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Fin de Qué - Mario Gologofff
Fin de Qué - Mario Gologofff
CONTRATAPA
¿Fin de qué...?
Por Mario Goloboff
Ninguno de los mitos y leyendas que circulan a nuestro benévolo alcance junta
de tal modo las fantasías de la epopeya la de la supuesta extinción, las del
renacimiento y la de la duración o, mejor aún, las de la tozuda e intolerable
permanencia, como el del Ave Fénix. Muchas ideas y concepciones religiosas
e ideológicas se nutren de él, y especialmente aquéllas que alientan una
supervivencia más allá de todo.
Ave Fénix. Por ser el único animal que se niega a probar la fruta prohibida, se
le conceden varios dones, entre ellos la inmortalidad, con la capacidad de
renacer de sus cenizas. Lo coronarán, después, Dante, Shakespeare, Quevedo
y Milton, magníficamente.
En nuestra humilde América, los seres y los tiempos más terrenales, más
laicos, suelen metaforizar a la famosa Ave, como a todo en estas nobles
patrias, dentro de ese poderoso imán que es la política. Y es verdad que aquí
se han dado corrientes cuyo nacimiento, crecimiento, decadencia,
resurgimiento, inconmovible perennidad hacen pensar naturalmente en ella.
Para no hablar sino del último siglo y sólo de algunas pocas, recordemos el
PRI (Partido Revolucionario Institucional), que nació en el México insurgente
a instancias de la revolución del ’10, y sigue bien plantado en ese vasto país
del norte latinoamericano; la Revolución Cubana, devenida de puramente
agraria y antiimperialista en socialista, por el convencimiento de sus dirigentes
y de las masas que los empujaron e impulsaron; el sandinismo, nacido a partir
de la resistencia a las cruentas invasiones y ocupaciones norteamericanas en
los países de la América Central y del Caribe; el APRA peruano (Alianza
Popular Revolucionaria Americana), uno de cuyos orígenes se encuentra (y
aquí suele olvidarse) en nuestra Reforma Universitaria del ’18, en Córdoba,
que influyó en su fundador, Víctor Raúl Haya de la Torre. De más está
agregar, el peronismo en la Argentina y, ahora, su variante revitalizadora (que
es, asimismo, mucho más que eso), el kirchnerismo.
Todos ellos encarnan movimientos colectivos a los que muchas veces oímos
llamar “proteicos”. Quizá porque los griegos, que supieron e informaron sobre
el singular Fénix no lo incorporaron, como extranjero, a su acervo y
prefirieron una creación autóctona: la del dios cambiante de formas, como el
mar, Proteo. Y a quien uno de los mayores ensayistas del continente, el
uruguayo José Enrique Rodó, dedicó sus ideas sobre regeneración individual y
mutabilidad del ser, Motivos de Proteo, obra que, junto con su anterior Ariel,
constituyen dos basamentos del pensamiento latinoamericano, fundadores de
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