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Dos palabras

Lean todos nuestros correligionarios el her-


moso discurso del obispo Strossmayer, pronun-
ciado en el Concilio ecuménico de 1870 para
combatir el dogma de la infalibilidad papal.
I..ean todos nuestros correligionarios lo dicho
con palabra templada y vibrante por un obispo
católico, fustigando con valor sereno un nue-
vo absurdo incorporado á los dogmas de la
Iglesia papista. r

Strossmayer, irguiéndose en medio de una


asamblea dominada por el fanatismo, opone la
r voz de razón á los gritos destemplados de una
turba de esclavos. Con la historia en la mano,
demuestra que el Papado es una creación cató-
lica que no existió en los primeros tiempos del
cristianismo, y con ello destruye de un solo
golpe la torpe impostura de la infalibilidad.
Su voz, que es la voz de la razón, no es escu-
chada, porque los católicos no la escuch;m ja-
más, por que están acostumbrados á creer lo
que les mandan, porque son esclavos del pen-
. .samiento, pO.1'CfUe son seres desgraciados con-
denados á la obediencia ciega y servil en mate-
ria die conciencia.
La mayoría vota y resuelve, y Pío IX es decla-
rado infalible. Pero la protesta valiente del ohis-
1)0 Strossmayer resuena por todos los ámbitos
del mundo y arranca un grito unánime de con-
denación universal contra la nueva impostura
del catolicismo.
Es digna de atención la actitud del Concilio
ante ese hombre inspirado. por la verdad. No
se le oponen razones contra razones, no se le
,] destruyen sus argumentos, no se le contesta,
~\L--,- _
A'SOCIACIÓN DE PROPAGANDA LIBERAL

no se le escucha, no se le oye. Los gritos de los


fanáticos mandan callar al que se alza contra el .
absurdo. Se le insulta, se le injuria, se pide su
expulsión.
Actitud digna de católicos.
Al que invita á pensar y razonar, al que se re-
siste á aceptar imposiciones se le tortura y se
le quema; la libertad de pensamiento, la liber-
tad de conciencia, son delito, son crimen. La
Iglesia manda creer en la infalibilidad papal y
nadie debe resistirse: es forzoso someterse,
es forzoso callar aunque la conciencia se su-
bleve.
Cuando Strossmayer, invocando la autoridad
de Scalígero, niega que San Pedro haya estado
nunca en Roma, la turba grita: itapadle la boca!
thacedie descender de la cátedra!
Ahí están retratados nuestros enemigos: ta-
pándole la boca al que se levanta en nombre de
la verdad y de la justicia, saben Imponer al
mundo sus grandes imposturas. Pero la ver-
dad surge por todas partes; las ideas no se
matan. Y así como el griterío de esa turba de
siervos no pudo sofocar la palabra de un hom-
bre honrado, así también la Iglesia será eterna-
mente impotente para ahogar el gtitode conde-
nación á sus mentiras, á sus absurdos, susá

farsas, á sus crímenes y torpezas.


Lean los liberales todos el discurso del obis-
po Strossmayer, que encontrarán escrita, en
~forma brillante, la condenación/ inflexible y se-
vera del dogma monstruoso de la infalibilidad
papal y de la institución misma del Papado,
• cabeza gangrenada y corrompida de esa Iglesia
mercantil, farsante y criminal.
La infalib_ilid~.d del- Pap~
-DISCURSO PRONUNCIADO
rOR EL

OBISPO. STROSSIx1AYER
EN EL
CONCIL~O ECUMÉNICO DE 1870 -

Venerables padres y hermano-s:


No sin temor, pero con una conciencia libre
y tranquila, -ante.Dios, que vive y me ve, tomo
la palabra en esta augusta Asamblea. -
Desde que me- hallo sentado aquí entre vos-
otros, he seguido con atención los discursos
que se han pronunciado, ansioso de que un rayo
luz, descendiendo de arriba, ílurn+nase mi inte-
Iigencin y me permitiese votar los cánones de
este santo Concilio ecuménico con perfecto eo
nocimivnto de causo.
Penetrado de! sentimiento de responsabili-
dad, por el cual Dios me pedirá cuentas, heme _
puesto á estudiar con escrupnlosa atención los
escritos del Antigno y Nuevo Testamento, y
hein terrcge do tí estos ven eralrle > monumentos
de la verdad, para que me permitiesen saber sí
el Santo Pontífice. que aquí' preside, es cierta-
mente el sucesor de San Pedro, Vicar-io de Jesu-
cristo é infalible doctor de la Iglesia.
Para resolver esta grave cuestión, me he vis-
to obligado á p escindir del estado actual de
las cosas, y á transportar mi mente, con la an- _
torcha del Evangelio en las manos, á los tiem-
pos en que ni el ul ramonranísmo ni el galica-
4 ASOCIACIÓN DE PROPAGANDA LIBERAL

nismo existían, y en los cuales la Iglesia tenía


por doctores á San Pablo, San Pedro y San Juan,
doctores á quienes nadie puede negar la auto-
ridad divina sin poner en duda lo que la santa
Biblia, que tengo delante, nos ensena, y el Con-
cítto de Trento proclamó regla de fe y de moral¿
He abierto, pues, estas sagradas páginas, y
¿me atreveré á decirlo? nada he encontrado que
sancione, próxima ni remotamente, la opinión
de los ultramontanos. Aun es mayor mi sor-
presa por no encontrar en los tiempos apostó-
licos nada que haya sido motivo de cuestión -
sobre un Papa sucesor de San Pedro y Vicario
de Jesucristo, como tampoco .sobre Mahoma,
que no existía aún. .
Vos, monseüor Maning, diréis que blasfemo;
vos, monseüor Pie, diréis que estoy demente.
[No, monsenores, no blasfemo ni estoy loco!
Habiendo leído todo el Nuevo Testamento, de-
claro ante Dios, con mi mano elevada al gran
crucifijo, que ningún vestigio be podido encon-
trar del Papado, tal como existe ahora.
No me rehuséis vuestra atención, mis vene-
rables hermanos, ni con vuestros murmullos_é
interru pciones justifiq uéis á los que dicen, como
el padre Jacinto, que - ste Concilio no es libre,
porque vuestros' votos han sido de antemano
impuestos. Si esto fuese cierto, esta angusta
Asamblea, hacia la cual están dirigidas las mi
radas de todo el mundo, caería en el más pro-
fundo descrédito. Si deseáis que sea glande,
debemos ser libres.-Agradezco á su Excelen
cia monsenor Dupanloup el signo de-aproba-
ción que ha e-con la cabeza Esto me alienta, y
prosigo. •
Leyendo, pues, los santos libros con tpda la
atención de que el Señor me ha hecho capaz,
no encuentro un solo capítulo ó un solo versí-
culo en el cual Jesús dé San Pedro la jefatu-
á

ra de los apóstoles, sus oolaboradores.


. Si Simón, el hijo de Jonás, hubiese sido lo
erre noy aYa creemos sea Su SanÜ·áaá Pío [X,
extraño es que él no les hubiera dicho: «Cuan
do haya ascendido á mi ,Padre, debéis todos
• .
ASOCIACiÓN DE PROPAGANDA LJBE~AL 5
"
obedecer á Simón Pedro, así como ahora me
obedecéis ámi. Le establezco por mi Viéario
en la tlerra.» No solamente calla Cristo sobre'
ese particular, sino que piensa tan poco en dar
una cabeza la Iglesia, que cuando promete
á

tronos ó sus apóstoles para juzgar las doce tri-


bus de Israel (Mateo, cap. 19, vers. 28), les •
promete doce, uno para cada uno, sin decir que
entre dichos tronos uno ería más elevado y
perteneceríaá Pedro. Irtdudablemente ~i ral
hubiese sido su intención, lo indicarta. La ló-
gica nos conduce la conclusión
á de que Cristo
no quiso elevar Pedro á la cabeza del Col e
á

gio apostólico. "


Cuando Cristo envió á los apóstoles q conquis-
tar el mundo, á 'todos ígualmente dió el poder
de ligar y desligar, y átodos hizo la promesa
del Espíritu Santo. Permitidme repetirlo: si él
hubiera querído-constttuír Pedro su Vioario,
á

le hubiera dado el mando supremo sobre su


ejército espiritual. . _
Cristo, ~ W3í lo dice la Santa Escritura,-
prohibió ó Pedro y ñ. sus colegas reinar (') ejer
cer señorío ó tener potestad sobre los fieles,
como hacen los reyes de los gentiles (Lucas,
22, 25, 26.) Si Sa n Pedro h II biera sido elegido
Papa, Jesús no diría esto, porque, según nues-
tra tradición. el Papado tiene en sus manos dos
espadas, símbolos -del poder espiritual y del
temporal. /
Hay una cosa que me ~a sorprendido muchí-
simo. gitándola en mi mente, me he dicho:
Si Pedro hubiera sido elegido Papa, ¿se per-
mitirían RUS colegas enviarle con San Juan á

Samaria para anunciar el Evangelio del hijo de


Dios? (Hech., 8, 14.) ¿Qué os parecería, venera-
bles hermanos, si nos permitiésemos ahora mis
mo enviar Su Santidad Pío IX y á su eminen-
á

cia monseñor Plantier al Patriarca de Cons-


tantinopla para persu adirle ¡'t que pusiera n ñ

al crsrna de Ot'ien te?


Mas he aquí otro hecho de mayor im portan-
C18. Un Co noilio ecuménico se reuueen Jeru-
satén para decidir cuestlones qne dividían ti los
6 ASOCIACIÓN DE PROPAGAi'\OA LIBERAL

.fleles. ¿Quién debiera convocar este Concilio,


si San Pedro fuese Papa? Claramen te, San-Pe-
dro. ¿Quién debiera presidirlo? San Pedro, ó su
delegado. ¿Quién debiera firmar ó promulgar
sus cánones? San Pedro. Pues bien, nada de
esto sucedió. Nuestro apóstol asistió al Conci-
lio, como los demás, pero no íué él quien resu-
mió-la discusión, sino Santiago; y cuando se
promulgaron los decretos, se hizo en nombre de
los apóstoles, ancianos y hermanos. (Hech., 15.)
¿Es esta la práctica de nuestra Iglesia? Cuan-
to más lo examino, ¡oh venerables hermanosr
tanto más me ~onvenzo de qué en las Sagradas
Escrituras el hijo de Jonás no aparece ser el
primero. Ahora bien; mientras nosotros ense-
ñamos que la Iglesia está edificada sobre San
Pedro, San Pablo, de cuya autoridad no puede
du darse, dice en su Epístola Q los de Epheso
(cap. 2, ver. 20) que está edificada sobre el
fundamento de los apóstoles y profetas, siendo
la- principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.
Este mismo apóstol cree tan-podo en la supre-
macia de Pedro, que claramente culpa á los que
dicen: «Somos de Pablo, somos de Apolo (1.',
Co ria tio s, 1, 12), como culparía ti los que dije-
sen: «Somos de Pedro.» Si este último apóstol
hubiera sido el Vicario de Cristo, San Pablo se hu-
biese guardado bien de censurar con tanta vio-
lencia á los que pertenecían á su propio co-
lega.
El mismo upóstol Pablo. al enu merae los ofí-
cios de la Iglesia, menciona apóstoles. protetas,
evangelistas, doctores y pastores ... ¿Es creíble,
mis venerables hermaubs, que San Pulilo, el
gran apóstol de los gentiles, olvidase el pr-imero
de estos oficios, el Papado, si el Papado fuera
de institución divina? Ese olvido me parece tan
imposible, como el que un historiador de este
Concilio no hiciere mencióu d.e Su Santirlad
Pío IX. •
(Varias voces: t.Silencio, tiereje, silencio!)
Calmaos, venerabtas hermanos, que todavía
no he couclurd o. Si me impedís que prosiga, os
- mostráis al mundo dispuestos á "In inju stlcia,
ASOCIACIQN DE PROPAGANOA ¡'lBEnAL 7

cerrando. la boca al menor miembro. de esta


Asamblea. Continúo.
El apóstol San Pablo. no. hace mención en nin-
guna de sus epístolas á las díferenfes Iglesias,
de la primacía de Pedro. Si esta primacía existie-
se; si, en una palabra, la Iglesia hubiera tenido.
una cabeza suprema dentro. de sí, infalible en •
enseñanza, ¿po.dría el gran apóstol de los gen-
tiles olvidarse de mencionarla? ¡Qué digo! más
probable es que hubiera escrito. una larga epís-
tola sobre esta- importante materia. Entonces,
cuando. se erigió el edificio. de la doctrína crts-
triana, ¿po.dría olvidar se, corno lo. hace, de la
fundación de la clave del arco? Ahora bien, si
no opináis que la Iglesia nunca fué más bella,
más pura ni más santa que en los tiempos en
que no hu bo Papa ... (No es verdad, no es verdad!)
No diga monseñor Naval, no; si alguno. de voso-
tros, mis venerables hermanos, se atreve á
pen sarque la Iglesia, que hoy tiene un Papa PQr,
cabeza, es más firme en la fe, más pura en la mo,
ral que la Iglesia apostólica, dígalo abler+amen-
te ante el Universo, puesto que este recinto es
I1n centro. desde el cual nuestras palabras vue
lan de polo á polo. Prosigo.
Ni en los escritos de San Pablo, San Juan ó
xanttago, descubro traza alguna ó germen del
poder papal. .
San Lucas, el historiador e los trabajos mi,
síoneros de los apóstoles, guarda silencio. so'
bre este ímportantísimo punto. Y el silencio de
estos hombres santos, cuyos escritos forman
porte del' canon-de las divinamente inspiradas
Escrituras, nos parece tan difíciló im posible,
~i Pedro fuese Papa, y tan inexcusable, corno
si Thiers, escribiendo. la. historía de Bonaparte,
omitiese el título. de emperador,
Veo. delante de mi un miembro. de, la Asam-
blea, que dice seüalándorne con el dedo: «[Aht
está un obispo cismático, que seha introducido.
entre nosotros con íalsa bandqra!» No, no, mis
venerables hermanos; no he entrado. en. esta
augusta Asamblea corno un ladrón, por la ven-
tana, sino por la puerta, como. vosotros: mi
ASOCIACIQN DE PROPAGANOA ¡'lBEnAL 7

cerrando. la boca al menor miembro. de esta


Asamblea. Continúo.
El apóstol San Pablo. no. hace mención en nin-
guna de sus epístolas á las díferenfes Iglesias,
de la primacía de Pedro. Si esta primacía existie-
se; si, en una palabra, la Iglesia hubiera tenido.
una cabeza suprema dentro. de sí, infalible en •
enseñanza, ¿po.dría el gran apóstol de los gen-
tiles olvidarse de mencionarla? ¡Qué digo! más
probable es que hubiera escrito. una larga epís-
tola sobre esta- importante materia. Entonces,
cuando. se erigió el edificio. de la doctrína crts-
triana, ¿po.dría olvidar se, corno lo. hace, de la
fundación de la clave del arco? Ahora bien, si
no opináis que la Iglesia nunca fué más bella,
más pura ni más santa que en los tiempos en
que no hu bo Papa ... (No es verdad, no es verdad!)
No diga monseñor Naval, no; si alguno. de voso-
tros, mis venerables hermanos, se atreve á
pen sarque la Iglesia, que hoy tiene un Papa PQr,
cabeza, es más firme en la fe, más pura en la mo,
ral que la Iglesia apostólica, dígalo abler+amen-
te ante el Universo, puesto que este recinto es
I1n centro. desde el cual nuestras palabras vue
lan de polo á polo. Prosigo.
Ni en los escritos de San Pablo, San Juan ó
xanttago, descubro traza alguna ó germen del
poder papal. .
San Lucas, el historiador e los trabajos mi,
síoneros de los apóstoles, guarda silencio. so'
bre este ímportantísimo punto. Y el silencio de
estos hombres santos, cuyos escritos forman
porte del' canon-de las divinamente inspiradas
Escrituras, nos parece tan difíciló im posible,
~i Pedro fuese Papa, y tan inexcusable, corno
si Thiers, escribiendo. la. historía de Bonaparte,
omitiese el título. de emperador,
Veo. delante de mi un miembro. de, la Asam-
blea, que dice seüalándorne con el dedo: «[Aht
está un obispo cismático, que seha introducido.
entre nosotros con íalsa bandqra!» No, no, mis
venerables hermanos; no he entrado. en. esta
augusta Asamblea corno un ladrón, por la ven-
tana, sino por la puerta, como. vosotros: mi
8 ASOCIACI@N DE PROPAGANDA t'IBERAL

título de obispo me dió derecho á ello, -así


como mi conciencia cristiana me obliga á ha-
blar y decir lo que creo ser la verdad.
Lo que más me ha sorprendido, y se puede
demostrar, es el silencio del mism San Pedro .
• Si el apóstol fuese lo que proclamáis que tué,
es decir, Vicario de Jesucristo en la tierra, él,
por lo menos, debiera -aberlo. Y si lo sabía,
-¿~ómo es que ni una sola vez obra como Papa'!
Podría haberlo hecho el día de Pentecostés,
cuando predicó su primer sermón, y no lo
hizo; en el Concilio de Jerusalén, y no lo hizo;
en' Antioquía, y no lo hizo; como tampoco lo-
hace en las dos epístolas que dirige á la Igle-
sia. ¿Podéis concebir tal Papa, mis venerables
hermanos, si Pedro era Papa?
Resulta, pues, que si queréis mantener que
fué Papa, la consecuencia natural es que él no
lo sabía. Ahora tpregunto á todo el que quiera
-pensar y reflexionar: ¿son posibles estas dos
suposiciones? Digo, pues, que mientras los
apóstoles vivieron, la Iglesia nunca creyó que
había u n Papa. Para man tener lo con trario,
sería preciso entregar las Sagradas Escrituras.
á las llamas, ó ignorarlas por completo.
Pero oigo decir por todos lados: «Pues que;
¿no estuvo San Pedro en Roma? ¿No íué cru-
cificado con la cabpza abajo? ¿No se conocen
tos lugares_donde enseñó, y los altares donde
dijo misa en esta ciudad eterna?»
Que San Pedro haya estado en Roma, re-
posa, mis venerables hermanos, sólo sobre la
tradición; más, supuesto que hubiese sido
obispo en Roma, ¿cómo podréis probar su epis-
copado por su presencia? Scalígero, uno de-
'de los hombres más eruditos, no vaciló en
decir que el episcopado de San Pedro y su re-
sidencia en Roma deben clasificarse entre las.
leyendas ridículas.
(Repetidos gritos: ¡Tapaclle la boca; haced le
descender de esa cátedrai) -
Venerables hermanos; estoy pronto á callar-
me; más ¿no será mejor, en una Asamblea
como la nuestra, probar todas las cosas como
ASOCIACiÓN DE PROPAGANDA LIBERAL 9

manda el Apóstol; y creer sólo lo que es bueno?


Porque, mis venerables amigos: tenemos un
dictador an tee1 cual todos debemos postrar-
nos y callar, hasta Su Santidad Pío IX. é -in-
clinar la cabeza: ese dictador es la Historia,
la cual no es una leyenda que se puede amol-
dar al modo que el alfarero modela su barro,
sino como un diamante que eseulpe en el cris->
tal palabras ind-elebles. Hasta ahora me he
apoyado sólo en ella, y no encuentro vestigio
alguno del Papado en los tiempos apostólicos:
la falta es suya y no mía. ¿Queréis quizás co-
locarme en la posición de un acusado de men-
tira? Hacedlo, si- podéis. -
Oigo ála derecha estas palabras': «Tú eres
Pedro, y-sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».
-(Mateo, 16, 18). Contestaré á esa objección
luego, mis venerables hermanos; antes de ha-
cerla deseo presenta_ros el resultado de mis
investigaciones históricas.
No hallan'do ningún vestigio del Papa en los
tiempos apostólicos, me dije á-mt mismo: «Qui-
zás hallaré en los anales de la Iglesia lo que
ando buscando». Pues bien: busqué al Papa
en los cuatro prímeros sigtós, y no he podido
dar con él.
- Espero que ninguno de vosotros dudará de la
gran autoridad del santo obispo de Hipona, el
grande y bendito San Agustín. Este piadoso doc-
tal'. honor y gloria de la Iglesia católica, fué
secretario en el Concilio de Meliv.e. En los de-
cretos de esta venerable Asamblea se hallan
estas significativas palabras: «Todo el que ape-
lase á los de la otra parte del mar, no será ad-
mitido á la comunión por ningun o e11el Atrí-
ea». Los obispos de Africa reconocían tan PQCO
la de Roma, que castigaban con excomunión á
los que recurriesen á su arbitraje.
Estos mismos obispos, en el 6. Concilio de.0

- Cartago, celebrado bajo Aurelio, que lo era de


dicha ciudad, escribieron á Celestina, obispo
de Roma, amonestándole que no recibiese ape
laciones de los obispos, sacerdotes ó clérigos
de Africa, que no enviase más legados ó comí--
10 . ASOCIACiÓN DE PROPAGANDA LIBERAL

siona 'los, y que no introdujese el orgullo hu-


mano' en la Iglesia.
Que el patriarca de Roma había, desde los
primeros tiempos, tratado de traer sí toda
á

autoridad, es un hecho evidente, cómo es otro


hecho igualmente evidente, que no poseía la su
primacía que=los ultramonfanos le atribuyen.
Si la hubiera. poseído, ¿osarían los obispos
de Africa, San Agustín entre ellos, prohibir las
- apelaciones á los decretos de su supremo tri-
bunal? .
Yo reconozco, sin embargo, que el 'Patriarca
de Roma ocupaba el p.rimer puesto. Una de las
leyes de Justíntano-dtce: «Mandamos, -conforme
á la definición los cuatro, Concilios, que el
Santo Papa de la antigua Roma sea el primero
de los obispos, y que su alteza el arzobispo de
-Con stan linopla, que es la nueva Roma, sea el
segundo». Inclínate, pues, á la soberanía -del
Papa, me diréis.
No corráis tan presurosos esa/conclusión.
á

mis venerables hermanos, pues la ley de Jus


tiniano lleva escrito al frente: «Del orden de
las Sedes Patriarcales». Precedencia es una
cosa, y poder de. jurisdiccioti es otra. Por ejem-
plo: suponiendo que en Florencia se reuniese
una Asamblea de todos 10s obispos del reino, la>
presidencia se daría naturalmente al primado
de Florencia, como entre los orientales se COIl-
cedería al patriarca de Constantinopla, yen In-
glaterra al arzobispo de Cantorbery; pero ni el
.primero, ni el segundo, ni el tercero podrían
deducir de la asignada posición una jurisdic-
ción sobre sus compañeros. .-
La importancia de-los obispos de Roma pro-
cede, no. de su poder divino, sino de la impor-
tancía de la ciudad donde está su Sede. Monse-
flor Darboy no es superior en dignidad al arzo-
bispo de Avignón, y, no obstante, ParísIe da
una constde. ación que no gozaría sí en vez de
tener. SIL paíaeio en. las, or-illas- del Sena, se ha,
liase sobre el Ródano. Esto es verdadero en las
gerarquías religiosas, como to . es también en
. materias civiles y políticas. El prefecto de Flo-
ASOCIACIÓ:-¡ DE PROPAGANDA LIBERAL 11

rencia no es más que un prefecto como el de


Pisa;· pero, civil y políticamente, es de mayor
importancia.
He dicho ya que desde los primeros siglos,
el patriarca de Rerna aspiraba al gobierno uni-
versal de la Iglesia, y desgracíadamente casi 10
alcanzó; pero no consiguió, por cierto, sus pre-
tensiones, pues el emperador Teodosio II hizo
una ley estableciendo que el patrlarca de Cons
tantinopla tuviese la misma autoridad que el
de Roma,
Los padres del Concilio de Calcedonia colo·
can Ó. los obispos de la antigua y nueva Roma
en la misma categoría en todas las cosas, in
cluso las eclesiásticas, El sexto Concilio de Car-
tago prohibió á todos los obispos que se arro-
gasen el título de Pontífice de los obispos ú
obispos soberanos.
En cuanto al título de obispo unirersal que los.
Papas se arrogaron más tarde, San -Gregorlo 1,
creyendo que sus sucesores nunca peiiserran
en adornarse con él, escribió estas palabras:
«Ninguno de mis predecesores ha consentido
en llevar este título profano, porque cuando
un patriarca se arroga el nqrnbre de universal,
el carácter de patriarca sufre descrédito. Lejos
esté, pues, de los cristianos el deseo de darse
un título que causa descrédito á sus hermanes.»
San Gregorlo dirigi6 estas palabras á su co-
lega de Constantinopla, que pretendía hacerse
primado de la Iglesia: «N o se le importe del tí-
tulo de universal que Juan ha tomado ilegal-
mente, y ninguno de los patriarcas se arrogue
ese nombre profano, porque, ¿cuántas desgra-
cias no deberíamos esperar, si entre los sacer-
dotes se suscitasen tales ambiciones? Alcanza-
rían lo que se tiene predicho de ellos: «El es
Rey de los hijos del orgutlo»: El Papa Pelagio
11 llama á Juan, obispo de Constantinopla, que
aspiraba al Sumo Pontificado, «impío y protano.» .-:
Estas.autoridades, y podría citar cien más y
de igual valor, ¿no prueban con una claridad
semejante al resplandor. del sol en mediodía,
que los primeros obispos de Roma no fueron
12 -A80CIACIÓN DE PROPAGANDA ·LIBERAL

reconocidos como obispos- universales y cabe-


zas de la Iglesia, sino hasta tiempos muy pos-
teriores? Y por otra parte, ¿quién no sabe que
desde el a-ño 325, en que se celebró el primer
Concilio ecuménico de Constantinopla, entre
más de 1,100 obispos que asistieron á los prime-
ros .sets Corioilios generales, no se hallaron
presentes más que 16 obispos de Occidente?
¿Quién ignora que los Concilios fueron con-
vocados por los Emperadores, s-in siquiera tn- r:
formarles de ello, y frecuentemente hasta en
oposición á los deseos del obispo de Roma? ¿Y
que Osio, obispo de Córdoba, presidió en el
primer Concilio de Nicea y redactó us cánones?
El mismo Osío presidió después el Concilio de
Sácdica, y excluyó al legado de Julio, obispo de
Roma. No haré más citas, mis venerables her
manos, y paso ·á hablar del gran argumento á
que se refirió anteriormerrte alguno de vosotros
para establecer el primado del obispo de Roma.
Por «Ia roca. (piedra) sobre que la Santa Igle-
sia está edificada», entendéis que es Pedro. Si
esto fuera verdad, la disputa quedaría termi-
nada; pero nuestros antecesoses (y ciertamente
debieron saber algo) no opinan sobre esto como
. nosotros. .
San Oirilo, en- su cuarto libro sobre la Trini-
dad, dice: «Creo que por la roca debéis enten-
der 'la fe invariable de los Apóstoles.»-San Hi- .
Iario, obispo de Poitiers, en su segundo libro
sobre la Trinidad, dice: «La roca (piedra) es la
bendita y sola roca de la fe confesada por boca de
San Pedro.» Y en el sexto libro de la Trinidad,
dice: «Es esta roca la confesión de fe sobre la que
está edificada la Iglesia. -«Dios, dice San Je-
rónimo en el sexto libro sobre San Ma teo, ha
fundado su Iglesia sobre esta roca, y es de esta
roca de la que el apóstol Pedro fué apellidado.»
De conformidad con él, San Crisóstomo dice en
'- su homilía 55 sobre San Mateo: «Sobre esta
roca edificaré mi -Iglesia.». Es decir, 'sobre la fe
de la confesión. Ahora bien, ¿cuál fué la confe-
síón del apóstol? Hela aquí: «Tú eres el Cristo,
el hijo de Dios vívo.»
/

ASOCIACtÓN DE PROPAGANDA LIBERAL 13

Ambrosio, el santo arzobispo de Milán, sobre


el segundo capítulo de la Epístola los Ephe
á

sios, San Braulio de Saleucia y los Padres del


Concilio de Calcedonia, enseñan precisamente
la misma doctrina. Entre 10- doctores de la an-
tigüedad cristiana, San Agusttn ocupa uno de
los primeros puestos por su sabiduría y santi-
dad. Oid, pues, 'Io que escribe sobre la primera
epístola de San Juan: ((¿Qué significan estas
palabras: edijicare mi Iglesia sobre esta roca?
Sobre esta fe, sobre eso que me dices, tú eres
el Cristo, el Iiijo de Dios oioo.» En su tratado 124
sobre San Juan, encontramos esta muy signifi-
cativa frase: «Sobre esta roca, que tú has con-
tesado, edificaré mi Iglesia, puesto que Cristo
mismo era reca.» EL gran obispo creía tan poco
que la Iglesia fuese edificada sobre San Pedro,
que dijo á su grey en el Sermón 13: Tú eres
Pedro, y sobre esta .roca (piedra), que tú has
confesado, sobre esta roca, que tú has recono-
cido diciendo: tú eres el Cristo, el hijQ de Dios
vivo, edificaré mi Iglesia; sobre mí mismo, que
soy el hijo de Dios, la edificaré; y no yo so-
bre tL»
Lo que San Agustín enseña sobre este célebre
pasaje, era la opinión de todo 01 mundo cris-
liana-en sus días; por consiguiente, resumo y
estabLezco: primero, que Jesús dió á sus após-
toles el mismo poder que San Pedro; segundo,
á

que los apóstoles nunca reconocieron .en San


ti Pedro al Vicario de Jesucristoy :aHnfalible doc-
tor de la Igtesia, tercerc, que el mismo Pedro
nunca pensó ser Papa, ni obró nunca como si
fuese Papa; cuarto, que los Concilios de los cua-
troprimeros siglos, cuando reconocían la alta
posición que el obispo de Roma ocupaba en la
Iglesia por motivo de estar en Roma, tan sólo le
otorgaban una preeminencia honorífica, nunca
poder y jurisdicción; quinto, que los Santos Pa-
dres, en el famoso pasaje:· «Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia», nunca
entendieron que la Iglesia estaba edíñcada so-
bre Pedro (super Petrums, sino sobre ltl roca
(super petrami.

\ "
14 ASOCIACiÓN DE PROPAGANDA LIBERAL

Co retuvo victoriosamente, conforme á la his-


toria, la razón, la lógica, el buen sentido y la
concienc-ia' cristiana, que Jesú,Gtisto no dió su-
-premacta alguna San Pedro, y que los obispos
á

de Roma no se constítuyeronsuberanos de la
Iglesia sino con fiscando uno por uno todos los
derechos del episcopado.
(Voces:' [Silencio, insolente protestante, siten-
cio!) ,
¡No soy un protestante insolente! ¡No, Y mil
veces no! La historia no es católica, ni anglica-
ná, ni calvíní'sta, ni lu terana, ni arriana, ni
griega, ni cismática, ni ultramontana. Es lo
que es; es decir, algo más poderoso que todas
las confesiones de fe, que todos los cánones de
los Concilios ecuménícos. ¡Escribid contra ella.
si osáis hacerlo! Más no podréis destruírla,
como tampoco sacando su ladrillo del Coliseo
podríais hacerle ,d~rribar. Si he dicho algo que
la historra pruebe ser Ialso, eoseñádmelo con
la historia, y sín tifubearun momento haré la
más venerable apología. Mas tened paciencia,
, y veréis que todavía no he dicho todo 10 que
quiero y puedo. Si la pira fúnebre rne aguardase
en la plaza de San Pedro, no callaría, porque me
siento precisado {¡ proseguir.
Monseüor Dupanloup, en sus 'célebres obser-
vacrones sobre este Concilio del Vaticano, ha di-
cho, y con razón, que si declaramos á Pío IX in-
. falible, debemos necesariamente, por lógica na-
tural vernos.prectsados mantener
á que todos
sus predecesores eran también infalibles. Pues,
venerables hermanos; aquí la historia levanta
su voz con autoridad, asegurándonos que algu-
nos Papas erraron.T'cdréls protestar sobre esto
ó negarto, si así os place; mas yo 10 probaré. ,
, El Papa Victor 1 aprobó en 129 el mcntanismo,
y después 10 condenó.
, Marcelino (296 á'303) era II n Idólatra. Entró en
el templo de Vesta, y ofr-eció incienso á la Diosa.
Diréis' quizás que fué un acto de debilidad; á lo
cual contesto: «Un Vicario de Jesucristo muere,
más n.o se hace apóstata».
Liborio (358) consintió en la condenación de

,1
ASOCIACiÓN DE PROPAGANDA LIBERAL 15

Atanasio, y después hizo profesión de- arrianís-


mo para lograr que se le revocase el destierro
y se le restttuvesasu Sede.
Honorio (625) se adhirió al monotehismo. El
Padre Gratry lo ha probado hasta la evi-
dencia.
Grsgorio 1 (578 á 590) llama Antecristo á cual-
quiera que se diese el nombrede obispo univer-
sal; y, al contrario, Bonifacio III (607) persuadió
al Emperador parricida Phocas á conferirle dí
cho título.
Pascual II (1038 á 1089) Y Eugenio III (1145 á
1153)'autorizaron los desaños, mientras que Ju-
lio 11 (1509)Y ~o IV 156Q)"lbs prohibieron.
Eugenio IV (1431) aprobó el Concilio de Basi-
'lea y la restitución.de cáliz á la Iglesia de Bohe-
mia; y Pío II (1438) revocó la conceslón.
Adriano 11 (867) declaró el matrímouio ci"vil vá-
lido; pero Pío VII (1800 á 1823) lo condenó.
Sixto V (1585 Él 1580) publicó una edición de
la Biblia y en una Bula recomendó ~Ú lectura,
que luego Pío VII condenó.
Clemente XIV (1700á 17:1.1) abolió la Co m paúia
de Jesús, permitida por Pablo III, y Pío VII la
restableció.
Mas i.á qué huscar pruebas tan remotas?
¿ No ha hecho otro tanto nuestro Santo Padre,
que está aquí presente, en su Bula dando re-
glas para este rñisrno Concilio, en el caso de
que muriese mientras se hallara reunido, revo-
cando todo cuanto de los tiempos pasados fuese
c.ontrario á ellas, aún ouandc procediese de
las decisiones de sus predecesores? Y cierta-
mente, sí-Pro IX ha hablado excátedrn, impon-
dría desde el fondo de su sepulcro su voluntad
á los soberanos de la Iglesia.
<, Nunca conclu ina, mis venerables hermanos, .
si tratase de presentar ávuestra vista las con-
tradrniones de los Papas en sus eu-eüanzas.
Por lo tanto, si proclamáis la infalibilidad del
Papa actual, .ó bien tendréis que probar que
los Papas nunca se contradijeron, lo cual es m- -
í

posible, Ó· hien- tendréis que declarer que el


Espíritu Santo os ha revelad) que la inlulib ili-
16 ASOCIACIÓN DE PROPAGANDA LIBERAL

lidad del Papado tan solo data de 1870. ¿Sois bas-


tante osados para hacer esto?
Quizás los pueblos estén jndifecentes y dejen
pasar cuestiones teólogicas que no entienden,
y cuya importancia no veo; pero, aún cuando
sean indiferen tes para los prtnoipios, no lo son',
no, en cuanto á los hechos. Pues bien, no os
enguñéis: si decretáis el dogma de la infalibi-
lidad papal, losprotestantes, nuestros adversa-
rios, montarán- la brecha con tanto más bra
vura, cuanto que tienen la historia de su parte,
mientras que nosotros sólo tendremos una neo
gación que.oponerles. ¿ Qué les diremos cuan,
do exh ibaná todos los obispos de Roma, des-
de los días de Lucás hasta su Santidad PíoIX?
¡Ay! Si todos hubiesen .aido como Pío IX,
triunfaríamos en toda línea; mas desgraciada-
mente no .es así. .:
(Gritos: i Silencio, silencio! ¡basta, basta!)-
No gritéis, monsenores: temer la historia es
confesaras derrotados; ¡y aún, si así pudie-
rais borrar una de sus páginas! Dejad me ha-
blar y seré tan breveeomo sea posible en este
ímportantísimo asunto.
El Papa Virgilio (538) compró el Papado á De-
lisario, teniente d-el emperador Justiniano. Ver-
.dad es que compró su promesa, y nunca
pagó.
¿Es esta una manera canónica de ceñtrse la
tiara? El segundo Concilio de Calcedonia le
condenó formalmente. En uno de sus cánones
se lee: «El obispo que obtenga su episcopado
por 'dinero, lo perderá y será degradado.»
El Papa Eugenío III, (1148) imitó á Virgilio.
San Bernardo, la estrella brillante de su tiempo,
respondió al Papa diciéndole: ((¿ Podéis erise-
üarme en esta gran ciudad de Roma alguno que
os hubiese recibido por Papa sin haber primero
recibido oro él plata por ello?» Mis venerables
hermanos: ¿ será. Papa el que establece un trá-
'fico á las puertas del templo del Espíritu San-
te? ¿Teupl'á· derecho alguno de ensefíar á la
Iglesia la intali bifidad ? ' -
• Conocéis la hlstoria de Formo-o demasiado
\
AsOCrAcró'N DE PROPAGANDA LIBERAL 17

bien para que yo deba añadir.nada. Esteban IV


hizo exhumar su cuerpo, vestido con ropas pon-
tificales, mandó cortarle los, dedos con que
acostumbraba á dar la bendición, y después or-
denó arrojarle 01 Tíber, declarando que era un
perjuro é ilegítimo. Entonces el pueblo aprisio-
nó ó Esteban, lo envenó y le agarrotó, y luego
Romano, sucesor de Esteban, y tras él Juan X,
reabilitaron la memoria de Formoso.
Quizás me diréis: «esas son fábulas, no his-
toría». ¡Fóbulas! Id, monseüores, ála librería del
Vaticano, y leed Platino,
á el historiador del
Papado, y anales de Baronio (A. C. 897). Es-
tos son los hechos que, por honor de la Santa
Sede, desearíamos ignorar; mas, cuando se tra-
ta de definir un dogma que podrá provocar un
gran cisma entre nosotros, el amor que abri-
gamos hacia nuestra venerable madre la Igle
sia católica,' apostólica y romana, ¿deberá ím-
ponérsenos silencio? Continúo ..
El erudito cardenal Baronio, hablando deIa
corte papal, dice (prestad atención, mis vene-
rables hermanos, estas palabras):
á ((¿Qué pa-
recía la Iglesia romana en aquellos tiempos?
¡Qué infamia! Sólo las poderostsímas cortesa-
nas gozaban en Roma. Eran ellas las que da-
ban, cambiaban y ~e tomaban obispados, y
¡horrible es relatado! hacían á sus amantes,
los falsos papas, subir al trono de San Pedro.»
(Baronio, A. D. 912).
Me contestaréis: «esos eran Papas falsos,no
verdaderos». Sea así; más en ese caso, si por
ciento cincuenta a 1'1"0 s la Sede de Roma se ha-
lló ocupada por antipapas, ¿cómo podréis rea-
nudar el hilo de la sucesión papal? iPues qué!
¿Ha podido la Iglesia existir si glo y medio sin
cabeza; acéfala?
Notad bien que la mayor parte de esos anti.-
papas se ven en el árbol genealógico del-
Papado y seguramente son esos los que descri-
be Ba ron io: porque hasta Gene):>rardo, el gran
adulador de los Papas, se atrevió á decir en
sus crónicas (A. D. 905): «Este centenario Iué
desgraciado, puesto. que por cerca de ciento.
18 AS0CiACIÓN DE PHOPAGAI'OÁ LIBERAL

cincuenta años los Papas han caído de las vir-


tudes-de sus : predecesores; y se .han hecho
apóstatas más' bíen que apostoles.»
Bien comprendo por que el ilustre Baronio
se avergonzaba al narrar los actos d-e esos cbis-
pos romanos.
Hablando de Juan XII (984), hijo natural del
Papa Sergio y Marozia, escribe estas palabras
en sus Anales: «La Santa Iglesia, es decir, la
. romana, ha sido vilmente atropellada por un
mofistruo, Juan XII (956), que, elegido Papa á •
la edad de 18 anos, mediante la influencia de
cortesanas, en nada fué mejor que su prede-
cesor.»
Me desagrada, mis venerables hermanos, te-
ner que remover tanta suciedad. "
Me callo sobre Alejandro VI, padre y aman-te
de Lucrecia; doy la espalda Juan XXII (1356)
á.

'que negó la inmortalidad del alma y íué de-


puesto por. el Concilio de Constanzá. Algunos
mantendrán que este Concilio fué sólo privado;
pero si le-negáis toda autoridad, deberéis man-
tener, como consecuencia lógica, que el nom-
bramiento de Martín V 1417), era ilega-l. Enton-
ces, ¿á dónde va á parar la sucesión -papal?
¿Podréis hallar su hilo?
No hablo de los cismas que han.rleshonrado
á la Iglesia. En aquellos desgraciados tiempos,'
la Sede de Roma se hallaba ocupada por Gas,
y á veces hasta por- tres competidores. ¿Cuál
de estos era el verdadero Papa? ,
Resumiendo: una vez .más vuelvo á decir'
que. si decretáis la infalibilidad del actual obis-
po de Roma deheríais establecer la infalibili-
dad. de todos, los-anteriores, sin excluír ú nin-
- guno. ¿Podéis hacer esto cuando la historia
está ahí probando, con una claridad igual á la
del sol, que los Papas han errado en sus ense-
ñanzas? ¿Podréis hacerlo y sostener que Papas
avaros, íncestuosos, homicidas, símontacos,
han sido Vicarios de Jesucristo?
¡Ah, venerables hermanos! Manteñer tal enor-
midad sería hacer traición áCrísto, peor que ta
de Judas: sería echarle suciedad á lo carel.
I
)

ASOCIACIÓN DE PROPAGANDA LIBERAL 19

(Gritos: ¡Abajo de la cátedra! [Pronio! ¡Ce-


rrad la boca del liereien
Mis venerables hermanos; estáis gritando, y
.¿no sería más digno pesar mis razones y mis
palabras en la balanza del santuario? Creedme;
la historia no puede hacerse de nuevo; ahí está
y permaneceré por toda la eternidad, protestan-
-do enérgicamente contra el dogma. de la infali
bilidad papal.. Podréis declararlo unánimes,
pero faltará un voto, que será el mío.
Los verdaderos fieles, monseüores, tienen los
'ojos fijos en nosotros, esperando algún remedio
para los innumerables males que deshonran Ú
la Iglesia: ¿Desvaneceréis sus esperanzas¿ ¿Cuál
no será nuestra responsabilidad ante Dios, si
dejámos pasar esta solemne ocasión que él
nos ha dado para depurar la verdadera fe'!
Abracémosla, mis hermanos; armémosnos de
-ánimo santo; hagamos un supremo y poderoso
"esf-uerzo; volvamos á la doctrina de los apósto-
les, puesto que fuera de ella no hay mas que
-errores, tinieblas y tradiciones falsas; aprove-
-chémosnos de nuestra razón é inteligencia, to-
mando á los apóstoles y j)rofetas por nuestros
únicos maestros en cuanto á esta cuestión de las
-cuestíones: ((¿qué debo hacer para hacer salvo?»
"Cuando hayamos resuelto esto, habremos puesto
el fundamento de nuestra sistema dogmático.
Firmes é inmóviles como la roca, constantes
·13incorruptibles en las divinamente inspiradas
Escrituras, llenos de confianza, iremos ante el
.mundo, y, como el apóstol San Pablo, en pre-
-sencia de los librepensadores, no reconocere-
mos «á nadie más que á Jesucristo, el Crucifl-
-cado.» Conquistaremos mediante la predicación
"el «martirto de la cruz.: así como San Pablo
.-conquistó álos sabios de Grecia y Roma, y la
Iglesia romana tendrá su glorioso 89.
(Gritos clamorosos: [Bájate! ¡Fuera el protes-
-trtntei t Fuera el caloinistat ¡El traidor de la
Iglesia!)
Vuestros gritos, monseñores, no me atemo-
-rizan. Si mis palabras son calurosas, mi cabe-
.za está serena. yo no soy de Lutero, ni de Cal-
20 ASOCIACIÓN BE PROPAGA:-¡DA LIBERAL

vino, ni de- Pablo, ni de los apóstoles; pero sr


de Cristo.
(Renovados gritos; tAnatemat, .Anatema al"
apóstata!)
¡Anatema, monseñores, anatema! ... ¡Ah! ...
Bien sabéis que no estáis protestando contra.
mi, sino contra los santos apóstoles, bajo· cuya.
protección desearía yo que este Concilio co-
locase la Iglesia ... ¡Ah! Si cubiertos con sus.
mortajas salieran de sus tumbas, ¿hablarían de-
una manera diferente á la mía? ¿Qué les di-
ríais, cuando prueban sus escritos que el Pa-
pado se ha apartado del Evangelio del Hijo de-
Dios que ellos predicaron y confirmaron tan .
generosamente con su sangre? ¿Os atreveríais.
á decirles: «Preferimos las doctrinas de nues'-
tras Papas, nuestros Belarminos, nuestros 19-
nacios de Loyola, á la vuestra?» No, mil veces.
no, á no ser que hayáis cerrado vuestros oídos
para no oír, cubierto vuestros ojos para n~
ver yembotado vuestra mente para no enten-
der. ¡Ah! Si el que reina arriba quiere castí-
garnos haciendo caer pesadamente su mano,
sobre nosotros, como hizo con Faraón, no ne-
cesita perrnitir á los soldados de Garibaldi"
que nos arrojen de la ciudad eterna; bastará
con dejar que hagáis á Pío IX un Dios, así"
como se ha hecho una Diosa de la bíenaven-
Jurada Virgen.
Deteneos, deteneos, venerables hermanos, en
el odioso y ridículo precipicio 'en que os ha-
béis colocado.
Salvad ó. la Iglesia del naufragio que la ame-
naza, buscando en las Sagradas Escrituras so-
lamente la regla de la fe, que debemos creer--
y profesar.
¡Dígnese Dios asistirme!

OBISPO STROSSMA YER.

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