Está en la página 1de 178

CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO

Samantha Kane

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-1-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

ARGUMENTO

1817. Gregory Anderson ha vuelto a Inglaterra sin tener muchas

ganas después de más de siete años navegando por el mundo. Medio

polinesio, Gregory está entre dos mundos. No está buscando amor. Sólo

un cuerpo caliente de ingenio e inteligencia razonable para que le ayude a

pasar los pocos meses que estará en Inglaterra.

El matrimonio de Nat y Alecia Digby, concertado cuando ambos eran

jóvenes y tontos, casi naufraga antes casi de empezar cuando los dos se

buscaron amantes. No quieren dejar los juegos eróticos que aprendieron a

jugar y disfrutar, pero no arriesgarán de nuevo su matrimonio

enamorándose de otra persona.

Cuando los tres se encuentran, creen que no serán nada más que

una o dos noches de placer compartidos y emociones eróticas. Pero lo

impensable sucede, porque el amor se niega a ser exiliado.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-2-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

ÍNDICE

CAPÍTULO 1 4
CAPÍTULO 2 15
CAPÍTULO 3 26
CAPÍTULO 4 44
CAPÍTULO 5 64
CAPÍTULO 6 78
CAPÍTULO 7 98
CAPÍTULO 8 110
CAPÍTULO 9 125
CAPÍTULO 10 136
CAPÍTULO 11 155
EPÍLOGO 174

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-3-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 1

—Ah, veo que el nativo ha regresado.

Gregory Anderson se volvió hacia la voz cansina, la malicia del otro hombre
apenas contenida bajo su tono aburrido, ligeramente divertido. Era Hardington.
La primera incursión de Gregory en la sociedad cortés desde que regresó a
Inglaterra y tuvo que toparse con uno de sus conocidos menos tolerables. No
había visto a Hardington desde poco después de la guerra. Gregory había
rechazado sus avances, y su oferta de invertir en su primer viaje. El hombre era
completamente indigno de confianza.

Gregory arqueó una ceja con frialdad mientras se encontraba con la mirada
de Hardington y luego insolentemente recorrió con la mirada la forma del otro
hombre. Hardington engañaba maravillosamente, por supuesto. El hombre sabía
que lo único agradable sobre él era su aspecto. Era alto, moreno, amenazante y
de buena constitución. Lástima que su mente fuera un pozo negro.

—Sigues siendo sorprendentemente poco atractivo, Hardington —Gregory


respondió cortésmente— y la respuesta sigue siendo no.

Hubo gritos ahogados de varias personas que estaban de pie cerca y


escuchaban a escondidas descaradamente. El rostro de Hardington se puso rígido
de disgusto mientras sus mejillas se tiñeron de rojo. Gregory suspiró para sus
adentros. Como si su aspecto no fuera suficiente para los chismes, había perdido
el control de su indisciplinada lengua una vez más. Pero ya que mañana iban a
hablar sobre él durante el té de todos modos, bien podía asegurarse de que los
rumores fueran tan espectaculares como pudiera hacerlo posible.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-4-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Hardington se acercó.

—Ahora estás en mi mundo, Anderson —afirmó tranquilamente—. Yo


tendría mucho cuidado si fuera tú.

Gregory apartó la mirada de Hardington, disgustado con sí mismo casi tanto


como con el otro hombre. Entonces vio a Daniel Steinberg que le sonreía
ampliamente desde el otro lado del salón de baile y se olvidó por completo de la
presencia de Hardington.

—Discúlpenme —dijo Gregory a nadie en particular y cruzó la habitación


hacia Daniel. Era como nadar contra la corriente. Los vestidos y chalecos de
colores alegres en el salón de baile brillaban a la luz de las velas recordando a
Gregory los peces de colores brillantes de los Mares del Sur. Y, como peces
asustados, la gente se apartó de su camino a su paso.

Sabía que era imponente con su más de metro ochenta de alto, con
hombros tan anchos que su sastre se desesperaba. Pero también sabía que no
era su presencia física lo que ponía nerviosa a las personas a su alrededor. Era el
miedo. Él era, después de todo, medio salvaje y Dios sabía que podía volver a su
baja naturaleza en cualquier momento. Se burló cuando dos debutantes incoloras
se escabulleron de su camino. No necesitaban tener miedo. No sentía ningún
deseo de tirarlas abajo y robar sus inocencias invioladas. Ellas le atraían tanto
como Hardington.

Daniel luchó a través de la multitud y le encontró a mitad de camino.

—Gregory —gritó con obvio placer—. ¿Cuándo llegaste a la ciudad? —alargó


la mano y cogió la de Gregory en un firme apretón de manos al llegar y le apretó
el hombro con la otra.

El saludo de Daniel era tan cálido que Gregory olvidó la fría bienvenida que
había recibido hasta ahora.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-5-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Ayer —respondió Gregory estrechando la mano de Daniel con las suyas—.


Dios, Daniel, es bueno verte.

Sabía que su sonrisa era tan amplia como la de Daniel. Había echado de
menos a su viejo amigo de la infancia todos estos años que había estado fuera.

—Palu —fue todo lo que dijo Daniel, un mundo de significado en el antiguo


nombre de la infancia.

Gregory pudo ver la comprensión en los ojos de Daniel antes de que él


soltara su mano y le agarrara del brazo, tirando de Gregory hacia un grupo de
personas que les observaban con interés no disimulado.

—Vamos, permíteme presentarte a algunos nuevos amigos y hay algunos


viejos aquí que estarán muy contentos de verte de nuevo.

—Así que finalmente has decidido que no todos somos malos y vamos a
honrarnos con su presencia —una voz divertida arrastró las palabras desde la
mitad del grupo mientras se acercaban y Simon Gantry caminó suavemente
entre dos personas para estar de pie delante de Gregory.

—Simon —exclamó Gregory y estrechó la mano ofrecida—. ¿Cómo estás?

—¿Cómo estoy? —dijo Simon riéndose—. Bueno, estoy muy bien, teniendo
en cuenta que he estado atrapado aquí, en Inglaterra, mientras tú navegabas
por el mundo, descubriendo nuevas tierras y seduciendo a nativas inocentes.

Gregory se rió por primera vez desde su llegada a la fría sala de baile.

—Eso sería descubriendo nuevas plantas y dejarse seducir por las nativas.

Simón agitó la mano despreocupadamente delante de él con un resoplido.

—La diferencia es insignificante.

—No para las plantas —replicó Gregory seriamente, provocando otra risa de
Simon.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-6-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Él se giró entonces y sacó a una voluptuosa belleza de pelo castaño de la


pandilla.

—Querida, permíteme presentarte al Sr. Gregory Anderson. Gregory, ésta


es la Señora Neville, la esposa de Phillip Neville —la dama sonrió ampliamente y
Gregory se inclinó para besarle la mano extendida.

—Sr. Anderson —dijo, y su voz era dulce y profunda, como el ron oscuro—.
He oído hablar mucho de usted. Y podría añadir que está a la altura de su bien
merecida reputación.

—Gracias —respondió Gregory con una sonrisa—. Creo.

Parecía estar embarazada, aunque su vestido lo disimulaba muy bien. Tal


vez por eso parecía brillar con salud y exudaba sensualidad.

Ella se echó a reír justo cuando Phillip Neville y Jonathan Overton se


acercaron. Neville le tendió un vaso y su mujer lo tomó agradecida. Gregory notó
que Overton se puso al otro lado de ella, la mano en su brazo con propiedad. Por
lo tanto, había leído la carta de Daniel correctamente. Los tres estaban juntos.
Interesante.

—Anderson —dijo sombríamente Overton, sacudiendo su mano. Luego


sonrió, y a Gregory le impresionó el cambio en él. Siempre había sido serio hasta
el punto de melancólico. Parecía que Neville y su bella esposa habían provocado
un cambio milagroso—. Es bueno verte de nuevo. ¿Cuándo volviste?

—A Londres, ayer —respondió, comprendiendo que lo repetiría toda la


noche—. Pero atracamos en Liverpool hace un mes. Presenté mis respetos a mi
tía y tío y primos antes de venir aquí —sacudió la cabeza con incredulidad—. Y de
alguna manera Wilchester se enteró de la situación y envió una invitación.
¿Dónde está la feliz pareja?

Decir que Gregory se había sorprendido al recibir una invitación al baile que
el Conde de Wilchester daba para celebrar el matrimonio de su sobrino Ian

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-7-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Witherspoon era un eufemismo. Cuando llegó a su casa de Londres para


encontrar la invitación pensó que seguramente era un error. Pero el conde, un
mecenas de la Real Sociedad, había incluido un mensaje escrito a mano
instándole a venir. Difícilmente podía negarse.

—Bailando por ahí —dijo una voz femenina detrás de él, con no poco
descontento—. Al parecer, algunos esperan que salgamos a bailar

—Todos —dijo otra mujer en voz baja.

Gregory se dio la vuelta para ver a Kate Collier... no, ahora era Lady
Randall... de pie a unos metros de distancia, sonriéndole. Todavía era
llamativamente hermosa con el pelo tan rubio que parecía blanco.

—Lady Randall —dijo, dando un paso hacia ella, al mismo tiempo que ella
daba un paso adelante.

Su sonrisa era genuina.

—Sr. Anderson, qué alegría verle de nuevo.

—Mis felicitaciones por el nacimiento de su hijo —dijo Gregory.

Lady Randall rebosó alegría.

—Gracias. Sí, Anthony. Es un encanto. Pero debo decir que el bebé ha


puesto la casa de cabeza.

Se rió mientras se giraba a la mujer de pie detrás de ella y la arrastró hacia


adelante. Era joven, pero estaba claro que iba a llevar a algún hombre a una
alegre persecución muy pronto. Alta, delgada, bien proporcionada, con brillante
cabello oscuro y ojos que partían con inteligencia y picardía, la mirada de la
joven lady viajó de arriba a abajo por su persona con obvia admiración.

—¿Puedo presentarle a mi sobrina, la señorita Thomas? —dijo Lady Randall.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-8-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

La joven hizo una reverencia con elegancia, de alguna forma logrando


mantener los ojos en él todo el tiempo.

—¿Cómo está usted, Sr. Anderson? —Arrastró las palabras con una sonrisa
coqueta—. Es absolutamente encantador conocerle.

Gregory se inclinó desde una distancia segura. Prefería admirar a su clase


desde lejos. Atrayendo y desplegando sus alas para comenzar a explorar los
juegos que hombres y mujeres jugaban. No se aventuraba en aquellas aguas si
podía evitarlas.

—Señorita Thomas —respondió cortésmente.

La joven belleza vio a alguien en la multitud detrás de él y sus ojos se


iluminaron como estrellas caídas del cielo. Por un instante, Gregory se molestó
un poco, aunque sonara hipócrita. Pero el alivio ahuyentó aquellos sentimientos.
No tendría que preocuparse por la búsqueda en esta época.

—Hola, Anderson —dijo Wolf Tarrant y Gregory no pudo ocultar su sorpresa.


Kensington no estaba a la vista y estaba claro que la presencia de Wolf alrededor
de la señorita Thomas era señal de propiedad. Las cosas habían cambiado mucho
en su prolongada ausencia.

La señorita Thomas se escabulló hasta el lado de Tarrant y metió su mano


alrededor de su brazo.

—Varios de nosotros asistimos a una conferencia en la Royal Society el mes


pasado, Sr. Anderson, la que se basó en su último estudio del Pacífico.

Lady Randall se movió para estar de pie junto a su sobrina con un


movimiento sutil de la cabeza. La señorita Thomas dejó ir a Tarrant a
regañadientes. Era divertido ver qué parecidas eran las dos mujeres en belleza y
temperamento. Había afecto entre ellas, pero era evidente que Lady Randall no
estaba demasiado contenta con el evidente favoritismo de la muchachita. Por

TRADUCTORAS INEXPERTAS
-9-
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

todo esto Tarrant se mantuvo frío y distante, pero sus ojos siguieron a la
Señorita Thomas cuando se acercó a su tía y puso algo de distancia entre ellos.

—¿Y usted? —respondió Gregory, con lo que todo el mundo volvió a la


conversación.

—Oh, sí —respondió Lady Randall—. Fuimos bastante populares porque le


conocíamos personalmente —ella se rió—. Aunque debo decir que el Dr. Appleton
se decepcionó al averiguar que éramos terriblemente ignorantes de su
investigación.

—¿Anderson? —Gregory sintió una mano sobre su hombro. Se giró y Ian


Witherspoon estaba allí de pie, sonriéndole.

— ¡Gregory! —Ian rió. Echó un brazo alrededor de sus hombros y le


abrazó—. ¡Eres tú! ¿Has hecho todo el trayecto desde los Mares del Sur para
desearme lo mejor?

Gregory se rió con él.

—Apenas. Estoy aquí para estudiar los patrones de apareamiento de la


nativa aristocracia Inglesa —bromeó.

El único inglés que podía mirar a Gregory a los ojos se acercó y le fulminó
con la mirada.

—Ni siquiera pienses en establecer un puesto de observación en nuestra


casa, Anderson —gruñó Derek Knightly—. Tendré que despellejarte vivo y
comerte como uno de tus isleños —Ian se separó de Gregory para estar de pie al
lado de Knightly y Gregory fue golpeado de nuevo por la elegancia rubia de Ian
en contraste con el oscuro y rufián atractivo de Derek. Estaba un poco
sorprendido de ver que los dos seguían juntos después del matrimonio de
Witherspoon.

—Bien, me han dicho que mi sabor es bastante bueno —respondió Gregory


agradablemente y la mayoría de los hombres se rieron. Tardíamente se dio

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 10 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

cuenta de que la señorita Thomas y Lady Randall todavía estaban allí de pie y se
sonrojó.

La señorita Thomas le sonrió maliciosamente y luego volvió la mirada


ardiente hacia Tarrant, que hacía señas detrás de ella. Un joven caballero estaba
allí de pie, con la boca abierta. Estaba flanqueado por Jason Randall y Tony
Richards. La señorita Thomas suspiró como una molesta heroína de una novela
gótica.

—¿Supongo que está aquí para reclamar un baile? —preguntó con irritación
mal disimulada. Miró su tarjeta de baile—. ¿Sr. Rutherford? ¿Es eso correcto?

—Mucho —Jason Randall gruñó en señal de advertencia.

La señorita Thomas ignoró a Randall mientras hacía una reverencia con una
sonrisa cortés y le tendía la mano a su pobre indeseada pareja de baile, quien se
atrancó en una disculpa, aunque Gregory no estaba seguro de por qué y la llevó
fuera. Gregory observó con fascinación cuando ella se giró para mirar
ansiosamente a Tarrant, quien la observaba como un ave de rapiña viendo su
última comida robada bajo sus narices.

—Hola, Anderson —dijo Tony calurosamente—. Ha pasado mucho tiempo —


estrechó la mano de Gregory con afecto—. Todos hemos seguido tus viajes con
gran interés.

En ese momento, el conde de Wilchester se acercó con otra mujer


increíblemente hermosa en su brazo. Dios mío, ¿se habían vuelto las inglesas
más atractivas desde que se había marchado? ¿O es que estaba hambriento de
algo inglés? Ese pensamiento era un poco deprimente, ya que él apenas era
considerado inglés por la mayoría de sus compatriotas.

—Anderson —dijo el conde con un gesto de la cabeza en su dirección—. Es


muy amable de su parte venir con tan poca antelación. Espero que su viaje de
regreso fuera bueno.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 11 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Gregory hizo una ligera reverencia.

—Sí, gracias, señor. Buen tiempo y mar en calma.

—Bien, bien —dijo el conde con una sonrisa cortés. Se giró hacia su sobrino
y la sonrisa se volvió una de genuino afecto—. Te devuelvo a tu novia, Ian. No
podía estar separada de ti por más tiempo —como una ocurrencia tardía se
volvió hacia Gregory—. Lo siento, Anderson. No ha conocido a mi querida
sobrina, ¿verdad? —Su afecto por la joven en su brazo era evidente—. Querida,
permíteme presentarte al famoso Sr. Gregory Anderson. Su padre era el célebre
naturalista Gordon Anderson, que navegó con el capitán James Cook. Y su madre
era una nativa de las Islas Friendly. Él mismo es —miró a Gregory, como
buscando su confirmación— un poco famoso naturalista en estos días, ¿eh?

Gregory se limitó a sonreír cortésmente. Sabía que el linaje era importante


para estas personas, el salón de baile lleno de la cream de la aristocracia inglesa.
Debería estar acostumbrado a sentirse como la rareza de mala educación entre
ellos, una curiosidad que su padre había traído a casa de sus exploraciones. Pero
su estómago se sentía incómodo y su sonrisa era forzada.

La señora Witherspoon le tendió la mano con timidez, un rubor coloreó sus


mejillas, casi ahogando las pecas allí.

— ¿Cómo está usted, Sr. Anderson? —habló suavemente—. He oído hablar


mucho de usted a Ian y Derek y Very no podía dejar de hablar de la conferencia
a la que asistió el mes pasado —si fuese posible su rubor se intensificó—.
Lamento que no pudiese asistir con ella —su oscuro cabello castaño rojizo ardió
en la luz de las velas y se mordía el labio nerviosamente como si esperase un
rechazo. ¿De él? ¿Ella no podía verle en la luz débil del salón de baile? Apenas
era alguien para criticar.

Derek dio un paso adelante, con un ceño fruncido en su rostro y Gregory


recordó lo que ella acababa de decir. Había oído hablar mucho sobre él a Ian y
Derek. Sacudió la cabeza con una risita. ¿Qué demonios le había pasado a la

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 12 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

mojigata Inglaterra mientras había estado fuera? El ceño de Derek se hizo más
profundo y Gregory miro para ver que Ian y el conde le fulminaban con la
mirada. Se dio cuenta de que había estado en silencio demasiado tiempo.

Dio un paso adelante y tomó la mano de la señora Witherspoon, con una


amplia sonrisa antes de besarla cortésmente.

—Yo no lo lamento —dijo con firmeza—, porque ahora voy a ser capaz de
aburrirla en persona con todos los detalles de mis últimos descubrimientos —ella
le sonrió tímidamente—. Mis felicitaciones por su matrimonio, señora. Le deseo
buena suerte —miró de reojo a Ian y, después, a Derek, y se volvió hacia ella
con un movimiento de consideración de la cabeza—. La necesitará.

Ella se rió entonces, un trino de placer femenino, que hizo que los ojos de
Derek se oscureciesen mientras la miraba con orgullo y posesión. Gregory estuvo
tan sorprendido por aquella mirada que se quedó boquiabierto de asombro.

Ian se acercó y tomó la mano de ella de Gregory y la colocó en su brazo.

—Gracias, tío —dijo, el mismo orgullo y posesión en su voz que Gregory


había visto en el rostro de Derek. La señora Witherspoon miró hacia Ian con
adoración y luego le dio la misma mirada a Derek. Gregory casi podía sentir lo
mucho que ella quería agarrar el brazo de Derek también. El conde carraspeó,
rompiendo el hechizo.

—Sí, bueno, esa es una excelente idea, Anderson —tronó un poco en voz
demasiado alta—. Sophie e Ian deben preparar una recepción para usted. Es la
introducción perfecta para Sophie como una anfitriona. Ahora que ya no estás de
luto por tu hermano, querida, puedes tener una pequeña fiesta —la señora
Witherspoon palideció notablemente.

—No estoy seguro de que me apetezca algo muy fastuoso, Señora


Witherspoon —se apresuró a decir Gregory—. Acabo de regresar a Inglaterra y
me estoy tomando un poco de tiempo familiarizándome de nuevo con las

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 13 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

costumbres de aquí —sonrió con desaprobación hacia sí mismo—. No queremos


que el nativo olvide sus maneras delante de la sociedad, ¿verdad?

La Señora Witherspoon arrugó la frente mientras le miraba seriamente.

—Estoy bastante segura de que no tenemos ninguna necesidad de temer tal


cosa, Sr. Anderson —le aseguró en voz baja—.Y si sucediera un desliz,
seguramente los dejaremos pasar como los buenos modales que tenemos —
miró expresivamente a Derek, quien se encogió de hombros inocentemente.

Gregory se estaba divirtiendo con el juego segundario.

—Sí, bueno, es usted demasiado amable, Señora Witherspoon.

—Hmm —respondió ella con una sonrisa—. A veces pienso lo mismo.

Su maliciosa franqueza encantaba a Gregory. ¿Dónde la había encontrado


Ian? Ian y Derek, se corrigió.

En ese momento Brett Haversham se acercó.

— ¡Dios mío, Anderson! —gritó—. ¿Qué perversa marea te ha traído de


vuelta a nuestras costas? Old Nick debe estar patinando en el hielo —Gregory
estrechó su mano, mirando a la mujer menuda en su brazo. Tenía el cabello
oscuro salvajemente rizado enmarcando un rostro dulce con ojos tan llenos de
travesura como el baile de la Señorita Thomas. En el otro brazo de ella estaba un
hombre alto, magnífico y pelirrojo. Tenía un porte regio, una expresión divertida
y unos ojos azules que Gregory pensó que podía perderse en ellos. Brett se giró
hacia ellos—. Permíteme presentarte a mi... —se detuvo de repente y se aclaró
la garganta, ruborizado—. Es decir, ¿puedo presentarte al Duque de Ashland y su
esposa?

Gregory sólo podía reír de completo deleite. Oh, sí, iba a disfrutar de esta
nueva Inglaterra.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 14 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 2

—Así que Ian, Derek y Sophie se casaron —dijo Simon, ellos estaban en el
balcón con Daniel disfrutando del aire fresco de la noche con una copa y teniendo
una tregua del calor del salón de baile.

Gregory llevaba aquí más de una hora ya, pero el tiempo había volado por
lo que alcanzó a los viejos amigos e hizo otros nuevos. Nunca antes había estado
tan relajado en una reunión social. Pero había estado aislado toda la noche de los
maliciosos Hardingtons, rodeados de gente que parecía que lo aceptaban como a
uno de ellos. Fue una experiencia nueva y estimulante. Ni siquiera durante la
guerra había experimentado este nivel de aceptación de sus compañeros. Pero,
de nuevo, se había quedado atrapado con sus propios problemas y no había
podido notar sus simpatías.

—No, no —corrigió Daniel a Simon. —Técnicamente, Ian se casó con


Sophie. Pero te olvidas que Valentine y Kurt se casaron con Leah antes de que
Ian y Sophie estuvieran casados.

Gregory miro a ambos con incredulidad.

—¿Valentine y Kurt están casados? ¿Juntos?

Daniel asintió con una sonrisa irónica.

—Sí, así que ten cuidado. Esta felicidad parece ser contagiosa.

Gregory movió la bebida en dirección de Daniel y Simon.

—¿Pero ninguno de los dos estáis afectados?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 15 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Simón se acurrucó al lado de Daniel y recostó su cabeza sobre el hombro


más bajo de este.

—¿Quién puede decir que no estamos muy felices juntos? —gorjeo con una
voz de falsete.

—Yo —respondió Daniel empujándolo y Simon se río, mientras bailaba fuera


de su alcance tratando de evitar el puñetazo que Daniel intentaba darle en la
cabeza.

Gregory se divirtió con sus payasadas, pero su atención fue interceptada


por una joven en el interior del salón de baile, que podía ver a través de las
puertas abiertas francesas. Bailaba completamente ajena a todo el mundo
alrededor de ella o eso pensaba. Pero cuando pasaba por la puerta bailando
ambos se volvieron y sus ojos se encontraron. Habían llegado hacia poco tiempo,
antes de que Gregory hubiera salido. Él había visto como bajaban las escaleras
hacia el salón de baile. Era pequeña y delicada, con pechos generosos. Tenía el
pelo rubio, ese tono de hermoso amarillo que sólo las inglesas parecían capaz de
tener. Oro y manteca, cayendo en cascada alrededor de su cabeza en un motón
de rizos naturales, similar al de Gregory. Pero el de ella parecía como si fuera
suave y liso al tacto. El azul pálido de su vestido solo parecía poner de relieve la
perfección pálida de su piel. Su cara era un corazón delicioso un mentón afilado y
mejillas redondas, con una nariz inclinada y unos grandes inocentes ojos.

Su marido, Gregory no tenía ninguna duda de saber quién era, era alto y
bien constituido. Parecía un hombre de Corinto, tal vez. Cabello castaño claro,
casi rubio oscuro, lo tenía cortado tipo Brutus1. El pelo le rozaba a lo largo de su
amplia frente y fijó la mirada de Gregory a su cara. Tenía las pestañas más
ligeras que sus pequeñas y abundantes cejas con una leve inclinación en ellas.
Su rostro era alargado, como su nariz. El puente era delgado y afilado en el
extremo. Era una nariz muy inglesa. Gregory tuvo la impresión que sonreía con

1
Parece ser un corte de melena con rizos con claroscuros (N. de la T)

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 16 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

frecuencia. Juntos el hombre y su esposa parecían tan…ingleses. Y sin embargo,


había algo exótico en ellos. ¿Era la manera en que se movían, tan en sintonía
con los otros? Cada contacto era una caricia, cada mirada llena de nostalgia.
¿Qué era lo que encontraba tan intrigante acerca de ellos?

Vio como un hombre alto y elegante se acercó a ellos y dejaron de bailar.


En un principio, Gregory se dio cuenta que era Hardington. Vio como el marido
sacudía la cabeza y él y Hardington intercambiaban lo que parecía ser palabras
desagradables, mientras que su esposa se movía detrás de él y miraba hacia el
balcón, a Gregory.

—¿¡Hola!? ¿Gregory?

El tono divertido de Simon atrajo a Gregory de su ensueño y el comprendió


que miraba fijamente sin disimulo y que la pareja estaba de pie en la entrada,
mirando fijamente atrás, Hardington se había ido.

—Ah, veo que te has fijado en Nat y Alecia —La voz de Daniel translucía
una irónica diversión—. ¿Te apetece que te hable de ellos?

—¿Los conoces? —preguntó Gregory, incapaz de mirar a otro lado. ¿Ellos lo


miraban tan ávidamente como él los miraba? Había estado esperando
desesperadamente encontrar a alguien mientras estaba aquí en Inglaterra. Había
pasado tanto tiempo desde que había follado con alguien que era más que un
cuerpo caliente. El quería una conversación inteligente, apetitos sensuales, frases
ingeniosas, bocas y manos hambrientas. Él quería ser explorado, descubierto,
pillado. Él quería que alguien lo hiciera suyo aunque solo durante un tiempo
corto, hasta que él se marchara otra vez. Porque él se marcharía. Él no
pertenecía aquí más de lo que pertenecía a la tierra de su madre.

—Sí. Son conocidos por todos. —Algo en la observación improvisada de


Simon, hizo que Gregory apartara la mirada de la pareja y mirara a éste.

—¿Qué significa eso? —le sorprendió el enojo en su pregunta. Seguramente


él no creía que era el primer hombre en fijar sus ojos en ellos. No era la clase de

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 17 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

hombre que tentaba a la gente recta. Solo a las almas intrépidas que se
aventuraron en las oscuras aguas de la pasión antes de encontrarse en su
camino. Él era demasiado diferente, un extraño, una curiosidad para ser
estudiado y examinado antes de volver a colocarlo en la estantería.

—No parece lo que tú piensas. —Hablo Daniel con voz calmada, su voz
suave calmaba la ira confusa de Gregory—. Ellos son simplemente nuestros
verdaderos amigos aquí en Londres —Gregory arqueo una ceja inquisitiva—.
Seguramente tú sabes que los enlaces entre nuestros amigos no son aceptados.
Ellos mantienen una presencia moderada en la sociedad, pero todo el mundo
sabe lo que realmente está pasando. Muy pocos cortan directamente. Pero la
mayoría de las personas mantienen una distancia prudencial, de desaprobación.
—Se encogió de hombros—. Nat y Alecia no lo hacen. Ellos son amigos. —Daniel
les llamó con un gesto—. Creo que tú les vas a gustar.

¿El hombre estaba loco? ¿Cómo ellos? Gregory casi se río en voz alta por las
palabras dichas mientras intentaba dominarse tanto como sus sentimientos
salvajes eran cazados por la pareja que se acercaban. Si tuviera alguna
posibilidad, los follaría antes de que acabase la noche.

Nat no podía creer en su suerte. Daniel los llamaba. Parecía como si


quisiera presentarles al hombre que ellos habían estado mirando desde que
entraron en el salón de baile. ¿Quién era él? Maldita sea, él era jodidamente
asombroso.

— ¡Oh, Dios mío, Nat! —susurró Alecia—. Creo que él quiere reunirse con
nosotros.

—Creo que quiero follarte —susurró Nat. Alecia se rió como él sabía que ella
haría—. Hablo en serio, Lee —le dijo él.

—Lo sé —se rió—. Es que yo estaba pensando la misma cosa. —Ellos ieron
juntos por un momento y ella sonaba sin aliento. Infierno, él también—. Él es
magnífico, ¿Verdad? Más aún cuanto más nos acercamos.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 18 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Magnífico, no le hacía justicia. Él era un gigante, varios centímetros más


alto sin duda. Sus hombros eran los más amplios que alguna vez había visto Nat.
Su piel era exótica, con un toque de color marrón besada por el sol. Tenía el pelo
negro, espeso y rizado, más largo de lo que estaba de moda. Separado por el
centro y peinado hacia atrás, pero desafiaba los esfuerzos por domesticarlo. Su
mirada era hosca y Nat se estremeció al imaginar el roce del pelo de ese hombre
sobre sus muslos cuando él se inclinara hacia abajo para chuparle su polla. Oh,
por favor, rezó Nat, si hay un Dios, que permita hacer que este hombre que me
quiera.

Sus rasgos eran fascinantes. Nat nunca había visto a nadie como él. Tenía
una amplia nariz chata y unos ojos hundidos e intensos. Su boca hizo temblar a
Nat. Era amplia con labios generosos, llenos y deliciosos. Nat quería besar esa
boca. Quería ver esos labios alrededor de su polla. Quería ver esos labios chupar
los pechos de Alecia y llenar su coño de besos. Cristo, tenía que poner fin a esta
fantasía. Iba a avergonzar a todos con estos pantalones ajustados.

¿Qué pasa si no le gustaban los hombres? ¿Qué pasa si no le gustaba la


idea de ser el tercero en su cama? No a todos los hombres les gustaba. Ellos
estaban dispuestos a joder a Alecia. Pero eso no era lo que Nat y Alecia querían.
No era lo que les gustaba. A ellos les gustaba compartir, simple y llanamente. No
muy a menudo, solo un puñado de veces. Pero les gustaba compartir a alguien,
no que alguien les compartiera. Era una línea muy fina, pero era su línea.
Cuando ellos llevaban a alguien a la cama era lo que Nat y Alecia querían.
¿Estaría de acuerdo este gigante con aquellas condiciones? ¿Y si no, se lo
llevarían a la cama de todos modos? Nat pensó que quizás ellos podrían, porque
él era más que tentador.

La mano de Alecia apretó su brazo cuando ellos se acercaron a los tres


hombres que los esperaban en el balcón. Nat y Daniel habían sido amantes poco
después de que Nat y Alecia se hubieran casado. Pero sólo una vez. Cuando
Daniel averiguó que Nat estaba casado se puso furioso. Eso había requerido
tiempo y el perdón de Alecia a Daniel, para hablarle otra vez. Nat todavía

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 19 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

sacudía su cabeza maravillado de lo egoísta e inmaduro que él había sido


entonces. Había hecho daño a Alecia en sus primeros años de matrimonio. La
había conducido a los brazos de otros hombres y el daño y la confusión entre
ellos casi habían causado una grieta irreparable.

Miró a Simon con afecto. Él, había cambiado todo. Los había hecho crecer y
aprender a amarse unos a otros. Había sido el primero, el primer hombre que
compartían y había sido idea de Simón. En sus brazos aprendieron a amarse sin
favores unos a otros. Nat estaría siempre agradecido al hombre por devolverle a
su esposa.

—Daniel, Simón. —Nat los saludo con una pequeña inclinación de cabeza—
¿Cómo están? —Él desconocido miraba fijamente a Alecia y a él. Nat sintió
ponerse el pelo de punta en su nuca y sudar bajo los brazos, mientras su polla
tiraba y crecía y solo con esa mirada fija.

—¿Puedo presentarte a Nathaniel y Alecia Digby? —Daniel arrastró las


palabras y Nat vio a Simon ocultar una sonrisa sabia detrás de su copa.

—Hola, Daniel —dijo Alecia calurosamente—. Simon querido, ¿Cómo estás?

Simón se inclinó y besó la mejilla de Alecia, susurrándola algo al oído que la


hizo ruborizarse y sus ojos se agrandaron a medida que miraba al alto forastero.

—Oh, vaya —dijo sin aliento. Ella miró al desconocido con aquella mezcla de
confianza y una inocente hambre lasciva que nunca fallaba en volver a Nat loco,
un rubor feroz teñía sus mejillas—. Simon dice que le gustaría volver a casa con
nosotros —le dijo y Nat casi se atragantó por su asombro.

—¿Podemos saber su nombre primero o es un gran secreto que solo


comparte con unos pocos?

La sonrisa del desconocido era tan hambrienta y franca como la de Alecia.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 20 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Mi nombre es Gregory Anderson. Si desea saber más, hay un precio. —Su
voz era profunda. Nat había esperado algún tipo de acento extranjero, pero él
sonaba muy británico.

Nat se aclaró la garganta y con gratitud eterna hacia el hombre que volvió
una mirada hambrienta y encantada hacia él como había sido sobre Alecia. Sus
ojos eran de un rico y profundo marrón oscuro.

—¿Un precio? —preguntó Nat un poco avergonzado por el temblor del deseo
en su voz. Pero sólo un poco. La sonrisa de Gregory Anderson se hizo más
profunda cuando él asintió con la cabeza— ¿Y que podría ser? —preguntó Nat,
empezando a disfrutar del juego.

El Sr. Anderson inclinó su cabeza y Nat notó que sólo tenía algunas canas
en las sienes, perdidas entre sus rizos. Entonces él parecía más grande de lo que
Nat había pensado en un principio

—Eso, lo tendrá que descubrir en el viaje —declaro el Sr. Anderson en voz


baja, y Nat dejó de tratar de ocultar su deseo. Daniel y Simon fueron olvidados
mientras Nat devoraba al otro hombre con su mirada.

—Entonces déjenos comenzar el viaje, cueste lo que cueste —contestó Nat.


Él se dio la vuelta hacia las puertas del salón de baile, trayendo a Alecia con él y
miró por encima del hombro—. ¿Viene usted, Sr. Anderson?

Gregory Anderson se acercó al otro lado de Alecia.

—Donde usted nos guíe le seguiré —le dijo a Nat con una sonrisa astuta.

—Pensé que usted era el explorador intrépido en este viaje —bromeó Alecia.

El Sr. Anderson sonrío abiertamente mientras dejaba que Nat y Alecia lo


precedieran por la puerta del salón de baile.

—No esta noche, querida Alecia —murmuró. —Esta noche soy territorio para
ser explorado.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 21 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

****

La boca de Alecia estaba seca. Lamió sus labios y el Sr. Anderson siguió el
movimiento de su lengua con sus ojos. Ella no podía disfrazar su dificultad al
respirar, tampoco. Cuando él no miraba como lamía sus labios, parecía
hipnotizado por la subida y bajada de su pecho con cada aliento profundo.

Ella era un charco de deseo. ¡Por Dios! El hombre era magnífico. Ella no
podía acordarse alguna vez de desear a alguien así. Bueno, alguien además de
Nat. Y ella no lo había querido así desde antes de casarse, desde antes de todo el
dolor, escándalo y miedo. El Sr. Anderson la hacía sentirse como una inexperta
virgen de nuevo. Como si él tuviera en mente cada cosa indecente que ella
nunca hubiera probado antes. Y ella había probado un poco bastante, la verdad
sea dicha. A veces más de lo que quería recordar a la mañana siguiente. Pero
quería que Nat fuera feliz. Y Nat era feliz cuando ella dejaba ir sus inhibiciones y
disfrutaba de sus pasiones. Sinceramente, ella era bastante feliz entonces,
también.

Quería disfrutar muchísimo de la pasión con el Sr. Anderson.

Y el modo en el que él miraba fijamente a Nat hizo retorcerse a Alecia. A


ella le gustaba mirar a Nat con otro hombre. Había algo tan ilícito en ello, tan
travieso y divino. El mirar a Nat follaar a un hombre hacía a Alecia feliz. Ella no
estaba segura de si esto era porque sabía cuanto disfrutaba Nat de ello o si era
que la excitaba solamente. La sola idea de que Nat y el Sr. Anderson follaran
entre ellos estuvo a punto de hacer que Alecia se desmayase ahí en el sofá de su
salón.

—¿Entonces eres el Gregory Anderson, explorador y naturalista? —preguntó


cortésmente Alecia, aunque un poco sin aliento. Ellos estaban sentados en el

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 22 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

salón porque Alecia no estaba segura en la forma de proceder y no era por Nat.
Una vez que ellos se habían dado cuenta de quién era, Nat estuvo admirándole
en el carruaje, pero Alecia se había avergonzado de no haber hecho la conexión
de inmediato. Y ella le había tomado el pelo sobre ser un explorador en
Wilchester también. Ahora se sentía abrumada y muda. Él era un naturalista
brillante que había visto medio mundo. Ella fue formalmente entrenada en la
etiqueta, no en la literatura clásica o en las ciencias y nunca había abandonado
Inglaterra. Seguramente notaria su carencia si ella intentaba conversar.

El Sr. Anderson había estado muy tranquilo en el camino de regreso de su


casa. Era casi como si estuviera observando. Se sentía un poco como una
muestra científica bajo su escrutinio.

—Sí —respondió simplemente. Claramente no tenía prisa por llenar el


silencio que se extendía entre ellos.

Alecia miró a Nat con desesperación y se encogió de hombros.

—No estoy segura de que hacer aquí, Sr. Anderson —aventuró Alecia
tanteando.

—Llámame Palu —interrumpió él. Por un momento pareció mirar asustado,


como si se hubiera sorprendido consigo mismo por hablar.

— ¿Palu? —pregunto ella—. ¿Es italiano?

Él negó con la cabeza.

—No. Es mi nombre en la lengua del pueblo de mi madre. —Pareció llegar a


una decisión de algún tipo, que a su vez pareció abrir las compuertas para seguir
hablando—. Mi padre me llama así. Era el nombre que mi madre me dio antes de
morir. Es el nombre que uso en las islas —se puso de pie bruscamente y Nat hizo
lo mismo.

—Bien, Palu —dijo Alecia, el nombre le sonaba extraño pero exótico en su


boca.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 23 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

El hombre era tan exótico como su nombre. Él empequeñecía su saloncito.


Alecia había temido por el bienestar del pequeño sofá en el que él se había
sentado. Al mismo tiempo había querido sentarse en su regazo, a horcajadas en
él y montarlo hasta que ella gritara. Se mordió el labio mientras le miraba
fijamente hacia arriba, preguntándose si podía leer sus pensamientos licenciosos
en su cara.

Él río y Alecia se relajó. Ésta era la risa hambrienta, relajada y juguetona


que él les había dado en Wilchester. Esto era deseo y Alecia sabía qué hacer con
esto.

Tomó la mano de Alecia y tiró de ella desde el sofá. Ella fue de buena gana,
dejándose guiar. Estaba claro que él sabía dónde iban ellos mucho mejor que Nat
y Alecia. Puso su brazo sobre los hombros de Nat y luego suavemente lo apretó
contra él, también abrazó a Alecia. Comenzaron a caminar hacia la puerta del
salón, los dos juntos a sus lados y Alecia se dio cuenta que era fácil seguir el
paso de él con bastante facilidad.

—Vamos —dijo alegremente.

—¿Dónde vamos? —preguntó Nat. Alecia escuchó la risa y el deseo en su


voz. No estaba acostumbrado a ser llevado, se dio cuenta. Por lo general, se
movían al ritmo de Nat cuando invitaba a otro hombre más.

—Pensé que te gustaría verme follar a tu mujer —dijo Palu feliz. Alecia
perdió un paso y su brazo se apretó alrededor de ella mientras seguía andando,
sosteniéndola.

—¿Y luego? —pregunto Nat, con voz baja y sin aliento.

—Y luego ella puede verme joderte —contestó Palu con total naturalidad.

Habían llegado a las puertas del salón y él los soltó y pasó los brazos por
encima para agarrar las manecillas. Se volvió a mirarlos por encima del hombro
con una sonrisa y movió las cejas, con un centelleo en sus ojos.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 24 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Listos? —preguntó.

—¡Oh, sí! —dijo Alecia con su aliento temblando y Palu la recompensó


abriendo las puertas y haciéndola pasar.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 25 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 3

Nat cerró la puerta de la habitación tras él y Palu se volvió para ver al otro
hombre recostándose contra la puerta, mirándolo fijamente.

—Todo el mundo te llama Gregory. ¿Por qué?

Palu no percibió ninguna desaprobación en su tono, solo curiosidad.

—Es un nombre con el que están cómodos. Y supongo que es mi verdadero


nombre para ellos, el nombre de la familia de mi padre y mi nombre en todos los
documentos legales.

—Y sin embargo, ¿para ti no es tu verdadero nombre?

Nat mostraba una percepción, que Palu no había esperado. Negó con la
cabeza.

—No. Para mí no es mi verdadero nombre.

—Queremos que seas el verdadero tú cuando estés aquí con nosotros —la
voz de Alecia era dulce e indecisa y Palu se giró para verla sentada en el borde
de la cama agarrándose las manos nerviosamente—. Sí te parece bien. —Al ver
que no contestaba enseguida ella se precipitó para llenar el silencio—. Quiero
decir, me siento cómoda con Palu. ¿Nat?

—La comodidad no tiene nada que ver con esto, Alecia —le dijo Nat con una
sonrisa—. Él es Palu.

—Sí —interrumpió Palu antes de que Alecia sintiese la necesidad de


tranquilizarle otra vez. Era dulce, aún nerviosa e insegura como estaba—. Sí,
aquí soy Palu.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 26 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu se sentía libre, no cargado por las preocupaciones que por lo general lo
acosaban aquí en Inglaterra. En el carruaje había observado a Nat y Alecia y
estaba claro que estaban felizmente casados, tal vez hasta enamorados. Esto no
era un capricho o algún plan para hacerse daño el uno al otro. Y ahora habían
aceptado su nombre verdadero. Quizá, aquí, con ellos él podría bajar la guardia
durante unas horas. Podría ser Palu y no el inglés Gregory Anderson. Era tan
endemoniadamente difícil a veces intentar ser ambos. Él no había conectado con
su naturaleza inglesa durante años. Evitaba a los ingleses y su civilización tanto
como le fue posible. Pero durante el mes pasado, día tras día había tenido que
interpretar el papel y quería, no, necesitaba dejarlo de lado durante una noche.
Quizás si todo iba bien, durante dos o tres noches con Nat y Alecia.

—Entonces, Palu —preguntó Nat con un malvado destello en los ojos—. ¿Te
vas a follar a mi esposa?

—Sí —su simple respuesta pareció complacer al risueño inglés.

—Breve y conciso. Muy bien —Nat caminó con lentitud alrededor de Palu.
Después de una vuelta colocó una mano sobre el hombro de Palu y fue
arrastrándola por su espalda y su brazo mientras lo rodeaba por segunda vez. El
toque dejó una estela de deseo en la piel de Palu. Cuando estuvo de nuevo
frente a él, desabotonó la chaqueta de Palu.

—¿Puedo? —preguntó tranquilamente, con sus manos serenas delante del


torso de Palu. Supo que él quería quitarle el abrigo. Asintió y Nat colocó ambas
manos sobre su estómago. Sus músculos se apretaron involuntariamente ante el
toque y oyó el aliento retenido por Nat.

Nat lentamente deslizó las manos de abajo hacia arriba por las solapas y los
hombros de Palu y luego las bajó por sus brazos, empujando la chaqueta que
cayó olvidada al suelo.

—Cristo —susurró—. Eres enorme.

Palu se rió a carcajadas.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 27 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí, lo soy —de nuevo, su simple respuesta pareció agradar a Nat.

Lo miró fijamente a través de sus pestañas. Una mirada sensual, burlona.

—¿Qué quieres que haga, Palu?

Palu se sintió como si estuviese corriendo hacia arriba en una montaña. La


sangre espesa en sus venas y el corazón palpitante en su pecho. Podía ver la
dura polla de Nat perfilada por los apretados pantalones de montar y podía oír la
respiración excitada de Alecia desde la cama. La miró y vio como enrojecía, con
los ojos abiertos y algo salvajes observando como su marido le tocaba.

No podía recordar la última vez que había estado tan excitado por la
perspectiva de follar con alguien. Nunca había tenido a la vez un hombre y una
mujer. Por separado sí, pero nunca dos amantes al mismo tiempo. A pesar de
todo, sabía perfectamente lo que quería hacer. Le gustaría probar a la pequeña y
dulce Alecia mientras Nat miraba. Se comería su coñito, rosado y blanco
mientras acariciaba sus hermosos pechos. También estaba seguro de que Nat no
permanecería ocioso. No, el guapo y sonriente inglés probablemente sería
incapaz de mantener las manos alejadas de Palu. Pero no dejaría a Nat ir deprisa
con Alecia. Quería tomarla lento y profundo y oír como gemía y gritaba para él.
Sabía que eso volvería loco a Nat. Y después de darle placer a Alecia, tomaría al
risueño marido, con fuerza, rápido y rudamente, porque sabía que eso era lo que
Nat quería. Y Nat gemiría y gritaría, también. Y quizás la pequeña y preciosa
Alecia se correría de nuevo, tan sólo mirándolos.

—Los quiero a los dos, desnúdense para mí —les dijo Palu con voz
ligeramente tensa. No lo podía evitar. Estaba cerca de la pérdida de control con
estos dos. Había sido demasiado tiempo, hacía mucho que deseaba esto. No
había apartado la vista de Alecia y él vio como cerraba los ojos brevemente,
como si la idea de desnudarse para él fuese a superarla—. Y luego quiero que los
dos me desnuden.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 28 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Lo quieres? —preguntó Nat suavemente, con un punto de dureza en la


voz—. ¿Y si nosotros queremos algo diferente?

—Ese es mi precio —contestó Palu con calma—. El viaje comienza aquí.

—Es un pequeño precio —dijo Alecia mientras se levantaba de la cama,


apoyándose en una mano, como si se sintiese desequilibrada—. Con seguridad
podrías valorar en más tus secretos.

—Son míos para venderlos como considere adecuado —aseguró él con una
sonrisa burlona—. Y los revelaría todos por verlos a los dos desnudos y
esperando darme placer.

Nat resopló con una pequeña risita y Palu se giró para ver la sonrisa burlona
que rápidamente había comenzado a ansiar. Cuando Nat se rió sus ojos
arrugados parecía pequeñas aberturas de cielo azul en su cara. Palu lo encontró
encantador.

—Entonces Alecia tiene razón. Es un pequeño precio a pagar por todos tus
secretos —rozó suavemente con la mano el pecho de Palu hasta su estómago,
separándola cuando alcanzó la parte superior de los pantalones de Palu—. Y creo
que puedes tener bastantes, Palu.

Palu tan sólo sonrió abiertamente, haciendo reír a Nat de nuevo.

Nat llamó a Alecia y la giró sin una palabra, comenzando a desabrochar su


vestido por la espalda. El corazón de Palu palpitó en su pecho mientras el vestido
se iba abriendo. Llevaba un corsé debajo, pero encontró la escena íntima
impresionantemente excitante. Era obvio que Nat había desnudado a su esposa
muchas veces. Lo hacía de una manera eficiente, pero en cada toque se veía
amor y Nat intercalaba en cada movimiento besos y palabras susurradas.
¿Desnudaría a Palu del mismo modo?

Nat se giró ligeramente y Palu comprendió que deliberadamente bloqueaba


su visión de Alecia. Por un momento se alarmó, pensando que quizás Nat había

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 29 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

cambiado de idea y no quería que viera a su esposa desnuda. Pero entonces Nat
le lanzó una sonrisa burlona sobre el hombro y Palu supo que era solamente otra
forma de bromear. Se dio cuenta de que le gustaban las bromas de Nat.
Muchísimo.

—Ahora no mires —le indicó Nat—. Quiero que nos veas a ambos. Date la
vuelta.

Suspiró admitiéndolo y se dio la vuelta para afrontar la pared. Oyó la risita


que Alecia dirigió a Nat.

—Muy bien, pero no me hagáis esperar demasiado tiempo Nat —advirtió—.


Estoy desesperado por follaros a los dos.

—Ah Dios —murmuró Alecia fervientemente y Palu le sonrió abiertamente a


la pared frente a él.

Oyó crujir la ropa tras él.

—Francamente, Nat —dijo Alecia exasperada—. ¿Tienes que llevar un corte


tan ajustado en los abrigos? Esto se parece a pelar una naranja.

Palu se echó a reír.

—Me gusta el corte de su abrigo. Le marca los hombros y la estrecha


cintura a la perfección.

Oyó la risita de Nat.

—Lo ves, Alecia. A él le gusta el corte de mi abrigo. Si cambiase de sastre


como tú quieres, Palu no estaría desesperado por follarte, preciosa.

—Ah, ¿y supongo que el escote de mi vestido no ha tenido nada que ver con
atraer su interés? —ironizó Alecia irguiéndose—. Porque no era tu cintura lo que
ha estado mirando fijamente esta noche.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 30 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Confieso que os encontré a ambos irresistibles —les aseguró Palu—.


¿Ahora, por favor, puedo ver lo que ocultaba toda esa ropa?

—Date la vuelta —le dijo Nat aproximándose.

Si Palu creía que antes les deseaba, había sido un idiota. Nat estaba de pie
detrás de Alecia y ligeramente ladeado por lo que Palu podía ver la línea
ininterrumpida de su cuerpo del hombro a los dedos del pie. Alecia se encontraba
muy cerca de él, una de sus manos descansando sobre el vientre desnudo de
Nat. La otra mano sujetando la cadera de Nat y agarrado. Nat sostenía un
hermoso pecho en su mano y mientras Palu miraba él rozó ligeramente el pezón
rosa pálido y ambos hombres lo vieron fruncirse y oscurecerse. Palu dejó vagar a
sus ojos, su sangre calentándose al ver el vientre suave y los rizos rubios entre
sus piernas. Ella era la perfección. Se le hacía la boca agua al pensar en recorrer
cada delicioso centímetro de su cuerpo.

Después de memorizar cada línea del cuerpo de Alecia, Palu dirigió su


examen a Nat. Lo primero que él notó fue que Nat tenía los hombros cubiertos
de pecas. Deseó probar aquello también. ¿Podría sentirlas con su lengua? La piel
de Nat no era de porcelana clara como la de Alecia, pero aun así relucía rosada y
blanca a la luz de la vela. Tenía músculos delgados, duros, un pecho pesado
ligeramente espolvoreado de vello y un vientre apretado, muslos gruesos y
musculosos y unas bien torneadas pantorrillas. Eran hermosos, en cada uno de
sus ingleses centímetros.

—¿Bien? —preguntó Nat irónicamente—. ¿Te has vuelto a quedar sin habla?

—Eres hermoso, los dos lo son —contestó. No había más palabras. Estaba
sumamente excitado ante la idea de tenerles a los dos como amantes. Se les
veía tan obviamente enamorados entre ellos. Que le permitiesen compartir esto,
aunque solo fuese por una noche, era un regalo.

—Palu —susurró Alecia, y cuando él la miró pudo ver en sus ojos que ella
entendía lo que él no podía decir.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 31 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Podrías soltarle el pelo? —preguntó, esperando que ella lo permitiese.


Quería sentir su gran puño rodeado de esos brillantes rizos castaños.

Ella asintió y dejó que Nat tomase los alfileres de su pelo uno por uno. Nat
ofreció su mano y ella los depositó en su palma abierta mientras los iba
extrayendo. De nuevo, la intimidad de la escena impactó a Palu. Cuando hubo
terminado ella sacudió la cabeza y Nat dio un paso para vaciar su palma sobre el
tocador.

Palu miró a Nat mientras éste regresaba hasta Alecia. La polla de Nat
estaba dura, inclinándose hacia su vientre desde una entrepierna llena de pelo
rizado, más oscuro que el pelo de su cabeza. Su miembro era rosado y blanco,
como el resto de él, la cabeza un poco más oscura, hacía su boca salivar. No era
demasiado grande, pero era hermoso y Palu estaba bastante seguro de que Nat
sabía muy bien como usar su polla.

—¿Te gusta? —preguntó Nat silenciosamente. Se había detenido y estaba


pacientemente quieto bajo la mirada de Palu.

Palu asintió.

—Sí. Esa iba a ser mi siguiente petición. Quiero veros a los dos. Todo.

Vio el pecho y el vientre de Nat temblar mientras suspiraba y cuando Palu


miró su cara la encontró enrojecida, sus ojos pequeños e intensos, entrecerrados
ahora por el deseo, no por la risa.

—Todo lo que tienes que hacer es pedirlo —le dijo Nat, su voz profunda y
lenta. A Palu le gustó esa voz. Infiernos, le gustaba todo de Nat.

Asintió.

—Lo haré.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 32 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Esta vez Nat se rió y luego se giró hacia Alecia. Envolvió con ambos brazos
la cintura de Alecia y descansó la barbilla sobre su hombro, mirando con ceño
fruncido a Palu.

—Llevas demasiada ropa.

Asintió, sintiendo como los viejos miedos crecían en su pecho. ¿Todavía lo


desearían cuándo vieran los secretos que se ocultaban bajo su ropa inglesa?
Nunca se veía más salvaje que cuando estaba desnudo. Pero por alguna razón
inexplicable deseaba muchísimo revelar esa faceta suya a ellos dos. Tan sólo
rezó para que todavía lo encontrasen aceptable cuando él lo hiciese.

Nat miró la expresiva cara de Palu. El otro hombre no podía ocultar la


mayor parte de lo que pensaba o quizás simplemente no intentaba ocultarlo. De
un modo u otro, Nat disfrutó del placer que había visto, en la cara de Palu
mientras les había mirado fijamente a él y a Alecia, el hambre en su mirada
cuando había visto la polla de Nat. Le gustó cuan franco era Palu, cuan
impaciente. Dios, Nat quería follarlo. Quiso ver la cara de ese hombre mientras
Nat lo llenaba. Pero lo primero era lo primero.

—Y será nuestro trabajo desnudarte, ¿Verdad? —preguntó Nat, intentando


mantener un tono coloquial y ligero. Lo justo es lo justo, después de todo. Palu
ya los había visto y ahora era el momento de la recompensa.

—Vamos —dijo el gran hombre lentamente—. Vengan y desnudenme.

Nat comenzó a avanzar, pero se detuvo al ver que Alecia no le seguía. Se


volvió hacia ella con el ceño fruncido y la encontró mordiéndose los labios y
mirando a Palu nerviosamente. Nat sabía que eso lo hacía cuando estaba
preocupada por algo. Él miró hacia atrás a Palu y lo vio dejar caer la mano e
inclinar la cabeza mirando fijamente a Alecia.

—¿Qué pasa, mi amor? —preguntó Nat.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 33 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Yo solo… —respondió Alecia tragado nerviosamente—, solo quiero


asegurarme de que Palu entiende que queremos. Nosotros dos, quiero decir. Y
que él desea lo mismo.

La explosión de risa de Palu fue inesperada y sorprendió tanto a Nat como a


Alecia.

—Mi querida Alecia —le dijo Palu con una amplia sonrisa burlona—, no
tienes ni idea de cuánto deseo yo esto. Lo siento, las palabras no se me dan
bien. Pero si, los deseo a ambos debajo de mí, sobre mí, tocándome, follándome.
Eso es lo que quiero. Usteds son lo que deseo. No lo dudes nunca.

—Yo no follo con otros hombres —dijo Alecia vacilando y mirando a Nat. El
asintió, alentándola para que continuase. Nat no había dicho nada antes porque
no estaba seguro de lo que Alecia quería esta noche. Sabía que ella deseaba a
Palu. Y sorprendentemente, supo que él no se opondría si ella decidía romper
esta regla no escrita con Palu.

Palu lo observó por un momento, su cara completamente ilegible. Así que,


antes había decidido deliberadamente no ocultarse sus pensamientos,
comprendió Nat. Entonces Palu asintió.

—Eso es justo. Cualquier cosa que los dos deseen, lo haré.

Alecia suspiró como si hubiese estado manteniendo la respiración.

—De acuerdo entonces. Tan sólo quería estar segura —se rió, sonando
bastante aliviada—. ¡Qué noche extraña está siendo! Creo que nunca he tenido
un encuentro como éste.

Fue una observación espontánea, pero llegó al corazón de Nat. No, nunca
habían tenido un encuentro como éste. Por lo general Nat buscaba a sus
hombres y orquestaba la tarde. Esta noche había sido improvisado, inesperado,
una huida hacia delante, hacia la aventura con un exótico forastero. Y Nat sabía

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 34 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

que nunca lamentaría el deseo impulsivo que había traído a este hombre a su
cama.

—El viaje acaba de comenzar —le dijo Palu con una sonrisa burlona—.
Tenemos mucho más territorio que explorar antes de que alcancemos nuestro
destino.

Alecia se rió y Nat sonrió abiertamente. Le gustó como sonaba.

—¿Y tú? —Palu se había girado hacia Nat—. ¿Tú follas con otros hombres?

Nat asintió, y no pudo evitar que su sonrisa burlona se convirtiese en una


de anticipación.

—Por supuesto.

Palu sonrió abiertamente de nuevo.

—Bien.

Cuando se acercaron a Palu la atmósfera era bastante más ligera de lo que


había sido. Nat estaba contento. Deseaba una noche alegre en lugar de los
acoplamientos intensos y sombríos que, por lo general, Alecia y él habían tenido
con otros hombres. Raras veces sus compañeros fueron joviales o juguetones.
Por primera vez desde Simon, Nat tenía ganas no solo de sexo, sino de sexo con
un hombre en particular. Con Palu.

Nat sabía que había peligros que estaban al acecho esta noche. Le gustaba
Palu quizá demasiado. No buscaba una atadura emocional con nadie más. Él
tenía a Alecia. La amaba. Eran marido y mujer, los mejores amigos y eso era
todo lo que él quería. Tenía amigos que disfrutaban de matrimonios a tres, pero
Nat nunca lo había deseado. Le gustaba follar a otros hombres, pero no quería
amar a uno. Con todas las dificultades que conllevaba. Lo había visto. Había visto
a todos ellos teniendo que negar sus sentimientos ante la buena sociedad, había
visto el daño, el sufrimiento y el ostracismo que un amor como ese suponía. No,
no deseaba eso. No quería hacer daño a nadie a quien amase.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 35 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—No frunzas el ceño, hermoso Nat —dijo Palu colocando una mano grande,
áspera y cálida en el cuello de Nat, atrayéndolo. Palu enterró la cara en la curva
del hombro de Nat, frotando la nariz contra él antes de besar el pulso que
golpeaba pesadamente en su cuello.

—Maldición —murmuró Nat, hundiéndose con lujuria en la sensación de la


boca de Palu sobre él, en el tamaño de su mano contra su cuello. Palu rió en
silencio y lo atrajo de nuevo, hasta que Nat dio un último paso y presionó su
cuerpo desnudo contra el aun totalmente vestido de Palu. El calor de Palu
traspasaba su ropa, calentando a Nat. Tuvo que tomar aliento y tragar
profundamente para impedir que sus rodillas se doblasen ante el erotismo de
todo esto.

—Desnúdame —le susurró Palu y Nat sólo pudo asentir.

Palu le dejó apartarse y Nat dio un inestable paso hacia atrás. Alecia
continuaba allí de pie con una sonrisa en su cara.

—¿Eso es bueno? —bromeó ella.

—Sí —fue todo lo que Nat dijo y ella y Palu se rieron.

—Nat —gruñó Palu y Nat supo lo que pedía.

Agarró la corbata de fantasía y la desató. Le resultó muy difícil.

—Tu mayordomo sí que sabe como atar esto —se quejó mientras luchaba
con el lino almidonado.

—Siéntete libre de cortarlo —dijo Palu disgustado—. Los odio.

—Todos los hombres decís lo mismo —Alecia se rió mientras daba un paso
detrás de Palu dejando pasar sus manos suavemente por la espalda y los brazos
de él. Ella tarareó con placer.

Nat finalmente consiguió deshacer la corbata de fantasía y la lanzó hacia


abajo. La camisa de Palu se abrió casi hasta la cintura y Nat pareció vislumbrar

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 36 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

algo sobre el pecho de Palu. Echó un vistazo hacia arriba y vio a Palu mirarlo
atentamente.

Nat sacó la camisa de los pantalones de Palu y luego, muy despacio, deslizó
sus manos bajo al estómago desnudo de Palu. La piel era lisa y caliente y Nat tan
solo mantuvo las manos allí por un momento, disfrutando de ello. De repente
Palu gimió y arqueó el cuello y Nat empujó la camisa hasta ver las manos de
Alecia deslizarse alrededor de la cintura de Palu desde atrás, sus uñas
arañándole la piel. Nat continuó empujando la camisa hacia arriba y Palu
finalmente agarró la parte inferior y con un rápido movimiento se la quitó
tirándola al suelo, bajando los brazos.

Nat se quedó congelado. Palu tenía el brazo superior derecho y el hombro


cubiertos de complejos dibujos. Era un diseño complicado de remolinos negros y
un modelo de puntos y líneas con una gruesa cinta negra de unos cinco
centímetro de espesor dibujado alrededor de su bíceps. Mientras miraba, Palu
dobló el brazo y el músculo se hinchó, apretando la cinta y creando la ilusión de
que los remolinos se movían a lo largo de su brazo. La parte superior del diseño
bajaba desde el hombro hasta su pecho. De repente Nat supo lo que era.

—He leído sobre esto —dijo maravillado, tendiendo la mano hacia el brazo
de Palu. Vaciló y Palu movió el brazo, indicando que Nat podía tocarlo. Había
esperado ser capaz de sentir el diseño al tacto, pero no podía. La piel era tan
tersa y cálida como el resto de Palu—. Es un tatau.

—Sí —contestó Palu y Nat pudo sentir más que oír su cautela—. Es tatatau
en el mundo de mi madre, moko a otros.

Alecia pasaba las manos sobre el brazo de Palu, con un placer evidente.

—Es hermoso, Palu —exclamó—. ¿Es un dibujo?

—Sí y no —dijo Palu, relajándose bajo las manos de Alecia—. Es tinta


originaría de las islas hecha tan sólo para esto. Cortan la piel con un pequeño

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 37 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

peine o un cincel y frotan la tinta sobre el corte para hacer una marca
permanente.

Alecia jadeó.

—¡Pero eso debe haber sido increíblemente doloroso! Es hermoso, pero


suena tan peligroso, Palu.

Palu se rió y Nat sintió un zarpazo en su estómago que decidió ignorar. Se


había permitido a si mismo que Palu le gustase, encontrarlo irresistible. Esto no
significaba que fuera a enamorarse. A pesar de que el tatau era la cosa más
hermosa que había visto nunca.

—Fue increíblemente doloroso, preciosa Alecia. Pero es importante en el


Pacífico, entre la gente de mi madre en las Islas Friendly. Son una demostración
de que eres un hombre, de que puedes soportar el dolor. Si no me los hubiese
hecho me habrían considerado un cobarde.

Nat no pudo resistirse más. Se inclinó y lamió un camino a lo largo de uno


de los complicados remolinos del tatau.

—¿Te gustan? —preguntó Palu con voz ronca.

Esto hizo que Nat se riese de nuevo.

—¿Qué si me gustan? Planeo lamer cada centímetro de ellos.

Palu le sonrió abiertamente.

—Estupendo. Porque hay más.

Alecia se había sobresaltado. Lo admitía. Nunca había visto nada como esto.
Palu tenía tatuajes sobre su culo. Le habían quitado los pantalones en un tiempo
récord cuando les dijo que tenía más de esos hermosos diseños. Pero no habían
esperado esto.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 38 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Parece que llevases pantalones cortos —le dijo maravillada. El tatuaje de


su culo, le cubría en realidad por todas partes desde la cintura hasta cerca de las
rodillas. El diseño era similar al de su brazo, aunque más denso ahí, cubriendo
casi cada centímetro de piel.

—Es el tatatau tradicional masculino en parte de los Mares del Sur —explicó
Palu—. Tuve miedo al principio, así que me hice el del brazo. Después de
sobrevivir a la experiencia, decidí hacerme este. No fui aceptado hasta que me lo
hice.

Alecia se arrodilló detrás de él para lograr una perspectiva mejor y Nat se


unió a ella. Juntos pasaron las manos sobre los hermosos diseños de tinta negra.
Gigantescos remolinos negros cubrían las mejillas de sus nalgas para después
recorrer la parte inferior del trasero y continuar bajando por las piernas. Sin
ningún tipo de vacilación Alecia le empujó una pierna, obligando a Palu a
ensanchar su postura.

—También hay por el interior —jadeó ella. Agarró el muslo con ambas
manos, y las fue subiendo por el firme y musculoso culo.

—Eso está bien —gimió Palu.

Alecia le miró y vio a Nat lamiendo una senda a través de la otra mejilla de
Palu, siguiendo un remolino. La visión fue tan excitante que Alecia sintió de
inmediato como la humedad llegaba a su sexo.

—Nat —susurró, hipnotizada. Nat abrió los ojos para mirarla y a la vez,
suavemente mordió la mejilla de Palu.

—Maldición, sí —gimió Palu.

Nat sonrió abiertamente y lamió el lugar donde había mordido, haciendo a


Palu gemir de nuevo.

—¿Es bastante ruidoso, verdad? —le preguntó Nat a Alecia y había algo en
su voz que ella raras veces había oído antes cuando habían estado con alguien

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 39 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

más, algo caliente e íntimo que tan sólo habían compartido entre ellos. Sin
embargo a Alecia no le importó. Quería compartir esto con Palu, también.

Alecia se movió para afrontar a Palu, todavía sobre sus rodillas. El tatuaje
recorría su estómago, caderas y piernas y Alecia gimió cuando vio que también
cubría su polla. Y era una gruesa, hermosa y llena polla. Su piel marrón y el
tatuaje hacían que pareciese púrpura al excitarse y Alecia podía ver una gran
vena pulsando hacia abajo a lo largo del lateral. La cabeza, húmeda de deseo,
era tan gruesa como el resto y de pronto todo lo que Alecia quiso hacer en la
vida fue tomar esa polla en su boca y probarla.

—En la polla también lo tiene —le dijo a Nat con voz temblorosa.

—Maldito infierno —gimió Nat y avanzó lentamente alrededor para


arrodillarse al lado de Alecia—. Eso sí que tuvo que doler —comentó Nat
jadeando.

Palu rió en silencio y pareció tan sin aliento como ella y Nat.

—Sí —llevó una mano hacia abajo y, con cuidado, tiró del pelo de Alecia,
obligándola a alzar la vista hacia él. Sus ojos oscuros brillaron intensamente, sus
mejillas enrojecieron y un hoyuelo apareció en su mejilla al sonreírle dulcemente.
Un hoyuelo. Ah Dios, estaba perdida—. Quiero que lo beses, lo anhelo Alecia —
susurró él aproximándose. Cerró el puño lentamente sobre su pelo y la atrajo
hacia él. Con un gemido alegre, Alecia se lo permitió.

—Sí, Palu —estuvo de acuerdo, temblando de anticipación—. Sí, quiero


hacerlo, también.

Abrió la boca y Palu se deslizó dentro y Alecia gimió por el gusto caliente,
picante. Era tan grueso en su boca, que ella apenas podía cobijarlo. Pero una vez
que estuvo dentro aspiró y lamió y disfrutó de él, mucho.

—Lee —jadeó Nat y ella se asustó. Nat nunca había querido que le hiciera
esto a otro hombre antes. En realidad ella nunca había querido hacerlo. Era algo

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 40 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

tan íntimo y personal y la ponía en manos de Palu mientras lo hacía. Nunca había
confiado en nadie, excepto en Nat para hacérselo con la boca. Pero cuando había
visto la polla de Palu y él había preguntado tan dulcemente, no lo había pensado.
Tan solo había reaccionado, tan solo lo había hecho, había hecho lo que quería.
Comenzó a apartarse de mala gana pero Nat la detuvo.

—¡No! —exclamó él. De repente Nat estaba detrás de ella, pudo sentir sus
piernas rodeándola, su mejilla pegada contra la de ella, mientras observaba.
Jadeaba pesadamente, su evidente excitación marcándola calidamente desde
atrás. Él agarró sus codos mientras ella se aferraba a los muslos de Palu para
mantenerse erguida.

—Sí — Palu silbaba y su mano apretaba en su pelo. Pero no dolía. No habría


daño. Ella sabía que no. Con mucho cuidado él sacó tan sólo unos centímetros y
luego avanzó de nuevo en su boca. Era demasiado, era demasiado grueso y ella
gimoteó angustiada.

—Lo siento —jadeó Palu—. No me moveré otra vez, lo juro. Tan sólo no te
pares Alecia. Lo que tú me haces es suficiente —se rió tembloroso—. Es más que
suficiente.

Alecia chupó la polla y notó el estremecimiento grande, fuerte que sacudió


su cuerpo. Se sintió poderosa aquí a sus pies. Ni débil, ni amenazada. Si no
poderosa con la confianza que Palu le mostraba.

—Lee, —susurró Nat otra vez, y luego ella lo vio inclinarse y lamer el tatuje
sobre la polla de Palu, para después seguir un remolino hasta la zona donde su
boca lo abrigaba. Palu gimió y acercó una mano para descansarla sobre la
cabeza de Nat mientras él lamía y mordisqueaba la base de la polla. Palu se
estremeció otra vez gimiendo.

Los brazos de Nat rodearon a Alecia y ronroneó su aprobación, Alecia no


estaba segura si por el sabor o por la reacción de Palu. Presionó su dura polla
contra ella y aspiró con cuidado el eje de Palu. A Alecia le gustaban los sonidos

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 41 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

que él hacía sobre la verga de Palu. Ella deslizó sus manos por los muslos de
Palu e introdujo una entre sus piernas para luego acariciar ligeramente sus
testículos.

—Paren—siseó Palu y Alecia retiró su mano hacia atrás como si se quemase.


Palu tiró con cuidado de su pelo y ella despacio le dejó deslizarse de su boca.

—Por favor, no nos hagas parar —susurró Nat, hocicando su nariz en el pelo
oscuro y rizado de la ingle de Palu. Alecia encontró la visión de Nat así
tremendamente sensual. Su piel blanca contra la piel oscura, el pelo y tatuaje de
Palu hacían a éste parecer incluso más exótico, más extraño y desconocido y
encantador.

—¿Es eso lo qué quieren? —les preguntó Palu suavemente—. ¿Qué me corra
en sus bocas? ¿O quieres que te folle?

Alecia se imaginó la gruesa y tatuada polla de Palu follándola y se sintió


enervada. Su sexo palpitó y los músculos interiores se apretaron anticipándolo.

Palu le acarició la mejilla y alejó su cabeza. La miraba tiernamente, pero


había un borde de desesperación en sus ojos y en su boca.

—Tú lo quieres ¿verdad, Alecia?

Ella se mordía el labio indecisa pero finalmente su cabeza negó.

—No puedo —susurró.

Palu suspiró, pero le sonrió gentilmente.

—¿Me dejarás tocarte?¿Besarte?

—Por favor, Palu —susurró y la gratitud y la satisfacción que destelló a


través de su cara valió la pena por todo en aquel momento.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 42 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 43 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 4

Palu se sentó en la cama, con la espalda apoyada en el marco de madera


contra la pared. Su piel oscura y el relieve de sus tatau quedaban claramente
enmarcados por las sabanas blancas. Le gustaba. Le gustaba cómo se veía así,
como si se exhibiera para su placer. Nadie más había visto la tatau 2 aquí en
Inglaterra, sólo Nat y Alecia. Y a ellos le gustaba. Palu sonrió mientras Nat
trepaba por sus piernas como un gato, lamiendo los remolinos sobre sus
muslos. Corrección, ellos amaban su tatau.

Alecia subió a la cama junto a él y se colocó a horcajadas sobre su


regazo. Palu alzó las manos mientras se acomodaba sobre él. Apoyó la cabeza
contra la pared, cerrando los ojos de placer al sentir el calor húmedo de su coño
suspendido sobre su polla, al mismo tiempo la brillante lengua de Nat dejaba un
rastro húmedo sobre los patrones de su tatau. Cuando ella no se movió, Palu
levantó la cabeza para mirarla.

—Bien—ronroneó ella—. Me gusta cuando me miras —mordió sus labios,


insegura. Ella era un rompecabezas, tímida y lasciva al mismo tiempo.

Palu rió.

—También me gusta cuando me miras.

Él inclinó la cabeza y estudió el deseo escrito en su cara. Ella lo


deseaba. Podría no estar dispuesta a follar con él, y él tendría que respetar su
decisión de sólo joder con su marido, pero ella lo deseaba.

2
Tal cual el original cuando Nat y Alecia hablan de sus tatuajes lo hemos dejado en la forma conocida, pero
cuando Palu los menciona dejaremos la palabra en su original: tatau. (N. de la T)

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 44 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Quiero ver que me toques—Alecia susurró tentadora como una sirena


pero Palu vio sus mejillas sonrosadas de la vergüenza al hablar.

Nat gimió detrás de Alecia.

—Cristo, también quiero ver eso. Esperen —Nat bajó de las piernas de Palu
apresuradamente. Se tumbó de lado junto a Palu, su brazo doblado y la cabeza
apoyada en su mano—. Muy bien, hazlo.

Alecia rió y pareció relajarse y Palu sonrió hacia Nat, que miraba su polla y
el sexo de Alecia, que estaban justo a la altura de los ojos, con perverso deleite.

—¿Siempre disfrutas tanto viendo a un hombre dar placer a tu esposa?—


Palu preguntó, mientras tomaba las delicadas caderas de Alecia con sus grandes
manos. Podía sentir los huesos bajo la suave piel que le recordaban lo pequeña
que era. Debía ser cuidadoso para no hacerle daño. Nat no respondió de
inmediato y Palu se detuvo para mirarlo de nuevo.

La frente de Nat estaba arrugada.

—¡No! Me gusta ver a Alecia cuando experimenta placer —él miró a su


esposa y sonrió con ternura—. Ella es tan endemoniadamente hermosa, ¿No? —
Nat extendió la mano y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja—. Me
gusta verla disfrutar de sí misma. Me gusta verla perderse en el placer cuando
no estoy tan perdido como ella —miró a Palu con el ceño fruncido—. ¿Eso tiene
sentido?

—Oh, Natty —dijo ella con un dulce suspiro de placer.

Palu sintió una extraña opresión en el pecho ante el tierno momento entre
marido y mujer.

—¿No sientes celos? —Se oyó preguntar, y entonces maldijo para sus
adentros. ¿Intentaba hablarles de lo que ellos hacían? Él era un idiota.

Nat negó ligeramente con su cabeza.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 45 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—No, yo quiero que ella sea feliz. Y sé que Alecia me ama.

Y no a los otros hombres eso estaba tácito, pero Palu comprendió. Esto no
era sobre él, sino sobre Nat y Alecia. Era posible que lo desearan y justo ahora lo
obtuvieran mediante intrigas, pero mañana sería simplemente otro hombre que
habían compartido, y ellos aún estarían juntos. Sin embargo, Nat lo confundió
con sus siguientes palabras.

—Pero contigo, Palu, deseo verlos a ambos perdidos uno en el otro.

—Mmm, sí —Alecia murmuró, se inclinó hacia delante y rozó su boca contra


la de Palu. Frotó su labio inferior con el suyo y sin pensarlo se abrió a
ella. Cuando su boca se hundió en la suya, caliente, abierta y entusiasta, se
olvidó acerca de las palabras. La lengua de Alecia se deslizó dentro de su boca,
tan tímida como ella a veces podía ser, Palu gimió ante el sabor y la dulzura de
ella. Sus manos se deslizaron hacia arriba por su espalda hasta alcanzar sus
delicados hombros mientras se enderezaba y la apretaba contra él. Alecia rodeó
el cuello con sus brazos y se aferró a él como si estuviera siendo sacudida por un
mar tormentoso y necesitara algo a que aferrarse. Él sentía lo mismo.

Ella era delicada y deliciosa, y hambrienta y suya por el momento. Se


posesionó del beso, explorando su boca con la lengua, bebiendo sus suspiros e
inhalando su fragancia en respiraciones profundas. Sus senos estaban aplastados
contra su pecho y sintió sus pequeños y duros pezones y el rápido latido de su
corazón.

De repente Palu sintió a Nat morder suavemente el tatau de su brazo y la


mano de Nat deslizándose para agarrar la parte interior de su muslo. No podía
controlar el temblor de deseo que lo aquejó. Ellos lo deseaban.

Pasó las manos por la espalda de Alecia y se apoderó de sus caderas una
vez más. Sin romper el beso la empujó hacia abajo, hasta que la cabeza de su
polla encontró su caliente y húmeda entrada. Se echó atrás y se acomodó hasta

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 46 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

que su polla se ubicó en su raja, acolchada en la humedad de su suave pelo, su


sensible cabeza chocando contra el pequeño y duro botón allí escondido.

Alecia rompió el beso con un grito.

—¡Palu! —exclamó, sus uñas clavadas en la espalda. Se quedaron así


durante un minuto, sus jadeos eran el único sonido en la sala.

—No te preocupes, Alecia —dijo en voz baja en sus rizos de oro, frotando la
nariz sobre el hermoso cabello, con olor a lavanda—. No voy a entrar. Me
quedaré aquí.

—Más —Nat finalmente susurró, se levantó colocándose a horcajadas sobre


Palu detrás de Alecia. Él presiono contra su espalda y puso sus manos encima de
las de Palu que estaban sobre las caderas de ella.

Palu sólo podía pensar; ¡sí, así, juntos!, mientras Nat empujaba a Alecia
hacia abajo sobre su pene. Las caderas de Alecia dieron un pequeño empujón al
tiempo que su polla se apretaba más contra su tibia crema. Palu la vio morderse
los labios mientras sus mejillas se volvían más rosadas y sus ojos vidriosos. No
quería nada más que empujar sus caderas hacia arriba y meter cada pulgada de
su oscura polla dentro de ella, lo más profundo que pudiera, pero se
contuvo. Palu meció suavemente las caderas y la cabeza de Alecia cayó hacia
atrás sobre el pecho de Nat.

—¿Estás bien? —Preguntó en voz baja Palu, ansioso por moverse, pero
tratando desesperadamente de no hacerle daño. Sólo quería darle placer. Había
otras formas en las que ellos podían hacer esto, otras cosas que podían hacerse
unos a otros.

Alecia rió débilmente.

—¿Bien? Estoy maravillosamente. Eres tan grueso, Palu, y tan caliente. Se


siente delicioso —suspiró.

Nat rió calladamente detrás de ella.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 47 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Luce como si estar dentro de ti también fuese delicioso —comentó y Palu


no pudo controlar la fuerte sacudida de sus caderas. Alecia chilló y luego gimió—.
Creo que a ella le gusta —le dijo a Palu, su voz áspera—. Hazlo de nuevo.

—Cristo, quiero joderla tan malditamente duro —se quejó Palu mientras
suavemente empujaba de nuevo hacia arriba contra Alecia. Ella bajo su coño
hacia él, su húmedo vello púbico, entremezclándose y rozándose. Palu siseó en
un suspiro ante el exquisito placer. Su coño lo envolvió tan estrechamente por
fuera que casi podía imaginarse dentro de ella. El beso de los labios de su sexo
sobre su polla le quitaba el habla y dejaban su mente en blanco.

Alecia sacudía la cabeza y gemía mientras se frotaba de un lado a otro, la


polla de Palu apenas se movía arriba y abajo plegándose a sus movimientos,
moliendo la cabeza de su polla contra sus aterciopelados y suaves labios y su
duro clítoris.

—No puedo —jadeó—. Lo siento, Palu, pero no puedo.

Palu presionósu mejilla contra un lado de su cabeza y murmuró dulcemente


al oído.

—No, no lo sientas, Alecia. No hay nada que lamentar.

Alecia se mordió el labio en un gemido.

—Eres tan grande —ella se frotó más duro contra él y ambos gimieron—.
Esto se siente absolutamente divino. Por favor, dime que también se siente bien
para ti.

—¡Maldita sea, esto es jodidamente asombroso! —gruñó, haciéndose eco de


la frase favorita de Nat. Al decirlo, notó a Nat detrás de Alecia,
observándolos. Miró al otro hombre y los ojos de Nat se estrecharon, cegado por
el deseo que se filtraba a través de las azules rendijas, un rostro tenso por la
excitación al ver a Palu y Alecia follar. A pesar de que Palu lo pensó, sabía que

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 48 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

era verdad. Él no podía estar dentro de ella, pero esto era follar, estaba más
cerca de lo que nadie había estado en años.

Cuando Nat captó la atención de Palu, se recostó y volvió a sentarse sobre


sus talones. Luego tomó el trasero de Alecia con sus palmas y la empujó hacia
arriba hasta que sólo la cabeza de la polla de Palu estaba ubicada contra ella,
irguiéndose en su entrepierna, como si la buscara. Nat ladeó la cabeza hacia el
costado, y luego inclinó su cuerpo también, hasta que pudo mirar debajo de
Alecia. Palu sabía que Nat estaba mirando su polla, brillante con los jugos de
Alecia, apoyada en su cremosa concha, de color rosa.

—Magnifica —Nat suspiró densamente—. Tu polla con ese tatau negro en


contra de mi esposa es absolutamente magnífica, Palu —empujó a Alecia hacia
abajo y Palu gimió desesperadamente al ser envuelto de nuevo por su húmedo
calor. Alecia gimoteó.

Nat y Palu se congelaron. Palu apenas podía hablar a través del espeso
deseo que le obstruía la garganta.

—¿Estás bien?—carraspeó, mientras Nat se inclinaba hacia delante para


alcanzarla por encima de su hombro y tiernamente acariciar el poblado y rizado
cabello de Alecia, retirándolo de su cara.

—¿Lee? —Nat pregunto suavemente—. Podemos detenernos.

Ella negó con la cabeza.

—¡No! Por favor, no se detengan. ¡Dios!, se siente tan bien —se presionó
contra él, buscando el empuje y roce previos, y Palu respondiendo, tratando de
ser amable. Ella no lo deseaba suave—. Follame, Palu, duro, del modo que
deseas —sus ojos se abrieron de golpe, nublados por el deseo y ella jadeó en voz
baja—. No follar. Quiero decir...

—¿Esto? —Palu preguntó, deslizándose adelante y atrás entre sus pliegues.

—¡Sí, sí! —gritó empujando contra sus manos y las de Nat—. Por favor.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 49 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

No podía negársele, así que empujó sus caderas hacia arriba. Gritó y le
clavó las uñas en los hombros. Pero ella retrocedió y se deslizó rudamente a lo
largo de su longitud, y Palu gruñó de placer.

Mientras él jodía contra Alecia, Nat ahuecó los pechos en sus palmas y
amasó los pálidos globos. Su toque no era suave, y Palu se dio cuenta de que
Alecia no era tan delicada como había temido. Tal vez, le gustaba el placer un
poco rudo. Palu se inclinó hacia adelante y chupó un pequeño y duro pezón, de
color rosa. Nat empujó su pecho hacia arriba, posicionándolo para Palu. Él tiró
profundamente del pezón, y luego lo mordió, no demasiado duro, pero tampoco
suave. Alecia gritó, pero sonó extraño, Palu levantó la vista para verla
mordiéndose los labios tratando de contener sus gritos. Sonrió alrededor del
pezón en su boca y luego succionó, más duro que antes. Alecia tomó su cabeza
entre sus manos, sus dedos halando su cabello, y a Palu le encantó cada agudo
tirón.

No pasó mucho tiempo antes de que estuviera al borde de la liberación.

—¡Oh Dios, Palu! ¡Dios! —se quejó—. Me voy a correr. Lo siento, no puedo
esperar. No puedo —ella gritó esto último, mientras nuevamente le rodeaba el
cuello con sus brazos y se meneaba sobre su eje. Palu mamó de su pecho con
un tirón final, y luego sintió las contracciones de su coño contra su polla mientras
ella se corría. Se empujó hacia arriba, ofreciéndole su polla para que la
cabalgara, a pesar de todo ella lo deseaba, y él la dejó disfrutar de su placer.

Lucia tan malditamente hermosa mientras se corría. Echó la cabeza hacia


atrás sobre el hombro de Nat, gimiendo en voz baja. Mordió su rojo y jugoso
labio inferior, y cerró los ojos. Su rostro se tornó en una brillante sombra de
color rosa mientras continuaba gimiendo calladamente. El clímax seguía y
seguía, sus uñas le arañaron los hombros mientras el daba duros y cortos
empujones. Esto fue suficiente para llevarlo hasta el borde. Su polla dio un fuerte
tirón y su liberación los bañó, el calor de su pegajoso semen los cubrió
empapando su vello púbico y sus estómagos. Palu nunca había sentido tanto

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 50 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

placer, no sólo en su clímax, sino en el de un amante. Ver y escuchar el placer


de Alecia con Nat mirándolos, el hambre y la emoción evidente en sus mejillas
encendidas y sus brillantes ojos azules, era la cosa más erótica que Palu jamás
había hecho. En todos los sentidos Nat y él habían compartido este momento
con Alecia, compartiendo su placer y su cuerpo.

Cuando terminó ella se dejó caer encima de él, sólo los brazos de Nat la
sostenían.

—¿Lee? —preguntó Palu, entonces se dio cuenta de que había usado el


apodo especial de Nat para ella. Tenía miedo de que hubiese traspasado los
límites cuando Nat lo miró fijamente. Estaba a punto de pedir disculpas cuando
Nat sonrió ferozmente.

—Mi turno —dijo Nat.

Nat levantó suavemente a Alecia de Palu, el sonido húmedo que hicieron al


separarse hizo que la polla de Nat se sacudiera y este sintió una gota de
humedad escapar de su hendidura. Cristo habían estado hermosos y tan
malditamente excitantes, jodiendose el uno al otro de esa manera, duro y suave
al mismo tiempo, meneándose uno sobre el otro. Y ahora ambos estaban
cubiertos con la semilla de Palu, el olor almizclado de su mutua liberación
llenando el aire y los pulmones de Nat. Estaba un poco inestable mientras el
perfume embriagador erguía su polla a proporciones aún mayores.

—¿Natty? —Alecia murmuró mientras se curvaba sobre las sábanas junto a


Palu—. ¿Van a joder ahora? —sonaba somnolienta y satisfecha.

Nat apartó el pelo de sus ojos.

—Sí, ángel.

—Oh, bien —suspiró ella—. Vas a disfrutar tanto de Palu —ella se acurrucó
sobre la cadera de Palu y la besó, ni siquiera levantó la cabeza de la cama—. Él

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 51 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

es tan hermoso —levantó lánguidamente la mano y trazó con el dedo el tatau del
muslo—. ¿No lo es?

Nat miró a Palu entonces y lo sorprendió viendo a Alecia con nostalgia,


tanta que hizo sentir dolor a Nat al verlo.

—Sí —asintió Nat en voz baja—, él es hermoso.

Los ojos de Palu giraron bruscamente hacia Nat, y se ruborizó. Nat se echó
a reír.

—¿Te he avergonzado?—preguntó con una sonrisa burlona.

Palu asintió con la cabeza una sola vez, secamente.

—Los hombres no son hermosos.

Alecia rió alegre, claramente recuperando su equilibrio.

—Oh, tonto, tonto Palu —ella dijo, golpeándose el muslo—. Confía en mí


cuando te digo que definitivamente eres hermoso.

—Nunca he visto nada tan hermoso como ustedes dos jodiendo —le dijo Nat
rudamente, su respiración inestable—. La visión de esa polla deslizándose por el
coño de mi esposa, sus pálidos brazos envueltos a tu alrededor, demasiado
blanco contra el negro de tu tatuaje. Tu semen derramado sobre ella.

Palu respiraba bruscamente.

—Follame —gruñó—. Quiero estar dentro de ti, Nat.

—¡Oh, sí!—gimió Alecia—. Por favor, fóllalo por mí, Natty. Por favor.

Nat reía, emocionado por lo mucho que ambos querían esto.

—Dime lo que quieres que haga —le ordenó a Palu, el hambre royéndolo
mientras él miraba la polla de Palu, que ya estaba poniéndose dura nuevamente.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 52 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu se recostó contra la cabecera de la cama y silenciosamente le hizo un


gesto a Nat. Éste se colocó a horcajadas sobre las piernas de Palu y bajó hasta
que uno de los musculosos muslos presionó contra el pliegue entre sus
nalgas. Palu gruñó sin palabras y Nat se estremeció al oírlo.

—Quiero joderte —le dijó Palu rudamente, inclinándose hacia delante y


tomando a Nat por la parte posterior del cuello. Palu cayó hacia atrás contra el
cabecero de madera y tiró a Nat con él. Nat cayó sobre él, sus manos apretadas
contra el pecho de Palu. No podía creer lo grande y duro que era sus
pectorales. Deslizó las manos sobre ellos hasta que cubrió los duros pezones de
Palu y apretó las palmas contra ellos. Esta vez Palu mostró los dientes en una
fiera sonrisa antes de enganchar la boca de Nat a la suya.

Nat había estado fantaseando con besar a Palu desde el primer momento
que lo vio en el salón de baile. La fantasía era aburrida comparada con la
emoción de sentir los suaves y cálidos labios de Palu sobre él. Nat se abrió y lo
invitó dentro de su boca, y él respondió a la invitación, su lengua se aventuró
audazmente en la búsqueda de todos los secretos de Nat. Nat recibió cada una
de las audaces incursiones con fervor. Palu sabía a lujuria y necesidad, una
embriagadora combinación. Inhaló y casi perdió la poca compostura que le
quedaba cuando olió a Alecia en Palu. Sus aromas combinados lo elevaron,
avanzó torpemente sobre sus rodillas sin romper el beso. Cuando sus pollas se
tocaron ambos gimieron y Nat deslizó sus manos sobre el pecho de Palu hasta
llegar a su mandíbula. Corrió los pulgares sobre sus pómulos, y luego metió las
manos entre el salvaje cabello rizado de Palu. Se apretó contra Palu, hasta que
su estómago estuvo recubierto por el semen que aún cubría el estómago de Palu.

Palu gimió y frotó su pene contra el de Nat. Nat se alejó del beso con un
suspiro, y de inmediato Palu comenzó a besarle el cuello y la mandíbula. La polla
de Palu era como una tea ardiente contra la suya, humedecida con la crema de
Alecia, el semen de Palu y la humedad que se filtraba de él.

—Ahora —jadeo Nat—. Te necesito ahora.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 53 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu negó.

—Soy demasiado grande, Nat. Déjame prepararte primero.

Nat apoyó la frente sobre la de Palu, con una débil sonrisa.

—¡Cristo!, me olvidé de eso. Sí, por favor.

—Aquí —murmuró Alecia. Nat miró hacia abajo para verla deslizar un dedo
a través del semen en el estómago de Palu. Nat podía olerlos a su alrededor, y
olía tan malditamente bien que gimió.

De repente, Palu extendió la mano y metió un dedo en el coño de Alecia.

—Dame un poco del tuyo —gruñó.

Alecia gimió y se acurrucó más cerca.

—Sí —dijo ella —tómalo.

Y entonces Nat supo lo que ellos estaban a punto de hacer. Palu humedeció
su dedo cubriéndolo con la capa de humedad de Alecia para poder estirar a Nat.

—¡Oh, Dios! —gimió Nat, y luego el dedo Palu estaba allí, presionando
dentro de su agujero. Nat siseó por la quemadura ante la invasión inicial, pero
Palu fue lento, su dedo suavemente girando, explorando, probando los límites de
Nat. Nat se relajó, y el dedo Palu se deslizó en su interior.

—Eso está bien, Natty —Palu susurró en su oído—. Déjame entrar. Estas
tan caliente y apretado aquí. ¿Cuántos hombres han estado aquí?

Nat rió sin aliento y luego gimió mientras Palu lo follaba con el dedo.

—No los suficientes para prepararme para ti —dijo con voz temblorosa.

Palu agarró con fuerza el culo de Nat y metió el dedo profundamente. Nat
gritó, pero solo había placer, sin dolor.

—¡Contéstame! —gruñó Palu.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 54 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—No muchos, Palu —le dijo en voz baja Alecia— no en los últimos años —
ella se colocó a horcajadas sobre las piernas de Palu detrás de Nat. Imitando
exactamente sus posiciones previas, excepto que sus papeles se invirtieron—. A
Nat le gusta follar más que ser follado —Alecia pasó las manos dulcemente sobre
los hombros de Nat y bajo por sus brazos—. ¿No es así, Nat?

—Sí —se sacudió cuando Palu encontró su dulce punto y le dio unos toques
con el dedo. Nat se estremeció.

—¿Por qué me dejas follarte? — Preguntó Palu calladamente. Nat abrió los
ojos. No se había dado cuenta que los tenía cerrados. Palu lo miraba
intensamente.

—Porque esto es lo que he deseado desde el momento en que te vi —le dijo


Nat, incapaz de mentir—. Quiero sentirte dentro de mí.

Palu gruñó de nuevo, y enterró su cara en el cuello de Nat, besándolo.

—Eso no significa que no planeo joderte también —le dijo con voz gruesa,
presionándose contra el grueso y áspero dedo dentro de él—. Quiero follar tu
tatuaje.

Palu sonrió entre dientes contra su piel, y Nat sintió erizarse la piel de sus
brazos.

—Tanto como el tatau de Palu desea joder tu lindo y blanco trasero —le dijo
Palu rudamente.

—¡Dios, sí! —dijo débilmente. Temblaba por las palabras de Palu y ante la
imagen que le había pintado—. ¡Ahora!, por favor.

Palu sacó el dedo lentamente y Nat contuvo el aliento. Palu lamió el cuello
de Nat y luego mordió su mandíbula.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 55 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Necesito más de lo que Alecia nos puede dar —Palu frotó los dedos sobre
su estómago, recogiendo el líquido cremoso, y luego los presionó hacia adentro—
. No es suficiente —murmuró—. Mi polla necesita más.

—Lee —dijo Nat, apenas era capaz de pensar, mucho menos de hablar en
este punto. Maldición, Palu iba a follarlo. Justo ahora lo estaba jodiendo con el
dedo cubierto de su esencia. Nat tembló.

Nat frotó la cara contra el pelo Palu, mientras oía las sábanas crujir y un
cajón abrirse. Trató de ignorar los sonidos. Quería quedarse donde estaba, lleno
de la magia de Palu. El cabello de Palu era basto, pero no ordinario. Le hizo
cosquillas en las mejillas, olía a jabón, tan limpio y maravilloso, almizclado, un
afrodisíaco como ningún otro. Nat se retiró un poco cuando Palu lo empujó
suavemente. Palu sacó el dedo y Nat sintió dolor de tanto deseo.

—Ayúdame —le susurró Palu a Alecia mientras ella vertía aceite en su


mano. Se colocó un poco en su propia mano y luego tapó la botella. Cuando las
manos de ambos estuvieron alrededor de su polla y comenzaron a masajearla
con aceite, Palu gimió y el pasaje de Nat se estremeció.

Mientras Palu y Alecia frotaban el aceite sobre su polla, Nat tocó las canas
en la sien de Palu.

—¿Qué edad tienes? —preguntó, pasando sus dedos a través del pelo,
retirándolos suavemente cuando se enredaban en los rizos de Palu.

—Treinta y seis —respondió Palu. Agarró las caderas de Nat y tiró de él—.
Mírame, Nat.

Nat miró hacia abajo, y pudo ver la llama de la vela reflejada en los oscuros
ojos de Palu.

—¿Cómo lo deseas, Nat? —preguntó Palu—. Creo que sería más fácil si
estuvieras sobre tus rodillas.

—¡Mmm! —Alecia murmuró detrás de él—. Sí. Así yo podría ver.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 56 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Eso fue suficiente para sacar a Nat de su extraño estupor. De repente, la


lujuria se estrelló contra él con tal fuerza que perdió el equilibrio y tuvo que
sostenerse con una mano sobre el duro y pegajoso estómago de Palu.

—¡Sí, así Alecia puede ver! —gruñó—. Sí, eso es lo que quiero.

Alecia se bajo de las piernas de Palu y Palu empujó a Nat hacia abajo sobre
el colchón.

— ¡De rodillas, Natty! —gruñó Palu—. No puedo esperar mucho


más. Ustedes me tienen a punto de correrme, y ni siquiera estoy dentro de ti
todavía.

—¡No te atrevas a correrte! —gruñó Nat sobre su hombro mientras él lo


ponía de rodillas—, no hasta que estés dentro.

Palu sonrió oscuramente.

—No me digas qué hacer, Nat. Ahora no.

—Un infierno si no lo hago —gruñó Nat. Él era salvaje para el oscuro


extranjero.

De repente, Alecia estaba allí, con un puñado de cabello de Nat en la mano.

—Natty malo —susurró. Se inclinó y mordió su labio fuertemente, y Nat se


echó hacia atrás. Alecia rió—. Cálmate, cariño. Palu quiere follarte —Alecia pasó
la mano suavemente sobre el cabello de Nat—. Te ves tan bien, Nat. Me encanta
verte. Me encanta verlos, a ti y a Palu.

Nat se inclinó hacia delante y la besó, esperando. Pero Palu simplemente se


sentó en sus rodillas detrás de Nat, sin tocarlo. Nat rompió el beso y miró por
encima del hombro para ver a Palu mirando fijamente a Alecia.

—Ven —le dijo a ella y le tendió la mano. Alecia se arrastró a su lado y Palu
se inclinó para besarla en la comisura de su boca, luego en la mejilla, y,
finalmente, sus labios se posaron sobre la oreja—. Ayúdame —dijo de nuevo.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 57 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Tomó el aceite y derramó algunas gotas en el pliegue de Nat. Palu atrapó el


aceite en los dedos y lo frotó alrededor de la entrada de Nat. Se sentía tan bien,
Nat se mordió el labio para contener otro gemido. Una vez que Alecia dejó la
botella de aceite, Palu guió la aceitada mano de Alecia hasta el trasero de Nat.
Palu empujó su propio dedo adentro y Nat quedó sin aliento, su cabeza cayó
hacia adelante. De repente se sintió otro toque y un segundo dedo más pequeño
presionando dentro.

—Oh Dios —Alecia susurró, Nat no podía controlar sus temblores. Cristo,
Alecia tenía un dedo en su interior.

—¿Alguna vez has hecho esto? —Palu susurró—. ¿Alguna vez has follado a
tu esposo así, Alecia? —agregó otro hábil y suave dedo, Alecia y Nat gimieron.

—No —ella susurró—. Él es tan apretado y caliente.

—Mmm —murmuró Palu, un sonido profundo y provocador—. Sí, lo es —


Palu introdujo otro dedo. Nat estaba ardiendo, pero era un dulce y salvaje ardor.

—Puedes aceptar estos dedos, Nat —le dijo Palu satisfecho—. ¿Deberíamos
follarte ahora?

—¡Bien, follame ahora! —jadeó Nat y Palu rió mientras ambos sacaban sus
dedos.

—¡Mira! —le dijo Palu, jalando sus caderas. Nat volteó y vio la mano de
Alecia guiando la polla de Palu hacia su agujero. ¡Cristo!, el tatau se veía
malditamente hermoso.

Palu apretó su polla contra la entrada de Nat y éste contuvo el aliento. En


un instante Palu estaba dentro, tan grande y grueso que Nat temió no poder
tomarlo, no poder tomar esa hermosa polla cubierta con el oscuro tatau.

—Respira, Nat —Palu susurró—, respira y relájate. Déjame entrar.

—¡Oh, Nat! —Alecia suspiró— es perfecto, absolutamente perfecto.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 58 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¡Ah! Bésame, Alecia —Palu ronroneó, Nat sintió como ella ponía todo su
peso sobre las manos apoyadas en sus nalgas mientras lo complacía. Al romper
el beso Nat pudo oír como ambos respiraban agitadamente, y supo sin ninguna
duda que esto era la cosa más excitante que Alecia y él jamás habían hecho.

Nat forzó su espalda y se inclinó, haciendo que los músculos se estrecharan


alrededor de la polla de Palu. Alecia se movió sentándose sobre sus talones
frente a él. Nat presionó su cara contra las sábanas entre sus rodillas. De pronto
Palu empujó hasta el fondo, y Nat no tuvo tiempo de prepararse. Jadeó, su culo
estaba en llamas.

—¿Nat? —preguntó Alecia—. ¿Estás bien?

—Cristo, se siente como si me hubiera partido en dos —susurró.

Palu estaba frotando sus manos sobre la espalda y el trasero de Nat.

—¡Lo siento! —dijo calladamente, y Nat pudo oír la sinceridad en sus


palabras—. ¿Quieres que me salga?

—¡No! —dijo rápidamente—. No, solo deja que me acostumbre —tomó


varias respiraciones profundas y se concentró en las manos de Palu frotando su
espalda, luego Alecia comenzó a masajear sus hombros, pasando suavemente
sus manos. Era tan calmado y relajante que pronto Nat pudo sentir que su
pasaje lleno era más placentero que doloroso, era un tipo diferente de ardor.

Nat serpenteó sus brazos alrededor de los muslos Alecia y agarró su dulce
trasero. Ella chilló y él rió entre dientes. El cálido rumor de la risa de Palu lo
erizó, haciéndolo sacudirse por la sensación. Este movimiento provocó que la
polla de Palu se moviera con él, golpeándolo profundamente, Nat gimió.

—¡Oh! Eso suena bien —murmuró Alecia.

—Si, así es —Palu dijo con esa voz rica y profunda, deslizó una mano hacia
abajo para tomar a Nat de las caderas, y la otra sobre su espalda lo empujaba
hacia abajo reteniéndolo en su lugar— ¿Nat?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 59 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Nat sabía lo que le estaba preguntando.

—Sí —dijo con voz gruesa. Alecia se puso de nuevo sobre sus rodillas para
que Nat pudiera soltar su trasero y en su lugar abrazar sus piernas. Las manos
de ella se deslizaron por su espalda hasta que estuvieron justo encima de las de
Palu—. ¿Tienes una buena vista? —preguntó Nat divertido.

—Mmm, sí —murmuró ella feliz y Palu rió de nuevo. Entonces probó,


saliéndose solo una pulgada o dos y luego empujó.

—¡Maldita sea! —gritó Nat, arqueando la espalda. Era la cosa más increíble
que jamás hubiese sentido. Nadie lo había penetrado así, nadie.

Palu se congeló.

—¡No! —dijo Nat, su respiración entrecortada—. Quiero decir, ¡maldición se


siente asombroso!

—¡Ah! —Palu rió entre dientes—. ¡Maldita sea, esto es jodidamente


asombroso! —Nat rió sin aliento.

—Exactamente.

—Entonces no me detendré —le dijo Palu y empujó de nuevo, una y otra


vez.

Nat perdió el sentido del tiempo. Estuvo allí, tendido aferrándose a Alecia,
mientras Palu le mostraba como se suponía debía ser entre los hombres.

Podía oír a Alecia encima de él, su respiración entrecortada, un gemido se le


escapaba de vez en cuando. Cristo, a ella le encantaba verlo con otro hombre. Él
estaba increíblemente feliz, feliz de que algo que él disfrutaba tanto también le
diera placer a ella. Sus uñas se clavaron en su espalda, y era sólo una sensación
más, encima de todas las cosas increíbles que Palu estaba haciéndole con esa
polla de aspecto primitivo.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 60 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Nat —se quejó Palu. Sus manos deslizándose por su espalda, Alecia se
inclinó hacia atrás. Las manos de Palu continuaron bajando por sus brazos hasta
aferrar de Nat que estaban sobre las pantorrillas de Alecia. El pecho duro y
caliente de Palu lo empujaban hacia abajo, y él hundió la cara contra la nuca de
Nat—. No puedo esperar, Natty. Voy a correrme dentro de ti —gruñó—. Córrete
conmigo —Palu pasó una mano por debajo de Nat y envolvió su gran puño
alrededor de su dolorosa polla y Nat gritó ante la ráfaga de calor que se desplazó
rápidamente a través de su polla, bolas y culo.

—¡Dios! —dijo Palu rudamente en su oído, mientras trabajaba la polla de


Nat y lo follaba tratando de controlar su fuerza—. Ha pasado un largo tiempo
desde que vi a mi oscura polla cubierta por el negro tatau joder un dulce,
estrecho y blanco culo. Luce endemoniadamente bien. ¡Tú, luces
endemoniadamente bien, Natty!, tomándome tan estrecho y caliente. Y esos
pequeños ruidos que haces…

Nat se sorprendió por un momento. ¿Él hacía pequeños ruidos?

El agarre de Palu sobre él se estrechó, entonces Nat supo que se iba a


correr. Sus bolas se elevaron y hormiguearon, y sintió la presión, el dolor de su
inminente liberación.

—¡Nat! —Palu gritó, apretó el puño mientras empujaba profundamente


dentro de Nat y se corrió. Las caderas de Palu se sacudieron inconscientemente
y Nat pudo sentir el calor de su semilla. Era suficiente. Con un grito se corrió, su
polla bombeando duro en el puño de Palu.

Palu se derrumbó sobre él, pero aun aguantó la mayor parte de su peso en
sus brazos para que así Nat no se sintiera aplastado. Tendría que haber sido
así. Tendría que haberse sentido asfixiado bajo el hombre más grande, asfixiado
por su peso físico y el peso de lo que le había hecho sentir, jodiendolo hasta el
olvido. Pero no fue así. Lo único que sintió fue felicidad.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 61 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Alecia, aun de rodillas frente a él. Se echó hacia atrás, y Nat levantó la
cabeza un poco para ver sus rodillas extendidas, los dedos de una mano dentro
de su coño mientras se frotaba el clítoris con la otra. Aun podía ver sobre su
estómago la semilla de Palu.

Nat se movió hasta estar junto a Alecia y tiró de sus piernas.

—Ábrelas, Lee —susurró—. Quiero ver a que sabe Palu.

Alecia lo complació rápidamente, colocándose sobre su espalda y


extendiendo sus piernas. Nat se inclinóy hundió la nariz en su pelo húmedo. Olía
fuerte y penetrante, como el océano. ¿Así olía él ahora? Sintió el calor de la
semilla de Palu correr entre sus pliegues y gimió. Retrocedió y deslizó la punta
de la lengua en su raja. La combinación de Palu y Alecia era una ambrosía. Nat
gimió y empezó a lamer su estomago.

—Mmm —gimió Palu. Se arrodilló y besó el trasero de Nat—. ¿Cómo es mi


sabor? —murmuró.

—Como el océano —le dijo Nat, mordisqueando el estómago de Alecia,


chupando la semilla de Palu de su suave piel—. Como aventura y
descubrimiento, y emoción.
La risa de Palu retumbó por todas sus terminaciones nerviosas, dejándole la piel
de gallina.

—¿Todo eso? No tenía idea de que era tan apetecible. Déjame probar —se
inclinó sobre Alecia, y enredó su lengua con la de Nat mientras él la lamía.
Alecia gemía y empujaba sus caderas hacia arriba.

—Mi coño, Nat —dijo sin aliento—. Lámeme allí. Ambos.

Nat apretó la boca contra su sexo y metió la lengua entre sus pliegues,
lamiendo los escondidos valles, encontrando el sabor fuerte y picante que tanto
ansiaba. Alecia gimió y él empujó de nuevo, luego sintió el aliento de Palu en su
oído y lo oyó chupar el duro botón de su raja. Ella gritó y sus piernas se abrieron

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 62 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

aún más. Su mano apretada contra la cabeza de Nat, manteniendo su boca sobre
ella, luchó contra su agarre hasta que pudo levantar la cabeza lo suficiente para
ver la otra mano de ella enterrada en los rizos de Palu, sosteniéndolo sobre ese
lugar que chupaba y lamía con abandono.

En segundos ella estaba luchando debajo de ellos, pidiendo a gritos que la


dejaran correrse. Nat Apretó un dedo dentro de ella, en ese lugar que le
pertenecía a él y solo a él desde hacia años, y algo le hizo coger la mano de Palu
y llevarlo allí, le hizo presionar el dedo de Palu junto al suyo, hasta que ambos la
llenaron. Alecia sollozó de placer mientras se apoderaba de los dedos dentro de
ella, sus fuertes contracciones presionando ambos dedos.

Cuando los músculos de Alecia se relajaron, Nat se sentó. Palu miraba


fijamente ambas manos tan fuertemente apretadas, los dedos follándola
claramente. La respiración de Nat era entrecortada. Nunca había compartido a
Alecia así, nunca. Su corazón palpitaba de entusiasmo, pero también de temor.
¿Por qué esta noche? ¿Por qué Palu?

Alecia rió sin aliento.

— ¡Oh, Natty! —suspiró. ¿Eso no lo decía todo?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 63 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 5

Alecia estaba en el cielo. Se habían bañado, y se había acurrucado sobre el


regazo de Nat en la cabecera de la cama, sus pies descansando sobre el hermoso
muslo de Palu. Ella frunció el ceño. Él estaba demasiado a lo lejos.

—Ven más cerca —le ordenó, haciendo un mohín. Agarró el brazo de Palu y
tiró, atrayéndolo más cerca a Nat hasta que los hombros de los dos hombres se
tocaron. Le gustó cómo se veían, el amplio hombro de Nat con aquellas pecas
adorables al lado del de Palu, ancho y músculos, con los primitivos rizos de tinta
negros en su piel. Palu pasó su mano sobre la pierna de Alecia, trabajando su
pantorrilla y la parte de atrás de su muslo y Alecia suspiró de gusto.

—Esto siente maravilloso —dijo ella felizmente, acariciando con su mano la


pelusilla del pecho de Nat. Sus pezones alcanzaron su punto máximo y Alecia
rodeó uno de ellos con su dedo, jugueteando.

—Lee —Nat rió, apartando su mano. Él tembló un poco, y ella frotó su brazo
con bríos—. Estoy un poco demasiado sensible todavía, creo.

—¿Estás bien? —preguntó Palu otra vez. Él era tan dulce, estaba tan
preocupado por Nat, temeroso de haber sido demasiado rudo. Pero a Nat le
había gustado, Alecia lo sabía. Y Nat les había tranquilizado ambos sobre eso
repetidamente.

—Palu, por última vez, estoy bien. Estoy mejor que bien. Estoy bien follado
y contento de que sea así. Por favor deja de preguntarme. Cualquiera pensaría
que nunca habías follado a un hombre. —Nat se quedó quieto de repente bajo
ella y miró a Palu con los ojos bien abiertos— ¿Ya habías follado a otros
hombres, verdad?

Palu se rió, sacudiendo la cama.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 64 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Muchos. No creo que haga falta decirte que las mujeres son escasas en un
barco navegando por aguas inexploradas y peligrosas.

—¿Entonces es normal para los hombres a bordo follarse el uno al otro? —


Alecia preguntó con interés. Ella pensaba que más bien disfrutaría de un barco
así.

Palu levantó una ceja mirándola con una pequeña sonrisa burlona.

—De verdad no, al menos no abiertamente. Pero los líos realmente ocurren.

—¿Cómo diablos lo soportaste, Palu? —preguntó ella con un


estremecimiento—. Debes haber estado meses sin hacerlo.

Palu levantó sus manos delante de él y las giró varias veces,


examinándolas.

—Llegó un momento en el que estaba tan enamorado que casi le pedí a mi


mano derecha que se casara conmigo —Nat resopló de la risa. Palu levantó la
ceja otra vez y añadió sombríamente—. Pero no quise que la izquierda estuviera
celosa.

Alecia estaba entretenida y divertida de la cabeza a los pies. Él también


tenía sentido del humor.

—Nat ha leído todo lo que has escrito —le dijo a Palu impulsivamente.

Nat tiró bajo ella y agarró su mano sobre su pecho. Cuando ella lo miró él le
fruncía el ceño ferozmente.

Palu no se movió, pero Alecia sintió su retirada de todos modos.

—¿Ah sí? —preguntó educadamente.

¿Qué diablos? Ella no tenía ni idea de lo que había incitado su reacción.

—Sí, lo ha hecho. Él querría de verdad viajar como lo haces tú, pero


simplemente no tenemos los medios.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 65 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu la miró de una manera extraña.

—Vaya — fue todo lo que él dijo.

Nat se aclaró la garganta.

—Bien, no soy seguramente ningún erudito, no como tú, Palu. Soy, como
mucho, un naturalista aficionado —miró airadamente a Alecia—. Y Alecia ha leído
casi tanto como yo.

Alecia se ruborizó. —Sólo porque quise ser capaz de entender de lo que


hablabas —ella se apresuró en explicar—. Y todavía no entiendo ni la mitad de
ello —ella esperaba desesperadamente que Palu no quisiera hablar de su
investigación. Se había estado sintiendo tan feliz y contenta; no tenía ningún
deseo de arruinarlo mostrando lo ignorante que era. ¿Por qué sacó el tema? ¿Por
qué?

—No seas ridícula, Alecia —soltó Nat—. Eres bastante inteligente, y


mantienes tu punto en cualquier conversación.

Alecia brilló de felicidad por su elogio. Cuando se habían casado ella había
sido una pequeña muchacha tonta de dieciocho años que no sabía nada a parte
de vestidos de fiesta y chismes. ¡Cómo la había intimidado Nat! Pero él la había
animado a extender sus alas y le había mostrado un mundo entero nuevo con
sus estudios.

—Pues los dos deben haber estado muy contentos de encontrarme,


entonces —dijo Palu con voz fría, cortés. A Alecia no le gustó aquella voz.

—Imagínate nuestra sorpresa cuando comprendimos que tú eras Gregory


Anderson —dijo Nat cautelosamente—. Nosotros no teníamos ni idea que
estuvieras de vuelta en Inglaterra, mucho menos en Wilchester.

Palu los miraba tan atentamente que Alecia se retorció. La mano de él se


apretó sobre su pierna, pero no parecía consciente de ello.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 66 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—No muchas personas sabían que había regresado —dijo él, su tono no tan
gélido ya.

Alecia se rió nerviosamente.

—Francamente, Palu, yo no tenía ni idea de que el escritor de aquellos


secos tratados científicos fuera tan hermoso y llamativo.

Palu sonrió reluctante y Alecia comprendió lo que había dicho. Ella se


mordió el labio horrorizada.

—Sí, muy agradable, Alecia —habló Nat arrastrando las palabras—. Dile al
hombre que apenas nos ha hecho pasar el filo de razón que es aburrido. Bien
hecho.

En esto Palu se rió y se relajó.

—¿Entonces no sabían quién era yo cuando se acercaron a mí?

Alecia de repente entendió.

—Ah, Palu. ¿Mucha gente se te acerca por ser quién eres?

Él asintió y comenzó a acariciar su pierna de nuevo, rechazando mirarla.

—Es un verdadero golpe, llevarse a la cama a Gregory Anderson, erudito y


rareza.

—¿Rareza? —Nat preguntó calladamente. Él puso su mano sobre la de Palu,


aquietando sus movimientos.

La mano de Palu apretaba fuerte la pierna de Alecia otra vez.

—¿Conoces a muchos otros Ingleses que tengan mi aspecto? ¿Cuyas


madres fueran nativas?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 67 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—No —Nat levantó la mano de Palu de encima de ella y la atrajo a su boca,


besando su palma. Palu observó con aquellos ojos profundos, oscuros,
reservados—. Lo que te hace único, no una rareza.

Palu resopló.

—Es lo mismo.

Nat inclinó su cabeza mientras le devolvía la mirada a Palu.

—Escribes sobre las plantas y animales que descubres en tus viajes, pero
no sobre la gente. Tu padre se hizo famoso escribiendo sobre la gente.

Palu frunció el ceño.

—Ellos son mi gente. No los convertiré en especimenes para que sean


fijados a una tabla y estudiados —apartó la mirada un momento, y luego se giró
para afrontarlos otra vez—. Mi padre me amó, ¿saben?

Alecia no podía soportar el dolor de su voz. Ella alargó la mano hacia él,
agarrándolo del brazo.

—Desde luego que sí, Palu. Él era tu padre.

Ahora fue el turno de Nat de resoplar.

—Tú de entre toda la gente, sabes que eso no significa nada, Alecia.

Eso dolió. Pero Nat estaba en lo cierto. Su padre apenas la toleraba. Él la


había casado con Nat para ganar una conexión con las clases superiores. Sin
embargo, lo que consiguió fue una hija y un yerno que bordeaban el filo de la
sociedad educada con sus intereses insólitos y apetitos sexuales. Y, para
encabezar su fracaso como hija, ella no había logrado producir un nieto para
asegurar que la conexión fuera permanente.

Nat la abrazó fuerte.

—Lo siento, Less —susurró.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 68 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

— ¿Qué quieres decir? —Palu preguntó bruscamente.

Alecia lo miró y ella de repente quiso ser sostenida en sus brazos. Ella
quería que toda esa fuerza y calor de Palu la rodearan. Ella sorprendió a Nat
cuando se salió de su regazo. Él dio un gañido cuando su rodilla resbaló por su
entrepierna.

—Oh, Nat —ella gritó, intentando girar y mover su rodilla sin caerse—
¿Estás bien?

Nat gimió y ahuecó su sexo.

—Ojalá dejaran de preguntarme eso —dijo jadeando. Él se dió un golpecito


experimentalmente—. Creo que viviremos para luchar otro día.

Palu rió y colocó a Alecia en su regazo, abrazándola muy fuerte.

— ¿Tu padre no te aprecia, preciosa Alecia?

Alecia puso su cabeza sobre su hombro y lo abrazó. Seguramente estaba


mal que él hiciera que todo pareciera bueno.

—Mi padre detesta incluso verme —ella le dijo—. Y creo que él desearía
poderle pegar un tiro a Nat nada más verlo.

Nat se rió y se inclinó para besar su hombro. —Tienes mucha razón, querida
mía.

Palu descansó su barbilla sobre la cabeza de Alecia mientras Nat frotaba su


nariz sobre el hombro de Palu.

—¿Por qué lo haces? —él preguntó silenciosamente.

Alecia estaba confundida, pero Nat entendió su pregunta.

—Yo no sabía como amarla.

—¿Qué? —Alecia dijo, no segura de haberlo oído correctamente.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 69 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Nat la miró, colocando su hombro contra el de Palu.

—Cuando nos casamos, yo nunca antes había estado con una mujer. Ella
era completamente inocente, y se podría decir que yo también. Ninguno de
nosotros disfrutó de nuestro tiempo en la cama.

Alecia sintió caer su mandíbula.

—¿Nunca habías estado con una mujer? —preguntó con incredulidad—.


Natty, nunca me lo habías contado.

Él miró sorprendido. —¿No? Bien, supongo que pensé que era obvio —él
pasó su dedo abajo por su brazo hasta que cogió su mano con la suya—. La
culpé, porque yo era joven e ignorante. Volví a lo que conocía y disfrutaba.

—¿Hombres? —Palu preguntó, su tono curioso.

Nat asintió y luego sonrió abiertamente a Palu.

—Me gusta follar a hombres. Sólo por que me casé eso no cambió —él se
encogió de hombros—. Y no tengo que decirte que es más fácil encontrar a un
hombre para follar en Inglaterra que a una mujer. No estamos tan resguardados.

—Eso es verdad —rió en silencio Palu—. A no ser que uno sea lo bastante
afortunado como para encontrar a ambos —. Él se inclinó y besó a Nat mientras
deslizaba su mano hacia arriba y acariciaba el pecho de Alecia. Ella sostuvo el
aliento al ver a los dos hombres besarse, sus lenguas luchando lánguidamente.
Sintió abrirse su sexo y humedecerse, y notó la polla de Palu crecer bajo ella.
Nat empujó sus caderas contra el costado de Palu, y supo que también él se
estaba excitando.

Cuando Palu rompió el beso él rió tiernamente en Nat, y Alecia comprendió


que nunca había visto a Nat así con otro hombre. Nat y Alecia los follaban, uno o
dos habían pasado la noche, y luego se marchabany Nat y ella hablaban sobre lo
que hicieron, pero no con quién. Pero esto era tan diferente con Palu. Todo era
diferente.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 70 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

— ¿Cuántos años tienes, hermoso Nat? —Palu susurró. Entonces él se dio la


vuelta para mirar a Alecia, y se inclinó y besó su pezón—. E inocente Alecia —se
sentó y se apoyó atrás contra la pared. — ¿Cuánto tiempo llevan casados?

La respiración de Alecia era desigual. Una cosa tan pequeña y simple como
un beso: uno para Nat y uno para Alecia. Y aún así ella estaba más encendida
por los simples besos de Palu que por los complicados juegos sexuales de la
mayor parte de los hombres que habían entretenido aquí.

—Hemos estado casados durante siete años —ella le dijo—. Tengo


veinticinco años.

Palu la miró sorprendido.

— ¿Tan vieja, entonces? Yo te había imaginado más joven.

Alecia se ruborizó.

—¿Soy demasiado vieja para ti? —ella bromeó—. Tú eres, después de todo,
un anciano de treinta y seis —de repente estaba nerviosa. Ella sabía de hombres
mayores que preferían a sus mujeres muy jóvenes.

Palu sonrió lobunamente.

—Apenas. Tú eres, creo, perfecta.

Nat rió en silencio y besó el cuello de Palu.

—Sí, lo es —él se retiró con un suspiro y se sentó. Alecia podía ver su polla,
semi-dura, rosada, su saco asomándose bajo su pelo pubiano. Le gustó ver a Nat
así, sabiendo que con sólo un toque, o un beso, se pondría totalmente erguido.
La anticipación era deliciosa—. Tengo veintiséis años —se pasó una mano por el
pelo, despeinándose todavía más—. Nos casamos muy jóvenes —sacudió su
cabeza—. Demasiado jóvenes.

—Pero de algún modo pasasteis de ser dos esposos inexpertos y extraños a


ésto —dijo Palu, y eso fue más de una pregunta que una declaración.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 71 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Alecia se rió, sorprendida por la amargura de la risa. ¿Ella todavía era


amarga? Había pensado que no.

—Nat volvió a sus hombres y pensé que quería ver lo que él encontraba tan
maravilloso en ellos —dijo ella resueltamente—. Los primeros años de nuestro
matrimonio no fueron felices.

La mirada de Nat estaba llena de dolor y de pesar. ¿Ella no le había hecho


sufrir bastante? ¿Ella no había intentado hacerle daño, también?

—Lo siento, Natty —susurró ella. Apartó la mirada de los dos hombres,
sentada sobre el regazo de Palu, juntando sus manos—. Lo adoraba, ¿sabes?, y
sabía que no era la esposa ideal para él. Yo era ignorante de todo, no solamente
en las relaciones sexuales. Era infantil y lo estropeé y lo aparté porque pensaba
que no lo merecía.

Palu le frotaba la espalda y ella miró para ver que Nat tenía la mirada fija
en su regazo.

—¿Y luego? —Palu preguntó con cuidado.

Alecia sonrió, y Nat miró hacia ella y medio le sonrió.

—Y luego llegó Simon —dijo ella.

— ¿Simon? ¿Simon Gantry? —Palu preguntó.

Alecia asintió.

—Sí. Simon se hizo amante de los dos al mismo tiempo. Al cabo de un rato,
él sugirió que los tres —ella agitó su mano alrededor—, ya sabes, estuviéramos
juntos.

Nat rió y agitó su mano imitándola.

—Sí, juntos —dejó caer su mano—. Simon nos enseñó cómo amarnos el uno
al otro. Fue bastante simple, en realidad. Descubrimos que teníamos bastante

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 72 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

más en común que con Simon. Después de unos meses, Simon se desvaneció tal
y como él suele hacer, y Alecia y yo descubrimos que nos habíamos enamorado.
El uno del otro —él rió su típica risa de caramelo y divertida, y el corazón de
Alecia se aligeró otra vez—. Enamorado de su propia esposa. ¡Qué raro!

—Muy raro, de verdad —concordó ella con una risa—. Pero confieso que aún
cuando él me hizo daño, y yo a él, nunca dejé de amarle.

—Lee —susurró Nat. Él se inclinó y la besó. Cuando sus labios tocaron los
suyos ella comprendió que ellos no se habían besado en toda la noche. Habían
estado tan absorbidos con Palu. Su corazón bombeaba rápido y ella sintió pánico.
¿Estaba pasando otra vez? ¿Se distanciaban? ¿Es por eso por lo que se sentía
tan atraída hacia Palu? Pero el beso de Nat la encendió como siempre hacía, su
gusto tan familiar y aún tan atrayente por su misma familiaridad. Ella ahuecó su
mejilla con su palma mientras se mordía el labio inferior. Nat se alzó sobre sus
rodillas delante de ella y pasó las palmas de sus manos desde sus rodillas hacia
sus muslos, y ella tembló con su toque. Ella podía sentir la mirada de Palu sobre
ellos, y ésto la encendía todavía más. Ellos nunca habían compartido eso con
nadie más. Ellos podrían joder a un tercero en su cama, pero sólo se corrían
juntos cuando estaban a solas. Sin embargo, de pronto ella quiso hacer todo por
Palu. Ella quiso joder a Nat para Palu, ya que se daba cuenta que él disfrutaba
mirándolos juntos. Él respiraba pesadamente, y su mano descansada sobre su
trasero, acariciándolo sugestivamente.

Nat rompió el beso y miró fijamente en los ojos de Alecia durante largo
tiempo. Finalmente habló.

—Palu —dijo silenciosamente—, ¿Te gustaría verme follar a mi esposa?

El corazón de Alecia saltó golpeteando y ella sonrió a Nat.

—Sí —contestó Palu simplemente—. Sí, me gustaría.

Palu nunca realmente había visto nada como esto antes. Había pensado que
sí. En las islas, los miembros de la tripulación no habían sido siempre

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 73 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

circunspectos en cuanto a sus encuentros sexuales. Pero estaba claro que había
un mundo de diferencia entre lo que había visto y este acto nacido del amor.
Era... te quitaba el aliento.

Nat se puso encima de Alecia, empujando despacio en ella, los brazos de


ella colocados sobre su propia cabeza con las manos de Nat sobre las suyas. Ella
le rodeaba con las piernas, apretándolo, con sus talones presionando su
musculoso culo. Palu adoraba el modo en que esos músculos se flexionaban a la
luz de las velas mientras él follaba su hermosísima esposa. Y Alecia, tenía los
ojos cerrados y sus perfectos dientes blancos mordisqueaban su labio inferior.
Con cada empuje, su cuello se arqueaba un poco más. El acto era simple
mientras lo hacían, pero increíblemente íntimo en su simplicidad.

—Less —susurró Nat, su boca apretándose en su oído. Ella giró su cabeza


sobre el colchón hacia Palu, y abrió sus ojos. Sus ojos se encontraron y los
sostuvieron, y Alecia sonrió. Casi en cuanto liberó su agarre sobre su labio ella
gimió mientras Nat se hundía en ella.

—Nat —gimió. —Más duro.

Palu estaba hipnotizado. Ellos eran magníficos. No se podía creer que se los
hubiera follado. ¿Nat todavía sentía su semen en su pasaje? ¿Alecia todavía
estaba adolorida por su polla? Sólo de pensar en ellos todavía sintiendo lo que
Palu les había hecho mientras se follaban mutuamente era más excitante de lo
que jamás pensó.

—Me encanta joderte —susurró Nat—. Eres tan dulce y estás tan mojada,
Less, tan hermosa.

—Sí —Palu susurró, y luego pensó que mejor se podría haber mordido la
lengua, por miedo de haberles arruinado el momento.

Pero en vez de resentirse por su intrusión, Nat se giró hacia él con una
sonrisa bromista. —Tú lo sabes, ¿verdad, Palu? Tú sabes lo dulce que es su
coñito.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 74 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Nat —Palu gimió. Él se deslizó hacia abajo para ponerse boca abajo al
lado de ellos, su mejilla descansando sobre su puño mientras los miraba. Clavó
su dolorida polla en la cama y encontró un poco de alivio—. Los dos sois
perfectos. —Los sonidos de su follada eran tan calientes como verlos. Los
pequeños gemidos de Alecia que intentaba sofocar, ¿Por qué lo hacía?. Y la
respiración pesada de Nat y sus palabras de amor murmuradas. Y ella estaba tan
mojada que Palu podía oír el sonido cada vez que Nat empujaba dentro y fuera.

—Palu —gimió Alecia. Ella tironeó su mano libre del apretón de Nat y la
estiró hacia él. Palu tomó su mano y la besó—. Vente, Palu —susurró ella.

Palu sonrió abiertamente.

—Sí, creo que voy a venirme sólo de miraros.

Nat gimió y Alecia se rió jadeando. —No, tonto —dijo ella, tirando de la
mano de él—. Ven aquí y déjanos probarte otra vez.

Palu gimió, pero negó con la cabeza. —No, esto es sólo tú y Nat.

Nat lo miró frunciendo el ceño. —No, esto es para ti también, Palu. Ha sido
para ti también desde que te vimos por primera vez. ¿No lo sabías?

Él quiso creer a Nat. Él quiso creer que estos dos jóvenes amantes querían
compartir este momento con él. No importaba lo tonto o ridículo que pudiera ser,
quiso creerlo. Elevándose sobre sus rodillas él se movió hasta que estuvo al lado
de la cabeza de Alecia sobre el colchón. Él bajó sus manos sobre la cama al otro
lado de ellos, para inclinarse sobre ellos, su polla encima de Alecia, delante de
Nat. La vista de su dura polla colgando allí enmarcada por sus rojas caras lo
hicieron querer aullar de satisfacción. Él tomó varios alientos profundos,
intentando calmarse.

Entonces Nat lamió tentativamente la punta de la polla de Palu, y Palu se


deshizo. Él comenzó a temblar y apretó los puños en las ropas de cama tan
fuertemente que pensó que las rompería. Bajó sus caderas despacio, y Alecia

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 75 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

abrió su boca para mamarle la cabeza de la polla. Palu se mordió el labio y se


obligó a quedarse quieto para ellos. Nat recorrió el tatau con su lengua otra vez,
como ya había hecho antes. Palu nunca había estado tan contento de tenerlos
como esta noche.

—Estás temblando —susurró Nat—. ¿Por nosotros?

—Sí —él no podía hablar más. No quería hablar. No quería revelar el


tumulto de emociones que lo ahogaban.

Nat dejó de lamerlo, y Palu estaba tanto alegre como devastado. Los labios
de Alecia todavía lo rodeaban, pero ella era muy suave con él, como si supiera
que estaba al límite. Nat comenzó a empujar más duro en Alecia y la cabeza de
ella se movió sobre la cama y contra su polla. Él no pudo reprimir un gemido.

—Sí —gruñó Nat, acelerando el ritmo. Y luego Alecia gritó sobre la polla de
Palu, sus piernas cerradas alrededor de Nat, su espalda arqueada. Palu se retiró
de la exquisita sensación de su voz vibrando por todo su eje. Se sentó sobre sus
talones y observó la cara de Alecia mientras ella se corría. Y luego vio los
temblores en la espalda de Nat, el manojo de músculos de sus nalgas, y Nat
enterró su cara en el cuello de Alecia cuando se corrió con un quejido, el mismo
quejido había hecho cuando Palu lo había jodido. Que Nat hiciera el mismo ruido
para él y Alecia le complacía increíblemente.

Cuando los dos hubieron acabado, tumbados jadeantes, Palu se imaginó


que estaban agotados. Pero de repente Nat se levantó sobre sus manos y rodillas
y se volvió hacia él. Sin una palabra, agarró la polla de Palu con una mano y la
chupó profundamente en su boca. Palu gritó sin palabras y empujó en la calidez
húmeda de su boca. Nat gruñó y agarró la cadera de Palu para girarlo un poco.
En cuanto tuvo el ángulo correcto, Nat empezó a follar a Palu con su boca,
mamándolo fuerte con cada golpe rápido y luego deslizándose lentamente. La
saliva resbalaba por la polla de Palu desde la boca de Nat, humedeciendo sus
testículos, mientras Nat murmuraba su placer por el gusto y rodeaba con su
lengua la punta. Palu agarró el pelo de Nat con un gran puño y empezó a mover

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 76 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

su cabeza con un ritmo más rápido. Él necesitaba esto, ¡tanto! ¿Cómo lo había
sabido Nat? Nunca hubiera podido follar a Alecia así, era demasiado pequeña.
Pero la boca de Nat estaba hecha para que lo follara.

—Voy a correrme, Nat —gruñó, esperando sin esperanza que Nat no se


apartara. Él quería llenar la boca de Nat, llenar a Nat. Quería que alguien tomara
su liberación en su interior y no lo tirara. Nat no lo tiraría. Nat no lo apartaría.

Nat agarró su muslo y tiró de Palu más cerca, mamándolo más


profundamente en su garganta. Palu gimió mientras se corría, intentando mirar a
Nat todo el tiempo, no queriendo perderse a Nat tomándolo así.

Cuando acabó, Nat torció su cabeza del apretón de Palu y se sacó la polla
con un jadeo. Se estaba riendo.

—Nunca me habían follado la boca tan bien —dijo, su voz gruesa, como si le
doliera la garganta. Palu sintió una primitiva emoción por haber usado a Nat de
esa manera y hacerle eso a su voz. Alecia rió y se deslizó hasta besar a Nat,
todavía riendo. Entonces ella se dio vuelta hacia Palu y lo besó, también, con el
gusto de él y Nat todavía sobre sus labios sonrientes.

Palu sintió como si la tierra se abriera bajo él. Quería más que una sola
noche con estos dos. Le habían hecho desear cosas que había dado por perdidas.
Y eso era peligroso. Lo sabía, pero no podía parar la marea de deseo que tiraba
de él acercándolo a ellos cada vez más.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 77 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 6

Palu entró en el salón y Nat se giró de donde estaba de pie en la ventana.


Tenía una mano apoyada en el marco y había estado mirando la calle con el ceño
fruncido. Borró la expresión de su rostro, pero no antes de que ver a Palu tomar
nota de ello.

—¿Todo aclarado? —preguntó suavemente, alejándose de la ventana.

—Sí, gracias —respondió cortésmente Palu. Nat había notado que el otro
hombre se retiraba a la cortesía meticulosa cuando no estaba seguro de una
situación. El refugio del inglés bien educado, pensó Nat irónicamente.

— ¿Dónde está Alecia? —preguntó Nat, ignorando la mirada inquisitiva de


Palu.

Palu le dio una risa genuina, divertida.

—Me desalojó de su vestidor. Me dijo que ocupo demasiado espacio y la


distraigo con mi intensa observación de sus artículos de tocador.

Nat se rió.

—No te preocupes. He recibido mucho del mismo trato en ocasiones.

Nat no sabía qué hacer. ¿Debería caminar de regreso a la ventana y fingir


estar ocupado con la calle muy transitada? ¿O debería sentarse y fingir una
indiferencia que no sentía? Se quedó allí de pie mirando a Palu con indecisión y
frustración.

—Dime qué pasa, Nat —exigió Palu en voz baja—. ¿Quieres que me
marche?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 78 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Qué te marches? —El asombro de Nat era genuino—. ¡No! ¿Deseas


marcharte? —Él no podía marcharse todavía. Era demasiado pronto.

Palu negó con la cabeza.

— No. Pero tu comportamiento parece inquieto. ¿Por qué?

Nat escogió la opción de sentarse. Se dejó caer en el sofá y cruzó las


manos, los codos sobre sus rodillas. No podía mirar a Palu.

—¿Comportamiento inquieto? ¿Vas a escribir un estudio sobre mí?

—Nadie creería las cosas las que te he visto hacer.

Nat lanzó una carcajada y alzó la mirada para ver a Palu darle una apenas
sonrisa irónica.

—Sí, bueno, soy un tipo ágil, ¿verdad? —Nat sintió que se ruborizaba. Las
cosas que habían hecho durante el último día y dos noches también eran casi
increíbles para Nat. ¿Realmente había dejado a este hombre follarle una y otra
vez, compartido a su esposa, lamido, mordisqueado, chupado y probado cada
centímetro de la piel oscura y tatuada de Palu? Sí, lo hizo. Y lo haría otra vez. Al
menos tenía la esperanza de volver a hacerlo.

—¿Qué estudias? —preguntó de repente Palu. Nat sacudió la cabeza


sorprendido. Palu tenía una mirada atenta en su rostro, observando a Nat
cuidadosamente—. Sé que has leído mi trabajo, pero no has hablado de tus
intereses.

Nat se ruborizó.

—Mis intereses no son tan amplios como los tuyos —se aclaró la garganta
con timidez—. Pesces —ante la mirada en blanco de Palu amplió la respuesta—.
Estoy interesado en los peces. Los escritos de tu padre mencionan algunas de las
nuevas especies que vio en los Mares del Sur. Pero los tuyos no lo hacen. ¿Sabes
algo de los peces de allí?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 79 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu sonrió cautivadoramente.

—Sólo los que son buenos para comer.

Nat suspiró. Había esperado que el tema les ocupara un rato.

—Son hermosos —el comentario de Palu hizo que Nat levantara la cabeza
otra vez. Buscó señales de burla o indulgencia, pero, en realidad, Palu parecía
interesado en la discusión—. Hay muchos que son similares a los que se
encuentran aquí en Europa, pero también hay muchos peces que son
impresionantemente hermosos, obras maestras de color, diseño y forma. Son
muy exóticos, y, en algunos casos, bastante letales.

—¿Letales? —Nat se inclinó hacia adelante, fascinado.

Palu asintió.

—Sí, como venenosos. Así que cuando digo saber cuáles son los buenos
para comer, me refería más que al mero gusto —su sonrisa era divertida y sacó
los hoyuelos en sus mejillas. Maldita sea, él era tan jodidamente increíble que
Nat quería saltar a través de la habitación y tomarle allí mismo.

Se puso de pie, sin importarle que su inquietud confirmase su agitación. Iba


y venía por la biblioteca a lo largo de la pared.

—Has hecho muy feliz a Alecia —le dijo a Palu honestamente. Se dio la
vuelta para estar enfrente del otro hombre, que permanecía de pie donde se
había detenido cuando entró en el cuarto. Captó sorpresa y alivio en el rostro de
Palu—. Gracias.

—¿Tú me das las gracias? —preguntó Palu con incredulidad. Finalmente,


cruzó la habitación, sin detenerse hasta que estuvo aproximadamente a un pie
de distancia de Nat—. Nat, esta vez contigo y Alecia ha sido una de las cosas
más agradables que he experimentado. Yo te doy las gracias por permitirme
estar contigo.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 80 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Nat negó con la cabeza, rehusando la gratitud de Palu.

—No. No lo entiendes —suspiró profundamente—. Lo intento, pero no puedo


hacerla feliz solo, Palu. Lo he intentado, Dios lo sabe. —Volvió a la estantería,
vencido con la frustración y la rabia desenfocada—. No puedo cuidar de ella o
darle lo que necesita.

—Nat —Palu habló en voz baja pero firme justo detrás de él. Nat sintió su
mano en el hombro, una caricia sólida y suave. Se dio la vuelta para ver a Palu
mirándole con compasión y preocupación. Se le retorció el estómago y estuvo
más confundido y enfadado que antes. Intentó quitarse su mano, pero el apretón
de Palu se tensó y se mantuvo firme.

—Nat, Alecia te ama, más de lo que piensas, creo.

Nat resopló con disgusto.

—Sí, y mucho bien le ha hecho.

Palu agarró los hombros de Nat con ambas manos y le sacudió.

—No menosprecies esto, Nat. No rebajes lo que ella siente por ti. Es una
mujer adulta y te ha dado su amor. Ese es un tesoro que no tiene precio.

Fue el turno de Nat de agarrar los brazos de Palu. Apartó sus manos, pero
no soltó los brazos de Palu. Le agarró con fuerza tratando de hacerle entender y
desesperadamente esperando que no lo hiciera.

—¿Crees que no lo sé? No es Alecia o su amor lo que pongo en duda. Se


trata de mí, Palu. Yo soy el inadecuado aquí.

Palu se liberó con una sacudida y tiró a Nat en un apretado abrazo. Nat
envolvió sus brazos alrededor del pecho de Palu y hundió los dedos en su
espalda. Enterró su rostro en la piel recién afeitada de su cuello e inhaló. Palu
olía como él. Había usado el jabón de afeitar de Nat, y su olor sobre Palu hizo
sentir a Nat posesivo y hambriento y desesperado. ¿Qué estaba haciendo?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 81 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu presionó los labios al lado del pelo de Nat, su aliento agitaba el cabello
sobre la oreja, haciendo temblar a Nat.

—Nat, eres todo lo que alguien podría desear. Eres inteligente y amable,
divertido, guapo, generoso. ¿Debo continuar? Si yo fuera Alecia me sentiría como
ella. Haría cualquier cosa por ti, Nat. Cualquier cosa.

Nat se sintió mareado. ¿Palu también sentía así? ¿O sólo hablaba de Alecia?
Apoyó la frente sobre el hombro de Palu. ¿Eso importaba? Palu se marcharía, lo
habían sabido desde el principio. Y Nat siempre se había dicho que no haría esto.
No se dejaría cuidar por un hombre. Palu era un amante, nada más. Una
distracción temporal. Era posible que se gustaran el uno al otro, podían tener
muchas cosas en común, pero eso no cambiaba el hecho de que ambos eran
hombres, y que Nat y Alecia estaban casados. Nat no haría daño a nadie como él
había visto a Derek Knightly e incluso a Tony Richards lastimados. Ellos habían
sido excluidos en público, relegado a ―amigo‖ soltero en beneficio de la
aceptación social. ¿Se sentían ellos como si su amor no fuera importante? Palu
merecia más. Se merecía a alguien que le reclamara con valentía y orgullo, y Nat
y Alecia no podían hacer eso.

Empujó a Palu bruscamente, sorprendiéndole. Palu se tambaleó hacia un


paso contra la estantería. Nat cayó sobre él, fijándole allí con las caderas, las
manos aplanadas contra los libros a cada lado de los hombros de Palu.

—No lo entiendes —gruñó, frustrado más allá de la creencia en su


incapacidad de transmitir su verdadero significado a Palu.

Palu se recostó contra el estante con calma, en absoluto preocupado por la


agresión de Nat.

—Sigues diciendo eso. Explícamelo.

Nat sacudió la cabeza, las palabras atascadas en su garganta. ¿Cómo podría


explicarle que le estaban utilizando? ¿Qué debido a que nunca podría haber más

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 82 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

entre ellos, iban a utilizar a Palu para sus propios fines? ¿Cómo podría describir
adecuadamente lo enfermo y enfadado que le ponía que no tuviera otra opción?

No importaba. Lo que cualquiera de ellos sintiera en esta situación no haría


ninguna diferencia en absoluto. Las cosas eran como eran. Lo único que
importaba era el deseo entre ellos, la satisfacción física que podrían darse el uno
al otro durante un breve tiempo. Eso era todo lo que había y todo lo que alguna
vez podría haber.

—Esto no necesita ninguna explicación —susurró, mirando fijamente la boca


de Palu. Tuvo una visión de Palu de cómo había estado esa mañana, su boca
enterrada entre las piernas de Alecia, retirándose con los labios brillantes, y Nat
había lamido aquellos labios hasta limpiarlos, comido toda la crema dulce de la
pasión de Alecia de la boca carnosa y sensual de Palu. Se inclinó para besar a
Palu y el otro hombre se retorció como si evitara el contacto.

—No, Nat, tenemos que hablar...

Nat no le hizo caso. Agarró un puñado de cabello áspero y rizado y la


protesta de Palu se volvió un gemido. Nat sonrió misteriosamente. Había
aprendido bastante acerca de cómo complacer a Palu en el último día y medio.

—No me digas que no —gruñó Nat.

Los ojos de Palu brillaban con ardor y los estrechó mientras miraba
fijamente a Nat.

—No —dijo muy claramente.

La sonrisa de Nat aumentó. Al parecer, Palu también había aprendido una


cosa o dos sobre complacerle. Palu, de pronto, hizo girar a Nat y le arrojó contra
la biblioteca, sacudiendo los libros y derribando una pequeña figurilla de una
pastora. Cuando se hizo pedazos en el suelo los dos hombres sonrieron de forma
siniestra el uno al otro como si se desafiaran. Y entonces Palu se abalanzó e
intentó tomar el control del beso. Nat casi le dejó. Cristo, el hombre sabía besar.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 83 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu condujo su lengua en la boca de Nat y comió de él como un hombre


hambriento. Envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Nat y le arrastró
cerca, sosteniéndole con tanta fuerza que Nat apenas podía respirar. Nat llevó
las manos al cabello de Palu y tiró, con fuerza. Palu gruñó pero no se movió un
centímetro. En cambio mordió bruscamente el labio inferior de Nat hasta que
éste gimió y aflojó la tensión en el pelo de Palu. Palu le recompensó por suavizar
el beso, lamiendo los labios de Nat y enredándose sensualmente con su lengua.
Nat gimió de placer. Palu sabía dulce, como el dentífrico de menta, pero el sabor
se mezclaba con algo salvaje que era claramente Palu. Nat estaba empezando a
ansiar ese sabor, y que nunca era suficiente.

Con ese pensamiento Nat rodó hasta que la espalda de Palu golpeó la
estantería y profundizó el beso otra vez. Él lo hizo por la lujuria, por la
satisfacción sexual y no por las emociones. No podía ser por las emociones.

Palu se rindió, dejando a Nat controlar el beso y controlarle a él. Nat metió
una rodilla entre las piernas de Palu y el otro hombre gimió cuando su muslo
entró en contacto con su ingle. Las manos de Palu agarraron las caderas de Nat,
acercándole y frotándose contra él. Sí, esto era lo que tenían. Nat nunca había
tenido más con un hombre. Palu encajaba todas sus curvas, siempre que
presionara en los lugares correctos.

Nat se separó con un jadeo, mirando a Palu con desafiante satisfacción. Los
ojos de Palu estaban vidriosos, sus labios hinchados y húmedos, las mejillas
enrojecidas. Nat tenía aquí el control. Estaba de nuevo controlado. Golpeó la
polla de Palu con el muslo, y bajó la mirada para ver el contorno de su longitud
rígida que tiraba contra los pantalones apretados. El conocimiento de lo que Palu
ocultaba debajo de sus ropas, su tatau sensual e hipnotizante, una verga gruesa
cubierta de tinta negra, sus bíceps abultados decorados con remolinos primitivos
y bandas, volvió a Nat loco de lujuria. Eso era todo suyo ahora mismo.

Nat miró mientras él rozaba su polla contra la de Palu a través de su ropa.


Lentamente, giró las caderas, restregándose contra Palu, y Palu maldijo entre

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 84 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

dientes al mismo tiempo que agarraba las caderas de Nat más fuerte, y le
sostuvo más cerca.

—¿Esto es lo que quieres? —susurró Nat, mirando desde la distancia sus


caderas demoledoras. Él miró fijamente a los ojos de Palu, desafiándole a
negarlo—. ¿Es esto de lo que quieres hablar?

—No —dijo Palu entre dientes—. No quiero hablar sobre joder. Solo quiero
que me jodas.

El estremecimiento que recorrió la espalda de Nat no tenía nada que ver


con el tumulto de emociones en su interior y todo con la posesión y el deseo y
una necesidad abrumadora de ver a este gran hombre tendido debajo de él,
tomándole en ese magnífico y marcado trasero suyo.

Pero ahora no. Aquí no. Ellos tenían cosas de hacer.

—Si eres un chico muy bueno —dijo Nat a Palu con una sonrisa maliciosa—
podría hacerlo más tarde.

Palu gruñó sin decir nada, empujandose contra Nat y Nat se rió.

—¿Estamos impacientes?

—No sé —respondió Palu cuando hizo que Nat inspirase mientras se frotaba
contra él—, ¿lo estamos?

Palu intentó besarle otra vez, pero Nat se apartó. Podía ver la sorpresa en
el rostro de Palu. Sabía cuánto disfrutaba Nat besándole. Pero ahora se sentía
demasiado íntimo. Nat había llevado su encuentro donde quería, lejos de las
confesiones y de vuelta a la jodienda. Besándole destruiría el poco progreso que
había hecho.

En ese mismo momento Alecia entró en el salón. Entendió la situación de un


vistazo y rápidamente dio vuelta para cerrar la puerta detrás de ella antes de

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 85 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

que los criados vieran lo que estaba pasando. Cuando se giró hacia ellos sonreía
con aprensión.

—Lo siento. No quería interrumpir.

Nat puso las manos sobre la estantería y se apartó de Palu, que le dejó ir
inmediatamente.

—No lo hiciste —dijo Nat despreocupadamente—. Sólo estábamos pasando


el tiempo —No miró a Palu. Sintió más que vio la retirada de Palu, su
retraimiento en aquella expresión cortés que ocultaba sus pensamientos. Era
mejor así, para todos ellos.

—¿Estás lista para ir, querida? —preguntó a Alecia.

Ella palideció ligeramente y se mordió los labios antes de contestar.

— ¿Estás seguro de que sigues queriendo ir, Natty?

—Por supuesto —le dijo frunciendo el ceño. Ella no debía perder el valor
ahora. Esta vez iba a funcionar. Estaba seguro de ello. Empujó su propia
inquietud profundamente y se concentró en lo que había hacer—. Siempre vamos
a tomar el té con sus padres en el segundo martes de cada mes.

—¿Qué? —exclamó Palu, su confusión era evidente.

—¿Seguramente no te importará acompañarnos? —preguntó Nat mientras


se detenía delante de un pequeño espejo para ajustarse la corbata y solapas. Le
resultaba insoportable no mirar a Palu. Cristo, qué puñetero horrible día de
mierda iba a ser éste.

—¿Alecia? —preguntó Palu desde atrás. Nat se dio la vuelta hacia ella, con
una dura mirada. Ella mantuvo la mirada fija sobre Nat, parpadeando
rápidamente.

—¿Sí? —Su voz era delgada. ¿Lo notaría Palu?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 86 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Desea que me vaya?

Ella se volvió hacia Palu, su expresión preocupada.

—No quiero que nos dejes —su respuesta era ambigua, Nat tuvo que darle
crédito por eso. Sabía que ella no estaba a favor de su plan, pero haría lo que le
pedía porque confiaba en él. Por favor, Dios, rezó Nat, deja que funcione esta
vez. Por una vez déjale tomar la decisión correcta para ellos. Casi se había dado
la vuelta cuando vio el anhelo en su mirada mientras contemplaba fijamente a
Palu. Tal vez su respuesta no había sido tan ambigua entonces. Ella realmente
no quería que Palu los abandonara. Pero el viaje tenía que terminar en algún
sitio. Nat se temía que su lugar de destino de hoy bien podría ser su único final.

***

—¿Más té, Señor Anderson?

La madre de Alecia, la señora Colby, era tan menuda como su hija. También
era tímida, pero de un modo diferente que Alecia. Era un ratón tímido, abrumada
por su marido dominante. Quizás podría haberlo superado si no hubiera sido
atada a un hombre que quería mantenerla de esa manera.

Palu no estaba exactamente seguro de por qué estaba allí. Él y Nat y Alecia
habían pasado casi dos días haciendo el amor y riendo, y lo siguiente que supo
fue que ellos le habían liado y le trajeron aquí a tomar el té con el padre que les
odiaba. La cabeza le daba vueltas, sobre todo después de aquella conversación
confusa con Nat esta mañana. No había ninguna señal del risueño inglés que le
había fascinado en Wilchester's la otra noche.

—No, gracias, señora —respondió Palu cortésmente. Trató de no suspirar


ante su estremecimiento cuando habló. Podía ver que la ponía nerviosa. Lo
habían visto cientos de veces antes, en muchos salones. No importaba que
hubiera sido criado en Inglaterra, tuviera la mejor educación, y fuera un

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 87 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

destacado erudito. Todo lo que ellos veían era su piel morena y la nariz ancha y
el pelo grueso y ellos temían su naturaleza primitiva. Por cierto, fuera del
dormitorio Palu no creía que tuviera una naturaleza muy primitiva. Era un tipo
más bien relajado si la gente se molestaba en llegar a conocerle. En realidad se
había sorprendido al descubrir su primitiva naturaleza sexual con Nat y Alecia. Él
sonrió en su taza mientras tomaba un sorbo de té. Ellos no parecieron temer al
salvaje.

Nat estaba merodeando por el perímetro de la habitación. Estaba claro que


no le gustaba estar aquí, lo que hacía la visita aún más desconcertante, puesto
que había insistido en ello. Alecia se sentó a la izquierda de Palu, mordiéndose el
labio y jugueteando con su taza de té. Su padre se sentó en solitario esplendor
en una silla ornamentada bajo un gran retrato de sí mismo encima de la
chimenea vacía. Era bastante gótico, y Palu se habría reído pero temió que nadie
más entendería la broma.

—¿Qué quieres? —atacó el señor Colby. Palu se asustó y se giró hacia él,
pero estaba hablando a Nat.

Nat se volvió hacia Colby con una mueca.

—Ya sabe lo que queremos. Lo que siempre queremos. Es usted quien nos
hace aparecer aquí cada mes para arrastrarnos por lo que es legítimamente
nuestro. Si no desea vernos, entonces dénos la suma total.

Palu se sorprendió más allá del habla. Incluso aunque Alecia se lo había
dicho, en realidad no había esperado que Nat y el señor Colby fueran tan hostiles
entre sí. Parecía como si Nat deseara disparar al señor Colby tanto como el
hombre más mayor quisiera disparar a Nat. ¿Y sobre qué suma estaba hablando?

—¿Está embarazada? —El señor Colby sonrió con desprecio—. ¿O no lo ha


logrado todavía? —Apuntó con el dedo tembloroso a Palu—. ¿Se trata de tu
intento de chantaje? ¿Vas a hacerle conseguir un bebé en ella? ¿Para
avergonzarnos?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 88 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Qué? —exclamó Palu. ¡Por Dios!, uno simplemente no hablaba de estas


cosas en el salón durante el té. Echó un vistazo a Alecia y vio que sus mejillas
estaban manchadas con la mortificación. Ella no le miraría.

—Ya sabe que los doctores dijeron que ella no concebirá otra vez —informó
Nat—. ¿No piensa que nos duele a ambos? ¿Tiene que frotar nuestras narices en
ello?

¿Otra vez? Palu estaba conmocionado y consternado. ¿Nat y Alecia habían


perdido un bebé? ¿Cuándo?

Los labios del señor Colby se convirtieron en una airada línea hasta que
desaparecieron.

—Ella perdió al bebé porque se prostituyó por tí.

La señora Colby lanzó un grito apagado y Palu vio que sus labios
temblaban. Tuvo que apretar los dientes contra las palabras airadas atascadas
en su garganta.

—Suficiente —dijo Alecia con voz temblorosa—. Hemos venido para nuestra
asignación mensual, Padre —dijo, apretando las manos en el regazo—. Nat tiene
razón. Si nos diera los fondos de mi dote, no tendríamos que soportar esta
tortura mensual.

—¿Llamas a visitar a tu madre una tortura? —preguntó el señor Colby con


ira.

—No, Padre. Con mucho gusto visitaría a Madre —no necesitaba añadir que
no deseaba ver a su padre. El sentimiento tácito fue entendido por todos.

La cara del señor Colby adquirió un tono más oscuro de rojo.

—No estoy obligado a entregar el dinero hasta que tengas treinta años —
dijo con frialdad—. Siento que es mi deber mantener el control hasta entonces.
Tú y tu marido no tienen ningún sentido de la responsabilidad o el decoro. Darles

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 89 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

el dinero ahora para desperdiciarlo en sus placeres hedonistas sería una locura, y
un perjuicio para ti.

Nat se burló.

—Usted desea controlarnos con su tacaña tutela. Seguramente sabe que no


va a pasar.

El señor Colby señaló otra vez con el dedo tembloroso a Palu.

—No ha respondido a mi pregunta. ¿Por qué está él aquí?

Palu se preguntaba lo mismo. Había una fría sospecha arrastrándose por


sus venas. Todas sus especulaciones absurdas y emocionales de los dos últimos
días parecieron burlarse de él desde cada punto de vista. Intentó captar la
atención de ellos, pero ni Nat ni Alecia le miraban. Dejó su taza, temiendo que
repiquetearía en sus manos temblorosas.

—El señor Anderson es un conocido reciente —dijo Nat con calma—. Hemos
estado pasando mucho tiempo juntos. Estoy seguro de que pronto será de
conocimiento público.

El señor Colby se puso de pie y Palu vio que Alecia se mordía el labio tan
fuerte que tuvo miedo que ella se hiciera daño. Pero, ¿por qué estaba
preocupado por ella? ¿Era tan idiota?

—A no ser que yo te pague, ¿verdad? —Acusó el señor Colby—. ¿Ahora


recurres al chantaje? Si no deseo que sea de conocimiento público que mi hija
está asociándose con este salvaje, debo ceder a tus demandas.

Palu se puso de pie y todos los ojos se volvieron hacia él. Los ojos de Alecia
estaban rojos y llenos de lágrimas no derramadas. Podía ver la súplica en sus
bonitas profundidades castañas. Cuando miró a Nat todo lo que vio fue cólera.
Pero cuando Nat echó un vistazo a Alecia, Palu vio el pesar y la determinación en
sus ojos. Palu se giró hacia el señor Colby.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 90 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí —dijo. Con aquella única palabra lanzó su propio orgullo a un lado.
Sabía que había sido utilizado por ellos. Pero, ciertamente, ellos también habían
dado de sí mismos. No vio ninguna vergüenza en devolver el favor. Esta era una
situación que escapaba a su control. Alecia había aludido varias veces a su falta
de fondos, para viajar y otros pasatiempos. Obviamente, Palu no había
entendido. Tampoco, había entendido lo que Nat le decía esta mañana. Ahora lo
hacía.

El Señor Colby le miró airadamente.

—El chantaje es un delito castigable —escupió.

Palu se limitó a sonreír cortésmente.

—Uno que requiere que la víctima admita por qué está siendo chantajeado
—contestó—. Y no creo que eso sea lo que desea.

El Señor Colby le miró durante un momento y luego se sentó con una


sonrisa helada.

—Bien. Cuénteles —agitó la mano distraídamente en la dirección de la


calle—. Cuénteles todo. No es a mí a quien harán daño por los cotilleos.
Depositaré el subsidio mensual habitual en su cuenta. Pero no más —bajó la
mirada y cepilló algo en su solapa—. Pero si se llega a saber que mi hija se ha...
hecho amiga de usted, entonces tendré que prohibirles venir a esta casa otra vez
—la señora Colby dio un pequeño hipo de angustia, y el señor Colby la hizo callar
con una mirada furiosa—. No corromperé mi casa por la asociación.

Palu empezó a hablar, pero Alecia le interrumpió.

—No. No más —se puso de pie y en su angustia casi perdió el equilibrio.


Palu dio un paso rápidamente a su lado y ella colocó su mano en su brazo. El
contacto provocó un temblor de conciencia. Él sonrió con gravedad.
Evidentemente su cuerpo no estaba al corriente de la situación actual.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 91 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Adiós, Madre —dijo Alecia. La señora Colby miró a su marido, pero luego
se levantó y agarró la mano de Alecia. Palu podía ver que la sostenía
fuertemente. Le dio un beso en la mejilla a Alecia.

—Adiós, querida —susurró. Se sentó rápidamente, sin mirar a Palu o Nat.

Nat fue hacia la puerta y la abrió. Miró airadamente al señor Colby.

—Esto no ha terminado —prometió.

El señor Colby se burló de él.

— Sí, yo creo que lo está. Tengo que llamarte fanfarrón. No harás nada
para dañar a Alecia, Digby. Ha cometido el fatal error de se enamorarse de ella.
Te compadezco.

Se les acompañó hasta la puerta de la casa, Nat estaba a punto de estallar


con la rabia apenas contenida. Palu estaba entumecido. ¿Podría haber estado tan
equivocado sobre ellos? Cuando llegaron a la calle Alecia se quedó allí con la
mirada abatida y las manos cruzadas fuertemente delante de ella. Palu se detuvo
junto a ella, la mano en su codo con amabilidad, pero nada más. Esperaron a
que el coche fuese llevado. Nat iba y venía a unos pocos metros de distancia en
el borde de la calle.

—Palu... —empezó Alecia con la voz llena de lágrimas.

—Aquí no —la interrumpió. Sacó su pañuelo y se lo entregó. Ninguno de


ellos miró al otro. Cuando el carruaje llegó Palu dudó en entrar.

—Entra —ladró Nat. Se lanzó contra el asiento de la parte de atrás y miró


fijamente por la ventana de su lado, ocultando el rostro a Palu. Palu subió, más
como una cortesía que otra cosa. Supuso que todos merecían un final mejor que
ese.

Alecia parecía la mejor opción de compañero de viaje, y Palu se sentó al


lado de ella. El coche dio sacudidas en el tráfico y Palu esperó.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 92 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Alecia se rompió primero.

—Lo siento tanto —lloró, sorbiéndose en su pañuelo—. No se suponía que


debía ser así. No se suponía que iba a ser tan... tan feo.

Nat apoyó los antebrazos en los muslos, dando vueltas al sombrero en sus
manos entre las rodillas. Suspiró profundamente.

—No, no lo era.

—Exactamente, ¿cómo esperabas que fuera? —preguntó Palu


desapasionadamente. Sentía muy poco en aquel momento. Tenía un
presentimiento terrible de que los sentimientos vendrían más tarde, cuando
estuviera solo.

Nat se recostó contra el asiento otra vez.

—No sé —gritó—. Fue una estupidez, una tontería —finalmente miró Palu, y
había verdadero pesar y turbación en su rostro—. Sólo pensé... —suspiró otra
vez—. Diablos, no sé lo que pensé.

— ¿Por qué necesitan el dinero? —si fuera para algo importante, algo que
significara la vida o la muerte, entonces podría entenderlo. Podría perdonarles.

—Nat, quiere viajar —dijo Alecia, sonándose la nariz—. Es más que un


naturalista aficionado. En realidad, es brillante, Palu —dijo con sinceridad,
suplicándole con la mirada que la creyera—. Se merece la oportunidad. El dinero,
es nuestro. Me pertenece, mi dote. Pero ellos pusieron algo en los contratos, el
padre de Nat y el mío, para que no podamos recibirlo hasta que yo tenga treinta
años —ella se desplomó en el asiento, como si hubiera perdido la voluntad para
convencerlo—. Está atrapado aquí conmigo —murmuró, apartando la mirada.

—Esto no es para mí, Lee —se defendió Nat apasionadamente—. Yo haría


cualquier cosa para que escaparas de aquí, para alejarte de él. Te daría el
mundo. Todo—extendió la mano y agarró la suya, todavía sosteniendo el
pañuelo—. Encontraremos otro modo.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 93 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Alecia negó con la cabeza.

—No, Nat, no lo haremos. Él nos tiene y lo sabe. Cuando tenga treinta años
la mayor parte del dinero habrá desaparecido. No lo invierte en absoluto. —se
limpió la nariz—. Lo tiene todo planeado. Todavía tiene las cuerdas del
monedero, y entonces nunca seremos libres.

Palu sentía una extraña compasión por ellos. Le habían utilizado de una
manera abominable, pero no podía odiarles por ello. Lo habían hecho el uno por
el otro. Siempre había sabido que todo se trataba sobre Nat y Alecia, ¿verdad?
La confesión de Nat de esta mañana sobre su incompetencia y su incapacidad
para cuidar de Alecia ahora tenía perfecto sentido.

—¿Y tu familia? —preguntó a Nat.

Nat sacudió la cabeza.

—Soy el tercer hijo de un vizconde, y no uno acomodado —resopló con poca


elegancia—. Mi asignación apenas paga al cochero.

—Lamento que no pudiera ser de más ayuda —dijo Palu, y lo pensaba a un


nivel.

Nat lo miró con incredulidad.

—¿Perdon? Palu nosotros fuimos horribles incluso por utilizarte de esta


manera. Fuiste más caballero de lo que tenías que ser, poniéndote de pie con
nosotros. No tienes nada que lamentar. Somos nosotros quienes lo lamentamos.
—Su mirada se volvió especulativa—. ¿Por qué lo hiciste?

Palu se encogió de hombros y ocultó su dolor bajo una sonrisa cortés.

—Ciertamente me dieron todo lo que pedí y más en los últimos dos días. No
podía negarme a devolver el favor.

Alecia se mordió el labio y Nat se ruborizó.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 94 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Los últimos dos días, ellos no tuvieron nada que ver con esto —le dijo Nat
con brusquedad.

Palu se rió, y esta vez no pudo disimular toda la amargura.

—Tuvieron todo que ver con ello. ¿Lo planearon desde el principio, antes de
que se me acercaran en el baile?

—¡No! —gritó Alecia, agarrando su brazo—. No, sólo te queríamos, eso fue
todo.

—Ya veo —contestó Palu—. ¿Y cuándo cambió su deseo?

—Nuestro deseo nunca cambió —le dijo Nat bruscamente—. Pero no vi el


daño en asustar un poco a Colby. Ya está avergonzado por nosotros entre sus
piadosos amigos.

Bien, eso dolía, que Nat confirmara que Palu era el equivalente del coco.

—¿Cuándo lo decidiste? —Eso era lo que no podía entender. Habían estado


juntos cada minuto desde que se conocieron.

—Ayer —dijo Alecia suavemente—, cuando estabas... indispuesto.

—Ah —dijo Palu, divertido a pesar de todo—. Bueno, eso me enseñará a


buscar intimidad en mi propio riesgo.

El coche fue más despacio y Palu miró fuera para ver que habían llegado a
la casa de Nat y Alecia. Después de que desembarcaron, Palu se inclinó
cortésmente.

—Gracias por los dos días agradables.

—Palu, por favor —rogó Alecia con seriedad—, no te marches así, por favor.
Entra con nosotros. Déjanos hablar.

No podía. Ahora no. Estaba demasiado confundido y demasiado herido.


Tenía miedo de lo que podría revelar. Negó con la cabeza.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 95 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Esta noche —dijo Nat, su voz no toleraba ninguna discusión—. Volverás


esta noche.

Palu sonrió cortésmente otra vez y se quitó el sombrero.

—Tengo un negocio que he dejado desatendido durante los últimos dos días
del que debo ocuparme. No puedo llegar antes, digamos a las nueve. ¿Eso le
satisface?

Nat asintió con gravedad y Alecia se mordisqueó el labio. Palu alargó la


mano y suavemente tocó su labio inferior con el pulgar hasta que ella dejó de
hacerlo.

—Hasta esta noche entonces —dijo en voz baja. Se dio la vuelta y se alejó,
maldiciéndose por haber sido un idiota.

***

Nat esperó hasta que él y Alecia estuvieron solos en su dormitorio antes de


hablar.

—Me equivoqué. Nunca debería haberlo sugerido. Le hemos hecho daño,


creo —su corazón estaba oprimido en su pecho.

No se había sentido tan mal desde que Alecia había llorado y dicho cuánto
la había lastimado con su constante serie de amantes. Fue cuando perdió al
bebé. Ellos sólo lo supieron poco tiempo antes de que ella lo perdiera. Pero
cuando sucedió, había provocado un agujero en ambos y quedaron destrozados.
Cuando el dolor pasó, habían hablado de las cosas que tuvieron durante mucho
tiempo ulceradas bajo la superficie, y estuvieron más cerca que nunca. Pero Nat
nunca olvidó el sentimiento de desolación que había tenido al saber que la había
hecho tanto daño.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 96 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Él se detuvo en seco, incapaz de respirar por la comprensión que le


ahogaba. Se preocupó. A pesar de todos sus dolores, a pesar de las advertencias
que se había dado una y otra vez, se preocupaba por Palu, le preocupaba que
estuviese herido.

—Oh Nat —lloró Alecia. Se sentó en el borde de la cama y se cubrió el


rostro las manos—. Ahora mismo me odio —sacudió la cabeza y sollozó—. Nunca
quise hacerlo daño. Es tan dulce, y divertido, y... y cariñoso, y él siente, Natty,
se preocupa. Nadie se ha preocupado de verdad.

Nat estaba desgarrado. ¿Debería confesarle a Alecia que tenía sentimientos


por Palu? ¿O eso abriría todas las viejas heridas de nuevo? Ahora eran felices,
bueno, ahora no, sino en su matrimonio, felices con el uno con el otro. No podía
imaginarse no amando a Alecia. Ella era su mejor amiga, su más ardiente
defensora. Ella le parecía brillante e ingeniosa y excitante. Si perdiera su amor y
admiración, ¿cómo podría continuar?

Pero tenía que decírselo. Los secretos no tenían lugar entre ellos.

—Alecia —se ahogó. Tropezó con la cama y se sentó al lado de ella, tirando
de ella a sus brazos. Él la abrazó con fuerza y susurró ferozmente contra su
cabello—. Creo que me estoy enamorando de él.

Alecia se congeló por un momento y luego jadeó y le abrazó de nuevo.

—Oh, Natty, yo también. Yo también.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —le preguntó en voz baja. Ella no tenía
ninguna respuesta, y él tampoco. Una vez más, Nat había tomado las decisiones
equivocadas para ellos y había lastimado a Alecia en el proceso. ¿Nunca haría lo
correcto?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 97 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 7

A Alecia no le gustaba el modo en que Hardington la miraba. Le echo un


vistazo al reloj. Apenas llevaba cinco minutos allí y ella ya deseaba que se
marchara. Al infierno, preferiblemente. Cuando Soames les había anunciado que
tenían visita, pensó por un breve instante que tal vez Palu lo había
reconsiderado. Se sintió consternada al descubrir que era Hardington. Hacia un
año que Nat y ella se habían entretenido con él, desde entonces los había estado
acosando para que lo llevaran de nuevo a la cama con ellos. Se había convertido
en una molestia, y Nat había dejado de ser cortes en sus negativas.

No habían disfrutado su noche con Hardington, lo interrumpieron,


mostrándole la salida menos de dos horas después. Era vano y egoísta, dentro y
fuera de la cama. Lamentablemente ellos no lo supieron antes de invitarlo.
Resultaba atractivo y encantador cuando lo deseaba. Eligió no serlo cuando
estuvo en la cama con ellos. Era demandante, hacia pucheros cuando no obtenía
lo que quería, y no le importaba para nada el placer que obtuvieran Nat o Alecia.

—Así que le mostraron a Anderson la salida, ¿No es así? —preguntó


Hardington satisfecho mientras se sentaba en el sofá, frente a ellos—. Prefiero
pensar que apeló por desaparecer rápidamente. Se necesita más que fuerza
bruta y curiosidad para satisfacer a amantes como ustedes.

— ¿De qué está hablando? —escupió Nat. Había vacilado cuando Soames
anunció a Hardington. Habría preferido que el mayordomo le dijera que Alecia y
él no estaban en casa, lo cual habría complacido a Alecia. Pero había decidido
que debían verlo y dejarle perfectamente claro que no estaban interesados en
ningún otro enlace con él.

Hardington se burló.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 98 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Por favor. Fue dolorosamente evidente cuando salieron del Wilchester`s la


otra noche que ustedes tres no podían esperar a follarse unos a otros.

Nat se levantó abruptamente.

—Creo que deberías marcharte, Hardington. Y no deseamos que regreses,


jamás. Pense que habíamos sido obvios. Pero claramente eres muy estupido para
comprender mis rechazos demasiado corteses. Nosotros no te queremos. No
deseamos verte más. No vuelvas. Si lo haces, no estaremos disponibles ni
siquiera para conversar.

El rostro de Hardington estaba arrugado por la rabia y algo más. ¿Celos?,


¿Especulación? Alecia no estaba segura, pero sabía que no le gustaba su
aspecto. Hardington se acomodó en el sofá y cruzó una pierna sobre la otra,
descansando el tobillo sobre la rodilla. Ignorando el despido de Nat.

—Así que han desarrollado un gusto por los nativos. ¿No es así? Debe ser
tan bueno como dicen —lo último lo dijo burlándose con sarcasmo, Alecia sintió
su genio elevarse.

—Él es mejor hombre de lo que tú jamás tendrías esperanzas de ser —dijo


ella acaloradamente—, dentro y fuera de la cama.

La mandíbula de Hardington se flexionó como si estuviera triturando sus


dientes.

—Él está pasando momentos difíciles aquí en Inglaterra, ustedes saben —su
tono engañosamente suave—. Detestaría ponérselo más difícil, viendo que es un
hombre de ley.

Nat cruzó los brazos.

— ¿Ahora qué disparate estás diciendo?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 99 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Obtuve de buena fuente, que unos cuantos miembros de la Royal Society,


patrocinantes y académicos por igual, no apoyaron su elección como miembro.
Solo la intercesión de Sir Joseph Banks aseguró su elección.

Alecia sintió un escalofrió y frotó sus brazos.

— ¿Por qué nos estás diciendo eso?

—Existen varios patrocinantes de la Royal Society que no serían felices al


saber de la hospitalidad algo inusual de Anderson —Hardington los miró
fijamente—. Sería prudente para él que ponga fin a esas actividades si desea que
la Sociedad permanezca ignorante de ellas.

Alecia casi se rió ante la ironía de la situación. Esa mañana ellos habían
intentado chantajearlo y no tuvieron éxito debido a lo que sentían el uno por el
otro. Esta tarde tendrían que ceder al chantaje, debido a sus sentimientos por
Palu. Ciertamente el Dios de la justicia tenía un sentido del humor retorcido.

—No te atreverías a intentar manchar la reputación de Palu —gruñó Nat—.


La destrucción de tu propia reputación no estaría muy lejos.

Hardington rió genuinamente divertido.

—Yo no soy Anderson. Él lleva el pecado como una corona de espinas.

— ¿Qué significa eso? —gruñó Nat.

Hardington parecía divertido.

— ¡Vamos!, él luce oscuro y salvaje, lo que inclina a la gente a pensar lo


peor de él. Sabes que es verdad —se llevó una mano a su pecho y los miró
inocentemente—. Mientras que yo soy el epitome de un respetado caballero
inglés.

— ¿Por qué estás haciendo esto? —susurró Alecia.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 100 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Hardington la miró sorprendido por un momento. Entonces sonrió


sombríamente.

—Estoy cansado de perder ante Anderson. Él tenía un amante durante la


guerra, ¿saben?, un muy hermoso chico llamado William. William podía elegir
entre ese salvaje y yo. Eligió a Anderson —tomó varias inspiraciones profundas
mientras su furia iba en ascenso—. Y ahora ustedes dos.

—Tal vez si no fueses semejante bastardo, Hardington, alguien te elegiría—


dijo Nat, con odio goteando de cada palabra.

La sonrisa de Hardington era maliciosa.

—Pero más importante, él me ha costado dinero. Una gran cantidad de


dinero —se recostó en el sofá y extendió sus brazos sobre el respaldo.

—¿Qué dinero? ¿Cómo? —exigió Nat.

—Quise invertir en sus pequeñas excursiones al Mar del Sur —escupió


Hardington—. La exploración en esa área se ha vuelto sumamente lucrativa. Él
me rechazó —frunció el seño fieramente—. Habría hecho suficiente dinero para
comprarlos a ambos, y varios más como ustedes.

Alecia sintió como el color desaparecía de su rostro. ¿Así era como los
demás los veían a ellos? ¿Cómo prostitutas que se compran?

—Ninguna cantidad de dinero nos habría hecho elegirte, Hardington —gruñó


Nat.

—Van a escogerme —les dijo Hardington con aire de suficiencia—. Si


quieren salvar a su precioso Anderson, ustedes me elegirán.

Alecia se mordió el labio horrorizada. Dios, simplemente no podría. Ahora


no podría tener relaciones con Hardington. ¡Jamás! Pero por Palu… cruzó la
mirada con Nat quien veía fijamente al otro hombre. Sin embargo, él no dijo
nada.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 101 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Hardington rió y se levantó del sofá. Camino dos pasos hacia el canapé
donde estaba Alecia y se agachó cerca de ella, lo suficientemente cerca para que
sus costados se presionaran uno sobre el otro mientras él colocaba un brazo
alrededor de ella. Se inclinó y la besó en el cuello, y ella miró hacia otro lado,
lágrimas ardiendo en sus ojos. Supuso que Nat tendría que hacerlo también,
para mantener tranquilo a Hardington. Cerró sus ojos y pensó en Palu mientras
la mano de Hardington subía por su muslo y mordía su cuello no muy
gentilmente.

De pronto la agarraron del brazo y fue arrebatada de las manos de


Hardington a los brazos de Nat. Ella se aferró a él aliviada.

—Ni mi esposa ni yo nos prostituiremos para ti, Hardington —dijo


fríamente—. Mi respuesta anterior se mantiene. ¡No queremos volver a verle!
¡Jamás! ¡Lárgate de mi casa y vete al infierno!

Hardington suspiró.

—Supuse que podrías decir eso —se levantó y enderezó las solapas de su
abrigo—. Pero valió la pena intentarlo —su sonrisa aun era engreída—. Sin
embargo, no creo que puedan rechazar mi segunda alternativa.

— ¡Largo! —gritó Nat.

Hardington resopló entre dientes.

—No sé porque me molesto —chasqueó sus dedos—. Oh si, venganza —se


acercó a las puertas del salón y se volvió hacia ellos—. Él se marchara pronto,
¿lo entienden? Inglaterra no está de acuerdo con él. Si se mantienen alejados
hasta su partida no informaré de su relación a la Royal Society.

Al principio Alecia sintió alivio, pero luego el verdadero significado de sus


palabras la golpeó.

— ¿Nunca volver a ver a Palu? —preguntó incrédula.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 102 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Palu? —Hardington parecía confundido, pero luego soltó una carcajada—.


¿Ahora se llama a sí mismo por un absurdo nombre nativo? ¡Cuán absolutamente
ridículo es! —asintió a Alecia—. Eso es correcto, querida. Nunca volverás a ver a
¿Cómo lo llamaste, Palu?

Los brazos de Nat se apretaron alrededor de ella.

—¿Lo juras Hardington? ¿Si nos mantenemos alejados del Sr. Anderson no
le iras con cuentos a la Royal Society?

Hardington se inclinó burlonamente.

—¡Lo juro! —se levantó, su sonrisa amable, sus maneras impecables—. Y


habré logrado castigarlos tanto a él como a ustedes por rechazarme. Es un trato
justo, ¿no lo crees?

Nat suspiró con repulsión.

—De hecho es un hombre muy inteligente.

Hardington perdió sus formas educadas.

—Mófate si lo deseas, Digby. Pero seré quien ría al último —abrió la puerta
y comenzó a salir, pero se detuvo a la mitad y se giró hacia ellos—. No traten de
verlo nuevamente, ni siquiera una vez, o me aseguraré de que las historias de
sus aventuras lleguen a oídos apropiados.

Cerró la puerta a pesar de la maldición de Nat y las lágrimas de Alecia. Nat


empujó a Alecia hacia el canapé, pero ella no quería sentarse más allí, donde
Hardington la había tocado. Correteó hacia una silla de alto respaldo frente a la
ventana. Aspiró con fuerza, tratando de detener sus lágrimas. Las lágrimas no
lograrían nada, y ya ella había llorado un cubo de lágrimas el día de hoy. Nat
estaba sentado en el pequeño escritorio de la esquina, escribiendo algo.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 103 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

— ¿Qué haces? —Alecia preguntó con voz acuosa, aspirando de Nuevo. Nat
se giró hacia ella sosteniendo un pañuelo. Ella se levantó y lo tomó y entonces se
asomó por encima de su hombro.

—Querido Sr. Anderson —leyó ella, su voz temblorosa—. Es con pesar que
debemos cancelar nuestro compromiso de esta noche. Los eventos se han
desarrollado de manera que resulta imposible determinar cuándo podremos
volver a verle. Por favor acepte nuestras disculpas. Nat y Alecia Digby.

— ¡Oh, Natty! —lloró, tratando de agarrar el papel—. Es tan frio. ¿No


puedes simplemente decirle lo que ha pasado?

Nat lo sostuvo fuera de su alcance.

—¿Estás loca? Vendría como una tormenta y trataría de protegernos de


Hardington, sin importarle un comino su reputación —Nat se volvió y agarró su
mano con fuerza—. ¿No lo ves, Lee? La Royal Society es todo lo que él tiene aquí
en Inglaterra. Es lo único que hace que lo acepten aquí. Si lo perdiera… no
podemos permitir que pase, Lee. Tenemos que protegerlo. Sabes que debemos
—la soltó y se dejó caer en la silla—. Además, ¿Qué mas podemos esperar de él?
Nos aprovechamos terriblemente de él esta mañana. Lastimamos sus
sentimientos y traicionamos su confianza. No hay manera que pueda
perdonarnos. La sombra de nuestra traición y el espectro de ser descubiertos
siempre nos seguirá. No hay futuro para él con nosotros —Nat la miró
suplicante—. Estaremos bien, Lee. Aun nos tendremos el uno al otro, ¿No es así?
Vamos a estar bien.

Alecia asintió en silencio, en tanto Nat apoyaba su mejilla contra su


estómago y ella lo abrazaba. Ellos estarían bien, pero nunca serían los mismos.

***

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 104 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Qué quiere, Hardington? —preguntó Palu con voz cansada. Hardington


era la última persona con la que quería lidiar hoy.

—¿Es esa la manera de saludar a un viejo amigo? —respondió Hardington


gratamente, tirando de sus faldones mientras tomaba asiento frente al escritorio
de Palu.

—No, pero difícilmente clasifica como tal —dijo Palu seco—. Apenas entra en
la lista de conocidos.

Hardington llevó una mano a su pecho fingiendo angustia.

—Me lastima, Anderson.

Palu suspiró resignado. Claramente Hardington estaba de un humor


extraño.

—Diga su asunto, Hardington —le preguntó de nuevo—. ¿Qué lo trae por


aquí?

— ¿Por qué?, acabo de venir de visita —declaró Hardington—. Al parecer


una vez más nuestros intereses han viajado en la misma dirección, y pensé que
deberíamos comparar notas.

Hardington rió como si fuera una broma, pero Palu simplemente estaba
confundido.

— ¿Desea ver mis notas de investigación?

Hardington continúo riendo mientras negaba con su cabeza.

— ¡Buen Dios!, usted en realidad no tomó notas mientras te los follabas,


¿no?

Palu contuvo el aliento.

—¿Qué? —se atragantó.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 105 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Nat y Alecia, por supuesto —dijo Hardington como si le hablara a un


tonto—. He escuchado que tuvo una probada de lo que todo Londres alardea —
sonrió maliciosamente—. Yo sin duda les di una alta calificación luego de nuestra
aventura.

¡Oh Dios! Palu trato de dominar sus facciones bajo una máscara de
desinteresada calma, pero sabía que estaba fallando miserablemente por la
alegría en el rostro de Hardington.

—Oh querido, ¿no me digas que pensaste que tu encuentro con ellos fue
algo especial? —dijo Hardington en un tono de simpatía exagerada—. Aun que tal
vez lo fue, considerando quién y qué eres. Estoy seguro que ellos nunca habían
follado a nadie como tú —hizo una pausa momentánea—. Palu.

Las manos de Palu apretaban fuertemente los posabrazos de su silla.

—No estaba al tanto de que prodigaran tan ricamente sus favores como
para incluir a todo Londres —replicó Palu, bastante orgulloso de cómo sonaba su
voz—. Pero no, no pensé que era el primero en disfrutar de ellos —por dentro se
estaba tambaleando. Ellos habían hablado con Hardington sobre su noche juntos.
Ellos inclusive le habían dicho el verdadero nombre de Palu, algo que solo un
puñado de personas conocía.

—Bueno, eres la comidilla de Londres, Palu —le dijo Hardington con


deleite—, así que no es de extrañar que se abalanzaran antes de que alguien
más te consiguiera primero.

—Anderson —respondió Palu automáticamente. El sonido de su nombre en


la boca de Hardington hacia que se le revolvieran sus entrañas con repulsión.

—¡Oh! —dijo Hardington con un mohín—. Supongo que solo aquellos que
llegan a follarte tienen permitido llamarte por tu nombre primitivo.

—¿Qué es lo que quiere? —preguntó Palu de nuevo. Conocía a Hardington,


conocía a los de su tipo. No hacía nada sin un motivo.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 106 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Querer? ¿Por qué? ¡Nada! —exclamó jovialmente—. Realmente yo solo


quería chismear acerca de la experiencia. Quiero decir, ellos son muy buenos,
¿no? Y Alecia sin duda le encanta mirar a su esposo follar a otro hombre, ¿no es
así?

Palu pensó que iba vomitar. No se arriesgó a responder por temor de


avergonzarse a sí mismo.

—Y Alecia, ella es tan diminuta, siempre temía que pudiera lastimarla —


Hardington sonrió—. Pero a ella le gustaba, así que eso no era realmente un
problema.

Palu tomó varias respiraciones profundas a través de su nariz, tratando de


controlar las nauseas.

—¿Conseguiste que Nat chupara tu polla? —dijo Hardington en un susurro,


inclinándose sobre el escritorio conspirador—. En verdad debes hacerlo, si
puedes. Simplemente le encanta hacerlo.

Palu se levantó abruptamente.

—No comprendo por qué me dices estas cosas —escupió.

Hardington se levantó también suspirando.

—Anderson, lo creas o no he venido para aconsejarte —levantó una mano al


momento en que Palu comenzaba a replicar sarcásticamente—. No, escúchame,
te lo ruego —camino hasta sentarse en el borde del escritorio de Palu, junto a
donde él estaba de pie—. Nat es un naturalista aficionado, lo sabes —dijo él,
observando a Palu cuidadosamente. Cuando no mostró ninguna reacción,
Hardington continuo—. Por largo tiempo ha estado fascinado con tus escritos y
viajes. Estoy seguro de que la oportunidad de follar a Anderson el extraño y
misterioso mestizo fue irresistible para él. Y Alecia, por supuesto. Va donde Nat
la lleva, pero ella tiene un… apetito inusual —Hardington se levantó con un
sonoro suspiro y se dirigió a la puerta—. Se que no te agrado, Anderson —dijo

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 107 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

compasivamente—, pero siempre he sentido cierta tendre3 por usted, como bien
lo sabes—sonrió despectivamente—.No pude ser capaz de tenerte, pero no
quiero verte lastimado —levantó una mano suplicante—. No eres más que una
curiosidad para ellos, y odiaría escuchar por todo Londres frívolas historias sobre
tus hazañas sexuales con ellos, como si fueras algún fenómeno de la naturaleza
para ser estudiado y discutido.

Palu apenas podía respirar con la desilusión corriendo por sus venas. Todo
sus viejos temores estaban justificados, su rareza se hacia evidente. Cómo si no
lo hubiera visto venir. Habían estado tan fascinados con su tatau, su naturaleza
primitiva, sus viajes. No era más que un experimento para ellos, una
curiosidad. Él ya se había sentido utilizados por ellos, pero ahora la sensación era
diez veces peor. ¿Nunca aprendería? ¿Siempre sería traicionado cada vez que
otorgara su confianza?

—Lo siento, Anderson —dijo Hardington, sus palabras desmentidas por el


brillo en sus ojos satisfechos. Que fuese el único en decir estas cosas a Palu
duplicaba la perfidia en la actitud de Nat y Alecia.

Palu permaneció en silencio, y Hardington inclinó su sombrero y salió de la


habitación, cerrando la puerta sin hacer ruido detrás de él. Tan pronto como se
cerró Palu se dejó caer sin gracia en la silla, sacudido por la enormidad de la
decepción. Habia llegado a pensar que por fin había encontrado a alguien que
pudiera llamar suyo. En realidad ayer había abrigado pensamientos sobre
enamorarse de ellos. Luego el encuentro de esta mañana con Colby, y ahora
esto. Se había convertido en un tonto mientras que había estado navegando
alrededor del mundo.

Sacudió la cabeza mientras miraba por la ventana el sombrío y nublado


día. Se adapta perfectamente a su estado de ánimo, pero no a su persona. Se
estremeció. No estaba hecho para Inglaterra, o los engaños de los

3
En francés en el original, Tendre= Ternura (N. de la T)

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 108 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

ingleses. Cuanto antes pusiera en orden sus asuntos, mejor. Le notificaría al


capitán de su barco para que encontrara una nueva tripulación y se preparara a
navegar dentro de dos meses. Podía tolerar dos meses, si eso significaba no
tener que ver estas costas de nuevo.

Cuando una hora después Palu recibió la nota del Nat y Alecia, se sintió
aliviado. No quería verlos de nuevo, pero no había sabido que escribir cuando se
sentó a escribir una nota cancelando su reunión. Ahora no había necesidad de
ello. De una manera extraña, la nota finalizaba su relación tan rápida y
claramente que le hizo pensar mejor de Nat y Alecia. Ellos no tenían intención de
engañarlo y continuar su relación basada en mentiras. Era evidente que habían
conseguido lo que querían de él. Si solo Palu pudiera decir lo mismo.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 109 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 8

—No logro recordar la última vez que paseé por Hyde Park como si
caminase por un cementerio —se lamentó Simon—. ¿Puedo, al menos, conocer el
motivo de ese semblante moribundo?

La risa de Palu surgió forzada.

—Está mal, ¿verdad?

Había pasado ya una semana desde que había recibido la nota de Nat y
Alecia, y continuaba sin poder olvidar el tiempo pasado con ellos. Se torturaba
todas las noches con los recuerdos. Su trabajo y las conferencias en la Royal
Society no le ocupaban tanto tiempo como había pensado que lo harían. Todo le
recordaba a Nat y Alecia y lo que podría haber sido. No había sido capaz de
resistirse a preguntar a la gente de la Society sobre ellos. Había descubierto que
Nat era verdaderamente un respetado naturalista aficionado, que leía
ávidamente todo lo que los miembros publicaban y asistía a las conferencias.
Estaba bien visto entre sus compañeros, nadie le dijo nada negativo sobre la vida
personal de Nat y Alecia.

Palu había evitado contactos sociales, pero beber hasta el estupor cada
noche no ayudaba tampoco. Cuando Daniel le había enviado una nota
respondiendo a su petición de pasear por el parque hoy, había aceptado
enseguida. Quizás su viejo amigo podría apartar su mente de ellos.

—Venga —dijo Daniel, apartándose del camino principal para sentarse sobre
un banco desocupado. Tocando el asiento junto a él—. Dime que va mal, Palu.

—¿Palu? —inquirió Simon, andando alrededor del banco mientras Palu se


sentaba.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 110 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Es el antiguo nombre de mi infancia —contestó Palu, sin entusiasmo


mirando los carruajes y la gente pasar, luciéndose los últimos vestidos y
conquistas en la hora punta—. Es el nombre que me dio mi madre.

—Creía que su nombre era Gregory —Simon pareció sólo vagamente


interesado. Un vistazo confirmó que tenía la sonrisa y la coquetería ocupadas con
un carruaje lleno de ruborizadas jóvenes y una bruja vieja que golpeaba, abanico
en mano, las muñecas de las pobres muchachas amonestándolas mientras ellas
saludaban a los conocidos.

—Ese es mi nombre inglés.

Simon frunció el ceño y luego rió intensamente.

— Ah, vamos a hablar de nombres nativos? Me gusta eso. ¿Cómo se dice


enorme en su lengua natal, Anderson? —soslayó lascivamente Simon,
empujando sugestivamente las caderas en dirección al carruaje. Palu oyó el
chillido de placer de las mujeres así como el bramido rabioso de la anciana. A su
lado Daniel suspiró con resignación cansada ante las travesuras de Simon.

—Palu —contestó secamente, y Simon lo miró inexpresivamente y luego se


rió.

—Ah, vaya, esto si que es bueno —dijo Simon—. Palu. Enorme. Muy bueno.

—Gracias —contestó Palu educadamente, divertido a pesar de su


melancolía. El recuerdo de Nat gimiendo cuan enorme era aquella primera noche
alejó la diversión de su cara.

—Entonces Daniel te llama por tu nombre de juventud —dijo Simon,


agitando sus mano hacia el carruaje que se alejaba—. ¿Cuánto tiempo hace que
se conocen?

—Desde que éramos críos —contestó Palu—. No puedo recordar


exactamente cuando nos conocimos.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 111 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí —Daniel estuvo de acuerdo—. Éramos bastante jóvenes, creo, cuando


nuestros padres comenzaron a escribirse y luego se conocieron. Mi padre estaba
fascinado con los viajes del Capitán Cook y los descubrimientos del Sr. Anderson
—sonrió a Palu—. ¿Te acuerdas del Sr. Cadley?

Palu se rió.

—¿Nuestro primer tutor? Sí, me acuerdo de él, pobre hombre. Fuimos una
prueba para él.

—Entonces, ¿se educaron juntos? —preguntó Simon interesado—. ¿En qué


colegio?

Daniel movió la cabeza.

—En ningún colegio. Teníamos un tutor privado, y por supuesto el Sr.


Anderson nos enseñaba ciencias naturales.

Simon miró excitado a Daniel.

—¿Te educó uno de los eruditos más brillantes de nuestro tiempo y nunca lo
has mencionado?

Daniel se encogió de hombros.

—No he dicho que aprendiese todo lo que él tenía que enseñar.

Palu sacudió la cabeza y se inclinó hacia delante para descansar los brazos
sobre las rodillas, mirando al suelo entre sus pies.

—Ni yo tampoco —se mostró solemnemente de acuerdo—. Trató de


enseñarme a ser siempre cuidadoso aquí. Pero nunca le dí a esa lección el
crédito que merecía.

—Habla —ordenó Daniel firmemente. Se sentó más al fondo en el banco,


cruzando las piernas, sin hacer caso a la gente que desfilaba por el parque
alrededor de ellos.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 112 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Simplemente he tenido una historia que terminó mal —dijo Palu con
desdén—. Lo superaré.

Simon apoyó los brazos en el respaldo del banco entre Daniel y Palu y le
miró con ceño fruncido.

—Ah, ¿No serán Nat y Alecia, verdad? Realmente pensé que iba a funcionar.

—Déjale terminar, Simon —dijo Daniel pacientemente.

—He terminado —contestó Palu. No tenía ningún deseo de diseccionar su


credulidad para la iluminación de Daniel y Simon.

—Nada de eso —habló Daniel arrastrando las palabras—. ¿Qué pasó?

Palu suspiró.

—Pasé un par de noches con ellos, eso es todo. Ellos lo finalizaron.

— ¿Por qué? —Daniel estaba todavía tranquilo, pero su voz era firme, y Palu
sabía por experiencia que Daniel continuaría con ello hasta que lo confesara
todo, maldito fuese.

—Fui simplemente una curiosidad para ellos —les dijo, mirando a lo lejos
sobre la multitud que ocupaba el césped—. Y un medio para un fin.

—¿De qué hablas? —Simon preguntó bruscamente—. ¿Qué te dijeron?

Palu se rió amargamente.

—Ah, no es lo que me dijeron. Es donde me llevaron —él echó un vistazo a


Daniel y el otro hombre levantó una ceja inquisitiva—. Nosotros tuvimos un té
con los padres de Alecia.

Llevó un momento pero Palu pudo ver el instante en que Daniel reunió los
hechos para alcanzar una conclusión. Cerró los ojos afligido.

—No lo hicieron —dijo, pero no era una pregunta.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 113 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu asintió.

—Sí. Lo hicieron.

—¿El qué? —preguntó Simon turbado—. ¿Tienen ustedes dos algún tipo de
la lenguaje secreto? ¿Qué pasó?

Palu se reclinó contra el banco estirándose de un modo poco elegante. No le


preocupaba su aspecto ahora mismo.

—Intentaron chantajear a su padre por su dote amenazando con revelar


nuestra historia a todo el mundo.

—Buen Dios —dijo Simon anonadado—. Pequeños malditos estúpidos… —se


detuvo con un suspiro. Su mano bajó sobre el hombro de Palu y Palu lo miró. Por
una vez Simon apareció serio—. No les juzgue demasiado severamente,
Anderson. Están en una encrucijada.

Palu frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

Daniel giró su bastón en el suelo ante él, mirando pensativamente a través


del parque.

—Desde su reconciliación y tras la pérdida de su niño, van sin dirección.


Viven el día a día, aguardando las limosnas que su padre les da a regañadientes,
buscando al siguiente hombre para meter en su cama, esperando que sea el
adecuado, y hablando fervientemente de dejarlo todo atrás.

Palu resopló.

—¿Entonces soy uno de tantos?

Daniel lo miró bruscamente.

—¿Te sentiste así?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 114 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu no podía engañar a Daniel, nunca podría. Negó con la cabeza.

—No —suspiró y le contó el resto—. Pero Hardington vino a verme. Al


parecer Nat y Alecia le han estado contando de nuestra historia juntos, por lo
menos.

—¿Hardington? —exclamó Simon—. ¿Por qué hablaron con Hardington?

Palu se encogió de hombros.

—Parece que él es también su amante. Me dijo que mi valor para ellos era
el de una curiosidad, una rareza para dos jóvenes eruditos impacientes.

Esta vez Simon le golpeó en el hombro, casi sacando a Palu del banco.

—¿Y se lo creíste, idiota?

Palu parpadeó mirándole.

—¿Qué?

Simon resopló con repugnancia.

—Hardington ha estado intentando meterse en su cama durante más de un


año. De acuerdo, estuvo allí una vez, un tiempo, pero lo han rechazado desde
entonces, muy a su pesar. Rabia siempre que ellos eligen un nuevo amante que
no es él.

Esto hizo que Palu se sintiese un poco mejor. Al menos su baremo era más
alto que Hardington.

Daniel no dijo una palabra, tan sólo continuó pensativo haciendo círculos en
el suelo con el bastón.

—Hardington va tras algo —dijo Simon convencido—. Me apuesto lo que


sea.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 115 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Bien —dijo Daniel con una risa suave—, no vas a encontrar quien acepte
la apuesta. Hardington siempre va detrás de algo.

Palu movió la cabeza con disgusto, esta vez dirigido a si mismo.

—Sí, lo sé. Y a pesar de ello, permití que me convenciese.

—El amor nos hace un poco tontos a todos —dijo Daniel simplemente.

—Ah, entonces, ¿está enamorado de ellos? —preguntó Simon con


incredulidad—. Maldición, que bueno.

Palu había dejado de prestar atención. Acababa de descubrir a Nat y Alecia


avanzando por el camino. Se quedó quieto y supo el instante en el que le
reconocieron.

—Creo que lo hemos perdido de nuevo —comentó Simon mientras él y


Daniel miraban a Palu ponerse rígido y apartar la vista del recorrido de Nat y
Alecia.

Daniel sonrió abiertamente.

—Eso parece —miró como Nat y Alecia caminaban despacio hacia ellos
como en un trance. Ni una mirada para Simon y Daniel, tan sólo mirando
fijamente, con atención a Palu.

—Puf —comentó Simon secamente—. Ni nos ven.

—Buenas tardes —dijo Alecia quedamente mientras se paraba delante de


Palu, más cerca de lo correcto, aunque a ninguno de los tres pareció preocuparle.
Ella le miraba con ojos hambrientos, y Palu se quedó allí, la cabeza inclinada
hacia abajo mientras sus ojos la devoraban.

—Buenas tardes —contestó Palu también quedo. Se giró para mirar a Nat,
quien observaba a Palu y Alecia como un hombre famélico que mira fijamente un
banquete.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 116 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Buenas tardes —susurró Nat.

—Buenas tardes —exclamó Simon cordialmente, pero ninguno de los tres le


hizo caso. Daniel se giró y le miró con el ceño fruncido. Simon sólo se encogió de
hombros con una divertida sonrisa burlona.

—¿Podemos hablar en su casa? —preguntó Palu cortésmente, aunque su


tono de voz oscuro y rudo, hablaba de cosas no tan corteses.

—Oh, sí, por favor —dijo Alecia jadeando. Se dieron la vuelta, Alecia
agarrada del brazo de Nat, mientras Palu caminaba a su lado, las manos unidas
tras la espalda.

Daniel los miró irse con una pequeña punzada de celos. Todo el mundo a su
alrededor se enamoraba. Lastima que Daniel lo hubiese hecho hace mucho, y no
pareciese capaz de reproducir la hazaña.

—Estoy más bien alarmado por este nuevo papel de mamá gallina que al
parecer hemos adoptado —reflexionó Simon mientras se sentaba al lado de
Daniel, ajustándose el abrigo y sonriendo a una atractiva viuda que pasaba. Por
lo que Daniel recordaba Simon había dormido con la viuda durante un mes o dos
después de la muerte de su marido.

—Yo también —murmuró Daniel—. No me veo adecuado para ofrecer


asesoramiento sobre las heridas de amor.

Simon resopló.

—Tonterías. Eres estupendo aconsejando sobre amor. Es aceptando


consejos en lo que fallas estrepitosamente.

—Dijo el hombre que parece no poder resistirse a subirse a la cama de cada


viuda desconsolada y alma descarriada que pueda encontrar, ninguna de las
cuales le ofrece un futuro de cualquier clase —replicó Daniel bruscamente.

Simon lo miró con turbación exagerada.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 117 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Qué diablos tienen que ver mis aventuras sexuales con tu inhabilidad
para aceptar consejos sobre amor no correspondido?

Daniel se puso pie bruscamente.

—Realmente puedes ser un bastardo, Simon —sacudió el polvo sus


pantalones y comenzó a andar. Simon comenzó a caminar a su lado.

—Por supuesto que puedo serlo —estuvo de acuerdo afablemente—. Y soy


malditamente bueno siéndolo, cuando estoy en mi mejor momento. Pero no le
preguntes a mi madre. Ella lo negará.

—Tú siempre estás en tu mejor momento —dijo Daniel con una sonrisa
burlona poco dispuesta. Maldito Simon, siempre podía hacerle olvidar su mal
humor.

—Eres demasiado amable, amigo —dijo Simon con una cálida palmada en la
espalda de Daniel—. Demasiado amable.

***

Alecia se dio la vuelta para mirar a Palu en cuanto entraron en el salón. Ella
esperó para hablar hasta que Nat cerró la puerta.

— ¿Estás bien? —se le veía fantástico. Grande, oscuro y fuerte. Y tan


elegante que era difícil reconciliar la imagen de este caballero urbano con el
amante salvaje que ella había llegado a adorar.

Él rió un poco tristemente.

—Tan bien como era de esperar —su risa desapareció—. Gracias por notarlo

Nat había estado de pie silenciosamente, pero ante las palabras de Palu se
giró y golpeó con un puño contra la pared.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 118 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¡Maldita sea! —Su cólera se disolvió tan rápidamente como había


aparecido. Se apoyó hacia adelante y presionó la frente contra la pared que
acababa de golpear—. No deberíamos estar aquí juntos. Esto lo arruinará todo.
Todo.

Alecia colocó una mano temblorosa contra su estómago revuelto. Deseaba


tanto tocar a Palu, saltar hacia sus fuertes brazos y besar su dulce boca.

—Nat, no puedo. Tan solo no puedo. Por favor, tenemos que encontrar otro
modo. ¿No podríamos ser discretos?

Palu había palidecido.

—Entonces ¿Se trata de eso? ¿No los pueden ver conmigo?

La expresión herida de Alecia era desgarradora.

—¡No, Palu! No es eso —ella le tendió la mano—. Por favor, debes dejarnos
explicarte. No queremos arruinarte.

—¿Qué? —estaba demasiado confuso y Alecia no hizo caso de la advertencia


que Nat le hacía sacudiendo la cabeza.

—Es Hardington —le contó a Palu, enderezando la espalda y mirando


airadamente a Nat—. Vino a vernos.

—Sí, lo sé —Palu se acercó y se sentó en el sofá, los brazos apoyados


sobre las rodillas y la cabeza baja.

Parecía tan desanimado que Alecia corrió y se sentó junto a él, pasándole
un brazo alrededor, abrazándolo. La sensación era tan buena, él olía tan bien
que Alecia se sintió aturdida. No había esperado tenerlo a su lado de nuevo.

—Entonces sabes que él podría arruinarte. Podría hacerte expulsar de la


Royal Society —su voz se rompió. Nat tenía razón. Tenía que dejar a Palu solo.
Tenían que permanecer alejados, o destruirían su vida, su carrera.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 119 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿De qué estás hablando? —preguntó Palu con incredulidad. Se apartó de


los brazos de Alecia y la miró fijamente horrorizado.

—Maldición —juró Nat otra vez. Les siguió y se lanzó sobre el sofá frente a
ellos—. No podemos arriesgarnos, Palu. Él juró que mientras nos mantengamos
alejados de ti, no hablaría a los Mecenas sobre nuestra relación —Nat se frotó el
pelo con tanta fuerza que quedó hacia arriba en la parte superior de la cabeza—.
No queremos que dejes la Society —rogó con seriedad—. Sabemos cuánto
significa para ti.

—¿Es eso por lo que terminaron conmigo? —preguntó Palu con cautela.

Nat asintió.

—Él vino a vernos no mucho después de que te marchaste hace una


semana —se inclinó hacia delante y habló atentamente—. Debes creernos, Palu.
Nunca le habríamos buscado. Si hubiésemos sabido que estabas en el parque
nunca habríamos ido allí. Explicaremos a Hardington que fue un accidente, una
coincidencia.

Palu se rió irónicamente y el corazón de Alecia saltó porque había tanto


humor como una ligereza creciente en su cara, disipando la depresión de hace
unos momentos.

—¿En serio? —él habló arrastrando las palabras—. ¿Una coincidencia? ¿Y


cómo vas a explicar que haya venido a casa con ustedes? ¿Simplemente íbamos
en la misma dirección? ¿Me había dejado un guante en tu sala?

Alecia se mordió un labio, insegura sobre sí reírse de lo absurdo de la


observación o gritar ante la inutilidad de todo ello. Él tenía razón. Hardington
nunca los creería.

Palu inclinó la cabeza de ese modo tan suyo, el que decía que intentaba
entender algo.

—¿Por qué? ¿Por qué quiere Hardington mantenernos separados?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 120 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Venganza —dijo Alecia suavemente. Palu giró para dirigirle una


sorprendida mirada. Ella asintió—. Al parecer él no te ha perdonado por robarle
un amante durante la guerra. Y cuando te escogimos en vez de él en Wilchester,
intentó castigarnos a todos.

Palu se rió con alegría genuina.

— ¿Le robé un amante durante la guerra? ¿Quiere decir William?

Alecia asintió.

— ¿Por qué no nos hablaste de él?

De nuevo Palu miró sorprendido.

—Simplemente porque nunca se me ocurrió —contestó, y era obvio que


decía la verdad—. William fue mi amante durante varios meses. Éramos muy
cercanos —miró a los lejos y se rió de algún recuerdo que había resucitado con el
nombre —era mi mejor amigo antes de ser mi amante —sacudió la cabeza—. Él
no tenía ningún interés en Hardington, en absoluto —resopló con desdén—.
Hardington se engañaba si lo creía —Palu se frotó la mandíbula—. Pero démosle
a cada cual su crédito, la persecución de William por parte de Hardington es lo
que nos condujo uno a los brazos del otro.

—¿Qué pasó? —preguntó Alecia, aunque creía que ya lo sabía.

—Murió —contestó Palu de su modo franco—, en Albufera —sonrió


tristemente—. Si tan sólo hubiese resistido hasta que comenzó a llover. Los
mosquetes franceses no funcionan cuando se mojan —se encogió de hombros
con fatalidad—. Aunque las bayonetas francesas si lo hacen.

Alecia colocó su mano a su brazo.

—Lo lamento.

Palu acarició su mano confortándola.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 121 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Eso pasa. Estábamos en guerra, después de todo. No fue inesperado.

—¿Le amabas? —la pregunta de Nat era afilada y cuando Alecia le miró él
se ruborizó y frunció el ceño. Palu le miraba atentamente, la cabeza inclinada
otra vez.

Palu suspiró antes de contestar.

—Sí. Pero… no como piensas, no creo —Nat tan solo continuó mirándole
fijamente y Palu le dirigió una pequeña risa—. Lo amé profundamente, como un
amigo y confidente. Pero estaba sobreentendido que lo nuestro acabaría cuando
la guerra terminara.

Nat se relajó visiblemente y Alecia comprendió que estaba celoso. Le gustó


verlo así. Eso significaba que sus sentimientos eran verdaderos.

—Eso no es todo — le dijo Nat seriamente—. La verdadera motivación de


Hardington es el dinero. Opina que le hiciste perder mucho dinero cuando
rechazaste dejarlo invertir en tus viajes.

Palu les sorprendió a ambos riéndose.

—Y está en lo cierto —dijo con una burlona sonrisa satisfecha—.


Hardington no puede hacerme daño —dijo Palu firmemente—. Cualquiera que
sean los sinsentidos que les haya contado, es mentira —se levantó y caminó para
colocarse ante Nat—. A los miembros de la Royal Society no les preocupa lo que
hago en mi vida personal, Nat —dijo silenciosamente—. Los Mecenas sólo se
preocupan por la ciencia y los descubrimientos, y el dinero que se puede ganar
con ello —miró a Alecia por encima del hombre y luego volvió a Nat—. ¿No eres
tú un mecenas?

Nat asintió, su cara aún más roja que antes. Miraba al hombro de Palu,
evitando sus ojos.

—No tenemos fondos para apoyar la investigación de nadie.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 122 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Lo siento. De acuerdo. ¿Pero vas a las conferencias, y conoces a los otros
mecenas?

Nat asintió vacilante.

—Wilchester es un mecenas.

—Entonces sabes que lo que digo es así —Palu parecía tan seguro.

—Pero Hardington dijo que había varios miembros y mecenas que no


estaban contentos con su elección.

—Sí, pero eso es cierto para cualquier miembro. Hay pequeños celos y
discusiones entre todos nosotros —hizo una pausa y su mirada se volvió
cautelosa—. Soy muy bueno en lo que hago.

—¿Bueno? —exclamó Nat—. Eres el mejor y lo sabes. Eres el naturalista


más famoso que trabaja con la Society en la actualidad, no solo por tu familia, si
no por tus propios viajes y descubrimientos.

Era el momento de Palu para ruborizarse.

—Gracias.

Nat levantó sus manos en el aire.

— ¡Eso significa que todos te observan, Palu! Habrá habladurías y todas


esas pequeñas rivalidades y discusiones se magnificarán mientras tus
detractores intentan destruirte.

Palu se rió y Nat frunció el ceño.

—Nat —dijo Palu dijo con la voz llena de risa—. Me crees más importante de
lo que soy realmente. Alguno gritará desde lejos o me menospreciará a mí y a
mis investigaciones debido a nuestra relación, pero hay muchos que ya lo hacen
ahora, debido a lo que era mi madre.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Alecia con voz temblorosa.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 123 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu la miró.

—Digo que si esa es la única objeción a continuar con lo nuestro, entonces


es fácilmente soslayable. Hardington los ha engañado para conseguir sus propios
fines.

—Seguramente no nos quieras ver más —dijo Nat angustiado—. Después de


lo que hicimos.

Alecia se envolvía el vientre con los brazos. Ella casi había olvidado como lo
habían traicionado. Era imperdonable.

—Lo siento tanto, Palu —dijo suavemente—. Nat tiene razón. Te tratamos
vergonzosamente. Estás en tu derecho de odiarnos por eso.

Palu se acercó y se sentó a su lado, abrazándola fuerte. Ella se derritió en


su abrazo. Era tan fuerte y calido. Ella había sentido frío en los huesos toda la
semana pasada sin su calor.

—Eso es absurdo —susurró él contra su pelo—. ¿Odiarlos? No podría.


Quizás hicieron algo equivocado, y sí, me dolió, pero entiendo por qué ocurrió —
él agarró sus hombros y examinó sus ojos—. He visto en sus corazones, y sé
como me ven, y como me tratan. No se parecen al resto, que no son capaces de
ver lo que soy detrás de mis orígenes.

Alecia temblaba, casi con miedo a creerlo.

—Te he echado tanto de menos —susurró.

Ella colocó la mano sobre su pecho, directamente sobre su corazón, y sintió


la furiosa palpitación.

—Entonces tómame —dijo Palu silenciosamente. Se dio vuelta para incluir a


Nat—. Los dos.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 124 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 9

—No —Palu y Alecia miraron sorprendidos a Nat. Él negó con la cabeza—.


No. Si vamos a hacer esto, entonces vamos a hacerlo bien.

Palu le dio una risa torcida.

—Bien, ésa era la dirección en la que iba.

Nat no pudo reprimir una sonrisa en respuesta. Pero se aclaró la garganta.

—Te mereces otra explicación.

Palu se puso serio ante las palabras de Nat. —No, Nat.

Nat lo interrumpió.

—Sí. Lo que hicimos... no estuvo bien, y no fue justo para ti. Pero teníamos
nuestros motivos.

Palu se puso de pie y caminó hacia Nat.

—Hemos pasado por esto ya. Te perdono —le dijo y Nat sabía que lo decía
en serio. Pero no era suficiente.

—Alecia perdió un bebé hace varios años —Palu mantuvo el rostro tan
neutral como pudo, pero Nat podía ver la pena allí. Por una vez no se sintió
resentido. Miró a Alecia y ésta miraba hacia abajo a sus manos en su regazo,
mordiéndose el labio.

—Lo siento —dijo Palu, claramente tratando de hacer que ambos se


sintieran mejor, pero sin estar seguro de cómo hacerlo.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 125 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Nat sonrió tristemente. —Nos sentimos devastados —respiró hondo y a


continuación le dijo a Palu lo que nunca había dicho a otra persona —. Pero el
niño no era mío.

Palu sólo inclinó la cabeza y esperó. Nat realmente apreciaba la naturaleza


taciturna del otro hombre en ese punto. Él habría odiado que dijera tópicos.

—Alecia se mantuvo fiel a mí los dos primeros años de nuestro matrimonio


—explicó Nat, caminando detrás del sofá—. Ella nunca concibió —miró a Palu por
el rabillo del ojo y vio comprensión en sus ojos—. Cuando ella comenzó a…
entretener a otros hombres, sólo unos meses después, ella concibió.

—Así que sea cual sea la razón que se encuentra detrás de su incapacidad
de tener un bebé depende de ti —Palu sonaba frío, como si estuviera hablándole
de algún tema científico. Nat asintió— ¿Por qué perdió al bebé?

—No lo sabemos —dijo Alecia. Su voz era firme, pero el efecto quedó
arruinado al sorberse los mocos—. Después de decirle a Natty lo del bebé, pensé
que estaría tan enojado. Pero no lo estaba. Él quería un hijo. No le importaba de
quién fuera.

Nat se acercó de inmediato y se sentó junto a Alecia. Le tomó la mano fría


en la suya.

—Es verdad, me daba igual. Sabía cuánto quería un hijo Alecia y por
supuesto su padre estaba obsesionado con eso. El bebé habría hecho las cosas
mucho más fáciles —se aclaró la garganta—. Y yo quería un niño, también.
Quería ser padre.

Alecia se apoderó de la mano con fuerza.

—Simplemente no estaba destinado a ser —ella sacudió la cabeza como si


tratara de borrarlo y exhaló un suspiro—. Después, esto nos acercó —levantó la
mano de Nat y se la besó y sintió que le ardían los ojos, parpadeó alejando las
lágrimas—. No quise al bebé de ningún otro después de eso. Sólo de Nat.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 126 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Ah —dijo Palu, viniendo a sentarse frente a ellos—. Es por eso que no
jodes con otros hombres.

Alecia asintió con la cabeza.

—Sí. Es por eso. Porque, aunque le decimos a todos que no puedo concebir,
la verdad es que yo puedo.

—Pero si eso hiciese las cosas más fáciles con su padre… —Palu dejó la idea
inacabada.

Nat lo miró fijamente y se secó los ojos con el dorso de la mano libre.

—No voy a hacer que Alecia haga algo que ella no quiere. Y desde luego no
va a tener un hijo por él.

—Entiendo —la voz de Palu estaba llena de compasión, y Alecia le apretó la


mano de nuevo—. Voy a respetar sus límites. No voy a pedirles algo que no
desean dar en esta relación. Entiendo que primero estan ustedes dos.

Nat negó con la cabeza consternado porque Palu lo había entendido mal.

—No, eso no es lo que te estoy diciendo —ahora Palu parecía confundido.


Nat quería decirle cómo se sentía, pero era demasiado pronto. Palu no les había
indicado que quisiera algo más que una aventura—. Alecia y yo queremos dejar
Inglaterra —dijo Nat—. Queremos tener una vida en otro lugar, lejos de su padre
y lo que se espera de nosotros, y lejos de nuestro pasado —sacudió la cabeza,
insatisfecho con su explicación—. Vamos a tener hijos, y una familia, pero aquí
no.

—Ya veo —dijo Palu—. Así que me estan diciendo esto para hacerme
entender por qué trataron de usarme contra el padre de Alecia.

—Sí —Alecia lo miró suplicante—. Sé que fue imprudente y despreciable,


pero estamos desesperados. Por favor, no nos juzgues con demasiada dureza.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 127 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Cuando te llevamos a Colby... —Nat hizo una pausa y suspiró dolorido,


avergonzado—. Sabía que no funcionaría. Desgraciadamente, lo conozco muy
bien —se obligó a mirar directamente a Palu mientras hablaba—. Yo estaba
tratando de alejarme de ti —hizo un movimiento circular—. De nosotros y de lo
que estaba pasando.

Palu los miró con cautela.

—Sabía que no iba a funcionar, también —agregó Alecia en voz baja—. Pero
parece que cada mes nos encontramos con una nueva idea, igualmente estúpida,
para obligarle a darnos el dinero —se mordió el labio, pero luego enderezó la
espalda y se lamió los labios—. Yo también tenía miedo de darle demasiada
importancia a nuestra breve relación, porque pensé que esto nos llevaría a Nat y
a mí a separarnos otra vez —ella se volvió para mirar a Nat con tanto amor que
su corazón se llenó en el pecho—. No voy a perderlo de nuevo —ella le devolvió
la mirada a Palu—. Pero esto es algo que los dos queremos.

—¿Lo es? —preguntó Palu en voz baja.

El silencio de Alecia hizo que Nat se diera la vuelta para mirarla. Lo que
encontró en su rostro fue inquietante.

Alecia no miraba a Nat. Mantenía su mirada concentrada en Palu.

—¿Si esto es lo que quiero? —se preguntó en voz baja, pero firme, lo que le
hizo sentirse orgullosa—. Sí, por primera vez en mucho tiempo, sí.

—¿Alecia? —Nat habló a su lado, y ella pudo sentir su turbación y alarma.

Ella se volvió hacia él.

—Oh, Natty, lo admito. Los hombres que hemos traído a nuestra cama nos
han dejado insatisfechos. Y creo que la razón principal de eso soy... yo —suspiró
y dio media vuelta, mordiéndose el labio fuertemente—. Me encanta estar
contigo, Nat, y me encanta verte con otros hombres, pero nunca realmente

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 128 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

deseé a ninguno de ellos. Cuando les tocaba, o dejaba que me tocaran, era para
hacerte feliz.

—Alecia, no —jadeó Nat, horrorizado— ¿Qué te he hecho?

Alecia dejó escapar una risita débil.

—Oh, no seas tan melodramático. No quedé devastada por las experiencias,


de ningún modo —le apretó la mano—. Como he dicho, me encantó verte con
ellos. Y ten por cierto que siempre encontré mucho placer en los encuentros.
Pero el placer que había entre tú y yo juntos tenía muy poco que ver con quien
compartiéramos nuestra cama —se humedeció los labios y sintió el rubor en sus
mejillas, pero siguió adelante, decidida a aclarar las cosas después de todo—.
Nunca he deseado realmente a otro hombre —se volvió para mirar a Palu,
emocionada de nuevo por su alta, oscura y demandante presencia, y por su
conocimiento secreto de los diseños tintados bajo su traje de caballero a la
moda. Se encendió recordando su gruesa polla, y cómo la besó, y lo que él y
Alecia le habían hecho a Nat—. Hasta Palu —susurró—. Por primera vez, sé lo
que podría llegar a ser, antes sólo hemos estado jugando —hizo una pausa y
observó oscurecerse los ojos de Palu con el conocimiento secreto de ella,
también—. Y yo lo deseo a él. Nos quiero todos juntos.

Se puso de pie y se alejó de Nat. Sabía que Nat era reacio a hablar de sus
sentimientos. Ella también lo era. Sabía que Palu se interesaba por ellos. Esa era
su naturaleza. Estaba segura de que no estaría aquí si no fuera el caso. Pero
¿amor, amor y todo lo que significaría para los tres? Ella y Nat habían comentado
las relaciones de sus amigos, lo difícil y doloroso que debía ser para ellos negar
un amor al tiempo que se reconoce a otro. Habían jurado que ellos no lo querían
así. Y ahora allí estaban, enamorados de Palu. Temía el rechazo, pero también
temía causarle más daño. Sin embargo, ella no quería entrar en una relación de
pleno derecho sin revelar lo que quería, y en cierta medida, cómo se sentía.

—Me enamoré de Nat a primera vista —Nat estaba mirándola, miles de


emociones destellaban a través de su expresiva y hermosa cara. Palu, por otro

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 129 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

lado, la observaba con una mirada cerrada. Qué increíble era su habilidad para
ocultar o mostrar sus sentimientos en su rostro a voluntad—. Yo sólo tenía
diecisiete años cuando nos conocimos. Las diferencias entre una chica de
diecisiete años de edad apenas introducida en la sociedad y un muchacho de
dieciocho años de edad, son enormes, por cierto —sonrió ante el recuerdo—.
Pero Nat era muy guapo, alegre y divertido, y oh, tan inteligente —dijo a Palu
fervorosa. Él le sonrió, animándola a continuar—. Nunca pensé que yo le pudiera
interesar —dijo ella, tirando de la cortina para mirar hacia fuera a una tarde
repentinamente cálida, con profundos cielos morados cayendo en una puesta de
sol temprana—. Yo era joven, estúpida y torpe. La única hija de un comerciante
enormemente rico, indulgente, sin modales de clase alta.

—Nunca fuiste torpe —dijo Nat secamente, y cuando Alecia dejó caer la
cortina y se volvió hacia ellos se sintió aliviada al ver que Nat había recobrado su
sentido del humor y el equilibrio—. Sabías exactamente cómo coquetear con un
hombre.

Alecia se echó a reír.

—Si lo hice, no tenía ni idea. Quizás era sólo contigo.

Los ojos de Nat eran cálidos mientras sonreía.

—Sería bonito pensar eso.

Alecia movió un dedo.

—Pero no engañes a Palu, Nat. No tenías tiempo para mí, ni ganas de


dedicármelo. Estabas muy ocupado con tu cadena de amantes.

Nat suspiró.

—Sí, lo estaba. Yo era un inmaduro. Me casé con Alecia por su dinero, y


para hacer feliz a mi padre. No tenía ilusiones sobre mí. La encontré tolerable, y
atractiva, y pensé que nos llevaríamos bien. Pero no estaba enamorado —sonrió
con tristeza hacia Alecia—. Lo siento, mi amor.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 130 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Por alguna razón, su confesión de la verdad en vez de hacerle sentir peor,


la alivió. Ella había estado allí, ninguna cantidad de mentiras o recuerdos rosas
podrían cambiar el pasado que ambos conocían.

—No lo sientas. Eso es ciertamente más de lo que muchas mujeres reciben


de sus esposos —se giró hacia Palu, reacia a decirle el resto, pero decidida—. Nat
estaba en lo cierto. No teníamos ni idea de qué hacer en la cama juntos —se
echó a reír por algunos de los recuerdos—. Estaba completamente desconcertado
por la anatomía femenina, y yo por la masculina.

Nat se ruborizó.

—Yo entendía lo básico, creo.

Alecia inclinó la cabeza en reconocimiento.

—Acepto la corrección. Efectivamente, sabías dónde meterla.

Nat de repente se echó a reír.

—Eso es todo lo que sabía. Qué decepción terrible debo haber sido para ti.

Alecia negó con la cabeza.

—No, no lo fuiste. Estaba tan feliz de que visitaras mi cama después de


todo. No tenía ni idea de lo que me estaba perdiendo.

Miró a Palu.

—¿Nada que decir?

Negó con la cabeza con una sonrisa divertida.

—No. Disfruto de la historia.

—Hmm —dijo Alecia, se acercó y se sentó de nuevo, esta vez junto a Palu.
Se volvió hacia ella—. Tal vez no disfrutes de esta parte —respiró hondo—.
Comencé a tener relaciones sexuales con otros hombres después de encontrar a

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 131 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Nat con uno de sus amantes, en una fiesta a la que asistimos por separado. Fui
en busca de él, y lo encontré jodiendo a un conocido mutuo en la biblioteca—.
Se volvió hacia Nat con la cara roja y una mirada irónica. —Desde entonces ha
restringido tales demostraciones públicas—. Ella se volvió de nuevo a Palu y su
voz se volvió un poco soñadora. —Pero él estaba magnífico. La expresión de su
cara, su polla tan dura, las cosas eróticas que le estaba diciendo al hombre
debajo de él mientras lo montaba tan duro y profundo. Cuando se corrió echó
hacia atrás la cabeza y gimió, y el otro hombre gritó su nombre, se dejó caer
como sin vida en el Aubusson4 —sonrió torcidamente—. En medio de su mejor
momento, Nat alzó la vista y me vio, pero no podía parar. Y supe entonces que
quería eso. Yo quería esa clase de pasión, pasión que Nat estaba claramente
reservándose para otros y no para mí.

—Alecia —empezó Nat, pero ella lo interrumpió.

—Uh, uh, uh —dijo ella, negando con el dedo—. Es mi turno.

Palu se echó a reír a su lado.

—¿Te la estás cobrando?— bromeó.

Alecia sonrió.

—Sí, hoy día y también entonces. Salí derecho afuera, seduje al primer
hombre que encontré en el pasillo, y le puse los cuernos a mi marido en los
establos esa misma noche.

Palu le tomó la mano.

—¿Encontraste la pasión que estabas buscando?

Alecia se echó a reír con amargura.

4
Tipo de tapiz. En este contexto se refiere al tapizado del sofá donde lo estában ―haciendo‖ (N. de la T.)

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 132 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Oh, no. He descubierto que los hombres sienten incluso menos pasión por
una mujer de virtud fácil de lo que sienten por sus esposas. Me follaron en el
granero, y fui abandonada sin ni siquiera un ‗gracias‗ tan pronto como él se
corrió. Y como de costumbre, me quedé a medias —apartó la mirada,
avergonzada—. Y así que lo intenté de nuevo, con otro hombre. Y luego otra vez,
y otra vez.

Palu le apretó la mano.

—¿Y tú? —preguntó a Nat en voz baja— ¿Cómo te hacía sentir eso?

Nat se encogió de hombros.

—¿Qué podía decir? Yo estaba haciendo lo mismo. Se convirtió en casi en


chiste entre mis amigos, ver quién podía follar la mayor cantidad de gente en el
menor lapso de tiempo, yo o Alecia —parecía disgustado y Alecia le sonrió
dándole a entender que ella lo comprendía. Él se la devolvió.

—¿Y luego, Simon? —preguntó Palu.

Alecia asintió con la cabeza.

—Sí. Y por primera vez me di cuenta de toda la excitación de eso —se echó
a reír al recordarlo—. La primera vez que me corrí pensé que me estaba
muriendo. A Simon le tomó casi una hora calmarme.

Los tres se echaron a reír.

—No estoy seguro si debería reír —dijo Nat divertido— considerando que
nunca la había hecho correrse —Sacudió la cabeza con arrepentimiento.

—¿Y tú y Simon? —Palu le preguntó.

Nat asintió con la cabeza.

—Sí, bueno, yo ya me había corrido antes —se rieron de nuevo—. Pero, sí,
Simon insistió no habría nadie más mientras estubieramos juntos, y fue una

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 133 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

revelación —miró con ojos calientes a Alecia—. Y a él le gustaba hablar. Le


gustaba hablar de las mujeres, que a mi me parecían bastante extrañas. Acerca
de qué como hacérselo a una, de cómo hacerla gritar, llorar y correrse, y de los
placeres que se tenían cuando dos hombres tomaban a una mujer juntos —se
acercó y se arrodilló a los pies de Alecia, y cogió su mano y la besó en la palma,
y ella sintió el calor recorrerla desde los dedos hasta los pies, y la sostuvo
sabiendo con exactitud que su sexo ardía—. Y lo que describió sonaba divino. De
repente todo lo que podía pensar era en Alecia. Y que precisamente yo tenía una
mujer que tal vez podría disfrutar de eso.

—¿Lo disfrutaste? —la voz de Palu era áspera cuando le hizo la pregunta.

Alecia asintió y cerró los ojos, recordando la sensación de ambos, Nat y


Simon, dentro de ella, llenándola, follándola hasta que gritó. Ellos no lo habían
vuelto a hacer con nadie más.

—No sabía que se podía follar a una mujer como si fuera un hombre —
susurró Nat—. Pero a Alecia le encantó.

La respiración Palu se hizo un poco irregular.

—Nunca he hecho eso.

Alecia abrió los ojos para ver a Palu observándola con atención. Él la
deseaba tanto que casi podía tocar con la mano el deseo en el aire.

—¿Nunca has tenido a una mujer por el trasero?

Palu sacudió la cabeza.

—Tampoco he compartido una mujer —se sonrojó un poco—. Contigo y Nat


fue la primera vez que tuve dos amantes al mismo tiempo.

Nat tenía esa sonrisa deliciosa, una sonrisa malvada que decía que quería
desesperadamente hacer algo travieso.

—¿Te gustaría?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 134 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Qué?—preguntó Palu, pero ella sabía que él sabía la respuesta.

La respuesta susurrada de Nat hizo temblar a Alecia.

—¿Saber cómo se siente follar a una mujer con otro hombre? ¿Llenarla por
delante y por detrás, y sentirme mover dentro de ella contigo? ¿Realmente
compartir a Alecia?

Alecia sentía cada músculo interno tensarse de anticipación. Sí, Dios sí, eso
era lo que quería. Cuando Palu asintió con la cabeza, atravesándola con su
mirada, ella sonrió.

—Ahora ya lo sabes. Eso es lo que quiero —susurró.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 135 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

CAPÍTULO 10

Palu temía que el interludio fuera a ser muy breve. Sólo observar a Nat y
Alecia mirarle mientras se desvestía lo tenía peligrosamente cerca de hacerle
sentir vergüenza. Estaban tan hambrientos por él. Y después de haberlos oído,
se diría que su hambre era más que por tener a otro hombre en su cama. Ellos le
deseaban a él, y a ningún otro. Esto era cosa de ellos tres. Cuando su última
pieza de ropa tocó el suelo, Alecia le hizo un gesto para que se acercara a ella.
Hoy se la veía diferente. Era como si ella hubiera cruzado su línea personal y
hubiera descubierto algo nuevo sobre sí misma. Había dicho que ella nunca había
deseado realmente a otro hombre hasta Palu, nunca había entendido lo que
podría ser entre dos hombres y una mujer. Palu dio un paso obedeciendo sus
órdenes, pero luego se detuvo.

—Nunca lo imaginé —le dijo él. Ella se detuvo a mitad de lo que estaba
haciendo y su mano cayó suavemente sobre su regazo al sentarse en borde de la
cama.

—¿A qué te refieres?

Nat estaba apoyado contra el poste de la cama observando a ambos con


avidez, su excitación y anticipación llenaban el aire como una niebla de deseo. Él
también lo quería. Quería compartir a Alecia, compartir a la mujer que amaba,
con Palu. Y quería compartir a Palu con Alecia, darle lo que había dicho que
quería. Él, también, al parecer, había cruzado alguna línea imaginaria. Estaba

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 136 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

más relajado, más dispuesto a permitir que Palu y Alecia llevaran la iniciativa, y
él les seguía.

—Nunca me imaginé cómo sería, con un hombre y una mujer.

—¿Y eso? —preguntó curioso Nat—. Dijiste que habías estado con ambas
cosas con anterioridad.

Palu asintió.

—Sí, y conocí gente que se embarcó en esta clase de relaciones durante la


guerra. Pero nunca me sentí tentado. Siempre estuve satisfecho con un sólo
amante.

—¿Entonces por qué ahora? —le preguntó Alecia—. ¿Por qué nosotros?

—Porque con ustedes es un 'nosotros' —dijo sencillamente Palu—. Porque


su mutuo amor es parte de ustedes, y los deseo a ambos. Tenerlos por
separado… —Él sacudió su cabeza—. No es posible. No puedo separarlos ¿Esto
tiene sentido?

Alecia fruncía el ceño, una pequeña línea apareciendo entre sus cejas.

—Así que ¿no nos ves separadamente? Como individuos, quiero decir.

Él resopló.

—No, no. No me estoy explicando bien. Te deseo, Alecia. Adoro tus rizos
dorados y tus exuberantes pechos, y tu naturaleza dulce. Y en cuanto a Nat, me
sentí atraído por él inmediatamente, por su apariencia, su presencia, su risa.
Pero lo que encuentro más atrayente es lo que sienten el uno por el otro, y el
hecho de que, incluso si es por un periodo breve, estan dispuestos a dejarme ser
parte de eso. Me siento... —luchó por encontrar la palabra correcta, con miedo
de decir demasiado— atraído por cómo se aman el uno al otro.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 137 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Alecia parecía asombrada por su respuesta, pero sus palabras habían


excitado a Nat. El otro hombre estaba sonriendo, pero su mirada era intensa y su
cuerpo estaba más inflamado.

—A la mayoría de hombres no les gusta eso —murmuró Alecia—. Ellos


quieren ser el foco de nuestro deseo y no están contentos cuando nuestros
encuentros se centran más en Nat y yo que en ellos.

—Pero con Palu no ha sido así, Lee —dijo Nat suavemente. Se enderezó y
estuvo de pie allí con sus manos colgando a sus lados, como si se mostrara para
recibir la aprobación de Palu. ¿No veía que Palu lo había aprobado ya? ¿No era
evidente?—. Siempre ha sido Palu y nosotros, y lo que hemos encontrado juntos.
Y hemos encontrado mucho más que cualquier otra vez.

El corazón de Palu tronaba en su pecho. Ellos estaban esperando, dejando


que la elección fuera suya. Tomó un paso hacia ellos y pareció mayor y más
importante de lo que hubiera debido. Era sólo un affaire, ¿verdad? Lo que habían
encontrado era asombroso, pero era sólo deseo. Incluso aunque se esforzara por
creérselo, Palu sentía que la pequeña semilla de la esperanza que llevaba en su
interior brotaba a través de su capa y pensamientos de lo que podría ser entre
ellos, rodeando su corazón como enredaderas. Decidió no contestar, no hablar en
absoluto. En cambio dio otro paso y otro. Levantó a Alecia de la cama y la hizo
arrodillarse junto a él enfrente de Nat. Nat extendió la mano y pasó su mano por
entre el pelo de Palu, y Alecia le rodeó con brazos y piernas, frotando sus tetas
contra su pecho. Palu alargó la mano y suavemente rodeó la dura polla de Nat
con su puño y tiró. Nat dio el pequeño paso necesario para que Palu se inclinara
sólo un poco hacia adelante y tomara la polla de Nat en su boca.

—Palu —Nat gritó, sus caderas tironeando. Su mano apretaba fuerte el pelo
de Palu, y se sintió tan bueno que Palu gimió. Nat sabía tan delicioso, caliente,
terroso y salado. Palu se lo comió, chupando y lamiendo y tragando la humedad
que se escapaba de la punta. Él lo quería, quería a Nat en su boca, quería
probarlo, devorarlo, poseer una pequeña parte de él para siempre.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 138 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí —susurró Alecia, su cabeza apoyada en el hombro de Palu. Se frotó


contra él otra vez, esta vez no solamente pecho con pecho, si no también ingle a
ingle. Su sexo estaba mojado, el bello una humedad cosquilleante contra la
necesitada polla de Palu. Palu no hacía esto con amantes ocasionales. Lo había
hecho con William. Y lo haría, lo necesitaba desesperadamente, con Nat. Su polla
era del tamaño perfecto, llena y larga, pero no demasiado larga para que no
cupiera en la boca de Palu. Agarró la polla de Nat, profundamente en su boca,
casi en su garganta, su nariz enterrada en el vello púbico de Nat, e inhaló
profundamente por su nariz. Pudo oler a Nat, su jabonosa y almizcleña esencia, y
saborearlo, un gusto tan único que no se podía comparar con nada. Palu gimió al
sentir temblar a Nat y el sonido se escapó por entre su polla. Nat intentó salirse,
pero Palu le agarró entre las piernas con su mano y le agarró el trasero a Nat. Su
mano era tan grande que casi podía cubrir las nalgas de Nat con ella. La apretó,
conduciendo a Nat más profundamente en su boca.

—Palu —gimió Nat y Palu gruñó su aprobación al oírlo. Justo entonces Alecia
mordió su hombro, sus piernas abrazándolo más fuertemente. Palu la acercó
todavía más, frotando sus pechos contra él y empezó a follar a Nat con su boca.
Nat y Alecia parecieron saber lo que él necesitaba. Nat mantuvo aquel puño en
su pelo y jodió a Palu, dejando que Palu marcara el ritmo y la intensidad. Y
Alecia deslizó sus brazos bajo los de Palu y se apretó a su espalda mientras
besaba y lamía el tatau de su hombro y pecho. Se sentía tan bien los dos
disfrutándolo de esa manera. Compartiéndolo, usándolo, como fuera que se
dijera, a Palu no le importaba. Sólo le importaba que no pararan hasta que
estuviera completo de ellos, y ellos de él. Un zumbido constante de excitación
escapaba de Nat y su ritmo aumentó y sus empujes se hicieron más fuertes. Palu
veía que Nat no tenía intención de parar. Lo supo. Supo exactamente lo que Palu
quería: saborearlo, tragarlo, poseerlo durante un breve momento de tiempo.
Alecia compartía su excitación. La respiración de ella era entrecortada, los latidos
de su corazón retumbaban sus olas contra el pecho de él. Lo agarraba tan
fuertemente que pensó que se acabaría incrustando en su interior, justo junto a
su corazón. Ella susurraba ánimos en su oído.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 139 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí, Palu, querido, hazle correrse, hazle que te llene. Quiero beberlo en tí,
Palu, absorberlos a los dos. Eres tan hermoso —suspiró distraídamente— tan
hermoso.

Él alargó la mano hacia abajo y le agarró su redondeado trasero a la vez


que apretaba el de Nat de nuevo. Los dos eran suyos en ese instante, suyos esa
noche. Los agarró a ambos y los disfrutó como si los hubiera reclamado. El
quejido de Nat se volvió gemido, y luego se corrió, tirando del pelo de Palu
mientras empujaba profundamente en su boca y la llenaba de su liberación
caliente y salada. Palu la bebió como si fuera el mejor de los vinos, adorando los
temblores de Nat mientras se vertía una y otra vez hasta que finalmente se
retiró con un grito ahogado, sacando su polla de la boca de Palu. Antes de que
pudiera decir una palabra Alecia lo besó. Ella empujó la lengua en su boca y
lamió profundamente, un gruñidito encantado vibraba junto a la lengua de Palu
mientras lo devoraba. La mano de Nat cayó a su hombro y lo apretó y Palu se
dejó ir en el beso. Dejó que Alecia lo tuviera todo, todo lo que tenía y lo que Nat
le había dado. Ella estaba prácticamente escalando hasta su pecho antes de que
se apartara con una risa gutural.

—Dios, qué buen sabor tienes, Palu —dijo jadeando—. Sabes a Nat y a ti, y
a deseo y calor y todo lo maravilloso.

Palu se rió, sorprendido de encontrarse sin respiración como Alecia.


Deseaba tanto a los dos. Lo quería todo, cada pedacito de ellos. Quería empujar
su polla en la boca de ambos, y follar el coñito caliente de Alecia y el culo prieto
de Nat y, oh Dios, el delicioso trasero redondeado de Alecia. Siguió riéndose de sí
mismo. No tenía suficientes pollas para hacer todo eso, todo lo que quería. ¿Qué
hacer? ¿Por dónde empezar? Nat se dejó caer abajo junto a él y Alecia con una
sonrisa en su rostro mientras observaba a Palu.

— ¿Qué es tan divertido? —preguntó ligeramente.

—Yo —le dijo Palu, su risa alimentada por la sonrisa en el rostro de Nat, la
sonrisa que lo había cautivado desde aquella primera noche—. Pensaba que no

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 140 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

tengo suficientes pollas para hacer todo lo que quiero hacerles a los dos ahora
mismo.

Nat se rió y el placer de Palu por habérsela provocado era casi tan bueno
como el placer que encontró en follárselos. Alecia ronroneó y se rozó contra él
como un gato y le hizo temblar al sentir su blanca y suave piel contra la suya,
sus delicados huesos y su precioso peso confiados a su cuidado.

—Doy gracias a Dios de que haya suficientes pollas en este cuarto para
hacer lo que quiero hacer —murmuró Alecia, ganándose más carcajadas de Nat y
un estremecimiento de deseo de Palu. Nat se inclinó abajo con la sonrisa todavía
en su cara y besó a Alecia. No fue un beso superficial. Fue caliente y voraz, casi
violento. Palu vio a Nat pellizcarle el labio inferior y Alecia gimió, abriéndose para
él. Sus lenguas se enredaron en el aire, suspendidas entre ellos, y Palu no pensó,
actuó por instinto. Se acercó y las tocó con la punta de su lengua. Nat tomó
aliento y Alecia gimió y los dos volvieron su atención hacia Palu. Le chuparon la
lengua y besaron sus labios, y Nat mordisqueó la mandíbula de Palu. Pero no fue
hasta que le besaron juntos, los dos metiendo las lenguas hasta el fondo en la
boca abierta de Palu, que él gimió y tembló. Nat se apartó y Alecia aspiró el labio
inferior de Palu mientras se retiraba hasta que lo soltó con un audible 'pop',
haciendo reírse a Nat. El sonido bajó por la espalda de Nat con un zumbido
increíble.

—Ya —retumbó—. Necesito follar ahora.

Nat se deslizó detrás de él, presionando su pecho contra la espalda de Palu


y lo abrazó tanto a él como a Alecia, que todavía estaba en su regazo. Nat le
lamió el lóbulo de la oreja y el temblor de Palu aumentó.

—Sí, Amante —susurró caliente Nat—. La tomarás primero a ella, por ese
exquisito culo, y luego yo llenaré su coño. Y entonces, juntos, volaremos todos al
paraíso.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 141 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí, sí, sí, —cantó Alecia desesperadamente con baja voz. Sus uñas se
clavaron en la espalda de Palu.

—Quiero mirar esa tatuada polla follar a mi esposa —susurró Nat—. Quiero
ver que esa negra tinta deslizarse entre sus redondas y blancas nalgas. ¿Harás
eso por mí, Palu?

—Sí —croó él, casi en el filo por causa de las palabras de Nat.

—Bien —canturreó Nat suavemente, besando la sien de Palu—. Bien.

—Bien apenas lo describe —dijo Alecia irónicamente, y Nat resopló una risa
bajo la piel entre sus labios. Eso fue la gota que desbordó el vaso. Palu se puso
de pie, con Alecia en sus brazos. Caminó y la echó sin ninguna ceremonia sobre
la cama, ganándose un chillido de ella, y se giró para mirar a Nat todavía
arrodillado en el suelo, con las manos sobre sus rodillas mientras observaba a
Palu intensamente.

—Ahora —dijo Palu firmemente y Nat sonrió con satisfacción. Pero


lentamente se puso de pie, obedeciendo la sutil orden.

—Ahora —concordó Nat, y el corazón de Palu se saltó un latido. Nat deslizó


sus dedos hacia Alecia junto a los de Palu. Ella jadeó y contoneó las caderas
contra las almohadas que habían puesto debajo de ella.

—Natty —gimió ella—. Es suficiente, puedo hacerlo. Por favor.

—Ella está tan apretada —susurró Palu—. ¿Estás seguro, Nat?

Sonaba tan preocupado, pero a la vez tan excitado, tan excitado por la
perspectiva de lo que iban a hacer. Nat estaba extremadamente agradecido de
que Palu lo hubiera chupado antes, o estaría ya listo para correrse otra vez justo
en ese momento de sólo oír a Palu y Alecia. Palu había estado haciendo esos
gruñiditos increíblemente eróticos desde el fondo de su garganta desde que Nat
y él habían empezado a jugar con el apretado culo de Alecia. Nat creía que Palu
no se daba ni cuenta de los sonidos, lo que los hacía todavía más excitantes.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 142 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí

Alecia soltó un gruñido, y Nat casi se rió por la semejanza entre ella y Palu.

—Sí, ella está segura —dijo firmemente. El efecto se perdió al girar Nat sus
dedos alrededor de los de Palu dentro de ella y Alecia dejó ir un jadeo de
sorpresa que acabó en un suspiro de placer. Nat realmente se rió de su
respuesta, pero el sonido fue oscuro y caliente y satisfecho. Cristo, le encantaba
cuando le hacía perder el control a Alecia de esa manera. Nunca había sucedido
con otro hombre, solo con Nat. Pero sus barreras habían caído en torno a Palu.
Ella confiaba en él. Infiernos, ella le amaba. Se lo había dicho a Nat. Y Nat
estaba ferozmente feliz por esto. Porque la libertad de ella esta noche era
diferente: un poco salvaje, un poco agresiva. Palu la había cambiado. Palu lo
había cambiado también a él. Al pensarlo Nat se inclinó y besó el hombro de
Palu, trazando uno de esos hermosísimos remolinos de tinta negra con su
lengua. Se había convertido en su pasatiempo favorito, hacerle el amor a los
tatau de Palu.

—Sí —murmuró él, su boca ocupada gustando la piel salada y oscura de


Palu—, ella sabe cómo tomar a un hombre por ahí, Palu. A ella le encanta.

—¿Te encanta? —preguntó Palu con voz gruesa, inclinando su cabeza hacia
un lado y la boca de Nat viajó del hombro a su cuello.

—Mmm —dijo Nat—, sí.

Él se retiró y miró Palu por debajo de sus pestañas.

—Me encanta darle a Alecia por el culo, tanto como follar a un hombre por
ahí —se encogió de hombros sugestivamente—. Está mucho más estirado y
caliente, Palu. Tan deliciosamente perverso, como dice Alecia. ¿No crees?

Nat podía ver en los ojos de Palu pasar los recuerdos de las noches que
habían pasado juntos, dejándolos ardientes con fuego negro.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 143 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí —gruñó Palu—. Me encantó follar el tuyo, Nat. Y ahora —se giró y miró
abajo—, el de Alecia.

—Entonces hazlo, por última vez, hazlo —gimió Alecia—. los dos, dejen de
hablar sobre ello y fóllenme.

Palu rió y Nat sonrió de oreja a oreja.

—Oh, linda Alecia, tan dispuesta a tomar mi polla en su apretado agujerito


—murmuró Palu, metiendo su dedo dentro y fuera junto al de Nat. Alecia gimió
de desesperación y Palu colocó una sonrisita malvada en su rostro. La polla de
Nat brincó y goteó y él esperaba que Palu estuviera listo, porque Nat creía que
no iba a poder esperar ni un minuto más. Cuando Palu le miró, sus ojos
ligeramente extraviados, Nat supo que definitivamente era el momento. Sacó sus
dedos fuera y Palu lo imitó. Sin mediar palabra Nat se echó aceite en su palma e
inclinó la botella en la mano de Palu. Llenó también la mano de Palu, dejó la
botella en su sitio y los dos restregaron sus puños por la gruesa polla de Palu.

—Cristo —dijo Palu estremeciéndose, el sudor goteando por su sien para


perderse entre su pelo al echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos. Nat
nunca se cansaría de esto. Darse cuenta era un poco como un shock. Siempre
había disfrutado los placeres sexuales. Tal vez más que la mayoría de los
hombres, lo que era decir un montón. Pero había pasado más de un año desde
que Alecia y él habían llevado a otro hombre a su cama, y Nat estaba listo para
admitir que era porque se había cansado de hacerlo. Se había cansado de los
encuentros sin emoción y sin sentido. Pero el placer que había encontrado con
Alecia y Palu era algo diferente. Más que meramente sexual. Se concentró en su
mano rodeando la cálida carne dura de Palu, el tatau brillante con el aceite en la
temblorosa luz. La mano de Nat parecía pálida junto a la oscura piel de Palu, y
no se veía delicada gracias a los anchos nudillos y gruesos dedos. Tenía callos en
los dedos de cabalgar, y Palu parecía disfrutar la rugosidad de ellos sobre la
aterciopelada suavidad de la piel de su polla. Alecia se había subido un poco
hacia arriba y se apoyaba en sus manos, observándolos.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 144 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Es como la primera vez que te jodió, Nat —susurró ella, sus ojos absortos
en sus manos sobre la polla de Palu—. Cuando Palu y yo hicimos eso.

Tal vez Nat estaba intentando recrearlo deliberadamente. Sabía que no era
necesario. Sabía que esta primera vez para Palu y Alecia sería tan especial como
lo había sido su primera vez con Palu. Pero sería diferente, porque Nat
compartiría la follada de una manera que Alecia no hizo. Nat sentiría, de hecho, a
Palu dentro de ella, contra él. Parecían siglos desde que lo habían hecho con
Simon. Recordaba vagamente el sentido de excitación, de hacer algo prohibido.
Pero esta noche no existía esa sensación de cometer algo mal y prohibido junto
con la excitación de sus venas. En vez de eso, se sentía como algo muy bueno.
La mano de Nat se apretó sobre la de Palu al pensarlo, y Palu gimió y empujó
contra él.

—Nat —gruñó. Apartó la mano de Nat—. Basta. Quiero correrme dentro de


Alecia, no sobre ella.

Nat se rió con timidez.

—Lo siento —dejó ir el aliento—. Estaba pensando en lo bueno de todo esto.

—Alecia —dijo Palu bruscamente, mirando fijamente a Nat—, date la vuelta.

—Con mucho gusto —dijo Alecia fervientemente. Ella trepó y se apoyó


sobre sus rodillas y lanzó las almohadas al suelo—. Nat, ponte debajo de mí —le
pidió ella.

Nat levantó una ceja mirando del uno al otro.

—Ah, ¿ahora llevas tú el mando?

Palu rodeó con su grande y resbalosa mano la nuca de Nat y lo acercó hacia
él.

—No me había dado cuenta de que se suponía que tú estabas al mando


aquí —murmuró contra los labios de Nat. Luego lo besó. Nat se rindió sin luchar.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 145 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Los besos de Palu tenían ese efecto sobre él. Tenía un gusto tan rico y oscuro y
decadente, y Nat quería joder a Alecia con él más que respirar. Alecia agarró la
mano de Nat y la apretó contra su teta y Nat pudo sentir lo rápida y desigual que
era su respiración, y cómo corría el latido de su corazón. Alecia se restregó su
mano por su pecho y luego la empujó abajo a su estómago. Nat se apartó del
beso de Palu, tambaleante, para ver lo que ella estaba haciendo.

—Frótalo por todo mi cuerpo —gimió ella. Se echó hacia atrás y agarró la
mano libre de Palu y empezó a restregarla sobre ella también—. Quiero estar
resbaladiza. Quiero resbalarme y deslizarme contra sus cuerpos mientras
ustedes se deslizan y resbalan dentro de mí.

Por algún motivo su petición puso a los dos hombres a cien. Pensar en
Alecia cubierta de aceite, brillando y resbalosa por todas partes mientras la
follaban atraía a Nat de una manera primaria, y por el gruñido de Palu, Nat se
imaginaba que se sentía igual. Frotaron a Alecia con sus manos, no demasiado
duro pero tampoco amablemente. Nat magreó sus pechos firmemente,
cubriéndolos de aceite. Mientras exprimía los pálidos globos que eran sus tetas,
se inclinó hacia abajo y tomó uno de los pezones con la boca, lamiendo y
chupando el turgente pico, rozando y apretando el firme y redondeado
montículo. Palu se había movido a su otro lado y frotaba sus manos contra su
estómago y las nalgas. Alecia se retorcía entre ellos. Nat nunca la había visto tan
salvaje. Cuando la mano y la boca de Palu se unieron a las de Nat en sus tetas,
Alecia dejó ir un grito estrangulado y tembló entre sus brazos. Como uno, se
acercaron más a ella, encajonándola, y sus manos continuaron deambulando
libremente mientras se hacían un festín con sus tetas. Alecia rodeó con su mano
el bíceps de Nat y sus caderas dieron un tirón cuando la mano de él se deslizó
entre sus piernas. De repente se retorció, abriendo sus piernas más y Nat sintió
la mano de Palu deslizarse junto a la suya. Los dos hombres presionaron sus
dedos dentro de su caliente y tirante coño, y antes de que Nat lo pudiera hacer,
el pulgar de Palu fue hacia el clítoris de Alecia y empezó a restregarlo allí. Con
solo unas pocas caricias ella se corrió en sus brazos. Gritando sus nombres, se

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 146 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

convulsionó entre ello, sus paredes internas vibrando de placer. Palu gruñó
mientras ella se corría y Nat lo sintió hacer círculos con su dedo y restregarlo en
su interior. Ella gritó de nuevo y tembló un minuto más.

—Ahora estás lista —dijo Palu con voz baja, espesa—. Ahora este bonito
coño está mojado y listo.

—También estoy lista para ti, Palu —le dijo Alecia jadeante—. Me muero por
los dos.

Nat no podía soportarlo más. Se apartó y se tumbó de espaldas y entonces


tiró de Alecia para que se pusiera sobre él a horcajadas. Palu la ayudó porque
ella todavía no estaba recuperada de su orgasmo. Nat quería follarla ahora.
Ahora mientras estaba suave y húmeda y todavía temblorosa por dentro. Estaba
a punto para ellos. Tiró de ella hacia abajo para que su culo estuviera en el aire y
su cara presionando contra el hombro de él. Palu no necesitaba que le dijeran
nada. Se movió detrás de ella y la agarró por las caderas y sin una palabra
apretó en su tieso pasaje. Se movía despacio, pero Nat sintió tensarse a Alecia y
un gemido se escapó. Por el ruido él sabía que se estaba mordiendo el labio.

—¿Alecia? —preguntó Palu silenciosamente. Él temblaba. Nat podía ver


temblar sus brazos mientras la agarraba de las caderas. Tanto control. Tanto
miedo por ella.

—Por favor, Palu —gimió ella—, por favor, toda entera.

Palu se movió y gimió largamente en voz baja mientras se deslizaba más


adentro. Nat observó aquella gruesa polla desaparecer entre las hermosas y
pálidas nalgas y era algo tan excitante e incitante como sabía que sería. Ver la
polla de Palu, con sus tatua, sus caderas y piernas y estómago oscuros con los
hermosos y primitivos diseños mientras follaba a su Alecia era asombroso,
maravilloso e increíble. Nat también quería estar ahí dentro, compartiendo el
momento con ellos, la fisicalidad y el puro poder de esa entrada.

—Oh Dios —gritó Alecia—Oh Dios, Palu

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 147 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Y las propias nalgas de Nat se apretaron al recordar—. Lo sé, Lee —le dijo
con voz irregular, frotando su mejilla en su pelo—, lo sé. Él se siente tan bueno.

—Sí —sollozó ella—, esto es tan bueno —ella inspiró y gimió y frotó su
frente sobre el hombro de Nat—. Se siente tan bueno tenerlo dentro de mí por
fin.

Nat entendió lo que realmente quería decir. Ella lo amaba. Había necesitado
tenerlo, hacerlo parte de ella. Nat esperaba por Dios poder hacer lo mismo antes
de que Palu se volviera a ir. Pero compartir a Alecia era igual de importante. Palu
estaba en lo cierto, había un 'nosotros' en él y Alecia que era inviolable,
inseparable. Él la amaba tanto que ella era parte de sí mismo. Pero con Palu,
ellos eran diferentes, eran más. Al darle a Palu, se habían dado el uno al otro, al
compartirlo se habían unido. ¿Por qué con él? ¿Acaso importaba? Esta era la
primera vez que iban a estar verdaderamente juntos, los tres. Pero no la última,
juró Nat. Se compartirían mutuamente de cada manera posible antes de que
tuvieran que dejarlo marchar. Cuando Nat empujó dentro, Alecia pensó que la
partirían en dos hasta que el dolor pasó y quedó sólo el placer, placer que borró
todo pensamiento y le robó la capacidad de pensar, y que amenazaba con
quitarle también la voz. Palu la agarró fuertemente por debajo de los brazos
mientras despacio la bajaba hacia la polla de Nat. Ella sintió cada centímetro
mientras entraba en ella. Estaba más apretada de lo que podía recordar. La polla
de Palu en su parte trasera la hacía así, y Nat tuvo que esforzarse por entrar
mientras Alecia forzaba a sus músculos a relajarse y aceptarlo. Podía oír gemidos
y gritos, pero no podía controlarlos. Tenía que confiar en sus dos hombres,
porque para ella no había nada más que placer, ni control ni miedo.

—Lee, Lee —le canturreó suavemente Nat, su voz tensa y desesperada. Su


cuello se arqueó por un momento, pero la volvió a echar atrás para verla
tomarlo, como si no quisiera perderse ni un segundo de la vista. Su rostro estaba
sonrojado, sus mejillas tirantes y sus ojos brillaban como el diamante. Ella
amaba esto, ella le amaba a él. Él quería esto tanto como ella. Quería ver y
sentirla tomar a ambos, él y Palu. Palu. Ella le sintió detrás de ella, llenándola,

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 148 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

sosteniéndola. Era tan amable, grande y cálido, su fuerza y poder contendidos a


causa de ella, ahora parte de ella. Alecia se agachó ciegamente y agarró la mano
de Nat, que la estaba tomando de la cadera, entonces ella se echó atrás y arriba,
rodeando con su brazo los hombros de Palu, y él se inclinó hacia abajo para que
ella lo pudiera rodear, la boca de él descansando en el hombro de ella,
besándola, murmurándole suavemente, preocupándose por ella, sintiéndola,
Alecia, y no otra mujer. Cuando Nat estuvo completamente dentro, Alecia casi no
podía respirar. Se sentía como al borde de un precipicio. Palu la codeó
ligeramente hacia abajo, y con sus manos Nat la agarró por los brazos hasta que
estuvo sobre él, sus tetas presionando contra su pecho. Su piel se sentía muy
tirante por todos los lados, tan sensible que sentía el aire moviéndose por la
habitación, cada uno de los vellos del pecho de Nat acariciándola. Entonces Palu
se agachó detrás de ella, sus manos descansando junto a los hombros de Nat en
la cama. Ella estaba rodeada por ellos, llena de ellos, respiraba con ellos, sus
corazones latían con el mismo ritmo, y de repente lo supo. Esto era la felicidad.
Este incontenible amor, alegría y anticipación que sentía era verdadera y
descontrolada felicidad. Se mordió el labio pero no pudo impedir caer las
lágrimas de sus ojos. Nunca se había sentido así. Era mágico, maravilloso.

—Te amo —dijo casi sin voz. Sabía que Palu no lo entendería. Pero Nat le
colocó la mano en la mejilla y la hizo mirarle, y ella supo que él había visto y
entendido todo—. Ámame —susurró ella.

—Lo hago —le dijo Nat y la besó suavemente sobre los labios—. Lo hago.

Alecia sacudió su cabeza. Ella necesitaba que Palu supiera lo que quería.
Nat parecía preocupado, pero no la detuvo.

—Palu, ámame –pidió, esperando, anhelando.

Él no contestó. En cambio, comenzó a moverse.

Palu se salió de Alecia solo unos milímetros pero ese pequeño movimiento
en su estrecho pasaje fue suficiente para hacerle apretar los dientes y cada uno

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 149 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

de sus músculos para evitar correrse. Podía sentir a Nat dentro de ella. Era la
cosa más increíble que hubiera hecho. Sentir a los dos tan íntimamente, saber
que cada movimiento, cada respiración, cada latido del corazón era compartido
por los tres. Cuando hacía una semana habían estado juntos habían compartido
sus cuerpos los unos con los otros con manos, bocas y palabras. Pero esto, esto
era mucho más.

—Palu —gritó Alecia. Su voz era temblorosa y como sin aliento y a él le


empapaba su piel y le calentaba la sangre. Ella lo deseaba. Lo necesitaba. Él se
inclinó y le lamió el hombro y la sintió temblar.

— ¿Va todo bien? —susurró él.

Alecia se rió débilmente.

—Sí, sí, mejor que bien. Perfecto.

Empujó de nuevo y Nat gimoteó. Palu adoraba ese sonido. Adoraba el hecho
de estar haciéndoles a los dos gritar de placer cuando los jodía. Necesitaba
oírlos, empujarlos, hacerles sentir de esta manera una y otra vez. Por un
momento pensó en lo que había visto aquella primera noche cuando observó a
Nat y Alecia follar, la intensidad y la necesidad. Al empujar en Alecia,
conduciendo su polla junto a la de Nat dentro de ella y al mirar abajo a Nat, se
dio cuenta, en shock, que tanto Nat como Alecia le miraban con esa misma
intensidad y necesidad. No la había visto antes, no la había querido ver. Había
deseo, pero también ternura y vulnerabilidad en la cara de Nat. Palu tomó esa
confianza y ternura y la devolvió en el movimiento de sus caderas, en el ritmo de
sus empujes. Estaba listo, ahora, listo para verlo. Palu entendió por fin lo que
podía darles, por qué estaba él ahí. Ellos se amaban el uno al otro, pero aquellos
primeros años de matrimonio había creado un abismo que sencillamente no
podían cruzar. Hacía una semana Nat le había dicho por qué querían irse, no sólo
por el padre de ella, sino también por su pasado. Querían un nuevo principio.
¿Se lo podría proporcionar? Dios, cuándo deseaba estar con ellos en ese nuevo
principio. En ese mismo momento les podía dar lo que ambos ansiaban, la

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 150 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

satisfacción de compartirse. Con los otros amantes Palu creía que la satisfacción
les venía de regresar el uno al otro cuando el interludio había acabado. El final de
cada historia era una nueva oportunidad de demostrarse entre ellos dos su amor.
Si eso era lo que necesitaban de él, estaría contento de dárselo. Pero pensaba
que con él había más. Por qué, no lo sabía. Pero le habían dicho que estaban
haciendo cosas con él que no habían hecho con los otros amantes. ¿Qué
significaba eso? Esperaba que significara que estaban experimentando sus
mismos terroríficos sentimientos. Alecia le había pedido que la amara. Buen Dios,
¿es que no veía ya cuánto la amaba? Pensarlo hizo que se le detuviera todo:
pensamiento, sentimiento, respiración, latido del corazón. Él la amaba. Amaba a
Nat. Tenía treinta y seis años de edad y nunca había estado enamorado. Nunca
se había arriesgado de esa manera. Y ahora estaba enamorado de dos personas
mucho más jóvenes y casadas. Un hombre y una mujer que se amaban tanto
que se habían perdonado los pecados del pasado y que buscaban un nuevo y
más brillante futuro juntos. ¿Quién se pensaba que era, interfiriendo de esa
manera? ¿Podría amarlos? Les podía dar su cuerpo a su voluntad, y
secretamente, en silencio, darles su alma. O podía desnudar esa alma y ver lo
que ellos descubrían juntos. Alecia se estremeció bajo él. Él sintió cada temblor
en su caliente piel, humedecida por el sudor, le sintió los músculos de la espalda
y nalgas flexionarse al intentar arquearse contra él.

—Ámame, Palu —dijo otra vez con voz rota. Nat lo miraba atentamente, sus
ojos entrecerrados y brillantes. Palu no podía negarlo. No quería hacerlo.

—Sí, Alecia —susurró, bajándose él mismo con sus antebrazos, presionando


más profundamente dentro de ella, presionando contra Nat dentro de ella.
Ambos jadearon y él sintió la polla de Nat dar un tirón mientras Alecia se
arqueaba contra él, amarrándolo allí—. Sí, te amo —susurró, su corazón latiendo
con un retumbar aterrorizado en su pecho.

—Palu —gimió Nat. Su cuello se arqueó cuando Palu se salió y volvió a


deslizarse dentro. Las mejillas sonrosadas de Alecia descansaban contra el

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 151 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

hombro de Nat y miraba a Palu con los ojos llenos de lágrimas. Se mordía el
labio, y Palu la alcanzó con su pulgar y dulcemente la liberó.

—Dímelo —pidió Palu—. No te quedes callada.

—Te amo —susurró ella con voz rota—. Creo que lo hago desde aquella
primera noche.

Palu sintió como si un peso aplastante se levantara de su pecho. Miró a Nat.


¿Eran lágrimas eso en sus sienes? Palu alargó su temblorosa mano y acarició su
suave cabello castaño de ahí y lo encontró húmedo.

—Tú sabes cómo me siento —susurró Nat—. Lo sabes —Nat se lamió los
labios, y Palu quiso besarlo otra vez. Quería que Nat olvidara que supuestamente
estaba al cargo—. Ámame, Palu —susurró Nat y la sonrisa de Palu estuvo llena
de alegría. Era como si las palabras los liberaron a todos. De repente no podían
follar lo suficientemente rápido o lo suficientemente duro. Palu nunca había
conocido esta clase de necesidad. Tenía que mostrarles cómo se sentía, llenarlos
con su polla, su simiente, su amor. En algún lugar de su mente se dio cuenta de
que Nat estaba intentando marcar un ritmo. Cada vez que Palu se salía Nat se
metía. Las cabezas de sus pollas se rozaban así como el resto de su longitud
mientras Alecia los apretaba fuerte dentro, con pequeños temblores en su coño y
en su culo haciendo que los dos hombres gimieran. Alecia gritaba, pero se
corcoveaba entre sus brazos, dando y recibiendo mientras ellos la follaban
desordenadamente. Palu se salió apoyándose en sus rodillas y rodeando a Alecia
con un brazo la atrajo hacia él. Al elevarse ella cambió el ángulo para todos ellos,
forzando a Nat más profundo, y la polla de Palu rozaba más directamente la de
Nat con cada empujón.

—Sí —siseó Nat—. Jódeme, Palu. Jódeme así.

Alecia se echo a reír desordenadamente.

—No, jódeme a mí así —dijo ella.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 152 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Él no podía contestar. Estaba perdido, perdido. No pensó que pudiera ser


así. No había tenido ni idea. Intentó concentrarse, intentó aferrarse a este
momento y convertirlo en recuerdo. El olor a lavanda del cabello de Alecia, el
tacto de su piel, resbalosa con el aceite de almendras y la dulce y caliente
presión de su culo, la primera mujer a la que había follado así. Palu deslizó su
mano por el brazo de ella y lo enterró entre sus durados rizos, cerrando el puño
hasta que ella gimió y se apoyó en él. Y Nat. Nat subía sus caderas, sus manos
agarrando las caderas de Alecia para mantenerla en equilibro ante sus empujes.
Su barbilla descansaba en su pecho al intentar mantener tiesa la cabeza para
observar lo que estaban haciendo. Sus hombros estaban tensos por el esfuerzo,
las pecas casi desaparecidas en el sonrojo de la excitación que pintaba su pálida
piel. Los músculos de sus brazos destacaban en crudo alivio y Palu sintió una
increíble urgencia de clavarle los dientes en esos firmes músculos. Quería
devorarlo. Todavía podía saborear el gusto del semen de Nat en su boca, sentir
el latido de las venas de la polla de Nat en su boca. Al gemir Alecia por el agarre
del puño de Palu en su cabello, la mirada de Nat subió y chocó con la suya. Palu
sintió los temblores dentro de Alecia al estar alcanzando ella su cima, oyó la
desesperación en su voz. Podía ver brillar el sudor en el puente de la nariz de Nat
y motas de polvo en un débil rallo de luz solar del atardecer que atravesaba la
cama, y el tiempo pareció detenerse. Entonces Alecia dio un tirón y se liberó del
agarre de Nat y empezó a follarlos, conduciéndose a sí misma arriba y abajo,
pequeños grititos escapándosele con cada empuje. Palu gruñó y cerró los ojos y
se quedó quieto. No quería que se hiciera daño. Ella tomó la mano que Palu tenía
en su cintura y la condujo por su estómago hasta presionarla contra su coño,
empujando el dedo de él entre sus labios húmedos e hinchados. Él encontró el
tesoro que ella estaba buscando allí, un duro botón de deseo desesperado, e hizo
movimientos en círculo con brusquedad, presionándolo con cada rotación.

—Palu —gritó ella.

—Quiero correrme contigo, maldita sea —rugió él, y se olvidó de ser


cuidadoso. En vez de eso clavó su polla dentro de ella una y otra vez,

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 153 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

persiguiendo su liberación mientras ella sollozaba de placer. Nat la estaba


jodiendo igual de duro y ella lo adoraba, los amaba, y se los dijo, una y otra vez.
Palu sonrió de alivio al sentir sus bolas tensarse dolorosamente y el cosquilleo de
de una cálida sensación le atravesó la espina. Y entonces empezó a venirse, a
correrse dentro de ella, con chorros húmedos y calientes, dolorosos, llenándola.

—Joder, sí —gritó Nat, y sus hombros rotaron sobre la cama al dar un tirón
y Palu sintió el calor y la vibración de la liberación de Nat en el coño de Alecia.
Nat gimoteó al correrse, y la polla de Palu, al oírlo, de algún modo se las apañó
para revivir lo suficiente como para darle un último relámpago caliente placer.
Cuando todo hubo acabado quedó arrodillado allí, respirando duramente,
sosteniendo a Alecia. Ella estaba blanda, agotada, yaciendo confiadamente en
sus brazos, su cabeza girada y su mejilla descansando en su pecho justo encima
de su corazón. Miró hacia abajo y vio una sonrisita medio dormida de satisfacción
en su rostro. Nat tenía una casi idéntica. Los ojos de Nat estaban cerrados, su
cabello oscurecido por el sudor, sus manos colgando a los lados y su pecho
subiendo y bajando rápidamente por su dura respiración. Todos ellos sonaban
como si hubieran corrido una carrera.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Palu silenciosamente, divertido. El


sonido desigual y sin aliento de su voz lo sorprendió.

—Nada, cualquier cosa —contestó Nat con una voz igualmente desigual—.
¿Importa?

—Todo —Alecia susurró. Ella levantó ambos brazos sobre su cabeza y rodeó
con ellos el cuello de Palu con un lánguido apretón que hizo que su ablandada
polla saliera de su pasaje interno—. Oh —gritó ella suavemente, sonando
decepcionada.

—Todo —concordó Palu fervientemente. Él echó un vistazo sobre su hombro


para ver a Nat deslizar sus manos por los muslos abiertos de ella con una suave
caricia.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 154 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Sí —concordó Nat, encontrándose con sus ojos—. Todo.

CAPÍTULO 11

El sol se había puesto. Se habían lavado y quedado dormidos enredados en


los brazos del otro. Cuando Alecia despertó varias horas más tarde fue para
encontrar a Palu a su espalda mientras que ella estaba apretada contra el pecho
de Nat, con la cabeza metida bajo su barbilla. Nunca se había sentido tan segura
y cálida como en aquel momento. Ahora todos estaban despiertos, pero parecían
tan poco dispuestos a salir de la cama como ella.

Palu estaba tendido sobre su estómago, sus piernas abiertas, mientras que
Nat escudriñaba su tatuaje de nuevo. Nat estaba arrodillado entre sus piernas
mientras pasaba las manos sobre los muslos y las nalgas de Palu, siguiendo los
remolinos. Alecia le sonrió. Era como un niño pequeño con un juguete nuevo.
Aunque tenía que admitir que ella estaba igual de fascinada con el tatau de Palu.

Alecia se medio-reclinó sobre algunas almohadas de cara a ellos.

—He leído —se aventuró vacilante— que las mujeres en las islas del Pacífico
tienen esas marcas también.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 155 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu abrió los ojos y le sonrió soñoliento. Tenía la mejilla apoyada en el


dorso de la mano. Parecía muy joven y feliz a la luz de las velas.

—Hmm, ¿Sí? —respondió—. Pensé que no estabas familiarizada con ellos.

Alecia se ruborizó.

—En las últimas semanas he leído algunos folletos.

Nat resopló y se inclinó para frotar la nariz en la parte baja de la espalda de


Palu. Palu se estremeció.

—Y un libro o dos o tres —le dijo Nat a Palu—. No dejes que te engañe,
Palu. Ella es una lectora voraz.

La sonrisa de Palu creció.

—Ya veo que tendré que estudiar cada noche para seguirle el ritmo.

¿Estaba bromeando? Alecia pensó que debía estarlo. Ella nunca sabría tanto
como Palu. Había viajado por el mundo y había escrito uno de los libros que
había leído. No se dio cuenta que estaba frunciendo el ceño hasta que Nat alargó
la mano hacia ella y alisó con su dedo las arrugas entre sus ojos.

—No frunzas el ceño, Alecia —regañó suavemente—. Palu estaba


bromeando. No quería decir nada con ello.

Palu rodó sobre su costado, casi derribando a Nat. Nat se estabilizó y luego
se recostó hacia abajo sobre el muslo de Palu. Palu dobló su brazo y apoyó su
mejilla en la palma de su mano mientras estudiaba a Alecia en silencio. Ella
quería retorcerse bajo su escrutinio, pero se mantuvo quieta.

—No pongo en duda tu inteligencia, Alecia —dijo finalmente. Cogió su mano


y besó las yemas de sus dedos—. ¿Por qué lo harías tú?

Alecia se encogió de hombros con impotencia.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 156 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—No fui educada como tú y Nat lo fueron, Palu —le dijo, irritada por su falta
de comprensión—. Estoy segura de que nunca sabré lo que ustedes dos saben,
sin importar cuantos libros lea.

Palu se limitó a gruñir y siguió observándola con atención por un minuto.

—Dime lo que has aprendido del tatau —preguntó de repente. Sin previo
aviso, rodó de nuevo, esta vez a su espalda, y Nat gritó disgustado: ¡Para! —
cuando él casi se cae del borde de la cama. Palu sonrió juguetonamente y agarró
las manos de Nat, tirando de él y asegurándolo sobre sus piernas. La nueva
posición le hizo a Nat lamerse labios cuando se agachó y comenzó a trazar el
tatau sobre el estómago y caderas de Palu, evitando la ingle. Cuando Palu
empujó sus caderas, tratando de forzar la mano de Nat sobre su endurecida
polla, fue el turno de Nat de sonreír con picardía.

—No me has contestado —dijo Palu, girando a mirarla de nuevo—. ¿Qué


aprendiste?

Alecia estaba nerviosa, asustada de mostrar su ignorancia. Pero dentro de


ella sabía que Palu no la menospreciaría. Él contestaría sus preguntas. Y tenía
tantas. Se inclinó y delineó uno de los remolinos sobre su hombro.

—El libro de tu padre decía que estos remolinos representaban las hojas de
los helechos. ¿Hay muchos de ellos allí, entonces?

Palu asintió mientras miraba hacia abajo a su dedo donde trazaba el diseño.

—Sí, se alimentan de ellos, construyen con ellos. Los utilizan de


innumerables maneras. El helecho es muy importante para muchos grupos de
allí.

Alecia lo encontró fascinante.

—¿Y crecen silvestres?

Palu se rió.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 157 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Oh, sí. Hace calor allí, Alecia y humedad. Al igual que los naranjales aquí.
Los helechos crecen por todas partes. Yo mismo he catalogado más de treinta
especies.

Alecia volvió a sonrojarse. Ella ya sabía eso sobre el clima.

—¿Qué hay de los otros diseños? ¿Los puntos y la banda de tu brazo?

Era el turno de Palu para ruborizarse.

—Me temo que yo estaba soportando un gran dolor en ese momento. Mi


abuelo —hizo una pausa y alzó la vista hacia ella— el padre de mi madre, por
supuesto, eligió los diseños por mí. Hubo una ceremonia religiosa cuando
hicieron el tatau, y las mujeres cantaron su significado. Yo estaba aturdido y solo
entendí una palabra de cada cinco —sacudió la cabeza—. De alguna manera me
identifica. Otros polinesios sabrían con sólo mirarlos de dónde y de qué familia
soy —Alecia delineaba la banda alrededor de su brazo—. Esto significa fuerza.
Aunque no estoy seguro de qué tipo.

—Fuerza interior —dijo sin pensar. Ella le echó una mirada a Palu, quien se
mostró sorprendido.

—¿Por qué dices eso? —preguntó.

Ella se encogió de hombros.

—Creo que debes tener una gran fuerza interior para crecer como lo hiciste,
un niño de dos mundos, uno de los primeros de tu clase, dividido entre las
fronteras y la lealtad.

Palu extendió la mano y acarició sus mejillas con los nudillos tiernamente.

—Tú tienes una sabiduría, Alecia, que no se puede obtener de los libros.

Se mordió los labios, sin saber qué decir, pero terriblemente complacida por
el cumplido. Palu tocó su labio y ella inmediatamente lo liberó.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 158 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Muchas mujeres polinesias tienen tatau alrededor de la boca —le dijo


Palu.

—Oh, sí. He leído sobre eso —Alecia hizo una mueca—. No creo que me
gustara algo así.

Palu se rió.

—Sus labios están entintados de negro y rodeados por dibujos. —dio un


golpecito al centro de su barbilla—. Y a menudo tienen un tatau aquí, que parece
como alguna clase de barba exótica.

Alecia rió.

—¡Que raro! ¿Y los hombres encuentran eso atractivo?

Palu asintió.

—Mucho. Sólo las mujeres más ricas de las mejores familias tienen ese
tatau.

Nat sacudió la cabeza.

—Ni siquiera pienses en colorear esos hermosos labios rojos de negro —


advirtió bromeando—. Voy a tener que refrenar ese impulso hasta que se te
pase.

Palu no se rió. Muy seriamente dijo:

—No me gustaría ver siquiera una pulgada de tu gloriosa piel con tatau, Lee
—recorrió con la yema de sus dedos la parte delantera del cuello y a lo largo de
su clavícula. Ella se estremeció con el suave toque—. Eres hermosa —dijo Palu
solemne—. Pálida, de porcelana, esta piel es magnífica —recorrió los nudillos
sobre su pezón y la punta, volviéndola rosa brillante—. Me encanta el rosado
rubor que la cubre cuando estás excitada —la miró con oscuros e insondables
ojos—. Me encanta tu piel. Quiero cubrirla con la mía, besarla, adorarla —deslizó

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 159 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

una mano por su hombro y besó la curva blanca de su pecho—. No, no la


estropees, Lee. Nunca.

Se pasó la mano por sus despeinados rizos.

—No lo haré, Palu —prometió en voz baja. Esa era una promesa fácil de
hacer. ¿Dónde diablos iba a conseguir un tatau en Inglaterra? Sintiéndose mal,
añadió—: No donde tú puedas verlo, de todos modos.

Palu se echó hacia atrás y ella se sentó de nuevo. Él pareció haber perdido
su buen humor y ella se entristeció al darse cuenta. Miró a Nat y su cara le dijo
que él lo había notado, también. Él dobló su brazo y mostró su músculo.

—¿Y yo? —bromeó—. ¿Me pondré uno como el tuyo, Palu?

Alecia retuvo el aliento ante la imagen y respondió antes de que Palu


pudiera hacerlo.

—Sí —dijo con voz entrecortada—. Oh, sí, Natty, igual que el de Palu. Los
dos con un maravilloso tatau sobre sus hermosos y anchos hombros —ella se
estremeció—. Qué absolutamente delicioso sería.

Palu arqueó una sonrisa satisfecha.

—Creo que le gusta la idea, Nat —dijo divertido. Luego le miró y deslizó un
dedo subiendo por su hombro y bajando por su brazo. Nat se estremeció y Alecia
vio el vello de su brazo erizarse—. Creo que me gustaría también —dijo Palu
bruscamente—. Quiero seguir el rastro con mi lengua, como tú lo haces.

Nat lo miró con alarma.

—No me pondré un tatau en la polla sin importar lo que ustedes dos


deseen..

Palu se echó a reír con fuerte voz y Alecia sonrió. Lo que fuera que le
hubiera preocupado antes ya estaba olvidado.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 160 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—No, no quiero a nadie más manoseando eso. Solo Alecia y yo —miró


divertido a Nat—. Eso va por tu apretado culo blanco también.

El corazón de Alecia estaba acelerado. ¿Qué quería decir? ¿Se quedaba?


¿Quería una aventura a largo plazo?

Era el turno de Nat de ponerse serio.

—Nunca más, Palu. Nadie más nunca más —cuando se inclinó para besar a
Palu, Palu tiró de Alecia también, y los tres sellaron la promesa de Nat con un
hambriento beso.

Cuando llamaron a la puerta Alecia se apartó con un jadeo, pero Nat tardó
más en apartarse del abrazo de Palu. No comprendía que en realidad era alguien
en la puerta y no los latidos de su corazón bombeando fuertemente a causa de
las promesas que parecían estar haciendo.

—Nat —susurró Palu, mordisqueándole la oreja—. Hay alguien en la puerta.

—¿Qué pasa? —Nat gritó finalmente con voz áspera.

—El señor Colby está aquí para verlo, señor —dijo Soames, a través de la
puerta.

—¿Qué? —Nat se incorporó y despejó la niebla de deseo de su cabeza.

—¿El señor Colby? ¿Qué quiere?

—No lo dijo, señor. Sólo que era urgente y parecía bastante inquieto.

—Madre —Alecia jadeó, bajando de la cama. Se giró en un círculo,


claramente buscando la ropa, incapaz de concentrarse en ella, preocupada. Nat
se deslizó rápidamente tras ella y Palu le siguió.

—Alecia —dijo Palu, deteniéndola con una mano en su brazo. Cayó en sus
brazos y él la abrazó con fuerza mientras Nat agarraba los pantalones y metía
sus pies en ellos.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 161 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Dígale que voy para allá —Nat dijo a través de la puerta. Soames
contestó afirmativamente. Una vez que Nat tuvo los pantalones puestos agarró la
ropa interior de Alecia de la silla donde ella la había tirado y la empujó hacia
Palu—. Ayúdame.

Entre los dos la metieron en su vestido. Ella corrió a su tocador y agarró un


cepillo, mientras que Nat se ponía una camisa. Se detuvo cuando vio a Palu de
pie allí.

—¿Por qué no te estás vistiendo? —le espetó—. Tenemos que darnos prisa.

Palu pareció sorprendido.

—Nat, no puedo bajar contigo. ¿Qué pensará?

—¡Oh! —Alecia gritó. Se dio la vuelta, sujetando el cepillo contra su pecho.


Lágrimas se deslizaban por sus mejillas— ¡Oh, Palu, por favor! —ella se mordió
el labio y respiró hondo por la nariz, pareció calmarse un poco—. Entiendo que
no desees que él sepa que estás aquí —continuó en voz baja— pero por favor no
me dejes. Te necesito.

Nat sintió retorcerse su corazón. Esto es por lo que había temido, estas
elecciones. Palu no podía estar allí para Alecia, y Alecia no podía tenerlo cuando
lo necesitaba a su lado. ¿Era esto amor? ¿Era esto lo que querían?

—Viene —dijo Nat con gravedad. Agarró los pantalones de Palu del suelo y
se los arrojó. Palu los sujetó contra su pecho con una mirada acalorada—. Vístete
y reúnete con nosotros abajo —cuando Palu vaciló, Nat agregó—: El viaje
empieza aquí —¿Palu recordaría aquellas palabras que él les había dicho hacía
apenas unas semanas?

Alecia se desplomó sobre la banqueta frente a su mesa con un sollozo. Los


labios de Palu se estrecharon, pero no rompió el contacto visual con Nat.
Finalmente asintió. Nat le devolvió el asentimiento, el silencioso acuerdo
realizado, y fue hacia Alecia.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 162 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¡Padre! —exclamó Alecia cuando se precipitó en la habitación. No había


sido capaz de esperar a que Palu se vistiera. Había prometido venir, y ella tenía
que creerle. Nat estaba justo detrás de ella.

Su padre saltó de su asiento. Sostenía los brazos del sillón con fuerza, y su
rostro estaba encendido de un rojo furioso.

—¿Es madre? —Alecia preguntó, desesperada por saber—. ¿Qué ha


sucedido?

—Nunca te permitiré ver a tu madre de nuevo —le dijo bruscamente.

Alecia se detuvo tan de repente que por poco se cae.

—¿Qué? —susurró.

—¿De que está hablando? —Nat exigió con ira—. ¿Qué ha hecho?

—¿Qué qué he hecho? —dijo su padre con voz áspera—. Más bien es que
has hecho tú. —dio un paso hacia ella, dejándola ver que estaba literalmente
temblando de rabia—. El señor Hardington vino a verme hoy para avisarme que
la noticia de su romance con ese salvaje de Anderson se está extendiendo por
toda la ciudad.

—¿Qué? —Alecia susurró. ¿Tan pronto? Hardington debió haberlos visto en


el parque hoy. Tuvo que haberlos seguido. ¿Qué iban a hacer?

—Nadie puede probar ni una maldita cosa —gruñó Nat—. Y aun cuando
pudieran no hace ninguna diferencia. Alecia y yo estamos casados. Lo que
hagamos en la intimidad de nuestro dormitorio no es asunto de nadie, sino
nuestro.

Su padre no había dejado de mirarla e incluso pasó sin mirar a Nat.

—Me has arruinado —le gritó a ella—. Yo te di todo lo que siempre


deseaste, compré el hijo de un maldito noble para ti, ¿Y así es como me pagas?
—avanzó y Alecia se retiró hasta que su espalda estuvo contra la pared—. Nos

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 163 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

has avergonzado a tu madre y a mí por última vez. No serás bienvenida en


nuestra casa. Te negaremos en la calle. Te trataremos como la puta que eres.
¿Entiendes?

Alecia estaba temblando, no podía evitarlo. Nunca había visto a su padre


tan enojado. Lo decía en serio. Creía cada palabra.

—Tú, maldito bastardo —gritó Nat, apartando a su padre lejos de ella—.


¿Viene a acusarnos aquí, a esta hora de la noche, asustando de muerte a Alecia,
para amenazarla? ¿Por algo que no es asunto suyo?

Su padre se volvió hacia Nat con un gruñido.

—Y tú, un Caballero de la Puerta Trasera es lo que eres —acusó con


dureza—. La casé con un sodomita y ésta es mi recompensa. Tú la arrastraste al
infierno a tu lado, y mí y a su madre directamente contigo.

Alecia quedó sin aliento y su boca abierta por las palabras feas de su padre.
Ella lo vio retroceder el puño y gritó una advertencia:

—¡Nat!

De repente Palu irrumpió en la habitación y echó una mano, cogiendo el


puño de su padre en la palma de su mano.

—Conténgase, señor Colby —escupió. Se volvió hacia ella—. Alecia, cierra la


puerta.

—¡Suéltame, bastardo! —gritó el padre de ella cuando Alecia cerró la puerta


del salón en las aturdidas caras de Soames y el lacayo. Suponía que tendría que
buscar nuevo servicio mañana después de esto.

Alecia se apoyó contra la puerta cuando Palu alejó de un empujón al señor


Colby.

—A menos que quiera usted que yo en persona lo saque de esta casa y lo


eche a la calle —dijo con calma Palu— bajará su voz y sus puños. ¿Entiende?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 164 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Hazlo —gruñó Nat—. Él merece tal desplante.

El señor Colby se alejó varios pasos de Nat, luego se volvió y lo apuntó con
un dedo tembloroso.

—Jamás verás ni un penique más, ¿Me oyes? Ni siquiera un penique de mí.

Nat dio un paso amenazador hacia adelante.

—Ése es el dinero de Alecia. Era de su madre, y ahora es suyo. Si ella me


hubiera dejado yo le hubiera llevado a los tribunales por ello.

—¡Ja! —el señor Colby rió perversamente—. Por lo menos ella no es tan
estúpida como obviamente lo eres tú —se mofó—. Ella sabe que hacer eso
supondría exponer tus actos vulgares y poner tu vida en peligro.

El corazón de Palu se detuvo y no pudo recobrar el aliento. Colby no


expondría a Nat al procesamiento como sodomita, ¿Verdad?

—Usted no lo haría —gritó Alecia—. ¡Padre, por favor!

—Ya no necesitas el dinero —le dijo. Señaló a Palu—. No, ahora que le
tienes a él.

—¿De qué está hablando? —Nat le preguntó con brusquedad—. El dinero es


nuestro.

—No es tuyo —escupió el señor Colby—. Y no te veré nunca tenerlo. Tu


maldito salvaje puede cuidar ahora de ti.

Palu vio la incomprensión en sus caras. No muchos lo sabían. ¿Cómo lo


había averiguado Colby?

—¡Dios mío! —dijo el Sr. Colby con incredulidad—. ¿Ambos lo ignoran? Y yo


que pensaba que era por el dinero. Pero no es así, ¿Verdad? Es sólo alguna
nueva perversión que han inventado entre los dos.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 165 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Palu no es una perversión —dijo Alecia acaloradamente—. Él es un


hombre. Y lo amamos.

El corazón de Palu se sacudió ante la declaración. En medio de todo esto,


todavía lo reclamaba. No tenía ni idea de a dónde los podría llevar, pero lo hizo
de todos modos.

El señor Colby se puso las manos sobre las orejas y lanzó un grito de
desesperación.

—¡No me digas cosas tan horribles! ‗Lo amamos‘, como si eso no fuera
antinatural y repugnante.

—Palu —dijo Nat lenta pero claramente—. ¿De que está hablando?

—Creo que se está refiriendo a los tres juntos —respondió Palu, evadiendo
la verdadera pregunta de Nat.

—Es mi hija de la que usted habla —recriminó Colby—. Mi hija.

—Algo que sólo parece recordar cuando mejor le conviene —respondió


mordazmente Palu.

—No es antinatural —empezó a decir Alecia pero Nat la cortó.

—Paren —ordenó. Tenía las manos en alto, y ambos Alecia y su padre


dejaron de hablar. Alecia se mordió el labio con fuerza y Palu quiso decirle que
no se hiciera daño. Nat se volvió hacia él—. ¿Exactamente cómo va nuestro
'maldito salvaje' a cuidar de nosotros?

Palu suspiró, se acercó y se sentó en el sofá.

—Su 'maldito salvaje' tiene un ingreso de cerca de quince mil libras al año
—le dijo a Nat.

Alecia quedó boquiabierta, luego tropezó y cayó en la silla de respaldo alto


junto a la ventana.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 166 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—¿Quince mil? —susurró con incredulidad.

Nat suspiró enfadado y se pasó las manos por el pelo bruscamente,


dejándolo de punta.

—¿Y cuándo ibas a decírnoslo? —exigió.

—¿Por qué? ¿Importa? —Palu había tenido miedo de esto. Deliberadamente


vivía por debajo de sus medios y escondía su riqueza. Odiaba la forma en que la
gente cambiaba su trato hacia él cuando se enteraban de ello.

—¿De dónde viene? —Alecia preguntó consternada. Ella tenía el ceño


fruncido de nuevo—. ¿De dónde diablos has sacado esa cantidad de dinero?

—Mi padre trajo un especímen de cada rara especie que halló en sus
expediciones hace cuarenta años. Compró una propiedad y la invirtió. También
escribió varios libros, todos los cuales se siguen solicitando hoy.

Tras su explicación Alecia lo miraba atónita y Nat enojado y desesperado.

El señor Colby se echó a reír groseramente.

—¿Esperaba comprarlos? Bueno, lo he hecho más fácil para usted,


Anderson. No tienen nada ahora, gracias a usted. Estoy seguro de que van a
estar abiertos a una oferta.

Sí, eso era a lo que había tenido miedo. Una de las muchas cosas. Pero se
dio cuenta que ya no estaba preocupado por eso. Los conocía mejor ahora. Él
sabía que no eran así.

—Sal —dijo Nat, su voz baja y rabiosa. Se acercó y abrió la puerta con
violencia contenida—. Fuera, Colby, y no vuelva. No necesitamos su dinero.

Colby se rió más fuerte.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 167 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—No, no lo necesita, ¿verdad? tienes el suyo ahora —señaló a Palu—. Tal


vez usted no es el gran tonto que yo creía, Digby. Buscó en territorio más rico,
¿No?

—No puedo creer que sea mi padre —dijo Alecia lentamente. Se levantó y
se sacudió la falda, lo miraba con tranquila dignidad—. Toda su vida ha
intimidado a quienes le rodean, incluida yo. He terminado con eso y con usted.
Yo no le necesito a usted o su dinero. Mi marido le ha pedido que se vaya. Le
ruego que no vuelva. Nunca.

Colby resopló y agitó la mano despectivamente.

—No te preocupes. Nunca me verás de nuevo por aquí. He trabajado muy


duro para llegar a donde estoy para dejar que tu promiscuidad y perversión
arruine todo lo que he logrado —se acercó a la puerta, mirando a Nat que aún la
agarraba manteniéndola abierta—. Los dos han sido una vergüenza para mí
durante años. Mis esfuerzos para reducir su comportamiento lascivo e indignante
han fracasado. No acudan a mí cuando cosechen su justa recompensa —pasó por
la puerta y se volvió para decir algo más, pero con una mirada de satisfacción
suprema Nat se la cerró en la cara. Colby pidió su sombrero y guantes y un
minuto después se oyó el golpe de la puerta de la entrada.

La salida de Colby de la casa pareció cortar una cuerda invisible y tanto Nat
como Alecia encontraron asientos y se dejaron caer en ellos.

—Bueno, se acabó entonces —dijo Nat malhumorado. Inhaló y volvió la


cabeza para mirar a la pared del fondo.

Alecia apoyó la cabeza en la silla y Palu vio el rastro de una lágrima.

—No necesitas preocuparte por tu padre —le dijo Palu—. Él estaba en lo


cierto. Tengo los medios para mantenerlos a los dos. No debes temer por eso.

En lugar de tranquilizarla, su observación hizo que Alecia hipara cuando sus


lágrimas cayeron más rápido. La reacción de Nat era típica suya, como Palu

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 168 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

estaba comenzando a reconocer. Se arrojó de la silla y se metió las manos en el


pelo de nuevo, esta vez aplastándolo en la parte superior de su cabeza y dando
un grito de frustración, sin palabras. Palu estaba sorprendido.

Los brazos de Nat cayeron a sus costados.

—¿No lo ves? —le preguntó a Palu con una voz torturada—. No podemos
dejarte hacer eso. Todo el mundo pensará que te hemos engañado por tu dinero.
No tengo ningún deseo de ser conocido como esa clase de hombre.

Era el turno de Palu de quedarse con la boca abierta.

—¿Qué? ¿Qué estás diciendo?

—Estoy diciendo que no podemos estar contigo nunca más —exclamó Nat.
Se frotó las manos con fuerza sobre su rostro y se quedó con las manos en las
caderas mirando al techo por un momento. Cuando volvió a mirar a Palu la
angustia escrita en su cara lo calmó, a pesar de sus palabras. Él no quería dejar
a Palu. Eso era evidente. Y por Dios, él no iba a ninguna parte. Ahora no. Nunca
más. No sin estos dos.

—No seas ridículo —tan pronto como las palabras salieron Palu sabía que él
había hablado precipitadamente.

—¿Ridículo? Estoy siendo ridículo, porque no quiero que la gente me llame


cosas a mis espaldas, a la pregunta de mis sentimientos por ti, ¿Crees dejaría
que mi esposa y yo nos convirtiéramos en putas por tu dinero? —la angustia de
Nat se estaba convirtiendo en ira, que era mejor en opinión de Palu.

—No, tú estás siendo ridículo —le dijo Palu cuando se levantó y le encaró—.
Pensar siquiera que iba a dejarte ir ahora —incluyó a Alecia en su dura mirada—.
O que yo dejaría que tú me rechazaras.

Alecia quedó así, con los brazos envueltos alrededor de su estómago.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 169 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Palu, compréndelo. Nat tiene razón. La gente pensará lo peor de nosotros.


Si no tenemos nada más, por lo menos nos quedará nuestro orgullo.

Palu movió la mano bruscamente, por una vez, dejando salir su enojo.

—¡A la mierda el orgullo! ¿Qué creen que la gente dirá de mí? —él golpeó su
pecho bruscamente con el dedo—. Van a decir que soy un idiota al pensar que
dos jóvenes amantes como ustedes podrían interesarse en mí. ¿Yo, un bastardo
nativo mestizo? —lanzó las manos al aire—. ¡Y sin embargo, no me importa! Que
hablen. Ellos han estado hablando de mí desde que puse mis pies en esta orilla.
Lo único que importa es lo que tenemos, lo que podríamos tener. ¿No entienden
cómo me siento? ¿No entienden lo que significáis para mí?

Alecia había cubierto su boca con la mano y meneaba la cabeza mientras las
lágrimas caían sin control. Nat estaba mirándolo con ojos hambrientos,
esperanzadores.

—No eres un idiota —le dijo en voz baja.

Palu rodeó el sofá y agarró la mano de Nat y lo arrastró hacia Alecia. Luego
envolvió a los dos entre sus brazos con fuerza.

—Ustedes me han dado un lugar —susurró en el pelo de Alecia mientras Nat


hundía la cara en su hombro—. He vagado y buscado un lugar al cual pertenecer,
y lo he encontrado en ustedes dos. Había perdido la esperanza, ya saben. Pensé
que siempre estaría solo. Y ahora sé que nunca lo estaré de nuevo. Que vale la
pena pagar cualquier precio.

Alecia se aferró fuertemente a él. Podía sentir su mano agarrando en un


puño la tela de la espalda de su camisa.

—Palu —sollozó. Nat estaba en silencio, pero Palu sentía su temblor.

—Díganme que sienten lo mismo —les rogó con dureza—. Díganme que no
estoy soñando. Díganme que donde quiera que esten me dejaran estar allí con

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 170 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

ustedes. Aquí y en cualquier lugar. Yo les daré a ambos el mundo. Tómenlo.


Acéptenme.

—No quiero el mundo —exclamó Alecia. Ella levantó la cara hacia él, y
acomodó su mejilla en la palma de su mano—. Sólo te quiero a ti, nosotros, esto.
¿Estás seguro?

Palu asintió, demasiado emocionado por sus palabras. Alecia se puso de


puntillas para besarlo apasionadamente, y él le devolvió su fervor. Pero sostuvo
firmemente a Nat también. Él no dejaría que ninguno de los dos se fuera. No
durante mucho tiempo.

El podía probar las lágrimas de Alecia, y juró que jamás volverían a menos
que fueran lágrimas de alegría. Poco a poco se dio cuenta del silencio de Nat, y
alejó lentamente a Alecia. La mirada de deseo y adoración en su cara era algo
que nunca olvidaría.

Se volvió hacia Nat y con un dedo bajo su barbilla le levantó la cabeza de su


hombro.

—Dime —pidió en voz baja—. Dime.

Nat asintió. Había estado demasiado abrumado para hablar, pero ya no.

—Sí. Te acepto, Palu. Y voy a tomar el mundo contigo —Palu apoyó la


frente contra la de Nat. Incluso ese pequeño beso de piel contra piel hizo que el
corazón de Nat se acelerara.

—¿Dónde está mi Inglés Risueño? —Palu susurró. Nat rió débilmente y le


sonrió—. Tendrás que hacerlo mejor —se inclinó y susurró al oído de Nat—. ¿Vas
a reír cuando me estés follando, precioso Nat? Me gustaría eso.

—Cristo, Palu —Nat se ahogó—. Tendré suerte si sobrevivo a la experiencia


—cerró los ojos e imaginó las hermosas nalgas de Palu con sus oscuros dibujos y
se estremeció de excitación—. Quise joder ese hermoso culo tuyo desde la
primera vez que lo vi.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 171 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu se echó a reír con esa risa profunda y viva que hizo que la sangre de
Nat se calentara en sus venas.

—¿Tú, Natty? —ronroneó Palu—. Te he deseado desde ese momento —su


voz se redujo a un gruñido—. Desde que no podías mantener la boca lejos de él.

Alecia se echó a reír y se sintió aliviada, salvaje y excitada. Se separó de


ellos y se desplomó contra el respaldo del sofá, con los brazos arrojados sobre su
cabeza despreocupadamente.

—Y yo he querido verlo desde hace tanto —gritó de alegría. Los miró con
brillantes, sonrientes ojos, secándose las mejillas con las palmas de sus manos—
. ¿Van a hacerme esperar mucho más?

Palu se apartó de Nat con otra risa.

—Un minuto eres tímida y lloras y el próximo exiges que tu marido me folle
—sonrió incitante—. Me encanta que te guste esto tanto como a nosotros.

Alecia se sintió ofendida.

—No soy tímida —protestó.

Nat no pudo evitarlo, se echó a reír con Palu.

—Lee, querida, eres tímida. También inteligente y apasionada. Pero eres en


verdad tímida.

Cruzó los brazos sobre el pecho y los fulminó con la mirada tercamente.

—Le pedí a Palu que viniera a casa con nosotros la primera vez, ¿No?

—Creo que tuvo más que ver con que Simon te tomó de improviso —
observó secamente Palu—. Y debo añadir que me tomó por sorpresa también. No
le había dicho lo mucho que te deseaba —Palu acechó a Alecia, con una ágil
maniobra alrededor de la mesa delante del sofá. Alecia lo miraba con recelo—. Y

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 172 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

cuando me trajiste a casa, te sentaste en el sofá y te sonrojaste sin saber qué


decir o hacer.

Alecia se ruborizó.

—Sabía lo que quería hacer. Lo que no sabía es si tú querías hacerlo


también.

Nat se echó a reír.

—Su dura polla en esos apretados bombachos debería haberte dado una
idea, Lee.

—Quieres decir, ¿Esto? —preguntó Palu, mirándose a sí mismo. Estaba


duro, su polla perfilaba magníficamente sus gamuzas. A Nat se le hizo la boca
agua, y Alecia dejó de ruborizarse, su mirada se volvió hambrienta.

—Dime lo que quieres que haga —dijo Nat, utilizando a propósito las
mismas palabras que la primera noche.

—Quiero estar desnudo para ambos —dijo Palu—. Y quiero que me folles.

—Oh Dios, Palu —gimió Nat—. Eso es lo que yo quiero también.

—Entonces, dejen de hablar —les dijo Alecia, exasperada. Se levantó y


cogió las dos manos, en primer lugar a Palu y luego a Nat, y los arrastró hacia
las puertas del salón. Ella agarró la manija y los miró por encima del hombro con
una sonrisa maliciosa—. ¿Listos?

Nat sintió como si estuviera preguntando mucho más con esa palabra.
¿Estaban preparados para los retos que enfrentarían? ¿Listos para salir
finalmente de Inglaterra con Palu y encontrar la vida que siempre habían
soñado? ¿Listos para el amor, una familia y todo lo que venía con esas
responsabilidades?

—Absolutamente —dijo, y Alecia abrió las puertas tirando de ambos para


atravesarlas.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 173 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

EPÍLOGO

Cinco años Más tarde

—¡Papá! —el pequeño muchacho corrió por la cubierta y se lanzó a los


brazos de Palu, sólo para ser levantado alto y balanceado dando vueltas hasta
que se rió de modo incontrolable.

—¡Gordon! —le reprendió Alecia—. Ya sabes que no debes correr por la


cubierta.

—Pero Mamá —argumentó él—, ¿Cómo si no se supone que iba a saltar tan
alto a los brazos de Papá?

Palu se rió y despeinó su rizado pelo castaño oscuro. Apenas podía creer
cuánto se le parecía Gordon. Él lo consideraba una bendición, pero cuando

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 174 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

llegaran a Inglaterra eso sería más bien una maldición, suponía él. Ellos
esperaban llegar a Londres a mediados de semana, y Palu se ponía cada vez más
inquieto por ello. Nat y Alecia estaban tranquilos. Ellos simplemente se encogían
de hombros y Nat había dicho filosóficamente: ―Lo que sea, será‖. Palu no tenía
ningún argumento para esto.

—Se parecen como dos guisantes en una vaina —se rió Alecia, repitiendo
sus pensamientos. Ella vio la mirada sobre su cara y arrugó la nariz—. No
comiences otra vez, Palu. Ya hemos pasado por esto. Estaremos todos bien —ella
se dio vuelta y frunció el ceño al horizonte—. Estoy más preocupada por cómo la
Society reaccionará a mi documento. Es muy frustrante que no pueda estar allí
para leerlo yo misma.

—Quizás un día ellos permitirán mujeres, querida mía —dijo Nat por
detrás— y luego serás capaz de presentar tus propios documentos.

Palu se giró y tuvo que reírse de la imagen que Nat componía con la
pequeña Grace dormida sobre su hombro. Como Gordon, ella tenía el pelo oscuro
y rizado de Palu, pero a diferencia de Gordon, ella tenía la piel clara y los rasgos
de Alecia. Nat la adoraba, como todos. Ella tenía sólo dos años, pero ya
gobernaba la familia con puño de hierro.

Alecia extendió la mano y acarició el brazo de Nat.

—Estoy segura que harás un maravilloso trabajo leyéndolo por mí, Natty, —
ella le dijo—. Y Sophie va a tener el salón donde seré capaz de contestar
cualquier pregunta más tarde —se mordisqueó el labio nerviosamente—. No es la
presentación lo que me preocupa, sino el contenido. La Royal Society parece
estar llena de ciencias físicas y médicas últimamente. No sé cómo van a estar
interesados en la estructura familiar y la vida hogareña de diferentes grupos
nativos de la Polinesia.

—Pues igual de interesados que en mi documento sobre los arrecifes de


Australia, supongo —dijo Nat suavemente.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 175 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

—Bueno, Nat, siempre podrás mostrarles tu tatau y describir el proceso —


reflexionó Palu en broma.

—Pensé que era sólo para tus ojos y los de Alecia —bromeó Nat.

—Pero Papá Nat, yo lo he visto —soltó Gordon frunciendo el ceño.

Palu se rió.

—Sólo para ojos de familia, entonces, pequeño hombre —dijo él, besando la
sien de Gordon.

Alecia se inclinó y besó el hombro de Nat con cuidado, atenta de no


despertar a Grace.

—Sí, solamente para la familia.

—¿Podemos enseñarles a todos los tuyos, Papá? —preguntó Gordon con


impaciencia—. Tú tienes más.

Palu se atragantó y Nat se rió.

—Tú lo criaste —Nat le dijo con una ceja levantada.

Palu miró severamente a Gordon.

—Papá sólo bromeaba, Gordon. No mostramos o hablamos sobre nuestros


tatau a extraños.

—¿Ni tampoco sobre el de Mamá?

Alecia se ruborizó.

—Sobre todo no sobre el de Mamá —dijo ella fervientemente—. Los


caballeros no hablan sobre las piernas de una mujer en absoluto en público, y
aún menos sobre ningún tatau que pudiera tener en ellas.

—¿Por qué no? —preguntó Gordon—. ¿Ellos no saben que las tienes bajo
tus faldas?

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 176 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Palu no podía controlar su risa.

—¡Por Dios!, ¿De verdad piensan que Inglaterra está lista para esta familia?

Alecia rió engañosamente.

—No me importa. Esta es mi familia. A Inglaterra, que le den.

—¡Mamá! —Gordon aplaudió encantado y Alecia lo besó en la mejilla.

Palu silenciosamente estuvo de acuerdo con ella. Miró abajo y vio una
manada grande de delfines que nadaban junto al barco.

—Nat, mira —él señaló.

—Los americanos a bordo lo llaman una vaina —le dijo Nat, mirando por el
lado, cuidadoso de mantener a Grace a distancia de la baranda.

—¿Ah sí? —Palu preguntó sonriente—. Quizás tengas algo para estudiar
aquí después de todo.

—Bien —Nat contestó, la diversión vibrando en su tono—, lo veremos al


final del viaje, ¿verdad?

Palu reflexionó en los cambios que los últimos cinco años les habían traído a
todos ellos.

—Nuestro viaje está lejos de haber acabado —dijo silenciosamente—. Hay


todavía mucho más para descubrir.

Nat y Alecia lo miraron, y él podía ver los recuerdos en sus ojos, el amor y
la alegría sobre sus caras.

—Somos territorio para ser explorado —murmuró Alecia.

—Dejemos que empiece el viaje —respondió Nat con una sonrisa.

Palu no contestó. Él simplemente giró su cara ante el viento con una sonrisa
y dejó que la aventura lo tomara.

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 177 -
CAMARADAS 6 – AMOR EN EXILIO
Samantha Kane

Fin

TRADUCTORAS INEXPERTAS
- 178 -

También podría gustarte