró que la ley Lafragua que rigió
en 1846. es sin duda la más liberal, la más filosófica de cuantas se han
expedido; por lo lnismo, ha aprovechado mucho de ella, esencialmente
en cuanto a los procedimientos de los jurados, y hace esta pública ma-
nifestación, porque así 10 reclaman la imparcialidad y la justicia.34

En consecuencia, la integración de las dos clases de jurados y el proce-


dimiento en el proyecto eran muy similares a los del reglamento de 1846,
al que ya hemos hecho referencia. Para evitar repeticiones, nos limitaremos a
señalar los pocos extremos en los que el proyecto de 1857 difería Pe su mo-
delo, el reglamento de 1846. En primer lugar, la intervención que el regla-
mento concedía al juez de letras en la preparación del jurado de sentencia,
el proyecto se la otorgaba al j!lez conciliador (artículos 23-25) _ En segundo
télmino, el proyecto ya no exigía el voto de siete de los miembros del jurado
de sentencia para la condena -COIllO lo hada. el reglamento-- sino sólo el
voto de la mayoría absoluta, al igual que en el caso del jurado de acusa-
ción (articulo 27). En tercer lugar, el proyecto ya no facultaba al juez con-
ciliador para convocar a un segundo jurado de sentencia, en el caso de que
estimara errónea la calificación del convocado en primer lugar, como lo pre-
veja el reglamento de 1846; en el proyecto de 1857, el juez conciliador no
podía formular ninguna apreciación sobre el fallo emitido por el jurado de
sentencia, cuya resolución era, además, inapelable (artículo 32). En el pro-
yecto se preveía, además, que la detención durante el juicio, no debía ser
en la "cárcel pública" (artículo 31) y que en esta clase de juicios no habría
costas judiciales (artículo 36) . Por último, se ordenaba que las sentencias con-
denatorias se publicasen, a costa del sentenciado, en el periódico donde hu-
biese aparecido el artículo delictuoso (artículo 43).
Como puede observarse, en el proyecto de 1857 se intentó limitar la in-
tervención del juez de derecho -en este caso, el conciliador, que podía ser
un lego- y reforLar el papel de los jurados de sentellcia, cuyo fallo era con-
siderado inapelable. Quizá los mayores méritos del proyecto no se encuen-
tren en sus disposiciones sobre el jurado y el proceso. sino en su regulación
precisa y clara de los tipos de los delitos de imprenta, precisión. que segu-
ramente tenía por objeto impedir que se restringiera la libertad de imprenta
con el pretexto de reprimir sus abusos.
2. C) Como señalamos anteriormente, el contenido del proyecto de 1857
fue tomado íntegramente, primero, por el decreto presidencial del 2 de fe..
brero de 1861 y, después, por la Ley Orgánica de Libertad de Prensa, del
1 de febrero de 1868. Con relación a esta última Ley, conviene npuntar que
Castillo Velasco advertía que en ella, COTI10 en todas las anteriores, no se"

34 Idem, p. 189.

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.-\:>';TECEDf:7\'TES DLL JI:RADO POPULAR 313

c:>..igia ]a citación del presunto responsable antes de que el jurado de califi-


c(lciém resolviese si la acusación era o no fundada,

cuando tal vez su audiencia y defensa podrían servir para el acierto en


la calificación referida; y sobre todo, porque dependiendo la aplicación
de la ley y la designación de ht pena, de la calificación que haga el pri-
mer jurado, es evidente que el autor o responsable del impreso debe tener
el derecho de preparar su defensa ante el jurado de calificación, así
como la designación de la pena se prepara, por decirlo así, por ese mis-
mo jurado. Para salvar este inconveniente, y no prohibiéndolo la ley, en
la práctica se ha observado dar a la imprenta interesada aviso del día
y la hora en que se ha de reunir el jurado, con objeto de que pueda pre-
;;entarse el responsable y defenderse de una calificación que le perjudi-
(Iue, y los jurados han dado audiencia a los escritores y responsables siem-
pre que para ese fin se han presentado. Y aún se ha resuelto por un
jurado de calificación, convocado para calificar respecto de un artículo
publicado en México, y cuyo responsable residía en lugar diverso, que
no constando haberse citado previamente al responsable, no podía pro-
ceder legítimamente, y en consecuencia se abstenía de calificar el impreso. a ::;

2. D) Cuando fue presidente de la Suprema Corte de Justicia, Ignacio


L. Vallarta criticó el hecho de que el artículo 70. constitucional estableciese
el jurado popular para los delitos de imprenw, como un tribunal distinto
de los tribunales penales ordinarios. Vallarta consideraba que la existencia de
un jurado especial para los delitos de imprenta era contraria a las ideas de-
lnocráticas, basadas en la igualdad de las personas ante la ley. Para el desta-
cado jurista jalisciencc, "la creación de un fuero, de un tribunal especial
(para juzgar los delitos de imprenta), no se aviene con las exigencias de
la idea democrática, que estando basada en el principio de la igualdad
ante la ley, condena los privilegios que desconocen este principio".36
Las críticas de Vallarta influyeron para la reforma del 15 de mayo de
1883 al artículo 70. constitucional, la cual suprimió la referencia al jurado
popular para juzgar los delitos de imprenta. En virtud de esta refonna cons-
titucional, la parte final del artículo 70. tuvo la siguiente redacción: "Los
delitos que se cometan por luedio de la imprenta, serán juzgados rx-r los ui-
hunales competentes de la Federación o por los de loo Estados, del Distrito
Federal o Ten"irorio de la Baja California, conforme a su legislación penal".'J7

{:,) Castillo Velaseo, José Maria del, Apuntamientos para t;l esludio del derecho consti·
tucional mexicano (1870), Comisión Nacional Editorial del Partido Revolucionario Insti·
tucional, México. 1976 (ed. facsimilar de la de 1870), pp. 40·4L
::6 Vallarta, Ignacio L., Votos, t. IIl, Imprenta y Litografía de freneo Paz, México,
l896, p. 224. El mismo punto de vista sostuvo Vallarta. en el amparo promovido por
Teresa :Fuentes de GOnzáIel, el cual fue resuelto por ]a Suprema Corte el 15 de julio de
lSg2; cfr. Votos cit., t. IY, pp. 189-20l.
~; Cfr., T('n~ RamírC':I', 01). cit., sllJ)ra Ilota 17, p. 707.

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314 DERECHO PROCESAL PENAL

3. La Constitución de 1917 y su legisladón reglamentaria

3. A) En e! proyecto de Constitución presentado por Venustiano Ca-


rranza el lo. de diciembre de 1916 al Congreso Constituyente se reproducia
íntegramente el texto de! artículo 70. de la Constitución de 1857, de acuerdo
con la reforma de 1883. Sólo se agregaba al artículo 70. del proyecto de 1916.
la frase: pero en ningún caso podrá secuestrarse la im pren ta como cuerpo
H

del delito" (sic). La comisión de constitución reformó el proyecto para es-


tablecer: "Todos los delitos que se cometan por medio de la imprenta, serán
juzgados por un jurado popular".
En los debates Múgica explicó los motivos por los cuales la comisión
de constitución intentó regresar al texto original del artículo 70. de la Cons-
titución de 1857:

los delitos de imprenta no son enteramente iguales que los delitos del
orden común; el periodista que trastorna la vida pública, el periodista
que ataca la vida privada y la moral, no está en las mismas condicio-
nes que está el que mata, el que roba, el que rapta y los jueces es in-
dudable que tampoco estarán con el mismo espíritu jurídico para juzgar
esa diversidad de delitos con una misma ley, y es por eso que la Comi-
sión ha tenido en cuenta el jurado popular.

Múgica sostenía que el periodista no ataca sólo al gobierno o a la vida pri-


vada o a la moral, sino a la sociedad misma; por lo que "la comisión cree
que e! tribunal más adecuado, que el tribunal más competente para juzgar
de los delitos de prensa, debe ser el jurado popular".38
Algunos diputados recordaron las objeciones de Vallarta y otros conside-
raron que no era oportuno establecer el jurado popular sólo para los delitos
de imprenta, cuando en el articulo 20 del proyecto ya se preveía en forma
genérica la posibilidad de establecer el jurado popular. Al final, esta parte
del artículo 70. del proyecto fue desechada por 10l votos contra 61.
Sin embargo, la comisión de constitución volvió a plantear el tema del
jurado popular en la fracción VI del artículo 20 del proyecto. El texto ori-
ginal del proyecto de Carranza solamente establecía lo siguiente:

En todo juicio del orden crinlÍnal tendrá el acusado las siguientes ga-
rantías: ... VI. Será juzgado en audiencia pública por un jnez o jurado
de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos de lugar y partido en
que se cometiera el delito, siempre que éste pueda ser castigado con una
pena mayor de un año de prisión.

Este precepto permitía al legislador ordinario escoger entre el juez letrado

38 Cfr., Diario de los Debates del Congreso Constituyente, t. J, Imprenta dc la Cfl-


mara de Diputados, México, 1922, p. 578.

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Al'\TECEDENTh.S DEL J LRADO POPULAR

y el jurado popular para juzgar los delitos del orden común. Pero la comi·
sión de constitución consideró necesario asegurar que determinados delitos
de imprenta fueran jmgados sólo por el jurado popular, por lo que adicio-
nó esta fracción VI del artículo 20 del proyecto, con la siguiente frase: "En
todo caso serán juzgados por un Jurado los delitos cometidos por medio de
la prensa contra el orden público o la seguridad exterior o interior de la
nación".
La cOlnisióll de constitución expuso las siguientes razones para explicar
la adición a la fracción VI del artículo 20:

El periodista, al atacar los actos de un funcionario público, se verá ex-


puesto a ser acusado injustamente de los delitos de injuria, difamación
o calumnia; al censurar las instituciones, podrán señalársele arbitraria-
mente como incitador de sedición o rebelión_ Bien conocido es que de-
estos medios se vale con frecuencia el Poder Público para sofocar la liber~
tad de imprenta, y en tales casos no puede ser garantía bastante para el
escritor, que lo juzgue un tribunal de derecho, porque un juez no podnt
dejar de ser considerado siempre como parte integrante del Porler Público.
Adelnás, no podrá asegurarse que durante algún tiempo pueda la Admi-
nistración de Justicia, quedar purificada de la corrupción que la ha in-
vadido; no podr,i tenerse la certeza de que la mayoría de los jueces puedan
tener la independencia necesaria para resistir las sugestiones apasionadas
de funcionarios poderosos. En estos casos, es indiscutible que un grupo de
ciudadanos estará en mejor situación que un juez para apreciar el hecho
que se imputa al acusado y para calificarlo o no de delictuoso; es con-
veniente, por lo mismo, establecer como obligatorio el Jurado solamente
para estos casos. De esta manera no se establece ningún fuero en favor
de la prensa, que fue el principal argumento que se esgrimió contra
nuestro anterior dictamen, porque no proponemos que todos los delitos
cometidos por los escritores públicos sean llevados a Jurado, sino sólo los
que dejamos señalados, los que ataquen al orden o a la seguridad exte-
rior o interior de la nación. 39

De todo el artículo 20 del dictamen, sólo {ue objeto de discusión la fn,se


adicionada a la fracción VI. El resto del artículo fue aprobado FOr unani-
midad de 154 votos. La parte adicionada a la fracción VI fue objetada, entre
otras cosas, porque al establecer que determinados delitos de imprenta fue-
sen juzgados sólo por el jnrado popular, aseguraba la libertad de imprenta.
aún en favor de los grupos reaccionarios (Machorro Narváez); porque otr~
gaba un privilegio a los periodistas (Calderón) y, en fin, porque establecía
una institución -el jurado ¡x>pular- que era inadecuada para juzgar, to-
mando en cuenta su carácter impresionable (González Galindo). Finalmente,
la adición de la comisión de constitución también fue aprobada. pero por
84 votos contra 70.

30 Idem, t. II. p. 8.

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316 DERECHO PROCESAL PENAL

3. B) En la Ley de imprenta expedida por Venustiano Carranza el 9 de


abril de 1917,40 no se establece ninguna disposición sobre el jurado popular.
El artículo 30. de dicha Ley tipifica, con cierta ambigüedad, los delitos que
se pueden cometer por medio de la prensa contra el orden público; y el
artículo 33 indica las penas que corresponden a tales delitos. En las leyes
orgánicas del Poder Judicial de la Federación de 1917, 1928 Y 1934 se re-
guló la integración y competencia del jurado popular. La Ley Orgánica del
Poder Judicial de la Federación de 1935, todavía vigente, regula en su capí-
tulo quinto (arts. 52-63) la integración y competencia del jurado popular
federal. El Código federal de procedimieutos penales de 1934 contiene las
reglas sobre el sorteo y la instalación del jurado y sobre el juicio ante él
(arts. tlO8-350). Por último el Código penal para el Distrito Federal en
materia de fuero común, y para toda la República en materia de fuero fe-
deral, de 1931, dedica el título primero de su libro segundo (arts. 123-145
bis) a la tipificación de los "Delitos contra la seguridad de la Nación".

HI. EL JURADO POPULAR PARA LOS DELITOS COMUNES

A diferencia de lo qu.e ocurrió con el jurado para los delitos de im-


prenta, el jurado para los delitos comunes no fue regulado por la legisla-
ción mexicana durante la primera mitad del siglo XIX. En el articulo 307
de la Constitución de Cádiz de 1812 se facultaba a las Cortes para estable-
cer, si lo estimasen conveniente, la "distinción entre los jueces del hecho y
de! derecho". Pero esta facultad no fue ejercida eu el tiempo en que estuvo
vigente ,en l\1'éxico dicha Constitución.
La preocupación por el jurado popular para los delitos comunes no surge
sino al empezar la segunda mitad del siglo XIX. En e! año de 1856 el pre-
sidente Comonfort comisionó a Mariano Contreras para que estudiase las
posibilidades de establecer en México el jurado para ese tipo de delitos. Sin
embargo, los resultados del trabajo de esta comisión -llevado a cabo cuando
fue ministro de justicia E7..equiel Montes- no se dieron a conocer.41

40 La doctrina discute la constitucionalidad de <"'5ta Ley, por haber sido expedida ¡x>r
Vcnustiano Carranza "cn uso de las facultades de que (se encontraba) investido", y 110
por el órgano legislath'o competente; y porque fue promulgada antes de que entrara en
vigor la Constitución de 1917 (lo. de mayo de dicho año). Con todo, lo que ahora re-
sulta evidente en su carácter anacrónico, tal como lo ha señalado MigUJel Ángel Grana-
dos Chapa, en su columna "Plaza pública" (periódico Uuomásuno, año 11, núm. 701,
25 de octubre de 1979, México. p. 4).
41 Cfr. Martínez de Castro, Antonio, "Memoria del ministro de justicia al Congreso
de la Unión, sobre los problemas rel::t.tivos a la policía, al rt."gimcn penitenciario, al ca-
sillero judicial y el código penal" (1868), en Criminalia, año XXXIV. núm. 3, marzo de
J968, p. 122.

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A~TEc.ni\:S DEL J URAVO POPl;LAR ~17

No fue sino hasta el Congreso Constituyente de 1856-57 donde se planteó


en forma la posibilidad de implantar el jurado popular para jmgar los de-
litos del orden COlnún.

1. El Congreso Constituyente de 185ó-57

En el proyecto de Constitución y dictamen, la cOlnisiüll de constitución


señalaba que había introducido una "innovación importante" consistente en
establecer "como gaarntía previa en favor de todo acusado o prevenido, que
se le juzgue breve y públicamente por medio de un jurado imparcial". La
comisión apelaba, por un lado, a la soberanía popular para justificar la ne-
cesidad del judo por jurados, al que llamaba "el juicio del país, el juicio
de la razón y de la conciencia pública": "La soberanía del pueblo -afir-
maban los miembros de la comisión-, base fundamental de los principios
republicanos, punto de partida para todas sus a plicaciones, regla segura para
la solución de todos sus problemas, no se comprende, ni siquiera se concibe
sin la institución del jurado".42
Por otro lado, la comisión consideraba que, tomando en cuenta las COIl-
diciones prevalecientes de la administración de justicia, si se ensayaba la ins-
titución del jurado popular poco o nada habia que perder y sí mudlo que
ganar.

En vano se repite que la ignorancia del pueblo es un obstáculo para el


establecimiento del sistema de jurados. En todas partes se ha pondera-
do y exagerado lo mismo, olvidando que al instituir el jurado no se trala
sino de la evidencia de un hecho, para cuya calificación basta siempre el
sentido comím, 'guia mucho más segura que el saber de un juez, acos-
tumbrado a querer encontrar culpables por todas partes' (citaban aquí
los miembros de la comisión, las palabras de Beccaria, sin nombrarlo).
y si nuestra administración de justicia diera perfectas garantías para el
castigo del culpable, para la inmunidad del inocente, para la breve sus-
tanciación y término de los procesos, pudieran tener razón los enemigus
del jurado. No entrará la comisión en el examen de los infinitos males de
que adolece nuestro absurdo sistema criminal, puesto que son notorios.
innegables ... Las causas criminales son eternas, las cárceles están siempre
llenas de malhechores, las penas son tardías y estériles, los crímenes y
delitos en lugar de disminuir, se aumentan ... El bien de la sociedad
exige que por lo mellos se intente una refonna, y ninguna como el jurauo
es más conforme y adecuada a las instituciones que profcsamos. 4:.t

En el artículo 24, fracci6n 4a, del proyecto se consignaba como "garantía"


uel inculpado, "que se le juzgue breve y públicamente por un jurado impar-

42 Cfr.~ T~na Ramírcz, op. cit. ~1Iml nota 17. pp. 537-538.
43 ldt.tlll, p. 538.

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'\1 8 DERECHO PROCESAL PENAL

oal, compuesto de vecinos honrados del Estado y Distrito en donde el crimen


ha sido cometido. Este distrito debed estar precisamente determinado por
la ley". Esta fracción del artículo 24 fue la que motivó las mayores discu-
,iones sobre dicho artículo en el Congreso Constituyente de 1856-57. Aunque
fueron nueve los diputados constituyentes que participaron en el debate, en
realidad las principales intervenciones fueron las de Guillermo Langlois,
en favor del proyecto, e Ignacio L. Vallarta, en contra.
El diputado Langlois sostuvo que no existían más que dos modos de
administrar justicia: el pdmero, característico de los países gobernados des·
póticamente, era el que atribuía la función de juzgar al monarca o sus dele-
gados; el segundo. "nacido espontáneamente de las instituciones de los países
libres", consistía en el enjuiciamiento por parte del pueblo mismo o por
SlLS representantes, es decir, el jurado. Se refirió, más adelante, a la expe-
riencia inglesa y afirmó que:

la historia de la institución de los jurados es la historia de la libertad


civil de los ingleses. Gracias a esta institución -señal6-, la nación in-
glesa ha sido por más de tres siglos la más libre de las monarquías y la
'lue ha servido de modelo a los demás pueblos que buscaban su felicidad
después de haber destruido y precipitado de sus tronos a los déspotas
que los oprimían. Tal ha sido la eficacia, la lozanía y el imponderable
vigor de ]os jurados que, a pesar de los grandes elementos con que cuen-
t a la aristocracia y el monarca, su ilustración, y el ejemplo y el influjo
de las demás naciones vecinas esclavizadas, no se ha logrado conmover su
libertad, que en tan sólidas bases reposa."

Por último, el diputado Langlois insistió en el argumento de la soberanía de!


pueblo, para justificar la necesidad de que el poder judicial, al igual que
los poderes legislativo y ejecutivo, tuviese su origen en el pueblo, a través
del jurado popular: "En un país en que dos de las divisiones del supremo
poder tienen su origen en el pueblo. la tercera debe reconocer también la
misma fuente".4ü
La intervención de Ignacio L. Vallarta tuvo por objeto demostrar, por
una parte. que el jurado popular no era una institución esencial a la de-
IuocracÍa, y por la otra, que no era una institución adecuada a las condi-
ciones prevalecientes en el México de mediados del siglo pasado. En el pri-
mer aspecto, Vallarta, argumentó que en los tiempos modernos la democra-
da posible ya no era la directa, sino la representativa: y así como en una
democracia representativa el pueblo no legisla directamente, sino por medio
de sus representantes, el pueblo tampoco puede juzgar directamente, sino que
lo hace a través de los jueces nombrados por él:

44 Cfr. op. cit. sujJra nota 24, 495·197 .


ldell/, }l. 498.
.fE;

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319

es imposible que el pueblo sea de pOl' si juez, lo mismo que no puede


ser legislador. Luego, si ese pueblo nombra sus jueces permanentes o no
permanentes, letrados o legos, jurados o únicos, lo mismo que nombra a
sus gobernantes. ese juez, letrado, permanente y único no está en pugna
con los elementos de la democracia, no es un elemento disímbolo y hete-
rogéneo que se oponga a la esencia de esa forma de gobierno, no es, en
fin, un ,juez que vicie en su odgen el gobierno del 'pueblo,46

Por tratar de demostrar que el jluado popular no era una institución ade-
cuada a las condiciones prevalecientes en el México de mediados del siglo
IX1&"ldo, Vallarta advirtió en primer término, que, tomando en cuenta que la
Constitución de 1857 también iba a adoptar el sistema federal, no era con-
veniente imponer a los Estados el juicio por jurados, sino que se debía dejar
que ellos decidieran su propia forma de administrar justicia. Agregó, ade-
más, que las instituciones no se inlportan, sino que surgen de las necsida~
dc<; eLe cada país:

Yo neo ... que las instituciones no se importan en un país con la faci~


Edad que se hacen viajar las modas. Yo creo que aquellas instituciones
que, más que otras, se rozan directamente con el pueblo, descansan en
el espíritu público de los ciudadanos y tienen su raíz en las costumbres,
no pueden lleyarse al pueblo que no les prestan esas costumbres en que
:-.c apoyen. 47

Vallart;] citó a l\1ittermaier para indicar cuáles eran las condiciones ne~
ccs;lrias para que el jurado popular pudiera desanollarse:

Las instituciones políticas y el grado de cultura de una naClon son, ante


todo, las que dan al jurado su verdadero valor. Para que esta institución
pueda arraigarse necesita el 5udo de un país políticamente independien.
te y abierto desde mucho tiempo a las ideas políticas, conocedor de sus
derechos, decidido a sostenerlos y fortificarlos, capaz de hacer frente al
poder con osadía, pronto siempre a desconfiar de toda institución que
pueda facilitar los ataques contra la libertad de los ciudadanos: necesita
un pueblo que se interese vivamente por los negocios públicos, que sepa
comprender el valor de la independencia de los jueces y cuya educación
c~té bastante adelantada parJ. que en cualquier estado de la causa pueda
encontrarse eH su sellO un nÍlmero suficiente de jurados imparciales.48

Es claro liue Vallarta no luYO que l"'Sforzarse demasiado para demostrar


que las coudiciones lllcncionaclas por ~fitcrmae no existían en aquel mo·
mento en iviéxico. "No nos olvidcm~ -concluyó- que estamos en :México

4ü ldcm, p. 501.
--17 ldcrn, p. 501
-1~ Idnu, p. 505.

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320 "DERECHO PROCESAL PENAL

y que pisamos el suelo de un pueblo desgraciado para ir a VIapr a la región


de las teorías, porque éstas, lo diré en una palabra, sólo son aplicables a un
país cuando sus exigencias las piden."-t9
Después de que Mata hizo la defensa del proyecto y de que intervinieron
otros seis oradores, el Congreso Constituyente rechazó el proyecto de la comi-
sión por 42 votos contra 40. Es evidente que esta apretada votación, que n'w
neja la dividida opinión del Congreso Constituyente, contrasta con la unani-
midad con la que fue aprobado el artículo 11 del proyecto, que se convirtió
en artículo 70. de la Constitución de 1857, y que reguló el jurado popular
para los delitos de imprenta. También resulta significativo que, al debatirse
el artículo 14 del proyecto, Zarco haya asumido una posición tan firme y
convincente en favor del jurado popular para los delitos de imprenta, y que
aquél no haya tenido ninguna participación al debatirse la fracción 4a. del
artículo 24 del proyecto; así como que, en cambio, Vallarta, quien no par-
ticipó en el primer debate, haya tenido una de sus más brillantes inten'en-
cíones en contra, precisamente, del jurado popular para los delitos del orden
común. En su crónica, Zarco se limitó a escribir: "¡Otra batalla perdida!
¡Otra reforma frustrada! El juicio por jurados fracasó ayer en la Asamblea
Constituyente porque no es tiempo de que nuestro pueblo goce de esta ga-
rantía. Tal vez lo sea cuando todos los ciudadanos sean jwisconsuItos".oo
Pero el rechaw de la fracción 4a. del artículo 24 del proyecto de Cons-
titución, no significó una prohibición para que el legislador ordinario esta-
bleciera el jurado popular, sino sólo que éste no se impusoJ a nivel consti~
tucional, como juzgador ordinario para los delitos comunes. El legislador
ordinario quedó en libertad para optar por el jurado popular o por el jn"
letrado.

2. La Ley de jurados de 1869

El 15 de junio de 1869, el presidente Benito Juárez promulgó la Ley


de jurados en materia criminal pm'a el Distrito Federal, la cual había sido
aprobada por el Congreso el 31 de mayo del mismo. Esta ley tuvo su origen
en una iniciativa del propio Ejecutivo, elaborada por el ministro de Justicia

49 ldem, p. 508.
úO ldem, p. 499. Conviene aclarar que el tema dd jmado popular también fue abol'-
dado en el Congreso Constituyente de 1856-57, al debatirse la institución del juicio de
amparo, y que incluso e.l artículo 102 aprobado por los diputados constituyentes estable-
cía la intervención. en el juicio de amparo, de "un jurado compuesto por vecinos d.el
c!istrito en que se promueve el juicio. Este jurado se formad. y calificará el hecho de la
manera que disponga la ley orgánica'·. Sin embargo, la comisión de estilo, integrada ex-
clusivamente por León Guzmán, decidió suprimir esta parte del artículo 102, por 10 que-
ya no apareció en el texto finalmente promulgado. Cfr, Fix-Zamudio, H('Ctor, El juicio
de amparo, Ed. Porrúa, México, 1964, p. 226, nota 102.

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ANTECEDENTES DEL JURADO pOPULAR

Ignacio Mariscal;,l y, aunque tuvo una vigencia territorial limitada al Dis-


trito Federal, influyó para que algunos de los estados de la federación expi-
dieran sus propias leyes sobre jurados populares .•2 Con anterioridad a la Ley
de jurados del presidente Juárez, e incluso al Congreso Constituyente de
1856-57, en el Estado de Zacatecas ya se había puesto en práctica el jurado
popular para los delitos del orden común, desde el año de 1855. i\3
La Ley de 1869, cuyo contenido fue aclarado por la circular del Minis·
terio de Justicia del 13 de julio del mismo añolH estableció a los jurados
populares como "jUffL'S de hecho" para conocer de todos los delitos que
eran de la competencia de los jueces de lo a'iminal (artículo lo.). Estos eran
los juzgadores penales ordinarios, pues conocían de todos Jos delitos, sah'o 10..
que eran de la competencia de los jueces menores y de paz (injurias y
(altas leves).::t{) Los jueces de lo criminal continuaron conociendo de la ins-
trucción -el sumario- de los procesos penales, pero tuvieron que conVOC;l1-
al jurado popular al llegar al juicio -el plenario-, con objeto de que
aquél presenciara la audiencia y respondiese a las preguntas que les formu·
lara el juez sobre los hechos objeto del proceso. En la audiencia del juicio el
juez era el encargado de conducir los debates y de fonnular el interrogatorio
con base en el cual el jurado debía emitir el veredicto. Por último, en el
caso de que el jlU-ado emitiese un veredicto condenatorio, el juez se encar-
gaba de determinar la pena aplicable (artículos 20., 90., 15, 46 Y SI) .
Cada jurado popular se cOlllponía de once miembros titulares y dos su-
plentes. Estos trece miembros se obtenían después de un sorteo practicado
por el juez de lo criminal tres días antes de la audiencia y en presencia de
las partes. ESle sorteo se hacía con base en las listas que para cada uno
de los cuatro trimestres del año remitía a los juzgados de lo criminal el
ayuntamiento cada 31 de diciembre. De la lista trimestral correspondiente,
cada parte podía recusar hasta doce personas sin expresión de causa; en el
caso de que hubiese más de dos procesados, éstos debían ponerse de acuerdo
para no recusar más de 24 personas. Estas recusaciones sin expresión de causa
las podían formular las partes en un plazo de 2·1 horas, contado a partir
de la notificación de la lista que les hacían el juez; vencido este plazo, sólo

:;1 Cfr" Conzálcz Bustamante, Juan José, PrinciPios di! derecho Jroc~al penal mexi·
Ca/lO, Ed. Poma, México, 1967 (4a. ro.), p. 20.
!'í2 Cfr" Sodi, Demetrio, El jurado en MéxicO, Imprcnta }' Fototipia de la Secretaria
de Fomento, México, 1909, p. 49.
~3 Cfr., RuÍl Castañeda, l\laría del Carmen, La jn'ensa periódica CII lomo a la COllS'
l/lución de 1857, UNAM, México, 1959, p. 88, nota 33.
M Para la consulta de la Ley de Juro::dos de 1869 y la circular adaratoria puede \"crsc
Dublán y Lo7..ano, op. cit. supra nota 14, t. X, 1878, pp. 658-665 Y 679-684, rcspefüvamente.
~¡j CIT. Ovalle Favda, José, "La justicia de rolnima cuantía en México y otros paises
de América Latina", en Boletín Alexicc,nQ de Derecho Comparado, nüm, 30, scpticrnbrc-
diciembre de 1977, pp. 370-372 [SU/Ha VII].

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322 DERECHO PROCESAL PENAL

pooían interponer la recusación con causa. El juez hacía el sorteo exclu-


yendo las personas recusadas (artículos 69, 70, 72, 73 Y 74).
Las cuatro listas trimesu·ales las formulaba auualmentc el ayuntamiento.
A principios de diciembre, éste·debía, primero, formular una lista de todos
los individuos que reuniesen los requisitos para ser jurado. Tales requisitos
eran los siguientes: 1) ser mexicano por nacimiento; 2) ser vecino de la
capital; 3) tener veinticinco años cumplidos; 4) saber leer y escribir; 5) no
ser tahur, ni ebrio consuetudinario, ni tener causa pendiente, o haber sido
condenado en juicio por delito común, y 6) no ser empleado ni funcionario
público, ni médico en ejercicio, ni, en general. tener otra ocupación que no
permita desempeñar el cargo de jurado, sin privarse del salario necesario
para la subsistencia. De la primera lista formulada con las personas que
reuniesen estos requisitos. se sacaban los nombres de 600 personas para in-
tegrar las cuatro listas trimestrales de 150 personas. Publicada esta segunda
lista de 600 personas, se concedía a éstas un plazo de diez días para que ma·
nifestasen las excusas que tuviesen, las cuales eran calificadas por el ayun-
tamiento. Resueltas las excusas, el ayuntamiento publicaba la lista de 600
personas en 4 secciones, de 150 cada una, y las sorteaba para cada uno de
lOS trimestres del año siguiente. Antes del 31 de diciembre, el ayuntamiento
debía imprimir las listas y entregar suficientes ejemplares a cada uno de
los juzgados de lo criminal (articulos 61-67).
Para que se pudiera llevar a cabo la audiencia, se requería la presencia
de por lo menos once de los jurados insaculados por el juez (articulo 75).
En la audiencia, bajo la presidencia del juez de lo criminal, con la presen·
cia de los jurados y la asistencia de las partes, se realizaban los siguientes
actos:
1) Lectura del expediente del sumario. Antes de leer las declaraciones
del inculpado, el juez pedía a éste que las escudlase atentamente, con ob·
jeto de que, después de su lectura, las explicase libremente, pudiendo incluso
contrauecirlas. El juez podía formularle preguntas con objeto de que acIara·
'e las afirmaciones oscuras que hubiese hecho (artículos 15 y 16).
2) Práctica de pruebas. En la audiencia, todos los testigos que hubiesen
declarado en el sumario, salvo los que lo hubiesen hecho mediante exhorto,
debían ratificar sus declaraciones y eran exhortados para que las ampliasen
(art. 17). Después de la declaración de cada testigo, el juez preguntaba al
procesado si tenIa "algo que agregar sobre lo que aquél hubiese dicho·· y
debla permitirle replicar todas las veces que fuese necesario (artículo 18).
Concluidas las ratificaciones y declaraciones de estos testigos, así como la
eventual réplica del procesado, se pasaba al examen de los nuevos testigos.
El examen se hada de acuerdo al interrogatorio presentado por la parte ofe-
rente, pero se concedía oportunidad a la parte contraria para interrogar al
testigo (artículos 19 y 20).

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ANTECEDENTES DEL JURADO pOPULAR 323

3) A legatos. U na vez examinados los testigos, se concedía la palabra a


la, partes para que fonnularan sus alegatos. Primero debían hacerlo e! pro-
motor fiscal -al que se consideraba como representante del Ministerio PÚ-
"Iico (artículo 23) - Y la parte civil, en su caso; y después, los defensores
en el orden en que hubiesen sido designados (artículo 22). El artículo 24
reglamentaba el contenido de los alegatos:

Cada uno de los alegatos se reducirá a un resumen claro y metódico


de las pruebas rendidas por ambas partes con el análisis que cada una de
ellas creyera conveniente hacer, y tenninará con las conclusiones de lo que
a juicio del alegante quedara probado. No se podrán citar leyes, ejecu#
torias ni escritores de ninguna especie, pues no deben servir para la con#
cIucción del jurado. El juez llamará al orden a cualquier infractor de
este artículo.

4) El interrogatorio del juez a los jurados. El juez debía formular, en


tc:rnlinos claros y concisos, las preguntas sobre las cuales debían votar los
.jurad"". La primera inquiría si el procesado era o no culpable de! hecho
criminal que se le hnputaba; la segunda, se refería a la existencia de "cir-
cunstancias agravantes", y la tercera a la existencia de "circunstancias ate-
nuantes". No se incluían, por separado, preguntas sobre la existencia de "cir-
cunstancias excluyentes de responsabilidad". CoIUO se aclaraba en la circular
de I3' de julio de 1869, la primera pregunta implicaba, en rigor, tres pre-
guntas distintas: primero, si el hecho criminal había ocurrido; segundo, si
en ese hecho había participado el inculpado, y tercero, si éste era culpable
(en forma culposa o dolosa) de tal hecho. El propio juez, una VffZ leído el
interrogatorio en voz alta, resolvía, en definitiva, las observaciones que, so--
I,re el contenido de aquél, formulasen las partes (artículo 31).
5) Protesta. deliberación )J votación de los jurados. Antes de que los
jurados se retirasen a deliberar, el juez les tomaba la siguiente protesta:

¿Protestais a (argo de vuestro honor y vuestras conciencias votar sobre las


cuestiones que se os van a someter, conforme a vuestra sola convicci6n
personal, sin consultar más que entre vosotros mismos, ni pensar en la
suerte que en virtud de vuestra resolución puede caber al procesado, y
sin dejaros de mover por el temor, la compasión o el odio, ni por otra
pasión o consideraci6n de cualquier especie?

Después de que cada jurado respondiese "Lo protesto a cargo de mi


honor y mi conciencia", aquéllos se retiraban a deliberar en una sala ce-
n-ada, suspendiéndose entre tanto la sesión (articulos 32-34) .
En las deliberaciones, e! jurado de más edad fungía como presidente y
el de menos como secretario. Después de que se esclareciesen las dudas y se
discutiese suficientemente cada una de las preguntas del juez, el presidente

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DERECHo PRocr..sAL PENAL

las sometía separadalnente a la votación de los jurados, cuyas decisiones eran


tomadas por mayoría absoluta (cuando menos seis votos). El resultado de
cada votación se asentaba al margen de la pregunta, con la indicación del
número de votos y con la firma de todos los jurados. Concluidas las votacio-
nes, los jurados regresaban a la sala pública para reanudar la sesión, en la
que el presidente del jurado daba lectura a cada una de las preguntas con
la respectiva respuesta del jurado y entregaba el documento que las conte-
nía al juez. Cuando éste advirtiese alguna contradicción u omisión en el
veredicto, debía señalárselas a los jurados, para que regresaran a la sala
cerrada a deliberar y votar. Con la lectura definitiva del veredicto concluían
las funciones de los jurados y tenninaba la audiencia (articulos 35-43 y 50) .
Si el veredicto del jurado es condenatorio, el juez debía detenninar la
pena aplicable dentro de las 24 horas siguientes a la emisión del veredicto
(artículo 51). Notificada la sentencia, el juez debía enviar, ex oficio, el ex-
pediente al tribunal para que lo revisase con el objeto de verificar el cum-
plimiento de las reglas sobre la integración del jurado y el desarrollo de la
audiencia; en el caso de que encontrase alguna de las violaciones previstas
en el artículo 58, debía decretar la nulidad del proceso desde el acto irregu-
lar, con el objeto de que se practicase una nueva audiencia ante un jurado
distinto (artículos 53-60) .
Desde los primeros años de funcionamiento del jurado popular para los
delitos comunes, se empezaron a observar algunos de los defectos más graves
que impedían o diferían su eficacia: los errores en la formulación de las
listas, su falta de actualización y las frecuentes inasistencias de los jurados,
que impedían su integración. También desde entonces se advirtió la tenden-
cia de los defensores de recurrir a argumentaciones sentimentalistas y el rc-
chazo de los funcionarios judiciales hacia los jurados."

3. El proyecto de código de j'1"ocedimientas penales de 1872

De gran importancia en la evolución del jurado popular para los delitos


de! orden común, es el proyecto de código de procedimiento penales para
el Distrito Federal y el Territorio de la Baja California. elaborado en l8i2
por una comisión integrada por Manuel Dublán, José Linares, Luis Méndez.
M. Siliceo y Pablo Macedo.·7 Las disposiciones sobre el jurado popular con-
tenidas en este proyecto van a reproducirse, en muy buena medida, en e!
Código de procedimiento penales para el Distrito Federal de 1880.
GG Cfr. Romero, Eduardo Darío, "Administl'ación de justicia penal", en El Foro, :Mé-
xico, afio VII, núm. 49, 6 de septiembre de 1879, pp. 193-194.
ti1 Cfr. Dublán, Manuel. Linares, José, Méndez, Luis, y Siliceo, M., Proyecto de código
de procedimientos criminales para el Distrito Federal y el Territorio de la Baja Califor-
nia, México, Imprenta del Gobierno en Palacio, 1873.

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ANTECEDENTES DEL JURADO POPCL\.R 325

.En el proyecto de 1872 se atribuía al jurado popular competencia para


(()I1occr "de la represión de todos los delitos del orden común, cuyo cono-
cimiento no atribuya este Código a los tribunales de policía y coreina~
les" (artículo ~59). Sin embargo, se proponía introducir una modalidad en
la competencia de los delitos del orden común. Si la defensa, lma vez ter~
minada la instrucción y remitido el expediente a la corte criminal, oponía
la excepción de incompetencia o "alguna de las que extinguen la acción
penal", quien debía resolver tal excepción. en definitiva, era la corte cri~
minal, de tal manera que el jurado popular sólo intervenía si dicha corte
fallaba que las excepciones opuestas por la defensa eran infundadas (artícu-
los 556-560). La lista anual de los jurados seguía siendo de 600 personas,
pero ya no se dividía en cuatro trimestres, sino en dos semestres (artículos
351-352). La recusación sin causa por parte de los inculpados ya no debía
practicarse sobre 12 de las personas de toda la lista del período correspon-
diente, sino s610 sobre 6 de los 25 jurados insaculados por el juez (ar~
tículos 565) .
Además, en el proyecto de l8i2 se pretendió introducir la protesta 'Iue
Jos miembros del jurado debían formular al instalarse aquél y la instrucción
que el juez debía leerles antes de que se retirasen a deliberar y votar sobre
las preguntas. El texto literal de la protesta y la instrucción previstos en el
proyecto de 1872 (artículos 573 y 58·1), es el que actualmente contienen
el Código de procedimientos penales del Distrito Federal de 1931 (artículos
';49 y 369) Y el Código federal de procedimientos penales de 1934 (artícu-
/(" 320 Y 336) .58
También se intentó precisar las preguntas sobre "circunstancias exculpan~
tes" (artículo 581), que la Ley de 1869 había omitido. Se previó llevar a
cabo la votación mediante el uso de ánforas y cédulas (artículos 588-589)
y realizar' una audiencia de derecho, inmediatamente posterior a la celbra~
da sobre los hechos ante el jurado, en la cual las partes alegasen sobre el
dcrcc:ho y la pena aplicable y la corte criminal decidiese' sobre estos puntos
(artículo 596). Contra la sentencia de la corte criminal se pemütía el re-
curso de casad6n, que 'tenía por objeto sólo revisar la legalidad del pro-

;;8 El texto de la protesta es el ~iguent: "¿Protestáis desempeñar las [unciones de


jurado, sin odio ni temor, )' decidir, según apreciéis en vuestra conciencia y en yuestra
íntima convicción, los cargos y los medios de defensa. obrando en todo cou imparciali·
dad y firmeza?" El texto de la instrucci(m que reciben los jurados antes de retirarse a
deliberar en el :;;iguiente "La ley no toma en cuenta a los jurados de los medios por
tos cuales fonnen su convicción no les fija ninguna regla, de la cual dependa la prueba
plella y suficiente; sólo les manda intcnogarse a sí mismos y examinar con la since·
ridad de su conciencia la impresión <:lue sobre ella produzcan las pruebas rendidas en
LH'or .;) en contra lid acusado. Se limita a hacerles esta pregunta que resume todos Slis
deberes: ¿Tenéis la íntima convicción de que el acusado cometió el hecho que se le
imput.'1? Los jurados faltan a su principal deber si toman en cuenta la suerte que, en
,ir¡ud (k su d('('isión, deba caer al acusado por lo que disponen las leyes penales".

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326 DERECHO PROCESAL PENAL

cedimiento y de los aspectos jurídicos de la sentencia, sin afectar directa-


mente el veredicto de los jurados. Sin embargo, si el tribunal de casación
invalidaba el procedimiento, la audiencia del juicio debía celebrarse ante
un jurado distinto (attículos 599, 628 Y 631).
llero quizá la innovación más importante del proyecto de 1872, que talu-
bién sería recogida por los códigos posteriores, haya sido la introducción del
resumen que el magistrado debía hacer a los jurados sobre la discusión, ha-
ciéndoles notar "las principales razones producidas en pro y en contra del
acusado" (artículo 575). Este resumen sería criticado posteriormente, al ser
introducido en los Códigos de 1880 y 1894, por haber permitido que el juez
de derecho ejerciera una influencia, en no pocas ocasiones decisiva. sobre la
opinión de los jurados, desnaturalizando de esta manera su función. oo A
causa de las diversas críticas que se le fonnularon, ell'eSumen fue suprimido
expresamente por el artículo 66 de la Ley orgánica de los tribunales delfueru
común en el Distrito y Ten'itorios de la Federación del 9 de septiembre de
1919.60

4. El Código de procedimientos penales de 1880

Este Código del 15 de septiembre de 1880 no es sino el proyecto de 1872


sometido a tres revisiones: dos en el año de 1873 y una en 1880; esta última
llevada a cabo por Manuel Dublán, Pablo Macedo y el entonces secretario
de Justicia Ignacio Mariscal. Por este motivo, las principales orientaciones del
proyecto de 1872 fueron recogidas por el Código de 1880. Al analizar la regu-
lación del jurado popular en el Código de 1880, se debe tomar en cuenta
que el último jurista que revisó el proyecto de 1872 -Ignacio Mariscal-,
fue también el autor de la iniciativa de la primera ley sobre el jurado
popular para los delitos comunes en el Distrito Federal, la Ley de jurados
en materia criminal de 1869.
En la comunicación que Ignacio Mariscal dirigió en el mes de septiem-
bre de 1880 al Congreso de la Unión con el fin de justificar el uso de las
facultades extraordinarias que hizo el presidente de la República para pro-
mulgar el Código de procedimientos penales del mismo mes y año, expresó
que "la opinión pública urgía por que se reformara la institución del Jurado
(cuando no pedía su abolición), a consecuencia de algunos escandalosos ve-
ú9 En este sentido, véase Rebollar, Rafael, "Voto particular", en Exposición de mo-
tivos con que fue presentado a la Secretaria de Justicia el pl'Oyecto de reformas al Códi-
go de procedimientos penales para el Distrito, y Territorios federales, Imprenta y Lito-
grafía de F. Díaz de León, México, Sucesores. 1894, pp. Xl.JII-LIV.
60 Cfr. Ostos, Armando Z., "El jurado popular: la verdad desnuda", en Breves co-
mentarios sobre el nuevo Código de pwcedimientos penales para el Distrito y Territorio"
Federales. México (00. del autor). 1931, pp. 39-40.

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ANTEC:J.:DE.:'\'TES DEL JlTRADO POPI'LAR

redictos y otrOS abusos lamentables".61 Como autor de la iniciativa de la Ley


de 1869. Mariscal reconocías los defectos que este primer ensayo de jurado
popular para delitos comunes· había tenido en la práctica:

Hoy que la práctica de once años ha revelado los abusos que a la som-
bra del Jurado se cometen; hoy que se han levantado terribles quejas
contra tan deplorables abusos, tal vez confundiendo en ellas lo que de-
pende de la inobservancia de la ley, o de su simple imperfección, con lo
que pertenece a la institución misma; hoy ha sido necesario proceder
con sumo cuidado y diligencia a la luz de la experiencia adquirida, más
bien que fiándose en doctrinas alucinadoras, o en la servil imitación de
otros palses.<2

EnU-e las innovaciones que introdujo el Código de 1880 destacan el ill-


cremento del número de personas que integraban la lista anual, que pasó
de 600 a 800 personas; la :reducción de las personas exentas de participar en
el jurado, con el objeto de ampliar las posibilidades de integrar jurados más
preparadO$, así como la regulación de las insaculaciones de tal manera que
hasta el principio de la audiencia pudiese saberse quiénes eran los jurados
definitivos, a fin de evitar presiones o sobornos (artículos 348, 349, 351, 415
Y 435). También se incrementaron las atribuciones del juez para dirigir los
debates y conservar el orden en las audiencias; y se limitó la intervención de
la defensa a un solo defensor, cuyas conclusiones trataron de reglamentarse
para evitar digresiones o invocaciones sentimentales. Asimismo, el Código
de 1880 también reguló el resumen previsto en el proyecto de 1872 (artícu·
los 14 1, 418 Y 4511) .
Quizá la innovación más importante tIel Código de 1880 haya sido la in-
troducción ue la facultad del juez de verificar que el veredicto se ajustara,
en alguna medida, a las pruebas practicadas, pues en el caso de que encon-
trase alguna conu-adiccii)fl notoria entre el veredicto y las pruebas, no dic-
taba la sentencia, sino que suspendía la audiencia y remitía el expediente
a la Sala de Casaciones para que ésta resolvie"sc si procedía anular o no el
veredicto. En caso afirmativo, se debía convocar un nuevo jurado que emi-
tiese un nuevo veredicto; en caso negativo, el juez debía dictar la sentencia
con base en el primero y único veredicto. Esta facultad de revisión ]a tenía
,.>1 juez sólo en el caso tIe que el veredicto fuese votado favorablemente por
ocho o un núnlcro menor üe jw'ados (artículo 554).
En el Código de 1880 también se establecieron los actos principales a
través de los cuales debía desan-ollarse la audiencia ante el jurado, y que
son los que actualmente regulan el Código federal de procedimientos penales

61 Cfr. Código de procedilllirlltos jx:nales, Imprenta del Comercio de DubJ¡in }' Compa·
¡lía, México, 1880, p. 3.
62 Idem~ p. 8.

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328 DERECHO PROCESAL PENAL

y el Código del Distrito Federal, con excepción del resumen que, como ya
indicamos anterionnente, fue suprimido en 1919. Dichos actos se pueden re-
sumir de la siguiente manera: 1) interrogatorio del juez al inculpado sobre
sus datos generales y sobre los hechos objeto del proceso; 2) lectura, por el
secretario, de las constancias procesales; 3) examen de peritos y testigos; 4)
exposición de las conclusiones del Ministerio Público y de la defensa, con
oportunidades de réplica para ambas partes; 5) otorgamiento de la palabra
al acusado, si deseaba agregar alguna cuestión sobre su defensa; 6) clausura
de los debates y exposición del resumen por parte del juez; 7) formulación
y lectura del interrogatorio que el juez sometía a la consideración de los ju-
rados; 8) entrega de dicho interrogatorio y lectura de la instrucción; 9) de-
liberación y votación de los jurados sobre las respuestas al interrogatorio,
las cuales constituían el veredicto; 10) lectura del veredicto por el presidente
del jurado en la audiencia, con posibilidades de formular observaciones, por
parte del juez; 11) en caso de que ¡el veredicto fuese condenatorio, y el juez
no lo considerase notoriamente contrario a las pruebas rendidas, exposición
de alegatos por las partes sobre la pena y el derecho aplicables, y 12) formu-
lación y lectura, por parte del juez, de los puntos resolutivos de la senten-
cia. Además de la posibilidad de casación por contradicción notoria entre
e'I veredicto y las pruebas a que ya hemos hecho referencia, el Código de
1880 permitía el recurso de apelación contra la sentencia para impugnar
sus fundamentos de derecho y sus puntos resolutivos.

5. La Ley de jurados de 1891

El 21 de junio de 1891 fue promulgada una nueva Ley de jurados en


materia crintinal para el Distrito Federal."" Esta Ley resulta de gran impor-
tancia en la evolución del jurado popular, pues la mayor parte de sus dis-
posiciones procesales fueron recogidas, primero, por el Código de procedi-
mientos penales para el Distrito y Territorio de la Baja California de 1894
y, después, por los códigos distrital y federal de 1931 y 1934, respectivamente.
Esta Ley fue claborada tomando en cuenta sobre todo el Código de 1880; se
advierte en ella, sin embargo, el propósito de reglamentar con todo detalle
tanto la integración del jurado como el desarrollo de las audiencias sobre los
hechos y el derecho. En no pocas ocasiones el detallismo de la ley resuha
excesivo.
En la Ley de 1891 se redujo el número de los jurados de once a nueve
miembros titulares y se amplió el número de personas incluidas en las Jistas
anuales de 800 a 1500, las cuales fueron distribuid.:'1s en cinco secciones; cua~

03 Cfr. Dubl;ín y Lozano, op. dt. sujJra nota 14, t. XXI, 1898, pp. 494-513.

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A:"íTECEDENTES DEL JURADO POPULAR 329

tro .serv ian para cada uno de los triInestres del año y la quinta fundonaba
W1I10 reserva para las faltas que hubiese en las otraS ,secciones (artículos lo.
y 50.). Se exigió como requisito para ser jurarlo tener una profesión de las
reconocidas por la ley o contar con ingresos mínimos mensuales de 100 'pesos
(:trtic1110 20. fracción VI).
Se estableció, además, q He, una vez cerrada la instrucción por el juez an-
les de la audiencia de juicio, no se podría rendir ninguna prueba, aunque
se permitía en la audiencia el examen de los testigos y de los peritos "no cien-
tíficos" que hubiesen declarado o dictanlinado durante la instrucción (artícu-
los 18, 63, fracción V, y 6-1-82). Se sustrajo de la competencia del jurado la
decisión sobre aquellos hechos que hubiesen sido objeto de pruebas docu-
mentales públicas -como la edad y el sexo del inculpado o del ofendid<>-
v de pruebas peliciales a cargo de "peritos científicos", cuya valoración fue
sometida al sistema tasado (artículos 91, fracción IX, y 93). Se conservó la
("ompetencia del juez para resolver, sin intervención del jurado, sobre las
excepciones que extinguían la acción penal (artículos 23-27).
Para determinar los nombres de las personas que integrarían el jurado
popular, debían realizarse dos insaculaciones. La primera debía llevarse a
cabo un día antes de la audiencia y tenía por objeto detenninar los nom-
bres de las 30 personas que debían ser citadas para la audiencia. Esta in-
'iaculación era llevada a cabo por el juez, en audiencia pública, ante la pre-
.''Iencia uel secretario y del ?\finisterjo Público; el inculpado, su defensor y
la parte civil debían ser citauas, pero su. presencia no era indispensable. De
tina ~'tnfora, en la que debía haber cando menos los nombres de 100 perso-
Has de la lista trimestral, se ex traían separadamente los nombres de los ju-
rados, los cuales se leían en voz alta; cada una de las partes podía recusarlos
sin expresión de causa hasta por un número de 6. Finalmente, debían que-
dar insaculados los nombres de las 30 personas que debían ser citadas. La
segunda insaculación debía llevarse a cabo el día de la audiencia y tenía
por objeto detenninar cuáles de las personas citadas que hubiesen concurrido
descmpefíarían efectivamente el cargo de jurado. Reunidas por lo menos
doce de las personas citadas, se introducían sus nombres en una ánfora, de
las cuales se extraían, primero, los nombres de los nueve jurados titulares y,
despu('S, los nombres de los jurados supernumerarios en el número que el
.juez creyese conveniente. En ningún caso, el número de los jurados insacu-
lados como titulares y suplentes debía ser igual al de las personas presenta-
das, por lo cual siempre debía queda, cuando menos, el nombre de una de
éstas sin insacular (artículos 36, 37, 47 Y 48).
En la Ley de 1891 se incrementaron los ¡xxieres del juez como presiden-
te de debates (artículo 63). La audiencia debía desarrollarse a través de
los mismos actos que hemos mencionado al analizar el Código de 1880, con las
dos sigujentec¡ yariantes: antes del interrogatorio del juez al inculpado, se

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330 DERECHO PROCESAL PENAL

debían leer las conclusiones de las partes; y el resumen del juez debia formu-
larse después de elaborar el interrogatorio para los jurados. En la Ley de
1891 se advierte el propósito de regular con precisión el resumen, para evitar
que los jueces siguieran valiéndose de él para determinar la votación de
los jurados. El artículo 97 expresaba:

Luego que hayan quedado definitivamente establecidos los interrogato-


rios, el juez, dentro de los límites de la estricta imparcialídad, hará un
resumen metódico, sucinto y claro, de los hechos sobre que haya versado
el debate, determinando las circunstancias constitutivas del delito impu-
tado, de, las pruebas rendidas durante la instrucción y de las mod~fica(}­
nes que hayan sufrido en la audiencia, empezando por las de cargo y
terminando por las de descargo; pero absteniéndose cuidadosamente de
revelar su opinión y de hacer apreciaciones sobre la responsabilídad del
acusado.

Sin embargo, en la práctica el resumen SigUlO sirviendo a los jueces como


medio para condicionar la voluntad de los jurados y desvirtuar su verdadera
función.
Por último, la Ley de 1891 conservó la facuItad del juez de provocar la
casación del veredicto, así como el recurso de apelación contra la sentencia
del juez (arts. 135-158), en forma similar a como habían sido regulados por
el Código de 1880.

6. El Código de procedimientos penales de 1894 y la legislación


anterior a 1917

El Código de procedimientos penales para el Distrito Federal de 6 de


julio de 1894 no hizo sino recoger, en su regulación del jurado y el proce-
dimiento ante él, las disposiciones de la Ley de jurados en materia criminol
de 1891, con algonas ligeras modificaciones.'"
La evolución posterior del jurado se orientó hacia la reducción de su
competencia, hasta su suspensión en el año de 1914. Primero, la Ley de or-
ganización judicial en el Distrito y Terrilorios Federales, del 9 de octubre
de 1903, sustrajo de la competencia del jurado popular el conocimiento de
los delitos de abuso de confianza, fraude contra la propiedad, quiebra frau-
dulenta, concusión, peculado en los casos en que no estuviese interesadas la
Hacienda Pública Federal y bigamia, y los sometió al conocimiento y reso-
lución de los jueces de instrucción (artículo ·13, fracción lIl). Después, las
reformas del 28 de diciembre de 1907 a la misma Ley, limitaron todavía más

64 Hemos consultado la edición preparada por Eduardo Palla res, para Herrero Her-
manos Sucesores, México, 1926.

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ANTECEDyNTFS DEL JURADO POPULAR 331

la competencia del jurado popular al establecer que éste sólo conocería de


los delitos cuya pena excediese de 6 años.""
Por último, el decreto número 34 expedido por Venustiano Carranza el
30 de septiemb1"e de 1914 sobre la rC01"ganización de la administración de
justicia en el Distrito Federal 00 no incluyó ninguna disposición sobre los ju-
rados populares, razón por la cual la Suprema Corte de Justicia consideró
que dichos jurados habían quedado suspendidos. 67

7. El Congreso Constituyente de 1916·17 y la legislación posterior

En el Congreso Constituyente de 1916-17 no hubo ningún debate sobre


el jurado popular para los delitos del orden común. El Congreso aprobó por
unanimidad de 154 votos el proyecto que presentó Venustiano Carranza so·
bre el artículo 20, en cuya fracción VI se estableció, como derecho funda-
mental del inculpado, el de ser "juzgado en audiencia pública por un juez
o jurado de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos del lugar y partido
en que se cometiere el delito, siempre que éste pueda ser castigado con una
pena mayor de un año de prisión". De esta manera, este precepto constitucio--
nal permite al legislador ordinario optar por el juez letrado o por el jurado
popular.M Los debates del Congreso Constituyente se centraron, como se vio
anteriormente, sobre el jurado popular para los delitos de imprenta, los cua-
les se plantearon al discutirse el artículo 70. del proyecto y la edición pro-
puesta por la Comisión de Constitución a la fracción VI del artículo 20. 00
En la Ley orgánica de los tribunales del fuero común en el Distrito y
Territorios de la Federación del 9 de septiembre de 1919 se restableció el
jurado popular.7iJ Integrado POi" nueve ciudadanos, el jurados popular debía
emitir su veredicto en todos los procesos penales de la competencia de los.
jueces de 19 penal, con excepción de las causas concernientes a delitos con

rnJ Cfr. Sodi, 01J. cit. supra nota 52, pp. 42-44.
66 Cfr. El Constituciollalista (Diario Oficial de los Estados Unidos ~Il'xicanos), t. 11.
lIúm. 32. 3 de octubre de 1914. pp, 143·147.
(;, Cfr. Semanario Judicial de la Federación, quinta época, t. V, Autigua Imprenta de
Murguia, México, 19'.W, pp. 561-565.
068 Así lo entendió, desde un pl-indpio, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la
que ha sostenido el siguiente criterio: "Del contexto de la fracción IV, del artículo 20
constitucional, se deduce, de manera dara, que no es forzoso que todos los delitos que
se castiguen con pena de más de un ario de prisión, se juzguen por el jurado popuiar.
sino que la Constitución ampliamente concede a los Estado~, la facultad de elegir entre
un juez de dcrcch() o un tribunal de hecho". Cfr. Seman'lrio Judicial de fa Federación.
t. XV, 1925, p. 706.
-69 Véase sUJn'a, se(:cióll ll, apartado 3.
7Q Esta Ley fue publicada en el Diario Oficial de la Federación del 15 de septiembre
de 1919.

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332 Dl-:R:ECHO PROCESAL PENAL

pena inferior a dos años y a los delitos de bigamia, abuso de confianza, frau-
de contra la propiedad, quiebra fraudulenta, concusión y peculado (en estos
dos últimos delitos, sólo si no estuviese interesada la hacienda pública fe-
deral). En estos procesos excluidos de la competencia del jurado popular,
correspondía a los jueces de ]0 penal instruirlos y pronunciar la sentencia res-
pectiva. En todos los demás casos, los jueces de lo lJeual se limitaban a con-
cluir la instrucción y a convocar al jurarlo popular para que éste emitiese
el veredicto sobre los hechos; con base en éste, dichos jueces debían pro-
nunciar la sentencia. Para la convocatoria. insaculación e instalación del ju-
rado, así como para el desarrollo de la audiencia sobre los hechos, la Ley
de 1919 remitía a las reglas contenidas en el Código de procedimientos pe-
nales de 1894 "en todo lo que no pugne con la Constitución (de 1917) y
esta ley".
Asimismo, la Ley de 1919 suprimió expresamente el resumen que el juez
de instrucción hacía a los jurados antes de que se retirasen a deliberar, y
puntualizó que aquél se debía limitar a instruirlos por escrito "sobre la
naturaleza del delito que se impute al acusado y sus elementos constitutivos;
pero sin emitir opinión sobre el sentido en que debe 'darse al verdicto" (ar-
tículos 42, 51 Y 66). Además, en esta Ley se estableció que quedaha a la
"apreciación del juez, en caso de veredicto condenatorio, la estimación de
las circunstancias atenuantes o agravantes y la imposición de la pena que
corresponda". Conviene aclarar que la Suprema Corte de Justicia, tomando
en cuenta esta última disposición contenida en el artículo 66 de la Ley de
1919 y reproducida por el articulo 57 de la Ley orgánica de 1922,11 consideró
que en virtud de ella quedó suprimida la facultad que el artículo 329 del
Código de procedimientos penales de 1894 otorgaba a los jueceS de instruc-
ción para suspender la audiencia sobre los hecllos. cuando considerasen que el
veredicto emitido por el jurado fuese contrario en forma evidente a las prue-
bas del proceso, y para remitir dicho veredicto a la Sala de Casación del
Tribunal Superior con objeto de que determinase si confirmaba la aprecia-
cilm del juez y. en caso afirmativo, casaba dicho veredicto a fin de que se
realizara una nueva audiencia ante un nuevo jurado. 72

71 Diario Oficial de la Federación del 29 de diciembre de 1922 (suplemento).


7:2 El artículo 329 del Código de procedimientos penales de 1894 expresaba: "Las de-
claraciones hechas por el jurado son irrevocables. salvo el caso de que aquenas emana-
l'en del voto de siete o' menos jurados, pues entonces si el Juez estimare que las respues-
tas sobre culpabilidad o circunstancias exculpantes, son evidentemente contrarias a las
constancias procesales o a la prueba rendida, lo podrá declarar así de oficio, y dando
por c.:onduida ]a audiencia, sin abrir la de derecho, elevará el proceso a la Primera Sala
de Tribunal Superior denU'o del tercer día, con un informe en que funde su opinión,
para que dicha Sala resuelva si es o no de anularse el veredicto, previo al procedimiento
que se establece en los dos artículos ¡¡iguicntes". Interpretando este precepto, la Suprema
Corte habia sostenido que "cuando las respuestas a las preguntas (fueran) dadas por me-

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ANTECEDENTES DEL JURADO POPULAR

Pero esta facultad de suspender la audiencia quedó suprimida sólo, a jui-


cio de la Suprema Corte, en e! caso de los veredictos absolutorios, pues tra-
tándose de veredictos condenatorios aprobados por siete o menos jurados el
juez de il1stnlcción conservó tal facultad, así como el poder de estimar las
cirClUlstancias agravantes o atenuantes_ 73 Para sostener este criterio, la Corte
afirmó también que si el juez ejercía tal facultad invadiría "la esfera de
acción de! Ministerio Público y la del jurado: la del primero, porque es,,-'
providencias constituyen realmente el ejercicio de la acción penal, y las del
jurado, porque al anular el veredicto, se decide, en cierto modo, sobre la
suerte del reo, lo que es competencia exclusiva del jurado".H
Posteriormente, reiterando este criterio, la Corte arguyó que si se permj-
tiese al juez de instrucción y a la Sala de Casación anular el veredicto y
convocar a un nuevo jurado, se estaría sometiendo al inculpado al jUZg--d-
miento de un jurado de ciudadanos y. al mismo tiempo, al de un juez de
derecho, lo cual era contrario a ]a garantía consignada en la fracción VI del
artículo 20 constitucional, que establece como derecho del inculpado el ser
.Juzgado en audiencia pública por un juez o por un j nrado, pero no por
ambos.15
La Ley O)-gáníca de los tribunales del fuero común en el Distrito y Te-
tTitorios Federales del 31 de diciembre de 1928 1 () también conservó la misma
integración y competencia del jurado popular, con la única variante de que
incrementó la penalidad mínima de los delitos de su competencia, de do,
a cinco años (artículo 87) .
Pero en el Código de organización} de competencia y de procedimientos
en materia penal para el Distrito y Territorios Federales del 4 de octubre de

nos de siele jurados, el Juez (podía) pedir la nulidad del veredicto"; y que la casación
de los veredictos del jurado popular no tenía "más efeGto, si la resolución de la Sala
revisora fuere confirmatoria, que la que la causa criminal se (volviera) a ver en el ju-
rado, previos los requisitos legales, y fiin que (pudiera) ya provocarse por el juez la n>
posición del procedimiento; con lo cual el acusado (disfrutaba) necesariamente de las
garantías constitucionales". Cfr. SemaJW1'jo Jlldicial de la Fedcraci(JJI, t. XVIII, 1927, p. 180;
y t. XIX. 1927, pp. 18-19, respectivamente.
13 El criterio sostenido por ]a Suprema Corte fue el siguiente: "Las disposiciones del
Código de Procedimientos Penales para el Distrito, y relativas al jurado popular, queda-
ron modificadas por la Ley Org{tnica de Tribunales y por lo estatuido en la Constitución:
así, las facultades del juez, para declarar que la resolución del jurado es contraria a las
constancias del proceso, est;Ín limitadas sólo al caso de veredicto condenatorio, y para
estimar circunstancias atenuantes o agravantes, pero no para estimar la culpabilidad del
acusado, o las circunstancias cxculpantes; pero si el veredicto es absolutorio, tales facul-
tades no existen". Cfr. S(:mallario Judicial de la Federación, t. XXI, 1928-1929, pp. 579-580.
,·1 Idem~ p. 580.
"i"5 Idem t. XXV, 1930, pp. 1781-1782.
7

íO Esta Ley se publicó, en diversos fragmentos, en el Diario Oficial de la Federaci61l


del 31 de diciembre de 1928 al 2 de enero de 1929. La parte correspondiente al jurado
popular se publicó el 7 de enero de J 929.

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33-1 DERECHO PROCESAL PL'lAL

1929 77 fue suprimido el jurado popular como órgano ordinario para juzgar
los delitos del orden común. Este ordenamiento, de muy escasa vigencia. fue
elaborado por una comisión integrada por José Almaraz, Luis Chico Goerne
y J. Guadalupe Maynero. En el seno de dicha comisión hubo diferencias de
opinión sobre la subsistencia o la supresión del jurado popular. pues en
tanto que Almaraz y Chico Goerne se inclinaron por su supresión,. Maynero
sostuvo la necesidad de conservarlo.78 Por lo demás. la medida adoptada por
dicho Código, expedido por el presidente de la República en "uso" (en
rigor, en abuso) de facultades extraordinarias -o sea, sin debate ni aproba·
dón del órgano legislativo federal- no dejó de suscitar inconfonnidades.79
Probablemente el decenio comprendido entre la Ley de 1919 y el Código
de 1929 haya sido el período durante el cual haya tenido mayor desarrollo en
México el jurado popular para los delitos del orden común. Por un lado,
la supresión del resumen impidió las sugestiones de los jueces de instrucción
sobre los jurados. tan frecuentes desde que dicho resumen se estableció en
el Código de 1880; por otro lado, la amplitud de su competencia establecida
en la Ley de 1919 -apenas reducida en la de 1928- permiúó la mayor
participación del jurado. Este desarrollo se reflejó en la gran cantidad de
criterios jurisprudenciales que se encuentran en el Semanario Judicial de la
.·Federación de la época hO y en la intervención del jurado en asuntos crim}-

77 Secretaría de Gobernación, Código de organización, de competencia 'Y de procedi-


mientos en materia pena para el Dist·rito Federal y Territorios, Talleres Gráficos de la
Nación, México, 1929.
18 Cfr. Ostos, Armando Z., "El jurado popular: sm; victimarios", en op. cit. supra
nota 60. pp. 27·30.
7~ Cfr. op. y loe. cils. en la nota anterior.
80 Además de los criterios citados en las notas 67, 72, 73 Y 74, pueden mencionarse
los siguientes, correspondientes todos a la quinta época: "Las declaraciones hechas pOl"
-el jurado, son irrevocables, salvo el caso previsto en la ley (art. 329 del Código de 1894)"
(t. XII, 1923. p. 708 Y t. XXIV, 1929, p. 389); "Los efectos del veredicto del jurado,
que absuelve al procesado. quedan en suspenso como consecuencia de la determinación que
lo casa y suspende la audiencia de derecho; por tanto los procesados quedan deteni-
·dos por virtud del auto de formal prisión, y el juez de distrito no puede otorgar el be-
neficio de la libertad caucional. si el delito que en tal auto se le imputa, merece pena
mayor que la que requiere la fracción 1 del artículo 20 constitucional" (t. XVII. 1926.
p. 1003); "Sus declaraciones (del jurado) son irrevc)c<lblcs y. por tanto. son el fundamento
único de hecho, que sirve para establecer el derecho sin que sea dable apreciar hechos
..distintos que no hayan sido motivo de deliberación y resolución por parte del jurado,
.aunque se desprendan de otras constancias de autos, pues para poder tomar en cuenta
los hechos no apreciados por el jurado, deberá casarse el veredicto" (t. XVIII, 1927, p.
J 79); "Si una pregunta del interrogatorio contiene varios hechos, debe dividirse en tantas
preguntas cuantas sean necesarias para que cada una contenga un sólo hecho, empleánw
dose términos sencillos y no técnicos, para no dar lugar a que se produzca la confusión
en Jos jurados (1. XXII, 1929, p. 843); "En el juicio de amparo se consideran violadas
las leyes del procedimiento y privado al quejoso de defensa. cuando se someten a la reso-
lución del jurado, cuestiones de distinta índole de las que la ley señala" (t. XXIII.
1929. p. 550); "No existe precepto alguno de carácter constitucional o de procedimiento,

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A:\TECEDENTES DEL JURADO POPULAR 335

uales de gran resonancia, entre los cuales destaca sin duda el juicio sobre el
asesinato del general Alvaro Obregón." Un estudio histórico y sociológico
sobre el jurado popular en México -que está todavía por hacerse y que
Iesulta indispensable para poder evaluar objetivamente su funcionamiento,
al margen de las ideologías y ]05 prej uicios forenses- habría de concentrar
su atención en este período tan representativo.
Por último, conviene anotar que después de la supresión del jurado po-
pular para los delitos del orden común por el Código de 1929, no han fal-
tado debates sobre la conveniencia o inconveniencia de su reimplantcó,~
e incluso, en el año de 1938 hubo una iniciativa de ley que tenía por objeto
establecer de nuevo el jurado popular para esta clase de delitos. Esta inicia-
tiva fue aprobada por la Cámara de Diputados pero fue rechazada por el
Senado, por lo que no llegó a converirse en ley vigente.'" En la doctrina, a
pesar del predominio de las opiniones de las antijuradistas, tampoco han
faltado partidarios del jurado popular para los delitos del orden común. S4

IV. EL JURADO POl'liLAR PARA LOS DELITOS OFICIALES

Fue el Código de procedimientos penales de 1880 el que introdujo el


jurado para los delitos oficiales, con el nombre de "jurado de responsabili·
dad". Este jmado se integraba con ocho o nueve abogados insaculados de
listas bianuales fonnadas por el 1\Jinisterio de Justicia; y con tres magistra-
dos, sorteados de los que integraban el Tribunal Superior (artículos 639 y
Ii 13). El jurado de responsabilidad conocía de los delitos oficiales cometidos
por los magistrados del Tribunal Superior de Justicia, el procurador de Jus-
ticia del Distrito Federal, los jueces civiles, criminales y correccionales y los

que exija la presencia física de los procesados, durante todos los actos del juicio pOI
jurados, ni tampoco hay ley alguna que funde el derecho de los reos a concurrir a todos
los actos del juicio" (t. XXVI, 1930, p. 264).
1;1 La ejecutoria del amparo promovido por los defensores de José de León Toral,
responsable dd asesinato de Obregón, se publicó en el tomo XXV. 1929, del Semanario
Judicial de la }"edraciól~ pp. 553-572. El juicio ante el jurado popular contra Toral fue
muy discutido en su época y ha sido motivo de monografías y obras literarias. Entre
estas últimas. podemos citar las de los escritores mexicanos Ibatgüengoitia, Jorge, El alen-
tado, Ed. Joaquín Morliz, MI.'Xico, 1978; y Leñero, Vicente, El juiciQ, Ed. Joaquín Mor-
tiz, México, 1972.
82 Cfr. Ceniceros, José Ángel, "¿Que opina usted sobre la reimplantación del jurado
popular?, en Criminalia, año VllI, numo 1, septiembre de 1941, pp. 19·20.
&.1 Cfr. Pardo Aspe. Emilio, "Mariachis y juzgadores", en Criminalia, año V, núm. 15,
ahril de 1939, pp. 453-459.
84 Cfr. Acero, Julio, .Nuestro procedimiento penal, Imprenta Font, Guadalajara, 1939
(3a. oo.), pp. 181·186; y Pina, Rafael, de, "El tema del jurado". en Críminalia, año VIL
t¡úm. 6, febrero de 1941, pp. 345-348, Y "El jurado popular", en Anales de Jurisprudencia.
:\Iéxico, afío XV, tomo LlV. nt'!m~. 1 a 6, octubl'e-no'\liembre"dicicmbrc de 1948, pp. 441-J8;;.

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336 DERECHO PROCESAL PENAL

agentes o asesores del Ministerio Público en el Distrito Federal (artículo


636). El procedimiento ante el jurado de responsabilidad era muy similar
al seguido ante el jurado popular para los delitos de! orden común, COIl la
variante de que la resolución de aquél decidía tanto sobre la responsabilidad
penal como sobre la responsabilidad civil (artículos 654 y 655) .
En el Código de 1894 el número de miembros del jurado de responsabili-
dades se redujo: dos magistrados y tres abogados designados por suerte (ar-
tículo 26). Su competencia se amplió a los delitos oficiales cometidos por los
jueces menores y de paz (artículos 10 y 41). La sentencia pronunciada por
este jurado de responsabilidades se limitaba a la sanción penal (artículo 358).
A diferencia del jurado popular para los delitos del orden común que
sólo emitía su veredicto sobre los hechos, el jurado de responsabilidades pre-
visto en los códigos de 1880 y 1804 pronunciaba tanto el veredicto como la
sentencia de derecho. Este jurado de responsabilidades se aproximaba mil,
a un escabinado técnico que a un jurado popular en sentido estricto.
En el Congreso Constituyente de 1916-17 se aprobó por unanimidad el
proyecto de artículo 111 propuesto por la comisión de constitución, que es·
tablece que los delitos oficiales cometidos por los funcionarios públicos dis-
tintos de los mencionados en el artículo 108 constitucional y por todos los
empleados públicos, deben ser "siempre juzgados por un Jurado Popular
en los términos que para los delitos de imprenta establece el artículo 20".
Esta parte del proyecto de la comisión de constitución no figuraba en el
proyecto inicial presentado por Venustiano Carranza. Conviene recoger la
argumentación de la comisión de constitución expresó para justificar esta
adición al proyecto de Carranza:

Sin embargo, la comisión, comprendiendo la gran importancia que tie·


ne el problema de la responsabilidad de los funcionarios y empleados, ha
creído que para juzgar, nadie mejor que el pueblo mismo, el cual por
experiencia propio cOnoce el manejo de dichos empleados y puede, a
ciencia cierta. dar su resolución. Por este motivo se establece que los fun-
cionarios y emPleados públicos, cualquie1"a que sea la pena en que incu·
rran .. serán juzgados por el jurado popular.sr,

Con base en el artículo 111 constitucional, la primera Ley de respons.:l·


bilidades de los funcionarios y empleados de la Federación y del Distrito
Federal, y de los altos funcionarios de los estados, promulgada el 30 de di-
ciembre de 1939," estableció las reglas para la integración y competencia del
"Jurado federal y de responsabilidades oficiales de los funcionarios y emplea-
dos de la Federación" y del "Jurado de responsabilidades oficiales de los

8á Diario de los Debates, cit. SUP1':J, nota 38, t. 1I, p. 425. Cursins nuestras.
86 Diario Oficial de la Federación del 21 de febrero de 1940.

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ANTECEDENTES DEL J eRADO POPULAR

funcionarios y empleados del Distrito Federal" (articulas 78, 89 Y 90). Estos


jurados emitían su veredicto en los procesos seguidos contra funcionarios y
empleados públicos federales y del Departamento del Distrito Federal, res·
pectivamente, .'por la comisión de los delitos oficiales previstos en el artículo
] 8 de la citada Ley de responsabilidades. Con base en el veredicto condena-
torio de los jurados, los jueces de distrito o penales (según el caso), impo-
nían alguna de las penas privativas y ,restrictivas de libertad indicadas en el
artículo 19 de la misma Ley.
Sin que se haya modificado el artículo Il 1 consti tucional, la situación
del jurado popular ha cambiado radicalmente en la nueva Ley de responsa·
bilidades promulgadas el 31 de diciembre de 1979. 07 Esta Ley ha reproducido
las disposiciones orgánicas y procesales de su predecesora de 1939, pero ha
modificado sustancialmente la clase de delitos sobre los que emitirá su vcre·
dicto el jurado popular y las sanciones que podrán imponer los jueces de dis·
trito o penales con base en dichos veredictos. En la nueva Ley ya no se re·
gulan los delitos oficiales que anteriormente tipificaba el artículo 18 de la
Ley de 1939 ni las sanciones penales señaladas en el artículo 19 de la misma.
La nueva Ley sólo prevé, en su ambiguo e impreciso artículo 30., un con~
junto de infracciones que pueden ser consideradas COlno políticas o adminis-
trativas, pero que no son en sentido estricto delitos oficiales; y para dichas
infracciones la nueva Ley ya no señala sanciones penales sino sólo las san· J

ciones pollticas o a.dministrativas de la destitución} la inhabilitación y la


suspensi6n (artículo 10). En otros términos, la Ley de 1979, sin cambiar
el texto del artículo 1 Il constitucional pero sí contradiciendo su sentido, ha
transformado el jurado popular para los delitos oficiales, de juzgador penal
sobre los hechos que era en la Ley de 1939, en un órgano encargado de deter·
minar la comisión de infracciones políticas o administrativas, para que los
jueces de instrucción impongan sanciones igualmente políticas o administra·
tivas. Sin embargo, esta última reducción de las funciones del jurado popular
parece haberse dado enteramente al margen del mandato claro contenido en
el artículo 1 II constitucional, todavía vigente, que ordena que los delitos
oficiales -es decir, aquellos delitos que sólo pueden ser cometidos por los
funcionarios y empleados públicos con motivo de sus atribuciones o funcio-
nes- ':ican "siempre juzgados por el Jurado Popular".

So ldem del ·1 de enero de 1980. Vid ..\7Ijna XI.

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XIII

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA JUSTICIA


ADMINISTRATIVA EN EL DERECHO COMPARADO Y
EN EL ORDENAMIENTO MEXICANO"'

SUMARIO: Introducción. 1. El marco teórico y comparativo. 1. La justicia


administrativa. 2. Los si.liemas de justicia administrativa. a) El sistema fran-
cés. b) El sistema inglés. e) El sistema italiano. d) El sistema alemán. e)
El sistema espmiol. 3. Clases de tribunales y de procesos administrativos.
4. El sistema mexicano de justicia administrativa. n. La justicia administra-
tiva federal. 5. Algunos antecedentes. 6. El Tribunal Fiscal de la Federa-
ción. a) La Sala Superior. b} Las Salas Regionales. 7. El proceso. a) Las
partes. b) El objeto del pmceso. e) El procedimiento. d) Las medidos catt-
ielaTn. e) La terminación del proceso. f) Los medios de impugnación.

Introducción

Hemos dividido el presente trabajo en dos secciones princak~. En la pri-


mera de ellas hemos tratado de abordar los problemas conceptuales que plan.
tca la justicia administrativa y hemos intentado formular un breve panorama
dc Jos principales sistemas de justicia administrativa en el derecho compa-
rado. Algunas dificultades hemos enfrentado para localizar información re-
ciente, particularmente por lo que concierne a los sistemas alemán e inglés.
En cambio, los sistemas francés y español parecen haber interesado más a la
doctrina, pues la bibliografía sobre estos dos sistemas es considerablemente
más amplia, especialmente la referente al sistema francés.
En ]a segunda sección nos hemos referido básicamente al Tribunal Fiscal
de la Federación y al proceso de anulación. En este terreno hemos encon-
trado una bibliografía que puede ser considerada extensa, si bien hay cierta
dispersión en cuanto a su publicación. En esta segunda sección también
hemos procurado exponer un breve panorama de la justicia administrativa
federal.
Los límites de espacio )' de tiempo no nos han permitido abordar con
mayor amp]jtud otros temas dentro de la justicia administrativa mexicana,

'<lo Publicado en Revijla de la FaCIlitad de Derecho de Aléxico, Illlm. 110, mayo-agosto


de 1978, pp. 441-471.

341
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342 DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO

como SOn el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito f'ede-


ral y el proceso que se sigue ante él, la justicia administrativa en los Estados
de la República y el juicio de amparo en materia administrativa. Una visión
completa de ;.uestra justicia administrativa exige la exposición de estos
temas. Con la esperanza de contar en un futuro cercano con las condiciones
propicias para desarrollar estos temas, en el apartado. 4 de la primera sección
nos hemos limitado, por ahora, a esbozarlos.

1. EL MARCO TEÓRICO Y COMPARATIVO

l. La justicia administrativa

Con el objeto de tratar de delimitar el contenido de este trabajo, es con-


veniente intentar precisar qué entendemos por justicia administrativa.
Hemos preferido la expresión justicia administrativa. en vez de jurisdk~
ción administrativa o de proceso administrativo porque estimamos que aqué-
lla comprende a estos dos.
Por una parte, si bien es cierto que la expresión "jurisdicción" tiene un
sentido técnico preciso -como función de solucionar vinculativamente con·
flictos entre partes o, con las palabras de Couture, como "{unción pública
de hacer justicia"- en el lenguaje jurídico, sin embargo, es usada muy fre·
cuentemente con otros significados: como ámbito territorial, como sinónimo
de competencia y como conjunto de órganos jurisdiccionales. Este último sig-
nificado es particularmente utilizado para aludir al conjunto de órganos
jurisdiccionales con competencia especializada en determinada materia: así,
por ejemplo, se habla de la "jurisdicción laboral", la "jurisdicción constitu-
ciona!", la "jurisdicción de nlenores", etcétera, para referirse al conjunto de
órganos con competencia en cada una de esas materias. 1 De este modo, la
expresión "jurisdicción administrativa", aunque en un sentido técnico preci.
so aluda a la función jurisdiccional en materia administrativa, es regular-
mente entendida como el conjunto de órganos a los que se atrabuye tal fun-
ción.
Por otra parte, la expresión "proceso administrativo", más precisa y acep-
table que la de "contencioso administrativo'',2 hace referencia sólo a la serie
de actos a través de los cuales se requiere y ejerce la función jurisdiccional,
sin que comprenda, en sentido estricto, a los órganos que conocen de dicha
serie.

1 Cfr. Couture. Eduardo J.. Fundamentos del De1"echo procesal civil, Etl. Depalma, Bue-
nos Aires, 1958 (3a. ed.), p. 27.
2 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Proceso administrativo", en Revista de la Fa-
cultad de Derecho de México, núm. 51, julio-scptícmbre de 1963, México, pp. 607 Y 625.

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l.A JUSTiCIA ADMI:\"ISTRATlVA

Por estas rawnes, hemos optado }X>r la expresión "justicia adminisLrativa",


bajo ]a cual entendemos comprendidos tanto a los órganos y su función ju-
risdiccional en materia administrativa, cuanto al propio proceso administrativo.
Tradicionalmente, los administrativistas han contemplado la justicia ad-
ministrativa. comd una forma de control jurisdiccional de la legalidad de los
actos administrativos. Ya l\ferkl la definía como la "función ejercida por
órganos ejecutivos independientes, esto es, tribunales sobre materias adminis-
tTOtivas, más exactamente: para examinar los actos de la administ1'ación".3
Con la aclaración de que en un sentido amplio la justicia administrativa
no sólo es la ejercida por tribunales adscritos formalmente al poder ejecu-
tivo, sino en general por órganos jurisdiccionales con independencia de su
adscripción formal, podría ser aceptada la definición de Merkl. Sin embar-
go, conviene advertir que la idea de examen, controlo fiscalización de los
administrativistas parece indicar la necesidad de que el acto administrativo
objeto del proceso, ya haya sido revisado por la propia administración pú-
blica, ya sea por medio de una revisión de oficio o ya sea a través de los
recursos administrativos.
Esta orientación puede ser perceptible en Merkl, quien sostiene que "la
(unción fiscalizadora da su sentido y hasta constituye ]a esencia de la justi-
cia administrativa".4 Este autor distingue entre justicia administrativa ori-
ginaria y justicia administrativa secundaria, según se trate de asuntos some-
tidos al tribunal sin que hayan sido conocidos previamente por una autoridad
administrativa -justicia administrativa originaria o a priari- o de asuntos
de los que ya se hayan ocupado anteriormente estas últimas autoridades, es
decir, asuntos en los cuales se haya agotado previamente "la vía gubernativa"
-justicia administrativa secundaria o a posteriori-.f;
En concepto del autor vienés, sólo la segunda clase mencionada es autén-
tica justicia administrativa: "]a justicia administrativa originaria aparece
-sostiene Merkl-, o bien como pura administración -por carecer de la in-
dependencia el 6rgano competente para la misma- o como pura justicia -por
defectos de una relación cualificada cualquiera del organismo correspondien-
te con la administración".6
Debemos convenir en que la justicia administrativa actúa sólo sobre actos
administrativos y éstos implican, necesariamente, la intervención de un ór-
gano de la administración. No hay justicia administrativa, ni originaria ni
secundaria, si no ha habido un acto de la administración. Pero esto no sig-
nifica que para que pueda hablarse de justicia administrati\'a sea necesario

3 Cfr. Merkl, Adolfo, Tcort'a del Derecho adminislralivo, EtlitOla Nacional, 1léxico,
1975, p, 476,
4 Idem, p. 487.
¡; ldem, pp. 486-487.
o Jdern, pp. 488-489.

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DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO

que tal acto haya &ido revisado previamente, por vía de autocontrol o de
recurso, por la autoridad administrativa. En los casos en que el recurso ad-
ministrativo ante la propia autoridad o su superior jerárquico no deba ago-
tarse obligatoriamente antes de acudir al proceso administrativo -como es
la tendencia actualmente-,' o que la misma naturaleza del acto no requiera
una revisión por la propia autoridad, es legítimo hablar de justicia adminis-
trativa si tal acto es sometido al conocimiento y resolución de 'un órgano
jurisdiccional con competencia en materia administrativa. En otras palabras,
la justicia administrativa no funciona solamente a consecuencia de la reso-
lución de recursos administrativos o de revisiones de oficio, sino que también
puede realizarse directamente sobre actos administrativos, cuando el recurso
o al revisión no sean presupuestos necesarios del proceso administrativo.
Sin embargo, por la todavía regular sucesión -no imprescindible teórica
ni algunas veces legalmentes- entre recurso administrativo y proceso, es
conveniente reiterar algunas de sus diferencias principales. Puchetti ha afir-
mado, con expresión elocuente y certera a la vez, que "los recursos adminis-
trath:os no nos llevan al aula lnagna de la justicia administrativa, sino a su
vestíbulo".8 Y Alcalá-Zamora y :Fix-Zamudio han formulado su distinción pre-
cisa a partir de las diferencias entre autotutelay proceso."
La resolución del recurso administrativo promovido por el administrado
es dada por la propia autoridad administrativa responsable del acto impug-
nado o por su superior jerárquico, de manera que el conflicto planteado a
través del recurso, independientemente de la forma y alcance que éste tenga,
es resuelto por la propia administración. Se trata, en todo caso, de una solu-
ción de autotutela, de una solución parcial, no en el sentido de que vaya a
darse invariablemente en perjuicio del administrado, sino en el de que es
dada por una de las partes en desacuerdo: la propia administración. En con-
secuencia, la relación que se establece en virtud del recurso administrativo
es bilateral, toda vez que sólo comprende al administrado y la administra-
ción, y la decisión que ésta dé al recurso, no implicará, por tanto, ejercicio
de función jurisdiccionaL
En cambio, el proceso administrativo es, por definición, una solución im-
parcial, en el sentido de que no proviene de una de las partes en conflicto
-administrado y administración-, sino de un tercero -el órgano jurisdic-
cional-, que al estar dotado de autonomía puede resolver supra partes. Aquí
no hay autotutela, sino verdadero proceso. La relación que se establece en
7 Cfr. Fix-Zamudio, Héct0r, lntroduu:ión al estudio de los reClUSOS administrativos, en
Estudios de Derecho público contemporáneo, :Fondo de Cultura Económica·Universidad
Nacional Autónoma de México, México, 1972, pp. 76-78.
7 Cfr. González Pérez. Jesús, "La justicia administrativa en México", en Revista de De·
Tecllo Procesal lberoamic(U~ Madrid, núm. 4 de 1972, p. 772, nota 50.
S Cfr. Alcalá·Zamora, afr. dI. suprn nota 2, pp. 603·607; Fix·Zamudio, o-p. cit. supra
nota 7, pp. 65-66.

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LA .TlT.',nCIA ADMINISTRATIVA 1H:)

virtud del proceso administrativo es trilateral o triangular, como toda rela-


"i,in jurídiorprocesal, toda vez que comprende tanto a las dos partes en
desacuerdo -la administración y el administrado, convertidos, en virtud del
proceso, en jllsticiables- y al órgano dotado de jurisdicción y competencia
p..1.ra resolver el conflicto planteado. La decisión del proceso administrativo
-la sentencia- sí implica, al contrario de 10 que ocurre en el recurso ante
la autoridad administrativa, ejercicio de función jurisdiccional.
Es necesario destacar que para que exista realmente proceso administra-
tivo es preciso que el órgano que actúa como tercero imparcial, para que
realmente 10 sea, posea en verdad autonomía respecto de la adminis-
t ración, pues en caso contrario estaríamos sólo frente a una autotutela pro-
cesalizada, pero no ante un proceso. 10 ·MerkI señala, en este sentido, que la
razón más fuerte para la introducción ue la justicia administrativa es la de
que ésta constituye "el medio técnico-juridico con el cual sometemos la acti-
vidad de órganos dependientes a la fiscalización de órganos independientes}
ofreciendo, así, ocasión para eliminar del acto administrativo aquellos influ-
jos que han podido actuar sobre el mismo perturbadoramente, en virtud de
la dependencia juridica y política de los funcionarios administrativos".l1
Es necesario, por otra parte, distinguir entre los recursos administrativos
y los recursos que se dan dentro del proceso administrativo. Frente a la re·
lación bilateral de los recursos administrativos y a la ausencia en ellos de
función jurisdiccional, debe destacarse la relación trilateral y el ejercicio
de función jurisdiccional que se manifiestan en los recursos dentro del pro-
ceso administrativo. Además, es claro que el acto que se impugna a trav~s
del recurso administrativo es de naturaleza administrativa; es un acto admi·
nistrativo. En cambio, el acto impugnado en los recursos dentro del pro-
ceso administrativo tiene carácter jurisdiccional: ya no se impugna directa-
mente el acto administrativo, sino una resolución de dirección -autos- o de
decisión -sentcncia- del proceso administrativo.
En un sentido estricto. el estudio de la justicia administrativa concierne
sólo a la función jurisdiccional en materia administrativa, los órganos encar-
gados de ella y el proceso administrativo. Sin embargo, por las conexiones
que se dan entre el proceso y los recurSos administrativos -ya que éstos sue-
len ser presupuestos de aquél-, en las obras sobre justicia administrativa
comúnmente se alude también a los recursos administrativos. 12 Por el al-
cance de este trabajo, y considerando la dispersa y variada regulación de los

10 Cfr. AIcaU.·Zamora y Castillo, !\kcto, Proceso, autoaomposición y autodefema, UNAM,


México, 1970, (2a. ed,) , pp, 52·53 Y 180.
n MerkI, op. cit. supra nota 3, p. 473.
1:3 En este sentido, puede \'crse el excelente libro de Gonz;l.1ez Pérez, Jesús. La jmlicia
administrativa ('JI Espalia, Ed. Reyista de Occidente, Madrid, 1971. pp. 27-56.

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346 DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO

recursos administrativos en México,l3 nosotros nos referiremos en este tra~


bajo sólo a la justicia administrativa en sentido estricto.

2. Los sistemas de justicia administrativa

Los sistemas de justicia administrativa, en general, han sido construidos


de acuerdo con las ideas pollticas del liberalismo y han surgido histórica-
mente como métodos para contrarrestar los excso~ de la administración. "La
exigencia de una justicia administrativa -ha escrito MerkI- se comprende
históricamente como protesta eoorra los métodos administrativos del Estado
de policía absoluto, aunque ha sido un Estado absoluto, el de Napoleón,
quien ha consagrado este imperativo moderno".14
También suelen vincularse los sistemas de justicia administrativa con la
ideología del Estado de derecho, y con el principio -convertido en más de
un sentido en un verdadero dogma político- de la división o separación
de poderes. "Sólo puede hablarse de Estado de derecho -sostiene en forma
categórica González Pérez- en la medida en que se ha logrado estructurar
un sistema de Justicia capaz de garantizar la sumisión del propio Estado al
Derecho o, lo que es lo lnismo, cuando el Estado es capaz de hacerse jus-
ticia a si mismo".1 1S
Es común sostener que los dos sistemas tradicionales de justicia administra-
tiva -el inglés y el francés- se originaron en una manera diversa de inter-
pretar el principio de la separación de poderes. De acuerdo con estas ideas,
el sistema francés de tribunales administrativos encuadrados fuera del poder
judicial y dentro del Ejecutivo, surgió debido a que se entendió que el
principio de la separación de poderes impedía al Poder Judicial interferir, así
fuera juzgando, en los asuntos propios de la administración; en cambio, el
sistema inglés, que somete las controversias administrativas a la jurisdicción
ordinaria como si se tratase de asuntos comunes, encuentra su explicación
en una interpretación diversa del misma principio, según la cual a la admi-
nistración no le corresponde en ningún caso juzgar ni aun cuando se trate
de conflictos sobre actos administrativos, de los cuales debe conocer. por tanto,
el poder judicia!.'·
Es claro que cada sistema de justicia administrativa surgió condicionado,
más que por una diversidad de interpretaciones teóricas, por el contexto
histórico y político que prevalecía en cada país. En la monarquía constitu-

13 Cfr. Fix-Zamudil), op. cit. SUPTIJ nota 7, pp. 60·62.


14 Merkl, op. cit. supra nota 3, p. 470.
15 González Pérel, op. cit. supra nota 8, p. 751.
16 Cfr. Carrillo Flores, Antonio, La justicia fedel"al y la Adminislración pública (:!a.
oo. de La defensa juridica de los particulares frente a la Administración en México), Ed.
Porma, Méxiro, 1973, p. 144.

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LA JUSTICIA ADMINISTRATIVA

donal inglesa, limitada por el poder del parlamento, no hubiera sido po-
sible el sistema francés, establecido bajo el Estado autoritario de Napoleón,
aunque con antecedentes en la Revolución francesa. En todo caso, la diversi-
dad de interpretaciones justifica, pero no condiciona, cada uno de estos dos
sistemas tradicionales
Con todo, un panorama de los sistemas de justicia administrativa, por
breve y esquemático que sea, no se debe limitar a estos dos sistemas. sino
que debe considerar, además, los correspondientes a Italia, Alemania y
España.

a) El sistema francés

La importancia del sistema de justicia administrativa francés, y partiol-


larmente del Consejo de Estado, es claramente perceptible si se toma en
cuenta la decisiva participación de dicho Consejo en la creación y desarrollo
del derecho administrativo a través de la jW'isprudencia: "sin la jurispruden-
cia del Consejo de Estado -ha escrito W'alinc- no habría Derecho admini:;.
trativo en Francia".17 Su importancia resulta todavía mayor si se considera
la destacada influencia de este sistema en los países del civil latu )' aun en los
del common law.
No es posible en este trabajo describir la historia del Consejo de Estado
francés,18 cuya evolución ha marcado el desarrollo del derecho administrativo.
Conviene citar, sin embargo, algunos de sus antecedentes y desarrollos.
La ley de 16·24 de agosto de 1790 estableció la siguiente interpretación
del principio de la división de poderes:

Las funciones judiciales son distintas y se mantendrán siempre separadas.


de las funciones administrativas. Los jueces no podrán alterar, a riesgo de
ser acusados de prevaricación, y en forma alguna, los actos de los cuer-
pos administrativos, ni podr;:ín citar para comparecer ante ellos a los ad-
ministradores en raz6n de las funciones que desempeñan. 19

17 Cfr. González Pérez, Jesús, Drrecho procesal adrniuistrativo, t. l. Instituto de ESlU


dios Polítiros. Madrid, 1964 (2a. oo.), p. 291. En este mismo sentido, Remington sostiene:
"Indisputably, without the existence 01 a separa te atlministrative jurisdicticm, there would
Hot bt! lhe 'dmit administrati/, (administrative law) as it exists today". Cfr., Remington.
Michac1 J., "The tribullaux administratifs; protectors of die french citizen", en Tufdne
Law Review, v. 51, núm. 1, diciembre de 1976. Nuc\'a Orleans. p. 33.
18 Para un estudio más detallado, puede verse: Gonzálcz Pérez, op. cit. supra n~ta
anterior. pp. 279-288; Letourneur. Maxime, "El Consejo de Estado francés"; en RroistlT
de la Comisión Internacional de ]uri5tas, v. VIII, núm. 2. diciembre de 1967, Giuehra,
pp. 93·128; Remigton, op. cit. supra nota anterior, pp. 88·44-.
]fl Cfr. Letourner, op. cit. en la nota anterior, p. 97.

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DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO

De esta manera, los conflictos administrativos debieron ser sometidos a la


resolución de órganos de la propia administración, de acuerdo con la ley
de 7-14 de octubre de 1790.
En ·la Constitución del año VIII, Napoleón creó el Consejo de Estado,
con algunas semejanzas al anterior Consejo del Rey. Además de las atribu·
ciones consultivas sobre proyectos de leyes y asuntos de los ministerios, el
Consejo de Estado estaba facultado para resolver "las dificultades que pue·
dan surgir en materia administrativa", según preveía el artículo 52 de la
citada Constitución. El Consejo. sin embargo, no pronunciaba sentencias, sino
que sólo preparaba proyectos de decisiones que eran sometidas al jefe del
Estado. A semejanza del Consejo de Estado, fueron creados consejos de pre·
fectura, para asistir a los prefectos.!."O
En sus orígenes, pues, el Consejo de Estado era lo que se denomina un
"Tribunal administrativo de justicia retenida".21 ya que no dictaba senten-
cias sino que sólo fonnulaba proyectos de resoluciones y carecía de autono-
mía. En rigor, por esta última razón, no ,era un verdadero tribunal.
En la evolución del Consejo de Estado francés es decisiva la ley de 24
de mayo de 1872, que al facultarlo para decidir por sí mismo los conflictos
administrativos y dotarlos de autonomía, lo transformó en un auténtico tri-
bunal, en un tribunal administrativo de "justicia delegada".2-.! Pero su auto-
nomía no sólo fue formal, sino que fue obtenida y sostenida en la práctica,
y éste ha sido uno de los motivos de mayor prestigio del Consejo de Estado. 23
Por último, en virtud del Decreto Ley de 30 de septiembre de 1953, los
consejos de prefectura fueron reemplazados por tribunales administrativos re-
gionales con competencia para conocer de los conflictos administrativos en
primera instancia y el Consejo de Estado se convirtió en un tribunal esencial-
mente de apelación. 24
En términos generales, han sido cuatro las clases de pretensiones -de "re-
cursos contencioso-administrativos", según la terminología tradicional- de
'lue ha conocido el Consejo de Estado y los tribunales administrativos, asa·

.2'0Cfr. González Pérez, op. cit. supra nota 17, pp. 280-281.
21 Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, "Org::mización de los tribunales administrativos", en Re-
vista del Tribunal Fiscal de la Federación J 40. núm. extraordinario de 1971, México, p. 101.
22 Idem, p. 1021; González Pérez, op. cit. supra nota 17. p. 261; Remington, op. cit.
supra nota 17, pp. 42-48; Letourneur, op. cit, supra nota 18, p. 99.
23 Cfr. Letourncur, op. cit. supra nota 18, pp. 99·100.
24 ldem, p. lOO: Remington, op. cit. supra nota 17, pp. 47-48. Acerca de la reforma,
r'fr., Vedel, Georges, ~La reforma del recurso contencioso administrativo en Francia", en
Revista del Instituto de Derecho Compa.rd~ núm. 4, enero-junio de 1955, Barcelona,
pp. 112-121. Una interesante invcstigación sobre el funcionamiento real de un tribunal
administrativo regional francés, puede verse en: Prieur, Michel, "Un exemple d'etude 80-
ciologique du contentieux administratif: Les jugements du tribunal administratif de Stras-
bourg de l'anée civiJe 1966':, en Revue du Droit Public et de la Science Politique en
France el al'étrangcr, núm. 6, noviembre-diciembre de 1973, París, pp. 1489-1552.

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LA JUSTICIA ADMIr-;ISTRATIVA

ber: las pretensiones de anulación, de plena jurisdicción, ue interpretación


y las concernientes al llamado contencioso represivo. Este último, que con·
sistía en la imposición de sanciones por faltas administrativas, ha sido tras-
ladado en su nlayor parte a la jurisdicción ordinaria, por 10 que actualmcnLe
los tribunales administrativos han quedado con competencia muy reducida
en eita materia. 25 Las pretensiones de interpretación eran ejercidas en lo.e;
casos en que los jueces comunes suspendían juicios civiles en los cuales era
necesario interpretar actos administrativos o reglamentos; entonces, las par-
tes, ante la negativa de los jueces para pronunciarse sobre cuestiones que no
eran de su competencia, se dirigían al Consejo de Estado o a los tribunales
administrativos, pidiéndoles su decisión sobre la interpretación del acto ad-
ministrativo o del reglamento respectivo. Dilucidada esta cuestión previa. los
jueces comunes continuaban y concluían el juicio civil sobre la base de la
interpretación así obtenida. 26 Actualmente, las pretensiones de interpretacióJl
ya casi no se plantean. 27
Las pretensiones de mayor interés hoy en día, son las de anulación y las
de plena jurisdicción. Las distinciones entre estas dos clases de pretensiones.
que dan origen a dos clases de procesos, han sido objeto de nUmer05.;lS dis-
cusiones, tanto jurisprudenciales como doctrinales. Sin posibilidades de pro-
fundizar en tales debates, podemos recoger la opinión autorizada de González
Pérez, para quien la distinción entre los procesos de anulación y de plena
jurisdicción radica básicamente en los poderes del juez: en los primeros, "el
órgano jurisdiccional debe limitarse a anular el acto", y en la segunda clase
de proceso, "puede adoptar cuantas medidas sean necesarias para satisfacer
las pretensiones del demandante".2S Es posible sostener, por consiguiente, que
a través del proceso de anulación se ejercen pretensiones declarativas y cons-
titutivas; y por medio del proceso de plena jurisdicción se deducen, además
de las declarativas y constitutivas, pretensiones de condena. O si se desea
contemplar estos procesos desde el punto de vista de las clases de sentencias
que producen o pueden producir. es posible afirmar que a través del proceso

25 Cfr. González Pérez, op. cit. supra nota 17, p. 325.


2G Cfr. Sayagues Laso, Enrique, "El Tribunal de lo Contencioso Administrativo", eH
Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, núm. 1, enero de 1952. Monte·vi-
deo. pp. 24-25.
:'.'7 Cfr. Gonzá1ez Pérez, op. cit. supra nota 17, p. 325.
28 Idem, p. 328. Para Biclsa. el proceso de plena jurisdicción es aquel medianle el
cual el actor pretende "del tribunal competente no sólo que decida sobre la ilegalidad
de acto que sirve de <materia prima' (al proreso) y que lo anule, sino también que, como
consecuencia de ello, ordene que se restablezca la situación jurídica modificada por b
ejecución del acto atacado; ese restablecimiento equivale a reparación, por lo que puede
d actor pedir que se le indemnice de los daños causados o que se ordene la restitución
de una cosa. o, en su defecto, el precio de ella; que se condene al pago de cos-tas, etcé-
lera". Cfr. Biclsa, Rafael, "Conceptos jurídicos y terminologia: rcrursos y jurisdicción ple-
na", en La Ley, 1. 56, octuhrc-noyiembre-diciembn.', 1949, p. 793.

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350 DERECHO PROCESAL All."IINlSTRATIVO

de anulación se pueden obtener sentencias declarativas y constitutivas, y por


medio del proceso de plena jurisdicción se pueden lograr sentencias de
condena. 29
La distinción entre procesos de anulación y de plena jurisdicción condu-
ce a distinguir algunas materias que son susceptibles de ser objeto de cada
tIDO de estos dos tipos de proceso. Así, en términos generales, dentro del
proceso de plena jurisdicción se señalan las siguientes materias: 1) la respon-
sabilidad de la administración; 2) los contratos administrativos; 3) las con-
tribuciones directas; 4) la materia electoral, y 5) la responsabilidad de los
funcionarios.-ao A través del proceso de anulación se ha conocido lo que se
designa como "recursos por exceso de poder", creado y desarrollado por la
jurisprudencia del Consejo de Estado. Los cuatro motivos de anulación re-
conocidos tradicionalmente, han sido: 1) la incompetencia; 2) los vicios de
forma; 3) la violación de la ley, y 4) la desviación del poder."
Se debe aclarar que, a pesar de la exclusión original de la intervención
de ]a jurisdicción ordinaria en los actos de la administración, tal exclusión
no ha tenido un carácter absoluto, sino que se han circunscrito solamente a
los actQs administrativos, sin comprender, por tanto a los actos cíviles de la
.administración, es decir, los actos celebrados por la administración pública sin
usar sus prerrogativas de poder, sino sometida a la misma regulación jurí-
dica de los particulares. Esto nos conduce a lo que González Pérez denomina
el principio general de la "dualidad de jurisdicciones para juzgar a la Ad-
ministración pública".a2
Esta "dualidad de jurisdicciones" plantea la necesidad de distinguir los
actos administrativos de los actos civiles de la administración pública, con el
objeto de determinar la competencia de los tribunales administrativos o de
los civiles, respectivamente. Esta distribución competencia], dadas las dificul-
tades de formular una clara distinción entre lo administrativo y ]0 civil, es
quizá, uno de los problemas principales del sistema de justicia administrativa
francés. "El defecto principal del sistema -estima Giannini- es su complica-
ción. La primera complejidad surge del criterio básico de las jurisdicciones:
en muchos casos, en efecto, el concepto de materia administrativa se presenta
indefinido, , ." 3:1
Este problema, que el legislador ha u"atado de solucionar algunas veces
a través de la asignación específica de cOlnpetencia sobre determinados actos,34

!.'U Pam una distinción entre estas tres clases de sentencias, puede veTSe COUlure, op.
cit. supra nota 1, pp. 315-321.
:lO Cfr. González Pércz, op. cit ..~upra nota 17, p. 329.
31 Idem, pp. 33()'333.
'32 González Pérez, op. cit. supra nota 12, pp. 12 Y ss.
33 Giannini, Massimo Severo, "Compamción entre los sistemas del contenciQM) admi-
nistrativo", en Revista de la Facultad de Derecho, mimo 33, marzo de 1966. Caracas, p. 27.
84 Ibídem.

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rA JliSTlCI./\ ADMINISTRATIVA 351

no afecta en fonna decisiva las evidentes ventajas del sistema francés: la au-
tonomía de los juzgadores, su preparación especializada, la sencillez de los
procedimientos, la función creadora y uniformadora de la jurisprudencia y.
como consecuencia de estos y otros factores, la gran confianza que inspira en
los administrados.s 5 No ha sido, por tanto, injustificado el reconocido pres-
tigio del sistema francés, ni inexplicable su decisiva influencia en los orde-
namientos del civil law. Esta influencia no ha sido ajena, como veremos
más adelante, a la experiencia mexicana.

h) El ústema inglés

Tradicionalmente se ha pensado que el sistema inglés, a diferencia del


francés, es un sistema judicialisL"l. en el cual las controversias entre los ad-
ministrd.dos y la administración son conocidas y resueltas por los tribunales
ordinarios, en los mismos términos en que son tratados los conflictos entre
los particulares. 36 Aunque esta consideración puede ser aceptada como ver-
dadera en términos generales, ha tenido que ser rectificada para reconocer
el hecho cada "ez más evidente del establecimiento y desarrollo en Inglaterra
de numerosos tribunales administrativos, junto a los ordinarios. Lawson sos-
tiene que "los tribunales administrativos especiales parecen haber surgido al
mismo tiempo en Inglaterra y Francia, más especialmente durante los últi-
mos cuarenta afios··.37
El sistema exclusivamente judicialista pudo regir durante la época del
-Estado liberal. Pero en la medida en que la administración fue creciendo e
incrementando su participación en las actividades económicas, el sistema
fue resultando insuficiente, y se hizo necesaria la creación de tribunales ad-
nlinistrativos especializados. Para finales de 1948, el número de estos tribu-
nales era de 207. 38 En 1958, la TJ"ibwwls and inquires Act} creó un consejo
encargado de controlar la constitución y el funcionamiento de los tribunales
administrativos.J1"l González Pérez clasifica estos órganos en dos grandes gru-
pos: por un lado, el de aquellos cuyas decisiones pueden ser impugnadas ante
los órganos de la jurisdicción ordinaria, y por el otro, el de aquellos que de-

a;;; ldt:rn. p. 26; Lctourncur, 01'. cit supra nota 18, pp. 90-100, Y además, Remington,
op. cit. supra nota lB. pp. B9-94.
,W Clr. Giannini, uJJ. cit. supra nota 33, pp. 23-24.
:n Lawson, F. H .• "Lo contencioso administrativo en Inglaterra", en Revista del Ins-
tituto de Derecho Comparado, núm. ·1. enero-junio de 1965. Barcelona, p. 140_
¡~8 Cfr. González Pérez, op. cit. supra. nota 17, p. 370.
~9 ldem, p_ 372. El texto de la Tribunals and Iuquirer Act, 1958. brevemente comen-
¡.tdo, pucd.e verse en Baratier. Paul, Le contentiux administratif in Grande-Bretagnc, en
Rr-t.mc de Droit Public et de la Science Poli tique en France. et a l'étranger Paris, núm. 7

1, ("nero-febrero <le 1959, pp. fIl·70.

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352 DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO

ciden en última instancia, sin posibilidad de que sus resoluciones sean im-
pugnadas ante los órganos de la jurisdicción ordinaria.'"
Los procedimientos a través de los cual.,. se pueden demandar a las auto-
ridades públicas inglesas son los ¡V"íts u Olders de mandamus, prohíbition y
" certiorari. Junto a estos procedimientos tradicionales, es posible también de-
ducir pretenciones declarativas y "recursos especiales".41 Al decir de Lawson,
el mandamus es "una orden a las autoridades para que realicen una activi-
dad que han descuidado. Es un medio de actuación residual, en el sentido
de que no debe ser utilizado a menos que no exista otro igualmente: conve-
niente". La prohibition, expresa el autor citado, "es una orden a una auto-
ridad pública prohibiéndole el ejercicio de una jurisdicción que no posee
por derecho". Y, por último, el certio1'ari "es la orden dada a la autoridad
pública para que envíe los informes de sus actuaciones para ser inspeccio-
nadas por el Tribunal Supremo ... "; cuando el procedimiento tiene éxito,
las actuaciones "pueden ser anuladas tanto por el motivo de que aquellas
autoridades no tuviesen jurisdicción para actuar, como por haberse excedido
en su jurisdicción o por error de derecho, manifiesto en los informes".42 Es
claro que ~n estas explicaciones, la expresión "jurisdicción" debe ser enten-
dida en el sentido de competencia.
Tomando en cuenta la extensión y el alcance de estos procedimientos,
González Pérez concluye que en el derecho inglés es posible deducir tanto
pretensiones declarativas y constitutivas, como de condena.43

e) El sistema italiano

El sistema italiano se asemeja mucho al francés en cuanto que se basa en


el establecimiento de una jurisdicción administrativa especializada, formal-
mente adscrita al poder ejecutivo, pero dotada de autonomía. También se
parece en la existencia del principio de la "dualidad de jurisdicciones para
juzgar a la Administración pública", toda vez que los actos de ésta pueden
ser impugnados ante los órganos de la jurisdicción administrativa "'peciali-
zada o ante los órganos de la jurisdicción ordinaria, de acuerdo a un criterio
de distribución de competencia muy diferente del francés.
Los órganos de la jurisdicción administrativa italiana son los siguientes:
1) El Consejo de Estado, que es, a la vez, el máximo órgano consultivo
del Estado y el juzgador supremo en materia administrativa. Este órgano fun-
ciona en secciones y en pleno y conoce de determinadas materias en primera

4{1 ldem, p. 374.


41 Idem, pp. 375·376.
, 4:l I..awson, afr. cit. supra nota 37, pp. 144·145.
43 G<mzález Pérez, ap. cit. supra nota 17, pp. 376-377.

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LA JUSTICIA ADMINISTRAl'lVA 353

y única instancia, y de las apelaciones interpuestas contra las decisiones de


los tribunales administrativos regionales. Al decir ue Lessona, la "composi-
ción del Consejo de Estado es perfectamente idónea para el ejercicio de las
funciones jurisdiccionales administrativas porque en él hay miembros cualifi-
cados técnicamente uesde el punto de vista jurídico (los consejeros nombra-
dos por ascenso) y miembros cualificados técnicamente desde el punto de
vista de la competencia administrativa (los consejeros nombrados directa-
mente. que proceden casi siempre de entre los más altos funcionarios de la
Administración del Estado)".H
2) Los t,ibunales administrativos regionales que son órganos colegiado<;
regionales con funciones jurisdiccionales en primera instancia.45
En el derecho italiano se suele distinguir entre jurisdicción de legitimi-
dad y jurisdicción de mérito, según la clase de "vicios" del acto impugnado
que se tomen en consideracibn: con la jurisdicción de legitimidad "se preten-
de comprobar si el acto de la Administración está viciado jurídicamente"; eJl
cambio. con la jurisdicción de mérito "se pretende comprobar ¡si el acto est.<í
viciado administrativamente". Los vicios jurídicos se producen "cuando la ad-
ministración, actuando con actividad reglada. viola la norma de Derecho
puesta a su actuación"; los vicios administrativos "cuando la Administración
viola las reglas de buena administración":Hl Los vicios jurídicos o de legitI-
midad reconocidos en la ley son: violación de la ley, la incompetencia y el
exceso de poder:1'7
Los poderes del juzgador administrativo varían según se trate de vicios
jurídicos o administrativos. En el primer caso, si se comprueban los vicios,
el juzgador puede anular el acto impugnado; en el segundo. puede sustituir el
acto válido inoportuno o injusto por otro igualmente válido. pero justo y
oportuno, "según las reglas de una buena y discreta administración" ,48
También es interesante en el sistema italiano el diverso criterio para dis·
tribuir la competencia entre los tribunales administrativos y los civiles. Por
regla, cuando el acto administrativo afecta un derecho subjetivo del admj-
nistrado. éste puede acudir a la jurisdicción ordinaria e iniciar un proceso
{jvil; en cambio, cuando el acto de la administración afecta no un derecho

44 Lessona. Silvio, "Los principios del ordenamiento de la justicia administrativa eH


Italia", en op. cit. supra nota 37, pp. 166-167.
45 Capaccioli explica qw.! los tribunales rL-gionalc'S SOIl, a partir ue la Ley de 6 dí'
enero de 1971 que los creó en reemplazo de las juntas provinciaics administrativas supri-
midas desde 1965, juzgadores tic primera instancia para todos los procesos contra ac"tos
dc cualquier órgano de la administración públirn, de todos los nivcles. y que al Con-
sejo de Estado se le ha asignado el papel de juzgadOl" adminiStrath'o de apelación. Cfr.
Cappacioli, Enzo, "Vnit:t della giurisdiziúne c giustizia amroinistrativa", en Studi in ')11'-
tl/oria di Carlo Fumo. Milá.n, Dott. A. Giuffré Editor~, 1973, p. 176.
46 Lessona, op. cit. supra nota 44, p. 168.
47 Idem, p. 169.
4R Ibidem.

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354 DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO

subjetivo, sino un i"terés legítimo del administrado, éste, una vez agotados
los recursos administrativos, puede acudir a los órganos de la jurisdicción
administrativa para iniciar un proceso administrativo. El criterio para la dis·
tribución de competencias estriba, por tanto, en la distinción entre derecho'
subjetvo e interés legítimo.
Giannini sostiene que "mientras el derecho subjetivo se refiere siempre a
un bien jurídico, material o inmaterial, presente o futuro, el interés legiti·
fiO se refiere a la pretensión de una conducta ajena -en el caso de la
administración pública- que sea conforme a la norma".41J Por su parte. Les-
sona considera que el derecho subjetivo "tiene por contenido una situación
reconocida al individuo personalmente, de forma que la Administración PÚ-
blica en su actividad encaminada a la realización del interés público no puede
eliminarla ni modificarla". Este último autor distingue entre interés legítimo
"ocasionalmente protegido" e interés legítimo "condicionalmente protegido",
según se trate de situaciones individuales cuya protección se pretenda como
"efecto reflejo de una norma" o por su compatibilidad con el interés público. 50
Con todo, la distinción no resulta suficientemente clara, por lo que la
detenninación de la competencia de los tribunales administrativos o de los
civiles, de manera similar a como ocune en el sistema francés, plaIitea serias
dificultades prácticas. 51

d) El sistema alemán

Quizá la característica m¿ís comúnmente destacada del sistema de justi.


cia administrativa de la República Federal de Alemania, sea la existencia
de tribunales administrativos especializados, independientes tanto del poder
ejecutivo como del judicial.°2 Los órganos de la jurisdicción administrativa
en el sistema alemán, regulado por la Ley de la jurisdicción contenciosa-ad-
ministrativa de 1960. son los siguientes:
1) El Tribunal Supremo Federal, máximo órgano jurisdiccional adminis-
trativo, de carácter colegiado. con competencia para conocer del recurso de
casación contra las sentencias de los u'ibunales superiores de los Estados;
2) Los tribunales administrativos superiores de cada Estado, órganos co-
legiados que funcionan en salas y que conocen de las apelaciones en contra
de las sentencias dictadas por los tribunales administrativos, y

4t1 Giannin, op. cit. supra nota 33, p. 29.


50 Lessona, op. cit. supra nota 44, p. 162.
51 Cfr. Giannini, op. cit. supra nota 33, p. 30; }' Clp:lcdoli, op. cit. supm nota 45, pp.
181·182.
152 Cfr. Fix·Zamudío, op. cit. sUjJra nota 21. p. 104; }' GonziÍlez Pérez, op. cit. supra
nota 17, pp. 426·427.

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LA JUSTICIA ADMINISTRATIVA 35:;

3) Lus tribunales administrativos, también colq,riados, que conocen de


los procesos administrativos en primera instancia. M
Giannini señala que en el sistema alemán se atribuye el conocimiento de
"todas las controversias en las cuales sea parte una Administración Pública"
a los' tribunales administrativos, por lo que no se plantean las dificultades
que implica la distinción de la "doble jurisdicción": el tribunal administra-
tivo "reúne a la competencia sobre las materias administrativas, la compe-
tencia de· las materias sobre derecho civil, comunes o especiales, y la com-
petencia sobre los derechos así como sobre los intereses legítimos".'H
Por último, conviene mencionar que en el sistema alemán es posible de-
ducir tanto pretensiones declarativas y constitutivas como de condena. En su
demanda, el administrado "podrá pedir, según los casos -explica Giannini-.
la anulación del acto administrativo, o la reforma del mismo, o bien la
condena de la administración a restituir una cosa, O a pagar una suma de
dinero, o podrá. igualmente, si es admitido, pedir una reparación pecunia-
ria, sin anulación del acto.";:¡;;

e) El sistema espmiol

En términos generales, se estima que el sistema espai'iol de justicia admi-


nistrativa, regulado por la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa
de 27 de diciembre de 1956,56 reformada el 17 de marzo de 1973,57 se carac-
teriza por el hecho de que los órganos jurisdiccionales competentes para co-
nocer los conflictos entre el administrado y al administración sobre actos
administrativos. no quedan ubicados formalmente dentro del poder ejecuti-
vo, como ocurre en el sistema francés, sino en el judicial. Sin embargo, a di-
ierencia del sistema judicialista tradicional inglés, dichos órganos jurisdiccio-
nales, aunque ubicados dentro de la jurisdicción ordinaria, tienen competencia
especializada en asuntos administrativos y se encuentran organizados jetár-

na Gonzálcz PlTez, idem, pp. 430-131. Puede verse además: Pders, Hans. La jurüdic.
ción administrativa en la Rcpllblica Federal, en op. cit. supra nota 37, pp. 22-33.
54 Giannini, op. cit. supra nota 33, p. 30. Existen, sin embargo, algunas excepciones a
<esta regla: cfr., González Pérez, al'. cit. wfrra nota 17, p. 430, nota 57.
¡;.'j Giannini, op. y loe. dls. en la nota anterior.

56 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Nueva ley reguladora de la jurisdicción con-


Lcncioso-administrativa en España", en Bolctín del Instituto de Derecho Comparado de
México~ núm. 31, enero-abril de 1958. México. pp. 83·106; González Pérez, Jesús, "La
experiencia española de la Ley de la jurisdicción contencioso-administrativa", en Revista
Crítica de Derecho bwwbiliarior nüm. 481, noviembre diciembre de 1970, Madrid. pp.
1349· 1399.
l:i7 Cfr. González Pérez Jesús, "La rcfotma de la ley de la jurisdicción oontencioso-ad·
ministrativa", en Revista de Derecho Procesal Iberoamericana, núm. 1 de 1973, Madrid,
pp 71·103.

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356 DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIV()

quicamente de tal manera que sus decisiones finales no son revisadas directa-
mente por juzgadores civiles. De este modo, la jurisdicción administrativa,
aunque forme parte del poder judicial, se encuentra separada funcionalmente
de la jurisdicción civil.
Los órganos de la jurisdicción administrativa son, en primer término. las
salas de lo contencioso-administrativo del Tribunal Supremo de España, má-
ximos órganos colegiados, convertidos, en virtud de la reforma de 1973, fun·
damentalmente en tribunales administrativos de apelación, aunque también
conocen de detenninados procesos administrativos en primera y única íns-
tancia,M y en segundo término, las salas de lo contencioso-administrativo de
las audiencias territoriales. órganos colegiados que, regularmente, conocen
ue los procesos administrativos en primera instancia y cuyas resoluciones
pueden ser impugnadas en apelación ante las salas de lo contencioso-admi-
nistrativo del Tribunal Supreluo.GI)
A pesar de la unidad orgánica de la j w'isdiccióll española, la especializa-
ción de la competencia adnünistrativa también conduce en España a la "dua-
lidad de jurisdicciones para juzgar a la Administración pública". Los órga·
nos de la jurisdicción administrativa sólo son competentes para conocer de
los conflictos sobre actos administrativos, por lo que queda excluida de S11
competencia el conocimiento y resolución de cuestiones de índole civil o pe·
nal y de otras que, aunque relacionadas con actos de la administración, corres-
pondan por disposición legal a la jurisdicción social o a otras jurisdicciones,
como lo indica el articulo 20. de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Ad-
ministrativa.
De este modo, esta dualidad de jurisdicciones también plantea en España
serias dificultades para determinar la naturaleza de algunos actos de la ad-
ministración y la competencia de cada jurisdicción para conocer de tales
actos.oo

3. Clases de tribunales y de procesos administrativos

Como resultado de la breve exposición de estos sistemas de justicia admi-


nistrativa, podemos señalar algunas clases de tribunales y procesos adminis·
trativos.
a) En primer término, si tomamos en cuenta las Telaciones entre los tri-

tí8 Idem, pp. 9(}·93; Galán Mcléndcz, Áh"aro, "EI Tribunal central de lo contencioso-
administrativo", en Información .Turídica~ núm. 319, octubre-diciembre de 1973. Madrid,
pp. 47·67.
5!J Gonzálcz Pércz, op. cit . .mpra nota 57, pp. 79-89.
00 Cfr. Gonz;Hcz Pérez, op. cit. supra nota 12, pp. 21-22; y, Martín Mateo, RamólI,
"Derecho administrativo y materia contenciosa, en Revista de Administración Pública,
núm. 55, enero-ahril de 1968, Madrid. pp. 113-130.

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LA JUSTICIA ADMINISTRATJVA 35i

b".llales admin.istrativos y la administración, podemos considerar la existen-


<:ia de tribunales de justicia "etenida y de justicia delegada. De acuerdo ron
c.,ta clasificación, sugerida por el desarrollo del Consejo de Estado francés,
los ]Jamados tribunales de justicia retenida son aquellos que Carecen de auto-
nomía respecto de la administración y se limitan a formular proyectos que
someten a ]a aprobación de la propia administración. En cambio, los tribu-
nales de justicia delegada son aquellos que, independientemente de su ads-
cri pción formal, poseen autonomía respecto de la administración y se en-
cuentran facultados para pronunciar sentencias. En rigor, los denominados
tribunales de justicia retenida no son tribunales ya que carecen de autono-
mía y no ejercen {unción jurisdiccional ni conocen de verdaderos procesos:
ejercen función administrativa y sus procedimientos no son sino formas de
autotutela proccsalizada. Como ha escrito González Pérez, "sólo cabe hablar
de proceso administrativo desde el momento que el 6rgano al que se con-
fia su decisión es propiamente jurisdiccional, y, por tanto, independiente".cn
b) En segundo lugar, si se considera la clase de p,-etcnsiones formuladas
por el actor o los jJoderes del tribunal con relación al acto administrativo,
los procesos pueden ser de anulación o de plena jurisdicción. En primer caso,
el actor formula pretensiones declarativas o constitutivas y el tribunal se
limita a resolver sobre la legalidad del acto impugnado. En los procesos de
plena jurisdicción, en cambio, el actor puede formular pretensiones declara-
tivas, constitutivas y de condena, y el tribunal, por su parte, debe decretar
todas las medidas necesarias para satisfacer las pretensiones que hayan sido
declaradas fundadas.
e) En tercer término, si tomamos en cuenta la clase dl~ motivos aducio.~
¡mm impugnar el acto administrativo, los procesos pueden ser de legitimidad
o de mérito. A través de los primeros se cuestiona la validez jurídica del acto
administrativo; por lnedio de los segundos, en cambio, se impugna su justi-
ficación u oportunidad desde el punto de vista de las "reglas de una buena
administración", según reza la fónnula italiana.

L Fl sistema mexicano dr justicia ad1llinislratl1m

No consideramos enteramente acertado sosten.er que en ·México se haya


iIII plantado alguno o algunos de los sistemas descritos anterionnente; ni si-
<[uiera, que en nuesU'o país predomine alguno de tales sistemas.
Algunas de las características del sistema francés han sido tomadas muy
en cuenta para la configuración de los tribunales administrativos mexicanos,
particulannentc por la influencia que ha ejercido en ellos el Tribunal Fiscal
de la }~edración. Pero, como ,"cremos en el apartado 6 de la sccciún siguien-

Hl Com.;ikJ Pél"CJ, JesÍls. Admillislt(u·ión tníbli("fl y film·tod. I.'~AM, México. ]911, p. ii.

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358 DERECHO PROCESAL ADMINrSTRATl\'O

te, existen marcadas diferencias entre este último tribunal -sobre todo .. en :el
alcance de su competencia- y los tribunales administrativos franceses ..
Por otro lado, los tribunales administrativos estatales mexicanos. todavía
son muy pocos y su competencia se reduce, por regla, al conocimiento de pro~
cesas de anulación fiscal. Siguen generalmente el modelo del Tl'ibunal.Fiscal
de la Federación, -excluyendo su competencia para conocer procesos de ple-
na jurisdicción- y los lineamientos del proceso regulado en el Código Fiscal
de la Federación. Entre los tribunales fiscales locales, podemos. mencionar
los de los estados de México -que quizá sea el que mejor haya funcionado
a la fecha-,"" Guanajuato, Colima, Tamaulipas, Veracruz y Sonra.~3 El de
este último Estado, aunque se denomine "Tribunal de lo Contencioso Ad-
ministrativo", tiene competencia para conocer, como los demás tribunales
fiscales de los. estados mencionados, sólo de procesos de anulación de actos
estrictamente fiscales. En forma similar, en el estado de Nuevo León existe
un juez de lo fiscal, considerado como órgano autónomo ubicado dentro del
poder ejecutivo local, con competencia para conocer de los juicios de anula-
ción fiscal. Y en los estados de Chihuahua y Aguascalientes se atribuyecom-
petencia al Supremo Tribunal de Justicia para conocer de los juicios de opo-
sición contra actos de las autoridades fiscales. G4
Sólo en el Distrito Federal" y en el estado de Sinaloa, •• se han estable-
cido tribunales con competencia en materia· administrativa en' general; en
el primer ·caso, el Tribunal de lo Contencioso Administrativo sólo puede dic-
tar sent~cia declarativas o, a lo sumo, constitutivas; en Sinaloa, el Tribu-
nal denominado Fiscal -aunque lo es realmente administrativo, al contrario
exactamente de lo que ocurre con el de Sonora-, sí cuenta con atribuciones
para conocer de procesos de plena jurisdicción.- 67
62 Acerca del desarrollo y funcionamiento del Tribunal Fiscal del Estado de México,
establecido por la Ley de 26 de diciembre de 1968. y regulado actualmente por el có·
digo Fiscal, ~el Estado de SI de diciembre de 19'70, puede verse el artículo de ~uiz Pércz.
Tomás, "El Tribunal Fiscal del Estado de México", en Rl;''fnsta del Tribunal Fiscal del
Estado de México~ .1110 1, núm, 1, mayo·agosto de 1977. pp. 61-75. El texto actualizado
del Código aparece publicado también en la citada Revista, pp. 151-263.
-63 Cfr. nuestra rcseña '¡La legislación mexicana recieñtc sobre justicia administrativa",
en Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, UNAM. México. núm. enero-abril
de 1978. especialmente la sccci611 nI, apartados ll, 12, 14, 18 Y 19.
M Idem, apartado 13.
% Cfr. nuestras resellas a la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrati\lo cId
Distrito Federal de 26 de enero de 1971 y a sus reformas de 2 de ene:ro de 1973, en
Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia núm. 3, julio.septiembre de 1972,
México, UNAM, pp. 353·362; Y núm. 9. enero-marzo de 1974, pp. 66·68, respectivamellte.
Acerca del citado Tribunal, pueden verse también los artículos publicados en los núms.
1 y 2. de julio de 1972 y julio de 1973. de la "Revista del Tribunal de lo Contencioso
del Distrito Federal", dc la cual, lamentableIl1cntc, ya no han ,'ucIto a aparecer nuc,·os
nlÍmeros.
06 Cfr. op. cit. sujmt Ilota 63, <lpartados J!), 16 Y 17.
m Idem, apartado 18.

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LA Jl;STICIA ADMINISTRATIVA 359

Por último, la posibilidad de que los actos administrativos, tanto locales


como federales, sean revisados por los juzgadores federales a través del juicio
de amparo -ya sea directo, contra sentencias de los tribunales administrati-
vos, o ya sea indirecto, contra actos administrativos no impugnables por me-
dio de procesos administrativos-,-68 imprime al sistema mexicano de justicia
administrativa características propias. de difícil equivalencia o similitud en
los sistemas a que nos hemos referido brevemente.

11. LA JUSTICIA ADMINISTRATIVA FEDERAL

5. Algunos antecedentes

No es posible que en este trabajo hagamos referencia a todos los antece·


dentes mexicanos de la justicia administrativa, que algunos autores remontan
a la época colonial {j9 y otros aun a la precolombina.'iO Nos interesa solamente
destacar algunos de los antecedentes y el desanollo del sistema de justicia
administrativa actual.
Con razón ha señalado González Pérez que dos temas centrales, actual-
mente superados, han presidido la evolución de la legislación sobre justicia
administrativa en México: la constitucionalidad de los tribunales administra-
tivos y' las posibilidades del juicio de amparo de funcionar como proceso
administrativo.'il
El debate en torno a la constitucionalidad de los tribunales administra-
tivos, planteados desde el siglo pasado y reforzado en virtud del estableci-
miento del Tribunal Fiscal de la Federación por la Ley de Justicia Fiscal
de 27 de agosto de 1936, concluyó, al menos desde el punto de vista de la
interpretación de las normas constitucionales vigentes, con la reforma con~­
titucional de 16 de noviembre de 1946 que adicionó un párrafo a la fracción
1 del artículo 104 constitucional. Este párrafo facultó a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación para conocer de los l'eCUrsos contra las sentencias
"de los tribunales administrativos creados por ley federal, siempre que dichos
tribunales estén dotados de plena autonomía para dictar sus fallos".
Posteriormente, el 19 de junio de 1967 fue reformada nuevamente la ci-
tada fracción 1 del artículo 104, para establecer claramente que "las leyes

üs Cfr. :Fix·Zamudio H<.".ctor, "Bre"e introducción al juicio de amparo mexicano" (so.


bretiro de la Memoria de El Colegio Nacional, t. VIII, núm. 3 de 1976), El Colegio ~a
donal, México, 1977. pp. 161-164; Gonzftlez Pérez, op. cit. supra nota 8, pp. 804·805.
69 Así, por ejemplo, Carrillo Flores, op. cit. supra nota 16, pp. 167 Y ss .
• 0 En este sentido, y con referencia especial a la justicia fiscal, puede verse Armicu-
td, Gonzalo, El 'proceso tributario en el Derecho mexicano, Manuel Porrúa, México. 1977,
pp. 17-!!6.
í1 Conzálcz Pérez. ofr. cit. supra 110t:\ 8, p. 755.

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DERECHO PROCESAL ADM[NISTRATlVO

federales podrán instituir tribunales de ]0 Contendoso-Administrativo dota-


dos de plena autonomía para dictar sus fallos, que tengan a su cargo dirimir
las controversias que se susciten entre la Administración Pública Federal o
del Distrito Federal, y los particulares, estableciendo las normas para su or~
ganización, su funcionamiento, el procedimiento y los recursos contra sus
resoluciones" .
De este modo quedó concluido el debate en torno a la constitucionali-
dad de los tribunales administrativos, los cuales ya en el siglo pasado habían
sido propuestos en las Bases Orgánicas del 12 de junio de 1843, las Bases
para la Administración de la República de 22 de abril de 1853 y, sobre todo.
en la ley para el arreglo de lo contencioso administrativo y su Reglamento,
ambos de 25 de mayo de 1843. 7 " En virtud de esta última, se estableció, aun-
que con duración de sólo dos años, un Consejo de Estado a semejanza del
francés. como órgano de .justicia retenida.13
Aun sin las citadas reformas constitucionales de 1946 y 1967, era discuti-
ble la pretendida incompatibilidad del sistema de tribunales administrativos
con la organización jurisdiccional prevista en la Constitución. Los principales
argumentos que esbozan quienes sostenían tal incompatibilidad, consistían
en que: 1) los tribunales administrativos contradecían el principio de la di-
visión de poderes establecido en el artículo 49 de la Constitución; 2) los
tribunales administrativos eran "tribunales especiales" prohibidos por el ar-
tículo 13 constitucional; 3) los tribunales administrativos vulneraban el artícu-
lo l4 de la Constitución que establece la "garantía de audiencia"; 4) el
sistema de dichos tribunales significaba una autotutela prohibida por el ar-
tículo 17 constitucional, y 5) tal sistema era contrario a la supremacía cons-
titucional del poder judicial.74
Con objeto de refutar dichos argumentos, se formularon los siguientes:
J) el principio de la separación de poderes admite varias interpretaciones,
una de las cuales permitió el establecimiento del sistema francés; 2) el artícu-
lo 13 prohíbe los tribunales que se crean para conocer exclusivamente de
uno o varios casOs concretos, es decir. los tribunales por comisión, pero no los
tribunales con competencia especializada, a los cuales pertenecen los admi-
nistrativos; 3) los tribunales administrativos, al seguir un proceso contra-
dictorio, pueden respetar la "garantía de audiencia" establecida en el artículo
14 constitucional; 1) el proceso ante los tribunales administrativos, cuando
éstos cuentan efectivamente con autonomía, excluye la autotutela proscrita

72 Cfr. Canilla FIOl"es. 011. di. .mfn·a Ilota 16, pp. 175·176.
73 Cfr. Quitana, José Miguel. "Reseña histórica de lo contencioso administrativo fis-
cal en México", en Jus, núm. ~6 marzo de 1954, México, pp. 204-206; y, Nava Negrete.
Alfonso, "Notas sobre 10 contencioso administrativo dd Distrito Federal", en Jurídica.
núm. 4. julio de 1972, México, pp. 261-262.
7<.1, Cfr. Fraga, CabillO, Derecho administrativo, Ed. Porrúa, M{~xico, 1971, (14~. ed.) ,
pp. 46B-469.

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L\ Jl,.',:'JIClA ADMINISTRATIVA 3Cil

por el artÍCulo 17 constitucional, y 5) el sistema de tribunales administra-


tivos, cuyas sentencias pueden ser revisadas a través del juicio de amparo
ante los juzgadores competentes del poder judicial federal, no contradice la
supremacía constitucional de est.e último poder_1r.
Como quiera que sea, las.reformas constitucionales de 1946 y 1967 pu-
sieron punto final al debate, que ahora sólo presenta un interés histórico, y
removieron cualquier posible obstáculo para el establecimiento de tribunales
administrativos.
Según expusimos anteriormente, el Tribunal Fiscal de la Federación fue
(rrado por la Ley de Justicia Fiscal de 27 de agosto de 1936. Ha sido regu-
lado .<.,ucesivamente por el Código Fiscal de la Federación de -30 de dicicm-
Ilfe de 1938, el Código del mismo nombre de 30 de diciembre de 1966, toda-
\'ía vigente, y la Ley Org;í.nica del Tribunal Fiscal de la Federación de :H
de diciembre de 1966. 76 Esta última ha sido abrogada el pasado 2 de agosto
de 1978, al entrar en vigor la nueva Ley Orgánica del TrHmnal Fiscal de la
Federación de 30 de diciembre de 1977. 77 De este modo, el proceso fiscal se
encuentra regulado actualmente por el Código Fiscal de la Federación de
30 de diciembre de 1966, reformado también el 28 de dióembrc de 1977
para ponerlo acorde con la nUeya Ley,18 y la integración, organización y
(ümpetencia del Tribunal I,'i~cal de la Federación son reguladas por la c.itada
llueva Ley Orgánica, a partir del 2 de agosto pasado,
En esta sección sobre justicia administrativa federal nos referiremos sola-
lIlente al Tribunal Fiscal de la Federación y al proceso que se sigue ante
(1. Excluimos del estudio de la justicia administrativa federal, al Tribunal
Fcdrral de Conciliacibn y Arbitraje de los trabajadores al servicio del Esta-
do. toda vez que coincidimos con la autorizada opinión de Carrillo Flores,
quien estima que dicho Tribunal "por la naturaleza de sus funciones.,. se
asimi1a más a los tribunales del traba.jo" .79 Si tomamos en cuenta que la com·
pctcncia por materia de dicho Tribunal concierne exclusj"amente a los
,;¡ e})·. Gom.á:lcl. P(·rl'/. OJi. ril . .\lIJ)¡(J nota R, pp. 7.~-58 Lo'> .('rminos del dehate
t;unhi(·n pueden \efSe ell CarpilO, Jorg-c, "la~s constituciones de Jos tt·ibunales conlt'n-
doso !\dministralh·o", en ]l/'vi.l/u rld Trihunal de lo Con/enrio.lo Administrativo del
/lilhito Federal, núm. 1, Julio de 19i2. México, pp. 38·46.
,1; Para un estudio detallado de b. evolución del Tribunal Fiscal de Federación, PIH"
d(' H'rSC: Hcdúan \'irués, Doh)\"~', "LJ wlltencioso eH el Códig·o fiscal de la Federación'·,
U1 JI/re, núm. 1, enero-abril de 1973, Guacla1aiara, pp. 31·:;3.
17 F:~ta ntH~Va Ley fU(> publicada pn el Diario Oficial dc b Federación de 2 de fe·
hrero de 1978. Su artículo lo. transitorio dispone: "La presente Ley entrar;í en vigor a
los IRO días siguientes al de su pub"li,-aci(ín ('H el 'Diario Oficial' de la Federación, y ('Il
esa fecha quedará abrog:ada b I.ey Org;'Hlic·a del Tnbunal Fheal de la Federación de 21
de diciemhre de 19Gú··.
,~ Esta" refurmas al Código l"is(al -le la "Federación (en lo succsi\"(I CFF) también fuc·
ro!l publkadas en el niario O{i<.ial illcndonado en 1a no la antcrior. Han entrado en
\'i¡.;or en la misma fecha que 1;1 Lc~ Orgánica.
7(1 Carrillo Flores, 0IJ. cil . .11Il/T0 Ilot~ 16, p. 24, nota 35.

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vERECllO PROCESAL ADMI1\IS'I'RATIVO

conflictos individuales, colectivos o intersindicales de car;icter laboral: que


su creación se encuentra prevista en la fracción XII del apartado, B del
articulo 123 constitucional, ubicado dentro del título sexto cuyo epígrafe e,
"de! trabajo y la previsión social", y que las resoluciones finales de dicho
tribunal son impugnables a través del juicio de amparo ante la cuarta saja
-la sala laboral-, y no ante la segunda sala -la sala administrativa-, de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, debemos concluir que el menciona-
do Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje es, más que' un tribunal
administrativo. un tribunal del trabaja.

G. El Tribunal Fiscal de la Fedemción

Sin duda el propósito central de la promulgación de la nueva Ley Dr·


gánica. que sigue en su estructura esencial a la de ] 966, es el de la, desconcen-
tración geogrdfica del Tribunal Fiscal de la Federación, a través de salas re·
gionales.
Como es sabido. este Tribunal había venido funcionando, hasta antes
de la entrada en vigor de la nueva Ley, en pleno. compuesto pOr todos sus
magistrados -en total 22-, con atribuciones básicamente administrativas y
algunas jurisdiccionales de segunda instancia; y en siete salas, integradas cada
una por tres magistrados, a través de las cuales ejerda esencialmente su
{unción jurisdiccional. El tribunal, tanto cuando actuaba en pleno como
cuando lo hacía a través de las salas, funcionaba sólo en la ciudad de México.
De acuedo con la nueva Ley. el Tribunal ejercerá su función jurisdiccio-
nal, en primera instancia, a través de trece salas denominadas regi(Yflalcs 7

toda vez que se distribuyen en once regiones -circunscripciones territoriales


en que se divide al país para efectos de asignación de competencia- de la
siguiente manera: tres salas en la región metropolitana -Distrito Ferleral-
y una sala en cada una de las restantes diez regiones. Las principales funcio-
nes administrativas y las jurisdicionales en segunda instancia son atribuidas
ahora a la sala sUpe,,.iOT con sede en la ciudad de l\féxico.
j

Antes de señalar por separado la competencia e integración de la sala


superior y las salas regionales. conviene apuntar que el artículo l'? de la
nueva Ley contiene la misma declaración del artículo de igual número de
la Ley abrogada: "El Tribunal Fiscal de la Federación es un tribunal admi-
nistrativo, dotado de plena autonomía para dictar sus fallos. con la organi-
zación y atribuciones que esta ley establece".
Aunque se signe atribuyendo al presidente de la República el nombra·
miento, con aprobación del Senado, de los magistrados del Tribunal, se ha
suprimido la referencia a la p,·opuesta del Secretario de Hacienda y Crédito

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LA J LSTICIA AlJ~NSTR1\' A

Público. Además, en el nombramiento se deberá indicar si el funcionario es


designado para integrar la sala superior o las salas regionales.so
Por otro lado, se advierte en la nueva Ley la creación del cargo de vli-
cial mayor.. para coordinar los servicios administrativos del Tribuna1,81 los
l'uales, seguralnente, se verán incrementados con la dcsconcentración admi-
nistrativa.

a) L~ sala superior
Esta sala se integrará por nueve magistrados, nombrados, al igual que
los de las salas regionales, para un periodo regular de seis afios.8'l El quorum
se fOlma cuando menos con seis magistrados y las resoluciones de la' sala
deben ser aprobadas por la mayoría de los magistrados presentes. La pro-
pia sala superior designa de entre sus magistrados al presidente del Tribunal,
para un periodo de un año, con posibilidad de reelección. El magistrado
designado presidente del Tribunal, además de desempeñar este cargo, tarn·
bién forma parte de la sala.""
En general, las atribuciones que en la Ley de 1966 correspondían al pleno
del Tribunal, ahora son asignadas a la sala superior. ASÍ. a ésta se atribuye:
1) la creación y modificación en forma exclusiva de la jurispntdencia del
Tribunal Fiscal, la cual será obligatoria, sin excepción, para las salas regio-
nales; 2) la decisión de los recursos -queja o revisión- interpuestos contra
las resoluciones de las salas regionales; 3) el conocimiento de las "excitati-
vas" promovidas por las partes a causa del retardo de los magistrados en la
Eonnulació'n de los proyectos o en la emisión de los votos; 4) la calificación
de excusas y recusaciones, y 5) como atribución exigida por la desconccn-
tración geográfica. la resolución de las cuestiones de competencia que sé
susciten entre las salas regionales. M Aparte, la sala superior tiene las fun-
ciones administrativas que señala el artículo 16.
El presidente del Tribunal Fiscal de la Federación tiene, además, las atri-
huciones administrativas enumeradas en el artículo 19.

b) Las salas regianales


Cada una de las u-ece salas regionales se integra por tres magistradus;
su quorum es de tres lnagistrados y sus resoluciones deben ser aprobadas
por mayoría de votos. BO
ro erro ;l¡·tieulo 30. de la nueya Ley Org;.jnica del TribulIal :Fücal tic la l'edcradóll
ten lo sucesivo LOTFF).
~1 Articulo 32, idem.
¡l"2Artículos 30 y 11, idellt.
8.1 Artículos. 11, 12 Y 17. idem.
S4 Artículos 15 idem y 233 dd CFr.
Sil Artículo 20 LOTFF.

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DERECHO PROCJo.:SAL AOMINISTRA TIVO

Las regiones en las que se divide el territorio para los efectos de asigna-
ción de competencia de estas salas, son las siguientes: 1) la del Noroeste
(estados de Baja California, Baja California Sur, Sinaloa y Sonora); 2) la
del Norte-Centro (Coahuila, Chihuahua, Durango y Zacatecas); 3) la del
Noreste (Nuevo León y Tamaulipas); 4) la de Occidente (Aguascalientes,
Colima, Jalisco y Nayarit); 5) la del Centro (Guanajuato, Michoacán, Que-
,'<'taro y San Luis Potosí); 6) la de Hidalgo-México (Estados del mismo
nombre); 73 la del Golfo-Centro (Tlaxcala, Puebla y Veracruz); 8) la del
Pacifico-Centro (Guerrero y Morelos) ; 9) la del Sureste (Oaxaca y Chiapas) ;
JO) la Peninsular (Campeche, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán), y 11)
la Metropolitana (Distrito Federal)." Ya hemos indicado que sólo en esta
última habrá tres salas regionales y en las demás regiones sólo una.
En términos generales, podemos afirmar que a las salas regionales se
atribuye en la nueva Ley el conocimiento y resolución de los mismos asun-
tos que la anterior asignaba a las siete salas del Tribunal. El articulo 23 de
ia nueva Ley se limita a reproducir el 22 de la Ley abrogada, sin tomar
siquiera en cuenta algunas modificaciones legislativas producidas durante
la vigencia de esta última Ley. Así. por ejemplo, la fracción IV continúa
aludiendo a la Dirección de Pensiones Militares, la cual fue reemplazada,
desde 1976, por el Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Annadas. s7
La competencia de las salas regionales la podemos dividir, siguiendo a
Fix-Zamudio, en dos sectores: el de anulación y el de plena jurisdicción. El
primero de ellos comprende, a su vez, dos tipos de conflictos: los concernien-
tes a la anulación de actos o resoluciones estrictamente fiscales y los derivados
de las prestaciones económicas que otorgan las instituciones de seguridad
sodal en beneficio de los empleados civiles y militares; prestaciones que el
autor citado califica de "parafiscales".
En el segundo sector competencial, el de plena jurisdicción, quedan com-
prendidas las controversias sobre reclamaciones de reparación patrimonial
directa contra el Estado por actos y omisiones culposos en el funcionamiento
,le Jos servicios públicos -previstas en el artículo 10 de la Ley de depura-
<"Íón de créditos a cargo del Gobierno Federal, de 31 de diciembre de 1941-
)' sobre responsabilidad civil de los funcionarios y empleados federales, así
como las controversias que se deriven de la interpretación y cumplimiento
de contratos de obras públicas celebrados por las dependencias del poder
ejecutivo federal. s8 La nueva Ley precisó que dichos contratos deben haber
&l Articulo 21, iaem.
In Cfr. artículo 40. transitorio de la Ley del Instituto de Seguridad Social de las
];IJt.'rzas Armadas Mexicanas, de 28 de mayo de 1976.
R8 Fix-Zamudio, Héctor, "Introducción al estudio del proceso tributario en el Derecho
Mexicano", en Perspectivas del derecho público en la segunda mitad cfel siglo XX (Home-
naje a Enrique Sa)'agues Laso)., Instituto de Estudios rle Administración Loca], Madrid,
1969, pp. J081-1085.

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LA .J l.lSTICIA ADMINISTRATIVA

sido celebrados por las dependencias de la administración púhlica [eder,tI


centralizada, de acuerdo con la terminología introducida por la Ley Orgá-
nica de la Administración Pública Federal de 24 de diciembre de 1976.'"
Quedan, por tanto, fuera de la competencia del Tribunal Fiscal de la Fede-
ración los conflictos sobre interpretación y cum plimiento de los contratos de
obras públicas celebrados por las entidades de la administración públic<l
paHlcstatal_OO
Como puede observarse, la competencia del Tribunal Fiscal de la Fede-
ración, pese al nombre de éste, no es exclusivamente fiscal, sino que tam-
bién comprende cuestiones "parafiscales" y administrativas. La nueva Ley
Orgánica reitera la posibilidad de que alguna otra ley -que puede ser no
s(jlo fiscal sino también administrativa- otorgue competencia al Tribunal
Fiscal de la }ederación, y que, en caso de que no regule un procedimiento
específico, se apliquen las disposiciones procesales del Código Fiscal de la
Federación y de la propia Ley Orgánica.91 Por estas razones, consideramO'>
acertada la opinión de Fix·Zamudio, quien estima que este órgano jurisdic-
cional "se acerca m;:í.s a un tribunal administrativo general", que a uno pu·
ramente fiscal. 9:!
En la práctica procesal, el Tribunal Fiscal de la Feueración ha (uncio-
nado realmente en forma autónoma,n y ha sido considerado como uno de
los tribunales con mayor grado de honestidad, entre los tribunales mexica·
nos.'" La propia experiencia del Tribunal ¡'iscal ha permitido que la doc-
trina mexicana haya insistido en la necesidad de convertirlo enteramente en
un tribunal federal administrativoYr.
Por último, conviene aclarar que la desconcentración geográfica de tres

89 Esta Ley fue publicada en el "Diario Oficial de la Federación" de 29 de diciem-


bre de 1976. De acuerdo con su artículo 20., la Administración pública centralizada l;J
integran las secretarías de Estado y los departamentos administrativos.
90 Según 10 dispuesto en el artículo 30_ de la Ley Orgánica de la Administr¡tciólI
Pública, el scrtor paraestatal est:i integrado por: 1) los organismos descentralizados; 2)
ias empresas de participación estatal: 3) las instituciones nacionak'S de crédito, organiza-
ciones auxiliares de crédito e instituciones nacionales de seguros y de fianzas, y 4) los
fideicomisos,
91 Cfr. artículos 26 de la nue"a 1.0'[ FF Y 24 de la alllerim.
fl2 Fix·Zamudio, ofr. cit. supra nota 88, pp. 1079-1080.
n:l Clr. Hcdúan Virues, Dolores, Cuarla década del Tribltnal Fücal de la FcdcraciólI,
AGtdcmia Mexicana de Derecho Fiscal, M~xico 197I. pp. 23-24.
~!4 Cfr_ Bustamante Fcrll<índcz, Jorge Agustín, "La justicia como variable dependiente",
('H Revista Mexicana de Ciencia Politica, México, julio-agosto de 1968, pp. 400 Y S~.
91) Cfr. Armienta, op. cit. supra nota 70, pp. 349-359: Briseño Sierra, Humherto. "El
proceso administrativo", en Segundo Congreso Mexicano de Derecho Procesal~ UNAM, Mé-
xico, 1967. pp. 216-224; Carrillo Flore~, ofr. cit. supra nota 16, p. 359; Fix·Zamudio, vp.
l'it. SIIpra nota 80, pp. 113&.1137; Hedmin Virués, Dolores, Hacia un tribunal federal de
justicia administrativa, en Estudios ofr. cit. supra nota 7, pp. 12'7·140; y. Nava Negrete.
Alfonso, Derecho procesal administrativo, Ed. Ponúa. M('Xico, 1959, pp. 346-347.

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366 DERECHO PROCESAL - ADMINISTRATIVO

ue las· salas existentes actualmente en el Distrito Federal, y la creátión e


instalación de las nuevas salas regionales, serán paulatinas. De las siete salas
del Tribunal Fiscal, seis se convierten en salas regiones con sede en el Dis-
trito Federal y con competencia transitoriamente en toda la República, al
entrar en vigor la nueva Ley; se faculta al presidente de la República para
trasladar, a solicitud de la sala superior, tres de dichas salas regionales, a
otras tantas regiones del interior de la República. M Por otro lado, a partir
<le! l? de enero de 1979 iniciarán sus actividades las salas de las regiones
Norte-Centro, Noreste y Occidente, con sede en las ciudades de Torreón,
Monterrey y Guadalajara, respectivamente.tl7 Por último, las cuatro restantes
.'>3.las regionales iniciarán sus actividades también por acuerdo del- presidente
de la República, y a solicitud de la sala superior, cuando "así se lo exija el
número de juicios que se promuevan ..... tl8 En tanto no se instalen o tras~
laden las salas regionales en el interior del país, la competencia para cono-
cer de los procesos fiscales o administrativos corresponderá a las salas regio-
nales del Distrito Federa!.""

7. El proceso

El proceso para las pretensiones de anulación fiscal se encuentra regula-


do, en términos generales, por el título cuarto del Código Fiscal de la Fede-
ración; para el caso de falta de disposición expresa, se prevé la supletorie-
dad del Código Federal de Procedimientos Civiles.'oo Como el proceso previsto
en el Código ha sido diseñado específicamente para las pretensiones de anu-
lación -fiscales o parafiscales-, en el caso de pretensiones de plena juris-
dicción concernientes a la interpretación y cumplimiento de los contratos de
obras públicas, habrá que acudir al proceso regulado por el Código Federal
de Procedimientos Civiles.1 01 Las reclamaciones de reparación patrimonial
por 'actos u omisiones culposos en el funcionamiento de los servicios públi-
cos, de muy difícil implementación práctica por la misma forma como se
encuentra regulada,102 se deben tramitar a través del proceso previsto en el
Código Fiscal de la Federación, como lo previene el artículo II de la pro-

96 Cfr. artículos 30. y 50. transitorios de la LOTFF.


97 Artículo 40. transitorio, idern.
98 Artículo 60. transitorio. idem. Nota: Por acuerdo publicado en el Diario Oficial
de la Federación de 20 de agosto de 1980, las salas regionales del Centro, Golfo-Ccntw
y Noroeste, iniciaron su actividades el lo. de octubre del mismo año.
mJ Artículo 70. transitorio. idem.
100 Artículo 169 del CFF.
101 Cfr. Fix-Zamudio, op. cit. SUpl"a nota 88, pp. 1099-1100.
102 Cfr. Carrillo Flores, op. cit. supra nota 16, pp. 21-22: Heduán Viru(-s, op. cit. supra
nota 85, pp. 98-104.

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r:
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LA JUSTICIA ADMINISTRATIVA

pia Ley de- depuración de créditos a cargo del Gobierno Federal, con las
modificaciones que el mismo precepto establece. lo3
En este trabajo nos ocuparemos brevemente sólo del proceso regulado
en el Código Fiscal de la Federación. Este ha tratado de estructurar un pro-
cc:<.o breve, concentrado y oral, toda vez que ha intentado que las fases pro-
uatoria y de alegatos se desarrollen en una sola audiencia. 104 Sin embargo,
en la práctica la audiencia se ha convertido en un trámite muy alejado de
los principios de oralidad y de concentración. IOG

a) Las partes

La parte actora en el proceso de anulación }'egularmente es el particular


o administrado que impugna la validez del acto o resolución fiscal o para-
risca1. También puede figurar como parte actora la autoridad administrativa
que demande la anulación de un acto o resolución favorable a un pa.rticular,
toda vez que jurídicamente no puede anularlos por sí misma, sino sólo a
través del juicio seguido ante el Tribunal Fisca!."'"
La parte demandada, por regla, es la autoridad que ordena o ejecuta el
acto impugnado. La distinción entre autoridades ordenadoras y ejecutoras,
procedente del juicio de amparo, 'tiene ahora particular importancia para l:-~
determinación de la competencia territorial de las salas regionales, pues el cri-
terio indicador será el ámbito donde ejerza sus funciones la autoridad orde-
nadora, según lo prevé el artículo 2-1 de la nueva Ley Orgánica del Tribunal
Fiscal de la Federación_ El último párrafo de este precepto define a la auto-
ridad ordenadora como "la que dicte u ordene la resolución impugnada o
tramite el procedimiento en que aquélla se pronucie". Por excepción, tam-
bién puede figurar como parte demandada, el particular al que favorezca la
resolución cuya nulidad pida la autoridad administrativa.107
De manera semejante a lo que ocurre en el juicio de amparo con el "ter-
ccro perjudicado", en el proceso ante el Tribunal Fiscal también puede
comparecer el tercero con interés jurídico en que se convalide o anule el
acto reclamado, según que la autoridad administrativa actúe como deman-
dada a actora. 108 Esta regnlaciém sólo permite al coadyuvante de la autori-
dad administrativa y excluye, por cousiguiente, al coadyuvante del adminis-
trado; se trata de una regla contraria al principio de la igualdad de las
partes en el proceso.
10.3 Cfr. Hx-Zamudio, op. cit. supm nota 88, pp. 1098-1099. Conviene aclarar que la 3a.
modificación del artículo 11 fue derogada por el artírulo 30. transitorio de la LOTFl'
de 1966.
104 Cfr. Fix·Zamudio, op. cit. en la nota anterior, pp. 1091-1094.
10;; Cfr. Hcduán Virués, op. cit. supra nota 93, pp. 239-240.
100 Cfr. Fix-Zamudio, op. cit. sufrra nota 88, p. 1088: artículo 173, úacción II, del CFF.
1:;)7 ld~m, p. 1089. ArtÍCulo 173, fracción 11. del CFF.
HJ.S Fracciones 111 y IV. segundo p:írrafo, del mismo artículo 173.

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fn:RECHU PR(}(;ESAL ADM1:'\¡ ...TR .. \TfVO

Por último, en el proceso de anulación siempre debe participar, aun(luc


no sea actor ni demandado, el secretario de Hacienda y Crédito Público, a
través del representante que señalen los ordenamientos. legales; este repre-
sentante ha sido, regularmente. la Procuraduría Fiscal de ]a Federación. 1tlll

b) El objeto del proceso


Ya hemos indicado que a través del proceso regulado en el Código Fis-
cal de la Federación se deducen pretensiones de anulación. Los motivos de
anulación que reconoce el artículo 228 del Código Fiscal de la Federación,
son los tradicionales del sistema francés: 1) incompetencia; 2) los vicios de
forma; 3) la violación de la ley, y 4) la desviación de poder.

e) El procedimiento
Por regla, ]a demanda debe presentarse dentro de un plazo de quin~
días, contados a partir de] día en que haya surtido efectos la notificación del
acto reclamado. Además de los datos de identificación de los sujetos del pro-
ceso y del acto reclamado, la demanda debe contener "los hechos y funda-
mentos en que se apoya la reclamación" y "las pruebas que el actor se pro-
ponga rendir" .110
Presentada la demanda, el magistrado instructor podrá acordar: 1) que
el actor "aclare, corrija o complete" la demanda en un plazo de cinco días;
~) rechazar de plano la demanda "si no se ajusta a la ley", posibilidad con-
tradictoria con la anterior, o 3) admitirla y ordenar notificar a los demás
sujetos procesales interesados, la demanda y el auto admisorio y concederle.
un plazo individual de quince días para que contesten aquélla. En el mismo
auto admisorio de la demanda, se debe fijar la fecha de la audiencia de prue-
bas y alegatos. que se debe llevar a cabo dentro de los cuarenta y cinco días
siguientes. ll1
En general, se concede libertad para ofrecer cualquier medio de prueba,
pero se excluyen "la confesión de las autoridades" y los que no hayan sido
ofrecidos en el procedimiento administrativo ante la autoridad responsable,
salvo que en éste no se hubiere dado una oportunidad razonable para este
objeto. Las pruebas ofrecidas en la demanda y en la contestación deben
practicarse en la audiencia. En ésta, las partes deben también formular sus
alegatos. En la práctica. sin embargo, la audiencia se ha tornado, las más
de las veces, un trámite innecesario, al que con frecuencia no concurren las
partes y que es conducido sólo por el secretario de la instrucción del .iuicio.u:!
109 Fracción IV, primer párrafo del mismo artículo, Cfr., Hedu:ín lVirués, op. cir: mIna
nota 93. pp. 169·170.
110 Artículo!> 192 y 193 del CFF.
111 Artículos 199 y 200, ¡"cm.
l12 Vid., .supm nota 105.

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LA JI;STICJA ADMINISTRATIVA 3G9

el) Las medidas caulclaTt's

La suspensión del acto o procedimiento reclamado en el proceso de anu-


lación fiscal, puede solicitarla el actor "en cualquier tiempo", ante la auto-
ridad ejecutora. Redhida la solicitud de suspensión, a la cual se debe acom-
pañar copia de la demanda, la autoridad ejecutora debed. suspender provi-
sionalmente el procedimiento o acto y conceder un plazo de quince días al
'iolicitante para que garantice el LTédito fiscal de que se trate y los posibles
recargos; hecho lo cual, la suspensión continuad. basta que se comunique ;¡
!a autoridad ejecutora la resolución definitiva que se prolluncie en el pro-
ceso de anulaci6n. n :l
En caso de que la autoridad ejecutora se niegue a suspender el acto o el
procedimiento, el actor puede promover ante la sala regional que esté cono-
ciendo del proceso, un incidente para que, una vez recibido el informe de
la autoridad ejecutora o concluido el plazo de tres días concedido para este
objeto y verificada una audi.encia de pruebas y alegatos en un plazo de quin-
ce días, dicha sala se pronuncie acerca de la procedencia o improcedencia de
la suspensión. 114

e) J,a lcnllil/acidn del. jJ1'oceso


El proceso puede terminar normalmente con la sentencia. l:~sta, que se
origina en el proyecto formulado por el magistrado instructor y que es vo-
tado por los integrantes de la sala regional, debe ser fundada en derecho
(principio de motivación) ; en ella, se deben examinar todos los puntos con-
trovertidos (principio de exhaustividad) y se debe expresar, en sus puntos
petitorios, los actos o procedimientos cuya nulid;-lll o validez se declare. Cuan-
do la sentcncia declare la nulidad, y no se limite a ordenar la reposición
del procedimiento invalidado o el reconocimiento de la ineficacia del acto
solicitada por la autoridad, "indicará los- términos conforme a los cuales debe
dictar su llueva resolución la autoridad fiscal"' .1 11,
El proceso tamlJil'1l puede terminar, en forma anormal, ¡x>r desistimien-
to del demandante)' por Glducidad producjda por la inactividad de las partes
prolong'ada por uds de un ailo. nl;

f) Los lIIedios de impugnación


Los medios de impugnación prevjstos en el Código Fiscal de la Federa-
<-iún, son los siguientes:

1la Artículos 157 del CFF.


114 Artículos 212, 213, idem.
na ArtÍCulos 229 y 230, irlem.
116 Cfr., González Pérez, op. cit. supra nota 8, p. 780.

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;j¡O DERECHO PROCESAL AUMINISTRATiVO

1) El recurso ue reclamión~ que procede contra todas las resoluciones


de trámite de los magistrados instructores, con excepción del auto de pre-
vención al actor para que aclare, corrija o complete su demanda. Es un re-
curso ordinario y horizontal, toda vez que debe ser resuelto por la propia
sala regional. li7

2) El recurso de queja, que procede contra las resoluciones de las salas


regionales que violen la jurisprudencia del Tribunal. Es un recurso especial
y jer<.Írquico, cuya decisión corresponde a ]a sala superior. Fix-Zamudio opina
<¡ ue este recurso ha tenido el efecto pr<.Íctico de mantener la unidad de la
i urisprudencia del Tribunal. 118
;~) El recurso de revisión, que procede contra las resoluciones de las salas
regionales que pongan fin al juicio y sean desfavorables a las autoridades
responsables, cuando el asunto sea "de importancia y trascendencia", a jui-
cio del titular de la Secretaría o Departamento, o de los directores o jefes
de organismos descentralizados, en su caso. Es también un recurso especial
y jerárquico, que debe ser resuelto por la sala superior, y que sólo puede ser
interpuesto por los funcionarios mencionados. Contra la resolución de la sala
superior, las aUloridades pueden interponer el recurso denominado de revi~
sión fiscal) ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La revisión fiscal
dehe tramitarse como el recurso de revisión de los juicios de amparo de do·
hle instancia. liD
Por su parte, el particular puede interponer demanda de amparo directo
en contra de las resoluciones definitivas dictadas por las salas regionales o
la sala superior -en caso de que se haya interpuesto el recurso de queja-,
ante los tribunales colegiados de circuito o la segunda sala de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, según corresponda con acuerdo a las reglas
competenciales establecidas en los artículos 25 y 7q bis de la Ley Org.lnica
del Poder Judicial Federal, cuando estime que tales resoluciones violen en su
perjuicio derechos fundamentales establecidos en el capítulo 1 del primer
título de la Constitución Federal.

117 ArtÍCulos 234, 235 Y 236 del CFF.


118 Fix·Zamudio, op. cit. supra nota 88, p. 1108.
liD Artículos 240·244 del CFF.
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