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IV.

El diálogo
Luis Miguel Cortéz Pérez
En 1958, cuando juan XXIII sucede a Pío XII, la cuestión social había cambiado. Si en la
primera fase se identificó sobre todo con el conflicto de clase entre proletariados y patrono
de capital. En la segunda se transformó en un choque abierto entre sistemas socioeconómicos
opuestos (comunismo y socialismo), ahora en esta tercera fase, la cuestión social asume
dimensiones cuantitativas del mundo. Está en discusión el equilibrio mismo de la humanidad,
entre el Norte rico y el Sur pobre.
Nos encontramos con un proceso de mundialización, donde la causa y el efecto son
las crisis de las ideologías. Pero al relativizar las ideologías ha permitido reemprender el
dialogo a partir de aquello que uno a los hombre entre sí. Transformaciones que no podrían
dejar de interpelar a la Iglesia, que camina con el mundo.
Esta tercera fase del discurso social de la Iglesia se halla determinada por la influencia
de tres causas distintas, vinculas entre sí: las crisis de las ideologías, los procesos de
mundialización y las adquisiciones doctrinales y pastorales del Concilio.
1. Las crisis de las ideologías
En el s. XX las ideologías clásicas bajo los golpes de la historia han entrado en crisis,
hasta el punto de que hoy han sido abandonadas.
La ideología clásica del liberalismo fue el primer en fracasar; nacida de la primera
revolución industrial. Esto se debió a la crisis de 1929: ¡Wall Street! Después fue el fascismo
y el nazismo, que murió pronto por la segunda guerra mundial. Después entro en crisis las
ideologías católicas, aquella que nació como tercera vía del liberalismo y socialismo.
Finalmente la ideología marxista, es la que más se ha resistido a morir.
2. Iglesia y marxismo: discernimiento y dialogo
La crisis incipiente de la ideología marxista y el Concilio crea una situación de
oposición abierta entre Iglesia y socialismo real que parecía destinada a durar.
La primera contradicción interna del sistema comunista comienza con la
desestabilización. En esta fase se multiplican las tentativas de realizar diversas formas de
socialismo real que ha acabado en fracaso.
La Iglesia pasa del choque violento a la confrontación dialéctica, gracias a los
procesos llevados a cabo por la renovación conciliar. En particular resulto relevante la
enseñanza de la encíclica Pacen in terris de Juan XXIII con su distinción entre ideología y
movimiento históricos. Esta distinción permitió que los católicos superasen la visión negativa
y condenatoria de los distintos socialismos.
El concilio se sitúa en esta nueva posición de discernimiento. La Gaudium et spes,
aunque no se refiere expresamente al marxismo, confirma ante todo la condena del ateísmo
sistemático. En efecto, la Iglesia, aunque rechaza completamente el ateísmo, reconoce que
todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben colaborar por la edificación de este
mundo. Ciertamente esto no puede hacerse sin un dialogo sincero y prudente.
IV. El diálogo
Luis Miguel Cortéz Pérez
Más tarde Pablo VI recogerá esta distinción entre ideología y movimientos históricos
en la Octogesima adveniens, que la aplica ahora explícitamente a la confrontación entre
cristianos y marxistas. El corrobora el carácter inaceptable de la ideología marxista.
3. Proceso de mundialización
La segunda causa está en el origen de la época del dialogo, es la intensificación de los
procesos de mundialización, que han abierto al mundo y al compromiso de la Iglesia la
perspectiva de la interdependencia universal. Esta nueva perspectiva de la cuestión social se
debe a la revolución tecnológica de la cibernética, del calculador electrónico, de la
inteligencia artificial, de la era espacial. La tecnocracia del mañana denuncia Pablo VI puede
engendrar males al menos temibles que los del liberalismo de ayer. El efecto más
revolucionario y difícil de controlar no reside tanto en el empleo sino en el hecho de que l
desarrollo tecnológico engendra un nueva cultura, una nueva concepción de la relaciones
sociales, un nuevo modo de ver las cosas y la vida humana. La tecnología, mucho más que
una nueva organización del trabajo, es una nueva cultura.
La paz y el entendimiento de los pueblos no pueden fundarse en el equilibrio de las
armas o de los misiles. Se exige una nueva cultura, difícil de realizar y absolutamente
necesaria: una cultura de paz que constituye hoy el único terreno sobre el que se puede
prosperar un nuevo orden político mundial. Otro orden mundial que impone un nuevo orden
planetario es el de la información y la comunicación.
4. La adquisidores del Concilio
Con el concilio ha llegado a su madurez, aquella teología del laicado y de la autonomía de
las realidades temporales que en la Rerum novarum se hallaba únicamente en germen. El
concilio supera la concepción clerical de la Iglesia, en la que laicos no tenían otro derecho
que el de dejarse guiar y, como dócil rebaño, seguir a sus pastores. Una primera y clara
afirmación de la responsabilidad de los laicos en su compromiso se encuentra en la encíclica
Mater et magistra de Juan XXIII. El papa insiste en el hecho de que pasar a la acción es
misión que corresponde a nuestros hijos del laicado en virtud de su estado de vida.
En la encíclica Ecclesiam suam, Pablo VI insiste en que la Iglesia debe estar dispuesta
a sostener el diálogo con todos los hombres de buena voluntad, dentro y fuera de su propio
ámbito.
5. Un discurso nuevo
Se habla de un nuevo método en la doctrina social, este es el inductivo, donde es necesario
ver, juzgar y actuar. La encíclica Pacen in terris es la primer en aplicar el nuevo método. El
punto de partida no está constituido por los principios teóricos del derecho natural y de la
revelación, son por el examen de los signos de los tiempos. En los últimos decenios de
nuestro siglo, la era del dialogo entre la Iglesia y el mundo contemporáneo, supera la ruptura
y el clima de excomunión de tiempos pasados como nostalgia de una cristiandad perdida.

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