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LA POLÍTICA SOCIAL EN LA TRANSICIÓN MEXICANA * 

Freddy Mariñez Navarro** 


 
 

ALGUNAS IDEAS INTRODUCTORIAS

El objetivo de este trabajo es presentar el desarrollo de las políticas sociales


y ubicarla en el contexto de la transición. En este sentido partimos de las
siguientes afirmaciones:

1.- las políticas sociales no son más que el brazo social del Estado;

2.- todo impacto de la globalización en las políticas sociales pasa por el


impacto de ésta en la equidad. 

Al hablar de bienestar hacemos cuenta de dos elementos importantes: la


pertenencia y la necesidad. Como dice Michael Walzer “la pertenencia es
importante porque es lo que los miembros de una comunidad política deben
unos a otros , a nadie más el mismo grado. Émile Durkheim, sociológo francés
dejó claro en su paradigma del pensamiento social, la moral del bienestar
mediante un contrato estimado en lo que él denominó la solidaridad orgánica:
la moral en la educación, el altruismo, esencia de la solidaridad orgánica, los
servicios de ayuda mutua en las asociaciones ocupacionales y otros tipos de
lazos de solidaridad.  De lo que se trata entonces, es justamente una
comunidad política para el bien de la previsión, y una previsión para el bien de
la comunidad. Filósofos como Juan Jacobo Rousseau creían que los
ciudadanos deberían amar a su país, y por tanto, que su país debería darles
razones especiales para ser amado. La pertenencia como la afinidad es una
razón especial. En este sentido, el Contrato Social es un acuerdo para llegar
con otros individuos a decisiones sobre los bienes necesarios para la vida en
común, y después para proveernos unos a otros de esos bienes. Por eso es
que el bienestar exige un esfuerzo común, un vínculo moral.  

La justicia distributiva en la esfera del bienestar y la seguridad, al decir con


Michael Walzer, posee un doble significado: en primer lugar, se refiere al
reconocimiento de las necesidades, en segundo lugar, al reconocimiento de la
pertenencia. Así, todos los ciudadanos pueden invocar el derecho a la vida, tal
como lo expresó Thomas Hobbes, que no es más que la demanda a los
recursos de la sociedad para la simple subsistencia. 

Concebimos el Estado como una estructura de acción colectiva que se


constituye como una sistema de poder. Es fenómeno, efecto y hecho de poder.
En tanto construcción humana la acción colectiva entonces regula y crea poder
para permitir a los ciudadanos cooperar en la empresa colectiva. Esta
concepción es lo que da sustento a la función distributiva del Estado. 
En su afán por explicar el bienestar, muchos autores lo han hecho vinculado al
Estado. De allí el concepto de Estado de Bienestar (Welfare State) que autores
como Morris Janowitz, Harold Wilensky, Richard Timuss, T.H Marshall, Patric
de Laubier, John Rex, Asa Briggs, entre otros, han tratado de estudiar sobre
todo en los países industrializados. Por eso  este tipo de Estado es definido
como…  

“un estado en el cual el poder organizado es usado deliberadamente


(por medio de la administración y la política) en un esfuerzo por
modificar el juego de las fuerzas del mercado en por lo menos tres
direcciones: primero, para garantizar un mínimo de ingresos individuales
y familiares independientemente de los valores del mercado de su
trabajo o de su pobreza; segundo, para estrechar la amplia inseguridad y
posibilitar reunir ciertas “contingencias sociales” individuales y familiares
(por ejemplo; vejez, desempleo y enfermedad), la cual guía de otra
manera la crisis individual y familiar; y tercero, para asegurar que todos
los ciudadanos sin distinción de estatus o clases le sean ofrecidos los
mejores “estándares” válidos en relación a un cierto rango de servicios
sociales” (Asa Briggs, 1961:228). 

En nuestra región, a diferencia de los países industrializados, nunca hubo un


Estado de bienestar social. Lo que predomina en nuestra región es lo que
podríamos denominar un Estado de “malestar social”. De esta manera, “un
Estado así debe transformarse democráticamente en uno capaz de acoger los
anhelos de los sectores marginalizados, excluidos, y de los sectores que, si
bien están integrados en la sociedad, requieren una distribución más justa del
ingreso” (Fernando Henrique Cardoso, 1997: 9). 

Los procesos de transición democrática en América Latina están vinculados


inevitablemente a los de la reforma del Estado y, por ende, a los cambios
institucionales. La historia ha demostrado en los últimos años, sobre todo en la
década de los 90, que en el marco de esta vinculación se viene presentando un
deterioro social en los países de la región que ha incidido grandemente en los
procesos de reforma del Estado y de transición democrática 1. Por una parte, se
ha avanzado en transiciones que tienen que ver con reformas electorales,
económicas, políticas, pero cada día vemos que los niveles de desigualdades
en América Latina son cada día mayores.  No es casual que este continente
sea considerado  a nivel internacional como la región con los más elevados
niveles de desigualdad. El Banco Mundial, por ejemplo, ha estimado que esta
región tiene la más pronunciada disparidad en los ingresos de todas las
regiones en desarrollo en el mundo.  Se parte que este proceso de
desigualdad y, por ende, de inequidad en la región se ha profundizado por la
fragilidad institucional en el área social. 

En consecuencia, este trabajo apunta a hacer un análisis de la relación entre la


reforma del Estado y las políticas sociales en México en el marco de la
transición. En este sentido, partimos de la siguiente interrogante: ¿Ha
contribuido en México el proceso de transición democrática y de reforma del
Estado a la transformación de su política social?
BREVE HISTORIA DE LA POLÍTICA SOCIAL EN MÉXICO

Las Políticas Sociales en los gobiernos postrevolucionarios 

Hablar de la política social en México, nos remite a centrarnos en dos


momentos históricos muy diferentes. El primero, el de antes de la apertura,
signado por un estilo de patronaje estatal y que se caracterizó por más de 40
años, por ser el producto de la puesta en marcha de los derechos
constitucionales que motivaron el proyecto de país de los gobiernos
posrevolucionarios. De esta manera, el Estado se situó en el centro de la
sociedad para promover el crecimiento económico con un control centralizado,
bajo la potestad de ser el garante del desarrollo y de la justicia social.
Derivándose así, que el propio concepto de política social debería partir de una
racionalidad más política que social o económica. 

Conforme el país fue definiendo su estrategia económica en los años 40 - y se


reformuló el consenso del gobierno y los grupos organizados relevantes -, y
dado que la propia Constitución proveía un marco de reformas sociales
representado por los artículos 27 y 123, el mencionado dilema “crecer o
repartir”, se mantendría latente para los actores políticos. “Cuando a finales de
los 50s se evidenció un intenso proceso de industrialización y urbanización, el
crecimiento se convirtió claramente en la finalidad del desarrollo aunque el
dilema que ello planteaba frente a la sociedad no desaparecía para los
tomadores de decisiones” (Guillermo Trejo y Claudio Jones; 93:160). 

Es importante subrayar que durante el proceso de modernización y, por ende,


de industrialización, se instaló en el país el paradigma asegurador, que permitió
crear las bases de los principios de la seguridad social con la intención de
reducir las incertidumbres en el seno de la población trabajadora. Este principio
de justicia que caracterizó al Estado mexicano, a partir de los años 30,  se
manifestó con la puesta en marcha de un Sistema de Seguridad Social 2,
compuesto por el IMSS3, que cubre cinco ramos de seguro, tales como el de
riesgo de trabajo, el de enfermedades y maternidad, el de invalidez, vejez,
cesantía en edad avanzada y muerte, el de guarderías, y el de retiro. El
ISSSTE, organismo público y bipartita, que tiene como objetivo otorgar
servicios de seguridad social a los trabajadores al servicio del Estado, y que
ofrece el régimen de seguros y servicios siguiente: seguro de enfermedad y
maternidad, seguro de riesgo de trabajo, seguros de jubilación, invalidez,
muerte y cesantía, seguro de retiro, prestaciones sociales y culturales,
servicios para el bienestar y desarrollo infantil,, prestaciones económicas,
servicios funerarios y servicios para jubilados y pensionistas. La empresa
estatal de petróleos (PEMEX), que desarrolla un sistema de seguridad social
muy particular a todos sus trabajadores, al igual que las Fuerzas Armadas
Nacionales.

Este legado asegurador, más el aval histórico-legal constitucional, generaron,


durante el periodo de Luis Echeverría (1970-1976), y López Portillo (1976-
1982), un leve ascenso del gasto social. Durante el período del primero,
auspiciado por la puesta en marcha de la ideología  nacionalista estatizante
que incidió tanto en las áreas de producción, distribución y de servicios,
incluida aquí la beneficiencia. Y en el transcurso del segundo periodo,
incentivado por el auge petrolero, en el que se creyó en una riqueza no
provocada por el trabajo sino por la gracia divina del subsuelo. Así, según el
Plan de desarrollo de López Portillo, “..el petróleo lleva al fortalecimiento del
Estado, el cual aumenta su capacidad para conducir el desarrollo de acuerdo
a las prioridades sociales definidas en la estrategia e induce, con pleno
respeto a las libertades económicas que consagra la Constitución,
comportamientos económicos acordes con dichas prioridades” (Plan Global de
Desarrollo, 1980-1982:278).  

El efecto perverso de este proceso se expresó en un crecimiento sostenido de


las importaciones, una baja productividad de los sectores económicos del país,
y en general, un ambiente ineficiente que se convirtió en obstáculo a la
competitividad de los productos mexicanos. 

Se puede decir entonces, tal como lo afirma Peter Ward que “el sistema
sexenal de México sí crea una tendencia interna a evitar los programas de
bienestar social a largo plazo” (1989:216). Es lo que explica que las políticas
adoptadas han sido, invariablemente, paliativos a corto plazo, como respuestas
a presiones específicas, económicas o sociales. De esta manera, entonces, “el
moderno Estado -autoritario, paternalista, teleológicamente orientado hacia el
logro del bien común y por tanto, más interesado en la unidad que en el
pluralismo- está más cerca de Santo Tomás de Aquino que de Montesquieu”
(Carlos Fuentes: 1994:45). 

Apertura, reformas y política social  

El otro momento de la política social, es el que comienza con la apertura del


país, donde, por una parte, lo social se diluye en los aspectos económicos y de
mercado, y se orienta a los sectores más debilitados por las políticas de
ajuste, adquiriendo aquella un sentido muy específico, y por otra, la reforma del
Estado se vuelve una estrategia de racionalización de los recursos públicos con
el objeto de construir un nuevo esquema de vinculación económica con el
exterior. “La descentralización será acompañada por un proceso de
desconcentración, así como por el fortalecimiento de los instrumentos de
coordinación entre los tres niveles de gobierno” (Plan Nacional de Desarrollo,
1995-2000, 1995:69). Vale la pena plantear que esta política privilegia nuevas
formas de organización territorial, en especial la asociación y la creación de
espacios virtuales (asociación de regiones, ciudades hermanas, etc.),
otorgando posibilidades a las regiones y espacios más competitivos. 

En los últimos tres gobiernos del PRI, el  de Miguel de la Madrid (1982-1988), 
el de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y terminando con el de Ernesto
Zedillo (que finalizó en el 2000), México ha transitado por un profundo proceso
de cambio y ajuste estructural, así como de adaptación a la economía
globalizada que busca transformar la orientación de la economía, pasando de
una estatista a una economía de mercado, y de un modelo de sustitución de
importaciones a uno de industrialización abierto a la competencia
internacional.   

El efecto fundamental de esta apertura, caracterizada como estrategia global


neoliberal, ha sido, por una parte, crear un ambiente de intensa competencia
que ha exigido el esfuerzo de modernización y eficiencia del aparato
productivo, en el que el país pueda moverse con productividad en su bloque
regional, el Tratado de Libre Comercio -TLC-, con Canadá y los Estados
Unidos de América. Por otra parte, desde el punto de vista social, estos
gobiernos, con el objeto de mitigar los efectos del ajuste,  pusieron en marcha
políticas tendientes a favorecer a la población4. En este marco, el Estado
mexicano ha venido desdibujando el esquema “benefactor” que lo caracterizó
en la estrategia anterior. Esto implica que la organización estatal se perfile en
dos direcciones. Una, hacia un proceso de reforma; concebida como una
estrategia vinculada a racionalizar los recursos públicos, y que se originó
atendiendo a los siguientes elementos: la necesidad de recomponer la
credibilidad interna y externa del régimen; la necesidad de profundizar la
alternancia como uno de los ingredientes básicos de la democracia; los énfasis
puestos en la reforma económica por encima de la política. Esto implica que el
Estado se articule flexiblemente con el exterior,  democráticamente con la
sociedad civil y con más justicia distributiva - de poder- con las regiones. En
consecuencia, las prioridades y la articulación con los actores sociales,
políticos y económicos se hace diferente. La otra dirección, y que se desprende
de ésta, es que el Estado está abandonando sus funciones de supervisión y
control sobre las cuestiones sociales. Vemos por consiguiente, que la
reducción de la amplitud de la política social se entiende como una cobertura
selectiva de los bienes que el Estado puede proporcionar directamente. Es lo
que se denomina como la selectividad de las políticas sociales, propuesta que
emerge desde las instituciones financieras internacionales, la cual se legitima
con un criterio político, y que son dirigidas tanto al grupo de pobres dentro de
los más pobres, así como a los nuevos actores sociales excluidos y en
conflicto, tales como las mujeres, los indígenas, etc. Así, tal propuesta define
que el crecimiento económico es el mejor camino para reducir la pobreza en el
largo plazo, por lo que una política de ajuste estructural sostenida requiere
programas- objetivos para proteger a los pobres en el corto plazo. 

En el caso del Plan Nacional de Desarrollo del periodo de Carlos Salinas de


Gortari (1989-1994), se desprende un concepto de política social  que tuvo
como finalidad la equidad, el desarrollo, el bienestar colectivo y la justicia
social. En este sentido, una de las prioridades para la existencia de una política
de esta naturaleza fue, por una parte, la incorporación  del desarrollo
sostenible, y por otra, el ataque frontal a la pobreza extrema (Plan Nacional de
Desarrollo, 1989-1994), todo esto apoyándose en dos bases económicas, una
la creación de actividades y empleos bien remunerados, y dos, el incremento
de los salarios reales, sustentado en una evolución económica que fortaleciera
la demanda de trabajo, el aumento de la productividad, el uso eficiente de las
potencialidades del país, y el equilibrio de los factores de producción. 

Con el objeto de concretar la lucha contra la pobreza, el gobierno  de Salinas


de Gortari creó un instrumento coordinado entre el gobierno federal, estatal y
municipal. Este fue denominado Programa Nacional de Solidaridad
(PRONASOL). Es importante señalar que este programa estuvo orientado a
una población muy precisa, los pobres más pobres dentro de los pobres: los
indígenas, los campesinos y los grupos sociales urbanos excluidos por las
políticas de ajuste. Así, las áreas que atacó este programa fueron las
relacionadas con la alimentación, la tenencia de la tierra, la vivienda, la
educación, la salud, así como la infraestructura agropecuaria. No cabe duda
que durante el sexenio 89-94, este programa absorbió proporciones
significativas de los presupuestos ordinarios y extraordinarios del gobierno, no
solucionando del todo el problema de la pobreza en el país 5.  La razón de ello,
según muchos autores, entre ellos Bailey (1994, citado por Gabriel Torres), es
que el Programa Solidaridad desconcentró sin descentralizar la administración
y toma de decisiones en la política social, generando un problema, por una
parte, de ausencia participativa, y por otra, de gestión pública de las políticas
sociales que tuvieron como resultado el alimentar a toda una generación de
pobres que se hicieron dependientes estructurales de éstas, bien por la vía del
clientelismo, o bien por la vía de una carencia a nivel gerencial. 

En el sexenio 1995-2000, el de Ernesto Zedillo, el gobierno diseñó una política


social, orientada a circunscribirla a una estrategia más amplia, a la que
denominó Desarrollo social. Así, su objetivo planteado fue “el de propiciar la
igualdad de oportunidades y de condiciones que aseguren a la población el
disfrute de los derechos individuales y sociales consagrados en la
Constitución; elevar los niveles de bienestar y la calidad de vida de los
mexicanos; y, de manera prioritaria, disminuir la pobreza y la exclusión social”
(Plan Nacional de desarrollo, 1995-2000, 1995:49). Este plan tiene como
carácter el haber transformado el Programa de Solidaridad, dándole prioridad
no solo a los grupos más pobres, sino a las regiones con menores
oportunidades de desarrollo.  

Dentro de los objetivos de esta política de superación de la pobreza extrema


están (www.sedesol.gob.mx): 

 Desarrollo de las capacidades de las personas y las familias


 Creación de oportunidades
 Construcción de infraestructura básica municipal de empleo e ingreso.

Dado al corto alcance del Programa Solidaridad, y con el objeto de atender a


las familias más pobres del país bajo un enfoque integral, el gobierno creó en
1997, el Programa Nacional de Educación, Salud y Alimentación
(PROGRESA). Así, este Programa se diseñó con la intención de “hacer que
converjan en el núcleo familiar la educación, la salud y la alimentación, dando
especial atención a las niñas y a los niños, y apoyándose especialmente en las
madres de familias” (Tercer Informe de Gobierno, Alcances y retos,
Septiembre,1997). Este Programa se empezó aplicar en los diez estados y a
160 familias con índices de pobreza altos6. Hasta el momento se han podido
hacer algunas evaluaciones de este programa. Sus resultados, según algunos
estudios de organismos internacionales es la falta de coherencia y la
discriminación de algunos grupos a beneficiarse de este programa. Además,
vale decir, que su orientación selectiva está más sesgada a los síntomas de la
pobreza que a determinar sus verdaderas causas. O como lo manifiesta Julio
Boltvinnik; “El Progresa discrimina a la gente y lo hace aparecer como un
mérito, anuncian abiertamente que no atiende a todos sino sólo a unos cuantos
de un comunidad aislada en donde yo creo que nadie está exento de la
pobreza. El Progresa también se inscribe en esa línea de modelos promovidos
por la comunidad internacional a través de organismos como el Banco Mundial
y el Fondo Monetario Internacional” (1998:12-A). 

En cuanto a los campesinos e indígenas, el gobierno continuó con el programa


del Campo (PROCAMPO), entregando apoyos a la comercialización, así como
nuevos créditos a las empresas rurales, enmarcándose en la política de
modernización del campo7.  

Un elemento importante inmerso en la política social del sexenio 1995-2000, es


la vinculación entre la política de población y el desarrollo social, dirigidas a
impulsar la reducción del ritmo de crecimiento de la población que exige
mayores esfuerzos para satisfacer las demandas de empleo, educación, salud
y vivienda. Según el Consejo Nacional de Población, la población de México
ascendió a cerca de 94.7 millones de habitantes en junio de 1997. De esta
manera se puede ver también, según este organismo que el cambio
demográfico que ha tenido lugar en México se resume también mediante la
evolución de largo plazo de las tasas de natalidad y mortalidad.  

Según el Programa Nacional de Población 1995-2000, los retos de la política


de población se pudieran precisar de la siguiente manera: 

 Incidir en la circularidad entre pobreza y rezago demográfico;


 Continuar impulsando  la reducción del crecimiento poblacional;
 Atenuar los efectos del alto crecimiento demográfico del pasado;
 mejorar la condición de la mujer;
 fortalecer la familia;
 reordenar el desarrollo regional y la distribución territorial de la
población;
 Armonizar la evolución de los fenómenos demográficos y las exigencias
de un desarrollo sustentable;
 fortalecer una cultura demográfica.

En este sentido, los objetivos  de la política de población, según este plan,


tienden a favorecer al desarrollo social, al desarrollo regional, así como al
desarrollo integral de la familia y de la mujer, y el bienestar de la población
indígena: 

1. Propiciar que la evolución de los fenómenos demográficos armonice con


los procesos de desarrollo económico y social.
2. Procurar que la distribución territorial de la población se adecue a las
posibilidades del desarrollo regional.
3. Promover el desarrollo integral de la familia.
4. Propiciar la participación de la mujer, en condiciones de igualdad con el
varón.
5. Coadyuvar a elevar la calidad de vida y el bienestar de la población
indígena del país.
6. Contribuir al desarrollo de una sólida cultura demográfica (Programa
Nacional de Población, 1995-2000: 56,57).
7. En concordancia con la política de población, el Programa Nacional de la
Mujer, inscrito dentro del Programa Nacional de desarrollo 1995-2000,
contempla un conjunto de objetivos tendientes a mejorar la condición
social de la mujer en el desarrollo social. Estos objetivos son:

 Acceso equitativo y no discriminatorio a la educación;


 Promover un sistema efectivo, oportuno y de calidad para el cuidado de
la salud de las mujeres;
 Enfrentar la pobreza que aqueja a las mujeres;
 Ampliar las oportunidades laborales y protección de los derechos de los
trabajadores;
 Estimular la capacidad productiva de las mujeres;
 Fortalecer la familia como ámbito de promoción de la igualdad de
derechos, oportunidades y responsabilidades para hombres y mujeres;
 Defender los derechos de la mujer y ampliar su acceso a todos los
niveles e instancias de toma de decisión;
 Prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres;
 Promover una cultura de la igualdad mediante imágenes plurales,
equilibradas y no discriminatorias de la mujer (Programa Nacional de la
Mujer, 1995-2000: 32).

Es importante señalar que hablar de un programa de la mujer a escala


nacional, nos lleva a reflexionar un poco más sobre las buenas intenciones
gubernamentales, dado a que, según datos de los organismos internacionales,
son las mujeres las personas más pobres dentro de los pobres. Así, hablar de
un programa de la mujer pasa por vincularlo automáticamente a una
perspectiva de género, eso implica que se comprenda a las mujeres no como
un “instrumento” aislado del desarrollo, sino como parte integrante de éste. En
otras palabras, es plantear como objetivo de desarrollo la igualdad de género.
Vemos entonces que aún con un programa para la mujer, las políticas
sociales en México tienden a no alcanzar este esquema, puesto que si éstas
están orientadas en términos selectivos al “combate a la pobreza”, su único
interés está más orientado a erradicar la pobreza con el objeto de promover un
desarrollo económico que a incorporar a la mujer en el mercado de trabajo.
Así la desigualdad entre hombres y mujeres se basa en la diferencia de
ingresos, soslayando aspectos de tipo cultural y social que la determinan. En
este sentido, es importante observar que “los datos sobre la participación de la
mujer mexicana en el Ejecutivo, en el Legislativo, en los partidos políticos, y en
general en puestos de dirección y toma de decisiones, demuestra que como en
el caso de las minorías étnicas, de migrantes y de discapacitados, los procesos
de democratización y globalización de la economía, poco o nada han
modificado su nivel de representación” (Clara Jusidman de B, 1997:16). 

Cabe destacar que para estos años el gasto social alcanzó un monto de
proporciones históricas en relación a años anteriores y, sin embargo los
recursos siguen siendo insuficientes. Según el Informe del Secretario de
Desarrollo Social del gobierno de Ernesto Zedillo, Carlos Jarque, presentado
en el Coloquio internacional "Enfrentando el reto del Desarrollo Social", en
noviembre de 1999, se estima que se destinarían los siguientes recursos: 

 491 millones de pesos al gasto social;


 Ese monto representa un incremento real de 5.9% con respecto al
presupuesto ejercido en el mismo rubro durante 1999;
 De ese presupuesto global, 52 mil 884 millones de pesos se canalizarán
para el combate a la pobreza, cantidad que representa un incremento
del 8.4% en comparación a la ejercida este año;
 En educación el incremento de los recursos públicos es de 7.8%; y
 En salud, de 6.4%.

Es importante destacar que los recursos del Ramo 26 que hasta 1997 se
denominó Superación de la Pobreza y que hasta 1999 se llamó Desarrollo
Social y Productivo en Regiones de Pobreza, se orientaron principalmente a
proyectos de alcance regional y social, así como a propiciar la generación de
empleos y el mejoramiento de las actividades productivas de las zonas y
grupos de mayor pobreza. En el año 2000, los recursos se transfirieron al
Ramo 20, Desarrollo Social, que alcanzó una cantidad de 3,899 millones de
pesos distribuidos de la siguiente forma: 84% al Fondo para el Desarrollo
Productivo; el 2,1% al Fondo para impulsar el desarrollo Regional Sustentable;
el 5,4% al Fondo para atender a grupos prioritarios; y el 7,6% al Fondo de
Coinversión Social y Desarrollo Comunitario. 

Como podemos ver, en México existen y han persistido algunos  mitos sobre la
política social y la evaluación de ésta. Alejandro Tuirán Gutiérrez (2001), ha
estimado que estos son los que se han generado en la mayoría de las
discusiones relacionadas con la pobreza y la política social. Estos son los
siguientes:  

1.- El éxito del combate a la pobreza depende de una mayor asignación de


recursos;

2.- Todo gasto que se realice para abatir la pobreza siempre deja beneficios;

3.- El crecimiento económico reduce la pobreza y mejora la distribución del


ingreso;

4.- Una baja inflación disminuye la pobreza;


5.- La generación de empleos y la reducción del desempleo automáticamente
disminuyen la pobreza. 

A nuestra manera de ver, estos mitos van ligado a una postura de carácter
institucional. Aunque en los últimos tres gobiernos del PRI (Miguel de la Madrid,
Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo), se crearon las bases para un
proceso de transformación institucional, la institución relacionada con la
cuestión social, no obstante haber contado con programas sociales tales como
el Crédito a la Palabra, Empresas Sociales, Programa de Empleo Temporal,
Programa Nacional de Jornaleros Agrícolas, Fondos Regionales Indígenas,
Comisión Nacional de las Zonas Áridas, Programa Nacional de Reforestación,
Programa de Desarrollo Productivo de la Mujer, Programa de Maestros
Jubilados y el Fondo de Coinversión Social,  no fue tocada a fondo en este
sentido.  Se puede afirmar que esto fue a causa de que se continuó con el
Estado de negociación corporativa, para hablar en términos de James G.
March y Johan P. Olsen (1997), donde, por una parte, la sociedad se sintió
limitada por la falta de participación, para proponer las reformas de la
burocracia pública8. Y donde, por la otra, se continuó con una debilidad de la
institución social, ya que la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol)9, fué
excluida de los ámbitos de poder en donde se tomaban las grandes decisiones 
de política económica que incidieron sobre la sociedad, quizás porque en esta
esfera del Estado ha sido un bastión del clientelismo e ineficiencia.  Esto fue lo
que puso en cuestión la efectividad del sistema político mexicano, puesto que
ésta depende en mucho grado de la efectividad de las instituciones 
administrativas. 

LA ¿NUEVA POLÍTICA SOCIAL? DE LA TRANSICIÓN MEXICANA 

Después de 71 años de un régimen controlado por un sólo partido, que llegó a


ser el más antiguo del mundo, y que se caracterizó por su corporativismo y
presidencialismo exagerado, surgió a partir de este año un nuevo gobierno
dirigido por el Partido Acción Nacional que dirigirá los destinos de México. En
este sentido, una de las grandes tareas que tendrá que enfrentar este gobierno
será, por una parte, la de combatir a fondo la pobreza  que padecen millones
de mexicanos, y por otra parte, profundizar en la transición y la reforma de las
instituciones del Estado. 

En la nueva política social del nuevo gobierno, denominada la Política Social


en el 2001, se destaca lo siguiente: 

La política social tiene como objetivos asegurar el pleno ejercicio de la


libertad personal, multiplicar las oportunidades de progreso material,
favorecer el desenvolvimiento intelectual y propiciar el enriquecimiento
cultural de las personas. Una política social que promueva la capacidad,
la fuerza y voluntad de todos para bastecerse así mismos y propugne
por la erradicación de cualquier forma de vasallaje o sumisión,
eliminando tutelajes y paternalismos; se trata de una política incluyente y
liberadora.  
Se considera a la educación como la primera y más alta prioridad para el
desarrollo del país. El compromiso en esta materia es alcanzar un
sistema educativo informatizado, estructurado y descentralizado; con
instrucción de calidad, condiciones dignas y maestros profesionales
(www.sedesol.gob.mx). 

El nuevo gobierno ha puesto andar el Programa Nacional de Atención a 250


Microrregiones, con el objetivo de “superar la pobreza y promover el desarrollo
de las 250 microrregiones, conformadas por los 476 municipios de muy alta
marginación, concentrando esfuerzos y recursos en forma articulada entre los
tres órdenes de gobierno, y con la participación social”
(www.sedesol.gob.mx/regiones/).  

Para la planificación del desarrollo social, el gobierno actual ha creado


instrumentos   para apoyar este proceso: el Convenio de Desarrollo Social
2000 (CDS). Este es un instrumento jurídico donde se definen compromisos
específicos entre el Gobierno Federal y los gobiernos de los estados para la
ejecución coordinada de proyectos y acciones de combate a la pobreza y de
promoción del desarrollo social y regional que se lleven a cabo en estados,
municipios y localidades, con la participación que corresponda a los
ayuntamientos y a los sectores de la sociedad. En los CDS se establecen,
entre otros compromisos, la distribución equitativa, racional y transparente de
los recursos de los programas de Desarrollo Regional del Ramo 20. 

Este año el gobierno prevé que la proporción del gasto público destinado al
Desarrollo Social se eleve en 4.7% real en comparación al año anterior. El
monto en el 2001 representará el 61.2% del gasto programable total y el 9.2%
respecto al Producto Interno Bruto. 

ALGUNOS PUNTOS PENDIENTES EN MATERIA SOCIAL 

No obstante a esta nueva propuesta de política social, es importante que el


gobierno mexicano se plantee retos concretos de equidad para no caer en los
mismos errores de las políticas de desarrollo social de anteriores gobiernos: 

En primer lugar, es importante comprender que el estado de salud de las


personas es el resultante de la acción de una serie de factores entre los que se
destacan las condiciones ambientales y el saneamiento básico, los hábitos de
vida y la alimentación, las acciones preventivas y la disponibilidad de centros
curativos. Por tal motivo el Estado debe plantearse los siguientes desafíos:

 Impulsar con coherencia la estrategia de atención primaria. Este


consiste en saneamiento básico, refuerzo nutricional y programa de
salud primaria
 Consolidar sistema de atención que provean servicios de calidad a las
grandes mayorías
 Reformar la organización del sistema público de salud.

 
 
En segundo lugar, el gobierno debe enfrentar a la visión asistencialista de
la política social. Para ello debe establecer acciones que generen empleos de
mayor calidad e ingresos que le ayuden a los sectores más pobres del país a
salir de su condición precaria. Así, coincidiendo con Alejandro Tuirán Gutiérrez
(2001), “es urgente crear programas que permitan potenciar las capacidades y
habilidades de la población ocupada de escasos recursos con el propósito de
que puedan insertarse en mejores condiciones en el mercado de trabajo”
(2001:21-22). Es importante, en este sentido, aplicar una enérgica política de
calidad de la educación. Así la capacitación laboral deberá ser fundamental
para aumentar las oportunidades de empleo e ingresos.  
 

En tercer lugar, en las estrategias de microcrédito en las microrregiones, el


gobierno mexicano debe proporcionarles  a la población beneficiada de esta
política, los canales de la comercialización adecuados.  

En cuarto lugar, podemos ver que dado al cambio de nombre de


PROGRESA, el gobierno ha propuesto una estrategia global que se llamará
“CONTIGO”, que tiene como objeto integrar los diferentes programas de corte
social y que son operados por las Secretarías de Desarrollo Social, Educación
y Salud.  En este sentido, sería importante que el gobierno logre hacer eficiente
la administración, ejecución y evaluación de esta estrategia. 

En quinto lugar,  cabe destacar que una institución renovada en materia


social, debe establecer que sus ejecutores (profesionistas que trabajan muy de
cerca) cuenten con un servicio civil profesionalizado, así como de sueldos,
condiciones de trabajo y perspectivas laborales bastantes confiables y no
vulnerables. 

En sexto lugar, se deben establecer las bases de nuevas instituciones


democráticas que permita que la administración asegure el desarrollo de la
política social, generando redes donde intervengan agentes privados y
públicos. Es importante que el gobierno amplíe y de más cobertura al Consejo
Consultivo Ciudadano de Desarrollo Social. 

En séptimo lugar, es importante establecer mecanismos que permitan la


coasociación del sector gubernamental, el sector privado y la sociedad civil con
el objeto de redescubrir articulaciones que apunten al fortalecimiento de
políticas sociales compartidas y participativas.  

Estos retos, comunes a México como al resto de los países de América Latina,
se pueden hacer efectivos si los gobiernos se centran en desagregar la
inequidad en las capacidades de funcionamiento, en el acceso a los activos, en
el acceso al crédito, en el acceso a la formación de capital humano y en el
acceso a la atención de salud básica. Por lo que creemos que la agenda
mexicana y en general latinoamericana debe priorizar en lo siguiente: 

 Creación de Capital humano;


 desarrollo del capital social;
 empleo a través de las Pequeñas y Medianas Empresas;
 fortalecimiento institucional del área social y especialmente de salud;
 profundización de la democracia y;
 rol del Estado como promotor del desarrollo

Es así como podemos lograr el bienestar, basado en la equidad, para un


proceso de transición democrática. 
 
 
 

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