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ODONTOLOGIA SANITARIA

Si tomamos como base la definición de salud pública ofrecida por


McGavran, no resulta difícil definir la odontología sanitaria. Es ésta, la
disciplina de la salud pública que tiene como misión el diagnóstico y tratamiento
de los problemas de la salud oral de la comunidad. Empleamos
aquí la expresión, salud oral, en el sentido antes mencionado, es decir, en
el de comprender los dientes y otras estructuras de la cavidad oral de la
competencia del dentista.
Así definida, la odontología sanitaria tiene su objetivo perfectamente
caracterizado: la salud oral de la comunidad. El individuo que la ejerce,
el odontólogo sanitario, es un especialista de la salud pública. Es un sanitario
especializado en una disciplina de la salud pública, la odontología
sanitaria, cuyo estudio constituye el propósito de este libro.

Como miembro del equipo de la salud pública, el odontólogo sanitario


procura conocer los problemas de salud de su paciente, la comunidad; como
especialista, estudia con detalle los problemas odontológicos que son parte
integrante de esos problemas de salud. Esto le permite tener una visión de
conjunto; le faculta para ver los problemas odontológicos en su propia
perspectiva, sin disminuirlos o hipertrofiarlos.

Como elemento integrante de una profesión multi-disciplinaria de


"profesionales
de igual nivel", como dice McGavran, el odontólogo sanitario debe
ser capaz de mantener siempre el sentido de la justa proporción de su
programa, en relación con el programa general de la salud pública. En
otras palabras, debe contribuir para que el programa de salud pública de
su comunidad sea equilibrado, esto es, para que las actividades desenvueltas
en las varias áreas de la salud, guarden proporción con la importancia
relativa de los problemas.
El sentido de la proporción debe ser una de las virtudes del dentista.
Hemos visto con frecuencia programas de odontología sanitaria que pecan
por defecto y otros por exceso; ambos extremos resultan indeseables.
Para el odontólogo sanitario, la comunidad puede ser una ciudad o parte
de ella, si trabaja a nivel local; o un estado, región, país, o grupo de países,
si trabaja a otros niveles. En cualquiera de ellos, lo que importa es la
visión de conjunto de la comunidad, tanto más compleja cuanto más extensa
sea geográficamente y mayor el número de población. Por extensa y compleja
que resulte, para efectos de trabajo, podrá ser subdividida en unidades
menores, de modo que, en conclusión, la comunidad local será el extremo de
la cadena, el punto de aplicación de los beneficios de un programa de
odontología sanitaria en cualquier nivel.

La idea de que la odontología sanitaria es prevención


o de que odontología sanitaria es asistencia al indigente, a la gestante, al
escolar, o a cualquier otro grupo, no tiene razón de ser. Odontología sanitaria
es trabajo organizado de la comunidad, en la comunidad y para la
comunidad, en el sentido de obtener las mejores condiciones medias posibles
de salud oral.
No existe una dicotomía entre clínica particular y odontología sanitaria.
La clínica particular es una aliada importantísima en el trabajo del odontólogo
sanitario en países industrializados de libre empresa. En comunidades

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de alto nivel económico, la cobertura dada por ella puede alcanzar casi
el 100%.
Por otro lado, en países de economía planificada centralmente, en países
donde el estado providencia dispone de amplios recursos, o en países de libre
empresa de economía agraria primitiva, la actividad de la clínica particular
en el sector de tratamiento es reducida; en cambio, la de los servicios sociales
adquiere gran amplitud.
El esquema presentado tiene, pues, aplicación universal y permite una
filosofía de la salud pública también de carácter universalista, aplicable a
países en distintas etapas evolutivas y con diferentes sistemas de organización
político-económica

El odontólogo sanitario que estamos describiendo como elemento principal


encargado de la odontología sanitaria en una comunidad, sería el que trabaja
en los servicios de los ministerios de salud pública. Cuando está adscrito a
otros tipos de servicios sociales, el ámbito de su trabajo tendría que ser
reducido para ajustarse a los objetivos del servicio a que pertenence. Así,
por ejemplo, un odontólogo sanitario jefe de un servicio dental escolar, ya
estaría, por razón de su misma función, vinculado especialmente a los
problemas de la edad escolar. La limitación de su atención a un grupo de
edad no implica, sin embargo, el restringir su actuación a la tercera área
(servicios sociales); por el contrario, muchas veces en un servicio escolar
el trabajo es mucho más fructífero cuando se concentra en las dos primeras
áreas.
El odontólogo sanitario no debe nunca hacer frente a su trabajo en forma
pasiva, como la de prestar asistencia en un servicio social exclusivamente
a aquellos que lo requieren. Sería ésta, una fórmula segura para transformar
un trabajo que es por naturaleza estimulante, en frustración, rutina y
desaliento. Su actuación debe ser orientada en una forma amplia, osada,
agresiva, considerando a la comunidad como a un paciente. Como sugiere
McGavran , a los jóvenes dentistas que ingresan en la carrera sanitaria
habría que decirles: "He aquí un paciente nuevo, infinitamente más complejo
que el individuo con quien habéis trabajado hasta hoy; he aquí una
ciencia que está en su infancia, comparada con la ciencia odontológica;
un paciente que requiere el uso integral de todas vuestras facultades y que
os exigirá siempre más. He aquí mares inexplorados, tierras vírgenes para
la investigación con oportunidad de servir bien a la humanidad y con las
cuales nunca sofiásteis. Aquí se os ofrece una especialidad, que es peligrosa,
porque en ella se entra en franca competencia por el liderato con colegas
de diferentes profesiones. Alcanzaréis ese liderato si es que lleváis potencial
en vuestra intimidad. Aquí, vuestro éxito o fracaso no será contado por
unidades, sino por decenas, por millares, por centenas de millares".

RELACIONES DE LA ODONTOLOGIA SANITARIA


CON LA ODONTOLOGIA Y CON LA SALUD PÚBLICA

Si consideramos a la salud pública como profesión independiente, siguiendo


a McGavran, la odontología sanitaria constituirá una de sus especialidades
perfectamente caracterizadas. Por otro lado, la odontología
sanitaria constituye también una de las especialidades de la odontología.
Este doble carácter aparece perfectamente caracterizado en los Estados
Unidos. Por una parte, la odontología sanitaria es reconocida como una de

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las siete especialidades de la odontología. Anualmente se celebran exámenes
ante una "Junta de Odontología Sanitaria" para la graduación de nuevos
especialistas. Para tomar parte en ellos, se considera como requisito
indispensable
la posesión del diploma del curso de salud pública. Por otra, la
odontología sanitaria constituye una sección de la Asociación Americana
de Salud Pública. Así los "odontólogos sanitarios", como dentistas, son
miembros de la Asociación Dental Americana (ADA); como sanitaristas
son miembros de la Asociación Americana de Salud Pública (APHA), y
como odontólogos sanitarios forman una asociación independiente, la
Asociación
Americana de Dentistas de Salud Pública (AAPHD).
De este modo, el odontólogo sanitario viene a resultar vinculado a dos
profesiones, circunstancia que implica una doble lealtad no siempre fácil
de mantener. El dilema del dentista en salud pública es el de todos los
miembros del equipo. Cuando los intereses de un programa de salud pública
chocan con los de la profesión de origen, ¿a qué señor deberá servir? En
otras palabras, al ingresar en la carrera sanitaria, ¿se desprende el profesional,
bien sea médico, dentista o enfermera, de su profesión de origen
e ingresa en una nueva profesión? No pretendemos dar aquí solución al
problema. En los términos en que McGavran plantea la situación no habría
alternativa; el odontólogo sanitario es primordialmente un sanitario y sólo
así podría actuar con eficacia plena en un equipo democrático e
interdisciplinario
de profesionales de igual nivel, como el que constituye la salud
pública. No dejamos de reconocer las razones en favor de su aseveración;
sin embargo, creemos que en la fase actual de desenvolvimiento y
estructuración
de la carrera sanitaria, sería prematuro cortar el cordón umbilical
que une a los sanitaristas especializados con sus profesiones de origen.
El importante papel representado por la profesión organizada en el
desenvolvimiento
ulterior de la odontología sanitaria, todavía exige y exigirá por
algún tiempo del odontólogo sanitario, una actitud de flexibilidad. La lealtad
debida a la profesión de origen no significa subordinación. Por el contrario,
es una oportunidad, un reto a la capacidad rectora del odontólogo sanitario.
Los mejores programas de salud pública de los cuales tenemos conocimiento,
son aquellos en que los odontólogos sanitarios son elementos activos,
respetados,
de sus organizaciones profesionales.
La odontología sanitaria está aún en la infancia. En la América Latina
todavía lucha por su consolidación como disciplina de la salud pública.
Para esta consolidación necesitará el odontólogo sanitario el apoyo de las
asociaciones profesionales. Cuando se produzcan situaciones en conflicto, el
odontólogo sanitario tiene la misión de poner en claro ante los líderes
profesionales
los puntos de vista de la salud pública, y orientar su conducta
por los cauces que la lógica, la razón y el sentido común le indiquen,
dentro siempre de las normas de la ética y sin transigir frente a intereses
subalternos.
RELACIONES CON LA
ODONTOLOGIA PREVENTIVA
Las relaciones de la odontología preventiva con la odontología sanitaria

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son semejantes a las que la medicina preventiva guarda con la salud pública
en general. La odontología preventiva suministra al odontólogo sanitario,
las armas para la lucha contra las enfermedades y los instrumentos de
trabajo o métodos para uso en los programas de odontología sanitaria.
No compartimos la opinión de los que creen que odontología preventiva y
odontología sanitaria son sinónimas . La distinción entre ambas a
nuestro ver, es muy clara.
Tomando el término prevención en su sentido estricto, odontología preventiva
es la parte de la odontología que trata de los diferentes métodos por
medio de los cuales se pueden prevenir las enfermedades orales. En la
odontología preventiva, cuando se estudia un método preventivo, no importa
saber si dicho método va a ser aplicado en clínica particular o en salud
pública. Esta selección corresponde a la odontología sanitaria. La odontología
preventiva está constituida por una suma de conocimientos que cuando
son aplicados, bien sea en la clínica particular, o en servicios sociales, o
como medidas colectivas, permiten prevenir total o parcialmente las
enfermedades
cuya atención compete al dentista.
La odontología sanitaria ha sido ya ampliamente definida. Como sabemos,
se sirve de los conocimientos que le aporta la odontología preventiva,
para aplicarlos, a través de la clínica particular, de servicios sociales o de
medidas colectivas, en el tratamiento de las comunidades.
La odontología preventiva, tomando el término prevención en el sentido
amplio que le atribuyen Leavell y Clark (3), pasa a ser sinónimo de
odontología integral, sin dejar por eso de ser instrumento de la práctica
de la odontología sanitaria.
Este punto de vista quedará perfectamente claro en este libro de texto,
que es de odontología sanitaria y no de odontología preventiva. No existen
en él capítulos de odontología preventiva, que habrán de ser desarrollados
en textos especialmente dedicados a ella.

RELACIONES CON OTRAS CIENCIAS


La odontología sanitaria es una especialidad de mayor ámbito que la
odontología, como ya mencionamos anteriormente. El concepto actual de salud
pública como tratamiento de la comunidad pone a esta ciencia y con ella a
todas sus disciplinas, en una posición intermediaria entre las ciencias sociales
y las biológicas. El término "salud" la liga a las ciencias biológicas;
el término "pública", a las ciencias sociales.
El odontólogo sanitario trae de la odontología sus instrumentos de trabajo para
resolver los problemas de la salud oral, y de la salud pública, los conocimientos
que lo habilitan para usarlos, junto con otras especialidades de la salud pública,
en programas integrados de salud pública. Entendemos por programas
integrados de salud pública, aquellos en que los diferentes problemas de salud
de la comunidad son atacados simultánea y armónicamente
por los varios especialistas de salud pública, trabajando en equipo.
Pero esos conocimientos, de odontología y de salud pública, por sí solos, no
hacen un buen odontólogo sanitario. Para ello habrán de ser completados con
un fondo amplio y sólido de conocimientos de las ciencias sociales.
Mientras el trabajo en ciertas especialidades de la odontología exige gran
profundidad en campos cada vez más circunscritos, la labor en odontología
sanitaria exige gran extensión, gran superficie y en campos cada vez más
amplios. El especialista en cualquier disciplina de salud pública tiene que

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proyectar su estudio hacia dos áreas igualmente importantes. Por una parte
necesita estar al día en su especialidad, con los progresos recientes en
odontología preventiva y en odontología de un modo general. Por otra, para
poder actuar en el equipo de salud pública, en igualdad de condiciones con los
demás miembros del equipo, debe prepararse para comprender, apreciar y
criticar el programa de salud pública en su conjunto o, en otras palabras, debe
potencialmente estar en condiciones de si no actuar, por lo menos pensar como
generalista. Ahora bien, es imposible pensar o actuar como
generalista, sin una base sólida en las ciencias sociales y en humanidades.
El sanitarista necesita situarse en el tiempo y en el espacio, ha de comprender
a la comunidad en sus más íntimos aspectos y problemas. Historia, geografía
humana, geografía económica, demografía, sociología, psicología social,
antropología cultural, ciencia política y economía política, son campos del
conocimiento humano de los que el odontólogo sanitario debe poseer,
si no un dominio profundo, por lo menos un conocimiento instrumental.
Las disciplinas relacionadas anteriormente no forman parte de los planes de
estudio de odontología. Algunos de ellos, lo fueron de la instrucción
preodontológica, en una época en la que, por cierto, no se les otorgaba el valor
que merecían. En los cursos de salud pública, limitados a estudios intensivos
de un año lectivo durante el cual apenas si alcanza el tiempo
para dedicarlo a las ciencias propiamente sanitarias, tampoco ha habido
ocasión para familiarizarse con las ciencias sociales. Quedará, pues, en el
propio odontólogo sanitario, en su programa personal de estudios después de
los cursos formales, la responsabilidad de llevar a cabo lecturas
cuidadosamente sistematizadas en el campo de las ciencias sociales.
Encontrándose ya en su pleno ejercicio profesional, el odontólogo sanitario
deberá
poseer una buena dosis de autodisciplina, para poder distribuir con prudencia,
entre la propia especialidad y las ciencias sociales, el tiempo que haya de
dedicar al estudio. El tiempo es limitado y se acumula la cantidad de literatura
especializada que ha de ser leída. Es preciso, por consiguiente, distribuir bien
el tiempo. El odontólogo sanitario completo, aquel cuya voz
logrará ser oida y cuya opinión merecerá ser acatada en una reunión de
especialistas y generalistas de salud pública, será aquel cuya especialidad se
asiente sobre base más sólida. Sólo una base general de amplia cultura podrá
hacer líderes en odontología sanitaria.
¿Qué puede hacer el dentista o el médico sin conocimientos de semiología?
Exactamente lo mismo que haría el sanitarista sin conocimientos de las
ciencias sociales: una labor de calidad subalterna. No creemos exagerado
afirmar, que la salud pública reposa en nuestros días sobre una base de
conocimientos de las ciencias sociales. Sobre esta base es donde deben ir
asentándose los conocimientos de las ciencias biológicas.

El odontólogo sanitario debe considerar como su misión, la de lograr para


la comunidad a la que debe servir, el grado más alto posible de salud oral
para los individuos que la constituyen. Por lo tanto, tiene que preocuparse
de poner en práctica todos los medios por los cuales es posible prevenir o
tratar las afecciones sanitarias y orales de la comunidad. En suma, deberá
preocuparse:

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a) de la utilización, siempre que sea posible, de medidas de carácter
colectivo para reducir la incidencia de enfermedades dentales en la comunidad;
b) de que los dentistas de la comunidad empleen hasta el máximo, las
medidas preventivas de carácter individual;
c) del aumento de la productividad de trabajo del dentista, allí donde
las necesidades y demanda superen la capacidad de prestación de servicios;
d) del aprovechamiento máximo de las posibilidades de la clínica particular,
por los individuos cuyos recursos económicos lo permiten;
e) de la organización y funcionamiento eficaz de servicios dentales, para
la atención, con carácter suplementario, de aquellos individuos que no están
en condiciones de pagar por los servicios profesionales;
f) de la organización y consiguiente funcionamiento adecuado de servicios
dentales para la atención individual de miembros de distintos grupos de
población, que, bien sea voluntariamente (sociedades mutuas), o en virtud
de medidas legislativas (previsión social), utilizan otros sistemas de pago
distintos al que supone el efectuado directamente por el paciente al profesional,
como retribución por los servicios de éste;
g) de los medios de aumentar los recursos de mano de obra y financieros
para los servicios dentales, al ritmo del desenvolvimiento económico-social
del país.
Para alcanzar esas metas, posee gran eficacia el método educativo, que
consiste en:
1. Educar al individuo para la solicitud y utilización plena de los recursos
existentes.
2. Educar al dentista en la adopción de métodos preventivos y de los
que aumentan la productividad del trabajo clínico.
3. Educar a la comunidad para que, dentro de la tradición política y
cultural que le son propias, adopte la organización más eficaz posible para
la distribución y remuneración de los servicios profesionales.
En resumen, el sanitario procurará utilizar sabiamente los recursos a su
disposición, e influenciar a la comunidad para que emplee hasta el máximo
los recursos que escapan al control de él.
Vista a través de este prisma, la odontología sanitaria escapa a las
controversias
doctrinarias sobre socialización de la profesión, sistemas de pago,
necesidad de mantener el sistema de libre selección del profesional y de
retribución directa del paciente al dentista, así como de tantas otras manzanas
de discordia. El papel del sanitario es el de armonizar y no el de
crear conflictos. Debe acompañar las transformaciones sociales de su país
y, en todo momento, estar dispuesto a indicar la mejor organización posible
dentro de las circunstancias. Los intereses del gobierno en el bienestar
social, del consumidor (paciente) y del productor (profesional), deben mantener
un equilibrio delicado. El consejo o la indicación deberá ser dado en
el momento oportuno. Es posible que una solución o método adoptado hoy
en un país, con magníficos resultados, sea absolutamente impracticable en
otro. El sentido común es el que indicará al odontólogo sanitario la oportunidad
de las modificaciones que deban ser introducidas en el programa odontológico,
sin perder de vista que, en general, tendrán raíces profundas en fuerzas más
amplias de la dinámica social que aquellas alcanzadas por
su ámbito de acción.

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