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LA CONSTITUCIÓN COMO FUENTE DE DERECHO•

Francisco RUBIO LLORENTE..

SUMARIO: l. La Constitución como realidad j urídica.


ll. La noción de Estado de derecho y la distorsión del
concepto de Constitución. III . El concepto clásico de
Constitución: la Constitución como fuente de derecho.
IV. Tipología de las normas materiales de la Constitu-
ción. V. La interpretación de la Constitución.

l. LA CONSTITUCIÓN COMO REALIDAD JURÍDICA

Es cosa sabida que, en nuestro tiempo, la teoría de la Constitución tiende


a ocupar de manera cada vez más acusada el lugar que antes ocupó la
teoría del Estado como regina scientiarum, como ciencia primera, base
y fundamento de todo el saber jurídico. 1
Dejando para más tarde, si hubiera tiempo para e llo, las razones pro-
bables de esta transformación, hay que comenzar por confesar que, pese
a ello y como resultado de una compleja interacción de factores técnico-
jurídicos y políticos, el concepto mismo de Constitución sigue siendo un
concepto polémico, y el término que lo designa continúa afectado de una
multivocidad radical que obliga frecuentemente a adjetivarlo. Se opone,
por ejemplo, la Constitución material a la formal, o la Constitución real
a la j urídica; o se incurre en clasificaciones cuya riqueza misma2 priva

C ' Publicado en la forma del poder (estudios sobre la Constitución) , Madrid, Centro de Estudios
,º.nstituc ional_es, 1993 (2a. ed., 1997). .
Un1vcrs 1dad Complutense de Madrid.
1 Cf r. Fricdrich. Manfred, " Introducción", Verfassung, Darmstadt. Wegeder Forschung, vo l. 452,
1978, p. 3.
2 Por ejemplo. la muy conocida y sugestiva que ofrece Schmin, Carl, Teoría de la Constitución,
trad. de F. Ayala, reimp., Madrid, Alianza, 1992. El sentido profundo de esta descomposición del
concepto está, por lo demás. muy claro; se origina en un escepticismo to tal frente a la democracia
Y apunta objetivamente a su destrucción.

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realmente a la categoría central de todo valor como instrumento de · · norar la mediación necesaria que el derecho realiza entre fuerzas so-
lisis o de construcción teórica. En esta situac ión y por ingrato que:~~~
sea, al abordar un tema como e l que hoy nos ocupa es inelud "i bl ·
~~ales y orden social es equivalente ~ la de quien, a ~a~ir de. la ~erdad
· r · · · 1 • •• e, s i no temental de que toda la v ida en la tierra procede en ultimo termmo del
esti pu ar m1c1a mente una defin1c1on de Constitución sí a l menos 110
d d . . . ,
er e vista que el establecimiento de una definición estipulativa es
per- :ol, quisiera pasar por alto todas las mediaciones necesarias entre la ener-
· d'd 1 •en cría
o
solar y las distintas formas de vida.
c ierta me i .a, e resultado final de toda reflexión sobre la Constitución
y, muy precisamente, de una reflexión sobre la Constitución como fuente 1. Constitución y ordenamiento
de derecho.
Tenemos que indicar por ello y, desde el comienzo i~ismo, que lo que Tal vez a muchos parezca superflua esta insistencia, pero modestamen-
pretendemos llevar .ª cabo es una reflexión de jurista · y para juristas te creo que nunca está demás precisar, frente a Lassalle, que la Constitu-
que, en consecuencia, vamos a prescindir total y abso lutamente de 1 y ción no es simple papel mojado o, frente a Burdeau, que la Constitución no
. 'd' os
conceptos. ~Jun 1cos de Constitución, como el tan conocido de Lassalle es todavía una idea pura que vague por las tristes playas del pasado.4
o ~I ta~b1en harto conocido y quizá más insidioso de Constitución ma- Porque, al hablar de derecho, hablamos, efectivamente, de Constitución. En
terial que, desde Mortati,3_ se ha generalizado en la doctrina ita liana y un sentido muy lato, Constitución se identifica con orden jurídico concreto,
que'. .P ~r otra pa~e, nada tiene que ver con la Constituc ión material del con ordenamiento y, así precisamente, en el ordinamentismo italiano, 5
pos it1v1~mo. N_ad1~ puede ignorar la importancia que en la articulación que encuentra probablemente en esta identificación el mayor obstác ulo
de la vida : oc1al tienen los poderes fácticos, que desde luego son más, para construir una teoría de la Constitución. Desde este punto de vista,
muchos ~as: que los representados por aquellas instituciones (última- podemos hablar ya de Constitución en términos jurídicos, pero todavía
mente casi solo una) a la que púdicamente suele aludirse entre nosotros no cabe, sin embargo, hablar-de la Constitución como fuente del derecho.
con esa denominación . Los poderes fácticos, esto es, las fuerzas sociales En esta visión algo simplista, la Constitución jurídica es el derecho, la
reales, actúan s in embargo, aunque movidas por intereses al amparo de totalidad del ordenamiento, de donde se desprende la necesidad de recu-
determinados ideales en tomo a los cuales se hace posible ~u confluencia rri r a otro concepto metajurídico, el de Constituc ión material, frente al
Y que son_ya directamente una idea de la justicia, un germen de derecho. que ya antes hemos expresado nuestras reservas.
De estos ideales extrae el der~cho su fuerza, pero ni s iquiera la legitimi-
dad, por no hablar de la legalidad, se agota en esa referencia. 2. La Constitución como sistema de las fuentes del derecho
Como juri~tas, no nos interesa conocer el origen remoto y mediato de
las normas, ~mo el próximo e inmediato. El derecho es seguramente un Más adecuadamente, la Constitución se nos presenta en Ke lsen no
produ~~o soc ia l, y es vano y estéril cualquier intento de prescindir de esa como la totalidad del ordenamiento, sino como aquella parte de él que
conex1on, pero e l derecho en abstracto, la idea misma del derecho tiene 1o conecta con la hipótesis de donde deriva su validez y asegura su di-
u~a realidad propia, una estructura peculiar y es, sobre todo, una ..;,edia- nam ismo. La Constitución es así esencialme nte sólo la norma que esta-
c1on necesaria que, en virtud de esa necesidad, condic iona ineludiblemen- blece la vía para e l desarrollo y renovación de l ordenamiento, garanti-
te el pro~ucto fina l, el derecho concreto, cada derecho. La ciencia del zando su unidad.6 El objeto de la Constitución es, así, la regulación de
~erecho tiene tanta razón de ser como la biología, pues la pretensión de los modos de producción del derecho.

18~·r2 )Lo.~e que_


4 Cf r. Burdeau, " Une survivance: la notion de constitution•·. l "evolution du droit pub/ic. Etudes
no suele tenerse en cuenta es que la célebre conferencia de Lassalle (l 6 de abril de
en /'honneur d'Achille Mestre, París, 1956.
enfrenta ya.con un nuevo concepto de Constitución desprovisto de toda conexión con la
1 s Esta identificación se percibe muy clara.mente en Mortati, lstituzioni di d iritto pubblico, 9a.
1 ~g~ imida~ democráti ca Y_con una realidad constitucional en la que las cámaras hablan sido humi-
.1
.L~í: por , a m 1!1arqula. El. ~onc~pto de Conslitución malerial, a su vez, tan próximo ill de régimen
0 ed., Padua. 1975, pp. 24 y 22 y 3 12 y SS. .
· 6 Vid., por ejemplo, la edición francesa de la Reine Rechts/ehre (la lhcorie p11re d11 droit}, Pans,
1co, s~ con 1gura tamb1cn baJ(l el fascismo.
1962, p. 300.

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Esta regulación de los modos de producción del derecho se o pera me- secuencias (a mi juicio, más bien perturbadoras) que esta dualidad de
diante la atribución de competencias nomotéticas a distintos ó rganos del regulaciones, aunque no sean contradictorias, tiene para nuestra ciencia
Estado, o incluso, en un ordenam iento complejo como e l que resulta de y para nuestra práctica del derecho. Sí quiero hacer en relación con esta
nuestra Constitución, a entidades políticas distintas. Junto a esta atribu- funci ón de la Constitución como fuente sobre la producció n de l dere-
c ión de competencias, como complemento y derivación necesaria, toda c ho, como fuente de las fuentes, una muy concreta precisión, que me
Constitución ha de establecer, además, de manera implícita o explícita suscita un problema práctico, y que no está exenta, creo, de algu na tras-
algunos principios estructurales básicos, algunas reglas fonnales que ase~ cendenc ia teórica.
guren la armonía del conjunto. En la tradición occidental, .estos principios Me refiero, muy concretamente, al valor invalidante que haya de atri-
estructurales, que nuestra Constitución recoge y sintetiz,1 en el apartado buirse a las reglas constitucionales sobre el modo de producción del
3o. del artículo 9o. --con a lgunas adiciones discutibles tales como las derecho, respecto de normas concretas que, sea cual fuere su conten ido
a lusiones a la responsabilidad (sic) y a la seguridad jurídica, que no es material , se han producido por cauces distintos de aquellas que la Cons-
principio, sino resultado- integran una parte fundamental de lo que la titución misma prevé. ¿Cabe afirmar la inconstitucionalidad de aq uellas
doctrina clásica llamaba Estado de derecho, que es, por e llo mismo, una normas hasta ahora vá ridas y cuyo contenido no es contrario a la Cons-
noción puramente formal, sobre cuyas insuficiencias no sólo políticas titución, pero ·que no tiene el rango que la Constitución preceptúa para
sino directamente jurídicas, volveremos inmediatamente. ' el tratamiento nonnativo de esa materia o que, aun teniéndolo, se han pro-
Sean cuales fueren las reservas frente al positivismo en general y al duc ido por vías - v.gr. , la del decreto- ley- aho ra excluidas? O, dicho
positivismo norm at ivista kelseniano en particular, y las muy justificadas aun de otra forma: ¿puede predicarse de las normas preconstitucionales
dudas que puedan a lbergarse respecto a la adecuación a la realidad de la una inconstitucionalidad formal de l m ismo modo y con los mismos efec-
tri vializada imagen de la pirámide normativa,7 Jo cierto es que esta idea tos que cabe predicar de ellas una inconstitucionalidad material?
de la Constitució n nos sitúa ya en un terreno finne para entrar en nuestro La cuestión, que dista mucho de ser académica, enlaza directa mente
tema. A partir de aquí, sí es ya posible hablar de la Constitución, si no con la función de la Constituc ión como fuente de las fuentes del derecho.
como fuehte de derecho, si por tal ha de entenderse Ja capacidad para Es obvio que, aunque la Constitución viene a insertarse en un ordena-
establecer derechos o deberes o ambas cosas, sí corno fuente sobre la miento preexistente, no se acomoda a é l, s ino que, por el contrario, lo
producción del derecho, 8 como disciplina de las fuentes del derecho. fuerza a adecuarse a e lla, de manera que puede decirse co n exactitud y
Por supuesto que nuestra Constitución desempeña esta función, y, aun- no como si mple metáfora que la Constitución es base - o, si se prefiere,
que no es éste nuestro tema, vale la pena detenerse un instante para ver 1
cúspide- del ordenamiento entero. Esta acomodación no implica, sin
e l modo en que lo hace. embargo, destrucc ión de todo lo preexistente. El cambio constitucional
no es una solución de continuidad en la vida del Estado, s ino sólo un
3. Cambio constitucional y validez formal de la legislación anterior avatar. Al establecer una nueva disciplina para los modos de producción
del derecho, la Constitución opera sólo ex nunc y no deroga en absoluto
Es obvio que e l texto constitucional español de 1978 no es e l único las normas producidas válidame nte según el modo de producción an-
que, en nuestro ordenamiento, establece esta disciplina, que tradicio- terio r. Una vez promul gada la Constitución, no hay más normas legí-
na lmente viene siendo hecha en el título preliminar del Código C ivil. No ti mas que las que nacen por las vías constituciona lmente previstas, pero
voy a entrar en e l análisis de esta regulac ión, que es el objeto concreto siguen s iendo formalmente válidas todas las que lo fu eran conforme al
de otras conferencias de este ciclo, ni voy a intentar determinar las con- s istema anterior. El o rdenamiento, como el ave Feni x, renace con la
Constitución.
7 1'id. ohscnaci(lncs al respccro en Huber. H ans, " Dc r Formcnrcichtum del Vcrlits~tm !! unct scinc
Bedcutung liir ihre Auslegugn . ._ Ve1:fas.mng. pp. 317 y ~s. -
8 Cfr MMali. lstit1i=ioni di dirillo pubh/ico, p. 300.
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11. LA NOCIÓN DE ESTADO DE DERECHO Y LA DISTORSIÓN quita al fundamento real de su validez) un repertorio de derechos que les
DEL CONCEPTO DE CONSTITUCIÓN aseoure un ámbito propio de libertad. Si lo hace, será Estado de derecho,
y s~ Constitución, fuente de derecho en sentido propi~; si no lo. h~ce, _su
Pero, como ya antes apuntábamos, la noción positivista de Constitu- Constitución no será fuente de derecho, porque, al no imponer ltm1tac10-
ción que en cierto sentido culmina en Kelsen no puede ser considerada nes al Estado, no engendra derechos para los súbditos, pero no por ello
sino como un primer paso hacia nuestro tema. O, quizá más exactamente, será menos Constitución.
porque la verdad surge más fácilmente del error que de la confusión, Es evidente que la consecuencia de todo ello puede expresarse me-
como un gran paso adelante, pero en dirección equivocada. La Constitu- diante una tautología: la Constitución es fuente del derecho si es fuente
ción no es sólo una disciplina sobre las fuentes del dereého. Ella misma del derecho. Pero ni la tautología ni la contingencia ofrecen base para el
es y, con eso, entramos en el meollo de nuestra reflexión : fuente del de- conocimiento científico; al menos, fuera de las c iencias puras, como la
recho. De ella dimanan derechos y obligaciones para los ciudadanos y matemática y la lógica.
para los poderes públicos, cuya relación se establece así como relación Si hemos de ocupamos de la Constitución como fuente del derecho,
entre sujetos, como relación jurídica, y ello no porque el Estado sea en- tenemos que comenzar por determinar si esa nota es o no esencial al
carnació1i de la idea germánica de libertad, sino porque la titularidad de concepto mismo de Constitución: si la condición de ser fuente de derecho
la soberanía no le corresponde a él, sino al pueblo, es decir, para huir es cosa que acaece a unas Constituciones, pero no a otras.
del riesgo de nuevas hipostizaciones, al conjunto de los ciudadanos. Si el hecho de que una Constitución en concreto, y en este caso la
Permítaseme un pequeño excursus sobre este tema, que no es en modo nuestra, sea fuente del derecho ha de ser algo más que mero resultado
alguno accesorio, sino central en Ja reflexión sobre la función que a la de la coyuntura, es decir, del azar, tenemos que buscar una base menos
Constitución corresponde como fuente del derecho. fal ible; esa base existe y es necesaria si desde el derecho queremos ase-
La creación de la noción de Estado de derecho, su elaboración, la in- gurar una fundamentación firme a la libertad.
tegración como parte de la misma del concepto de derecho público sub- Casi basta para el lo con no dar por supuesto lo que no puede ser dado
jetivo y el establecimiento del elenco de estos derechos es, en su conjun- por supuesto; con no eludir la gran cuestión que la publicística alemana
to, una grandiosa obra del espíritu, cuyo mérito va sobre todo a la gran eludió. Puede darse por supuesta la existencia del Estado, de la comuni-
doctrina alemana del derecho público. Pero la admiración por la esplén- dad política, p_uesto que fuera de ella carece de sentido la indagación
dida obra arquitectónica no debe impedirnos la apreciación de sus defec- jurídica, pero no puede eludirse la cuestión básica de la titularidad del
tos y, sobre todo, no debe hacernos olvidar a qué otro gran edificio vino poder mediante su atribución a la " persona fictic ia" hobbesiana.
a sustituir y qué otras posibilidades vino a cerrar. Si se opera así, si se parte de la idea de soberanía popular o, si se
La idea de la personalidad del Estado, que es el eje de toda la gigan- quiere, de la idea de Poder Constituyente, para subrayar e l carácter ger-
tesca máquina, lleva necesariamente a la singularización de éste como minal, no sólo en e l tiempo, que es lo de menos, sino sobre todo, en e l
titular de Ja soberanía. Esta pretendida objetivación del poder implica que orden lógico, de este poder, la incardinación en la Constitución de los
se priva del mismo al monarca, pero implica también que se priva de él derechos ciudadanos, y de los deberes del poder, o lo que es lo mismo,
al pueblo. Se escamotea así la noción de soberanía popular y la de Poder la afirmación de la Constitución como fuente del derecho, adquiere una
Constituyente, y se arranca del Estado ya constituido. Las instancias con- firmeza granítica. La consideración del pueblo como titular único de la
cretas de poder son simples "órganos del Estado" y la relación entre éste soberanía fuerza, como es obvio, a atribuirle el Poder Constituyente. De
y los ciudadanos será jurídica sólo en la medida en la que el Estado-so- la Constitución, que es su obra, derivan todas las instancias conc retas
berano se autolimite por un acto libre de voluntad y les atribuya (o les de poder que son, por ello, poderes· constituidos. No sólo se trata ya de
reconozca, si se quiere; la fundamentación iusnatural ista nada pone ni que e l haz de facultades que cada uno de ellos puede desplegar esté pre-
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constituido, sea limitado, sino, y esto es lo fundamental, de que esta li- 1789. Desec hada por la Escuela Positivista por aparentes exigencias de
mitación no resulta de un acto libre de esas instancias concretas de poder una supuesta pureza metódica, fue realmente víctima de una cruda con-
o del Estado, del que son órganos, sino de la relación de dependencia en veniencia política y cayó en aras del principio monárquico. No fue en
que esos órganos se encuentran respecto del pueblo. Esta dependencia 110 realidad la neces idad de de purar la teoría del Estado de elementos meta-
puede ser asegurada si el pueblo no se reserva para sí, esto es, para cada físicos, s ino la imposibilidad de acoger en la realidad germánica del siglo
uno de los individuos que lo integran, un repertorio de derechos, un ámbito XIX el princ ipi o de soberanía popular, lo que obligó a relegar esas dos
de libertad que haga posible el ejercicio real de ese control, y no estruc- notas al limbo de lo metajurídico y a construir una noción de Constitu-
tura el poder de manera que el control tenga probabilidades de eficacia. c ión en la que ésa no tenía más componente necesario que e l de la dis-
La declaración de derechos y su garantía deja de ser así un añadido c iplina sobre la producción del derecho, lo que en términos latos se llama
de la Constitución, para pasar a ser su núcleo, y las libertades que esa la paite orgánica, 10 por lo que quedaba, en consecuencia, la parte dog-
declaración consagra cumplen ya una muy otra función. Su razón de ser mática, la declaración de derechos, como un afiadido, un anexo sin e l
no está ya en servir a " la libertad de los modernos", sino en asegurar cual no cabe hablar de un Estado como Estado de derecho, pero sí hablar
" la libertad de los antiguos" . No se persigue con ella operar la escisión de Constitució n.
entre ei hombre y e l ciudadano, asegurar la separación de Estado y so- Esta construcción que desde Prusia se extiende po r todo el g lobo y ha
ciedad (que es resultado y no finalidad), sino hacer posible que el hombre permitido cobijar con e l nombre de Constitución (un nombre y una idea
sea ciudadano; garantizar que la sociedad no sea del Estado, s ino el Es- por los que morirían muchos hombres en el s iglo XIX) a cualquier or-
tado de la sociedad. denac ión de la vida jurídico-política de una sociedad, no ha penetrado
En la noción c lásica del Estado de derecho, se llegaba por necesidad nunca en los países anglosajones 11 y parece hoy afortunadamente en re-
a una separación tajante de los derechos civiles y de los derechos políti- flujo. Por Constitución entendemos aquí y entiende hoy lo mejor de la
cos, cuyo reconocimiento no era imprescindible para la existencia del doctrina, un modo de ordenación de la vida social en el que la titularidad
Rechsstaat. Esta distinción, a la que se superpone la distinción aún más de la soberanía corresponde las generaciones vivas y en e l que, por con-
grave entre lo constitucionalmente necesario y lo constitucionalmente ac- s iguiente, las relaciones entre gobernantes y gobernados están reguladas
cesorio, entre Constitución material y formal, o entre Constitución y leyes de tal modo que éstos disponen de unos ámbitos reales de libertad que
constitucionales es, desde nuestro punto de vista, absolutamente insoste- les permiten el control efectivo de los titulares ocas ionales de l poder. No
nible. Derechos civiles y derechos políticos se implican recíprocamente. hay otra Constitución que la Constitució n democrática. T odo lo demás
Son cada uno de e llos condición de posibilidad de los demás y sólo cuan- es, utilizando una frase que Jellinek aplica, con alguna inconsecuencia,
do coexisten y están garantizados cabe hablar de la Constituc ión como a las "Constituc iones' ' napoleónicas, simple despoti smo de aparienc ia
fuente del derecho, o más simplemente, habla r a secas de Constitución.9 constitucio na1. 12

111. EL CONCEPTO CLÁS ICO DE C ONSTITUC IÓN: LA CONSTITUCIÓN


10 Sobre el trasfondo polílico y social del posilivismo ale mán, vid. Ocrtzcn. Pcter von. Die so~ia/e
COMO FUENTE DE DEREC HO F1111ktio11 des .~taatsreclrtlic/1en Posít1vismus, Francfort. 1974 . Una crítica aguda de este concepto, en
Helkr, 1L. Teoría del Estado, México, fondo de Cultura Económica. y. sobre todo. en Die Soll\·e-
ranittit, recogido ahora en Gesammelte Schr!fle11, Leiden, 197 1.
Esta idea de Constitución, de la que son notas esencia les la divis ión J 1 Muy expresiva a cslc respecto es la resistencia de varios Estados miembros de la Federación

de poderes y la garantía de los derechos fundam entales, es la idea primi- 11ortea111ericana (especialmente el dt: Nueva York) a rnlifiear el texto conslillleional aprobado en el
CPngrcso de Filadellia en tanto que no se agregara al mismo una Declaración de Derechos. La
genia que se expresa en el celebérrimo artículo 16 de la Dec la ración de r romcsa de Madison de colmar esta laguna dio origen a l a~ diez rrimeras enmiendas, sin las cuales.
alirmó un rcprcsc111antc de Massachusscts. no cabía hablar de ··contrato entre d Gobierno y la Na-
9 Sobre la conexión de derechos civiles y políticos en la originaria concc¡xión burguesa de la ción... es decir. elllre Estado y sociedad. (fr. Taylnr. A.. 11re Or1g11u w 1d Growth q( tire American
Constitución. vírl. Habermas. J . ·'Naturrecht und Rcvolution··. Theorie w ul Prax is. Nc uwicd v íler- llevo/111ío11. Bosl<>n. 191l. pfl. 224 y ss.
lin. 1963. . 12 C'fr Jcllim: k. (i .. . lllt:e111ci11e S1aat.<lehre. reimr. de la 5a. ed .. KrPnberg. 1'>76. p. 52 ~-
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No es necesario partir, para llegar a esta afirmación, de ningún presu- A lgún camino se ha andado desde que Pellegrino Rossi, en sus Lec-
puesto iu snaturalista. Más bien requiere presupuestos de esta índo le la ciones de la Sorbona, caracterizara las normas materiales de la Consti-
afirmación contraria. Una comunidad de hombres libres, es decir, s im- tución, es decir, precisamente aquéllas mediante las que la Constitución
plemente de hombres considerados en cuanto tales, es una comunidad de crea derecho, como tétes de chapitre de todo el ordenamiento. Poco más es
iguales y sólo así puede constituirse. La verdad es tan vieja al menos lo que acerca de su estructura formal cabe hoy decir cuando se intenta una
como Aristóteles, que hace arrancar de aquí, en el libro 1 de la Política, caracterización de conj unto, y es forzoso seguir refiriéndose a e llas como
su distanciamiento frente a Platón.13 Y, además de no ser necesaria, la normas en general esquemáticas, abstractas, indeterminadas y elásticas
fundamentación iu snaturalista es inconveniente. Para s intetizar un brillan~ que, si permiten una larga permanencia del texto en e l tiempo, lo consi-
te trabaj o de Haberle, 14 esa fundamentación debe ser r·ehuída por las si- guen sólo a costa de mermar sus posibilidades de aplicación inmediata. 15
guientes razones, entre otras: por la inevitable vinculación histórica entre Una caracterización más precisa de estas normas mediante las que la
iusnaturalismo e individualismo radical; por la inevitable fragmentación Constitución se nos presenta no ya como una organizació n de las fuentes,
que cualquier fundamentación iusnaturalista opera en el concepto de sino como fuente plena del derecho, se consigue sólo si, a partir de su
Constitución, en e l que obliga a distinguir una parte que es de derecho diversidad, se establece una tipología, que, fijand o homogeneidades, per-
naturai de otra que es de simp le derecho positivo; por la dificultad que, mita a lcanzar algunas conclusiones en cuanto a su aplicac ión concreta.
desde punto de vista iusnaturalista, se encuentra para justificar la evolu- El riesgo de este modo de proceder reside, claro está, en la posibilidad
ción constitucio nal y arbitrar vías adecuadas para e llo y, en general, para de que po r esta vía se llegue a una fragmentación de la Constitución que
conectar Constitución y opinión, e integrar en la idea de Constituc ión el pierda de vista él sentido de su unidad. La neces idad de correr este riesgo
principio esperanza. que, una vez conocido, será sin duda menor, se percibe en cuan to se abor-
Está claro que con esto no se intenta desvalorizar la función histórica de da la tarea de anal izar cualquier texto constitucional, y por supuesto el
derecho natural, cuyo residuo indubitado, la idea de dignidad de la per- español, cuya riqueza de formas llega en algún momento a la exuberancia_,____
sona, considera necesario el propio Haberle como un último reducto para
tropical. ~ir~ Uaite1~
los tiempos de crisis. Lo que se pretende es, simplemente, despojar el con- Como manifiestamente, por todo género de razo nes, una s imple enu
cepto de Constitución que utilizamos de toda connotación perturbadora. meración carecía de sentido y un estudio en profundidad, o ni s iquier4 ~
El análisis de estas cuestiones nos llevaría, s in embargo, demasiado
lejos de nuestro tema, al que es necesario volver. Bástenos ahora la con-
superficial, de todas las normas materiales de nuestra Constitución estab\
fuera de mi a lcance, voy a intentar sólo una tipología adecuada de las !
.,.J
J . .,
c lusión de que la Constitución, toda Constitución que pueda ser así lla- mi smas, aunque sólo sea para contraponerlas a otras más en uso y que ~
mada, es fuente del derecho en el sentido pleno de la expresión, es decir, no sólo me parecen defectuosas técnicamente, s ino, lo que es más grave, -
origen mediato e inmediato de derechos y de obligaciones y no só lo fuen- preñadas de peligros para nuestro s istema constitucional.
te de las fuentes. Yo hubiera querido hacer obra origi nal, adecuada a nuestra Constitu- UNIDAD
c ión y a nuestras necesidades. Mis propias limitaciones y los eternos im-
IV. TIPOLOGÍA DE LAS NORMAS MATERIALES
ponderables a que está sujetos los hombres; sobre todo, si son españoles, la
DE LA CON STITUCIÓN
carga de trabajo que sobre algunos funcionarios ha echado el adven imien-
to (para mí gozoso como español, como func ionario y como constitucio-
Vemos ahora en qué forma realiza la Constitución en general y la Cons-
nalista) de l régi men constitucional, me han obligado, como en tantas oca-
titución española, en particular, esta función sin la cual no es ta l.
siones, a utilizar modelos extranjeros.
13 Política, Madrid, IEP, 195 1, libro 1, capítulo 1, 1252a y b.
14 "Verfassungstheorie ohne Naturrecht'', publicado Niginariamentc en el Archiv des oeffentfi·
IS Cfr. Huber, "Dcr Formcnrcichtum del Vrrfassung und scin<.! Bcdcutung tlir ihr~ Auskgugn ··.
chen Rechts, nlim. 99, 1974 y recogido en Verfassung, pp. 418-454. y 1itcratura allí citada.
LA CONSTITUCIÓN COMO FUENTE DE DERECHO 167
166 rRANCJSCO RUBIO LLORENTE

De los conocidos, dos hay que me parecen especialmente relevantes. ninguna otra que la supere y que podamos limitar n~1estro_ estudio_a sólo
Hans Huber, el conocido maestro suizo, divide todo el contenido cons- ellas, prescindiendo de las contenidas en las declaraciones mtemac1onales
titucional en normas atributivas de competencia, directrices al legislador, sobre la materia ya incorporadas o en vías de incorporarse a nuestro de-
normas orgánicas, normas declarativas de derechos fundam entales y nor- recho.
mas limitativas del ejercicio de estos derechos. 16 Aunque la doctrina que La riqueza del contenido no se corresponde, desgraciadamente, con
respecto de la concreción e interpretación de las normas constitucionales una igual claridad en su concepción.
se deriva de esta clasificación no es poca, tiene para nuestros fines dos El tratamiento de este tipo de normas en nuestra Constitución no res-
defectos básicos. En primer lugar, y como es evident_e , el de que abarca ponde, aparentemente, a ninguna teoría bi~n establecida ~· al men.os, ~10
todo e l contenido de la Constitución y no sólo aqué l que aquí nos inte- es fác il percibir cuál sea esta teoría a partir de la normativa const1tuc10-
resa, es decir, el integrado por normas materiales que no tienen por objeto nal, tras cuya sistematización y cuya terminología parece adivinarse a
la organización del poder y la disciplina de las fuentes del derecho, el veces un regateo político ligeramente miope. Al fluctuante uso de las
simple condicionamiento formal de todo el ordenamiento. En segundo expresiones " derechos" a secas (que se utiliza en la rúbrica del capítulo
lugar•. el de que, al haberse construido sobre una Constitución de estruc- seaundo
0
del título 1 y en la de la sección segunda del mismo capítu lo) y
tura antigua, aunque de contenido frondosamente renovado. no deja lugar " d erechos fundamentales" (que se emplea para rubricar su sección pri-
para buen número de enunciados frecuentes en el constitucionalismo mo- mera y aparece de nuevo en el capítulo tercero del título y en el mu y
derno y en cuyo uso nuestra Constitución no es, cie1tamente, parca. importante artículo 81) se une la inexplicable reducción a los ciudadanos
Más ajustado a nuestras necesidades me parece por eso un esquema , de los derech~s recogidos en la sección segunda antes mencionada y,
taxonómico ofrecido recientemente por Scheuner, que elude las dos ina- sobre todo, la falta de precis ión en el uso de la contraposición entre de-
decuaciones antes indicadas y del que puede partirse confiadamente para '· rechos y " libertades públicas", sintagma de origen desgraciado y, a mi
orientarse en la intrincada estructura de nuestra Constitución. 17 juicio, de muy dudosa correcc ión e incluso utilidad.
· Comencemos, para comenzar por a lgún sitio, por esta contraposición.
1. Derechos fandamentales En ·la doctrina francesa, la contraposición entre libertades públicas y
derechos es, simplemente, la contraposición entre derechos de libertad
Menciona Scheuner, en primer lugar, las normas que declaran los de- y derechos de prestación o, si se quiere y más concretamente, entre de-
rechos fundamentales, es decir, los derechos que protegen al ciudadano rechos que la Constitución atribuye al ciudadano sin perjuicio, en su caso,
(más exactamente, al hombre) frente a l poder y que son, en consecuencia, de la regu lación que de ellos pueda hacer el legislador y derechos que
fuente inmediata de derechos. Aunque el sentido de estas normas ha cam- sólo adquiri rá el ciudadano cuando el Estado, acatando el mandato cons-
biado en nuestro tiempo, de manera que no se las entiende ya sólo como titucional, cree las instituciones y los servicios públicos necesari os para
garantía de un ámbito de libertad del individuo, sino también como fun- su ejercicio real. Si se quería ser fiel a esta categorización renunciando
damentación de status y como e lementos estructurales básicos del dere- a l mismo tiempo a una separac ión formal de los derechos y las libertades,
cho objetivo, es evidente que su conten ido primario sigue siendo el ori- no se percibe la razón por la que, junto al derechc a la educación (artículo
ginal, y que el las constituyen la parte más importante de la Constitución 27), que es un típico derecho de prestación, nr· se han incluido en esta
como fuente del derecho. sección primera otros derechos del mismo género, y que para nuestra
La incorporación de estas normas en nuestra Constitución está hecha sensibilidad formal son también fundamentales, como el derecho al tra-
en términos tan amplios y completos que bien puede decirse que no hay bajo (artícu lo 35), que aparece en la sección segunda, o el derecho un?
sistema de seguridad soc ial (artículo 41 ), que se recoge en el capitu lo
ló ldem.
17 ··siaatszielbestimmungen··. Festschr!ft .fiir E. Forsthoff=11m 70 Gehurwag. rccogid,, en l'c r- tercero.
.fas.1·1111g. pp. 329-335.
168 FRAN C ISCO RUBIO LLORENTE L/\ CONSTITUCIÓN COMO FUENTE DE DERECHO 16<)

Tampoco es clara la razón por la que no se incluye entre las libertades casuismo sutil. El problema a que me refería, conectado con lo que decía
la de casarse (artículo 32), que es, cuando menos, tan pública como el hace unos instantes, es el que surge de la contraposición entre la expre-
derecho a la intimidad personal y familiar (artículo 18), o la libertad de s ión " derechos [a secas] y libertades" , de una parte, y derechos funda-
empresa (artículo 38). Desde luego, la separación no puede deberse al mentales y libertades públicas, de Ja otra. La primera de estas expresio-
hecho de que e stas libertades estén reservadas sólo a los ciudadanos, nes, utilizada en el apartado lo. del artículo 53 , engloba todo el contenido
como la rúbrica de la sección segunda parece sugerir, pues el artículo 13, del capítulo segundo del título I; la segunda, que es la que emplea el
apartado 1o., no hace a este respecto distinción alguna entre los distintos artículo 81, coincide con Ja que sirve de rúbrica a la sección primera de
preceptos que integran el título. . ese capítulo, es decir, aquélla cuyo contenido recibe la tutela especial del
La única razón discernible (y hasta plausible) para la distinció1.1 de dos doble amparo judicial y constitucional. La naturaleza de las nornrns inclui-
secciones del capítulo segundo es la del distinto tratamiento que a ambas das en ambas secciones obliga a entender que sólo respecto de las in-
se da en el artículo 53, que regula sus garantías, concediendo para la c luidas en la sección primera opera la reserva de la ley orgánica, pero
tutela de los derechos incluidos en la sección primera un procedimiento con ello queda claro, de una parte, que el enunciado del capítulo cuarto,
judicial basado en los principios de preferencia y sumariedad (el am- que habla de libertades y derechos fundamentales, carece de sentido y, so-
paro judicial) y un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional, en bre todo, se llega al resultado paradójico de dejar a la ley no orgánica
tanto que los de la sección segunda quedan protegidos simplemente por (no me atrevo a decir ley ordinaria porque no estoy seguro de que la ley
la jurisdicción ordinaria. Esta distinción técnica, plausible como decimos orgánica no lo sea) el desarrollo del artículo 14, que básicamente enuncia
en sí misma, forzaba seguramente a la división del capítulo en secciones, un principio estructural del ordenamiento al que toda ley debe ajustarse,
pero también a una distinción formal entre libertades que, como nacidas pero que puede dar lugar también, como es sabido, a leyes específicas.
de Ja Constitución, son inmediatamente exigibles, y derechos, que, por El reforzamiento material de la reserva de ley se opera, a su vez, me-
carecer de inmediatividad, no pueden ser invocados en ausencia de una diante la fórmula, procedente del artículo 19 de la Constitución de la
ley, y esta distinción formal, como ya queda dicho, no se ha efectuado. Alemania Federal, que establece, como límite infranqueable para el le-
La técnica se venga, no obstante, de quienes se obstinan en ignorarla y el g islador, el de " contenido esencial de los derechos y libertades" . Como
artículo 27, o al menos parte importante de su contenido, seguirá siendo es evidente, éste es un concepto jurídico indeterminado, muy alejado de
distinto de los que lo rodean y con los que se le ha querido igualar. nuestras tradiciones y cuya detenninación por el juez constitucional es
Todos los derechos y libertades son objeto de una reserva de ley (ar- tarea nada simple y que arroja sobre los integrantes de nuestro futuro
tículo 53, apartado 1o.), reforzada tanto formal (artículo 81) como mate- Tribunal Constitucional una carga tremenda de responsabilidad. La in-
rialmente (artículo 53, lo.). La configuración de la reserva de ley suscita mensa literatura producida en Alemania sobre el tema debería estar ya
también algunos problemas y utiliza una técnica extremadamente com- siendo, pienso, objeto de una atención muy especial por nuestros juris-
pleja a los que es necesario dedicar algunas palabras. tas,'& a los que la Constitución obliga, por esta y por otras vías, a ger-
En primer Jugar, y en lo que se refiere exclusivamente al reforzamiento manizarse.
formal de la reserva de ley, es decir, a la exigencia de que la regulación Y, por último, para concluir con este tema, una observación que nos
legaJ de los derechos y libertades se haga mediante ley orgánica, nos permitirá enlazar con el siguiente. Según el artículo 53 , los derechos y
topamos con una fórmula que evidencia la inseguridad de la terminología libertades enumerados en el capítulo segundo del título l vinculan a todos
empleada y que ha dado ya origen a ciertas confusiones. No me refiero, los poderes públicos, en tanto que los principios rectores del capítulo ter-
claro está, aunque se haya hecho uso de ella, a la improbable diferencia
entre leyes reguladoras del ejercicio de los derechos y leyes relativas al
18 Además de los numerosos y excelentes comentarios, son básicos Haberle. P.. Die WesensKe-
desarrollo de los derechos, pues no se trata de caer en los extremos del haltsgarantíe des Art. 19, Ahs. 2 Grundgesetz, 2a. ed., 1972. y Hippel, E. von. Gren=en und We-
sensgehalt der Gnmdrechle, 1965.
170 FRANC ISCO RUBIO LLORENTE LA CONSTITUC IÓN COMO FUENTE DE DERECHO 17 1

cero no hacen s ino " informar la legislación positiva, la práctica judicial tuciones como las Universidades (artículo 27, apartado 1O), o los muni-
[sea lo que fuere lo que esto significa] y la actuación de los poderes cipios y provincias (artículo 137) o la protección a la familia (artículo 39)
públicos" . Prescindiendo de la gloriosa inconcreción del verbo informar 0 el sistema competitivo para el acceso a Ja función pública (artículo 103,
y de la curiosa redacción, que nos fuerza a concluir que el Poder Legis- apartado 3o.), etcétera. Estas normas fijan límites a la acción del legis-
lativo y el Judicial no son poderes públicos, el precepto en cuestió n in- lador, pero no engendran derechos subjetivos y hasta pueden limitarlos.
curre en e l grave defecto de entender que los preceptos que no dan lugar Como en el caso de los derechos fundamentales, no podemos detenemos
a una acción ante los tribunales no son vinculantes, y cierta mente no es ni en su enumeración completa ni, menos aún, en su análisis en profun-
éste el caso. En ningún sector del ordenamiento y menos que en ningún didad. Quisiera sólo hacer algunas ligeras consideraciones sobre el debi-
otro en el derecho constitucional. Aunque la lectura de. este precepto aún litamiento en nuestra Constitución de ciertos derechos clásicos por su
se prestaría a otras consideraciones, no quiero detenerme más en e llo. Lo aproximación a esta otra categoría de las garantías institucionales. Aun-
que sí me interesa s ubrayar es que esa distinción entre la fuerza vincu- que en otros sistemas esta cuestión se ha planteado con referencia a otros
lante y la fuerza informativa es simplemente un modo expresivo, aunque derechos,20 yo voy a referirme sólo a dos, cuya erosión por el inicio,
torpe, de apuntar a la existencia en la Constituc ión de otras clases de cuando menos, de un proceso que lleva a su transformación en garantías
normas· materiales, no orgánicas ni atributivas de competencia, que tienen institucionales me parece patente.
una estructura distinta a las que establecen el repertorio de los derechos Uno de ellos es, claro está, el derecho de propiedad. Expulsado de la
fundamentales propios, y cuyas consecuencias jurídicas son, por tanto, sección primera del capítulo segundo del título 1, seguramente por la di-
muy otras. ficultad técníca de tutelarlo mediante el amparo, este derecho, que antes
solía ser entendido como base o poco menos de todos los demás, ha de-
2. Garantías institucionales jado de ser entre nosotros, desde el punto de vista técnico, un derecho
fundamental. Por si ello fuera poco, y esto es lo que ahora interesa, en
Volvem os con e llo a la tipología de Scheuner, que recoge, en segundo lugar de dejar su contenido, como solía hacerse, a la conciencia social y
lugar, las garantías institucionales, es decir, aquellas normas que persi- a la ley ordinaria, preservándolo así como derecho subjetivo, se precisa
guen e l aseguramiento de determinadas instituciones jurídicas, cuyo man- que éste será delimitado, no simplemente limitado, " por su función so-
tenimiento no engendra derechos subjetivos en favor de los individuos, cial" , enunciado que abre un amplio horizonte de posibilidades, sobre
pero cuya erosió n sí vic iaría de inconstitucionalidad cualqu ier ley, y ésta cuya conveniencia o inconveniencia no es hora de pronunciarse.
es s in duda la consecuencia que más ha de tenerse en cuenta. Otro derecho clásico disminuido, en mi modesta opinión, por la apro-
Aunque es cierto que, como señaló hace afias Carl Schmit, 19 en vi rtud ximación a la fórmula de la garantía institucional, es e l de asociación con
de la objetivación, por así decir, de los derechos fundamentales, a que fines políticos. Cierto que el artículo 22 consagra e l derecho de asocia-
antes a ludíamos, ha disminuido la diferencia antes existente entre estos ció n en términos muy amplios y excluye su control preventivo; pero, ade-
dos tipos de normas, estas diferencias subsisten y conviene tenerlas pre- más, existe el artículo 60., el cual, al configurar a los partidos políticos
sentes, entre otras cosas y muy concretamente, para valorar la medida en como modos de expresión del pluralismo político, al institucionalizarlos,
que el contenido de algunos derechos cambia precisamente al aproximar- les impone Ja condición, que no se exige de otros tipos de asociaciones
se s u naturaleza a la de las garantías institucionales. (aunque sí de los sindicatos y de los colegios profesionales) de que su
Normas que recogen garantías institucionales en nuestra Constitución estructura interna y su funcionam iento sean democráticos, y esta exigen-
son, por ejemplo, las que consagran la autonom ía de determinadas insti~

l'J Schmiu. Carl. ·· Frcih<:i1.srcchtc und instiltutionclle Garantic d~r RcichsvcrJ;is~ung··. Ver!a.uun~s- 20 Vid. las sentencias del Tribunal Constitucional federal cit. por Scheuner, "Staatszielbestimmun·
rt'cluhche A1![1·a1::e . 1956. ' gen", pp. 337 y 338.
172 FRANC ISCO RUBIO LLORENTE LA CONSTITUCIÓN COMO FUENTE DE DERECHO 173

cía abre, como es obvio, algunas posibilidades técnicas de control pre- vos correlativos de estas obligaciones depende de que el legislador pueda
ventivo para este género de asociaciones. ser forzado a dictar estas leyes sin las cuales se frustra el ejercicio real
Es evidente que no estoy juzgando las transformaciones o, más exac- de derechos contenidos in nuce en la Constitución. No se trata, claro está, de
tamente, las posibilidades de transformación de derechos clásicos que su que el juez pueda ordenar al legislador la emanación de una norma con-
institucionalización comporta. Me limito a subrayar el hecho de que las creta, posibilidad excluida en cualquier sistema y reforzada en el nuestro
diferencias estructurales entre la declaración de un derecho y el estable- por la " inviolabilidad" de las Cortes, si no de que el juez considere in-
cimiento de una garantía institucional son profundas y tienen muy tras- constitucional la omisión del legislador y considere en consecuencia ile-
cendentales consecuencias. gítimas situaciones o relaciones que no se habrían consolidado, si no
hubiere existido tal omisión. En la jurisprudencia constitucional contem-
3. Mandatos al legislador poránea, especialmente Ja alemana, se encuentran muy interesantes ejem-
plos de actuaciones de este género, referidas en todos los casos a situa-
Un tercer tipo de normas de las que ofrece nuestra Constitución un ciones en las que el incumplimiento por el legi s lador del mandato
abundante repertorio es el integrado por aquéllas que contienen mandatos constitucional conduce a una lesión del principio de igualdad. 21
al legislador. Se trata de preceptos que prevén la emanación de normas
indispensables para completar la estructura prevista en la Constitución 4. Principios fundamentales y fines del Estado
(por ejemplo, la ley electoral -artículo 68- o la ley orgánica de las
distintas formas de referéndum -artículo 92-, etcétera), pero sobre Por último, hay que referirse a la presencia en nuestra Constitución de
todo del mandato de promulgar leyes indispensables para el ejercicio de un no escaso número de preceptos que integran otra categoría distinta.
determinados derechos; sobre todo, de derechos de prestación (por ejem- Son aquéllos que frecuentemente a través de la definición incorporan
plo, al trabajo -artículo 35- , a la salud -artículo 43-, etcétera), pero principios fundamentales del orden jurídico-político o establecen .finali-
también a otros géneros de derechos, próximos a los de libertad (por dades concretas (o menos concretas) a la acción estatal. El concepto de
ejemplo, la objeción de conciencia -artículo 30-, la igualdad jurídica Estado social y democrático de derecho que recoge el artículo 1o. es
de los hijos con independencia de su filiación y la investigac ión de la ejemplo destacado de esa positivación de principios fundamentales, que,
paternidad -artículo 39- , etcétera). Se trata de algo bien distinto de si no da lugar a derechos judicialmente exigibles, no tiene por ello menos
la reserva de ley, mediante la cual se atribuye sólo al legislador la facultad importancia, en cuanto que constituye una directriz básica para la inter-
de limitar o simplemente de regular el ejercicio de los derechos funda- pretación de la Constitución, que en ningún caso puede el juez pasar por
mentales que nacen de la propia Constitución y cuyo ejercicio, en con- alto y cuyo propio carácter "doctrinal", si vale la expresión, dota de una
secuencia, no ha de aguardar a Ja promulgación de ley alguna, aunque elasticidad profunda a la Constitución cuyo contenido puede así acomo-
éstas, s i exi sten, puedan regularlo. darse al cambio histórico y social.
En nuestra Constitución, estos mandatos aparecen en muchos casos, Un valor jurídico próximo al de los principios fundamentales tienen
según acabo de indicar, en el título l, mezclados, incluso en las mismas las normas que asignan fines determinados a la acción estatal. Lo que
secciones, con enunciados de derechos. La mezc la me parece lamentable nuestra doctrina ha llamado durante mucho tiempo, siguiendo una termi-
porque, sin hacer más eficaces Jos derechos que sólo mediatame nte pue- nología que se inicia en los Comentarios a la Constitución de Weimar,
den surgir de los mandatos al legislador, debilita, en cambio, ante los normas programáticas, denominación no del todo inadecuada, pero no
ciudadanos y quizá ante Jos jueces, la imagen de los derechos que, sin poco desvalorizadora. Porque está claro que estos preceptos que en esa
mediación alguna, brotan de la Constitución. denominación aparecían fundidos con los que hemos llamado mandatos
Los mandatos al legis lador son fuente del derecho objetivo e imponen
obligaciones, pero su efi cacia para engendrar también derechos subjeti- 21 Vid. sentencias en ibidem. p. 340.
174 FRANCISCO RUBIO LLORENTE 175
LA CONSTITUCIÓN COMO FUENTE DE DERl::C I 10

no originan inmediatamente obligaciones exigibles ante los tribunales de fu damentales que brotan inmediatamente de la Constitución, y esta tu-
justicia, aunque también puedan resultar de ellos, mediatamente, dere- n la tiene incluso frente al legislador. Recurriendo ante el Tribunal
c h.os so~iales; .pero, si imponen una obligación a todos los poderes pú- te Ia · 1
Constitucional c uando éste exista y erigiéndose pura y s11np emente en
blicos. s1 los vmcu/an, aunque el artículo 53 diga otra cosa, y, sobre todo defensor de la constitucionalidad mientras no exi ~ta. En la ap~ren.te con-
obligan al juez a la hora de interpretar cualquier otra norma. Se trata d~ tradicción entre el artíc ulo 163, que reserva al Tribunal Constttuc101~al el
fines que la C~nstitución, como fundamento del Estado, asigna a éste y, control de constitucionalidad de las leyes, y el apartado 3o. de la dispo-
e n consecuencia, toda norma o toda decisión que de la voluntad estatal sición derogatoria de la Constitución, no me parece que quepa duda al-
emane ha de ser entendida como aproximación a estos fines e interpretada una sobre la primacía de esta última norma. En todo momento, puede
en consecuencia. No voy a intentar, ni siquiera por vía de ejei:nplo, una
enumeración de estos preceptos teleológicos que constituyen la mayor
:1 juez ordinario inaplicar, por entenderla const.itucionalme~te ilegítima,
una norma cualquiera de rango infralegal, y, mientras el Tribunal Cons-
parte de los que integran el capítulo tercero del título 1, cuya rúbrica sí titucional no exista, está obligado también a inaplicar las normas de rango
es un acierto de nuestros constituyentes (De los principios rectores de la legal que entienda incluidas en la cláusula derogator~a genérica a. q~e
política.económica y social), pero de los que hay ejemplos muy destaca- antes me he referido. El ejemplo que, dentro del ámbito de la ad mm1s-
dos en otros lugares de la Constitución; especialmente, en e l título pre- tración, han dado la Circular del Tribunal Económico Administrativo
liminar, cuyo artículo 9o., apartado 2o., pertenece a este género y es, sin Central sobre la sanción subsidiaria de prisión por infracciones de con-
duda y a pesar de sus defectos de redacción, una de las piezas c laves de trabando23 o la instrucción de la Dirección General de los Registros sobre
toda la arquitectura constitucional. autorización dél matrimonio civil sin indagación de las ideas religiosas
de los contraye ntes24 debe extenderse a otros ámbitos del poder.
V. LA INTERPRETACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN La aprobación de un texto constitucional no es todavía más que una
hipótesis de Constitució n. La Constitución será una realidad viva cuando
Para tenninar esta conferencia, que no es en definitiva sino una toma todos la hagamos eficaz y a los jueces corresponde sobre todo la noble
de posición y la exposición de un posible programa para el análisis de tarea de dotarla de eficacia y a ellos incumbe su interpretación. Que las
la Constitución como fuente del derecho, quisiera hacer simplemente al- normas constitucionales han de ser objeto de una interpretació.n funda-
gunas leves reflexiones sobre el tema que, imitando el célebre título de mentalmente teleológica es cosa que ya explicó Leibho lz hace años en
Bachof, podríamos de nominar de los jueces y la Constitución. un trabajo que sigue siendo ejemplar25 y que además impone felizmente
Aunque no todas las normas constitucionales engendran, como acaba- el artículo 3o. de nuestro Código Civil.
mos de ver, derechos exigibles, la Constitución como fuente del derecho La interpretación teleológica de las normas constitucionales exige, sin
no se reduce a la declaración de derechos fundamentales. Es toda ella embargo, que, junto a la finalidad de la norma, se tenga en cuenta el te/os
fuente del derecho y como tal ha de ser tomada y utilizada. En nuestra de la Constitución, y éste, como he intentado demostrar antes, es la crea-
tradición, e l Tribunal S upremo no ha pasado de utilizarla como un crite- c ión y mantenimiento de un orden abierto, de una sociedad abierta, en
rio de interpretación y sólo en el ámbito del derecho pena1,22 y ésta es donde la voluntad popular no tiene otras limitaciones que las de mantener
una utilización alicorta e insuficiente aunque, como repetidamente he se- abiertas todas las posibilidades. Ello impone, como es claro, el respeto
ñalado, ninguna norma debe interpretarse aislándola de la Constitución.
23 Circular del Tribunal Económico-Administrativo Central, de 12 de diciembre de 1978. por la
Al juez corresponde, sin embargo y sobre todo, la tutela de los derechos que se dictan normas relati vas a la sanción susidiaria de prisión por inl!acciones de co~t~abando.
24 Instrucción de la Dirección General de los Registros y del Notariado de 26 de d1 ~1cm~rc de
22 Cfr. sentencias de nues_tro Tribunal Supremo de 30 de j unio dt: 1862, 24 de abril de 1871 , 10 1978 (Boletín Oficial del Es1ado, niim. 3 12.· de 30 de diciembre de 1978) sobre autonzac1on del
~e febrer? de 1872, 1O de lebrero de 1873, 12 de diciembre de 1874 y 8 de diciembre de 1888. m atrimonio civil sin indaoación de las ideas rel igiosas de los contraye ntes. .
Solm: '? 1ncompctenc~a. dd j uez o rdinario para conocer de la inconstitucionalidad de las leyes. vid. 25 Leibholz, "Zur Beg~iffsbildung imm ocffe ntlinchcn Recht ' ' publicado inicialmente Bltiller .fi1r
sentenc ias de 28 de d1c1c111bre de 19 15, 23 de diciembre de 1935 y J de octubre de 1959. De111sche Philosophie, 193 1 y recogido en Verfassung. pp. 13-3 1.
176 FRANC ISCO RUBIO LLORENTE

total a la dignidad de la persona y a su libertad, que todo orden cerrado


niega. El te/os de la Constitución es la posibilidad de la alternativa, la
habilitación de procedimientos que aseguren al disidente el camino de
la mayoría. Sólo por ese camino se alcanza una convivencia democrática,
es decir, una convivencia en la justicia y la paz que es el fin supremo
del derecho y, por eso, el te/os inmediato de su expresión más alta, de
la Constitución.

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