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ALGUNOS POEMAS DE SHARON OLDS

salto
del
ciervo

Traducción de
Prólogo
Natalia Leiderman y
Paula Jiménez España
Patricio Foglia
Noviembre, 2016
Buenos Aires, Argentina

“Stag´s Leap” de Sharon Olds, 2012

Traducciones: Natalia Leiderman / Patricio Foglia


Edición y correción: Natalia Leiderman / Patricio Foglia
Edición y maquetación: Alfredo Machado
Arte de tapa y diseño editorial: Alfredo Machado
salto
del
ciervo
05 PRÓLOGO
Paula Jiménez España

08 NOTA DE TRADUCCIÓN
Natalia Leiderman - Patricio Foglia

09 TRADUCCIONES

Salto del ciervo (2012) La fuente (1997)


13 Locos 37 Primeras imágenes del cielo
14 El atril 38 Me encanta cuando
15 Lo peor 39 Plegaria de aquella época
16 Innombrable
17 A último momento El padre (1992)
18 Los curanderos 43 Su quietud
19 Gazal del moretón 44 La mirada
20 Ser la que fue dejada
La celda de oro (1987)
Una cosa secreta (2008) 47 Solsticio de verano,
23 Todo ciudad de New York
24 Diagnóstico
Los muertos y los vivos (1983)
El cuarto sin barrer (2002) 51 Muerte de Marilyn Monroe
27 Domingo en 52 La ausente
el Nido Vacío 53 Para mi hija

Sangre, lata, heno (1999) Satán dice (1980)


31 Cuando te viene 57 Ese año
32 La niñera 58 Es tarde
33 Una vez 59 Ahogándose
34 Estos días 60 Satán dice
63 VERSIONES EN INGLÉS

Stag’s leap (2012) The wellspring (1997)


67 Crazy 91 Early images of heaven
68 The easel 92 I love it when
69 The worst thing 93 Prayer during that time
70 Unspeakable
71 The last hour The father (1992)
72 The healers 97 His stillness
73 Bruise Ghazal 98 The look
74 Known to be left
The gold cell (1987)
One secret thing (2008) 101 Summer solstice,
77 Everything New York City
78 Diagnosis
The dead and the living (1983)
The unswept room (2002) 105 Death of Marilyn Monroe
81 Sunday in 106 Absent one
the Empty Nest 107 For my daughter

Blood, tin, straw (1999) Satan says (1980)


85 When it comes 111 That year
86 The babysitter 112 Late
87 Once 113 Drowning
88 These days 114 Satan says
la diabla
/Por Paula Jiménez España

¿Cómo se presenta a un autor, una autora? Patricio Foglia y Natalia


Leiderman, compiladores, eligieron hacerlo invirtiendo cronológicamente el
historial bibliográfico de Sharon Olds, quizás con la intención, nada ingenua,
de generar esta impresión ni bien arranca nuestra lectura: los años no conver-
tirán jamás a esta norteamericana nacida en San Francisco en 1942 – que
entre otras cosas, publicó ocho libros igualmente tremendos y le negó una
cena a Laura Bush-, en una anciana piadosa.

La presente antología comienza con algunos de los poemas que integran Salto
del ciervo (2012), del cual toma su nombre, y continúa con el resto de las pu-
blicaciones hasta regresar a su mítico Satán dice (1980), que no fue solo el
primer libro de Olds sino también la piedra fundacional de una poética cruda
y oscuramente potente. Pasaron, a partir de la aparición editorial de Satán
dice, treinta y seis años – Sharon tenía 38 – y no se puede decir que desde en-
tonces su poética se haya suavizado; no se puede decir que aquel gesto irreve-
rente de los comienzos respondiera solamente a las urgencias y enojos frente
a las imposiciones sociales, familiares e incluso lingüísticas, tantas veces pre-
sentes en los primeros libros de cualquier autor. “Decí mierda, decí muerte,
decí a la mierda el padre/ me dice Satán al oído. / El dolor del pasado encerra-
do zumba/ en la caja de la infancia en su escritorio, bajo/ el terrible ojo esféri-
co del estanque/ con grabados de rosas a su alrededor, donde/ el odio a ella
misma se contempla en su pena. / Mierda. Muerte. A la mierda el padre. / Algo
se abre. Satán dice/ ¿No te sentís mucho mejor?”, escribió en uno de aquellos
poemas que marcaron la dirección de un discurso poético incorrectísimo del
que jamás se retraería (por supuesto que otra cosa que jamás se retrajo fue el
rechazo a su obra por parte de muchos críticos norteamericanos pese a que
libros suyos como El padre hubieran adquirido resonancia mundial u obtenido
premios como el Pullitzer, The San Francisco Poetry Center Award, el Premio
Lamont, The National Books Critics Circle Award y el Premio T. S. Eliot).

La intensidad de las escenas construidas en sus versos y la agudeza e irreve-


rencia con que Olds encara sus tópicos preferenciales (la sexualidad y la
muerte), la ponen en la línea poética de otras chicas norteamericanas igual-
mente “revulsivas”, como Sylvia Plath, Adrianne Rich o Muriel Rukeyser, con
quien estudió en Nueva York y a la que le dedicó uno de los textos más bellos
de Los muertos y los vivos (1983), incluido en esta antología; se llama La
ausente y dice así: La gente te sigue viendo/ y me cuenta /lo blanca que estás,
lo flaca que estás. /Hace un año no te veo, pero/ lentamente estás / aparecien-
do sobre mi cabeza, blanca como/ pétalos, blanca como leche, los oscuros/
angostos tallos de tus tobillos y tus muñecas, / hasta que estás/ siempre conmi-
go, una floreciente/ rama suspendida sobre mi vida.

05
Por cómo salió al ruedo literario podría decirse que la entonces señorita Olds
defendió a ultranza su voz, sacando a la luz, de primera instancia, una poética
tan cuidada como desafiante. A lo largo de la lectura de esta antología puede
inferirse que algo de aquella ira satánica inicial fue “aplanada a la fuerza” -
como dice S. en 2012 para referirse al amor pasional y los años-, como son
aplanados los impulsos corporales con el tiempo, en la misma proporción. Sus
últimos libros, tanto Salto del ciervo como Una cosa secreta, dan cuenta de
una decadencia física a partir de la cual la palabra se reviste de otro tipo de po-
tencia, menos enérgica en un sentido, pero igual de maldita, visiblemente más
certera y corrosiva: “Adentro mío ahora/ hay un ser de puro odio, un ángel/ del
odio. En la cancha de bádminton, ella lanza/ su tiro ganador, puro como una
flecha,/ mientras por los ojales de mi blusa las chinches/ pican una carne que
ya no parece/ importarle a nadie. En el espejo, mi torso /parezco una sex–sym-
bol mártir, llena de picaduras,/ o una jarra de crema con hojas de ortigas y
flores del desierto, / llena de leche de la bondad y la maldad/ humanas, y nadie
está haciendo la fila para tomarla./¡Pero miren! ¡Estoy empezando a resignar-
me!/ Creo que ya no va a volver. Algo/ muere, adentro mío, cuando pienso en
esto,/ como la muerte de una bruja en la cama/ mientras nace un bebé en la
cama de al lado. Ten fe, /viejo corazón. Qué es vivir, de todas formas,/ sino
morir”, dice en el poema de título fatal Ser la que fue dejada. Y si digo que es
fatal, es sobre todo teniendo en cuenta que el feminismo atravesó desde el co-
mienzo su obra, buscando liberarla de las cadenas que atan a la elección de
un lenguaje y un imaginario neutrales y sumisos al poder patriarcal. Ser la que
fue dejada es, sin duda, un título irónico que muestra hasta dónde una frase
vulgar se hace carne incluso en un cuerpo que ha combatido los lugares co-
munes, las trampas discursivas, los estereotipos debilitantes de las mujeres. En
estos versos, Sharon muestra el corazón del horror que es el odio a sí misma y
hacia una igual (un odio que es algo más que eso y que está presente en algu-
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

nos poemas referidos a su madre, algunos de ellos en el límite con lo incestuo-


so. Esos mismos sentimientos aparecen en poemas dedicados a su padre).

Sharon Olds no se acomoda, no agacha la cabeza, está dispuesta a encontrar


su dosis de verdad, la verdad que la salva de la humillación, aun si la tiene que
ir a buscar a un lugar en el que ya no es posible cambiar nada: el pasado. En
el poema El atril, también de Salto del ciervo, dice: “Y qué si alguien me hubie-
ra dicho, treinta/ años atrás: Si renunciás, ahora, / a tu deseo de ser una artista,
puede que él / te ame toda la vida – ¿cuál hubiera sido / la respuesta? Ni siquie-
ra tenía poemas, / nacerían más tarde de nuestra vida familiar –/ qué podría
haber dicho: nada, nada va a detenerme”. Y, efectivamente, nada la detuvo. El
resultado es esta flecha que lanzada hacia

06
atrás va a recoger algunas de sus perlas más memorables: versos que dinamitan
la tranquilidad del bien pensante, burlas a quien se dispone a leer poesía para
encontrar en la lírica un bálsamo. Pero aún quienes vamos a buscar lo que ella
tiene para ofrecernos, hay momentos en que también damos con lo insoporta-
ble, como en el poema La niñera de Sangre, lata, heno (1999), donde poetiza
una de los momentos más impresionantes de su obra (ya sé qué es difícil deter-
minar ese rango): “No sabía realmente qué era una persona, yo/ quería que
alguien me chupara el pezón, / terminé encerrada en el baño, / desnuda hasta
la cintura, sosteniendo a la bebé, / y lo único que ella quería eran mis anteojos,
la sostuve/ suavemente, esperando que tomara la decisión,/ como un angelito,
con su enfermera. Y ella no quería, sólo quería/ mis anteojos. Chupá, carajo,
pensé, /quería sentir el tirón de otra /vida, quería sentirme necesaria”.

Queda claro porqué para muchos y muchas, hablar de Sharon Olds es hablar
de una poeta “confesional”. Pero personalmente creo que lo suyo es, más bien,
lo inconfesable: más que por el arrepentimiento o la catarsis propios de la con-
fesión, lo que producen determinados versos es una especie de tentación mor-
bosa ante lo prohibido, lo que “no debería decirse”. Por momentos, no pode-
mos dejar de leer aquello que nos desagrada (recuerdo haberme preguntado
más de una vez mientras leía un poema suyo hasta donde pensaba llegar). Y
nos desagrada porque contiene una verdad que sería preferible ser mantenida
en sombras para cualquier mortal; una verdad que busca iluminarse y que
como una enredadera a una pared se agarra del poema para tomar una forma
estética y visible. El poema es entonces funcional, una herramienta para des-
encarcelar, un medio que se convierte, sin embargo, gracias a la genialidad de
Sharon, en el propio fin.

La selección de la presente antología, gracias al criterio de los jóvenes traduc-


Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

tores y poetas Foglia y Leiderman, muestra lo peor y lo mejor de Olds, que en


su poesía es una sola cosa, un monstruo de dos cabezas. Siguiendo las huellas
de su espíritu nunca manso y lo descarnado de sus imágenes, los curadores la
presentan sin atenuantes, comenzando por el desgarro de los últimos años
donde el decir poético alcanzó una expresión más sutil y a la vez madura,
aunque igual de maledicente. Respecto del tiempo, lo mismo sucede en las
pampas que en San Francisco: una diabla sabe por diabla, pero por vieja,
cuánto más.

07
traducción
nota de

Sharon Stuart Cobb, para nosotros Sharon Olds, nació en San Francisco, Cali-
fornia, EEUU en 1942. Se crió en el seno de una familia calvinista, con un
/Salto del Ciervo.

padre alcohólico. De niña, participó y ganó un concurso de canto junto con


el coro de su parroquia. Sus primeras influencias fueron Shakespeare y Whit-
man pero, sobre todo, Aullido de Ginsberg. Más cerca de Muriel Rukeyser que
de Anne Sexton o Sylvia Plath, cuando le preguntan por las llamadas poetas
confesionales, contesta: “Eran geniales, y mucho más inteligentes que yo, pero
son huellas en donde prefiero no poner mi pie”. Realizó estudios de grado y
de posgrado, se doctoró con una tesis sobre Emerson y es famoso su pacto
fáustico: ella, en las escalinatas de la Universidad, termina su carrera y se en-
cuentra con el Diablo. Le pide poder escribir poemas verdaderos. El Diablo
acepta, a cambio de que ella olvide todo lo aprendido. Cuando fue invitada a
la Casa Blanca por la primera dama, Laura Bush, respondió que no asistiría en
una carta que termina de este modo: “Lo que me decidió fue que estaría acep-
tando la comida ofrecida por la Primera Dama de la administración que desató
esta guerra (…). Pienso en los limpios manteles de su mesa, en los cuchillos
relucientes y las llamas de los candelabros y mi estómago no lo soporta.”

A la fecha, ocho poemarios conforman su obra, que puede leerse como un


ejemplo deslumbrante de una poética que parte de una anécdota personal
para hacer arder las preguntas universales. Este recorrido se articula desde una
voz poderosa, constructora de un espacio femenino, especialmente afilado e
incómodo. Los poemas de Olds parecen estar siempre magnetizados por el
vértigo, precipitándose hacia puntos ciegos, zonas que el imaginario social ha
vuelto invisibles o intransitables. Son éstas las razones que nos motivaron a
contribuir a la traducción de esta poeta al español (más específicamente, al
español rioplatense): la tensión entre placer y revulsión que provoca su lectu-
ra; la exploración de un universo personal en pos del salto a un universo
común; la feliz expansión del horizonte de lo pensable y lo experimentable.

La presente selección de poemas está centrada en el último libro de Olds (El


salto del ciervo) pero procuramos hacer un pequeño recorrido por toda su obra
poética. Consultamos durante este proceso distintas traducciones previas,
especialmente las realizadas por Mirta Rosenberg, Ezequiel Zaidenwerg, Tom
Maver, Sandra Toro, Mori Ponsowy, Ignacio Di Tullio e Inés Garland, todas lec-
turas que recomendamos.

Natalia Leiderman - Patricio Foglia

08
de Natalia Leiderman
y Patricio Foglia
salto
del
ciervo
[2012]
/Salto del Ciervo, 2012.
locos
Yo dije que habíamos estado locos
el uno por el otro, pero tal vez mi ex y yo no estábamos
locos uno por el otro. Tal vez estábamos
cuerdos uno por el otro, como si nuestro deseo
no fuera ni siquiera personal–
era personal, pero eso apenas importaba, porque
parecía no haber ninguna otra mujer
ni hombre en el mundo. Quizá fue
un matrimonio arreglado, el aire y el agua
y la tierra nos habían concebido juntos – y el fuego,
un fuego de placer como una violencia
de ternura. Entrar juntos en esas bóvedas, como una
pareja solemne o jocosa con pasos
formales o con el pelo revuelto y a los gritos, se pareció a
los caminos de la tierra y la luna,
inevitables, e incluso, de algún modo,
tímidos– encerrados en una timidez juntos,
en igualdad de condiciones. Pero quizá yo
estaba loca por él – es verdad que veía
esa luz alrededor de su cabeza cuando yo llegaba tarde
a un restorán – oh por Dios,
estaba extasiada con él. Mientras tanto los planetas
se orbitaban los unos a los otros, la mañana y la noche
llegaban. Y quizá lo que él sintió por mí
fue incondicional, temporal,
afecto y confianza, sin romance,
pero con cariño – con cariño mortal. No hubo
tragedia, para nosotros, hubo
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

una comedia cautivante y terrible


revelada de a poco. Qué precisión se hubiera necesitado,
para que los cuerpos volaran a toda velocidad por
el cielo tanto tiempo sin lastimarse el uno al otro.

13
/Salto del Ciervo, 2012.
el atril
Cuando enciendo el fuego, me siento útil–
orgullosa de que puedo separar la tuerca
del tornillo oxidado, des–
armando una de las cosas que mi ex
dejó cuando me dejó. Y tirar sus
finos, pulidos estantes de madera
sobre la leña, y así alimentar
las corrientes ascendentes–
qué bien. Y entonces, por la luz de la llama,
me doy cuenta: estoy quemando
su viejo atril. Cómo es posible,
después de horas y horas – en total, quizá
semanas, un mes inmóvil – modelando
para él, nuestros primeros años juntos,
olor a acrílico, tensión del lienzo
ya preparado. Estoy quemando la obra que dejó atrás,
él, que fue el primero en transformar
a nuestra familia, desnuda, en arte.
Y qué si alguien me hubiera dicho, treinta
años atrás: Si renunciás, ahora,
a tu deseo de ser una artista, puede que él
te ame toda la vida – ¿cuál hubiera sido
la respuesta? Ni siquiera tenía poemas,
nacerían más tarde de nuestra vida familiar –
qué podría haber dicho: nada, nada va a detenerme.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

14
/Salto del Ciervo, 2012.
lo peor
De un lado de la autopista, las sierras áridas.
Del otro, a la distancia, los restos de la marea,
estuarios, bahía, garganta
del océano. No había puesto
en palabras, todavía – lo peor,
pero pensaba que podría decirlo, si lo decía
palabra por palabra. Mi amiga manejaba,
nivel del mar, sierras costeras, valle,
estribaciones, montañas – cuesta abajo, para ambas,
de nuestros años de juventud. Yo había estado diciendo
que apenas me importaba ahora, el dolor,
lo que me preocupaba era – digamos que había
un dios – del amor– y yo le había dado– había tenido la intención
de darle– mi vida– a él– y
había fallado– bueno yo podía sufrir por eso y nada más –
pero ¿qué pasaba, si había
lastimado, al amor? Grité furiosa,
y sobre mis anteojos se acumuló el agua salada, casi
dulce para mí, entonces, porque estaba nombrado,
lo peor– y una vez nombrado,
supe que no había ningún dios, solo
personas. Y mi amiga se acercó,
hacia mis manos, que se apretaban una contra otra,
y su palma las frotó, un segundo,
con torpeza, y cortesía
sin eros, con la ternura del hogar.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

15
innombrable
Ahora empiezo a mirar el amor
distinto, ahora que sé que no
/Salto del Ciervo, 2012.

estoy bajo su luz. Quiero preguntarle a mi


casi–ya–no marido cómo es esto de no
amar, pero él no quiere hablar de eso,
él quiere calma para el fin de lo nuestro.
Y a veces siento como si yo, ahora,
no estuviera acá – estoy bajo su mirada
de treinta años, no bajo la mirada del amor,
siento una invisibilidad
como un neutrón en una cámara de niebla
perdido en un acelerador gigante, donde
lo que no se puede ver es inferido
a partir de lo visible.
Después de que suena la alarma,
lo acaricio, mi mano es como una cantante
que canta a lo largo de él, como si fuera
la carne de él la que canta, en todo su registro,
tenor de la vértebra más alta,
barítono, bajo, contrabajo.
Quiero decirle, ahora, ¿Cómo
era amarme –cuando me mirabas,
qué veías? Cuando él me amaba, yo miraba
hacia el mundo como desde adentro
de una profunda morada, una madriguera, o un pozo, yo miraba fijo
hacia arriba, al mediodía, y veía a Orión brillando
– cuando pensaba que él me amaba, cuando pensaba
que estábamos unidos no solo por el tiempo de la respiración,
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

sino por la larga continuidad,


los caramelos duros del fémur y la piedra,
lo inalterable. Él no parece enojado,
yo no parezco enojada
salvo en chispazos de mal humor,
todo es cortesía y horror. Y después
cuando digo, ¿esto tiene que ver
con ella?, él dice, No, tiene que ver con
vos, no estamos hablando de ella.

16
a último momento
De repente, a último momento
antes de que me llevara al aeropuerto, se levantó,
tropezando con la mesa, y dio un paso
hacia mí, y como un personaje de una de las primeras
películas de ciencia ficción se inclinó
hacia adelante y hacia abajo, y desplegó un brazo,
golpeándome el pecho, y trató de abrazarme
de alguna forma, yo me levanté y nos tropezamos,
y después nos quedamos parados, alrededor de nuestro núcleo, su
/Salto del Ciervo, 2012.

áspero llanto de temor, en el centro,


en el final, de nuestra vida. Rápidamente, después,
lo peor había pasado, pude consolarlo,
sosteniendo su corazón en su sitio, desde atrás,
y acariciándolo por delante, su propia vida
continuaba, y lo que lo había
unido, alrededor del corazón – unido a él
conmigo– ahora descansaba en nosotros, a nuestro alrededor,
agua de mar, óxido, luz, fragmentos,
los pequeños espirales eternos de eros
aplanados a la fuerza.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

17
los curanderos
Cuando dicen, ¿Hay un médico a bordo?,
que por favor se identifique, me acuerdo cuando mi
entonces marido se levantaba, y yo me convertía en
aquella que estaba a su lado. Ahora dicen
que la cosa no funciona sin igualdad.
/Salto del Ciervo, 2012.

Y después de esos primeros treinta años, yo no fui más


la que él quería tener a su lado
al pararse o al volver a su asiento
– no yo sino ella, que también se levantará,
cuando sea necesario. Ahora me los imagino,
levantándose, juntos, con sus amplias
alas de médicos, pájaros zancudos, – como cigüeñas con sus
maletines de tal–para–cual
balanceándose en sus picos. Y bueno. Fue como
tuvo que ser, él no se ponía contento cuando se necesitaban
las palabras, y yo me ponía de pie.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

18
gazal 1 del moretón
Ahora en mi cadera un óvalo negro-y-azul se ha vuelto azul-
violeta como tinta en la cáscara de un gran
corte, doloroso como mordida de amor, demasiado
grande como para venir de una boca humana. Me gusta, mi
adorno en la piel – marco de oro, color de la envidia
adentro un camafeo, con tintes violeta
sobre él, el picaporte que mordió deja un púrpura
oscuro con movimientos como las temerosas patas
de un ciempiés. Cuento los días que pasaron, y los que faltan
/Salto del Ciervo, 2012.

para que se vayan los colores podridos y después


de a poco desaparezcan. Algunas personas piensan que ya
debiera haber superado a mi ex – quizá
incluso yo misma pensé que lo superaría un poco más
para estos días. Quizá superé a medias a quien él
era, pero no a quien yo pensaba que era, y no superé
la herida, repentino golpe mortal
que parece venir de ningún sitio, pero que vino del núcleo
de nuestra vida compartida. Dormí ahora, Sharon,
dormí. Incluso mientras hablamos, el trabajo se está
haciendo, por dentro. Naciste para sanar.
Dormí y soñá – pero no con su regreso.
Ya que no lo lastima, herilo, en tu sueño.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

1
El ghazal, gazal, es un
género lírico (forma poética)
que consiste en coplas y
estribillos, con cada línea
compartiendo el mismo
medidor. Es propio de las
literaturas árabe, persa, turca
y urdú. En la literatura árabe
se trata de un poema cuya
etimología está emparentada
con las ideas de piropo,
cumplido, etc.

19
ser la que fue dejada
Si paso delante de un espejo, me doy vuelta
no quiero mirar,
y ella no quiere que la vean. A veces
no sé cómo hacer para seguir con esto.
En general, cuando me siento así,
al poco tiempo ya estoy llorando, acordándome
de su cuerpo, o de una zona de su cuerpo,
en general la parte de atrás, una parte de él
que recuerde, ahora mismo, deliciosa, sin tanto
detalle, y se aparece su espalda.
Después de las lágrimas, el pecho duele menos,
como si, dentro nuestro, una diosa de lo humano
nos acariciara como un manantial de ternura.
/Salto del Ciervo, 2012.

Me imagino que es así como la gente sigue adelante, sin


saber cómo. Me da tanta vergüenza
delante de mis amigos – ser la que fue dejada
por aquel que supuestamente me conocía mejor,
cada hora es un rincón de vergüenza, y yo estoy
nadando, nadando, sosteniendo mi cabeza erguida,
sonriendo, haciendo chistes, avergonzada, avergonzada,
como estar desnuda con la ropa puesta, o como ser
una niña, la obligación de portarse bien
mientras odiás las circunstancias de tu vida. Adentro mío ahora
hay un ser de puro odio, un ángel
del odio. En la cancha de bádminton, ella lanza
su tiro ganador, puro como una flecha,
mientras por los ojales de mi blusa las chinches
pican una carne que ya no parece
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

importarle a nadie. En el espejo, mi torso


parezco una sex–symbol mártir, llena de picaduras,
o una jarra de crema con hojas de ortigas y flores del desierto,
llena de leche de la bondad y la maldad
humanas, y nadie está haciendo la fila para tomarla.
¡Pero miren! ¡Estoy empezando a resignarme!
Creo que ya no va a volver. Algo
muere, adentro mío, cuando pienso en esto,
como la muerte de una bruja en la cama
mientras nace un bebé en la cama de al lado. Ten fe,
viejo corazón. Qué es vivir, de todas formas,
sino morir.

20
una
cosa
secreta
[2008]
/Una cosa Secreta, 2008.
todo
La mayoría de nosotros nunca somos concebidos.
Muchos de nosotros nunca nacemos–
vivimos en un océano íntimo por horas,
semanas, con nuestras extremidades pérdidas o de más,
o sosteniendo nuestra pobre segunda cabeza,
creciendo en nuestro pecho, en nuestros brazos. Y muchos de nosotros,
frutos del mar en su tallo, soñándonos alga
o molusco, somos sacrificados en nuestros primeros meses.
Y algunos que nacen viven sólo unos minutos,
otros dos, o tres, veranos,
o cuatro, y cuando se marchan, todo
se marcha –la tierra, el firmamento–
y el amor permanece, cuando nada existe, y busca.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

23
diagnóstico
Cuando tenía seis meses, ella supo que algo
/Una cosa Secreta, 2008.

no andaba bien en mí. Yo hacía muecas


que ella no había visto en ningún otro chico
de la familia, nadie en toda la familia
o en el barrio. Mi madre me dejó
en las manos amables del pediatra, un doctor
de nombre parecido a una marca de neumáticos:
Hub Long. Mamá no le dijo
lo que pensaba de verdad, que yo estaba Poseída.
Eran nada más esas muecas extrañas –
El doctor me agarró, y charló conmigo,
habló como se habla con un bebé, y mi madre
dijo, ¡Ahí lo está haciendo! ¡Mire!
¡Ahí lo está haciendo! y el doctor dijo,
Lo que su hija tiene
se llama sentido
del humor. Ahhh, contestó ella, y me llevó
de regreso a la casa donde mi sentido sería testeado
y considerado incurable.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

24
el
cuarto
sin
barrer
[2002]
el nido vacío
domingo en

De a poco me sorprende esta tranquilidad.


/El cuarto sin Barrer, 2002.

Nuestra casa desierta. No hay nadie,


nadie necesita nada de nosotros,
nadie va a necesitar nada de nosotros
por meses. Nadie va a entrar a la habitación
a pedir algo. Me siento como alguien
abandonado — que llevaron a algún lugar, y lo dejaron,
como en una especie de complejo turístico,
no tenemos nada que hacer
por nadie, todo es fácil.
Quizá estamos muertos, quizá esto
sea el cielo. Después del momento de la cama del amor, y después
dormir un poco, nos despertamos a medias
y yo miro, adentro de tus ojos, o adentro
del íntimo blanco de un ojo
mientras las preciosas pestañas dan su
feliz espasmo de amplio horizonte, encuentro que puedo volverme
inhumana mirando eso — el sencillo casi-
simultáneo abrir y cerrar — me
olvido la palabra para los ojos y el concepto de los ojos, solo
miro, un animal mirando el
líquido dentro de la cabeza de otro,
o a través de una mirilla afilada
el diorama de otra dimensión,
nube, cielo, agua pelágica, el
mar del Edén, miro profundo
sin conocimiento ni utilidad.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

27
sangre,
lata,
heno
[1999]
cuando te viene
Incluso cuando no tenés miedo de estar embarazada,
es hermoso cuando te viene, encantadoramente sexual,
a lo largo de ese cuello radiante
y de los labios, su primer pliegue,
y a veces, en los últimos pasos por el baño,
dejás una estela deslumbrante, los pétalos
/Sangre, lata, heno, 1999.

que la niña de las flores esparce detrás de la novia. Y después sus colores,
a veces un rojo casi dorado,
o un bermellón oscuro, la gota que salta
y se abre lentamente en el agua,
una galaxia de jalea,
el violeta–oscuro, el agua ondulante, apacible
como un lago en la luna, nada de esto
hiere, incluso la pequeña mancha
en las medias negras con brillo carmesí
oscilando en la delgada cuerda floja
hacia la izquierda y la derecha en esa luminosa pista,
inocente tapa de inodoro,
la mancha no puede morir. Va a haber un huevo ahí,
en algún lugar, en cualquier minuto, alado con montones
de banderas asimétricas de plasma, una célula que
de cerca es un planeta inmenso, de puntos y acuoso
pero que no es nadie todavía. A veces,
cuando miro este show delicado,
es como si viese nevar, o estrellas fugaces,
y pienso en los hombres, qué les parecerá a ellos
cuando vemos la sangre caer lentamente de nuestro sexo,
como si la tierra suspirara, leve
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

y nosotras pudiésemos sentirla, y verla,


como si la vida gimiera un poco, asombrada,
y nosotras mismas fuéramos esa vida.

31
la niñera
/Sangre, lata, heno, 1999.

El bebé tenía alrededor de seis meses,


una nena. De esa edad, no había
tocado a ninguna. Esa noche, cuando salieron
la tomé en mis brazos y
puse su boca sobre mi remera de algodón.
No sabía realmente qué era una persona, yo
quería que alguien me chupara el pezón,
terminé encerrada en el baño,
desnuda hasta la cintura, sosteniendo a la bebé,
y lo único que ella quería eran mis anteojos, la sostuve
suavemente, esperando que tomara la decisión,
como un angelito, con su enfermera. Y ella no quería, sólo quería
mis anteojos. Chupá, carajo, pensé,
quería sentir el tirón de otra
vida, quería sentirme necesaria, agarró mis anteojos
y sonrió. Me puse de nuevo el corpiño
y la remera, y la arropé, y le canté
por última vez – claramente era
la semana para buscar otro tipo de trabajo–
y apagué la luz. De nuevo en el baño,
a oscuras, me acosté en el piso, desnudé
mi pecho contra los azulejos helados,
deslicé la mano entre mis piernas y
cabalgué, fuerte, sobre el suelo incendiado como una caldera, mis
pezones sosteniéndome por encima de los azulejos
como si estuviera volando,
al revés, justo bajo el techo del mundo.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

32
una vez
/Sangre, lata, heno, 1999.

Vi a mi padre desnudo, una vez, abrí


la puerta azul del baño,
que él siempre trababa –si se abría, no había nada–
y ahí, rodeado de brillantes cerámicas
turquesas, sentado en el inodoro, estaba mi padre,
todo él, y todo él
era piel. En un instante, mi mirada lo recorrió
de un único, súbito, limpio
tirón, hacia arriba: dedos del pie, tobillo,
rodilla, cadera, costilla, cuello,
hombro, codo, muñeca, dedos
mi padre. Se veía tan desprotegido,
sin costuras, y tímido, como una nena en el inodoro,
y si bien yo sabía que estaba sentado ahí
para cagar, no había vergüenza,
había una paz humana. Él me miró,
yo dije Perdón, retrocedí, cerré la puerta
pero lo había visto, mi padre un cordero esquilado,
mi padre una nube en el cielo azul
del baño azul, mi ojo había subido
por la montaña, la ruta sinuosa del
hombre desnudo, había doblado la esquina,
y descubierto su costado frágil – tierna
barriga, borde de la cuna pélvica.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

33
estos días
/Sangre, lata, heno, 1999.

Cada vez que veo pechos grandes


en una mujer pequeña, estos días, mi boca
se abre, levemente.
Si viene caminando por la calle, de frente hacia mí,
es un poco doloroso dejarla pasar,
una vez, me escuché, muy despacio,
gimiendo. Y en el tren, esa vez–
ella no tendría más de veinte,
alta y esbelta– el movimiento del tren
sacudía sus mamas, constante,
como cacerolas llenas de agua, las miré
chapotear, dentro de la piel apretada, y sentí
una gran tristeza. Estoy tan
cansada y sedienta. Quiero chupar
calor dulce, lácteo, la sabrosa
seda de la mujer humana a lo largo de
mi mejilla. Quiero ser un bebé,
quiero ser pequeña y estar desnuda, o con
un pañal seco, entre brazos tiernos
con el pezón en mi boca – trabajarlo, con suavidad,
laxo y generoso en mis encías –
no necesito dientes, ni siquiera las estrellas
diurnas de los dientes en potencia, quiero
ser de huesos blandos, flexible,
una criatura que salió del útero
quizá no hace pocos días
sí un par de semanas, quiero ser un bebé poderoso,
consciente de la dicha, de la nutrición
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

brotando del pecho como la música


de las esferas. Y no quiero
que sea
mi madre. Quiero empezar de nuevo.

34
la
fuente
[1997]
imágenes del cielo
Me encantaba que las formas de los penes,
sus tamaños, sus ángulos, todo en ellos
fuera tal y como yo lo hubiera diseñado
si los hubiera inventado. La piel, el modo en que la piel
se endurece y se ablanda, su flexibilidad
el modo en que la cabeza apenas cabe en la garganta,
su punta casi tocando la válvula del estómago—
primeras

y el pelo, que se extiende, o se arruga, delicado


y libre—no pude superar todo esto,
esta pasión tan intensa en mí
como si hubiera sido hecho a mi voluntad, o mi
deseo hecho a su voluntad—como si lo hubiera
/La fuente, 1997.

conocido antes de nacer, como si


me recordara a mi misma viniendo
a través de él, como Dios
Padre todo a mi alrededor.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

37
me encanta cuando
Me encanta cuando te das vuelta
y te ponés encima mío de noche, tu peso
continuo sobre mí como toneladas de agua, mis
pulmones como una pequeña caja cerrada,
la superficie firme de tus piernas con pelos
abriendo mis piernas, mi corazón crece
hasta convertirse en un guante de box
tenso y violeta y después
a veces me encanta quedarme ahí haciendo
nada, mis poderosos brazos vencidos,
sábanas de seda flotando desde la orilla,
tu hueso púbico una pirámide
punto de apoyo de otro punto
–– radiante piedra angular. Después, en la quietud,
/La fuente, 1997.

me encanta sentirte crecer y crecer en-


tre mis piernas como una planta en cámara rápida
de la misma forma en que, en el auditorio, a
oscuras, cerca del principio de nuestras vidas,
encima de nosotros, los enormes tallos y las flores
se abrían en silencio.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

38
aquella época
plegaria de

A veces me sorprendía a mí misma


arrodillada bajo el marco de la puerta,
una mujer sin fe, rezando:
Por favor no dejes que nada le pase.
No te lleves sus pensamientos,
no trepes hasta su pequeño
cerebro, que alucina en la cuerda floja, y lo empujes.
/La fuente, 1997.

No dejes que babee sobre sus cereales. Pero


si esa es la única forma en que podemos tenerlo
por favor déjanos tenerlo–
incluso si lo único que podemos ver en su cara
son las avenidas, vacías y amplias—
y ponle de nuevo un babero,
y dale cucharadas de azúcar negro, y maíz molido,
y siéntate a su lado por el resto de los días,
deseando que él se quede acá a pesar de que tal vez
esté en el infierno. ¡Pero vivo! Pero vivo en el infierno.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

39
el
padre
[1992]
su quietud
El doctor le dijo a mi padre, “Usted me pidió
que le diga cuando ya no se pueda hacer más nada.
Se lo digo ahora.” Mi padre
/El padre, 1992.

estaba sentado, bastante tranquilo, como siempre,


con ese gesto suyo de no mover los ojos. Yo había imaginado
que iba a volverse loco cuando entendiera que iba a morirse,
que agitaría los brazos y gritaría. Se enderezó,
flaco, y limpio, en su bata limpia,
como un santo. El doctor dijo,
“Podemos hacer algunas cosas que tal vez le den más tiempo,
pero no podemos curarlo.” Mi padre dijo,
“Gracias”. Y se quedó sentado, inmóvil, solo,
con la dignidad de un estadista.
Me senté a su lado. Ese era mi padre.
Siempre supo que era mortal. Y yo había temido que tuvieran
que atarlo. No me acordaba
que siempre había permanecido
quieto y silencioso para soportar las cosas,
el licor una forma de quedarse quieto. No lo había
conocido realmente. Mi padre tenía dignidad.
Al final de su vida, su vida comenzó
a despertar en mí.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

43
la mirada
Cuando mi padre empezó a atragantarse de nuevo
gritó ¡Masaje en la espalda! en tono monocorde,
/El padre, 1992.

como haciendo un anuncio,


este hombre que nunca me había pedido nada.
Estaba muy débil para inclinarse hacia adelante,
entonces deslicé mi mano entre su espalda
caliente y la sábana caliente y él se quedó ahí
con sus ojos abombados, esos ojos
de borratinta usado que nunca me habían
mirado realmente. Me sorprendió su piel
delicada como un seno, voluptuosa
como la piel de un bebé, pero seca, y mi mano
también estaba seca, entonces froté sin esfuerzo, en círculos,
él se quedó mirando fijo y ya no se ahogaba, yo cerré
los ojos y lo froté, como si su cuerpo fuera su alma.
Pude sentir su columna vertebral bien adentro, lo pude
sentir dominado por el ahogo,
toda mi vida había presentido que él estaba dominado por algo.
Se hizo gárgaras, preparé el vaso,
no detuve el masaje, él escupió,
lo felicité, dejé que el inmenso placer
de acariciar a mi padre despertara en mi cuerpo,
y entonces pude tocarlo desde lo hondo de mi corazón,
él cambió de posición, se recostó, sus ojos
saltaron y se oscurecieron, la flema subió,
yo acerqué el vaso hacia sus labios y dejó salir
la cosa y se sentó de nuevo, cierto rubor volvió
a su piel, y levantó su cabeza con timidez pero
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

sin resistencia y me miró


directamente, sólo por un momento, con una cara
oscura y oscuros ojos brillantes y confiados.

44
la
celda
de
oro
[1987]
ciudad de new york
solsticio de verano,

Al final del día más largo del verano ya no pudo soportar más,
subió por las escaleras de hierro hasta el techo del edificio,
y caminó por la blanda superficie de alquitrán, hasta llegar al borde,
puso una pierna sobre el complejo estaño verde de la cornisa
y les dijo que si se acercaban un paso más, se terminaba todo.
Entonces la enorme maquinaria del mundo empezó a funcionar para salvar su vida,
los policías llegaron con sus uniformes azules grisáceos como el cielo de una tarde
nublada,
y uno se puso un chaleco antibalas, un
caparazón negro alrededor de su propia vida,
la vida del padre de sus hijos, por si
/La celda de Oro, 1987.

el hombre estaba armado, y otro, colgado de una


soga como un signo de su deber,
apareció por un agujero en lo alto del edificio vecino
como la brillante aureola que, dicen, está en lo alto de nuestras cabezas
y empezó a acercarse con cuidado hacia el hombre que quería morir.
El policía más alto se acercó hacia él sin rodeos,
suave, lentamente, hablándole, hablando, hablando,
mientras la pierna del hombre colgaba al borde del otro mundo
y la multitud se juntaba en la calle, silenciosa, y la
inquietante red con su entramado implacable fue
desplegada cerca de la vereda y extendida y
estirada como una sábana que se prepara para recibir a un recién nacido.
Después todos se acercaron un poco más
donde él se acurrucaba al lado de su muerte, su remera
resplandecía un brillo lácteo como algo
que crece en un plato, de noche, en un laboratorio y de pronto
todo se detuvo
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

mientras su cuerpo se sacudía y él


bajaba del parapeto e iba hacia ellos
y ellos se acercaban a él, pensé que le iban a dar
una paliza, como una madre que ha perdido
a su hijo y le grita cuando lo encuentra, ellos
lo tomaron de los brazos y lo sostuvieron y
lo apoyaron contra la pared de la chimenea y el
policía alto encendió un cigarrillo
en su propia boca, y se lo dio a él, y
después todos encendieron sus cigarrillos, y
las colillas rojas, radiantes ardieron como
las pequeñas fogatas que encendíamos de noche
en el principio de los tiempos.

47
los
muertos
y los
vivos
[1983]
marilyn monroe
Los hombres de la ambulancia tocaron su frío
cuerpo, lo subieron, pesado como el hierro,
a la camilla, trataron de cerrar
muerte de

su boca, cerraron sus ojos, ataron sus


/Los muertos y los vivos, 1983.

brazos a los costados, corrieron un mechón


de pelo atrapado, como si importara,
vieron la forma de sus pechos, aplanados por
la gravedad, debajo de la sábana,
la llevaron, como si fuera ella misma,
bajando las escaleras.
Estos hombres nunca fueron los mismos. Salieron
después, como siempre,
por uno o dos tragos, pero no pudieron mirarse
a los ojos.

Sus vidas dieron


un vuelco – uno tuvo pesadillas, extraños
dolores, impotencia, depresión. A otro ya no le gustaba
su trabajo, su mujer parecía
distinta, sus hijos. Incluso la muerte
le pareció distinta –un lugar donde ella
lo estaría esperando,

y otro se encontró parado de noche


en el umbral de la habitación del sueño, escuchando a
una mujer respirar, tan solo una mujer
común
respirando.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

51
la ausente
/Los muertos y los vivos, 1983. (Para Muriel Rukeyser)

La gente te sigue viendo y me cuenta


lo blanca que estás, lo flaca que estás.
Hace un año no te veo, pero lentamente estás
apareciendo sobre mi cabeza, blanca como
pétalos, blanca como leche, los oscuros
angostos tallos de tus tobillos y tus muñecas,
hasta que estás siempre conmigo, una floreciente
rama suspendida sobre mi vida.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

52
para mi hija
/Los muertos y los vivos, 1983.

Esa noche va a llegar. En algún lugar alguien va a


penetrarte, su cuerpo cabalgando
bajo tu cuerpo blanco, separando
tu sangre de tu piel, tus oscuros, líquidos
ojos abiertos o cerrados, el sedoso
aterciopelado pelo de tu cabeza fino
como el agua derramada de noche, los delicados
hilos entre tus piernas rizados
como puntadas desprolijas. El centro de tu cuerpo
se va a abrir, como una mujer que rompe la costura
de su pollera para poder correr. Va a pasar,
y cuando pase yo voy a estar exactamente acá
en la cama con tu padre, así como cuando vos aprendiste a leer
ibas y leías en tu habitación
mientras yo leía en la mía, versiones de la misma historia
que varían en la narración, la historia del río.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

53
satán
dice
[1980]
ese año
/Satán dice, 1980.

El año de la máscara de sangre, mi padre


golpeando la puerta de vidrio para entrar

fue el año en que encontraron


el cuerpo de ella en las montañas
en una tumba poco profunda, desnuda, blanca como
un hongo, en estado de descomposición,
violada, asesinada, la chica de mi clase.

Ese fue el año en que mi madre nos llevó


y nos escondió para que no estuviéramos ahí
cuando le dijo que se fuera; para que no hubiera otro
atarnos de las muñecas a la silla
o negarnos la comida, no más
forzarnos a comer, la cabeza sujetada hacia atrás,
por la garganta en el restaurant,
la vergüenza de la leche vomitada
sobre el suéter con su vergüenza de pechos recientes

Ese fue el año


en que empecé a sangrar,
cruzando ese límite por la noche

y en Historia, llegamos por fin


a Auschwitz, en mi ignorancia
sentí como si lo reconociera,
la cara de mi padre como la cara de un guardia
apartándose– o peor aún
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

girando hacia mí.

Las simétricas pilas de cuerpos blancos,


la forma de pechos redondos
y blancos de los montones
el olor del humo, los perros las púas la
soga el hambre. Esto le había sucedido a gente
sólo algunos años atrás,
en Alemania, los guardias eran protestantes
como mi padre y yo, pero en mis sueños,
cada noche, yo era una de aquellas
a punto de ser asesinadas. Le había pasado a seis millones
de judíos, a la familia de Jesús
Yo no estaba entre ellos– y no todos
habían muerto, y había una palabra
que quería, en mi ignorancia,
compartir con ellos, la palabra sobreviviente.

57
es tarde
/Satán dice, 1980.

La bruma recorre el jardín


como el humo de una batalla.
Estoy tan cansada de las mujeres lavando los platos
y de cuán inteligentes son los hombres, y de cómo quiero
morder sus bocas y sentir sus pijas duras contra mí.

La bruma se mueve, sobre los arbustos


brillantes de hiedra venenosa y negros
frutos como piedras. Estoy cansada de los hijos.
Estoy cansada de lavar la ropa, quiero ser genial.

La niebla se extiende en silencio sobre la maleza.


Estamos sitiadas. La única forma de salir es a través
del fuego, y yo no acepto ni un solo pelo más
ninguna otra cabeza quemada.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

58
ahogándose
(Para Emily Davidson)

Las madres están sentadas en la cocina, las últimas


horas de la tarde, la luz como resina
sólida en el agua junto a los tallos dorados,
el té como ámbar de bailarinas; se sumergen
/Satán dice, 1980.

en su lengua, charlan. Están siempre temiendo


lo peor para sus hijos; la grieta entre las tablas,
el clavo, el gancho, las escaleras al sótano,
toda la sangre de sus pequeños cuerpos –

Si mirás por la ventana mientras la oscuridad se filtra


y el cuarto es como una jarra amarilla,
hay un ángulo, hay un momento, en que se puede ver que cada
madre

lleva una mujer colgada al cuello


arrastrándola– su propia madre que la agarra y la hunde
en la luz que se apaga.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

59
satán dice
Estoy encerrada en una pequeña caja de cedro
que tiene una imagen de pastores en el frente,
/Satán dice, 1980.

y un tallado a ambos lados.


La caja se sostiene sobre patas curvas.
Tiene un cerrojo de oro, en forma de corazón
y sin llave. Intento escribir para encontrar
la salida de la caja cerrada
que huele a cedro. Satán
viene hasta mí, a la caja cerrada
y dice, Voy a sacarte de acá. Decí
mi padre es una mierda. Digo
mi padre es una mierda y Satán
se ríe y dice, Se está abriendo.
Decí que tu madre es una puta.
Mi madre es una puta. Algo
se abre y se quiebra cuando lo digo.
Mi espalda se endereza en la caja de cedro
como la espalda rosa de la bailarina del prendedor
con un ojo de rubí, que descansa a mi lado
en el terciopelo de la caja de cedro.
Decí mierda, decí muerte, decí a la mierda el padre,
me dice Satán, al oído.
El dolor del pasado encerrado zumba
en la caja de la infancia en su escritorio, bajo
el terrible ojo esférico del estanque
con grabados de rosas a su alrededor, donde
el odio a ella misma se contemplaba en su pena.
Mierda. Muerte. A la mierda el padre.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

Algo se abre. Satán dice


¿No te sentís mucho mejor?
La luz parece quebrarse sobre el delicado
prendedor edelweiss, tallado en dos
tipos de madera. También lo amo,
sabés, le digo a Satán desde lo oscuro
de la caja cerrada. Los amo pero
estoy tratando de contar lo que ocurrió
en nuestro pasado perdido. Por supuesto, dice él
y sonríe, por supuesto. Ahora decí: tortura.
Veo, a través de la oscuridad impregnada de cedro,

60
el borde de una gran bisagra que se abre.
Decí: la pija del padre, la concha
de la madre, dice Satán, Voy a sacarte.
El ángulo de la bisagra se ensancha
hasta que veo el contorno del tiempo
antes de que yo existiera, cuando ellos estaban
encerrados en la cama. Cuando digo
las palabras mágicas, Pija, Concha,
amablemente Satán dice, Salí.
Pero el aire de afuera
es pesado y denso como humo caliente.
Vení, dice, y siento su voz
respirando desde afuera.
La salida es a través de la boca de Satán.
Entrá en mi boca, dice, ya estás ahí,
y la enorme bisagra
empieza a cerrarse. Ah no, también
los amaba, resguardo
mi cuerpo tenso
en la casa de cedro.
Satán se esfuma por el ojo de la cerradura.
Me quedo encerrada en la caja, él sella
el cerrojo en forma de corazón con la cera de su lengua.
Ahora es tu tumba, dice Satán.
Apenas escucho;
caliento mis manos
frías en el ojo de rubí
de la bailarina –el fuego,
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

el súbito descubrimiento de lo que es el amor.

61
en de Sharon Olds
stag’s
leap
[2012]
crazy
/Stag’s Leap, 2012.

I've said that he and I had been crazy


for each other, but maybe my ex and I were not
crazy for each other. Maybe we
were sane for each other, as if our desire
was almost not even personal—
it was personal, but that hardly mattered, since there
seemed to be no other woman
or man in the world. Maybe it was
an arranged marriage, air and water and
earth had planned us for each other—and fire,
a fire of pleasure like a violence
of kindness. To enter those vaults together, like a
solemn or laughing couple in formal
step or writhing hair and cry, seemed to
me like the earth's and moon's paths,
inevitable, and even, in a way,
shy—enclosed in a shyness together,
equal in it. But maybe I
was crazy about him—it is true that I saw
that light around his head when I'd arrive second
at a restaurant—oh for God's sake,
I was besotted with him. Meanwhile the planets
orbited each other, the morning and the evening
came. And maybe what he had for me
was unconditional, temporary
affection and trust, without romance,
though with fondness—with mortal fondness. There was no
tragedy, for us, there was
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

the slow–revealed comedy


of ideal and error. What precision of action
it had taken, for the bodies to hurtle through
the sky for so long without harming each other.

67
the easel
/Stag’s Leap, 2012.

When I build a fire, I feel purposeful––


proud I can unscrew the wing nuts
from off the rusted bolts, dis–
assembling one of the things my ex
left when he left right left. And laying its
narrow, polished, maple angles
across the kindling, providing for updraft––
good. Then by flame–light I see: I am burning
his old easel. How can that be,
after the hours and hours–all told, maybe
weeks, a month of stillness–modelling
for him, our first years together,
odour of acrylic, stretch of treated
canvas. I am burning his left–behind craft,
he who was the first to turn
our family, naked, into art.
What if someone had told me, thirty
years ago: If you give up, now,
wanting to be an artist, he might
love you all your life–what would I
have said? I didn’t even have an art,
it would come from out of our family’s life–
what could I have said: nothing will stop me.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

68
the worst thing
One side of the highway, the waterless hills.
The other, in the distance, the tidal wastes,
estuaries, bay, throat
of the ocean. I had not put it into
words, yet—the worst thing,
but I thought that I could say it, if I said it
word by word. My friend was driving,
/Stag’s Leap, 2012.

sea–level, coastal hills, valley,


foothills, mountains—the slope, for both,
of our earliest years. I had been saying
that it hardly mattered to me now, the pain,
what I minded was—say there was
a god—of love—and I’d given—I had meant
to give—my life—to it—and I
had failed, well I could just suffer for that—
but what, if I,
had harmed, love? I howled this out,
and on my glasses the salt water pooled, almost
sweet to me, then, because it was named,
the worst thing—and once it was named,
I knew there was no god, there were only
people. And my friend reached over,
to where my fists clutched each other,
and the back of his hand rubbed them, a second,
with clumsiness, with the courtesy
of no eros, the homemade kindness.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

69
unspeakable
Now I come to look at love
in a new way, now that I know I’m not
standing in its light. I want to ask my
almost-no-longer husband what it’s like to not
/Stag’s Leap, 2012.

love, but he does not want to talk about it,


he wants a stillness at the end of it.
And sometimes I feel as if, already,
I am not here – to stand in his thirty-year
sight, and not in love’s sight,
I feel an invisibility
like a neutron in a cloud chamber buried in a mile-long
accelerator, where what cannot
be seen is inferred by what the visible
does. After the alarm goes off,
I stroke him, my hand feels like a singer
who sings along with him, as if it is
his flesh that’s singing, in its full range,
tenor of the higher vertebrae,
baritone, bass, contrabass.
I want to say to him, now, What
was it like, to love me – when you looked at me,
what did you see? When he loved me, I looked
out at the world as if from inside
a profound dwelling, like a burrow, or a well, I’d gaze
up, at noon, and see Orion
shining – when I thought he loved me, when I thought
we were joined not just for breath’s time,
but for the long continuance,
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

the hard candies of femur and stone,


the fastnesses. He shows no anger,
I show no anger but in flashes of humour,
all is courtesy and horror. And after
the first minute, when I say, Is this about
her, and he says, No, it’s about
you, we do not speak of her.

70
the last hour
Suddenly, the last hour
before he took me to the airport, he stood up,
bumping the table, and took a step
toward me, and like a figure in an early
/Stag’s Leap, 2012.

science fiction movie he leaned


forward and down, and opened an arm,
knocking my breast, and he tried to take some
hold of me, I stood and we stumbled,
and then we stood, around our core, his
hoarse cry of awe, at the centre,
at the end of, of our life. Quickly, then,
the worst was over, I could comfort him,
holding his heart in place from the back
and smoothing it from the front, his own
life continuing, and what had
bound him, around his heart – and bound him
to me – now lying on and around us,
sea–water, rust, light , shards,
the little eternal curls of eros
beaten out straight.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

71
the healers
When they say, If there are any doctors aboard,
would they make themselves known, I remember when my then
/Stag’s Leap, 2012.

husband would rise, and I would get to be


the one he rose from beside. They say now
that it does not work, unless you are equal.
And after those first thirty years,
I was not the one he wanted to rise from
or return to – not I but she who would also
rise, when such were needed. Now I see them,
lifting, side by side, on wide,
medical, wading–bird wings – like storks with the
doctor bags of like–loves–like
dangling from their beaks. Oh well. It was the way
it was, he did not feel happy when words
were called for, and I stood.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

72
bruise ghazal
Now a black-and-blue oval on my hip has turned blue-
violet as the ink-brand on the husk-fat of a prime
cut, sore as a lovebite, but too
large for a human mouth. I like it, my
flesh brooch–gold rim, envy-color
cameo within, and violet mottle
/Stag’s Leap, 2012.

on which the door-handle that bit is a black


purple with wiggles like trembling decapede
legs. I count back the days, and forward
to when it will go its rot colors and then
slowly fade. Some people think I should
be over my ex by now–maybe
I thought I might have been over him more
by now. Maybe I’m half over who he
was, but not who I thought he was, and not
over the wound, sudden deathblow
as if out of nowhere, though it came from the core
of our life together. Sleep now, Sharon,
sleep. Even as we speak, the work is being
done, within. You were born to heal.
Sleep and dream–but not of his return.
Since it cannot harm him, wound him, in your dream.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

73
known to be left
If I pass a mirror, I turn away,
I do not want to look at her,
and she does not want to be seen. Sometimes
I don’t see how I’m going to go on doing this.
Often, when I feel that way,
within a few minutes I am crying, remembering
his body, or an area of it,
his backside often, a part of him
/Stag’s Leap, 2012.

just right now to think of, luscious, not too


detailed, and his back turned to me.
After tears, the heart is less sore,
as if some goddess of humanness
within us has caressed us with a gush of tenderness.
I guess that’s how people go on, without
knowing how. I am so ashamed
before my friends – to be known to be left
by the one who supposedly knew me best,
each hour is a room of shame, and I am
swimming, swimming, holding my head up,
smiling, joking, ashamed, ashamed,
like being naked with the clothed, or being
a child, having to try to behave
while hating the terms of your life. In me now
there’s a being of sheer hate, like an angel
of hate. On the badminton lawn, she got
her one shot, pure as an arrow,
while through the eyelets of my blouse the no–see–ums
bit the flesh no one seems now
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

to care to touch. In the mirror, the torso


looks like a pinup hives martyr,
or a cream pitcher speckled with henbit and pussy-paws,
full of the milk of human kindness
and unkindness, and no one is lining up to drink.
But look! I am starting to give him up!
I believe he is not coming back. Something
has died, inside me, believing that,
like the death of a crone in one twin bed
as a child is born in the other. Have faith,
old heart. What is living, anyway,
but dying.

74
one
secret
thing
[2008]
everything
/One secret Thing, 2008.

Most of us are never conceived.


Many of us are never born–
we live in a private ocean for hours,
weeks, with our extra or missing limbs,
or holding our poor second head,
growing from our chest, in our arms. And many of us,
sea–fruit on its stem, dreaming kelp
and whelk, are culled in our early months.
And some who are born live only for minutes,
others for two, or for three, summers,
or four, and when they go, everything
goes –the earth, the firmament–
and love stays, where nothing is, and seeks.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

77
diagnosis
/One secret Thing, 2008.

By the time I was six months, she knew something


was wrong with me. I got looks on my face
she had not seen on any child
in the family, or the extended family,
or the neighborhood. My mother took me in
to the pediatrician with the kind hands,
a doctor with a name like a suit size for a wheel:
Hug Long. My mom did not tell him
what she thought in truth, that I was Possessed.
It was just these strange looks on my face –
He held me, and conversed with me,
chatting as one does with a baby, and my mother
said, She´s doing it now! Look!
She´s doing it now! and the doctor said,
What you daughter has
has called a sense
of humor. Ohhh, she said, and took me
back to the house where that sense would be tested
and found to be incurable.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

78
the
unswept
room
[2002]
the empty nest
Slowly it strikes me how quiet it is.
sunday in

It’s deserted at our house. There’s no one here,


no one needing anything of us,
and no one will need anything of us
/The unswept room, 2002.

for months. No one will walk into the bedroom


and ask for something. I feel like someone
abandoned-- taken somewhere, and left,
some kind of resort, there’s nothing for us to do
for anyone, everything is easy.
Maybe we’re dead, maybe this
is heaven. After the hour in love’s bed, and then
sleeping a little, we half wake
and I look, into your eyes, or into
the inner white of one eye
while the lovely lids do their wide-horizon
basking jerk, I find I can go
inhuman watching that—the single near-
simultaneous dip and rise—I for-
get the word for eyes and the concept of eyes, I just
look , an animal looking into the
liquid inside the other’s head,
or through a tapered peephole into
the diorama of another dimension,
cloud, sky, pelagic water, the
Sea of Eden, I am looking deep
across it, as if without knowledge, without use.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

81
blood,
tin,
straw
[1999]
when it comes
Even when you’re not afraid you might be pregnant,
it’s lovely when it comes, and it’s a sexual loveliness,
right along that radiant throat
and lips, the first hem of it,
/Blood, tin, straw, 1999.

and at times, the last steps across the bathroom,


you make a dazzling trail, the petals
the flower–girl scatters under the feet of the bride. And then the colors of it,
sometimes an almost golden red,
or a black vermilion, the drop that leaps
and opens slowly in the water, gel
sac of a galaxy,
the black–violet, lobed pool, calm
as a lake on the back of the moon, it is all
woundless, even the little spot
in jet and crimson spangled tights who
flings her fine tightrope out
to the left and to the right in that luminous arena,
green upper air of the toilet bowl,
she cannot die. There will be an egg in there,
somewhere, minute, winged with massive
uneven pennons of serum, cell that up
close is a huge, sodden, pocked planet,
but it was not anyone yet. Sometimes,
when I watch the delicate show,
like watching snow, or falling stars,
I think of men, what could it seem to them
that we see the blood pour slowly from our sex,
as if the earth sighed, slightly,
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

and we felt it, and saw it,


as if life moaned a little, in wonder, and we were it.

85
the babysitter
The baby was about six months old,
a girl. The length of her life, I had not
touched anyone. That night, when they went out
I held the baby along my arm and
/Blood, tin, straw, 1999.

put her mouth to my cotton shirt.


I didn’t really know what a person was, I
wanted someone to suck my breast,
I ended up in the locked bathroom,
naked to the waist, holding the baby,
and all she wanted was my glasses, I held her
gently, waiting for her to turn,
like a cherub, and nurse. And she wouldn’t, what she wanted
was my glasses. Suck me, goddamnit, I thought,
I wanted to feel the tug of another
life, I wanted to feel needed, she grabbed for my
glasses and smiled. I put on my bra
and shirt, and tucked her in, and sang to her
for the last time — clearly it
was the week for another line of work —
and turned out the light. Back in the bathroom
no light, I lay on the floor, bared
my chest against the icy tiles,
slipped my hand between my legs and
rode, hard, against the kiln–fired floor, my
nipples holding me up off the glazed
aquamarine, as if I were flying,
upside–down, just under the ceiling of the world.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

86
/Blood, tin, straw, 1999.
once
I saw my father naked, once, I
opened the blue bathroom’s door
which he always locked — if it opened, it was empty —
and there, surrounded by glistening turquoise
tile, sitting on the toilet, was my father,
all of him, and all of him
was skin. In an instant my gaze ran
in a single, swerving, unimpeded
swoop, up: toe, ankle,
knee, hip, rib, nape,
shoulder, elbow, wrist, knuckle,
my father. He looked so unprotected,
so seamless, and shy, like a girl on a toilet,
and even though I knew he was sitting
to shit, there was no shame in that
but even a human peace. He looked up,
I said Sorry, backed out, shut the door
but I’d seen him, my father a shorn lamb,
my father a cloud in the blue sky
of the blue bathroom, my eye had driven
up the hairpin mountain road of the
naked male, I had turned a corner
and found his flank ungarded — gentle
bulge of the hip–joint, border of the pelvic cradle.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

87
these days
/Blood, tin, straw, 1999.

Whenever I see large breasts


on a small woman, these days, my mouth
drops open, slightly.
If she’s walking down the street, toward me,
it’s a little painful to let her pass,
once, I heard myself, very quietly,
moan. And on the train, that time--
she couldn’t have been much more than twenty,
tall and willowy-- the motion of the train
jiggled her mammae steadily
like two panfuls of water, I watched them
slosh in their tight skins, and a great
sadness came over me. I am so
tired, and thirsty. I want to suck
sweet, lacteal heat, with the savory
silk of the human woman along
my cheek. I want to be a baby,
I want to be small and naked, or with
a dry diaper, in fond arms
with the nipple in my mouth-- to work it, gently,
in its lax, nursing state with my gums--
I do not want teeth, not even the day
stars of teeth-to-be , I want
to be soft bone, bendable,
a creature who has come out of the womb
maybe not days before,
but a couple of weeks, I want to be a capable baby,
conscious of bliss, of the nourishment
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

streaming out of the breast like the music


of the spheres. And I don’t
want it to be
my mother. I want to start over.

88
the
wellspring
[1997]
early images
of heaven
It amazed me that the shapes of penises,
their sizes, and angles, everything about them
was the way I would have designed them if I had
/The wellspring, 1997.

invented them. The skin, the way the skin


thickens and thins, its suppleness,
the way the head barely fits in the throat,
its mouth almost touching the valve of the stomach ––
and the hair, which lifts, or crinkles, delicate
and free –– I could not get over all this,
the passion for it as intense in me
as if it were made to my order, or my
desire made to its order –– as if I had
known it before I was born, as if
I remembered coming through it, like God
the Father all around me.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

91
i love it when
I love it when you roll over
and lie on me in the night, your weight
steady on me as tons of water, my
lungs like a little, shut box,
/The wellspring, 1997.

the firm, haired surface of your legs


opening my legs, my heart swells
to a taut purple boxing glove and then
sometimes I love to lie there doing
nothing, my powerful arms thrown down,
bolts of muslin rippling from the selvage,
your pubic bone a pyramid set
point down on the point of another
–glistening fulcrum. Then, in the stillness,
I love to feel you grow and grow be–
tween my legs like a plant in fast motion
the way, in the auditorium, in the
dark, near the beginning of our lives,
above us, the enormous stems and flowers
unfolded in silence.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

92
prayer during

I would sometimes find myself leaning on a doorframe,


a woman without belief, praying:
that time

Please don’t let anything happen to him.


Don’t take his thoughts away,
don’t go up to his small, dazzled
/The wellspring, 1997.

brain on the high wire and push it off.


Don’t leave him drooling in his cereal. And yet
if that’s the only way we can have him
please let us have him--
even if all we can see in his face
are the avenues, empty and spacious--
and put a bib on him again,
and spoon him brown sugar, and hominy,
and sit with him for the rest of our days,
wanting to keep him here even though
he might be in hell. But alive! But alive in hell.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

93
the
father
[1992]
his stillness
The doctor said to my father, “You asked me
to tell you when nothing more could be done.
That’s what I’m telling you now.” My father
sat quite still, as he always did,
/The father, 1992.

especially not moving his eyes. I had thought


he would rave if he understood he would die,
wave his arms and cry out. He sat up,
thin, and clean, in his clean gown,
like a holy man. The doctor said,
“There are things we can do which might give you time,
but we cannot cure you.” My father said,
“Thank you.” And he sat, motionless, alone,
with the dignity of a foreign leader.
I sat beside him. This was my father.
He had known he was mortal. I had feared they would have
to tie him down. I had not remembered
he had always held still and kept quiet to bear things,
the liquor a way to keep still. I had not
known him. My father had dignity. At the
end of his life his life began
to wake in me.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

97
the look
/The father, 1992.

When my father started choking again


he cried out Back rub! in a monotone,
as if making an announcement,
this man who had never asked me for anything.
He was too weak to lean forward much,
so I slid my hand between his hot
back and the hot sheet and he sat there
with his eyes bulging, those used India–
ink–eraser eyes that had never really
looked at me. His skin shocked me,
silky as a breast, voluptuous
as a baby's skin, but dry, and my hand
was dry, so I rubbed easily, in circles,
he stared and did not choke, I closed
my eyes and rubbed as if his body were his soul.
I could feel his backbone deep inside, I could
feel him under the rule of the choking,
all my life I had felt he was under a rule.
He gargled, I got the cup ready,
I didn't vary the stroke, he spat, I
praised him, I let the full pleasure
of caressing my father come awake in my body,
and then I could touch him from deep in my heart,
he shifted in the bed, he tilted, his eyes
bugged out and darkened, the mucus rose,
I held the cup to his lips and he slid out
the mass and sat back, a flush came into
his skin, and he lifted his head shyly but
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

without reluctance and looked at me


directly, for just a moment, with a dark
face and dark shining confiding eyes.

98
the
gold
cell
[1987]
summer solstice,
new york city
By the end of the longest day of the year he could not stand it,
he went up the iron stairs through the roof of the building
and over the soft, tarry surface
to the edge, put one leg over the complex green tin cornice
and said if they came a step closer that was it.
Then the huge machinery of the earth began to work for his life,
the cops came in their suits blue-grey as the sky on a cloudy evening,
and one put on a bullet-proof vest, a
/The gold cell, 1987.

black shell around his own life,


life of his children’s father, in case
the man was armed, and one, slung with a
rope like the sign of his bounden duty,
came up out of a hole in the top of the neighboring building
like the gold hole they say is in the top of the head,
and began to lurk toward the man who wanted to die.
The tallest cop approached him directly,
softly, slowly, talking to him, talking, talking,
while the man’s leg hung over the lip of the next world
and the crowd gathered in the street, silent, and the
hairy net with its implacable grid was
unfolded near the curb and spread out and
stretched as the sheet is prepared to receive a birth.
Then they all came a little closer
where he squatted next to his death, his shirt
glowing its milky glow like something
growing in a dish at night in the dark in a lab and then
everything stopped
as his body jerked and he
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

stepped down from the parapet and went toward them


and they closed on him, I thought they were going to
beat him up, as a mother whose child has been
lost will scream at the child when its found, they
took him by the arms and held him up and
leaned him against the wall of the chimney and the
tall cop lit a cigarette
in his own mouth, and gave it to him, and
then they all lit cigarettes, and the
red, glowing ends burned like the
tiny campfires we lit at night
back at the beginning of the world.

101
the
dead
and the
living
[1983]
marilyn monroe
The ambulance men touched her cold
body, lifted it, heavy as iron,
onto the stretcher, tried to close the
mouth, closed the eyes, tied the
/The dead and the living, 1983.

arms to the sides, moved a caught


death of

strand of hair, as if it mattered,


saw the shape of her breasts, flattened by
gravity, under the sheet,
carried her, as if it were she,
down the steps.
These men were never the same. They went out
afterwards, as they always did,
for a drink or two, but they could not meet
each other's eyes.

Their lives took


a turn–one had nightmares, strange
pains, impotence, depression. One did not
like his work, his wife looked
different, his kids. Even death
seemed different to him–a place where she
would be waiting,
and one found himself standing at night
in the doorway to a room of sleep, listening to a
woman breathing, just an ordinary
woman
breathing.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

105
absent one
/The dead and the living, 1983. (For Muriel Rukeyser)

People keep seeing you and telling me


how white you are, how thin you are.
I have not seen you for a year, but slowly you are
forming above my head, white as
petals, white as milk, the dark
narrow stems of your ankles and wrists,
until you are always with me, a flowering
branch suspended over my life.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

106
for my daughter
That night will come. Somewhere someone will be
entering you, his body riding
under your white body, dividing
your blood from your skin, your dark, liquid
/The dead and the living, 1983.

eyes open or closed, the slipping


silken hair of your head fine
as water poured at night, the delicate
threads between your legs curled
like stitches broken. The center of your body
will tear open, as a woman will rip the
seam of her skirt so she can run. It will happen,
and when it happens I will be right here
in bed with your father, as when you learned to read
you would go off and read in your room
as I read in mine, versions of the story
that changes in the telling, the story of the river.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

107
satan
says
[1980]
that year
/Satan says, 1980.

The year of the mask of blood, my father


hammering on the glass door to get in

was the year they found her body in the hills,


in a shallow grave, naked, white as
mushroom, partially decomposed,
raped, murdered, the girl from my class.

That was the year my mother took us


and hid us so we would not be there
when she told him to leave; so there wasn't another
tying by the wrist to the chair,
or denial of food, not another
forcing of food, the head held back,
down the throat at the restaurant,
the shame of vomited buttermilk
down the sweater with its shame of new breasts.

That was the year


I started to bleed,
crossing over that border in the night,

and in Social Studies, we came at last


to Auschwitz, in my ignorance
I felt as I recognized it
like my father's face, the face of a guard
turning away––or worse yet
turning toward me.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

The symmetrical piles of white bodies,


the round, white breast–shapes of the heaps,
the smell of the smoke, the dogs the wires the
rope the hunger. This had happened to people,
just a few years ago,
in Germany, the guards were Protestants
like my father and me, but in my dreams,
every night, I was one of those
about to be killed. It had happened to six million
Jews, to Jesus's family
I was not in––and not everyone
had died, and there was a word for them
I wanted, in my ignorance,
to share some part of, the word survivor.

111
/Satan says, 1980.
late
The mist is blowing across the yard
like smoke from a battle.
I am so tired of the women doing dishes
and how smart the men are, and how I want to
bite their mouths and feel their hard cocks against me.

The mist moves, over the bushes


bright with poison ivy and black
berries like stones. I am tired of the children,
I am tired of the laundry, I want to be great.

The fog pours across the underbrush in silence.


We are sealed in. The only way out is through
fire, and I do not want a single
hair of a single head singed.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

112
drowning
(For Emily Davidson)

The mothers are sitting in the kitchen, late


/Satan says, 1980.

afternoon, light like resin


solid in the water with the goldenrod stems,
tea like dancers’ rosin; they dip in their
tongues and talk. They are always fearing
disaster for their children: the slit between the boards,
the nail, the hook, the cellar stairs,
all the blood from the small bodies –

If you look through the window as the darkness seeps in


and the room is like an amber jar of water,
there is an angle, there is a moment, when you can see that each
mother
has a woman clinging around her neck
and bearing down – her own mother
grasping her and descending
into the failing light.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

113
satan says
I am locked in a little cedar box
with a picture of shepherds pasted onto
/Satan says, 1980.

the central panel between carvings.


The box stands on curved legs.
It has a gold, heart-shaped lock
and no key. I am trying towrite my
way out of the closed box
redolent of cedar. Satan
comes to me in the locked box
and says, I'll get you out. Say
My father is a shit. I say
my father is a shit and Satan
laughs and says, It's opening.
Say your mother is a pimp.
My mother is a pimp. Something
opens and breaks when I say that.
My spine uncurls in the cedar box
like the pink back of the ballerina pin
with a ruby eye, resting beside me on
satin in the cedar box.
Say shit, say death, say fuck the father,
Satan says, down my ear.
The pain of the locked past buzzes
in the child's box on her bureau, under
the terrible round pond eye
etched around with roses, where
self-loathing gazed at sorrow.
Shit. Death. Fuck the father.
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

Something opens. Satan says


Don't you feel a lot better?
Light seems to break on the delicate
edelweiss pin, carved in two
colors of wood. I love him too,
you know, I say to Satan dark
in the locked box. I love them but
I'm trying to say what happened to us
in the lost past. Of course, he says
and smiles, of course. Now say: torture.
I see, through blackness soaked in cedar,

114
the edge of a large hinge open.
Say: the father's cock, the mother's
cunt, says Satan. I'll get you out.
The angle of the hinge widens
until I see the outlines of
the time before I was, when they were
locked in the bed. When I say
the magic words, Cock, Cunt,
Satan softly says, Come out.
But the air around the opening
is heavy and thick as hot smoke.
Come in, he says, and I feel his voice
breathing from the opening.
The exit is through Satan's mouth.
Come in my mouth, he says, you're there
already, and the huge hinge
begins to close. Oh no, I loved
them, too, I brace
my body tight
in the cedar house.
Satan sucks himself out the keyhole.
I'm left locked in the box, he seals
the heart-shaped lock with the wax of his tongue.
It's your coffin now, Satan says.
I hardly hear;
I am warming my cold
hands at the dancer's
ruby eye--
Salto del Ciervo / Sharon Olds / Traducción de Natalia Leiderman y Patricio Foglia

the fire, the suddenly discovered knowledge of love.

115

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