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ESTUDIOS DE DERECHO
PROCESAL
Prcsentación del doctor
HÉCTOR FIX-ZAMIIDIO
!1".nGAC:IOI.1
'U.IDlC:AS
ISBN 968-58-0065-0
A Maria de la Luz
Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx
http://biblio.juridicas.unam.mx
íNDICE
Presentación ..... 7
Prólogo 1,>,>
PRlMERA PARTE
ESTUDIOS GENERALES
SFGCNDA PARTF
372 ÍNDICE
'!'ERCERA PARTE
Cl:ARTA PARTE
PRESENTACI6N
Constituye al mismo tiempo una tarea grata y difícil dedicar unas cuan-
I as
líneas a la introducción del valioso libro del joven, pero ya destacado
procesalista José Ovalle Favela, quien reúne trece importantes estudios que
versan sobre una de las disciplinas más complejas de los estudios jurídicos
contemporáneos: la ciencia del proceso.
Llama la atención desde el primer momento la circunstancia nada fre-
cuente entre loo procesalistas no sólo nacionales, sino también de otros paí-
ses de elevado desarrollo jurídico, que el joven jurista mexicano no se cir-
cunscriba a una sola rama del inmenso campo de los estudios procesales. sino
que abarca las principales de ellas y además analiza varios aspectos de la
más genérica, y por ende, la más complicada de todas, es decir. la teoría
general del proceso o del derecho procesal.
En virtud del horizonte tan amplio de la obra del brillante procesa lista,
¿'Stc divide su excelente obra en cuatro partes: la primera dedicada a estu-
dios de carácter general; la segunda al derecho procesal civil; la tercera al
derecho procesal penal, y la última al derecho procesal administrativo.
Dentro de aquellos que califica como estudios generales debemos destacar,
en primer lugar, sus agudos planteamientos sobre la teoría general de la
prueba, incursionando sobre este tema con gran penetración a través de una
visión de conjunto, ya que se encuentra plenamente convencido de que el
estudio de los principios generales del derecho probatorio constituye uno
de los .sectores esenciales de la teoría general del proceso, opinión que com-
partimos, como lo han señalado las magníficas aportaciones en el ámbito
iberoamericano de los conocidos tratadistas Niceto Alcalá-Zamora y Castillo,
Santiago Sentís Melendo y Remando Devis Echandía.
El trabajo relativo a la enseñanza de la teoría general del proceso debe-
mencionarse con encomio, ya que esta disciplina esencial para la compren-
~ión de todas las ramas de enjuiciamiento cuya enseñanza se imparte en nues--
tras Facultades de Derecho, requiere, más que ninguna otra, de una reno-
yación de los métodos tradicionales de enseñanza-aprendizaje.
En este sentido, el profesor Ovalle Favela examina con minuciosidad, no
obstante la relativa brevedad de su estudio, los nuevos instrwnentos de la
didáctica contemporánea, señalando la necesidad de elaborar un programa
10 PRESENTACIÓN
PRESENTACIÓN II
12 PRESENTACIÓN
PRESENTACIÓN 13
HÉcrOR FIX-ZAMl:DIO
Ci uelad lf ni versi taria, enero de 19R 1.
PRóLOGO
16 PRÓLOGU
rrancl'SCO Carnclutti 1
20 ESTUDIOS GENRALI~
la díversi~ entre los proceses civil y penal, tal cmuo lo hacen Eugenio Flo-
rián 9 que Vicente Manzini,lo hablan más bien de la autonomía del proceso
penal como contrapuesto a su subordinación al proceso civil, sin contradecir
la unidad del derecho procesal, y, por el contrario, "toman de esta disciplina
genérica las teorías fundamentales ideadas para explicar la naturaleza y los
fines del proceso". Por lo cual. d debate no se encuentra centrado en la uni~
dad o diversidad del derecho procesal, sino más bien proviene de una confu~
si6n terminológica.
Si bien existen diversos procesos en función del derecho material que cada
uno aplica,u aún es mayor la diversidad de los procedimientos, que no son
sino los diferentes desarrollos formales de los procesos. Este recorrido externo
del proceso puede variar en uno solo de éstos (por ejemplo, puede ser oral,
escrito, sumario y ordinario, etcetera), o bien~ un solo tipo de proceso puede
cOlnprender varios procedimientos (por ejemplo, los procedimientos de con~
cimiento y ejecución). Por tooo ello, pensamos que es completamente acept~
hle la conclusión a la que, sohre el tema que estamos tratando, llega el des-
tacado profesor de derecho procesal constitucional de nuestra Facultad de De·
l'ccho: "Unidad del Derecho Procesal, divenidad del proceso y multiplicidad
del procedimiento".!':!
Unidad esencial del derecho procesal con los alcances ya precisados, que
pennite la existencia de otras disciplinas procesales. autónomas en cuanto a
las peculiaridades y regímenes especiales de los procesos que estudian y respec-
to de las demás disciplinas, pero unidas por un tronco común es base y
sostén de todas las ramas procesales; diversidad de procesos, fundamentalmente
en razón de la índole del derecho sustantivo que aplican; y multiplicidad de
procedimientos ya que éstos no son sino el desarrollo formal y externo del
proceso, que toma en cuenta muhitud de circunslancias; de ahí que exista una
6,,'an variedad de procedimientos.
Este tronco comÚn constituido por los prinoplOs fundamentales del de-
recho procesal, es el que ha dado base a la construcción y desarrollo de la
ti Flotián, Eugenio, Elementos de derecho procesal penal, trad. de Leonardo Prieto Ca,s..
ita, Bosch, Casa Editorial, Baroclona, 1933, pp. 20 Y ss.
10 ManzilJi, Vicente, Tmtatto di diritto processuale penale italiano, Torino, 19-U,
\". I. p. 29.
11 Esta. illfluencia del derecho sustantivo determina las peculiaridades propias de cada
proceso que Fix-Zamudio, siguiendo a Millar y Couture, denomina "principios forma ti-
\"os". Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, op. y loco cit. supra nota 8.
12 ldnn, p. 13.
22 ESTUDIOS GENERALES
teoría general del proceso. Si bien cada disciplina procesal se ve influida, como
ya quedó anotado arriba, :por la naturaleza del derecho material que aplica,
dicha influencia no impide esta construcción básica de los procesos: "Todos
Jos procesos -afirma Gómez Lara- se rigen por esos mismos principios fun·
damentales, independientemente del contenido del litigio o controversia res-.
pectivos, y esos principios fundamentales no son otros que los que da la
teoría general del proceso".13 Es decir, la influencia del derecho sustantivo no
varia la naturaleza de los principios fundamentales del derecho procesal.
l.a evolución histórica de los estudios procesales, que en mucho ha depen"
dido del desarrollo de la doctrina que se"ala la autonomía de la acción, ha
ido alcanzando cada vez una mayor sistematización, uno de cuyos logros ac"
tuales es precisamente la teoría general del proceso. A1calá,-Zamora la con-
ceptúa como "la exposición de los conceptos, instituciones y principios co-
munes a las distintas ramas del enjuiciamiento".14 De manera similar,
Teitelbaum considera que "la 'Teoría General del Proceso' la constituyen
determinados conceptos, fundamentos y principios generales que regulan el
proceso. en su estructura y desarrollo, contenidos expresa o implícitamente
en el.Derecho Procesal"."
En cuanto a su aspecto académico. Flores García, al advertir la paradoja
consistente en el avance científico alcanzado hasta nuestros días por el de-
recho procesal y el mantenimiento de los antiguos métodos de su enseñanza,
anota:
Es decir, esa visión más conlpleta del derecho procesal, a la vez que per-
mita la comprensión de los conceptos, instituciones y principios de que nos
habla Alcalá-Zamora, en sn verdadero alcance, evitará la confusión que pro-
1'3 Gómcl l..ara, Cipdallo, "La prueba cn el dcrecho mexicano del trabajo", Tercer
Congreso Mexicano de Derecho Procesal, Revista de la Facttltad de DcrecTlO de M¿xi.co,
Méxiro, 1969, p.69.
14 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, op. cit. supra nota 4, p. 11.
15 Teitelbaum, Jaime, W., "La teoría general de proceso y la enseñanza del derecho
procesal", cn Revista de Derecho Procesal IlJeroamericana? Madrid, núm. 1, de 1968.
p. 149.
16 Flore¡¡ Garcla, Fernando, "Sobre la teoría general del proceso", en Jurídica (Anua-
rio de la E!loIela de Derecho de la Unh'ersidad Iberoamericana), México, t. 1, ntÍm. 1,
junio de }969, p. ] 12.
duce la creencia de que, al repetir estos temas en las diversas disciplinas del
proceso, se hace una transposición de nociones que corresponden al derecho
procesal civil, a aquéllas.
Entre otras ventajas de la teoría general del proceso, además de las ya
señaladas. existe la de índole legislativa, al permitir, en raz<>n de su siste-
tematización, el avance hacia la unificación legislativa ue las disposiciones
comunes a los diferentes tipos de proceso.17
La teoría general del proceso proporciona, pues, con su concepción un i~
taria del derecho procesal, una visión más completa de los conceptos, institu-
ciones y principios que son COluuncs a las dh'ersas ramas procesales. El es--
tudio y la investigación procesales no deben diluirse exclusivamente en disci-
plinas particulares. porque esto propicia la repetición de las mismas 1l0<.:lones
y principios en cada una: la asignación de campos de operación muy rc,-
tringidos, y a menudo distintos, a conceptos que pueden aplicarse a todo
tipo de proceso; y, por último, también propicia llila investigación despropor-
cionada. cerrada, sin ubicación y hasta con resultados en ocasiones aparen·
temente contradictorios. Por eso estamos de acuerdo con i\lcalá·Zamora, cuan-
do escribe: " ... el que Se aísla en la contemplación de un territorio exiguo,
además de exagerar a menudo su importancia, convirtiéndolo en ombligo del
mundo, olvida la visión de conjunto, y con ella) las semejanzas e incluso iden-
tidades que presenta con campos colindantes".18
El esfuerzo por extraer y delimi tar los diversos conceptos, instituciones y
principios comunes. por otra parte, no uebe ser ¡notivo para alejarse del ob-
jeto a estudiar y entrar en disquisiciones innecesarias, en lucubraciones esté-
riles que luego resultan inaplicables. Todo esfuerzo intelectual debe enca-
minarse directa o indirectamente a un fin realizable. que satisfaga venIa-
deros intereses sociales y contribuya de alguna manera a la solución de uno
o varios problemas planteados. Así, el estudio del derecho procesal responde,
sin lugar a dudas, a exigencias sociales, fundamentalmente a logTar una ma-
yor fluidez. eficacia y justicia, dentro del marco jurídico existente, en la sa-
lución de los conflictos intersubjetivos que se realiza a través de] proceso. De
otra fonua, ]a elaboración doctrinaria de concepto.,; y la' investigación de prin-
cipios e instituciones carecería de sentido.
De este modo, pues, el procesalista ha de buscar un equilibrio entre la
sistematización doctrinaria y la atención a los problemas concretos que el ob-
jeto de su estudio presenta en la realidad. Ya lo decía don José Castillo La-
rrañaga: "Apartar la mirada de la realidad puede conducirlo al logicismo
17 Alcalá-Zamora. op. cit. supra nota 6, p. 143, habla incluso de un código procesal
único. Véase también: Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, "Unificación de los códigos
procesales mexicanos, tanto civiles como penales", en Revista de la Facultad de Derecho
de México~ t. X, núms. 37-38·39-40, enero-dicicmbre de 1960.
18 Alcalá Zamora ol'. cit. supra nota 4, p. JO.
24 ESTllDlOS GENERALES
Los autores también se han preguntado si, como ocurre en el derecho pro-
cesal en general, hay una unidad esencial en la prueba -lo que permitirla
hablar de una teorla general de la prueba-; o si, por el contrario, tal unidad
no existe -lo que impediría tal supuesto.
En esta forma, el maestro A1calá·Zamora,.21 luego de explicar cómo brotó
19 Castilk. Larrañaga, José, "niscurso inaugura]" (al "Curso Colectivo acerca del
Anteproyecto de Código Procesal Civil para el Distrito Federal'), en Revista de la Es-
cue.la Nacional de Jurisprudencia, México, LXII, núms. 47-48, julio-diciembre de 1950,
p. 17.
'20 Camclutti, Francesco, "La lucha del derecho contra el mal", publicado en el Ji-
I1ro de Fenech; Miguel, Der'echo' procesal penal, v, 1. Ed. Labor, Barcelona, 1961, p, 17,
21 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "fntroducción al estudio de la pnteba". en E.~
ludios de tr'!recho probatario, Concepción, Chile, 1965, pp. 115 Y HG.
Para los dos autores citados hay una unidad en el fenómeno probatorio,
por lo que es dable hablar de una teorla general de la prueba. Como señala
acertadamente Alcalá-Zamora, en el fondo lo que se discute, al hablar de la
unidad o diversidad de la prueba, es, precisamente, la unidad O diversidad
del derecho procesal, tema que ya tratamos previamente al de la teoría gene-
ral del proceso, y que es punto de partida de ésta, asl como de la teoría
general de la prueba.
En relación a esta últhna, Alsina 23 contelnpla un aspecto distinto, como
lo es el de la composición de la prueba, p.lra destacar su importancia. El
autor argentino se expresa en los siguientes términos:
::''2 Devis Ec1mndía, Hernando, Tratado de derecho procesal civil, t. V, Ed. Temis,
Bogota, 1967, p. 2'8.
!!3 AIsina, Hugo, Tratado leórico pníctico de del"echo p¡"oceJal ch.nt )' comercial, t. llJI,
Ediar Edil~"., Ruenos Aires, 196I. p" ~.?7
26 ESTUDIOS GENERALES
:24 Silva Melero, Valentín, La prueba proceSdl, t. 1 (teoría general) Ed. Revista de-
Derecho Privado, Madrid, 1963, pp. 46 Y 48.
:!::; Dc\"¡s E('handía, afr. cit. sujJra nota 22, pp. 29 Y 30.
::6 FUnlO, Carlo, Contributo alla tcaria de/la prava kgalc, CEDAM, Padov'a. 191-0,
pp. !..'O Y ~l.
::7 Carndlltti, ap. cit. sujJra nota l, p. 25.
ESTUDIOS GENERALES
31 Idem. p. 546.
3:2 Chiovenda, Giuscppc, Instituciones de derecho procesal civil. 1. III, Ed. Rc\·i.sta
de Derecho Prh'ado, Madrid, 1954, p. lB; Florián, op. cit. supra nota 9, p. 323; en
~.féxico Rh'l.'ltl Silva, Manuel, El procedimiento penal, Ed. PorTÚa, México, 1967. p. I(i'.!.
ESTUDIOS GENERALES
4. El clcercho pmbatorio
:':7 Ibit!(-Tl;.
38 Camehmi, op. cit. sU/Jm nota J, p. XVIII_
:59 Sentís Mclelldo, op. cit. suJn-a nota 30, p. 549.
4() Kiscn, 'Vilhelm, Elementos de derecho procesal civil, trad, eJe L Prieto Castro, Ed,
Rnista de Derecho Prh-ado, Madrid, p. 171.
·H EHa denominación ha sido aceptada por Alcalá Zamora, quien ha reunido una
~cri de t:nsayos sobre la prueba bajo el tílUlo Es/udios de derecho probato-rio, obra que
hemos cüado; igualmente, Sentís Me1endo, op, cit. wpra nota 30;. Silva Melero, op. -cil.
supra nota 24, t 1, p. XIII, y, por último, Dcnti, Vittario, "Emlución del Dere-cho pro-
hatorio en los pr0Ci.'S()S civik'S contemporáneos", trad_ )' notas de 1'\iccto AlcaIa-ZamoTa
y Castillo, ('n BoletÍll l\!exicano de Derecho Comparado, llUC\"a serie, año JI, núm. ti,
sr-pticmbre-dicicmbre de 1969, pp, 54-3·583, especialmente la p, 54:1, nota a del traductor.
"1~ Sentís Mclcndo, oj;. dI. sujn'a nota 30, p, 549.
r: .',ih"a ~fd('m, o]). cil, slIJna }lota ~N, p_ 26_
32 ESTUDIOS GF..NERALES
sana critica, puede hacer que en la sentencia queden tra7.as de que el juzg".
dor, al resolver, se sirvió, en mayor o menor medida, de su conocimiento pri-
vado, dándose así posibilidad de acudir al Iemedio oportuno. Advierte el
citado tr-dtadista que, a pesar de ello, la habilidad del funcionario puede Jle·
g-dr a disimular el verdadero móvil de su decisión, con sólo cargar el acento
sobre las pruebas o indicios que coincidan con la opinión extraprocesal, en
este caso elevada a convicción procesal, que se haya formado de los hechos.
e) Principio de la adquisición de la prueba. Según este principio, la ac·
tividad probatoria no pertenece- a quien la realiza, sino, por el contrario, se
considera propia del proceso, y así debe tenérsele en cuenta para determi-
nar la existencia o inexistencia del hecho a que se refiere, sea que resulte en
beneficio de quien la adujo o de la parte contraria, que bien puede invocarla:17
d) PrinciPio de igualdad de oportunidades para la prueba. Significa que
las partes dispongan de las mismas oportunidades para presentar o pedir la
práctica de pruebas, sea que persigan o no contradecir las aducidas por el con-
trario." Es obvio que la igualdad leg-dl debe considerar las desigualdades
rcales, pues una igualdad formal que ignore los grandes desniveles existentes
en cuanto a posibilidades reales, seria una verdadera ficción y por ello absur·
da, como ha ocurrido len el pasado y aún ocurre en el presente con las nor·
mas que hacen abstracción de las condiciones reales en que se desenvuelven
los hombres. Por cnde, la igualdad en materia probatoria, como en cualquier
normación jurídica, debe procurar una verdadera igualdad material, que par·
ta de las condiciones reales de vida, y no limitarse al concepto ya superado
de la igualdad formal. En este sentido debe hablarse mejor del principio de
igualación de oportunidades para la prueba.
e) PrinciPio de publicidad de la prueba. El proceso ha de ser desenvuel·
to en tal fonna. que sea posible a las partes y a terceras personas reconstruir
las motivaciones que determinaron la decisión, con referencia al presente )'
al futuro." El examen y la. conclusiones del juez sobre la prueba deben ser
conocidas por las partes y estar al alcance de cualquier persona que se in-
terese en ello, cumpliendo así la función social que le corresponde. 50
f) Principios de la inmediación y de la dirección del juez en la produc·
ción de la prueba. El juez debe ser quien dirija, de manera personal, sin mc~
diación de nadie, la producción de la prueba, en la mayor medida posible.
Si la prueba está encaminada a lograr el cercioramiento del juzgador. nada
más lógico que el juez sea quien dirija su producción.
47 Silva Mckro, op. dI. supra nota 24, p. 27, Y Dc\'is Echalldia, ap. cit. supra nota
:2:2, pp. 66-67.
op. cit. supra nota 22, p. 74.
-lB Dcvis F.chandía,
Silva Melero, 01'. cit. supra nota 24, p. 28.
,tI)
50 Devis Echandía, op. cit. supra nota 22, p. 75. Este pnnoplo, desde luego, tiene
sus excepciones en la propia ley, cuando producc l'cslIltado$ mntI-aproducentcs.
34 ESTUDIOS GENERALES
51 ldem, p. 79.
52 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 46, p. 16.
5:-: $cntís MeIendo, op. cit. supra nota 30, p. 549.
36 ESTUDIOS GENERAu:8
69 Dcllepiane, A., Nueva teoría de la prueba, Ed. Tcmis, Bogotá, 1961, p. 13.
60 CarneIutti. op. cit. supra nota 1, pp. 40 Y 41.
61 Cfr. artículos 260 del c.P.C. de Zacatecas y 281 del distrital.
62 Cfr. Devis Echandía, op. cit. supra nota 22, pp. lSl a 184.
63 Zepeda, Jorge Antonio, "Sobre la prueba en el derecho mexicano del trabajo", CH
111 Congreso Mexicano de Derecho Procesal~ México. UNAM, 1969, p. 92-
64 Además, Devis Echandía señala que la palabra también es empleada para designar
"los hechos :Jue sin'en de prueba a otros hechos", restringiendo así la noción de prueba;
también se le identifica erróneamente con la materia que debe probarse o el objeto de
la prueba y. por último, define la prueba diciendo que es "el conjunto de motivos o
razones que nos suministran el conocimiento de los hechos, para los fines del proceso,
que de los medios aportd~ se deducen". Cfr., crp. cit. supra nota 22, pp. 179 Y 1M.
65 En m:e"itra tesis Los sistemas de apreciaci6n probatoria en el derecho positivo me-
:'ácana, Méxko, 1969, pp. 10-33, hacemos un análisis de la elaboración conceptual en
torno a la prueba, siguiendo los cuatro enfoques anotados.
66 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 21, p. lll.
67 Alcalá-Zamora, o.p. cit. supra nota 46. p. 20.
38 ESTUDIOS GENERALES
10 ESTUDIOS GENERALES
i í En el mismo sentido, Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, Ed. Po·
rrúa, México, 1965. p. 72. Así lo consideran también De Pina y Castil10 Larrañaga.
cuando afirman: ..... ni el Derecho consuetudinario, ni los principios generales del De-
recho son objeto de prueba.. El juez debe conocerlos y aplicarlos por las mismas razones
que debe conOcer y aplicar el Derecho escrito nacional". Pina, Rafael de, Y Castillo
Larrañaga, José, Institucianes de derecho procesal civl~ F..d. Pornia, México, 1966, p. 262.
Por último, Alcalá-Zamora precisa que la jurisprudencia "no reclama propiamente prue-
bas y sí únicamente que se la refleje con exactitud y se la cite ron precisión (en cuanto
a la fecha, tribunal de que emane y colección en que se inserte) ", Cfr. Alcalá-Zamora
y Castillo, Niceto, Examen crítico del Código de Procedimientos Civiles de Chihuahua
(ramparado con el del Distn'to 'Y Territorios Federales), Unh'ersidad de Chihuahua, 1969,
pp, 70 Y 71.
78 Roscnbcrg, 01'. cit. sujJra nota 73, p. 213.
79 Idem, p. 221.
80 Micheli. Gian Antonio, La ctll'ga de la prueba, trad. de Santiago Sentís Mclcndo,
Ediciones Jurídicas Europa-América. Buenos Aires, 1961, p. 247.
sentido, Devis Echalldía señala: "Las facultades inquisitivas del juez, sea civil,
penal o de otra jurisdicción, pueden hacer menos numerosos los casos en que
deba recurrirse a ella (la regla sobre la carga de la prueba), pero no los
eliminan, pues siempre es posible que fracase la prueba y que el juez se en-
cuentre ante una falta de certeza; por lo tanto, en estos procesos se conserva
su vigencia e importancia".81
d) Los sujetos de derecho probatorio. En general, puede decirs~ siguien-
do a Kelsen,82 que en materia probatoria son sujetos los puntos de imputa-
ción o personificación; del complejo de normas de derecho probatorio. Y, así,
dentro de este concepto, quedan comprendidos:
a:') El juzgador, como centro de imputación de normas referentes a la or-
denación de oficio de alguna prueba; la admisión de los medios de prueba
ofrecidos; la dirección en su desahogo; la realización, tratándose de inspec-
ción judicial; la apreciación o valoración de los medios de prueba practica-
dos; y, en fin, de normas que regulan la conducta del j üzgador en materia
probatoria.
b') Las partes, como puntos de imputación de las normas relativas al ofre-
cimiento de los medios de prueba y la práctica de los mismos en cuanto a
ellas concierne, en especial, la declaración de parte y la confesión; también
de las nOrmas relativas a la distribución parcial de la carga de la prueba;
y, en general, las que rigen la actividad que realizan las partes en función
de la prueba.
c') Los terceTOS, en cuanto puntos de imputación de las nonnas proba-
torias, en especial, tratándose de las pruebas testimonial y pericial.
<1') Los órganos de aut01'idad, en cuanto colaboren a la obtención del
cercioramiento judicial, verbigracia, mediante la rendición de informes. BB
De este modo se elude la distinción innecesaria y equívoca que se suele
hacer entre órgano y sujeto de prueba. M Algunos autores, entre ellos Fenech 86
y Devis Echandía,86 clasifican los sujetos de la prueba en función de los actos
probatorios que realizan, y así hablan de sujetos de la proposición, sujetos de
la admisión, de la ordenación, de la práctica, etcétera, pero, como es mani-
fiesto, más que una clasificación de los sujetos de la prueba, es una clasifi-
cación de los diversos actos del procedinIiento probatorio.
e) Los medios de prueba. Los medios de prueba son los instrumentos con
42 ESTUDIOS GENERALES
La fama pública no es sino una variante del testimonio que, Si'gÚn Al-
calá-Zamora, "tiende a desaparecer en los códigos procesales, comenzando por
no pocos mexicanos (Federal, l\lorelos, Nuevo León, Puebla, Sonora, Tamau-
lipas, Tlaxcala, etcétera) "."" Por otra parte, dicho medio de prueba ha perdi-
do "la importancia que históricamente tuvo en épocas en que no existían la fe
pública, los diferentes registros oficiales, la policía y, en general, la tupida
red administrativa de nuestros tiempos y en que, por tanto, ciertos hechoo
sólo eran acreditables mediantes fama pública"."
El careo es una técnica que tiene ciertas implicaciones psicológicas,iM: em-
pleada con mayor frecuencia en el proceso penal que en los otros tipos de
proceso,96 para clarificar y estimular las declaraciones tanto de las partes
como de los terceros, cuando son conu·adictorias.oo El fin del careo, según
Fenech, "consiste en la obtención de loo elementos para una recta valoración
del resultado de la práctica de los medios de prueba, consistente en declara-
ción del imputado o testigo".'"
Como puede verse, en estos dos medios de prueba, las declaraciones de
parte y de terceroo, el conocimiento de la fl"icología por parte del órgano
jurisdiccional resulta indispensable.
0') Los dictámenes periciales. Al contrario que los anteriores medios de
prueba, loo dictámenes rendidos por peritoo, pese a que aún presentan múl-
tiples deficiencias, ofrecen mejores perspectivas probatOlias, en función del
gran desarrollo de la ciencia y de la técnica. La preparación del juzgador no
la polida norteamericana; mostró cómo las confesiones "\'oluntarias·' eran obtenidas pOi
medio de la brutalidad, las drogas y otros métodos ilegalcs de "persuación". Cfr. Ryru>kl.<;,
Quentin, Sala el{: jurados (La historia de Samuel S. Leybowitz)1 trad. de Carlos Gaytán,
E. Constancia, México, 1969, pp. 200 Y ss. En México, 1:t cantidad de tcs:timooios y cou·
fesiones :ilegales o inexactos no debe ser menor.
9'2 Alcalá-Zamora, ap. cit. supra nota 77, p. 82.
00 Idem l p. 83.
'94 ".,. El juez debe aprovechar los mODlI.>ntos< psicológicos de los carcante<>, en el ca·
lar de la discusión, para salvar al ingenuo y poder contener al falaz, mediante el jw:~;ó
de preguntas y contra preguntas que mutuamente se hacen observando las turbaciones de
ánimo, las reticencias y dem:is circunstancias que concurren en esta clase de diligencias'".
Gonzálcz B-ustamante, Juan José, PrinciPios de derecho proceslIl pC1Jal mexicano, Ed.
Pon'Úa, M¿'Xtco, 1969, pp. 377 Y 378.
'95 Dcvis Echandía. ofr. cit. supra nota 90. p. 414-. apunta que es indispensable el careo
también en el proceso civil, cuando aparecen declaraciones de testigos que SIC contradi-
cen entre sí: su importancia es cnorme, ya que permite apreciar mejor la sinceridad
de los testigos y sirve para que éstos precisen sus recuerdos. insistan en sus versiones o
las corrijan. En matCl'ia procesal ch'il y laboral. en Méxioo, si se ha establecido legislativa.
mente la técnica del careo: cfr. articulas 318 y S89 del CPC del Distrita.; artículo 34-3,
segundo párrafo in finc~ del Federal; artículo 2i9 del CPC de Tamaulipas y articulo
261, fracción IlI, del de Zacatccas. En la práctica, sin embargo, no es frecuente que se
recurra a dicha técnica.
96 Cp·. articulos 228 del CPP del Distrito)' ZG5 del Federal.
97 Fenech. op. cit. supra nola 20, p. 695.
UtiUDIOS GF..NERALES
cumento, aún hay autores que, como Pallares. 1M estiman que docum.ento es
únicamente lo escrito.
e') La inspección judicial, a la cual ya Ricci negaba carácter de medio
de prueba,"'" objeción que Alcalá-Zamora trata de salvar llamándole, en
vez de medio, "especie de prueba"_ Otros autores, como Camelutti,lOO le lla-
man prueba directa, precisamente ¡X>f carecer de esa naturle~ instrumental
que tienen los otros medios de prueba. Por último, Bnseño Sierra,l07 esti-
ma que se trata de un medio de mostración, como si sólo las partes pudier<lll
mostrar y no el juez inspeccionar, sin que aquéllas se ID pidan.
Aunque la inspección judicial no es un medio de prueba, en el sentido
de que carece del carácter de intermediario entre el hecho a probar y la
percepción del juez, pues aquél es presentado directamente a éste,. sí es ubi-
cable entte los medios de prueba en cuanto que es en sí, un instrumento
legal para lograr esa percepción directa. Precisamente, en atención a dicho
carácter, debe eliminarse la práctica viciosa de designar para la ejecución
del reconocimiento judicial, a personas distintas de quienes van a valorar los
medios de prueba, pues en este caso pierde su carácter de una verdadera
inspección que proporciona una percepción directa de los hechos, y se con-
vierte en documento público que los acredita.
f') Por último, en cuanto a las presunciones Alcalá-Zamora ha precisado
j
104 PalIares, Eduardo, Derecho procesal civil> Ed. Porrua, México, 1965, p. ·107.
100 Ricci, Francisco, Tmtado de (as pnu:bas, t. 1, trad. de Adolfo Bulga y Adolfo Pu·
sada, Madrid, s. f., p. 15.
100 Carnelutti, op. cit. supra Ilota 1, p. 51.
107 Brocño Sierra, Derecho procesal. yol. IV, C,\.rucuas Editor y Dislribuidor, 1970.
pp, 135 Y "
108 AlcaIft·Zamora y Castillo, Niccto, "Síntesis del derecho procesal" en Panarama del
])('J"cdlO jUexiamo, f.o II, Institut() de Ikn.-cho Comparado, V:".'"AM. Méxicn, 196.~ p. :';1Y"l.
46 ESTUDIOS GENERALES
100 Cfr. artlculos 324 del epe Federal; 226 del de Zacatecas, y 248 fracción II del
de Tamaulipas.
110 Véanst! los artículos 183 fracciones l. VII Y VIII del epe del Distrito; 92 del
Código ,Federal; 202, fracción r, y 269 del de Zacatecas, y 285 Y 413 del de Tamaulipas.
111 Alcalá·Zamora, op. cit. supra nota 21, p. 121; Devis Echandía, ofr. cit. supra nota
22. pp. ~:I Y SS., Y Fenech. op. cil. supra nota 20, pp. 576 Y ss.
112 ..... el plazo encierra un periodo de tiempo, ... a todo lo largo del cual ... ,
se puede realizar válidamente la actividad procesal correspondiente; el término, en cam-
bio. significa tan sólo el punto de tiempo para el comienzo de un detenninado acto .....
Alcalá-ZamOla y Castillo, Niccto, "La regulación temporal de los actos procesales en el
Código de 1932 para el Distrito Federal". en Revista de la Facultad de Derecho de Me-
xico, t. XVll', núIlVl. 66-67. abril-septiembre de 1967, pp. 356-3057.
113 Es el caso del CPC del Distrito Federal, que para el juicio ordinario, señala un
plazo para el ofrecimiento de pruebas (de 10 días: artículo 290); un término para su
admisión o rechazo ("al día siguiente en que l termine el periodo de ofrecimiento de pru~
baso .. j,; artículo 298); dos tipos de plazo para su ejecución (un ordinario de 3() d1as
y otro extraordinario que varía según el lugar donde vayan a practicanse las pruebas:
de 50, 100 Y 120 días; artículos 300 y 303, rcspecth'amente). La l'a1oración se :realiza en
]a sentencia, la cual debe dictarse dentro de los 8 días siguientes a la citación para sen-
tencia (articulos 87 y 425).
114 En el juicio sumario que reglamentaba el epe distrital, suprimido por las refor-
mas publicadas en el D. o. del 14-11-1973, el ofrecimiento se realizaba desde la presen-
t;clción de los escritos que integraban la fase expositiva y el juez resolvía sobre su admi-
sión o rechazo al acordar estos escritos (artículos 434 y 435). Sobre las refornlas de 1973-
al epe del Distrito Federal, puede verse nuestra re3cña "Las reformas al código procesal
civil del Distrito Federal y Territorios", publicada en Gaceta Informativa de Legisla-
ción y Jurisprudencia, UNAM, México, míms. 5-6, enero-junio de 1913. pp. 103·112.
6. Conclusiones
PRlMERA. Existe una unidad esencial del derecho procesal. una diversidad
de procesos y una multiplicidad de procedimientos.
11;:; El artículo 32 del Anteproyccto de Reforma del Régimen de la Prueba en el
Código de Procedimientos de Honduras (artículo 330 del proyedo), obra de Alcalá-
Zamora, c:ítablece una (orma de ejecución oonccntrada de la prueba. Véase Alcalá-Za-
mora, op. di. supra nota 34, p. 242.
116 En d epe distrital la ejecución de las pruebas podía realizarse en forma escrita
u oral, seg"ú'¡ el juez lo decidiera o las partes lo propusieran, hasta antes de la reforma
citada en la nota 114, en virtud de la cual se consagró, como forma unica la oral.
117 Devis Echandía, op. cit. supra nota 90, p. 107.
118 Fcncch, op. cit. supra nota 20, p.577.
119 Alcalá·Zamora, op. cit. supra nota 4. p. 24.
l~O Cfr. supra, inciso b), nI' 5.
48 . ESTI./DlOS GENERALES
II
1. Introducción
El presente ensayo tiene por objeto esbozar los objetivos, contenidos teóri-
cos, bibliografía básica, metodología y evaluación de la asignatura teoría ge-
neral del proceso. Para lograr tal fin es preciso especificar previamente cómo
entendemos esta última,
Con razón afirmaba Carnelutti que "el alcance de una investigación ex-
tendida a todas las formas del proceso no puede ser más que una teoría ge-
neral del proceso no al lado sino más bien sobre las teorías particulares. com-
plementánd05e así armoniosamente el edificio cientlfico en el campo del dere-
cho procesa!,'_l Aunque el célebre procesalista italiano se refería expresamen-
te a la investigación, sus afirmaciones también son válidas en relación a la
enseñanza. Por eso, en términos generales, estamos de acuerdo con Alcalá-
Zamora cuando concibe a l~ teoría general del proceso como "la exposición
de los conceptos, instituciones y 'principios comunes a las distintas ramas del
enjuiciamiento".2 En ténninos similares, Teitelbaum considera que "la teoría
general del proceso la constituyen determinad05 concept05, fundament05 y
principi05 generales que regulan el proceso, en su estructura y desarrollo,
contenid05 expresa o implícitamente en el Derecho Procesal"}
.. Este trabajo fue presentado como prueba escrita ante la Comisión Dictaminadora
núm. 6 de la Facultad de Derecho de la UNAM, para el concurso de oposición en que el
autor obtuvo la titularidad de la materia Teoría genenl del proceso. Se publicó, con lige·
ras modificaciones, en la Revista de la Facultad de Derecho de México, núms. 103--104-, julio-
diciembre de 1976, pp. 307·324.
1 C3rnelutti, Francisco, Sobre una teor{a gene1'ul del proceso, en "Cuestiones sobre el
proceso penal", trad. de Santi:::tgo Sentís Mdcndo, EJEA., Buenos Aires, 1961, p. 43.
2 Alcalá·Zamora y Castillo, N"iceto, "La teoría general del proceso y la enseñanza del
Derecho procesal", en Revista de Derecho Procesal lberoamicn~ núm. 1 de 1968, p. 11;
publicado también en sus Estudios de teoría gene1'al e historia del proceso (1945·1972), UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 1974, p. 533.
:1 '\7". Tcitelabum, Jaime, "La teoría general del proceso y la enseñanza del Derecho
proccs:.1l'", ("JI Revüla de Derecho Procesal lbcmamericano, núm. l, de 1968, 'p. 149.
52 ESTUDIOS GENERALES
Desde un punto de vista didáctico, sin embatgo, la teoría general del pro·
ceso, en cuanto asignatura académica, no puede limitarse a la mera exposi-
ción, ya que actualmente el proceso de enseñanza.aprendizaje no se ha de
circunscribir a la clase de tipo magistral. La nueva concepción de enseñanza,
en cualquier nivel y de cualquier tipo,\ requiere que en la experiencia educa-
tiva participen activamente, además de los docentes, los alumnos, como suje-
tos interesados en su propia transformación. Exige, tainbién, nuevOs recursos
didácticos que concurran con la lección magistral, ya que ésta -como ha
puntualizado Medina Lima- no debe entenderse "como el factotum de la
enseñanza, tal y como se le apreció en otro tiempo,-sino como uno de los di-
versos factores que en ella han de patticipar, y utilizarla en adecuada como
binación con los otros elementos ... " 4 Sobre este tema hemos de ins~r al
referirnos a la metodología del programa,
2. Los objetivos
No es este el lugar más adecuado para señalar los objetivos del plan de
estudios de la carrera de derecho. No obstante, tomando en cuenta que los
objetivos de los planes de estudios condicionan los de los programas, s en
nuestro caso, el de teoría generd del proceso, consideramos conveniente men-
cionar que las nuevas exigencias sociales han prcx:lucido un cambio cualita-
tivo en los objetivos que tradicionalmente se han asignado a la formación de
los juristas. Jorge '\Vitker, después de formular un interesante diagnóstico
:-iobre ]a enseñanza del derecho en América Latina y de plantear las bases
teóricas para su reformulación, señala como objetivo formativo básico "que
el estudiante participe en tareas colectivas y sensibilice su accionar como una
manera de impedir el aislamiento individual que el ejercicio de la abogacía
por sí crea y desalTolla"."
Por su parte, Garda Laguardia considera que los objetivos de- la enseúan-
za del derecho deben reorganizarse en función de las necesidades de nuestros
países:
54 ESTUDIOS GENERALES
12 Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, op. cit. supra nota Ií,
p. 2. Para un examen detallado de estos tipos de- objetivos, puede verse el trabajo de
Norman MackelllÍe et al., "La definición de loo objethroo", en La enseñanza 'Y el apren·
diza;e: 11. Metodolagia y la adminUtración de recuTSOS, trad. de Jorge Ferreiro Santana,
Colección Sep-Setentas N° 138, Secretaria de Educación Pública, México, 1974, pp. 9·34.
13 Cfr. Centro de Didáctica, UNAM, Manuel de didáctica general: curso introducto-
rio, Programa Nacional de Formación de Profesores, Asociación Nacional de Universida-
des e Institutos de Enseñanza Superior, México, 1972, p. 33.
2.3. Por último, podemos expresar que, entre otros objetivos de habilida-
des, el estudiante deberá ser capaz de:
Generalmente los programas de estudios se- han limitado a señalar los te-
mas o contenidos teóricos que comprende la asignatura respectiva. :Mucha<;
veces la actividad de algunos profesores se centra: exclusivamente en exponeT,
de cualquier manera, el contenido del programa, sin inquirir acerca de qué
objetivos se persiguen con ese progranla y si éste realmente, es adecuado para
lograrlos. Consideramos necesario insistir en que. antes del contenido, deben
definirse los objetivos y en todo caso aquél debe adecuarse a estos últimos.
A continuación nos pennitimos proponer un proyecto de programa para
un cursillo de teoría general del proceso, con una duración de tres 1I1CseS.
Considerando que el cursillo se desarrollaría a través de clases de una hora
diaria, y calculando veinticuatro horas por mes, tenemos un total de setenta
y dos horas. que se pueden reducir a setenta, tomando en cuenta la posibi-
lidad de que se presenten días inhábiles. En cada tema se indica la biblio-
grafía específica, cuya referencia deberá ser completada con la que se pre-
senta después del proyecto. u
14 Además del programa de la materia aprobado por el Consejo T~Olico de la. Facul-
tad de Derecho, hemos tenido en cuenta las siguientes obras: Alcalá-Zamora y Castillo,
Niceto, "Trayecto y contenido de una teoría general del proceso" y "La teoría general
del proceso y la enseñanza del derecho procesal", en Estudios cit. supra nota 2, pp.
505-523 Y 525-610, respectivamente: los trabajos de Mario Aguirrc Codoy. Jaime 'V. Tej-
56 ESTUDIOS GENERALES
PROYECTO DE
PROGRAMA DE TEORíA GENERAL DEL PROCESO
1. INTRODUCCIóN
1.1. Litigio
1.2. Autodefensa
1.3. Autocomposición
1.4. Heterocomposición
Alcalá·Zamora, 1970; 12·22
Díez Picazo, 5-25
Gómez Lara, 1[1·38
Medina Lima, 202·209
Véscovi,9·14
2. DERECHO PROCESAL
2.1. Concepto de derecho procesal
Carlos, 15·43
Fix-Zamudio, 9·18
2.2. Clasificación del derecho procesal
Fix-Zamudio, 18·45
2.3. Fuentes
Gómez Lara, 85·92
3. JURISDICCIÓN
3.1. Concepto de jurisdicción y diferencias con las otras funciones del
Estado
Alcalá·Zamora, 1974; t. 1, 29·60
Gómez Lara, 129·139
3.2. Elementos de la jurisdicción
Garda Ramírez, 89
tclbaum y Guillermo Manuel Ungo, sobre la teoría general del proceso y la enseñanza
del Derecho procesal, publicados en la Revista de DeI'echo Procesal lberoamericanél, núm.
I de 1968: el trabajo de Ignacio Medina Lima citado en la nota 4; y el ensayo de FloTes
Garda, Fernando, "Sobre la teoría general del proceso", en Juridica? Anuario de la Es-
cuela de Derecho de la Unh"crsidad Iberoamericana, t. 1, nÚm. 1. julio de 1969. Se turnó
en cuenta, además. el anteproyecto de programas elaborado por Gustavo Kubli para el
Departamento de Derecho de la Unh'crsidad Autónoma Metropolitana, Unidad Atzcapot-
zalco, así como las acertadas sugerencias del doctor Niccto Alcalá-Zamora y Castillo,
4. COMPETENCIA
". EL JUZGADOR
5.1. Concepto y clases
Garda Ramírez, 113-118
Gómez Lara, 158-162
5.2, Poder Judicial Federal
Gómez Lara, 175-177
Pina de, y Castillo Larrañaga, 105-122
Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación
5.3. Poder Judicial del Distrito Federal
Gómez Lara, 171-172
Pina de, y Castillo Larrañaga, 122-126
Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Dis-
trito Federal
.0.4, Tribunales del trabajo
Trueba Urbina, 259-267 y 303-304
6. ACCIÓN Y EXCEPCIóN
6.1. Concepto y naturaleza de la acción
Alcalá-Zamora, 1974; t. 1, 318-353
Briseño Sierra, 1968; 105-115
Couture, 57-79
6.2. Elementos de la acción
Alcalá-Zamora, 1974; t. 1, 353-361
Chiovenda, 31-33
6.3. Clasificación de las acciones
Pina de, y Castillo Larrañaga, 172-180
6.4. La excepción
Clariá-Olmedo, 179-193
COUlure, 89-101
6.5. Clases de excepciones
Clariá-Olmedo, 193-206
Couture, 113-119
7. PROCESO
7.1. Naturaleza jurídica del proceso
9. ACTOS PROCESALES
9.1. Concepto de acto procesal
Carlos, 167-172
Couture, 201
ESTUDIIJS GENERALES
BIBLIOGRAFíA
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V¿s~vj, Enrique, Derecho.procesal civil, t. 1, Ediciones Idea, Montevideo, 1974.
4_ Metodología y técnicas
el. aprendizaje, )' este último sólo es concebible como u un cambio relativa-
mente permanente del comportamiento que ocurre como consecuencia de la
¡,ráctica"}' es claro que una metodología educativa eficiente no se debe cir-
cunscribir a un sólo tipo de método -generalmente el lógico deiductivo- ni
recurrir a una sola técnica -comúnmente la lección "magistral". La ense M
Lo primero que debe hacer quien estudie Derecho procesal es, por un
lado ir a ver un proceso, y por otro, tener el Código de procedimientos
l
Por eso es muy recomendable encargar a los alumnos, denu'o de sus- activi M
15 Ardila, Rubén, Psicología del aprendizaje, Siglo Veintiuno Editores, ML'Xico, 1970,
p, 18.
16 Cfr. Carda GOIlZ<Í.lcz, Enrique y M. Rodríguez Cruz, Héctor. EL maestro ,. los mi·
todos de enseñanza, 1: Cuadernos de metodología de la ensefianza superior. Asociación
Nacional de Univenidadcs e Instituto de Ensefianza Superior. México. 1973, pp. 13,16.
17 Carhelutti, Francisco, Sistema de derecho procesal civil: l. Introducoión y función
riel proce~; civil, trad. de Niceto Alcal,i,Zamora y Castillo y Santiago Sentís Melcndo.
l"TF.HA, Bueno~ Aires, 1944, p. 1.
64 ESTUDIOS GENERALES
5. Evaluación
66 ESTUDIOS GEN.ERALES
III
}:.;-rRODUCCIÓN
68 ESTUDIOS GENERALF.S
6. ASESORAMIEN'rO JURÍDICO
INTRODUCCIÓN
Con el objeto de ubicar este infonne dentro del contexto económico del
país consideramos conveniente esbozar algunos datos que proporcionen un
panorama general de aq ué!.
México es un país con una superficie relativamente grande (1'973,679
kilómetros cuadrados), que lo coloca en el décimo tercer lugar de los países
con mayor extensión territorial en el mundo.! Tiene también muy amplio~
litorales (más de 9,903 kilómetros) tanto con el Océano Pacífico y el Golfo
de California (7,147 kilómetros), como con el Golfo de México y el Mar de
las Antillas (2,756 kilómetros) ? Se debe señalar, además, que a la extensión
de ] 2 millas náuticas que corresponden a México como mar territorial a lo
largo de ambos litorales, hay que agregar 188 millas náuticas más sobre 1",
mares adyacentes. en los que el Estado mexicano ha em~zado a ejercer
competencia exclusiva para la exploración y explotación económica de los re-
cursos naturales marítimos existentes en esa zona.a
l\1éxico también tiene una extensa frontera política al norte con los Es-
tados Unidos (3,125.3 kilómetros); al sureste. en cambio, sus fronteras con
Guatemala (962 kilómetros) y Belice (259.2 kilómetros), son mucho más re·
ducidas.· La vecindad con los Estados Unidos ha influido e influye en forma
muy considerable en el sistema económico mexicano. Si bien, por una parte,
1 Kacional Finallck-ra, S. A., La ~conmía mexicana en cifras: 19i.'?, México, 1974, p. 51i}.
!J López Rosado, Diego G., Problemas Económicos de México) UNAM? México, 1975 (fa.
<'<l.), pp. 7 Y 8.
.3 El 6 de febrero de 1976 se publicó en d Diario Oficial de la Federación la l·efonna
al artículo 27 de la Constitución Política, que lo adicionó con el párrafo octa\'O que esta-
blece la zona económica e:..·clusiva; el 13 del mismo mes y aílo se puhlicó en el mismo
Diario Oficial la Ley reglamentaria del párrafo octavo del artículo 27 constitucional. Cfr.
llu<'Stra reseña "La nueva legislación sobre la zona económica exclusiva", Comercio Exte-
?"io)"? yol. 26, núm. 8, México, 1976, pp. 902-5 .
..¡ Cfr. López Rosado. ofJ. cil. sujJra nota 2, pp. 12 Y 13.
70 ESTUDIOS GENERALES
10 ldem, p, 14,
11 Solís, LeopoIdo, La realidad eCOnonl1ca mexicana; retrovisión y persctiva~ Siglo
\"t'intiuno Editores, México, 1975 (5"- cd.). pp, 148 Y ss.
]2 Solís. Leopoldo. Controversias sobre el crecimiento y la distribución, Fondo de Cul·
tura EconóDllica. México, 1975 (1' reimpresión). pp. 18·9.
m López Rosado, op. cit. supra nota 2, pp. 471-3. De acuerdo con el Informe anual
del Banco de México corre,pondiente a 1975. las tasas más elevadas de crecimiento del
producto interno bruto, se registraron en la industria petroquímica y en la del petróleo
y sus derivados. La construcción y las manufacturas crecieron en 3.5 y 7% respectiva.
mente. El volumen de los sen'idos de transportes y comunicaciones aumentó en 7%. miel1~
72 ESTUDIOS GE.!'\fERALES
tras que los de gobierno lo hicicrnn en 10%. GIl". Comercio extcrim', vol. 26, núm. 3,
marzo de 19-75, México, p. 329.
14 Cfr. Hansen, Roger D., La política del desarrollo mexicano, Siglo Veintiuno Edi-
tores, 1971, pp. 57 Y ss.
li) Estos datos han sido tomados de los In/armes anuales del Banco de México, co-
rrespondientes a los afios 1971, 1972" 1973, 1974 Y 1975.
16 Cfr. Instituto para la Integración de América Latina, El proceso de integración en
América Latina ro 1975, Banco Interamericano de Desarrollo, 1976, pp. 8-13.
17 Cfr. Informe ... op. cit. supra nota 13. p. 338.
18 Cfr. Ccnnercio Exterior, vol. 26. ¡;¡Úm. 10, México, octubre de 1976, pp. 1151-5.
Hl En este trabajo se han hecho las ronversiones de pesos a dólares de acuerdo con
esta última cotización, es decir, de 20 pesos por un dólar.
2() Artículos l\:>, ll, 24, 25, 26, 27, 36, 79 bis, 41, 42, 43 Y 62 de la Ley Orgánica del
74 ESTUDIOS GENERALES
últimos años, las cuales, sin embargo, no le han afectado en su estructura 1111-
da!' En la doctrina procesal lnexicana hay un concenso acerca de la necesi-
dad de un nuevo ordenamiento procesal para el Distrito Federa1.24
El Código Federal de Procedimientos Civiles, más moderno en tiempo y
técnica, es muy similar al Código de Procedimientos Civiles del Estado de
Guanajuato de 1934, ya que ambos fueron elaborados por Adolfo l\!aldonado.
En 1948 se elaboró un anteproyecto de Código de Procedimiento Civiles
para el Distrito Federal, que aunque no llegó a convertirse en derecho posi-
tivo en esta entidad, sí fue tomado como modelo para los Códigos de Pro-
cedimientos Civiles vigentes en los Estados de l\forelos, Sonora y Zacatccas.:!ii
Superior en mudlOS aspectos al Código de Procedimientos del Distrito Fede-
ral, el anteproyecto de 1948 no satisface ya actualmente todos los I1mOYos re·
querimientos de una justicia más eficaz. No parece haber, sin embargo. nin-
gún intento por elabotar un nuevo anteproyecto para el Distrito Fedral.!I~
Los juicios mercantiles se encuentran regulados por el antiguo Código
de Comercio de 1889, también influido en su libro V por la Ley de Enjuicia·
miento Española de 1855, a través del Código de Procedimientos Civilc'i dis-
trital de 1884, al cual tomó como modelo. 07
No todos los órganos jurisdiccionales forman parte del "Poder Judicial".
Fuera de él, podemos mencionar los tribunales del trabajo y los tribunales
administrativos, que se ubican formalmente dentro del Poder Ejecutivo. y a
los cuales aludiremos en inciso 3.A) del apartado 3 de este trabajo.
24 Cfr. Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota anterior, pp. 600 Y 601, Y Gómez Lao., Ci-
priano, "Las reformas al Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Feder.tl·', en
Revista Procesal, Instituto Mexicano de Derecho Procesal, México, núms. 1, 5 Y 6 de 19"75,
pp. 263-72.
25 Sobre el citado anteproyecto de 1948, puede ,'erse el ''Curso colecth·o acerca lid
anteproyecto de código procesal civil para el Distrito Federal", en Revista de la Escuela
l\.'acional de Jurisprudencia, México, núms. 4·7-48, julio-diciembre de 1950.
'!M En 1973 una comisión presidida por Humberto Briseño Sierra elaboró sendos ante·
proyectos de Código de Procedimientos Civiles y de Ley Org;I.nica del Poder Judicial.
ambos para el Estado de México, los cuales fueron estudiados en el VI Congreso Mex ¡-
cano de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de Toluca~ Edo. de Ml:xico, durante los
días del 23 al 27 de abril de 1974", Cfr. nuestro estudio "Los anteproyectos de CódigO' dI'
Procedimientos Civiles y de Ley Orgánica del Poder Judidal del Estado de México",
en Gacela Informativa de Legislaci6n y Jurisprudencia, Instituto de Investigaciones Juri·
dicas, UNAM, México. núm. 10, abril-junio de 1974~ pp. 241·52. La memoria del citado
Congreso" que contiene los textos de los anteproyectos y de las ponencias, se publicó en
Revista Procesal, Instituto Mexicano de Derecho Procesal, México, núms. 3, 4, 5 ... ti
de 1974. Puede verse también: Briseño Sierra, Humbcrto, "Los anteproyectos de Código' d,
Procedimientos Civiles y Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado de México", en 1{)~
núms. 4, 5 Y 6 de 1975, de la citada Revista Procesal, pp, 123-54.
:!7 De acuerdo con Nicelo Alcalá·Zamora y Castillo, el lihro V del vigente Código
de Comercio "no es más que una copia mutilada del procesal civil de 1884"; cfr. Pano·
rama del Derecho mexicano: Sin tesis del derecho pracesaI, Instituto de Derecho (,.ompara.
do, UNA M, México, 1966, p. 156.
76 ESTUDIOS GF..NERALES
Por último, también se ubican dentro del Poder Ejecutivo los tlibunales
militares, que conocen de los delitos y faltas contra la disciplina militar."
'28 De acuerdo con el artículo P del Código de Justicia Militar de 1933, la justicia
militar se adminislra por: 1) el Supremo Tribunal Militar; 2) los consejos de guerra or-
dinarios; 3) los consejos de guerra extraordina'rios; 4) los jueces militares .
.219 El articulo 17 de la Constitución de 1917, en su redacción vigente, dice: "Los tri-
bunales estarán expeditos para administrar justicia lOn los plazos y téTminos que fije la
lt:}';su scrvicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales."
Sobre Jos orígencs y desarrollo de la justicia gratuita en México y América Latina, cfr-,
Fix-Zamudio, Héctor, "Breves reflexiones sobre el asesoramiento jurídico y procesal como
institución de seguridad social". en Homenaje a Luis Lorcto, Ediciones de la Contraloría
GC'neral de la República de Venezuela, Carcs~ 1975, pp. 577-611, especialmente pp_ 582-4.
13Q "No es desconocida entre nosotros, los abogados mexicanos -afirma Gonzalo M. Ar-
mienta-·, la inveterada práctica de cubrir a los secretarios-<.Jctuarios, cierto estipendio para
la realización de actos procesales (citaciones, requerimientos, embargos) a cuya ejecución
Jos obliga la sola aceptación del cargo." Cfr. ~'La onerosidad de los juicios", en Revista
de la Facultad de Derecho de México, nüms. 77-78, México, 1970, p. 568.
rencias las explica el investigador citado en los siguientes ténninos: "a mayor
status económico de los sujetos del proceso, se halla mayor grado de hones-
tidad en el tribunal. O en otros términos, a menor status económico del su-
jeto del proceso encontramos un mayor grado de deshonestidad"."
Para BustanL'lnte Fernández la causa más importante de las diferencias de
grado de honestidad o de deshonestidad, es "la desproporción e11 la distribu-
,·ión de la riqueza", y la correlación entre status económico y grado de hones-
tidad lo llevan a conclnir que "los ricos tienen mayores posibilidades de ob-
tener justicia que los pobres" .32
Por otro lado, la prohibición de cobrar costas judiciales, independiente-
mente de que se cumpla o se viole, no implica que toda la actividad proa>
sal deba ser gratuita, ya que el proceso origina otras erogaciones y gastos
diversos de las costas judiciales, como los honorarios profesionales de los
abogados, los gastos de publicación de edictos, etcétera, a los que genérica-
mente se designa como costas proccsales.33
En la práctica procesal mexicana se suele distinguir entre costas y gasto.5
procesales, reservándose la expresión costas procesales a los honorarios de los
abogados y gastos a las demás erogaciones legítimas y susceptibles de com-
probación legal, que se originen con motivo del proceso, tales como los gastos
de publicación de edictos, al pago de honorarios a los peritos, depositarios,
intérpretes. etcétera.M
El Código Federal de Procedimiento Civiles, para determinar la condena
en costas, adopta. en términos generales, el sistema objetivo} ya que, del acuer-
do con su artículo 70, la parte que pierde el proceso debe reembolsara su
contraria las costas del proceso. Aunque este precepto toma sólo en cuenta
el hecho del venciIniento en juicio para establecer la condena en costas, el
artículo 8? establece, como excepción a esa regla, que no debe ser condenada
en costas la parte que pierda, si no le es imputable la falta de composición
voluntaria de la controyersia, y, además, limitó su actuación, en el desarrollo
del proceso, a lo estrictamente indispensable para hacer posible la defini-
tiva resolución del negocio.
Por su parte, el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal
adopta parcialmente tanto el sistema subjetivo que toma en cuenta el dato
de la temeridad o mala fe, como el objetivo, que considera el hecho del ven-
cimiento. Por un lado, dispone en la primera parte del artículo 140 que la
condenación en costas se hará cuando así lo prevenga la ley, o cuando, a
:31 Bustamante Femández, Jorge Agustín, "La justicia como 'variable dependiente", en
Revüta Mexicana de Ciencia Política, México, julio-septiembre de 1968, p. 400.
3'2 ldem, p. 401.
33 Cfr. Alcalá·Zamora, OIJ. dt. sut)ra nota 22, pp., 5'1~.
34 Cfr. Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, Ed. Ponúa, México 197·1,
p. 186.
78 ESTUDIOS. GENERALES
JUlOO del juez, se haya procedido con temeridad o mala fe. Agrega, además,
en las fracciones 1 y JI del mismo precepto, que siempre será condenado el
que ninguna prueba rinda para justificar su acción o su excepcióll, si se
funda en hechos disputados, y el que presente documentos falsos o testigos
falsos o sobornados.
Por otro lado, de acuerdo con las fracciones JII y IV del mismo artículo
140,. siempre debe ser condenado al pago de los gastos y costas procesales el
que sea vencido en los juicios ejecutivo, hipotecario y en los interdictos de
retener y recuperar la posesión, así como el que sea condenado por dos sen-
tencias "conformes de toda conformidad" en su parte resolutiva, sin tomar
en cuenta la declaración sobre costas. En este último caso, la condena com-
prende los gastos }' costas de ambas instancias.
E! Código de Comercio de 1889, que rige los juicios mercantiles, de los
cuales conocen tanto los jueces de distrito (federales) como los jueces civiles
(locales) ,.5 regula en términos idénticos a los del Código de Procedimientos
Civiles del Distrito Federal, las costas procesales. Así, en la primera parte y en
las fracciones 1 y JI de su artículo 1084 acoge el sistema subjetivo y en las
fracciones In y IV, el objetivo.
En la práctica procesal civil y mercantil los jueces casi nunca condenan al
pago de las costas procesales, con base en el sistema subjetivo; sí lo hacen
generalmente, en cambio, en los supuestos, del sistema objetivo.36
La determinación de cada renglón de gastos y costas que debe ser paga-
do, una vez decretada la condena en costas en la sentencia definitiva, se tra-
mita a través de un incidente, La parte beneficiada con la condena en costas
presenta el juez su "planilla de gastos y costas", que es un escrito en el que
se detallan en forma pormenorizada cada uno de los gastos y costas realiza·
dos por aquélla. El juez, después de conceder a la parte condenada un plazo
para que fonnule las objeciones que estime pertinentes, resuelve .el incidente
de liquidación de gastos y costas a través de una "sentencia interlocutoria",
en la que precisa la suma total que el condenado debe pagar a la otra parte,
por concepto de gastos y costas procesales.'37
sr; De acuerdo con la fracción 1 del artículo 104 de la Constitución PoBlica, de las
wntroversias civiles (en sentido amplio) que se susciten sobre el cumplimiento y aplica-
ción de las leyes federales, y que sólo afecten intereses particulares. podrán conocer, a
elección del actor, tanto los tribunales federales como los del orden común. El Código
de Comercio y las dc::más leyes mercantiles tienen carácter federal, y las controversias sobre
ellas generalmente afectan sólo intereses particulares, por lo que en este caso se da el su-
puesto de competencia concurrente previsto en el citado artículo 104 constitucional.
36 De un total de 50 expedientes consultados en los que había condena en costas,
sólo en dos de ellos los jueces se habían basado en la "temeridad o mala fe" y los 48 res-
tantes eran de juicios ejecutivos (34) e hipotecarios (14), en los que se sigue el sistema
ohjetivo.
37 Artículo 14J del Código' dty Procedimientos Civiles del Distrito Federal.
!',
costas, se deben liquidar de acuerdo con la tarifa que señala el arancel con-
tenido en la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del Fuero Común
del Distrito Federal (artículos 222 a 256). Los porcentajes y cantidades que
seüala dicho arancel son muy reducidos, ya que, a pesar de que formalmente
la Ley Orgánica fue promulgada en 1968, ésta no hizo sino reproducir los
mismos porcentajes y cantidades que habían sido fijados en la anterior Ley
Orgánica, que era de 1932.
Conviene sefíalar que en los juicios de menor cuantía (hasta $ 5,000.00
pesos, o sea 250 dólares)::8 que se siguen ante los jueces de paz, no se de-
creta_ condena en costas.S 9
No existe tampoco condena en costas en los juicios de amparo, que se
siguen ante los tribunales federales; en los procesos laborales que se siguen
ante las Juntas de Conciliación y Arbitraje y el Tribunal Federal de Con-
ciliación y Arbitraje; en los juicios de nulidad fiscal que se tramitan ante el
Tl;bunal Fiscal de la Federación,'lo ni en los. procesos administrativos que
se llevan ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito
Federal."
Conviene advertir desde ahora que en :México no es obligatoria sino op-
tativa la asistencia de abogados para comparecer en juicio, de manera que
las partes pueden comparecer por sí mismas ante los tribunales, sin que sea
necesaria la intervención de aquéllos. Sólo en los procesos penales es forzosa
la intervención del defensor, que puede ser privado o de oficio, por consti-
tuir un derecho fundamental del procesado, en los términos de la fracción IX,
del artículo 20 constitucional. También en los juicios especiales sobre algu-
nas controversias familiares, en caso de que alguna de las partes se encuentre
asesorada por un abogado y la otra no, se debe solicitar de inmediato los
servicios de un defensor de oficio.42 El asesoramiento jurídico será estudiado
más ampliamente en el apartado 6 de este trabajo.
Como es lógico, las costas procesales sólo deben ser cubiertas cuando en
el juicio respectivo quede comprobada la intervención de abogado con tÍ-
tlt10 registrado Iegalmente.-t!j
ÚlVUIIGACIOIlES
IIDICAS
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CVADRO 1
Monto $ JfJOO
Monto $ 20,()(}O • Monto $ 100,000 ··
(150 dólares)
(lfXJIJ dólares) (5fXJIJ dólares)
Conce pto Cantidad (en pesos)
100.00 100.00
1. Estudio del negocio 50.00
2. Elaboración de demanda
(3% soble el monto 1.200.00
90.00 1.200.00
controve rtido)
DR © Universidad Nacional Autónoma de .. De acuerdo con el articulo 230, fracción nI, de la Ley Orgánica citada, si el \'alor del asunto excede de 10,000 pesos, pero no
México,
de 50,000, se duplican las cuotas del artículn 229 (asuntos de 1,001 a 3,000 pesos). Para los asuntos de 3,001 a 5,000 pesos, el iune-
Instituto de Investigaciones Jurídicas
Illt'nlo SObl'C las cuotas dd articulo 229 es del 25% Y par:! los asuntos ele 5,001 a 10,000, el incremento es dd :,0':,;, .
. . Según el artículo 230, fracción IV. si la cuantía excede de 50,000 pesos, se dup1ican las cuotas del artículo 229 hasta dicha
suma, y se aumenta un r)o-,~ por cada 10.000 pesos () fracción de exceso.
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ESTUDIOS GE~.RALS
nica del juicio"; 44 y para los juicios con cuantía entre 501 y 1,000 pesos
(50 dólares), el porcentaje oscila entre 20% y 50%.40
Para los juicios de valor mayor de 1,000 pesos, pero inferior de 3,000 pe-
sos (ISO dólares) , el arancel señala casuísticamente las cantidades que deben
cobrarse por concepto de honorarios.
Ajustándonos a las cantidades que señala el artículo 229 de la Ley Orgá-
nica de los Tribunales de Justícia del Fuero Común, podemos exponer los
principales conceptos que se cobrarían en un juicio civil con cuantía eco-
nómica de 3,000 pesos (ISO dólares), suponiendo que aquél se desarrollara
normalmente hasta la sentencia definitiva de primera instancia. Cabe aclarar
que este supuesto es sólo hipotético para la condena en costas, pues ésta sólo
puede darse en juicios por cuantía superior a cinco mil pesos.
Como las cantidades y porcentajes señalados para asuntos de 1,001 a 3,000
pesos son tomados como base para determinar las costas procesales de los
asuntos de mayor cuantía, hemos colocado en el cuadro número 1, en forma
paralela a la columna que corresponde a los juicios de 3,000 pesO<!, las can-
tidades que corresponderían a juicios con valor económico de 1,000 y 5,000
dólares (disputas "pequeñas" y "modestas", según el cuestionario).
Como puede observarse, las cantidades y porcentajes son muy variables,
ya que se determinan en función de los actos procesales que haya habido
en el juicio. Los ejemplos anteriores han considerado juicios que se desarro·
lIarían normalmente y que concluirían con sentencia definitiva dictada en
primera instancia, es decir, sin tomar en cuentas costas procesales correspon·
dientes a la segunda instancia o a incidentes y recursos interpuestos durante
la primera instancia. Con todo, consideramos que los aumentos que podrían
presentarse en el porcentaje en las costas procesales sobre el monto contro-
vertido no excederían probablemente de un 5%, ya que el escrito de expre-
sión de agravios, que es el más remunerado en la segunda instancia, origina
costas procesales por un 1.5% sobre la cantidad reclamada.
Por otro lado, a las anteriores cantidades y porcentajes que constituyen
las costas procesales, habría que agregar los gastos procesales, los cuales de-
ben ser legítimos y comprobados documentalmente, por lo que no incluyen
las costas judiciales no oficiales.
Para proporcionar una visión más aproximada a las cantidades y poreen·
tajes que realmente son cobradas por concepto de gastos y costas procesales
cuando hay condena en costas, a continuación expondremos los resultados de
las consultas que realizamos en los juzgados civiles de la ciudad de México,
a cincuenta expedientes, durante los meses de julio y agosto de 1975.40
CUADRO 2
SUMAS Y PORCE."ITAJES DE CONDENAS AL PAGO DE GASTOS Y COSTAS PROCESALES
muestreo aleatorio; sino que, en ausencia de datos estadísticos obre condenas en costa!;
'ie procuró lograr, como una aproximación, la consulta a 50 expedientes, cantidad que se
~Jcamó con algunas dificultadN.
CUADRO 3
TABLA DE PORCENTAJES DE GASTOS Y COSTAS
PROCESALES
Frecuencia Frecuencia
Porcentajes de gastos Cantidad de relativa relativa
.~imple acumulada
" costas expedientes
~-
oa 7% 15 30%
-~
35 a 42'10 I 2% 96%
43 a 49% 2% 98%
-~
CUADRO 4
Participación en el ingrc.50
Porciento de familias tolal regular
-~ ------------------
% %
SimPle Acumulado Simple Acumulado
---- 1.33
10 10 1.33
10 20 2.30 3.63
10 30 3.07 6.70
10 40 4.47 11.l7
10 50 5.91 17.08
------ -~
10 60 7.35 24.43
-~ - - - - - - - - ----------
10 70 8.79 33.22
-~
10 80 10.23 43.45
-----
5 85 7.95 50.40
5 90 19.51 59.91
5 95 11.l3 71.04
5 100 28.96 100.00
precisión a cuál de ellas remite el artículo 231. Quiás la solución sea aplicar
Jos incrementos que seíiala la fracción 1, que consisten en un 25% sobre las
,uotas del ~rtículo 203 que ya han sido mencionadas y aparecen en el cuadro 1.
El ingreso pe:r capita cn I\tIéxico, que en 1972 había sobrepasado los 700
dólares anuales,47 fue estimado en 1975 en la suma de 997 dólares anuales,
ingreso al que con'esponde el tercer lugar e"tre los más altos de América
Latina.4 !'1 Sin embargo, la disu"ibución del ingreso en l\Iéxico sjgue siendo
muy desigual.'·
Una encuesta practicada por el Banco ue l\IIéxico en 1968, mostró la dis-
tribución del ingreso en tres grandes estratos: el estrato intermedio, que
comprendía la población con ingresos mensuales de 1,000 a 3,000 pesos -y
dentro del cual se encontraba el ingreso medio familiar mensual del país,
$ 1,884,00 (150.76 dólares) -, agrupaba el 41% de las familias, en tanto que
abajo de este nivel existía otro 41 % del total de familias, y sólo el 18%
restante se encontraba en niveles de ingTeso superiores al medio nacional/itl
En el cuadro 4 (expuesto en página 78), puede observarse que un 50%
del ingreso regular lo percibían el 85% de las familias en México, en tanlo
que el 15% restante de las familias concentraban el otro 50% del ingreso.
Este grado de concentración era aún mayor en el 5% de 1as familias con in-
gresos más altos, que por sí solas recibían casi un tercio (29%) del ingre-
so total
Por otro lado, la distribución del ingreso tiende a ser más desigual en los
pequeños cenU'os de población que en las grandes zonas nrbanas y en el sec-
tor agrícola. que en los sectores indusu'ial y de servicios. lil Aunque no pudi-
mos encontrar datos recientes, puede afinnarse que la distribución sectorial
del ingreso también es desproporcionada. En 1963, el sector primario, con el
43.0% de la población económicamente activa, percibía el 27..1%, del ingreso
88 ESTUDIOS GENERALES
CUADRO [)
CUADRO 6
PRESUP UESTOS DE EGRESO S DEL DEPAR TAMEN TO
DEL DISTRI TO FEDERA L
0,96% O.90~),o
~-,._
--- ,~
El juicio de mínima cuantía ante los jueces mixtos de paz se rige por el
principio de libertad de formas útl y tiene como características la oralidad y
la concentración de etapas procesales. La demanda se puede presentar por
escrito o verbalmente y el juicio se debe desarrollar, previa citación del dc~
mandado, en una sola audiencia pública, en la que las partes exponen sus
pretensiones, presentan pruebas y formulan alegatos, y en la misma audien-
cia el juez debe pronunciar su sentencia. 57 Ésta debe dictarse "a verdad sabi~
da, sin necesidad de sujetarse a las reglas sobre estimación ue las pruebas,
sino apreciando los hechos según los jueces lo creyeren debido en conciencia".58
El juicio de mínima cuantía, en el cual no hay días ni horas inhábiles,
es de una sola instancia. ya que la sentencia definitiva con que concluye es
irrecurrible. 59 El juez mixto de paz es inecusable y tiene facultades concilia-
torias dentro del proceso.oo Además, en este tipo de juicio no existe la con-
dena en costas. 61
j6 Alcalá-Zamora, op. dI. mJl'I"a nota 22, p. 194. El arLÍculo 11 del título especial
de la justicia dc paz expresa: "Ante los jueces de paz no será nccesaria la intervención de
abogados ni se e;.;igird ritualidad alguna ni forma determinada en las promociones o alc-
g:lciolles que sc hagan." En realidad, como ya hemos indicado antes, cn ningún lipo de
juicio ch·n (en sentido amplio) en México es necesaria la intervención de abogados comü
procuradores o patrones.
li7 Artículos 5 y 20 del título especial de la justicia de paz del Código de Procedi-
mientos Cil"iles del Distrito Federal.
(i-S Artículo 21 del mismo título especial. La fÓllllula española original, prm'enicntc
de la Real Cédula de 30 de enero de 1794, expedida en Aranjucz por Carlos IV, expre-
saba que se debía proceder "siempre a estilo llano, verdad sabida y buena fe guardada··.
Cfr. Alcalá-Zamora, op. cit. Jupm nota 22, p. 198.
till Artículos 42 r 23 del citado título especial. Sin embargo, debe aclararse que sí pro-
cede contra dichas sentencia." de acuerdo con el artículo 19, la impugnación a tra\·és de
la apelación extraordinaria, que no es un recurso, sino un proceso de nulidad. En la doc-
trilla se discute la contradicción entre el artículo 719 y los artículos 23 )' 40 d(.-I titulo
(·spc.>(.ial de la justicia de paz. Cfr. !'rancoz Rigalt, Antonio, Ma1lual de la ju.sticia de 1M:-·
.México, 1958, pp. 100-8 (véase i1l/m vn, 3.2.4).
6Q Artículos 47 y 20, frJ.cción VI, del mismo título.
61 Artículo 22 del título especial en relación con el 142 del Código de P:rocedimicnto-;
eh·i!es del Distrito FederaL
7Ies familiares que esencialmente son las siguientes: 1) los litigios sobre ali-
mentos; 2) la calificación de impedimentos de mattimonio; 3) las diferencias
entre los cónyuges sobre administración de bienes comunes y educación de
los hijos; 4) las oposiciones de maridos, padres y tutores, y 5) "todas la.
cuestiones fanliliares similares que reclamen la intervención judicial".62
Todas estas cuestiones anteriormente se tramitaban a través del juicio
sumaTio, suprimido con las citadas reformas, el cual había sido diseñado con
la pretensión de que fuera más breve y concentrado que el juicio ordinario
civil, aunque en la práctica procesal era casi tan lento como éste.
De las cuestiones señaladas, la más importante es la referente a los con-
flictos sobre alimentos.. que se han convertido en el contenido fundamental
de este procedimiento especial. Como contrapartida. importantes asuntos fa-
miliares quedaron fuera del contenido de este procedimiento, como es el caso
del divorcio y de la nulidad de matrimonio, que se siguen planteando a tra-
vés del juicio ordinario civil.
Entre las características fundamentales del procedimiento para algunas
cuestiones familiares, destacan las siguientes: 1) se consideran de orden pú-
blico los litigios familiares; 2) se faculta a los jueces de lo familiar para in-
tervenir de oficio, y 3) se suprimen las "formalidades especiales".oo
Este procedimiento es muy similar al antiguo juicio sumario. En la de-
manda, que puede ser escrita o verbal, se deben ofrecer las pruebas, y en
el auto en que se admita la demanda se debe señalar la fecha para la au-
diencia de pruebas, alegatos y sentencia. Esta audiencia debe realizarse en
un plazo de treinta días y para su desarrollo se dota al juzgador de amplias
facultades de conducción. Después de practicadas las pruebas y formulados
los alegatos, el juez debe pronunciar su sentencia en la misma audiencia o
bien dentro de los ocho días siguientes.'64
La sentencia definitiva dictada en este procedimiento es susceptible de
impugnarse a través del recurso de apelación. que abre una segunda ins-
tancia.t65
Ya hemos indicado anteriormente que, aunque en México no es obliga-
torio sino optativo el asesoramiento procesal por abogados, en los procedi-
mientos especiales para algunas controversias familiares. en caso de que al-
guna de las partes se encuentre asesorada por un abogado y la otra no. se
debe solicitar de inmediato los servicios de un defensor de oficio:66
62 Artículo 942 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal. Cfr. OvaIle
Favela, José, "Las reformas al código procesal cÍ\·¡¡ del Distrito Federal y Territorios", en
Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, Instituto de Investigaciones Jurídi-
cas, UNAM, México, núms. 5-6, cnero-junio de 1973, p. 111.
00 Artículos 940-2 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal.
fH- Artículos 943·9, id~.
65 Artículos 950 y 95-1, idem.
6G Artículo 943, idem.
94 ESTUDIOS GENERALES
dichos juzgados mixtos de paz conocen de los juicios de menor cuantía a los
que nos hemos referido anteriormente.73 Iguales o semejantes a los juzgados
mixto de paz del Distrito Federal, también en los Estados de la República
existen juzgados de paz o municipales, como también se les llama.
Los jueces de paz tenían hasta 1975 una competencia por cuantia hasta
por mil pesos (50 dólares) , según lo preveía el artículo 97 de la Ley Orgánica
de los Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal de 1968.
Al reformarse esta última ley a finales de 1975, la competencia civil por
cuantía de los juzgados mixtos de paz fue incrementada hasta por 5 mil pe-
sos (250 dólares) .74
Por otro lado, también en el Distrito Federal existen 23 juzgados de lo
familiar con competencia para conocer de los asuntos contenciosos y de "ju-
risdicción voluntaria" relativos al derecho familiar (incluyendo el estado ci-
vil de las personas) y al derecho sucesorio.7 " Los juzgados de lo familiar fue-
ron creados mediante las reformas de 1971 a la Ley Orgánica de los Tribu-
nales de Justicia del Distrito Federal 7. y en un principio su número fue sólo
de seis juzgados. En 1974 fueron incrementados a 14 y con las reformas de
1975 alcanzaron la suma de 23. El crecimiento del número de juzgados de lo
familiar tiene como causa fundamental seguramente el número elevado y
cada vez mayor de asuntos familiares y sucesorios.
Cabe advertir que los juzgados de lo familiar no sólo conocen del proce-
dimiento para algunas cuestiones familiares a que nos hemos referido an-
tes,17 sino en general de todos los juicios y procedimientos -ordinarios, es·
pedales, singulares, universales, etcétera- a través de los cuales se resuelvan
conflictos y Jsuntos concernientos a los derechos familiar y sucesorio.
oS Supra, núm. ].
oH Cfr, Fix-Zamudio, JIéctor, "Panorama de los Derechos proce~al del lrabajo y pr<}-
cesal llurocrático, en el ordenamiento mexicano", en Revista Mexicana del Trabajo, Méxi-
co, nüm. 2, junio de 1965, pp, 9-13. El mismo autor, en un trabajo posterior SOStiC1W
"qw' las junlas de cOllciliaciúu y arbitraje, se han convertido, en ausencia de una juris-
Ilicción laboral especializada, en los tribunales mexicanos del trabajo, que con algunas di-
ferencias en su composición paritaria, tienen un car.í.cter similar a los restantes organis-
mos judiciaks·'. Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, La naturaleza jurídica de las Juntas de conci-
liación )' arbitraje Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, México, 1975, p. 31. En
7
96 ESTUDIOS GENERALES
dicho infonne, tales reformas no pudieron ser tomadas en consideración. Para el análisis
de dichas reformas, pueden consultarse los artículos de Mario de la Cueva publicados
bajo el título "Legislación laboral", en el diario Unonuisuno, México, del 9 al 14 de mayo
de 1980, así como el libro de Enrique Aharez del Castillo, Reforma1 a: la Ley Federal del
Trabajo en 1979, UNAM, México, 1980.
82 Artículos 751 a 781 de- la Ley Federal del Trabajo.
BB Artículo 753 idem.
84 Cfr. Trueba Urbina, op. cit. supra nota 81, p. 495.
85 Articulo 770 de la Ley Federal del Trabajo.
86 Artículos 777 y 779, idem.
87 Artículos 789-815, idem.
98 ESTUDIOS GJo:NERALES
nicnte, a fin de completar, aclarar o precisar las cuestiones analizadas por los
peritos".9il
J~l procedimiento especial es breve y concentrado y a través de él se trami-
tan los asuntos que señala el artículo 782, entre los cuales destacan las de-
mandas que tengan por objeto el cobro de prestaciones que no excedan del
importe de tres meses de salario. Una vez presentada la demanda, que puede
ser escrita ·0 verbal, la junta cita a las partes a una audiencia, en la que
éstas, después de verificarse el periodo conciliatorio sin resultados efectivos,
exponen sus pretensiones, ofrecen y practican sus pruebas y expresan sus
alegatos, y la junta dicta la resolución definitiva,97
Por último, cabe sei'ialar que todos los procesos mencionados son de una
sola instancia, ya que los laudos dictados en ellos no admiten impugnación
a través de ningún recurso ordinario. 98 Como constituyen actos de autoridad.
son susceptibles de impugnación, sin embargo, por vía del juicio de amparo.
ii) Al tenor de la fracción XII del apartado n del artículo 123 constitu-
cional, los conflictos individuales y colectivos -ambos sólo de carácter jurí-
tlico- entre el Estado y sus trabajadores, y los intcrsindicales, serán sometidos
al Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje integrado según lo pre-
visto en la ley reglamentaria. De acuerdo con el artículo 118 de la Ley Fe-
deral de los Trabajadores al Servicio del Estado, Reglamentaria del Apar-
lado n) del Artículo 123 Constitucional, el Tribunal Federal de Conciliación
y Arbitraje será colegiado y lo integrarán un magistrado representante del
gobierno federal que será designado por éste, un magistrado representante
de los trabajadores, designado por la Federación de Sindicatos de Trabaja-
dores al Servicio del Estado; y un magistrado "tercer árbitro" que nombrarán
los dos representantes citados, y que fungirá como presidente.
El proceso burocrático requiere también de una audiencia previa en la que
se intenta la conciliación de las partes; pero no en todos los casos sino
sólo cuando se trate de conflictos colectivos o sindicales.w Una vez realizada
dicha audiencia sin lograr la conciliación, o tratándose de conflictos indivi-
duales, empieza el proceso en su fase contenciosa. El procedimiento ordina-
rio se reduce:
100 Artículo 127 de la Ley Federal de los Trabajadores del Servicio del Estado.
191 Artículas 685 de la Ley Federal del Trabajo y 126 de la Ley Federal de los
Trabajadores al Servido del Estado.
• En el D. O. de 2 de febrero de 1978 se publicó la nueva Ley Orgánica del Tl'ri+
bunal Fiscal de la Federación, que abrogó a la de 1966. Para el análisis de la actual
estructura y competencia de dicho Tribunal, véase el trabajo que aparecC' ¡nfra, en la
cuarta parte de este libro. ron el número XIII.
De acuerdo con el artículo 230 del Código Fiscal Federal, cuando "la
sentencia declare la nulidad y salvo que se limite a mandar repon.,.- el pro-
cedimiento o a reconocer la ineficacia del acto en los casos en que la auto-
ridad haya demandado la anulación de una favorable a un particular,indi-
cará los términos conforme a los cuales debe dictaT su nueva resolución la
autoridad fIscal".
Como puede observarse, en la configuración legal del proceso fiscal se ha
procurado seguir los principios de oralidad y concentración procesales, como
lo advierte Fix-Zamudio,l09 aunque en la práctica la audiencia se ha conver-
tido en un trámite alejado de dichos principios. l1{)
Las sentencias del Tribunal Fiscal son susceptibles de impugnación a tra-
vés de dos recursos: el de queja, que resuelve el pleno del propio Tribunal.
y que se concede para cuando la sentencia viole la jurisprudencia estableci-
da por el mismo Tribunal,tU y el de revisión, cuya resolución también co-
rresponde al pleno y se interpone por las autoridades fiscales "c.,ando el
asunto sea de importancia y trascendencia, a juicio del titular de la secretaria
o departamento de Estado a que el asunto corresponda, o de los directores o
jefes de los organismos descentralizados, en su caso",112
Por último. contra la resolución de dicho recurso de revisión, se conce·
de, a su vez, el recurso de revisión fiscal ante la Suprema Corte de Justi-
cia de la N ación, y se tramita como el recurso de revisión de los juicios de
amparo indirectos,113
En algunos Estados de la República como Tamaulipas, Colima Guana-
juato,114 Estado de México. Uii Veracruz 116 y Sinaloa,111 existen tribunales fis·
cales locales, insiprados en el federal. En el Estado de Nuevo León 118 hay
un juez de lo fiscal, considerando como órgano autónomo ubicado dentro del
poder ejecutivo local, con competencia para conocer de juicios de anulación
100 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit. supra nota 103, pp. 1091-4.
110 Cfr. Heduán Virués, Dolores, op. cit. supra nota 104, pp. 239; Conzález Pérez, Je-
sús, "La justicia administrativa en México" en Revista de Derecho Procesal-Iberoamerica-
na, Madrid, núm, 4 de 1972, p. 779.
111 Artículos 237-9 del Código Fiscal de la Federación.
112 Artículos 240-1, ¡dent.
113 Artículos 242-2. ident.
1U: Cfr. Fix·Zamudio, op. cit. supra nota 103, p. 1099.
115 Código Fiscal del Estado de México de 31 de diciembre de 1910 (P. O. 2-1-1972).
116 Ley Orgánica del Tribunal Fiscal del Estado de Veracruz-Uave de 20 de diciembre
de 1975 (P. O. 30·XII-I975 número extraordinario).
117 Ley de la Administración de Justicia Fiscal del Estado de Sinaloa de 30 de abril
de 1976. (P. O. 30-IV-I976).
118 Reforma de 21 de diciembre de 1968 al Código Fiscal del Estado de Nuevo León
(P. O ..25-XII-I968).
119 Código Fisrnl del Eslado de Chihuahua de 23 de diciembre de 1970 (P. O. 3O·XII·
1970) .
lOO Código Fiscal del Estado de Aguasca1ientes de 30 de agosto de 1975 (P. O. 25·VII·
1976), arUcul"" 155-191.
121 D. O. 17·111·1971. Reseña nuestra en Gaceta Informativa de Legislación y JUTispn.·
dencia, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Méxiro, núm. 3, julio·septiembre de
1972, pp. 353·62. Véase, además: Brisefio Sierra, Humberto. "La competencia del Tribu·
nal de lo Contencioso Administrativo"; Carpizo, Jorge, "Bases Constitucionales de los
Tribunales de lo Contencioso Adm:inistrativo"; }'lores. Zavala, Ernesto, "El Tribunal de
lo Contencioso Administrativo"; todos ellos en Revista del Tribunal de lo Contencioso
Administrativo del Distrito Federal, México, núm. 1, julio de 1972; Fraga, Gabino, "Breves
consideraciones sobre el Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal
y sobre el régimen de legalidad en Méxioo"; Fix·Zamudio, Héctor, "Algunas reflexiones
sobre la suspensión de los actos reclamados en el procedimiento ante el Tribunal de lo
Contencioso Administrativo del Distrito Federal", y Naya Negrete, Alfonso. "Notas sobre
lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal. Cronología de los Tribunales", tooos
ellos en el núm. 2, julio de 197B, de la citada Revista .
• En el D. O. del 3 de enero de 1979 se publicaron las segundas reformas a la Ley
del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federa], de las cuales no se
pudo dar cuenta en el presente informe. Acerca de dichas reformas., puede verse nuestra
reseña publicada en Gaceta Informativa de Legislación y J1lrisprudencia, UNAM, México.
núm. 26. enero·abril de 1979, pp. 181-191.
122 Artículo 77, fracción 111, de la Ley del Tribunal de 10 contcndtlSO administrativo.
Cfr., Nava Negrete, Alfonso, op. cit. supra nota 121, pp. 58·9.
13) Artículo y fracción citados en la nota anterior, en su rcdacción después de la
reforma de 2 de enero de 1973.
ESTUDIOS GENERALES
citen entre las autoridades del Departamento del Distrito Federal y los par-
ticulares. l24
El tribunal se integra por tres salas, compuesta cada una de tres magis-
trados, que, con el magistrado presidente que no integra sala, alcanzan el nú-
mero de diez.
La propio Ley del Tribnnal regula también el proceso administrativo.
Éste empieza con la demanda que debe contener, entre otros requisitos, la
"descripción de los derechos, y de ser posible, los fundamentos de derecho",
y las "pruebas que el actor ofrezca rendir".l25 La Ley ha procurado facilitar
el acceso de los particulares al Tribunal, ya que permite que la demanda se
presente en las formas impresas que debe proporcionar el Tribunal, el que
debe contar con "personal suficiente para llenarlas con los datos que les
proporcionen los interesados y con los que obtengan al informarse, aun tele-
fónicamente, con las autoridades del Departamento del Distrito Federal, sobre
la Dirección a cuya área de atribuciones corresponda la materia del acto im-
pugnado. Estos servicios serán gratuitos, así como los del defensor de oficio
que el Departamento del Distrito Federal contisione para tal fin".l26
En la misma resolución en que el Tribunal admita la demanda y orde-
n~ el emplazamiento, debe citar a la audiencia del juicio dentro de un plazo
que no exceda de 15 días. '27 Dicha audiencia tiene por objeto desahogar las
pruebas ofrecidas, oír los alegatos y dictar la sentencia, y la falta de asisten-
cia de las partes no debe impedir su celebración.". Cuando "deban tomarse
en cuenta gran número de constancias, podrá reservarse el fallo definitivo
para un término no mayor de diez días".=
En un princi pío. el proceso administrativo era de una sola instancia, por
lo que la sentencia que le ponía término era irrecurrible. Al reformarse la
ley el 2 de enero de 1973, se introdujo el recurso de revisión, que sólo puede
ser interpuesto por las autoridades administrativas ante el pleno del tribu-
nal, "cuando el asunto sea de importancia y trascendencia, a juicio del jefe
del Departamento dél Distrito Federal"."'" Este recurso es muy parecido al
que con el mismo nombre se regula en el Código Fiscal de la Federación.
v) Por último cabe mencionar que la solución de conflictos relacionados
con la propiedad y u tilización de terrenos rurales, queda sometida, de acuer-
l24 Artículo 1Q de la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito
Federal.
125 Artículo 63, fraociones VII y IX, idcm.
126 Artículo 64, ¡dem. González Pérez, ofr. cit. supra nota 110, p. 795, estima que este
precepto es "realmente importante ya que ronstituye un paso decisivo para socializar la
Administración de Justicia".
127 Artículo 67, idem.
128 Artículo 76, idem.
129 Artículo 76, idem.
130 Artículo 82 bis. idem.
4.A) Modificaciones que reducen los gastos P01' simplificación de las re-
glas legales
dos o más personas -expresa- ejerciten una misma acción u opongan la mis-
ma excepción, deberán litigar unidas y bajo una misma representación." Para
este objeto, deben designar un procurador judicial que los represente a todos
o elegir entre ellos mismos un representante común, y en caso de que no
se pongan de acuerdo, lo designará el juez.
El litisconsorcio no modifica la tramitación del juicio y sólo requiere que
1as notificaciones, citaciones y emplazamientos sean hechos al procurador o
representante común, sin que sea necesario comunicarlas a las demás per-
50nas,150
Por otro lado, el artículo 31 del mismo Código señala que cuando haya
varias "acciones" (pretensiones) contra una misma persona, respecto de una
luisma cosa, y provengan de una misma causa, deben intentarse en una sola
demanda; por el ejercicio de una o más quedan extinguidas las otras. Se
prohíbe, sin embargo, la acumulación de "acciones" contrarias y contradic-
torias, posesorias y pctitorias, dependientes y de aquellas cuyo conocimiento
corresponda a órganos de diferente competencia. La acumulación de "accio-
nes" se plantea en la misma demanda y no altera el curso del procedimiento.
También puede solicitarse la acumulación por vía de excepción, cuando
exista conexidad en la causa. Según el artículo 39, hay "conexidad en la causa
cuando hay identidad de personas y acciones aunque las cosas sean distintas;
)' cuando las acciones provengan de una misma causa", En este caso, la acumu-
5.D) Métodos para proveer asesor/a para los litigios de las demandas de
grupo
En materia laboral, la asesGría a sindicatos y grupos de trabajadores es
prestada por las Procuradurbs de Defensa de Trabajo, tanto federal como
Hil Artículos 36 y 88, idem.
lij::! Artículo 709, fracción 11, de la Ley Federal del Trabajo.
lr~ Supra inciso i), 3.A), del apartado :L
1;)4 Entre otras excepciones, tenemos las de las cntcncias dictauas en JUICIOS referentes
;11 estarlo civil de las personas, en materia familiar, y las dictadas en los procesos sobre
('O!lnictos ("o]eeti,w; económicos. en materia laboral.
6. As"50RAMIENTO JUIÚDICO
167 GaH'ía Ramirez, Sergio, Cllrso de derecho procesal penal, Ed. Ponúa, México, 1974,
p. ~8.
que puede afirmarse, con base en estos datos, que la suma de los juicios pe-
nales federales en los que los inculpados fueron asistidos por un defensor de
oficio fue superior (casi el 60% del total), a la de los juicios en los que los
imputados nombraron defensores particulares (40.30%) .176 Estos datos, es
elaro, no indican nada sobre la calidad de las defensas a cargo de los defen-
sores de oficio, cuyo conocimiento real requeriría de una investigación más
amplia.
Para el c011trol interno y estadístico de las labores de los defensores de
oficio, éstos tienen la obligación de rendir un informe mensual al jefe de la
defensoría sobre los procesos en que hayan intervenido. 177 Los defensores de
oficio tienen la obligación de asistir diariamente a los juzgados y tribunales
de su adscripción, y cuando menos una vez a la semana a las penitenciarías
o prisiones donde se encuentren sus defendidos, para recabar los datos nece-
sarios de éstos e informarles del estado y del desarroIlo de sus respectivos
procesos. 178
182 lbidem.
1S4 Articulos z:', 5'" 69, 7',,, 8. . , 99 Y 11 del Reglamento ue la Procuraduría Federal de
la Defensa del Trabajo.
HIt:; Cfr. Secretaria del Trabajo y Previsión Social, Memoria de labores: septieml,re de
1974jagOJ,to de 1975, México, 1975, p. 65.
186 Artículos 39 , 49 }' 5'" del Reglamento de la Procuraduría de la Defensa del Tra-
bajo del Distrito :Federal.
187 Artículo 14, ¡dem,
188 Artículo 19 de Decreto mencionado en el texto.
Agrarios, confonne al cual ésta quedó integrada por una Oficina Coordina-
dora dependiente directamente de la jefatura del Departamento Agrario y
por Procuradurías en cada una de las Delegaciones de dicho Departamento
en los Estados y Territorios Federales.
En el Reglamento Interior del Departamento de Asuntos Agrarios y eo.
Ionización las funciones de la Procuraduría de Asuntos Agrarios son atribui-
das a la Oficina de Procuración, dependiente de la Dirección General de
Inspección, Procuración y Quejas del Departamento de Asuntos Agrarios y
Colonización, el cual fue transformado en Secretaría de la Reforma Agraria,
por las reformas de 1974 (D.O. 31.XII-1974) a los artículos l~, 17 Y 18 de
la Ley de Secretarías y Departamentoo de Estado.
Para mayo de 1976, la Oficina de Procuración contaba con 12 dictamina-
dores en el Distrito Federal y 37 procuradores en el interior de la Repú-
blica, con un sueldo promedio de 3,000 pesos mensuales, según infonnes pro-
porcionados en la propia Oficina.
18'9 Articulo 115, fracción V, del Reglamento Interior del Departamento de Asuntos
Agrarios y Colonización de II de noviembre de 1963 (D. O. 26-XI-1963)_
190 Cfr. López Nava, Riuudo, Función que deumpeiuz d organismo administrativo
denomjnad.o Procuraduría de la Detellsa del Menor (Tesis), México, UNAM, 1977, pp.
130-156.
IV
En nuestro país, el estudio del proceso se ha desarrollado, las más de las ve·
ces, en dos vertientes principales. Por una parte, cuando se le ha enfocado
desde el punto de vista de la te01-ía general del pTOceso, el examen se ha
centrado esencialmente en "los conceptos. instituciones y principios que son
comunes a las distintas ramas del enjuiciamiento".! Por otra parte. cuando
se le ha considerado desde el ángulo de cada disciplina procesal especial, se
ha enfatizado fundamentalmente la regulación de las respectivas leyes proce-
sales y orgánicas, con apoyo en la doctrina, aunque con descuido, en ocasio-
nes. de la jurisprudencia.2 Estas dos direcciones, con frecuencia paralelas y
los fallos de los tribunales. En México también, aunque de manera excepcional. algunos
autores han procurado analizar sistemáticamente la jurisprudencia. En este sentido. el.
libro de Mario de la Cueva, Derecho mexicano del trabajo, publicaua en dos tomos, Ed.
Porrúa, México, 1969, reimpresión de la 9~ ed .. es un excelente ejemplo a seguir.
8 Un profundo y sistemátiro análisis ue la actividad teórica que realizan los juristas
al tratar de describir e interpretar las normas vigentes en el sistema del civil law, puede
verse en Nino, Carlos Santiago, ConsideraciO'tles sobre la dogmática jurldica (con refe-
rencia particular a la dogmática penal), UNAM, México, 1974. Resefia nuestra en Revista
Mexicana de Prevención y Readaptación Social, mím. 16, enero-febrero·marzo de 1975,
pp. 182·185.
4 Kisch ronsideraba, seb'Ún afirma Alcalá-Zamora, que el proceso podía "ser enfocado
en cinro direcciones distintas: jurídica, ética, politica, técnica y social". Cfr., Alcalá-Za-
mora y Castillo, Niceto, "Causas y efectos sociales del det"e(:ho procesal (civil y penal) ",
en Estudios ... , cit. supra nota 1, t. II, p. 139.
5 "El primer punto -escribe Cappelletti- que debe tenerse presenle cuando se con·
sidera el fenómeno procesal es que éste representa hoy un verdadero y propio fenómeno
social de masa. Hay todavía, lamentablemente, muchos procesalistas que no parecen haberse
dado cuenta de este hecho: su tiempo y sus energías son gastadas en el examen de pro-
blemas abstractos dogmáticos, que pueden servir para llenar libros pero no para rom-
prender y mejorar el fenómeno social del proceso". Cfr. Cappclletni, Mauro, "EI proceso
como fenómeno social de masa", en Proceso, ideolog{a, sociedad, trad. de Santiago Sentís
Melendo y Tomás A. Banzbaf, EJEA. Buenos Aires, 1974, p. UH.
su edición más reciente: Les gramLs s)'sthnes de droit cOlltemporain-\, Dalloz, Paris, 197~
(7' cd.), pp. 19-23.
DR © Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Jurídicas
Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx
http://biblio.juridicas.unam.mx
20 ]IJidem.
21 [dem, p. 27.
22 También ha sido obeto de una considerable bibliografía el ordenamiento jurídico
so\"iético, producida por juristas. tanto de dentro como de fuera de la URSS. Entre otros,
podemos mencionar los siguientes: Hazard, Joho N. y Shapiro, Issac, The soviet legal
sytem~ Parker School of Fúreing and Comparative Law, Columbia University New York,
Occana Publication, Nep York, 1962: Grzyboyski, Kazimiers, Savict legal instilutions, The
l~niversty of Midligan Press, Michigan, 1962: Bellon, Jacques, Le droit saviétque~ Presses
UniveI"sitaires de France, París, 1963; Santa Pinter, José Julio, Sistema de derecho sO'/Jiético,
Roque de Palma Editor, Buenos Aires, 1957: Academia de Ciencias de la URSS, Funda·
mentos de qerecho sovielicO, Ediciones en Lenguas Extranjeras, MosclÍ, 1962; y sobre los
ordenamientos de los países socialistas europeos, puede verse la colección editada por Szir-
mai, Z., Law in Eastern Europe, Vniversity of Leyden, urden, cuyo primer número se
publicó desde 1958.
~ Cfr. David, ojJ. cito supra nota 9, pp" 27·31.
24 Mcrryman, John Henry, op. cit. supra nota 13, pp, 13·15. Es mteresante el enfoque
de Merryma.n: "Una tradición jurídica, como el término 10 indica, no es un conjunto de
normas jurídicas acerca de contratos. de asociaciones y delitos, aunque tales normas serán
casi siempre en cierto sentido un reflejo de esa tradición, Son más bien un conjunto de
actitudes profundamente arraigadas y condicionadas históricamente acerca de la naturaleL1.
de la función del derecho en la sociedad y en la forma de gobierno, acerca de la organización
y operación apropiadas de un sistema jurídico y acerca del modo como el derecho debe
crearse, aplicarse, estudiarse. perfeccionarse y enseñarse. La tradición jurídica relaciona el
sistema jurídico con la cultura de la cual es una expresión parcial. Coloca al sistema
jurídico dentro del ámbito cultural",
2ri Vid. sutn-a núm, 1 y nota 6.
26 ell', Couture, Eduardo J., Fundamentos del derecho procesal civil, Ediciones Dcpal-
Ola, Buenos Aires, 1974 (reimpresión de la 3~ oo.), pp. 14-22.
socialista. 2 'l En forma similar a como lo hicimos al tratar los sistemas jurídi-
cos en general, esbozaremos en seguida algunas de las características de estos
tres grandes sistemas procesales.
:!7 Entre otros, cfr. CappcIktti, Mauro op. cit. supra nota 6; Dcuti, \'iu.orio. "La
t'\"oluci6n del derecho probatorio en los procesos civiles contemporáneos", trad. de Niccto
Alcalá-Zamora y Castillo, en Boletín Mexicano de Derecho Comparado y mimo scpticmhre- t,
diciembre de 1969, pp. 543-583, especialmente las notas 1 y 2; y Vésco\"i, Enrique. Derecho
procesal civil, t. 1, 'Ediciones Idea, Montevideo, 1974, pp. 120-139.
2R Cfr. VésC()\!i, op. cit., p. 120. Acerca del proceso civil lallmoamericallo puede "crsc
del propio Enrique Véscovi, Elementos para una teoría general del proceso civil latinoal!w-
riwno, UNAM, México, 1978.
:ro El proceso era, según una célebre cxpre~ión, l'oC1LVre des partics nja!i.lce cC11l1radic·
toirement: cfr. Dent, op. cit. supra nota 27, p. 552. Radbruch explicaba que el "princi.
pio de negociación" (dispositivo) convertía al prO'ceso en un "libre juegO' de fuerzas entre
la~ partes contendientes, como si lO's litigantes fucsen dos jugadores de a jedrcz dc fuerzas
equilibradas, dos adversarios ingeniosos, guiados por un egO'ísmo bien entendido, situados
ambos en un plano de igualdad y que no necesitan para nada (k la ayuda del juez". Cfr.
Radhruch, Gustav. 11llro(]llcción a la filosofía del de1'cc1w, Fondo de Cultura F.conúmi·
eJ.. Méxiro, 1965 (3'" ed.), pp, 158 Y 159.
3tl Cf¡'. Véscod, op. cit. supra nota 27, pp. 70-74.
31 Acerca de la distinción entre "juez espectador", "juez dictadur" y "juCi'l din:ctol"",
puede verse Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Uibcralismo y autoritarismo en el proce'\o·',
en Estudios ... cit. sU/Jm nota 1, pp. 280-287.
e2 Denti escribe: "Además de la posibilidad de contacto inmediato con las partes (obli-
gadas de varias maneras a someterse a la inquisición judicial), el aumento en los poderes
del juzgador se ha manifestado con la atrfibución de iniciativa directa para la deducción de
la prueba y la adquisición de los medios probatorios": op. cit., nota <¿J, pp. 557·558.
33 Cfr. Capelleti, Mauro, "Aspeclos sociales y políticos del procedimiento civil", en
op. cit. supra nota 5, p. 43.
34 Idem, pp. 43-45; y también del mismo autor, op. cit, sujJra, nota 6. pp. 52-55.
ilü Cfr. Cappelletti, op. cit. supra nota 6, p. 51.
47 Sentís Melendo, op. dt. sU/1ra nota 45. Acerca de este proyecto, puede verse, del pro-
pio Couture: Proyecto de código de procedimiento civil (con exl10sición de motivos), Ed.
Depalma, Buenos Aires, 1945; y "Líneas generales del proyecto código de procedimiento
civil", en La Ley, t. 41, cnero-[ebJero-m:Hzo de 1946, pp. 931-941; Y de Alcalá-Zamora y
Castillo, Niceto. "Influencia, en América, del proyecto Couture" en Revista de la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales, Montevideo, núm. 3, julio.septiembre de 1957, pp_ 729-76:';.
Una mayor información bibliográfica sobre el proyecto de Coutme, puede vcrsc en el
trabajo de Alcalá-Zamora citado en la nota 31, p. 250 (nota 15).
4S Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niccto, Examen en'lico del Código de t)TOcedimienl_os
civiles de Chihuahua, Universidad de Chihuahua, 1959, p. 3.
49 Cfr. Alcali-Zamora y Castillo, Niceto, "El papel del juez en la dirección del proceso
civil mexicano" en Comun.icaciones mc:dcanas al VI Congreso Internacional de Derecho
Comparado (Hamburgo, 1962), Instituto de Derecho Comparado, México, 1962, pp. 49--9ü,
partiiculannente pp. 86-91.
00 Es interesante recoger la opinión de Adolfo Maldonado en torno a los principios di~
positivo e inquisitorio: "El proceso moderno atribuye, a las partes y al juez, iguales po-
deres respecto de la aportación de los elementos de convicción: las partes libremente pre-
sentarán las pruebas que les convengan (principio dispositivo), y el juez, en cuanto lo
estime nco..'Sario, dentro de los límites de la dü"puta, puede ordenar la repetición o am-
pliación de las pruebas aportadas por las partes, y ordenar, de oficio, b. pníctica de ot¡-a~
nuevas, con la única obligación de garantizar, a los litgan~!'., su igual posibilidad de dcfcll-
5a (principio inquisitivo). No hay, por consiguiente, prednminio de un pl'incipio sobre el
otro, sino un perfecto equilibrio entre ambos": Derecho procesal civil, México, Antigua
UibrerÍa Robredo, 1947, p. 263. Couturc llegó a considerar al Código I-'cderal de l)rocc-
dimientos Civiles mexicano como "el m,ís ilt(·n.~Lc de los nucyo<; Cúdig:os procesales de
Amc.:-rica": cfr. Couture, Eduardo, cit. supra nota 47, pp. 127 Y 128. A pesar de su no-
toria superioridad técnica, el Código }'ederal ha sido muy poco estudiado; la doctrina
procesal mexiatna se ha concentrado, en fonna casi exc1usim, en el Código dlstrital. Y
mientras el primero ha carecido de influencia en la legislación rcstatal, el segundo ha sido
el modelo de la mayoría de los ordenamientos estatales.
lH Sobre el anteproyecto de 1948, puede verse el "Curso colectivo acerca del antepro-
yecto de código procesal civil del Distrito Federal", en Revista de la Escuela Nacional de
1urisprudencia, núm.... 47-48, julio-diciembre de 1950, pp. 9·266. En el II Congreso Me-
xicano de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de Zacatecas (S-ll-VIll'-I966), uno de
los temas vcnó sobre el Código de Procedimientos Civiles de dicho Estado, basado en el
anteproyecto de 1948. Los trabajos sobre este tema pueden verse en la Revista de la Fa-
culta(l de Derecho de México, núm. 65, enero-marzo de 1967, pp. 27-7S. Asimismo, en el
IV Congreso Mexicano de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de Cuernavaca, Mo-
reJos (17-20-IV-I969), uno de los temas se refirió al Código de Procedimientos Civiles de
este último estado; los trabajos sobre el mismo, fueron publiatdos en la Revista de la Fa-
cultad de Derecho en México, míms. 77·78, enero-junio de 1970, pp. 19-54.
á2 Este anteproyecto, junto con otro de ley orgánica del poder judicial del Estado, fue
discutido en el VI Congreso Mexicano de Derecho Procesal, celebrado en la ciudad de To-
Iuca, Edo. de México (23·27-¡V.1974). Cfr. nuestro estudio: "Los anteproyectos de Código
de Procedimientos Civiles y de Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado de México", en
Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, UNAM, México, núm. lO, abril-junio
de 1974, pp. 241·252. La memoria del citado Congreso, que contiene los textos de los an-
teproyectos y las ponencias, se publicó en Revista Procesal,. Instituto Mexicano de Deredho
Procesal, México, núms. 3, 4, 5 Y 6 de 1974. Puede verse también: Briseño Sierra, Hum-
lJocrto. "Los anteproyectos de Código de Procedimientos Civiles y Ley O~nica del Poder
Judicial del Estado de México", en los míms. 4, 5 Y 6 de 1975, de la citada Revista Procesals
pp. 123·154.
sido utilizadas para defender diversos derechos que rebasan el ámbito de los
intereses de un solo individuo, como es el caso de los civil ,-ights (derechos
a la no discriminación racial en materia de empleo, educación, vivienda), los
derechos concernientes al ambiente natural, los derechos de los consumi-
dores, etcétera. 63
63 1dem, p. 388.
~HCfr. C.a.ppellcui, 0IJ. cit. mpra nota 6, pp. 25, 29, 30, 31, 33 Y 36.
Gun'ich, Mark A., "Profili generali del processo cívilc sovictico", en Rivis/a de
6;,
Diriuo Procejj'llak. Padua, núm. 1, enero-marzo de 1976, p. 32.
00 Ibidem.
67 Cfr, Academia de Ciencias de la URSS, op. cit. supra nota 22, p. 593.
1>8 Gurvich, o.p. cit. supra nota 65, p. 30.
'00 Gurvich, Marlc. A., et al., Derecho procesal civil soviético, trad. de Miguel Lubán
y revisión de I1éctor Cuadra, UNAM, México, 1971, pp. 291-315.
d) Tendencias comunes
íit Vorobiov define el arbitraje de estado como "un órgano administrativo cuyo des
tino es el ejercicio actim de influendia sobre las empl-esas, organizaciones e instituciones.
con objeto de coadyuvar a la ejecución de los planes de la Economía Nacional y al
incremento de la disciplina del Estado y contractual mediante la resolución de los litigios
económicos entre organizaciones socialistas de diferentes departamentos". Cfr. Curvich.
01'. cit. supra nota 69, p_ 545.
SO Cfr. Cappel1etti, op. cit. supra nota 6, pp. 43 Y ss.
S1 Idem, p. 63.
8:.! Cff. Gurdch, op. cit. supra nota 68.
4. Política y proceso
c\'Oluzonei del 'legal aid' oel mondo contemporáneo", en Rivista di Diritto Processuale,
P:ldua, mimo 4, octubre·diciembre de 1977, pp. 573-595; y Fix-Zamudio, Héctor, "Breves
reflexiones sobre el asesoramiento jurídico y procesal como institución de seguridad social",
en Libro Homenaje a Luis Loret~ Ediciones de la Contraloría (':-encral de la República,
Caracas, 1915, pp. 577-611; publicado también, con mayor cXlcmión, en Anuario ]lIrfdico,
núm. 2, 1975, UNAM, México, 1977, pp. 63·101.
8á Cappelleti, op. cit. supra nota 6, p. 75.
sr, Idem, pp. 85-129.
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87 "Así como la teología -escribe Gom.ález Pérez- acude a un dogma para cxpliG!r
el misterio de Cristo, la ciencia política liberal acufió su dogma para explicar el misterio
del Estado de Derecho. Dios es uno -nos dirá la Teología-, pero tres personas distintas.
El Estado es uno -nos dirá la Ciencia política-, pero tres poderes distintos. El prind~
pio de la división de poderes ocupa en la Ciencia política dd liberalismo un papel an.;l~
logo al que el dogma de la Santísima Trinidad desempeña en la Teología". Cfr., Gon~
zález Pérez, Jesús, "La justicia administrativa en México", en Revista de Derecho Procesal
Iberoamericana, Madrid, núm. 4 de 1972, p. 752. Una interpretación tradicional de la
teoría de Montesc¡uieu. puede verse en Pedraz Pensalva. Ernesto, "La jurisdicc.íón en
la teoría de la división de poderes de Montesquieu", en Revista de Derecho Procesal Ibe·
roameiC4n~ Madrid, núm. 4 de 1976. pp. 905-91-3. Es interesante la interpretación his-
tórica de esta teoría realizada por Althusser, Louis, en Montesquieu: La política y la }¡is~
to-ria, trad. de María Ester Benítcz, Ed. Ariel, Barcelona, 1974 (2a. ed.).
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88 Kelsen, Hans, La teoría pura del derecho, trad. de Jorge G. Tijerina, Ed. Nacional,
Mexico, 1974 (reimpresión de la 2' oo.), pp. 131-132.
89 ldem, p. 135. Cursivas nuestras.
00 ldem, pp. 135-136. Cursivas nuestras.
!}1 Bredemeier, Harry C., "El derecho como mecanismo de integración", en el volumen
compilado por Vilhelm Aubetr, Sodologla del derecho, cit. supra nota 78, pp. 58-59.
Cllrsí\'3S nuestras.
xico aún no hemos penetrado. En otros países, como en Italia 9:) y Estados
Unidos 96 la investigación sociológica y la ciencia política ya han pennitido
abordar con objetividad este tema.
Pero no sólo la sentencia es o puede ser el filtro de ideologías y actitu-
des. El proceso mismo, en cuanto fenómeno sodal y cultural, es expresión del
contexto en que se desan-olla. Ha sido el propio Cappelletti quien ha po-
dido penetrar más allá de la simple forma, más allá del mero procedimiento,
para analizar y explicar la función social y el trasfondo intelectual y político-
social del proceso:
a) Constitllción y proceso
A 'iU vez, las relaciones entre la Constitución y el proceso pueden ser Con-
sideradas desde dos ángulos: el de la eficacia de las normas constitucionales
a través de mecanismos procesales específicos, es decir, a través de la disci-
plina del derecho procesal constitucional; y el del análisis de las disposi-
ciones constitucionales concernientes al proceso, o sea, desde la perspectiva
9:> Cfr. l'reves, Rcnato, El juez y la sociedad. Una investigación sociol6gica sobre la
administración de justicia en Italia, trad. de Francisco J. Laporta y Ángel Zaragoza, Ed.
Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1974, especialmente pp. 103·114. Reseña nuestra del
libro de TTe\'es, en Boletin Mexicano de Derecho Comparado, núm. Z'l, septiembre-di-
ciembre de 1976; y en Comercio ExteriOT1 México, '\'01. 28, núm. 2, febrero de 1978, pp.
224-226.
96 Entre otros trabajos de Schuhert, Glendon, pueden consultarse "ldeologies and ato
titudes, acadcmic and judicial", en The Journal 01 Polítics, Gainesville, Florida, vol. 29,
núm. 1, febrero de 1967, pp. 3·40: "Academic idcology and the study oí adjudication", en
The American Political Science, New York, vol. LXI, núm.. 1, mano de 1967, pp. 106·129;
y el extracto "La. creación política judicial", publicado en la compilación de Aubert,
Sociología del dercho~ ap. cit. supra, nota 78, pp. 221·23-1-
91 Cappelleui, ap. cit. supra nota 33, p. 90.
102 efr. Carda Ramírez, Sergio, Los derechos humanos y el derecho penal, Secretaria
de Educación Pública, colección Sep-setentas, núm. 254, México, 1976, p_ 40.
lro 1dem, pp. 39·43.
104 ldem, pp. 44-48. PUcOe Yerse también Grant, ].A.C., "La declaración de derechos
y la aplicación del derecho penal", trad. de }~aU8to E. Rodríguez, en Boletin Mexiaano
de Derecho Comparado, núms. 16-17, enero-agosto de 1973, pp. 65-144. Reseña nuestra en
Revista Mexicana de Prevención y Readaptación Social~ mím. 17~ abril-mayo-junio de 1975,
pp. 255-257.
1f}5 Cfr. Garda Ramírez. op. cit. supra nota 102, pp. 48-50.
100 Cfr. Garda Ramírcz Sergio, Curso de derecho procesal penal,. Ed. Ponúa, Méxioo,
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... el proceso escrito que domina la casi totalidad de los países de orig,'Cn
hispano-americano, restringe de modo extraordinario el principio de pu~
blicidad que forma la esencia del sistema democrático de gobierno; el
nombramiento de los jueces por el Poder Ejecutiyo constituye, en sus
últimos ténninos, una contradicción con la teoría republicana de la div~
sión de poderes; el costo de la justicia, que la hace para unos tan fácil
y para otros de tan difícil obtención, atenta contra el precepto de que
ante ella, como ante la ley, todos los hombres son iguales "sin más dis~
tindón que la de sus talentos o sus virtudes".110
Para Couture, la doctrina procesal tenía -yen muy buena medida toda-
vía tiene- una labor muy significativa por desarrollar: la del examen de las
instituciones procesales desde el punto de vista constitucional. Si se admitía,
siguiendo a Kelsen, que la Constitución era el fundamento de validez de la
ley procesal, una vez determinado con precisión científica ese fundamento,
la doctrina publicista podía "extender su campo de aplicación a una teoría
p<illtica del proceso civil"_111
El examen de las principales instituciones procesales lo realizó el autor.
con su habitual maestría, en cinco rubros, a saber: 1) la acción; 2) la ex-
cepción; 3) actos procesales y debido proceso; 4) sentencia y jurisdicción, y
5) Constitución y Ley Orgánica. En la parte final, bajo el título "política
1974, pp. 47.48. Resefia nuestra en Revista de la Facultad de Derecho de México, núm.1l..
97·98, enero'junio de 1975, pp. 330·336.
107 Couture, Eduardo J., "Las garantías constitucionales en el proceso óivil" en Estu·
dios de derecho procesal en honor de Rugo Alsina, E(Har, Buenos Aires, 1946, pp. 153·
213: y en Anales de Jurisprudencia, México, año XVII, tomos LXV y LXVI abril·m)'o~
junio de 1950 y julio-agosto-septicmbre de 1950, respectivamente. Nuestras referencias se
basan en la primera publicación.
108 Fix·Zamudio, op. cit. supra nota 98. párrafo 6.
109 Couture, op. cit ..mpra nota 107.
nQ ldem" pp. 1.54-155.
111 ldem, pp. 156·157.
112Idem, p. 211.
113 [dem, p. 212. Cursivas nuestras.
114 Couturc, Eduardo J., "El 'debido prot:cso' mmo tutela oc los J.~rcho5 humano~,
cn La Revista de Derecho, Jurisprudencia )' Admirlistración, Monte\'idco, afiO 52, ago5lo-
octubre de 1952, núms. 8-10, pp. 169-182.
115 [dem, p. 182.
J16 [dem, p. 177.
117 lbidem.
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118 En este sentido, pueden verse los trabajos mencionados por el propio Coutwe en
op. cit. supra nota 114, p. 170 (nota 8).
119 Fix·Zamudio, Héctor, Constitución y proceso civil en América Latina, UNAM, Mé-
:odco, 1974. Reseña nuestra en Revista de la Facultad de Derecho en México, nÚms. 97·98.
enero-junjo de 1975. pp. 328·330.
120 Idem~ pp. 25·30.
121 Idem, p. 31.
122 Idem~ pp. 31·34.
1.29 Fix·Zamuruo, Héctor, op. cit. supra nota 98, párrafos 57) a 61).
129 Cfr., BiscarClti de Ruffia, op. rito .mpra nota 7, pp. 43-76.
130 ldem, pp. 51-55.
131 ldem, pp. 55-65.
132 ldem, pp. 65-71.
13tl ldem, p. 50.
':1) Como una categoría aparte, que "parece operar en una 'dimensión'
de tiempo y de ambiente notoriamente diversa", el autor señala los Estados
en vias de desarrollo, a los cuales, aclara, difícilmente se les puede inser-
tar en los esquemas doctrinales de las anteriores fonnas de Estado. La situa-
ción socio-económica de estos Estados, caracterizada generalmente por la
falta de cohesión nacional, el subdesarrollo económico y marcadas desigual-
dades en el ingreso, ha trascendido en su estructura constitucional. Estos
Estados se caracterizan, en términos generales, por el empleo de modelos
metropolitanos, el reforzamiento de la posición del Ejecutivo (a través de
formas de gobierno presidencialistas o de dictaduras militares) y el frecuente
predominio de un partido político. La mayoría de estos Estados ha seguido,
con adaptaciones y modificaciones, los esquemas de los Estados de democra-
cia clásica y otros han adoptado las estructuras de los Estados socialistas. 1B4
Es posible ad'vertir que esta tipología de Biscaretti tiene una correlación
aproximada con los diversos sistemas jurídicos y procesales. Así, dentro de la
primera categoría de Estados es posible ubicar, en términos generales, los
sistemas del comrnon law y del civil law europeo; dentro de la segunda, ob-
,-iamente al sistema socialista. De los Estados en vías de desarrollo, dada su
heterogeneidad, hahría que analizar en cada caso sus componentes predomi-
nantes para determinar qué clase de sistema jurídico y procesal les correspon-
de. En el caso de América Latina,13G hemos visto que sus ordenamientos ju-
I'idicos y procesales corresponden a un sector del civil law, con algunas ex-
cepciones.
Determinada esta cOlTclación aproximada, conviene analizar los condi-
cionamientos que cada sistema político produce sobre los sistemas de enjui-
ciamiento, tanto en materia civil como penal. En este sentido, un estudio
sobre la evolución del sistema político mexicano,136 y su influencia sobre el
desarrollo de los procesos civiles (en sentido amplio) y penales, podría mos-
trar las consecuencias que en el ámbito procesal tienen, entre otros factores,
la tendencia hacia la concentración de poderes en el Ejecutivo, la depen-
dencia política del :Ministerio Público, la ausencia en la práctica de meca-
nismos institucionales de control de la responsabilidad jurídica de los fun-
cionarios, etcétera. Es claro que este tipo de estudios no debe limitarse al
análisis del proceso tal como está regulado en las leyc'), sino que debe inqui-
rir sobre cómo funciona en la práctica.
Es significativo que una misma ley, la ordenanza procesal civil alemana
de 1877, haya estado vigente tanto en la República Federal de Alemania
-civil law- como en la República Democrática Alemana -sistema socialis-
ta-. y se haya aplicado. en ambos países, con criterios enteramente diversos. ls •
Es ignalmente significativo que algnnas leyes presocialistas hayan segnido vi-
gentes aún después de la instauración del socialismo, en países como Ruma-
nia y Polonia. lBs Es claro, por tanto, que el conocimiento verdadero del sis-
tema procesal no puede estar exclusivamente en las leyes procesales, sino tam-
bién en la forma como efectivamente funcione el proceso en tal sistema.
5. Proceso y sociedad
cado en Rroista Mexicana de Ciencia Política, México, núm, 54, Julio-septiembre de 1968.
pp. 212-219. En este mismo sentido, también puede verse Schwarz, CarI, ·'Juec:rs en la
penumbra: la ~indepca del poder judicial en los Estados UIÚdos y .en México" trad.
de Fausto E. Rodríguez, en Anuario Jurídico, 2·1975, UNAM, México, 1977, pp. 143·219;
'1 Oñate, Santiago. "El acceso a la justicia y los no privilegiados en México", en Revista
de Derecho Procesal lberomican~ Madrid, núm. 1 de 1978, pp. 137·189.
148 Cfr. supra nota 78.
14'9 Los titulas de dichas partes -de la 11 a la V. inclusive- son los siguiente.,;: "La
legislación la aplicación del derecho y el público"; "El derecho '1 la solución de los con-
flictos"; "La conducta de los jueces", y "Las profesiones jurídicas".
100 Cfr. Proccsso civile e giustizia socjale~ Giuft're Milán, 1971; Denti, Vittorio et al ... Le
prove nel proCt!sso civile, Giuffre, Milán 1m.
llS1 Cfr. Cappclletti, op. cit. supra nota 5.
1152 Cfr. Cappelletti, Mauro (editorial general) , Acces to justíce, Dott. A. GiuffrC Editore,
Milán¡Sijthoff and Noordhoff, Alphennandenrijn. 1978, en 4 vals.
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v
EL RÉGIMEN IMPUGNATIVO EN EL ANTEPROYECTO
DE CóDIGO DE PROCEDIMIENTOS CIVILES
DEL ESTADO DE MÉXICO, DE 1973·
16:)
Para comentar las disposiciones del Anteproyecto sobre los medios de im-
pugnación, vamos a mencionar, en primer ténnino, las resoluciones judicia-
les que el mismo reglamenta, para determinar los "supuestos" de la impug-
nación, empleando la terminología de Briseño Sierra_"
Para el análisis de los medios de impugnación distinguiremos aquellos
que implican un nuevo proceso, un proceso impugnativo por el que se tra- J
tiembre--diciembre de 1956, p. 31, nota 50. Esta diversidad también se presenta en las im-
pugnaciones dentro del prooedimiento administrativo; véase Fix-Zamudio. Héctor, "IJl-
troducción al estudio, d,e los recursos administrativos", en Estudios de Derecho Públiw
Contempordneol México. 1972. pp. 59-79.
(j Brisefío Sierra. Humberto, Derecho Procesal, v. 111, México, 1969, pp. 285 Y ss.
3. Los recursos
lQ Idem'l p. 26.
11 Brisefto Sierra. op. cit. supra nota 5, \', IV, p. 675.
12 ¡<km., pp. 675 Y 676.
13 Con las excepciones que se mencionan al tratar en particular de la apelación.
14 Brisefto Sierra, op. cit. supra nota 5, p. 35.
15 op. cit. supra nota 1, p. 35.
- ._- - ---------- ,i
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EL RÉGIMEN IMPUGNATIVO 169
ciones a Ios.informes mensuales de los síndico. (art. 34S} , y d).1os autos que
moderen ·la fijación de los alimentos provisionales (art. 438) .'.
del caso en la misma fonna, para que también conozcan la decisión de ma-
nera similar. Esta misma regla, que rige para la impugnación de las resolu-
ciones dictadas en audiencia, la consigna el artículo 89 específicamente para
la revocación de las correcciones disciplinarias.
No quedan comprendidas en el artículo 100 las resoluciones de los jue-
ces que se deben comunicar mediante el Correo Judicial, ni las de los ofi-
ciales judiciales auxiliares (articulo 101). Para estos casos no se encuentran
disposiciones sobre el plazo de interposición ni el modo de sustanciar el re-
curso de revocación.
Por último, en relación al procedimiento negocial, se establece en el
artículo 404 que las resoluciones judiciales dictadas en el mismo, podrán va·
riarse o modificarse sin sujeción a plazos o formas especiales, bastando que
la solicitud esté fundada, a juicio de quien deba alterar la resolución an-
terior, previa audiencia de los interesados si los hubiere. El artículo 408 se
refiere expresamente a la reforma de las resoluciones dictadas en el procedi-
miento negocial, que puede ser solicitada por los interesados cuapdo cam-
bien las circunstancias que originaron la resolución revocable. Del texto de
los preceptos citados se desprende que, en este caso, la reforma no sólo
comprende la revocación, sino también la modificación de la resolución res-
pectiva.
3.2. La queja
3.3. La apelación
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3.4. La nulidad
4. El juicio de tlulidatl
23 Véase además los artículos. 18, 30, 148, 149, 179, 183, fraes. lIT, IV Y v; 194-, 199,
fracción v, 266, 380, 428, 440, 458 Y 46i.
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VI
EL OBJETO DE LA PRUEBA EN EL PROCESO CIVIL·
). Introducción
mediante los elementos aportados por las partes o por el propio juzgador.
"El problema de los hechos -ha escrito con acierto Muñoz Sabaté- se cen-
traliza procesalmente en el problema de la prueba: a pravare a soccomberr,
Esta es la sublimación de todas las problemáticas","
La importancia fundamental del fenómeno probatorio para el proceso,
ha sido reconocida desde hace mucho tiempo. Son muy conocidas estas pa.
labras de Bentham; el gran clásico del derecllO probatorio inglés: ", : ,Él' arte
del proceso no es esencialmente otra cosa que el arte dt administrar las prue-
bas",' A su vez, Carnelutti, cuya obra, La prueba civil, aún sigue orientando
en varios aspectos el estlidio del derecho probatorio en los palsesdel civil
law,G consideró que "la prueba es el corazón del problema del jUicio, del
mismo modo que éste es el corazón del problema del pensamiento:' ,. Y Sen-
tís Melendo, con razón. ha puntualizado que "un proceso sin prueba consti-
tuye una entelequia",7
NOS8tros hemos estimado que el concepto de prueba es equiparable a los
que han sido considerados como fundamentales para el derecho procesal. ta-
les como los de jurisdicción, proceso y acción" Desde un punto de vista ló-
gico; no se puede concebir el proceso sin la prueba, Aun en el caso 'en que
el demandado se allane a las pretensiones del actor y se su priman las etapas
probatoria y de alegatos, no podrla hablarse de un proceso sin prueba, sino
más bien de una solución autocompositiva unilateral 9 homologada por el
juzgador, figura que excluye la existencia del proceso: no hay prueba, peto
tampoco hay proceso,
El' tema de este trabajo incide en uno de los aspectos más relevantes y
2. La prueba
13 Cfr. MutloZ Sabté~ op. cit. supra nota 1, p. 57. Acerca de la inconsistencia de la
distiNción entre verdad fonual y material, puede verse: Fumo, Cario, C()ntributo alla
tearia d~la prova legale, CEDAM, Padova, 1940, pp. 20 Y ss.
14 Ovalle Favela, op. cit. supra nota 8, p. 297. En este sentido puede verse: Dtmti,
Vittorio. "Cientificidad de la prueba y libre valoración del juzgador". trad. de Santiago
Oilate, en Boletín Mexicano de Derecho Compard~ núm. 13-14, enero-agosto de 1972,
pp. 3-22; y. Becerra Bautista, José, "Cientificidad de la prueba, en relaaión principal.
mente con los dictámenes periciales y la libertad de apreciación del jUlg3.dor"~ en Re·
vista Jurídica Veracruzana, núm, 2. abril-mayo-junio de 1971, pp. 5-39.
15 CappelIetti, op. cit. supra nota 5. pp. 127·9.
1I
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tivo) .16 Consideramos que el cercioramiento que el proceso exige, debe en-
contrarse, cuando menos, en el nivel de la probabilidad. 1T
3. El derecho probatorio
4. El objeto de la prueba
rhos O las afirmaciones de las partes. Así, por ejemplo, Sena Domlnguez,
entre otros, sostiene que no es cierto que el objeto de la prueba lo ,constitu-
yan los hechos: "Los hechosj entendidos como fCfl{}menos exteriores al hom-
bre en su a'Cepción más general. son de una forma y no lle otra y, como
tales, no requieren prueba .. , Lo que sí requiere prueba solÍ nuestras afir-
maciones 'en relación con tales hechos".28
En realidad, los hechos son llevados al proceso a través de las afirma-
ciones de las partes, particulannente en un proceso de carácter dispositivo,
como es el civil, en el que aÚn rige el principio que indica que el juez debe
juzgar secundum allegata et pro bata a partibus, aunque la evolución actual
muestra algunas excepciones que atenúan este principio.2'9 Las afinnaciones,
que no son sino instrumentos para exponer los hechos ante el juez, no re-
quieren prueba, no requieren cercioramiento del juzgador: están contenidas
en los escritos de la fase postulatoria o polémica y su existencia no requiere
verificación. Lo que sí requiere prueba s'on los hechos afirmados, cuya exis-
tencia el juez ignora y necesita conocer para poder resolver el conflicto lle-
vado ante él,
Quizá la solución conciliatoria entre las dos posturas sea la aportada por
el propio Carnelutti: el objeto inmediato son las afirmaciones y el objeto
mediato.. el quid afirmado, es decir, los hechos.3()
La distinción se relativiza aún más, si se piensa que lo que importa de
las afirmaciones, para efectos probatorios, son los hechos contenidos en ellas
y que los hechos que hay que probar son los afirmados.
Por otro lado, se suele distinguir entre objeto y necesidad de la prueba.
De acuerdo con Devis Echandía, por objeto de la prueba debe entenderse lo
que se puede probar en general, aquello sobre que puede recaer la prueba;
en cambio, por necesidad o tema de la prueba (thema probandum) debe
entenderse lo que en cada proceso debe ser materia de la actividad proba.
tOria, es decir, los hechos sobre los cuales versa el debate o la cuestión V~
Juntaría planteada. La noción de objeto de la prueba sería abstracta, ya que
no se limitaría a los problemas de cada proceso; en cambio, la noción de
necesidad sería concreta, porque recaería sobre los hechos detenninados. 31
Consideramos que esta distinción, además de que no resulta muy clara
-ya que objeto y necesidad aparecen realmente como dos nociones abstrac-
tas-, C'd.tece de trascendencia para efectos teóricos y prácticos. Es conveniente
reunir bajo un solo rubro -el objeto de la prueba- tanto los hechos que
pueden ser probados como los que deben serlo.
Por hechos se entiende, al decir de Rosenberg, los acontecimientos y
circunstancias concretos, determinados en el espacio y en el tiempo, pasados
y presentes, del mundo exterior y de la vida anímica humana, que el dere-
cho objetivo ha convertido en presupuesto de un electo jurídico.'" Por su
parte, Alcalá-Zamora apunta que los hechos representan el elemento concre-
to, variable y peculiar del litigio canalizado en cada proceso, mientras que
el derecho expresa el elemento abstracto, estable y genérico invocado o apli-
cado para su decisión."
Se afirma, en términos generales, que deben probarse, por regla, los he-
chos, y excepcionalmente el derecho y las máximas de la experiencia.M En
México, los artículos 284 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito
Federal y 86 del Federal prescriben que sólo los hechos están sujetos a prue·
ba; el derecho lo estará únicamente cuando se funde en leyes extranjeras
o en usos, costumbres o jurisprudencia. Estos últimos pueden quedar ubi-
cados como hechos en sentido general. Con razón ha afirmado Alcalá·Zamora
que la prueba de normas jurídicas se traduce, en definitiva, en la prueba de
un hecho: la de su existencia y realidad, ya que, una vez dilucidado este
extremo el juez se encuentra frente al contenido del precepto incierto y que
ya ha dejado de serlo, en la misma situación que respecto al derecho nado·
nal, vigente y legislado."
Son, pues, en general los hechos el objeto de la prueba. Sin embargo, por
su calidad específica, la prueba que por excepción debe establecerse sobre
hechos relativos a la existencia de determinados preceptos jurídicos, recibe
un tratamiento especial. Por esta razón, nos referimos primero a la prueba
de los hechos en general y posteriormente a la prueba de hechos relativos a la
vigencia de normas jurídicas.
32 Rosenberg, Leo, Tratado de derecho procesal civil, trad. de Ángela Romera Vera,
t. Ir, EJEA, Buenos Aires, 1965, p. 209.
33 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 11, t_ 111, p. 21.
34 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Introducción al estudio de la prueba", en op. cit.
supra nota 18, p. 117.
tuS Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota ll, t. ID, p. 26. Sin embargo, véase mIra 6.1.
36 Cfr. Cappelletti, op. cit. supra nota 29, pp. 64-8.
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87 Carlos, Eduardo B., "La carga de afirmar y contestar los hechos en el proceso
d\-'il"', en Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales, Santa Fe, Argentina, mimo 103-104-, 1960,
p. 129.
38 CappeUetti, op. cit. supra nota 29, p. 409.
39 Apéndice al Senumario Judicial de la Federación, 1917-1975, cuarta parte, Tercera
Sala, p. 886.
40 Areai, Leonardo Jorge y Fenochietto, Carlos Eduardo, Man1Ull de derecho procesal,
parte general, L 1, La Ley, Buenos Aires, 1966, p. 314.
41 Carnelutti, 01'. cit. supra nota 27, t. lo pp. 60·70; en forma semejante, Chim'enda
divide los hf"Chos en constitutivos, extintivos e impeditivos: Instituciones de derecho pro-
cesal civil, trad. de E. Gómez Orbaneja, Ed. Rev1ista de Derecho Privado, 1. r, Madrid,
1948, p. 6.
42 Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Examen critico del Código de Procedimientos Ci-
viles de Chihuahua, Chihuahua, 1959, p. 69.
47 Cfr. op. cit. supra nota 39, tesis 204 de la Tercera Sala. p. 650.
48 SchOnke, Ad('Jnfo. Derecho procesal civil, trad. de L. Pietro Castro y Víctor Fairén
Guillén. Bosch Casa Editorial, Barcelona. 1950, p. 200.
49 Cfr. Muñoz Sabaté, ap. cit. supra nota 1, pp. 45.-6.
50 Schonkc. <>p. cit. supra nota 48. p. 202.
51 Area! y Fenochietto, op. cit. supra nota 40, p. 316.
52 Couture, op. cit. supra nota 26. p. 2!O.
No basta que los hechos sean discutidos y discutibles para que deban
ser objeto de prueba; se requiere, además, que sean pertinentes, que teng-án
trascendencia para la resolución del proceso. Deben excluirse de prueba, por
tanto. los hechos que no correspondan a los supuestos jurídicos previstos en
la norma cuya aplicación se pretende a través del proceso. o que no tengan
relación con esos supuestos. a pesar de que hayan sido discutidos- o sean dis-
cutibles. 54
ü3 cfr. op. cit. supra nota 39. Tercera Sala, cuarta parte. p. 867.
54 Cfr. artículos 278. 279. 285. 291 Y 298 del Código de Procedimientos Civiles del
Distrito Federal y 79 Y 80 del :Federal.
55 Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 42, p. 70.
36 Cfr. artículo 298 del Código de Procedimientos Civiles distrital.
57 Artículos 282 del Código del Distrito y 82 del Federal. La tesis de jurisprudencia
23, de ]a octava parte, en op. cit. 5Upr4 nota 39, p. 45, expresa: "Tratándose de actos
negativos. la prueba corresponde no a quien funda en ellos sus derechos, sino a su con-
tendiente".
58 Pallares, Eduardo, Derecho procesal civil" Ed. Porrúa, México, 1965. p. M38.
5'9 Becerra Bautista, José, El proceso civil en MéxicO, Ed. Porrúa, Méxioo, 1970, p. 78.
00 Cfr. op. cit. supra nota 39, octava parte, p. 45.
costumbres locales, etcétera ..s!1 Con razón Sentís Melendo ha afirmado que
hoy resulta inconcebible esta excepción: en caso de que el juez ignore la cos-
tumbre jurídica, debe informarse de oficio, sin necesidad de imponer cargas
a las partes. 7 (l
La costumbre que constituye un hecho notorio no requiere prueba y la
que ha sido reconocida en sentencia judicial, sólo exige que se cite ésta
para que se tenga por comprobada, tal como ha precisado A\calá-Zamora,71
6,3, La Jurisprudencia
Existen dos sistemas para determinar los hechos que sercÍn objeto de prue-
ba: 1) fijar los hechos controvertidos en una audiencia o providencia, con
carácter preliminar a los actos de ofrecimiento y producción de prueba o 2)
remitirse en plena etapa probatoria, a las afirmaciones de las partes conte-
nidas en sus escritos de demanda, contestación o reconvención.'m
Es indudable que por razones de economía procesal y de conducción del
proceso, el juez debe tomar las medidas necesarias para fijar los términos de
GD Alcalá·Zamora y Castillo, Niceto, "La prueba del derecho romuetudinario", en op. cit.
supra nota 18, pp. 4 Y 5.
TO Sentis Melendo, afr. cit. supra nota 7, p. 394.
'il Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 69, p. 18 .
• .,! Alcalá·Zamora, op. cit. supra nota 42, pp. 70-1; \'éase la tesis relacionada del Pleno
de la Suprema Corte de Justicia sobre la obligadión de citar los precedentes en que se
sustenta la jurisprudencia tanto de la Corte como de los Tribunales Colegiados: Informe
de 1975, primera parte, Pleno, pp. 426-7.
7'.:! AreaJ y Fenochietto, op. cit. supra: nota 40, p. 311.
la controversia y determinar con precisión los hechos que deberán ser objeto
de prueba;" .
Es necesario ya que la fijación de los 'hechos que deb .." probarse sea,he·
cha por el juzgador, escuchando a las partes, pero asumiendo la conducción
del proceso, que implica, por definición, la función jurisdiccional.
! •• ,
1 '¡'
',11
.. :,
74 Sentís· Melaldo, op. ,cit. supra nota 7, p. 414; Rodríguez Urraca,: José, "La admi·
sibilidad y la pertinencia de la prueba frente al principio dispositivo", en' op cit. supra
nota 64. p, 564.
VII
l. Introducción
1 Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, "Panorama de los derechos procesal del trabajo y proce-
sal burocrático, en el ordenamiento mexicano", en Revista Mexicmla del Trabjo~ Méxi·
co, núm. 2, junio de 1965, pp. 9-14 Y 29-30; Y del mismo autor y Carpizo. Jorge, LA
naturaleza jurldica de las juntas de conciliación y arbitraje, Junta Federal de Conciliación
y Arbitraje. México, 1975; Salmor:ín de Tamayo, Maria Cristina, "Jurisdicción y derecho
procesal del trabajo", en El derecho latinoamericano del trabajo, t. I1, UNAM, México,
1974, pp. 96-105, Y Trucba Urbina, Alberto, Nuevo der.-:cho procesal del trabajo, Ed. Po-
rrúa, México, 1971, pp. 221-84 Y 301-4. Es también importante el decreto de 28 de mayo
de 1976 (D. O. 2-VII-I976), que reformó diversos artículos de la Ley Federal del Tra-
bajo para iniciar la descentralización de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, a
través de Juntas Especiales ('11 los estados de la República. ~
::! Cfr. O\'al1c Fonda, José, "La Ley federal de protección al consumidor de México",
en Dere:-ho de la Integración, Buenos Aires. v. IX, núm. 21, marzo de 1976, pp. 229-31;
publicado también en Gaceta Informativa de Legislaci&n y lu1I·sprudencia, UNAM. Mé·
xico. núm. 16, octubre-diciembre de 1975, pp..?17-21. Para un análisis de los antecedentes
~" del procedimiento de creación de dicha ley, así como del cambio operado en la situa·
ción jurídica del consumidor desde el punto de vista sustancial, puede verse el \'alioso
Lrabajo de Barrera Graf. Jorge, "La ley de protección al consumidor", en Jurídica (Anua-
rio del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana), México, nlÍm. 8,
julio de 1976, pp. 179-232.
:1 El artículo 275 de la Con.stitución de Cádiz de 1812 disponía que en "todos los puc-
hlos es establecerán alcaldes". A su vez, el articulo 282 precisaba: "El alcalde de cada
pueblo ejercerá en él oficio de conciliador, y el que tenga ql!~ demandar por negocios
rh"iles o por injurias, deberá presentarse a él con este objeto".
paz fue la Constitución centralista de 1836,4 que tuvo escasa vigencia, y pos-
teriormente, la Ley de 17 de enero de 1853. De acuerdo con ésta, los alcaldes
fueron sustituidos, en la ciudad de México, por los jueces menores con com-
petencia para conocer asuntos civiles con importancia económica que no exce-
diera de cien pesos; en las demás municipalidades del Distrito Federal, se
establecieron jueces de paz con igual competencia que los menores. á
Acerca de los orígenes hispánicos o franceses de la justicia de paz se ha
discutido mucho en México. Quienes sostienen la filiación hispánica de la
justicia de paz, recuerdan que ya en el Fuero Juzgo (693) se hablaba de jue-
ces "adsertores de paz o pacificadores" (Ley 15, título 1, Libro 11); Y que
en las Partidas se aludía a los "jueces avenidores" (Ley 23, título IV, par·
tida tercera).iJ Conviene precisar, sin embargo, que en España no fue sino
hasta la expedición del Reglamento Provisional para la Administración de
Justicia de 16 de septiem!>re de 1835, curuIdo se atri!>uyeron a los alcald",
y tenientes las funciones de jueces de paz; 7 Y que fue el Real Decreto de 22
4 La sexta le)' de la Constitución centralista. se refería a la "Dh'isión del territorio
de la Reptiblica y gobierno interior de !ilUS pueblos". De acuerdo con el artículo 26 de
I.:sla ley. corresponda a los alcaldes:
ejercer en sus pueblos el oficio de conciliadores, determinar etn los¡ juicios verbales,
dictar, en los asuntos contenciosos, las providencias urgentísimas que no den lugar a
ocurrir al juez de primera instancia, instruir en el mismo caso las primeras diligen.
cias en las causas criminales. practicar las que les encarguen los tribunales o los jueces
respectivos, y velar sobre la tranquilidad y el orden públioo, ron sujeción en esta parte
a los subprefectos, y por su medio a las autoridades superiOles respectivas.
Como puede observarse. los alcaldes tenían, a la vez, atribuciones conciliatorias. jurisdic·
cionales y político-admillistrativas. S610 se establecían alcaldes en las capitales de los de-
partamentos, en los puertos con más de cuatro mil habitantes y en los pueblos que tu·
vieran cuando menos ocho mil. En los demás pueblos, se debian designar jueces de pa:.
con las funciones de los alcaldes, como lo pre\'enía el artículo 29 de la citada sexta
ley constitucional. Por último, cabe indicar que en el Proyecto de Reforma de 1840 )'a
no se prel'eía la existencia de los alcaldes, sino s610 la de los jueces de paz.
G Cfr. PalIares, Jacinto, El poder judicial o tratado completo de la organiuzción, com-
petencia 'Y procedimientos de los tribunales de la República, Imprenta del Comercio de
Nabor Chá\'ez, México, 1874, pp. 50-1.
'" Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, Examen cdUco del código de procedimientos
civiles de Chihuahua, Chihuahua, Universidades de Chihuahua, 1959, p. 193. Para la re-
ferencia de los antecedentes mencionados, nos hemos basado en Arcenegui de. ISidro Y
Garda Galán, Eduardo, La nueva justicia municipal, Instituto Editorial Reus, Madrid,
1947 (2a. ed.), pp. 17 Y ss.; Plaza, Manuel de la, Derecho procesal civil español" v. 11,
primera parte, Ed. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1955 (3a. ed.), pp. 23()'I; Y
Gómez de Liafio, Fernando. "Justicia municipal y refonna orgJ.nica", en Información Ju-
rídica, Madrid, núm. 319, octubre-diciembre de 1973, pp. 7ó Y ss.
1 El artículo 22 del citado Reglamento provisional disponía: "En cada pueblo d al-
calde y 109 tenientes de alcalde ejercerán el oficio ae paz o conciliadores ..... El artículo
31 les atribuía funciones de jueces ordinarios ruando conocían de juicios vCTbales de mí-
nima cuantía, tanto en materia civil como penal. De esta manera sólo los consideraba
"jueCC"i de paz" cuando actuaban como concniadores. Cfr. supra nota 6, Manual l)ora la
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L\. JUSTICIA DE MÍNIMA CL'A~Tí 197
dr octubre de 1855 el que "creó los juzgados de paz, subsistiendo los alcaldes
para sancionar faltas". 8
Por otro lado, también hay autores que sostienen que el nombre de jus.
licia de paz proviene del derecho francés, en el cual la Ley de 6-24 de agos-
lo de 1790, "tableció esta clase de juzgados, bajo la influencia, sugerida y
transmitida por Voltaire, de las instituciones inglesas -el fustice 01 the
j¡eace- y holandesas."
Aunque es más probable que el nombre haya sido tomado del derecho
franeé. que del español, como lo muestran las fechas de introducción de esta
elase de juzgados en México (1836-1853) y en España (1855), no se puede
dejar de reconocer la influencia básica que la tradición hispánica -a tra-
vés de las instituciones de los alcaldes y los fueces municipales, nom· cuyos
!>res aún subsisten en algunos Es.tados mexicanos- ha tenido en la configu·
ración procesal de nuestra justicia de paz. Incluso, entre los antecedentes
de ésta, debemos también mencionar los jueces de barrio del derecho arte·
ca. denominados teuctli,lO atmque su influencia, quizá. haya sido menor.
A continuación nos referiremos a las diversas disposiciones legislativas y re·
glamentarias sobre la justicia de mínima cuantía en ?\.1éxico, a partir del
siglo XIX, especialmente en el Distrito Federal, que muestran cómo la regu-
lación de aquélla ha ido adquiriendo características específicas, las cuales se
acentúan particulannente con el Proyecto de Ley de Justicia de Paz para
la ciudad de M¿xico, elaborado en 1913.
2.1. Para reglamentar las disposiciones de la Constitución de Cádiz de
1812 concernientes a la Administración de Justicia, se expidió el Decreto de
<) de octubre de 1812, en el que, entre otras cosas, se reiteraban las facuItades
conciliatorias de los alcaldes y la competencia de éstos para conocer de los
juicios civiles de menos de cien pesos y de los juicios por faltas leves. así
como de "todo asunto no contencioso, o aun en los contencios en casos ur·
gentísimos".l1
Los jueces de paz, en aquella época, como hasta mucho tiempo des-
pués. eran funcionarios de carácter no bien definido y que tenían tanto
funciones administrativas cuanto judiciales; se consideraban generalmen-
te como subalternos de los ayuntamientos y de ordinario desempeñaban
el cargo, que era concejil, personas de muy escasa ilustración y de condi-
ción social inferior. Su función era en extremo deficiente y de hecho ni
siquiera existían en todos los lugares en que debieran conforme a la ley.82
Está fuera de discusión que hace muchos años no hay en l\Téxico ni aso-
mos de justicia para los pobres: el criado que reclama su salario, el alba-
ñil expoliado por el constructor sin escrúpulos, el cochero a quien ocupa
un tramposo, etcétera, están atenidos a la autoritaria decisión que pueden
pronunciar el gendarme y el comisario de policía, si logran que los atien-
dan, y casi siempre el deudor puede burlarse de tales resoluciones.'s
;;(1 Cfr. artÍCul05 23, 29, 30, 41, 42, 43. 44, 45. 16, 47 Y 50 del proyecto mencionado.
c1 cual puede consultarse en el trabajo que hemos citado de Yaccdo en o/J, cit. su1Jm
nota l!l, pp. 369-82.
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.>3 Aunque d decxcto de lo. de junio de 1914 llamó "de paz" a los jUi':gados de la ciu·
dad de Mé'xico, el decreto nt'imero 34 de 30 de septiembre de I~J4, en cambio, los designó
como jlugados '"auxiliares" .
.H Artículos 15, 18 Y 28 de la Ley Org.ínica de 1919.
:; .., Artículo ]5 de la L('y Org.ínica de 1922.
:lB ArtkuJo 121 de la Li'}' Org~lnica de 1928.
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juzgados debían quedar ubicados "en los edificios que ocupen las Delega-
ciones de Policía"_ También en cada Delegación foránea debía haber, cllan-
do menos, un juez de paz civil y otro penal, cuando menos. Para estas dos
clases de jueces_ designados por e! Tribunal Superior de Justicia, la Ley
exigió, entre otros requisitos, "ser abogado C011 título oficial".G7 A los juzga~
dos de paz del ramo civil les atribuyó competencia para conocer de los
juicios civiles cuyo monto no excediera de doscientos pesos. A los juzgados
de paz de! orden penal les asignó competencia para conocer de los delitos
que tuvieran como sanción "apercibimiento. caución de no ofender, multa
cuyo monto máximo sea de cincuenta pesos, o prisión cuyo máximo sea de
seis meses",G8
En virtud de las reformas introducidas en la Ley Orgánica por decreto
de 31 de diciembre de 1934," los juzgados de paz volvieron a tener compe-
tencia mixta, es decir, civil y penal, con la cuantía prevista en la Ley de
1932.60
El 26 de enero de 1935" se reformó nuevamente la Ley Orgánica para
retirarles a los juzgados de paz foráneos la competencia penal -que fue
trasladada a los juzgados menores-, por lo que aquéllos perdieron su carác-
ter mixto, quedando sólo con competencia civil; además, se permitió al Tri-
bunal Superior "dispensar" de la exigencia de "ser abogado con título ofi-
cial" a los jueces de paz foráneos. 062
Por último, las reformas formuladas el 27 de enero de 1965 a la citada
Ley Orgánica," incrementaron la cuantía de la competencia civil de los juz-
gados de paz -tanto de los mixtos de la ciudad de México como de los f""
ráncos civiles- de doscientos a mil pesos, conservando la misma competencia
penal -sólo por lo que se refiere a los juzgados mixto&-.
2.17. El 26 de diciembre de 1968 fue promulgada una nueva Ley Orgá-
nica, que abrogó a la de 1932. En relación a los juzgados de paz, esta ley
no introdujo ninguna modificación sustancial. Los juzgados mixtos de paz
de la ciudad de México y los de paz foráneos conservaron su competencia
en los términos previstos en las reformas de 27 de enero de 1965. En la ciu-
dad de México fueron suprimidos los juzgados menores, los cuales, en cam-
bio, fueron conservados en los partidos judiciales foráneos. Se retiró la facul-
tad al Tribunal Superior de dispensar la exigencia del título de licenciado
en Derecho para poder ser juez de paz foráneo, por lo que: este requisito de
ingreso se tornó indispensable también para esta clase de jueces.
Las reformas de 24 de febrero de 1971 ., a la Ley Org-ánica de 1968 am-
pliaron la competencia penal de los juzgados mixtos de paz de la ciudad de
I\Jéxico -Primer partido judicial- y de los mixtos menores foráneos -Se-
gundo, Tercer y Cuarto partidos judiciales-: en lo sucesivo podrían conocer
de los delitos que tuvieran como sanción "apercibimiento, caución de no
ofender, mulla independientemente de su monto o prisión cuyo máximo sea
de un año" .~5
En virtud de que en octubre de 1974 los dos únicos territorios federales
existentes hasta entonces (Baja California Sur y quintana Roo) fueron
transformados en estados;o6 los cuales deben contar con un órgano legislativo
y una legislación procesal y orgánica propios, el 21 de diciembre de 197'1 H7
~e promulgó la reforma que suprimió las referencias a los territorios federa-
les, tanto en el nombre como en el texto mislllO de la Ley. En lo sucesivo
ésta se denominó sólo Ley Orgánica de los TTibunales de Justicia del Fuero
Común para el Distrito Federal; lógicamente, la misma supresión operó
también para el Código de Procedimientos Civiles de 1932, que ya sólo lo
es para el Distrito Federal, a partir de la citada reforma de diciembre de
1974.
Por último, el 29 de didembre de 1975 68 se promulgaron las refoma.~
a la Ley Orgánica de los Tribunales del Distrito Federal, las cuales, al su-
primir los juzgados mixtos menores for . ineos y transformar los cuatro par-
tidos judiciales en uno solo para todo el Distrito Federal, devolvieron la
<..ompetencia penal a los juzgados de paz de los anteriores partidos foráneos.
Esto significa· que, en virtud de estas refonnas, todos los juzgados de paz del
Distrito Federal -incluyendo los anteriormente conocidos como foráneos-
tuvieron, de nueva cuenta, carácter mixto: es decir, competencia civil y pe-
naL Además dichas reformas aumentaron la cuantía de la competencia civil
de los juzgados mixtos de paz hasta por cinco mil pesos, incrementado de
esta manera el número de asuntos civiles sometidos a su conocimiento y re-
soluci6n.t>9
Después de esta breve reseña histórica, que nos muestra los orígenes de
la justicia de paz mexicana y la constante variación de su regulación orgá-
nica, particularmente en el Distrito Federal. podemos precisar que la com-
petencia actual de los juzgados núxtos de paz dentro de dicha entidad, como
ya ha quedado señalado, comprende tanto la materia civil como la penal.
Los asuntos civiles cuyo conocimiento es atribuido a tales juzgados son sólo los
de carácter patrimonial cuya cuantia no exceda de cinco núl pesos. En con-
secuencia, quedan fuera de la competencia de los juzgados mixtos de paz
los procedimientos sucesorios y los juicios sobre conflictos de carácter fa-
miliar -divorcios, nulidad de matrimonio, alimentos, rectificación de actas
sobre el estado civil, etcétera-, cuyo conocimiento corresponde a los juzga-
dos de lo familiar, introducidos en el sistema judicial del Distrito Federal
por las reformas de 24 de febrero de 1971 a la Ley Orgánica de los Tribu-
nales del Distrito Federap·
Conviene aclarar que la reforma de diciembre de 1975 a la Ley Orgá-
nica para transformar los cuatro partidos judiciales en uno sólo, no afectó
las circunscripciones territoriales que delimitan la competencia de loo juz-
gados mixtos de paz, las cuales son las delegaciones político-administrativas
que, en número de dieciséis, integran el Distrito Federal. Para los juzgados
de paz no regía ni rige la división en partidos judiciales, sino la que co-
rresponde a las dieciséis delegaciones políticcradministrativas que establece la
Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal. Conforme el artÍCulo
93 de la Ley Orgánica de los Tribunales, en cada una de tales delegaciones
habrá cuando menos un juzgado mixto de paz, "que quedará comprendido
dentro de la circunscripción territorial de dichas Delegaciones". El artículo
50. del título especial de la justicia de paz establece, a su vez, que cada juz-
gado debe conocer de los asuntos relativos a predios ubicados "dentro de
su jurisdicción (es decir, dentro de su ámbito territorial de competencia) J
cuando se trate de arrendamiento o de acciones reales sobre bienes inmue-
bles", También deben conocer de los demás asuntos dentro de su competen-
cia por materia y por cuantía, cuando "el demandado pueda ser citado en
algún lugar que se encuentre comprendido dentro del perímetro de la De-
legación".
Sin embargo, el propio artículo 50. del título especial prescribe que "en
ningún caso se dará entrada a cuestión relativa a competencia de. jurisdic-
~_.-
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juzgados de paz asciende aproximadamente a seis mil pesos -más baja que
la de los jueces-o
En cada juzgado mixto de paz el secretario civin es auxiliado sólo por un
taquígrafo. El secretario penal cuenta con la ayuda de un oficial judicial
(escribiente) y de un comisario (mensajero). Ese es, en términos generales,
el personal de cada uno de los 36 juzgados mixtos de paz que existen en el
Distrito Federal, cuya población actual se calcula en cerca de nueve milo~
nes de habitantes.74
Por último, conviene mencionar que el aumento ue la cuantía de la COlll-
petencia civil de los juzgados mixtos de paz, introducido por la reforma de
fines de 1975 a la Ley Orgánica de los tribunales de justicia del Distrito
Federal, ha producido, como lógicamente era de esperarse, un incremento en
el número de los asuntos civiles sometidos a dichos órganos. Así, por ejem-
plo, durante el ejercicio correspondiente a 1975, a los 34 órganos de míni-
ma cuantía existentes entonces en el Distrito Federal -juzgados mixtos de
paz del primer partido judicial y de paz de los demás partidos-, ingresaron
11,336 asuntos nuevos, que representaron cerca del 6.3c;{, de la totalidad
de los asuntos civiles que se plantearon en primera instancia ante los Tri-
bunales del Distrito Federal (entre 175,000 y 180,000). El promedio de
asuntos que ingresaron durante dicho período de 1975 en cada juzgado
de mínima cuantía fue de 333.41. Este promedio, sin embargo. no revela
ni de manera aproximada el número real ingresado en cada uno de los ,juz-
gados, ya que aquél varía en forma muy considerable en cada uno de ellos.
Baste mencionar que mientras el juzgado de paz de Xochimi\co registr" 1797
asuntos civiles nuevos, el de Cuajimalpa sólo tuvo 17. lo que revela, en al-
guna medida, una distribución territorial y cuantitativa poco adecuada de
los juzgados, que propicia una desigual distribución de las labores judiciales.'"
En cambio, durante el ejercicio correspondiente a 1976, a los 36 juzgados
mixtos de paz ingresaron 31,050 asuntos civiles nuevos, que representaron
el 17.7% de la totalidad de los asuntos civiles iniciados en primera instancia
ante los tribunales del Distrito Federal (177,797). El promedio de los asun·
tos que ingresaron durante el ejercicio de 1976 en cada juzgado mixto de
'74 El número de habitantes del área urbana de la ciudad df" México, en constante au-
mente, se calcula en 13.4 millones para 1980 y en 20 millones para 1990. Cfr. México 197'6:
hechos, cifras, tendencias, México. Banco Nacional de Comercio Exterior, 1976, p. 79,
75 ~sto datos han sido obtenidos con base en los :registros de cada juzgado, menciona-
dos en el Informe de la Presidencia del T"ibunal Su~ de Justicia del Distrito Fe-
deral, oorrespondientc al ejercicio de 1975 (lo. de diciembre de 1974 al 30 de noviem-
bre de 1975). La razón por la que no se haya detclminado en forma pr~isa la totalidad
de los asuntos civiles, se debe a que los asuntos (Jiviles de los juzgados de primera instan-
cia de Alvaro OlYreg,ón y Xochimiloo aparecen registrados j,unto con los asuntos fami-
liares sometidos a dichos juzgados, sin que se distinga cuáles fueron civiles en sentido
estricto y cuáles familiares.
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paz fue de 875.13, aunque también se siguió observando una grít:Il despro~
porción entre los ingresos reales de cada juzgado.76
76 También estos datos han sido obtenidos con base en los mencionados en el Informe
de la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia del Dish-ito F~dral, con-cspondiente
al ejercicio de 1976 (lo. de diciembre de 1975 al 30 de novienLbre de 1976).
77 Cfr. Alca!á-Zamora, op. cit. supra nota 6, p. 194. Aludimos al procedimiento regu-
lado por el título especial. que no es, sin embargo, el único 4el que conocen los juzgados
mixtos de paz. Éstos conocen, también, del juicio de desahucio que regula el epe, como
10 indica el artículo 36 del propio título especial, y de los juicios mercantiles que re-
gula el Código de Comercio, en virtud de la competencia alternativa prevista en el artícu-
1(1 104, fracción J, de la Constitución.
78 Nos referimos, por supuesto. al juicio ordinario regttlado en el cpe del Distrito
I'cderal. A pesar de que el artículo 299, entre otros, de dicho Código, fue reformado por
el decreto de 26 de febrero de 1973 (DOF de 14t-lII-I973). con objeto de suprimir la
"forma escrita de la recepción de las pruebas" y establecer mmo fonna unica la oral,
mediante una o dos audiencias a lo sumo, lo cierto es ~ue no se ha tomado ninguna me·
ditIa efectiva para implalllar realmente la técnica de sustanciación que implica la oralidad;
frmte a la concentración de etapas que ésta requieIt>, la pr:ictica judicial ha optado por
la prolongación de ]05 procesos a través de numerosas y alejadas audiencias; en vez de la
dinx:ción del proceso por el juez, patticularmellte en las audiencias, se ha conscl'vadü
la simple fiscalización burocr,itica de los secretarios de acuerdos, carentes de toda intell-
eión de dirigir el proceso con objeto de conocer efectivamente los hechos discutidos y resol-
n:-r el litigio; en fin, frente a la necesidad de seleccionar y preparar a los funcionarios
iudicia1cs, se han conservado las tradidonales y rutinarias formas de designación.
De acuerdo con el artículo 70. del título especial, "a petición del actor
se citará al demandado para que comparezca dentro del tercer día ... "; en
la parte final del artículo citado, se aclara que el actor puede presentar S11
demanda por esnito.
Como en la primera parte del artículo mencionado se indica que
en la citación que debe formularse al demandado "se expresará por lo me·
nos el nombre del actor, lo que demande, la causa de la demanda ... ", pue-
de afirmarse que cuando se presente verbalmente la demanda, ésta debe con-
tener necesariamente dichos datos, aparte del nombre del demandado y su
domicilio, aunque no lo señale así, de manera explícita, el artículo 70., del
título especial. Esos mismos elementos deberán contener, también. las deman-
das escritas. En la práctica, éstas, que predominan sobre las verbales, nor-
malmente reúnen todos los requisitos que señala el artículo 255 del Código
de Procedimientos Civiles para las demandas -que debe ser generalmente
esnitas- con que se inician los juicios ordinarios y especiales que regula
dicho Código.""
La citación que se hace a la parte demandada para que comparezca a
7'9 En el juicio especial sobre algunas controversias f:Imiliares regulado el título decimo-
sexto del epc distrital, es posible presentar la demanda por escrito o "por comparecencia
personal", es decir, verbalmente (artículo 943). En este 0380 también la práctica se ha
inclinado de manera casi absoluta por la forma escrita de la demanda.
80 Según el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, debe conccptuarsc como
emplazamiento el citatorio para concurri¡' a la audiencia "en aquellos casos de que co-
nozcan los Ce. Jucc.:cs de paz". Cfr. Anales de Jm'jsprudencia~ t. XXVII, p. 429. El título
especial de la justicia de paz denomina a este acto ílldistintamentc "cita", "cita del em-
plazamiento", "emplazamiento", "notificación" y "citación": Cfr. artículos 70., 80., 90.,
10, 11, 12. 13 r 14.
81 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo. Niceto, Cuestiones de tenninolog¡'a procesal, UNAM,
México, 19'72. p. 182, nota 296; y Pina, Rafael de, y Castillo Larrañaga, José, Instituciones
de derecho procesal civl~ Ed. POITÚa, México, 1966, p. 200.
8'~ En su interesante tesis profesional La justicia de paz, M-ixico, 1939, en la que ex-
pre;aba: .... nada dice la ley del tiempo que debe mediar entTe el emplazamiento (en-
trega del citatorio) y la audiencia. Acostumbran los comisarios notificadores de los JUz-
gados de paz entregar la citación al demandado la víspera del día de la audiencia, o a lo
sumo, la antevíspera ... En ocasiones no media sino una noche entre el emplazamiento y
el juicio ... "; pp. 38-9.
83 elr. Otero González, op. cit . .51lpra nota 82 p. 42: }' Francoz Rigalt, op. cit. sU/Ha
nota 9, p. 53.
3.2.3. Sentencia
En la misma audiencia, una vez concluidos los alegatos, el juez debe pro:-
nunciar "su fallo, de una manera clara y sencilla". Aquí también la prác-
tica no suele coincidir con el texto legal: regularmente. los jueces de paz no
dictan sus sentencias sino algunas semanas después de la<, audiencia.
Ya hemos indicado anteriormente, que el artículo 21 del título especial
de la justicia de paz, proveniente con idénticos términos del artículo 18 del
proyecto de 1913 y similar al 15 de la Ley para la Organización de los Tri-
bunales de 1865, establece que las sentencias se deben dictar "a verdad sa-
bida, sin necesidad de sujetarse a las reglas sobre estimación de las pruebas.
sino apreciando los hechos según los jueces lo creyeren debido en conciencia".
Es conveniente precisar el alcance de este precepto. Desde luego, se re-
fiere a la apreciación de las pruebas, por lo que hay que excluir la posibili-
dad de que comprenda también la interpretación y aplicación del derecho.
Los propios autores del proyecto de 1913 previeron claramente esta exclu-
sión, por lo que evitaron que la regla contenida en el artículo 48 del pro-
yecto aludiera también a la "buena fe guardada", como indicaba la original
fórmula española."" En este sentido, es útil reproducir las palabras de Ma-
cedo sobre este aspecto:
n:! La tesis que aparece con el número 216, del APéndice al Semanario Judicial de la
Federación 1917-1975, 4a. parte, Tercera Sala, p. 690, expresa: ··JUECES DE PAZ, FU!'\"-
DAMENTOS DE LAS SENTENCIAS QUE DICTEN. Aun cuando el artículo 21 del Tí-
tulo csJX'cial del Código de Procedimientos Cü'iles del Distrito Federal, cstatuye que los
jueces de paz dictarán sus sentencias a verdad sabida, sin necesidad de sujetarse a las
reglas sobre estimación de pruebas, sino apreciando los hecho<; ~egún lo creyeren debido
en conciencia, ('so no obstante, dehe tenerse en cuenta que la Últim.1 parte del articulo
14 constitucional, terminantemente exige que en lo,> juicios del orden civil, la S("lltclicia
definiti\':l deberá ser conforme a la ley o ~ su interpretación jurídica y a {alta de aqué-
lla debe fUf'.darsc en los principios generales del derecho, y el articulo 133 de la (:onsti-
tución. manda, en su último párrafo, que los juec~s deben sujetarse a dicho Pacto Ft.:-
<leral. a pesar de lo que en contrario pueda haber eu las constituciones o leyes de los
Estados; por lo cual es inconcuso que los jueces de paz no puedan resoh'cr únicamente
conforme al arbitrio que les concede el artículo 21 citado." En realidad, como lo previe-
ron los autores del proyecto de 1913. no hay contradicción entre el articulo 21 del título
especial de la .jllstida de paz del CPC y el artículo 14 constitucional, cuyo ultimo párrafo
es más flexible que la redacción original del mismo artículo en la Constitución de 1857,
el elIal fue tomado muy en cuenta por los autorcs del proyecto; entre ambos preceptos
1m}' ulla complementación necesaria. Sin embargo. la conclusión de la tesis transtrita c>;
\'Mida.
na GIL O\'alle I¡aycla, José, Los "isleIlUJs de apreciación pro,/¡atoria en el deJ-echo IJO-
sitivo mexicano (tesis), U:"iAM, México, 1971. pp. 112-22.
tivos,. sino una valorización sujeta a los principios generales sobre estima-
ciór¡ de pruebas, y a las reglas de la lógica y de la sana critica."
Las sentencias de los jueces de paz deben cumplir con los' requisitos sus-
tanciales de congruencia (resolver según lo alegado y pedido por las partes),
motivación (expresar la valoración de las pruebas y la fijación de los hechos,
asi como los fundamentos juridicos) y exhaustividad (resolver sobre toda.
las pretensiones aducidas en la fase expositiva) .1)¡j
No existen datos suficientes para señalar un promedio de la duración
de los juicios civiles ante los juzgados mixtos de paz, la cual es prevista, de
acuerdo 'con la regulación del título especial, en menos de una semana. Sin
embargo, es posible calcular, tomando en cuenta las divergencias entre el
texto legal y la práctica procesal, que un juicio normal puede durar apro-
ximadamente entre quince días y mes y medio, desde la demanda hasta la
sentencia. De
Por último, debemos precisar que en la justicia de paz no existe la con-
dena al pago de las costas procesales. Sólo los gastos de ejecución son a
cargo de la parte vencida.97
3.2.4. Impugnació ..
'1M Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-1975, 4a. parte, Tercera Sala,
pp. 879·9.
9'5 Cfr. Pina, de, y Castillo Larrañaga, op. cit. supra not3¡ 81, pp. 300·l.
00 Basado en un examen de las actividades de cuatro de los treinta y seis juzgados
mixtos de paz del Distrito Federal, Oñate afirma que en aquellos "el 60% de las causas
concluye antes de dos meses -cerca de un 70% de éstas por vía de conciliación-, un 20%
entre tres y cinco meses y sólo el 5% pasa de un año." 'Cfr. Ofuttc L., Santiago, El acceso
a la justicia para los no privilegiados (ponencia mexicana al Congreso Internacional de
I)erecho Procesal, de Gante, Bélgica, Septiembl·e de 1!n7), \"l'rsión mecanográfica, Mé-
xico, 1977, p. 36. Este trabajo fue publicado en Revista de Derecho Proce,sal lberoam~
riclJna~ Madrid, núm. 1 de 1978, pp. 137-189.
97 Artículos 142 del epc y 22 de1 título e:.pccial.
!H:I Así lo indica el articulo 737 del epe: "En ningún casn la sentencia pronunciada
en el juicio de responsabilidad civil alterará la sentencia firm~ que haya recaído en el
pleito en que se hubiere ocasionado el agrayio".
00 Becerra Bautista, José, El p,·oceso civil en México, Ril. POTn'la, Mexiro, 1974. pp.
606 Y ss.
100 Articu10 71R, segundo párrafo, del epe.
DR © Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Jurídicas
Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx
http://biblio.juridicas.unam.mx
104 Cfr. Alcalá-ZaOlO:r.t }' Castillo, Niceto, Panorama del derecho mexicano. Sin tesis del
(Jel"ecJw proclN;al, UNAM, México, 1966, pp. lIS, 316 Y 317, nota 442; y Francoz Rigalt,
op. dt. supra nota 9, p. 101.
105 Alcalá-Zamora, op. y loco dls. supra nota 6.
100 No hemos encont:r.tdo jurisprudencia firme sobre el problema ele la procedencia de
la apelación extraordinaria contra las sentencias de los jueces de paz; dos procedentes
diversos, aunque (on sentido adverso a la procooe'l1cia de dicho medio de impugnación,
pueden consultane en Francm Rigalt, op .cil. supra nota .9, p. lOB.
3,2.5. Ejecución
107 Artículo 70. bis, fracción J, inciso e) de la Ley Org¡inica <lel Poder Judicial. dt:
la Federación.
100 Cfr. Macedo, op. cit. supra nota 13, p, 350, )' Otero Gonzále7., ofr, cit, supra lmla
82, pp. 143·6.
100 Cfr., por ejemplo, los artículos 'ti j' 28 del título especial.
110 Artículo 488·99 del Cl'C. No deja de ser interesante la razón que expone :\fao.xlo
para esta remisión: "Las disposiciones del vigente Código de Procedimicutos Civiles sobre
Lalll.amientos han dado excelentes "esultados, facilitando que los arrendadores puedan
disponer de sus localidades y predios en un tiempo oorto y con sólo procedimientos s("n·
cillos, si no se les paga la renta." Op. cit. sut,ra nota 13, p. :YjG. l.tH!ohas nuestl':~.
,cr por los menos paradójico que en un juicio diseñado específicamente para
personas de escasos recursos económicos, la lista de los bienes inembargables
se restrinja al mínimo. El artículo 25 del título especial establece que el em-
hargo "podrá recaer en toda clase de muebles, con excepción de los vesti-
dos, muebles de uso común e instrumentos útiles de trabajo, en cuanto sean
enteramente indzspensables, a juicio del ejecutor, y de los sueldos y pensio-
nes del Erario".
Este artículo proviene de la fracción 1 del artículo 54 del proyecto de
1913. Es interesante recoger el razonamiento que l\Iacedo hacía para justi-
ficar este precepto. Según dicho autor, las reglas sobre el patrimonio ejecuta-
hle en los "juicios formales" estaban:
Es claro que las orientaciones de los autores del proyecto de 1913 -Ma-
cedo enU-e e1l0s- y del título especial de la justicia de paz, eran y son muy
diversas de las de Couture.
Otro aspecto que merece ser comentado es la parte final del citado ar-
tículo 25 del título especial, que establece que el embargo de sueldos o
salarios sólo se hará cuando la deuda reclamada fuere por responsabilidad
proveniente de delitos. Esa disposición, que también proviene de la frac-
ción 1 del artículo 54 del proyecto de 1913, debe ser aclarada tomando en
cuenta el artículo 123 constitucional y la Ley Federal, del Trabajo. Así, se
debe precisar que de acuerdo a lo previsto en la fracción VIII del aparta-
do A del artículo 123, el salario mínimo queda exceptuado de embargo,
compensación o descuento, por lo que ningún embargo podrá decretar sobre
él un juez de paz. Además, en niguna de las fracciones del artículo !lO de la
Ley Federal del Trabajo, que señala los únicos descuentos permitidos sobre
el salario en general, se contemplan los que corresponden al pago de res-
ponsabilidad proveniente de delito, por lo que 110 debe aplicarse la disposi-
ción final del mencionado artículo 25 del t.ítulo especial. tomando en cuenta
que la Ley Federal del Trabajo es de carácter federal y de las que "emanan
de la Constitución", por lo que tiene mayor jerarquía que el CPC, en los
términos del artículo 133 constitucional. Il6
Por último, para cerrar este apartado referente a la ejecución. debemos
señalar que el artículo 35 del título especial prevé las tercerías excluyentes de
dominio y de preferencia.
116 Cfr. Carpizo, Jorge, "La interpretación del articulo 133 constitucional", en Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, núm. 4, enero·abril dc 1969, especialmente pp. 18·21.
117 í,fr. Carda Ramírez, Sergio, Curso de derecho procesal pellal, EIl. Ponúa, Méxi-
co, I~t'i4, pp. 228-9 Y 230. De acuerdo con este autor, en México ]a defensa puede ser
l~jcrida "por ('1 inculpado, por persona de la confianza de éste, sea o llO abogado, por
uno u otro, o bien, por el defensor de oficio" (p. ~31).
118 Sólo en el 2.68% del total de los asuntos civiles durante el primer semestre de
1976 prestó sus servicios la defensoría de oficio del Distrito Federal. Cfr. el apartado G
de nuestro trabajo "Acceso a la justicia en México", en Anuario Jurídico, UNAM, l\It':·
:dco, núms. 3-4. 1976--1977. [supra lllJ.
119 Un examen m,is detallado de estas instituciones de asi~telc jurídica gratuita, 10
¡lacemos en 1"1 trabajo citado en la nota anterior.
ra León, Nueva Orientación para la justicia de paz rallla civil (1962), obra.
que hemos citarlo con cierta frecuencia.
Entre los intentos p.:1.ra modificar dicho título, se debe señalar el Ante-
proyecto de Código de Procedimientos Civiles para el Distrito y Territorios
Federales., que aunque no llegó a convertirse en texto vigente en el Distrito
Federal, sí fue tomando como modelo por los Códigos de Procedimientos
Civiles de Sonora, Morelos y Zacatecas, a los cuales aludiremos más adelan-
te; y además, el Proyecto de Ley para la J u,licia de Paz, elaborado en 1960
por una comisión integrada por representantes de la Secretaría de Goberna-
ción, de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal y del Departamen-
to del Distrito Federal."') Este ultimo proyecto no llegó a discutirse en el
Congreso.
Algunos de los problemas que plantea la interpretación y aplicación del
título especial y el funcionamiento de la justicia de paz ya han sido meno
cionados en el desarrollo de este trabajo. Sin pretensiones de formular un
inventario de esos problemas. nos interesa subrayar los referentes a· la" defen-
sa del demandado y a la estructura orgánica de los juzgados de paz. Sobre el
primer problema, ya hemos advertido que la actual regulación de la justi-
cia de paz, al no proveer completamente la¡ forma y el tiempo de la citación
y al tratar de concentrar todo el juicio en una sola audiencia, sinposibili-
dades regulares de impugnar la sentencia, ha descuidado, en cierta' medida,
el respelo al derecho de defensa del demandado. Junto a estos problemas
procesales, ,existen los concernientes a lo reducido y deficiente de· los servi-
cios de' la· asistencia jurídica gratuita.
En cuanto a la estructura orgánica de los juzgados de paz, se debe sei'ía-
lar que éstos cuentan con la mayor parte. de las deficiencias de· los tribu-
nales civiles, sólo que agravadas por la reducción de recursos materiales y
humanos: falta de un sistema adecuado de designación de jueces y secreta-
rios,. estabilidad limitada en el cargo, muy bajas remuneraciones, ausencia
de un sistema institucional de estímulos y promociones. etcétera. En cuanto
a la competencia, pensamos que en la actualidad ya no resulta conveniente
seguir conservando el caTácter mixto de los juzgados de paz, con atribuciones
civiles y penales a la vez; por el contrario, si se desea conservar la distri-
bución competencia! entre órganos jurisdiccionales de mayor y de mínima
cuantía. estos últimos, como los primeros, deben conocer y resolver exclu~
sivamente asuntos de carácter civil, sin tener a la vez competencia penal.
Algunos otros problemas, tales como la distribución geográfica y de tra-
bajo de los juzgados mixtos de paz, el conocimiento y las actitudes del pú-
4.1, Como es sabido, el CPC del Distrito Federal es el que más ha in·
fluido en la legislación procesal civil de los Estados}"" El tÍtnlo especial de
la justicia de paz de dicho Código ha sido recogido en términos casi idél1t~
cos en los Códigos proCl:''S"dles- civiles de los siguientes Estados:
(1) Veracruz}24 bajo el título "De la justicia municipal"; los jueces 1I1U-
nicipales tienen una competencia civil hasta por .$5,000.00 pesos;
(2) GuerTeTo}2ü con el título "Procedimientos ante los jueces menores",
que tienen competencia civil hasta por $ 300,00 pesos;
l:.!\ l<:n este selllido, OI1ate, ai}. dI. supra uota 96, p. 36, opilla: "Lejos de ser autl'll'
ticos tribunales para la gente pobre, los juzgados de paz funcionan en gran medida
como una instancia recuperadora de créditos en la tramitación de juicios ejecutivos y como
órgano encargado de dirimir problemas de alojamiento".
122 El propio Oñate, idem, p. 14, apunta que la jllsticia de paz "hoy en día se ha
transformado, en un mecanismo destinado a l'ecupcra deudas, o a servir de brazo fuerte
a casatenientcs de viviendas paupérrimas".
123 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Innovaciones operadas e influencia cjer·
cida por el código procesal civil de 1932 para el Distrito y Territorios FcderalL'S", en
Revista de la Facultad de Derecho de _México, núm. 48, octubre-dicitmbrc de lYG:!, pp.
59·%.
1::4 Artkulos 747-81 del cpe de ~O septiembre de 1932.
]::.1 Artículo 656-97 del epe de 6 de julio de 1937.
civil propia, ~iguen aplicando la del Distrito FederJI, vigente desde que ~as
dos entidades eran territorios federales .
.:\. esta ]jsta debemos agregar también los Códigos de ]05 Estados siguien-
tes. que tienen muy ligeras difercncias con el del Distrito en esta materia:
(L!) Aguasclinte~13:; "Del procedimiento en los negocios de la compe-
rencia de los juzgados menores", que pueden conocer asuntos hasta por
~ 200.00 peso,;
(15) lVlichoacdn,1:JG "De la justicia municipal", encargada a los Jlteces
J/lunicipales (;ISlllltos hasta por S 1000.00 pesos) y de tenencia (hasta
$ 300.00); y,
(16) Querdao~l; "De los juicios antc los jueces nWlicpae~/', a los
clIales se les otorga competencia hasta por $ 1,000.00 pesos. En realidad, el
último título citado no es sino Ull recorte deficicnte del correspondiente del
Código del Distrito }'cderal.
4.:!. Como pucde obscryarse, más ue la mitad de los ordenamientos pro-
cesales civiles estatales siguen en esta materia al del Distrito Federal e in-
curren normalmente en las deficiencias de éste. El A17teprayecto de código
del Distrito Federal de 1918, trató de subsanar estas deficiencias, al regular
en forma más adecuada la demanda, el citatorio y la audiencia misma, pero
no llegó a adquirir vigencia en la entidad para la que se elaboró. En cam-
bio, SI fue tomado como modelo por los códigos de los siguientes estados:
(1) Sonora}" "Del procedimiento en los negocios de la competencia de
los juzgados locales y menores"; la de los primeros hasta por $ 500.00 pesos
v la de los segundos por $ 100.00 pesos;
(2) MorelosYJH "De la justicia de paz en el Estado de l\forelos", en don-
de se asigna wmpetencia a los juzgados de paz hasta por $ 200.00 pesos; y,
(3) Zacatecas,HO con el mismo titulo que el de Sonora, sólo que los jue-
ces menores con competencia por .$ 5,000.00 pesos y los locales por $ 500,00
pesos.
A estos tres ordenamientos se debe agregar en (40.) lugar, el de Tamau-
lipas,Hl cuyo título referente a los juzgados mel0r~i (con competencia has-
ta por $ 5,000.00 pesos) es muy similar al correspondiente del Anteproyecto.
De acuerdo con la legisbción procesal civil derivada del Anteproyecto
de 19-18, formulada la demanda -que puede ser oral o escrita-, el juzga-
142 El artículo 855 dd elle del Estado de !\Iordos sólo pcnnitc el recurso de queja
y no el de revisión.
143 Artículos 965-89 del cpe de 15 de diciemure de 1928_
1H Artículos 624-50 del epe de 18 de diciembre de 1041_
145 Artículos 1346-66 del cpe de 23 de diciembre de 1942.
146 Artículos 416-40 del epc de 22 de ellero de 1934_
Paz", del que conocen los jueces municipales con competencia hasta por
$ 5,000.00 pesos, podemos destacar las siguientes ventajas: (1) precisión de
]05 requisitos de la demanda; (2) plazo mucho mayor, de nue"c días, para
comparecer; (3) regulación precisa de dos audiencias: una de conciliación,
demanda y excepciones -con ofrecimiento de algunos medios de prueba-
y otra de juicio, en la que practican las pruebas, se formulan los alegatos y
se pronuncia el fallo; (4) fijación de un momento procesal para la conci-
liación: el inicio de la primera audiencia; (5) establecimiento de un re-
curso breve contta la sentencia, la revisión (que en realidad es una apela-
ción). Lamentablemente, por el centralismo cultural y político que pre-
valece en :México, este Código ha sido muy poco tomado en cuenta por la
Jegislación procesal de los Estados. El Cúdigo Federal de Procedimiento'i,
Civiles de 1942 sí lo tomó como modelo, pero, como ya indicamos, no regulú
el juicio de mínima cuantía.
4.5. Similar a la regulación del Código de Guanajuato, es la que e,'ila-
blecen los Códigos de los Estados de:
(1) ]alisco}47 "Del procedimiento en los negocios de la competencia dc
los jueces de paz" (200 pesos) ;
(2) Sinaloa/.J8 "Del procedimiento en los negocios de los jueces m,cno-
res" (500 pesos en las cabeceras de los distritos judiciales y 200 peso, en el'
resto) ;
(3) Oaxaca,H9 "Del procedimiento en los negocios de la COlnpetd~ de
Jos alcaldes" (500 pesos); y,
(4) San Luis PotosUOO "Del procedimiento en los negocios cuya cuantía
sea hasta de quinientos pesos" (normalmente de la competencia de los jue-
ces menores y los alcaldes constitucionales).
En estos ordenamientos también se prevén los requisto,~ de la dcmarul<L
se señala que la citación debe entregarse el nlismo día en que se expida. se
establece un plazo de cinco o seis dbs para comparecer, con la posibilidad
de ampliarlo por razón de la distancia del domicilio del demandado, y, en
fin, se prevén dos audiencias: una de contestación a la demanda, concilia-
ción y, a falta de ésta, ofrecimiento de pruebas; y la otra de pruebas, alegatos
y sentencia. El juez debe intentar la conciliación nuc\'amente antes de dic-
tar sentencia. Contra éstas se establece el recurso de revisión o apelación.
4.6. Por último, aparte de todos los ordenamientos mencionados, encon-
tramos los de los Estados de:
(1) México~l:; con dos capítulos, "De los juicios verhales ante los juras,
147 Artículos 1065.98 dd epe de 20 de agosto de 1938.
148 Artículos 998-1030 del epe de 9 de octubre de 1940.
14n Artículos 931-61 del epe de 17 de mayo de 1944.
lao Articulos 1096-1136 del epe de 7 de marzo de 1947.
l;:¡l Artículos 671-95 del epe de 9 de Dgosto de H137.
rnerlO'rn 11/,t71icipales" (de más de 100 a 1000 pesos) y "Del juicio verbal
de menor cuantía ante juzgados populares" (100 pesos), el primero desen-
vuelto en dos audiencias y el segundo en una; y,
(2) Puebla,"" "Procedimientos en los juicios de menor cuantía" (300
pesos), de los que conocen los jlleces menOres de lo civil (arriba de 100 pe-
sos) y los de paz (hasta cien pesos), y se desarrolla en una audiencia de
demanda, contestación y sentencia (sic), con posibilidad de que se lleve a
Gibo otra, "si las partes lo piden y el juez lo estima necesario", de pruebas.
v en este caso la sentencia se pronuncia en la segunda audiencia.
5.1. Argentina
Ankulos ~H9-ú8
l:i:.! del epe de 20 de enero de 1%6.
Cfr. Palacio Lino, Enrique, Manual de derecho procesal civil, Buenos Aires, Abc-
lr~
lanlü·Pnfot, 1970, p. 118.
]54 efy. Jorge Arcal, Leonardo, y l'cnochictto, Carlos Eduardo, Manual de derecho
proccwl, P:ntc especial, t. 11, La Ley, Buenos Aires, 1970, pp. 16-7.
')"""
LA JUSTICIA DE Mi;-';ll\L\ CUA:\TÍA _.JI
15:; Artículos 486, 489, 4-9:) Y 4% dd Código Proc~al Civil y Comercial tIc 1.1 :\'aL1I')jI
(B. O. 7-XI-I968).
],->6 Arcal y Fcnochietto, op. dl. SlIpm nota 1:,-1, p. 1J.
Hi7 Carlos, Eduardo B., Introducción al estudio del derecho pl'Occsal, Edicionci Juri-
di(;as Europa-América, Buenos Aires, 1959, pp. 247-8.
1\:'8 La información sobre este país la pudimos obtcl1er de manera actualizada gr~u:ia.
a la ayuda dd profesor I-krna!ldo Dl',-is Echandía y del jucz de ~fd('l1n, Juan Cu¡lIer-
1Il0 "c1án¡uez C.
159 Artículos 397, 442, 444, 445 Y 447 del Código de Procedimiento Civil. Puede ver-
se: Deds Echandla, Hernando, Compendio de derecho pmcesal, El proceso civil, t. 111.
Ed. ABC, Bogotá, 1972, pp. 287·96.
1M Artículo 91 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 29 de noviembre de 1937.
Hemos consultado la edición actualizada y preparada por la Asociación de Estudiantes
de Derecho, publicada en 1976,
HI1 Artículos 1061, 1067, 1068, 1069, 1070, 1071, 1074, 1076, 1079 Y 1081 del Código
<le Procedimientos Civiles de 25 de cnero de 1933.
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5.1. Guatemala
VIII
tendencias generales en este campo, tal como se manifiestan en sus más rc-
(ientes desarrollos en los sistemas jurídicos.
Aclaró que el asesoralniento jurídico, tal como es entendido actualmente,
es el resultado de una evolución del concepto en los sistemas jurídicos, ini-
ciada a fines del siglo pasado, que va del derecho meramente formal a la
protección jurídica, a la instrumentación de una mayor igualdad material
de bs partes ante los tribunales. En esta evolución, la ideología que ha ejer-
cido mayor influencia en Europa es el llamado socialismo jurídico, sostenido
por Anton 1\Jenger. Ha influido también la evolución política de los Estados
democráticos, orientada hacia una mayor justicia social, principalmente des-
pués de la Segunda Guerra Mundial, la cual ha incluido el problema del
asesoramiento jurídico a los pobres en el campo de la seguridad social, den-
tro del marco general del llamado Wellare Stale,
Han influido también sobre la evolución del asesoramiento jurídico, las
Zlctitudes que sobre este problema han asumido los profesionistas del derecho
-cuya {onnación, salvo en los países socialistas, sigue teniendo el carácter
individualista proveniente de la tradición burguesa decimonónica-; y, por otra
parte, en sentido inverso, el número considerable de investigaciones sociológ-i:'"
cas desarrolladas en muchos paises sobre las relaciones entre pobrez...l y justicia.
Fuera de los países socialistas, explicó Denti~ pueden observarse-tres ten-
dencias fundamentales sobre el asesoramiento jurídico: 1) la que lo contem-
pla como un problema de igualdad ante el juzgador y que enfatiza el otorga-
miento del asesoramiento gratuito (pago de abogados por el Estado o con
fondos públicos, sistema de asesoramiento a través de seguros públicos o pri-
yados, etcétera); 2) la que considera los servicios prestados por abogados
particulares como de interés público y social, dentro del marco de un más
extenso programa de asistencia dirigido, O al menos controlado, por entida-
des públicas, sin excluir enteramente las bases privadas (como el caso del
asesoramiento prestado por algunos sindicatos a sus miembros), y 3) la que
contempla el asesoramiento jurídico como parte de un más amplio campo de
servicio social: de acuerdo con este concepto, la meta de mejoramiento social,
en principio, debería ser lograda de manera más efectiva por entidades pú-
hlicas, que realicen su actividad dentro de un plan general tendente a a1can-
¡ar una mayor justicia social.
Después de exponer los principales desarrollos concretos de estas tres ten-
dencias, el procesalista italiano examinó la situación del asesoramiento jurídi-
co en los países socialistas. El principio básico de los sistemas jurídico socia-
listas, señale> Denti, puede ser encontrado en la obtención de la igualdad
material a través de procedimientos sencillos y gratuitos y de la capacitación
de todos los ciudadanos para que puedan defender sus propios derechos de
manera rápida y sin costos.
IX
1. Introducción
artículo de Sánchcz-Cordero D<'lvila, Jorge, con el titulo de "La pwiección tld t:()n~umi
uor en el derecho positiYO mexialllo ",
2. Los antecedentes
3 Cfr. "Informe sobre la situación económica de México en 1976", del Banco de Mé·
xico, en Comucio Exterior. v. 27, núm, 3, marzo de 1977, México, pp. 335-348.
4 Para un análisis objetivo de la crisis económica, y de las orientaciones para su so-
lución dentro del propio sistema, puede verse: Escobar, Saúl, Pérez Arce, Francisco, y San
Juan, Carlos, "México 1978: devaluación y crisis", en Nexos: sociedad, cienda, literatura,
núm. 4, abril de 1978, México, pp. 15-20.
;:¡ Estos datos han sido tomados del editorial "La Ley de Protección al Consumidor:
fortalecimiento del derecho social", publicado en la revista. Comercio Exterior) v. 25, numo
] 1. noviembre de 1975, México, p. 1I93.
íi lbidem.
7 Cfr. Barrera Graf, 01). di. sujlm Ilota 2, pp. 180-181 Y 227-232.
8 ldcffl) p. 281.
~) Se debe adarar que desde l!}'íO se había expedido b Ley sobre atl"Ílmeiones de]
F.jeculim Federal en materia económica (D.O. 30-XU·1950); sin embargo, la operati\'idad
pd!("¡ ica dt' es!a Ley había. sido escasa.
17 Cfr. Barrera GraL 01'. cit. supm nota ::!. pp. }98-200.
lH ldem, p. 197.
Ley prohíbe todo "sistema o práctica que establezca de hecho dos precios
distintos para un mismo servicio; uno, por su ofrecimiento general al públi·
CO, y otro, a través de uno o varios intennediarios que de modo sistemático
lo encarezcan". Establece, además, algunas reglas sobre la responsabilidad de
reparación patrimonial por los defectos del servicio, que incluye el pago de
los daños y perjuicios producidos (artículos 39 a 45).
En lo que concierne a la "esponsabilidad por incumplimiento, cabe des·
tacar que la Ley establece la responsabilidad general de los proveedores freno
te a los consUlnidores, sin necesidad que haya un convenio directo enlre
éstoS.ID En materia de vicios ocultos se consignan las tradicionales preten-
siones redhibitoria y quanti min01's~ que incluyen la indemnización de daños
y perjuicios. Y se atribuye a los proveedores responsabilidad objetiva, civil y
administrativa, "por los actos propios que atenten contra los derechos del
consumidor y por los de sus colaboradores, subordinados y toda clase de vi·
gilantes, guardias o personal auxiliar que preste servicios en el establcci·
miento de que se trate, aun cuando no tengan Con el mismo una relación
laboral, indepF.ndientemente de la responsabilidad personal en que hubiere
incurrido el agente de la infracción". Se establece el derecho de los consu·
midores a la reparación gratuita del bien, o en su defecto, su reposición, y
U6 no ser posible ni la una ni la otra, la devolución de la cantidad pagad"
-más en todo caso, la indemnización por los daños y perjuicios ocasionados-,
cuando los productos no cumplan con las especificaciones respectivas, si es-
tán sujetos a normas de calidad, o con las especificaciones que ostenten o que
hayan sido convenidas; y en general, cuando "por sus deficiencias de fabri-
cación, elaboración, estructura, calidad o condiciones materiales, en su caso,
no sea apto para el uso al cual está destinado". Por último, para los casos
de incumplimiento del consumidor en los contratos de .compraventa a plalos
en los cuales ya se haya cubierto más de la mitad del precio, aquél puede
optar, al ser demandado, por la rescisión o el pago del adeudo vencido "más
las costas y gastos judiciales" (artículos 29 a 38 y 55) .
La Ley define los contratos de adhesión como "aquellos cuyas diusul"s
hayan sido aprobadas por alguna autoridad o redactadas unilateralmente
por el proveedor, sin que la contraparte, para aceptarlo, pueda discutir su
contenido". A juicio de Flores Barroeta, la conceptuación de estos contratos
en la Ley "entraña un formidable avance, pues salvo especulaciones doctri-
narias con respecto a estos contratos, eran escasas las legislaciones que los
consignaban en una regulación especial"."" La Ley ¡acuita a la Procuradu·
ría Federal del Consumidor para que vigile que los contratos de adhesión
no contengan cláusulas que establezcan prestaciones desproporcionadas a car-
21 bis Sin duda, rcsulta muy aceptable la sugerencia formulada por José Rodrígucz ·C
en su ponencia general de las VI Jornadas de derccho procesal, en el sentido de simpli-
ficar los requisitos del mandato judicial, cuando se otorgue a la Procuraduría Federal
del Consumidor.
22 Cfr. Capelleti, Mauro, "Fonnazioni sodali e intcrcssi di gmppo davanli alIa giusti-
zia ci"ne" en Revista di Diritto Processuale, núm. 3, julio--septicmbre de 1975, Padua,
Italia, especialmente pp. 387-388; Y Jolowics, J. A., El p1·ocedimiellto civil en el "COTlltl10Il
h) El procedimiento conciliatorio
::m Clr. Informe del Pre~idnt de la Suprema COrte de Justicia de la ~Vaciól (1977),
Mayo Ediciones, México, 1977, Sa. parte, p. 220.
'2'! Cfr. nuestro trabajo "El juicio ejccuth'o mercantil", en Revista Procesal, México,
míms. 1 a 6 de 1977, pp. 203-231.
c) El proceso arbitral
:2';; Cfr. Siquciros, .José Luis, "El arbitraje comercial en México" en Revistn de la Fa·
cultad de Derecho de México, núm. :')9, julio·septiembre de 1965, México, pp. 703-72:!,
especialmente pp. 704·706; Y Briseño Sierra, Humbcrto, 'TI arbitraje mercantil en M¿'-
xico", \'er~iól fotocopiada de su pOllenda gencral pre!';entada en el VII Congreso :\f,,"xi-
cano de Derecho Procesal, celebrado en :Mollterrcy, N. L., del 8 al 12 de noviembre de
1976; publicado posteriormente, en Rt~i,da de la Facultad de D('} echo de },ft;.'d('o, lIúms.
107·108, julio.diciembre de 19i7.
2{; Acerca de la naturaleza del juicio ejecutivo civil, bien diversa -pese al nombre-
dc la del juicio ejecutivo mercantil, puede verse: $oberanes y Fernández. José Luis. His-
toria del juiciQ ejecutivo civil, UNA~. México. 1977. Pe: 51·58. Para la determinación
de la naturaleza del juicio ejecutivo mercantil, puede verse el trabajo citado en la nota 24.
Para una comparación entre estas dos clases de juicios, puede \'erse Gómez Lara, Cipria-
no, Estudio Compm'olivo de los juicios ejecutivos civil y merca7ltil (tesis). UNAM. Mé-
xico. 1955.
x
COMENTARIOS SOBRE LA LEY DE EXTRADICIóN
INTERNACIONAL DE 1975 *
1. Introducción
*' Publicado eill Revi:.la Mexicana de PrevcllciJn )' Ueadaptacióll Social~ núm. ~1, ahril-
junio de 1976, México, pp. 41-55.
1 Haryard Rcs('arch Draft COllvcntioll 011 Exlraditiou: 9 ,\merican Journal of Iuterua·
tional Law (1935), Supl., 15, 21, citado por Max Sorensen ct al., .i'Uauual de Derecho
lntematianal Púb,'ico~ Fondo de Cultura Económica, l\.lt:xico, 1973, p. 496. La palabra
extradición proviel,e del latín extra tradcre o {:xtra dare, que significa entregar () dar
afucra. Cfr. Vaca Mcdilla, Luh, "La cxtradicdún y su procedimiento", en Revista de
Derecho Procesal (Ibcroamedcana y filipina), 1962, nÍlm. 4, Madrid, p. 696.
:¿i3
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LEY DE EXTRADICIÓN L'~rn:RNAtIO\ 275
Por otro lado, el profesor Eduardo Novoa Monreal ha sostenido que los
principios actualmente captados en materia de extradición tienen un cará("·
ter principalmente empírico, por lo que esta institución se encuentra en una
etapa de desarrollo manifiestamente precientífica. La regulación de la extra-
dición mediante convenios bilaterales y regionales o leyes interna& hace posi-
ble la subsistencia de esquemas empíricos, variables, sujetas a. la negociación
diplomática.. Por eso el destacado penalista chileno propone la transforma-
ción del instituto de la extradición, actualmente basado en la cooperación
interestatal para la represión de los delitos: "Cada vez se presenta como más
imperiosa la necesidad del reconocimiento de una verdadera justicia pena]
internacional. que tenga por finalidad proteger en todas partes los derechos
humanos y los valores jurídicos más universalmente reconocidos por los hom-
bres. para defensa de la paz. la seguridad y la armónica convivencia de to-
dos éstoS".17
Sin embargo, en el deredlo positivo, condicionado por los factores polí-
ticos, económicos y sociales, todavía se regula la extradición sobre la base
de la soberanía de los Estados y en función de la asistencia jurídica inter-
nacional. A lo más a que se ha podido llegar. es a la celebración de tratados
regionales, como el Convenio de Extradición firmado por los estados árabes,
en 1952. y la Convención Europea de Extradición suscrito en 1957. por los
Estados miembros del Consejo de Europa. Dentro del sistema panamerica-
"
no, además de la citada Convención de lVlontevideo, deben mencionarse el
Código Bustamante. adoptado por la VI Conferencia Panamericana reunida
en la Habana, en 1928, y el Proyecto de Convención sobre Extradición apro-
bada en la Tercera Reunión del Consejo Interamericano de Jurisconsultos
celebrada en la ciudad de México. del 17 de enero al 4 de febrero de 1956.
el cual, sin embargo. no ha sido todavía adoptado formalmente. 19
También ha sido preocupación de los penalistas el estudio de los proble-
mas teóricos y sobre todo prácticos que presenta la extradición, así como las
reglas generales que dctenninan esta institución. Entre las reuniones recien-
tes más importantes, destaca el X Congreso de la Asociación Internacional
de Deredlo Penal, celebrada en Roma en 1969, cuyo cuarto tema se refirió,
precisamente, a "Los problemas actuales de la extradición" .20
~. I"imitaciones a la extradición
amparo y del indulto necesario Cn cualquier tiempo, Garda Ramírez ~ sostiene que cabe
"abrigar seria duda acerca de la existencia dc cosa juzgada material en el enjuiciamiento
mexicano". C/1'. idem, p. 440,
27 Esta disposición es más generosa que la recomendada en la Resolución IV del X
Congreso de la Asociación Internacional de Derecho Penal, según la cual será posible
negar la extradición cuando, de acuerdo con el derecho del Estado {requerido, el hecho
ilícito constituya una infracción política, Esta restricción no podr;í~ hacerse valer, con-
forme a la resolución citada, cuando el hecho ilícito oonsista en un crimen contra la
humanidad, un crimcn de guerra, o una infracción gra\'c en los términos de la COIl\'cn·
ción de Ginebra dc 1949, Cfr, op. cit, supra nota 20, p. 857.
:!S Cfr. GarCÍa Ramírcz op. cit. supra nota 25, p. 5,:1:7.
:..''!) De acuerda con la conclusión VI del Congreso citaúo cn la nota 27, el Estado re-
querido, cuando }Iaya decidido mantener la regla de no extradición <le los nacionales,
deberá compromct-:'i:se a ejercer su pooer represivo en contra de éstos, a petición del es-
tado n.·quireute y deberá adoptar, en el plano interno, las medidas Jegi~lath's necesarias
para este efecto. Cfr. op cit. supra nota 20, p. 857.
:lO Cfr. Jiméncz de AslÍa, op. di. sllJna nota 22, pp. 827-32.
debe entenderse el Código Penal para el Distrito Federal en materia del fue·
ro común y para toda la república en materia de fuero federal, así como
todas aquellas leyes federales que definan delitos (artículo 40.) .
3.6. Tampoco procede la extradición si el delito por el cual se pide
es de orden militar, para cuya definición debe recurrirse al Código de Jus-
ticia Militar de 1934. Conviene destacar que la ley ha excluido del catálogo
de delitos para los cuales resulta improcedente la extradición, los del "orden
teligioso" y "fiscal" que enumeraba la ley abrogada.31
3.7. La nueva ley también se refiere a diversos supuestos de extinción
de la pretensión punitiva y de la pena, en los cuales, como es lógico, no pro-
cede la extradición: sentencia absolutoria, indulto, amnistía y prescriPción
(artículo 7], fracciones 1 y III). En el primer supuesto, en caso de conce-
derse la extradición, se contrariaría el principio non bis in idem consignado
en el artículo 23 de la Constitnción. A la sentencia absolutoria se puede
equiparar también el sobreseimiento, que en México tiene los mismos efec-
tos que aquélla, según lo dispuesto por el artículo 304 del Código Federal
de Procedimientos Penals.~2
La aminstía y el indulto, aquélla concedida en México mediante ley y
éste por decisión jurisdiccional (indulto necesario) o administrativa (indul.
10 por gracia). son también supuestos de extinción de la pretensión puni-
tiva o de la pena, al tenor de los artículos 92 y 94 a 98 del Código Penal.
Para la prescripción se permite que se aplique la ley penal mexicana o la
ley del solicitante, lo que deberá entenderse según la que favorezca. más al
reclamado. Por este motivo, se exige que en la petición formal de extradi-
ción se reproduzcan "el texto de los preceptos de la Ley del Estado solici·
tante que definan el delito y determinen la pena, las que se refieran a la
I"'escripción de la accióu y de la pena aplicable y la declaración autorizada
de su vigencia en la época en que se cometió el delito" (artículo 16, frac-
ción IV).
La prescripción de la pretensióu punitiva ha planteado problemas en
otros lugares, cuando se ha solicitado la extradición de criminales de guerra,
como ocurrió en Chile, con el caso '\Valter Rauff. 33 La ley no prevé estas 'Si-
:H Cfr. Carrancá y Trujillo, Raúl, y Carrancú y Rivas, Raúl, Código Penal anotado,
Ed. Porrúa, Mh.:ico, 1974, pp. 18·27 Y 45,1·5.
;:r. Cfr. Carda Ramírcz, op. cit. sujJra nota 25, pp. 2~7. De acuerdo COH el artiwlo
13 del Proyecto de OHwcnción Inter.imericana sobre Extradición, cuando el individuo
reclamado estuviere sometido a juicio, o cumpliendo una condena en el Estado requeri·
·do. su entrega será diferida hasta que se <.úndup el proceso penal, si fuere absuelto, o
H' C'\tinga la condena, SCgtill el caso. e/y. OlOres, o-p. cit. sut;,ra nota 19, p. 13~.
4. Condiciones
M Carda Ramírcz, op. cit. supm. nota 25, pp. 3i8 Y 384·5. Adsicrte el autor citado
que, en virtud de que el artÍCulo 551 del Código uc Procedimientos Penales del Distrito
Federal limita los efectos provisionales al caso en que la libertad se hubiese concedido
por el desvanecimiento de las pruebas que sil":icron para acreditar la probable respon-
sabilidad, es posible pensar que en la hipótesis de que el desvanecimiento se refiera. a
las pruebas del cuerpo del delito, la libcrtad tcnga consecuencias definitivas. Id., p. 38.S.
37 Idem, pp. 239·41.
B8 De acuerdo con la conclusión II del X Congreso de la Asociación rnternauollal de
Derecho Penal, la "condición de la reciprocidad no es requerida por la justicia, no es
recomendable que se mantenga como regla rígida en el derecho ext.radicional". Cfr. op.
cit. supra nota 20, p. 856.
39 Cfr. Jiménez de Asúa, oJJ. cit. supra nota 22, p. 786.
.jQ En la exposición de moti,-os cn la Itticiativa, cit. supra nota 21, p, Ill, se pUL-tle
ker: "Toda \'l'Z que primordialmente se persigue obtener las mayores garantías en favor
del reclamado, se exige que el Estado Illexicano se cerciore, en la medida de lo posible, de
<Iue dicho indh-'iduo habrá de gozar, en el Estado que lo reclama, del delecho sustatlcial-
mente iguales a los que le serían otorgados en México, si hubiere de ser juzgado por los
tribunales" .
H En el derecho procesal penal mniC3no no es posible seguir UIl proceso penal ('ll
rcbeldía del inculpado, ya que de acuerdo con los artículos 477 del Código de Procedi-
mientos Penales del Distrito Federal y 4GS del Federal, la sustracción dd inculpado a
la acción de la justicb, es moth'o de suspensión del procedimiento, Cfr. Carda RamírcI,
op, cit. supra nota 8, p. 429.
42 Conforme al articulo 22 de la Constitución, se encuentran prohibidas las penas úe
mutilación y de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquiera espe'
cie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y
trascendentales. Aunque el artículo citado no prohíbe definithamente la pena de muertl',
restl'ingiéndoia sólo a determinados CélSOS, aquella ya fue excluida de todos los OOdip;os
pcnales vigentes en México y sólo se conserva en el Código de Justicia :Militar. La (ñu-
dición que exc1uye la pena de muel-te ('~ también congruente con el Proyecto de Conven,
ción Interamericana sobre Extradición, de 1956, cuyo artículo 90, exime de la obli~acón
de exlraditar cuando se trate d':! condenados a pena de muerte "a menos que la rcfitl~
pena hubiere sido conmutada por la ;lutoridad competente del Estado lcquirentc", Cfr-
Oz()r'~, op. cit. sujJ1'a nota 19, p. 125.
5. Procedimiento
5.1. lVaturaleza
5.2. Etapas
4!'i APéndice al Semanario Judjcial de la FedcracíólI, 1917-19G:J, 2:1. parte, la S.ala, Im-
prenta Murguía. México. 1965. p. 340. Esta tesis carece ya ele fundamento kgal. al N'
tabIcccr la nuc'\'a Ley la po1>ibilidad de obtener la libertad caucional (articulo 26) l:j/.
infra, 5.2.2.
46 Cfr. Carda Ramírcz. op. cit. sllpJa nota R, pp. 371·2.
-{, IÚiúem. Vid., además, Akal<í-Zarnora y C<.t~ilo ?\iccw, Cw:stiu/I('s di' trnjol~i{(
procesal, Instituto de Imcstigacioncs Jurídicas. t:XAM, :Méxioo, 1972, pp. 199·200. En el
Proyecto de Con'VNlcióll Inleramericanfl soine Edradició1J, de 19:'6, se alude al "aut~ ,k
procesamiento o de detención o de otra resolución con igual fuerza lcg;tl, " (Jrticulo
60., fracción ~. Ozore~, op. cit. slI/n-n nota ]9. p. 117.
-18 Cfr. supra, 3.7. En el mismo sentido dispone el artículo 50., fracción 3, del Pro·
)'r'eto de Convención cit. supra nota ID.
43 El contenido de este precepto es muy similar a 1 artículo 70. de la Convención de
:\1onteddt"o de 1933.
¡II) En el mismo sentido disp0tle el ~l.itLUo TI del Pro'}'('([o de COllvrllcióll d(> 1956: Cfr.
OmHS, op. cit. sujJJ'a nola 19, pp. 129·30.
5t Carda Ramírez, 01). cit. suj)fa Ilota 2:1, p. 369.
Por otra parte, se faculta al juez para que conceda la libertad bajo fian-
za en las mismas condiciones en que tendría derecho a ella si el delito se
hubiera cometido en territorio mexicano (artículo 25). Habría sido preferi-
ble que la ley se refiriera a la libertad caucional, como lo hacen nuestras
lcyes procesales penales, ampliando el sentido de la fracción 1 del articulo 20
constitucional, para no limitar la garantía o caución a la especie de la fian-
za, y dejar la posibilidad de que se ofrezcan otras especies, como el depósito
o la hipoteca. 62
Después de la diligencia inicial, se concede al inculpado un plazo de tres
días para que oponga las excepciones que se¡¡ala el artículo 25:
1) La de no estar ajustada la petición de extradición a las prescripciones
del tratado aplicable, o a las nomlas de la Ley de Extradición, a falta de
aquél, y
2) La de ser persona distinta de aquella cuya extradición se pide,
El primer género de excepciones no se refiere sólo a defectos formales
de la solicitud de extradición, sino también a las limitaciones y condiciones
que la ley o el tratado impongan para que se conceda la extradición,
Al reclamado se otorga un plaw de veinte días para probar los hedlOs
en que funde su oposición, el cual se puede ampliar. En el mismo plazo el
Ministerio Público puede rendir las pruebas que estime pertinentes.
El juez debe considerar de oficio las excepciones. aun cuando no se hu-
bieren alegado por el reclamado (artículo 27, segundo párrafo),
El juzgador debe emitir su opinión jurídica: 1) en un plazo de tres días,
si el detenido no opone excepciones o se allana a la solicitud, o 2) en un
plazo de cinco días, una vez que haya concluido el período probatorio (a1':-
tículos 27 y 28) ,
,5.2.3. El juez debe remitir su opinión, con el expediente, a la Secretaría
de Relaciones Exteriores, que es la que dicta la resolución definitiva a los J
XI
:J Cfr., Tocque... illc. op. cit. supra nota 1, pp. 113-115; Y Fix-Zamudio, Héctor "Las
garantías conslitudonalcs en el derecho mexicano", en Anuario Juridico Il-V1976~
UNAM, México, 1978, p. 74.
3 Acerca del concepto procesal de inmunidad, como limite subjeth'o a la jurisdicción
pena1, cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Límites subjetivos fijados por la Constitu-
ción a la actiddad jurisdicente", en Ensayos de D?recho Procesal (civil, penal y consti~
tudoDal), Edición de la Revista de Jurisprudencia, Buenos Aires, Argentina, 1944, pp.
591-599; y Garda Ramirez, Sergio, Curso de derecho procesal pellal, Ed. POfI"Úa, 1977 ('2a.
od.) , pp. 95-100.
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De esta manera, la ley que debía expedir el Congreso tenía que distin-
:.;uir, por una parte, los delitos oficiales que daban motivo al juicio polltico
de los altos funcionarios de la FedCTación y de los Estados, que deblan ser de
la competencia de las Cámaras de Diputados y de Senadores, y cuyas san·
ciones sólo podían ser la destitución y la inhabilitación; y por otra parte,
los delitos oficiales de l.os demás funcionarios y de todos los empleados de la
Federación y del Distrito Federal, que daball molivo no a un juicio polltico,
,",mo a un juicio estrictamente penal, de la competencia exclusiva de1 jurado
popular, y en d cual las sanciones no debían limitarse a la destitución y la
illhabilitación, sino que podían comprender todas las previstas en las leyes
penales ordínarías, incluyendo las penas privativas )' restrictivas de la liber-
hui. La sanción impuesta en el juicio político no impedía, por ser sólo una
.~:mciÓn política, que el alto funcionario destituido o inhabilitado fuese pro-
(:(;sado por los tribunales penales y se les impusiese una sanción penal, en el
uso de que los hechos objeto del juicio político estuviesen también tipifi·
cados como delito en la legislación penal ordinaria, como lo previene el se·
;;undo párrafo del artículo III constitucional. Pero el enjuiciamiento penal
de los demás funcionarios y empicados por delitos oficiales ante el jurado po'
¡miar, sí impedía cualquier nue"o juzgamiento ante los tribunales penales
ordinarios por los mismos hechos, pues el hacerlo implicaba someter al fun-
cionario o empleado a dos juicios penales por los mismos hechos, lo que
prr,híbc el artículo 23 constitucional.!
-1 El Código Penal para el Distrito ];ederal en materia del fuero común y para toda
l:t República en materia del fuero federal, de 1931, regula, en los títulos décimo y de-
{,irnoprimero del libro segundo, los "delitos cometidos por funcionarios públicos" y los
"delitoS cometidos eo la administración de justicia". Cuando algún alto funcionario reali-
(e una conducta que sea, a la vez, un delilo oficial y un delito de los previstos en estos
¡ítulos del Código Penal, debe ser sancionado por el primero a través del juicio político,
\' por el segundo, a través de un proceso penal ante el juzgado penal ordinario compe-
tente. Hasta antes de la entrada en \'igor de la llUC\'a Ley de 1979 no ocurría Jo mismo
(011 lo~ dcm¡\s funcionarios y empicados, a los que se debía aplirar s610 las sanciones pre-
organización político CO/lSlitucional ell América Lati1la 1950-19í5, U;\;AM, )'[6.:ico, 19iR,
pp. 62-63. Quiz.1 por ello en la práctica el presidente de la Repüb1ica sólo ha ejercido
tal facultad en tres casos, desde la reforma constitucional de lY~9. el/". Carpi70, JorgT,
El presidencialismo mexicano, Siglo Ycintinuo Editores, Mtxico, ]978, pp. 18-1-18i.
S ef'. I'tll.Jt· útros. Becena Bautista. JOSl·. El fuero e01lSIi/w:i01WI, Ed. Jus, México,
19·0; Carda Ramírcl, o/>. )' loe. cit. en la nota 3; Gonzálcz Rustamante, Juan José, Los
delitos de los altos fUlIdonm·jos y el fuero C'OTlslitucionill, Ediciones Botas, México, 1946,
\ ]iménez Huerta, Mariano, DerallO penal mexicano, 1. 111, Antigu;J. Librería Robredo.
;\ft-xico, 1968, pp. 318-42-1.
f) Así. por ejemplo, d segundo p..írrafo el artículo expresa: "La de los partirulares
para que surta efecto deuer:í ser ralifir:l.da ante alguno de los secretados de esa Cámara
<) de la Comigión Permanente durante el l'e(.~so" El artículo 22 dispone "De toda ins-
tanda o C'Suito que se reciba en la Cimara de Diputados, bien sea procedente de par-
ticulares, de algún .Juez o del mi~o interesado que se relacione con J:¡ responsabilidad
de delitos comIDlCS de algún funcionarip con fuero, se dad cuenta en sesión secreta y $('
turnad a la Comisión Instructora, si a juicio de esta (así, sin acento) la acusación fuera
llntoriarnente improcedent.c, lo que hará saber <l la Cámara para que resuelva si se COl!-
tillúa o d{'~echa, sin perjuicio de reanudarla ~¡ posteriormente aparecieren motivos que lo
justifiqucn. ," El artículo 35 expresa: "Tomada al funcionario acusado w declaración
prep:Hatoria la sección instructora abrirá un término prudente eJe prueba, dentro del elIal
recibid las que ofrezcan el acusador y d acusado, así romo las que aquc:l (?) estime
!H·c ... ~.u·ias" En sentido similar. puedcil verse los artículos 30., 24, 25, 31 (que reprodu-
cen inromplctos los artículos 29 y :)3 de la Ley de 1939), 32, 39 (que remite a tres
:ll'lículos autetiores, cuando en realidad son sólo do~), 41, 43, 83 Y 88. La ('Xtensa fe de
erutas ¡l la Ley publicada en d Diario Oficial el 4-IX-I980. confirma estas observaciones.
XII
1. Inll'oduccúJn
• Este trabajo fue elaborado bajo la orientación y con el apoyo inestimables de don
Javier PÍl1a y Palacios -maestro ejemplar en la División de Estudios dc Posgrado de la
Facultad de Derecho de la UNAM y afectuoso e infatigable c:ompañero de trabajo en el
Instituto de Investigaciones Jurídicas-. a quien el autor expresa su más amplio agrade·
cimiento. Fue publicado en el Boletín .Mexicano de Derecho Comparado, núm. 39, sep'
tiembre·diciembre de 1980, pp. 747·786.
1 GfL Petric, A., Introducción al estudio de Gn'cia, trad. de Alfonso Reyes, Fondo
de de Cultura Económica, México, 1974, pp. 93·91.
2 Cfr. Kinkel, 'Volfgang, Historia del derccho 1·0¡;¡ai/O, trad. de Juan Miquel. Ed. Arie],
Barcelona, 1973 (4a. ed.), pp. 73·82.
3 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "El jura'lo popular", en Derecho procesal me·
xicallo, t. 1, Ed. Porrúa, México, 197;), p. 309.
4 Cfr. Marongin, Antonio, voz "Corte d'assisc", en Enciclopedia del diritto, t. X. Giu·
ffre Ed., 1962, pp. 774·782. Acerca de lOs antc(cdciltcs del jurado popular en el mundo,
también puede verse la excelente exposición de Escriche, Joaquin. Diccionario ra'!.ot/fldu
de [(·gislación )' jurisprudencia)' Ensenada. México, 1974, pp. 1077·1095.
Pero el antecedente más directo -el cual fue tomado como ejemplo y
motivo por los pensadores del siglo XVIJI- es el jurado popular inglés. Éste
no fue establecido -como a menudo se afirma- por la Magna Carta, atar-
~da por Juan Sin Tierra el 15 de junio de 1215. Probablemente, recono-
ciendo costumbres introducidas por los normandos -que llegaron a Ingla-
terra en el año de 1066-, el rey Enrique II reguló e impulsó el jurado
popular, particularmente con Jas ordenanzas de 1166 y 1178 que suprimie-
ron Jas ordalías, el dueJo y el juramento de testigos con relación a las ac-
ciones de posesión y de dominio y los sustituyeron por el juicio racional del
jurado, el cual paulatinamente fue extendiendo su competencia a otras C011-
troversias civiles y a las penales. u
EJ proceso penal se realizaba ante dos jurados distintos: el grand jury o
gran jurado, que se encargaba de determinar si era o no procedente la acu-
sación (por lo que también se le llamaba jurado de acusación); y el pelty
JUry o jurado menor, al que se encomendaba el veredicto sobre Jos hechos
(jurado de sentencia) _ En un principio, las doce personas que integraban
el petty jury desempeñaban, a la vez, el papel de testigos y de juzgadores de
los hechos sobre los cuales atestiguaban. Pero posteriormente los jurados -que
deben su nombre al hecho de que actuaban bajo juramento- dejaron de des-
empeñar el papel de testig06 y se limitaron a emitir su veredicto sobre los
hechos, con base en las pruebas presentadas.
Dentro de la tendencia general de los pensadores de la ilustración a
idealizar las instituciones inglesas, el jurado popular fue considerado, tam-
hién, como una de los mejores medios para lograr tanto la participación del
pueblo en la administración de justicia -como lo exigía la democracia-,
cuanto la independencia de los juzgadores frente al monarca y su sumisión
a la ley, así como la efectividad del principio de la soberanía popular. En
este sentido, Beccaria escribía:
... tengo por mejor aquella ley que establece asesores al juez principal,
sacados por suerte y no por escogimiento, porque en este caso es más
segura la ignorancia que juzga por dictamen que la ciencia que juzga por
opinión. Donde las leyes son claras y precisas el oficio del juez no con-
siste más que en asegurar un hecho. Si en buscar las pruebas de un delito
se requiere habilidad y destreza, si en presentar lo que de él resulta es
necesario claridad y precisión, para juzgar el resultado mismo no se re-
;¡ CJr. Pattcrson, Calcu Pcrry. Tlie adnu'nistration 01 justice in Gre-at Britain, Univcr-
sity of Texas, Austin, 1936, pp. 200·201; Carda Samudio, Nicolás, El poder judicial en
Ingla1t:rm, Librería Colombiana, Bogot.i, 1945, pp. 133-134; Pastor López, Miguel, "El pro-
(eso penal inglés", en Revista de Dc-recho P1ocesal" Madrid, núm. 1 de 1967, pp. 89-91;
Rabasa, óscar, El derecho angloamericano, Fondo de Cultura Económica. México, 1944,
pp. 79-80 Y 113-1l6; Seltz, Emile E., Les principes directeurs de la procedttre criminelle
de rAnglrtcrn'. Rt:ausscau &:: Cie. Ed. :;928, pp. 58-52.
quiere más que un simple y ordinario buen sentido, menos falaz que el
saber de un juez acostumbrado a querer encontrar reos, y que todo lo
reduce a un sistema de antojo recibido de sus estudios. ¡Dichosa aquella
nación donde las leyes no fuesen una ciencia! Utilísima leyes la que 01"-
dena que cada hombre sea juzgado por sus iguales, porque donde se tra-
ta de la libertad y de la fortuna de un ciudadano deben callar aquellos
sentimientos que inspira la desigualdad, sin que tenga lugar en el juicio
la superioridad con que el hombre afortunado mira al infeliz, y el des-
agrado con que el infeliz mira al supcrior. 6
Solón supo muy bien precaver el abuso de poder que podría cometer el
pueblo en el juicio de los nímenes: quiso que el proceso fuera revisado
por el Areópago y que, si creía injusta la absolución del acusado, lo acu-
sara de nuevo ante el pueblo; y si tenía por injusta la condena, suspen-
diera la ejecución para que se juzgara la causa nuevamente: ley admi-
rable, por lo cual era sometido el pueblo a la revisión del la magistratura
que él más respetaba y a la suya propia. Será bueno proceder con lenti-
tud en este género de causas, y más si el acusado está preso, para que el
pueblo se calme y juzgue a sangre fría. 8
G Bcccaria, Cesare, De los delitos y de las p(:nlls, trad. de Juan Antonio de las Ca·
sas, Alianza Ed., Madrid. 1968, p. 49.
7 MonlC<'...quicu, Del esfriritu de las ¡(')"es, trad. de Nicolás Esl{:vaoC'l. Ed. Claridad, Bue·
rtOS Aires, 1971, p. 117.
8 Idcl1IJ p. 118.
9 Cfr., Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto y Levenc, Ricardo, (h), Del·echo procesal pe-
nal, t. 111, Ed. Kraft, Buenos Aires, 19M, p. 260; y Escriche, op. cit. supra nota 4, p. 1095.
10 Cfr. Silva Melero, Valetín, "'El jurado en las direcciones jurídicas contemporáneas".
en Revista General de Legislación y Jurisprudencia, núm. 5, noviembre de 1964, Madrid.
pp. 573-575; Y Fairen Guillén, Víctor "Los procesos europeos desde Finlandia hasta Gre-
cia (1900-1975) ", en LXXV míos de evolució¡¡ jurldica eJl el mundo, vol. 111, Derecho pro-
cesa], UNAM, México, 1978, p. 90.
11 Cfr. Alcalá-Zamora, op. cit. supra nota 3, p. 308: y Fain.:·n Guillén, Víctor, "Los
tribunales ele jurados en la nueva Constitución española (1978) tI, en Revista d~ Derecho
Procesal Iberoamericana, núm. 4 de 1978, Madrid, pp. 709-710.
12 Goldsehmidt, James, Problemas jurídicos :v poUticos del proceso penal, Ed. Bosch.
Barcelona, 1935, p. 78. Para un estudio completo y actualizado del jurado popular en el
sistema del common law y de los tribunales de composición mixta en el sistema del civil
law, puede verse Amodio, Ennio, et al., 1 giudici senZQ toga. Experienze e prosftective della
partecipazioHe popolare ai giudizi penale, Giuffrt· Ed., MiHn, 1979.
DR © Universidad Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones Jurídicas
Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
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1:) No hemos podido tener acceso al texto de esta ley. que posiblemente sea la espa-
fiola del 22 de octubre de 1820 Cfr., Pina, Rafael de, Manual de Derecho procesal penal,
Ed. Reus, Madrid, 1934, p. 43; Y García Goycna, Florencia y Aguirre, Joaquín, Febrero o
[iúrerÚl de jueces, abogados y escribarlOs, t. V, Imprenta de Gaspar y ROig, Madrid. 1852
(4a. ed.) p. 746. Acerca del debate en las Ccrtes españolas sobre la ley de 22 octubre
de IS29, y en general de los antecedentes españoles del jurado popular, puede verse el
excelcr.te trabajo de R. Gilbert, "El juicio por jurados en España", en Revista de la Fa-
L,tlllad de Derecho de la Universidad Complutcmc de l\Jadrid, v. XV, núm. 42, pp. 559·572.
Estando en prensa este trabajo, pudimos localizar el Reglamento del 22 de octubre, en
la Colación de los dCcl'etos y órdenes de las Cortes de Esp{jña, que se reputan vigentes
en la República de Estados Unidos .Mexicanos, Imprenta de Galván, México, 1829. pp.
152-163.
1-4 Tales bases fundamentales eran las ~iglents: "Primera: la unidad de la religión
católica apostólica romana, sin tolerancia de otra alguna. Segunda: la independencia de
la antigua España, j' de otras cualesquiera naciones. Tercera: la estrecha unión de todos
los actuales ciudadanos del imperio, o perfecta igualdad de derechos, goces y opiniones,
ya hayan nacido en él o ya del otro lado de los mares. Cuarta: la monarquía hereditaria
constitucional moderada, para la que cuidaron de hacer llamamientos el plan de Iguala
y tratado de CÓrdova. Quinta: el gobierno representativo. Sexta: la división de los tres
poderes, legislativo, ejewlivo y judicial en los congresos, juntas, personas y tribunales que
jndica el articulo 14 del tratado de CórdO\·a, y explicará más extensamente la constítu·
ción del imperio". Cfr.~ Dublán, Manuel y Lozano, José María, Legislación mexicana o
colección completa de las dispo.~jcne legislativas expedidas desde la Independencia de
la Rrpúbli,a Mcxial1~ t. I, Imprenta del Comercio, México, 1976, pp. 564-657.
nes, antes de que éstas se difundieran. Si los fiscales encontraban ,algún at~
que contra las bases mencionadas, debían presentar una denuncia al alcalele,
para que éste verificase el sorteo de ]05 nueve miembros propietarios y los
tres suplentes que debían integrar el prime?" jurado y 105 citara. Reunido el
primer jurado, detenninaba si procedla u 110 la acusación. En caso afirm~l
tivo, el alcalde debía remitir la denuncia y el fallo al juez de letras, ante el
cual citaba a los doce miembros propietarios y los tres suplentes que hubie-
sen resultado sorteados para integrar el "segundo jtlTi", el cual debía resol-
ver, en definitiva, sobre la culpabilidad del imputado.
Hi Cfr. DubJán y Lmano, op. cit. supra nota antt:riol', 1. JI, pp. 81-86.
16 Los casos en los cuales se concedía esta facultad a los jueces de primera instancia,
eran aquellos CI1 los que el jurado popular calificase el impreso de subversivo o sedi-
cioso, en cualquiera de los tres grados, o de incitador a la desobediencia de las leyes, en
el primero (art. 33).
17 Cfr. TClla Ramírez, l'elipe, Leyes fundamentales de MJxico, (1808-1973), Ed. Porrúa,
México, 1073 (5a. cd.), p. 291.
18 La fracción IV del artículo 70. del primer proyecto de Constitución de 1842, ex-
presaba: "Solamente se abusa de la libertad de imprenta, atacando la religión y la mo-
ral. Estos abusos serán juzgados y castigados por jurados de imprenta, conform'e a lo que
dispongan leyes; y los que se cometieren atacando la vida privada de las per,,;onas, ser<'m
considerados y tratados como delitos comuncs". La fracción X del articulo 13 del segundo
proyccto de Constitución de 1842 sólo agregaba que el ataque debía ser "directo" y su-
primía la alusión a los delitos que atacasen la "ida primda. CfT. Tena Ramírez, op_ cit.
SIltJra nota anterior, pp. 308 Y 375.
UI Cfr. Dublán y ¡Lozano, o/J. dI. supra nota H, t. V, pp. 18-195.
los 80. Y 90.) , así como las penas que correspondían a sus autores (artículos
lOa 16). Estos delitos podían ser denunciados por cualquier persona -el
fiscal y el síndico tenían el deber de hacerlo-; salvo el de injurias, que re·
<¡uería acusación de la parte ofendida (artículos 28 y 30).
El Reglamento de 1846, al igual que las leyes de 1820-21, 1828 Y la. Bases
org,-inicas de 1843, establecía el jurado de acusación, compuesto por once
individuos, el cual determinada si era o no fundada la acusación; y el jurado
de sentencia, integrado por 10 menos por diez personas, al cual correspondía
resolver sobre la culpabilidad del inculpado y decidir la calificación del im-
preso (artículos 43, 53 Y 54). Las listas de las personas hübiles para ser ju-
rados (artículos 33 y 34), eran formadas por los ayuntamientos de las capi-
tales y de los lugares donde hubiese imprenta (artículo 35).
Presentada la denuncia ante el alcalde, éste debía verificar el sorteo de
los OBce nliembros que integrarían el jurado de acusación y citarlos (artícu-
lo 39 y 40). Una vez reunidos los jurados, el alcalde les tomaba el jura·
mento y los dejaba para que entre ellos mismos nombraran un presidente
y un secretario, examinasen el impreso y la denuncia y por mayoría absoluta
de v'Otos declarasen si era o no fundada la acusación (artículos 41 a 43).
En el caso afinnativo, el alcalde remitía al juez de letras la denuncia y el
fallo, así como la lista de las personas que hubieSen Tcsultado sorteadas para
intct,rrar el jurado de sentencia, una vez que hubiesen otorgado la oportuni-
dad al inculpado de recusar sin expresión de causa a nueve de las dieci-
nueve personas de la lista inicial (artículos -15, 50 Y 51) . También la audiencia
era pública y en ella participaban el fisCo:1I, el síndico o el denunciante y
el inculpado y su defensor (artículo 52). Para condenar al inculpado, se
requería el voto, cuando menos, de siete jurados (artículo 53). Y también
se permitía al juez de letras, si en detenninados casos consideraba errónea
la condena o la calificación del impreso, suspender la aplicación de la pena
y convocar por conducto del alcalde, a un nuevo jurado de sentencia para
'Ine resolviese en definitiva (artículo 56). La sentencia podía ser apelada
cuando el juez no impusiese la pena establecida en el Reglamento o cuando
uo se hubiesen observado en el juicio las formalidades prescritas por dicho
Reglamento. En los casos en que el apelante demostrase tener razón, .el tri~
Imnal de segunda instancia ajustaba la pena al Reglamento u ordenaba la
repo..,ición del proceso.
Se podría pensar que este decreto era contrario al artículo 26 del Acta de
Reformas de 1847. pero hay que tomar en cuenta que para diciembre de 1855
ya no estaba en vigor dicha Acta, sino el llamado Estatuto Provisional de la
República Mexicana promulgado el 23 de mayo de 1855 por el Presidente
de la República. con base en el Plan de Ayutla de 185·1. Pero el decreto ele
Comonfort tendría escasa vigencia, pues pronto debería reunirse el CongrClio
Constituyente que elaboraría la Constituci6n de 1857.
En defensa del artículo J.1 del proyecto habló el diputado José María
\[ata, tratando de demostrar que la dirección del tribunal no desnaturaliza-
ha la función del jurado, por no trascender a las deliberaciones de éste, y
q uc la redacción del artículo 1·1 no impedía la existencia de las dos clases
de jurados, uno de calificación y otro de sentencia:
:!·1 GIL Zarco. Francisco, (,'n)llica del Congreso E",·traordinarjo Comtiltl}'ente (1856-1857),
El Co1egio de !Iéxico, :\Iéxico, 1957. p. 29i.
:!;; ldern, p. 300.
Para el juez no hay más que la ley y la interpretación legal; para el ju-
rado la ley vale poco, la conciencia todo. Es, pues, imposible unir a los
jueces con los jurados, porque la conciencia estará muchas veces en con-
tra de la ley y porque la conciencia casi se improvisa en el momento
del juicio. 28
Por último, el diputado Félix Romero sostuvo que no era posible .conservar
la libertad de imprenta, "si los jurados, así de acusación como de sentencia.
no intervienen siempre para determinar, reconocer, comprobar y declarar el
hecho de sedición, de calumnia, de injuria, pero sin dirección de nadie, sino
independientes, como deber ser todo juez para hacer justicia a los ciuda-
danos".'29
Después de concluidos los debates, la comisió»- aceptó refonnar la parte
final del artículo 14 del proyecto y dictamen, recogiendo las objeciones
formuladas por Zarco y los constituyentes citados, en los ténninos siguientc-s.:
"Los delitos de imprenta serán juzgados por un jurado que califique el he-
cho y por otro que aplique la ley y designe la pena". Esta parte del artículo
fue aprobada por unanimidad de 79 votos en la sesión del 20 de noviembre
de 1856. Como parte del artículo 70. de la Constitución de 5 de febrero de
1857, estuvo vigente hasta la reforma constitucional de 15 de mayo de 1883,
(IUC dio competencia para conocer de los delitos de imprenta a "los tribu-
nales competentes de la Federación ... , de los Estados, del Distrito o Terri-
torio de la Baja California, conforme a su legislación penal".
2G ¡dI/m, p. 312.
21 Idem~ p. 314.
28 ldem~ p. 315.
21) Id.m, p. 818.
por Guillermo Prieto, Rafael González Páez y el propio Zarco, quien fue
seguramente el autor principal del proyecto,"" Este proyecto es de mucha
importancia en la historia del jw-ado popular (''TI materia de imprenta, tanto
por el nivel intelectual y moral de sus autores, como por el hecho de que,
aunque no alcanzó a ser discutido y aprobado en la época en que se pre-
sentó, el contenido de dicho proyecto fue tomado íntegramente, primero,
por el decreto pmmulgado por el presidente Benito fuárez el 2 de febrero
de 1861 al -siendo encargado del ministe1io de gobernación Francisco Zar-
co- y, después, por la Ley orgánica de libertad de {trensa reglamentaTia de J
Recorriendo las diversas leyes que se han dictado en México sobre la li-
bertad de la prensa, la comisión encontró que la ley Lafragua que rigió
en 1846. es sin duda la más liberal, la más filosófica de cuantas se han
expedido; por lo lnismo, ha aprovechado mucho de ella, esencialmente
en cuanto a los procedimientos de los jurados, y hace esta pública ma-
nifestación, porque así 10 reclaman la imparcialidad y la justicia.34
34 Idem, p. 189.
{:,) Castillo Velaseo, José Maria del, Apuntamientos para t;l esludio del derecho consti·
tucional mexicano (1870), Comisión Nacional Editorial del Partido Revolucionario Insti·
tucional, México. 1976 (ed. facsimilar de la de 1870), pp. 40·4L
::6 Vallarta, Ignacio L., Votos, t. IIl, Imprenta y Litografía de freneo Paz, México,
l896, p. 224. El mismo punto de vista sostuvo Vallarta. en el amparo promovido por
Teresa :Fuentes de GOnzáIel, el cual fue resuelto por ]a Suprema Corte el 15 de julio de
lSg2; cfr. Votos cit., t. IY, pp. 189-20l.
~; Cfr., T('n~ RamírC':I', 01). cit., sllJ)ra Ilota 17, p. 707.
los delitos de imprenta no son enteramente iguales que los delitos del
orden común; el periodista que trastorna la vida pública, el periodista
que ataca la vida privada y la moral, no está en las mismas condicio-
nes que está el que mata, el que roba, el que rapta y los jueces es in-
dudable que tampoco estarán con el mismo espíritu jurídico para juzgar
esa diversidad de delitos con una misma ley, y es por eso que la Comi-
sión ha tenido en cuenta el jurado popular.
En todo juicio del orden crinlÍnal tendrá el acusado las siguientes ga-
rantías: ... VI. Será juzgado en audiencia pública por un jnez o jurado
de ciudadanos que sepan leer y escribir, vecinos de lugar y partido en
que se cometiera el delito, siempre que éste pueda ser castigado con una
pena mayor de un año de prisión.
y el jurado popular para juzgar los delitos del orden común. Pero la comi·
sión de constitución consideró necesario asegurar que determinados delitos
de imprenta fueran jmgados sólo por el jurado popular, por lo que adicio-
nó esta fracción VI del artículo 20 del proyecto, con la siguiente frase: "En
todo caso serán juzgados por un Jurado los delitos cometidos por medio de
la prensa contra el orden público o la seguridad exterior o interior de la
nación".
La cOlnisióll de constitución expuso las siguientes razones para explicar
la adición a la fracción VI del artículo 20:
30 Idem, t. II. p. 8.
40 La doctrina discute la constitucionalidad de <"'5ta Ley, por haber sido expedida ¡x>r
Vcnustiano Carranza "cn uso de las facultades de que (se encontraba) investido", y 110
por el órgano legislath'o competente; y porque fue promulgada antes de que entrara en
vigor la Constitución de 1917 (lo. de mayo de dicho año). Con todo, lo que ahora re-
sulta evidente en su carácter anacrónico, tal como lo ha señalado MigUJel Ángel Grana-
dos Chapa, en su columna "Plaza pública" (periódico Uuomásuno, año 11, núm. 701,
25 de octubre de 1979, México. p. 4).
41 Cfr. Martínez de Castro, Antonio, "Memoria del ministro de justicia al Congreso
de la Unión, sobre los problemas rel::t.tivos a la policía, al rt."gimcn penitenciario, al ca-
sillero judicial y el código penal" (1868), en Criminalia, año XXXIV. núm. 3, marzo de
J968, p. 122.
42 Cfr.~ T~na Ramírcz, op. cit. ~1Iml nota 17. pp. 537-538.
43 ldt.tlll, p. 538.
319
Por tratar de demostrar que el jluado popular no era una institución ade-
cuada a las condiciones prevalecientes en el México de mediados del siglo
IX1&"ldo, Vallarta advirtió en primer término, que, tomando en cuenta que la
Constitución de 1857 también iba a adoptar el sistema federal, no era con-
veniente imponer a los Estados el juicio por jurados, sino que se debía dejar
que ellos decidieran su propia forma de administrar justicia. Agregó, ade-
más, que las instituciones no se inlportan, sino que surgen de las necsida~
dc<; eLe cada país:
Vallart;] citó a l\1ittermaier para indicar cuáles eran las condiciones ne~
ccs;lrias para que el jurado popular pudiera desanollarse:
4ü ldcm, p. 501.
--17 ldcrn, p. 501
-1~ Idnu, p. 505.
49 ldem, p. 508.
úO ldem, p. 499. Conviene aclarar que el tema dd jmado popular también fue abol'-
dado en el Congreso Constituyente de 1856-57, al debatirse la institución del juicio de
amparo, y que incluso e.l artículo 102 aprobado por los diputados constituyentes estable-
cía la intervención. en el juicio de amparo, de "un jurado compuesto por vecinos d.el
c!istrito en que se promueve el juicio. Este jurado se formad. y calificará el hecho de la
manera que disponga la ley orgánica'·. Sin embargo, la comisión de estilo, integrada ex-
clusivamente por León Guzmán, decidió suprimir esta parte del artículo 102, por 10 que-
ya no apareció en el texto finalmente promulgado. Cfr, Fix-Zamudio, H('Ctor, El juicio
de amparo, Ed. Porrúa, México, 1964, p. 226, nota 102.
:;1 Cfr" Conzálcz Bustamante, Juan José, PrinciPios di! derecho Jroc~al penal mexi·
Ca/lO, Ed. Poma, México, 1967 (4a. ro.), p. 20.
!'í2 Cfr" Sodi, Demetrio, El jurado en MéxicO, Imprcnta }' Fototipia de la Secretaria
de Fomento, México, 1909, p. 49.
~3 Cfr., RuÍl Castañeda, l\laría del Carmen, La jn'ensa periódica CII lomo a la COllS'
l/lución de 1857, UNAM, México, 1959, p. 88, nota 33.
M Para la consulta de la Ley de Juro::dos de 1869 y la circular adaratoria puede \"crsc
Dublán y Lo7..ano, op. cit. supra nota 14, t. X, 1878, pp. 658-665 Y 679-684, rcspefüvamente.
~¡j CIT. Ovalle Favda, José, "La justicia de rolnima cuantía en México y otros paises
de América Latina", en Boletín Alexicc,nQ de Derecho Comparado, nüm, 30, scpticrnbrc-
diciembre de 1977, pp. 370-372 [SU/Ha VII].
Hoy que la práctica de once años ha revelado los abusos que a la som-
bra del Jurado se cometen; hoy que se han levantado terribles quejas
contra tan deplorables abusos, tal vez confundiendo en ellas lo que de-
pende de la inobservancia de la ley, o de su simple imperfección, con lo
que pertenece a la institución misma; hoy ha sido necesario proceder
con sumo cuidado y diligencia a la luz de la experiencia adquirida, más
bien que fiándose en doctrinas alucinadoras, o en la servil imitación de
otros palses.<2
61 Cfr. Código de procedilllirlltos jx:nales, Imprenta del Comercio de DubJ¡in }' Compa·
¡lía, México, 1880, p. 3.
62 Idem~ p. 8.
y el Código del Distrito Federal, con excepción del resumen que, como ya
indicamos anterionnente, fue suprimido en 1919. Dichos actos se pueden re-
sumir de la siguiente manera: 1) interrogatorio del juez al inculpado sobre
sus datos generales y sobre los hechos objeto del proceso; 2) lectura, por el
secretario, de las constancias procesales; 3) examen de peritos y testigos; 4)
exposición de las conclusiones del Ministerio Público y de la defensa, con
oportunidades de réplica para ambas partes; 5) otorgamiento de la palabra
al acusado, si deseaba agregar alguna cuestión sobre su defensa; 6) clausura
de los debates y exposición del resumen por parte del juez; 7) formulación
y lectura del interrogatorio que el juez sometía a la consideración de los ju-
rados; 8) entrega de dicho interrogatorio y lectura de la instrucción; 9) de-
liberación y votación de los jurados sobre las respuestas al interrogatorio,
las cuales constituían el veredicto; 10) lectura del veredicto por el presidente
del jurado en la audiencia, con posibilidades de formular observaciones, por
parte del juez; 11) en caso de que ¡el veredicto fuese condenatorio, y el juez
no lo considerase notoriamente contrario a las pruebas rendidas, exposición
de alegatos por las partes sobre la pena y el derecho aplicables, y 12) formu-
lación y lectura, por parte del juez, de los puntos resolutivos de la senten-
cia. Además de la posibilidad de casación por contradicción notoria entre
e'I veredicto y las pruebas a que ya hemos hecho referencia, el Código de
1880 permitía el recurso de apelación contra la sentencia para impugnar
sus fundamentos de derecho y sus puntos resolutivos.
03 Cfr. Dubl;ín y Lozano, op. dt. sujJra nota 14, t. XXI, 1898, pp. 494-513.
tro .serv ian para cada uno de los triInestres del año y la quinta fundonaba
W1I10 reserva para las faltas que hubiese en las otraS ,secciones (artículos lo.
y 50.). Se exigió como requisito para ser jurarlo tener una profesión de las
reconocidas por la ley o contar con ingresos mínimos mensuales de 100 'pesos
(:trtic1110 20. fracción VI).
Se estableció, además, q He, una vez cerrada la instrucción por el juez an-
les de la audiencia de juicio, no se podría rendir ninguna prueba, aunque
se permitía en la audiencia el examen de los testigos y de los peritos "no cien-
tíficos" que hubiesen declarado o dictanlinado durante la instrucción (artícu-
los 18, 63, fracción V, y 6-1-82). Se sustrajo de la competencia del jurado la
decisión sobre aquellos hechos que hubiesen sido objeto de pruebas docu-
mentales públicas -como la edad y el sexo del inculpado o del ofendid<>-
v de pruebas peliciales a cargo de "peritos científicos", cuya valoración fue
sometida al sistema tasado (artículos 91, fracción IX, y 93). Se conservó la
("ompetencia del juez para resolver, sin intervención del jurado, sobre las
excepciones que extinguían la acción penal (artículos 23-27).
Para determinar los nombres de las personas que integrarían el jurado
popular, debían realizarse dos insaculaciones. La primera debía llevarse a
cabo un día antes de la audiencia y tenía por objeto detenninar los nom-
bres de las 30 personas que debían ser citadas para la audiencia. Esta in-
'iaculación era llevada a cabo por el juez, en audiencia pública, ante la pre-
.''Iencia uel secretario y del ?\finisterjo Público; el inculpado, su defensor y
la parte civil debían ser citauas, pero su. presencia no era indispensable. De
tina ~'tnfora, en la que debía haber cando menos los nombres de 100 perso-
Has de la lista trimestral, se ex traían separadamente los nombres de los ju-
rados, los cuales se leían en voz alta; cada una de las partes podía recusarlos
sin expresión de causa hasta por un número de 6. Finalmente, debían que-
dar insaculados los nombres de las 30 personas que debían ser citadas. La
segunda insaculación debía llevarse a cabo el día de la audiencia y tenía
por objeto detenninar cuáles de las personas citadas que hubiesen concurrido
descmpefíarían efectivamente el cargo de jurado. Reunidas por lo menos
doce de las personas citadas, se introducían sus nombres en una ánfora, de
las cuales se extraían, primero, los nombres de los nueve jurados titulares y,
despu('S, los nombres de los jurados supernumerarios en el número que el
.juez creyese conveniente. En ningún caso, el número de los jurados insacu-
lados como titulares y suplentes debía ser igual al de las personas presenta-
das, por lo cual siempre debía queda, cuando menos, el nombre de una de
éstas sin insacular (artículos 36, 37, 47 Y 48).
En la Ley de 1891 se incrementaron los ¡xxieres del juez como presiden-
te de debates (artículo 63). La audiencia debía desarrollarse a través de
los mismos actos que hemos mencionado al analizar el Código de 1880, con las
dos sigujentec¡ yariantes: antes del interrogatorio del juez al inculpado, se
debían leer las conclusiones de las partes; y el resumen del juez debia formu-
larse después de elaborar el interrogatorio para los jurados. En la Ley de
1891 se advierte el propósito de regular con precisión el resumen, para evitar
que los jueces siguieran valiéndose de él para determinar la votación de
los jurados. El artículo 97 expresaba:
64 Hemos consultado la edición preparada por Eduardo Palla res, para Herrero Her-
manos Sucesores, México, 1926.
rnJ Cfr. Sodi, 01J. cit. supra nota 52, pp. 42-44.
66 Cfr. El Constituciollalista (Diario Oficial de los Estados Unidos ~Il'xicanos), t. 11.
lIúm. 32. 3 de octubre de 1914. pp, 143·147.
(;, Cfr. Semanario Judicial de la Federación, quinta época, t. V, Autigua Imprenta de
Murguia, México, 19'.W, pp. 561-565.
068 Así lo entendió, desde un pl-indpio, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la
que ha sostenido el siguiente criterio: "Del contexto de la fracción IV, del artículo 20
constitucional, se deduce, de manera dara, que no es forzoso que todos los delitos que
se castiguen con pena de más de un ario de prisión, se juzguen por el jurado popuiar.
sino que la Constitución ampliamente concede a los Estado~, la facultad de elegir entre
un juez de dcrcch() o un tribunal de hecho". Cfr. Seman'lrio Judicial de fa Federación.
t. XV, 1925, p. 706.
-69 Véase sUJn'a, se(:cióll ll, apartado 3.
7Q Esta Ley fue publicada en el Diario Oficial de la Federación del 15 de septiembre
de 1919.
pena inferior a dos años y a los delitos de bigamia, abuso de confianza, frau-
de contra la propiedad, quiebra fraudulenta, concusión y peculado (en estos
dos últimos delitos, sólo si no estuviese interesada la hacienda pública fe-
deral). En estos procesos excluidos de la competencia del jurado popular,
correspondía a los jueces de ]0 penal instruirlos y pronunciar la sentencia res-
pectiva. En todos los demás casos, los jueces de lo lJeual se limitaban a con-
cluir la instrucción y a convocar al jurarlo popular para que éste emitiese
el veredicto sobre los hechos; con base en éste, dichos jueces debían pro-
nunciar la sentencia. Para la convocatoria. insaculación e instalación del ju-
rado, así como para el desarrollo de la audiencia sobre los hechos, la Ley
de 1919 remitía a las reglas contenidas en el Código de procedimientos pe-
nales de 1894 "en todo lo que no pugne con la Constitución (de 1917) y
esta ley".
Asimismo, la Ley de 1919 suprimió expresamente el resumen que el juez
de instrucción hacía a los jurados antes de que se retirasen a deliberar, y
puntualizó que aquél se debía limitar a instruirlos por escrito "sobre la
naturaleza del delito que se impute al acusado y sus elementos constitutivos;
pero sin emitir opinión sobre el sentido en que debe 'darse al verdicto" (ar-
tículos 42, 51 Y 66). Además, en esta Ley se estableció que quedaha a la
"apreciación del juez, en caso de veredicto condenatorio, la estimación de
las circunstancias atenuantes o agravantes y la imposición de la pena que
corresponda". Conviene aclarar que la Suprema Corte de Justicia, tomando
en cuenta esta última disposición contenida en el artículo 66 de la Ley de
1919 y reproducida por el articulo 57 de la Ley orgánica de 1922,11 consideró
que en virtud de ella quedó suprimida la facultad que el artículo 329 del
Código de procedimientos penales de 1894 otorgaba a los jueceS de instruc-
ción para suspender la audiencia sobre los hecllos. cuando considerasen que el
veredicto emitido por el jurado fuese contrario en forma evidente a las prue-
bas del proceso, y para remitir dicho veredicto a la Sala de Casación del
Tribunal Superior con objeto de que determinase si confirmaba la aprecia-
cilm del juez y. en caso afirmativo, casaba dicho veredicto a fin de que se
realizara una nueva audiencia ante un nuevo jurado. 72
nos de siele jurados, el Juez (podía) pedir la nulidad del veredicto"; y que la casación
de los veredictos del jurado popular no tenía "más efeGto, si la resolución de la Sala
revisora fuere confirmatoria, que la que la causa criminal se (volviera) a ver en el ju-
rado, previos los requisitos legales, y fiin que (pudiera) ya provocarse por el juez la n>
posición del procedimiento; con lo cual el acusado (disfrutaba) necesariamente de las
garantías constitucionales". Cfr. SemaJW1'jo Jlldicial de la Fedcraci(JJI, t. XVIII, 1927, p. 180;
y t. XIX. 1927, pp. 18-19, respectivamente.
13 El criterio sostenido por ]a Suprema Corte fue el siguiente: "Las disposiciones del
Código de Procedimientos Penales para el Distrito, y relativas al jurado popular, queda-
ron modificadas por la Ley Org{tnica de Tribunales y por lo estatuido en la Constitución:
así, las facultades del juez, para declarar que la resolución del jurado es contraria a las
constancias del proceso, est;Ín limitadas sólo al caso de veredicto condenatorio, y para
estimar circunstancias atenuantes o agravantes, pero no para estimar la culpabilidad del
acusado, o las circunstancias cxculpantes; pero si el veredicto es absolutorio, tales facul-
tades no existen". Cfr. S(:mallario Judicial de la Federación, t. XXI, 1928-1929, pp. 579-580.
,·1 Idem~ p. 580.
"i"5 Idem t. XXV, 1930, pp. 1781-1782.
7
1929 77 fue suprimido el jurado popular como órgano ordinario para juzgar
los delitos del orden común. Este ordenamiento, de muy escasa vigencia. fue
elaborado por una comisión integrada por José Almaraz, Luis Chico Goerne
y J. Guadalupe Maynero. En el seno de dicha comisión hubo diferencias de
opinión sobre la subsistencia o la supresión del jurado popular. pues en
tanto que Almaraz y Chico Goerne se inclinaron por su supresión,. Maynero
sostuvo la necesidad de conservarlo.78 Por lo demás. la medida adoptada por
dicho Código, expedido por el presidente de la República en "uso" (en
rigor, en abuso) de facultades extraordinarias -o sea, sin debate ni aproba·
dón del órgano legislativo federal- no dejó de suscitar inconfonnidades.79
Probablemente el decenio comprendido entre la Ley de 1919 y el Código
de 1929 haya sido el período durante el cual haya tenido mayor desarrollo en
México el jurado popular para los delitos del orden común. Por un lado,
la supresión del resumen impidió las sugestiones de los jueces de instrucción
sobre los jurados. tan frecuentes desde que dicho resumen se estableció en
el Código de 1880; por otro lado, la amplitud de su competencia establecida
en la Ley de 1919 -apenas reducida en la de 1928- permiúó la mayor
participación del jurado. Este desarrollo se reflejó en la gran cantidad de
criterios jurisprudenciales que se encuentran en el Semanario Judicial de la
.·Federación de la época hO y en la intervención del jurado en asuntos crim}-
uales de gran resonancia, entre los cuales destaca sin duda el juicio sobre el
asesinato del general Alvaro Obregón." Un estudio histórico y sociológico
sobre el jurado popular en México -que está todavía por hacerse y que
Iesulta indispensable para poder evaluar objetivamente su funcionamiento,
al margen de las ideologías y ]05 prej uicios forenses- habría de concentrar
su atención en este período tan representativo.
Por último, conviene anotar que después de la supresión del jurado po-
pular para los delitos del orden común por el Código de 1929, no han fal-
tado debates sobre la conveniencia o inconveniencia de su reimplantcó,~
e incluso, en el año de 1938 hubo una iniciativa de ley que tenía por objeto
establecer de nuevo el jurado popular para esta clase de delitos. Esta inicia-
tiva fue aprobada por la Cámara de Diputados pero fue rechazada por el
Senado, por lo que no llegó a converirse en ley vigente.'" En la doctrina, a
pesar del predominio de las opiniones de las antijuradistas, tampoco han
faltado partidarios del jurado popular para los delitos del orden común. S4
que exija la presencia física de los procesados, durante todos los actos del juicio pOI
jurados, ni tampoco hay ley alguna que funde el derecho de los reos a concurrir a todos
los actos del juicio" (t. XXVI, 1930, p. 264).
1;1 La ejecutoria del amparo promovido por los defensores de José de León Toral,
responsable dd asesinato de Obregón, se publicó en el tomo XXV. 1929, del Semanario
Judicial de la }"edraciól~ pp. 553-572. El juicio ante el jurado popular contra Toral fue
muy discutido en su época y ha sido motivo de monografías y obras literarias. Entre
estas últimas. podemos citar las de los escritores mexicanos Ibatgüengoitia, Jorge, El alen-
tado, Ed. Joaquín Morliz, MI.'Xico, 1978; y Leñero, Vicente, El juiciQ, Ed. Joaquín Mor-
tiz, México, 1972.
82 Cfr. Ceniceros, José Ángel, "¿Que opina usted sobre la reimplantación del jurado
popular?, en Criminalia, año VllI, numo 1, septiembre de 1941, pp. 19·20.
&.1 Cfr. Pardo Aspe. Emilio, "Mariachis y juzgadores", en Criminalia, año V, núm. 15,
ahril de 1939, pp. 453-459.
84 Cfr. Acero, Julio, .Nuestro procedimiento penal, Imprenta Font, Guadalajara, 1939
(3a. oo.), pp. 181·186; y Pina, Rafael, de, "El tema del jurado". en Críminalia, año VIL
t¡úm. 6, febrero de 1941, pp. 345-348, Y "El jurado popular", en Anales de Jurisprudencia.
:\Iéxico, afío XV, tomo LlV. nt'!m~. 1 a 6, octubl'e-no'\liembre"dicicmbrc de 1948, pp. 441-J8;;.
8á Diario de los Debates, cit. SUP1':J, nota 38, t. 1I, p. 425. Cursins nuestras.
86 Diario Oficial de la Federación del 21 de febrero de 1940.
XIII
Introducción
341
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Instituto de Investigaciones Jurídicas
Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
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342 DERECHO PROCESAL ADMINISTRATIVO
l. La justicia administrativa
1 Cfr. Couture. Eduardo J.. Fundamentos del De1"echo procesal civil, Etl. Depalma, Bue-
nos Aires, 1958 (3a. ed.), p. 27.
2 Cfr. Alcalá-Zamora y Castillo, Niceto, "Proceso administrativo", en Revista de la Fa-
cultad de Derecho de México, núm. 51, julio-scptícmbre de 1963, México, pp. 607 Y 625.
3 Cfr. Merkl, Adolfo, Tcort'a del Derecho adminislralivo, EtlitOla Nacional, 1léxico,
1975, p, 476,
4 Idem, p. 487.
¡; ldem, pp. 486-487.
o Jdern, pp. 488-489.
que tal acto haya &ido revisado previamente, por vía de autocontrol o de
recurso, por la autoridad administrativa. En los casos en que el recurso ad-
ministrativo ante la propia autoridad o su superior jerárquico no deba ago-
tarse obligatoriamente antes de acudir al proceso administrativo -como es
la tendencia actualmente-,' o que la misma naturaleza del acto no requiera
una revisión por la propia autoridad, es legítimo hablar de justicia adminis-
trativa si tal acto es sometido al conocimiento y resolución de 'un órgano
jurisdiccional con competencia en materia administrativa. En otras palabras,
la justicia administrativa no funciona solamente a consecuencia de la reso-
lución de recursos administrativos o de revisiones de oficio, sino que también
puede realizarse directamente sobre actos administrativos, cuando el recurso
o al revisión no sean presupuestos necesarios del proceso administrativo.
Sin embargo, por la todavía regular sucesión -no imprescindible teórica
ni algunas veces legalmentes- entre recurso administrativo y proceso, es
conveniente reiterar algunas de sus diferencias principales. Puchetti ha afir-
mado, con expresión elocuente y certera a la vez, que "los recursos adminis-
trath:os no nos llevan al aula lnagna de la justicia administrativa, sino a su
vestíbulo".8 Y Alcalá-Zamora y :Fix-Zamudio han formulado su distinción pre-
cisa a partir de las diferencias entre autotutelay proceso."
La resolución del recurso administrativo promovido por el administrado
es dada por la propia autoridad administrativa responsable del acto impug-
nado o por su superior jerárquico, de manera que el conflicto planteado a
través del recurso, independientemente de la forma y alcance que éste tenga,
es resuelto por la propia administración. Se trata, en todo caso, de una solu-
ción de autotutela, de una solución parcial, no en el sentido de que vaya a
darse invariablemente en perjuicio del administrado, sino en el de que es
dada por una de las partes en desacuerdo: la propia administración. En con-
secuencia, la relación que se establece en virtud del recurso administrativo
es bilateral, toda vez que sólo comprende al administrado y la administra-
ción, y la decisión que ésta dé al recurso, no implicará, por tanto, ejercicio
de función jurisdiccionaL
En cambio, el proceso administrativo es, por definición, una solución im-
parcial, en el sentido de que no proviene de una de las partes en conflicto
-administrado y administración-, sino de un tercero -el órgano jurisdic-
cional-, que al estar dotado de autonomía puede resolver supra partes. Aquí
no hay autotutela, sino verdadero proceso. La relación que se establece en
7 Cfr. Fix-Zamudio, Héct0r, lntroduu:ión al estudio de los reClUSOS administrativos, en
Estudios de Derecho público contemporáneo, :Fondo de Cultura Económica·Universidad
Nacional Autónoma de México, México, 1972, pp. 76-78.
7 Cfr. González Pérez. Jesús, "La justicia administrativa en México", en Revista de De·
Tecllo Procesal lberoamic(U~ Madrid, núm. 4 de 1972, p. 772, nota 50.
S Cfr. Alcalá·Zamora, afr. dI. suprn nota 2, pp. 603·607; Fix·Zamudio, o-p. cit. supra
nota 7, pp. 65-66.
LA JUSTICIA ADMINISTRATIVA
donal inglesa, limitada por el poder del parlamento, no hubiera sido po-
sible el sistema francés, establecido bajo el Estado autoritario de Napoleón,
aunque con antecedentes en la Revolución francesa. En todo caso, la diversi-
dad de interpretaciones justifica, pero no condiciona, cada uno de estos dos
sistemas tradicionales
Con todo, un panorama de los sistemas de justicia administrativa, por
breve y esquemático que sea, no se debe limitar a estos dos sistemas. sino
que debe considerar, además, los correspondientes a Italia, Alemania y
España.
a) El sistema francés
.2'0Cfr. González Pérez, op. cit. supra nota 17, pp. 280-281.
21 Cfr. Fix-Zamudio, Héctor, "Org::mización de los tribunales administrativos", en Re-
vista del Tribunal Fiscal de la Federación J 40. núm. extraordinario de 1971, México, p. 101.
22 Idem, p. 1021; González Pérez, op. cit. supra nota 17. p. 261; Remington, op. cit.
supra nota 17, pp. 42-48; Letourneur, op. cit, supra nota 18, p. 99.
23 Cfr. Letourncur, op. cit. supra nota 18, pp. 99·100.
24 ldem, p. lOO: Remington, op. cit. supra nota 17, pp. 47-48. Acerca de la reforma,
r'fr., Vedel, Georges, ~La reforma del recurso contencioso administrativo en Francia", en
Revista del Instituto de Derecho Compa.rd~ núm. 4, enero-junio de 1955, Barcelona,
pp. 112-121. Una interesante invcstigación sobre el funcionamiento real de un tribunal
administrativo regional francés, puede verse en: Prieur, Michel, "Un exemple d'etude 80-
ciologique du contentieux administratif: Les jugements du tribunal administratif de Stras-
bourg de l'anée civiJe 1966':, en Revue du Droit Public et de la Science Politique en
France el al'étrangcr, núm. 6, noviembre-diciembre de 1973, París, pp. 1489-1552.
LA JUSTICIA ADMIr-;ISTRATIVA
!.'U Pam una distinción entre estas tres clases de sentencias, puede veTSe COUlure, op.
cit. supra nota 1, pp. 315-321.
:lO Cfr. González Pércz, op. cit ..~upra nota 17, p. 329.
31 Idem, pp. 33()'333.
'32 González Pérez, op. cit. supra nota 12, pp. 12 Y ss.
33 Giannini, Massimo Severo, "Compamción entre los sistemas del contenciQM) admi-
nistrativo", en Revista de la Facultad de Derecho, mimo 33, marzo de 1966. Caracas, p. 27.
84 Ibídem.
no afecta en fonna decisiva las evidentes ventajas del sistema francés: la au-
tonomía de los juzgadores, su preparación especializada, la sencillez de los
procedimientos, la función creadora y uniformadora de la jurisprudencia y.
como consecuencia de estos y otros factores, la gran confianza que inspira en
los administrados.s 5 No ha sido, por tanto, injustificado el reconocido pres-
tigio del sistema francés, ni inexplicable su decisiva influencia en los orde-
namientos del civil law. Esta influencia no ha sido ajena, como veremos
más adelante, a la experiencia mexicana.
h) El ústema inglés
a;;; ldt:rn. p. 26; Lctourncur, 01'. cit supra nota 18, pp. 90-100, Y además, Remington,
op. cit. supra nota lB. pp. B9-94.
,W Clr. Giannini, uJJ. cit. supra nota 33, pp. 23-24.
:n Lawson, F. H .• "Lo contencioso administrativo en Inglaterra", en Revista del Ins-
tituto de Derecho Comparado, núm. ·1. enero-junio de 1965. Barcelona, p. 140_
¡~8 Cfr. González Pérez, op. cit. supra. nota 17, p. 370.
~9 ldem, p_ 372. El texto de la Tribunals and Iuquirer Act, 1958. brevemente comen-
¡.tdo, pucd.e verse en Baratier. Paul, Le contentiux administratif in Grande-Bretagnc, en
Rr-t.mc de Droit Public et de la Science Poli tique en France. et a l'étranger Paris, núm. 7
ciden en última instancia, sin posibilidad de que sus resoluciones sean im-
pugnadas ante los órganos de la jurisdicción ordinaria.'"
Los procedimientos a través de los cual.,. se pueden demandar a las auto-
ridades públicas inglesas son los ¡V"íts u Olders de mandamus, prohíbition y
" certiorari. Junto a estos procedimientos tradicionales, es posible también de-
ducir pretenciones declarativas y "recursos especiales".41 Al decir de Lawson,
el mandamus es "una orden a las autoridades para que realicen una activi-
dad que han descuidado. Es un medio de actuación residual, en el sentido
de que no debe ser utilizado a menos que no exista otro igualmente: conve-
niente". La prohibition, expresa el autor citado, "es una orden a una auto-
ridad pública prohibiéndole el ejercicio de una jurisdicción que no posee
por derecho". Y, por último, el certio1'ari "es la orden dada a la autoridad
pública para que envíe los informes de sus actuaciones para ser inspeccio-
nadas por el Tribunal Supremo ... "; cuando el procedimiento tiene éxito,
las actuaciones "pueden ser anuladas tanto por el motivo de que aquellas
autoridades no tuviesen jurisdicción para actuar, como por haberse excedido
en su jurisdicción o por error de derecho, manifiesto en los informes".42 Es
claro que ~n estas explicaciones, la expresión "jurisdicción" debe ser enten-
dida en el sentido de competencia.
Tomando en cuenta la extensión y el alcance de estos procedimientos,
González Pérez concluye que en el derecho inglés es posible deducir tanto
pretensiones declarativas y constitutivas, como de condena.43
e) El sistema italiano
subjetivo, sino un i"terés legítimo del administrado, éste, una vez agotados
los recursos administrativos, puede acudir a los órganos de la jurisdicción
administrativa para iniciar un proceso administrativo. El criterio para la dis·
tribución de competencias estriba, por tanto, en la distinción entre derecho'
subjetvo e interés legítimo.
Giannini sostiene que "mientras el derecho subjetivo se refiere siempre a
un bien jurídico, material o inmaterial, presente o futuro, el interés legiti·
fiO se refiere a la pretensión de una conducta ajena -en el caso de la
administración pública- que sea conforme a la norma".41J Por su parte. Les-
sona considera que el derecho subjetivo "tiene por contenido una situación
reconocida al individuo personalmente, de forma que la Administración PÚ-
blica en su actividad encaminada a la realización del interés público no puede
eliminarla ni modificarla". Este último autor distingue entre interés legítimo
"ocasionalmente protegido" e interés legítimo "condicionalmente protegido",
según se trate de situaciones individuales cuya protección se pretenda como
"efecto reflejo de una norma" o por su compatibilidad con el interés público. 50
Con todo, la distinción no resulta suficientemente clara, por lo que la
detenninación de la competencia de los tribunales administrativos o de los
civiles, de manera similar a como ocune en el sistema francés, plaIitea serias
dificultades prácticas. 51
d) El sistema alemán
e) El sistema espmiol
na Gonzálcz PlTez, idem, pp. 430-131. Puede verse además: Pders, Hans. La jurüdic.
ción administrativa en la Rcpllblica Federal, en op. cit. supra nota 37, pp. 22-33.
54 Giannini, op. cit. supra nota 33, p. 30. Existen, sin embargo, algunas excepciones a
<esta regla: cfr., González Pérez, al'. cit. wfrra nota 17, p. 430, nota 57.
¡;.'j Giannini, op. y loe. dls. en la nota anterior.
quicamente de tal manera que sus decisiones finales no son revisadas directa-
mente por juzgadores civiles. De este modo, la jurisdicción administrativa,
aunque forme parte del poder judicial, se encuentra separada funcionalmente
de la jurisdicción civil.
Los órganos de la jurisdicción administrativa son, en primer término. las
salas de lo contencioso-administrativo del Tribunal Supremo de España, má-
ximos órganos colegiados, convertidos, en virtud de la reforma de 1973, fun·
damentalmente en tribunales administrativos de apelación, aunque también
conocen de detenninados procesos administrativos en primera y única íns-
tancia,M y en segundo término, las salas de lo contencioso-administrativo de
las audiencias territoriales. órganos colegiados que, regularmente, conocen
ue los procesos administrativos en primera instancia y cuyas resoluciones
pueden ser impugnadas en apelación ante las salas de lo contencioso-admi-
nistrativo del Tribunal Supreluo.GI)
A pesar de la unidad orgánica de la j w'isdiccióll española, la especializa-
ción de la competencia adnünistrativa también conduce en España a la "dua-
lidad de jurisdicciones para juzgar a la Administración pública". Los órga·
nos de la jurisdicción administrativa sólo son competentes para conocer de
los conflictos sobre actos administrativos, por lo que queda excluida de S11
competencia el conocimiento y resolución de cuestiones de índole civil o pe·
nal y de otras que, aunque relacionadas con actos de la administración, corres-
pondan por disposición legal a la jurisdicción social o a otras jurisdicciones,
como lo indica el articulo 20. de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Ad-
ministrativa.
De este modo, esta dualidad de jurisdicciones también plantea en España
serias dificultades para determinar la naturaleza de algunos actos de la ad-
ministración y la competencia de cada jurisdicción para conocer de tales
actos.oo
tí8 Idem, pp. 9(}·93; Galán Mcléndcz, Áh"aro, "EI Tribunal central de lo contencioso-
administrativo", en Información .Turídica~ núm. 319, octubre-diciembre de 1973. Madrid,
pp. 47·67.
5!J Gonzálcz Pércz, op. cit . .mpra nota 57, pp. 79-89.
00 Cfr. Gonz;Hcz Pérez, op. cit. supra nota 12, pp. 21-22; y, Martín Mateo, RamólI,
"Derecho administrativo y materia contenciosa, en Revista de Administración Pública,
núm. 55, enero-ahril de 1968, Madrid. pp. 113-130.
Hl Com.;ikJ Pél"CJ, JesÍls. Admillislt(u·ión tníbli("fl y film·tod. I.'~AM, México. ]911, p. ii.
te, existen marcadas diferencias entre este último tribunal -sobre todo .. en :el
alcance de su competencia- y los tribunales administrativos franceses ..
Por otro lado, los tribunales administrativos estatales mexicanos. todavía
son muy pocos y su competencia se reduce, por regla, al conocimiento de pro~
cesas de anulación fiscal. Siguen generalmente el modelo del Tl'ibunal.Fiscal
de la Federación, -excluyendo su competencia para conocer procesos de ple-
na jurisdicción- y los lineamientos del proceso regulado en el Código Fiscal
de la Federación. Entre los tribunales fiscales locales, podemos. mencionar
los de los estados de México -que quizá sea el que mejor haya funcionado
a la fecha-,"" Guanajuato, Colima, Tamaulipas, Veracruz y Sonra.~3 El de
este último Estado, aunque se denomine "Tribunal de lo Contencioso Ad-
ministrativo", tiene competencia para conocer, como los demás tribunales
fiscales de los. estados mencionados, sólo de procesos de anulación de actos
estrictamente fiscales. En forma similar, en el estado de Nuevo León existe
un juez de lo fiscal, considerado como órgano autónomo ubicado dentro del
poder ejecutivo local, con competencia para conocer de los juicios de anula-
ción fiscal. Y en los estados de Chihuahua y Aguascalientes se atribuyecom-
petencia al Supremo Tribunal de Justicia para conocer de los juicios de opo-
sición contra actos de las autoridades fiscales. G4
Sólo en el Distrito Federal" y en el estado de Sinaloa, •• se han estable-
cido tribunales con competencia en materia· administrativa en' general; en
el primer ·caso, el Tribunal de lo Contencioso Administrativo sólo puede dic-
tar sent~cia declarativas o, a lo sumo, constitutivas; en Sinaloa, el Tribu-
nal denominado Fiscal -aunque lo es realmente administrativo, al contrario
exactamente de lo que ocurre con el de Sonora-, sí cuenta con atribuciones
para conocer de procesos de plena jurisdicción.- 67
62 Acerca del desarrollo y funcionamiento del Tribunal Fiscal del Estado de México,
establecido por la Ley de 26 de diciembre de 1968. y regulado actualmente por el có·
digo Fiscal, ~el Estado de SI de diciembre de 19'70, puede verse el artículo de ~uiz Pércz.
Tomás, "El Tribunal Fiscal del Estado de México", en Rl;''fnsta del Tribunal Fiscal del
Estado de México~ .1110 1, núm, 1, mayo·agosto de 1977. pp. 61-75. El texto actualizado
del Código aparece publicado también en la citada Revista, pp. 151-263.
-63 Cfr. nuestra rcseña '¡La legislación mexicana recieñtc sobre justicia administrativa",
en Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia, UNAM. México. núm. enero-abril
de 1978. especialmente la sccci611 nI, apartados ll, 12, 14, 18 Y 19.
M Idem, apartado 13.
% Cfr. nuestras resellas a la Ley del Tribunal de lo Contencioso Administrati\lo cId
Distrito Federal de 26 de enero de 1971 y a sus reformas de 2 de ene:ro de 1973, en
Gaceta Informativa de Legislación y Jurisprudencia núm. 3, julio.septiembre de 1972,
México, UNAM, pp. 353·362; Y núm. 9. enero-marzo de 1974, pp. 66·68, respectivamellte.
Acerca del citado Tribunal, pueden verse también los artículos publicados en los núms.
1 y 2. de julio de 1972 y julio de 1973. de la "Revista del Tribunal de lo Contencioso
del Distrito Federal", dc la cual, lamentableIl1cntc, ya no han ,'ucIto a aparecer nuc,·os
nlÍmeros.
06 Cfr. op. cit. sujmt Ilota 63, <lpartados J!), 16 Y 17.
m Idem, apartado 18.
5. Algunos antecedentes
72 Cfr. Canilla FIOl"es. 011. di. .mfn·a Ilota 16, pp. 175·176.
73 Cfr. Quitana, José Miguel. "Reseña histórica de lo contencioso administrativo fis-
cal en México", en Jus, núm. ~6 marzo de 1954, México, pp. 204-206; y, Nava Negrete.
Alfonso, "Notas sobre 10 contencioso administrativo dd Distrito Federal", en Jurídica.
núm. 4. julio de 1972, México, pp. 261-262.
7<.1, Cfr. Fraga, CabillO, Derecho administrativo, Ed. Porrúa, M{~xico, 1971, (14~. ed.) ,
pp. 46B-469.
LA J LSTICIA AlJ~NSTR1\' A
a) L~ sala superior
Esta sala se integrará por nueve magistrados, nombrados, al igual que
los de las salas regionales, para un periodo regular de seis afios.8'l El quorum
se fOlma cuando menos con seis magistrados y las resoluciones de la' sala
deben ser aprobadas por la mayoría de los magistrados presentes. La pro-
pia sala superior designa de entre sus magistrados al presidente del Tribunal,
para un periodo de un año, con posibilidad de reelección. El magistrado
designado presidente del Tribunal, además de desempeñar este cargo, tarn·
bién forma parte de la sala.""
En general, las atribuciones que en la Ley de 1966 correspondían al pleno
del Tribunal, ahora son asignadas a la sala superior. ASÍ. a ésta se atribuye:
1) la creación y modificación en forma exclusiva de la jurispntdencia del
Tribunal Fiscal, la cual será obligatoria, sin excepción, para las salas regio-
nales; 2) la decisión de los recursos -queja o revisión- interpuestos contra
las resoluciones de las salas regionales; 3) el conocimiento de las "excitati-
vas" promovidas por las partes a causa del retardo de los magistrados en la
Eonnulació'n de los proyectos o en la emisión de los votos; 4) la calificación
de excusas y recusaciones, y 5) como atribución exigida por la desconccn-
tración geográfica. la resolución de las cuestiones de competencia que sé
susciten entre las salas regionales. M Aparte, la sala superior tiene las fun-
ciones administrativas que señala el artículo 16.
El presidente del Tribunal Fiscal de la Federación tiene, además, las atri-
huciones administrativas enumeradas en el artículo 19.
Las regiones en las que se divide el territorio para los efectos de asigna-
ción de competencia de estas salas, son las siguientes: 1) la del Noroeste
(estados de Baja California, Baja California Sur, Sinaloa y Sonora); 2) la
del Norte-Centro (Coahuila, Chihuahua, Durango y Zacatecas); 3) la del
Noreste (Nuevo León y Tamaulipas); 4) la de Occidente (Aguascalientes,
Colima, Jalisco y Nayarit); 5) la del Centro (Guanajuato, Michoacán, Que-
,'<'taro y San Luis Potosí); 6) la de Hidalgo-México (Estados del mismo
nombre); 73 la del Golfo-Centro (Tlaxcala, Puebla y Veracruz); 8) la del
Pacifico-Centro (Guerrero y Morelos) ; 9) la del Sureste (Oaxaca y Chiapas) ;
JO) la Peninsular (Campeche, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán), y 11)
la Metropolitana (Distrito Federal)." Ya hemos indicado que sólo en esta
última habrá tres salas regionales y en las demás regiones sólo una.
En términos generales, podemos afirmar que a las salas regionales se
atribuye en la nueva Ley el conocimiento y resolución de los mismos asun-
tos que la anterior asignaba a las siete salas del Tribunal. El articulo 23 de
ia nueva Ley se limita a reproducir el 22 de la Ley abrogada, sin tomar
siquiera en cuenta algunas modificaciones legislativas producidas durante
la vigencia de esta última Ley. Así. por ejemplo, la fracción IV continúa
aludiendo a la Dirección de Pensiones Militares, la cual fue reemplazada,
desde 1976, por el Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Annadas. s7
La competencia de las salas regionales la podemos dividir, siguiendo a
Fix-Zamudio, en dos sectores: el de anulación y el de plena jurisdicción. El
primero de ellos comprende, a su vez, dos tipos de conflictos: los concernien-
tes a la anulación de actos o resoluciones estrictamente fiscales y los derivados
de las prestaciones económicas que otorgan las instituciones de seguridad
sodal en beneficio de los empleados civiles y militares; prestaciones que el
autor citado califica de "parafiscales".
En el segundo sector competencial, el de plena jurisdicción, quedan com-
prendidas las controversias sobre reclamaciones de reparación patrimonial
directa contra el Estado por actos y omisiones culposos en el funcionamiento
,le Jos servicios públicos -previstas en el artículo 10 de la Ley de depura-
<"Íón de créditos a cargo del Gobierno Federal, de 31 de diciembre de 1941-
)' sobre responsabilidad civil de los funcionarios y empleados federales, así
como las controversias que se deriven de la interpretación y cumplimiento
de contratos de obras públicas celebrados por las dependencias del poder
ejecutivo federal. s8 La nueva Ley precisó que dichos contratos deben haber
&l Articulo 21, iaem.
In Cfr. artículo 40. transitorio de la Ley del Instituto de Seguridad Social de las
];IJt.'rzas Armadas Mexicanas, de 28 de mayo de 1976.
R8 Fix-Zamudio, Héctor, "Introducción al estudio del proceso tributario en el Derecho
Mexicano", en Perspectivas del derecho público en la segunda mitad cfel siglo XX (Home-
naje a Enrique Sa)'agues Laso)., Instituto de Estudios rle Administración Loca], Madrid,
1969, pp. J081-1085.
LA .J l.lSTICIA ADMINISTRATIVA
7. El proceso
r:
Este libro forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx
http://biblio.juridicas.unam.mx
LA JUSTICIA ADMINISTRATIVA
pia Ley de- depuración de créditos a cargo del Gobierno Federal, con las
modificaciones que el mismo precepto establece. lo3
En este trabajo nos ocuparemos brevemente sólo del proceso regulado
en el Código Fiscal de la Federación. Este ha tratado de estructurar un pro-
cc:<.o breve, concentrado y oral, toda vez que ha intentado que las fases pro-
uatoria y de alegatos se desarrollen en una sola audiencia. 104 Sin embargo,
en la práctica la audiencia se ha convertido en un trámite muy alejado de
los principios de oralidad y de concentración. IOG
a) Las partes
e) El procedimiento
Por regla, ]a demanda debe presentarse dentro de un plazo de quin~
días, contados a partir de] día en que haya surtido efectos la notificación del
acto reclamado. Además de los datos de identificación de los sujetos del pro-
ceso y del acto reclamado, la demanda debe contener "los hechos y funda-
mentos en que se apoya la reclamación" y "las pruebas que el actor se pro-
ponga rendir" .110
Presentada la demanda, el magistrado instructor podrá acordar: 1) que
el actor "aclare, corrija o complete" la demanda en un plazo de cinco días;
~) rechazar de plano la demanda "si no se ajusta a la ley", posibilidad con-
tradictoria con la anterior, o 3) admitirla y ordenar notificar a los demás
sujetos procesales interesados, la demanda y el auto admisorio y concederle.
un plazo individual de quince días para que contesten aquélla. En el mismo
auto admisorio de la demanda, se debe fijar la fecha de la audiencia de prue-
bas y alegatos. que se debe llevar a cabo dentro de los cuarenta y cinco días
siguientes. ll1
En general, se concede libertad para ofrecer cualquier medio de prueba,
pero se excluyen "la confesión de las autoridades" y los que no hayan sido
ofrecidos en el procedimiento administrativo ante la autoridad responsable,
salvo que en éste no se hubiere dado una oportunidad razonable para este
objeto. Las pruebas ofrecidas en la demanda y en la contestación deben
practicarse en la audiencia. En ésta, las partes deben también formular sus
alegatos. En la práctica. sin embargo, la audiencia se ha tornado, las más
de las veces, un trámite innecesario, al que con frecuencia no concurren las
partes y que es conducido sólo por el secretario de la instrucción del .iuicio.u:!
109 Fracción IV, primer párrafo del mismo artículo, Cfr., Hedu:ín lVirués, op. cir: mIna
nota 93. pp. 169·170.
110 Artículo!> 192 y 193 del CFF.
111 Artículos 199 y 200, ¡"cm.
l12 Vid., .supm nota 105.