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La bombilla de Thomas Edison cumple 135 años

Hace hoy 135 años, Edison obtenía la patente de la que fue la primera bombilla con éxito
comercial, un objeto que fue decisivo en el desarrollo del siglo XX

Es sin duda uno de los inventos más importantes de la historia de la humanidad, quizá solo
superado por la rueda. No en vano, utilizamos su imagen cuando queremos representar que
alguien ha ideado una genialidad. La generalización de la bombilla transformó nuestro mundo:
cambió radicalmente nuestros hábitos al llevar la luz allí donde antes se dependía del sol,
dándonos el control de nuestros ciclos diarios; prolongó las jornadas laborales, siendo el
pistoletazo de salida a nuevos negocios, y promovió la creación de densas redes eléctricas en
multitud de países.

Como otros muchos grandes avances, es incorrecto atribuir la idea de la bombilla a una sola
persona. No, Thomas Edison no inventó la bombilla. Lo que hizo el famoso empresario
estadounidense fue terminar de perfeccionar un concepto que ya había generado varios intentos
antes. El 27 de enero de 1880, hace hoy justo 135 años, Edison obtenía la patente número
285.898, una bombilla incandescente con filamento de carbono y el vacío en su interior. Con sus
40 horas de duración, fue la primera bombilla comercialmente viable

Edison: la bombilla y mucho más

Cuando Edison y sus investigadores entraron en escena, se centraron en optimizar el filamento.


Comenzaron probando con carbono, luego con platino y después con carbono de nuevo. En 1880
patentaba la que fue la primera bombilla incandescente con perspectiva comercial: contaba con
un filamento de carbono y el vacío en el interior del receptáculo de cristal, una combinación que le
daba unas 40 horas de vida úti

Su competidor, y posterior socio, el británico Joseph Swan había patentado el año anterior su
propia versión, también con filamento de carbono, pero sin vacío, que no duraba más de unas 14
horas.

La contribución de Edison no quedó aquí, sino que desarrolló toda una serie de inventos que
hicieron factible la generalización del uso de la bombilla. Basándose en el sistema de distribución
de gas que ya existía, ideó un sistema de distribución eléctrica utilizando tubos y cables. Además,
mejoró los sistemas existentes de generación eléctrica y creó el primer contador para medir
cuánta electricidad consumía un usuario.

Un millón de horas de luz


Es en esta época, en 1901, cuando se enciende por primera vez una de las bombillas más famosas
del mundo. Se encuentra en el parque de bomberos de Liversmore, en California, y en junio de
este año hará 114 que luce casi sin interrupción. Decimos casi porque durante sus primeros años,
y antes de convertirse en leyenda, sufrió un traslado y la renovación del edificio donde se
encuentra, y estuvo apagada durante cortos periodos de tiempo, además de protagonizar algún
que otro apagón. Sin embargo, su vida útil no deja de ser impresionante: alrededor de un millón
de horas de luz. La bombilla se ha convertido en un punto de atracción turística, e incluso se
puede vigilar su brillo a través de internet gracias a una webcam.

Mientras tanto, otros inventores siguieron buscando la forma de mejorar el desarrollo de Edison.
En 1904, el estadounidense William Coolidge proponía implementar el filamento de tungsteno en
vez de carbono u otros materiales que se habían utilizado hasta el momento. Este metal (también
llamado wolframio) es más denso que el hierro y el plomo, tremendamente duro y
extremadamente resistente a la temperatura (es el elemento químico con la temperatura de
fusión más alta: más de 3.400 grados). Esto lo hacía perfecto para equipar una bombilla, ya que
brillaba más y durante más tiempo que los anteriores.

En 1913, el físico y químico Irving Langmuir (galardonado con el Nobel de Química en 1932)
postuló que utilizando gases inertes, como el nitrógeno o el argón, en el interior de las bombillas
estas eran más eficaces ya que los filamentos de tungsteno brillaban con más luminosidad.
Siguieron décadas de investigaciones y mejoras, pero hacia la década de los 50 los investigadores
comenzaron a tirar la toalla, ya que a pesar de los esfuerzos por mejorar su eficiencia,
aproximadamente sólo el 10% de la energía que consumía una bombilla incandescente se
transformaba en luz. La mayoría se perdía en forma de calor.

Caída y fin de la bombilla incandescente

Así que comenzaron a explorar otras opciones para iluminar el mundo. En los años 20 comienzan a
ganar popularidad un tipo de bombillas en las que no hay filamento incandescente, sino una
corriente eléctrica que atraviesa un tubo casi al vacío o lleno de algún tipo de gas. Es la base de las
luces de neón, las de sodio o los fluorescentes (a finales del siglo XIX tanto Edison como Tesla
experimentaron con las luces fluorescentes, aunque sin resultados comerciales).

Hoy en día son los LED los que han recogido el testigo de otras tecnologías como el modo más
eficiente de dar luz a nuestras casas y calles. Están basados en el uso de un semiconductor para
transformar la electricidad en luz y su eficiencia, unida al hecho de que emiten en una dirección
específica, reduciendo la necesidad de reflectores y pantallas, los han convertido en la opción
preferida hoy en día. Su historia tampoco estuvo exenta de desafíos, puesto que su coloración es
caprichosa: los LED rojos fueron los primeros en llegar en 1962, seguidos de los amarillos y los
verdes. El azul, necesario para completar el espectro y conseguir la luz blanca, llegó por fin en
1990, un logro que valió a sus creadores el Nobel de Física en 2014

El desarrollo de estos nuevos métodos de iluminación condenó a la bombilla incandescente a la


obsolescencia. En 2009 la Unión Europea aprobaba una directiva en la que establecía los plazos
para que los Estados miembros dejasen de producir y comercializar este tipo de bombillas: entre el
1 de septiembre de ese año y el 1 de septiembre de 2012 todos los modelos de bombilla
incandescente iban quedando fuera del mercado, en una medida que prometía hasta un 15% de
ahorro en el recibo de la luz en una familia media.

Sin embargo, esto no supuso su desaparición inmediata, y aún hoy pueden encontrarse estas
bombillas en muchos hogares europeos, a la espera de ser sustituidas por otras opciones más
eficientes. El final de un objeto, o una idea, que dio sus primeros pasos hace más de dos siglos
pero cuyo viaje tomó velocidad de crucero un 27 de enero de la mano de Thomas Edison.

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