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Según Robert Sampson, la cuestión hoy es que tanto el vecindario como la comunidad
si bien podrían ser importantes, no son suficientes para la solución de los problemas
sobre los que se pretende trabajar (seguridad ciudadana, por ejemplo). Así, existirían
espacios en los que su existencia o desarrollo si causaría un impacto observable, pero
ello deberá analizarse a la luz de conceptos como la eficacia colectiva y sus implicancias.
Además, el punto de partida para la comprensión de las herramientas metodológicas
resulta precisamente la desigualdad.
Bajo tales consideraciones, Sampson explica que la eficacia colectiva es entonces una
“construcción para una tarea específica, que presta atención a las expectativas
compartidas y al compromiso muto de los residentes para lograr el control social local”.
Por lo tanto, este enfoque planteado por el autor se enmarca en un ánimo de identificar
la real posibilidad de la comunidad como conjunto para afrontar determinada situación
en contraposición a una visión única de cada individuo o sus redes sociales. Ello debido
a que esto último no resulta suficiente para el ejercicio del control que se pretende. En
su lugar, debe tenerse en cuenta la densidad respecto de las organizaciones.
Así, la teoría plantea dos tópicos centrales: información como herramienta necesaria
para la gobernanza y símbolos visibles del desorden público. Sobre ello, Sampson
considera que compartir la información resulta más beneficioso que no hacerlo y que
resulta peligroso ceñirse a la “teoría de las ventanas rotas” para determinar las
estrategias policiales, por ejemplo. En este punto, resulta completamente necesario
observar la legitimidad del cuerpo policial para actuar dentro de la comunidad y
posibilitar la gobernanza (véase el caso del “paraguas de legitimidad”). La construcción
de una relación de tal naturaleza exige que se reconozca la inexistencia de una relación
causal entre el desorden público y el delito.
Finalmente, el autor advierte que debe observarse con precaución las categorías
vertidas, dado que un análisis únicamente basado en el aspecto local también resultaría
insuficiente. Por lo tanto, hace falta también ubicar mecanismos que permitan generar
control sobre las otras variables que generan impactos sobre la comunidad (o los
individuos). El quid del asunto precisamente se encuentra en cómo abordar el problema
de la desigualdad y, a través de ello, generar que localmente se pueda legitimar un orden
social proveniente del compromiso aceptado por los integrantes de una comunidad
específica.
Segunda parte: Análisis – Noticia sobre la “fórmula” del exalcalde Giuliani
Robert Sampson
La teoría de las ventanas rotas, explicada por James Q. Wilson y George L. Kelling, señala
lo siguiente:
Respecto al primer punto, resulta válido tomar en cuenta lo señalado por Sampson,
dado que “las investigaciones recientes en Chigago indican que la relación entre
desorden público y delito es fundamentalmente espuria” (Sampson, Vecindario y
comunidad: eficacia colectiva y seguridad ciudadana, 2004) Ello significa que no existe
una relación de causal entre uno y otro elemento, sino que, en realidad, se trata de una
asunción incorrecta. Significativamente, se debe tener en cuenta además que mientras
el trabajo realizado por Wilson y Kelling fue publicado en 1982, el realizado por Sampson
data del año 2004. Poco más de 20 años de investigación separan a ambas teorías sobre
la aplicación de la teoría de las ventanas rotas, tiempo durante el cual el propio Robert
Sampson trabajo el tema en “Systematic Social Observation of Public Spaces: A New Look
at Disorder in Urban Neighborhoods”, junto a Stephen Raundenbush.
En el referido estudio, ambos autores identifican que, si bien existe una relación entre
desorden público y crimen, esta no es la de causa, sino el hecho de que ambos
elementos pueden asociarse a la baja eficiencia colectiva de determinada comunidad.
Una vez más, ello nos retrotrae al análisis del artículo “Vecindario y Comunidad: Eficacia
Colectiva y Seguridad Ciudadana” (Sampson, Vecindario y comunidad: eficacia colectiva
y seguridad ciudadana, 2004), en donde precisamente se afirma que un bajo índice del
concepto mencionado redunda en serias deficiencias dentro de una comunidad.
Sin embargo, cuando Sampson y Raundenbush explican tal relación sí establecen que
las políticas avocadas únicamente a atacar el desorden público, se encuentran mal
dirigidas. No obstante, no es menos cierto que potencialmente y de forma indirecta, un
mejor cuidado y planeamiento del espacio público podría reducir la criminalidad
eventualmente. (Sampson & Raundenbush, Systematic Social Observation of Public
Spaces: A New Look at Disorder in Urban Neighborhoods, 1999) En consecuencia, no
existe una relación causal necesaria que avale lo señalado por Giuliani como potencial
asesor en seguridad de la excandidata Keiko Fujimori.
Respecto al segundo punto, como bien señala Sampson en la cita inicial del presente
análisis, la represión de conductas para atacar el desorden público redunda en la
afectación de los individuos y comunidades más pobres. Precisamente, cuando el autor
analiza la generación de mayor eficacia colectiva, menciona que para poder llegar a ello,
se debe tener en cuenta que existen problemas de gobernanza ligados a ello. Por lo
tanto, no será suficiente ni válido trazar estrategias únicamente de ataque, sino que,
además, el poder deberá gestionarse de tal forma que se generen relaciones de
confianza y autoreconocimiento entre policía y comunidad. De lo contrario, la
construcción de una comunidad como tal que no recurra simplemente a medidas para
incapacitar o reprimir, comporta el reconocimiento de la dinámica social y, en
consecuencia, de las variables que sí definen la comisión del delito. No obstante, como
se sabe, ello no resulta sencillo.
Finalmente, como se puede apreciar, las afirmaciones y postulados del exalcalde Giuliani
en materia de seguridad no solo no garantizan la reducción del crimen por sí solas, sino
que además pueden generar efectos profundamente negativos en la sociedad a la que
se apliquen. Basta ver por ello los casos de Nicaragua, República Dominicana o México,
en donde el recorte de derechos y el abuso generado por políticas de esta naturaleza no
redundan en el bienestar de la población.
Bibliografía