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NORMAN MANEA Y LA «FELICIDAD

OBLIGATORIA» EN LA RUMANÍA COMUNISTA

Norman Manea and the «Compulsory Happiness»


in the Communist Romania

Brîndus a NICOLAESCU*

Universidad de Bucarest

Resumen
Presentamos el análisis de unos textos de Norman Manea, escritor rumano con-
temporáneo distinguido a través de numerosos galardones internacionales, tradu-
cido actualmente en veinte idiomas. Su obra se destaca, en su mayor parte, por la
descripción crítica y lúcida de la existencia y la disidencia intelectual bajo el régi-
men totalitario rumano antes de 1989. Su actitud moral es ejemplar en la cultura
rumana: como hijo de padres judíos, es superviviente de la deportación nazi y ulte-
riormente testigo incómodo de la dictadura comunista forzado a exiliarse a los
Estados Unidos. Esto explica la doble ironía de su destino «como outsider en
ambos sistemas». En el fondo, se trata de un escritor que comprende con mucha
agudeza los mecanismos pérfidos de un régimen cuyas promesas utópicas desen-
gañaron a muchos entusiastas.
Palabras clave: distopía, oxímoron, demagogia, propaganda, régimen totalitario,
dictadura, nacionalsocialismo.

Abstract
The purpose of our paper is to analyze some of the literary texts of Norman Manea,
a contemporary Romanian writer, recipient of numerous literary prizes and
translated already into twenty languages. His works have distinguished themselves,

* Departamento de Estudios Europeos y Relaciones Internacionales, Facultad de Ciencias


Políticas, Universidad de Bucarest (Rumanía). brindusa.nicolaescu@fspub.ro, brindusani-
colaescu@gmail.com. Fecha de recepción del artículo: 27 de enero de 2009. Fecha de acep-
tación y versión final: 4 de mayo de 2009.

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on the whole, by means of his critical and lucid description of the intellectual
existence and dissidence under the Romanian totalitarian regime before 1989. His
moral stance can be set as a model in the Romanian culture: as a son of Jewish
family, he survived the Nazi deportation and afterwards became an irritating
witness of the communist dictatorship, thus forced to leave the country choose
exile to the United States. Therefore emerges the double irony of his destiny, he
felt but «an outsider in both systems». Ultimately, he will remain in the history of
literature as a writer endowed with a deep comprehension of the treacherous strategies
of o regime whose utopian promises lured so many enthusiasts.
Key words: dystopia, oxymoron, propaganda, demagogy, totalitarian regime, dic-
tatorship, National Socialism.

1. INTRODUCCIÓN
Emil Cioran, el gran filósofo de origen rumano que eligió el francés para
escribir sus obras, decía que hay pueblos inteligentes pero que por hablar
una lengua provinciana están condenados al anonimato. Así pues, la litera-
tura rumana no es ni mejor ni peor que otra literatura, simplemente es des-
conocida. Norman Manea aparece como una excepción. Este escritor de
lengua rumana, cuya obra ha sido traducida en veinte idiomas, se ha con-
vertido en el autor rumano contemporáneo más reconocido en el plano
internacional. Aunque vive desde hace años en los Estados Unidos, sigue
escribiendo en rumano, el idioma que todavía significa para él su casa, su
país; exiliado desde 1986, ha llevado su idioma como «la casa del caracol»:
«[…] pensando que podía sustituir al país con la lengua. Sólo me quedaba
llevarme mi lengua, mi casa, conmigo. La casa del caracol. Allá donde fuera
a naufragar, ésta sería, lo sabía, el refugio infantil de la supervivencia»1.
Incluso han sido traducidas ya al español Una ventana hacía la clase
trabajadora, Octubre a las ocho, (volúmenes de relatos), El sobre negro
(novela muy apreciada y premiada por los críticos, pero censurada en el co-

1. Norman Manea, El regreso del húligan, Barcelona, Tusquets, 2005, p. 213. En el capítulo
«La casa del caracol», el autor recuerda también el primer encuentro con la lengua ruma-
na, en 1945, a los cinco años, a través de un libro de cuentos, después de la deportación con
su familia a un campo de concentración de Transnistria. Ello explica aún más si cabe su
devoción por esa lengua, devoción que perdura todavía en 1986, cuando fue obligado por
el régimen totalitario a separarse una vez más de «la patria recuperada en 1945»: «La len-
gua promete no sólo el re-nacimiento, sino también la legitimación, la nacionalidad real y
la pertenencia real… En 1986 la Historia parecía repetir las negras farsas.» (Ibíd.: 212-213).

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munismo), Payasos: el dictador y el artista (ensayos originales sobre temas


profundos, como la condición del artista bajo la dictadura de Ceausescu),
El regreso del húligan (una novela autobiográfica, que recibió el gran pre-
mio francés Médicis Étranger en 2006) y Felicidad obligatoria. El último
libro reanuda, en sus cuatro relatos (El interrogatorio, Biografía robot, Una
ventana a la clase trabajadora, La gabardina), los temas de los primeros
volúmenes, de los cuales se destaca la supervivencia heroica de los intelec-
tuales bajo el poder totalitario.
¿Por qué «felicidad obligatoria»? Es justamente lo que intentaremos
explicar en las páginas siguientes. Se trata no solamente de una metáfora muy
aguda y cínica, concretamente de un oxímoron revelador, sino también de
una posible definición literaria original de la utopía invertida, negativa, o más
bien de la «distopía». Los relatos elegidos para nuestro análisis son Biografía
robot y El interrogatorio: ambos aluden precisamente al boceto de una socie-
dad aparentemente utópica, pero que en realidad revelará su reverso.

2. ¿UN MUNDO FELIZ?

El relato Biografía robot traza las carreras profesionales de unos camara-


das comunistas en Bucarest, entre las cuales se enfatiza la historia de Co-
tigă Vasile (nombre rumano muy común), con un destino político sinuo-
so, marcado por compromisos, nacido el 26 de enero, fecha del cumplea-
ños de Nicolae Ceausescu que se había convertido, durante los ochenta,
en una especie de grotesca fiesta nacional de Rumanía, comenta el autor
mismo en una nota explicativa2. Los censores se asombraron tanto con esa
impertinencia que no se atrevían a escribir nada de ella pues hubiera sido
considerado por el paranoico dictador como un gran insulto del cual tam-
bién eran responsables ellos.
Como en Un mundo feliz de Aldous Huxley, aquí se intenta desarro-
llar un proyecto para alcanzar la felicidad de todos, en una sociedad
homogénea, donde todo es programado por el Estado. De este modo,
Vasile Cotigă, empleado de la Caja de Ahorros,

[…] propone que los ganadores de los sorteos […] como la lotería […] no sean
agraciados por suerte sino elegidos entre los ciudadanos que lo merezcan. De
esta manera, se evita la injusticia que tantas veces comete la suerte, que favore-

2. Norman Manea, Felicidad obligatoria, Barcelona, Tusquets, 2007, p. 78.

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ce a quien no lo necesita o a quien, aun cuando lo necesite, no lo merece […]


Deberían recompensar a los obreros, campesinos o intelectuales más diligentes
y honrados […] para elevar el nivel cualitativo en la fase actual de la revolución
multilateral. Ello se ajustaría a la concepción dialéctica y materialista del
mundo, de la vida y del papel activo del hombre […] La selección […] es
menester hacerla por una comisión competente y estrictamente secreta […] que
guardaría con todo rigor el secreto de Estado. (Manea 2007: 124-125)

Este fragmento es una muestra del lenguaje demagógico, de la propa-


ganda comunista y entre líneas se puede leer el vacío de las intenciones, la
mentira, de modo que lo único que importa de verdad no es la felicidad de
la gente, sino el control del Estado, a través de unas técnicas pérfidas de
manipulación.
La idea de «biografía robot» es una alusión a la uniformidad obligatoria
en la dictadura, donde se suponía que todos son iguales, ninguno puede des-
tacarse. «Todo habrá de leerse y discutirse de conformidad con lo que se
haya establecido sobre el purgatorio y el infierno.» «Así pues, la bibliogra-
fía mínima y obligatoria en ese momento se refiere al purgatorio y al infier-
no». Uno de los personajes, un adolescente idealista sin nombre, pero con
una función simbólica en la economía de la novela, se siente «apesadumbra-
do por no poder redactar de forma clara y concisa su biografía, humillado
por su falta de imaginación» (Manea, 2007: 89). Este joven participa con
gran entusiasmo en unas sesiones de coloquios organizados por un miste-
rioso Instituto de Futurología, y la fuerza simbólica del personaje consiste
en el hecho de que el no es «conforme y según»: personifica el inadaptado
que «desentonaba con la seria atmósfera de proyectos, estudios e investiga-
ciones sobre el futuro» por «réplicas precisas», provocadoras: «la secuencia
banal del día contiene toda la biografía de la época, así como la posibilidad
del cambio». Por otra parte, el citado Instituto de Futurología actúa, como
en las parábolas o las utopías/distopías, de una manera subversiva, aparen-
temente democrática (los participantes enuncian ideas muy audaces: «el pla-
cer y la calidad del trabajo» es relacionado con «el síndrome del hartazón»,
«la jornada de una mujer trabajadora» se convierte en «Sinopsis de la felici-
dad cautiva», pero en última instancia los «inesperados estallidos» son
«rápidamente sofocados […] en una catastrófica aniquilación pacífica»
(ibíd.: 73-74). Ambas formulas, «felicidad cautiva» y «aniquilación pacífica»
son oxímoros que indican la misma imagen utópica invertida sugerida en el
título del volumen analizado: «felicidad obligatoria».
En todos sus libros, el escritor rumano expresa su perspectiva crítica y
lúcida sobre el régimen totalitario de Ceaucescu, que no era nada diferen-

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te de cualquier dictadura, ya fuera ésta de izquierdas o de derechas. Des-


pués de vivir «los horrores del odio y de la guerra en la Rumanía legiona-
ria», y luego la ilusión de la utopía comunista («el individuo […] aturdido
por una propaganda estrepitosa»), el joven artista comprende el verdade-
ro mecanismo de la degradación colectiva, idéntica bajo el nazismo y el
comunismo. Menciona como ejemplo la película de Bergman, El huevo de
la serpiente, que presenta «el marasmo de la Alemania prenazi» y, tenien-
do en cuenta las diferencias profundas entre el nazismo y el comunismo,
admite que hay, no obstante, abundantes semejanzas. «La oscuridad en las
calles, el frío en las casas, las colas interminables para procurarse los ali-
mentos básicos, la ubicuidad de la policía y de sus colaboradores, el nacio-
nalismo como estratagema de diversión»3.
En el cuento Biografía robot se sugieren las mismas ideas, por media-
ción de la proyección de «una película de un gran director sobre la crisis
económica y moral de la Alemania de los años veinte», una alusión a la
película de Bergman. Sin embargo, el autor intenta enfatizar que solamen-
te el poder artístico y la imaginación pueden sobrepasar la miseria de un
sistema de pobreza y de presión policial sobre el individuo: «No es la his-
toria de los preliminares del nacionalsocialismo (radiografiados con
extraordinaria precisión) lo que más interesa, sino la intuición del artista.»
(Manea, 2007: 108-109).

3. LA FELICIDAD IMPOSIBLE

En el primer cuento/relato del volumen Felicidad obligatoria, que lleva


por título El interrogatorio, el autor presenta a una mujer encarcelada, que
es torturada durante varios meses: «un programa metódico, desde las
cinco de la mañana hasta las diez de la noche», «un purgatorio […] repe-
tido hasta el infinito. Para humillar, intimidar y destruir.» E incluso duran-
te la noche, pues además de la tortura típica de la paliza en las cárceles
comunistas, existía otra bastante frecuente que era la imposibilidad de
dormir, de descansar a veces ni una sola hora durante la noche, lo que con-
ducía a la desesperanza hasta que, como a. C., «la energía para resistir se
debilitaba, a punto de ceder» (Ibíd.: 11).
Pero de repente algo inesperado ocurrió: la tortura se paró. La trasla-
daron a una celda más grande, suprimieron la paliza, cubrieron su cama

3. Norman Manea, Payasos. El dictador y el artista, Barcelona, Tusquets, 2006, pp. 17-20.

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con sábanas, le ofrecieron té caliente y dulce, comida y cena, ropa limpia


para mudarse. Un día por la mañana la llevaron a la consulta médica,
donde un psiquiatra le puso varias preguntas. La protagonista del relato se
manifestaba «aburrida e indiferente a todos esos rutinarios exámenes psí-
quicos». Una mujer misteriosa le ofreció cigarrillos, la examinó con insis-
tencia, desnuda, «con el ojo frío de un profesional» y le aseguró que su
estado físico era bueno. Incluso se compadeció de ella por su pelo corta-
do. «Lo siento muchísimo, no puedo devolverte el pelo en tres días… Es
una pena que te [lo] hayan cortado.» Le recomendó un baño caliente al
anochecer, le dijo que le había mandado a la celda periódicos y revistas y
le animó a pedirles cualquier cosa que desease. Después de todo esto, le
anunció que la estaban preparando para una entrevista muy importante,
un verdadero favor para ella, y que el entrevistador deseaba que ella tuvie-
ra buen aspecto, o por lo menos, normal. La razón parece increíble y cíni-
ca: «No soporta la violencia. Es un ser espiritual.» Al día siguiente, la lle-
varon a otra parte del edificio donde, en una habitación elegante, la senta-
ron en un sillón enfrente de una mesa repleta de varios platos llenos de
exquisita comida. Después de tantos meses sin comer casi nada, ahora
comió tanto hasta el punto de desmayarse y vomitar. Le ayudaron a reco-
brarse, incluso le pusieron en la mesa una botella de agua de rosas, con la
cual se humedeció la cara y los manos. Ella empezó a preguntarse si no era
todo eso un montaje, una farsa, todo le parecía casi irreal. «¿Qué podría
proponerle o preguntarle que no le hubieran propuesto o preguntado cada
día?» «¿Qué podría decirle el importante personaje?» «¿Acaso su Ex-
celencia sería más sutil que sus siniestros subalternos? ¿Más difícil de so-
portar que la brutalidad de los gorilas a los que dirigía?» piensa ella con
amargura y resignación irónica. «Debía ser otra triquiñuela, alguna broma
estúpida para poner a prueba sus nervios» (ibíd.: 17). Por lo tanto ella espe-
ra lo peor, a lo mejor otra forma de tortura, pérfida como una trampa.
Pero aquí el escritor descubre con gran sutilidad un tipo peculiar de
poder inagotable, infinito del ser humano: la fuerza sin fin de la esperan-
za. Lo que nos parece muy interesante en la historia mítica de Pandora es
el hecho de que en la famosa caja que le ofrecieron los dioses como rega-
lo nupcial estaban encerrados los males de este mundo; así que la esperan-
za, que es lo último y quedó en el fondo de la caja, fue uno de esos males…
el único que no se esparció como los demás. ¿Por qué fue la esperanza algo
malo? Puede que haga al ser humano demasiado vulnerable… Esperas
cuando no estás seguro, tienes dudas, la falta de tu incertidumbre necesita
un sustituto… (Podría ser una definición de la esperanza, pues hablaba del
poder de la esperanza que la heroína no puede perder). De este modo,

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incluso cuando se da cuenta de lo malo que le pueda pasar, esa mujer, una
intelectual, con juicio crítico, aunque no se quede sorprendida en el caso
de que la tortura continuara, aunque se entere del poder de sus verdugos,
no puede cesar de esperar que su vida mejore. Tanto es así que piensa, de
repente, que tal vez se trata de la «última broma, tras la cual le anuncien
que la ponen en libertad, que ya no la necesitan». Esperando a su miste-
rioso entrevistador, sus pensamientos se centran en su novio y sospecha
un posible chantaje: «¿[Podrían] chantajearla con la situación de sus
padres, de algún familiar? Acaso podía empeorar aún más la situación del
hombre al que amaba.» Se preocupa por su poder de resistir, tiene miedo
a ceder. Una vez más la esperanza es más fuerte que ella misma, se insinúa,
se convierta ya, por una débil, insidiosa promesa, en la tentación de una de
las más grandes, irresistibles aspiraciones del ser humano: la libertad. La
heroína se da cuenta que se trata de un juego cruel: «Durante varios días
la habían ido reanimando […] Domada, más o menos, idiotizada; en efec-
to, era consciente de que, sobre todo en las últimas horas, su determina-
ción y tenacidad habían disminuido […] se despertó con mucha flojera,
hecha polvo. Habría dormido semanas seguidas» (Ibíd.: 19-20).
Con la táctica consabida, para intimidar, el importante personaje la
dejó que esperase. «Para que perdiera los nervios, […] que se le trastorna-
ra el cerebro mientras esperaba y se preguntaba qué más cosas se habrían
inventado.» La protagonista llega a darse ánimo a sí misma, «había apren-
dido a defenderse». Para su gran sorpresa, un hombre que al principio le
parece un pobre funcionario, pequeño empleado o portero, asustado,
encorvado, «diablo cansado y sudoroso», cargado con cajas, prueba ser «el
gran jefe», el entrevistador al que esperaba. Cuando se acerca, la prisione-
ra le observa y concluye que «ése era el hombre esperado, ya no cabía la
menor duda», a juzgar por su mirada, por sus ojos «inteligentes…vidrio-
sos y salvajes, [que] no se movían, no pestañaban […] escrutadores, cap-
tadores y calculadores» —retrato muy expresivo que logra sugerir la
crueldad apenas escondida, mal simulada, típica de los atormentadores. Lo
primero que hace es pedir a la mujer que se quite el gorro que le tapaba el
cráneo rapado, obligarla a quedarse con «la cabeza monda y lironda, relu-
ciente como una bola de billar» —para hacerla sentir ridícula. Sin embar-
go, el hombre pretende sugerir la idea de que se trata de una simple con-
versación entre dos personas normales. «Recapitula», le relata con muchos
detalles todos sus tormentos y mortificaciones en la cárcel por no haber
respondido a los preguntas de los torturadores. (Por ejemplo, palizas de
rutina; estar de pie ante un potente proyector durante horas por la noche;
después de afeitarla al cero le obligaron a hacer con el cabello un «plume-

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ro para el polvo»…) Todo se convierte en absurdidad, el entrevistador le


explica incluso que las respuestas tampoco les interesaban. Lo único que
interesa a los verdugos es la ocasión de castigar, de golpear. El hombre
también le revela el motivo de la tardanza del bus el día en que la detuvie-
ron. «Nosotros lo retuvimos» —el «nosotros» de la distopía de Zamiatin
explica la división entre el individuo preso en la sociedad totalitaria como
en una jaula, entre el «yo» y el «nosotros», o sea el poder político en una
dictadura que puede controlar todo, incluso retrasar buses para alcanzar
sus fines. El entrevistador se muestra durante su monólogo desarmado, a
veces amistoso, «no soporto la inferioridad del adversario», dice dándose
cuenta de que «un simulacro de confesión» por su parte le podría ayudar a
ganar la confianza y la colaboración de la entrevistada. Desempeña un
papel, llevando «complicadas máscaras de la inteligencia» y admite «Nues-
tro juego requiere a veces un poquitín de maldad». Confiesa que es un tipo
especial de entrevistador, un «brujo» que soluciona casos especiales, como
es el de Simona o Sia Strehan, la heroína cuyo nombre es descubierto por
el lector en medio de esta extraña conversación, en medio del relato.
Igualmente en el discurso de este entrevistador disfrazado empieza a acla-
rarse, de una manera sutil, el sentido profundo del relato, que aparece en
el título. «Los informes concluyen de forma optimista, el optimismo obli-
gatorio, el optimismo de servicio… que inventa el hombre para el hom-
bre… como todas las profesiones e ilusiones que consumen nuestro tiem-
po». El hombre habla mucho, a veces grita, cambia de actitud, confiesa
que «en la práctica, he de admitir que somos adversarios» y, cansado de
tanto disimular, empieza a tutearla y amenazarla: «Mi juego es más peli-
groso, más cruel de lo que crees, muchacha…Un juego mental». Si hasta
cierto punto su actitud casi lo delataba ya, el atormentador revela de
repente, de manera abierta, sus intenciones: «Me falta, es cierto el carác-
ter... Pero no la crueldad feroz ¿sabes?, un adversario que esté a tu altura».
Mientras tanto, Simona ya no puede escuchar a ese «peligroso bufón», casi
se duerme: «Podía esperar cualquier cosa y no le importaba… [Pero] apre-
tó los puños para no ceder.» El entrevistador «quería parecer más débil,
pero también más diabólico de lo que era… entre [momentos] de ostenta-
ción y los de hábil simulación; difícil, imposible separarlos» y así evitar la
confusión. Él había conseguido que ella no estuviera segura en modo algu-
no de sus propios juicios, «que sospechase de ese interminable monólogo
y le atribuyese un secreto y tenaz objetivo, todavía confuso» (Ibíd.: 31-
38). De la misma manera, en 1984, Orwell nos enseña el peligro, la perfi-
dia del poder en un régimen totalitario. El protagonista de la novela,
Winston, es interrogado por O’Brian quien, de una manera parecida al

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interrogatorio de Norman Manea, intenta re-educarlo y le explica como


un hombre afirma su poder sobre otro haciéndole sufrir.

No basta con la obediencia. …Si no sufre, ¿cómo vas a estar seguro de que obe-
dece tu voluntad y no la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humi-
llación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a
construir dándoles nuevas formas elegidas por ti […] Es lo contrario, exacta-
mente lo contrario de esas estúpidas utopías hedonistas que imaginaron los
antiguos reformadores. Un mundo de miedo, de ración y de tormento, un
mundo para pisotear y ser pisoteado, un mundo que se hará cada día más des-
piadado. El progreso de nuestro mundo será la consecución de más dolor. Las
antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra
se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo,
la rabia, el triunfo y la humillación. Ya estamos aplastando los hábitos menta-
les […] No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido,
ni más amor que el amor al Gran Hermano […] Cuando seamos todopodero-
sos, ya no necesitaremos la ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la
fealdad. Ya no habrá curiosidad, ni alegría de vivir. Todos los placeres de la
emulación serán destruidos»4.

Desgraciadamente, lo peor ocurre con el héroe de 1984: al fin cede, se


deja vencer por sus verdugos, por el sistema, por sí mismo, una pérdida peor
que la muerte. Las fases de la re-educación en 1984 son enseñanza, com-
prensión y aceptación, obediencia. El interrogatorio en el relato de Manea
pretende destacar de forma inesperada la segunda fase, en la cual el inte-
rrogador le propone un pacto: soltarla, no ser inculpada en el proceso de
sus amigos y su novio, a quienes ella no quería traicionar durante la pri-
mera fase (de torturas). Ese hombre sin nombre le propone que, durante
unos meses, quizás unos años, ella dibuje, pinte, con los «regalos» que él
había traído desde el principio, antes de empezar el interrogatorio. Y todo
esto podría parecer una exigencia curiosa, pero no por falta de una apa-
rente lógica —el narrador nos revela en este punto el hecho de que ella es
pintora— sino por la finalidad de este extraño requisito: el verdugo le pide
que dibuje precisamente las cosas de las que ella no quería hablar durante
la primera fase. «Durante el tiempo en que aún siga encerrada, hará dia-
riamente un bosquejo. Un dibujo de la casa, el exterior y el interior de la
casa donde se reunían «sus amigos, sus parientes, su novio», «todos los

4. George Orwell, 1984, Barcelona, Destino, 1984, pp. 287-289.

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días se le concederá un tiempo» para un dibujo, «tendrá que trabajar a


conciencia», atrapada progresivamente por esa tarea, «que le absorba y le
apasione,… como un vicio, como el amor», «una prueba… cada vez más
grata y provechosa, para la artista que es usted o lo va a ser, le servirá de
terapia». El absurdo no es nada casual, ella pertenece al de ese juego cruel.
Simona es conciente que «juzgar con lógica, era una trampa demasiado
simple». El entrevistador es muy cínico frente al carácter inexplicable de
sus decisiones: «Sé que a usted le han enseñado y que necesita creerlo así,
que todas las cosas tienen una razón de ser, que pueden tener una explica-
ción…» El interrogador concreta, en conclusión: «tendrá que hacer esos
croquis sobre el tema que le he dado […] con toda certeza, las promesas
se respetarán… le evitaremos un proceso político.» Preparándola para la
última fase, la aceptación, él le asegura: «Las desgracias, la cárcel forman
parte, como… cualquier otra alegría o desgracia, de la vida que nos ha to-
cado vivir. Tenemos que aceptar todo lo que proceda de la vida con alegría
y estupor, es lo único de lo que podemos gozar…» Y, otra vez, Norman
Manea sugiere, de una manera muy profunda, la futura aceptación de la
detenida vencida por la experiencia infernal que está sufriendo; después de
darse cuenta al principio del interrogatorio que ya estaba muy confusa —
«he de defenderme… he de estar siempre en guardia… Sobre todo, por-
que ya no sé exactamente frente a qué he de estar en guardia, …un punto
que él ya ha ganado»—, ella llega a pensar: «La cárcel, la enfermedad, la
soledad, las desgracias de esta vida extraña. Una vida breve, de imprevisi-
ble duración, gocemos de ella. Si no me repugnase haberle oído estas pala-
bras a él, ¿quién sabe?, podría haberlas dicho yo misma».
Se trata de un triunfo del malo mucho más penoso, doloroso, que en
Orwell, donde el protagonista «se había vencido a sí mismo definitiva-
mente» (1984: 318) porque aquí la propia pasión de la heroína, su princi-
pal razón de alegría, la misión que tiene como artista en ese mundo, su
modus vivendi se vuelve contra ella misma, como la más diabólica mane-
ra de tortura que podemos imaginar. «El optimismo obligatorio» es todo
lo que queda de la felicidad en este mundo encarcelado, que no niega la
esperanza, pero en realidad la sonrisa se hiela en una mueca, en un horri-
ble rictus. Para gozar de la vida, hay que negarte a ti mismo, hay que gozar
tu propia pérdida y aniquilación como ser humano libre.

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4. CONCLUSIÓN
Hemos intentado demostrar las connotaciones simbólicas de algunos per-
sonajes e instancias literarias que se refieren a la imagen reversa de la utopía
clásica, en el sentido atribuido, entre otros, por Tomás Moro, de sociedad
ideal, perfecta. Al contrario, en el siglo XX, el reverso de esa imagen sur-
gió como término antitético: la utopía negativa o distopía, acuñada por el
escritor ruso Yevgeni Zamiatin, según la Enciclopedia Británica, y conti-
nuada por Aldous Huxley y George Orwell.
La diferencia entre utopía y distopía depende, muchas veces, de la in-
terpretación del lector, «testigo» distante de los mecanismos literarios que
reconstruyen la verdad de una sociedad. Norman Manea enseña a sus lec-
tores una lección de lucidez: más allá del generoso ideal humanista que el
comunismo proponía, el análisis proyecto-realidad revela «un sistema que
se ha impuesto por la fuerza». Esta discordancia entre la ideología y la rea-
lidad que lo niega, origina además la capacidad de mistificar. «En la amplia
zona de discordancias (en la que actúa la demagogia y se manifiesta la elas-
ticidad social) actúan también los procesos vitales, es decir, se mueve tam-
bién la vida, lo cotidiano»5.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

MANEA, Norman, Felicidad obligatoria. Traducción del rumano de Joaquín Garrigós. Bar-
celona, Tusquets, 2007.
MANEA, Norman, Payasos. El dictador y el artista. Traducción del rumano de Joaquín Ga-
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STVDIVM. Revista de Humanidades, 15 (2009) ISSN: 1137-8417, pp. 225-235

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