Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Visto desde fuera será primero un caballero andante a lo divino; luego un eremita
retirado en Manresa; más tarde un peregrino devoto en Tierra Santa; posteriormente
un estudiante pobre, aunque diligente, en Barcelona; después un mal estudiante en
Alcalá, demasiado activo apostólicamente; y ni siquiera puede ser estudiante en
Salamanca, donde se le juzgó como sospechoso predicador ambulante antes de
poder estudiar nada; sólo más tarde se convirtió en un alumno disciplinado en París,
hasta sacar su título universitario de maestro en Artes por la mejor universidad de la
época. Al poco tiempo fue clérigo y sacerdote carismático en la Señoría de Venecia y
misionero frustrado de Tierra santa. Poco después, en Roma, fue miembro fundador
de una orden religiosa novedosa; enseguida superior general de dicho instituto y
organizador de su actividad apostólica en la misma ciudad y en el mundo entero; y
años después, anciano y enfermo en los últimos meses de su vida, murió en aquel
cargo que no le gustaba ocupar. Así podemos resumir su peregrinación exterior.
Sin embargo, el proceso espiritual del peregrino es más difícil de identificar, aunque
algo de su camino interior se puede rastrear en la trayectoria que sus discípulos le
pedían y que él mismo narró: "el modo como Dios le había dirigido desde el principio
de su conversión". De este modo, la experiencia espiritual de Ignacio pasa por varias
etapas, reflejadas en su narración autobiográfica y resaltada por los distintos co-
mentaristas.
Esto es fruto del ensayo y error. El escrúpulo en Manresa le lleva casi a querer quitarse la vida para
quitarse la culpabilidad.
Pero es que, además, Ignacio aparece siempre como un guía que trata de llevar a las
personas "suavemente", a su ritmo, como sucede en los casos paradigmáticos de
Pedro Fabro y de Francisco Javier. Se muestra como un pedagogo humano y espiritual,
que no da a nadie "cosas que no pueda descansadamente llevar y aprovecharse
dellas" (Ej 18), acercando los ideales deseables al bien realistamente posible en cada
momento. Del mismo modo, el que da los Ejercicios debe tratar con suavidad
ciertamente al ejercitante tentado (Ej 7), pero también en otros momentos; pues debe
acompasar el proceso ideal (objetivo) al ritmo suave del Espíritu y las posibilidades
reales (subjetivas) de cada persona; por lo mismo, un acompañamiento que fuerce los
procesos o agite excesivamente al ejercitante no parece muy ignaciano. Seguramente
Ignacio transmite también esta mentalidad de proceso espiritual a sus discípulos; por
ejemplo el dulce Pedro Fabro, el que mejor daba los Ejercicios según Ignacio, también
expresa su experiencia espiritual como proceso y se manifiesta como un afable
conversador espiritual y consumado maestro del afecto.
A cada uno lo va guiando según sus necesidades y características, cómo fortalecer y potenciar sus
virtudes y ayudar al crecimiento de los límites. Esto nos lleva a acompañar a cada uno según su
camino y sus características, con dulzura como Ignacio, y no sobrecargar sus cargas sino aligerar el
peso.
La síntesis del Ignacio maduro, es ser contemplativo en la acción, es capaz de descubrir a Dios en
todas las cosas, va encontrando a Dios en todas las cosas.