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LA

POÉTICA
DEL
ESPACIO
GASTÓN
BACHELARD

Andrea Díaz Sánchez


Octavo Semestre Grupo A
Licenciatura en Artes Plásticas
I. LA CASA

DEL SÓTANO A LA GUARDILLA.

EL SENTIDO DE LA CHOZA

El primer capítulo lo dedica Bachelard al análisis espacial de la Casa en tanto


imagen poética. La casa es un elemento de integración psicológica, morada de
recuerdos y de olvidos. La casa es el primer universo de la cotidianeidad, pero
se proyecta como un auténtico “microcosmos”: una unidad de imagen y
recuerdo. Su funcionalidad reside en que sirve como detonante del proceso de
Reminiscencia, morada incalificable del pasado imperecedero,
suplementadora de las contingencias y multiplicadora de las continuidades.

Porque la casa es nuestro rincón del mundo. Se ha dicho con frecuencia


nuestro primer universo. Es realmente un cosmos. Un cosmos en toda la
acepción del término. Vista íntimamente, la vivienda más humilde ¿no es la
más bella? Los escritores de la "habitación humilde" evocan a menudo ese
elemento de la poética del espacio. Pero dicha evocación peca de sucinta.
Como tienen poco que describir en la humilde vivienda, no permanecen mucho
en ella. Caracterizan la habitación humilde en su actualidad, sin vivir realmente
su calidad primitiva, calidad que pertenece a todos,
Ricos o pobres, si aceptan soñar.

Las grandes imágenes tienen a la vez una historia y una prehistoria. Son
siempre a un tiempo recuerdo y leyenda. No se vive nunca la imagen en
primera instancia. Toda imagen grande tiene un fondo onírico insondable y
sobre ese fondo el pasado personal pone sus colores peculiares. Por lo tanto,
ya está muy avanzado el curso de la vida cuando se venera realmente una
imagen descubriendo sus raíces más allá de la historia fijada en la memoria.
En el reino de la imaginación absoluta se es joven muy tarde. Hay que perder
el paraíso terrenal para vivir verdaderamente en él, para vivirlo en la realidad
de sus imágenes, en la sublimación absoluta que trasciende toda pasión.

La choza, en la página de Bachelard, aparece sin duda como la raíz pivote de


la función de habitar. Es la planta humana más simple, la que no necesita
ramificaciones para poder subsistir. Es tan simple que no pertenece ya a los
recuerdos, a veces demasiado lleno de imágenes. Ahora, nuestro objeto está
claro: debemos demostrar que la casa es uno de los mayores poderes de
integración para los pensamientos, los recuerdos y los sueños del hombre. En
esa integración, el principio unificador es el
ensueño. El pasado, el presente y el porvenir dan a la casa dinamismos
diferentes, dinamismos que interfieren con frecuencia, a veces oponiéndose, a
veces excitándose mutuamente. La casa en la vida del hombre suplanta
contingencias, multiplica sus consejos de continuidad. Sin ella el hombre sería
un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas del cielo y de las
tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano.

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Antes de ser "lanzado al mundo" como dicen los metafísicos rápidos, el hombre
es depositado en la cuna de la casa. Y siempre, en nuestros sueños, la casa es
una gran cuna. Una metafísica concreta no puede dejar a un lado ese hecho,
ese simple hecho, tanto más, cuanto que ese hecho es un valor, un gran valor
al cual volvemos en nuestros ensueños. Él ser es de inmediato un valor. La
vida empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo de
una casa.

Con la choza, con la luz que veía en el horizonte lejano, acabamos de indicar
bajo su forma más simplificada la condensación de intimidad del refugio.
Primeramente, y al empezar este capítulo, habíamos intentado, al contrario,
diferenciar la casa de acuerdo con su verticalidad. Ahora, y siempre con ayuda
de documentos literarios circunstanciados, tenemos que explicar mejor los
valores de protección de la casa contra las fuerzas que la asaltan. Después de
haber examinado esta dialéctica entre la casa y el universo examinaremos
poemas donde la casa es todo un mundo.

En este sentido, destaca Bachelard la importancia de las grandes imágenes


simples, como la casa, y ello porque potencian el fenómeno de liberación
poética pura.

II. CASA Y UNIVERSO

Leer una habitación, tienen sentido, puesto que habitación y casa son
diagramas de psicología que guían a los escritores y a los poetas en el análisis
de la intimidad. Vamos a leer lentamente algunas casas y algunas habitaciones
"escritas" por grandes escritores.

Más allá de la casa habitada, el cosmos de invierno es un cosmos simplificado.


Es una no-casa, en el estilo en que el metafísico habla de un no-yo. De la casa
a la no-casa todas las contradicciones se ordenan fácilmente.

En la casa todo se diferencia, se multiplica. La casa recibe del invierno


reservas de intimidad, finuras de intimidad. En el mundo fuera de la casa, la
nieve borra los pasos, confunde los caminos, ahoga los ruidos, oculta los
colores. Se siente actuar una negación por la blancura universal. El soñador de
casas sabe todo esto, siente todo esto, y por la disminución del ser del mundo
exterior, conoce un aumento de intensidad de todos los valores íntimos.

La propia casa, cuando se pone a vivir de un modo humano, no pierde toda su


"objetividad". Es preciso que examinemos más de cerca cómo se presentan en
geometría soñadora las casas del pasado, las casas donde volvemos a
encontrar en nuestras ensoñaciones la intimidad del pasado. Debemos estudiar

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continuamente cómo la dulce materia de la intimidad vuelve a encontrar, por la
casa, su forma, la forma que tenía cuando encerraba un calor primero.

Toda gran imagen simple es reveladora de un estado de alma. La casa es, más
aún que el paisaje, un estado de alma. Incluso reproducida en su aspecto
exterior, dice una intimidad. Algunos psicólogos, en particular Françoise
Minkowska, y los trabajadores que ella ha sabido adiestrar, han estudiado los
dibujos de casas hechos por los niños Se puede hacer de ellos el motivo de
una prueba. La prueba de la casa tiene incluso la ventaja de estar abierta a la
espontaneidad, porque muchos niños dibujan espontáneamente,

III. EL CAJÓN, LOS COFRES Y LOS ARMARIOS

En el capítulo tercero, Bachelard esboza una fenomenología de las imágenes


poéticas del Secreto, como lo son: el cajón, los cofres y los armarios. Cita a
Bergson, quien decía que “los cajones sirven para clasificar los conocimientos
vividos”.

Como es sabido, la metáfora del cajón, y algunas otras como la de "el traje
hecho", son utilizadas por Bergson para explicar la insuficiencia de una filosofía
del concepto. Los conceptos son cajones que sirven para clasificar los
conocimientos; los conceptos son trajes hechos que des individualizan los
conocimientos vividos. Cada concepto tiene su cajón en el mueble de las
categorías. El concepto se convierte en pensamiento muerto puesto que es,
por definición, pensamiento clasificado.

El cofre, sobre todo el cofrecillo, del que uno se apropia con más entero
dominio, son objetos que se abren. Cuando el cofrecillo se cierra vuelve a la
comunidad de los objetos; ocupa su lugar en el espacio exterior; pero ¡se abre!
Entonces, este objeto que se abre es como diría un filósofo matemático, la
primera diferencial del descubrimiento. Estudiaremos en un capítulo ulterior la
dialéctica de lo de dentro y lo de fuera. Pero en el instante en que el cofrecillo
se abre, acaba la dialéctica. Lo de fuera queda borrado de una vez y todo es
novedad sorpresa, desconocido. Lo de fuera ya no significa nada.
E incluso, suprema paradoja, las dimensiones del volumen ya no tienen sentido
porque acaba de abrirse otra dimensión: la dimensión de intimidad.

hay sólo un lugar para lo superlativo de lo oculto. Lo oculto en el hombre y lo


oculto en las cosas corresponde al mismo topo análisis en cuanto se penetra
en esa extraña región de lo superlativo, región apenas estudiada por la
psicología. A decir verdad, toda positividad hace recaer lo superlativo sobre lo
comparativo. Para entrar en el dominio de lo superlativo,

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Hay que dejar lo positivo por lo imaginario. Hay que escuchar a los poetas.

En este capítulo se destaca la reducción de la metáfora poética a su mera


funcionalidad. Pero estos objetos pueden proyectarse más allá de su función, y
esto sucede cuando opera desde ellos la dialéctica “Secreto/Descubrimiento”.
Para Bachelard, el secreto representa la insondable, la reserva del ensueño de
la intimidad; en tanto que el descubrimiento supone su apertura, como acto
original y creativo.

IV. EL NIDO

El nido es la casa del pájaro. Hace mucho tiempo que lo sé, mucho tiempo que
me lo han dicho. Se trata de una historia tan vieja que vacilo en repetirla, en
repetírmela. Y sin embargo, acabo de revivirla. Y recuerdo, con una gran
simplicidad de la memoria, los días en que, en mi vida, he descubierto un nido
vivo. ¡Qué raros son, en una existencia, estos recuerdos reales!

Si se profundizan un poco los ensueños ante un nido, no se tarda en tropezar


con una especie de paradoja de la sensibilidad. El nido - lo comprendemos
encarnan- es precario y, sin embargo, pone en libertad dentro de nosotros un
ensueño de la seguridad. ¿Cómo es posible que su fragilidad evidente no
detenga semejante, ensueño? La respuesta a esta paradoja es sencilla:
soñamos como fenomenólogo que se ignora. Revivimos, en una especie de
ingenuidad, el instinto del pájaro. Nos complacemos en acentuar el mimetismo
del nido todo verde entre el verde follaje. Lo hemos visto decididamente, pero
decimos que estaba bien escondido. Ese centro de vida animal está disimulado
en el inmenso volumen de la vida vegetal. El nido es un ramillete de hojas que
canta. Participa de la paz vegetal. Es un punto en el ambiente de dicha de los
grandes árboles.

V. LA CONCHA

La naturaleza tiene un modo muy sencillo de asombrarnos: la de hacer en


grande. Con la concha que llamamos comúnmente la Gran Pila, vemos a la
naturaleza realizar un inmenso sueño de protección, un delirio de protección y
obtener, a fin de cuentas, una monstruosidad de la protección.

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La naturaleza puede hacer cosas grandes, el hombre imagina lo grande con
mayor facilidad. En un grabado de Cork inspirado en una composición de
Jerónimo Bosco, conocida con el nombre de La concha navegando
Sobre el agua, puede verse una enorme concha de mejillón donde se han
instalado una decena de personajes, cuatro niños y un perro. Hay una hermosa
reproducción de esta concha habitada por los hombres en el bello libro de
Lafonte sobre Jerónimo Bosco.

Esta hipertrofia del sueño de habitar todos los objetos huecos del mundo, se
acompaña con escenas grotescas propias de la imaginación de Bosco. En la
concha los navegantes se dan la gran vida. El sueño de tranquilidad que
queremos realizar cuando "nos metemos en nuestra concha", queda perdido
por la voluntad de delirio que caracteriza el genio del pintor. Después del
ensueño hipertrofiado, hay que volver siempre al ensueño que se designa por
su simplicidad primera. Se sabe muy bien que hay que estar solo para habitar
en una concha. Viviendo la imagen se sabe que se
consiente la soledad.

Habitar solo. ¡Gran sueño! La imagen más inerte, la más físicamente absurda,
como la de vivir en la concha, puede servir de germen a un tal sueño. Ese
sueño nos viene a todos, a los débiles, a los fuertes, en las grandes tristezas
de la vida, contra las injusticias de los hombres y del destino. Como ese Salvin,
ser de tristeza blanda, que se consuela en su cuarto exiguo porque es exiguo y
puede decirse: "¿No tenía ya ese cuartito, ese cuarto profundo y secreto como
una concha? ¡Ah!, los caracoles no conocen su dicha"."
A veces la imagen es muy discreta, apenas sensible, pero actúa. Dice el
aislamiento del ser replegado sobre sí mismo.

VI. LOS RINCONES

Las impresiones que vamos a estudiar en este capítulo no necesitan


trasposición. Se puede hacer de ellas una psicología directa, aunque un
espíritu positivo las tome por ensoñaciones vanas. He aquí el punto de partida
de nuestras reflexiones: todo rincón de una casa, todo rincón de un cuarto, todo
espacio reducido donde nos gusta acurrucamos, agazaparnos sobre nosotros
mismos, es para la imaginación una soledad, es decir, el germen de un cuarto,
el germen de una casa.

La función de habitar comunica lo lleno y lo vacío. Un ser vivo llena un refugio


vacío. Y las imágenes habitan. Todos los rincones están encantados, si no

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habitados. El rincón niega el palacio, el polvo niega el mármol, los objetos
usados niegan el esplendor y el lujo. El soñador, en su rincón, ha deshecho el
mundo en un ensueño minucioso que destruye uno a uno todos sus objetos. El
rincón se convierte en un armario de recuerdos. Habiendo franqueado los mil
pequeños umbrales del desorden de las cosas polvorientas, los objetos-
recuerdos ponen el pasado en orden. Se asocian a la inmovilidad condensada
los más distantes viajes a un mundo desaparecido.

El sentido común habita en la planta baja, siempre dispuesto al "comercio


exterior", de tú a tú con el vecino, con ese transeúnte que no es nunca un
soñador. Subir la escalera en la casa de la palabra es, de peldaño en peldaño,
abstraerse. Bajar a la bodega es soñar, es perderse en los lejanos corredores
de una etimología incierta, es buscar en las palabras tesoros inencontrables.
Subir y bajar, en las palabras mismas, es la vida del poeta. Subir demasiado
alto, descender demasiado bajo son cosas permitidas al poeta que une lo
terrestre y lo aéreo.

VII LA MINIATURA

El filósofo francés, identifica a la miniatura con un “albergue de la grandeza”,


una “puerta estrecha que abre al mundo”. Analiza luego la causalidad de lo
pequeño en tanto su efecto es la conmoción de todos los sentidos, en particular
el auditivo. La miniatura representa desde este prisma de apreciación: una
Ontología de lo Invisible y lo Inaudible; (J´écoute un jeune noisitier verdir/
Escucho florecer a un joven nogal. IBD. Claude Vigée. Op Bachelard). Y, una
Fenomenología del Silencio íntimo y de la Memoria remota (L´odeur du silence
est si vieille: El aroma del silencio es tan viejo IBD. Milosz. Op Bachelard/ Au
loin, j´entendais prier les sources de la tierre: A lo lejos, escuchaba rogar a las
fuentes de la tierra. IBD. Milosz. Op Bachelard).

VIII LA INMENSIDAD ÍNTIMA

La inmensidad es, podría decirse, una categoría filosófica del ensueño. Sin
duda, el ensueño se nutre de diversos espectáculos, pero por una especie de
inclinación innata, contempla la grandeza. Y la contemplación de la grandeza
determina una actitud tan especial, un estado de alma tan particular que el
ensueño pone al soñador fuera del mundo próximo, ante un mundo

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que lleva el signo de un infinito. Por el simple recuerdo, lejos de las
inmensidades del mar y de la llanura, podemos, en la meditación, renovar en
nosotros mismos las resonancias de esta contemplación de la grandeza. Pero
¿se trata realmente entonces de un recuerdo? La imaginación por sí sola, ¿no
puede agrandar sin límite las imágenes de la inmensidad? ¿La imaginación no
es ya activa desde la primera contemplación? De hecho, el ensueño es un
estado enteramente constituido desde el instante inicial. No se le ve empezar y,
sin embargo, empieza siempre del mismo modo.

Los dos espacios, el espacio íntimo y el espacio exterior vienen, sin cesar, si
puede decirse, a estimularse en su crecimiento. Designar, como lo hacen con
todo derecho los psicólogos, el espacio vivido como un espacio afectivo no
llega, sin embargo, a la raíz de los sueños de la espacialidad. El poeta va más
a fondo descubriendo con el espacio poético un espacio que no nos encierra en
una afectividad. Sea cual fuere la efectividad que colorea un espacio, sea triste
o pesada, en cuanto está expresada, expresada poéticamente, la tristeza se
modera, la pesantez se aligera. El espacio poético ya expresado, adquiere
valores de expansión. Pertenece a la tristeza del ex.

IX. LA DIALÉCTICA DE LO
DENTRO Y DE LO DE FUERA

En el Capítulo noveno, dice Bachelard que la Dialéctica Dentro/Fuera se apoya


en una geometría implícita, que especializa el pensamiento (“Ustedes sienten
qué alcance tiene ese mito de la formación de lo de fuera y lo de dentro… Lo
que se traduce en su oposición formal se convierte más allá en alienación de
hostilidad entre ambos”. IBD. Hyppolite. Op Bachelard). La inversión de esta
dialéctica aparece en Supervielle, quien de acuerdo a Bachelard, yuxtapone la
claustrofobia y la agorafobia cuando escribe: “El exceso de espacio nos asfixia
mucho más que su escasez”. Las imágenes poéticas referidas al Dentro/Fuera
en Rilke se explicitan, según Bachelard, en una Fenomenología de la Intimidad
Exigua que contempla, nuevamente, la oposición espacial Dentro/Fuera: “Y
aquí (dentro) no hay apenas espacio; y tú te calmas casi, pensando que es
imposible que algo demasiado grande pueda sostenerse en esta estrechez…
Pero fuera, fuera todo es desmedido”.

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