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LA FE EN JESUCRISTO DIOS Y HOMBRE

1. EXISTENCIA HISTÓRICA DE JESUCRISTO


Los documentos de la historia que nos hablan de Jesús se pueden reducir a tres fuentes:
los cristianos, los judíos y los romanos, tal como se expone en el siguiente esquema:

1.1. TESTIMONIOS CRISTIANOS

Los datos cristianos que tenemos, en especial los escritos del Nuevo Testamento,
prueban la existencia histórica de Jesucristo y tienen garantía de autenticidad bien
probada.
Además, la abundante literatura cristiana, que muy pronto surgió, prueba con
infinidad de datos la vida y los milagros de Jesucristo, así como lo más destacado de sus
enseñanzas.

1.2. TESTIMONIOS JUDÍOS


Los testimonios judíos del tiempo de Jesús se pueden dividir en dos grupos.
a) Escritos rabínicos
Como es lógico, los escritos que proceden de los rabinos judíos sobre Jesús son escasos
y dan interpretaciones parciales e irreverentes. Así sucede, por ejemplo, en el libro
llamado Talmud, uno de los principales textos religiosos judíos.
b) Escritos históricos
En concreto, el historiador judío Flavio Josefo, en sus libros Antigüedades judías y La
guerra de los judíos, escritos a finales del siglo i, habla de Jesús y da detalles de su vida.
Llama la atención la simpatía que parece manifestar Flavio Josefo hacia Jesús:
«En este tiempo vivió un tal Jesús, hombre excepcional si es permitido llamarle hombre,
porque llevaba a cabo obras prodigiosas. Era el maestro de la gente que se mostraba
dispuesta a recibir la verdad; arrastró a mucha gente que se mostraba dispuesta entre
judíos y griegos. Se pensaba que era el Cristo, pero, según el juicio de los principales
entre los nuestros, no lo era. Por este motivo, Pilato lo crucificó y le dio muerte» (Flavio
Josefo, Antigüedades judías, 18).

1.3. TESTIMONIOS ROMANOS


A pesar de que la figura de un hebreo, trabajador manual que acaba su vida condenado a
muerte en la cruz, no debería llamar la atención a los escritores romanos, lo cierto es
que importantes cronistas del Imperio romano nos han dejado claros testimonios de la
vida de Jesús. Los más explícitos son tres:
Plinio el Joven (62-114), gobernador de la provincia romana de Bitinia, consulta al
emperador Trajano sobre la conducta a seguir en el cumplimiento del Decreto que
condenaba a muerte a los cristianos.
Otros testimonios importantes proceden del historiador Tácito (59-119); en SL obra
Anales de Roma (116) habla de los cristianos con ocasión del incendie de Roma y la
falsa acusación de Nerón contra ellos. El texto de Tácito afirma que en tiempos del
emperador Nerón los cristianos «eran odiados por sus crímenes» y añade que «se les
castigó con penas horribles, siendo desgarrados por los perros, clavados en cruces y
quemados a modo de antorchas nocturnas». Concluye el texto diciendo que la represión
no fue tanto por conveniencia pública cuanto por la crueldad del emperador (Tácito,
Anales de Roma, 3, 15).
También el historiador romano Suetonio (70-160) en su obra Vida de los Doce Césares,
en el capítulo dedicado al emperador Claudio hace alusiones a le persona de Jesús y
tacha al cristianismo de «superstición maléfica».

2. HISTORICIDAD, AUTENTICIDAD Y VERACIDAD DE LOS EVANGELIOS


Los datos fundamentales acerca de la existencia de Jesús de Nazaret, de su vida y
doctrina, los conocemos por el Nuevo Testamento, especialmente, por los cuatro
evangelios. Ahora bien, la cuestión está justamente en precisar la credibilidad de lo que
dicen los evangelios. Las cuestiones que se plantean al respecto son tres:
1. Historicidad: se trata de conocer quién es el autor de un libro y, si es posible, datar
la fecha en que fue escrito.
2. Autenticidad: se trata de saber si el texto que conocemos responde exactamente a
lo que escribió su autor, o si, por el contrario, se ha añadido o suprimido algo.
3. Veracidad: en el supuesto de que sepamos quién y cuándo se escribió una obra y
nos conste que el libro el cual leemos es el mismo que salió de la pluma del autor,
cabe aún preguntar, ¿cómo podemos estar seguros de que el autor es veraz, es decir,
narra lo que realmente ocurrió?

2.1. HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS


En relación con los autores, los primeros documentos cristianos constatan que Mateo,
Marcos, Lucas y Juan son los autores de los evangelios. Así, por ejemplo, Papías,
obispo de Hierápolis y discípulo de san Juan, en su obra Explanación de los oráculos
del Señor (a. 130), menciona expresamente como autores a los cuatro evangelistas:
Mateo, Marcos, Lucas y Juan. La Tradición de la Iglesia es unánime en este punto.
En cuanto a las fechas, los datos son más imprecisos, pero los investigadores modernos
han señalado una franja entre los años 45 y 70 para la composición de los evangelios
sinópticos. La composición del evangelio de san Juan se sitúa a finales del siglo I.

2.2. AUTENTICIDAD DE LOS EVANGELIOS


Como puedes imaginar, no conservamos «el original» (el primer pliego donde fueron
escritos) de los evangelios, como de ninguna obra de la Antigüedad. Pero conservamos
muchas copias manuscritas muy antiguas, unas 6000 en griego y más de 40 000
manuscritos antiguos procedentes de lugares muy diversos y escritos en distintas
lenguas. A estos manuscritos antiguos se les llama códices*.
Todo este abundante material ha sido sometido a un minucioso examen con ayuda de la
tecnología más avanzada y se ha comprobado que -con pequeñas variaciones- todos los
códices dicen lo mismo.

2.3. VERACIDAD DE LOS EVANGELIOS


El mismo san Lucas, en el prólogo de su evangelio, expresa el deseo de ser riguroso en
la narración (Lc 1, 1-3).
Los evangelios, más que una «biografía», son propiamente una «historia predicada» de
la vida de Jesús. Por eso, cada evangelista selecciona y agrupa las enseñanzas y los
hechos de la vida de Jesucristo según le parece mejor. Los cuatro evangelistas relatan
los mismos hechos, pero cada uno lo hace de un modo diferente. Por ejemplo, san Juan
cuenta cosas que los evangelios sinópticos no habían mencionado.
Algunas variantes que se dan en las narraciones tienen otro origen: derivan de la
naturaleza misma de los evangelios. Es decir, los evangelistas no intentaron hacer una
crónica histórica y rigurosa de la vida de Jesús, sino mostrarnos su Persona, su vida y
sus enseñanzas.

3. JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE


A partir de los datos que nos transmiten
los evangelios, tenemos pruebas
suficientemente serias que muestran la
humanidad y la divinidad de Jesucristo.
Los discípulos de Jesús fueron testigos de
su vida, de sus milagros, de su
Resurrección. Nosotros, a través de los
evangelios, que son fuentes históricas, au-
ténticas y veraces, hemos conocido estos
hechos, que nos muestran a Jesucristo
como verdadero Dios y verdadero hombre.
Nosotros no hemos escuchado directamente sus enseñanzas ni le hemos visto
resucitado; pero sí estamos en condiciones de reconocer que todo eso es verdadero, tal
como lo narran los testigos en los evangelios. Tan solo necesitamos la fe, que Dios da a
quien no pone obstáculos y se abre a ella con sencillez y humildad.
Si nos acercamos a la figura histórica de Jesucristo, vemos claramente que sus obras y
sus palabras, sus discursos y sus milagros tienen un objetivo claro: mostrarnos que Él es
el Mesías prometido, o sea, el Hijo de Dios, igual al Padre. Por ello, la vida de
Jesucristo hay que entenderla en clave de divinidad. He aquí una serie de datos que
muestran que Jesús quiso dejar claro que Él era Dios:
a) Por sus afirmaciones. En primer lugar, lo ratifica con sus palabras: "El que cree en
mí, tiene la vida eterna (Jn 3, 15-16). O también: El que cree en mí, se salvará; y el
que no cree en mí, se condenará (Me 16, 16). Que Él es Dios lo expresa afirmando
que es igual al Padre: Él que me ve a mi, ve al Padre (Jn 14, 9), hasta el punto de
hacer esta afirmación inaudita: Yo el Padre somos una sola cosa (Jn 10, 30). Y esta
otra sentencia: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6).
b) Por sus obras. También sus obras manifiestan que Él es Dios. Así, cuando los
oyentes encuentran resistencia para creer, Jesús afirma que Él existe antes de
Abraham (Jn 8, 56-58), y añade: Si no me creen a mí, al menos crean por(as
obras(Jn 10, 38), pues Él hace las mismas obras que su Padre (Jn 10, 36-38). Y lleva
c) a cabo numerosos milagros con los que confirma su divinidad.
d) Se confiesa el Hijo de Dios. Jesús confiesa que Él es el Mesías, el Hijo de Dios
igual al Padre. Este argumento es tan decisivo que exige que lo confiesen los
Apóstoles. Por eso los somete a examen y les pregunta: ¿Quién dicen ustedes que
soy yo?Y Pedro, en nombre de los Doce, confiesa: Tú eres et Cristo, eíttijo de 'Dios
vivo (Mt 16, 13-16).
e) Jesús se mostró como Dios incluso ante sus enemigos. Y así fue claramente
entendido por ellos. Por eso le rechazan los jefes del pueblo, porque se hacía igual a
Dios (Jn 5, 18). Y la acusación última por la que es condenado a muerte en el
Sanedrín es por la blasfemia de mostrarse igual a Dios (Mt 26, 65-66; Me 14, 63-64;
Le 22, 70-71).
La veracidad de todos estos signos quedó patente y garantizada con el hecho de su Re-
surrección. El mismo Jesús les había dado como argumento máximo de su condición
de Mesías el dato concreto de que resucitaría al tercer día después de muerto (Mt 12,
38-41), hecho que Él había predicho numerosas veces (Mt 16, 21; 17, 22-23; 20, 19; 26,
32).
Definición de la doctrina católica sobre Jesucristo:
Los primeros cristianos no se plantearon la necesidad de dar una explicación sobre el
«misterio de Cristo», es decir, de la unión de su humanidad y su divinidad. Sin
embargo, a finales del siglo i comenzaron a surgir diversas interpretaciones erróneas
que llevaron a la Iglesia a definir la doctrina verdadera sobre Jesucristo. Esta doctrina
fue establecida principalmente en los cuatro primeros Concilios ecuménicos.

SINTESIS

1. La existencia histórica de Jesús está probada por numerosos documentos cristianos,


judíos y romanos.
2. Dentro de los testimonios cristianos destacan los escritos del Nuevo Testamento.
3. Los principales testimonios judíos están en el Talmud y en Flavio Josefo.
4. Los testimonios romanos están en Plinio el Joven, Tácito y Suetonio.
5. Los evangelios son libros históricos, auténticos y veraces:
a) Históricos, porque conocemos el nombre de sus autores y el tiempo en que
fueron escritos.
b) Auténticos, porque los que han llegado hasta nosotros son los mismos que los
escritos por sus autores en el siglo i.
c) Veraces, porque nos muestran la verdad sobre Jesucristo, su Persona y sus
enseñanzas para nuestra salvación.
6. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Su divinidad se prueba por sus
afirmaciones, sus actitudes, sus milagros y, en especial, por su Resurrección.
MILAGROS Y LAS PROFECIAS

1. ¿QUÉ SON LOS MILAGROS?


1.1. LAS CONDICIONES DEL VERDADERO MILAGRO
Para que se pueda hablar de milagro* se requiere que se den cuatro requisitos:
a) Hecho sensible. Lo «sensible» puede ser físico o moral. Milagro físico es, por
ejemplo, la conversión del agua en vino. Existen también verdaderos milagros
morales, tales como una conversión repentina. Es el caso, por ejemplo, de la
conversión de san Pablo.
b) Que se suspendan las leyes de la naturaleza. Es decir, que ese hecho sensible
acontezca sin que siga eJ curso normal de las leyes de la naturaleza. El milagro no
anula las leyes físicas, sino que «suspende» su cumplimiento. Lo normal es la ley de
la gravedad; pues bien, sería un milagro que en un momento concreto, por el querer
de Dios, esa ley no se cumpliese.
c) El milagro debe ser causado por Dios. Lo que constituye un milagro es la
intervención especial de Dios. La Medicina puede lograr la curación de un cáncer;
pero eso requiere tratamiento y tiempo; se daría un milagro si se produce de modo
instantáneo, fuera de las leyes de la Medicina, después de invocar a Dios. Tales son
los milagros debidos a la intercesión de un santo o, por ejemplo, en un santuario
mariano.
d) El milagro es un signo religioso. Para hablar de milagro se requiere que ese hecho
extraordinario tenga una «significación religiosa». Mediante el milagro, Dios
manifiesta su ayuda y amor al hombre. Y muchas veces, el milagro es una respuesta
de Dios a una oración llena de fe.

1.2. LO MARAVILLOSO Y LO MILAGROSO


Es evidente que no conocemos todas las leyes que rigen la materia y la vida: la
psicología ofrece resultados en ocasiones asombrosos. Hay fuerzas ocultas en lo
profundo del ser humano que pueden dar lugar a hechos sorprendentes que, en
ocasiones, superan una explicación racional; y sin embargo no son verdaderos milagros.
Estos factores desconocidos hacen que la Iglesia sea muy prudente al calificar como
«milagro» un hecho en apariencia extraordinario. Pero no hay duda de que se dan
ciertas acciones que ni tienen ni pueden tener una explicación racional. Por ejemplo:
¿existe una ley desconocida que pueda convertir espontáneamente el agua en vino? Una
persona enferma de lepra, con grave deterioro de los tejidos, ¿puede ser curada de modo
instantáneo? ¿Es posible
retornar a la vida a un muerto
sólo al imperio de la voz que
lo ordena? Cuando estos o
similares hechos ocurren,
después de invocar a Dios -y
se prueba fehacientemente
que así ha sucedido- es
evidente que nos encontramos
ante una acción de Dios, o
sea, ante un milagro.
En consecuencia, son
milagros tanto aquellos que
narra la Biblia, en el Antiguo
y en el Nuevo Testamento,
como los que han acontecido
en tiempos recientes y que la Iglesia ha reconocido como claras intervenciones de Dios,
después de una minuciosa investigación. Los milagros, en sentido teológico, son
hechos extraordinarios en los que, sin lugar a dudas, se manifiesta el poder de Dios
y su amor a los hombres.

2. ¿FUERON REALES LOS MILAGROS DE JESÚS?


Que Jesús haya llevado a cabo numerosos milagros es un dato repetido en el Nuevo
Testamento. En concreto, cabe mencionar los 35 milagros narrados en los evangelios
(véase el cuadro de la página siguiente). Pero, además, los evangelios aluden con
frecuencia a que Jesús hizo otros muchos milagros. Así, por ejemplo, san Mateo
escribe: Jesús recorría toda galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el
evangelio del Reino y curando en El pueblo toda enfermedad y toda dolencia. Se
extendió su fama por toda Siria y le traían a todos los que padecían algún mal; a los
atacados de diversas enfermedades y dolores y a los endemoniados, lunáticos,
paralíticos, y Él los curaba. Grandes muchedumbres le seguían de Galilea y de la
Decápolis y de Jerusalén y de Judea, y del otro lado del jordán (Mt 4, 23-25).

Narraciones similares a esta se repiten en los otros evangelistas. Cabe mencionar otros
dieciocho pasajes en los que se alude a las numerosas curaciones que hacía Jesús,
con expresiones tales como: Le llevaban muchos enfermos y los sanaba a todos (Mt 8,
16-17; 15, 29-31; Me 1, 32-34; 3, 7-10; 6,53-56; Lc 4, 40-41).

Los relatos de estas curaciones milagrosas, unidos a los 35 milagros explícitamente


narrados en los evangelios, nos llevan a la conclusión de que la actividad milagrosa de
Jesús fue casi constante a lo largo de su vida pública.
3. ¿POR QUÉ JESÚS HACÍA MILAGROS?
3.1. MANIFIESTAN SU DIVINIDAD Y DESPIERTAN LA FE
¿Hacía Jesús todos esos milagros para «sorprender» a los presentes con acciones
prodigiosas? No; Jesús hacía los milagros con una finalidad bien precisa:
manifestar su poder divino y despertar la fe en Él como Dios.
La reacción de los que ven sus milagros es diversa, según los casos: los Apóstoles creen
en Él, las muchedumbres lo siguen admiradas y sus enemigos deciden matarlo.
Podemos analizar las distintas reacciones que nos transmiten los evangelios:
a) Los Apóstoles. Reconocen su divinidad a la vista de sus milagros. Así, después de
ver a Jesús andando sobre las aguas, se postraron ante Él diciendo:
Verdaderamente Tú eres el Hijo de Dios (Mt 14, 22-33).
b) El pueblo. La muchedumbre le seguía admirada y muchos judíos creyeron que
Jesús era el Mesías anunciado por los profetas a la vista de sus milagros: Muchos
creyeron en Él viendo los milagros que hacía (Jn 2, 23).
c) Los enemigos. También sus enemigos reconocen que Jesús hace múltiples milagros.
Por ello, se reúnen para decidir su muerte ya que este hombre hace muchos
milagros. Si U dejamos, todos creerán en Tí (Jn 11, 47-48).
d) Finalmente, es el propio Jesús el que apela a sus milagros para demostrar su
condición divina: ya que no creen en Mi, crean en (as obras que Jo hago (Jn 10,
38). Sus milagros son la garantía de que es el enviado del Padre (Jn 5, 35; 10, 25). Y
emplaza a sus enemigos afirmando que Él hizo obras que ningún otro hizo (Jn
15,24).

3.2. SIGNOS DE SU AMOR Y DE SU REINO


Jesús, al hacer un milagro, demuestra, ciertamente, que Él es el Señor de la naturaleza,
pero se propone también otro fin: demostrar su amor y misericordia* hacia los
hombres.
En efecto, si analizamos los 35 milagros que nominalmente nos consignan los
evangelios, entre ellos no se encuentran hechos «maravillosos» ni «espectaculares»
como, por ejemplo, los milagros de Moisés ante el Faraón en Egipto, el paso del Mar
Rojo, etc. Por el contrario, los milagros de Jesús son signos del amor de Dios, que se
compadece de todas las miserias humanas. Solo los que hemos llamado «milagros
cósmicos» tienen cierto carácter «maravilloso». Pero aun estos persiguen ayudar a los
discípulos a descubrir la divinidad de Jesús. La mayoría de los milagros de Jesús son
muestras de su amor y compasión ante las necesidades de sus oyentes.
Además, los milagros de Jesucristo sanando toda do(encia(Mc 6, 56) son signos del
Reino de Dios que, con la
venida del Mesías, se
inaugura en la historia.
Con ellos, Jesús quiere
mostrar que Dios «está de
nuestra parte», siempre
dispuesto a ayudarnos. Y
cuando se pide un milagro
y este no sucede, Él alienta
nuestra confianza, pues
tiene poder para darnos en
cada caso lo que más nos
conviene.
«Jesús acompaña su palabra con signos y milagros para atestiguar que el Reino está
presente en Él, el Mesías. Si bien cura a algunas personas, Él no ha venido para abolir
todos los males de esta tierra, sino ante todo para liberarnos de la esclavitud del pecado.
La expulsión de los demonios anuncia que su Cruz se alzará victoriosa sobre el príncipe
de este mundo (Jn 12, 31)» (CEC, Compendio n.° 108).

4. LOS MILAGROS DE LOS APÓSTOLES


Jesús había prometido a los Apóstoles que ellos mismos harían milagros
(Me 16,17-18). Pues bien, los Hechos de los Apóstoles testimonian que, desde el
principio de la extensión del cristianismo, la acción de los Apóstoles fue confirmada
con la fuerza del milagro. Así, por ejemplo, conocemos por los relatos del Nuevo
Testamento algunos hechos milagrosos obrados por algunos Apóstoles.
Pero los milagros realizados por los Apóstoles tampoco se limitan a estos hechos
concretos, sino que, a imitación del Maestro, obraron numerosos milagros.
Los Hechos de los Apóstoles dice que la muchedumbre concurría de las ciudades
vecinas a jerusalén, trayendo enfermos y atormentados por los espíritus impuros, y
todos eran curados (He 5,16). Asimismo refiere que san Esteban hacía prodigios y
grandes señales en el pueblo (He 6, 8).
Y de san Pablo relata que en Éfeso tuzo muchos milagros, de modo que hasta los
pañuelos y delantales que habían tocado su cuerpo, aplicados a los enfermos, hacían
desaparecer de ellos las enfermedades (He 19, 11-12).
A diferencia de Jesús, que hacía los milagros por su propio poder, los Apóstoles
hacen milagros en el nombre de Jesús (He 3, 6).

5. EN JESUCRISTO SE CUMPLEN LAS PROFECÍAS


La profecía* consiste en el anuncio de un conocimiento recibido de Dios con una
finalidad de salvación. Jesús se presentó ante sus contemporáneos como profeta y como
aquel en quien se cumplían las profecías del Antiguo Testamento. San Lucas narra
cómo Jesús hizo aparición entre sus conciudadanos en la sinagoga de Nazaret, leyó una
profecía de Isaías sobre el Mesías y dijo: !Hoy se Ha cumplido esta 'Escritura que
acaban de oír (Le 4, 21).
En Jesús se cumplieron muchas profecías mesiánicas del Antiguo Testamento.
Estas son algunas de ellas:
- El Mesías es el Emmanuel (Mt 1, 22).
- Su estancia en Egipto (Mt 2, 15).
- El Mesías sufrirá la Pasión (Mt 8, 17; 12, 17).
- Su entrada triunfal en Jerusalén (Mt 21,4).
- Será vendido por 30 monedas de plata (Mt
27,9 ). Etcétera.

Llama especialmente la atención el hecho de


que el mismo Jesús advierte que las
profecías mesiánicas se están cumpliendo
en Él. Así, cierto día dijo a las autoridades del
pueblo judío: Estudian las Escrituras -
pensando encontrar en ellas la vida eterna;
pues bien: ellas están dando testimonio de Mí
(Jn 5, 39).

SINTESIS

1. Los milagros son hechos extraordinarios en los que se manifiesta el poder de Dios y su amor a los hombres. Para
que exista un milagro se requieren cuatro condiciones: 1) un hecho sensible; 2) fuera de las leyes de la
naturaleza; 3) causado por Dios; 4) como signo religioso.
2. Dios hace milagros como medio para suscitar la fe en Él. La fe es una virtud teologal mediante la cual el hombre
se adhiere a Dios y a las verdades que nos transmite, tal como Él nos las ha revelado y la Iglesia nos enseña.
3. Los evangelios narran 35 milagros de Jesús. Pero, además, aluden con frecuencia a que Jesús hizo otros muchos
milagros. Jesús hacía los milagros con una finalidad precisa: manifestar su poder divino y despertar la fe en Él
como Dios.
4. Jesús, al hacer un milagro, se propone también otro fin: demostrar su amor y su misericordia. En efecto, la
mayoría de los milagros de Jesús son muestras de su amor y compasión ante las necesidades de sus oyentes.
5. La reacción de los que ven sus milagros es diversa: a) los Apóstoles creen en Él; b) la muchedumbre le sigue
admirada; c) sus enemigos deciden matarlo.
6. Conocemos por los relatos del Nuevo Testamento algunos hechos milagrosos obrados por algunos Apóstoles. De
este modo, Dios confirmó la misión de los Apóstoles con la fuerza de los milagros que ellos obraron «en nombre
de Jesús resucitado».
7. En Jesús se cumplieron muchas profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. Y el mismo Jesús advierte que
estas profecías se están cumpliendo en Él.
LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO

1. LAS AUTORIDADES JUDÍAS RECHAZARON A JESÚS


1.1. LA IDEA QUE TENÍAN LOS JUDÍOS ACERCA DEL MESÍAS
PROMETIDO
La mayoría de los judíos de su tiempo pensaban que el Mesías* sería una especie de
líder político que acabaría con el dominio de Roma e instauraría en Israel un reino que
estaría a la cabeza de las naciones. De esta interpretación no se libraban ni siquiera los
Apóstoles. Por eso, poco antes de la pasión de Jesús, discuten acerca de quiénes de ellos
iban a ocular los primeros puestos (Mt 20, 20-28; Me 10, 35-45). E, incluso, cuando lo
vieron resucitado algunos preguntaron a Jesús: ¿"Es Ahora cuando vas a restaurar el
reino de Israel (Hc 1, 6; Lc 24, 21).
El conflicto entre las autoridades y Jesús surgió precisamente sobre la interpretación de
su misión como Mesías:
• Los judíos esperaban a un Mesías liberador político, y Jesús predica la liberación del
pecado.
• Esperaban un Mesías que los liberara de los romanos, y Jesús no se subleva contra
Roma.
• Esperaban un Mesías triunfador, y Jesús los invita a tomar la cruz de cada día y a
seguirlo.
Además, por lo que nos narran los evangelios, muchos jefes -sacerdotes, escribas,
fariseos-, se habían ido distanciando del sentido profundamente religioso de la
Revelación, y habían caído en una práctica religiosa meramente externa y legalista.
Jesús condenó con gran dureza la hipocresía* de los fariseos y de los escribas del
pueblo de Israel.
1.2. JESÚS ES PROCESADO Y CONDENADO A MUERTE
La oposición de los dirigentes del pueblo contra la Persona de Jesús y sus enseñanzas
llegó a tales extremos que, como enseña san Juan, después de la resurrección de Lázaro,
los jefes judíos tomaron la resolución de mataría (Jn 11, 53).
Los cuatro evangelios narran con detalle el proceso de condena seguido contra Jesús.
Después de prenderlo en el Huerto de los Olivos en la noche del jueves al viernes, Jesús
fue juzgado por el Sanedrín*.
La acusación más grave que pesó sobre Jesús fue que se ha hecho Hijo de £>ios(Jn 19,
7), siendo, como ellos decían, un simple hombre, por lo que pretender estar a la altura
de Dios era una horrible blasfemia.
A la mañana siguiente, presentaron a Jesús ante el procurador Poncio Pila-to para que
ejecutara la sentencia, puesto que a ellos no les estaba permitido hacerlo. Pero al
interrogarlo, Pilato no encontró en Él culpa alguna y reiteradamente lo declaró inocente
(Le 23, 13-15; Jn 19, 4). Sin embargo, ante la insistencia de los judíos, y para no
enemistarse más con ellos, ordenó la flagelación y después la condena a morir en la
cruz, muerte que los romanos reservaban solo a los esclavos.
Estas fueron las circunstancias externas que motivaron la muerte de Jesús, pero la causa
verdadera y última fue el fin mismo de la Encarnación, o sea la muerte redentora
de Jesús para la salvación de los hombres. San
Juan lo dice reinterpretando la expresión del Sumo Sacerdote Caifas: Conviene que un
hombre muera por el pueblo (Jn 18, 14). San Juan comenta: No dijo esto de sí mismo,
sino que, como era pontífice aquel año, profetizó que Jesús había de morir por el
pueblo, y no sólo por el pueblo, sino para reunir en uno a todos los hijos de Dios, que
están dispersos (Jn 11, 51 -52).

2. LA MUERTE REDENTORA DE JESUCRISTO


La muerte violenta de Jesús en la cruz no fue fruto de las circunstancias, sino que
respondió al proyecto de Dios. San Pedro se lo recuerda a los judíos en su primer
sermón: Jue entregado según el designio determinado por 'Dios (He 2, 23).
Ya, al inicio de su vida pública, Juan el Bautista lo presentó como elcordero de (Dios
que quita elpecado deímundo (Jn 1, 29; 36).
Estaba determinado por Dios Padre que su Hijo, Jesucristo, sería el Redentor del
género humano, ofreciendo su vida por nosotros. San Pablo enseña que murió por
nuestros pecados según [as 'Escrituras (1 Co 15, 3). Esta enseñanza es la que los
cristianos profesamos en el Credo: Por nuestra causa fue crucificado. La misma
doctrina aparece en el libro de los Hechos de los Apóstoles (He 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26,
22-23).
La fe católica profesa que la muerte de Cristo tiene un doble sentido:
1. Manifiesta el gran amor de Dios al hombre (Rm 5, 8; Jn 4, 10).
2. Es como el rescate pagado por Jesucristo a Dios Padre por nuestros pecados (Rm 5,
10 y 8, 32; 2 Cor 5, 21).
El Catecismo de la Iglesia Católica resume la doctrina acerca de la muerte salvadora de
Jesús en los siguientes términos: «La redención de Cristo consiste en que Él ha venido a
dar su vida como rescate por muchos (Mt 20, 28)» (n.° 622).

3. LA RESURRECCIÓN
DE JESUCRISTO
3.1. LA VERDAD
ESENCIAL DEL
CRISTIANISMO
Con la misma certeza con
que confesamos en el Credo
la muerte de Jesucristo, los
católicos creemos en su
Resurrección. Es más, la
resurrección de Jesucristo
es la verdad esencial del
cristianismo y el
fundamento de toda
nuestra fe.
Estas son las principales pruebas que la garantizan:
1. Las contundentes afirmaciones que nos transmiten los cuatro evangelios.
2. Las enseñanzas de los demás escritos del Nuevo Testamento, que mencionan el
hecho de la resurrección de Jesucristo como el dato central e incuestionable de la
predicación de los Apóstoles y de los otros testigos (He 1 y 1 Cor 15).
3. Además, las santas mujeres y los Apóstoles encontraron el sepulcro vacío y Jesús
se apareció en diversas ocasiones y circunstancias.
Los mismos guardias que custodiaban el sepulcro relatan la Resurrección, y los jefes
judíos aceptan esa narración, pero inventan la increíble historia de que los discípulos
habrían robado el cadáver mientras ellos dormían: Sobrevino un gran terremoto (...); de
miedo de temblaron los guardias y se quedaron como muertos (...). Algunos de los
guardias vinieron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo
sucedido. 'Reunidos estos en consejo con [os ancianos, tomaron bastante dinero y se lo
dieron a los soldados, diciéndoles: 'Digan que, viniendo [os discípulos de noche, lo
robaron mientras nosotros dormíamos, y si alcanzase la cosa a oídos del gobernador,
nosotros [os convenceremos para que no os inquietéis. "Ellos, tomando el dinero,
hicieron como se íes había dicho. "Esta noticia se divulgó entre los judíos hasta el día
de hoy (Mt 28, 2-4; 11-15).

3.2. LAS NARRACIONES DE LA RESURRECCIÓN


Los cuatro evangelistas cuentan los sucesos que ocurrieron inmediatamente después de
la resurrección de Jesús. Existen algunas diferencias en esas narraciones. Para
comprender las discrepancias, es preciso tener en cuenta los siguientes datos:
1. Los cuatro evangelios no son
una única crónica que narre
minuciosamente todos y cada
uno de los detalles de la vida
de Jesús.
2. En las narraciones de los
evangelios hay matices
«distintos», pues cada autor
sagrado tiene interés en
subrayar detalles diversos. Es
lo mismo que acontece cuando
varios periodistas narran con
verdad un mismo acontecimiento.
3. Las diversas narraciones de los evangelios no son contradictorias, sino
complementarias. Por ello, siendo verdadero lo que narran, unos omiten detalles o
cuentan datos según conviene en cada narración. Así, por ejemplo, san Pablo da
noticia de una aparición ante más de 500 personas, dato que conocemos
exclusivamente por haberlo transmitido él (1 Cor 15, 3-8).
3.3. ¿FUERON REALES LAS APARICIONES DE JESÚS?
La resurrección de alguien que estaba muerto no es algo fácil de creer: necesitaríamos
muchas pruebas para aceptarla, pues a primera vista nos parece increíble. Así, algunos
críticos racionalistas* afirmaban que, en realidad, las apariciones de Jesús no fueron
más que ilusiones o alucinaciones, fruto de la sugestión en hombres primitivos y
fanáticos. Esta dificultad se resuelve por sí misma si se tienen en cuenta las siguientes
circunstancias:
1. No cabe la sugestión, precisamente porque ni las mujeres ni los Apóstoles
esperaban resurrección alguna.
2. Jesús mismo, cuando se aparece, tiene que convencerlos de que es Él, de que no es
un fantasma.
3. No se trata de una sola aparición, sino de muchas, en circunstancias muy diversas y
a personas distintas.
4. Finalmente, las apariciones no son simples visiones y conversaciones con un ser
más o menos distante, sino que Jesús come con ellos, enciende el fuego, se deja
tocar, les enseña las llagas, etc.

3.4. IMPORTANCIA DE LA RESURRECCIÓN


Es evidente que la resurrección de Jesús es un hecho de una trascendencia
incomparable. Es sin duda el milagro mayor que narra el Nuevo Testamento. Más aún,
Él mismo lo señaló como la prueba máxima para mostrar su divinidad.
Asimismo, los Apóstoles fundamentan la veracidad del cristianismo en que Jesucristo
resucitó de entre los muertos, tal y como había profetizado. A este hecho extraordinario
recurre, por ejemplo, san Pedro en su primer discurso (He 2, 24-36); y se lo recuerda al
pueblo (He 3, 13-26) y a los jefes judíos (He 4, 10-12). Por su parte, san Pablo lo
propone como el centro de la fe cristiana (1 Cor 15, 13-19). ,
La resurrección representa, pues, la prueba definitiva para demostrar la divinidad
de Jesús. En efecto, Jesucristo muestra su condición divina en el hecho de que es
superior a la muerte. La Cruz fue la gran señal del amor a los seres humanos, pero su
Resurrección al tercer día es la garantía máxima de que no es un simple hombre: Cristo
no podía permanecer en el sepulcro, sino que debía resucitar para ser glorificado y
reinar en el Cielo como Dios y hombre verdadero, intercediendo por nosotros.
Jesús de Nazaret es Dios porque, muerto por nuestros pecados, resucitó según las
Escrituras (1 Cor 15, 4). Y resucitó según Él mismo lo había predicho (Mt 28, 6).

De la extraordinaria importancia de la resurrección de Jesús, se siguen algunas


consecuencias decisivas para la vida cristiana:
1. Jesucristo vive. La fe de la Iglesia es la fe en Jesucristo vivo y misteriosamente
presente en la Iglesia, especialmente en la Eucaristía. Gracias a esta convicción, los
cristianos de los primeros tiempos anunciaron su nombre por todo el mundo, aun a
costa de sufrir persecuciones e incluso el martirio. Y, hoy día, la Iglesia sigue
proclamando el mismo anuncio.
2. El cristianismo es verdadero. La resurrección de Jesucristo garantiza para siempre
que sus enseñanzas son verdaderas. Aunque los Apóstoles, después de su muerte,
sufrieron una profunda decepción, sin embargo, en el día de su Resurrección y, más
aún, al recibir el Espíritu Santo en Pentecostés*, se reafirmaron plenamente en la fe
en Jesucristo muerto y resucitado.
3. La resurrección de Cristo es la confirmación de la resurrección universal de
todos los hombres. Esta es la argumentación de san Pablo: Si Cristo resucitó,
también nosotros resucitaremos, pues Cristo fui resucitado de entre los muertos
como primicia de [os que duermen (1 Cor 15, 20-22).
4. La Resurrección es señal de que el bien triunfa sobre el mal. La resurrección de
Jesucristo muestra que el mundo está salvado. Por ello, a pesar de la abundancia de
los males presentes, el cristiano cree que el fin del mundo mostrará que el bien
triunfa sobre el mal. En la resurrección de Cristo se fundamenta la esperanza y el
optimismo cristiano.
Jesús, después de resucitar y aparecerse numerosas veces a sus discípulos, subió al
Cielo ante la vista de ellos, anunciándoles que pronto les enviaría el Espíritu Santo (He
1, 4-14).

SINTESIS

1. La mayoría de los judíos del tiempo de Jesús pensaban que el Mesías sería una especie de líder
político.
2. Algunos jefes judíos decidieron matar a Jesús ya que Este no respondía a la idea de Mesías que
esperaban. Además, Jesucristo criticaba duramente la decadencia moral y religiosa en la que habían
caído. Le hicieron detener en el Huerto de los Olivos, fue juzgado por el Sanedrín y entregado a
Pilato para que lo matase.
3. La causa verdadera y última de la pasión y muerte de Jesús fue la salvación de los seres humanos. La
muerte de Cristo manifiesta el gran amor de Dios al ser humano y es como el rescate pagado por
Jesucristo a Dios Padre por nuestros pecados.
4. Al tercer día Jesucristo resucitó de entre los muertos por su propio poder. La resurrección de Jesús es
la verdad esencial del cristianismo y el fundamento de toda nuestra fe.
5. Los cuatro evangelistas narran los sucesos acontecidos tras la muerte de Jesús. Estas crónicas se
complementan ya que cuentan con verdad un mismo acontecimiento con distintos matices según
conviene a cada narración.
6. La hipótesis según la cual la Resurrección habría sido un producto de la credulidad de los Apóstoles
no tiene consistencia. Por el contrario, su fe en la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia
divina- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado.
7. La Resurrección representa la prueba definitiva para demostrar la divinidad de Jesús.
8. De la resurrección de Jesús se siguen algunas consecuencias decisivas: reafirma la fe de la Iglesia en
Jesucristo vivo y en su presencia misteriosa en la Iglesia -especialmente en la Eucaristía-, garantiza
para siempre que sus enseñanzas son verdaderas, es la confirmación de la resurrección universal de
todos los hombres y es señal de que el bien triunfa sobre el mal.

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