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Reporte Caec Ética en Los Errores Del Entendimiento Humano
Reporte Caec Ética en Los Errores Del Entendimiento Humano
Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos fue un filósofo y sacerdote mexicano, nacido en 1745
en Michoacán. Se graduó de Bachiller en Cánones en el colegio jesuita de San Ildefonso en la
Ciudad de México, en 1767 obtiene su doctorado en Cánones por la Universidad de Pisa, fue
socio de la Academia de Ciencias de Bolonia y protonotario apostólico de honor del Papa
Clemente XIII. Conoció la filosofía moderna en Europa y se propuso difundirla en la Nueva
España. Fue profesor y, poco después, rector en el Colegio de San Francisco de Sales del
Oratorio de San Miguel El Grande. Entre sus obras se encuentran Academias de Física
(1772), sus Academias Filosóficas (1774) y sus Elementa Recentioris Philosophiae (1774).
También publica sus Errores del Entendimiento Humano (1781) pero firmando bajo el
seudónimo de Juan Felipe de Bendiaga.
El error quinto (V) es el de amar a los aduladores, esto porque suelen ser engañadores
y la gente suele vanagloriarse de ser adulados. La alabanza suele alterar las cosas para
favorecer al adulado y este acepta la mentira que le conviene, aún los puestos más sublimes
son manchados con las adulaciones no sinceras que también buscan su provecho. Debe
alabarse a la verdad por encima del orgullo de hombre y aquella no es posible que ofenda a
este. El autor por tanto recomienda que para evitar este vicio es necesaria no la vanidad sino
la humildad y la voluntad a la crítica pertinente antes que a una alabanza falsa.
El error sexto (VI) es el de por ser estimado, hacerse ridículo y odioso. Se reprende la
tendencia del hombre a querer ser amado, y el amor propio que cae en vanidad. Esto porque
no es virtud moral sino antes bien vicio pues llega a la necedad. Cierta ceguera no les permite
ver el verdadero camino a la gloria, hacia la sabiduría, valor y la virtud, sino que prefieren ser
objeto de veneración pública vanamente antes que preferir a la luz. La ostentación que inventa
o exagera sus talentos miente imprudentemente para parecer algo que no son. Estos
impostores se aprovechan de todos para obtener su beneficio disimulando su mentira .
El error séptimo (VII), querer ser amado de todos y no amar a nadie, se considera ser
una contradicción del corazón humano pues el amor debe ser recíproco y no egoísta. El autor
critica que el hombre quiera sólo recibir y no dar, o hacerlo sólo por conveniencia, ser querido
por todos pero no responderlo. No ven en las demás personas a su semejante, se complacen
del sufrimiento ajeno no obstante esto no corresponde con los mandamientos de Dios acerca
del amor mutuo pues es de los mejores bienes.
El error octavo (VIII) es el de querer los cargos, y no las cargas. Se refiere a las faltas
que cometen los hombres cuando ambicionan ciertos puestos honoríficos sin merecerlos, sino
en busca sólo del placer y la utilidad, no para cumplir con sus responsabilidades. Empleos
altísimos como los de gobernar la ciudad, enseñar en la iglesia o educar a la juventud son a
veces asignados a personas no doctas sino corruptas. Sin embargo, esto no pasa siempre pues
hay hombres buenos y sabios que gozan de suministrar justicia y caridad a pesar de la pesadez
del cargo por el sólo hecho de ayudar a sus semejantes.
Los últimos errores, el undécimo y duodécimo (XI, XII) son los de no querer tener
hijos sanos, valerosos, hermosos ni sabios. Explica que la educación física evita las
enfermedades corporales y la educación moral evita las del alma. Por ello es necesario
procurar ambas educaciones para que los niños y jóvenes desarrollen estas virtudes. La
educación de las letras y la ciencia suele ser muy fatigosa y difícil para los niños, por ello no
se les debe desanimar sino premiar para incitarlos al estudio, no atacarlos de severidad y
castigos para que no lo aborrezcan. También explica la relación de efectividad entre los
ejercicios físicos y los espirituales así como la distinta disposición en los niños para ello pues
depende de cada una de sus capacidades corporales y mentales. Las aptitudes físicas se
pierden con la edad, no obstante las intelectuales se conservan por ello es menester
cultivarlas. A su vez, reconoce la división entre estudios útiles e inútiles pero que la opinión
pública considera los primeros a los que producen dinero o bienes inmediatos, desalentando el
estudio de las bellas artes, geometría o física aun cuando sean importantes. La ciencia útil se
constituye como la que descubre verdades.
Bibliografía:
Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos. Errores del entendimiento humano. Puebla: Oficina
del Real y Pontificio Seminario Palafoxiano,1781.