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Autores:
John James Gómez Gallego,
Johnny Javier Orejuela Gómez,
Carolina Martínez Libreros,
Lina Fernanda Zúñiga Pacheco,
Johan Steven Bueno García,
John Jairo Piedrahita Arango,
Faisury Renza Polanco.
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Una aproximación psicoanalítica
Universidad de
San Buenaventura
seccional cali
Sujeto, amor
y goce en el estilo de
vida swinger
Una aproximación psicoanalítica
2010
© Sujeto, amor y goce en el estilo de la vida swinger
Una aproximación psicoanalítica
ISBN: 978-958-8436-36-4
Tiraje: 300 ejemplares.
Depósito legal: se da cumplimiento a lo estipulado en la Ley 44
de 1993, decreto 460 de 1995 y decreto 358 de 2000.
Impreso en Colombia - Printed in Colombia.
Tabla de contenido
Introducción . ..................................................................................................... 13
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capítulo 4. EL ESTILO DE VIDA SWINGER: ¿Una forma
de preservación del ideal de amor?....................................... 111
El amor, sus estructuras y sus transformaciones............................................... 112
Del impasse sexual en el paso amoroso: Análisis de un caso.......................... 120
Primer tiempo: El anudamiento amoroso................................................... 120
Segundo tiempo: El anudamiento al estilo de vida swinger........................ 124
Pareja, tradición y familia en el estilo de vida swinger..................................... 127
Amor y sexualidad en la pareja swinger........................................................... 129
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Agradecimientos
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Introducción
El amor es impotente, aunque sea recíproco, porque ignora
que no es más que el deseo de ser Uno, lo cual nos conduce a la
imposibilidad de establecer la relación de ellos.
¿La relación de ellos, quiénes?—dos sexos.
(Lacan; 1972)
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
lidad–, pues el interés que nos mueve en relación con el tema es indagar por
lo que acontece con la subjetividad de quienes se inscriben en dicho estilo de
vida; de manera más precisa, lo que sucede en torno a dos lógicas que hemos
considerado fundamentales por ser inherentes a la subjetividad en el lazo que
sostiene a la pareja amorosa: el amor y el goce.
Por lo tanto, si hemos centrado nuestro interés en estas dos lógicas es justamente
en consideración del valor que representan, porque permiten comprender cómo
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Introducción
se anuda la pareja, con todos los avatares que el encuentro amoroso y el encuen-
tro sexual conllevan de manera inevitable. Esto permitió una aproximación a la
pregunta por el sujeto en el lazo con ese otro que ha elegido como su partenaire
para el amor y para el goce. Pregunta novedosa si se considera que es poca la
literatura sobre el tema y aquella que se encuentra apunta en la mayoría de los
casos a aproximaciones distantes de la investigación seria o al menos de una
postura que no se limite a expresar juicios guiados por la moral y por tanto el
señalamiento del estilo de vida swinger como la máxima aberración antimoral
de nuestra época; o, de otro lado, a textos escritos por sujetos que participan
de dicho estilo de vida, publicados como respuesta a los ataques moralistas
o para promover y exaltar su postura.1 En ambos casos se trata de posiciones
concordantes con la idealización de la propia manera de gozar y que cada quien
supone, con base en una elaboración narcisista, como la más adecuada.
Ahora bien, para iniciar una aproximación cuidadosa a esta pregunta resulta
menester reconocer que los intercambios sexuales en los que participan más
de dos personas no son algo absolutamente novedoso o sin precedentes. Desde
los principios de la cultura griega la oscilación entre la mesura, caracterizada
por las buenas formas representadas por el dios Apolo, y los excesos marcados
por la dedicación a los placeres del goce del cuerpo centrados en la comida y
el placer sexual, representados en el dios Dionisio, fue inherente a las lógicas
sociales, cuestión que, como es sabido, ha motivado a reflexionar a pensadores
de todos los tiempos. Tal es el caso Friedrich Nietzsche, en quien tenemos un
evidente ejemplo de ello, pues dedicó gran esfuerzo a pensar sobre esta dualidad
en sus desarrollos sobre El nacimiento de la tragedia.
1. Podríamos decir, incluso, que esta toma de partido por el juicio moral por parte de los
opositores del estilo de vida swinger, o bien por la promoción y exaltación de los ideales
de libertad sexual y progresismo que defienden los adherentes a dicho estilo de vida, es el
fundamento de todos los artículos y libros que logramos rastrear en torno al tema y que
presentamos a lo largo de este libro.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
helénico y romano, así como las de la Edad Media, y lo que hoy puede ser
comprendido como estilo de vida swinger.
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Introducción
qué decir del medioevo cristiano cuando la sexualidad con fines distintos a la
procreación con la aprobación de Dios resultaba pecaminosa, al punto de llevar a
muchos a la “condena eterna”. En la actualidad, a pesar de que nos encontramos
en una época de pornografía del goce (Sahovaler; 2009), la sexualidad sigue en
el centro de las polémicas concernientes a la moral pública. Esto, claro, coloca
en dicho centro también a quienes se inscriben en el estilo de vida swinger, lo
que ha llevado a que del lado moral religioso sean considerados “pervertidos” y
del lado de la salud pública sea un “vector de riesgo”, calificativos en la mayoría
de las ocasiones al margen del conocimiento de lo que puede o no significar
el enunciado “estilo de vida swinger”, y las implicaciones que conlleva para los
sujetos y sus prácticas. Por ello esta investigación apuntó a develar lo que está en
juego en la subjetividad y con tal propósito intenta separar de las apreciaciones
morales, como también del ideal que para los propios sujetos puede representar
el estilo de vida en el cual se inscriben.
Cuando en 1905 Freud publicó sus Tres ensayos de teoría sexual resultó escanda-
loso, por decir lo menos, pues colocaba en evidencia la presencia frecuente, en
sujetos perfectamente “normales”, de deseos vinculados con la sexualidad que
según los ideales vigentes eran considerados aberrantes y pecaminosos, cuando
no patológicos. Algunas de las cuestiones develadas por Freud señalaban que
no había tal complementariedad entre el hombre y la mujer, pues para fines
sexuales cualquier objeto puede ser satisfactorio de acuerdo con las condicio-
nes particulares de cada sujeto. Por otra parte, resaltaba la evidencia de que la
relación del sujeto con la sexualidad está definida por el goce del cuerpo y no
por la búsqueda de la reproducción, bien fuese orientada por fines morales o de
conservación de la especie. Esto colocó en la escena pública que la sexualidad
humana no responde de manera exclusiva a la naturaleza o a los ideales y, por
tanto, no puede inscribirse en estándares, por lo cual la palabra normalidad no
es aplicable a cuestiones relacionadas con la sexualidad humana. Así, ésta es,
para el psicoanálisis, la sexualidad de un ser hablante afectado por el mundo
simbólico y por los efectos que de ello devienen sobre el cuerpo y sobre las
formas en que hace nudo con otros seres sexuados y con los objetos en general.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
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Introducción
estilo de vida swinger. Sólo así pudimos abordar de manera lógica y precisa los
casos de estudio, y desde allí abocar la reflexión de los conceptos centrales de
nuestro trabajo. Requerimos para ello de seis capítulos en los que damos cuenta
de esta experiencia, de los casos abordados y de las construcciones derivadas
del ejercicio analítico-reflexivo sobre ellos.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
del lugar que la ley ocupa en el goce al que un sujeto se autoriza cuando se
inscribe en el estilo de vida swinger y acepta el pacto simbólico que esto implica
en la relación con su partenaire. Inicia, pues, de manera concreta este capítulo
el análisis de las cuestiones subjetivas en torno al goce y la ley, a partir de los
desarrollos construidos con base en los casos estudiados y las reflexiones que el
psicoanálisis y la antropología permiten hacer sobre ellos.
El cuarto capítulo, El estilo de vida swinger: ¿una forma de preservación del ideal
del amor?, da cuenta de algunos de los hallazgos más interesantes a los que nos
condujo la escucha de los sujetos en lo que a la lógica amorosa se refiere. Para
formalizar dichos hallazgos hacemos un recorrido por los orígenes del amor
romántico analizado con base en la historia, la antropología, la sociología y el
psicoanálisis, para después abordar las trasformaciones que tal ideal de amor
ha tenido en los últimos dos siglos. A partir de allí se desarrolla la construcción
de los casos en torno a la pregunta por la lógica del amor que se revela como
hecho no sólo significativo sino también sorpresivo, la función imaginaria que
el estilo de vida swinger cumple para los sujetos en tanto pantalla que intenta
velar la falta de armonía entre los sexos, con lo cual la apariencia liberal del
estilo de vida swinger interpretada por el observador mediano deviene en po-
sición conservadora de los ideales de la tradición amorosa mantenida desde
finales del siglo XVI.
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Introducción
culada con la pregunta por el goce femenino, empuja al sujeto hacia un plus
que termina por resultarle insoportable y que devela el retorno de un real. Para
dar cuenta de este desarrollo se presentan algunos postulados psicoanalíticos
acerca de la sexualidad y del cuerpo como lugar del goce, para derivar, poco a
poco, en el análisis particular de uno de los casos en que el plus de goce como
efecto de la angustia masculina hace que el sujeto no pueda avizorar ni calcular
las consecuencias de sus elecciones, como tampoco los efectos resultantes de
trasgredir el pacto simbólico en el que se enmarcaba el lazo constituido con su
pareja en el estilo de vida swinger, con lo cual se ve enfrentado al horror de un
goce que le resulta insoportable y que podría explicar el retorno de la falta de
complementariedad y armonía entre los sexos.
En tal sentido este libro busca ser una aproximación al estilo de vida swinger
en la que la clínica psicoanalítica permita, si no sacar conclusiones, al menos
develar aquello que sobre el tema puede resultar en principio velado, es decir,
que allí donde las apariencias y las interpretaciones apresuradas orientadas por
la “buena moral” o por la exaltación de los ideales de liberación dejan relucir
una oposición entre “lo bueno” y “lo malo”, se dignifique el lugar del sujeto
devolviéndole la palabra para que, a partir de allí, pueda hacer emerger algo
de la verdad que le atañe y construir un saber en el que prime una ética clínica
antes que una moral feroz.
Por esto nuestro trabajo y el libro que presentamos están dirigidos tanto a
aquellos que solo por curiosidad encuentran inquietantes las preguntas aquí
plantadas, como aquellas personas que en el marco de la academia en general
y de las ciencias sociales, la psicología y el psicoanálisis en particular, comparten
con nosotros algún interés por las modalidades del goce en la época contempo-
ránea y las lógicas como constituyen las variantes del lazo amoroso a partir de
las nuevas ofertas de goce propias de la cultura contemporánea. Para nosotros
se trató de una experiencia singular en la que fuimos movidos por la pregunta
ante las aporías que los nuevos modos de gozar presentan hoy a los sujetos, y
las implicaciones que ello tiene sobre las lógicas del amor y el goce, cuestiones
fundamentales desde siempre para la clínica psicoanalítica, pero también para
la clínica de la cultura que, indudablemente, Freud inauguró.
Los autores
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Capítulo 1
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
como un estilo de vida, pasando por los swinger personalizados y los localizados.
Más adelante se aclarará cada uno de estos casos.
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
Ahora bien, apelando a una metáfora relacionada con las definiciones que
plantea la teoría de la música para diferenciar los modos o formas musicales de
los estilos, podríamos decir que el estilo de vida swinger puede tener, como ya
lo señalamos, diversas formas de manifestarse, desde las más superficiales como
los curiosos, hasta las más relacionadas con esta subcultura, como quienes se
identifican con el estilo de vida como tal.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
2. Se llama perfil al espacio particular que una persona construye con información e imágenes
con las que se presenta a los demás usuarios. Esta palabra es de uso común en las platafor-
mas mencionadas; es, incluso, la manera como se denomina la página principal del usuario.
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Aunque el fenómeno swinger ha tomado mucha fuerza en los últimos años, esta
no es una práctica nueva; al contrario, se supone que tuvo su origen en el hecho
de que algunos miembros del ejército norteamericano, al pasar mucho tiempo,
a veces años, fuera de su hogar consentían en que sus compañeros y mejores
amigos hicieran visitas de carácter sexual a sus esposas con el fin de que estas
no se vieran en la necesidad de ser “infieles” a sus esposos, considerando que la
relación sexual resultante era consentida por el cónyuge. Debemos aclarar que
este supuesto no ha sido corroborado dado que no se encuentran evidencias
que lo soporten, pero anotamos que es una presunción histórica más aceptada
por todas las comunidades swinger del mundo. Por otro lado, es importante
considerar que dada la naturaleza delicada del tema y las condiciones no solo de
la época sino también de la cultura castrense en la que se encuentran inmersos
los militares, estos no querrían dejar evidencia del tipo de actividades sexuales
practicadas en el círculo militar.
En los años sesenta del siglo pasado, un aporte importante al fenómeno swinger
fueron las comunidades hippie, en las que se promovía un alto grado de libertad
en la relación de pareja y se predicaba la tolerancia a la infidelidad o lo que
se llamaba el poliamorío, según el cual una persona podía tener más de una
relación de carácter sexual alterna a su relación de pareja. Pero estas nuevas
formas de enfocar la relación de pareja tienen sólo alguna semejanza con el
fenómeno swinger, ya que en este, ambos convivientes participan activamente
en el encuentro sexual.
Otra posible explicación de las raíces del swinger nos la da Daniel Brocamonte:
“El estilo de vida swinger nació a mediados de los cincuenta en Filipinas, cuan-
do los soldados estadounidenses mataban el tiempo en bases fuera de su país.
Algunos militares –junto a otras mujeres, que no siempre eran sus esposas– in-
ventaron un juego que consistía en poner dentro de un sombrero las llaves de
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
Lo anterior nos muestra que inclusive una institución social básica como la fa-
milia, es cambiante, como nos lo indica Giddens (1992), quien dice lo siguiente
a propósito de los cambios sufridos por la pareja como institución:
Uno de los cambios relacionados con la pareja y a lo que Giddens se refiere como
una revolución es el fenómeno swinger resultado de los múltiples cambios que
han aparecido con el paso de los años. Si hasta hace poco la forma clásica de
matrimonio era una relación estrictamente monogámica, heterosexual y cerrada,
y la fidelidad era el acuerdo más importante de la pareja. Hoy los nuevos modos
de vida y de habitar los espacios han introducido variaciones en esta concepción
tradicional de la vida conyugal.
Una pareja swinger es aquella que decide, por mutuo acuerdo, ejercer su libertad
sexual y practicar el intercambio de pareja. Esto en algunos casos puede gene-
rar traumatismos en la pareja, pero en la mayoría de las veces suele reactivar
la relación al sacarla de la rutina y permitirle ampliar sus horizontes sexuales.
Entre las parejas swinger parece que el lema común es “te amo pero te compar-
to”. De acuerdo con esto, se entiende que el cuerpo de ambos es suyo por lo
que su actividad sexual con otro se acepta, siempre y cuando la pareja tenga
conocimiento de ello y surja del deseo de su pareja, ya que lo que se busca es
eliminar la infidelidad en la relación, o por lo menos se aspira a ello.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Freud (1905) en Tres ensayos para una teoría sexual, nos indica algo sobre las
transgresiones anatómicas al mostrarnos cómo la satisfacción sexual humana
no se reduce a lo estrictamente genital, es decir, nos enseña la importancia y
sobrevaloración que en muchos casos se da a algunas partes y fluidos corporales
como objeto de deseo, como el beso, por ejemplo, que tal vez desde el inicio de
la humanidad ha sido una manera de mostrar afecto y amor en la mayoría de las
civilizaciones. Es este un factor importante a tener en cuenta en las relaciones
swinger, en las que muchas parejas tienen como límite el besar en la boca, es
decir, algo que sólo debe hacerse entre ellas. Esta frontera es común en parejas
que valoran el besar en la boca más allá de lo sexual, e incluye sentimientos,
afectos, asunto que debe mantenerse al margen.
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
portales en los cuales se pueden encontrar más de mil anuncios con perfiles
fotográficos de parejas y miles más de toda Colombia. Se trata de páginas de
inscripción gratuita que han tenido mucho éxito, pues son ahora las páginas
principales que las parejas swinger prefieren para dejar sus perfiles y encontrar
parejas con gustos afines. En otros portales se pueden encontrar perfiles de
parejas de toda Colombia, pero se distinguen por ser páginas de cobro; es
decir, para poder ver los perfiles de sus integrantes se tiene que comprar una
membresía que cuesta diez mil pesos mensuales. La mayoría de los perfiles que
se encuentran en un portal también se pueden ver en otros, con la ventaja de
ser gratuitos. Adicionalmente, otro portal, estrictamente para parejas de Cali,
fue ideado por una pareja swinger como un espacio de encuentro más cómodo.
Otro espacio que se privilegia son los diferentes foros en los que las parejas
pueden hacer sus preguntas a los encargados de las páginas, además de consig-
nar los relatos eróticos referentes a los encuentros que han tenido; algunos de
sus títulos son “mi primera vez en un trío”, “Nuestra visita a un bar swinger”,
“Cómo descubrimos nuestro gusto por el swinger”, “Fascinada con mi primera
noche swinger”, etc. En estos relatos las parejas confiesan su satisfacción por
las experiencias swinger.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
estéticas” que las aleja del ideal inalcanzable que la moda impone como valor,
y genera una intensa excitación amparada por una ilusoria libertad.
Como se mencionó, las plataformas virtuales a través de las cuales los swinger
establecen sus contacto, cuentan con una configuración similar a las que pue-
den observarse en portales de redes sociales convencionales y populares. Así,
poseen distintos aspectos que propician la “interacción social” de tipo virtual.
Hay en sus páginas principales diferentes tipos de información legal, propias de
los website, con algún tipo de contenido denominado “adulto”; es decir, imá-
genes o textos de tipo sexual explícito. Se encuentran anuncios en la pantalla
inicial: como el tipo de población que puede acceder: “Para entrar a este portal,
debes ser mayor de edad”, lo cual intenta delimitar lo permitido y lo prohibido
en cuanto al ingreso, cuestión que por demás sólo opera como formalidad, pues
no imposibilita el ingreso ya que para acceder basta oprimir el botón: Entrar.
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
Otro tipo de anuncio que se encuentra en las páginas de ingreso alude a los
derechos reservados de la página web: “Derechos reservados © 2004 - 2009”.
Este tipo de anuncio pone en cuestión los derechos a la privacidad y a la pro-
piedad, en la medida en que el espacio sobre el cual se declara la propiedad es
un espacio ¿público? de administración privada y a la vez comunitaria, así que
los derechos operan en principio sobre la reserva de uso de los contenidos. De
todas maneras, de acuerdo con las indagaciones realizadas al respecto (Rodríguez
y Arango, 2009), no es clara la legislación sobre el espacio virtual; es decir, no
existen aún normas precisas en cuanto a lo propio y lo común o a lo público y lo
privado en este medio. Sin embargo, dada la naturaleza de nuestro estudio, este
es un tema que dejaremos de lado pues atañe de manera particular al campo del
derecho y sólo será relevante aquí aquello que pueda tener algún efecto sobre
los sujetos y sobre el objeto de estudio que abordamos.
Ahora bien, la web especifica con claridad las características con que debe contar
el usuario para ingresar, pues a más de los requisitos legales debe cumplir requi-
sitos de índole particular. Entre ellos los que con claras indicaciones definen el
sector poblacional para el que se oferta; es decir, el significante que nombra la
existencia de una comunidad, ante lo cual los sujetos pueden inscribirse al saber
claramente para quiénes está diseñada la página web,“la comunidad colombiana
para adultos”, y el tipo de “mentalidad” que deben tener quienes decidan ingre-
sar a la página: “Para ingresar [...] debes tener mente abierta”. Estas indicaciones
plantean de entrada el supuesto del deber ser de quien decide ingresar. Por lo
tanto, vemos cómo lo que está en juego no es sólo el ingreso a una página web
sino a un espacio virtual y a la comunidad que en él habita.3
Otras distinciones particulares de estas páginas web son los símbolos que las
identifican. En las páginas estudiadas, los símbolos aluden al nombre del portal
web y llevan sus colores distintivos seguidos del ícono de una tienda, que re-
presenta la tienda virtual que muestra la página en sus anuncios publicitarios.
3. Esto plantea la existencia de una ética en un discurso normativo que sería propio de la co-
munidad swinger. No ahondaremos ahora en este tema pues será desarrollado más adelante
en el capítulo: Ética y erótica en el estilo de vida swinger.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Es claro que lo que buscan estos medios virtuales no es sólo abrir espacios para
el intercambio entre los usuarios, sino también mercadear bienes y servicios
relacionados, lo cual es crucial en su concepción. Así, la página web es a la vez
tienda y espacio publicitario para terceros que, debido a la afluencia de público,
deciden invertir colgando sus anuncios en la pantalla. Los usuarios y visitantes
encuentran, por tanto, anuncios publicitarios relacionados con la sexualidad,
que incluyen desde información sobre servicios de moteles y clubes swinger, hasta
venta de lencería, juguetes sexuales y otros artículos de uso erótico en general.
Se trata, entonces, de publicitar juegos para el goce sexual que garantizarían
una satisfacción sexual mayor, lo cual se inscribe, al menos desde nuestra pers-
pectiva, en una vertiente que pretende presentar un ideal, a saber, la posibilidad
de acceder al goce sexual pleno. No obstante, consideramos importante tomar
en cuenta lo que el psicoanálisis manifestó acerca de ello desde cuando Freud
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
(1908) descubrió que en las histéricas subyacía la represión del deseo sexual, pues
ya no encontraban en los ideales del matrimonio la vía para sublimar la pulsión.
“No hay relación sexual” es la expresión que Lacan (1972-73) utiliza para esto
que ya Freud anticipaba acerca de la falta de complementariedad entre los sexos,
pues, por la metaforización propia del lenguaje, no existe un objeto único que
garantice el goce pleno. De ahí que el deseo sea siempre ---------, estos es, por
definición imposible de satisfacer. Lo que se presenta en la website aparece como
la promesa de satisfacción basada justamente en la multiplicidad de objetos, pero
esta multiplicidad, en vez de garantizar la satisfacción a la que aspira, pone de
manifiesto la imposibilidad de goce absoluto ya que la sexualidad humana, en
tanto atravesada por lo simbólico, no responde a fines ni a objetos “naturales”. El
objeto siempre se desplaza y constituye tanto deseo como goce. Adicionalmente
habría que considerar que “la causa capitalista no construye ninguna pareja, no
une a los individuos entre ellos, sino a cada uno de los objetos y deja entonces, a cada
uno reducido a su propio cuerpo, proletario en el sentido antiguo” (Soler, 2009: 16).
El otro espacio virtual (página web) que ofrece información para quienes se
interesan en lo swinger no es precisamente una comunidad virtual. Este sitio
de internet se centra en los eventos sociales swinger. En primer lugar, la página
presenta una serie de anuncios legales y una información inicial sobre lo que es
la web y reitera varias veces el nombre de la página. Entre los aspectos legales se
encuentra la indicación acerca de la edad que se debe tener para poder ingresar
a la página web: “Para entrar a este portal usted debe ser mayor de edad en su
país”. Un segundo anuncio en letras de color rojo aclara nuevamente que se
debe ser mayor de dieciocho años.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Este website cuenta con un vínculo en su presentación que enlaza con una
página web contra la pedofilia, otro vínculo que apoya a la comunidad LGBT4 y
un anuncio acerca de la importancia de la protección de la salud con el uso del
condón “Disfruta la vida sanamente”, “si usas condón reduces el 99.9% de riesgos
de infección y así gozar más la vida”. Estos elementos, que corresponden a lo que
comúnmente se denomina “responsabilidad social”, se refieren a la protección
de los derechos y el respeto a la ley a la que debe comprometerse cualquier orga-
nización. La oferta está ligada a la ley, es decir, a la obligatoriedad de anunciar a
los usuarios los límites en los que se mueve aquello que se oferta. Esto resulta de
gran interés, pues nos da a ententer cómo en la ética del capitalismo se “ordena
gozar, pero las formas son impuestas por las leyes del consumo…” que “…estimula a
cada uno por el contagio de imágenes-tipo y de slogans” (Soler, 2009:22). Esta orden
de gozar ligada a los imperativos de la ley que se presenta en la página web sirve,
ante todo, para que el usuario deseche cualquier sentimiento de culpabilidad
que pudiere albergar, pues al asegurarle que aquello que hace está enmarcado
en el campo de la ley, el consumo al que se aboca se garantiza como legítimo.
Tal vez, el auge de las “comunidades virtuales”, en las que como ya hemos dicho
se privilegia lo imaginario, aparece como una de las respuestas posibles a la
precariedad del lazo en la contemporaneidad. Esta precariedad parece resultar
de la dificultad cada vez más notoria de los sujetos para construir con el otro,
pues el deseo de hacer discurso con ese otro parece desplazado, en la ética del
capitalismo, por la alienación del sujeto en el consumo de objetos. Así, la felici-
dad se concibe como obtener éxito o riqueza; es la tendencia a la acumulación
por la cual el sujeto se enfrenta a las exigencias de un Otro feroz que lo llama
a gozar en soledad, pues dicha ética “se sirve de otra seducción contando con el
resorte de la competencia narcisista” (Soler, 2009: 22), y promueve una suerte de
narcinismo;5 es decir, un narcisismo que desconoce al otro en la medida en que
está estrechamente ligado a la posición cínica de la competencia narcisística, que
como expresión condensa el lado cínico que tiene el narcisismo exhacerbado en
nuestros días. Por lo tanto, el sujeto encontraría en los medios virtuales prótesis
con las que intenta suplir la precariedad del lazo simbólico, pero tal suplencia
perpetúa la precariedad pues, tal como se observa en las diferentes páginas de
éstas “comunidades”, el sujeto continúa en la lógica de la acumulación, ahora
acumulando contactos con los que poco hace lazo, pero que fantasea como
amigos. Ejemplo de ello es lo que las redes sociales muestran cuando en cada
perfil de usuario anuncia: “Fulano de Tal tiene 300 amigos”. Este enunciado in-
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
Ahora bien, en la página web del portal analizado, se hace una introducción
breve en la que “el creador” de la página se dirige al visitante:
“El creador” indica que no es una web pornográfica y que se darán a conocer
a través de este sitio cosas de Cali que las personas no conocen, y reitera nue-
vamente que las personas vinculadas con la web deben ser de mente abierta,
invitando así a los usuarios a expresar libremente su sexualidad. Se propone,
entonces, como un espacio en el que se puede hablar de aquello que la sociedad
en general no quiere saber, en el sentido de la represión. Se propone destituir la
represión y ofertar la apertura al goce del consumo del “entretenimiento adulto”.
Siempre resulta interesante esta denominación, “entretenimiento adulto”, pues
lleva implícito el supuesto de que lo que caracteriza aquello que pueda resultar
entretenido para un adulto es el goce sexual, y todo lo demás que le compete
en el trabajo, la familia, la vida en sociedad fuera solamente una carga, su res-
ponsabilidad por ser adulto. Es decir, como si el único acceso a un goce posible
para el adulto fuese todo aquello relacionado con lo genital. Esta concepción
de la sexualidad es diferente de la freudiana, que considera que el ser sexuado
es aquel que puede construir con el otro un lazo simbólico que supere el goce,
justamente la creación de la relación social como suplemento de la falta de
armonía sexual entre los sexos. De otro lado, dicha concepción lleva también
implícita la idea del niño como quien debe mantenerse asexuado. Sin embargo,
sabemos desde Freud (1905) que la sexualidad infantil es algo estructural en
la constitución de la subjetividad, y que en buena medida la curiosidad sexual
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Con la información obtenida de las presentaciones de estos dos sitios web po-
demos mostrar, a través de algunos perfiles, unas primeras apreciaciones acerca
de lo que podría considerarse “ser swinger”, cómo es el estilo de vida swinger
y las distintas formas de establecer relaciones entre quienes pertenecen a esta
comunidad, además de establecer el rango de edades de los usuarios y cuáles
son sus ofertas y demandas.
En primer lugar hablaremos entonces acerca del deseo como deseo de nada
nombrable (Lacan; 1955), como el caso de la web, en la que se muestra aquello
que no se nombra o está velado por la sociedad y la cultura. El deseo comienza
donde aquello oculto de sí se devela: “El ser consciente de sí, transparente a sí
mismo, que la teoría clásica coloca en el centro de la experiencia humana, aparece
como una forma de situar, en el mundo de los objetos, ese ser de deseo que no puede
verse como tal, salvo en su falta” (Lacan, 1955: 104). Quien está frente a una
computadora, ya sea revisando un perfil o presentándose a través de uno, ex-
pone su demanda como manifestación de su deseo, y aunque él considera que
la presenta de manera consciente, su discurso deja entrever una carencia en el
discurso, el deseo de hallar un objeto que le brinde alguna satisfacción vinculada,
para el caso de nuestra investigación, con el goce sexual.
Aunque siempre hay deseo en cada sujeto, la moral sexual vela y somete a los
ideales todo aquello que el deseo contiene. Ya lo había planteado Freud cuando
en sus escritos acerca de La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna señala
cómo los sujetos se ubican entre el deseo mediado por su yo ideal y el ideal del
yo que se encuentra en la cultura. El deseo siempre está ligado a la cultura, y
ésta a su vez está edificada sobre una sofocación de las pulsiones (Freud, 1908).
Esto que Freud planteó hace más de un siglo no se aleja del contexto actual. Los
cambios de la sociedad y la cultura transforman las maneras como los sujetos se
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
6. “La creación de dispositivos sofisticados que involucran todos los sentidos del cuerpo se
presenta la información, de modo que más que una prolongación de lo real en lo virtual por
contigüidad se trataría de una ‘inyección de lo real en lo virtual’”(Sahovaler; 2009: 45).
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
una relación a través de la red que está ligada al tema del mensaje enviado o
leído, lo que libera al sujeto de la responsabilidad de enfrentar un compromiso,
pero a su vez compromete al sujeto con la red.
Las redes virtuales juegan un papel protagonista, ofreciendo a quienes
buscan incorporarse al comercio electrónico un ambiente seguro y eficaz.
Otro de los valores que ofrecen es que se adecuan a las necesidades de toda
empresa, sin importar cual sea su tamaño, implementando una solución a
la medida y convirtiéndola en un modelo costo-eficiencia para el comercio
electrónico y la interacción con sucursales remotas.7
Pero la red es hoy no solo un sistema de alta eficiencia para el marketing, sino que
se constituye en mediador de un modelo social que regula las relaciones entre
los usuarios a través de comunidades virtuales, videojuegos online y un sinfín
de recursos que generan en los sujetos la necesidad de satisfacer las demandas
propuestas por las diferentes web, como los sistemas dentro del sistema, que
facilitan la comunicación entre los sujetos, tales los distintos tipos de messenger
a través de los cuales se pueden entablar conversaciones en diferentes lugares
del mundo las veinticuatro horas del día. Así, un usuario que a través del chat
“hace el amor” virtualmente a espaldas de su pareja habitual ¿es infiel? (Neo,
2005, citado por Sahovaler, D., 2009).Lo virtual representa una nueva manera
de represión ligada a la sexualidad, tal como Freud lo planteó en su teoría. En
aquella época victoriana la sexualidad era un tema tabú y la satisfacción sexual
estaba reservada a los hombres; la mujer no tenía derecho al goce sexual, a no
ser que se tratase de aquellas señaladas como impuras o impropias. La sexualidad
era ocultada por una fuerte represión moral sexual cultural. El mundo actual
presenta de manera directa la sexualidad y promueve el deseo como “forma de
un mandato a gozar lo más posible” (Sahovaler, 2009: 9), lo cual ha dado lugar
a una nueva problemática, pues ahora no se prohíbe sino que se promueve y
ello genera angustia en los sujetos por no poder alcanzar lo que se promueve.
El orgasmo aparece, entonces, como una meta obligada, como una medida del
éxito y la felicidad. Pero no se trata sólo de alcanzar el orgasmo, sino de cumplir
el mandato social que dice cómo se debe gozar y qué es gozar.
De otro lado, es de considerarse que el espacio virtual, como se menciona
al principio de este capítulo, crea una manera de panoptismo, que según los
planteamientos de Foucault (1986) podría pensarse como un mecanismo que
permite al que está detrás de la pantalla, vigilar a aquel que se encuentra en
7. http://www.infopeople.com/aaii/seguridad/redes_virtuales.htm
42
Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
ella sin que se percate de que es vigilado; pero en el fondo de esta estructura
existe un Otro encarnado en aquel que como administrador o “creador” de la
página tiene acceso a todo lo que circula en su ciberespacio. Recordemos que
el panóptico puede ser utilizado como máquina de hacer experiencias, de modi-
ficar el comportamiento, de encauzar o reeducar la conducta de los individuos
a conveniencia de quien lo ejerce.
Los perfiles
Cada perfil cuenta con una presentación en la que el usuario enuncia aquello
que desea mostrar al otro, sus características y el deseo que lo motiva:
Para tratar de comprender cómo es concebida aquí la libertad sexual resulta per-
tinente considerar, al menos como hipótesis, que por el rango de edad (30-35) se
trata de sujetos que responden a una forma particular del lazo social en el cual la
sexualidad es concebida como parte del matrimonio, y que tiene como principal
mediador de la época la Iglesia. La institución religiosa predicaba un tipo de
matrimonio de contenido sacramental (Gutiérrez; 2009). Pero con las nuevas
tendencias respecto a la sexualidad, la pornografía como enseña de la libertad
sexual, se ha presentado una transformación que ha llevado a que la sexualidad
se conciba como una búsqueda de placer, como un imperativo idealizado. Es
decir, la sexualidad que anteriormente era atravesada por la prohibición ahora
se promueve en la cotidianidad con la pornografía y los anuncios con contenido
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
sexual tanto implícito como explícito. El superyó, que antes exhibía su cara
restrictiva, ahora es proyectado a escala y empuja al sujeto hacia la realización
no del deseo sino de un goce pleno que, en muchos de los casos, deriva en los
excesos del goce9 (Sahovaler; 2009).
9. Este punto será ampliado a través del trabajo de un caso en el último capítulo de este libro,
titulado: Excesos del goce en el estilo de vida swinger.
44
Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
45
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Los sujetos en este correo muestran una supuesta claridad sobre su sexualidad
y la manera en que la perciben, es decir, “sin importar lo que se piense”, lo cual
se puede ligar a una moral sexual aún existente por fuera del marco swinger
respecto de cuestiones que en el espacio virtual cada vez tienen mayor acep-
tación. Pero también plantean que para ellos no hay problema, si la pareja con
la que harían el intercambio no fuese de hombres, lo que indica que cada vez
son más amplias las formas en que los imperativos múltiples del goce sexual
aparecen de manera explícita.
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
Se trata, pues, del goce sexual como una forma de oferta/demanda, ya no agen-
ciada exclusivamente el discurso del amo, sino en el discurso del capitalismo,
con lo cual dicho goce se constituye en un imperativo de felicidad y en la pro-
mesa para el sujeto de estar en un lugar que puede llamarse del “éxito”, en este
caso en lo que a la sexualidad se refiere, pero que al parecer, como la mayoría
de los ideales capitalistas, es sólo una fantasía con la que se intenta velar la
falta de completud, el hecho mismo de que no hay armonía sexual posible en
el encuentro con el otro cuando se trata de seres hablantes.
Lo que hasta aquí hemos expuesto sobre lo obtenido de los portales web más
destacados y visitados de la ciudad es suficiente para ilustrar la importancia
que tienen los medios virtuales para los swinger como canal para establecer
intercambio; un medio que podríamos llamar liminal, antiestructural, en el
cual muchas normas se trasgreden y se adoptan otras, de estricto cumplimiento.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Ahora bien, otra forma de contacto de los swinger son los bares de este estilo.
En Cali existen más de seis clubes swinger, entre ellos uno muy reconocido
ubicado al sur de la ciudad; este es el primero en haber operado y ofrecido sus
servicios. Se fundó como un lugar de baño público para hombres, pero desde
hace quince años los jueves se reserva para actividades swinger. El costo de in-
greso incluye media botella del licor que desee. El segundo bar en antigüedad
funciona igual que el primero. La entrada también incluye media botella del
licor que se desee. Un tercer sitio es un lugar de masajes de lunes a miércoles y
los otros días funciona como lugar de encuentro para parejas swinger. El costo de
entrada es un poco más económico y también incluye licor limitado. El último
que se ha abierto en la ciudad de Cali se presenta como el primer y único club
hecho por swinger para swinger; es decir, es exclusivo para encuentro de pare-
jas. No se permite la entrada de hombres solos, aunque sí el de mujeres solas,
lo cual significa un privilegio para las mujeres; además, si ingresa una mujer
acompañada de una pareja, la acompañante no tiene que pagar ningún valor
para ingresar al sitio. Este último sitio tiene elegantes y modernas instalaciones.
Se publicita como el lugar más higiénico, ya que en él todo lo que se brinda a
sus clientes es desechable. En todos estos clubes hay habitaciones privadas y
espacios comunes como saunas, jacuzzis, baños turcos y discoteca, a las cuales
los clientes deben asistir en un atavío de acuerdo a la ocasión. Así, en una fiesta
playboy las mujeres deben estar vestidas como conejitas, y los hombres con bata
de baño al estilo Hefner.
Todos estos espacios, ya sean virtuales o físicos, son facilitadores de los encuen-
tros entre parejas swinger, pero esto no indica que una pareja que haga uso de
uno u otro espacio termine en actividades sexuales, ya que en su mayoría, en los
primeros encuentros las parejas buscan solo conocerse y ver qué tanta empatía
se da entre ellas.
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
Cuadro 1 Gráfica 1
Distribución de la muestra
según rango de edades
Rango por edades
%
18-21 9,1 16% entre 36-40
22-25 12,0
26-30 25,1 26% entre 31-35
7% entre 41-45
31-35 25,7 2% entre 46-50
36-40 16,0 1% entre 51-55
1% entre 56-60
1% 60 en adelante
41-45 6,9
9% entre 18-21
46-50 2,3
51-55 1,1 25% entre 26-30
Estas gráficas nos ilustran claramente sobre la edad de quienes utilizan esta
página web ya sea por simple curiosidad o para conocer a personas con intereses
afines y eventualmente compartir con ellas. En principio supusimos, errónea-
mente, que la población que tendría una mayor tendencia a inscribirse en este
estilo de vida sería aquella en edades entre los 18 – 21 años y 22 – 25 años,
debido a la fuerte demanda de goce sexual en la “era pornográfica” (Sahovaler,
2009). Y es que era lógico creer que los jóvenes hijos de esta época serían los
más afectos a estas prácticas. Pero la realidad nos mostró algo muy diferente.
Como se ilustra en la Gráfica 1, el rango de edades con mayor porcentaje de
usuarios es de los 31 - 25 años de edad, lo que indica que hay algún factor que
incide para que los sujetos pertenecientes a este rango de edad se vean abocados
a buscar maneras distintas en el estilo de vida swinger o por lo menos muestra
interés en conocerlo a través de la web.
11. Tomado de: www.Guiacereza.com recuperado en agosto de 2009. Los datos presentados
corresponden a una muestra de 10% por grupo etario.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Cuadro 2 Gráfica 2
Distribución de la muestra
según intereses por conocer
Me interesa conocer
100
Mujer 85,7 60
Grupos 60,0
Pareja de hombres 26,9 40
Hombre
Pareja de mujeres
Grupo
Mujer
Pareja
Transexual,
travesti, 20
transformista 19,4
Pareja de mujeres 0,0 0
Los datos indican, con un porcentaje del 99,4%, que la mayor demanda de los
usuarios es el contacto con hombres, seguido por un 97,1% de interés por parejas;
un 85,7%, por mujeres; 60%, por grupos; 26,9%, por pareja de hombres; 19,4%,
por transexuales, travestis y transformistas y 0% por pareja de mujeres. Cabe
resaltar que en la web los usuarios pueden tener varios intereses al momento de
llenar su perfil. Con respecto a las gráficas, el hecho que el interés por hombres
sea mayor que por mujeres dice algo, y aunque no sea significativa la diferencia
entre la demanda por hombres, parejas y mujeres, es claro que son los hombres
quienes tienen mayor solicitud por parte de los usuarios. Contrario a esto, las
parejas de mujeres no representan un interés importante para los usuarios (0%
de la muestra), lo cual nos indica que lo que en un principio pudiera suponerse
como objeto de deseo, objeto de goce, no tiene para esta comunidad mayor
50
Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
aceptación como sí la tienen para ella las pareja de hombres, los travestis y
los transformistas. Lo que se refleja en las páginas web es que incluso lo más
reprimido por la moral cultural puede ser expuesto por este medio a la vista del
público y cualquiera puede acceder a ello, así en su vida cotidiana no se atreva
a vivir este tipo de experiencias.
Además del interés por el género, visto en la gráfica anterior, los perfiles de la
página web traslucen otros intereses: lo que se busca al establecer los contac-
tos. La Gráfica 3 nos muestra esto en porcentajes. Al igual que en los casos
ilustrados se presenta la frecuencia de aparición del dato (interés) en el total
de la muestra, que puede ser múltiple y, por lo tanto, superior al 100% de ésta.
Cuadro 3 Gráfica 3
Distribución de la
muestra según relación
Busco relación
que se busca
100
%
Diversión 99,4 80
Amistad 65,7
60
Romance
Romance 35,4
Fantasías
Amistad
20
Las Gráficas 2 y 3 indican que el 99,4% busca relacionarse con fines de diversión;
el 65,7%, con fines de amistad; el 22,8%, para compartir fantasías online, y el
35,4%, con fines de romance. Todo esto nos da a entender que aunque la bús-
queda utilice el mismo espacio virtual, éste no es más que el primer paso hacia
el encuentro concreto entre los sujetos, pues como se observa en las gráficas
el porcentaje de quienes utilizan el ciberespacio para satisfacer sus fantasías
(online) es mucho menor que el de aquellos que hacen uso de él con los otros
propósitos mencionados, que lo consideran un medio para llegar a algo más que
una simple la fantasía, lo cual nos hace pensar que ésta requiere siempre tener
como horizonte la posibilidad de realización, lo cual coincide con los postulados
de Lacan (1966) acerca de ello.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Cuadro 4 Gráfica 4
Distribución de la muestra Datos característicos
según datos característicos
% 100
sexual implícito
contenido
Perfiles con 20
contenido sexual
implícito 33.1 0
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Definiciones, formas y espacios del estilo de vida swinger
El Cuadro 4 nos permite observar también que hay mayor cantidad de perfiles
acompañados de fotografías con contenido sexual explícito, todo esto posible-
mente debido a que las concepciones estéticas particulares juegan un papel de
gran importancia al momento del intercambio y que según la imagen que se
muestra, varía el grado de provocación en el juego de la oferta/demanda. Otro
asunto a considerar al momento de acceder a un perfil con cierto contenido
es que todo lo oculto en la cotidianidad de la moral sexual generalizada queda
expuesto a los ojos del público y cuanto más se logra entrever acerca del otro más
interés se genera, y podría incitar el deseo de constatar que aquello puesto en lo
virtual coincida con lo real, porque, como hemos reiterado unas imágenes con
contenido sexual explícito o implícito presentadas en un perfil no garantizan la
veracidad de lo que se presenta en ese espacio imaginario de la realidad virtual.
Cuadro 5 Gráfica 5
Distribución de la muestra Regiones
según regiones
% Antioquia
Antioquia 30,8 Cundinamarca
Cundinamarca 22,3 Valle del Cauca
Valle del Cauca 18,3 Risaralda
Magdalena
Risaralda 6,9
Santander
Magdalena 2,9 Atlántico
Santander 2,9 Bolívar
Atlántico 2,3 Tolima
Bolívar 2,3 Caldas
Tolima 2,3 Meta
Caldas 1,7 Cauca
Meta 1,7 Norte de Santander
Cauca 1,1 Quindío
Norte de Santander 1,1 Córdoba
Huila
Quindío 1,1
La Guajira
Córdoba 0,5
Sucre
Huila 0,5
La Guajira 0,5
Sucre 0,5
0 5 10 15 20 25 30 35
Total 99,7
53
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
54
Capítulo 2
Ritual y sentido en la
práctica swinger
Entonces, una vez descrita la práctica podremos dar paso a la reflexión sobre
el estatuto del rito en la época contemporánea, particularmente sus vertientes
laicas, y postular algunas hipótesis acerca de las implicaciones que la práctica
swinger como tal presenta en términos de los entramados simbólicos que dan
soporte al amor y la sexualidad y los sentidos en los que se inscribe.
55
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
12. Advertimos de antemano que haremos una presentación general en su forma más estruc-
tural, lo que no significa que no haya posibilidad de variaciones sobre lo planteado según
algunas preferencias subjetivas que ello rompa la estructura ritual. Reconocemos que en
algunos momentos, en algunos espacios y algunos sujetos pueden alejarse un poco de lo
presentado aquí como generalidad y en cierta linealidad.
13. Las descripciones acerca de la práctica que son presentadas en este capítulo, provienen
de nuestra investigación previa: Gómez, J. (2007). La rumba en Cali: Una práctica social de
liminalidad. Tesis para optar al título de Magíster en Sociología. Universidad del Valle, Cali.
56
Ritual y sentido en la práctica swinger
ritual para el grupo de personas que participan en él. Así, consideramos que la
práctica swinger hay que entenderla con base en dicho concepto de liminalidad,
ya que en ella se presentan variaciones importantes de los procesos “normales”
de la acción social, es decir, aquellos con los que las lógicas sociales se ordenan
regularmente. Adicionalmente, dado que la “rumba” swinger puede ser el um-
bral, el paso para ingresar al denominado estilo de vida swinger, es significativa
su analogía con los rituales liminales de paso que describe la antropología, este
es un aspecto que merece nuestra atención.
Aspectos generales
Actualmente en la ciudad de Cali son numerosos los establecimientos de “rum-
ba” con un carácter un poco más privado que los dedicados a la rumba ordina-
ria.14 Tal vez sería mejor decir clandestino en vez de privado, entendiendo por
clandestinidad la intención de mantener ocultas o por fuera del conocimiento
público generalizado las actividades que se desarrollan en el establecimiento
e incluso en algunos casos su ubicación, pues se trata de mantener más o me-
nos en secreto su existencia, porque cuentan con la aprobación legal para su
14. Hemos optado por llamar rumba ordinaria o cotidiana aquella que se enmarca en el cono-
cimiento y la participación del público generalizado y que no incluye actividades de tipo
propiamente sexual-genital, lo que no quiere decir que no se presente en ellas algo de orden
sexual, pues es de entender que lo sexual implica un conjunto de particularidades que su-
peran la genitalidad y que pasan por la seducción, la sensualidad, el juego de las miradas y
de los cuerpos, los discursos, entre otras.
57
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Sobre el escenario
Es un vocablo original del idioma inglés que se utilizó, en primera instancia, para
designar a aquella persona a la última moda y sin inhibiciones. Sin embargo,
posteriormente se le dio a esta palabra la connotación específicamente sexual
que conserva hasta ahora. La palabra swing16 significa oscilar, columpiarse, estar
al día, tocar con ritmo, y se usa para nombrar la habilidad de una persona en
relación con el baile. Sin embargo, para nuestro caso la etimología más adecuada
swinger es la de oscilar, en tanto ello implica movimiento, ir de un lado al otro
15. Como descorche se entiende una especie de impuesto que habría que pagar en los sitios de
rumba por ingresar licor que no ha sido comprado en el mismo establecimiento.
16. Según el diccionario Larousse Inglés-Español. Barcelona, 2006.
58
Ritual y sentido en la práctica swinger
al menos entre dos puntos, que concuerda con la idea del intercambio en esta
actividad en la cual usualmente están presentes los dos miembros de la pareja
y se observa a la propia pareja realizar juegos sexuales con otras personas, es
decir, una actividad swinger. Por tanto, la terminación er designa a la persona
que realiza la actividad. La nominación swinger es cuestión fundamental si en-
tendemos que se constituye en un significante y como tal permite la inscripción
simbólica en un grupo, vale decir, en una clase (Bourdieu, 1991) y a su vez
identificarse con la marca de algo que lo representa simbólicamente de manera
legítima a pesar de la censura que públicamente pueda presentarse frente a ello.
Actualmente la organización de los sujetos alrededor de la práctica y la rumba
swinger se manifiesta de múltiples formas, cuestión que ya hemos abordado en
el capítulo anterior al hablar sobre las definiciones, formas y espacios en el estilo
de vida swinger.
59
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Igual que la rumba ordinaria o cualquier otro tipo de actividad que incluya
consumo de licor y/o sexo, el ingreso al espacio swinger está vetado para me-
nores de dieciocho años, como lo ordena la ley 124 de 1994.17 Si se toma este
como el primer factor que delimita el ingreso a las prácticas desarrolladas en
este contexto, se puede corroborar, como lo muestra Turner (1980), que al igual
que en algunas sociedades primitivas, en esta sociedad denominada modernas
la liminalidad señala también el momento en que se puede entrar a ser parte
de un grupo considerado en cierta medida selecto. Cumplida esta condición, el
siguiente requerimiento es el pago de un valor de entrada no consumible que
oscila entre los cincuenta y los cuatrocientos mil pesos por pareja. No exige, a
diferencia de los establecimientos de la rumba cotidiana u ordinaria, que el licor
sea comprado en el establecimiento, como tampoco que se pague algún valor
por el “descorche”; pues todo ello se compensa con el costo de ingreso. Otra
norma alude al género. En el caso de los hombres, sólo se admite su entrada en
compañía de su respectiva pareja o en todo caso, en compañía de féminas; en
cambio, a las mujeres se les permite el acceso individual o grupal sin necesidad
de estar acompañadas por hombres. Al indagar sobre el sentido de esta regla, las
personas a cargo indican que se trata de una manera de controlar la presencia
de homosexuales de sexo masculino, pues sólo se admiten las relaciones hete-
rosexuales y las lésbicas, lo cual coincide con lo que pareciera ser una norma en
la generalidad de las películas y revistas pornográficas, que presentan escenas
de lesbianismo pero ninguna entre hombres, quienes a lo sumo se limitan a
compartir a la mujer para el goce sexual. Un rasgo particular de los efectos de
la moral sexual cultural sobre el mercado. Así, el campo de la homosexualidad
masculina se reserva para públicos exclusivos y su distribución es mucho más
restringida. Esto tiene que ver fundamentalmente con las formas en que el inter-
cambio simbólico se produce y la manera como el mercado se regula tanto desde
la perspectiva económica como de la moral. En este sentido, puede pensarse que
algunos productos culturales que cuentan en alguna medida con características
rituales, como es el caso de la rumba, responden a los símbolos propios de cada
régimen de significación y, de acuerdo con las lógicas del modelo capitalista, es
la articulación entre la visión que se tiene del mundo y las lógicas del mercado
lo que determina las particularidades de su funcionamiento. Por ello, según se
encontró, en algunos establecimientos se dedica sólo un día de la semana a la
“rumba” swinger de tipo homosexual. Exclusivamente, es decir, que es corriente
–no necesariamente es una regla– que personas heterosexuales asistan. Esta es
17. Fuente:http://www.segobdis.gov.co/documentos/relaciones_concejo/proyectos/
proyectos2005/039.doc. Fecha de visita Noviembre de 2005
60
Ritual y sentido en la práctica swinger
Lo interior y lo exterior
En comparación con el caso de la rumba ordinaria, la manera en que
topológicamente (Eidelstein, 1992) se representa el espacio de la “rumba”
swinger implica, en términos de la continuidad, variaciones significativas. La
ausencia de actividades relacionadas con la rumba en los alrededores, debido a
la connotación clandestina de los establecimientos, así como la baja tendencia
a la concentración de estos sitios en los sectores en que se encuentran, implica
en buena medida que su presencia geográfica en la ciudad sea poco visible para
el público generalizado y, por tanto, la continuidad entre el escenario externo y
el interno del establecimiento se encuentra en alguna medida limitada. Dentro
y fuera son condiciones determinadas de manera contundente por la presencia
exclusiva de la rumba sólo al interior de los establecimientos, por lo que podría-
mos decir que el escenario de la “rumba” swinger, si bien incluye los espacios
circundantes al lugar, realmente es el espacio interior. El ritual de ingreso está
caracterizado por la discreción. Este se inicia, en con las funciones que cumplen
los encargados de recibir a los clientes. Ellos representan el ingreso al ritual para
quienes aspiran a participar de él en tanto los orientan y les indican la ubicación
específica del establecimiento. Sin embargo, el contacto con ellos no garantiza
el ingreso al espacio y, concretamente, a la práctica swinger, que es sólo la la
antesala a procedimientos mucho más específicos que en realidad determinan
la posibilidad de ingresar.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
62
Ritual y sentido en la práctica swinger
pero que busca encontrar alguna legitimidad al ser incluido en una práctica de
orden colectivo, una pseudo-communitas moderna.
Acto primero
Cuando las personas ingresan al establecimiento los porteros se encargan de
señalarles el camino que deben seguir para llegar a la discoteca. Al llegar son
ubicados por un mesero en alguna mesa o en la barra, lo cual depende, al pare-
cer, de la cantidad de personas que conforman el grupo. El primer acto consta
de varias escenas. En la primera de ellas los elementos son similares a los que
componen la rumba ordinaria. Inicialmente las personas se dedican al baile o
a la conversación en las mesas o la barra. Algunos se encuentran en grupos y
otros en parejas que se ubican, en su mayoría, en la barra. La segunda escena
se caracteriza por en la introducción explícita del componente genital como
forma de ingresar a los sujetos en la particularidad que caracteriza la “rumba”
swinger y configura su estructura significante. Este momento nos parece crucial
pues es la fase de preparación de los aspirantes para ingresar al siguiente paso
del ritual. Alrededor de la media noche el dj19 anuncia el primer “acto”, que de
acuerdo con sus características podríamos llamar de transición, de preparación.
Se trata de la presentación de una mujer que se encarga de realizar un striptease,
es decir, una actuación en la cual se desnuda mientras danza. Sus características
físicas coinciden por lo general, con lo que ciertos ideales esteticistas señalan
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
como “mujer voluptuosa”, una belleza que se espera corresponda al gusto común
del modelo ofertado por la sociedad a través de la publicidad que trasmiten los
medios de comunicación caracterizada por la pornografía del goce (Sahovaler,
2009). En el transcurso de la escena la mujer se pasea por entre las mesas y se
acerca tanto a hombres como a mujeres en una actitud que guarda las caracterís-
ticas de un ritual de seducción; dirige miradas fijas y prodiga besos y “pucheros”,
amén de realizar ciertos movimientos que connotan un llamado explícito al
otro, tal como cuando los niños buscan obtener algo de un adulto. Se sienta en
las piernas de hombres y mujeres y acaricia sus rostros como si fuera a besarlos,
pero no lo hace. Fuera de esto no realiza nada que pudiera interpretarse como
directamente relacionado con los órganos genitales
64
Ritual y sentido en la práctica swinger
Acto segundo
El segundo acto se inicia luego de la terminación del concurso y la respectiva
entrega del premio. El dj anuncia que las llamadas zonas húmedas se encuentran
abiertas y a disposición del público. Algunos optan por quedarse un tiempo
más en la discoteca; otros –habría que decir que son la minoría– se limitan a
la rumba en este espacio mientras los demás empiezan su recorrido hacia la
actividad swinger. Llega entonces el momento de separación, segunda fase del
ritual liminal, acogiéndonos a la estructura presentada para el proceso ritual en
los estudios de Turner (1980).
La escena previa al ingreso a las zonas húmedas requiere del paso por una sala
equipada con casilleros y sillas. Esta zona está diseñada a manera de vestier
mixto, y hay en ella un encargado de asignar a cada persona un casillero con
su respectiva llave, en el cual guarda su ropa. Se le entrega también de toalla,
–algunos llevan las suyas, usualmente en los bolsos de las mujeres–, pantuflas
desechables y una tira de preservativos. Este es un espacio intermedio entre la
recepción del establecimiento, una zona en la que se encuentran sillones de tres
y cuatro puestos, frente a los cuales hay televisores usualmente de veintiuno
a veintinueve pulgadas en los que se presentan películas pornográficas. Estos
espacios se conforman como zonas proximales que acercan de manera paula-
tina a los usuarios a la práctica swinger. Cada zona es un punto de filtro, pues
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
66
Ritual y sentido en la práctica swinger
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Un segundo tipo de actividades son las relaciones genitales entre parejas que
no participan del intercambio a pesar de tratarse de una fiesta swinger se com-
placen con mirar y ser vistos. Esto permite evidenciar que habría, al menos
desde nuestro punto de vista, una diferencia importante entre la fiesta swinger
en tanto escenario y en tanto práctica. En el primer caso se constituye en un
espacio en el que los sujetos se inscriben para poner fuera de la intimidad su
genitalidad y como acto que puede ser visto por el otro y del cual ellos también
son, en relación con los otros, espectadores, en un espacio simbólico en el cual
este carácter público de la genitalidad es legítimo. Por tanto, lo que aquí se
intercambia son imágenes de los cuerpos, la genitalidad y el goce sexual que en
relación con ellos se produce. En el segundo caso se trata del intercambio real
de los cuerpos como forma de mercado en el que se presenta un trueque de lo
que ese cuerpo simboliza, en este caso, lugar del goce sexual. Además implica la
cesión a otro de un derecho que fuera de ese contexto la sociedad monogámica
reclama a ultranza: exclusividad; esto aunado, al igual que en el primer caso,
al intercambio de imágenes. De cualquier manera, en ambos casos se trata del
intercambio de objetos, de bienes que hacen parte del capital simbólico de
quienes participan en el ritual.
Un tercer tipo de actividades son las que realizan parejas que se conocen con
anterioridad y en algunos casos, según comentan los informantes, sostienen
intercambios de forma regular. Esto se debe en algunas ocasiones a la frecuencia
con que asisten al lugar, lo que poco a poco les ha permitido establecer lazos
68
Ritual y sentido en la práctica swinger
que ellos califican de amistad. Otros se han conocido a través de páginas web
en las que se promueven y congregan comunidades swinger, cuyos miembros
son de diversos lugares del país y del mundo, y por lo tanto muchos se desplazan
desde otras ciudades para conocerse con parejas de la ciudad de Cali luego de
haber sostenido conversaciones a través de la internet y circularse fotografías
por esta misma vía. Algunos incluso viajan constantemente de una ciudad a
otra para encontrarse. Así, es posible ver que esta rumba no es sólo un medio de
intercambio de parejas con fines genitales, sino, más allá de ello, una forma de
socialización, de conformación de grupos, con base en las condiciones particula-
res de las actividades relacionadas con la sexualidad y, de manera más específica,
con la genitalidad. En otras palabras, se trata de una acción social que en la
modernidad permite la puesta en marcha de formas de intercambio que a la luz
de los procedimientos y procesos normales de la acción social son rechazados
y señaladas por muchos como inmorales. Esta cuestión resulta fundamental al
pensar la liminalidad, en tanto proporciona a los sujetos un espacio legítimo para
aquello que se excluye en la cotidianidad está destinado a la exclusión y, por
tanto, a partir de allí esa estructura que se opone a la estructura normalizante
facilita la mediación de la percepción de alienación supuesta por los sujetos al
enfrentarse permanentemente a lógicas de poder y dominación propias de los
procedimientos normales de la acción social.
Estos tres tipos de actividades, a propósito de la rumba como práctica limina nos
permiten clasificar a sus protagonistas –algo que ya mencionamos en páginas
anteriores– al menos tres clases de sujetos swinger. En primer lugar los curiosos,
aquellos que asisten ocasionalmente a sitios destinados a la fiesta swinger y que
parecen no tener un interés por insertarse definitivamente en la práctica. En
segundo lugar los practicantes, quienes asisten con frecuencia a estas actividades
pero mantienen una vida amorosa al margen de esta práctica. Es decir, en este
segundo tipo encontramos una división entre el goce sexual y el amor. Algunos
de los sujetos entrevistados comentan que disfrutan de la práctica swinger pero
no implican en ella a sus parejas amorosas, pues suponen que esto pondría en
riesgo la relación:
Es que uno viene acá, pasa bueno, pero con la que no es, porque qué tal
traer uno a la novia o a la esposa, no tenaz, yo no sería capaz de verla con
otra persona…yo disfruto mucho más el sexo aquí, pero es que uno sabe
que con quien uno viene son mujeres con las que no se puede uno pensar
una vida estable, a futuro, tener hijos…22
69
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
70
Ritual y sentido en la práctica swinger
24. Sobre este punto profundizaremos en el capítulo que hemos titulado El sujeto del goce en el
estilo de vida swinger: De la angustia masculina y la pregunta ¿cómo goza una mujer?
71
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
En este sentido habría que dar –al menos en este primer momento de nuestro
análisis–, un matiz al planteamiento de Bourdieu acerca de la posición de la
mujer en la asimetría de la estructura social: “El principio de la inferioridad y de la
exclusión de la mujer, que el sistema mítico ritual ratifica y amplifica hasta el punto de
convertirlo en el principio de división de todo el universo, no es más que la asimetría
fundamental, la del sujeto y el objeto, el agente y el instrumento…” (2000: 59). Si
bien ella es un medio, es también canal de comunicación, no sólo instrumento.
Porque si es cierto que a través de ella se comunica el interés por el intercambio
de las parejas, ella no es solo instrumento del mensaje pues está en condición de
hacer saber su deseo a su pareja y acordar con él si se solicita el intercambio o
se accede a él, según fuere el caso. En la misma posición se encuentra el hom-
bre, en cuanto a comunicar a la mujer su interés en el intercambio pero solo
puede ver realizado su deseo en la medida en que es aceptado por ella. En este
sentido se trata de respetar un pacto que regula el deseo de los participantes y
a su vez busca evitar las tensiones afectivas que puedan generar los celos. Es,
según aclara uno de los informantes “un asunto de lealtad”.25
Así pues, la “rumba” swinger brinda al sujeto la posibilidad de ingresar en una fase
liminal en la que puede de acceder al goce sexual de una forma que de acuerdo
con las normas sociales es inaceptable, hacer parte es un momento específico
de un grupo que se aparta de las reglas convencionales y entre cuyos miembros
se genera una nueva forma de legitimidad ligada al pacto simbólico que entre
ellos se establece y que regula su actividad en ese lapso de transición, que como
ya vimos sirve a muchos de paso para el ingreso en la estructura significante del
estilo de vida swinger. Las nociones de genitalidad, cuerpo y lealtad se trans-
forman de acuerdo con el sistema normativo que se genera en el interior de
esta práctica, por lo que la “rumba” swinger se convierte en un escenario y una
práctica estructurada y estructurante de sujetos inéditos y legítimos de acuerdo
con las coordenadas que en ella se producen.
25. Este punto sobre el pacto, será tratando con mayor profundidad en el capítulo: Ética y
erótica en el estilo de vida swinger.
72
Ritual y sentido en la práctica swinger
cumplen una función de mediación, ella es entre los hombres mismos. De igual
manera, suponemos que los rituales pertenecen exclusivamente a la vida religiosa
y perdemos de vista que el ritual es esencial y está presente permanentemente en
la vida política, familiar y económica de los grupos humanos; y forma también
parte de las actividades profanas, es decir, estas también están estructuradas por
los rituales, una categoría por tanto, no exclusivamente religiosa (Auge, 2004:
93). Así, es posible considerar la existencia de rituales laicos , entre los cuales
26
En la medida en que la modernidad debilitó las ideologías del pasado, los mitos
originarios, los grandes relatos, y la postmodernidad introdujo dudas sobre el
porvenir, nos hemos quedado sin pasado, y sin futuro, por lo que ni el pasado ni
el futuro son ya factores de esperanza. Vivimos entonces nuestras vidas marcadas
por encuentros, acontecimientos felices y desgraciados, en trayectorias vitales
discontinuas e signadas por la incertidumbre que nos enfrentan constantemente
frente al cambio, pero también frente al riesgo, lo que en muchos casos nos
produce si no angustias, sí preocupación e incertidumbre como resultado de la
sensación generalizada de inestabilidad (Orejuela, 2008). Es a esta condición
de contingencia constante a la que nos gustaría poder dar sentido, y es ésta,
precisamente, la función del ritual. Podríamos decir que el ritual es un intento
de controlar los acontecimientos que pueden advenir como parte del desarrollo
de la existencia. La función del ritual es, pues, interpretar el acontecimiento
para regularlo, para introducir en él un ritmo que nos libre de la contingencia
o la pura casualidad que resulta a veces torturante, angustiante y vivida subje-
tivamente como peligrosa. El ritual sería así una práctica social que opera como
estructura de sentido.
26. El laicismo: doctrina que defiende la existencia de una sociedad organizada con indepen-
dencia de la religión, es decir, aconfesionalmente.
73
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Ahora bien, es posible que nuestra hipótesis del ritual laico de intercambio de
parejas obedezca a la lógica del antiacontecimiento en el caso de quienes ins-
criben en el estilo de vida swinger, pero cabría preguntarse si esa explicación es
suficiente o pertinente para el caso no de quienes se suscriben en la categoría
estilo de vida, sino de quienes pueden ser considerados solo practicantes swinger,
es decir, aquellos en para los que la práctica puede ser recurrente o esporádica
pero en ningún caso constituye un elemento central de su estilo de vida. Aquí
podríamos decir que el acceso a la práctica swinger corresponde menos (aunque
no se niega) a la lógica antiacontecimiento, y quizá está más cercana a la “ló-
gica de la experimentación”, es decir, la tendencia en la que “cada cual quiere
comprobar por sí mismo, en detalle, concretamente, si los sentimientos que
experimenta son fundados y si su elección ha sido correcta”, en el sentido que
“incluso cuando el amor empieza, en el más puro respeto del código romántico,
con una explosión sentimental fulgurante, la larga historia que se sucederá se
acompasará en lo sucesivo con episodios en los que ambos individuos de la
pareja ponen a prueba más o menos abiertamente la solidez de su compromiso:
74
Ritual y sentido en la práctica swinger
27. Otras hipótesis que podrían explicar el por qué de la emergencia actual de las prácticas
swinger sugieren que pueden corresponder a la necesidad de algunas parejas de reaportar
algo del goce sexual perdido en la pareja colocando algo de “picante” a la relación cuando
perciben que esta ha entrado en monotonía respecto del goce sexual (Braunstein, 2005).
De otro lado, Collete Soler (2007) nos facilita plantearnos la hipótesis acerca de cómo en
la condición actual de mayor igualdad entre los sexos y de la competencia entre los mismos,
aparece la inquietud por “quién da más”, “quién ama más” o “quién goza más sexualmente”
en la pareja, y la práctica swinger puede ser un campo de experimentación para responderse
a estas preguntas; además de que en el caso de los hombres respecto de la capacidad de
satisfacer el goce femenino (goce Otro, ilimitado) en algunos hombres se pueda presentar el
caso de someter a prueba si hay algún otro (hombre o mujer) que sea capaz de proveer todo
el goce requerido por la mujer, o si como él otros fracasan también en ese intento.
75
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Lo anterior nos plantea al menos una pregunta por el ethos presente en el estilo
de vida swinger: ¿cuál puede ser la ética que se pone en juego en la intimidad
contemporánea en este particular caso? Con Giddens (1992) recordamos
que, por un lado, “la difusión de los ideales del amor romántico fue un factor
tendente a desligar el lazo marital del lazo de parentesco y a darles una signifi-
cación especial. Esposos y esposas comenzaron a ser vistos como una empresa
emocional conjunta”, y por otro lado, “tuvo importantes repercusiones sobre la
sexualidad el hecho de que se redujera la presión social por constituir familias
de gran tamaño como en las sociedades premodernas”, y su consecuencia más
importante es que “la sexualidad es al fin plenamente autónoma”. Es la creación
de una sexualidad plástica –desligada de la reproducción, el parentesco y las
generaciones–. “Se trata ahora de la liberación de la sexualidad y de la libera-
ción por la sexualidad, convertida en una cualidad de los individuos y de sus
transacciones con los demás” (p. 35). Una sexualidad autónoma, en la cual lo
que parece estar en juego es “obtener el placer en sí mismo”: este es el rostro con
que se presenta la nueva ética amorosa. Ante esto es posible señalar, de acuerdo
con Bauman y Ruiz (2004), que “la experiencia postmoderna de la intimidad
deriva su identidad de eliminar cualquier referencia a deberes y obligaciones
morales. De hecho, para que la experiencia de intimidad sea posmoderna, el
76
Ritual y sentido en la práctica swinger
28. Turner (1988) considera que hay dos modos principales para la interrelación humana yux-
tapuestos y alternados: el primero, societas, en que la sociedad, en tanto sistema estruc-
turado, diferenciado y a menudo jerarquizado, de posiciones políticas-legales-económicas
con diferentes tipos de evaluación, separa a los hombres en términos de “más” y “menos”;
el segundo, la sociedad como communitas no estructuradas serían solo rudimentariamente
diferenciadas, en este caso sería una comunidad o incluso comunión de individuos iguales,
que se someten a la autoridad en general de los ancianos encargados de los ritos. Víctor
Turner sugiere no una sucesión histórica y una exclusividad temporal de las dos formas,
sino una coexistencia, interpenetración y alternancia, por cierto perpetua y regular entre
estas dos formas de lo social, Turner propone que communitas se presenta regularmente de
manera abierta, incluso en una sociedad fuertemente estructurada, cuando un individuo
o un grupo pasan o son transportados de un sitio de la estructura social a otros, pero este
77
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Incluso un poco en la lógica “si no puedes contra ello, únete ello”. Así, hay un
ahorro de desgaste emocional, plus de goce. Esto da lugar a preguntarse cuál
podría ser el nuevo estatuto de la fidelidad, o si la práctica swinger entraña una
“nueva forma de la fidelidad”, al decir de Giddens (2001), al ver la explosión
de nuevas formas de experiencia sexual. En síntesis, podría considerarse que
la práctica swinger, en términos antropológicos, comporta simultáneamente
una lógica de antiacontecimiento (el de la infidelidad) y de antiestructura (en
relación con el ejercicio de intercambio de pareja en el ámbito de la sexualidad
en la pareja erótico-afectiva).
pasaje no se puede hacer directamente en la estructura social, sino que se debe pasar pri-
mero por la communitas que en términos de la societas y en relación (en comparación) con
ella es un limbo, un vacio, una nada. Si la societas se define –y corresponde– a la estructura
oficial de la sociedad, la communitas corresponde a la antiestructura y su condición es de
disipación, suspensión o cancelación temporal de los acuerdos estructurales que sustentan
la vida de la societas en “tiempos normales”. Las condiciones de la societas y la communitas
son mutuamente opuestas. Si la societas se caracteriza por su heterogeneidad, desigualdad,
diferenciación de estatus; la communitas está caracterizada por la homogeneidad, la igual-
dad, la ausencia de estatus y el anonimato. Estas diferencias tienen su reflejo simbólico en
la ostentosa oposición entre los distintos ropajes relacionados con el estatus, en la societas
y la desnudez o el desnudarse en público como la afirmación más antiestructural y más
enfática en la communitas. En otras palabras, la communitas funde, amalgama y libera lo que
las societas intenta a toda costa moldear, delimitar y controlar. Turner explica la presencia
conjunta de estas dos condiciones de manera funcional como si la estructura requiriera la
antiestructura para poder sostenerse, o como si se requiriera de espacios de descanso tran-
sitorios para lograr soportar todas la exigencias de la estructura social imperante. Así las
cosas, la antiestructura aparece como la asistente de la estructura. Como si la antiestructura
confirmara la necesidad humana de poder estar más allá del grupo moral (Bauman, et al,
2004).
78
Ritual y sentido en la práctica swinger
Ahora bien, si partimos del presupuesto de que cada momento histórico produce
sus particulares manifestaciones sintomáticas, –de ahí la relación entre historia
e histeria, por ejemplo (Gallo, 2007; Nasio,1995), entendido lo sintomático
no como algo mórbido sino como nudo (que eventualmente también puede
arrastrar el plus de goce, psicoanalíticamente hablando, también es cierto) cabe
preguntarse: ¿Hasta qué punto el intercambio de parejas como una práctica
social sexual contemporánea no es más que una manifestación de un síntoma
contemporáneo ante la caída de los ideales románticos de la fidelidad (como
exclusividad erótico-afectiva), y es al tiempo una medida –desesperada– por
sostener el matrimonio como institución en una sociedad en la que este está ame-
nazado de desaparecer por lo menos en su forma convencional de presentarse?
¿No se debería, entonces, tratar de establecer, como lo hizo Freud (1908), cuál
es la moral sexual “cultural” y su relación con nerviosidad moderna, hoy más
bien “posmoderna”, como nos insta Braunstein (2009) –para lograr comprender
nuestro momento actual y las nuevas formas del goce?
Se dijo atrás que los ritos son prácticas de mediación entre los hombres: Dios
es el objeto de los ritos, es cierto, pero “la eficacia de los ritos se lee y se mide
siempre como efectos en los seres humanos, sobre el cuerpo humano, del que
realiza el rito o del que es el objeto de dicho rito. El propósito de los ritos es
incidir sobre las relaciones entre los hombres: la interpretación y la prevención
son estrategias para preservar el presente al controlar el sentido de las relaciones
pasadas o futuras” (Augé, 2004: 76). En este orden de ideas, podría pensarse que
el intercambio de parejas es una estrategia para preservar el lazo amoroso, muy al
contrario de cómo se interpreta a la ligera una amenaza. En este sentido a pesar
de que los swinger pueden ser percibidos como liberales, su propósito último de
preservar a la pareja y a la familia los hace ver como conservadores también. “Este
control pasa por un ejercicio ritual y por los fenómenos más o menos organizados
a los que da una forma y una significación social convirtiéndolos en mediadores.
Estos fenómenos son a la vez individuales y colectivos” (Augé, 2004: 78). En
este sentido, la práctica de intercambio es individual (una pareja lo puede hacer
con otra pareja) pero a la vez colectiva. Los swinger realizan estas conductas en
grandes grupos de manera más o menos organizada, lo que da forma y sentido
social a este particular grupo o subcultura, y la práctica y la comunidad como
ritual son un mediador entre los miembros de la pareja y entre el conjunto de
las parejas y regula la posibilidad de acceso a la sexualidad sin que implique
riesgos para la pareja amorosa o amenace su equilibrio, por supuesto, cuando
el rito ha tenido eficacia simbólica, lo que, valga la pena aclararlo, no siempre
sucede porque las comunidades swinger reportan que en ocasiones se han roto
79
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
las reglas que ordenan el ritual, ciertas parejas se han separado y alguno de sus
miembros ha terminado vinculado con otra persona con la que alguna vez o
frecuentemente hubo intercambio.
Ahora bien, de otro lado, Augé (2004) nos recuerda que el rito contiene una
cierta dimensión de espectáculo, pues incluye una puesta en escena como parte
principal del mismo, y esta puesta en escena implica la organización del espacio,
el tiempo y la interacción de los actores y se hace de cara a otros o teniéndolos
como telón de fondo. Analicemos ahora la práctica swinger a la luz de estos
tres elementos.
En relación con el espacio el ritual swinger, pasa por una serie de momentos, al
menos como se observa en una forma particular de la fiesta29, la rumba, como
nos refiere Gómez (2007). En esta práctica el intercambio no se da en todo
momento ni en cualquier momento; pasa por varios momentos asociados a
diferentes espacios en los que se legitiman determinadas acciones posibles.
Se inicia en un espacio de pasaje en el que se cambia la ropa; continúa en un
espacio de rumba y se transita finalmente a una zona húmeda (tipo spa) donde
se presenta el intercambio efectivo y abierto. Como vemos, los espacios son
determinantes de la acción social y existen dos espacios de tránsito previos al
intercambio explícito y directo.
29. A propósito de esta Auge (2004) considera que la fiesta, en particular la música, es el único
verdadero ritual contemporáneo.
80
Ritual y sentido en la práctica swinger
En relación con los actores, estos están condicionados por los tiempos y los es-
pacios para poder desarrollar cierto tipo de acciones, y los espacios y los tiempos
le imprimen a la acción un ritmo. El orden de esa acción y el respeto del mismo
garantizan la eficacia simbólica, que se espera tenga el ritual; de lo contrario,
la subversión del uso de los espacios de los tiempos o de las reglas amenaza la
estabilidad del ritual y su propósito, y hace que sobrevenga lo que se temía como
unan situación desastrosa, apabullante, que puede dejar como consecuencia
sino la violencia, sí el estrago: “Es imperioso que el acontecimiento esperado se
produzca en el momento preciso, el retraso o el adelanto en esta materias puede
provocar consecuencia graves” (Augé, 2004: 74). Cuando el ritual no alcanza
a lograr la mediación simbólica (y es posible que a veces no lo logre, aunque es
más excepcional que frecuente) este es sustituido por la violencia, por la pura
relación de fuerza (Augé, 2004: 84), es decir, que cuando se pierde el ritmo lo
que aparece es un real de violencia que no alcanza a ser regulado por el orden
simbólico y que exige de nuevo la presencia del Otro para que regule el lazo
social, para que cumpla la función de apaciguar, pacificar; que para el caso del
que hablamos puede ser el Otro representado por la administración del lugar,
un líder entre la comunidad o la presencia efectiva de la policía.
En general, los actores que participan del ritual son parejas (heterosexuales,
homosexuales o lesbianas según el día), algunas mujeres de más, nunca más
hombres que mujeres y menos aun solos –no son permitidos, por regla–, los
administradores del ritual, porteros, auxiliares, vigilantes de baños, administra-
dores del bar, strippers.
Los actores, de acuerdo con los marcadores de tiempo y espacio, realizan cierto
tipo de acciones. En un primer momento se despojan de sus ropas para pasar al
bar; en el bar bailan, ingestan licor y pueden presentarse intercambios suaves
(soft) con alguna otra pareja, y en la zona húmeda pueden observar a otros hacer
el amor, hacer el amor ellos, conversar con otros, intercambiar sexualmente
con otros o mantenerse aislados si así lo prefieren, pero excepcionalmente (no
imposible) podrían presentarse intercambio duros antes de este momento, o
en los espacios anteriores, porque al parecer lo que marca la autorización a los
intercambios fuertes es la introducción de un show de striptease, la presencia
81
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Ahora bien, todo rito se realiza en un espacio concreto, pero sobre todo sitúa a
unos y a otros en el espacio. Son objeto de tratamiento ritual los espacios límite
(fronteras), los cruces (lugar de cruce y de encuentro), los espacios públicos,
que son lugares de encuentro e intercambio por excelencia. La práctica swinge,
como práctica como encuentro y la “rumba” swinger como espacio público de
encuentro y de intercambio son susceptibles por excelencia de ser ritualizadados
pues se constituyen en lugares de mediación, intraespacialmente para quienes
participan de la práctica, es decir, la experiencian en el interior, e interespacial-
mente para quienes no están dentro de ella. A este respecto conviene recordar
el estudio de Gómez (2007) que ubica la práctica swinger como una práctica
liminoide (en el sentido expuesto por Turner, 1980), entendiendo esta como
un tiempo y lugar de quiebre de los procedimientos normales de la acción so-
cial para pasar a una posición en la cual se recrea una conducta conjunta que
plantea como lugar central la sexualidad dirigida a espectadores que son en su
mayoría también actores.
Una cosa más que sumar a la compresión de la práctica swinger como una
práctica ritual es reconocer, como Augé lo muestra, que la práctica ritual,
además de ser siempre una relación con los otros, tiene como telón de fondo
una colectividad que se pone en escena de una manera u otra. En el caso de
los swinger esa colectividad hace referencia a la comunidad misma que inscribe
en ese mismo estilo de vida. “La conciencia de que esta colectividad existe y
la consciencia de formar parte de ella contribuye a la emoción que suscita y,
eventualmente, a la confianza que lleva” (Augé, 2003; p. 98), es decir que la
práctica de intercambio cobra valor y legitimidad solo si se hace considerando
como telón de fondo la comunidad swinger misma; de lo contrario puede pre-
sentarse materialmente el hecho de intercambio y eso en sí mismo no da lugar a
30. Cabe aclarar que estamos hablando de una práctica de intercambio que tiene lugar en el
contexto de la rumba, y es una práctica de intercambio entre otras de las múltiples posibles
para quienes son miembros de la comunidad: intercambios privados, de dos o más parejas,
en sus casas o en moteles, spa o campamentos swinger, fines de semana o vacaciones en
comunidad, etc., son otras posibilidades de ritos de intercambio regulados igualmente por
particulares reglas. Pero aclaramos que es la “rumba” swinger es la práctica swinger más
popular y de más fácil acceso en el contexto de la ciudad de Cali –y la vía a través de la cual
se popularizó, se socializo públicamente en la ciudad este tipo de encuentro sexual-, por
ello, hacemos referencia a esta, pues es de la que obtuvimos mayores referencias (Gómez,
2007; Moncayo, 2009; Prada, 2007, Mac Causanlant, 2004), además por la información
obtenida de conversaciones informales con algunos practicantes del swinging.
82
Ritual y sentido en la práctica swinger
En el mismo sentido que se indica que el ritual tiene por finalidad el estableci-
miento de un vínculo social con otros, tendríamos que decir que la fiesta swinger
además de un espacio de intercambio (o cualquiera de las otras formas rituales
presentes en esta comunidad) genera un sentido de identidad y da sentido a la
práctica en la medida en que ese sentido se construye colectivamente con otros,
de tal manera que se presenta como un rito contemporáneo. Si el rito es la con-
dición del sentido social contra la soledad, el rito del intercambio de pareja, que
tiene como telón de fondo una comunidad de practicantes o de quienes adoptan
este estilo de vida, es una lucha de quienes pueden sentirse solos en un mundo
que los juzga y los excluye porque moralmente valora su gusto y preferencia
como una actividad aberrante, y esta condición de ser enjuiciados que pueden
sentir muchos los lleva a considerar el ritual como un ideal, como una forma
de enfrentar el abatimiento que produciría la soledad que implica la exclusión
o el acceder a una práctica queer. El rito, como vínculo simbólico, puede ser el
antídoto a la soledad. Augé (2004) lo va a decir de manera más poética: “El rito
no nos enseña otra cosa: sobrevivir. Si uno lo desea, es comprender que uno no
está nunca completamente solo” (p. 205).
31. En relación con esta dimensión de análisis sociológico el estudio de Moncayo (2009) es
ilustrativo.
83
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
84
Capítulo 3
85
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
el caso de una pareja swinger (Penélope y Octavio), que como todo caso es figura
(particular) en un universo posible de configuraciones –situado y fechado– (P.
Bourdieu, 1997), la ética en la que soporta su vivencia de una forma erótica en
clave de intercambio sexual de pareja. Ellos nos permitirán comprender cómo
en el ethos swinger hay un pacto fundado en la soberanía de los individuos que
eligen cómo gozar y que tiene como base el libre consentimiento y la discreción,
por el cual se subvierte la dominación masculina y la mujer, además de poder
manifestar su deseo, está en la posición de ser el partener en quien reside la
posibilidad y el poder de elegir con quiénes se autoriza gozar. Esto servirá como
base para plantear, entonces, si es legítima la aseveración respecto de la práctica
swinger como “práctica perversa”, con esa discusión respecto de la ética en esta
práctica erótica valiéndonos fundamentalmente, pero no exclusivamente, del
psicoanálisis cerraremos este capítulo.
Es interesante recordar que Freud (1912) nos hace ver cómo la concepción de
una mujer digna en la época victoriana estaba ligada a la maternidad, y por
tanto ella se confinaba al hogar y al cuidado de sus hijos. Ocupaba el lugar
idealizado de la santa madre, aquella que debía ser ab-negada y en ese sentido
renunciar al deseo. Esa era la forma como, hasta la era victoriana, la mujer
encontraba una forma de sublimar la pulsión (Freud, 1908). No obstante, lo
que Freud encontraba en sus pacientes era justamente el síntoma como efecto
de la represión de ese deseo, y que como tal indicaba que la sublimación de la
pulsión lograda a través de la ab-negación, vía el ideal de santidad, perdía cada
vez más su eficacia. Resultaba de ello una queja de insatisfacción que reclamaba
una escucha, un destinatario. Freud se coloca en ese lugar en la medida en que
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
permite que ellas puedan decir eso que la sociedad de la época quería silenciar,
a saber, su deseo de acceder al goce sexual.
De acuerdo con el sexólogo Norberto Litvinoff las parejas swinger: “no creen en
la propiedad privada de la pareja, es decir, no se sienten dueños del cuerpo del
otro y por eso se pueden permitir buscar otras fuentes de placer” (Citado por
Ons, Silvia), pero ellas pactan la escogencia de estas nuevas fuentes alternativas
de generación de placer, en este caso vinculadas al intercambio con otras parejas.
Ahora bien, el hombre como ser social, inserto en una cultura, se ve obligado a
responder con sus actos, con sus prácticas, a los ideales y demandas que dicha
cultura le impone. Ideales que se constituyen en buena medida en imperativos
morales articulados a una serie de creencias que representan las diferentes
formas de discurso a través de las cuales se interpreta el mundo. En el caso
judeocristiano, por ejemplo, ha sido históricamente evidente una moral ba-
sada en estereotipos en los cuales la mujer aparece ligada al pecado, tal como
lo manifiesta el Génesis, en cuyo caso se presenta a Eva como quien cedió a
la tentación de la serpiente y quien además sedujo a Adán para que cayese en
pecado. Es decir, según dicha lógica, ella sería la vía por la que el pecado ten-
dría acceso al hombre. Los discursos morales operan, pues, como oráculos que
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
definen lo prohibido o permitido. Así, para el caso del estilo de vida swinger
como fenómeno social que irrumpe pregonando otros valores y creencias que
difieren de manera significativa de los establecidos, se genera de inmediato
un rechazo que en ocasiones no permite siquiera la aproximación a un saber
que permita comprender su lógica y su estructura, así como lo que, en tanto
formación cultural actual, intenta hacer escuchar.
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
sexuales con alguien distinto de la pareja, con base en esas nuevas ópticas el
sujeto, como lo manifiesta Clifford Geertz, pasaría a adoptar nuevos deber ser,
desear, hacer, o ser.
Veamos, entonces, a partir del caso de una pareja inscrita en el estilo de vida
swinger cuestiones que puedan darnos alguna luz, para aproximarnos a la com-
prensión de lo que se pone juego en torno a ello.
Las subjetividades que se han generado a través del tiempo y los cambios en la
asunción de la vida sexual traen consigo la necesidad de investigar y conocer
el desarrollo de tales diversidades, que pese a la poca aceptación moral en la
sociedad, comprenden aspectos importantes del ser humano. Así, surgen dis-
tintos planteamientos acerca de las opciones que se presentan al sujeto para
encontrar placer, y en ocasiones lo que él considera lo más acorde con sus deseos
se aparta del modelo establecido por las normas sociales que pretenden para la
humanidad una sola visión de las particularidades.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
con muy poco nuevo que las recomiende, y nos llevaría a un conocimiento
y comprensión cada vez mayores de lo que son los valores y la forma en
que funcionan (Geertz: 130).
El Nombre del Padre bien podría ser su plural, pues de hecho todo signi-
ficante es múltiple en su significación cuando se confronta con el mar de
significantes, puede decir eso y lo contrario, puede decir singular y plural.
Aunque la ausencia de referente frustre la pretensión humana de tener un
mundo (hecho en definitiva palabras) ordenado, ubicable y cartografiado
al extremo (Irazola 43-44).
90
Ética y erótica en el estilo de vida swinger
91
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Pero tales concepciones han sufrido drásticos cambios en los últimos años
merced a hechos en sucesos como la liberación femenina, las revolucionarias
teorías sobre la sexualidad humana desarrolladas por Freud y el nacimiento de la
sexología como subdisciplina, entre otros. La mujer ya no se autoconsidera ni es
considerada como un objeto con fines de procreación. En la actualidad hay una
preocupación cada vez mayor en el aspecto sexual del hombre y la mujer, que
se estima básica en una relación de pareja, al punto de definir su continuidad.
El ser humano hoy se interesa por explorar su sexualidad en la búsqueda de un
placer mutuo, más que propagación de la especie, y esto incluye las uniones
de pareja, cada uno de cuyos miembros expresa sus particulares necesidades.
El estilo de vida swinger podría ser, a manera de hipótesis, una respuesta a estas
nuevas demandas sexuales, ya que, como se ha reiterado, en algunas parejas es
un elemento que renueva su relación, y teniendo en cuenta que la igualdad se
considera un presupuesto de su vínculo vemos cómo la mujer manifiesta sus
deseos al igual que el hombre y no son rechazados o tomados como algo indigno.
En palabras de Anthony Giddens (1992), “las mujeres esperan recibir, así como
proporcionar, placer sexual. Muchas han llegado a considerar una vida sexual
plena como un requisito clave para un matrimonio satisfactorio. La propor-
ción de mujeres casadas durante más de cinco años que han tenido aventuras
sexuales extramaritales es hoy virtualmente la misma que la de los hombres. La
doble moral existe todavía, pero las mujeres ya no toleran la opinión de que,
mientras los hombres necesitan variedad y probablemente emprenden aventuras
extramaritales, ellas deban comportarse de otra forma” (p. 42).
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Así, se casaron después de dos años de noviazgo, y fueron a vivir juntos en una
habitación alquilada en un sector de la ciudad de Cali conocido como Loma
de la Cruz; sitio de encuentro del arte y la cultura, pero en una estratificación
baja. Octavio y Penélope hacen hincapié en que sus condiciones económicas
eran difíciles pero que, aun así, eran felices pues vivían tranquilos. Además,
nunca les faltó lo que consideraban necesario.
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
Octavio y regresar a Cali. Luego de esto Octavio termina la relación con la otra
mujer, renuncia a su trabajo y decide regresar a Cali en búsqueda de Penélope,
como él lo dice, “sin nada”. En esta ciudad deciden darle otra oportunidad.
Cada uno reanuda su vida laboral, ahora en Cali. Pero las dificultades entre
ellos reaparecen y finalmente, según comentan, se presenta un impasse en su
vida sexual, pues Octavio no logra satisfacer sexualmente a Penélope, lo que
por supuesto genera en él una gran frustración en él: “ella me descontrola y me
vengo32 muy rápido”. La pareja afirma que haber tenido tantos problemas y con-
tacto sexual con otras personas, les permitió ampliar su marco de referencia y
su visión de la sexualidad, ya que en el caso de Penélope, según comenta ella,
nunca había estado con un hombre distinto a Octavio. Se proponen entonces
buscar nuevas alternativas para resolver esta crisis en su vida sexual, y surge
la idea de aproximarse al mundo swinger. Así, indagan de qué se trata dicha
práctica, fundamentalmente a través de páginas web y referencias de conocidos
que cuentan con alguna información al respecto. Octavio confiesa haber sentido
miedo de ingresar al mundo swinger, debido a que la propuesta de este estilo de
vida se oponía abiertamente a lo que se le había inculcado como socialmente
aceptable. Sin embargo, poco tiempo después se lanzan a la búsqueda de parejas
con las que puedan encontrar algún grado de afinidad para observar la posibilidad
de llegar eventualmente a un intercambio.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Esto último es para nosotros un dato importante, ya que son una pareja que
lleva un tiempo considerable dentro de la actividad social swinger, es decir, par-
ticipan de espacios sociales con otras parejas swinger pero no necesariamente
del intercambio sexual, pues ellos consideran que no sólo se comparte el cuerpo
con fines sexuales sino que se trata del intercambio de experiencias. En el caso
en estudio las experiencias de otras parejas acerca de su vida sexual resultaron
fundamentales para Octavio y Penélope en la medida en que su interés inicial
por este estilo de vida derivó de los impasses en su vida erótica. Resulta, pues,
interesante cómo, a pesar de haber tenido sólo un intercambio de parejas, Oc-
tavio y Penélope se describen a sí mismos firmemente como una pareja swinger.
Esto nos lleva a considerar que el estilo de vida swinger, al menos para este caso,35
no se define por la frecuencia del intercambio sexual con otras parejas, sino que
entran en juego otra serie de cuestiones relacionadas con una mentalidad, una
cosmovisión y una ética que los instaura dentro del estilo de vida swinger y con
lo cual se agrupan bajo el significante comunidad. Y desde otro punto de vista
es también la razón por la cual no todos aquellos que participan de prácticas
de intercambio sexual entre parejas son considerados por los swinger como per-
tenecientes a su comunidad pues un principio fundamental swinger se refiere a
entregar algo que es propio, la pareja estable y, por lo tanto, a quien se acerca a
la práctica acompañado por quien es su amante, con fines de promiscuidad por
fuera del matrimonio, no se le es considerado como miembro del estilo de vida
33. Anglicismo para referirse a las conversaciones a través de la escritura en tiempo real por
medios virtuales.
34. Ya se han detallado de las características de esta página en un capítulo previo de esta pub-
licación, titulado: Sujetos, redes virtuales e intercambio swinger.
35. De hecho, como se podrá observar en capítulos posteriores, este parece ser un dato impor-
tante, pues es común en otras parejas, en las que el estilo de vida swinger, no se define por
la participación en la práctica sino por una forma de comprender y asumir la vida en pareja
a partir de una serie de principios, un ethos.
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
swinger. Esto marca un hito importante a propósito de las normas que rigen no
la práctica, como se veía en el capítulo sobre la “rumba” swinger, sino el estilo de
vida como forma de hacer lazo, o en términos psicoanalíticos, de hacer sinthoma
con otros. En este sentido, podemos plantear la hipótesis de que se trata de un
intento de construir un discurso que haga lazo y que permita superar los impasses
de la falta de armonía entre los sexos (Lacan, 1972-73).
Durante la entrevista, Octavio y Penélope nos relatan una anécdota que permite
entender lo que para ellos, de acuerdo con su experiencia particular, significa
ser swinger. En su primer encuentro con otra pareja fueron a un bar swinger.
Allí se encontraba una pareja que tenía una discusión, y la mujer que hacía
parte de dicha pareja comentó a Penélope que su razón de haber ingresado en
la práctica swinger era que su esposo quería tener relaciones sexuales con una
chica que no tenía más de veinte años, y ella, la esposa, no se sentía cómoda
con esto, pero el esposo le exigía que tenía que permitírselo porque era lo que
él deseaba. Luego de narrar esto, con firmeza los dos nos dicen: “Eso no es ser
swinger”, y agregan que esa actitud la asume quienes están cansadas de su pareja
y encuentran en esta actividad una manera de tener sexo con otros. Ser swinger
es, según su concepción, respetar no sólo lo que el otro quiere, sino aceptar y
entender el límite que el otro en la pareja impone. Hay aquí, entonces, una
carga súper yoica importante, desde el ideal del yo, de lo que implica ser swinger.
Ideal, pues, en tanto soporte para un ethos.
Esto nos señala un segundo principio interesante del estilo de vida swinger según
esta pareja. Se trata del respeto al pacto, al contrato, es decir, de la regla que rige
el acceso al intercambio: la condición del consentimiento mutuo. Esto implica
la tramitación por lo simbólico de la fantasía como una manera de disminuir
sus efectos imaginarios, a saber, los celos, la envidia, la agresión, entre otros.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Por otro lado, consideramos importante hacer énfasis en el estilo de vida swin-
ger presenta, a nuestra manera de ver, un matiz político, entendida la política
como “el arte del bien común” (Aristóteles; 2005). De acuerdo con esto, y con
lo manifestado por los practicantes del estilo de vida swinger, la pareja que en
él se inscribe debe actuar por consenso, es decir, nada se hace sin que los dos
estén de acuerdo, de tal forma que el estilo de vida swinger se muestra como
una pequeña democracia, en la cual los dos tienen igual de poder de decisión.
Lógicamente, esto corresponde al ideal del estilo de vida Swinger. Pero consi-
deramos que justamente esto propicia aparición de un ethos en la medida en
que se trata de sentar principios ideales con los cuales se espera regular el lazo
en la pareja y con ello reducir, en la medida de lo posible, efectos negativos
imaginarios (Lacan; 1949), a saber, los celos, la agresión o cualquier otra ma-
nifestación especular. Así, podríamos pensar que en los swinger se intenta esta-
blecer una sexualidad que pasa por el orden de lo consensuado, lo limitado, es
decir, basada en una ley que regula el goce y en ese sentido sus excesos posibles,
excesos del goce. No obstante, deberemos dejar en suspenso la respuesta a la
pregunta acerca de si, en efecto, dicha ley logra operar de manera eficaz sobre
la constante de la pulsión en su meta de búsqueda de satisfacción que conlleva
siempre el riesgo de un goce que se torne displacentero y a través del cual un
sujeto puede ubicarse en un más allá del principio del placer que lo ata a un
real insoportable (Freud, 1920).36
Octavio y Penélope han compartido experiencias con varias parejas; sin em-
bargo, como ya lo mencionamos, hasta el momento sólo han participado de un
intercambio sexual. En ese sentido, resulta interesante recalcar cómo el goce
que deriva para esta pareja del estilo de vida swinger, no se reduce al encuentro
36. Sobre esta pregunta se desarrolla el capítulo VI de este libro, justamente a partir de los
efectos de la transgresión de la ley en el caso de una pareja swinger.
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
cuerpo a cuerpo con otros, sino que gira alrededor del juego que implica hacer
contacto, convenir el encuentro, compartir experiencias y eventualmente la
seducción. En palabras de la pareja: “Es como si estuviéramos buscando novio”.
Es decir, se trata de una búsqueda que supera la vertiente genital y se aproxima
a un discurso en el cual, a través de lo tramitado en el cortejo con otra pareja,
se erotiza el vínculo y se abre la posibilidad de hacer lazo entre las dos con el
fin de superar lo que, en el caso en cuestión, como se había señalado, resultaba
insoportable y que incluso concebir un hijo no había solucionado. De esta
manera, entablar conversaciones con potenciales parejas swinger e introducir
la fantasía del intercambio, parece ser suficiente, de acuerdo con lo menciona-
do por Penélope y Octavio, para inscribirse en la estructura del estilo de vida
swinger y no está relacionada de manera directa con la frecuencia o cantidad de
intercambios, porque ellos se consideran miembros de dicho estilo de vida, lo
que fue manifiesto durante la entrevista con frases como “nosotros los swinger…
“desde que somos swinger”, etc.
Ahora bien, hay ciertas normas que regulan el pacto, y son para la pareja prin-
cipios que protegen su lazo amoroso. Esto se evidencia de manera particular
en la forma como cada uno condiciona las relaciones sexuales del otro con un
tercero basándose en lo que conoce acerca de las preferencias de su pareja.
Octavio señala al respecto que han acordado que en caso de que el hombre
para el potencial intercambio sea “bohemio, artista, músico” no se consentirá el
intercambio pues ello pondría en riesgo la relación, ya que “así son los hombres
de los sueños de ella” y por lo tanto Octavio sabe que existe la posibilidad de que
Penélope se enamore de ese hombre. De igual manera, Penélope señala que
“cuando yo veo que la vieja le gusta mucho, le gusta más de la cuenta, entonces le
digo que no”. Se trata, pues, de una especie de principios que pretenden reducir
los riesgos de los excesos del goce al evitar el intercambio con un tercero por
los eventuales efectos nocivos sobre el lazo amoroso.
De otro lado, vemos cómo esta regulación cuenta con un punto particular-
mente llamativo pues los practicantes de este estilo de vida refieren que “son
las mujeres quienes tienen la última palabra”. Los hombres entrevistados en esta
investigación asumen este principio con total convencimiento de que es así
como deben funcionar todas las parejas involucradas en esta práctica si desean
llegar a resultados idóneos limitar los efectos imaginados de la agresión y ser
consideradas practicantes sinceras del estilo de vida swinger; es decir, que hayan
aceptado las normas de dicho estilo de vida y decidido respetarlas. La mujer
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
como soporte del ideal del amor, es entonces, garante del mantenimiento del
lazo a pesar de la entrega de su cuerpo a un tercero.37
37. Este punto será desarrollado en el capítulo: El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger: La
búsqueda del mantenimiento de la tradición amorosa en tiempos de fragmentación.
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
Entre los swinger existen además una serie de normas de tipo práctico, entre
ellas las relacionadas con el aseo, los cuidados al realizar prácticas sexuales,
el cumplimiento de las citas y la reserva acerca de dicho estilo de vida y sus
practicantes. En cuanto a este último punto se observa que hay una petición de
discreción por parte de la comunidad. En el caso de Penélope y Octavio ellos
lo manifiestan así: “Obviamente uno no les comparte esto a las demás personas”,
porque es un tema de poca aceptación pública y les resultaría incómodo mostrar
un pensamiento tan marcadamente diferente con personas que seguramente
lo rechazan.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
38. Término derivado del latín pervertere (dar vuelta, peré versión, versión del padre para Lacan),
utilizado en psiquiatría y en sexología para designar, a veces de manera peyorativa, y otras
varolándolas, las prácticas sexuales consideradas desviaciones respecto de la norma social y
sexual. En 1987 la palabra perversión fue reemplazada en la terminología psiquiátrica mun-
dial por “parafilia” (anomalía y desviación basada en la ausencia de cualquier partenaire
humano libre y consintiente), que incluye las prácticas sexuales en las cuales el partenaires
un sujeto reducido a la condición de fetiche (paidofilia, sadomasoquismo), o el propio cu-
erpo (travestismo, exhibicionismo), o bien un animal o un objeto (zoofilia, fetichismo).
El término perversión fue retomado por Freud en 1986 y adoptado definitivamente como
término técnico del psicoanálisis, pero es a Lacan y a sus discípulos franceses a quienes les
corresponde el merito de haber finalmente sacado la perversión del dominio de la desvi-
ación, para considerarla una verdadera estructura (Roudinesco, E. y Plon, M., 2003).
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
caso nuestra misión será formular juicios morales. De este posible ejercicio de
hostilidad y tiranía debemos guardar distancia y cuidarnos.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Ahora bien, hemos planteado que la práctica swinger es valorada como perversa
por parte de un sector de clase ideológicamente identificado como hetero-
normativo. Este es un argumento ideológico y no científico, insistimos; pero
incluso quienes utilizando el arsenal conceptual de la ciencia y en particular del
psicoanálisis40 pretenden hacer ver la práctica del intercambio sexual como una
perversión, son, teóricamente hablando, incautos pues suponen que esta práctica
puede ser calificada de “perversa” sin saber exactamente qué se entiende por
perversión desde el punto de vista psicoanalítico, desde la perspectiva de Freud
y de Lacan, en cuanto estructura clínica41, y no como patología.
40. No se quiere decir con esto que sean solo los psicoanalistas; se incluyen aquí también
psicólogos, sexólogos, psiquiatras, médicos, terapeutas en general, etc.
41. Entendemos aquí por estructura clínica una forma particular de sufrimiento, una particular
posición subjetiva. “Las estructuras clínicas son hechos de discurso, modos de relación con
el Otro, posiciones subjetivas, relaciones con el inconsciente” (Braunstein 20005: 245).
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
42. En relación con esta compresión Braunstein (2005) propone que “hay que saltar, saltar
desde la neurosis, esa negativa al apalabrarmiento del goce, hacia su positivo, la perversión.
Otra vez estamos con Freud frente a la metáfora fotográfica (el negativo de la foto, se dice).
“No. La perversión no es el negativo de la perversión, sino su positivo” (p. 243). Es decir
que tanto Eidelsztein como Braunstein coinciden en decir que “la perversión no es el nega-
tivo de la neurosis”; para el primero es su inverso (sentido lógico), y para el segundo es su
positivo (metáfora fotográfica).
43. A este respecto y en el mismo sentido, Braunstein (2005) nos indica que “por este juego
premeditado con la Ley, y las transgresiones es el perverso el más adaptado a la realidad…
está perfectamente adaptado en el discurso, es convincente, lógico, no solo experto en los
vericuetos de las leyes sino, siempre que puede, legalista y legislador. Enseña y predica.
Catequiza y persuade, su parentesco con las posiciones del juez, el maestro, el sacerdote, el
político, el médico es evidente”. No prescinde del Otro, lo encarna; no desconoce la ley, la
hace.
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
por la cual el perverso requiere del partenaire, y del Otro que aunque en forma
oculta caracteriza todo el movimiento.
44. La voluntad de goce en el perverso no es ni el libre arbitrio ni el capricho, sino todo lo con-
trario de la libertad: la sumisión acrítica, enervada y apática a una norma absoluta que im-
pide transitar por los caminos alternativos, y que legisla con ferocidad. No es una decisión
elaborada de un querer sino de una coacción que exige escapar de la ley del Edipo y de la
castración. En tal sentido no es más libre sino más esclavo.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Insistamos en esto entonces, porque alguien podría considerar que hay una
contradicción lógica en lo que afirmamos pues si la práctica swinger como
ritual obedece a un cierto orden, por otro lado y, como dijimos anteriormente,
los perversos no están por fuera del orden, esto precisamente probaría que la
práctica swinger es perversa. Pero es un razonamiento absurdo, pues no por-
que el perverso reconozca y respete en general el orden simbólico, la práctica
swinger es perversa estructuralmente hablando, ya que “no es la actuación lo
que distingue la neurosis de la perversión, sino la posición del sujeto en esta
45. Vale la pena recordar con Braunstein (2005) la diferencia entre la homosexualidad como
perversión y la homosexualidad como modalidad de elección de objeto amoroso. La homo-
sexualidad como perversión incluye un rasgo de disociación y degradación de la vida amo-
rosa. El acto homosexual es, en sí, una conducta que puede ser practicada por sujetos que
se pueden incluir en cualquier estructura clínica (p. 252). En el mismo sentido podríamos
considerar el intercambio de parejas como una modalidad de elección en la satisfacción del
goce sexual, que como conducta puede ser practicada por sujetos que se pueden incluir en
cualquier estructura clínica.
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Ética y erótica en el estilo de vida swinger
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
tido puede considerarse lo swinger (y estilo de vida) como una práctica social y
sexual perversa, porque de ella se participa de manera libre y voluntaria, lo que
la hace ajena a cualquier posible rasgo de perversión. Por el contrario, hemos
considerado que tal juicio corresponde a una racionalización ideológica basada
en una heteronormatividad sexual imperante y hostil, que poco aporta a la
posibilidad de representarse claramente y sin prejuicios morales, esta práctica
social y sexual contemporánea.
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Capítulo 4
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Gracias al surgimiento del amor romántico, que según señala Diana Sahovaler
(2009) deriva del decaimiento de las batallas de los caballeros medievales,
quienes al no tener ya tierras por las cuales luchar centraron sus esfuerzos y sus
luchas en la complacencia de las doncellas, con ello se estableció una relación
más estrecha y permanente con el objeto amoroso y se dio un paso con el cual
se “amalgama por primera vez el amor con la libertad, considerados ambos
como estados normativamente deseables” (Giddens, 1992, p. 46). De acuerdo
con esta transformación, lo más importante o significativo son los lazos y los
afectos, es decir, los sentimientos que se ponen en juego, los cuales por lo general
prevalecen sobre el ardor sexual. En este amor tiene un papel importante la
sexualidad, pero no es lo fundamental. Otra característica del amor romántico
es que puede ser vivido por fuera de la legitimidad familiar, ya que lo privilegiado
son los lazos amorosos, sin importar otro tipo de condiciones, como por ejemplo,
los intereses instrumentales de clase o los económicos.
Dicho amor romántico nutrió las novelas sentimentales del siglo XVIII, que
en el fondo constituían una crítica a lo que se vivía. Ya no era su protagonista
el hombre legendario de las novelas épicas, sino el hombre común sometido a
presiones, y la mujer, en una posición pasiva, anhelaba a un hombre con el cual
pudiera crear un lazo que le permitiera estar junto a él por mucho tiempo. El
que esta unión se hallare mediada por el ideal del amor antes que por condicio-
nes instrumentales o pasionales la inscribía en el estatuto del amor romántico
porque en cierta forma el amor romántico exaltaba la libertad de la persona de
manifestar sus deseos particulares.
Como lo explica Giddens (1992), las relaciones entre los padres y los hijos
cambiaron de forma radical después del siglo XVIII, puesto que la llegada de
la modernidad trajo consigo la separación entre el hogar y el lugar de trabajo.
112
El estilo de vida swinger
Los autores Picó y Sanchis (1996) plantean que se pasó de una sociedad tra-
dicional en la que predominaba la familia numerosa, cuyos miembros eran al
mismo tiempo unidad de consumo y unidad de producción, a una modernidad
en la que ya los hijos no eran más una fuerza productiva. Así, este anhelo de
procrear comenzó a ser motivado por el sentimiento franco de tener hijos por
la recompensa emocional que ello comporta, por el deseo sincero de tenerlos,
porque ello daba sentido a la existencia de los padres y a la unión marital, si-
tuación que reivindicaba la primacía de la subjetividad al momento de tomar
tan seria decisión: tener o no hijos y cuántos.
Por esto el nacimiento del amor romántico está íntimamente ligado al matri-
monio, y por lo tanto a la familia como ente fundamental y constituyente de la
sociedad, y por ello es importante comprender el lugar y las transformaciones
que ésta ha tenido en la historia, ya que es considerada como “la institución
social básica o incluso como la célula de la sociedad” (Picó y Sanchis, 1996:
203), que difiere de la célula biológica en el sentido de que la célula social es
“…una construcción social que tiene su origen en el matrimonio y que se estructura de
acuerdo con un sistema de parentesco” (Picó y Sanchis, 1996: 205), y entenderla
como “una estructura compleja y no como una organización elemental” (Gallo;,2003:
101). En relación con esto, Lévi-Strauss (1998) en su libro Las estructuras ele-
mentales del parentesco plantea que el sistema de parentesco no es una cuestión
moderna, y de hecho ilustra una serie de desarrollos acerca de ello en sociedades
tradicionales, llamadas por él primitivas, en las que el sistema dependería de
la ley explícita de intercambio exogámico, y en las sociedades modernas está
ley seguiría operando pero como algo tácito, o también, en términos de Freud,
inconsciente. Así, Lévi-Strauss define dos formas de estructuras o sistemas de
parentesco. Por un lado las elementales, a las que alude como:
En este sentido, se trata de una estructura que define la donación que debe
hacer un miembro de una familia a otra para tener a su vez derecho a gozar de
una mujer que viene de esa familia. Esta cuestión será muy importante para
lograr comprender cómo para Lévi-Strauss el matrimonio es, ante todo, una
forma de intercambio.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
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El estilo de vida swinger
De esta manera el amor romántico se presenta como una fuerza social genérica
que cobijó gran parte de la sociedad occidental. Dicho tipo de amor reconoce
cierto grado de autointerrogación, que da lugar a la pregunta ¿Qué siento hacia
el otro?, y de otro lado, ¿qué siente el otro hacia mí? En consecuencia, el pre-
guntarse por el otro se refiere no sólo a lo que se puede entregar al otro, sino
también qué se espera recibir de él. Se busca, en definitiva, un reconocimiento
en la palabra del otro que dé cuenta de alguna forma de reciprocidad.
De otro lado, la madre juega en este nuevo modelo un papel protagónico. Es,
entonces, la encargada del hogar y de la educación y crianza de los hijos; se la
reviste así de la imagen de madre y esposa, que serán las cualidades y caracte-
rísticas distintivas del rol de la mujer. Y como la vida sexual tomaría un matiz
diferente para hombre y mujer, se adjudican características distintas a la mujer
y se la educa, por lo tanto, con ciertos requerimientos validados por la cultura,
como los valores maternales, “…pero cuanto más severamente educada ha sido
una mujer y más seriamente se ha sometido a las exigencias de la cultura, tanto más
temor le inspira este recurso, y en su conflicto entre sus deseos y sus deberes busca
un refugio en la neurosis. Nada protege tan seguramente su virtud como la enferme-
dad” (Freud, 1908: 123). Es así, como lo muestra Freud, que las exigencias de
los ideales construidos sobre la función social de la mujer en torno a la moral
sexual determinaron que el goce sexual quedaba prohibido para las mujeres
casadas, que debían velar por las buenas maneras y la crianza de los hijos. No
obstante, esta prohibición no erradica el deseo de goce sexual, y justamente allí
Freud ubica uno de los elementos clave en las formaciones de las denominadas
neurosis histéricas. Sólo al hombre le era lícito gozar sexualmente. Todo esto,
claro, enmarcado de manera específica en la modernidad de la época llamada
victoriana.
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116
El estilo de vida swinger
nidad se da paso, según anotan Picó y Sanchis, a nuevos tipos de uniones que
se caracterizan por tomar distancia de lo que anteriormente se constituía como
fundamental en la unión: la permanencia. Se plantean así tres nuevos tipos de
uniones como variantes de la estructura ideal del matrimonio: “alianza, fusión
y asociación” (1996: 217).
Del siglo XIX en adelante se da, por tanto, una nueva característica de unión,
un momento crucial en el cual el romance no está ligado más a la permanencia.
Giddens postula que “los elementos fragmentarios del complejo del amor romántico
[…] ya no están unidos al matrimonio” (1992: 56). El amor se separa de esa
condición que antes se creía obligatoria y esencial: la unión por medio de un
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El estilo de vida swinger
Se podría pensar, así, en primera instancia, que los swingers derivarían de una
apuesta al amor confluente, en el que se rescata el lugar de la mujer como
agente de poder, y quien al tener igualdad de condiciones está en la libertad de
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El estilo de vida swinger
Julio César y Helena se conocieron cuando ella tenía dieciocho años y cursaba
el grado décimo de secundaria. Julio César, con veintidós años de edad, ya se
había graduado de bachillerato y estaba desempleado, por lo cual casi siempre
se encontraba en su casa, lo cual permitió que al vivir en la ruta que Helena
tomaba de regreso del colegio, él con frecuencia la viera pasar y, como men-
ciona Julio César, “siempre me paraba a la hora que la niña pasaba de estudiar en
la puerta de mi casa a verla pasar, y todos los días le lanzaba un piropo y todos los
días ignoraba el piropo”. Helena nunca respondía a los comentarios o “piropos”,
así que fue una amiga de ella quien sirvió como intermediaria, pues Julio César
decidió que la única forma de conocer a Helena era con ayuda de esta amiga:
“Yo me acerqué a la niña que pasaba con ella y le dije ‘vea ¿ella es amiga suya, esa
monita que es toda creída?’ […] y me dijo que sí, entonces yo le dije que yo le man-
daba saludes”, comenta Julio César. La amiga llevó el mensaje a Helena y le
dio el número telefónico de ella a Julio César, quien a partir de ese momento
comenzó a llamarla insistentemente. Frente a esto Helena dice: “Es que ya me
estaba llamando, ya qué podía hacer yo”. Helena accedió después de un tiempo
a salir con él y siguieron viéndose durante unos días. Julio César comenta:
“De ahí nos seguimos viendo, ya cuando pasaba del colegio ahí sí ya arrimaba y nos
quedábamos hablando, viéndonos, conociéndonos, ya nos amañamos, más ella que
yo […] Pues porque inicialmente yo no pensaba en Helena como novia”. Y Helena
aclara: “O sea, yo lo veía como novio pero él no me veía como novia”. Hay, pues,
en este primer momento una disimetría que ubica a cada uno de los sujetos en
aspiraciones ideales distintas marcadas por lo que hemos visto en el apartado
anterior a propósito del amor romántico: lo particular de lo masculino y lo fe-
menino. Este primer desencuentro lleva a la pareja a una ruptura que conlleva
variaciones en la posición que cada uno juega en la pareja amorosa.
Esa primera separación que vive la pareja se da antes de que la relación se ini-
cie formalmente, ya que Julio César sostenía un vínculo de noviazgo con otra
mujer, hecho desconocido por Helena hasta que alguien cercano le hizo saber
al respecto. Sobre esta ruptura Helena recuerda: “Yo le dije a él y él me dijo que
era mentira; entonces, pues, nos separamos”. La pareja discutió el hecho, pero lo
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
que Julio César expresa es: “Yo salí ileso de eso porque no había cómo acusarme, no
tenía pruebas en mi contra, era la palabra de ella (amiga) contra la mía y pues ella ya
estaba enamorada de mí”. Helena afronta el problema alejándose de él y decide
no buscarlo más. “De un momento a otro se desapareció”, menciona Julio César.
La separación duró dos meses, tiempo durante el cual Julio César buscó insis-
tentemente a Helena quien se negaba a responder. Sólo dos meses después ella
decidió contestar una llamada, y desde ese momento nuevamente comenzaron
a salir, sólo que en otras condiciones, pues según expresa Julio César, “me gusta
estar aquí, esta pelada es tranquila […] cuando yo vengo me trata bien”. Ambos
adoptaron nuevas posiciones en la relación. Para Helena ellos eran novios desde
hace un tiempo. A Julio César le permitió preguntarse el lugar que ocupaba
Helena en su vida y, como él lo expresa, le permitió verla diferente: “Estaba
muy pendiente de las cosas que yo me despreocupaba.” Al parecer, esa ausencia
de Helena sirvió de advertencia para que Julio César desistiera de mantener
una doble relación, y además nos lleva a considerarla como una invocación de
Helena para que él se inscribiera en el amor romántico, amor de la exclusividad
afectiva y, en principio, también lugar de la exclusividad sexual.
La familia de Helena tenía una posición tradicionalista y sus normas eran estric-
tas. Por tal motivo, las salidas de la pareja tenían un límite de tiempo: “Con ella
para salir era por la tarde como hasta las ocho de la noche”, comenta Julio César.
La primera salida de la pareja la recuerda Helena como traumática, ya que ella
nunca había entrado a un motel. Julio César, por su parte, comenta con mucha
gracia, que “…a duras penas tenía para pagar el motel...”.
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El estilo de vida swinger
Después del impasse ya mencionado, que marcó el paso del primer al segundo
momento de su relación, Helena optó por esperar un poco antes de presentar
a Julio César en su casa, pues la posición tradicionalista de su familia la atemo-
rizaba un poco: “Pues como era él, yo decía de pronto se me va y mis papás ahí y
luego mi papá empezaba a preguntar, bueno ese muchacho por qué no volvió, qué le
hizo, dígame qué le hizo para ir a pegarle. Entonces era mejor así.” Es posible notar,
entonces, una demanda insistente de Helena por inscribir a Julio César en el
ideal del amor derivado de sus relaciones parentales, de la forma como era
concebido en su estructura familiar. Por su lado, Julio César respondía a esta
demanda con el signo que al parecer identifica la mujer de manera fundamental
con el enamoramiento en el amor romántico. Nos referimos a la ternura.
Otra anécdota que ellos recuerdan es que Helena perdió el año escolar debido a
que ya no prestaba atención a las clases y a que “me dedicaba a hacerle carticas”,
como comenta ella. Este hecho permitió que Julio César y ella compartieran
más tiempo: “…él después de todo eso me mantenía llamando mucho, me pregunta-
ba cómo me iba en el colegio…”, dice Helena. “La ponía a estudiar”, agrega Julio
César. Helena hace énfasis en el contenido de sus mutuas cartas, y Julio César
recuerda que en todas las cartas que ella le escribía siempre hacía énfasis en la
relevancia que tenía él en su vida: “Yo sí veía algo muy particular, siempre decía
‘usted es lo mejor que me ha pasado en la vida’. Esa era una constante y yo le decía
por qué, y ella decía: ‘ porque usted es lo mejor que me ha pasado en la vida’”. Frente
a ello, Helena agrega que puede identificar en su vida dos momentos: antes y
después de Julio César: “Cuando lo conocí a él todo me cambió. Me sentía contenta,
alegre. Antes era normal, en mi casa normal, no salía. Entonces cuando lo conocí a
él ya estaba contenta, todo era diferente”. Julio César añade que esto de alguna
manera generó en él más cariño por Helena.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
124
El estilo de vida swinger
Antes del primer ingreso al bar swinger Julio César y Helena llegaron a un
acuerdo, a un pacto acerca de lo que para ellos estaba permitido y lo que no
estaba permitido, es decir, anticipar una ley que regulara la angustia derivada
de poner en riesgo el ideal de la exclusividad sexual propio del amor romántico.
Así, convinieron en principio ir a observar qué era lo que sucedía dentro de un
bar swinger. “Yo solamente quería ir a conocer”, comenta Helena.
Otra razón que impulsó a Julio César a inscribirse inicialmente en esta prácti-
ca, que más adelante se convertiría para la pareja en un estilo de vida, fue su
insatisfacción sexual con Helena: “No pasaba nada con esta mujer, no se movía,
y ella siempre me decía ‘es que no puedo hacer más de acá’”, comenta Julio César.
Además, agrega, la forma en la que Helena se expresaba en el acto sexual con
él: “Ella solo decía es rico, rico y rico y yo le decía mami las mujeres se desarrollan”.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
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El estilo de vida swinger
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
128
El estilo de vida swinger
soy su novia hace rato’”, comenta Helena. Así, tanto desde el inicio de la relación
como en el momento de las entrevistas el ideal de amor y de conformación de
familia estuvo presente como una demanda fundamental que sitúa el lugar del
amor feminizado. Esto nos lleva entonces a otro interrogante: ¿Cómo el estilo
de vida swinger puede facilitar el mantenimiento de estos ideales?
129
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
En la pareja conformada por Helena y Julio César él sentía una gran angustia
por no saber cómo hacer gozar a Helena, cuestión que en la entrevista lo lleva
a hacer énfasis en que “ella solo decía es rico, es rico…”, palabra con la que ella
respondía cuando Julio César le preguntaba por su satisfacción sexual. Así, pues,
Julio César argumenta que en principio los intercambios los realizaban para
que Helena pudiera conocer y con ello hallar una salida a su impasse sexual,
que consistía en la angustia de él derivada de su incertidumbre por no saber si
Helena gozaba con él.
En los dos casos en estudio existe coincidencia en que mejoraron sus encuentros
sexuales, ya que lo swinger les ha permitido conocerse y saber aquello que el
otro disfruta más en las relaciones sexuales. Además, los dos hombres expresan
de forma clara una merma de su angustia.
Por lo tanto, la permanencia del amor como ideal en sus relaciones y la forma
como este se configura y es indispensable para pertenecer al estilo de vida swinger
130
El estilo de vida swinger
evita de algún modo que otros factores que socialmente están en contra de este
ideal, como el hecho de realizar el intercambio sexual, cambien su significación
y sirvan ahora para preservar el amor, ya que lo que se está entregando en forma
de intercambio es el cuerpo del otro para el goce sexual, pero el amor continúa
manteniéndose, al menos según sus ideales, en la exclusividad de la pareja. Y a
este respecto, reiteramos en el discurso de los entrevistados se hace énfasis en
que hay algunas partes del cuerpo reservadas solamente para la pareja amorosa,
pues por su significación no hacen parte del intercambio. Vemos entonces que
en los casos estudiados lo sentimental se articula al intercambio sexual, pues
aunque no se ame a ese otro con el que se intercambia, sí hay sentimientos que
motivan el acceso al intercambio, como en los casos ejemplificados: se cede al
intercambio por amor al ideal del amor.
131
Capítulo 5
El lugar de la mujer en
el estilo de vida swinger
La búsqueda del mantenimiento de la tradición
amorosa en tiempos de fragmentación
Sobre el estilo de vida swinger, como hemos visto, se han tejido una serie de
presupuestos relacionados con su impacto en el ámbito de la relación de pareja.
Si bien quienes hacen parte de este estilo de vida salen en su defensa y argumen-
tan que los intercambios swinger son el resultado de un consenso entre dos, hay
quienes califican el intercambio entre parejas como sinónimo de promiscuidad,
con el discurso de que atenta contra la “buena moral” social y representa un
peligro para la pervivencia de la familia.
Como consecuencia de los discursos utilizados para defender “la buena y acep-
tada vida social” y que denostan los swingers, las mujeres que hacen parte de
este estilo de vida o que participan en intercambios con otras parejas se han
visto ubicadas por la mirada pública en un lugar que podríamos denominar
“victimizante”, pues se tiene la idea de que ellas están en esto porque deben
cumplir con la “penosa obligación” de responder a las demandas de su pareja
que les exige participar en una práctica en que deben acceder a las peticiones
de otros hombres mientras sus parejas disfrutan viéndolas.
133
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Por tal razón este capítulo está encaminado a indagar cómo estas mujeres in-
terpretan su experiencia y el lugar que ocupan en este estilo de vida. Mujeres
que de alguna manera parecen haber dado un paso más en la historia cultural
porque, como expone Lipovetsky en su libro La tercera mujer, “no cabe duda de
que ninguna conmoción social de nuestra época ha sido tan profunda, tan rápida, tan
preñada de futuro como la emancipación femenina” (1999: 9).
134
El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
Ahora bien, hasta el siglo XIX era poca la participación de la mujer en el espacio
público y las decisiones políticas, ya que ello era patrimonio de los hombres,
quienes ejercían al respecto un papel activo. Las mujeres, por el contrario, fueron
reducidas a una condición pasiva, al ámbito privado, donde el papel principal
que desempeñaban se relacionaba con el cuidado del hogar y asumían las posi-
ciones políticas, ideológicas y económicas de los hombres que se encontraban
en lugares de poder. En cuanto a la sexualidad, era un tema clandestino que no
se abordaba públicamente ni tampoco en la privacidad de la pareja. A la mujer
no le era lícito hacer mención alguna a propósito de un deseo o su goce sexual,
pues esto sólo era moralmente aceptable para el hombre.
46. La época victoriana comprende los años 1851 -1900. Se nombra de esta manera para refer-
irse al periodo del reinado de la reina Victoria.
135
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Así, pues, la mujer se casaba con un hombre para cumplir con un imperativo
social, pues una mujer bien vista debía sobrellevar su soltería de manera “vir-
tuosa”, es decir, conservando su virginidad, o entregarse como propiedad del
hombre para asegurar su mantenimiento o el de su familia. Y en relación con
la idea de la sexualidad en el marco de la pareja, ésta era asumida como una
obligación que del contrato matrimonial. Se trataba de una obligación de la
mujer de “buena moral” el tener vida sexual sólo cuando se hallaba unida en
matrimonio, cuestión que no contaba para el hombre. Freud (1908) en su trabajo
La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna analizó la condición de doble
moralidad sobre la cual se encontraba fundada la cultura, no sólo por prohibir
ciertas cuestiones en la mujer y no en el hombre, sino por promulgar la vida
sexual como algo exclusivo del matrimonio. A su vez la religión, según lo expone
Freud, “sancionó cada uno de sus progresos, cada fragmento de satisfacción pulsional”
(1908: 12). Toda tendencia a la sensualidad, al goce de las satisfacciones, era
totalmente prohibida; el fin de la sexualidad estaba atado a la reproducción y
la virginidad se tornaba en un fuerte requisito, lo que llevaría a consecuencias
que más adelante analizaremos, y que fueron punto fundamental de la teoría
freudiana, que representó un trabajo de gran significación en la representación
social de la mujer en esa época. Teniendo en cuenta este panorama, el autor
diría: “En términos universales, nuestra cultura se edifica sobre la sofocación de las
pulsiones” (Freud, 1908: 12).
Las consecuencias que resultaban de las barreras sociales que impedían a las
mujeres explorar la sexualidad fue un tema de estudio de gran interés para
Freud, quien se enfocó en las repercusiones de esta moral sexual en las mujeres,
que guardaba la sexualidad como un secreto que sólo podía serles develado
en el momento de la entrega a su legítimo esposo. Ante esto expondría: “A la
educación se asigna la tarea de sofocar la sensualidad de la muchacha hasta que se
case, tarea sin duda difícil, pues trabaja con los más severos recursos” (Freud, 1908:
12). Este requerimiento de la abstinencia sexual hasta el matrimonio y la pro-
136
El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
137
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Frente a ello, Lipovetsky plantea que si bien las jóvenes a finales del siglo XIX
arremetieron contra la idea de que otra persona les impusiese quién y cómo
debía ser su pareja, ellas aún continuaban con la intención de encontrar una
pareja ideal, un “príncipe azul” con quien compartir su vida por siempre. Se
vivió entonces una “legitimación progresiva del matrimonio por amor” (Lipovestky,
1999: 20).
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El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
ser una elección basada en “el amor”; pero esta nueva libertad entraña a su vez
una nueva forma de limitación, pues las mujeres no ocupaban el mismo lugar
en ese amor y en esa pareja.
La mujer fue entonces reconocida como una persona con la libertad de buscar
su satisfacción sexual, pero ésta debía estar acompañada de una condición
amorosa para que fuese avalada. El amor pasó a ocupar un papel fundamental
en la construcción de una subjetividad específica para las mujeres, es decir, con
la idea del amor romántico la mujer debía ser aquella que viviera por el amor
hacia su pareja y su hogar, pero inactiva en el campo político y productivo. La
identidad de la mujer se revistió entonces de una vocación al amor.
Las ideas del amor romántico se fueron expandiendo y provocando furor entre
las mujeres gracias a la literatura romántica. A finales del siglo XIX las novelas
estaban destinadas a un público femenino, que pedía un tipo de historias que
tocaran el tema del amor de pareja y las pasiones. Todo esto promovió que a
principios del siglo XX se diera “una ideología que identifica la dicha femenina con
la realización amorosa” (Lipovetsky, 1999: 20).
139
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Si bien las mujeres de clases sociales bajas ya estaban en el campo del trabajo
remunerado, esto no se debe suponer como si existiera una equidad entre los
hombres y las mujeres y que éstas hubiesen logrado una emancipación total de
“las obligaciones de la casa”. Aun cuando socialmente ya se debatía en relación
con la igualdad de oportunidades de trabajo y de salario para las mujeres, “rara
vez se somete a revisión la idea de que la mujer debe ante todo cumplir sus deberes de
madre y de ama de casa” (Lipovetsky, 1999:192). La maternidad seguía siendo
un ideal social que continuaba exponiéndose públicamente; ideal que sólo fue
cuestionado por una minoría de mujeres que empezaban a agruparse en un
movimiento denominado feminista.
140
El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
De mujeres y guerras
La figura de la mujer “obrera” se posicionó fuertemente durante la Primera y
Segunda Guerra Mundial. Si bien se expuso que la mujer no estuvo exenta de
apoyar al hombre en las tareas del trabajo productivo, con ocasión de la Pri-
mera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, y cuando los países “desarrollados”
que participaron en el conflicto sufrieron la muerte masiva de sus soldados,
se presentó la necesidad de mano de obra numerosa que lograra mantener en
marcha la industria que estaba en pleno auge debido al mercado bélico. Por tal
razón, esta coyuntura abrió un nuevo campo laboral para las mujeres, quienes
debieron asumir un lugar antes limitado a los hombres. Conquistado ya por la
mujer en lugar en el trabajo y en el sostenimiento de la economía, la primera
ola del movimiento feminista, que se dio entre el siglo XIX y principios del siglo
XX, logró un triunfo en su lucha por la igualdad en los derechos democráticos
al obtener el derecho al voto, lo cual favoreció el fortalecimiento y la exten-
sión de este movimiento. Es necesario señalar que este derecho al sufragio no
se dio al mismo tiempo en todos los países desarrollados, sino que tuvo lugar
en diferentes fechas: 1920 en Estados Unidos, 1933 en España y, en el caso de
Colombia, sólo a partir de 1957.
141
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Para ese entonces ya se estaba generando una segunda ola del movimiento
feminista, que entraría nuevamente en conflicto con los mandatos sociales
que tenían como propósito “devolver a la mujer a la casa”. Esto es expuesto en
el siguiente párrafo: “Una de las consecuencias de la Revolución Industrial fue la
participación de la mujer en el trabajo productor: en ese momento las reivindicaciones
feministas se salen del dominio teórico” (Beauvior: 2005: 8).
De lo privado a lo público
En este periodo del movimiento de liberación femenina, la sexualidad se con-
virtió en un tema furor. Los denominados female magazine47 se especializaban en
tratar de develar a los lectores “el secreto sobre el placer femenino”. Estudios
47. Utilizamos la denominación female magazine para referirnos las revistas dirigidas específi-
camente a las mujeres.
142
El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
143
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Sobre los swingers, desde el momento en que se hicieron tema público hasta
la fecha se han construido diferentes imaginarios sobre lo que implica el inter-
cambio para una pareja, el impacto que puede generar en la vida privada, y en
especial en relación con el tema sobre el que aquí indagamos, qué lugar viene
a ocupar la mujer en este estilo de vida.
El lugar que ocupa la mujer en esta práctica ha sido tema de permanentes de-
bates ya sea en los medios de comunicación o en las charlas de quienes abordan
el asunto en sus conversaciones cotidianas. Por ello ante la abundancia de
opiniones alrededor de las mujeres que asumen una conducta swinger hemos
creído pertinente escuchar su discurso para que sean ellas mismas quienes, con
absoluta propiedad, nos aclaren el lugar que asumen en este contexto. Para ello
144
El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
Y así debe ser, porque al plantear una pregunta sobre cómo interpretan y cons-
truyen las mujeres su experiencia y lugar en el estilo de vida swinger, lo primero
para absolverla es adentrarnos en su historia familiar. La historia familiar implica
un primer momento en la vida, en el que se involucran los discursos de los pa-
dres, la forma de crianza, las tradiciones familiares, los ideales sobre diferentes
aspectos de la vida como el amor, la familia, la felicidad y, en el caso de Penélope
y Helena, les ha permitido asumir esta nueva relación con sus parejas.
El capítulo anterior, El estilo de vida swinger: ¿una forma de preservación del ideal
del amor?, expone en el caso de Helena y Octavio el hecho de que esta mujer
hace parte de una familia que ella denomina como “muy tradicional”, constituida
por su padre y madre ya separados, un hermano mayor y un hermano menor
con síndrome de Down y de cuyos cuidados Helena tiene que responsabilizarse,
ya que su madre debe trabajar y requiere dejarlo bajo vigilancia. En este caso
fue Helena quien asumió el rol de la mujer encargada de la casa dentro de la
dinámica familiar. Si bien los padres de Helena se separaron cuando la madre
recibió la noticia de que el padre esperaba un hijo de otra mujer, la relación
con esta mujer no era desconocida por la madre, pues un tiempo atrás dicha
mujer propició un encuentro con la madre de Helena para informarle sobre su
existencia. De este hecho Helena fue testigo y al respecto comenta: “Mi mamá
se enteró porque ella [mujer con quien el padre sostenía la relación por fuera del
matrimonio] la buscó y le dijo que tenían algo (refiriéndose al padre de Helena),
que estaban juntos y que ella no sabía que él era casado”. Después de este hecho la
madre confrontó al padre de Helena pero el matrimonio continuó un tiempo
145
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
más. “Yo recuerdo que ese día mi mamá le pegó a mi papá pero igual ella siguió con
él durante más años”, comenta Helena. En ese entonces Helena tenía once años
de edad.
Por otro lado, la mujer de nuestro segundo caso, Penélope, no especifica mucho
acerca de su historia familiar, pero sí afirma pertenecer a una familia muy tradi-
cional y la denomina como “conservadora”. Un factor importante que sostiene
esta forma de crianza es que el padre de Penélope hace parte de la religión
cristiana, por lo que los valores morales eran enseñanza diaria en la dinámica
de su hogar y en su crianza.
Tanto Helena como Penélope han contado con acceso a la educación básica
primaria y secundaria. Helena estudió hasta terminar el bachillerato y rápi-
damente ingresó a un trabajo como impulsadora de una empresa nacional de
productos alimenticios. Penélope, una vez terminado su bachillerato, empezó
a estudiar artes plásticas, carrera que no terminó pues decidió irse de la ciudad
con Octavio.
146
El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
147
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Para Helena, Julio César representa cualidades que lo inscriben en ese ideal de
pareja de relevante significación para ella; cualidades que se evidencian cuando
ella responde a la pregunta sobre las razones de su enamoramiento: “Pues yo
desde el primer momento comencé a sentir algo muy fuerte por él. Él dice que al inicio
uno no puede sentir eso […] Creo que la forma de ser, es muy tierno, muy cariñoso,
se preocupaba por mí, creo que eso fue lo que me enamoró de él.” En esa idea de
“sentir algo muy fuerte” se identificar la manera cómo ella trata de nombrar el
amor: ese sentimiento amoroso representa un estado de completud y en este
caso se encontrará ligado a otra cualidad de ese amor idealizado, lo que Helena
nombra como felicidad: “Para mí el amor es estar feliz, es la felicidad… cuando yo
peleo con él me pongo triste, lloro”. Esta es la respuesta de Helena cuando se le
pregunta cómo definiría el amor, y nos indica la trasmisión de un conjunto de
elementos simbólicos de la historia familiar que la llevan a configurar ese ideal
del amor. Para esta mujer el encuentro con lo que ella denomina amor significó
un suceso, una marca que dejó huella en su subjetividad. “Cuando lo conocí a él
todo me cambió, yo veía todo diferente, todo era por estar con él, yo me sentía alegre,
contenta, diferente. Antes pues yo era normal”, dice Helena.
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El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
Se puede plantear que Penélope, al tener que pasar por un proceso de separación,
hubo de vérselas con eso de lo real que muestra la imposibilidad de sostener ese
ideal de felicidad plena en el amor de pareja. Penélope antes de la separación
encontraba varios problemas en la relación vinculados con la fidelidad y la
sexualidad, pero la idea de mantener y sostener esa idea de pareja la llevaba a
plantearse conclusiones como “uno se resigna, yo lo amaba a él, tenía mi hijo, tenía
mi hogar y decía ‘bueno es suficiente’”. Tanto Helena como Penélope llegan a un
momento de la relación en la que tienen que enfrentarse al surgimiento de un
imposible en los ideales que han construido acerca del amor, del hombre en
la vida de pareja y la familia, y en ambos casos insisten en intentar sortear esa
imposibilidad y buscar una manera de luchar contra ello, incluso si esto implica
variar su concepción sobre esos ideales tradicionales.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
De igual manera, el primer encuentro sexual de Helena fue con su pareja ac-
tual, Julio César, y según comenta, para ella su sexualidad al parecer no era una
inquietud sobresaliente, pues nunca había experimentado la masturbación. Las
preguntas sobre su goce sexual la asaltaron sólo cuando empezó su vida sexual
con Julio César: “Nosotros ya habíamos estado juntos pero, por ejemplo, la primera vez
que fuimos a un motel eso fue un trauma pero porque yo nunca había ido a un motel”.
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El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
interpreta esa etapa como un periodo en que asumió muchas decisiones im-
portantes basándose fundamentalmente en la intención de brindar apoyo a su
pareja. Como ya se ha señalado, Penélope se encontraba cursando artes plásticas
en la ciudad de Cali cuando a Octavio se le presentó una oportunidad laboral
importante en Girardot, que representaba cambios significativos y la oportunidad
de ascender socialmente, razón en la cual ella justificó la decisión de dejar sus
estudios y establecerse junto con él en esa ciudad. Durante ese tiempo, expresa
Penélope, Octavio comenzó 13,5
bos casos ellas saben que hay infidelidades. Tradicionalmente la idea de que un
hombre pueda acceder a diferentes mujeres se encuentra presente en el discurso
de la mujer. Ya sea que lo acepte o no, esta condición no se niega culturalmente.
El ideal de fidelidad con base en esa construcción social se encuentra ligado
a la idea de amor, pero en estos dos casos vemos cómo también entra en lo
tradicional el hecho de que un hombre pueda acceder al goce sexual por fuera
del matrimonio, lo cual Helena sostiene y legitima, aunque ella afirma nunca
haber sido infiel. Y en el caso de Penélope, si bien ella tuvo relaciones sexuales
con otros hombres, sólo lo hizo cuando la relación estaba terminando y al saber
de las infidelidades de su esposo.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Luego de la separación Penélope decidió salir con otros hombres, lo que fue para
ella una experiencia que dejó una marca importante en su concepción de la
sexualidad, pues estos encuentros le permitieron ver el goce como algo posible
de tener y que faltaba en los encuentros con su esposo:
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El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
pues ella explica cómo a pesar de estar alejados aún ella estaba a la espera de
regresar con su esposo.
En ambos casos estos hombres tenían una pregunta en torno al goce sexual de
la mujer, y se percibían en falta por la insatisfacción sexual de sus parejas. Tal
como lo señalaba Freud (1908), las mujeres no por haber silenciado durante
mucho tiempo el goce sexual habían renunciado a él, así que el goce finalmente
encuentra su cauce en una demanda que si bien en la época de Freud revestía la
forma de síntomas somáticos, hoy parece implicar al otro sexo. Se trata hoy de
una manifestación por la cual estas mujeres al dirigirse a sus parejas los llevan
a preguntarse cómo goza una mujer. A propósito consideramos significativo el
siguiente enunciado de Penélope: “Comencé a conocer otros hombres y me di cuenta
que ellos tenían cosas que le faltaban a él […] cuando ya…, suena muy trillado, pero
cuando ya se vio la cosa perdida fue que ya hubo el cambio por parte de él”.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
La vida amorosa de los sujetos que presentan impotencia psíquica está orien-
tada hacia “el amor celestial y terreno”, el cual se refleja en el momento en
que los sujetos aman pero no anhelan y cuando anhelan no pueden amar;
entonces buscan objetos que no representen amor para que de esta manera
puedan mantener alejada su sensualidad de los objetos amados. Si en un
momento el objeto que eligen les recuerda el objeto que habían evitado por
el incesto y se retorna a lo reprimido, el sujeto pasa a protegerse mediante
“la degradación psíquica del objeto sexual”. Tan pronto sea cumplida la
degradación se puede desarrollar las operaciones sexuales y se eleva el placer
(Martínez y Rodriguez; 2007: 12).
Si bien ésta podría ser una interesante hipótesis sobre ese fiasco, como lo de-
nomina Penélope al referirse a sus encuentros sexuales con Octavio, sí está
presente en el discurso de ambos ese encuentro con el desencuentro, cuestión
que ella interpreta de la siguiente manera:
Algo que tengo yo con las personas que he estado es que yo los pongo muy
mal, se excitan demasiado. Entonces él (Octavio), como que se excitaba
demasiado y ya. No nos digamos mentiras, al comenzar el noviazgo había
mucha ternura, y eso con el tiempo como que se pierde y pues a las mujeres
nos gusta eso; entonces cuando el hombre comienza solamente “ya listo”
sino que uno como mujer le gusta esos detalles. El romanticismo se perdió
y yo creo que eso no se debe perder.
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El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
eso está mal, entonces yo decía eso está mal”, comenta Helena sobre el tema de
su sexualidad en pareja.
En relación con este testimonio se puede decir que Helena se había mantenido
dentro de un ideal del amor en el que la condición de virginidad y el primer
encuentro sexual debían estar ligados, pero al mismo tiempo el marco cultural
en el que está inscrita le permite legitimar que en su pareja el sexo y el amor
puedan separarse en el encuentro con otra mujer.
En el caso de Helena, Julio César llevó la propuesta de una forma muy particu-
lar, pues le dijo que deseaba conocer un bar swinger pero se lo describió como
un lugar de “desenfreno”, en el que cualquier cosa puede pasar; ante lo cual el
comentario de Helena fue:
Para Helena esta práctica representa una actividad en pareja, una forma de
encuentro, pero podríamos pensar que se diferencia de otras prácticas al incor-
porar a otras personas. Al ser un encuentro que se da en compañía de la pareja
no se genera en esta mujer una sensación de temor frente a lo desconocido.
Sobre esto Helena manifiesta que no sentía miedo porque “estaba con él, y si yo
estaba con él no me iba pasar nada”.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Una mujer que se casó joven, por lo general, no fue a bailar, no fue bai-
larina, uno lo asume y dice ‘bueno ya no lo hice’, pero uno siempre ve en
parejas que al hombre es como al que le entra la crisis y suele decir ‘necesito
espacios, mis amigos, tú no me dejas’. Uno como que se resigna, se resigna,
se resigna a que ya no hizo las cosas y listo, madura, lo asume… sobre
lo swinger yo siempre pienso que mi forma de ser es complacer, esa es mi
forma natural. Yo no lo vi como algo malo, cumplí su fantasía.
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El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
la mujer se pensaría en una posición de víctima, en este caso estas dos mujeres
saben muy bien en qué consiste la fantasía de sus parejas.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Cuando hablamos tocaba que poner reglas. Yo decía lo que no iba a hacer.
Yo dije que no voy a estar con mujeres, no voy a besar a otros hombres.
¿Por qué? Pues porque no me gusta. Decía que yo no iba a coger a otro
hombre, ni a hacer nada.
Yo pienso que tiene que haber acuerdos entre los dos… que si están haciendo
algo de placer pues que disfruten los dos… si a él yo lo veo que hay una
vieja re mamacita y él muestra el hambre a mí me da mucha pena pero no,
porque eso después puede traer problemas.
En este caso estas mujeres intentan ocupar un lugar en la regulación del goce
del otro. Tanto Helena como Penélope aceptan el pacto por el cual consienten
en el intercambio, pero mantienen el límite sobre qué les gusta hacer, el tipo de
mujeres con quienes pueden estar sus parejas, que deben mantenerse sólo en esa
calidad de intercambio del cuerpo, pues quienes dejen traslucir un sentimiento
más allá de lo sexual no son permitidas en ese intercambio. Esta regulación tiene
a su vez un rasgo de reciprocidad en la medida en que Octavio y Julio César
señalan también que cierto tipo de hombres que presentan características que
superan el ámbito de lo sexual para ellas no son aceptados en el intercambio. Por
tanto, estas mujeres y sus parejas saben que en el intercambio swinger su goce
sexual está sometido al respeto del pacto en su carácter simbólico que regula el
exceso, y esto hace posible el intercambio.
158
El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
Las mujeres que se permiten este tipo de encuentros lo hacen bajo una premisa
fundamental, como lo expone Prada (2007): “El deseo sexual constituye para los
swingers un ámbito independiente del amor. Sólo en el interior de la pareja ambas
dimensiones se conjugan” (p. 123). Este espacio permite que se vea en las mujeres
esa sexualidad separada del amor, como lo plantea Giddens (1992), sólo que
esta separación es aparente, puesto que, a pesar de acceder al goce sexual con
el cuerpo del otro, el acto tiene un valor de escenificación destinado a la mirada
del objeto amoroso. En los casos de nuestro estudio ambas mujeres afirman que
el intercambio se realiza con hombres con quienes no tienen vínculos afectivos,
y en presencia de las parejas de ellas, que sí representan ese vínculo con el amor.
Para ellas es claro que aun cuando gozan con el intercambio, el sexo y el amor
sólo se conjugan en su relación de pareja.
Es interesante ver que los hombres con los que se hace el intercambio represen-
tan para ellas cierta condición de degradación en la vida amorosa de la mujer;
lo cual se puede deducir de la siguiente cita de Helena:
Hay mujeres que no limitan eso, pero a mí no me gusta que el besito por acá en
la oreja. No. Eso no me gusta. Me parece que eso es como más íntimo, como
de la pareja, o sea, otras cosas como acariciar, besar, no me gusta […] para mí
eso es como de la parte del amor, del cariño, o sea yo no besaría a otro hombre
si no me gusta, yo lo hago con él (pareja) porque a mí me inspira cariño, amor,
pasión, pero con otra persona no y creo que eso es como más del amor.
159
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Esto nos permite identificar una variación en la idea que tenían estas mujeres
sobre su goce y la importancia que reviste en la relación de pareja, pues algo
que en principio era de poco valor, después de sus experiencias swinger con
otros hombres y mujeres adquiere un gran significado para ellas y se convierte
en un factor fundamental en su idea de pareja amorosa. A su vez, abocadas al
intercambio se presentaron variaciones importantes en estas mujeres respecto
a lo que en principio estaban dispuestas a intercambiar, como en Helena, que
si bien de entrada rechazaba tener contacto íntimo con mujeres, después de
experiencias en tal sentido relata los encuentros con mujeres como algo agra-
dable, en muchos casos más que el estar con hombres.
160
El lugar de la mujer en el estilo de vida swinger
Si bien de entrada proponíamos que existen varias miradas sobre el papel que
tiene la mujer y el lugar que ocupa en esta práctica, las dos mujeres de nuestros
casos –si bien no podemos considerarlas como ejemplo de ese ideal de “libertad”
que pretenden proponer las teorías feministas, pues aún se inscriben en el marco
cultural ligado a la forma particular de la dinámica familiar en su vertiente tra-
dicionalista– logran ubicarse en un lugar diferente en relación con su goce. Por
lo tanto, aunque ellas no ingresaron al swinger por una pregunta en particular
sobre ellas mismas, sí podemos decir que el intercambio permitió que ahora se
interroguen sobre cómo pueden gozar y tengan un lugar en la práctica en la que
no sólo se pone en juego sino las fantasías, en particular aquellas que moral-
mente no son aceptadas por el discurso común y menos aun en la cotidianidad
de las parejas, pero que en el estilo de vida swinger son elemento esencial para
desterrar la culpabilidad, gracias a la construcción responsable de pactos que
logran articular las prácticas con una ética del reconocimiento del deseo del otro.
161
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Para finalizar, hemos de reconocer que aun en un estilo de vida que tiene
prácticas poco comunes las mujeres de nuestros dos casos mantienen siempre
un marco de tradicionalidad que no se diferencia del de aquellas ajenas a es-
tas prácticas. En ambos casos, debido a marcas subjetivas, la mujer insiste en
sostener una relación de pareja que se inscriba en su idea del amor, y si bien
es este propósito el que las lleva a decir sí a una propuesta de sus parejas, esto
no implica que sean víctimas de “hombres perversos”, mucho menos al saber
el papel activo que asumen en la práctica en cuanto a su regulación. Más bien
se trata de la perduración en las mujeres de una sobreestimación del amor de
pareja. Es indudable que hay cambios interesantes en estas mujeres en relación
con las formas de sortear los impasses que siempre estarán en el lazo de la pareja
amorosa, así como el redescubrimiento de un goce que creían inexistente. Lo
que marca significativas diferencias de mujeres como Helena y Penélope respecto
de sus congéneres son las estrategias a que acuden para preservar su relación
de pareja aunque ello implique introducir a terceros o cuartos en el terreno de
su sexualidad, que originalmente implicaba sólo a dos.
162
Capítulo 6
El sexo no puede ser llamado no natural pero tampoco puede ser llama-
do natural a partir del lenguaje.
(Vappereau, 2009).49
163
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Así, nuestro interés es referirnos en este capítulo tres cuestiones. Primero, al-
gunos esbozos sobre el enfoque psicoanalítico de la sexualidad y de lo que él se
deriva respecto papel del cuerpo como lugar del goce. Segundo, la noción de
164
La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
165
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
La madre espera recibir algo a cambio por todo aquello que entrega; por eso se
dirige al niño de tal manera que pueda instalar una demanda, lo que deviene
verdadero cuando el niño dirige su palabra a la madre. Lógicamente, antes
que la palabra, el niño expresa su demanda de otras maneras como el llanto
primero, y luego con gestos con los que intenta indicar algo, pero finalmente
la madre espera que lo haga con palabras. Se demanda a ese organismo que se
haga ser humano, o mejor, ser hablante; se le pide que responda al llamado con
166
La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
Esa teoría popular de la pulsión sexual a la que Freud hace referencia, la com-
pletitud compuesta por dos mitades, hombre/mujer, que se reencontrarían para
51. En la época de Freud la homosexualidad era considerada una patología del orden de las
llamadas parafilias o aberraciones sexuales.
167
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Que el objeto debía ser el otro sexo y que el fin sexual era la procreación para
la conservación de la especie eran las determinantes de la sexualidad humana.
Lo que el psicoanálisis a partir de Freud nos muestra es la falacia que entrañaba
dicha concepción. La sexualidad ligada al significante implica la metaforización
del objeto, su multivocidad. No hay el objeto ni el fin sexual como algo pre-
dicho, sino como construcción simbólica que resulta en una posición sexuada
para el sujeto y que le permite encontrar el rasgo particular para el deseo y la
posición sexual.
168
La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
ser una tendencia natural y por tanto da inicio a una organización alrededor
de límites impuestos ya no por el organismo sino por el símbolo, que se ubica
como representación entre los sujetos. Si se trata de una oposición o resis-
tencia, implica de suyo una negatividad, es decir, una fuerza contraria, una
antítesis; de allí que la prohibición se vincule con la negación, pues el símbolo
lingüístico que la representa es justamente la palabra “no”: no matarás, no
mentirás, no desearás.52 Se prohíbe algo que se considera impropio, riesgoso,
peligroso, moralmente inadecuado, impertinente en la relación con el otro, en
todo caso algo que permite ordenar el lazo social; por lo tanto, para pretender
definir qué debe ser prohibido es necesario establecer algún tipo de juicio. En
este orden de ideas, se puede concebir, entonces, una estrecha relación entre
la negación como forma de la prohibición y el origen del juicio como lógica de
establecimiento y definición de lo propio y lo impropio, según plantea Freud
(1925), al precisar que la función de negar o afirmar es propia del juicio y que
por tanto se hace necesario establecer algunas cuestiones alrededor del origen
de dicha función si se espera comprender la forma de operación de la negación.
La negación introduce además una paradoja importante, ya que la prohibición
resultante de ella entraña indicaciones sobre algo posible y a la vez demanda
al sujeto la abstención, lo que no necesariamente significa que el deseo haya
cesado. En ese sentido lo bueno y lo malo dependen de las atribuciones que la
prohibición ha instaurado. Las elecciones de los sujetos y las prácticas sociales
de los pueblos intentan ordenarse de acuerdo con esas atribuciones. Esto sería
lo que Geertz (1973) llama ethos, es decir, el conjunto de principios éticos y
estéticos por los que se rigen las prácticas. Veremos en relación con la sexualidad
cómo la prohibición que sobre ella opera en nuestra sociedad determina, con
base en ciertos ideales predominantes de acuerdo con la moral, lo que es bueno,
lo cual resulta entonces de aquello que es atribuido por el ethos de un pueblo
y no por condiciones naturales. Para comprender esto es necesario, como lo
mencionamos, reflexionar acerca del origen del juicio; de lo contrario, se corre
el riesgo de naturalizar la moral y suponer, con base en los ideales que a esta se
atribuyen, que si algo está prohibido es porque no es natural, y como es sabido
nada más distante de la condición humana: lo que sucede es que al convertirse
en ser hablante el ser humano se resiste a la naturaleza. Creemos, que tomar
en consideración los planteamientos de Freud sobre estos aspectos y lo que
arroja el presidente trabajo sobre las particularidades de los sujetos swinger,
podremos construir algunas hipótesis acerca de su estructura simbólica y tratar
169
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
En relación con el juicio de existencia, Freud aclara que se trata de una función
del yo-realidad surgida del yo-placer originario y llama a esta condición “examen
de realidad”. Aquí no se trata de expulsar o introyectar, sino de examinar si algo
que ya se encuentra adentro como representación puede reencontrarse fuera en
la realidad a través de la percepción; por lo tanto, se trata también de una rela-
ción afuera/adentro, o también presencia/ausencia. Lógicamente, esta relación
adentro y afuera no es vista por Freud desde el punto de vista de la topología,53
pero a pesar de ello señala de manera muy interesante la relación entre dos de
los principios básicos en la concepción de los espacios por esta disciplina: el
límite y la continuidad. Los juicios de atribución implican el establecimiento de
53. Si bien para esta época ya existía la topología, pues su origen se sitúa en 1735 con la reso-
lución lograda por Euler del problema de los puentes de Könisgberg, la primera vez que se
usa propiamente la palabra topología es en 1836 en una carta enviada por J: B: Listing a su
profesor Müller y luego en su libro Vorstudien zur Topologie (Estudios previos a la topología),
publicado en 1947. Así, pues, para la época era una cuestión demasiado novedosa, reciente
y poca conocida, incluso por los mismos matemáticos, por lo que Freud aun no tomaba
noticia de ello. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Topolog%C3%ADa
170
La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
un límite54 entre lo que estará dentro o fuera del yo, y los juicios de existencia
implicarán la búsqueda de la continuidad que permita probar que lo que está
dentro puede encontrarse también afuera. Así, cuando Freud explica que se
trata siempre de la oposición adentro/afuera, no tiene el mismo sentido en ambos
juicios. Nos dice Freud: “Lo no real, lo meramente representado, lo subjetivo, es sólo
interior; lo otro, lo real, está presente también ahí afuera” (1925: 255).
Ahora bien, la pretensión de negar y con ello de fijar un límite entre lo prohibido
y lo permitido es aplicable tanto para el sujeto particular como para la cultura
54. Consideramos de gran importancia comprender que todo límite en topología cuenta con
algún grado de continuidad, en tanto una línea es comprendida como una secuencia de
puntos, así que quedará en el plano de fondo una continuidad.
171
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
55. Preferimos nombrar tradicionales a las comunidades que en sus publicaciones de los años
172
La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
La prohibición del incesto no es más que la afirmación por parte del grupo
de que en materia de relaciones sexuales no se puede hacer cualquier cosa;
el aspecto positivo de la prohibición es marcar un comienzo de organización
(1998: 54).
La aplicación de una ley sobre el deseo sexual y el acceso posible al goce de-
rivado de dicho deseo se constituye según este planteamiento, en la primera
forma de organización social, porque ella entraña una condición para que se
genere un intercambio exogámico en el que se privilegia el acceso a mujeres
u hombres de otros grupos. Por tanto, ya no se trata de cuán bueno podría ser
el otro para copular en respuesta a la pulsión sexual natural, sino que entra en
juego la ley que niega la respuesta natural inmediata; por tanto, se introduce
la función del pensamiento con lo cual la sexualidad se transforma y se hace
cultural.56 Los criterios de selección se modifican y se delimitan en función de
la ley, por ejemplo: no gozarás de relaciones sexuales con las mujeres de tu propio
clan, lo que supone que la búsqueda de este goce deberá estar en concordancia
con esta ley, y será necesario dirigirse a otro clan por el imperativo exogámico,
lo cual implica, a su vez, la necesidad de pactar con otros el intercambio: ustedes
podrán acceder a las mujeres de nuestro clan y nosotros a las del suyo. La exogamia
marcada por la prohibición del incesto propicia, entonces, el establecimiento
del pacto, de la alianza como forma de organización social. El punto en juego
allí es entonces la elección. ¿De dónde viene la elección? Pues bien, Miller
(1998) plantea que cuando se trata de los animales, basta el reconocimiento
del otro animal de la misma especie para que se den las condiciones para la
copulación, así que la elección estaría allí dada naturalmente. En cambio, un
173
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
ser humano elegirá el mejor caballo posible para aparearlo con una yegua de
alta pureza. Allí la intención del ser hablante se pondrá en juego y decidirá qué
pareja es adecuada y cuál no, cuál está permitida y cuál prohibida, y sin embargo
es probable que “el caballo no tuviera problema en hacer el amor con una yegua
que no tenga los mismo premios que él…Eso es lo social, o eminentemente humano
en la sexualidad: que todos los partenaires57 no están autorizados” (Miller, 1998:
164). Esta elección no está dada por condiciones naturales pues se trata de la
negación de algunos partenaires a causa de la prohibición. Esto –como seña-
lamos anteriormente–, es un hallazgo de Freud, quien lo desarrolló con todo
detalle en sus Tres ensayos de teoría sexual (1905), en la que explica que para
el caso humano el objeto ya no está predeterminado, pues desde la infancia el
niño debe sustituir objetos, bien sea el pecho por el tetero o por el dedo, puesto
que ningún objeto está predeterminado para la satisfacción de la pulsión; es
decir, que en lo que refiere a la meta de la pulsión, ésta investirá de significado
cualquier objeto que pueda proveerle satisfacción. De allí que en el ser humano
el deseo sexual puede manifestarse de manera particular con un cierto tipo de
cabello, o con un rasgo físico, o con un zapato o con una prenda cualquiera del
amado. Sea como fuere, en lo que atañe a la sexualidad humana las leyes que
la rigen son fundamentalmente una construcción simbólica y por lo tanto es
necesario poner en entredicho la creencia, a veces común, de que hay objetos
predeterminados o formas de relación con ellos que son las más adecuadas de
acuerdo con la “naturaleza”.
Ahora bien, para explicar cómo opera la ley de la prohibición del incesto,
Lévi-Strauss se vale de una delimitación entre dos formas de estructuras de
parentesco que resultan útiles a su interés, a saber, las estructuras elementales
y las estructuras complejas. Las primeras hacen referencia a:
57. Esta palabra francesa puede ser traducida a la vez como compañero, pareja, socio. Su uso en
francés se conserva en el psicoanálisis por la relevancia que toma para Lacan en la medida
en que para él designa aquello que se constituye como pareja para la pulsión, puede ser el
otro imaginario (otra persona por ejemplo) pero también lo que representa en relación con
el sujeto del inconsciente, como es el caso del síntoma.
174
La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
Según el autor, en este sistema existen reglas explícitas que definen entre el
círculo de parientes cuáles pueden ser elegidos como pareja y cuáles no, es decir,
de acuerdo con las reglas del grupo se excluye como elegibles para formar pareja
a los parientes más cercanos. El matrimonio sería desde esta perspectiva un rito
que legitima la unión entre dos y con ello determina el intercambio exogámico,
con lo que se evita el fraccionamiento del grupo y tendría la función fundamental
de permitir la comunicación con otros y ampliar así el espectro social, lo que es,
por lo demás, también función simbólica del lenguaje. En otras palabras, esta
ley hace posible el intercambio que garantiza el mantenimiento social de los
grupos a través del trámite y la circulación de sus miembros con otros grupos:
175
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Ahora bien, si la ley del intercambio ligada a la prohibición del incesto tiene
como fin posibilitar el lazo social, es justamente porque ello entraña algún grado
de reciprocidad, elemento fundamental, según Lévi-Strauss, en la sociedad. Este
autor, retomando a Proudhon, indica que la propiedad sin reciprocidad es robo
y atenta contra el mantenimiento de la sociedad misma. No obstante, sabemos
que la propiedad también hace parte importante del intercambio pues se entrega
algo que en principio se considera propio y, de otro lado, la comunidad señala
que no hay nadie que pueda proclamarse dueño exclusivo de algo pues no habría
allí exactamente reciprocidad. Sin embargo, es observable que la civilización
ha aprendido a regular un equilibrio entre lo propio y lo comunitario. El ma-
trimonio implica esta reciprocidad desde siempre, en tanto están obligados a
entregar a sus hijos a otros pues ellos mismos, los padres, ya han recibido esta
misma donación por parte de otros.
Hasta aquí nos hemos centrado en indagar el surgimiento del intercambio sexual
basado en la ley de prohibición del incesto. Trataremos de mostrar ahora cómo,
en la medida en que se han vuelto más complejas las estructuras sociales, tanto
en la forma como tales intercambios se tramitan como en sus fines.
176
La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
tanto, sigue siendo el sujeto el medio clave para el intercambio. Señala además
el autor que el intercambio es una lucha por prosperar, por hacer posible la so-
brevivencia a pesar de las limitaciones de la sociedad, lógicamente articulado a
ideologías y concepciones. Consideramos este un punto crucial, pues a pesar de
ser presentado desde una perspectiva distinta a la concebida por Lévi-Strauss,
ambos autores señalan el intercambio como un medio que tiene por finalidad
la sobrevivencia, lo que implica inevitablemente alianzas y con ello el estable-
cimiento permanente de lazo social. El lazo social sería, pues, el intercambio
posible entre sujetos. Habría que decir que si los animales no humanos luchan
de manera “salvaje”58 para competir por la sobrevivencia, el animal humano, el
ser hablante cifra en el intercambio soportado en los símbolos de que dispone, y
con los cuales hace lazo social, su medio de sobrevivencia e imprime a la vez un
sentido y un fin a su existencia, como lo señala también Marc Auge (2004). En
este orden de ideas, y retomando los planteamientos de Pierre Bourdieu (2001),
los bienes que se intercambian son fundamentalmente bienes simbólicos, en
tanto su valor no se relaciona con su función material, sino con el sentido que
se le da en los intercambios lingüísticos y el propósito que se le atribuye en cada
grupo de acuerdo con los sistemas de creencias, las ideologías y las prácticas que
le son propias. Así, los objetos en el mundo del ser hablante se constituyen en
materia cargada de sentido, como ya se mencionó anteriormente debido a los
juicios de existencia y los juicios de atribución, a las que ya nos hemos referido.
A cada objeto, el ser hablante le asigna un significante59 que le da su existencia y
un conjunto de atribuciones que configuran una imagen conceptual del mismo,
es decir, un significado. De esta manera, la relación entre los seres hablantes
y los intercambios que entre ellos acontecen son fundamentalmente de tipo
lingüístico y los objetos que circulan se encuentran inscritos en la relación
significante/significado, constituyéndose así en bienes simbólicos, pues además
58. Las comillas son para significar que lo salvaje sería, en este caso, el efecto de la ausencia de
pacto simbólico por carecer de al lenguaje, lo que lleva a la lucha basada en la fuerza y en las
características propias de la especie en términos de habilidades y destrezas. Valga decir que
anteriormente hemos preferido no usar el término de salvajes para referirnos a comunidades
tradicionales, que cuentan con formas simbólicas definidas, cosmovisiones y lenguas, que
dan cuenta de la existencia de culturas y con ello de lógicas sociales inscritas en un marco
social.
59. Desde la teoría lingüística de Saussure un significante se define como la imagen fónica de
una palabra, mientras un significado se constituye en la imagen conceptual. Estos dos con-
forman una misma entidad de dos caras a la que denominó signo. Ver: Saussure, F. (1916).
Curso de Lingüística General. Ed. Planeta Agostini. 1985.
177
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
de ser bienes materiales se definen por lo que representan como signo para los
sujetos que agencian y pactan los intercambios.
Para que existan los gustos es necesario que haya bienes clasificados, de
“buen” o “mal” gusto, “distinguidos” o “vulgares”, clasificados al tiempo que
clasificantes, jerarquizados al tiempo que jerarquizantes, así como personas
que poseen principios de clasificación, gustos, que les permiten distinguir
entre estos bienes aquellos que les convienen, aquellos que son “de su gusto
(Bourdieu, 1994: 181).
Así, aquello que se elige, un objeto cualquiera sea su naturaleza, cuenta con
una serie de significantes que le dan un estatuto que está más allá de la posibi-
lidad que el objeto representa para la satisfacción de la necesidad, en principio
178
La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
179
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Si bien en principio los casos de las parejas swinger a que nos hemos referido
aportaron elementos que nos podrían dar una cierta visión ideal del estilo de
vida swinger como forma de saber hacer con la falta de satisfacción sexual, en-
trevistas posteriores con los sujetos y el trabajo clínico mismo nos han ilustrado
sobre el exceso que de ello puede derivarse; exceso marcado por la tendencia al
goce que intenta de manera insistente transgredir la ley, derivado de la actual
pornografía del goce que ha venido a sustituir la represión del deseo que carac-
terizaba la época en que Freud inventó el psicoanálisis (Sahovaler, 2009). La
60. Este apartado es de autoría expresa de John James Gómez, director de la investigación que
presentamos en este libro. Una versión modificada del mismo ha sido publicada en: Psikeba:
Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, año 2009, bajo el título: Excesos del goce en el
estilo de vida swinger: La no relación sexual y la época de la pornografía del goce.
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La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
época actual da cuenta de la precariedad del lazo a través del discurso, cada vez
más frágil, y con lo cual es cada vez más difícil para los sujetos sostenerse con un
partenaire. Soler (2009) afirma que esta precariedad del lazo se manifiesta en la
falta de sentido que en la actualidad parece marcar a los sujetos y que los lleva
a insertarse en el juego de la oferta-demanda del discurso del capitalismo para
tratar de encontrar en los objetos el apaciguamiento de la angustia derivada
de dicho sin sentido. El lazo con el objeto, del cual el sujeto parece ser presa,
sustituye paulatinamente el lazo entre los sujetos a partir del cual, otrora, el
pacto simbólico podía primar sobre la exacerbación de las fascinaciones ima-
ginarias que resaltan lo práctico, rápido, fácil y vacuo. Cada vez es mayor el
lugar para la fantasía neurótica que se adhiere desesperadamente a los ideales
de felicidad y completud y a la lógica del menor esfuerzo, en la que los sujetos
ven una esperanza que los confina al abismo de la vacilación, cuando no de la
inhibición del deseo. La promesa de la resolución de la angustia por vía de la
oferta de los nuevos goces se hace cada vez más fuerte y con ello la ilusión de
los sujetos que no encuentran una salida al sin sentido que experimentan en
relación con su existencia y del que ya poco la sociedad quiere saber o escuchar.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
61. El caso de Julio César y Helena ha sido desarrollado de manera detallada en los capítulos IV
y V.
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La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
Ahora bien, la curiosidad que embargaba a Julio César se relacionaba con una
escena en la cual él quedaría excluido, pues aunque fuese él quien lo propu-
siera y avalara, ya no sería él testigo de lo que aconteciera, lo que introduciría
un elemento nuevo a la fantasía: ya no se trataría sólo de saber cómo hacer
gozar a Helena, sino el goce propio de no saber hasta qué punto otro puede
hacerla gozar. Lo que estaba allí en juego es lo que Lacan llamaba un plus de
goce, es decir, un más allá en el goce que, en ocasiones, puede llevar al sujeto
al encuentro con lo siniestro.
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Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
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La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
angustia, antes que menguar, incrementaba: “¿yo por qué hice eso?... ¿Será que
la embarré?”.
Julio César esperaba ansioso la llegada de Helena, en particular por las in-
quietudes que lo angustiaban y que esperaba resolver al escuchar el relato de
ella acerca de su encuentro sexual con Pedro. En efecto, la primera pregunta,
sencilla en apariencia, “¿cómo te fue?”, resultó en algo horroroso al detectar en
la respuesta de Helena un tono de satisfacción que fue para él algo inesperado:
“bien, fue distinto”. Según comenta Julio César, esta respuesta marcó un paso de
la angustia al encuentro con algo desesperante, podríamos decir con lo siniestro,
lo ominoso, retomando el título del texto freudiano (1919a). En efecto, Julio
César se encontró con algo novedoso; sólo que la novedad no se situaba en lo
que él esperaba sino en lo inesperado, en lo que estaba por fuera de su cálculo
consciente, pero que al parecer pulsaba desde lo inconsciente: “yo no pensé que
le fuera a gustar”. Devino, pues, el encuentro, por primera vez, con los excesos
del goce. Vemos tres momentos por los que pasó Julio César hasta su encuentro
con lo ominoso: primero, una angustia ligada al no saber cómo hacer gozar a
Helena; segundo, el acceso al goce posibilitado por el ingreso en el intercambio
sexual enmarcado en el estilo de vida swinger; tercero, el retorno a la angustia,
pero esta vez caracterizada por el horror de la incertidumbre acerca de cómo
goza Helena con otro cuando él no está como garante y vigía de los límites de
dicho goce.
Resulta muy interesante lo que implica en este caso la introducción del tercero,
muy diferente de las implicaciones en el intercambio swinger, en el cual existe
un marco de regulación ligado a la vigilancia del goce del otro. En cambio, en
la novedad del encuentro sin la presencia de la pareja, lo que irrumpe es el en-
cuentro con lo real de su ausencia, es decir, de su lugar de exclusión del goce, de
su renuncia al goce que había anudado con Helena y que es cedido a un tercero
con el cual se establece una relación especular en la que deviene la angustia.
185
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
Consecuencia de este giro sorpresivo para Julio César, que lo enfrentó a la cer-
tidumbre de que ya no era el amo del goce para Helena, surgió la búsqueda de
una reconstrucción de la escena a través de lo que ella le dijera. Sin embargo, la
respuesta de ella, “bien, fue distinto”, no dejaba lugar a dudas: Julio César había
sido destituido del lugar de amo y por tanto enfrentado a su castración. Buscó
entonces, la forma de retornar a ese lugar, vale decir, de manera desesperada.
Así, le propuso a Helena que fuera a vivir con él, cuestión a la que él mismo
siempre se había negado, pero que ahora resultaba, al menos en su fantasía,
una salida posible a la angustia. Cuando se le pregunta acerca de esta decisión,
Julio César responde: “Siento que es lo que tengo que hacer. No sé por qué. Creo
que tiene que ver con lo que pasó. Entonces dudo de si lo estoy haciendo porque en
realidad quiero eso o porque me da miedo que me deje”. En el capítulo V, El lugar de
la mujer en el estilo de vida swinger”, se había señalado cómo en aquel momento
inicial Julio César parecía estar totalmente seguro de ocupar el lugar del hombre
idealizado que Helena definía de la siguiente manera: “estaba con él; si yo estaba
con él no me iba pasar nada”. Igualmente ella señalaba que:
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La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
por tanto, con la fantasía narcisista del yo. Pero la nueva escena en la que Julio
César se instala –la exclusión– fractura esa fantasía narcisista pues implica la
imposibilidad de corroborar el mantenimiento del límite, ya que la intimidad
y la pasión surgen como posibilidad en el encuentro entre Helena y Pedro. La
caída del ideal da paso al agujero de la falta en ser estructural, propia de todo
ser hablante; no hay el hombre ideal, no hay el Amo del amo(r), no hay LA
Mujer (con mayúscula) que se abstenga siempre del encuentro con un goce
otro o que pueda llegar al goce pleno, no hay la relación sexual plena o el goce
pleno, pues su existencia está exclusivamente en las fantasías narcisistas y, por
lo tanto, lo real deviene siempre haciendo manifiesta la falta. Lo que el sujeto
buscará para tratar de apaciguar la angustia de esa falta es restituir de alguna
manera la fantasía que ha fracasado; es esto justamente lo que ocurre con Julio
César. Él podía soportar que Helena gozara con otro pero no que gozara para
otro. En el intercambio swinger el destinatario del goce de Helena seguía siendo
Julio César; lo que allí ocurría estaba dirigido a él, era una escena para sus ojos;
ella gozaba para él, por amor a él. En el encuentro con Pedro esta lógica cambia,
pues se trata de un goce con otro y para otro, pues aunque lo haya demandado,
Julio César queda excluido y, consecuencia de ello, él termina enfrentado a su
propio goce en una vertiente tormentosa. A pesar que ella pueda decirle que
aún lo ama, ha ocurrido algo que da cuenta de que el amor no se sostenía por
sí mismo, sino que requería el anudamiento en una forma particular de goce de
que, al variar su lógica, quita al amor su efecto de apaciguamiento dando lugar
a la cara horrorosa del goce. Vemos, pues, que “no es tan fácil que vayan juntos
el amor y el goce” (Torres, 2009: 15).
La respuesta al horror
La aparición de lo siniestro, como formación de la angustia, trae consigo el
sinsentido. Lógicamente, el sinsentido tiene muchas otras formas en relación
con las cuales puede hacerse manifiesto y que de igual manera guardan vin-
culación con la angustia, entre ellas: el síntoma, el aburrimiento, la pereza, la
desesperación, la frustración; y, en todas ellas, el sujeto se enfrenta a preguntas
sobre su posición en aquello que le acontece. Sin embargo, éstas son usualmente
dejadas y se coloca en su lugar algún tipo de fantasía ilusoria que prometa un
horizonte feliz.
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La sexualidad y el sujeto de goce en el estilo de vida swinger
estilo de vida Swinger y el amor libre, a la posesión del objeto como forma de
conservarlo, así que demanda a Helena que vaya a vivir con él en unión libre,
como su pareja definitiva, cuestión a la que, como ya habíamos mencionado,
él se había negado insistentemente. Este paso surge entonces como intento de
velar el ideal caído superponiendo otro ideal que vele el sinsentido de la falta
de ser el Amo(r) en la que había cifrado el tipo de discurso en el que hacía lazo
con Helena. Se trata pues de un giro producto de la desesperación efecto de la
pérdida del lugar que en su fantasía, él, en tanto sujeto, ocupaba en relación
con ese objeto de goce que es Helena. La nueva respuesta no es ya un velo a
lo que no anda en el goce sexual, sino a lo que no anda en la manera en que él
mismo puede ubicarse frente al otro sexo en tanto objeto de deseo.
189
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Bibliografía
– _______ (1972). “Aun”. En: El seminario, Libro 20. Buenos Aires: Editorial
Paidós. 2004.
195
Sujeto, amor y goce en el estilo de vida swinger
196
Bibliografía
197
ISBN: 978-958-8436-36-4
Contraportada
adoptan dicho estilo de vida, señala el pacto entre dos sujetos que cons-
tituyen una pareja amorosa estable de inscribir su sexualidad por fuera
de la exclusividad con el partenaire, pero condicionada a la presencia
necesaria de los dos miembros de la pareja y a que los acontecimientos
archivo aparate
derivados de ello sean legitimados y consentidos por ambos.