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Varios Autores - Evolución Urbana y Actividad Económica PDF
Varios Autores - Evolución Urbana y Actividad Económica PDF
EVOLUCIÓN URBANA Y
ACTIVIDAD ECONÓMICA
EN LOS NÚCLEOS HISTÓRICOS
GRUPO DE INVESTIGACIÓN:
HISTORIA Y GEOGRAFÍA DEL URBANISMO
UNIVERSIDAD DE MURCIA
2002
Portada: Plaza del Arco (Caravaca de la Cruz)
Sobre el origen del urbanismo y del modelo de vida urbana en el viejo y nuevo
mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Jorge Juan Eiroa García
apareciendo ante nosotros como uno de los momentos estelares de la historia humana, ya
que trajo consigo la configuración y posterior consolidación de un modelo de sociedad
capaz de concebir sus relaciones internas, y aún sus relaciones con el medio, desde un
punto de vista más racional y fructífero que supuso un gigantesco paso en la ascensión
de la cultura.
Los antecedentes de este proceso, a modo de paso previo al urbanismo y a la vida
urbana, hay que buscarlo en aquellos momentos y lugares en los que el hombre, bajo
el incentivo de sus necesidades y del medio, fue consciente de las ventajas que suponía
la vida en comunidad, una vez resuelto el problema de la subsistencia con la obtención
de los alimentos básicos.
Este parece ser, según la mayoría de los estudiosos del tema, la condición previa
a cualquier proceso de sedentarización duradera sobre el terreno, lo cual no implica
forzosamente agricultura y ganadería desarrolladas, sino unos medios estables y seguros
de obtención de alimentos que bien podían basarse en los recursos ofrecidos naturalmente
por el medio. De hecho, en algunas de las primeras aldeas no existen evidencias de una
economía de producción agropecuaria sino hasta una fase avanzada.
La sedentarización sobre un terreno bien elegido, en el que el grupo pudiera construir
sus cabañas, a veces defendidas con obras complementarias, cerca de las tierras de cultivo
y de los terrenos de caza, pesca y recolección, supuso un avance definitivo e indispensable
para el ulterior desarrollo de la comunidad. Este fenómeno ocurrió en diversas partes
de mundo, con las lógicas diferencias que imponían los condicionamientos geográficos,
climáticos y culturales, pero, en definitiva, con un resultado que guarda muchas
similitudes.
El crecimiento de estas primeras aldeas fue ampliando el intercambio de estímulos
y respuestas culturales entre el medio y los grupos humanos, en un proceso bastante
complejo en el que hubo etapas realmente críticas, pero pocos retrocesos, porque una
vez iniciado cualquier regresión habría significado, muy posiblemente, la desaparición
del grupo.
La vida en comunidad respondía a una necesidad humana y en ella había muchas
más ventajas que inconvenientes. La seguridad personal, el desarrollo de funciones
especializadas que cubrían diversas necesidades, la garantía de la defensa, la diversidad
de la vida en común, el reconocimiento de una autoridad, el control de un territorio...
etc. Aunque junto a esto existían también algunos inconvenientes, como: el incremento
de la población y, en consecuencia, la necesidad de mayor producción de alimentos, el
belicismo, la obligatoriedad de prestar determinados servicios públicos... etc.
Estos primeros núcleos de población aparecieron a lo largo del Neolítico en Asia
occidental, especialmente en el Creciente Fértil, y fueron propagándose, mediante
complejos procesos de difusión, hacia otras zonas del Viejo Mundo, incluida Europa,
adaptándose a las condiciones ambientales de cada área y a las necesidades específicas
de cada comunidad. Algo similar, aunque con notables diferencias, ocurrió en el Nuevo
Mundo.
De la aldea neolítica de carácter esencialmente agropecuario, en la que es práctica-
mente imposible apreciar las premisas fundamentales para que exista una verdadera vida
urbana, a las primeras ciudades en las que se centralizaban actividades de diversa índole
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y en las que ya podemos ver un modelo de vida urbana desarrollado, hay sólo un
paso, pero tan difícil de definir que es precisamente aquí donde se centra el estudio del
proceso. Llegar a saber cuales fueron los motivos que provocaron tan rápidos cambios,
cuáles las condiciones previas, los mecanismos que promovieron las transformaciones
administrativas, cómo y por qué apareció el Estado y su complicada maquinaria de
control, cuándo las categorías sociales... en fin, cuándo la ciudad deja atrás a la aldea
neolítica y se convierte en «centro urbano», es el objetivo de nuestra atención. A veces es
difícil llegar a saber qué orden de sucesión tuvieron los acontecimientos: qué fue antes, la
escritura o la burocracia, o si es la escritura la que origina la burocracia, o la burocracia
la que, como elemento de control, inventa la escritura. Muchas preguntas como estas
permanecen aún sin respuestas definitivas (y quizás nunca las tengan), ya que a la
dificultad de su análisis debe añadirse la de que el proceso no fue igual en todas
partes ni aconteció en el mismo momento, y al ser un hecho plural y diacrónico, los
problemas adquieren a veces una particular complejidad que tiene mucho que ver con las
áreas geográficas, con la situación de los núcleos difusores y receptores y con factores
determinantes de todo tipo.
Aunque el conocimiento de este proceso ha suscitado el interés de los investigadores
desde hace años, deseosos de conocer este espectacular fenómeno histórico, la investiga-
ción se ha multiplicado desde la década de los setenta, centrándose sobre todo en aspectos
parciales como la demografía, los medios de producción, el desarrollo del comercio, la
expansión de los centros de población y el urbanismo físico... etc., con el fin de lograr
una mayor comprensión de los detalles que puedan conducir a una visión de conjunto
más amplia y esclarecedora.
Sin embargo, aún no ha concluido el debate sobre el concepto de vida urbana y
urbanismo, en el que están implicados la mayoría de los que hoy estudian el proceso de
urbanización de la sociedad. La polémica alcanza un elevado grado de interés cuando
se encentra en el momento histórico en el que aparecen sus primeras manifestaciones,
precisamente en ese período crítico en el que los grupos sociales están a punto de cruzar
el límite, a veces muy sutil, entre la vida preurbana y el urbanismo claramente perceptible,
casi siempre en la línea divisoria entre la Prehistoria y la Protohistoria.
En Europa y desde los estudios señeros de V. Gordon Childe, se ha ido acentuando el
interés por la aparición del urbanismo en la plenitud de los tiempos prehistóricos, hasta
el punto de que en los últimos años ha provocado no sólo un considerable aumento de
especialistas en el tema, sino una preocupación que afecta incluso a la planificación y
orientación de los trabajos arqueológicos de campo, en los que es frecuente encontrar el
estudio urbanístico como uno de los objetivos programados, dada su importancia para
explicar no pocos aspectos de las sociedades objeto de estudio.
En España, el interés por el fenómeno urbano histórico ha sido semejante y, tras
una primera etapa de estudios analíticos de los aspectos físicos del urbanismo, se ha
entrado recientemente en una fase en la que los investigadores pretenden penetrar
en el conocimiento, más pormenorizado y profundo, de aspectos conceptuales que,
desde el punto de vista del análisis de la cultura, puedan explicarnos el desarrollo
de un proceso ciertamente espectacular, pero no exento de ciertas dificultades de
interpretación.
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Casi todos estos estudios han abordado la cuestión del urbanismo desde diferentes
posiciones conceptuales, ya que ésta puede ser analizada desde el punto de vista de la
historia, la política, la geografía, la economía... etc., puesto que la sociedad urbana es,
esencialmente, plural y ofrece tantas facetas como las que tiene la propia vida de los
seres humanos que la configuran. Chueca Goitia ha dicho que « todo aquello que al
hombre le afecta, afecta a la ciudad» (CHUECA, 1974,8) y esta afirmación encierra
una verdad axiomática.
En nuestro caso creemos necesario enfrentarnos al primer urbanismo de nuestra
historia desde dos puntos de vista que, aunque metodológicamente puedan parecer bien
diferenciados, resultan complementarios a la postre: en primer lugar, desde el punto de
vista conceptual, que requiere un análisis histórico de las condiciones que favorecieron
la implantación de la vida urbana en el ámbito peninsular; después, desde el análisis del
urbanismo físico, que define el espacio habitado de las sociedades e indica su adecuación
a determinada forma de vida. En ambos casos «lo urbano» se presenta como un fenómeno
histórico que nos indica una cierta forma de adscripción a determinados modelos vitales
y, en última instancia, revelará cómo los grupos humanos han ido configurando un
camino de perfeccionamiento en sus relaciones y en su forma de integración al medio,
utilizando sus recursos en beneficio propio.
De esta forma, debemos diferenciar con claridad, por un lado, lo que es el urbanismo
como forma de vida, a la que se accede desde fases previas bien definidas culturalmente
y una vez logrado cierto nivel de desarrollo que puede apreciarse en aspectos como la
especialización de funciones, división del trabajo, jerarquización social, existencia de
excedentes de producción, obras corporativas... etc.; y por otro, el urbanismo físico, es
decir, la estructura de la urbe como expresión material del modelo de vida urbano. Ambos
aspectos están estrechamente ligados, ya que no puede existir urbanismo material si no
se ha accedido previamente al adecuado nivel urbano. Y queda, por fin, otra cuestión
por aclarar: también denominamos «urbanismo» a una disciplina científica autónoma que
surge como fruto de un debate crítico a la construcción de la ciudad contemporánea,
desde finales del siglo XIX. El término lo usaremos aquí, normalmente, en sus dos
primeras acepciones.
A partir de los estudios de Childe, se han propuesto distintos modelos que tratan de
explicar el nacimiento de la vida urbana y, como consecuencia de ésta, el origen del
Estado. De entre los modelos más destacados, mencionaremos:
2. El modelo hidráulico
K.Wittfogel: El urbanismo y el Estado aparecen como consecuencia de la
organización del riego a gran escala, bajo el control de una clase dominante.
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5. El modelo multivariante
Robert M. Adams: El modelo urbano es el resultado de múltiples variantes que
interactúan, en medio de un proceso en el que el medio (el entorno) desempeña
un papel preponderante.
6. El modelo de intercambio
C. Renfrew: El intercambio y la redistribución de excedentes hacer surgir
módulos centrales donde se jerarquiza el poder, apoyándose en instituciones.
También actúa una retroalimentación entre los módulos centrales y los
secundarios.
A partir de la publicación de los trabajos de Gordon Childe, sobre todo entre 1930
y 1958, los prehistoriadores y arqueólogos se han apoyado con frecuencia en sus
rasgos diagnósticos para definir lo que era una ciudad en el origen de la historia y así
diferenciarla con claridad de una aldea, un pueblo u otro tipo de asentamiento (CHILDE,
1950). Para el arqueólogo australiano la «revolución urbana», entendida no tanto como
una transformación rápida y brutal, al estilo de la definición de Crane Brinton, sino como
una «culminación de cambios progresivos en la estructura económica y la organización
social de las comunidades, que producen o se ven acompañados de significativos
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2. EL MODELO HIDRÁULICO
En una línea semejante se pronunciaba Karl Wittfogel cuando, también desde una
óptica marxista, justificaba la aparición de la vida urbana como consecuencia de la
práctica del riego a gran escala, mediante un sistema artificial construido por el conjunto
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Sin embargo, ambas propuestas no tienen porqué ser excluyentes, pues cabe imaginar
sistemas agrícolas que combinen regadío y secano, como ha propuesto Chapman. El
problema podrá aclararse con análisis paleoeconómicos y paleoecológicos sobre las
parcelas cultivadas y sobre la dieta de la población.
entre 6000 y 4500 a. de J.C. (con su punto álgido en la Fase de El Obeid II, hacia 4.900 a.
de J.C.) triplicaría su población, provocando una considerable presión demográfica sobre
los recursos, obligando a una intensificación del uso de la tierra y a la migración de una
parte de la población hacia zonas marginales. Posteriormente, durante el período Uruk
o período Protoliterario (3500 – 3100 a. de J.C.) se abandonarían las áreas marginales
creándose nuevos núcleos humanos de fácil defensa, que desempeñarían el papel de
«zonas de amortiguamiento, entre las áreas más intensamente pobladas. Así, el urbanismo
aparece como el medio de organización y control de esa creciente población, siendo el
móvil de la nueva estructura económica y política, así como de la mano de obra para el
trabajo, en el contexto de estructuras sociales fuertemente jerarquizadas.
McGuire Gibson (1973:458-460), tras sus estudios sobre Uruk, Nippur y Kish,
propone una variantes de este modelo. Considera que el aumento de la población depende,
en gran medida, de la capacidad productividad de la tierra. El crecimiento demográfico
constituye el índice principal, pero considera que el abandono del cauce oriental del
Eúfrates hace que la población se desplace hacia las tierras más occidentales situadas
en las proximidades del nuevo cauce, lo que se convierte en un factor determinante en
el proceso de urbanización de Mesopotamia. Este desplazamiento tiende a concentrar a
la población, lo que obligará a buscar mayores recursos y a intensificar la producción
agrícola, complicando la red económica y los recursos administrativos de la sociedad.
Sin embargo, los grandes núcleos de población terminan presentando complicaciones
para su gobierno e inician una clara tendencia a atomizarse en pequeñas aldeas de
carácter agropecuario, dispersas por el territorio, provocando un aumento demográfico,
la intensificación de los intercambios y el desarrollo de un artesanado especializado. La
competencia por tierra y los bienes se hace entonces cada vez mayor y los conflictos
armados aparecen, como una solución habitual para dirimir los litigios entre ciudades
estado, ya que no era posible perpetuar los movimientos migratorios, sobre todo tras
agotarse las posibilidades de disponer de nuevas tierras.
H.T. Wright y G.A. Johnson (1975) propusieron un esquema para explicar el origen
de la vida urbana y del Estado, basado en sus estudios en el Khuzistán. Según estos
autores, en el proceso estaría involucrado el surgimiento de instituciones gubernamentales
centralizadas, con funciones administrativas especializadas en la toma de decisiones,
lo cual implicaría la presencia de tres o más niveles en una jerarquía de control para
ser consideradas estatales. Los indicadores serían: 1.- la supremacía jerárquica de unos
asentamientos sobre otros y 2.- el uso de cierta tecnología en la administración.
También Robert Adams (1972:62-63) propuso un modelo particular basado en
la complejidad administrativa. Adams comparte el esquema básico de los modelos
anteriores, pero considera que los efectos de dicho proceso deben analizarse no
sólo a nivel intercomunal (como el creciente énfasis en hostilidades de tipo bélico,
que propiciarían la aparición de ciudades-estado amuralladas), sino también a nivel
intracomunal, es decir, modificando la estratificación social, que favorecería, con el
tiempo, la aparición de superestructuras estatales.
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Frank Hole (1974:277) destaca que hay evidencias históricas de conflictos bélicos por
lo menos hasta 2500 a. C., es decir, varios siglos después de haber finalizado el proceso
de formación de los estados. E. Service (1975: 304-308) también ha destacado que las
evidencias de conflictos violentos están presentes, de forma más o menos esporádica,
durante todo el proceso, destacando que hay dos tipos de conflictos a lo largo del
período: por un lado, los enfrentamientos entre vecinos rivales, en los que una ciudad
vence a otra después de una disputa por fronteras; y por otro, los enfrentamientos entre
grupos sedentarios y nómadas. El militarismo sistemático de un estado expansionista se
contempla desde otra perspectiva diferente, ya que requiere modelos de organización
superiores y una infraestructura muy desarrollada, evidente sólo desde el Periodo Acadio
en adelante, cuando ya estaríamos ante un modelo plenamente estatal.
Desde la perspectiva de la demografía, el aspecto más complejo es el hallazgo de
evidencias arqueológicas que respalden las propuestas de sus promotores, ya que, por lo
general, éstos se han apoyado en prospecciones regionales de superficie y en el estudio
de los materiales arqueológicos hallados sobre el terreno, que ha servido para adscribir
los yacimientos a determinados períodos, apoyándose sobre todo en la tipología
de los materiales. Una vez definida la cronología del asentamiento, se calculó su
población estimada en relación con el área de distribución de los restos arqueológicos,
fundamentalmente la cerámica. Los posibles cambios en el «patrón de asentamiento»
se explicaban mediante el número de asentamientos adscritos a cada período. Pero
al no desarrollarse verdaderas excavaciones arqueológicas, la cronología resultaba
demasiado imprecisa y existían demasiados inconvenientes para demostrar la supuesta
contemporaneidad de los yacimientos asignados a un periodo concreto. Esto ha hecho
que diversos autores hayan considerado que la forma en que se ha tratado de ver la
correspondencia de este modelo con la información particular de Mesopotamia no es
la correcta.
5. EL MODELO MULTIVARIANTE
Para Adams las clases sociales fueron «grados objetivamente diferenciados de acceso
a los medios de producción de la sociedad», aunque sin conciencia de clase (ADAMS,
1966, 79) y cree que las primeras entidades urbanas de Mesopotamia se organizaron
en «clanes cónicos» (en los que prevalece una cierta forma de parentesco), ofreciendo
un modelo de pirámide social en la que algunos esclavos y siervos, la gran masa de la
población y el campesinado aparecen en la base, superponiéndose a ellos los artesanos,
las familias aristocráticas y, por fin, la nobleza y los príncipes. No obstante, Adams no
ignora otros factores. Así, cuando afirma que «la aparición y desarrollo de la ciudad no
fue definido en Mesopotamia por la peculiar mentalidad del pueblo sumerio, sino por el
carácter físico de Summer», le está dando valor al entorno, es decir, al medio (ADAMS,
1966, 95 y ss.). Este mismo valor del medio aparece contemplado en otros investigadores
recientes, como C. Wissler, que cree que el entorno ejerce un determinado tipo de
influencias sobre el fenómeno cultural, sobre todo orientado hacia el desarrollo de la
producción de alimentos (WISSLER, 1931) y P. Wheattley, que ha valorado el ámbito
físico junto a otros aspectos, sobre todo de tipo económico y social (WHEATTLEY,
1971).
El punto de vista de Adams (1966) acerca de la formación temprana del estado es
un ejemplo de la teoría según la cual muchas variables se combinan para interactuar.
Adams compara a Mesoamérica con el Cercano Oriente y encuentra en ambos casos un
desarrollo muy similar, que se representaría como una sucesión de tres fases: teocrática,
militar y política. El gran número de diferencias parece conjuntarse en forma satisfactoria
si suponemos el siguiente proceso: Diversas formas de subsistencia (pastoreo, recolección,
riego y cultivo) llevaron al aumento en la redistribución, así como a grandes diferencias
en cuanto a riqueza, principalmente porque esta última forma resultaba en la aparición
de otros productos y altas concentraciones de la producción de las tierras fértiles. La
guerra produjo la génesis de los guerreros y proporcionó labor esclava. Parte de esta
labor aceleró la tendencia hacia la especialización artesanal, la cual requería mayor
redistribución y, por ende, administración. La creciente diferenciación en la riqueza, así
como entre los guerreros y la gente «común» llevó a la jerarquización social. Todos estos
procesos generaron la formación del estado.
Otros especialistas, como R. Carneiro, M. Webb y E. Boserup, se han apoyado en tesis
de tipo etnológico, poniendo énfasis en aspectos que pudieron ejercer diversas influencias
en el proceso de urbanización de la sociedad, como la circunscripción geográfica, la
guerra y la conquista, la expansión demográfica... etc.
Buenos ejemplos de lo anterior son los enfoques de Cohen y Claessen sobre
la formación temprana del estado». Estos investigadores delinean diversas etapas de
desarrollo social por las que deben pasar las sociedades con el fin de alcanzar el nivel de
«estado», pero se dejan abiertos los mecanismos que ocasionan los cambios en cuestión,
los cuales varían de caso a caso (COHEN 1978, 1981; CLAESSEN Y SKAINIK 1978,
ETC.). Este enfoque es una aplicación directa de los modelos evolucionistas multilineales
de Steward (1955), Service (1971, 1975) y Fried (1967).
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Colin Renfrew (1975), basándose en sus estudios en las islas Cícladas entre el
Neolítico y los inicios de la Edad del Bronce, centrándose sobre todo en el Calcolítico,
propuso varios modelos que intentaban explicar el papel del intercambio (fase previa
al verdadero comercio) en el proceso de organización interna y complejidad social y
administrativa de una «civilización», hasta desembocar en el origen del estado. Partiendo
de un «lugar central», como punto principal desde donde se desarrolla el intercambio,
y manejando el concepto de «módulo estatal temprano» como una unidad territorial
autónoma, presenta los elementos organizativos que propiciarían la aparición de los
núcleos centrales, estableciendo una clara diferencia entre un cacicazgo y un estado
propiamente dicho, utilizando el criterio de continuidad y permanencia de las localidades
centrales. La aparición de estos núcleos centrales permanentes sería el primer paso en el
proceso de formación de los estados, base de las entidades históricas «civilizadas».
Renfrew establece tres niveles en el modelo de relaciones: el intercambio interno en
el seno de cada módulo, en el que la actividad predominante sería la de jugar un papel
como centro de redistribución; el intermedio, mediante una actuación de reciprocidad
destinada al mantenimiento de la uniformidad entre los módulos estatales, logrando un
cierto equilibrio entre ellos; y por fin, el intercambio a larga distancia entre los módulos y
otras entidades de áreas más alejadas, fuera del medio en el que ellos se desarrollan.
Renfrew aclara que varios subsistemas de un sistema cultural podían operar
independientemente de una manera más o menos estable, sin generar crecimiento alguno
en la complejidad de la escala a la que con frecuencia nos referimos cuando hablamos
de «estados tempranos». Él insiste en que el inicio «no es generado por la existencia
de dichos subsistemas en sí, sino por una interacción positiva de retroalimentación entre
dos o más de los subsistemas en cuestión». El marco cultural en el que C. Renfrew
ha trabajado, el Egeo y las Cícladas, ofrecían especiales condiciones para este tipo
de estudio, tanto por la proximidad geográfica entre las distintas entidades estudiadas,
como por la relativa homogeneidad de evidencias arqueológicas que podían sostener
sus afirmaciones. En todo este proceso desempeñó un papel importante la explotación
sistemática de los productos agrícolas, especialmente la vid y el olivo, que incentivaron
el intercambio, promoviendo una auténtico proceso de «retroalimentación», que sirvió
para dinamizar el proceso.
Es cierto que en Egeo existen desde el Bronce antiguo entidades a las que sí cabe
denominar protourbanas en sentido estricto (RENFREW, 1972), (Troya, Chalandriani,
Lerna, Thermi...), que muy pronto se verán sucedidas por las entidades palaciales de
Creta y los núcleos fortificados de Micenas en la Hélade, a los que ya sí parece adecuado
denominar ciudades, pero su influencia sobre el resto del continente fue bastante más
escasa de lo que se ha creído.
Será en la plenitud de la Edad del Bronce y sobre todo en el Bronce Final, cuando en
la Europa bárbara se desarrolle el modelo urbano, a partir de los poblados agropecuarios,
aunque ninguno de los núcleos formados en la Edad de los Metales llegó a igualar la
importancia de las ciudades orientales de un milenio antes.
Los recientes estudios de ROWLEY (1967), UCKO, TRINGHAN y DIMBLEBY
(1972), COLLIS (1975, 1982 y 1984), BÜCHSENSCHÜTZ (1978 y 1984), BRAUDEL
(1981), WELLS (1980, 1984 y 1988)...inciden sobre diversos aspectos del desarrollo
urbano continental, tanto desde el punto de vista socioeconómico como desde el físico,
haciendo hincapié en la importancia decisiva de fenómenos como: el comercio del metal
y de objetos elaborados, desarrollo de la producción agropecuaria, la concentración de
riqueza y poder, la tecnología... etc., que potenciaron la aparición y desarrollo de formas
de convivencia proclives al modelo urbano. Algunos coinciden en dar mayor relevancia
al factor comercial (ALEXANDER, 1972, CLARKE, 1979, WELLS, 1984), tal y como
había insinuado Childe en su obra póstuma de 1958; otros valoran más los aspectos
bélicos (COLLIS, 1982), sociales (NASH, 1976), o institucionales (SERVICE, 1962).
Pero parece claro que hoy resulta más adecuado pensar en una interacción múltiple de
factores que tuvieron como resultado la eclosión de la vida urbana desde la plenitud
de la Edad del Bronce, desembocando en una auténtica urbanización de la sociedad en
el apogeo de la Edad del Hierro, en la que, no obstante, hay que tener en cuenta las
diversidades regionales para comprender bien el proceso.
Sin embargo, hoy es posible apuntar que algunos factores como: el aumento demo-
gráfico, el perfeccionamiento de las técnicas de explotación del territorio, la actividad
comercial y el intercambio, las vías de comunicación que estos abrieron, la tendencia a
las actividades especializadas, las medidas de protección del grupo... etc., desempeñaron
un papel fundamental en el proceso, incidiendo en cada caso en aspectos específicos que, a
su vez, repercutían en otros, configurándose así una cadena de efectos multiplicadores que,
en definitiva, constituían un amplio conjunto de factores determinantes, estrechamente
unidos, que conducían a un resultado final casi inevitable: la beneficiosa vida en
comunidad.
Recientes tendencias en la investigación, que surgen sobre todo de la aplicación de
principios derivados de la concepción estructuralista de la arqueología, han intentado
penetrar en aspectos complementarios que, al menos teóricamente, pretenden encontrar
explicación para una valoración del territorio, concebido como espacio vital susceptible
de ser explotado y utilizado por el grupo humano, o para evaluar el aspecto demográfico
desde el estudio pormenorizado (aunque estadístico en muchos casos) de las necrópolis
y viviendas, o para acercarse más a la comprensión de los grupos de poblados en
determinadas regiones, poniendo en juego a veces teorías de medio alcance, según
las ideas de L.R. Binford, o aplicando teóricos «modelos de control» y conclusiones
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* * *
Durante mucho tiempo, los estudiosos del tema del origen y evolución de la vida
urbana y del urbanismo, sobre todo los europeos, creyeron que en la América prehispánica
no existió una verdadera vida urbana ni un urbanismo propiamente dicho hasta algo
después de la conquista europea, cuando los colonizadores trasladaron al Nuevo Mundo
los modelos urbanos imperantes en el Viejo. El propio V. Gordon Childe, en su «What
happened in History», inicia el capítulo V afirmando que: «La metalurgia, la rueda, el
carro tirado por bueyes, el asno de carga y el buque de vela constituyeron los cimientos de
una nueva organización económica». Y ninguno de estos logros estuvieron presentes en la
evolución interna de las culturas americanas, de forma que difícilmente podía imaginarse
una trayectoria cultural que desembocase, como en el Viejo Mundo, en un modelo de
vida urbana plenamente desarrollado. Tampoco los logros de la cultura americana habían
conducido a la creación de un sistema de escritura generalizado (incluso si consideramos
las impenetrables inscripciones jeroglíficas mayas, en las que sólo podían deducirse
fechas y cifras), interpretado tradicionalmente como el más espectacular logro de las
sociedades urbanizadas. Esto ha hizo que muchos investigadores partieran de supuestos
equívocos cuando se enfrentaban por primera vez al estudio del fenómeno urbano y
hacían referencia al caso americano.
28 JORGE JUAN EIROA GARCÍA
Sin embargo, para cualquier espectador que hoy pueda ver los conjuntos arqueológicos
de Teotihuacán, en México, de Chanchán o Pachacamac, en Perú, la duda acerca de la
existencia de vida urbana y urbanismo pre-hispánico en América no existiría.
Hacia el 500 d. de J.C. Teotihuacán era la sexta ciudad más grande del mundo,
con una población estimada en unos 100.000 habitantes y el centro de un imperio
que controlaba directamente unos 25.000 km². en México central. Su distribución en
cuadrículas planificadas cubría 20 km²., en torno a un centro ceremonial (la pirámide del
Sol, que regía la dispersión de los demás edificios). En su avenida central, de unos 5 km.
de largo, se alineaban 75 templos menores.
En Chanchán, la capital del reino Chimú, al norte de la costa peruana, en las afueras
de Trujillo, el trazado urbano ocupa unos 28 km². Es la ciudad de adobe más grande
del mundo. En su interior se alojan diez complejos reales o ciudadelas y su población
de calcula en más de 50.000 almas.
El aspecto de este tipo de entidades urbanas es impresionante. En ellas se encerraban
grandes recintos ceremoniales, complejos palaciales, centros administrativos, almacenes,
talleres, cisternas, barrios de especialistas...etc. que hablan por sí solos de las más
notables características con las que se han querido definir las entidades urbanas en
el Viejo Mundo.
Esta impresión del visitante no se aleja mucho de la que tuvieron los primeros
conquistadores del Nuevo Mundo: Gaspar de Carvajal, cronista del primer ascenso por
el Amazonas, describe verdaderas ciudades en el interior del país, igual que Cristóbal de
Acuña, cien años después; Vespucio expresa su admiración por la «Venecia» que descubre
en Venezuela y el padre Las Casas, en su «Apologética historia», ofrece una larga lista
de ciudades que embellecían la costa de Panamá. Podemos imaginar la impresión de
Hernando Pizarro entrando en Pachacamac, en 1533.
En la base del error subyace el ya largo debate entre los especialistas acerca de los
rasgos diagnósticos que definen a la vida urbana y a la ciudad, desde las ideas de Morgan,
Marx y Engels, Gordon Childe, Wittfogel, Spencer, Adams, Carneiro, Wissler... a las más
recientes de Redman, Service o Wells. Lo que hoy parece claro es que, como concluyó
Adams, «no existe un origen de las ciudades, sino tantos como tradiciones culturales
independientes con un modo de vida urbano», y que aunque podamos elaborar una lista
de rasgos diagnósticos, en la que podríamos incluir: la sociedad estratificada, número de
habitantes considerable, aparición del Estado y sus instituciones, estructuras religiosas
y políticas, formas de producción organizadas, tecnología, comercio, artesanado... etc.
ninguno de ellos, por sí sólo, definiría a la vida urbana, y todos ellos, por separado, sí
podrían entrar en la definición.
Hoy podemos afirmar que en América Hispana existía un urbanismo y un modelo
(o mejor, varios) de vida urbana bastante antes de la llegada de los conquistadores. La
formación de estos modelos siguió un proceso que hoy podemos analizar siguiendo varias
fases, tal y como podemos apreciar en el Área Andina:
SOBRE EL ORIGEN DEL URBANISMO Y DEL MODELO DE VIDA URBANA EN EL VIEJO Y NUEVO MUNDO 29
FASE III Fase de los desarrollos regionales (500 a. de J.C. – 700 d. de J.C.)
Moche / Virú
Wari
Regionalización cultural: Fases de Gallinazo, Lima, Nazca,
Cajamarca, Recuay, Tiawanaku... etc.
Durante la Fase Arcaica, aparecieron los primeros asentamientos estables, sobre todo
a finales del periodo, a partir del 2000 a. J.C.
En esta fase vemos algo parecido a lo que Childe denominó «revolución agrícola»
para el mundo asiático próximo-oriental, en yacimientos del tipo de Valdivia y Real Alto,
en la península de Santa Elena, en Ecuador, y en otros del tipo de Huaca Prieta, en el
Norte de Perú. Es la aparición de las primeras aldeas estables, de carácter agropecuario,
que a veces suelen tener ya construcciones de tipo ceremonial (pirámides y plataformas)
y significan la aparición de las primeras obras de carácter colectivo.
Durante la primera parte del Arcaico, lo que se denomina «Precerámico sin algodón»
(Hasta 2500 a. J.C.) el proceso es lento y su evolución sugiere una fase de experimentación
sobre todo agrícola. La segunda parte («Precerámico algodonero») el proceso experimenta
una notable aceleración, que se aprecia en el crecimiento de los asentamientos y en el
aumento de la población, seguramente gracias al incentivo del aumento de posibilidades
en la dieta alimenticia.
Ejemplo de la primera etapa puede ser el asentamiento de Real Alto, en el valle
de Chanduy, del denominado «Grupo de Valdivia», en la península de Santa Elena, al
30 JORGE JUAN EIROA GARCÍA
de Los Sacrificios, la de los Idolos (con tres fases constructivas) y Huaca Alta, son
las más notables del impresionante conjunto de la costa central peruana. Los edificios
se construyeron con bloques de piedra unidos con mortero de barro, o con bloques
irregulares entramados con barro.
En el Valle de Supe, el inédito asentamiento de Piedra Parada es de características
semejantes a Aspero.
En la península de Paracas, al sur de Lima, el grupo definido por Engel en «Cabezas
Largas» parece pertenecer a otro tipo de población diferente, asentada allí desde el 3000
a. de J.C.; tal vez grupos de agricultores que bajaron desde la sierra y alternaron sus
actividades agrícolas con la depredación de la costa. Sus asentamientos, sin embargo, no
llegaron a alcanzar el nivel de desarrollo que hemos visto en Huaca Prieta o Aspero.
En México asistimos a un proceso de sedentarización de comunidades de productores
desde, por lo menos, el VI milenio a. de J.C., a partir del foco de Tehuacán. Pero en
México central los primeros asentamientos estables sobre suelo fértil aparecen entre 3000
y 1000 a. de J.C., como vemos en la plataforma circular de Cuicuilco (El Pedregal). De
estos centros surgirán, antes de 500 a. de J.C., las primeras sociedades urbanas de México
central. No sabemos la influencia que este tipo de asentamientos pudo haber tenido más
al sur del lago Nicaragua (PREM, H.J. & DYCKERHOFF, V. 1986).
Esta fase estuvo caracterizada en los Andes por un largo periodo de desarrollo de
las técnicas agropecuarias. Aumentó el número de especies cultivadas, se consolidó el
sedentarismo y aumentaron el tamaño y número de los asentamientos. Podemos decir
que, en torno a 1500 a J.C. ya estaba establecida una agricultura de aldea totalmente
sedentarizada, que se basaba sobre todo en el cultivo del maíz.
El panorama es especialmente interesante en Perú, donde se aprecia un repentino
florecimiento de las sociedades de jefatura teocrática, que se manifiesta, sobre todo, en
el desarrollo de los centros ceremoniales y en la población concentrada en sus entornos.
Los rasgos más característicos de este proceso son:
— Centros ceremoniales.
— Sociedades de jefaturas teocráticas estructuradas (poder político y religioso).
— Nueva forma de gobierno.
— Diferenciación social (enterramientos diferenciados y de «status»).
— Incremento de la producción agrícola y excedentes de producción.
— Especialización regional de la producción.
— Obras comunitarias con abundante mano de obra controlada.
— Sistemas de riego organizado.
— Especialización de funciones.
— Desarrollo artístico.
a esta fase, en su momento pleno, como «Formativa teocrática» (Primera fase.- Formativa
colonial; Segunda fase.- Formativa teocrática). Los centros ceremoniales solían estar
rodeados de aldeas de entre 20-30 casas, de manera que formaban grupos de poblaciones
interdependientes, con su sede central.
Dos pautas culturales señala E. Service para este momento (SERVICE, 1984): Por
un lado, el gran desarrollo del cultivo del maíz, que permitió el aumento progresivo de
la población; y por otro, el perfeccionamiento de la organización religiosa (es decir, una
pauta ideológica), que con el tiempo, generó una organización política centralizada que
se convirtió en una fuerza material tremendamente productiva que, además, desarrolló
y expandió su propia ideología.
Hasta ahora, el paradigma de este tipo de sociedad teocrática de jefatura es la Cultura
de Chavín, con su centro mejor conocido (aunque quizás no el más importante) Chavín de
Huántar, donde se documenta la más antigua orfebrería de América.
Chavín de Huántar tuvo su apogeo entre 800 - 200 a. de J.C. y constituyó un
importante complejo religioso, con una monumental plataforma de piedra horadada por
pasillos y salas, que le dan un aspecto de panal de abejas.
Chavín no fue el único centro ceremonial de este tipo, ya que en la actualidad
se conocen otros, de desigual importancia arqueológica, en los que se inventaron y
desarrollaron formas de culto religioso que sirvieron para perpetuar el poder de las
teocracias dominantes, consolidándolo. Con ello, controlaban la mano de obra para
la construcción de sus monumentos y estimulaban y controlaban el comercio y la
distribución, sobre la base de la simbiosis regional y, posiblemente, la potenciación y
control de los sistemas de riego y del calendario agrícola.
Se ha dicho que Chavín recoge las ideas norteñas del mundo Olmeca mexicano,
aunque L.G. Lumbreras considera Chavín como «una cultura netamente andina»
(LUMBRERAS, 1989). Los paralelismos establecidos entre Chavín y Tlatilco (Tacuba),
situada al oeste de México D.F., siguen en plena discusión, sobre todo en lo que se
refiere a las similitudes entre las figurillas de Tlatilco denominadas del estilo olmeca
«cara de niño» y algunas estilizaciones de Chavín, así como los establecidos entre estas
estilizaciones Chavín y otras de Monte Albán, fases I y II, que recuerdan también la
escultura olmeca. Hoy, en una etapa de crisis del difusionismo, algunos autores prefieren
reconocer ciertos paralelismos sólo en algunos aspectos de la tecnología, el arte y los
productos y técnicas agrícolas, que luego se adaptaron a las necesidades y condiciones
locales, aunque las formas socio-políticas parecen estar más en relación con los problemas
locales y podrían ser originalmente andinas. También la arquitectura de Chavín se puede
comparar con la mexicana de Maxcanú (Yucatán) y Mitla (Oaxaca), con las que guarda
muchos paralelismos, sobre todo en la concepción de formas y soluciones técnicas. En
todo caso, no puede relegarse completamente la propuesta de H.J. Spinden al reconocer
un «Horizonte formativo interamericano», en el que estos paralelismos tendrían sentido.
La influencia Chavín hacia la periferia, que hace pocos años suscitaba las dudas de
los especialistas, aparece hoy claramente definida en diversos aspectos y lugares: tuvo
contactos con el mundo Olmeca y pre-zapoteca de Monte Albán (que han estudiado N.
Porter y M. Coe); con la cultura ecuatoriana de Chorrera, de la que pudo recibir algunas
influencias y se relacionó con Paracas, hacia 400 a. de J.C., influyendo en sus primeras
34 JORGE JUAN EIROA GARCÍA
fases (Fases de Paracas-Cavernas), para ser sustituida luego por la influencia Topará;
recientemente se estudia la influencia de Chavín en los valles de Pisco y Cañete,
seguramente a través de Paracas, ya que en Chincha aparecen textiles decorados con
motivos de estilo Chavín.
Hay asentimientos o impacto de Chavín en Batán Grande y Huaca Lucía (Valle de
la Leche), Huaca Prieta (Valle de Chicama), Pucurí y Cerro Blanco (Valle de Nepeña),
Mojeque (Valle de Casma), Sechin Alto (cuyos relieves, lo mismo que los de Moxeque y
Punkurí —Valle de Nepeña—, tienen también paralelismos con los danzantes de Monte
Albán, en México aunque tal vez sin contactos directos, sino a través de influencias
culturales ocasionales), Las Aldas, Ancón, Mina Perdida (Valle de Lurín)... y en territorios
serranos, como Pacopampa y La Copa (Cajamarca). Sin embargo, tanto Mojeque como
Sechin Alto tienen fases pre-Chavín.
También en el impresionante conjunto de Caballo Muerto (Valle de Moche) la Huaca
de los Reyes, situada en un lugar central, tiene un templo en forma de U que parece ser
otro de los grandes centros ceremoniales de la fase Formativa (BONAVÍA, D. 1991).
Algunos de estos aspectos pueden ser considerados, a la vez, causa y efecto, ya que no
resulta fácil dilucidar el origen y las consecuencias de los fenómenos culturales y mucho
menos con las notables diferencias regionales que se observan.
En el caso de la aparición del Estado, por ejemplo, la polémica continúa abierta, ya
que, aunque se ha dicho que Wari es la primera organización estatal verdadera en los
SOBRE EL ORIGEN DEL URBANISMO Y DEL MODELO DE VIDA URBANA EN EL VIEJO Y NUEVO MUNDO 35
Andes, hay quien afirma que los supuestos estatales Wari ya existían en Chavín y, por el
contrario, quienes afirman que Wari sigue siendo, en realidad, una sociedad de jefatura
teocrática. Tanto Service como Lanning ha sugerido la idea de que el Estado aparece en
el área andina como resultado de los avances tecnológicos que favorecieron la producción
de excedentes agrícolas y, en consecuencia, el desarrollo de un modelo de sociedad
estratificada, de manera que el primitivo Estado andino aparece como un verdadero
«aparato represivo», apoyado esencialmente en una clase social dominante que controla
los medios de producción, el calendario y los cultos religiosos, apoyada por un brazo
armado que se encarga del orden interno y de la expansión exterior. En este contexto,
tendría sentido la aparición de las verdaderas entidades urbanas. D. Bonavia ha sugerido
que en esta fase de los desarrollos regionales la ciudad «con estructura urbana» aparece
como expresión del urbanismo andino. Sin embargo, Canziani, que utiliza la expresión
«centros urbanos teocráticos», cree que los asentamientos son la «expresión física del
modo de producción de una particular sociedad», restando valor a los aspectos ideológicos
o tecnológicos y resaltando más los aspectos económicos (CANCIANI, J.; 1989).
La información que poseemos de esta etapa es impresionante, sobre todo la procedente
de la cerámica y los textiles, que ofrecen datos valiosísimos. Por ella sabemos que en
esta etapa los sistemas de riego alcanzan su plenitud en la mayoría de las regiones,
que las tecnologías básicas estaban establecidas y que la población se encontraba cerca
de su máximo.
Una de las entidades culturales más notables de la fase es la Civilización Moche o
Mochica, que consiguió rápidamente la hegemonía sobre los valles del norte de la costa
peruana, hacia 200 d. de J.C. Moche pudo ser el verdadero inicio del Estado en la costa
peruana, ya que su urbanismo y sus centros ceremoniales y de control parecen propios de
un Estado, aunque Service prefiere denominarla «sociedad de jefatura extensa». Es decir,
el desarrollo urbano paralelo al desarrollo institucional. Service, igual que antes lo hizo
Isbell, ha observado que en los enterramientos moche apenas se perciben diferencias
de estatus que puedan interpretarse como rasgos de una estratificación social y de la
presencia de una minoría de dirigentes, propias de una sociedad estatal. Sin embargo,
los trabajos arqueológicos posteriores a las excavaciones de Moche y Huaca del Sol han
puesto de manifiesto otra realidad bien distinta. Véase si no el impresionante hallazgo
de Sipán, donde W. Alva ha excavado un excepcional enterramiento de jefatura, en los
trabajos de 1985-88: el Señor de Sipán, en medio de un complejo de especial interés,
Pampa Grande, que es el más importante yacimiento moche (ALVA, 1992: 229-236).
Aunque el origen e inicios de Moche sigue planteando bastantes problemas, parece
que pudo estar en los valles de Moche y Chicama (departamento de La Libertad), al norte
de Perú, en un medio ambiente bastante propicio. Es, esencialmente una cultura costera
que apenas se extiende hacia territorios serranos, llegando por el sur hasta el valle de
Nepeña, desdibujándose a partir de allí. Su final se fecha hacia el siglo VI d. de J.C.,
con la penetración Wari (en la fase Moche V). El estado Moche culmina en esta fase
imperialista, a partir de 600 d. de J.C.
Esta situación costera favoreció sus contactos con otras entidades culturales. Se
admiten ciertos paralelismos entre los motivos decorativos entre la original cerámica
moche y la de México occidental de Colima y Nayarit, sobre todo en lo que se refiere a
36 JORGE JUAN EIROA GARCÍA
las técnicas del retrato y a las escenas de la vida diaria moldeadas en vasijas de carácter
funerario. También la escultura moche, que es de origen Chavín, guarda cierta relación
temática con la escultura olmeca mexicana.
En la costa norte de Perú existen al menos ocho valles contiguos que parecen
haber formado parte de lo que se ha definido como la «comunidad política mochica»,
que sería en definitiva una gran sociedad de jefatura, si no un verdadero Estado. La
población de esta comunidad se calcula en unos 250.000 habitantes, aunque también
en esto existen discrepancias.
En Moche las aldeas ya son mayores y la tendencia a la especialización de funciones
de sus habitantes parece estar definitivamente configurada y en el centro del control
de los valles, aparecen los grandes centros urbanos y ceremoniales, sobre todo en los
valles de Moche y Chicama, donde se define de un tipo de urbanismo estructurado por
clases, a partir de 400 a. de J.C.
Un ejemplo válido lo ofrece el conjunto de las huacas del Sol y de la Luna, en Moche,
a los pies del Cerro Blanco, cerca de la actual ciudad de Trujillo. La Huaca del Sol es una
impresionante plataforma rectangular, muy saqueada en época colonial y reducida hoy a
un tercio de su tamaño real, de unos 350 m. de largo, 160 de ancho y 30 de altura. Está
construida con unos 140 millones de adobes hechos con molde, lo que la convierte en
una obra comunitaria de características insólitas, construida, tal vez, como una obligación
impuesta, parecida a la «mita» inca. Su construcción tiene varias etapas, a lo largo de
dos siglos: seguramente una fase previa de Moche primitivo y después Moche medio
y tardío; su función fue la de un gran centro ceremonial que se prolongó hasta Moche
V, ya con un fuerte componente Wari. La Huaca de la Luna, a medio kilómetros de
la anterior, es de menor tamaño y parece haber desempeñado funciones de centro palacial-
administrativo. Entre ambas, debió extenderse una gran población en Moche, con
residencias domésticas y barrios nobles, que denotan una complejidad social y económica
elevada (RODRÍGUEZ ALPUCHE, 1986 y KUBLER, G. 1986).
En el complejo de El Brujo (Valle de Chicama), un equipo de la Universidad de
Trujillo está excavando un centro semejante. Y en Pacatnamu, Galindo, Pañamarca, Cerro
Orejas... etc. hay también restos del urbanismo moche y de sus obras de irrigación.
Hay que destacar otras fases regionales, como las de: Gallinazo, Nasca, Recuay,
Lima y Cajamarca, donde el urbanismo se adapta al medio, con notables diferencias
regionales, pero con muchos elementos comunes, pero con una estructura urbana ya
plenamente desarrollada.
La fase Virú ofrece también asentamientos semejantes a Moche, pero con aldeas de
explotación agropecuaria de tipo «regular», planificadas y construidas simétricamente,
tal vez con un diseño previo del poder central. Estas aldeas son un poco más tardías
y suelen tener conjuntos residenciales adosados. Tampoco faltan los grandes centros
urbanos, como los del Valle de Virú. Recientes tendencias en la investigación empiezan a
considerar que los Mochicas son la continuidad cultural de los Virú o Gallinazo y por lo
tanto la idea de conquista queda en entredicho.
Cuando los Moche conquistan Virú no modificaron el modelo de estas aldeas.
El momento de apogeo de esta fase coincide, en términos generales, con la época
clásica en México, cuando se desarrollan los principales centros urbanos en el área
SOBRE EL ORIGEN DEL URBANISMO Y DEL MODELO DE VIDA URBANA EN EL VIEJO Y NUEVO MUNDO 37
(Monte Albán, fase IIIa o zapoteca, Teotihuacán, Cholula, Xochicalco... etc., que se
desarrollan, sobre todo, entre 100 a. de J.C. y 750 d. de J.C.). Entonces, Teotihuacán es
el principal centro urbano de toda América central, con unos 85.000 habitantes entre 450
y 650 d. de J.C., según Millon (MILLON, R. 1981), ejerciendo una notable influencia
hacia el sur, por Guatemala (Caminaljuyú), y penetrando en Colombia, Ecuador y norte
de Perú. Su influencia más inmediata se documenta en Cholula, que presenta la más larga
historia continuada de México central, rivalizando incluso con la propia Teotihuacán,
igual que Tajín.
El caso de Tiwanaku es distinto y espectacular. En pleno Horizonte Medio, Tiawanaku
es una populosa ciudad que se extendía en el altiplano desértico de Bolivia, a 3842 m.
de altitud, como centro de peregrinación de toda la zona andina, capaz de acoger a
unos 30.000 habitantes. Se trata del más importante fenómeno urbano del sur de los
Andes centrales, aunque en realidad desconozcamos en detalle su secuencia constructiva,
ya que las pocas excavaciones arqueológicas allí desarrolladas han sido, hasta ahora,
insuficientes y se han centrado, sobre todo, en los centros ceremoniales. El área urbana
ocupa unas 350 ha., organizada en grandes unidades de edificios, esencialmente de
piedra, aunque también se hicieron de barro. Sus complejos religiosos de Akapana y
Kalasasaya, tienen patios en declive y varios motivos de su impresionante arquitectura
de grandes bloques de piedra labrada, como las figuras aladas de felinos, aparecen
igualmente pintados en la cerámica y en los tejidos, lo que denota su importancia
religiosa (HYSKOPM, 1984). Sus precedentes podrían estar en Chavín de Huántar
(quizás, en última instancia, en el mundo olmeca mexicano) y tiene paralelismos con las
representaciones waris. La decoración de la portada monolítica denominada Puerta del
Sol de Tiwanaku, que se fecha entre 500 y 900 d. de J.C., presenta muchos paralelismos
conceptuales con Chavín. Este urbanismo de Tiwanaku, que en realidad es el primer
conjunto planificado de América del sur, se aparta del modelo costero peruano, ya que
el medio es muy distinto, y una de las preocupaciones de sus dirigentes fue el programa
de recuperación de tierras cultivables, en un medio adverso para la agricultura. Pero
Tiwanaku llegó a ser un gran centro político, religioso y administrativo, sobre todo por
su situación estratégica, más, quizás, que por su capacidad para intensificar su propia
producción, circunstancia esta que parece compartir con Wari. Su influencia, aunque
duró poco, pone por primera vez en relación a las tierras altas con los valles costeros,
que debieron ser políticas, además de económicas. Pero algunos aspectos de la posterior
organización inka parecen tener sus precedentes en el complejo mundo de Tiwanaku, al
que tal vez podríamos denominar ya «protoimperial».
El Estado Wari (o Huari) es también un modelo de tierras altas, como Tiwanaku,
aunque presenta una trayectoria bien diferente, única en los Andes centrales. Tal vez fue
Wari el primer centro político que combinó la centralización de la sociedad de jefatura
teocrática con el comercio, gracias a unas rutas comerciales permanentemente vigiladas
por su bien organizada potencia militar. Fue este militarismo de Wari, muy típico de las
tierras altas andinas, como vemos en Tiawanaku y veremos más tarde en los Inkas, el
que terminó con el Estado Moche, hacia el siglo VIII d. de J.C., aunque las recientes
fechas de Pampa Grande y Galindo, entre 650 y 750 d. de J.C., apuntan más hacia el
siglo VII d. de J.C. (BONAVÍA, D. 1991).
38 JORGE JUAN EIROA GARCÍA
El conocimiento de Wari se ha apoyado, sobre todo, en los datos aportados por dos
yacimientos: Conchopata y Wari (Ayacucho).
Wari es una entidad superior perfectamente organizada en un área con recursos
agrícolas muy limitados, pero con una marcada estratificación social. La evolución de
Wari hacia un aparato estatal bien estructurado, apoyado en una organización política
centralizada, desembocará en una fase a la que podemos denominar imperial. Isbell ha
definido a Wari como «el primer estado de los Andes centrales».
La ciudad wari fue uno de los instrumentos de conquista y prueba de poder, manejado
con gran habilidad. La tendencia urbanística de wari fue la secularización, mediante la
planificación estatal. Es entonces cuando se abandonan los viejos centros ceremoniales
y aparecen ciudades nuevas, construidas bajo el modelo Wari y concebidas desde
un minucioso plan urbanístico, como parecen evidenciar algunos centros del tipo de
Cuzco, Viracochapampa, Taipi, Incaraqay (Huanta), Jarganpata (Valle de San Miguel),
Jincamocco (Lucanas), incluso centros rurales, como el de Tunasniyoq (Valle de Totora)
y grandes ciudades, como Chan-Chan, en su fase inicial Wari, anterior a las fases
Moche e inka.
Sus centros urbanos están comunicados por una extensa red de caminos, que suponen
la base de la posterior y eficaz red de comunicaciones inka. De hecho, Wari desemboca en
una fase final de marcado signo imperialista, que alcanza su máxima expansión entre 680
- 770 d. de J.C., llegando hasta Cajamarca por el norte y Arequipa por el sur.
Es posible que el urbanismo Wari naciera en los Andes Centrales y no procediera de
Tiwanaku. El escaso conocimiento de Tiwanaku impide adoptar una posición definitiva
en este sentido.
caso, los inkas se expandieron hasta tierras ecuatorianas, como vemos en la Pucara de
Rumicucho, cerca de Quito.
Sin embargo, la conocida Machu Picchu, en el corazón de los Andes peruanos, no era
más que una pequeña ciudad situada sobre un espolón rodeado por el río Urubamba que,
aunque hoy nos impresiona, sobre todo por haber permanecido conservada gracias a su
recóndita situación, no debió tener excesiva importancia como centro de población, sino
más bien como ciudad sagrada. Pero en ella podemos rastrear muchos de los detalles del
urbanismo inka (BINGHAM, 1964).
Innumerables centros menores de población se distribuyeron por todas partes,
utilizando los recursos de los valles, allí donde estos ofrecían posibilidades de explotación,
o ideando ingeniosos sistemas para la explotación agrícola, allí donde el medio era
adverso y el agua escasa, como vemos en la Lomas de Malanche, cerca de Pachacamac,
en las que un grupo de asentamientos explotaban las laderas montañosas que eran
fertilizadas por la humedad de las nubes bajas (MUJICA, 1987).
Tras lo anteriormente expuesto, y seleccionando de entre ello algunos de los puntos de
reflexión a mi juicio más interesantes para un debate, podemos concluir afirmando:
* * *
SOBRE EL ORIGEN DEL URBANISMO Y DEL MODELO DE VIDA URBANA EN EL VIEJO Y NUEVO MUNDO 41
En 1983 A.S. Keene y J.A. Moore analizaron el desarrollo de los estudios sobre los
orígenes de la vida urbana y el Estado y han establecido la existencia de ciertas fases
que debemos distinguir en el periodo de vida de los modelos arqueológicos (KEENE
y MOORE, 1983).
Todos estos modelos han pasado por las siguientes fases: 1) el descubrimiento de un
nuevo modelo, 2) la rápida difusión del mismo, comprobando su validez en un número
de fenómenos y reas de investigación, 3) la comprensión de que se ajusta a un menor
número de casos de los esperados y de que es menos válido de lo pensado inicialmente,
4) el refinamiento del modelo y su enfoque hacia fenómenos para los que parece más
adecuado, 5) aceptación y uso del modelo, casi sin mayor duda, como un dogma para
el desarrollo de futuros modelos, 6) la creciente incertidumbre sobre si el modelo es
tan efectivo como se ha dicho, y 7) reemplazo del modelo por otro nuevo y, en teoría,
de mayor alcance y fiabilidad.
Tras manejar todas las ideas expuestas podemos concluir en que la vida urbana, esto
es, un modelo de vida basado en una forma colectiva de adaptación al medio mediante
un proceso de organización social, es un producto histórico fruto de la acumulación de
experiencias que se nos presenta como una forma de práctica social. Es decir, que lo
esencial es, como ha dicho Toynbee, «que los habitantes de la ciudad constituyan de
hecho una verdadera comunidad» (TOYNBEE, 1985, 32) y desarrollen, al menos, los
rudimentos de un alma ciudadana. Y no es posible reducir el concepto de urbanismo
ni a unos meros objetos urbanos, ni a una suma de funciones especializadas, ni a
un conjunto de instituciones aisladas, ya que la ciudad, por ser el resultado de «una
diversidad de conductas y actitudes» (RONCAYOLO, 1988, 49) requiere precisamente un
entendimiento desde la diversidad, contemplando múltiples factores que se nos presentan
como resultado de la plural conducta humana, en la que, si bien es posible definir
actitudes primordiales, éstas no son sino el resultado de necesidades ocasionales que
no siempre definen el factor humano. De hecho, muchos de los rasgos diagnósticos
mencionados pueden haber existido en las distintas sociedades urbanas históricas, pero
no necesariamente en todas ellas. La evolución interna de cada área geográfica marca una
peculiar trayectoria para cada una, de forma que, aunque puedan definirse paralelismos
frecuentes, la diversidad histórica produce, forzosamente, diversidad organizativa y cada
circunstancia propicia resultados específicos. De igual manera la mentalidad del habitante
urbano, conformada por creencias, costumbres y actitudes, configura determinadas formas
de entender la vida ciudadana, desde el poblado defensivo del Calcolítico, a la «civitas»
romana por excelencia o a la introvertida madîna islámica, en la que cada casa es
un santuario, según los preceptos coránicos. De esta forma, la ciudad o el poblado son en
buena medida reflejos materiales de la mentalidad de sus habitantes. No es el urbanismo
físico el que modela el carácter del hombre, sino el hombre el que, consciente o incons-
cientemente, configura un determinado tipo de hábitat, adecuándolo a sus necesidades, a
su economía, a su mundo de relaciones, incluso a sus creencias. Por eso el urbanismo y
la vida urbana adoptan tantas variantes como las diversas motivaciones que dan forma a las
culturas, de manera que no es posible referirse a un único modelo, ni siquiera a unos rasgos
definidos aunque estos se repitan en distintas partes del mundo, ya que la adecuación a las
propias necesidades produce resultados bien diferentes e incluso contradictorios.
42 JORGE JUAN EIROA GARCÍA
Pero sí parece claro que la ciudad requiere elementos básicos para su definición en
el tiempo y en el espacio, tales como la concentración de población, la comunidad de
asentamiento y la conjunción de actividades, la organización (es decir, la ordenación)
consciente de la sociedad, el establecimiento de normas compartidas, la ordenación del
territorio... etc., lo cual implica una tarea colectiva que compromete por igual a todos
los «ciudadanos» que habitan el lugar. Y de aquí surge, como resultado inmediato del
esfuerzo colectivo, un efecto multiplicador que, a la vez que potencia a la población,
la proyecta más allá de sus propios límites físicos poniéndola en relación directa con
el espacio que la rodea y reforzando un mundo de relaciones que afecta a todos los
aspectos de la vida urbana.
Así, las ciudades manifestarán una tendencia a crear una red circundante de
establecimientos subsidiarios, en un territorio relativamente próximo y de fácil control,
con el fin de asegurar su propio abastecimiento, al tiempo de garantiza el de los centros
periféricos, ya que la urbe terminará desempeñando el papel de núcleo principal de una
comunidad más amplia. Esto ha sido demostrado para la Edad del Hierro europea por
O. Büchsenschütz, que ha analizado los sistemas de explotación agraria de la época
céltica y ha constatado cómo las granjas aisladas, los caseríos y los pueblos coexisten y
se dividen el territorio, especializándose en determinadas formas de producción. De esa
manera el hábitat se dispersa en los lugares de producción, al tiempo que se reagrupa en
los lugares de intercambio (BÜCHSENSCHÜTZ, 1984, 210).
Esta sucesión de causa - efecto no parece que tenga que ser forzosamente consciente,
es decir planificada previamente. Basta con que el centro urbano desarrolle sus propios
mecanismos dinámicos y se establezca un comportamiento casi mecánico en el que
el abastecimiento, las actividades especializadas, el comercio, incluso las ideas y los
sentimientos, jueguen su papel como agentes de lo que L. Binford llamó «dinámica
organizada», proporcionándole al enclave una identidad, que a veces puede estar
caracterizada por una actividad específica, que lo definirá en su propio espacio.
La ciudad irá conformándose a través del tiempo como resultado natural de esa
dinámica organizada, tanto interna como externamente, definiendo espacios físicos como
elementos significativos de su configuración social, distribuyendo sus estructuras de
acuerdo con unas pautas de conducta establecidas por sus habitantes, teniendo en cuenta
diversos factores, impuestos generalmente por sus propias necesidades, por el medio y
por las formas de producción. En la mayoría de los casos esas circunstancias propician
un patrón específico de asentamiento que, en cierto modo, es consecuencia de un
determinado modelo social y no únicamente de una mera adaptación al territorio, como
cree E. Lampard (LAMPARD, 1965).
Sí es aceptable, sin embargo, que a determinados niveles del desarrollo de la sociedad,
o en territorios especialmente propicios a una modalidad concreta de explotación
(territorio y función), estas circunstancias favorezcan un patrón especializado que
conduzca a una determinada forma organizativa, reflejada en la expresión física de
la configuración urbana. La ciudad así, como expresión viva del modelo urbano, se
convierte en el fiel reflejo de la personalidad de sus moradores y su aspecto externo no
es más que el resultado del desarrollo de su organización, que tiene en el espacio y en el
tiempo su proyección de tamaño y permanencia, como cualidades definitorias.
SOBRE EL ORIGEN DEL URBANISMO Y DEL MODELO DE VIDA URBANA EN EL VIEJO Y NUEVO MUNDO 43
Los habitantes urbanos, conscientes de que este modelo social requiere cada vez
mayor organización y una progresiva especialización, se adaptan a un sistema de
continuas incitaciones que va aumentando el carácter de colectivización al mismo tiempo
que incrementa las diferencias entre la vida campesina y la vida ciudadana. Y aunque
esta creciente diferencia no supone, en modo alguno, la ruptura con el medio rural, ya
que existe un necesario vínculo de interdependencia, la urbe sobrepasa el nivel primario
de dependencia y con su diversidad de funciones se convierte en el más alto grado de
los sistemas de subsistencia, ya que aglutina en sí el interés de los grupos y núcleos
circundantes. Es éste un sistema de relaciones que aparece como fruto del desarrollo
urbano en diversas partes del mundo, incluida la Europa protohistórica de la Edad
del Bronce.
Al mismo tiempo, la urbe se adapta a la variedad humana que aglutina, pero no
mezcla a sus habitantes, sino que los divide en grupos atendiendo a los diversos orígenes,
trabajos y rangos, ofreciendo así su propio esquema de estructura social, en la que
existe una clara diferenciación «vertical», por la diversidad dentro de una misma clase,
y, a la vez, una estratificación «horizontal», por la diferencia entre clases distintas o
por el variado rango social.
La diversidad de las áreas urbanas, de las viviendas o de la situación con respecto a
los lugares de privilegio, así como la clara diferenciación de ajuares en las necrópolis, son
datos generalmente constatados desde el punto de vista arqueológico, en la protohistoria,
el mundo antiguo y la Edad Media. Y aún cabría hablar de otros factores de la
diversificación, tales como la religión, la condición política o el rango laboral, por
ejemplo, ya que no es una casualidad que cuanto más avanzado sea el grado de
urbanización de una sociedad más elevado es el grado de diferenciación y más variados
los factores que la producen, ya que el incremento de servicios y especialidades provoca
una demanda natural de «funcionarios» y artesanos que tienden a agruparse en categorías
sociales cada vez más estables, de acuerdo con su función en el ámbito urbano,
produciéndose entonces un nuevo efecto multiplicador que aumenta la demanda de bienes
de consumo y, en consecuencia, de dinamismo urbano, que redunda en todos los aspectos
de la vida del centro: economía, comercio, producción, incremento de la población,
asistencia, defensa... etc.
Como centro de atracción, la urbe ofrece además un elevado grado de seguridad a sus
habitantes y la posibilidad de hallar más facilidades para sus realizaciones personales. La
seguridad se ve reforzada por la creación de instituciones defensivas y de control, dentro
del proceso de formación de un sistema legal y un gobierno capaces de coordinar no
sólo a sus propios habitantes sino además a los núcleos circundantes que la proveen de
alimentos. Estas instituciones dirigirán también los grandes proyectos cooperativos: obras
públicas, saneamiento, almacenamiento de excedentes públicos, regadío... etc.
Sin embargo, pese a los factores comunes que se identifican en las primeras ciudades,
cada una pudo ofrecer elementos diferenciadores, ya que todas eran distintas y estaban
condicionadas por circunstancias locales que, de hecho, variaban de una a otra. Esto
quiere decir, a grandes rasgos, que los factores comunes pueden responder a una similitud
de respuestas culturales a problemas similares y, por añadidura, refuerza la idea de que el
origen del urbanismo no hay que buscarlo solamente en los antiguos núcleos del mundo
44 JORGE JUAN EIROA GARCÍA
oriental sobre los que numerosos investigadores han centrado su interés durante tantos
años, dada la espectacularidad de sus evidencias arqueológicas, dando por hecho que,
desde la óptica de las tesis difusionistas, la idea urbana se expandió desde allí a otros
lugares.
Tal vez hoy sea más adecuado pensar que la urbanización de la sociedad es un
fenómeno cultural que, al igual que la agricultura, la tecnología o la religión, apareció
en distintas partes del mundo, bajo diferentes formas secundarias, aunque en repuesta
a estímulos semejantes.
Este proceso, que generalmente suele ir estrechamente ligado al proceso tecnológico,
germinó en Europa, parejo al desarrollo de la metalurgia, en el cenit de la Edad del
Bronce, para alcanzar su fase de plenitud ya en la Edad del Hierro, con el estímulo de
grupos culturales más desarrollados. El mundo clásico supondrá un proceso de afirmación
y perfeccionamiento de la vida urbana, que se proyectará a lo largo del Medioevo,
superando la crisis de la Alta Edad Media, en la que la vida urbana se replegó sobre sí
misma y perdió una buena parte de los logros obtenidos, para renacer en la plenitud
del siglo XIII, de la mano de la «revolución mercantil» y del desarrollo del comercio,
tras varios siglos de letargo. Desde entonces, su progresión ha sido constante, aunque
pasando algunos momentos críticos.
Pero todavía no conocemos el final de este proceso histórico, ya que las sociedades
urbanas del mundo actual, en opinión de algunos, caminan hacia un estadio de «superur-
banización», al que ya se refería K.E. Boulding con el nombre de «postcivilización»
en su obra «The Death of the City» (1961). Quizás entonces la propia ciudad, como
materialización de la idea de urbanismo, deje de tener significado y se convierta en
un «núcleo residual» dentro de un patrón diseminado que abarque suburbios y áreas
exurbanas, acortando la distancia entre vida rural y vida ciudadana (que cada vez es
menor), en un proceso inverso al desarrollado hasta ahora.
Tal vez convenga meditar sobre las palabras de E. Adamson Hoebel, cuando dice
que «un nuevo nivel de organización social está empezando a formarse. Muchas de las
viejas instituciones de la civilización están siendo derribadas» (HOEBEL, 1973, 533).
La ciudad podría ser una de ellas.
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SOBRE EL ORIGEN DEL URBANISMO Y DEL MODELO DE VIDA URBANA EN EL VIEJO Y NUEVO MUNDO 47
* Las fotografías que se incluyen en el presente trabajo proceden del archivo fotográfico del Excmo.
Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz. Por otra parte, los planos, inspirados en los contenidos en la obra de José
María RÓDENAS CAÑADAS: La plaza en la ciudad histórica en la Región de Murcia, han sido elaborados por
el Lcdo. Jorge Eiroa Rodríguez. A todos ellos quiero expresarles mi agradecimiento.
1 Juan TORRES FONTES: Fueros y privilegios de Alfonso X el Sabio al Reino de Murcia, CODOM III,
Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 1973, doc. III, págs. 4-5.
50 ÁNGEL LUIS MOLINA MOLINA
de los nuevos pobladores cristianos. Caravaca, junto con Cehegín y Bullas, fue entregada
a la Orden Militar del Temple para su repoblación y defensa2.
Desde 1266 a 1285 los templarios mantienen su autoridad sobre Caravaca; una
incursión granadina asaltó y tomó el castillo de Bullas (1285), acontecimiento que,
aparentemente, indujo a Sancho IV a quitar a los templarios su bailía, pasando Caravaca
a ser realenga y se le otorga el fuero de Alcaraz. En esta situación permaneció hasta una
fecha incierta, pero antes de noviembre de 1304, de nuevo, volvería a los templarios que
la mantendrían hasta la disolución de la Orden, reintegrándose nuevamente a la Corona,
que la mantuvo hasta que Alfonso XI la concedió a Pedro López de Ayala3. A la muerte
de éste, el monarca donó el territorio a la Orden de Santiago (1344), integrándose en
la línea defensiva compuesta por Lorca y las villas santiaguistas de Moratalla y Yeste,
constituyendo uno de los baluartes principales de la frontera murciana frente al reino
nazarita de Granada.
Las tímidas medidas repobladoras iniciadas por la Orden, quedarían sin efecto por
la epidemia de peste de 1348-49. En 1352 Pedro I, a petición del concejo de Murcia,
ordenaba al maestre don Fadrique que restaurase y poblase los castillos de Caravaca y
Cehegín «que estan derribados e yermos en tal manera, que sy guerra ouiese serian a
grand peligro de se perder... porque vos ruego e mando, vista esta mi carta, que enbiedes
luego poner recabdo en los dichos castiellos en tal manera porque ellos esten aparejados
e poblados para mio seruiçio como cunple»4. Pasadas las secuelas de la peste, se toman
medidas encaminadas a la repoblación y fortalecimiento del concejo de la villa. El
maestre don Juan García concedió al concejo la mitad de las rentas del molino nuevo,
del horno y del montazgo, y las limosnas de la Vera Cruz5; pero habrá que esperar a
la segunda mitad del siglo XV para observar algunos indicios claros de crecimiento
demográfico y urbanístico. La situación fronteriza condicionó el desarrollo demográfico
y económico de Caravaca durante el periodo bajomedieval. A lo largo del siglo XIV la
Santa Sede otorga diversas bulas de indulgencias a todos aquellos que acudieran a poblar
y defender la frontera, entre los lugares que en ellas se citan se encuentra Caravaca. Ya
en el siglo XV, después de la primera conquista de Huéscar comienza un tímido avance
económico y poblacional en la zona que se incrementará notablemente en la segunda
mitad de la centuria. En 1488, tras la campaña de los Reyes Católicos en Huéscar y Baza
se aprecian claramente una serie de elementos que indican un proceso de crecimiento
en todos los sentidos6.
En pocos años el número de habitantes de la villa creció un 150%, pues pasó de
los 200 vecinos de 1468 a los 500 de 1507 —es decir, de 900 a 2.250 habitantes
2 Véase Agustín MARÍN ESPINOSA: Memorias para la historia de la ciudad de Caravaca, Caravaca,
1856, págs. 98-102.
3 Juan TORRES FONTES: «Relación murciana de los López de Ayala en los siglos XIII y XIV», en
Murgetana, 45, Murcia, 1976, pág. 13 (nota 20).
4 Ángel Luis MOLINA MOLINA: Documentos de Pedro I, CODOM VII, C.S.I.C.- Academia Alfonso
X el Sabio, Murcia, 1978, doc. 46, pág. 79.
5 Juan TORRES FONTES: «La repoblación de Caravaca en 1354 y el culto a la Vera Cruz», en Revista
de las Fiestas de la Cruz, Caravaca, 1990.
6 Véase Indalecio POZO MARTÍNEZ: «El desarrollo urbano de Caravaca: los barrios y el callejero (ss.
XIII-XIX)», en Murgetana, 101, Murcia, 1999, págs. 34-36.
EVOLUCIÓN URBANA DE CARAVACA (SIGLO XIII-1850) 51
Plaza de la Soledad.
7 Véase Ángel Luis MOLINA MOLINA: «Datos sobre sociodemografía murciana a fines de la Edad
Media (1475-1516)», en Anales, XXXVI, Universidad de Murcia, 1977-78, pág. 7 de la separata.
8 Véase Miguel RODRÍGUEZ LLOPIS: Señoríos y feudalismo en el Reino de Murcia. Los dominios de
la Orden de Santiago entre 1440-1515, Universidad de Murcia, 1986, pág. 212.
52 ÁNGEL LUIS MOLINA MOLINA
En los últimos años del siglo XV comienza la verdadera expansión; en primer lugar
en el propio Cerro del Castillo, edificando solares y trazando calles en espacios que hasta
entonces eran ejidos concejiles9. Sin embargo, el suelo intramuros era escaso para la
creciente demanda y, además, las murallas constreñían el crecimiento. Las viviendas se
adosaban a la iglesia mayor y a los muros de la villa. En 1494 se ordena la apertura de
una nueva puerta en el muro junto a un cantón, la llamada Puerta del Sol10; en ese mismo
año consta una tienda en La Corredera, dos tiendas en la Plaza y el denominado Corral
del Concejo —arrendado a unos particulares—, que después dará nombre a la calle del
Corral del Concejo —actual calle del Teatro—11.
El crecimiento urbanístico fuera de las murallas se inicia ya en las últimas décadas
del siglo XV, como lo demuestra la existencia de algunas casas que hubieron de ser
derribadas para la construcción de la Iglesia de El Salvador, o la existencia en 1507,
de las ermitas de San Sebastián y San Bartolomé en el «arrabal de la dicha villa»12.
También existían algunos molinos, una almazara y un batán de la Orden de Santiago,
pero todos fuera de la villa, por lo que no formaban parte de la trama urbana, aunque
en el futuro influyeran en ella. Según la terminología medieval, villa sería «todo aquel
lugar que es cerrado de los muros con los arrabales et los edificios que se tiene con
ellos»13, este concepto sigue vigente en los inicios del siglo XVI como se demuestra en
1507 cuando los visitadores santiaguistas describen sus muros «... e luego los dichos
visitadores visitaron los muros de la dicha villa e començaron de la puerta principal
della e de ally fueron fasta la torre que dizen de Alonso Veas...»14. E incluso conservó
su importancia como área fortificada, puesto que los visitadores ordenaron reparar torres,
muros y almenas y conservar las puertas: «... e de ally fueron fasta la puerta del
Sol donde los visitadores pasados avyan mandado poner unas puertas, e hallaronse
puestas»15.
Así pues, será a partir de las primeras décadas del siglo XVI cuando la expansión
urbana adquiera cierto auge, y no lo hará al azar, sino siguiendo unas líneas concretas que
coinciden con las vías de comunicación, que tienen su punto de partida desde la Puerta de
Santa Ana, tales vías son: 1) Camino de Moratalla; 2) Campo de Béjar, Nerpio y Santiago
de la Espada; 3) Lorca y Huéscar; 4) Murcia y Calasparra. De esta manera surge la calle
Puentecilla, en la confluencia de los caminos de Cehegín y Calasparra; la calle de San
Bartolomé, en el camino de Moratalla; y las calles Mayor y Herrerías, en el camino de
Lorca y Huéscar. Siguiendo estas cuatro vías se materializa el crecimiento urbanístico en
el siglo XVI, dando lugar a las cuatro principales calles de la época: Melgares, Mayrena,
Mayor y Plaza Mayor-Puentecilla, que se corresponden respectivamente con las vías
señaladas. Al mismo tiempo, y en dirección a esas arterias, comienzan a nacer otras.
9 Diego MARÍN RUIZ DE ASSÍN: «Las Visitas de la Orden de Santiago a Caravaca (1468-1507)»,
en Estudios de Historia de Caravaca: Homenaje al Prof. Emilio Sáez, Real Academia Alfonso X el Sabio,
Murcia, 1998, pág. 286.
10 Diego MARÍN RUIZ DE ASSÍN: ob. cit., págs. 236 y 279-280.
11 Diego MARÍN RUIZ DE ASSÍN: ob. cit., págs. 246-247.
12 A.H.N. Órdenes Militares, Uclés. Visitación de 1507. Caravaca, fols. 222-223.
13 Part. VII, tit. XXXIII, ley VI.
14 A.H.N. Órdenes Militares, Uclés. Visitación de 1507. Caravaca, fol. 228.
15 A.H.N. Órdenes Militares. Uclés. Visitación de 1507. Caravaca, fol. 230.
EVOLUCIÓN URBANA DE CARAVACA (SIGLO XIII-1850) 53
Según hemos podido constatar a través de los Libros de Actas Capitulares del concejo,
hacia mediados de la centuria, en torno a la calle Mayor ya existe la calle del Pilar,
y se habla de la «Puente del Molino». En 1571 hay referencias a la calle Nueva y en
1577 se prevé el trazado de la calle de San Sebastián «...al lado de San Sebastian,
ermita desta villa...». En 1578 encontramos la llamada Corredera de la Concepción
«...extramuros desta villa»17.
En el siglo XVII se va completando la red de calles y callejuelas, que ocupan la
empinada topografía de la villa. Robles Corvalán en 1615 describía Caravaca diciendo
16 Diego MARÍN RUIZ DE ASSÍN: ob. cit., págs. 200, 215 y 239.
17 Véase Gregorio SÁNCHEZ ROMERO: «El influjo de lo religioso en el urbanismo caravaqueño de la
Edad Moderna», en El culto a la Santísima y Vera Cruz y el urbanismo en Caravaca y su término municipal,
Universidad de Murcia, 1999, págs 182-183.
54 ÁNGEL LUIS MOLINA MOLINA
que estaba fundada en medio de una vega de legua y media de larga y más de media de
ancha, «... entre las faldas de cinco collados»18, lo que significa que a comienzos del siglo
XVII las cimas de esos cabezos aún no se encontraban urbanizadas.
Muy interesante para el estudio urbanístico de la Caravaca de los siglos XVI y XVII
es la ubicación de las plazas. A mediados de la centuria del quinientos se organiza la
Plaza Mayor, en la que se ubicará el edificio del Concejo, cuyo cuerpo principal se
dispone cerrando el espacio sobre la calle abovedada. Como afirma Ródenas Cañada,
el ayuntamiento expresa así su pleno dominio del espacio, reforzado además por la
convergencia hacia el mismo de las fachadas laterales de la plaza. «El resultado es,
por la singularidad de su disposición, magnífico y, por suerte, escasamente alterado.
Probablemente, aunque no se ha podido constatar, el trazado original no corresponda
al actual por el recorte en el extremo opuesto de la plaza, con la supuesta intención
de comunicarla con la iglesia del Salvador que resultaba excesivamente agobiada por
las edificaciones circundantes»19.
Quizá para obviar esta situación se dispondría el ensanchamiento, en embudo, de la
llamada Plaza Nueva, que permitiría una visión con cierta perspectiva de la alta torre del
Salvador, la única en esos años de la ciudad. El espacio se completaría con edificaciones
posteriores de los siglos XVIII y XIX, como el Teatro Tullier.
El trazado renacentista de las calles de la villa dará lugar a algún otro espacio, de
carácter residual e incluso casual, exigido por la excesiva angostura de las calles. Son
ejemplo de esto la placeta del Santo, junto a la antigua ermita de San Sebastián, o la
Plaza de Santa Teresa, recodo de la calle Mayor, o la placeta conformada frente a la Casa
de la Encomienda, en la misma calle20.
Las numerosas fundaciones conventuales de las órdenes religiosas, establecidas en
Caravaca en las últimas décadas del siglo XVI —Jesuitas, Jerónimos, Carmelitas, Clarisas,
Franciscanos, etc.— tuvieron una gran influencia en la estructuración urbanística, como
ha estudiado ampliamente Sánchez Romero21.
La Compañía de Jesús en 1570 se establece junto al camino de Moratalla, en el lugar
en que se ubicaba la ermita de San Bartolomé, convirtiéndose a su vez en núcleo de
urbanización, y dando nombre, ya en 1588, a la Calle de la Compañía. Posteriormente,
en 1595, se trasladaría de lugar, estableciéndose en el camino de Lorca —Calle Mayor—;
el amplio espacio que ocuparía este hermoso conjunto urbanístico denota la existencia
de un gran solar sin urbanizar que iría tomando connotaciones urbanas durante el siglo
XVII y XVIII, convirtiéndose a su vez en núcleo de crecimiento de la ciudad y de
prolongación de la calle Mayor.
Los franciscanos, en 1574, se establecerán en los alrededores del camino de Moratalla.
El P. Manuel Ortega en 1740 nos dice que el convento se localizó «fuera de la Villa, al
Norte, aunque con tan corta distancia, como estar algunas casas a menos de ochenta
pasos»22. Esto significa que la zona estaba todavía bastante despoblada, y aún en 1600
se habla de que «la puente que está camino de San Francisco, tiene necesidad de
repararse»23 lo que confirma que el tramo entre la calle Melgares y el convento de los
franciscanos era considerado como camino. Durante el siglo XVII iría poblándose el
entorno del convento —Melgares, calle Larga, Torrentera— que se convertiría de este
modo en núcleo urbanizador.
En la misma vía, en el siglo XVII, ese establece otro monasterio, más cercano al
núcleo principal de la villa, tal vez en la zona dejada por los jesuitas: es el convento
de las monjas franciscanas de Santa Clara. Esta fundación, según el P. Ortega, fue
concedida en 1586, pero por falta de medios económicos no se llevó a cabo hasta
1609. La andadura constructiva del convento fue progresiva, creciendo en función de
sus necesidades.
En la vía de Lorca, surgió el convento de Madres Carmelitas en 1576, fue fundación
de Santa Teresa de Jesús24. Ocupó el solar de una casa ya existente sufriendo sucesivas
reformas y ampliaciones en siglos posteriores. Así, en 1692, construyeron el coro y la
sacristía, lo que demuestra que el entorno estaba sin edificar, se dota al convento de huerto
y, posteriormente, ya en el siglo XVIII se construye la actual iglesia.
En los aledaños de esta misma vía nacerá otro convento: el de los Padres Carmelitas
Descalzos (1586), fundación directa de San Juan de la Cruz. Las obras comenzaron
inmediatamente, en el lugar que ocupa en la actualidad, en las afueras de la villa, junto
a la Corredera de la Concepción, en una zona que, por la amplitud del mismo, estaba sin
edificar, pero con vistas a la expansión, ya iniciada, de la población, como lo demuestra
el mandato del Ayuntamiento de 4 de enero de 1588, referente al callejón y calle que
existían desde la Corredera para salir al camino de Lorca, al referirse a la edificación del
convento y a la calle dice: «es calle muy angosta, de manera que los carros no pueden
pasar con anchura.... Acordóse que el edificio de dicho conbento se meta lo que pareciere
que este bien para dar anchura y lo mismo se haga a la otra parte cuando se obiere
de edificar»25. A lo largo de los siglos XVII y XVIII el monasterio iría tomando su
actual configuración.
Otro convento, en la misma área, sería el de los Jerónimos, que en 1610 se trasladó
desde su primitiva ubicación en el llamado «trascastillo», hasta las cercanías del bañadero
de la Vera Cruz, si bien se instalaría en una casa solariega existente en el lugar, y cuyo
entorno debió estar ya bastante urbanizado.
Por otra parte, cabe hacer referencia a la influencia que las ermitas pudieron tener
sobre el urbanismo. Las primeras fueron las de San Bartolomé y San Sebastián. Ellas
fueron, sin duda, los primeros templos que salen fuera del recinto amurallado. La de San
26 Se cita por primera vez en la Visitación de 1494: «... visitaron la hermita y casa de San Bartolome, la
qual esta fuera de la dicha villa, entre los huertos... la qual hermita esta sobre tres arcos de yeso e cubierta
de buena madera e teja» (A.H.N. Órdenes Militares. Uclés. Ms. Santiago 1066 C, fol. 181 —publ. por Diego
MARÍN RUIZ DE ASSÍN: «Las Visitas de la Orden...», pág. 218—).
27 Se cita por primera vez en la Visitación de 1507: «...visytaron la hermita del señor San Sebastian,
que es junto con el arrabal de la dicha villa. Es una casa grande que nuevamente se haze, e estan las
paredes hechas e algo en una parte della cubierta de madera, labra contino en ella, es buena casa» (A.H.N.
Órdenes Militares. Uclés. Ms. Santiago 1072 C, fol. 222 —cit. por Diego MARÍN RUIZ DE ASSÍN: «Las
Visitas de la Orden...», pág. 311—).
28 Véase Gregorio SÁNCHEZ ROMERO: «El influjo...» págs. 190-191.
EVOLUCIÓN URBANA DE CARAVACA (SIGLO XIII-1850) 59
Evolución urbana de Caravaca (Edad Media-Siglo XIX, según Indalecio Pozo Martínez).
60 ÁNGEL LUIS MOLINA MOLINA
ladrillos principalmente, con encintados de yeso moldurando los huecos, a veces con
elegante diseño quebrado, incorporando en esquinas y portadas motivos heráldicos
finamente esculpidos, con airosas cornisas a veces interrumpidas con ojos de buey ovales,
y utilizando ampliamente una rica rejería de forja de movidos perfiles en balcones y
ventanas y las notas coloristas de la cerámica vidriada en pavimentos y tejadillos, puede
hablarse de un peculiar estilo de arquitectura murciana, no popular, sino ciudadana
y burguesa. En zonas donde es más fácil obtener piedra se encuentran caserones de
más solidez, aunque los esquemas son los mismos. Cehegín y Caravaca, por ejemplo,
presentan vistosas fachadas con los mármoles jaspeados de la región, de tonos rojizos
o pardos37.
Será también ahora cuando, definido y aceptado el concepto barroco de la arquitectura
y el urbanismo, se tracen los mejores ejemplos de plazas con carácter propio. La Plaza
de los Caballos del Vino —anteriormente denominada Plaza del Hoyo—, referencia a la
tradición popular, se abre en la encrucijada de dos calles, conformando un espacio casi
cuadrado con una rinconada cerrada y acogedora para el desarrollo de los festejos38.
37 Véase Alfonso PÉREZ SÁNCHEZ: «Arte», en Murcia, Fundación Juan March, Madrid, 1976, págs.
263-265.
38 José María RÓDENAS CAÑADA: ob. cit., pág. 71.
62 ÁNGEL LUIS MOLINA MOLINA
Glorieta o Corredera.
que suceda la desgracia de caer con las hachas y suzeder otros quebrantos...»43. Todavía
durante esta época la documentación sigue haciendo referencia a la muralla que rodeaba
la villa y a las puertas de la misma, pero a las tres tradicionales: la de Huéscar o de
Granada, junto al Bañadero; la de Murcia a la entrada de la Puentecilla desde la huerta, en
la confluencia con San Jorge, y la de Moratalla o San Francisco; se añade la de Mayrena,
a través de la cual se daría salida hacia Béjar, Campo de San Juan y Nerpio. Tal muralla,
probablemente, desaparecería a lo largo del último tercio del siglo, pero en 1800, con
motivo de la epidemia de fiebre amarilla procedente de Andalucía, se construyó de
nuevo el muro, restableciéndose las puertas en su sitio, esta cerca permanecería hasta
finales del siglo XIX44.
A mediados del siglo, Marín Espinosa nos describe Caravaca de esta manera: «... en
la actualidad forma el todo de la ciudad una figura circular irregular de unas cuatro
mil varas de circunferencia. Se halla además dividida por el norte por un barranco
bastante profundo, sobre el cual hay construido un puente de sillería45, que facilita la
comunicación con el barrio de San Francisco... las principales [calles] son llanas, casi
de veinte palmos de latitud, empedradas, con baldosas en sus aceras, y alumbradas con
más de cien farolas... Hay cinco plazas públicas y varias plazuelas: la primera llamada
de Isabel II46... otra plaza denominada del Hoyo... la tercera San Francisco... la cuarta
llamada de San Sebastián47 y la quinta situada a la entrada de la Corredera... Otra
plaza se está construyendo en el sitio que ocupaban varias casas ruinosas48... servirá
para vender ciertos artículos; está inmediata al teatro»49. Y Pascual Madoz nos dirá,
con respecto a las viviendas que «... son en el dia 1.640 de las cuales 30 o 40 se hallan
cerradas: la mayor parte son de tres cuerpos de bastante capacidad, con habitaciones
cómodas y hermosas fachadas y un numero considerable de balcones y rejas de hierro»,
y a continuación nos dice que «las calles en numero de 60 no esta a cartagon; mas las
principales son llanas, de unos 20 palmos de anchura, bien empedradas y baldosadas
y con hermosos faroles de reverberos, de los cuales van colocandose tambien en las
menos públicas o de segundo órden, que estan en los estremos de la población»50. Pozo
43 A.M.Ca. A.C. 1763-65, sesión de 27 de abril de 1765 (cit. por Gregorio SÁNCHEZ ROMERO:
«Aspectos urbanísticos y monumentales de Caravaca de la Cruz (en el siglo XVIII)», en Viñales, II, Caravaca,
1983, pág. 13).
44 Véase Gregorio SÁNCHEZ ROMERO: «El aislamiento de Caravaca ante la epidemia andaluza de
1800», en Argos, nº 0, Caravaca, 1980, págs. 36-37.
45 Se refiere al Puente Uribe, que ya existía desde el siglo XVI (A.M.Ca. A.M. 1600, fol. 199, se dice:
«la puente que esta camino de San Francisco tiene necesidad de repararse...»; cit. por Gregorio SÁNCHEZ
ROMERO: «Aproximación...», pág. 14 —nota 37—).
46 Esta plaza a lo largo del tiempo ha recibido diversos nombres: del Arco, Ayuntamiento, Mayor,
Constitución, Isabel II, José Antonio Primo de Rivera.
47 A.M.Ca. A.C. 1800, sesión de 28 de marzo, hay una reseña sobre esta plaza y su acondicionamiento
para poner en ella establecimiento de venta de carnes, pescados y verduras (cit. por G. SÁNCHEZ ROMERO:
«Aproximación...», pág. 14 —nota 40—).
48 Se refiere a la Plaza del Progreso que, según consta en la inscripción en mármol que existe en
ella, se inauguró en 1855.
49 Véase Agustín MARÍN ESPINOSA: ob. cit., págs. 207-210.
50 Pascual MADOZ: ob. cit., pág. 68.
EVOLUCIÓN URBANA DE CARAVACA (SIGLO XIII-1850) 67
1 Becario de Investigación del Subprograma de Formación del Profesorado Universitario del M.E.C. y
D., Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Historia Medieval y CC. y TT. HH. Facultad
de Letras, Universidad de Murcia, c/ Santo Cristo, 1. C.P. 30001, Murcia.
2 MELGARES GUERRERO, J.A.; MARTÍNEZ CUADRADO, M.A.: Historia de Caravaca a través de
sus monumentos, Murcia, 1981, pp. 35-47. ALONSO NAVARRO, S.: Libro de los castillos y fortalezas de la
región de Murcia, Murcia, 1990, pp. 108-111. NAVARRO SUÁREZ, F.J.: Castillos de Murcia, Madrid, 1994,
pp. 26-29. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas de la Orden de Santiago a Caravaca, 1468-1507», en
Estudios de Historia de Caravaca. Homenaje al Profesor Emilio Sáez, Murcia, 1998, pp. 149-154. BROTÓNS
YAGÜE, F.: «La cerca medieval de Caravaca de la Cruz. Actuaciones en la puerta de Santa Ana», en Memorias
de Arqueología, 8 (1993), 1999, pp. 358-362.
3 La fortaleza es un símbolo de la villa al menos desde el siglo XIII, cuando estaba presente en su
escudo, según se desprende de un traslado de 1345 de una carta del concejo de Caravaca dirigida al obispo
de Cartagena fechada en 1285, en la que se indica que iba «seellada con su seello de tablas de çera, colgado
en cuerda de seda amariella, en el qual seello del vn cabo ay figura de una vaca con vn becerro et vna crus
ençima de la vaca, et del otro cabo vn poyo con vna flor et ençima de la flor vn castiello», TORRES FONTES,
J.: «El escudo de Caravaca», Murcia, 5, 1976, pp. 38-39.
4 LÉVI-PROVENÇAL, E. (ed. y trad.): La Péninsule Iberique au Moyen Age d’après le Kita$b al-
Rawƒ al-Mi’†a$r, Leiden, 1938, p. 150.
5 RODRÍGUEZ LOZANO, J.A.: «Nuevos topónimos relativos a al-Andalus», Cuadernos de Historia
del Islam, 8, 1977, p. 78.
72 JORGE A. EIROA RODRÍGUEZ
que llevaba su nombre6. Dejando a un lado otras referencias más generales al campo
circundante7, las tres denominaciones que recibe Caravaca en las fuentes han dado lugar
a distintas interpretaciones y podrían marcar el desarrollo progresivo de un núcleo de
población de reducidas dimensiones que terminaría por convertirse en una cabeza de
distrito en el siglo XIII8. En cualquier caso, debía tratarse de un asentamiento poco
relevante, orientado hacia la ganadería y el cultivo de una zona específica de huerta y del
que dependerían administrativamente distintos núcleos rurales autosuficientes ubicados
en sus proximidades9. De la fortificación islámica, que sin lugar a dudas se disponía
sobre el cerro del castillo, no quedan apenas restos. Algunos autores identifican como
propias de este momento las bases de las torres principales, especialmente la de la Torre
Chacona (Lámina I), y algún lienzo de muralla en función de su forma y trazado10, si
bien podríamos estar ante un simple recinto fortificado no habitado, un albacar al modo
clásico, que sirviese de refugio colectivo o protección de la comunidad rural que habitaba
a sus pies en caso de peligro11.
En julio de 1243 el infante don Alfonso confirma a la Orden de Santiago la donación
de Segura que les había hecho Fernando III. En su carta incluye a los principales
componentes de su hueste, indicando la tenencia de las fortalezas que se les habían
entregado, y en ella se registra la entrega de Caravaca a Berenguer de Entenza12. No
obstante, Caravaca perteneció a la Orden del Temple desde, al menos, 1271 (la concesión
debió realizarse en 1266, junto con la concesión de Cehegín y Bullas13) y permaneció
a su cargo hasta la extinción de la Orden en 1310, salvando un breve paréntesis que
debe situarse en 1286 en que la bailía volvió temporalmente a realengo14 por un período
aproximado de diez años15. Tradicionalmente se había entendido que entre 1310 y 1344
los santiaguistas se hicieron cargo de la bailía y la mantuvieron hasta que el infante don
Fadrique la obtuvo con carácter oficial para la Orden por concesión paterna, si bien Torres
Fontes, ante la ausencia de menciones expresas a Caravaca en algunos privilegios de los
maestres santiaguistas, planteó acertadamente la posibilidad de que Caravaca pasase a
6 CODERA, F. (ed.): «Al-Mu’¥am fi as™a$ . b... as-Sadafı̄ de Ibn al-Abba$r», Madrid, 1886, p. 284.
7 HUICI MIRANDA, A. (trad.): «Bayan al-Mugrib, de Ibn Idari», Valencia, 1963, p. 167. ABDALĀDĪ
AT-TĀZī (ed.): «Al-Mann bi-l-Ima$ma de ‘Abdalmalik Ibn fia$™ib as-fiala$
. », Beirut, 1987, pp. 203-204.
8 Vid. CARMONA GONZÁLEZ, A.: «El noroeste murciano en época árabe», Miscelánea Medieval
Murciana, 21-22, 1997-1998, pp. 63-65.
9 POZO MARTÍNEZ, I.: «El desarrollo urbano de Caravaca: los barrios y el callejero (ss. XIII-XIX)»,
Murgetana, 101, 1999, p. 34.
10 MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas..., p. 149.
11 Para un desarrollo de esta hipótesis, véase el ya clásico trabajo BAZZANA, A.: «Les structures:
fortification et habitat», en Habitats fortifiés et organisation de l’espace en Mediterranée Médiévale, Lyon,
1983, pp. 161-172.
12 En el documento se señala: «Don Berenguell de Entença, Carauaca tenens», A.H.N., Uclés, caja 311,
nº 1, TORRES FONTES, J.: Fueros y privilegios de Alfonso X el Sabio al Reino de Murcia, CODOM 3, Murcia,
1973, p. 5. TORRES FONTES, J.: «Caravaca en la ocupación castellana (1243-1266)» en Estudios de Historia
de Caravaca. Homenaje al Profesor Emilio Sáez, Murcia, 1998, p. 130.
13 TORRES FONTES, J.: «Caravaca en la ocupación..., p. 129.
14 TORRES FONTES, J.: «Los comendadores de la Orden del Temple en Caravaca» en Estudios de
Historia de Caravaca. Homenaje al Profesor Emilio Sáez, Murcia, 1998, pp. 81-82.
15 TORRES FONTES, J.: «Caravaca en la ocupación castellana (1243-1266)» en Estudios de Historia de
Caravaca. Homenaje al Profesor Emilio Sáez, Murcia, 1998, p. 139.
LA FORTALEZA DE CARAVACA A FINALES DE LA EDAD MEDIA 73
depender directamente del monarca sin perder su condición de encomienda hasta que el 9
de mayo de 1327 Alfonso XI hiciese donación de por vida de la encomienda de Caravaca
a Pedro López de Ayala16, que la mantuvo bajo su poder al menos hasta 1340, fecha de
la última referencia documental que nos permite situarlo al frente de esa parte del sector
fronterizo17. A su muerte, probablemente en una escaramuza, y dada la importancia de
Caravaca en la defensa del reino de Murcia, se produciría la concesión de Caravaca
a la Orden de Santiago en 1344 por Alfonso XI, alentada además por la mencionada
solicitud del infante don Fadrique.
Caravaca pasaba, de este modo, a formar parte del entramado de asentamientos
santiaguistas en el reino de Murcia, que se extendía dominando todo el valle del Segura
desde su nacimiento hasta prácticamente la capital, integrándose en la línea defensiva de
la Orden en la frontera con Granada (Mapa 1). Esta situación de proximidad con respecto
al reino nazarí condicionó el desarrollo de Caravaca en la Baja Edad Media, cuyo entorno
adquirió, como el resto de los territorios del reino de Murcia, las características propias
de las zonas fronterizas medievales hispánicas, a la manera de «marca»: proceso de
despoblación, abandono de los ámbitos rurales, militarización del territorio, permeabilidad
de los grupos sociales por servicios de guerra, importancia de la economía ganadera,
etc.18. El evidente silencio documental con respecto a lo que sucedía en el noroeste
murciano es roto por las numerosas noticias relativas a la inseguridad y el peligro,
la solicitud de ayuda militar, el robo de ganados, la falta de cereales, los cautiverios,
etc.19. El peligro derivado de esta condición fronteriza llevó incluso a que la Santa Sede
concediese, mediante una bula de 1386, la posibilidad de elegir confesor que absolviese
in articulo mortis a los fieles que durante tres años defendiesen esos territorios20. No
obstante, tenemos alguna referencia de la documentación: en 1352 se menciona el castillo
de Caravaca en los documentos; al recoger la lamentable situación en que se encontraba
la población como consecuencia de la Peste Negra, al igual que otros lugares del reino,
Pedro I afirma que el lugar, como Cehegín, estaba derribado, yermas sus tierras y el
castillo se hallaba en peligro de ser ocupado por los granadinos, por lo que ruega «poner
recabdo en los dichos castiellos en tal manera porque ellos esten aparejados e poblados
para mio seruiçio como cumple»21. Posteriormente, avanzado el siglo XV, Caravaca
16 TORRES FONTES, J.: «Pedro López de Ayala, comendador de Caravaca», en Estudios de Historia de
Caravaca. Homenaje al prof. Emilio Sáez, Murcia, 1998, pp. 70-71. TORRES FONTES, J.: «Los comendadores
santiaguistas de Caravaca en la Edad Media», en Estudios de Historia de Caravaca. Homenaje al Profesor
Emilio Sáez, Murcia, 1998, p. 86.
17 TORRES FONTES, J.: «Pedro López…, p. 76.
18 Vid. MOLINA MOLINA, A.L.; JIMÉNEZ ALCÁZAR, J.F.: «La frontera enquistada: el reino de
Murcia a fines de la Edad Media», Meridies, 3, 1996, pp. 51-60.
19 TORRES FONTES, J.: «Cabalgada y apellido», en Estudios de Historia de Caravaca. Homenaje
al prof. Emilio Sáez, Murcia, 1998, pp. 43-58. TORRES FONTES, J.: «Eco de la frontera con Granada en
Caravaca (1404)», en Estudios de Historia de Caravaca. Homenaje al prof. Emilio Sáez, Murcia, 1998, pp.
59-62. TORRES FONTES, J.: «Secuencias fronterizas en Caravaca», en Estudios de Historia de Caravaca.
Homenaje al prof. Emilio Sáez, Murcia, 1998, pp. 63-67.
20 TORRES FONTES, J.: «Los castillos santiaguistas del reino de Murcia en el siglo XV», Anales de la
Universidad de Murcia, 24, 1965-1966, p. 329.
21 TORRES FONTES, J.: Documentos para la historia medieval de Cehegín, Murcia, 1982, p. 150.
TORRES FONTES, J.: «La repoblación de Caravaca en 1354 y el culto a la Vera Cruz», en Estudios de Historia
de Caravaca. Homenaje al Profesor Emilio Sáez, Murcia, 1998, p. 95.
76 JORGE A. EIROA RODRÍGUEZ
adquiriría importancia por ser uno de los centros de acción de Alfonso Fajardo «el
Bravo», caso paradigmático de caudillo que halla en las plazas fronterizas sus bases de
intervención política, que recibió en 1450 la encomienda de Caravaca como señorío (no
se integró personalmente en la Orden) y la mantuvo bajo su poder hasta el 7 de diciembre
de 146122, implicándola en las agrias disputas que protagonizó.
Dejando a un lado la evolución histórica de la villa y su encomienda y centrándonos en
la fortaleza, el empleo simultáneo de las fuentes documentales y las fuentes estrictamente
materiales, tal y como se ha venido reivindicando en los últimos años, puede ayudarnos a
conocer sus principales características en los años finales de la Edad Media.
Los Libros de Visita de la Orden de Santiago se conservan en la Sección de Órdenes
Militares del Archivo Histórico Nacional de Madrid desde 1872. Aunque sólo nos han
llegado 23 de estos tipos documentales, debieron ser bastante numerosos, ya que las
visitas debían realizarse, teóricamente, con una periodicidad estricta23. En ellas, los
visitadores, que eran nombrados en el capítulo o cabildo de la Orden y seleccionados entre
aquellos que demostraban una intachable integridad moral y un perfecto conocimiento
de la institución, inspeccionaban los bienes y propiedades santiaguistas desde diferentes
perspectivas y en distintos aspectos: no sólo se examinaba la gestión económica del
comendador en cada una de las encomiendas, sino que, además, se recogía el estado de
las iglesias, se comprobaba el correcto funcionamiento de la Mesa Maestral, se dirimía
en los pleitos entre pueblos y se preservaba la correcta administración de los concejos y
sus bienes. No es extraño, por tanto, que estos documentos sean de extraordinaria utilidad
para la investigación histórica, ya que a partir de ellos se puede obtener información
sobre los aspectos sociales, económicos, administrativos o demográficos de los territorios
visitados. En nuestro caso, las visitas santiaguistas son entendidas como una fuente de
inestimable valor para reconstruir las características estructurales y funcionales de una
fortaleza y su sistema defensivo24.
Los Libros de Visita de la Orden de Santiago presentan una estructura documental
particular y se deben situar en el marco de un amplio y variado tipo eclesiástico
documental denominado «descriptivo»25. Redactadas en forma de acta, en su sección
central se incluye el examen de la fortaleza, nuestro verdadero objeto de interés, que
también responde a un esquema predeterminado que registra no sólo la descripción del
edificio, sino también una serie de tasaciones y mandatos que los visitadores establecen
a fin de reparar los desperfectos en las estructuras de la fortificación y subsanar las
carencias que fueron descritas en anteriores visitas y permanecen sin ser corregidas, con
un apartado especial llamado «obras del Rey» en el que se hacen constar las reparaciones
o nuevas construcciones que corresponde pagar a la Corona.
Figura 1. Planta actual del castillo de Caravaca y la Iglesia de la Santa Cruz (Autores:
J. López, P.A. Robles y J.F. Navarro, publ. en Pozo Martínez, I.; Fernández García, F.;
Marín Ruiz de Assín, D., La Santa Vera Cruz de Caravaca. Textos y documentos para su
historia (1285-1918), Caravaca, 2000, s.p.
Aún teniendo en cuenta que nos enfrentamos a dos registros que no siempre son
complementarios26 y que la lectura arqueológica de los textos presenta ciertas dificultades
metodológicas (polisemia y ambigüedad de los términos, inequívoca subjetividad, etc.)
los datos que ofrecen los documentos escritos de carácter descriptivo pueden resultar
esenciales si son debidamente enfrentados a la información extraible de las propias
estructuras y de sus materiales arqueológicos. De esta forma, el empleo simultáneo
de las fuentes documentales y las fuentes estrictamente materiales, tal y como se ha
venido reivindicando en los últimos años27, es el mejor sistema para aproximarnos
al conocimiento de las fortificaciones de las Órdenes Militares en la Edad Media y
la base metodológica que justifica el presente trabajo. A partir de una interpretación
«arqueológica» de las visitas santiaguistas a Caravaca y su comparación con las
26 BARCELÓ, M.: Arqueología Medieval. En las afueras del medievalismo, Barcelona, 1988.
27 CARRERO PÉREZ, L.M.: «El empleo de fondos documentales en el análisis arqueológico de la
arquitectura militar. Método y consideraciones principales», Actas del III Congreso de Arqueología Medieval
Española, Oviedo, 1992, vol. 3, pp. 13-19. PALACIOS ONTALVA, S.: «Los Libros de Visita de la Orden de
Santiago: fuente para una historia de la arquitectura militar», Actas del III Congreso Nacional de Historia de
la Construcción, Madrid, 2000, pp. 751-760.
78 JORGE A. EIROA RODRÍGUEZ
dice que «visytaron toda la cava, la qual fallaron buena e bien reparada, e es toda
de peña tajada»32.
Y aún así, deberíamos entender como primera defensa los propios muros de la villa,
que conocemos bastante bien gracias a los datos ofrecidos por las inspecciones de la cerca
que se recogen en los libros de visita de la Orden33 y a algunos trabajos arqueológicos, de
los que sólo uno, que se ha desarrollado en el tramo de la Puerta de Santa Ana, el acceso
principal del conjunto34, ha sido publicado35.
El recinto externo, «vna barrera que çerca la fortaleza de dentro con su cava»36,
estaría compuesto por una muralla construida mediante la combinación de las técnicas
de tapiería simple con una potente capa exterior de argamasa37 (de los recubrimientos
32 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1069 C, fol. 157 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas..., p. 270.
33 Vid. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas..., pp. 152-154.
34 BROTÓNS YAGÜE, F.: «La cerca medieval..., pp. 363-364.
35 Permanecen inéditos los resultados de las excavaciones arqueológicas desarrolladas en la cerca urbana
por Manuel Jorge Aragoneses y Miguel San Nicolás del Toro.
36 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1065 C, fol. 50 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas..., p. 186.
37 PALACIOS ONTALVA, S.: «El medio natural y la construcción de fortificaciones de la Orden de
Santiago», en J. Clemente Ramos (ed.), El medio natural en la España medieval. Actas del I Congreso sobre
ecohistoria e historia medieval, Cáceres, 2001, p. 445, nota 79.
80 JORGE A. EIROA RODRÍGUEZ
dependía en gran medida la consistencia global de unas tapias de baja calidad38) y tapiería
de cal y canto39. Este recinto murado contaría con catorce torres, de las que once tendrían
una planta rectangular y tres planta circular (Lámina II). De esos catorce torreones
destacarían cuatro, que estarían construidos con tapias simples hormigonadas de cal y
canto, mientras que el resto serían de tapias simples ordinarias o de tierra muerta; todos
ellos estarían coronados por pretil y almenas. Las torres de este recinto murado reciben
en las fuentes distintas denominaciones. En la visita de 1480 se mencionan las torres
denominadas «Torre del Çenteno», «Torre de las Canpanas», «Torre del Gallego», «Torre
de Diego Lopez», «Torre de las Toçcas», «Torre de la Puerta», «Torre de la Respuesta»,
así como «otra torre al cabo buena puesta en la esquina de la fortaleza» y «vna
torre desmochada, cayda»40. No obstante, es en documentos posteriores, como en la
descripción de 1625, donde podemos encontrar una relación completa de las torres,
incluyendo las del recinto interno que formaban también parte del recinto externo, a
saber: la torre del Centeno, la torre Nueva, la torre de la Vera Cruz, la torre del Mirador,
la torre Chacona, una torre sin nombre, la torre del Amasador, la torre de Juan Negrete,
otra torre sin denominación propia, la torre de la Esquina, la Torre de las Toscas, la torre
de la Puerta, la torre del Cabo, la torre del Gallego, otra torre sin nombre, la torre de las
campanas y tres torres más sin denominación (Figura 3).
Sabemos por las fuentes que tanto la llamada «Torre de las Toçcas» como la
denominada «Torre de la Puerta» contenían distintas dependencias (una sala grande
con una chimenea, un corredor cubierto, una torrecilla incorporada y un pasadizo que
comunicaba con el adarve de la muralla41) y en sus proximidades se localizaban, en
el ángulo noroeste del recinto, dos sencillas edificaciones42. Incluso la visita de 1507,
que describe meticulosamente esta zona (quizás porque acababa de ser reformada43)
38 IGLESIAS MARTÍNEZ, M.C.: «Análisis del doble papel de los morteros tradicionales de cal utilizados
en los muros de fábrica tradicionales: su función decorativa y su función protectiva», en Actas del I Congreso
Nacional de Historia de la Construcción, Madrid, 1966, p. 281.
39 En la visita de 1468 se indica que se trata de «vn muro echo a partes de tapias con su azera de cal y
a partes de cal y canto», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1233 C, fol. 22 r. Publicado por TORRES
FONTES, J.: «Los castillos santiaguistas..., p. 339.
40 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1065 C, fol. 50 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 186.
41 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1072 C, fol. 118 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 327.
42 La visita de 1480 indica: «Fallaron pegado a la torre de las toçcas dos casas de aposentamiento e, en
lo baxo, en la misma torre, vna buena sala e luego sube vna escalera que está vna sala con vn retrete bueno e
vna camara ençima de la torre de la puerta», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1065 C, fol. 50 r. Publ.
MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 186. Por su parte, la visita de 1494 confirma estos datos:
«fueron visytando fasta la Torre de la Tosca e junto con ella fallaron vna sala con vn retraymiento onde está
vna chimenea [...] e luego fueron adelante onde fallaron dos palaçios juntos con el lienço del adarue que en
está entre la Torre de la Tosca e la Torre del Esquina», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fols.
93 v- 94 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., pp. 224-225.
43 Las edificaciones situadas en la torre tosca y en sus proximidades fueron reformadas en los primeros
años del siglo XVI, según se desprende de la visita de 1507, que dice que «está todo muy bien obrado
nuevamente fecho de los maravedis de la vacaçion de la encomienda, lo qual ha hecho labrar Hernando de
Xerez, vezino de la dicha villa de Caravaca por virtud de vna comision de su alteza», A.H.N., OO.MM., Uclés,
Mss. Santiago, 1072 C, fol. 118 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., pp. 327-328. Todo
el recinto fue objeto de poderosas reformas, que raras veces podemos datar, aunque existan excepciones. Por
LA FORTALEZA DE CARAVACA A FINALES DE LA EDAD MEDIA 81
Figura 3. Detalle del castillo de Caravaca en un plano de la villa de cc. 1880, A.H.M.
de Caravaca de la Cruz.
El recinto interno del complejo fortificado, que aparece denominado en las visitas
como «segundo apartamiento», «segundo retraimiento», «segundo çercoyto» o, más
claramente como «fortaleza y castillo de dentro», sería un recinto de planta rectangular
destinado, según las fuentes, a ser el «el aposentamiento del alcayde»57. Estaría protegido
por un foso y una antemuralla, tal y como indican un testimonio de 176658 y distintos
pasajes confusos de los libros de visitas medievales.
Este recinto interno rectangular estaba levantado en «tapias con su azera de cal», es
decir, en tapial calicastrado con una potente capa exterior de argamasa para aumentar
la consistencia de la obra. Contaría con cuatro torres de grandes dimensiones en las
esquinas, las conocidas «Torre Chacona» y «Torre de la Vera Cruz» en los ángulos
exteriores del recinto, que hacia el Este aprovechaba el muro del recinto externo, y
las denominadas «Torre del Palomar» y «Torre de la Tribuna» delimitando los vértices
interiores. Otras torres secundarias se dispondrían en el conjunto: en concreto la llamada
«Torre del Mirador», situada entre la «Torre Chacona» y la «Torre de la Vera Cruz»;
una torre en el paño oeste del recinto entre la «Torre de la Tribuna» y la «Torre del
Palomar»; y una pequeña torrecilla en el tramo de la barrera que iba desde la «Torre
57 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1233 C, fol. 22 v. Publicado por TORRES FONTES, J.:
«Los castillos santiaguistas..., p. 339.
58 El documento indica que «prosiguiendo hazia la Real Capilla donde está colocada la santísima cruz
se reconoció una muralla que alparezer hera contrafoso en lo antiguo», A.H.N., Consejos, Uclés, Leg. 7715,
publ. BROTÓNS YAGÜE, F.: «La cerca medieval..., p. 359.
84 JORGE A. EIROA RODRÍGUEZ
Chacona» hasta la «Torre del Palomar» que aparece designada como «la Torrezilla que
dizen denmedio».
Las visitas nos permiten conocer mejor todavía las características estructurales y
funcionales de este recinto interno. El acceso, con «una puerta de vn arco de yeso»59,
estaría emplazado en el flanco oeste, aproximadamente en el punto central del muro
que enlazaba la «Torre del Palomar» y la «Torre de la Tribuna», frente a la «Torre del
Mirador»60. Para franquearlo habría que cruzar un puente que permitía salvar el foso
previo existente61. Aún así, debía existir, al menos, una puerta falsa que podría estar
situada entre la Torre del Mirador y la Torre Chacona62 o entre la Torre Chacona y
la Torre del Palomar63.
La «Torre Chacona» haría las funciones de torre del homenaje64 dado su privilegiado
emplazamiento, frente al campo y a espaldas de la villa. La técnica constructiva sería la
misma que en el resto del conjunto, la mencionada obra de tapiería «de tapias con su
azera de cal», y sería maciza en su base hasta una altura de unos 10 metros, ya que la
visita de 1468 indica que «fasta las diez tapias en alto es ciega»65 y la de 1494 afirma
que «es fasta la meytad de su altura de argamasa e lo otro de ençima de tapias»66. Sobre
esta base maciza «de anchura de diez pies»67 (unos 3 metros) se levantarían tres pisos
59 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 88 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 208.
60 «Mas delante de la dicha torre el palomar va vn lienço a la sala larga susodicha, e ay junto ésta la
puerta que sale del cuerpo de la dicha fortaleza y castillo de dentro», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago,
1065 C, fol. 49 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 185
61 «Primeramente entraron por la puerta que está junto con la camara, onde está vna puente en la
qual estan vnas buenas puertas de madera», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 92 r. Publ.
MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 219. «E entraron por vna puerta que está en el alvacara e
de ay fueron a la mano derecha a otra puerta questa debaxo de la sala de la tribuna donde esta la Santa Vera
Cruz, donde está vna puente ençima de la cava», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1069 C, fol. 153 v.
Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 263.
62 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 92 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las
visitas ..., p. 221. Tanbién, A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1069 C, fol. 154 v. Publ. MARÍN RUIZ
DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 265.
63 «En vna puerta que está junto con la torre que está en medio de la Torre Chacona e la del
Palomar...», A.H.N., OO.MM, Uclés, Mss. Santiago, 1072 C, fol. 120 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN,
D.: «Las visitas ..., p. 334.
64 Un pasaje de la visita de 1507 da lugar a confusión a este respecto: «en esta torre está en medio
della otra torrezylla que se dize el omenaje», A.H.N., OO.MM, Uclés, Mss. Santiago, 1072 C, fol. 118 v. Publ.
MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 329. Podemos deducir que la torre chacona iría perdiendo en
grosor conforme se elevase o, dicho de otro modo, se podrían diferenciar en esta torre dos cuerpos distintos,
uno de grandes dimensiones que sostendría a otro, que tendría una planta de menor extensión. La denominación
de «torre del homenaje» se aplicaría a esta segunda torre menor superpuesta.
65 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1233 C, fol. 22 v. Publicado por TORRES FONTES, J.:
«Los castillos santiaguistas..., p. 339.
66 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 93 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 223.
67 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 93 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 223, A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1069 C, fol. 155 r. Publ. MARÍN RUIZ
DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 266.
LA FORTALEZA DE CARAVACA A FINALES DE LA EDAD MEDIA 85
coronados por «vn terrado almenado e petrilado»68 (que fue mandado tejar sucesivas
veces sin éxito69), el último de los cuales desempeñaría las funciones de capilla de la
Vera Cruz. Igualmente, a juzgar por el testimonio de 1468, también podría presentar en el
tercer cuerpo de la torre un cadahalso, elemento característico de la arquitectura defensiva
bajomedieval, como sucedía en la torre del castillo de Taibilla70 (si bien en esta ocasión
sería de tapiería y no de madera71).
La Torre del Mirador, que se comunicaba con la Torre Chacona mediante un adarve
que recorría todo el tramo de muralla72, contenía una dependencia abovedada en su
interior sobre la cual se levantaría el mirador que le daba nombre, que estaría «armado
sobre la dicha boueda sobre vnos pilares de yeso» y descubierto73.
Dentro de este recinto interno se situaría un complejo arquitectónico dedicado a la
Vera Cruz, compuesto por una iglesia y la torre del mismo nombre a la que se adosaba
siguiendo el tramo de muro que unía esa torre con la «Torre de la Tribuna». La iglesia,
que denotaba unas excelentes condiciones de conservación que debían contrastar con el
estado en el que se encontraban el resto de las estructuras del complejo fortificado, estaba
constituida por una amplia nave alargada con un altar situado en uno de sus laterales74.
Por su parte, la «Torre de la Vera Cruz» contaría con tres cuerpos enteramente dedicados
a usos religiosos. El primero de estos cuerpos, situado al nivel del suelo, era una estrecha
capilla profusamente decorada en la que se custodiaba la reliquia, en una arqueta de plata
68 La visita de 1468 indica que «ençima della (de la torre del homenaje) está la puerta que va desde
el muro a entrar por ella y luego está vna camara que toma el gueco de la torre y ençima della otra que
es boveda, y ençima desta boveda en lo alto desta torre está vn terrado petrilado e almenado», A.H.N.,
OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1233 C, fol. 22 v-23 r. Publicado por TORRES FONTES, J.: «Los castillos
santiaguistas..., p. 339.
69 En la visita de 1498 se indica que «como quier que los visytadores pasados mandaron fazer los tejados
de la dicha torre chacona, non estauan fechos, mandaronlo apreçiar», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago,
1069 C, fol. 155 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 266. En 1507 se ordena igualmente
el cubrimiento y la reparación del adarve, el almenado, las saeteras y la escalera, A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss.
Santiago, 1072 C, fol. 118 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 329.
70 En ambos casos este elemento que identificamos con un cadahalso aparece designado con el término
guirnalda. En el caso de Taibilla se indica que «esta torre tenia vna guirnalda de madera, que era muy
neçesaria y está derrocada», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1233 C, fol. 17 v. Publicado por TORRES
FONTES, J.: «Los castillos santiaguistas..., p. 334. Con respecto a la Torre Chacona de Caravaca, la misma
visita afirma que «debaxo a la par de la camara de la boveda, en esta torre está vna guirnalda en lo macizo
del muro, petrilada e almenada», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1233 C, fol. 23 r. Publicado por
TORRES FONTES, J.: «Los castillos santiaguistas..., p. 339.
71 «E tyene vna guirnalda todo de tapia el pretil e almenas», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago,
1066 C, fol. 93 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 223.
72 «E asy fueron por el adarue adelante que va a dar a la Torre Chacona», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss.
Santiago, 1066 C, fol. 93 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., pp. 222-223.
73 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 92 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las
visitas ..., p. 221. «Donde está otro palaçete en lo hueco de la torre que dizen del mirador, la qual tyene vna
boueda y ençima della está el dicho mirador, el qual está descubierto», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago,
1069 C, fol. 154 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 265.
74 «Vysitaron vna yglesia que está dentro, en el cuerpo de la fortaleza, la qual fallaron con su buena
cobertura pyntada e muy buena, e la puerta della bien çerrada e, a la entrada della a la mano derecha,
está vna buena sala larga muy bien cubierta e, commo entramos por la dicha puerta a la mano yzquierda
está vn altar», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1065 C, fol. 49 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN,
D.: «Las visitas ..., pp. 183-184.
86 JORGE A. EIROA RODRÍGUEZ
del siglo XIV que aún se conserva75 e insertada en un tabernáculo de la pared76, junto
con otros objetos destinados al culto77. Sobre esta capilla se levantaba un piso superior en
el que se situaba la denominada «capilla de la Aparición»78: una capilla con bóvedas de
crucería79, de la que sólo se ha conservado el rosetón gótico que actualmente se encuentra
incrustado en el santuario, que había sido poderosamente reformada en 149480 y que
presentaba un acceso con escalera independiente que permitía entrar en la capilla sin
pasar por el resto del conjunto arquitectónico. El tercer y último cuerpo de la torre, que
estaba «bien cubierta de teja e madera e su pretil e ventanas bien fecho»81, contenía una
sala que hacía las funciones de conjuratorio y a la que se accedía por una escalera de
caracol: se trataba de una dependencia cubierta y enyesada, rodeada de ventanas «por
75 Esta arqueta de plata fue donada en los años finales del siglo XIV por el Maestre Lorenzo Suárez de
Figueroa. En la visita de 1494 se inica que se trata de «una caxa de plata dorada y esmaltada e con las armas
del maestre Don Lorenço Xuarez de Figueroa», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 88 r.
Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 209. Una descripción más detallada se recoge en la
visita de 1498: «una caxa de plata dorada por de fuera y esmaltada y aquella metida en vn cofre de marfil bien
obrado con ymagenes a la redonda e tenia la dicha caxa por los lados letras de plata fechas e su çerradura e
llaue, todo de plata e el dicho cofre asymismo su çerradura e todo alrededor fecho el estoria del nasçimiento
e pasyon de Nuestro Señor Jhesuchristo», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1069 C, fol. 150 v. Publ.
MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 256.
76 «Está vn altar ençima del qual está la Santa Vera Cruz de Caravaca puesta en un tau de plata dorado
y esmaltado que pesa quatro marcos, e en el dicho tao estan las armas del maestre don Lorenço Suarez, de
gloriosa memoria, e está el dicho tao puesto en vna arqueta pintada y en aquella puesto el tao e puesta en vn
arca grande» A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1065 C, fol. 49 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 184. «E el dicho cofre puesto en vn tabernaculo en la pared ençima del altar con el canpo
pyntado de azul lleno de estrellas doradas», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1069 C, fol. 150 v. Publ.
MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 256.
77 Según el libro de la visita de 1480 estas otros objetos serían «vna Veronica de bulto e Jhesus de bulto»,
«vn paño de çendal verde con las orillas coloradas e vnos lomos dorados», «vn paño de damasco con vna
Vera Cruz en filo de oro en él figurada», «vn retablo dorado pequeño», «vn frontal de damasco azul con
la Vera Cruz e vnos angeles en él figurados de filo de oro», «dos palias», «vn hara e corporales» y «vna
lanpara de plata», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1065 C, fols. 49 r- 49 v. Publ. MARÍN RUIZ
DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., pp. 184-185.
78 «E luego vysytaron la capilla que está fecha en lo vueco de la torre que desçiende de la Vera Cruz,
en el segundo suelo, honde dizen que Ella se aparesçio e está agora», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago,
1066 C, fol. 88 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 210.
79 «E la boueda de la dicha capilla esta fecha con muchos cruzeros», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss.
Santiago, 1066 C, fol. 88 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 211.
80 «La qual dicha capilla, de poco tiempo a esta parte, Diego Chacon, vicario, fallaron que la avya
reedificado porque estaua muy mal tractada, en que paresçio estar fecho de nueuo todo e pintado de muchas
estorias», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 88 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 210.
81 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1069 C, fol. 151 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 257.
LA FORTALEZA DE CARAVACA A FINALES DE LA EDAD MEDIA 87
donde muestran la Vera Cruz quando alguna tempestad viene»82, que fue reedificada
entre 1494 y 149883.
Finalmente, todo el conjunto arquitectónico se situaba en torno a un patio central, en
el que se ubicaban dos aljibes84 que posteriormente se convertirían en uno solo a juzgar
por los testimonios de 1498 y 150785. En torno a este patio que gestionaba los espacios
de este recinto interno o «castillo de dentro» se disponían una serie de dependencias de
distinta funcionalidad, en su mayor parte en las áreas oeste y norte del conjunto. Así, bajo
la sala larga que hacía las funciones de iglesia destinada al culto de la Vera Cruz se situaba,
según la visita de 1480, una bodega con una cámara de abastecimiento y almacenaje en
la que se documenta un tonel con capacidad para contener aproximadamente 2.500 litros
de vino86; muy próximas a esta bodega se debían emplazar una casa de servicio, dos
caballerizas y, más adelante, una cocina con un pajar87. En las visitas posteriores de
1494 y de 1498 se sitúan igualmente en esta área una caballeriza, una chimenea, una
sala grande de funcionalidad imprecisa, una estructura exenta que haría las funciones de
despensa, la bodega antes mencionada (con veinte tinajas de treinta arrobas de capacidad
cada una), una casa de abastecimiento, una sala en alto «que se dize la de la estoria de la
Cruz», dos estructuras imprecisas destinadas a las tareas de abastecimiento, un corral para
aves y una cocina88. En la visita de 1507 se precisa un poco más y aparecen mencionados
82 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 89 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las
visitas ..., p. 212. En la visita de 1507 se recoge un testimonio parecido: «por la dicha sala esta vna escalera
de caracol por donse suben a vna torre que está en lo alto de la dicha capilla, esta bien cubierta de madera
e teja, tiene quatro ventanas por donde en tiempo de tenpestad sacan la Santa Vera Cruz, está en lo alto
vna canpana mediana», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1072 C, fol. 101 r. Publ. MARÍN RUIZ
DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 301.
83 «Lo qual todo a reydificado con las dichas salas e capilla e torre el dicho vicario de las limosnas quel
adelantado Don Juan Chacon e otros caualleros han fecho a la dicha casa», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss.
Santiago, 1069 C, fol. 151 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 257.
84 «E en medio del dicho cuerpo del dicho castillo de dentro están dos algibes buenos», A.H.N., OO.MM.,
Uclés, Mss. Santiago, 1065 C, fol. 49 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 185
85 «En medio del dicho patio está vn algibe bueno con su brocal e cubierto», A.H.N., OO.MM., Uclés,
Mss. Santiago, 1069 C, fol. 154 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 265. «En medio del
patio está vn aljibe junto con la Torre del mirador. Esta bien aderesçado, coje agua», A.H.N., OO.MM., Uclés,
Mss. Santiago, 1072 C, fol. 117 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 3256
86 «Debaxo de la sala larga susodicha está vna buena bodega con vna buena camara de bastimento e
ençima de la dicha bodega e en ella, vna carral que cabe dozientas arrouas de vino», A.H.N., OO.MM., Uclés,
Mss. Santiago, 1065 C, fol. 49 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 185.
87 «Yten mas adelante vna casa de seruiçio debaxo de la dicha salida del cuerpo de la dicha fortaleza
de dentro a la mano derecha e en saliendo está vna cavalleriza buena e otra a la par de aquella que ha
fecho el dicho Pedro Davalos, las quales amas y dos estan buenas e bien reparadas. Yten, mas adelante a
la mano derecha, está vna buena cozina y en ella vn pajar bueno y vn portal delante de la puerta de la
dicha cozina», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1065 C, fol. 49 v. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN,
D.: «Las visitas ..., p. 185.
88 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1066 C, fol. 92 r.- 93 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., pp. 219-222. , A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1069 C, fols. 154 r.-154 v. Publ. MARÍN
RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., pp. 254-265. En 1507 la bodega con veinte tinajas sólo contendrá catorce:
«e junto con ella vna bodega con sus puertas e red de madera, en la qual bodega ay catorze tinajas para vyno,
las quales son de la entrega de la fortaleza», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1072 C, fol. 117 v. Publ.
MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., p. 325.
88 JORGE A. EIROA RODRÍGUEZ
además otros espacios individualizados: «vna casilla para paja»89, «otro bastimento»
abovedado sobre la bodega en el que se conservaban distintos útiles (poleas, tinajas de
aceite y harina) y algunas piezas de armamento ligero (ballestas, espingardas, cerbatanas,
pasavolantes, etc. con su munición y complementos)90.
89 A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1072 C, fol. 117 r. Publ. MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.:
«Las visitas ..., p. 325.
90 «E de alli subieron por vna escalera de yieso a vna casa de bastimento questá ençima de la dicha
bodega, devajo de la sala grande de la Santa Vera Cruz e, al cabo, otro bastimento en que ay dos tinajas para
açeyte e dos espingardas e vn tacador edos çebretanas con sus seruidores e vn pasabolante con su seruidore
cureña e quatro ballestas de azero, vn carnao, vna garrucha, dos vallestas de palo, seys tinajas para harina
[...] Es todo de boueda e está muy bueno», A.H.N., OO.MM., Uclés, Mss. Santiago, 1072 C, fol. 117 v. Publ.
MARÍN RUIZ DE ASSÍN, D.: «Las visitas ..., pp. 325-326.
EQUIPAMIENTO COMERCIAL EN PEQUEÑAS CIUDADES
HISTÓRICAS. EL CASO DEL NOROESTE MURCIANO
JOSÉ LUIS ANDRÉS SARASA
Las ciudades del Noroeste murciano han jugado un papel muy significativo en la
historia de la Región. Sin duda alguna, la necesidad de responder con eficacia al papel
que la historia les encomienda condiciona su particular situación y emplazamiento. Estos
factores, positivos en los momentos álgidos de su función fronterizo/militar y más tarde
hostiles en la compleja interacción de agentes económicos, políticos, sociales y culturales,
son responsables de la actual morfología urbana.
La morfología urbana de las ciudades históricas del Noroeste murciano son insustitui-
bles textos que permiten descubrir el contexto que las ha configurado. Unos contextos
que hablan de esplendores, de ruinas, de estancamientos, pero que definen con claridad
la originalidad y distinción de cada una de ellas. Originalidad y distinción que en el
paisaje urbano se manifiesta por la yuxtaposición de tramas, combinación de calles que
confunden al visitante, pero que encierran las razones últimas de una particular forma
de entender la vida cotidiana.
Las ciudades históricas del Noroeste murciano pertenecen a la categoría que definimos
como no urbanizantes, por contraposición con aquellas otras que han soportado bruscos
cambios en su funcionalidad, como la industrialización y posterior desindustrialización,
pero siempre subordinando el espacio urbano a las necesidades de la nueva función, por
lo que ha sido preciso modificar la trama urbana. En este sentido, la economía agrícola
y artesanal que caracteriza al Noroeste murciano hace que hoy sus ciudades presenten
un casco antiguo en el que es fácil leer el argumento que lo origina, no está oscurecido
por la superposición de textos. Unos cascos antiguos que no sufren serias remodelaciones
porque el entorno de la ciudad dispone de espacio para acoger las obligadas expansiones,
tanto por su dinámica urbana como por el deseo de abandonar una topografía poco
favorable para la vida moderna.
Las razones últimas de la vida cotidiana en las ciudades históricas transmiten una
doble impresión, por una parte, parece que se desenvuelve como ignorando la falta de
articulación entre calles de diferentes tramas urbanas que dibujan el paisaje urbano, por
otra, se tiene la falsa sensación de que la fragmentación espacial que existe entre casco
histórico y los posteriores ensanches tampoco generan rupturas en las prácticas urbanas.
Esto es así porque las prácticas urbanas de cualquier ciudad están determinadas por su
equipamiento comercial y de servicios que se localizan ordenadamente en su paisaje
urbano, pero más todavía por la capacidad de atracción que ejerce el equipamiento
comercial, administrativo y de servicios.
90 JOSÉ LUIS ANDRÉS SARASA
La estructura del aparato comercial está estrechamente ligada al paisaje urbano, pero
la dinámica u obsolescencia de este paisaje lo está a los perfiles que explican dicha
estructura. Hasta tal punto llega esta interacción, esta estrecha interrelación, que con
bastante frecuencia se afirma que la crisis de la ciudad, y más concretamente de sus
cascos históricos, es la crisis de su equipamiento comercial.
En este sentido, en el marco de un trabajo de investigación acerca de la recuperación
de los núcleos urbanos de las ciudades del Noroeste murciano, parece oportuno
plantearse un doble objetivo, en primer lugar, descubrir los rasgos definidores del
equipamiento comercial de las ciudades de Calasparra, Caravaca, Cehegín y Moratalla,
como estructuradores de sus prácticas urbanas. Unas prácticas urbanas que derivan de la
capacidad de este equipamiento para movilizar a una población cada vez más exigente
en calidad del producto pero también del establecimiento que lo sirve. En segundo
lugar, poner de relieve la interrelación que existe entre la localización del equipamiento
comercial y la estructura del paisaje urbano, tratar de ver en qué medida lo uno influye
sobre lo otro, dejar constancia de la importancia del equipamiento comercial no sólo
por ser estructurador de las prácticas urbanas, sino porque es responsable del sentido
del crecimiento urbano. Aspecto que se advierte son claridad cuando se localiza sobre el
plano de la ciudad los ejes comerciales dinámicos y se comprueba que coinciden con los
polos y líneas del desarrollo urbano, al mismo tiempo que la morfología accidentada en
la que se asienta el origen de la ciudad hoy se convierte en barrera para la funcionalidad
comercial y residencial. Los polos de crecimiento del ayer hoy son límites o barreras,
nuevos polos y líneas aparecen en un trazado que nada tiene que ver con el que ofrecen
los cascos antiguos y donde la vida cotidiana resulta más fácil o al menos más acorde
con las nuevas necesidades.
CALASPARRA
CARAVACA
CEHEGIN
MORATALLA
más del 50 por 100 de sus establecimientos se catalogaban como abacerías (comestibles
en general). Igualmente su diversificación comercial estaba lejos de abarcar todas las
tipologías comerciales, tan sólo reunía dos tercios del total de ramas censadas en el
registro de actividades comerciales, cuando hoy, como se acaba de señalar, participa en la
totalidad, aunque, como se verá más adelante, con importante peso en alimentación, pero
ya con establecimientos especializados.
AÑO 2002
La primera conclusión que se obtiene del citado cuadro nº 1 es que a lo largo del
último cuarto de siglo ha mejorado ostensiblemente el equipamiento comercial de las
94 JOSÉ LUIS ANDRÉS SARASA
El índice de concentración expresa el peso que cada una de las categorías establecidas
tiene en el conjunto del equipamiento comercial. Aunque en este apartado para ganar
en expresividad, también se analiza el peso de las ramas más significativas en el
conjunto de la ciudad.
En este punto se pretende catalogar a cada una de las ciudades en razón a su estructura
comercial. Para ello se parte del índice de estructura que expresa la razón que existe entre
alimentación y no alimentación y se establecen tres categorías. En la primera se insertan
las ciudades cuyos índices están comprendidos entre 0,1 y 0,40, son aquellas en las que
98 JOSÉ LUIS ANDRÉS SARASA
Todo cuanto se lleva dicho hasta ahora, unido a la dinámica urbana y espacial
mantenida por cada una de las ciudades, justifica plenamente la distribución según la
superficie que se advierte en el cuadro nº 5. Caravaca y Cehegín, las dos ciudades que
en su expansión urbana han huido de la accidentada morfología, son las que arrojan
menor porcentaje de superficie dedicada a alimentación. Aunque en la información de
la fuente que ahora se maneja, es Calasparra la que menos porcentaje de comercios de
alimentación tiene, ligeramente inferior a Caravaca y Cehegín, pero las tres dedican a
esta rama algo más de un tercio del total de establecimientos. A pesar de ser Calasparra la
que menos porcentaje de establecimientos dedica a alimentación son, precisamente, éstos
los que mayor superficie ocupan, prácticamente la mitad de la superficie comercial de
esta ciudad está ocupada por alimentación. Circunstancia que se ve reflejada en que es
también la que mayor superficie media por establecimiento tiene. Moratalla es la que
mayor peso tiene en comercios de alimentación pero la que menor superficie media
presenta por establecimiento. Los valores que arrojan cada una de las ciudades en
no alimentación viene a corroborar cuanto se ha dicho, Caravaca y Cehegín registran
altos valores en la superficie dedicada a estos establecimientos porque son los que
pretenden disputar la competitividad comarcal, pero ahora se une Moratalla, que supera
ampliamente a Calasparra, tanto en el peso de la superficie dedicada a esta categoría
como la superficie media. Una superficie media que justifica plenamente su capacidad
de competitividad y que estén instalados en espacios fuera de los condicionantes de la
topografía. Por último, en cuanto a los establecimientos mixtos es Calasparra la que por
su posición de aislamiento respecto del eje comarcal se equipa en mayor medida, es la
ciudad donde mayor superficie se dedica a esta categoría y también la de mayor superficie
media, en ambos valores supera con claridad a Caravaca.
TENIENTE
CORREDERA
FLOMESTA
PRIMERO DE
MAYO
MAYOR
LAVADOR
JUAN RAMON
JIMENEZ
casco antiguo, razones para que haya disponibilidad de suelo suficiente para acoger a
un comercio que precisa de amplias superficies, cosa que resulta casi imposible en
el casco antiguo. En definitiva, todos estos factores contribuyen a que sea la única
calle con especialización en la categoría de diverso, tipología que aglutina a venta
de automóviles, accesorios, maquinaria, construcción, etc., todas ellas exigentes en
locales amplios. Idénticas circunstancias se repiten para la categoría de equipamiento
del hogar, en la que también está especializada, son establecimientos de muebles y
electrodomésticos que aprovechan las manzanas mejor trazadas y localizadas en los ejes
de expansión de la ciudad.
La calle con mayor diversificación y especialización es la Avenida 1º de Mayo, que
también ejerce el importante papel de línea de expansión y penetración en la ciudad, pero
que a su vez disfruta de una posición privilegiada porque participa tanto de la parte
nueva de la ciudad como del casco antiguo. En similares circunstancias se encuentra
la Calle Teniente Flomesta, que actúa a modo de prolongación de la anterior hasta la
salida por la carretera de Jumilla y Cieza, aunque su diversificación y especialización
dista bastante.
Por último, señalar que esta especialización comercial conecta perfectamente con
cuanto se ha apuntado para esta ciudad en los rasgos definidores de su equipamiento
comercial, prácticamente cuatro de sus seis calles aparecen especializadas en alimentación
y otras cuatro en equipamiento de las personas. Las razones se deben a la necesidad de
satisfacer a una demanda que está aislada de un importante centro comercial.
ARCHIVEL ASTURIAS
SIMANCAS BARRANDA
PIZARRO
CARTAGENA
MURCIA CERVANTES
ESTACION
TRAFALGAR
MAYOR
GRAN VIA
JUAN CARLOS I
GRANADA
MARUJA
MIGUEL GARRIDO
ESPINOSA
Vía, para formar un eje alternativo de salida a la carretera de Granada tras atravesar
la carretera de Murcia.
En el gráfico nº 3 se pone de manifiesto que la actividad comercial, en sus dos
La mayor parte del casco antiguo constituye la zona de actuacin de un Plan
terceras partes, encuentra asiento entre la Gran Vía, que recibe la tercera parte del total
de establecimientos
Especial de Proteccindel centro comercial,
y Reforma la Carretera
Interior, que abarca, por deelMurcia-Maruja
norte, los lmitesGarrido y unas
del Cerro
del Castillo/Santuario de la Santa Cruz, calles Carril y Adanes, continua por Alfonso las
pequeñas transversales, que absorben otra tercera parte. El resto se distribuye entre
calles paralelas a la línea divisoria del casco antiguo y la parte nueva, son las calles
Garca, pasaJuan
Cartagena, por Carlos
el Puente Uribe
I, Avda. de yAlmería,
llega por la CalleArgentina,
República Larga hastaquelaenCarretera de
una disposición
a modo deque
Moratalla, arcos que unen
constituye los citados
el lmite ejes el
oeste hasta fundamentales,
Baadero. Porvan marcando
el sur este Planlos espacios
incluye
de las sucesivas expansiones urbanas.
la Calle Corredera, por Rafael Tejeo atraviesa la Gran Va para acceder al Castillo por la
En el citado plano se descubre con absoluta claridad que la Gran Vía es el nodo
comercial,
Calle el centro lúdico y de relación de la ciudad. Es foco neurálgico, eje de
de Puentecillas.
referencia y
El cascoparticipa
antiguo,encontodos los festejos
las sucesivas que se organizan
expansiones en laseciudad.
de la ciudad, apoya en Enlaza
tres la
parte nueva con el nodo, hito y punto de dependencia del casco antiguo en que se ha
ejes bsicosel de
convertido comunicacin,
Santuario las carreteras
de la Santísima de Granada,
y Vera Cruz. Calle queMurcia
logrará ymayores
Moratalla,
índices
de especialización
convertidas en lneascuando esté en plena
de crecimiento que aactividad
lo largo el
delturismo religioso
siglo veinte que un
dibujan ha plano
de derivarse
en
del Año Jubilar. Su amplio equipamiento e importante diversificación y especialización
conocerá una profunda transformación en positivo. Transformación que afectará al
conjunto del centro comercial que ahora se define. El importante papel que juega en la
configuración del centro comercial deriva de dos aspectos importantes en la morfología
urbana, de una parte, que estamos ante una calle relativamente nueva puesto que aparece
en los años veinte del siglo pasado, como consecuencia de la remodelación que sufre el
108 JOSÉ LUIS ANDRÉS SARASA
casco antiguo de la ciudad, y, de otra, por las ventajas que supone para el equipamiento
comercial el efecto de proximidad a los nodos o hitos más singulares de la ciudad, así
en esta calle se encuentra la Iglesia Parroquial de El Salvador, convertida en nodo
de correlación respecto del papel que juega el Alcazar/Santuario, además, entra en
contacto con el núcleo originario de la ciudad, cuyas calles de trazado medieval son
poco propicias para el equipamiento comercial, por varias razones, débil población,
compleja accesibilidad, un trazado que ofrece escasas manzanas aptas para las exigencias
del comercio moderno.
La diversificación y especialización de este centro comercial quedan reflejadas en el
cuadro nº 7. Se advierte como tan sólo en la cuarta parte de sus calles se encuentran
todas las categorías comerciales citadas, son las calles mejor localizadas respecto al eje
central que constituye la Gran Vía.
una alta especialización en tipologías que no es habitual encontrar en una misma calle
por las exigencias espaciales de cada una y las ofertas de la morfología de la calle, así
encontramos que está especializada en diverso y equipamiento del hogar pero también
en alimentación y equipamiento para las personas. Sin duda alguna, que las ventajas de
proximidad ya citadas juegan a favor de esta especialización tan compleja.
La Gran Vía responde en su equipamiento a los factores con los que se ha definido
más arriba, junto a la total diversificación es también el eje comercial que mayores
especializaciones concentra. Aunque la estructura de la calle y su localización no la hacen
muy apta para acoger comercios de diverso por las exigencias de espacio de este tipo
de establecimientos. En el punto opuesto, respecto de esta categoría comercial, merecen
citarse las carreteras a Murcia y Granada, registran altos índices en comercios de venta
de vehículos, maquinaria y accesorios, además, en la segunda carretera aparece la
especialización en equipamiento del hogar.
El caso de En mayor irregularidad
el plano n1⁄4 3 se puedeseobservar
descubre encentro
que el la Avenida
comercialdedeJuan Carlos
Cehegn se I, está en
contacto sustenta
con losen dos polos de crecimiento de la ciudad, la Plaza de las Fuerzas Armadas y la nodal de la
principales ejes de expansión de la ciudad y con el eje
Gran Vía, dibuja una diagonal
Plaza de Espaa. De cada uno en delaestos
rigidez
polosdel
salenplano en cuadrícula
dos lneas quedelcaracteriza a
de crecimiento,
la expansión urbana del siglo XX. Alcanza toda la diversificación pero
primero nacen la Gran Va y la Carretera de Murcia, de desigual equipamiento, como
registra débiles
índices de especialización en establecimientos que reclaman esta tipología de calles. Su
corresponde al dispar papel que juegan en la estructura urbana. La Carretera de Murcia
mayor especialización se da en ocio, deporte y cultura.
se ha convertido en la senda de accesibilidad fundamental para la ciudad. Ambas estn
fuera delcomercial
2.3. El centro casco antiguo.
deDe la Plaza deestructura
Cehegín: Espaa, atravesada por la Carretera de Murcia,
y especialización
salen la Calle Begastri, segunda en importancia por el nmero de comercios, y la Calle
El centro
de Sancomecial
Agustn, condelo Cehegín
que el planorevela
modernolas características
se sustenta propias
sobre tres ejes de las
con centro ciudades que
nodal
abandonan
en lasuPlaza
original emplazamiento
de Espaa. descendiendo
Entre ambos nodos hacialnea
aparece una nueva espacios dondelala orografía
de crecimiento,
deja de ser un de
Avenida impedimento serio.
la Libertad con un Se asienta
equipamiento en los ejes o líneas de crecimiento de
muy representativo.
una ciudad que busca espacios menos accidentados y más amplios, donde las calles
Grfico n1⁄4 4: Significado por calles del Centro Comercial. Cehegn
SAN AGUSTIN
BEGASTRI
CARMEN CONDE
CONVENTO
MURCIA
GRAN VIA
LIBERTAD
toman unos trazados más rectilíneos para ofertar manzanas más amplias y con figuras
geométricas capaces de albergar a un comercio más especializado.
En el plano nº 3 se puede observar que el centro comercial de Cehegín se sustenta
en dos polos de crecimiento de la ciudad, la Plaza de las Fuerzas Armadas y la Plaza de
España. De cada uno de estos polos salen dos líneas de crecimiento, del primero nacen la
Gran Vía y la Carretera de Murcia, de desigual equipamiento, como corresponde al dispar
papel que juegan en la estructura urbana. La Carretera de Murcia se ha convertido en la
senda de accesibilidad fundamental para la ciudad. Ambas están fuera del casco antiguo.
De la Plaza de España, atravesada por la Carretera de Murcia, salen la Calle Begastri,
segunda en importancia por el número de comercios, y la Calle de San Agustín, con lo
que el plano moderno se sustenta sobre tres ejes con centro nodal en la Plaza de España.
Entre ambos nodos aparece una nueva línea de crecimiento, la Avenida de la Libertad con
un equipamiento muy representativo.
El hecho de que Cehegín tenga la estructura urbana típica de las ciudades migrantes
respecto de su primitivo emplazamiento, da lugar a que el centro comercial aparezca
huérfano de hitos y nodos delatores de la función administrativa y cultural, con el
importante papel que juegan en el efecto proximidad.
La importancia comercial de cada uno de los ejes aparece marcada en el gráfico nº 3,
donde, como ya se ha advertido, la Carretera de Murcia alberga, prácticamente, a la mitad
del equipamiento que conforma el centro comercial. Casi la mitad del resto se asienta en
las calles Gran Vía y Begastri. El centro comercial se completa con pequeños ejes que
articulan el espacio intersticial de los grandes ejes Gran Vía y Calle Begastri, este es el
caso de la Calle Carmen Conde y, en menor medida, Juan Ramón Jiménez. A estas calles
se unen pequeñas líneas de expansión urbana y colmatación que parten del nodo de la
Plaza de España, un buen ejemplo es la Calle Convento. Como dato curioso señalar que el
nodo de la Plaza Fuerzas Armadas está impulsando un interesante eje de penetración hacia
el casco antiguo, la Calle Ginés de Paco y de Gea, pero todavía con débil equipamiento
comercial, se trata de un eje que se beneficia de la posición de proximidad respecto de la
oficina de correos, administración que genera intenso tráfico de personas.
El centro comercial de Moratalla se asienta fuera del ámbito dominado por el gran
nodo de la ciudad que se extiende por una trama medieval en torno a su Castillo. La
ciudad de Moratalla es otro claro ejemplo de evolución espacial de las ciudades asentadas
EQUIPAMIENTO COMERCIAL EN PEQUEÑAS CIUDADES HISTÓRICAS. EL CASO DEL NOROESTE MURCIANO 113
ANTONIO
TOMAS EL CURA GUIRAO
MAYOR CALASPARRA
CONSTITUCION
CAMPO DE SAN
JUAN
CARAVACA
Llama la atención que —de los tres ejes— el Campo de San Juan es el peor equipado,
no está suficientemente diversificado y tan sólo tiene especialización en alimentación, por
ello ejerce un sencillo papel de camino de servicio al término municipal.
CONCLUSIONES:
Unas prácticas urbanas que adquieren su mayor significado fuera del espacio
denominado como casco antiguo, se producen en torno a los ejes de comunicación hoy
convertidos en líneas del crecimiento urbano y de traslado de la vida cotidiana desde
el nodo originario de la ciudad, un nodo que responde a las exigencias de un momento
histórico pero que hoy presenta más inconvenientes que ventajas.
La nueva funcionalidad, derivada de la vida moderna, para la que el entramado del
casco antiguo no está concebido, obliga a abandonar el espacio donde la topografía se
convierte en un imponderable muy serio para la vida de relación, en la que el automóvil
marca las pautas. Conviene recordar que los desniveles de algunas calles tan sólo se
pueden resolver por la presencia de escalerillas, configuran un paisaje muy romántico
pero poco práctico para una actividad comercial donde la demanda es bastante más
exigente. Por ejemplo, tiene verdadera inclinación a ir de compras en automóvil, desea
aparcar en la misma puerta del comercio, factores que inducen al abandono de los cascos
antiguos que presentan por su topografía serios obstáculos a estas tendencias.
El análisis espacial pone de relieve la existencia de dos partes claramente diferen-
ciadas, hasta el punto que podría hablarse de dos ciudades yuxtapuestas, diferentes por su
morfología, funciones e historia. La originaria, asentada en el casco antiguo, en todas las
ciudades está sometida a alguna de las figuras que propugna el planeamiento oficial para
la recuperación de las ciudades históricas, pero sin que llegue a conseguirse. El
fracaso deriva de los procedimientos aplicados, ignoran que la verdadera recuperación
de estos cascos antiguos tan sólo es posible dotándolos de funcionalidad mediante
acciones de intraurbanización, todo lo demás son simples buenos propósitos, medidas
de entretenimiento muy útiles para recuperar algún hito del casco antiguo, pero jamás
para devolverle la función residencial y con ella la comercial. En definitiva, se muestran
incapaces de originar la necesaria gentrificación.
Por último, señalar que en las cuatro ciudades se ignora cuanto significa «urbanismo
comercial», con los riesgos que ello supone para la pervivencia de la ciudad y su vida
cotidiana, la presencia de las llamadas grandes superficies son como el golpe de gracia para
los cascos antiguos donde su escaso, débil y poco diversificado equipamiento comercial
tiende a desaparecer, proceso que da origen al círculo cerrado de crisis del comercio igual
a crisis de la ciudad. Los cuatro cascos antiguos tan sólo tienen vida urbana en ciertas
horas de la mañana porque la administración municipal se ubica en ellos, el resto del día
recuerdan a las áreas vacías de funcionalidad que caminan hacia la malformación de su
estructura arquitectónica y obsolescencia del equipamiento comercial.
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LA INDUSTRIA EN EL NOROESTE
DE LA REGIÓN DE MURCIA
CAYETANO ESPEJO MARÍN
La comarca del Noroeste de la Región de Murcia cuenta con una tradición artesanal
e industrial que se remonta al siglo XVIII. La disponibilidad de materia primas como
esparto, cáñamo, lino, cereales, pieles, aceitunas, etc. ha permitido la creación de talleres
artesanales y la instalación de molinos para el abastecimiento de productos básicos
como harina, aceite y arroz.
El objetivo de esta contribución es doble. Por un lado pretendemos una aproximación
a la historia de la actividad fabril a lo largo de los tres últimos siglos. En segundo lugar
se realiza un análisis de la situación actual.
A mediados del siglo XVIII la industria en las tierras altas del Noroeste de Murcia
se manifiesta a través de la artesanía y algunos ingenios de origen medieval como
molinos y batanes. Caravaca de la Cruz poseía todo lo necesario para conseguir cierto
auge manufacturero: abundancia de materias primas textiles y fuentes de energía (agua y
carbón), existencia de una aglomeración relativamente importante, incipiente aceleración
de la circulación de mercancías, etc. Pese a ello, el sector en cuestión no recibe ese
impulso que hubiera sido necesario para hacer aparecer una actividad textil pujante del
estilo de las surgidas en Elda, Alcoy o Béjar. Dicha actividad permaneció anclada en un
tipo de tecnología intensiva en trabajo y firmemente encuadrada dentro de las estructuras
gremiales, no dándose en su seno el salto cualitativo que se observa en las citadas
120 CAYETANO ESPEJO MARÍN
poblaciones. Los trabajadores del sector textil, con distintas especialidades (tejedores,
tintoreros, bataneros, alpargateros, etc.) suponían una cuarta parte del total de activos
integrados en el sector secundario según las Respuestas Generales del Catastro del
Marqués de la Ensenada. El textil mantiene una posición dominante a medida que avanza
la centuria. La pañería y el tejido del cáñamo alcanzan un peso tan considerable en
Caravaca de la Cruz que la convierten en el centro manufacturero más importante del
Noroeste murciano. Se trata de producciones orientadas al consumo popular, de calidades
bastas y duraderas: paños catordenos (estameñas, sayales, bayetas, bayetones, etc.),
saquerío, alpalgatas, etc. La elaboración de los paños se verificaba en el seno de talleres
de tipo gremial, dirigidos por maestros y sometidos a la normativa que regulaba el
sistema (Pérez Picazo, M.T., 1993).
G. Sánchez Romero (1982) en su estudio sobre Caravaca de la Cruz en el siglo XVIII
señala las ramas industriales que ha podido documentar en 1756: veinticuatro fabricantes
de paños, tres de papel de estraza, una de pólvora, cuatro de cueros y cordobanes, una
de chocolate, una de armas, una de yeso, tres cerrajerías, una cuchillería, dos latonerías,
dos alfarerías, siete tejeras, dieciocho sastrerías, nueve fabricantes de alpargatas, siete de
costales, cinco de aperos, uno de enjalmas, tres de cordones y flecos, uno de pellejos para
vino, nueve carpinterías y siete zapaterías.
Según las Respuestas Generales habían en este término 18 molinos harineros de agua,
dos molinos de aceite de agua, dos tenerías, dos molinos de papel y cuatro batanes.
Las Ordenanzas de Caravaca de la Cruz, publicadas en 1765, además de regular
determinadas actividades, permiten conocer el papel de las mismas en la vida local. El
término de Caravaca de la Cruz, al igual que el resto de los de este territorio de Murcia,
tienen en el cultivo de los cereales una de sus principales actividades económicas (Pérez
Picazo, M.T., 1992). Para el abastecimiento de la población es necesaria la presencia
de molinos, cuyo funcionamiento queda bien reglamentado en seis Ordenanzas. Su buen
hacer es vital para una sociedad que tiene en la harina una de las bases de su alimentación.
El interés de las autoridades locales se refleja claramente en las Ordenanzas en dos
hechos: la seguridad del abastecimiento y calidad de la molienda, mediante el buen
funcionamiento de los mismos, tanto en su utillaje como en las condiciones higiénicas
de trabajo. Las Ordenanzas de los molineros abarcan desde la 51 a la 57. Se ocupan
de molineros y bataneros de la villa. Tal y como señala G. Sánchez Romero (1982)
en ellas se contempla:
— La preferencia, a la hora de moler granos, que los molineros habían de dar a los
vecinos de Caravaca sobre los forasteros provenientes de otros municipios.
— La obligación a los molineros propietarios de manejar directamente sus molinos.
No les era permitido más empleados que los necesarios para acarrear el grano
y la harina.
— La prohibición de que las mujeres de los molineros se ocuparan de algún trabajo
en el molino, así como la de tener animales en él: cerdos gallinas, borregos
o palomas.
— Estaban obligados a tener en regla sus molinos con el objeto de que la molienda
fuera buena y de ella se derivara el menor número de pérdidas. Las tarifas por
moler grano eran impuestas a los molineros por el Ayuntamiento.
LA INDUSTRIA EN EL NOROESTE DE LA REGIÓN DE MURCIA 121
— Por último, la exigencia a los molineros de que tuvieran acarreadores fieles, ya que
en caso de faltar grano o harina, los responsables de las pérdidas serían ellos.
En Cehegín, según las Respuestas Generales, había nueve molinos harineros de agua,
un molino de fabricar papel de estraza, cuatro almazaras, una fábrica de hacer tinajas, una
fábrica de hacer teja y ladrillo, y treinta y seis calderas de aguardiente.
La presencia de «molinos» de papel en las localidades de Caravaca de la Cruz y
Cehegín se debe a que en estos años se incrementa la demanda regional de productos de
cobre. Ya no se trata de batirlo sólo para el Estado sino de fabricar piezas de quincallería
y «calderas» para la elaboración de salitre, en pleno auge contemporáneo en Lorca (Pérez
Picazo, M.T., 1993).
Las Respuestas Generales, en el término de Calasparra, recogen un total de trece
molinos harineros y dos almazaras o molinos de aceite como en ellas se denominan.
Estas producciones tienen como objetivo aportar materia prima para los abundantes
talleres que se emplazan en la Comarca durante la primera mitad del siglo XIX.
Una relación detallada de las industrias con que cuenta cada término del Noroeste
murciano a mediados del siglo XIX queda recogida en el «Diccionario Geográfico-
Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar» publicado por Pascual
Madoz en 1850. En el siglo transcurrido desde el «Catastro de Ensenada» la comarca el
Noroeste experimenta un importante desarrollo de su sector artesanal y fabril. De ello da
buena cuenta el aludido Diccionario, tal y como se recopila para cada término:
— Bullas: seis molinos harineros impulsados por el río Mula, uno de aceite, nueve
hornos de pan de cocer, cuatro fábricas de aguardiente, una de teja, varios telares
de lienzos de cáñamo y otros géneros servidos por mujeres.
— Calasparra: dos telares de lienzos comunes, tres molinos harineros, cuatro de
aceite, dos para el blanqueo de arroz.
— Caravaca de la Cruz: dos fábricas de toda clase de alquimia, dos martinetes
de zaras para el aceite, tres batanes, dos fábricas de curtidos, tres de destilar
122 CAYETANO ESPEJO MARÍN
aguardiente, tres para fabricar jabón, una de hilados de lana, dos tahonas, catorce
molinos harineros, once hornos públicos, doce telares para fabricar paños, cien o
más para tejer lienzos de lino o cáñamo, tres para toda clase de mantelería fina,
trece para costalería, dos alfarerías, una imprenta. Además existen varios pintores,
relojeros, plateros y otros oficios indispensables para el vecindario.
— Cehegín: nueve fábricas para destilar el aguardiente, tres molinos de papel de
estraza, uno de papel blanco, un batán de paños, once molinos harineros, ocho de
aceite de los que uno muele con agua, once hornos y dos fábricas de jabón.
— Moratalla: un batán, tres fábricas de aguardiente, dos de jabón blando, diecisiete
molinos harineros y nueve molinos de aceite.
1 El cosido a bigotera consistía en unir la lana a la suela de cáñamo o yute a punto de cadeneta. Este
cosido permite hacer una imitación del zapato de piel, al poder ser trabajado con horma
LA INDUSTRIA EN EL NOROESTE DE LA REGIÓN DE MURCIA 123
Fuente: Cámara Oficial de Comercio e Industria de Murcia. «Guía Turística y Comercial de Murcia». XIII Feria
Internacional de Muestras de Barcelona. Año 1945.
124 CAYETANO ESPEJO MARÍN
de la postguerra, unido al bajo nivel de vida rural, dieron nueva vida al sector (Pérez
Picazo, M.T., 1990).
A finales de los años cuarenta, tal y como se recoge en la «Reseña Estadística de la
Provincia de Murcia» publicada en 1950, había trece fábricas de alpargatas en Cehegín y
once en Caravaca de la Cruz, más de dos tercios del total provincial, cuyo número era de
treinta y cinco. No menos importante es la presencia de talleres de alpargatas, repartidos:
treinta y uno en Caravaca de la Cruz, dieciséis en Cehegín, ocho en Calasparra y en
Moratalla, y cinco en Bullas; en total sesenta y ocho, esto es más de una cuarta parte
del conjunto de la provincia de Murcia, que suma doscientos cincuenta. La liberalización
económica de 1959 provocó la desaparición de todas.
Después de la Guerra Civil la vida económica española evolucionó desde el
aislamiento y la tendencia a la autarquía hacia una apertura progresiva. Las producciones
dedicadas en mayor medida al autoconsumo, como sucede con la elaboración de
harinas y de aceite de oliva, conocieron una relativa prosperidad mientras predominó
la política restrictiva, para después hundirse casi totalmente. En la provincia de Murcia
durante las décadas de los años 1940-1960 se produce un considerable desarrollo
de los establecimientos destinados a la obtención de harina y aceite. El avance del
autoabastecimiento permitió la supervivencia de los viejos y dispersos artefactos de
molinería y estimuló la apertura de alguno más, mientras que las fábricas seguían siendo
minoritarias (Pérez Picazo, M.T. et al., 1990).
La «Reseña Estadística de 1950» recopila las industrias que de ambos tipos se
localizan en los municipios del Noroeste. De las veinte y tres fábricas de harina
contabilizadas en la provincia, tres se localizan en Caravaca de la Cruz y dos en
Calasparra. La presencia de molinos harineros es mucho mayor: treinta y dos en
Moratalla, veinte y tres en Calasparra, dieciséis en Cehegín, siete en Calasparra y dos en
Bullas; el total comarcal suma ochenta, lo que supone cerca de una cuarta parte de los
contabilizados en el conjunto provincial.
A comienzos de los años setenta la comarca del Noroeste no queda al margen del
desarrollo industrial que se da en el conjunto de la provincia. Todos los municipios
cuentan con distintos tipos de actividades industriales (Cuadro 1), aunque prevalece el
de la alimentación y bebidas, que absorbe más del 85 por 100 de los empleados en el
sector industrial (Cuadro 2).
La presencia de industrias conserveras en este ámbito provincial es muy importante.
De las 177 fábricas que contabiliza el Censo Electoral Sindical Provincial de fecha 31 de
diciembre de 1970, Cehegín contabiliza nueve, Bullas, Caravaca de la Cruz y Moratalla
cinco en cada término, y cuatro en Calasparra.
El resto de industrias, como se puede ver, en muchos casos tiene un carácter
testimonial, dado el escaso empleo que generan. Se trata de talleres o instalaciones que
dan trabajo nada más que a sus dueños, permaneciendo por tanto el carácter artesanal que
siempre ha caracterizado la estructura industrial del la comarca del Noroeste.
Cuadro 1
Cuadro 2
La actividad industrial está presente en los cinco municipios del Noroeste, aunque
se dan situaciones muy contrastadas entre ellos, tanto en lo referente al número de
instalaciones como a la actividad desarrollada. Para ver con detalle ambos aspectos
se han elaborado el cuadro 3 en el que se cuantifican las industrias censadas en cada
municipio según sector de actividad, y el peso de éstos en el conjunto municipal y
comarcal. Idéntica información, pero referida al número de empleos generados, se expone
en el cuadro 4.
Tres son los tipos de industrias que predominan: extractivas, alimentarias y del
calzado.
128 CAYETANO ESPEJO MARÍN
Figura 1
Figura 2
Cuadro 4
Agrovinícola Nuestra Señora del Rosario y de la Cooperativa Vinícola Agraria San Isidro
se da un paso fundamental en el desarrollo de la producción vitivinícola de la Comarca.
De la pujanza del sector dan cuenta tres hechos: la reciente construcción de bodegas,
la introducción de nuevas variedades de uva, y la elaboración de vinos de gran calidad
destinados a mercados cada vez más exigentes.
En cuanto a otras industrias agroalimentarias, la crisis que ha afectado al sector
conservero murciano durante las dos últimas décadas del siglo XX tiene su repercusión
clara en la comarca del noroeste murciano. En 1970 se dedican a esta actividad un total
de veintiocho industrias: nueve en Cehegín, cinco en Bullas, Caravaca de la Cruz y
Moratalla, y cuatro en Calasparra. Tres décadas más tarde esta cifra se reduce a siete:
Conservas Fernández-La Diosa y Mensajero Alimentación en Bullas, Marín Giménez
Hermanos en Caravaca de la Cruz, Conservas Moratalla en Moratalla, Cofrutos y La
Verja en Cehegín, y Productos Bionaturales de Calasparra S.A. (Probicasa) en Calasparra.
De todas las aludidas las de mayor volumen de producción y de generación de empleo
son Conservas Fernández-La Diosa y El Mensajero, ambas en período de campaña dan
trabajo a más de 600 empleados.
Otro grupo de empresas que tienen significativa presencia en el Noroeste son las
industrias cárnicas. Entre mataderos, salas de despiece y fábricas de embutidos la cifra
supera la veintena, repartidas por los cinco municipios: once en Caravaca, cinco en
Cehegín, tres en Calasparra, y dos en Bullas y en Moratalla. Se trata de pequeñas
empresas, en muchos casos de carácter familiar, pero todas ellas cuentan con los controles
sanitarios que les autorizan para los intercambios intracomunitarios.
3. CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA